El Teatro
El Teatro
El Teatro
El teatro religioso:
La Iglesia Bizantina aniquila cualquier representación por considerarla una ofensa a Dios. Pero
con el paso del tiempo la Iglesia cambia su actitud hacia el teatro. El pueblo es analfabeto, y las
historias de la Biblia deben ser difundidas, y el teatro es el mejor medio para esta tarea. Por eso no
hay duda de que el origen del teatro medieval son las festividades religiosas. El punto de partida
son los “tropos”: cantos dialogados de preguntas y respuestas entre un sacerdote y los fieles durante
una fiesta religiosa. Estos tropos van poco a poco adquiriendo vida independiente hasta convertirse
en verdaderos dramas religiosos. El tema principal de estas obras litúrgicas son los momentos
fundamentales en la vida de Cristo: el nacimiento, la pasión, y la resurrección.
Estas obras son representadas por los sacerdotes dentro de los monasterios. Pero hacia el siglo XII,
estas obras pierden su primitivo carácter al abandonar el uso de latín, y sustituirlo por la lengua
vulgar. Esto transforma el drama litúrgico de tipo eclesiástico en espectáculos religiosos destinados
a un público popular. Este hecho da lugar a que se infiltran en estas obras elementos profanos que
motivan su traslado de la iglesia a la plaza pública. Desde entonces las obras teatrales tienen lugar
sobre un tablado montado al aire libre en las plazas públicas.
En cuanto al teatro profano, se supone que sería representado por los juglares en sus actuaciones,
en las que incluirían danzas, mimos y espectáculos parateatrales. Se aluden en los documentos a
estas representaciones con el nombre de “juegos de escarnio”, que debían de ser farsas burlescas
propias para un ambiente popular.
El Auto de los Reyes Magos:
De todo el teatro primitivo castellano, anterior al siglo XV, solo nos ha llegado el “Auto de los
Reyes Magos”. Ha llegado hasta nosotros de forma incompleta. Su autor es desconocido. Su
composición debe remontarse a mediados del siglo XII. Su esquema es como sigue. Pasan
sucesivamente por la escena, Gaspar, Melchor y Baltasar. Cada uno de ellos afirma haber visto la
estrella milagrosa. La aparición de esta estrella significa el nacimiento de Cristo. Los tres se reúnen
y deciden seguir la estrella hasta encontrar a Cristo y adorarlo. Para asegurar de la divinidad de
Jesús, Baltasar idea un original ardid: ofrecer a Cristo tres regalos -oro, mirra e incienso- y si el
recién nacido opta por el incienso, no habrá la menor duda de su divinidad. En su camino
encuentran al rey Herodes y le cuentan el objetivo de su viaje. El rey se queda confuso y molesto.
Llama a los sabios judíos para aconsejarle. Pero estos fingen no saber nada.
La caracterización de los personajes es muy interesante: el escepticismo de los Magos, el terror y
la hipocresía de Herodes, y las mentiras de los judíos.
BALTASAR.
¿Queréis saber bien cómo lo entenderemos?
Oro, mirra e incienso a él ofreceremos.
Si fuere rey de tierra, el oro lo querrá,
si fuere hombre mortal, la mirra tomará,
y si Rey celestial, estos dos dejará,
tomará el incienso que le pertenecerá.
ESCENA IV
(La mutación del palacio de Herodes puede hacerse con un oscuro y cambio de posición de las
figuras de los Reyes, quedando éstos a un lado del escenario, frente a Herodes, que estará al otro
lado.) (Los tres Reyes y Herodes.)
MELCHOR.
Sálvete el Criador. Dios te guarde de mal.
GASPAR.
Dios te dé larga vida y te guarde de mal.
BALTASAR.
Vamos en romería a aquel Rey adorar
que ha nacido en la tierra y no podemos hallar.
HERODES.
¿Qué decís? ¿Dónde vais? ¿A quién vais a buscar?
¿De qué tierra venís? ¿Dónde queréis andar?
Decidme vuestros nombres, no los queráis callar.
GASPAR.
Yo me llamo Gaspar,
este otro Melchor, y éste Baltasar.
Rey, un Rey ha nacido que es Señor de la Tierra
que mandará en el siglo en gran paz y sin guerra.
ESCENA V
(Herodes solo.)
HERODES.
¿Otro Rey sobre mí?
Nunca tal cosa vi.
Aún no soy yo muerto
ni bajo tierra puesto.
El siglo va a zaga
y no sé qué me haga.
En verdad no lo crea
hasta que no lo vea.
Vengan mis abades
y mis potestades,
y mis escribanos,
y mis gramáticos,
y mis estrelleros
y mis retóricos.
Me dirán la verdad, si está en lo escrito,
o si lo saben ellos, o si lo han sabido.
ESCENA VI
(Salen los sabios de la corte.)
HERODES.
Pues escuchad,
decidme la verdad,
si aquel hombre ha nacido
que estos tres Reyes me han advertido.
Di, rabí, la verdad, si tú lo has sabido.
RABÍ.
De veras os lo digo
que no lo hallo escrito.
OTRO RABÍ.
Hamihala,* que vienes engañado.
¿Por qué eres rabí de este modo llamado?
No entiendes las profecías,
las que nos dijo Jeremías.
Por mi ley, que estamos errados.
¿Por qué no estamos acordados?
¿Por qué no decimos la verdad?
RABÍ.
Yo no la sé, por caridad.
EL OTRO RABÍ.
Porque no la hemos deseado
ni en nuestros libros buscadó.
Y por mi fe es verdadero
lo que estos reyes te dijeron.
Yo también allá iré,
y rogaré y le adoraré.
(Se va.)
ESCENA VII
(Un pequeño grupo donde estarán el Niño, la Virgen y San José con algunos
pastores, en forma de retablo primitivo.)
(Entran el Ángel y pastores.)
ÁNGEL.
Venid, pastores, afuera,
a mirar al Dios nacido;
y al sonido del rabel
cantadle lindas endechas,
pues es hecha la maravilla
de siglos esperada.
Venid, pastores, afuera,
por vuestro bien
………………………………………..
ÁNGEL.
Adorad, oh reyes,
adorad, pastores;
los grandes y chicos,
ángeles y hombres
mi voz escuchad:
¡Gloria a Dios en las alturas
y paz en la tierra a las criaturas
de buena voluntad!