Jacob se reencuentra con su hermano Esaú después de años de separación. Aunque inicialmente temía por su vida, Esaú lo recibe con afecto. Los hermanos se reconcilian y Esaú acepta los regalos de Jacob. Luego Jacob se dirige a Canaán, estableciéndose primero en Sucot y luego comprando una parcela en Siquem, donde construye un altar a Dios al que llama "El Elohé Israel".
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Jacob se reencuentra con su hermano Esaú después de años de separación. Aunque inicialmente temía por su vida, Esaú lo recibe con afecto. Los hermanos se reconcilian y Esaú acepta los regalos de Jacob. Luego Jacob se dirige a Canaán, estableciéndose primero en Sucot y luego comprando una parcela en Siquem, donde construye un altar a Dios al que llama "El Elohé Israel".
Jacob se reencuentra con su hermano Esaú después de años de separación. Aunque inicialmente temía por su vida, Esaú lo recibe con afecto. Los hermanos se reconcilian y Esaú acepta los regalos de Jacob. Luego Jacob se dirige a Canaán, estableciéndose primero en Sucot y luego comprando una parcela en Siquem, donde construye un altar a Dios al que llama "El Elohé Israel".
Jacob se reencuentra con su hermano Esaú después de años de separación. Aunque inicialmente temía por su vida, Esaú lo recibe con afecto. Los hermanos se reconcilian y Esaú acepta los regalos de Jacob. Luego Jacob se dirige a Canaán, estableciéndose primero en Sucot y luego comprando una parcela en Siquem, donde construye un altar a Dios al que llama "El Elohé Israel".
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En el capítulo anterior, el relato Bíblico nos
llevó a examinar las dos situaciones
importantes que vivió Jacob camino a Canaán, estos eran: el temor que se apodero de Jacob al enterarse que su Esaú venia a su encuentro con 400 hombres y el encuentro entre Dios y Jacob. Durante aquella noche, un hombre luchó con él, el patriarca no estaba precisamente buscando con quién luchar. Sin embargo Jacob había ofrecido una tenaz resistencia en aquel combate, hasta que el toque de Dios le paralizó y reconociendo a su contrincante, Jacob se aferró a Él hasta que le bendijo. A partir de aquel encuentro, comenzaremos a ver un cambio en su vida y al seguir en este capítulo 33 el desarrollo de su vida, nos parecerá que estamos frente a un hombre nuevo. Es que, en realidad, era un hombre nuevo. Cambió las armas carnales por las de rendición oración y confianza en Dios. Su victoria fue el sometimiento a Dios. Hoy veremos • Del temor a la comunión Génesis - 33:1-15 • Jacob y Esaú viven separados Génesis - 33:16-20 Leamos Génesis 33:1-4 Génesis 33 Nueva Versión Internacional Encuentro de Jacob con Esaú
1 Cuando Jacob alzó la vista y vio que Esaú se acercaba con
cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lea, Raquel y las dos esclavas. 2 Al frente de todos colocó a las criadas con sus hijos, luego a Lea con sus hijos, y por último a Raquel con José. 3 Jacob, por su parte, se adelantó a ellos, inclinándose hasta el suelo siete veces mientras se iba acercando a su hermano. 4 Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello, lo abrazó y lo besó. Entonces los dos se pusieron a llorar. V 1-2 Los 400 hombres de Esaú eran todos guerreros y con capacidad de destruir a Jacob y a su familia. Vemos que para proteger a su familia, pues aun no estaba claro si su hermano se acercaba a él como amigo o enemigo, Jacob distribuyó su familia en tres grupos y emprendió el camino a la cabeza de ellos al encuentro de su hermano. Para evitar una destrucción familiar total, Jacob dispone a sus hijos con sus respectivas madres en orden de estimación: Primero y en la posición más vulnerable, las siervas y sus respectivos hijos. Estos son Bilha y Zilpa; Dan, Neftalí, Gad y Aser. V 2 Después a Lea, una de las esposas y a sus hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón y Dina. Y al final a Raquel, la esposa amada, y José, a quien Jacob consideraba en ese momento lo más apreciado y heredero de las promesas. Todo esto era en previsión a un ataque por parte de Esaú y con esperanza de huida. V 3 Este Jacob no rehuyó el encuentro y aunque no estaba en la plenitud de su fuerza física, ya que cojeaba, se adelantó a todos ellos e inclinándose siete veces, llegó hasta donde Esaú se encontraba. Siete veces: Este típico rito oriental expresa no solo respeto sino total sumisión. La única explicación para su actitud valiente se encuentra en la fe controlando su conducta, fe nacida en su encuentro con Dios en Peniel. Con temor y deferencia, Jacob se acercó a su hermano como un inferior lo haría ante un protector muy respetado, mientras que feliz y anhelante Esaú corría a saludar a su hermano sin reserva alguna. V 4 La reacción de Esaú constituye un ejemplo de magnanimidad tan increíble que algunos consideran que sirvió de modelo a la actitud del padre del «hijo pródigo» (Lucas 15:20) “Lloraron” porque, después de veintiún años de separación atormentada, los viejos recuerdos habían quedado desterrados y las amenazas de muerte pertenecían a un distante pasado; los corazones habían cambiado, ¡los hermanos estaban reconciliados! Se ilustra la verdad de Proverbios 16:7 "Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él" Leamos Génesis 33:5-11 5 Luego Esaú alzó la vista y, al ver a las mujeres y a los niños, preguntó: —¿Quiénes son estos que te acompañan? —Son los hijos que Dios le ha concedido a tu siervo —respondió Jacob. 6 Las esclavas y sus hijos se acercaron y se inclinaron ante Esaú. 7 Luego, Lea y sus hijos hicieron lo mismo y, por último, también se inclinaron José y Raquel. 8 —¿Qué significan todas estas manadas que han salido a mi encuentro? —preguntó Esaú. —Intentaba con ellas ganarme tu confianza —contestó Jacob. V 5 Después de las expresiones emotivas, vino la identificación de todos los miembros de la familia de Jacob, quienes también saludan con respeto y honor a Esaú. V 8 Además, Jacob explica el propósito de los presentes, los que insiste, sean aceptados por Esaú como señal de otorgamiento de gracia. Las presentaciones familiares y una explicación del presente para Esaú de los quinientos cincuenta animales (32:13-15) fueron acompañadas de un apropiado reconocimiento de la provisión de Dios como dones de la gracia de Dios. Leamos Génesis 33:9-11 9 —Hermano mío —repuso Esaú—, ya tengo más que suficiente. Quédate con lo que te pertenece. 10 —No, por favor —insistió Jacob—; si me he ganado tu confianza, acepta este presente que te ofrezco. Ya que me has recibido tan bien, ¡ver tu rostro es como ver a Dios mismo! 11 Acéptame el regalo que te he traído. Dios ha sido muy bueno conmigo, y tengo más de lo que necesito. Fue tanta la insistencia de Jacob que, finalmente, Esaú aceptó. V 9 Esaú cuestionó el costoso regalo de Jacob de rebaños y manadas, sobre los cuales Jacob admitió que se los había enviado para ganarse su favor. Resultó ciertamente notable la transformación experimentada por Jacob, el mismo a quien recordamos, al principio de su historia, negociando y tratando de obtener de su hermano Esaú el derecho a la primogenitura, a cambio de un guiso de lentejas. Ahora, en su nueva época, ofrecía a su hermano ganado lanar y vacuno, a cambio de nada. Esaú, finalmente, aceptó. En aquella tierra, rechazar un regalo que se ofrecía con insistencia, hubiera sido considerado como un insulto. V 10-11 Jacob fue liberado de su ansiedad de tal manera que describió aquella experiencia como la de alguien que hubiera visto el rostro de Dios sin caer muerto. Su gesto no es solo de cortesía sino de alegría por la acogida dispensada por su hermano, a la vez que expresa su reconocimiento por todo lo que Dios le ha dado. Esta conversación revela la sanidad en su relación, la que antes estaba dividida por su deseo de dominar al otro y obtener beneficio personal. Leamos Génesis 33:12-15 12 Más tarde, Esaú le dijo: —Sigamos nuestro viaje; yo te acompañaré. 13 Pero Jacob se disculpó: —Mi hermano y señor debe saber que los niños son todavía muy débiles, y que las ovejas y las vacas acaban de tener cría, y debo cuidarlas. Si les exijo demasiado, en un solo día se me puede morir todo el rebaño. 14 Es mejor que mi señor se adelante a su siervo, que yo seguiré al paso de la manada y de los niños, hasta que nos encontremos en Seír. 15 —Está bien —accedió Esaú—, pero permíteme dejarte algunos de mis hombres para que te acompañen. —¿Para qué te vas a molestar? —contestó Jacob—. Lo importante es que me he ganado tu confianza. V 12-14 Esaú no quería separarse de Jacob. Sin embargo, Jacob declinó el ofrecimiento de Esaú de acompañarlo en su viaje para poder suplir las necesidades de su joven familia y su ganado. Esaú entonces insistió en dejarle al menos un grupo de apoyo, Jacob rechaza la oferta de una “escolta” ya que lo único que deseaba de Esaú era hallar gracia, es decir, una reconciliación, la que fue ya lograda. Detrás de todo esto estaba la intención firme de Jacob de no ir a Seír, sino a Canaán, cumpliendo el propósito de Dios. Leamos Génesis 33:16-20 16 Aquel mismo día, Esaú regresó a Seír. 17 Jacob, en cambio, se fue hacia Sucot, y allí se hizo una casa para él y cobertizos para su ganado. Por eso a ese lugar se le llamó Sucot. 18 Cuando Jacob volvió de Padán Aram, llegó sano y salvo a la ciudad de Siquén, en Canaán, y acampó frente a ella. 19 Luego, por cien monedas de plata les compró una parcela a los hijos de Jamor, el padre de Siquén, y allí instaló su carpa. 20 También construyó un altar, y lo llamó El Elohé Israel. V 15-17 Con la escolta de Esaú cortésmente despedida, finalmente Esaú parte para Seír dejando a Jacob. La intención de Jacob de volverse a encontrar en Seir no se materializó. En lugar de ello, Jacob puso fin a su viaje primero en Sucot, luego en Siquem. V 18 Finalmente llega en paz a Canaán, cumpliéndose así la promesa de Dios en Betel y Harán. El lugar que escoge para vivir en Canaán es Siquem, ciudad habitada por los cananeos y ubicada a unos 60 km. A esta misma zona Abram llega por primera vez al dejar Harán recibiendo aquí la indicación de la tierra a heredar (12:6-7). V 19 Jacob compra un campo cerca de la ciudad. Este campo juntamente con el de la cueva de Macpela son las dos únicas propiedades adquiridas por los patriarcas. José será declarado el heredero de esta propiedad (48:22). Sin embargo, la tierra no era de Abraham y de sus descendientes porque la comprasen, sino porque Dios era el poseedor de toda ella (Lv. 25:23) y la dio a ellos para su posesión exclusiva. V 20 Lo primero que Jacob hace allí es edificar un altar a Dios, que es el mismo lugar donde Abraham, su abuelo había primero levantado un altar (12:6-7). Jacob también dio un nombre nuevo al lugar, incorporando su propio nuevo nombre, “El-Elohe-Israel”, es decir, “Dios, el Dios de Israel”, declarando que adoraba al “Omnipotente” y dedicó este altar para el honor de Dios de Israel como Dios del pacto con él. El Dios de Israel es la gloria de Israel. Bendito sea su nombre, Él sigue siendo el poderoso Dios, el Dios de Israel. Que nosotros alabemos su nombre y nos regocijemos en su amor a través de nuestro peregrinaje aquí en la tierra esperando llegar a la celestial tierra prometida. Dios intervino insistentemente para moldear el carácter de Jacob y atraerlo a Él. De igual modo, Dios dispone las circunstancias de vida de un creyente para revelar y desarraigar el pecado y promover la obediencia y rendición. Dios permite en amor y con intención, situaciones que nos exigen que reconozcamos nuestra necesidad de Él. La vida diaria provee oportunidades regulares para confiar y obedecer a Dios de formas nuevas y más profundas. Dios usa la dificultad e incluso el dolor para impulsarnos a superar nuestra autosuficiencia. Nuestras alegrías nos enseñan a confiar en Su bondad de formas nuevas. Nuestras luchas nos llevan a depender de Dios de formas renovadas. El proceso de santificación requiere vencer el pecado, un proceso a menudo doloroso que revela la nueva vida del Espíritu Santo dentro del creyente. Sin una comprensión del amoroso y perpetuo compromiso de Dios con su crecimiento espiritual, las dificultades de la vida carecen de contexto y parecen funestas. Podría verse tentado a culpar a Dios antes que confiar en Él. Al no reconocer los dones de la gracia de Dios en los momentos de tibio sol y suave brisa en la vida diaria, usted pasa por alto las benignas formas en que Dios le expresa Su amor en las tormentas. Sin una perspectiva eterna, los altibajos de la vida diaria eclipsan el compromiso intencional y amoroso de Dios con su crecimiento en la fe y el carácter. Como Jacob, tal vez usted luche con patrones de pecado de toda la vida que lo hacen anhelar ser liberado plenamente del dominio del pecado y el ego. Debemos creer que la obra más profunda de Dios, está detrás de todo lo que uno enfrenta y brinda esperanza, cuando la vida es difícil. Saber que Dios nos ama lo suficiente para hacer todo lo necesario para erradicar la rebelión, pone en perspectiva nuestra constante batalla con el pecado. Dios destronará sus ídolos y revelará sus debilidades para llamarlo a usted, a una fe más profunda y una más rica comunión con Él. Dios lo ama demasiado para permitir que usted ame más otras cosas. Un día la batalla de cada creyente con el pecado habrá terminado. ¿Cómo ve usted la obra más grande y profunda de Dios en su interior en aquello que esté enfrentando en su vida? ¿Cómo lo está moldeando Dios mediante las relaciones en su vida?
José: Las Cuatro Vestimentas de José, de Esclavo a Funcionario Real. Un Carácter para el Éxito Personal y Espiritual. Su Vida, sus Sueños y su Cumplimiento. [La Biografía Bíblica de José]