El documento resume varios casos clínicos tratados por una psicoanalista infantil. Los pacientes, niños de entre 3 y 7 años, manifestaban fantasías infanticidas sobre sus padres, asociadas a sentimientos de abandono o rechazo. A través de la terapia, que involucraba dar espacio a las fantasías y trabajar con los padres, la mayoría de los niños logró mejorar su angustia y desarrollar una mayor capacidad de afrontar la realidad. La autora concluye que las fantasías son una forma de expresión de necesidades a
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El documento resume varios casos clínicos tratados por una psicoanalista infantil. Los pacientes, niños de entre 3 y 7 años, manifestaban fantasías infanticidas sobre sus padres, asociadas a sentimientos de abandono o rechazo. A través de la terapia, que involucraba dar espacio a las fantasías y trabajar con los padres, la mayoría de los niños logró mejorar su angustia y desarrollar una mayor capacidad de afrontar la realidad. La autora concluye que las fantasías son una forma de expresión de necesidades a
El documento resume varios casos clínicos tratados por una psicoanalista infantil. Los pacientes, niños de entre 3 y 7 años, manifestaban fantasías infanticidas sobre sus padres, asociadas a sentimientos de abandono o rechazo. A través de la terapia, que involucraba dar espacio a las fantasías y trabajar con los padres, la mayoría de los niños logró mejorar su angustia y desarrollar una mayor capacidad de afrontar la realidad. La autora concluye que las fantasías son una forma de expresión de necesidades a
El documento resume varios casos clínicos tratados por una psicoanalista infantil. Los pacientes, niños de entre 3 y 7 años, manifestaban fantasías infanticidas sobre sus padres, asociadas a sentimientos de abandono o rechazo. A través de la terapia, que involucraba dar espacio a las fantasías y trabajar con los padres, la mayoría de los niños logró mejorar su angustia y desarrollar una mayor capacidad de afrontar la realidad. La autora concluye que las fantasías son una forma de expresión de necesidades a
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Dorthy Bloch, la autora de este libro, psicoanalista dedicada al ámbito infantil,
narra su trayectoria profesional en base a sus casos clínicos en donde pacientes
infantiles manifestaban dar por hecho que su figura paterna/materna atentarían en contra de su vida. A este fenómeno la autora lo asocia a lo largo de su obra como fantasías infanticidas que presenta en distintos casos donde todos sus pacientes mostraban tener la misma angustia, pero en distintos contextos y escenarios. En la introducción cita el concepto de Freud sobre la fantasía como: el deleite anticipado” o “gratificación imaginaria de deseos eróticos grandiosos o ambiciosos”, concepto que fue tomado por la autora para poder estudiar e interpretar a sus pacientes, donde opto por centrarse más en estas fantasías que en tratar de analizar a los padres. También aborda el proceso infantil que se atraviesa en donde la fantasía está presente durante esta etapa como vía de escape hacia la incapacidad de poder prevenir este asesinato que el infante considera inminente, como también una forma de construir ese escenario en base a la experiencia que le arrebato el cariño de la figura que identifica como amenazante. El primer caso es de una niña de 3 años llamada Ellie que acudió a terapia no porque los padres creyeran en el método psicoterapéutico, sino porque estaban hartos de los problemas conductuales de su hija. Ellie dirigía agresión física hacia ellos, arrojaba cosas al suelo y constantemente hacia berrinches, el padre cuenta que después de su nacimiento la madre presento depresión post parto, esta condición hizo que el padre tuviera los primeros cuidados primarios de la niña, situación que dio una fuerte conexión de la niña hacia el padre. En los próximos años el padre estaba fuera de cosa constantemente debido a viajes laborales, situación que produjo en Ellie una fuerte ira y daba por hecho los deseos infanticidas del padre, al grado de estar completamente convencida del arma con la que efectuaría el acto. Después de un año y medio de tratamiento la niña confronto a su padre en sesión y le hablo sobre su miedo irracional para terminar en una mejoría hacia su angustia. Ellie dejo el proceso psicoterapéutico debido a que la familia cambio de domicilio. Como segundo caso está el de un niño de cuatro años y medio llamado Larry quien tenía una profunda depresión al llegar al consultorio de la autora. Larry vivía con su madre y la pareja de esta misma en una casa pequeña, del padre se sabe muy poco, más que viven en una situación de separo desde que Larry era muy pequeño. El infante acudió al proceso terapéutico Gracias a su tía quien preocupada por toma la decisión por la madre de buscar ayuda para su sobrino. En el primer momento que Larry entró al consultorio hizo mención sobre “ser amigo de superraton” adjudicándole valores a este mismo como ser valeroso y fuerte, como la insistencia de hablar en todo momento de superraton. Desde el inicio del proceso terapéutico, la autora narra cómo adhería recursos en las sesiones para mantener viva la fantasía de Larry a quien le llegó a comprar peluches personificando ratones, buscando capas y todo el material necesario para tratar de mantener la fantasía defensiva que el niño había creado para disminuir la tensión. En un proceso que constó en un año y medio la autora fue testigo del valor agregado que significó superraton y posterior a ello fue desplazándose hacia animales vivos de tamaño reducido hacia el final del proceso donde el niño fue capaz de afrontar la realidad dejando de dar su entusiasmo hacia superraton y pasando a la verbalización, aceptando que ya tenía 5 años y dejando de acudir a la fantasía. Para obtener este resultado favorable la madre tuvo que ser partícipe en las estrategias y recomendaciones a seguir, además de mudarse a una casa con espacio amplio para que el niño pueda jugar abiertamente. El tercer apartado lo conforma no solo un caso infantil, si no tres casos en donde los pacientes vivieron sucesos distintos, pero tienen en común su método de salvarse mediante la identificación con el sexo opuesto ante el peligro que su fantasía formo ante la figura progenitora que representaba ser su amenaza de muerte. El primer caso es de una niña de nombre Rose, con cuatro años de edad visito el consultorio de la autora debido a la personalidad problemática que referían los padres. Rose había sido expulsada ya de dos escuelas anteriormente en donde ella mediante las agresiones hacia el entorno refería ser un niño, esto llamo la atención de la terapeuta que, en sesiones en entrevista con los padres, descubrió que durante el embarazo de Rose el padre deseaba tener un hijo varón, deseo que termino por desilusionarlo al descubrir el sexo femenino al momento del nacimiento, desilusión que según sus palabras no lo privo de ganar el cariño de la niña a los primeros meses de vida. El segundo caso es de un niño llamado Richard, con seis años de edad presentaba sufrir de acoso escolar debido a su preferencia en su identidad femenina. Richard Vestía y caminaba como si fuese niña y prefería convivir con niñas, situación que le desencadeno una ola de burlas y humillaciones por parte de los otros niños. El padre padecía de depresión ya desde que el niño nació y esto le genero desinterés en su hijo además de estar gran parte de la etapa infantil distanciado de Richard, según las observaciones de la psicoanalista el niño tenía gran parentesco con el padre y esto fue lo que le produjo el rechazo. El tercer caso es de una niña llamada Lorna, al igual que Richard, tenía la misma edad cuando acudió a terapia por el cambio de identidad sexual. La situación familiar de la niña era complicada, tenía un padre autoritario que constante mente corregía con violencia a la madre sobre el cuidado y tipo de crianza que esta ejercía. El cambio de identidad en la niña se presentó al nacimiento de su hermano menor. El siguiente caso lleva el nombre que en la primera sesión un niño de cinco años y medio llamado José le hizo mención a la terapeuta: “yo no soy americano”, frase que fue tomando forma durante un proceso que llevo 3 años. Jose era un niño que dominaba todas las artes que le impartieran además de ser un líder social entre sus amigos, todo esto lo convirtió en signo de orgullo para los padres. El padre era un veterano de guerra americano que aparentaba tener una familia feliz, ignorando lo que la madre percibía como conductas anormales en el niño. La madre mostraba preocupación por que José comenzara a chuparse el dedo y a masturbarse, rutina que se vio reflejada desde el nacimiento de su hermana menor Mary, además de que manifestaba sus arranques de ira. Durante el proceso psicoterapéutico Jose se mostraba inhibido a la hora de expresarse mediante el juego, reflejando una rotunda represión ante sus sentimientos y fantasías. La terapeuta durante el acompañamiento se mostró pasiva esperando a que el niño tomara la batuta sobre el ritmo y estilo de juego a desarrollar, con el paso de las sesiones el niño se mostró más liberal y ejecuto juego con soldaditos, a si cada vez más se mostró medianamente creativo y hizo junto con la terapeuta un escenario en el consultorio de una simulación de la segunda guerra mundial protagonizada por soldados americanos contra soldados alemanes. El niño optaba por elegir dirigir el bando alemán y mostraba gran admiración y conocimiento sobre este ejército, elección que la terapeuta interpreto como su identificación de pertenecer a Alemania y por esta razón el niño justificaba el deseo infanticida del padre hacia él. El niño presento mejoría gracias a la intervención en donde ya era más accesible para el poder manifestar sus sentimientos y fantasías, además de poder hablar con su padre de sus logros en batalla con la terapeuta y termino obteniendo una insignia militar como regalo del padre. Para adentrarse en el siguiente caso con el título “El perro que no merecía ser una niña”, la autora explica la importancia de las fantasías, asi como el buen manejo de estas por parte del terapeuta y la cooperación crucial por parte de los padres y en especial, al que está dirigida la fantasía. Patty, con siete años de edad que presentaba desde hace tres años síntomas de esquizofrenia, además de no tener una identificación sexual ni percibirse como un ser humano, si no como una criatura. Con el paso del tratamiento la fantasía de la niña se vio en una metamorfosis donde paso de sentirse una criatura a sentirse humano, luego la de un caballo, para terminar en la de un perro. La analista narra como en cada sesión daba hilo a cada fantasía presentada y manteniendo la pasividad permitiéndole a Patty poder dar el salto de una fantasía a otra. Cuando se entrevistó a los padres la analista descubrió que la niña no fue deseada, y como vino a dejar truncos los planes de los padres. El padre por su lado era un abogado joven cuando descubrió el embarazo y la madre quería ser cantante, carrera que no pudo presentar debido a la noticia de embarazo. Después de tres años de tratamiento Patty desarrollo una transferencia negativa hacia la analista y mostrando resultados que se pudieron trabajar mas si es que los padres no hubieran dejado las sesiones. Cabe destacar que en este caso Patty si mostro mejoría durante el avance en la elaboración de sus fantasías, disminuyendo los síntomas esquizofrénicos y pudiendo acercarse más a la realidad, si no fuera porque en cada estación dejaba de acudir a tratamiento y regresionaba. Sin haber concluido su tratamiento terapéutico la niña disminuyo los síntomas esquizofrénicos y pudo hablar sobre sus necesidades afectivas. En lo largo de la obra se menciona a la fantasía como un medio de justificación hacia los deseos infanticidas que percibe el niño hacia el padre que le priva de afecto, también se ha visto como forma de expresión ante la situación familiar complicada que se experimenta. La inhibición de fantasías por otro lado no siempre funciona como defensa ante los sentimientos agresivos que se reciben, también se interpreta como la posibilidad de desencadenar todos aquellos impulsos que no fueron capaz de expresarse mediante el juego, ni mucho menos por la verbalización. Con lo anterior la autora hace un análisis a la predisposición en matar en un niño, citando a diversos autores con los que la autora coincide en el concepto de asesinato, desde un enfoque de asesinato gubernamental como lo son las guerras y en un homicidio efectuado por un solo hombre. La autora enfatiza sobre el proceso de enajenación previo a un asesinato, donde un individuo carente de expresión (verbal, fantasía y juego) es muy propenso que una situación frustrante a futuro, acabe con la vida de quien frustra al otro. El asesino mata por que quita aquello que no tiene valor al igual que él se auto percibe, además de los análisis ya revisados en asesinos, se dice que materializa el acto de matar con la misma facilidad que un niño juega a matar a otro. Narra también su experiencia con niños que presentan tener sentimientos homicidas en latencia, compartir una estructura familiar desorganizada, violenta y con ausencia afectiva. Además de tener el mismo miedo en común: miedo a matar, convertirse en aquello que los agrede, a diferencia de los otros casos revisados, este tipo de niños no comparten el miedo al infanticidio como los que fueron anteriormente narrados. En el punto de “la inhibición de la fantasía: un caso de autismo infantil” consta de elementos particulares un poco asociados al punto anterior. Se observa la esquizofrenia dominada por la fantasía y al autismo como una inhibición absoluta de la fantasía y sentimientos. Joey era un niño autista con movimientos y sonidos de estereotipia además de tener rasgos esquizofrénicos, durante el tratamiento la analista descubrió que su sintomatología era una defensa al carácter amenazador hacia el ambiente y su miedo a matar o llegar a ser asesinado. Bajo la premisa freudiana, el aparato psíquico consta de dos capas: una funciona como protectora ante los estímulos externos, con la función de disminuir el peso de estos y la segunda capa es la receptora de estímulos. Estas dos barreras sirven como reemplazo a la carente estructura del “yo”, mientras que el yo se desarrolla, estas capas son las que protegen al individuo.