4 - La TRADICION, La Biblia y El Magisterio
4 - La TRADICION, La Biblia y El Magisterio
4 - La TRADICION, La Biblia y El Magisterio
La Revelación Divina:
La Revelación de Dios:
Revelación Natural
Se la puede conocer por la Razón y sobre este punto Dice el apóstol Pablo: «Todo aquello que
podemos conocer de Dios El mismo se lo manifestó. Pues, si bien a Él no lo podemos ver, lo
contemplamos, por lo menos, a través de sus obras, puesto que El hizo el mundo, y por sus
obras entendemos que Él es eterno y poderoso, y que es Dios» (Rom 1,19-20)
La Revelación Divina
Desde un principio Dios empezó también a revelarse a través de un contacto más directo con
los hombres, mediante los antiguos profetas y de una manera perfecta y definitiva en la
persona de Cristo Jesús, el Hijo de Dios. «En diversas ocasiones y bajo diferentes formas, Dios
habló a nuestros padres, por medio de los profetas, hasta que, en estos días que son los
últimos, nos habló a nosotros por medio de su Hijo» (Heb.1,1-2). Jesús nos reveló a Dios
mediante sus palabras y obras, sus signos y milagros; sobre todo mediante su muerte y su
gloriosa resurrección y con el envío del Espíritu Santo sobre su Iglesia. Todo lo que Jesús hizo y
enseñó se llama «Evangelio», es decir, «Buena noticia de la Salvación».
Para llevar el Evangelio por todo el mundo, Jesús encargó a los apóstoles y a sus sucesores,
como pastores de la Iglesia que El fundó personalmente: MT. 28,18-20.
Aquí notamos cómo Jesús ordenó «predicar» y «proclamar» su Evangelio. Y de hecho los
Apóstoles «predicaron» la Buena Nueva de Cristo. Años después algunos de ellos pusieron por
escrito esta predicación. Es decir, al comienzo la Iglesia se preocupó de predicar el Evangelio.
Por supuesto el Evangelio que Jesús entregó a los Apóstoles no estaba escrito. Jesús no
escribió nunca una carta a sus Apóstoles; su enseñanza era solamente oral. Así lo hicieron
también los Apóstoles.
LA TRADICIÓN APOSTÓLICA
Este mensaje escuchado por boca de Jesús, vivido, meditado y transmitido oralmente por los
Apóstoles, se llama «la Tradición Apostólica».
Cuando aquí hablamos de la Tradición» (con mayúscula), nos referimos siempre a la «Tradición
Apostólica». No debemos confundir «la Tradición Apostólica» con la «tradición» que en
general se refiere a costumbres, ideas, modos de vivir de un pueblo y que una generación
recibe de las anteriores. Una tradición de este tipo es puramente humana y puede ser
abandonada cuando se considera inútil. Así Jesús mismo rechazó ciertas tradiciones del pueblo
judío: «Ustedes incluso dispensan del mandamiento de Dios para mantener la tradición de los
hombres» (Mc.7,8).
Transmisión del mensaje de cristo llevada a cabo desde los comienzos del cristianismo por
medio de la predicación, las instituciones, el testimonio, el culto, los escritos inspirados,
transmitidos a sus sucesores por los mismos apóstoles, BAJO LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU
SANTO. (Compendio C.E.C. 12)
El Concilio Vaticano II recuerda también que esta Tradición de origen apostólico es una
realidad viva y dinámica, que «va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo»; pero
no en el sentido de que cambie en su verdad, que es perenne. Más bien «crece la comprensión
de las palabras y las instituciones transmitidas», con la contemplación y el estudio, con la
inteligencia fruto de una más profunda experiencia espiritual, así como con la «predicación de
los que con la sucesión episcopal recibieron el carisma seguro de la verdad» (dv 8)
La Biblia
Solamente una parte de la Palabra de Dios, proclamada oralmente, fue puesta por escrito por
los mismos apóstoles y otros evangelistas de su generación.
Estos escritos, inspirados por el Espíritu Santo, dan origen al Nuevo Testamento (NT), que es la
parte más importante de toda la Biblia. Está claro que al escribir el NT, no se puso por escrito
«todo» el Evangelio de Jesús.
«Jesús hizo muchas otras cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar en el
mundo para tantos libros», nos dice el apóstol Juan (Jn. 21,25).
La Sagrada Escritura, y especialmente el NT, es la Palabra de Dios, que nos manifiesta al Hijo en
quien expresó Dios el resplandor de su gloria (Heb.1,3).
Podemos decir que sólo la parte más importante y fundamental de la Tradición Apostólica fue
puesta por escrito. Por esta razón la Iglesia siempre ha tenido una veneración muy especial por
las Divinas Escrituras.
BIBLIA Y TRADICIÓN
Después de esto podemos decir que la revelación divina ha llegado hasta nosotros por la
Tradición Apostólica y por la Sagrada Escritura. No debemos considerarlas como dos fuentes,
sino como dos aspectos de la Revelación de Dios. El Concilio Vaticano II lo describe muy
bien: «La Tradición Apostólica y la Sagrada Escritura manan de la misma fuente, se unen en un
mismo caudal y corren hacia el mismo fin». La Tradición y la Escritura están unidas y ligadas, de
modo que ninguna puede subsistir sin la otra.
• Está claro que el Apóstol Pablo, para confirmar la fe de los cristianos, no usa solamente
la Palabra de Dios escrita, sino que recuerda también de una manera muy especial la
Tradición o la predicación oral.
Para el Apóstol las formas de transmisión del Evangelio: Sagrada Escritura y Tradición,
tienen la misma importancia. En realidad, una vez que se escribió el NT no se
consideró acabada la Tradición Apostólica, como si estuviera completa la Revelación
Divina. La Biblia no dice eso; en ninguna parte está escrito que el cristiano debe
someterse ¡sólo a la Biblia! Esta es una idea que surgió entre los protestantes recién
en los años 1550. En la Iglesia Católica hubo siempre una conciencia clara sobre la
importancia de la Tradición Apostólica, sin quitar a la Biblia el valor que tiene
EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
"El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar
solamente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo
escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito
de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído“ según la forma de
ejercicio:
¿Puede leerse la Sagrada Escritura sola, sin el servicio que ofrece el Magisterio para una
mejor y auténtica comprensión de la revelación? ¿Es válido el principio luterano de la "sola
Scriptura" (la lectura de la Biblia sin comentarios ni orientación)?
La Iglesia no añade nada a la Sagrada Escritura, sino que crece en la comprensión de las
palabras (ver Dei Verbum n. 8). Pero tampoco saca únicamente de la Escritura todo lo
revelado, porque lo revelado abarca tanto lo transmitido por escrito, la Biblia, como lo
transmitido de viva voz, la Tradición (ver 1Cor 11,23; 2Tes 2,15). Es importante entender que la
transmisión del Evangelio, de la Buena Nueva de la Reconciliación, según el mandato del
mismo Señor, se hizo de dos maneras.
CONCLUSIÓN