Actividad 22 Inclusion
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CONCLUSIONES
La educación es base primordial para el desarrollo de cualquier país, además de
que es un derecho humano, en la que los Estados han tratado de destinar
recursos financieros, humanos, programas, estructuras, sin embargo les ha sido
imposible acaparar la mayor parte de la población. En especial nuestro país
México, que ha vivido diversos fenómenos sociales, como es el caso de la
migración, tan solo por ser un vecino de un país con grandes capacidades
económicas.
La migración en las últimas décadas es un punto rojo para México que ha luchado
para poder cumplir con los compromisos contraídos al ratificar, adherirse a
diversos instrumentos internacionales, que son normas protectoras de los
derechos humanos; sin dejar fuera nuestra propia Constitución Federal, que desde
su artículo 1, hace referencia sobre el respeto de los derechos humanos; aún falta
demasiados programas, políticas públicas para hacer frente y permitir que toda
persona disfrute en total sus derechos humanos.
La situación de los niños y niñas migrantes durante el recorrido por el territorio
mexicano es muy difícil, sufren de todo tipo de violencia desde la discriminación
hasta los abusos sexuales; desde ahí que han sufrido la falta de cuidados por ser
personas débiles que no se pueden defender por si solos en su totalidad, mucho
menos se les proporciona el derecho a la educación, derecho que también ellos
pueden disfrutar. Las políticas públicas relacionadas al derecho a la educación no
son suficientes, al no existir bases firmes que permitan a los niños migrantes que
están detenidos por autoridades mexicanas recibir durante su estancia en las
estaciones migratorias por lo menos educación básica, que les permita aprender a
leer y a escribir para poder defenderse ante cualquier agresión, a desarrollarse
como humano.
Ante tal panorama, concluimos que el derecho a la educación de la niñez migrante
hoy está en riesgo. Lo realizado por la SEP para lograr el acceso al derecho y
asegurarlo aún requiere de cambios y del empuje decidido de una política pública
que reconozca esta deuda histórica y propicie el desarrollo de programas, el
trabajo intersectorial, la formación de docentes en las comunidades receptoras y
en las expulsoras, y, desde luego, dar cuenta de lo que sucede hoy con estas
familias a lo largo del territorio nacional.