Arenas 17
Arenas 17
Arenas 17
1
DIRECTORIO
M.C. Héctor Melesio Cuén Ojeda, Rector de la Universidad Autónoma de
Sinaloa.
Dr. Jesús Madueña Molina, Secretario General.
M.C. Giova Camacho Castro, Director de la Facultad de Ciencias
Sociales.
Dr. José Luis Beraud Lozano, Coordinador de Investigación y Posgrado
de de la Facultad de Ciencias Sociales.
Consejo Editorial: Dr. Luis Astorga Almanza; Dr. José Luis Beraud
Lozano; M.C. Pedro Brito Osuna; Dr. Nery Córdova Solís; Lic. José Luis
Franco Rodríguez; Dr. Segundo Galicia Sánchez; Dr. Ernesto Hernández
Norzagaray; C. a Dr. René Jiménez Ayala; Dr. Arturo Lizárraga
Hernández; M.C. Roxana Loubet Orozco; Dr. Carlos Maciel; C. a Dr.
Juan Manuel Mendoza; Dr. Rigoberto Ocampo Alcántar; Dr. Arturo
Santamaría Gómez; Dra. Lorena Schobert; M.C. Liberato Terán.
Dirección Editorial:
Nery Córdova
PRESENTACIÓN………………..…................................. 5
LA MUJER EN EL “NARCOMUNDO”:
imágenes tradicionales y alternativas
Lilian Paola OVALLE y Corina GIACOMELLO …….....32
Nery Córdova
6
LAS DROGAS: LAS GANANCIAS IDEOLOGICAS
de la prohibición
Nery CORDOVA •
•
Investigador, catedrático, ensayista, cronista, poeta, profesor de la Facultad de
Ciencias Sociales. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de
CONACYT. Es integrante del Seminario Permanente “Representaciones sociales
y teoría y análisis de la cultura”, y de la cátedra UNESCO sobre drogas ilícitas,
ambos del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, y colabora en el
Instituto de Estudios Críticos, de la Ciudad de México. Consejero universitario,
es también coordinador editorial de la Facultad de Ciencias Sociales.
7
Alienado y domesticado el mundo occidental a través de los mass
media, entre contenidos subyacentes y explícitos que dicen velar por los
valores supremos del orden, el progreso, el decoro y la moral como
pruebas indiscutibles que garantizan y obligan a la defensa de tales
valores por parte del Big Brother yanqui, junto con otros gobiernos
adalides de la democracia, la libertad y las sanidades cívicas, buena parte
de las naciones y de la población mundial parecieran haber absorbido e
introyectado, en frecuencias impunes y sistemáticas, las esencias del
discurso hegemónico del poder capitalista multinacional. Etiquetados en
listas negras unilaterales, regañados y maiceados, y bajo las advertencias
perennes de las represalias del imperio, los gobiernos de las naciones
productoras de drogas ilegales, vistos de paso como potenciales gérmenes
de narcoterroristas, y con ellos unos 200 millones de consumidores, no
han tenido más remedio que habituarse a identificar y estigmatizar al
nuevo enemigo de la humanidad, sustituto del comunismo que era ya de
por sí perverso: el narcotráfico.
Aunque esto no oculta al hecho, pese a los velos ideológicos y a los
desvíos de atención pública, de que tanto las derramas económicas como
los impactos y efectos sociales del tráfico internacional de las drogas
terminan por concentrarse y evidenciarse, en términos gruesos, en la
sociedad norteamericana, que tiene una sólida y extendida industria de
reproducción y consumo de prácticamente todos los narcóticos, incluidas
las metanfetaminas con su variedad y potencialidad química, y que en su
uso y abuso terminan por hojalatear y formatear a seres sin pensamiento,
las que de manera literal obstruyen las facultades de sentir, pensar y soñar
como el halción y similares. Sólo en el estupefaciente más suave, tienen
a mucho más de 20 millones de “mariguanos” como consumidores
habituales y adictos. Respecto de los montos de dólares ligados al
narcotráfico, cálculos siempre inasibles por la telaraña de intereses
involucrados, en cuanto a la plusvalía que actúa como resina en el
reciclamiento de inversiones y capitales, nos remiten a cantidades
descomunales que van desde los cien mil (sólo en relación con la
cocaína) a los 300 mil (con inciertos datos de la DEA) y hasta los 400 mil
millones de dólares por año en el tráfico mundial, según informes del
Departamento de Estado. Pero sea la aproximación y hasta los inventos
de los datos como fuere, dadas las dificultades de medición de una
industria que no cotiza directamente en la bolsa ni tiene registros oficiales
hacendarios, sin duda que la prohibición es buen negocio.
Empero, lo que nos interesa destacar no son precisamente los
dólares, sino lo que tiene que ver con el narco y sus ramificaciones y
8
dones de ubicuidad con la sociedad y la cultura. Más cerca de los ámbitos
sociales, comunes y cotidianos del mundo de la vida, el narcotráfico es
una representación social, una representación colectiva nutrida hasta el
tuétano, o hasta las dimensiones abigarradas de su núcleo, de realidades,
hábitat y percepciones cercanas, y que ha sido construída en la
confabulación y urdimbre de aspectos como la recurrencia histórica de
los hechos y aconteceres; la fenomenología escatológica del
sensacionalismo y la mitología; el escándalo mediático-moralista en torno
a la estigmatización de los traficantes y el crimen organizado; así como el
aderezo de la mezcla de las medias verdades y las medias mentiras que
los sistemas y los gobiernos del mundo libre nos han vendido a fuerza,
entre demanda y oferta y vía los medios de masas, a lo largo de casi un
siglo de combatir supuestamente al flagelo que tiene postrado al hombre:
el pecado infernal de las drogas. Administrados que hemos sido casi
todos, seguimos percibiéndonos así: bajo el signo y el opio de las
creencias y la enajenación.
Pero casi todos sabemos que hasta antes del Siglo XX, las drogas
ahora ilícitas formaron parte de un legado antiquísimo de mucho más de
dos mil años, y que se hicieron parte y norma de las costumbres, de las
prácticas de vida, del aprovechamiento de sus propiedades, y también de
sus potencialidades adictivas, y de los hábitos, la fiesta, la recreación y
los rituales y que en algunas vastas regiones forman parte de la doxa y
por tanto de la propia cotidianeidad y de la cultura. Durante ese largo
período el hombre aprendió a vivir, a convivir con ellas, a hundirse en
ellas, a confrontarlas como aspectos de su libre albedrío individual, a
mirarlas o a soslayarlas. Y así, hemos sabido de reyes y líderes sabios de
multívocos estilos y de emperadores sin brújula exudantes de cannabis;
pero igual de príncipes idiotas y gobernantes lelos atizándole como
pránganas benditos; de papas promiscuos y sacerdotes pederastas
quemándole las patas al chamuco; de jefes tribales incestuosos y en
“delirium tremens” atascándose de yerbas y ungüentos; de estamentos
aristocráticos y puñeteros aspirando y soplando polvos de variada estirpe,
que se daban sus buenas amodorradas alucinógenas, y el mundo seguía su
curso, entre los renglones torcidos de Dios, y acaso muy pocos se
encrestaban por empezar cruzadas, invasiones, satanizaciones,
exorcismos y represalias en nombre del Altísimo o la Constitución, ni se
daban golpes de pecho ni emitían edictos lacrimógenos por la salvación y
la pulcritud del alma de la patria, mientras hoy, bajo las luminarias de la
civilización y del progreso y bajo la batuta política e ideológica de los
criminales con corbata que dirigen al planeta, centenares de millones de
mujeres, niños y ancianos esqueléticos se mueren de inanición y hambre
9
en el atraso y subdesarrollo del hiperrealismo miserable de Africa, Asia y
América Latina.
No todo ha sido ludicidad o intoxicación en el ámbito de las élites.
En su caso los sectores populares --la perrada nuestra de casi todos tan
querida y que nunca falta en los andamios y paréntesis de la historia--,
ante la clásica carencia de recursos pues ha utilizado a los enervantes de
brujería más inverosímiles como artilugio medicinal para curarse o
alivianarse hasta de las dolencias de la marginación más prosaicas, e
igual han sido cáñamo, humo, fibra, polvos, aceites y pastas naturistas de
la dieta para engañar a la pobreza, al hambre, a las lombrices y al cerebro.
Pero igual las han usado como antesalas de la inspiración artística y como
ornamentos estéticos o sagrados. Y han sido protagonistas esenciales en
los ritos de sus desorbitadas plegarias a las musas, a los dioses y a los
pretextos que cada quien se inventa como mecanismos caprichosos de sus
propias libertades. O bien las han consumido para andar simplemente
hasta atrás, escondidos de sí mismos, alienígenas, encantados, hilarantes
y olvidados de los dramas y las cosas insufribles de la vida y francamente
como “apaches mariguanos”.
En la llamada “guerra contra las drogas”, establecida como
principio en la agenda norteamericana por Ronald Reagan, y que han
adoptado y aplicado acríticamente los gobiernos lacayos de América
Latina, a cambio de la certificación, las cuentas de vidrio y los
consabidos y aceitosos platos de lentejas que se traducen en dólares y
armamento para fortificar a los “señores de la guerra” policiacos y
militaristas de las nomenclaturas políticas de las naciones productoras, lo
que destaca es el ruido de la metralla ideológica, las cursis campañas
estilo Paco Stanley, Martita Sahagún o Chabelo que más bien son
caricaturas y patrañas, los televisivos tiros al aire y los supuestos de un
combate contra los llamados cárteles, mafias, clanes, jefes de jefes y
barones de las drogas ilícitas. Sin duda que la muerte de miles de
hombres ligados a la industria, en sus eslabones medianos y débiles ha
sido real y sangrienta, que ha generado miedo y que ha enlutado y
agraviado a millones de individuos, familias y grupos de distintos
sectores, pero en el fondo ha sido más precisamente una sórdida batalla
contra las sombras, las huellas y los fantasmas del mundo real, contra las
supercherías y los mitos prohijados por el propio sistema, aunque desde
las sombras los fantasmas sigan aquí causando estragos. Sin embargo, el
sistema se envalentona y se consolida al mismo tiempo, cuando ciertos
protagonistas cruzan territorios geográficos y jurídicos y se pasan de la
raya, y no queda de otra más que exhibir o mostrar a ciertos peces gordos
10
capturados con las manos en la mota. Un dato: en los llamados delitos
contra la salud, del total de reos que cursan sus posgrados de delincuencia
en las cárceles mexicanas, alrededor de un 40 por ciento están ahí por
posesión o consumo de drogas; y sólo un minúsculo uno por ciento de
ellos han sido catalogados o etiquetados como traficantes.
Por lo pronto, el despliegue militar del régimen de Felipe Calderón
desde el 2007, en busca (de esta forma son concebidos esos grupos y
sujetos por las autoridades federales) de los malosos indolentes y acaso
de los narcos despistados que andan turisteando, exhibiéndose al aire
libre y hasta repartiendo autógrafos en restaurantes y antros, pero sobre
todo para que el mundo vea y sepa quién manda en México, aparte de ser
un acto que de algún modo aún busca distanciarse del gobierno panista de
circo del sexenio anterior que encabezara la caricatura presidencial
llamada Vicente Fox, reiteró en realidad el apego a la directriz en materia
política de combate a las drogas: hacer como que se combate con ráfagas
y rachas de militarismo, que ponen a temblar a los ciudadanos que no
tienen vela en los entierros, haciendo gala de la elocuencia institucional
de la violencia. Se muestra y se demuestra, por lo menos en las pantallas
mediáticas y periodísticas de la comunicación de masas, que las cosas
ahora sí van en serio, caiga quien caiga y con todo el rigor de la ley, de su
retorcida ley.
Los retenes castrenses en las ciudades, pueblos, carreteras y
caminos rurales; las avanzadas hacia los ranchos y zonas emblemáticas
de las montañas; el peinado militar de algunos míticos parajes y
hondonadas de la sierra; los sobrevuelos desde helicópteros artillados
para amedrentar en los campos de cultivo legales e ilegales; los cateos de
bodegas y una que otra residencia urbana, pero las más de las veces
viviendas, casuchas y arrabales en despoblado; los decomisos hormiga y
las incineraciones para solaz, divertimento fotográfico y recreación
“chayoteada” de los periodistas en vivo y en directo desde el lugar de los
hechos; las detenciones de ladronzuelos y surtidores de carrujos sueltos,
grapas y gramos; los enfrentamientos contra guardias, pistoleros y
sicarios desmañanados; los ametrallamientos y asesinatos a mansalva de
inocentes pero acusados in flagrancia de sospechosismo o de ser sujetos
oriundos de las cañadas, cerros, abismos y precipicios de Badiraguato; los
desfiles de camiones, jeeps y pertrechos militares ostentando y
presumiendo su marcial estampa; la prepotencia inconstitucional
investida de verde olivo, vociferando, más si osare, su vocación y su
estulticia disciplinada y su fiera creencia de que al matar, agredir o
detener a un hombre vestido de narco sinaloense y pueblerino están
11
salvando a la patria. Se trata de imágenes que han revivido los viejos
escenarios de la Operación Cóndor de hace una treintena de años, la
infamia militar del gobierno mexicano que, con el mismo pretexto de la
lucha para acabar de raíz con el narcotráfico, arrasó pero con las raíces de
miles de poblados y rancherías con todo y habitantes, en Sinaloa,
Chihuahua y Durango, y que aún se recuerda rencorosa y doloridamente.
En la sierra, centenares de “pueblos fantasmas” ya se están borrando
hasta de los archivos y de los mismos mapas, mas no de la memoria.
Las “flores de la ira”
De ese período aún quedan muchos episodios para ser contados,
pero sobre todo es necesario recordar que el uso de la fuerza y la
violencia institucional sólo genera y multiplica otro tipo de violencias,
sociales, culturales y simbólicas, las cuales se han manifestado no sólo en
las regiones ultrajadas, como en una especie de esplendor enervante de
“las flores del mal” o “las flores ilegales de la ira”, sino que se han
expandido con sus poderes subterráneos y corrosivos hacia otros ámbitos
geográficos. Por supuesto, la industria de los estupefacientes no fue
erradicada. Al contrario: se hizo más fuerte, ensanchó sus alcances
nacionales e internacionales con la avalancha posterior de la cocaína
proveniente de Sudamérica por cielo, mar y tierra, amén de la fabricación
masiva de las metanfetaminas, y se expandió, se modernizó, se sofisticó,
se adecuó a las exigencias del mercado y de los intereses internacionales,
además de enriquecer a corporaciones legales, inversionistas,
funcionarios y traficantes, que en el trayecto muchos de ellos han sido, de
tan vistos y conocidos, prácticamente indistinguibles. Sólo desde
Colombia invadirían al mercado del norte del Continente unas 300
toneladas de cocaína: 300 mil kilogramos cada año; y el kilogramo del
alcaloide puro en las calles de las principales ciudades estadounidenses
llega a alcanzar hasta 150 mil dólares. Sin embargo, en la guerra de las
cifras de los organismos multilaterales, se llega a considerar una
fabricación potencial de hasta más de 900 toneladas de cocaína: 640 de
Colombia, 180 de Perú y 90 de Bolivia. En el periplo, las incautaciones
se calculan en un 20 por ciento proporcional, como una suerte de
cuasiimpuesto previsto; y son decomisos que, se arguye, son planeados
también desde el inicio de los embarques para desviar la atención, con el
propósito de que la paquetería valiosa pase libre y sin mayores
dificultades las aduanas reales y virtuales.
A pesar de la propaganda o la doctrina méxicoestadounidense, con
el uso de la tecnología de punta en la producción intensiva, es muy
probable que hoy, tanto California como México y Canadá, por ejemplo y
12
en ese orden, sean los principales productores de marihuana de alta
tecnología e ingeniería genética. Un informe del 2005 del Departamento
de Estado refiere que Estados Unidos produce y consume unas 10 mil
toneladas de ese tipo de marihuana, más unas 5 mil importadas de
México y Canadá. Uno de las ventajas es el aprovechamiento integral y
óptimo tanto de las hojas, las flores, los tallos, las raíces y las semillas de
la cannabis del primer mundo, conocida como “hidropónica”. Hay
especial atención por el crecimiento fast track de la fronda de las verdes
criaturas, con uso de medidores de tiempo, riego puntual y preciso gota a
gota, ventilación para reproducir ambientes naturales, luces móviles
adecuadas, nutrientes especiales rociados directamente sobre las raíces,
con lo que se garantiza mayor calidad, vigor, vouqué, olor y sabrosura,
tamaño y rendimiento. Al final, dice el Departamento de Estado, se tiene
una motita “poderosa, peligrosa y adictiva”. Claro, se cultiva en interiores
(aunque también en parques y bosques nacionales had hoc), casi exenta
la “narcoagricultura científica” de los riesgos de la producción a cielo
abierto, sin menoscabo de que la mágica planta se siembre y se cultive en
más de 530 mil hectáreas de tierras propicias y naturales, entre ellas las
de Marruecos, Afganistán y Pakistán (que surten el 70 por ciento del
hachís que se consume en Europa), así como Nepal, Nigeria, Birmania,
Turquía, Tailandia y Australia.
¿Tiene memoria histórica el gobierno mexicano? Pareciera que las
instituciones siguen respondiendo a la lógica de actuar para conseguir
básicamente la legitimación interna y externa, con la reiteración de la
política “del garrote”, que genera, en tanto acción plebiscitaria, respaldos
sociales inmediatistas y vistos buenos, pero muy escasa eficacia frente a
la magnitud del tráfico y su expansivo poder transgresivo. Francisco
Thoumi ha advertido con precisión lo que los cruzados no quieren
reconocer: la existencia de la corrupción y del narco son sencillamente
“síntomas de problemas sociales más profundos”: son efecto y no
necesariamente causa.
Ha descrito muy puntualmente los referentes contextuales de
Colombia. Dice: “El poder económico se concentra en un grupo de
conglomerados que ejerce influencia en el sistema político y triunfa
torciendo y manipulando leyes y regulaciones”. Y al referirse al papel del
gobierno y la sociedad frente al delito y a lo que denomina como “trampa
de la deshonestidad”, en el marco de la rentabilidad de la actividad y a las
rutas peculiares e históricas en la conformación de la cultura, Thoumi ha
llamado la atención respecto de que en una sociedad como la colombiana,
cuyos tejidos se han movido entre la transa, la ilegalidad, la corrupción y
13
la desviación de las normas institucionales y sociales, tener un
comportamiento legal tiene un mayor costo. De otra manera: es mucho
más difícil acatar las normas sociales y las leyes que incursionar y
caminar entre las trampas de la corrupción y la ilegalidad. Los individuos
legales llegan a padecer los estragos y las burlas de la estigmatización
pública, además de la pérdida de oportunidades para enriquecerse; de lo
menos que se llega a acusar a tal tipo ideal es el de ser un “soberano
pendejo”. Dirían los versos ya casi clásicos, llenos de esplendor popular y
de cinismo, de una narcocanción: “Más vale vivir cinco años como rey,
que cuarenta y cinco como buey”.
Los programas federales en México, que se regodean entre los
efectos sangrientos y la superficie de un fenómeno que no se agota en su
percepción sólo como problema policiaco y de salud, sino que tiene
hondas y prolíficas raíces sociales y culturales; y los nuevos estilos y las
ocurrencias de gobierno, ahora de los panistas, adolecen de similar
sintomatología a las del régimen de antaño, donde al final de cuentas
terminan por rendirle una especie de culto, con humor negro involuntario,
a los descabezados ubicuos, a las hordas de maratruchas, comandos de
zetas y los especializados kaibiles al servicio de las redes de las mafias
más siniestras; y en la parafernalia, se ha llegado a la extrema paradoja de
las marchas tumultuarias serranas contra el Ejército, desde Badiraguato a
Culiacán y Mazatlán, con proclamas hasta hoy inverosímiles e insólitas,
pero nomás eso nos faltaba: “Los narcos unidos jamás serán vencidos”,
como la gesta de la hiedra y de una confrontación inédita, atizada por la
ebullición y el despertar de las larvas de la venganza de grupos alterados,
y sobre el magma histórico de los profundos rencores sociales, como de
algún modo han narrado los medios, entre ellos, con agudeza nuestro
violentólogo semanario Ríodoce.
En el tratamiento político del problema de parte del gobierno
panista, se reedita la misma gata parda revolcada, pero ahora llena de
furtivos signos, que entreteje, mete hilo y madeja y borda los asuntos,
como este tema que nos ha reunido en Culiacán (aún la capital mexicana
del narco, pésele a quien le pese), aprovechándose de las situaciones
dadas, explotando los agudos problemas nacionales y respondiendo
subrepticiamente a sus vergonzantes intenciones redentoras de
relumbrón, con el sutil estilo modosito de San Felipe Arcángel (muchos
respetables panistas, desde los estrados, pedestales y atriles oficiales
transformados en púlpitos supuran hipocresía hasta cuando se persignan).
No hay nada nuevo en la estrategia gubernamental, pero si se miran bien,
se trata de medidas y campañas extremosas de relaciones públicas y de
14
comunicación social que han sido instrumentadas y exhibidas --por
encima de los inocultables abusos depredadores, humillantes y
desgraciados de la fuerza, la violencia y la inercia implícita de los
batallones, las bayonetas y las botas castrenses--, y hasta presumidas
como acciones hollywoodenses, efectistas, como apariencias de un poder
presidencial que no se tiene o no se conoce bien a bien y al cual se
accedió de manera retorcida o por lo menos no de forma inobjetable, un
poder civil que ni se ejerce cívicamente y que, desatada la cacería militar,
e in crescendo sus poderes indexados frente a otro poder, profano y
corruptor por antonomasia, se corre el riesgo de que tampoco se
controlen, pero eso sí, arropándose con la moralina social como máscara,
disfraz e ideología. Escandaliza, grita, aúlla, ladra y muerde, ya que al
final, en las percepciones y las representaciones sociales de la llamada
opinión pública, algo queda.
En el fenómeno de las drogas, que no es sólo un problema, acaso
se le ven la cola, las orejas y las huellas al monstruo, pero nunca al ente
de cuerpo entero que es precisamente como un fantasma que ronda en la
vida pública y que sin duda toca con sus tentáculos los ámbitos
gubernamentales de todos los niveles; pero es claro que ese fantasma
tiene sus más sólidos asideros y fundamentos en las penumbras y
tinieblas de la sociedad. Alguien, siendo gobernador, se atrevió a expresar
que la ejemplar y orgullosa economía sinaloense, por ejemplo, estaba
sustentada en más de un 60 por ciento con capitales provenientes del
narcotráfico. Y claro, los sufridos empresarios, herida y abofeteada su
decencia, pusieron el grito en el cielo y exigieron lo que de antemano
saben se ha llevado el viento y los alzheimer de la burocracia y de la
historia: las inefables pruebas de la complicidad y del olvido.
Si se piensa tan sólo en las confiscaciones, las cifras apabullan. Y
en parte tienen esa función: apantallar, y de hecho, en el marco de los
planes con respecto a fines de justificación y protección institucional,
recrear un contexto de credibilidad para las mismas instancias
gubernamentales, con lo que se fortalecen políticamente y ponen a
trabajar a cuerpos, élites y batallones especiales contra el delito; explican
y justifican sus programas, sus tácticas, sus estrategias y su presencia, sus
cargos, su reciclamiento y su existencia. Decenas de miles de individuos
con credenciales o encargos federales forman parte de la nómina de la
jurisprudencia, la investigación y la persecución del crimen organizado;
son actividades peligrosas pero apetecibles, sobre todo para medianos y
altos mandos, generadas de manera oblicua por la vigorosa industria del
narcotráfico, que le da ocupación, chamba, futuro y destino a sus mismos
15
persecutores. Y gran porcentaje de éstos terminan por engrosar y engrasar
las cadenas cada vez más especializadas de la transgresión: persecutores
y perseguidos como las dos caras de la moneda, asediados por los
desbocados imperios de la corrupción. Se habla de increíbles cifras de
quienes han desertado de las fuerzas militares con presumibles ideas o
conocimientos sobre las drogas: 270 mil hombres desde el régimen de
Salinas hasta el gobierno de Fox. ¿Dónde están, qué hacen?
Pese a que iniciativas, programas y políticas van y vienen,
pareciera que éstas nunca fallan ni fracasan, aunque las drogas sigan
germinando, caminando, corriendo, flotando y volando por el país y el
mundo. Sólo de la que se cosecha, se amasija y endosa desde las tierras
controladas por los traficantes, paramilitares y guerrilleros colombianos
(ubicados en alrededor de un 60 por ciento del territorio, adonde
difícilmente tienen acceso los representantes del gobierno), en el 2007 fue
interceptada cocaína pura con un valor aproximado a los 297 millones de
dólares, si hemos de creer en los reportes de las cifras oficiales.
“Los guerreros de la muerte”
En su caso, el llamado “Plan Mérida”, anunciado en marzo del
2007, otorgará al país por parte de Estados Unidos de unos 1,400
millones de dólares para su instrumentación durante los primeros dos
años (para usarse en equipo satelital de información, capacitación,
armamento y tecnología), que es una mísera cantidad frente a la magnitud
del tráfico internacional. El plan, que se ha llegado a emular con las
acciones gringas en Colombia, que recibió unos 5,000 millones de
dólares, es un espaldarazo más, sin embargo, a los guerreros de las drogas
con su guerra de humo y simulación y contra los efectos visibles del
tráfico; se trata de una medida de más de lo mismo, con el fin político de
darle cuadratura y legitimación al régimen calderonista, acordada en
instancias claroscuras por ambos gobiernos, y que incluye propósitos
contra la inmigración y el terrorismo.
Para quienes hablan de una supuesta “colombianización” del país,
habría que recordar que las diferencias de Colombia y México son
abismales, tanto por montos, trasiego y tipos de producción como por la
cantidad de participantes en los negocios de la droga (un 10 por ciento de
la fuerza laboral colombiana está ocupada en tales menesteres de alta y
significativa productividad: 1 millón 200 mil trabajadores), así como por
historia, tradiciones, contexto sociopolítico y beligerancia de los distintos
sectores y grupos involucrados. Un dato revelador: en más de la mitad de
16
ese territorio sudamericano el Estado tiene problemas de representación,
de control y de permiso.
En ejercicios y cálculos forzados que particularmente hemos
efectuado, basados en datos de producción por hectárea (entre 10 y 11
kilogramos de goma de opio por hectárea por ejemplo, para unas 70 mil
dosis de heroína si esa fuera su ruta), destrucción de plantíos de
marihuana y amapola a cielo abierto, así como por los porcentajes de
confiscaciones, en nuestro país la fuerza laboral de esta subversiva,
generosa y conflictiva industria sería, relativamente, de unas 750 mil
personas --qué consuelo, aunque la perfila como una de las actividades
que más empleo genera, sólo por debajo de los rubros petrolero y
educativo-- y que podrían clasificarse entre familias completas de
sembradores y cultivadores, ejidatarios presionados y jornaleros de
tiendas de raya, vigías, contadores y organizadores, mandos, espías,
“orejas”, “burreros”, “mulas”, transportistas, distribuidores y sicarios, sin
incluir, claro, a “lavadores”, prestanombres, funcionarios, inversionistas y
fuerzas del orden a la orden y a su servicio, pero proporcionalmente la
población total en México (en cerca de dos millones de kilómetros
cuadrados de territorio) es de más de cien millones de habitantes, y la de
Colombia es de alrededor de 45 millones de pobladores (en poco más de
un millón de kilómetros cuadrados).
Un aspecto de discusión que resulta importante destacar estriba en
el hecho de que ahí donde se han descuidado las regulaciones sociales e
institucionales, es muy factible el surgimiento y desarrollo de los grupos
delictivos. Influyen las cuestiones socioculturales y los índices
económicos de la pobreza, pero sobre todo el abandono y la marginación
institucional. El ya citado Francisco Thoumi lo ha dicho de forma muy
directa: “Las mafias surgen donde el Estado deja vacíos”. En esta idea, a
pesar de la ampliación del tráfico de narcóticos en México, que ha puesto
los reflectores sobre otras entidades y zonas, en “El mapa del cultivo de
drogas en México”, el investigador y asesor de la ONU Carlos Resa
Nestares, en sus ejercicios de clasificación, refiere que, por lo menos
hasta el 2003, entre los 100 municipios con mayor densidad de cultivos
de enervantes en nuestro país, entre los 10 primeros lugares, donde
truenan más que los chicharrones y (“a mucho orgullo compa” dirían
quizá algunos habitantes de esas tierras), 6 de ellos son obviamente
sinaloenses. Esos 10 sitios de honor narco los ocuparían, en ese orden, los
famosos municipios de
31
LA MUJER Y EL “NARCOMUNDO”: imágenes
tradicionales y alternativas
♣
Investigadora del Centro de Investigaciones Culturales de la UABC. Oriunda
de Cali, Colombia, ha efectuado varios estudios sobre las drogas. Pertenece a la
Cátedra UNESCO del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Escribió el libro Entre la indiferencia y la satanización: representaciones del
narcotráfico desde la perspectiva de los jóvenes universitarios de Tijuana,
editado por la UABC en 2006.
♥
Corina hizo sus estudios profesionales en Inglaterra. Cursó un doctorado en
Estudios Latinoamericanos en la UNAM. Especialista en el tema, publicó el libro
Rompiendo la zona del silencio. Testimonios sobre el penal de máxima
seguridad del Altiplano, antes La Palma (Colombia, 2007). La investigadora
32
La prensa, los noticieros, las películas e incluso las telenovelas,
han difundido en el imaginario social la existencia de los grandes
“barones” y “capos” del narco. Así, las historias enmarcadas en este
fenómeno económico y sociocultural se fundamentan en construcciones
míticas de superhombres vigorosos, valientes y violentos que desafiando
la ley abanderan una actividad altamente lucrativa. Sin embargo, esta
representación mediatizada del narcotráfico vela la realidad, la mayoría
de las veces trágica, de millones de mujeres que también hacen parte y
conforman a las redes transnacionales del narcotráfico.
La cotidianidad del “narcomundo” relata la historia de mujeres: las
madres que rezan por el incierto futuro de sus hijos, las viudas, las
“mujeres-trofeo” según Valenzuela (2003), las estigmatizadas hijas de
“narcos” o supuestos “narcos” para quienes ese particular mundo
constituye su medio natural y especialmente las historias de miles de
mujeres que deciden vincularse laboralmente al mundo del narcotráfico
transportando drogas, y hasta cumpliendo funciones más especializadas.
Así, este trabajo constituye un ejercicio preliminar de organización
de las “notas de campo” sobre los escenarios de acción para la mujer, que
se han venido registrando 1 al interior de las “redes de comercialización
de drogas ilegales”. La tesis fundamental, aquí, es que el “narcomundo”
constituye un escenario en el que se pueden observar con especial nitidez
las construcciones, tanto tradicionales como alternativas, de lo que
significa “ser mujer”. De modo que presentamos este texto, cuyo
objetivo es explorar los sentidos y significados que sobre el sujeto
femenino circulan en las redes de comercialización de drogas ilegales y
exponer algunas notas de campo que dan cuenta de las funciones y roles
que cumplen las mujeres en estas redes.
El “machismo” estructural del “narcomundo”
En la mitología griega, cuando Dionisio se miraba al espejo no veía
reflejado su rostro sino la imagen del mundo en el que estaba inmerso.
2
Salazar (1992), Salazar (1995) , Salazar (2001ª), Salazar (2001b), Córdova
(2002) Astorga (1995,) (1996) (2003), Krauthausen (1999) entre otros.
34
producción de significados vividos por una comunidad 3 determinada,
cobra sentido hablar de una "narcocultura", ya que plantear su existencia
es afirmar que alrededor de la actividad ilegal de transportar y
comercializar drogas ilegales empiezan a aparecer y a generarse diversos
sentidos prácticos de la vida o diversas “reglas del juego” y normas de
comportamiento. En este sentido, la “narcocultura” define la situación de
estos grupos dentro de la vida social ya que al mismo tiempo distingue y
unifica a quienes participan y/o comulgan con este proyecto ilegal.
En tal contexto, es importante plantear que autores como
Valenzuela (2002) y Salazar (2001) han señalado al “narcomundo” como
un sistema esencialmente machista, donde se reproduce en forma
caricaturesca el “orden” social instaurado artificialmente sobre la base del
supuesto de la superioridad masculina. Por lo tanto, es común que en el
mundo del narcotráfico se construyan las relaciones de género a partir de
un conjunto de actitudes y comportamientos que discriminan y marginan
a la mujer por su sexo.
Esto se observa empíricamente en los limitados papeles y
funciones que son asignados preferentemente a las mujeres al interior de
sus redes y en el difundido estereotipo social sobre las “mujeres de los
narcos”, o como prefiere llamarles Valenzuela, el caso de las “mujeres-
trofeo”. Sin embargo, estos aspectos del machismo estructural y de la
situación de las mujeres en las redes de comercialización de drogas
ilegales, se ampliaran en el siguiente apartado.
--Mapeando los escenarios de la mujer en el “narcomundo”
Existen diferentes roles y niveles de participación de la mujer en el
mundo del narcotráfico, lo cual dificulta un ejercicio de mapeo de los
diversos escenarios de acción que se evidencian para la mujer en las redes
de comercialización de drogas ilegales. Sin embargo, a partir del trabajo
de campo con estas redes, es posible identificar algunas notas
preliminares que apoyan la tesis de que el “narcomundo” puede ser
entendido como un escenario en el cual se visualizan de manera especial
los lugares de lucha y de resignificación de lo femenino.
A continuación se presentan algunas de las circunstancias que
permiten plantear dicha tesis.
3
En este punto es necesario recordar el concepto de comunidad
deterritorializada y tener en cuenta que al hablar de comunidad no se hace
referencia necesariamente a un grupo de personas que comparten un mismo
territorio.
35
1.-Esposas, madres e hijas estigmatizadas
“El amor puede salirte caro” se anuncia en los carteles de una
campaña que el Instituto Jalisciense de la Mujer lanzó para advertir a las
mujeres de los peligros al involucrarse con “narcotraficantes” 4 . Al
considerar que pueden advertir e influir en la decisión de una mujer sobre
involucrarse o no con un narcotraficante, se termina por naturalizar el
estigma y el prejuicio que recae en las mujeres cuyo único delito es ser la
esposa, la novia, la madre o la hija de un “narco”.
Las “narcomadres” deben andar con la cabeza baja ante la doble
moral de una sociedad que las juzga por haber parido hijos que “trafican
con la muerte”; y deben aceptar la indiferencia de la sociedad y las
autoridades ante el dolor por sus hijos desaparecidos, torturados o
asesinados. “Te encuentras con gente que antes te saludaba de abrazo en
la calle y que ahora te ve y corre” plantea una informante.
Las “narcoesposas” cuando se sabe o se supone públicamente que
sus familiares participan en las redes del narcotráfico son, dependiendo
del lugar en el que viven, estigmatizadas y marginadas: “Siento mucha
impotencia como madre y esposa, es bastante difícil, porque las que
estamos dentro de todo esto sabemos lo que pasa y lo que estamos
manejando, pero la gente que no está enterada de cómo están las cosas
te etiqueta,-son esposas de lo peor-”. Incluso, se documentó el caso de
una doctora, especialista en pediatría, quién al ser la esposa de un
supuesto “narcotraficante”, fue victima del rechazo de antiguos amigos y
compañeros de trabajo. “Tuve reacciones de un grupo médico que fueron
compañeros de mi generación de la carrera; estábamos en un consorcio
médico en una clínica y ellos me pedían que me saliera porque se habían
enterado de lo de mi esposo y no era posible que yo siendo del sector
salud y perteneciendo a personas que lo que hacen es mantener la salud,
nos dedicáramos a vender grapas”
Para las hijas de los “narcotraficantes” o de supuestos
“narcotraficantes” la situación social no es menos complicada ya que son
igualmente víctimas del rechazo y la marginación social, tal y como se
aprecia en el siguiente relato: “Una compañera de mi hija esperó a la
hora de descanso y le dijo frente a otros 120 niños –vi en la tele que
decían que tu padre está internado en La Palma por narcotraficante- Mi
4
¿No representa este tipo de campañas una forma más de reafirmar la
“narcofobia” que señala a los traficantes y comerciantes de drogas ilegales como
seres abominables que ni siquiera merecen el amor de una mujer?
36
hija perdió el conocimiento, me hablaron de la escuela que tenia vómito,
que estaba muy mal. Yo no llegué a tiempo por ella y la mamá de una
compañera me hizo el favor de llevarla. Cuando llegué me dijo –-Que le
gritaron algo a ***** y… y yo -Pero ¿qué pasó?, y la mamá me miraba
así con vergüenza -¿Te digo lo que le dijeron, o no te lo digo? -Pues sí,
necesito que me lo digas. -Le gritaron esto y yo quiero saber si es cierto,
porque si es cierto me da mucha pena pero mi hija no va a poder
acercarse a tu hija. Era una escuela donde tenía compañeras que
conocía desde chica, desde la cuna prácticamente y no regresó, perdió
un año de prepa, entró a una prepa libre”
“Narcomadres”, “narcoesposas”, “narcohijas” no son más que
construcciones míticas que recrean los medios de comunicación y los
discursos oficiales en su afán por la noticia y el morbo. Pero detrás de
estas etiquetas, se esconden las historias de mujeres con errores y virtudes
como cualquier otra, mujeres que luchan por sus familias y buscan
estrategias para superar el estigma que marca su existencia. “Yo me hice
dura, y si la sociedad me critica no me interesa, porque la sociedad no
me mantuvo, no me preguntó algún día si mis hijos comían, o si mis hijos
vivían o si mis hijos existían”
2.-Mujeres Trofeo:
Los diferentes estudios empíricos sobre el estilo de vida de los
narcotraficantes coinciden en señalar que al interior de estas
organizaciones la mujer es concebida como un bien más al que pueden
acceder para manifestar en el espacio público su poder adquisitivo y
social. En este sentido, al interior del “narcomundo”, presentarse en
sociedad con el reloj más lujoso, con la ropa más prestigiosa, con el auto
más costoso y llamativo es tanto o más importante que presentarse con la
mujer más hermosa y voluptuosa. La mujer aparece así como un objeto
más por medio del cual el narcotraficante comunica, a la sociedad con la
que interactúa, su éxito en términos de riqueza y poder social.
En los lugares epicentro del fenómeno del narcotráfico, donde las
prácticas sociales de los “narcos” se evidencian en el espacio público, es
común encontrar representaciones sociales de las mujeres vinculadas
afectivamente con algún miembro de las redes de comercialización de
drogas ilegales, como mujeres esencialmente preocupadas por su
apariencia física y los bienes materiales, mujeres tan hermosas como
vacías e interesadas, objetos sexuales intercambiables.
El imaginario colectivo de las mujeres del narco pesa y se
manifiesta de variadas formas; por ejemplo es común documentar en sus
37
historias continuos episodios de acoso sexual. “Con algunos tipos me
tocó que estábamos hablando y de repente bajaban la mano a la pierna y
tú te haces al lado… y con otros...uno todo el tiempo me decía -Con todo
respeto, está usted muy guapa, con todo respeto qué bien está usted, -Con
todo respeto cabrón pero deja de estarme chingando”.
Sin duda, este problema del acoso sexual no es exclusivo de las
mujeres que se mueven por las redes de comercialización de drogas
ilegales, sin embargo, al moverse en terrenos al margen de la ley y de las
instituciones, soportan una mayor carga de vulnerabilidad. Si es difícil
encontrar los mecanismos para enfrentar este tipo de situaciones laborales
o de convivencia en las instituciones formales, mucho más en estas redes
donde el único medio para garantizar el cabal funcionamiento de las
transacciones sociales y para resolver los conflictos es la
instrumentalización de la violencia. Al respecto una informante plantea:
“Yo no conocía toda la ciudad de noche pero te citan a las dos de la
mañana, a las tres de la mañana para hablar del trabajo, porque te
hacen todo muy misterioso. -La puedo ver pero a las tres de la mañana
porque la información que… y resulta que no te dicen ni madres lo único
que querían era verte a las tres de la mañana a ver si te encontraban
caliente o necesitada, o a ver si tú les decías que sí. Y otra informante
plantea: “Algunas veces me pasó que un amigo o conocido decía que me
iba a ayudar presentándome a alguien bien parado o intercediendo por
mi para que me dieran preferencia en la línea de venta, pero después vi
que iban trás de mis nalgas y cuando veían que no aflojaba nada, se iban
sin presentarme a nadie y sin ayudarme”
Sin embargo, también se documentan casos en los que al tratar con
representantes de la ley no son tratadas con prácticas diferentes a las
señaladas, “Voy y busco a este fulano abogado que efectivamente tenía
las posibilidades, tenía los recursos para poder llevar la defensa. Pero él
me decía -La veo en tal restorán y otra vez, -La veo ah” y luego -Que nos
vamos a tutear porque está usted muy joven y yo también estoy joven,
dejemos de hablarnos de usted para más confianza”. Empezó con que -
Yo la respeto mucho y empezó con un beso en la mano, luego con un beso
en la frente y luego que -ya tengo a las personas que van a sacar a su
esposo de ahí, pero nos tenemos que ver en este hotel”.
En otro caso documentado, se observa como la resolución o no de
un amparo depende de factores externos a los procedimientos legales y
reglamentarios. “El amparo se me negó y entonces la abogada fue y -
Oiga, venimos a ver por qué se negó el amparo si metimos esto y esto, y
le dice a mi abogada -Que venga ella y que hable conmigo para que le
38
pueda explicar a ella porque a usted no se lo voy a explicar, y yo digo -
No porque siento que me ve muy morbosamente, -Ah perfecto, entonces
que se quede con la duda y que de todos modos el amparo no procede. Y
dices no es posible; estás con una placa, con un poder judicial y si yo no
sonrío ni me siento de frente para que me veas las piernas entonces me
pones una jeta y me niegas el amparo. Luego pues yo que de plano me
los iba a seguir negando y entonces llegué un día muy sonriente que -
Hola licenciado, buenos días, y él -Ah hola, se ve mejor sonriente,
entonces cuando vio que empecé a sonreír hasta me empezó a dar
orientación; ahí te das cuenta que si yo desde un principio le sonrío y le
coqueteo pues me otorga el amparo.
3. Mujeres trabajadoras
Aunque aún son escasos los estudios e investigaciones académicas
centradas en las redes de comercialización de drogas ilegales, y más
escasos aún son los estudios que enfaticen en el análisis sociocultural de
las transacciones simbólicas y de las prácticas sociales que configuran a
estas redes; se pueden encontrar algunos trabajos, como los de Cajas
(2005) Silva de Souza (2004), Ovalle (2005) Ovalle (2006), Giacommelo
(2006) que ofrecen luz sobre estos aspectos. Tras la voz de los
informantes de estos autores, se observa a los carteles del narcotráfico
como una ficción creada y recreada por autoridades y medios de
comunicación para describir la realidad de las redes generalmente
familiares o clánicas que se encuentran lejos de ser las sofísticadas y
complejas estructuras imaginadas.
Los pocos “capos” o patrones que se llegan a conocer, aparecen
como la cara visible de millares de empresarios de estas mercancías
ilícitas quienes surgen espontáneamente cada día. Los pactos de sangre y
la idea de que el que “entra no sale” se derrumba tras la realidad de las
alianzas transitorias que duran el tiempo necesario para culminar un
negocio o un envío.
En este escenario laboral, mucho más dinámico y flexible que lo
que nos relata los medios de comunicación y los discursos oficiales, es en
el que miles de mujeres tratan de encontrar una opción laboral. Estas
redes aprovechando las pocas oportunidades de trabajo que tienen las
mujeres en muchas zonas del país, y muchas veces conociendo la especial
vulnerabilidad de las mujeres jefas de familia, las utilizan como uno de
los últimos eslabones en sus cadenas laborales asignándoles las
actividades mas riesgosas y mal remuneradas.
39
En la organización del narcotráfico, como en cualquier otra, existe
una división del trabajo en diversas funciones que pueden desempeñar
sus miembros, las cuales están directamente relacionadas con el poder
del individuo dentro de la red y con la remuneración que obtienen por su
trabajo. Al interior de estas redes, como en casi cualquier empresa
latinoamericana, no existe la idea del riesgo laboral 5 y casualmente las
actividades que implican mayores riesgos son las menos remuneradas.
En este sentido, a pesar de que en los últimos años las redes
transnacionales del narcotráfico han sido testigos de un cambio de roles y
de una participación de las mujeres en funciones laborales de mayor
prestigio y responsabilidad al interior de sus organizaciones, se puede
observar que el común denominador para las mujeres que ingresan en las
filas laborales del narcotráfico es que llegan a ocupar las últimas
posiciones en la cadena de la división del trabajo. Las funciones
reservadas para las mujeres en el mundo del narcotráfico además de ser
de las más riesgosas, son funciones en las que la grandiosa rentabilidad
del negocio de las drogas no es más que un espejismo.
En las narraciones de los sujetos entrevistados, se pueden distinguir
las siguientes funciones:
Servicios domésticos y de limpieza: En el trabajo de campo se ha
documentado el caso de mujeres que a pesar de sólo haber sido
contratadas como empleadas domésticas tienen ciertas ventajas que no
son fáciles de encontrar con otro tipo de “patrones” como los salarios que
reciben; sin embargo, esta relación laboral para algunas significó el ser
testigo de diversas actividades ilícitas y en muchos casos problemas
legales al resultar implicadas.
Ventas al por menor de drogas ilegales, entregas a domicilio,
empacadoras y cajeras: Quienes se dedican al “narcomenudeo”, empacan
las sustancias ilegales en dosis personales y quienes se encargan de contar
el dinero derivado de la venta de drogas ilegales, están cumpliendo
funciones típicas de las bases del narcotráfico. Se ubican estas funciones
juntas porque además de tener remuneraciones similares, generalmente
las mujeres van circulando por estas diferentes actividades.
5
En algunos contextos el riesgo laboral es contemplado al momento de
establecer los salarios que se ofrecen, a mayor riesgo, mayor salario
40
Campaneras: Se dedican a viajar de sector en sector, generalmente
en autos monitoreando el tráfico de la mercancía y los dineros. Para
realizar este trabajo, deben manejar conocer las claves con las que se
comunica el grupo.
Damas de compañía: Es un lugar común y una idea recurrente en
los medios de comunicación, que los “narcotraficantes” son bastante
“generosos” con las mujeres que los acompañan en los espacios de ocio y
diversión y especialmente con las que acceden a tener relaciones sexuales
con ellos. Aunque en el trabajo de campo se han documentado casos de
personajes vinculados con estas redes, que no se apegan al estereotipo del
“hombre mujeriego” que aprovecha su poder económico para conseguir
cada día una nueva chica; las “damas de compañía” dentro de esta red son
una especie de ingrediente que no puede faltar. Sin embargo, no se puede
decir que una mujer que se ubique en este eslabón de la cadena laboral
del narcotráfico goza de una posición privilegiada dentro de la red.
Incluso aquellas que fungen como damas de compañía de sujetos
empoderados dentro de la red, se encuentran en una posición vulnerable y
nada favorable económicamente hablando, ya que están sujetas a los
caprichos y a la generosidad o no de quienes les pagan.
Transportistas de droga, correos, mulas y prestanombres: Éstas, al
ser actividades típicas del narcotráfico transnacional y al por mayor, son
mejor pagadas que todas las anteriores, sin embargo siguen siendo de las
funciones mas riesgosas y menos remuneradas de la red.
Administrador de una red: Se encargan de recibir la mercancía,
monitorear su peso y el empaque en dosis individuales, distribuir la
mercancía con sus contactos dedicados a las ventas al por menor y
recolectar el dinero de las ventas 6 .
Si bien, señalar de forma exhaustiva los diferentes oficios que
pueden cumplir las mujeres en la red del narcotráfico, escapa al propósito
fundamental de éste artículo; es importante señalar las diferentes
funciones que se han documentado en el trabajo de campo y la forma en
que estas funciones están relacionadas con el poder y la remuneración.
Igualmente se puede señalar que para ir escalando posiciones, se necesita
que estas mujeres estén “bien contactadas”, demostrar las capacidades,
ganarse la confianza de sus superiores y aprovechar las oportunidades
que brinden miembros importantes de la organización.
6
Sólo una de las entrevistadas cumplía esta función y su vinculación con la red
surgió por su padre, quien realizó el mismo trabajo.
41
4. Mujeres presas
En los últimos años las mujeres detenidas en México por delitos
contra la salud ha ido en aumento. El caso de estas mujeres es
paradigmático ya que en muchas ocasiones han sido víctimas de procesos
judiciales irregulares que terminan por convertirlas en los chivos
expiatorios de la ineficaz “lucha contra las drogas”. Son mujeres que se
dedicaban a la venta al menudeo, al tráfico de drogas o a actividades
intermedias de bajo perfil.
“Entonces el MP que me había entrevistado anteriormente, se me
para enfrente, se sienta en un escritorio y empieza a burlarse de mí, me
dice: “Ya ves, finalmente vas presa”. Con una risa tan burlona que
nomás me le quedo viendo.
Lo que me afectaba a mí no era que me llevaran ,a mí lo que me
dolía eran mis hijos. La niña me agarraba, me abrazaba y me decía
“¿Mami, ahorita que llegamos a la casa me haces sopita?”. Se me
llenaban los ojos de lágrimas y decía “Ya no voy a regresar con ella” y
él burlándose. Cuando me di cuenta de que se estaba burlando lo golpeo
y le digo “Nomás acuérdese, y si tiene hijos nomás acuérdese”.
5. Mujeres víctimas de violencia física
Para nadie es un secreto, los medios de comunicación dan cuenta
de ello, que el mundo del narcotráfico instrumentaliza la violencia como
medio de resolución de sus conflictos. Al ser una actividad económica
ilegal, y por lo tanto, al no contar con los mecanismos legales para hacer
cumplir las “reglas de juego” y los pactos realizados, la violencia se
convierte en el medio necesario para asegurar la permanencia y la
rentabilidad del negocio. Así pues, el modo de vida de los
narcotraficantes integra un tipo de violencia racionalizada que les permite
solucionar sus conflictos.
De esta forma, no resulta extraño, que en el mundo del
narcotráfico, al estar tan integrada la violencia en sus hábitos y prácticas
culturales, ésta también sea instrumentalizada al momento de solucionar
sus conflictos familiares o afectivos. De esta manera, es común que en el
trabajo de campo con estos grupos se documenten casos en los que se
relatan amenazas, golpes y violaciones que quedan en el total
desconocimiento de las autoridades. Algunos de los sujetos vinculados
con la red de comercialización y tráfico de drogas ilegales, al saberse
respaldados por una red de complicidades que les garantiza cierto grado
42
de impunidad terminan por abusar físicamente de las mujeres que los
rodean.
La violencia física puede llegar incluso al límite del homicidio. En
el mundo del narcotráfico la muerte es el castigo natural a la traición y si
el valor de la vida se relativiza ante la presencia de una traición, en
muchas ocasiones menos valor se le otorga a la vida de una mujer.
Ejemplos de esto pueden ser los casos en los que las mujeres cercanas a
un narcotraficante han resultado víctimas de los llamados ajustes de
cuentas, y las hipótesis en las que se señala la posible relación de grupos
de narcotraficantes con los violentos asesinatos a mujeres en algunas
regiones de México.
El “narcomundo” como escenario de lucha y de resignificación
El “narcomundo” en este artículo, no es presentado únicamente
como un escenario fundamental para observar el “machismo” estructural
y la violencia de género en muchas regiones del país. Por el contrario, en
este ejercicio reflexivo se plantea que al ser el un escenario de lucha,
resulta también esencial su estudio al momento de identificar las
construcciones alternativas de los roles femeninos.
Al hablar de la construcción del sujeto femenino en el
“narcomundo”, se está en consonancia con la postura que sostiene que las
diferencias entre lo femenino y lo masculino responden a construcciones
socioculturales y su explicación no descansa exclusivamente en las
diferencias biológicas entre los sexos. Esta perspectiva permite prever la
posibilidad del distanciamiento de las diversas formas estereotípicas en
las que se aprende a ser mujer, la reestructuración de las identidades
femeninas y la incorporación de nuevos patrones de comportamiento.
Precisamente, al explorar los escenarios que dibuja el
“narcomundo” para la acción social de las mujeres, este aparece como un
escenario de producción de formas particulares de vida en el cual se
visualizan de manera especial los lugares de lucha y de resignificación
de lo femenino. Entendiendo esto, cabe preguntarse por las variaciones
en las formas de participación de la mujer en el “narcomundo”; ¿Estos
roles se caracterizan efectivamente por la pasividad? ¿Cuáles son los
sentidos que se construyen en el “narcomundo” sobre lo femenino? ¿Para
entender la construcción del sujeto femenino en el narcomundo son
suficientes las nociones de resistencia y reproducción o es necesario
sumergirse en la complejidad con la que actúa el poder? ¿Al ser el
“narcomundo” un contexto en el que el uso de la fuerza y la violencia
simbólica y material resultan estrategias esenciales de desarrollo y
43
supervivencia, se gestan a su interior nuevas identidades del sujeto
femenino, alejadas de las expectativas pasivas y virtuosas que se le
imponen a la mujer?
Conclusiones
En este artículo se entiende al “narcomundo” como un escenario de
producción de formas particulares de vida, a partir de la convergencia en
la actividad de producir o traficar drogas ilegales; igualmente se plantea
que una de las características de este mundo de vida –por lo menos en sus
interacciones en el territorio mexicano- es el machismo estructural que
configura sus redes.
Así, al explorar los sentidos y significados que sobre el sujeto
femenino circulan en las redes de comercialización de drogas ilegales y
exponer algunas notas de campo que dan cuenta de las funciones y roles
que cumplen las mujeres en estas redes; se pueden observar con especial
nitidez construcciones, tanto tradicionales (esposas y madres abnegadas,
mujer-objeto) como alternativas (construcciones que se alejan del
virtuosismo y la pasividad) de lo que significa “ser mujer”. Mujeres
discriminadas, mujeres “trofeo”, mujeres explotadas laboralmente,
mujeres presas, mujeres víctimas de la violencia; realidades al límite, que
esconden las historias de personajes reales que viven al borde de su
identidad femenina.
Así, el “narcomundo”, al constituir un contexto que sobreexpone a
una crisis constante a las mujeres que se desenvuelven en él, es
presentado como el escenario ideal para observar con especial nitidez los
espacios de lucha y resignificación del sujeto femenino. Sin embargo,
como se planteó al principio, este texto no tiene mayores pretensiones
que las de un ejercicio preliminar de organizar algunas “notas de campo”.
La tarea está por hacerse y la realidad de estas mujeres reclama con
urgencia ser estudiada desde una perspectiva cultural, que esté por
encima del estigma o “narcofobia” del que dan cuenta los discursos
oficiales sobre las drogas. Finalmente, al explorar los escenarios,
prácticas y roles de las mujeres en el “narcomundo”, queda claro que éste
constituye un escenario en el que se reconstruyen los significados del
sujeto femenino; de igual forma, quizás un abordaje cultural de los
escenarios de la mujer en el “narcomundo”, pueda implicar una
deconstrucción de las verdades y dogmas que circulan en los discursos
oficiales sobre el tema de las drogas, su tráfico y su comercialización.
Bibliografía
44
Astorga, Luis. Drogas sin fronteras, los expedientes de una guerra
permanente. Editorial Grijalbo. México, 2003.
Astorga, Luis. Mitología del “narcotraficante” en México. Editorial
UNAM Plaza y Valdés, México 1995.
Cajas, Juan. El truquito y la maroma: noches de cocaína, traquetos y
pistolocos en N.Y. Una antropología de la incertidumbre y lo
prohibido. Grijalbo, México 2005.
Camacho Guizado, Alvaro. Droga y sociedad en Colombia. El poder y el
estigma. CIDSE, CEREC. Bogotá, 1988.
Córdova, Nery, La narcocultura en Sinaloa: simbología, trasgresión y
medios de comunicación. Tesis para optar al título de doctor
(borrador). UNAM. México, 2002
Giacomello, Corina; Rompiendo la zona de silencio. Testimonios sobre el
penal de máxima seguridad del Altiplano, antes La Palma, Ed.
Dipon-Gato Azul, Bogotá Col, 2006.
Flores Palacios F. Psicologia social y género: El sexo como objeto de
representación. Mc Graw Hill, México 2001.
Geertz, Clifford. La interpretacion de las culturas. Traduccion: Alberto
L. Bixio. Editorial Gedisa. México, 1997.
Iglesias, Norma; Entre yerba, polvo y plomo. Lo fronterizo visto por el
cine mexicano. COLEF. México, 1985.
Krauthausen, Ciro. Padrinos y Mercaderes. Crimen organizado en Italia
y Colombia. Edit. Norma, Colombia, 1999.
Ovalle, Lilian; Cuenca, James; Rivera, Diana. Narcotráfico y poder
social. Razones para entrar y permanecer en el negocio. Pontificia
Universidad Javeriana- Cali. 1999.
Ovalle, Lilian Paola, “Las fronteras de la narcocultura” en La frontera
interpretada. UABC, México, 2005
Restrepo, Luis Carlos, La droga en el espejo de la cultura. UCPI. Bogota,
1994.
Restrepo, Luis Carlos, La fruta prohibida. Editorial Panamericana,
Bogota, 2001.
Salazar, Alonso. No nacimos pa semilla. Cinep. Bogota, 1995.
Salazar, Alonso. La parábola de Pablo, Planeta. Bogota, 2001a.
Salazar, Alonso, Drogas y Narcotráfico en Colombia. Planeta. Bogotá,
2001b.
Silva de Sousa, Rosinaldo. “Narcotráfico y economía ilícita: las redes del
crimen organizado en Rio de Janeiro” en Revista Mexicana de
Sociología, año 66, núm 1, enero-marzo. México- DF, 2004
Valenzuela, José Manuel. Jefe de jefes, corridos y narcocultura en
México. México Plaza Janés. 2002
45
EL NARCOCORRIDO, CULIACÁN a través de su
historia
•
Alumno de la maestría en Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa en
la Ciudad de Culiacán.
46
ella ni mucho menos una manifestación aislada; tampoco es una causa
sino una consecuencia.
A finales del siglo XIX los pobladores de Badiraguato se
dedicaban al cultivo de manzana, membrillo, chabacano, maíz, fríjol,
ajonjolí, higo y cítricos, nutriéndose de los deshielos de la sierra madre
occidental en los márgenes del río Humaya. Producían piloncillo, cera y
miel. Además de laborar las minas de Alisos, Santiago de los Caballeros,
San Javier, Yedras, Otatillos, Lobitos, Tameapa y San Luis Gonzaga, de
donde obtenían oro, plata y zinc.
La población china había jugado un papel preponderante en este
proceso histórico llegando a Culiacán desde 1885, procedentes de las
Californias donde laboraban como mineros. Los asiáticos llevaron la
semilla de la amapola sembrándola para uso personal, pero a raíz de las
campañas antichinas de 1927 promovidas por Plutarco Elías Calles,
entonces Presidente de México, los chinos se recluyeron aumentando su
adicción al opio, colaborando además en la mejora del procesamiento con
fines comerciales. Fue así como la amapola comenzó a cultivarse con
fines de sobrevivencia, exportándola a compradores de EU, que en
muchas ocasiones pagaron con armamento a los agricultores sinaloenses.
La lucha oficial contra el comercio del opio se inició el 8 de enero
de 1925, cuando se constituyeron marcos legales para restringir la
utilización de opio, marihuana y cocaína, mediante los Acuerdos de
Ginebra. Pero el 3 de julio de 1940, los Estados Unidos violaron los
mismos acuerdos que habían promovido con tanto ahínco y suspendieron
el decreto a raíz de la Segunda Guerra Mundial, promoviendo la
producción de opio en Badiraguato y Culiacán. 1
Previamente, el 5 de diciembre de 1933, se había decretado una
enmienda a la Constitución de Estados Unidos, que prohibía el consumo
y el tráfico de licores, dejando su cumplimiento en manos de los Estados
de la Unión. Esto trajo como consecuencia que el judío Meyer
Suchoculjansky, además de Lucky Luciano, comenzaran a traficar vía
Shangai y Marsella, asegurando el abastecimiento de heroína turca, la
mejor del mundo. En esos años, Cuba era gobernada por Fulgencio
Batista, por lo que no hubo mucha resistencia para usar a la isla como
1
Astorga Almanza, Luis, Mitología del narcotraficante en México; Bernal, Julio,
“Narcotráfico en Sinaloa”, en Revista de la UAS, no. 2, julio–agosto, 1998;
López Alanís, Gilberto, “Narcotráfico, corridos y cultura”, en El Suplemento, 8
de diciembre de 1991.
47
lavadora de dinero en hoteles, casinos y prostíbulos. Era pues, un negocio
que desde entonces redituaba millones de dólares.
Pero el conflicto bélico con Alemania trajo como consecuencia el
bloqueo del opio de Esmirna, Turquía, por parte de Adolfo Hitler a los
Estados Unidos. La escasez de productos derivados del opio incrementó
el cultivo de adormidera y marihuana en varios países, entre los que
figuraron: Túnez, Argelia y Perú, en el cultivo de adormidera; Siria y
Líbano en la producción de marihuana; México concentró ambas. Las
reservas de droga, en los Estados Unidos, estaban destinadas a los
soldados, lo que desató un grave problema de demanda al interior debido
a la gran cantidad de población adicta que tenían, pues no sólo era la
necesidad de surtir a las tropas armadas sino a un número considerable de
sus habitantes. Fue entonces que México se habría de convertir en el
principal proveedor de opio para los norteamericanos. 2
Antes, M. Suchoculjansky envió a Alfred Cleveland Blumenthal a
que investigara las posibilidades que ofrecía México para el cultivo de
opio. La región del Trópico de Cáncer comprendida entre Sinaloa y
Durango, se erigió como la zona geográfica idónea para concretar sus
planes. Fundamentalmente Badiraguato por tener inmensas cañadas y
arroyos; por enlazar a Durango con el mar, por ser el segundo más grande
en extensión, por su orografía con serranías abruptas de hasta 2, 200
metros de altura sobre el nivel del mar. Por ser un refugio confiable con
un clima ideal para el cultivo de adormidera y amapola. En Badiraguato
llueve casi todo el año, en el sur están las montañas de Buragua, Agua
Blanca y Santiago de los Caballeros; en el sureste la serranía de Surutato,
la sierra del Durazno, de la Bufa, de Guisiopa y Capirato. Además de
encontrarse cerca de los Estados Unidos, lo que reducía costos y tiempos
de traslado. Para 1940 se comenzó con el cultivo en cantidades
industriales montándose los respectivos laboratorios. 3
Para esto se contó con la venalidad de autoridades y con el apoyo
de políticos influyentes, llegando a tal punto la corrupción que se tienen
2
Astorga Almanza, Ibid; Obezco, Cipriano, “El crimen de la campaña
antichina”, en Lecturas de Sinaloa, México, INEA, 1988; Vidales Quintero,
Mayra, “Los comerciantes chinos”, en Ana Luz Ruelas y Guillermo Ibarra,
coords, Culiacán a través de los siglos, UAS, 1994; Valenzuela, José Manuel,
Jefe de Jefes, México, Plaza y Janés, 2003.
3
Caro Medina, José, Badiraguato: tierra de promisión, Culiacán, 1999; Olea,
Héctor, Badiraguato: visión panorámica de su historia, Culiacán, DIFOCUR,
1988.
48
registros de transacciones en restaurantes y cantinas de Culiacán, como si
se tratara de tomate, encareciendo el opio y orientando el consumo de la
marihuana hacia las clases bajas. 4
En 1942, los presidentes Manuel Ávila Camacho y Roosevelt, de
México y Estados Unidos respectivamente, habrían pactado el convenio
que favorecía el cultivo de amapola y la producción de opio en
Badiraguato. En ese momento los políticos y empresarios ingresaron con
mayor determinación al negocio por estar en juego más dinero; entonces
comenzaron a eliminar a los mandos medios, a los chinos y a los
serranos, quienes se vieron en la necesidad de armarse por seguridad
familiar. Luego el gobierno de Ávila Camacho implementó el servicio
militar varonil obligatorio, la renovación del ejército y la existencia,
mediante decreto, de armas de uso exclusivo del ejército. Sus medidas
estaban disfrazadas de legalidad y amparadas en sus instituciones para
beneficiar intereses particulares, dejando vulnerables a los campesinos
que se dedicaban al cultivo de opio sólo por sobrevivencia, quienes
desconocían los alcances mundiales y las ganancias que redituaba este
negocio a prominentes políticos y magnates mexicanos.
Las condiciones geográficas e históricas se dieron en Culiacán y
sus alrededores para el cultivo de opio y marihuana. No es casual que
todavía siga figurando como uno de los principales centros de
operaciones del narcotráfico. Es obvio que esta situación, desde entonces,
ha generado violencia, elemento fundamental de lo que más tarde
formaría parte de la música a través del narcocorrido. A partir de ahí, en
todo momento ha existido la materia prima de la que se vale el trovador
para reflejar su propia visión de los hechos en la escritura del corrido. 5
Al término de la Segunda Guerra, la producción de opio fue
restringida y combatida, pero los mismos jefes de la campaña
gubernamental, siguieron fomentando su producción, fijando un tributo
en especie, según la importancia de la comunidad y en algunos casos en
efectivo. Extendían permisos y las quemas se aplicaban a campesinos que
no cumplían con lo requerido. 6
4
Alfaro, Leonides, La maldición de Malverde; Ortega Noriega, Sergio, Breve
historia de Sinaloa, México, COLMEX, 1999; Figueroa Díaz, José María, La
muerte de Lamberto Quintero.
5
Rocha Moya, Rubén, “Badiraguato, la otra historia”, en Gilberto López Alanís,
coord, Encuentros con la historia. Badiraguato I, Culiacán, Presagio, 2002.
6
Valenzuela Lugo, Raúl, El cultivo de opio en Badiraguato, Culiacán, 1979.
49
En la década de 1950, Badiraguato se caracterizó por ser la capital
del opio, por concentrar casi todas las balaceras y por ende los asesinatos
a causa del negocio prohibido. Haciéndose de fama mundial al grado de
ser bautizada con su nombre una de las principales avenidas de Honk
Kong y un restaurante exclusivo de Esmirna, Turquía. 7
Pero Culiacán concentraba a los magnates, los palacetes, los
automóviles de lujo, los aviones y el dinero. Era la base de operaciones
de los gomeros; el centro más abierto de comercio con mayor número de
traficantes, incluidos políticos influyentes, comerciantes e industriales.
En esta década hizo su aparición doña Jesús Coronel Quintero de
Santiago de los Caballeros y Manuela Caro, famosa mafiosa del
narcotráfico en Culiacán, que monopolizó por más de veinte años la
producción de opio, teniendo como lugar de operaciones la colonia Tierra
Blanca por cerca de cuarenta años ininterrumpidos.
Fue una época de mucha violencia, porque era una cerrada
competencia. Todo mundo se quería hacer rico en un abrir y cerrar de
ojos, presentándose hasta quince ejecuciones diarias, según consta en la
hemeroteca del Archivo Histórico de Sinaloa. El índice de violencia a
causa del tráfico de enervantes era tan grave, que algunos periodistas
norteamericanos bautizaron a Culiacán como la nueva Chicago.
En este contexto fue que se dio el auge del narcocorrido porque
desde entonces ha informado a la población sobre todo lo relacionado con
la producción, distribución y consumo de las sustancias prohibidas. De
esta década datan los corridos Carga Blanca, Contrabando de Juárez,
Carga Ladeada y La Canela, por mencionar algunos.
El contexto histórico de 1970
En junio de 1950, tuvo lugar la intervención militar por parte de
Estados Unidos en Corea, luego vino la guerra de Vietnam y el
movimiento hippie (1965). Posteriormente ocurrió el colapso de la
producción de heroína en Afganistán, Pakistán y Turquía (1972), debido
a las sanciones que recibieron de Inglaterra, reafirmándose Culiacán
como el centro operador por excelencia hacia Norteamérica. Lo anterior
trajo como consecuencia una demanda desmesurada de drogas por parte
de la población estadounidense, durante toda la década de 1970.
7
Rodríguez, Ricardo, “El opio”, en Expresión: presencia de Sinaloa, no. 4, enero
de 1959.
50
El número de sus adictos se multiplicó, el opio pasó a los barrios
negros, a los círculos universitarios, y otras drogas entre los burgueses de
las grandes metrópolis como Nueva York y San Francisco. Los gomeros
de Culiacán obtuvieron jugosas ganancias y el control –que todavía
detentan- casi total de las distintas plazas de la droga en México hacia los
Estados Unidos, al cobrar derecho de tránsito con rumbo a Tijuana,
Nogales o Caborca, en Sonora.
Las ganancias eran tales que desde entonces comenzaron a lavar
dinero en zonas bancarias libres como: Suiza, Islas Caimán, Bermudas,
Bahamas, Barbados, Nuevas Hébridas, Panamá, Antillas Holandesas,
Trinidad y Tobago, Liechtenstein, Liberia, Israel, Irán, Líbano, Inglaterra,
Honk Kong, Irak y Tailandia.
La prosperidad reinaba en Culiacán, al grado que se veían pasear
día y noche por el centro de la ciudad vehículos último modelo sonando
música regional y descargando armas: M – 1, 38 súper, 45 y R – 15. Las
colonias que fungían como centros de operación eran la 6 de Enero,
Gabriel Leyva, Lomas del Boulevard y Tierra Blanca.
Los capos de la época como Eduardo Fernández, Manuel Salcido
Uzeta, Ernesto Fonseca Carrillo, Francisco Chico Fuentes, Pedro
Heliodoro Cázares, Miguel Ángel Félix Gallardo y Rafael Caro Quintero,
hacían acto de presencia en Tierra Blanca para cerrar negocios. Cientos
de gomeros fueron asesinados. Las fugas del penal de Culiacán eran
pactadas con las autoridades estatales y municipales, por lo que la
sociedad no sabía si cuidarse de los delincuentes o de los policías, puesto
que eran la misma cosa, salvo honrosas excepciones. Culiacán tenía que
soportar hasta diez asesinatos diarios y es que los gomeros tenían el
armamento más moderno proveniente de Estados Unidos, millones de
dólares, poder político, autoridades compradas y carros robados con
vidrios ahumados y sin placas.
Había una exagerada presencia de pistolerismo, distribución y
consumo de drogas sin precedente, la violencia permeaba todo. En buena
medida se llegó a este punto dado que las desatenciones del gobierno
fomentaban el narcotráfico, toda vez que sus políticas regionales de
desarrollo nunca resolvían el desempleo ni la pobreza, tampoco
mejoraban las vías de comunicación, ni promovían la agricultura. En este
período comenzaron a figurar en la escritura del corrido los gomeros o
narcotraficantes como personajes centrales, pues cumplían con funciones
que correspondían al gobierno. Por eso muchos ciudadanos los veían
como héroes y en agradecimiento les componían sus tragedias. En estas
51
condiciones se gestó la hoy denominada narcocultura, entendida como
una forma de vida exaltada con el tráfico de sustancias ilícitas,
manifestándose en arquitectura, vestimenta, pintura y en la música.
Por otra parte, la participación de la mujer en las actividades del
narcotráfico fue aumentando, muchas de ellas empleadas como burreras
a Tijuana, Nogales y Caborca. Esta realidad se reflejó en corridos como:
Mujeres Contrabandistas de Pepe Cabrera (1970), Pollitas de Cuenta, y
la historia de Camelia en 1973. El corrido fungió como manifestación del
pueblo dejando en claro que lo narrado tenía una relación directa con el
problema y el momento de auge que se vivió en estos años, dentro de un
contexto nacional, pero además internacional. 8
En esta realidad fue que el gobierno federal implementó diversas
batidas financiadas por los Estados Unidos contra el tráfico de drogas en
la región. En 1960 la Operación Volcanes y la Operación Guanajuato,
concentrándose en el decomiso y en la destrucción de plantaciones de
marihuana y amapola. En 1963 se implementó la Operación Comando.
En 1969, el presidente Nixon, ordenó la Operación Intercepción, medida
que implicaba una revisión minuciosa de los automóviles en la frontera
norteamericana para detectar contrabando de drogas, sin consultar al
gobierno de México. Luego vino la Operación Cooperación.
En enero de 1975 dio inicio la más grande campaña contra el
narcotráfico en México: la Operación Cóndor. Fue una acción del
Ejército Federal, la Procuraduría General de la República y la Marina.
Participaron más de diez mil elementos al mando de Carlos Aguilar
Garza, de la PGR, y de los generales Ricardo Cervantes García y José
Hernández Toledo. 9
Como resultado hubo más de 2, 000 presos en Culiacán, sólo en el
primer año de aplicación, acusados de delitos contra la salud. Está
documentado que a muchos se les tomó su declaración bajo tortura
mental y física que incluía golpes en zonas blandas, toques eléctricos en
los testículos, quemaduras de cigarro en el pene, mutilaciones,
tehuacanazos con chile, etc.
La situación era terrorífica. Por ello muchos traficantes emigraron
a Guadalajara, donde compraron residencias bajo la protección de las
8
González, Ronaldo, “Narcotráfico y violencia en Sinaloa”, en Merodeos,
Culiacán, DIFOCUR, 1996.
9
Calderón Velarde, Alfonso Genaro, Tercer Informe de Gobierno, 15 de
diciembre de 1977.
52
autoridades en turno. Pero no sólo ellos, también habitantes comunes,
tuvieron que huir por temor a morir ajusticiados por un delito que no
cometieron. Mientras que los serranos –principalmente los de
Badiraguato- cambiaron su lugar de residencia a Culiacán, tratando de
evitar ser masacrados.
La migración provocada por la Operación Cóndor generó
desempleo, más violencia y el aumento de la drogadicción en Culiacán.
Miles de habitantes de Tamazula, Durango, llegaron a Culiacán huyendo
de la persecución. Las medidas del gobierno, más que resolver el
problema lo incrementaron de forma drástica. Algunos pobladores de
Culiacán cuentan que por esos años era muy sencillo adquirir armas en el
mercado negro para defensa personal y que los mismos emisarios de la
ley eran quienes las comercializaban. 10 En tanto, otros huyeron a
Hermosillo, Ciudad Juárez, Caborca y Tucson, en Arizona.
No es un hecho fortuito que los narcotraficantes se hayan instalado
en Guadalajara; la ubicación de ésta es estratégica. Sinaloa, Chihuahua y
Durango poseen las condiciones geográficas ideales para la siembra y
cultivo de enervantes, teniendo cordilleras montañosas de difícil acceso
vía terrestre. Pero la falta de infraestructura adecuada para el refinamiento
de heroína, cuando su producción se hizo inmensa, provocó que eligieran
Guadalajara, de mayor dinámica industrial, además de ofrecerles
protección policíaca y política. Guadalajara poseía un aeropuerto con
poca vigilancia y miles de migrantes que sirven como vínculos para la
colocación de la droga en Estados Unidos. 11
La economía de Culiacán sintió los estragos. Los músicos dejaron
de trabajar día y noche, las agencias de autos cerraron, los bancos
perdieron millones de cueros de rana, los centros nocturnos despidieron a
las prostitutas; las joyerías quebraron, los hospitales y las funerarias
tuvieron menos difuntos y por ende menos ingresos.
La medida extremista implementada por el gobierno mexicano
también perjudicó a periodistas, quienes fueron eliminados por gomeros
afectados y/o por políticos corruptos que no estaban de acuerdo con que
éstos exhibieran sus nexos con el problema al cual atacaban y a la vez
10
Figueroa Díaz, José María, Sinaloa, poder y ocaso de sus gobernadores,
México, Imprenta Minera, 1986; Sánchez Aguirre, Mario, Una mirada histórica
al narco corrido en Sinaloa: apología, censura y tragedia social, Tesis de
Licenciatura en Historia, UAS.
11
Mejía Prieto, Jorge, México y el narcotráfico, México, Universo, 1988.
53
defendían, una dialéctica de la política de nuestro país: sirven a dios y al
diablo.
Este hecho es significativo para comprender la historia de Culiacán
y también para ejemplificar cómo la sociedad de esta ciudad del pacífico
mexicano se vale del corrido para difundir un hecho que los afecta.
Fueron decenas de composiciones las que circularon en esa década
narrando la violencia que reinaba y luego la represión militar
implementada con la Operación Cóndor, destacando la composición de
Pepe Cabrera, oriundo de la capital sinaloense, quien dejó constancia de
lo sucedido en La Mafia Muere:
12
Tigres del Norte, Corridos Prohibidos, México, Fonovisa, 1988, canción 10.
54
Se habla de que el llamado Cártel del Golfo fue el primero en
usar como sicarios a ex militares, pero en realidad, consecuencia de la
Operación Cóndor, los narcos de Culiacán fueron los primeros que
contrataron inteligencia soviética, guatemalteca, colombiana y mexicana.
Los gomeros de Culiacán habrían logrado acuerdos con el Cártel de Cali,
Colombia, para introducir más cocaína a Estados Unidos, generándose
una sobreproducción. Toda la droga que no lograba entrar se consumía en
México; el número de adictos aumentó en nuestro territorio.
La Operación Cóndor no sólo afectó a los habitantes de Culiacán,
sino que tuvo repercusiones nacionales que todavía estamos sufriendo y
que exhibió la corrupción, la represión, la intolerancia y la incapacidad
del gobierno mexicano para afrontar los problemas sociales que nos
incumben a todos, como el tráfico de drogas.
Taxonomía del narcocorrido
En este contexto, como parte de nuestros objetivos pretendemos
hacer una clasificación del narcocorrido por temáticas tratadas. Cabe
mencionar que dicha taxonomía es una aportación propia sobre el género.
Se destacan la fe religiosa, la crítica política y el honor. Sobresalen
también la crueldad y las amenazas, así como la incorporación de la
mujer al narcotráfico. En otros casos se pinta el ambiente de las fiestas, el
atuendo de los narcos y las cualidades de los jefes, arribando a tipologías
sociológicas. Otros más señalan el carisma y el narcisismo de los jerarcas.
El uso de códigos cifrados es materia de la última clasificación.
La fe religiosa. Involucra a deidades populares como Jesús
Malverde y la virgen de Guadalupe. Un ejemplo es El Santo del Colgado
que interpretan Miguel y Miguel:
55
Quién financiaba a los contras
y que les daban a cambio
un matutino asegura
que era polvo colombiano.
Antes de certificar
primero limpien sus campos
dondequiera hay corrupción
sean gringos o mexicanos.
En la garita de Ochoa
municipio de Camargo
estaban los veladores
su cargo desempeñando
cuando llegó un federal
por el jefe preguntando.
13
Invasores de Nuevo León, Leyendas, México, EMI, 1998, canción 11.
56
diles a tus compañeros.
Yo no maté a Camarena
les dijo el número uno
Rafael Caro Quintero
fue un traficante sin nombre
ejecutor de los narcos
que andan en nuestro terrenos.
14
Arrolladora, Corridos Arrolladores, México, SONY, 1997, canción 8.
El compositor de este corrido es Reynaldo Martínez, mejor conocido como el
gallero.
15
Broncos de Reynosa, Corridos sólo para hombres, México, SONY, 2003,
canción 8.
57
Búsquenlo y den con su pista
eso es problema de ustedes
les doy sólo una semana
para que aclaren el caso
y me den la libertad
quiero que empiecen mañana.
16
Incomparables de Tijuana, Corridos, México, 2005, canción 1.
17
Lila Downs, La Cantina, México, EMI, 2006, canción 10.
58
porque era mucha la gente
que traía su arma fajada.
Un general ha caído
dijo la televisión
cuando le dieron el puesto
pensaron que era el mejor
18
Buitres, Corazón Rebelde, México, 2005, canción 1.
19
Intocables del Norte, Corridos, México, 2006, canción 1.
59
por culpa del contrabando
ahora está en la prisión. 20
Ya cuando se lo trajeron
Amado no traía nada
el capitán enojado
a un soldado le pegaba
porque le había permitido
que las joyas se quitara.
Se lo llevan al cuartel
como un vulgar delincuente
sin compasión lo torturan
el capitán y un teniente
querían que dijera cosas
de las que él es inocente. 21
20
Tigres del Norte, Jefe de Jefes, México, Fonovisa, 1997, disco 2, canción 9.
60
El de encargo, como su nombre lo indica, se hace sobre pedido. El
compositor fija el monto y el interesado propone historia, datos y las
características de su persona. El costo del trabajo depende del compositor
y del intérprete. Un ejemplo es Regalo Caro de Juan Villarreal:
La lealtad de un pistolero
se le aplaude y se le admira
porque son hombres completos
nunca andan con la mentira
y traen en su itinerario
a los que traen en su lista. 22
21
Intocables del Norte, Canciones y Corridos, San Luis Río Colorado, Sonora,
México, Sierra Records, 2002, canción 7.
22
Raúl Hernández, Mil heridas, 2000, canción 1.
23
Rueda Reyes, Fidel, Entrevista realizada por Luis Omar Montoya Arias, el 5
de Septiembre de 2005, en Culiacán, Sinaloa, México.
61
Viajó la F y la U
la E, la R y la Z
también la A y la S
especiales bien descritas
en boludos color verde
querían caer a una fiesta. 24
24
Canelos de Durango, Corridos gruesos, México, SONY, 2000, canción 1.
25
Tigres del Norte, La garra, México, Univisión, 2003, canción 1.
62
sin semilla, misma que es exportada a Estados Unidos. Las colas de
borrego son un tipo de marihuana que se da en Sinaloa, que se caracteriza
por tener las hojas redondas, de ahí el mote. Hay otros tipos de marihuana
como la golden que se da en Acapulco y la mexicana en Michoacán.
26
Tigres del Norte, Jefe de jefes, México, Fonovisa, 1997, disco 2, canción 8.
63
Jefe de Jefes es un homenaje al poder que lo corrompe todo, no
hay nada ni nadie que se pueda resistir a él. Algunos afirman que está
dedicado a Carlos Salinas de Gortari, otros dicen que a Amado Carrillo
Fuentes; incluso existe una versión que asevera fue compuesto y
dedicado a los Tucanes de Tijuana, por aparentes diferencias
profesionales, económicas y personales entre el citado grupo y los
oriundos de Rosa Morada, Sinaloa. Es impersonal porque a muchos les
queda la corona y expresa verdades que a diario se ponen en práctica
entre las mallas del poder, como aquella que dice el que quiera ser
hombre derecho que se enseñe a mirar su nivel / sin talento no busques
grandeza porque nunca la vas a tener. 27
El narcocorrido no es el responsable directo de tanta violencia que
padecemos en la actualidad. Hay más responsables, el Estado, algunos
medios de comunicación y otros actores sociales. Con narcocorridos y sin
ellos los problemas sociales seguirán mermándonos como sociedad, esos
no dejaran de existir por decreto ni por buenos deseos, ni por valentones
políticos que no padecen la violencia, ni la pobreza, ni la falta de empleo,
ni las carencias educativas.
Fuentes
65
“LA MARIPOSA AMARILLA:” el autor, el crimen,
un idiota y el silencio en torno al narco
Gabriela POLIT
“Mi primer problema con la ley fue cuando
caí. Yo siempre trabajé en la sierra, donde no
había ley.”
Rafael Caro Quintero.1
El fenómeno del tráfico de las drogas ilegales en México es, hoy
por hoy, el detonante de una ola de violencia que según algunos analistas,
sólo es comparable con la que se experimentó en la década del 20, en los
años que siguieron el fin de la revolución. Sin embargo, en la historia
mexicana la producción y el tráfico de estimulantes como la marihuana y
la heroína se remontan al siglo XIX. No es sino hasta 1912 cuando
66
empezaron a realizarse convenciones mundiales para prohibir ciertos
estimulantes, cuando el tráfico de estos productos se torna un acto
delictivo. La visión hegemónica de esta prohibición se consolida en 1961
con la “Convención Unica sobre Estupefacientes” en las Naciones
Unidas, en la que se establece un plazo de 25 años para acabar con
algunos cultivos y erradicar el consumo de las drogas que de ellos se
derivan (Astorga, Gootemberg).
La progresiva institucionalización de esta prohibición consolida un
negocio ilícito que opera y crece paralelamente al poder central.2 La zona
donde se desarrolla el negocio es el noroeste, ya que son las estribaciones
de la Sierra Madre (región fronteriza entre los estados de Sinaloa,
Durango y Chihuahua) donde se cultivan la amapola y la marihuana.
Aunque su producción fue constante en la primera mitad de siglo, se
incrementa desde los años 40 en adelante debido al crecimiento de
demanda en los Estados Unidos (La Segunda Guerra Mundial, el boom
de la cultura hippie y la Guerra de Viet-Nam son los eventos detonantes).
Con la implementación de la Operación Cóndor a partir del año
1975, el ejército interviene en la zona norte del país para desarticular los
focos guerrilleros ahí establecidos. El segundo objetivo de esta incursión
es acabar con los sembradíos de marihuana y amapola. Violenta y
represiva la Operación Cóndor tiene un efecto inmediato y desarticula
algunos grupos de traficantes. En la década siguiente, sin embargo, éstos
aparecen con más fuerza. Establecen operaciones en varios estados del
país y cuentan con armas mucho más sofisticadas para defender un
negocio que si bien presenta mayores riesgos, promete ganancias
exorbitantes. Con la declaración de la “Guerra contra las drogas” en 1986
por Ronald Reagan, la actividad se vuelve aún mucho más violenta. A
esto se suma que los colombianos, con el control sobre la cocaína
proveniente de América del sur, establecen contacto con los grupos
mexicanos para convertir a México en el principal puerto de entrada de
drogas hacia los Estados Unidos.
En la política interna, la paulatina pérdida de hegemonía del
partido único, el PRI, implica también un cambio en la relación vertical
entre el estado y los grupos de narcotraficantes. Durante el gobierno de
Salinas de Gortari y la implementación de políticas neoliberales, se ponen
en evidencia los fuertes vínculos entre el gobierno central y el
narcotráfico. Por otro lado, la muerte de Pablo Escobar en Colombia,
hace que los mexicanos quieran manejar el monopolio del mercado
global. El narcotráfico entra en una etapa de expansión: el transporte se
vuelve más efectivo; su mercadería más refinada y barata y, como
67
consecuencia, los mercados crecen y se diversifican. La intensificación de
la “Guerra contra las drogas” sólo sirve para consolidar el negocio, y a la
vez, convertirlo en una empresa cada vez más violenta.3
Este panorama descrito a vuelo de pájaro, de manera superficial da
cuenta de que el desarrollo y la consolidación del tráfico de drogas
ilegales en México ha sido paulatino. Los eventos y fechas que interesan
a historiadores y científicos políticos, sin embargo, no contemplan los
complejos procesos sociales y culturales que se gestan alrededor de la
cada vez más refinada criminalidad del tráfico de drogas. Estos procesos
van desde la consolidación de nuevos usos de violencia y las varias
formas de naturalizarlos, hasta el desarrollo de la industria cultural en
torno al narcotráfico y sus protagonistas. La movilidad social que el
dinero del narcotráfico ha provocado en poblaciones de la sierra se da al
tiempo que se consolida una industria cultural encargada de difundir
ciertos valores, de criticar o alabar hazañas de los narcos, y de fomentar
consumidores de esta producción simbólica. En este universo de prácticas
y representaciones está la literatura.
El autor
En el ámbito cultural de Culiacán, es imposible no reconocer que el
narco imprime su estilo, si no es en la recreación, celebración,
comercialización de bienes simbólicos, es en el registro de lenguajes
locales y los silencios que lo conforman. Ese es el caso de las novelas de
Elmer Mendoza, reconocido por la crítica como el gran escritor del
narcotráfico.4
A las 9:20 de la mañana Mendoza me recoge del hotel y vamos a
desayunar a ‘La mariposa amarilla”. Un restaurante en medio de la
ciudad y a sus afueras, una de esas zonas híbridas entre pavimento y
tierra; entre carretera y línea de tren; entre casas de clase media y
casuchas; escenario en el que rebozan los extremos de la generosidad del
trópico y su rudeza. Las mesas están ubicadas en una cancha techada en
medio de plantas, árboles y enormes enredaderas. El piso de tierra está
húmedo por la lluvia de la noche anterior y no quedan mesas vacías en el
salón con techo. Evadiendo charcos nos acercamos hasta una mesa en la
baranda de la casa, cerca de la cocina y próxima a la orilla del río. Los
patos graznan y el olor a canela con el que se aroma el café local llega
con la humedad del aire.
Había contactado a Mendoza antes de llegar a Culiacán porque leí
su obra y sabía de su reputación dentro y fuera del país.5 Quería
conversar sobre los telones de fondo que inspiraron e hicieron posible dos
68
de sus novelas: Un asesino solitario (1999) y El amante de Janis
Joplins (2001). Quería saber cómo define Mendoza su tarea de escritor
en una sociedad traspasada por la violencia del narco, y así dimos rienda
suelta a nuestro interés por la literatura.
En esta parte voy a abordar la obra de Mendoza, tratando de
mantener un equilibrio entre la intensidad de nuestro diálogo en aquel
restaurante de nombre macondiano, y la mirada crítica a su producción
artística. El reto del trabajo es conservar en la escritura la dosis de
irreverencia necesaria para el análisis, pese a que el encuentro generó una
proximidad que necesariamente afecta la anhelada objetividad analítica.
En el marco de lo que se plantea, este trabajo ocupa una geografía
parecida a la del restaurante donde tuvo lugar nuestro diálogo: una zona
también híbrida entre la entrevista y la crítica literaria; entre la crónica y
el diario de viajera. Topos que mejor permite explorar la violencia de
narco y las maneras de representarla.
En el diálogo Mendoza me hace notar que hay un equilibrio entre
el escritor conocedor del oficio, y aquella persona pública en la que sus
libros lo convirtieron hace ya más de una década. Me cuenta que no teme
los membretes porque no modifican su compromiso con la literatura.
Dice haber aprendido a decir a los medios lo que a los medios les gusta
escuchar, y ríe. También a la crítica, comenta. Con seguridad algo de
nuestro diálogo vendrá cargado con esa palabra precisa que él intuye yo
busco. Lo que queda claro, sin embargo, es que Mendoza reconoce que
las varias lecturas a sus obras ya no le pertenecen. Le encanta que lo
adopten los de la novela negra y no siente que su obra sea política, pero
no le molesta que así la registren. Tampoco define su trabajo como la
narrativa sobre el narcotráfico, aunque resulta paradójico, puesto que es
así como se ha ganado la fama. Pero Mendoza distingue muy bien el
trabajo del creador y aquel de los críticos.
Elmer escribe sobre crímenes y criminales, sobre idiotas y
guerrilleros y muestra de cerca la vida sinaloense. Si bien los personajes
de Un asesino solitario y El amante de Janis Joplis --campesinos
pobres, pequeños burgueses venidos a menos, pescadores y criminales de
comandos especiales y del bajo mundo-- nos exponen cómo esta región
de México se ha visto afectada por la presencia de los narcos; los temas
que Mendoza escoge para crear sus historias y caracterizar a sus
personajes evocan antiguos registros y tradiciones literarias. Sobre los
narcos, confiesa que en estas dos novelas los ha descrito a través de la
ausencia. “Esa ha sido mi manera de narrarlos,” comenta.
69
Mendoza empieza a tratar el narco en su primer libro de crónicas.
Cada respiro que tomas se publica en 1990 a propósito de un encuentro
sobre “Narcotráfico y cultura”, organizado por DIFOCUR (hoy Instituto
Sinaloense de Cultura) en ese mismo año.6 El autor se ubica en el lugar
del productor de un discurso simbólico. Es decir, el texto muestra la
cultura local y sus pintorescos personajes, y a la vez hace guiños que
advierten al lector que éstos son producto de una construcción simbólica,
que son fruto de un artificio. En ese espacio que separa al lector de los
personajes y sus circunstancias, la obra sirve de glosa al universo cultural
del narco. ¿Cómo logra Mendoza este efecto? Me arriesgo a decir que él
es un artífice del lenguaje vernáculo, de la jerga local. Incomprensible en
un inicio --por los giros lingüísticos y el uso de modismos-- el lenguaje se
torna cadencioso y fluye con mucho sentido del humor, para culminar
recordándonos que eso que leemos es fruto de la labor literaria.
Cuando terminamos de comer, subimos en su auto y damos un
paseo por la ciudad. Los culichis 1 hablan del narco tour con cierto
sarcasmo, y comentan que los taxistas tienen tarifas fijas para los turistas.
Mendoza no me da el narcotour, sino que me muestra el paisaje donde
transcurren sus novelas. Me lleva a la col Pop, de donde salen casi todos
sus personajes literarios. La col Pop es una colonia de clase media, con
casas de piso bajo y porches de colores. Mientras paseamos, me cuenta
que además de escribir, conduce talleres literarios. Años atrás llevó a
cabo talleres con los reclusos de la cárcel local. “Todavía me conmueve
recordar los testimonios que los muchachos escribieron para el taller”.
Me explica que en los diarios literarios tales alumnos dieron su
testimonio de una manera muy distinta al testimonio que daban en las
cortes ante la justicia. En su escritura los chicos contaban con lujo de
detalles experiencias personales que no podían articular cuando daban su
testimonio legal.8
¿En esos talleres nace el lenguaje de tus personajes? – pregunto.
“No”-- contesta con firmeza. “Mira –y señala por la ventana. Esta colonia
que ahora es de clase media, cuando yo era pequeño era de gente muy
pobre y era una zona muy peligrosa de la ciudad. En este lugar crecí, aquí
me crié. El lenguaje de mis personajes es mi lengua materna.”
La crónica
En la primera parte de Cada respiro que tomas, Mendoza nos
acerca al extremo de lo que es el tráfico de drogas ilegales. “La parte de
70
Chuy Salcido” es la historia de vida de un recluso. La crónica reporta la
vida del criminal, un sujeto al que paradójicamente, hay que darle voz.
Pero este muchacho no puede explicar la situación que lo abarca y lo
excede. Tampoco lo hace el cronista, porque hacerlo implica imponerle
un sentido y así, silenciar su experiencia así como él la cuenta, con sus
gestos y palabras, entre bocanadas de humo. Hay que reconocer que si
éste es el límite epistemológico de la crónica, también que es su más
impactante acierto.
Chuy cuenta cómo se inició en el negocio de las drogas, las
peripecias en el transporte de mota; sus encuentros con los judiciales, la
traición y, finalmente, la vida en la cárcel. En ningún momento Mendoza
toma distancia de las palabras del Chuy para explicarlas. Tampoco
antepone su aproximación personal a una historia que
escucha/graba/transcribe/edita. El Chuy entonces, elabora su testimonio
sin que en el texto aparezcan marcas que determinen una justificación que
trascienda su situación ni sus causas. La lectura es un reto. El registro del
lenguaje del Chuy no es fácil de seguir, y sin embargo, a lo largo de las
diez secciones cortas del relato de su vida, terminamos por entender y
disfrutar de la cadencia de sus palabras. Pero Mendoza es indolente con
los lectores. Nos enfrenta con su personaje (el texto) sin instrumentos que
(nos) den seguridad en la lectura. Aquí está su aproximación literaria
(ética y estética) al Chuy y a su historia. Aunque se puede interpretar el
uso del testimonio como un ejemplo más del auge de éste género como
discurso de verdad y de redención en un momento en que la literatura
estaba en una etapa de desprestigio en América Latina, en este caso es
notorio el trabajo con el lenguaje. Ahí se pone de manifiesto la diferencia
entre el lector y el protagonista del relato, porque si bien el lenguaje es el
nexo que une al lector y al protagonista, también es lo que los separa.9
En una entrevista a propósito de su crónica, Mendoza explica que
el personaje del Chuy surge a partir de la conversación con varios
reclusos en la cárcel de local.10 “Mas bien es el ensamble de muchos
personajes”. (51) El Chuy es una suerte de sujeto ideal cuya vida da
cuenta de una experiencia colectiva. Lo que lo convierte en personaje de
ficción, es que su historia no merece explicación. Es un universo que se
construye en un lenguaje vernáculo trabajado a pulso y al que si se le
añade una explicación, terminaría por desaparecer. ¿Acaso, no es esto lo
más parecido a la literatura? 11
Ciertamente la sensibilidad de Mendoza se filtra por eso que él
define como su lengua materna, pero hay que reconocer que no es una
lengua estanca. En la segunda parte de ese libro, Mendoza sigue firme en
71
su búsqueda estética del lenguaje y su crónica decanta en el artificio de
las formas literarias. En cada uno de los cortísimos capítulos se narran las
historias de eventos violentos ocurridos en el estado. Casi todos ellos han
sido registrados anteriormente en narcocorridos, porque son parte del
repertorio de mitos y leyendas de la cultura local. En el libro estos
eventos se narran en varias voces, rumores y diálogos porque son el saber
colectivo. Ese es el caso de “Clínica Santa María” y “Camelia la Texana”
los títulos que copian los nombres de dos narcocorridos. “La culpa la
tienen los narcos” muestra un salto hacia imágenes más elaboradas: “El
oleaje era verde. Color que es propiedad de Lorca, como Darío detenta el
azul y Rulfo el ocre campesino” (59). Para mostrar el lugar externo que
ocupa el cronista hacia el final de la crónica, un personaje lo interpela:
“Tú sabes lo que es la crisis -continuó JM- si a nosotros, los pequeños
propietarios que se supone que estamos bien, no nos alcanza, menos a los
ejidatarios;…” (60). En la última crónica, “El sepelio de don Bernardino
Quintero” se mantiene la voz impersonal en una narración en la que
abundan imágenes literarias: “El sol avergonzado buscaba el cuerpo de
las muchachas” (61).
Mendoza, como un Pierre Menard, copia en su libro, no sólo las
historias del narco, sino su representación, o sus varias
representaciones.12 Aunque sus palabras no son idénticas a las de los
narcocorridos (como son las que copia Menard de Cervantes) al reescribir
lo representado, Mendoza elabora también un texto mucho más complejo
respecto al narco. En cada sección no sólo recuerda a los personajes y los
hechos, sino que el recuerdo se elabora como una reflexión sobre su
representación previa. Cada respiro que tomas es un texto cultural y una
glosa al mundo de representaciones que se articulan al alrededor del
narcotráfico. La crónica da cuenta de la artificialidad de los mitos y sus
protagonistas; de los hechos y sus varias versiones (inclusive la de
Mendoza mismo) que finalmente constituyen la cultura del narco.
El crimen
La literatura –y la crítica literaria—han explotado el crimen como
uno de los eventos de virtudes insospechadas. Josefina Ludmer lo dice
muy bien cuando afirma: “Como bien lo sabían Marx y Freud, el crimen
es un instrumento crítico ideal porque es histórico, cultural, político,
económico, jurídico, social y literario a la vez: es una de esas nociones
articuladoras que están en o entre todos los campos” (14 énfasis en el
original). Cuando el crimen es del tráfico de drogas, los discursos
oficiales están llenos de alusiones moralistas en contra de las drogas, y de
silencios implícitos a la actividad clandestina. Elementos que contribuyen
72
a la mistificación de las actividades ilegales y de los personajes que se
dedican a ellas. Los Estados, según Gootenberg, participan activamente a
esta mistificación, porque es su manera de promover discursos de control.
(31)13 En las novelas de Mendoza, el silencio respecto de los narcos tiene
un efecto contrario. En vez de mistificarlos este silencio los revela, si no
como personajes individuales, sí como protagonistas de la cultura que
habitan y crean.
En 1999 publica su novela Un asesino solitario. La historia toma
lugar en 1994 y el evento que articula la trama es el asesinato de Luis
Donaldo Colosio. Colosio fue designado por Salinas de Gortari como
candidato del PRI para sucederlo en la presidencia, pero fue asesinado en
Sonora durante los meses de la campaña. El caso Colosio fue un
escándalo que puso, una vez más en la historia del PRI, el dedo en la
llaga. La corrupción del gobierno y la íntima relación entre política y
crimen ahora tenían un telón de fondo: el narcotráfico. Mario Aburto, a
quién se le atribuyó la muerte de Colosio, declaró haber trabajado en
solitario.
Mendoza se apropia del adjetivo con el que la prensa publicó las
declaraciones de Aburto donde él aseguraba haber actuado en solitario.
Pero como el músico que interpreta e improvisa una pieza de jazz, el
solitario de Mendoza tiene una manera personal de ejecutar un crimen
que está orquestado por organismos que trascienden su singularidad.
Quizá en ningún evento –como en el asesinato a Luis Donaldo
Colosio—converjan de manera tan perfecta los elementos para una
novela negra. El asesinato sucede cuando el éxito del sexenio de Salinas,
después de la firma de NAFTA y la pretenciosa ubicación de México
entre los grandes del norte, estaba eclipsado por los aguafiestas Zapatistas
en Chiapas y los rumores de que la mentada limpieza del régimen
respecto a la corrupción del narcotráfico, había sido una pantalla. La
coyuntura política estaba dominada, además, por la fuerte presencia del
narcotráfico. Para comprenderla desde una perspectiva histórica, vale la
pena citar de nuevo a Gootenberg: “Drug trades are both the underside
and product of trade liberalization: pressures for enhanced commerce and
for shrinking states collide with the dictates of tighter control over
unwanted trades. Nowhere is this tension clearer than with NAFTA and
the intensified smuggling and militarization along the Unites States-
Mexico border during the 1990s” (…). Esta es la coyuntura que nutre la
obra de Mendoza.
73
Aunque como novela negra está lejos de ser una novedad en el
contexto del norte mexicano, con ésta se estrena la perspectiva de un
sicario entrenado en el regazo del estado represor de Díaz Ordaz, que se
distancia de los narcos locales, pero que al estar del lado del gobierno,
termina sin saber para quién trabaja.14 El Estado, o las instituciones del
Estado son fundamentales en la genealogía de este asesino y por lo tanto
el Estado tiene un lugar protagónico en la historia.
Jorge Macías, “Yorch” para los amigos, es el solitario que
mantiene un diálogo (que resulta ser un monólogo porque su interlocutor
nunca le contesta) con un compañero de escondite. El es el narrador de
esta historia, y lo hace en la jerga carcelaria de los de su clase. Si en un
primer momento nos resulta incomprensible el relato, en el transcurso de
la lectura notamos cómo el autor transforma las palabras de Macías en un
lenguaje con ritmo y valor estético. El autor deja que el protagonista
cuente su historia sin interrupciones ni preguntas, y describe a su asesino
en un lugar oscuro, húmedo, incluso fétido, como una cárcel (como el
caso del Chuy). Macías dice estar en el drenaje profundo, que al parecer
es la construcción de una alcantarilla y que en mucho se parece a la
cárcel: “…ya ves lo que se dice de los que trabajamos aquí, en el Drenaje
profundo: que somos puros malandrines, puros batos felones, y de ahí
parriba; será el sereno, pues sí ni modo que qué, así que carnal,
acomódate porque el rollo es largo¨ (11).15 Esta coincidencia se hace más
efectiva cuando Macías saca de rendijas o debajo de las piedras sus
bienes: drogas, alcohol, comida. Interrumpe el relato en varios momentos
para compartir estas cosas con su interlocutor, y hace notoria la dificultad
de conseguirlas, lo cual incrementa su valor como mercancía, tal como
sucede en la cárcel.
Sus compañeros de trabajo lo llaman El Europeo, por la precisión y
sangre fría en el cumplimiento del trabajo. Macías confiesa que prefiere
trabajar solo, para evitar la traición y entre los reglamentos de su ética
personal está el no meterse con narcos, con mujeres ni curas. A los curas
no quiere matar por superstición; a las mujeres porque las considera más
débiles y vulnerables, igual que a los niños. De los narcos, en cambio, se
aleja por otras razones: “...nunca quise nada con ellos porque ahí son
broncas de familias, te bajas un cabrón y luego es una mancha de jodidos
la que te quiere hacer gacha, además, varios de mis compas le entraron al
negocio, como le dicen, y así les fue carnal: un desmadre, casi se
acabaron la clica” (112).
Macías, un miembro del cuerpo especial encargado de la seguridad
del presidente, pasa por una época difícil con su jefe, que no lo ha
74
convocado en algún tiempo. Inseguro sobre su condición y sin saber si
está destituido, recibe una oferta de trabajo que le dejará buen dinero:
matar al candidato a la presidencia en plena campaña. Cuando Macías se
compromete a llevar a cabo su trabajo, recibe una llamada de su jefe, para
que vaya a Chiapas con la falsa identidad de periodista, para matar al
Comandante Marcos. Los zapatistas le estaban arruinando el festejo de la
culminación del sexenio a su presidente. Estos dos trabajos Macías los
tiene que cumplir casi al mismo tiempo. Al Candidato lo mataría cuando
estuviera en el norte del país, y luego tendría que viajar a Chiapas. Las
cosas se complican y no puede cumplir con sus compromisos. Pero por
esta razón se da cuenta de que él es también víctima de una trampa y que
con la muerte del Candidato, se ha planeado su propia muerte. Como
sucede en el género negro, el desenlace de la historia tiene que ver con un
fracaso producto de las cosas del corazón.16
Macías es conservador y racista. La constante alusión a la
televisión deja ver que es ahí donde se nutre para comprender el mundo.
Admira y concuerda con Abraham Malicovski, (Jacobo Zabludovsky) el
comentarista del telediario mexicano cuyas visiones conservadoras y sus
vinculaciones con la elite del PRI, hacen que el problema en Chiapas, los
guerrilleros, y las demandas del Sub-comandante Marcos, le resulten,
además de estúpidas, antipatrióticas. Su nacionalismo es tan cándido
como peligroso, sobre todo cuando comenta que trabajaba para el servicio
secreto del presidente, y se expresa con añoranza del poder del que en
algún momento gozó. También reflexiona sobre su oficio:
…me acordé del candidato, realmente era un bato acá, simpático, buena
onda, y si me lo iba a bajar no era nada personal, simón que no, nada
que enturbiara la onda, porque lo que soy yo ni enemigos tengo y nunca
le di cran a nadie porque me cayera gordo, nel, siempre trabajé para
otros; sí es cierto que por mi cuenta me bajé a tres o cuatro, pero se
puede decir que fue en defensa propia. (137)
En Macías no hay remordimiento, y la responsabilidad, si alguna,
él la pone en quien lo contrata. Al final Macías descubre que fue
traicionado por su jefe que decidió sacrificarlo al encomendarle un
trabajo en el que no podía haber ni cómplices ni testigos. Por su
reputación de solitario, es el hombre perfecto para cometer el crimen
contra el candidato. El viaje a Chiapas lo haría presa fácil de un accidente
que lo hiciera desaparecer sin mayor escándalo y por tanto, sin dejar
rastros de quién mató al candidato. Macías sería ejecutor y víctima de un
crimen planeado desde Los Pinos. El crimen doble hace que Macías no
sea sino un mediador en un engranaje de corrupción, ilegalidad, y falta de
75
moral. La ética de Macías, entonces, no sorprende ni alarma, sino que
parece la adecuada. Su drama como en toda novela negra, es quedar
atrapado en el crimen de la institución que avala la ley.
La identificación que los lectores tenemos con Macías hace posible
que el crimen que describe Mendoza se interprete como una apelación a
la suspensión del juicio moral como parte de su construcción estética, tal
y como plantearon los románticos siguiendo a Kant, e incluso la tradición
de la literatura gótica. Sin embargo, al analizarlo con detenimiento, es
imperante reconocer la dimensión ética que el mismo Macías le confiere
a su crimen. Aquí radica la importancia del género negro en el tema del
tráfico ilegal de drogas y el sistema corrupto que lo genera.
Cuando le pregunto a Mendoza sobre las lecturas que nutren su
literatura, entre sus muchos autores menciona, por supuesto, a Dashell
Hammet, Raymond Chandler, incluso a su gran amigo Rubem Fonseca.
De todos los autores que mencionó, mi memoria se detiene en ellos no
sólo porque en su literatura la constitución del crimen muestra la zona
gris del poder, sino que la construcción de los personajes es una intensa
labor con el lenguaje. En Mendoza el lenguaje no sólo es ese punto de
encuentro y desencuentro con el otro, como se ha dicho, sino que
constituye la verosimilitud del relato. Eso es lo que Jameson define como
el asunto problemático de la novela criminal.17 La innovación del
lenguaje es propia de la novela negra, como síntoma de la fragilidad de la
institución de la ley dentro de un estado en vías a una modernización que
no había llegado a consolidarse.18 En el caso de este relato se puede decir
que es fruto de un estado en vías de reconfiguración y de diversificación
democrática después de 70 años de estar regido por un partido único. En
este amplio contexto Mendoza narra una historia en la que la cultura del
narco es una ausencia, pero una ausencia obvia.
El idiota
Críticos de arte, escritores, y artistas sinaloenses afirman que la
violenta incursión del ejército durante los años de la Operación Cóndor
dejó una marca traumática en la población. Los abusos a los derechos
humanos, las desapariciones y la desarticulación de movimientos de base
de estudiantes, ejidatarios y sindicatos, fueron producto de las políticas
represivas de la época.19 El amante de Janis Joplins es una historia que
se desarrolla durante estos años de terrible represión estatal. Una vez más,
a través de la historia de un joven humilde, Mendoza recrea la vida en
Sinaloa y muestra, por un lado, un estado abusivo y por otro, la lenta
consolidación del los narcos en la región.
76
Si en Un asesino solitario Mendoza presenta a un criminal sin
remordimiento en El amante de Janis Joplins explora el mundo de las
víctimas sin redención. El relato presenta un anti-misticismo que no se
puede traducir en una mera estetización de la violencia, pero tampoco en
un nihilismo sofisticado. El amante de Janis Joplins es una novela de
un realismo poco mágico.
El relato comienza con la descripción de un crimen que tiene el eco
de un pasaje bíblico. David es un joven de la sierra, humilde y muy hábil
con las piedras. Por la velocidad con que las lanza, su fuerza y buena
puntería, es incluso capaz de cazar conejos a piedrazos. Cuando el capo
de los narcos, Rogelio Castro descubre que David tuvo una eyaculación
al bailar con Carlota, su amante, lo empuja y lo tira al piso. David,
indefenso frente a ese Goliat enorme y todo poderoso que dispara al aire
para amenazarlo, tira una piedra en la frente de su verdugo con tal fuerza
y puntería que lo mata. El asesinato, lejos de liberarlo como al héroe
bíblico, lo ata a la ira y al deseo de venganza de toda la familia Castro. La
desgracia de David a lo largo del relato está ceñada por el código de
honor que identifica a la familia de narcos.20
Hay otro elemento que caracteriza a David, y es que todos lo
consideran un idiota. Tiene los dientes grandes y la boca siempre abierta.
En la historia, sin embargo, más de una vez los lectores nos preguntamos
si más allá de su pinta y de ser un campesino ingenuo y sin educación, es
realmente un idiota. Como estrategia narrativa, hacer de un idiota o un
proto-idiota el protagonista de la historia, hace de este personaje nos
resulte indefenso. En el mundo en el que habita, su aspecto lo hace
inofensivo y sus aventuras, aunque violentas, pueden presentarse con
mucho sentido del humor.
Pero además, después de matar a Rogelio Castro, empieza a
escuchar una voz interna que le da órdenes y que lo insta a actuar de
manera extraña. Todos asumen que lo que escucha David es un síntoma
más de su estupidez, que ahora cobra visos de locura. Pero en realidad la
voz que le habla representa su parte re-encarnable que alcanzará su
libertad y autonomía, únicamente con la muerte de David. Eso explica
que a lo largo de la historia, además de maltratarlo, la voz lo instigue a
cometer actos que pueden provocar su muerte: medir su hombría con sus
verdugos, buscar la venganza por la muerte injusta de su padre en manos
de los Castro; enfrentarse con el ejército cuando sospechan de él, etc.. En
un momento de la historia, cuando David le pregunta a la voz, por qué
apareció tan de pronto en su vida y qué es lo que busca, la voz le confiesa
77
que él es su última parada antes de la libertad total y que sólo un suicidio
(de David) la condenaría a una temida eternidad.
El debate entre David y la voz no es el del bien contra el mal.
Recordemos que la voz lo insta a hacer el mal. Es un recurso para mostrar
la tensión entre el sentido común de David y el de los valores que atentan
contra su vida. La presencia de la voz no sirve para elaborar una teoría de
lo trascendental, no es una presencia mística que explique los infortunios
de David. Por el contrario, la voz le sirve a Mendoza para presentar y
resolver el tema de su novela: el sinsentido de todos los sufrimientos su
protagonista. Si la idiotez de David lo sitúa como una víctima ante los
lectores, su intercambio constante con la voz le da un perfil de autonomía
y agencia que no parecen serle propios a un idiota. La voz neutraliza un
posible paternalismo del lector hacia el personaje. En otras palabras, si la
idiotez le sirve para protegerse de los personajes en la historia, la voz le
sirve para protegerse de la lectura compasiva de los lectores.
Después del crimen David huye a la casa de su tío, en Culiacán. El
tío de David entrena a un equipo de béisbol local e invita al sobrino a
participar en el juego. Con la fuerza y buena puntería David se convierte
en la estrella del equipo y su tío lo lleva a Los Angeles, donde tienen un
partido importante. Por su debut David recibe una oferta de trabajo con
los Dodgers y desde entonces se inmortaliza entre sus amigos con el
apodo de Sandy Koufax.21 En busca de aire puro después de vivir tantas
emociones, David sale a la gran ciudad a dar una caminata en solitario.
De un pasaje oscuro sale una mujer vestida con ropa psicodélica y le
propone tener sexo. Son los ocho minutos más felices en la vida de
David. Cuando cuenta la experiencia a sus amigos, ellos reconocen en la
historia a la diva, Janis Joplins (de ahí el título de la obra).22 Estos guiños
a la cultura popular de los 60 están llenas de humor y de ironía. Una de
ellas es que cuando los militares sospechan que David es guerrillero,
asumen que Sandy Koufax es su nombre de guerra y que la foto de
periódico de la Joplis que David guardaba en su cartera, era la foto de su
compañera de célula subversiva.
El guerrillero es en realidad, el Chato, primo de David. Cuando los
militares allanan la casa de sus tíos y ven hospedado allí a David, asumen
su participación en la guerrilla. Esta falsa acusación hace que después de
varias peripecias, cambios de vivienda, de ciudad y de oficio, David sea
torturado y maltratado en la cárcel, de donde lo quiere sacar el Cholo,
amigo de la familia y pretendiente de su prima María Fernanda.
78
El Cholo es el personaje más interesante de la historia, estudiante
sin éxito ni talento de la facultad de agronomía. Se dedica al béisbol con
el tío de David y en cada viaje a Los Angeles, lleva marihuana para
levantar unos pesos. Al Cholo le va bien y decide enlistarse entre los
arriesgados del negocio de la marihuana. Busca hacer dinero para casarse
con María Fernanda. Para aceptarlo entre los suyos, su jefe, Sergio
Carvajal Quintero (hace alusión a Lamberto Quintero) le insta a pedir
permiso a su papá, aduciendo que el negocio es un asunto de familia y
que no se lo aceptaría sin el consentimiento del padre. En realidad, el
asunto del parentesco va más lejos. El capo quiere casarlo con su sobrina,
porque ella está embarazada y no sabe de quién. Este pacto le asegura al
Cholo un ascenso en el negocio, y al capo, el honor de su sobrina.
El flamante narco es el amigo más leal que tiene David. El
contraste entre el idealismo ortodoxo de su primo que lo hace un
personaje casi cruel y la fidelidad y candidez del Cholo ponen en
entredicho los prejuicios clásicos frente al activismo de los 60, así como
de la cultura de muchos enlistados al negocio de los duros. Cuando los
militares meten preso a David, el Cholo es quien mueve policías y
políticos para lograr su libertad, y cuando se entera de que en la cárcel
vive uno de los Castro que busca la revancha familiar, contrata a un
asesino a sueldo para que le sirva a David de guardaespaldas. La amistad
del Cholo es incondicional.
La suerte de David recorre varios mundos. Hay en sus
desplazamientos, los ecos de las historias de los pícaros, sólo que él no
busca un ascenso social. David cambia de trabajos e incluso de ciudades,
lo que permite tener una mirada panorámica de Sinaloa desde las sierras
de donde sale al inicio de la historia hasta la costa en Altata donde lo
agarran los milicos. En el puerto, David trabajó con los pescadores y se
convirtió en un excelente navegante, por eso terminó ayudando al Cholo
a transportar una carga de marihuana a los EEUU, cuando la frontera se
había puesto dura.
En la escena final confluyen militares, narcos, el idiota y la suerte.
Cuando David está en la oficina de la cárcel, a punto de lograr su libertad
por las coimas del Cholo, llega el jefe de los milicos Eduardo Mascareño.
Ofendido y consecuente con sus ideales de limpiar al país de la guerrilla,
decide vengarse de David. Lo engaña y lo lleva a un helicóptero donde lo
quiere castrar para luego tirarlo al mar atado a un bloque de concreto.
David, sin embargo, cambia el sentido de esa muerte que marcó el estilo
salvaje de los militares en los 70. Antes de que militar lo cape y lo
empuje al agua, David se lanza y se suicida.
79
El idiota se resiste a tener una muerte indigna. El suicidio es un
último gesto que afirma su voluntad. Es también su venganza de la vos
que no lo dejó tranquilo durante todo el relato. Sabe que con el suicidio
condena a la voz a su temida eternidad. En vez de inmortalizarse como un
mártir y dar sentido al trabajo del militar, David se mata. El sufrimiento
no redime a David y al ser el agente de su propia muerte, vuelve a poner
distancia entre su suerte y nuestra compasiva lectura. Su suicidio es una
muestra de autonomía incluso respecto del autor. David no permite que la
escritura lo aprehenda para dotar de un sentido trascendental a aquello
que no lo tiene: ese destino violento que marcó su vida. La sabia idiotez
de David nos muestra que la cultura es también una trampa.
Las balas
Poco antes de terminar nuestra conversación, Mendoza me cuenta
que quiso escribir una novela de ciencia ficción, pero que sus editores
vetaron el proyecto. Trabajaba en ese entonces en Balas de plata, la
novela que se publica con el premio de Tusquets de novela, en el otoño
del 2007.
Balas de plata es la historia de un asesinato en el que confluyen
personajes que corresponden con el universo de los sospechosos de
siempre, que circulan en el imaginario general de lo que es el mundo del
narcotráfico. La víctima y sus posibles verdugos son personajes cuya vida
sexual es bastante promiscua, muchos son homosexuales o bisexuales. El
motivo del crimen no es la droga, ni el honor, sino los celos, y la
impunidad del crimen es fruto de la omnipotencia de los narcos. De todos
sus relatos, es el único que se adentra en el universo de los narcos, el que
reproduce sus palabras y su escala de valores. Sin embargo, es también el
relato que menos muestra la complejidad de la cultura local por la
presencia de los narcos. La acción transcurre en Culiacán, pero podría
suceder en cualquier ciudad de México o de Latinoamérica.
La cultura del narco aparece representada con características
ampliamente reconocibles. Aunque los personajes son culichis, en ella se
han borrado los matices locales y se aborda el tema con trazos generales,
con personajes globalizados. A diferencia del resto de las obras que
juegan con la distancia y resultan ser comentarios a la cultura narco,
Balas de plata se produce desde dentro de esta cultura, incorporando sus
exigencias. El lenguaje ha dejado de tener la intensidad y es menos
arriesgado; el eje del relato entonces, ya no es el lenguaje sino la
precisión del argumento. Paradójicamente, como una bala en la palma de
80
la mano, es también la obra en la que el tema del narco resulta más
escurridizo.
El diálogo con Mendoza terminó al cabo de siete horas; después de
un abundante desayuno norteño, el ameno paseo por la ciudad, la visita a
la col Pop; la capilla de Malverde y un recorrido por el malecón,
Mendoza me dejó de regreso en el hotel. Desde ese día empecé a escribir
sobre su obra. El diálogo con Mendoza continúa.
Bibliografía
NOTAS
81
1
La cita está tomada del libro de Astorga (Astorga 2005:144). Caro Quintero fue
señalado como el dueño de un sembradío de once mil toneladas de marihuana
que fueron destruidas en 1984. Meses más tarde un importante agente de la
DEA, Enrique Camarena, fue secuestrado y muerto. El caso Camarena desata
desacuerdos entre las organizaciones que operaban contra las drogas en México
y los Estados Unidos y marca el inicio de una relación conflictiva entre los dos
países, en la que además, resulta difícil establecer que la corrupción es algo de lo
que no usufructúan solamente las autoridades mexicanas.
2
Pese a la popularidad de ciertas concepciones equivocadas que afirman que el
narcotráfico es un poder paralelo al estado, o que es un estado dentro del estado,
hay varios estudios que demuestran que los grupos de crimen organizado nacen y
crecen paralelamente y en relación directa y de subordinación a los estados
modernos. Anton Blok analiza y estudia la historia de la mafia en Italia y discute
sus orígenes desde el desarrollo del mercantilismo. Para estudiar historia de las
relaciones entre el estado Mexicano (el PRI) y los grupos de traficantes, ver la
obra de Luis Astorga.
3
En el sexenio de Felipe Calderón por primera vez en la historia local, la guerra
contra el narco la encabeza de manera directa el ejército. Las consecuencias de
esta política han sido devastadoras. El 15 de septiembre del 2008, en medio de
las celebraciones de la independencia, en la plaza de Morelia, los narcos cometen
su primer acto de violencia contra la sociedad civil. Un ataque que recuerda la
violenta actividad de los narcos durante finales de la década del 80 en Colombia.
Pese a esta semejanza, afirmar que se vive la colombianización de México -como
lo publican algunos diarios- resulta superficial. Para comprender las
especificidades históricas de cada caso es necesario un análisis comparativo de
la relación entre el narcotráfico y el estado en Colombia y en México algo que
excede el objetivo de este estudio.
4
Mendoza fue ingeniero, profesión que ejercitó hasta los 28 años, cuando
decidió ser escritor. Cuentan en su obra tres libros de cuentos Mucho que
reconocer (1978), Trancapalanca (1989) y El amor es un perro sin dueño (1992).
Ha publicado dos libros de crónica relacionada al narcotráfico Cada respiro que
tomas (1991) y Buenos muchachos (s/f). En este trabajo analizo tres de sus
novelas El asesino solitario (1999) y El amante de Janis Joplins (2001) y Balas
de plata, que ganó el premio de Novela Tusquets 2007. También están las
novelas Efecto Tequila (2004) y Cóbraselo caro (2005) obras a las que no haré
referencia.
5
Perez-Reverte habla de Mendoza como su maestro y amigo y es él quien más
ha promovido la fama de Mendoza como el escritor del narco a nivel
internacional. A nivel nacional, vale recordar la controversia que se genera en
torno a la literatura del narcotráfico como asunto del norte, en Letras Libres
(septiembre, 2005. v7. i81). Al hablar sobre el tema, y obviando del tono
regionalista de algunos artículos, Mendoza me comenta que el revuelo que causó
la controversia hizo que la revista rompiera record de venta en esa edición y que
en la edición siguiente, (octubre, 2005. v8 i7) se publicaran aclaraciones y
reclamos. Más allá del anécdota, el debate dejó claro la necesidad del centro (D.
82
F.) de mirar seriamente la producción literaria del norte y reconocer a autores
como Mendoza.
6
El encuentro es ya un síntoma de que a principios de los 90 en Sinaloa se sentía
la necesidad de pensar en el fenómeno de tráfico de drogas ilegales desde lo
cultural. La fecha coincide con el estreno en Colombia de la película Rodrigo D.
No Futuro de Víctor Gaviria y la publicación de la crónica de Alonso Salazar No
nacimos pa ´semilla. La coincidencia en fechas no es la única. Tanto los artistas
y cronistas mexicanos como los colombianos tornan su mirada al sicario como
protagonista de sus trabajos.
7
Gentilicio de Culiacán
8
La experiencia de la que habla Mendoza es muy parecida (aunque el medio de
expresión es otro) a la de Juan Manuel Echeverría expuesta también en este libro.
La diferencia entre el testimonio legal y el testimonio que los reclusos hacen a
través de la literatura y el arte plástico, tiene resonancia en las reflexiones de
Giorgio Agamben en torno a la diferencia entre la ética y la justicia. Las
actividades creativas abren la posibilidad de reestablecer cierto orden en el caos
social; órdenes que –para bien y para mal- no se relacionan con proyectos
jurídicos. Hay que considerar que la violencia del narcotráfico se da en contextos
en los que faltan sistemas jurídicos que regulen las prácticas de cultivo,
procesamiento, transporte y consumo de drogas, así como en lugares en los que
las instituciones de la ley son muy débiles.
9
La propuesta ética y estética de Mendoza en su trabajo con el lenguaje se puede
definir siguiendo las sugerencias de Levinas: “A work conceived radically is a
movement of the Same towards the Other which never returns to the Same (92,
énfasis en el original). Ese universo del otro se manifiesta con palabras que no
encuentran corroboración en el diccionario. El trabajo del lenguaje demanda una
lectura atenta que a la vez que acerca al lector al universo del narco, no le
permite enajenarse en esa realidad que está elaborada con palabras desconocidas
o por lo menos, irreconocibles. Es una propuesta de un encuentro con la
alteridad, sin la intensión directa de intervenir en ella.
10
“Arte y literatura: los otros rostros de la transgresión” Nery Córdova en
Arenas. Revista sinaloense de ciencias sociales. (12), 2007.
11
Quizá el contraste más adecuado para aclarar este punto sea la obra de Salazar.
Mientras en No nacimos pa´semilla el colombiano busca explicar la vida en las
comunas al trazar genealogías personales y colectivas, y, por último, añadir un
glosario de términos al final del libro, la obra de Mendoza hace todo lo contrario.
El sólo nos presenta la vida del Chuy narrada en sus propias palabras. No hay ni
la explicación histórica, ni la elaboración de una genealogía que busque redimir
al personaje. En ese sentido, la propuesta estética de Mendoza es más parecida a
la de Gaviria en sus películas Rodrigo D. y La vendedora de rosas (2000),
aunque el género narrativo sea distinto. La motivación de cada autor resulta
obvia a la luz de sus oficios actuales. Salazar es el actual alcalde de Medellín y
Mendoza el celebrado autor de libros de ficción.
12
Al hacer este punto no trato de sostener que el narcotráfico es una construcción
del lenguaje y que sólo desde esa perspectiva podemos analizar el discurso del
83
poder. No es mi propósito entrar en la discusión constructivista de la historia,
sino más bien mostrar cómo un texto literario presenta la propia extrañeza
respecto a eso que re-presenta. El efecto de distancia que esto genera,
paradójicamente es más efectivo para detectar los mitos de la cultura narco y no
contribuir con su mera reproducción.
13
No es casual que el primer libro de Luis Astorga Mitologia del narcotraficante
en México, trate justamente de este aspecto. El saber común que Astorga
cuestiona y critica, oscila entre la información jurídica, y los narcocorridos, que
son una suerte de cantares de gesta producidos desde dentro del universo de los
traficantes. (1995) (2005)
14
La novela criminal, sea en su versión más conservadora, la novela de
detectives, o su versión más radical, la novela negra, son maneras distintas de
mirar el mundo. La novela de detectives se desarrolla con la consolidación de la
institución policíaca y las instancias que de manera efectiva, empiezan a aplicar
la ley, por lo tanto son historias en las que el detective logra restablecer la
alteración del orden y condena al criminal. La novela negra, por el contrario, se
desarrolla en momentos de crisis institucional y corrupción del Estado y su
argumento favorece el punto de vista del criminal para mostrar el oscuro
entramado político, social y jurídico en el que el éste se mueve, del que es fruto y
muchas veces víctima. Lo que les es común a ambas, es su relación con la
crónica. (Bell: 2003; Pyckett: 2003). Para un estudio sobre la novela criminal en
el norte de México ver Ramírez-Pimienta (2001); Gabriel Trujillo Muñoz (2000)
y Gerardo Segura (1996).
15
Drenaje aparece en el texto con mayúscula y con minúscula. La falta de
consistencia en la edición se presta para una doble interpretación: un lugar
específico, como el que describo aquí, o un lugar metafórico como lo interpretan
otros críticos. Ver sobre todo Ignacio Corona en Ramírez- Pimienta (Ed) 2005.
16
Sigo las descripciones de la novela negra de Tomy Hilfer.
17
Sigo aquí las ideas de F. J. Jameson sobre la obra de Raymond Chandler. Ver
bibliografía.
18
Vale la pena recordar a autores como Daniel Defoe y Charles Dickens en los
albores de la literatura inglesa moderna. Ambos autores eran adictos a los
Newgate Calendars, los panfletos de prensa amarilla que narraban la vida y
delitos de los habitantes más afamados del Newgate, la cárcel londinense. Defoe
escribió algunos testimonios de sus reclusos; él y Charles Dickens casi un siglo
después, hacen que presos y fechorías, crímenes y criminales dejen el
protagonismo del tabloid para convertirse en míticos personajes de ficción. La
búsqueda estética en la literatura de estos autores está pautada por los eventos
que narran esos diarios en una época donde no estaba consolidada la policía
como institución del orden (sobre todo en la época de Defoe, recordemos a Moll
Flanders). Sin embargo, más allá de que los crímenes y sus autores aparezcan
como síntomas de los achaques de la capital inglesa del 1700 y del 1800, estas
obras son muestras de la literatura como un camino del conocimiento no
introspectivo, sino social (Bell: 2003).
84
19
En México quien dirige la Operación Cóndor es el General José Hernández
Toledo quien fuera responsable de la masacre en Tlatelolco el 2 de octubre de
1968. Esto marca una continuidad en las políticas de Días Ordaz y sus sucesores,
pero también de cierta vinculación entre las políticas represivas de dos guerras
promovidas el norte: la Guerra Fría y la Guerra contra las drogas.
20
Antón Blok analiza desde el punto de vista cultural, por qué la constitución de
las leyes en la mafia (italiana) giran en torno a los principios y leyes del
parentesco. El análisis de Blok sirve muy bien para comprender la situación de
las familias serranas.
21
Sandy Koufax fue un pitcher de los Dodgers muy famoso en los años 50 y 60.
21
Una de los mitos alrededor de Joplins es que le gustaba tener sexo ocasional
con hombres desconocidos que ella recogía en las calles, y su predilección eran
los hombres de piel más oscura, como David.
85
JUVENTUD, NARCOCULTURA Y CAMBIO
SOCIAL ¿el regreso a la cosmovisión tradicional?
♠
Maestro en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad Autónoma de Sinaloa. Actualmente estudia el doctorado en
Sociología en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
86
el fin del mundo hasta las charlas sobre autos voladores, hombres que
caminarían por el aire a bordo de pequeños discos, viajes intergalácticos,
en fin, la serie de televisión Los Supersónicos trasladada a la vida real
aunque procesada en la imaginación.
Si no les atemoriza dar a conocer sus edades, algunos
desempolvarán la frase ¿hasta cuándo lo lograremos? ¿hasta el año dos
mil? que daba a entender que el alcance de algún objetivo duraría mucho
tiempo. Y así lo parecía. Sin embargo, como no hay plazo que no se
cumpla ni persona que lo aguante, ya estrenamos ocho años de este siglo
y milenio nuevos. Ahora bien, mientras el mundo festeja la entrada a una
nueva era con la más avanzada tecnología, la banda en Sinaloa retumba
con mayor fuerza, como el monstruo gigante que se mantuvo dormido y
ahora despierta con un apetito acumulado en sus años de permanecer
desatendido por las masas. Con esta frase no pretendemos hacer otra cosa
que introducir la idea que expondremos en el presente trabajo: nos
encontramos más allá de una irremediable pero interesante transición
hacia nuevos modelos de relación social. En este lapso, donde se
establecen conceptos como democracia, tolerancia, diálogo o acuerdos,
cobran vida algunas expresiones que parecían olvidadas y sepultadas en
la historia, como el resurgimiento del nazismo, los conflictos con
fundamento religioso, la expansión del imperio y hasta nuevas formas de
esclavitud que se esconden en las lagunas que dejan las leyes modernas,
entre otros hechos que también se vuelven cotidianos.
El sentido implícito de esta afirmación nos hace pensar en los
avances que de forma general han influido en la percepción del mundo y
sus relaciones por lo menos en los últimos 25 años. Hablamos del siglo
XX como un pasado cuyos sucesos marcaron significativamente nuestras
vidas, en todos los sentidos y desde cualquier ámbito: grandes logros
sociales y tecnológicos, inventos y descubrimientos, hasta el horror de
guerras en dimensiones jamás conocidas, son algunos ejemplos que
difícilmente dejaremos de mencionar. Pero hoy es tiempo de la
globalización y la tecnología, un concepto que resume una gama
inimaginable de inventos y descubrimientos 1 que a nuestros abuelos les
hubiera causado asombro, y si lo hubiésemos expresado en sus años
mozos, seguramente la vergüenza y el deshonor a la familia por
1
El descubrimiento del genoma humano, Internet, telefonía celular, entre otros,
forman parte de este conjunto de hechos que, a pesar de que se vienen
desarrollando desde fines del siglo XX, le dan vida al naciente siglo XXI.
87
semejante locura hubieran hecho presa de aquella cosmovisión tan
sencilla en comparación con nuestros ojos modernos llenos de trastadas.
El párrafo anterior exhibe en primera instancia el modelo de vida
de dos épocas, distintas una de la otra pero enlazadas por la línea recta del
tiempo histórico. Estar ubicados en la transición del siglo XX hacia el
XXI nos coloca en un punto donde no se ha entrado completamente en la
nueva configuración mundial pero tampoco se ha abandonado las
antiguas prácticas. Característico de todo proceso de cambio, dicho estira
y afloja nos exige una reflexión de los hechos que caracterizaron al siglo
pasado a fin de reconstruir el rumbo que la humanidad ha tomado hasta
este punto de la historia, tan importante por el momento que representa.
II. En esta dinámica, la cultura tiene un lugar especial. El siglo XX
evidencia el surgimiento de expresiones culturales que influyeron, bajo
un mar de ideas y un nuevo sentido de las cosas, en nuestra cosmovisión
y las creaciones que le dan valor a la misma. Una de estas expresiones es
la juventud y la serie de interrogantes que se dirigen a la construcción de
un cuerpo conceptual que les permita asimilar individualmente el medio
donde se desenvolverá socialmente y les permita su afirmación a través
de la idealización de sus ídolos, el rechazo progresivo al mundo que
recibe y la búsqueda de uno perfecto, pero también el dejar de creer en
“un futuro que le da miedo” (Padioleau, 1997).2
Por este motivo, la juventud será siempre un hecho social
contemporáneo, un comportamiento colectivo que se establece en cada
generación como un motor para el cambio, al suponer la negación del
status quo y la afirmación de nuevos valores que sustituyan a los
precedentes. Resulta útil tomar en cuenta, como paréntesis, el ideal de la
hermandad universal expresado por la juventud de mediados del siglo
XX, el cual se dirigía, sin tabúes culturales y morales, contra las
costumbres y patrones de la sociedad judeocristiana, sus tradiciones y
prejuicios, y sus instituciones sociales; levantándose como un desafío, un
anuncio del fin del puritanismo y el ataque final a los valores dominantes
advirtiendo primero el deseo de una cultura cosmopolita que refleje la
vitalidad de la sociedad; después la exigencia de libertad sexual; y,
finalmente, la exuberancia de la vida resumida en una serie de palabras
clave, como nuevo, sexo y liberación (Bell, 1990).
2
Para Juan Manuel Piña Osoirio, el estudio de la cultura —y en nuestro caso, de
la juventud como hecho cultural— debe partir de “los distintos saberes basados
en la tradición, así como en las actividades intelectuales y genéricas, hasta la
incorporación de productos y tecnologías modernas” (Piña, 1992:6).
88
Ahora, cuarenta años después, el mundo se mueve más o menos en
ese patrón. Todos conocen de la libertad sexual que se practica, dada su
libre expresión sustentada en el reconocimiento y respeto a los derechos
humanos universales y a las garantías individuales y sociales establecidas
en la ley. De igual manera, la libertad de pensamiento y acción como
práctica cotidiana en las relaciones interpersonales, fundamentado en un
gran número de derechos fundamentales conexos, como “el derecho a la
educación, a la participación en cargos públicos, a la intimidad, al trabajo,
a la libertad de expresión, al honor y a la libertad de conciencia, etc”. Lo
nuevo, se resume con la globalización, la nueva configuración que se
anuncia con una cultura que traspasará las fronteras culturales actuales
bajo una integración progresiva del mundo con nuevos valores “que
dominarán la próxima fase de desarrollo del capitalismo y del
consumismo” (Ghalioun, 1998).
Así como la juventud de hace cuarenta años puso de cabeza a las
mentes adultas conservadoras, de la misma forma la juventud de nuestros
días desarrolla su propia resistencia hacia el patrón establecido y busca,
de acuerdo con la dinámica que sigue el desarrollo de las sociedades, la
afirmación de nuevos valores que sustituyan a los precedentes. Lo antes
descrito nos lleva a considerar que todo proceso de cambio forma parte
de una dinámica histórica natural de la acción social, la cual “se define
socialmente [y] los individuos concretos sirven como definidores de la
realidad” (Berger y Luckmann, 1986). Sin embargo, el patrón de
conducta que muestra la juventud sinaloense, particularizando el tema por
lo menos en este período de tiempo, nos lleva a considerar el impacto que
puede tener un hecho tan universal como la globalización, no en el
sentido de apertura hacia un modelo, sino en la persistencia del modelo
tradicional a partir de las barreras que interfieren en el proceso
globalizador.
La juventud, en cualquier época y cualquier región, parten de esa
liberación para dar vida a movimientos con carácter artístico, político,
filosófico y religioso, donde exhiben su orientación hacia esa libertad. En
el caso de la juventud sinaloense, la narcocultura se ha convertido en el
medio de liberación, sea por el momento histórico que este hecho social
vive o por el número de adeptos que atrae hacia sus filas. Siendo el
narcotráfico simple y llanamente el tráfico de drogas, la narcocultura
viene a ser el conjunto de valores y códigos de acción que giran alrededor
89
de la imagen del narcotraficante, permitiendo legitimar la acción de
quienes sienten admiración por él, los narcofanáticos. 3
El narcotráfico es un hecho que preocupa a la comunidad
internacional debido al impacto que tiene en la sociedad contemporánea.
Inclusive, su desarrollo en los últimos años ha tenido tales proporciones
que los esfuerzos para combatirlo nos llevan a contemplarlo como un
problema que no tiene fin. 4 Más allá de pensar en su origen y desarrollo
histórico-sociológico, la narcocultura constituye el resultado de la
descomposición en la sociedad contemporánea, con repercusiones que
van más allá de lo legal o de la salud: en sí, sus efectos más significativos
son de tipo cultural, y se observan en las prácticas cotidianas, actitudes y
modos de pensar y sentir de la población. Es en este renglón donde se le
define como una empresa que, además de drogas, produce imágenes que
se insertan “en una época llena de figuraciones masivas que circulan por
doquier” (Silva, 1997), las que se observan en la adopción de dichas
imágenes al estilo de vida del narcofanático. 5
Además, la empresa del narcotráfico se ha establecido como un
grupo con gran poder que, mediante sus acciones, ha logrado la distinción
del grueso de la sociedad, creándose un estereotipo alrededor del
narcotraficante: su figura se ha convertido en un paradigma, pues aparece
en todo tipo de eventos sociales, siempre con la imagen de benefactor y
partícipe del desarrollo social (al crear fuentes de trabajo, construir
escuelas, abrir caminos, introducir luz y agua, entre otras cosas), lo que
les hace de un reconocimiento que se fomenta a través de corridos,
cuentos, leyendas, rumores, chistes, etc. (López y Prat, 1989:18).
Si tomamos la teoría de los tipos de acción social, encontramos
entonces que la narcocultura está determinada por una costumbre
3
El concepto del narcofanático, y la cultura del narcotráfico, los desarrollé en el
II Encuentro Nacional de Estudiantes de Sociología. Cfr. Valdez, Geowwanny I.
1995. “El Narcofanático: una expresión cultural del Narcotráfico”, en Memoria
del II Encuentro Nacional de Estudiantes de Sociología, México: Universidad
Iberoamericana.
4
México no queda al margen de esta situación, la cual ha sido considerada por
las autoridades, a través del Informe de un grupo asesor del Subcomité de
Crimen y Justicia de la Cámara de Representantes en el año de 1992, como un
asunto de soberanía nacional.
5
El sinaloense, a partir de la narcocultura, tiene una percepción de sí mismo
como individuos “muy bravos, buenos para tomar, broncudos y amantes de las
armas, incluso se ha llegado a sentir orgullo por ello, a tal grado que esta fama
trascendió las fronteras de México” (Ontiveros, 1997)
90
arraigada —su presencia histórica, en tanto comercio, por lo menos desde
la segunda mitad del siglo XX— que se utiliza como medio para lograr
fines racionalmente perseguidos; y una creencia consciente en el valor de
tales conductas —pues con el narcotráfico se lograría salir de las
condiciones de pobreza y marginalidad—, cuyos afectos y estados
sentimentales especiales se encuentran orientados por la conducta del
narcotraficante y el sentido de la acción del narcofanático que se resumen
en la distinción del individuo sobre el resto del grupo (Weber, 1983). 6
Resulta interesante indagar hasta qué punto la juventud interioriza
el modelo de la narcocultura en su vida cotidiana. En este sentido, el
narcotraficante viene a ser para el narcofanático un ejemplo a seguir:
mediante un proceso de imitación, incorpora las “cualidades” del
narcotraficante a su estilo de vida a fin de mantener una similitud lo más
estrecha posible con la imagen del narcotraficante. Así, la amalgama de
expresiones como el vestuario propio del medio rural y el uso de pick
up´s además de portentosas joyas representan el tipo ideal físico del
narcotraficante que el narcofanático debe asumir, pues representan poder
y estatus. Con lo anterior, debemos entender que la juventud, frente a este
tipo de acontecimientos, se expresa:
…amamantada en el escándalo de las malas costumbres, en el
miedo al sacrificio y en la incapacidad para la renuncia, [que] es
inicuamente explorada por empresas comerciales que lanzan atuendos y
vestimentas rápidamente envejecidas, formas de vida desordenadas,
literatura barata y embriagadora, que asegure el dominio de los intereses
sobre el de los ideales; el de los instintos sobre el de la reflexión
(Barrancas, 1988).
Esta situación se explica en lo que Michael Novak califica,
refiriéndose a nuestra época, como la era de la credulidad arrogante, es
decir, se trata no de la creencia en nada, sino la creencia en cualquier
cosa, lo que viene a constituir una amenaza de tipo cultural, ya que se nos
presenta como “un gas invisible, inodoro y letal que está contaminando
todas las sociedades libres del planeta” (Novak, 1999).
La crisis en la sociedad contemporánea evidencia un hecho
paradójico: mientras la juventud manifiesta angustia e inconformidad por
la agresión y la violencia que se viven, también muestra admiración y
6
De hecho, esta definición constituye la síntesis de los cuatro tipos de acción
social: racional con arreglo a fines, racional con arreglo a valores, afectiva y
tradicional (Weber, 1983:20).
91
éxtasis ante los actos agresivos y violentos que provienen del
narcotráfico, como son los asesinatos, las armas, los enfrentamientos
entre narcos y policías, hechos que se le asocian y se exaltan en las
charlas entre narcofanáticos. Con el uso de un metadiscurso 7 se legitima
la condición de la narcocultura, mismo que constituye el foco energético
que orienta el esfuerzo creador del narcofanático. Este metadiscurso se
encuentra en un modelo que gira alrededor de la figura real o
estereotipada del narcotraficante, misma que surge como la imagen de un
héroe, la representación del “individuo que ha logrado obtener un nivel
de vida alto que le permite el disfrute de casas, autos, viajes, diversiones,
y todo aquello que los jóvenes anhelan tener” (López y Prat, 1989:31).
El saber en la narcocultura se ha convertido en la principal fuerza
de producción, y su mercantilización le da al narcofanático el privilegio
de la producción y difusión de conocimientos sobre el tema. Con el
objetivo de incrementar el poder, esa producción y mercantilización del
saber parten del modelo occidental de sociedad de consumo, que es la
representación de un tipo de vida sin privaciones, de liberalidad y entrega
en exceso a los placeres sexuales, el derroche y el hedonismo desaforado
(García y Silva, 1995) donde el narcotraficante, como hombre de éxito,
logra su aceptación social, porque logra cumplir todos sus deseos, [...]
impone su ley por encima de la normatividad social, es la nueva imagen
del héroe cotidiano que como un fantasma recorre la imaginación de los
jóvenes y los niños identificados con sus acciones y sus mecanismos para
lograr y mantener el sueño o la realidad de sus niveles de vida,
conseguidos al margen de la ley (García y Silva, 1995).
Con el narcotráfico se cumple entonces el sueño del capitalismo
avanzado, que es la multiplicación del dinero por sí mismo en miles de
veces, “hacer dinero en un abrir y cerrar de ojos, sin controles, sin
aduanas, sin trabajo, sin esperar” (Silva, 1977). Es aquí donde muchos
adolescentes contemplan al narcotraficante como el maestro en quien
fundamentar su rebeldía contra el orden establecido y, de esta manera,
sentirse parte de aquellos que alcanzan el éxito en dicha sociedad
consumista, en la que el narcotraficante, además, “se rebela, enfrenta y
desafía a la autoridad policíaca, que frecuentemente es aborrecida por la
juventud” (López y Prat, 1989).
7
Cabe destacar que el metarrelato es una condición de las sociedades modernas,
cuya función narrativa menciona la existencia de “el gran héroe, los grandes
peligros y el gran propósito” (Lyotard, 1990:10).
92
Pero también con la narcocultura se inscribe la vertiente
contemplativa del catolicismo ibérico, 8 que fundamenta la sumisión y la
acumulación del poder, junto a la figura del gobernante y sus prácticas
piramidal-centralizadoras, tal como lo expone Jaime Castrejón Diez,
haciendo referencia al caso del virrey:
el virrey [y en este caso, el narcotraficante] se convirtió en el
prototipo de poder... el virrey era el vértice de una pirámide y
quienes ejercían el poder en las distintas regiones también hicieron
sus propias estructuras piramidales... el ejercicio de poder se definía
entonces como una acción fragmentada que contenía en cada una de
sus partes una estructura piramidal que lo hacía eficiente, con la
condición de aceptar el mandato lejano (Castrejón, 1994:44).
Esta situación contiene un carácter adaptativo, donde el concepto
de cercanía con el narcotraficante se convierte en el factor de
integración, el capital cultural y la base de toda estrategia. Estar cerca se
convierte en un medio de intercambio, integra a los grupos sobre esta
base y en la medida que los individuos tengan dicha cercanía atraen
seguidores, formando así una cadena de grupo con una práctica que se
repite en diversos espacios: el poder como un elemento codiciado más
que la riqueza (Paz, 1994).
Dos elementos se inscriben en la interiorización del modelo de la
narcocultura en la vida del narcofanático. Uno de ellos es la música,
particularmente la banda sinaloense, que determina en buena medida la
proliferación del hecho que aquí se analiza. La banda sinaloense es un
término, primeramente musical, que además se utiliza para las pandillas
de traficantes de drogas, lo que ilustra de un modo revelador una imagen
8
Esta vertiente contribuyó a establecer una ideología de sufrimiento, abnegación,
resignación, dolor, abnegación, pasividad, sumisión y aceptación de la derrota,
que sería recompensada después de la muerte. En este sentido, Octavio Paz
profundiza, y expone que “los españoles derriban las estatuas de los dioses,
destruyen los templos, queman los códices y aniquilan a la casta sacerdotal. Es
como si hubiesen quitado los ojos, los oídos, el alma y la memoria al pueblo
indígena. Al mismo tiempo, el catolicismo les da una visión del mundo y del
trasmundo; les da un estatuto y les ofrece un cielo; los bautiza, es decir, les abre
las puertas de un orden distinto. El catolicismo fue un refugio porque era una
religión sincretista: al bautizar a los indios, bautizó sus creencias y dioses. Pero
el catolicismo, además, era una religión a la defensiva. El catolicismo que vino a
México era el de la Contrarreforma. La cultura mexicana nace con la filosofía
que en ese momento el Occidente abandonaba”. La oposición del México
tradicional al mundo moderno no puede entenderse sin este hecho (Paz, 1994)
93
generalizada de este concepto. Esto se desarrolla a partir de los años
setenta, cuando la música de banda se relaciona con el narco en Sinaloa:
“en donde quiera que los capos de la droga hacen fiestas o se divierten
contratan a una banda regional […] para que toquen su música preferida
y entretener a sus invitados” (Simonett, 2000).
La música de banda, por su capacidad de influencia, se convierte
en un develador de conciencia donde los actores sociales se enlazan al
patrón de valores contenido en sus letras, lo que le coloca en el grupo de
medios que conjunta el ideal de sociedad de consumo y el medio
sociocultural existente para transmitirlo a la población. 9 De ésta, la
juventud es el sector más propenso a sentirse atraído por esta moda y
estereotipo, al encontrarse en una etapa de definición de ese cuerpo
conceptual con el que dirigirán sus vidas. Ejemplo de ello son las
congregaciones de música que se encuentran encabezadas por jóvenes,
creando un vínculo especial “de joven a joven [con] los mismos intereses,
ideas y gustos propios de su edad” (Hernández, 1996). Para los
sinaloenses, en general, la banda forma parte importante en su vida
cotidiana y, en el caso de la cultura del narcotráfico, la juventud es el
receptor más importante de su mensaje, con expresiones que se resumen
en “Yo soy muy malo... Conmigo nomás la ley del revólver... Yo soy de
Sinaloa, tengo como 100 viejas y me vale madre” (Cuéllar, 1992).
El segundo elemento es la violencia, expresión característica en la
narcocultura. Este hecho muestraa una crisis general en la sociedad cuyos
actos se multiplican y adquieren carácter de cotidiano. Abarca los
hábitos y costumbres, tradiciones y cultura, con expresiones que
“banalizan los hechos más graves y relevantes, diluyen su contenido y
efectos sociales, es el leiv motiv de una labor manifiesta cada minuto del
día” (Aguilar, 1988). Así también, trae efectos de disolvente en las
relaciones interpersonales, la eliminación de los parámetros de cohesión
originales en los grupos socialmente organizados, tal como Jesús
Ixtlixochitl Cuéllar lo expone a continuación:
Testigos oculares me han narrado con detalles cómo simples
ciudadanos y narcos caían muertos como moscas a causa de una simple
discusión intrascendente en lugares como EL CARRUSEL o LAS
9
Aurea Guadalupe Guzmán Castañeda (1996:66) señala la influencia de la banda
sobre todo en los sectores sociales bajos o populares, que al parecer se mantienen
indiscutiblemente asociados a la música de este tipo. Sin embargo, en los últimos
años ha penetrado en los sectores altos gracias a su poder comercial y su
capacidad de convocatoria.
94
VEGAS, por no hablar de las espectaculares matanzas que se llevaban a
cabo por venganza, llevándose de paso a dos que tres gentes que no
tenían nada que ver con la bronca. Violaciones, vejaciones, plagios, son
sólo algunos hechos que ocurrieron paralelamente a los antes
mencionados... esto era el caos (Cuéllar, 1992).
Es conveniente tratar aquí el origen de la violencia como forma de
expresión en la cultura del narcotráfico. De entrada, resulta lógica la
relación entre el tipo de vida del narcotraficante y la vivencia de los
grupos marginados de la ciudad, obligados a vivir dentro de un ambiente
ajeno y agresivo frente a sus formas particulares de vida, proceso donde
se observa la persistencia de los valores tradicionales. Es sumamente
interesante ver ese punto de partida en una urbanización lograda a través
de conflictos en los valores rurales que no encuentran cabida dentro de un
mundo que se desarrolla a pasos agigantados, es decir, es la reacción
violenta a una acción violenta: “la imagen del narco, del bandido
sangriento que logra sus objetivos a costa de superar cualquier obstáculo,
utilizando la violencia, es a final de cuentas, la imagen del campesino que
logra superar todas sus metas a pesar de que la misma sociedad lo había
condenado a la marginación y al hambre” (García y Silva, 1995).
Con estos elementos cabe preguntar ¿qué dirección seguirá la
sociedad sinaloense en el cambio hacia el modelo globalizado, con una
juventud influida por la narcocultura? Esta situación nos hace pensar en
la dirección que lleva la evolución de la sociedad sinaloense, relacionado
a un desarrollo constante hacia la complejidad, pero no en el sentido
individual sino en la organización de las relaciones del hombre con el
medio para forja nuevas pautas que vengan a modificar la antigua
orientación del grupo (Allen, 1972).
Es conveniente aclarar que la sociedad sinaloense no ha sido
estática en su patrón de valores; al contrario, el desarrollo del siglo XX
trajo consigo modificaciones en su conformación. Sin embargo, los
cambios no se han presentado en forma lineal. La dinámica que
presentaba el siglo XX, donde los antiguos modelos que daban paso a
formas perfeccionadas de organización, ha dado lugar a un cambio en
forma pendular: Esto puede verse en la mirada al pasado para reciclar
aquellos elementos útiles para dar sentido a la existencia.
La reputación de Sinaloa como estado violento, productor de
drogas y cuna de los más importantes capos de la mafia, persiste y daña a
quienes trabajan limpiamente; incluso, los esfuerzos que a la fecha se
realizan por borrar esa imagen negativa parecen no fructificar (Ontiveros,
95
1997), nos lleva a observar en la narcocultura un regreso a la barbarie
que se refleja en hábitos representativos del ambiente cultural donde se
desarrollan los actores sociales, un conjunto de ideas que denotan las
aspiraciones del consumidor de la narcocultura, mismas que resumen la
idea del “hombre de poder o la riqueza adquirida, sin tomar en cuenta los
medios que se utilizan” (García y Silva, 1995). De hecho, podemos
señalar a una juventud sin conciencia ni solidaridad en causas legítimas,
con una concepción de las relaciones interpersonales que regresa a la
cosmovisión tradicional mexicana, en donde valores como la hombría, la
supremacía del hombre sobre la mujer y su respectiva relegación, la idea
de el poder ejercido de manera piramidal-centralizada, entre otros, han
provocado un retroceso en la evolución de la sociedad sinaloense, pero lo
más alarmante, “ha fomentado el deseo de muchos jóvenes de pertenecer
a una bien organizada banda de narcotraficantes” (Cuéllar, 1992).
Si bien el cambio en las sociedades sigue una tendencia a la
aparición de nuevos valores y la transformación del pensamiento, la
sensibilidad y la expresión de los valores antiguos (Eliot, 1962), el que ha
experimentado la sociedad sinaloense se dirige a rescatar los viejos
valores de una sociedad que en décadas anteriores fue rechazada y
considerada caduca para los tiempos que se vivían. En sí, dentro de la
narcocultura se observa la cosmovisión tradicional mexicana, una visión
dualista que fluye entre el patriarca y el macho, la cual expresa la
protección, bondad, poder y sabiduría del primero, junto a la temible
fuerza del segundo, como lo expone Octavio Paz: “el patriarca protege, es
bueno, poderoso, sabio... el macho es el hombre terrible, el chingón, el
padre que se ha ido, que ha abandonado mujer e hijos... la imagen de la
autoridad mexicana se inspira en estos dos extremos” (Paz, 1994).
Una consecuencia característica de los procesos de cambio tiene
relación con el fortalecimiento del tradicionalismo en la acción humana.
El rescate de éste, a través de la narcocultura, constituye la expresión de
barreras a la evolución progresiva de la sociedad que denota el poder del
conservadurismo social en su conjunto. Esta definición tradicional inhibe
el cambio social, por lo menos en la dirección lineal de la que ya se habló
anteriormente. La resistencia que se maneja en los valores de la cultura
del narcotráfico es una cualidad de la cultura que se resuelve en la
representación de un modo particular de adaptación al medio, en el cual
se desarrollan fuertes impulsos para retener este modo de adaptación.
Estos valores, que reflejan la percepción del sentido de la acción en el
narcofanático, ponen de manifiesto la falta de un terreno fértil para los
cambios sociales, entendidos en su sentido de evolución progresiva.
96
Lo anterior se explica por la funcionalidad de perpetuar aquellos
valores tradicionales útiles para la narcocultura. Para George M. Foster,
la utilidad o funcionalidad de los elementos de la cultura es lo que
contribuye a explicar la persistencia en cierto tipo de expresiones.
Cuando la narcocultura gira en torno al fin de venerar la imagen del
narco, el grupo social empieza a formarse con aquellas las rutinas, hábitos
y funciones que representan al personaje en cuestión. Y una vez que se
forma, surgen incontables presiones para su perpetuación, como son las
funciones o utilidades de rescatar los valores tradicionales —aunque en
un tiempo muy criticados o desechados por decadentes— para justificar
“la continuación de una forma de conducta cuya justificación original, ya
desaparecida, era completamente distinta”. (Foster, 1988).
III. Resumiendo: el tema que se analizó en este trabajo nos lleva a
poner atención en la dirección que siguen los cambios sociales, a fin de
determinar la aceptación a un nuevo modelo o el regreso a los antiguos
modelos imperantes en cada región. Hoy podremos decir que la sociedad
sinaloense se mantiene al margen en la aceptación del proceso
globalizador y, trasladado a la esfera mundial, podremos inferir que la
humanidad se mantiene dividida, como lo ha estado a través de la
historia, a pesar que el modelo globalizador tenga como fin principal el
redireccionamiento hacia un solo camino. Pese a ello, el reto principal
para el siglo XXI consiste en poner en práctica aquellas experiencias que
nos deja el siglo pasado a fin de recomponer el rumbo que hemos tomado
hasta este punto de la historia, especialmente en sectores tan
determinantes como la juventud.
Si bien es cierto que la juventud representa la construcción de un
cuerpo de ideas donde el joven asimila y se afirma en el medio donde se
desenvuelve, expresiones como la narcocultura vienen a coartar la
evolución de la sociedad, con su regreso a valores tradicionales que en
algún tiempo fueron considerados decadentes e inoperantes.
El narcotráfico constituye uno de los problemas importantes que
preocupa a la comunidad internacional por el impacto general que tiene
en nuestros días. Pero lo más importante es la adopción de las imágenes
representativas de la figura del narcotraficante al estilo de vida del
narcofanático. Principalmente, a través de la música, el adolescente
devela el sentido de este hecho, interiorizando la propuesta de la
narcocultura en su desarrollo cotidiano.
Sin embargo, uno de los efectos sociales que produce es la
violencia, misma que viene a disolver las relaciones interpersonales y
97
eliminar los parámetros de cohesión originales en los grupos socialmente
organizados y, aunque sea una posibilidad para llamar la atención y
despertar la sensibilidad de los grupos dominantes, tales actos se han
multiplicado y han adquirido carácter de cotidiano, lo que demuestra un
regreso a las prácticas antiguas de la ley del revólver.
Con lo antes expuesto, Sandra Luz López López y Yolanda Prat
Meza han advertido sobre la necesidad de atacar los aspectos
subliminales de este hecho, debido a las repercusiones que puede traer en
ciertos grupos o actores sociales (López y Prat, 1989). En realidad, la
cultura del narcotráfico se convierte en una bomba de tiempo que puede
desencadenar un problema de dimensiones mucho mayores. Sólo
mediante la reflexión a fondo de podremos rectificar el rumbo que ha
tomado en nuestro accionar cotidiano. La existencia de una infinidad de
manifestaciones culturales, diferentes en cuanto a su contenido y forma,
hace pensar que la solución se encuentra en la búsqueda de alternativas,
por lo menos a nivel musical y cultural. Pero es un camino que nosotros,
de manera individual y por iniciativa propia, deberemos andar.
BIBLIOGRAFÍA
99
VIOLENCIA DE GÉNERO: una realidad que lacera
la identidad femenil
•
Profesora e Investigadora de la Facultad de Trabajo Social de la UAS en
Mazatlán, Sinaloa.
100
particular está determinada por las condiciones de vida que incluyen la
perspectiva ideológica, los límites de su persona y los de su
conocimiento, y de los confines de su universo. Hechos a partir de los
cuales las mujeres existen, devienen. En especial, la identidad se forma
en su subjetividad: desde su propia autoestima. Y la autoestima está
conformada por pensamientos, conocimientos, intuiciones, invenciones,
dudas y creencias, pero también por las interpretaciones que elaboramos
sobre lo que sucede, lo que nos pasa y lo que hacemos que suceda, afirma
la especialista en temas de género.
En la dimensión afectiva, la autoestima contiene emociones,
afectos y deseos, sobre la propia historia, los acontecimientos que
marcan, las experiencias vividas y también las fantaseadas, imaginadas y
soñadas, explica Marcela Lagarde en el libro Claves feministas para la
autoestima de las mujeres. La autoestima se ve afectada por la opresión
de género y los estereotipos de la mujer instaurados en la sociedad.
Ejemplo de ellos es el estereotipo de la mujer de figura delgada que ha
ocasionado el problema de anorexia en miles de jóvenes. Los estudios
han demostrado que las medidas corporales de las modelos que aparecen
en las revistas de moda y de las concursantes de Señorita América o Miss
Mundo disminuyeron con el tiempo. En las últimas décadas se ha
esperado que la mujer considere la belleza y la delgadez como sinónimos,
y su éxito personal y profesional se mide más en menos kilogramos que
en logros. La sociedad transmite que el papel de la mujer es ser atractiva
físicamente, lo que es reforzado por los medios de comunicación. Las
exigencias culturales han llevado a un incremento de los trastornos
alimentarios en ciertas profesiones como modelos, bailarinas, gimnastas,
azafatas, secretarias, etc., en las que tener el cuerpo delgado aumenta el
éxito profesional. Un estudio que se realizó de 962 niñas mexicanas
preadolescentes, de 9 a 13 años de edad, indicó que la mayoría de ellas
mostraban los factores de riesgo para el desarrollo de trastornos de la
alimentación: preocupación excesiva por su peso corporal, insatisfacción
con la forma y el tamaño del cuerpo, alteración de la imagen corporal y
seguimiento riguroso de la dieta. 10
“La cultura y las normas sociales del mundo patriarcal hacen mella
en nosotras al colocarnos en posición de seres interiorizadas y
secundarias, bajo el dominio de instituciones y al definirnos como
incompletas”, agrega Lagarde. Este daño se convierte en una marca de la
10
Todas las voces, Alejandro Olvera Hinojosa, febrero de 2007.
101
identidad, ya que la autoestima se integra también con la valoración, la
exaltación y la aprobación adjudicadas a las mujeres cuando cumplimos
con los estereotipos patriarcales de ser mujeres vigentes en nuestro
entorno, y además aceptamos el segundo plano, la subordinación y el
control de nuestras vidas ejercido por los otros.
Por otro lado, la identidad de la mujer se forma con lo externo, a
partir de su condición social y cultural. El contenido de la condición de
mujer es el conjunto de circunstancias, cualidades y rasgos esenciales que
definen a la mujer como ser social y cultural genérico, como ser-para y
de-los-otros (Basaglia, 1983). El deseo femenino organizador de la
identidad es el deseo por los otros. La condición genérica es histórica en
tanto que es diferente a lo natural. Esta supone un conjunto de atributos
sexuales, que van desde el cuerpo, hasta formas de comportamiento,
actitudes, capacidades intelectuales y físicas, su lugar en las relaciones
económicas y sociales, así como la opresión que las somete. La situación
de las mujeres es el conjunto de características que tienen a partir de su
condición genérica, en circunstancias históricas específicas.
A cada mujer la constituye la formación social en que nace, vive y
muere, las relaciones de producción-reproducción y con ello la clase, el
grupo de edad, las relaciones con las otras mujeres, con los hombres y
con el poder, la sexualidad procreadora, así como las preferencias
eróticas, las costumbres, las tradiciones propias, y la subjetividad
personal, los niveles de vida, el acceso a los bienes materiales y
simbólicos, la lengua, la religión, los conocimientos, el manejo técnico
del mundo, la sabiduría, las definiciones políticas, todo ello a lo largo del
ciclo de vida de cada mujer.
Las mujeres comparten como género la misma condición histórica
y difieren en sus situaciones particulares, en sus modos de vida, sus
concepciones del mundo, así como en los grados y niveles de la opresión.
Empero, las diferencias entre las mujeres son significativas al grado de
constituir a partir de ellas vivencias opresivas especiales: las mujeres
sometidas a la doble o triple opresión, de género, de clase y étnica y
racial; mujeres que comparten formas exacerbadas de violencia; y que
viven todo ello agravado por hambre, enfermedad y muerte.
La identidad de la mujer es trastocada por la violencia a la cual es
sometida, desde las formas sutiles hasta la más extrema violencia de
género contra las mujeres como lo son los feminicidios de Juárez, donde
se han registrado centenares de asesinatos de mujeres y niñas desde 1993
a la fecha, según cifras de varios organismos civiles.
102
Así: signada por la violencia, la mujer nace al mundo. Su
condición genérica la destina a vivir la violencia desde que llega a la
vida, como bebé y niña. Al nacer, se le adjudica su primera distinción:
La feminidad. Es su primera distinción cultural, que la caracteriza a partir
de su condición genérica y la define de manera contrastada, excluyente y
antagónica frente a la masculinidad del hombre. Las características de la
feminidad son patriarcalmente asignadas como atributos naturales,
eternos y suprahistóricos, inherente al género y a cada mujer. Las
mujeres deben realizar actividades, tener comportamientos, actitudes,
sentimientos, creencias, formas de pensamiento, mentalidades, lenguajes
y relaciones específicas en cuyo cumplimiento deben demostrar que en
verdad son mujeres.
Así va, entre contradicciones que violentan su identidad –la
asignada y la vivida- , su cuerpo, su sexualidad, sus relaciones, el trabajo,
y otros aspectos de la vida. La mujer vive su vida de manera fragmentada
por la violencia que lacera su identidad. La identidad y los hechos vividos
por las mujeres son evaluados y contrastados, además, con lo que en su
círculo cultural se considera masculino por un lado y a lo femenino por el
otro.
A las mujeres nos reservaron el espacio doméstico, privado y nos
destinaron a ocuparnos de la crianza de los hijos e hijas, al mantenimiento
de las casas, de la ropa, de la limpieza y la salud; a la producción de
alimentos para el consumo familiar; a la atención de enfermos,
discapacitados, ancianos y ancianas; a mantener los lazos afectivos que
unen a los integrantes de una familia. 11
El género asignado, el género realizado y la conciencia de los
hechos no corresponden. Zonas de la vida son integradas en la conciencia
y otras son reprimidas, negadas, o llamadas con otros nombres. Destacan
entonces los recursos que las mujeres ponen en marcha para enfrentar
esta problemática. Fundamento y resultado de esta complejidad son la
autoestima de las mujeres y el aprecio de lo femenino, de lo masculino,
de las otras mujeres y de los hombres. Vivir en el mundo patriarcal hace a
las mujeres identificarse y desidentificarse, con los hombres, con lo
masculino y con lo femenino. No viven una identificación directa con la
mujer y lo femenino, ni está excluida su identificación con los hombres y
con lo masculino.
11
Todas las voces, La desigualdad estructural, Noemí Ales Gatti, septiembre
103
Es común que voluntaria o compulsivamente, las mujeres dejen de
vivir hito de su feminidad y encuentren formas nuevas de vida. Sin
embargo, como todas ellas son evaluadas con estereotipos rígidos –
independientemente de sus modos de vida- y son definidas como
equívocas, malas mujeres, enfermas, incapaces, raras, fallidas, locas.
“me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer
ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis.
Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me
adaptaré al mundo. Me adapto a mí misma”. (Anais Nin)
No obstante, las parcelas de vida de negación y de innovación
contribuyen a desfeminizar a las mujeres, transforman su identidad
genérica y el orden del mundo. Los desfases entre el deber ser y la
existencia, entre la norma y la vida realmente vivida, generan procesos
dominantes de feminidad (ideologías tradicionales), porque las mujeres
viven estos desfases como producto de su incapacidad personal para ser
mujeres, como pérdida y como muerte.
Otras pueden encontrar además, simultánea y contradictoriamente,
posibilidades de búsqueda y construcción propia y colectiva gratificantes.
Cada espacio y cada proceso de desestructuración del ser-de y
para-otros que define la feminidad significan una afirmación de las
mujeres: son hechos innovadores, hitos de libertad democratización de la
sociedad y la cultura. Hasta aquí se aborda la identidad de la mujer.
Identidad amenazada por la violencia de género.
La violencia de género es un problema complejo y de grandes
magnitudes. El maltrato a las mujeres es amplio y diverso: un insulto
callejero, una prohibición de un padre, una madre o el esposo para
realizar alguna actividad sólo por el hecho de ser mujer, el acoso sexual,
la discriminación salarial, lo insultos, los golpes, el aislamiento, la
supresión económica y hasta la muerte por parte de la pareja o un familiar
forman parte del catálogo de agresiones.
La violencia familiar comenzó a verse como problema social grave
a comienzos de los años 60, cuando algunos autores describieron el
“síndrome del niño golpeado”, redefiniendo los tratos hacia los niños. El
tratamiento periodístico de éstos, en una época en que los medios
comenzaban a mostrar su poder de penetración contribuyó a generar un
incremento de la conciencia pública sobre el tema, y se consideró la
violencia familiar como un problema público y no privado. En el
comienzo de los años 70, la creciente influencia del movimiento
104
feminista resultó decisiva para atraer la atención de la sociedad sobre las
formas y las consecuencias de la violencia contra las mujeres. 12
En México de acuerdo con el INEGI mueren diariamente por
causas violentas cerca de 30 mujeres en promedio, de las cuales poco más
de 23 son por accidentes y 6 por homicidios. Una de cada cinco muertes
violentas femeninas tiene lugar en el hogar. Nueve de cada cien mujeres
de 15 años y más conviven con su pareja, son objeto de agresiones físicas
por parte de su compañero o esposo y, ocho de cada cien padecen
violencia de tipo sexual. En el asunto de la violencia de género hay un
subregistro muy importante, se encuentra oculta en muchas situaciones de
nuestra vida diaria, familiar, social, laboral, política, e institucional. De
acuerdo con el PNUD, en una investigación realizada en 2004 se
encontró que en muchos casos la persona que sufre la violencia ni
siquiera se da cuenta loas agresiones que sufre, puesto que acepta como
normales faltas de respeto, insultos, menosprecios y devaluaciones.
Además, de acuerdo con datos del INMUJERES más del 85% de los
casos denunciados de agresión contra mujeres en México quedan
impunes. México se ubicó en el lugar 75 de 115 países evaluados en
materia de equidad de género, por debajo de países como Honduras,
Kenya y Malasia. Los hechos ofenden y muestran que en México la
violencia contra las mujeres es un problema social que tiene profundas
raíces en patrones culturales basados en relaciones de poder desiguales
entre mujeres y hombres con una supuesta supremacía masculina. 13
Violencia feminicida.
El feminicidio se describe como la “forma extrema de violencia de
género contra las mujeres, producto de la violación de sus derechos
humanos, en los ámbito público y privado” y está “conformado por el
conjunto de conductas misóginas que pueden llevar impunidad social y
del Estado y puede culminar en homicidio y otras formas de muerte
violenta de mujeres”.
La violencia feminicida, atenta contra los derechos humanos de las
mujeres, en especial su derecho a la vida, a la seguridad y el acceso a la
justicia. Limita el desarrollo y la paz en las sociedades a las que
12
CORSI, Jorge (compilador), Violencia familiar, Una mirada interdisciplinaria
sobre un grave problema social
13
Todas las voces. Amor es sin violencia, María Isabel Alvarado Guémez,
febrero del 2007.
105
representamos, de acuerdo con la feminista Marcela Lagarde.
La violencia incluye diversas formas, como son el feminicidio
(homicidio doloso o culposo), los accidentes, los suicidios, entendiendo
que las condiciones que las condujeron a quitarse la vida fueron
situaciones previas de privación humana, violencia o falta de
oportunidades. Se cuentan también las muertes evitables de las mujeres,
un gran número de ellas resultado de la desatención, el maltrato o la
desvalorización de su vida. Los homicidios de niñas y mujeres son la
culminación de la violación de sus derechos humanos y evidencian la
ruptura del Estado de derecho.
Las autoridades, de rangos distintos, desvalorizan a las víctimas,
las culpan de la agresión argumentando “que ellas lo provocaron” y no
trabajaban en su esclarecimiento de los casos.
La violencia es resultado de la misoginia llevada al extremo. Está
ligada a la supremacía masculina y se legitima en la sociedad. La causa
principal de la violencia feminicida es el cuerpo de las mujeres como
objeto o posesión, según la psicóloga Olga Bustos, presidenta del Colegio
de Académicas Universitarias, de la UNAM. Los hombres violentos
gozan de la complicidad concertada pero ideológica y políticamente
activa entre autoridades y delincuentes.
Las mujeres víctimas sufren trato discriminatorio y vejatorio por
parte de las instituciones encargadas de procurar justicia lo que constituye
violencia institucional y contribuye a la impunidad.
En las evidencias en los cuerpos de las mujeres asesinadas en
Ciudad Juárez, se observa con detalle "la violencia física y sexual
padecida, el sufrimiento y el dolor de ser secuestradas, humilladas,
violadas golpeadas, atadas, mutiladas, para luego ser asesinadas,
arrojadas o enterradas". No obstante, siguen ausentes los culpables. Así
describe la antropóloga física, Martha Rebeca Herrera, la situación que
vive la población femenina en Ciudad Juárez. 14
Militares y violencia feminicida
Por una supuesta lucha contra el narcotráfico, este año varias
entidades del país se convirtieron en “cuarteles del Ejército”, donde las
mujeres han sido víctimas de la violencia ejercida por militares.
Para Lagarde, el caso más emblemático de violencia feminicida,
14
México, 11 sep 06. CIMAC.
106
reconocida en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre
de Violencia, fue el de Ernestina Ascencio Rosario, en Veracruz,
presuntamente violada y asesinada por militares.
“Ernestina era mujer, indígena y mayor, fue abusada, se le lastimó
y maltrató, fue violada a grado tal que al segundo día después de la
agresión murió a consecuencia no de una gastritis, sino del maltrato
brutal del cual fue objeto por parte de militares”, señala.
Para Lagarde “el abuso de poderes por parte de funcionarios del
Estado y del propio Felipe Calderón, así como de la Comisión Nacional
de los Derechos Humanos (CNDH) que se convirtió en Ministerio
Público”, le dieron a este caso múltiples formas de violencia.
No ha sido el único. Se sumó a la larga lista de mujeres violadas en
México por militares, denunciados desde la década de los 90. En julio de
2006, 14 mujeres fueron violadas por 13 soldados en la zona de tolerancia
de Castaños, Coahuila; sólo tres fueron sentenciados por un juez civil. En
mayo de 2007, 4 menores de edad fueron violadas en los municipios de
Nocupétaro y Carácuaro, Michoacán.
“Todas ellas son sobrevivientes de violencia feminicida porque
quedaron en riesgo de perder la vida, hubo un poder total sobre ellas y se
ejerció violencia directa en su contra”, sostiene Lagarde. 15
El feminismo propone cambios en torno a la identidad femenina.
Las mujeres quieren cambiar el mundo y hoy dirigen la mirada hacia ellas
mismas. Fue en el siglo XIX cuando la conciencia feminista se empezó a
transmitir a otras mujeres y, se inicia como movimiento social y político.
Los primeros ensayos sobre 'la cuestión de la mujer' criticaban el
rol restrictivo de la mujer, pero no señalaban culpables de las desventajas
de la mujer ni sobre los hombres. El trabajo de Mary Wollstonecraft
Vindicación de los derechos de la mujer, es uno de los pocos escritos
antes del siglo XIX que puede ser llamado feminista sin temor a una
ambigüedad. En 1791 Olympe de Gouges hizo la "Declaración de los
Derechos de la Mujer y la Ciudadana". Se afirma que el feminismo nació
a fines del siglo XVIII y principios del XIX, cuando la gente comenzó a
percibir que la mujer es oprimida en una sociedad machista.
El movimiento feminista tiene sus raíces en Occidente y
15
Militares y violencia feminicida. Por Lourdes Godínez Leal. México, DF, 17
dic 07 (CIMAC).-
107
especialmente en el movimiento de reforma del siglo XIX. El
movimiento organizado data de la fecha de la primera convención por los
derechos de la mujer, en Nueva York en el año 1848. Más de un siglo y
medio más tarde, el movimiento ha crecido y ha adoptado diversas
perspectivas en cuanto a lo que constituye la discriminación. Los
primeros feministas son a menudo llamados 'la primera ola' y, luego de
1960, 'la segunda ola'. También es destacada la Declaración de Séneca.
El feminismo ha producido muchos cambios en algunas sociedades
occidentales, incluyendo el sufragio femenino, el empleo igualitario, el
derecho de pedir el divorcio, el derecho de la mujer de controlar sus
propios cuerpos y decisiones médicas (incluyendo el aborto, tema sobre
el cual no hay consenso), y muchos otros. Muchos de estos cambios han
sido el lograr en el discurso que algunos de los derechos de las mujeres se
consideren como derechos humanos.
Sin embargo, el movimiento feminista reivindica que todavía hay
muchos cambios por hacer. En ningún país del mundo se ha logrado igual
salario por igual trabajo, entre hombres y mujeres. El aborto inseguro
sigue siendo causa prevenible de muertes de muchas mujeres en el mundo
(tercera causa de mortalidad materna en el mundo). Muchas creencias
consideradas radicales en el pasado forman ahora parte del pensamiento
político común. A pesar de que casi nadie en las llamadas sociedades
occidentales de hoy cuestiona el derecho de la mujer al voto o la
propiedad, conceptos que eran vistos con gran extrañeza hace 200 años,
las mujeres no siempre tienen acceso a estos derechos. Por ejemplo en
Estados Unidos las mujeres adultas mayores se enfrentan a menudo con
el problema de no contar con la propiedad legal y por tanto efectiva del
hogar donde han pasado su vida y formado su familia.
En cuestiones políticas si bien el derecho al voto se fue ganando
durante el siglo XX por los distintos movimientos sufragistas nacionales,
a principios del siglo XXI no existe un país que haya logrado la paridad
en género en las legislaturas. Paradigmáticas siguen siendo las mujeres
que logran llegar a puestos de elección popular o a puestos altos de toma
de decisión en el ámbito político y privado.
Las feministas usualmente apoyan otros movimientos como el
movimiento por los derechos civiles, el movimiento pacifista y el
movimiento por los derechos de los homosexuales y lesbianas. Al mismo
tiempo muchas feministas negras, como Angela Davis, critican que el
movimiento feminista es dominado por mujeres blancas.
Algunos feminismos muestran su preocupación por el movimiento
108
transexual, ya que desafía las distinciones entre el hombre y la mujer. La
transexualidad es rechazada por el feminismo radical, que considera que
la masculinidad y la feminidad son construcciones socio-culturales, y por
tanto, sentirse hombre o mujer carece de sentido y contribuye al sexismo.
Otras corrientes de feminismo reconocen, promocionan y reivindican los
derechos humanos de las mujeres transexuales.
En México, la organización de las mujeres en defensa de su
derecho a la ciudadanía y el de sus derechos sexuales y reproductivos
inició a principios del siglo XIX, con la celebración del primer Congreso
Nacional Feminista en 1923. Más tarde, en 1935, se formó el Frente
Único Pro Derechos de la Mujer integrado por comunistas, profesionistas,
feministas, analfabetas, masonas y católicas, quienes dejaron de lado sus
diferencias ideológicas para unirse y exigir el derecho al voto.
La filosofía feminista caracteriza la situación actual como un
cambio radical de la sociedad y la cultura, marcado por el tránsito de las
mujeres de seres-para-otros, en protagonistas de sus vidas y de la historia
misma, en sujetos históricos.
Del mundo patriarcal y frente a él surge una nueva cultura, y las
mujeres y la feminidad son su espacio esencial. El núcleo de esta
dialéctica es la de-construcción (Culler, 1984) de la feminidad y de la
mujer, en las mujeres, y el surgimiento de nuevas identidades entre ellas.
El feminismo permitió a las mujeres criticar y revalorar sus
quehacer, su mundo y su propio ser, definir –como deseo- su propia
humanidad. A partir de su propia revalorización las mujeres se han
percibido positivas y han impugnado lo exterior a ellas. Reinterpretaron
la historia, para entender, su lugar en el mundo. Se han generado
conocimientos nuevos sobre ámbitos oscuros e inexplicables,
particularmente sobre la condición femenina.
A partir del feminismo contemporáneo ha sido posible plantear la
siguiente hipótesis: la mujer es la síntesis histórica de sus
determinaciones sociales y culturales, y las mujeres lo son de sus
condiciones específicas y concretas. Si la mujer no es un hecho de la
naturaleza, lo cambios que le ocurren la modifican. Y pueden hacerlo
hasta tal punto que la categoría mujer desaparezca. Esta posibilidad
significa un drama cultural para quienes se niegan a abandonar el viejo
mundo, en cambio da sentido a la vida de mujeres insertas desde ahora en
la utopía de redefinir su condición y su identidad.
Las mujeres emprenden nuevas actividades, nuevas relaciones,
109
nuevas formas de comportarse, trabajan por doble partida y se
desenvuelven en una doble vida, en un desdoblamiento que cada una
tiene que elaborar subjetivamente e integrar en su identidad. Han definido
en qué y cómo quieren cambiar.
Pero no debemos olvidar que el flagelo de la violencia de género
contra las mujeres, esta presente como una espada de Damocles. Y no
hay Estado que te proteja y como bien lo dice Lydia Cacho el país se ha
convertido en un "imperio de impunidad".
Lo prioritario es la protección a la vida de mujeres, niñas y niños.
Bajo el cumplimiento de los protocolos internacionales. Para preservar la
identidad primero es proteger la vida. Luego la generación de políticas
públicas que garanticen el acceso a la salud, educación y el trabajo. Así
como la garantía de los derechos humanos.
BIBLIOGRAFÍA
110
LA VIOLENCIA EN SINALOA y ya dos años del
régimen de Calderón
113
No son pocos los que opinan que la etapa histórica que ahora
padecemos es el costo inevitable del paso de un sistema político
autoritario a la democracia. Muy cierto es que las transiciones sistémicas
no suelen ser tersas. Los quiebres históricos, es decir, el paso de una
forma de hacer u organizar la cosa pública a otra, por lo general son
acompañados de sucesos traumáticos. Lo grave para nuestro caso es que
la transición es ya demasiado larga y los traumas cada vez más fuertes.
No es nada claro, para nuestra mala fortuna, que se consolide un
sistema político democrático en el país. Las pasadas elecciones dejaron
tantas dudas de su limpieza e institucionalidad que hicieron retroceder la
legitimidad alcanzada con el triunfo de Vicente Fox el 2 de julio de 2000.
Este retroceso es uno de los factores que explican la exacerbada
turbulencia en la que el PAN y el PRD son los principales protagonistas.
Mientras que el blanquiazul defiende la legitimidad del triunfo de
Calderón y presume la consolidación democrática, el PRD habla de su
ausencia y regresión. Mientras que unos académicos y políticos se alinean
con una postura, otros con la antagónica. Este choque de interpretaciones
ha debilitado no tan sólo la estabilidad sino la misma fortaleza del Estado.
Sin embargo, las cuotas de responsabilidad en la producción de
esta crisis son diferentes. Quien tiene el poder no puede evitar ser el
principal actor en la conducción de la vida política de una nación y, por lo
tanto, ser el responsable número uno en el respeto a la institucionalidad,
la democracia y la autoridad.
En estos planos, Fox falló al grado de ser el primer responsable en
la crisis política que sufre el país. Los defensores de Fox enlistan las
políticas económicas como las más positivas del conjunto de su gobierno.
Al margen de que fuese exitosa tal gestión, lo cierto es que hoy la
dimensión que supera, oculta o minimiza cualquier otra es la política. Y
en ella, las cuentas que entregó el guanajuatense fueron desastrosas.
La ausencia de autoridad en unos casos y los excesos de ella en
otros, fueron minando la capacidad del Estado para afrontar los desafíos
de una sociedad en transformación. La violencia, la crisis social y política
avanzan a un ritmo tal que pudieran, a corto plazo, acelerar una crisis
económica, y con ello provocar una crisis del conjunto del sistema.
La violencia del crimen organizado, la más peligrosa de todas,
porque disputa el uso de la violencia al Estado llevando ventaja a estas
alturas, con cálculo político o sin él, a diario pasa por encima de la
autoridad estatal. Si los “cárteles” de la droga están leyendo políticamente
114
lo que sucede en el país y le dan una connotación táctica a sus acciones,
estaremos frente a un uso calculado de la violencia en la que se desafía de
manera consciente al Estado y, por ende, al Presidente de la República.
Este escenario es mucho más grave porque estaríamos hablando de una
organización criminal con visión estratégica. Si, en otro caso, los
“cárteles” actúan sin cálculo y estrategia, sino por acciones de venganza o
táctica criminal, de cualquier manera ignoran al Estado y lo desafían.
El asesinato del cantante Valentín Elizalde atizó aún más la imagen
violenta de México, y fue tema recurrente en los medios de comunicación
del mundo. Y luego la trifulca en el recinto del Congreso de la Unión,
que recorrió el mundo a través de CNN, reforzó con creces el estigma
sobre el país.
Lo peor de todo es que, mientras los admiradores de Valentín
Elizalde discutían en los blogs y portales quién pudo asesinarlo y
manejaban múltiples conjeturas, los diputados panistas y perredistas se
agarraban a golpes y después cantaban rancheras, el presidente con los
pies en el estribo ya no hacia nada al finalizar 2006 y el electo no podía ni
siquiera pisar el edificio del Congreso de la Unión. En Internet aparecían
páginas en los que supuestos “carteles” amenazaban a otros cantantes y
grupos musicales, lo cual revelaría no sólo una descomposición del medio
musical que interpreta temas del narco sino que, más grave aún, revelaría
cómo el crimen organizado desafía abiertamente a la seguridad pública.
Una “guerra” perdida
El Presidente Calderón, el jueves 17 de mayo de 2006, hizo un
llamado a la sociedad mexicana para que apoye al Estado en la lucha
contra el crimen organizado. La petición suena lógica porque en una
guerra ninguna de las partes involucradas puede ganarla sin el apoyo de
la población o, por lo menos, de un sector de ella.
En la llamada guerra del Estado mexicano contra el narco vemos
que ambos reciben diferentes tipos de apoyo de la población. Nos costará
trabajo aceptar que el narco tiene respaldo de mucha gente, pero es una
rotunda verdad.
Por un lado, el Estado tiene el soporte de los medios, de
organismos empresariales, sindicales, políticos y civiles, así como el
apoyo amorfo y pasivo de gran parte de la población. Por otro, los
narcotraficantes, sobre todo los más poderosos, también gozan de un
soporte tanto activo como pasivo de las zonas donde tienen influencia. El
115
pasivo se logra mediante el temor. El activo a través de la aceptación
cultural y el poderío económico.
En términos estrictamente militares, es decir, observando las bajas
de ambos lados y de la población civil, así como el impacto del
enfrentamiento en la opinión pública, los narcos parecen irla ganando o
han sido capaces, por lo menos, de hacer creer que no la están perdiendo.
La violencia genera miedo o por lo menos temor. La guerra, que es
violencia concentrada y potenciada, eleva los niveles de temor y miedo.
Los narcos, como el Estado vía las fuerzas armadas, o como las
guerrillas revolucionarias, para ganarse el apoyo de la población no sólo
recurren a la violencia sino que buscan la aceptación cultural, política,
ideológica y psicológica de la población. El temor y el miedo con
frecuencia son parte del entramado cultural, político y psicológico en
torno al Estado, pero también del crimen organizado, y los grupos
revolucionarios; y no sólo eso, porque tanto el Estado, como el crimen
organizado y los ejércitos revolucionarios generan consenso y aceptación
cultural, ideológica, política y psicológica. Mientras más denso y fuerte
es el consenso, más poder y permanencia tendrán las organizaciones que
las generan. Un bando que recurre a la violencia, y a la guerra, sin
respaldo social y cultural, no podría triunfar o permanecer.
Pareciera que Felipe Calderón se precipitó al decidir la estrategia
para enfrentar a los narcotraficantes. La urgencia política de la
legitimación lo impelió a recurrir al Ejército para enfrentar a los carteles
del narcotráfico, sin tomar en cuenta las profundas y serias implicaciones
que tal decisión tenía para la ciudadanía y el mismo Estado.
A estas alturas debe quedarle claro a Calderón que las
organizaciones del narco no existen al margen de sectores de la población
de donde surgen, se protegen y reproducen, además de que los
consumidores de las drogas crean un mercado tan grande y rico que surte
los fabulosos ingresos de los “carteles” y les brinda la plataforma y
financiera que sustenta sus actividades comerciales y militares.
El presidente parece que ya entendió que el narco no es un artificio
superpuesto y y que brota de ciertos sectores de la sociedad; por ello
ahora pide la colaboración ciudadana. Empero, ésta es de suyo difícil, al
menos donde las raíces del narco calan hondo y su poder es enorme.
Sobre todo en las poblaciones rurales; incluso en los barrios urbanos la
delación es inimaginable. Todos podrán saber quiénes se dedican a
actividades ilícitas y platicarán sobre ellas en privado, pero no delatan.
Aún las propias autoridades proceden de la misma manera.
116
La población civil, empresarios, periodistas, defensores de
derechos humanos, estudiantes, profesores, etc., podrán hacer llamados y
críticas en abstracto a las acciones de los narcos, pero, por un sentido
elemental de realismo, no acusan a nadie en particular ni dan aviso a la
policía, salvo que sean simples “puchadores”. Así, el llamado del
presidente, angustiado, tendrá poco eco. El Estado tendrá que seguir
actuando con sus propios recursos. Lo más grave del asunto es que la
guerra de la que se habla trepa alturas mayores y no habrá triunfador ni a
corto ni a mediano plazo.
Si tomamos en cuenta dos guerras contra el narcotráfico, una en
Estados Unidos, donde no se echó mano del ejército pero sí de la policía,
y la otra en Colombia, donde el ejército está involucrado desde hace
lustros, podremos concluir que la que se libra en México seguirá la
misma ruta: décadas sin erradicación del narcotráfico y altísimos costos
para el Estado y la población civil.
Los gobiernos de Calderón y de George Bush ya contemplan pasar
a una fase más alta del enfrentamiento contra el crimen organizado. El
presidente mexicano ya dio un paso decisivo en los acuerdos con Estados
Unidos al extraditar a un grupo importante de narcotraficantes. El
siguiente, de extrema seriedad e implicaciones estratégicas para la
soberanía, sería el de aplicar en nuestro territorio un plan parecido al que
se ha llevado a cabo en Colombia, que ha implicado la intervención de las
fuerzas armadas del vecino del norte en la conducción de la guerra e
incluso en la participación de sus propias tropas en suelo colombiano.
George Bush ya no está en la Casa Blanca, pero cualquier otro
presidente, incluyendo a Barack Obama, impulsaría el acuerdo de
intervención estadounidense en México para combatir al crimen
organizado. En Colombia, si nos atenemos a la prolongación de tal
guerra, es un fracaso total porque ni el crimen organizado ha sido
derrotado ni sus envíos de drogas a Estados Unidos han disminuido. En
cambio, el debilitamiento de las libertades civiles en la patria de grandes
escritores y músicos es preocupante. Colombia es una sociedad
militarizada con un gobierno civil.
Los riesgos de involucrar al Ejército Mexicano en la lucha contra
el narco en unos cuantos meses ya ha demostrado sus grandes peligros.
Son muchos los observadores que han dicho y demostrado como los
soldados no están preparados técnica, jurídica, cultural y
psicológicamente para involucrarse en asuntos civiles.
117
En Michoacán como en Sinaloa, para mencionar dos casos, los
militares han cometidos graves abusos contra la población civil. El caso
más brutal fue en tierras michoacanas, pero el que padeció el fotógrafo
José Manuel Prieto Mariscal, en Culiacán, es relevante porque los
soldados, sin atributo legal, trataron de impedir la labor periodística. El
ejemplo también ilustra el inevitable temor y desconfianza de los
integrantes de las fuerzas armadas hacia el crimen organizado porque se
cree que cualquier civil puede ser colaborador o integrante de él.
Lázaro Cárdenas, Gobernador de Michoacán, en un implícito
respaldo al presidente Calderón, declaró en una ocasión que el Ejército
Mexicano era el único instrumento del Estado que podía enfrentar a los
narcotraficantes. Y sí, tiene razón en decir que es el único que los puede
enfrentar, pero no parece que los pueda derrotar porque el problema va a
mucho más allá de la capacidad militar. La encrucijada del gobierno en la
lucha contra el crimen organizado es de proporciones mayúsculas.
Decidió enfrentarlo con el Ejército, es decir, con el máximo recurso de la
fuerza del Estado, pero esa decisión se está convirtiendo en el principal
problema político de su gestión, el cual podría ampliarse y provocar una
crisis de su gobierno a mediano plazo.
En 2006 Vicente Fox se dobló ante la presión de la Casa Blanca y
vetó la ley sobre las drogas ilegales que el Congreso Mexicano había
aprobado. Tal ley hubiese legalizado la posesión de reducidas cantidades
de drogas. Bajo dicha ley, la posesión de hasta 25 miligramos de heroína,
5 gramos de marihuana, ó 0,5 gramos de cocaína y cantidades semejantes
de anfetaminas y peyote para uso personal ya no serían ilegales. Pero
Washington no toleró la más mínima diferencia de su inflexible política.
Cualquier país latinoamericano que intentase una estrategia propia contra
el tráfico de drogas entraría en confrontación con EU y sufriría un severo
castigo económico y político.
La subordinación de México a la política de EU la explica Ted
Galen Carpenter, vicepresidente del Centro de Estudios de Defensa y
Política Exterior del Instituto Cato, en su obra “Bad Neighbor Policy”.
Carpenter dice sin tapujo alguno:
"Las autoridades estadounidenses han sobornado, engatusado, y
amenazado a los gobiernos latinoamericanos intentando detener el flujo
de drogas... El resultado ha sido una creciente ola de corrupción y
violencia en dichos países y un creciente descontento por parte de las
poblaciones perjudicadas hacia sus propios gobiernos y hacia Estados
118
Unidos. La guerra contra las drogas hemisférica de Washington es la
personificación de la Política del Mal Vecino."
122
conciencia de personas que de otro modo no participarían. Así fue con el
niño Fernando Martí y con la maestra Naranjo.
Las muertes en Sinaloa parecen haber agotado la capacidad de
indignación y asombro. Por lo menos en el caso de la marcha de las
veladoras no fueron las razones locales sino las centralistas, que solemos
llamar nacionales, las que motivaron a la gente a manifestarse. Mas, si se
quiere avanzar en el combate a la delincuencia, los intereses y acciones
locales serían la base de las estrategias ciudadanas y gubernamentales. Lo
nacional sólo puede construirse con cimientos locales.
Las acciones locales por lo general carecen de los reflectores
nacionales y de la espectacularidad que brindan los medios electrónicos,
pero son ellas las que pueden transformar a fondo las cosas. Pero esas
acciones no pueden ser sólo reacciones sino organización civil
permanente. En el fraccionamiento o colonia, el trabajo, la escuela, y en
relación a diferentes necesidades se reclama la organización colectiva. De
esas atmósferas surgen las iniciativas y presiones para exigir a los
gobernantes que den respuestas y no sólo promesas y demagogia.
Violencia sin fin.
El niño Fernando Martí en el DF, y el señor Marco Iván del Rincón
Jarero, hijo de Jorge del Rincón, una de las personalidades políticas y
empresariales más conocidas de Sinaloa, han sido dos de las víctimas más
socialmente relevantes de la violencia que flagela a familias con amplio
poder económico en México. Y a pesar de ello, o quizá por ello, les
cegaron sus vidas. La condición social privilegiada no ha favorecido a
nadie en esta brumosa etapa de la historia reciente.
Las muertes de Fernando y Marco Iván, por la prominencia de sus
familias, oscurecen aun más las densas nubes de la terrible, larga y al
parecer inagotable época de violencia que repuntó a final del siglo pasado
y que se ha ensanchado y profundizado en los primeros ocho años del
nuevo milenio. Nada parece detener la espiral violenta que azota al país.
Algunos pensaban que sería la violencia política la que estallaría y se
propagaría por todo México. La aparición del EZLN en 1994 y poco
después del EPR, hizo pensar a analistas y científicos sociales que esa
violencia sería la protagónica. Pero no. Tampoco fue la violencia de
algunos movimientos sociales. La delincuencia que se masificó fue la
desatada por el crimen organizado.
La descomposición estructural de la sociedad, cuyas
manifestaciones más evidentes son la desigualdad social, un débil Estado
123
de Derecho y la deshonestidad de los liderazgos políticos, no abrió los
cauces para que las opciones revolucionarias se pudieran desarrollar. La
alternativa de las guerrillas revolucionarias ha tenido poco eco. Sin
embargo, el resentimiento social y la desigualdad en la distribución de la
riqueza, la impunidad de la corrupción y la incapacidad de la clase
política fermentó el suelo para que la delincuencia ganara terreno como
no había sucedido en casi 150 años. Ni en el porfiriato, ni en el régimen
de la revolución hubo tanta delincuencia como en los últimos veinte años.
Lo paradójico es que cuando más presume la clase política haber
alcanzado la democracia, es cuando más violencia delictiva ha habido.
Los zapatistas, aunque continúan armados, se han convertido en un
movimiento social, y las acciones de los eperristas no han tenido como
blancos a personas ni tienen la intensidad y poder de fuego como el que
lanza el crimen organizado. No hay comparación de la violencia de la
guerrilla con la que exhibe el conjunto de organizaciones criminales
extendidas en el territorio nacional.
Los pronósticos de que la alternancia política y la transición a un
nuevo régimen harían amainar las desigualdades económicas y sociales,
al mismo tiempo que se combatían corrupción, impunidad y delincuencia,
han fracasado. Es decir, las libertades políticas y civiles que ha ganado el
país han quedado rezagadas ante el avance del crimen organizado. Ni un
solo sector social, ni los privilegiados, ni los oprimidos, se salvan de la
violencia. La descomposición social es generalizada.
En abril de este año, el Instituto Ciudadano de Estudios Sobre la
Inseguridad reveló los resultados de la Encuesta Internacional de
Criminalidad y Victimización (Enicriv), auspiciado por la ONU.
Participaron 30 países. Entre otros, Japón, México, Estados Unidos,
Australia, Alemania, Canadá, España y Portugal, pero ningún otro
latinoamericano, lo cual sesga un poco los resultados. De cualquier
manera el estudio arroja evidencias muy graves para nosotros:
México registró la tasa más alta de robos cometidos con violencia.
En 6 de cada 10 asaltos cometidos se utilizan armas de fuego; México
registró el porcentaje más alto de agresiones con arma de fuego, seguido
por Estados Unidos e Irlanda de Norte; Grecia y México tienen el mayor
porcentaje de sobornos a servidores públicos y presentó la menor tasa de
denuncia de todos los países participantes.
Este es el México del nuevo siglo. El de la alternancia y la fallida
transición democrática. El de los grandes acuerdos comerciales con las
potencias mundiales. Es en este contexto que la violencia aumenta sin
124
que nadie sepa hasta dónde puede llegar. El delito está afectando la
estabilidad social y emocional de millones de mexicanos.
En el campo económico, la inseguridad propicia el éxodo de
empresas, según Vicente Yañez, presidente de la Asociación Nacional de
Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD). El líder
empresarial afirma que Ciudad Juárez, Tijuana, Monterrey, Culiacán y la
Ciudad de México han sido abandonadas por un considerable número de
empresarios, porque los atemoriza el alto nivel de secuestros y asesinatos.
Teniendo como fondo esa atmósfera, en el caso del niño Fernando
Martí se maneja la hipótesis de que los asesinos están coludidos con altos
mandos de la policía del Distrito Federal. En Sinaloa, se manejan muchas
conjeturas sobre la muerte de Marco Iván del Rincón en los “blogs” de
los periódicos estatales.
La muerte de Marco Iván del Rincón podría obedecer a motivos
pasionales, como se especula en los “blogs”, pero al margen de los
motivos, los autores del crimen lo hicieron en un contexto de extrema
violencia, donde la mayoría de los delitos quedan impunes. Y como
fondo una sociedad atemorizada, desorganizada y apática. El túnel de la
violencia se ve largo, interminable, con nulas posibilidades de que, a
corto plazo, pueda verse un resquicio para salir de él. Al gobierno de
Calderón le restan cuatro años más, que amenazan ser de pesadilla.
El presidente creyó, sin análisis a fondo de por medio, que su
guerra contra el crimen le iba a generar legitimad, y ha resultado lo
contrario: es la principal explicación del declive de su aceptación como
gobernante. Los cuatro años que faltan van a hacer largos para su partido
y para él mismo. Por eso se mira de nuevo el relevo tricolor, el partido
que durante 70 años afinó la corrupción, la impunidad, la antidemocracia
y el uso de la violencia para dirimir sus diferencias internas.
Culiacán: 10 de mayo y la protesta pasiva
El 10 de mayo, fecha de alto simbolismo para los mexicanos,
guadalupanos o no, de izquierda o de derecha, los culiacanenses se
pusieron de acuerdo, así haya sido de manera pasiva, para rechazar la
violencia que los daña y humilla. La protesta silenciosa, sin marcha, sólo
acompañada por la noche con los sonidos de los gongs que generaron
músicos dignos y sensibles, fue resultado de una reacción espontánea,
suscitada por el miedo y el hastío. No hubo convocatoria alguna. Nadie
llamó a protestar no saliendo de sus casas. No hubo líderes. Ni masas en
la calle. Fue una protesta fragmentada en los hogares pero generalizada.
125
“Ante la ausencia de Estado, dice el profesor universitario Pedro Brito, la
gente se repliega al único perímetro en el que se siente seguro: su casa”.
Esa atmósfera de miedo y desconfianza la describen con precisión los
reporteros Javier Valdez, corresponsal de La Jornada, en Culiacán, y el
enviado por ese mismo diario:
“Un empresario de Guasave, hospedado en un céntrico hotel de
Culiacán, describió así el ambiente que se vive en la capital del estado:
“Calles cerradas, helicópteros volando, militares y policías por todos
lados, en cada esquina. Ahora nadie pita a otro, menos una mentada. Hay
mucho miedo. En todos los semáforos la gente voltea a ver de reojo al
otro conductor. Si es una troca, no avanza hasta que ésta se va. En cuanto
acabe mi reunión me regreso a mi tierra. Allá sí está tranquilo. Los niños
van a la escuela y todo; aquí no se puede”.
La del 10 de mayo fue también una gigantesca manifestación de
miedo a la violencia, con la diferencia de que, por primera vez, en un
profundo acto de reflexión, casi de contrición, la mayoría de los
habitantes de la capital del estado, perciben a cabalidad la dimensión
dantesca del poder del narco. Ese 10 de mayo de 2008, con todo y la
relevancia de la contrición, podría quedarse como una fecha simbólica,
que recordarán los padres a sus hijos como el día en que Culiacán festejó
el día de las madres sin salir a las calles, si es que no es el inicio de un
profundo acto de reflexión que precede a la acción civilizadora.
Si el miedo, la preocupación y el hastío no se traducen en la
adopción de formas organizativas civiles que prevengan, y no que
confronten la violencia, entonces, no hay ninguna posibilidad de
disminuir la fuerza de aquella. La violencia del narco ha adquirido tales
dimensiones debido a la debilidad del Estado para prevenirla y
combatirla, pero también por la debilidad de la sociedad civil. En ambos
casos, Estado y sociedad, ha habido una debilidad ética. En el Estado por
su corrupción e irrespeto al derecho, y en la sociedad por ser poco activa;
es decir, poco participativa y organizada. Y el Estado seguirá siendo
corruptor y corruptible, débil frente a poderes fácticos, y prepotente ante
los ciudadanos débiles, mientras haya una sociedad civil débil. La
sociedad civil es más sólida si se va fortaleciendo en base a pequeñas
pero constantes acciones sociales organizadas, que construyan un amplio
tejido de participación.
Ninguna sociedad sobrevive sanamente, recuerda Norbert Elías, en
su obra “Deporte y Ocio en el Proceso de la Civilización”, escrita al
alimón con Eric Dunning: “sin instituciones sociales que, por así decirlo,
126
proporcionan alivio emocional contrarrestando las tensiones y los
esfuerzos de la vida ordinaria con sus luchas serias, peligros, riesgos y
coacciones”. Las instituciones de las que hablan Elías y Dunning no son
sólo las estatales, sino más bien las civiles, de diverso orden y tipo.
El mercado de las drogas es enorme en Estados Unidos y cada vez
más grande en México. El simple sentido común nos dicta que mientras
haya consumidores de drogas fuera y dentro de nuestras fronteras, sus
productores y comercializadores seguirán floreciendo. Eliminarán a todos
los capos del momento y desintegrarán a sus “cárteles”, pero vendrán
siempre los relevos mientras haya mercado.
Las respuestas policiales y militares al narco, tienen más una
intencionalidad política que el objetivo de la erradicación, al margen de
que jamás han arrancado de raíz el consumo y mercado de drogas. Es
más, dicen los expertos, ni siquiera las más profundas y masivas
campañas de salud eliminan el consumo de drogas en todos los
individuos, aunque sí puedan reducirlo.
En México, el Estado ha sido cómplice del crecimiento del narco,
pero cuando algún gobierno, a nivel federal o estatal, han decidido
enfrentarlo, básicamente recurren a las armas, lo cual ha despertado más
violencia, y no emprende campañas de salud y educación contra el
consumo y venta de drogas. Al contrario, como si fuera una campaña
electoral o comercial, el Estado echa mano de la propaganda en los
medios, que en estos casos resulta ineficaz.
Calderón, con síntomas de desesperación, busca en los medios a
propagandistas y no a periodistas, porque exige que se hable en positivo:
“para que manifiesten y divulguen las acciones que están, precisamente,
deteniendo la estructura de los criminales; para que no se convierta la
estrategia de los criminales, que buscan sembrar terror, en una estrategia
compartida por los propios medios de comunicación”.
La propuesta de valores edificativos, humanistas y constructores de
sociedad civil a través de los medios podrá hacer mucho más contra la
violencia que difundir la propaganda gubernamental. La subcultura del
narco, aun en situaciones extraordinarias, no aminora en algunas capas
sociales, y sólo una contrapropuesta educativa, impulsada
sistemáticamente, podría iniciar una marcha pacífica para disminuir el
consumo de drogas y la violencia.
129
De ser así, dijo, “aceptaríamos que el Estado sería el narcotráfico. Si hay
un poder superior al del Estado, ese es el propio Estado”.
Habría que preguntar a Valadez si en el 2008 seguía pensando
igual ante la fuerza que ha mostrado el crimen organizado; aunque en
términos conceptuales, en efecto, el Estado no ha sido rebasado por una
fuerza externa porque aquél es mucho más que el representante del uso
legítimo de la violencia. En esta dimensión, el Estado ha sido superado
por la violencia del narco, pero las funciones de aquél abarcan muchos
más campos que el uso autorizado de la fuerza. Por ello no es posible
decir con rigor conceptual que el narco ha rebasado al Estado. Lo que sí
se puede afirmar es que, sobre todo después del 9 de mayo de 2008, en
materia de seguridad, hay incapacidad, descuido o indolencia
gubernamental. Simbólicamente, la representación más evidente de eso es
la desaparición pública del Gobernador.
Lo anterior se agrava porque las patrullas militares y policiales
circulan por Sinaloa pero no hacen sentir la presencia del Estado, salvo
para amedrentar a la población civil. Si la ausencia pública del
Gobernador fuese para eludir las preguntas incómodas de la prensa no
habría mayor problema, pero el asunto va más allá de una táctica elusiva;
tiene que ver con el reconocimiento tácito de que no tiene con qué
enfrentar un poder que lo supera. Y más grave es que el Poder Ejecutivo
Federal tampoco ha demostrado que puede contra ese poder fáctico.
La ventaja que tiene Calderón sobre Jesús Aguilar Padilla es que él
no tiene que enfrentar a diario preguntas relacionados con muertos,
balaceras e inseguridad. Si el Distrito Federal tuviera la cantidad de
muertes violentas que padecen Chihuahua y Sinaloa, más del 65% de
todas las muertes de ese tipo en el país, ni Marcelo Ebrard ni Felipe
Calderón sabrían cómo enfrentar a los medios y la presión ciudadana. En
materia de seguridad, la incapacidad entonces, tiene que ver con cierta
forma de ausencia de los poderes a nivel municipal, estatal y federal.
Esta ausencia del Estado para combatir al crimen organizado
aunque sepa cumplir con otras funciones de corte administrativo,
educativo, social, cultural, coloca al gobierno estatal en crisis porque es
quien representa la legalidad y la legitimidad. Y si el Estado pierde el
monopolio de la violencia y su legitimidad para usarla, estamos ante la
indefensión total, y postrados ante los poderes fácticos. Cuando el Estado
pierde el monopolio legítimo de la fuerza presenciamos una crisis de
poder. ¿Quién duda que, en Sinaloa, el uso monopólico de la fuerza no lo
tiene el Estado? Pero pese a la violencia y la ausencia pública del
130
Gobernador, Sinaloa no desmaya, ¿porqué? La gente sigue trabajando,
porque otras funciones del gobierno siguen su marcha, porque las
empresas, a pesar de dificultades crecientes, continúan produciendo. Es
decir, hay un ausentismo público del gobernador, que la sociedad critica,
pero nadie se queda cruzado de brazos.
Es cierto que no han surgido aun grandes iniciativas y
movilizaciones para reclamar, como sociedad civil, al crimen organizado
por la violencia que ha desatado, pero a la larga las actividades más
efectivas para disminuirla sólo pueden provenir de esa sociedad civil; de
mujeres y hombres y niños y niñas, como los que se manifestaron el
último domingo de agosto de 2008 en Culiacán, como los que lo
volvieron a hacer el siguiente miércoles y han prometido que lo seguirán
haciendo en los subsiguientes días. Así ha sido en Colombia y en el sur
de Italia, y así tendría que ser en Sinaloa.
La lucha de la sociedad civil contra la violencia del narco es muy
distinta a la del Estado o la que éste debería hacer. La sociedad civil no
utiliza la violencia, no usa las armas, no recurre a la fuerza, ni siquiera a
la política. Sus únicos argumentos son la razón, la ética, la voluntad y la
organización. El domingo10 de mayo de 2008 se manifestaron menos de
mil personas en las calles de Culiacán, insignificancia si la comparamos
con los cientos de miles que lo hicieron en el DF en 2005, cuando la
delincuencia que azotaba a la capital parecía llegar a límites insuperables,
pero paradójicamente ese puñado de gente ha dejado una lección moral.
Su enseñanza moral, siendo ejemplar y sencilla a la vez, no pudo
ser entendida por el coordinador general del Consejo de Seguridad
Pública de Sinaloa, Carlos Morán Dosta. Este funcionario fue incapaz de
descifrar el inteligente y generoso mensaje de los manifestantes: no
queremos más muertos, sean de donde sean. Esta es la lección ética de la
sociedad civil: no queremos que nadie muera más por causas violentas.
La carta cívica está dirigida tanto a los gobernantes como al crimen
organizado. ¿Es utópico el mensaje que empezó a navegar el domingo
pasado? Sí lo es. No hay nada más utópico que luchar contra la violencia
con la no violencia. Pero la sociedad civil sólo lo es siendo no violenta.
Su única estrategia es la no violencia.
En su momento, la sociedad civil se convertirá en ciudadanía
electora. En esa encrucijada, tanto en 2009 como en 2010, hará su juicio
en la distribución de responsabilidades públicas. No sabemos cómo la
ciudadanía va a enjuiciar la violencia. No sabemos si la violencia va a
gravitar en la conducta electoral de los ciudadanos. Pero si va a contar, el
131
Gobernador Jesús Aguilar Padilla tendrá que ir sacando cuentas de su
ausencia pública. Tendrá que preguntarse si huir es más redituable que
aguantar las preguntas incómodas y desafiantes de los reporteros.
No hablemos de la obligación moral del Gobernador de dar la cara
en estos días aciagos para los habitantes de Sinaloa; hablemos de la
eficacia política de tal conducta. Ninguna estrategia mediática es más
eficaz, y sobre todo genuina, que pararse en persona ante los deudos, ante
los ofendidos, ante los sufrientes, ante los agraviados. Un gobernante
debe correr el riesgo de ser ofendido y no eludir los reclamos ciudadanos.
Jesús Aguilar Padilla no puede volver a esquivar la presencia
pública, ya no tan solo por él, su gobierno y su partido, sino por lo que
queda de estabilidad en el estado. No se puede gobernar a distancia. A
sabiendas de que el gobernador se oculta, la confianza ciudadana se
debilita y aumenta la de quienes desafían al Estado. A pesar de todo, los
ciudadanos de a pie hacen el milagro de que Sinaloa no sucumba. Siguen
sacando a sus familias adelante. Con gobernador ausente, soldados y
policías por todos lados, narcos que se pasean por su casa, pero los
sinaloenses, aun atemorizados, cargan al Estado sobre sus hombros.
Felipe Calderón y la soberanía nacional
”Padre Celestial y Muy Amado: envía tus ejércitos celestiales, tus
armas son más poderosas que las de ellos, protege al ejército mexicano y
sus habitantes, que no haya más muertes de quien está luchando por la
paz de nuestro México. Perdónanos por la frialdad de nuestros corazones,
por no haber respaldado nuestro país desde tiempo atrás. Danos la
oportunidad de interceder por nuestro pueblo, de poder ver el fruto de
nuestro verdadero avivamiento. Oh Jesús, respóndenos, haz volver a
Sinaloa y todo México hacia ti, para que sepan que tú eres Dios y que
vuelves su corazón hacia ti. Haz descender fuego del cielo en nuestros
corazones, trae juicio sobre el narcotráfico, secuestro, prostitución, etc. Si
le respondiste al profeta Elías, respóndenos igual, mediante el poder y la
gracia de tu bendita sangre, Jesús. Amén.”
Esta oración la propagaron a través de internet grupos de cristianos
de Culiacán a inicios del gobierno de Calderón. Los grupos cristianos del
país se sumaban a la prédica contra la violencia del narco. La oración
parece al mismo tiempo un apoyo al presidente y al Ejército, pero más
que nada tiene un aroma de preocupación por lo que sucede en el país y
en especial en Sinaloa. Es en este contexto y cómo enfrenta el gobierno a
la violencia, Calderón reclamó que se exija que México combata el
narcotráfico y que, a cambio, se pretenda su subordinación al Tío Sam.
132
Recordó el presidente: “La batalla que está librando México todos los
días cobra la vida de policías mexicanos, no obstante que la mayoría de
los consumidores son americanos”. Añadió que “el problema del
narcotráfico, que ha sido el origen y sigue siendo la principal causa de la
violencia fronteriza, obedece fundamentalmente a un hecho clave: el
mercado americano de drogas es el más grande del mundo”.
Al mismo tiempo que se ha agudizado la violencia del narco en
México, en Estados Unidos se ha incrementado la persecución de
inmigrantes mexicanos, pero el presidente no ha reaccionado con la
misma energía en ambos casos; es más, se ha desatendido del asunto de
los migrantes mexicanos sin documentos. ¿Por qué dice el gobierno
mexicano que el problema del narcotráfico tiene que ser enfrentado por
estrategias comunes y el de la migración no?
El problema de reconocer que los dos países comparten realidades
comunes tiene que ver con las rasgos clásicas de los Estados, como el de
soberanía. La redefinición de la soberanía del Estado en la era de la
globalización es un proceso accidentando y sujeto a negociaciones, si no
es que a enfrentamientos. Los Estados clásicos no cedían ni una sola
parcela, al menos jurídicamente, de su soberanía. En su territorio decidían
sus ciudadanos y el Estado. Cualquier injerencia externa mancillaba o
debilitaba la soberanía. Sin embargo, esta concepción del Estado se fue
modificando a lo largo del siglo XX y más después de la Segunda Guerra
Mundial. Con el surgimiento de organismos internacionales, como la
ONU y otros, los Estados empezaron a ceder espacios soberanos y con la
incidencia de la globalización económica, las transnacionales debilitaron
aun más las viejas concepciones. Los acuerdos comerciales
multinacionales han sido uno de los últimos empujones en la
transformación de las soberanías nacionales clásicas.
El gran problema en este cambio societario, radical en muchos
sentidos, es que los países ricos con sus enormes empresas han salido
ganando, y los países pobres y los asalariados han salido perdiendo. El
problema es mayor cuando los titulares de los Estados nacionales que no
son ricos se subordinan a los que sí lo son de manera unilateral. Que esto
suceda o no, no es solo un asunto de correlación de fuerzas políticas y
económicas, sino también de cercanías o distancias ideológicas. Si la
ideología de los gobiernos coincide con la de los gobiernos de los países
centrales, entonces será más fluida la pérdida de soberanía. Esto ha
sucedido con los gobiernos mexicanos de los últimos 26 años, aunque, tal
y como han revelado en sus investigaciones Sergio Aguayo y Lorenzo
133
Meyer, la mayoría de los presidentes priístas, hasta Luís Echeverría,
trabajaban muy de cerca con los jefes de la CIA estacionados en México.
El tejido entre Estados Unidos y México es de larga data y de largo
alcance, y por si fuera poco tiende a extenderse y profundizarse, pero el
Estado mexicano tiene que pelear más por negociar y establecer acuerdos
menos vulnerables para los intereses nacionales. No puede ceder sin
llevarse algo sustancioso a cambio. No puede dejar que Estados Unidos
solo, por ejemplo, decida qué hacer con los inmigrantes mexicanos sin
documentos. Ellos necesitan fuerza de trabajo no calificada abundante y
barata que México y otros países le brindan. Por lo mismo, habrá que
exigir a EU que negocie el estatus migratorio de los trabajadores sin
documentos con México y otros países del continente. Entre los
presidentes de origen priísta fue común la retórica nacionalista que
disfrazaba políticas entreguistas. Vicente Fox no necesitaba ocultar nada
porque su inclinación ante Estados Unidos era de corazón. Con Felipe
Calderón, aunque tiene preferencias marcadas por las empresas
españolas, tal y como lo demuestra la conferencia de Antonio Solá, el
creador de los comerciales políticos de la campaña del PAN en 2006, es
difícil esperar una política exterior sólida y autónoma que defienda los
intereses de las mayorías mexicanas; es decir, las que dice la
Constitución.
134