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Palabras clave: Argentina – Sector externo – ciclos Key-words: Argentina – Balance of Payments –
económicos – industrialización por sustitución de economic cycles – import substitution industrialization –
importaciones – posconvertibilidad posconvertibility
Introducción
L a economía argentina exhibió altas tasas de crecimiento entre 2003 y 2008. Sin embargo, dicho
ciclo se vio interrumpido por crecientes dificultades en el sector externo, truncándose una vez más la
posibilidad de consolidar un sendero de desarrollo económico estable. En este sentido, hay muchos
elementos que permiten establecer ciertos paralelismos con la situación que atravesó la economía
argentina durante la segunda fase de la industrialización por sustitución de importaciones (ISI)
entre fines de las décadas de 1950 y mediados de 1970, cuando la misma exhibió una dinámica
*El presente artículo se enmarca dentro del Proyecto PICT 2013-1775 “Las características actuales de la restricción externa en la
economía argentina. Viejos problemas, nuevos dilemas”, que cuenta con el patrocinio de la Agencia Nacional de Promoción Científica
y Tecnológica.
a
Andrés Wainer. Investigador del Área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y del Concejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas; Argentina. E-mail: [email protected]
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conocida como de stop and go (pare y siga). Esta modalidad de funcionamiento cíclica generada
por la “restricción externa” fue tempranamente analizada y caracterizada por autores pertenecientes
a tradiciones de pensamiento económico originales del subcontinente latinoamericano, como el
estructuralismo y el dependentismo1.
Frente a la reaparición de dificultades en el balance de pagos, en los últimos años han surgido nuevos
trabajos que abordaron la problemática de la limitación externa desde distintas perspectivas. Entre los
autores que abordaron esta cuestión desde enfoques heterodoxos se destacan los trabajos de Abeles,
Lavarello & Montagu (2013); Amico, Fiorito & Zelada (2012); Bernat (2011); CENDA (2010); Féliz
& López (2010); Fernández (2012); Katz & Bernat (2013); López & Sevilla (2010); Santarcángelo
(2013), Schorr & Wainer (2013) y Schteingart (2016).
Sin embargo, con la salvedad del trabajo de Schteingart, el resto de los autores no se ha enfocado
en un análisis de largo plazo que permita establecer similitudes y diferencias entre la dinámica que
exhibió la economía argentina en relación a su sector externo durante períodos históricos tan diversos
como la posconvertibilidad (2002-2015) y la etapa sustitutiva (1955-1975).
La trayectoria que describió la economía argentina en la etapa reciente presenta una oportunidad
para analizar la cuestión de la restricción externa en un nuevo contexto mundial, regional y nacional.
En este sentido, el trabajo se propone analizar las diferencias y similitudes entre las típicas crisis en
el balance de pagos que se producían durante la segunda fase de la industrialización por sustitución
de importaciones -y que derivaban en un comportamiento económico de tipo stop and go- y los
problemas que emergieron en el sector externo durante la posconvertibilidad. Para ello se consideran
las variables más relevantes registradas en el balance de pagos en ambas etapas.
El artículo comienza con un primer apartado donde se realiza una breve descripción del funcionamiento
cíclico de la economía argentina entre 1955 y 1975. En el segundo apartado se mencionan los cambios
más significativos acontecidos en el modo de acumulación a nivel mundial desde mediados de la
década de 1970 y su impacto en la Argentina. A continuación se analiza la evolución del intercambio
comercial, focalizando en las similitudes y diferencias que presentan ambos períodos. El cuarto
apartado se centra en los desequilibrios en cuenta corriente y cómo estos fueron resueltos en los
dos períodos considerados, mientras que los distintos movimientos en la cuenta capital y financiera
son analizados en el quinto apartado. Finalmente, el trabajo cierra con unas breves consideraciones
finales.
1
Entre los primeros estudios que relacionaron la problemática del sector externo con el comportamiento errático de la economía
argentina se encuentran los trabajos fundacionales de Braun y Joy (1968) y Diamand (1973). Desde la década de 1980 esta problemática
recibió un nuevo foco de atención a nivel mundial y regional a partir de los desarrollos realizados por Krugman (1979) y, en especial,
por Thirlwall (1979). Uno de los países donde pasó a estudiarse más detenidamente esta cuestión fue en el Brasil. Si bien Edmar Bacha
(1984) ya había realizado algunas contribuciones originales al problema distinguiendo entre la brecha interna y la externa, buena parte
de los trabajos realizados en dicho país durante las décadas de 1990 y el 2000 se dieron a partir del impulso que dio el modelo de
Thirwall (Canuto, 1998; De Aquino Fonseca Neto y Teixeira, 2004; Gonzaga Jayme Jr, 2003: Nascimento y Nascimento, 2012; Souza
y Parreiras, 2006; Carvalho y Tadeu Lima, 2005).
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productividad relativa, deficitario en su comercio exterior y, por ende, consumidor neto de divisas
(Diamand, 1973). Como la producción agraria mantenía un volumen de producción relativamente
estable, en períodos de crecimiento el proceso conducía a un cuello de botella en el sector externo que
derivaba en la imposibilidad de sostener la paridad cambiaria.
La dinámica que tomaba el ciclo puede sintetizarse de la siguiente manera: la elevación del empleo y
de los salarios reales durante la fase expansiva del ciclo económico conducía a una creciente demanda
tanto de bienes industriales (que eran fuertemente dependientes de maquinaria e insumos importados)
como de “bienes salario” derivados del sector agropecuario (que eran la base de las exportaciones).
Dicho incremento del consumo doméstico, junto a la expansión industrial y el consecuente aumento
en la demanda de bienes importados (fundamentalmente bienes intermedios y de capital), producían
una contracción del saldo comercial hasta alcanzar un déficit (Braun & Joy, 1968; Diamand, 1973;
Canitrot 1975 & 1983).
Como sostiene Basualdo (2006), si bien la dinámica cíclica de corto plazo se mantuvo a lo largo
de todo el período de la segunda sustitución de importaciones, en los últimos años (1964-1974) la
maduración de las inversiones hechas en la etapa desarrollista permitieron morigerar parcialmente
la misma de forma tal que las declinaciones en la balanza comercial fueron menores y en lugar de
inducir una contracción absoluta del producto derivaron en un menor ritmo de crecimiento (Gráfico
Nº 1). Las transformaciones en el modo de acumulación a nivel mundial y el drástico cambio de
política económica operado en el país a partir de la irrupción de la última dictadura militar en 1976 no
permiten evaluar con precisión en qué medida la lógica cíclica estaba siendo superada o simplemente
postergada transitoriamente.
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En dicho marco, la dinámica de stop and go que registraba la economía argentina sufrió alteraciones
significativas a partir del golpe cívico-militar de 1976. La política económica impulsada por
la dictadura no se restringió a un simple plan de estabilización más sino que buscó modificar las
bases estructurales que generaban la dinámica cíclica con su consecuente conflictividad social. El
objetivo del gobierno militar encabezado por el General Videla, tanto por la vía represiva –a partir del
terrorismo de Estado– como a través de la reestructuración económica –con la imposición de un plan
económico neoliberal basado en la apertura de la economía y la desregulación de los mercados–, fue
sentar nuevas bases de funcionamiento económico que permitiese dejar atrás la dinámica sustitutiva
con su consecuente inestabilidad social y política (Canitrot, 1980; Schvarzer, 1983; Villarreal, 1985).
Además de iniciar una fuerte apertura comercial, la dictadura militar impuso una liberalización
financiera que facilitó un proceso de masivo endeudamiento externo (público y privado) y la fuga
de capitales al exterior. De esta manera se modificó la dinámica del sector externo, permitiendo una
disociación parcial entre la capacidad de la economía argentina para generar divisas “genuinas” y la
evolución del ciclo económico (Basualdo, 2006). Sin embargo, lejos de resolverse, los problemas en
el frente externo se incrementaron. Si bien en el corto plazo el nivel de actividad pudo “desacoplarse”
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del resultado comercial, las modificaciones introducidas terminaron profundizando los problemas de
sustentabilidad de la balanza de pagos a través de la sistemática salida neta de capital local al exterior.
Con sus variantes y no exentos de contradicciones, algunos de los principales elementos instalados
a partir de la última dictadura militar se afianzarían en el transcurso del primer gobierno de la
recuperación democrática (1983-1989) y, sobre todo, bajo la etapa de la política de la Convertibilidad
(1991-2001). La apertura y la desregulación general de la economía fueron profundizadas durante
los gobiernos democráticos de Carlos Menem (1989-1999), dando lugar a la consolidación de la
“valorización financiera”, proceso favorecido por la adopción en 1991 de un régimen de conversión
de caja fija que anulaba la política cambiaria y monetaria, como así también restringía notablemente
los márgenes de acción fiscal.
Ante el rápido agotamiento de las privatizaciones de las empresas públicas –que habían permitido
un considerable ingreso de capitales bajo la modalidad de IED–, la economía argentina profundizó
en extremo su dependencia del endeudamiento externo, lo que llevó a un dinámica insustentable de
tipo Ponzi2. La extrema fragilidad de este régimen se hizo evidente a partir de una sucesión de crisis
externas que impactaron en el país tanto por la vía financiera –crisis del Tequila (1995) y asiática
(1997/98)– como comercial –crisis brasileña (1999). A ello se le sumó la caída de los precios de
los principales productos de exportación en los últimos años de la década3. La conjunción de estos
procesos fueron disparadores de una profunda crisis económica que terminó con la cesación de pagos
de la mayor parte de la deuda pública y el colapso del régimen de Convertibilidad (Cantamutto y
Wainer, 2013; Kan, 2009).
El importante saldo comercial positivo obtenido durante los primeros años de posconvertibilidad
2
La dinámica Ponzi refiere al mecanismo por el cual se toman nuevas deudas para pagar los créditos contraídos anteriormente. En la
medida en que no se logran mejorar las condiciones de financiamiento (tasa de interés y plazos), dicho esquema se torna insustentable
y por lo general “estalla” cuando los acreedores deciden dejar de otorgar financiamiento al percibir que el nivel de endeudamiento del
deudor alcanzó un nivel que pone en riesgo su capacidad de repago.
3
A partir de 1998 los precios del trigo, el maíz y la soja allí registraron una fuerte contracción, siendo que en 2001 los mismos eran entre
un 45% y un 49% inferiores a los vigentes en los años 1996 y 1997 respectivamente (CIFRA, 2009).
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Esta centralidad que adquirió el resultado comercial en la provisión de divisas fue una característica
en común que compartieron la segunda fase de industrialización sustitutiva (1955-1975) y el período
de posconvertibilidad (2002-2015), aunque ello se dio por motivos distintos. Mientras que en el caso
de la etapa sustitutiva esto se debía al menor peso a nivel mundial que tenían los flujos de capitales
en el período, en la etapa reciente ello se debió a la virtual auto-exclusión de la Argentina de los
mercados financieros internacionales a raíz de la declaración del default a fines de 2001 (Damill,
Frenkel & Rapetti, 2005; Kulfas & Schorr, 2003). En este sentido, a pesar de tratarse de etapas muy
distintas del capitalismo a nivel mundial, se generaron restricciones que tendieron a operar en un
sentido similar.
Tal como sucedió con el modelo de stop and go, en la posconvertibilidad se observó una relación
inversa entre la variación del producto interno bruto (PIB) y el saldo de la balanza comercial (Gráficos
Nº 1 y Nº 2). Sin embargo, durante la primera fase de alto crecimiento de la posconvertibilidad (2003-
2008) existió una diferencia en el comportamiento de ambas variables respecto al período sustitutivo
ya que, tras una pequeña reducción respecto al máximo alcanzado en 2002, el saldo comercial se
mantuvo en niveles elevados “a pesar” de las altas tasas de crecimiento registradas en dicho período.
Ello se debió tanto al comportamiento de las importaciones como de las exportaciones. En relación al
primer factor, debe señalarse que la recesión económica que culminó con la crisis final de régimen de
Convertibilidad en 2001 en realidad se inició a finales de 1998, produciéndose un continuo descenso
de las importaciones desde ese entonces hasta alcanzar su mínimo valor tras el abandono de la
convertibilidad en 20024. En este sentido, el ajuste no se inició con la devaluación de la moneda tal
como ocurría durante la etapa sustitutiva sino que la precedió, siendo la brusca modificación de la
pauta cambiaria la manifestación más álgida de una crisis que ya se encontraba en pleno desarrollo. Si
bien a partir de 2003 las compras al exterior volvieron a aumentar debido al crecimiento económico,
4
Mientras que en 1998 el valor de las importaciones había alcanzado los 31.377 millones de dólares, en 2002 el mismo fue de 8.990
millones (INDEC).
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Por su parte, las exportaciones también registraron un comportamiento disímil entre la primera etapa
de la posconvertibilidad y el período de industrialización sustitutiva: a diferencia de lo ocurrido
durante las décadas de 1950 y 1960, cuando las ventas al exterior se incrementaban muy lentamente
(entre 1950 y 1970 las mismas se expandieron a una tasa anual acumulativa de 1,7%), entre 2002 y
2008 las mismas avanzaron a un ritmo vertiginoso (18,2% anual).
La simultaneidad del aumento de las ventas al exterior y del ingreso en este período tiene que ver
con varios factores que no estaban presentes o que tenían una incidencia muy menor durante el
período sustitutivo. En primer lugar, la importancia de las exportaciones sobre el producto interno
bruto fue mucho mayor en la etapa reciente, siendo que entre 2003 y 2015 las mismas representaron
en promedio el 14,9% del mismo frente al 1,2% del período 1955-1975 (PIB a precios de 1993).
Ello determinó que las ventas al exterior pasaran a tener una incidencia estadística mucho mayor en
la variación del producto. Más allá de este factor se destacan otros procesos, algunos de los cuales
refieren a cambios estructurales y otros a cuestiones coyunturales. Entre estas últimos se destaca la
favorable evolución que registraron los precios internacionales de los commodities a partir de 2002,
entre los cuales se encontraban los principales productos de exportación del país5.
Entre los factores estructurales resaltan dos procesos que afectaron tanto el volumen exportado
como su composición. En primer lugar, durante los años noventa se incrementaron notablemente
las exportaciones de combustibles y energía y, hacia finales de dicha década, de productos derivados
de las actividades mineras, procesos que se mantuvieron en alza durante los primeros años de la
posconvertibilidad (Barrera, 2013 y Basualdo, 2013). Pero más importante aún, en segundo lugar
se destaca la fuerte expansión que registró la producción agrícola a partir de los cambios tecno-
productivos que tuvieron lugar a lo largo de la década de 19906. Ello permitió no sólo un considerable
incremento de la producción y de las exportaciones agropecuarias sino que también modificó su
composición, siendo que la soja y sus derivados se convirtieron en los principales productos.
En tercer lugar debe señalarse la expansión de las exportaciones no tradicionales, proceso que
comenzó a darse hacia fines de la década de 19607. Tras un período de retracción debido a la política
desindustrializadora de la última dictadura cívico-militar (1976-1983), dicho proceso recibió un fuerte
impulso durante la segunda mitad de la década de 1980 a partir de la conjunción de diversas medidas
de promoción a las exportaciones no tradicionales con una fuerte contracción del mercado interno8.
De esta manera, mientras que hasta 1968 las exportaciones de manufacturas de origen industrial
nunca habían superado el 10% del total, en 1975 llegaron a representar el 21%, en tanto a fines de los
5
Entre 2002 y 2008 los precios en dólares de los productos exportados por la Argentina se incrementaron un 11% anual mientras que las
cantidades lo hicieron a un ritmo de 7%. Si bien en 2008 los precios tuvieron un descenso como resultado de la emergencia de la crisis
internacional, a mediados de 2010 los mismos iniciaron una recuperación que se extendió hasta finales del año 2012 (INDEC y BCRA).
6
A partir de mediados de la década de 1990 comienza una inédita expansión de la producción agrícola sustentada tanto en un incremento
de la productividad como en un crecimiento de la superficie sembrada y en una alteración en la composición de la producción. Uno de
los factores más relevantes que explican el incremento de la producción y la productividad es la introducción de la soja transgénica,
dado que la misma podía ser cultivada en zonas que hasta ese momento no eran aptas para producir granos. Por otra parte, al mismo
tiempo se consolida el “contratismo”, se desarrolla la maquinaria y se difunde rápidamente la siembra directa que, al no exigir la
roturación de la tierra, disminuye el costo de producción y la erosión del terreno. Al respecto consultar Basualdo (2008) y Bisang
(2007).
7
Uno de los principales objetivos del plan económico elaborado por Krieger Vasena como ministro de Economía del gobierno del
General Onganía (1966-1969) fue el incremento de las exportaciones no tradicionales. Para ello se dispuso, entre otras medidas,
el congelamiento de salarios, una fuerte devaluación de la moneda, la aplicación de retenciones a las exportaciones de productos
agropecuarios y la reducción de aranceles a la importación de insumos y maquinaria. Al respecto consultar Braun (1975).
8
La expansión de las exportaciones de manufacturas durante la segunda mitad de la década de 1980 se debió a una conjunción de
factores entre los que se destacan una legislación promocional tendiente a impulsar las ventas externas, la existencia de escenarios
internacionales favorables en términos de demanda, nuevas prácticas empresarias tendientes al aprovechamiento de las ventajas
comparativas a escala mundial, un elevado tipo de cambio real y, especialmente, la existencia de crecientes saldos exportables debido
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a que la maduración de las inversiones realizadas durante la etapa sustitutiva se terminó dando en un contexto económico recesivo. De
esta manera la competitividad de buena parte de las manufacturas exportadas que no se basaban en ventajas comparativas naturales
derivó en la existencia de subsidios implícitos, los cuales estaban dados por su venta al mercado interno a un precio superior al de
exportación, hecho posibilitado por el carácter oligopólico de dichas producciones. Al respecto consultar, entre otros, Azpiazu & Schorr
(2010) y Bisang (1990).
9
El resto de las exportaciones realizadas entre 2002 y 2015 se repartieron de la siguiente manera: el 21,4% de las ventas al exterior
correspondió a productos primarios, en tanto el 12,0% a combustibles y energía (INDEC).
10
De todos modos, cabe tener en cuenta dos elementos al momento de evaluar la evolución de las exportaciones de manufacturas
industriales durante la posconvertibilidad. En primer lugar, debe señalarse que una parte importante del buen desempeño de las mismas
se debió a la puesta en marcha y la consolidación de varios proyectos mineros con fuerte subvención estatal (Basualdo, 2013) que
permitieron un significativo incremento de las exportaciones de oro (no monetario), las cuales son consideradas como manufacturas
de origen industrial a pesar de su grado de industrialización es bajísimo. En segundo lugar, gracias a la existencia de un régimen de
promoción especial y en el marco del MERCORSUR, las exportaciones de automotores se incrementaron sustancialmente a lo largo
de las décadas de 1990 y 2000. Sin embargo, debe señalarse que se trata de una industria que presenta el carácter de “armaduría”, ya
que la mayor parte de los componentes que utiliza son importados. Al respecto, un buen indicador del bajo nivel de integración de la
producción automotriz lo constituye la proporción de importaciones respecto al consumo aparente (producción más importaciones), la
cual pasó del 21,6% en 1993 al 54,6% en 2011 (CEP).
11
En efecto, el principal producto de exportación del país, la soja y sus derivados, no constituye un bien relevante en la canasta de
consumo local. No obstante, tiene un efecto indirecto sobre algunos precios clave de la misma al ser un cultivo competitivo (en
términos de superficie agrícola) con otros productos que sí integran la canasta de consumo de los asalariados, como el trigo y la carne.
12
Dicha elasticidad fue incluso algo superior a la registrada durante la vigencia de la convertibilidad, la cual fue de 4,2 promedio
entre 1991 y el año 2000. Debe aclararse que en todos los casos la elasticidad ingreso de las importaciones fue calculara a partir de la
variación en las importaciones en dólares corrientes y la variación del PIB en pesos constantes.
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Ello se debe a que se trata de una economía mucho más abierta13 y con una estructura industrial más
desintegrada a nivel nacional, producto en buena medida del proceso de desindustrialización vivido
entre 1976 y 2001 (Azpiazu & Schorr, 2010; Schorr, 2004). En efecto, al desagregar las importaciones
por uso económico se observa que el incremento de las elasticidades se da exclusivamente en bienes
de capital y bienes intermedios (que incluye piezas y accesorios para bienes de capital y vehículos
automotores). A partir de información provista por Ferreres (2010) e INDEC se concluye que
mientras que en el primero de los casos (bienes de capital) más que se duplicó la elasticidad ingreso
de las importaciones, pasando de 2,2 para el período 1955-1975 a 4,9 en 2002-2015, para los bienes
intermedios y automotores pasó de 1,27 a 4,30, es decir, fue más de tres veces mayor. Por el contrario,
las elasticidades respectivas de combustibles y de bienes de consumo se mantuvieron prácticamente
inalteradas14.
Cuadro Nº 1. Argentina. Importaciones por uso económico, promedios entre 1955 y 2015
(en porcentajes)
Por otra parte, la reducción parcial de la participación de bienes intermedios y, en menor medida,
de bienes de capital en los últimos años (2009-2015) tanto respecto al período 1966-1975 como al
lustro 2003-2008 se debió al fuerte incremento de las importaciones de combustibles –a raíz de las
crecientes restricciones en materia energética- y no a un descenso de los primeros15. De no haberse
incrementado en tal magnitud las importaciones de combustibles y energía no sólo sería mayor la
participación de los medios de producción en las importaciones, sino también la de los bienes de
consumo (aún a pesar de diversas restricciones a las importaciones impuestas a partir de 201116).
13
Mientras que entre 1955 y 1975 la suma de las exportaciones e importaciones representó, en promedio, el 2,3% del producto, en el
período 2002-2015 dicho promedio fue del 26,1%.
14
Mientras que la elasticidad ingreso de las importaciones de combustibles pasó de 5,11 en el período 1955-1975 a 5,87 en 2002-2015, la
de bienes de consumo fue de 4,52 y 4,42 respectivamente. Cabe señalar que en el primer caso la elasticidad había descendido a lo largo
de la década de 1990 y el primer lustro de los 2000, pero la emergencia de la crisis energética llevó a incrementar significativamente
las importaciones de combustibles a partir de 2007.
15
Las restricciones en materia energética fueron consecuencia directa de la estrategia de subexploración y sobreexplotación que
desplegaron las firmas petroleras, destacándose en ello el papel de YPF tras su privatización (Barrera, 2013). En ese marco, la
importación de combustibles se multiplicó más de cuatro veces entre 2003-2008 y 2009-2015 (pasó de un promedio de 2.000 millones
de dólares anuales a 8.150 millones), en tanto en la comparación de los mismos períodos las importaciones de bienes de capital se
incrementaron un promedio de 50% y las de bienes intermedios un 79%.
16
En el marco de la reaparición de dificultades en el sector externo de la economía desde la Secretaría de Comercio Interior se dispusieron
diversos mecanismos como la ampliación de la cantidad de partidas incluidas en las Licencias No Automáticas de importación (LNA)
así como necesidad de presentar Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI), cuyo objetivo fue el de disminuir o bien
postergar el ingreso de bienes importados.
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De esta manera, a pesar del significativo incremento en las exportaciones, el impacto del aumento del
ingreso sobre las importaciones se tornó mucho mayor e inmediato que durante la etapa sustitutiva.
Por un lado, por la mayor gravitación de los bienes de consumo, pero sobre todo por el menor nivel
de integración local de la producción y las mayores dificultades para sustituir bienes intermedios en
un contexto de economías abiertas e integradas no sólo comercial sino también productivamente. En
este sentido, mientras que la dinámica cíclica durante la etapa sustitutiva se dio en un contexto en
el cual se desarrollaban nuevos sectores y la producción local avanzaba en la sustitución de bienes
de consumo con creciente valor agregado (automóviles, electrodomésticos) y de bienes intermedios
(siderurgia, química y petroquímica), el proceso de crecimiento económico iniciado en 2003 se dio,
en lo fundamental, sin un cambio estructural en la economía respecto a la etapa neoliberal (CEPAL,
2012; Katz & Bernat, 2013; Fernández Bugna & Porta, 2007; Schorr, 2013).
En esta segunda fase de la posconvertibilidad (2008-2015), el PBI creció a un promedio significativamente inferior al período anterior
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Gráfico Nº 3. Argentina. Evolución de los principales componentes del balance de pagos, 2002-
2015 (en millones de dólares corrientes)
Gráfico Nº 4. Argentina. Saldos promedio de cuenta corriente y cuenta capital y financiera sobre el
PIB, 1955-1975 y 2003-2015 (en porcentajes)
Si bien hasta aquí hemos revelado similitudes y diferencias entre la dinámica de stop and go durante la
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Gráfico Nº 5. Argentina. Saldos de los distintos componentes de la Cuenta Corriente, 1955-1975 (en
millones de dólares corrientes)
En efecto, mientras que entre 1959 y 1965 hubo relativamente poca remisión de utilidades dado
que se trató de una etapa de fuertes inversiones iniciales –en especial aquellas de tipo greenfield–,
a partir de 1966, con la maduración de dichas inversiones y el predominio del “cambio de manos”
entre las nuevas, se observa un salto en este tipo de transferencias. Luego, con la imposición de las
18
Los pagos por servicios financieros y tecnológicos fueron muy reducidos antes de 1959 ya que prácticamente no había contratos de
tecnología, las utilidades remitidas no eran significativas y la deuda externa (cuya repatriación culminó en 1947) era muy baja (Cimillo
et. al., 1973).
19
La Ley 14.780 sancionada en 1958 establecía una serie de beneficios para la radicación de inversiones extranjeras que incluían, entre
otros, que las mismas podían realizarse, además de en divisas, en maquinaria y equipos (en buena medida ya amortizados en sus países
de origen), la libre remisión de utilidades y la repatriación de capitales, la liberación de derechos arancelarios para la importación de
bienes de capital, un tratamiento arancelario y cambiario ad hoc, el otorgamiento preferencial de créditos, un trato privilegiado en las
compras de organismos del Estado, determinadas exenciones o desgravaciones impositivas, etc. Al respecto consultar, entre otros,
Azpiazu (1986), Cimillo et. al. (1973) y Peralta Ramos (2007).
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Si bien el resultado en cuenta corriente durante la etapa sustitutiva fue mayormente negativo, dicho
déficit presentaba un límite relativamente estrecho dadas las acotadas posibilidades de financiarlo.
Las mismas prácticamente se reducían a algún préstamo de organismos multilaterales y al ingreso de
mayores inversiones extranjeras.
De este modo, el fuerte incremento del stock de IED durante la década de 1990 (Azpiazu, Manzanelli
y Schorr, 2013; Gaggero, Schorr y Wainer, 2014) y las abultadas ganancias que obtuvieron las firmas
extranjeras durante la posconvertibilidad determinaron un crecimiento notable de las utilidades
devengadas por las firmas, registrando un promedio anual de 7.432 millones de dólares entre 2002
y 2015. Ello, sumado a los pagos de intereses de la deuda que no cayó en default así como de la
renegociada23, determinaron un significativo déficit en las rentas dentro de la Cuenta Corriente
(Gráfico Nº 6).
20
El saldo de utilidades y dividendos registró un crecimiento significativo entre 1959 y 1969 (442%), para luego a descender aunque
manteniéndose por lo general en valores superiores a la primera mitad de la década de 1960 (Memorias anuales del BCRA).
21
Los pagos netos de intereses pasaron de 16,6 millones de dólares en 1959 a 416,1 millones en 1975 (Memorias anuales del BCRA).
Además, las empresas transnacionales solían realizar transferencias a sus casas matrices y otras filiales en el exterior por diversas
vías entre las cuales se destaca la manipulación de los precios de exportación e importación y los pagos por regalías y servicios
profesionales intra-corporación. En efecto, en dicha época no solo se incrementaron significativamente los pagos en concepto de
regalías y comisiones sino que se registró un brusco incremento de las importaciones, el cual se encontraba parcialmente relacionado a
las restricciones al giro de dividendos (Cimillo et. al., 1973).
22
El hecho de que se compare el período 1962-1975 y no 1958-1975, así como la ausencia de información correspondiente al año 2015
se debe a que los datos del PIB medido en dólares corrientes provienen de la bases de datos del Banco Mundial, cuya serie arranca en
1962 y termina –al momento de redactar este trabajo- en 2014.
23
La cesación de pagos de la deuda pública declarada a fines de diciembre de 2001 alcanzó a 69.833 millones de dólares sobre un total
de 144.453 millones, en tanto continuaron realizándose los pagos de la deuda contraída con los organismos multilaterales de crédito y
de los “préstamos garantizados” acordados en noviembre del 2001. Por su parte, en el canje de deuda llevado a cabo 2005 se canjearon
81.836 millones de dólares en títulos e intereses impagos al 31 de diciembre de 2001 por 35.261 millones de nueva deuda, implicando
una reducción en el endeudamiento externo de 27.057 millones de dólares. Al respecto consultar, entre otros, Arceo & Wainer (2008).
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Gráfico Nº 6. Argentina. Saldos de los distintos componentes de la Cuenta Corriente, 2002-2015 (en
millones de dólares corrientes)
Como se observa en el gráfico precedente, el peso de los servicios (en especial los financieros) se
volvió mucho más significativo sobre el resultado de Cuenta Corriente que durante la etapa sustitutiva.
Dado que el saldo de ellos fue deficitario, para alcanzar el equilibrio en Cuenta Corriente se necesitó
un superávit comercial mucho más intenso que antaño.
En el caso de los servicios reales, si bien los pagos en concepto de fletes siguieron siendo muy
importantes, adquirieron trascendencia otros rubros que antes no eran significativos como aquellos
vinculados al turismo emisivo, y, en menor medida, la contratación en el exterior de seguros y servicios
financieros. Todo ello tiene que ver con las transformaciones acaecidas en el modo de acumulación
a nivel mundial desde mediados de la década de 1970, donde no sólo se expandió notablemente
el turismo internacional sino también los derechos de propiedad intelectual y las patentes como
crecientes formas de transferencias de riqueza.
Más allá de las diferencias señaladas, tanto durante la segunda fase del período de sustitución de
importaciones como durante la posconvertibilidad la aparición del déficit en Cuenta Corriente se explica
por la insuficiencia del superávit comercial para compensar el resultado de los restantes componentes
de la cuenta, los cuales han sido estructuralmente deficitarios. Al igual que durante la segunda ISI,
la incapacidad para incrementar el superávit comercial se debió centralmente al déficit originado en
el sector industrial24, pero, a diferencia de esta, la tendencia observada en la posconvertibilidad no
fue hacia su disminución -o al menos una desaceleración- sino al incremento del mismo, a lo cual se
le sumó la aparición de un significativo déficit en la balanza comercial energética25. Tanto el déficit
industrial como el energético hicieron mermar el saldo comercial, único rubro de Cuenta Corriente
con signo positivo que había permitido, sobre todo entre 2003 y 2007, la acumulación de reservas
internacionales. La situación se agudizó de tal manera que la Argentina volvió a registrar déficit
comercial en 2015, tras quince años seguidos con resultados superavitarios (Gráfico Nº 1).
24
Si bien durante los primeros años de la posconvertibilidad se registró un superávit en el intercambio de manufacturas, el mismo se fue
reduciendo hasta volverse deficitario a partir de 2007 (Schorr & Wainer, 2014).
25
El saldo comercial de la balanza energética comenzó a deteriorarse en 2006, registrando un déficit a partir de 2011 que trepó hasta los
4.614 millones de dólares en 2015, tras alcanzar un pico máximo de 6.543 millones en 2014 (Secretaría de Energía e INDEC).
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Si bien el default de parte de la deuda pública en 2001 generó restricciones similares en materia de
financiamiento a las existentes durante la etapa sustitutiva, ciertamente no se trató de una simple
“vuelta al pasado”. Por un lado, no hubo una retracción de los movimientos de capitales a nivel
mundial (al menos hasta la emergencia de la crisis internacional en 2008) sino que se trató de una
situación particular de la Argentina, que se preveía transitoria en tanto se regularizara su relación con
el conjunto de los acreedores, especialmente con aquellos que no habían ingresado al primer canje
de deuda en 2005. En este sentido, si bien no necesariamente con la misma intensidad que durante
la década de 1990, la posibilidad del país de “retornar” a los mercados financieros internacionales se
mantuvo latente26.
Ante la reducción del superávit comercial y la reaparición del déficit en cuenta corriente en 2010,
el gobierno procuró “regularizar” el frente financiero externo mediante la reapertura del canje y
otras medidas con vistas a volver a recibir financiamiento externo en los mercados internacionales27.
Como dicha estrategia no dio los resultados esperados debido, en primer lugar, a la crisis financiera
internacional y, en segundo término, a la ratificación por parte de la Corte Suprema de Justicia
estadounidense del fallo de un juez neoyorkino a favor de un sector de bonistas que habían no habían
participado en los canjes de deuda28, se buscaron otras fuentes alternativas de financiamiento como
un acuerdo establecido con China por una línea de swap (intercambio de monedas). Sin embargo,
el escaso crédito obtenido no alcanzó para financiar el déficit de cuenta corriente, el cual debió ser
cubierto con reservas internacionales.
La utilización de las reservas para sostener el déficit en cuenta corriente no podía ser indefinida dado
26
De hecho, además de los nuevos bonos emitidos en el canje de 2005, hubo otras emisiones en el período -por ejemplo, en 2007 se
emitieron bonos por aproximadamente 2 mil millones de dólares con una elevada tasa de interés que fueron adquiridos casi en su
totalidad por el gobierno de Venezuela-, aunque las mismas registraron niveles mucho más reducidos que en la década anterior de
manera que no lograron compensar los pagos de capital e intereses realizados, los cuales fueron mayormente solventados con las divisas
obtenidas a través del superávit comercial. Al respecto consultar Basualdo, Manzanelli, Barrera, Wainer & Bona (2015) y Selva (2014)
27
Entre las medidas que procuraron restablecer los lazos con los mercados internacionales se encuentran los arreglos alcanzados por los
fallos en contra que había obtenido la Argentina en el tribunal arbitral del Banco Mundial (CIADI), la indemnización a Repsol por la
expropiación del control accionario de YPF y el acuerdo alcanzado con el Club de París por la deuda impaga tras el default.
28
En 2012 el juez Griesa falló a favor del pedido de fondos especulativos con tenencias de bonos de la deuda pública argentina que no
entraron en el canje para que se les pague el total del valor de los mismos. El gobierno argentino apeló al fallo primero ante la Cámara
de Apelaciones de Nueva York, y cuando ésta decidió no tomar el caso, lo hizo ante la Corte Suprema de Justicia estadounidense,
obteniendo los mismos resultados negativos. A mediados de 2014 se abrió un nuevo frente de conflicto en tanto la Argentina no estuvo
dispuesta a cumplir con el fallo judicial dado que consideraba que se basaba en una interpretación errónea de la cláusula pari passu
(igual tratamiento) y que ello ponía en riesgo cualquier reestructuración soberana de deuda en el futuro. El litigio finalmente se resolvió
en 2016 tras la asunción del nuevo gobierno encabezado por Mauricio Macri, el cual acordó el pago de la mayor parte de lo reclamado
por los denominados “fondos buitre” (incluyendo los costos del juicio), lo cual involucró más de 11.000 millones de dólares. Para ello
se realizó una emisión de deuda por más de 16.000 millones de dólares.
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que el nivel de las mismas era menguante (Gráfico Nº 3). Un primer límite en este sentido parece haber
sido el nivel relativamente bajo que alcanzaron las mismas a inicios de 2014, cuando perforaron el
piso de 30.000 millones de dólares. Para evitar que las reservas continuaran descendiendo a un ritmo
tan vertiginoso (a mediados de 2011 rondaban los 52.000 millones), el gobierno decidió avanzar con
un ajuste parcial de la economía a partir de la devaluación de la moneda, el aumento de las tasas de
interés y una menor emisión monetaria.
Como se puede apreciar, se trató de un proceso similar en varios aspectos al vivido durante la etapa
sustitutiva. En efecto, dado que en dicho momento los movimientos de capitales eran reducidos,
las reservas tenían como finalidad financiar transitoriamente los desequilibrios en Cuenta Corriente
(principalmente el déficit comercial) hasta que las políticas de ajuste produjeran efectos negativos
sobre el nivel de actividad, permitiendo así restablecer el equilibrio externo y generando las
condiciones para el relanzamiento del ciclo. Sin embargo, tras las mencionadas transformaciones en
el modo de acumulación post-Breton Woods, el nivel “normal” de reservas requerido se ha vuelto
mucho mayor, dado que las mismas pasaron a cumplir también la función de amortiguar los vaivenes
de los movimientos de capitales (por ejemplo, tratando de contrarrestar presiones especulativas sobre
la moneda). Es por ello que la acumulación de reservas se convirtió en un objetivo estratégico de los
distintos gobiernos en las últimas décadas, no sólo en la Argentina sino en el conjunto de los países
periféricos.
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Ahora bien, es sintomático que, tras seguir una trayectoria similar, a comienzos de la segunda
década del siglo XXI la relación entre reservas e importaciones haya disminuido mucho menos que
el ratio entre aquellas y el PIB. En este sentido, la emergencia de dificultades en el frente externo
nuevamente emparenta la situación a lo sucedido durante en la etapa sustitutiva, cuando el ratio
reservas/importaciones superaba significativamente al de reservas/PIB. Sin embargo, y más allá de
las notables diferencias de volumen, se trata de situaciones distintas ya que mientras que durante
la etapa sustitutiva la relación entre reservas e importaciones era un buen indicador de la solvencia
externa del país en el corto plazo, tras la “apertura financiera” dicha relación no es suficiente para dar
cuenta de ello.
En efecto, desde la irrupción de la última dictadura militar, la fuga de capitales, junto a los pagos
correspondientes a la deuda externa, se convirtió en una de las principales formas de salida de divisas
de la economía argentina. En la etapa 1976-2001 –sobre todo durante la dictadura militar y en el
decenio de 1990– el gran empresariado argentino remitió una proporción importante de sus ganancias
fuera del territorio nacional, principalmente a través de la compra de activos en el exterior, tanto
físicos (por ejemplo, inversiones inmobiliarias y en empresas), como financieros (divisas, títulos,
acciones, etc.), aunque se puede inferir que esta última modalidad fue la privilegiada (Basualdo &
Kulfas, 2002). Pese a las modificaciones acaecidas en el funcionamiento del régimen de acumulación
luego del abandono del esquema de caja de conversión fija, la formación de activos externos por parte
del sector privado más concentrado siguió siendo muy dinámica (Gaggero, Rúa & Gaggero, 2013).
De acuerdo a la información suministrada por el Gráfico Nº 8, entre 2007 y 2008 (en especial en
este último año, cuando confluyen la crisis mundial y el conflicto del gobierno con las entidades
representativas de los productores agropecuarios ante el intento de imponer retenciones móviles) se
produjo un primer hito en la fuga de capitales locales al exterior durante la posconvertibilidad, que
acarreó la salida del país de casi 32.800 millones de dólares e impactó directamente sobre el resultado
de la balanza de pagos. Sobre la base de la fuga de divisas de 2009 y 2010 (25.300 millones de dólares
acumulados), en 2011 se verificó un nuevo pico, que comprometió más de 21.500 millones de dólares
y generó, en conjunción con el déficit en cuenta corriente, una pérdida sumamente pronunciada de
reservas internacionales por parte del Banco Central, sentando las bases para la instrumentación de
las mencionadas restricciones a las importaciones y a la adquisición de divisas.
29
A fines de 2011 se introdujeron las primeras restricciones a la adquisición de divisas sin fines específicos, debiendo solicitarse una
autorización ante la autoridad fiscal (AFIP), que había establecido un límite mensual acorde al nivel ingreso del adquiriente (con
un tope absoluto). Ello generó rápidamente un mercado paralelo –e ilegal- de divisas con una cotización superior al oficial. Dichas
regulaciones sufrieron diversos ajustes hasta que se derogaron por completo a fines de 2015 tras el cambio de gobierno.
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Justamente, las medidas de regulación de la venta de divisas para atesoramiento son las que permiten
dar cuenta del fuerte descenso de la fuga de capitales en 2012, 2013 y 2014, aunque a partir de este
último año se autorizó de manera restringida la venta de dólares para ahorro. De allí que en 2014, y
especialmente en 2015, haya crecido nuevamente la formación de activos externos.
Si bien la desconfianza en la moneda nacional y la opción por el ahorro en moneda extranjera se volvió
un fenómeno difundido en el mundo empresarial y en amplias capas de los sectores medios y altos de
la Argentina, los propietarios de los grupos económicos tuvieron un rol destacado en la formación de
activos externos. La información al respecto es escasa y fragmentaria, pero puede afirmarse que los
grandes empresarios locales explican una proporción considerable de la fuga de capitales que se dio
en 2008 y 2011 (Zaiat, 2012).
A este comportamiento de los grandes grupos empresarios debe agregársele un elemento que es
propio de una estructura productiva como la argentina, donde las exportaciones dependen en buena
medida de medios de producción irreproducibles (tierra) que se encuentran en manos privadas y
que, por lo tanto, apropian renta. En este caso, una proporción considerable del excedente generado
en estas actividades, especialmente en la agropecuaria y la minera, no es reinvertido en la esfera
productiva. En un contexto de libre movilidad de capitales y de altos niveles de renta gracias a las
elevadas cotizaciones de los productos exportados –aún a pesar de la existencia de retenciones a
las exportaciones-, con una tasa de interés real baja o negativa, y dado que la moneda doméstica no
constituye una reserva de valor, la renta apropiada tiende a impulsar la demanda de divisas para su
fuga posterior.
De esta manera, tras los cambios en el modo de acumulación a nivel mundial producidos en la década
1970 y su particular impacto a nivel local, la economía argentina ha acumulado nuevas fuentes de
tensión en el sector externo vinculadas a los movimientos de capitales que prácticamente no tenían
incidencia durante la etapa sustitutiva. Ello generó una dependencia financiera externa que se
mantuvo en estado latente en tanto la virtual exclusión del país de los mercados internacionales tras
el default no fue acompañada por un cambio estructural que permitiese superar de manera sustentable
los crónicos problemas del balance de pagos.
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En definitiva, si bien existen ciertos aspectos que asemejan lo ocurrido tras la debacle del régimen
convertible al movimiento cíclico que registraba la economía argentina durante la etapa sustitutiva
(stop and go), tras las transformaciones ocurridas en el modo de acumulación tanto a nivel local como
mundial, la vulnerabilidad externa no parece ser menor sino mayor a aquella etapa.
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