Ejercicios de Caligrafía
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Ejercicios de Caligrafía
La mosca y la polilla
Una noche cualquiera, una mosca se posó sobre un frasco rebosante de miel y comenzó a comerla
alrededor del borde. Poco a poco, se alejó del borde y entró desprevenida en el frasco, hasta quedar
atrapada en el fondo. Sus patas y alas se habían pegado con la miel y no podía moverse.
Justo en ese momento, una polilla pasó volando y, al ver la mosca forcejear para liberarse, dijo:
—¡Oh, mosca insensata! ¿Era tanto tu apetito que terminaste así? Si no fueras tan glotona
estarías en mejores condiciones.
La pobre mosca no tenía cómo defenderse de las certeras palabras de la polilla y siguió luchando.
Al cabo de unas horas, vio a la Polilla volando alrededor de una fogata, atraída por las llamas;
la polilla volaba cada vez más cerca de estas, hasta que se quemó las alas y no pudo volver a
volar.
—¿Qué? —dijo la mosca—. ¿Eres insensata también? Me criticaste por comer miel; sin
embargo, toda tu sabiduría no te impidió jugar con fuego.
Moraleja: Piensa en tus propios errores antes de criticar a los demás.
El lobo y la grulla
Un día como cualquier otro, un joven y fornido lobo sintió cómo su garganta se atoraba con el
pequeño hueso de una de sus presas. Viéndose en la más precaria situación, comenzó a aullar con lo
poco que le quedaba de aliento:
—¡Socorro, auxilio! Ayúdame y serás recompensado.
Los animales del bosque ignoraron las palabras del lobo ya que todos sabían que él no era de fiar.
Sin embargo, una grulla incauta que caminaba por ahí escuchó sus lamentos y decidió ayudarlo.
Con su largo y delgado pico, entró en la garganta del lobo y luego de haber extraído el hueso, exigió
el pago prometido. Sin embargo, el lobo sonriendo y rechinando sus dientes, exclamó:
—¿Qué es lo que me pides? Te aseguro que ya tienes la recompensa que te mereces al haber metido
tu cabeza en la boca de un lobo y haber seguido con vida.
Moraleja: Cuando sirves a los malos de corazón, no esperes recompensa. Agradece si escapas las
consecuencias de tus acciones.
El león y el mosquito
Un león descansaba bajo la sombra de un frondoso árbol cuando un mosquito pasó zumbando a su
alrededor. Enfurecido, el león le dijo al mosquito:
—¿Cómo te atreves a acercarte tanto? Vete, o te destruiré con mis garras.
Sin embargo, el mosquito era muy jactancioso y conocía bien sus propias habilidades y las ventajas
de su diminuto tamaño.
—¡No te tengo miedo! —exclamó el mosquito—. Puedes ser mucho más fuerte que yo, pero tus
afilados dientes y garras no me harán el menor daño. Para comprobarlo, te desafío a un combate.
En ese momento, el mosquito atacó al león picándolo en la nariz, las orejas y la cola. El león, aún
más enfurecido a causa del dolor, intentó atrapar al mosquito, pero terminó lastimándose
gravemente con sus garras.
Lleno de orgullo, el mosquito comenzó a volar sin mirar hacia a donde iba. Fue de esta manera que
tropezó con una telaraña y quedó atrapado entre los hilos de seda. Entonces, se dijo entre lamentos:
– Qué triste es mi final; vencer al rey de todas las bestias y acabar devorado por una insignificante
araña.
Moraleja: Ninguna victoria dura para siempre.
El gallo y la joya
En la granja, un gallo muy hambriento escarbaba la tierra buscando algo de
comer para él y las gallinas con las que compartía su gallinero, cuando
descubrió un diamante que la esposa del granjero había perdido.
—¡Qué desilusión! —dijo el gallo—. Sin duda eres una prenda muy costosa
y quien te perdió daría mucho por encontrarte. Pero yo prefiero un solo grano de
maíz o de trigo antes que todas las joyas del mundo.
Moraleja: Aquello que no es útil no tiene valor.