Mt. 6.22-23. Falta de Visión

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Falta de visión

22 "La lámpara del cuerpo es el ojo.


Así que, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo
estará lleno de luz. 23 Pero si tu ojo es
malo, todo tu cuerpo estará en tinieblas.
De modo que, si la luz que hay en ti es os-
curidad, ¡cuán grande es esa oscuridad!
(Mt. 6:22-23)

Introducción

Las personas que son invidentes están muy limitadas, y


aunque por medio de un buen entrenamiento pueden desen-
volverse bastante bien, no son totalmente capaces de hacer
muchas otras cosas por sí solas. También estoy seguro, que
si cualquiera de estas personas pudiera adquirir la vista, no
dudaría ni un segundo en hacerlo.

Hay otro tipo de ceguera o miopía aguda; es la espiri-


tual. Una ceguera muy peligrosa, ya que no es reconocida y
acarrea grandes peligros y una vida muy desgraciada, hasta
que al final produce la muerte.

Estas palabras suelen aplicarse a los no creyentes, pero


creo que Jesús también las estaba pronunciando para los
creyentes: están dentro del sermón del monte y éste está es-
pecialmente dirigido a los discípulos. ¿Acaso nos estamos
quedando ciegos nosotros?
I. El ojo malo

En este pasaje se está hablando del cuerpo. Esta es la


metáfora que usa Pablo para referirse también a la iglesia.
De esta forma podemos aplicar estas palabras de forma que
nos muestran que si no tenemos visión el Cuerpo de Cristo
no puede continuar adelante en la Gran Comisión.

1. Un ojo defectuoso interrumpe nuestra misión

• En el cuerpo no hay más que un órgano para la


vista: el ojo. Éste constituye la lámpara para el
cuerpo. Si este órgano está enfermo el resto del
cuerpo sufre y se ve limitado.
• El ojo es como un espejo. Puede ser un espejo
bueno o defectuoso.
• El ojo defectuoso no puede dar una información
correcta al resto del cuerpo, sino más bien una in-
formación engañosa y poco veraz. ¿No nos estare-
mos engañando a nosotros mismos con nuestra re-
alidad? ¿No padeceremos de cataratas
espirituales? El problema de las cataratas es que
son tan progresivas que a veces ni nos percatamos
de que las sufrimos hasta que no somos operados
y recobramos la vista de golpe.
• El ojo defectuoso que nos priva de visión hace di-
ficilísimas hasta las tareas más sencillas; cuando
hay falta de visión, cualquier paso es un camino
demasiado largo para recorrer, cualquier mota de
polvo se convierte en una montaña y cualquier
gota de agua en un océano. Pero cuando tenemos
visión el camino se hace pasito a pasito, se escalan
las montañas más altas y se construyen los más
grandes barcos para cruzar los mares.

2. Un corazón defectuoso interrumpe nuestra misión

Así como el ojo es la lámpara para el cuerpo, el corazón


lo es para el alma.

• Muchas veces no paramos de mirarnos a nosotros


mismos. Nos fijamos en el nuevo peinado de un
hermano, en si estrena traje o no, etc. ¿Para eso
nos ha salvado Cristo? ¿Tenemos la visión de un
Cristo clavado en la cruz por mí y por las personas
que me rodean?
• Ilustración de “Pactar con el diablo”. Yo me
siento un poco así. ¿Cuántas personas viven en
Cartagena que no conocen al Señor? ¿Qué esfuer-
zos y recursos estamos utilizando para llegar a
ellos?
• No podemos estar viviendo del pasado recordando
viejas glorias, recordando tiempos pasados. Y
tampoco podemos estar quejándonos de nuestras
malas experiencias en el pasado y dejar de mirar al
futuro. Lo que hemos “visto” con nuestras catara-
tas no nos gusta y nos quedamos estancados, para-
dos. Nuestro pasado nos tiene que ayudar a ver
con nuevos ojos el futuro.

1 Si yo hablo en lenguas de hombres y


de ángeles, pero no tengo amor, vengo a
ser como bronce que resuena o un címbalo
que retiñe. 2 Si tengo profecía y entiendo
todos los misterios y todo conocimiento; y
si tengo toda la fe, de tal manera que tras-
lade los montes, pero no tengo amor, nada
soy. 3 Si reparto todos mis bienes, y si en-
trego mi cuerpo para ser quemado, pero no
tengo amor, de nada me sirve. (1Co. 13:1-
3)

• Estas palabras son muy duras para los creyentes.


Nos están acusando directamente a nosotros.
Cuando hay falta de visión en nosotros, cuando
nuestra motivación no es servir a los demás por
amor, nada somos y de nada sirve lo que hagamos.
• Un héroe no es una persona que hace cosas extra-
ordinarias, sino aquél que haciendo cosas sencillas
convierte su vida en extraordinaria.

3. El autoengaño interrumpe nuestra misión

• En la oscuridad no hay seguridad, no se distinguen


las cosas, se tropieza con cualquier obstáculo, el
temor crece a medida que crece la ignorancia de lo
que nos rodea.
• De esta manera la mentira nos hace aislarnos y ce-
rrarnos en nosotros mismos, perdiendo toda segu-
ridad y confianza, haciendo que demos “palos de
ciego”, y que no escuchemos ni difundamos la
verdad de Dios.
Así que, si la luz que en ti hay es tinie-
blas, ¿cuántas no serán las mismas tinie-
blas? (v. 23)

II. El ojo bueno

1. Un ojo bueno nos identifica con Dios.

• El ojo sano, no ve objetos dobles ni borrosos. Tie-


ne una meta y se dirige hacia ella. ¿Qué es lo que
quiere Dios de nosotros como iglesia, como su
Cuerpo? Sinceramente creo que la respuesta es
sencilla, como lo ha sido siempre: ser luz del mun-
do y sal de la tierra. Este mandato, o mejor dicho
esta realidad, debemos transformarla en acciones
que las personas que nos rodean sean capaces de
entender y aceptar.
• El ojo bueno, no solo se guía por la luz, sino que
además cumple su función por ella. Discierne el
peligro, lo bueno de lo malo, la justicia de la injus-
ticia.
• El ojo bueno dirige al cuerpo hacia el lugar idó-
neo. Figura: Cuando el ojo no ve, porque cami-
na en oscuridad, cambia constantemente de
rumbo, pero si hay buena iluminación y el ojo
es bueno caminamos rectamente.

2. Un corazón bueno nos identifica con Dios.

• El corazón iluminado por la verdad, sabe escoger


entre los tesoros de la tierra y los tesoros del cielo.
Es en este contexto donde son pronunciadas estas
palabras por Jesús. Y estamos constantemente eli-
giendo. ¿Qué podemos ofrecerles a los que nos ro-
dean si nos comportamos como ellos, si hacemos
las cosas cuando nos apetece o cuando no tenemos
otra cosa mejor que hacer?
• El corazón que es bueno, tiene unidad de propósi-
tos y no hay doblez en él.

III. La solución

1. Mirar la Obra que hay por delante

34 Jesús les dijo: --Mi comida es que yo


haga la voluntad del que me envió y que
acabe su obra. 35 ¿No decís vosotros: "To-
davía faltan cuatro meses para que llegue
la siega"? He aquí os digo: ¡Alzad vuestros
ojos y mirad los campos, que ya están blan-
cos para la siega! (Jn. 4:34-35)

• Este hecho ocurre durante la conversación de Je-


sús y la samaritana, mientras la samaritana está
compartiendo con los hombres del pueblo. ¡Y los
discípulos se preocupan por el apetito de Jesús!
Seguían tan terrenales como siempre.
• La comida de Jesús es hacer la voluntad del Padre.
¡Ésa ha de ser también nuestra comida!
• Jesús les da un toque de atención: ¡alzad los ojos
para ver la realidad! Los campos ya están prepara-
dos para la cosecha. ¿Y estos discípulos con tan
poca visión han de ser los encargados de la siega?
¡¡Sí!!

Yo os he enviado a segar lo que voso-


tros no habéis labrado. Otros han labrado,
y vosotros habéis entrado en sus labores.
(Jn 4:38)

• ¡Esta es también nuestra misión entre las gentes


que viven en Cartagena: segar lo que nosotros no
hemos labrado sino que ha labrado Dios! Las pri-
micias de esa cosecha las vemos al mirar a los her-
manos que están entre nosotros que nosotros no
hemos invitado y que el Señor ha traído hasta no-
sotros. (nombrar algunos presentes).

2. Usar nuestra fe

Pero realizar esta labor de siega implica que usemos


nuestra fe, primero para ver y después para trabajar de
acuerdo a esa visión.

• Los discípulos no eran los adecuados para realizar


esta labor; ellos eran unos pescadores incultos.
• No tenían recursos propios.
• No eran conscientes de lo que tenían entre manos
(este texto lo demuestra).
• Ellos pusieron, después de la resurrección, su es-
peranza y confianza en Jesús sabiendo que Mi
Dios, pues, suplirá toda necesidad vuestra, con-
forme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.
(Fil 4:19).
• Y esto sabiendo que Dios mismo suple a través de
su propia iglesia. ¡Nosotros mismos somos la res-
puesta a nuestras oraciones!

Conclusión

Id y predicad

¡Pidamos a Dios que nos de visión, su visión!


¡Esperemos confiadamente a que Dios supla nuestras
necesidades!

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