En Primera Persona. Cuatro Mujeres Alzan La Voz
En Primera Persona. Cuatro Mujeres Alzan La Voz
En Primera Persona. Cuatro Mujeres Alzan La Voz
Mis vivencias en las últimas marchas han sido de represión por parte del Estado. En
todas he sido encapsulada con mujeres de todas las edades. Nos violentan
gaseándonos, sin importarles si hay mujeres mayores o niñas. He sido agredida
físicamente por parte de policías y no sólo yo... muchas chicas.
También me hice feminista porque una familiar fue víctima de feminicidio por parte de su
esposo cuando estaba embarazada. Esto pasó antes de que yo naciera, pero es una
realidad que viven muchas familias actualmente.
Otra razón es porque he sido víctima de violencia de género. Han intentado abusar de mí
en fiestas, me han acosado en la calle o en el Metro y en el transporte público. Sufrí
acoso de niña por parte de un vecino que ya era un adulto mayor, también por parte de
un familiar. Y sufrí más al escuchar que soy "afortunada" porque no pasó de eso, del
acoso, cuando hay quienes padecieron violación, desaparición o feminicidio, consumado
o en tentativa.
Todo ello me hizo asistir a las marchas para alzar la voz y denunciar que miles de
mujeres estamos sufriendo esta violencia de género y que se necesita atender esto.
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Llegué a la Antimonumenta, donde sólo estuve cargando una bandera. De eso hay fotos
que la misma Fiscalía tiene, incluso, ese día había una televisora grabando en el lugar
donde estuve la mayor parte del tiempo. A pesar de toda la represión hacia mí y hacia
otras, seguiré marchando porque aún hay que hacernos escuchar. Ahora también alzaré
la voz por esta persecución política hacia el movimiento feminista, porque protestar no es
un delito, es nuestro derecho.
Las marchas para mí representan un grito de auxilio, de atención, porque algo está
pasando y necesita ser atendido. Representan hartazgo del sistema; las marchas
representan lucha.
La experiencia que más me ha marcado fue la primera vez que salí a liderar una marcha
con un contingente de manifestantes bastante numeroso y con 3 mil policías mujeres bajo
mi mando.
La incertidumbre de cómo reaccionar, cómo actuar y cómo protegernos era algo que no
dejaba de dar vueltas en mi cabeza, pero había que resolver la situación. Lo primero que
me di cuenta fue que la marcha no era ni remotamente lo que se conocía de este tipo de
manifestaciones.
Los contingentes feministas salían por todos lados, no tenían puntos de concentración y
no marchaban en las mismas direcciones; es decir, rompieron no sólo con todo lo
establecido, sino con lo que nosotras como policías creíamos que sabíamos en estos
casos.
Además, estaba el hecho de que teníamos una sola consigna de nuestros mandos:
contener, acompañar y garantizar la seguridad; nunca enfrentarnos. Como mando, lograr
transmitir tolerancia hacia las manifestantes que nos gritaban, insultaban, escupían y
golpeaban y, al mismo tiempo, seguridad y convicción en lo que estábamos haciendo, fue
todo un reto. Ese día aprendí que requeríamos mujeres policías mejor preparadas para
estar al frente de manifestaciones de este tipo.
Nosotras las mujeres policías también queremos erradicar la violencia contra la mujer
porque de igual forma la hemos vivido. Una forma de avanzar hacia ese objetivo es
siendo empáticas unas con otras, debido a que la mayoría hemos sido vulneradas en
algún momento de nuestras vidas. La tarea de cada una de nosotras es unirnos,
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comprendernos, apoyarnos y así lograr el empoderamiento que tanta falta nos hace.
Quiero que la ciudadanía sepa que las mujeres policías nos preparamos todos los días
para estar a la altura de las necesidades de todas y todos los que habitan y transitan
nuestra Ciudad. Ante un uniforme de vocación y servicio, pedimos con urgencia su voto
de confianza.
Tres años 10 meses de tortura por parte de la persona que dijo amarme.
Todos los tipos de violencia fueron ejercidos sobre mi cuerpa. Marcas físicas y lesiones
psíquicas que perduran y nadie sabe, hasta hoy, si algún día sanarán. Hace más de 2 mil
600 días conocí a esa persona y no pasa uno solo en que no resienta su violencia en mi
vida.
Con el terror en mis venas, en 2018 salvé mi vida y la de mi familia. Tomé desde el 2019
el camino del feminismo y hasta hoy es la mejor decisión que he tomado. ¿Por qué?
Porque estudio, me informo, me acerco a las mujeres indicadas y eso me ha ayudado a
comprender el ciclo de violencia que viví y también a comenzar mi propio proceso de
sanación. Mi cuerpa y mi mente no olvidan y tampoco perdonan.
Salir a las calles a manifestarme junto a miles de mujeres, exigir mis derechos, levantar la
voz hasta ser escuchada por las autoridades, significa abrir un camino para mí y para
todas, pero sobre todo para mi hija. He encontrado un nuevo significado a mi vida, desde
la sororidad, la empatía, el acompañamiento, la comprensión y el conocimiento jurídico
para enfrentar la violencia.
Aprendí que desde mi trinchera puedo aportar, que mi vida y mi voz vale, que yo no soy
responsable de la violencia que él ejerció en nuestra contra. Y también que
desafortunadamente no soy la única en este México Feminicida.
Instrumentos jurídicos existen, debemos exigir su aplicación, no son sólo papel y, para
ello, hay mucho trabajo que hacer en la sociedad y en los integrantes del Estado
Mexicano. Las mujeres necesitamos que dejen de hacer discursos y que sea una realidad
con recursos efectivos para la prevención, atención, sanción y erradicación de la violencia
contra las mujeres.
Más de 2 mil 300 días y contando, haciendo todo, para poder ejercer mi derecho de
acceso a la justicia como mujer. He realizado más de 700 diligencias; más de 50
instituciones, servidores públicos, ONG, y AC conocen mi caso.
Hoy, precisamente hoy, debería ser claro para los legisladores y los operadores de justicia
que la violencia familiar no es un delito menor. ¡Es la antesala del feminicidio!
No me voy a callar y gritaré tan alto como me sea posible porque nos quiero vivas, libres
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y sin miedo.
#PorTiPorMíPorTodasPorNosotras #HastaQueLaJusticiaSeHagaCostumbre.
Hoy, como cada año desde 1911, a las mujeres nos convoca un día de conmemoración y
de reivindicaciones. El 8 de marzo nos reconocemos como un eslabón más de la enorme
cadena de lucha de las mujeres en México y en el mundo.
Somos las herederas de quienes lucharon por el derecho al voto y por nuestro derecho a
la participación política en movimientos sociales, en sindicatos y partidos; somos las hijas
de las que lucharon por una sexualidad libre, por el derecho a que cada niña y mujer sea
dueña de su cuerpo y de su mente; somos quienes orgullosamente continuamos la lucha
por la democracia, la soberanía y autodeterminación de nuestro País.
Hoy recordamos las reivindicaciones por los derechos de las mujeres trabajadoras y por
una sociedad igualitaria de Clara Zetkin, Luise Zietz y tantas otras que participaron y
lideraron el movimiento socialista que dio origen a este día hace más de cien años.
A todas esas mujeres les decimos: aquí estamos. Cientos de miles de mujeres seguimos
su ejemplo y seguimos luchando y avanzando en la legítima conquista de nuestros
derechos y en la búsqueda de justicia.
Aquí estamos porque hoy, a pesar de los avances y de los sacrificios, no hemos
alcanzado el verdadero objetivo de una sociedad justa e igualitaria. Aquí estamos porque
el modelo económico neoliberal generó un retroceso en nuestras conquistas. Precarizó
nuestra vida, canceló derechos laborales ganados, utilizó la violencia por el lucro y la
explotación; privatizó la educación, la salud y permitió que los medios de comunicación
fueran la fuente educativa de millones con una mirada sexista, clasista y racista.
Aquí estamos las mujeres que creemos en la transformación porque tenemos aún
agendas pendientes. Porque es necesario construir un nuevo estado de bienestar y de
derechos que nos permita revertir las estructuras de desigualdad atroz que el capitalismo
neoliberal ha profundizado.
La principal lucha que nos convoca hoy es por una profunda transformación de las
conciencias que apunte a una nueva ética de vida en la búsqueda hacia una sociedad
justa, solidaria, igualitaria, libre y pacífica.
Y esa conquista sólo la podremos alcanzar por la vía de la paz. Y por eso reivindicamos
una transformación pacífica, porque nos oponemos a toda forma de violencia,
especialmente las dirigidas a mujeres y niñas. Porque la violencia es el camino del sector
conservador que busca perpetuar el status quo. Porque no podemos ni debemos hacer
apología de la violencia en un País que ha sido tan lastimado por ella. ¡Aquí estamos!
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