8 Días de Un Relegado

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 111

DIAS DE UN

8 RELEGADO
ANDRES AYLWIN AZOCAR

7
\+'7. \?>;k\s5=+&2

... +-.
P . * ~ q e q 9 Nac\ilmt\
\ a ,?r(.cGLu V\
~ 6 %
*@CID-

OCHO DlAS DE UN RELEGADO

por: Andrés Aylwin Azócar


Ediciones Arcoiris Ltda.
Huérfanos 2 586
Inscripción No 72.909
Derecho Reservado
Primera Edición Julio 1 989
Edición 2.000 Ejs.
Segunda Edición Octubre 1989
Edición 1500 Ejs.
Tercera Edición
Mayo 1990
Edición: 1.O00 ejemplares
Diseño Portada: Cecilia Aylwin Chiorrini
Composición: Editorial IKU
Arte y Diagramación: Merimex y Cía. Ltda.+
Impreso en los talleres de Imprenta Pucará - Teléfono: 681 11 19

Se agradece la colaboración de: Ignacio González, Martita Caro, Ramón


Acuña, Francisco Aguirre, Rafael del Valle, Beatriz Tapia y Claudia
Abello.

2
PROLOGO

En un momento de este relato, su autor, Andrés Aylwin


Azócar, exclama: ''iCuánta belleza, ,cuánta crueldad!". La
belleza está en los paisajes que hubo de recorrer, en los vesti-
gios históricos que él sabe descubrir. en la vida sencilla de la
gente con la cual'hubo de toparse en esas soledades inmensas,
en la amistad, la comprensión, la ayuda que encontró en per-
sonas que carecían de la más mínima obligación de entenderlo,
conocerlo, apreciarlo. La crueldad, por otra parte, se halla en
el hecho de un sistema político que reserva a los conciudada-
danos el trato de "cosas", como señala el autor. Hay todo u n
sistema en que la crueldad es la única norma.
Detenido en Santiago, un pequeño grupo de patriotas
unidos para conversar sobre la situación que afecta a todos
los chilenos, fueron enviados apresuradamente, sin remilgos,
ni atenciones, ni comodidades de ninguna especie a lugares de
detención. Allí, interrogatorios ilegales, basados en el prejui-
cio y la hostilidad. Más tarde, en avión, el grupo es trasladado
al norte. Más, no a algún lugar en que la vida es normal. Los
relegados son distribuidos en varios pueblecillos d e la frontera
con Bolivia, en plena gran cordillera. Allí habitualmentt~no se
llega. El frío, la falta de alojamiento, la imposibilidad de
saber si se va a encontrar una m inima posibilidad de vivir, de
saber d e sus familias El autor del relato pasa por problemas
de salud, es prácticamente abandonado a altas horas de la ma-
drugada e n lugar desconocido, casi deshabitado, sin que la
autoridcfd haya previsto nada. La persona es arrojada a lo que
le suceda Es la crueldad. Quienes deten tan el poder y firman
los decretos de relegación y escogen los lugares saben bien lo
que va a suceder, conocen perfectamente que el tratamiento
es inhumano y perverso.

Saben que obligarán a sus subordinados a hacer duro y


sombrío el destino de sus víctimas. Y que cucllqtiier tragedia
puede ocurrirles. Sin embargo, nadie se conmueve. Ningún
Ministro renuncia a su cargo; ningún jefe d e policía transmite
sus dudas sobre el tratamiento. Ningún Embajador abandonará
su puesto. De la complicidad se salva u n o que otro carabinero
que pide no ser denunciado por haber tenido algún gesto de
simpatía o benevolencia .v dos Ministros d e los Tribunales de
Justicia que adoptan al menos una resolución justa sobre la
forma de los tratamientos. Andrés A-vlwin hubo de ser trasla-
dado, por razones graves de salud, a' u n lugar de clima más
templado y mayores comodidades. Esto se supo. La inflexible
autoridad, quizás para que nadie creyera que podía dejar de
ser cruel e inhumana, prohibió dar informaciones sobre los
relegados

Cuando se sabe quienes son las personas que fueron


arrastradas a este ultraje, inconcebible, especialmente si se
tiene presente que u n hombre como Andrés Aylwiiz estaba
entre ellos, u n o no puede sino preguntarse cómo ha sido
posible que este relato sea una verdad del Chile de nuestros
días.
Porque ha sido escrito con entrañable limpieza de cora-
zón, con modestia ejemplar, con ternura y sin siquiera rencor,
este relato entra a formar parte de la literatura testimonlitl de
la época que vivimos. Es triste que todo eso haya sucedido.
Es necesario que este relato se haya escrito. ¡Cuánta belleza
en algunos, cuánta crueldad en otros!.

Jaime Castillo Velasco


El relato contenido en estas páginas fue escrito /rante
la relegación que sufrimos un grupo de militantes demócrata
cristianos en el año 1978. Corresponde sólo a los primeros
días de permanencia en el altiplano, al interior de Arica.
Esta narración no fue hecha para ser publicada. Tampo-
co en ese tiempo habría sido posible su publicación. Ahora,
buenos amigos han insistido en editarla.
Debo dar algunas breves explicaciones:
Las experiencias vividas por todos mis compañeros de
relegación creo que fueron semejantes a las mías. Sin embar-
go, muy poco me refiero a ellos por la simple razón que
fuimos inicialmente aislados y trasladados a distintos lugares,
como Codpa, Chapiquiña, Chucuyo, Guallatire, Parinacota y
Molinos.
El título de esta narración, "Ocho días de u n relegado",
corresponde, justamente, a vivencias de algunos de los pnme-
ros día? a partir de nuestro arresto. Sin embargo, con.el trans-
curso d'el tiempo, todo lo relacionado con nuestra relegación
y los sufrimientos inherentes a ella, ha quedado olvidado, y lo
único que ya tiene importancia es la ratificación, una vez
más, que jarnás la fuerza es capaz de doblegar a los ideales
humanos.
Por lo mismo, con la publicación de este relato no se
pretende contribuir, en forma alguna, a que las nuevas genera-
ciones sean herederas de nuestros dolores o nuestros traumas.
L o que se pretende es, por el contrario, procurar transmitir el
mensaje ético surgido de una experiencia dolorosa. Este men-
saje es de esperanza, por la constatación tan70 de la inmensa
bondad de los chilenos como de la prevalencia, siempre en la
historia, de los valores espirituales y morales.
Las formas de reaccionar frente a los sufrin~ientosde
estos años de dictadura, tal vez son tres:
Una, es vivir siempre mirando al pasado y , por lo inis-
mo, contagiar el presente con las experiencias traumáticas de
nuestra historia reciente. Esta posibilidad debe ser necesaria-
mente rechazada pues constituye u n pobre horizonte para
todo Chile, y especialmente para la juventud que tanto-ha
sufrido durante estos años.
Otra, se expresa, a menudo, por ciertas personas que
dicen categóricamente: "miremos sólo hacia adelante, pres-
cindamos absolutamente del pasado". Sin embargo, difícil-
mente podríamos construir un futuro estable sobre la base de
la hipocresía de que en nuestra patria n o ha pasado nada.
La tercera, es afrontar abiertamente el ponenir, con
mucha esperanza, mirando solo ocasionalmente al pasado
para extraer de cualquier dolor una leccibn positiva. Esta po-
sibilidad es una invitación a caminar mancomunadamente en
la construcción de una convivencia fraterna donde n o existe
lugar para la crueldad humana.
Adherimos a esta última opci01i y a ella corresponde el
título final de la narración, "Toda 01 agua i ~ i e ~ zdel
e cielo",
que es la expresión de una sencilla verdad de la naturaleza,
captada por u n campesino, que h a sido transportada como
imagen al acontecer humano. 'Efectivamente, la vida plena
proviene de lo alto, de los grandes valores espirituales y mora-
les, de la libre expresión de la libertad en la creatividad huma-
na.
Sobre la base de estos valores, existe la posibilidad cierta
de que cada chileno se sienta sujeto activo en la construcción
del porvenir, pues frente a la imposición por la fuerza de una
forma de vida, siempre será más hermosa la historia escrita
por el pueblo en su conjunto.
En síntesis, el presente hbro n o pretende ser una narra-
ción sobre el dolor sino sobre la esperanza.
Finalmente, si bien podría ser pretensioso dedicar a
alguien este relato; no puedo prescindir de señalar que al pu-
blicarlo he tenido muy especialmente presente a Tomás
Reyes Vicuña, compañero de relegación; a mi mujer, hijos y
familia, y - a tantos seres humanos que me apoyaron en los
momentos difíciles. Entre estos últimos, es imposible olvidar
a todas las personas que sin conocernos nos tendieron la
mano desde el momento del arresto y en nuestros lugares de
relegación. A algunos no los nombro, velando por su propia
tranquilidad, pero jamás serán olvidados porque fueron
nobles de corazóri, en el momento que los necesitaba.

Andrés A-vlwin Azócar


ARRESTADOS POR PENSAR

(Viernes 13 de enero de 1978)

'l.. .En toda tirapía siempre llega el momento


e n que n o es posible conciliar la
tranquilidad con la dignidad. En que el
solo callar se convierte en complicidad.
Y en que la ausencia de dolor constituye
u n escándalo. En ese momento, el hombre
digno debe deslizarse peligrosamente
junto a las murallas de las cárceles. .. "
La patrulla de la Policía Política se desliza velozmente
por la calle Húerfanos doblando por Amunátegui, donde se
dirige hacia el norte. Los arrestados que transporta el vehícu-
l o somos Tomás Reyes Vicuña, ex Senador; Belisario Velasco
Barahona, ex Gerente de la Radio Balmaceda, y yo.
La ciudad la vemos más gris que nunca. i A dónde nos
conducen?, iAl exilio?, ¿A algún lugar de interrogatorio?
La imaginación me transporta con preocupación a los lu-
gares secretos de detención de la DINA. En mi calidad de
abogado vinculado a la defensa de los derechos humanos, h e
sabido de decenas de cárceles secretas de los Servicios de
Seguridad en Santiago, y he escuchado mil veces las narracio-
nes de seres indefensos, incomunicados por semanas o meses,
víctimas de interrogatorios infernales, sometidos a descargas
eléctricas, torturados en cien foí-mas diferentes.
Pienso: a nosotros n o nos harán eso. Pero i p o r qué no?.
iHan sucedido tantas cosas en nuestra Patria que jamás las
pudimos imaginar!. Por lo demás existe u n hecho nuevo que
aumenta la incertidumbre: quienes gobiernan se comportan
en estos días con más soberbia que nunca; su reciente "victo-
ria" en una ''consulta nacional" los hace sentirse dueños de
todo. El destino les pertenece para siempre. Ahora pueden
vejarnos y abusar impunemente con el supuesto apoyo del
pueblo.
El vehículo cruza la calle San Pablo y metros desput.s se
detiene frente a una enorme puerta de fierro verde. Pienso in-
mediatamente en lo quc es el destino: Esta puerta la conozco
desde que empecé a ejercer rni profesión de abogado; está en
el sector posterio del Servicio de Investigaciones y es cl lugar
gue conduce a calabozos y salas de interrogatorio. Por allí,
durante años, haR ingresados homicidas, incestuosos, cogote
ros, estafadores, asesinos, violadores, prostitutas, incendia
rios. Resulta impactante: ahora yo, nosotros, pasando por esa
misma puerta tenebrosa.
Desde el primer momento se nos trata como delincuen-
tes comunes. Se nos registra. Y en una pieza interior debemos
esperar la llegada de los otros arrestados. Al fin nos juntamos
todos: somos "13".
Respiramos más tranquilos al saber que nos hallamos en
Investigaciones. Dentro del vejamen y arbitrariedad estamos,
hasta el momento, sujetos a una cierta "legalidad". Como
<<
presos políticos", y después de lo visto en los últimos años,
somos casi "privilegiados". Una de las cosas sorprendentes en
tiempos de tiranía es ver cómo los presos de conciencia se van
conformando con n o caer en los últimos límites de la arbitra-
riedad.
En Investigaciones viene entonces una larga espera,
interminable, de horas. Nadie nos informa nada. No sabemos,
tampoco, qué cargos se nos hacen; ni quien ha ordenado
nuestro arresto; ni a qué procedimiento seremos sometidos.
Mientras esperamos, pensamos intensamente en nuestras
familias. Nuestras mujeres. Nuestros hijos. iSabrán algo de
nosotros?. $Cuánto estarán sufriendo?. 2Cuánto irán a sufrir
en los próximos días, en los próximos meses?
Por otra parte, siento la necesidad de ordenar mis ideas.
Mi mente se pasea por los acontecimientos de los últimos
días, de Ias últimas horas. Necesito ubicarme, entender nues-
tra situación.
Cuando nos arrestaron estábamos en la oficina No 1 311,
piso "13", del edificio de calle Huérfanos No 1373. Ya lo
dije: somos "13" los arrestados. Estamos a "13" de enero de
1978.
Muy pocos días antes el general Pinochet, frente a las
condenas que recibe su gobierno de la comunidad internacio-
nal por las múltiples y reiteradas violaciones a los derechos
humanos, ha decido llamar a todos los chilenos a un extraño
"pebliscito" o ."consulta9'. Hemos debido votar si estamos
"con Chile" o "contra Chile"; si estamos con nuestra bandera
o contra ella; con nuestro Ejército o contra nuestro Ejército.
Nunca se ha visto consulta más descabellada.
La noche del 4 de enero, el gobierno ha anunciado la
victoria de la "Patria", de la "bandera" , de "Chile". Pero
ahora a la "consulta" se le atribuye otro significado: el pue-
blo ha ratificado al gobierno autoritario. Y, al fin, quien llegó
al poder por un golpe de estado, tiene un título supuestamen-
te "legítimo" que exhibir.
Es en estas circunstancias que un grupo reducido de de-
mócrata cristianos decidimos juntarnos para reflexionar sobre
lo que está pasando y ver qué podemos hacer frente a una
lucha por la democracia que ahora se toma más difícil y
larga, y ver, especialmente, cómo podemos acmar frente a
una ola represiva que se está expresando nítida y odiosamen-
te en el mundo sindical.'
Dado que el tema que vamos a tratar es básicamente la
persecución sindical desatada, el grupo está constituido espe-
cialmente por dirigentes gremiales (Juan Manuel Sepúlveda
Malbran, Samuel Astorga ~ o r q u e r a ,ex Diputado; Hernán
Mery Toro; Georgina Aceituno Saavedra; Enrique Hernández
Andrade), y dirigentes juveniles que mantienen una pequeña
Oficina de Asesoría Sindical (Guillermo Yunge Bustamante,
Juan Claudio Reyes Saldías, ex Presidente y Vice presidente
de la Federación de Estudiantes Secundarios, respectivamente
y Elías Sánchez). A ellos se agrega el ex Senador Tomás
Reyes Vicuña, y el sociólogo Ignacio Balbontín Arteaga,
ambos vinculados a la actividad sindical; Belisario Velasco, ex
Gerente de la Radio Balmaceda, y y o, abogado especializado
en defensas relacionadas con derechos humanos.'
El lugar que se ha elegido para la reunión es precisamen-
te la oficina que dirige Guillermo Yunge. La citación se ha
hecho para las 5 de la tarde. Por precaución, y conscientes del
momento que vivimos, nadie ha sido citado por teléfono.
Esa tarde, aproximadamente a las 16:00 horas, asisto al
entierro de una gran amiga, varias veces regidora demócrata
cristiana en la comuna de Paine, quien muere aún joven,
Rosario Vial. Por eso llego tarde a la reunión. Ese y otros
atrasos harán que Ricardo Hormazábal, ex diputado y dirigen-
te bancario, se retire momentáneamente del lugar de la
reunión para ir a la Revista "Hoy" a dejar una carta en que
protestaba airadamente por la fórma que acababa de realizar-
se la llamada "Consulta Nacional".
Nuestra conversación Ia empezamos aproximadamente,a
las 18:15 horas. Mientras tanto, en otro sector de la oficina
(sala de espera y otro privado) hay otras cuatro o cinco perso-
nas, que son secretarias o clientes.
No llevábamos más de uno o dos minutos conversando
cuando un grupo de cinco a seis agentes de la Policía Política
procede a abrir violentamente la puerta de la pieza en que es-
tamos reunidos. Nos gritan con prepotencia:
i ¡Todos ustedes están arrestadós!!. iHa sido detectada
una reunión política!.

1.- Inicialmente los arrestados fuimos trece, pues se incluyó entre eiiosa la " p e
lola" de uno de los participantes en la reunión, la que fue liberada en la maña-
na simiente.
Procuramos protestar; explicar algo; pero nadie nos
escucha.
La orden es perentoria:
- Ya, vayan moviéndose. El arresto es para todos.
Preguntamos indignados:
- ¿ Y en virtud de qué orden?
- Han sido sorprendidos infragantis. Además, aquí está
la orden de la Fiscalía Militar; orden que n o nos e ~ h i b e n . ~
Miro la cara de mis amigos y a todos los veo pálidos,
transparentes. Por supuesto, y o tengo que estar igual.
Detrás de cada uno de esos rostros existe desconcierto,
indignación, impotencia. hlás que nada, impotencia. ¿Por qué
arrestados?. ¿Qué estamos haciendo para que ~ i o detengan?.
s
¿Qué delito hemos cometido?. ¿Por qué somos tratados
como vulgares delincuentes?. ¿Es que acaso todos nosotros
n o somos personas pacíficas que Io único que hemos hecho
es luchar por nuestras ideas y defender a miles de personas
víctimas del abuso?. iGente que odia y rechaza la fuerza,
la violencia?
Lo cierto es que nuestros aprehensores nos hacen colo-
carnos en fila (en la sala de espera, que es un poco más gran-
de) y nos comienzan a fichar con nuestras cédulas de identi-
dades.
Es en ese momento que y o me dirijo al agente que hace
de "jefe" e invocándole mi calidad de abogado, le expreso
nuestro derecho a usar el teléfono. Queremos llamar a alguien
de nuestras familias o a algún abogado amigo para que inter-
ponga los correspondientes recursos de amparo ( i iComo si
este recurso hubiera servido para algo en los cinco años de
dictadura! !).

2.- En el expediente por recurso de amparo Rol 16-78 de la Corte de Apelaciones


de Santiago consta que esta orden de la Fiscalía no existió en ningún momen-
to.
El "jefe" me contesta con una sonrisa sórdida y burles-
ca:
- No se, preocupe. Ya le prestaré el teléfono para que
llame a su Presidente, el Sr. Carter.
Esa respuesta y todo lo que hará y dirá después el expre-
sado jefe, nos sirve para saber exactamente qué terreno
pisamos. Estamos frente a un típico agente de policíapolíti-
ca: prepotente, fanatizado y vulgar.. Es decir, ante un indivi-
duo temible, tal como son los agentes de las tiranías en cual-
quier parte del mundo.
Tan pronto termina nuestro fichaje, u n agente de la poli-
cía polítia abre la puerta del Departamento e invita a entrar a
unos quince o veinte fotógrafos y camarógrafos gertenecien-
tes a la televisión y otros medios de difusión, quienes se
avalanzan como jauría y comienzan a enfocarnos durante tres
minutos, cuatro minutos, una eternidad. i ¡Somos peligrosos
delincuentes sorprendidos con las manos en la masa, y segura-
mente como tales quieren exhibirnos en los noticieros! !.
Nos pareció a algunos de nosotros, casi instintivamente,
que n o debíamos permanecer en silencio frente a todo este
atropello; que nuestro silencio sería como reconocer que
habíamos sido sorprendidos ejecutando algo ilícito. Por eso
les gritamos indignados a los agentes de la DINA.
- ¿Qué significa todo este atropello?. ¿No les da ver-
güenza este show miserable?. Ustedes son de la DINA y noso-
tros somos inocentes de cualquier tipo de delito.
Tal vez, el que más gritaba era yo, por haber leído mu-
cho sobre represión política y me habían impresionado
enormemente unos hermosos párrafos del libro "PabeIlí>n de
Cancerosos", donde Solzhenitsyn expresa que un preso polí-
tico, al ser arrestado, jamás debe guardar silencio. Agrega que
los mercenarios de las policías políticas cuentan siempre con
el silencio aterrado de sus víctimas y , en esa forma, pueden
apresar impunemente a personas inocentes en un cuadro de
apariencia pública en que ellos son los representantes de la
"ley" y el preso de conciencia es un "delincuente". A la
inversa, si el preso dc conciencia grita y protesta ser revierte la
situación y el agente de la policía política queda convertido
en lo que realmente es: un ser sin dignidad que, a cambio de
dinero, se convierte en soplón, torturador o ejecutor de los
trabajos suciqs de la dictadura.
Guillermo Yunge trata de explicar la naturaleza de su
oficina, pero el espectáculo se da rápidamente por terminado.
Después de este "show" los aprehensores empiezan a or-
ganizar nuestro descenso por los ascensores, rumbo hacia
el primer piso donde están las patrulleras policiales.
a
Me parece que a mí me toca descender junto con Tomás
Reyes y Belisario Velasco, entiendo dando preferencia a los
de más edad.
Me resulta imposible imaginar lo que pasa en la mente
de mis compañqros de arresto, todas personas de excebcional
valor y de una trayectoria profesional y política inmaculada.
En cuanto a mí, reflexiono rápidamente dentro de mi deses-
peración y me pregunto: ¿Quiénes son realmente los delin-
cuentes, nosotros que estábamos pacíficamente en una ofici-
na privada estudiando problemas globales de los trabajadores,
o ellos (nuestros aprehensores) que nos allanaron y arrestaron
arbitrariamente en una oficina profesional?. ¿Quiénes son los
"traidores", nosotros, todas personas consecuentes con sus
ideales, o ellos; agentes de la policía política, símbolo de la
arbitrariedad, aún más allá de nuestras propias fronteras?
Por eso, cuando llegamos al primer piso, ya tengo mis
ideas muy claras: ellos son los "delincuentes"; y nosotros,
somos sus "víctimas". Sí, nosotros somos, modestamente,
herederos de la hermosa historia de nuestra Patria, siempre
caracterizada por la permanente vigencia de los derechos
humanos.
Y por ello, cuando al salir de los ascensores nos encon-
tramos con la jauría de perros rabiosos y con unas doscientas
personas que se han aglomerado para ver la salida de "peligro-
sos delincuentes" ( i i tal vez narcotraficantes!!), nosotros
gritamos con toda la fuerza de nuestros pulmones: "VIVA
CHILE LIBRE! !, i iVIVA CHILE! !.
Hubieran querido vemos con las manos cubriendo nues-
tros rostros, pero no éramos nosotros, sino ellos, quienes
trataban de cubrir sus siluetas.
Tal vez esta habrá sido la primera vez en nuestra historia
en que "peligrosos delincuentes", al ser arrestados, han grita-
do "Viva Chile".
Y de algo n o me cabe duda. Cuando mi compañero de
profesión y Universidad, subsecretario del Ministerio del Inte-
rior, se sentó aquella noche cómodamente en su casa, para ver
en la televisión tan "hermoso espectáculo", se encontró con
algo muy distinto a lo que él había imaginado.

Recién cerca de la medianoche comienzan nuestros res-


pectivos interrogatorios.
Mi turno llega cuando ya deben ser las dos o tres de la
madrugada.
Debo caminar varios metros por un pasillo. No hay un
alma en el edificio. Reina el silencio más absoluto. Nuestros
aprehensores pueden hacer lo que quieran con nosotros.
El hombre que me conduce va armado. Tomamos un as-
censor. Subimos uno, dos, tres pisos. Otra vez caminamos por
un pasillo, oscuro, sórdido, tétrico.
i L a DINA? ... l L a terrible DINA?
Siempre he sabido cuánto la odio. Ahora sé, además,
cuánto la temo.
iMiedo?. Sí, miedo, ipor qué negarlo?
Me introducen en una pieza muy estrecha, toda blanca,
excesivamente iluminada, sin un cuadro o adorno.
Estoy ya de cara a mi interrogador quien está sentado
frente a un escritorio metálico. Es u n muchacho joven, rubio,
del barrio alto de nuestra ciudad. Pienso de inmediato: este
"monstruo" no está en mi larga lista de los terribles agentes
de la DINA. Por otra parte, tampoco se me ha encapuchado.
En esta forma me siento más tranquilo.
El interrogatorio comienza:
- ¿Partido a que pertenece?
- Usted sabe, hoy n o existen partidos políticos;
- Pero usted sabe:'
- Sí, demócrata cristiano.
- ¿De cuáles?. ¿De los de Frei o de los de Tomic?
- No entiendo:
- S í entiende: de los de Zaldívar o de los de Fuenteal-
ba?
- No entiendo, son sólo matices;
- ¿Cómo matices?
-Sí, matices insignificantes;
-Pero ustedes son simpatizantes del marxismo;
- No. Somos humanistas cristianos;
- icuántos comunistas ha defendido uste,d?
- Soy abogado;
- Pero por algo los comunistas lo buscan a Ud. como
abogado.
- A veces porque no existe otro profesional que quiera
defenderlos. Toda persona tiene derecho a alguien que'lo de-
fienda.
Le expreso que no tengo nin$na simpatía por el comu-
nismo, muy por el pontrario, pero que lo que se plantea en las
defensas jurídicas es algo muy diferente: es la afirmación de
que ningún ser humano puede ser torturado, asesinado o
hecho desaparecer por sus ideas. Le agrego que, por lo mis-
mo, yo no he defendido al partido comunista sino a "seres
humanos" víctimas de tales abusos.
Le explico que no se trata de una opción política sino
de una opción moral.
El funcionario de la CNI me expresa:
- Eso es lo terrible de ustedes, siempre son ingenuos.
El interrogatorio se hace largo. Interminable. iFrei o
Tomic?. ¿Qué piensa?. iQué opina?
Le replico:
- Usted está tratando de entrar en mi conciencia. No
existe el delito de pensar.
Percibo perfectamente que mi interrogados es un "espe-
cialista" en P.D.C. Lo sabe todo, aunque en forma vulgar.
Conoce todas nuestras modestas estructuras. Se expresa con
un extraño aire de superioridad. Y parece gozar con algunas
de mis respuestas. Cuando contesto "verdades", escucha.
Cuando cambio los hechos, se ríe.
- ¿Ha estado Ud. alguna vez anteriormente con sus ami-
gos reunidos en esa misma oficina?
- No. Nunca.
El funcionario se sonríe en forma burlesca. Quiere decir-
me claramente: "ustedes son unos ingenuos. Nosotros lo
sabemos todo sobre ustedes".
A esta altura ya me he dado cuenta que no estoy ante
ningún peligro de apremios físicos. Me siento tranquilo. Sólo
me recuerdo obsesivamente de mi familia. Por otra parte, y
aunque sea extraño, siento pelia por mi interrogador. i ¡Qué
terrible es para un joven desempeñar oficio tan miserable!!.
Al final el joven de la DINA se torna jovial y me dicc:
- ¿Quiere agregar algo señor Aylwin?. Es algo imprc\io-
nante, ahora soy "señor".
Medito un poco y le digo, con sinceridad, lo único que
ya tengo claro a esa hora:
- Una sola cosa le pido a Dios: que cuando usted tenga
mi edad jamás sea vejado, como y o lo he sido hoy, sólo por
mi manera de pensar. Y le pido algo más: que en este tiempo,
tampoco exista ningún joven que tenga que verse obligado a
formularle a nadie el tipo de preguntas que Ud. me h a hecho
sobre mis ideas, a esta hora, .en este lugar. i ¡Por eso hemos
luchado!!. i ¡Por eso seguiremos luchando hasta nuestra
muerte! !.
El interrogatorio ha terminado. Deben ser las 3:30 de la
mañana.
A esa hora, después de todo lo vivido en aquel día, sen-
tado en un piso de madera, ya n o es posible dormir. Y los
mismos temas concretos se hacen recurrentes: la familia, la
inseguridad. Por otra parte, en esas horas de desvelo parece
que se llegara a la esencia de ciertas verdades abstractas.
Se hace claro, por ejemplo, que en toda tiranía siempre
llega el momento en que no es posible conciliar la tranquili-
dad con la dignidad. En que el solo callar se convierte en
complicidad. Y en que la ausencia de dolor constituye un es-
cándalo. En ese momento, querámoslo o no, el hombre digno
y debidamente informado debe deslizarse peligrosamente
junto a las murallas de las cárceles.
Es cierto que hay quienes, más pragmáticamente, pien-
san que la tiranía es siempre un período transitorio cuya
fecha de término se encuentra dramáticamente prefijada por
la historia. La verdad es que esa agonía sólo es posible gracias
a la lucha y el dolor de muchos. Y si bien es cierto que,
cuando las tiranías terminan, a veces los que más han sufrido
suelen ser los grandes ausentes, la verdad es que ese es otro
escándalo, que no desmiente en nada la verdad esencial de
que sólo la suma de dolores h a hecho posible el .triunfo de la
luz.
El operativo que terminó con nuestro arresto se preparó
desde las primeras horas de la mañana en el Ministerio del
Interior. Ya a mediodía los medios de difusión oficialista
habían sido alertados sobre una "noticia bomba" que se pro-
duciría aproximadamente a las l7:30 horas. En cuanto a los
escasos medios de difusión opositores sólo fueron avisados
después de las cinco de la tarde, sinxexplicarles,naturalmente,
de que se trataba.
Por una infidencia, la periodista demócrata cristiana
Martita Caro supo adelantadamente algo sobre este operativo,
y pensando que podría tener alguna relación con nuestra
reunión procuró alertarnos a través de una tercera persona.
SU mensaje fue en "clave":
- "Avísales que la mamá de la Marianela irá a la reu-
nión".
Mucho demoró este tercero en entender el sentido de la
"clave": la mamá de Marianela se llama "DINA".
Se trata de una simple anécdota sobre la precariedad de
nuestro modesto trabajo político "clandestino" en estos años
de gobierno militar. Otro ejemplo de esta precariedad h a sido
la fonna como, normalmente, se hacen las citaciones telefóni-
cas. Personalmente, entre los años 1973 y 1978, habré recibi-
do más de un centenar de llamados más o menos en los si-
guientes términos:
- "Te llamo para avisarte de parte de Ignacio que esta
tarde a las cinco se firmará la escritura de compraventa en la
casa de Tomás". Las modificaciones a este tipo de citaciones
no eran muchas: se cambiaba la "compraventa" por un
"arrendamiento",- "mutuo" o L'sociedad". Casi invariable
mente la culminación de estas llamadas en "clave" tennina-
ban con una palabra que daba el aire de misterio que faltaba:
"entiendes"
--. -.- ur~...iur.., .
. -.-
-lVii en la oficina 1311 de calle practicarse el allana-
seguridac Huérfanos 1373. Se inició miento y cuando los
'o* ?''ei- a las 17.30 horas, cuando policías se encontraban
la que 1 policías civiles ingre- listos para conducir al
16 Ders
j-mil;taritc
Partido
Cristiano
3 un ex swi
ados. dirig
les Y grem
?ron deteni
~nión. q 1 ~ 1
en 1Iui.r
na 1311. fu
da porque
$nte allí se
da sesión
~lítico.roml
:eso irnpue7
lo por el Gol
los detenido.
ados en el (:
Investigac
1 próximo l
r puestos a
de la justici;
estan el er.
Tomás Rt
los ex diput
Aylwin As.
no del sen,
B Aylwin) y
storga Jorqii
residente dc
/-..ill-.rmn 7

(de Diario "La Tercera", 14 de enero, 1978).

"...las policías políticas siempre cuentan con el silencio aterrado de sus


víctimas y, en esta forma, pueden apresar impunemente a personas
inocentes en un cuadro de apariencia pública en el que ellos son los re-
presentantes de la ley y el preso de conciencia es un delincuente. A la
inversa, si el preso de conciencia grita y protesta se revierte la situa-
ción.. .".
Minutos después de terminado el operativo todas las ra-
dios transmitieron reiterados "flasches" con la "noticia bom-
ba'' de nuestro arresto. Posteriormente, vinieron los noticia-
rios de la televisión. Esta circunstancia hizo que la mayor
parte de nuestros familiares se impusieran de nuestro arresto
por la radio o la televisión.
Esta información dio origen a encontradas reacciones,
en relación con mi mundo personal:
El Presidente de la única sociedad de que y o era aboga-
do a la fecha de mi relegación, resolvió de inmediato citar a
reunión extraordinaria de Directorio para el día lunes. El
acuerdo, tomado por mayoría, fue destituirme de mi cargo de
abogado de la sociedad. El pretexto que se dio es que había
que velar por los intereses de los accionistas.
Por otra parte, aquella misma noche, y apenas escuchada
la noticia por la radio, se reunió informalmente la directiva
de una Cooperativa de Vivienda, de más de doscientos socios,
de la cual también era abogado, resolviéndose por unanimi-
dad reiterarme su plena confianza y pedir a uno de mis hijos
que se hiciera cargo transitoriamente de los asuntos jurídicos
de la Cooperativa. Conviene aclarar que el 60qo de los que se
reunieron eran uniformados en retiro.
Tiempo despu6s un campesino de Mallarauco me canta-
ría:
- De improviso lo veo a usted, don Andrés, en las pan-
tallas de la televisión. Llamé con un grito a mi mujer para que
viniera a verlo. Cuando nos impusimos que lo estaban arres-
tando nos pusimos a llorar amargamente. i ?No podíamos
creerlo! !
Carmen Vergara, la esposa de Tomás Reyes, estaba de
cumpleaños aquel día 13 de enero. Toda la faínilia se reuniría
en la noche para celebrarla. Tomás le había regalado dinero
para que se comprara un vestido.
Mientras estaba en una tienda, comptando dicho regalo.
Carmen escuchó por la radio el arresto de su marido. Salió co-
rriendo del negocio, en medio de la sorpresa de1 vendedor.
Mi hija Cecilia iniciaba ese día su veraneo en carpa en el
lago Villarrica. Sus compañeros de "camping" escucharon la
noticia de nuestro arresto por la radio, pero prefirieron no
contarle nada hasta el día siguiente, a primera hora. Esa mis-
ma mañana partió de regreso a Santiago.
María Sofía, la esposa de Ignacio Balbontín, estaba
aquel día enferma en cama con tifus. Un tío, escuchó la noti-
cia por la radio y se la comunicó a su casa. Las hijas, menores
de edad, estaban en casa de una amiga, y allí se impondrían
del arresto de su padre.
Diversos amigos de Ignacio procedieron precipitadamen-
te a retirar de su casa libros y otros documentos ante el temor
de un allanamiento.
Varias horas después de nuestro arresto, entre las tres y
las cuatro de la madrugada, una patrulla de Investigaciones
recorría nuestros hogares para notificar a nuestras respectivas
familias del arresto que nos afectaba. Curiosa "notificación",
que se efectuaba después que las radios y la televisión había
propagado insistentemente, y con gran escándalo, el opera-
tivo de los Servicios de Seguridad que había concluido con
nuestra privación de libertad.
CON DESTINO DESCONOCIDO

(Sábado 14 de enero de 1978)

"...Estamos otra vez en la inseguridad de


los presos políticos. Esa sensación
indescriptible de sentirme atrapado
ante múltiples posibilidades inquietantes
y tener claro que uno n o es nada ni nadie
para decidirlas... "
Son aproximadamente las cinco de la madrugada cuando
nos llaman a formarnos.
Se nos menciona a cada uno por nuestros :,ombres. De-
bemos responder "presente".
No sabemos por qué circunstancias se nos divide en dos
grupos:
Pienso: <'tal vez los que estamos acá debemos estar más
comprometidos". Y, los otros, podrán ser puestos en libertad.
A los que están en mi "fila" se nos organiza en grupos
de a dos, o de a tres. Se nos ordena salir del edificio; y se nos
comunica que seremos trasladados. Naturalmente, a esa hora
n o se nos lleva al Juzgado o a la Corte de Apelaciones.
Preguntamos con insistencia:
- i A dónde nos llevan?
Los detectives guardan silencio.
Les insistimos en nuestro "derecho" a saber dónde se
nos lleva (todavía creemos tener "derechos"), pero la respues-
ta es categórica:
- Nosotros n o sabemos nada. ¡Sólo cumplimos órde-
nes!.
Se me hace subir en la parte trasera de un station poli-
cial, rodeado de dos detectives fuertemente armados. En la
parte de adelante, entre el chofer y otro detective, se instala a
Georpina Aceituno.
El furgón de Investigaciones da vuelta por General Ma-
ckenna y toma hacia el Sur, por Teatinos.
La ciudad está todavía oscura. Nadie transita por las
calles. Existe toque de queda.
Estamos otra vez en la inseguridad de los presos políti-
cos. Esa sensación indescriptible de sentirse atrapado ante
múltiples posibilidades inquietantes y tener claro que uno no
es nada ni nadie para decidirlas,
Frente a la certeza de que ya no vamos a los Tribunales,
pienso que para nosotros existen sólo tres posibilidades:
La primera es el exilio. En ese caso, el furgón policial
deberá doblar en la Alameda, rumbo al Aeropuerto Arturo
Merino Benítez. Siento que nada sería más doloroso para m í
que me transplantaran de mi tierra. Un amor ancestral me
une instintivamente a mi familia, mis amigos, mi patria, al
hermoso paisaje que por ser mil veces repetido forma parte
de nuestras propias existencias.
Otra posibilidad es la relegación. La veo dentro de todo,
como un "maI menor".
La tercera, sigue siendo algún otro lugar de detención
para completar nuestros interrogatorios. Me parece, "objeti-
vamente", que esa posibilidad casi ya no existe. Pero, a esa
hora, todavía oscuro, con dos hombres armados, uno a cada
lado, despu,és de lo experimentado en las últimas horas y lo
visto en los últimos años, las objetividades se diluyen en la in-
seguridad y el temor,
Al poco rato, el station de Investigaciones cruza veloz-
mente la Alameda. Respiro hondo. Ya no nos llevan al Aero-
puerto Internacional. Me siento más que nunca unido a Dios.
Rezo en silencio.
Al deslizarme por la calle Nataniel no puedo dejar de
pensar en Luis Contreras Maluje, joven disidente que, justa-
mente en esa calle, se escapó de los agentes de Ia DINA, gri-
tando desesperadamente. Lo atropelló un bus y lo dejó heri-
do. Llegaron carabineros y, en definitiva, nuevamente lo atra-
paron sus verdugos. Su padre, abogado de Concepcicín, recu-
rrió a la Corte de Apelaciones y obtuvo, excepcionalmente
una orden de liberación. Esta orden jamás fue cumplida. El
joven figura hasta hoy en la lista de los "detenidos-desapare-
cidos"
Constato'que en tiempos de libertad uno asocia los dis-
tintos lugares de la ciudad con cosas o recuerdos hermosos:
casas de bella arquitectura; encuentros felices; charlas con
amigos. En cambio, cuando llegan las tiranías, al menos los
que estamos más conectados con la realidad, tendemos a
asociar cientos de lugares con todo lo más horrible de la
pequeñez humana: la maldad, la crueldad.
Llegamos a la Avenida Pedro Aguirre Cerda y tomamos
rumbo hacia la costa. Pienso con más tranquilidad: "vamos al
Aeropuerto de Cerrillos", i ¡Seremos relegados! !. Sin embargo,
n o puedo dejar de obsesionarme con otra posibilidad: "Tejas
Verdes".Uno de los mayores símbolos de la crueldad de la
tiranía. Lugar donde, comó abogado, asumí tantas defensas
y presencié tanto dolor.
El vehículo se detiene en u n Servicentro para cargar su
estanque de bencina. Esto me intranquiliza, ¿viene un viaje
largo?
Medito sobre una realidad que me ha tocado vivir tan
reiteradamente durante estos años. Los presos de conciencia,
están en muchos aspectos, en peores condiciones que los de-
lincuentes comunes. Estos últimos, más allá de muchas veja-
ciones, se encuentran sometidos a un procedimiento conoci-
do. Una vez detenidos, son conducidos a Investigaciones o
Carabineros; a las 24 horas.deben y a estar a disposición de un
Juez del Crimen. Este Juez debe interrogarlos de inmediato y
dejarlos en libertad o enviarlos a la Cárcel pública. Desde ese
momento, si se les saca de la cárcel, se los debe llevar necesa-
riamente al Juzgado. El abogado puede intervenir efichzmen-
te desde el primer momento. En cambio, el preso de concien-
cia nunca sabe dónde será conducido y a qué procedimiento
será sometido. Su suerte la puede estar decidiendo el Minis-
terio del Interior; las autoridades policiales; la Fiscalía Mili-
tar; un juez, u n "ministro en visita"; o, lo que es la suprema
inseguridad, el arrestado puede estar ya cogido por las garras
clandestinas de los servicios de seguridad.
Este último cuadro de incertidumbre visto desde el án-
gulo de la familia del preso, es igualmente .aterrador. Madres,
esposas, hijos deben deambular desesperadamente, durante
horas, días o semanas, por Comisarías, locales de Investigacio-
nes, cárceles, postas de primeros auxilios. Y deben recurrir,
con desesperación, a la Iglesia, a la Vicaría de la Solidaridad,
o a cualquier persona que, imaginan, pueda tener algún con-
tacto con el "poder".
i ¡Sí, esta realidad la he visto tanto como abogado!!.
Siento que ahora la estoy viviendo personalmente, y pienso
que, también la estarán viviendo nuestras familias.
Mientras tanto, el furgón policial ya ha emprendido nue-
vamente su viaje hacia la costa. Sin embargo, pronto tuerce a
la izquierda y penetra en el Aeropuerto de "Los Cerrillos",
destinado exclusivamente a vuelos nacionales.
A los pocos minutos nos hemos juntado ocho de los
presos: Tomás Reyes, Belisario Velasco, Hemán Mery, Geor-
gina Aceituno, Guillermo Yunge, Samuel Astorga, Juan Ma-
nuel Sepúlveda y yo.
Volvemos a preguntar insistentemente: "2dónde nos lle-
van?". Pero n o hay ni habrá respuesta.
A los pocos minutos estamos en el interior de un avión
relativamente pequeño de Carabineros. En los asientos de
atrás van dos carabineros armados. Adelante va otro, que nos
mira.
A medida que el avión despega nuestra interrogante es si
vamos hacia el Norte o hacia el Sur. Y visklizamos centena-
res de villorrios de la Patria como hogares obligados del maña-
na. Sentimos también, como un desgarro muy hondo, que a
esa hora nuestras familias estarán ya esperando el fin del
toque de queda para salir a deambular en nuestra búsqueda.3
Los lazos con los seres queridos y con la tierra se hace más
profundos que nunca.
Pocos momentos después el panorama se nos aclara: nos
dirigimos hacia el Norte.
Alguien le hace una broma a Belisario, y a relegado ante
rionnente "otra vez Putre". Apenas nos sonreímos.
El avión toma pronto por el sector de la costa, a escasa
altura: En esa forma, podemos ir viendo muchos lugares co-
nocidos: Los Vilos, Tongoy, Coquimbo, La Serena, Vallenar.
Todos esos lugares nos traen recuerdos.
La imaginación se desliza entre la belleza y la crueldad;
entre la cordillera blanca y los días grises que vendrán; entre
el mar azul e inmenso y las pequeñas lágrimas que sentimos se
dibujan en los rostros de los seres amados. Nos preguntamos
íntimamente: ¿por qué tanto para amar y, sin embargo, tanto
odiar?
Instuyo que, ya a esa hora, nuestros familiares estarán
interponiendo "recursos de amparo" en nuestro favor. Sin
embargo, tomo un papel que llevo en mi bolsillo y empiezo a
redactar mi propio recurso, de puño y letra. Tengo necesidad
de un testimonio personal.
Como abogado sé perfectamente que los recursos de am-
paro durante los cinco años de tiranía han dejado de ser u n
instrumento jurídico idóneo para resguardar la libertad y la
dignidad de los seres humanos. Los Tribunales de Justicia,
que han sido elevados a la categoría de "Poder Público",

3.- Efectivamente, nuestros familiares se reunieron a las 7 de la mañana en el Edi-


ficio de Investigaciones, en General Mackenna. Se les afirmó reiteradamente
que estábamos allí, incomunicados La falsedad de esta información solo la
vinieron a conocer aproximadamente a las diez de la mañana.
exclusivamente para poder defender a los ciudadaos en su
libertad y dignidad frente a los excesos de los gobernantes,
han abandonado vergonzosamente esa atribución. Se, en esta
forma, que estamos en la indefensión, y pienso con más clari-
dad que nunca, que los ministros de Corte -salvo honrosas
excepciones- que se amparan en cómodas interpretaciones
de textos legales para negar su auxilio a seres humanos veja-
dos y torturados, tal vez lo único digno que podrían hacer
sería reconocer que han quedado convertidos en funcionarios
de n o más jerarquía que un cajero de la Caja de Crédito Pren-
dario. Por moral, debieran pedir que a ese nivel se redujeran
SUS remuneraciones.
Sin embargo, a pesar de esa realidad, u n grupo de aboga-
dos nunca hemos dejado de interponer recursos de amparo
frente a los abusos del poder. Pensamos que si otros olvidan
sus obligaciones, nosotros no tenemos por qué olvidarlas tam-
bién. Se<guramente, en lo más profundo de nuestra concien-
cia, esos recursos ya n o los interponemos ante los Tribunales
que hoy "son", sino ante los jueces que "debieran ser".
Ya se escribirá la historia de estos tiempos y, entonces,
se sabrá que en los peores tiempos de tortura y sufrimiento
hubo muchos Ministros de Corte que jamás tendieron su
mano a seres indefensos. Y se sabrá, también, de abogados
"ilusos" que siguieron recurriendo a ellos, pidiendo clemencia
y defendiendo los principios. Esta historia amarga la conoce-
rán sus hijos y nuestros hijos. Ese será, tal vez, uno de sus
peores castigos ... y nuestra reivindicación moral.

En todo viaje en avibn, al menos para los recién inicia-


dos, la imaginación tiende a florecer. Posiblemente influye en
ello la evidencia de la fragilidad humana. Ahora, en nuestras
circunstancias, y mirando el desierto impresionantemente
extenso, nuestra sensibilidad, naturalmente, aumenta. Y la
dignidad humana se hace g.rande e inmensa como el cielo.
Así, pasamos por Caldera, Chañaral, Antofagasta, Toco-
pilla, Iquique.
Y, por último, aproximadamente a las trece horas, des-
cendemos en Arica.
En el aeropuerto de "Chacalluta" n o hay un alma. Todo
está cerrado, desierto.
Nuevamente somos llamados a formamos y se nos pasa
'lista".
Allí u n civil -que según se nos dijo era el jefe de los Ser-
vicios de Inteligencia- nos comunica que por disposición del
Supremo Gobierno se ha dispuesto nuestra relegación a diver-
sos lugares en el Altiplano, Codpa, Chapiquiña, Chucuyo,
Parinacota y Guallatire. Ninguno de esos lugares los ubicamos
y casi todos ellos no los conocemos ni siquiera de nombre.
En esa oportunidad, el expresado "jefe" nos pronuncia
un encendido discurso. Sus palabras, casi textuales, son las
siguientes:
"Yo entiendo que ustedes deben encontrarse abatidos,
desmoralizados. Han sido sorprendidos en actuaciones delic-
tuales contra la seguridad del Estado. Sin embargo, y o les
digo que levanten sus ánimos. Si el Supremo Gobierno los h a
enviado hasta acá -y n o a una cárcel- es porque lo único que
desea es su rehabilitación. su reincorporación a las tareas de la
Patria. Esta sanción ni siquiera quedará en sus prontuarios.
El Gobierno n o desea hacerles sufrir sino darles unaposibili-
dad de rehabilitación. Yo los invito a ustedes, en estos días
que estarán en lugares solitarios, a pensar y meditar. Sobre
todo, a meditar en la Patria y en la lucha histhrica que está
dando el Gobierno para derrotar al comunismo y servir a la
comunidad nacional. En esta forma, después de una medita-
ción serena, estoy seguro que volverán decididos a dejar atrás
odios del pasado. Y ese día ustedes pueden tener la seguridad,
también, que serán recibidos con los brazos abiertos para
colaborar en la hermosa tarea de reconstruir material y moral-
mente a nuestra Patria".
Mientras escucho a este extraño personaje pienso que las
dictaduras se nutren siempre de una ideología violentista que
supone que los opositores al Gobierno son enemigos de la Pa-
tria. Esa ideología, para imponerse, requiere necesariamente
de una política represiva que se diseña en las altas esferas del
poder. Más abajo, a un nivel de simple ejecución de la política
represiva, se mueve una extraña variedad de personas: indivi-
duos venales, fanáticos, oportunistas, sádicos, o simplemente
seres insignificantes, fronterizos en la debilidad mental.
Me resulta difícil identificar a este "personaje" que nos
habla con alguno de esos grupos. Nos produce más hilaridad
que indignación el sólo pensar que, en su imaginación pueril,
se pueda concebir la insensatez de que nosotros pudiéramos
abandonar nuestros ideales de siempre sobre la base de este
extraño tratamiento de reeducación a que seremos sometidos
en el altiplano, fundamentado en una triple dosis de "sole-
dad>', "apunamiento", y "temperaturas de varios grados bajo
cero".
Por eso, y porque tampoco tenemos otra posibilidad,
simplemente escuchamos en silencio.
Se nos expresa después, que antes de partir al altiplano,
podemos pasar hasta por diez minutos a hacer algunas com-
pras elementales, como jabón, toallas, etc. Efectivamente lo
hacemos, aunque n o podemos comprar nada significativo
para lo que debía ser nuestro principal problema en los luga-
res de relegación: el frío.
En un negocio, al llegar el momento de cancelar, expre-
samos al dueño si podemos pagar con cheque para reservamos
el poco dinero que llevamos. Le explicamos que somos rele-
gados. Al hacer mi cheque, siempre vigilado por los soldados,
escribo un pequeño papelito: "por favor, ipuede. Ud. avisar a
Humberto Palza para que llame a mi casa informando que
todos estamos bien?". Coloco el papel debajo del cheque.
El comerciante entra al interior de su negocio y , aí vol-
ver, me dice con afecto: "Estése tranquilo". Será este el pri-
mer acto anónimo de solidaridad desde nuestro arresto.
Entre tanto, ya hemos sido separados en tres vehículos
que se dirigen a nuestros distintos lugares de relegación. La
despedida es necesariamente parca, pero emocionante.
En el vehículo en que me corresponde viajar van tam-
bién Belisario y E-Iemán Mery.
La patrullera militar que nos lleva toma el camino inter-
nacional a Bolivia. Pasamos por un costado de los geoglifos
centenarios; y seguimos elevándonos a 2.000; 2.500 y 3.000
metros sobre el mar.
Al rato dejamos atrás Putre, que está a unos 3.500 me-
tros de altura. Sentimos ya fuertes dolores de cabezay otros
síntomas de apunamiento.
Casi oscuro, llegamos a la Tenencia de Chucuyo (a 4.400
metros de altura) y en ese lugar se produce una nueva separa-
ción entre nosotros: Belisario y Hernán se deben quedar en
esa Tenencia para ser trasladados al día siguiente a Parinaco-
ta. Yo, debo seguir de inmediato a Guallatire lugar que se me
informa está aproximadamente a 3 5 kilbmetros al Sur-Orien-
te de Chucuyo.
A esa hora nuestro apunamiento es total. Nos movemos
como sombras y nuestra conciencia de los hechos se hace
confusa. En esas circunstancias la separación se hace más
angustiosa.
Seguimos subiendo -y a veces bajando- por pequeñas
huellas en la cordillera. Se ven algunas llamas, alpacas y aves-
truces. Hace mucho frío. El paisaje es de una belleza impre-
sionante.
El dolor de cabeza aumenta. Y al dolor siguen las arca-
das, vómitos, tos y náuseas.
No soy médico para entender lo que me sucede. pero
siento como si el cuerpo botara hasta el último indicio de
alimento o toxina para poder absorber desesperadamente ese
mínimo de oxígeno que se hace necesario para respirar, para
subsistir. A esa altura el aire es puro, no hay smog, pero el
oxígeno falta y 51 cuerpo se mueve con ansias para encontrar-
lo.
El vehículo sigue ascendiendo. El frío aumenta.
Veo los rostros de los soldados como sombras.
El paisaje se hace difuso, y siento que lentamente, muy
lentamente, voy perdiendo el conocimiento.

Ese mismo día sábado, a las 9:25 horas de la mañana,


había concurrido el abogado José Galiano Haensch a la Corte
de Apelaciones de Santiago a presentar un recurso de amparo
en favor nuestro. A esa hora, todavía no se tenía conociinien-
t o de nuestra relegación y, por lo mismo, el recurso sólo obje-
ta el arresto arbitrario.
En parte de este recurso José Galiano expresa: "El
hecho cierto es que toaos los detenidos adolecen de un peca-
do original: adherir a un pensamiento filosófico y social,
moderno, universal y respetable, que se llama Democracia
Cristiana. En el Chile de hoy, quienes tenemos el valor y la
dignidad de ser fieles a ese pensamiento, somos delincuentes
en potencia; y quienes lo niegan, ocultan o traicionan,
pueden incorporarse al campo de los patriotas. Corresponde a
los Tribunales de Justicia poner remedio a los reiterados
abusos que se vienen cometiendo en nombre de tan odiosa
como inmoral, discriminación".
En virtud de este recurso, el Sub-Prefecto de Investiga-
ciones de Santiago informó telefónicamente a la Corte de
Repartidos en seis lo- político) porque. a menos compatl~lecon el clima de
calidades cordiljeranas que determinados ciuda- esa región".
,iLG
em-
Ca-
oa
1.

:rio
yer
ex-
In-
las
en
~ar
Ci
er
al.
iia

.MAPA NO OFICIAL de la zona donde fueron llevados los


relegados confeccionado por el Departamento de Arte de
?n,
)S LA TERCERA.
Apelaciones, a las diez de la mañana, que todos nosotros ha-
bíamos sido relegados a la provincia de Arica "habiéndose
cumplido la orden de traslado". Media hora después el mismo
funcionario, señor José Fuentes, rectificaba su in fomiación
señalando que habíamos sido "trasladados a la ciudad de
Arica, pero no relegados". Según estos informes se señalaba
que todo ello se había efectuado "por orden del Ministerio
del Interior según Decretos 2408 y 2409 de 1 3 de enero",
desmintiendo así a los funcionarios aprehensores, quienes fal-
samente nos invocaron una resolución de la Fiscalía Militar.
Posteriormente, se ingresaron nuevos recursos de ampa-
ro en la misma Corte, patrocinados por los abogados Carlos
Balbontín Gubbins, Roberto Garretón Merino, Tomás Pablo
Elorza, Jaime Hales Dib y Patricio Aylwin Azócar,
De acuerdo con los Decretos referidos los lugares de
relegación de los diversos arrestados son los siguientes: Tomás
Reyes Vicuña, Georgina Aceituno, Ignacio Balbontín y Juan
Manuel Sepúlveda a "Codpa"; Samuel Astorga y Guillermo
Yunge a "Chapiquiña"; Belisario Velasco y, Hemán Mery a
"Parinacota"; Enrique Hemández y Elías Sánchez a "Chucu-
yo" y Juan Claudio Reyes y Andrés Aylwin a " ~ u a l l a t i r e " . ~
Según publicaciones de esos días, Chapiquiña, está a 200
kilómetros de Arica y a 3.700 metros sobre el nivel del mar;
Chucuyo a 220 kilómetros de Arica y a 4.400 metros de altd-
ra; Guallatire está a 280 kilómetros de Arica y a 4.800 metros
de altura; Codpa está a 120 kilómetros de Arica y a 1.700
metros de altura y Parinacota a 230 kilómetros de Arica y a
4.600 metros de altura.
El Ministro del Interior sólo vino a informar sobre los
expresados recursos cuatro días después, trasgrediendo una

4.- Por decreto posterior Belisario Velasco y Hernán Mery fueron trasladados a
"Chucuyo".
vez más el Código de Procedimiento Penal y el Auto Acorda-
do de la Corte Suprema sobre tramitación y fallo de este tipo
de recursos.

Los cuatro arrestados que n.o fueron trasladados a


Arica el Día sábado 14, Ignacio Balbontín, Elías Sánchez,
Juan Claudio Reyes y Enrique Hernández permanecieron
todo ese día incomunicados en el Edificio de Investigaciones,
siendo trasladados al día siguiente a Arica en un pequeño
avión militar. Llegaron a esa ciudad, después de casi nueve
horas de vuelo, al Aeropuerto Militar desde donde fueron
trasladados directamente a sus lugares de relegación, Codpa,
Chucuyo y Guallatire, sin darles la posibilidad de efectuar las
compras más elementales en Arica. El pequeño avión hizo
escalas de reabastecimiento en diversos lugares, la primera de
ellas en La Serena donde los cuatro relegados debieron empu-
jar el avión para ponerlo en la pista.
La circunstancia que Balbontín, Sánchez, Juan Clau dio
Reyes y Hernández permanecieron durante todo el día sába-
do 14, incomunicados en Investigaciones, fue reiteradamente
negado por este Servicio a los familiares de los detenido^.^

Samuel Astorga y Guillermo Yungle, ambos en mangas


de camisa, llegaron a Chapiquiña al anochecer del día catorce
de enero. La temperatura era a esa hora de varios grados bajo

5.- Además, esta circunstancia fue negada a la Corte de Apelaciones, según se


señala más adelante.

38
cero, contrastando con los treinta grados del día anterior en
Santiago.
La patrulla militar que los llevaba los dejó botados en la
plazoleta del villorrio y debieron pasar muchas horas, hasta
que lograron conseguir que los autorizaran para instalarse en
el local comunitario del caserlo. Allí procuraron dormir,
balanceándose en unas banquetas de madera, largas pero
angostas.
De amanecida, llegaba a dicho local social u n amigo de
Samuel, antiguo trabajador del salitre y hoy de una planta
hidroeléctrica ubicada a siete kilómetros de Chapiquiña.
Había escuchado la noticia por la radio, y venía a expresar su
solidaridad y a traerle algo de comida a su amigo.
Samuel'Astorga y Guillermo Yunge debían, diariamente,
caminar catorce kilómetros para ir a "firmar" al retén de
Carabineros más cercano.

Los relegados de Codpa hicieron vanos proyectos de


adelanto para el pequeño villorrio.
También organizaron un campeonato de tenis. EI primer
partido fue un doble entre Tomás Reyes e Ignacio Balbontín
contra un binomio formado por carabineros.
Triunfaron los "relegados" y el campeonato fue suspen-
dido.
La señora Chela les propbrcionó una pequeña casa de
madera para su alojamiento. Un pequeño burro los desperta-
ba entre las cuatro y cinco de la mañana.
Muchas realidades nos unían a los relegados en tan dis-
tantes lugares del altiplano, entre ellos el frío, el apunarniento
y las infaltables cazuelas de llama o alpaca.
"EL ROSTRO DE ESE ANCIANO YO LO CONOZCO"

(Putre, domingo 15 de enero de 1978)

"...Siento que mientras más me humillan y


me vejan, más m e siento persona, ser
humano, hijo de Dios... Más afloran las
fuerzas espirituales y morales. Y más
m e siento solidario con todas las
víctimas de la opresión. No dudo que
esa es la vivencia de los presos de
conciencia en cualquier parte del
mundo: mientras más los humillan
físicamente más los dignifican
espiritualmente...
"
Despierto en un lugar desconocido. Son las 7 u 8 de la
mañana.
Estoy en un dormitorio grande donde hay unos ocho a
diez camarotes alineados. Algunos soldados se levantan. Otros
duermen.
No me atrevo a preguntar donde estoy. Tengo, sí con-
ciencia que este no es mi destino de relegación, Guallatire.
Al rato llega un practicante y procede a examinarme. Me
toma la presión. Por él sé que estoy en l a Posta Militar de l a
Guarnición de Putre. Me impongo, también, que cuando iba
rumbo a Guallatire he sufrido un fuerte apunamiento. He per-
dido el conocimiento. Y que, por ello, la patrulla militar me
ha traído a Putre para hospitálizarme. Es decir, me han baja-
do desde aproximadamente 4.800 metros de altura, en el
camino de Chucuyo a Guallatire, a n o más de 3.500 metros,
en Putre.
El practicante me pregunta mi edad:
- 5 2 años.
Queda extrañado. Me intriga su extrañeza pero opto por
n o preguntar nada. Prefiero la ambigiiedad antes que la segura
especificación de que me encuentra demasiado viejo para mi
edad.
Me hace saber que la Comandancia h a ratificado el pro-
cedimiento de la patrulla militar.
Momentos después, me encuentro con el chofer del
vehículo que me llevaba a Guallatire y me expresa:
- Cuando estábamos qerca de Guallatire lo miramos con
mi compañero, estaba Ud. sin conocimiento; temimos lo
peor y, entonces pensamos "chitas la responsabilidad nuestra
si le pasa algo a este señor... y lo trajimos a Putre".
El practicante me expresa que puedo ir a tomar desayuno
a algún lugar. Que después me presente a Carabineros, donde
están consultando a la Comandancia sobre mi situación; si me
dejan en Putre o me llevan a mi lugar de relegación. Me da
algunos consejos para afrontar la altura.
Entro al baño, en un costado del dormitorio. Todo lim-
pio, ordenado. Me recuerdo de mis tiempos cuando hice el
servicio militar en la Escuela de Infantería de San Bernardo.
En el baño hay un espejo y me miro por primera vez después
de los ya largos tres días desde mi arresto. Me viene de inme-
diato a la mente una escena de la película "El Doctor Zhiva-
go". Ese rostro que está allí al frente lo he visto antes: isí, es
mi padre en los últimos años de su vida!.
La escena me deja impresionado. Afectado psíquica-
mente. Esa visión me seguirá por semanas, por meses, tal vez
para siempre. La crueldad se olvida e incluso, se perdona,
pero las cicatrices quedan.

Después salgo a caminar por el pueblo. Ya me siento me-


jor. Tengo una voluntad clara: no me dejaré destruir.
Me impresiona la belleza del pueblo centenario. Casas
con hermosas puertas talladas, algunas que son sólo su fron-
tis, pues su interior se encuentra destruido.
También observo maravillado las obras de regadío y los
terraplenes construidos por los incas en los cerros para hacer
sus plantaciones. Me cuentan que son obras construidas por
pueblos indígenas sometidos. Pienso: íqué impresionante es
la Historia: cuánta crueldad, cuánta belleza! !.
Me presento a Carabineros y me dicen que debo esperar
lo que se resuelva en Santiago.
Voy al telefono público y llamo a mi casa. Mi mujer n o
puede hablar pues está emocionada. Me contesta mi hijo
Andrés Eduardo. Le digo que estoy bien; que al parecer, me
dejarán definitivamente en Putre. El me dice que n o me preo-
cupe de nada; que escuchó la noticia de mi arresto por la
radio y que regresó inmediatamente a Santiago de sus vaca-
ciones; que se hará cargo de la oficina. iTiene 20 años!. Me
siento orgulloso de mi hijo.
Pienso en lo duro que ha sido la vida de nuestra juven-
tud, siempre silenciados, aplastados, vejados, golpeados,
viviendo en u n ambiente de cárceles, torturas, inseguridad.
iQué distinta fue nuestra juventud, cuando todos decíamos y
hacíamos l o que queríamos!. Por esta juventud deberemos
seguir luchando para entregarles una Patria diferente.
La comunicación telefónica me deja reconfortado. Em-
piezo a gozar, como nunca, de las pequeñas cosas de la vida:
como hablar con un ser querido.
Llego a la plaza de Putre. Todo me parece hermoso. El
paisaje me hace feliz.
Es entonces, cuando me siento en una piedra, al lado de
la Iglesia de Putre, y escribo la primera carta desde mi relega-
ción.
El siguiente es su texto, prescindiendo de lo que más
íntimo :
"Domingo, 15 de enero de 1978.
Querida Mónica e Hijos:
Aquí estoy cumpliendo mi "castigo"; nuestro castigo.
Nuestra parte tal vez de necesario sufrimiento en estos años
de dolor y desesperación.
Digo "nuestros" pues desde que la Policía Política dejó
caer sus garras sobre nosotros sólo he pensado en Uds. en el
sufrimiento de Uds., en las mil privaciones que Uds. han
sufrido -y ahora más que nunca- a raíz de mis actos, por
causa de mis ideas. Tal vez nunca había sabido que los quería
tanto.
¡Perdón por todo lo que los he hecho sufrir!. Por los
cientos de malos ratos que habrán pasado en estos días. Por
las privaciones de todo orden que serán el signo de los días
futuros. Por la desesperación de escuchar la mentira oiiciali-
zada -me imagino la televisión, los diarios- y la impotencia
de constatar que en nuestra Patria n o existe ninguna posibili-
dad para expresar la verdad.
Si, aquí estoy en Putre, lugar solitario en plena cordille-
ra que ya conocimos, y o personalmente y Uds. por referen-
cias, a raíz de la relegación de Belisario Velalco hace dos años
atrás.
Ahora les escribo sentado en una piedra al lado de una
Iglesia solitaria. La pequeña Iglesia, cerrada, hermosa, me
acompaña enormemente.
Mi destino final sería Guallatire, dos o tres horas más al
interior, a 4.600 metros de altura, rnuy cerca del límite con
Bolivia. Ayer en la noche trataron de dejarme en mi lugar de
destierro pero me apuné en tal forma que los soldados que me
transportaban se asustaron y gracias a un rasgo inicial de
humanidad me han bajado de urgencia a la Posta Militar de
Pu tre.
Aquí alojé anoche; estoy repuesto y me siento más acos-
tumbrado a la altura. No sé exactamente si me dejarán aquí o
si insistirán en llevarme a Guallatire u otro lugar en el Altipla-
no.
Me preocupa n o saber de la mayor parte de los otros
relegados y especialmente de Tomás Reyes, por su salud y
edad.
Vuelvo a mi caso.
Llevar a una persona de 52 años, n o acostumbrada a la
vida en el altiplano, a Guallatire, a casi 5.000 metros de altura,
constituye un evidente acto de crueldad que muy claramente
aprecian y condenan aquí los seres humanos sencillos, pero
que n o es extraño que sean capaces de decretar en sus
oficinas funcionarios deshumanizados y llenos de odio.
Estoy bien y sepan Uds. que estoy en condiciones de
afrontarlo todo.
En realidad no me quejo de nada, o, más bien dicho,
n o me extraña nada. Desde que en octubre o noviembre de
1973 denuncié, hasta la Corte Suprema, arrestos masivos de
campesinos en la zona de Paine que después nunca regresaron
a su hogar (el tiempo h a probado que seguramente los
asesinaron); desde que defendí con calor a muchachitos o
niñitas de apenas 16 años en San Antonio, vejados, humilla-
do, maltratados y sometidos a absurdos Consejos de Guerra;
desde que defendí a personas de ideas distintas a las nuestras
y n o acepté ningún tipo de tolerancia o silencio frente a la
tortura o vejamen de "cualquier ser humano"; desde que
escribimos a la OEA, junto a otros cuatro colegas, denuncian-
do la gravedad de lo que estábamos viendo en Chile; desde
que tomé la defensa de los comunistas desaparecidos a fines
de 1976; desde que las circunstancias me llevaron a asumir
estas y otras actitudes y obligaciones morales, intuía perfec-
tamente que también, en algún momento, debería llegar m i
turno, nuestro turno. ¡Ha llegado!.
Perdónenme que les recuerde estas cosas. Pero dado que
hemos sido arrestados como vulgares delincuentes quiero que
mis hijos sepan (especialmente Verónica que está tan chica)
que su padre n o ha hecho nada de que pueda avergonzarse.
¡Son tiempos tan terribles para la verdad!.
Vuelvo a preguntarme i d e qué puedo quejanne y o por-
que me envíen relegado a Guallatire, cuando antes he visto
las huellas del verdugo en la carne de tantos hermanos?,
icuándo he sabido de torturas indecibles, corrientes eléctri-
cas aplicada en las partes más sensibles del cuerpo, huesos
fracturados y cuerpos despedazados física y anímicamente?,
icuándo he conocido de cerca el problenia de las personas
"desaparecidas" y he sabido del tremendo dolor de las fami-
lias de ellos, dolor muchas veces mayor que la muerte mis-
ma?". No, de nada puedo quejarme como algo personal. Y tal
vez si n o fuera por Uds., recibiría todo esto con la humilde
satisfacción de estar aportando una pequeña cuota en el
necesario dolor que despertará y sumará nuevas conciencias.
Hay algo que me duele y escandaliza. Es ver que frente
al tremendo padecimiento de muchas personas -cercanas a
nosotros, pero de distintas ideas a las nuestras- a veces ese
padecimiento aparece ante millares de seres "humanos" como
u n dolor tan extraño y distante como el que puduieran sufrir
u n habitante del Congo. No, pareciera que el dolor tiene que
llegar también a nosotros mismos, a los profesionales, a los n o
marxistas para que todos entiendan que cualquier ser humano
vejado en su dignidad es nuestro hermano. Y que frente a su
sufrimiento n o es posible callar. Y tampoco es posible dejar
de ser solidario en su dolor.
Sé que mis compañeros de relegación -hoy dispersados
en el Altiplano- no se dejaron abatir. Si Dios nos ayuda, algo
meditaremos -y tal vez podamos escribir- sobre estos tiem-
pos marcados por el sufrimiento, sobre el ayer, y, más.que
nada, sobre el mañana. Nuestra gran tarea es rescatar el Chile
de Bernardo O'Higgins y de los hermanos Carrera, el de nues-
tra Historia. Un pequeño grupo de grandes intereses, con
complicidades inexplicables, está consiguiendo que nos sin-
tamos casi extraños en nuestro Chile. Es la peor tragedia para
u n pueblo. Sí, a veces siento, casi con lágrimas, que nos están
robando la Patria. La que fue una comunidad de amigos, de
hermanos, quieren transformarla en u n gran campo de batalla
en que unos somos enemigos de los otros y debemos odiamos
entre sí. Y en que los que tienen el poder se sienten autoriza-
dos para injuriar, mentir, exiliar, relegar o asesinar. Tal vez el
sufrimiento de estos años sirva para que nos reencontremos
con el Chile que fue, superando los muchos errores cometidos
en el pasado, que, en todo caso, siempre fueron insignifican-
tes frente a los crímenes horrorosos que son el signo de estos
tiempos.
En estas horas vividas he añorado, más que nunca, ese
Chile en el que n o existía temor, en el que todos podíamos
expresarnos libremente, en el que n o era delito pensar. Ese
Chile en que un grupo de amigos podíamos juntarnos tranqui-
lamente a convivir, a hacer amistad y a aonversar sobre cuai-
quier cosa; sobre el dolor del pueblo, sobre el sufrimiento,
sobre nuestras ideologías... y más que nada, sobre la esperan-
za. iNos quieren arrebatar hasta el derecho de soñar!.
Me he acordado insistentemente de Uds. Otra vez, infini-
tas gracias y perdón. nada de lo poco que pueda haber hecho
en mi vida, especialmente para defender la dignidad de tantos
seres humanos ultrajados, lo habría podido hacer sin Uds.; sin
ese apoyo que siempre me han dado, cada uno de acuerdo
con su forma de ser.
Sé perfectamente que ellos -la Dictadura- pueden dis-
poner en cualquier momento que continúe mi viaje rumbo a
Guallatire. Pero me siento anímicamente bien. Pueden trasla-
darme donde quieran, pero eso pasará y, con el tiempo, sólo
será un episodio sin importancia. Lo cierto es, y así lo veo
hoy más nítidamente que nunca, que en la Historia larga, los
crueles, los mediocres, los grandes intereses, los torturadores,
los fanáticos, n o prevalecerán. Y si nuestro dolor de hoy
contribuye en algo a ello, doy gracias a Dios".
A las cuatro de la tarde me presento nuevamente en el
Retén de Carabineros de Putre. Me dan una buena noticia, mi
hermano Patricio se encuentra en Arica y y a estaría subiendo
al Altiplano para visitar a todos los relegados. Me informan
que salió de Arica rumbo a Putre. Me emociona la posibilidad
de ver a alguien de mi familia.
En el Retén converso amistosamente con algunos carabi-
neros. Uno de ellos me expresa que haleído un libro muy inte-
resante que sirve para comprender la forma como los marxis-
tas se infiltran e imponen en nuestras sociedades.
Le pregunto por el nombre del libro.
- "Frei, el Kerensky Chileno".
En sus palabras n o existe animosidad en mi contra y ten-
go casi la certeza que n o me hace este comentario para moles-
tarme. En definitiva, la culpa n o es de él, por lo que me dice;
la responsabilidad es de sus jefes que han desconocido que
existe una sola razón por la cual u n Estado entrega armas a
los uniformados: defender la Patria en su conjunto y n o servir
al gobernante de turno. Menos aún, aprovechar la obediencia
jerárquica para imponer concepciones ideológicas fanatizadas
y casi oligofrénicas.
Aproximadamente a las 17: 30 horas me comunican ofi-
cialmente que en u n momento más me volverán a subir a
Guallatire. Me informan que son órdenes precisas del Ministe-
rio del Interior. No existe nadie a quien pueda reclamar.
A los pocos minutos tomo conocimiento que ya está
listo el vehículo de Carabineros en que me transportarán a mi
lugar de relegación. Es un jeep chico que va cargado de
mercaderías.
* Pido que me esperen algún tiempo prudencial para
alcanzar a ver a mi hermano. Me expresan que es imposible.
Un teniente maneja el jeep. A su lado va u n carabinero
joven. En la cabina parece no haber y a espacio para nada,
pero me acomodan a mi entre los bultos.
El jeep sube con dificultad la gran cuesta que comunica
Putre con el camino que va al interior de la cordillera. Entre
los bultos, n o soy sino una cosa más y me balanceo y afirmo
entre chuicos, tarros, paquetes de todo tipo y sacos con papas
y choclos. La polvadera n o me deja ver nada.
Medito sobre la realidad que constato: a los presos polí-
ticos los tratan como "cosas" y no como a "seres humanos".
Tengo claro ya que no soy titular de ningún derecho y que n o
puedo reclamar a nadie, pues siempre se invocan "'órdenes
superiores!'. La sensación de que me quieren convertir en
"cosa" se acentúa a medida que pasa el tiempo. Efectivamen-
te, como "cosas" nos tomaron presos en u n departamento en
Santiago; nos tiraron arriba de u n vehículo y nos trasladaron
después a un lugar de detención; nos volvierona subir a un
furgón policial, de amanecida, sin rumbo conocido; nos obli-
garon a subir a un avión; nos bajaron de ese avión en Arica,
nos subieron a una camioneta y nos llevaron hacia lugares
ignorados en el Altiplano. Como "cosa" también me bajaron
desde cerca de Guallatire y me dejaron en una cama en la Pos-
ta de Putre. Ahora como "cosa" me llevan nuevamente a
Cuallatire entre cebollas, chuicos, botellas, tiestos viejos,
sacos y otras vituallas que se agitan acompasadamente conmi-
go.
Resulta impactante: me tratan como "cosa". Me quieren
coilvertir en "cosa".
Hay algo, sin embargo, que me da luz y esperanza. Sien-
to que mientras más me humillan y me vejan, más me siento
persona, ser humano, hijo de Dios. Más afioran las fuerzas
espirituales y morales. Y me siento más solidario con todas
las víctimas de la opresión.
Siento que esa debe ser la vivencia de los presos de con-
ciencia en cualquier parte del mundo: mientras más los humi-
llan físicamente, más los dignifican espiritualmente. En defi-
nitiva, para las dictaduras, esa es su gran derrota. Y para las
víctimas de la tiranía, esa es su mayor victoria. iAunque tar-
de en llegar!.
"ENEMIGOS POR ORDEN SUPERIOR"

(Guallatire, lunes 16 d e enero de 1978)

':..La liberación del mañana deberá ser


no sólo para dar dignidad a los
"vencidos" (usando conceptos del
Gobierno) sino también para liberar
a los 'tencedores" de la tremenda
tragedia de ser enemigos y muchas
veces verdugos de sus propios
hermanos.. . ".
Aproximadamente a las nueve de la noche el jeep de
carabineros llega a Chucuyo. Estoy nuevamente de paso en ese
lugar, superado ya mi apunamiento de la noche anterior,
rumbo a mi lugar de relegación.
El vehículo permanece unas dos horas frente al Retén.
Entiendo que el teniente y el carabinero estaián descansando
y comiend'o, antes de iniciar el viaje a Guailatire.
Yo permanezco acurrucado en el jeep, semi envuelto en
un chal, para defenderme del frío que se hace intenso.
En Chucuyo me impongo que también viajará conmigo,
relegado a Guallatire, el dirigente de la JDC Juan Claudio
Reyes. Saber que no estaré solo me da nuevos ánimos.
Por Juan Claudio me impongo que el grupo de detenidos
que n o fue transportado con nosotros a Arica el día sábado
14, permaneció todo ese día arrestado e incomunicado en
Investigaciones. Este hecho fue negado n o solo a los familia-
res sino también a la Corte de ~ p e l a c i o n e s .No
~ me extraña

6.- En el proceso por Recursos de Amparo, a favor nuestro, Investigaciones infor-


mó telefónicamente, en dos opor'unidades, a la Corte de Apelaciones que
todos los arrestados habían sido trasladados a Arica el sábado 14 de enero al
amanecer. Estos informes falsos fueron proporcionados a las 10 A.M. y a las
10:20 A.M. del mismo día sábado 14, evitando así que funcionara adecuada-
mente el "habeas corpus", que consiste, precisamente, en que la Corte pueda
exigir la presencia del "cuerpo" de los arrestados. (Expediente Roles 16-78,
17-78 y 23-78).
esto último; durante todos estos años los Servicios de Policía
y el Gobierno han hecho lo que han querido y los Tribunales
han permitido que ésto sea así.
Alrededor de las once de la noche el jeep de carabineros
reinicia su viaje a Cuallatire, que como lo he dicho está ubica-
do al Sur-Oriente de Chucuyo, aproximadamente a 4.600
metros de altura, casi en la frontera con Bolivia. Ya h a habido
algunas nevazones en el sector que anuncian el "invierno alti-
plánico", por lo cual las huellas en la cordillera desaparecen
casi absolutamente. En esta forma, el vehículo se pierde en
varias oportunidades, debiendo una vez, incluso, regresar a
Chucuyo para que el chofer reciba orientaciones complemen-
tarias.
Juan Claudio Reyes sigue vestido sólo con lo que llevaba
puesto al momento de ser arrestado. Por lo mismo, sufre bas-
tante con el frío que cada vez se hace más intenso. En todo
caso, dada su juventud, le es más fácil defenderse del apuna-
miento.
Subiendo nuevamente a mi lugar de relegación, el paisaje
se me hace ahora extrañamente ajeno; n o sólo por la obscuri-
dad. Mi única preocupación, casi obsesiva, es n o volver a per-
der el conocimiento y no repetir el cuadro de apunamiento
vivido el día anterior.
Siento que existe como una expresión de crueldad, casi
de tortura, en el rigor climático a que estamos siendo someti-
dos, tanto por el frío como, especialmente, por la falta de
oxígeno para respirar adecuadamente. Para defenderme de
esta realidad respiro en forma profunda y planificada, evitan-
do cualquier esfuerzo mayor, pero procurando que un míni-
mo de oxigenación llegue a mi cerebro. Percibo que todo ello
constituye una actitud casi instintiva, que me fuerza a una
coordinación perfecta entre mi mente y mis pulmones como
base para mantener una conciencia digna de mis actos.
Actuando así, me siento luchando. Y, por lo mismo, n o me
encuentro abatido sino preparhndome psíquicamente para l o
que vendrá.
Llegamos a Guallatire como a la una de la mañana. Hace
'un frío muy intenso. Un sargento y un carabinero salen a
recibirnos.
Nos imponemos en ese momento que en Guallatire n o
existe ninguna casa donde podamos alojar; y que, tampoco,
lo podemos hacer en el retén. Nuestra única posibilidad para
pernoctar es el "local social" del pueblo: un galpón todo ro-
deado de ventanales donde no existe ni una cama, ni un catre,
ni u n colchón, ni siquiera un modesto mueble: En síntesis,
nuestro destino es dormir botados en el suelo.
Los carabineros nos prestan una frazada a cada uno. Y
nos dicen que, al día siguiente, tratarán de conseguirnos una
piel de alpaca para colocarla en el piso.
Nos acostamos en el suelo y pronto Juan Claudio, que
viene muy cansado, se queda profundamente dormido.
A mí, sin embargo, no me es posible dormir, tanto por
la incomodidad, como por la rabia y el frío. Por ello, después
de cortos momentos acurrucado en el suelo, en posición fetal,
me paseo como perro rabioso por la pieza.
Me pregunto indignado: Iqué razóri moral, qué justifica-
ción puede existir para que a doce personas de trabajo, ningu-
no de los cuales es delincuente, se les prive del contacto con
los suyos y se les lleve a plena cordillera, con temperaturas de
varios grados bajo cero, sin ropas adecuadas, y se les arroje al
suelo como perros en una pieza inhóspita, sin u n mísero col-
chón y apenas con una frazada?. Todo ello sin ningún proce-
dimiento judicial y sin posibilidad alguna de defensa.
A intervalos logro conciliar el sueño durante algunos mi-
nutos, pero pronto despierto congelado. Entonces vuelvo a
pasearme. Por otra parte, el aire se me hace siempre insufi-
ciente para respirar adecuadamente.
Siento indignación, impotencia, desesperación ... Iodio?
En estas circunstancias enciendo una vela y me pongo a
escribir. Necesito hacerlo incluso para tranquilizarme. Es en
ese momento que redacto u n "recurso de amparo" adaptado
a las circunstancias que estoy viviendo. Su texto es el si-
guiente:
"Traslado arbitrariamente y relegado a Gudatire, lugar
inhóspito y desolado, a más de 4.000 metros de altura, casi
en el límite con Bolivia, en pleno "invierno boliviano", recu-
rro de amparo ante US. I., solicitando que se disponga de mi
inmediata libertad".
"No he cometido delito alguno y sólo he procurado ser
fiel a los principios elementales de Derecho que mis profeso-
res me enseñaron en la Universidad, y que, desgraciadamente,
hoy muchos han olvidado.
No somos delincuentes los que conversábamos en una
oficina privada sobre problemas particulares y generales de
los trabajadores. Los que s í atentaron en contra de nuestras
tradiciones libertarias son, precisamente, los que nos arresta-
ron arbitrariamente.
No es escándalo, ni menos delito, que un grupo de per-
sonas, varios de ellos profesionales, nos juntemos para conver-
sar sobre los problemas dramáticos de miles de trabajadores.
El único escándalo es que en Chile se considere delito pensar
y que, ni siquiera en la intimidad, se pueda conversar libre de
los tentáculos de la Policía Política.
El "estado de sitio" n o es razón jurídica ni moral para
que los Tribunales hagan abandono de su obligación de velar
por el imperio real de la libertad de los ciudadanos.
.No hemos sido arrestados porque hayamos sido sorpfen-
didos en "reunión". Todos los días los empresarios y grupos
que defiendan sus intereses se reúnen. Y ellos n o son arres-
tados.
Los relegados somos todos personas vinculadas a la
defensa de los derechos humanós y derechos de los trabajado-
res. Por eso hemos sido arrestados arbitrariamente, aprove-
chando las iriformaciones de la policía política -"DINA9'-
que por su siniestro control de teléfonos y de todas nuestras
vidas sabía que ese día nos juntaríamos un pequeño grupo de
personas.
Reivindico ante el Poder Judicial mi derecho a pensar, a
ejercer mi profesión de abogado y a vivir en mi hogar junto a
mi esposa e hijos y no en un lugar inhóspito y solitario que
recuerda la Siberia de los peores tiempos de Stalin.
Hago extensivo este recurso a todas las personas arresta-
das junto conmigo y, posteriormente, relegadas.
Constituye obligación de los Tribunales asumir plena-
mente sus potestades de Poder ~ u b l i c oy defender y rescatar
lo permanente y esencial en materia de Derechos Humanos
según la tradición jurídica y moral de Chile".
Así, paseándome y escribiendo, llega el amanecer.

En las primeras horas de la mañana nos presentamos con


J u a n Claudio ante Carabineros para plantearles nuestra pro-
testa. Les explicamos que no estanos en un lugar de relega-
ción (que debe ser una "ciudad"), sino en una verdadera cár-
cel, sin comodidades mínimas, lejos de nuestros familiares,
sometidos a los rigores de un clima que n o nos es posible
resistir, tanto por el frío como por la falta de oxígeno. Les
hacemos ver que estamos siendo tratados, en los hechos,
mucho peor que delincuentes comunes en circunstancias que
somos perseguidos exclusivamente por nuestras "ideas".
Los carabineros no tienen respuesta para nuestras que-
jas. En. su fuero íntimo saben perfectamente que tenemos la
razón. Ninguno de ellos ha llcgado hasta esa altura sin un pro-
ceso previo de aclimatación. Ellos conocen perfectamente los
rigores del altiplano, sobre todo a esos niveles y en esta
época.
Pero la respuesta es siempre la misma:
- iNosotros sólo cumplimos órdenes!.
Al escuchar a los carabineros amparados sólo en una
"orden superior", ausente de justificación moral, no podemos
dejar de pensar en que la peor de la tragedia de las tiranías es
que son fuente de infelicidad para todos. Trato, al efecto, de
ponerme en la conciencia de mis carceleros y percibo que en
sus disculpas existe una revelación más de lo que constituye
un drama muy hondo para millares de uniformados:
Sí, esos uniformados recibieron sus armas para defender
la Patria. Y han debido emplearlas, reiteradamente, contra
modestos ciudadanos;
En sus Escuelas de instrucción se formaron en la idea de
que el "honor" es una de las más grandes virtudes; sin embar-
go, en cumplimiento de la llamada "obediencia jerárquica"
muchos se deshonraron, reiteradamente, dando ejecución a
órdenes crueles e inhumanas;
, Se les instó desde jóvenes a una vida heroica que supon-
dría incluso luchar contra fuerzas superiores. Pero la dictadu-
ra los incorporó reiteradamente al trabajo sucio de interrogar
y vejar a seres rendidos e indefensos.
Por todo esto, si bien ellos fueron siempre para el pue-
blo "valientes soldados", cuando la tiranía quiso que ese mis-
mo pueblo cantara tal valentía, las voces permanecieron dra-
máticamente en silencio.
Por ello, la liberación del mañana deberá ser no solo
para dar dignidad a los "vencidos" (usando conceptos del go-
bierno), sino también para liberar a los "vencedores" de la
tremenda tragedia de ser enemigos y muchas veces verdugos
de sus propios hermanos.
"GUALLATIRE"

(Guallatire, jueves 1 9 de enero de 1978)

"...No existen instituciones, grupos o partidos


de hombres malos. La bondad es una de las
características del hombre. Lo que existe
son concepciones ideológicas equivocadas y
personas que, en determinadas circunstancias,
actúan perversamente. Derrotar a las
falsas ideologías en el terreno de las
ideas, y separar y sancionar al hombre
que delinque independientemente del g p p o
a que pertenece, constituyen imperativos
de racionalidad y justicia ineludibles.. . "
Estamos hace ya tres días en nuestro lugar de relegación
y todos los rincones de este villorrio tienden a hacerse fami-
liares.
Guallatire es un hermoso pueblo altiplánico situado a u n
costado del volcán del mismo nombre, uno de los más altos
de la Cordillera de Los Andes.
Este volcán es una inmensa masa blanca hasta su misma
base, siempre vivo y humeante.
Por una orilla del pueblo corre el río Guallatire, de aguas
puras y heladas que sólo minutos antes del descenso fueron
nieve.
La Villa tiene cuarenta y siete casas, todas blancas y
relativamente pequeñas, construidas sin orden aparente.
Lo más sorprendente de Guallatire es que es u n pueblo
donde existen casas, pero no moradores. No más de dos o tres
construcciones se encuentran habitadas o semi-habitadas. Las
otras están selladas con gruesos candados.
Curiosamente, el paisaje es de un verde intenso, pero l o
que cubre el suelo no es el tipo de hierbas o plantas que cono-
cemos más al Sur o en el sector de la costa, sino que ésta es
una especie de pasto rígido y duro, casi como plástico, con
que se alimentan los únicos animales que existen en la zona:
las alpacas y las llamas. En Guallatire no hay caballos, ni
cabras, ni ave-jas, ni vacunos. Tampoco se ven plantaciones.
Me informan que con la altura nada se produce y que la vida
es intolerable para los animales que n o sean "camélidos".
En cualquier lugar del pueblo, el paisaje es fiaravilloso.
Además, el aire es extraordinariamente puro. El cielo es lim-
pio y de un azul intenso. La permanente fumarola del volcán
traza una inmensa línea recta hacia lo alto comunicando la
extrema pequeñez del hombre con el infinito. Con Dios.
Volviendo la mirada hacia las casas herméticas y ausen-
tes, n o resisto la tentación de- penetrar el misterio de sus
murallas centenarias para encontrarme con el rostro de viejos
aymarás que hablan, con calma ancestral, sobre las grandezas
y dolores de su pueblo.
Para nosotros, Guallatire es una pequeña cárcel, cuyos
muros n o son de piedra ni cemento, sino que están rigurosa-
mente demarcados por una orden policial y , más que ello, por
la dramática realidad de que, a los pocos metros de caminar,
los pies se hacen lentos y torpes y el corazón se agita peligro-
samente.
Lo más bello del pueblo es, sin duda alguna, su iglesia,
cuya estructura muestra los rasgos inconfundibles de los tem-
plos altiplánicos; mezcla, seguramente, de dos culturas: la
hispánica que, además de la fe, aportó l o básico en la arqui-
tectura, y la de los pueblos aymarás que entregan el sello in-
confundible de su arte incipiente.
Quien observe estos pueblos andinos n o podrá dejar de
pensar en el alto grado de adelanto en que ellos se encontra-
ban cuando llegaron los conquistadores españoles, y no sería
aventurado pensar que si las potencias europeas se hubieren
atrasado tan sólo un siglo en llegar a América -lo que en la
Historia humana no es casi nada- de seguro se habrían en-
frentado a civilizaciones que por su desarrollo ya n o podrían
ser aplastadas o dominadas.
Caminando más al Sur, los españoles pudieron imponer
claramente su fuerza y su cultura, de lo cual es un simple in-
dicio la circunstancia que todas las ciudades que fundaron
llevan nombres de sus santos, sus reyes, sus instituciones o
soldados, como son, por ejemplo, San Felipe, Vicuña, San
Vicente, San Antonio, e incluso, la capital del nuevo reino,
Santiago. Acá, en el altiplano, en cambio, todo es diferente, y
fue el pueblo aymará el que desde los tiempos más remotos,
impuso el chasquido de su lenguaje en los nombres de todo
este vasto territorio: Chapiquiña, Guallatire, Chungará, Chu-
cuyo, Parinacota, Churiguay, Caquena, Chahalpaca, Socoro-
ma, etc., etc., de tal manera que los españoles n o pudieron
bautizar ningún pueblo con el nombre de sus reyes o solda-
dos.
Los Aymarás tienen una impresionante dignidad de pue-
blo autónomo. Pareciera que desean mantenerse alejados y
extraños del resto de los habitantes de la zona. Sus fiestas
religiosas son una expresión de su cultura centenaria en la que
pareciera que nada, salvo la adoración a la Virgen, los uniera
al resto de la población.

Después de tres días en Guallatire la vida tiende a nor-


malizarse, Juan Claudio hace sus pequeñas caminatas y pare-
ce, al menos por ahora, no verse muy afectado por síntomas
de apunamiento. Yo, en cambio, debo caminar muy lenta-
mente, descansando y sentándome cada ciertos trechos. Tengo
conciencia que influye en esta situación n o sólo la altura del
lugar, sino, además, las múltiples enfermedades pulmonares
que me afectaron especialmente en mi juventud, entre ellas,
dos pleuresias, varias neumonías y una afección tuberculosa
que, indudablemente, disminuyeron mi capacidad torácica y
me dejaron secuelas que, si bien n o me han impedido llevar
una vida normal, es un hecho innegable que me afectan a
estas alturas y en este clima.
Todas las mañanas nos levantamos relativamente tem-
prano y partimos a tomar el desayiino eri casa de una familia
aymará, la que tiene tres hijos pequeños y me parece es el
único grupo familiar completo que vive en el pueblo. La casa
de esta familia es una morada muy pequeña y pobre, prácti-
camente una choza de un solo ambiente donde está la cocina,
el comedor y las camas.
Nuestro desayuno consiste en una taza de café con leche
y un sandwich de carne de alpaco, preparado en un pan que
la dueña de casa amasa personalmente.
Después del desayuno nos dirijimos a lavarnos en la
única llave de agua potable que existe en el pueblo. La posi-
ble utilización de esta llave comienza generalmente bastante
tarde, cuando se produce el descongelamiento del agua. Debe-
mos señalar que las temperaturas en la mañana son siempre
de varios grados bajo cero.
La familia aymará nos prepara el almuerzo consisten^^
siempre en carne de alpaco con papas. Aclaremos que la carne
de alpaco no es mala, aunque sí algo dura y fibrosa.
En la noche se repite el mismo menú, pero a esta hora
procuramos que las papas superen al alpaco, siempre previ-
niendo el apunamiento.
Los dueños de casa son de pocas palabras, nos contestan
con monosílabos y siempre tienen la radio sintonizada en una
emisora boliviana en que el locutor habla en aymará. El
pueblo de "Guallatire" está tan cerca del límite con Bolivia
como para que la dueña de casa vaya una o dos veces por
semana, a pie, a hacer sus compras al otro lado de la frontera.
Supongo que ella también irá a vender parte de Ia producciGn
familiar de carne de alpaco que constituye el único o princi-
pal sustento familiar.
En nuestro segundo día de estadía en "Guallatire" tu-
vimos la alegría de recibir la visita de mi hermano Patricio y
Aylwin viajó a conocer
Patricio Aylwin Az6car, ex presidente d e la disuelta
Democracia Cristiana y ex presidente del Senado, regres6
ayer de la zona norte hasta donde liabia viajado para conocer
la situaci6n de los 12 ex dirigentes de su partido que fueron
trasladados a la 1 Regi6n por haber sido sorprendidos par-
ticipando en una reunión presuntivamente de carácter
político.
Según Aylwin, su viaje -que hizo acompaibdo de s u hijo
Miguel y del hermano de Belisario Velasco, Isrnael- tuvo un
objetivo triple: "Respaldar moralmente a mis amigos,
ayudarlos con efectos personales (ropas y alimentos) e
imponernos personalmente de sus condiciones de vida".
Como resultado, dijo que podo observar "las deplorables
condiciones sanitarias, climáticas, de habitación, de abas-
tecimiento y de comunicaci6n en que se encuentran esos
lugares ubicados a varios miles de metros de altura".
Agregó que la mayoría de los relegados debe ir a firmar
diariamente a retenes que están ubicados a muchos kil6me
tros de los nigares donde deben vivir. A modo de ejemplo,
Ayiwin señaló el caso de Parinacota (4.500 metros de altura),
donde está Belisario Velasco, quien debe caminar 17 kilóme-
tros de ida y otros 17 de regreso para ir a firmar al reten de
Chucullo (que está ubicado a unos 5 kilómetros de esa locali-
dad, donde permanecen Hernán Mery, Ellas Sánchez y Enri-
que Hernández.
Guillerrno Yungue y Samuel Astorga, ubicados ambos en
Chapiquiña, deben ir a firmar a un reten ubicado a 5 kil6me-
tros.
En cuanto a la salud de los relegados, Aylwin manifest6 que
Tomás Reyes está delicado, al punto que solicitó en Arica se
gestione la autorización para que lo pueda visitar un médico.
Andrh Aylwin sufre una enfermedad bronquial, y en caso de
enfermarse puede ocurrir un desenlace fatal, ya que tiende a
la asfixia y no tiene posibilidad de urgente atención médica.
Enrique Hernández está afectado por la puna, llevando tres
dias botado, con vómitos, sin poder comer. h s demás están
bien. PATRICIO AYLWIN
Pese a todo, la moral de los relegados es buena, señaló luego de su viaje al norte.
Aylwin. Volvió preocupado por la
salud de algunos de sus
amigos.

(de Di;irio "La Tercera", 19 enero 1978)


mi sobrino Miguel que venían de recorrer al resto de los rele-
gados, quienes sólo pudieron llegar después de múltiples trá-
mites y vejaciones. Fue muy emocionante verlos en estas
circunstancias y constituyó esta visita u n importante apoyo
moral. Desgraciadamente, su estadía en "Guallatire" fue ne-
cesariamente corta pues necesitaban regresar con algo de luz
natural para no perderse en el laberinto que es el altiplano.7
Al partir ellos, tuvimos la triste evidencia de que sería tal vez
la única visita que recibiríamos, dada la distancia y altura en
que nos encontrabamos y la casi imposibilidad de llegar hasta
allí sin un vehículo adecuado y un chofer conocedor de la
zona, además del alto costo del viaje. Por ello, mientras el
automóvil se alejaba teníamos la sensación de estar rompien-
do, no sabíamos por cuanto tiempo, con todo nuestro mundo
de familiares y amigos.'
Mi hermano y sobrino -que portaban la representación
formal de la Democracia Cristiana- nos trajeron ropa adecua-
da para el clima, frazadas, comida, libros, radio, ec., y lo que
fue muy importante para nosotros, cartas de nuestras respec-.
tivas familias y d e muchos amigos. Los mensajes de mi mujer
e hijos, llenos de cariño y comprensión, me llenaron de
alegría y constituyeron un apoy; moral inapreciable.
Ya en la noche, a media luz, gocé enormemente leyen-
do, una y otra vez, los mensajes de familiares, amigos y cama-
radas. Sentí entonces, más claramente, la ininensidad del
amor por la mujer y lo hijos, como también por tantos fami-

7.- Difícilmente mi familia, tan acorralada y vejada en aquellos días por la dicta-
dura, podía imaginar que once años después mi hermano Patricio sería candi-
dato a la Presidencia de la República con el apoyo de amplias.mayorías nacio-
nales.

8.- Nuestra relegación tenía el carácter de "indefinida". Posteriormente, se dictó


un decreto ley que limitaba la relegación a un m k i m o de tres meses.
liares y amigos, cariño que a veces n o sabemos apreciarlo o
expresarlo en la vida cotidiana, pero que adquiere su verdade-
ra dimensión en los momentos de dolor y soledad.
Por todas estas cartas e informaciones, supimos que no
estabamos solos y que una impresionante expresión de solida-
ridad brotaba de los más diversos sectores y personas. Me
emocion6 hondamente, por ejemplo, saber que el mismo día
de mi arresto habían llegado a visitar a mi mujer, con u n her-
moso ramo de flores, la directiva de la Agrupación de Fami-
liares de Detenidos Desaparecidos. Igualmente, me fue difícil
evitar que corrieran algunas lágrimas al leer la carta de mi hijo
Pedro donde me expresaba sencillamente: "Esto servirá para
estar mucho más unidos entre nosotros y querernos más y
estoy totalmente de acuerdo con lo que hizo así que no se
preocupe por nosotros, pues hemos recibido mucha fraterni-
dad de todos".
En la noche, tendido como siempre en el lecho de los
pobres, pues nunca logré conseguirme un colchón, saboreo
largamente cada gesto de cariño. Entiendo, más claramente,
que cualquier sacrificio o dolor n o ha sido en vano. Y, lo que
es más importante, aprecio la insignificancia de la crueldad
ante la grandeza de la solidaridad. Siento también, que ese
odio que empieza a rondar por mi alma comienza a morir,
poco a poco, mientras resurge nítido e imponente el Mensaje
de Cristo como única respuesta para el sufrimiento humano.
Entre las lecturas que me han llegado, encuentro un re-
corte del Diario "La Tercera" del día 1 5 de enero, tres días
antes de decretarse prohibición absoluta de informar sobre
nuestro caso. Leo en el expresado diario "gobiernista" una
crónica, despachada desde Arica, donde textualmente dice:
"Temperaturas de "O" grados recibieron a sancionados-Arica
(por Juan Carlos Poli). En un avión de Carabineros arribaron
a las 13:OO horas de ayer sábado al aeropuerto de Chacayuta
los doce relegados que el pasado viernes fueron detenidos en
la capital por efectivos de Seguridad, luego de ser soiprendi-
dos supuestamente quebrando el receso político. De acuerdo
a las informaciones logradas aquí, los doce detenidos fueron
trasladados en vehículos militares a diversas localidades del
interior, sin pasar por la ciudad de Arica. La llegada a sus
puntos de destino se verificó en las Últimas horas de anoche
cuando ya la temperatura se acercaba a los cero grados. Los
detenidos estarán bajo estricto control de carabineros. Cabe
señalar que las localidades elegidas para la relegación de los
ex dirigentes políticos se encuentran todas sobre los 3.600
metros y en esta época las temperaturas allí bajan de cero
grados por la noche. El ambiente es totalmente inhóspito
para una persona ajena a la región y las condiciones climáticas
en este m,omento son las más duras que se pueda esperar por
culpa del llamado invierno altiplánico que ya está creando
numerosas dificultades en caminos y comunicaciones. Para
los ariqueños la llegada del grupo de relegados pasó inadver-
tida aquí merced a la rapidez y el silencio con que se realizóla
operación y al ambiente de fiesta que había este día en la
ciudad cuando el corso de candidatas a reinas de las playas de
Chile desfilaba por la ciudad. Esta región del país ya recibió
antes a relegados políticos. El primero de ellos fue Belisario
Velasco, ex gerente
- de la desaparecida Radio Balmaceda,
quien pasó varios meses en Putre. También estuvieron relega-
dos acá varios dirigentes sindicales. Uno de estos dirigentes
(Juan Manuel Sepúlveda), vuelve a la zona".
En otro recorte, publicado por "El Mercurio", se hace
alusión a "I)ocumentación Política Incautada", donde se
señala que "efectivos de seguridad convocaron a los periodis-
tas para mostrarles documentación de carácter político incau-
tada durante el allanamiento efectuado el viernes pasado al
departamento 1 311 de calle Huérfanos 1373". Entre estos
peligrosos documentos se hace referencia a "dos hojas con el
título de "Creación de archivo con sistema de Kardex para
información rápida", y a "una copia de un manuscrito titula-
do "Confieso que he sufrido" de Néstor Arias Pantoja. Cons-
ta de tres hojas tamaÍio oficio". Otro de los documentos
incautados lleva por título "Algunos antecedentes respecto a
las bolsas de cesantes" y en parte de él se lee: "las bolsas
agrupan a un total de 1.040 personas en siete zonas en que
integran 55 bolsas de cesantes". A esto hay que agregar una
fotocopia de u n documento manuscrito de "cuatro hojas"
titulado "Proyecto de Investigación. Los trabajadores y el
gobierno militar en Chile". En la parte más comprometedora
se exprea "el presente proyecto tiene como principal objetivo
ei desarrollar una investigación exhaustiva acerca de la situa-
ción en que se encuentra el movimiento de trabajadores en el
país, pasados cuatro años de la instauración del gobierno mili-
tar". Según 10s informantes de la C.N.I., este material es apro-
vechable para denunciar el patrocinio prestado por la D.C. a
obras que estarían obviamente destinadas a desprestigiar a
Chile en el exterior". Se pretende ligar toda esta documenta-
ción con "un paro nacional progresivo" que estaría preparan-
do la disidencia.
Los diarios traen titulares sensacionalistas, en primera
página, con sendas fotocopias del operativo de la C.N.I. para
de tenernos.
Tomamos conciencia de la campaña publicitaria que
se ha desatado en contra de nosotros y nos hacemos cargo de
l o doloroso que habrá sido todo esto para nuestras familias.
Frente a toda esta publicidad injuriosa, sólo se hacía
mención, en defensa directa nuestra, a una "Protesta por el
tratamiento de una noticia", del ex Subsecretario General de
gobierno del Presidente Eduardo Frei, Raíil Troncoso Casti-
110, donde manifiesta su indignación por el tratamiento perio-
dístico que se da a nuestra relegacibn. Expresa, en parte:
"nada se dice de ocho relegados que se encuentran en los
lugares más inhóspitos y en condiciones inhumanas, algunos
en delicadas condiciones de salud. Con respecto a otros
cuatro se pretende presentarlos como veraneantes que están
disfrutando de los mayores agrados". Señala que "en esta for-
ma se ha agregado la ofensa y la injuria a los rigores propios
de la pena".
***

Al día siguiente hemos recibido otra extraña visita. Se


trata de un médico del Ejército que ha venido a conocer nues-
tras condiciones de salud.
Curiosamente este médico viene armado con una metra-
lleta que jamás abandona. Cuando conversa con nosotros
mantiene dicha arma entre sus piernas.
Es un hombre joven, alto, de buena figura. Se obsesiona
hablando de política, especialmente sobre el "marxismo" y la
forma de influir sobre las personas "ingenuas". Juan Claudio
se entusiasma discutiendo con él y obtiene claras ventajas en
este extraño e inútil "foro altiplánico".
El expresado médico no nos practica ningún examen. Ni
siquiera nos toma la presión.
Yo le explico que he sufrido diversas afecciones pulmo-
nares y que en "Guallatire", a estas alturas, se me hace bas-
tante difícil respirar adekuadamente.
Me expresa:
- iHa leído Ud. La Montaña Mágica?. Nada hay mejor
para las afecciones pulmonares que la altura. Este clima le va
a hacer muy bien.
Entiendo perfectamente que nada puedo esperar de este
médico. Por otra parte, no tengo la intención de suplicarle
nada.
Antes de partir, visita el "local social" donde nos aloja-
mos con Juan Claudio. Pero a él nada le impresiona, ni siquie-
ra la circunstancia de que no tengamos un colchón donde
dormir, todo ello en un lugar donde las temperaturas son
siempre de varios grados bajo cero en la noche.
Me pregunto ¿cuál habría sido la reacción de ese mismo
médico en tiempos de la Unidad Popular?. ¿En qué h a queda-
do toda esa exquisita sensibilidad humana que llevó a movili-
zarse a millares de profesionales, según se expresó, en defensa
de la dignidad del hombre?. ¿Es que todo aquello fue, para
algunos, só1.o una gran mentira?.
Indudablemente, uno de los hechos más decepcionantes
en estos tiempos de tiranía ha sido la conducta de muchos
profesionales universitarios. Estos, por su cultura supuesta-
mente superior, debieron sobreponerse al oscurantismo y pa-
siones viscerales, que siempre constituyen el sustento de las
ideologías fanatizadas de las tiranías. Ellos debieron ser, más
que ningún -otro sector, los grandes defensores de los seres
humanos atropellados en su integridad o dignidad. No pudie-
ron asumir otra actitud que no fuera el testimonio de una
pública defensa de los valores morales y culturales en que se
fundamenta cualquier convivencia civilizada y de repudio a
las expresiones de barbarie física o intelectual.
Al eludir esta responsabilidad, dichos profesionales
-abogados, jueces, médicos, profesores universitarios- han
causado u n daño moral de dimensiones incalculables para
nuestra convivencia futura. Pasarán muchos años, por ejem-
plo, para que el hombre común vuelva a tener la considera-
ción y respeto que antes tuvo por los jueces.
Contrastando con la conducta de ese médico militar,
puedo señalar que, en términos generales, la actitud hacia
nosotros de los carabineros de "Guallatire" ha sido de consi-
deración y respeto.
Tanto el sargento como los dos carabineros que existen
en esta dotación, se han esmerado en que vivamos en las me-
jores condiciones posibIes dentro de las realidades y limita-
ciones existentes en la zona. Es así, por ejemplo, como los
carabineros nos han conseguido una estufa a parafina y pieles
de alpaco que utilizamos como colchones. También nos han
proporcionado cassettes, ajedrez y otros juegos o entreteni-
mientos como, igualmente, nos han dado consejos útiles
sobre la mejor manera para defendernos de las condiciones
climáticas y, especialmente, del apunamiento.
Reconozco que, para mí, las relaciones con dichos cara-
bineros han sido particularmente difíciles, y ello porque si
bien tengo plena conciencia que Pinochet, Benavides y Mon-
ter0 son los verdaderos responsables de la arbitrariedad come-
tida con nosotros, sucede, sin embargo, que para Juan Clau-
dio y yo, perdidos en esta soledad, las únicas caras visibles del
sistema son aquí esos funcionarios subalternos.
Dentro de esta realidad eludo, en lo posible, conversar
con ellos, les contesto en forma lacónica a sus interrogantes y
procuro mantener la necesaria distancia. Por otra parte, esta
actitud libera a nuestros guardianes de escuchar mis aprecia-
ciones -que nunca he silenciado- sobre la crueldad de los
actos de la tiranía y sobre los verdaderos responsables de ella.
Esta actitud psicológica de mi parte, de la cual resulta
imposible liberarme, me ha hecho entender mejor la forma de
reaccionar de cientos de miles de jóvenes o pobladores
quienes, frente a los operativos en las poblaciones u .gtros
actos de crueldad masivos, ven en el "carabinero" o en el
"soldado" la expresibn concreta de la tiranía.
No dudo que entre los muchos traumas que tendrá que
afrontar la democracia del futuro estarán ya no sólo las dife-
rencias irritantes entre "pobres" y "ricos", agravadas durante
estos años. Ahora, el abismo entre "civiles" y "militares" es
solo un ejemplo más de la forma como se ha estratificado y
dividido a la sociedad chilena. Nunca nadie en nuestra histo-
ria hizo tanto como Pinochet y su gobierno para dividir a los
chilenos y convertir en "enemigos" a quienes somos hijos de
un mismo pueblo.
Reunificar a los chilenos será una difícil tarea, pero al
mismo tiempo, será un hermoso desafío.
En el fondo, los carabineros de Guallatire han reafima-
do mi convicción de que n o existen instituciones, grupos o par-
tidos de hombres malos. Que la bondad es una de las caracte-
rísticas del hombre. Y que, en definitiva, lo que existe son
concepciones ideológicas equivocadas y personas que, en
determinadas circunstancias, actúan perversamente. Cuestio-
nar y derrotar a las falsas ideologías en el terreno de las
ideas, y separar y sancionar al hombre que delinque, indepen-
dientemente del grupo a que pertenece, constituyen imperati-
vos de racionalidad y justicia ineludibles.
UNA FORMA DE TORTURA

(Guallatire, sábado 2 1 de enero de 1978)

"...Los culpables de la crueldad que se ha


cometido con nosotros n o son los
ejecutores mater.iales que han cumplido
la orden. Son exclusivamente los que
han colocado a algunos uniformados en
la obligación vergonzosa y cruel de
cumplir con u n decreto inhumano,
ilegal e indigno de una nación
civilizada. .. "
Desde ayer en la tarde el clima ha empezado a cambiar
aceleradamente en esta zona. Se viene encima el llamado "in-
vierno altiplánico".
Al principio nubes muy negras aparecieron por el Orien-
te hasta que fueron cubriendo, primero la fumarola del "Gua-
llatire" y , después, la parte alta del volcán mismo. A los
pocos minutos, estabarnos debajo de un inmenso techo negro
que cubría absolutamente el cielo y que proyectaba su som-
bra sobre el pueblo de Guallatire y su contorno.
Debajo de ese manto oscuro, al comienzo aún divisaba-
mos las praderas verdes o arnarillosas, pero después de u n rato
todo se fue cubriendo con una neblina espesa.
Meditando sobre el paisaje, podríamos decir que la
noche se había precipitado, repentinamente, recién a las
cinco de la tarde, sin esa tranquila belleza de los atardeceres
que corresponden a la marcha natural del sol. Ahora era una
forma distinta de oscuridad adelantada, que caía inexorable-
mente sobre nosotros, como una enorme masa gris, rompiendo
la rutina de las horas.
Frente a esta noche anticipada, con Juan Claudio nos
encerramos muy temprano en nuestra pieza y encendimos la
estufa, mientras el frío se hacía más y más intenso.
Muy pronto las nubes grises ya estaban junto a noso-
tros y dejamos de ver las casas y la Iglesia. Junto con ello,
el aire se tornó húmedo y helado, aumentando mis dificulta-
des para respirar adecuadamente.
En ese momento, el sargento entró en nuestra pieza y
nos dijo terminantemente, sin un "parece" o un "quizás".
- ¡Viene la tempestad!. No enciendan la radio ni la lin-
terna, ni ningún artefacto eléctrico! !.
Nos explicó, después, que cualquier artefacto funcionan-
do se funde absolutamente con las descargas eléctricas de los
temporales. Nos agregó que las tempestades eran muy impre-
sionantes en esta zona pero que no debíamos sentir temor
pues existía u n excelente equipo de para-rayos.
A los pocos minutos, efectivamente, la tempestad co-
menzó. Las fuerzas de la naturaleza se desataron con una po-
tencia impresionante. Es un tipo de tempestad que, en ver-
dad, por su violencia, no tiene ningún parangón con las que
nos h a tocado presenciar en nuestras ciudades.
Por otra parte, tampoco estamos'acostumbrados a que
los rayos y los truenos coincidían en el tiempo. Acá podría-
mos decir que no se escucha a estos últimos a p a r ~ i rde la luz
y pareciera que rayos y truenos estuvieran galvanizadamente
unidos.
Pensamos ies realmente una experiencia maravillosa!,
iun recuerdo inolvidable de nuestra relegación!.
Casi al mismo tiempo se puso a granizar o llover torren-
cialmente.
A las pocas horas, el temporal disminuyó en su intensi-
dad. Pero siempre gruesas nubes cubrían todo el sector.
Más tarde ha nevado. Y hoy, todo "Cuallatire" y sus al-
rededores ha amanecido absolutamente blanco.
Entre tanto, con estas nuevas condiciones climáticas mis
dificultades respiratorias se han agravado notablemente, hasta
el extremo que anoche me ha sido imposible dormir. Cuando
procuraba tenderme u n rato, simplemente parecía que el aire
n o llegaba a mis pulmones. En estas circunstancias, debía per-
manecer sentado, pues sentía que así podía respirar algo
mejor, o debía caminar lentamente para respirar y n o conge-
larme. En dos o tres oportunidades, me vi obligado a abrir la
ventana para aspirar profundamente el aire exterior. ¡Hela-
do ..., pero aire al fin!!. Por otra parte, la tos se me hacía
desesperante.
A las pocas horas me di cuenta que ya no estaba siendo
afectado solamente por el aire ralo e insuficiente, propio de la
altura. Ni sólo por el aire frío y cargado de humedad. Había
algo peor: esa enorme fumarola del volcán, atajada por las
nubes e impulsadas por el viento, ya n o salía hacia lo alto, y
el azufre, anhídrido carbónico y quizá que otra substancia
química impregnaban el aire que aspirabamos hasta hacerlo
casi irrespirable, al menos para pulmones dañados como los
míos.g
Hoy, a primera hora, he escrito al sargento expresándole
la gravedad de los problemas respiratorios que estoy sufrien-
do. Le hago ver que mis dificultades para respirar tienden a
agravarse hasta el extremo que a veces me siento absoluta-
mente asfixiado. Le represento que, en los hechos, no esta-
mos "relegados" sino "presos", en u n lugar inhóspito para
nosotros. Le señalo que lo que estamos sufriendo es una ex-
presión evidente de tortura física y psicológica, absolutamen-
te inmoral e ilegal.
En parte de la expresada carta señalo: "Para los efectos
que quede muy claramente establecida la responsabilidad mo-
ral del Gobierno en lo que pueda pasar con mi salud y con la
de los otros relegados en esta zona, pongo en su conocimien-

9.- En el libro "Arica, Puerta Nueva", de Luis Urzúa, se hace mención alvolcán
Guallatire señalando que desprende una constante "columna de humo con
que desahoga sus hirvientes fondos de azufre". Señala que "estos gases
venenosos se dispersdn sobre el pueblo" pues "con las corrientes de aire
terminan por descender a la tierra, la barren, transtornan y estremecen de
frío", (página 161 y 165). Este texto l o leí mucho tiempo después de emibu
esta narración.
to que después de cinco días me ha sido absolutamente impo-
sible adaptar mi organismo a la escasez de oxígeno existente
en este sector, a más de 4.600 metros de altura ... Por lo ante-
riormente expresado, señalo a usted que n o sólo se me man-
tiene arrestado en forma arbitraria sino que, además, se me
está privando del aire que requiero para poder subsistir".
La expresada carta se la hago llegar al sargento con Juan
Claudio Reyes, quien en estos momentos difíciles, ha sido un
excelente compañero y "enfermero".
Días después he de saber que el sargento efectivamente
transcribió por radio la totalidad de la carta a sus superiores.
Y que, además, expuso su opinión personal en el sentido que
yo debía ser trasladado de inmediato de la zona.
El resto del día lo he pasado bastante afligido. Al efecto,
n o soy médico para hacer un diagnóstico sobre mis problemas
de salud aquí. Tampoco soy escritor para hacer una descrip-
ción adecuada de mis síntomas. Lo cierto, es quc en esta zona
y con este clima, me es imposible respirar adecuadamente y la
falta de aire u oxígeno se torna, por momentos, absolutamen-
te desesperada.
A veces, .cuando me vienen las peores crisis de asfixia
siento como que mi vida dependiera de un pequeño hilo de
aire; y como que ese pequeño hilo pudiera cortarse en cual-
quier momento.
Me resulta muy difícil describir esta sensación de falta
de aire. Sé, sin embargo, que puede ser fácilmente comprendi-
da por las personas que han sufrido una bronconeumonía. O
bien pleuresias, cuando el líquido pleural achica excesivamen-
te los pulmones.
Acá, parte importante de la angustia surge de saber que
uno está aislado; sin tubos de oxígeno, ni ayudamédica posi-
ble. Y sin la posibilidad, tampoco, de ser trasladado de emer-
gencia a un hospital.
En otro aspecto, la sensación de falta de aire, al margen
de afectar también los nervios, aumenta extremadamente la
sensibilidad, la emotividad.
En estas circunstancias, los lazos humanos con los seres
queridos se hacen obsesivos. Y la lejanía de !a familia se trans-
forma en algo tormentoso.
En mi caso, hay otra sensación que percibo con extrema
fuerza. Es una enorme solidaridad con todos los que por sus
ideas sufren o han sufrido cualquier expresión de tortura o
castigo físico. Me siento hermanado con todas las víctimas de
la crueldad, y esa hermandad la extiendo, especialmente, a
personas concretas cuyo sufrimiento he conocido. Sé que lo
que a m í me sucede no es casi nada frente al dolor de
muchos, prolongado por semanas, meses o años.
Por otra parte, siento la enorme belleza de la lucha por
los derechos humanos. No como expresión abstracta, sino
como fruto de una conciencia en libertad que, a veces co-
rriendo incluso grandes riesgos, se une y comunica solidaria-
mente con un ser humano cautivo, sufriente e indefenso. Veo
en esa comunicación una de las expresiones más nobles de la
hermandad humana. Y siento que esa hermandad se expresa
ahora generosamente con nosotros.
A la vez percibo, más claramente que nunca, que la
crueldad debe ser siempre condenada, sin diferencias de fron-
teras, ideas o partidos; y que no existe jamás pretexto alguno
para la crueldad humana.
No obstante todo lo anterior, en los momentos de
mayor angustia no puedo dejar de preguntarme hasta qué
punto uno, en sus expresiones de lucha, tiene el derecho a
comprender a todo su g-Apo familiar, a su mujer, a sus hijos,
los que llegado el momento pueden ser los primeros en e1 su-
frimiento.
Y reflexionando así, por momentos tiendo a pensar: le
diré a los míos: "vivan tranquilos", "aléjense de la crueldad".
Sin embargo, leo sus cartas y lo veo claramente: iseguirán
luchando! ... iestá en su sangre!, ien nuestra sangre!, igracias
a Dios!.

Son aproximadamente las diez de la noche cuando el


sargento me anuncia que me vienen a buscar y que, por orden
de la Comandancia, seré trasladado al pueblo de "Molinos", a
n o más de 1.400 metros de altura. Se me expresa, también,
que seie reemplazado en Guallatire por otro de los relegados,
Juan Manuel Sepúlveda, joven dirigente sindical demócrata
cristiano.
Siento u n gran alivio al saber que se me llevará a u n lu-
gar donde podré respirar.
Sin embargo, me parece una humillación y una injusticia
que se traiga en mi reemplazo aJuan Manuel; es decir, que se
haga una verdadera "permuta" de relegados. Para mi tranqui-
lidad, Juan Manuel me expresa con gran cariño.
- Don Andrés, n o se preocupe. Yo estoy feliz de reem-
plazarlo. Yo ya estuve relegado aquí y el clima n o me afecta.
Lo importante es que lo bajen a usted.
Nos damos un fuerte abrazo. Y su cariño me conmueve
hondamente. Igualmente mi despedida con Juan Claudio es
triste y emocionante.
Tanto Juan Manuel Sepúlveda como Juan Claudio Reyes
son brillantes exponentes de una generación formada en el
dolor de la dictadura. Hoy son perseguidos por la tiranía; ma-
ñana el pueblo, n o lo dudo, deberá reivindicarlos moral-
mente.
Al despedirme de los Carabineros de Guallatire siento mi
obligación expresarles algo:
Les digo:
- Perdón si a veces he sido demasiado hurafío al tratar-
los pero n o ha sido por nada personal en contra de ustedes.
En verdad, ¡gracias!, ustedes se han portado humanamente
conmigo.
Uno de los carabineros me responde:
- Me alegro mucho que lo bajen. En verdad, su contex-
tura física n o es para esta zona. Si quiere agradecemos, le
pido algo; nunca le diga a ningún superior nuestro que lo
hem'os tratado bien.
Esta frase del carabinero me impresiona hondamente.
¡Qué terrible es un sistema donde la crueldad es ensalzada y
donde la bondad es condenada y debe ocultarse!
A los pocos minutos el station militar-empieza a alejarse
de Guallatire. Mientras observo el paisaje, todo blanco, n o
puedo dejar de agradecer a Dios. Y agradecer, también, a
tantas personas que, con su solidaridad, han hecho posible
esta determinación de trasladarme.
La solidaridad hacia nosotros la conocimos, en todo mo-
mento, por varios conductos. Y, especialmente, por radios
extranjeras donde se solía hacer mención a nuestro caso, y
más expecíficamente a los problemas de salud de Tomás
Reyes, Belisario Velasco y mio.1° Para las radios chilenas, no-
sotros simplemente n o existíamos, tenían prohibición de dar
cualquier información.

10.- Algunos relegados captaron, con emoción, una Radio de R o m a Era Ber-
nardo Leigthon, que condenaba nuestra relegación y nos expresaba su soli-
naridad.
Quince horas después estaría yo, ya en Molinos, redac-
tando una ampliación de mi escrito anterior dirigido a la
Corte de Apelaciones de Santiago. En esta nueva presen-
tación denunciaba las expresiones de crueldad que había
sufrido y, en virtud de ellas, recurría de amparo en favor de
todos los relegados que estaban en el altiplano, en idéntica
situación a la mía. Se refería este recurso, en forma especial,
a Juan Manuel Sepúlveda y Juan Claudio Reyes (presos en
Guallatire) y a Belisario Velasco, Elías Sánchez, Hernán Mery
y Enrique Hernández (arrestados en Chucuyo y Parinacota).
Transcribo algunos pasajes de dicho recurso de amparo
y, especialmente, una "declaración jurada" que allí hago
sobre la experiencia vivida por m í en Guailatire. Estimé nece-
sario, hacer aquella "declaración jurada" en el deseo de dar
la mayor veracidad a mi denuncia y reforzar mi peticiGn en
favor de mis camaradas y amigos que permanecían en el alti-
plano, en pleno "invierno boliviano", y en precarias condicio-
nes. Puse por título a este escrito: "denuncia haber sufrido
las torturas físicas y ~sicológicasque expresa y en virtud de
ellas recurre de amparo en favor de otros presos políticos que
las están sufriendo en este momento". Allí se dice:
"Para los efectos que la 1. Corte de Apelaciones com-
prenda cabalmente la verdad de lo que estoy expresando paso
a relatarle mi caso. Al efecto, todo lo que declaro a continua-
ción lo hago bajo juramento, invocando el nombre de Dios:
"El día sábado 14 de enero fui conducido en u n vehícu-
lo militar hacia Guallatire, a 230 km de Arica y a 4.800 me-
tros de altura (ambos datos sólo aproximados). Cálculo que
unos 80 km. antes de llegar a "Guallatire" empecé a sentir
falta de aire y dolor de cabeza.
"Algunos kilómetros después, la falta de aire se tradujo
o expresó en barios otros síntomas: náuseas, arcadas y vómi-
tos. Todo esto acompañado de la desesperacibn y angustia de
no poder respirar adecuadamente. Además me sentía total-
mente congelado.
"Pocos kilómetros antes de llegar a Guallatire, mi esta-
do de salud era tan aflictivo que la patrulla militar que me
transportaba se vio obligada a regresar. Y, poco despuks, fui
conducido a la Enfermería de Putre.
"Hago presente, además, que entiendo que perdí absolu-
tamente el conocimiento pues no me d í cuenta cuando el
vehículo se devolvió. Esta pérdida dc razón parece ser u n sín-
toma que se presenta en algunos casos de apunamiento.
"Puedo expresar a US. 1. que una persona, cuyo nombre
y rango omito, que me vio en aquella oportunidad, expresó
casi textualmente: "este relegado tenía cara de estarse convir-
tiendo en cadáver".
"En Putre estuve aproximadamente veinte horas. Poste-
riormente se dio otra vez la orden de subirme a Guallatire.
"Se me recomendó comer poco y hacer poco ejercicio.
Cumplí con ambas instrucciones n o obstante la enonne difi-
cultad de hacerlo dado los enormes fríos de la zona que se
expresan en temperaturas de "bajo cero".
"No obstante lo anterior, desde que llegue a "Guallati-
re" tuve nuevos problemas de respiración. Sentía que me fal-
taba el aire. Otros relegados han sufrido de fuertes dolores de
cabeza.
"Declaro categóricamente que conducir a unapersona a
un lugar en la que por la altura se le producen los síntomas
anteriormente señalados -falta de aire, dificultades para
respirar, náuseas, vómitos, tos, dolores de cabeza, angustia,
etc.- constituye una expresión evidente de tortura física y
psicológica.
"Se me dijo que estas eran situaciones transitorias mien-
tras el organismo se adaptaba. Es decir, que se trababa sólo de
"torturas transitorias".
"Sin embargo, al cuarto día en Guallatire mi situación se
agravó. Pasé aproximadamente quince horas prácticamente
ahogándome, desesperado, sin poder respirar. Es una situa-
ción angustiosa y me imagino que debe ser una de las peores
torturas que se le puede imponer a un ser humano.
"Pasé toda la noche del 19 de enero prácticamente sin
dormir. Al tenderme, el aire me faltaba absolutamente. En
dos o tres oportunidades debí abrir la ventana -no obstante
el intenso frío a esa hora- para poder respirar.
6
b
Para explicar exactamente la sensación que sentí du-
rante todas estas horas puedo expresar que ellas eran entera-
mente similar a la que siente una persona afectada de bronco-
neumonia o también "falso-krup".
"Además de todo ello, sufrí, en algunos
- momentos, de
taquicardia y dolores de la caja torácica, como que era apreta-
da, presionada". Además, sentí mucho frío al n o poder hacer
ejercicio ni tampoco poder encender ningún tipo de estufa
para n o enralecer más el aire.
A los síntomas señalados -todos consecuencia directa
del lugar a que fui conducido- se deben sumar la angustia y
desesperación de saber que se está en u n lugar alejado, sin
vehículo, sin aparatos de oxígeno, sin médico ni practicante,
más aún sujetos a la posibilidad de quedar aislados durante
varios días por el "invierno boliviano". La lejanía de la fami-
lia y la posibilidad de un agravamiento mayor de mis males,
lejos de todos, han hecho más angustiosa mi situación".
Hasta aquí mi declaración jurada en relación al drama
humano que sufrí en "Guallatire".
En este nuevo recurso de amparo aclaro "que los culpa-
bles de la crueldad que se ha cometido con nosotros n o son
los ejecutores materiales que han cumplido la orden. Son
exclusivamente los que han colocado a algunos uniformados
en la obligación vergonzosa y cruel de cumplir con u n decreto
inhumano, ilegal e indigno de una nación civilizada".
Mientras ésta era nuestra realidad de relegados en el alti-
plano, el gobierno dictaba un "bando" que prohibía todo
tipo de informaciones sobre nuestra situación;
El siguiente es su texto:
"Bando número 117. RESUELVO:
10.- Prohi'bese a partir de la publicación del presente
bando la difusión por los medios de Comunicación Social de
toda noticia, comentarios, réplicas, criticas, declaraciones,
exposiciones, manifiestos, discursos y comunicaciones sobre
la siguiente materia:
Todo lo que diga relación con las medidas dispuestas por
la autoridad sobre la detención, traslado y "lugares de relega-
ción" de las siguientes personas: Andrés Aylwin Azócar, Gui-
llermo Yunge Bustamante, Ignacio Balbontín Arteaga, Geor-
gina Aceituno Saavedra, Juan Sepúlveda Malbrán, Hernán
Mery Toro, Belisario Velasco Barahona, Juan Reyes Saldías,
Elías Sánchez Cabezas, Enrique Hernández Andrade, Tomás
Reyes Vicuña y Samuel Astorga Jorquera, incluso con la
tramitación de los recursos judiciales de estas pesonas;
20.- El incumplimiento del presente bando dará lugar a
la aplicación de las medidas establecidas en el artículo 34 de
ley 12.927. Firma el Jefe de la Zona en Estado de Emergen-
cia de la Región Metropolitana"
En esta forma, a la arbitrariedad y crueldad que se co-
metía con nosotros se agregaba la cobardía moral de impedir
que nuestra situación fuera conocida por la opinión pública.

Solzhenitsyn relata que cuando en los peores tiempos de


Stalin, los presos políticos podían excepcionalmente leer
algún diario, quedaban sorprendidos al comparar la dramática
realidad que ellos vivían con las descripciones idilicas que se
hacían en la prensa con respecto a las bondades del dictador.
Mayor era la sorpresa al ver a cierta intelectualidad compro-
metida con esta mentira oficializada.
Ahora en el altiplano, cuando Enrique Hernández lleva.
tres días botado en el suelo con arcadas y vómitos, cuando
Belisario Velasco, Hernán Mery y Elías Sánchez sufren de
grave apunamiento, cuando Tomás Reyes ve agravarse peli-
grosamente su diabetes e hipertensión, cuando y o busco
desesperadamente un poco de oxígeno para poder respirar,
n o puedo dejar de recordar esa vivencia, lejana en la historia,
al leer un artículo de uno de los teóricos de la dictadura chile-
na, Jaime Guzmán, quien aparece en la Revista "Ercilla", en
circulación a la fecha de nuestro arresto, diciendo:
"...el extraordinario arraigo popular del Presidente Pino-
chet ha sido comprobado en la reciente consulta. No han fal-
tado quienes han visto en ello u n peligro de que pudiera ten-
der a un sistema personalista o caudillista. Ello implica desco-
nocer las reiteradas pruebas de sentidojurídico y sensatez polí-
tica que ha demostrado poseer el actual jefe del Estado, y que
justamente lo identifican con un pueblo amante de la auioi'i-
dad fuerte, pero ajeno a todo personalismo arbitrario".
En realidad, nosotros eramos una nueva "prueba" del
gran "sentido jurídico", ajeno a toda "arbitrariedad", del
mandatario.
En este aspecto resulta increíble la hipocresía de ciertas
personas que nos quieren dar lecciones de cGmo combatir el
comunismo empleando, precisamente, procedimientos stani-
listas. Su tesis pareie ser que el stalinismo se combate con
"más stalinismo". Don Jaime Guzmán ha sido uno de los
principales teóricos de esa tesis.
La verdad es que la única forma dc defendernos contra
las expresiones de cualquier totalitarismo son los valores y
métodos de la democracia. Lo importante es ser consecuente
con ellos; vivirlos realmente y procurar que los necesarios
acuerdos substituyan a la fuerza. Siguiendo este camino, los
humanistas n o tenemos nada que temer si, en verdad, tene-
mos confianza en el hombre como ser inteligente y digno. Al
efecto, me hago una simple reflexión: en poco más de 1siglo de
existencia el marxismo-leninismo se bate en retirada en la
mayor parte del mundo, mientras después de dos mileiiios
el humanismo cristiano sigue siendo, cada día más, la respues-
ta moral para cientos de millones de hombres.
AMIGOS DESCONOCIDOS

(Molinos, domingo 22 de enero de 1978)

"...Al darme ellos las "buenas noches"


sentí una sencilla expresión de bondad.
En el fondo, una manifestación
de esa tremenda solidaridad que
los pobres -acostumbrados a padecer
y conocedores de lo que es el
dolor- son capaces de entregar frente
a las expresiones concretas de
sufrimiento.. . "
Aproximadamente a las tres de la madrugada la patrulla
militar se detuvo en Molinos, nuevo destino de mi relegación.
Desde el vehículo pude imponerme que se tratz de un villo-
rrio muy pequeño, de no más de treinta casas, casi todas ellas
muy modestas.
Ya antes, en mi trayecto desde Guallatire, había sabido
que en Molinos no existe Retén de Carabineros, ni almacén,
ni teléfono, ni mucho menos una residencial o pensión. Por
lo mismo, les había solicitado a los soldados que me dejaran
en la Iglesia del pueblo.
Me había hecho la ilusión de que cuando golpearamos
en dicha Iglesia, casi de madrugada, saldría a recibirnos un sa-
cerdote, algo sorprendido, que después de algunas breves
explicaciones me abriría de par en par las puertas de la casa
parroquial.
Mi desilución fue bastante grande cuando me impuse
que en la capilla de Molinos n o vivía ninguna persona, de tal
manera que nadie contestó a nuestros llamados. Al día si-
guiente, sabría que la Iglesia permanece cerrada todo el año,
que sólo concurre un sacerdote, una vez al mes, a celebrar la
misa.
Descartada la posibilidad de alojar en la Iglesia, los sol-
dados me dieron la orden de que bajara mis maletas y preten-
dieron dejarme allí en medio del camino.
El villorrio a esa hora estaba en absoluto silencio, sólo
interrumpido por el ladrido de los perros.
Le representé a los soldados que n o me podían dejar bo-
tado allí, que me podían morder los perros, que nadie me
recibiría a esa hora, que podía sucederme cualquier cosa y
que ellos respondían de lo que me pudiera pasar.
La verdad es que n o sólo me asaltaban esos temores. Me
costaba imaginar, sin una tremenda sensación de ridículo,
cual sería la reacción de los habitantes de Molinos, especial-
mente los niños, al despertar horas después, y encontrar bota-
do en medio de1 camino a un insólito personaje, absolutamen-
te ajeno a su mundo, con una maleta, u n chal y una radio a
pilas.
El soldado que hacía de jefe n o se inmutó ante mis re-
clamos y me dijo simplemente:
- ¿Para qué nos aproblemamos por tan poco?
Acto seguido se aproximó con su metralleta a una casa
muy modesta y golpeó bruscamente la puerta.
De inmediato salió un pobre campesino, a medio vestir,
y procedió a abrir la puerta. Era un hombre alto, delgado,
con su pelo algo blanco. Tiritaba aterrado al ver a una patru-
lla militar, fuertemente armada, que se dejaba caer al amane-
cer sobre su casa.
Las palabras del soldado fueron categóricas:
- La Comandancia ha trasladado a este relegado aquí a
b b M ~ l i n ~pero
~ " , como a esta hora n o lo podemos dejar bota-
do en el camino, hemos dispuesto que, por esta noche, se
quede en su casa.
El pobre hombre procuró hacer alguna alegación acerca,
según me pareció entender, que él n o podía responder si y o
me fugaba, pero el soldado dijo terminantemente:
- Nosotros estamos ya muy cansados y n o estamos para
discusiones. Esta es una orden de la Comandancia y hay que
cumplirla.
De inmediato, los soldados tomaron mi maleta y la me-
tieron al interior de la única pieza de la mediagua donde,
hasta segundos antes, dormían el dueño de casa, su señora, un
muchacho de unos veinte años y una media docena de niños,
todos amontonados.
Pensé de inmediato en que ésta era la única oportuni-
dad, en todos los años de dictadura, que un acto de arbitrarie-
dad de la tiranía me beneficiaba directamente. Sentí, natural-
mente, algo de verguenza por ello. Sabía perfectamente que
una conducta de este tipo no la tendría jamás una patrulla
militar en un hogar más acomodado. Menos, todavía, en una
forma tan impositiva y prepoterite, ajena a toda petición de
orden humanitario.
La patrulla militar se alejó de inmediato, velozmente,
del sector.
Tomé entonces mi maleta y la saqué del dormitorio, co-
locándola en un reducido cobertizo ubicado en la parte delan-
tera de la casa. Era, en la práctica, un pequeño techo, abierto
por dos costados, donde se amontonaban tiestos viejos, cajo-
nes, una pared de sacos de choclos y herramientas agrícolas.
Le expliqué al dueño de casa quien era y o y le hice saber
que no era relegado por ningún delito sino por razones políti-
cas. Le agregué que era abogado, que se me había relegado a
Guallatire, y que ahora se me trasladaba a ese lugar por razo-
nes de salud.
El campesino me insistió en que entrara en su casa, pero
yo le dije que me quedaría en el cobertizo. Rapidamente ins-
talé un chal en el suelo y me apronté a taparme con la manta.
El buen hombre me ayudó a hacerme un pequeño espacio en
el cobertizo, mientras me pedía disculpas por no insistirme en
que entrara en su mediagua donde, efectivamente, no cabía
una sola persona más.
Antes de darle las buenas noches al dueño de casa le ex-
presé mis agradecimientos. Y para la tranquilidad suya y mía,
le dije:
- Mañana buscaré otro lugar para instalarme. CExiste
aquí alguien que pueda arrendarme una pieza?
El viejito me contestó:
- Y dónde, si aquí todos somos pobres.
Yo permanecí en silencio, preocupado, pero el dueño de
casa me agregó:
- Bueno, mañana trataremos de ubicar algo. h lo mejor
alguien le pueda dar alojamiento.
Entretanto, se había asomado también la seflora del
campesino y su hijo. Al darme las buenas noches sentí de
ellos una sei~cillaexpresión de bondad. En el fondo, una ma-
nifestación de esa tremenda solidaridad que los pobres -acos-
tumbrados a padecer y conocedores de lo que es el dolor-
son capaces de entregar frente a las expresiones concretas de
sufrimiento.
Tan pronto los campesinos entraron en su casa me tendí
en el suelo, mirando desde mi "cama" el cielo y las estrellas.
Me di cuenta entonces, lo rápidamente que me había ido acos-
tumbrando a todo y la enorme capacidad que tiene el hombre
de adaptarse a circunstancias tan diversas. No podía dejar de
meditar que sólo días antes, cómodamente instalado e n mi
hogar, me habría sido imposible concebir la sola idea de acos-
tarme a dormir botado en el suelo, sin un colchón, sin una
almohada, casi al aire libre, en la parte exterior de una modes-
ta mediagua.
Menos habría podido imaginarme que aquella nucva rea-
lidad la podría afrontar casi con alegría. La alegría, en primer
término, de saber que allí podía "respirar" sin esa tremenda
sensación de sentirme asfixiado. La alegría también, de sentir-
me junto a un hogar, cerca de seres que, si bien me eran
desconocidos, me habían tratado humanamente.
Así, acostado en el suelo, junto a trastos viejos de un
hogar modesto, respirando hondamente, di gracias a Dios por
haber pasado lo peor. J u n t o a mí, coloq~iéla enorme radio a
pila que transportaba y que, en mi nueva condición de vaga-
bundo, me daba cierto señorío.
Al poco rato, sin embargo, sentí que nuevos desafíos
venían por delante. Y, en esas circunstancias, no me fue posi-
ble conciliar el sueño.
Me pregunté con inquietud:
- ¿Habrá alguien en este pueblo que esté en condicio-
nes de proporcionarme una pieza? ¿Que se atreva a hacerlo?
ZCuál será el grado de terror de esta gente campesina frente a
un relegado político?
Sentí entonces, nuevamente, la inseguridad por el "ma-
ñana". Por no saber si al día siguiente tendría una pieza, una
cama, un lugar donde dormir y comer. Entendí así, mejor
que nunca, ese "mañana de los pobres" que se traduce, mu-
chas veces, en no saber si disfrutarán horas después de unos
cuantos panes o un poco de leche para alimentar a los hijos.
Ese que nada tiene que ver con el que a menudo
nos atormenta a las personas más acomodadas, que normal-
mente sólo se refiere a nuestro porvenir en los años que ven-
drán

Al hijo del dueño de casa, Juan Rodrfguez, l o vi salir de


madrugada cuando se dirigía a la ordeña de las vacas. La espe-
ra de su regreso se me hizo largo pero, al volver, se puso de in-
mediato a mi disposición para que saliéramos a buscar una
casa donde me pudieran alojar.
En la primera morada a la que concurrimos nos hicieron
pasar con todo cariño. No noté ningún tipo de recelo por mi
calidad de relegado. Me dijeron, sin embargo, que ellos no es-
taban en condiciones materiales de alojarme pero que, no
dudaban, sí podría hacerlo una familia pariente de ellos, de
apellido Humires, quienes tenían una pieza desocupada. En
todo caso, lo que ya me tranquilizó mucho, me expresaron
que en último término ellos buscarían alguna solución transi-
toria.
La dueña de casa me invitó a que pasara al comedor a
tomar una taza de desayuno. Era una pieza algo oscura, con
una gran mesa rectangular y con los típicos muebles de las
casas antiguas. Al poco rato, me sirvieron una tasa grande de
café con leche, queso, huevos revueltos y u n exquisito pan
caliente recién preparado en casa. Todo esto era para m í
como u n nuevo mundo, distante, y sentí que había quedado
atrás la carne de alpaco y la pequeña ruca aymará donde
tomabamos desayuno con Juan Claudio Reyes. Estaba ahora
en una casa patronal de campo; ta! vez algo vieja, pero cómo-
da, cálida, confortable.
Al poco rato se sentaron en la mesa el dueño de casa y
una hija de ellos, que estudiaba en Santiago, quienes me for-
mularon diversas preguntas relacionadas con mi relegación. Vi
que todos me trataban con gran bondad y se emocionaron
sinceramente cuando les conté mi experiencia en Guallatire.
Por su parte, y o n o pude evitar que se me asomaran algunas
lágrimas al sentir que, por primera vez en diez días, estaba en
un hogar, sintiendo el calor de una familia.
La dueña de casa tal vez percibió mi emoción y me ex-
presó algo en forma casi maternal. Difícilmente ellos podían
saber que jiquella sencilla convivencia, al comenzar el día, me
había transportado con alegría a otra mesa: la gran mesa
redonda de mi niñez, en nuestra casa en San Bernardo, con mi
madre moviéndose desde temprano para hacer el pan y para
que n o nos faltara nada antes de partir al colegio. Cuarenta
años separaban a ambas vivencias: primero, la mesa grande, la
madre, la sirena de la maestranza de Ferrocarriles, Aguirre
Cerda, la Falange, un mundo justo por construir; ahora, el
ppn caliente, otra mesa grande, una mujer abnegada, el cariño
de seres desconocidos, la dictadura, el dolor de la relegación,
un duro pero hermoso comenzar de nuevo.
Mientras nos dirigimos a la casa de la familia Humires
puedo cerciorarme que Molinos es realmente un villorrio muy
pequeño y modesto. No existe ningún negocio y una de las
pocas construcciones modernas es la Escuela.
Me informa Juan Rodríguez que los habitantes de Moli-
nos son casi todos pequeños propietarios agiícolas. Casi n o
existen asalariados y se usa mucho la colaboración de todos
los vecinos para ciertas labores.
"Molinos" está ubicado en el valle de Lluta, al costado
sur del río del mismo nombre, a más o menos cuatro o cinco
kilómetros del camino internacional a Bolivia y a unos sesen-
ta kilómetros de Arica.
El valle es aquí muy estrecho, tal vez de n o más de cua-
tro o cinco cuadras de ancho. En otro aspecto, dicho valle se
encuentra a unos doscientos o trecientos metros bajo el nivel
general del desierto, lo que hace que quien está en Molinos
se sienta como en el fondo de un precipicio, rodeado por
dos grandes murallas de arena que corren paralelas al río. En
esta forma, la vegetación del valle, extraordinariamente verde,
aumenta eii su belleza al sentírsela atrapada por dos grandes
moles grises.
Me explican que las aguas del río Lluta n o son buenas
para la agricultura pues contienen demasiado azufre. Por lo
mismo, las tierras producen casi exclusivamente choclos (dos
producciones al año) y algo de cebolla y tomates, además de
los pastos para la explotación de lecherías. La leche sólo en
parte la venden, y el resto la dedican a la fabricación de
quesos. En Molinos n o existen árboles frutales.
Al acercarnos a la casa de la familia Humires, me impon-
go que ella es tal vez la mejor habitación del pueblo, sólida,
de concreto, aunque todavía está inconclusa. Los únicos que
están viviendo aquí en este momento son dos hijos de los
dueños de casa, estos últimos radicados en Arica por razones
de salud.
Dichos hermanos me expresan de inmediato que n o tie-
nen ningún inconveniente en que me vaya a vivir con ellos,
pero me hacen saber que tienen necesidad de habilitarme una
pieza, actualmente dedicada a bodega. Además, que tendrán
que conseguir un catre y colchones.
Les expreso, en todo momento, que mi deseo es arren-
darles la pieza, pero ellos permanecen en silencio.
A partir de este momento, u n conjunto de personas de
buena voluntad se movilizan $ara habilitarme la pieza en la
mejor forma. Incluso, llega un hijo de u n primo que vive én
Arica, a quien n o conozco, Fernando Aylwin, quien me
ayuda en diversas formas.
A las cuatro de la tarde estoy ya perfectamente instala-
do. Hasta la mascota de la casa, una pequeña llama, me recibe
con cariño.
Pronto le escribo a mi familia contándoles la buena
nueva de mi instalación en Molinos y les hablo de la generosi-
dad de toda la gente, especialmente de los dueños de casa.
Les digo: "Todas estas son personas que con sencillez, sin
ningún tipo de aspavientos, me han comprometido para siem-
pre a m í (y a ustedes) con su*cariño. ¡En estos tiempos de
cobardía n o cualquiera abre así su casa, de par en par, a un
desconocido, menos a un relegado!

Mientras estamos relegados en el altiplano, en Santiago


la Primera Sala de Verano de la Corte de Apelaciones procede
a ver los recursos de amparo en favor nuestro. Los abogados
que alegan los recursos son Tomás ~ a b l o Roberto
, Garretbn,
Patricio Aylwin, José Galiano, Jaime Hales y Carlos Balbon-
tín. La expresada Sala está integrada por los ministros señores
Enrique Paillás, Osvaldo Faúndez y Ricardo Gálvez.
Las alegaciones en favor nuestro son fundamentalmente
las siguientes:
Se sostiene, en primer término, que el Decreto Ley 1889
que decretó el "estado 'de sitio" es nulo e inconstitucional
pues se ha excedido en las atribuciones del gobierno para dis-
poner tal regimen de emergencia, que supone una situación,
no existente en la actualidad, de "conmoción interior".
Se alega, además, que, en todo caso, las conductas de los
recurridos han sido absolutamente ajenas a la situación regla-
da por el estado de sitio, pues nadie puede suponer que la
sola circunstancia de encontrarse un grupo reducido de perso-
nas en una oficina privada, sin violencia y sin armas, pueda
implicar un peligro para la seguridad del estado.
En otro aspecto, se objeta la legalidad de las relegaciones
pues al establecer el NO 14 del artículo 10 del Decreto Ley
527" el "estado de sitio", se deja claramente establecido que
en tal evento las facultades del gobierno sólo se limitan a tras-
ladar al afectado de "un departamento a otro" (Ej. a Arica)
y, en ningún caso, a una localidad detenninada (ejs. Parinaco-
ta, Chucuyo, Codpa o Guallatire), menos aún, como es el
caso nuestro, a lugares inhóspitos y despoblados. Se señala
que este tipo de traslados no constituye una relegación sino
una forma de "pena" y, concretamente, un "apremio ilegíti-
mo" sancionado por el Código Penal.
Dentro de las alegaciones de los recurrentes se señala la
ilegalidad del "estado de sitio" por haberse decretado "nacio-
nalmente" en circunstancias que, según la constitución, tal
estado sólo puede ser decretado para "uno o más departa-
mentos" (hoy "provincias"). En este aspecto, Tomas Pablo,

11.- Este decreto ley corresponde al "Estatuto de la Junta de Gobierno".

101
en un escrito presentado en la Corte, transcribe una cita de
Elena Cafarena donde textualmente se expresa: "El Ministro
de la Excma. Corte S u p r ~ m a adon Miguel Aylwin Gajardo, en
sentencia de 19 de enero de 1955, estuvo por acoger el ampa-
ro en favor de don Juan Cos Vásquez en cuanto el decreto
impugnado sobre declaración de estado de sitio amplía la
facultad constitucional del Presidente de la República previs-
ta por e) NO 1 7 del artículo 72 de la ConstituciGn Política
más allá del texto legal al decretar el estado de sitio a varias
provincias siendo que la Constitución sólo lo autoriza respec-
t o a uno o más puntos del territorio naci~nal".'~
Imposible habría sido para mi padre imaginar que una
tesis jurídica suya, en este sentido, podrían ser invocada, 33
años después, en favor de uno de sus hijos, arbitrariamente
relegado.13
El fallo de la Corte de Apelaciones sólo se conocería
varios días después rechazándose nuestro recurso con el voto
en contra del Ministro Sr. Enrique Paillás. Sin embargo, la
mayoría del Tribunal, constituida por los ministros señores
Enrique Paillás y Ricardo Gálvez (con el voto en contra del
Ministro don Osvaldo Faúndez) estimó ilegal la relegación
hecha a "localidades" determinadas (Codpa, Guallatire, etc.)
declarando que ellas sólo podían referirse a la "Provincia de
Arica", lugar donde nosotros libremente podríamos determi-
nar nuestra residencia.14
En su voto de minoría, el Ministro señor Faúndez inter-

12.- Cita tomada del libro de la abogada Elena Cafarena, "El recurso de Amparo
frente a los Regímenes de Emergencia".
13,- Don Miguel Aylwin Gajardo fue Presidente de la Corte Suprema entre 103
años 1957 y 1961. Falleció el 2 de julio del año 1976.
14.- Los señores Enrique Paillás y Ricardo Gálvez son en la actualidad ministros
de la C o ~ t ede Apelaciones de Santiago. El señor Osvaldo Faúndez es minis-
tro de la Corte Suprema desde 1988.
preta extensivamente la mención de la Constitución que se
refiere al traslado "de un departamento a otro" como si ella
dijera "de un lugar determinado a otro de un departamento
distinto'' pues, según su concepto, la lógica así lo debe con-
cluir como únicas manera de evitar que los relegados pudieren
eludir el traslado.
Al respecto, es útil señalar que si algo hemos solicitado
los abogados durante estos años ha sido, justamente, que se
recurra como elemento interpretativo de la ley, a la "lógica",
o al "espíritu general de la legislación", especialmente para
resolver sobre los problemas de "derechos humanos" o "liber-
tad personal". Sin embargo, frente a esta alegación, los Tribu-
nales reiteradamente han resuelto que solo cahe atenerse al
"texto" de la Ley". En el señalado "voto de minoría", por
excepción, un señor Ministro se ha referido a la "lógica'.
como factor de interpretación. Desgraciadamente, en este
caso, estamos frente a una increíble "lógica" que lleva al ex-
presado señor Ministro a sostener que los relegados debíamos
permanecer n o en "un departamento" (como lo dice la ley
clara e inequívocamente) sino en lugares abandonados, inhós-
pitos, a varios grados bajo cero, sin contacto con nuestras
familias y en condiciones absolutamente inhumanas.
¡Dios nos libre de esta extraña "lógica" que nos condu-
ce a la crueldad y a la inhumanidad!
"TODA EL AGUA VIENE DEL C I E L O

(Molinos, martes 24 de enero de 1978)

':..Tendido en el lecho solidario de una familia


campesina lo he visto más claro que nunca.
Nada importante ni bello podrá emanar jamás
del odio, de la opresión, de la tiranía, de
la crueldad. Tampoco de la venganza. Ni hoy;
ni mañana. Todo lo hermoso, grande o
significativo proviene de lo alto, de los
grandes valores espirituales o morales, de
la libertad, del Cielo.. .
"
Por diversas circunstancias y en mi calidad de abogado,
he sido testigo de parte de la crueldad de nuestros tiempos.
No me refiero con esto a la experiencia personal que he
vivido. Sé que lo sufrido por mi no admite ninguna compara-
ción con el inmenso sufrimiento y crueldad vividos por mu-
chos disidentes, con ideales diferentes a los míos.
Pienso, honestamente, que cuando el Ministro del Inte-
rior dispuso nuestra relegación a lugares inhóspitos, si bien
estuvo en su ánimo la intención de castigamos, tal vez no
imaginó ni se representó adecuadamente el grado de crueldad
que ello implicaba con personas no acostumbradas a las altu-
ras o climas de los lugares elegidos.
Por todo ello, la crueldad de que he sido testigo es algo
muy diferente a mi experiencia personal. Es ese ensañarse con
una persona rendida e indefensa, martirizándola hasta la de-
sesperación, el llanto, la solicitud de clemencia, la muerte, el
desaparecimiento.
¿Por qué pienso en la crueldad ahora, aquí en Molinos,
mientras me paseo por los rincones solitarios de este villo-
rrio?
Pienso, en primer término, porque tengo la certeza de
que no puedo desligar mi relegación de la circunstancia de
haber conocido la crueldad y, frente a ella, n o haber podido
guardar silencio y haber ejercitado los recursos legales a que
mi profesión me daba acceso.
Asimismo, pienso en ella, porque viendo aquí en "Moli-
nos" al hombre de nuestro pueblo, bueno, bondadoso, solida-
rio, no me es posible imaginar que seres semejantes a ellos
puedan ser capaces de cometer las atrocidades que me ha
tocado ver y conocer.
La interrogante que surge, entonces, es saber cómo y
cuándo los hombres, aún los hermanos, llegaron a descono-
cerse, y cuando surgió esa crueldad desconocida para noso-
tros.
No se trata de hurgar en la historia con afanes masoquis-
tas o de venganza. El desafío es otro: conocer la verdad para
que un "nunca más", surja del alma del pueblo y para que ese
"nunca másY"se extienda, también, a las circunstancias que
hicieron posible la crueldad.
h3i imaginación vuela obsesivamente sobre este tema.
Tal vez esa crueldad comenzó cuando alguien creyéndo-
se portador de una verdad absoluta y de una ideología exclu-
yente, calificó a cualquier contendor político como "enemi-
go", y cuando, además, tal supuesto portador de la verdad,
sintiéndose arbitrariamente expresión de la voluntad de la
nación, extendió esa enemistad a la patria entera. Así, el
mero discrepante, por un proceso deductivo tan irracional
como implacable, se convirtió de "contendor" en "enemigo"
y de "enemigo" en "traidor" a la patria misma. Esa dinámica
de guerra, poseedora absoluta de todos los poderes, entre
ellos del poder televisivo, fue avanzando, poco a poco, en un
proceso alienante de despersonificación y deshumanización.
Fue así como, en el transcurso de este proceso, ciertas mentes
fagatizadas se transformaron cada día menos en seres pensan-
tes y racionales. Y,Jo que es más terrible, ante sus ojos enfer-
mos, su "enemigo" dejó ya, incluso, de ser sólo mero "trai-
dor" para transformarse en "bestia" en "rata", en "mons-
truo". Como culminación de este proceso paranoico, conver-
tida ya la víctima en "monstruo", su verdugo la golpeó sin
piedad, pues, ante su mente afiebrada, aquel ser sufriente y a
n o era un ser humano, n o obstante serio más que nunca.
Pasados los años este proceso de alienación se revertirá
inexorablemente. Y ante los ojos del verdugo, en sus noches
de insomnio, lentamente los movimientos desesperados del
"monstruo" volverán a transformarse en lo que siempre
fueron: el rostro suplicante de un ser humano indefenso. Ese
será su castigo; o parte de su castigo.
En cuanto a los otros, tal vez los más responsables, los
que al convertir al "hermano" en "enemigo" desconocieron
lo más esencial del mensaje cristiano -a veces invocando a
Cristo mismo- no sé exactamente cuál será su sanción. Ellos
sembraron el dolor, sin mover sus manos; torturaron, sin tor-
turar; mataron, sin matar.

Ale parece haber vivido desde mucho tiempo en este vi-


llorrio. Sin embargo, hace sólo tres días ni siquiera lo cono-
cía.
Todas las horas tienen su afán y agrado diferente.
En las mañanas, las casas permanecen vacías, pero con
las puertas abiertas, y la soledad aviva la imaginación y los
recuerdos.
Leo con tranquilidad. I-Ioy he disfrutado con algunos pá-
rrafos de un libro de Pablo Sexto.
Pienso mucho sobre aquel momento en que volverá la
libertad, aunque lo siento lejano. Para aquel día, ruego a
Dios, que hagamos revivir a los muertos en la realización de
sus sueños.
Contesto las cartas de Mónica, mi mujer. De mis hijos,
Cecilia, Verónica, Andrés v Pedro. De los parientes y amigos.
Ellos me dan tranquilidad y procuro transmitírselas.
Quisiera tener condiciones para escribir. 'Transmitir una
experiencia sobre la forma cómo se despedazaron personas
que debieron encontrar consensos; y transmitir, también, la
forma cómo otros cosecharon en abundancia los frutos de esa
lucha. Escribir, especialmente, sobre el dolor de estos tiempos
como fuente de reencuentro y esperanza.
Sé que diariamente, a alguna hora en la mañana, vendrá
la patrulla de carabineros para cerciorarse de que n o me he
fugado. Pero esto ya casi no me molesta y lo siento sólo
como un ritual absurdo.
En el atardecer, todo cambia en Molinos cuando los
campesinos vuelven de su trabajo. La gente reemplaza a la
soledad; y las palabras sustituyen a los recuerdos obsesivos.
Hace sólo tres días no conocía a nadie aquí y hoy ya
tengo muchos amigos. Mi calidad de relegado n o produce
miedo o distancia sino, por el contrario, cariño y compren-
sión.
Todos conocen el altiplano, en sus alturas, como fuente
de dolor y desafíos. Y, por lo mismo, lo hecho con nosotros
despierta solidaridad.
Aquí, solidaridad equivale a gestos y palabras cariñosas,
a compartir el queso, las humitas, el pastel de choclo, los ca-
marones de río, o los licores largamente guardados en espera
de aquel día especial.
Al atardecer, también recibo visitas. La Cruz Roja, un
dentista que ha venido a atenderme gratuitamente, un sargen-
t o en retiro que me expresa su amistad, mi sobrino, un par de
camaradas, amigos desconocidos.
En síntesis, si no fuera por los jerjeles que pican todo el
día; porque me encuentro lejos de los míos y de mi lugar de
trabajo; porque estoy privado de mi libertad, podría decir
que estoy más o menos bien.
Al anochecer, he insistido a los dueños de casa sobre mi
deseo de pagarles por mi alojamiento, aunque sea una canti-
dad modesta. Les hago ver que mi relegación puede prolon-
garse por semanas o meses, quiero compartir los gastos de la
v
casa.
Me' dicen categóricamente:
- Usted es nuestro invitado y n o le aceptaremos ningún
pago. Por ningún motivo. ¡Esta es su casa!
Después de comer me invitan a la "farmacia". ¿Dónde
está esa extraña farmacia en un villorrio donde n o he visto
ni el más modesto kiosko para la venta de cigarrillos?
Nos vamos caminando más abajo de la Escuela y mis
amigos golpean por la parte de atrás de una casa. En un pe-
queño galpón existen tres o cuatro mesas, con sus correspon-
dientes sillas. Algunos parroquianos conversan alegremente.
Nos sentamos en una mesa y pronto aparece un mozo.
- Un "Concha y Toro" para empezar.
Nos reímos abiertamente. Al fin he conocido el misterio
de la "farmacia".
Por primera vez hablamos algo de política, muy pruden-
temente por mi parte. Me impongo allí que la mayor parte de
mis conocidos han sufragado por el "sí" en la reciente consul-
ta. Pero ninguno de ellos puede aceptar la crueldad que se ha
cometido conmigo, con nosotros. ¡Eso no!.
Yo también pido mi "Concha y Toro". Y después vie-
nen otros más.
Se acerca a nuestra mesa un viejo trotamundos, ha traba-
jado en varias minas en el Norte. Ha vivido en Rancagua, An-
tofagasta, San Miguel, Concepción. Ahora vive en Molinos.
En sus largas correrías ha conocido a diversas personas de la
política. Después de un rato de conversación me dice:
- No se aflija, señor. Algún día terminará todo esto. Ese
día vendrá usted para acá. Nosotros izaremos las banderas de
todas nuestras casas para recibirlo. ¡El único relegado que
hemos tenido en Molinos!.
El villorrio, en sus ojos brillantes, aparecía inmenso. Y
eran millares de banderas que flameaban hermosas al viento.
Les digo emocionado:
- Sí, vendré a abrazarlos. A agradecerles lo mucho que
han hecho por mí, sin conocerme. Sí, ese día vendré a abra-
zarlos.
Ya tarde llego nuevamente a mi pieza. A "mi casa". Me
siento tranquilo, casi feliz. De la relegación sólo veo la parte
hermosa.
Me acuesto a dormir, pero otra vez es difícil conciliar el
sueño. Son tantas emociones contradictorias, en tan pocos
días. Estoy confundido con tanta bondad. Con tanta genero-
sidad.
Mis recuerdos y desvelos se alejan ahora de la maldad,
del odio, del sufrimiento. Todo el cariño de estas sencillas
personas campesinas me comunica instintivamente con tantos
y tantos amigos que tuve en el campo, en los tiempos en que
fui parlamentario. Campesinos de Melipilla, San Pedro, El
Monte, Paine, Buin, tantos lugares.
Entonces pienso: "este es Chile". ¡Sí, este es Chile y no
la "Dina" ni la dictadura! ¡Esta es nuestra Patria de siempre!
iLa que fue! iLa que volverá a ser!.
Es en ese momento que viene a mi mente una vieja ima-
gen:
En 1966 comenzó una prolongada sequía. Fue entonces
cuando un viejo campesino vio con terror que se secaba el
pozo con que regaba su pequeño predio. Sin embargo, cavó
un par de metros en el fondo del pozo y nuevamente apareció
el agua. Y pudo regar sus frutillas y limones.
Al año siguiente continuó la sequía y otra vez se repitió
la misma historia. Cavó otros pocos metros y nuevamente sur-
gió el agua. Pura, cristalina.
Al tercer año nuevamente n o llovió. Otra vez el campesi-
n o tomó su chuzo y siguió cavando, pero el agua no aparecía.
Entonces volvió a cavar, con desesperación, hasta que de re-
pente la tierra crujió y las piedras empezaron a caer sobre el
buen hombre.
Tendido el campesino en su cama, herido en su cabeza,
sus pulmones y sus brazos, rodeado de sus hijos, sólo atinó a
decir:
- Es inútil: itoda ei agua viene del cielo!. Si n o llueve,
ya no puede continuar acumuláhndose a$a en el fondo de la
tierra. Sí, !toda el agua viene del cielo!.
Ahora, aquí en Molinos, tendido en el lecho solidario de
una familia campesina, lo he visto más claro que nunca. Nada
importante ni bello podrá emanar jamás del odio, de la opre-
sibn, de la tiranía, de la crueldad. Tampoco de la venganza.
Ni hoy; ni mañana. Sí, todo lo hermoso, grande o significati-
vo prolviene de lo alto, de los grandes valores espirituales o
morales, de la libertad, 'del amor, del Cielo -así como el
agua- de Dios.
Ahora sé perfectamente que estos valores están aquí pre-
sente. En el pueblo. En la gente sencilla. En los jóvenes, en las
mujeres.
Ya despertarán las conciencias dormidas como un enor-
me caudal. Ese día el signo de la historia n o será el odio sino
la hermandad.
EPILOGO

Por resolución de la Corte de Apelaciones de fecha de


26 de enero de 1978 fuimos trasladados desde nuestros luga-
res de relegación para establecemos en el lugar que eligiéra-
mos en el departamento de Arica.
Fue así como quiso el destino que quienes fuimos arres-
tados por reunirnos algunos minutos en Santiago, fuéramos
recogidos en el altiplano por cuatro vehículos militares, desde
Chucuyo a Pisagua y desde Guallatire a Molinos, para ser con-
ducidos a Arica, lugar donde todos nos reunimos bajo el mis-
mo techo, sin limites de tiempo.
En Arica gozamos de relativa libertad, siempre seguidos
por personal de la "Dina", quienes nos fotografiaban insisten-
temente para fichar así a las personas que se acercaban a con-
versar con nosotros.
A los cinco días de permanencia en esta ciudad, la Co-
mandancia dispuso que todos debíamos fijar domicilios dife-
rentes. En esas circunstancias, y o me trasladé a San Miguel de
Azapa.
Las vivencias, anécdotas o experiencias vividas en Arica
son muchas, pero este modesto relato sólo ha pretendido
hacer referencia a nuestro arresto y a los primeros días de
relegación en el altiplano.
A los dos meses, se dispuso el término de nuestra relega-
ción. En tiempos de dictadura, las fechas de cárcel, exilio o
relegación, y los tiempos de libertad son caprichosamente
fijados por quien gobierna.
De regreso a Santiago, todos nos incorporamos nueva-
mente a n u e s t r ~ s l u ~ a r edes lucha:
'Lornás Reyes Vicuña siguió actuando como un militante
demócrata cristiano ejemplar, siempre uniendo y buscando
amplios consensos hasta el día de su fallecimiento, el 6 de
enero de 1986.
Elías Sánchez, investigador sobresaliente y con claros
compromisos sociales, falleció trágicamente en 1979.
Samuel Astorga llegó a ser Director Nacional Sindical
del PDC, Enrique Hernández, Presidente del Sindicato de
Laboratorios, Georgina Aceituno, directora de la Coordinado-
ra Nacional Sindical, Juan Manuel Sepúlveda, dirigente inter-
nacional de la CIOLS. Todos ellos, y Hernán Mery, siguieron
trabajando en su vocación de siempre: la lucha por la digni-
dad de los trabajadores.
lgnacio Balboi~tíi~ha sido en varias oportunidades miem-
bro de la Comisión Política del PDC, dirigente de la Asamblea
de la Civilidad y del Grupo de los "24"; Belisario Velasco,
consejero nacional del PDC, Guillermo Yunge, Presidente
de la JDC Internacional; Juan Claudio Reyes, activo di-
rigente de la Campaña del "No". Todos ellos han estado en la
primera línea en la lucha por el retorno de la democracia, des-
tacándose como hombres de pensamiento y acción.
En lo que a mi respecta, de regreso a Santiago re tomé mi
calidad de abogado querellante en el proceso de los deteni-
dos-desaparecidos que llegó a tramitar, con especial acuciosi-
dad, el Ministro don Carlos Cerda. Igualmente, me hice cargo
de muchas otras defensas en materias de derechos humanos,
entre ellas el juicio por la muerte del valiente estudiante DC
de la Universidad de Santiago, Mano Martínez Rodríguez,
mártir evidente de la represión. Por otra parte, exiliado por
segunda vez Jaime Casillo Velasco, lo reemplacé como aboga-
do querellante en el proceso por el asesinato de don Orlando
Le telier.
En cuanto a la petición formulada por el agente de la
CNI, a nuestra llegada a Arica, en el sentido de que aprove-
charamos nuestra relegación para reflexionar, efectivamente
sus deseos fueron satisfechos.
Esa reflexión nos llevó a todos a confirmar nuestra voca-
ción de humanistas cristianos, comprometidos con la libertad
y la justicia, con los derechos humanos y la opción por los
más necesitados.
Por otra parte, nuestro sufrimiento, tal vez pequeño, nos
unió y hermanó fuertemente con todos.quienes han sufrido
la represión, muchas veces con indescriptible crueldad.
Sabemos hoy, mejor que antes, que el respeto a la vida
y a la integridad física constituyen el mínimo ético de nues-
tra convivencia. Esto rige para todos los hombres y para
todos los. pueblos, sin que jamás existan pretextos de "patrio-
tismo", "intereses de clase", "peligro de caos" u otras "moti-
vaciones supuestamente superiores" para torturar a un ser
humano.
Todo relativismo en materia de derechos fundamentales
del hombre es éticamente inaceptable.
Pensamos que el grito que surgirá siempre de todo hom-
bre torturado, en cualquier lugar de la tierra, será siempre el
mismo: "no hagan con nadie lo que han hecho conmigo". Lo
importante es que esa petición de piedad, de "nunca más",
sea una expresión de la sociedad en su conjunto.
No ignoramos que los hijos de las víctimas, que sintieron
muchas veces en el fondo del alma el lamento del padre asesi-
nado o vejado, tenderán algunas veces, o en algunos momen-
tos, a reaccionar en forma diferente. No podemos dejar de
comprenderlos y tenemos con ellos una clara obligación de
verdad y justicia. Pero para todos debe ser perfectamente
nítido que la gran desgracia para quien opta por la violencia,
cualesquiera que sean sus posibles justificaciones, es que al
ejecutar el primer acto de fuerza empieza a parecerse en algo
a quien ha descalificado, precisamente, por su crueldad.
Así, la dinámica de la fuerza, deja a los pueblos, que son
pacíficos y generosos, sin opción real.
En síntesis, nuestra experiencia de relegados ha aumen-
tado nuestra fe en los valores humanistas; en la fuerza de
la paz; y nuestra convicción de que con una amplia participa-
ción del pueblo se puede construir una sociedad justa, libre,
eficiente y con igualdad de posibilidades, donde se respete
siempre la dignidad del hombre y donde todos los chilenos
podamos vivir libres de los traumas de la crueldad o la ven-
ganza.
Los relegados en Arica, al cumplir sesenta días de relegación: de izquier-
da a derecha: Belisario Velasco, Tomás Reyes, Georgina Aceituna, Ima-
cio Balbontín, Samuel Astorga (sentados), Hernán Mery , Guillenno
Yunge, Enrique Hernández, Juan Claudio Reyes, Andrés Aylwin, Juan
Manuel Sepúlveda y Elías Sánchez (de pié).
"Porque este relato ha sido escrito con entrañable limpieza de corazón,
con modestia ejemplar, con ternura y ni siquiera rencor, entra a formar
parte de la literatura testimonial de la época que vivimos. Es triste que
todo esto haya sucedido. Es necesario que este relato se haya escrito.
jcuánta belleza en algunos, cuánta crueldad en otros':

Jaime Castillo Velasco

CESOC
Ediciones ChileAmérica

También podría gustarte