Los Austrias Menores
Los Austrias Menores
Los Austrias Menores
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En el plano interior, con el reinado de Felipe III se inicia el gobierno de los validos (también
llamados favoritos o privados), que va a caracterizar a los Austrias menores. De esta forma, los
reyes no gobernaban personalmente sus reinos, sino que se apoyaron en validos que dirigían la
política en su lugar y cuyo poder residía en la confianza que el rey había depositado en una
persona. Esto provocaba el alejamiento entre el rey y sus vasallos y la desconfianza de las
oligarquías locales frente a la Corona. Los validos de Felipe III fueron el duque de Lerma y el
duque de Uceda.
En 1609 se decretó la expulsión de los moriscos (llevándose a cabo entre este año y 1614) que
marcharon principalmente al norte de África. Se estima que saldrían del país unas 300.000
personas y, destacar, que esta decisión política fue muy perjudicial para la agricultura en Valencia
y Aragón, donde eran numerosos y se dedicaban al trabajo en el campo en tierras generalmente
de nobles.
2.2.2. El reinado de Felipe IV (1621-1665)
Fue un reinado muy agitado y la crisis y decadencia española tocaron fondo. En política interior,
Felipe IV confió el gobierno a un nuevo valido, el conde-duque de Olivares (1621- 1643) que
abordó una ambiciosa política de reformas fiscales que pretendió imponer de forma autoritaria.
Su objetivo era incrementar los ingresos de la Corona para financiar su costosa política exterior,
pues durante su mandato se reactivaron las hostilidades en Europa. Entre las reformas que llevó
a cabo, la más importante estaba destinada a conseguir que los reinos no castellanos aumentaran
sus contribuciones. Con esta medida, se evitaba que la presión fiscal recayera casi
exclusivamente en Castilla. Para ello, presentó el proyecto conocido como la Unión de Armas
(1625), por el cual se crearía un ejército de 140.000 hombres, reclutado y mantenido por cada
reino en función de sus recursos demográficos y económicos. Este proyecto chocó con los
intereses de los reinos que plasmaron su oposición a través de rebeliones:
• Cataluña. Las Cortes catalanas venían negándose a aportar nuevos ingresos a la Hacienda. Y
en 1635, al agravarse la Guerra de los Treinta Años, Olivares quiso llevar la guerra contra Francia
a Cataluña para así involucrar a los catalanes. Los choques entre la población civil y el ejército
se fueron endureciendo. El descontento popular alcanzó su momento culminante el Corpus de
junio 1640 cuando una multitud de campesinos (segadores) se adueñó de Barcelona y dio muerte
al virrey, conde de Santa Coloma. Dados los acontecimientos, las autoridades catalanas (la
Generalitat) decidieron separarse de la monarquía española y buscar el apoyo en Francia. Días
después, Luis XIII, rey de Francia, fue proclamado conde de Barcelona. Una unión que no
perduró mucho tiempo, ya que la política francesa provocó el descontento de los catalanes. Esto
favoreció la recuperación de Cataluña por las tropas reales y la entrada de éstas, finalmente. en
Barcelona en 1652. Felipe IV se comportó de forma magnánima con los rebeldes, al no haber
represalias, respetando las tradicionales libertades catalanas.
• Portugal. Ante la grave situación en Cataluña, Olivares pidió un mayor número de tropas a
Portugal. Este hecho, unido a que los portugueses sentían que la Corona española defendía
inadecuadamente sus territorios en ultramar frente a los ataques holandeses, provocó que la
población portuguesa se rebelara en diciembre de 1640 proclamando rey al duque de Braganza
con el nombre de Juan IV. El levantamiento contó con el apoyo de Francia, Holanda e Inglaterra.
España reconoció la independencia de Portugal en 1668 por el tratado de Lisboa, ya bajo el
reinado de Carlos II.
• Otras sublevaciones. Por el mismo tiempo que las dos anteriores, en torno a 1640, estallaron
otras sublevaciones en Andalucía, Aragón y Sicilia. Todas fueron relativamente más fáciles de
dominar por parte de las tropas reales, siendo la más temible fue la de Nápoles en 1647. En 1643,
Felipe IV se vio obligado a destituir al conde duque de Olivares. Para concluir, en estas crisis se
manifiesta de forma gráfica el enfrentamiento entre las dos formas de concebir la unidad de
España: la lucha entre el centralismo y el foralismo. En todo caso, Felipe IV mantuvo la misma
estructura de gobierno de la monarquía española (un conjunto de reinos con sus leyes e
instituciones propias con un rey común)
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En cuanto a la política exterior, la Guerra de los Treinta Años, iniciada en 1618, siguió abierta
durante el reinado de Felipe IV. En 1621, y una vez finalizada la Tregua de los Doce Años (1609),
los Países Bajos volvieron a convertirse en uno de los principales focos bélicos de España. Los
holandeses se unieron a los enemigos de los Austrias que luchaban en la Guerra de los Treinta
Años. De esta forma, la rebelión holandesa pasaba a ser un capítulo más de la gran guerra
europea. Esta se desarrolla en un primer momento con el enfrentamiento de los Austrias contra
Dinamarca y Suecia que apoyan a los protestantes alemanes. Poco después, Francia se sumó al
bando protestante. En 1640, año en el que se sublevaron Cataluña y Portugal, la situación se
complica y comienzan los reveses españoles. En 1643 caía el conde-duque; el mismo año en que
los tercios españoles, hasta entonces invencibles, eran vencidos en la batalla de Rocroi.
La guerra acaba con la paz de Westfalia en 1648. Por este tratado España reconoce la
independencia de Holanda, pero decidió continuar la guerra contra Francia, que pretendía
mantener su soberanía sobre Cataluña. Para mayor complicación para España, Inglaterra se puso
al lado de Francia y ocupó la isla de Jamaica (1655), que tuvo unas consecuencias comerciales
para España. Al final, la paz de los Pirineos (1659) señaló el fin de la hegemonía hispánica. Para
España supuso la pérdida de la provincia de Artois, en los Países Bajos, de diversas plazas
flamencas y la de los territorios catalanes del Rosellón y la Cerdaña. De esta manera, la frontera
entre los dos países, quedó como en la actualidad. También se acordaba el matrimonio de Luis
XIV con la infanta española María Teresa de Austria, matrimonio del que habría de ser nieto
Felipe de Anjou, futuro rey de España a la muerte de Carlos II, último Austria español.
2.3. El reinado de Carlos II (1665-1700)
Durante el reinado de Carlos II continúa la decadencia española. Hay que esperar hasta el siglo
XVIII, con la llegada de los Borbones, para que comience un periodo de recuperación económica
y demográfica. Carlos II careció de aptitudes para gobernar. Es un rey débil y enfermizo, de
forma que en la corte fue apodado como el Hechizado. Los principales problemas de su reinado
serán las guerras contra Francia y el problema de la sucesión.
• Guerras contra Francia. Tras varias guerras, España pierde el Franco Condado y varias plazas
en Flandes.
• El problema sucesorio. Carlos II se casó dos veces pero no tuvo hijos. Debido a esta situación,
las distintas potencias europeas (sobre todo Francia y el Imperio alemán) se plantearon el reparto
de la monarquía española, a espaldas del gobierno español. Hecho éste que causó una enorme
indignación en España. Finalmente, Carlos II, sin descendencia, dejó la Corona (en su testamento
firmado un mes antes de su muerte, en 1700) al nieto de Luís XIV de Francia, Felipe de Borbón,
duque de Anjou. Con esta decisión, el rey intentaba asegurar la unidad de la monarquía española,
pero muchas potencias europeas negaron la validez del testamento, basándose en la debilidad
mental del monarca. Esta polémica abrió el camino a la encarnizada Guerra de Sucesión (1701-
1715)
3. CONCLUSIONES
La muerte de Carlos II marca el final de la monarquía confederal iniciada con los Reyes
Católicos. El final de la dinastía Habsburgo se debe a que unieron sus intereses dinásticos con
los de los distintos reinos, afectando más a Castilla que fue la que sufrió el esfuerzo económico
y humano, puesto que las frecuentes guerras se sufragaron con los metales preciosos americanos
(“el oro nace en las Indias honrado y en Génova es enterrado”, como denunció Quevedo). Hay
que unir a esto una política matrimonial prácticamente endogámica, que acabó con un rey estéril
y lleno de enfermedades.
La nueva dinastía Borbón iniciará en el siglo XVIII su presencia con la guerra de Sucesión, donde
se dirime no solo la política europea sino también un enfrentamiento civil: Castilla apoya a la
nueva dinastía que pretende centralizar la administración del Estado. Los reinos aragoneses se
enfrentarán apoyando al candidato Habsburgo y defendiendo el mantenimiento del foralismo. Su
derrota supone la implantación de los Decretos de Nueva Planta, con la implantación de las leyes
castellanas en todo el reino. Hoy día, en Cataluña se remiten a ese periodo para protestar por la
pérdida de su “hecho diferencial”.