Modulo PEA
Modulo PEA
Clase 1
Alfabetización inicial: perspectiva histórica
Les damos la bienvenida a la primera clase del Módulo Perspectivas para la Enseñanza de la
Alfabetización Inicial donde presentaremos un panorama de las principales características de
algunas de las propuestas alfabetizadoras más influyentes en el siglo pasado, en el que
podemos reconocer dos grandes etapas de enseñanza de la lectura:
• Una segunda etapa, que se desarrolla a partir de los años 60-70, momento en que se
produce una interrupción significativa de la discusión. Diversos autores señalan el
surgimiento de la “tecnología educativa” como causa del silenciamiento de la discusión
metodológica. En el marco de esta corriente, el método se interpreta como una cuestión
instrumental, como un conjunto de técnicas destinadas a mejorar el aprendizaje. En el
mismo sentido, la didáctica, se concibe como una disciplina instrumental reducida a la
formulación de pasos mecanizados para adquirir conocimientos con lo cual la
metodología debilita su relación con el conocimiento mismo.
Sobre este fondo general podemos ubicar más claramente algunos puntos
destacados en la historia de los métodos de enseñanza de la lectura.
Esta primera distinción originó en el siglo XX, la clasificación de métodos de “marcha sintética”
(de las partes o elementos menores como la letra, a los mayores como la palabra) y de
“marcha analítica” (de los elementos mayores, como las palabras, a sus partes).
Ambos tipos de métodos tratan de hacer comprender al niño las correspondencias que existen
entre los signos de la lengua escrita y la lengua hablada, pero la diferencia se establece por el
papel que cada grupo de métodos le otorga a la significación y por el trabajo psicológico que
demandan del aprendiz.
Métodos sintéticos
Veamos entonces algunas características de los métodos sintéticos. Los más importantes son
el alfabético, el fonético y el silábico. El primero no es verdaderamente un método sino un
procedimiento para enseñar las letras en el orden que propone el alfabeto, a través del
deletreo y la memorización.
El método fónico o fonético parte del análisis del sonido: primero los vocálicos, luego los
consonánticos, después la combinación de vocales entre sí y finalmente de estas últimas con
las consonantes. A medida que se analiza el sonido se lo va asociando con la representación de
la letra correspondiente; por último se llega al conocimiento del nombre de cada letra. La
mayor dificultad de este método aparece en el momento de pronunciar las consonantes
aisladas ya que introducen sonidos “parásitos” que complican la correcta escritura.
Por su parte, el método silábico, derivado del fonético, no presenta este problema ya que a
través de cartillas se ejercita la mecánica del reconocimiento y pronunciación de las sílabas.
Luego se elaboran las palabras a partir de la reunión de las sílabas.
Las críticas que reciben los métodos sintéticos son las siguientes:
Cucuzza y Pineau sostienen que entre finales del XIX y principios del XX “se configuró el libro
de lectura moderno” y afirman que El nene de Andrés Ferreyra fue la mejor expresión de esta
etapa. La primera edición de El nene es de 1895 y tuvo 120 reimpresiones hasta 1959.
Toda esta etapa del siglo XX estuvo caracterizada por la presencia de libros de larga vigencia
escritos por maestros y supervisores que compartían un planteo sobre la enseñanza de la
lengua que prevaleció durante más de seis décadas.
Hasta la década del 70 –momento en que la dictadura interrumpe los procesos que se venían
desarrollando en Argentina en consonancia con el resto del mundo, e impone, como veremos
más adelante, una censura que reduce la enseñanza a trece letras en primer grado- los
maestros encontraron en los libros de lectura, una ayuda invalorable
para enseñar el sistema de escritura.
El libro primero (Paso a paso: elementos de lectura corriente y ortografía usual) “para el
Maestro y el Alumno” contiene cuatro partes y un apéndice destinado a los docentes cuyo
título es “Apuntes de didáctica de la lectura en el primer año de escuela” en el que se
desarrollan cómo se aprende a leer, cómo se debe enseñar y a continuación tres pasos o
momentos didácticos; el primero se denomina “ejercicios lexicográficos, prosódicos y gráficos”,
el segundo, “ejercicios de lectura-escritura” y el tercero, “aplicación del libro de lectura”. Estos
“apuntes” para el maestro se inician con las siguientes consideraciones acerca de la lectura:
Nota: Cuídese de que los niños lean las frases como si conversaran, para lo cual han de
juntar las palabras que van unidas por el sentido. La lectura previa en silencio, facilitará
dicho resultado. No se apure a los alumnos, pues el esfuerzo que ellos hacen para vencer
las dificultades, tiene un gran valor educativo. (Figueira, 1908: 8)
Las orientaciones didácticas al pie muestran con claridad cuál es el tipo de intervención que se
espera del docente en la enseñanza. Veamos otro ejemplo:
Nota: Hágase observar a los alumnos el lugar que ocupa la vocal en las sílabas mixtas
(ves-ti-do). Pídaseles que digan cuántas especies de sílabas han estudiado. (Sílabas de
una vocal, de una consonante seguida de una vocal, de una vocal seguida de una
consonante, y de una vocal en medio de dos consonantes.) (Figueira, 1908: 33)
Como hemos dicho, en estos libros la concepción que prevaleció durante décadas fue la de
ordenar gradualmente los pasos en el acceso al sistema alfabético: podemos leer esas
decisiones en la organización del libro.
A lo largo de sus páginas el texto presenta una secuencia didáctica definida: enseñar a leer
palabras como unidad inicial de lectura, abordar primero las palabras cortas aunque presenten
correspondencias fono-gráficas biunívocas (ala) o multívocas (uva), lo que implica que el
alumno considere desde el inicio que no se escribe como se habla; plantear desde el primer
momento los signos de puntuación, los diferentes tipos de letras y las
dificultades que prevengan al alumno sobre las diferencias entre la
oralidad y la escritura y lo mantengan atento desde el principio sobre
las dificultades ortográficas. Las palabras se presentan organizadas en
“grupos de palabras guías”, de los que vemos un ejemplo a
continuación:
Primer grupo de palabras guías: ojo (o, j), ajo (a), ala (l),
pala (p), palo, paja, sala (s), pelo (e) el, nene (n), dedo (d) del,
tapa (t), nido (i) es, vaso (v), uva (u) un, mesa (m) al, niño (ñ),
bote (b). Comparación de la b con v y recapitulación. Faja (f), taza
(z). Comparación de la z con la s. Recapitulación de palabras. Ídem de letras.
Como vemos en esta cita, la segunda parte del texto presenta una complejización respecto
de la primera en varios sentidos: extensión de las palabras, tildación, complejidad de la sílaba,
letras con rasgos de difícil trazado y correspondencias multívocas. También se agregan signos
de interrogación y se plantean las frases sencillas como las que vemos en el siguiente ejemplo
(Lección octava de la Parte segunda):
El botón de la levita.
Podemos observar que las réplicas de diálogo (los cuatro primeros casos) mantienen la
relación necesaria para enseñar el par pregunta-respuesta con sus respectivos signos, pero el
resto de los enunciados no mantienen relación alguna entre sí; solo persiguen la presentación
de las dificultades lingüísticas focalizadas en la lección.
Este rasgo ha sido uno de los más exagerados en las malas imitaciones. También ha sido uno
de los los más criticados en posteriores propuestas y el recurso más utilizado por la censura
durante los procesos dictatoriales. Es también el rasgo parodiado por Quino en su genial
denuncia de alienación o vaciamiento de sentido de las prácticas discursivas escolares en
Mafalda.
Durante mucho tiempo, desde la perspectiva de la propuesta de alfabetización, a pesar de que
los contenidos de los textos fueron diferentes, el abordaje de la lengua se mantuvo ligado a la
propuesta que analizamos en el libro Paso a paso.
Críticas y avances
La evaluación de las desventajas del método de palabras generadoras se centró en la
monotonía de su desarrollo, en el vocabulario controlado (siempre las mismas palabras,
presentadas en el mismo orden), en la exageración del análisis silábico y fonético que se
produjo en la práctica enseñante. Este énfasis lo fue transformando poco a poco en un método
fónico que terminó produciendo en el aprendizaje, todas las desventajas que hemos visto (en
particular el deletreo y la memorización de correspondencias), que lamentablemente subsisten
en la práctica escolar actual.
Cucuzza y Pineau sostienen que “en la década del 70, la vigilancia estatal y la censura
ideológica cobraron una fuerza significativa. Las ‘listas negras’ de libros prohibidos marcaron
con elocuencia los límites de la lectura durante la última dictadura militar. En ese período, la
restricción a enseñar sólo trece letras en primer grado dio por tierra con los cambios. Los
libros de lectura acortaron sus miras y sus autores se vieron en dificultades dignas de un
ejercicio de taller literario para escribir textos con sentido con sólo ocho consonantes. Ejemplo
de esto es Pupi y yo.”, del que vemos a continuación uno de los textos:
¡Una multa!
Si bien las características de este período escapan a las posibilidades de abordaje de esta
clase, podemos señalar como aspectos relevantes que la didáctica de la lectura se concentró
fuertemente en el sujeto del aprendizaje y en reconsiderar la concepción del error constructivo
a la luz de las hipótesis formuladas por el niño sobre la escritura. Las investigaciones
realizadas en este marco se exponen en Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño,
texto publicado en 1979, en el cual ocupa un lugar importante la fuerte crítica a los métodos
de alfabetización tradicionales. El término “tradicional” se emplea en la obra para referirse a
los métodos que hemos analizado en la etapa anterior.
Esta crítica a la atención centrada en los aspectos metodológicos —crítica que la misma autora
ha definido como “guerra”— es recurrente en la obra de Ferreiro, pero en el texto del 79, su
sentido era muy definido: la historia de la alfabetización hasta ese momento se había
desarrollado a partir de diferentes concepciones psicológicas del sujeto y de distintas teorías
del aprendizaje, con un énfasis muy grande en las habilidades perceptivas del niño.
En cambio, las investigaciones psicogenéticas proponen considerar dos aspectos —la
competencia lingüística del niño y sus capacidades cognoscitivas— descuidados por ese
énfasis, para mostrar de qué manera, “introduciendo estos dos aspectos como centrales,
podemos cambiar nuestra visión del niño que franquea los umbrales de la alfabetización”
(Ferreiro, E. y Teberosky, A. 1982: 21).
A partir de la década del 80, este enfoque tuvo una amplia difusión, fue acompañado por gran
cantidad de publicaciones y suscitó en la vida cotidiana de las escuelas, discusiones basadas
en la disyuntiva de seguir enseñando con métodos tradicionales como el de “palabras
generadoras” -expresión que ya había perdido toda referencia a su marco conceptual- o
comenzar a pensar en las nuevas concepciones de sujeto y de aprendizaje.
Más recientemente se planteó la necesidad de trabajar con los portadores de los textos que se
van a leer y con los contextos culturales a los que pertenecen para comprender mejor la
función de la lengua y la comunicación escrita. Todo esto le permite al alumno contactarse a la
vez con datos culturales y lingüísticos, tipos de escritura, portadores, funciones y contextos.
Los alumnos también han conquistado la libertad de escribir como pueden en el inicio de la
alfabetización, cosa que durante siglos les ha estado vedada, pero en la práctica, salvo
excepciones, esta propuesta nunca continúa con la enseñanza de la revisión del escrito para
lograr escribir como se debe.
También hemos visto que los avances didácticos van de la palabra al texto, pero parece existir
una confusión respecto de que si se ingresa a la alfabetización inicial por una unidad amplia
(texto) no deberían explicitarse las unidades menores de lectura y escritura (oración, palabra,
sílaba, letra). Hay que considerar que trabajar en primer ciclo a partir del texto no significa
que este sea el contenido focalizado para el aprendizaje, sino que se constituye en el marco
cultural amplio de significación, una muestra discursiva de la lengua que se está aprendiendo.
Aun considerando la magnitud de todos estos avances no debemos perder de vista que la
alfabetización inicial tiene una instancia insoslayable que es resolver el problema de enseñar
un poderoso sistema: el sistema de escritura. Deberíamos insistir en que así como no se
pueden resolver problemas matemáticos sin comprender las cualidades del sistema de
numeración, tampoco es posible resolver problemas de escritura sin conocer el sistema de
escritura.
Buscando el equilibrio
Camilloni (2010) sostiene que “si creyéramos que todas las formas y modalidades de
enseñanza que existen tienen el mismo valor, esto es, que son igualmente eficaces para el
logro de los propósitos de la educación, entonces la didáctica no sería necesaria”. Por eso este
recorrido, aunque parcial y abierto, nos invita a recuperar elementos de la dimensión histórica
y a abandonar la idea de que todo comienza con nuestra práctica o que no hubo nada que
merezca ser leído por viejo. Nos invita a abandonar el camino de la moda y sustituirlo por el
estudio y la lectura crítica de los aportes producidos en el campo didáctico de la alfabetización
inicial.
Marta Zamero
BIBLIOGRAFÍA
Braslavsky, B. La querella de los métodos en la enseñanza de la lectura. Bs. As., Kapelusz,
1992.
Braslavsky, B. Enseñar a entender lo que se lee. Bs. As. F.C.E., 2005. (En particular la
segunda parte del libro “Los métodos de enseñanza de la lengua escrita: revisión
histórica”).
http://www.lecturayvida.fahce.unlp.edu.ar/numeros/a6n4/06_04_Braslavsky.pdf
Cucuzza, H. Escenas de lectura en la historia de la educación Novedades educativas, Año 13,
n° 123, mar. 2001
Cucuzza, H. y Pineau, P. “Escenas de lectura en la escuela argentina”. El Monitor de la
educación, Año 1, nº 1, Bs. As. Ministerio de Educación. pp. 24-27.
Camilloni, A. et al. Corrientes didácticas contemporáneas. Bs. As., Paidós, 1996.
Camilloni, A. y otros. El saber didáctico. Bs. As., Paidós, 2010.
Ferreiro, E.; Teberosky, A. Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño. Bs. As. Siglo
XXI, 1982.
Finocchio. S. (2009) La escuela en la historia argentina. Bs. As. Edhasa, 2009.
Libros de lectura
En este primer Módulo perseguimos el objetivo de construir una visión sobre el estado
actual de la alfabetización y para ello hemos planteado en la clase anterior un recorrido
histórico que muestra algunos debates sustantivos que han caracterizado su devenir en
Argentina durante los siglos XIX y XX. Para profundizar este objetivo les proponemos en
nuestra segunda clase, abordar algunos elementos de la perspectiva actual, tomando como
base el primer estudio nacional sobre la formación docente en alfabetización inicial.
La muestra incluye IFD de todas las provincias y Ciudad Autónoma de Buenos Aires tanto de
gestión estatal como privada. Las preguntas que guiaron esta investigación fueron las
siguientes:
• ¿Cuál es el lugar de la alfabetización inicial en la formación del docente? ¿Cómo se
forma el perfil alfabetizador del futuro docente en las carreras de Nivel Primario de los
ISFD?
• ¿Qué rol/es cumplen las cátedras de Lengua y de Práctica en ese proceso? ¿Qué
decisiones se toman en estas cátedras para resolver esa parte de la formación?
• ¿Cuáles son los problemas centrales que enfrentan las cátedras de Lengua y de Práctica
a la hora de formar al futuro docente en su perfil o rol alfabetizador?
Estas preguntas fueron respondidas desde diferentes perspectivas que pueden leerse a lo largo
del estudio, pero en esta clase nos interesa compartir algunas de las conclusiones principales.
Uno de los problemas que aparece como relevante es que no se logra consolidar la formación
inicial del alfabetizador, lo que se pone en evidencia cuando el maestro novel asume
rápidamente las formas de enseñar que le propone la escuela en su primer trabajo, aun
cuando la propuesta plantee deletreo o aprestamiento, es decir que no siga los principios
elementales de la enseñanza de la lectura. Esto parece ser resultado de la confluencia de
varios problemas que enumeramos a continuación:
5. Los IFD aceptan en un alto porcentaje, la propuesta de las escuelas para los itinerarios
de práctica de sus alumnos. De este modo en muchos casos se convalidan
intervenciones sin respaldo teórico que profundizan los problemas que las escuelas de
práctica necesitan superar.
Los invitamos a profundizar el análisis en este problema, ubicándose como nuevos encuestados
en el estudio.
2. ¿Cuál?
3. ¿Por qué? (Le pedimos que responda esta pregunta aunque su
respuesta anterior haya sido “No”)
Como podemos observar, en estas respuestas aparecen propuestas inexistentes, así como
confusiones de muy diversa índole que iremos despejando a lo largo de la Especialización. Pero
hay algo que podemos afirmar: un estado de confusión las decisiones sobre el trabajo de
alfabetización inicial y la ausencia de discusión metodológica fundamentada y explícita.
En las respuestas a la pregunta 3, nos interesa destacar que el grupo mayoritario (101
profesores de Lengua y de Práctica sobre un total de 197 profesores encuestados)
contestaron que no proponen ninguna metodología para alfabetizar.
Este grupo, al responder por qué no lo hacen, las respuestas caracterizan a los métodos como
opciones indeseables que hay que criticar y desterrar, como recetas únicas, propuestas rígidas
y estructuradas; sostienen que el método avasalla la libertad tanto del niño como del maestro,
no tiene en cuenta la heterogeneidad de los alumnos, no considera los contextos de la
enseñanza, cercena la creatividad de alumnos y docentes, acota las miradas pedagógicas
amplias y coarta la mirada crítica sobre la práctica docente.
Necesitamos pensar que las teorías del campo didáctico se asocian a prácticas definidas y
asumir al mismo tiempo la responsabilidad no sólo de evaluarlas sino de encontrar las mejores
formas de asociarlas con los procedimientos pertinentes para intervenir en el contexto de la
acción alfabetizadora.
Lo que planteamos a partir de esta clase es la necesidad de superar este estado de situación,
estudiar y discutir de modo fundamentado y explícito las propuestas de alfabetización, los
modos de intervención en la práctica, como un verdadero problema del campo teórico de la
didáctica de la lengua y no como una cuestión menor, instrumental, desligada de los objetos
de conocimiento y fuertemente marcada por la moda.
Los esperamos en nuestra próxima clase para seguir profundizando las perspectivas de análisis
de la alfabetización inicial…
Marta Zamero
BIBLIOGRAFÍA
Lectura básica de la clase
La observación de los mapas les habrá permitido asomarse a la complejidad del panorama
lingüístico pasado y presente y seguramente se habrán planteado algunas preguntas, como
por ejemplo: ¿Qué fue de los hablantes abipones o allentiac y sus lenguas? ¿Qué grado de
vitalidad presentarán hoy el tehuelche, el chané y el chorote? ¿Qué fenómenos registra el
segundo mapa bajo el rótulo “diversidad lingüística dialectal”?
Las respuestas requieren profundos estudios que no vamos a abordar en esta clase, pero la
sola formulación de las preguntas posibles sobre este tema, permite apreciar la complejidad a
la que hicimos referencia.
Estas decisiones existen, en efecto. Se tomaron con diversos propósitos en distintas etapas, de
manera que para conocer su origen y evaluar su gravitación actual es necesario un breve
recorrido por nuestro pasado histórico, que se completará con más profundidad y detalle en la
Clase 1 del Módulo 3 Marco político y pensamiento pedagógico de esta Especialización.
Entre ambos sucesos media el hecho de que la Constitución de 1853 es marco jurídico general,
pero también marco particular respecto del proyecto agroexportador de la clase dirigente
argentina que en la segunda mitad del siglo XIX promovió la guerra contra el indio para
extender la frontera interior. Además, junto con ello, como señala Ángela Di Tullio (2003),
emprendió el proyecto de europeizar el país a través de la inmigración y simultáneamente
castellanizar a los inmigrantes mediante una política educativa y lingüística de corte
nacionalista.
En este proyecto la política educativa de la época desempeñó un papel central a través de la
creación del Consejo Nacional de Educación en 1881, el primer Congreso Pedagógico de 1882
y la Ley de educación Común de 1884, que exigía la enseñanza de la “lengua nacional”.
Además, la educación contribuyó con el proyecto político a través de la implementación de un
modelo educativo ajustado a sus exigencias. Este fue el Normalismo, enfoque basado en el
disciplinamiento y ajuste a las normas sociales y educativas. Como se verá en la Clase 1 del
Módulo 3 Marco político y pensamiento pedagógico, donde se examinan exhaustivamente estas
cuestiones que aquí enunciamos, el Normalismo encontró en la lectura y en la escritura “un
medio para reproducir narrativas vinculadas con las buenas costumbres, el amor por la patria
y otros valores trascendentes”.
Sin embargo, los inmigrantes que debían depurar la raza son quienes, además de aportar las
rebeldías del anarquismo al panorama político, protagonizarán a comienzos del siglo pasado un
escándalo lingüístico que pone en discusión el nacionalismo castellanizante y perturba al
sistema educativo. Se trata de la gestación de los cocoliches y el lunfardo que, según
personalidades como Ricardo Rojas (1909), “bastardeaban el idioma”. Cabe señalar que contra
estas formas lingüísticas, consideradas nefastas desviaciones del discurso, la escuela de la
época inaugura una conducta institucional de proyección extendida hasta nuestros días que
consiste en considerar que determinadas formas del habla de los educandos conspiran contra
la posibilidad misma de su educación escolar. Los que “bastardean el idioma”, hablan “mal” y
contra esa forma de hablar la escuela de la época se abroqueló en defensa del purismo.
Para entender el impacto de este tipo de rupturas en la continuidad de los proyectos político-
lingüísticos es válido recuperar una distinción clásica en el ámbito de los estudios en la materia
que permite diferenciar entre la planificación del estatus y la planificación del corpus de
una lengua (Kloss 1969, en Hamel, 1993).
La planificación del estatus concierne al carácter que se le otorga a una lengua por decisión
política: lengua oficial, nacional, vehicular, adecuada para la educación o no adecuada.
La planificación del corpus de una lengua atañe a la elaboración de alfabetos, ampliación de
vocabularios, selección de textos y enseñanza de la lengua seleccionada como nacional, oficial,
primera o segunda.
Las decisiones de la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX en nuestro país
apuntaron decididamente a fijar el estatus del castellano como “idioma nacional” y a través del
normalismo tomaron las correlativas determinaciones en torno de la discursividad pertinente
para ser enseñada en las escuelas en cuanto al corpus de su vocabulario, la ortografía y los
textos de circulación escolar, como hemos visto en la primera clase de este Módulo.
Sin embargo, en ese sólido entramado, el caso de variedades como el cocoliche y el lunfardo
de comienzos del siglo XX es emblemático de un problema que la legislación no previó: no se
trata solamente de dictaminar el estatus de lenguas distintas, seleccionar una como nacional,
ignorar las demás y elaborar el corpus. La política lingüística también debe cambiar de
perspectiva para contemplar los fenómenos de la diversidad y las variedades en el interior
de las lenguas como lugares de conflicto entre clases y grupos sociales.
Tal vez algunos piensan que esta situación se da solo en algunas comunidades lejanas o
aisladas; sin embargo, en la actualidad, aun en las escuelas de las grandes ciudades se
encuentran alumnos que mantienen contacto con lenguas indígenas, hay hablantes de lenguas
de frontera y diversos exponentes de conflicto entre la lengua que hablan en su entorno
primario y la que deberían hablar y entender en las instituciones educativas, sobre todo en
escuelas con alto número de migrantes de otras zonas del país y países limítrofes.
Además, esta situación que se denomina alternancia lingüística no se da sólo entre lenguas
netamente diferentes. En general, aun dentro de la misma lengua, los diversos contextos de
uso requieren por parte del hablante la habilidad de elegir distintas variedades según la
ocasión familiar o formal, el rol social del interlocutor, el tema u otras variables. Estas
circunstancias determinan grados de competencia lingüística y comunicativa, es decir que los
hablantes tienen que ser hábiles para cambiar de lengua o de variedad de manera adecuada y
flexible según los requerimientos del contexto.
La distancia lingüística
En la mayor parte de las escuelas hay estudiantes que emplean, frecuentemente, una
variedad dialectal oral que se encuentra a gran distancia lingüística respecto de la
variedad escrita que se encuentra en los libros de texto y otros materiales de lectura. Para
estos estudiantes hay un cambio notable entre su lengua oral y las variedades y registros de la
lengua escrita por lo cual tienen dificultades para cambiar desde su variedad oral a la variedad
escrita, tanto en la comprensión como en la producción. Por ejemplo, escriben en forma de
transcripción directa a partir de lo que oyen y no de lo que leen y componen las frases escritas
con todos los sobreentendidos y lagunas de la comunicación oral, que se apoya en información
proveniente de los gestos y del contexto compartido por hablante y oyente.
Como vimos antes, una situación similar se dio en el pasado con la irrupción de formas orales
del cocoliche y el lunfardo en el contexto de la escuela, que respondió lisa y llanamente
anatematizando las hablas diferentes del purismo que defendía el proyecto nacional.
Hacia el cambio
En el siglo XXI deberíamos tener otra perspectiva que incluyera la capacidad de pensar que
los conocimientos, usos y hábitos lingüísticos del alfabetizando pueden ser muy diferentes de
los que le exige la escuela y hasta pueden corresponder a otra lengua, pero siempre son el
punto de partida real que se debe tomar en cuenta para enseñar a leer y escribir. Si
no lo hiciéramos estaríamos sosteniendo una manera de pensar que, como vimos, se originó
en el siglo XIX en el marco de una concepción que hemos denominado un Estado-una Lengua
y que consiste en considerar que en un Estado se reconoce el habla de una sola lengua, esa es
la lengua que se escribe y no se admite que haya problemas para pasar de una a otra.
En la actualidad sabemos que no es esta la situación. Los estados son multilingües, como lo
reconocen las constituciones latinoamericanas de fin del siglo XX. Los distintos colectivos
sociales tienen derecho a ser alfabetizados en sus lenguas y además tienen derecho a ser
alfabetizados en una lengua que les permita la intercomprensión con la sociedad que los
circunda. Sin embargo, los problemas persisten. Entre los más claros y reiterados indicadores
de la vulnerabilidad educativa se encuentra la distancia entre la lengua oral que emplean los
estudiantes y la lengua escrita cuyo aprendizaje en la escuela también es un derecho
constitucional.
En su obra El lenguaje como semiótica social, M.A.K. Halliday (1986) observa que se tiende a
pensar que el aprendizaje es un proceso estrictamente cognitivo, porque se desconoce la
gravitación de los aspectos lingüísticos en la cognición.
Ante estas situaciones, los docentes de cualquier nivel por lo general carecen de herramientas
para poner en juego una didáctica adecuada, ya que la formación profesional actual no suele
incluir la preparación necesaria para evaluar situaciones lingüísticas de diversidad, ni para
desarrollar estrategias que pongan al alumno hablante de alguna de estas variedades en
situación similar a la de quienes deben recorrer una distancia más corta y directa entre su
lengua de partida y las demandas lingüísticas y comunicativas del contexto escolar. El éxito o
el fracaso de los alumnos dependen más de las cualidades y el voluntarismo del docente que
de la especificidad de su formación y de las políticas institucionales que lo contienen.
Tendríamos que tener muy en cuenta la dificultad de los estudiantes -muchos más de los que
pensamos- que manifiestan problemas propios de la diversidad lingüística respecto de la
lectura y la escritura, e implementar una didáctica más adecuada. Para que esto sea posible,
es necesario desmontar la idea de que el “déficit individual” es la única razón de las
dificultades detectadas. Es decir, tendremos que tomar en cuenta la diversidad lingüística
como uno de los más importantes desafíos para la didáctica de la alfabetización.
¡Muchas gracias!
Sara Melgar
BIBLIOGRAFÍA
Arnoux, Elvira y Bein, Roberto (comps.) Prácticas y representaciones del lenguaje. Buenos
Aires: EUDEBA. 1997
Bronckart, J. P. “La actividad verbal, las lenguas y la lengua” en VVAA, Miradas y Voces,
Barcelona, Grao, 2008
Di Tullio, Ángela, Políticas lingüísticas e inmigración. El caso argentino. Buenos Aires, EUDEBA,
2003
Dumitrescu, D. «Implicaciones pedagógicas de la enseñanza del español a los hablantes
nativos de los EEUU o el reto del biloquialismo» en Actas del Congreso Internacional de
didáctica y Metodología para el desarrollo de la lengua materna, Montevideo, 1994
Halliday, M.A.K., El lenguaje como semiótica social, México, F.C.E., 1986
Hamel, R.E. (1993) “Políticas y planificación del lenguaje: una introducción.” Iztapalapa 29.
Políticas del lenguaje en América Latina. 5-39, 1993
Melgar, Sara, Aprender a pensar. Las bases para la alfabetización avanzada. Buenos Aires,
Papers, 2005
Melgar, Sara, “Las olas en la alfabetización: aguas nuevas y sedimentos”, Prisma, Año I,
Número 2, Segundo semestre de 2011. Págs. 4 a 10.
Rojas, Ricardo La restauración nacionalista. Buenos Aires, Peña Lillo, 1909
Siguán M. y Mackey, W. Educación y bilingüismo, Madrid, Santillana 1986.
VVAA, Fuentes de lenguas aborígenes, Ministerio de Educación, 1998.
El marco político-lingüístico
El pasaje de un modelo un Estado-una Lengua a un modelo un Estado- variedad de
Lenguas no es un fenómeno discursivo, es una reestructuración completa. El sistema
educativo debe planificar cómo incorporar las lenguas que son un derecho constitucional de los
ciudadanos para su enseñanza sistemática en las instituciones. Se trata de una decisión que
requiere muchos ajustes a nivel de la comunidad educativa, institucional, curricular y didáctico.
Para llevarla a cabo se ha de abordar la planificación de los cambios de estatus de las
lenguas que se enseñan en las escuelas regionalmente involucradas con las distintas
comunidades de habla. Recordemos que en la clase 3 definimos el estatus como el carácter o
condición que se le otorga a una lengua por decisión política: lengua oficial, nacional,
vehicular, adecuada para la educación o no adecuada.
Se trata de establecer cómo se han de incorporar la primera lengua, la segunda lengua o la
lengua vehicular que permite la intercomprensión de los hablantes de una lengua de minorías
con la sociedad que los circunda y cómo se incorporan en la currícula las lenguas extranjeras
que también son de enseñanza obligatoria en los distintos niveles.
Una vez tomadas estas decisiones respecto del estatus de las lenguas son imprescindibles
otras decisiones respecto del corpus de cada lengua. En la clase 3 vimos que la planificación
del corpus de una lengua atañe a la elaboración de alfabetos, ampliación de vocabularios,
selección de textos y enseñanza de la lengua seleccionada como nacional, oficial, primera o
segunda.
Por lo tanto hay que decidir si todas las lenguas se enseñarán en el modo oral y escrito o
alguna lengua se enseñará exclusivamente en el modo oral; cuando en algunas lenguas los
sistemas de escritura no están totalmente consensuados, hay que decidir qué formas de
escritura se enseñan. También hay que seleccionar o producir los textos que habrán de ser
empleados para enseñar las lenguas en la escuela.
De estas dependen otras decisiones didácticas y metodológicas respecto de la enseñanza y la
evaluación. En este caso, deberían actualizarse los debates en torno de modelos
alfabetizadores con atención a las características particulares de las lenguas y sus sistemas de
escritura. Finalmente corresponde tomar determinaciones respecto de la formación y selección
de docentes a cargo y decisiones curriculares respecto de la distribución de las cargas horarias
para la enseñanza de cada lengua.
La enumeración que acabamos de exponer acerca de algunos aspectos a considerar para
abordar el pasaje de un modelo un Estado-una Lengua a un modelo un Estado- variedad
de Lenguas es una muestra de decisiones que deben ser fruto de fuertes consensos entre la
escuela y la comunidad, pero no deben ni pueden ser tomadas en soledad por cada docente en
particular. Sin embargo, el docente debe interesarse en estos temas para adquirir
herramientas que le permitan participar en los debates y además ejercer desde las bases la
imprescindible vigilancia epistemológica y didáctica que asegura el equilibrio del sistema entre
la planificación y la factibilidad. De esta manera cada docente puede contribuir con el
mejoramiento de la educación de manera activa y comprometida.
Lo expuesto respecto del marco político-lingüístico es un anticipo de temas que
desarrollaremos con más detalle en el módulo Aportes de la Sociolingüística a la Alfabetización
Inicial.
Las decisiones que expondremos se pueden tomar en las instituciones y en las aulas de cada
docente en un aquí y ahora inmediato porque involucran el abandono de prácticas educativas
que ya obstaculizan la enseñanza de una sola lengua escrita, pero que se vuelven obstáculos
insalvables cuando hay que incorporar la alfabetización inicial en más de una lengua.
El esfuerzo intelectual más grande para niños y niñas es la comprensión del sistema de
escritura, sus usos sociales y las formas de comunicación y circulación, especialmente en el
caso de las comunidades indígenas y comunidades de poco contacto con la cultura escrita. Por
eso es crucial que desde el principio los alumnos ensayen escrituras de unidades con
significado, es decir palabras, oraciones y breves textos, aunque su trazado sea desparejo.
Con tiempo, trabajo diario y enseñanza constante sobre la escritura y no sobre líneas sueltas
van a aprender a escribir con claridad y en el lugar de la página que corresponde.
Cuando niños y niñas tratan de escribir sus primeras palabras, están intentando pensar al
mismo tiempo qué quieren comunicar, cómo se escribe, en qué dirección, qué letras lleva cada
palabra, en qué orden, cuáles son los rasgos de cada una; intentan además, dominar el lápiz,
el espacio de la hoja y el lugar del renglón por donde se comienza a escribir. Es decir, que
ejercitan toda la motricidad de su mano pero al mismo tiempo piensan contenidos sustanciales
de la lengua y la comunicación escrita. Por el contrario, el aprestamiento es solo una
ejercitación motriz sin conexión con el significado y por eso no les enseña nada sobre la
escritura. Especialmente en escuelas donde hay que enseñar más de una lengua el
aprestamiento supone una importante dilapidación de tiempo valioso para aprender a leer y
escribir.
Las refutaciones a la inmersión sin enseñanza explícita llegaron de la mano de los estudios
sobre las dificultades en la lectura y la escritura. El especialista en procesos de lectura, Keith
Stanovich, en 1986, utiliza una cita bíblica para describir la diferencia entre aquellos que
recibieron buena enseñanza de la lectura y la escritura y aquellos que no la recibieron: “Los
ricos se harán más ricos y los pobres se harán más pobres”. Justamente por la parábola que
figura en el Evangelio correspondiente, Stanovich dio en llamar “efecto Mateo” al hecho de que
las dificultades de los lectores deficientes serían consecuencia de la enseñanza inadecuada y
no causa de su fracaso en lectura. Los niños que tienen dificultades lectoras presentan
problemas para la segmentación de las palabras en unidades menores (fonemas), para
acceder a vocabulario amplio y para discriminar morfología y sintaxis, porque no les enseñaron
a hacer todo esto en la escuela (Stanovich, K. en Defior Citoler, S. 2000, p. 86 y en Wolf, M.
2007, p. 156).
Silvia Defior Citoler, especialista en dificultades de aprendizaje, aporta las siguientes
consideraciones a este debate:
Mientras que el lenguaje tiene una larga historia, calculada en dos millones y medio
de años, y el homo sapiens moderno adquirió sus características anatómicas hace
doscientos mil años, los símbolos escritos más antiguos datan solo de hace cinco mil
años y la escritura fonológica (principio alfabético) fue inventada recién hace unos tres
mil años. Así, el lenguaje puede considerarse una función orgánica integrante del
cerebro, que ha sido modelada y organizada por la selección natural como un sistema
unificado, lo que se refleja en la naturaleza espontánea, robusta y predecible de su
adquisición. La lectura, en cambio, no fue modelada por la selección natural, es un
invento cultural, su aprendizaje requiere esfuerzo e instrucción específica y debe
reclutar sistemas cerebrales preexistentes (lenguaje, visión) para que se lleven a cabo
procesamientos no característicos de su diseño evolutivo.
Ferreres, A et al, Cerebro, desarrollo y educación en Castorina, J y Carretero M.
Desarrollo cognitivo y educación, Buenos Aires, Paidós, 2012, pp 122 a 123
Para finalizar este panorama general de las perspectivas que permiten transitar el pasaje de un
modelo un Estado-una Lengua a un modelo un Estado- variedad de Lenguas, es
imprescindible pensar un cambio de perspectiva de base: se trata de preparase para articular
consensos.
En efecto, como señala A. Di Tullio es importante recordar que la enseñanza de una lengua,
sea oral o escrita, tiene básicamente dos clases de instrumentos a su disposición: modelos que
imitar suministrados por informantes, es decir, los discursos o textos que circulan en la
sociedad, y conjuntos de reglas suministradas por los lingüistas. Se pueden aprender datos
acerca de la lengua con reglas; pero sin textos, discursos, informantes, y sin actividad
sostenida sobre ellos no se aprende a hablar o escribir una lengua (Di Tullio, 2000). A la
inversa, se pueden tener informantes, textos y aun actividades, pero sin llegar a
sistematizaciones metacognitivas, tampoco se crean las condiciones para que se aprendan
lenguas.
Creemos que las reflexiones que hemos expuesto contribuyen a plantear algunos ejes de
trabajo y reflexión que dan sentido a la selección de temas que iremos desarrollando en los
módulos sucesivos en orden a facilitar el pasaje de un modelo un Estado-una Lengua a un
Estado comprometido con la diversidad de sus ciudadanos.
Sara Melgar
¡Muchas gracias!
BIBLIOGRAFÍA
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inicial de la Lengua Escrita, una perspectiva integradora”, Argentina, Ministerio de
Educación, La formación Docente en Alfabetización Inicial, Buenos Aires, 2009, 2010.
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docente. Reflexiones para la formación en alfabetización inicial.” La formación Docente
en Alfabetización Inicial. Literatura infantil y didáctica, Buenos Aires, 2009, 2010
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Wolf, Maryanne, Cómo aprendemos a leer, Barcelona, Ediciones Grupo Beta, 2007.
Zamero, Marta, “Madurez y aprestamiento versus desarrollo y alfabetización” en Prisma.
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