Ensayos Bioeconómicos
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ENSAYOS
BIOECONÓMICOS
Nicho las Georgescu-Roegen
"' • Una ampliación y profundización de las ideas contenidas e,1 esta introducción pueden
encontrarse en m i libro la hioeconomía de George.\'cu-Rr11:gen, Barcelona, Montesinos
(prólogo de Joan Martínez Alier).
~ ** Osear Carpintero (Valladolid, 1972) es doctor en Ewnomía, profesor de Economía Aplicada
de la Universidad de Valladolid y postgraduado en Economía de los Recursos Naturales y
del Medio Ambiente por la Universidad de Alcal:í. Duranle los últi111os aiios ha escrito
nu111erosos trabajos sobre economía ecológica, sostenibilidad ambiental o comercio y medio
ambiente. Entre sus publicaciones a este respecto destacan los libros: La hioeconomía de
..
INTRODUCCIÓN 9
8 ÓSC/\R CARl'INTCRO
su trayectoria vital como con ~u que~acer intelectual, pues esa muerte dejó una doble huella sentimental y educativa en
ambas cosas, en su caso, estuvieron siempre muy ent_relaza- el joven de la que caben pocas dudas'.
das. Nació en Rumanía en 1906 y murió en Estados Unrdos en Es importante tener en cuenta estas circunstancias pues,
1994, y esa longevidad le convirtió e~ testigo privilegiado de gracias a sus cualidades y esfuerzo, Georgescu-Roegen realizó
los principales acontecimientos del srglo pa_sado: algunos de todos sus estudios becado; cosa que, con el tiempo, y en su
los cuales presenció en primera fila. La, mitad in1 c1al de su etapa posterior a la licenciatura, condicionó algunas decisio-
vida sa lvo una estancia temporal en Parrs, Londres Y Estados nes vita les importantes, y le permitió contactar y relacionarse
Un idos de Norteamérica, la pasó en su tierra natal, donde pre- con tres de los grandes científicos que dio el siglo XX: Emile
senció y sufrió cuatro dictaduras consecutiva~. La segunda Borel, Karl Pearson y Joseph Schumpeter.
pa rte, desde 1948, se desarrolló d~ manera mas tranquila en En efecto, después de cursar la licenciatura en matemáticas
Estados Unidos, donde pudo dedicar el tiempo el trabajo '! en Bucarest, y aconsejado por el gran matemático rumano
necesarios para poner en pie su enfoque b1oeconom1co. Traían Lalescu, recibe una ayuda para realizar el docto rado en
estadística en París junto a Emile Borel, con el objetivo p oste-
rior de ayudar a cubrir el déficit de do.tos y personas cua li fica
1. PRIMEROS AÑOS Y PRIMERAS INFLUENCIAS das que demandaban los problemas económ icos en Ruman ía .
• Tras recibir con honores su título de doctor en 1930 por el dcs
Georgescu-Roegen procedía de una fam~li_a humilde en la que, cubrimiento de un método para detectar los componcnt<·~
como é-1 so lía dec ir, «una bicicleta s1g111f1caba para los ing,e- cíclicos de una serie temporal, consigue de nuevo una IH'1 .i
505 p<1tcrnos lo mismo que la compra de un Cadillac». Estuvo para ampliar estudios en Londres. Allí conoce a Karl Pcc11 ~011
rodeado de una madre institutriz «asombrosamente adicta al quien dejará una huella palpable en la formación científi< ., }
trabajo » y de un padre capitán_~el e~ércit~ suspendido del ser- filosófica del futuro economista rumano.
vic io por denunciar la corrupc1on e ilegalidades de uno de sus Pero cuando el salto desde la matemática pura a la csl.1
superiores . Por suerte, esa honradez paterna fue compensad~, dística ya se había producido, Georgescu-Roegen decide pm
en parte, pues permitió al capitán tener el tiempo necesario bar su método estadístico con las series de datos económ i<m
para dedicarse a la ed ucación del i;JVen Georgescu-Roegen, · recogidas por el Harvard Economic Barometer, en Esl,Hlm
que a la edad de cuatro años ya sabia l_~er y escribir. La_ estre- Un idos. Conviene percatarse de que, en el momento en <¡t1<'
cha relación que unió al padre y al hijo durante ese tiempo Georgescu-Roegen propone ese viraje en su carrera, Euro¡>,t )
orientó los primeros pasos del niño incu lcándole una especial Estados Un idos estaban sufriendo los rigores de ltt C,, ,111
responsabilidad ante las tareas intelectuales, y un no m_enos Depresión a comienzos de los años treinta. Y ese viraje se 111.10
acusado sentido de la justicia. Sin embargo, para desgracia de con tan mala suerte que, cuando desembarcó en Estados
Georgescu-Roegen, el cap itán murió en vísperas de la Pr~mera Unidos, el Barómetro Económico de Harvard había cen,1do
Guerra M undial, cuando aquél sólo contaba con ocho anos y,
aunque comedido a la hora de rescatar los recuerdos paternos,
~ l. Los dclalles biográficos sobre Nicholas Georgescu-Roegen, conlados de primera 111n110, M'
plledcn leer en sus 1ex1os: «An Emigrnnl From a Devcloping Country: Au1C>biograph1r,,I
No1es, 1», Quaterly Revie,v, Banca Nuzionale del Lavom, 164, 1988, pp. 3-:l l. (Rccdi1ad11
Gcor¿:escu-Roe;:en, Barceloita, Montesinos, 2006; El mt!.ta/Jolismó de la_e.conr~mía e.,·pa~o/a: en: J.A. Kregel (cd.): Recollectirm.1· of Eminenl En;1111mists, Londres, Macmillan, 1()811
Recursos 11111ura/es y huella ecológica ( 1955-2000), Lanzarme, Fllnclac16n Cesar Mannqlle, pp. 99-127); y «An Emigrant From a Developing Coun1ry: Autobiographical No1cs, 11 "·
2005; y Entre /a economía y la naturaleza, Madrid, Los Libros de la Catarata, 1999. Quau:rly Review, Banrn Nazinnale del Lt,voro, 184, l 993, pp. 3-20.
1,,
INTRODUCCIÓN 11
10 ÓSCl\11 ( ,'.lll'INIIIIII
por el gobie~no prosoviético de Croza, se vio obligado a aban- de postura estarían sus críticas al exceso formalista de l,1 11•11
donar el pa ís exil iándose en Estados Unidos. Y será a parti r de-/ ría, pero tamb ién lo que Herman Daly, y otros autores rnI1 i•I
este momento cuando, con la tranqui Iidad recuperada, ~orr:ienc ¡ han denominado su etapa de «ciencia revolucionari ,111, l /11
ce a meditar sobre las enseñanzas rumanas y, en continu 1dad; pe1·iodo que com ienza ya con la larga introdu cci011 ,1
con algunos cabos sueltos heterodoxos de sus primeros trabajos, 1 AnafyUca/ Economics -redactada en 1964-, continú,1 e 011 1 1
vaya dando forma a su enfoque bioeconómico, iniciado en la / clásico La ley de la entropía y el proceso económico en I e¡ 1
~ larga introduccfióndadsud librdo An alyticaTfhEcEonomicsL de 19d66,hyj
3
y no final iza hasta su fallecimiento en 1994. En cs tm ,11111•
con mayor pro un i a y eta 11 e en e ntropy aw an t ei Georgescu-Roegen pone los cimientos de su bioecono 1111,111 •I1
Economic Process 4 de 1971. diendo p_uentes con la termodinámica y la biología.
Conviene hacer, en cualquier caso, una matizc1c i( >11 ,1 1",I 1
divis ión tan _tajante en su.trayectoria científica. e 11 •1111 i¡I11 rs
2. DE LA HETERODOXIA A LA DISIDENCIA existen elementos de ruptura entre ambos peri odo•,, ¡11 •111 111 1
lo es menos que, si uno lee detenidamente los J)fllll< 'l1I•, ti
Trad icionalmente, aquellos que se han acercado a los textos tos y los compara con los de la última etapa1 tamb 1(•11 ¡11 1, 1
de Georgescu-Roegen suelen d isti ngu ir claramente dos etapas. .. be rasgos y preocupaciones permanentes que dan cont1111il!/.1il
© De un lado, estaría lo que Herm an Da ly ha ca li ficado com o su a fa re~lexión. En los artícu los de los años treinta y c i1H lt1•IIt.1
etapa de «ciencia no rma l» -que coinc id iría con el in icio de hay mas cosas que el apuntalam iento de la teoría coI1v<•I 1< 11,
su carrera (1934-193 6), continu ando a finales de los cuarenta y nal: hay nota_b les _crít icas a los planteamientos ortodoxm <Jlll '
la década de los c i ncuenta tras su regreso a Estados Un idos ponen de rel ieve importantes parado¡as aunque, eso sí, ,•11 1111
desde Rumanía- donde la labo r investigadora discurrió por impecable lenguaje matemático; y también se puedc11 1.1°,1 11
los cauces que marcaba la ortodoxia, esto es: el afianzamien- ar con facilidad los gérmenes de muchas preocupacI0IH", rl1 1
to matemático de la economía en campos como la teoría de la Georgescu-Roegen maduro. Por tanto, ta l vez sea Iw1t'\o1I I,,
utilidad y del consumo, el análisis input-output o la econome- matizar la idea general izada que distingue clararncntc· 1• 11111
tría (de hecho, Georgescu-Roegen fue, por ejemplo, Associate el primer momento de colabo ración con el enfoque 0 11od1, , 1
Editor de la prestigiosa revista de economía matemática y la fase posterior de ruptura desde finales de los sese11I.1 lio1•,I, 1
Econometrica entre 1951 y 1968). La mayoría de los textos de su muerte. La matizac ión ha sido sugerida y bien a1g11I1l!•I I1,
esta época se encuentran recogidos en su libro Anafytical da por John Gowdy y merece la pena tenerse en c uc•I1l,1'
Economics. Es cierto que esos escritos contribuyeron a cubrir . N~ es fácil, de todos modos, encontrar una fórmula qut• 11<• 1, ..,
algunas lagunas de la teoría económica convenciona l y no deja- t1monio de esa peculiar mezcla de motivaciones que, en c•I < .i•,11
ron de recibir el beneplácito de sus compañeros más ortodoxos. de Georgescu-Roegen, dan continuidad y rompen el desarrollo di•
Pero las circunstancias y las reacciones cambiaron con poste- su pensamiento. La solución me la dio hace tiempo lél lc•c 1111,1
rioridad. Y entre las razones que contribuyeron a ese cambio
..
IN,RODUCC IÓN 15
14 ÓSCAR CARPINTEHO
6
de la excelente introducción que Jacques Grinevald elaboró para carentes en absoluto de valor operativo fuera de la secuencia
1,1 edición española de La ley de la entropía ... , y se pod_ría resumir lógica que se hace en el papel)>, como en la real ización de
,,sí: Georgescu-Roegen se comporta como un economista hetero- modelos mecánico-descriptivos donde, partiendo de unos
rloxo dentro de la corriente principal, cuando tensa la cuerda del med ios y recursos dados, se reduce a los individuos a entes
p,1radigma convencional. Y se convierte en un ve~da_dero disi- impulsados por fuerzas como la maximización de la satisfac-
<1c,n1e cuando decide traspasar las fronteras academ 1cas acer- ción o del beneficio, perfectamente informados, <<raciona les»,
< c1i1dose a otras disciplinas como la termodinámica o la biología. y amparados, a su vez, por un mercado en el que se fusionan
1 '>lC' tránsito de la heterodoxia a la disidencia es, a mi juicio, la armónica y óptimamente todos los intereses, alcanzando así el
fo1mu la que mejor sintetiza la polémica sobre «los dos periodos)> equi librio económico.
ele' Gcorgescu-Roegen7 • Precisamente esta actitud de denuncia le conv irtió en uno
Su heterodoxia dentro de la corriente principal y su expe- de los primeros críticos sistemáticos de la epistemología meca-
1ic'ncia rumana de entreguerras le llevaron, por ejemplo, a nicista. Una epistemología que gobierna la abstracción de la
rnesli onar la validez de la teoría de los precios convencional teoría económica convencional, y elimina del análisis los ras-
p,11,1 el caso de ,una economía campesina, s~perpoblada, gos fundamentales en vez de los accesorios construyendo sim-
prniicndo sobre el tapete los supuestos «fantast1cos>) que se p lificaciones como las del Horno oeconomicus que resul ta-
e",< rn1cl ían tras dicha teoría y que la hacían prácticamente ba n, y aún resu ltan, poco operativas. Pero no por el hecho de
111.iplicable en cualquier otro escenario . Se atrevió también a 1, ser abstracciones -cosa normal en el proceder científico-
~ «clc·senmascarar lo absurdo de predec ir el futuro económico sino porque su comportam iento mecán ico, unidimensional y al
1ncdiante modelos econométricos», con la salvedad de que margen del contexto soc ial y cultural, supone una amputac ión
di cha crítica no procedía de un econom ista ignorante de las de la natu raleza humana inaceptable para exp licar el com-
mate máticas sino de un estadístico y matemático experimen- portamiento económ ico. Ep istemológicamente, a Georgescu-
tncio. Pues, a pesar de tener todo a su favor por su gran domi- Roegen le interesaba encontrar representaciones ana líticas
nio de las matemáticas, fue siempre rnuy consciente de las ven- válidas de los fenómenos estudiados, y por esa ra zón se
l,1jas y sobre todo de las limitaciones de este instrumento par~ encontraba cada vez más incómodo con las representa ciones
explica r los comportamientos sociales y económicos. Reparo mecanicistas (por analogía con la física clásica) del comporta-
pronto, por ejemplo, en que muchas veces ~e confun~ 1a. el miento económico de los individuos postulado por la econo-
med io con el fin, y se intentaba «forzar» la realidad econom1ca mía convencional.
-a veces hasta la tortura- para adaptarla a las propiedades for- Pero la crítica de Georgescu-Roegen no sólo fue pertinente a
males que los modelos económicos debían satisfacer. Un abuso la hora de describir los comportamientos económ icos de los
formal que desembocaba tanto en la elaboración de modelos individuos, sino también, y sobre todo, en lo que atañe a la des-
matemático-imaginativos\ «fundados en uno o varios supuc'stos cripción del proceso económico de producción de bienes y ser-
vicios. Un proceso que, al tener una naturaleza físico-química,
parecía haber quedado al resguardo de toda crítica. De hecho, si
6. J. Grinevald, «Prólogo» a u, ley de la entropía y el proce.,·o econr1111irn. Mad11d. v,_.,,
Fundación Argentaría, 1996, pp. 15-40.
uno toma ahora cua lquier manual estándar de teoría económi-
7. He argumenrado este punto en: La hioecmwmía de Ceor¡:esrn-RoeJie_n, op. cit., capf11d1'.s 111Y IV ca verá que allí, cuando se describe el proceso de producción, los
8. Véase: N. Georgescu-Roegen, «Dynamic Models and Dynam,c Models ancl l ,l'0111>111l1 0
Growth», en: Energy and Economic Myrh.,·. hwirurional anil Ana/ytical E.1·.,·ay,1·. (hl111d, factores productivos (trabajo y capita l) se transforman sin pérdi-
Pcrgamon Press, 1976, p. 235 (original de 1974). da o fricción en mercancías listas para venderse; al imentando
16 ÓSCAR CARPINTERO INTRODUCCIÓN 17
así un movimiento mecánico circular, reversible y autosuficien- parientes académicos próximos. En realidad, cuando el sentido
te, donde todo lo producido es consumido y viceversa, pero que ?el rigor y sus preocupaciones epistemológicas le llevaron a
oculta deliberadamente la contribución de los recursos natura- impugnar de frente el dogma económico convencional, su acer-
les a la producción, así como la aparición de los residuos y la ca~ iento_ a ciencias de la naturaleza como la termodinámica y
contaminación que necesariamente se generan en todo proceso la b1olog1a fue contemplado con indiferencia por el conjunto de
de producción o consumo. Pero si el proceso de producción sus_ compañeros de ~rofesión. Una de las declaraciones que
implica el uso de energía y materiales, habrá que tener en c_uen- meJor definen la actitud de los economistas convencionales
ta las leyes que gobiernan la uti li zación de esos recursos natu- haci_a _l~s aportaciones bioeconómicas de Georgescu-Roegen la
rales y conocer los resultados de las ciencias que se dedican a esrnb10 Mark Blaug hace ahora dos décadas. En el libro Grandes
su estudio, en especial la termodinámica (y su ley de la entro- economistas desde Keynes, B laug reconocía que, a pesar de su
pía), y también la biología. Sólo de esta manera se podrá argu- gran mérito, las últimas obras de Georgescu-Roegen habían sido
mentar sobre bases sólidas en contra, por ejemplo, del mito del «respetuosamente recibidas y rápidamente dejadas de lado »'\
crecimiento económico indefinido o de la utilización eterna de pues parece que las amenazantes referencias a los desarrollos
la energía y los materiales contenidos en la Tierra. y conexiones de la economía con la física y la biología apenas
despertaron el interés del enfoque ortodoxo.
Aunque los tex~os bioeconóm icos de Georgescu-Roegcn
3. EL LARGO CAMINO HAC IA LA BIOECONOMÍA: ven la luz en la decada de los sesenta y comienzos de los
EL EMPEÑO TRANSDISCIPLINAR POR TENDER PUENTES setenta, se sabe -tanto por el testimonio de antiguos alumnos
CON LA TERMODINÁMICA Y LA BIOLOGÍA y compañeros de Vanderb ilt como por la documentación co11
tenida en su arch ivo personal- que las preocupaciones por
La evolución intelectual descrita resulta, hasta cierto punto, anud~r l_azos entre las ciencias de la naturaleza y la cien cia
lóg ica en un econom ista cuya formación inicial como mate- economIca ya rondaban por su mente desde f inales de los
mático, estadístico, y autor sensible a los resultados de las años cinc~ent_a; Se trataba de reflexiones que tenían que ver
ciencias naturales, estuvo muy alejada de la tradición ce ntral con la apl1cac1on del segundo principio de la termodinámica a
en ciencias sociales. Fue, por tanto, un economista singu lar. Y la teoría económica de la producción, y que fueron plasmados
lo fue no sólo por los asuntos sobre los que investigó, sino en la larga introducción que encabezó su AnalyUcal Economics.
también por la manera fronteriza y transdisciplinar en que lo , ~onviene recordar que el primer principio de la termodi-
hizo. Ambas cosas le llevaron a ser un intelectual incómodo, nam1ca establece que /a energía ni se crea ni se destruye, sólo
difícil de clasificar dentro de las divisiones marcadas por el se transforma. Es decir: la cantidad total de energía permane-
panorama científico al uso. Y ya se sabe que, cuando falta la ce siempre inalterable y constante, pudiendo transformarse Je
retícula administrativa para encasillar una disciplina, todo son un estado~ _otro (por ejemplo, la energía calorífica que libera
inconvenientes. Por eso, algu ien que se coloca en la frontera y la combus~1on de fue! p~ede transformarse en electricidad y en
se atreve a visitar «un vasto territorio situado más allá de los calor ambiental) pero sin crearse o destruirse en ese proceso.
límites de la economía» no suele salir indemne de semejante El segundo princip io o ley de la entropía no niega lo anterior
viaje. Y Georgescu-Roegen tampoco fue una excepción: su
actitud le granjeó el si lencio de la mayoría de los suyos y la
incomprensión de parte de aque ll os que ni siquiera eran 9. M. Blaug, Crear Ernnomisr.,· .,·i11ce Keyne.l', l'otawn, Barnes nnd Nobe l, 1985, p. 7 1.
..
fNrnODUCCIÓN 11)
18 ÓSCAR CARPINTERO
pero añade algo importante: que en esa transformación, la economista rumano en su obra de 1971, «el hecho significa li
energía pierde su calidad y se degrada, disminuy( •ndo sus posi- vo para el economista consiste en que la nueva ciencia de l.1
hilidades para el aprovechamiento humano. Por esta razón, si termodinámica comenzó como física del valor económico y,
una parte de la energía se convierte en calor a n1ás baja tem- en esenc ia, puede seguir contemplándose en ese sentido ».
pc•r;1tura1 es decir, ca-lor no utilizable o res iduo, las transfor- Pero Georgescu-Roegen hizo algo más que resaltar cst<•
flld ciones energéticas nunca podrán ser eficient( •s al cien por aspecto energético. Sabiendo, como sabía, que la Tierra es LJII
e iC'n lo. A su vez, una estructura presentará
alta entropía, por sistema abierto en energía pero cerrado en materiales, llamó l,1
<'Jt'mplo, las cenizas de un trozo de carbón, cua11do toda o la atención sobre el hecho de que, en el futuro, la escasez fu11
111,1yoría de su energía no sea utilizable o, por el contrario, damental no vendría tanto por lado de la energía (habid,1
poseerá baja entropta -un metro cúbico de gas natural- cuenta la ex istencia de la radiación solar), sino por la vertien-
ruando la mayoría de su energía sea utilizable. te de los materiales. Y. como la actividad económica es un
De ahí que, ~eorgescu-Roegen conectara economía y ter- potente instrumento de disipación material, esto le llevó a pro-
1nodinámica, dando realismo a la representación del proceso poner su polémica «cuarta ley de la termodinámica», para dar
<'C onóm ico, e incorporando la distinción cualitaliva entre los
cuenta de este aspecto usua lmente descuidado tanto por los
1<'t ursas naturales (con baja entropía) antes de que sea n valo- economistas como por los termodinámicos.
1.1dos monetariamente y los residuos (a lta entropía) una vez Ahora bien., el economista rumano no só lo conectó econo-
que han perd ido su valor. Como el proceso de producción de mía y termodinámica. También contribuyó decisivamente a
bienes y servicios mercancías transforma recursos de baja ver el proceso económ ico desde un punto de vista evolutivo,
en tropía en bienes y residuos de alta entropía, esto supone un relacionando los resultados de la biología con la ciencia eco-
aumento de la energía no aprovechable, o no disponible, y por nómica. y entend iendo la economía como una rama de labio-
tanto de la escasez. Lo que exp lica que la ley de la entropía se logía ·➔ nterpretada ampliamente. Su bioeconomía fue la fusión
encuentre en la raíz misma de la escasez económica. Y como de ambas cosas, habida cuenta de que, de un lado, la especie
una de las fuentes que proporciona valor económico a los bie- humana es una de las especies biológicas del planeta y como
nes es su escasez, entonces, en teoría, a mayor escasez mayor tal se encuentra sometida a las leyes que gob iernan la natura-
va lor de cambio. Al establecer una conexión, más o menos leza y, de otra parte, es la única especie que en su evolu ción
directa, entre el concepto de valor económico y el de escasez ha violado los límites biológicos. Esto lo explica Georgescu-
objetiva (posee valor económico aquello que es escaso), Roegen arrancando de una distinción conceptual -acuñada
. Georgescu-Roegen postula que la baja entropía constituye una por el biólogo A lfred Lotka- entre los órganos endosomáticos
condición necesaria para que una cosa tenga valor, aunque y los órganos exosomáticos. Los primeros tienen la peculiaridad
es ta condición no sea suficiente. Para entenderlo mejor: la de acompañar a todo ser vivo desde su nacimiento hasta su
relación entre el va_lor económico y la baja entropía sería simi- muerte (brazos, piernas, ojos, etc.). Precisamente mediante los
lar a la establecida entre el precio y el valor. Aunque todo ca~bios en esta clase de órganos es a través de los que todo
aqu ello que tiene asignado un precio es porque, de hecho, animal se va adaptando mejor o peor a las condiciones vitales
posee valor; existen, no obstante, muchos bienes que poseen y de su entorno. Pero la especie humana halló un método más
alto valor aunque no tengan establecido ningún prec io. Se da rápido de evolucion;1 r a través de la progresiva fabricación de
así un primer paso por vincular analíticamente la rt>flcxión órganos separ;ib lt•s o exosomáticos- que, no formando
termodinámica con la económica, pues como res;i lt ó l'I parte de la hc rt'llci,1 genética de la humanidad, son utilizados
20 ÓSCAR CAKl'INTERO INTRODUCCIÓN 21
por ésta en su desarrollo evolutivo para vencer las restriccio- A diferencia de algun os autores de la Escue la de Chicago,
nes biológicas propias. Ejemplos de este tipo de órganos pue- el economista rumano ya comenzó a hablar de bioeconomía
den ser desde un simp le martillo hasta un automóvil. Muchos antes de conocer la existencia del término concreto, es decir,
de ellos son denomi nados por los economistas como capital, primero alumbró el enfoqu e y después le puso nombre. La
hecho que «inconscientem ente» pone de relieve cómo la primera noticia que se tiene de este térm ino es el libro de H .
v isión del proceso económico, entendida como una extensión Reinheimer, publicado en 1913 y titulado Evolution by Co-
del proceso bio lógico en sentido amplio, posee un sól ido fun- operation: A Study in Bioeconomics. Georgescu-Roegen no
damento. Georgescu-Roegen percibió también muy lúcidamen- utilizará el término como tal hasta 1972 -fecha en que le es
te el conflicto social asociado a la posesión de estos órganos sugerido por una carta de Jiri Zema n fechada el 24 de abril-,
exosomáticos, que desembocan en la aparición de desigual- aunque el desarrollo fun damental -sin citar expresam ente el
dades sociales importantes: los privilegios y las luchas de cla- térm ino- puede verse ya desde la introducción a Analytical
ses están, pues, íntimamente unidas a la producción y disfrute Economics, redactada, como es sabido, en 1964. Es decir,
de estos órganos exosomáticos. que los planteamientos de Georgescu-Roegen fueron con-
En 1976, con la publicación de Energy and Economic temporáneos, por ejemplo, de la aportación de Abel Wolma,1
Myths'º, Georgescu-Roegen anunciaba la aparic ión de un sobre el metabolismo de las ciudades, y en ellos se apoyó
próximo libro en el que desarrollaría de manera sistemática tamb ién Herman D aly a la hora de reflexionar sobre las ana-
su visión bioeconómica, esto es, su Bioeconomía 11 • Incluso logías biológicas en economía, en torno al anabolismo y el
Princeton University Press se había ofrecido para publ icarlo. catabolismo 13.
Lamentablemente, el libro no vio finalmente la luz y, aunque Es cierto que el economista rumano encontró apoyo e inspi-
existía la esperanza de encontrar entre sus papeles personales ración para su bioeconomía en las enseñanzas de algunos
donados a la Univers idad de Du ke algún manuscrito más o autores de la propia tradi ción económica como, por ejemplo,
menos completo que diera pistas sobre su contenido, lo cierto Schumpeter, Marx o Marshall. Sin embargo, su vastedad dC'
es que en el archivo depositado en dicha universidad solamen- lecturas iba más allá de los autores de esa disciplina concreté!,
• te hemos encontrado un esquem~ del índice y versiones par- encontrando en las enseñanzas de otros tres científicos los pila-
ciales de la introducción y de dos de sus capítulos. Pero, a res sobre los que edificar su nuevo enfoque. Por un lado, en el
pesar de no lograr terminar un texto acabado, Georgescu- ingeniero francés Sadi Carnet, precursor de la termodinámi ca
Roegen sí publicó algunos artículos y cap ítulos de libros donde con su célebre Memoria de 1824 sobre la eficiencia de las
explicaba las ideas principales de su enfoque bioeco nóm ico 12 • máquinas de vapor 14, y al que Georgescu-Roegen consideraba
«el pri mer económetra». Pero también, desde mediados de los
años cincuenta, en las reflexiones de Erwin Schrodinger sol>re el
10. N. Georgescu-Rocgen, Energy a11d Economic Mych.,·. /11s1itucirm11l a11d Analy1irnl Es.wy.,·, manten imiento de la vida a través de la absorción de baja
Oxford , Pergamon Press, 1976.
11. Esrn cautela es nece.,aria si no se quieren confundir las propuestas bioeconómicas de auto-
res como Georgcscu-Roegcn, Herman Daly, Rcné Passet, Robert Ayres o John Gowdy. con
las de otros economistas norteamericanos de la Escuela de Chic¡igo, como Gary Bccker,
Jack Hirshlci fcr o Gordon Tullock. quienes, bajo el mismo nombre de bioeconomía, han 13, En Ó. Carpinterc,, El met11holi.1·nw tle la economía espa,inla: Recur.rn.,· 11aturales y hue'llu
hecho cirn rlar en el mundo académico propuestas muy distintas. Una comparación de la ecológica ( /955-2000), Lanzarote, Fundación César Manrique, 2005, he profund izado
propuesta de Georgescu-Roegen y la de la Escuela ele Chicago se puede encontrar en Ó. ampliamente en In metáfora del metabolismo económico.
Carpintero, La hioecrmomfa de Georgescu-Roege11, op. cit., capítulo VI. 14. Existe una versión castellana de este trabajo: S. Carnot, Reflexiones .mbre fE--ll!!.L~_ncia
12. Véanse, entre otros, los textos recogidos e n este volumen. mo1rh delji1e110. Madrid, Alianza, 1987. ,•:.t-J)1!. Di.'1>..
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n ÓSCAR CARPINTERO INTRODUCCIÓN 23
l '11tropía del entorno para transformarla en alta entropía, ~o que procesos de acumulación/desacumulación, inversión/ desin-
11' ,111imó a utilizar la ley de la entropía para mostrar las d1feren- versión, etc., que no distinguen la diferente naturaleza cualitativa
< 1.is L'nlre el proceso de producción agrícola y el industria l. A lo de los bienes y seNicios inclu idos, o los procesos de innovación y
< p11· cabría añadir el legado del biólogo Alfred Lotka ya men- aparición de nuevas mercancías que hacen difícil hablar del cre-
e 1<>11,1do que, con la ayuda de algunos de sus maestros econo- cimiento en el tiempo de una misma cantidad de P/8. El desarro-
1111 •,l,ts, le permitió configurar una visión novedosa de la evo/u- llo económico es, por contra, un proceso diferente, refleja cambios
',,,,, ch•I sistema eco nómico. Una visión que tuviera en cuenta cualitativos y, por tanto, incorpora un matiz dialéctico y evolutivo.
lcl', 11 •stiltt1dos fundamentales de las ciencias de la naturaleza, Estos rasgos hacen que se res ista a un tratamiento con conceptos y
c¡111· 111< it•r¡1 explícito, en definitiva, el acercam iento de la eco- modelos aritmomórficos, lo que explica la dificultad para elaborar
11111111.1I1,1< i,i sus orígenes biofísicos, esto es: entendiendo la acti- herramientas analíticas satisfactorias, y la imposibilidad de esta-
1 ,, /,,el < ,, w1omica con sus peculiaridades, como una extensión
1 blecer predicciones futuras sobre su trayectoria' 5 • Los continuos
,,,, wnti<lo amplio y sin reduccionismos- de la evolución bio- errores y las dificultades con que se encuentran los económetras a
/, '>:'' ., ,/, •l.i huni.inidad. . la hora de predecir el futuro más inmediato de cualquier variable
t ,1•111g1•~t 11 Roegen dedicó varios pasos des.u libro La ley económica son una muestra palmaria de este hecho. Esto lo sabía
.¡,. ¡., ,•111w1J1.1 y C'I proceso económico a discutir el concepto de bien Georgescu-Roegen y por eso llamaba a menudo la atención
, ,il111 ""' y t·I sc•gundo principio de la termodinámica como ley sobre el contraste entre la explicación mecanicista y evolutiva en
, 11l1111v,1 l1111<l,11nc·ntal. Y a esta interpretación se añadieron las las disciplinas de ciencias sociales, o en la propia biología, donde
t 11 1•11,111 ,1•, d1• su antiguo maestro joseph Schumpeter, con su domina el cambio en su acepción más amplia. Para el economis-
1 11111 cl,·1 d, .... 111 0I10 y la evolución económica que éste había ta rumano el estudio cabal de realidades sujetas a transformacio-
11¡•1 11cl,," 1 1i1111t•I1¿os del siglo XX. Al reivindicarse com~ here- nes cualitativas (como el proceso económico) exige la uti l ización
il 1,1 cl1 1",l.1 11.iclición, Georgescu-Roegen une las ensenanzas de nociones dialécticas de forma tan imprescindible para el análi-
/!1"/''''' 11111,11l.i~ por la ley de la entropía a las consideraciones sis como lo puede ser el uso del andamiaje matemát'ico.
111111 'I u 1"11,111,1s sobre el carácter evolutivo del proceso econó-
1,1, r, 11111li11·11 toma de su maestro Schumpeter el concepto de
11111ov.11 11,11 p,11,1 resaltar el rasgo de novedad por combinación; 4. LOS AÑOS SETENTA: UN CONTEXTO PROPICIO
lt , 1,-.11 1011 dl' nuevos bienes, servicios y procesos a través de AUNQUE POLÉMICO PARA LAS IDEAS BIOECONÓMICAS
l 1 <11111h111,1l 16n de elementos y procesos preexistentes, y que
11 11 t' clc•I cll'sarro llo económico algo evolutivo e irreversible. Y El decenio de los setenta comenzó de manera favorable para
, 111111, .idl•tnás, representa un camb io cualitativo en relación Georgescu-Roegen. Por un lado, a pesar de su evoluci ón hete-
1, ,11 1,•11<H11cnos previos, no es fácilmente manejable con los rodoxa y disidente, la economía convencional reconocía de
111,><i<·los convencionales y los agregados de la contabilidad forma curiosa y paradójica su deuda con él. Con motivo de su
11,11 11H1,d planteados por los economistas. jubilac ión, la American Econornic Association (AEA), el prin-
½111 embargo, la mayoría de los indicadores «cuantitativos» cipal buque insignia del pensamiento económico ortodoxo,
11til11ados para medir la evolución del sistema en su conjunto
rnmo el Producto Interior Bruto (PIB)- ofrecen trayectorias
111eG.ínicas simétricas y reversibles, pud iendo aumentar (crrci 15. Sobre los crn1ceptos aritmomórficos y dia lécticos, véase el artículo: «Methods in Economic
Science» (traducido en este volumen), y con más detalle e11 La ley de /11 entropía y el pm·
111icn to) o descender (depresión). Del mismo modo ocurre con los ceso económico, op. cit., cap. 11.
24 ÓSCAR CARPINTERO I NTROOUCC'I ÓN
le nombraba Distinguished Fellow en 1971. Err el frontispicio alcanzaban la dimensión que algunos datos anteri ores p,111 •1 1,111
del número de junio de 1972 de su revista, la AEA mostraba confi rmar. Y también co incidió con la publicación d,, i111¡ 1111
su reconocimiento con estas palabras: · tantes textos de científicos muy vinculados al estudio d1• l.1
relaciones entre economía y eco logía: textos el< · ll,11 1
Ningún economista estadounidense, en el ejercicio de su profe- Commoner, Howard Odum o Edward Goldsmith, qu<· •,1• 1111
sión y en sus publicaciones, ha aunado con tanto éxito las áreas v irtieron a p artir de entonces en auténticos d ,1•,1111, ,1 11
de la economía, las matemáticas y la estadística. Georgescu- embargo, se debe admitir que la discusión tuvo I H >I , 1•111111
Roegen nunca ha dejado de ser un abanderado insigne de la tesis neurálgico la publ icación, un año después, c'11 11 1 1 ill 1
de que subsisten muchos problemas fuera del alcance de los Informe al Club de Roma titu lado The Limits to C.11111111 1111
números. También lo caracteriza su ,cabal conocim ien_to de las aná li sis de las restricciones naturales a la expan sió n d,• l.t ,11 11
instituciones humanas del presente y del pasado. A tal conoci- vi dad económica que ya había sido planteada r or 0 11 m ,111[,,
miento, que ocupa un lugar muy destacado en su escala de valo- res, si bien no con la amp litud de pronóstico cl< •I l 1d1,1111L
res intelectual, le debemos su agudeza a la hora de, adaptar las
Meadows. A pesar de ello, y en contra de lo que' < ,11 JI 1.1 111 111
herramientas analíticas a una estructura compleja. Fruto reciente
sar, la aparición de los best-seller eco logistas anlcri01l", 1•< lq ,,,, ,1
de un bagaje tan amplio de saberes lo constituye· su último libro
en cierta medida, una aportación como la de C corg(''>< 11 ¡.•, "'I\' 11
The Entropy Law and the Economic Process, en el que desarrolla
que transcendía las polém icas más o menos coyt11~ll1i ,d( 111 11 1
\
el enfoque revo lucionario de que la actividad económica es una
poniendo una revisión teórica mucho más de fo11clo. ,'v\,1 11111
extensión de la evolución biológica del hombre -un proceso
cuando las reflexiones del economista rumano ¿¡n·.1nc,dJ.t11 ; ,, d, ,
cntrópico, en vez de la anal ogía mecánica al uso en la economía
matemática-. Al mismo tiempo, Georgescu-Roegen ha sido, aún med iados de los sesenta, tal y como se puede docu111e·111.11 1•11
lo es, un gran profesor. Cada una de sus clases magistrales es el su larga in troducción a Analytical Economics.
resultado de un arte que domina a fondo, el orgullo de todos En todo caso, Georgescu-Roegen participó en ,1C¡i11 •ll11 ,
aquellos que han ten ido la fortuna de ser alumnos suyos y de debates de comienzos de los setenta desde varias persp<'< 11• ,
apreciar su interés continuo y cercano por el progreso académico que unían lo teórico con la intervención práct¡ca en u11 p l.11111
y la trayector1a profesional de cáda cual. A Nicholas Georgescu- más amp lio. En el primero de los casos terció en la pol é1111t ,1
Roegen, el estudioso, el maestro, el humanista, le rendimos tribu- sobre los límites del crecimiento con un largo artículo litul, 1< l11
to como a un auténtico hombre del Renacimiento. «Energía y mitos económicos)) 16. Y lo hizo eligiendo un,1 v1,1
singular: reafirmándose en sus postulados sobre el carJc lt•1
No en vano, Pau l Samuelson le calificó tamb ién como «el entrópico del proceso económico, pero con una dobl e consc•
erudito entre los eruditos, el economista entre los economistas». cuencia. De un lado, criticando abiertamente la reacc ión cl t•
Pero es c ierto que, a pesar de los elogios, en la práctica, por des- economistas convencionales como Solow, Nordhau s 11
gracia, se seguía cumpliendo el acertado juicio vertido por Mark Samuelson frente al trabajo del equipo Meadows y, de 0 11,1
Blaug, ya recordado páginas atrás. parte, aun mostrando simpatía por el emper,o desarrollado c11
Por otra parte, los primeros años setenta parecían ser, en Leo- Los límites del crecimiento, expresando sus cautelas h ac ii1
ría, un buen caldo de cultivo para la proliferación de las ideas algunas de sus tesis, como por ejemplo la que postulaba l;1
bioeconómicas de Georgescu-Roegen. La aparición de La ley
de la entropía coincid ió con la polémica en torno a la esca sez 16. Véase la bibliografía al final de es<e ~olumen para las lrnducciones españolas de es1c
de recursos naturales y los límites a l crecimiento que ya anículo.
.'h ÓSCAK CARPINTERO INTRODUCCIÓN 27
1H·crs idad del estado estacionario con crecimiento cero como la mentali dad y prácticas de sus compañeros de profesión al
,,.d v.ic ión a los problemas ecológicos de la hu.manida,d. Es~a redactar -con la ayuda de otros· dos notables economistas
I11,1I 1t•ra de terc iar en la discusión fue una man1festac1on mas ecológicos como Herman E. Daly y Keneth Boulding:__ el
el,· l.i radi ca l independencia de criterio que el econom,ista manifiesto titulado «Hacia una economía humana» 17 que, fir-
111 111,1110 tenía y que, dado lo polarizado del debate, lo de¡o en mado por más de 200 economistas, fue presentado y aproba-
1/, 11,1 111inoría y sin los apoyos ni de unos ni de otros. E~ _muy do en 1973 en la reunión de la American Economic
1u 1•.i l> lc• qu e esta postu ra tuviera bastante que ver en la d1f1cul- Association. Se trata de un bello texto donde se denun c ia la
t.1d p , 11.1 qut' el «mensaje» de Georgescu-R.oegen fuera acep- responsabilidad de las economías de los pa íses ricos y su cre-
t. ,d11 l,olll <' to do por dos cosas: la 1ncomod1dad de los econo- cimiento económico en el deterioro ambiental, al mismo tiem-
1111¾t.1•, 111 to doxos con los argumentos de «uno de los suyos» po que se reclama un cambio de rumbo en las prácticas de los
'I' 11• ,1 , •.,, , ,, .1 lturas, ya se había convertido en disidente. Pero economistas que muchas veces sirven de coartada para ese
t. 11 1111w11 ¡irn l,1 incomo didad del equipo Meadows, que se bene- estado de cosas. Se pedía, en definitiva, una nueva visión de
¡11 1.il >,1 cl1• l.1•; t riti cas de Georgescu-Roegen a los argumentos de la economía global basada en la justicia, y la distribución
111 , 1•1 111 11 >111 1~t,1s convenc ionales, aunque teniendo que hacer equitativa de los recursos de la Tierra entre las generaciones
¡1.,ri1 1• ,1 l. 1•. o l>jt•c iones que el economista rumano rea_lizaba a p resentes y futuras. Sobre todo porque «... los accidentes de la
, 11, 11'1111111•1ul.H iones. Su peculiar posición en la polem1ca le historia y la geografía no deben servir por más tiempo como
11, v, , 1,111 il11 1·11 ,, di scutir dos de los mitos sobre los que la eco- argumentos para la injusticia».
11,,I111, 11111wI1< 1onal pretend ía refutar la existencia de límites
d, ,,.1 1111 11•1111,. l,1 irrelevancia de los recursos naturales en las
11111, 111111 ,, .1¡•,ll'g,1das de producción y el progreso tecnológi.co 5. SU LEGADO INTELECTUAL Y LA RECEPCIÓN
, 111111, 11111 , 11111 .i to dos los problemas ambientales. Son vanos DE SU OBRA EN ESPAÑA
1 lt ¡, '"· I1H lu idos en este volumen que dan cuenta de los
1q lH11• 11111•, d<• Gcorgescu-Ro~gen .ª este re,specto. , . Joan Martínez Alier ha destacado en varias o casiones, y con
'.111111 ll. 111< ',11nc nte a estas d1scus1ones, mas o menos.teonco- razón, que la bioeconomía de Georgescu-Rocgcn se hn ar i1
1 111, 11111 ,1•,, t'n ·¡ 9 72 se ce lebró la Cumbre de Estocolmo, aun- bada convirtiendo en lo que, desde hace tiempo, se conoc<•
111, , ,1•1>1¡•, "'il ll Roegen fue invitado y particip~_activam.ente en como Economía Ecológica. Y, efectivamente, ese cambio ter-
1, 1 111 11111 1• p,1ralela auspiciada por la asoc1ac1on pac1f1st~ Da, minológico -que no de contenido- es el que ha permitido
¡ i. 1111 ,, \ d,·111.h de contribuir decisivamente a la elaborac,on d~I cultivar y desarrollar su legado a escala internaciona l con unos
M.i111Í 11 ",l<> íi llal, y consciente de las desigualdades ~n la d1s.t'.1- resultados muy positivos. Así lo demuestran tanto la actividad
l 11 1111 111 d<• los recursos a escala planetaria, aprovecho la reun,on de la lnternat ional Society far Ecological Econom ics, como de
¡,,11.1 11•, tl l/ar u na propuesta r~dic~I: ~er~itir la l ibertad_ ~un~ial su órgano de expresión, la ampliamente citada revista
d1·, irc 1il.ición de personas, sm ningun tipo de restncc1on, v1sa- Ecological Economics, que se ha convertido en el testimonio
d11 o p,1saporte. Aquella sugerencia del. eco~omista rum~~o científico y académico de lo mucho que pueden dar de sí las
e 1>11t1 ,1sta agudamen te con la actual proh1b1c.1?n y ~onten c 1o n ideas bioeconórnicas de Georgescu-Roegen. No en vano, él
11 1ilit<lr de las migraciones entre la pob lac1on mas pobre a ha sido uno de los autores más citados en sus páginas desde
1·½t ,1la mundial. No obstante, aprovechando el eco d e la
e uinbre alternativa, Georgescu-Roegen intentó in f l u i r en 17. Incluido en este volumen.
28 ÓsCAK CARrlNTERO
INTKOl)VCl I ÚN ' 1
que la revista comenzó su andadura en 1989. A llí escriben •·. ec?n_ómicos»_ que pub l icó en Madrid la revista /C/ ) ,·11
1
con asiduidad economistas ecológicos que piensan la econo- Mex1co, El ~nmestre, económico; o también la versión c'•,p.1 r1t il 1
mía y las relac iones entre ésta y la naturaleza con los mimbres de «La teorra energetrca del valor económico: un so fi~11 I,1 , , , ,
dejados por Georgescu-Roegen1 pero también se encuentran nómico particular» aparecida también en la revi sta mc,.. ,1 , 11 1,1 l 1I
aportaciones que van más allá de lo que el economista ruma- ambos casos/ Georgescu-Roegen ponía de rel ieve la i111¡>t 11 t, 111, 11
no puso sobre el papel. Este pensar en continuidad con de tener presente la naturaleza entrópica del proceso t ,, " ' 11 ,, , 11
Georgescu-Roegen ha rescatado casi todos los elementos crí- coi su estrecha relac ión con los fenómenos de la ese ,1 •,1• ) 11
ticos de sus contribuciones 1 recuperando sus reflexiones meto- conta,m inación1 ademá_s de alentar sobre los peligros ci(•I ,1 11,il, 1
dológ icas transdisciplinares, las sugerencias heterodoxas sob re econom,co reducc1on1sta (en este caso energético) . 1,, 11 ,11 1, 11
las teorías convencionales de la producción y el consumo y ayudó a su difus ión la interesante entrevista que le n•,tlrm ¡, 11¡:•
aquellas más vinculadas a la termodinámica, en concreto, a la Wagensberg en 1979, y que fue publicada en la r(•vi~l.i ,\/ e ,e ,
ley de la entropía 18 • Pero, sin duda1 los dos economistas que h,111 ht•t l tc 1 111 11
Por lo que hace a la recepción de Georgescu-Roegen en mayor l~~or por acercar la obra de Georgescu- Ro<'gt •I1 ,d ¡ 11 11 ,¡,
España, ésta ha pasado po r dos etapas con un-curioso episo- co h1span1co han sido Joan Martínez Alier y José M ,11111<•I I'~. 11 1•d11
dio previo . Este episodio t iene que ver con el fa l li do intento sobre todo desde fi nales de los ochenta. M artínc/ A l rt ,, 1111 ,,, d1,
de Oreste Popescu por tra ducir al caste l lan o e l l ibro tuvo una relación de amistad importan te con C'i ('( 01111 11 11,, 1. ,
Analytical Economics. Popescu fue un gran historiador del r~ mano1 sino que fue el responsable de la única co11Ít•1 (• 111 1,1q11,
pensamiento económico que ejerc i ó su m agisterio en Ceorgescu-Roegen impartió en Espaiia duran l(' Id p II11 I.ivc •1.1 d,
Latinoamérica durante muchos años y que conocía muy bien 1980 en la Universidad Autónoma de Barcelon;i . Acl<•111,1 •, lt.i
la realidad española. Según consta en el arch ivo personal de venido desarrollando un esfuerzo notable en la el;ibor,l< 1C> l 1 d,
Georgescu-Roegen depositado en la Universidad de Duke vario,s !1omen~jes internaciona les a Georgescu-Rocgc'll dt 11 .1 111,
(Estados Unidos), Popescu intentó infructuosamente durante los ultrmos anos de su vida y posteriormente. Por su p ,11[1•
1967 y 1968 que, primero Ariel y después Oikos-Tau, tradu- ~aredo1 por eje~plo1 lo cita abundantemente en su obra1 y.1 e l 1
jesen el libro, pero1 lamentab lemente1 sus gestiones no llega- s1ca1 La econom,a en _ e volución, y contribuyó decisivamc11tc• ¡,.11 ,1
ron a buen puerto. que en 1996 apareciera por fin la edición en castell.:1110 c/1 · l.1
Si dejamos este precedente al margen 1 la obra de Georgescu- principal obra de Georgescu-Roegen (La ley de la entro¡ u,,) .r, 1
Roegen tuvo dos momentos de atención en España. De un lado, bando as( veinticinco años después1 con la a nomaIí,1 clt, , ¡11,
en la década de los setenta y ochenta y1 más tarde1 durante la dicho libro no estuviera aún traducido a este id ioma.
segunda mitad de los noventa. En el primer caso, el debate ener-
gético alrededor de las dos subidas de los precios de petróleo en
1973 y 19791 junto con la discusión en torno al célebre Informe 6. SOBRE ESTA ANTOLOGÍA
Meadows sobre los l ímites del crecimiento1 fa c i l itaro n la
traducción castellana de algunos a1tículos como «Energía y mitos D adas _l~s condi c i?nes de formato y extensión de la prcsc 11lt•
colecc1on, s: ha inten tado q ue los artículos o cap ítu los el('
l ibros ,seleccionados no fueran excesivamente la rgos; optando,
18. Sobre l.i importancia del «pensar con Georgescu-Roegen» pero también «m~s 1111:I ele
Georgcsc.u-Rocgcm~. me he ocupado en l.n bioeco11omía de Georgescu-Rocge11, OfJ. d t. , ademas, por escoger aquellos que previamente no hub ier,11 1
pp. 243-246. sido ve rtidos a nuestro id ioma. Con esto se ha tratado de•
10 ÓSCM CARP INTERO
1, 1 1111,1
HACIA UNA ECONOMÍA HUMANA*
),-
La evo lución de nuestra morada en la tierra se aproxima a una
crisis de cuya resolución puede depender la superv ivencia de
la humanidad; una crisis c uyas dimensiones se mu cs lran en las
actuales tasas de expansión demográfi ca, el galop,H1lC' cree. i
m iento industrial y la contaminación ambi ental, con su sequi
to de hambre, guerra y colapso biológico.
Esta evolución, sin embargo, no ha estado detcrrn int1cl,1
únicamente por las inexorables leyes de la naturaleza, sino por
la voluntad humana que actúa dentro de esa naturaleza. El
hombre ha configu rado su destino a través de una h istoria de
dec isiones, de las cuales es responsable, pero p uede cambiar
En el pasado, la producción ha sido contemplada general- tener una nueva economía cuya finalidad sea la ,1cl1111111•,l1,1
mente como un beneficio. Pero la producción tamb ién con- ción de los recursos y el logro de un contro l rnrioi1.1 I •,111111• ,,¡
lleva costes que sólo recientemente se han convertido en algo desarrollo y las aplicaciones tecnológicas, de m odo q 11e· •,11\,111
evidente. Esta producción agota necesariamente nuestro stock a las necesidades humanas reales rnás que J lél C'Xp, 111 •, 11111 el,,
finito de materias primas y energía, a la vez que inunda la los beneficios, la guerra o el prestigio nac io n,ll. 1)1•!11 •11111•,
capac idad, igualmente fin ita, de nuestro ecosistema con los tener una economía de la supervivencia, o m ('j<11 ,11 111 el,, l.,
1
residuos generados en sus procesos. La medida que utiliza el esperanza -una teoría y una visión de una cco1101111,1 ¡•,11111,¡/
economista tradicional en relació n con la salud y el bienestar basada en la justicia, que haga posible la di stribuci(rn 1•<¡i111,
socia l y nacional se ha incrementado. Pero el conti nuo creci- tiva de la riqueza de la Tierra entre la población, l<1 11f() ,1 , 11111
como futura-.
miento industrial en áreas ya altamente industrializadas es
sólo un valor a corto plazo; la producción actual continúa cre- Está claro que no podemos seguir considerando lÍ lil 1, , •,1•¡ 1 1
ciendo a expensas de la prodocción futura, y a expensas tam- ración de la economía nacional de sus relaci ones co11 1•1 •,1•,11
bién del delicado y eternamente amenazado medio ambiente. ma global más amplio. Pero los economistas pueden h,1cc•1 ,il¡,,,,
La real idad de que nuestro sistema es finito y que ningún más que medir y describir las complejas rel aciones c,1111· , 1 1111
gasto de energía es gratuito, nos enfrenta con una decisión dades económicas; podemos trabajar activamente por u11 11111• 11
moral en cada punto del p roceso económico: en la planifica- orden de prioridades que trascienda los estrechos in ter('~<", el, l 1
ción, en el desarrollo y en la producción. ¿Qué necesitamos soberanía nacional y que, en vez de a ellos, sirva a los 1111,•11 ,
hacer? ¿Cuáles son los verdade ros costes de producción a largo de la comunidad mund ial. Debemos reemplazar el icl, •,d ti, 1
plazo, y a quién se les reclamará pagarlos? ¿Cuál es verdadera- crecimiento, que ha servido como sustitutivo de la distcd 11 11 11111
mente el interés del hombre, no solamente en la actualidad, equitativa de la riqueza, por una visión más humana en 1.i c¡111
sino corno una especie que sobrevive? Incluso la formulación la producción y el consumo estén subordinados a las metas ele· l.1
supervivencia y la justici a.
clara de las distintas elecciones desde la perspectiva del eco-
nomista nos pone ante una tarea que es ética, no puramente Actualmente, una minoría de la población de la tierr;1 cl 1•,
analítica, y por tanto los economistas debemos. aceptar esas fruta de una exorbitante parte de los recursos y la capacicl,1d
implicac iones éticas de nuestro trabajo . industria 1. Estas economías industria les, tanto cap ital is tas con ,u
soc ialistas, deben encontrar caminos para cooperar con lo\
34 NICHOLAS GEORCESCU-ROECEN
• The Entropy u,w und the Economic Pmblem, e n: Herman E Daly (ed.): 7i,ward a Steady-
Swte Economy, W.H. Freeman and Company, San Francisco, 1973, pp. 37-50. Versión cas-
tellana reproducida de la revista Ciencia y desarrollo, 18, enero-febrero, 1978, PP- 64-70,
aunque revisad~ y corregida por el edi1or de csie volumen.
l. W. Stanley Jevons , Thc Theory 1Jj P1Jlilil'lll Eco1w111_1·, 4' ed. , Londres, 1924, p. 2 1.
f
obvia de ello es la representación usual, en los libros de texto, importancia excepcional para comprender la naturale/,t y l.1
del proceso económico a través de un diagrama circular, de un evo lución de la economía humana.
movimiento de péndulo entre la producción y el consumo
dentro de un sistema completamente cerrado2 • La situación no
es diferente cuando se trata de las piezas analíticas que adornan 11
la literatura económica convencional; éstas también reducen el
proceso económ ico a un modelo similar, mecánico y ·autososte- Algunos economistas han aludido al hecho de que C'I l 1< J1 1il111
nido. El hecho patente de que, entre el proceso mecán ico y el rio puede crear ni destruir materia o energía¡, - verd,1cl qIII• •,1
medio ambiente material, existe una influencia mutua y conti- desprende de l Princ ipio de Conservación de l,1 M.1lc ·1111
nua, que es precisamente la que hace la historia, no parece afec- Energía, o primera ley de la termod inámica- . No ol>c,l.11111 •, ,1
tar al economista convencional. Y lo mismo se aplica a los eco- nadie pareció extrañarle la pregunta -tan enigm,í ti< ,1 ,1 l. t l11
nomistas marxistas, que juran por el dogma de Marx que todo lo de esta ley-: ¿qué es, entonces, lo que hace el proc ('~<> 1•1, 1
que la naturaleza ofrece al hombre es un don espontáneo3. nómico? Todo lo que logramos encontrar en l;i l1t<'1t1tl11, l 1\111
También en el famoso diagrama marxista de la reproducción, el damental es alguna observación ocasional sobre t·I l 1< •1 '111 d1•
proceso económico se representa como un fenómeno completa- que lo que el hombre puede producir es únic.1111C' 11l(' 11t d1cl,11I
mente circular y autosostenido1. observación que, de paso, acentúa el enigma. ¿C c11111, 1•c, ¡ 11 ,.,,
Los autores anteriores, sin embargo, apuntaban hacia otra ble que el hombre produzca algo material ya qut• 110 ¡ u11•clct
dirección, tal como lo hizo sir William Petty al sostener que el producir ni materia ni energía?
trabajo es el padre y la Naturaleza la madre de la riqueza 5 . Para responder a esta pregunta debemos consid(•r,11 , ·1 111, 1
loda la historia económica de la humanidad prueba, sin ceso económico como un todo y observarlo desde c•I ¡,11111 11 il1
duda, que la Naturaleza ju ega también un importante papel vista puramente físico. Lo primero que habremos d1• 11<1!.11 111
en el proceso económico, así como en la formación del valor que este proceso es parcial, que, como todos los proc(",t 1•, ¡ 1, 11
económico. Creo que ya es hora de que aceptemos este hecho cia les, está circunscrito por un límite a través del cu;1I S(' 11111•1
y que consideremos sus consec-uencias para el problema eco- cambian la materia y la energía con el resto del universo I1 1,I1i•
nóm ico de la humanidad, ya que, tal como trataré de mostrar rial7. La respuesta a la pregunta sobre lo que hace este pr (l( 1",11
en este artículo, algunas de estas consecuencias tienen una material es sencilla: no produce ni consume rnaten,t 1·111·IgI 1
sólo absorbe materia-energía y la expulsa continuamc nt1· 11,li1 e
lo que la física pura nos enseña. Sin embargo, la l'< 0 111 111111
2. W. Stanfcy Jcvons, The Theory of Po/irical Ewrwmy, 4' ed., Londres, 1924, p. 21, Por
ejemplo, R.T. Bye, Principies of Eco110111ics, 5' ed., Nueva York, 1956, p. 253; G.L. Bach, -digámoslo alto y claro- no es ni física pura 111 fj.,,, ,1 1 11
Ecmwmics, 2' cd., Englewood Cliffs; N.J., 1957, p. 60; J.D. Dodd, C.W. Ha~k. T.J. cualquier otra forma. Podemos estar seguros de que, aun t 1 ¡, 1r
llailstones; Ecmwmics, Cincinnati, 1957, p. 125; R.M. ffavens, J.S. Hcndcrson, D.L.
Cramcr, Economics, Nueva York, 1966, p. 49; Paul /\ . Samuelson, Economic.r, 8' cd., tidario más feroz de la postura consistente en que los r<'< 111,, 1
Nueva York, 1970, p. 42. naturales no tienen nada que ver con el valor, admi tir,1 1111 d
3. W. Stanley Jevons, 71,e 71,emy ,,f Polirirnl Eco,wmy , 4' ed., Londres, 1924, p. 2 1. Karl
Marx, Capiwl, 3 vols., Chicago, 1906-1933, 1, 92, 199, 230 y pasJim.
mente que hay una diferencia entre lo que entra al pI0<<"•"
4. 1/Jid., 11, cap. XX.
S. The Ernnomic Wriri11¡;.1· o/Sir William Pelly, cd. C.H. Hull, 2 vols., Cambridge; Inglaterra,
1899, 11, 377. Cnriosamente, Marx compartía la idea de Pctty; pero alegal>n que l:i 6. Por ejemp lo, Alfred Marshall, Principie.,· o/ Eco11m11i,·.,·, 8' ce!., Nueva York. 192~ , p ti 1
N:\l\ll':llc1.a solamente «ayuda a cre:i.r el v~lor de uso sin contribuir n la fo, mnció 11 ele\ valor 7. Vén.sc, para el problema de In rc¡,rcscnrnción nnnHtkn de \In ¡,rocc~o, n-ii libro ·nw r ,,1,, ,,, ,
de c11mbio». Marx, Capiwl. f. 227. Véa~e también i/Jirl.. p. 94. Lmvand 1he Eco110111ic Process, C~mbriclge, Mass., 1971, pp. 211 -231.
38 NICHOLAS GEORCESCU-ROEGEN l.A LEY DE LA ENTROPÍA Y EL PROBLEMA ECONÓMICO 39
l'tonómico y lo que sale de él. A decir verdad, esta diferenci t1 en la edición de 1948, definición que no puede satisfacer al
•,o lo puede ser cualitativa. cspe_cialista, pero qu: si~ve para propósitos más generales.
U n economista heterodoxo -como yo- diría que lo que E~plrcar _(otra ~ez en terminas generales) lo que significa cncr
1•1 111,1 c1I proceso económico representa recursos naturales g1a no disponible resulta ahora relativamente sencillo.
1.1/,mm y que lo que sale es un residuo sin valor. Pero esta L_a ener?ía existe en dos estados cualitativos: energía c!t\
d rí1 •1('fl cia cualitativa es confirmada, aunque en diferentes tér- pon1ble o libre, sobre la que el hombre tiene un dominio e ,1~i
111II ,c,,,, por una rama de la física especial (y peculiar), conoci- completo, y energía no disponible o ligada, que el hombre 110
il, 11 111110 tc•rmodinámica. Desde el punto de vista de la termo- puede usar de ninguna manera. La energía química contc11icl,1
d1 11,11111c .i, la materia-energía entra al proceso económico en en un trozo de carbón es energía libre, puesto que el hombre
1111 1",l,1clo ele baja entropía y sale de éste en un estado de alta p~ede convertirla en ca lor o, si así lo desea, en trabajo mcc,í-
1'11/JII/J/.ln n reo. Pero la fantástica cantidad de energía en forma de calor
No <·~ (,\( il e:xplicar en detalle lo que significa la entropía . contenida, por ejemplo, en los mares, es energía ligada. Los
11 1 uru <'plo es tan complicado que, según una autoridad en barcos navegan encima de este recipiente lleno de energía,
11 11111u l1n,11111 c.c1, «ni los físicos lo entienden -fácilmente »9 • Y, pero_ para hacerlo necesitan de la energía libre de algún com-
¡ 1.iI .i 1•111pt•urt1r el asunto, no solamente para el lego sino para bustible o del propio viento.
111d11•, 1·1 lcrrnino circula ahora con varios significados y no . C_uando ~n trozo de carbón se quema, su energía química ni
111il11•, ,·llm ,1sociados a una coordenada física 1º. La edición de d1sm1nuye nI aumenta. Pero la energía libre inicial se ha disipa-
1'11, ', ti, ·1 v\ll'bster's Collegia te Dictionary registra tres entradas do tanto en _forma de calor, humo y cenizas, que el hombre ya
1 q11 1•11r'·11ni110 «entropía». Además, la definición de entropía no ~uede u_trl1zarla. Se ha degradado al estado de energía no dis-
11 lt •1 1•1111• ,1 ~u sign ificado aplicable al proceso económico, más ponr~le o l_ 1gada. _Energía libre significa una energía que muestra
1¡ill' 11 l.11 ,11 al lector, lo confunde más: ((Una medida de ener- un 111vel d1ferenc1al, y se puede ejempli ficar de la manera más
1(1,1 ,u, d1 •,po nible en un sistema termodinámico cerrado, tan sencilla a través de la diferencia de temperaturas entre el interior
1< 111 rr111,1d,1 co n el estado del sistema, que un cambio en la y el exterior de una caldera. La energía ligada es, por el contr,11I0,
1111 drd. , v, 111.i con el camb io en la relación del incremento del una energía disipada caóticamente. Esta diferencia pucck· c•xp1<·
, il111 l11111,1do en la temperatura absoluta en la cual éste se sarse de otra manera. La energía libre implica algund C'Sl1uc lt11.t
1h11il 11•» Pero (como si quisieran probar que no todo progre- ordenada que se puede comparar con la de una tienda en li1 e u,d
,1, l'', ,1 mej o r) algunas ediciones más antiguas proporcionan tod~ la carne se encuentra en un mostrador, las verduras, en otro,
1111.1 d¡•fin1ció n más comprensible. «Una medida de la energía etcetera. La energía ligada es la energía disipada en desorden,
111, disponib le en un sistema termodinámico», tal como se lee como el estado en que quedaría la misma tienda después de ser
azotada por un ciclón. Por esto, la entropía se define como una
~edida de desorden. Lo que concuerda con el hecho de que un
H. h1a chferenciación, juntamenle con el hecho de que nadie cambiaría algunos recursos
11a1urales por residuos, elimina la afirmación de Marx de que «ningún químico ha descu- hilo de cobre represente una entropía más baj a que el mineral de
h1rno el valor de cambio en una perla o en un diaman1e». (Cupitul, 1, p. 95.) cobre a partir del cual se produj o.
'J. D. 1er Haar, «The Quantum Natu~e of Malter and Radia1ion», en R.J. Blin-Stoyle et al.
(cds.): Turning PointI in Phy.l'ic.1·, Amsterdam, 1959, p. 37. La diferenciació n entre la energía libre y la ligada es, por
IO. Un significado que recientemente se ha popularizado es el de la entropía como «la canli• supu~sto, antropomórfica. Pero esto no debe preocupar al
dad de información». Véase The Entmpy Law anti the Ernrwmic Pmcess, Apéndice B, estudioso del hombre, ni a quien estudia la materi a en su
como un argumento de lo engai\oso que puede ser eslc iérmino, y como una crítica de la
supuesta conexión entre información y entropía física. forma simple. Cada c lcmcnl'o por el cual el hornbre busca
40 N1CMOLAS GEORGESCU-ROEGEN
LA LCY DE LA ENTHOl'ÍA Y EL l'ROULEMA ECONÓMI CO ~1
ponerse en contacto mental con la realidad debe ser ?ntropo- calor del agua hervida se disipará continuamente dentro ch·I
mórfico. Pero sucede que el ejemplo de la termodinam1ca es sistema; y finalmente, que el sistema adqu irirá el equil1il11 n
más sorprendente. El caso es que fue la diferenciación entre
t ermodinámico, esto es, un estado en que la temperatu1 ;I 1",
las cosas que tienen valor económico y los residuos lo que uniforme en todas partes (y toda la energía está ligada). l !ito ',t •
impulsó la diferenciación termodinámica, y no a la inversa. En aplica a toda clase de energía en un sistema cerrado. Po r c·j<·11 1
efecto, la disciplina de la termodinámica nació de una memo~ plo, la ene rgía química libre de un pedazo de carbón se d <·¡•,1,1
ria en la que el ingeniero francés Sadi ~arnot (1 ~24)_· estud,~ dará final mente en energía ligada aunque el carbó n w cl1•¡1 •
por pr imera vez la economía d:las maquina: _term,cas. As, bajo tierra. La energía libre hará esto en cualqui er cc1c;o.
pues, la termodinám ica emp~~o como una fo,ca del valor La ley también nos dice que, una vez logrado el c•q11ild >1111
económico y ha permanec ido igual _a pesar de las numerosas termodinámico, el agua no empezará a hervir po r sí 111,.,111,1"
contribu ciones posteriores de naturaleza más abstracta. Pero, como se sabe, podemos hacerla hervir ele' 1Hll'v1i •,1 , ,,.
enciende la estufa. Sin embargo, esto no signific ,1 qu< ' lio1)1.l
mos vencido a la ley de la entropía. Si la entro pí,1 cil' l.1 11.d 11
111 tación ha dism inuido como resu ltado de la diferc 11c i.i de• t, 111
peratura creada al hervir el agua, se debe úni cc1m t• 111c•" cp11 • •,, ,
Gracias a la monografía de Sadi Carnot, el hecho elemental d,e introdujo del exterior un poco de baja entrop ía (<' 1H'1 g1o1 ld 11 1 •)
que el calor se mueva por sí m'.smo a p_ar~ir del_ ~uerpo mas dentro del sistema. Y si incluimos la centra l eléctri1 .i < 11 1•1 •,1•, 0
caliente hacia el cuerpo más fno, adqu 1no su s1t10 entre las tema, la entropía de este nuevo sistema debe halw1 d i•,1 1111 1111
verdades reconocidas por la física. De más importancia fue el do, tal como lo indica la ley de la entropía. Lo que· ~11 1,111111 o1
posterior reconocimiento de una verd ad adicional_: una vez que la disminución de la entropía de la habitac ión ~<' li.1 111,11•
que el calor de un sistema cerrado se ha_ esparcido d~ tal nido únicamente a costa de un mayor incremen to dt• l,1 1·111111
manera que la temperatura se ha vuelto uniforme a ~raves_ de pía en o tro sitio.
todo el sistema, el movimiento del calor no puede 111vert1rse Algunos autores, impresionados por el hecho ele (jlH ' 11,,,
sin intervención exterior. Lo s,.cubos de hielo en un vaso de organ ismos vivos permanecen casi inalterados durante• en1111•,
agua, una vez derretidos, ,no volv_e_rán a sol idificarse por sí mis-
mos. En general, la energ,a calonf,ca libre de un s1ste1;7a ~e_rra-
do se degrada continua e irrevocablemente en energ1a d 1sIpa- 11. Esla postura predsa de alguna elaboración lécnica. U\ oposición entre la ley tic l.1rntJ, ¡,11
(con su cambio cualitativo uniclireceiom,I) y la mecánica (clonclc todo puede 11111v1·1"' 1, " 11
da. La extensión de esta propiedad de la energía del ca lor a las adelante o atr.ís y permanecer idéntico a sí mismo) es aceptada sin reservas po, lmlo 11 1 1
demás clases de energía condujo a la segunda ley de la ter- y filósoío de la ciencia. Sin embargo. el dogma mecanicisla conservó (y Lodaví,1 n111• 1v,1)
el dominio sobre la actividad científica aun después de que la íísica lo revoca,,, 1·1 11 111
modinámica 1 conocida com o ley de la entropía. Esta ley esta- tado fue que la mecánica, aco,npañada por el awr, fue introducida dentro de la te, 111otl111o1
blece que la entropía (es decir, la cantidad de energía ligada) mica ExLraña compañía, ya que el azar es la misma nnlítcsis ele la nalurnlc1..a dClt'l I111111·1I11
de un sistema cerrado aumenta continuamente, o que el orden de de las leyes ele la mecánica. /\ decir verdad, el nuevo edificio (conocido como nll·r.11111 1
cstadíslica) no podía permitir que la mecánica se alojara bajo el mismo techo y C"-clt111 111
tal sistema se transforma constantemente en desord en . reversibilidad al mismo tiempo . De mo do que la mecfü1ica estadis1ica debe enseñar qu,· 1111
La referencia a un sistema cerrado es crucial. Fo rmém onos cubo de agua puede empezm a hervir por sí mismo. Éslc es un pcnsamicnlo que debe ,x·til
1arse, yll que el milagro. a pesar de su remota probab1liclad, aún no se ha obscrvaúo. hin
una imagen mental de un sistema cerrado: una habitación con una postura h.i rdiment<1do la creencia en In posibilidad de convenir l,1 t!nergfo lig<1dn en c.11~ 1
estufa eléctrica y una cubeta con agua que acaba de hervir. En gía libre, o como lo dijo ingeniosamente P.W. 13ridgman, de re:1lizar contrabando ele cn11 u
pía. Véase 11,e Entropy /,(/IV and the Economic Pmces.v, cap.\"!, como una crítica a las í.il
primer lugar, lo que la ley de la entropía nos dice es que el sec.lades de la mcc~\nica eslad íslica y de los clif'crcnles 11\tentos de.: enmi;ndarlus.
I.A LEY DE LA ENTROPÍA Y EL PROBLEMA ECONÓMICO 43
IV
pe•, iodos de tiempo, han expues_to la ide_a de que la vida escapa
.i l.i ley de la entropía. Ahora bien, la vida puede tener prop,e La afirmac ión hecha anteriormente, consistente en que,
l
cl.idc•s que no se explican por las leyes naturales, pero la sola desde un punto de vista físico, el proceso económico sólo
,di•,1 de que se pueda vio lar alguna ley de la materia,(lo que es transforma los recursos naturales va li osos (baja entropía) en
111 ,. 1 t os, 1 completamente diferente) resulta una tontena. Lo c1er- , residuos (alta entropía) se justifica plenamente. Pero aún
lll , .., que todo organismo vivo sólo pugna por mantener cons~ nos acompaña el enigma de saber por qué este proceso
1, 111 11• ,,u propia entropía. En la medida en que lo logre, lo hara debe continuar. Seguirá siendo un enigma mientras no nos
.il 1•,ud ll<'ilclo baja entropía del ambient~ para <:ompensar el demos cuenta de que el verdadero producto del proceso
11 u 1<'11H'lll0 de entropía a la que el organismo esta suJe!o cons- económico no es un flujo material de desechos, sino un
t,1111t•ti1t•11t<', como también lo está toda estructura material. _Pero flujo inmaterial: el disfrute de la vida. Si no reconocemos la
l., 1, 11 1,op1,1 de todo el sistema -consistente en la del or~anismo existencia de este flujo inmaterial, no nos hallamos en el
y 1,, dt• -;u medio ambiente- debe aum;nt~r.. En realidad, la mundo de lo económico. Tampoco tendremos una idea
1·1tti11¡i 1,1 ele• un sistema debe aumentar mas ~~p,damente cuan- exacta del proceso económico si ignoramos el hecho de
clr I l., v,cl.1l)St~ presente que cuando no lo esta. El ~~cho d~ que que este flujo -que, como un sentimiento entrópico, debe
111 ,dq1111 ,1 organismo vivo luche contra la degradac,~n entrop,ca caracteriza r la vida a cualquier nivel- ex i ste solamente
il1 ,, 11 ¡,,op1,1 c•structura material puede ser una prop1e?ad carac- mientras pueda alimentarse a si mismo de la baja entropía
11 11 , tt1 ., clt• l,1 vida, no explicable por las leyes materiales, pero del entorno. Y si damos un paso adelante, descubriremos
11111• 111111J11•;t1tuye una violación d~ estas l_eyes. . que todo objeto con va lo r económico -ya sea una fruta
1•,.11 t1t ,11ncnte todos los organismos viven de la bap entr~- recién tomada del árbol, un artículo de ropa, un mueble,
I ,1., 1•1t l,1 form a en que ésta se en~~entr~ en el ambient~ mas etcétera- tiene una estructura al tamente ordenada y, por
," 0 11 hombre es la excepc,on mas nota~I~: cocina la tanto, una baja entropía 12 •
1 1 1111
1111 , 11 p,,rte de sus alimentos y transforma_ tamb1en lo_s recur- Varias cosas pueden aprenderse de este anál isis. 1.i prinH'
1,1, 11 ,,tu,,tles en trabajo meC;ánico o en diferentes ob¡etos de ra es que la lucha económica del hombre está ccntrt1dt1 t'II lc1
, 11d,cl,1cl. !Je nuevo, debemos tener cu idado de que no nos baja entropía del medio ambiente. La segunda consiste en qut'
.,111 ,,, 11 1t•n. La entropía del metal de _c~bre es más baja_qu_e_ la la baja entropía del entorno es escasa en un sentido difcrcntt•
1,11 1,o¡Ha del mineral del cual se refino, pero esto no s1gn1f1ca al utilizado por Ricardo en relación a la tierra. Tanto la tiend
qtll' l,1 actividad económica d~I hombre eluda 1~ ley de la de Ricardo como los depósitos de carbón, se consiguen en
1,11 tt0pía. El refinamiento del mineral provoca _u,n incremen~o cantidades I imitadas. La diferencia consiste en que un trozo de
t•i1 l,1 entropía del entorno mayor que la reducc1on de entrop,_a carbón se puede usar solamente una vez. Y, de hecho, la ley de
otunida en el metal. Los economistas son muy dados a decir la entropía es la razón por la cual un motor (incluso un orga-
que no se puede obtener algo sin pagar por e_llo~ L_a ley de la nismo biológico) se desgasta finalmente y debe ser remplazado
entropía nos enseña que la reg!~ de la v,,d~ b1olog1ca y, en ;I
caso del hombre su continuac1on econom1ca, es mucho mas \\ 12. Esto no quiere decir que todo lo que contiene baja emropía renga que tener un valor eco-
dura. En término~ de, la _entr~pía, el coste de cualquier empre- . f" nómico. Los hongos venenosos rnmbién 1ienen baja emropfa. La relación entre baja entro-
pía y vnlor económico es similar II In que exislc entre valor económico y precio. Un objc-
~--- sa biológica O econom1ca s1em~re es mayor qu~ _el producto ,i\ . 10 puede tener precio sólo si ricnc valor económico, y sólo puede tener valor económico si
obtenido. En términos de entrop1a cu_a!q_u1er act1v1dad de este su entropía es baja. Pero lo conrrario no es cicr ro.
clr la termodinámica con la mecanica, algunos empezaron a casos tenernos que usar una cantidad adicional de baja entro-
1 pía mucho mayor que la disminución en la entropía de lo que
pv11sar seriamente en la forma de liberar la energía ligada J. El
d1•scubrimiento de la energía atómica extendió otra ola de con- ¡ se está reciclando. No existe un rec iclaje gratis, como tampo- 11 1:
l1.1das esperanzas en el sentido de que, esta vez sí, se había ;\., ~coexiste
1
una industria sin residuos. V
log1 ,,do obtener una fuente de energía que se perpetuara a sí
1111 1,111.1. La escasez de electricidad que asola a Nueva York, y que
gI ,1du,d111ente se va extendiendo a otras c iudades, deberí~- ser VI
•,11111 1<•I1tl' pma sacarnos de nuestra euforia. Tanto los cient1f1cos
11111 11•,11 c•s como los operadores de la¡; centrales aseguran que El planeta· al que está ligada la especie humana flota, por decir-
I,1d,, •,<' li111ita a un problema de costes, pero, en la perspectiva lo así, dentro del depósito cósmico de energía libre que puede
d1•I ¡11<•~t•I1tc' a1tículo, esto significa un problema de equilibrio en ser incluso infinito. Pero, a causa de las razones mencionadas
11•111111111~ de' entropía. · en la sección anterior el hombre no puede tener acceso a toda)
l1 •11<•nios, pues, a los científicos naturales pred icando que esta gran cantidad, ni a todas las formas posibles, de energía
1,, 11·11< Io1 puede eliminar todas las limitaciones sufridas por el l ibre. Po r ejemplo; el hombre no puede utilizar di rectamente la)
l1,111il>11', y i1 los economistas que hacen lo mismo al no rela- inmensa energía termonuclear del Sol. El impedimento más
' 11111.11 ,.¡ ,111,ílisis del p roceso económico con las l imitaciones importante (tamb ién válido para el uso industrial de la «bomba
el, 1 11ll'cl1n ,11nbiente material del hombre; luego, no es de de hidrógeno») es que n ingú n recipiente material puede resis-
,, 11,111,11 q1Ic• 11é1die se haya dado cuenta de que no podemos tir la temperatura de las reacciones termonucleares masivas.
111,cl111 11 «llH'jores y más grandes» refrigeradores, automóviles Estas reacciones só lo pueden ocurrir al aire libre.
1
",1v111111", ele· p1opulsión a chorro sin producir a la vez «meJ0- La energía libre a la que puede tener acceso el hombre pro--
11" \' 111,1yrn<'S1> residuos. As í pues, cuando todos (en los países viene de dos fuentes distintas. La primera consiste en un stock,
1111 1111,1 p1ocfucción industrial «mejor y mayor») se toparon _con es decir, en las existencias de energía li bre de los depósito<; >k
l 1 , 0111 1I11II1,1c ión, tanto los científicos como los economistas minerales ubicados en las entrañas de la tierra. La seguncl,1 c·s
1111 11111, o¡i,1clos por sorpresa. PJ~ro aún ahora parece que nadie un flujo, el flujo de la radiación solar interceptada por la r ic'11.,1.
,, ,pll' l.1 1,,usa de todo esto es que no hemos logrado reco- Deben remarcarse va ri as d iferencias entre estas dos fuentes. 11
11I11 1·1 l.i 11.1turaleza entrópica del proceso económico . Una hombre tiene un domin io casi completo de la dotación terre~
tre; y resulta imaginable que pudiésemos utilizarla toda en el
1,1111 •l,,1 < 01wincente de ello es que muchos expertos en conta-
111I11,1< I0n tratan ahora, por un lado, de vendernos la idea de curso de un solo año. Pero, para cualqu ier f inalidad práctica,
q11<' pueden crearse máquinas y reacciones químicas que no el hombre no tiene control sobre el flujo de la radiación solar.
Tampoco puede usar hoy el flujo del futuro. Otra asimetría que
1u,,dtucan residuos y, por otro lado, la salvación a través d~I
11•< Ic laje perpetuo de los residuos. Cuando menos en pr1nc1- existe entre estas dos fuentes corresponde a sus papeles especí-
pI0, no se puede negar que también podemos reciclar el oro ficos. Só lo la fuente terrestre nos proporciona los materiales de
di sipado en la arena de los mares al igual que podemos reci- baja entropía, con los que fabricamos nuestros utensilios más
liar el agua hirviendo del ejemplo anterior. Pero en ambos importantes. Por otro lado, la radiación solar es la fuente p1·ima-
ria de toda la vida en la Tierra, que empieza con la fotosíntesis
clorofílica. Finalmente, el stock terrestre es una fuente de ener-
13. Véase nota 11 más arriba. gía despreciable si se compara con el sol. Muy probablemente,
48 N1CHOLAS GEORGF.SCU-ROEGEN LA LEY DE LII ENTROPÍA Y EL PROBLEMA ECONÓMICO ~•¡
la vida activa del sol -d urante la cual la Tierra recibirá un r acentuando así la lucha por la alimentac ión y, en algl111.1•,
fl ujo de energía solar de importante intensidad- durará otros \ zonas, elevando esta presión a niveles críticos. La so lt ic Ici11
cinco mil millones de años' \ Pero, por increíble que parezca, 1 apoyada unánimemente, es un incremento en la mc<,1I11 ,1
todo el stock terrestre apenas produciría el equivalente a unos \ ción de la agricultura . Pero veamos qué es lo que esta solllC 11111
cuantos días de luz solar' 5. 1 significa en términos de la entropía.
Todo esto nos lleva a un nuevo en!oque del pro~lema7 \ En primer lugar, al el im inar al socio tradiciona l del e .1111¡ 11•
demográfico, tan de moda en nuestros d1as. Algunos estudio- \ sino - el animal de tiro-, la mecanizac ión de lc1 ng1 I< 11'1111 ,1
sos están alarmados por la posibilidad de que la población 1 permite que toda la tierra cultivada sea dest inada p,1 1,1 l,1 ¡11,1
mundial alcance la cifra de siete mil millones en el año 2000 ' ducción de alimentos (y al forraje ún icamente en lo q111· ,,, 1
-éste es el nivel pronosticado por los demógrafos de las \ necesario para el abastecimiento de carne) . Pero el 1(",1il1.11l11
Naciones Unidas-. De otro lado, están aqu ellos que, como 1 final, que es el más importante, es un camb io del í,1< 1111 d,
Colin Clark, alegan que con una administración adecuada de \~ baja entropía procedente de la fuente solar por l,1 1>,1Jo1 t•11lI1,
los recursos, la Tierra podría alimentar a unos cuarenta y c inco ¡.,1 pía procedente del stock terrestre. El buey o C' i i>llÍ,Jitl ti,• l.1
mil millones de seres humanbs 1 6 • Sin embargo., ni ngún exper- 1 India, que derivan su poder mecánico de la racl1,1< 1011 ,,,d.11
to en población parece haber hecho la pregunta más vital para \ captada por la fotosíntesis, es remplazado por el 11.1<t<11 , c¡111 ,
el futuro de la humanidad: ¿cuánto tiempo puede mantenerse j se produce y opera con la ayuda de la baja en trop1,1 l< '111••,l11•
una población mundial, sea ésta de mil mil lones o de cuaren- ,) Y lo mismo se puede ap licar a la sustitución del c11>011<1 ¡¡111 ¡,,,,
La y c inco ni il millones? So lamente si nos hacemos esta pre- ferti lizantes artific ia les. En defin it iva, que la mcc;111I 1,1c 1ciI1 ti,,
gunta podremos ver cuán compl icado es el problema de la la agricultura es una solución que, aunque incvit,ll i ll • , 11 , 1 0
población. Todavía el concepto analítico de la población ópti- atolladero actual, es antieconóm ica a la larga. De <'S l.i 111,1111
ma, sobre el que se han armado muchos estudios de pob la- rase está provocando que la ex istencia biológi ca ckl 110111'111
ción, se ha con vertido en una f icció n inútil. 1 dependa crecientemente en el futuro de la más esc,1s.1 el(• l.1•,
Lo que ha ocurrido con la lu cha entrópica del hombre a \ dos fuentes de baj a entrop ía . También existe el riesgo dl' c¡111
través de los últimos doscientos años es, a este respecto, una f la agricultura meca nizada atrape a la especie human,1 c'I1 1111
historia reveladora. Por un lado, gracias al progreso especta- / callejón sin salida, pues ex iste la posib ilidad de que ,1lgl111:1,,
cular de la ciencia, el hombre ha alcanzado un grado casi l de las especies biológ icas invo lucradas eri el método L1,1d11 11,
milagroso de desarrollo eco nóm ico. Por otra parte, este desa- i na! de agricu ltu ra se vean forzadas a la extinción.
rrollo ha obligado al hombre a forzar la utilización de los ! En realidad, el problema del uso económ ico dcil ,1,11 /
recursos terrestres hasta un grado increíble (por ejemplo, la (· terrestre de baja entropía no se limita úni camente a la r1g1 I11d
perforación de pozos petrol íferos en la plataforma continen- tu ra: es de hecho el prob lema p rincipal del destino de la i••,¡,c
tal). También ha ma ntenido un crecimiento de la población, cíe humana. Para aclarar esto, con sideremos 5 como el \lo< /
l actua l de baj a entropía terrestre, y hagamos q ue r reprcsc·11tc•
algún promedio anual de agotamiento. Si hacemos abst1,1c
14. Georgc Gamow, Ma/1e1; eanh. a11d Sk)'. Englewood Cliífs, N.J ., 1958, p. 49J y ss.
15. Cuatro días, según Eugene Ayres, «Power írom thc Su11>•, Scíenri}ic: American. agosto, ción de la lenta degradac ió n de S (como se puede hacer c·11
1950, p. ¡ 6. La :,;iluación no cambia aunque admitamos que se haya c1Tt1clo en un fac1or de este caso fácilmente), la máx ima cantidad teórica de añ os c¡u('
mil en los cálculos.
16. Col in Clark, «Agriculiural Productivity in Relation to Population», en: G. Wnlsl cnltolmc transcurrirían antes de que se agote completamente este slOc /,
(ed.): Man and Hi.1· Fwure, Bastan, 196'.J, p. 35. será Sir. Ese es también el mismo nC1 mero de años hasta que
50 NICHOLAS GEORCESCU-ROECEN LA LEY DE LA ENTROPÍA Y El PROBLEMA ECONÓMICO 51
l.1 (ase industrial de la evolución de la humanidad llegue for- dudas acerca de la incapac idad del hombre para mirar hacia
1osnmente a su fin. Dada la fantástica desproporción entre 5 y adelante. Sólo debido a su naturaleza b iológica (sus instintos
t•I flujo de la energía solar que llega al planeta anualmente, no heredados) el hombre se ocupa de l destino de algunos de
lt,1y duda de que, aunque se use 5 de forma muy lenta, la fase sus descendientes inmediatos, generalmente no más allá de sus
111<lustrial de la evolución del hombre terminará mucho antes bisnietos. Y no hay cinismo n i pesim ismo en creer que, aun-
d<• que deje de brillar el Sol. Lo que llegue a suceder entonces •que a la humanidad se le haga saber el problema entrópico de
(•.i <'<; que la humanidad no se ha extinguido por algún bicho la espec ie, ésta no estaría di spuesta a renunc iar a sus actuales
11 ,1,ll111C..•ntc resistente, o algún producto químico insidioso) es luj os para que la vida de los humanos sea más fácil de aqu í a
dll 11 il clt• predec ir. El hombre podría continuar con vida regre- diez mil 0 1 ni siquiera, mi l años. Una vez extendidos los pode-
•.,111< !0 .i la clapa reco lectora de moras silvestres, como una vez res bio lógicos por medio de los artefactos industriales, el hom-
111 lt11ci. l'No a la luz de lo que sabemos sobre la evo lución, bre se hizo, ipso facto, no sólo dependiente de una fuente muy
1111 p,111·< e· probab le que pueda haber una regresión. Sea como escasa de mantenimiento de la v ida, sino que también se hizo
l1w1<', <¡tH•da el hecho de que, cuanto más alto sea el grado de adicto a los lujos industria les. Es corno si la especie humana
d, .... , 11 olio cconóm ico, mayor será el agotamiento anual de r; pareciera decidida a llevar una vida corta pero extravagante.
11111 lll q11t' l.1s expectativas de la vida humana se acorta rán. ¡Dejemos que las especies menos amb iciosas lleven una la rga
11,c••,1ilt,1clo es claro . Cada vez que producimos un Cadillac, y aburrida existencia !
,1, ,1111111 lll', irrevocablemente una cantidad de baja entropía Las cuestiones discutidas en este trabajo pertenecen a las
1¡111 ele• 1111.1 rn¡_rnera, podría utilizarse para produc ir un arado y tendencias a largo plazo . Debido a que estas fuerzas actúan en
1111,1" .id.i . 1s dec ir, cada vez que produc imos un Cadillac, lo forma extrema damente lenta, tendernos a ignorar su existencia
l1111•11u1•, ,11 prec io de disminuir la cantidad de v id as humanas y, en caso de reconocerlas 1 se les da menos importancia. La
, 11 ,¡ i11t1110. 1·1 desarrollo económico por medio de la abun- naturaleza de l hombre es tal que siempre se interesa por lo
,11111 1,1 111d11strial puede ser ahora una bendició n para nosotros que sucederá mañana y no por lo que acontecerá dentro de
I '•"" .1q111•llos que puedan gozarlo en un futuro cercano, miles de años. Sin embargo, estas fuerzas 9uC' ,KtLÍ,111 lcntc1
I" 111 d1'11111l1vamcnte va contra-el interés de la especie huma- mente son en genera l más fatídi cas. La mayoría de la gent<' 110
111 11111H> 1111 Lodo, si es que su interés es tener una vida tan muere deb ido a alguna fuerza que actúa rápidamente, corn o
l 111:,1 1111110 sea compatible con su dotación de baja entropía. una pulmonía o un acc idente automovilísti co, si no por la!>
l 11 t",l.1 p,1radoja del desarrollo económico podemos darnos fuerzas de acción lenta q ue causan la vejez. Como lo hiLo
, 111•11!.1 del precio que el hombre tiene que pagar por el privi- notar un filósofo del jainismo, el hombre empieza a morir al
11•¡:11> unico de poder ir más allá de los límites biológicos en la . nacer. El caso es que no sería arriesgado aventurar algunos
lt1< li,1 por la vida. A los biólogos les gusta repetir que la selec- pensamientos sobre el futuro lejano de la economía humana,
< 11J11 natural es una serie de desaciertos fantásticos, toda vez que como no lo es predecir, a grandes rasgos, la vida de un niño
l.is cond iciones futuras no se han tomado en cuenta. Esta obser- recién nacido. Tenemos, pues, que la pres ión incrementada
v;1ció n implica que el hombre es más sabio que la naturaleza y sobre el stock de recursos minerales debida a la moderna fie-
que debería asumir las funciones propias de ésta. Demuestra bre del desa rro llo industrial, aunada al prob lema creciente de
Lé.lmbién que la vanidad del hombre y la confianza del erudito lograr que la contaminación sea menos nociva (lo que crea
en sí mismo jamás conocerán límite. La carrera del desarro llo nuevas demandas sobre el mismo stock), íorzosamente harán
económico, que es el sello de la civilización moderna, no dej a que el hombre concentre su atención en las posibilidades de
...
52 NICI-IOLi\S GEORGESCU·ROEGEN
17. El hecho de que en Suecia, durante (¡¡ segunda guerra mu1idial, los automóviles fueran
• «Biocconomics: ii new look at thc nalurc of economic aclivity», en: Junkcr, L. (,•d l / •
impulsados porga~ de calid,1d inferior obtenido al calentar madera con lcfü1 , prueba que la
PoLitirnl Economy of Food a11d E11ergy, Michigan, Ann Arbor, pp. 105- 134. /Tradun 11111 ,r,
idea no es improbable.
Óscar Carpintero./
~4 NiCliOLAS GEORGESCU-ROEGEN BIOECONOMÍA: UNA NUEVA MIRADA A LA NATURALEZA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA 55
110 las causas generalmente asumidas por la economía con- Lo que hace única a nuestra espec ie es su extraord inario
wnc io nal, la responsable principal de estas desigualdades. modo de evolucionar. Todas las especies, incluida la nuestra,
, 1s impresci ndible que los econom istas reconozcan el han progresado por medio de mutac iones biológicas que gra-
111,1¡,,·I cruc ial de los recursos naturales de la Tierra en el pro- dualmente héJ.n dotado a los seres vivos de músculos más fu er-
<1•~0 <'< onó mico y comprendan las razones que se encuentran tes, garras más afiladas, ojos más avispados, etc. El problema
d1•t1.1 .•, de' las ~esigua ldades econ~';1icas, sobre todo si los pra- es que esta forma de mejorar la v ida de una especie requi ere
l d1·111.i~ c'co nomIcos y la reducc1on de la oferta de recursos un periodo de t iempo extremadamente largo. Durante la era
, 1111• ',<• lw hecho evidente en las ú !timas décadas, se quieren del Eoceno, existió un animal -los paleontólogos lo llaman
\
vI•I dt·•,clc LIna perspectiva correcta. Las soluciones que se deri- ahora Eohippu5- que no era más grande que un perro. A tra-
v. 111 cl1• ('Sta perspectiva nos dicen lo que necesitamos hacer. vés de suces ivas mutaciones, este pequeño an imal necesitó de
1111 ll1~0, .iunque algunas de ellas puedan ser difíciles de poner c incuenta mil lones de años para convertirse en un poderoso
1•11 pI,11 ti c,,, al menos no harán descarr iar nuestros esfuerzos. caballo que ahora puede fácilmente tirar de un arado o ganar
el Derby. La característica sobresaliente de la especie humana
es que no esperó a la tremendamente lenta evolución b iológi-
1VI )1 l JCIÓN BIOLÓGICA Y DESARROLLO E·coNÓMICO fª ~ara poder rea l izar acciones que ninguna otra especie
't ¡pod1a hacer. El hombre puede ahora correr más ráp ido que un
< I1II11·I1e 1•I11os echando un vistazo a algunos hechos evidentes. jgu;pardo'. carga r_ pesos más grandes que un elefante y vo lar
¡ 11 11111111•10 ck ellos es que la humanidad constituye una espe-I /, ¡mas depma y mas alto que un pájaro. Además, este resu ltado
1
, 11 1111d11¡ 1,1, ,1 y, por esto, está sujeta a toda: las leyes biológicas '\1 ,-Y, se ha logrado de manera bastante simple.
, 1111111 1d,1•,, I.il y como el consumado b1ologo J.B.S. Haldane, ).. ; El origen del proceso se remonta a hace veinte millones de
1,,, 11 •<111clo c·11 una ocas ión, la humanidad también está sujeta>_/ años, hasta nuestro primigenio antecesor, el Procónsul. Nume-
1 l 1 L• 111111,111. l 11 este momento, sólo podemos especular sobre 1 rosas y repetidas experiencias con un pa lo recogido acc idental-
pie l,11 1111 <•volutivo la traerá consigo en unos años. La espe- mente de un bosque, debieron llevar fina lmente a los mic-mbros
I 111 1 1111pl11 It é1 en muchos argumentos ecologistas- de que de.esta especie a sentir que un brazo acompañado de un p,1 I0 se•
l,1 , '•I w1 11• humana es inmorta l (sólo el individuo es mortal) no convierte en algo más largo y poderoso. Por eso el Procónsul
1 ~1,1 •,111 c•111bargo, apoyada por la evidencia empírica. Pero comenzó a cargar con un palo, j ustamente como si el pa lo cons-
,
1111 111•,1 > .1u11que seamos una especie biológica, no somos la tituyera una parte tan integral de su cuerpo como su p ropio
11
11111< .i . A lgunos biólogos y, sigu iéndoles a ellos, gran cantidad brazo. Cuando surgió el Horno sapiens, apareció como un ani-
d, · pi •Isonds, han argumentado que nos d istingu imos del resto mal que utilizaba miembros separables -esto es, miembros que
d1• e 11;1luras vivas por la superioridad de nuestra naturaleza bio- no eran parte de su cuerpo (soma) con los que cada ind ividuo
' lng1lcl. De nuevo Haldane puso de rel ieve que esta postura está dotado desde el nacimiento, sino aquellos que se producían
(1c:ílejt1 el dese_? d:) homb1·e de felic itarse a sí mismo e, inge- y utilizaban tanto co~o se ~ecesitasen-:--. Siguiendo a Alfred J. /
!111osamen te, anad10 que, para un mono, «el cambio de mono a \\ Lotka, podemos referirnos a estos como organos exosomáticos, yV
hombre puede ser muy bien v isto como un cambio a peor» ' .
l~ a aquellos que forman parte del cuerpo como endosomáticos • El
2
111ili/a1· sus órganos endosomáticos - las piernas para caminar, una tarea socia l, que forzó a las comun idades humanas a orga-
l.1s !llanos para agarrar, etc.-. Pero ningún humano -excepto el nizarse ellas m ismas en sociedades.
11111ovador mismo- puede, sin entrenamiento previo, pilotar un Por su propia naturaleza, la producción soc ial requiere de
,1<•1opli:ino, o ni siquiera ta llar un arco. Otro rasgo característico dos cl~ses de papeles: algunos individuos deben planificar,
tl1• l.1 csrec ie humana determina el uso continuado de los órga- s~pervIs~r y controlar el proceso de producción; otros deb en
I11 ,,, c•xosomáticos predominantes, a saber: la tradición. Su papel solo real1~ar las ta:eas que les asignen. En la terminología de
, .., , ·1 el<' lv herencia exosomática .. Adam Sm 1th, I~ primero representa trabajo improductivo; y lo
l ,1 t1,1dición es la esencia de lo que los antropólogos llaman segundo, trabaJO productivd'.
, 1111111,1. Apareció naturalmente con el uso de los primeros rudi- _Ambos ti_pos de t rabajo son, sin duda, útiles y necesari os.
1111•11!1>', ele• órganos exosomáticos. De manera gradual, la tradi- El inconven iente de la d ivisión es que hace incrementar el
1 1< 111 lt1t' 111cluyendo instrucciones, no sólo de naturaleza pura- conflicto social que ha asolado todas las sociedades humanas .
I111•1111• tc·c 11ic<1, sino también preceptos o reglas de conducta Y, dado lo que sabernos acerca de la natu raleza humana así
,,, 11 ,,ti ',¡• hil convertido en algo crecientemente más complejo, como sobre la evolu_c~ó n de otras especies, la especie hu~ana
qIII ,1 111C..!uso más mitológico, de la misma manera que la probablemente momia en lujosos áticos antes de retornar a
1
1",11111 1111,11•xosomática, en sí misma, ha crecido en complejidad; u~,ª fo rma de ~ida primitiva que no neces itase de la produc-
, 11•111lt1 ,1 1,1 tc•sligo de diferentes racionalizaciones de la organiza- cIon socia l. As 1 las cosas, el conflicto social continuará aso-
' 11111 1,1u 1,d y política actual en los diferentes países del mundo, lando a la h_u_man idad mientras ésta se apoye en una existen-
d, l,111\i•,t111t1ción de las estructuras legales asociadas a ellas. ~ cIa exosomatIca compleja. .
/¡ Como, l_os órganos exosomáticos -al contrar io que los -¡
~ endosomatrcos- no pertenecen por naturaleza a ninguna per-1\
l'IH H >UCCIÓN : ORIGEN DEL CONFLICTO SOCIAL sona en concreto que rea lice alguna labor dentro de la soc ie-
dad, la cuestión de quién disfrutará sus servic ios se acaba
, 11 d, .., •,1111 lns trascendentales consecuencias de la evolución entrelazando con la cuestión de qué c lase de trabajo rea li 7,H<1
1 , , " " 1.1111 ,1 que mencionábamos al com ienzo de este artículo? cada uno. ¿Qu ién bajará a la mina y quién comerá caviar y
l II ,·I ,dl>or de su existencia como especie diferente, los beberá champaña? Ésta es la gran ' pregunta. En cua nto a l,1
1111111,11111·, vivían en manadas amorfas y desvinculadas. El instin- nat~raleza ,del or_igen del confl icto socia l,· n ingC1n esquema
t,, ¡1 11 'I',, 1110, tal y como Thorstei n Veblen nos enseñó, hace que la social podna, posiblemente, eliminar las diferenc ias soc iales y
1
¡i,1•I111• •,e· junte. La manada o rebaño ofreció las ventajas darwi- económicas entre los «gobernantes» y los «gobernados )) _ Lo
111,11I,1\ de las re laciones sexuales adaptadas a la constitución que ca?e esperar hacer (no sin u n du ro esfuerzo) es evitar q ue
1111111,111,1 y a su mejor defensa. Pero en ese albor de la historia, los estas d1ferenc1as se conviertan en algo abus ivamente grande7.
, 11 ¡1 ,111os exosomáticos eran simples -un palo, una honda o, por
1
1•11•111plo, un arco y una flecha-. Éstas podrían estar fabricadas 6. /\dam Smith. The Wealrh of Nation.,, edición de Edwin Cannui1, Nueva York, Random
¡ 1<JI un ind ividuo, como mucho cooperando con otros miembros House, 1937, pp. 314-31 5. .
7. Tal Y como_ sugieren los documentos escritos, esta preocupación ap,treció por primera vez en
tic· la m ism a familia. Sin embargo, de manera gradual, los órga- e l Anttguo festamento, donde se establece que, cada cinco aiios. en el año jubilar, los sie rvos
nos exosomáticos se fueron haciendo más complejos, así que su se ltbernban, ~as ?euda_s se perdonaban y a lgunas posesiones mobiliarias (por ejemplo, el gana-
producción requirió de la cooperación de un número de manos do) se_ red_"lnbu,an.S'.': e mbargo, las casas ele las ciudades no esrnban afectadas por la rcclis-
tnbuc16n Jubilar (Levmco, 25: 8-55). No es necesario decir que una medida de bienestar de
mucho mayor. La producción, entonces, tu vo que convertirse en este tipo sólo podría funcionar en una sociedad mitad agrícola, mitad ganadera.
60 NICHOLAS GEOKGESCU-ROEGEN BIOECONOMÍA: UNA NU(VA MIRADA A LA NATURALEZA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMl("A ¡,1
Como científicos sociales, traicionaríamos los ideales de nues- DESIGUALDAD ENTRE SOCIEDADES
tra profesión si, en vez de reconocer este hecho ª?ierta~ente,
continuáramos engañando a la gente que nos mira p 1d 1endo Ademá_s, de la desigualdad dentro de una misma socicd,1cl, 1, 1
consejo y guía, en la creencia de que uno u otro esquema feti- evoluc1on e~osomática t_ambién es responsable de la d<'sig11 ,d
chista puede llevarnos a una nueva Jerusalén social. dad entre diferentes sociedades. La sociedad hum,111,1 li.i ,,,d11
Una prueba en contra de que el conflicto social es el pro- divid ida (y todavía lo está) en razas biológicas dlÍ<'ll'iil, ,
ducto de la evoludón exosomática es la ofrecida por las espe- Com_o todas las razas biológicas, las razas human.is piwd, 11
cies sociales -abejas, hormigas y termitas; en particular aque- func ionar de manera ?¡?_lóg icamente perfecta con rn,di¡ 1111 1
llas que viven en sociedades suficientemente organizadas y otra raza. Cabe la pos1bil1dad de que una pareja de• c/11.., 1111 11
complej as que han alcanzado ese estadio, no a través de la viduos de diferentes razas sean capaces, el los so los, dt· ¡ 11 •i¡u
evolución exosomática, sino de la evolución endosomática-. tuar la especie humana. Pero por razones todavía d1f1, 11 1 .., d,
La diferencia esencial es que en las sociedades de insectos, establecer, debido a que no existe nada cercano ,1 1111 1• l "'í l
cada individuo está adaptado para una tarea específica desde mento en este campo, la humanidad también h.i ,·~t.id<J d,v I
su nacimiento. Por ejemplo, una hormiga guardián en una dida en diferentes especies exosomáticas. Digo <H'sp1•1 11 ..,,1, , , 11
coloni a ha nacido con una cabeza p lana, con la que bloquea este caso, porque los grupos están tan diferenri..idm <' <l',11 111 1
la entrada a la montaña, dejando pasar sólo a los miembros t1camente, -quizás incluso más diferenciados clt• lo qiw 1,1
que reconoce como ta les. Además, a la hormiga guard ián no gato comun (Fe/is domestica) se diferencia biológ11 ,11111•11!1• d, 1
le gusta hacer otra cosa que no sea este trabajo en particular. puma (Fe/is concolor) .
Por el lo, no existe ninguna razón para que ex ista un conflicto __En _el tiempo en que los faraones eran capaces di·< o, 1,,1 1111I
entre las diferentes clases de individuos. Cuando, al acercarse p,ram,des, la población de centroeuropa estaba viv1<'11Clo ,1 1111
el verano, la abejas obreras matan a la mayoría de los zánga- ni~el ex~somáti_co d_el hombre de Cro-Magnon. lnc lu~o 1111}
nos, no se trata de una guerra civil, sino de un fenómeno bio- ex1~ten d1ferenc1as aun mayores. Compárense las lw11,111111• 11 1i1 •,
lógico normal: los zánganos se encuentran ya vencidos por un rudimentarias utilizadas por las tribus del alto Am;uo, 1,1~ 1 ., 11
aletargamiento producido de manera natural. el gigante industrial de Estados Unidos. Incluso el / /011,u 1111 ¡1
Pero las cosas son diferentes en las sociedades humanas. cus es exosomáticamente diferente del /-lomo an1C'rh ,IIIIH .i
Nadie está predestinado desde su nacimiento para realizar una pesa; d~ la antigüedad del primero y de lo que una V<' t11 c •~u
determinada labor. Posteriormente, en la vida, uno puede con- esplendida cultura. El nivel exosomático del /-lomo , 1111 ,,11 r ,1
vertirse en un cochero o en un jerarca. Del mismo modo, el nus eslá per~onificado en su variedad eléctrica, p,l'f,,, ,1 d,•
ser humano, al contrario que un miembro de una sociedad de ment~ a _traves de horn~s con autoencendido, autoµ.11.ul., y
insectos, seguramente preferirá ser un jerarca que un cochero, autol1m~1_ado. La herramienta correspondiente en el suhu1 I11I
presidente de una empresa en vez de conserje, o comisario nente as1at~:º es un antiguo artilugio para cocinar en el qu<· ,,,.
mejor que mano de obra en un koljoz. Lo que uno llegará a quema est,ercol seco9 • Esas diferencias exosomáticas so11 1, 1
ser es, en gran parte, el resu Ita do de fuerzas que operan en la
propia sociedad en la que uno viven.
9. Debo ~pr~surarme a _añad_ir que el argumcnlo anlcrior de ningm1a manera implica que ti
/-lomo 111d1cm, como 111d1v1duo, no sea capaz de ser entrenado para r~aliz,1r las mismas w,ras
8. Nicholas Gcorgcscu-Rocgcn, Tlie Entm¡,y Lmv a111/ rhe Ecmwmic Pmce.,·.,._ HarvarcJ ~¡ue e_I Horno amcncan«1·.. El :irgumento tiene que ver, no con las diferencias biológica,
Univmity Pre~s. Cambridge, Mils~.. 1971, pp. 308, 348-349. 111d1v1duales, smo con la v1d:i exosomátic:i de cada sociedad.
W NICHOLAS GEORCESCU-ROEGEN BIOECONOMIA: UNA NUEVA MIRADA A LA NATURALEZA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA 63
I.110n fundamental por la que el inmenso apoyo f inanciero de pequeño. La dificultad con este plan es que un Ejército de Paz
1•,I.,dos Unidos - y ahora también de los países occidenta- presupone un tipo de generosidad comp letamente diferente de
lr·\ fa ll a a la hora de desarrollar a los países subdesarrolla- las simpl~s ayudas financieras o apoyos técnicos. Sólo puede
rl, l', A e ,1usa de las diferencias exosomáticas cualitativas entre ser descrito como la mayor de las generosidades posibles.
lrn I>.1I sc'!i desarrol lados y subdesarrollados, ningún órgano Quizá la humanidad no sea capaz de ese cambio en su cora-
,. n•,<>111,ítico puede ser transplantado desde los primeros a los zón. Pero esta posibilidad no debiera llevarnos a ignorar el
•,1•¡ 1,1 111<los. l ri ayuda al desarrollo de Estados Unidos resultó hecho de que, como tampoco en el caso de la desigualdad
, 11111plr•I.irnc·nte exi tosa a la hora de ayudar a que los países entre clases socia les, no .hay razón para impedir la el im inació n
,1 , .... 111 0 ll,,cl os devastados por la Segunda Guerra Mundial de las desigu~ldades entre d iferentes sociedades. En el muy
d,,,,d,• N oruega hasta Grecia y Japón- pudieran retorna r a largo -y terriblemente d.u ro- p lazo, )as desigualdades pue-
1,, •.11 11.1<10 11 ,rnterio r, precisamente porque todos esos países den desaparecer dependiendo de si hacemos algo para lograr-
11•111.11 , l.1 111isrna estru ctura exosomática que Estados Unidos. lo o no.
l 'c 11 1•¡1•111plo, el nivel exosomático de Estados Unidos no
¡111, d1• pm il i lcmcnte ser de mucha ayuda a la India. En los
1 11d11•, l J111dos, la actual l+D se dirige hacia la construcción EL PAPEL DE LOS RECURSOS NATURALES
d, g. d ,11 ll'tc•s estratégicos», porque la población norteameri- EN EL PROCESO ECONÓMICO
' 111,1 1111 li, 11 1,1 otra cosa. ¿Cómo podría la l+D, con tal orienta-
l 1,111 ') 1u l.1• pos iblemente a los indios a mejorar su modo de La perspectiva de la economía estándar
111 111.11 d,, tI ,111 sp orte, etc.? En real idad -y esto es mucho más
t 11111 .1, ,, 1•dn1 ni siquiera la l+D, en la India se preocupa por T?dos los seres vivos luchan por los medios de su superviven-
1 111111 • IIwII >1.1I l,1 situación exosomática allí imperante. cia. Nosotros no somos una excepción. Pero las otras criaturas
111, 1111, l,11.1111 ente, las desigualdades exosomáticas no pue- necesitan só lo la energía solar y algunas sustanc ias quími cas
11< 11 ,,., ,·I11 11111.idas con simple ayuda financiera, con indepen- procedentes del suelo, el aire y las aguas. D ebido a que nucs
cl,•111 1,1 dr• lo generosa que ésta sea. Sólo la investigación al tros órganos exosornáticos se producen ordinariamente ron l,1
li.q, 1 11Iv, ·1 ele• los países subdesarrollados puede ayudar. Pero ayuda de recursos minerales, el hombre se ha acab ado con-
1 rl I11t1y1•1 to impli ca un largo y amplio trabajo de campo para el virtiendo en un agente geológico, de hecho, el úni co entre el
e¡,,, 111 ~,quiera un Cuerpo de Paz sería suficiente. Tal y como conjunto de todas las especies. El control sobre los recursos
11¡:11I111·11tc• hace unos diez años, lo que se necesita es un Ejército minerales ha estado detrás de todas las grandes conmociones
rl,· l '.i 1 11'. Sin esto, el abismo entre los desarrollados y los subde- históricas, ya fueran guerras o migraciones. La razón es que el
1.. 111t1ll,1dos probablemente aumentará en vez de hacerse más tiempo acabó convenciendo a la mayoría de la gente de que
todos los recursos se consumían, como así era, a través del
uso, induso aunque esto llevara a la ciencia mucho tiempo
10, Vénsc «Peace Army Urged to Aid the Peor», Hmwlultt Bulletin, 2 de marzo, 1965. que es antes a Incorporar esta verdad él sus documentos oficiales.
una declaración a la prensa realizada por el autor durante el Agriculrural Development
Council Seminar on Subsistence Agricullure. Véase también mi libro: Tite Entmpy Law and
tire Econornic Proce.,·s, p. 384. Por supuesto, también esHI el Ejército de la AYUDA. Pero
.. ~ _pesar de esta clara evidenc ia, la economía estándar pre-
fino ignorar el papel absolutamente crucial jugado por los
sus miembros «están genernlmenre demasiado ocupados planilicnndo y ele licsta ...visiwndo
a los aldeanos en sus cabañas enlodadas», tal y corno iriforrnó Jnck Anderson en su colum-
nn, «U.S. AID Oflicials Live in Swell Life in Haití», 5 ele ngosto, 1976. *1. recursos naturales en el proceso económ ico. Los recursos
naturales son algo simplemente dado, sin ocupar ningún lugar
64 NICI-IOLAS GrnRCESCU-ROECEN BIOECONOM(A: UNA NUEVA Mll!ADA A LA NATURALEZA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA í,',
en las cons ideraciones analíticas convencionales". Este hecho Esta perspectiva del proceso económico como un ti ov i
es, hasta cierto punto, justificable y, al mismo tiempo, ·muy vo entre la producción y el consumo, o (marcando el ac<' n
curioso . En la época del nacimiento de la economía estándar, to), igual mente entre el consumo y la producción, es 1•1
los recursos naturales parecían existir en una cantidad virtual- síntoma más desconcertante de la epistemología mcr;111 i
mente ilimitada (lo que pudo muy b ien haber sido la razón por 'cista. También puede reflejar el punto de vi.sta de los rw g<>
la que también Karl Marx negó cualquier papel a los recursos cios, que reduce el proceso a la circulación de l d i1 1C•10
naturales en el proceso económico). Los antepasados neoclá- (aunque incluso los símbolos monetarios no pueden d llr .11
sicos querían constru ir una nueva economía a partir del mode- para siempre).
lo de la mecánica porque los hallazgos de la mecánica toda- El proceso económico no es una mecánica de l i11tt•11 ",
vía bri llaban resplandecientes. ¿No descubrió Urbain Leverrier propio y de la uti lidad, aunque estos factores propon In I1,11 1
el planeta Neptuno en 1846 sin necesidad de escrutar el fir- algunas de las fuerzas motrices. El triste estado en qt 11· ·,1
mamento, sino con la punta de su lapicero después de haber encuentra la economía estándar proviene del h C'( lw d1•
trabajado con las ecuaciones de la mecánica? El hecho curio- que el proceso económico está só li damente anclado <'11 1•1
so es que1 en la época en que la economía estándar comenzó medio ambiente material y, además, lo que sucede <' 11 <",1 '
a andar, la epistemología mecanicista ya había caído en des- medio ambiente no puede ser representado como si Íu<' '" 111 1
gracia dentro de la propia física. Pero todavía es más curioso péndulo mecánico. Desde el punto de los fenómenos vit,llt•\
que toda la ciencia económica nunca haya intentado liberarse tanto en el med io ambiente como en todo el universo, lo que·
de las garras del dogma mecanicista 12 • ocurre está sujeto a las leyes, no de la mecán ica, si110 dt•
Todo el que deseara hoj ear cualqu iera de los manuales la termod inámica.
económ icos más respetados, llegaría fácilmente al típico dia-
grama en el que la economía estándar representa el proceso Aplicabilidad de las leyes de la termodinámica
económico (figura 1).
La termod inámica, por regla general, parece una ciencia sim
FIGURA 1. EL PROCESO EC0NÓMICO REPRESENTADO ple. Pero su enfoque analítico todavía está salpicado de con-
POR LA ECONOMÍA ESTÁNDAR ceptos y cuestiones muy intrincadas. Para las finalidades de un
anális is general del proceso económico, rea lizaremos u 11 ,1
----------- representación muy plástica.
Propongo representar un sistema ais lado - por ejempl o, c·I
Cons. Pro d. universo entero- por medio de un reloj de arena (figura 2). 1,1
sustancia que está dentro de él representa la materia-energía.
Y, como el reloj de arena está completamente aislado, la sus
tancia permanece constante, lo que v iene reflejado por la p ri-
mera ley de la termodinámica, o ley de la conservación de l a
11. Uno no debería llevar.e a eng:1ño en csle punto. La licrra que aparece en la función de produc-
ción convencional es la ticrrn ricardiana, es decir, simple espacio. Para estar seguros, l.1 tie1Ta materia-energía. Como en todo reloj de arena, la sustancia se
ricardiana es un factor válido de prcxlucción, pero de una naturale1,1 distinta a los recursos natu- v ierte desde la mitad superior hacia la mitad inferior. Pero dos
rales. Véase mi -n,e Entmpy Lt.11v.... p. 232, y E11e1;~y ""'' Economic Myths... , capíllllos 4 Y 5.
12. Georgescu-Rocgen, Analyrical Economics... , op. l'it., pp. 18- 19; Th c E11tmpy Laiv . ... hechos diferencian el reloj de arena del universo de un simple
pp. 39-43; E11ergy and Economic Myt/i.1·... , capítulos I y 3. reloj ordinario.
1,(, NICHOLAS GEORGESCU-ROEGEN BIOECONOMIA: UNA NUEVA MIRADA A LA NATURAL(ZA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA 67
1 IGURA 2. MATERIA-ENERGÍA EN UN SISTEMA AISLADO alcanza el equilibrio (no conteniendo entonces más materia-
energía interna disponible).
Hay un aspecto particular en conexión con esta ley que
necesita ser enfatizado. No sólo es la energía (tal y como creen
las huestes de principiantes que ahora se sienten atraídos por las
cuestiones de la escasez de recursos), sino que es también la
materia la que se disipa continu a e irrevocablemente. Todo lo
que nos rodea está continuamente oxidándose, resquebrajándo-
l I1 p11It1<'r lugar, mientras que la cantidad de materia-energía se, erosionándose por el viento y el agua, etc. Pero, aunque
I" 1111,1111·1 <' constante, la calidad de esa materia-energía cambia. pueda parecer sorprendente, incluso la Academia se equivoca en
1 1I,11,lt> 111.1s tiempo permanezca la materia-energía en la mitad este punto. La primera cosa que se menciona en todos los
,¡11111•1101 cl1·l reloj, mayores serán las posibilidades de que en ese manuales elementales de termodinámica es la transformación
",1i1dn p11<·da ser utilizada por nosotros los humanos, además de del trabajo en calor como consecuencia de la fricción. Pero nin-
¡ 1111 , 11,dq111r>1 otra forma de vida terrestre. Esta va.liosa cualidad gún manual, por lo que yo conozco, tiene en cuenta el hecho de
!' ¡111'1clt• l,m pronto como la materia-energía se vierte a la mitad que la fricción también disipa la materia. En ocasiones, el argu-
11111•11111 d1•I 1Ploj. El primero de esos estados constituye la mate- mento contra la degradación irrevocable de la materia alude a la
", ctI11·,¡:I, 1 cli~ponible; el segun do, la materia-energía no dispo- posibilidad de reunir de nuevo las partes que constituyen el todo.
111/,/1• 1l1•li1do ;1 que esta distinción tiene una base antropomór- Verdaderamente, si las perlas de un collar roto se esparcen por el
I,c 1, l11•, ¡>111I-;:as colocan a la termodinámica dentro de una suelo de un auditorio, podemos reunirlas 'fácilmente -aunque a
l 11,•¡:1111.11•11 sI misma, separada de la física. La verdad es que la costa de un cantidad sustancial de energía, algo de materia adi-
tl'1111111l111,11111c .i es la física del valor económico - y ésta es cional y, sobre todo, un tiempo considerable-. Sería, sin embar-
l 1 1111111 p o r la que todos los economistas deberían estar muy go, completamente inútil extrapolar esta situación al caso en el
11111111,1111,Hlos con sus enseñanzas-1:i. que las perlas se disuelvan primero en un ácido y la solución se
1,1 s1•g1111da peculiaridad del r~loj de arena del universo es espo lvoree por los océanos. Es obvio quP. el periodo de tiempo
,¡111• 11<> ~t• puede dar la vuelta. Esto significa que la materia- necesario para reunir estas perlas sería prácticamente infinito.
1•1I,·It•,I,1 di sponible se degrada de forma continua e irrevoca- Sólo este requerimiento hace que la operación sea, de hecho,
l1ll·n1,·ntc• en una forma no disponible. Si nos percatamos de irrealizable• ◄. A este respecto, se puede recordar que la teoría
'fl " ' 1•1 e omplicado concepto de entropía es, en el fondo, un consagrada enseña que, si uno pudiera mover un sistema termo-
111cl11 l' del nivel relativo de materia-energía no disponible, la dinámico a una velocidad infinitamente pequeña, entonces
.111t1•11or formulación es equivalente a la Ley de la Entropía. De podría hacer reversi ble cualquier cambio. Por eso, la imposibili-
1111.1 íurrna más explícita que la que se encuentra generalmente dad de cambios reversibles y de volver a reunir la materia no dis-
1111 l.t literatura, podemos establecer que la entropía de un siste- ![ ponible procede de la misma y única razón: el tiempo infinito
111«1 aislado tiende continua e irrevocablemente hacia un máxi- i, 1" requerido para conseguirlos15 •
1110, que se produce cuando el sistema, en última instancia,
14. La anterior observación revela por qué la ley de la entropía es planteada, en ocasiones,
13. Nicholas Georgescu-Roegen, Ana/ytica/ Economics... , op. cit., p. 92; '11te H11tmpy ww ..., como «el orden que continuame111t: :,¡e transforma en desorden)).
pp. 3 y 276; E11ergy a11d Economic Myth.1·... , cnpftulo 1. 15. Nicholas Georgescu-Rocgen, EnerJ/Y 11111/ Ecorwmic Mythx... , capítulo 1. p. 7.
68 NJCI-IOLAS GEORGF.SCU-ROEGEN
810ECONOMÍA: UNA NUCVA MIRADA A LA NATURALEZA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA ú9
menos que tomemos una perspectiva de los acontecimientos a el reloj de arena espi ral de la f igura 3, que incorpora un tran-
llluy largo plazo, el sistema económico tiene unos c i mientos sumo tanto de materia como de energía. Este caso se corres-
111atcri ales de fondos casi imperecederos. Éstos son los agen- P?nde con, un_ sistema termodinámico abierto . Sin embargo, la
Tierra en s, misma es, para cualquier finalidad práctica, un sis-
lt ·~ de l proceso -la población, las herramientas en general y
I.1111l>ién, para decirlo todo, la tierra21 - . El papel fundamental tema cerrado, es decir, un sistema que sólo intercambia ener-
d1·I transum o (throughput) es mantener a la población y a las gfa c_on el_~ntorno - la radiación solar como input y la energía
ilt'11,11nic ntas en condiciones de trabajar. Además, digo «herra- term Ica d,s,pada como output que sale al exterior- . Su conte-
11I1t•1It.Is)) porque para una existencia exosomática es tan vita l nido material permanece siempre constante respecto del exte-
•,11 111.i11Wn imiento como lo es para la población el manteni- rior. El número de átomos de cobre que existen hoy conjunta-
I111c·11lt> ele' sus ó rga nos endosomáticos. Sólo imagínense -s i merite sobre la tierra y dentro de la corteza terrestre es el mismo
,tll',1 11<·11 puede hacerlo- lo que ocurriría si todos los instru- en tanto en cuanto el planeta se ha convertido en un cuerp o
cósm ico relativamente estable22 •
11 H·I 1tos <1 xosomáticos fueran destruidos de una vez po r alguna
1111111.1 de• prc~sti d igitación sobrenatural. Un sistema cerrado se representa por med io del tubo en
li1< 11<•<,t 1011nb lemente, el sistema económico.debe contener espiral del reloj de arena de la figura 4, en el que la flecha
1111 , 111111•1110 material, porque no podemos manejar la energía negra y gruesa. significa la cantidad constante de materia que
111 l.i .1y11d,1 el<- un apa rato o soporte material. Excepto en unos gira alrededor. Pero como no existe un flujo de entrada de
I" 11 11•, , ,I•,c ,., léll cs como el fotón-, no existe energía com- materia (de la calidad entrópica que sea), como tampoco l a
I d1•l 1I1Ic•11tc· ',l'par:ida de la materia, ni. siquiera a una escala materia puede obtenerse a partir de la conversión de energía,
,1il11tc11111< .i. /\ <'stc nivel, sin embargo, existen fenómenos para y com~ la materia disi_pada no puede reciclarse, está claro que
111 ,pII• l.1 <'e u,1c ió n de Einstein E= mc2 es aplicable. Pero, en la con tinua degradación entrópica de la materia en un sistema
l 1 11 il 1do1cl, 110 <'S todo tan simp le como parece sobre el papel. cerrado debe alcanzar un punto en el que el trabajo i nterno no
l .1 1•,¡111v.il<•11cia de Einstein funciona normalmente en la con- pueda continuar desarrollándose. Dicho de otra manera: un
, 11111 d,· 111.1l<1 ria en energía, pero no viceversa. Incluso en la
sistema cerrado no puede ser un estado estaciona ri o, excepto
, 11 1•111 "' 11111u l,1ción de materia-eriergía, no existe una formación
después de que su entrop ía materia l haya alcanzado su máxi -
q 111 ·1 1.il 11< · cil' materia a partir únicamente de energía. En las reac- mo23. A la v ista de esto, a muy largo plazo, la m ateri a pu ede
r 111111••, 1111< k•ares se ha tenido éxito en aumentar la masa de los convertirse verdaderamente en el motivo de escasez fu nda-
,11<111111•, el<' uran io hasta el punto de obtener elementos transurá- mental para la human idad 2•.
1111I1•,. l Il'ro ni nguna transformación de energía pura en cobre, por
1•¡,·1111,lo, es posible bajo las condiciones de este planeta. 22. Hay dos matizaciones que deben acompañarse a estas afirmaciones que, aunque i1relevan-
1xistc todavía otra razón por la que cualquier análisis econó- 1es, lumen que ver con la actual argumentación. La primera es que se debe considerar 1~
desinregrnción nuclear (por ejemplo, de radio en plomo) que disminuye la masa y aumen-
111I, o de los recursos naturales debe tener en cuenta la contabili- ¡¡¡ la energía. El segundo facwr son los 111e1eori1os que caen en la Tierra y las partículns que
1.ic i<'.>n por sep arado de ambas, de la energía y de la materia. pueden escapar a la gravitación terrestre.
23. Georgescu-Roegen, N., «The S1eady Stace and Ecological Salvation: A Thermodynamic
M ientras la materia terrestre disponible continúe siendo Analys1s» .
.ic ces ible, el proceso económico puede ser representado por 24. Algunos síntomas de la presión de la materia pueden haber sido y~ detectados en los altos
y crecientes costes de las instalaciones que pretenden ahorrar comb,1scibles fósiles. La ins-
calación. solar en una escuela elemental en Atlanla cue.~ta casi un millón de dólares, aunque
proporciona sól~ el 60 por ciento de .la energía que se necesita. Un molino ele viento que
21. Georgescu-Roegen, The Entropy Law .. ., pp. 224-234. ucne una capacidad de unos pocos kilova1ios necesita loneladas de aluminio además de
72 NICHOLAS GEORGESCU-ROEGEN
BIOECONOM!A: UNA NUEVA MIRADA A LA NATURAL[ZA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA 73
cercanos que podrían albergar planetas como el nuestro se LAS FALACIAS DE LA ECONOMÍA ESTÁNDAR
encuentran aproxim adamente a 1 O años luz de distancia.
¡Sólo un viaje exploratorio del cohete más veloz necesitaría al ¡ La economía estándar no se ha equivocado sólo en igno,.11,
menos 200 años! En el mejor de los casos; la simple comuni- ¡completamente el papel económico de la naturaleza. Su segu11d11
cación por radio con otros seres inteligentes requeriría un l\¡ error ha sido su negativa a reconocer el tamaño de la pobl,H 1011
periodo de tiempo equivalente a dos generaciones. ,\ como un factor a tener en cuenta en el problema econó1111, e 1
La ca lificac ión en relació n a la acces ibi lidad se ap li ca ,¡ Habiendo abrazado desde fuera la creencia en el crecim iento il , 1
igualmente a los recursos terrestres. Desde luego, exi ste ! mitado -un truco de prestid igitación que han dignificado e011 l.1
materia-energía -co mo el petró leo de esquisto-- que se munición matemática de las func iones exponenciales , l,1 ,•e"
encuentra disponible pero in accesible porque requeriría nomía estándar relegó la doctrina de Malthus a la más b.1¡.1 l!'!JII
una cantidad de entropía para extraerlo mayor de la conte- tación. Esto está personificado en el juicio de Mark Rl,1ug, •11 1;11
nida en éP1. artículo sobre Malthus en la lnterna tional Encyclo¡,c•ch,1 u/ tllf •
Pero la dificultad no termina aquí. A lgunos autores, Social Sciences (IX, p. 551): «La teoría de la pobl,1l "111 ele
comenzando por Fred CottreII 34, han hablado de energía M althus es un ejemplo perfecto de metafísica disfr.v,1cl,1 de
neta. La difi cu ltad de esta pi-opuesta es que neces itam os cienc ia». Obviamente uno no puede aceptar a Maltl1u~ y, ,il
ambas, la materia y la energía, para conseguir tanto materi a mismo tiempo, predicar la manía del crecimiento.
como enc rgí,1. Por eso, ninguna operación puede ser real iza- La verdad es que Malthus no era lo suficientenw11lc· 1»,il1
da únicamente con un solo factor (input), ya sea éste de ener- husian037, pues no negó que la población rudieru crc·c ,,, ""'
gía o ele materia. Como la materia y la energía no pueden límite, sino que no lo podía hacer más rápido que los llH'd11,,
reducirse a un denominador co mún práctico, no podemos de subsistencia. Ésta es, en efecto, la esencia de su pos1< 1011
decidir sobre una base puramente física cuál de dos sistemas, que él, desafortunadamente1 lanzó en la forma más vil i¡ H·11
uno que uti liza más materia u otro que utiliza más energía, es diada: la poblaci ón crece expo nencialmente, y los mcd1<>', de•
más eficiente. Esta decisión sólo puede tomarse por medio de subsistencia sólo linea lmente.
consideraciones económicas, ta les como la relativa accesibili- Lo que deberíamos retener como algo valioso de M,1'1!11 1•,
dad de los recursos involucrados en términos de esfuerzo es que el tamaño de la población ejerce una presión solrn· lm
humano. Pues, aunque el proceso económico es entrópico, las recursos disponibles. Este prob lema ha sido en gran nwd1d.1
raíces del va lor económ ico no están restringidas sólo al domi- malentendido, con la consecuencia de que una parle 11n1><ll
nio físico 11 • El antiguo, aunque ahora olvidado, principio de ta nte de la literatura ha crecido alrededor del concepto de•!
William Petty es una verdad crucia l: el trabaj o es el padre y la óptimo de población. Actualmente, algunos op inan qut• l.1
natura leza la madre de la riqueza 1r,_ Permítasenos remarcar Tierra podría alimentar a c incuenta mil millones de pc1so11,1.,
bien este punto: el valor ecológico implica otras consideracio- siempre que las mejores técnicas agrícolas se aplicaran" tod,1
nes diferentes a las económicas. la superficie potencialmente cultivable. Lo que estos au lo1<·.,
olvidan decirnos es durante cuánto tiempo podría la Tierra 111,111
tener tal población. De lo discutido en los epígrafes anterion",,
33. Gcorgescu-Rocgcn, N., Enerxy w zd Ec111wmic My1/z.r, capítu lo 1.
34. En su Enet)i)' wtd Socie1y, Nueva York, McGraw-Hill, 1955.
35. Georgc~cu-Rocgen, The E111mpy Lc,w... , pp. 17,278 y 283.
36. Véase, Gcorgcscu-Rocgen, A11aly1icul Eco11omic.1·, p. 96. 37. Gcorgescu-Rocgcn, N., Energy a111/ Economic Mytlz.l', c.ipítulo 1. .
78 NI CHOLAS GEORGESCU- ROLCI N 810ECONOMfA: UNA NUEVA MIRADA A LA NATURALEZA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA 79
uno podría preguntarse durante cuánto tiempo podría sobrevi- recién nacidos- que deben ser al imentados. Es como .si cada
vir una población, o incluso un millón. Las respuestas a estas año una nueva Alemania Oriental y Occidental aparecieran en
cuestiones dependen principa lmente de los métodos que se el mundo. Sólo para alimentar estas bocas adiciona les, la oferta
util icen para aumentar los alimentos. de grano debería aumentar cada año en ve inte millones de tone-
Una agricu ltura mecanizada con variedades de alto rendi- ladas. Y la actual producción puede no resultar suficiente pa ra
miento recorta la vida de cualquier población, con independen- eliminar la malnutrición y el hambre de millones de personas.
( id de su tamaño, porque la agricu ltura mecanizada con vari e-
d,1cles de algo rendimiento constituye -aunque pueda parecer
~or prendente- un inmenso despilfarro de recursos1 ª. Sustituye IMPLICACIONES DE UN SISTEMA CERRADO
f.tc lo res que dependen principalmente de la radiación solar PARA LA ECONOMÍA
.111 irnc1les de carga, estiércol, rotaciones de barbecho- por
l,1< lorc's que agotan los recursos terrestres -tractores, gasol ina, ~ A la luz de las ideas desarrolladas en estas paginas, ¿qué
l1 •1 1rl11.111tes químicos-19 . No tenemos mejores celdas solares ope- puede proponer un economista? ¿Debería unirse al coro de
1,111<10 ,1 ras de suelo que el caballo, el buey o el b~falo de agua. economistas convencionales que todavía predica que, venga
l,1111bién hemos sido cegados por una tercera falacia de lo que venga, encontraremos una salida porque la tecno logía
l,1 1•c c>11omía estándar, la creencia absoluta en el poder de la también crece exponencialmente? ¿Se unirá a ellos para expli-
11•1 1111 l11g1,1, en el principio de que cualquier innovación tecno- car que el mejor de los mundos posibles está al alcance de la
11111,11 .1 p111•clc traernos el progreso duradero a la humanidad. Ta l mano siempre que los precios sean correctos? ¿O escuchará a su
, ,,.,,u'" ,.., c~cncial para la manía del crecimiento. Incluso la venerada fe en el poder del análisis coste-beneficio? Sugiero que
1, , 1111l11g1.1 co n más frecuencia que lo contrar io- se ha uno no debería hacer ninguna de esas cosas.
111,1..,11 111 1•11 contra de la economía de los recursos. Se pueden La tecnología no puede exceder el límite teórico de la efi -
1¡11111.11 1r111plos a voluntad. Pero cosas tales como automóvi- ciencia establec ido hace casi doscientos años por Sadi Carnal,
l" 11111 .rulo('11ccndido y fotosensibles, o banderas automáticas, el fundador de la ciencia termodinámi ca. Ni siquiera es posi-
p li 1,, 1•11 1·11 comparación con la_.agricultura mecanizada. ble alcanza r ese límite. El único progreso milagroso alcanza-
r~11 c,li~t.in tc, en este momento, posiblemente no podemos do por la tecno logía es la uti I i zación de nuevas fuentes de
, d 1•1 ., 1111 ,1 ;¡gricultura orgánica, en la que el hombre deba energía. Pero aquí debemos ponderar los costes frente a los
, 11111p,11 l11 ,,¡ suelo fértíl con los anima les de carga y también beneficios. Esperemos que el hombre no sea tan «rac ional»
e 1111•,1•g1111 un menor rendimiento por acre. Tal movimiento · como para elegir el confort industrial a costa de morir por
rr• ,1tll.1 ,1 1,so lutamente imposible con el actual tamaño de la veneno nuclea r. Aunque estemos preocupados por la fusión
111,l,l,111011 -cuatro mi l mil lones- que, sin duda, excede de controlada, se debería recordar que no es sab io construi r casas
l.i < ,1p,1c 1ddd de carga orgánica de la tierra. Además, cada año sin escaleras ni ascensores con la esperanza de que la tecno-
•,,, 11H orporan ochenta millones de personas más -no todos logía podrá algún día hacer desaparecer la gravitación.
Esperemos primero al milagro.
Probablemente tampoco podemos confiar en el mecanis-
IH. Cicorgescu-Roegen, The Entropy ww.... pp. 19, 301-302; Energy and Economic Myths ... , mo del mercado para evitar las catástrofes ecológicas, porque el
<·;ipf1ulos I y 3.
.l'.I. 1:stc punto omite el hecho agravante de los rendimientos decrecientes de las variedades de mercado se basa sólo en los parámetros de la oferta y la deman-
alto rendi miento con respecto a la mayoría de los inpw.,·. da de las generaciones actuales, cuyo horizonte es simplemente
r
80 NICHOLAS GEORGESCU-ROEGEN BIOECONOMIA: UNA NUEVA MIRADA A LA NATURALEZA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMl(A /t I
un breve periodo en comparación con la vida total del con- Proyecto Independencia es, en efecto, la ilusión más g1,11ul1·
junto de la especie. Los precios nunca pueden ser ecológica- Ninguna nación, ni siquiera el mu ndo entero, puede alcr1111,11 l.1
mente correctos porque las generaciones futuras no están pre- independencia. La causa .-como he demostrado anterior11 11•11
sentes para pujar por los recursos natura les, cara a cara, con te- es que ningún sistema cerrado puede ser un estado csl.i<111
las generaciones futu ras•º. Si todas las generaciones presentes na rio viable, y mucho menos un estado en crecim iento v1,1lil1·
pudieran también pujar, probablemente no habría acero dis- Desde luego, actuar sobre la dem anda implica un c ,1111' ,11 1
ponible suficiente para otra cosa que no fueran arados y en la escala de valores - una hazaña que ha sido la pre, 1o¡r,.1
hoces. Y, aun así, todavía segu imos produciendo generosa- tiva de la historia asolada por cat ástrofes de variada n,1tt11 ,d1 •
mente Cadillacs, Rolls Royces y Volgas 41 • za-. Si no diseñamos todavía, al menos, un bo rrado r ele- p rn
El análisis coste-beneficio funciona bien cuando existe un grama bioeconóm ico que se siga lógicamente de los lwc hm ~
con j u nto de datos perfectame nte conocidos y todo tiene las ideas expresadas en este ensayo, erraremos en 1111t ",Ir"
un precio definido en dinero -una situación adecuada a los misión como estudiosos. Permi tirem os, así, que aqur ll m <p11•
prob lemas ordinarios de los negocios empresariales-. Pero si ahora escriben los titulares co n esquemas sobre el co1111 .1li,11 1
volvemos a los problemas eco nóm icos, ve mos que no existe do de entropía adormezcan al mundo con un peligroso •,<•1111
un precio para los recursos in situ, _pues ningún coste moneta- miento de seguridad -o de manera similar, rcmcnd,rndo ,·1
rio el imina la contaminación irreductible, y no existe ningún agujero en el codo de la manga con un tro?o de lcl,1 111.1y1 ,1
precio para la vida humana. En este caso, un análisis coste- cortado de los bajos de los pan talones- .
bcncíicio sería descaradamente estúpid o, inc luso considerado
como un simple ejercicio con lápiz y papel -ta l y como uno
puede convencerse por sí mismo leyendo detenidamente la UN PROGRAMA BIOECONÓMICO
literatura reciente emanada de una fuente tan impo rtante
como la Academia Nacional de Ciencias·12- . A riesgo de ser calificado de utópico (u na acusi::r ciór1 .1 1111• l. ,
Cuando la oferta se reduce más deprisa que la demanda de que me declararía culpable con orgullo y humi ldadL y d 111od11
necesidades básicas, la única cosa sana que un economista de conclusión, sugeriré un viejo programa bioeconó mic o dt•
puede hacer -y debe hacer- es regresar al más elemental prin- mi propia cosecha 41 .
cipio de econom iza r, que es actuar sobre la demanda. Esto no Primero, debe cesar completamente la producción de todo•,
significa que todos los esfuerzos por encontrar nuevas vías de los instrumentos de guerra. Es de una hipocresía sin para11go11
aumento de la oferta deban ser desalentados . Sólo sign ifica q ue proh ibir hacer la guerra mientras se continúan produciendo 111,,•,
uno no debería engañar a la gente haciéndola creer que las inno- y más cabezas nucleares como amablemente se acuerda en l.1 •,
vaciones que marcarán época está n a la vuelta de la esquina. El reuniones internacionales. La inmensa cantidad de recu rsos qut•
van a parar a la producción de armamento en el mundo enlc•ro
podrían, desde luego, ser utilizados en mejores usos.
40. Los precios son coordenadas económicas muy limitndas, con independencia de lo que pue- Segundo, la población de cua lqu ier lugar, no sólo de los
dan hacer. Dependen de muchas cosas --distribución de la rema. distribución de los recur-
sos y también de la moda- . países sobrepoblados, debe reduci rse a los niveles en qu<'
41. Georgescu-Roegen, The Entro¡,y /.LJw ... , pp. 21 y 304; Energy and Ecmwmic Myths.. .,
c apítulos I y 3.
42. Na1ional Research Council, Nalional Academy of Scicnccs. Decisio11 M aki11M jr,r
Regulating Chemica/.,· in rhe Envirm,melll, Washington O.C., 1975. 43. E11er¡:y and Economic Myrhx... , c~pítulo 1.
r BI OECONOMfA: UNA NUEVA MIRADA /1 LA NATURALEZA DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA . 83
82 NICHOLAS GEORGESCU-ROCGEN
pueda ser alimentada solamen te con agricu ltura orgánica•4. pesar de que ellos tienen mucha mayor necesidad de petróleo
Desde luego, este paso debe afectar más a los países sobrepo- - para incrementar sus alimentos, no para malgastar el grueso
blados. Sólo para hacerse una idea de las dimensiones involu- en caprichos extravagantes- .
cradas en esto, uno debería intentar imaginarse a los Estados Cuarto, mientras esperamos la llegada de una nueva, limpia y
Unidos tan densamente poblado s como Bangladesh. Tendrían abundante fuente de energía para aprovecharla, la población de
110 menos de cinco mil millones de habitantes, mil millones cualquier sitio debería cesar su exceso de consumo en calefac-
111,í s de la población mundial actual. Las dudas sobre la capa- ción, refrigeración, alumbrado o velocidad. Esto principalmente
<1d,1rl, incluso de la tecnología estadounidense, para ali men- ahorraría energía pero también econom izaría materiales. El cami-
t,11 a lal nivel de población son completamente fundadas. no más segu ro para lograrlo es rechazar muchas bendiciones de
IC'rcero, los países subdesarrollados deben ser ayudados a la tecnología bautizadas como progreso. Es este progreso el que
1•li111111t.lr el hambre y sus espantosas consecuencias. La p rácti- justo el otro día nos trajo la nueva cuchil la Gillette que puede ser
< ,1 .ic tu;d, que es seguir enviando comida para hacer frente al desechada tota lmente cuando las hojas pierden brillo. Lo mismo
'1, 11111>1<', no c o ntribuye a ello. Los pobres deben ser eleva- cabe pensar de la materia-energía despilfarrada en las toneladas y
do•, .i 1111 n ive l en el que ellos puedan ser alime(ltados por sí toneladas de material fotocopiado que, cada día, van a parar a la
11 11 •.r 1H>\. Y co mo el hambre, por regla genera l, habita en los basura sin recibir siquiera una oportunidad.
p,11 ',<''> -,obrcpoblados, sería un milagro que una agricu ltura Quinto, la humanidad debe eliminar las ansias por lo «más
1111•<o1111 / ,1cla con variedades de alto rendimiento funcionara (al grande y mejor», por el garaje de dos plazas y otras ridicule-
1111 •I1m po r algún tiempo). Pero la agricu ltura mecanizada, en ces colosales, así como toda la absurdamente contradictoria
<< 1111, .i ~t<' con la agricultura orgánica, es tributaria de una indus- galería de artilugios, espléndidamente ejemplificados por el
111.1 I1111y bien desarrollada. Por eso, el eslogan actual debe ser carro de golf. Quizás un día el progreso tecno lógico equipare
, e 111111,1 <'I hambre, fábricas, en vez de comida» -fábricas, no el ca rro de golf con un palo de golf activado electrónicamen-
11,11,1 pr oducir b ienes de lujo (como los construidos con la anti- te, o incluso diseñado por control remoto, que le permitiría a
1:1 I.1 o1yl1Cl.t), sino para producir tractores, arados y ferti Iizantes-. uno jugar al golf sentado en el sillón de su casa.
No '1c1r,1 falla decir que este pr.ograma implica no só lo un Sexto, deberíamos curarnos a nosotros m ismos de l<.1
,11 1t<·11tic..o Ejército de Paz sino también la renuncia de los paí- influencia de la moda, esa enfermedad de ia mente, tal y como
,,, .., 11 cos a su extravagante modo de vida, por no mencionar su la estigmatizó el Abad Fernando Galliani, el famoso econo
111.11 1í,1 del crec imiento. Sin este cambio de verdad, la desi- mi sta del siglo XVIII. Como ya señaló ingeniosamente Osear
¡:11.ilcl.icJ entre los países ricos y pobres es muy probable que Vvilde, la moda debe ser una co sa fea si la gente busca cam-
.1111rn•11tc, tal y como ilustra la reciente evo lució n del mercado b iarla cada primavera y cada oto ño. Aho ra hay incluso hasta
1u•t1o liíero. Como el poder financi ero de los países ricos puede moda para perros. Aparte de su
vacuidad, la moda es proba -
Lr< il mente absorber en la prácti ca toda la oferta de petróleo, b lemente el mayor despilfarro energéti co en los países desa-
.i los países po bres se les dej a con menos cantidad. Y esto a rrollados, e incluso en los no tan desarro llados. Si la gente se
curara a sí misma del deseo de ca mb iar de esti lo de ropa cada
<14. La reducción no debería ser demasiado rápida porque la era de las pirámides se podría con• estac ión, de automóvil cada año y el mobiliario de sus casas
vertir en algo incluso más anómalo de lo que lo es ahora. Con una proporción excepcio- también cada dos años, los fabricantes tendr ían que tener en
1rnlmente grande de ancianos en comparnción con la población trabajadora, cabría esperar
un conflicto entre dos generaciones que adquiriera formas extremas tales como la legali•
cuenta las consecuencias y sustituir· la obsolescenc ia planifi-
zi.1ción de la eutanasia . cada por la durabil idad y la reparabilidad.
84 NICIIOLAS GEORGESCU- ROEGEN 810ECONOMÍA: UNA NUEVA MIRADA A L/\ NATURALEZA DE L/\ ACTIVIDAD ECONÓMI( /\ R~
Séptimo, deberíamos también curarnos a nosotros mismos La humanidad recibió una vez un mandamiento que ex1gI0 1111
de otra enfermedad que he denominado el «síndrome de ia cambio en la escala de valores de aquel tiempo: «No m,11,1I,1•,
maquini lla de afeitar» . Queremos afeitarnos más deprisa y así Más tarde, él nos enseiió: «Ama a lu prójimo como a ti mIs11111
tener más tiempo para idear una máquina de afeitar todavía No toda la gente, pero sí una aplastante mayoría, los ha obc•dt ·, 1
más rápida, de modo que podamos gastar más tiempo en otra do; y, como consecuencia de el lo, nuestro común disfrute' dt · , ,.,1, 1
todavía más rápida, y así en un interminable y vacío progreso. morada terrestre se ha convertido en algo más tranquilo de• le, q1II
Debido a esta enfermedad, no se tiene tiempo para sentirse podría haber sido de otro modo.
vivo, y quizá ni siquiera para sentir que se está muerto. Lo que Un p recepto apropiado a nuestra época, en la que' l.1 1111 11.1
Alexis de Tocqueville dijo en 1835 sobre los america nos es de del hombre sobre los recursos naturales amena7a lc1 •,11p,•I 1
aplicación ahora a otros países, especialmente a aquellos que vencía de toda la especie, es el siguiente: «Ama a 111 t•<,¡><•1 '"
están en los peldaños más altos de la escalera de la riqueza: como a ti mismo» para que la generación actu,11 y l.1 1111111 1
puedan disfrutar de la vida p lenamente.
Si sus asuntos privados le dejaban algo de ocio, se sumergía ins- Posiblemente, ningún conjunto de leyes pod11,1 li,1< <•il11 I '"'
tantáneamente en el torbellino de la política; y si al final de un la fuerza, no más de lo que los antiguos m,1nclii11111•11tm ¡1111111•
año de trabajo ininterrumpido se daba cuenta de que tenía unos ron haberlo hecho. Los valores pueden camb1,11w, ..,, , .., q111 .,.
días de vacaciones, su impaciente curiosidad le hacía deambular puede, por persuasión, pero no por coerció n. 1clH 1111\,1 ,t.1111 1 1
por la vasta extensión de Estados Unidos, y viajaba mil quinien- alrededor del mundo para convencerse de cstc1 w I d.td"
tils millas en pocos días para sacudirse de encima su felicidad,
[ilSÍ que] la completa felicidad siempre se escapaba de él. 45
[... ]
• Extrncto de «The Crisis of Natura l Rcsources», Challen/{e, marzo/abril , pp. 50-56. El texto
se corresponde con las páginas 54-56. iTruducción de Osear Carpintero.]
88 NICHOLAS GCORGESCU-ROEGEN
mentos flujo, sobre los que precisamente actúan los agentes. 1 nueces. Si el nuevo martillo de piedra, moldeado por ,,,,.,,,
En lo que sigue, entiendo por «tecnología» el conjunto de determinadas piedras, pud iera cascar más. nueces que las PH'
recetas factib les, de ta l manera que existe una receta para cada dras seleccionadas utilizadas para su producción, ento11< , ...
mercancía -d iferente de los recursos naturales- e incluida esta invención podría significar una mejora en la eficienc 1,1 gl()
en el conjunto. Si comenzamos con un stock adecuado de ele- bal. Pero ¿qué oc.urriría si éste no es el caso, y las piedras sc• l1·1
mentos flujo y fondo y de recursos necesarios, como todas las cionadas pudieran tódavía cascar más nueces que el I1t 11 •vo
recetas son factibles, la máquina-mundo puede obviamente martillo de piedra? Prec isamente éste es el caso de ,1lg11111,.,
ser puesta en funcionamiento al menos durante algún tiempo. nuevos inventos. Todavía con demasiada frecuencia, los i, 1v1'"
Pero merece la pena tener en cuenta que, en el sentido usual lores presumen de que sus invenciones representan no solo 111,.1
del término, la tecnología (así definida) no es. necesariamente ampliación del conocimiento, sino también un progreso tcc 1111"
viable. Para ser viable, una tecnología debe ser capaz de hacer incluso aunque el método utilizado previamente a ese 111v1•1111,
mañana exactamente lo que ha hecho hoy. Para lo que aquí siga siendo más productivo. Desafortunadamente, s01110-. P'"
nos interesa, podemos hacer abstracción de la posibilidad real pensos a creer tales afirmaciones porque fracasamos a la 11<>1 .i d,,
de que el factor maltusiano pueda ocasionar la interrupción de ver la diferencia entre el éxito de un experimento puro pn,
una tecnología viable. Sin embargo, no deberíamos ignorar el ejemplo, poner un hombre en la luna, para el que no 5(' 111•111•
he'< ho de que el agotamiento de algunos recursos ambientales en cuenta ni el dinero ni la energía necesarias- y una i1 11H>v.1
que son vitales tPndría, obviamente, el mismo efecto. Pero, si ción que ahorra recursos.
los recursos naturales necesarios están todavía disponibles y Existe otro modelo que todavía es más esclarecedor ,1 <''>l< •
todas las fórmulas técnicas son factibles, ¿cómo puede enton- respecto. Pensemos en una tecnología que consista, por ej('1t 1
ces una tecno logía no ser viab le? plo, en martillos-alfa moldeados a partir de pied ras sel cc e ,o
Para aclarar este enigma, utilizaré. un ejemplo analítico nadas. A continuación se produce una :nvenci ón de 111.1111
simple. Considérese una tecnología en la que los martillos de llos-beta, que pueden ser moldeados co n la ayuda ele lm
piedra son moldeados, a partir de piedras en bruto, por otros martillos-alfa a partir de piedras en bruto, en vez de con p r('
martillos de piedra (primera receta.factible). Los martillos de pie- dras seleccionadas. Probablemente, ahora la cuestión s(•.1
dra se usan también para cascar nueces, de las que se alimenta que la invención ha abierto una vía a la utilizac ión de rt'( 111
la desnuda población. Dado un abundante stock inicial de mar- sos alternativos, una idea que también ha sido tenida en cuc·111.i
tillos . de piedra, la comunidad puede comenzar golpeando y en la actua lidad.
moldeando martillos, además de cascar suficientes nueces La cuestión pertinente, sin embargo, es si la invención
para satisfacer su dieta. · Esta tecnología puede no ser todavía puede ahorrar recursos escasos -piedras seleccionadas
reproducible al cabo del tiempo si, por ejemplo, un martillo ,'\Jo existe un principio sobre el que podamos apoyarnos p ,11,1
de piedra no puede acabar moldeando otro martillo de piedra dar una respuesta general. Los martillos-alfa utilizados en la
durante su vida útil. Obviamente, al final el stock inicial de producc ión de los martillos-beta pueden muy bien ser capa
martil los de piedra se irá reduciendo hasta quedar en nada, y ces de cascar más nueces que los anteriores. Según un argu-
la correspondiente tecnología dejará de funcionar. mento que presenté hace unos años, la pauta de este ú ltimo
Supongamos ahora que el martillo de .p iedra surgió como caso se adapta al ejemplo de los paneles solares, donde todos
una invención en una era de tecnologías más simples, en la que producen menos energía disponible que la que actualmente
' 111 NICI !OLAS GEORCESCU-ROECEN LA CKISIS DE LOS RECURSOS NATURALES 91
',t• ti<;,\ en su fabricación. El hecho de que algunos encuentren posee en la actualidad un enorme parque de instalaciones
1c•111.1blc producir paneles solares para calentar lo~ ho~ares y industriales que puede ser utilizado para una amplia gama de
, p11' otros los compren, no es motivo para refu tar m I argu- productos. Pueden ser uti l izados, por ejemplo, para produc ir
1111 ·1110. ral y como muestra el simple álgebra, el hecho de qu_e gasoli na a partir del alcohol, lo que se anuncia ahora como
, ..,In•, paneles impliquen un excesivo consumo de combust1- la alternativa de ahorro más segura. Pero nadie parece pre-
1,1, .., !mi les no evita que tengan un precio de mercado válido. guntarse si la gaso l ina así prod ucida será suficiente par¿¡
1•,11) 110 sign ifi ca que el coste de esos paneles no sea un sín- reproducir el cimiento material del proceso que la ha hecho
111111,1 dt• su actual inutilidad tecnológica, pues razonar sobre posible.
l.1 1•1" 1<•11 c ia de una tecnolog ía sobre la base de los precios Si esta cuestión se planteara a todos los proced im ien tos
, 11 111. il1 n<'lll (' predominantes está lleno de dificultades. El caso conoc idos, se entendería por qué· los combustibles fósi les han
111.1•, ll.1111.1tivo es el argumento de que, si el precio de l petró- representado verdaderamente una extraordin aria bonanza que
¡,.,1 1lc· e 11 1g(•11 minera l aumenta más allá de los costes actua- ha llegado t an lejos. Las tecnologías viables basadas en la
l, , dc •I i>< •t1o ll'o con origen en la biomasa, entonces las tornas rad iac ión solar o en las reacciones nucleares requieren, para
, , e ,1111111
,11.111. darles forma, de una inmensa cantidad de materiales -en el
primer caso, pa ra concentrar su baja densidad; y en el ú lti mo,
para restringir su alta y enorme densidad-. Ún icamente los
10 e I I A~ 1ACTIBLES FRENTE A TECNOLOGÍAS VIABLES combustibles fósi les pueden ser utilizados con insta lacio nes
más pequeñas, y en algunos casos virtualmente sin instalac ión
11, 111•, 1 l.1y<'',, uI1 estudioso extremadamente prudente, afirmó alguna. En tiempos de crisis, como el actua l, cuando numero-
11,, , 111111•, ,111os que la tecnología solar está aquí, y que pode- sas voces -tanto interesadas como infundadas- probable-
1,1, ,., 11•,.11 J,1 y.1 . 1as anter-iores observaciones muestran que sólo mente distorsionan nuestra perspectiva, es imperativo seguir
d¡•11 11,1•, 11•< <•l.1 s factibles están dispon ibles aquí y ahora, pero manteniendo viva esta cuestión. Sobre todo po rque, segú n
1111 1, ,r,,•11111•, todilvía una tecnología viable. Para tener una tec- todo lo que he mencionado, p arece ser :::¡ue la materia es un
111,!11¡:1,1 v1,tl il<\ algu nos tipos de· paneles solares deber_í~n factor tecnológico tan crucial como la energía .
,, 1,1, ,cl111 11•,t' ,1 sí mismos con. la úni ca ayuda de la rad!ac1on Está fuera de toda duda que la actual bonanza term inélrá
, ,J ,, 11 IH'cl10 es que ta l hazaña no se ha conseguido nI bastante pronto. Dar vueltas alrededor de los o rdenadores co n
,, ¡1111•1.1 1•11 u11a planta p iloto. Aunque representaría claramen- la esperanza de encontrar o predecir el momento en que ésta
1,, ,il ¡:1111 ,,ho rro en términos netos -y a pesar de que la terminará, o cuál podrá ser su secuela, es un error. Las i ncer-
A¡;1•111 1,1 de Investigación y Desarrollo Energético (ERDA) y tidumbres históricas de este tipo no pueden ser anunciadas
111 1.1•, 111 sliluc iones han gastado importantes sumas en la venta por la radio. Sólo la evolución exosomática puede revelarnos la
d1 · <•1 l<'rgía solar como una alternativa-, ést¡i. es, una prueb_ a naturaleza y el posible desenlace' de la actual cr isis. Pero no
•,1d1< 1('11tc de que la tecnología solar no es todav1a una real1- debemos restri ngir nuestro anál isis sólo a la Era de los Com-
clo1d. /\sí las cosas, todas las recetas solares factibles son para- bustibles Fósiles, tal y como han hecho Harold B·í:lrnett y Charles
•,1 t.iri<1s de la actual tecnología y, al igual que otros parásitos, Morse. Lo que ocu rri ó durante ese periodo espec ial no puede
110 podrían sobreviv ir a la desaparición de su huésped. ser extrapolado más al lá. El futu ro será segu ramente d iferente
La esencia de esta argumentación se puede aplicar a cua l- si una fuente de energía di stinta se convierte en la base de
qu ier fuente de energía denominada alternativa. El mundo nuestra tecnología.
92 NICHOLI\S GEORGESCU-ROEGEN
LA CUISIS DE LOS RECURSOS NATURALES 9J
SÓLO DOS INNOVACIONES los que la trajeron-. Inventaron la caldera que, al igua i que el
fuego, ha permitido al hombre realizar una conversión ener-
Las espectacu lares y recientes innovaciones nos han impresio- gética cual itativamente novedosa: la conversión de energía
nado tanto que no nos hemos dado cuenta de que únicamen- calor'ífica en energía motriz. También, como el fuego, la cal-
te dos innovaciones -por otra parte bastante antiguas- ha n dera lleva una reacción en éadena. Con un poco de carbón y
representado verdaderamente un paso crucial en la evolución una ca ldera podemos extraer más carbón y algunos minerales
exosomática. con los que fabricar más calderas con las que, a su vez, poder
La primera fue descubrir cómo hacer y usar el fuego. El producir más y más calderas ...
fuego representa una conversión de energía cualitativa, la con- El rega lo de Prometeo 11 permitió al hombre obtener energ1c1
versión de energía química procedente de materiales combus- motriz de una fuente más intensiva -el fuego alimentado po i
tibles en energía calorífi ca. Además, el fuego con lleva una los combustibles minera les-. Todavía vivimos principa lmc'ntc·
reacción en cadena: solamente con una pequeña I lama pode- de esa tecnología, caracterizada por la producción de trabajo ,1
mos causar el incendio de un bosque entero o, mejor dicho, partir de calor. En el origen, la misma electricidad procedía clt•l
de todos los bosques. El fuego no sólo perm itió al hombre fuego. Ahora, el problema es si un nuevo Prometeo puede llc•g,11
mantenerse ca liente y cocinar, sino, sobre todo, fundir y forjar a ayudarnos a sali r de la crisis, de igua l manera que Prometen 11
los metales, cocer ladrillos, cerámicas y cal . No debe sorpren- nos ayudó a supera r la crisis de la Edad de la Madera. El reacio,
der ciuc los an tiguos griegos atr ibuyera n a Prometeo :_que era rerroductor, que convierte los materiales fértiles en combusti
un sc'rniclios, no un mortal- el haber traído el fuego a los bles fisionables, podría ser el tercer regalo prometeico si su 1('.t
homb1·es. Podemos denominar Prometeo 1 -así debe1·ía ser lización práctica no estuviera todavía rodeada de grandes ric 1 s
llamada- a la tecnología inaugurada. por Prometeo como la gos, e incluso inconven ientes técnicos. En efecto, ha habido
Edad de la Madera. Durante siglos, la madera sirvió como dudas rec ientes de que la planta física del reactor reprodu cto1
la única fuente de energía calorífica, de modo que, con los pueda reproduc irse a sí misma, como ocurría en mi ilustraci611
continuos desarrollos industriales, los bosques comenzaron a del martillo anterior. Las grandes esperanzas que una vez rorkt1
desaparecer a gran veloc idad. Durante la segunda mitad del · ron a la energía termonuclear controlada casi han desaparecí
siglo diecisiete,· la tala de árboles había sido regulada; incluso do. Y no hay que excluir en absoluto que la energía termonu
restringida, tanto en Inglaterra como en el continente. El car- clear, al igual que la pólvora y la dinamita, pueda servir só lo
bón era ya conocido como fuente de calor, pero-un obstáculo para fabricar bombas.
impidió la sustitución de la madera por éste en la industria. Las La si tuación puede cambia r de repente. Y no es pesim ist.i
minas se inundaron rápidamente, y la energía necesaria para apu ntar que nadie puede estar seguro de lo que ocurrirá, ya sea
drenar el agua no estuvo disponible a partir de las fuentes uti- en un sentido u otro, ni tampoco lo puede estar sobre la natu-
lizadas en aquella época -traba jo humano, animales de tiro, raleza del futuro rega lo prometeico (si éste llega alguna vez) . .A.
viento y molinos de agua-. La inminente crisis fue completa- saber: ni Galileo, ni Huygens, ni el mismísimo Newton fu eron
mente análoga a la del momento actual: la tecnología basada capaces de pensar una solución a la crisis de !a Era de la
en la madera se quedó sin combustible. Madera. Tampoco podemos ordenar la llegada de Prometeo 111,
La segunda fue la ingeniosa e impredecible solución traída tal y como el antiguo vicepres idente Mondale pareció intentar
por otro Prometeo, Prometeo 11 -aunque en realidad, en esta cuando en la Conferencia de Gobernadores dijo: «El país que
ocasión, fueron dos mortales, Thornas Savery y Thomas Newton, desarrolló el plástico sintético de la noche a ía maña na durante
9~ NICHOLAS GEORGESCU-ROEGEN
Italia y Francia, y luego en Gran Bretaíia -Oaude Helvetius, el desarrollo económico traído por la Revolución Industrial. En l,1
Marchese Cesare di Beccaria, Pietro Verri, William Paley y Joseph segunda mitad del siglo diecinueve, el nivel de este desarroll o
Priestly-. Debido a que la sociología de la ciencia a veces fun- fue tal que el individuo estaba en la posición de elegir entre esto
ciona, Jeremy Bentham es ahora considerado como el origen del o aquello, debido a que uno le proporcionaba más placer que lo
uti Iitarismo, aunque en una ocasión reconoció que fueron las otro. Los problemas sociales entre iguales o desiguales tendi c,011
palabras de Beccaria las que le pusieron tras la pista correcta. ya, lenta pero constantemente, hacia la disolución. Las cornu,1 1
Pero Bentham seguramente debe haber conocido lo que el pri- e
dades de espíritu interés se c9nvirtieron en sociedades e rvr I< ",
mer arquitecto del utilitarismo d ijo sobre el asunto. Y, en efecto, en el sentido de Hegel. Naturalmente, la naturaleza éticn 01 i¡ •,1
alguna de las que pasan por ser las ideas más agudas de nal de la ciencia económ ica desapareció en las pocas cléc ,1d,1•,
Bentham, a saber, que «la naturaleza ha situado a la<human idad que mediaron entre la Theory de Jevons y el Cours ele l'o1lt'l<1
bajo el gobierno de dos soberanos estrictos: el dolor y el placer»' Algunas de las mentes más capaces e interesadas en l,1 11 l 11 ·v. 1
no son sino una leve reformulación de la frase de Platón: «Cada ciencia emplearon todo su talento en convencer al públirn <•11
uno de nosotros tiene en su corazón dos consejeros [ ... ] a uno lo general de que no existían fundamentos para compara r el p l,H <·1
llamamos placer y al otro dolor» 2 • Lo mismo es cierto para otra (o el dolor) de un individuo A con el de cualquier otro individue,
agudeza de Platón: «Si no tuvieras el poder de calcular, no serías B. Esta idea cuajó tempranamente porque la audienc ia re< C'plo
capaz de calcular el placer futuro, y tu vida sería la vida, no de ra era gente acaudalada. Ellos comprendieron que 110 <'X 1~1, ,
un hombre, sino de una ostra de 'pulmo marinus '»S, que es un forma de establecer si A recibe mayor o menor placer ele l.i ¡,me•
pa!i,1jc ovocado por Bentham como «todos los hombres [incluso sión de un gramófono que B. Pero nadie que participe' clc ,,~1.1
las mujeres! calculan» con placeres y dolores•. creencia preguntó nunca lo que hubiera hecho el b<1ro11 dt,
Pero, a pesar de este enorme barullo causado por las ense- Rotschild con un dólar si hubiera tenido solamente unol_
ñanzas de Bentham, la utilidad no se convirtió en la base efec- Ésta es la forma en que la ciencia económica paso el<' ½<'1
tiva de la ciencia •económica hasta mucho después. La sombra una discipli na social a convertirse en una disciplina p r·<'<H l l
de Adam Smith y David Ricardo era todavía demasiado alarga- pada por el individuo en singular, por Robinson Crusoc', t,li }'
da. Y no sólo esto, sino que la escuela clásica era todavía aris- como ha sido acusada certeramente por sus críticos. Ld ril/011
totélica en el verdadero sentic;lo de este término: las cosas se por la que la etiqueta de «economía social>,, preferida prn I()',
intercambiaban según el trabajo incorporado en ellas. La teoría as istentes a este Congreso, sería de otro modo reduncl.111I<',
clásica del valor era tanto física (el valor es una propiedad obje- descansa en el hecho de que la economía actual -la ccono
tiva de los objetos) tomo social (por su relación con el trabajo). mía estándar, como me gusta denominarla- reduce todo el
Lo que llevó a la economía política a convertirse en la proceso económico al comportamiento de un individuo parti
«ciencia del placer» -tal y como Herman Gossen (1854), que cu lar, por lo . que se necesita util izar el térm ino «economía
fue el primero y también más penetrante economista utílitaris- socia l » para así seña lar la diferencia esencial.
ta, quiso llamar a su nuevo punto de vista- fue, en definitiva, Pregun tando a un economista convencional si le preocu-
pan, por ejemplo, las cuestiones relativas a la seguridad socia l
o a la crisis energética, descubriréis inmediatamente que en su
l. Benlhmn, Works, l. p. 1.
2. Platón, Leyes, 1, 644.
3. Platon, Fileho, 21.
4. Bentham, Works, l. p. 90. 5. Georgcscu-Roegcn, Utility, 1968.
810ECONOMÍA Y ÉTICA 99
98 NICMOLAS GEORGESCU-ROEGEN
respuesta os arrastrará hacia el mercado. El merc¿¡ntilismo, la Con la puerta abierta de este modo, la teoría ética se con-
doctrina de que el valor co nsiste «en dinero, oro o plata»• fue v irtió. en la mayor batalla campal de todos los _esfuerzo.5 int_e-
.ibandonada hace t iempo, seguramente incluso antes de que lectuales. Ahora había naturalistas, antinatural,stas, obJet1v1 s-
ll <·ga ra a establecerse. Pero la ep istemología mercantilista tas, subjetivistas, relativistas, pragmáticos, y tambi én ética
In1nca ha sido tomada de forma tan acérrima por ninguna doc- ex istencialista -por nombrar sólo aquel los de los que se ha
11II1<1 económica como por la economía estándar. discutido con gran vigor-. Sólo Kant admitió que 1~ ,m oral y
l·I mercado, donde cada uno se supone que es l ibre para la causa lidad eran entidades diferentes,, pero tamb1 en argu-
, ()Jllprar y vender, es todo lo que existe en el proceso econó- me·ntó que la moral tiene una existencia tan vá l ida: desde el
111 I<o. Sin embargo, este cambio de horizonte afectó también punto de vista de la Razón Práctica, como la causalidad. l<a nt
., 1111<'~lra fi losofía de lo que es la vida y lo que debería ser. La no quiso proponer ningú n mandami~nto ético. En vez, de ~so
t1,1d1c ión de la ética socrática según la cua l los humanos son estableció un famoso criterio -su 1m perat1vo categorico -
p11l1 °1H ia lmente capaces de distinguir dialécticamente entre el que debía ser satisfecho por cualquier prE:cept~ . Se,gún _esto,
1111•11 )) y el «ma l » fue desafiada. Una nueva filosofía (todavía una regla de conducta (u na máx ima) es moral, s, y solos,: «se
1,111,ilc•c iC-11dose) sostuvo que la validez del «deber» tendría pudiera querer al mismo tiempo que esa regla para uno m1s~o
,¡111• 1",l,1blC'cc rse po r la comprensión (la capacidad intelectual se convirtiera en una ley universal» º. De otro modo, la max1-
1
l1111 11o111,1 que la Ilustración degradó promoviendo al primer ma «se destruiría a sí misma tan pronto como tuv iera que ser
¡ 11 ,, .. ,11 > .i l,1 Razó n) o descartarla completamente . universal» 11 • Curiosamente, l(ant proporcionó varios ejemplos
11 cl1•,¡i,11 0 de salida fue dado por David Hume, quien, debe- de máximas autodestruct ivas, pero confundió su capacidad
12
11,111111•, t<·11c•rlo C'l cuenta, fue un precursor de la filosofía utilita- para pensar una máxima exitosa, incluida la Regla de Oro •
' 11,l,1 1o que e.l ij o representa la nueva filosofía ética en su versión Podemos recordar a este respecto la ocurrenc ia de Bernard
11I,I', o1¡ 1,11cl.i: «Siempre he señalado que el autor [de un sistema) Shaw: no hagas a otros lo que te gustaría que te hiciera~ a ti
I"' 11 1 •cl1 • ,tlgunas veces a través del razonamiento ordinario, y -pueden tener gustos diferentes-. Ka,nt objetó q ue e,sta .regla
, t ti ,11•1 1• l.1 existencia de un Dios, o realiza algunas observacio- no nos proporciona lo que uno deberia hacer para s1 mismo.
111 ,il ,, ..,¡H'clo. De pronto, me sorprendo encontrando que, en Seguramente, el problema de encontrar una regla exitosa
H d1• l,1 11sual un ión de proposiciones, es y no es, no encuen- es un camino lleno de espinas. Sería incluso m ás duro com-
11,, 11111¡:1111,1 proposición conectada con debería o no debería. partir la op inión de algunos participantes muy capaces en el
1 li • , ,1111l>io es perceptible, pero, sin embargo, de gran trascen- debate, que sugieren que el juicio moral adolece. de val,.dez
d, 111 1,1 l 1c1ra que este debería o el no debería expresen alguna objetiva, que los valores morales no son absolutos sino relativos
11111 •v,1 rC'lac ión o afirmación, es necesario que seán observados y
, , ¡ il 1<t1dos y, al mismo tiempo, que se dé alguna razón por la
por refutarla. Por ejemplo, John Searle ( Philosophic~l Revi:w, enero, 1974) plantea que de
t¡II<' 1c•sulte totalmente inconcebible que esta rela ción pudiera ser J¡¡ proposición «John es deudor de Bill por v.ilor de cmco dolares», se sigue que «John dehe
cl1•ducida de otras que son enteramente diferentes de ella»º. p.igar a ·Bill». El error debería (o no dd,e r(a) ser obv io. En la pregunta de Hume, é l d,ce
«que se dé alguna razón>>, no que «debería dnrse». . ~ .
9. Como nos ense116 más tarde Max Planck, «la ley de causalidud es la regl.i que gurn la c,en-
cia, pero el irnperntivo categórico-esto es, el dictado del deber--- es la regla que gu ía la
(,. /\d:1111 Smith, Wealth of nation.r, IV, i. vida» (7'/Je New Science, p. 121 ).
7. Halcvy, p. 1J l. 10. Kant, Mehaphysics of Ethics , p. 17.
8. Hume, A Treatise , p. 521. El c.impcón moderno de la tesis de Hume es G.E. Moore 11. !hid. , p. 19.
(Principia Ethica). Esta posición p.ircce incontrovertible. Tod.ivía se han hecho intentos 12. !bid., p. 37 y ss; 4811, y 84.
100 NiCIIOLAS GWRGESCU-ROEGEN
810ECONOMIA Y ÉTICA 101
a las emociones que expresann. Por tanto, las reglas morales Ya mencioné antes la evolución de los puntos de vista
son totalmente inútiles. sobre la naturaleza y la justificación de la ética. Sin embargo,
Ahora estoy en posi ción de establecer un punto impor- esta evolución circular no tuvo ninguna influencia en el pen-
tante en el que hacer descansar mi tesis. Este punto es que samiento económico. La ética y la economía política ya esta
los preceptos éticos, lejos de ser un producto endeble de las ban divorciadas desde hacía tiempo. Las protestas ocasionales
emociones, son tan necesarios para el buen funcionamiento no tuvieron éxito a la·hora de causar algún daño a la econo
de las sociedades humanas como un apropiada ·dotación de mía ortodoxa -a lgunas como las de Carlyle se perdieron en
recursos naturales. Y precisamente en una forma- como -la el ba rullo del mercantilismo económico, y otras, como las ele•
propuesta en · el mensaj e de Max Planck. Ahora bien, el Ka rl Marx, se convirtieron en una poderosa llamada de ,1tcr1
mismo Kant hizo notar la necesidad de «tratar a la humani- ción al mundo-. La economía estándar creció constantemc•r 1
dad en cada caso como un fin, ya sea en la misma persona, te dentro de la discipl ina que es hoy en día, caracterizada por
o en otra diferente, y nunca como un med i o»' ◄• En los últi- estar al margen de cua lquier consideración ética. La étic,1 <'~
mos tiempos, algunos biólogos consumados como Herbert un problema que surgió sólo con e_l _advenimiento dc_l a soc 11·
Spencer, Julian Hurley y, en particular, C.H .. Waddingtori dad, esto es, después de la disolucron de la vida famrlr;ir o d1·
expusieron un criterio para obtener reglas éticas apropiadas clan, dentro de una producción y distribución que ya est,1b.i11
que era diferente al imperativo categórico kantiano. Ese cri- organizadas socialmente. Pero no dejemos de po~cr ele' rt' l11 •
terio es la facuitad de la máxima ética para sustenta r la vida ve que un modo de existencia socialmente organrzaclo plH'd<·
ele la especie humana. Es este punto de vista el que elabora- funcionar casi perfectamente sin ningún precepto de ol)('d 11·11
r<' <' 111cluiré como un pilar de mi tesis en esta conferencia. cia o ético. La evidencia palmaria de ello es la vida de l,1 !-t 110 1
l'cro antes de segui_r adelante, déjenme, en pri mer lugar, migas, las abejas y las termitas. La razón por _la que clci><•11,u 1
cnfcitiza r que el criterio bio lógico para un precepto ético no ser diferentes a nosotros a este respecto constituye un prni>I< •
se sigue del imperativo categórico kantiano, aunque tampo- ma iluminador de car·a a la cr-isis en la que la especie hl1111i111.t
co lo contradice. En realidad lo va a satisfacer. En segundo está inmersa -aunque tal vez espasmo biológico sería un l<' r
lugar, a pesar del riesgo que implica disentir de una idea mino más adecuado-, con un gran alboroto fomentado por
básica de un pensador tan grande como Kant, no sostend ré un tecnocratismo irresponsable y vociferante.
que, en contra de lo que nos enseñó Kant, una regla ética La respuesta a esta cuestión es que los inseclos so1, ia l<•!i
adecuada tenga que ser inmutable en el espacio y en el tiem- evolucionan hacia la vida social a partir de la evolución b10
po. Si adoptamos ·un criterio biológico, entonces es algo lógica, esto es, por medio de las mutaciones de su organis~,o
completamente necesario el que una ética adecuada deba endosomático (es decir, de los órganos con los que cualquier
cambiar continuamente, al calor de la evolución social y organismo está dotado por su naturaleza). Como consecuen
biológica de las sociedades humanas. Pero volveré sobre esta cia de ello, desde su nacimiento, cada individuo de esta espe
cuestión en un momento más propicio. cie se encuentra destinado a realizar un papel social especial,
el único que le gusta desarrollar. También podemos suponer
* * *
que es el «placer», y no una compuls ión externa, lo que i~ci-
ta a cualquier abeja obrera a defender la colmena, aun aries-
13. Bthical Re/ativity, p. 289. go de perder su propia vida. No es conscie~te ni siqui~ra _de ese
14. Metlwphysical Elc111e11ts ofEthic.1·.
riesgo· (como podemos serlo nosotros en s1tuac1ones s1mrla res).
~· ¡ -.
BIOECONOMIA Y ÉTICA 103
querer ha cer la guerra mientras se continúa fabricando arma- cabezas nucleares si llega el momento en que no hay energí;1
mentos en la retaguardia es una actitud totalmente hipócrita. suficiente para mantener funcionando su sistema exosomáti co?
Segu ramente debemos también desembarazarnos de esa Con Aristóte les la economía surgió originalmente de 1,,
enfermedad de nuestras mentes que nos hace anhelar lo extra- ética. Las tornas parecen haberse cambiado desde entonce~
vagante, los artefactos más grandes y mejores. Incluso, algu- una nueva ética surge de la b ioeco nomía. En un tiempo <' 11
nos utensilios deberían ser gradualmente abandonados. Estos que las gentes solían matarse unos a otros, el in terés de l.1
mandamientos no sólo se refieren a los grandes poderes o a las espec ie humana por p reservarse a sí m isma llevó a M o isé-s .1
tierras de abundancia: los luj os extravagantes crecen en todos bajar de la montaña con el siguiente mandamiento: «No 111,11.1
los si tios. En segundo lugar, la población que ahora crece a rás a tu hermano». La gente no podía aceptar entoncc·s 111 1.1
un a velocidad anormal debe adopta r, sin demora, una políti ca con tención más estricta . Más tarde, tamb ién en interós d(' l.1
que lo remedie, pues el hecho sorprendente es que incluso la buena v ida social, los humanos fueron emplazados por ol I o
adopción de una tasa de natalidad de simple reempla zam ien- mandamiento más severo: «Ama a tu prójimo corno ,1 li
to no interrumpiría el aumento de su número. Sin esta segun- m ismo». El mandam ien to para nuestra actual fase evo lutiv,1 t'',
da política, no puede haber sol ución a la eliminación de la simpl e, y de hecho es una extensió n natural de los otros clm.
desigualdad exoso máti ca, lo que debe ser un objetivo es.encial «Am a a tu especie como a ti mismo».
incluso para un·a política de ahorro y conservación . Por supuesto, muchos probablemente me acusarán de s<• I
Pero no ignoro la inmensa dificultad que una política como utópico. Si algu ien lo hace, me decl araría culpable co n u I1
esta conl leva. Confío en que sus fundamentos tengan pleno inmenso orgu llo . No conozco ni nguna gran ayuda p;:ira 1.i
sentido para cualquiera que se quiera acercar a examinar mi humanidad que no se hubiera consi derado en otro tiempo
;:irgumento. Aunque el · gran e inmenso problema es que la como un bu rdo pensamiento utópico.
conservación no es sólo una tarea pa ra una parte de la pobla- Ahora tenemos innumerab les instituc iones que, con o sin
ción, ni pa ra un pa ís en co ncreto, ni siquiera para un grupo de la ayuda de ordenadores, están ocupadas en destilar una y otra
países. La conservac ión es un trabajo para la humanidad ente- vez aspectos de la crisis bioeconómica - o de la crisis ene r
ra, que ·requiere una completa -cooperación para elim inar gética, como ell os la llaman- . H oy en dí?., ningún hall azgo
todos los arma mentos, lujos y diferencias exosomáticas. de este popular esfuerzo podría ayudarnos a resol ver o, al
Ta l y como lo veo, estamos asolados por una crisi s energé- menos, a atenuar esta crisis radical mente. Sólo una sosten ida
tica. De esto no hay n inguna duda. Pero la crisis mayor es la y vigorosa campaña que difunda el mandamiento de la n,ueva
cris is de nuestra sabiduría. El nombre de nuestra especie es ética podría ayudar. Pasaríamos entonces de una ecolog1a de
Hamo sapiens sapie,is y podemos estar doblemente informa- salón a una ecología mil itante, que buscaría alcanzar la p lenitud
dos, pero no ser suficientemente sabios. Nuestro destino humana de la sabiduría, en vez de consentir infinitas «prédicas»
depende mucho más de nuestra sab iduría que de nuestro cono- sobre cómo será el mundo en 1990, 2000 o 2030. Cuando fui
cimiento. Recordemos que durante el embargo petrolífero de invitado a ofrecer mi opinión al presidente de la Comisión
1973-1974 algunas personas que se dieron cuenta de que no para el Informe de 1980 respecto a lo que la Comisión debe-
eran capaces de obtener gasolina antes de que se cerraran los sur- ría hacer, mi consejo, seguramente antipático, fue que había
tidores, utilizaron sus revólveres para conseguir llegar a los que tener muy presente qu e el m undo no term inase en 1990.
surtidores abiertos antes que otros. Así las cosas, no debemos
evitar la siguiente pregunta: ¿qué haría un poder provisto de
T
,
MITOS SOBRE LA ENERGIA Y LA MATERIA*
• «Myths about Energy and Matter», Gmwth ami C/wn11e, enero, 1979, pp . 16-22.
[Traducción de Óscar Carpintero. 1
l. Me gustaría que esté artículo fuera tomado como una muestra de mi gratitud hacia William
H. Myernik y de mi simpa1ía intelectual lrncia él.
1011 NJCJ 10 1A; G 10 RCLSCU- ROCGEN MITOS SOIJRE LJ\ ENERGÍA Y LA MJ\TCRIA I OY
todJ su histor·ia conocida. Hablamos de esta o aquella especie ex istencia, que no sea a vista de pájaro, sino a vista de lom-
amenazada, pero no parece que nos demos cuenta de que, qui- briz, a ras de suelo. Como una lombr·iz, só lo podemos ver
zás, nosotros somos la más amenazada de todas. extremadamente poco de lo que hay frente a nosotros, y con
La tecnología también nos permite calcular, en unas pocas frecuencia ni siqu iera eso .
horas y con la ayuda de un ·ordenador, un millón de decima- . En este momento, esta verdad es quizá más •importante
les del número re o incluso más si quisiéramos. Leibnitz, el que en cual quier otra época de la historia. Ya seamos opli
hombre que descubrió la fórmula sobre la que se basa el tra- mistas o pesimistas, actua lmente todos reconocemos que no
bajo del ordenador, habría necesitado no menos de 30.000 es algo ocioso la cuestión de si la humanidad será capaz de
aiios para realizar la misma operación. Pero ni siquiera aun mantener por mucho tiempo el nivel de confort industria l del
todos los ordenadores del mundo nos pueden ayudar a hallar que ahora somos irremediablemente adictos. Testigo de ello
lo que ocurrirá con la especie humana durante las próximas son los, aparentemente, innumerables -expertos en ene rg,.i
décadas, por centrarnos sólo en la duración probable de la que, con mayor o menor frecuenc ia, se explé'lyan con pas ió 11
v ida humana. ¿Cuánto tiempo podemos creer que du1·ará esta sob re el problema, contribuyendo así a la confu sión d(•I
vida? ¿Será más o menos larga que la de los dinosaurios, que públi co en general.
duraron 120 m ill ones de años?
Intentar proporcionar una respuesta a esta pregunta, inclu-
so tentativa, es una tarea imposible. El hecho es que no sabe- El PAPEL DE LOS RECURSOS NATURALES
mos qué es lo que ha causado la desaparición de otras espe-
cies ni incluso por qué algunas especies parece que se van a La gente de todas las épocas ha sabido que los recu rsos ~rn1
ex tinguir mientras las estamos viendo. Si podemos predecir de agotables. Las minas de hierro y cobre han sido abanclo11i1d,l',
manera aprox imada cuá nto vivirá un perro en promedio y en continuamente debido a que al final las leyes del mct,11 , 111i
qué momento terminará muy probablemente su vida, es úni- eran io suficientemente ri cas . Tomemos como i;jemplo lm
camente 'p orque hemos observado en repet'idas ocasiones la famosos yacimientos de petróleo Ploesti en Rumanía, qut•
vida de un perro desde el nacimiento hasta su muerte. Pero no co nstituyeron un objetivo estratégico importante durante l.1~
hemos ten ido -y nunca tendremos- la oportunidad de dos últimas guerras mundiales y que, en una ocasión, si tuo .i
observar Otra especie simila'r a la nuestra que ya haya nacido, Rum anía en el tercer lugar del ranking de países produclor<·s
envejecido y extinguido, incluso aun'que existan un número de petró leo. Hoy están completamente secos . Y lo que ocumo
inmenso de ellas en la vastedad del universo. Ésta es la difi- con aquellos yacimientos pasó también en muchos otros ct1sm
cultad de cua lquier estud ioso de la ·evolución, yá sea enlabio- (los yacimientos de Pensilvania son también un buen ejem
logía, la soc iología o la tecnología 2 • plo); y ocurr.irá al final con todos los yacimientos de petróleo.
Podemos alardear del poder de la ciencia tanto como que- La importancia de los recu rsos naturales en la vida de nues
ramos, y no sólo tanto como deberíamos propiamente hacerlo; tra especie está escrita sobre la faz de nuestra historia. La Gran
sin embargo,· todo lo que la ciencia puede hacer por es te pro- Migración que desp lazó tribu tras tribu desde Asia a Europa
blema particular es permitirnos adoptar una visión sobre nuestra durante los primeros mil años de nuestra era se desencaden ó
por el agotam ien to de los nutrien tes del suelo después de mil es
2. N icholas Gcorgescu-Rocgen, Energy and Economic Myrh.1·: fns1i1111io11a/ and A11a/¡•1irnl de años de pastoreo y sobrepastoreo. Todas las guerras han sido
Economic E.,·.rnys, Nueva York, Pergamon, 1976. · · libradas por la posesión o el control de recursos naturales,
MITOS SOBRE. LA ENE~GÍA Y LA MATERIA 11 1
1 10 N1CHOLAS GEOKGESCU• ROEGEN
111c luso aunque el grito de combate fuera ideológico. Las gue_.,. producc ión 3 • Ahora b ien, por factores diferentes a los recursos
1I.is «limitadas» que en la actualidad se desencadenan en un . naturales, sólo se puede entender el trabajo o el capital (la tie-
l11gM y luego se abandonan en otro, no ponen en tela de jui- rra ya es suficientemente escasa). Si los recu rsos natu rales van
a ser sustituidos por trabajo en una escala creciente, la solu-
, 10 C's ta verdad.
1\ p esa r de todo esto, la economía modema no. ha presta- ción nos lleva haci.a una economía en la que sólo los servi.cios .
do ,1tcnción al papel que juegan los recursos naturales en el proporcionados por el trabaj o contarían y, en el límite, só lo
I1I IH <'SO económico. Sus servidores han estado influidos por para una sociedad que viva de la música, ~I teatro, la dan za o
,,1 dogma m ecanicista que dominó el pensamiento científico de «rascarse . la barriga». Si, por otro lado, sustituimos los
I1,1•,l.1 t .isi fin ales del siglo pasado. Conviene recordar que W. recursos naturales por capital -tal y como se in siste en algu-
1
,1.11ilc·y jevons afirmó orgulloso su objetivo de erigir una nos. artículos más sofisticados- entonces se debe creer en el
, 11°11< 1,1 ele la eco nomía como una «mecánica de la utilidad milagro de producir más capi tal utilizando menos recursos
\ d1•I 111lt'rC's propio». Sin embargo, los econom istas conven- naturales. Desafortunadamente, el mi lagro es un mero truco
' 11111,di•~ pueden haber estado cegados también por la singu- sobre e l papel basado en la famosa función de producción
l,11 (11 Hii1•11ria ele los últimos c íen años; opuler:,cia que fue Cobb-Douglas y en la ignorancia de la diferencia esencial
I •11•,il ,11• 1•,1.1cic1s a un avance tecnológico sin parangón apoya- entre las variables flujo y las variables fondo en el proceso
il11 ,1 •,11 VC/, por una fantástica abundancia de riquezas económi.co•. En esa propuesta, ~I producto global, Q, se deter-
1111111•1,tl<", l'ero mientras que los economistas pueden invo- mina a través de la función de producc ión:
' 11 t.il, .. , < i1 cunstancias atenuantes para justificar su orienta-
' 1111 1 1•1 1 ,,¡ p¡i<;ado, nada puede absolverlos de persistir en la
1111,11 1,1 pmi c ión y defenderla con argumentos sin sentido que
Donde K es el capital; H el t rabajo, R los recursos natura-
l1111d1·.1 11 <' I mito.
les, y ex+ ~ +'Y= 1, con a, ~, 'Y> O. Con esta fórmula, uno
demuestra fácilmente que Q (producto) puede mantenerse con
1 1 M 11 <> l>I L MECANISMO DE LOS PRECIOS un H (trabajo) constante y con un R (recursos naturales) tan
pequeño como queramos, a cqndición de que K sea lo sufi-
1 11"11 H 1¡>, 11 in ito es la creencia en el poder total del mecanismo
cientemente grande. El argumento ignora obviamente el hecho
, l, •I 1111 ·11 ,1clo. Uno no necesita preocuparse de nada en relación de que un aumento de K requiere una cantidad creciente de
, uII l.1 ( 11sis eco lógica porque el mecanismo del mercado, si recursos naturales para producir el capital ad icio nal y el man-
, t.I l 1H•II supervisado como para que funcione correctamente, ten imiento del stock de capita l completo5 .
l,,11,1 f1c'11te a cualquier tipo de escasez. Algunos economistas
li,111 .1rgumentado incluso, en una forma de autodefensa, que el · 3. Roben M. Solów, «lñe Economícs of Resources . or t!ie Resources of Econorrücs1>,
1111 ·< ,II1I smo del mercado prevendrá el agotamiento de los recl!lr- American Economic Review, vol. 64, nº 2; mayo, 1974, pp. 1-14; y Robert M. Solow, «ls
the End of the World at Hand?», Chal/i!llge. vol. 16 , nº 1, marzoiabri l, 1973, pp. 39-50.
,,,,,, 1Jorque Ilegará un momento en que sus precios serán tan 4. Para esta diferencia, véase: Nicholas Georgescu-Rocgen. 77ie · l?111ropy Ltl-W uml rhe
,tlto5 lJUe nadie pod rá permitirse comprarlos por más tiemp9. Economic Pq,cess, Cambridge, Mass., Harvard U. Press, 1971, pp. 228-275.
5. Entre los varios economistas que defienden todnvía esta manera dr; razonar sobre los fenó-
e Jt 10<; mantienen que, como los precios de los recursos natu- . menos económicos, cabe citar a J. E. Stiglitz, «A Neoclassical análisis of the Economics of
1,1lcs continúan aumentando a causa de su creciente agota- . Natural Resources», en: J.V 1((1.ltilla, V Kerry Smith, y R. Kapp, (eds.). Re.wtirces of
Environmei1tal Constraints to Economic Growth and Well-Bcin¡;, Baltimore, Johns I-lopkins
1nien to, serán sustituidos por otros factores en el proceso de
112 NICHOLA~ GEORGESCU-ROEGEN MITOS SOBRE LA ENERGÍA Y LA MATERIA 11 1
La crisis por la que la humanidad está avanzando a gran determinar los precios de los recursos in situ, ya que estos recur
velocidad ha hecho emerger también la cuestión de la as ig- sos son una parte de los costes reales de cualquier otra cosa. l'c•ro
nac ión de recursos entre diferentes generaciones. Para este ¿cómo podemos atribuir un precio a un trozo de carbón in s,tv'
problema los economistas se han aferrado de nuevo a su idea El carbón in situ es sólo una mercancía tan libre como lo es l,1
del poder total del mecanismo de mercado . Es verdad que el radiación solar (sólo la rad iación solar ya es más abundante <¡lit'
mercado está influido por los intereses de los participantes todas las reservas de carbón juntas)7. La naturaleza no tiene lll 1
dentro de su propio horizonte temporal. Este horizonte tem- mostrador para que nosotros paguemos por los recursos que• u1I
pora l incluye ciertamente los intereses de la generación más lizamos; el dinero es un sistema establecido para la gente, no p,11 ,1
inm ed iata y quizás los de la segunda generación. Di cho algo- la naturaleza. Por otro lado, los recursos in situ, al ser irrcprodu
ritmo ha funcionado desde tiempo inmemorial, pero su inter- cibles, no pueden tener un coste de producción sobre el e11.11
pretación por parte de la economía estándar es incorrecta. Si basar la determinación del precio.
en sus acc iones actuales, el Sr. A no tiene en cuenta los inte- Para decir la verdad, existe un principio económico 'c•lt•
reses de, digamos, su cuarta generación, esa gener.atión no mental de acuerdo con el cual el valor de cualquier obj<•lo 111,
está protegida por aquellas acciones. La actual escasez de reproducible -ya sea un trozo de carbón in situ o la Mo11.1
energía no sería ahora tan aguda si la generación anterior a Lisa d e Leonardo da Vinci- es su precio de subasta. Pero c•slt •
nosotros hubiera actúado también para· proteger nuestras principio debe ser corregido añ adiendo: «s iempre y rn,111<1,,
nccc~id,Hlcs. absolutamente a todos los interesados en ese objeto se les IH'r
No t•~ sorprendente que los econom istas también argumen- mita pujar». Si sólo mi vecino y yo pujáramos por la Mo11.1
lt·I1 quc• «los recu rsos se miden propiamente en términos eco- Lisa, ta l vez pudiera tenerla por só lo un puiiado de tlól,ll< '<,,
11omicos, no en términos físicos» 6 • No sé puede negar que, pa ra siempre y cuando a mi vecino no le gustara el arte renac cI1lI<,
<IcItas finalidades, los precios - imperfectos, aunque existen- ta. Por consiguiente, siguiendo el principio anterior, par¡¡ l'<,l.t
son el único medio para distribuir el producto y sus costes entre blecer un precio válido de cualquier recurso se debe perr11 It11
los miembros de una misma generación. Pero para la fin alidad pa rti cipar a todas las generaciones futuras. La Tierra es, t,111l11
del análisis energético, los precios son totalmente inapropiados. su legado, como el nuestro. Y como ellos no pµed en estar p1L'
Sin embargo, la ilusión del precio está tan fuertemente arraiga- sentes para pujar, no podemos tener un precio válido para lo.,
da que incluso la mayoría de los ingenieros y otros especialistas recu rsos in situ y, por ello, tampoco para cua lquier otra me,
acatan el dogma de los economistas a la hora de establecer la cancía producida con la ayuda de estos recursos.
eficiencia energética sobre la base de los precios. La historia ofrece amplias pruebas de que el mecanismo de•
Cualquier argumento que afirme que los precios son la medi- los precios no puede defender nuestros intereses ecológicos. Lc1
da correcta para llegar a una asignación óptima, o a la eficiencia sa lvaje deforestación que una vez amenazó todos los bosques
más alta de los recursos, debe implicar que podemos también del planeta fue resultado del hecho de que los precios eran
«correctos». Y no se detuvo por el mecanismo de los p rec ios,
sino por la introducción de medidas restrictivas en términos
U. Prcss ror Rcsources for 1he F11111rc, en pn:nsa. Véanse también las críticas de Nicholas
Georgcscu-Rocgen en el mismo volumen: «Commenls on the Papers by Daly and S1iglitz»
6. Carl Kayscn. «Thc Coputer th:il Pri111ed 0111 w • O•L•F•, Forci_~11 AjJuirs, vol. 50, n• 4,
julio, 1972, pp. 660-668. Véase lambicn: Wilírcd Bcc kerman, «Economists. Scicntists, and 7. De acuerdo con la estimación más oplimisla de toda., las reser\'as de combusiiblcs fósiles,
Eco11omics Ca1as1rophe», Oxji1rd Em11omic l'a¡,ers, vol. 24, nº '.l, nov iembre, l 972, pp. estas reservas (si se quemaran a la in,tcnsidad necesaria) no producirían más que el 1:quiva-
327-344. lcnl~ a unas pocas semanas ele radiación solar.
11~ NJCHOLAS GEORGESCU-ROEGEN
MITOS SOBRE LA ENERGÍA Y LA MATERIA 115
rnan~itativos. Fue precisamente gracias a que los precios . del crec imiento econó_m ico a tasas positivas, vari ando, sin embar-
c·.1rbon y del _petróleo fueron correctos después de la Segunda . . go, año a año. Durante esta época la human idad tuvo el bene-
< ,u~rra Mundial, cuando la industria del automóvil decidió pro.: ficio de una bonanza de tádo tipo y de una expansión territorial
cluc1r gra ndes devoradores de gasolina, mientras que la tecnolo- hacia los Nuevos Mundos. Pero la h istoria no está ob l¡'gada a
¡•,1.1 del carbón quedaba rezagada y la pobreza se extendía en la repetirse a sí m isma, especialmente desde que, ahora, la
1
1C') ,ión de los Apa lachesu. Y si ei guepardo es ahora una especié humanidad está bajo la presión de limites que provienen de
o111H'nazada, es debido a que el precio de su piel es sólo corree- múltiple~ direcciones. · · ·
In p, 1r ¡1 nlguna gente que se dedica a cazar un animal tras otro. .Es verdad que, como muchos han observ~do en favor de la
1 kje nme añadir también que la idea de que «el que con - tes is cornucopiana, la humanidad ha p rogresado continua-
l.11111ni1 paga» resulta comp letamente inadecuada. Primero, mente desde tiempos, tan lejanos como los de Pericles. Pero se
¡u 11c¡1H' In mayoría de la contaminac ión, lo mismo que todo el puede contestar con igual fuerza que, en cuestión de procesos
,1¡: 11 t. 11111c'nto de recursos, siendo irreversible, no tiene un evo lutivos, las guerras han sido' perdidas por países que nu nca
1 11
•,lt• '>c'gundo, y lo más importante, si aplicáramos el mismo habían perdido una anteriormente; como tampoco la catarata
111111c i¡ >10 r1 la co ntami nación en forma de crímenes, ¡entonces de un ojo se repite en la historia de un individuo particular. Tal
t", 111 li.111,1 que realmente se pagara por realizar crímenes!· y como Myern ik1º puso ingen iosamente de manifiesto, segu ir
predica_ndo que la tecno logía llegará j usto en el momento ade-
cuado para salir del agujero ambiental es ser un entusiasta de
11 MI I O DE LA TECNOLOGÍA la Primera Ley de Walt Disney: «El deseo lo hará rea lidad» . ·
Desafortunadamente, los economistas no son la única profe-
l11clm lm princ ipios mencionados pertenecen más a la cate- sión académ ica que.le dice a la gente -tal y como Beckerman
¡:1111,1 (!¡, lt1 lacia·s analíticas que a la de mitos. El verdadero mito hizo al final de su lección inaugu ral como profesor del U niversity
dt• l.1 <'C011omía ~,nvencional se refiere al poder de la tecno- Co llege de Londres- que se vayan a casa y duerman apaci-
l11n1,1 pa 1r1 resolver·cua lqu ier crisis que se dé entre la especie blemente, en la seguridad de que una autoridad ec_o nóinica les
1111111,111,1 y la oferta de energía y. materiales procedente del asegura que el crec imiento económico puede continuar para
1111•cl10 nmb iente. Esto\se expresa mejor parafraseando a siempre sin dificultad o penosidad creciente. Lamentablfmente,
11,•c k('rman: «Venga lo q~e venga, encontraremos una sol u- algunos científicos naturales tamb ién sostienen el mismo tipo de
, 1c111». Aquellos que han "i{;vertido un esfuerzo intelectua l discurso. Alv in Weinberg es bien conocido por su grandiiocuen-
11111H•11s0 en teorías del crec imiento basadas en la noción de te plan para abastecer a una población de 20.000 millones de
qt1(' <' I crecim iento exponencial no sólo es un estado deseable habitantes, durante m illones de años, con dos veces el consumo
•,1110 <'I esta_do nor~al, ahora mantienen con total seriedad que actual de energía per capita de Estados Un idos de América 11 •
1.i l<'rnolog,a tamb1en progresa exponencia lmente~. Es un hecho Sólo neces itamos construir, ni más ni menos, que 32.000 reac-
11111egable que durante los últimos cien años se ha producido un tores reproducto res y tri turar una roca tras otra para o btener el
8. Wtllinm H. Myernik, «Regional Employment Impact.~ of Rising Energy Priccs», Lahor 10. William H. Myernik, Frank Giarratani, y Charles F. Socher, Rqional fmpacr.,· of Rising
Lmv Journa/, vol. 26, nº 8, agosto, 1975, pp. 518-523. Energy ?rices, Cambridge, Mass., Ballinger, 1978 .
9. 13eckerman, op. cit., Kaysen, op. cit., y Solow, R., -«The Economics of Resources or the 11. Alvi1: Weinberg, «Energy as an UJ¡i111a1e Raw Materinl», Physics Today, vo!. 12, nº 1,
Rcsollrces of Economics» . 1959, pp. 18-25.
1 1í, N1< 110 1A~ GLOKCCSCU-llOECEN MITOS SOIIRE LA ENERGÍA Y LA MATEIUA 1 1'l
uranio y el torio necesarios. Glenn Seaborg, por poner otro ejem- la mecánica no hay lugar para los fenómenos en un único sc11
plo ilusll·e, nos contó que la ciencia eliminaría en última instan- tido. El conflicto se resolvió aceptando la va l idez del proceso
c ia todas las ineficiencias técnicas y nos proporcionar·ía tal abun- entrópico como una necesidad independiente (esto es, la irr<'
dancia de energía que seríamos capaces de mantener intacto 1 vocable e irreversible tendencia de la temperatura a igu alc1rs<',
todo el planeta, al mismo tiempo que lo explotamos' 2 .. El mensa- ! y de la energía disponible a disiparse en energía no disponible).
je difundido por John von Neumann, una autoridad física y mate- Pero la aceptación se hizo de manera reacia. La mccá ni c;i
mática, también era que un día la energía se convertiría en un acababa de añadir una nueva joya a su corona con el dcscu
bien gratuito «igual que el aire libre»u. brimiento del planeta Neptuno por parte de Leverrier, real i7ado
sin contemplar el cielo con un telescóp io, sino con la punta de
su lapicero después de una serie de cálculos basados en las
EL MITO DEL CONTRABANDO DE ENTROPÍA ec uaciones de la mecánica de Newton.
La idea de Boltzmann consistía en explicar los fenómenos
Quizás el modo más insidioso de alimentar la apasionada termodinámicos a través de las leyes de la.mecánica, mezcla-
esperanza por un mundo en el que la energía fyera gratis (o das con una peculiar noción de probabilidad que nunca ha
casi gratis) se basa en la -así llamada- interpretación pro- sido definida de manera precisa. De acuerdo con esta contra-
babilística de las leyes de la termodinámica, esto es, de aque- dictoria mezcla de perfecto determinismo y amplia incerti-
llas leyes que gobiernan la transformación de la energía. Esta dumbre, la inversión espontánea del ca lor desde un cuerpo
interpretac;ión se debe a Ludw ig Boltzmann, aunque J. Willard frío hacia otro caliente -es decir, desde el condensador hacii'I
Gibbs también contin uó con un enfoque en cierta medida la caldera- de tal manera que el mismo calor pudiera otra vc7
diferen te. Por lo que podemos juzgar, el descubrimiento de convertirse en trabajo sería un suceso sólo altamente ímproba
13oltzmann tuvo sus raíces en la atracción que sienten nuestras ble, pero no imposible. Ahora bien, como el suceso es posible,
mentes, con la tenacidad del pecado original, por cualquier deberíamos ser capaces, a través de un ingenioso dispositivo, de'
interpretación mecanicista. Antes de Boltzmann, se aceptó causar una inversión que sucediese con tanta frecuencia como
como un hecho termodinámico que el ca lor siempre fluye por deseáramos, igual que un ágil estafador puede sacar un «seis»
sí mismo (esto es, sin ningún otro cambio en el universo) desde tantas veces como quiera1' . En torno a la década de 1930, fue
el cuerpo más caliente al cuerpo más frío. La proposición ron aireados tantos esquemas de este tipo que P. W. Bridgrnan,
representó incluso una formulación de la segunda ley de la una de las más grandes autoridades en termodinámica, si nti ó
termodinámica, es decir, de la ley de la entropía. Pero tal ley !a necesidad de escribir un artículo sólo para exponer la fala-
entró en conflicto con la mecánica newtoniana. De acuerdo cia de la idea de que uno puede llenarse los bolsillos de dine-
con ese fundamento, cada movimiento, cada onda, puede ro a través del «contrabando de entropía»'5.
desplazarse en ambos sentidos, hacia atrás o hacia delante. En Traté esta cuestión en The Entropy Law and the Economic
Process, precisamente porque pensé que un economista no
12. G lenn Seaborg, «The Erehwon Machinc: Possibilities for Rcconciling Goals by Way o f
Ncw Technology», en: S.H. Schurr (ed.), Energy, Eco11omic C rmvth ami E11viro11me111, 14. Nichola, Georgescu-Roegen, Energy ami Economic Mytlu: lmtitutimwl wrd A11aly1ical
Baltimore: Johns Hopkins U. Press, 1972, pp. 125-138 . Econonúc E.vsays.
13. l·larold Bnrnett and Chandler Morse, Scarcity ami Cm1111h, Bnl1imorc, Johns Ho pkins U. IS. P.W. Bridgman, «Statistical Mechanics and the Second Law of Thcrmodynamics», en:
Pre:;s, 1963. llej1ectio11s nf a Physici.l'I, 2' ed., Nueva York: Philosoph ical Librnry, 1955, pp. 236-268.
1 111 N1CMOLAS GEORGESCU-ROEGEN
MITOS SOBRE 'LA ENERGÍA Y LA MATERIA 11 9
d1•i>cría ser inducido a creer que la interpretación probabilística . mucho ti empo. Muy recientemente, debido a las contribucio-
dt• l,1 termodinámica ofrece u.n respaldo -específico a la visión nes que le hicieron merecedor del Premiq Nobel en q_uímica,
d1·I mundo en la que la energía es un bien « libre» o gratuito.
. 1lya Prigogine sacó el esqueleto del arman o y d~_mostro que la
1~1·1 urrí en detalle las objeciones que habían surgido por «'teoría mecánica' de Boltzmann sobre la evoluc1on de la mate-
11,11 1<· de una serie de em inentes científicos contra la incon- ria [está basada] en argumentos intuitivos [y] su programa nunca
•,1•,i 1•11cia lógica de la interpretación probabilística. La prime-
se realizó1 a pesar de la afirmación frecuente en contrario»
'" ob¡cc ión llegó de la mano de uno de los colegas de (énfasis mío) 17 . Uno debería esperar que, al final, la _nueva ter-
ll11 ll /111,1n11, J. Loschm idt, que es bien conocido por el número
modinámica de Prigogine resuelva un asunto largamente
11111• li l'vil su nombre. Loschmidt argumentó que la ley de la debatido y ponga fin al optimista contrabando de entropíaw.
1•111111pI,1, tal y como se justificaba por Bolztmann, podía ser
!l'i111.1d,1 invirtiendo simplemente la velocidad de las molécu-
l.1•, ',1, <1 11 el sistema inicia l, la entropía fuera aumentando, en EL DOGMA ENERGÉTICO
1•1 •, 1•,11•111.1 inverso debería reducirse. Más tarde, E. Sérmelo, un
d11111110 d<· M ax Planck y famoso matemático, pt.Jso de mani-
Desde el embargo de petróleo de 1973-19741 sólo aquell os
1I1 ",l11 q1H', de• acuerdo con el teorema de H. Poincaré, cualquier
pocos que todavía c reen en un gran plan de energía il imitada
I•,1!·111.r 11H'C:éÍ nico que no se extienda hasta el infinito vuelve.a están preocupados por la inminente crisis energética. No só lo
1 11,tl 1p111 •1 <'Slacio previo tan cercano como deseemos. De ahí
el p roceso económico necesita todavía energ ía, t~m~ién n~ce-
11111 ',1·1111c•lo c1rgumenta ra que la entropía no puede mantenerse
sita materia les. No podemos manipular la energ1a ,sin un rns-
, 11 .1111111·1110 pnra siempre. Poincaré, que escribió un manual de
trumento material, ya sea éste receptor o transm isor. Todo lo
li 11 11111 111 1, \/nica muy apreciado y además era una autoridad en
que nos rodea está hecho de materia. Y, ya que estamos, la
11111l 1,d1il1d.1d, concluyó que posiblemente se tendría que aban-
vida terrestre no puede existir en ausenc ia de un c uerpo. Que
d, 111,11 <·I íu 11c.lamento híbrido de la teoría de Boltzmann y bus- el público en general hab le sólo de crisis energética,_ignoran-
' ,11 1•11 0l10 Irte.lo la explicación de la irreversibil idad 16 .
do por ello completamente la necesidad de la materia, p uede
1.1 111~.1t1síacción nunca ha des.aparecido completamente.
ser debido a la do lorosa lección derivada del embargo de
11 •,111',n el<' ello es la monografía escrita sobre esta asunto por
l',11,I y l.11iana Ehrenfest en 1912, y traducida al inglés en 1959.
1 1 l1·1111odi11ámica probabilística, sin embargo, se convirtió en 17. Véase llya Prigogine, «Time, Structurc, and Entropy», e n JirfZeman (cd.): ?i'me in Science
ami Phi/o.rnphy, Nueva York: Elsevier, 1971; llya Prigogine, «lrreversibilit~ as a Symetry-
1111, 1 11 101Í,\ aceptada. La razón que explica este consenso -ya . breaking Process», Nature, vol. 246, nº 5428, 9 de noviembre, 1973, pp. 6 1-7_1 ; ll ya
i¡111 • •,011 pocos quienes lo han sentido de otra manera- es que Prigogine, C. George, F. 1-lenin, y L. Rosenfeld, «A unified_Formulat1011 of Dynam1cs and
The.rmodynamics», Chemica Scripta, vol. 4, nº 1, 1973, pp. 5-32. .
l.1 lo1111ula de Boltzmann se confirma con hechos (aunque rara 18. Peter L. Auer,. un profesor de la Universidad de Cornell y antiguo consultor del pres_1dente
1• •,<' menciona que no es verdadera en todos los casos) . A ho ra de la Comisión de Energía Nuclear, denunció muy recientemente ante los _lectores 1111 arg1:-
1111·11, ninguna contradicción lógica en una teoría científica mento de que existe un conflic to fundamental entre los conceptos reversibles de la meca-
nica clásica y los conceptos irreversibles de la termodinámica, y afirmó que en esta_cues-
p1H•de permanecer resguardada por un consenso durante tión yo estaba «sólo sencillamente equivocado» (énfasis mío). Para justificar esta salida de
tono académica, Auer recurre a la llamada de tres nombres (el tercero de ellos fuera
de lugar): «Tenemos a Ludwig Boltzmann, J. W,llard Gibbs_ y David Hil?e_rt. entre otro>
para agradecer el haber dejado esta cuestió n resut:lta para siempre» . Qwza Aucr todav1a
16. Los argunientos de cada parte son, como cabía esperar, altamente complicados. El lector
cree en e l contrabando de entropía, puc., el semido de su artículo es que la ley ele In entro-
puede e nconLrarlos en una forma accesible en Georgescu-Roegcn, The Entropy Ú/\V and
rite Economic Proces.,·. pía no es un obstáculo para el crecimiento económico ilimitado. Pero es 'más probable que
estuviera acusando sólo desde la sencilla ignorancia.
1W Ni CHOLAS GEORGESCU-ROEGEN MITOS SOBRE LA ENERGÍA Y 1.11 MAII IUA 1 1
petróleo. Pero esta misma razón no sirve en el caso de los estu- el dogma energético se utiliza para dar por sentado que e rn1 III
diosos, en especial de los c ientíficos naturales. Si ellos tam- afirma l<eneth Boulding- «afortunadamente no ex iste 11111g1111,I
bién ignoran usualmente los problemas relacionados con la ley de la entropía material creciente» 22 •
materia, sólo puede debe rse a que la termodinámica ignora En la práctica, estas diversas perspectivas se rcduc t•I1 ,1 l.1
completamente los fenómenos puramente materiales -fric- noción de que el reciclaje puede ser completo. En ese• c.i•,<>, 1111
ción, viscosidad, agotam iento de meta les, moliendas, resque- estado estaciona.río termod iná mico só lo necesitaría l l ll ílllJ<, di
brajamientos, etc.-, a los que verdaderamente es difícil hin- energía del medio ambiente para desarrollar un trab.i¡o 111<'< .i
car el diente. nico interno y hacerlo a una tasa constante indcíi11icl.i1111·11I< ·
En efecto, encontramos a científicos naturales proclama n- No necesitaría ni un fluj"o de materia en forma de in¡wt lll "
do lo que, mucho antes del embargo de petróleo, se puede cedente del medio ambiente, ni tampoco gencrarí;1 1111 fl1q <1
denominar «dogma energético». Como lo expresaron Harrison de output en forma de residuos materiales. La m ism,1 c.i11t1cl,1d ele•
Brown y sus colaboradores: «Todo lo que necesitamos hacer materi a se utilizaría una y otra vez grac ias al rcciclilJ<' t 0 111
es añad ir sufi ciente energía al sistema y podemos obtener pleto. Un sistema tal y como se ha descrito es, en l,1 !(•1111111()
cualquier material que deseemos» 19 • Más recientemente, el logía termodinámica, un sistema cerrado estaciona, io. l'v1 <>,
distinguido ecólogo 1-1.T. Odum rev ivió una vieja idea de Fred dado que se supone que realiza un trabajo mecáni co i11clC'Í1111
Cottrel l segú n .la cual la eficiencia de cualquier proceso se damente a uha tasa constante, podemos referirnos a ello< 011111
mide po r la, energía neta que produce2º. Otra aproximación, un movimiento perpetuo de tercera espec ie. Y corno 1111 pm
real izada por un grupo de anali stas británicos, también redu- tu ra al respecto es que tal movimiento perpetuo es i111pm il ilt•,
ce todo solamente a energía21 . Cla ramente, si una tonelada de entonces podemos ver esta imposibilidad como la cxpn•s iC111
petróleo se utiliza para la extracción de 1 O toneladas de petró- de una cuarta ley de la termodinám ica 2:i_
leo, ex iste una ganancia neta de energía de 9 toneladas. Quizá la forma más simple de demostrar la imposi l) tltd .icl
Aunque, por la misma razón, deberíamos hablar de materia del rec ic laje completo (y por ello del mov imiento perpetuo el<·
neta de cobre en cualquier producción de ese metal. Sin tercera especie) es pensar en las perlas de un co llar que se• il.i
embargo, esto no e.s todo; en este último proceso, deberíamos roto en medio de una habitación. Nadie dudaría de qu e, e 0 11
hablar también de energía neta negativa . un poco de paciencia, todas las per las podrían ser recogid.i•,
Obviamente, el dogma energético implica que, de una u y el co llar rehecho. Natural mente requeriría un esíuc11c,
otra manera, cada objeto material se p uede produc ir só lo con mayor y más tiempo conseguir el mismo resultado si el co ll,u
energía en un proceso que se puede determinar consolidando
agregadamente todos los procesos productivos. A lternativamente, 22. Keneth Boulding, «Thc Economics of the Com ing Spaccship Earth», en H. Jarrc1 (cd,):
E11viron111e111a/ Quulil)• in a Grmvin¡: Eco110111y, Baltimore: John Hopkins U. Press, 1966,
pp .. 3-14.
19. Harrison Brown, Jnmes Bonner y John Weir, Tlie Nexr Huntlred Years, Nueva York, Yiking, 23. Nicl1olas Georgescu-Roegen, «11,e Stcady-Stale and Ecological Salvation: A 171ermodynamic
1957. Para ser justos con la excelente erudición de Brown, quisiera afiadir que, curiosa- Analysis», BioScience, vol. 27, nº 4. abril 1977, rp. 266-270; Nichol~s Georgcscu-Rocgcn,
mente. en el mismo volumen, podemos enconLrnr los argumentos más convinccnlcs conLra «Miltter Mallers Too», en K.O. Wilson, {ed.): Prospect,l'j11r Gr/Jwlh, N•!W York: Pracgcr, 1977,
el dogma energético. HalTison 13rown, «Human Materials l'roduction as a Proccss in thc pp. 293-31 3. Véase también: Nicholas Gcorgescu-Roegen, «Matter: A Resource lgnored by
13iosphere», Scie111ijic American, vol. 223, nº 3, septiembre, 1970, P.P• 194-208, es el 111~s TI1errnody11amics», en: Proceedi11¡:.v of1he World Crmference on Fwure Sources o/Orgcmic
iluminador. · Raw Ma1eria/.v, Toronto, 10-13 de j ulio, 1978, Toronto, Pcrgamon; Nicholas Georgescu-
20. H.T. Odum, «Energy, Ecology and Economic:s», Amhio, vol. 2, nº 6, 1973, pp. 220-227. Rocgen, «Tcchnology Assessmcnt: The Case of Dircct Use or Solar Energy», A1/a111ic
21. Malcom Slcsser, «Accounting for Encrgy», Na1ure, vol. 254, nº 5497, 20 ele marzo de Ecr111m11ic Joumul, Enero, 1979, (en premia); y Nicholas Georgescu-Roegen, «Encrgy
1975, pp. l "/0-172. · Analysis and Economic Valu~tion», Souilwm· Economic Joumcil;abril, 1979 ·(en prensll ).
··------··- -- -
se.• romp iera en un cine, y un esfuerzo y tiempo inimaginabl~s universo supongan" que al comienzo hubo no sólo fotones sin
sI el collar se rompiera en algún si tio de Manhattan. Sin masa, sino también átomos de he lio e hidrógeno 2 ◄.
<·mbargo, juntar todas las moléculas de cobre procedentes de La conclusión importante es que la materia, per se, tam-
t111 penique disipadas por las cuatro esquinas del planeta debi- bién im porta. Lo que recae especialmente sobre la relación
do t1 su continuo uso sería una proeza imposible. Esta proeza entre el análisis energético, la valoración económica y la eva-
11•queriría prácticamente un tiempo infinito (dejando al mar- luación de la tecnología. H ay auto res que afirman que el aná-
¡•<•I1 la indescriptible cantidad de energía consumida y las lisis energético (basado en el dogma energético) debe sustituir
,;.1\1oncs. de objetos dilapidados en la operac ión). La pos ibil i- a la valoración económ ica, dado que los precios representíln
1l.1d ele un movimiento perpetuo de tercera especie debe ser, «después de todo, nada más que un jui cio de va lo r muy refi-
por t,111Lo, rechazada. Es instru ctivo poner de relieve que l_a nado»25. Un examen, más deteílido de la valorac ión económi
1,11<>11 principal es la misma que sirve para descartar, en real1- ca -afirman estos autores- mostraría que los precios vendrían
d.1d, los movim ientos reversibles. Un movimiento es reversi- determinados por el componente energético de los bienes.
1,I1• .,, y sólo si, su velocidad es infinitesimalmente lenta, en Incluso aunque los precios fueran elementos restringidos den-
e 11y<> l ,1so cualqu ier movimiento finito requeriría de un tiem- tro del sistema económico 26, posiblemente no p1:1edan ser pro-
po 111Í11lllO para llevarse a cabo. porcionales al contenido energético de una mercancía. Si
1l lwcho de que el reciclaje no pueda ser completo demues- Huettner27 llegó a tal propo rcionalidad fue porque ~iguió la
I, ,1 qu<' lc1 materia, al igual que la energía, se disipa continua e práctica falaz de la economía convencional de ignorar la dife-
11 wv1 >< .iblc•mente. La materia no se pierde. En última instancia rencia esencial entre los elementos flujo y los elementm fondo
•,1111, ',<' rnnviertc en no disponible para nosotros. Por decirlo bre- de un proceso económ ico2u. El proceso económico ·es entrópi-
\¡ I •1111 •11t<·, li1 materia también está sujeta a degradación entrópica. co en todas sus fibras, aunque no ruede reducirse a un vasto
< c11>11 ,1 pensa r que la famosa equivalencia de Einstein sistema termodinámico. La va lo ración económica avanza a
/ 111 1' podría alterar mi argumento respecto a la imposibi li- través de una red de categorías antropomórficas y no físico-
,l,11 I cl1•I 111ovimiento perpetuo de tercera especie. Pero esta idea químicas -uti ljdad, desuti lidad, di stribució n- . Nadie -esto
1111 !11111 ,ona. Si la equivalencia se interpreta tal y como está debe ser enfatizado- ha sido capaz de demostrar la exi sten
1• ,1 , ,1.1 ,111 11inguna restricción, entonces deberíamos tener dere-
1 cia de una relación cuantitativa entre esos -atributos humanos
I lu 1,1 '1,11>lar de crisis energética o crisis material indistintamen- y la energía consumida o gastada en su producción.
I1• < 1>1110 esto sería absurdo, algo está equ ivocado. El problema Incluso el análisis energético basado en el dogma energé-
, .. <JU<' Pnlre la materia y la energía existe una importante asi- tico pi erde su significado como criterio de eficiencia2q. La
1111'!11.1 que, curiosamente, parece ser generalmente omitida y materia, siendo como hemos visto, un elemento independiente
11,,.,.,d,1 silenciosamente por alto. La equivalencia einsteiniana
f1111t ,ona principalmente para la conversión de materia en ener-
24. R.J. Talyler. The Origin ofChcmirnl Elc111e111.1·, Londres: Wykeham, 1972.
¡•,I,I, como en el caso no sólo del s~I, ~ino de cualquier cer~lla 25. Slesser, op. cil.
qt H' t•ncendamos. Además, la energ,a solo puede ser convertida 26. Georgescu-Roegen, Energy and Economic Myrh.v.
27. David A. Huetlner, «Net Energy Analysis: An Economic Assessmcnt», Science, vol. 192,
1•11 materia adicional. La materia no puede obtenerse solamente nº 4235 (9 de abril de 1976), pp. 101-1 04.
clt· la energía, pues la materia significa átomos y los átomos 28. Gcorgescu-Roegen, The Emmpy ú11v all(/ the Ern110111ic Pmce.,·.r, y «Toe Energetic
Dogma, Energy Analysis and Tcchnology».
rK•cesitan protones y neutrones, es decir, partículas cori masa . 29. Tal an:ílisis es el método oficial util izado ror la ERDA (Energy Rescarch and Developmenl
1sla es la razón de que las teorías actuales sobre el o rigen del Agency).
124 NrCl!OLAS GEOHGESCU-ROEGEN Mrros SO0HE LA ENERGÍA y LA MATI HIA IJ',
al lado de' la energía, tambi én debe ser tenida en cuenta . Y necesario papel que juega la materia nos permite demo~t,.ir
como la materia, M, y la energía, E, a escala agregada no pue- q_ue _ninguna tecnología basada en cualquiera de las re'<<'l.i•,
den ser reducidas a un común denominador, enton ces no exis- tecn,cas actua lmente conocidas para el uso directo de 1;1<'IH'r
ten fam ilias de isocuantas, F (M, E)= constante, sobre las que gía so lar es viable.
basar el criterio de eficiencia. La elección entre dos tecnologías, Ilustremos nuestro argumento con el caso de los p,t11<·i<",
T 1 (M 1, E1) y T2 (M 2, E2 ) que tienen el mismo resultado pero solares. Para una tecnología basada en esta recela, es rw< 1".. 1
M 1> M 2 y E1<E2, no puede decidirse sobre fundamentos pura- ria que los paneles solares se auto-mantengan. En otra~ ¡,,il.i
mente físico-químicos. Esta decisión permanece en el ámb ito bras, es ne~esano que la energía, x 11 , uti lizada por los ¡>,111!'
de la economía. les sea sufrc rente para producir los panel es x2I , ,1got.1drn
Cuando en la actualidad escuchamos. que esta o aquella durante el pr~ceso, y también a~ortar algo de energía ,il , <",lt 1
receta técnica no puede ser exitosa económicamente a ca usa de la econom,a. Sea x 12 la energ,a necesaria para produc 11 , 1
de que. la inversión inicial.es demasiado elevada, esta afirma- En este caso'. una condición necesaria de viabilidé1d <'S x, 1
ción esconde el hecho de que dicha técnica req'uiere una exce- x,2- Pero el simple hecho de que ninguna empresa cst6 ,t< I11,tl
siva cantidad de materia. Podemos inciuso formular una regla ~ente fab ricando paneles solamente con la ayuda de l.1 <'ll<'I
que, aunque algo grosera, es útil respecto a la relación entre el g,a producida por los propios paneles es prueba ~uíic ic•1111• d,•
requerimiento material y la intensidad energética. El uso de que la tecno logía correspondiente no es viable.
energía de intensidad media - la energía química de los com- Lo que ocurre en la actua lidad es que los pa nelC's sol.11<",,
bustibles íósiles- requiere proporcionalmente la menor can- X21,_ se. ~reducen con la ayuda de alguna energía cliícrC'rtt<'., 1, 1
tidad de materia. Podemos quemar, por ejemplo, carbón sin rad1ac1on so lar-principalmente con la energía p roccclC' rtt<· d<·
prácticamente ninguna instalación. La energía de alta intensi- los combustibles fósiles-. Por tanto, actualmenlc, toclm ¡.,,,
dad requiere una cantidad de materia proporcionalmente usos directos de la energía solar son parasitarios de lc1s lt'<rH1
mayor, simplemente porque debe estar contenida en un espac io logías con base en los combustibles fósiles. Y esto no es 10<111
relativamente pequeño (y seguro). Aprovechar la baja intensidad Si Y12 denota la energía fósil consumida en la producc io 11 d,
energética de la radiación solar también requiere una gran can- los paneles solares x21, entonces nos enfrentamos a tres ,li t<·r
tidad de materia -para concentrarla hasta el nivel necesario nativas: x, 1 - Y12 < O, = O, o por úl timo, > O. A la vista d1• 1. 1
para nuestras actividades industriales- . Esto es, · tal vez, un inmensa propaganda a favor de. los hogares con calda<< ion
lugar com ún. Pero no parece que todavía lo tengamos en cuen- solar, cabe esperar que x 11 - y 12 < O no sea cierto. Pero la em.i
ta en nuestra evaluación de la tecnología. no acaba aquí y los datos deben mostrar qué alternativa <'s <'II
Dos conceptos deben ser claramente diíerenciados para la aqualidad la verdadera. ·
este propósito, a saber, la receta técnica factible y la tecnología Por tanto, Denis Hayes no es exacto cuando aíirnl.11,.i
viable. Extraer roca de la luna es, por ejemplo, una receta facti- rec ientemente que «podemos utili za r la energía solar aho,.i
ble. Pero todavía no es parte de ninguna tecnología viab le. La [porque) la tecnología ya está aqu í» 30 . Sólo las recetas estt1 I1
tecnología basada en los combustibles fósiles es viable porque a~uí. La tecnología no. Por supuesto, la situación puede cani
puede producir y mantener sus propios cim ientos (mientras los b1ar de la noche a la mañana, al menos en princip io. Pero en
recursos natura les necesarios estén accesibles).
Esto nos lleva a la idea, ahora tan fascinante, de la tecno- 30. Denis Hayes, «We Cnn U~c Solar Energy Now», WcÍJhin¡:tmr f'osr, ;;6 de febrero ele 1978
pp. D1-D4. . . . '
logía basada en la energía solar. La anterior discusión sobre el
MITOS SOBRE LA ENEl!GiA Y LA MATERIA lU
l ?ú NICHOLAS GEORGESCU-ROEGEN
csle caso particular, cabe dudarlo. A diferencia dé la energía que podemos conc luir que todos estos trabajos, sin excepción,
11uc l ca r, la radiación solar desde re·c eptores solares se ha uti l i~ con_f1rman los hallazgos de Meadows referentes a la inm i nen-
1.ido desde hace casi cien años. Durante este largo periodo de te «b recha » entre la oferta y las neces idades. La publ icidad
li<'111ro, ninguna mejora realmente importante ha aparecido. que _rodea todos estos intentos -conjuntamente con la pala-
1o 111ismo se aplica a la 1 + D intens iva de los últimos años. breria _sobre este o aquel artefacto que se supone resolverá la
l ll'iH'lll OS ser muy discretos a la hora de reivindicar la radiación cr!sis ambiental- tienden a orientar al p~bl ico en la direcc ió n
•,()l.1 1 como un sustituto ya dispon ib le, no sea que repitamos la equ!vocada. Nuestra ta rea más urgente es convencer al pú b li
1111•,11 1,1 pa labrería que con la energía nuclear, que recienternen- co de que el consumo de energía y materiales deb e redu c i rse
1, · 11, 1<i<'mostrado ser demasiado entusiasta . En ambos casos I tal drás.ticamente en los. países desa rro llados, a la vez q ue se
v,• 110 ~<'il la energía la restricción ~que c iertamente lo es- dedican mayores cantidades a_ sa lvar de l hambre y la m iseria a
•,I110 l.1 111,1tc'ria - que no pa rece responder a -los requisitos de las grandes masas de población de los países subdesarro l la-
1111,1 11•1 11ologít1 v iable-. dos11. Pensa'. que concentrarse en realizar varios ejerc ic ios co n
el ordenador es ~in sustituto de la acción correcta constituye e l
mayor de los m itos ~n la actual encrucijada por la que está
11 M II O 1)1; LA SALVACIÓN A TRAVÉS pasando nuestra especie32 • · ·
1~11 ¡111,·d11 lc'rm inar este artículo sin mencionar lo que consi-
il, 11, 1·1 111.1yor m ito de todos . Desde hace tiempo, la gente es
, 1111•.t 11•111<' ele ! hecho de que los recursos, empezando por el
'.tll' lr, y l1·11 11 inando por el subsuelo, son irrevocablemente
,1)'.1 ,1.tl ,!1", M,b de un estudioso, no sólo Malthus, ha argu-
1111 11t.1d<> q11c', como la Tierra es también finita, la humanidad
1!111•11t.11,1 en Cil tima· instancia con alguna crisis ambiental.
1'1 •1,, l lt·11111~ Mcadows y sus colaboradores hicieron un gran
, 1\ 11 t<> d<'111ostrando, en Los límites del crecimiento, y con la
1>11d.1 d(' lic>rramientas algo sofisticadas, que tal crisis no es un
•,1111¡ 111· f,rntasma . Una prueba de este tipo era absol utamente
1w1 c••,,11 it1 para discutir con los sutiles partidarios de la cornu-
' 11¡ >1,1. \>ero o tra serie de investigadores han comenzado a pro-
¡•,1.1 111.ir ordenadores para resolver cua lqu iera de sus preguntas
~I<•inpre que su pregunta aporte el elemento más importante
<1, , I.i pr·edi cc ió n-. Incluso otros, ·utilizando también un com-
¡>I1<...ido trabajo de ordenador, han intentado predecir la
t<cle manda» y «oferta» futuras. No hay razones para aceptar
t'Sils pred icc iones al pie de la letra, como tampoco existe nin - 31. Pa1 a tal programa mínimo, véase: Georgescu-Roegcn, Energy allll Economic MythL
32. Dur:111w la e laboración de e ste artículo, el aulor era miembro de la Fundación E:u hart.
guna para rechazarlas. Todavía estamos en la oscuridad: De lo
..-.-----...-1rm •••m•n=•
LOS MÉTODOS DE LA CIENCIA ECONÓMICA*
* «Me thods in Economic Sciencc», .Joumal of' Economic./,1'.rnes, vol. XIII, nº 2, j unio, 1979.
pp. 317-328. Este artículo se presentó en el Congreso Anual de la A.1'.rncia1io11 Jor
Evolwio11ary Ecn110111ics, Chicago, lllinois, 29-30 de agosto, 1n&. !Traducción de Óscar
Carpin1cro.J Trnducido del Journal of Economic ls.üce.1· con la autoriz¡ici61) del propie tario
del copyright, la Association íor Evolutionary Economics.
l. Véanse las citas en Nicholas Gcorgescu-Rocgen, 11ie Enlmpy /.,{Jw and the Eumomic
Proce.1·s, Cambridge, Mass .. Harvard Univesity l'ress, 197 1, p. 34-l.
130 N1CHOLAS GEORGESCU-ROEGEN Los MÉTODOS DE LA CIENCIA ECONÓMICA 13 1
t•x istieran muchos miembros de la profesión económica que de Oonald Brown y Abraham Robinson para publ icarse en su
('ran «primero matemáticos y luego economistas». Desde la revista oficial5. Los autores supusieron que existían más agentes
q>oca de Kinght, la situación ha empeorado mucho más. económicos incluso que los elementos del continuo matemát ico.
1x1stcn esfuerzos que ahora pasan por ser el tipo de contribu- Ahora bien, dado que los autores de ambos artículos y el propio
1 iones más deseadas, aunque son sencillamente · ejercicios Koopmans están muy versados en matemáticas, tienen_ que haber
111,ll<·ináticos, no sólo sin sustancia económica, sino también sin conocido el resultado demostrado hace mucho tiempo por
v. ilor matemático. Sus autores no son una cosa y después la Georg Cantor, a saber: hasta un espacio i_nfi_n i!o puede amol-
llt 1,1. 11i son matemáticos ni son economistas. Cuán peligrosa es darse como máximo a una innumerable infinidad de obj etos
l., 111f.1tuación con el puro simbolismo matemático lo demuestra de tres dimensiones (d imensiones que los agentes económ icos
1•I 111 •< ho de que voces procedentes del círculo de los científicos deben necesariamente tenerY,.
11,111 11,il<•s también lo han denunciado con frecuencia. Quizá el Pero existen otros ejemplos que no parecen constituir un
..¡,·111¡,lo 111i1s contundente sea el de lord Kelvin, que así lo hizo vuelo de la imaginación, aunque siguen siendo, como mucho,
1·11 ,,¡ ¡11,•í.1cio del Treatise on Natural Philosophy (escrito en ejercicios vacíos con símbolos. La ún ica dificultad para ver
, , ,l.d u 11.1< 1011 con P.G. Tait, en 1883)2. . que efectivamente son_ sólo es,o, _es que los ~ímbol~s toman
1< l<ooprnans, tal vez el mayor defensor del uso de la nombres del vocabu lario econom1co: ahorro, 1nvers1on, capa-
111 11.111111·111,1 matemática en economía, contrarrestó la crítica cidad productiva, etcétera . Tal es el caso del modelo din~mico
111111• l., <-x.1gcración de simbolismo matemático -afirmando en su forma más característica -e l modelo que ha barrido en
, ¡11, 111•, 111tirns no habían planteado una queja específica. La la profesión económ ica-, el modelo dinámico de Leontief.
,11 ,1•,1111 1 (11(• un simposio celebrado en 1954 en torno a una Ese modelo no es una representación ana lítica válida ni
¡111111",l.1 el<• l)avid Novick3 • Pero, por una ironía del destino, siquiera de un crecimiento con una senda ascendente, y
111111•, v<·I11t<' d1'ios tjespués, uno de los corpora delicti más sos- menos aLín de un desarrollo cualitativo7 •
1w• 1111•,m d<· matematización vacía se publicó precisamente Otro resu ltado de nuestra preocupación por el simbolismo
, 1111 l.1 ,1y11cl,1 d irecta de Koopmans. R.J. Aumann había ya en vez de por la adecuada representación de los hechos es la
¡,1dd11 ,11ln <'ll rconometrica un ar.tículo que tenía que ver con forma, completamente defectuosa, en que la economía con-
, l ¡,1,1l ,l1 •111.1 ele un mercad9 en el que existen tantos agentes vencional representa el proceso de producciónu. En primer
1 11111111111111<'ros rea les, esto es, tantos como todos los puntos de lugar, la función de producc ión convenciona l no disti~gue
1111,1 l11H'd contin ua4. En 1972, Koopmans presentó a la entre los agentes de producción -fuerza de trabajo, capital y
/\1 ,11'1·1111,1 Nacional de Ciencias de Estados Unidos un artículo tierra- y los elementos flujo q~~ constituyen el objeto de ,la
actividad de los agentes, espec1f1camente, la transformac,on
' J 11111 Kelvin y P. G. Tait, Trealise on Natural Philosophy, reimpreso como: PriHciple.,· nf
Atr1 /11111ic.1· ami Dynamic.,·, Nueva York: Do ver, 1962, Parte l. p. viii. Véase también la muy s. Donald J. Brown y Abraham Robinson, «A Lirnit Theorem on the Cores of Large Standard
1r l'1e111c advertencia de un gran erudito entre los ingenieros británicos: Reginald O. Kapp, Exchange Economies», Proceedings tif' 1he Na1ionol 1\rndemy oj Science, 69, mayo 1972,
111mlo en Nicholas Georgescu-Roegen, EnerJiy and Economic My1hs: ln.1·1i1U1ional ami pp. 1258-1260. .
A11aly1ical fa.l'll)'.I', Nueva York, Pergamos Prcss, 1976, p. 61. 6. De manera interesante, Aumann admite que «la idea de un continuo de agentes que operan
1 1'11ul /\, Samuelson et al., «Mathematics in Economics: Discussion on Mr. Novik's puede parecer exlrnvagante al lector», pern argumenta que no lo es m~s que «un ?onti,:uo
/\nicle», Review 1Jf Economic.,· ami Statistic.,·, 36, noviembre, 1954: pp. 359-386. Para la de partículas» en un fluido mecánico. De ahí que la mecánica parezca ser la JUSt.1ficac16n
1rase de Koopmans, véase p: 379. . de cualquier fantasía en economía.
,1, R.J. Aumann, «Markcts with a Continuum ofTradcrs», Econometrirn, 32, enero, 1964, 7. Georgescu-Roegen, Enerli.Y and Economic Myths, cap. 9.
pp. 39-50. ' 8. !hid., capítulos, 2, 4 y 5.
r 132 ·N1CHOLAS GEORGCSCU-ROEGEN Los MÉTODOS DE LA CIENCIA ECONÓMICA 133
de algunos flujos en otros diferentes. Como consecuencia de ejerc1c1os con lápiz y pape l como forma para recomendar
ello, los economistas matemáticos nos han salido recientemen- algunos remedi9s, que sin embargo son imperfectos. Todo ello
te con un truco fantástico. No debemos preocuparnos por el llevó a Paul Samuelson, sin duda la mente ana lítica más pene-
agotamiento de los recursos natural es pues, con la ayuda de la trante de todos los economistas matemáticos de esta mitad de
consabida función de producción Cobb-Douglas, se puede siglo, a admitir que «el malestar de aquellos economistas que
demostrar que esos recursos naturales pueden ser sustituidos, sin ahora están sufriendo no es algo imaginario .. . : el respeto
ninguna limitación, pór equipo capita l9 • La demostración no que los economistas inspiran en las esferas de negocios no es ya
presta atenc ión al hecho evidente de que, en efecto, ese aumen- el que solía ser» 11 • Cabe esperar que la mayoría de los errores
to del capital implica un incremento del uso de recursos natura- introducidos dentro de nuestro actual modo de 9perar como
les para producirlo y, por tanto, para mantenerlo también. economistas, debidos a la infatuación con el simbolismo roi
En segundo lugar, la misma funció n de prod ucc ión tradi- el simbolismo, sean eliminados pronto como resultado clt•
cional ignora la duración del proceso de producción, por estos desarrollos y autorizados reconocimientos. Pero tod,w1.1
ejemplo, el día de trabajo en una fábrica. En la forma tradi- sobreviven algunos malos hábitos de pensamiento. De lejos, (•I
cional de la función de producción no hay lugar. para la ver- más crucial de esos hábitos es la epistemología mecani ci~t.i .
.da d elemental de que, al doblar el tiempo de trabajo, se dupli- Como argumentaré a contin uac ión, la mayoría de los defecto•,
ca tambié n el producto. Esta om isión lleva frecuentemente a la y extravíos actuales tienen su origen en esa Weltbild (visión).
confusión entre el número de trabajadores empleados y el El marqués Pierre Simon de Laplace, el hombre que y.1
número e.Je horas trabajadas,• una confu sión particularmente había rea lizado contribucio nes analíticas perdurables ,1 l.1
clai'i ina en el análisis del desempleo 'º. ciencia de la mecánica y que tamb ién había escrito ej ía111osn
[ I formalismo matemático de la teoría convenc ional de la tratado sobre la Mécanique Céleste, proclamó en 181 '1 , < 011
producción ha reducido nuestro análisis de esta actividad a toda su autoridad, que absolutamente todo en el un iverso cst.i
una reiterada aplicación de los multiplicadores de Lagrange, y ba gobernado por las leyes de la mecán ica y sólo por ell,1s 11 •
poco más. El estudiante de licenciatura que en un examen se . Reconocía, sin embargo, que el sistema completo de ecuacI0
refirió a Lagrange como «ese gran.economista» fue una vícti- nes diferenciales que describía ese sistema . mecáni co era t;111
ma insignifi cante del modo en qu e teorizamos sobre del pro- enorme y los datos iniciales tan numerosos que únicamen te·
ceso de producción. un intelecto demiúrgico -a l que aho ra nos referimos como
Las recientes dificultades económicas en muchas áreas demon io laplaceano- podría posiblemente reunir todos los
-desempleo, inflación, estancamiento de los países subdesa- datos y hallar todas las soluciones. No es sino la imperfección
rrollados y la crisis energética- han revelado la impotencia de nuestras mentes la que nos impide el uso de las leyes de la
del conocimiento profesional que consiste principalmente en mecánica para el conocimiento compl~to del futuro (y tam-
bién de todo el pasado).
Treinta años después de que Laplace escribiera esta apoteo-
9. Véase, por cjcmp_lo, J. E. ,Stiglitz, «A Neoclassical Anlysis of the Economics ,Qf Naturnl
Resources», próximamente en: Scarc:ity a11d Gmwth Recon.l'idered, editado por V. Kerry sis de la mecánica, ocurrió algo que llevó a demostrar que la
Smith, Baltimore: Johns Hopkins Press, 1979.
10. Véase, por ejemplo, Edrnond Malinvaud, The Theory of Unemployment Rewnsidererd,
Oxford, Blackwell, 1977. También: Jcan-Paul Fitoussi y Nicholas Georgescu-Roegen. 11. Paul A. Samuelson, ,-:Les économistes ne sont plus ce quíls étaieol», Le Novel Ecrmomi.l'te,
«Structure nncl lnvoluntary Unemrloymenl>l, artículo presentado en el congreso de la
31, octubre. 1937. 1Traducción de Georgcscu-Roegen. 1 .
lntcrnatinal Association of Econornics, Obernai, Frnncia (Prr){'eedin¡¡s, e n prensa). 12. Pierre Simon de l..aplace. A Philo.wphical Es.w_y 011 Pmbabilir_,\ Nueva York, Willey, 1902.
LOS M~TOD0S D~ LAOENCtA ECONÓIYjlCA 135
IJ4 NtCH0LAS GE0RGESCU-R0EGEN
lJ Wilhem Wundt, Logik, 3' ed. Stuttgart, F. Enke 1906-1908 vol 2 p 274 ITrad ce·, d ¡ 15. W. Stanley Jevons, The Theory ,f Po/irical Ernnomy, 2' ed., Londres, Macmillan, 1879, p. 21.
autor. l ~ • • · , • . t u . 10n e
. 16. Vilfredo Pareto, Mar111ale di. economía política. Milán, Societá Editrice Librnria, 1906,
14. Paul Painlevé, _Les axiomes de la mécan'ique: Examen crÍticjue, París, Cauthier-Villars capítulos 3 y 4 (de los que ahora exist_e traducción inglesa).
1922. 1Trnducc,6n del autor.! ·'
13ó ' NICIIOLAS GEORCESCU-ROCCCN Los MÉTODOS l)E LA CIENCIA 1CONÓMICA 13 7
primero debemos tener-ese t ipo de ra zonamiento 17 • Es precisa- pasado de v1aJar en carruaje a hacerlo en tren, automóv il,
mente cuando ignoramos esa cond ición, y presentamos un - avión y cabe la pos ibilidad de que lo hagamos tamb ién en
modelo sin ninguna referencia al problema relevante, el cohete.
momento en que caemos en la ociosidad matemática, o «pla- EL aspecto más importante del proceso económico es pre
yotrics,,, el término usado por Ragnar Frisch (en su inédi ta lec- c_isamente la continua apari ción de la novedad . Ahora bien, l.i
ción inaugu ral del Primer Congreso M undial de la Sociedad novedad es impredecible, p ero en un sentido bastante diferc11
Econométrica) para estigmat izar la actual tendencia en econo- te de la forma en que es impredecible el resultado del la n1,1
metría [econometrics] 18 • miento de una moneda. En este último caso, podemos reali 1.i1
Pero el hecho de que la economía resp ire ahora mecan i- una predicción sobre la frecuencia de, por ejemplo, «cruces», .i
cismo por todos su poros es algo mucho más serio que la lo largo de una secuencia larga de lanzamientos repetidos. Sin
«pl ayotri cs» de Frisch. Casi todos lo manuales introductorios .embargo, cada noved?d es algo singular y único en el sentido
_:__inc luso los de aquel los autores más respetados- describen de que, desde el punto de vista del tiempo cro11ológico, sólo
· el p roceso económ ico por med io de un diagrama circular ocurre una vez.
entre la «producción» y el «consumo» . La explicac ión de este Además, la novedad siempre representa un cambio cuélli -
resultado en un mercado es idéntico que el principio de des- tativo. Se comprende entonces que ningún ·modelo ana lítico
plazamiento v irtual que se uti liza en mecá nica para determi- pueda enfren tarse a la aparición de la novedad, pu es todo lo
nar el equi librio estático. La d emandá y la oferta programadas que se puede obtener de tal modelo só lo puede rcíerirsc c1
pueden desplazarse hacia arriba o hacia abajo, pero el siste- va riaciones cuantitativas. Además, no se p uede obtener nad,,
. ma siempre retornará a cual q uier equilibrio anterior19 . Tod o es de un modelo ana lítico que no esté lógicamente contenido en
reversible, exactamente igual que en la mecánica, donde el su estructura axiomática. Tal y como ha sido argumentad o por
movimiento consiste ún icamente erí un cambio de lugar, no varios matemáticos famosos, cualquier campo de 'la matemá-
en un cambió cualitativo. tica puede ser vis to simplemente como una gran tautología
Sin embargo, la verdad evidente es que el sistema econó- lógica. Lo que es estrictamente novedad en el desarrollo de la
mico cambia continuamente de manera cualitativa. Por utili- matemática es el acto de descubrimiento de un <<nuevo» teo-
. zar una variante de una de las lecciones característi cas de rem_a, no del teorema en sí mismo. La novedad, por otra parte,
Joseph Schumpeter, no podemos mantenernos para siempre se caracteriza por el hecho de que, incluso después de habC'r
produciendo un vagón tras otro indefinidamente'. Hemos ocurrido, genera lmente es i_mposible de explicar a partir de l;1s
leyes de fenómenos ya conoc idos. A saber: existen innumcr.i
17. Nicholas Georgcscu-Roegyn, Anulytical Ecrmomics: /s.we.r ami Prohlems, C,u~bridge , · bles cualidades de componentes quím icos que no pueden s,,,
Mass., Harvard Universily Press, 1966, pp. 116-1 24, y The Entropy ww..., capitulo 11, deduc idas lógicamente a partir de las propiedades de sus el<'
sección 4.
18. Se refiere al juego ele palabras que Frisch realizó, utilizando el verbo to play, que significa mentas constitutivos. Incluso algunas propiedades cua litativas
«jugar», ¡n1rn poner de relieve cómo la pérdida de sustancia económica en la ulilizació1: de de una sustancia tan comú n como el agua no pueden ser lógi-
las matemáticas había· dado lugar¡¡ «juegos» formales, en vez de a una gem11na mvesllga-
ción económica. (N. del Ed.)
camente obtenidas de las propiedades elementales del oxíge-
19. Gcorgescu-Roegen, E11erfi)' allll Ecrmomic Myth.,·, pp. 3-4, 326. · no y el hidrógeno. Pero, por utilizar un ejemp lo incontesta b le,
20. Para resaltar la dimensión cua litativa de la evolución económica, Schumpeter opinaba que
no por nñndir sucesivos v.1gones íbamos finalmente a obtener un trc~1. Hi1Cía falta, obvia~
cons ideremos un ser vivo, por ejemplo un elefante. La forma
mente, inventar la locomotora (que era algo cualitativamuntc diferente a los vagone5) que en . que se comporta un elefante, el que sea un herbívoro,_el
lo pusiera en marcha. (N. del Ed.) · · que ten'ga una trompa, etc., no puede ser exp licada a partir de
-----·-----···•-··-· .. - - - - - ----------· -- ----.
íundamenfales son dialécticos: just1c1a 1 democracia; bondad, La razón fundamenta l de por qué no podemos hacer 11.1d,1
maldad, abstracción, competencia, empresario, agricultor, ocu- sin conceptos dia lécticos es que la real idad, al menos tal y
pación( creencia, etc. como es vista por la mente human a, cambia continuamente el('
Cualquier ejemplo de concepto ari tmomórfico será sufi- forma cualitativa. Recuérdese el primer ejemplo: la dernocrwc 1.1
ciente como ilustración. Por ejemplo, un cuadrado deja de ser es un concepto dialéctico porque esa condición es un fluin
un cuadrado con independencia de lo poco o· ·mucho que constante, ta l y como sabemos por la hi storia y también poi l.1 •,
podamos modificar uno de sus ángulos. Por el contrario, cua l- diferencias actuales entre un lugar y otro. La actual democr.H 1,1
quier ejemplo .de concepto dialéctico pu.ede ser modificado, a de los Estados Unidos no es idénti ca a la de la époc.i d1 •
veces de manera apreciable, sin que por ello el concepto sea Thomas Jefferson, ni tampoco es igual a la que se da ahorn, pur
invalidado. Pensémoslo por i.Jn momento: ¿no era Estados ejemplo, en Suiza. La espec ie bio lógica es un concepto dic1 l,•1
Unidos una democracia cuando la edad mínima para votar era tico precisamente porque es la verdadera sede de la evo lw 11111
de veintiún años? O ¿dejaría de ser Estados Unidos· una demo- biológica . Se han hecho intentos por definir el término «c",111 ·
cracia si la edad actua'I fuera reducida en ún día, un mes o un cie» de manera aritmomórfica, y la implicación inev 1t,1lilt• d,
aiio? Ciertamente no sería una democracia si el l.ín1ite de edad estas definiciones es que todas las especies se crearon dt• 1111,1
estuviera en setenta, o en un año. vez por todas, como algo tan inmutable, por ejemplo, corno 1111
Por eso, u·n concepto dialéctico, aunque no sea discretamen- protón. La necesidad humana también es un concepto di,Iit•c
'te distinto, :és sin embargo distinto. Y aunque el razonamiento tico porque varía de forma importante con el tiempo y t·l lug, 11
dialéctico no pueda ser tan preciso como un razonamiento arit- La espec ie humana no hubiera sido capaz de tener u11,1 <'XI1,
momórfico 'al estilo ingenieril, el razonamiento dialéctico puede tencia biológica duradera si sus necesidades hubieran sido 11g1
ser perfectamente correcto: Aquí, lo mismo que en el arte de la das, haciendo con ello imposible la adaptaci ón.
pintura, no debemos echar la culpa a los colores por el horrible Lo más que podemos esperar de un modelo aritmomó tfic o, .. ,
trabajo que algunos «piritóres » pueden producir con el los . que represente el crecimiento en sentido puro o, mejo r cl11I111,
Ábrase un buen libro de positivismo filosófico y léase casi variaciones cuantitativas estrictas de elementos cual itativ.inH •1111
· cualquier párrafo para ver cuán espléndido puede ser el razo- diferentes aunque idénticos en sí mismos. Un caso para ilust1.11
namiento dialéctico. Todos nuestros libros tendrían que ser lo es el ofrecido por los desarrollos recientes en biología mol<·
arrojados po¡-' la borda si insistimos en que el «sin sentido» dia- cular. Antes del descubrimiento de la doble hélice, el pri 11cqi, d
léctico ~tal y como se menosprecia a la dia léctica con fre- problema en biología era explicar el crecimiento en sc•11t1< lo
cuencia- no debe nunca utilizarse. «No sólo somos capaces puro, esto es, cómo las célul as se multiplicaban por divi~1rn 1 t.il
de.reconocer un amarillo en particular, ya que s·i hemos visto que el número de células idénticas podía crecer, en princip io, ~111
un número suficiente de amarillos y tenemos suficiente inteli- ningún límite. La dificultad era que para la duplicació 11 uIH1
gencia, somos capaces de reconocer el amarillo universal. Este necesita una plantilla, un negativo, como así era. Los rec icntv~
amarillo universal es el objeto de juicios tales como 'el amari- hallazgos expl ican que la plantilla está dentro del núcleo misnio:
llo es diferente.del azul', o 'el amarillo se parece men'Os al azul la estructura cromosómica consiste en dos patrones simétricos,
que el verde'» 24. cada uno capaz por sí mismo de producir su imagen simétl'ica y,
por el lo, de «recrear» el núcleo idénticamente.
Sin embargo, esta teoría, aritmomórfica no puede expli car en
24; Bertrand Ru~sell, Mysricism and Logic, Londres, Allen ánd Unwin,' 1932, p. 212, absoluto el proceso posterior de desarrollo de un organismo
142 N!C\-IOLAS GEORGESCU- ROEGEN Los M~ODOS DE LA CIENCIA ECONÓMICA 14}
estru cturado, pues sólo deja constancia de la relació n entre la · El resultado final es que pos iblemente tampoco podemos
estructura aritmomórfica de un gen y su man ifestación a través tener una perspectiva ni siqu iera a vista de pájaro sobre la evo-
de su conducta25 . En efecto, si la estructura cromosómica es idén- luc ión futura de la human idad. Todo a lo que podemos aspirar es
ti ca en todas las célu las de un o rganismo debido a su reproduc- a la perspectiva de una lombriz, esto es,. en el mejor de los casos,
e ión a través de la división de la doble hélice, y si la estructu ra podemos tener alguna idea sobre lo que probablemente ocurra
cromosómica es el ún ico código por el cual una célula func io- en el. futuro más inmediato. Ciertamente, esta idea se basa en el
I1.11 entonces un huevo ferti lizado después de su primera división conocimiento que hemos obten ido de la historia y del estudio
e c•lular puede producir só lo dos huevos fertil izados idénticos a sí analítico-fis iológico de las tendencias actuales. Este método es· el
I11Isrno. Y lo mismo vale para la siguiente división, para la· descrito por Kar l. Marx y Friedrich Engels en su principio dialéc-
•,iguicnte, y así indefinidamente. ¿Cómo es posible entonces tico, según el cual, debido a lél opos ición e.ntre la tesis y la antí-
I1·IH·r un desarrollo, esto es, la diferenciación de células de . tesis, surge una nueva situación, la síntesis. Pero este principio no
,1< t1Ndo con sus diversas funciones cualitativas - el ojo, el estó- debe ser entend ido como un algoritmo sin fin de la misma c lase
lll,Igo, el cerebro, la piel, etc.-?26 Parece d ifícil encontrar un de los que encontramos en los sími les analíticos. Un verdadero
1•¡1·1nplo rnás sorprendente de la famosa máxima c;Je Hegel: «La algoritmo puede ser utilizado para tantos pasos como deseemos;
,111ln idc·11lidad abstracta no tiene vidal> 27 • ésta es la razón de que podamos calcular tantos decima.les como
< 0 1110 los fenómenos evolutivos no pueden ser representa- queramos en la expres ió n ff. Pero m ientras gue en cualquier
( 11,,, ¡ior modelos analíticos, todo el campo de lo evol utivo coyu ntura evo lutiva podemos determ inar la síntes is inmed iata,
1•1il11•11t.i ,il estud ioso con una dificu ltad de la que no parece no podemos predecir al mismo tiempo la tesis y la antítesis que
11.11 1 ,t ' e ucnta. Reiterémoslo: si ahora sabemos cómo vive un ele- emergerá dé la nueva situaci6 n. Surgirán con el tiempo en forma
l,111I1• t•~, porque, y sólo porque, hemos sido testigos de innum e- · de novedades, no como pred icciones de nuestro sistema de
1,il ilr•~ vidas de elefantes anteriormente. Si tuviéramos que razonam iento, ya sea éste dialéctico ci aritmomórfico.
1•1!111•11I,irr,os de repente con una estructura viva de otro mundo La uti l idad de los modelos anal íticos que representan sím i-
ili11 •1 1·111c• ,11nuestro, posiblemente no podríamos decir de qué se les de procesos reales (despojados, sin embargo, de todo cam-
,d111w11 1,1, e uánto puede vivir todavía en promedio o si es joven bio cual itativo) no puede negarse. Pero lo que importa en la
11 11•¡.1 l'.ira saber cuánto tiempo puede aún vivir o si sangra o mayoría de los casos de estructuras evo lutivas es la emergen-
1111 •,1, p1c•I u otros órganos tendríamos que observarla hasta que cia de novedades, de camb ios cualitativos, Para esos aspectos
w 111111ic•ra. Ésta es la terrible dificu ltad de todo estudioso de los no tenemos otra solución que una aproximación dialéct ica,
l1·11<HllL1 110s evolutivos, ya sea en biología, sociología, política, que incorpore los camb ios estructura les particulares. Esto sig-
,1111• o, seguramente, en economía. No hemos sido todavía capa- nifica utilizar palabras, en. vez de números, para aquellos cam-
I 1",, y no lo seremos tampoco, de presenciar otra humani dad bios verdaderamente cualitativos que no pueden ser represen-
ljllC' surj a, se desarrolle y, f inalmente, desaparezca. tados por modelos aritmomórficos. Por su propja· naturaleza,
las cualidades no pueden ser previ;i.mente ordenadas, como lo
!~. Aquí me estoy refiriendo a una ley determinada que nos permite predecir el comporta-
son los números. La pa.rte más relevante de la Historia es aque-
11,i~nlo de una manera general. Soy consciente de que algunas asociaciones particulares l la contada con palabras, inc luso cuando se la acompaña con
cnLrc un gen y alg(m co1J1portamientó específico han s ido establecidas como resultado de
rnvestigaciones empíricas direcrns. ··
algunas series temporales que ma rc an el paso del t iempo .
Z<,. Georgescu-Roegen, Entropy úiw, pp. 434-437. Desafortunadamente, ahora la profesión económica
27. G.W.F. Hegel, Hege/'Science of Logic, Londres, Allen and Unwin, l95l, vol. 2, p. 68. comulga con el veredicto de W.J . Baumol de que los trabajos
1-
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PostscripLum
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Georgescu-Roegen es la de Ca rpintero (2006).
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