Del Problema Mente-Cuerpo
Del Problema Mente-Cuerpo
Del Problema Mente-Cuerpo
Pascual F. Martínez-Freire
Universidad de Málaga
1.- Introducción.
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llamar a esta formulación del problema “el problema de Penfield”, ya que fue Wilder
Penfield, célebre neurocirujano americano, uno de los científicos más destacados en el
estudio de las relaciones entre mente y cerebro.
Con todo, los dos filósofos más importantes de la primera mitad del siglo XX
para la filosofía de la mente fueron Gilbert Ryle y Ludwig Wittgenstein, hasta el punto
de que con ellos se constituye la filosofía de la mente como disciplina diferenciada.
Ambos fueron influidos por la psicología conductista (desarrollada en Estados Unidos a
partir de 1913), para la cual la psicología debe limitarse al estudio de la conducta, es
decir, las respuestas de nuestros cuerpos a los estímulos del ambiente. Para Ryle, quien
denunció y criticó el dualismo cartesiano, los procesos mentales se distinguen de los
procesos corporales en cuanto son disposiciones a la conducta y se manifiestan en ella.
A su vez, Wittgenstein defendió la existencia de procesos mentales, pero argumentó que
sólo es posible estudiar científicamente la conducta.
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lugar, a pesar de sus notables descubrimientos, la neurociencia aún no constituye una
ciencia completa con un cuerpo doctrinal comúnmente aceptado en todos sus detalles.
En primer lugar, en su Discurso del método (1637), Descartes dice que conoce
que él es una substancia cuya esencia o naturaleza entera no es sino pensar y que para
ser no tiene necesidad de ningún lugar ni depende de ninguna cosa material; más aún,
sigue Descartes, el yo, es decir, el alma, por la cual es lo que es, es enteramente distinta
del cuerpo, es más fácil de conocer que el cuerpo, y aunque éste no existiese el alma no
dejaría de ser todo lo que es. En consecuencia, hay una distinción real entre la mente y
el cuerpo humanos, pero, puesto que el hombre se conoce como mente, cada ser
humano es (en última instancia) únicamente su alma o mente, siendo su cuerpo ajeno a
él mismo. Se trata de la solución del ser humano como substancia pensante.
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distinción real entre mente y cuerpo humanos, pero mente y cuerpo están estrechamente
unidas. Se trata de la solución (de abolengo escolástico) del ser humano como unidad de
mente y cuerpo.
En tercer lugar, en Las pasiones del alma (1649), Descartes defiende que,
aunque la mente es incorporal, interactúa con el cuerpo humano en la glándula pineal
(situada en el centro del encéfalo bajo los hemisferios cerebrales). En la glándula pineal,
la mente actúa sobre los spiritus animales, que son las partes más vivas y sutiles de la
sangre y cuya función es mover el cuerpo, y asimismo la mente es influida por tales
spiritus animales o elementos de animación. En consecuencia, hay una distinción real
entre mente y cuerpo humanos, pero mente y cuerpo interactúan entre sí. Esta es la
“solución cartesiana” habitualmente conocida, consistente en un dualismo
interaccionista.
A fines del siglo XIX surgen la psicología científica (en torno a 1874) y la
neurociencia (en torno a 1888). Ahora bien, mientras que los fundadores de la
psicología (Wundt y James) la consideraban una ciencia humana, en cambio los
psicólogos conductistas, como John Watson (1878-1958) o Burrhus Skinner (1904-
1990), intentaron convertirla en una ciencia natural, comparable a la física o a la
química.
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Para los psicólogos conductistas, la psicología debe limitarse al estudio de la
conducta, tanto en los animales como en los seres humanos, es decir, debe limitarse al
estudio de la actividad de los sujetos animales o humanos que sea públicamente
observable y registrable, incluyendo en tal actividad los movimientos corporales, ruidos
producidos (incluido el lenguaje), substancias químicas emitidas y, en general,
interacciones con el ambiente. Para los psicólogos conductistas, la cadena estímulo-
respuesta explica cualquier fenómeno psicológico; en concreto, el objetivo de los
estudios psicológicos es encontrar los datos y leyes mediante los cuales, dado el
estímulo se puede predecir la respuesta, o bien dada la respuesta se puede determinar la
naturaleza del estímulo. En consecuencia, el estímulo aparece como la causa de la
respuesta sin referencia a factor interno alguno del organismo.
En estas condiciones no tiene sentido hablar de una vida mental interna del
organismo. Nociones claramente mentalistas, como deseos, creencias, pensamientos,
imágenes mentales o planes de acción, no tienen cabida en el conductismo psicológico,
ni tampoco tiene cabida la introspección o examen por el propio sujeto de sus procesos
mentales internos. En suma, la psicología conductista es una psicología sin mente. Por
ello para el conductismo psicológico no tiene sentido alguno el problema mente-cuerpo,
simplemente porque la mente no es un concepto científico.
¿Qué son entonces los procesos mentales? Para Ryle son disposiciones a la
conducta moral o inteligente. En cuanto disposiciones a la acción se manifiestan en la
conducta, pero no consisten en la conducta (y en este punto se aleja del conductismo
psicológico). Cuando se predican de una persona atributos mentales, tales como
prudente o imprudente (de carácter moral) o bien listo o tonto (de carácter intelectual),
lo que se le atribuye es la aptitud o la ineptitud para hacer cierto tipo de acciones. La
mente y el cuerpo se distinguen como las disposiciones a la conducta y la propia
conducta.
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1929 y su fallecimiento). Es característica del segundo Wittgenstein la atención que
presta a lo que denomina “juegos lingüísticos” practicados por los seres humanos, es
decir, a los diversos usos de lenguaje, entendido como cualquier sistema de signos; por
ejemplo, son juegos lingüísticos dar órdenes pero también obedecerlas, contar un suceso
pero también hacer teatro, maldecir pero también rezar. Ahora bien, a Wittgenstein le
interesan los juegos lingüísticos en cuanto a la observación de sus reglas (las reglas de
uso de los signos de su lenguaje), y advierte algo muy importante, a saber, que una regla
es una praxis social y pública, no una manía privada que sólo entienda una persona.
Como consecuencia del carácter público de las reglas tenemos la tesis básica
de Wittgenstein en filosofía de la mente, esto es, que aunque existen experiencias
privadas no existe un lenguaje privado que pueda expresarlas adecuadamente. Además
no existe ningún lenguaje privado (que sólo entienda una persona) y que merezca
llamarse lenguaje. Nuestro autor admite el carácter privado de nuestras experiencias, de
tal modo que, por ejemplo, nuestras sensaciones no son compartidas por los demás; si
alguien golpea tanto a mí como a mi acompañante, mi dolor no es el suyo ni el suyo es
el mío. Ahora bien, mientras las sensaciones, por ejemplo, son privadas, en cambio el
lenguaje que las expresa es público y compartido. En general, toda nuestra experiencia
privada (sensaciones, percepciones, creencias, inferencias, sentimientos, recuerdos,
imágenes mentales y deseos) se expresa en un lenguaje necesariamente público.
Por tanto, resulta claro que para Wittgenstein los procesos mentales sólo
pueden ser estudiados mediante su manifestación en un lenguaje público. Esto supone
una actitud antimentalista, es decir, la tesis de que los fenómenos psicológicos deben ser
estudiados como manifestación externa en la conducta, y no como elementos de nuestra
vida mental interna. Tal actitud antimentalista es general en Wittgenstein, aunque
matizada constantemente con reservas de tipo mentalista, esto es, con la tesis de que los
sujetos humanos poseen realmente una vida mental interna. Por supuesto, esa actitud
antimentalista implica favorecer una psicología conductista; en efecto, si los procesos
mentales sólo se conocen públicamente, es forzoso recurrir a la conducta, sea o no
específicamente lingüística, para conocer tales procesos, ya que sólo la conducta es
pública. En resumen, los procesos mentales se distinguen de los procesos corporales
como se distingue la vida mental interna y privada de la conducta externa y pública,
pero mientras que de la primera no cabe un estudio científico en cambio de la segunda
es posible tal estudio, y además la conducta es manifestación de la vida mental interna.
Por supuesto que los filósofos, en mayor o menor medida, siguieron atentos a
los desarrollos de la psicología científica, pero a partir de finales de los cincuenta
algunos filósofos empezaron a interesarse también por la neurociencia. Tal fue el caso
de John J. C. Smart y Ullin T. Place (1925-2000), que fueron los iniciadores del
materialismo reductivo o teoría de la identidad mente-cerebro, esto es, la tesis de que los
procesos mentales y los procesos cerebrales son idénticos. Entonces se produce un
cambio terminológico, ya que se hablará del problema mente-cerebro en vez del
problema mente-cuerpo. Este cambio puede ser, en algunos casos, irrelevante, ya que se
entiende que es lo mismo hablar de la relación mente-cuerpo o de la relación mente-
cerebro; pero, en otros casos (y esto es lo importante), el cambio terminológico implica
la creencia de que está claro que los procesos mentales deben distinguirse (si hay lugar a
ello) de los procesos cerebrales en particular y no de los procesos corporales en general,
puesto que nuestras sensaciones, percepciones, recuerdos, inferencias, o sentimientos
tienen lugar en nuestro cerebro.
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Los principales defensores del materialismo reductivo son el filósofo
australiano David Armstrong y el americano David Lewis, cuyas ideas se presentarán
brevemente.
Pues bien, la ciencia nos dice que el ser humano no es sino un mecanismo
físico-químico. En consecuencia, la respuesta sobre la naturaleza de la mente debe ser
coherente con esta respuesta. Por otro lado, Armstrong se opone al conductismo, tanto
al que defiende que la mente es conducta como al que sostiene que la mente es
disposición a la conducta. Si la mente es conducta, entonces quedan sin explicar todos
los procesos mentales que no van acompañados de conducta (como cuando deseo fumar
un cigarrillo pero no lo fumo). Y si la mente es disposición a la conducta, como insistía
Ryle, entonces tal disposición debe ser algo real, frente a la tesis de Ryle de que una
disposición no es un estado o cambio particular. Por tanto, los procesos mentales no
pueden identificarse con la conducta, sino que precisamente son la causa interna de la
conducta. Ahora bien, la ciencia nos enseña que la única causa de la conducta es el
funcionamiento físico-químico del sistema nervioso central. En conclusión, podemos
identificar los estados mentales con estados puramente físico-químicos del sistema
nervioso central (lo cual es coherente con la visión del ser humano como mecanismo
físico-químico). Tal es la teoría de la identidad mente-cerebro.
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tampoco hay problema alguno en relacionar los unos con los otros. Dicho de otra
manera, tenemos un legítimo problema mente-cerebro (como teníamos un legítimo
problema mente-cuerpo) cuando los procesos mentales son de algún modo distintos de
los procesos cerebrales en particular (o de los procesos corporales en general), ya que
sólo entonces resulta problemático cómo explicar los fenómenos mentales, y resulta
problemático como relacionar los fenómenos mentales con los cerebrales. En caso de
identificación ya no hay problema alguno: los procesos mentales se explican como
procesos neuronales, y no hay lugar a relación problemática alguna ya que son los
mismos.
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corteza cerebral asociativa y la mente, se transforman en las variadas experiencias de
nuestro mundo perceptivo, las cuales son distintas de los procesos cerebrales.
Por tanto, para Eccles existe el problema mente-cerebro, ya que los procesos
de la mente autoconsciente son distintos de los procesos neuronales. Su solución
consiste en sostener una interacción entre mente autoconsciente y maquinaria neuronal a
través de la corteza asociativa del hemisferio cerebral dominante.
En efecto, para este filósofo americano, hay cuatro rasgos de los fenómenos
mentales, tomados globalmente, difíciles de encajar en la concepción del mundo del
materialista (reductivo o eliminativo). El más importante de tales rasgos es la
conciencia, aunque no todos los procesos mentales sean conscientes. Para Searle, la
conciencia es el hecho central de la existencia específicamente humana y, sin embargo,
es difícil ver cómo sistemas meramente físicos pueden tener conciencia. El segundo
rasgo de la mente difícil de encajar en una concepción materialista del mundo es la
intencionalidad (aunque tampoco todos los procesos mentales son intencionales), es
decir, el rasgo mediante el cual nuestros estados mentales se dirigen o se refieren a
objetos o estados de cosas del mundo distintos de los propios estados mentales. Así, por
ejemplo, mi deseo (estado mental) de comer un besugo se refiere a un objeto que no está
en mi mente sino en el mundo, y es difícil concebir que una realidad meramente
material pueda representar algo.
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El tercer rasgo de la mente difícil de acomodar con el materialismo es la
subjetividad de los estados mentales (y ahora podemos decir que todos los procesos
mentales son subjetivos). Tal subjetividad indica el hecho de que cada cual puede
conocer sus estados mentales internos mientras que los demás no pueden conocerlos
(directamente). Pero parece difícil acomodar este carácter subjetivo de los estados
mentales con el carácter objetivo de la concepción materialista. Finalmente, Searle
señala un cuarto problema, el problema de la causación mental. Algunos de nuestros
procesos mentales tienen de hecho un efecto causal sobre el mundo físico; por ejemplo,
decido echarme hacia atrás y mi cuerpo se echa hacia atrás. Sin embargo, no se
comprende fácilmente que algo mental pueda tener influencia física.
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Dicho de manera rápida, las ciencias cognitivas constituyen un campo de
investigación interdisciplinar cuyo tema central es el estudio del fenómeno de la
cognición en humanos, en animales (al menos los vertebrados) y en computadores
(adecuadamente programados). Asimismo, se entiende por cognición el uso y
manipulación de información. Se podría emplear el término habitual de “conocimiento”
en vez del término “cognición” (cuyo empleo era, hasta ahora, escaso), pero se prefiere
introducir este término para dar cuenta de la doble novedad de entender el conocimiento
como procesamiento de información y de creer que el conocimiento no es exclusivo de
los humanos sino algo compartido con animales y computadores. En cuanto a las
ciencias cognitivas básicas son la psicología cognitiva (opuesta a la psicología
conductista) y la inteligencia artificial (que se ocupa del diseño y construcción de
computadores inteligentes); otras disciplinas de interés para el campo de las ciencias
cognitivas son la lógica, la lingüística, la neurociencia cognitiva y la antropología y la
pedagogía cognitivas.
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El funcionalismo se adapta bien al campo de las ciencias cognitivas ya que, en
ellas, un organismo cognitivo es un sistema de procesamiento de información, ya se
trate de un humano, un animal o un computador inteligente. Para el funcionalismo, los
procesos mentales se caracterizan, al margen de su soporte, como procesos internos que
median entre entradas sensoriales y salidas motoras y que cumplen determinado papel o
función. Por ello, en principio el funcionalismo prescinde de la consideración del
soporte de tales procesos y, en particular, de la posible relación de los procesos mentales
con su soporte cerebral. Por ello el funcionalismo puede considerarse como una especie
de “tiempo muerto” en el problema mente-cerebro (Martínez-Freire, 2002: 125). Pero
también las ciencias cognitivas pueden volver a replantear el problema mente-cuerpo,
ya no como problema mente-cerebro, sino en términos más generales como problema
mente-soporte.
TEXTO ANTOLÓGICO
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proponer hipótesis relacionadas con las transacciones de la mente que no han sido
explicadas, eligiendo las más lógicas.
Por mi parte, tras un esfuerzo de varios años por intentar explicar la mente
basándome tan sólo en la acción cerebral, he llegado a la conclusión de que es más
simple (y más lógico) aceptar la hipótesis de que nuestro ser consta de dos elementos
fundamentales, en cuyo caso todavía podría resultar cierto que la energía requerida va a
la mente durante las horas que permanecemos despiertos a través del mecanismo
cerebral superior.
Porque estimo que no será posible nunca explicar la mente basándose en la
acción neuronal dentro del cerebro, y porque considero que la mente se desarrolla y
madura independientemente a lo largo de la vida del individuo, como si fuera un
elemento permanente, y porque un ordenador (como es el cerebro) debe ser programado
y accionado por una fuente capaz de conocimiento independiente, me veo impelido a
optar por la propuesta de que nuestro ser ha de explicarse sobre la base de dos
elementos fundamentales, lo que, en mi opinión, nos ofrece una posibilidad mayor de
llevarnos a la comprensión final de lo que tantos esforzados científicos persiguen”.
(Penfield, 1977: 116-118).
BIBLIOGRAFÍA
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