DISCAPACIDAD INTELECTUAL Y SUBJETIVIDAD - Trabajo Final.
DISCAPACIDAD INTELECTUAL Y SUBJETIVIDAD - Trabajo Final.
DISCAPACIDAD INTELECTUAL Y SUBJETIVIDAD - Trabajo Final.
PSICOLOGIA
NOVIEMBRE DE 2023
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INTRODUCCION
Puedo destacar dos momentos de mi proceso personal dentro del recorrido por el curso
los cuales me permitieron hacer dos lecturas diferentes del mismo título, “Discapacidad
Intelectual y subjetividad”.
Al inicio del curso leía allí una conjunción que me invitaba a combinar ambos términos
en una suerte de causa - consecuencia como sistema cerrado, donde el primero de los
dos negativizaba al segundo.
Al culminar el curso no puedo dejar de leer en esa conjunción una continua puesta en
tensión de ambos términos que no responde a una enemistad conceptual u oposiciones
radicales, tampoco a un derrotero de términos hacia un futuro claudicado por el prefijo
“dis”, sino, por el contrario, a la posibilidad de complejizar el enfoque clínico al momento
de pensar un sujeto dentro del ámbito de la discapacidad, y cuando me refiero a pensar
a un sujeto, inmediatamente debo tomar distancia de prejuicios patologizantes, evitando
caer en simples puntuaciones, estandarizaciones, y en aspectos meramente funcionales
de la persona, para no dejar morir esa fuerza deseante que muchas veces queda
atrapada detrás del diagnóstico médico.
Esta tensión permite indagar más allá de la marca corporal, aunque sin negarla, para
integrar lo específicamente singular en cada sujeto dando cuenta de las vicisitudes en
la estructuración de su subjetividad.
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DESARROLLO
Del otro lado de la conjunción tenemos el termino Subjetividad. De los tantos autores
que definen este concepto tomaremos la definición de Ana Karina Hormigo (2006) quien
lo define como una construcción que va a ir moldeando la estructuración psíquica
suscitada desde los orígenes con relación a los otros insertos en el campo social. La
autora aclara que en esta estructuración el sujeto atravesará diversos avatares que
condicionarán su existencia.
En las dos primeras definiciones, (DSM-V)- (AARM), podemos dar cuenta del uso de
palabras como déficit, dificultad, aprendizaje, habilidades, funcionamiento, capacidades
mentales, entre otras, las cuales dan cuenta de un aspecto de la persona ligado a la
esfera cognitiva y adaptativa desde las funciones superiores. Acaso nuestro paciente,
una persona ¿Quedaría definido solo en términos de tener/poder o no tener/poder
ciertas habilidades? Esta visión dejaría por fuera muchas otras variables que son
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directamente intervinientes a la hora de pensar una persona dentro de la clínica de la
discapacidad.
Marta Schorn (2009) nos dice en relación a este tipo de definiciones que las mismas
dan cuenta de lo que una persona puede o no puede hacer con su inteligencia; pero que
descubrir a un sujeto es otra cosa, implica profundizar en su estructuración psíquica y
en las características de los primeros encuentros entre el niño y su madre.
Esta posición de la autora abre una ventana hacia el terreno de lo subjetivo que nos
planteaba Hormigo y que podríamos relacionarlo con el nuevo paradigma para entender
la discapacidad que nos plantean M. Ángel Verdugo Alonso y F. de Borja Jordán de
Urríes Vega (1999) quienes conciben a la discapacidad ya no centrada en la persona
sino en la interacción entre la persona y el ambiente en el que aquella se desarrolla.
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relaciona los tipos de apego más característicos en este ámbito articulando a estos con
el concepto de riesgo relacional de Piera Aulagnier donde se evidencia la puesta en
juego de lo esperado por la madre en relación a lo que será su hijo, con lo efectivamente
acontecido. Para Schorn, un apego seguro, o sea la modalidad sana para Bowly,
radicaría en la capacidad de los padres de poder superar el dolor de lo no esperado y
disfrutar del placer de encontrarse.
En este grupo de teóricos no podemos dejar de nombrar a Maud Mannoni (1964) quien
ha realizado interesantes aportes a nuestro ámbito en relación a lo vincular-subjetivo y
la discapacidad. Para la autora la debilidad mental se relaciona con el lugar al que el
niño adviene en la fantasmatica de la madre y en la estructura familiar. Este hijo pondrá
en cuestión a la madre (nivel fantasmatico) como generadora de un producto fallido.
Esto puede despertar diversos afectos que perturban la función materna pudiendo
desembocar en efectos que provoquen el aniquilamiento del psiquismo del niño. Esto
podría agravarse si el padre no funciona como interdictor en ese vínculo madre-hijo y
no logra ofrecer emblemas identificatorios a este hijo que le permitan un viraje al campo
social. Siguiendo a Rudolfo, Ricardo (1990) podríamos sumar a los aportes de Manonni
el concepto de mito familiar que este autor rescata de Freud desde una lectura
Lacaniana e invita a pensar al mito como un grupo de significantes dispuestos de cierta
manera. El niño es posicionado dentro de un mito y para poder ser debe adherirse a un
significante el cual no lleva un significado fijo como marca sino que arrastra efectos de
significación, el niño va siendo en la medida que va encontrándose y trazándose en
ellos. El problema ocurre cuando el niño se queda ahí donde esos significantes de la
prehistoria lo dejaron, señala Rodulfo. Esta inmovilidad, podemos hipotetizar, es
producto de lo que el niño hace con eso que viene de ese entorno, y de las
características de ese ambiente ya sea a nivel inconsciente como el mito familiar, la
fantasmatica parental, los efectos de los mandatos, como también los prejuicios del
propio grupo familiar como social que impactan en la posibilidades de ese sujeto. En
esta misma línea podemos pensar el concepto de Falso-yo que nos enseña D. Winnicott,
el cual está íntimamente relacionado con las primeras experiencias entre el niño y el
otro, y del cual podemos hacer uso dentro de la caja de herramientas teóricas en el
ámbito de la discapacidad.
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Vamos a separarnos de los aportes teóricos para exponer una viñeta clínica a la luz de
la propuesta del escrito.
Los demás profesionales concuerdan en abrir el espacio de psicología para el niño quien
comenzó hace 1 año con fatiga, desgano, y conducta negativista hacia sus padres.
Asimismo presenta dificultades cognitivas a la hora de retener información nueva y de
comprensión. Tanto sus padres como el equipo lo describen como un niño distraído. Su
diagnóstico médico es Discapacidad intelectual y hemiplejia.
En la primera entrevista con los padres ellos relatan que lo tuvieron ya siendo grandes
y que no fue esperado.
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Si mis intervenciones dentro del equipo terapéutico apuntaran a estimular las
habilidades no desarrolladas, ¿Qué me diferenciaría de otras disciplinas? El niño copia,
repite, sigue patrones, pero cuando se le da una hoja en blanco no tiene con qué. ¿Esto
es producto exclusivo de la discapacidad intelectual? ¿Cómo leemos en este caso
particular las dificultades en comprensión e incorporación de nueva información y la
distracción? Por otro lado, la respuesta que el padre del niño manifiesta ante mi
pregunta, ¿Responde a especificidades del diagnóstico del hijo o al lugar que el padre
le da a un hijo con un diagnostico?
Más que dar respuestas a estas preguntas, me interesa con ellas marcar una posición
clínica. Parafraseando a Marta, Schorn, diré que un lugar esencial es aquel espacio
construido donde los medios allí ofrecidos, siempre dentro de las posibilidades del
sujeto, habiliten a este a ser dueño de sus actos.
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BIBLIOGRAFÍA
M. Ángel Verdugo Alonso y F. de Borja Jordán de Urríes Vega (1999). Hacia una nueva
concepción de la discapacidad. Editorial Amarú, España.