Policy Insight Polarizacion Afectiva EsadeEcPol
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en España: bloques
ideológicos enfrentados
Lluís Orriols
profesor titular en el La polarización afectiva (definida como la distancia emocional entre el afecto que
departamento de ciencias despiertan quienes simpatizan con nuestras mismas ideas políticas en contraposición
sociales de la Universidad
con el rechazo hacia quienes tienen opiniones distintas) tiene efectos adversos para
Carlos III de Madrid
el buen funcionamiento de nuestras democracias:
— deteriora la cooperación entre ciudadanos
— afecta a la confianza hacia las instituciones
— reduce la legitimidad de los gobiernos
— la desconfianza y rechazo entre adversarios políticos puede incluso generar la
parálisis o bloqueo de las instituciones
En España, hoy estamos más polarizados en términos afectivos que hace dos décadas:
las distancias en la probabilidad de voto entre el partido que se vota y el resto de partidos
(ponderándolos por su tamaño) ha crecido en un 50% (de 5,3 a 7,8 en una escala de 1 a 10).
Esta dinámica ha tenido distintos momentos en los últimos años: primero, el crecimiento
de la polarización afectiva se produjo dentro del bloque de izquierda; después emergió
por la derecha. En ambos casos coincidió con el surgimiento de partidos en cada extremo
del espectro (Podemos primero; Vox después).
Esta situación emergente subraya el dilema que existe entre gobernabilidad y consenso:
En definitiva, puede que esta polarización de bloques facilite la estabilidad de los gobiernos,
pero a costa de la inestabilidad en las políticas públicas que estos ejecuten.
En cualquier caso, es imprescindible subrayar que el rechazo de los ciudadanos hacia los
partidos rivales está en parte condicionado a las estrategias de los partidos. Cuando estos
alcanzan acuerdos se reduce la polarización entre sus votantes y cuando entran en conflicto
ocurre lo contrario. En efecto, en los datos se aprecia esta relación: cuanto mayor es
la polarización ideológica de los partidos (medido como la distancia en las posiciones
ideológicas percibidas por los votantes), mayor es la polarización afectiva de los votantes.
Existe la creencia generalizada de que la política española se encuentra en una fase marcada
por la hostilidad, los vetos cruzados y la negación de los adversarios políticos como
interlocutores legítimos. La política siempre conlleva cierto grado de conflicto, pero, según
los expertos, tanto España como otras democracias de nuestro entorno están inmersas
en un proceso de polarización en el que los ciudadanos son cada vez más proclives a sentir
rechazo hacia quienes no piensan (o votan) lo mismo.
Pero ¿hasta qué punto se está polarizando la sociedad española? ¿Los ciudadanos muestran
hoy un mayor rechazo a sus adversarios políticos, tal y como suele afirmarse en el debate
público? En este documento pretendo analizar cómo ha evolucionado en los últimos años la
polarización de carácter más emocional (de aceptación o rechazo a los partidos políticos
rivales). Para ello, me centraré en lo que los politólogos han llamado polarización afectiva,
esto es, el grado de simpatía que nos genera el partido que votamos comparado con el
rechazo que nos provocan el resto de formaciones políticas.
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EcPol Insight La polarización afectiva en España: bloques ideológicos enfrentados #EsadeEcPol
Aunque el concepto de polarización está cada vez más presente en el debate público, su
significado a menudo genera cierta confusión. Esto se debe a que cuando hablamos de polarización
podemos estar refiriéndonos a tres fenómenos distintos. En primer lugar, la polarización significa
la disparidad de posiciones políticas que tienen los ciudadanos. Desde esta perspectiva, una
sociedad polarizada es aquella en la que conviven opiniones heterogéneas y antagónicas sobre
las diferentes cuestiones políticamente relevantes. Este primer enfoque es el que tomó el anterior
informe de EsadeEcPol a cargo del sociólogo Luis Miller. En su trabajo Miller concluía que los
españoles se habían polarizado en los últimos tiempos, pero sus discrepancias no eran tanto
en las políticas públicas concretas como en cuestiones más relacionadas con la identidad (ya
sea la ideología o el nacionalismo).
La polarización afectiva se define como la distancia emocional entre el afecto que despiertan
quienes simpatizan con nuestras mismas ideas políticas en contraposición con el rechazo hacia
quienes tienen opiniones distintas. Existen motivos para preocuparse ante la creciente polarización
afectiva, pues esta tiene importantes efectos adversos para el buen funcionamiento de nuestras
democracias: deteriora la cooperación entre ciudadanos, la confianza hacia las instituciones
y la legitimidad de los gobiernos. La desconfianza y rechazo entre adversarios políticos puede
incluso generar la parálisis o bloqueo de las instituciones. En definitiva, la polarización afectiva
genera un clima de opinión que facilita el mal gobierno.
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Nuestro conocimiento sobre polarización afectiva en España es escaso y los datos que existen son
posteriores a la ruptura del sistema de partidos de 2015, lo que no nos ayuda mucho a saber hasta
qué punto se ha agudizado en los últimos años. Analizar con rigor la evolución de la polarización en
España es difícil porque las encuestas de nuestro país no suelen incluir la pregunta más usada por
los académicos expertos en esta cuestión: la que mide la simpatía que generan los distintos partidos
en una escala de 0 (me disgusta mucho) al 10 (me gusta mucho).
Sin embargo, existen estrategias alternativas para analizar este fenómeno. En un trabajo reciente que
he realizado con Sandra León para la revista South European Society & Politics usamos dos medidas
distintas para capturar esa animadversión entre votantes de distintos partidos. En concreto, usamos
la valoración de los líderes (en la escala 0-10 similar a la de arriba) y la probabilidad de voto (también
en una escala de 0 -no votaría nunca- a 10 -lo votaría siempre).
Así pues, en este documento utilizo la valoración de líderes y la probabilidad de voto como medidas de
afección/rechazo a los partidos políticos usando el catálogo de datos del CIS. Aunque existen distintas
formas de calcular la polarización afectiva, en los gráficos que presento a continuación se ha usado el
método de Reiljan (2020), el cual agrega las distancias entre la simpatía que despierta el partido que se
vota y el rechazo al resto de partidos ponderándolos por el tamaño de cada partido (es decir, adoptando
la lógica que hay detrás del cálculo de la desviación estándar ponderada). Por lo tanto, la medida va a
dar mayor peso a la distancia emocional (o rechazo) que siente un votante del PP hacia el PSOE que la
que siente hacia Ciudadanos o Podemos, pues estos dos últimos son partidos más pequeños.
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Gráfico 1:
La evolución de la polarización afectiva e ideológica en España, 2000-2020
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Así pues, existe evidencia que confirma que hoy estamos más polarizados en términos afectivos que
hace veinte años. Sin embargo, no está claro en qué momento concreto se produjo este aumento.
Si nos centramos en la polarización afectiva usando la probabilidad de voto se constata que esta
creció antes de la ruptura del sistema de partidos.
La creciente polarización en España sería pues un fenómeno no tan nuevo, sino que se inició
durante los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero. Durante sus años de mandato, a los que
algunos analistas han descrito como “los años de la crispación” (Fundación Alternativas 2007),
estuvieron marcados por un progresivo rechazo mutuo entre votantes del PP y del PSOE. La
llegada de nuevos partidos no parece haber intensificado la polarización afectiva en nuestro país,
sino que se ha mantenido esencialmente estable.
La conclusión cambia si nos centramos en la valoración de líderes, pues con esta medida sí parece
que la polarización afectiva se intensifica justo con el fin del bipartidismo y la entrada de las nuevas
formaciones políticas en el escenario político. En cambio, durante las dos legislaturas de gobierno
de Zapatero no se produjeron cambios relevantes.
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Gráfico 2:
La evolución de la polarización afectiva general y dentro de cada bloque ideológico, 2015-2020
Nota: el gráfico muestra el índice de polarización ideológica (de Reiljan) en general y para cada bloque ideológico.
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Por último, durante los primeros meses de 2020 se produce un fenómeno interesante: si bien se
reduce de manera importante la polarización interna de cada bloque ideológico, la polarización
en general se mantiene estable o incluso aumenta. Estos movimientos opuestos señalan una
tendencia llamativa de la polarización en nuestro país. Todo indica que los sentimientos de afecto
y rechazo en la política española se estructuran cada vez menos en términos de trincheras
partidistas y más en términos de trincheras ideológicas. Las afinidades con los partidos del
mismo bando parecen aumentar a la par que crece la animadversión hacia los partidos de la
otra orilla ideológica.
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Una manera alternativa de analizar la polarización afectiva es separándola por partidos y observar
por pareados la distancia emocional de los votantes de cada partido hacia los distintos partidos
rivales. Con ello podemos comparar, por ejemplo, el rechazo de los votantes socialistas al PP,
Ciudadanos o Podemos por separado. Eso es precisamente lo que se pretende mostrar en el
gráfico 3.
Gráfico 3:
Polarización afectiva en España por pareado de partidos
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Existe una clara relación entre polarización afectiva y afinidades ideológicas de los partidos. En
efecto, los votantes de los partidos muestran un mayor rechazo hacia los partidos más alejados
ideológicamente. El gráfico también deja claro que la polarización afectiva tiene un componente
de bloques ideológicos. El rechazo de los votantes de PSOE y Unidas Podemos es marcadamente
intenso hacia los partidos de la derecha y modesto entre ellos. Y lo mismo ocurre con Vox y PP
con las fuerzas políticas de cada uno de los ámbitos ideológicos. El único partido que se desvía
ligeramente de esta polarización de bloques son los votantes de Ciudadanos, pues el rechazo
que les provoca Vox es superior al que les suscita PSOE (pero solo si medimos la polarización
usando la propensión de voto). De hecho, los votantes de Ciudadanos son quienes están menos
polarizados. Incluso el rechazo que sienten hacia Podemos es, en términos comparados, más
modesto.
Otro hallazgo interesante es que los votantes del PSOE rechazan más a Podemos que viceversa,
algo opuesto de lo que ocurría a principios de 2015 cuando Podemos articulaba un discurso más
de corte populista (casta vs pueblo) y conseguía atraer a una parte importante de los votantes
moderados de izquierda. De forma similar, el rechazo que los votantes socialistas tienen al PP
es mayor que el de los votantes populares hacia al PSOE.
Finalmente, la polarización es más intensa entre los votantes de partidos más extremos. En
efecto, los votantes que muestran de media un mayor rechazo hacia las formaciones políticas
rivales son los de Vox y Podemos. Y entre los dos grandes partidos, los socialistas están más
polarizados que los populares.
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Pero, ¿tenemos evidencia de que en España exista una relación entre la polarización ideológica
de los partidos y la polarización afectiva de la sociedad? En el gráfico 4 muestro la relación que
existe entre la polarización afectiva y la polarización ideológica de los partidos políticos (medido
como la desviación estándar ponderada de la ubicación ideológica de los distintos partidos
percibida por los españoles en la tradicional escala del 1 al 10) durante el período 2000-2019.
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Gráfico 4:
La relación entre la polarización afectiva y la polarización ideológica, 2000-2019
Los datos muestran que en efecto existe una relación positiva: cuanto mayor es la polarización
ideológica de los partidos (medido como la distancia en las posiciones ideológicas percibidas por
los votantes), mayor es la polarización afectiva de los votantes. De este gráfico no se pueden
extraer conclusiones robustas de causalidad, pues se limita a mostrar una correlación entre ambos
tipos de polarización. Sin embargo, algunos estudios que han abordado esta cuestión usando
experimentos indican que en efecto sí existe una relación causa-efecto entre la polarización de
las élites y la polarización afectiva de la sociedad.
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Por el momento, la polarización afectiva de bloques ideológicos no parece que vaya a reducirse en los
próximos meses. Ciudadanos se encuentra ante una situación crítica tras su intento de recuperar su
papel de partido bisagra capaz de alcanzar acuerdos tanto con la derecha como con la izquierda. El
fracaso de la operación iniciada con la moción de censura en Murcia y las posteriores deserciones
sufridas de una parte de sus cuadros políticos puede llevar al colapso como organización. Las elecciones
de la Comunidad de Madrid del próximo 4 de mayo representarán el inicio del nuevo ciclo electoral.
Si Ciudadanos deja de ser una pieza necesaria para la conformación de mayorías parlamentarias en
Madrid y en el resto del país entonces parece inevitable que se intensifique la política de bloques, en
la que el PSOE necesite de Unidas Podemos y el PP de Vox para poder gobernar.
Ante este contexto es esperable que cada vez veamos una menor animadversión dentro de cada bloque:
los votantes de izquierda y derecha percibirán con mejores ojos a los partidos de su mismo espacio
ideológico. Pero esta menor polarización interna probablemente se produzca a costa de un aumento
de las hostilidades entre votantes de izquierda y derecha. La campaña del PP de Isabel Díaz Ayuso se
iniciaba con el siguiente eslogan: comunismo o libertad. Efectivamente, la política española se dirige
hacia una dicotomía de etiquetas más ideológicas que partidistas, algo que animará a fomentar, aún
más, una polarización afectiva de bloques ideológicos.
Este nuevo escenario político marcado por la polarización de bloques clarifica las alianzas partidistas
tras las elecciones, lo que fácilmente puede ayudar a una mayor estabilidad de los gobiernos y a una
mayor facilidad de alcanzar acuerdos políticos dentro de cada bloque. Sin embargo, los principales
damnificados de este contexto pueden ser los pactos transversales, aquellos acuerdos de políticas y
reformas suficientemente sólidos como para que perduren en el tiempo y trasciendan el gobierno de
turno. En definitiva, puede que la polarización de bloques facilite la estabilidad de los gobiernos, pero
a costa de la inestabilidad en las políticas públicas que estos ejecuten.
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REFERENCIAS
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