4 - La TRADICION, La Biblia y El Magisterio

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La tradición, Escritura y el Magisterio de la Iglesia

La Revelación Divina:

La Revelación Divina no abarca solamente la Biblia, sino que la Revelación de Dios se


manifiesta en la Tradición Apostólica y en la Biblia. Es un tema un poco difícil, pero
fundamental para la comprensión correcta de la fe católica. Es un tema que ha sido causa de
muchos malos entendidos entre la Iglesia Católica y las distintas iglesias evangélicas.

La Revelación de Dios:

La Revelación es la manifestación de Dios y de su voluntad acerca de nuestra salvación. Viene


de la palabra «revelar», que quiere decir «quitar el velo», o «descubrir».
A Dios se LO PUEDE CONOCER de 2 maneras:

Revelación Natural

Se la puede conocer por la Razón y sobre este punto Dice el apóstol Pablo: «Todo aquello que
podemos conocer de Dios El mismo se lo manifestó. Pues, si bien a Él no lo podemos ver, lo
contemplamos, por lo menos, a través de sus obras, puesto que El hizo el mundo, y por sus
obras entendemos que Él es eterno y poderoso, y que es Dios» (Rom 1,19-20)

La Revelación Divina

Desde un principio Dios empezó también a revelarse a través de un contacto más directo con
los hombres, mediante los antiguos profetas y de una manera perfecta y definitiva en la
persona de Cristo Jesús, el Hijo de Dios. «En diversas ocasiones y bajo diferentes formas, Dios
habló a nuestros padres, por medio de los profetas, hasta que, en estos días que son los
últimos, nos habló a nosotros por medio de su Hijo» (Heb.1,1-2). Jesús nos reveló a Dios
mediante sus palabras y obras, sus signos y milagros; sobre todo mediante su muerte y su
gloriosa resurrección y con el envío del Espíritu Santo sobre su Iglesia. Todo lo que Jesús hizo y
enseñó se llama «Evangelio», es decir, «Buena noticia de la Salvación».

¿Cómo fue transmitida la Revelación Divina?

Para llevar el Evangelio por todo el mundo, Jesús encargó a los apóstoles y a sus sucesores,
como pastores de la Iglesia que El fundó personalmente: MT. 28,18-20.

Aquí notamos cómo Jesús ordenó «predicar» y «proclamar» su Evangelio. Y de hecho los
Apóstoles «predicaron» la Buena Nueva de Cristo. Años después algunos de ellos pusieron por
escrito esta predicación. Es decir, al comienzo la Iglesia se preocupó de predicar el Evangelio.
Por supuesto el Evangelio que Jesús entregó a los Apóstoles no estaba escrito. Jesús no
escribió nunca una carta a sus Apóstoles; su enseñanza era solamente oral. Así lo hicieron
también los Apóstoles.
LA TRADICIÓN APOSTÓLICA

Este mensaje escuchado por boca de Jesús, vivido, meditado y transmitido oralmente por los
Apóstoles, se llama «la Tradición Apostólica».

Cuando aquí hablamos de la Tradición» (con mayúscula), nos referimos siempre a la «Tradición
Apostólica». No debemos confundir «la Tradición Apostólica» con la «tradición» que en
general se refiere a costumbres, ideas, modos de vivir de un pueblo y que una generación
recibe de las anteriores. Una tradición de este tipo es puramente humana y puede ser
abandonada cuando se considera inútil. Así Jesús mismo rechazó ciertas tradiciones del pueblo
judío: «Ustedes incluso dispensan del mandamiento de Dios para mantener la tradición de los
hombres» (Mc.7,8).

La Tradición Apostólica se refiere a la transmisión del Evangelio de Jesús. Jesús, además de


enseñar a sus apóstoles con discursos y ejemplos, les enseñó una manera de orar, de actuar
y de convivir. Estas eran las tradiciones que los apóstoles guardaban en la Iglesia. El apóstol
Pablo en su carta a los Corintios se refiere a esta Tradición Apostólica: «Yo mismo recibí esta
tradición que, a su vez, les he transmitido» (1 Cor. 11, 23)

Transmisión del mensaje de cristo llevada a cabo desde los comienzos del cristianismo por
medio de la predicación, las instituciones, el testimonio, el culto, los escritos inspirados,
transmitidos a sus sucesores por los mismos apóstoles, BAJO LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU
SANTO. (Compendio C.E.C. 12)

El Concilio Vaticano II recuerda también que esta Tradición de origen apostólico es una
realidad viva y dinámica, que «va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo»; pero
no en el sentido de que cambie en su verdad, que es perenne. Más bien «crece la comprensión
de las palabras y las instituciones transmitidas», con la contemplación y el estudio, con la
inteligencia fruto de una más profunda experiencia espiritual, así como con la «predicación de
los que con la sucesión episcopal recibieron el carisma seguro de la verdad» (dv 8)

Diferenciar tradición apostólica de tradición (costumbres)

• Tradición apostólica: sermones de la patrística y de los doctores de la iglesia,


testimonio de los santos, obras de caridad, liturgia, discernimiento de los escritos
canónicos, otros escritos inspirados, sacramentos.

• TRADICIÓN (COSTUMBRES): Visitar 7 iglesias, devociones, triduo o novenas, cantos,


también llamada por Jesús “tradiciones de hombres”. Condenada por él cuando se
aparta del amor a dios y al prójimo (Mc 7, 1-13)

La Biblia

Solamente una parte de la Palabra de Dios, proclamada oralmente, fue puesta por escrito por
los mismos apóstoles y otros evangelistas de su generación.
Estos escritos, inspirados por el Espíritu Santo, dan origen al Nuevo Testamento (NT), que es la
parte más importante de toda la Biblia. Está claro que al escribir el NT, no se puso por escrito
«todo» el Evangelio de Jesús.

«Jesús hizo muchas otras cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar en el
mundo para tantos libros», nos dice el apóstol Juan (Jn. 21,25).

La Sagrada Escritura, y especialmente el NT, es la Palabra de Dios, que nos manifiesta al Hijo en
quien expresó Dios el resplandor de su gloria (Heb.1,3).

Podemos decir que sólo la parte más importante y fundamental de la Tradición Apostólica fue
puesta por escrito. Por esta razón la Iglesia siempre ha tenido una veneración muy especial por
las Divinas Escrituras.

BIBLIA Y TRADICIÓN

Después de esto podemos decir que la revelación divina ha llegado hasta nosotros por la
Tradición Apostólica y por la Sagrada Escritura. No debemos considerarlas como dos fuentes,
sino como dos aspectos de la Revelación de Dios. El Concilio Vaticano II lo describe muy
bien: «La Tradición Apostólica y la Sagrada Escritura manan de la misma fuente, se unen en un
mismo caudal y corren hacia el mismo fin». La Tradición y la Escritura están unidas y ligadas, de
modo que ninguna puede subsistir sin la otra.

• Además, la Sagrada Escritura presenta la Tradición como base de la fe del


creyente: «Todo lo que han aprendido, recibido y oído de mí, todo lo que me han visto
hacer, háganlo» (Fil.4,9). «Lo que aprendiste de mí, confirmado por muchos testigos,
confíalo a hombres que merezcan confianza, capaces de instruir después a otros» (2.
Tim. 2,2).
«Hermanos, manténganse firmes guardando fielmente las tradiciones que les
enseñamos de palabra y por carta» (2 Tes. 2,15).

• Está claro que el Apóstol Pablo, para confirmar la fe de los cristianos, no usa solamente
la Palabra de Dios escrita, sino que recuerda también de una manera muy especial la
Tradición o la predicación oral.
Para el Apóstol las formas de transmisión del Evangelio: Sagrada Escritura y Tradición,
tienen la misma importancia. En realidad, una vez que se escribió el NT no se
consideró acabada la Tradición Apostólica, como si estuviera completa la Revelación
Divina. La Biblia no dice eso; en ninguna parte está escrito que el cristiano debe
someterse ¡sólo a la Biblia! Esta es una idea que surgió entre los protestantes recién
en los años 1550. En la Iglesia Católica hubo siempre una conciencia clara sobre la
importancia de la Tradición Apostólica, sin quitar a la Biblia el valor que tiene

EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

"La interpretación auténtica del depósito de la fe corresponde sólo al Magisterio vivo de la


Iglesia, es decir, al Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, y a los obispos en comunión con él.
Al Magisterio, el cual, en el servicio de la Palabra de Dios, goza del carisma cierto de la
verdad, compete también definir los dogmas, que son formulaciones de las verdades
contenidas en la divina Revelación; dicha autoridad se extiende también a las verdades
necesariamente relacionadas con la Revelación.” (comp.e.c. 16).

"El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar
solamente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo
escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito
de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído“ según la forma de
ejercicio:

 magisterio solemne, como las enseñanzas del Papa ex cathedra o de un concilio


ecuménico; ej: dogmas cristológicos, marianos. En materia moral: gravedad del aborto
 magisterio ordinario, ejercido habitualmente por el papa y por los obispos que se
hallan en comunión con él en sus respectivas diócesis; también por los concilios en
cuestiones de índole pastoral, que no involucran enseñanzas infalibles, y por las
conferencias episcopales.

¿Puede leerse la Sagrada Escritura sola, sin el servicio que ofrece el Magisterio para una
mejor y auténtica comprensión de la revelación? ¿Es válido el principio luterano de la "sola
Scriptura" (la lectura de la Biblia sin comentarios ni orientación)?

La Iglesia considera como suprema norma de su fe la Sagrada Escritura unida a la Sagrada


Tradición ya que, inspirada por Dios y escrita de una vez para siempre, nos transmite
inmutablemente la Palabra del mismo Dios. Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de
Dios, que constituye el sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de la fe para sus hijos, alimento
del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual (ver Concilio Vaticano II, Dei Verbum n.
21).

¿Por qué hay muchas enseñanzas católicas que no están en la Biblia?

La Iglesia no añade nada a la Sagrada Escritura, sino que crece en la comprensión de las
palabras (ver Dei Verbum n. 8). Pero tampoco saca únicamente de la Escritura todo lo
revelado, porque lo revelado abarca tanto lo transmitido por escrito, la Biblia, como lo
transmitido de viva voz, la Tradición (ver 1Cor 11,23; 2Tes 2,15). Es importante entender que la
transmisión del Evangelio, de la Buena Nueva de la Reconciliación, según el mandato del
mismo Señor, se hizo de dos maneras.

CONCLUSIÓN

• 1. La Iglesia no saca solamente de la Escritura la certeza de toda la Revelación Divina.

2. La Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un único depósito sagrado de la


Palabra de Dios, en el cual, como en un espejo, la Iglesia peregrinante contempla a
Dios, fuente de todas sus riquezas.

3. El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido confiado


únicamente al Magisterio de la Iglesia, a los obispos en comunión con el Papa.

4. La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan de Dios, están


íntimamente unidos, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros. Los tres,
cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen
eficazmente a la salvación de los hombres.

• 5. El Magisterio de la Iglesia, sostenido por el Espíritu Santo y dotado del carisma de la


verdad, ejerce su oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, a la cual
siempre sirve. El Magisterio, pues, cumple la tarea de guardar íntegramente la
Revelación, la Palabra de Dios contenida en la Tradición y la Sagrada Escritura y
asegura su continua transmisión.

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