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La política

criminal en
España
PID_00237169

Mª Jesús Guardiola Lago

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CC-BY-NC-ND • PID_00237169 La política criminal en España

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Índice

Introducción............................................................................................... 5

1. El Código penal de 1995 y sus sucesivas reformas..................... 7

2. Tendencias político-criminales de las reformas penales.......... 12


2.1. El derecho penal del riesgo ......................................................... 12
2.2. La creación de subsistemas y el derecho penal del enemigo:
terrorismo y violencia de género ................................................ 17
2.2.1. El terrorismo .................................................................. 19
2.2.2. La violencia de género .................................................. 25
2.2.3. Conclusiones .................................................................. 28
2.3. El derecho penal de la seguridad ciudadana: pequeña
delincuencia patrimonial y extranjería ...................................... 29
2.4. Derecho penal simbólico y evolución de las sensibilidades
sociales ......................................................................................... 34
2.5. Populismo punitivo y medios de comunicación ........................ 39
2.6. Política criminal y sanciones penales ......................................... 44

3. Propuestas del Grupo de Estudios de Política Criminal y


de otros foros...................................................................................... 50
3.1. El Grupo de Estudios de Política Criminal ................................. 50
3.1.1. Una alternativa a la actual política criminal sobre
drogas (1991) ................................................................. 50
3.1.2. Una alternativa al tratamiento jurídico de la
disponibilidad de la propia vida (1993) ........................ 53
3.1.3. Una alternativa al tratamiento jurídico de la
objeción de conciencia (1995) ...................................... 55
3.1.4. Alternativas al tratamiento jurídico de la
discriminación y de la extranjería (1997) ..................... 57
3.1.5. Una propuesta de justicia penal internacional (2001) ... 58
3.1.6. Política criminal en el ámbito de los menores de
edad ................................................................................ 60
3.1.7. Una alternativa a la política criminal sobre
terrorismo (2008 y 2013) ............................................... 64
3.1.8. Propuesta de regulación del ejercicio voluntario de
la prostitución de adultos (2010) .................................. 67
3.1.9. Una regulación alternativa contra la corrupción
urbanística y otras conductas delictivas relacionadas
(2010) ............................................................................. 69
3.1.10. Política criminal en materia de sanciones penales ........ 71
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3.1.11. Una propuesta alternativa de regulación del uso de


la fuerza policial (2012) ................................................. 76
3.1.12. Una alternativa a algunas previsiones penales
utilitarias (2014) ............................................................ 77
3.2. El Manifiesto por un debate político-criminal racional..................... 78

Resumen....................................................................................................... 80

Ejercicios de autoevaluación.................................................................. 83

Solucionario................................................................................................ 85

Glosario........................................................................................................ 86

Bibliografía................................................................................................. 87

Anexo............................................................................................................ 89
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 5 La política criminal en España

Introducción

En el presente módulo se analizarán las diferentes tendencias de política cri-


minal en España, tomando como base la profusa reforma legislativa desde el
Código penal de 1995 hasta nuestros días. Estas reformas penales se caracteri-
zan globalmente por la expansión y el endurecimiento punitivo. Se constatará
la voluntas legis, sobre todo a partir de la exposición de motivos de las distintas
reformas penales, contextualizándola en las modernas tendencias del derecho
penal del riesgo, del derecho penal del enemigo, del derecho penal de la segu-
ridad ciudadana, del derecho penal simbólico o del populismo punitivo.

Una especial atención se dedicará a la política criminal en España en materia


de sanciones penales, de especial interés para el futuro criminólogo. Partiendo
de que la reforma de un determinado ámbito penal no se puede identificar
solo con una tendencia político-criminal, se expondrán a efectos didácticos
algunas reformas como expresión paradigmática de estas tendencias. Así, se
analizarán los sucesivos cambios en materia de delitos contra la seguridad vial,
terrorismo, criminalidad organizada, violencia doméstica y de género, peque-
ña delincuencia patrimonial, expulsión de los extranjeros, delitos contra la
libertad sexual o aborto, entre otros.

Una atención particular se dedicará también a la política criminal alternativa,


protagonizada por algunos foros especializados, como el Grupo de Estudios
de Política Criminal. Resulta particularmente interesante un abordaje porme-
norizado de los manifiestos y de las propuestas de reforma llevados a cabo
por estos foros, con el objetivo de evidenciar que puede existir una política
criminal respetuosa con los principios y garantías constitucionales y anclada
en bases empíricas. En definitiva, una política criminal racional.
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1. El Código penal de 1995 y sus sucesivas reformas

La aprobación de la Constitución española en 1978 supuso el advenimiento de


la democracia tras casi cuarenta años de dictadura. La Constitución reconoce
que España es un Estado social y democrático de derecho (art. 1.1) y estable-
ce una serie de pautas, unos principios limitadores al ejercicio de la potestad
punitiva, acordes con la visión de la dignidad, la libertad y el libre desarrollo
de la personalidad del ser humano como centro del sistema. Desde la aproba-
ción de la Constitución, se llevaron a cabo innumerables reformas parciales
del Código penal (en adelante CP) de 1944 que pretendían adecuarlo a un
Estado de derecho.

Dado que el derecho penal debe tutelar los valores y principios básicos de la
convivencia social con el mínimo coste posible de libertad, se precisaba de un
nuevo CP que recogiera de manera global y sistemática los valores y principios
constitucionales y que replanteara globalmente la función y los límites del
derecho penal en el nuevo escenario político y social. Este nuevo CP, llamado
por muchos “el�Código�penal�de�la�democracia”, se aprobó en 1995, a través
de la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, después de un largo proceso
de amplio debate, donde se sucedieron diversos proyectos de CP: Proyecto de
CP de 1980, Anteproyecto de Nuevo CP de 1983 y proyectos de 1992 y 1994.

Ya en la exposición de motivos del CP de 1995, se alude a que el CP constitu-


ye una especie de “constitución negativa”, puesto que se dirige a tutelar los
valores y principios básicos de la convivencia social. Con mejor o peor fortu-
na, según los casos, el nuevo CP supone una profunda modificación de los
delitos y de las penas, derogando o modificando preceptos que eran propios
de la etapa dictatorial anterior, a la vez que introduce nuevos delitos que dan
acogida a nuevos bienes jurídicos dignos de tutela penal en un modelo de Es-
tado democrático y social.

El CP de 1995 comienza con un título preliminar, donde se establece un abani-


co de garantías y unas reglas de aplicación de la ley penal. En él, se reconocen
aspectos tan trascendentes como el conjunto de garantías derivadas del prin-
cipio de legalidad, la supeditación de cualquier pena a la existencia de dolo
o imprudencia, con lo que se destierra la responsabilidad objetiva a favor del
principio de culpabilidad, o la aplicación de la ley en el tiempo y en el espacio.

Intervención mínima

Resulta remarcable el actual CP en cuanto la nueva incriminación de la imprudencia y de


los actos preparatorios (Valle Muñiz), con un sistema de incriminación numerus clausus.
Ello contiene una importante decisión político-criminal, puesto que son manifestación
del principio de intervención mínima y de ultima ratio del derecho penal. Así, solamente
frente a las imprudencias más graves y en los casos en los que se protejan bienes jurídicos
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esenciales para la sociedad, será posible su punición. También el sistema de incriminación


de los actos preparatorios se orienta a este principio.

En materia de sanciones, el CP de 1995 reforma totalmente el sistema


de penas y de medidas�de�seguridad.

Por lo que se refiere a las penas, la nueva regulación pretende posibilitar, en


la medida de lo posible, el mandato constitucional de orientar las penas a la
reinserción social (art. 25.2 Constitución española).

Para ello, suprime las penas muy cortas o muy largas de prisión, en el bien entendido
que tanto las unas como las otras no favorecen, sino que más bien dificultan, la futura
reinserción del condenado. También se introducen cambios sustanciales en las penas
pecuniarias, adoptando por primera vez en España el sistema escandinavo de días-multa,
que pretende alcanzar tanto una mayor proporcionalidad de la sanción respecto al hecho
cometido como adecuar la cuantía a la capacidad económica del reo. La pena de multa,
junto con la introducción de los trabajos en beneficio de la comunidad como nueva pena
privativa de derechos, pretende constituir alternativas a las penas privativas de libertad
que permitan lograr mayores cotas de reinserción del penado.

Por lo que respecta a las medidas�de�seguridad, se deroga la denostada Ley de


Peligrosidad y Rehabilitación Social, que conculcaba las exigencias mínimas
de un Estado de derecho, puesto que eran aplicables aun sin haberse consta-
tado la comisión de un delito, y eran indeterminadas y, por tanto, contrarias
al principio de legalidad. En esencia, y a diferencia del régimen anterior, las
medidas de seguridad aplicables a inimputables serán medidas post-delictua-
les, esto es, únicamente aplicables después de haberse probado la comisión de
un delito previo, y estarán sometidas a las mismas garantías y límites que las
penas, puesto que, al igual que estas, también suponen la intervención coac-
tiva del Estado que limita derechos fundamentales de la persona. Tanto las
penas como las medidas de seguridad estarán orientadas, por mandato cons-
titucional, hacia la reeducación y la reinserción social y, por lo tanto, no será
posible ni legítima una regulación que contemple exclusivamente la finalidad
inocuizadora.

En relación con la parte especial del CP, sería interminable e inadecuado ex-
poner aquí el conjunto de cambios que supuso el CP de 1995 con respecto a la
vigencia del anterior CP, como consecuencia de una nueva política criminal
que pretende adecuarse a los valores y principios constitucionales. Sin embar-
go, basta una aproximación a la ordenación sistemática de los delitos para ad-
vertir la importancia que ha adquirido la protección�de�los�bienes�jurídicos
personales frente a otros intereses de carácter estatal o supraindividuales. Con
ello se evidencia que el CP de 1995 establece una escala de valores a prote-
ger donde el ser humano, su dignidad y libertad, ocupan un valor primordial.
Así, este CP supuso, a nivel general, la incriminación de nuevos delitos que
pretenden responder a nuevas sensibilidades sociales y la derogación de otros
preceptos que ya no tenían sentido en una sociedad democrática y plural.

Así, se tutela la integridad moral, que pretende otorgar al ciudadano una mayor protec-
ción frente a la tortura y se brinda una innovadora protección de la intimidad y la propia
imagen. Se detectan numerosos cambios que son reflejo de una nueva política criminal
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coherente con los derechos constitucionales reconocidos. En este sentido, se elimina el


régimen de privilegio que hasta ahora habían tenido las injerencias ilegítimas de los fun-
cionarios públicos en el ámbito de los derechos y libertades de los ciudadanos. Por lo
tanto, se prevé que las detenciones, entradas y registros en el domicilio llevadas a cabo
por autoridad o funcionario público fuera de los casos permitidos por la ley sean tratadas
como formas agravadas de los correspondientes delitos comunes. Respecto a la protec-
ción de bienes jurídicos personales, se establece una nueva regulación de los delitos con-
tra el honor que pretende ajustarse al reconocimiento de la libertad de expresión propia
de un Estado democrático.

Aunque es en el ámbito de los delitos sexuales donde se producen modifica-


ciones de gran alcance. La regulación anterior, de carácter moralista y discri-
minatoria contra la mujer, protegía en estos delitos “la honestidad”. El nuevo
CP reconocerá como bien jurídico protegido en esta clase de delitos la “liber-
tad sexual”, con sustanciales cambios en las conductas típicas.

El CP de 1995 introduce nuevos�delitos que suponen la admisión de nuevos


ámbitos de tutela jurídico-penal, consecuencia de la evolución social y econó-
mica.

Tal es el caso de la creación de los delitos contra el orden socioeconómico, que pretende
tutelar bienes jurídicos colectivos de naturaleza económica, o la nueva regulación de los
delitos relativos a la ordenación del territorio y los recursos naturales, la tipificación de
los delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes, la nueva regulación
de los delitos contra los derechos de los trabajadores o los delitos relativos al mercado y
los consumidores, entre otros.

Todos estos cambios introducidos por el CP de 1995, aprobados con un grado


de consenso amplio, parecían estar dotados de una cierta y deseable estabi-
lidad, a excepción de las correcciones técnicas y de algunas modificaciones
puntuales que pretendieran tutelar nuevos aspectos que el devenir del tiempo
pudiera evidenciar como de necesaria reforma. Así, la propia exposición de
motivos de la ley, además de aludir al CP como una “constitución negativa”,
sostiene que “si una pretensión relativa de universalidad es inherente a la idea
de código, también lo son las de estabilidad y la fijeza”, y por ello renuncia a
abordar en el CP algunas materias que, por su previsible mayor mutabilidad,
son objeto de leyes especiales.

Si la idea de una cierta estabilidad estaba presente en la mente de todos, in-


cluida en la del propio legislador, nada hacía presagiar lo que posteriormente
acontecería: a día de hoy, tras 20 años de vigencia del CP, son 33�las�reformas
penales que han tenido lugar, sin contar las que, sin modificar el texto literal
del Código penal, afectan a la política criminal en un sentido amplio.

En algunos sectores, como es el caso de la responsabilidad penal de los menores de edad,


se promulga la ley y se modifica en el mismo año. Otro ejemplo paradigmático son las
reformas del CP llevadas a cabo en el año 2003. Se trata de cinco reformas legislativas,
cada una con una entrada en vigor distinta, con la particularidad de que en algunas
de ellas se vuelven a modificar cuestiones que ese mismo año ya habían sido objeto de
reforma. Ello supone un gran obstáculo al respeto del principio de seguridad jurídica,
en cuanto a la exigencia de norma cierta y exacta, conocida por el ciudadano. En otros
casos, se crean y desaparecen delitos en un breve espacio temporal. Tal es el caso de la
penalización de las consultas políticas, conocida popularmente como ley anti-lendakari,
la cual, según parte de la doctrina, amén de afectar al principio de seguridad jurídica y a
ciertos principios limitadores de la intervención punitiva del Estado, puede suponer una
utilización simbólica del derecho penal.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 10 La política criminal en España

En definitiva, como afirman Baucells Lladós y Peres-Neto, ni la sociedad espa-


ñola evoluciona tan deprisa, ni son tantos los textos supranacionales a los que
se debe adaptar nuestro derecho penal, por citar algunos de los argumentos
frecuentemente esgrimidos por el legislador en las exposiciones de motivos.

Por el contrario, semejante incontinencia legislativa permite ya extraer


una clara conclusión: se trata de una política criminal improvisada, que
no se encuentra anclada en bases empíricas, con lo que pierde en racio-
nalidad y gana en populismo y simbolismo.

Las reformas legislativas en España no vienen impulsadas por una evaluación


previa del impacto deseado ni, una vez adoptadas, se comprueba empírica-
mente si la reforma ha satisfecho los objetivos que se pretendían obtener. Las
constantes reformas penales se producen comúnmente en base a una preten-
dida “alarma social” o una “lucha contra la delincuencia”. Cierto es que ni
todas las reformas penales de los últimos tiempos pueden valorarse de forma
unitaria ni todas son insatisfactorias.

Pero, salvo algunas excepciones, la tendencia de las actuales reformas


es la expansión�del�derecho�penal y el endurecimiento�punitivo.

Tal orientación es aplaudida popularmente y recibe un apoyo político amplio Crisis del derecho penal
de los grupos parlamentarios mayoritarios, pero en algunos casos puede poner mínimo

en jaque los derechos y libertades que constituyen una conquista de los Esta- Díez Ripollés (2003) parte de
dos democráticos de derecho. la tesis de una crisis del llama-
do derecho penal mínimo, el
cual no es ya capaz de expli-
car los recientes cambios po-
Al margen de reformas puntuales que afectan a ciertos grupos de delitos, es lítico-criminales. Aun cuando
el nuevo modelo no posee to-
el paquete de leyes aprobadas en 2003, la reforma penal de 2010 y la reforma davía una suficiente estructura-
penal de 2015 las que han provocado profundas modificaciones en el Código ción conceptual, augura este
autor que llegará, tarde o tem-
penal de 1995, hasta el punto de desnaturalizarlo. Según parte de la doctrina, prano, un nuevo modelo an-
tagonista al del derecho penal
queda ya muy poco del Código y de la sistemática que incluía, de manera garantista.
que se considera que ya no tenemos un Código, sino una “compilación de
leyes penales” (González Cussac, 2015) que recuerdan incluso a la Novísima
Recopilación del siglo XIX.

Además de las características que se acaban de apuntar sobre las reformas pe-
nales –expansión de la intervención penal y endurecimiento punitivo–, en la
reforma penal de 2015 destaca la deficiente técnica legislativa, que se explica
en parte por el accidentado proceso de aprobación de esta ley, hasta el punto
de afirmar que este proceso no es una buena noticia para la democracia espa-
ñola (González Cussac, 2015). Por otra parte, la aprobación de la reforma no
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ha sido fruto del consenso, sino que únicamente contó con los votos a favor
del grupo parlamentario popular, gracias a la mayoría absoluta de la que go-
zaba en ese momento.

La deficiente� técnica� legislativa de esta reforma, denunciada por amplios


sectores, y la�pérdida�de�sistemática�del�Código�penal, hace que se ponga
en cuestión el principio�de�legalidad�penal (García Álvarez, 2015) y, funda-
mentalmente, el principio de seguridad jurídica como una de sus manifesta-
ciones. En este sentido, se destaca que la introducción de nuevos delitos, o de
agravaciones respecto a los ya existentes, provoca que se planteen cuestiones
de�concursos�de�leyes�y�concursos�de�delitos,�prácticamente�irresolubles,
que afectan indudablemente a la prohibición de non bis in idem. La dificultad
en�determinar�qué�ley�es�la�más�favorable es otro aspecto a tener en cuenta.

Sería interminable dar cuenta aquí de todos los cambios legislativos sucedidos
tras la aprobación del CP de 1995. El propósito de este módulo será incardinar
algunas de las reformas penales en las actuales tendencias de política criminal
que se han expuesto en anteriores módulos, utilizando para ello las exposi-
ciones de motivos como instrumento donde se expresa la voluntas legis. Aun
cuando una determinada reforma penal no puede inscribirse exclusivamente
en una sola tendencia, veremos algunas manifestaciones del derecho penal
del riesgo, del derecho penal del enemigo, del derecho penal simbólico, de la
utilización del derecho penal para transmitir valores sociales o que atiende a
nuevas sensibilidades sociales, del derecho penal de la seguridad y del populis-
mo punitivo. También se prestará atención a la política criminal en materia de
sanciones penales. Además, se confrontarán algunas de estas nuevas tenden-
cias, materializadas en las reformas legislativas, con los principios limitadores
del ejercicio de la potestad punitiva derivados de la Constitución.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 12 La política criminal en España

2. Tendencias político-criminales de las reformas


penales

2.1. El derecho penal del riesgo

El sociólogo Ulrich Beck estableció el concepto de sociedad�del�riesgo, con-


ceptualización que se ha utilizado posteriormente para explicar algunas de las
tendencias del derecho en general y del derecho penal en particular. En este
último sector, ha implicado un aumento�de�la�intervención�penal para la
prevención de nuevos riesgos generados por las sociedades postindustriales.

La sociedad del riesgo se caracteriza por un cambio en el origen de los peli-


gros actuales en relación con otras épocas. Así, si antiguamente las amenazas
provenían de catástrofes naturales, terremotos, plagas, etc., en la actualidad se
trata mayormente de riesgos artificiales, que son producidos por la actividad
del hombre y vinculados a sus decisiones. Si estos riesgos tienen su origen en
actuaciones humanas podrían ser, en principio, susceptibles de cierta conduc-
ción o regulación. Por otra parte, se trata de riesgos de grandes dimensiones,
que amenazan a una colectividad indeterminada de personas.

Piénsese, por ejemplo, en los riesgos derivados de la energía nuclear, de los productos
químicos o de la tecnología genética, en los riesgos ecológicos, en los riesgos del consumo
de productos alimentarios defectuosos, etc.

Se desconoce el alcance lesivo que podrían tener muchos de estos riesgos si se


materializara el peligro que representan.

Otra característica remarcable es que estos riesgos no se circunscriben a un La irresponsabilidad


territorio determinado, sino que pueden constatarse más allá de las fronteras organizada

de un determinado Estado, de ahí las resoluciones en el ámbito supranacional Se ha llegado a hablar de una
que intentan regularlos. A la vez, estos riesgos pueden no ser producidos por “irresponsabilidad organiza-
da” para aludir al fenómeno
una sola persona ubicada en un espacio y tiempo determinados, sino que a a través del cual el perfeccio-
namiento de las organizacio-
menudo se trata de riesgos generados por muchas personas, las cuales contri- nes con la división del trabajo
en distintas tareas, algunas de
buyen, a veces sin relación entre ellas, a generar dicho peligro. ellas inocuas, pero en conjunto
peligrosas, genera una mayor
sensación de irresponsabilidad
Todo ello genera una creciente sensación�de�inseguridad�subjetiva en el ciu- en los sujetos concretos, más
teniendo en cuenta que su po-
dadano, que puede existir independientemente de la presencia de peligros sición es absolutamente inter-
reales o de la probabilidad de que a ese concreto ciudadano le afecten direc- cambiable dentro de la organi-
zación, sin que por ello varíe la
tamente esos riesgos. Esta sensación de inseguridad es la que explicaría una estrategia de la empresa.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 13 La política criminal en España

huida hacia el derecho penal como medio “calmante” de la percepción de in- Lectura recomendada
seguridad. En este sentido, Kaufmann apunta que, en una sociedad que cada
Sobre el concepto de socie-
vez es más segura, existe una mayor sensación de inseguridad. dad del riesgo y sus implica-
ciones en la política criminal
y en el derecho penal actual:
Riesgos aceptados
B.�Mendoza�Buergo (2001).
Con todo, se puede admitir que la actual sociedad ha aceptado algunos riesgos como El derecho penal en la sociedad
consustanciales a la idea de progreso. Por ejemplo, sería impensable en la actualidad del riesgo. Madrid: Civitas.
renunciar a las ventajas que supone el tráfico automovilístico, que tiene consecuencias
positivas tanto para el sistema de producción y consumo como directamente sobre la
vida cotidiana de todos nosotros. Ahora bien, ante conductas que tienen consecuencias
negativas, incluso lesivas, estamos menos dispuestos a aceptarlas como “accidentes” y
más como comportamientos injustos, que son manifestación de una “violencia vial” o,
más radicalmente, calificando al conductor como un “terrorista viario”.

De esta conceptualización de la sociedad del riesgo se derivan características


específicas de la política criminal y del derecho penal:

1) Se tiende a ampliar notablemente la�intervención�del�derecho pe-


nal a nuevos campos.

Podemos encontrar numerosos ejemplos de ello en el CP de 1995:

• Los delitos relativos a la manipulación genética (arts. 159 a 162 CP).


• Los delitos relativos al mercado y a los consumidores (arts. 278 a 286 CP).
• Los delitos sobre la ordenación del territorio (arts. 319 y 320 CP).
• Los delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente (arts. 325 a 331 CP).
• Los delitos relativos a la flora y la fauna (arts. 332 a 337 CP).
• Los delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (arts. 341 a 345).
• Los estragos (arts. 346 y 347 CP) u otros delitos de riesgo provocados por otros agentes
(arts. 348 a 350 CP).
• Los delitos contra la salud pública (arts. 459 a 378 CP).
• Los delitos contra la seguridad en el tráfico (arts. 379 a 385 CP).

Las reformas penales posteriores tampoco escapan a esta ampliación.

Así, la LO 2/2000, de 7 de enero, amplía las conductas típicas en relación con el desarrollo
y empleo de las armas químicas. Justificando dicha reforma por la necesidad de adaptarse
a la Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, el Almacenamiento y el Empleo de
Armas Químicas y sobre su Destrucción (hecha en París, el 13 de enero de 1993) y en la
insuficiencia del CP de 1995 para dar cobertura a todos los supuestos, incorpora en el CP
un nuevo apartado 2 al art. 566 bis para recoger, entre otras conductas, la investigación o
el estudio de carácter científico o técnico encaminados a la creación de una arma química
o a la modificación de una preexistente.

2) Se trata de un derecho� penal� preventivo, que tiende a sancionar


conductas antes de que se produzca una lesión a un bien jurídico in-
dividual. Para ello, se utiliza dogmáticamente de manera generalizada
la formulación del delito�de�peligro abstracto o concreto, referido a la
protección de un bien�jurídico�colectivo�o�de�carácter�supraindivi-
dual.

Así, al lado del derecho penal clásico, que atiende a la protección de bienes
jurídicos personales (vida, integridad, patrimonio, etc.) se pretende proteger
otro tipo de bienes jurídicos que son colectivos.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 14 La política criminal en España

Por ejemplo: la salud pública, la seguridad vial, los derechos de los trabajadores, los dere-
chos económicos y políticos de los socios, el derecho a la competencia leal, la ordenación
del territorio, el patrimonio histórico, el equilibrio de los sistemas naturales, la propiedad
intelectual, industrial, etc.

En estos casos ya no se esperará a que el bien jurídico supraindividual sea le-


sionado, sino que por lo general será delito el comportamiento típico descrito
en el CP que lo ponga en peligro, ya sea de forma abstracta o concreta, con lo
que se anticipa el ámbito de tutela penal. Estos delitos de peligro y la mayor
previsión en la punición de actos preparatorios vendrían a ampliar el campo
de intervención del derecho penal, con el pretendido objetivo de alcanzar una
mayor seguridad. Sin embargo, según parte de la doctrina, la protección de
bienes jurídicos de carácter difuso en un estadio previo a la lesión cuestionaría
en algunos casos el principio de intervención mínima del derecho penal, así
como el principio de responsabilidad por el hecho por falta de lesividad de
la conducta.

3) Se trata de un derecho penal que suele flexibilizar�los�criterios�de


imputación�y�las�categorías�dogmáticas, concibiendo los principios
y garantías penales como obstáculos a superar en aras a una mayor efi-
cacia puntitiva.

Así, se formulan en algunos casos tipos indeterminados o demasiado sujetos


a la infracción de deberes extrapenales, abundan los delitos omisivos e im-
prudentes y las normas penales en blanco –que se remiten normalmente a la
normativa administrativa para completar el supuesto de hecho– o, simple y
llanamente, se eleva a la categoría de delito una infracción administrativa.

En este sentido, cabe mencionar la reforma penal en materia de seguridad vial a tra-
vés de la Ley Orgánica 15/2007, de 30 de noviembre, con la declarada finalidad de
“incrementar el control sobre el riesgo tolerable por la vía de la expresa previsión
de excesos de velocidad que se han de tener por peligrosos o de niveles de ingesta
alcohólica que han de merecer la misma consideración”, según la exposición de mo-
tivos. A partir de la entrada en vigor de esta ley, se sanciona penalmente el simple
exceso de velocidad, tipificando como delito conducir a velocidades que sobrepasen
en 60 km/h o en 80 km/h los límites reglamentariamente establecidos para vías ur-
banas o interurbanas respectivamente (art. 379.1 CP). También lleva a cabo un delito
quien conduce un vehículo a motor o ciclomotor cuando supere una tasa de alcohol
en aire espirado superior a 0,60 miligramos por litro o una tasa de alcohol en sangre
superior a 1,2 gramos por litro (art. 379.1 CP), y quien conduce un vehículo de motor
o ciclomotor en los casos de pérdida de vigencia del permiso o licencia por pérdida
total de los puntos asignados (art. 384 CP).

Se trata en estos casos de delitos de peligro abstracto ampliamente criticados por la


doctrina, dado que recibe reproche penal el mero peligro presunto, es decir, una pre-
sunción iuris et de iure de peligro. No se exige aquí ni tan siquiera un resultado de
peligro por la conducta, excluyendo los casos en los que, por ejemplo, por el estado
de la vía, por la ausencia de otros conductores o peatones, no se constate ningún
riesgo para terceros. Se trata aquí de sancionar una conducta que, en términos esta-
dísticos, resulta peligrosa, como conducir con altas tasas de alcohol en sangre o con
un gran exceso de velocidad. Se ha establecido un límite penal de velocidad y un lí-
mite penal de alcohol en sangre, sin que por lo demás tenga mayor fundamentación
el concreto límite penal establecido. Así, ¿cambia mucho en términos de afectación
al bien jurídico conducir en una ciudad a 100 km/h o a 110 km/h? Probablemente
no, pero en el último caso es automáticamente delito mientras que el otro podría ser
una infracción administrativa.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 15 La política criminal en España

Por ello, parte de la doctrina sostiene que se trata de preceptos de carácter simbólico,
adquiriendo una determinada velocidad o una determinada tasa de alcohol una fun-
ción meramente comunicativa al ciudadano de reproche social ante determinados
riesgos, pero no necesariamente de que esa concreta velocidad o esa concreta tasa
de alcohol comporten un riesgo mucho más elevado que otros casos escasamente
inferiores (García Albero). Por lo tanto, el concreto desvalor o lesividad de la conduc-
ta realizada por el conductor pierde importancia, a favor de que “comunique” a los
ciudadanos la necesidad de respetar las normas. La imposición efectiva de una pena
cumpliría aquí esencialmente una función de prevención general positiva o de con-
firmación a los ciudadanos de la vigencia de las normas.

En cuanto a la conducción de un vehículo a motor o ciclomotor en caso de pérdida


de vigencia del permiso por pérdida total de puntos o cuando no se haya obtenido
nunca el permiso de conducir (art. 384 CP), se trata aún más claramente de la eleva-
ción a la categoría de delito de infracciones administrativas. Un precepto similar –
el de conducción sin permiso– fue derogado en 1983 por entender que se trataba de
una infracción formal, que no podía diferenciarse sustancialmente de la infracción
administrativa. En cambio, vuelve a aparecer en el año 2007, justificándose su previ-
sión en la exposición de motivos de la siguiente manera:

“Una criticada ausencia era la conducción de vehículos por quienes hubieran sido
privados, judicial o administrativamente, del derecho a hacerlo por pérdida de vi-
gencia del mismo. Cierto es que algunos casos podrían tenerse como delitos de que-
brantamiento de condena o de desobediencia, pero no todos; por ello se ha consi-
derado más ágil y preciso reunir todas esas situaciones posibles en un solo precepto
sancionador”.

Sin embargo, los motivos político-criminales por los que desapareció el precepto en
1983 pueden considerarse válidos en la actualidad (Tamarit Sumalla). Los principios
de intervención mínima y de ofensividad impiden utilizar al derecho penal como un
simple refuerzo del derecho administrativo sancionador. La introducción del sistema
llamado “carné por puntos”, no debería conllevar necesariamente que se convierta
al delincuente quien conduzca sin estos puntos, máxime cuando aun no se ha cons-
tatado el fracaso del derecho administrativo sancionador para resolver los problemas
que plantee la gestión de este nuevo sistema.

También en otros casos el derecho penal del riesgo implica que se flexibilicen
las categorías dogmáticas de autoría y participación, estableciendo en algunos
casos un concepto unitario de autor, al mismo tiempo que se confunden y
difuminan las diferencias entre las formas imperfectas de ejecución (tentativa)
y la consumación del delito.

Así, por ejemplo, en el delito de tráfico de drogas (art. 368 CP), la expresión “los que
promuevan, favorezcan o faciliten el consumo ilegal de drogas tóxicas” es reveladora de
que se pretende sancionar en concepto de autor a cualquier persona que intervenga en el
tráfico de drogas, sin diferenciar si su contribución es mayor o menor y sin que distinga
entre una consumación del tráfico o una tentativa del mismo.

La flexibilización también alude a que el legislador, consciente de las dificul-


tades de prueba que pueden existir, crea en algunos casos tipos que pretenden
salvar estas dificultades.

En el tráfico de drogas, por ejemplo, intervenida una determinada cantidad de sustancias


tóxicas ilegales a un sujeto, no podría ser delictiva si únicamente se sancionara “el tráfico”
de drogas. Por ello, existe la figura de tenencia preordenada al tráfico (art. 368 CP) o el
tráfico de precursores que se pueden utilizar para elaborar la droga (art. 371 CP).
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En el ámbito de la seguridad vial, ya hemos aludido a los tipos que sancionan la con-
ducción bajo una determinada tasa de alcohol o superando una determinada veloci-
dad, que ahorran al juez o tribunal tener que demostrar un peligro para la seguridad
vial y se convierten en supuestos de fácil prueba, con la existencia de radares y al-
coholímetros. En el caso del delito de conducción temeraria (art. 380 CP), como podía
resultar complejo demostrar una conducción con “temeridad manifiesta” que ponga
en concreto peligro la vida o la integridad de las personas, expresamente establece
el CP desde el 2003, que se entenderá por manifiestamente temeraria la conducción
en las que se superen los límites de velocidad y las tasas de alcohol a las que se ha
hecho referencia como delictivas. Por lo tanto, se facilitan los medios de prueba para
sancionar como delito la conducción bajo la influencia de alcohol y para calificarla
como conducción temeraria. Además, si el conductor es requerido por un agente de
la autoridad a someterse a las pruebas legalmente establecidas para la comprobación
de las tasas de alcoholemia y se niega, también es sancionado con pena de prisión
(art. 383 CP).

4) La atención a nuevos focos de interés estaría modificando los obje-


tivos de la política criminal, al intentar perseguir�la�criminalidad�de
los�poderosos, que tradicionalmente se habían escapado de la justicia
penal (Díez Ripollés).

Sirven de ejemplo los delitos ecológicos o urbanísticos. En el CP 1995 se modifican sus-


tancialmente los delitos de cohecho y tráfico de influencias, y se crea por primera vez
los delitos societarios. En cuanto a las reformas penales, la LO 5/2010, de 22 de junio,
introduce por primera vez en España la responsabilidad penal de las personas jurídicas y
nuevos delitos en el ámbito relativo al mercado y los consumidores (estafa de inversores,
difusión de noticias o rumores falsos sobre empresas con el fin de alterar o preservar el
precio de cotización de un instrumento financiero, la utilización de información privile-
giada para determinados fines). Se crea también en el 2010 el delito de corrupción en el
sector privado, que con la finalidad declarada en la exposición de motivos de garantizar
una competencia justa y honesta, pretende sancionar penalmente los actos encaminados
a corromper a los administradores de entidades privadas de forma similar a lo que se hace
en el delito de cohecho. También se amplían las conductas típicas en los delitos sobre
la ordenación del territorio y el urbanismo y la prevaricación urbanística. Se agravan las
penas en los delitos contra el medio ambiente, contra la Hacienda pública y la Seguridad
Social y en el cohecho.

En reforma a través de la LO 7/2012, de 27 de diciembre, sobre Transparencia


y Lucha contra el Fraude Fiscal y en la Seguridad Social, se cambian los deli-
tos contra la Hacienda Pública y contra la Seguridad Social y, por otro lado,
se incluye a los partidos políticos y a los sindicatos dentro del régimen de res-
ponsabilidad penal de las personas jurídicas. En la Exposición de motivos de
dicha reforma se indica que:

“El eje de los criterios que inspiran la presente reforma se corresponde con el reforzamien-
to de la transparencia de la actividad de la administración y del régimen de responsabili-
dad de partidos políticos y sindicatos, a los que se incluye dentro del régimen general de
responsabilidad penal de las personas jurídicas del que, hasta ahora, estaban excluidos;
y de otra, con la mejora de la eficacia de los instrumentos de control de los ingresos y
del gasto público, que se revela como un elemento imprescindible del conjunto de me-
didas adoptadas con motivo de la crisis económica, especialmente severa en el ámbito
europeo, y más en concreto en el caso español, así como con la necesidad de acompañar
las mismas de las reformas necesarias en los sectores o actividades económicas afectadas,
actividades económicas en las que, por otro lado, existe una mayor percepción del fraude
y que son precisamente donde deben adoptarse las reformas penales concretas”.

Por otra parte, en la reforma a través la LO 1/2015, de 30 de marzo, se pro-


ducen también algunas modificaciones sobre lo que se podría englobar en la
llamada “delincuencia de cuello blanco”, como la reforma de los delitos de
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 17 La política criminal en España

administración desleal y la apropiación indebida (arts. 252 y 253 CP), entre


otros. Sin embargo, lo que sí ha sido objeto de atención y de preocupación
por parte de la ciudadanía son las nuevas formas de corrupción. No obstante,
en este caso, las figuras delictivas que existen, que sí podrían haber sido obje-
to de una revisión profunda, no han merecido la atención del legislador de
2015 (Quintero Olivares, 2015). Sorprende que en la profusa reforma de 2015,
en la que se han reformado hasta los delitos de homicidio y asesinato, no se
haya ocupado especialmente de reformar los delitos que tienen que ver con
la corrupción.

De este modo, un sector doctrinal sostiene que la persecución criminal de los


poderosos no deja de ser una mera declaración programática. En este sentido,
según Álvarez García nuestro sistema penal se encuentra gravemente lastrado
por un apriorismo: lo colectivo posee escaso valor en comparación con lo in-
dividual, como si “lo que es de todos, no es de ninguno”.

Así, por ejemplo, compara las penas previstas para el delito de estafa, sancionado con
una pena de prisión de hasta ocho años (artículo 250.2 CP), con la destrucción o el daño
importante de un elemento de nuestro patrimonio histórico, amenazado con una pena
de seis meses a tres años (art. 321 CP).

En esta misma línea, el autor sostiene que el delito de corrupción urbanística


(art. 320.1 CP) no “pone en valor suficientemente la importancia de los bienes
jurídicos”. Las consecuencias de esas conductas son en algunos casos graves y
de carácter permanente, como el deterioro de la inmensa mayoría del litoral
español, la contribución al desorden urbanístico o el fomento de la especula-
ción inmobiliaria. Pero la pena prevista para la corrupción puede, en su franja
mínima, suspenderse o sustituirse.

Así, a la escasa aplicación de algunos de los tipos relativos a la delincuencia de Lectura recomendada
cuello blanco, con lo que su previsión en el CP cumpliría una función esen-
J.�Baucells�Lladós (2012)
cialmente simbólica, cabe añadir las grandes posibilidades de suspender las “Sistema de penas para el
penas para esta clase de delitos, en detrimento del efecto admonitorio que delincuente económico”.
Cuadernos de Política criminal
podría poseer la imposición de una pena de prisión efectiva en este caso. La (núm. 107).
pena podría cumplir en estos casos una finalidad de prevención general nega-
tiva, que se ve gravemente afectada cuando ya legislativamente se privilegia
este tipo de delincuencia frente a la delincuencia patrimonial clásica (hurtos,
robos, estafas, etc.).

2.2. La creación de subsistemas y el derecho penal del enemigo:


terrorismo y violencia de género

La formulación teórica en la disciplina penal del derecho�penal�del�enemigo


se atribuye a Günther Jakobs en 1985.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 18 La política criminal en España

La idea central de esta tendencia político-criminal es la consideración


de ciertas personas como no�ciudadanos, como personas excluidas de
la sociedad, y que, por ello –por perder su condición de ciudadanos–,
pierden también los derechos y garantías que presiden a la imposición
de una pena.

Por lo tanto, elemento decisivo es la exclusión de una determinada catego-


ría de sujetos del círculo de ciudadanos, constituyendo el derecho penal un
mecanismo�de�combate contra individuos especialmente peligrosos que han
decidido apartarse de las normas que se dan y reconocen los ciudadanos. El
derecho penal del enemigo se centra en grupos de sujetos –los enemigos– más
que en determinados hechos y, en aras a la eficacia en la persecución de los
sujetos más perturbadores para la sociedad, se suprimen ciertas garantías, que
son obstáculo para el éxito de la persecución penal y de las que se aprovechan
estos sujetos disociados.

El otro
Lectura recomendada
Para el sujeto que no es persona, que no es ciudadano, sería absurdo aplicar categorías
como la culpabilidad o principios como la proporcionalidad del castigo al hecho come- M.�Cancio�Meliá (2006). “De
tido, que nacieron para regular una convivencia entre individuos iguales en la acepta- nuevo: ¿derecho penal del
ción del sistema. Se crea una identidad social que se opone a la del sujeto disociado. El enemigo?”. En: G. Jakobs;
enemigo es “el otro”, y el objetivo es neutralizarlo, mientras que para el ciudadano, se M. Cancio. Derecho penal del
enemigo. Madrid: Civitas.
mantienen las garantías.

Así, esta tendencia político-criminal se caracteriza por una serie de notas:

• Un amplio�adelantamiento�de�la�punibilidad. Esta característica es co-


mún con la tendencia político criminal de la sociedad del riesgo, en el
sentido de que se pretende adelantar la intervención penal antes de que
se produzca la lesión a un bien jurídico. Con ello, el derecho penal reac-
ciona prospectivamente respecto a hechos futuros y no, como es (o era)
habitual, frente a los hechos pasados.

• Las penas�previstas son altísimas y no se corresponden, en términos de


proporcionalidad, con el adelantamiento de las barreras de protección que
pretenden sancionar. Si consecuencia de esta tendencia político-criminal
es reaccionar frente al peligro y no frente a lo que ha sucedido, la pena
debería ser menos grave que los hechos que son consumados. Sin embargo,
esta proporcionalidad no se suele respetar. En la imposición de las penas
se recupera una idea abandonada por los códigos penales democráticos: la
inocuización o, dicho de otro modo, la neutralización del autor mediante
su separación del resto de ciudadanos, primando esta finalidad respecto a
la resocialización, que parece inalcanzable frente a determinados sujetos
inadaptados.

• Se� relajan� o� suprimen� determinadas� garantías� procesales� y� penales.


En este sentido, se alude a la desaparición del derecho penal del hecho a
favor de un derecho penal de autor, se relaja el principio de taxatividad,
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 19 La política criminal en España

se suprimen las diferencias entre autoría y complicidad, se equiparan las


fases preparatorias con la consumación del delito, entre otras.

En nuestra legislación podemos encontrar ejemplos de esta tendencia políti-


co-criminal del derecho penal del enemigo, como es el caso paradigmático
del terrorismo, aunque también afecta a otros sectores, como la criminalidad
organizada, el tráfico de drogas, la inmigración o la violencia de género. Ya
hemos advertido al inicio de este módulo que en una determinada regulación
pueden confluir diferentes tendencias político-criminales. En este sentido, ya
se ha hecho referencia al tráfico de drogas en el derecho penal del riesgo, y
nos ocuparemos de la inmigración en el derecho penal de la seguridad ciuda-
dana. Pero ambos sectores poseen también ciertas notas de derecho penal del
enemigo, si se tienen en cuenta las características que acabamos de exponer.
Con todo, expondremos a continuación la evolución legislativa en materia de
terrorismo y violencia de género, como manifestaciones del derecho penal del
enemigo. Como se verá, su regulación establece tantas excepciones al derecho
penal “normal” que puede sostenerse la creación�de�subsistemas dentro de
la disciplina penal (Quintero Olivares).

2.2.1. El terrorismo

El ordenamiento penal que se refiere al terrorismo ha sido un sector especial-


mente sujeto a reformas:

• La LO 2/1998, de 15 de junio, por la que se modifican el CP y la Ley de


Enjuiciamiento Criminal.

• La LO 7/2000, de 22 de diciembre, de modificación de la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del CP y de la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de
enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores, en relación
con los delitos de terrorismo.

• La LO 1/2003, de 10 de marzo, para la garantía de la democracia en los


Ayuntamientos y la seguridad de los concejales.

• La LO 7/2003, de 30 de junio, de medidas de reforma penal para el cum-


plimiento íntegro y efectivo de las penas.

• La LO 4/2005, de 10 de octubre, por la que se modifica la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del Código penal, en materia de riesgo pro-
vocados por explosivos y otros agentes

• La LO 10/2010, de 22 de junio, por la que se modifica la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 20 La política criminal en España

• La LO 2/2015, de 30 de marzo, por la que se modifica la Ley Orgánica


10/2015, de 23 de noviembre, del Código penal, en materia de delitos de
terrorismo.

Todas estas reformas tienden globalmente a la expansión o creación de


nuevos delitos que pretenden sancionar supuestos aledaños al terroris-
mo, y a la exasperación punitiva, introduciendo sustanciales cambios
en el ámbito de las penas y de las medidas de seguridad dirigidos espe-
cíficamente a este sector de criminalidad.

En el ámbito de la ampliación de supuestos típicos, la LO 2/1998 tipifica las


contramanifestaciones, esto es, los actos que impidan o perturben gravemente
el desarrollo de una reunión o manifestación lícita (art. 514.4 CP), la convo-
catoria y la celebración de reuniones o manifestaciones previamente suspen-
didas o prohibidas cuando en ellas concurran finalidades que coincidan con
las que son propias de las bandas armadas, organizaciones o grupos terroristas
(art. 514.5 CP), y prevé expresamente en el art. 170 CP el reclamo público de la
comisión de acciones violentas por parte de organizaciones o grupos terroris-
tas (art. 170.2 CP). La justificación de esta reforma transita por la necesidad de
combatir una criminalidad que amenaza la paz social, la sensación de impuni-
dad o de aprovechamiento de las garantías penales por parte de los terroristas
y la relevancia de los medios de comunicación como supuestos transmisores
de la opinión pública. Así, textualmente:

“La denominada violencia callejera se ha constituido en uno de los fenómenos más re-
levantes para la convivencia ciudadana a lo largo de los últimos años. Los medios de
comunicación y los más diversos foros de reflexión y debate político y social han dejado
constancia de la gravedad de esta nueva forma de terrorismo, dada su extraordinaria ca-
pacidad para alterar la paz social. Por otro lado, ese impacto social se ha visto acentuado
por la sensación, ampliamente extendida, de la impunidad con la que han venido ac-
tuando sus responsables, en quienes concurría muchas veces la condición de ser jóvenes
en el proceso de formación.”

La LO 7/2000, vuelve a incidir en la creación de nuevos delitos para evitar


que el terrorista se aproveche del sistema democrático. Así, se afirma en la
exposición de motivos que:

“los poderes públicos tienen que afrontar que los comportamientos terroristas evolucio-
nan y buscan evadir la aplicación de las normas aprovechando los resquicios y las com-
plejidades interpretativas de las mismas. Tanto más si se considera que, cuanto más avan-
za la sociedad ganando espacios de libertad frente al terror, más numerosas y variadas
son las actuaciones terroristas que tratan de evitar, atemorizando directamente a cada
ciudadano o, en su conjunto, a los habitantes de una población o a los miembros de un
colectivo social, político o profesional [...]”.

Con esta justificación, se procede a ampliar el ámbito penal a los siguientes


ámbitos:

• Se modifica la tipificación del terrorismo�urbano que, según el legislador,


poseía ciertas limitaciones que no se consideran adecuadas. El antiguo art.
577 CP sancionaba el terrorismo urbano solo en el caso de que existiera
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 21 La política criminal en España

riesgo para la vida o la integridad de las personas y no facilitaba la punición


“a quienes interviniendo en estas acciones portan, no ya los explosivos
o armas que provocan incendios o destrozos, sino solamente los compo-
nentes necesarios para provocar la explosión”. El nuevo tipo recoge espe-
cíficamente como delito la tenencia de explosivos utilizados para cometer
delitos de terrorismo.

• Se introduce un nuevo delito que sanciona la exaltación�del�terrorismo


(art. 578 CP). Por lo tanto, se dirige a sancionar a quienes enaltezcan o
justifiquen públicamente los delitos de terrorismo o la realización de actos
que entrañen descrédito, menosprecio o humillación a las víctimas de los
delitos terroristas o a sus familiares.

• Se introducen nuevos tipos penales en el art. 505 CP, en los que se pre-
tende alcanzar mayor protección jurídica a los miembros de las corpora-
ciones locales, sancionando las perturbaciones graves que se provoquen
en las sesiones plenarias de estas corporaciones. También se define como
atentado a la autoridad el que se realiza contra los miembros de las corpo-
raciones (art. 551.2 CP) y se establece una pena de inhabilitación absoluta
para ejercer cargos representativos a los que hayan sido condenados por
terrorismo de seis a 20 años.

• También se modifica la Ley Penal del Menor, creando el Juez central de


Menores, estableciendo una prolongación de los plazos de internamiento
e instaurando un tratamiento diferenciado entre los menores de 16 años
y los de edades comprendidas entre 16 y 18 años. Se prohíbe que la Ley
Penal Juvenil sea aplicable a los mayores de 18 años, aunque originaria-
mente el texto de la Ley Penal del Menor, teniendo en cuenta los efectos
negativos que para la resocialización del joven podría acarrear ser ingresa-
do en un centro penitenciario de adultos, preveía la posibilidad de aplicar
la ley penal juvenil a los jóvenes entre 18 y 21 años.

Posteriormente, la LO 1/2003 vuelve a incidir en la seguridad de los concejales


con el objetivo de:

“hacer realidad la decisión de aislar a los terroristas, garantizando una mayor eficacia en
el uso de los recursos de los que puede disponer nuestro sistema político”.

Para ello, se amplía el alcance del art. 505 CP para sancionar penalmente a
quienes, sin ser miembros de la corporación local, perturben de forma grave
el orden de sus plenos y quienes, amparándose en la existencia de bandas
armadas, organizaciones o grupos terroristas, calumnien, injurien, coaccionen
o amenacen a los miembros de las corporaciones locales.

La LO 4/2005 incide en otro ámbito, el del tráfico de explosivos, justificado en


que la “amenaza terrorista” demanda “elevar el reproche penal”. Por lo tanto,
se elevan las penas para el tráfico indebido y el incumplimiento de los deberes
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 22 La política criminal en España

relativos a la seguridad colectiva en la tenencia de sustancias peligrosas y se


introducen tres nuevos apartados al art. 348 CP con los que se trata de “en-
durecer la respuesta sancionadora frente a conductas ilícitas de los responsa-
bles de la vigilancia, el control y la utilización de explosivos”. En este ámbito,
se sancionan, entre otras, las obstaculizaciones a la actividad inspectora de la
Administración o el falseamiento u ocultación de información relevante en el
ámbito de las medidas de seguridad o la desobediencia expresa a las órdenes de
la Administración que obliguen a subsanar importantes defectos denunciados
en materia de seguridad.

La reforma de la LO 5/2010 lleva a cabo una profunda reordenación de las


conductas terroristas, a la vez que introduce sustanciales modificaciones en la
tipificación de las organizaciones criminales, sean terroristas o no.

La LO 5/2010 y la criminalidad organizada

La exposición de motivos de la LO 5/2010 afirma una incapacidad del delito de asocia-


ción ilícita –previsto en el art. 515 CP– para responder a todos los supuestos de organiza-
ciones o agrupaciones criminales. Con todo, antes de esta reforma, existía la tendencia
de establecer tipos agravados en la parte especial que recogía un mayor desvalor de la
conducta realizada en el seno de una organización criminal, por ejemplo, en el tráfico de
drogas. La previsión de estos tipos agravados provocaba graves problemas concursales:
al prever estos tipos de la parte especial una pena más grave que el delito de asociación
ilícita, provocaba que este último precepto previsto en el art. 515 CP no fuera aplicado.
En la ley se argumenta la importancia de una adecuada punición de las organizaciones
criminales afirmando que:

“la criminalidad organizada atenta directamente contra la base misma de la democracia,


puesto que dichas organizaciones, aparte de multiplicar cuantitativamente la potencia-
lidad lesiva de las distintas conductas delictivas llevadas a cabo en su seno o a través de
ellas, se caracterizan en el aspecto cualitativo por generar procedimientos e instrumentos
complejos específicamente dirigidos a asegurar la impunidad de sus actividades y de sus
miembros, y a la ocultación de sus recursos y de los rendimientos de aquellas, en lo posi-
ble dentro de una falsa apariencia de conformidad con la ley, alterando a tal fin el normal
funcionamiento de los mercados y de las instituciones, corrompiendo la naturaleza de
los negocios jurídicos, e incluso afectando a la gestión y a la capacidad de reacción de
los órganos del Estado”.

La novedad más importante de esta ley es que para sancionar a un sujeto por pertenencia
a un grupo criminal, ya no será necesario la comprobación de una estructura con voca-
ción de permanencia. Para ello se crea, junto a la figura de la organización criminal, los
llamados grupos criminales, definidos en el nuevo art. 570 ter CP. Si para estos grupos
ya no será necesaria la comprobación de una unión de personas con vocación de estabi-
lidad en el tiempo, esta figura será de difícil delimitación con la codelincuencia, esto es,
con una unión de personas para llevar a cabo un delito concreto, que se soluciona (o se
solucionaba hasta ahora) con las reglas generales de autoría y participación.

Las organizaciones terroristas suponen, además, una nueva excepción a la di-


ferencia entre organizaciones y grupos criminales. Si bien la nueva regulación
establece una diferencia penológica entre organizaciones y grupos, siendo más
grave la organización por cuanto se requiere una cierta vocación de estabilidad
de sus participantes, para los supuestos terroristas se equipara el tratamiento
punitivo de los grupos terroristas y de las organizaciones criminales. La equi-
paración punitiva de supuestos de distinta gravedad se justifica, según el le-
gislador, por:
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“La atención a la gravedad intrínseca de la actividad terrorista, considerada como la ma-


yor amenaza para el Estado de derecho, así como a la peculiar forma de operar de de-
terminados grupos o células terroristas de relativamente reciente desarrollo en el plano
internacional, cuyo grado de autonomía constituye precisamente un factor añadido a la
dificultad para su identificación y articulación”.

También se amplía a través de la LO 5/2010 el concepto de colaboración con


organización o grupo terrorista a aquellas conductas individuales que tengan
por objeto la captación, el adoctrinamiento, el adiestramiento o la formación
de terroristas (art. 576 CP) y la difusión pública, por cualquier medio, de men-
sajes o consignas que, sin llegar a constituir resoluciones manifiestas de deli-
to, esto es, provocación, conspiración o proposición para delinquir, estén di-
rigidas a provocar, alentar o favorecer la perpetración de delitos de terrorismo
(art. 579 CP).

Finalmente, la reforma mediante la LO 2/2015, de 30 de marzo, confirma, aún


más si cabe, la tendencia a la creación de un derecho penal del enemigo. La ex-
posición de motivos alude a que el terrorismo internacional de corte yihadista
se caracteriza por haber incorporado nuevas formas de agresión “consistentes
en nuevos instrumentos de captación, adiestramiento o adoctrinamiento en el
odio, para emplearlos de manera cruel contra todos aquellos que, en su ideario
extremista y violento, sean calificados como enemigos”. Continúa afirman-
do que el Código penal no debe, en ningún caso, perder esa perspectiva de
tipificación de las conductas articuladas en torno a organizaciones o grupos
terroristas “pero es evidente que las nuevas amenazas exigen la actualización
de la normativa para dar cabida al fenómeno del terrorismo individual”. Entre
otros cambios, la reforma introduce una definición de terrorismo (art. 573 CP)
y amplía las conductas típicas, hasta el punto de que, en algunos casos, resulta
difícil encontrar un hecho material con un contenido de injusto más allá de
la intención del sujeto y, por tanto, de su supuesta “peligrosidad”. Tal es el
caso del art. 575 CP, que establece una pena de prisión de dos a cinco años
para quien “con la finalidad de capacitarse para llevar a cabo cualquiera de
los delitos tipificados en este artículo […] acceda de manera habitual a uno o
varios servicios de comunicación accesibles al público en línea o contenidos
accesibles a través de Internet o de un servicio de comunicaciones electrónicas
cuyos contenidos estén dirigidos o resulten idóneos para incitar a la incorpo-
ración a una organización o grupo terrorista”.

Por lo que respecta a las penas, en los supuestos de terrorismo causante de


muerte (art. 573 bis 1.1ª CP), está prevista la pena de prisión “por el tiempo
máximo previsto”, lo cual parece indicar que se trata de la prisión permanente
revisable.

En el ámbito de las penas y medidas de seguridad aplicables a los supuestos


terroristas, existen una serie de especificidades que conducen también a afir-
mar en este campo la aparición�de�un�subsistema. Ello constituye una ex-
cepción al régimen general inaudito hasta el momento. Si bien la ejecución
de la pena debe guiarse por criterios de adecuación al sujeto concreto, puesto
que la finalidad de la pena debe ser primordialmente resocializadora, en estos
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 24 La política criminal en España

casos las previsiones no irán dirigidas a personas, sino a “grupos” de casos,


con lo que la finalidad resocializadora de la pena puede ceder en favor de una
finalidad inocuizadora. Así, como manifestaciones de esta tendencia, a través
de las sucesivas reformas, se destaca la reforma operada por la LO 7/2003, en
la que se prevé:

• Una ampliación de tope máximo del cumplimiento de las penas a 40 años


en los supuestos de terrorismo (art. 76 CP), cuando en el régimen general
era de 20 años. Se argumenta, en este caso, por la necesidad de instaurar:

“una respuesta más contundente del ordenamiento jurídico penal. Más aún cuando, en
la práctica, las reglas que el Código penal estableció con el fin constitucional de dar
cumplimiento a principios generales del ordenamiento jurídico penal se están utilizando
precisamente, para vulnerar dichos principios, convirtiéndose en instrumentos que los
terroristas utilizan en su beneficio en su constante vulneración de las reglas y principios
del Estado de derecho”.

A través de la LO 5/2010 se llevan a cabo nuevas modificaciones en materia


de sanciones penales aplicables a los supuestos terroristas y/o organizaciones
criminales. Por un lado, se introduce la medida de seguridad llamada libertad
vigilada, únicamente aplicable a delincuentes terroristas y sexuales. El legis-
lador sostiene en ese caso que:

“en determinados supuestos de especial gravedad ese efecto rehabilitador de la pena se


ve dificultado, en la medida en que esta no resulta suficiente o adecuada para excluir
un elevado riesgo de reincidencia [....]. Agotada la dimensión retributiva de la pena, la
peligrosidad subsistente del sujeto haya su respuesta idónea en una medida de seguridad”.

Por lo tanto, el legislador reconoce expresamente que la pena posee una fi-
nalidad retributiva y que se aplica después una medida de seguridad porque
subsiste una peligrosidad. Esta previsión desbarata por completo la regulación
que desde 1995 había instituido el legislador respecto a la aplicación de penas
y medidas de seguridad. Una de las críticas más importantes de la doctrina es
la posibilidad de aplicar una medida de seguridad a un sujeto completamente
imputable, con capacidad para comprender la ilicitud del hecho y adecuarse
a su comprensión. Además, se argumenta que existe una presunción iuris tan-
tum de peligrosidad, puesto que la medida se impone en el momento de la
sentencia. Si efectivamente se impone a un sujeto, será después de la pena, de
manera que se reaccionará frente a una peligrosidad futura, con lo que podría
considerarse una medida predelictual y no postdelictual. Por su previsión des-
pués de la ejecución de la pena, también se podría ver dificultado el acceso al
tercer grado y a la libertad condicional, ya que sería un contrasentido acordar
estos beneficios penitenciarios en base a un buen pronóstico de reinserción
social y, posteriormente, acordar la ejecución de la libertad vigilada. Con lo
que el acceso del condenado a un régimen más abierto de libertad previsible-
mente se verá postergado a la ejecución de la medida.

Además, en materia de concesión del tercer grado y la libertad condicional


también se establecen normas específicas en caso de terrorismo o de delitos
cometidos en el seno de organizaciones criminales. A partir de la reforma de
2015, para los delitos de terrorismo, se establece en el art. 78 CP que, aten-
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 25 La política criminal en España

diendo al total de la suma de penas impuestas, solo será posible el acceso al


tercer grado penitenciario cuando quede por cumplir la quinta parte del lími-
te máximo de cumplimiento de la condena, y la libertad condicional cuando
quede por cumplir la octava parte. Además, según el art. 90.8 CP, el penado
debe mostrar “signos inequívocos de haber abandonado los fines y medios de
la actividad terrorista y haya colaborado activamente con las autoridades, bien
para impedir la producción de otros delitos […] bien para atenuar los efectos
de su delito, bien para la identificación, captura y procesamiento de respon-
sables de delitos terroristas, para obtener pruebas o para impedir la actuación
o desarrollo de las organizaciones o asociaciones a las que haya pertenecido o
con las que haya colaborado, lo que podrá acreditarse mediante una declara-
ción expresa de repudio de sus actividades delictivas y de abandono de la vio-
lencia y una petición expresa de perdón a las víctimas de su delito, así como
los informes técnicos que acrediten que el preso está realmente desvinculado
de la organización terrorista y del entorno de actividades de asociaciones y
colectivos ilegales que la rodean y su colaboración con las autoridades.

Los supuestos adelantados y excepcionales de obtención de la libertad condi-


cional no son aplicables en los casos de terrorismo.

Vista la exasperación punitiva y el régimen de excepcionalidad previsto para


los supuestos de terrorismo, cabe mencionar finalmente las sentencias del Tri-
bunal Europeo de Derechos Humanos (de la Cámara 10/7/2012 y de la Gran
Cámara 21/10/2013) en las que se condena a España por la aplicación de la
llamada “Doctrina Parot”, hasta el punto de que el Tribunal de Estrasburgo
ordenó la puesta en libertad inmediata de algunos conocidos terroristas por
considerar que se encontraban detenidos ilegalmente”.

2.2.2. La violencia de género

Las reformas penales en este ámbito desde la aprobación del CP de 1995 han
estado especialmente atentas a esta delincuencia, con la modificación sustan-
cial de su régimen penal y procesal a través de las siguientes leyes:

• La LO 14/1999, de 9 de junio, de Protección a las Víctimas de Malos Tratos.

• La LO 11/2003, de 29 de septiembre, de Medidas Concretas en Materia


de Seguridad Ciudadana, Violencia Doméstica e Integración Social de los
Extranjeros.

• La LO 13/2003, de 24 de octubre, de reforma de la Ley de Enjuiciamiento


Criminal en Materia de Prisión Provisional.

• La LO 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral con-


tra la Violencia de Género.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 26 La política criminal en España

Con la primera de ellas, la LO 14/1999, se llevaron a cabo algunas reformas


que pretendían dotar a la víctima de una mejor protección. Así, en el ámbito
procesal, se introdujo una nueva medida cautelar que permitiría el distancia-
miento físico entre el agresor y la víctima, y se previó expresamente que, en el
caso de los menores de edad, la regla general debe ser evitar la confrontación
entre el acusado y el menor víctima. En el ámbito penal, se incluyó como pena
accesoria de determinados delitos la prohibición de aproximación a la vícti-
ma, se tipificó específicamente como delito la violencia psíquica ejercida de
manera habitual por personas próximas o se hizo posible el ejercicio de oficio
de la acción penal en el supuesto de faltas.

Las reformas que más nos interesan aquí destacar son las efectuadas por las
dos últimas de estas leyes, puesto que es donde se puede observar la deriva
hacia�un�derecho�penal�del�enemigo en algunos de sus aspectos.

Así, la LO 1/2004, aprobada por unanimidad, resulta positivamente novedosa


por cuanto aborda la violencia de género desde un punto de vista multidis-
ciplinar, regulando conjuntamente medidas preventivas, de sensibilización,
educativas, publicitarias, sanitarias, de protección a las víctimas y represivas.
Sin embargo, esta unanimidad parlamentaria se torna en desacuerdo doctri-
nal y práctico en cuanto a las medidas penales, que desgraciadamente se han
convertido en las más populares.

Se critica que la voluntad de dotar de mayor protección a las víctimas de vio-


lencia de género ha conducido a la instauración de un “derecho penal sexua-
do” (Maqueda Abreu), porque en determinados delitos se establece una tutela
reforzada a las mujeres por el hecho de serlo, esto es, por constituir la violencia
ejercida sobre ellas una “manifestación de la discriminación de la situación
de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres”.
Manifestaciones de esta diferenciación, que tienden a la creación�de�un�sub-
sistema�penal en materia de violencia de género son:

• El establecimiento de una circunstancia agravante en el delito de lesiones


cuando la víctima fuere o hubiere sido esposa o mujer que estuviere o
hubiere estado ligada al autor por una análoga relación de afectividad, aun
sin convivencia (art. 148.4º CP).

• La elevación a la categoría de delito de la antigua falta consistente en el


maltrato de obra sin causar lesión o la causación de un menoscabo psíqui-
co o una lesión no definidos como delito, siempre que el sujeto pasivo sea
una de las anteriores mujeres (art. 153.1 CP).

• La elevación a la categoría de delito de la falta consistente en una amenaza


leve, siempre que la víctima sea la esposa o mujer que esté o haya estado
ligada a él por una análoga relación de afectividad, aun sin convivencia
(art. 171.4 CP).
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 27 La política criminal en España

• La elevación a la categoría de delito de las coacciones leves que antes eran


constitutivas de falta, siempre y cuando las víctimas sea una de las indica-
das con anterioridad (art. 172.2 CP).

A partir de la reforma de 2015, han desaparecido las faltas y gran parte de


ellas han pasado a convertirse en delitos menos graves. Sin embargo, sigue
manteniéndose una diferenciación punitiva para el caso de la violencia de
género. Así, por ejemplo, el maltrato sin causar lesión lleva aparejada una pena
de multa de uno a tres meses (art. 147.2 CP), mientras que ese mismo delito,
en el ámbito de la violencia de género, puede ser sancionado con una pena de
prisión de seis meses a un año (art. 153 CP).

A pesar de que se haya introducido, junto a la mujer que tenga o haya te-
nido una relación sentimental con el autor, a otras “personas especialmente
vulnerables que convivan con el autor”, parte de la doctrina denuncia el es-
tablecimiento de un derecho penal sexuado, pues afirman que en el caso de
una persona especialmente vulnerable, deberá demostrarse ante un tribunal
su vulnerabilidad, mientras que en el caso de la mujer víctima, la presunción
es iuris et de iure, cuando en la mujer, por supuesto, no existe ninguna razón
para considerarla vulnerable per se.

En definitiva, para hacer frente a una discriminación histórica del hom-


bre sobre la mujer, parece que el derecho penal pretende pagar con la
misma moneda, introduciendo una discriminación punitiva aun a ries-
go de poner en tela de juicio algunos principios garantistas del derecho
penal que deben ser irrenunciables, como los de ofensividad, igualdad,
proporcionalidad y culpabilidad (véase más ampliamente, Acale Sán-
chez).

En el ámbito de las penas y su ejecución, se han introducido también ciertas


especificidades:

• Se establece para la suspensión de las penas en los supuestos de violencia


de género que el seguimiento de programas específicos de reeducación y
tratamiento psicológico sean obligatorios (art. 83 CP). Aun considerando
positivo que el legislador otorgue una mayor atención a la resocialización
del maltratador, esta previsión desconoce los resultados de estudios empí-
ricos, que indican un mayor efecto resocializador en los casos en los que
los programas de reeducación y tratamiento se siguen voluntariamente
por parte del condenado. Por otra parte, según indica la doctrina, la pre-
visión obligatoria de estos programas no se ha visto acompañada de la su-
ficiente inversión de medios para ponerlos en marcha, con lo que el texto
legal puede quedar solo en buenas intenciones, dificultando el acceso a la
suspensión de la pena en este tipo de delincuencia.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 28 La política criminal en España

• Se despoja a los jueces y tribunales de su función de adecuar la sanción


al caso concreto, al prever la imposición obligatoria de la prohibición de
aproximarse a la víctima (art. 57.2 CP) en la condena por ciertos delitos
relacionados con la violencia de género; o con la imposición obligatoria
en la suspensión de la pena de la prohibición de acudir a determinados
lugares o la prohibición de aproximarse o de comunicarse con la víctima.
Ello ha generado el problema del elevado incumplimiento de las penas de
alejamiento, cuya complejidad y alcance exceden de estas páginas.

Finalmente, y también en materia de medidas cautelares, se ha reformado el


contenido de la prisión provisional a través de la LO 13/2003. La prisión pro-
visional únicamente puede acordarse para lograr determinadas finalidades y
solo en los casos en los que el delito por el que resulte imputado una persona
tenga prevista una pena igual o superior a los dos años. La reforma hace refe-
rencia a que, cuando se trate de una imputación por maltrato habitual y el
fin que persiga la prisión provisional sea evitar que el imputado pueda actuar
contra los bienes jurídicos de la víctima, no opera el límite mínimo de dos
años (art. 503 LECrim).

2.2.3. Conclusiones

Una vez se han expuesto estos dos casos de regulaciones que pueden acercarse
al derecho penal del enemigo, cabe poner de manifiesto que la doctrina ha
sido especialmente crítica en algunos casos, sosteniendo que esta tendencia
político-criminal es incompatible con el Estado de derecho y con los princi-
pios constitucionales. Al margen de que la exclusión de grupos de personas
del conjunto de garantías no ha conseguido ser eficaz frente a su pretendida
lucha contra una determinada criminalidad –cosa que, por cierto, por sí sola
no legitimaría su existencia– quiebra una serie de principios�esenciales�de
nuestras� democracias. Así, fundamentalmente, el principio de igualdad, el
dogma del hecho que tradicionalmente ha servido para prevenir la arbitrarie-
dad, el principio de culpabilidad y de proporcionalidad, entre otros.

Pero uno de los grandes peligros de esta regulación penal de excepción,


que conforma subsistemas dentro del derecho penal, es su gran capaci-
dad expansiva y contaminadora del derecho penal “normal”.

Así, hemos visto que un ejemplo paradigmático del derecho penal del enemigo
es el caso del terrorismo, pero esta terminología del terrorismo, alusiva a esta
legislación penal en la que se prescinde de ciertas garantías, luego es utilizada
para referirse a la violencia de género (los “terroristas domésticos”), a los hac-
kers que pretenden causar daños a los ordenadores que atacan (“ciberterroris-
tas”), a los que atentan contra el medio ambiente (“terroristas medioambien-
tales”) a quienes provocan incendios intencionadamente (“terroristas foresta-
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 29 La política criminal en España

les”), los que ponen en peligro la seguridad en el tráfico (“terroristas viales”) y


podríamos así continuar... Solo hace falta sumar excepciones para que se aca-
ben suprimiendo las garantías penales para todos.

2.3. El derecho penal de la seguridad ciudadana: pequeña


delincuencia patrimonial y extranjería

Las orientaciones del derecho penal de la seguridad se han identificado en


ocasiones con las propuestas del derecho penal del riesgo, puesto que la otra
cara de la existencia de un riesgo es pretender mayor seguridad. Sin embargo,
algunos autores como Díez Ripollés han intentado deslindar ambas tendencias
político-criminales. Así, afirma este autor que, mientras que el derecho penal
del riesgo tiende a extender la intervención punitiva en ámbitos nuevos, ám-
bitos donde se constatan nuevos riesgos artificiales o derivados del progreso,
como por ejemplo el de las tecnologías, el derecho�penal�de�la�seguridad in-
cide sobre la delincuencia�clásica y se limita a exacerbar�las�medidas�penales
que ya se conocen, con la mayor criminalización de los socialmente excluidos.

Son ejemplos paradigmáticos del modelo de seguridad ciudadana la respuesta penal fren-
te a la pequeña delincuencia patrimonial o respecto a la delincuencia protagonizada por
los inmigrantes.

Así, no se pueden equiparar los riesgos derivados del uso de las nuevas tecno- Lectura recomendada
logías con aquellos riesgos propios de la actividad cotidiana, como consecuen-
J.�L.�Díez�Ripollés (2004). “
cia de la creciente bola de desempleo y de marginación social. El nuevo modelo penal de la
seguridad ciudadana”. RECPC
(vol. 6, núm. 3).
Con todo, en materia de seguridad debe especificarse de qué se está hablando:
si pretende responder a los riesgos�reales de determinados bienes jurídicos o
bien si se trata de responder a la preocupación�por�el�delito del ciudadano, Observación
entendida como la percepción de algunos individuos o grupos sociales acerca
Se afirma que la preocupación
de cuáles y cuántos son esos riesgos, esto es, a la estimación general que tienen por el delito repercute de ma-
nera directa en las actitudes
los ciudadanos sobre la seriedad del problema de la delincuencia. punitivas (Soto Navarro).

Finalmente, también se puede estar hablando del miedo�al�delito, como la


percepción de cada ciudadano sobre las posibilidades que tiene de ser vícti-
ma de un delito, poseyendo este último concepto una carga emotiva, ya que,
según algunos estudios empíricos, el miedo al delito no se relaciona con las
posibilidades reales de ser víctima, es decir, no responde a causas objetivas ex-
ternas. Según Paredes Castañón, la intervención penal solo queda legitimada
politico-criminalmente en la primera de las acepciones, esto es, en los riesgos
reales.

Sea como fuere, parece que lo que demanda la actual sociedad es una respuesta
enérgica contra la delincuencia clásica, aquella que nace en torno a la desocia-
lización y a la marginación, fruto de un creciente sentimiento colectivo de
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 30 La política criminal en España

inseguridad ciudadana. Y parece que frente a ellos no es posible la resocializa-


ción, sino que lo que resulta adecuado es la inocuización del delincuente, lo
que recuerda a la tendencia del derecho penal de autor.

Por lo tanto, con el derecho penal de la seguridad ciudadana también


el derecho penal sufre una expansión.

Pero según Díez Ripollés, no se trata de una expansión de carácter extensivo


propia del derecho penal del riesgo, haciendo intervenir al derecho penal en
nuevos ámbitos hasta ahora desconocidos.

En este caso se trata de una expansión de carácter intensivo, incremen-


tando la punición de una determinada delincuencia clásica.

Por ejemplo: pequeña delincuencia patrimonial, delitos sexuales, delincuencia violenta,


delincuencia protagonizada por inmigrantes en situación de irregularidad administrati-
va, etc.

Las sucesivas reformas penales a partir de 1995 han intensificado la respuesta


puntiva en algunos de estos sectores.

Así, y a partir principalmente del año 2002 y principios del 2003, se experi-
mentó un gran aumento del sentimiento social de inseguridad –como lo de-
muestran las encuestas del CIS– que no se corresponde con un importante y
efectivo incremento de la tasa de delincuencia en España. En este contexto,
el Gobierno elaboró en septiembre del 2002 un plan de lucha contra la delin-
cuencia que está en la base de muchas de las reformas penales acaecidas en el
2003. Particularmente, este plan de lucha contra la delincuencia es citado en
la exposición de motivos de la LO 11/2003, de 29 de septiembre, de medidas
concretas en materia de seguridad ciudadana, violencia doméstica e integra-
ción social de los extranjeros.

España acoge a través de esta reforma lo que en el ámbito americano –tomando


prestada la terminología propia del béisbol– se denomina three strikes and you're
out, que significa, en el ámbito penal, que la comisión�reiterada�de�un�delito,
fuese cual fuese su gravedad, conlleva necesariamente el encarcelamiento del
culpable.

Cabe decir que los hurtos han sido objeto de diversas reformas desde la apro-
bación del Código penal de 1995. En principio, el delito de hurto venía con-
figurado como la sustracción de algo cuyo valor económico excediera una de-
terminada cantidad (en un origen, 50.000 pesetas, cantidad que se ha ido ac-
tualizando). Las sustracciones de menor entidad eran consideradas faltas, no
delitos. A partir de 2003, las sucesivas reformas hicieron que la comisión de
diversas faltas (pequeñas sustracciones) se convirtieran en delito. Por ejemplo,
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 31 La política criminal en España

sería considerado delito la realización de cuatro –más tarde tres– sustracciones


inferiores a 400 euros, pero que en su conjunto tuvieran un valor superior a
400 euros. La reforma de 2015, al suprimir las faltas del catálogo de infraccio-
nes, establece como delito menos grave la sustracción que no exceda los 400
euros (art. 234.2 CP). Sin embargo, si en esta sustracción de menor entidad
concurre alguna agravante, como por ejemplo, haber sido condenado tres ve-
ces por delitos similares o que los productos sustraídos sean agrarios o cablea-
do, se impondrá una pena de prisión, aunque el valor de lo sustraído no ex-
ceda los 400 euros.

Según la exposición de motivos de la LO 1/2015, se justifica la reforma en que


“la revisión de la regulación de los delitos contra la propiedad y el patrimonio
tiene como objetivo esencial ofrecer respuesta a los problemas que plantea la
multirreincidencia y la criminalidad grave”. Sin embargo, lo que prevé la re-
forma es aplicar una pena de prisión, por ejemplo, a una persona que haya
sustraído cable una sola vez por valor menor a 400 euros, o al pequeño carte-
rista que haya sido condenado por tres delitos (three strikes and you're out).

Por otra parte, se apunta que la sociedad actual se ha visto descargada de la


obligación� de� reinsertar� al� delincuente en la sociedad, de manera que se
percibe que esta es una tarea que ya no le pertenece.

Por ello, se intentan buscar mecanismos de inocuización o de alarga-


miento del periodo en que el sujeto se encuentra controlado por las
instancias penales, más allá de la culpabilidad por el hecho cometido.

Ejemplo de ello es la regulación de la reincidencia a través de la LO 11/2003, de 29 de sep-


tiembre. Así, cuando concurra la circunstancia agravante de reincidencia con la cualifi-
cación de que el culpable al delinquir hubiera sido condenado ejecutoriamente al menos
por tres delitos cometidos en el mismo título y de la misma naturaleza, podrá aplicarse la
pena superior en grado a la prevista para el delito de que se trate (art. 66.1.5º CP). Cabe
poner de manifiesto, en este sentido, que la agravante de reincidencia ha sido objeto de
cuestionamiento sobre su constitucionalidad por poder afectar a la dignidad, al principio
de culpabilidad por el hecho o al de proporcionalidad de la pena, entre otros. En este
sentido, la STC 150/1991 rechazó en su momento la inconstitucionalidad de dicha agra-
vante argumentando que la regulación en aquel momento mantenía la pena agravada
por la reincidencia dentro de los límites de la pena genérica señalada para el delito. Con la
reforma de 2003, que permite la aplicación de la pena superior en grado, dejan de cum-
plirse los criterios establecidos por el Tribunal Constitucional, sin que por el momento
haya habido otros pronunciamientos sobre la constitucionalidad de esta agravación.

Otro ejemplo de la tendencia a la inocuización del sujeto es la nueva medida de seguri-


dad de libertad vigilada creada por la LO 5/2010, que resulta aplicable, entre otros, a los
delincuentes sexuales y que está en la línea de conseguir un mayor control del penado
después del cumplimiento de la pena.

Por otro lado, pese a que existen estudios empíricos que desmienten muchos
de los mitos que asocian la delincuencia con la inmigración (véase Garcia
España), esta se ha relacionado en muchas ocasiones con la inseguridad ciu-
dadana.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 32 La política criminal en España

Muestra de ello es el título de la reforma del 2003 que comentamos, donde aparece la
“seguridad ciudadana” junto con la llamada “integración social de los extranjeros”.

Sin embargo, en esta reforma los preceptos que tienen que ver con los ciuda-
danos extranjeros no se refieren a la integración, sino que vienen a establecer
una nueva regulación de la pena�de�expulsión. Esta ha sufrido notables cam-
bios después de las continuas reformas, lo cual demuestra las grandes contra-
dicciones en esta materia, en las que se pretende, por un lado, mantener un
discurso duro frente a la inmigración expulsando a los extranjeros que delin-
quen y, por otro, evitar la burla de la ley española, así como las críticas a la
discriminación (Muñoz Conde y García Arán, 2015).

A través de la reforma de 2003, se modifica el art. 89 CP para que la expul-


sión sea la pena por excelencia aplicable a los sujetos que hayan cometido un
delito y sean extranjeros en situación de irregularidad administrativa. Así, se
prevé que para el extranjero no residente legal que haya cometido un delito
castigado con una pena de prisión inferior a seis años, la regla sea la sustitu-
ción de la pena por expulsión. Si la pena de prisión es igual o superior a seis
años, una vez que cumpla en España las tres cuartas partes de la condena o
alcance el tercer grado de tratamiento penitenciario, se acordará también, co-
mo regla general, la expulsión. Esta regulación es sustancialmente diferente a
la que estaba prevista en el CP de 1995, que preveía la sustitución por expul-
sión de forma potestativa –no obligatoria– para penas inferiores a seis años, y
una audiencia al penado, suprimida en el 2003. Los argumentos del legislador
transitan por la idea de “evitar que la pena y su cumplimiento se conviertan
en formas de permanencia en España quebrantando así de manera radical el
sentido del ordenamiento jurídico en su conjunto”. Sin embargo, parte de la
doctrina ha criticado esta previsión, entendiendo que en el caso de los extran-
jeros en situación de irregularidad administrativa se renuncia a la reinserción,
incumpliendo el mandato constitucional. Por otra parte, ponen el acento en
el escaso efecto preventivo general de esta sustitución obligatoria, porque la
expulsión ya está prevista como sanción administrativa para los que no hayan
cometido ningún delito.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 33 La política criminal en España

La expulsión vuelve a ser reformada en la LO 5/2010. Aun cuando los proyec- El modelo bienestarista
tos de reforma pretendían eliminar el automatismo en la sustitución por la ex-
Ante lo que Díez Ripollés con-
pulsión en las penas inferiores a seis años, finalmente el texto aprobado man- sidera una deriva hacia un “de-
tiene la naturaleza obligatoria de la expulsión. Sin embargo, el texto aprecia de recho penal securitario”, este
autor propone como alterna-
forma abierta las causas que pueden justificar el cumplimiento de la condena tiva un modelo penal bienes-
tarista, que intentaría alcanzar
en territorio español. Con todo, se vuelve a introducir el trámite de audiencia una mayor eficacia y efectivi-
dad ante la delincuencia abor-
del penado antes de acordar la sustitución y se prevé la posibilidad de acordar dando sus causas personales y
la sustitución no solo en la sentencia, sino también en auto posterior. sociales, insertando mecanis-
mos sociales de prevención de
la criminalidad en el marco de
las intervenciones propias del
Nuevamente, la LO 1/2015 vuelve a modificar la figura de la expulsión. El tex- Estado social del bienestar. De-
to vigente mantiene el carácter obligatorio de la expulsión, pero modificando fiende en este modelo la per-
sistencia de un conjunto de
los criterios con los que se acuerda y las excepciones a la expulsión. Así, como garantías, que estarían dirigi-
das a preservar a los ciudada-
novedad, la expulsión no solo es aplicable a los condenados en situación de nos de los posibles abusos de
los poderes públicos.
irregularidad administrativa, sino a todos los extranjeros que sean condena-
dos en España, sean o no residentes legales. Por tanto, puede incluir a los ciu-
dadanos de la UE, si representan una amenaza grave para el orden o la seguri-
dad pública. Por otra parte, salvo excepciones, procede la expulsión cuando la
pena de prisión impuesta sea superior a un año. En cambio, cuando las penas
impuestas superen los cinco años de prisión, el cumplimiento en España es
obligatorio, y los criterios de la “defensa del orden jurídico” y el “restableci-
miento de la vigencia de la norma” sirven para decidir si el cumplimiento es
parcial o total. Nótese que la finalidad del restablecimiento de la vigencia de
la norma corresponde a criterios de prevención general, alejados de cualquier
consideración a finalidades preventivo-especiales de la pena. En todo caso, tras
cumplir total o parcialmente la pena, el extranjero será expulsado, sin poder
acceder a la libertad condicional en las mismas condiciones que los españo-
les. Como excepción, no como regla general, se podrá no acordar la expulsión
cuando resulte “desproporcionada” teniendo en cuenta las circunstancias del
hecho y las personales del condenado, especialmente su arraigo en España.

Por otra parte, aunque no se trata de una ley penal sino administrativo-san-
cionadora, cabe mencionar la polémica aprobación de la LO 4/2015, de 30 de
marzo, de Protección de Seguridad Ciudadana, conocida críticamente en algu-
nos medios, como Ley Mordaza. En ella se introducen como infracciones, en-
tre otras, la perturbación de la seguridad ciudadana en actos públicos, espec-
táculos, solemnidades u oficios religiosos, causar desórdenes en la vía pública,
solicitar o aceptar servicios sexuales retribuidos en zonas de tránsito público,
consumo o tenencia ilícita de drogas, ocupación de cualquier inmueble, vi-
vienda o edificio ajenos, consumo de bebidas alcohólicas en lugares públicos,
o determinadas infracciones relacionadas con reuniones o manifestaciones no
comunicadas o prohibidas, entre otras. El legislador justifica la reforma en la
exposición de motivos afirmando que “la seguridad ciudadana es la garantía
de que los derechos y libertades reconocidos por las constituciones democrá-
ticas puedan ser ejercidos libremente por la ciudadanía”, haciendo referencia
a “las demandas sociales de seguridad ciudadana”.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 34 La política criminal en España

2.4. Derecho penal simbólico y evolución de las sensibilidades


sociales

Todo el derecho penal tiene un componente de carácter simbólico, esto es,


cumple una función de transmitir a la sociedad ciertos mensajes o conteni-
dos valorativos. Sin embargo, cuando se alude al derecho�penal�simbólico,
se hace en clave crítica en referencia a que la norma penal cumple exclusiva-
mente un papel simbólico, sin una ulterior finalidad. Así, normalmente las
normas penales no solo se legitiman porque desvaloran un determinado com-
portamiento, sino porque son aptas para evitar dichos comportamientos, al
cumplir la sanción penal diversas funciones preventivas (teorías relativas de
la pena). En este marco, la desvaloración de un comportamiento a través de la
norma penal no es una finalidad en sí misma, sino un medio para evitar los
comportamientos desvalorados.

En cambio, en un derecho penal simbólico, “la transmisión de un men-


saje desvalorizador deja de considerarse instrumental, para constituir
un fin en sí mismo” (García Arán).

Parte de la doctrina considera que el derecho penal simbólico no� produce Ved también
ningún�efecto�relevante, puesto que solo se consiguen determinadas conse-
Trataremos el papel de los
cuencias propagandísticas, demostrando la rapidez del legislador en respon- mass media con mayor deteni-
der a determinados problemas sociales. Pero, en definitiva, no poseen efectos miento en el apartado “Popu-
lismo punitivo y medios de co-
en orden a proteger intereses esenciales para la comunidad. Obviamente, la municación”.

ineficacia de la norma simbólica no es absoluta en todos los casos, sino que es


un concepto graduable que se constata en mayor o menor medida en algunos
tipos penales. La creciente utilización del derecho penal simbólico se debe, se-
gún Díez Ripollés, al creciente protagonismo de los medios�de�comunicación
en la discusión pública de los problemas sociales más relevantes y al papel de
los mass media como agentes transmisores de puntos de vista y actitudes.

Por otra parte, se alude al desplazamiento del ámbito de resolución de los con-
flictos sociales al plano jurídico y, en particular, a la creciente�intervención
del�derecho�penal para resolverlos. Así, exagerando esta afirmación, podría
considerarse que aquello que no está previsto en el CP no está prohibido, y
por tanto, está permitido. En consecuencia, la intervención del derecho penal
se encaminaría en ocasiones a lanzar el mensaje a la sociedad de que ciertas
conductas son reprobables.

A continuación se ofrece una clasificación de tipos penales simbólicos efec-


tuada por Díez Ripollés:
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 35 La política criminal en España

Clasificación de tipos penales simbólicos

Clasificación Efecto que se persigue Ejemplo

En�función�del�objetivo�satis- Leyes�reactivas Demostrar la rapidez del legis- Art. 161.2 CP (creación de se-
fecho: normas que no atienden lador ante la aparición de pro- res humanos idénticos por clona-
a la prevención de daños o ries- blemas nuevos o que están por ción).
gos graves para los bienes jurí- aparecer.
dicos.
Leyes�identificativas Se manifiesta la identificación Art. 184.1 CP (acoso sexual).
del legislador con determinadas
preocupaciones del ciudadano.

Leyes�declarativas Declaran los valores concretos Art. 189.4 CP (corrupción de me-


respecto a una determinada nores).
realidad social.

Leyes�principalistas Manifiestan primordialmente la Art. 607 CP (negación de hechos


validez de ciertos principios de históricos).
convivencia.

Leyes�compromiso Muestran a las fuerzas políticas Art. 78 CP.


que las han impulsado el respe-
to a los acuerdos alcanzados.

En�función�de�las�personas Leyes�aparentes Su formulación técnicamente Preceptos excesivamente estruc-


primordialmente�afectadas: defectuosa las hace inaplicables. turados sobre elementos subjeti-
la intervención penal no incide vos. Ejemplo: Art. 510 CP (provo-
sobre delincuentes reales o po- cación al odio contra determina-
tenciales próximos. Los efectos dos grupos sociales).
de la intervención penal no van
más allá de la fase de comunica- Leyes�gratuitas Aprobadas sin recursos persona- Trabajos en beneficio de la comu-
ción penal. les o materiales para su efectiva nidad.
aplicación.

Leyes�imperfectas No prevén sanciones o su apli- Art. 18.1 ap. 2 CP (apología, que


cación es técnicamente imposi- solo es punible si constituye pro-
ble. vocación).

En�función�del�contenido�y�de Leyes�activistas Suscitan la confianza de que se Art. 227 CP (impago de pensio-


los�efectos�sociales�produci- está haciendo algo frente a pro- nes).
dos: leyes que superan las nece- blemas irresueltos. Arts. 428 y ss. (tráfico de influen-
sidades de control social a satis- cias).
facer por la reacción penal.
Leyes�apaciguadoras Produce el efecto de calmar las Art. 381.1 CP (tipificado para
reacciones emocionales que sancionar a los conductores suici-
ciertos sucesos han producido. das por apuestas en autovías).

Leyes�promotoras Pretenden la modificación de Art. 245.2 CP (ocupación de in-


determinadas actitudes sociales muebes).
ante ciertos problemas sociales.

Leyes�autoritarias Efecto de demostrar la capaci- Arts. 368 y ss. CP (tráfico de dro-


dad coactiva en general de los gas).
poderes públicos.

Fuente: Elaboración propia según la clasificación y conceptualización efectuada por J. L. Díez Ripollés (2002). “El derecho penal simbólico y los efectos de la pena”. Boletín Mexicano
de Derecho Comparado (núm. 103).

Por otra parte, como se ha expuesto en módulos anteriores, la política crimi-


nal no es de carácter estático, sino que se encuentra en constante evolución.
Toda política criminal es hija de su tiempo y pretende responder a las nuevas
necesidades que la realidad social pone de manifiesto. Incidiremos sobre todo
en las reformas penales que tienden a dotar de mayor protección a bienes jurí-
dicos personales, ya que en este ámbito se detecta a partir de la aprobación del
CP de 1995 numerosas reformas que, en su mayoría, introducen nuevos tipos
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 36 La política criminal en España

penales que intentan responder a nuevas formas de ataque a bienes jurídicos.


Algunas de ellas, aunque no todas, comparten la tendencia político-criminal
del derecho penal simbólico que se acaba de definir.

Así, por ejemplo:

• La LO 9/2002 introduce el delito de sustracción de menores (art. 225 bis CP).

• La LO 11/2003, de 29 de septiembre, contempla como supuesto específico de lesiones


la mutilación genital (art. 149 CP).

• La LO 15/2003 prevé el maltrato de animales domésticos, posteriormente modificado


en la reforma del 2010 (art. 337 CP).

• La LO 1/2004, que introduce el concepto de violencia de género.

• La LO 5/2010 introduce los delitos de tráfico de órganos dentro de los delitos de


lesiones (art. 156 bis CP), el acoso laboral y el acoso inmobiliario dentro de los delitos
de torturas y contra la integridad moral (art. 173 CP).

• La LO 1/2015 modifica los delitos de homicidio y asesinato (que hasta ahora se habían
mantenido inalterados) e introduce nuevas figuras delictivas, como los matrimonios
forzados (art. 172 bis CP), el delito de stalking (art. 172 ter CP) y el de sexting (art.
197.7 CP), entre otras reformas.

Con todo, se debe prestar una atención especial a los delitos�sexuales, los cua- Ved también
les han sufrido diversas modificaciones legislativas desde la aprobación del CP
Por lo que respecta a las polí-
de 1995. Ya se ha indicado que este Código, en materia sexual, hizo un gran ticas alternativas en esta ma-
esfuerzo por despojar al derecho penal de contenidos moralizantes a la sexua- teria, se describen en los apar-
tados “Propuesta de regula-
lidad, instituyendo como único bien jurídico protegido la “libertad sexual”. ción del ejercicio voluntario
de la prostitución de adultos
Sin embargo, en las sucesivas reformas penales, a parte de corregir algunos (2010)” y “Política criminal en
el ámbito de los menores de
defectos técnicos y algunas penas inadecuadas, introduce elementos que son edad”.
ajenos a la protección de esta libertad, criticando gran parte de la doctrina el
resurgimiento de una determinada moral sexual en este tipo de delitos. Dado
que nos ocuparemos más adelante de la política criminal alternativa en mate-
ria sexual, nos limitamos aquí a exponer los principales cambios legislativos
de las sucesivas reformas.

Tras poco más de tres años de vigencia del CP de 1995, se modifican los delitos
contra la libertad sexual a través de la LO 11/1999, de 30 de abril. Para ello, el
legislador aduce que las previsiones del Código penal vigente:

“no responden adecuadamente, ni a la tipificación de las conductas ni en la conminación


de las penas correspondientes, a las exigencias de la sociedad nacional e internacional
en relación con la importancia de los bienes jurídicos en juego, que no se reducen a la
expresada libertad sexual, ya que también se han de tener muy especialmente en cuenta
los derechos inherentes a la dignidad de la persona humana, el derecho al libre desarrollo
de la personalidad y la indemnidad o integridad sexual de los menores e incapaces, cuya
voluntad, carente de la necesaria formación para poder ser considerada verdaderamente
como libre, no puede ser siempre determinante de la licitud de unas conductas que, sin
embargo, podrían ser lícitas entre adultos”.

En base a esta justificación, se introduce en el título, junto a la libertad sexual,


la “indemnidad sexual”, haciendo referencia a este objeto de tutela penal que
el legislador considera diferente al de la libertad sexual. Se reintroduce el deli-
to de corrupción de menores o incapaces, que había desaparecido tras la apro-
bación del CP de 1995, se amplían las conductas típicas de la pornografía in-
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 37 La política criminal en España

fantil y se revisa el sistema de penas, elevando el rigor punitivo. También se


revisan los delitos de acoso sexual y se introduce el tráfico de personas para
su explotación sexual.

Posteriormente, el derecho penal sexual vuelve a ser modificado en la LO


15/2003, de 25 de noviembre. En este caso, se justifica su reforma “para im-
pedir interpretaciones que impidan penar determinadas conductas de una es-
pecial gravedad”. En este sentido, se endurecen las penas de la pornografía in-
fantil, introduciendo, a su vez, nuevas modalidades típicas, como la posesión
para el propio uso del material pornográfico en el que se hayan utilizado me-
nores o incapaces. También se establecen diferentes circunstancias agravantes
en la utilización de menores de edad o incapaces con fines o en espectácu-
los exhibicionistas o pornográficos y se tipifica la pornografía virtual, esto es,
aquella en la que no han sido utilizados directamente menores o incapaces,
pero se emplea su voz o imagen alterada o modificada.

Nuevamente, la LO 5/2010 efectúa una profunda reforma penal en los delitos


sexuales, reordenando y creando un capítulo independiente para los abusos y
agresiones sexuales a menores de 13 años, que solventa muchos de los proble-
mas concursales que existían con anterioridad y refleja la mayor sensibilidad
social frente a los comportamientos sexuales sobre menores de escasa edad.
En este sentido, se afirma en la exposición de motivos que:

“resulta indudable que en los casos de delitos sexuales cometidos sobre menores el bien
jurídico a proteger adquiere una dimensión especial por el mayor contenido de injusto
que presentan estas conductas”.

En esta reforma se extiende la punición a la utilización de Internet para la


captación de menores de edad, entrando en contacto con ellos a través de las
nuevas tecnologías para ganarse su confianza y con la finalidad de concretar
encuentros para obtener concesiones de índole sexual (delito llamado child
grooming, según la exposición de motivos). También se crean nuevas figuras
delictivas en relación con la prostitución y la pornografía infantil. Así, será tí-
pica la captación de niños para que participen en espectáculos pornográficos,
quien se lucre con la participación de niños en esta clase de espectáculos, y
se sanciona, pese a algunas críticas doctrinales, la conducta del cliente en los
casos en los que la relación sexual se realice con una persona menor de edad
o incapaz. Con todo y globalmente, se elevan sustancialmente las penas pre-
vistas para los delitos en materia sexual.

De nuevo, el rigor punitivo se eleva en estos delitos a través de la LO 1/2015,


justificándolo el legislador en este caso por el cumplimiento de directivas eu-
ropeas. Además, se eleva la edad del consentimiento sexual a los dieciséis años.
De esta manera, la realización de actos de carácter sexual con menores de die-
ciséis años será considerada, en todo caso, como un hecho delictivo, salvo que
se trate de relaciones consentidas con una persona próxima al menor por edad
y grado de desarrollo o madurez. Se modifican otros delitos de manera sustan-
cial, como los abusos sexuales a menores entre dieciséis y dieciocho años. Se
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 38 La política criminal en España

concreta legalmente en qué consiste el lucro mediante la explotación de la


prostitución ajena y se define legalmente la pornografía infantil, ampliándose
también las conductas típicas.

Podría establecerse una relación entre algunas de las reformas penales que he-
mos apuntado y casos mediáticos. Así, por ejemplo, el caso de “Sandra Palo”
respecto a la nueva definición de asesinato consistente en matar “para […] evi-
tar que se descubra” (otro delito), o la nueva agravación del asesinato consis-
tente en “que el hecho fuera subsiguiente a un delito contra la libertad sexual”.
La modificación de los delitos contra la intimidad, introduciendo como delito
la difusión de imágenes personales sin consentimiento cuando estas imágenes
han sido obtenidas lícitamente (sexting) puede evocar el caso de “Olvido Hor-
migos”. Por tanto, algunas de estas reformas penales también pueden partici-
par del llamado populismo punitivo, que será analizado en el epígrafe siguiente.

Si bien, como se ha observado, en su gran mayoría las nuevas sensibilidades


sociales tienden a expandir la intervención del derecho penal, en algunos ca-
sos la evolución de la sociedad provoca la reducción o eliminación�de�cier-
tos�delitos. Este es el caso de los tipos previstos para el incumplimiento del
servicio militar o la nueva regulación del aborto.

En cuanto al primero, mediante la LO 7/1998, se suprimieron las penas de


prisión y multa para los supuestos de no�cumplimiento�del�servicio�militar
obligatorio o de la prestación social sustitutoria y también se rebajaron las pe-
nas de inhabilitación para estos supuestos. Más adelante, una vez desapareció
la obligatoriedad de prestar el servicio militar o la prestación social sustitutoria
el 21 de diciembre del 2001, se derogaron los arts. 527 y 604 CP, que tipifica-
ban los delitos contra los deberes de incumplimiento de estas prestaciones (a
través de la LO 3/2002, de 22 de mayo).

Por otra parte, se ha producido una modificación sustancial de los delitos de


aborto a través de la LO 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual reproductiva
y de la interrupción voluntaria del embarazo. Como es sabido, hasta esta re-
forma España contemplaba un sistema de indicaciones, con una regulación
del 1985 mantenida por el Código penal de 1995. Esta normativa restrictiva
había provocado en la práctica el efecto contrario, esto es, la no persecución
de los abortos ilegales e incluso había hecho aparecer un turismo abortivo de
mujeres procedentes de países donde las legislaciones eran más permisivas que
la española. Con la LO 2/2010 se parte de que la capacidad de procreación está
directamente vinculada a la dignidad de la persona y al libre desarrollo de la
personalidad, afirmando la exposición de motivos que la decisión de tener hi-
jos y cuándo tenerlos constituye uno de los asuntos más íntimos y personales
que integra un ámbito esencial de autodeterminación individual.

En consecuencia, se declara que los poderes públicos están obligados a no in-


terferir en ese tipo de decisiones, al mismo tiempo que deben establecer las
condiciones para que este tipo de decisiones se adopten de forma libre y res-
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 39 La política criminal en España

ponsable, poniendo al alcance de las personas los servicios de atención sanita-


ria, asesoramiento e información. Aduciendo que el primer deber del legisla-
dor es adaptar el derecho a los valores de la sociedad, se introduce fundamen-
talmente un sistema de plazos.

La reforma del 2010 modifica también el art. 145 CP para limitar la pena im-
puesta a la mujer que consiente o se practica un aborto fuera de los casos per-
mitidos por la ley, eliminando la previsión de la pena privativa de libertad. La
exposición de motivos de esta ley alude a la STC 53/1995, en la que se niega el
carácter absoluto de los intereses que entran en conflicto y el deber del legis-
lador de ponderar los bienes y derechos en función del supuesto planteado,
de acuerdo con los cambios cualitativos de la vida en formación que tienen
lugar durante el embarazo.

Con todo, el Anteproyecto de Ley Orgánica para la protección de la vida del conce-
bido y los derechos de la mujer embarazada pretendía volver al sistema de indica-
ciones en el aborto. Fracasada esta iniciativa legislativa, la LO 11/2015, de 21
de septiembre, establece que cuando se interrumpa voluntariamente el emba-
razo de personas menores de edad, será necesario, además de la manifestación
de la voluntad de la menor, el consentimiento expreso de sus representantes
legales, suprimiendo así el art. 13 de la LO 2/2010.

Como expresión de una política criminal que acoge la evolución de las sensi-
bilidades sociales, cabe mencionar también la aprobación del Estatuto de la
víctima del delito (Ley 4/2015, de 27 de abril) y su reglamento de desarrollo
(Real Decreto 1109/2015, de 11 de diciembre).

2.5. Populismo punitivo y medios de comunicación

La formulación teórica del concepto populismo�punitivo se refiere en un ori-


gen a la idea de utilización del derecho penal en clave estrictamente electo-
ralista. Así, Bottoms utiliza el término populist punitiveness para referirse a la
instrumentalización por parte de los poderes políticos y los gobernantes de las
políticas empleadas para el establecimiento de sentencias y penas (sentencing
policy) con el único propósito de sacar réditos electorales. De este modo, la pri-
mera formulación teórica ponía el acento más en el sustantivo (populismo) que
en adjetivo (punitivo). Posteriormente, otras formulaciones teóricas del popu-
lismo punitivo inciden más en el adjetivo que en el sustantivo, acentuando
el efecto de endurecimiento punitivo en detrimento de las garantías, procla-
mando la necesidad de “mano dura” frente a la criminalidad (Roberts) con
elementos discursivos neoretribucionistas, y eslóganes como “ley y orden”,
“tolerancia cero” o los “three strikes and you're out” al que antes nos hemos
referido.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 40 La política criminal en España

Esta no sería una característica exclusivamente predicable de los partidos con-


servadores, puesto que el centro-izquierda también se habría sumado a esta
tendencia.

Para ejemplificarlo, la doctrina se refiere a EE. UU. en los años ochenta, cuando el con-
servador George Bush ganó las elecciones incidiendo en la necesidad de una nueva polí-
tica criminal que respondiera a la inseguridad, criticando el anterior Gobierno por una
supuesta falta de “mano dura”. En esa campaña se utilizó repetidamente el caso de Willy
Horton, un prisionero condenado por asesinato que, durante un beneficio penitenciario,
secuestró a una pareja, violó y asesinó a la esposa y agredió violentamente al marido.
Después de que George Bush ganara las elecciones, el partido demócrata tomó buena
nota de ello, siendo la política criminal de “mano dura” uno de los ejes centrales en la
posterior campaña de Bill Clinton, que ganó las elecciones en 1992.

España también es buena muestra de ello, y tanto la derecha como la izquierda (al menos
Lectura recomendada
en sus expresiones políticas mayoritarias) no han escapado a la utilización del populis-
mo punitivo (Botella Corral). Por ejemplo, la Ley del 2003 relativa al cumplimiento ín-
tegro y efectivo de las penas, que, como veremos, provoca un endurecimiento punitivo J.�Baucells�Lladós;�L.�Pe-
en delitos graves, cercano en algunos aspectos al derecho penal de autor, fue impulsada res-Neto (2011). “Medios de
por el PP, partido gobernante en esos momentos, pero fue votada favorablemente por comunicación y populismo
el principal partido de la oposición, el PSOE. Por lo tanto, Botella Corral sostiene que punitivo. Revisión teórica del
concepto y análisis de la re-
para captar votos, especialmente de las posiciones centristas y moderadas, los grandes
forma penal en materia de
partidos tienden a eliminar los aspectos más ideológicos, ofreciendo en lo político-cri-
hurto”. Revista penal (núm.
minal programas cada vez más similares, que tienen la nota común de incremento de la
27).
punición, con el objetivo de obtener el apoyo de la opinión pública. Como consecuencia
de ello, las diferencias se trasladarán en el debate sobre determinados valores, como la
cuestión territorial, la memoria histórica o el papel de la Iglesia católica, de manera que
“la política simbólica es mucho más antagonista que las políticas sustantivas”

En definitiva, el populismo�punitivo se refiere al empleo de políticas


criminales caracterizadas por la mano�dura�contra�la�delincuencia, a
partir de representaciones del fenómeno criminal en un contexto�de
alarma. El objetivo de esta política criminal, asumida tanto por partidos
de derecha como por los de la izquierda mayoritaria, es obtener réditos
políticos.

Se reforman las leyes penales desde una orientación punitivista para mantener
la imagen pública de que se hace todo lo posible –utilizando como instrumen-
to el sector del ordenamiento jurídico más contundente– frente a la creciente
inseguridad del ciudadano.

Pero esta inseguridad no tiene que ver tanto con el incremento de he-
chos delictivos, sino más bien con la imagen ofrecida por los medios
de�comunicación.

En este sentido, gran parte de la doctrina ha puesto de manifiesto que la in-


formación “no es inocente”. Junto a la función institucional de los medios
de comunicación, consistente en informar a la opinión pública, coexisten in-
tereses empresariales de obtener una mayor rentabilidad económica, que en
gran medida se consigue con otra de las misiones de los mass media, la de en-
tretener al público. Esta finalidad de entretenimiento puede estar en la base
del tradicional, pero siempre en aumento, interés periodístico por el delito.
Los sucesos criminales encandilan al público. Se debe ser consciente de que
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 41 La política criminal en España

tanto la selección de los casos penales que van a ser objeto�de�información


periodística como la intensidad o profundidad de su abordaje, son cuestiones
que deciden los medios de comunicación.

Esta facultad decisoria que poseen los medios es sumamente importante, ya


que puede influir sobre la percepción de seguridad o inseguridad de los ciuda-
danos, puede coadyuvar a la reforma de determinadas normas penales o pue-
de, por su forma de abordar los asuntos penales, colisionar con otros derechos
constitucionalmente protegidos, como la presunción de inocencia, o los dere-
chos a la intimidad y a la propia imagen, entre otros (Guardiola Lago). Lo que
más nos interesa resaltar en este momento son los dos primeros efectos.

Por lo que respecta a la percepción�de�seguridad�o�inseguridad�de�los�ciuda-


danos, diversos estudios empíricos apuntan a que la mayor preocupación y el
miedo al delito no tiene tanta relación con la evolución de la criminalidad en
España, sino más bien se correlaciona con la sobrerrepresentación mediática
de determinados delitos, sobre todo violentos, que no se corresponde con la
realidad, generando así una distorsión cognitiva y un mayor sentimiento de
inseguridad (Soto Navarro). Con todo, la supuesta demanda de “mano dura”
de la sociedad, fruto de este sentimiento de seguridad, no ha sido comproba-
da suficientemente con estudios empíricos. De hecho, Varona Gómez inten-
ta desmentir el “mito del punitivismo” a través del análisis de las fuentes de
datos que se utilizan para verificar las actitudes punitivas. Así, considera que
las manifestaciones espontáneas de furor punitivo, el uso de “preguntas-tram-
pa” y la utilización de encuestas sobre preocupaciones sociales no son fuentes
adecuadas para evaluar la actitud vindicativa de la ciudadanía, apostando por
otras fuentes más fiables, como los “casos-esecenario” y las preguntas sobre las
causas de la delincuencia y “riesgos relativos”. Estas últimas permiten matizar
la afirmación de que los españoles son punitivos.

En cuanto a la�posible�influencia�de�los�medios�en�la�reforma�de�las�normas
penales, existe un amplio acuerdo científico en considerar que los medios jue-
gan un papel predominante en el proceso de construcción de la agenda polí-
tico-criminal y del contenido de la misma. Desde la ciencia política y desde las
ciencias de la comunicación se han desarrollado diversas vías explicativas para
descifrar los procesos del establecimiento de la agenda (agenda-setting). Así,
mientras los politólogos han centrado sus esfuerzos en buscar respuestas sobre
cómo se construye únicamente la agenda política, los comunicólogos parten
de la explicación de los mecanismos de construcción de la agenda informativa
y de sus efectos en la fijación de la agenda política. Con todo, y aunque no
se trate de un proceso causal, puede admitirse que la agenda de los medios, la
agenda pública y la agenda política se influencian mutuamente. Cuando un
caso penal salta a los medios de comunicación, se reclama a los políticos que
se pronuncien sobre la política criminal que va a seguir su partido, pero los
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 42 La política criminal en España

políticos también necesitan los medios de comunicación como instrumento


de propaganda y en ocasiones las noticias de reformas penales –coincidencia
o no– se enmarcan en un determinado contexto político desfavorable.

Así, por ejemplo, durante la crisis del Prestige, el Gobierno anunció una futura reforma
penal sobre el cumplimiento íntegro y efectivo de las penas; durante la polémica de la
participación de España en la invasión de Irak, se anunció la reforma en materia de in-
seguridad ciudadana, violencia doméstica e integración social de los extranjeros; cuando
el lehendakari expuso su idea de celebrar un referéndum para la autodeterminación del
País Vasco, se anunció una reforma penal que precisamente pretendía criminalizar –co-
mo finalmente se sancionó– este tipo de convocatorias (García Arán/ Peres-Neto).

Los medios de comunicación no solo influencian la agenda pública y política


sino que, según Baucells y Peres-Neto, llegan a proponer hasta cuatro líneas
ideológicas que pretenden orientar las posibles reformas penales:

• La necesidad de escuchar de forma prioritaria la opinión de las víctimas.


• La caracterización del delincuente como un sujeto peligroso, frente a quien
solo podemos protegernos recurriendo a la cárcel.
• La finalidad retributiva e inocuizadora de la pena como anclaje ideológico
exclusivo de cualquier reforma penal.
• Las garantías penales como lastre para la eficacia.

Veremos algunos ejemplos en España, fundamentalmente a través de las re-


formas penales del 2003 y 2010, aunque esta tendencia puede ser compartida
por la mayor parte de las reformas penales.

Respecto a la necesidad de escuchar de forma prioritaria la opinión de las víc-


timas, cabe poner de manifiesto una creciente utilización�y�manipulación
de�la�víctima por parte de los medios de comunicación y los agentes políticos.
Así, la aparición de políticos junto a víctimas en los medios de comunicación
es cada vez más recurrente.

A título de ejemplo, en la primera versión del proyecto de reforma de Código penal en


noviembre del 2008, el Ministro de Justicia aparecía en los medios acompañado de Juan
José Cortés, el padre de Mari Luz. En esta ocasión, Caamaño reconoció que “sobre to-
do, a la sociedad española de hoy lo que le preocupa y lo que exige es que tengamos
y contemos con un derecho penal que se ocupe de las víctimas del delito y no solo de
los delincuentes”. Desde la oposición, la instrumentalización de la víctima también se
produce cuando, por ejemplo, se presenta al padre de la niña Mari Luz como asesor en
materia de justicia.

Con todo, algunas de las reformas penales más recientes tienen relación di-
recta con esta tendencia de instrumentalizar a la víctima, como es la libertad
vigilada prevista para los delincuentes sexuales.

Así, por ejemplo, en el momento de informar sobre la aprobación del anteproyecto por
parte del Consejo de Ministros, se afirma desde RTVE que “El caso Mari Luz ha sido
determinante para que el Gobierno se plantee una reforma del Código penal. De hecho,
algunas de las medidas que el Gobierno va a aplicar contra la pederastia se anunciaron
después de una entrevista del padre de Mari Luz, Juan José Cortés, con el presidente del
Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero”.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 43 La política criminal en España

Por lo que respecta al conjunto de reformas penales del 2003, diversos estu-
dios de García Arán y Peres-Neto ponen en evidencia las anteriores cuestiones
planteadas. Así, la LO 7/2003, de 30 de junio, de medidas de reforma para el
cumplimiento íntegro y efectivo de las penas, lleva a cabo un endurecimien-
to�del�régimen�penal�y�penitenciario de la delincuencia más grave, hasta el
punto de que parte de la doctrina encuadra la reforma dentro de los rasgos
propios del derecho penal del enemigo, particularmente respecto de las mo-
dificaciones en materia terrorista (Faraldo Cabana). Sobre la ampliación del
cumplimiento de pena a los 40 años para los supuestos terroristas, la exposi-
ción de motivos admite que podría “privar en algunos supuestos de efectos
a los principios constitucionales de las penas”, pero justifican la reforma adu-
ciendo que en los casos de mayor gravedad “exigen una respuesta más con-
tundente del ordenamiento jurídico penal”. Por lo tanto, se admite que este
tipo de previsiones pueden ser contrarias a la reinserción, pero son necesarias
en aras a una mayor “contundencia” de la respuesta.

En la prensa, los autores citados encuentran numerosos ejemplos que aplauden la re-
forma: “acertadas reformas legales contra ETA (reforma del Código penal)” (El Mundo,
04/01/2003); “Quizás nuestro Estado de derecho no estaba tan protegido ante el terro-
rismo” (ABC, 02/01/2003); “España tiene el sistema de cumplimiento de condenas más
blando de Europa” (ABC, 05/01/2003). Aplicándolo al caso concreto, la prensa se hace
eco de que “el etarra arrepentido Juan Manuel Soares Gamboa podrá abandonar la cárcel
ocho años después de entrar por condenas que superan los 1.500 años” (La Vanguardia,
30/05/2003).

Relacionado el populismo punitivo con la inseguridad ciudadana, las reformas Observación


penales inciden, como hemos visto, en ciertos sectores de la delincuencia, co-
Obviamente, los 1.500 años
mo la pequeña delincuencia patrimonial o la delincuencia protagonizada por de condena son de imposible
inmigrantes en situación de irregularidad administrativa. Como se ha expues- cumplimiento, pero siempre se
compara el cumplimiento en
to, expresión paradigmática de esta tendencia es la LO 11/2003, de 29 de sep- prisión respecto de la senten-
cia, no respecto a las posibili-
tiembre, de medidas en materia de seguridad ciudadana, violencia doméstica dades reales de cumplimien-
to o a la esperanza de vida del
e integración social de los extranjeros, aunque también la reforma de la LO condenado.
5/2010 y 1/2015.

En lo que interesa aquí destacar, los medios de comunicación, haciéndose eco de posi- Ved también
ciones de partidos políticos o de ciertos casos o datos supuestamente objetivos, incidie-
ron en momentos previos a estas reformas: “La impunidad del hurto. La pequeña delin- Hemos visto estos aspectos en
cuencia aumentó un 5,6% en Barcelona durante el 2002” (La Vanguardia, 09/10/2002); el apartado “El derecho penal
“La medida legal está relacionada con el aumento de la delincuencia que sufre España de la seguridad ciudadana: pe-
desde hace dos años y que el Gobierno de José María Aznar no ha logrado frenar hasta queña delincuencia patrimo-
ahora” (El País, 10/01/2003); “El voto de la Inseguridad” (ABC 01/05/2003); “No te es- nial y extranjería”.
fuerces –insiste el detenido de camino a la comisaría de Ciutat Vella– mañana volveremos
a lo mismo y punto” (La Vanguardia, 18/01/2003); “Rajoy: ‘Un exceso de inmigración
provoca marginación y delincuencia’” (titular de portada en El País, 12/05/2002).
Referencia bibliográfica

Por lo que respecta a la reforma penal del 2010 en materia de pequeña�de- Ejemplos extraídos de:
licuencia patrimonial, puede observarse la misma tendencia: la justificación M.�García�Arán;�L.�Peres-Ne-
to (2009): “Discursos mediá-
del endurecimiento punitivo basado en la inseguridad ciudadana, sacando a ticos y reformas penales de
colación determinados casos concretos: 2003”. En: M. García Arán; J.
Botella Corral. Malas noticias.
Medios de comunicación, políti-
“Los asaltos a chalés, como el del empresario José Luis Moreno o el de la familia Tous, y los ca criminal y garantías penales
frecuentes alunizajes en escaparates comerciales son nuevas formas de delincuencia a las en España. Valencia: Tirant lo
que da respuesta el delito de asociación transitoria para delinquir” (El País, 15-10-2008); Blanch.
“Los problemas para documentar a un sospechoso o su puesta en libertad en espera de ex-
pulsión, pone al ratero de nuevo en la calle y la rueda sigue” (La Vanguardia, 30/10/2009);
“Los ladrones callejeros suelen tener decenas y decenas de detenciones a sus espaldas.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 44 La política criminal en España

Lo más habitual es que, tras ser detenidos y pasados a disposición judicial, queden en
Referencia bibliográfica
libertad a la espera de juicio por la escasa gravedad penal de la acusación. Los especialis-
tas policiales siempre se lamentan de que en muchas ocasiones no se tiene en cuenta el
expediente de detenciones del sospechoso: ‘cuando alguien tiene 100 antecedentes por Ejemplos extraídos de:
los mismos supuestos, y no es un caso imaginario, es que ha hecho del robo su forma de J.�Baucells�Lladós;�L.�Pe-
vida’, se lamentaba hace unos días una fuente policial” (La Vanguardia, 03-10-2009). res-Neto (2011). “Medios de
comunicación y populismo
punitivo. Revisión teórica del
concepto y análisis de la re-
forma penal en materia de
hurto”. Revista penal (núm.
27).

Sin embargo, ni la reforma de 2003 ni la de 2010 fueron idóneas para hacer Ved también
frente a la pequeña delincuencia patrimonial, dado que nunca fue aplicado el
Hemos visto estos aspectos en
precepto que elevaba a la categoría de delito la comisión de diversas faltas de el apartado “El derecho penal
hurto. En lugar de incidir con políticas sociales para mejorar las condiciones de la seguridad ciudadana: pe-
queña delincuencia patrimo-
socioeconómicas que impulsan a la realización de pequeños hurtos, mejorar nial y extranjería”.

el control policial o elaborar planes de prevención situacionales, el legislador


decidió optar por la solución más mediática y más barata, la reforma penal,
que fue inaplicable.

Otro ejemplo de populismo punitivo es la introducción de la prisión perma-


nente revisable a través de la LO 1/2015. Cuando se planteaba su introducción,
el entonces ministro de Justicia anunció que era una respuesta a “situaciones
que han producido un gran impacto social” y que sería aplicable solamente
en aquellos casos “que hayan alcanzado el máximo grado de repulsa social”.
De estas justificaciones puede deducirse la tendencia al populismo punitivo.

2.6. Política criminal y sanciones penales

Al inicio del módulo ya se han expuesto las tendencias político-criminales


más significativas instauradas por el CP de 1995 en materia de sanciones. Es
cierto que se introdujeron grandes cambios y avances en materia de penas
alternativas o en el ámbito de la ejecución de la pena (suspensión, sustitución
y libertad condicional).

Ejemplos de estas penas alternativas son: la previsión del sistema de días-multa, la pena
de arresto de fin de semana, la introducción de los trabajos en beneficio de la comunidad
o, en el ámbito de la ejecución de la pena, la regulación de la suspensión, la sustitución
o la libertad condicional.

Pero el balance global de la aplicación del código es el endurecimiento�pu-


nitivo. Ello es debido al aumento de la duración de las penas de prisión, al
suprimir la redención de penas por trabajo, sin dotarse de amplitud aplicativa
a las nuevas medidas aparecidas en el código como alternativas a la redención.
Tampoco se destinaron los medios personales y materiales suficientes para el
desarrollo de las penas alternativas que introdujo el CP de 1995. En conse-
cuencia, tal y como muestran las estadísticas del Consejo de Europa, España se
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 45 La política criminal en España

sitúa entre los países en los que la duración de la estancia en la prisión es ma-
yor. Esta situación viene agravada por las reformas penales posteriores, en un
contexto en el que el ideal de resocialización ha caído en una profunda crisis.

Sin haberse llegado a ensayar en todo su potencial las penas alternativas


a la prisión, sobre todo a partir de las reformas penales del 2003, se
procederá a dotar de mayor protagonismo a la prisión, primando las
finalidades retributivas, intimidatorias e inocuizadoras de la pena frente
a una resocialización en la que la sociedad no parece estar muy dispuesta
a participar.

De este modo, a parte de las reformas que afectan a la parte especial del código
–en las que se puede observar un aumento de las penas para determinados
delitos–, nos referiremos a las reformas sobre el sistema�de�penas, fundamen-
talmente introducidas a través de:

• La LO 7/2003, de 30 de junio, de Cumplimiento Íntegro y Efectivo de las


Penas.

• La LO 15/2003, de 25 de noviembre, por la que se modifica la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del CP.

• La LO 5/2010, de 22 de junio, por la que se modifica la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del CP.

• La LO 1/2015, de 30 de marzo, por la que se modifica la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del CP.

Mediante la LO 7/2003 se reforman las penas sobre todo en relación con la co-
misión de delitos graves. Se destaca, ya desde un inicio, el fuerte componente
propagandístico de la expresión “cumplimiento íntegro y efectivo”, que re-
vela una confusión conceptual que se traslada a la ciudadanía. Todas las penas
se cumplen íntegramente, porque el régimen de tercer grado y libertad condi-
cional –modificados por la reforma en clave restrictiva– no son sino formas de
cumplimiento de la pena. En cambio, ya en la exposición de motivos se dice:

“en efecto, el sistema de progresión de grados, permisos, régimen abierto y concesión de


la libertad condicional puede hacer que la pena prevista por el Código penal y fijada en
la sentencia quede muy distante de la efectivamente cumplida”.

Por ello, el legislador se acoge a la consecución de una pretendida seguridad


jurídica o a la idea de certeza sobre cuál es la pena a cumplir:

“consecuencia lógica de estos derechos y exigencia necesaria del principio de seguridad


jurídica que exige nuestro ordenamiento jurídico, es el derecho del ciudadano a conocer
con certeza cuál es la forma en la que se van a aplicar las penas, a saber, en definitiva, en
qué se va a traducir en la práctica la pena o sanción impuesta”.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 46 La política criminal en España

Desconoce el legislador que, si bien el principio de seguridad jurídica debe


operar, sobre todo en el momento de determinación de la pena, la ejecución
de la misma debe ser individualizada, con el objetivo de alcanzar en la medida
de lo posible el fin resocializador de la pena. Sin embargo, la reforma endurece
el régimen de ejecución y limita la discrecionalidad del juez y de los equipos
de tratamiento para adecuar la ejecución al caso concreto y al progreso del reo:

• Se introduce en el art. 36 CP el “periodo de seguridad”.

• Se eleva el límite máximo de cumplimiento de penas a los 40 años en


determinados delitos.

• Se reforma el art. 78 CP para que los beneficios penitenciarios, los permi-


sos de salida, la clasificación en tercer grado y el cómputo del tiempo para
la libertad condicional en los supuestos de crímenes especialmente graves
se refieran siempre a la totalidad de las penas impuestas en las sentencias.
En este sentido, argumenta el legislador que “con esta regla y frente a su-
puestos de condenas a 100, 200 o 300 años, el delincuente cumplirá en la
práctica de forma íntegra y efectiva el límite de la condena”. Nuevamen-
te, como vimos en el apartado anterior, resulta una constante valorar la
pena cumplida en prisión con el total de las penas impuestas y no con la
esperanza de vida de una persona.

• Se modifican los preceptos relativos a la libertad condicional (arts. 90 y


91 CP), introduciéndose el requisito de satisfacer las responsabilidades ci-
viles y estableciendo condiciones específicas en los casos de terrorismo y
criminalidad organizada.

A través de la LO 15/2003 se efectúan reformas en el sistema de penas para los


delitos de menor gravedad. Entre ellas destacan:

• La duración mínima de la pena de prisión pasa de seis a tres meses. La


motivación esgrimida por el legislador en la exposición de motivos para
recuperar las penas cortas de prisión, desterradas por el CP de 1995, es
que “la pena de privación de libertad de corta duración pueda cumplir su
función de prevención general”.

• La apuesta por aplicar la prisión a los supuestos de criminalidad menos


grave se ve confirmada con la supresión de la pena de arresto de fin de
semana. A partir de ahora, para la mayoría de delitos donde estaba pre-
vista la pena de arresto de fin de semana se preverán penas de prisión de
entre tres meses hasta los dos años. En el supuesto de las faltas, la pena de
arresto de fin de semana será sustituida por la nueva pena de localización
permanente.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 47 La política criminal en España

• Esta pena de localización permanente, introducida en esta reforma exclu-


sivamente para el ámbito de las faltas, posee, según la exposición de mo-
tivos, una configuración

“que permite su aplicación con éxito para prevenir conductas típicas constitutivas de
infracciones penales leves, al mismo tiempo que se evitan los efectos perjudiciales de la
reclusión en establecimientos penitenciarios”.

• Se reforma el régimen del delito continuado, previendo la posibilidad de


que se imponga la pena en grado superior en su mitad inferior.

• Se amplía la duración máxima de las penas de alejamiento y de no apro-


ximación a la víctima y se amplía también la duración máxima de la pena
de privación del derecho a la tenencia de armas, que pasa de 10 a 15 años.

• En una línea diferente a la tónica punitivista, la reforma potencia la pena


de trabajos en beneficio de la comunidad, previéndola como pena princi-
pal para algunos tipos delictivos.

• También destaca un nuevo régimen de suspensión de las pena de prisión


en los casos en los que, quienes hubieran cometido el hecho delictivo, lo
hicieran a causa de su dependencia de drogas, alcohol o sustancias psico-
trópicas. En este caso, se permite acordar la suspensión cuando las penas
impuestas sean de hasta cinco años –y no solo de hasta tres, como ocurría
con anterioridad– cuando se acredite que el condenado se encuentra des-
habituado o sometido a tratamiento para tal fin en el momento de decidir
sobre la suspensión.

La reforma penal del 2010 vuelve a modificar aspectos introducidos en las


reformas del 2003, concretamente el periodo de seguridad y la pena de loca-
lización permanente, a la vez que establece una nueva medida de seguridad
llamada libertad vigilada.

Así, en relación con el periodo de seguridad, se pretende, según el legislador,


eliminar

“el automatismo hasta ahora vigente, introduciendo un mecanismo más flexible que
permita a los jueces y tribunales adecuar la responsabilidad criminal a la gravedad del
hecho y a la personalidad del delincuente”.

En este sentido, para los casos de penas privativas de libertad superiores a cin-
co años, la exigencia de cumplimiento de al menos la mitad de la condena
para acceder a la clasificación de tercer grado deja de establecerse con carác-
ter general y pasa a establecerse únicamente como obligatorio en los casos
de delitos cometidos contra la libertad e indemnidad sexuales de menores de
trece años, delitos referentes a organizaciones y grupos terroristas y delitos de
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 48 La política criminal en España

terrorismo, así como los delitos cometidos en el seno de una organización o


grupo criminal. Por lo tanto, en este caso, se impone nuevamente de forma
obligatoria para determinados tipos de delito. Según la exposición de motivos

“esta modificación, que se estima conveniente para estos grupos de delitos de extrema
gravedad, se considera innecesaria como régimen general respecto de todos los delitos
sancionados con penas de prisión superiores a cinco años”.

Sin embargo, no se alcanza a comprender por qué un abuso sexual a un menor Ved también
de trece años es acreedor de tal obligatoriedad y no, por poner otros ejemplos,
Hemos explicado la aplicación
una violación a un adulto, un homicidio, un asesinato... Nuevamente, la iden- de la libertad vigilada en el
tificación como enemigos de grupos concretos y el populismo�punitivo pue- apartado “La creación de sub-
sistemas y el derecho penal del
den estar en la base de la creación de subsistemas�penales poco fundamen- enemigo: terrorismo y violen-
cia de género”.
tados en datos empíricos. Esta especificidad se vuelve a producir en la nueva
medida de seguridad de libertad vigilada que, como hemos visto, únicamente
es aplicable en los supuestos de terrorismo y delincuencia sexual.

Por otra parte, se concede un mayor campo de aplicación de la pena de locali-


zación permanente, dada “la secular carencia de penas alternativas a las penas
cortas de prisión del sistema español”, según el legislador. Esta pena, aplicable
hasta el momento en relación con las faltas, se extiende en la reforma penal
como pena sustitutiva de la pena privativa de libertad en los casos de penas
de prisión que no excedan de seis meses. La localización tendrá, según el ac-
tual art. 37 CP, una duración máxima de seis meses y en el caso en que esté
prevista como pena principal, cuando lo disponga expresamente el tipo de la
parte especial, el juez podrá acordar en la sentencia que la pena de localización
permanente se cumpla los sábados, domingos y días festivos en el centro peni-
tenciario más próximo al domicilio del penado. Esta posibilidad se encuentra
prevista en la falta de hurto (art. 623.1 CP). Pese a que el legislador no indica
qué criterios puede utilizar el juez para acordar este régimen de cumplimiento,
consideramos que debe ser excepcional, puesto que esta modalidad de ejecu-
ción se compadece mal con el sentido de la pena de localización permanente
–aproximándose a la desaparecida y fracasada pena de arresto de fin de sema-
na– y resulta esencialmente retributiva e inocuizadora, en detrimento de los
fines resocializadores que la ejecución de toda pena debe poder contemplar
(Guardiola Lago).

La reforma a través de la LO 1/2015 claramente endurece de nuevo el régimen


de penas. Además del aumento punitivo previsto en los delitos concretos –na-
da desdeñable– y la conversión de las antiguas faltas en delitos menos graves,
la reforma introduce significativos cambios en la parte general, de los cuales
destacamos:
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 49 La política criminal en España

• Se introduce la prisión permanente revisable. Se trata de una pena que, Lectura recomendada
según Quintero Olivares (2015), es más severa que la prisión perpetua pre-
A.�Cuerda�Riezu (2012) “In-
vista en el Código penal de 1870, último Código español en el que, hasta constitucionalidad de la pri-
ahora, se preveía esta revisión. El plazo previsto para la primera revisión sión permanente revisable y
de las penas muy largas de
(25 años de cumplimiento) es muy superior al que existe en otros sistemas prisión”. Otrosí (núm. 12).
jurídicos, a los cuales se apela para afirmar que lo que se busca con esta
reforma es una semejanza o armonización con otros países. Esta pena es
aplicable, según la Exposición de motivos de la LO, “en supuestos de ex-
cepcional gravedad […] en los que está justificada una respuesta extraor-
dinaria mediante la imposición de una pena de prisión de duración inde-
terminada (prisión permanente), si bien sujeta a un régimen de revisión”.

• Ampliación de los supuestos en los que es posible la imposición de la li-


bertad vigilada. La criticada medida introducida en la reforma penal de
2010 amplía ahora su campo de intervención, y actualmente se encuentra
prevista en los delitos contra la libertad e indemnidad sexuales, delitos de
homicidio, delitos de lesiones, maltrato habitual y delitos de terrorismo.

• Modificación del régimen de suspensión y sustitución de la pena. Estas dos


instituciones, alternativas a la pena de prisión, se reformulan en una única
figura, aunque hasta ahora el fundamento y la finalidad político-criminal
de ambas era diferente. La reforma desvirtúa absolutamente la suspensión
de la pena y se confunde con la sustitución, ya que, en la suspensión de
la pena, además de cumplir determinados deberes y prohibiciones, puede
condicionarse al cumplimiento de otras penas, como la multa o los traba-
jos en beneficio de la comunidad.

• Modificación del régimen de libertad condicional. Tradicionalmente, la


libertad condicional se concibe como el último periodo de cumplimiento
de la condena, dentro del sistema progresivo de ejecución. Siendo así, en
caso de revocación por incumplimiento de las condiciones impuestas, el
tiempo transcurrido en libertad condicional se computaba como tiempo
cumplido y se descontaba del resto de la pena a cumplir. La reforma de
2015 establece, en cambio, que en caso de revocación, el tiempo transcu-
rrido en libertad no descuenta de la pena restante a cumplir (art. 90.6 CP).
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 50 La política criminal en España

3. Propuestas del Grupo de Estudios de Política


Criminal y de otros foros

Una vez expuestos algunos rasgos característicos de la política criminal en Es-


paña, manifestados con ejemplos de la evolución legislativa desde el Código
penal de 1995 hasta nuestros días, abordaremos a continuación otras orien-
taciones político-criminales en España, que se desarrollan en distintos foros
especializados. Principalmente nos ocuparemos de las propuestas del Grupo
de Estudios de Política Criminal (GEPC), aunque también se hará referencia a
otras iniciativas, como el Manifiesto por un debate político-criminal racional.

3.1. El Grupo de Estudios de Política Criminal

El GEPC, constituido en 1989, está formado por alrededor de 150 penalistas


con una procedencia diversa: académicos, magistrados, jueces o fiscales.

Se trata de un grupo de trabajo dedicado al desarrollo e impulso de in-


vestigaciones y de propuestas político-criminales, así como a la promo-
ción de dichas propuestas en el debate ciudadano y en el ámbito polí-
tico.

El GEPC se ha ocupado de ámbitos muy diversos, tras más de dos décadas Página web
desde su constitución. Aun cuando su actividad se ha plasmado en diversos
Pueden consultarse ínte-
documentos, nos ocuparemos de las principales orientaciones recogidas en gramente todos los ma-
las 15 monografías que ha publicado, las cuales contienen sendos manifiestos nifiestos del GEPC y sus
proyectos alternativos
en los que se sientan las bases para cada uno de los problemas tratados y se en la página web http://
www.gepc.es/index.php?
articula una propuesta alternativa de política criminal y de reforma penal.
mod=gepc&accion=cat_
Estos documentos han sido actualizados en “Revisión y actualización de las noticias&cat=9.
propuestas alternativas a la regulación vigente” (2016).

3.1.1. Una alternativa a la actual política criminal sobre drogas


(1991)

El manifiesto parte de un diagnóstico: el fracaso�de�la�política�represiva en


materia de drogas para la consecución de los objetivos que supuestamente con
ella se persiguen. Se señalan los siguientes aspectos:

• Esta política no ha logrado erradicar o disminuir sensiblemente el tráfico


y consumo de drogas. Las leyes penales represivas contribuyen al encare-
cimiento de la droga –a mayor riesgo, mayor precio del producto– y fo-
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 51 La política criminal en España

mentan la aparición de poderosas organizaciones de traficantes con gran


poder económico.

• Los traficantes de medias y altas esferas tienen una gran facilidad para
eludir la responsabilidad penal y para corromper a instituciones esenciales
de las democracias.

• Se causa o se agrava la marginación social de buena parte de consumidores


de drogas, los cuales, al carecer de los recursos necesarios para comprar la
droga, pueden verse abocados, en algunos casos, a la delincuencia.

• Para hacer frente a esta delincuencia, los recursos de la Administración de


Justicia se ven desbordados: aumenta la población reclusa que la represión
penal del tráfico de drogas genera, con lo que empeoran las condiciones
de habitabilidad de las prisiones y se refuerzan las mafias carcelarias co-
nectadas al suministro de drogas a los internos.

En lo que atañe a la legislación penal, se observa que la política criminal repre-


siva pone en cuestión algunos principios garantistas del derecho penal, como
el de seguridad jurídica o el de proporcionalidad de las penas. Los delitos de
tráfico de drogas pretenden proteger la salud pública, pero este bien jurídico
se encuentra distorsionado con esta regulación. En primer lugar, se debe tener
en cuenta que, entre ciudadanos adultos, la salud solo puede ser protegida
con el consentimiento de la persona afectada. En segundo lugar, por cuanto
la prohibición del tráfico imposibilita el control estatal sobre la producción y
venta de la droga y la convierte en un producto de escasa calidad o de calidad
imposible de conocer por el consumidor, lo cual es causa de daños tan impor-
tantes a la salud como la muerte por sobredosis u otras enfermedades graves.

La política penal represiva tiene efectos negativos en la prevención del consu-


mo de drogas, entendida como la promoción de actitudes vitales basadas en
la autonomía y responsabilidad individuales.

Ante esta situación, el GEPC considera que se debe frenar la tendencia


hacia el aumento de la represión.

Se considera que no debería ser delito el tráfico de drogas entre adultos, sino
únicamente el tráfico o suministro de drogas a menores de edad o a aquellas
personas que no tengan capacidad de decisión autónoma. Por lo tanto, se de-
ben trasladar los esfuerzos en el campo de la prevención de la demanda y la
asistencia a los consumidores. Debería existir un estricto control administra-
tivo de su producción y venta, con especial atención a la calidad de la sustan-
cia, constituyendo delito las infracciones más graves a este control, tal y como
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 52 La política criminal en España

ocurre en otros ámbitos como en el control de productos alimenticios o en el


control de medicamentos. Ello podría reducir los efectos negativos que antes
se han expuesto y que fomenta la represión del tráfico de drogas.

Con el paso del tiempo (2016), el GEPC constata que en el ámbito adminis-
trativo no se ha producido equiparación alguna entre el régimen vigente pa-
ra el consumo de algunas drogas oficialmente aceptadas (como el tabaco y el
alcohol) y el consumo de estupefacientes o psicotrópicos, como proponía el
Grupo. En la esfera penal, constatan que se ha consolidado la opción represiva,
sin acoger la propuesta de legalización que realizó en su momento el Grupo de
legalización controlada. Sin embargo, apuntan algunos elementos positivos
de la evolución legislativa de los últimos años como:

a) La introducción en 2010 del subtipo atenuado en los casos de menor enti-


dad.

b) El tratamiento unitario de todas las intoxicaciones como eximente comple-


ta, incompleta o atenuante, como propuso el GEPC.

c) El tratamiento de la situación de los drogodependientes, al contemplarse la


medida de seguridad de internamiento en centro de deshabituación, el sistema
vicarial y el tratamiento de la suspensión de la ejecución de las penas privativas
de libertad.

El documento de 2016 indica algunas prácticas jurisprudenciales que persi-


guen atenuar la excesiva penalidad de estos delitos al considerar que infringe
el principio de proporcionalidad de las penas.

El GECP afirma que el cambio de rumbo en la política sobre drogas se ha hecho


notar esencialmente en dos ámbitos.

1) La corriente despenalizadora ha ido ganando terreno y ha dado lugar a la


aparición de modelos regulativos mucho más permisivos, aunque todavía la
mayor parte de Estados se muestran reticentes a modificar la posición crimi-
nalizadora.

2) La sociedad, o por lo menos una parte importante de ella, se ha mostrado


tolerante respecto al consumo de ciertas drogas –los derivados del cannabis–;
ello ha provocado que proliferaran, con distintas denominaciones y modelos
organizativos, las asociaciones o clubs de consumidores de cannabis. Por ello,
una vez revisado el manifiesto de 1990, el GEPC mantiene sus propuestas ini-
ciales.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 53 La política criminal en España

3.1.2. Una alternativa al tratamiento jurídico de la


disponibilidad de la propia vida (1993)

Este manifiesto pretende asentar las bases de una política criminal alternativa
en la disponibilidad de la propia vida, dada la indefinición y la inseguridad
jurídica que en ese momento tenía el tratamiento de los supuestos de eutanasia
y suicidios, estos últimos previstos en el art. 409 del antiguo CP.

El manifiesto se pronuncia a favor de la disponibilidad de la propia vida,


fundamentando esta postura en la Constitución.

Así, parte del art. 10.1 CE que proclama la dignidad de la persona y el libre
desarrollo de la personalidad como principios fundamentales que caracterizan
al Estado como democrático y de derecho. El art. 10 CE debe considerarse co-
mo un “tipo rector” de la interpretación de los derechos y libertades estableci-
dos por la Constitución. De este modo, el derecho de todos a la vida, previsto
en el art. 15 CE, interpretado de acuerdo con la dignidad y el libre desarrollo de
la personalidad, obliga a considerar que la vida impuesta en contra de la vo-
luntad de su titular no es un bien jurídico susceptible de protección. La vida es
un derecho, no un deber y, por lo tanto, debe reconocerse el derecho�a�morir.

Partiendo de esta premisa, el manifiesto no es ajeno a la importancia de garan-


tizar que la toma�de�decisión sea plenamente�libre. La irreversibilidad de las
consecuencias de la decisión, la eventual implicación de terceros en llevarla
a la práctica y la vulnerabilidad de los procesos de toma de decisión en deter-
minadas situaciones y etapas vitales demandan una regulación que garantice
la libertad del afectado.

Por otra parte, los deberes de tratamiento�del�médico no deben alcanzar a


aquellas situaciones en las que únicamente se alarga la vida de manera artifi-
cial, sino que este tratamiento médico debe fundamentarse en una finalidad
curativa.

El GEPC formula una propuesta alternativa en los supuestos de eutanasia,


considerando que no deben ser punibles:

• La conducta del médico que interrumpe o deja de aplicar procedimientos


terapéuticos tendentes a retrasar arbitrariamente la muerte, prolongando
artificialmente la agonía cuando la persona a la cual aplica este procedi-
miento carece de posibilidades de curación o mejora.

• La aplicación de tratamientos analgésicos que puedan producir el acorta-


miento de la vida en un enfermo terminal.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 54 La política criminal en España

• La provocación de la muerte a petición seria y expresa del afectado para


poner fin a una situación de sufrimiento o dolor grave, irreversible y no
soportable.

Por lo que respecta al suicidio, si media la solicitud del suicida, deberían ser
impunes todos los comportamientos omisivos de terceros, de autoría o parti-
cipación, así como la complicidad y la cooperación necesaria activas. Se consi-
dera que deberían penarse de forma atenuada respecto al homicidio los com-
portamientos activos de autoría y de inducción. La no solicitud del afectado
convertiría la conducta del tercero en típica de homicidio.

Una vez expuestas las orientaciones político-criminales del GEPC en relación


con el derecho a una muerte digna, se puede observar, andando en el tiempo,
que se han producido importantes�avances en este sentido.

a) Se ha aprobado la Ley 41/2002, en la que se reconocen los derechos del


paciente que se reclamaba en la propuesta del GEPC, entre ellos el derecho a
formular “la declaración de voluntades anticipadas”.

b) Las comunidades autónomas han aprobado leyes que regulan los documen-
tos de instrucciones previas (o declaración de voluntades anticipadas) aunque
con carácter muy limitado, pues únicamente se limitan a reconocer el derecho
del paciente a rechazar un tratamiento médico y, en algunos casos, también el
derecho a la “sedación paliativa”, aunque ello pueda poner en peligro su vida.

c) El Código penal de 1995 modificó la regulación de las conductas de inter-


vención en el suicidio de un tercero. En la regulación actual se castigan las
conductas de inducción, de cooperación ejecutiva y de cooperación necesaria
al suicidio de un tercero (sin que se especifique respecto a estas dos últimas
que deba ser activa). Se ha introducido también un tipo atenuado en el que se
castigan los supuestos de eutanasia, los cuales el GEPC considera que deberían
ser impunes.

El GEPC manifiesta que la opinión social ha ido evolucionando hacia el reco-


nocimiento del derecho de la persona a decidir sobre su propia vida, aportan-
do para ello los resultados de algunas encuestas. Por ello se considera proce-
dente mantener las líneas básicas expresadas en el manifiesto de 1993, e in-
dican algunos cambios para adaptar sus propuestas a la legislación actual. En
este sentido, proponen que, en las conductas de intervención en el suicidio
de un tercero, se mantenga la regulación prevista en los números 1 y 3 del
artículo 143 CP, y suprimir el número 2. De esta forma, se castigarían la in-
ducción y la cooperación ejecutiva al suicidio, cuando la decisión del suicida
no pueda considerarse plenamente libre y responsable, pero sería impune la
cooperación al suicidio (tanto la cooperación necesaria como la complicidad).
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 55 La política criminal en España

El GEPC propone también modificaciones a la Ley 41/2002, de 14 de noviem-


bre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligacio-
nes en materia de información y documentación clínica.

3.1.3. Una alternativa al tratamiento jurídico de la objeción de


conciencia (1995)

El GEPC parte de que la objeción de conciencia1 es una de las manifestaciones


de la libertad ideológica, reconocida en el art. 16 de la Constitución. La propia
existencia de normas jurídicas limita el alcance del art. 16 CE. Con todo, deben
arbitrarse mecanismos de solución en los casos en los que el cumplimiento de
estas normas jurídicas puedan violentar las conciencias del ciudadano, puesto
que podría constituir un obstáculo al libre desarrollo de la personalidad, pro-
clamado en el art. 10.1 CE.

(1)
El Grupo de Estudios de Política Criminal define la objeción de conciencia del modo
siguiente: “incumplimiento de un deber público por considerar el sujeto incompatible
con sus convicciones la realización del comportamiento debido, sin que ello suponga
una actitud de desobediencia global al derecho”.

El manifiesto se ocupa de dos ámbitos de la objeción de conciencia, que se


toman como ejemplo para otros conflictos que puedan existir:

• Los supuestos de objeción de conciencia al servicio militar y a la prestación


social sustitutoria.

• Las objeciones de conciencia del personal sanitario en relación con las in-
terrupciones voluntarias del embarazo y en los supuestos de disponibili-
dad de la propia vida.

Respecto al primero de ellos, ya hemos expuesto la evolución de las disposi- Ved también
ciones penales en materia de incumplimiento del servicio militar o de la pres-
Hemos visto estos aspectos en
tación social sustitutoria. Suprimidos estos delitos, no puede existir en la ac- el apartado “Derecho penal
tualidad el conflicto de conciencia que el GEPC planteaba y pretendía dar so- simbólico y evolución de las
sensibilidades sociales”.
lución en 1995, precisamente, proponiendo la despenalización, tal y como
ha sucedido años después.

Sí, en cambio, resulta relevante reproducir las conclusiones de política crimi-


nal alcanzadas en ese momento respecto a la objeción de conciencia del per-
sonal sanitario que presta servicios en una institución pública.

Respecto al aborto, aun cuando el marco jurídico-penal ha variado sustancial-


mente con la aprobación de la LO 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual re-
productiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, las consideraciones
de política criminal realizadas por el GEPC respecto a la objeción de concien-
cia pueden tienen virtualidad actualmente.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 56 La política criminal en España

En esencia, el GEPC pretende compatibilizar el derecho al aborto en


los supuestos previstos legalmente con la objeción de conciencia del
personal sanitario.

Considera que la organización de los centros sanitarios públicos debe arbitrar


mecanismos para garantizar el ejercicio del derecho a la objeción de concien-
cia del personal sanitario, pero ello no debe comprometer el derecho de las
usuarias a la práctica del aborto en los supuestos que se encuentren permiti-
dos por la ley. Por ello, la objeción de conciencia del personal sanitario podrá
rechazarse únicamente cuando, por cuestiones de urgencia, no existan otros
profesionales disponibles para la práctica del aborto. En caso de negativa de
practicar el aborto en estos supuestos, deberá exigirse al gerente del estableci-
miento o al personal sanitario responsabilidades jurídicas por las consecuen-
cias negativas sobre la vida, la salud o la libertad que pueda sufrir la embara-
zada. La nueva regulación de aborto por la LO 2/2010 recoge parcialmente al-
guna de estas orientaciones político-criminales (arts. 18 y 19), aunque difiere
de las propuestas del grupo. En este sentido, la ley obliga a la embarazada a
acudir a una clínica acreditada, aunque se establece que el servicio se pagará
directamente por el sistema público de salud. El GEPC critica esta previsión,
por los retrasos en la prestación que se pueden producir, teniendo en cuenta
que la legalidad de la interrupción voluntaria del embarazo depende de que
se cumplan los plazos establecidos legalmente.

Respecto a la práctica de la eutanasia, el GEPC sostiene que la objeción de


conciencia del personal sanitario no le eximirá de la obligación de transmitir
al paciente a otro médico que esté dispuesto a realizarla o, en su caso, a po-
nerlo en conocimiento del centro para asegurar que el derecho del enfermo
a una muerte digna sea efectivo. La objeción de conciencia no faculta a que
el objetor realice acciones obstaculizadoras y debería responder jurídicamente
si con estas actuaciones impide el ejercicio del derecho por parte del paciente
que ha solicitado ayuda para morir.

En el documento del GEPC de 2016, después de describir la realidad social


y criminológica actuales respecto a la objeción de conciencia y los cambios
legislativos producidos, se propone no ceñirse al problema de la interrupción
voluntaria del embarazo, sino plantear una legislación general sobre la obje-
ción de conciencia en el ámbito sanitario. Consideran que es indispensable
que esta nueva ley evidencie que la objeción de conciencia solo puede ejercer-
se cuando con ello no se afecten derechos de terceros y especifica una serie de
aspectos que deberían tenerse en cuenta.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 57 La política criminal en España

3.1.4. Alternativas al tratamiento jurídico de la discriminación


y de la extranjería (1997)

Siendo la diversidad cultural uno de los fenómenos más característicos de


las actuales sociedades occidentales, el GEPC, al abordar las propuestas polí-
tico-criminales, parte de los principios y valores constitucionales, los cuales
sientan las bases para una valoración positiva de la diversidad cultural. Desta-
ca, en este sentido, el art. 14 de la Constitución, donde se prohíbe cualquier
tipo de discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión o cual-
quier otra condición o circunstancia personal o social. Por lo tanto, las res-
puestas legales no pueden ser calificadas como soluciones al “problema” de la
inmigración, sino como medidas que deben fomentar y proteger la diversidad
cultural.

El papel de los poderes públicos es, por mandato constitucional, la promoción


“de las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los
grupos en que se integra sean reales y efectivas” y remover los obstáculos que
impidan o dificulten su plenitud (art. 9.2 CE). Por lo tanto, no basta con un
reconocimiento legal de la igualdad, que sería meramente formal, sino una
igualdad real y efectiva. Los poderes públicos deben promover condiciones de
integración –respetando los caracteres diferenciales– y favorecer el desarrollo
de una sociedad cada vez más permeable a los valores provenientes de culturas
no mayoritarias, evitando los procesos que conduzcan a la aculturación. Con
todo, el reconocimiento de las particularidades diferenciales se debe cohones-
tar con los deberes y límites genéricos que establece la Constitución, es decir,
con las reglas esenciales de la convivencia.

Así, por ejemplo, no podrán justificarse en nombre de una tradición cultural diversa los
malos tratos o las mutilaciones genitales, que constituyen vulneraciones a los derechos
humanos en los que se asienta nuestro ordenamiento jurídico.

Partiendo del anclaje constitucional, el GEPC formula dos grandes principios


político-criminales:

En primer lugar, el deber de los poderes públicos de adoptar medidas


dirigidas a prevenir actitudes discriminatorias en el seno de la sociedad.

En este sentido, la propuesta del GEPC sobre la regulación de la discriminación


en el Código penal era originariamente de carácter minimalista, defendiendo
fundamentalmente la eliminación de un número considerable de preceptos
penales. A la vista de las interpretaciones jurisprudenciales de los delitos y de
los cambios sociales y criminológicos que se han producido transcurrido el
tiempo desde el pronunciamiento del GEPC, se proponen algunas modifica-
ciones en el planteamiento inicial por parte del grupo en 2016. En este senti-
do, actualmente el grupo considera que la agravante de discriminación debe
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 58 La política criminal en España

contener los supuestos de discriminación por “sexo” y que dicha circunstancia


agravante debe ser genérica y no reducirse a los delitos protectores de bienes
jurídicos personales, como se proponía inicialmente.

En segundo lugar, la necesidad de evitar actuaciones que puedan inter-


pretarse, o de hecho signifiquen, un trato discriminatorio.

En este sentido, se denuncia el “racismo institucional” que puede favorecer


valores sociales negativos hacia determinados colectivos. En el ámbito penal,
existen reglas específicas en relación con los extranjeros para la ejecución de
las penas y medidas de seguridad, que suponen un tratamiento desigual. En
este sentido, el GEPC alude al amplio recurso a la expulsión del territorio es-
pañol de extranjeros condenados o procesados por la comisión de cierta clase
de delitos (arts. 89 y 108 CP). También en la ejecución de la pena de prisión
se comprueba esta desigualdad, ya que la escasez de medidas asistenciales pro-
voca que los extranjeros disfruten de menos beneficios penitenciarios, como
los permisos de salida o la libertad condicional.

Desde la aprobación del manifiesto de 1997, se han producido modificaciones


sociales y legislativas de suma relevancia en materia de extranjería. El GEPC
destaca, en el documento de 2016, que el tratamiento de este tema no debe
abordarse desde una perspectiva de orden público, sino de respeto a los dere-
chos humanos. Consideran que es necesario extremar las cautelas y tratar de
someter al derecho y a las garantías la (inmensa) discrecionalidad de la que
gozan los poderes públicos, por ejemplo, en las identificaciones callejeras o
las expulsiones. En el ámbito administrativo, el GEPC entiende que resulta
esencial lograr una reducción de la aplicación de la sanción de expulsión –que
debe ser excepcional y subsidiaria– y el internamiento, una medida cautelar
que debería atender exclusivamente al riesgo de fuga. En el ámbito penal se
propone la exclusión de la deportación, al entender que se trata de un dispo-
sitivo irreconciliable con los fines de la pena.

3.1.5. Una propuesta de justicia penal internacional (2001)

La atención del GEPC a este ámbito viene motivada por la firma por España
del Estatuto de Roma de 1998, a través de la Ley Orgánica 6/2000, de 4 de
octubre, por la que se autoriza a la ratificación por España del Estatuto de
la Corte penal Internacional. El GEPC efectúa una serie de consideraciones
político-criminales sobre el Estatuto de Roma, realiza propuestas de actuación
del Estado español y propuestas de modificación del ordenamiento jurídico
penal español para adecuarse a la persecución de los delitos internacionales.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 59 La política criminal en España

La valoración�político-criminal de la institución de la Corte penal Interna- El caso Pinochet


cional (CPI) es positiva, considerando que el respeto a los derechos humanos
A propósito del caso Pinochet,
exige no solo una previsión formal de su protección sino el efectivo enjuicia- el GEPC ya defendió la actua-
miento de los casos de grandes violaciones de los mismos. ción de la jurisdicción españo-
la y, en general, la proyección
internacional en aras a la pro-
tección de derechos humanos
Se considera que un paso más hacia esa protección es la creación de la CPI, cu- que otorga el principio de jus-
ticia universal.
yas notas de permanencia y autonomía son especialmente relevantes. Ade-
más, la independencia de la CPI permite juzgar graves violaciones de derechos
humanos en los casos en los que el Estado competente para hacerlo no pueda
o no quiera hacerlo. En este sentido, la CPI actúa en virtud del principio de
complementariedad. Se trata en realidad de una competencia subsidiaria, pe-
ro no plenamente supeditada a la existencia de competencia por parte de un
Estado en juzgar estos crímenes. Aun cuando el análisis de la competencia de
la CPI se hace partiendo de que la actuación de los Estados es para favorecer
al reo, según el GEPC nada obsta a que se pueda afirmar la intervención de
la CPI en los casos de guerras civiles, en las que el bando vencedor pretenda
arrogarse el derecho de juzgar a los vencidos sin las garantías de un aparto
judicial independiente.

Con todo, el GEPC realiza una serie de consideraciones críticas acerca de algu-
nas previsiones del Estatuto de Roma:

• Como regla general, se limita su competencia a los delitos cometidos en


territorio o por nacionales de los Estados que sean parte del Estatuto.

• Resulta criticable que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, órgano


netamente político, mantenga algunas facultades de suspensión de la ju-
risdicción de la Corte. En este sentido, cabe advertir que algunas grandes
potencias que forman parte del Consejo de Seguridad como miembros per-
manentes han votado en contra del Estatuto de Roma, como EE. UU. o
China. Por ello, aun cuando se celebre la creación de la CPI, resulta nece-
sario también mantener el principio de justicia universal en la persecución
de estos delitos.

• En el sistema de penas, el GEPC valora críticamente algunas previsiones,


como el establecimiento de la cadena perpetua en algunos supuestos o la
tolerancia –que se desprende de la lectura del art. 80– hacia la existencia
de legislaciones que puedan prever la pena de muerte.

• Finalmente, resulta inadecuado que no se admita la denuncia directa de


las víctimas ante la CPI.

Las propuestas de articulado del GEPC fueron sustancialmente acogidas con


posterioridad en la Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre, por la que se
modifica la Ley Orgánica 10/1995, del Código penal.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 60 La política criminal en España

El Estatuto de Roma ha sufrido una importante modificación, tanto en el plano


sustantivo como en el procesal, en la Conferencia de Revisión celebrada en
Kampala (Uganda) en 2010. Las enmiendas fueron ratificadas por España a
través de la Ley Orgánica 5/2014, de 17 de septiembre. Además, en cuanto a
la legislación española, se han producido cambios de gran calado, destacan-
do el relativo al ámbito de aplicación del principio de justicia universal (art.
23.4 LOPJ), de manera que se ha reducido legislativamente su alcance hasta
su práctica extinción. En 2015 también se introdujo la prisión permanente
revisable en los delitos de lesa humanidad. El GEPC se pronuncia en el docu-
mento de 2016 sobre los últimos cambios legislativos, manteniendo la opción
político-criminal manifestada en el documento original.

3.1.6. Política criminal en el ámbito de los menores de edad

El GEPC se ha ocupado en dos ocasiones del análisis político-criminal cuando


se encuentra implicado en el delito un menor de edad, sea como infractor,
sea como víctima. En 1999, se abordaron las propuestas político-criminales
en torno a la justicia juvenil, en el documento titulado Un proyecto alternativo
a la regulación de la responsabilidad penal de los menores. Posteriormente, en el
2002 se analizaron las propuestas político-criminales cuando el menor ha sido
víctima de un delito, concretamente en el documento Una propuesta alternativa
a la protección penal de los menores.

Una vez aprobada la LO 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabi-


lidad penal de los menores, el GEPC realiza una valoración político-criminal
positiva, pero efectúa una serie de propuestas de mejora en el documento Un
proyecto alternativo a la ley orgánica de la responsabilidad penal de los menores.
Fundamentalmente, las propuestas de reforma pivotan sobre dos ejes políti-
co-criminales:

• La finalidad de intervención penal en este ámbito es primordialmente


educativa y la adopción y ejecución de medidas, por lo tanto, deben aten-
der prioritariamente al cumplimiento de esta finalidad, sin que tengan
cabida decisiones exclusivamente fundamentadas en finalidades preven-
tivo-generales.

• La condición de menor de edad, como persona en proceso de formación,


puede justificar más�garantías jurídicas, pero nunca menos. No se pueden
justificar menos garantías aduciendo que se pretenden alcanzar finalida-
des educativas. Por lo tanto, se propondrán una serie de modificaciones
de la Ley, sobretodo en el orden procesal, para salvaguardar las garantías
constitucionales.

Desde que se aprobó este manifiesto, el GEPC destaca que:


CC-BY-NC-ND • PID_00237169 61 La política criminal en España

a) Las cifras de delincuencia juvenil se han mantenido en gran medida esta-


bles, pese a que alguna reforma legal se ha justificado por un notable incre-
mento de los hechos cometidos por menores.

b) Todos los estudios que se han realizado en las distintas comunidades autó-
nomas han puesto de relieve que son las medidas más leves, las no privativas
de libertad, las que arrojan menores tasas de reincidencia, y entre ellas, el in-
ternamiento es la que presenta mayores tasas de reincidencia.

c) Se ha terminado imponiendo un modelo en el que mayoritariamente se ha


privatizado la gestión de las entidades dedicadas a hacer cumplir las medidas
impuestas. Ello en un marco legal en el que nada se ha regulado sobre las
características y la organización de estos centros.

En el ámbito legislativo, en el documento de 2016 el GEPC describe las im-


portantes reformas legislativas. Entre ellas, se suprime la posibilidad de aplicar
la ley a los jóvenes de 18 a 21 años; se incrementa considerablemente la du-
ración de las sanciones, especialmente las de internamiento, y se amplían las
posibilidades de aplicar el internamiento en régimen cerrado, y se reconoce la
acusación particular, que puede instar la aplicación de medidas.

En general, los cambios legislativos siguen una orientación opuesta a los prin-
cipios defendidos por el GEPC. Este sigue defendiendo el carácter excepcional
de la media de internamiento y una duración máxima de dos años. Reivindi-
can que el principio de proporcionalidad afecte a todas las sanciones y no solo
a las privativas de libertad, de tal manera que ninguna sanción impuesta a un
menor pueda resultar más grave que la que se podría aplicar a un adulto por
los mismos hechos. Sostienen que el sobreseimiento no debe quedar limitado
a hechos de escasa gravedad, sino que debería producirse cuando no fuera ne-
cesario ningún tipo de intervención. Además, consideran que todas las medi-
das cautelares, y no solo las privativas de libertad, deberían tener una duración
predeterminada. Las medidas deberían ser ejecutadas en establecimientos pú-
blicos gestionados directamente por la Administración.

Como hemos apuntado, en el 2002 el GEPC se pronuncia de nuevo sobre los


criterios político-criminales más adecuados en torno a la minoría de edad, en
este caso teniendo en cuenta al menor como víctima del delito. Partiendo de la
base constitucional de que la tutela de los menores es una obligación impuesta
a los poderes públicos (art. 9.3 CE), la misma incumbe a todos los sectores
del ordenamiento jurídico. Y es especialmente en el ámbito penal donde la
protección de los menores puede requerir la creación de tipos nuevos o la
modificación de los ya existentes. El GEPC efectúa propuestas de reforma del
CP, de la LOPJ y de la LECrim con el objetivo de alcanzar una mejor�protección
del menor de edad que es víctima de un delito.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 62 La política criminal en España

También advierte, no obstante, del peligro que supone mitificar la imagen


del menor como proyección de los anhelos y emociones colectivas, que po-
drían provocar la introducción de una cierta excepcionalidad punitiva. Por
ello, considera que no resulta adecuada la creación de una ley específica penal
para la protección de los menores, aun cuando propone cambios sustancia-
les en la legislación penal vigente. En este sentido, el GEPC considera que es
contradictorio que en el ámbito civil el grado de madurez permita un mayor
ejercicio de los derechos por parte del menor y, en cambio, en sede penal, se
considere como regla general una disponibilidad a partir de los 18 años.

La reforma penal en materia de delitos sexuales en 1989 y en el CP de 1995


supusieron, según el GEPC, un avance hacia la protección de la “libertad�se-
xual”, en detrimento de otras posiciones ideológicamente más orientadas ha-
cia la protección de una determinada “moral” sexual. Con todo, se detectaban
algunas deficiencias técnicas en relación con los bienes jurídicos de los meno-
res de edad y las penas previstas. Sin embargo, la reforma de 1999 fue más
allá de la corrección de estos aspectos puntuales y supuso una intensificación
punitiva calificada en muchos casos como exagerada.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, el GEPC propone, entre otros as-


pectos, suprimir la expresión “indemnidad sexual del menor” en el título que
introduce estos delitos como expresión de un bien jurídico distinto al de la
libertad sexual, y suprimir el delito de “corrupción de menores” que carece de
sentido desde la protección de esta libertad sexual.

(2)
También se propone suprimir el delito de difusión de material pornográfico Esta tipificación autónoma se ha
llevado a cabo en la reforma penal
entre menores de edad, puesto que constituye una infracción administrativa
del 2010, concretamente a través
que ya recibe una sanción adecuada. En cambio, se propone una tipificación del art. 177 bis CP.

autónoma de tráfico de seres humanos con fines sexuales2 que tenga la misma
pena que la prevista para los casos de una efectiva explotación sexual, con-
siderando que la trata supone además un atentado contra la dignidad de la
persona.

En el ámbito de los delitos de lesiones y de la violencia doméstica, el GEPC


detecta escasos aspectos que sean necesitados de reforma y se afirma en este
campo una suficiente protección del menor de edad víctima de estos delitos.
No se considera necesaria una reforma penal que introduzca específicamen-
te el delito de mutilación genital femenina. Su previsión podría calificarse de
simbólica, porque este comportamiento ya se puede subsumir en el delito de
lesiones previsto en el art. 149 CP sin necesidad de una ulterior reforma. Con
todo, considera conveniente establecer un tipo agravatorio aplicable a todos
los delitos de lesiones que se refiera a que la víctima sea menor de edad. Tam-
bién se considera necesario introducir una tipo cualificado de los delitos de
lesiones que tipifique expresamente el tráfico de órganos.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 63 La política criminal en España

Por lo que se refiere a los delitos contra las relaciones familiares, el GEPC sos-
tiene que los delitos de suposición de parto y alteración de la paternidad, es-
tado o condición del menor, son vetustos y arcaicos y realiza una propuesta
de reforma que pretende adecuarse a la realidad actual, en la que la protección
del derecho del menor a conocer la propia identidad sea el bien jurídico tute-
lado. Por lo tanto, los delitos propuestos se encuentran integrados fundamen-
talmente por aquellas situaciones en las que se cambia de adscripción familiar
con inobservancia de los procedimientos legalmente establecidos, de manera
que se prive al menor de conocer su propia identidad y filiación. Se debería
evitar también que el delito de sustracción de menores permitiera sancionar
penalmente el mero incumplimiento del régimen de visitas o el retardo en
la devolución de un menor. En los delitos cometidos contra el menor en el
seno familiar deberían tenerse muy en cuenta las repercusiones negativas que
la pena puede comportar para el propio menor, de manera que se deberían
potenciar las sanciones con contenido reparador, la sustitución de las penas
privativas de libertad y evitar la imposición de penas de multa.

En el marco de la Ley Orgánica del Poder Judicial, el GEPC propone modificar


el art. 23 para introducir el principio de justicia universal en la persecución
de los delitos relativos a la prostitución y aquellas otras figuras delictivas que
constituyan explotación de menores o incapaces.

Las propuestas de reforma de las leyes procesales giran en torno a la necesidad


de superar la concepción de la víctima como mero instrumento de prueba, es
decir, de tratarla únicamente como cualquier otro testigo. En este sentido, se
pretende evitar en la medida de lo posible la victimización�secundaria, esto
es, la nueva victimización que ocasiona en este caso el sistema de justicia penal
para el menor. Por ello, el GEPC propone que la prestación del testimonio
del menor sea la menos lesiva para este, propiciando una declaración única.
La grabación de la declaración judicial de menor por medios audiovisuales
permitiría la constitución de una prueba anticipada, que sería reproducida en
el juicio oral respetando los derechos de defensa y de contradicción que son de
obligado respeto en el procedimiento penal. También pretende reconocer los
derechos de información y asistencia que, por otra parte, vienen reconocidos
en la Decisión Marco de 15 de marzo del 2001, relativa al estatuto de la víctima
en el proceso penal y que deben ser introducidos en nuestra legislación.

Como hemos observado, la legislación referente al menor de edad como vícti-


ma del delito ha sufrido sustanciales modificaciones en los últimos años. Así,
en el ámbito de los delitos sexuales, se ha suprimido el delito de corrupción de
menores (reforma 2015) pero no otras figuras que el GEPC consideraba inade-
cuadas para la protección de la libertad sexual. Así, se ha ampliado el alcance
penal a la pornografía virtual (LO 15/2003) y al cliente de pornografía infantil
(LO 5/2010). También se introdujo el delito de mutilación genital entre los su-
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 64 La política criminal en España

puestos agravados de lesiones (LO 11/2003), el tráfico de órganos (LO 5/2010)


y el delito de sustracción de menores, referido a uno de los progenitores como
autor del delito a través de la LO 9/2002.

En el ámbito procesal, también se han producido ciertos avances, siendo el


más relevante el Estatuto de la víctima del delito (Ley 4/2015). En cuanto a
la persecución de estos delitos, la LO 1/2014, de 13 de marzo, desnaturaliza
el principio de justicia universal, introduciendo requisitos extraños a su natu-
raleza, como que el responsable o la víctima tengan nacionalidad española o
sean residentes habituales en España.

En el documento de 2016, el GEPC destaca marcada tendencia a hiperproteger


al menor desde la esfera penal, paralelamente a la exasperación de la respuesta
punitiva frente a los delitos cometidos por menores, tendencia que califica de
“esquizofrénica”, en la que el menor se convierte a la vez en paradigma de
víctima y de infractor. Ante esta situación, el GEPC no solo valida la posición
adoptada en 2002, sino que la califica de contramodelo de la actual regulación.

3.1.7. Una alternativa a la política criminal sobre terrorismo


(2008 y 2013)

El GEPC se pronuncia en este ámbito en dos ocasiones. La primera en 2008


y la segunda en 2013.

El primer manifiesto constituye una denuncia la reforma penal del 2003 en Ved también
materia de terrorismo, a la que califica de grave retroceso respecto al intento
Hemos descrito esta reforma
del CP de 1995 de adecuarse a los principios constitucionales. Sitúa la reforma, penal en materia de terrorismo
sobre todo, en una necesidad de lucha contra la sensación de inseguridad, en en el apartado “La�creación
de�subsistemas�y�el�derecho
un contexto mediático que califica de “alarmista” y “acrítico”. penal�del�enemigo:�terroris-
mo,�criminalidad�organizada
y�violencia�de�género”.
La excepcionalidad de la legislación antiterrorista

En las reformas penales sobre el terrorismo se busca la complicidad de la opinión pública


y se utiliza a las víctimas para el propio provecho, argumentando que es necesaria una
mayor restricción de la libertad en aras a alcanzar una mayor seguridad, extendiendo el
ámbito penal incluso a posiciones de discrepancia política, como sucede en la tipificación
penal de las consultas populares.

Entre las deficiencias detectadas en la legislación penal, destaca la presencia de


delitos con contornos difusos, que abarcan formas de colaboración muy leja-
nas al hecho principal objeto de terrorismo, que se alejan de la responsabilidad
penal por el hecho cometido y se adentran en el marco de un derecho penal
de autor, donde lo punitivo y simbólico sustituye a la orientación preventivo
especial de la pena. Así, en materia de penas, el principio de individualización
a cada sujeto concreto queda sustituido por la aplicación de unas reglas gene-
rales donde no se respeta el principio de proporcionalidad.

El GEPC no desconoce que el terrorismo constituye uno de los problemas más


graves de la sociedad actual, que pone en peligro la propia supervivencia del
sistema democrático y frente al cual se requieren medidas no solo penales,
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 65 La política criminal en España

sino también sociales y políticas. Sin embargo, denuncian que las reformas
penales poseen una marcada tendencia�autoritaria que contradice los prin-
cipios más esenciales del derecho penal y los criterios de imputación.

Entre estos últimos, la actual legislación diluye las diferencias entre autoría y participa-
ción, y entre actos preparatorios y consumación. Se vulnera el principio de proporciona-
lidad y humanidad de las penas al imponer sanciones, en algunos casos de 20 o 30 años
de prisión, pudiendo llegar, por las reglas de concurso de delitos, a la imposición de 40
años. Otro ejemplo es la inhabilitación absoluta, que podría alcanzar hasta los 60 años
de duración, lo cual equivale a una muerte civil.

En este sentido, el GEPC considera que deben suprimirse las reglas específicas
sobre la inhabilitación y sujetarse al régimen general de las penas accesorias
privativas de derechos.

En materia de ejecución de penas, el GEPC sostiene que la política criminal en


relación con los delitos de terrorismo constituye un auténtico derecho�peni-
tenciario�de�autor�y�de�víctima, cuya regulación se hace de espaldas al man-
dato constitucional de orientar las penas a la reinserción social y al derecho
a la víctima de rehacer su vida.

Así, resulta contrario al art. 25.2 CE que el legislador cierre las puertas a la incorporación
progresiva del reo a la sociedad, sin los mecanismos comunes de acceso al tercer grado,
permisos de salida o libertad condicional.

El GEPC propone una definición precisa de terrorismo, aun cuando esta re-
sulta compleja por la fuerte carga emotiva y política y porque a lo largo de
la historia el concepto de terrorismo ha ido cambiando. Con todo, el GEPC
formula una definición de terrorismo, considerando que:

“constituye una negación de los derechos fundamentales a través de la utilización de la


violencia como medio de terror por parte de estructuras organizadas con fines políticos”.

Esta definición permite separar conceptualmente el terrorismo de la delin-


cuencia violenta común y excluir de su ámbito la mera disidencia y aquellos
actos de violencia esporádica o no planificada. Por lo tanto, es esencial en el
concepto de terrorismo la nota de uso�sistemático�de�la�violencia como lu-
cha política y fuera de los cauces democráticos. Por ello, consideran que se
deberían derogar los tipos de terrorismo individual o no organizado, así co-
mo todos los tipos que hacen referencia a la colaboración en el terrorismo,
pues en este caso basta con la aplicación de las reglas generales de participa-
ción. También debería derogarse el delito de apología del terrorismo, porque
criminaliza meros actos de opinión o disidencia, y el delito que consiste en
actos que entrañen descrédito, menosprecio o humillación a las víctimas o sus
familiares, por establecer un trato desigual respeto a otros tipos de víctimas,
entre otros motivos.

Con todo, considera que debería mantenerse como delito la actuación al ser-
vicio de las organizaciones terroristas, para que puedan ser responsables pena-
les aquellos que, sin pertenecer a las organizaciones terroristas, actúen por su
cuenta o en nombre de las mismas. Teniendo en cuenta que el terrorismo es
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 66 La política criminal en España

un atentado grave, donde ya desde los estadios iniciales se produce un grave


peligro para los bienes jurídicos protegidos, debería mantenerse también la
tipificación de los actos preparatorios en los delitos terroristas.

En el ámbito procesal, la existencia de una jurisdicción especial como es la


Audiencia Nacional implica alteraciones de las reglas procesales difícilmente
justificables, como la restricción del derecho de defensa –al prohibir la libre
designación de letrado– o las amplias facultades policiales en orden a la inco-
municación de los detenidos.

En el segundo libro sobre terrorismo (2013), además de recordar las deman-


das de reforma explicitadas anteriormente, el GEPC señala que la realidad cri-
minológica del terrorismo en España ha cambiado, por lo que parece impres-
cindible volver a discutir acerca de mantener todas las medidas de excepción
que se aprobaron en su día en este sector. Afirma que las nuevas realidades
del terrorismo internacional tampoco justifican, ni siquiera desde el punto de
vista pragmático, una regulación tan exasperada en su dureza y excepcionali-
dad como la que mantiene nuestro ordenamiento jurídico. Así, se especifica
una serie de figuras delictivas que consideran improcedente continuar man-
teniendo, tales como el terrorismo individual o el enaltecimiento del terroris-
mo, entre otras.

Se impone también una revisión de las sanciones legalmente previstas para


los delitos de terrorismo. Al tratarse de un tipo de delincuencia organizada
con fines políticos y de delitos que provocan un impacto ulterior de amenaza
o miedo, sostienen que puede justificar una cierta elevación de las penas res-
pecto de las previstas para los mismos delitos comunes, pero no cualquiera ni
en cualquier medida, recordando que las penas han de orientarse a la resocia-
lización del delincuente, además de fundarse en sus otros fines legítimos. El
GEPC denuncia que los delitos terroristas son penados de un modo excesivo
e innecesario en nuestro derecho y que buena parte de las larguísimas penas
de prisión previstas no obedece a ningún fin razonable, más allá de sobreac-
tuar ante la ciudadanía y dar la impresión de “mano dura con el delito”. Ello
supone unos costes, sobre todo en términos de sufrimiento y de privación de
derechos, pero sin descartar los económicos, que son inaceptables. Proponen
una revisión de los límites máximos de la pena y la desaparición de la medi-
da de libertad vigilada. También proponen una revisión de las previsiones in-
troducidas en la ley reguladora de la responsabilidad penal de los menores.
Finalmente, se pronuncian en contra de la imprescriptibilidad de los delitos
de homicidio terrorista y de las penas impuestas por dicho delito.

Además de reclamar la eliminación del tratamiento excepcional de los con-


denados por terrorismo en relación con el acceso al tercer grado y la libertad
condicional, el GEPC propone que se supriman las limitaciones del art. 78 CP
a la hora de acceder a los beneficios penitenciarios en casos de concurso de
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 67 La política criminal en España

delitos. La interpretación jurisprudencial conocida como “doctrina Parot”, ya


rechazada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, debe ser abando-
nada de inmediato.

Otro ámbito en el que se precisa una reforma sustancial es el derecho procesal


en materia de terrorismo, para depurarlo de técnicas inquisitivas de enjuicia-
miento y de métodos de intervención procesal más propios de la actividad
policial. Se propone la eliminación del régimen excepcional de detención por
tiempo superior a las setenta y dos horas y el régimen de incomunicación ex-
cepcional. También debería desaparecer la posibilidad de registros domicilia-
rios o intervención de comunicaciones sin autorización judicial.

El GEPC llama la atención sobre el riesgo de utilización demagógica que con-


lleva el abuso de la acción popular en los procesos de terrorismo.

La actualización de las propuestas del GEPC en 2016 pone el acento en que las
reformas posteriores transitan por planteamientos político-criminales opues-
tos a los del grupo. Sostienen que la reforma de 2015 se aprueba con un des-
conocimiento completo de la ley vigente, que ya sanciona la totalidad de con-
ductas que merecen ser castigadas. Ignora también la realidad de la persecu-
ción policial de los terroristas y el sentido común, predominando más que en
cualquier otra reforma una de las características del derecho penal del enemi-
go: su naturaleza eminentemente simbólica. El GEPC denuncia que las últimas
reformas no se orientan a la lucha contra el delito sino, sobre todo, a la lucha
contra la sensación de inseguridad provocada por el tratamiento dado por los
medios de comunicación a los actos de terrorismo yihadista, del que son un
ejemplo los atentados de París. Consideran que, una vez más, el legislador ha
perdido la oportunidad de poner fin a un sistema excepcional que, por excesi-
vo, no puede considerarse justificado en la especial lesividad del terrorismo y
resulta poco respetuoso con las garantías constitucionales y los derechos fun-
damentales reconocidos en nuestro Estado de derecho. Sin embargo, subra-
yan que algunos órganos jurisdiccionales europeos han empezado a llamar la
atención sobre los riesgos de esta tendencia de expansión punitivista, y para
ello citan la condena a España por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

3.1.8. Propuesta de regulación del ejercicio voluntario de la


prostitución de adultos (2010)

Parece una obviedad recordar que, aparte de la prostitución forzada, existen


prácticas sexuales realizadas mediante precio que responden a una decisión
voluntaria de la persona que presta el servicio y no parece en principio legíti-
mo que los poderes públicos se opongan al intercambio de placer por dinero.
Sin embargo, debido a condicionamientos históricos, esta obviedad ha sido
difícilmente asumida, fundamentalmente por la concurrencia de dos factores:

• La existencia de imposición coactiva a la prostitución.


CC-BY-NC-ND • PID_00237169 68 La política criminal en España

• La asociación sexo-mujer como algo sucio y peligroso, al menos fuera del


matrimonio.

La consecuencia de todo ello es una enorme contradicción en las sociedades


occidentales. Las estrategias de los poderes públicos, esencialmente desde pos-
turas prohibicionistas o abolicionistas, se han mostrado ineficaces y contra-
producentes.

El fracaso de las posturas moralistas

En este sentido, la amenaza penal del entorno de la prostitución, propia del prohibicio-
nismo, se ha mostrado ineficaz para erradicar o reducir la práctica de la prostitución. Las
posturas paternalistas propias del abolicionismo, que conciben a la prostituta como una
mujer débil, dócil y necesitada de tutela, ni responde al sentir social en la actualidad ni
puede hacer olvidar un dato empírico, que la explotación sexual forzada se hace fuerte
allí donde la clandestinidad y la marginalización hacen más vulnerables a sus víctimas.
Se debería evitar que los poderes públicos adopten una posición moralista frente a la
prostitución, que simplifiquen un fenómeno complejo y diverso.

Según el GEPC, el enfoque político-criminal debe partir de la existencia de una


parte de prostitución que es voluntaria y cualquier discurso aproximativo de-
be reconocer la existencia de prostitución femenina, pero también masculina,
con lo que el enfoque exclusivamente basado en el género sería también erra-
do. Partiendo de la diferencia entre moral y derecho, lo que este último debe
prioritariamente garantizar es el reconocimiento� de� la� dignidad� humana,
que se encuentra prevista en la Constitución como valor supremo del orde-
namiento jurídico. En consecuencia, un enfoque anclado en la Constitución
exige el respeto de la voluntad de la persona mayor de edad que libremente
decide prestar servicios remunerados de carácter sexual.

Partiendo de esta base, el GEPC se pronuncia político-criminalmente a


favor de la despenalización�de�la�prostitución�voluntaria de adultos
y de la orientación del sistema penal a la tutela�efectiva�de�la�libertad
sexual.

Por ello, propone la supresión del segundo inciso del art. 188.1 CP, que pre-
vé la sanción, con la misma pena que la determinación forzada a la prostitu-
ción, al que “se lucre explotando la prostitución de otra persona, aun con el
consentimiento de la misma”. Si lo que se pretendiera es sancionar compor-
tamientos abusivos de terceros en el ejercicio voluntario de la prestación de
servicios sexuales, ya existen los delitos contra los derechos de los trabajado-
res, que podrían ser aplicados también en estos casos.

En la actualidad, el ejercicio voluntario de la prostitución sufre en nuestro país


una situación de alegalidad, que el GEPC califica como hipócrita. Es hipócrita
por cuanto, a la vez que se ponen trabas a una regulación de la prestación vo-
luntaria de servicios sexuales remunerados, se permite que la oferta o la publi-
cidad de esos mismos servicios genere cuantiosos beneficios para los medios
de comunicación que los anuncian y se fomenta que esta actividad caiga en la
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 69 La política criminal en España

economía sumergida, con todas las consecuencias negativas que ello conlleva.
La desregulación o alegalidad en la prostitución voluntaria provoca una dis-
criminación de aquellas personas que intercambian sexo por dinero respecto a
otras personas que se dedican a actividades aledañas, como las actividades de
alterne, las líneas telefónicas eróticas o la elaboración de películas pornográfi-
cas, cuyos trabajadores poseen reconocimiento jurídico. La falta de regulación
también favorece la explotación de la prostitución por parte de los empresa-
rios, que en la actualidad no están obligados a reconocer a estos trabajadores
los derechos laborales y sociales básicos, así como la proliferación de organiza-
ciones criminales dedicadas a la trata de personas y a la explotación sexual de
las mismas, al situar estas actividades en la clandestinidad, cosa que dificulta
sobremanera las denuncias de las víctimas.

Por todo ello, el GEPC no solo sostiene la conveniencia político-criminal de


despenalizar la prostitución voluntaria, sino que además se pronuncia a favor
de su regulación. Y las experiencias en otros países demuestran que la regula-
ción no incrementa el tráfico o la explotación, ni siquiera aumenta la indus-
tria del sexo.

Así, el GEPC formula propuestas de reforma de la legislación laboral, de


la seguridad social y la normativa administrativa, en las que el objetivo
esencial es asegurar los derechos inherentes a la dignidad personal de
quien toma la decisión de ejercer la prostitución, entendida como una
opción laboral.

Desde el pronunciamiento inicial del GEPC, se han producido en España va-


riaciones normativas, pero que divergen de la orientación político-criminal
planteada por el grupo. Así, en lugar de regular el ejercicio voluntario de la
prostitución adulta, se ha aprobado una normativa tendente a invisibilizar a
los trabajadores sexuales y a sancionar las conductas de los clientes, adoptando
formalmente el modelo sueco. No se ha permitido a los trabajadores sexuales
darse de alta en el Sistema Nacional de Seguridad Social como tales, ni por
cuenta propia ni por cuenta ajena. Desde el punto de vista jurídico-penal, Es-
paña parece haber asumido el modelo abolicionista, si bien solo parcialmente.
El GEPC mantiene las propuestas de regularización de la prostitución.

3.1.9. Una regulación alternativa contra la corrupción


urbanística y otras conductas delictivas relacionadas
(2010)

Se parte de la base de que el territorio es un valor colectivo esencial en las ac-


tuales sociedades –como también lo es una utilización ordenada y sostenible
del mismo–, ya que constituye una significativa referencia existencial, es un
factor determinante del ejercicio del derecho a una vivienda digna y su utili-
zación condiciona el modo de vida de las generaciones futuras. Tal vez debido
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 70 La política criminal en España

a que en España se ha pasado en pocas décadas de una vida mayoritariamente


rural a una vida urbana y por el hecho de concebir la propiedad privada de
manera estrecha, orientada a la maximización de los beneficios de todos los
agentes sociales implicados, es por lo que, entre otros factores, se ha producido
un crecimiento extraordinario de esta actividad.

La construcción, junto con el turismo, se convirtió en España en uno de los


pilares fundamentales de la actividad económica, con una consecuencia visi-
ble en nuestro planeamiento urbanístico y en nuestras costas. A medida de
que los beneficios del negocio promotor y constructor aumentaban, resultaba
cada vez más difícil que, tanto agentes privados como funcionarios públicos,
pudieran sustraerse a la tentación de incrementar sus ingresos con tal lucrati-
vo negocio. El GEPC identifica como factores favorecedores de prácticas�pú-
blicas�corruptas:

• Los elevados beneficios derivados de la actividad urbanística.


• La dependencia de esa actividad de un buen número de decisiones admi-
nistrativas discrecionales de difícil control.
• La frecuente confluencia de intereses provenientes del ámbito económico
privado, públicos e intereses políticos partidarios.

Ante esta situación, el control administrativo ha fracasado en su tarea de pre-


venir estas conductas y reponer la situación anterior a las prácticas ilegales y
en muchas ocasiones se han antepuesto los intereses particulares de los fun-
cionarios públicos a su obligación de defender los intereses generales.

Así, frecuentemente se han realizado reclasificaciones y recalificaciones del suelo me-


diante continuas modificaciones del planeamiento, y de los convenios urbanísticos y el
abandono de la actividad inspectora, sancionadora y ejecutiva de las sentencias por parte
de las administraciones correspondientes.

En el ámbito�estatal, reclama más implicación de la Administración, puesto


que considera que ésta es en ocasiones la única que puede resistirse a las fuer-
tes presiones a las que se ha hecho referencia. Reclaman una mayor decisión
a la hora de que esta Administración ejerza sus facultades de disolución de las
corporaciones locales cuando sea necesario, así como el empleo de sus com-
petencias disciplinarias. También debería reforzarse la autoridad e indepen-
dencia de los órganos técnicos locales encargados de verificar la legalidad de
las actuaciones administrativas locales y debería ser obligatoria la anotación
registral de los procedimientos administrativos o judiciales que afecten a un
determinado bien inmueble.

En el ámbito�de�las�comunidades�autónomas, el GEPC considera que debe-


rían reformar sus normas administrativas para adaptarse a la Ley del Suelo
del 2007. También deberían establecerse límites al planeamiento urbano más
acordes con las necesidades reales de crecimiento de la población, y no por
motivos exclusivamente especulativos.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 71 La política criminal en España

Por otra parte, en el ámbito de la jurisdicción�contencioso-administrativa,


el GEPC recomienda mayor celeridad en las actuaciones en el ámbito urba-
nístico, haciendo mayor uso, al mismo tiempo, de las medidas cautelares. En
caso de condena, la restauración de la situación original que ha resultado da-
ñada debería ser el objetivo primordial a conseguir. Por ello, la jurisdicción
contencioso-administrativa debería prestar mayor atención a la ejecución de
sus sentencias, con una promoción de la ejecución de oficio o por una admi-
nistración distinta de la condenada.

Por lo que se refiere al ámbito�penal, el GEPC considera que, dada la impor-


tancia de los bienes jurídicos afectados, el recurso punitivo resulta legitimado
en los casos de lesión más grave, dentro de los principios de fragmentariedad
y subsidiariedad del derecho penal. Sin embargo, tampoco la jurisdicción pe-
nal ha estado a la altura de las circunstancias en la lucha contra la corrupción
ligada al urbanismo. Aparte de las deficiencias técnicas en la normativa, cons-
tatan que la fiscalía, los jueces y los tribunales solo en épocas muy recientes
han prestado alguna atención a este problema. Han abundado interpretacio-
nes de los términos legales de “construcción no autorizada” o “edificación no
autorizable en suelo no urbanizable” que restan eficacia aplicativa al art. 319
CP. También se ha detectado la renuncia a imponer sanciones verdaderamente
disuasorias y la utilización del principio de proporcionalidad para no acordar
la demolición de lo construido. El GEPC propone una serie de modificaciones
en la legislación penal.

En el documento de 2016, el GEPC considera que los cambios acaecidos en la


realidad social y criminológica no aconsejan modificaciones contundentes de
su propuesta inicial. Es más, sostienen que los delitos contra la Administración
pública deben revisarse “al alza” o, cuanto menos, recomendar una aplicación
más efectiva de los instrumentos legales disponibles, aumentando la financia-
ción de la fiscalía anticorrupción y mejorando la coordinación con la Admi-
nistración. El GEPC insta a considerar la necesidad de limitar la subsidiariedad
administrativa, pues aun siendo razonable mantenerla en líneas generales, la
excesiva dependencia y la falta de autonomía del objeto de protección penal
priva al derecho penal de una parte de su potencial eficacia.

3.1.10. Política criminal en materia de sanciones penales

En materia de sanciones penales, el GEPC se ha pronunciado en dos ocasio- Ved también


nes. La primera en el 2003, respecto a la amplia reforma del sistema de penas
Hemos explicado la reforma
descrita más arriba, y la segunda en el 2010, sobre las nuevas penas y medidas del sistema de penas del 2003
de seguridad restrictivas de derechos. en el apartado “Política crimi-
nal y sanciones penales”.

1) Considerando que el sistema de penas es un indicativo muy poderoso del


tipo de Código penal que posee una sociedad y, en general, del tipo de Estado
donde se vive, el GEPC se pronuncia globalmente sobre la política criminal
seguida en la reforma del 2003, con un balance�particularmente�negativo.
Así, considera que si el CP de 1995 supuso un endurecimiento punitivo, las
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 72 La política criminal en España

reformas penológicas del 2003, de carácter conservador “han devuelto al sis-


tema de penas español a sus peores tiempos”, y desconocen las tendencias pe-
nológicas y criminológicas más modernas. La tendencia de la política actual
se resume en el endurecimiento�punitivo, que ni siquiera se justifica por el
nivel de delincuencia existente en España.

La valoración político-criminal parte de la identificación de los principios so-


bre los cuales debe basarse el sistema de penas español, que no son sino los
principios�constitucionales:

• El principio�de�humanidad�de�las�penas, que prohíbe imponer sanciones


que, por su duración o por su forma de ejecución, supongan un sacrificio
inaceptable para la persona condenada.

• El principio� de� proporcionalidad, que obliga a reservar las penas más


graves para los delitos más graves y ajustar las penas previstas a la gravedad
del injusto.

• El principio�de�resocialización, que implica que la pena y su ejecución


debe posibilitar la reinserción del delincuente y la incorporación de éste
de nuevo a la sociedad.

Teniendo en cuenta estos principios, deberían potenciarse mucho más


las penas alternativas a la prisión, y reservarse esta última únicamente
para la delincuencia muy grave.

En este sentido, no se debería desconocer que precisamente las penas alterna-


tivas a la prisión, que son las que se cumplen en libertad, son las que poseen
mayor capacidad para alcanzar la integración social del delincuente. Esta op-
ción político-criminal no ha sido la observada por en España. Por otra parte,
ya dentro de la prisión, los programas de reeducación y reinserción social pre-
sentan graves carencias, como la escasez de plazas en programas específicos
o la insuficiencia de trabajo retribuido para los internos. Se da también un
escaso desarrollo de sistemas de control y tratamiento en libertad, lo que ha
originado que la tasa de internos clasificados en tercer grado sea escasa, dato
que se agrava en el caso de internos extranjeros en situación administrativa
irregular. Ello ha generado una situación paradójica: España tiene una tasa de
delincuencia comparativamente baja y, sin embargo, es uno de los países con
mayor número de personas en prisión. Por lo tanto, el endurecimiento puni-
tivo no se justifica por los índices de delincuencia sino que tiene más que ver
con el rédito político que se extrae de efectuar reformas populistas.

El GEPC valora negativamente el afán punitivista, especialmente en la delin-


cuencia menos grave, donde deberían operar medidas alternativas a la prisión.
En el ámbito de la duración de la pena mínima de prisión, consideran desa-
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 73 La política criminal en España

certada la introducción de penas cortas de prisión para delitos menos graves,


desconociendo los efectos desocializadores que posee su imposición. Respecto
a la delincuencia grave y muy grave, la tendencia político-criminal en España
es que el delincuente cumpla la pena, cuanto más tiempo posible, dentro de
los muros de la prisión. Esencialmente, el GEPC considera que estas previsio-
nes contradicen la finalidad de reinserción y el principio de humanidad de
las penas.

Frente a esta situación, el GEPC formula una política�criminal�alternativa en


materia de sanciones, donde esencialmente propone:

• Que la prisión debería dejar de ser la pena por excelencia, la que se impone
para cualquier tipo de delito. Debería darse mayor juego a las penas priva-
tivas de otros derechos, como los trabajos en beneficio de la comunidad,
las penas pecuniarias, o introducir la reparación como sanción penal.

• En consecuencia, en la delincuencia considerada no grave –como es el caso


de la mayor parte de los delitos contra la propiedad– la prisión no puede
aparecer como la prima ratio, por lo que se deben explorar previamente
otras penas alternativas a la prisión.

• Que debería reintroducirse el arresto de fin de semana y el arresto domi-


ciliario, modificar la regulación de la pena de días multa y otorgar mayor
aplicabilidad a los trabajos en beneficio de la comunidad.

• Que la habitualidad o la reincidencia no debería comportar la imposición


de una pena más grave ni excluir automáticamente la posibilidad de apli-
car penas alternativas a la prisión.

• Que la pena privativa de libertad no supere ordinariamente los 10 años,


pudiendo llegar hasta los 15 en casos de concurso de delitos. Por otra par-
te no deberían existir topes máximos en función de los tipos de delito,
como ocurre en la actualidad con los delitos de terrorismo o criminalidad
organizada. En cuanto al límite mínimo, no debería poderse imponer una
pena inferior a un año, debiendo sustituirse las penas inferiores al año por
alternativas a la prisión.

• La simple ejecución de la pena de prisión no potencia la reeducación so-


cial, sino más bien el conjunto de programas que se ejecuten en ella. En
consecuencia, debe prestarse especial atención a que la Administración
penitenciaria disponga de recursos suficientes para alcanzar el objetivo de
reinserción.

• En materia de sustitutivos penales, debería ampliarse el límite para que la


pena de prisión pueda ser sustituida a los tres años y el juez debería gozar
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 74 La política criminal en España

de discrecionalidad para determinar la pena sustituta, su duración y las


consecuencias de su incumplimiento.

• En la ejecución de la pena privativa de libertad debería flexibilizarse su


cumplimiento, así como la posibilidad de acceder a la libertad condicional.

• Debería crearse la figura de agente de ejecución de penas, figura que ya


existe en otros países, con el objetivo de dotar de mayores medios a la
Administración de Justicia.

• Se contemplan determinadas reglas para los condenados extranjeros que


sean respetuosas con su condición de ciudadanos. Así, los intereses de la
Administración en agilizar los trámites de expulsión no deben prevalecer
en ningún caso sobre los intereses de la justicia penal. En caso de condena,
únicamente debería considerarse la expulsión del extranjero en la misma
medida en la que se valora acordar otras penas alternativas a la prisión.
Tampoco debería excluirse para el extranjero la aplicación de las otras pe-
nas alternativas a la prisión, ni se debe renunciar en este caso a la finalidad
resocializadora de la pena.

• Para contrarrestar el frecuente uso de la prisión provisional, se propone


un amplio elenco de medidas cautelares alternativas, puesto que en este
campo la prisión provisional también debería ser la ultima ratio. En nin-
gún caso, la persecución de la finalidad de una justicia rápida puede ser
la excusa para deteriorar las garantías procesales y violar los fines consti-
tucionales a los que responde la prisión provisional.

2) El segundo manifiesto del GEPC en materia de penas se dedica a valorar la Ved también
libertad�vigilada, en un momento en el que en la tramitación parlamentaria
Hemos explicado la aplicación
estaba en marcha una reforma que finalmente la introdujo, no como pena, de la libertad vigilada en el
sino como medida de seguridad aplicable a determinados delitos. apartado “La creación de sub-
sistemas y el derecho penal del
enemigo: terrorismo y violen-
cia de género”.
El GEPC pretende sentar las bases de lo que debería considerarse la libertad
vigilada, entendiendo que debe tratarse de una pena perteneciente al elenco de
las “penas de cumplimiento en la comunidad”, en el marco de las community
orders que abundan en el ámbito anglosajón. Consideran esta pena como un
instrumento que puede alcanzar una mayor resocialización, al ser una pena
flexible, adaptable al caso concreto cuando, por la gravedad del delito y las
circunstancias del sujeto, se advere que una pena aplicada a la comunidad es
suficiente.

Con todo, el GEPC llama la atención sobre que el éxito de esta pena depende
de la existencia de programas de ayuda a la reinserción social, que deben ser
acordados individualizadamente a partir de las necesidades de reeducación y
reinserción social en cada caso. Se concibe la libertad vigilada como una pena
que implica el sometimiento a supervisión y ayuda por un agente de ejecución
de las penas, con una duración que no podría exceder de los dos años, y que
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 75 La política criminal en España

podría operar como pena autónoma o como pena sustituta de la prisión. De


esta manera, tenderían a sustituir las penas de prisión de tres a seis meses,
que resultan poco útiles para la resocialización del reo. Sin embargo, como se
ha descrito más arriba, la libertad vigilada finalmente se ha regulado como
medida de seguridad, con una regulación que dista mucho de las propuestas
político-criminales del GEPC.

En contra de esta tendencia, el GEPC apuesta por una mejora del trata-
miento penitenciario y por una asistencia social postpenitenciaria, en
los casos en los que esta sea necesaria.

En la actualización de las propuestas del GEPC (2016), este se muestra muy


crítico con la Reforma de 2015 en materia de penas, por su endurecimiento
punitivo. Resumidamente, se destacan, entre otras, las siguientes cuestiones:

• Manifiestan su disconformidad con la introducción de la prisión perma-


nente revisable en 2015. Además de innecesaria según los datos criminoló-
gicos, la consideran disfuncional y más que probablemente inconstitucio-
nal. Entienden que en este caso se produce una renuncia a la finalidad de
reinserción social y se utiliza exclusivamente con fines propagandísticos.

• Destacan la pésima técnica legislativa de la Reforma de 2015 y la falta de


una completa coordinación de la normativa penal con la penitenciaria.

• En muchos preceptos se opta por baremos de conducta o de determinación


de penas sumamente indeterminados, dejando a los tribunales la tarea de
definir las respuestas que deberían ser establecidas en sede parlamentaria.
Por ejemplo, utilizando el evanescente criterio de “peligrosidad”, que es-
conde un cambio de concepción jurídica que pasa de juzgar el hecho y la
culpabilidad del sujeto a pretender juzgar al propio sujeto.

• Valoran negativamente que el proceso expansivo de la pena de localiza-


ción permanente se haya frenado tras la Reforma de 2015, ya que carece
prácticamente de presencia en la sanción de los delitos menos graves, ma-
yoritariamente sancionados ahora con pena de multa.

Por lo que se refiere a los sustitutivos penales y la ejecución de la pena de


prisión, en 2016 el GEPC expone las reglas que habían propuesto y que han
sido aceptadas total o parcialmente por el legislador. Con todo, señala también
las propuestas que no han sido atendidas por el legislador, apostando por un
modelo no unitario de sustitutivos a las penas privativas de libertad. Entre
otras cuestiones, se propone la revocación de la suspensión de la ejecución de
la pena y la libertad condicional, en el sentido de que el tiempo transcurrido
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 76 La política criminal en España

en libertad condicional debe ser computado como tiempo de cumplimiento


de condena, frente a la exclusión contemplada expresamente en el artículo
90.6 del vigente CP.

3.1.11. Una propuesta alternativa de regulación del uso de la


fuerza policial (2012)

El GEPC considera que la cultura de legalidad demanda una actitud de pre-


vención y fiscalización sobre los aparatos que ejercen con carácter exclusivo
el empleo de la coacción en nombre del Estado. Después de recordar las fun-
ciones que la Constitución encomienda a la policía, advierte sobre que es una
institución ubicada en la encrucijada de máxima tensión en el conflicto entre
libertad y seguridad, y que solo dentro del marco del respeto a los derechos
fundamentales de los ciudadanos es legítimo diseñar políticas de seguridad
ciudadana. Una característica que preocupa es la ausencia de una regulación
con la suficiente densidad como para merecer tal nombre. Después de descri-
bir el marco legal, principalmente la Ley Orgánica 2/1986, de 13 de marzo, de
fuerzas y cuerpos de seguridad, y la normativa internacional, se denuncia una
cierta desidia por parte de los poderes públicos en establecer una regulación
más detallada, criticando que esta se encuentre en circulares del Ministerio del
Interior y de las consejerías competentes de las comunidades autónomas, una
suerte de “infraderecho” de difícil control y acceso.

Ante todo, considera que resulta obligado visibilizar el problema de la arbitra-


riedad y reconocer que existe, como se denuncia en algunos informes de or-
ganismos internacionales. La ausencia de investigación contribuye al mante-
nimiento de la invisibilidad del abuso de la fuerza policial. El GEPC identifica
algunos espacios de actuación policial en los que existe tal riesgo. Señala como
de utilidad los códigos de ética policial, como el aprobado en Cataluña (DOGC
núm. 5757/17-11-2010). Más allá de los códigos éticos, considera que es nece-
sario contar con normas imperativas y accesibles que contengan, al menos:

• Reglas específicas de actuación para los agentes policiales en los distintos


ámbitos de intervención que desarrollen y detallen los principios genera-
les.

• Mecanismos de supervisión de dichas actuaciones, lo que, en cualquier


caso, exige la publicidad de las instrucciones y circulares internas.

• Procedimientos de denuncia e investigación que garanticen la indepen-


dencia, celeridad de la pesquisa y la ejecutividad de las resoluciones san-
cionadoras.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 77 La política criminal en España

3.1.12. Una alternativa a algunas previsiones penales utilitarias


(2014)

En este caso, el GEPC se ocupa de las figuras del indulto, la prescripción, las
dilaciones indebidas y la conformidad procesal.

Por lo que respecta al indulto, se recuerda que es una institución anterior a la


revolución liberal que se vincula al derecho de gracia del monarca, el cual ejer-
ce su soberanía por voluntad divina. Por ello, resulta problemático su encaje
en sociedades basadas en la soberanía popular y en la división de poderes. A su
ejercicio es inherente el arbitrio de quien posee esa facultad, que corresponde
al poder ejecutivo, lo cual tropieza abiertamente con principios fundamenta-
les, entre los que se destaca la interdicción de arbitrariedad de los poderes pú-
blicos. Sin embargo, a favor de mantener esta institución podría aducirse el
hecho de poder atender en última instancia al principio de proporcionalidad
cuando la aplicación obligada de la ley da lugar a resultados punitivos que se
consideran excesivos, o tener en cuenta la sobrevenida ausencia de necesida-
des preventivo-generales o especiales resocializadoras. Es por ello que el GEPC
propone, mientras se mantenga esta figura, un profundo replanteamiento de
su regulación mediante una nueva ley que no permita su uso como un instru-
mento alternativo de justicia a disposición del ejecutivo, sino que incida en
las razones extraordinarias para su empleo, en casos de ausencia de necesidad
punitiva. Propone establecer un régimen más determinado del indulto, reque-
rir una motivación individualizada de las concesiones y denegaciones de la
gracia y posibilitar algún tipo de control jurisdiccional.

En el ámbito de la prescripción�de�los�delitos,�de�las�penas�y�medidas�de
seguridad, el GEPC considera que existen buenas razones a su favor, en cuan-
to al principio de legalidad, seguridad jurídica y derecho a un proceso sin di-
laciones indebidas, derechos que son fundamentales. Ante tales derechos, de-
caen los argumentos del posible premio que se puede otorgar al delincuente
astuto o con fortuna. Con todo, el GEPC considera que las necesidades pre-
ventivo-generales aconsejan que los plazos de prescripción del delito y de la
pena se acomoden a la gravedad del delito imputado o de la pena impuesta,
aceptando incluso que los plazos de prescripción de la pena sean más prolon-
gados que los de la prescripción del delito.

Por lo que respecta a las dilaciones�indebidas, el GEPC se pronuncia sobre la


atenuante introducida en el art. 21.6º CP. Considera que si los fundamentos
dogmáticos de esta atenuante son discutibles, los efectos político-criminales
derivados de su creación son indeseables. Por ello deberían explorarse otras
vías alternativas que fueran a la raíz del problema de las dilaciones o, al me-
nos, no consideraran su arraigo. Así, sostiene que no se puede eludir por más
tiempo un decidido empeño político judicial encaminado a superar o atenuar
sensiblemente los déficits estructurales de la administración de justicia, así co-
mo a exigir de forma efectiva a los agentes jurisdiccionales responsabilidad
por injustificados retrasos. También deberían plantearse otras posibilidades de
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 78 La política criminal en España

abordar las consecuencias de las dilaciones indebidas diferentes a la atenua-


ción de la pena, como es el otorgamiento de indemnizaciones o las declara-
ciones de nulidad del procedimiento.

Finalmente, en cuanto a la conformidad�procesal, el GEPC señala su gran uti-


lización en nuestro sistema, fundamentalmente atribuible a cuestiones prác-
ticas, aunque también se apunta a la tendencia a introducir en el proceso pe-
nal instrumentos propios del derecho privado, distanciándose de un estricto
principio de legalidad a favor del principio de oportunidad. En este sentido,
se considera que cualquier formulación coherente de la conformidad procesal
exige que esté debidamente integrada en un contexto más amplio, que corres-
ponde a la denominada justicia negociada, entre las que se incluye la media-
ción penal y la justicia reparadora. Mientras la conformidad no se incardine en
este contexto, el GEPC propone un mejor aprovechamiento del papel del Mi-
nisterio Fiscal a lo largo de todo el proceso y la despenalización de conductas
de bagatela o su enjuiciamiento al margen del proceso penal. Debería también
simplificarse su regulación, con una sola modalidad de conformidad debida-
mente reglada para los diversos procesos.

3.2. El Manifiesto por un debate político-criminal racional

Este manifiesto, impulsado por la asociación Jueces para la Democracia y sus-


crito por un amplio elenco de magistrados, fiscales, profesores universitarios
y algunas asociaciones, se firmó en marzo del 2004.

Con él se pretendía fomentar una reflexión sobre la política criminal,


concebida como el conjunto de medidas dirigidas a prevenir y dar res-
puesta a la delincuencia.

El manifiesto incide en la necesidad de una política�criminal�racional, co-


brando desde esta perspectiva gran importancia la realización de estudios em-
píricos sobre la criminalidad, que deben darse traslado, para su conocimiento,
a la opinión pública. Y ello porque en una sociedad democrática, la voluntad
popular solo puede conformarse adecuadamente con un conocimiento rigu-
roso de la realidad. Por lo tanto, se denuncian las campañas propagandísticas
que tienden a deformar la realidad, creando una percepción social de alarma
por la delincuencia, tan rentable electoralmente.

Una vez determinada la realidad a la que los poderes públicos deben respon-
der, a través de estudios empíricos, el derecho penal debe constituir el último
recurso, primando otra clase de medidas de carácter social, educativo, econó-
mico y jurídico prepenal. Recordando que ya desde la Ilustración se sostenía
que no es la dureza, sino la efectividad de la sanción dentro de un marco ra-
cional y proporcional lo que previene el delito, llama la atención sobre la ten-
dencia de inducir a la opinión pública una sensación de inseguridad, que pro-
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 79 La política criminal en España

voca una demanda de endurecimiento de las penas para algunos delitos. Se


endurecen las penas mientras que se desatiende la mejora del sistema penal,
con lo que la opción punitivista es contradictoria e ilegítima.

Sostiene también que las continuas reformas a las que es sometido el Códi-
go penal y la Ley de Responsabilidad Penal del Menor son muestra de una
irracionalidad política, puesto que no se basan en estudios empíricos ni se ex-
plica racionalmente por qué fallaron las anteriores previsiones y es necesaria
una reforma. Con todo, de estimarse necesaria una reforma penal, esta debería
transitar por los principios�establecidos�en�la�Constitución, sin que sea le-
gítimo apartarse de ellos. Introducir en el debate político ideas inconciliables
con la Constitución es políticamente deshonesto.

En relación con los principios constitucionales, apelan a la dignidad de la per-


sona humana y a la orientación de las penas a la reinserción social para valorar
negativamente las recientes reformas de la ley penal juvenil y la reforma del
Código penal en materia de sanciones penales. En definitiva, recuerdan las
palabras de hace más de dos siglos de Filangieri, sosteniendo la vigencia de las
mismas en la actualidad:

“la superación de un sistema punitivo confesional en las prohibiciones, feroz en los cas-
tigos, vejatorio en las imputaciones, arbitrario en las decisiones”.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 80 La política criminal en España

Resumen

En este módulo se ha analizado la política criminal en España, partiendo de la


aprobación del CP de 1995 hasta la última reforma penal –por el momento– en
el 2015. La incontinencia legislativa, con 33 reformas penales tras veinte años
de vigencia del Código penal, ha permitido extraer una primera conclusión:
que la política criminal carece de racionalidad y de un anclaje empírico y que
todas no se justifican, como pretende el legislador, por los cambios sociales
o por la necesidad de que España adecue su normativa a las previsiones de
la Unión Europea. Con todo, se han descrito las principales tendencias de la
política criminal actual, tomando como ejemplos algunas reformas en sectores
específicos, en el bien entendido de que una determinada reforma no se puede
reducir a una sola tendencia política criminal.

Así, se ha abordado el derecho penal del riesgo, que se caracteriza por la in-
tervención del derecho penal en nuevos campos, la utilización de un derecho
penal preventivo y la flexibilización de los criterios de imputación y las ca-
tegorías dogmáticas. En esta tendencia político-criminal se ha abordado con
mayor profundidad la reforma penal en materia de seguridad vial.

Seguidamente, se han expuesto las características principales del derecho pe-


nal del enemigo, un derecho penal de combate que considera a determinados
grupos de personas como no ciudadanos, carentes de garantías. En este caso,
se han expuesto con detalle las sucesivas reformas penales en materia de te-
rrorismo, de criminalidad organizada y de violencia doméstica y de género.

Otra tendencia es el derecho penal de la seguridad ciudadana, el cual, debido


en gran medida a la percepción de inseguridad del ciudadano y del miedo al
delito, endurece la respuesta punitiva sobre todo en el ámbito de la delincuen-
cia clásica. En este ámbito, se ha contextualizado la reforma de la pequeña
delincuencia patrimonial así como el tratamiento penológico del inmigrante
en condiciones de irregularidad administrativa autor de un delito.

A continuación, se ha dado cuenta del concepto de derecho penal simbólico,


como aquel en el que transmitir a la sociedad ciertos mensajes o contenidos
valorativos no constituye un medio, sino el único fin perseguido. Junto a ello,
se han expuesto algunos cambios significativos en la protección de bienes ju-
rídicos personales, que son expresión de una evolución de las sensibilidades
sociales. El populismo punitivo y la intervención de los medios de comunica-
ción es otro de los aspectos clave para comprender algunas reformas penales
y el sentido punitivista de las mismas.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 81 La política criminal en España

Finalmente, en cuanto a tendencias de política criminal expresadas en refor-


mas penales, se ha expuesto la evolución legislativa en materia de sanciones
penales, muy proclives al endurecimiento punitivo y a la satisfacción de fina-
lidades preventivo-generales e inocuizadoras, en detrimento de la finalidad
constitucional de reinserción social.

Frente a esta tendencia expansiva y punitivista se ha abordado extensamente


la política criminal alternativa, principalmente la emanada del Grupo de Es-
tudios de Política Criminal. Partiendo de bases constitucionales, como la dig-
nidad como valor rector del ordenamiento jurídico, el principio de legalidad,
de proporcionalidad, de ultima ratio, fragmentariedad y subsidiariedad del de-
recho penal, o la orientación de la pena a la reinserción social, el GEPC lle-
va a cabo numerosas propuestas en materias tan variadas como las drogas, la
prostitución, la disponibilidad de la propia vida, la objeción de conciencia, la
discriminación y la extranjería, la justicia penal internacional, la justicia penal
juvenil, las víctimas menores de edad, el terrorismo, la corrupción urbanística
o las sanciones penales.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 83 La política criminal en España

Ejercicios de autoevaluación
1. Globalmente, la tendencia político-criminal de las reformas penales en España...

a) responde al derecho penal del enemigo.


b) responde al derecho penal del riesgo.
c) es consecuencia de un derecho penal de la seguridad.
d) Ninguna de las anteriores respuestas es correcta.

2. La formulación del concepto sociedad del riesgo se atribuye a...

a) Günter Jakobs.
b) Ulrich Beck.
c) Cesare Lombroso.
d) Arthur Kaufmann.

3. La legislación penal española en materia de terrorismo...

a) es expresión, en algunos aspectos, del derecho penal del enemigo.


b) contempla una definición detallada de terrorismo que excluye el terrorismo individual.
c) distingue claramente entre autores y partícipes.
d) contempla unas penas proporcionales al injusto cometido.

4. La legislación penal española en materia de seguridad vial...

a) no distingue entre autores y partícipes.


b) contempla algunos tipos con la formulación de delitos de peligro presunto.
c) exige en todo caso comprobar una peligrosidad objetiva de la conducta ex ante.
d) es simbólica porque no se aplica nunca.

5. La legislación penal española en materia de pequeños hurtos...

a) sigue una tendencia político-criminal de derecho penal de la seguridad ciudadana.


b) supone la admisión en el ámbito penal del llamado three strikes and you're out.
c) equipara punitivamente la reiteración de las faltas con un delito de hurto.
d) Todas las respuestas anteriores son correctas.

6. La presencia de las víctimas en España...

a) es contemplada legislativamente en relación con sus derechos y necesidades, establecién-


dose a nivel procesal un estatuto jurídico de la víctima.
b) no existe, las víctimas únicamente son contempladas como testigos en el proceso, sin
tener ninguna otra influencia legislativa ni mediática.
c) es utilizada en algunos casos por políticos y medios de comunicación, pudiendo provocar
una imposibilidad de recuperación de las mismas o incluso una revictimización.
d) asegura, en todo caso, que se contemple la finalidad resocializadora como el fin primordial
a perseguir por la ejecución de la pena.

7. El derecho penal simbólico...

a) permite que los delitos previstos en el Código penal sean efectivamente aplicados.
b) supone la creación de un derecho penal difícilmente comprensible para la población.
c) implica que el derecho penal se limite a la protección de los bienes jurídicos esenciales
para la sociedad.
d) contempla la transmisión de mensajes o contenidos valorativos a la sociedad como única
finalidad.

8. La intervención de los medios de comunicación en asuntos penales...

a) puede coadyuvar a una mayor sensación de inseguridad del ciudadano.


b) puede fomentar el llamado populismo punitivo.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 84 La política criminal en España

c) puede suponer una sobrerepresentación mediática de determinados delitos, sobre todo los
violentos.
d) Todas las anteriores respuestas son correctas.

9. La política criminal española en materia de sanciones penales...

a) ha sido siempre especialmente atenta a las penas alternativas a la prisión.


b) tiende, en la actualidad, al endurecimiento punitivo como única forma de hacer frente
a la delincuencia.
c) considera que las penas cortas de prisión no son resocializadoras y, por lo tanto, se prohí-
ben en el ordenamiento jurídico-penal.
d) contempla la pena de prisión como ultima ratio dentro de las sanciones penales.

10. Una propuesta del Grupo de Estudios de Política Criminal es...

a) que deben endurecerse las penas en materia de corrupción urbanística.


b) que debe mantenerse la corrupción de menores dentro de los delitos contra la libertad
sexual.
c) que la objeción de conciencia en el aborto no debe tener ninguna incidencia.
d) que debe ser lícito el tráfico y consumo de drogas para adultos y menores, puesto que debe
incidirse solo en las medidas educativas y preventivas.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 85 La política criminal en España

Solucionario
Ejercicios de autoevaluación

1.�d

2.�b

3.�a

4.�b

5.�d

6.�c

7.�d

8.�d

9.�b

10.�a
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 86 La política criminal en España

Glosario
derecho penal del riesgo m Tendencia político-criminal que pretende responder a los
nuevos riesgos generados en las sociedades post-industriales. Se caracteriza por la interven-
ción del derecho penal en nuevos ámbitos, por la utilización de técnicas de peligro dirigidas
a la protección de bienes jurídicos colectivos y por la flexibilización de los criterios de impu-
tación y de las categorías dogmáticas.

derecho penal del enemigo m Tendencia político-criminal que considera a determina-


dos grupos de personas como no-ciudadanos, perdiendo por ello los derechos y garantías
del proceso y de la imposición y ejecución de una pena. Se caracteriza por un amplio ade-
lantamiento de la punibilidad, por la previsión de penas excesivamente elevadas y por la
relajación o supresión de garantías procesales y penales.

derecho penal de la seguridad ciudadana m Tendencia político-criminal que conduce


al endurecimiento de la intervención punitiva en el ámbito de la delincuencia clásica, con
el objetivo de responder a una pretendida demanda social de seguridad, fomentada en parte
por los medios de comunicación.

derecho penal simbólico m Tendencia político-criminal que contempla la función de


transmitir a la sociedad ciertos mensajes o contenidos valorativos como único fin de la nor-
ma, careciendo ésta de efectos aplicativos reales. Su principal misión es propagandística y,
por lo tanto, no se dirige a la protección de los intereses esenciales de la comunidad.

Populismo punitivo m Alude a la utilización del derecho penal en clave estrictamente


electoralista, para lo cual resulta especialmente útil el fomento de un mayor rigor punitivo
como único remedio frente a la delincuencia.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 87 La política criminal en España

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portal/page/portal/Congreso/Congreso/Iniciativas/LeyesAprob

Grupo de Estudios de Política Criminal. Manifiestos y propuestas alternativas:


http://www.gepc.es/index.php?mod=gepc&accion=cat_noticias&cat=9

Otro derecho es posible: http://www.otroderechopenal.com/


CC-BY-NC-ND • PID_00237169 89 La política criminal en España

Anexo

Histórico�de�reformas�penales�desde�el�Código�penal�de�1995

• LO 2/1998, de 15 de junio, por la que se modifican el Código penal y la


Ley de Enjuiciamiento Criminal.

• LO 7/1998, de 5 de octubre, de modificación de la Ley Orgánica 10/1995,


de 23 de noviembre, del Código Penal, por la que se suprimen las penas
de prisión y multa para los supuestos de no cumplimiento del servicio
militar obligatorio y prestación social sustitutoria y se rebajan las penas de
inhabilitación para dichos supuestos.

• LO 11/1999, de 30 de abril, de modificación del Título VIII del Libro II del


Código penal, aprobado por Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre.

• LO 14/1999, de 9 de junio, de modificación del Código Penal de 1995,


en materia de protección a las víctimas de malos tratos y de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal.

• LO 2/2000, de 7 de enero, de modificación de la Ley Orgánica 10/1995, de


23 de noviembre, del Código Penal, en materia de prohibición del desa-
rrollo y empleo de armas químicas.

• LO 3/2000, de 11 de enero, de modificación de la Ley Orgánica 10/1995,


de 23 de noviembre, del Código Penal, en materia de lucha contra la co-
rrupción de agentes públicos extranjeros en las transacciones comerciales
internacionales.

• LO 4/2000, de 11 de enero, sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros


en España y su Integración Social.

• LO 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los


menores.

• LO 7/2000, de 22 de diciembre, de modificación de la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal y de la Ley Orgánica
5/2000, de 12 de enero, reguladora de la Responsabilidad Penal De Los
Menores, en relación con los delitos de terrorismo.

• LO 8/2000, de 22 de diciembre, de reforma de la Ley Orgánica 4/2000, de


11 de enero, sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en España y
su Integración Social.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 90 La política criminal en España

• LO 9/2000, de 22 de diciembre, sobre Medidas Urgentes para la Agilización


de la Administración de Justicia, por la que se modifica la Ley Orgánica
6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial.

• LO 3/2002, de 22 de mayo, por la que se modifican la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del Código penal y la Ley Orgánica 13/1985,
de 9 de diciembre, del Código Penal Militar, en materia de delitos relativos
al servicio militar y a la prestación social sustitutoria.

• LO 9/2002, de 10 de diciembre, de modificación de la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal, y del Código Civil sobre
la Sustracción de Menores.

• LO 1/2003, de 10 de marzo, para la Garantía de la Democracia en los Ayun-


tamientos y la Seguridad de los Concejales.

• LO 7/2003, de 30 de junio, de Medidas de Reforma Penal para el Cumpli-


miento Íntegro y Efectivo de las Penas.

• LO 11/2003, de 29 de septiembre, de Medidas Concretas en Materia de


Seguridad Ciudadana, Violencia Doméstica e Integración Social de los Ex-
tranjeros.

• LO 15/2003, de 25 de noviembre, por la que se modifica la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal.

• LO 20/2003, de 23 de diciembre, de modificación de la Ley Orgánica del


Poder Judicial y del Código penal.

• LO 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra


la Violencia de Género.

• LO 2/2005, de 22 de junio, de modificación del Código Penal.

• LO 4/2005, de 10 de octubre, por la que se modifica la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal, en materia de riesgo pro-
vocados por explosivos y otros agentes.

• LO 7/2006, de 21 de noviembre, de Protección de la Salud y de Lucha


contra el Dopaje en el Deporte.

• LO 8/2006, de 4 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica


5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los me-
nores.
CC-BY-NC-ND • PID_00237169 91 La política criminal en España

• LO 13/2007, de 19 de noviembre, para la Persecución Extraterritorial del


Tráfico Ilegal o la Inmigración Clandestina de Personas.

• LO 7/2007, de 30 de noviembre, por la que se modifica la Ley Orgánica


10/1005, de 23 de noviembre, del Código Penal en materia de seguridad
vial.

• LO 2/2009, de 11 de diciembre, de reforma de la Ley Orgánica 4/2000, de


11 de enero, sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en España y
su Integración Social.

• LO 2/2010, de 3 de marzo, de Salud Sexual y Reproductiva y de la Inte-


rrupción Voluntaria del Embarazo.

• LO 5/2010, de 22 de junio, por la que se modifica la Ley Orgánica 10/1995,


de 23 de noviembre, del Código Penal.

• LO 7/2012, de 27 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del Código penal en materia de transparen-
cia y lucha contra el fraude fiscal y la Seguridad Social.

• LO 1/2014, de 13 de marzo, de modificación de la Ley Orgánica 6/1985,


de 1 de julio, del Poder Judicial, relativa a la justicia universal.

• LO 2/2015, de 30 de marzo, por la que se modifica la Ley Orgánica


10/2015, de 23 de noviembre, del Código penal, en materia de delitos de
terrorismo.

• LO 11/2015, de 21 de septiembre, para Reforzar la Protección de las Meno-


res y Mujeres con Capacidad Modificada Judicialmente en la Interrupción
Voluntaria del Embarazo.

• LO 1/2015, de 30 de marzo, por la que se modifica la Ley Orgánica


10/1995, de 23 de noviembre, del Código penal.

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