Teórico 1 2022 - Aristóteles
Teórico 1 2022 - Aristóteles
Teórico 1 2022 - Aristóteles
Comisión M. Larison:
Husserl y Merleau-Ponty
Comisión V. Ketzelman:
Heidegger, Ser y Tiempo
Comisión M. Gómez:
Tema: El problema del yo en la fenomenología trascendental de Husserl: un diálogo en-
tre posiciones subjetivas y asubjetivas en su filosofía.
Comisión S. Gabriel:
Paul Ricoeur, “Narratividad, fenomenología y hermenéutica”
Comisión A. Osswald:
-Husserl, Edmund (1976). Die Krisis der europäischen Wissenschaften und die trans-
zendentale Phänomenologie. Eine Einleitung in die phänomenologische Philosophie.
Den Haag, Martinus Nijhoff, (se recoge la traducción al castellano de Julia V. Iribarne
2
Fecha tentativa de Pimer Parcial: semana del 30/5 al 3/6 (en cada comisión de prácti -
cos). (Chequear si se informan cambios, aquí y en las clases).
Mario Gómez
[email protected]
Mariana Larison
[email protected]
Silvia Gabriel
[email protected]
Virginia Ketzelman
[email protected]
Andrés Osswald
[email protected]
1
Cf. Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, VII.46. También Michael Frede,
“Stoics and skeptics on clear and distinct impressions”, en Burnyeat, M. (ed.), The Skeptical Tradition,
Berkely, Un. of California Press, 1983, pp. 65-95.
2
Descartes conocía la obra de Sexto Empírico, y su Discurso y Meditaciones pueden ser leídos en gran
medida como una polémica con el escepticismo: “Descartes se propuso inventar objeciones escépticas tan
radicales que si lograba rebatirlas entonces todo escepticismo quedaría destruido” (Ezequiel de Olaso, “El
escepticismo antiguo en la génesis y desarrollo de la filosofía moderna”, en Del Renacimiento a la
Ilustración I, Madrid, Trotta, 1994). Como señala el mismo autor, las traducciones al latín de los Esbozos
Pirrónicos de Sexto Empírico que aparecieron desde el s. XIV posibilitaron un redescubrimiento del
escepticismo que marcó toda la filosofía moderna. Ya Montaigne difunde en su Apología de Raimond de
Sabond en 1575 ideas básicas del escepticismo antiguo.
8
XI)
Más generalmente, respecto de ese “giro gnoseológico” que presuntamente se
habría dado en la modernidad (el giro de la mirada filosófica desde aquello que existe y
de lo cual sería parte el yo cognoscente, hacia el yo cognoscente como centro de interés)
esto es algo que también podemos encontrar en corrientes filosóficas antiguas de la
época socrática, como vimos con más detalle en cursadas anteriores con la exposición
de la teoría del conocimiento de los cirenaicos (socráticos menores, s. IV a.C.), reunidos
en torno a la figura de Aristipo de Cirene. Según Plutarco, estos filósofos “se encerraron
ellos mismos en las afecciones (páthe) sosteniendo sólo que ‘parece’ (phaínetai), pero
sin pronunciarse sobre lo que ‘es’ (estí) respecto de las cosas exteriores (ton ektós)”
(Contra Colotes, 24.1120d). Adoptaron entonces el criterio de que “la creencia se
mantenga en la afección o sea rechazada, si es que agrega el ser al parecer” (Contra
Colotes, 24.1121b). Cicerón, en Contra los académicos, II.24.76 resume su posición
diciendo: “Niegan que sea posible percibir nada externo, sino sólo percibir lo que se
siente por un tacto interno … y no se sabe qué es lo que tiene tal color o sonido, sino
que su experiencia es tal que tienen esa sensación”. 3 Y veremos también, en esta clase y
la siguiente, que Aristóteles al elaborar su teoría de la percepción en De Anima se
pregunta explícitamente si, por ejemplo los colores que vemos son propios de las cosas
mismas o solamente propios de nuestra percepción, como pensaban estos filósofos
anteriores. Como ven, la pregunta por el factor subjetivo del conocimiento no es un
invento moderno, si no que tiene antecedentes tan antiguos como la filosofía misma.
En la cursada de este año habrá también una sección acerca del escepticismo
helenístico, que también propone cambiar el eje de la reflexión filosófica desde la
ontología hacia la gnoseología, considerando los límites de nuestra capacidad
cognoscitiva. De hecho se atribuye a Pirrón (IV a.C.) la frase que dice: “Antes que
nada es necesario considerar nuestro propio conocimiento; porque si es nuestra
naturaleza no conocer nada, no hay necesidad de investigar nada más sobre otras cosas”
(nos detendremos en estas ideas dos clases más adelante, en la clase sobre
escepticismo).
Todos estos comentarios introductorios sólo apuntan a relativizar un poco aquella
idea cartesiana de que está comenzando a pensar todo desde cero, y que nos podría
llevar a pensar también que la gnoseología se inicia como una reflexión independiente
de cualquier ontología o metafísica en la Modernidad. Esto es algo de lo que podemos
dudar, no sólo teniendo en cuenta los presupuestos metafísicos de Descartes, sino
también porque es un hecho que, durante toda la Antigüedad, hubo una reflexión
gnoseológica muy importante, de la cual el mismo Descartes y sus sucesores modernos
se sirvieron para elaborar sus teorías del conocimiento.
Algo análogo se podría mostrar refiriéndonos a un filósofo como Locke, que
escribe el Ensayo sobre el entendimiento humano en 1690, y dice allí, de modo muy
semejante a Descartes en el párrafo antes citado: “Es comenzar por el extremo erróneo
efectuar las investigaciones a las que habitualmente estamos propensos, si no
efectuamos previamente un reconocimiento de nuestras potencialidades”. Nuevamente,
aquí se estaría reconociendo la necesidad de un giro gnoseológico, desde el mundo o lo
que existe hacia la mente que conoce. Continúa:
3
Estas referencias están tomadas del libro de H. Inverso, El mundo entre paréntesis (Buenos Aires,
Prometeo, 2015) que analiza, entre otras cosas, los antecedentes antiguos y modernos de la epoché
fenomenológica.
9
Por otro lado, no solamente vamos a ver que Aristóteles identifica un fundamento
y un origen sensible del conocimiento intelectual, sino también que afirma que la
sensibilidad provee por sí misma o constituye por sí misma un tipo de conocimiento, si
bien no científico ni discursivo. Aristóteles dice que la aísthesis (percepción o
sensación) tiene mucho parecido con el noûs (intelecto) en este sentido, porque la
aísthesis ya por sí misma discierne o discrimina, ejerce una especie de actividad: “El
inteligir y el pensar presentan gran afinidad con la percepción sensible; en uno y otro
caso, el alma discierne y reconoce alguna realidad” (De Anima, Libro III, cap. 3)
Veremos también que a nivel de la aísthesis se dan para Aristóteles funciones no sólo de
discernimiento, sino otras que modernamente llamaríamos de “síntesis”, de
“interpretación”, de autopercatación (reflexión), etc., todas ellas funciones que desde las
principales corrientes filosóficas modernas consideraríamos funciones intelectuales, y
no corporales o perceptivas. Es decir que la aísthesis no solamente está a la base del
conocimiento intelectual sino que también tiene alguna función cognoscitiva, de
discriminar, discernir, etc.; hay una cierta función cognoscitiva que comienza a
ejercerse ya a nivel del cuerpo que siente. También escribe Aristóteles en Metafísica A
980 a 2:
Todos los hombres por naturaleza desean conocer. Prueba de ello es la estima de
que gozan las sensaciones, pues al margen de su utilidad, las estimamos en sí mismas, y
por encima de todas la sensación visual … porque ella nos proporciona más
conocimientos.
Esto puede resultar original, en la medida en que estamos acostumbrados, por la
tradición moderna, a pensar que el conocimiento es una facultad mental, y el cuerpo,
desde Descartes al menos, es reducido a una consideración objetivista, es un objeto a
conocer, no un sujeto cognoscente. En la partición dualista que realiza Descartes, el yo
que conoce es espiritual y el cuerpo es una parte de la res extensa, un objeto de
conocimiento físico4. Aristóteles nos puede servir, entre otras muchas cosas, para ver
todo esto de distinta manera. Es cierto que en De Anima, Aristóteles va a hacer una
distinción entre el cuerpo y el alma. Pero, en principio, tenemos que precavernos de
entender esto en el sentido del dualismo de cuerpo y alma que forma parte de nuestro
sentido común. Está bastante incorporada en nuestra cultura esta tradición cartesiana
que considera el alma como lo más propio del sujeto y su cuerpo como algo más o
menos extraño, que puede ser estudiado como un objeto (ob-jectum significa justamente
“arrojado fuera o delante”)5. Combinado con esto, también tenemos incorporada esta
reducción del alma a la mente o el intelecto, reducción que no opera en Aristóteles. Es
decir, pensamos que el alma es propiamente el intelecto, lo cual significa también que es
básicamente humana. Dicho en términos aristotélicos, nosotros contemporáneos
reducimos psyché a noûs, cosa que Aristóteles no hace, porque Aristóteles piensa el
alma primariamente como principio de vida, es decir que la psyché tiene que ver con las
plantas, con los animales y con los seres humanos, con todo lo que tiene vida. La
primera definición del alma, la más simple, que aparece en el primer capítulo de De
Anima es que el alma es “el principio de todos los seres vivos”. Al acercarnos a la obra,
entonces, tendremos que precavernos de varios prejuicios o preconceptos que están
4
Si bien veremos más adelante, al estudiar Descartes, que hay también un cierto “aristotelismo”
cartesiano en la teoría del hombre como compuesto hilemórfico de alma y cuerpo.
5
Ya en Platón aparece la idea de que el alma (psyché) es "el mismo sí mismo" (autó to autó) (Alcibíades I
130b1, d4), lo que podría entenderse como "el núcleo o rasgo esencial" de una persona (cf. Boeri-
Kanayama, "Introduction" en Boeri et al (eds.), Soul and Mind in Greek Thought. Psychological Issues in
Plato and Aristotle, Springer, Suiza, 2018, p. 5).
11
central. Es interesante, entonces, tener en cuenta que arcaicamente, por más que en las
traducciones de los textos muy antiguos se traduzca sôma y psyché como “cuerpo” y
“alma”, en realidad, las palabras sôma y psyché no se referían a nada semejante a lo que
entendemos nosotros por cuerpo y alma y que, de hecho, no había términos antiguos que
respondieran a esos significados que nosotros manejamos.
La palabra noûs, en Homero, tampoco designaba el intelecto, sino que, dice
Eggers Lan, se refería a una serie de procesos localizados en el pecho. Al igual que las
emociones, también ciertas funciones que tenían que ver con planificar o con prever o
cosas semejantes, para Homero eran funciones que se ubicaban en el pecho y a las que
se refería la palabra noûs. Habría entonces una ausencia arcaica de términos para cuerpo
y para alma, y una consiguiente imposibilidad de pensar un dualismo cuerpo-alma.
Según los historiadores antiguos, el dualismo, con estos significados más o menos
reconocibles para nosotros de sôma y psyché como cuerpo y alma, empieza a decantar
en Grecia a partir del siglo VI/V a. C. Estas ideas habrían surgido a partir de algunos
cultos o rituales religiosos y chamanísticos, ritos eleusinos, órficos, etc. Dice Dodds en
Los griegos y lo irracional: “estas creencias promovieron … una reacción contra la vida
de los sentidos completamente nuevos en Grecia.” A partir del auge de estas creencias
se puede rastrear la génesis del dualismo alma-cuerpo en términos un poco más
reconocibles para nosotros, dualismo que, después, se puede ver expresado
filosóficamente en Empédocles, en Parménides, y típicamente en Platón, en los siglos V
y IV a.C. De los pitagóricos proviene aquella famosa sentencia que dice que “el sôma es
el sêma del alma” (el cuerpo es la tumba del alma), que luego pasa a Platón. Se trata de
la idea de un alma inmortal caída en un cuerpo que, después, tiene que realizar una serie
de ejercicios de purificación para recobrar su perfección original. Con esto tienen que
ver aquellos rituales religiosos que recién mencioné.
Ahora bien, es claro que la gestación del dualismo alma-cuerpo no solamente
tiene que ver con estas creencias religiosas relativas a un alma preexistente al cuerpo y
que cae en un cuerpo del que tiene que purificarse y liberarse, sino que, como muestran
todos estos autores, tiene que ver a la vez con transformaciones en la organización
social, política, jurídica, laboral, económica, familiar, que se fueron dando en Grecia
durante estos siglos. Es decir que las concepciones antiguas del ser humano fueron
variando y se fue gestando este dualismo alma-cuerpo en correlación con todas estas
transformaciones históricas sociales concretas. Si bien no nos detendremos en este tema,
para decir algo que deje atisbar estas relaciones, podemos recordar que en la época en
que escriben Platón o Aristóteles ya se pueden ver plasmadas estas concepciones que
suponen que quienes desarrollan en mayor medida sus capacidades intelectuales tienen
derecho a ejercer ciertas funciones jerárquicas que otros no tienen. Esto se veía en el
funcionamiento de la pólis misma: en el ágora, quien se suponía que podía en mayor
medida ejercer sus facultades discursivas y racionales tenía participación en el poder.
En Platón, según la Politeia, en la ciudad ideal deberían gobernar los sabios. Y en
Aristóteles, que es mucho más pragmático y no tan idealista respecto de su política,
podemos encontramos sin embargo una afirmación (al principio de la Política) que dice
que aquellos que en mayor medida tienen la facultad racional desarrollada son aquellos
a quienes les corresponde mandar en la familia y en la pólis; el hombre, griego, adulto,
y libre es el único que tiene la facultad racional en potencia y en acto, porque, de lxs
demás, algunxs la tienen en potencia, pero no desarrollada, o la tienen pero en menor
medida (Aristóteles se refiere a las mujeres, los niños y los esclavos).
Con esto esto quiero decir que este dualismo cuerpo-alma no es una cuestión
13
6
Agrego una referencia filosófica moderna que muestra cómo se perpetuó un esquema similar que hace
corresponder lo intelectual con el gobierno y lo sensible con el pueblo que debe ser dominado. Dice Kant
en su Antropología en sentido pragmático (1798): “Se requiere que reine el entendimiento, sin debilitar
empero la sensibilidad (que es en sí plebe, porque no piensa); porque sin ella no habría materia que
pudiera ser trabajada por el entendimiento legislador”; “Los sentidos … son como el pueblo, que cuando
no es populacho (ignobile vulgus) se somete gustoso a su soberano, el entendimiento, pero quiere ser
oído” (§§8,10).
14
Como les dije, uno de los discursos con los cuales discute Aristóteles es el
discurso platónico que hace alusión a un alma separable del cuerpo, que preexiste al
cuerpo antes de nacer, y que en el nacimiento cae en el cuerpo. Aristóteles va a
oponerse a esta separación, diciendo que si bien el alma no es cuerpo, “es algo del
cuerpo”, y de esa manera propone una continuidad entre las funciones corporales y las
anímicas, y a la vez, entre todos los seres vivos (las plantas también tienen alma) 7.
Básicamente, para Platón, el conocer va a tener que ver con des-olvidar: la a-létheia es
el “des-olvido”, es decir, el recuerdo de aquello que sabíamos antes de caer en el
cuerpo, y que por estar ahora atados al cuerpo, no podemos ver claramente. Esta es una
versión extremadamente simplista y reducida -que podría aplicarse al Fedón, si bien no
a otras obras-, ya que no vamos a detenernos en Platón, pero lo menciono para recordar
someramente algunas ideas con las que va a discutir Aristóteles, y el muy diferente rol
que los dos filósofos le atribuyen al cuerpo en relación con el conocimiento.
Básicamente, en Platón, la percepción sensible no tiene que ver con el conocimiento
propiamente dicho; solamente va a ser un acceso a copias degradadas de lo propiamente
real, que son las Ideas. (Las cosas sensibles “participan” de las ideas o los universales
están “presentes” en los particulares según una primera versión del platonismo, o bien
“imitan” o “copian” las Ideas que son trascendentes a las cosas en fórmulas
posteriores)8. Si bien “idea”, en griego, se dice eídos, que significa “apariencia” (y
deriva del verbo “ver”), para Platón las Ideas no tienen que ver con imágenes, con
phantásmata, sino que son algo absolutamente inmaterial y distinto de todo lo sensible.
En el Teeteto, por ejemplo, el diálogo donde se pregunta qué es el conocimiento, Platón
“afirma una completa diferencia entre la sensación y el conocimiento, y que el
conocimiento reclama por objetos suyos entidades no percibidas por el sentido”.9
Aristóteles discute esta concepción de Platón, en la medida en que Aristóteles
piensa que ni siquiera el noûs conoce sin imágenes, y al proponer esto en el De Anima
el intelecto queda ligado a lo sensible. Es cierto que Aristóteles también va a decir que -
a pesar de que la ousía primera es el individuo concreto- al pensar, pensamos ideas,
especies, formas, universales (tal como Platón). Y, de hecho, el conocimiento científico
tiene que ver con el conocimiento de ideas, formas, especies. Es decir que en ese punto
se advierte una continuidad con Platón. Ahora bien, en Platón, la diánoia (si recuerdan
el paradigma de la línea), el pensamiento matemático y discursivo, se servía de
imágenes. Pero eso era nada más que una especie de entrenamiento para ayudarnos a
pensar después sin imágenes, es decir, para ayudarnos a ver directamente las Ideas.
Aristóteles dice en cambio que toda intelección necesita servirse de imágenes, por más
que el inteligir mismo no sea una intelección de imágenes: “el alma no piensa jamás sin
imágenes”. Y también dice: “el noûs aprehende las formas en las imágenes” (De Anima
431 b 2). Es decir que para pensar nos servimos de imágenes y es imposible
desprendernos de ellas. Por ejemplo, si bien al pensar la esencia y las propiedades de un
triángulo, esa esencia y propiedades en sí mismas no son imágenes, sí tenemos que
pensar en una imagen de un triángulo para captarlas. W. D. Ross en su Aristóteles dice:
“Aristóteles parece aquí oponerse al criterio de Platón según el cual mientras el
7
Para Aristóteles, en un ser natural, podemos distinguir conceptualmente la materia de la forma (en el
caso de los seres vivos, correspondientes al cuerpo y el alma), pero ellas no son cosas, no existen
separadamente, como sí tiene una existencia independiente “este perro” o “este hombre”; hay formas que
existen separadas, pero no en el universo o en “la naturaleza” (cf. W. D. Ross, Aristóteles, Buenos Aires,
Charcas, 1981, p. 99).
8
Hay que observar, sin embargo, que mientras que en Fedón y República Platón considera a las Formas o
ideas como lo único real, en el Sofista reformulará su teoría y asignará realidad (ser) tanto a lo inmutable
(las Ideas) como a lo que cambia (las mentes, y aun los cuerpos).
9
D. Ross, Teoría de las ideas de Platón, Madrid, Cátedra, 1993, p. 126.
15
10
W. D. Ross, Aristóteles, p. 214.
11
En ese período de tres siglos, la biblioteca de Aristóteles pasó por muchas manos: fue heredada por
Teofrasto, luego por Neleo, luego por sus herederos que, sin interesarse en ella la guardaron en sótanos,
deteriorándose, recobrada por un bibliófilo que la transportó a Atenas, robada por los conquistadores de
Atenas y enviada a Roma, etc.
12
Se trataba de traducciones latinas desde traducciones en su mayoría árabes desde originales griegos.
Estas traducciones de traducciones fueron luego paulatinamente depurándose con el hallazgo de
originales.
13
Werner Jaeger, Aristóteles. Bases para la historia de su desarrollo intelectual (1923), trad. José Gaos,
México, Fondo de Cultura Económica, 1946.
16
ellas, y algunos pasajes de la tercera parte del De anima, según Jaeger, pertenecerían a
esta primera vertiente del pensamiento aristotélico que, en realidad, es platónico. Por
supuesto, otros especialistas discuten esta tesis y no están de acuerdo con Jaeger. La
tercera parte es, justamente, la parte que habla del alma como inmortal y como
separable del cuerpo, cosa que parece ir en contradicción con muchas cosas que dice
expresamente Aristóteles en los dos primeros libros, donde se empeña en mostrar que el
alma es la forma de un ser vivo, siendo la materia su cuerpo. Es decir que alma y cuerpo
serían inseparables, como lo son la materia y la forma de cualquier ente natural. Digo
esto para que lo tengan en cuenta cuando lean De anima: siempre los especialistas
pueden encontrar desfasajes y hasta ciertas contradicciones; es muy difícil armar un
esquema definitivo del texto que no tenga fallas y al cual no se pueda contraponer
siempre alguna cita que afirme algo un poco distinto. Yo aquí les voy a proponer
algunos instrumentos para que ustedes puedan acceder a la lectura del texto, y voy a
marcar algunos temas que me parecen importantes y que ustedes tienen que conocer y
estudiar. Y cuando lleguemos a estos puntos controvertidos voy a mencionar
posibilidades de interpretación que deben conocer.
Como les decía, De anima, dentro de la evolución del pensamiento de Aristóteles,
pertenecería a la tercera etapa, de madurez, propiamente u originalmente aristotélica (a
la que también corresponden las mayores obras de investigación científica, por ejemplo,
acerca de los animales), aunque tiene una tercera parte de dudosa adscripción a esta
etapa.14 Tanto que, según Jaeger, sería parte de la pimera etapa platónica del
pensamiento aristotélico. En cambio, en el prólogo de Calvo Martínez a la traducción de
Gredos, se sostiene que todo el texto data de la misma época y que Jaeger se equivoca, y
lo mismo afirma Ross. Veamos sin embargo brevemente las razones de Jaeger para
postular su interpretación, porque nos introducen en la cuestión del tratado. La tercera
etapa de la obra de Aristóteles, la más originalmente propia -superada su etapa platónica
y su etapa de crítica al platonismo- se caracteriza por obras que muestran una
investigación empírica de lo individual y concreto, con un trabajo previo de recolección
y colección de datos detallados naturales e históricos, trabajo que Aristóteles distribuía
entre varios ayudantes, estudiantes de su Liceo (como la Historia Animalium (Peri ta
zoa historiai): “historia” en griego significa investigación de hechos o datos, y en este
caso resulta en una colección o inventario). Este enfoque de investigación en la tercera
etapa de Aristóteles está totalmente alejado de los intereses filosóficos abstractos de
Platón y su Academia15. Es útil recordar unos párrafos de la obra De las partes de los
14
La primera etapa (“platónica”) correspondería a los veinte años en que Aristóteles fue discípulo de
Platón en la Academia. La segunda a sus viajes, y la tercera a su regreso a Atenas (334 a.C.), cuando
funda el Liceo. A esta última etapa corresponde la mayor parte de su obra conservada. Las obras
conservadas, sin embargo, se consideran “esotéricas” (“apuntes de clase” del mismo Aristóteles o sus
discípulos); no se conservan las obras “exotéricas” (destinadas a la “publicación” o difusión, de estilo más
literario y muchas en forma de diálogo), salvo en fragmentos o testimonios (del Eudemo o el Protréptico,
por ej.). La tesis de Jaeger fue discutida en varios aspectos, pero inauguró discusiones acerca de la
periodización y la evolución del pensamiento aristotélico aún vigentes (cf. G. Lloyd, Aristóteles, Buenos
Aires, Prometeo, cap. II).
15
Como ejemplos del método y las preocupaciones de Aristóteles de este período, Jaeger recuerda en su
obra Aristóteles que Aristóteles recibió el reconocimiento de sus contemporáneos por haber investigado y
recopilado en esta etapa la lista de los vencedores de los juegos píticos, que constaba de unas 60.000 pala-
bras y fue tallada por albañiles en piedra en un trabajo que duró años. También confeccionó las Didasca -
lias, es decir, los archivos de las representaciones dramáticas de Atenas con sus fechas y datos, y recopiló,
con la ayuda de muchos ayudantes de su Liceo, 158 constituciones de la antigüedad, griegas y bárbaras,
de las que se conserva La constitución de Atenas. A esta época caracterizada por este tipo de trabajo co-
lectivo de investigación empírica pertenecerían también los tratados acerca de la memoria, los sueños, la
respiración, el movimiento de los animales, la vejez y el alma. Algunos tratados botánicos y zoológicos,
17
se piensa, con su colección de datos que van mucho más allá de los disponibles en Grecia, serían obras
colectivas que Aristóteles dirigía y encargaba a diferentes discípulos, como hizo con la colección de cons-
tituciones. Como dice Lloyd (Aristóteles, cap. III): "hay una clara distinción en sus métodos [los de Pla-
tón y Aristóteles], en la importancia relativa que ellos atribuyen a los particulares y el ejemplo concreto.
Aristóteles insiste en que el punto de partida de la indagación, tanto en la investigación de la naturaleza
como en el estudio de la ética y la política, son los particulares, y lo que él llama ta phainómena. ... La re-
comendación para consultar los phainómena, ocurre en varios pasajes en Aristóteles, tanto en tratados fí-
sicos como éticos, y esto ciertamente nos permite distinguir su método del de Platón".
18
él no considera que la “demostración” vaya a ser muy útil 16, y en cambio sí va a servir
para estudiar la esencia el método que denomina “de división”: al pensar en el alma
pensamos en un conjunto de capacidades o facultades -de vivir, de sentir, de pensar,
etc., por ejemplo-, y entonces propone que partamos de esas diferentes facultades, y a
estas facultades las podemos a su vez investigar por medio de sus diferentes actos, y a
estos actos los podemos elucidar por vía de sus diferentes objetos. Este es el método
-“de división”- que será útil, y que Aristóteles seguirá, para conocer o entender la
esencia del alma, lo que a su vez nos permitirá eventualmente definir qué es el alma. El
método de división es una estrategia para responder a una pregunta muy abarcativa -
acerca de qué es algo- eludiendo las abstracciones y las generalizaciones y yendo a lo
particular y concreto.
Las preguntas abiertas, que enumeré más arriba, no serán respondidas sino hasta
más adelante, especialmente en el libro II, como veremos, pero Aristóteles esboza desde
ahora una definición orientativa que sirve meramente para ubicar el tema, es decir, para
decir dónde se encuadraría un estudio acerca del alma en el conjunto de los otros
saberes de que disponemos. Y como veremos, encuadrará este estudio del alma -la
“psicología”- dentro de la “física”.
Dice la obra en su comienzo, entonces, en este esbozo de definición general del
área de indagación: “el alma es algo así como el principio de los animales”.
Donde dice principio, Aristóteles dice arché, que es una palabra muy amplia y
que después él precisará en la obra, dándole el sentido de eídos, forma. Al comienzo del
Libro V (o Delta) de Metafísica (1013 a 4-5) provee varias definiciones de arché (que
se traduce usualmente como “origen” o “principio”). Dice que en algunos casos el
“principio” es exterior a aquello de lo que es principio, a lo que se mueve o a lo que se
engendra, como en el caso del constructor de una casa o del padre y la madre respecto
del hijo. Pero también se puede llamar “principio” a algo inherente a las cosas, y este
sentido es el que tiene en mente al hablar del alma como principio de los seres vivos:
arché en este caso es “lo que, aun inmanente a la cosa, es aquello a partir de lo cual
llega a ser, por ejemplo, la quilla de un navío y los cimientos de una casa” (Metafísica),
una especie de comienzo inmanente y presente a largo del desarrollo, no exterior y
separable.
Y, en la definición citada, donde dice animales, dice zóia, que puede significar
animales o seres vivos. Y, en esta primera definición, como señala Boeri, debe
traducirse como seres vivos, no como animales, porque Aristóteles piensa que el alma
es principio de vida. “Todo lo que tiene vida” incluye a las plantas, no son únicamente
los animales en sentido usual, sino todos los seres animados. Psyché conservaba la
acepción arcaica de “vida” todavía en los tiempos de Heráclito, y es esta connotación la
que de algún modo retoma Aristóteles: “el alma es aquello gracias a lo cual vivimos,
sentimos y pensamos” (DA 414 a 12-13). Aristóteles se distingue así del intento de
Platón de priorizar el carácter intelectual del alma como lo distintivo suyo, lo que
posibilitaba considerarla separable del cuerpo, y marcaba a la vez una separación entre
los seres humanos y otros seres vivos.
Los seres vivos son un tipo de seres naturales: dentro de los seres naturales los
seres vivos son aquellos que tienen alma. Entonces, siendo los seres naturales objeto de
16
Otras ciencias pueden servirse de la demostración a partir de ciertas tesis (definiciones o hipótesis),
pero la demostración no puede servir para indagar “qué es” algo, puesto que la pregunta va a hacia la
esencia o el principio, que es la base de la demostración y es por tanto en sí misma indemostrable.
20
(como un trozo de madera), están hechos de elementos y por eso tienen movimientos
naturales. Si, por ejemplo, suelto un martillo se va a caer. Pero la constitución elemental
de la cosa artificial no explica su movimiento más propio (como el martillar en este
caso), como sí se da en el caso de los entes naturales (el principio del movimiento del
martillo como martillo (el martillar) está en el artesano o en el carpintero, no en el
martillo). La definición de los entes naturales –entendidos como aquellos entes que
tienen el principio de movimiento en sí mismos- responde, en suma, a hacer una
distinción respecto de los artefactos.
Dentro de los seres naturales, luego, podemos distinguir seres vivientes y no
vivientes: no todo lo que tiene su principio de movimiento en sí mismo (entes naturales)
tiene alma (entes naturales vivos)17. Continuando, en Metafísica Aristóteles dice que:
(...) la ciencia física se ocupa de un género de ente, pues trata de la ousía
(entidad o sustancia), que contiene en sí misma el principio de movimiento y reposo. De
ahí que sea evidente que no es ni una ciencia práctica ni una productiva porque su
teoría se dirige a un ente susceptible de movimiento y, con más frecuencia, a la esencia
formal en cuanto inseparable de la materia.
Las cosas naturales, entonces, agrega este párrafo citado, se mueven por sí mismas
porque en ellas la materia es inseparable de la forma, que es su principio de
movimiento. Y para ejemplificar esto sigue diciendo el párrafo de Metafísica que las
cosas naturales son como “la nariz chata” y no como “lo cóncavo”. Dice esto para
distinguir la física de la matemática. Si bien la forma cóncava no existe separada de algo
material cóncavo, es posible estudiar la forma cóncava con independencia de la materia,
como el geómetra; en cambio es imposible estudiar la chatura de la nariz de manera
independiente de la nariz. Dice:
(...) la nariz chata es una combinación de forma y materia (…) mientras que la
concavidad es independiente de la materia sensible. Si a todas las cosas naturales se
las enuncia como nariz chata se ve ahora cómo en los seres naturales es menester
buscar y definir el qué-es y por qué es resorte del físico estudiar esa clase de alma en
tanto no existe independientemente de la materia.
La matemática estudia entes como el número, que no existen independientemente
o separados de alguna materia, pero los estudia con independencia de la materia, es
decir, abstrayéndolos de las cosas numeradas. La física o ciencia de la naturaleza, en
cambio, estudia entes como la piedra o el animal, que existen independientemente (ya
que son compuestos de materia y forma) y los estudia teniendo en cuenta también su
materia.
17
Entre paréntesis: respecto de si los astros son seres vivos o no, es decir, si tienen o no alma, habría en
Aristóteles visiones divergentes. Según De Caelo II. 8, 9 el movimiento circular de los astros corresponde
al quinto elemento de que están hechos, el éter, por naturaleza, de tal manera que podría explicarse sin re -
ferencia al alma (propiamente ellos no se mueven, sino que están fijos en las esferas que se mueven, tam-
bién hechas de éter; no hay aquí referencias al primer motor, sino que el cielo último tiene un movimiento
autocausado). Según Física VIII, sin embargo, los astros son movidos por su aspiración a la perfección
propia del Primer Motor, o se mueven por amor a él. En De Caelo II.12 afirma que muchos misterios de
los movimientos de los astros se aclaran si se los supone dotados de vida “como los animales y las plan-
tas” (probablemente aquí alude no a las estrellas fijas del primer cielo a los que refieren los pasajes ante -
riores, sino a la luna, el sol y los planetas, que serían movidos por agentes motores propios de cada uno,
las “inteligencias”, inferiores al primer motor). Lloyd (Aristóteles, cap. II) apela a la periodización para
explicar las discordancias: "En uno de los fragmentos que probablemente proviene de la obra perdida De
Philosophia, se muestra a Aristóteles negando tanto que el movimiento de las estrellas es impuesto, como
que es natural, concluyendo que es voluntario -ellas se mueven porque son vivientes y tienen voluntad
propia- y esto parece reflejar una etapa en su pensamiento sobre este tema antes que llegara a la noción de
un quinto elemento que se mueve naturalmente en círculo".
22
Esto lo dice Aristóteles en Metafísica, pero nos sirve para entender cómo va a
estudiar el alma en De Anima, en tanto el alma es algo relativo a la naturaleza, a lo
físico. La va a estudiar como objeto de la física y todo objeto de la física se debe
estudiar junto con la materia, no se puede estudiar separadamente. Y para resaltar este
punto en relación con el alma, en De Anima I.1 recurre al ejemplo de las afecciones,
emociones o estados afectivos (pathé), que es un ejemplo muy “a medida” para hacer
patente este punto de que el alma es inseparable del cuerpo, y no podemos investigar el
alma independientemente de la materia de la que ella es forma, es decir, del cuerpo.
Afirma entonces allí que valor, dulzura, miedo, compasión, osadía, amor, odio son
afecciones del alma que se dan muy patentemente con el cuerpo (De anima, I 1).18
Las definiciones de las afecciones del alma que va a proponer como correctas -
teniendo en cuenta la inseparabilidad recién mencionada- son del tipo de la siguiente:
“(...) el encolerizarse es un movimiento de tal cuerpo o de tal parte o potencia producido
por tal causa con tal fin”. Dice Aristóteles que habría dos maneras de definir las
afecciones del alma (la ira, el enojo, el odio, el amor, etc.): la ira podría definirse, por
ejemplo, como la ebullición de la sangre. Ese sería un punto de vista físico-materialista.
También podríamos definir la ira como deseo de venganza; y, en ese caso, estaríamos
presentando un punto de vista dialéctico, puramente formal o finalista. Entonces se
pregunta: ¿cómo definir la ira? En tanto la ira es una afección del alma y el alma es un
objeto de estudio de la física, y siendo que los entes físicos son aquellos en los cuales la
materia es inseparable de la forma, por lo tanto no es posible definir la ira desde
ninguno de los dos puntos de vista independientemente. En tanto afección del alma lo
que debe hacerse es dar una definición que combine o integre lo material y lo formal, de
ahí que las definiciones psicológicas que considera correctas son del tipo que dijimos:
“(...) el encolerizarse es un movimiento de tal cuerpo o de tal parte o potencia producido
por tal causa con tal fin”.
En el caso de una casa, dice, podemos definirla alternativamente como “una
determinada estructura de ladrillos” o “como algo para protegernos del frío”. En el caso
particular de las realidades naturales, y en este caso está hablando de las afecciones del
alma que lo son, van a tener que ser definidas por la forma pero, a su vez, es necesario
que se tenga en cuenta la materia, es decir, por su forma y su materia a la vez. Es decir
que no se puede dar una definición de ellas con independencia de la materia. El capítulo
I del Libro I termina precisamente diciendo:
“Pues la definición es la forma específica de cada cosa y su existencia implica que
ha de darse necesariamente en tal tipo de materia.”
Haciendo un temerario salto de más de veinte siglos e incurriendo en varios
anacronismos, a modo de comentario voy a leer un párrafo de un fenomenólogo francés,
Maurice Merleau-Ponty, en el que, para hacer patente la inseparabilidad del alma y el
cuerpo, recurre al mismo ejemplo de la ira de Aristóteles; las emociones parecen ser un
ejemplo que a ambos les pareció muy apropiado para hacer ver este punto. Dice
Merleau-Ponty en una conferencia radial:
Supongamos que esté en presencia de alguien que por una u otra razón está
violentamente irritado conmigo. Mi interlocutor se encoleriza y yo digo que ‘expresa’
su ira con palabras violentas, gestos, gritos. Pero ¿dónde está pues esa ira? Me
responderán: en el espíritu de mi interlocutor. Eso no está muy claro. Porque
18
¿Cuáles serían las “afecciones” o pasiones del alma, que aquí aparecen ejemplificadas con las
emociones? No hay en DA una clasificación neta de acciones y pasiones del alma, pero podemos dejar
indicado lo siguiente: la sensación es caracterizada, en principio, por su pasividad; las emociones también
lo son; al inteligir, el alma tiene una función activa (y una pasiva); el alma es también denominada causa
del movimiento al desear, por lo que en ese caso tendría una función activa; etc.
23
finalmente esa maldad, esa crueldad que leo en las miradas de mi adversario, no puedo
imaginarlas separadas de sus gestos, de sus palabras, de su cuerpo. Todo eso no ocurre
fuera del mundo, como en un santuario alejado más allá del cuerpo del hombre
encolerizado. Sin lugar a dudas es aquí, en esta habitación, y en este lugar de la
habitación, donde la ira estalla; es en el espacio entre él y yo donde se despliega. … Si
por un momento abandono mi punto de vista de observador exterior sobre la ira, si
intento recordar cómo se me aparece a mí mismo cuando estoy encolerizado, me veo
obligado a confesar que no ocurre otra cosa: la reflexión sobre mi propia ira no me
muestra nada que sea separable o que, por así decir, pueda ser separado de mi cuerpo.
Cuando recuerdo mi ira contra Paul la encuentro no en mi espíritu o en mi
pensamiento sino por completo entre yo que vociferaba y ese detestable Paul que
estaba tranquilamente sentado y me escuchaba con ironía. Mi ira no era nada más que
una tentativa de destrucción de Paul, que habría permanecido verbal, si soy pacífico y
cortés, si soy educado, pero que en el fondo ocurría en el espacio común donde
intercambiábamos argumentos a falta de golpes …. Sólo luego, al reflexionar sobre lo
que es la ira y observar que encierra cierta evaluación negativa del otro infiero:
después de todo, la ira es un pensamiento y este pensamiento, como lo mostró
Descartes, no puede residir en ningún fragmento de materia. Por lo tanto es espíritu.
Por mucho que reflexione de este modo, no bien me vuelvo hacia la propia experiencia
de ira que motiva mi reflexión debo confesar que no estaba fuera de mi cuerpo, que no
lo animaba desde fuera, sino que estaba inexplicablemente con él (Maurice Merleau-
Ponty, El mundo de la percepción, Bs. As., FCE, 2002,V Conferencia.)
recorrido tan detallado por los capítulos restantes del primer Libro, sino que del resto de
este libro I relevaré solamente algunos puntos que me parecen importantes para tener
una visión general del desarrollo del texto, ofreciéndoles un esquema para que ustedes
puedan guiar su lectura. El libro es bastante corto, de modo que no será fatigoso leerlo;
pero considero que, para los fines del estudio necesario para esta materia, quienes
quieran pueden saltear los cuatro capítulos que siguen del Libro I y estudiar solamente
el resumen que les propondré de ellos, y retomar la lectura en el principio del Libro II;
los libros II y III sí son de lectura necesaria.
Libro I. Caps. 2 a 5
En los capítulos restantes del Libro I Aristóteles hace una revisión crítica de
teorías que han sido sostenidas por sus predecesores acerca del alma. Presenta bastante
larga y detalladamente algunas críticas a esas teorías, teorías que le parecen a veces un
poco absurdas. Pero también considera que algunas tienen algo de valedero. Lo que va a
hacer Aristóteles, entonces, es ver qué es lo que hay de válido y qué no en cada una de
esas teorías. Dice que las teorías que manejaron sus predecesores acerca de la psyché
estaban basadas en dos tesis, y ambas tesis tomadas en general tienen algo de cierto. El
problema era que a partir de estas intuiciones generales que tienen algo de verdadero
deducían otras cosas falsas.
Las dos cosas que intuyeron bien los predecesores de Aristóteles eran, por un lado,
que el alma tenía que ver con el moverse, y también que tenía que ver con conocer o,
más generalmente, con sentir: “Lo animado parece distinguirse [para nuestros
predecesores] por dos rasgos, el movimiento y la sensación”. El problema era que de
eso deducían que, siendo el alma un principio de movimiento, y suponiendo que para
que algo mueva a otra cosa debe moverse él mismo también, entonces ella misma (el
alma) debía moverse, trasladarse, cambiar de lugar 19. Recordemos que para Aristóteles
(Física 200) el cambio o movimiento (kínesis) puede ser sustancial (generación y
corrupción, por ejemplo nacer), o accidental, en cuyo caso puede ser cuantitativo (e.g.
crecer), cualitativo (e.g. cambiar de color) o locativo (traslación). 20 El movimiento al
que Aristóteles se refiere aquí es este último, el movimiento local (el cambio de lugar),
es decir que él está criticando la idea de sus predecesores de que el alma tenga
movimiento o cambio locativo.
Por otro lado, siendo que el alma conoce a las cosas, que las cosas están
compuestas de elementos, y que “lo semejante conoce a lo semejante”, algunos filósofos
anteriores pensaron que el alma debe ser algo que está compuesto de elementos o que es
ella misma un elemento.21 Todos los entes naturales se consideraban compuestos por
elementos. Por lo tanto, el alma misma que los conoce, suponían, era un elemento o, al
menos, estaba compuesta por ellos. (Cuando hablamos aquí de “elementos” hacemos
referencia a los cuatro elementos: agua, tierra, fuego, aire) 22. Para Aristóteles estas dos
19
Una excepción interesante para Aristóteles es Tales, que considera que el imán debe tener alma porque
mueve el hierro, pero mueve sin moverse.
20
El cambio puede ser clasificado también en natural o artificial, dependiendo de si es producido por la
misma sustancia o por un agente externo.
21
El que la sensación y el conocimiento son de lo semejante por lo semejante es una doctrina expresada
por Empédocles en Sobre la naturaleza de los seres (s. V a.C.): los órganos sensoriales al sentir
comunican con algo exterior que les es semejante en su composición elemental, como el fuego en el ojo y
el fuego de las cosas visibles hace posible la visión (teoría que recoge Platón).
22
Los primeros filósofos hablaron de arché/archai para referirse a los componentes primordiales de todo:
el agua (Tales), el aire (Anaxímenes), Heráclito (el fuego). Empédocles propuso, no uno, sino una
combinación, agregó un cuarto, la tierra, y los llamó rhizoma (“raíces”). Aristóteles recoge esta
clasificación de los principios (a la que agrega un quinto elemento), y los denomina stoicheion (que se
tradujo por elementum) o stoicheia (la “serie”). Stoicheion significaba en tiempos de Aristóteles “letra del
25
teorías tienen algo de cierto porque para él, de hecho, el alma tiene que ver con el
movimiento y con el conocimiento, si bien también tiene que ver con seres que no se
mueven localmente y que tampoco conocen, como las plantas.
Ahora bien, ambas formas de comprender al alma están suponiendo un alma
demasiado “material” para Aristóteles. Aristóteles relaciona, de hecho, estas teorías con
los filósofos de la naturaleza, i. e. filósofos presocráticos no éleatas, que relacionaron el
alma con algún elemento o algún movimiento. (Extrañamente, Aristóteles señalará que
Platón, a pesar de sí mismo y su concepción expresa del alma como inmaterial, también
pensó el alma de una manera demasiado material al pensar que el alma se movía como
desplazándose, como veremos después.) Respecto de esto dice: “Todos los elementos
han encontrado algún partidario, si exceptuamos la tierra: nadie se ha pronunciado por
ésta a no ser quien haya afirmado que el alma proviene de todos los elementos o se
identifica con ellos”. (Por ejemplo, para Demócrito el alma es fuego, para los
pitagóricos respiración, es decir, aire; lo mismo para Diógenes y para Heráclito; para
Empédocles todos los elementos e igualmente para Platón en el Timeo; para Hipón
agua; para Critias sangre (combinación de elementos); etc. La excepción, dice, es
Anaxágoras, para quien el alma no tiene nada en común con otras cosas, pero de todos
modos lo critica porque no explica cómo o por qué.)
En el capítulo III, empieza a criticar la idea de que el alma se mueva a sí misma y,
de esta forma mueva el cuerpo. Por ejemplo dice que si el alma se mueve, y su
movimiento no es artificial (causado por algo que la mueve) sino natural, entonces debe
moverse como lo hacen todos los elementos, i. e. para arriba o para abajo, hacia su lugar
natural, pero eso no es algo que resulte evidente (porque los seres animados no se
mueven sólo para arriba o para abajo). La crítica apunta a que el alma pueda cambiar de
posición, es decir que se mueva localmente. Aristóteles va a aceptar que el alma tiene,
por ejemplo en la sensación, algún tipo de cambio o movimiento cualitativo; “padece
una cierta alteración”, según sus términos. Pero lo que está criticando en este momento
son las teorías que postulan que el alma tiene movimiento locativo, que se traslada de
lugar, y que con ese movimiento mueve los cuerpos animados. Agrega, en este mismo
sentido, que si el alma mueve un cuerpo moviéndose, entonces se movería junto con el
cuerpo que mueve. Ahora bien, si al alma le fuera posible cambiar de posición como al
cuerpo, entonces “sería posible que volviera entrar en el cuerpo después de haber salido
de él, de donde resultaría que los animales podrían resucitar después de muertos”, o que
el alma podría transmigrar de un cuerpo a otro.
Por momentos, Aristóteles parece esbozar algunos contraargumentos poco serios,
como si no le diera mucha importancia a las teorías que está considerando. En un
momento, por ejemplo, dice que la más absurda de esas teorías es la que sostiene que el
alma es un número semovimiente o automotor, i. e. un número que se mueve a sí
mismo. Y en ese punto, las críticas que formula parecen irónicas, tan absurdas como las
teorías que está criticando. Lo que está a la base de su crítica a estas teorías es que no
tienen ninguna relación con lo que entendemos como alma, con lo que pensamos
cuando hablamos acerca del alma. Lo que Aristóteles critica es la ineficacia explicativa
respecto de todo aquello que relacionamos con lo anímico, las pasiones o acciones del
alma (recordemos el método de división adoptado). Entonces, lo que va a hacer después
de este momento de crítica es pasar a su propio estudio, que es más concreto. Se va a
preguntar qué acciones o pasiones relacionamos con lo anímico, por ejemplo, sentir,
imaginar, recordar, pensar, desear, moverse. Y a partir de estas funciones que asociamos
con el alma es que tenemos que intentar captar qué es el alma. En esto se basa su crítica
alfabeto” o “fonema”, o en general componente de una serie, como las notas musicales o las letras del
alfabeto. (Este término no está asociado con la stoa (galería, pórtico, columna) de los estoicos).
26
a sus predecesores, cuyas teorías míticas o abstractas no sirven para dar cuenta de estas
funciones que ellos mismos habrían reconocido como anímicas.
En esta línea según la cual critica las teorías que suponen que el alma se mueve, él
habla no sólo de los filósofos presocráticos sino que se refiere también a Platón,
haciendo alusión directa al Timeo. Algunos intérpretes sostienen que buena parte del De
anima debe ser leída lado a lado con el Timeo de Platón para entender a qué se refiere.
Aristóteles dice: “el Timeo presenta también una explicación de carácter físico sobre
cómo el alma mueve al cuerpo: al moverse ella misma mueve simultáneamente al
cuerpo por estar ligada a él”. Y, al criticar esta idea platónica, Aristóteles presenta a la
vez su teoría acerca de la inseparabilidad del alma y el cuerpo en un párrafo de
importancia crucial. Dice:
Tal teoría [la platónica], así como la mayor parte de las propuestas acerca del
alma, adolecen del absurdo siguiente: que unen e introducen el alma en un cuerpo sin
preocuparse de definir ni el por qué ni la manera de ser cuerpo (...) como si fuera
posible conforme a los mitos pitagóricos [se refiere a la trasmigración de las almas] que
cualquier tipo de alma se albergara en cualquier tipo de cuerpo [un alma humana en un
insecto, por ejemplo]. (...) En definitiva se expresan como quien dijera que el arte del
carpintero [la capacidad de martillar o serruchar] se alberga en las flautas [en vez del
martillo o el serrucho]. Y es que es necesario que el arte utilice sus instrumentos y el
alma su cuerpo. (407 b 10-27) (final del cap. 3 del Libro I)
Entonces, a esta visión de los platónicos y pitagóricos le critica que, a pesar de sí
mismos (porque consideran el alma como inmaterial), paradójicamente suponen un
alma demasiado material por el modo de entender el movimiento del alma como local.
Al pensar que el alma se mueve de esta manera (moviendo con su movimiento a los
cuerpos y pasando de un cuerpo a otro) lo que hacen es pensar al alma de un modo
semejante a las cosas materiales. Y, por otro lado, a la vez, con estas teorías no ven el
lazo real que el alma tiene con la materia porque la piensan como algo separado del
cuerpo. Para ellos cualquier alma puede estar en cualquier cuerpo, un alma puede ser el
alma de un hombre y pasar luego a un insecto. Y para Aristóteles si el alma “se sirve del
cuerpo”, como dice metafóricamente –ya que el alma va a ser entendida como un
conjunto de funciones o facultades- lo que sucede es que no cualquier alma puede
servirse de cualquier cuerpo, así como la capacidad de serruchar no puede estar en la
flauta, no puede pasar del serrucho a la flauta, es sólo propia del serrucho.
El alma, como va a decir después Aristóteles, si bien no es un cuerpo, es, no
obstante, “algo del cuerpo” y algo de un cuerpo con determinadas características (414 b
15-30). El párrafo citado (que aludía al serruchar y la flauta) da a entender que el alma
sería un conjunto de funciones, facultades, capacidades o comportamientos posibles que
tiene un cuerpo y que son inseparables de la estructura particular de un cierto tipo de
cuerpo, porque no cualquier cuerpo puede cumplir tales funciones específicas.
Luego de criticar la teoría de los predecesores que piensan que el alma se mueve,
critica la teoría de que el alma está constituida de elementos o que ella misma es un
elemento. Acerca de esto esboza varias críticas y dice, por ejemplo, que si sólo lo
semejante conoce a lo semejante, entonces el alma no sólo debería ser un elemento sino
que debería ser la exacta proporción o combinación de elementos que tiene todo lo que
el alma conoce (un pelo, un hombre, esta nariz, etc.). Por otro lado, también se
pregunta: si lo semejante conoce a lo semejante, ¿entonces por qué no es el caso que
todas las cosas que están compuestas de elementos tienen alma y perciben o conocen?
Sería algo así como: ¿por qué no “un pelo conoce un pelo”? La pregunta es: ¿por qué
hay cosas que están compuestas de elementos y, sin embargo, no conocen otras cosas
que están compuestas de los mismos elementos? Y más generalmente, y ahora cito:
27
“¿por qué causa no tienen alma todos los entes, dado que todo lo que existe es elemento
o bien procede de uno, varios o todos los elementos?” Con esto apunta a que el alma
debe ser algo distinto de la materia e irreductible a ella; distinto, aunque como ya
dijimos, inseparable.23
Como ya dije, la crítica básica apunta a que todas estas teorías no explican
eficazmente lo que nosotros entendemos por alma, siendo que lo que nosotros
entendemos por alma es relativo a un conjunto de facultades, de capacidades, de
funciones concretas que son propias de los seres vivos, que se nutren, crecen, se
reproducen, sienten, imaginan, recuerdan, piensan, desean, se mueven, etc., o al menos
hacen algunas de estas cosas. El punto de Aristóteles es que cuando definimos el alma
tenemos que intentar que nuestra definición dé cuenta de estas funciones. Dar una
definición abstracta, como decir que el alma es un número que se mueve a sí mismo o
que es aire o cosas semejantes, no sirve para explicar nada de lo que entendemos por
alma. Aristóteles lo dice así: las teorías precedentes muestran su absurdo y su ineficacia
en que “basta intentar explicar las afecciones y acciones del alma -por ejemplo,
razonamientos, sensaciones, placeres y dolores- a partir de semejante definición [por
ejemplo, la de un número automotor, o la de que es agua]. … A partir de tales rasgos no
resultaría fácil ni adivinarlas siquiera”.
Entonces Aristóteles propone dejar de lado las definiciones abstractas e ir
concretamente a las acciones y pasiones del alma para así poder captar finalmente qué
es el alma. Al enumerar distintos procesos relacionados con el alma, Aristóteles toma en
cuenta aquellos procesos que sus predecesores ligaban al alma -el movimiento y el
sentir- pero va más allá de ellos, porque él considera que las plantas son seres vivos, por
lo tanto tienen alma, y no se desplazan ni sienten, y por otro lado hay animales (que
sienten) y no se desplazan.24
Ahora bien, cuando Aristóteles deja atrás estas teorías anteriores, que critica como
abstractas e ineficaces explicativamente, y se propone entonces emprender su propia
investigación concreta del alma a partir de las capacidades (dýnameis) o funciones
(érgon) concretas de los seres animados, le aparece un problema o una pregunta. Dice:
Ahora bien, puesto que conocer, percibir sensorialmente y opinar son del alma, e
igualmente apetecer, querer y los deseos en general; puesto que además el movimiento
local se da en los animales a partir del alma - e igualmente el desarrollo, la madurez y
el envejecimiento, ¿cada una de estas actividades corresponde a la totalidad del alma y
por tanto …[realizamos] cada uno de estos procesos con toda ella o, por el contrario,
los distintos procesos corresponden a partes distintas del alma?
La pregunta que se formula ahora, entonces, es si es posible dar una definición
unitaria del alma o si, por el contrario, tenemos que distinguir partes del alma o también
tipos o especies de alma a los que corresponderán distintas definiciones.
Parece que el principio existente en las plantas es un cierto tipo de alma; los
animales y las plantas, desde luego, solamente tienen en común este principio.
Principio que, además, se da separado del principio sensitivo, si bien ningún ser posee
sensibilidad a no ser que posea también aquél.
Al intentar investigar qué es el alma a partir de las capacidades concretas de los
seres animados, entonces, nos encontramos con el problema de que estas capacidades
son variadas, están distribuidas de distinto modo en distintos seres vivos, y además
algunas parecen darse independientemente de otras, mientras que otras sólo se dan junto
23
Aristóteles acepta la tesis general de que “lo semejante conoce a lo semejante”, como veremos en el
libro II, pero esto no supone que el alma deba estar compuesta de elementos, porque el alma se hará
semejante a la forma de lo que percibe o conoce, no a su materia.
24
Como los animales inmóviles o “sésiles” del fondo del mar, corales, esponjas, etc.
28
con otras.
Aristóteles está sugiriendo, entonces, que hay que distinguir de algún modo
“tipos” de almas o “partes” del alma, como decía antes, pero en un sentido muy
particular que va a precisar, ya que algunos tipos de alma pueden darse sin otros,
mientras que otros no pueden darse sin los demás: las distintas clases de almas se
“interpenetran”, como dice Ross (p. 193), o entrelazan, de un modo complejo. Esto
significa concretamente que el tipo de alma que es propia de los vegetales, por ejemplo,
puede darse independientemente de cualquier otra, pero el alma sensitiva propia de los
animales, por su parte, sólo se da con el alma vegetativa, y el alma intelectiva propia del
ser humano sólo se da junto con la sensitiva y con la vegetativa. Esto puede pensarse
ilustrativamente así: cada clase de alma supone o incluye a la/s “inferior/es”, pero no al
revés.
A la vez, en cada ser vivo siempre hay una sola alma indivisible que anima todo su
cuerpo, a diferencia del Timeo de Platón, donde cada tipo de alma correspondía a una
determinada sección del cuerpo. Aristóteles ilustra este punto diciendo que al seccionar
un insecto en partes, cada parte sigue por un tiempo animada por la misma alma que
vive, siente y se mueve. De Anima I.5 habla de “ciertos insectos” que después de haber
sido divididos continúan teniendo sensibilidad y movimiento: “en cada uno de los
trozos se hallan todas las partes del alma …como si cada parte del alma no fuera
separable de las demás por más que el alma toda sea divisible”.
Aristóteles habla ocasionalmente de “partes” (mére) del alma, pero prefiere hablar
de “facultades” (dýnamis) -entendiendo “facultad” como el poder permanente de
realizar determinados actos- para distinguirse del modelo de Platón 25. Además de que
las tres almas platónicas no coinciden en su descripción con las tres almas aristotélicas,
en el modelo platónico el alma es separable (el alma superior es separable del resto en
un mismo individuo) y las almas corresponden a distintas partes del cuerpo (en
República IV Platón distingue tres eíde, géne o mére (especies, géneros o partes) de/l
alma: nous (racional), thymós (colérica o pasional) y epithimíai (apetitiva o
concupiscible), correspondientes respectivamente a la cabeza, el pecho y el
vientre/genitales. Recuérdese además que el Demiurgo crea la cabeza para alojar el nous
y el resto del cuerpo con sus almas que lo animan para transportar la cabeza; el modelo
aristotélico, al contrario, parte “desde abajo”: el alma intelectiva supone y
actualiza/perfecciona las facultades del alma sensitiva).
Entonces, a la pregunta del primer capítulo, ¿hay un alma, o hay almas de distinto
tipo? Aristóteles parece responder, aclarando o corrigiendo la pregunta: las dos cosas,
según en qué sentido. A cada ser vivo le es propia una sola alma, que anima todo su
cuerpo, pero hay distintos tipos de alma -tipos definidos por las facultades- en el ser
humano, el animal, la planta, y a la vez no absolutamente o completamente distintos,
porque estos tipos están encabalgados, entrelazados, integrados. Las almas “superiores”
suponen o contienen a las “inferiores” (sólo se dan con ellas), aunque las “inferiores”
25
“Todas las cosas se definen por su función (érgon, también actividad, trabajo), pues cada cosa existe
verdaderamente cuando es capaz de realizar su propia función: por ejemplo un ojo si ve” (Meteorologica
390a). Algunos intérpretes señalan que habría que entender que el alma no es algo que tiene facultades o
funciones, sino que es estas facultades o funciones. Para mostrar la variada terminología que usa
Aristóteles a este respecto, mencionamos que en De la sensación y los sensibles afirma que en el Del
Alma trató “acerca del alma en sí misma y de cada una de las facultades consideradas como una parte de
ella”, y de las “funciones que les son especiales y aquellas que les son comunes” a los seres vivos (Parva
Naturalia 436a). En DA III 9 Aristóteles enumera varias de las dificultades que acarrea el hablar de
“partes del alma”, si bien al menos en una ocasión habla de lo nutritivo, sensitivo y representativo como
“partes” (432 a 26-31). El hablar de “partes” podría dar a entender que son partes separables, y no da
cuenta del hecho de esta particular relación entre funciones en que algunas de ellas son inseparables de
otras, mientras que otras pueden darse independientemente en algunos seres vivos.
29
modelo es la de que hay una continuidad ontológica entre todos los seres naturales, que
están internamente “entretejidos” entre sí, lo no viviente con lo viviente, animales y
humanos, etc. Pero también, por otro lado, provee una visión fuertemente fija, ordenada
y jerarquizada de los seres naturales.
El primer peldaño de la scala naturae es ya materia conformada, ya que no puede
darse materia sin forma en la naturaleza. Por eso, en la base de toda la escala de la
naturaleza están los cuatro elementos (stoichéia), que ya son materia con forma (aire,
tierra, agua y fuego). Hay un quinto elemento (el éter, que es la materia de las estrellas),
pero no es parte de la física sublunar. Esta escalera natural de las formas puede leerse en
varias obras, por ejemplo en De generatione animalium, Libro I, cap. 1 (715 a 10 -715 a
15):
Para los animales, la materia que los compone son sus partes, las partes no
uniformes [órganos] corresponden a la materia para el animal como un todo en cada
caso; las partes uniformes [tejidos] son la materia para las partes no uniformes, y los
elementos corpóreos, así como son llamados, son la materia para las partes uniformes.
Los cuatro elementos son materia prima ya formada, cualificada por ciertas
cualidades básicas que son calor y frío, sequedad y humedad (el fuego es caliente y
seco, el aire caliente y fluido, el agua frío y fluido y la tierra frío y seco). Si a esta forma
se agrega una forma más, la de la proporción de la mezcla entre elementos, se obtienen
cuerpos homogéneos u “homeómeros”, tales como piedras, metales, madera, hueso,
carne, médula, sangre. “Homeómeros” (de méros=miembro) significa que, al dividirlos,
sus partes son iguales al todo y entre sí cualitativamente o formalmente, tienen la misma
composición (las partes de la piedra son piedra, las partes del hueso son hueso, etc.) y
“anhomeómeros” lo contrario (las partes de una mano o un ojo no son manos u ojos), es
decir que son divisibles en partes desemejantes.
De los cuatro elementos, que ya son materia formada, se seguirían los compuestos
minerales y los tejidos vegetales y animales, que agregan una forma particular a la
materia que proveen los elementos, en la medida en que están compuestos en
determinada proporción por ellos (esa es su forma). Los tejidos tienen diferentes
proporciones de mezclas de los cuatro elementos y, a su vez los tejidos son la materia de
los órganos, que disponen de una cierta manera distintos tejidos (se agrega una forma en
esta disposición). Y, por su parte, los órganos componen el cuerpo orgánico. Y el
cuerpo orgánico es definido en De Anima como un cuerpo “que en potencia tiene vida”,
es decir que es la materia que va a servir a la forma anímica para obtener un ser vivo,
animado. (Un cuerpo orgánico puede estar muerto, pero es un cuerpo que por su
conformación tiene vida en potencia, es el apropiado para un ser vivo, a diferencia del
de la piedra).
En otra obra (Meteorologica IV 12) Aristóteles dice que los tejidos y los órganos
son lo que son no sólo por la combinación de elementos materiales, sino porque pueden
cumplir cierta función en un organismo. Esto tiene que ver con el modo teleológico en
que Aristóteles comprende la naturaleza. El modo en que están hechos los órganos
responde a la función que van a cumplir en un determinado ser vivo. Y, en ese sentido,
es como si la materia estuviera anticipando la forma, i. e. la función que va a cumplir.
De hecho, Aristóteles dice que la manera en que la materia anticipa la forma en los seres
vivos es superior a la adaptación que tiene cualquier artefacto a la función que tuvo en
mente quien lo hizo: toda la materia de un ser vivo está específicamente en función de
algo. En De las partes de los animales dice: “Considerad cómo el médico o el
arquitecto encaran su obra. Comienza por formarse una idea bien definida del fin que
persigue y esta idea es la razón y la explicación de cada paso que da enseguida. Ahora
bien, en las obras de la naturaleza lo bueno y la causa final domina aun más que en las
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El Protréptico (temprano texto exotérico) afirma: "La naturaleza en su totalidad, como si estuviera
dotada de razón, no hace nada al azar sino todo con vistas a algo, y desterrando el azar, la naturaleza
atiende al fin más incluso que las artes" (fragmento B23).
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W. D. Ross, Aristóteles, Bs. As., Charcas, 1981, p. 107.
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En la clase próxima vamos a empezar con el primer capítulo del Libro II. Ahí,
luego de haber pasado revista a las teorías de sus predecesores, Aristóteles presenta una
definición propia del alma y sostiene que “El alma es la actualidad primera de un cuerpo
natural que en potencia tiene vida. Y es de tal índole el que es orgánico”.
Les adelanto los temas de estudio obligatorio acerca de Aristóteles (que cubre esta
clase y la próxima), para que ya puedan discriminar, dentro de todo lo dictado, qué es
introductorio, accesorio o contextual (la mayor parte de esta clase, por ejemplo), y qué
es lo que deben estudiar y conocer para las evaluaciones, que es solamente lo que
corresponde a los temas del recuadro. En esta clase solamente vimos los puntos 1 y 2.