O'neill de La Fuente Mónica Cecilia
O'neill de La Fuente Mónica Cecilia
O'neill de La Fuente Mónica Cecilia
Escuela de Posgrado
Asesor
Reynaldo Bustamante Alarcón
Lima, 2021
A Alfredo
A Mariano
A ustedes, papi y mami
AGRADECIMIENTOS
Gracias, Pontificia Universidad Católica del Perú por haberme formado como
persona, como ciudadana y como profesional.
Gracias, Alfredo, por haber hecho de este sueño mío, un sueño nuestro.
Gracias, familia y amigos, por haber entendido que este camino toma un buen
tiempo, el tiempo que no pude compartir con ustedes.
RESUMEN
ABSTRACT
In this dissertation, the author defines and explains the own acts doctrine under
Contract Law in Peru. The objective is not only to gather the main theoretical
opinions on the structure and consequences of the own acts doctrine, but also
apply them to a variety of real-world cases.
INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………11
2.7 La buena fe como antídoto para las conductas oportunistas .............. 144
3.1 Introducción. La doctrina de los actos propios como expresión del deber
de coherencia ...................................................................................... 183
3.5 Posibilidad de pactar en contra de la doctrina de los actos propios ... 273
4.3 La doctrina de los actos propios es una herramienta residual ............ 333
4.5 Ejemplos de uso irreflexivo de la doctrina de los actos propios .......... 347
5.3 La doctrina de los actos propios ante las cortes judiciales peruanas .. 362
Motivación
A medida que estudiaba el tema para sustentar las posturas a asumir en casos
concretos, me encontraba con más preguntas que respuestas, con argumentos
contradictorios, con mucho escepticismo entre los autores consultados, y con
decisiones poco prolijas adoptadas por las cortes judiciales y arbitrales. Sin
embargo, la versatilidad de la doctrina de los actos propios para repudiar la
contradicción sin traspasar los límites de otras figuras jurídicas, me animó a
seguir estudiándola para reforzar la fe en su uso, que si bien es residual es
contundente.
Hipótesis
11
que un sujeto actúe de manera incoherente con una conducta anterior, cuando
de esta deriva confianza en otro sujeto que merece protección, por haber
asumido razonablemente que no habría variación en el sentido de dicha
conducta. Ello, como consecuencia del principio de la buena fe, que incorpora el
valor ético de la confianza y de la coherencia en el actuar, indispensable para la
interacción humana. La doctrina de los actos propios tiene como presupuestos,
la existencia de una conducta vinculante basada en la confianza, de una
contradicción posterior y de identidad de los sujetos involucrados. La aplicación
de la doctrina de los actos propios genera la limitación e incluso la extinción de
los derechos de quien actúa de forma inconsistente. Es de aplicación residual,
pues no se superpone con otras herramientas jurídicas que combaten la
incoherencia.
Objetivos
La doctrina de los actos propios suele ser invocada por las cortes que resuelven
controversias suscitadas en áreas ajenas al Derecho Civil, como el Derecho
Constitucional, Procesal, Administrativo y Laboral. Sin embargo, el propósito
planteado con esta investigación involucra solamente a las disputas
contractuales, y si bien se ha revisado lo que al respecto plantean autores y
cortes internacionales, el objetivo de este trabajo es ofrecer un aporte que sea
especialmente útil para los operadores jurídicos nacionales e incluso para
reflexionar sobre una posible reforma legal que permita incluirla de forma
expresa en el ordenamiento jurídico.
Metodología
12
Además, he revisado numerosas sentencias y laudos emitidos por cortes
judiciales, peruanas y extranjeras, fundamentalmente en materia de Derecho
Contractual y de comercio internacional. Finalmente, la Filosofía del Derecho me
ha permitido encontrar el marco teórico que subyace a mi visión personal del
Derecho.
Desarrollo de la hipótesis
13
el actuar. Este entendimiento queda reflejado en numerosos casos que luego de
haber sido reseñados y comentados, revelan que el rechazo de la contradicción
que traiciona la confianza es el hilo conductor en la contratación internacional.
Este capítulo permite señalar entonces que la doctrina de los actos propios
carece de vocación constructivista, en el sentido que no fue ensamblada en un
laboratorio jurídico con el propósito de ser inoculada como solución a los
conflictos suscitados en el mundo real. Por el contrario, sus remotas referencias
romanas, su desarrollo mediante la teoría del estoppel y las decisiones
sustentadas en la lex mercatoria, evidencian que se trata de una herramienta
flexible, precisamente por ser un principio de derecho.
Sin pretender zanjar las discusiones teóricas sobre las diversas concepciones
del Derecho, sobre lo cual, por cierto, no recae esta investigación, sí creo en una
concepción que reconoce al Derecho como el resultado de la interacción humana
y por tanto como “funcional”, no como una “creación” por un orden superior. Por
cierto, esta concepción del Derecho no excluye nociones de moralidad como la
de buena fe, que sirve para reducir la incertidumbre y protección de la confianza.
A partir de esta visión del Derecho, y aunque esta discusión está lejos de ser
acabada en doctrina, he optado por una distinción entre principios y reglas,
según la cual estas últimas operan de modo todo o nada, mientras que los
principios se aplican de manera gradual, a través de la ponderación. Explico en
este capítulo por qué la doctrina de los actos propios es un principio de Derecho.
El hecho de serlo le da mayor flexibilidad, lo cual es coherente con su uso en la
práctica.
Son numerosos los desafíos derivados del examen anterior. Entre otros
elementos, debe revisarse si la frecuencia de la conducta es suficiente según las
circunstancias, si había razones para confiar en que se mantendría, o si la
conducta vinculante es legal y válida, por ejemplo. La verificación del
presupuesto de identidad de sujetos, aunque parece sencilla, no siempre lo es,
sobre todo en situaciones de representación, de personas jurídicas, de contratos
a favor de tercero o cuando una de las partes contratantes es el Estado.
Postulo que una correcta aplicación de la doctrina de los actos propios supone
limitar o incluso, bajo ciertas circunstancias, extinguir derechos de quien se
14
contradice ilícitamente. Ello da pie a reflexionar sobre si subsisten obligaciones
naturales y sobre si es posible indemnizar los daños y perjuicios generados.
Dicho enunciado es coherente con la concepción del Derecho que planteo, con
la condición de principio de la doctrina de los actos propios y con su carácter
residual. Además, lleva implícitos los tres presupuestos necesarios para que
opere. Aunque la fórmula es escueta y no revela en detalle cuáles son las
consecuencias de su aplicación, es lo suficientemente flexible como para
preservar la capacidad adaptativa de la doctrina de los actos propios, que es la
razón por la cual ha sobrevivido a través del tiempo.
15
CAPÍTULO I
Nada más inútil que lo poco claro. De allí que la razón de esta investigación y de
mis esfuerzos para llevarla a cabo esté en la necesidad de aportar límites a la
noción de la doctrina de los actos propios, fuente de tantos debates inconclusos.
Mi propósito es delimitar su significado y los alcances de su aplicación en el
Derecho de contratos en el Perú. Si bien el tema presenta una alta dosis de
dogmática jurídica, bien aplicada, puede servir para evitar y solucionar
numerosos problemas prácticos.
Un ejemplo puede servir para comprender sus alcances (Díez-Picazo 2014: 254-
256). Hace más de cuarenta años, los tribunales supremos alemán y español
decidieron dos casos aparentemente sencillos, pero como muchos de los casos
que no aparentan complejidad, fueron más retadores de lo que uno se imagina.
Sin embargo, los jueces alemanes desestimaron la demanda, mientras que los
españoles la ampararon. Los primeros alegaron que la tolerancia de la repetida
impuntualidad en el pago había originado en el arrendatario una confianza
1
Cuplé cantado en un cabaret de Montmartre, según Bruno Leoni (1974: 68).
16
fundada, que en todo caso debió ser liquidada mediante una advertencia por
parte del arrendador, lo cual no ocurrió. Por cierto, esta advertencia a futuro no
habría supuesto una modificación de la fecha de pago original, sino por el
contrario, hubiera servido para ratificar que nuevos retrasos no serían tolerados.
Dicho con otras palabras, la decisión alemana se sustentó en la doctrina de los
actos propios.
Debo apuntar que esta hipótesis no enerva la legítima posibilidad de los sujetos
de derecho de variar sus conductas, de arrepentirse, de cambiar de opinión.
Todo ello es posible en el ejercicio de nuestra autonomía privada, pero esta
última es protegible siempre que se ejerza responsablemente y no se vulnere la
confianza propiciada razonablemente en los terceros. De lo contrario,
paradójicamente, por proteger la autonomía privada de un sujeto, se afectaría la
de otro.
17
determinar qué es y qué no es; es decir, cuando se puede solucionar un
problema apelando a ella, y cuándo no.
18
1.2 Evolución histórica de la doctrina de los actos propios.-
Aunque son varios los autores que se ocupan, con mayor o menor detalle, de la
evolución histórica de la doctrina de los actos propios, la síntesis que se presenta
a continuación está basada en la que propone Jaramillo (2014: 141-156).
El hecho que la doctrina de los actos propios no haya sido estructurada como
tal; es decir, como una aproximación replicable ante diversas situaciones con
similares problemas, no enerva que los juristas romanos hayan repudiado la
contradicción en las conductas, en ciertos casos emblemáticos:
La emancipación romana era un acto formal, que suponía que el pater familias
retiraba la patria potestad de un miembro de su familia que se encontraba bajo
su autoridad.
19
Para Díez-Picazo, en este texto la razón no es la contradicción en sí misma
considerada, sino que se iba a obtener un resultado inicuo. Así, si el padre
hubiera alegado la inexistencia de la emancipación mientras la hija estaba viva,
también habría habido contradicción, pero no habría sido abusiva y contraria a
la buena fe (Díez-Picazo 2014: 93).
La solución que propuso contiene una carga subjetiva. Como se verá más
adelante, lo que se propone en los textos contemporáneos es un criterio más
bien objetivo, basado en si la conducta primigenia generó confianza razonable
en la contraparte, independientemente de la intención de dañar.
20
“Si hubieras comprado a Ticio un fundo que era de Sempronio; te lo hubieran
entregado, una vez pagado el precio; luego Ticio hubiera heredado de
Sempronio y hubiera vendido y entregado ese mismo fundo a Mevio, dice Juliano
que es lo más justo que el pretor te defienda [con una excepción de dolo], pues,
si el mismo Ticio te reclamara el fundo, sería rechazado mediante una excepción
redactada por el hecho o la del dolo malo, y si, poseyendo el fundo Ticio, se lo
reclamara con la [acción] Publiciana, podrás servirte de una réplica contra la
excepción de “a no ser que el propietario del demandado”, de suerte que se
entiende que había vuelto a vender un fundo que ya no tenía en su patrimonio”
(D. 44,4.32, Pomponio) (Jaramillo 2014: 150).
Regla similar, por cierto, contienen los artículos 15373 y siguientes del Código
Civil. Esta norma entiende la venta de bien ajeno como aquel contrato por el cual
el vendedor se compromete a que el comprador adquiera un bien que le
pertenece a otro (sabiendo ambos que es ajeno). El artículo 1538 4 añade que, si
el vendedor adquiere luego la propiedad del bien, está obligado, en virtud del
mismo contrato, a transferir el bien al acreedor, sin que quepa pacto en contrario.
3
“Artículo 1537.- El contrato por el cual una de las partes se compromete a obtener que la otra
adquiera la propiedad de un bien que ambos saben que es ajeno, se rige por los artículos 1470,
171 y 1472”.
(Dichas normas se refieren a la promesa de la obligación o del hecho de un tercero).
4
“Artículo 1538.- En el caso del artículo 1537, si la parte que se ha comprometido adquiere
después la propiedad del bien, queda obligado en virtud de ese mismo contrato a transferir dicho
bien al acreedor, sin que valga pacto en contrario”.
21
En el Derecho Medieval no hubo mayores aportes al desarrollo de la doctrina de
los actos propios. Sin embargo, pueden identificarse tres etapas que permitieron
un desarrollo progresivo y más articulado de las ideas que rechazan la
contradicción en el actuar.
De esta labor de síntesis surgen los llamados “brocardos”. Uno de los brocardos
que forman parte de la obra de Azzo es la “regla” “venire contra factum proprium
nulli conceditur” (Díez-Picazo 2014: 110).
Veamos qué ocurrió en España. La doctrina de los actos propios encontró más
acogida teórica y jurisprudencial en el Derecho español. De hecho, España es
22
un país pionero en cuanto a la incorporación normativa de la doctrina de los actos
propios, pues las Siete Partidas ya hacían referencia a ella en el siglo XIII. La
Partida Tercera, Título 31, Ley 10 decía:
“Los señores de los edificios, e de las heredades, pueden poner cada uno de
ellos, servidumbre a su edificio o heredad. Pero si muchos fueren señores de un
edificio, o de una heredad, a que quieran poner servidumbre, todos la deben
otorgar cuando la ponen. E si por ventura la otorgasen algunos, e non todos,
aquellos que la pusieron non la pueden después contrastar, que la non haya
aquel a quien la otorgaron. Mas los otros que la non quisieron otorgar, bien la
pueden contradecir cada uno de ellos también por la su parte como por la de los
otros que no la otorgaron” (Jaramillo 2014: 183-184).
Pothier continuó en el siglo XVIII con esta misma línea de pensamiento, para
sostener que todo contratante que no actúa con sinceridad, tiene mala fe. El
sustento de su posición es el deber de amar al prójimo como a uno mismo.
Aunque no haya mencionado expresamente a la doctrina de los actos propios,
del pensamiento jurídico de Pothier puede deducirse que creía en la coherencia
comportamental, sobre la base de la buena fe (Jaramillo 2014: 166).
23
De otro lado, autores españoles de los siglos XVII y XVIII ya habían comentado
la doctrina de los actos propios también. Es más, el Código Civil de 1889 ya tenía
referencias a ella en su artículo 597:
Siendo la protección de la voluntad del individuo el eje central de las ideas tanto
políticas como jurídicas derivadas de la Revolución Francesa, esta propició la
creación de un sistema de codificación con predominio de la voluntad privada.
De allí que, para atenuar la incertidumbre, el movimiento codificador no haya
recogido expresamente la formulación de la doctrina de los actos propios, debido
a la desconfianza –consecuencia del anterior régimen político absolutista- que
producía la posibilidad de que los jueces hicieran un mal uso de las normas
genéricas o discrecionales.
5
Nótese la semejanza de esta regla con el caso resuelto por Celso e incluido en el Digesto de
Justiniano. En relación con este asunto, el artículo 1042 del Código Civil peruano señala que el
predio sujeto a copropiedad sólo puede ser gravado con servidumbre si prestan su asentimiento
todos los copropietarios.
24
En cambio, el Código Civil italiano de 1942 muestra una mayor relevancia de la
buena fe y la consiguiente limitación de los derechos a partir de su invocación,
puesto que los derechos tienen límites que no pueden soslayarse. En el marco
de la buena fe es que la doctrina italiana del siglo XX, representada
principalmente por Emilio Betti, sostuvo que debe rechazarse el ir contra el propio
acto y que debe más bien propiciarse la coherencia en el actuar (Jaramillo 2014:
181).
En Alemania, bajo la influencia de Otto Bismarck, hacia finales del siglo XIX se
le imprimió al Código Civil alemán un toque social. Ello se logró en el marco de
la Escuela Pandectista que buscaba la extracción y deducción de nuevos
principios a partir de la abstracción de conceptos anteriores.
Fue así como el artículo 242 del Código Civil alemán6, referido a la buena fe,
quedó redactado de la siguiente manera: “El deudor está obligado a efectuar la
prestación como exigen la fidelidad y la buena fe en atención a los usos del
tráfico”. Vale la pena destacar en este punto el enorme aporte de la obra de Erwin
Riezler al estudio de la buena fe y de la doctrina de los actos propios. En su
trabajo de 1912 redescubrió el tema e hizo un análisis exhaustivo de ella a partir
de los textos romanos y medievales, y de la doctrina del estoppel (Díez-Picazo
2014: 148). Riezler consideraba que la doctrina de los actos propios expresa
una idea que permite superar los vacíos que se presentan en la legislación y que
requieren que sean llenados (Dajczak 2019: 34).
6
Bürgerliches Gesetzbuch o BGB.
7
La excepción de dolo (exceptio dolis) es figura derivada del Derecho Romano que permitía al
pretor impedir reclamos fundados en actos dolosos (Díez-Picazo 2014: 232). Aunque no hay
uniformidad en la doctrina sobre su aceptación y alcances, era una figura versátil que permitía
aplicar diversos remedios ante los casos presentados, cuando el sustento de la acción era un
acto doloso. Por ejemplo, se invocaba si el acreedor que recibió y aceptó una prestación diferente
a la originalmente prevista, reclama después la inicialmente estipulada (Jaramillo 2014: 345).
Como puede apreciarse, en el Derecho Contemporáneo la aplicación de la excepción de dolo no
sería necesaria en un caso como el indicado, dado que contamos con herramientas como la
novación objetiva o con la dación en pago, e incluso con la figura más genérica de la buena fe.
25
“A nadie le es lícito hacer valer un derecho en contradicción con su anterior
conducta, cuando esta conducta, interpretada objetivamente según la ley, según
las buenas costumbres o la buena fe, justifica la conclusión de que no se hará
valer el derecho, o cuando el ejercicio posterior choque contra la ley, las buenas
costumbres o la buena fe (prohibición del venire contra factum proprium, estoppel
en el derecho inglés)” (Ennecerus 1935: 482).
Esta sentencia del Tribunal Supremo Español concluyó que la acción de nulidad
propuesta por el demandante no podía prosperar “porque él no podía ir contra
sus actos propios solemnemente reconocidos”; es decir, se limitó a impedir el
ejercicio de una nulidad contradictoria con la anterior conducta del actor. Como
señala Díez-Picazo, este planteamiento contiene un análisis del caso muy
estrecho y por tanto cuestionado (Díez-Picazo 2014: 169).
26
igual que en aquélla, sin necesariamente precisar el alcance de la doctrina de
los actos propios8.
“1. Los derechos deberán ejercitarse conforme a las exigencias de la buena fe.
2. La ley no ampara el abuso del derecho o el ejercicio antisocial del mismo.
Todo acto u omisión que por la intención de su autor, por su objeto o por las
circunstancias en que se realice sobrepase manifiestamente los límites normales
del ejercicio de un derecho, con daño para tercero, dará lugar a la
correspondiente indemnización y a la adopción de las medidas judiciales o
administrativas que impidan la persistencia en el abuso”.
La explicación para ello es que, si bien la doctrina de los actos propios pudo ser
necesaria al inicio de su aplicación por las cortes en el siglo XIX, posteriormente
se crearon soluciones legales para problemas parecidos. Las cortes no han
adaptado los criterios a los nuevos tiempos, de modo que “la doctrina de los
actos propios sigue siendo decimonónica” (Díez-Picazo 2014: 169).
8
Algo similar ocurre con la Suprema Corte Federal de Argentina a partir de la sentencia del 8 de
abril de 1869 y las numerosas sentencias que a partir de allí se han dictado (Pardo 1991: 63).
9
Así por ejemplo, se ampara la aplicación de la doctrina de los actos propios cuando se plantean
pretensiones incompatibles con negocios jurídicos celebrados por las partes, cuando se alega la
invalidez de negocios jurídicos previamente respetados, cuando se ejercen derechos de los
cuales se ha renunciado, cuando se cambia de posición en distintas instancias del proceso, etc.
27
Son numerosas las ocasiones en que las sentencias del Tribunal Supremo
Español, siguiendo una decisión adoptada en 1890, señalan que los actos a los
que esta doctrina se refiere son aquellos que, como expresión del
consentimiento, se realizan con el fin de crear, modificar o extinguir algún
derecho. Tres asuntos llaman la atención a propósito de ello: la imprecisión de
dicha idea, la confusión de la doctrina de los actos propios con la obligatoriedad
de los contratos, y el hecho que después de casi 150 años, las cortes no hayan
trabajado mejor sus contornos.
De allí que, en el Capítulo III explicaré cuáles son los requisitos para que opere
la doctrina de los actos propios de manera prolija, y formularé distinciones en
relación con otras figuras jurídicas con la que se le suele confundir. Para ello
explicaré a continuación cómo es que el sistema del common law resuelve con
el estoppel los problemas derivados de la inconsistencia en el actuar durante la
ejecución de los contratos, y cuál es el camino que siguen las cortes comerciales
internacionales para resolver estos problemas.
Luego de recorrer este camino es que se podrán entender más cabalmente las
distinciones entre la doctrina de los actos propios y los demás remedios
contemplados por el ordenamiento jurídico para promover la consistencia
contractual. Sólo así podremos rescatar el verdadero valor de la doctrina de los
actos propios, acotado pero útil, y combatir el escepticismo producido en buena
cuenta por su desbordada aplicación.
El common law reconoce que durante la ejecución contractual hay una condición
implícita de no hacer nada para frustrar el objeto del contrato. Ello deja espacio
para introducir la noción de buena fe en las relaciones contractuales. De hecho,
ella ha inspirado el desarrollo de la doctrina del estoppel a través de numerosos
fallos judiciales.
“En cualquier caso, los sistemas de common law han desarrollado lo que
ahora es una arraigada doctrina, cuyas raíces pueden encontrarse en el
concepto de la buena fe, o al menos en la manifestación de ese concepto.
Esa es la doctrina del estoppel. Esta doctrina específica se encuentra
alineada con el concepto de “venire contra factum proprium” y viene
siendo invocada por la jurisprudencia para resolver exactamente el mismo
28
tipo de problemas que son abordados por la doctrina de la buena fe en las
jurisdicciones “tradicionales” del Derecho civil” (Henriques 2015: 523)10.
Por su parte, las cortes norteamericanas aplicaban con regularidad la figura del
promissory estoppel incluso antes de ser recogida en la sección 90 del
Restatement of Contracts. En su segunda versión, de 1981, este cuerpo
normativo señala que quien formula una promesa puede esperar
razonablemente que quien la recibe actúe en consecuencia con ella; dicha
promesa es vinculante si la única manera de evitar la injusticia es exigiendo que
se cumpla; los remedios pueden ser variados11.
En las líneas que siguen nos referiremos a dos de las modalidades de estoppel
reconocidas por las cortes del common law, por ser las que más se aproximan a
los problemas que se pueden solucionar con la doctrina de los actos propios.
Nos referimos al promissory estoppel y al estoppel by representation, que
producen un efecto procesal y por consiguiente deben alegarse dentro de un
proceso. “Estoppel provides a shield, not a sword (proporciona un escudo, jamás
una espada)” (Pardo 1991: 64).
10
Traducción libre de: “In any event, the common law systems have developed what is now
steadily anchored doctrine that may find its roots in the concept of good faith or at least in a
manifestation of that concept. That is the doctrine of estoppel. This specific doctrine is in line with
the concept of the prohibition of “venire contra factum proprium” and is being called upon by
jurisprudence to solve exactly the same kind of problems that are addressed by the doctrine of
good faith in “traditional” civil law jurisdictions”.
11
“A promise which the promisor should reasonably expect to induce action or forbearance on
the part of the promisee or a third person and which does induce such action or forbearance is
binding if injustice can be avoided only by enforcement of the promise. The remedy granted for
breach may be limited as justice requires”.
29
1.3.1 Promissory estoppel.-
Es importante anotar que bajo el common law, el estoppel cumple también una
función subsidiaria (como proponemos ocurre con la doctrina de los actos
propios); es decir, no es necesario –y es hasta equivocado- invocarla si los
remedios contractuales proveen soluciones al caso analizado. Para entender
esta última afirmación es indispensable explicar brevemente que la existencia de
consideration (consideración) es uno de los elementos indispensables para la
celebración de un contrato, de acuerdo con el régimen del common law.
12
Traducción libre de: “As explained by Professor E. Allan Farnsworth: In principle, at least, the
bargain test requires that the promisor’s purpose in making that commitment be to induce some
action in return—to induce an Exchange”.
13
Traducción libre de: “Consideration is not, of course, the only basis upon which a promise can
become enforceable. The principal alternative is the doctrine of promissory estoppel. Under
promissory estoppel, a promise is enforceable if the promisor should reasonably expect it to
induce reliance by the promisee or a third party; it does induce such reliance; and injustice can
only be avoided by enforcing the promise”.
30
La noción de promissory estoppel permite generar responsabilidad (reliance
damages) en quien formuló la promesa sin que se haya celebrado un contrato,
por la falta de consideration.
“En otras palabras, bajo el common law primero se debe averiguar si la promesa
puede ser ejecutada como un contrato, sustentada por una consideración. Solo
en su defecto las cortes deben analizar la teoría del promissory estoppel, como
una segunda-mejor alternativa. Su categoría secundaria se vincula con el
remedio que provee: daños por la confianza. ¿Por qué alguien utilizaría el
promissory estoppel y obtener daños por la confianza cuando una acción
ordinaria por incumplimiento de contratos podría generar una indemnización
mayor por los daños esperados? (Snyder 1998: 700)14.
14
Traducción libre de: “In other words, the common law will first inquire whether a promise can
be enforced as a contract supported by consideration. Only if some defect would prevent such a
holding will a court turn to promissory estoppel, a second-best alternative. Its secondary status is
linked to its remedy: reliance damages. Why would someone use promissory estoppel and get
reliance damages when an ordinary breach of contract action will yield higher expectancy
damages?”.
15
Traducción libre de: “The law requires that four elements be present in order to invoke the
doctrine of promissory estoppel: First, there has to be a clear, definite, and unambiguous promise;
31
Como puede apreciarse, nos encontramos frente a un tema claramente
relacionado con la doctrina de los actos propios en el Derecho continental. La
revisión de textos vinculados al estoppel ratifica la importancia de entender el
Derecho desde diversas perspectivas, incluso ajenas a nuestro sistema jurídico,
para saber qué esperar de nuestras instituciones jurídicas.
Así, mientras que la consideration funciona como una regla (sin ella los contratos
no son exigibles), el promissory estoppel funciona más como un estándar, para
cuya aplicación debe preguntarse si sería o no injusto que la promesa no pueda
exigirse. Nótese que algo parecido ocurre con la aplicación de la doctrina de los
actos propios, cuya naturaleza se corresponde con la de un principio de derecho,
sin perjuicio de que luego de analizar el caso concreto se fije una regla que le
provea una solución.
second, the promisor must have had reason to expect reliance on the promise; third, the promise
must have induced such reliance and a consequent detrimental change of position; and fourth,
injustice can be avoided only by enforcement of the promise. The fourth element, which will be
referred to as the justice element, is the subject matter of this Article”.
16
Traducción libre de: “The net result of all of those expansionary and contractionary movements
to date is as follows. (…). In England, an assumption as to future conduct can establish a
promissory estoppel only if the assumption is that the inducing party will not enforce, or will
suspend, existing legal rights or powers. In Australia, the law is uncertain. On one view, the
32
1.3.2 Estoppel by representation.-
Australian law of promissory estoppel does not differ from English law. On a broader view,
promissory estoppel can operate in Australia where the relying party has been led to believe that
he or she will in the future be granted legal rights, such as rights under a contract, and the doctrine
allows the relying party to enforce those rights as though they had been granted. On a still broader
view, the Australian law of promissory estoppel is vastly more expansive, and is capable of
operating as an independent source of rights or cause of action wherever one party induces
another to assume that the inducing party will confer a benefit on the relying party”.
17
“Representación” entendida no como un mecanismo para expresar la voluntad a través de un
tercero, sino como una descripción de la realidad, como una expresión del entendimiento.
18
No nos hemos referido, entre otras, a las siguientes modalidades de estoppel:
33
Se dice que habría algún parentesco entre el estoppel y la regla romanista de
venire contra factum proprium, teniendo en cuenta, entre otros factores, que
algunos juristas ingleses medievales estaban influidos por la doctrina romano-
canónica. A pesar de ello, no puede desconocerse que la evolución de cada una
ha seguido caminos paralelos.
34
serie de matices sólo descubiertos por la intuición y fino sentido jurídico de los
anglosajones” (Diez Picazo 2014: 128).
A pesar de las diferencias, lo que ambas figuras tienen en común es que tanto
el estoppel como la doctrina de los actos propios configuran un mecanismo para
exigir coherencia y consistencia en las conductas que han generado una
confianza razonable en otra persona. En ambos casos lo que se pretende es la
protección de la apariencia jurídica. “Es decir, quien crea en otra persona una
confianza en una determinada situación aparente e induce con ello a esta otra
persona a obrar en un determinado sentido, sobre la base de esta apariencia en
la que ha confiado, no puede después pretender que aquella situación era
puramente ficticia y que debe valer la situación real” (Diez Picazo 2014: 131).
Ahora bien, un operador jurídico del Derecho Continental debe distinguir las
decisiones jurisprudenciales basadas en el estoppel o en la doctrina de los actos
propios, de aquellas situaciones en las que pueden aplicarse reglas específicas,
como las que regulan la relación entre el silencio y la manifestación de voluntad,
la modificación o interpretación de los contratos, o la prescripción extintiva.
35
1.4 La doctrina de los actos propios bajo la perspectiva de la lex
mercatoria.-
36
mercaderes empezaron a comerciar a través de las barreras políticas,
culturales y geográficas, exportaron también sus prácticas comerciales a
los mercados extrajeros. Las antiguas costumbres de ámbito local que
resultaron ser comunes a muchos lugares acabaron formando parte del
Derecho mercantil internacional. Donde surgían problemas, las prácticas
que resultaran más eficientes para facilitar los intercambios
comerciales desplazaron a las que no lo eran tanto. Hacia el siglo XII,
los usos mercantiles ya habían alcanzado un nivel suficiente para que los
mercaderes extranjeros tuvieran la debida protección en las disputas con
los mercaderes locales …” [énfasis agregado] (Benson 1989: 45).
“El individuo atiende a los resultados que derivan de cierta conducta con el
fin de mantenerla o evitarla en las situaciones similares que se le planteen
en el futuro. La creación de costumbres, sobre la base de los criterios de
actuación seleccionados en un momento anterior, disciplina el
comportamiento posterior de una forma relativamente rígida. El
presupuesto necesario para asegurar la racionalidad de este tipo de
comportamiento es que la conducta aprendida sólo se active en una
situación semejante a la que provocó el aprendizaje o, lo que es lo mismo,
en una situación igual (o mejor, homologable) a la que motivó la elección
del criterio de actuación que se considera certado. De este modo, el
comportamiento, vinculado siempre a determinadas situaciones y orientado
a un fin concreto, se asume como algo natural, hasta el punto de que el
agente no debe esforzarse prácticamente para llevarlo a cabo con un
mínimo de control consciente” (Díez Sastre 2018: 33).
37
Nótese la importancia de la idea anterior –que el comportamiento repetido
termina asumiéndose como algo natural- para calificar a la costumbre como
fuente de derecho, aunque haya ido perdiendo importancia como consecuencia
del proceso de codificación posterior19.
19
Según Díez Sastre, pp. 75-76, la costumbre, como Derecho no escrito, fue la fuente jurídica
más importante, pero en los períodos clásico y postclásico (a fines del siglo I a.C.), perdió
protagonismo, debido a la expansión territorial del Imperio, lo que generó que Roma esté
integrada por tradiciones dispares, de modo que la supremacía de la ley se consolidó. En la Edad
Media la costumbre recuperó protagonismo como consecuencia de la nueva dispersión del
poder; sin embargo, el proceso de codificación le produjo un definitivo revés.
20
Traducción libre de: “The laws which came to dominate the international Law Merchant were
laws which reinforced rather than superseded business practice: laws which commanded
merchants to do what they had already agreed to do. Furthermore, these laws typically did not
involve complex legal forms or mandatory controls over business. Commercial law was clearly
intended to be a language of interaction. Complexities that might hinder communication and
thereby inhibit trade were avoided” (Benson 1989: 648).
38
propuestas, sino que además cuestionan su existencia, acusándosele de
sustituir la regla aplicable por las preferencias personales del juzgador 21.
Visto entonces que los usos mercantiles creados por los comerciantes
contenidos en la lex mercatoria no necesariamente están recogidos por las
normas de Derecho positivo, cabe preguntarse cómo pueden incorporarse a sus
relaciones contractuales. Ello pude ocurrir de distintas formas; una de ellas por
remisión expresa de las partes a los usos y costumbres mercantiles; otra es por
incorporación automática, cuando se trata de usos obligatorios; también puede
haber incorporación tácita, si ello se deduce de la intención de las partes
expresadas en prácticas anteriores (Tovar 2004: 162).
Para irnos aproximando al tema que nos convoca, que subyace a la doctrina de
los actos propios, cabe señalar que el trato justo entre los comerciantes es uno
de los elementos esenciales de la lex mercatoria.
21
Como señala Moreno (Moreno 2014: 87), hay incluso quien dijo que la lex mercatoria es como
el “Monstruo del Lago Ness”, que ocasionalmente aparece en los titulares por haber sido visto
en algún fallo, pero que en definitiva es inexistente.
39
decisiones imparciales adoptadas por las cortes de comerciantes” (Benson
1989: 649)22.
22
Traducción libre de: “Fairness was a required feature of the Law Merchant, of course, precisely
because its “authority” arose voluntarily from recognition of reciprocal benefits. No one would
voluntarily recognize a legal system that was not expected to treat him fairly. The objectivity and
impartiality of the Law Merchant, reflecting this emphasis on fairness was further reinforced by
impartial adjudication which manifested itself in the rise of participatory merchant courts” (Benson
1989: 649).
40
mundo donde las fronteras nacionales de manera paulatina han ido perdiendo la
trascendencia que otrora tuvieran” (Facco 2017: 330).
23
Traducción libre de: “The UNIDROIT Principles are not an international convention or a model
law, they have rather, on an international level, a function similar to the Restatements of the Law
published by the American Law Institute. The principles are thus meant to formulate
systematically and in a way that may be interpreted equally all over the world the main practices
and principles prevailing in the field of international contracts. They are not merely a record of
existing practice; they are partially a codification of generally adopted principles of international
contracts, and partially they present original regulations, that result from the work of a large group
of experts from various parts of the world”.
24
Esta versión fue modificada en el 2016 a propósito de los contratos de larga duración.
41
Comentarios Oficiales, en relación con la coherencia en el actuar de los
comerciantes.
25
Son reglas que confieren a la buena fe un rol central en los contratos comerciales
internacionales:
“Artículo 2.1.15 (negociaciones de mala fe)
(1) Las partes tienen plena libertad para negociar los términos de un contrato y no son
responsables por el fracaso en alcanzar un acuerdo.
(2) Sin embargo, la parte que negocia o interrumpe las negociaciones de mala fe es responsable
por los danõ s y perjuicios causados a la otra parte.
(3) En particular, se considera mala fe que una parte entre en o continúe negociaciones cuando
al mismo tiempo tiene la intención de no llegar a un acuerdo”.
“4.8 (integración del contrato)
(1) Cuando las partes no se hayan puesto de acuerdo acerca de un término importante para
determinar sus derechos y obligaciones, el contrato será integrado con un término apropiado a
las circunstancias.
(2) Para determinar cuál es el término más apropiado, se tendrán en cuenta, entre otros factores,
los siguientes:
1. (a) la intención de las partes;
2. (b) la naturaleza y finalidad del contrato;
3. (c) la buena fe y la lealtad negocial;
4. (d) el sentido común”.
“5.1.2 (obligaciones implícitas)
Las obligaciones impli ́citas pueden derivarse de:
1. (a) la naturaleza y la finalidad del contrato;
2. (b) las prácticas establecidas entre las partes y los usos;
3. (c) la buena fe y la lealtad negocial.
4. (d) el sentido común”.
“5.1.3: (cooperación entre las partes)
Cada una de las partes debe cooperar con la otra cuando dicha cooperación pueda ser
razonablemente esperada para el cumplimiento de las obligaciones de esta última”.
42
A propósito de la buena fe, es revelador que los Principios UNIDROIT contengan
mención expresa a la doctrina de los actos propios. De hecho, la necesidad de
repeler las conductas contradictorias en las relaciones comerciales ha conducido
a que la proscripción del comportamiento contradictorio sea uno de los principios
generales contenidos en dicho instrumento de lex mercatoria.
Son tres las ideas más importantes que en relación con este asunto plantean los
Comentarios Oficiales, y respecto de las cuales profundizaremos en los capítulos
siguientes, dado que el propósito en este es presentar las decisiones que los
tribunales internacionales han adoptado en aplicación de los Principios
UNIDROIT (UNIDROIT 2015: 23-24).
“La única restricción es que el entendimiento debe ser tal que la otra parte, de
acuerdo con las circunstancias, haya podido razonablemente confiar en él. Si esa
confianza es razonable o no depende de las circunstancias, tomando en
consideración, en particular, las comunicaciones y el comportamiento de las
partes, la naturaleza y el contexto de la operación, y las expectativas que cada
parte podría haber generado razonablemente en la otra” (UNIDROIT 2015: 24).
43
- “A lleva un buen tiempo negociando con B un contrato de arrendamiento
de un inmueble que pertenece a B y según el cual este debe demoler la
construcción existente con el fin de construir un edificio de acuerdo a las
especificaciones de A. A se comunica con B en términos que inducen
razonablemente a B a entender que las negociaciones han concluido y que
B puede empezar a ejecutar el contrato. Entonces B demuele el edificio e
inicia la construcción del nuevo. A se da cuenta de ello y no lo impide; luego
le informa a B que existen términos adicionales por negociar. A está
impedido de modificar el entendimiento de B.
Para Brödermann, los ejemplos típicos de aplicación del artículo 1.8 de los
Principios UNIDROIT ocurren en aquellas situaciones en las cuales una de las
partes tolera silenciosamente, por un largo período, el comportamiento de la otra
parte que contraviene el texto del contrato, generando así que esta última
considere que sus actuaciones están siendo toleradas (2018: 26). Añade el autor
que la manera de evitar los efectos del artículo 1.8 es usar una “non-reliance
clause” o una “without prejudice letter” (Brödermann 2018: 26)26.
26
Una “non-reliance clause” permite a las partes excluir alegaciones basadas en la confianza
generada por la conducta desplegada por las partes, como se señala en el acápite 3.5 de este
trabajo. Una “without prejudice letter” (carta que indique “sin perjuicio de que …”) es una forma
de comunicación que establece una reserva, con el propósito de evitar que la contraparte alegue
que se ha generado confianza razonable y protegible.
44
Ahora bien, los Principios UNIDROIT no solamente contienen una “regla” que de
manera directa abordan el asunto de la contradicción en el comportamiento de
las partes al ejecutar sus contratos, como la contenida en el artículo 1.8, sino
que contienen otras que han sido construidas sobre la base de dicha lógica y del
repudio a la inconsistencia en el actuar. Nos referimos a los artículos 2.1.18
(modificación en una forma en particular) y 2.2.5 (representante actuando sin
poder o excediéndolo).
Un contrato por escrito que exija que toda modificación o extinción por mutuo
acuerdo sea en una forma en particular no podrá modificarse ni extinguirse de otra
forma. No obstante, una parte quedará vinculada por sus propios actos y no
podrá valerse de dicha cláusula en la medida en que la otra parte haya
actuado razonablemente en función de tales actos” [énfasis agregado].
Al respecto, los Comentarios Oficiales señalan que las partes pueden pactar que
la manera de modificar o extinguir el contrato sea por escrito, e incluso con
alguna forma particular, incorporando para ello una cláusula especial (por
ejemplo: “toda modificación al presente contrato solamente se podrá realizar por
escrito y mediante la firma de las partes contratantes”). En tal sentido, una
pretendida modificación realizada por un medio distinto, como por ejemplo un
correo electrónico, no surtirá efectos si las partes inicialmente habían previsto
que debía efectuarse con otra formalidad27.
Sin embargo, y en este punto viene la conexión con la doctrina de los actos
propios, el artículo 2.1.18, que protege la libertad de las partes para pactar las
formalidades de la modificación de los contratos, no ampara las situaciones en
las que ellas invoquen la falta de cumplimiento de las formalidades cuando su
propia conducta ha importado la anuencia a las modificaciones realizadas, que
luego pretenden cuestionar.
“Existe sin embargo una excepción a la regla general. Al aplicar el principio general
relativo a la prohibición del comportamiento inconsistente (véase el Art. 1.8),
conforme a esta disposición, cualquiera de las partes quedará vinculada por sus
propios actos y no podrá alegar la cláusula que exige la forma escrita para
modificar o extinguir el contrato cuando la otra parte hubiera actuado
razonablemente sobre la base de dichos actos” (UNIDROIT 2015: 67)28.
27
Nótese que en relación con este asunto, el artículo 1411 del Código Civil peruano señala: “Se
presume que la forma que las partes convienen adoptar anticipadamente y por escrito es
requisito indispensable para la validez del acto, bajo sanción de nulidad”.
28
Los Comentarios Oficiales a los Principios UNIDROIT presentan el siguiente ejemplo, que
advertimos, es por cierto debatible: “un constructor “A” celebra un contrato, suscrito por el consejo
directivo de una escuela “B”, para construir un nuevo edificio escolar. Se prevé que el segundo
piso debe tener la resistencia necesaria para albergar una biblioteca. Además, se prohíbe la
modificación verbal. Sin embargo, posteriormente las partes acuerdan verbalmente que el
segundo piso no debe tener la capacidad originalmente prevista. A termina el edificio conforme
a la modificación verbal. B observó la construcción sin ninguna objeción. Sin embargo, al
momento de la entrega B observa la forma en que se construyó el segundo piso. “Un tribunal
podría decidir que “B” no tiene derecho a valerse de la cláusula que prohíbe la modificación
verbal, puesto que “A” pudo razonablemente confiar en la modificación verbal y por lo tanto no
incurre en responsabilidad por incumplimiento” (UNIDROIT 2015: 67).
45
Por su parte, en el ejercicio de las facultades de representación también es
posible evitar que los comerciantes actúen de manera incoherente con el
entendimiento que propiciaron y que por tanto debe ser protegido.
(1) Cuando un representante actúa sin poder o lo excede, sus actos no afectan
las relaciones juri d
́ icas entre el representado y el tercero.
(2) Cuando el representado genera en el tercero la convicción razonable que el
representante tiene facultad para actuar por cuenta del representado y que el
representante está actuando en el ámbito de ese poder, el representado no puede
invocar contra el tercero la falta de poder del representante”.
“La representación aparente, que constituye una aplicación del principio general
de buena fe (ver el Art. 1.7) y de la prohibición del comportamiento contradictorio
(ver Art. 1.8) es particularmente importante cuando el representado no es una
persona fi ś ica sino un ente colectivo. Al tratarse de una sociedad o de cualquier
otra persona juri d ́ ica, un tercero puede tener dificultad para determinar si las
personas que actúan en la organización tienen poder real para actuar, de manera
que podri a
́ preferir, cuando sea posible, confiar en el poder aparente. En estos
casos, el tercero sólo tiene que demostrar que era razonable para él creer que la
persona que pretendi a ́ representar a la organización teni a
́ poder para ello, y que
esta creencia razonable se forjó en razón del comportamiento de quienes
realmente contaban con los poderes para representar a la organización (consejo
de administración, directores, socios, etc.). La cuestión de saber si esta creencia
era razonable o no para el tercero dependerá de las circunstancias del caso (el
lugar dentro de la jerarqui a ́ de la organización que teni a
́ la persona que hizo la
aparente representación, el tipo de operación, el consentimiento de los directores
de la organización en el pasado, etc.)” (UNIDROIT 2015: 86)29.
29
A manera ilustrativa, cabe señalar que, en el Perú, los artículos 12 y 13 de la Ley General de
Sociedades establecen lo siguiente:
“Artículo 12.- La sociedad está obligada hacia aquellos con quienes ha contratado y frente a
terceros de buena fe por los actos de sus representantes celebrados dentro de los li m ́ ites de las
facultades que les haya conferido aunque tales actos comprometan a la sociedad a negocios u
operaciones no comprendidos dentro de su objeto social.
Los socios o administradores, según sea el caso, responden frente a la sociedad por los daños
y perjuicios que ésta haya experimentado como consecuencia de acuerdos adoptados con su
voto y en virtud de los cuales se pudiera haber autorizado la celebración de actos que extralimitan
su objeto social y que la obligan frente a co-contratantes y terceros de buena fe, sin perjuicio de
la responsabilidad penal que pudiese corresponderles.
La buena fe del tercero no se perjudica por la inscripción del pacto social”.
“Arti ́culo 13.- Actos que no obligan a la sociedad
Quienes no están autorizados para ejercer la representación de la sociedad no la obligan con
sus actos, aunque los celebren en nombre de ella.
La responsabilidad civil o penal por tales actos recae exclusivamente sobre sus autores”.
46
la práctica del comercio internacional. A continuación nos referimos brevemente
a los Principios Trans-Lex y al Draft Common Frame of Reference.
47
En primer lugar, debemos hacer notar el lugar preponderante que ocupa este
principio; es el segundo de más de ciento treinta, lo cual tiene que ver con que,
según los comentarios a este principio, deriva del principio general de la buena
fe. Entre otros elementos para que opere, los comentarios requieren: (i) que la
confianza generada en la otra parte esté basada en un acto específico, una
declaración o el silencio; (ii) que la conducta esté relacionada a la relación
contractual existente entre las partes; (iii) que la confianza sea razonable; es
decir, contar con razones justificadas para confiar en la conducta inicial de la
contraparte, la cual debe determinarse según las circunstancias del caso
concreto.
Una de las reglas operativas alude al deber de buena fe (good faith and fair
dealing), definido como un “estándar de conducta caracterizado por la
honestidad, franqueza y consideración de los intereses de la otra parte en la
transacción o relación en cuestión” (Facco 2017: 351).
El segundo párrafo del principio I.I:103 del Marco Común de Referencia para el
Derecho Privado señala que un comportamiento contrario a la buena fe (good
faith and fair dealing) es “todo acto inconsistente de una de las partes con
relación a una conducta anterior que generó razonable confianza en la otra
parte”.
(b) Violation of this Principle may result in the loss, suspension, or modification of rights
otherwise available to the party violating this Principle or in the creation of rights otherwise not
available to the aggrieved party”.
32
El artículo 1202 de los Principios del Derecho Europeo de los Contratos señala que "Cada una
de las partes está obligada respecto de la otra, a cooperar para conseguir la plena efectividad
del contrato”.
48
Hasta ahora nos hemos referido a expresiones de la lex mercatoria contenidas
en los Principios UNIDROIT, los Principios Trans-Lex y el Marco Común de
Referencia para el Derecho Privado. A continuación nos referimos a un
documento que también resulta de los usos y costumbres en materia de
comercio internacional, pero que sí ha alcanzado un estatus jurídico mayor: ha
sido suscrito por numerosos Estados y por tanto forma parte de su Derecho
interno, incluido el del Perú33.
“Artículo 8
1) A los efectos de la presente Convención, las declaraciones y otros actos de una
parte deberán interpretarse conforme a su intención cuando la otra parte haya
conocido o no haya podido ignorar cuál era esa intención.
2) Si el párrafo precedente no fuere aplicable, las declaraciones y otros actos de
una parte deberán interpretarse conforme al sentido que les habri á dado en igual
situación una persona razonable de la misma condición que la otra parte.
3) Para determinar la intención de una parte o el sentido que habri a ́ dado una
persona razonable deberán tenerse debidamente en cuenta todas las
circunstancias pertinentes del caso, en particular las negociaciones, cualesquiera
prácticas que las partes hubieran establecido entre ellas, los usos y el
comportamiento ulterior de las partes”.
“Artículo 9
1) Las partes quedarán obligadas por cualquier uso en que hayan
convenido y por cualquier práctica que hayan establecido entre ellas.
33
Perú ratificó la Convención de Viena el 25 de marzo de 1999 y entró en vigor el 1 de abril de
2000: http://www.uncitral.org/uncitral/en/uncitral_texts/sale_goods/1980CISG_status.html
34
Convention on Contracts for the International Sale of Goods.
49
2) Salvo pacto en contrario, se considerará que las partes han hecho
tácitamente aplicable al contrato o a su formación un uso del que tenían o
debían haber tenido conocimiento y que, en el comercio internacional, sea
ampliamente conocido y regularmente observado por las partes en
contratos del mismo tipo en el tráfico mercantil de que se trate”.
“Artículo 29
1) El contrato podrá modificarse o extinguirse por mero acuerdo de las partes.
2) Un contrato por escrito que contenga una estipulación que exija que toda
modificación o extinción por mutuo acuerdo se haga por escrito no podrá
modificarse ni extinguirse por mutuo acuerdo de otra forma. No obstante,
cualquiera de las partes quedará vinculada por sus propios actos y no podrá alegar
esa estipulación en la medida en que la otra se haya basado en tales actos”.
“Artículo 46
1) El comprador podrá exigir al vendedor el cumplimiento de sus obligaciones, a
menos que haya ejercitado un derecho o acción incompatible con esa exigencia.
[…]”.
En esta línea, como plantea Perales Viscasillas (1998: 195), las materias no
excluidas de la Convención de Viena, que no están expresamente resueltas por
ella, pueden abordarse con las soluciones contenidas en los Principios
UNIDROIT, dado que el artículo 7 párrafo 2 de la Convención de Viena señala
que:
“Las cuestiones relativas a las materias que se rigen por la presente Convención
que no estén expresamente resueltas en ella se dirimirán de conformidad con
los principios generales en los que se basa la presente Convención o, a falta de
tales principios, de conformidad con la ley aplicable en virtud de las normas de
derecho internacional privado”.
35
Traducción libre de: “Altough the word estoppel is not a part of the language of the CISG, it is
accepted that it lives in the shadows of the several Articles of the Convention. It is admitted that
the principle of good faith which lies behind the doctrine of estoppel is a common principle of Lex
Mercatoria” (Uçaryilmaz 2013: 169).
50
contratos, las partes no pueden ir contra sus propios actos; y, (iii) el comprador
podrá exigir al vendedor el cumplimiento de sus obligaciones, a menos que haya
ejercitado un derecho o acción incompatible con esa exigencia.
Ello ocurre porque las controversias del comercio internacional no suelen estar
vinculadas a un solo Estado.
Por su parte, las cortes arbitrales no solamente deben laudar conforme a las
normas jurídicas aplicables, sino que además están regidos por el principio de la
buena fe. “La buena fe, sin dudas incorporada a los principios generales del
comercio internacional, es de fecunda aplicación tanto en los aspectos
procesales como sustantivos del arbitraje y también lo es en los procedimientos
judiciales estatales de apoyo y de control del arbitraje” (Arrighi 2017: 2).
Siendo la buena fe una cuestión que rige los procesos arbitrales tanto en asuntos
procedimentales como de fondo, no es de extrañar que los tribunales que
resuelven controversias de comercio internacional se sientan cómodos al
momento de laudar invocando el deber de buena fe y repudiando
comportamientos contradictorios de las partes en ejecución de sus contratos.
En el caso peruano, el artículo 38 del Decreto Legislativo Nº 1071, Ley que norma
el arbitraje, así lo ordena: “Las partes están obligadas a observar el principio de
la buena fe en todos sus actos e intervenciones en el curso de las actuaciones
51
arbitrales y a colaborar con el tribunal en el desarrollo del arbitraje”. El artículo
14 también se remite al deber de buena fe, a propósito de la extensión del
convenio arbitral a las partes no signatarias.
El artículo 57 señala que, en todos los casos, el tribunal arbitral decidirá con
arreglo a las estipulaciones del contrato y tendrá en cuenta los usos y prácticas
aplicables36. Lo mismo señala el artículo 21 del Reglamento de Arbitraje de la
Cámara de Comercio Internacional y de la Cámara de Comercio de Lima, dos
importantes instituciones arbitrales. Dichas normas señalan que el Tribunal
Arbitral debe tener en cuenta las estipulaciones del contrato celebrado entre las
partes, así como los usos y prácticas aplicables.
Por su parte, el artículo 2 del Código de Comercio señala que los actos de
comercio se rigen por las condiciones establecidas en el Código (que en su
mayoría están hoy derogadas), y, en su defecto, por los usos de comercio, y solo
a falta de ambas reglas, por el Derecho común. El artículo 57 señala que: “Los
contratos de comercio se ejecutarán y cumplirán de buena fe, según los términos
en que fueren hechos y redactados, sin tergiversar con interpretaciones
arbitrarias el sentido recto, propio y usual de las palabras dichas o escritas, ni
restringir los efectos que naturalmente se deriven del modo con que los
contratantes hubieren explicado su voluntad y contraído sus obligaciones” (esta
norma no ha sido materia de derogación expresa).
Habiendo concluido que la lex mercatoria, expresada tanto por los Principios
UNIDROIT como por la Convención de Viena, es aplicada por los tribunales en
36
Ello es lo que indica la Ley Modelo de la Comisión de las Naciones Unidas sobre Derecho
Mercantil Internacional - CNUDMI sobre Arbitraje Comercial Internacional (Ley Modelo
UNCITRAL), referido a las normas aplicables al fondo del litigio. El artículo 28 señala que en
todos los casos, el tribunal arbitral decidirá con arreglo a las estipulaciones del contrato y tendrá
en cuenta los usos mercantiles aplicables al caso.
52
materia de comercio internacional, presentamos a continuación 33 casos en los
cuales ha sido materia de análisis la conducta contradictoria desplegada por las
partes en ejecución del contrato. Las cortes analizan si dicha contradicción
supone una incoherencia que deba ser rechazada por haberse presentado los
supuestos que la doctrina de los actos propios pretende combatir.
Son varios los criterios de selección aplicados para seleccionar y presentar los
casos cuya sumilla se presenta a continuación 37.
1. Los casos no aplican el Derecho interno de los estados a los que pertenecen
los contratantes, sino la lex mercatoria. La razón es que, como ya se ha indicado,
ella es el resultado de ejercicios repetidos como consecuencia de una actividad
de ensayo-error, lo cual ha dado lugar, con el transcurrir del tiempo, a la selección
de las prácticas que mejor se ajustan a las necesidades de los comerciantes.
3. Hemos usado las bases de datos mejor organizadas para dar cuenta de las
decisiones referidas a la lex mercatoria; específicamente a los Principios
UNIDROIT, los Principios Trans-Lex y la Convención de Viena. Dichas bases de
datos son:
Clout
http://www.uncitral.org/clout/search.jspx?f=es%23cloutDocument.textTypes.textT
ype_s1%3aCIM%5c+%5c(1980%5c)
UNILEX
http://www.unilex.info/dynasite.cfm?dssid=2377&dsmid=14311
37
Es importante señalar en este punto que deliberadamente hemos omitido casos de la
jurisprudencia peruana, pues a ella nos referiremos más adelante. En este capítulo nos limitamos
a presentar controversias enmarcadas en la práctica comercial internacional en las que se ha
invocado la doctrina de los actos propios al amparo de la lex mercatoria.
53
4. Se ha revisado decisiones en su mayoría arbitrales, contenidas en las bases
de datos consultadas, referidas a controversias derivadas del comercio
internacional. Dichas bases de datos también arrojaron decisiones en las que
una de las partes era el Estado (contratos de concesión, o arbitrajes de inversión,
por ejemplo), que en general, no son incluidas en este capítulo38.
1)
Datos del caso ICC International Court of Arbitration Bulletin Vol. 25
Nº 2
2014
París, Francia.
Final Award in Case 14108 (extracts)
Sumilla de hechos El Demandante es una empresa que suscribió con un
Estado, un contrato denominado Production Sharing
Agreement (PSA), contrato para explotar yacimientos
de petróleo, y alega que el contrato fue renovado por
5 años, lo cual es negado por el Estado Demandado.
Reclama el pago de los daños consistentes en el valor
38
A manera ilustrativa puede mencionarse que un estudio realizado al respecto analizó 53
decisiones que mencionaron el estoppel. De ellas, 36 plantearon el tema a propósito de asuntos
de jurisdicción o procedimentales, mientras que 12 lo plantearon a propósito de los méritos del
caso o el fondo de la controversia. En cuanto a los resultados, el argumento fue rechazado 33
veces, fue estimado en 9 decisiones y en 11 oportunidades el asunto no fue resuelto con claridad.
En los casos en que el argumento del estoppel fue amparado, los hechos no encuadraban en los
requisitos para que opere, según el autor del estudio (Kulick 2016:113).
54
del petróleo a extraer si la explotación se hubiera
llevado a cabo por los 5 años adicionales.
Argumentos de las Las razones por las que no se formalizó la extensión
partes del plazo es que el pedido no fue sustentado y
aprobado por el Congreso del Estado Demandado, lo
cual estaba previsto en sus normas. Según el
Demandante, importantes integrantes del Poder
Ejecutivo, incluyendo un ministro, manifestó que no
eran necesarias formalidades adicionales.
Decisión El Tribunal analiza la figura del estoppel, y añade que
se aplica por derivar de principios reconocidos por
“naciones civilizadas”, como el de la buena fe. Señala
que en las normas de los Estados contratantes no se
recoge expresamente la regla del estoppel, aunque
ello sí ocurre en el artículo 1.8 de los Principios
UNIDROIT, los cuales pueden ser aplicados aunque
las partes no hayan hecho referencia a ellos en sus
contratos.
El Tribunal señala que el Poder Ejecutivo del
Demandado sí hizo esfuerzos necesarios para
conseguir la aprobación de la extensión del plazo por
parte del Congreso.
A pesar de ello, el Tribunal considera que el Ministro
correspondiente actuó de manera ambigua y
contradictoria frente al Demandante: primero señaló
que la extensión había sido otorgada con la
aprobación del Consejo de Ministros, aunque el
Parlamento no lo hubiera hecho, pero posteriormente
lo negó.
Para el Tribunal Arbitral, la actividad exploratoria –sin
cumplirse las formalidades para la extensión de plazo-
fue no solamente conocida y tolerada por el Estado,
sino además promovida (encouraged) por él; de
hecho, no sugirió paralizarla en un plazo razonable
(“On the contrary, it took it a long time before advising
[Claimant] to stop spending money on such
expenditures”).
En principio, el riesgo de ello le corresponde al
Demandante, que no debió iniciar operaciones sin
haberse cumplido todos los requisitos. Sin embargo,
el Tribunal considera que el Estado Demandado
propició que el inicio de los trabajos de explotación se
produzca incluso antes de la firma de la extensión del
plazo por el Poder Ejecutivo, y además, omitió dar
pronto aviso de que el Congreso no aprobaría dicha
extensión.
En tal sentido, el Tribunal aplicó el artículo 1.8 de los
Principios UNIDROIT y condenó al Estado a
reembolsar los gastos en que el Demandante incurrió
55
para llevar a cabo los trabajos mientras el plazo de la
concesión no había sido extendido.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada.
Doctrina de los actos propios en el marco del 1.8
de los Principios UNIDROIT, para indemnizar a
una parte por la conducta contradictoria de la otra.
2)
Datos del caso Unilex
Fecha: 24.10.2014
País: Paraguay
Número: Sentencia Nº 95
Corte: Tribunal de Apelación en lo Civil y Comercial de
Asunción
Partes: José Luis Andrés Manzoni Wasmosy C/ Indert
S/ Obligación de hacer escritura pública y otros
Cita: http://www.unilex.info/case.cfm?id=1866
Sumilla de hechos Un ciudadano paraguayo interpuso una demanda civil
contra la institución gubernamental sobre asuntos de
tierras (Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la
Tierra - INDERT), en relación con el pago de una
adjudicación de tierras hecha a su favor por una decisión
del presidente de dicha institución. La institución se negó
a recibir el pago debido a que había decidido revertir la
decisión inicial y estableció un nuevo y más alto precio
para la tierra adjudicada.
Argumentos de las La Demandante alega que le fue adjudicado en venta por
partes Resolución No. 35/99 de fecha 20 de enero de 1999,
dictada por el Consejo del INSTITUTO DE BIENESTAR
RURAL (hoy INDERT), un inmueble fracción fiscal de
aproximadamente 99 hectáreas. Conforme al relato de la
parte accionante, el ente demandado había
confeccionado una liquidación oficial por la cantidad de
Gs. 6.773.590, que consideraba el pago ya realizado
conforme el Recibo No. 357034. Añadió que el actor –
conforme a su relato- en varias ocasiones había
intentado realizar el pago de cancelación del precio
pactado pero el INDERT se había negado a recibir el
pago, ocasionando así la interposición de la demanda de
otorgamiento de escritura pública y pago por
consignación.
Por su parte, el INDERT sostuvo que no tenía obligación
de otorgar la escritura pública sobre el inmueble de la
fracción fiscal adjudicada al accionante, puesto que el
precio pretendido por la Demandante no era el real y
establecido por la autoridad de la entidad, conforme las
resoluciones vigentes y los procedimientos establecidos
en la ley, conforme a las cuales el precio por hectárea era
de Gs. 3.290.000 y no de Gs. 500.000 por hectárea que
había dispuesto en su momento la autoridad del INDERT,
56
siendo un acto nulo por no haberse dado intervención a
la Junta Asesora y Control de Gestión, tal como disponía
la ley.
Decisión Respecto a la nulidad de la última decisión tomada por el
INDERT, uno de los miembros del Tribunal de la Corte de
Apelaciones de Asunción indicó que era contrario a la
buena fe que la entidad en un primer momento hubiera
establecido un precio y luego se negara a reconocer la
cantidad fijada. Sostiene que la entidad no podía basarse
en un nuevo pronunciamiento de su Presidente
ignorando la decisión anterior, en base al principio de
"venire contra factum proprium" establecido por el
artículo 1.8 de los Principios UNIDROIT, citando también
otros artículos como el 1.7; 2.1.4 (2) (b); 2.1.18; 2.1.20;
2.2.5 (2) y 10.4.
En relación a la aplicación de los Principios UNIDROIT,
indicó que es de gran valor interpretativo para los
derechos nacionales.
Además, indicó que los Principios UNIDROIT constituyen
un medio de interpretación en aquellos ordenamientos
jurídicos que consagran a los principios generales del
derecho como fuente del derecho. Por tanto, los jueces
pueden tomarlos en cuenta para resolver disputas.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco del artículo 1.8 de los
Principios UNIDROIT, para analizar la conducta de una
Entidad frente al administrado. Es relevante en los países
que consagran a los principios generales del Derecho
como fuentes de derecho.
3)
Datos del caso Unilex
Fecha: 05.01.2012
País: Italia
Corte: Tribunale di Varese (Sezione distaccata di Luino)
Partes: Desconocido
Cita: http://www.unilex.info/case.cfm?id=1873
Sumilla de hechos El Demandado (una empresa de construcción italiana),
después de haber construido un edificio de
departamentos, vendió siete de ellos a los Demandantes,
todos ciudadanos italianos. Poco después de haber
tomado posesión de los departamentos, los nuevos
propietarios descubrieron una serie de defectos de
construcción en la piscina y la cancha de tenis que
habían adquirido en común, y lo notificaron
inmediatamente al Demandado. El Demandado
reconoció la existencia de los defectos en cuestión y
prometió repararlos de inmediato.
El Demandado eliminó solo una parte de los defectos, lo
que obligó a los Demandantes a presentar una acción
57
contra el Demandado solicitando la reparación de todos
los defectos o, alternativamente, el pago de los daños por
la pérdida causada a los Demandantes como resultado
de los defectos no eliminados.
Argumentos de las El Demandado objetó que el reclamo había prescrito
partes porque se presentó ante el tribunal después de la
expiración del plazo de un año previsto en el artículo
1669 del Código Civil italiano.
Decisión Al rechazar la excepción planteada por el Demandado, el
Tribunal señaló que al reconocer los defectos de
construcción y al prometer remediarlos luego de recibir la
debida notificación por parte de los Demandantes, el
Demandado hizo que los Demandantes creyeran
razonablemente que no se requería ninguna otra acción
de su parte. Para respaldar esta solución, el Tribunal
invocó el principio general de buena fe establecido en el
Artículo 1175 del Código Civil italiano y la aplicación del
mismo consistente en la prohibición de conductas
contradictorias y, al respecto, se refiere expresamente al
Artículo 1.8 de los Principios UNIDROIT.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco del Art. 1.8 de los
Principios UNIDROIT, para analizar la confianza
generada en la otra parte y rechazar la excepción de
prescripción.
4)
Datos del caso Unilex
Fecha: 23.08.2012
Laudo Arbitral
Número: 173/2011
Corte: International Arbitration Court of the Chamber of
Commerce and Industry of the Russian Federation
Partes: Desconocido
Cita: http://www.unilex.info/case.cfm?id=1731
Sumilla de hechos El Demandante, una compañía rusa, celebró un contrato
de construcción (el "Acuerdo") con el Demandado, una
compañía de Estados Unidos. Posteriormente, el
Demandante y el Demandado iniciaron negociaciones
sobre posibles modificaciones de los términos y la
duración del Acuerdo.
La Demandada creyó que tales negociaciones
suspendieron la ejecución del Acuerdo y, por lo tanto,
dejó de cumplir con sus obligaciones. Si bien el
Demandante por un tiempo no objetó el comportamiento
del Demandado, posteriormente el Demandante resolvió
el Acuerdo de manera unilateral, invocando que el
Demandado incumplió los plazos previamente
establecidos en el Acuerdo.
58
Las partes pactaron como ley aplicable al Acuerdo la ley
de la Federación Rusa.
Argumentos de El Demandado solicitó que el Tribunal Arbitral tomara en
las partes cuenta para su decisión los Principios UNIDROIT y la
Convención de Viena sobre Compraventa de
Mercaderías (CISG). El Demandante se opuso a la
aplicación de ambas normas.
El Demandante alegó incumplimiento del Acuerdo por
parte del Demandado. El Demandado alegó que las
negociaciones sobre las modificaciones del Acuerdo
habían suspendido la ejecución; por tanto, no incurrió en
incumplimiento.
Decisión Sobre la ley aplicable, el Tribunal determinó que la CISG
no era aplicable a los contratos de construcción.
Asimismo, el Tribunal Arbitral decidió que podía tomar en
cuenta los Principios UNIDROIT porque “en la práctica
internacional moderna de muchos tribunales arbitrales,
incluido el ICAC, se consideran la fuente recomendada
de normas que rigen las cuestiones generales sobre
ejecución e interpretación de contratos de carácter
internacional".
En cuanto a los méritos del caso, el Tribunal determinó
que el Demandante, en lugar de continuar las
negociaciones y luego repentinamente resolver el
Acuerdo, debió haber informado al Demandado sobre
sus intenciones de no seguir negociando para volver a
los términos originales del Acuerdo. Según el Tribunal, el
comportamiento del Demandante fue contradictorio e
inconsistente con el principio de buena fe en la ejecución
del contrato. El Tribunal se basó en el Artículo 1.8 de los
Principios Unidroit, según el cual una parte no puede
actuar de manera contradictoria con el entendimiento que
ha generado en la otra parte, y conforme al cual esa otra
parte razonablemente ha actuado en su detrimento.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco del Art. 1.8 de los
Principios UNIDROIT, para determinar que no es válida
una resolución contractual unilateral cuando implica una
conducta contradictoria.
5)
Datos del caso Unilex
Fecha: 14.01.2010
International Centre for Settlement of Investment Disputes
(ICSID)
Número: No ARB/06/18; IIC 424 (2010)
Corte: International Centre for Settlement of Investment
Disputes (ICSID)
Partes: Joseph Charles Lemire v Ukraine
Cita: http://www.unilex.info/case.cfm?id=1533
59
Sumilla de hechos El Demandante (nacional de los Estados Unidos) y el
Demandado (Gobierno de Ucrania) firmaron un contrato
de inversión para el establecimiento a cargo del
Demandante de estaciones de radiodifusión en Ucrania.
Iniciado el procedimiento arbitral, las partes llegaron a un
acuerdo sobre la controversia y solicitaron al Tribunal que
registrara el acuerdo de conciliación ("el Acuerdo") en
forma de laudo (ver UNILEX, Laudo CIADI de 20 de
marzo de 2000). Según el Demandante, el Demandado
había incumplido una serie de obligaciones pactadas en
el Acuerdo y, en consecuencia, el Demandante inició un
nuevo procedimiento arbitral.
Argumentos de El Demandante alegó que además de las obligaciones
las partes expresamente pactadas en el Acuerdo, existían otras
obligaciones que no figuraban en el Acuerdo pero que
habían sido acordadas en las negociaciones. Recurrió al
artículo 4.3 de los Principios UNIDROIT, que indica que
el contrato deberá interpretarse de acuerdo a la común
intención de las partes y para ello deberá tomarse en
cuenta, entre otros, las negociaciones previas entre las
partes.
El Demandado rechazó lo anterior alegando que el
Acuerdo, además, contenía una cláusula de integración,
conforme al artículo 2.1.17 de los Principios UNIDROIT:
“el Acuerdo constituye todo lo acordado entre las partes
sobre el tema del presente documento y reemplaza toda
correspondencia, negociaciones y entendimientos
previos entre ellos con respecto a los asuntos aquí
cubiertos”.
Decisión El Tribunal Arbitral determinó que los Principios
UNIDROIT eran aplicables al Acuerdo.
Según el Tribunal, las cláusulas leídas en conjunto
requerían que las expectativas generadas durante las
negociaciones del Acuerdo se reflejen en el texto del
Acuerdo. No era suficiente que una obligación hubiera
sido discutida durante las negociaciones.
El Tribunal Arbitral rechazó el argumento del Demandante
según el cual el Demandado no cumplió con una serie de
obligaciones en virtud del Acuerdo, por ejemplo, llevar a
cabo el examen de las interferencias dentro de las dos
semanas posteriores a la firma del Acuerdo, y hacer sus
mejores esfuerzos para proporcionar a la Demandante las
licencias para radiofrecuencias.
Sobre la primera obligación, el Tribunal recalcó que los
exámenes de posibles interferencias ya se habían
realizado con resultados positivos poco antes de la
ejecución del Acuerdo, y que luego el Demandante nunca
solicitó más exámenes, lo que hizo que el Demandado
creyera que los exámenes previos al Acuerdo eran
suficientes.
60
Al no realizar ningún examen adicional, el Demandado
actuó razonablemente basándose en tal entendimiento,
impidiendo así que el Demandante actuara de manera
inconsistente al argumentar que el Demandado no había
cumplido con su obligación en virtud del Acuerdo. El
Tribunal citó como sustento el artículo 1.8 de los
Principios UNIDROIT.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco del Art. 1.8 de los
Principios UNIDROIT, para analizar la confianza
generada en la otra parte en la ejecución de obligaciones.
6)
Datos del caso ICC International Court of Arbitration Bulletin Vol. 21 Nº 2
2010
París, Francia.
Final Award in Case 7421 (extracts)
Sumilla de hechos En 1983, una compañía peruana, la Demandante, acordó
vender metales a una compañía suiza, que cedió sus
derechos a una compañía sueca (Demandada). La ley
pactada en el contrato era la suiza; se pactó FOB Callao
(lo que supone que los costos de transporte son
asumidos por el comprador); se previó un valor
determinado para el costo del transporte, y se indicó que
el riesgo de cualquier aumento de este debía ser
compartido por ambas partes. Parte de la carga se perdió
en el camino a su destino.
Argumentos de La empresa compradora, Demandada, señalaba que
las partes para calcular el precio de los bienes debía tenerse en
cuenta el promedio del peso de la carga y la descarga
(dado que parte de la carga se había perdido en el
camino). La Demandada sostiene que si bien,
inicialmente en el contrato se previó que el peso de
referencia era el del momento de la carga, posteriormente
debía considerarse también el de la descarga. Ello,
porque durante la ejecución del contrato se habría
cambiado la entrega FOB Callao por CIF (puerto de
destino).
Decisión No hay evidencia de que en los hechos se haya producido
el cambio de FOB Callao por CIF (puerto de destino),
pues el despacho se produjo como antes, sin cambio
alguno, por la propia voluntad del comprador
(Demandado).
Rechazar su cambio de conducta (ejecutar el contrato
bajo términos FOB pero pretender el pago bajo términos
CIF) se ampara en el principio de la buena fe y en la
doctrina de los actos propios, prevista en el Derecho
suizo como abuso de derecho.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios en el marco de la ley suiza, como
61
abuso de derecho. Rechazo de pretensión basada en un
cambio de conducta no razonable.
7)
Datos del caso Caso Clout Nº 777 / Unilex / CISG database Pace Law
School
Fecha: 12.09.2006
País: Estados Unidos de América
Número: 05-13995
Corte: U.S. Court of Appeals (11th Circuit)
Partes: Treibacher Industrie, A.G. v. Allegheny
Technologies, Inc.
Cita:
http://www.unilex.info/case.cfm?pid=1&id=1136&do=cas
e
Clout Nº 777:
http://www.uncitral.org/clout/clout/data/usa/clout_case_777_l
eg-1960.html?lng=es
Base de datos CISG:
http://cisgw3.law.pace.edu/cases/060912u1.html
Sumilla de hechos Un proveedor austríaco (Demandante) y un comprador
estadounidense situado en Alabama (Demandado)
celebraron un conjunto de contratos relativos a la compra
de un compuesto químico en “consignación”. En cada
contrato se especificaba la cantidad del compuesto que
se entregaría al comprador.
En los contratos anteriores a los que estaban en litigio, el
comprador había comprado la totalidad del compuesto
que el proveedor le suministraba, y en una oportunidad
había desistido de una tentativa de devolver el producto
que no había utilizado.
El comprador, durante el plazo de duración de los dos
contratos litigiosos, comunicó al proveedor que no
aceptaría más entregas del compuesto y no pagaría el
compuesto que había sido entregado, pero no utilizado.
Sin que el proveedor tuviese conocimiento, el comprador
había encontrado una fuente de suministro menos
costosa. El proveedor encontró otro comprador, pero a
un precio menor.
Posteriormente, el proveedor inició una acción judicial
para recuperar la suma que el comprador debería haber
pagado si hubiese aceptado la entrega de todo el
producto especificado en los contratos.
El proveedor y el comprador discrepaban con respecto al
significado del término entrega en “consignación”.
Según el perito del comprador, en la industria de los
metales, el término “consignación” significaba que la
venta no se perfeccionaba hasta que el comprador
utilizara efectivamente el compuesto.
62
El proveedor presentó pruebas basadas en la conducta
previa de las partes con el objeto de establecer que
“consignación” significaba que el comprador tenía la
obligación de pagar la totalidad del compuesto
entregado, pero que no recibiría la factura hasta tanto no
lo utilizase efectivamente”.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 777).
El Tribunal de primera instancia le dio la razón al
demandante, por lo que ordenó que el comprador pague
el precio de la mercadería. Siendo ello así, el Demandado
apeló la decisión ante la Corte de Apelaciones de
Estados Unidos (11 Circuito).
Argumentos de las En la apelación, el comprador alegó que: “de conformidad
partes con la CISG un término de un contrato debía ser
interpretado según su uso habitual “salvo que las partes
hayan acordado expresamente otro uso”. El comprador
también adujo que la práctica establecida entre las partes
no requería que el comprador utilizase y pagase la
totalidad del compuesto especificado en el contrato.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 777).
El proveedor argumentó que, según las prácticas
establecidas entre las partes, el comprador debía pagar
por todo el compuesto entregado, lo utilice o no.
Decisión Tanto el Tribunal de primera instancia como la Corte de
Apelaciones determinaron que la ley aplicable era la
Convención de Viena.
La Corte de Apelaciones confirmó la sentencia de
primera instancia por las siguientes razones:
- “La Corte de Apelaciones observó que en el
artículo 8, que rige la interpretación de las
declaraciones y actos de las partes, se trataba por
separado del caso en que una parte tenía
conocimiento de la intención real de la otra parte y
del caso en que no tenía ese conocimiento. El
tribunal llegó a la conclusión de que cuando no se
conoce la intención real, el artículo 8 impone la
norma del sentido que habría dado una persona
razonable. En el párrafo 3) del artículo 8 se
indicaban las fuentes para determinar la intención
real de una parte, “en particular las negociaciones,
cualesquiera prácticas que las partes hubieran
establecido entre ellas, los usos y el
comportamiento ulterior de las partes”.
- “El comprador arguyó que el artículo 9 exigía el
acuerdo expreso de las partes para que el uso
entre las partes prevalezca sobre el uso habitual
establecido en la industria. Concretamente, el
comprador adujo que en el párrafo 2) del artículo
9 se establecía que las partes debían pactar
expresamente no quedar obligadas por el uso
63
habitual. Como respaldo de tal argumento, el
comprador citó la parte del párrafo 1) del artículo
9 según la cual las partes quedaban obligadas
“por cualquier uso en que hayan convenido y por
cualquier práctica que hayan establecido entre
ellas”. El comprador también sostuvo que
aplicando esta definición al párrafo 2) del artículo
9, los términos del contrato debían interpretarse
de conformidad con el uso habitual salvo acuerdo
en contrario de las partes.
La Corte de Apelaciones constató que la
interpretación del comprador tendría como
resultado la anulación del párrafo 3) del artículo 8
y de la última parte del párrafo 1) del artículo 9. La
última parte del párrafo 1) del artículo 9 quedaría
anulada porque las partes ya no se regirían por
“cualquier práctica que hayan establecido entre
ellas”. Rechazando la interpretación que daba el
comprador al párrafo 2) del artículo 9, la Corte de
Apelaciones sostuvo que el uso que las partes
hacían de un término en sus relaciones
comerciales regía el significado de ese término
cuando estaba en conflicto con el uso habitual de
dicho término”.
- “La Corte de Apelaciones observó que no se
impugnaba que las partes habían celebrado una
serie de contratos relativos al suministro de
compuestos químicos entre 1993 y 2000. Todos
ellos se referían a cantidades concretas del
producto para su entrega en “consignación”, y el
comprador lo guardaba por separado,
presentando informes mensuales de utilización al
proveedor. Estos informes servían de base para
emitir las facturas al comprador por el producto
utilizado. El comprador había usado y pagado
todos los compuestos que se le habían entregado
en el marco de todos los contratos celebrados con
anterioridad a los dos contratos litigiosos”.
- “La Corte de Apelaciones también observó que el
comprador, con anterioridad, había actuado como
si estuviese obligado a comprar todos los
compuestos entregados de conformidad con los
contratos”.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 777).
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco del artículo 9 de la
Convención de Viena, para determinar que los términos
del contrato se interpretan según las prácticas
establecidas por las partes, las cuales priman sobre los
usos comerciales.
64
8)
Datos del caso Caso Clout Nº 750 / Unilex / CISG database Pace Law
School
Fecha: 31.08.2005
País: Austria
Número: 7 Ob 175/05v
Corte: Oberster Gerichtshof
Partes: Desconocido
Cita:
http://www.uncitral.org/clout/clout/data/aut/clout_case_7
50_leg-2371.html?lng=es
Unilex:
http://www.unilex.info/case.cfm?pid=1&do=case&id=109
6&step=Abstract
Base de datos CISG:
http://cisgw3.law.pace.edu/cases/050831a3.html
Sumilla de hechos Un vendedor de Hong Kong (Demandante) celebró un
contrato con una compañía compradora de Austria,
(Demandado), para el suministro de polvo de tantalio que
se entregaría en lotes por un periodo de dos años.
El contrato fue negociado y redactado en inglés. “Se
utilizaron formularios de órdenes de compra en inglés
que en la primera página conteni a ́ n una remisión en
inglés a las condiciones generales que figuraban en el
reverso del documento. Dichas condiciones generales
estaban redactadas en alemán, idioma que no se habla
en Hong Kong. Esos formularios ya habi a ́ n sido utilizados
en ocasiones anteriores.
El vendedor no pudo deducir del texto en alemán que el
comprador queri a ́ celebrar el contrato únicamente si se
pactaban esas condiciones generales. Resulta que el
polvo de metal no cumpli a ́ los requisitos necesarios de
calidad, por lo que el comprador resolvió el contrato
invocando tales condiciones generales.
El vendedor reclamó el pago del precio de la mercadería.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 750).
Argumentos de las El vendedor sostuvo que no se había estipulado un
partes estándar específico de calidad del polvo de tantalio, por
lo que la mercadería no era defectuosa y cumplía con el
contrato. En ese sentido, el comprador debía pagar el
precio del polvo de tantalio enviado. Además, alegó que
las condiciones generales redactadas en alemán no
fueron válidamente incorporadas al contrato redactado
en inglés.
Por su lado, el comprador argumentó que el vendedor
sabía que la calidad del polvo de tantalio era esencial. La
orden de compra contenía una especificación exacta
sobre la calidad requerida. Asimismo, el comprador
sostuvo que las condiciones generales sí se habían
65
incorporado válidamente en el contrato. Como los
productos entregados no cumplían con los estándares de
calidad requeridos, el comprador resolvió válidamente el
contrato, de acuerdo con las condiciones generales. En
consecuencia, el comprador no aceptó la mercadería
entregada por el vendedor y no debe pagar el precio de
las mismas.
(Extraído del texto de la sentencia, disponible en
http://cisgw3.law.pace.edu/cases/050831a3.html).
Decisión “La Corte Suprema determinó que la Convención de
Viena era la ley aplicable. A pesar que la CISG no aborda
específicamente la cuestión de la incorporación de
condiciones generales, su inclusión en el contrato se rige
por las disposiciones sobre la formación del contrato (art.
14 CISG) y la interpretación (Art. 8 CISG). De
conformidad con el art. 8 CISG, las condiciones
generales deben incluirse en la oferta de la parte que
pretende que rija el contrato de una manera que la otra
parte sabía o no podía haber sido razonablemente
inconsciente de tal intención”.
(Extraído del resumen de Unilex, disponible en
http://www.unilex.info/case.cfm?pid=1&do=case&id=109
6&step=Abstract).
“La Corte Suprema decidió que las condiciones
generales en alemán formaban parte integrante del
contrato, puesto que la utilización de tales condiciones
generales habi ́a sido una práctica que las partes habi a ́ n
establecido entre si ,́ de conformidad con el párrafo 1) del
arti ć ulo 9 de la CISG. Si bien los usos deben respetarse
al menos en determinados ámbitos comerciales, las
prácticas son establecidas entre las propias partes. Tales
prácticas pueden consistir en patrones de conducta que
se respetan frecuentemente durante un peri o ́ do
determinado y de modo que las partes que actúan de
buena fe puedan confiar en que dichas prácticas serán
observadas nuevamente en futuras ocasiones. Las
percepciones impli ́citas de una parte también pueden
llegar a formar parte de tales prácticas, si, de las
circunstancias del caso se desprende que a la otra parte
le queda claro que la primera desea celebrar un contrato
con sujeción a determinadas condiciones y de un
formulario determinado. En el presente caso, el vendedor
ya habi a ́ firmado el formulario para hacer el pedido de su
primera adquisición y lo habi ́a remitido al comprador,
aceptando, por consiguiente, las condiciones generales.
En las compras posteriores el vendedor no habi ́a
devuelto los formularios, pero aceptó la oferta del
comprador, y por lo tanto, habi a ́ aceptado las condiciones
generales al ejecutar el contrato”.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 750).
66
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco del artículo 9 de la
Convención de Viena, para determinar que las prácticas
establecidas por las partes son vinculantes.
9)
Datos del caso Unilex
Fecha: 04.03.2004
Laudo Arbitral
Corte: Ad hoc Arbitration (Lugar desconocido)
Partes: Desconocido
Cita: http://www.unilex.info/case.cfm?id=973
Sumilla de hechos El Demandado (una empresa de Europa Central) obtuvo
contractualmente el derecho a distribuir en su propio
territorio productos del Demandante (empresa de Europa
Occidental).
Cuando el Demandante formó una alianza con un
tercero, decidió dejar de fabricar los productos en
cuestión. Suponiendo que el Demandante ya no estaría
en condiciones de entregar los productos para su
distribución, el Demandado dejó de ejecutar sus
prestaciones.
El Demandante demandó al Demandado por daños y
perjuicios.
El contrato de distribución se regía por la ley de Francia.
Argumentos de las Ambas partes y el Tribunal Arbitral se referieron a los
partes Principios UNIDROIT para complementar la aplicación de
la ley francesa.
El Demandante alegó que, respecto al período del año
2002, el Demandado había incumplido con comprar las
cantidades mínimas pactadas. Asimismo, alegó que
había incumplido la prohibición de vender productos
similares de otras marcas. El Demandado sostuvo que
con el último pedido que solicitó a fines del año 2001 se
había cumplido la cuota respecto del año 2002. Sobre la
venta de otros productos, señaló que esa prohibición no
se hizo valer durante la vigencia del contrato y que ello
no le había generado ningún daño.
Decisión El Tribunal Arbitral desestimó la afirmación que el
Demandado había incumplido el contrato de distribución.
Con respecto al argumento de que para el año 2002 el
Demandado había incumplido con comprar las
cantidades mínimas acordadas, era cierto que en ese
año el Demandado no había realizado ningún pedido. Sin
embargo, en el año anterior, el Demandado no solo había
cumplido con la cuota anual, sino que al final de ese año
había realizado otro pedido sustancial que equivalía casi
al total de la cuota mínima para el 2002. Por tanto, sería
contrario a la buena fe que el Demandante invocara la
falta de órdenes en el año siguiente y no tuviera en
67
cuenta el importante pedido extra realizado al final del
año 2001. Además, el Demandante debía entregar esos
pedidos en diciembre de 2001 pero lo entregó recién en
mayo de 2002.
Bajo tales circunstancias, el Tribunal considera que sería
contrario a la buena fe (art. 1134 al. 3 del Código Civil
francés, artículo 1.7 de los Principios de Unidroit) tomar
en cuenta solo la fecha en que se ejecutó el pedido de
compra y no considerar que se alcanzó la cuota mínima
para el año 2002.
En cuanto a la alegación de que el Demandado había
incumplido su obligación contractual de no vender
productos de la competencia comprados a otros
fabricantes, el Tribunal Arbitral, aunque no negó la
verdad de los hechos, sostuvo que el Demandante
debido a su conducta estaba impedido de imputar este
incumplimiento al Demandado.
De hecho, el Demandado ya distribuía los bienes de la
competencia antes del contrato, al momento de la
celebración del contrato y continuó haciéndolo después.
El Demandado era una empresa top en ventas y
conocida por distribuir productos de distintas marcas. El
Demandante, aunque era perfectamente consciente de la
situación, no hizo objeciones. Durante la relación
contractual, nunca se hizo cumplir la prohibición de
vender otros productos.
Entonces, invocar repentinamente la violación del
Demandado de su obligación contractual en esta etapa
tardía definitivamente equivale a un caso de
comportamiento contradictorio que, según el Tribunal
Arbitral, era contrario a un principio bien establecido de
comercio internacional, según lo confirmado por el
Artículo 1.8 de los Principios UNIDROIT.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco del Art. 1.8 de los
Principios UNIDROIT, para negar el pago de una
indemnización por incumplimiento contractual.
10)
Datos del caso Caso Clout Nº 595 / CISG database Pace Law School
Fecha: 15.09.2004
País: Alemania
Número: 7 U 2959/04
Corte: Oberlandesgericht München
Publicado en alemán: Zeitschrift für Wirtschaftsrecht
(ZIP) 2005, 175; [2005] Internationales Handelsrecht
(IHR) 2005, 70
Resumen preparado por Ulrich Magnus, corresponsal
nacional y Klaus Bitterich
68
Disponible:http://www.uncitral.org/clout/clout/data/deu/cl
out_case_595_leg-1382.html?lng=es
Base de datos CISG:
http://www.cisg.law.pace.edu/cisg/wais/db/cases2/04091
5g2.html#ctoc
Sumilla de hechos “Una curtidora italiana (el Demandante) demandó a un
fabricante alemán de muebles forrados (el Demandado)
el pago del precio de compra pendiente de una remesa
de cuero entregada en el verano del año 2000. La acción
fue desestimada por el Tribunal de primera instancia
porque el Demandado ejercitó con éxito una excepción
de pago compensatorio. Esta excepción interpuesta por
concepto de pago compensatorio estaba fundada en la
negativa del Demandante de efectuar futuras entregas
con arreglo a una promesa que hizo en febrero del año
2000. El Tribunal de primera instancia estimó que dicha
negativa constitui a ́ un incumplimiento esencial del
contrato, por lo que, con arreglo al arti ́culo 76 1) de la
CISG, el Demandado teni a ́ derecho a reclamar la
diferencia entre el precio de la mercanci ́a fijado en el
contrato inicial y el precio abonado en la compra de
reemplazo. En la apelación se debía determinar, con
arreglo a los arti ć ulos 49 1) a) y 76 1) de la CISG, si el
comprador estaba obligado a declarar expli ć itamente que
daba por resuelto el contrato -lo que no se hizo en el
presente caso- aun cuando el vendedor se hubiera
negado expli ́citamente a cumplir con sus obligaciones”.
Argumentos de las Respecto a la apelación, el vendedor alegó que el
partes Tribunal de primera instancia asumió erróneamente que
se había cumplido los requisitos del artículo 76 de la
CISG, puesto que el comprador no resolvió el contrato.
Por su parte, el comprador argumentó que los requisitos
del artículo 76 de la CISG se cumplieron. Alegó que,
debido al hecho de que el vendedor se negó
expresamente y de forma concluyente a entregar, una
declaración de resolución no era necesaria”.
(Extraído del texto de la sentencia, disponible en:
http://www.cisg.law.pace.edu/cisg/wais/db/cases2/04091
5g2.html#ctoc)
Decisión “El Tribunal de apelación dictaminó que la declaración
expli ́cita de resolución del contrato dejaba de ser un
requisito indispensable en todo supuesto en el que el
vendedor se negara terminantemente a cumplir el
contrato, ya que ello constituiri ́a un formalismo
innecesario. Si bien parte de la doctrina juri d́ ica duda de
que proceda liberar al comprador de su deber de efectuar
una declaración expli ́cita de que da por resuelto el
contrato, el Tribunal observó que, si bien debe respetarse
el principio de que no debe menoscabarse la certeza
juri d
́ ica, no parece que determinar el momento en que un
69
vendedor se niega a cumplir con sus obligaciones vaya a
resultar más difi ́cil que determinar el momento en que un
comprador declara resuelto un contrato. El Tribunal
estimó que su propia interpretación de los arti ć ulos 49 1)
a) y 76 de la CISG concuerda con el principio de la
interpretación autónoma de la CISG. Pese a que el deber
de observar la buena fe en el comercio internacional, con
arreglo al arti ć ulo 7 1) de la CISG, no deja margen para
la aplicación de criterio alguno de equidad, este arti ́culo
si ́ faculta a los tribunales para aplicar los principios
reconocidos por el derecho interno en lo concerniente al
principio de la buena fe.
A la luz de su negativa a cumplir lo acordado, el
demandante no podi a ́ exigir una declaración expli ́cita del
demandado por la que éste declarara resuelto el contrato
con arreglo al arti ́culo 49 1) a) de la CISG sin contravenir
la prohibición de “venire contra factum propium”, que
constituye un principio reconocido de la buena fe que
debe observarse entre las partes. El Tribunal de
apelación confirmó por ello la resolución dictada por el
Tribunal de primera instancia”.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 595).
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco de la segunda parte de
los artículos 7.1 y 49.1 de la Convención de Viena, para
rechazar la exigencia de declarar explícitamente resuelto
el contrato.
11)
Datos del caso Arbitration CAS 2002/O/410 The Gibraltar Football
Association (GFA) / Union des Associations
Européennes de Football (UEFA), award of 7 October
2003
Court of Arbitration for Sport (CAS)
Sumilla de hechos La Federación de Football de Gibraltar (GFA) inició un
proceso arbitral ante el CAS contra la Union des
Associations Européennes de Football (UEFA), ante la
negativa de esta de incorporar a la GFA a la asociación.
GFA tenía interés en afiliarse a la UEFA para luego
hacerlo ante la Féderátion Internationale de Football
Association (FIFA).
Al presentar su solicitud, el Estatuto de la UEFA permitía
la asociación provisional de asociaciones de football
situadas en el continente europeo. Sin embargo,
mientras la solicitud estaba en trámite, el Estatuto fue
cambiado para restringir la incorporación a asociaciones
de países reconocidos como naciones independientes de
las Naciones Unidas.
Ante la insistencia de la GFA para obtener una respuesta
favorable, la UEFA se negó a concederla, y sin
70
denegarla, sostuvo que el trámite estaba suspendido
hasta nuevo aviso.
Argumentos de las La GFA sostiene que le es aplicable la versión anterior
partes de los Estatutos de la UEFA, de acuerdo con los cuales,
había razones para considerar que los requisitos se
cumplían y que por tanto la solicitud debía ser
procedente.
La UEFA sostiene la aplicación inmediata del nuevo
Estatuto, por tratarse de una regla procesal. Además,
sostiene que la UEFA se rige por la libertad de
asociación, de acuerdo a lo establecido a la ley suiza.
Dado que Gibraltar pertenece al Reino Unido y no es un
país independiente, su incorporación no puede ser
admitida bajo el nuevo Estatuto.
Decisión El Tribunal declaró fundada la demanda y ordenó a la
UEFA que en un plazo máximo establecido en el laudo
decida sobre la incorporación de la GFA de acuerdo con
las reglas contenidas en el Estatuto, en la versión vigente
al momento de presentarse la solicitud.
El Tribunal considera que la regla en cuestión no es de
carácter procesal sino sustantivo, de modo que
corresponde aplicar la versión anterior del Estatuto, con
la cual se presentó la solicitud. Sin embargo, incluso si
se tratase de una regla procesal, aplicar el nuevo
Estatuto supondría vulnerar el principio de la buena fe. El
Tribunal aplica la doctrina de los actos propios,
señalando que la UEFA generó en la GFA expectativas
legítimas que deben ser protegidas. Los elementos de
hecho tenidos en cuenta para ello son: (i) la UEFA
procesó la solicitud inicialmente sin reservas; (ii) la UEFA
y la FIFA hicieron una visita inspectiva a la GFA pese a
que ya se encontraban considerando el cambio de las
reglas; (iii) la UEFA emitió un reporte favorable a la futura
incorporación de la GFA luego de la visita inspectiva; (iv)
la UEFA informó a la GFA que solicitaría un informe a los
expertos legales, luego de lo cual la GFA consideró que
la decisión se sujetaría a lo indicado en dicho informe; (v)
el informe de los expertos fue favorable a la posición de
la GFA, y sugirió la modificación del Estatuto, pero para
evitar problemas en el futuro.
Todos esos elementos generaron expectativas legítimas
en la GFA de que sería provisionalmente admitido
siempre que hubiera cumplido los requisitos.
Conclusión La defensa sobre la base del estoppel es amparada. La
doctrina de los actos propios puede aplicarse para evitar
la aplicación inmediata de una regla procesal si se
generó en el solicitante una expectativa razonable de que
se aplicaría la regla vigente al momento de presentarse
la solicitud.
71
12)
Datos del caso Unilex
Fecha: 12.02.2003
País: Australia
Número: NG733 of 1997
Corte: Federal Court of Australia
Partes: GEC Marconi Systems Pty Ltd. v BHP
Information Technology Pty Ltd. and Others
Cita: http://www.unilex.info/case.cfm?id=845
Sumilla de hechos El Commonwealth de Australia ("el Commonwealth") y
las dos compañías de software australianas BHP
Information Technology Pty Ltd ("BHP-IT") y GEC
Marconi Systems Pty Ltd ("GEC Marconi") celebraron
contratos con cláusula back to back fixed price para el
desarrollo de software e integración de sistemas en la
Red de Comunicación Diplomática de Australia, una red
para la comunicación hacia y desde las misiones de
Australia en el extranjero.
El contrato entre el Commonwealth y BHP-IT fue el
"Contrato principal" y el contrato entre BHP-IT y GEC
Marconi el "Subcontrato". El software sería desarrollado
por GEC Marconi, pero el Commonwealth suministraría
dispositivos de seguridad de límites especiales
("dispositivos STUBS") a BHP-IT, que a su vez los
suministraría a GEC Marconi para la integración con el
software que desarrollaría.
Las partes estaban obligadas a cumplir con sus
obligaciones de acuerdo con un Plan de Implementación
especial, que contemplaba 5 fases sucesivas de
desarrollo o "hitos”.
La disputa surgió cuando GEC Marconi resolvió el
Subcontrato con BHP-IT debido a supuestos
incumplimientos contractuales por parte de BHP-IT.
GEC Marconi inició un proceso contra BHP-IT ante el
Tribunal Federal de Australia, que dio lugar a una serie
de demandas cruzadas, primero, por BHP-IT contra GEC
Marconi y, en segundo lugar, por el Commonwealth
contra BHP-IT.
Argumentos de las GEC Marconi reclamó que BHP-IT no había
partes proporcionado los dispositivos STUBS según lo exigido
por el Subcontrato, y se negó a pagarle a GEC Marconi
por alcanzar el cuarto hito como lo exige el Subcontrato.
BHP-IT no negó estos hechos, pero sostuvo que el
Subcontrato se había modificado mediante un acuerdo
para eliminar la obligación de proporcionar los
dispositivos STUBS y sustituirlos por software de
emulación.
Decisión Tanto el Contrato principal como el Subcontrato se rigen
por la ley australiana. Sin embargo, en varias ocasiones
el Tribunal hizo referencia a fuentes extranjeras,
72
principalmente a las leyes estadounidenses e inglesas,
así como a instrumentos internacionales como los
Principios UNIDROIT y, en menor medida, los Principios
del Derecho Contractual Europeo.
Con respecto a la objeción de BHP-IT de que el
Subcontrato había sido modificado, surgió la pregunta de
si la existencia de una cláusula de "no modificación oral"
en el Subcontrato excluía, como GEC Marconi
argumentó, un acuerdo de variación oral o implícita, o si,
en cualquier caso, una parte podría, por su conducta,
dejar de invocar la cláusula de "no modificación oral",
como argumentó BHP-IT.
Al rechazar el argumento de GEC Marconi y decidir a
favor de BHP-IT, el Tribunal se refirió, entre otros, al
artículo 2.18 (posteriormente 2.1.18) de los Principios
UNIDROIT, que, aunque como norma que da efecto a las
cláusulas contractuales que imponen un requisito de
escritura para modificaciones posteriores, establece que
una parte puede ser excluida por su conducta de invocar
dicha cláusula en la medida en que la otra parte ha
actuado confiando en esa conducta.
Finalmente, con respecto a la afirmación de BHP-IT de
que al resolver el Subcontrato, GEC Marconi había
incumplido un término implícito del contrato que le exigía
actuar de manera honesta, justa y razonable, y a la
objeción de GEC Marconi de que un deber de buena fe,
aunque esté generalmente implícito, no podría estar
implícito en el contrato debido a la llamada cláusula de
"acuerdo completo" contenida en el Subcontrato, el
Tribunal señaló que en la ley australiana no existía tal
estado de derecho obligatorio que impusiera a las partes
el deber de buena fe y trato justo, como el artículo 1-102
(3) del Código de Comercio Uniforme de los Estados
Unidos o los Artículos 1.7 de los Principios UNIDROIT y
el 1:201 de los Principios de Derecho Contractual
Europeo. Sin embargo, concluyó que el deber de buena
fe y trato justo debía considerarse un término implícito de
todos los contratos, y el mero hecho de que el contrato
contenía una cláusula de "acuerdo total" no era suficiente
para excluir tal implicación.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco de la segunda parte del
artículo 2.1.18 de los Principios UNIDROIT, se aplica
porque la conducta de la parte ha generado la suficiente
confianza para excluir el pacto de no modificación oral del
contrato.
13)
Datos del caso Unilex
Fecha: 30.04.2001
73
Laudo Arbitral
Corte: Ad hoc arbitration (San José, Costa Rica)
Partes: Desconocido
Cita: http://www.unilex.info/case.cfm?id=1100
Sumilla de hechos Una compañía francesa y una compañía costarricense
celebraron un contrato de joint venture para participar en
un proceso de licitación pública para la construcción y
operación exclusiva de centros para la revisión técnica de
vehículos en Costa Rica por diez años.
El contrato fue finalmente adjudicado a un tercero.
Según la empresa costarricense, la adjudicación fue
incorrecta, pero la compañía francesa se negó a seguir a
su socio para impugnar la adjudicación ante la autoridad
competente, lo que impidió que la empresa costarricense
concluyera el procedimiento. La compañía costarricense
inició un arbitraje contra la compañía francesa alegando
el incumplimiento del acuerdo de joint venture y
reclamando una indemnización por el daño sufrido,
incluido el lucro cesante por las ganancias que podría
haber esperado obtener durante el período de diez años.
Argumentos de las No figuran en el fragmento publicado del caso pero se
partes infieren de los hechos.
Decisión En el contrato las partes acordaron que cualquier disputa
debía resolverse "sobre la base de la buena fe y los usos
justos y con respecto a las prácticas comerciales más
sanas y términos amigables". El Tribunal Arbitral decidió
aplicar los Principios UNIDROIT, que consideraba
constituían "el componente central de las reglas y
principios generales que regulan las obligaciones
contractuales internacionales y gozan de un amplio
consenso internacional".
Sobre los méritos, el Tribunal Arbitral consideró que la
negativa de la compañía francesa a unirse a la compañía
costarricense en su apelación contra la decisión de la
autoridad adjudicadora supuso un incumplimiento de las
obligaciones derivadas del contrato de joint venture, y
para este efecto se refirió a los Artículos 1.7., 1.8, 4.1, 5.3
y 5.4 de los Principios UNIDROIT. También invocó el
principio general de la prohibición de venire contra factum
proprium, sin citar la disposición relevante de los
Principios UNIDROIT.
En cuanto a la pretensión del demandante por daños y
perjuicios por lucro cesante, el Tribunal Arbitral sostuvo
que las ganancias esperadas eran demasiado inciertas
como para ser resarcibles en su totalidad y, por tanto,
otorgó daños solo por la pérdida de la chance,
refiriéndose expresamente al Artículo 7.4.3 de los
Principios UNIDROIT.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco del Art. 1.8 de los
74
Principios UNIDROIT, para analizar el incumplimiento de
obligaciones.
14)
Datos del caso Unilex / CISG database Pace Law School
Fecha: 27.07.1999
Decisión: Laudo Arbitral
Número: 302/1997
Corte: International Arbitration Court of the Chamber of
Commerce and Industry of the Russian Federation
Partes: Desconocido
Cita: http://www.unilex.info/case.cfm?id=671
Base de datos CISG:
http://www.cisg.law.pace.edu/cisg/wais/db/cases2/99072
7r1.html
Sumilla de hechos En julio de 1993, un comprador suizo (Demandante) y un
vendedor ruso (Demandado) celebraron un contrato de
compraventa de bienes. Según el contrato, el envío debía
hacerse máximo al final de octubre de 1993, el término
de la compraventa era FOB y debía hacerse en un puerto
de Ucrania.
El vendedor solo entregó el primer lote de la mercadería
que equivalía al 20% del total de la cantidad pactada.
El comprador demandó al vendedor por incumplimiento
de contrato y solicitó una indemnización por los daños
sufridos.
Argumentos de las El comprador alegó un incumplimiento del contrato por la
partes falta de entrega del total de la mercadería.
Por su parte, el vendedor invocó la invalidez del contrato
debido a la falta de autorización del director de la
empresa para firmar el contrato.
Decisión El Tribunal Arbitral determinó que, conforme al acuerdo
de las partes, es aplicable la Convención de Viena y
subsidiariamente la ley sustantiva rusa. Asimismo,
respecto a la lex mercatoria, el Tribunal aplicó los
Principios UNIDROIT, pues estaban adquiriendo
gradualmente el estatus de usos comerciales
internacionalmente reconocidos en la práctica de
arbitraje internacional.
En relación al fondo del caso, el Tribunal desestimó la
nulidad del contrato en base a las siguientes razones:
- “El vendedor no proporcionó ninguna evidencia de
que su funcionario haya actuado en violación de la
ley u otros instrumentos legales. En consecuencia,
el contrato celebrado por él no puede considerarse
nulo”.
- “Las acciones del vendedor hacia la ejecución del
contrato comprueban la aprobación del contrato
por parte de la empresa del vendedor. Por
ejemplo, la entrega del primer lote de mercancías
75
y la recepción de los pagos respectivos, la
correspondencia sobre el procedimiento de
entrega de la parte faltante de las mercancías”.
- “La correspondencia enviada por el vendedor al
comprador después del 13 de septiembre de 1993
(la fecha en que el CEO de la compañía del
vendedor regresó de sus vacaciones) no puede
considerarse como una negativa del vendedor a
aprobar el contrato. Por el contrario, las
posteriores notificaciones repetidas de que las
mercancías no estaban listas para ser enviadas y
las solicitudes para extender el plazo de envío
evidencian la existencia de relaciones
contractuales entre las partes”.
- “El vendedor alegó la nulidad mucho tiempo
después del momento en que supo o pudo haber
sabido de los hechos, los cuales solo solo él pudo
haber estado al tanto”.
- “Conforme a la lex mercatoria, se debe rechazar la
defensa legal y judicial de una parte que emplea
un derecho propio (en este caso, el derecho a
declarar nulo el contrato) de manera irrazonable o
en contradicción con su anterior conducta (nemo
potest venire contra factum proprium). Además,
según el artículo 7 de la CISG y el requisito de
"observancia de buena fe en el comercio
internacional", la práctica de arbitraje internacional
ha llegado a la conclusión de aplicar a los
contratos para ventas internacionales el principio
angloamericano de estoppel o el alemán
Verwirkung”.
Siendo ello así, el Tribunal concedió al comprador la
indemnización por lucro cesante.
(Extraído del texto de la sentencia, disponible en:
http://www.cisg.law.pace.edu/cisg/wais/db/cases2/99072
7r1.html)
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco del Art. 7 de la
Convención de Viena, para denegar la nulidad del
contrato porque alegarla es contrario a los actos
anteriores del vendedor.
15)
Datos del caso Caso Clout Nº 313 / CISG database Pace Law School
Fecha: 21.10.1999
País: Francia
Corte: Cour d'Appel de Grenoble
Partes: Société Calzados Magnanni c. SARL Shoes
General International
76
Resumen preparado por Mari a ́ del Pilar Perales
Viscasillas, corresponsal nacional
Cita:
http://www.uncitral.org/clout/clout/data/fra/clout_case_31
3_leg-1536.html?lng=es
Base de datos CISG:
http://cisgw3.law.pace.edu/cases/991021f1.html
Sumilla de hechos “El comprador (Demandante), una empresa francesa,
encargó al vendedor (Demandado), una empresa
española, 8.651 pares de zapatos para comercializarlos
con la marca “Pierre Cardin”.
El vendedor negó haber recibido pedidos y se negó a
suministrar la mercanci ́a. El comprador recurrió entonces
a otros fabricantes, pero debido al retraso en el
suministro de la mercanci ́a a los pequeños comerciantes,
éstos le devolvieron 2.125 pares de zapatos no vendidos.
El comprador reclamó daños y perjuicios por valor de
712.879 francos por los 2.125 pares de zapatos no
vendidos asi ́ como por la pérdida de imagen de marca de
su sociedad”.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 313).
El Tribunal de primera instancia le dio la razón al
demandante. El demandado apeló esa decisión.
Argumentos de las El comprador alegó que el vendedor, al no entregar los
partes zapatos, había incumplido el contrato. Es por ello que se
vio en la necesidad de recurrir a compras de reemplazo
pero no pudo entregar a los comerciantes los zapatos a
tiempo, por lo que una gran cantidad no fue vendida.
El vendedor argumentó que no existía un contrato de
compraventa con el comprador, razón por la cual no
entregó los pedidos. Según su posición, no había
comunicado su aceptación de los pedidos.
Decisión La Corte de Apelaciones determinó que era aplicable la
Convención de Viena.
En relación a la celebración del contrato, concluyó lo
siguiente:
“Si bien el vendedor negaba que existiera un contrato de
compraventa e invocaba el arti ć ulo 18 1) de la CISG,
según el cual el silencio o la inacción por si ́ solos no
constitui a
́ n aceptación, el tribunal estimó que si ́ habi a
́
habido celebración de contrato, incluso sin la aceptación
expresa del vendedor. El tribunal se remitió a la práctica
seguida en años anteriores, cuando el vendedor habi a ́
cumplido siempre los pedidos de la empresa francesa sin
expresar su aceptación.
Además, el vendedor no presentó ningún escrito en el
que, en respuesta a las numerosas cartas de reclamación
del comprador, afirmara no haber recibido el pedido. Por
otra parte, el vendedor conoci a ́ la intención del
comprador de participar en el mercado del calzado en
77
verano de 1995 y, aunque no hubiera recibido ningún
pedido, después de fabricar las muestras y de conservar
el material original, teni ́a que haber preguntado al
comprador cómo habi a ́ que interpretar la falta de pedido.
El tribunal estimó que el “hecho de negarse a cumplir un
pedido recibido, sin motivo legi t́ imo, sosteniendo
falsamente que no se habi ́a cursado tal pedido,
constituye por parte del vendedor una violación esencial
del arti ́culo 25 de la Convención de Viena”.
En ese sentido, la Corte de Apelaciones confirmó el fallo
de la primera instancia, pero declaró infundada la
indemnización respecto a los daños por afectación a la
imagen de la marca.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 313).
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco de los artículos 9 y 18.1
de la Convención de Viena, para establecer que en base
a las prácticas entre las partes se puede dar tácitamente
la aceptación de la oferta.
16)
Datos del caso Caso Clout Nº 270 / Unilex / CISG database Pace Law
School
Fecha: 25.11.1998
País: Alemania
Número: VIII ZR 259/97
Corte: Bundesgerichtshof
Partes: Desconocido
Cita: http://www.unilex.info/case.cfm?id=356
Clout Nº 270:
http://www.uncitral.org/clout/clout/data/deu/clout_case_2
70_leg-1493.html?lng=es
Base de datos CISG:
http://cisgw3.law.pace.edu/cases/981125g1.html
Sumilla de hechos Este caso se basa en los hechos del Caso Clout Nº 230 /
Unilex / CISG database Pace Law School (ver referencias
a ese caso).
El comprador apeló el fallo de la Corte de Apelaciones
que dio la razón al vendedor.
Argumentos de las El comprador reiteró los argumentos esgrimidos en la
partes primera instancia y ante la Corte de Apelaciones.
El vendedor no se apersonó en esta instancia, pero el
Tribunal Supremo consideró todas las posiciones y
puntos controvertidos de las partes.
Decisión “El Tribunal Supremo revocó el fallo de la Corte de
Apelaciones y estimó el reclamo del comprador.
El Tribunal dictaminó que el vendedor había renunciado
a su derecho de invocar la notificación tardía de la falta
de conformidad. Al respecto, el vendedor puede
renunciar a sus derechos no sólo de manera expresa sino
78
también en forma implícita. La condición previa para una
renuncia implícita, es que haya indicios concretos que
den a entender al comprador que la acción del vendedor
constituye una renuncia a su derecho.
El hecho de que el vendedor entable negociaciones
respecto de la falta de conformidad de las mercaderías
no debe considerarse necesariamente una renuncia, sino
que debe estudiarse conjuntamente con las
circunstancias de cada caso. En este caso, las
negociaciones sobre la cuantía de los daños y perjuicios
y la forma en que se pagarían la indemnización se habían
llevado a cabo durante un período de 15 meses, tiempo
en el cual el vendedor no se había reservado el derecho
a invocar los artículos 38 y 39 de la CISG. Además, a
petición del comprador, el vendedor había pagado los
costos de un experto. Incluso, el vendedor había ofrecido
pagar los daños y perjuicios por una cuantía de siete
veces el precio que había recibido por la lámina de
protección de superficies.
El tribunal sostuvo que, desde la perspectiva del
comprador (párrafos 2) y 3) del artículo 8 de la CISG),
únicamente podía entenderse que el vendedor no
invocaría luego los artículos 38 y 39 de la CISG”.
En tal sentido, el comprador iría en contra de sus propios
actos si luego invoca la extemporaneidad de la
notificación de la falta de conformidad.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 270).
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco del artículo 8 de la
Convención de Viena, se aplica porque el vendedor no
puede oponer la extemporaneidad del aviso de falta de
conformidad, luego de no haberlo invocado durante las
negociaciones previas sobre la indemnización al
comprador. Se entiende que el vendedor había
renunciado a objetar la demora.
17)
Datos del caso Unilex / Caso Clout Nº 94
Fecha: 15.06.1994
Decisión: Laudo Arbitral
Número: SCH-4318
Corte: Internationales Schiedsgericht der
Bundeskammer der gewerblichen Wirtschaft - Wien
(Vienna), Austria
Partes: Desconocido
Cita: http://www.unilex.info/case.cfm?id=56
Sumilla de hechos “En 1990, un vendedor austríaco (Demandado) y un
comprador alemán (Demandante) celebraron un
Contrato para la venta de hojas de metal laminado. Las
mercancías debían ser entregadas en cuotas “FOB
79
Rostock”, especialmente empaquetadas para la
exportación.
Inmediatamente después de recibir las dos primeras
entregas, el comprador vendió los productos a una
empresa belga que los envió a un fabricante portugués.
El fabricante encontró que las mercancías estaban
defectuosas y se negó a aceptar el resto.
Después de recibir la notificación de la no conformidad
del comprador alemán, el vendedor austríaco se negó a
pagar los daños, alegando que la notificación era
extemporánea.
El comprador inició un procedimiento arbitral conforme a
una cláusula de arbitraje en el contrato”.
Argumentos de las El vendedor (Demandado) alegó que el comprador
partes (Demandante) había perdido el derecho a reclamar los
daños porque no notificó la falta de conformidad de los
bienes a tiempo. El comprador había enviado al vendedor
una notificación por escrito de los defectos, junto con una
declaración pericial de una empresa reconocida
internacionalmente, seis meses después de la entrega,
mientras que, según el contrato, debería haberlo hecho
inmediatamente después de la entrega de los bienes (o
a más tardar dentro de dos meses a partir de la entrega).
Por su parte, el comprador (Demandante) sostuvo que el
Demandado había renunciado a su derecho de oponer la
defensa de notificación extemporánea de la falta de
conformidad.
Decisión “El árbitro único estableció que la ley aplicable era la
Convención de Viena.
En relación a la notificación de no conformidad,
determinó que el Demandante no cumplió con lo
establecido en el Contrato, puesto que lo comunicó fuera
del plazo de 2 meses. El vendedor hizo la entrega de los
bienes en dos lotes, el primero fue en febrero de 1991 y
el segundo en abril del mismo año. Según el Contrato,
debía notificar los defectos de los dos lotes máximo en
abril y junio de 1991, respectivamente. Sin embargo,
notificó la no conformidad del primer lote recién en mayo
(3 meses después) y, respecto al segundo lote, en
octubre (6 meses después).
Respecto a la renuncia del vendedor a su derecho a
invocar la notificación extemporánea de la no
conformidad, el árbitro sostuvo que la intención de una
parte de renunciar a este derecho debe estar claramente
establecida y que, en este caso, no había pruebas
suficientes de tal intención real.
No obstante, determinó que el vendedor no podía
emplear la defensa de extemporaneidad. El árbitro aplicó
el art. 7 (2) CISG, y - refiriéndose a los arts. 16 (2) (b) y
29 (2) CISG - sostuvo que el estoppel (“venire contra
80
factum proprium”) es un principio general subyacente a la
CISG. En este caso, el vendedor se había comportado de
tal manera que hizo creer a la otra parte que el vendedor
no plantearía la defensa de extemporaneidad, por
ejemplo, después de recibir la notificación, el vendedor
había continuado pidiéndole al comprador información
sobre el estado de las quejas por parte del cliente final
portugués y/o el intermediario belga; y había continuado
las negociaciones con miras a alcanzar un acuerdo de
solución.
Siendo ello así, el árbitro reconoció el reclamo de daños
y perjuicio en favor del comprador por los bienes
defectuosos”.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: amparada. Doctrina
de los actos propios, en el marco de la segunda parte del
artículo 7 de la Convención de Viena, para rechazar una
defensa de extemporaneidad que no fue alegada con
anterioridad y generó en la otra parte la confianza de que
no sería ejercida.
18)
Datos del caso Iran-US Claims Tribunal, DIC of Delawere et. al. v.
Tehran Redevelopment Corp., YCA 1986, at 332 et seq.
TransLex
Sumilla de hechos El 2 de julio de 1975, DIC y Underhill, dos compañías de
Estados Unidos, y Starret, una compañía suiza,
suscribieron un contrato con Tehran Redevelopment
Corp. (TRC), para proveer asistencia técnica en relación
con la construcción de estructuras de concreto para un
proyecto de viviendas en Irán. El contrato se refería a 8
edificios que integraban la fase I. Posteriormente fueron
contratadas para llevar a cabo trabajos en las fases II y
IA, en octubre de 1976.
Argumentos de las Los Demandantes sostienen que en setiembre de 1977
partes se celebraron contratos oralmente en relación con la
etapa III del proyecto, mientras que el Demandado niega
la existencia de tal acuerdo.
Decisión El Tribunal sostiene que el Demandado no objetó a
tiempo el saldo a pagar presentado por los
Demandantes, lo cual generó en TRC la carga de probar
que el valor requerido no era el correcto.
Conclusión La defensa sobre la base del estoppel es amparada. El
tribunal concluye que no objetar el saldo durante un largo
período impide al Demandado negarse al pago, pues a él
le corresponde la carga de probar la inexactitud del saldo
requerido.
19)
Datos del caso Framatome-Award, YCA 1983, at 94, 101 et seq.
TransLex
81
Laudo, 192 (original en francés)
Sumilla de hechos La Compañía “Z”, del país “Xanadu” suscribió un contrato
para la explotación de recursos naturales con “ABC”, una
entidad estatal del país “Utopía”. El contrato fue
ejecutado por ambas partes durante varios meses, pero
surgida una disputa durante la ejecución, ABC lo resolvió
y Z interpuso una demanda arbitral.
Argumentos de las ABC alegó que el contrato era inválido, pues no se había
partes cumplido todas las formalidades para su suscripción:
aprobación por parte de un comité de ABC, el que según
la propia declaración de ABC, se reunía solo
ocasionalmente. ABC además alegó que el estado de
Utopía había decidido no explotar los recursos naturales
materia del contrato.
Decisión ABC no puede tomar ventaja de las irregularidades e
incumplimiento de la ley de Utipía, cometidos por sus
propios órganos, los cuales, según la propia declaración
de ABC, no podían resistir la habitual práctica de
violación de la ley de su país. Ello es contrario al principio
de la buena fe. El hecho que el contrato haya sido
ejecutado por ambas partes revela que las
irregularidades no fueron esenciales; de hecho, las
alegaciones de nulidad se producen recién en el arbitraje.
Conclusión Se ampara el argumento del Demandante sobre la
prohibición de un comportamiento inconsistente,
contenida en el Principio I.1.2 de TransLex.
20)
Datos del caso Iran-US Claims Tribunal, Wodward-Clyde Consultants v.
Iran et. al., 3 IRAN-U.S. C.T.R., at 239 et seq. (1983)
TransLex
Sumilla de hechos Woodward-Clyde Consultants y otras empresas
vinculadas interponen demanda contra el Gobierno de
Irán y la agencia estatal the Atomic Energy Organization
of Iran (“AEOI”) para que le pague la contraprestación por
los servicios prestados en el marco del contrato de
consultoría en relación con la instalación de plantas
nucleares, celebrado en 1975 y modificado en 1976 y
1978.
Argumentos de las El Demandado señala que el funcionario que suscribió la
partes modificación del contrato no contaba con las facultades
necesarias.
Decisión El Tribunal considera que el Demandado ha incurrido en
un comportamiento inconsistente, pues a pesar de negar
que su representante tenía facultades para modificar el
contrato y en consecuencia proceder al pago, hay
evidencia de que algunos pagos sí fueron efectuados con
anterioridad a pesar de no haberse cumplido las
formalidades contractuales. En tal sentido, el contratista
82
Demandante ejecutó sus prestaciones confiando en que
su contraparte había brindado su consentimiento.
Conclusión La defensa sobre la base del estoppel es amparada. El
tribunal concluye que no deben primar las formalidades
cuando la conducta de una de las partes revela
conformidad con la ejecución de las prestaciones de su
contraparte.
21)
Datos del caso ICC Second Preliminary Award. Case Nº 1512, YCA
1980, 170, 174 et seq.
TransLex
Sumilla de hechos La Demandante es una compañía cementera india,
acreedora de una empresa cementera pakistaní. La
deuda sería pagada con la entrega periódica de ciertas
cantidades de cemento. La obligación fue garantizada
por un banco pakistaní. En 1965 se produjeron
hostilidades entre India y Pakistán, lo que generó
restricciones comerciales entre ambos países y el
consiguiente incumplimiento de la obligación de entrega
por parte de la empresa pakistaní. El banco se negó a
honrar su garantía.
Argumentos de las El banco (Demandado) cuestionó las actuaciones
partes arbitrales sobre la base de la existencia de otros
procesos iniciados por el demandado luego de iniciado el
proceso arbitral.
Decisión El árbitro único rechazó este argumento sobre la base de
la conducta del propio demandado, inconsistente con lo
anterior. Señaló que existe un principio general del
derecho “that a man shall not be allowed to blow hot and
cold –to affirm at one time and to deny at another”39. Sin
embargo, el análisis del caso concreto en función a este
principio no queda claro.
Conclusión Se ampara el argumento del Demandante sobre la
prohibición de un comportamiento inconsistente,
contenida en el Principio I.1.2 de TransLex.
La presentación de los 12 casos en los cuales las cortes que aplicaron la lex
mercatoria desestimaron la invocación de la doctrina de los actos propios, ha
seguido un criterio cronológico, desde las decisiones más recientes a las más
antiguas. En la mitad de ellos se discutió cuestiones referidas a contratos de
compraventa de mercaderías, mientras que los casos restantes son variados e
involucran cuestiones derivadas de contratos de construcción, de distribución,
entre otros.
39
Es decir, “que un hombre no puede soplar aire frío y caliente – afirmar en un momento y
denegar en otro”.
83
1)
Datos del caso ICC International Court of Arbitration Bulletin 2016 Nº 2
113
2016
Ginebra, Suiza.
Partial Award in Case 15453 (extracts)
Sumilla de hechos El Demandante y los Demandados suscribieron
acuerdos relacionados a la construcción de una
embarcación. Uno de los documentos fue suscrito por un
ex trabajador del Demandante, el fabricante de la
embarcación, sin su conocimiento. Entre otros asuntos,
se discutió en el proceso quién era el propietario del
casco de la nave y si hubo incumplimientos del Contrato.
Argumentos de las El Demandante alega ser propietario del casco de la
partes nave, pues de acuerdo con la ley brasilera no se habrían
cumplido los requisitos para su transferencia. Por el
contrario, el Demandado alega ser propietario de la nave
y sustenta su afirmación, entre otros argumentos, en el
estoppel by representation, pues antes de la suscripción
del contrato el Demandante señaló que no sería
necesaria una garantía adicional porque los bienes
pertenecen a los Demandados. Ello impide al
Demandante alegar que el casco de la embarcación es
de su propiedad.
Decisión La propiedad del casco corresponde al Demandado
luego de recibida la factura, de acuerdo a lo previsto en
el contrato. La transferencia de propiedad a su favor no
liberó de responsabilidad al Demandante como
contratista, quien mantuvo la posesión de la nave.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: desestimada. No era
necesario invocar la doctrina del estoppel porque los
términos del contrato eran suficientes para definir las
reglas de transferencia de propiedad. En todo caso, el
tribunal señala no estar de acuerdo con la invocación de
la doctrina del estoppel, pues el contrato excluyó la
posibilidad de ampararse en declaraciones previas a la
celebración del contrato.
2)
Datos del caso ICC International Court of Arbitration Bulletin Vol. 11 Nº 2
2009
Zurich, Suiza.
Final Award in Case 8786 (extracts)
Sumilla de hechos Un fabricante de ropa, el Demandante, recibió una orden
de compra de un vendedor retail, el Demandado, y envió
las muestras un mes antes de la fecha de entrega de los
productos. Las muestras fueron observadas, pero luego
las observaciones se subsanaron. Sin embargo, la orden
84
de compra fue cancelada 10 días antes de la fecha de
entrega.
Argumentos de las El fabricante interpuso una demanda arbitral reclamando
partes los daños generados por la imposibilidad de colocar los
productos requeridos. El Demandado alegó que la
entrega de las muestras fue tardía, lo cual hizo imposible
que la entrega de los productos se realizara a tiempo.
Señala que la entrega a tiempo es una obligación
esencial de acuerdo con la Convención de Viena sobre
Compraventa de Mercaderías. El Demandante señaló
que en ocasiones anteriores el Demandado no reclamó
por entregas tardías y que hacerlo en dicha ocasión era
un comportamiento de mala fe, contrario a los actos
propios.
Decisión El hecho que en ocasiones anteriores el Demandado no
haya insistido en que las entregas fuesen a tiempo no
supone una prohibición para exigirlo en el futuro.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: desestimada. La
doctrina de los actos propios es calificada como una
modalidad de abuso de derecho.
3)
Datos del caso Caso Clout Nº 827 / Unilex / CISG database Pace Law
School
Fecha: 29.05.2007
País: Holanda
Número: C051069/HE
Corte: Court of Appeals of-Hertogenbosch
Partes: Desconocido
Cita:
http://www.unilex.info/case.cfm?pid=1&do=case&id=131
3&step=Abstract
Clout Nº 827:
http://www.uncitral.org/clout/clout/data/nld/clout_case_8
27_leg-2570.html?lng=es
Base de datos CISG:
http://cisgw3.law.pace.edu/cases/070529n1.html
Sumilla de hechos Una empresa belga (Demandante) y una empresa
holandesa (Demandado) celebraron un contrato para la
venta de una máquina. La empresa belga cumplió con
entregar la máquina a la empresa holandesa.
“En la factura enviada por el vendedor figuraba el
siguiente texto: “las mercanci á s siguen siendo de nuestra
propiedad hasta que se haya recibido el pago i n ́ tegro”. El
vendedor aplicó las condiciones generales en las que
también se indicaba que “las mercanci a ́ s entregadas
seguirán siendo propiedad del vendedor hasta que se
reciba el pago i n
́ tegro, lo que significa, en particular, que
el comprador no podrá revender las mercanci a ́ s ni
constituir una garanti ́a sobre ellas”. No obstante, el
85
comprador holandés no pagó i n ́ tegramente el precio de
compra y vendió la máquina a una tercera empresa,
arrendando a su vez la máquina de dicha empresa. El
vendedor belga alegó que el comprador holandés habi a ́
actuado ili ́citamente al vender la máquina a un tercero sin
haber pagado previamente el precio i n ́ tegro de compra,
lo que constituye una violación de la reserva de
propiedad.
El Tribunal de primera instancia determinó que el
comprador –al no oponerse a la disposición relativa a la
reserva de propiedad incluida en la factura por la
empresa belga- aceptó impli ć itamente la reserva de
propiedad sobre la base de los arti ́culos 18 3), 8 y 9 de la
CISG. El Tribunal determinó también que el comprador
cometió un acto ili ć ito, pero no se pudo determinar la
existencia de un nexo causal entre el daño sufrido por el
vendedor belga y el acto ili ć ito, por lo que desestimó la
demanda”.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 827).
El Demandante apeló la decisión.
Argumentos de En el recurso de apelación, la empresa belga sostuvo que
las partes la decisión tomada por el Tribunal era errónea. Por su
parte, el comprador argumentó que no habi a ́ aceptado
impli ́citamente la reserva de propiedad desde un
principio.
Decisión El Tribunal de Apelación confirmó la sentencia del
Tribunal de primera instancia, precisando los siguientes
fundamentos:
- El Tribunal de Apelación determinó que la
Convención de Viena era la ley aplicable al caso.
“Por lo tanto, la cuestión de si el vendedor y el
comprador han convenido en una reserva de
propiedad y/o si son aplicables las condiciones
generales de la empresa belga y la reserva de
propiedad consagrada en ellas ha de responderse
en función de los arti ć ulos 14 y 19 de la CISG
relativos a la oferta y la aceptación, y en los
arti ć ulos 8 y 9, por lo que respecta a la
interpretación de la Convención”.
- “Es evidente que las dos empresas realizaban
actividades comerciales conjuntamente y de forma
periódica. También quedó claro que en el anverso
de las facturas enviadas por la empresa belga a la
empresa holandesa siempre se ha indicado que
las mercanci a ́ s vendidas estaban sujetas a una
reserva de propiedad supeditada al pago i ́ntegro
del precio de compra. Sin embargo, aunque las
facturas sí lo mencionaban, en el contrato de
compraventa no se indicaba en modo alguno que
la compra estuviera sujeta a dicha reserva de
86
propiedad. En el arti ć ulo 18 1) de la CISG se
establece que ni el silencio, ni la falta de respuesta
ante una oferta constituyen una aceptación de
ésta. El vendedor sostuvo que la reserva de
propiedad no fue acordada tácitamente, sino que
se hizo referencia expli ć ita a ella en las facturas.
Por lo tanto, la cuestión que hay que plantearse es
si la empresa belga puede invocar la reserva de
propiedad frente al comprador a pesar de lo
dispuesto en el arti ć ulo 18 de la CISG, teniendo en
cuenta que, anteriormente, ambas partes habi a ́ n
llevado a cabo negocios conjuntamente en
múltiples ocasiones. A la luz de las disposiciones
de la CISG, hay que responder negativamente a
esta pregunta”.
- “Habida cuenta de que no existi a ́ n pruebas de que
la reserva de propiedad fuera una práctica o uso
habitual vinculante para la empresa holandesa, y
de que esta empresa sólo pudo tener
conocimiento de la reserva de propiedad después
de recibir la factura (con independencia de si se
hizo referencia a la reserva de propiedad en el
anverso o en el reverso de la factura), no puede
considerarse que en virtud de los arti ć ulos 18, 8 y
9 de la CISG el comprador haya dado su
consentimiento y, por consiguiente, aceptado la
reserva de propiedad. Por lo tanto, nunca se
convino en que la máquina se entregari a ́ con una
reserva de propiedad en favor del vendedor, y no
hay ningún fundamento para que la empresa belga
afirme que la empresa holandesa actuó
ili ć itamente. Ni la venta con retrocesión en
arrendamiento, que no es inhabitual, ni la negativa
de la empresa holandesa a utilizar el importe
obtenido de la tercera empresa para reembolsar a
la empresa que vendió en primer lugar pueden dar
lugar a un acto ili ć ito”.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 827).
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: rechazada. Se
analizó la doctrina de los actos propios, en el marco de
los artículos 8, 9 y 18 de la Convención de Viena, para
determinar que no existe entre las partes una práctica
habitual de reserva de propiedad.
4)
Datos del caso Caso Clout Nº 1039 / CISG database Pace Law School
Fecha: 27.12.2007
País: España
Corte: Audiencia Provincial de Navarra
87
Partes: Cerámica Tudelana S.A. y Wassmer Gruppe
Spezialmaschinen GMBH
Resumen preparado por Mari a ́ del Pilar Perales
Viscasillas, corresponsal nacional
Cita:
http://www.uncitral.org/clout/clout/data/esp/clout_case_1
039_leg-2395.html?lng=es
Base de datos CISG:
https://www.iicl.law.pace.edu/cisg/case/spain-
audiencias-provinciales-23
http://www.cisgspanish.com/jurisprudencia/espana/audie
ncia-provincial-de-navarra-27-diciembre-2007/
Sumilla de hechos El 21 de julio de 2000, una empresa española
(Demandante) y una empresa alemana (Demandado)
celebraron un contrato para la compraventa de una
máquina que servía para rectificar ladrillos; esta máquina
era fabricada por la empresa alemana.
La compradora reclamó que la máquina comprada era
deficiente porque su rendimiento era muy bajo. Es por
ello que demandó a la empresa alemana, solicitando que
se declare resuelto el contrato de compraventa y el
respectivo pago por daños y perjuicios.
El Juzgado de Tudela falló íntegramente a favor de la
demandante. Determinó que la máquina en cuestión era
defectuosa, puesto que los ladrillos que pasan por la
máquina salían rotos en un porcentaje entre 75% y 84%,
según la velocidad utilizada.
El vendedor apeló la sentencia ante la Audiencia
Provincial de Navarra.
(Extraído del texto de la sentencia de primera instancia,
disponible en
http://www.cisgspanish.com/jurisprudencia/espana/juzga
do-de-primera-instancia-e-instrucción-no3-de-tudela-29-
marzo-2005/).
Argumentos de las La demandante sostuvo que los defectos de la máquina
partes implicaban un incumplimiento esencial del contrato, por
lo que su resolución era válida.
La demandada alegó que los defectos de la máquina no
eran esenciales y que la compradora, al solicitar la
resolución judicial del contrato, estaba actuando en
contra de sus propios actos.
“Según la demandada, los documentos muestran que la
máquina instalada no era defectuosa de forma esencial,
pues de ser así la compradora no habría suscrito el
“documento de compromiso mutuo” de 3 de agosto de
2001, no habría pagado más parte del precio, ni aceptado
que la máquina se quedara en sus instalaciones, por lo
que ha venido contra sus propios actos”.
88
(Extraído del texto de la sentencia, disponible en
http://www.cisgspanish.com/jurisprudencia/espana/audie
ncia-provincial-de-navarra-27-diciembre-2007/).
Decisión La Audiencia Provincial desestimó el recurso de
apelación de la demandada y confirmó la sentencia de
primera instancia que dio la razón a la compradora.
En relación al argumento de los actos propios, la
Audiciencia Provincial señaló lo siguiente:
“El art. 8 del Convenio de Viena contiene una serie de
reglas interpretativas aplicables no sólo al contrato en sí
mismo considerado, sino a cualquier acto, declaración o
comportamiento de las partes significativo en orden a la
determinación de la voluntad real. El párrafo c) del citado
artículo establece que para determinar la intención de
una parte deberán tenerse en cuenta todas las
circunstancias pertinentes del caso, incluyendo su
“comportamiento ulterior”. Esta norma de alguna forma
recoge expresamente la conocida prohibición de “venire
contra factum proprium” y reconoce que el
comportamiento posterior de los involucrados en una
transacción internacional debe tomarse en consideración
a la hora de valorar la intención de cada una de las
partes.
Si se analiza la actuación de Tudelana no puede
sostenerse, como se hace en el recurso, que vaya contra
sus propios actos al resolver el contrato de compraventa.
Antes se indicó que habían sido continuas sus
reclamaciones por el deficiente funcionamiento de la
máquina instalada en Tudela, durante quince meses
aproximadamente. En concreto, Tudelana en su fax de
18 de octubre de 2002 reprocha a Wassmer su “falta de
interés” en solucionar los problemas, a pesar del tiempo
transcurrido, por lo que concede a la misma el plazo de
una semana, comunicando su intención de acudir a los
tribunales de no ofrecer una solución.
Y Wassmer, en su contestación a dicha comunicación
manifiesta que es imposible trabajar con una máquina
con un 0% de mermas, y que la instalación suministrada
es apta para el rectificado de los bloques de ladrillos.
Por ello, en todo caso sería la demandada quien iría
contra sus propios actos al oponerse a que la
demandante haya acudido a los Tribunales, pues admitió
esa posibilidad, al manifestar en el fax de 21 de octubre
de 2002 (documento 44 de la demanda) que “si tienen la
opinión que esto sólo se puede clarificar por la vía judicial,
estamos de acuerdo” y, posteriormente, en el fax de 25
de octubre del mismo año (documento 46 de la demanda)
que “si Uds. sostienen la exigencia de mermas del 0% …
cualquier acción por nuestra parte sería inútil y el asunto
tendrá que aclararse ante los tribunales”.
89
(Extracto de la sentencia, disponible en
http://www.cisgspanish.com/jurisprudencia/espana/audie
ncia-provincial-de-navarra-27-diciembre-2007/).
El vendedor interpuso recurso de casación contra esta
decisión alegando una infracción procesal respecto de la
actuación de las pruebas periciales. El Tribunal Supremo
declaró fundada la casación y remitió el caso al juzgado
de primera instancia para que vuelva a actuar las
pericias. Sin perjuicio de ello, el Juzgado volvió a dar la
razón al comprador al determinar que la máquina era
defectuosa.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: rechazada. Doctrina
de los actos propios, en el marco del artículo 8 de la
Convención de Viena, no se configura porque el
comprador no incurrió en una conducta contradictoria.
5)
Datos del caso Caso Clout Nº 490 / CISG database Pace Law School
Fecha: 10.09.2003
País: Francia
Número: 2002/02304
Corte: Corte de Apelación de París
Partes: Société H. GmbH y Co. contra SARL M Cita:
Publicado en francés: http://witz.jura.uni-
sb.de/CISG/decisions/100903.htm
Resumen preparado por Claude Witz, corresponsal
nacional, con ayuda de W.-Thomas Schneider
Cita:
https://www.uncitral.org/clout/clout/data/fra/clout_case_4
90_leg-1715.html?lng=es
Base de datos CISG:
http://cisgw3.law.pace.edu/cases/030910f1.html
Sumilla de hechos “El caso opone a un vendedor alemán de telas
(Demandante) y a un comprador francés (Demandado).
En el marco de sus relaciones comerciales, el agente
comercial del vendedor visitó el día 9 de septiembre de
1998 la sede social del comprador. En la visita, el agente
comercial del vendedor presentó al comprador un nuevo
tejido de tipo licra que le propuso que comprara.
El 28 de septiembre de 1998 el vendedor dirige al
comprador una carta en alemán, titulada “Confirmación
de pedido”, que trata de la venta de 100.000 metros de
tejido a un precio de 11,40 francos franceses el metro. La
carta precisa que el tejido se entregará previa llamada del
comprador por lotes de 25.000 metros entre noviembre
de 1998 y febrero de 1999. Este procedimiento de
confirmación de pedido oral se había seguido ya en otros
pedidos anteriores del comprador.
Más adelante, el comprador pide una primera entrega de
1.718 metros. Esa entrega es objeto de una factura de
90
fecha 15 de marzo de 1999 en la que se hace referencia
al saldo de 98.772 metros que faltaban por entregar. El
comprador liquida la factura sin reserva alguna pero no
da curso a su pedido en lo que se refiere al resto de la
tela.
El vendedor pretende que un contrato de venta que trata
de la entrega de 100.000 metros de tela quedó
concertado entre él y el comprador en el momento en que
su representante visitó la sede social del vendedor”.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 490).
En base a ello, el vendedor demandó al comprador
solicitando el pago del precio por el resto de los 100.000
metros de tela y por daños y perjuicios.
El Tribunal de primera instancia rechazó la demanda del
vendedor, por lo que el Demandante apeló la decisión.
Argumentos de las El comprador alegó que no existe un contrato de venta
partes por 100.000 metros de tela. Por tanto, no está obligado a
pagar por el precio total.
Por su parte, el vendedor sostiene que en el momento de
la venta el intercambio de consentimiento de las partes
operó de acuerdo con las prácticas anteriores entre ellas,
conforme al artículo 9 de la CISG. Por ello, el director de
la empresa vendedora registró de inmediato el pedido a
nombre del comprador. Además, sostiene que el saldo
que figuraba en la factura del pedido de 1.718 metros se
pagó sin hacer ninguna reserva.
(Extraído del texto de la sentencia, disponible en
http://cisgw3.law.pace.edu/cases/030910f1.html).
Decisión La Corte de Apelación confirmó la sentencia del Tribunal
de primera instancia, en base a los siguientes
fundamentos:
- “La Corte, antes que nada, comprueba si se pudo
concertar un contrato de venta por vía oral cuando
el representante del vendedor visitó al comprador.
A tal respecto, estima que, habida cuenta de la
contestación formal de esos hechos por el
comprador, el vendedor no ha proporcionado las
pruebas necesarias para establecer la
concertación del contrato”.
- “La Corte estima además que tampoco hubo
contrato con arreglo a las costumbres establecidas
entre las partes, pese a que el mismo proceso de
pedido oral del comprador, confirmado por carta
del vendedor, se había observado ya en casos
anteriores. El Tribunal hace valer que la
observancia de las costumbres no dispensaba a
las partes de sus obligaciones emanadas del
artículo 14.1 y del artículo 18.1 de la CISG que,
por una parte, disponen que una oferta debe ser
suficientemente precisa y que, por otra parte, el
91
simple silencio del destinatario no significa
aceptación. El Tribunal deduce de lo antedicho
que, en el caso de que se trata, el vendedor que
tenía la intención de proporcionar al comprador
una tela de nueva confección, muy diferente de los
tejidos vendidos anteriormente, no podía, por lo
tanto, prevalecerse de la costumbre anterior
seguida por las partes con ocasión de
transacciones de tejidos de confección clásica. A
falta de costumbre, la “confirmación de pedidos”
debía ser analizada en una oferta de compra que
el comprador no había aceptado”.
- “El Tribunal considera además que el comprador,
que no conoce la lengua alemana, tenía derecho
a no haber comprendido el sentido de la
“confirmación de pedido”, redactada
exclusivamente en alemán”.
- “Por último, el Tribunal pone de relieve que la
entrega de 1.718 metros de tejido no constituye
una ejecución parcial de la venta prevista de
100.000 metros”.
(Extracto del resumen del caso Clout Nº 490).
Por todo lo expuesto, se desestimó la demanda del
vendedor rechazando su argumento sobre las prácticas
establecidas entre las partes.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: rechazada. Doctrina
de los actos propios, en el marco de los artículos 9, 14 y
18 de la Convención de Viena, no es aplicable para
determinar la existencia de un contrato respecto de la
venta de un bien distinto al de los anteriores contratos.
No se pueden invocar las prácticas establecidas en
operaciones distintas.
6)
Datos del caso Unilex
Fecha: 00.00.2003
Laudo Arbitral
Número: 11849
Corte: ICC International Court of Arbitration 11849
Partes: Desconocido
Cita: http://www.unilex.info/case.cfm?id=1159
Sumilla de hechos El Demandante (un distribuidor de Estados Unidos), firmó
un acuerdo de distribución exclusiva (el "Acuerdo") con el
Demandado (un fabricante italiano de productos de
moda). El Acuerdo estipulaba que el Demandado
entregaría los productos en una o más entregas para las
temporadas de otoño / invierno y primavera / verano, y
que el pago debía realizarse mediante una carta de
crédito ("L/C"). Cuando el Demandado solicitó precios
más altos para sus productos, el Demandante se negó a
92
abrir la L/C para la cuota en cuestión. Sin embargo,
después de una notificación formal por parte del
Demandado que indicó que si el Demandante no pagaba
dentro de los veinte días posteriores a la recepción, el
Demandado resolvería el Acuerdo, el Demandante
declaró que estaba dispuesto a cumplir y abrió la carta de
crédito dentro del plazo establecido por el Demandado.
Sin embargo, el Demandado resolvió el Acuerdo, a pesar
de que sabía que el Demandante había cumplido con su
obligación.
El Demandante inició el arbitraje para reclamar daños y
perjuicios por la pérdida de ganancias sufrida como
resultado de la terminación ilícita del Acuerdo por parte
del Demandado. El Demandado reconvino por el pago de
facturas vencidas y otros asuntos.
Argumentos de las El Demandante señalaba que el Demandado no tenía
partes derecho a resolver el Acuerdo debido a que: (i) las partes
acordaron, en el curso de su relación, abandonar como
medio de pago estándar la carta de crédito y utilizar la
transferencia bancaria, en diferentes términos, (ii) la carta
de crédito no fue el único medio de pago según el
Acuerdo (se usó solo una vez) ni una disposición
fundamental para firmar dicho contrato, (iii) la solicitud del
Demandado de que el reclamante abriera una carta de
crédito para la colección de otoño/invierno fue anulada
por un desacuerdo entre las partes sobre los precios de
los productos para dicha colección, (iii) el Demandado
habría incumplido sus propias obligaciones por su
demora continua y material en la entrega de bienes
según los términos del Acuerdo.
Por su parte, el Demandado argumentó que: (i) el hecho
que el comportamiento del Demandante obligó al
Demandado a aceptar métodos de pago distintos de
cartas de crédito, no puede interpretarse como renuncia
a su derecho a insistir en que los pagos se realizaran
mediante cartas de crédito, (ii) las partes no acordaron
por escrito una modificación al Acuerdo, que prevía el uso
de cartas de crédito, (iii) el pago de los bienes por medio
de una carta de crédito fue de fundamental importancia
para el Demandado, ya que era "un factor fundamental
en las relaciones del demandado con sus distribuidores
e, incidentalmente, en el contrato celebrado con el
demandante", (iv) cualquier demora en la entrega de
bienes por parte del Demandado fue ocasionada por los
propios retrasos del Demandante en la compra de las
muestras y en el procesamiento de los pedidos.
Decisión El Tribunal determinó que la negativa inicial del
Demandante a abrir una carta de crédito constituía un
incumplimiento de su obligación de pagar, y que el
Demandado tenía derecho a resolver el Acuerdo de
93
conformidad con el artículo 64 (1) (b) de la CISG
(Convención de Viena de Compraventa de Mercaderías).
Respecto al argumento de la Demandante sobre que las
partes habían acordado modificar la forma de pago
estipulada en el Acuerdo que imponía el pago mediante
una carta de crédito porque en una ocasión anterior la
Demandada había aceptado el pago mediante
transferencia bancaria ordinaria, el Tribunal Arbitral
indicó que el Acuerdo estipulaba expresamente que
cualquier modificación debía hacerse por escrito. Por
tanto, el mero hecho de que en una ocasión el
Demandado haya aceptado excepcionalmente el pago
por transferencia bancaria no fue suficiente para inducir
al Demandante a creer que el requisito de abrir una carta
de crédito se abandonaría irrevocablemente, más aún
durante las negociaciones el Demandado insistió
repetidamente en la importancia de este requisito y según
el artículo 8 (3) de la CISG, al interpretar la conducta de
una parte, debe tener debidamente en cuenta las
negociaciones precontractuales.
En cuanto al otro argumento presentado por la
Demandante de que su negativa a abrir la carta de crédito
se justificó por la solicitud del Demandado de un aumento
de precio del 10-15%, el Tribunal Arbitral dispuso que la
Demandante podría haber abierto una carta de crédito
sobre la base de la lista de precios anterior, mientras que
la negativa a abrir cualquier carta de crédito fue
equivalente a una negativa total a pagar el precio. Ello fue
una reacción excesiva y desproporcionada con respecto
a un desacuerdo relacionado con el 10 o el 15% de los
precios.
No obstante, el Tribunal Arbitral finalmente decidió que el
Demandado había resuelto erróneamente el Acuerdo. De
hecho, cuando el Demandado notificó al Demandante su
intención de resolver de acuerdo, sabía que el
Demandante había cumplido con su obligación de abrir la
carta de crédito dentro del plazo adicional otorgado. El
Demandado no actuó de buena fe ya que su intención
real era utilizar la resolución para renegociar los términos
del Acuerdo en su beneficio, violando así el principio
general de buena fe, también estipulado en el artículo 7
de la CISG, que impide que una parte aproveche
indebidamente los recursos proporcionados en caso de
incumplimiento de la obligación de la otra parte.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: rechazada. Doctrina
de los actos propios, en el marco de la segunda parte del
artículo 2.1.18 de los Principios UNIDROIT, no se aplica
porque una acción no es suficiente para dar por
modificado el contrato cuando existe una formalidad
pactada.
94
7)
Datos del caso ICC International Court of Arbitration Bulletin Vol. 12 Nº 2
2001
París, Francia.
Laudo Parcial en el Caso 9474 (extractos)
Sumilla de hechos El Demandante es un banco central y el Demandado es
un fabricante de billetes o papel moneda. En 1990, el
primero solicitó la elaboración de billetes en distintas
denominaciones; el segundo aseguró que alcanzaría los
mayores estándares de seguridad. Esto no ocurrió;
además, la entrega fue tardía. Dos años después las
partes contrataron el rediseño, impresión y entrega de los
billetes, a un precio reducido como reconocimiento de la
responsabilidad del Demandado en la entrega anterior.
Hubo nuevos retrasos y defectos en la entrega. En 1993,
para arreglar las diferencias, el Demandante se
comprometió a hacer una nueva entrega a su propio
costo, y dependiendo de si los requisitos de calidad y
seguridad eran satisfechos, el Demandante se
comprometió a contratar futuras entregas de billetes. En
los hechos subsistían las diferencias.
Argumentos de las Una de las defensas planteadas por el Demandado es
partes que el banco (Demandante) está impedido (estopped) de
reclamar el incumplimiento del acuerdo celebrado en
1993. Añade el Demandado que el Demandante le debió
adjudicar el siguiente contrato para la elaboración de
nuevos billetrs. Las razones son que el banco tenía un
deber de llevar a cabo una inspección de los billetes
entregados, y que su silencio supuso una aceptación de
la entrega, lo cual activaba la adjudicación del nuevo
contrato.
Decisión El Tribunal señala que un principio general de los
contratos internacionales es que una parte no puede
ejercer sus derechos si ha renunciado a ellos expresa o
tácitamente, “by a waiver or an estoppel”, o por no haber
reclamado en un plazo razonable. Sin embargo, la carga
de la prueba corresponde a quien alega el estoppel, y
dicha carga es elevada. El Tribunal concluye que no se
produjo ninguna señal por parte del Demandante para
renunciar expresa o tácitamente a sus derechos.
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: rechazada por falta
de elementos probatorios.
Estoppel como herramienta para no contradecir una
renuncia de derechos supone una elevada carga
probatoria.
8)
Datos del caso Caso Clout Nº 230 / Unilex / CISG database Pace Law
School
95
Fecha: 25.06.1997
País: Alemania
Número: 1 U 280/96
Corte: Oberlandesgericht Karlsruhe
Partes: Desconocido
Cita: http://www.unilex.info/case.cfm?id=296
Clout Nº 230:
http://www.uncitral.org/clout/clout/data/deu/clout_case_2
30_leg-1453.html?lng=es
Base de datos CISG:
http://cisgw3.law.pace.edu/cases/970625g1.html
Sumilla de hechos “Un vendedor alemán (Demandado) y un comprador
austríaco (Demandante) celebraron un contrato para la
venta de láminas adhesivas protectoras que se usarían
en las hojas de acero producidas por el comprador y
vendidas a un cliente para su posterior procesamiento. El
comprador no examinó la lámina al recibirla, que debi a ́
ser autoadhesiva y despegable. El cliente del comprador
le informó que cuando se despegó la lámina de los
productos de acero pulimentado de alta calidad, dejó
restos de pegamento adheridos a la superficie. Advertido
de ello, el comprador lo comunicó al vendedor al di ́a
siguiente. No obstante, la comunicación se realizó
después de transcurridos 24 di a ́ s de la entrega de la
lámina.
El comprador asumió el costo de la eliminación de los
restos de pegamento y presentó una reclamación contra
el vendedor pidiendo el reembolso de la suma
correspondiente.
El Tribunal de primera instancia dio la razón al comprador
e indicó que la notificación de la falta de conformidad
después de 24 días fue a tiempo. El vendedor apeló esta
decisión”.
(Extraído del resumen disponible en:
http://www.unilex.info/case.cfm?pid=1&do=case&id=296
&step=Abstract)
Argumentos de las El comprador alegó que la comunicación de la falta de
partes conformidad por calidad defectuosa de las láminas se
realizó dentro del período prescrito por la CISG. Los
Términos y Condiciones Comerciales Generales
establecidos por el vendedor, que establecían un plazo
de ocho días para la presentación de la queja, no pasó a
formar parte del contrato. Además, el defecto solo se hizo
evidente después del procesamiento de la lámina
adhesiva.
Por otro lado, el comprador argumentó que el vendedor
no podía invocar la extemporaneidad de la falta de
conformidad porque ello no fue objetado en las anteriores
negociaciones sobre el reclamo de daños.
96
Al respecto, el vendedor sostuvo que el reclamo por falta
de conformidad por la calidad defectuosa se hizo fuera
del plazo prescrito, por lo que no cabía amparar la
posición del comprador.
(Extraído del texto completo de la sentencia, disponible
en:
http://cisgw3.law.pace.edu/cases/970625g1.html)
Decisión Tanto el Tribunal de primera instancia como la Corte de
Apelaciones determinaron que la Convención de Viena
era aplicable al contrato. La Corte revocó el fallo del
Tribunal y le dio la razón al vendedor, en base a las
siguientes razones:
- “El comprador perdió el derecho a invocar la falta
de conformidad, ya que no había examinado las
mercaderías tan pronto como fuera posible bajo
las circunstancias (Art. 38 (1) CISG) y no había
notificado los defectos dentro de un plazo
razonable (Art. 39 (1) CISG). Si el comprador
hubiera procesado una muestra de los bienes en
el momento de la entrega, habría descubierto
fácilmente los defectos y podría haber notificado
dentro de los 10 a 11 días posteriores. El
comprador estaba obligado a hacerlo,
independientemente del hecho de que las partes
tenían una relación comercial de larga data”.
- “El comprador tampoco tenía derecho a confiar en
una excusa razonable por no haber avisado
oportunamente (Art. 44 CISG), ya que esta
disposición no se aplica en el caso de un examen
inadecuado de los bienes”.
- “El vendedor no renunció a su derecho a objetar
que la notificación no era oportuna. La Corte se
refirió al principio de estoppel ("venire contra
factum proprium"), derivado del principio de buena
fe (Art. 7 (1) CISG). Sin embargo, según la CISG
la mera disponibilidad del vendedor para llegar a
un acuerdo de conciliación no implica en sí misma
una pérdida del derecho a alegar que la
notificación de falta de conformidad no fue
oportuna. La intención de renunciar a la defensa
debe estar claramente establecida. Además, el
artículo 7(1) y 80 de la CISG no impiden al
vendedor alegar la notificación tardía de la falta de
conformidad durante el proceso, aun cuando no
hay sido alegado durante las negociaciones pre
judiciales”. (Extractos del resumen disponible en:
http://www.unilex.info/case.cfm?pid=1&do=case&i
d=296&step=Abstract)
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: rechazada. Doctrina
de los actos propios, en el marco del artículo 7 de la
97
Convención de Viena, no se aplica porque no objetar la
notificación tardía de la falta de conformidad durante las
negociaciones no implica una renuncia de ese derecho ni
impide alegarlo después.
NOTA: Esta decision fue revocada. Ver referencias al
Caso Clout Nº 270 / Unilex / CISG database Pace Law
School.
9)
Datos del caso Caso Clout Nº 221 / Unilex / CISG database Pace Law
School
Fecha: 03.12.1997
País: Suiza
Número: P4 1996/00448
Corte: Zivilgericht Kanton Basel-Stadt
Partes: Desconocido
Cita:
http://www.unilex.info/case.cfm?pid=1&do=case&id=372
&step=Abstract
Clout Nº 221:
https://www.uncitral.org/clout/clout/data/che/clout_case_
221_leg-1444.html?lng=es
Base de datos CISG
http://cisgw3.law.pace.edu/cases/030910f1.html
Sumilla de hechos Un vendedor suizo y un comprador italiano celebraron un
contrato para la venta de dos buques de carga de úrea.
Las partes acordaron el pago dentro de los 30 días
posteriores a la emisión del conocimiento de embarque.
El vendedor emitió una factura que contenía la nota de
que el pago debía realizarse mediante transferencia a la
cuenta bancaria del vendedor que tenía con un banco
suizo en una determinada región.
Dado que el precio no se pagó, el vendedor inició una
acción de cobro ante el Tribunal de la región donde
estaba ubicado el banco del vendedor, mientras que el
domicilio comercial del vendedor estaba en una región
diferente en Suiza.
(Extraído del resumen disponible en
http://www.unilex.info/case.cfm?pid=1&do=case&id=372
&step=Abstract).
Argumentos de las El comprador alegó que el Tribunal no tenía jurisdicción
partes para conocer el caso. Al respecto, sostuvo que el reclamo
por el pago de precio no puede hacerse ante los
tribunales donde se ubica el banco del vendedor porque
nunca se acordó que ese sería el lugar de pago. Nunca
tuvo lugar un acuerdo explícito sobre el lugar y tampoco
existe una relación comercial continua, por lo que no se
estableció ninguna práctica entre las partes. En ese
sentido, la cuenta bancaria indicada en la factura era solo
98
una alternativa como medio de pago, mas no una
obligación.
Por su parte, el vendedor sostuvo que el Tribunal sí tenía
jurisdicción porque el domicilio del banco era el lugar de
cumplimiento de la obligación de pago, de acuerdo a las
prácticas establecidas entre las partes. El comprador,
anteriormente, adquirió bienes del vendedor en dos
ocasiones, y en esos casos pagó sin objeción en el lugar
indicado en la factura. Además, en la práctica comercial
es habitual que los pagos se realicen mediante
transferencia bancaria. Por tanto, las partes estaban
obligadas por sus prácticas y los usos comerciales.
(Extraído del texto de la sentencia, disponible en
http://cisgw3.law.pace.edu/cases/030910f1.html).
Decisión “El Tribunal aplicó el artículo 57 de la CISG para
determinar el lugar de pago.
Como el contrato implicaba la entrega de documentos, el
Tribunal verificó primero si el lugar de pago debía
determinarse de acuerdo con el art. 57 (1) (b) CISG (lugar
de pago en el lugar de entrega de documentos). El
Tribunal señaló, sin embargo, que el art. 57 (1) (b) no era
aplicable. Según el Tribunal, art. 57 (1) (b) se aplica solo
cuando las obligaciones respectivas del comprador y el
vendedor deben cumplirse simultáneamente y no
cuando, como en el caso en cuestión, el comprador tiene
derecho a pagar dentro de los 30 días posteriores a la
emisión de la factura de carga. En opinión del Tribunal,
las partes acordaron una compra a crédito que no está
incluida en el alcance del art. 57 (1) (b) CISG.
Por lo tanto, la Corte aplicó el art. 57 (1) (a) CISG, según
el cual el lugar de pago es el establecimiento del
vendedor. Como el establecimiento del vendedor no
estaba ubicado en la región del Tribunal, el Tribunal negó
su jurisdicción”.
El Tribunal rechazó los argumentos del vendedor
relativos a que las partes habían acordado el
establecimiento del banco del vendedor como lugar de
pago, por las siguientes razones:
- “Uno de los argumentos del vendedor fue que la
factura que contenía la nota en la cuenta bancaria
del vendedor constituía una carta de confirmación
que, como no objetaba el comprador, se convirtió
en parte del contrato. El Tribunal aclaró que un
documento generalmente conocido en Suiza
como una carta de confirmación pertenece al
proceso de formación del contrato, de modo que
en determinadas circunstancias su contenido
puede formar parte del contrato, mientras que una
factura pertenece al proceso de ejecución del
contrato. Por lo tanto, sin investigar si existía una
99
carta de confirmación, el Tribunal sostuvo que en
el caso en cuestión la nota en la factura no podía
formar parte del contrato, ya que una factura no
califica como una carta de confirmación”.
- “El Tribunal también desestimó la alegación del
vendedor de que la indicación en la factura de la
cuenta bancaria del vendedor establecía una
práctica entre las partes en virtud de la cual el
comprador estaba obligado a pagar en el banco
del vendedor, por lo que el lugar del banco era el
lugar de cumplimiento. En opinión del Tribunal,
aunque dejó abierta la cuestión de si las partes
celebraron uno o dos contratos diferentes para la
entrega de dos cargamentos de barco, sostuvo
que en virtud del art. 9 (1) CISG dos relaciones
contractuales de todos modos no fueron
suficientes para establecer una práctica entre las
partes. Según el Tribunal, para que se establezca
una práctica entre las partes, se requieren
relaciones contractuales duraderas que involucren
más contratos de venta entre las partes”.
- “El Tribunal también rechazó el argumento del
vendedor según el cual el pago del precio
mediante transferencia bancaria a la cuenta
bancaria del vendedor constituye un uso
internacional de acuerdo con el art. 9 (2) CISG.
Aunque el Tribunal reconoció que el pago
mediante transferencia bancaria en lugar de
efectivo se emplea ampliamente en el comercio
internacional, en opinión del Tribunal, sin
embargo, dicho empleo no es suficiente para
establecer un uso internacional en virtud del art. 9
(2) CISG. El uso se establecería solo si la
notificación de un vendedor sobre el pago a su
cuenta bancaria se conociera ampliamente como
una indicación por parte del vendedor de un nuevo
lugar exclusivo de desempeño, y no solo un lugar
de pago alternativo, como en opinión del Tribunal
tal indicación es conocida”.
(Extraído del resumen disponible en
http://www.unilex.info/case.cfm?pid=1&do=case&id=372
&step=Abstract).
Conclusión Defensa sobre la base del estoppel: rechazada. Doctrina
de los actos propios, en el marco de lo artículo 9 de la
Convención de Viena, no se aplica porque el Tribunal
consideró que la conducta de una parte en solo dos
relaciones contratuales es insuficiente para considerar
una práctica establecida.
10)
100
Datos del caso Iran-US Claims Tribunal, Abrahim Rahman Golshani v.
The Government of the Islamic Republic of Iran, YCA
1994, at 421 et seq.
TransLex
Sumilla de hechos El Señor Golshani, ciudadano iraní, demanda al estado
iraní por la expropiación de sus intereses en Tehran
Redevelopment Corp. (TRC), una compañía de
desarrollo iraní, adquiridos mediante contrato de
transferencia celebrado con el Señor Rahman Golzar.
De otro lado, TRC demandó en Francia a los Señores
Golshani y Golzar cuestionando una transferencia
realizada entre ellos.
Argumentos de las El Señor Golshani, demandante en el proceso arbitral,
partes invoca la doctrina del estoppel, señalando que en el
proceso judicial seguido en Francia, TRC, una entidad
perteneciente al Estado iraní, sostuvo una posición
distinta a la que el gobierno iraní sostiene en el arbitraje.
Así, en el proceso judicial francés TRC niega la
existencia de unas actas de reuniones y sostiene la
validez de una escritura de transferencia. Sin embargo,
sostiene lo contrario en el arbitraje de esta referencia.
Decisión El Tribunal sostiene que no corresponde aplicar la
doctrina del estoppel pues no se cumple un requisito
indispensable: que haya una declaración formulada con
claridad y sin ambigüedades. Ello no ocurre en el caso
porque las afirmaciones efectuadas por TRC sobre la
validez de la escritura pública no son claras.
Además, no hay identidad de sujetos, pues no se puede
atribuir al Estado de Irán, demandado en el arbitraje, la
conducta de TRC, la entidad estatal demandante en el
proceso judicial francés.
Tampoco se cumple el requisito sobre la variación de la
conducta, que genere una desventaja en quien confió en
la conducta inicial. En el presente caso, las alegaciones
formuladas por el Demandado sobre la falsificación de la
escritura pública fueron efectuadas en el proceso arbitral
antes de las alegaciones sobre su validez en el proceso
judicial francés.
Por tanto, el Gobierno iraní no está impedido de alegar
que la escritura pública está falsificada.
Conclusión La defensa sobre la base del estoppel es desestimada,
pues no se cumplieron los requisitos para ello.
11)
Datos del caso ICSID Award, AMCO Asia Corp. et al. v. The Republic of
Indonesia et al., YCA 1985, at 61 et seq.
TransLex
Sumilla de hechos En 1968 se celebró un Contrato para la construcción del
Hotel Kartika Plaza en Indonesia, por parte de Amco Asia
Corp. una corporación norteamericana que solicitó la
101
autorización de su inversión por 30 años, para lo cual
constituyó la sucursal P.T. Amco Indonesia, cuyas
acciones fueron posteriormente transferidas a una
empresa constituida en Hong Kong.
Amco Asia y P.T. Wisma, compañía indonesia
aparentemente controlada por el gobierno de ese país,
suscribieron un contrato de alquiler y gerencia en relación
con el hotel. En 1980 este contrato fue resuelto por el
gobierno. El reclamo de fondo se refería a un caso de
expropiación por parte del Gobierno de Indonesia.
Argumentos de las El demandado cuestionó la competencia del tribunal
partes alegando que no se trataba de un contrato de inversión a
ser discutido en CIADI sino un contrato entre privados y,
adelantándose al cuestionamiento por su contraparte,
previsiblemente sustentado en la doctrina del alter ego,
sostuvo que el demandante debía ser “estopped”; es
decir, debía ser impedido de alegar tal argumento. La
razón era que Amco Asia, la demandante, había actuado
en otros procesos de manera incompatible con el
argumento del alter ego.
Decisión El tribunal se ampara en la definición de estoppel según
el common law.
El Tribunal mencionó el caso Temple Vihear, según el
cual, en las relaciones de Derecho Internacional Público,
“one State should not be permitted to rely on its own
inconsistency to the detriment of another State”40. En el
presente caso, el Tribunal sostuvo que algo similar puede
señalarse en las relaciones de comercio internacional
entre privados.
Sin embargo, señaló que en el presente caso no se
produjo perjuicio al gobierno indonesio ni beneficio a
favor de Amco, de modo que se desestimó el argumento
referido al estoppel.
Conclusión Se desestimó el argumento referido al estoppel, invocado
por el Demandado para oponerse al arbitraje (discusión
de jurisdicción).
12)
Datos del caso American Bank and Trust Company v. Trinity Universal
Insurance Company et al. (Decision of 11 December
1967, 251 La. 445, 205 So.2d 35). Corte Suprema de
Luisiana.
TransLex
Sumilla de hechos El banco (Demandante) acciona contra la compañía de
seguros (Demandada), garante de una empresa
constructora, para que asuma el pago que le
correspondía a la empresa garantizada.
40
A un Estado no le está permitido apoyarse en su propia inconsistencia en detrimento de otro
Estado.
102
Argumentos de las El banco sostiene que concedió el prestamo a la empresa
partes constructora bajo el entendimiento de que la compañía
de seguros le otorgaría una garantía respecto de la cual
el banco tendría preferencia en el cobro. Se discute en el
proceso si en efecto el banco tenía preferencia en el
cobro. De hecho, la compañía de seguros realizó pagos
a acreedores laborales, entre otros, pero no al banco
Demandante. La demanda fue declarada fundada en
primera instancia sobre la base del estoppel, pues la
compañía de seguros habría garantizado que el banco
cobraría preferentemente, lo cual le indujo a conceder el
prestamo. Fue declarada infundada en segunda
instancia.
Decisión La Corte Suprema del Estado de Luisiana confirmó la
decisión de segunda instancia y definió el equitable
estoppel como el efecto de la conducta voluntaria de una
parte que le impide hacer valer derechos contra otra que
ha confiado justificadamente en dicha conducta y,
producto de ello, ha cambiado su posición por lo cual
sufriría un perjuicio si a la otra parte se le permite repudiar
su conducta. Fundada sobre la buena fe, la doctrina está
diseñada para prevenir la injusticia al impedir que una
parte, en circunstancias especiales, tome una posición
contraria a sus actos, admisiones, representaciones o
silencio anteriores.
La Corte señala que las declaraciones efectuadas por la
compañía de seguros (representations) no eran de hecho
sino de derecho. Añade que generalmente la doctrina del
estoppel no opera frente a declaraciones de derecho
(representation of law), salvo situaciones excepcionales,
como la de asimetría informativa, lo cual no ocurrió en el
presente caso.
Conclusión La defensa sobre la base del estoppel es desestimada.
La doctrina del estoppel debe ser aplicada
cuidadosamente, especialmente cuando median
declaraciones de derecho y no de hecho.
Sin pretender rescatar algún valor estadístico a partir de los resultados obtenidos
en los casos seleccionados, puede señalarse como conclusión evidente que, de
los 33 casos, en 21 los tribunales ampararon las pretensiones referidas a la
doctrina de los actos propios o estoppel, mientras que en 12 rechazaron su
invocación.
No es nuestro propósito brindar una opinión informada sobre cada una de las
decisiones reseñadas. De hecho, ello no sería posible pues en la gran mayoría
de los casos no contamos con los textos completos, e incluso, si los tuviéramos,
103
el análisis y opinión consiguientes no serían precisos, pues no contamos con la
información detallada de los hechos discutidos.
Todas las decisiones reseñadas tienen una característica en común: revelan que
los tribunales encargados de resolver dichas controversias parten de la premisa
que cuando ni el pacto ni la ley justifican la contradicción de la conducta
desplegada por una de las partes, que hizo confiar razonablemente a la otra que
el curso de dicha actuación no se vería alterado, es posible hacer uso de la
doctrina de los actos propios para evitar que la variación genere una desventaja
injusta.
104
De la Puente tiene razón cuando considera que la buena fe es un elemento de
la vida humana que el Derecho ha incorporado a sí mismo, y no a la inversa.
También tiene razón cuando señala que ello es lo que explica la dificultad de
aprehender ese concepto. Y tiene razón al decir que la manera de entenderlo es
analizando cómo lo ha incorporado el Derecho de manera tangible. Para ello es
necesario revisar cómo es que las cortes resuelven controversias específicas
sobre la base de la buena fe. Como puede apreciarse, lo que indica la doctrina
coincide en general con lo que ocurre en la práctica recogida por la jurisprudencia
comercial internacional.
Las decisiones antes reseñadas revelan que, como ocurre con el principio de la
buena fe, la doctrina de los actos propios opera como una válvula de seguridad,
que permite cuestionar actuaciones que pueden ser formalmente correctas pero
que en el fondo son injustas e irrazonables. Ello ocurre por ejemplo con el tercer
caso citado (Tribunale di Varese) en el que el tribunal dispensó a una de las
partes del contrato de la presentación oportuna de un reclamo, pues las
circunstancias le permitieron entender razonablemente que la otra parte no le
exigiría la presentación puntual.
Otra idea fuerza que deriva de las decisiones comentadas es que el principio de
la buena fe no es el único elemento que orienta a los tribunales a proscribir el
comportamiento inconsistente de los contratantes del comercio internacional. En
41
Traducción libre de: “In contract law, taken as a whole, good faith is an “excluder”. It is a phrase
without a general meaning (or meanings) of its own and serves to exclude a wide range of
heterogeneous forms of bad faith. In a particular context the phrase takes on specific meaning,
but usually this is only by way of contrast with the specific form of bad faith actually or
hypothetically ruled out”.
42
Traducción libre de: “As a normative general and abstract concept, it is sometimes referred to
as a “safety valve” of the legal system, allowing judges and arbitrators to redirect a decision that
might have been formally correct, but would also have been contrary to general legal statements
of fairness, correctness and reasonableness” (Henriques 2015: 514).
105
efecto, otro importante elemento que subyace a la doctrina de los actos propios
es la protección de la apariencia. Son numerosos los casos reseñados en los
que se concluye que las circunstancias crearon una apariencia protegible.
La doctrina de los actos propios debe ser gestionada entonces, como dice el
refrán, colocando la vela ni tan lejos al santo que no lo alumbre ni tan cerca que
lo queme. Ese delicado balance conduce a que, en casos con zonas grises, se
encuentre jurisprudencia contradictoria a pesar de que los supuestos de hecho
sean muy parecidos.
Dicho de otro modo, no es casual que la doctrina de los actos propios sea
imprecisa, sino que su utilidad radica en ello, tal como ocurre con las nociones
de buena fe o de abuso de derecho. Así, lejos de encontrarnos en supuestos de
subsunción normativa, el juzgador tiene margen para efectuar ponderaciones,
según las circunstancias del caso y su leal saber y entender.
La apariencia genera que una situación jurídica parezca real, cuando en realidad
no lo es, y “puede presentarse solo cuando exista una situación capaz de
desplegar una fuerza de señalación de realidad. Por lo tanto, no pueden dar lugar
a hipótesis de apariencia aquellos hechos que se caracterizan por tener una
106
estructura opaca y que, por ello, no son capaces de señalar nada, salvo su propia
existencia” (Falzea 2006: 186).
43
La protección de la apariencia es la que sustenta, por ejemplo, la preferencia otorgada a los
terceros en caso de concurrencia de derechos.
44
Este trabajo de investigación no comprende el estudio sistemático de la aplicación de la
doctrina de los actos propios o del estoppel en controversias derivadas de tratados de inversión,
resueltas mediante mecanismos como el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias
Relativas a Inversiones – CIADI (ICSID, por sus siglas en inglés). Sin embargo, dos de los casos
citados, uno que ampara y uno que niega la aplicación de la doctrina de los actos propios, fueron
procesados a través de dicho mecanismo. Fueron incluidos por dos razones distintas.
El primero de ellos (Caso No ARB/06/18; IIC 424 (2010) Partes: Joseph Charles Lemire v
Ukraine) fue incluido porque los asuntos discutidos en él son extrapolables a disputas
comerciales. De hecho, el Tribunal Arbitral desestimó una pretensión del demandante sobre la
base de la doctrina de los actos propios, contenida en el artículo 1.8 de los Principios UNIDROIT.
El segundo caso fue incluido a manera ilustrativa, para dar cuenta de que la doctrina de los actos
propios es útil no solamente para resolver disputas comerciales teniendo en cuenta la lex
mercatoria, sino incluso para discutir la jurisdicción de un tribunal arbitral en casos en los cuales
el bien protegido es la inversión efectuada al amparo de tratados internacionales de protección
de inversiones. Así, en el caso reseñado se discutió si la controversia involucraba en realidad a
un Estado, cuando en apariencia se trataba de una empresa. Bajo la doctrina del alter ego, el
tribunal concluyó que sí tenía jurisdicción.
107
4. La doctrina de los actos propios puede permitir a las partes exigir
condiciones contractuales distintas a las que fueron originalmente
previstas en el contrato, como la existencia de un nuevo precio, el
levantamiento de requisitos para la procedencia de los reclamos, o el
ejercicio de la facultad de resolución sin cumplir con las formalidades
previstas en la letra del contrato, por ejemplo.
5. La doctrina de los actos propios sirve para rechazar las conductas de las
partes que son contradictorias con la manera en que se han conducido
durante la ejecución del contrato, que causó la confianza razonable en
que el comportamiento previo se repetiría en el futuro; así, puede
decidirse, sobre la base de la doctrina de los actos propios, que quien
reclama frente a ciertas condiciones en la ejecución del contrato está
vedado de hacerlo por no haber protestado con anterioridad.
108
habitual de las partes; y, (v) no puede negarse la vigencia del contrato si
en una oportunidad anterior no se objetó el reclamo de pago de la suma
generada durante la vigencia cuestionada.
45
“Artículo 1426.- En los contratos con prestaciones recíprocas en que estas deben cumplirse
simultáneamente, cada parte tiene derecho a suspender el cumplimiento de la prestación a su
cargo, hasta que se satisfaga la contraprestación o se garantice su cumplimiento”.
“Artículo 1427.- Si después de concluido un contrato con prestaciones recíprocas sobreviniese
el riesgo de que la parte que debe cumplir en segundo lugar no pueda hacerlo, la que debe
efectuar la prestación en primer lugar puede suspender su ejecución, hasta que aquélla satisfaga
la que le concierne o garantice su cumplimiento”.
46
Se trata de un Arbitraje CAS (Court of Arbitration for Sport) en el que una federación de fútbol
solicitó la aplicación del Estatuto en su versión vigente al momento de solicitar su incorporación
a la Federación de Futbol Europeo. Dicha versión era más flexible que la posterior: mientras que
con la primera podía incorporarse una federación de un país ubicado en Europa, con la segunda
109
13. Una consecuencia natural de la variedad de situaciones en las que la
doctrina de los actos propios ha sido amparada por los tribunales
internacionales en aplicación de la lex mercatoria es el hecho que los
remedios obtenidos por las partes beneficiarias de las decisiones han sido
disímiles también, según las circunstancias del caso. En otras palabras,
el remedio no necesariamente ha sido la obtención de una indemnización,
sino la continuación de la ejecución del contrato de acuerdo con la
posición amparada por las cortes; por ejemplo, ordenar que se ejecute el
contrato asumiendo que es válido pese a los defectos de representación,
o determinar que una reclamación debe tramitarse a pesar de haberse
formulado fuera del plazo inicialmente previsto.
era necesario que dicho país sea reconocido como nación independiente por las Naciones
Unidas. El tribunal arbitral negó que dichas reglas fueran procesales, y que por tanto debía
aplicarse el Estatuto en su versión inicial, pero que incluso si se hubiera tratado de una regla
procesal, debía seguir aplicándose.
47
Sobre estos asuntos volveremos en el Capítulo 4.
110
partes; y, (v) la doctrina de los actos propios no opera frente a cuestiones
de derecho, sino de hecho48.
Para la toma de las decisiones antes reseñadas los tribunales han sido
cuidadosos en determinar si las circunstancias del caso, analizadas con
detenimiento, ofrecen la posibilidad de detectar que en efecto se produjo una
inconsistencia que debe ser rechazada cuando quien genera dicha incoherencia
aparentó que ella no ocurriría.
En este capítulo he presentado tres ideas centrales, sobre la base de las cuales
formularé una noción de la doctrina de los actos propios en los capítulos que
siguen.
La segunda idea central que deriva de la teoría del estoppel en el sistema del
common law, y de las decisiones sustentadas en la lex mercatoria, es que la
doctrina de los actos propios opera como una suerte de comodín, que se adapta
a situaciones de hecho de la más diversa índole. En capítulos posteriores
deslindaré las situaciones previstas por el ordenamiento que están inspiradas en
la doctrina de los actos propios, de aquellas en las que el Derecho positivo no ha
previsto regla alguna. Ello permitirá depurar con mayor rigor los remedios
posibles, distinguiendo aquellos derivados de una aplicación “estricta” de la
doctrina de los actos propios, de los remedios que ya están previstos en el
ordenamiento, como por ejemplo los que corresponden a las declaraciones
negociales. Así, lo que se “escapa” del Derecho positivo se resuelve por la vía
de la doctrina de los actos propios.
Finalmente, la tercera idea central es que, como resultado del análisis de los
casos resueltos al amparo de la lex mercatoria, no es posible ofrecer un remedio
único, como tampoco se puede prever taxativamente todos los supuestos de
48
Esto, a propósito de la alegación de un banco de que concedió el préstamo no pagado
confiando en que la compañía de seguros garante aseguraría el pago preferente.
111
contradicción de conductas. En tal sentido, una regla como la contenida en el
artículo 1.8 de los Principios UNIDROIT es adecuada porque es lo
suficientemente flexible como para comprender variadas situaciones de hecho
que “escaparon” del Derecho positivo, y al mismo tiempo lo suficientemente
escueta para decir lo indispensable: que una parte no puede actuar en
contradicción a un entendimiento que ella ha suscitado en su contraparte y
conforme al cual esta última ha actuado razonablemente en consecuencia y en
su desventaja.
112
CAPÍTULO II
Estimo que sí. Esta discusión es pertinente, pues, si hay algo que queda claro
es que la doctrina de los actos propios es enunciada con frecuencia por jueces
y árbitros frente a una enorme variedad de situaciones, muchas veces de manera
antitécnica. Conocer entonces su esencia –principio o regla- contribuye a
determinar cuál es el margen de discrecionalidad de los jueces para llevarla a la
práctica y si es conveniente o necesario que esté contemplada de manera
49
(Bianchi e Iribarne 1984: 856).
113
expresa en el ordenamiento jurídico. Como se analizará en el Capítulo 5, al
mencionar la jurisprudencia peruana sobre este tema, se podrá apreciar que los
contornos de la doctrina de los actos propios no quedan claros para nuestros
jueces, y que por tanto, a pesar de su profusa aplicación, esta es errática. De allí
que jueces más atentos podrían verse inhibidos de invocar esta herramienta sin
conocer cuáles son sus límites y sobre todo su capacidad adaptativa.
Esto último, su aptitud para colarse como solución ante situaciones no previstas
podría ser un ingrediente para concluir si es o no un principio de derecho.
Estaremos en capacidad de hacerlo –definir si es un principio o regla- luego de
ocuparnos previamente de dos asuntos. En primer lugar, definir qué son
principios y reglas, y de otro lado, esbozar los requisitos para que la doctrina de
los actos propios opere y así distinguirla de otras soluciones más directas. De lo
primero me ocupo en las siguientes líneas. En el Capítulo 3 me ocupo de lo
segundo.
Explicaré entonces a continuación cuál es el rol que cumplen los principios y las
reglas en el ordenamiento jurídico, para lo cual postulo cuál es mi visión del
Derecho. Recién después de entender las distinciones entre aquéllos y de
perfilar los alcances de la doctrina de los actos propios se podrá concluir si esta
es un principio o una regla de derecho. Esto último es importante, pues identificar
su esencia permite medir sus alcances y su efectividad.
Estimo que este breve marco teórico debe ser completado con un intento de
caracterización de la doctrina de los actos propios como un principio o como una
regla de derecho –coherente con la visión de Derecho a la que adhiero- con el
propósito de determinar, de acuerdo con su función, cuál es el rol que cumple en
el Derecho Contractual, y cuál debe ser la importancia que le asignen los
operadores jurídicos en la solución de problemas prácticos.
114
entenderán mejor sus limitaciones y sus alcances a partir de las limitaciones y
los alcances de los principios y de las reglas.
50
Ello no supone adherir a una postura utilitarista, respecto de la cual no corresponde profundizar
en este trabajo, por exceder el propósito de la investigación.
115
buena fe, a la cual se le ha conferido la condición de un principio general del
Derecho. Y dado que los principios generales se caracterizan por un alto grado
de porosidad, pretendo acercarme a ellos desde una concepción del Derecho
que rescate la función que este cumple para lograr una adecuada interacción
social.
De manera referencial, cabe señalar que las concepciones del Derecho pueden
diseñarse a partir de la interrelación entre tres categorías: validez, eficacia y
justicia. De estas combinaciones, es posible derivar tres corrientes llamadas
“reduccionistas” por Gregorio Peces-Barba: (i) el positivismo ideológico (que
reduce la justicia a la validez); (ii) el iusnaturalismo (que reduce la validez a la
justicia); y, (iii) el realismo jurídico (que reduce la validez a la eficacia) (Peces
Barba, Fernández y De Asís 2000: 31).
51
Según Montoro Ballesteros, el funcionalismo es una corriente metodológica que se desarrolla
en la segunda mitad del siglo XX, que se extiende no solo al Derecho, sino además a la
antropología, la sociología, la psicología y la política. “El método funcionalista se propone como
objetivo la comprensión y explicación de las estructuras sociales, no a partir de su origen histórico
y sus particularidades espaciales (geografía) y temporales, sino tomando como punto de partida
la observación, análisis y estudio de las funciones que realizan las estructuras sociales dentro
de la sociedad o en parte de ella” (2007: 365-366).
116
el concepto, que, a su vez, depende de las concepciones filosóficas sobre
el Derecho y los fenómenos jurídicos en general. El problema de los
principios generales del Derecho guarda además una relación muy
estrecha con el fenómeno denominado de las “lagunas de la ley””.
En efecto, de acuerdo con “la teoría iusnaturalista clásica, entonces, hay por lo
menos una condición con base moral (y posiblemente más) para la juridicidad de
cualquier sistema normativo” (Schauer 2016: 38). De allí que los partidarios de
esta corriente de pensamiento consideren que no puede separarse la juridicidad
de la moralidad. “Frente a esta tesis se alza la tradición del positivismo jurídico,
de acuerdo con el cual el derecho no se deriva necesariamente de principios
morales fundamentales, sino que simplemente es “puesto” por seres humanos e
instituciones humanas” [énfasis agregado] (Schauer 2016: 39).
117
2.3 Iusnaturalismo y positivismo a partir del constitucionalismo.-
Volviendo al Profesor Atienza, él sostiene que los positivistas son por lo general
escépticos morales y por tanto ven con prevención el rol de los principios y de la
52
Esta afirmación fue realizada por el Profesor Manuel Atienza en la clase del Seminario de
Investigación y Teoría General del Derecho llevada a cabo el 23 de agosto de 2016 en el
Doctorado en Derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
118
ponderación. Por su parte, los no positivistas o postpositivistas (entendidos estos
como los defensores del constitucionalismo en cuanto concepción que se sitúa
en el nivel de la Teoría General del Derecho, no en el marco estricto del Derecho
Constitucional), si bien son conscientes de los riesgos de usar los principios en
el razonamiento jurídico, sí consideran que estos son importantes en el
razonamiento judicial a través de una ponderación conforme a parámetros de
racionalidad práctica.
119
decisiones jurídicas priorizando lo dispuesto por la ley (ciertamente, no
solamente normas de rango legal).
120
Ello es importante porque “[…] hay un riesgo de banalizar los derechos si estos
se ven simplemente como el resultado de un razonamiento basado en principios
morales y se pierde de vista el papel esencial (garantista) de las reglas jurídicas”
(Atienza 2017: 102). Así, no siempre la práctica jurídica debe ser conforme con
la moral. Los jueces pueden tomar decisiones injustas, “incompatibles con los
requerimientos de una moralidad justificada” (Atienza 2017: 19).
Coincido con los autores citados en que la conexión entre moral y Derecho no
resta validez a una norma injusta, aunque permite introducir nociones morales a
las que habrá que recurrir para la aplicación concreta de la norma. Así pues, en
este punto concluyo que aquello que el constitucionalismo postpositivista
propone, también puede ser atribuido a una concepción positivista del Derecho
con matices “funcionalistas”, que permiten llevar a cabo una adecuada labor de
ponderación.
121
referimos al iusnaturalismo, pero no es sencilla de responder cuando se trata del
positivismo.
Algo similar ocurre con las normas que hacen referencia a la noción de buena
fe, por ejemplo. Bajo esta perspectiva, la doctrina de los actos propios sería
seriamente cuestionada, por su estrecha conexión con el principio de la buena
fe.
54
Los autores añaden que el positivismo jurídico inclusivo puede ser contemplado como la
respuesta iuspositivista a las poderosas críticas que Ronald Dworkin formuló al positivismo
hartiano (Moreso y Vilajosana 2004: 199).
122
necesario, recurrir a nociones morales para lograr una adecuada aplicación de
las normas jurídicas. Esto no siempre será necesario, pues ocurre a menudo que
las normas que integran el ordenamiento jurídico no tienen conexión alguna con
nociones morales, de modo que aludir a estas no solamente sería innecesario,
sino además incorrecto, por lo menos desde la perspectiva del positivismo.
55
Curiosamente, otro autor denomina positivismo “ético” a una noción que se encuentra en las
antípodas respecto a lo propuesto por Moreso y Vilasajona. Para Gregorio Peces-Barba, el
llamado positivismo “ético” o “corregido” es aquel según el cual los criterios de validez jurídica no
solamente son formales (órgano competente y procedimiento establecido), sino además
materiales: se debe incorporar la ética pública (Bustamante 2009: 190).
123
crisol en el que convergen los hechos con los valores, sino solamente los
primeros.
124
supone que este ha sido “inventado” o “construido”, negando que sean una
práctica derivada de la interacción.
Es interesante además que el propio Hayek haya señalado como una finalidad
del Derecho Privado, lograr la mayor reducción posible de la incertidumbre en
las decisiones individuales. “Esto significa que el individuo debe poder inferir de
las circunstancias que conoce lo que es libre de hacer, y en qué circunstancias
y de qué maneras pueden constreñir sus actos otras fuerzas humanas” (Hayek
2011: 61).
Estimo entonces posible concebir un positivismo que no esté reñido con la labor
de ponderación y con la inclusión de nociones morales como parte del
ordenamiento jurídico. De allí que, si mi visión del Derecho tuviera que adherir a
una de las categorías mencionadas, sería el positivismo inclusivo, que admite
acudir a la moralidad en la aplicación del Derecho cuando el ordenamiento
jurídico lo permita.
56
Hayek advierte que engañosamente ese término ha sido usado para aludir al “racionalismo”.
57
“En otras palabras: para la formación de un orden espontáneo no es necesario que la conducta
de los elementos sea predecible en todos sus aspectos. Incluso una regularidad muy parcial de
su acción sería suficiente para generar un orden definido del conjunto” (Hayek 2011: 59).
125
“El primero en haber sostenido lo que hoy se llama positivismo jurídico
blando o incluyente parece haber sido Carrió, en un artículo de 1970 […],
en el que defendía la posición hartiana frente a los ataques provenientes
de Dworkin. Ahí, Carrió argumentaba que la regla de reconocimiento
podía incluir criterios morales, pero que con ello no se alteraba la
afirmación de que una norma es jurídica no porque esté de acuerdo con
la moral, sino por su conformirdad con la regla de reconocimiento (y el que
esta última incluya o no criterios morales sería una cuestión contingente)”
(Atienza y Ruiz Manero 2007: 17).
58
Alexy propone tres categorías: no-positivismo excluyente; no-positivismo súper incluyente; y
no-positivismo incluyente.
La primera es el no-positivismo excluyente, el más radical, según el cual, todos los defectos
morales excluyen la validez jurídica.
La segunda es el no-positivismo súper incluyente, que se ubica en el otro extremo: la validez
jurídica no se ve afectada de ninguna manera por cualquier defecto moral. Parece semejante a
una versión del positivismo, pero no lo es, porque hay dos tipos de relaciones entre derecho y
moral: clasificatoria y calificatoria, según Alexy. “El efecto de una conexión clasificatoria es la
pérdida de validez jurídica. Por el contrario, el efecto de una conexión calificatoria es la
deficiencia jurídica, el cual no llega sin embargo, al punto de socavar la validez jurídica, pero sí
crea una obligación legal o, al menos, un empoderamiento por parte de las cortes de apelación
para anular sentencias injustas expedidas por los tribunales inferiores” (Alexy 2013: 17).
La tercera versión del no-positivismo es la del no-positivismo incluyente, que se encuentra en el
punto medio de los dos anteriores: los defectos morales socavan la validez jurídica sólo bajo
ciertas condiciones: si y sólo si el umbral de la extrema injusticia se transgrede (la injusticia
extrema no es Derecho, según la fórmula de Radbruch, en la que deben confluir justicia, utilidad
y seguridad) (Alexy 2013: 18).
126
no está necesariamente excluida, sino que también se sitúa en contra del
positivismo incluyente al señalar que está necesariamente incluida, por lo
tanto el no-positivismo es contrario a ambas formas de positivismo” (Alexy
2013: 16).
Ello explica que mi visión del Derecho sea más bien “funcional”. En todo caso, si
tuviera que adherir a una de las concepciones presentadas, esta sería la del
positivismo incluyente o “positivismo funcional”. Así, si deseamos mantener los
rótulos tradicionales, ser positivista no es incompatible con la inclusión de valores
en las normas al momento de aplicarlas. El positivismo no puede negar que las
normas contengan pronunciamientos morales. Y es que el positivismo que queda
por postular es uno “aggiornado” con los tiempos constitucionales.
Estoy pues de acuerdo con el Profesor César Landa cuando señala que “el
modelo de la justicia constitucional kelseniano puro y simple ha sido superado,
en la medida que en el texto Constitucional no solo existen derechos
fundamentales sino también principios constitucionales y valores superiores”
(Landa 2013: 19).
127
En la misma línea, Carlos Nino sostiene que, “además del vínculo justificatorio
que el derecho tiene ineludiblemente con la moral, el derecho no puede ser
interpretado si no se recurre, en momentos cruciales de esa tarea interpretativa,
a consideraciones de índole moral” (Nino 2014: 129). Esta posición es adoptada
por Nino luego de señalar que la subsistencia de la controversia entre positivistas
jurídicos y iusnaturalistas se debe a las confusiones que contaminan esa
polémica59.
Habiendo propuesto una concepción del Derecho que deja espacio para la
moralidad, vale la pena mencionar en este punto un interesante debate entre los
Profesores Atienza y García Amado, quienes mediante un elegante y agudo
intercambio epistolar, dan cuenta de sus posiciones sobre el rol de los principios
y la ponderación. Y es que los principios de Derecho y el trabajo de ponderación
(a diferencia de la subsunción) contribuyen a procesar el ingrediente de
moralidad en una controversia o situación jurídica concreta.
Mientras que García Amado señala que “el derecho es lo que está ahí afuera y
nada más que lo que está ahí afuera y cualquiera puede ver” (Atienza y García
Amado 2016: 137), para Atienza el Derecho no debe verse sólo como una
“realidad ya dada, sino más bien como una empresa; como la escritura de una
novela […], o como la construcción de una catedral […] o como una empresa de
navegación […]” (Atienza y García Amado 2016: 137).
En otro trabajo, Atienza considera que la visión del Derecho descrita en el párrafo
anterior no se corresponde con una concepción positivista, pues esta sería
incompatible con un Estado constitucional, en el cual los conflictos entre
principios solamente pueden resolverse atendiendo a las razones que subyacen
a las normas dictadas por el constituyente (Atienza y Ruiz Manero 2007: 24-25).
59
“Superficialmente las cosas parecen muy claras; el positivismo defiende la separación entre
derecho y la moral […]. En cambio, el iusnaturalismo sostiene que el derecho y los principios de
justicia y moralidad social se impenetran” (Nino 2014: 21).
128
“Ahora bien, puesto que –como ya sabemos- las definiciones son
puramente convencionales y no parece que pueda darse una razón
decisiva a favor de uno u otro uso lingüístico, quizás sea mejor abandonar
esos rótulos, probablemente demasiado gastados y demasiado cargados
emotivamente como para poder resultar de utilidad. Por lo demás, hoy
parece existir una tendencia por parte de los autores que provienen de la
tradición iusnaturalista a hablar más bien de “hermenéutica jurídica”,
mientras que los herederos del positivismo jurídico tienden a usar rótulos
como “positivismo crítico”, “positivismo inclusivo” y algunos otros” (Atienza
2014: 124-125).
“[…] cuanto mayor sea la confianza en que las normas jurídicas son
expresión de normas morales o en que alguna moralidad objetiva viene
en nuestro auxilio en los casos difíciles, mayor será la tentación de
encubrir la discrecionalidad y, con ello, de ocultar la responsabilidad de la
decisión, haciendo aparecer como Derecho […] lo que, en el fondo, no
deja de ser una –mejor o peor- concepción moral de quien la sustenta”
(Prieto Sanchís 1997: 89)60.
Precisamente por ello, estimo que en los casos en los que la protección de la
confianza razonable está en juego –como ocurre con la aplicación de la doctrina
de los actos propios- es inevitable que los jueces realicen una adecuada labor
de ponderación, que no necesariamente estará exenta de acusaciones
sustentadas en una aplicación arbitraria –más que discrecional- del principio de
la buena fe.
60
Sobre el acusado riesgo de activismo judicial, estoy de acuerdo con Atienza cuando señala
que respecto de este asunto se debe tener en cuenta la realidad latinoamericana, que a
diferencia de la española, permite a los jueces hacer control difuso de constitucionalidad.
129
conducta ético-sociales, como orgullosamente hacen la mayoría de las
cláusulas generales […] y entre ellas precisamente el parágrafo 242”
(referido a la recepción del principio de la buena fe en el Código Civil
alemán) (Wieacker 1982: 34-35).
El rol de los jueces es crucial en este punto, y su propia concepción del Derecho
también lo es, pues como añade Wieacker, la relación entre la cláusula general
y el caso concreto no es tan sencilla como la subordinación lógica de lo particular
a lo general. “Los valores a los que remiten las ideas de “buena fe” o de “usos
del tráfico” sólo quedan en realidad integrados por la sentencia” (Wieacker 1982:
40).
Está bien que así sea. Sostener lo contrario supondría apostar por un modelo de
Derecho pre-establecido, independiente de lo que los usos y costumbres de la
realidad reflejan para dar sentido a nociones jurídicas porosas, como la buena
fe.
Ahora bien, para que la interacción social en el marco del Derecho permita
atender las necesidades de las personas, es indispensable crear una estructura
legal basada en la confianza. Y ello es así porque la libre interacción de los
individuos –sobre la base del respeto a la palabra empeñada- genera el máximo
bienestar posible.
130
orden de cumplir o de resolver el contrato, la contradicción de la expectativa
generada por la confianza razonable debería generar –en buena fe- la aplicación
de la doctrina de los actos propios, en los términos que se propone en este
trabajo.
En línea con lo anterior, una concepción del Derecho que admite dentro de él
nociones de moralidad, permite acudir a herramientas derivadas del principio de
la buena fe, como la protección de las expectativas generadas por la confianza
razonable, cuya expresión es el rechazo de la contradicción. Esto constituye un
medio idóneo de prevención contra comportamientos oportunistas de las partes,
a través de la remisión a estándares de actuación donde la protección de la
confianza juega un rol fundamental.
131
Asociar etimológicamente a los principios del Derecho con lo “antiguo” y “valioso”
da cuenta de que ellos resultan de una acumulación de prácticas generadas a
partir de la interrelación humana, consideradas valiosas para atender las
necesidades de las personas. El comportamiento de buena fe es una de esas
prácticas que a través de los siglos ha generado un valor intrínseco a la noción
de sociedad: el respeto de los compromisos asumidos, que supone, de cara al
tema que nos convoca, el repudio a la contradicción en el comportamiento
cuando con esto se traiciona las expectativas legítimas generadas por el
comportamiento anterior.
Estimo que la buena fe cumple dos funciones que son dos caras de la misma
moneda. De un lado, es el ingrediente sobre el que se basa la interacción y
cooperación entre los individuos, y al mismo tiempo es el resultado de dicha
interacción y cooperación. Sin buena fe no puede haber interacción generadora
de bienestar, y a la inversa, los compromisos resultantes de esa interacción dan
lugar a comportamientos de buena fe.
Debo advertir que la razón por la que me refiero a los “principios”, “principios
generales del derecho” o “principios de derecho” de manera indistinta se explica
en que soy escéptica sobre la existencia de diferencias relevantes entre ellos,
que permitan que cada uno de dichos términos refleje un concepto jurídico
distinto. No excluyo la posibilidad de que unos principios sean más importantes
que otros, o de que exista una suerte de jerarquía entre ellos, pero en cualquier
caso tales eventuales diferencias no me parecen determinantes de cara a la
noción de buena fe.
61
Sentencia del Pleno Jurisdiccional del Tribunal Constitucional recaída en el Exp. Nº 047-2004-
AI/TC, demanda de inconstitucionalidad interpuesta por José Claver Nina-Quispe Hernández, en
representación del Gobierno Regional de San Martín, contra la Ley Nº 27971 (Ley que faculta el
nombramiento de los profesores aprobados en el concurso público autorizado por la Ley Nº
27971).
132
A pesar de que la dicotomía entre las visiones tradicionales del Derecho puede
ser cuestionada por no recoger matices intermedios, ellas han definido el rol y
alcances de los principios.
133
razonamiento circular: las normas recogen principios, los cuales emanan de las
mismas normas. Dicho de otra manera, esta forma de definir los principios es
incompatible con una visión del Derecho como espontáneo y funcional.
Por ello Díez-Picazo señala que ninguno de esos dos puntos de vista es exacto:
“no cabe confundir los principios generales del derecho, que son normas de
Derecho positivo, con las reglas de derecho natural, porque ni todas las normas
de Derecho natural son recibidas por el Derecho positivo, ni las normas de
Derecho natural son las únicas susceptibles de dar origen a un principio jurídico
general” (Díez-Picazo 2014: 194).
La cita anterior revela una interesante dosis de funcionalismo, pues asume que
los principios surgen de manera espontánea, como resultado de la interacción,
para darle estructura al sistema jurídico en su conjunto. Estoy de acuerdo con
Díez-Picazo y Gullón, cuando señalan que los principios generales del derecho
no son meros criterios directivos o simples juicio de valor.
Atienza comparte con Diez Picazo y Gullón, que los principios jurídicos son
“auténticas normas jurídicas en sentido sustancial, pues suministran pautas o
modelos de conducta” (Atienza y Ruiz 2000: 45)63.
63
Manuel Atienza, junto con Josep Aguiló y Juan Ruiz Manero, postula “cuatro tipos ideales de
normas regulativas” (dos reglas y dos principios): (i) reglas de acción, en que el caso está
configurado según propiedades genéricas y en que la solución consiste en realizar u omitir una
acción (por ejemplo, una regla de tránsito); (ii) reglas de fin, en que el caso también está
134
En lo que no está de acuerdo es en que los principios sean pautas que se
incorporan al sistema jurídico en virtud de su arraigo en la conciencia social, sin
más cualificaciones, porque el arraigo en la conciencia social no es condición
necesaria ni suficiente para que una pauta generalizada se convierta en principio.
Para ello se necesitarían dos condiciones adicionales: que la pauta tenga
relevancia jurídica, y que pase el test de su adecuación al Derecho establecido
(Atienza 2006: 46-47).
Exigir que para ser principio la pauta debe tener relevancia jurídica y pasar el
test de su adecuación al Derecho establecido, tiene una connotación positivista
(no incluyente) que como ya se mencionó, supone adoptar un razonamiento
circular: las normas recogen principios, los cuales emanan del propio Derecho.
De nuevo, esta forma de definir los principios es incompatible con una visión del
Derecho como espontáneo y funcional, porque supone que hay una finalidad
preconcebida, previa al Derecho, que debe definir su contenido. Ello no se
corresponde con la concepción del Derecho a la cual adhiero.
Llegados a este punto, y habiendo asumido que los principios cumplen una doble
función –llenar lagunas e inspirar el sentido del ordenamiento jurídico- cabe
preguntarse si existe o no una diferencia relevante entre principios y reglas64.
configurado según propiedades genéricas, pero la solución no consiste en realizar una acción
sino en producir un estado de cosas en una cierta medida determinada (por ejemplo, que una
entidad no supere un nivel de déficit determinado, dado que la manera de lograr ese objetivo
puede suponer distintos cursos de acción); (iii) principios en sentido estricto, que no determinan
cuáles son las condiciones en las que se debe o se puede realizar la conducta que prescribe, y
que permiten una labor de ponderación entre principios (por ejemplo, la ponderación entre los
principios de libertad de expresión y de protección del honor); y, (iv) directrices o normas
programáticas, que se asemejan a los principios en sentido estricto en relación con el
antecedente de la norma, pero el consecuente propende a conseguir un determinado estado de
cosas en la mayor medida posible (por ejemplo, que el Estado contribuya a fomentar el pleno
empleo). Además, los autores distinguen entre principios (tanto principios en sentido estricto
como directrices) explícitos e implícitos (Aguiló 2007: 74-81; 98-99).
64
Esta pregunta parte de la premisa de que existe la categoría de principios, lo cual no es
uniforme en la doctrina. De hecho, para Prieto Sanchís, “Tal vez los principios sean uno de los
últimos y más vistosos artificios fabricados por los juristas, capaces de servir por igual a
malabarismos conceptuales que a propósitos ideológicos, de valer lo mismo para estimular una
cierta racionalidad argumentativa que para encubrir las más disparatadas operaciones
hermenéuticas … Ni en el lenguaje del legislador, ni en el de los jueces, ni en el de la teoría del
Derecho existe un empleo mínimamente uniforme de la expresión “principio”, hasta el punto de
que, recordando la terminología de Hart, cabe decir aquí que la “zona de penumbra” resulta más
amplia que el “núcleo de certeza” (Prieto Sanchís 1998: 47-48).
135
2.6 Diferencia entre principios y reglas.-
Durante el célebre debate académico entre Ronald Dworkin y Herbert Hart 65,
como punto neurálgico de su posición iusnaturalista, Dworkin distingue entre dos
tipos de normas: reglas y principios66. “Lo que caracteriza a los principios frente
a las reglas –según este autor- es que, mientras estas últimas pueden aplicarse
en la forma todo-nada, los principios contienen una dimensión de peso: cuando
se aplican para resolver un caso, deben ser ponderados entre sí […]” (Atienza
2014: 84).
En efecto, en “The Model of Rules I”, Dworkin sostiene que las reglas son
estándares de “todo o nada”. “Si dos reglas se oponen mutuamente, entonces
una de ellas no puede ser una regla válida. Por el contrario, los principios no
resuelven los casos a los que se aplican. Ofrecen un apoyo justificativo a varios
cursos de acción, pero no son necesariamente conclusivos” (Shapiro 2012: 151).
“Hart mantiene que los jueces deben ejercer algunas veces una
discrecionalidad fuerte porque para él el derecho consiste en aquéllos
estándares socialmente propuestos como prescriptivos. Dworkin, por su
parte, cree que los jueces no tienen discrecionalidad fuerte precisamente
porque él niega que sea central la ordenación social a la hora de
determinar la existencia o el contenido de las normas jurídicas” (Shapiro
2012: 159).
Es más, el propio Atienza señala que quien sostiene una concepción del Derecho
como la de Hart no tiene por qué negar que el Derecho está integrado no solo
por reglas sino además por pautas que Dworkin llama “principios” (Atienza 1991:
101). Hart representa el positivismo metodológico o conceptual, a diferencia del
positivismo ideológico, según el cual el Derecho debe ser obedecido
simplemente porque es Derecho (Atienza 2014: 114-117).
65
Es importante mencionar que la “crítica al positivismo jurídico que Dworkin ofreció en 1967,
por ejemplo, difiere enormemente de la que presentó en 1986. Cualquier descripción debe, por
tanto, intentar capturar esta fluidez tratando el debate como una entidad en evolución que se
adapta con el tiempo a las presiones racionales venidas de fuera y de dentro” (Shapiro 2012:
146-147).
66
A su vez, los principios serían de dos tipos: las policies o directrices, que son normas que fijan
objetivos de carácter económico, social o político; y los principios en sentido estricto, que son
exigencias morales, que establecen derechos.
136
las vías por las cuales las dimensiones morales pueden adquirir una importante
presencia en el mundo jurídico.
67
La norma que establece un vínculo entre el Derecho y la sociedad de la que forma parte fue
llamada por Kelsen “norma fundamental” y por Hart, “regla de reconocimiento” (Atienza 2014:
95). La regla de reconocimiento es el último punto de referencia del Derecho, pero no basta
constatar que existe, sino hay que ver si está justificada, lo cual nos conduce al campo de la
moral (Atienza 2014: 97).
137
“La literatura sobre el modo de entender la diferencia entre los principios
y las reglas jurídicas es extensísima y constituye por sí misma una
demostración elocuente no sólo del carácter problemático, sino también
de la relevancia de esta distinción a la que ahora se presta una atención
creciente” (Zagrebelsky 2011: 109).
En esa línea, el autor citado añade que según el punto de vista tradicional del
positivismo jurídico, los principios tienen una importante función supletoria o
integradora (hasta correctiva, dice el autor), de las reglas jurídicas. En otras
palabras, servirían para perfeccionar el ordenamiento jurídico. No obstante,
volvemos a discrepar cuando señala:
138
que los principios son un plus, algo que sólo es necesario como “válvula
de seguridad” del ordenamiento. Una vez más, el positivismo se revela
como una ideología distorsionadora en el campo del derecho”
(Zagrebelsky 2011: 117).
Y es que solamente bajo una concepción que reconoce al Derecho no como una
“creación” por un orden superior (el “Derecho Natural” o un orden preconcebido),
sino como el resultado de la interacción humana, es que los principios sirven de
nexo para entrelazar las distintas figuras jurídicas, permitiendo su
conceptualización dentro de un todo orgánico que responde a una misma razón
lógica. “Así mirados, tales principios se nos revelan como el torrente sanguíneo
que recorre las arterias de las diversas instituciones que integran el Derecho”
(Alcalde 2003: 51).
Prieto Sanchís hace una segunda advertencia que considero pertinente, y es que
habría una distinción débil entre la llamada zona de apertura de los principios y
la zona de penumbra de las reglas, sin que sea posible presentar siempre una
distinción clara entre ellas (Prieto Sanchís 1998: 47-48). Esta percepción es
compartida por Alfonso García Figueroa, quien niega haya una distinción fuerte
entre reglas y principios (García Figueroa 1998: 134).
Para Alexy, los principios son normas que ordenan que algo se realice en la
mayor medida posible; son mandatos de optimización. En cambio, las reglas
exigen un cumplimiento pleno; se cumplen o no se cumplen, dice.
139
Por su parte, la diferencia principal entre principios y reglas, según Atienza, es
que si bien ambos correlacionan un caso con soluciones concretas, los principios
configuran el caso en forma abierta y las reglas de forma cerrada; en otras
palabras, en aquéllos hay mayor indeterminación68.
El hecho que las condiciones para la aplicación de las reglas estén determinadas
de manera cerrada, significa para Atienza que operan como razones
“perentorias”. A la inversa, los principios operarían como razones no perentorias
(Atienza 2005: 52).
Así por ejemplo, aquello que para un ordenamiento jurídico occidental puede ser
aberrante y por tanto prohibido, como emitir reglas asumiendo la superioridad
del hombre respecto de la mujer, en otros ordenamientos jurídicos ello no
solamente está permitido, sino que además constituye el eje de la regulación de
su sistema legal. Y todavía más, es el reflejo de la moral que esa sociedad
considera buena o correcta.
Con el discurrir del tiempo podría ocurrir –o no- que a través de la influencia de
la política y de los sistemas de deliberación que estén previstos
constitucionalmente, se produzca una evolución en sentido contrario a la práctica
social “juridizada”. Si acaso ello ocurre, la moral social habrá impactado en el
ordenamiento jurídico al punto de crear nuevos principios de derecho que a su
vez generarán razones perentorias para regular en cierto sentido (incluso en otro
sentido).
Ello se explica en que, antes que una moralidad “buena” o “unívoca”, los
principios del derecho recogen prácticas reiteradas de la comunidad en la que
están insertados; son un reflejo de la realidad y por ello brindan coherencia al
68
En “Ilícitos Atípicos”, Atienza y Ruíz Manero distinguen entre, de un lado, "reglas de acción” y
“reglas de fin”; y, del otro lado, entre “principios en sentido estricto” y “directrices o normas
programáticas” (Atienza y Ruíz Manero 2006: 16-19). No es propósito de este trabajo profundizar
en dichas nociones o discutir su pertinencia.
140
ordenamiento jurídico al cual pertenecen. Solo así puede entenderse que, como
ya se ha expuesto, los principios tengan una doble función: no solamente llenar
lagunas con fórmulas similares a las provistas por reglas claramente
identificadas, sino además, informar el ordenamiento jurídico con soluciones
sistemáticas, que trasluzcan un haz de coherencia en el arreglo de problemas
específicos. Esto puede ocurrir si las reglas no son claras en su determinación o
si ciertos principios y reglas no son compatibles.
Tenía razón Diez-Picazo cuando propuso, como se señaló líneas arriba, que los
principios generales del derecho son normas jurídicas de especial naturaleza,
pues revelan de modo espontáneo el sistema de las convicciones sociales
vigentes. Solo así podemos ofrecer una propuesta de Derecho que esté al
servicio de la sociedad; no al revés.
Lo anterior es coherente con una visión “funcionalista” del Derecho –o, al menos,
positivista “suave”- que sea compatible con su función de atender las
necesidades resultantes de la interacción social. Ello permite asimilar los
principios del Derecho a una función de bisagra entre la aplicación estricta de la
ley y aquellos casos concretos en que su poca claridad permite incorporar
matices. Estos matices pueden lograrse gracias al rol informador que cumplen
los principios, de modo que estos puedan penetrar en todas las rendijas posibles,
evitando, cuando sea posible, soluciones injustas por ser rígidas69.
Esta función de bisagra que articula casos concretos con normas a las que les
falta claridad, es especialmente relevante en el Derecho de contratos,
considerando que, inspirado por la autonomía privada, su vocación es permitir a
69
Se dice “cuando sea posible”, porque una visión funcionalista del Derecho tiene un
componente cercano al positivismo: cuando las reglas estén claramente reñidas con los
principios, deberán ser acatadas siempre que se hubieran emitido por la autoridad competente y
siguiendo el procedimiento establecido, sin perjuicio de los sistemas de control políticos,
constitucionales o judiciales que se hubieran previsto.
141
las partes, diseñar sus instrumentos contractuales con el contenido y omisiones
que les parezcan necesarios70.
Ahora bien, cabe preguntarse cuál es la operatividad de los principios. ¿Son ellos
los que directamente determinan la solución del caso concreto? ¿O inspiran la
creación de una regla no escrita que prescribe las consecuencias de la conducta
que se reprocha? Convenimos con Atienza en que:
70
Esta autonomía tiene protección constitucional, pues el artículo 2 numeral 14 de la
Constitución señala que toda persona tiene derecho a contratar con fines lícitos, siempre que no
se contravengan normas de orden público; y el artículo 2 numeral 24 literal a) añade que ninguna
persona está obligada a hacer lo que la ley no manda ni impedida de hacer lo que ella no prohíbe.
142
trate, pues entonces la ponderación entre principios debe haber dado
lugar ya a una regla” (Atienza y Ruíz Manero 2006: 20).
Entonces, la respuesta a la pregunta sobre si los principios son los que ponen
fin a la controversia o si ofrecen la solución al caso concreto, la respuesta será
que, una vez definidas todas las circunstancias de hecho, revisado el pacto y las
normas aplicables sin que se encuentre una respuesta clara, deberá ponderarse
los principios para así dar lugar a una regla. Es pues la regla resultante la que
provee la solución al caso concreto, pues como propone Atienza, la distinción
entre reglas y principios solo tiene pleno sentido en el nivel del análisis prima
facie; es decir, antes de escrutar minuciosamente los elementos del caso.
Dicho de otro modo, las reglas específicas se justifican en los principios; o dicho
al revés, los principios terminan transitando hacia una regla. Ello es importante
de cara a la pregunta con la que terminé el acápite anterior: ¿Cuál es entonces
el rol de los principios en el Derecho de contratos? Los principios sirven de pauta
o de criterio para dar lugar a una regla aplicable a un caso concreto, teniendo en
cuenta sus circunstancias específicas.
143
(i) mientras los principios recogen pautas o criterios, las reglas deslindan con
mayor claridad los supuestos en que deben ser aplicadas; (ii) los principios no
solamente cumplen un rol subsidiario a falta de reglas, sino un rol informador que
permite interpretarlas coherentemente; y, (iii) frente a un caso concreto, la
deliberación concerniente a la pertinencia de los principios debe terminar en la
aplicación de una regla que solucione el caso concreto.
144
3. f. Confianza, buen concepto que se tiene de alguien o de algo. Tener fe
en el médico.
4. f. Creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la
fama pública.
5. f. Palabra que se da o promesa que se hace a alguien con cierta
solemnidad o publicidad.
6. f. Seguridad, aseveración de que algo es cierto. El escribano da fe.
7. f. Documento que certifica la verdad de algo. Fe de soltería, de
bautismo.
8. f. fidelidad (‖ lealtad). Guardar la fe conyugal.
9. f. Rel. En el cristianismo, virtud teologal que consiste en el asentimiento
a la revelación de Dios, propuesta por la Iglesia” (subrayado agregado).
Actúa de buena fe quien cree que actúa bien, quien cree que no despoja a nadie
de ningún derecho, quien cree que aquel que le transmite una titularidad a su
vez está legitimado para transferirla. Dichas creencias están reñidas con
conductas oportunistas o parasitarias; están reñidas con conductas que permiten
adquirir derechos a expensas de otros.
En un mundo sin buena fe, las personas no confiarían entre sí. Ello sería
comprensible, pues ninguna persona podría esperar ni predecir ningún
comportamiento de su interlocutor. Como evidente consecuencia, prevalecería
la incertidumbre en lugar de la predictibilidad. De inmediato, a su vez, tendría
145
que descartarse la posibilidad de que las personas apuesten por proyectos de
largo plazo, para los cuales es indispensable no solamente estar en posibilidad
de predecir conductas, sino asegurarse de que la titularidad de bienes y de
derechos es clara y cierta.
La idea de buena fe es tan antigua que la primera vez que sirvió de fundamento
contractual se remonta al siglo III a. de C., a propósito de negocios jurídicos no
regulados, como los de compraventa y arrendamiento, entre otros.
“Posteriormente la validez y la accionabilidad de estos negocios no se
consideran ya necesitados de fundamentación. Con ello quedaba libre la bona
fides para otra función; la de establecer ahora (desde poco antes del nacimiento
de Cristo), la escala para las obligaciones singulares provenientes de estas
relaciones jurídicas” (Medicus 1995: 74).
Ello es importante porque la buena fe, si bien fue reduciendo su campo de acción
para dar lugar a otros remedios que hacían exigibles los pactos contractuales de
146
manera más directa, no ha perdido relevancia a través de los años –de los siglos-
para lograr un entendimiento más cabal de las obligaciones adquiridas por las
partes.
71
Nótese que en la Tabla 8, 21 no se menciona fides, sino fraus (fraude).
147
Esta expansión de las relaciones comerciales generó que los moldes
contractuales tradicionales tuvieran que adaptarse para dar forma a acuerdos
desperzonalizados por razones geográficas. Así, tanto la práctica comercial
como las decisiones del pretor romano se basaban en un patrón abstracto de
conducta no solo aplicable a la experiencia romana, sino además a los
extranjeros que solicitaban tutela en la órbita del pretor. La noción de bona fides
terminó popularizándose, dado que el concepto fue puesto a disposición de
cualquier individuo que estableciera un vínculo comercial con otro (Facco 2017:
53).
Ya en esta época la ‘fides bona’ contiene una idea que trasciende a una
definición estática; por el contrario, es concebida como un instrumento dúctil, que
se reconstruye permanentemente, “como lo demuestra el hecho de que ni
siquiera las propias reglas que de ella emanan puedan ser consideradas como
inmutables, pues su aplicación deberá evaluarse a la luz de las particulares
circunstancias del caso y de la naturaleza del negocio” (Neme 2010: 155).
Más bien, en la Baja Edad Media (siglos XII a XV), hubo vocación por difundir el
Derecho justinianeo y por superar las particularidades forales. Un rol importante
para este propósito lo cumplieron las Universidades. También jugó un papel
importante Alfonso X, que con las llamadas Siete Partidas, dotó de unidad
jurídica al reino.
148
Con la influencia canónica, se modificaron las Siete Partidas, para que el contrato
sea protegible incluso sin formalidades (Facco 2017: 79). Ello es consistente
con el hecho que las Siete Partidas hagan referencia a la llamada buena fe-
creencia (Facco 2017: 89).
149
Por su parte, el Código Civil italiano de 1942 se distancia del modelo alemán en
dos aspectos: subjetivamente, pues la buena fe se exige no solamente al deudor
sino también al acreedor; objetivamente, pues la buena fe gobierna todas las
etapas del ciclo contractual, incluyendo las tratativas. Su aplicación por las cortes
ha sido prolífica, pero afirmando la subsidiariedad de la buena fe como medio
hermenéutico, de modo que “sólo sería operativo en caso de ambigüedad del
texto contractual. En estos casos el juez debe reconstruir el contenido objetivo
del acto que ha de ser bien diferenciado de las convicciones que eventualmente
pudo haberse formado una persona individual” (Facco 2017: 221).
Fue con el artículo 1328° del Código Civil de 1936 que la noción de buena fe se
incorporó de manera expresa: “Los contratos son obligatorios en cuanto se haya
expresado en ellos, y deben ejecutarse según las reglas de la buena fe y común
intención de las partes”.
Contenido similar tiene el 1362 del Código Civil, el cual señala lo siguiente:
“Artículo 1362.- Buena Fe. Los contratos deben negociarse, celebrarse y
ejecutarse según las reglas de la buena fe y común intención de las partes”.
150
mismo tiempo, la convicción de no lesionar un derecho ajeno. El espectro de
acción más fecundo de esa noción es el de los derechos reales (en materia de
posesión), aunque también tiene aplicación en otros sectores” (Facco, p. 33).
De otro lado, la buena fe objetiva, más que como una creencia, opera como un
standard de conducta; es decir, un patrón de referencia que consiste en un
parámetro flexible, cuya determinación concreta queda a discreción de las
partes, y a falta de acuerdo, del juez.
Así por ejemplo, el artículo 1546 del Código Civil chileno señala que “Los
contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no solo a lo
que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la
naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella”.
Algunos códigos fueron más lacónicos, como el Código Civil peruano, que regula
de forma amplia la buena fe, “sin limitarla expresamente a una función
integradora” (Eyzaguirre 2013: 142).
73
“Art. 1374 Integrazione del contratto
Il contratto obbliga le parti non solo a quanto e nel medesimo espresso, ma anche a tutte le
conseguenze che ne derivano secondo la legge, o, in mancanza, secondo gli usi e l'equità”.
151
juez dilucide qué regla contractual debe aplicarse cuando las propias partes no
la previeron.
Debe admitirse que el ejercicio de la función integradora por parte del juez
genera resistencias porque es una facultad que se podría prestar a abusos.
Sobre este asunto, Peter Schlechtriem advierte que “el ‘bosque encantado’ de
las cláusulas generales, en otras palabras, no es sólo el hogar del hada
bondadosa que trae justicia, sino también de las peligrosas bestias del prejuicio
y el celo ideológico, que destrozan el equilibrado tejido de la ley y afirman
reemplazarlo con un nuevo y mejor orden” (citado en Eyzaguirre 2013: 178).
En efecto, admitir una amplia intervención judicial para deslindar el contenido del
contrato podría afectar la seguridad jurídica.
El autor citado propone que el criterio para evitar excesos es determinar cuál es
el grado de sofisticación de las partes, de modo que cuanto mayor sea la
posibilidad de ambas partes de negociar el contrato en posición de equivalencia,
menores deben ser las oportunidades del juez de ejercer su facultad integradora
en el marco de la buena fe. Ocurre lo contrario, según Eyzaguirre, si una de las
partes es más “débil” que la otra y por tanto su posibilidad de negociación es
reducida, en cuyo caso el margen de actuación judicial debería ser mayor para
compensar la debilidad de uno de los contratantes (Eyzaguirre 2013: 186).
152
objetivos esperados. Ante el fracaso de la empresa, A pretende que B le
devuelva el valor de sus acciones. Nada dice el convenio de accionistas sobre la
entrega (“devolución”) de las acciones materia de controversia. El juez decide
que A tiene derecho al monto reclamado, pero como contrapartida ordena que
entregue la propiedad de sus acciones a B. ¿El juez ha tomado esta decisión
interpretando el contrato? ¿lo ha integrado? ¿lo ha modificado?
74
En relación con este asunto, luego de apuntar la confusión generada por los artículos 168 y
1362 del Código Civil (“principio y reglas”) Leysser León señala que: “En la primera de dichas
normas se impone un criterio para la interpretación del negocio jurídico; en la segunda, se
establece una regla de comportamiento que tiene que ser observada en la negociación,
celebración, y ejecución de los contratos, al mismo tiempo que se eleva la buena fe a la condición
de fuente de integración del reglamento contractual” (2004: 143).
Añade León que en la mayoría de las situaciones en las que el Código Civil menciona la buena
fe, la identifica con la creencia que una persona tiene en la legitimidad de su conducta o en el
desconocimiento de que su comportamiento genere perjuicios en terceros (que en lenguaje de
juristas italianos sería de buena fe subjetiva) (2004: 144). Por ejemplo, el artículo 194 señala que
la simulación no puede ser opuesta por las partes ni por los terceros perjudicados a quien de
buena fe y a título oneroso haya adquirido derechos del titular aparente; el artículo 284 señala
que el matrimonio invalidado produce efectos civiles respecto de los cónyuges e hijos si se
contrajo de buena fe, como si fuese un matrimonio válido disuelto por divorcio; el 1135 indica que
cuando el bien es inmueble y concurren diversos acreedores a quienes el mismo deudor se ha
obligado a entregarlo, se prefiere al acreedor de buena fe cuyo título ha sido primeramente
inscrito o, en defecto de inscripción, al acreedor cuyo título sea de fecha anterior. Se prefiere, en
este último caso, el título que conste de documento de fecha cierta más antigua.
“En cambio, el artículo 1362 del Código Civil peruano se refiere a comportamientos, como lo son
la “negociación”, la “celebración” y la “ejecución” de los contratos” (León 2004: 144).
León explica que no se emplea la expresión “reglas” de la buena fe porque en este caso la buena
fe no se presenta como un criterio dotado de unicidad. “No se puede hablar, en plural, de
“criterios” hermenéuticos de la buena fe, pero sí de “reglas” de la buena fe, en las fases de la
contratación. En la interpretación de los negocios jurídicos, la buena fe es una sola; en la
negociación, celebración y ejecución de los contratos, la buena fe cobra varios rostros. En este
último ámbito, la buena fe se manifiesta, y hace pensar, en un haz de conductas.
Es como si la buena fe impusiera a los tratantes, en la negociación del contrato, al oferente y al
destinatario de la oferta, en la formación del contrato, y a las partes, en la ejecución del contrato,
la observancia de distintas conductas. En todas las fases de la contratación, entonces, la buena
fe podrá encarnarse en las más plurales manifestaciones: claridad, lealtad, información,
puntualidad, rectitud, etc. En el lenguaje de los juristas italianos, este último conjunto de
fenómenos –que son, apréciese bien, comportamientos concretos, y vinculados, exclusivamente,
con el derecho de obligaciones y contratos- es englobado en el concepto de buena fe en sentido
‘objetivo’” (León 2004: 145).
153
artículo 1362 del Código Civil, a pesar de que este no la mencione de forma
expresa75.
“La compleja dialéctica entre civil law y common law se manifiesta además
en el forcejeo que mantienen la posición anglosajona más tradicional
(según la cual el good faith ha de ser entendido sólo en sentido subjetivo
como la situación psicológica de quien no tiene conocimiento de
determinadas circunstancias, situaciones o hechos, que pueden ser
relevantes en la formación o ejecución de un negocio) y los juristas
continentales que conciben esta noción con una amplitud mayor,
atribuyéndole además una significación objetiva (como regla de un
comportamiento negocial signado por la lealtad)” (Facco 2017: 374-375).
Como explica Ejan Mackaay, los países del common law en principio se resisten
a aplicar la buena fe; especialmente Inglaterra, que considera que en todos los
casos en que podría invocarse, hay doctrinas más apropiadas para el caso
concreto (Mackaay 2011: 9). Añade Mackaay que en Estados Unidos, a partir de
la década de 1960, hay mayor apertura a incorporar el concepto de buena fe.
En el caso de los Estados Unidos, la noción de buena fe fue introducida por las
Cortes en 1890, en el caso Armstrong v Agricultural Ins. Coinsurers (Henriques
2015: 521). Posteriormente, en 1933 empezó un desarrollo mayor de la noción
de buena fe en los contratos, cuando en el caso Kirke La Shelle Co. v. Paul
Armstrong Co. la Corte de Apelaciones del Estado de Nueva York señaló que en
todos los contratos existe el deber implícito de que ninguna de las partes haga
algo que pudiera dañar el derecho de la otra parte de obtener los beneficios
previstos por el contrato, lo que supone la existencia del deber de buena fe
(Burton 1980: 379-380).
75
Considero que esta conclusión no es incompatible con el artículo 1359 del Código Civil, según
el cual no hay contrato mientras las partes no estén conformes sobre todas sus estipulaciones,
aunque la discrepancia sea secundaria. Esta regla no está diseñada para impedir la integración
contractual, sino que su propósito es asegurarse de que las partes hayan llegado a acuerdos
sobre los temas materia de negociación, para concluir que el contrato ha sido celebrado
válidamente.
154
las partes el deber de actuar de buena fe y brindar un trato justo (fair dealing)
durante su ejecución76.
Esta idea se encuentra bien complementada por el mismo autor cuando señala
que en realidad la noción de buena fe contractual sirve como válvula de
seguridad que puede ser operada por el juez para llenar vacíos, o para calificar
o limitar los deberes emanados del contrato. Así, los jueces están en mejor
posición para decidir cuándo abrir la válvula (Summers 1968: 215-216)79.
El Reino Unido, por otra parte, ha sido tradicionalmente reticente a aceptar que
la buena fe cumple un rol importante en el Derecho de los contratos (Henriques
2015: 522). Así, para el Derecho inglés no existe en principio un deber implícito
de actuar de buena fe al negociar y ejecutar un contrato.
76
Traducción libre de: “every contract imposes upon each party a duty of good faith and fair
dealing in its performance and its enforcement”.
77
Traducción libre de: “every contract or duty within this Act imposes an obligation of good faith
in its performance and enforcement”.
78
Traducción libre de: “In contract law, taken as a whole, good faith is an “excluder”. It is a phrase
without a general meaning (or meanings) of its own and serves to exclude a wide range of
heterogeneous forms of bad faith. In a particular context the phrase takes on specific meaning,
but usually this is only by way of contrast with the specific form of bad faith actually or
hypothetically ruled out”.
79
Traducción libre de: “In addition, the requirement of good faith often functions as a kind of
“safety valve" which may be turned to fill gaps and qualify or limit rights and duties arising under
contracts or rules of law. Judges (…) are in the best position to know when to turn this valve”.
155
falsas (misrepresentations) […] Un deber de negociar de buena fe es
impracticable en los hechos al ser inherentemente inconsistente con la
posición de una parte negociadora” (caso “Walford vs. Miles”; 1992, 2 A.C.
128) (Arrighi 2017: 6).
En efecto, en el caso Walford vs. Miles, la Cámara de los Lores (ahora conocida
como la Corte Suprema del Reino Unido) entendió que una condición implícita
de negociar de buena fe era inejecutable (Grupo Latinoamericano de la CCI
2015: 1).
Sin embargo, ello no significa que el Reino Unido carezca de elementos que
haga exigible el deber de actuar de manera justa y transparente en la ejecución
de los contratos. De hecho, en el caso Interfoto Picture Library Ltd. v. Stiletto
Visual Programmes, Ltd. (1989 QB 433, 439, CA.) se ha señalado que:
156
contratos, en la medida en que hoy persiste, no es correcta” [énfasis
agregado] (Arrighi 2017: 7).
“No considero que la decisión en Yam Seng Pte Ltd v International Trade
Corporation tenga autoridad para entender que existe una obligación
general de “buena fe” implícita en la intención de las partes de los contratos
comerciales. Estoy dispuesto a aceptar que generalmente habrá una
condición implícita de no hacer nada para frustrar el objeto del contrato.
Pero no acepto que deba presumirse rutinariamente alguna obligación
positiva de una parte contratante a subordinar sus propios intereses
comerciales a los de la otra parte contratante” [énfasis agregado] (Grupo
Latinoamericano de la CCI 2015: 5).
80
De lo contrario, no ocurriría lo que arrojan las estadísticas de la Cámara de Comercio
Internacional: que la ley inglesa es la más escogida en los contratos que dan lugar a arbitrajes
administrados por dicha institución (2010: 12.9%, 2011: 10.7%, 2012: 16.95%, 2013: 15.64%,
2014: 14.1%) (Arrighi 2017: 7).
157
Bajo la perspectiva del Derecho de Contratos, tanto en el Derecho Continental
como en el common law, la buena fe es el ingrediente fundamental para la
interacción y cooperación entre los individuos, sin la cual no puede haber
generación de bienestar. Cabe preguntarse si la exigencia de buena fe en las
interacciones humanas, específicamente en las relaciones contractuales, emana
de un principio de derecho. Estimo que sí.
“El principio general de la buena fe, dice Pico i Junoy, es una de las vías
más eficaces para introducir un contenido ético o moral en el
Ordenamiento jurídico, y supone otro avance más en el desarrollo de la
civilización, tendente a superar una concepción excesivamente formalista
158
y positivista de la ley, que permite a los juristas adecuar las distintas
instituciones normativas a los valores sociales propios de cada momento
histórico” (González Pérez 2009: 27).
Sin que para gozar de la condición de principio de derecho sea necesario que
sea recogido en una norma positiva, puede señalarse, siguiendo a Espinoza, que
existen tres vías de concreción del principio de la buena fe: (i) como criterio
hermenéutico (artículos 168 y 1362 del Código Civil); (ii) como criterio de
conducta conforme al cual deben cumplirse las obligaciones (artículo 1362 del
Código Civil); y, (iii) como criterio al que debe someterse el ejercicio de los
derechos subjetivos (Espinoza 2011: 179).
Así, mientras el artículo 168 del Código Civil señala que el acto jurídico debe ser
interpretado de acuerdo con lo que se haya expresado en él y según el principio
de la buena fe, el artículo 1362 señala que los contratos deben negociarse,
celebrarse y ejecutarse según las reglas de la buena fe y común intención de las
partes.
Nótese que la primera de las normas citadas alude al “principio” de la buena fe,
mientras que la segunda, a las “reglas” de la buena fe, pero ello no enerva su
clara condición de principio, dado que la buena fe subyace a la esencia del
Derecho de contratos, caracterizado por la protección de la confianza a partir de
una clara atribución de responsabilidades.
159
haberlos mencionado en la norma fundante es revelador de la importancia que
se le confiere para la interacción entre los particulares y de estos con el Estado.
De allí que, para Federico Berro, “la condición de la buena fe como principio
general del derecho es inimpugnable. Si la deslealtad y la mala fe pudieran existir
sin posibilidad teórica de sanción, quedaría destruida la base de justificación de
un sistema normativo” (1989: 54).
160
todas las personas, todos los miembros de una comunidad jurídica deben
comportarse de buena fe en sus recíprocas relaciones” (Wieacker 1982:
11-12).
Sin embargo, ¿qué significa todo esto? ¿Significa acaso que las partes deben
sacrificar sus intereses personales por los de la otra parte? ¿Deben reducir la
ganancia esperada por ellas en aras de extender los beneficios de la otra?
A esta segunda línea parece apuntar el siguiente texto: “El análisis de este
principio general motiva necesariamente que penetremos prolijamente en su
esencia, específicamente en los deberes de conducta que le sirven de contenido
ético, y aunque secundarios o agregados a los esenciales programados por
las partes, dilatan como en un plano superpuesto el haz obligacional. Nos
referimos a las cargas de transmisión, de cooperación, de diligencia, de
información y de consideración que recíprocamente las partes esperan la una de
la otra. Se trata de comportamientos añadidos a las prestaciones
principales y que ostentan condición de manifestaciones de conductas
correctas de cada parte en función de la exigencia de un proceder equivalente
de la otra” [énfasis agregado] (Morello 1985: 58).
Como puede apreciarse, la posición que postula el citado autor puede generar
un efecto contraproducente al que se espera con la noción de buena fe, pues al
diluir sus límites puede generar un alejamiento de la verdadera voluntad de las
partes.
161
Mientras que para Morello la buena fe permite expandir las obligaciones
originalmente previstas por las partes, para De Trazegnies, en cambio, debemos
ser cuidadosos y desacralizar la noción de buena fe, para evitar que la buena fe
pueda usarse como el “brazo armado” de la ética (2004: 21).
162
En la misma línea, para Díez-Picazo, una de las consecuencias del deber de
obrar de buena fe es la exigencia de un comportamiento coherente, de modo
que si una persona, dentro de una relación jurídica, ha suscitado en otra con su
conducta una confianza fundada, conforme a la buena fe, en una determinada
conducta futura, no debe defraudar la confianza generada (Díez-Picazo 2014:
202).
Hay pues una notoria diferencia en concebir a la buena fe como lo hace Morello
al señalar que aquélla genera deberes que, aunque secundarios o agregados a
los esenciales programados por las partes, dilatan como en un plano
superpuesto el haz obligacional, y la manera en que De Trazegnies entiende el
principio de buena fe. “A diferencia de lo que podría pensarse, la buena fe no
debe dar lugar a una amplia facultad de interpretación del juez sino, por el
contrario, sólo a una interpretación restringida, indispensable, estricta, que no
pierda de vista tanto el texto que las partes convinieron, como su intención al
momento de celebrar el contrato” (De Trazegnies 2004: 44).
En buena cuenta, definir si las partes han actuado de buena fe solamente puede
hacerse a través de criterios concretos, no definidos de antemano, sino
construidos en cada situación específica, “al estilo de lo que acostumbra la
jurisprudencia anglosajona con las nociones generales a las que les otorga una
dimensión verdaderamente funcional sobre la base de tests que deben
comprobarse para que puedan ser invocadas” (De Trazegnies 2004: 46).
La tesis que establece que las partes sí pueden pactar la exclusión del principio
de la buena fe es defendida aplicando la “teoría de la repugnancia”:
163
La segunda teoría mencionada por Zusman es la llamada “pragmática”. “La
teoría pragmática, por su parte, surge con el objeto de mitigar en algo el rigor de
la teoría de la “repugnancia”. Según sus seguidores, los sistemas jurídicos
pueden vivir perfectamente sin necesidad de introducir la buena fe como
requisito del contrato, siendo suficiente con incoporar un catálogo de reglas de
comportamiento que emanen del sentido moral de una comunidad” (Zusman
2005: 22).
164
Comparto con la autora antes citada que la buena fe responde a un cierto modelo
de comunidad, teniendo en cuenta que existe directa relación entre la buena fe
y el desarrollo, si es que partimos de la premisa que la buena fe genera
confianza, la confianza genera predictibilidad y esta última fomenta la inversión
y consiguiente desarrollo.
En tal sentido, la libertad para cambiar de opinión tiene como límite no vulnerar
la confianza generada por el destinatario de la conducta contractualmente
relevante; cualquier regulación contraria en el Código Civil tiene naturaleza
excepcional y suele ser teñida con carácter imperativo.
Ello se debe a que “si bien la persona está en aptitud de realizar sus
aspiraciones, objetivos e intereses a través de la contratación, debe hacerlo
165
necesariamente en armonía con las aspiraciones, objetivos e intereses de los
otros" (Cárdenas 1997: 45).
Antes hemos indicado que la fuerza normativa del principio de buena fe no deriva
de su inclusión en el ordenamiento a través de una formulación legal. Sin
embargo, la razón para hacerlo es el hecho que se le ha atribuído el rol de ayudar
a interpretar, complementar y limitar los contratos.
En esta línea, Simone Sepe señala que si bien la regla por defecto es que los
contratos se interpreten de cara al principio de la buena fe, las partes pueden
decidir excluir a la buena fe de sus acuerdos contractuales (Sepe 2010: 4-5).
166
Es indispensable pues, para abordar de manera profunda y coherente los más
diversos asuntos del Derecho Privado, adoptar una concepción general del
Derecho, que como ya ha sido expuesto, debe balancear la seguridad jurídica
con la carga valorativa que le da sentido a la convivencia pacífica, a la cual, en
buena cuenta, se debe el Derecho.
Ahora bien, lo que sí puede ocurrir es que las partes permitan actuaciones que,
vistas en abstracto, algunos consideran reñidas con el principio de la buena fe.
Así, por ejemplo, no hay prohibición para que se permita expresamente a un
vendedor de la mayoría accionaria de la sociedad emisora, competir en el
negocio de la empresa transferida, inmediatamente después de producida la
operación de venta. Para un comerciante, bajo determinadas circunstancias del
mercado, una actuación como esta podría calificar como contraria a la buena fe,
sin perjuicio de lo cual las partes tienen derecho a calificar dicho comportamiento
como legítimo.
De hecho, es gracias a esa posibilidad que las partes pueden pactar contra
reglas supletorias o incluso establecer estipulaciones contractuales que
parezcan perjudiciales a sus intereses, pero que vistos en conjunto, puedan ser
la contrapartida frente a un beneficio esperado.
167
qué casos los pactos no beneficiosos o perjudiciales han cruzado la línea de
licitud. Para lograrlo es necesario llevar a cabo una adecuada actividad de
ponderación.
Una herramienta para establecer los límites es el uso de las normas imperativas,
que por contener un núcleo de protección imprescindible, impiden que los sujetos
de derecho se aparten de ellas, aun cuando esa sea su voluntad.
Son diversas las normas imperativas contenidas en el Código Civil que protegen
a las partes de su propio descuido o de la mala fe de la otra. Así por ejemplo, la
exigencia de que los contratos no sean abstractos sino causales (artículos 140
numeral 3) y 219 numeral 4) del Código Civil). Más ejemplos: el artículo 172
prohíbe que la eficacia de los contratos se someta a una condición que dependa
de la exclusiva voluntad del deudor; el artículo 201 señala que el error como
causal de anulación debe ser conocible por la otra parte; y, el artículo 210 señala
que el dolo es causal de anulación del contrato, cuando el engaño usado por una
de las partes haya sido tal que sin él la otra parte no hubiera celebrado el acto.
También es un ejemplo de una norma que protege la buena fe, el artículo 1430,
según el cual para que la resolución automática del contrato proceda, la causal
debe estar previamente establecida con toda precisión; o el 1429, que permite al
acreedor dejar sin efecto el contrato, siempre que dé la oportunidad al deudor de
satisfacer el interés de aquél en un plazo determinado.
Así, mientras no se vulneren las normas imperativas, son admisibles los pactos
que restrinjan las posibilidades de las partes de defender sus intereses con todos
los elementos normativos que el Derecho de contratos pone a su disposición.
168
Por ejemplo, no hay impedimento para pactar expresamente que a efectos de la
interpretación y ejecución del contrato, carecen de relevancia las conductas
previas o posteriores de los contratantes, ajenas a lo indicado estrictamente en
el texto del contrato. De hecho, son comunes los pactos en los que las partes
excluyen de manera expresa la posibilidad de invocar su propia actuación
durante la ejecución del contrato como fuente generadora de confianza.
Tampoco hay impedimento para incluir por propia voluntad de las partes ciertas
cláusulas que podrían ser consideradas desventajosas para una de ellas, como
por ejemplo los contratos de financiamiento con covenants que limiten la libertad
del deudor en ciertas circunstancias, o cláusulas de aceleración muy amplias,
que permiten adelantar el vencimiento del contrato ante circunstancias adversas
(cláusulas MAC o “Material Adverse Change”) (Eyzaguirre 2013: 191).
169
consideración su finalidad, la manera que en opera en la realidad y las
consecuencias prácticas de su aplicación.
En efecto, hay situaciones en las que la propia ley limita el cambio de opinión en
ejercicio de la libertad; por ejemplo, la posibilidad de revocar el poder de
representación, pero sin que se afecte a terceros, a menos que estos hubieran
conocido de la revocatoria. La norma que así lo dispone no menciona a la buena
fe, pero ello no era necesario pues este principio la subyace.
170
contradicciones de conducta, la doctrina de los actos propios sirve de bloqueo
frente a los intentos oportunistas de quienes pretenden tomar ventaja de su
propia contradicción. Esta ventaja es en principio legítima, a menos que la
conducta previa a la contradicción haya generado una confianza protegible en
su contraparte y que esta haya actuado en consecuencia.
“De acuerdo con la teoría del aprendizaje, el sujeto aprende sobre la base
de experiencias previas, mediante la imitación de las conductas
ensayadas con anterioridad. La psicología ha identificado el aprendizaje
instrumental, que se fija principalmente en las consecuencias de los
comportamientos. El individuo atiende a los resultados que derivan de
cierta conducta con el fin de mantenerla o evitarla en las situaciones
similares que se planteen en el futuro. […]. El presupuesto necesario
para asegurar la racionalidad de este tipo de comportamiento es que la
conducta aprendida sólo se active en una situación semejante a la que
provocó el aprendizaje o, lo que es lo mismo, en una situación igual (o
mejor, homologable) a la que motivó la elección del criterio de actuación
que se considera acertado” [énfasis agregado] (Díez Sastre 2008: 33).
171
Ahora bien, proteger ciegamente la confianza, sin incentivar conductas diligentes
en quien la invoca, puede ser paradójico. Es decir, para lograr protección no
basta con alegar una alteración de la conducta de un sujeto, pues
paradójicamente, dicha protección generaría un daño colateral, que sería
amenazar la premisa de la libertad con la que debe ejecutarse las obligaciones
contractuales (teniendo como límite, naturalmente, el incumplimiento).
Ahora bien, no sólo son relevantes los fundamentos morales o filosóficos que
subyacen a la doctrina de los actos propios. Tan importante como aquéllos es su
sustento económico.
172
Dicho lo anterior, cabe preguntarse si, dada la contundencia de la doctrina de los
actos propios para prever el oportunismo contractual, se le debe asignar la
categoría de regla o de principio del derecho, y cuál sería la consecuencia de
una u otra alternativa. Como ya anuncié, explicaré cómo se divide la doctrina en
este punto, pero estaré en condiciones de exponer mi posición sobre este asunto
luego de haber explicado cómo opera y qué efectos produce.
173
comportamiento anterior efectuado por el mismo sujeto, y que esta regla deriva
de la buena fe (Borda 2017: XXII).
174
2.13.2 Doctrina de los actos propios como principio de derecho.-
Revisadas las opiniones antes citadas, es sencillo concluir que la corriente que
califica a la doctrina de los actos propios como principio del derecho, no es
pacífica. Manuel de la Puente admite que la tendencia jurisprudencial en España
es apostar por que es un principio general del derecho, y que en esta línea se
encuentran autores como Abeledo, Robledo y Constantino. Sin embargo, de
inmediato de la Puente discrepa de esta posición (De la Puente 2003: 354), al
igual que René Ortiz (Ortiz 1991: 270).
Mientras que para Díez-Picazo, la doctrina de los actos propios tiene el valor de
un principio pero no lo es, Luis María Vives considera que sí es un principio
general del derecho, ya que los principios generales son “grandes criterios
normativos coercibles de la conducta intersubjetiva que provienen de la idea de
justicia o que se obtienen por generalizaciones progresivas y cada vez más
amplias del entero ordenamiento positivo” (citado en Jaramillo 2014: 204).
175
He revisado las explicaciones brindadas por los autores que consideran que la
doctrina de los actos propios es una regla (De la Puente, Castillo, Díez Picazo,
Borda, Jaramillo) y concluyo que los argumentos que plantean no son suficientes
para descartar que constituya un principio de derecho. Ello me obliga a discrepar
del Pleno Casatorio también, por las razones explicadas a continuación.
Tal exigencia configura una señal para incentivar que las partes actúen con
cautela frente a la apariencia. Es decir, una confianza excesiva podría constituir
una suerte de “riesgo moral”, en el sentido que quien confía injustificadamente,
sin tomar las precauciones necesarias para verificar que tenía buenas razones
para hacerlo, podría trasladar el costo de su falta de esfuerzo81. Así por ejemplo,
si quien alega ser afectado por un cambio de conducta no fue lo suficientemente
diligente para verificar que sus expectativas eran razonables, debería ver
bloqueada la posibilidad de alegar con éxito la doctrina de los actos propios.
81
Se entiende “riesgo moral” como una conducta oportunista que permite a una parte obtener
beneficios aprovechando la falta de información de la otra parte sobre el comportamiento de
aquélla. El ejemplo típico es el del mercado asegurador, en el que un individuo asegura un bien
sin asumir ningún costo en caso de siniestro. En un caso así, dicho individuo carecería de los
incentivos adecuados para ser precavido, dado que la compañía de seguros no tendría
información de su descuido y a pesar de ello, en caso de un siniestro, obtendría una cobertura
total sin asumir ningún costo. Entonces, un típico mecanismo de reducción del riesgo moral es
la exigencia del pago de un deducible por parte del asegurado.
176
Los ilícitos atípicos se presentan en caso de conductas que invierten el sentido
de una regla: en principio la conducta está permitida, pero en razón de su
oposición a un principio, se determina que es ilícita (Atienza y Ruíz Manero 2006:
27). Precisamente es ello lo que ocurre con la aplicación de la doctrina de los
actos propios.
177
subsidiario no solamente no impide su calificación como principio sino que es
una consecuencia de su calificación como principio. La protección de la
confianza razonable es tan importante para la interacción contractual, que en
aquellas situaciones en las que no pueden operar los remedios por
incumplimiento, puede penetrar la doctrina de los actos propios, llenando así las
rendijas por las cuales pueden filtrarse los comportamientos oportunistas.
Tal es la importancia del sustrato que subyace al estoppel, que el common law
no ha necesitado acuñar expresamente la noción de buena fe para brindar
protección frente a la contradicción de la conducta. Lo que ambas figuras tienen
en común es que tanto el estoppel como la doctrina de los actos propios
configuran un mecanismo para exigir coherencia y consistencia en las conductas
que han generado una confianza razonable en otra persona. En ambos casos lo
que se pretende es la protección de la confianza.
Pues bien, si en el caso del estoppel ello se ha logrado sin acudir al principio de
la buena fe, es porque la protección de la confianza es tan importante para la
interacción humana, que no necesita construir el concepto jurídico de buena fe.
Ello abona pues a la tesis por la cual la protección de la confianza –sea a través
del estoppel o a través de la doctrina de los actos propios- es un principio de
derecho.
Ahora bien, este principio de derecho debe aportar una solución a un caso
concreto, lo cual solamente puede ocurrir previa revisión de las circunstancias
de hecho, del pacto y de las normas aplicables.
178
El mayor nivel de abstracción de los principios frente a la mayor especificidad de
las reglas nos conduce a la distinción entre la labor de ponderación y de
subsunción a cargo de los jueces, que según Atienza determina la distinción
entre reglas y principios82.
Para el Profesor Schäfer, mientras que una regla distingue de manera clara un
comportamiento legal de otro ilegal, un estándar es una norma jurídica difusa, no
del todo diáfana, que requiere interpretación judicial 83 (Schäfer 2006: 116).
82
Alfonso García Figueroa sostiene, no obstante, que el modelo de principios no es incompatible
con el ideal de la subsunción, dado que subsunción y ponderación tienen una recíproca relación
(García Figueroa 1998: 199).
83
Según Schäfer, en países de ingresos bajos es recomendable tener un sistema legal basado
en reglas, que simplifican la actuación y limitan la discrecionalidad de los jueces. Ello porque la
opción entre un sistema de reglas o uno de estándares depende del capital humano con que
cuente el país correspondiente (Schäfer 2006: 114). Se trata de una proposición controversial,
que en mi opinión debe ser matizada con una permanente aspiración a que, independientemente
del desarrollo institucional de los países, estos procuren que sus cortes judiciales estén
preparadas para ponderar adecuadamente los principios a través de la remisión a estándares.
Esto es un desafío, pues como señala Posner, el control del comportamiento mediante una
norma general supone costos de particularizar inicialmente la norma y de revisar las reglas para
adaptarlas a las condiciones cambiantes; Posner añade que una norma específica se volverá
obsoleta con mayor rapidez que una norma general. No obstante, a menudo los beneficios de
particularizar superan a los costos. Esos beneficios se obtienen a tres niveles: en la guía de los
propios tribunales, en la guía de comportamiento de las personas sujetas a la regla y en la guía
de comportamiento de las partes en las disputas reales. La existencia de reglas específicas limita
el alcance y por ende el costo de la búsqueda judicial (Posner 1998: 509-510).
Añade Posner que si una ley no es clara, “los violadores potenciales descontarán el costo de
castigo de la violación no sólo por la probabilidad de ser atrapados, sino también por la
probabilidad significativamente menor que uno de que la ley se considere aplicable a su
conducta. Por tanto, se reducirá el efecto de disuasión de la ley. De igual modo, la vaguedad de
la ley generará un riesgo de que se decida que una conducta legítima la viola” (Posner 1998:510).
179
Ahora bien, la calificación de la doctrina de los actos propios como un principio
de Derecho no excluye que su aplicación concreta dé lugar a una regla que
solucione el caso analizado. Puede sostenerse entonces que la doctrina de los
actos propios es una noción compleja que comprende tanto principios como
reglas. Es un principio que opera de manera subsidiaria y que supone llevar a
cabo una labor de ponderación, pero terminada esta, da lugar a una regla que
soluciona el caso concreto.
En otras palabras, los principios sirven de pauta o criterio para dar lugar a una
regla aplicable a un caso concreto, teniendo en cuenta sus circunstancias
específicas.
“La predilección por los principios frente a las reglas que se atribuye a los
neoconstitucionalistas (más principios que reglas) presupone aceptar una
opción (que también afectaría a los positivistas), entre principios o reglas,
que no es, en mi opinión, otra cosa que una modalidad de la falacia de
falsa oposición. En el Derecho, en nuestros Derechos, no existe ningún
problema de alguna relevancia para cuya solución no se requiera tanto de
principios como de reglas” (Atienza 2017: 138).
Así, “la distinción (entre principios y reglas) tiene un carácter gradual, puesto que
las condiciones de aplicación pueden ser más o menos abiertas o cerradas, de
manera que pueden presentarse perfectamente casos de vaguedad: normas
respecto de las cuales puede ser dudoso si debemos calificarlas como reglas o
como principios” (Atienza 2017: 150).
Así, bajo esta premisa, podría señalarse que si bien la doctrina de los actos
propios tiene la condición de principio de derecho, para su aplicación a un caso
concreto es necesario que dé lugar a una regla que aborde la situación
específica.
180
Jaramillo adhiere a una noción “ecléctica” de la doctrina de los actos propios, de
modo que, además de calificarla como una regla, admite que tiene también la
condición de “principio jurídico”, aunque no un “principio general” (Jaramillo 2014:
205).
181
derecho a cambiar de opinión –sin que medie incumplimiento-, de modo que la
invocación de la doctrina de los actos propios debe ser excepcional. Esta
excepción debe estar amparada no solamente en un estado mental con el cual
el afectado justifica su propia creencia, sino que debe acreditar que su
expectativa está fundada en razones contundentes y que además, la alteración
de la conducta de su contraparte motivó una actuación que le ocasionó perjuicio.
182
CAPÍTULO III
Esto último –que la doctrina de los actos propios se aplique en las controversias
comerciales sin que ninguna norma imperativa lo ordene- es una buena razón
para ser amigable con su aplicación también en controversias cuya ley aplicable
es el propio ordenamiento jurídico formal y no la lex mercatoria. Ello, si
concebimos el Derecho como el resultado de la interacción y no la causa de ella.
84
(Jaramillo 2014: 400).
183
moralidad, pues las normas morales impuestas en una comunidad son resultado
de la interacción entre sus integrantes. El instrumento jurídico para canalizar la
noción de moralidad en las relaciones contractuales es la buena fe, que,
entendida y aplicada con corrección, sirve para reducir la incertidumbre y
proteger la confianza suscitada entre los sujetos involucrados.
Cabe preguntarse qué ocurre en esos casos. ¿Hay algún mecanismo distinto a
los remedios derivados del incumplimiento contractual que sea aplicable? La
buena fe y el deber de coherencia derivado de ella generan que cuando ni el
pacto ni la ley justifican la contradicción de la conducta desplegada por una de
las partes, que hizo confiar razonablemente a la otra que se mantendría el curso
de dicha actuación, se puede usar la doctrina de los actos propios para evitar
que la variación genere una desventaja injusta.
184
advertencia por parte del arrendador, lo cual no ocurrió. La advertencia a futuro
no habría supuesto una modificación de la fecha de pago original, sino que
hubiera servido para ratificar que nuevos retrasos no serían tolerados en los
períodos sucesivos. Es decir, la decisión que amparó al arrendatario se sustentó
en la doctrina de los actos propios.
Tiene razón entonces Díez-Picazo cuando señala que “[l]a palabra queda
imposibilitada para contrariar los actos, no porque el sujeto haya quedado
vinculado por una voluntad negocial declarada a través de ellos, sino porque
debe responder de las consecuencias de la confianza suscitada. Se requiere que
la coherencia sea exigible conforme a la buena fe, de modo que no pueda
tolerarse la frustración de la confianza suscitada” (Díez-Picazo 2014: 162).
185
Para determinar qué tan amigables podemos ser frente a la doctrina de los actos
propios, en este capítulo presento lo que es necesario acreditar para invocarla
con éxito en un caso concreto, y cuál es la consecuencia de su aplicación. Por
cierto, el grado de apertura y de hostilidad hacia la doctrina de los actos propios
varía entre los autores consultados.
Para llegar a este punto, ha sido indispensable que en los capítulos anteriores
se haya sido expuesto la doctrina de los actos propios con una óptica histórica,
con sensibilidad por lo que de ella piensan las cortes comerciales bajo la lex
mercatoria, y partiendo de una concepción del Derecho que confiere importancia
a los principios por su carácter flexible y adaptativo. Esta triple perspectiva,
histórica, filosófica y práctica, es el andamiaje conceptual necesario para
responder a la pregunta de qué es y para qué sirve la doctrina de los actos
propios en el Derecho Contractual peruano.
En un primer nivel, existen normas que recogen soluciones precisas para los
casos en los que una parte no cumple su deber de coherencia y pretende
traicionar la confianza generada por su comportamiento. Haciendo un trabajo de
subsunción, se insertan los hechos en el supuesto previsto y se genera una
consecuencia prevista por la norma. El rol de la ponderación es pues limitado.
En un segundo nivel, la doctrina de los actos propios opera por sí misma, con los
requisitos y consecuencias que son materia de este trabajo. En este segundo
nivel, la doctrina de los actos propios da lugar a un camino independiente para
cuestionar la incoherencia en el actuar. Es decir, sin que se haya establecido
normativamente una regla específica en la cual encuadrar los hechos, puede
invocarse la doctrina de los actos propios para detener una conducta
contradictoria con otra anterior que generó confianza en que la primera conducta
se mantendría. Su condición de principio de derecho es consistente con la
operación de la doctrina de los actos propios en este segundo nivel, pues la
actividad de ponderación es esencial para determinar su aplicación.
186
3.2.1 Primer nivel.- reglas que llevan implícito el deber de coherencia.-
En este primer nivel operan las reglas que comparten con la doctrina de los actos
propios el mismo sustento. De hecho, las reglas que fijan consecuencias al
incumplimiento, desde el pago de intereses hasta la resolución del contrato, se
inspiran en la necesidad de proteger la confianza a la que recíprocamente se
obligaron las partes. Como la doctrina de los actos propios, en el fondo lo que
estas normas sancionan es la vulneración de la confianza generada por la
palabra empeñada.
85
El primer año la renta se pagó puntualmente. En el segundo año, el arrendatario pidió al
arrendador que le permitiese pagar la renta tres meses después de la fecha inicial, luego de
recogida la cosecha. El arrendatario accedió expresamente a la solicitud. El siguiente y sucesivos
años, sin mediar pedido expreso ni respuesta del arrendador, el arrendatario pagó la renta luego
de la cosecha. Finalmente, varios años después de que esta conducta se haya repetido, el
arrendador demandó al arrendatario la resolución del contrato por incumplimiento y la devolución
de la posesión de la finca.
187
En tales casos no hay necesidad de invocar la doctrina de los actos propios,
pues basta con insertar los hechos del caso en el supuesto contemplado en la
norma –incumplimiento del contrato- para luego aplicar sus consecuencias,
como el pago de intereses, por ejemplo.
Ello es así porque hay reglas específicas contenidas en el Código Civil que
comparten con la doctrina de los actos propios el mismo sustento, de modo que
es innecesario invocarla. En el ejemplo anterior, son las normas que señalan que
los contratos son obligatorios y que establecen los efectos de las obligaciones86.
86
De manera equivocada, un sector de la doctrina asocia la idea de la doctrina de los actos
propios al cumplimiento de las obligaciones, limitando su campo de acción al terreno negocial.
Así, se ha señalado que “el propósito de la regla es mantener la relación jurídica como fue creada,
no permitiendo su voluntaria contravención” y que por tanto “la teoría de los actos propios es la
teoría de la fuerza de obligar en materia de obligaciones”. López de Haro, RDP. Citado por Díez-
Picazo, p. 171. Como es evidente, en su primer nivel de operación los valores que subyacen a
la doctrina de los actos propios inspiran también a las normas que consagran la fuerza obligatoria
del contrato. Sin embargo, en este nivel la doctrina de los actos propios carece de utilidad
práctica, pues no es necesario invocarla para proteger los intereses afectados con el
incumplimiento. Como se verá más adelante, la doctrina de los actos propios sí puede ofrecer un
aporte a la solución de problemas prácticos cuando opera en un segundo nivel, con mayor
autonomía.
87
Es curioso que (salvo el artículo 2014, también basado en la apariencia generada por el
registro) esta sea la única norma que, frente a actos jurídicos nulos, y que por tanto no pueden
ser convalidados, protege a los terceros subadquirentes de buena fe.
88
“Artículo 2014.- El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona
que en el registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito
su derecho, aunque después se anule, rescinda o resuelva el del otorgante por virtud de causas
que no consten en los registros públicos.
La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que conocía la inexactitud del
registro”.
188
del que son parte los mismos sujetos que celebraron el contrato simulado. Así,
si son ellos los que deliberadamente generaron una apariencia que indujo a un
tercero a adquirir del titular aparente, en el balance de intereses protegibles es
mejor atender a quien actuó sobre la base de la confianza, aun si eso supone en
los hechos una suerte de convalidación de un acto nulo por ser simulado.
Hay más ejemplos de reglas que comparten el mismo sustento que la doctrina
de los actos propios, de modo que hacen innecesaria su invocación. El artículo
152 del Código Civil dispone que la revocación de la representación debe
comunicarse también a quienes intervengan o tengan interés en el negocio
jurídico. En caso que se comunique solamente al representante, no podrá ser
opuesta a terceros que hayan contratado ignorando la revocación, a menos que
esta haya sido inscrita, quedando a salvo los derechos del representado contra
el representante.
Otra regla que rechaza las conductas incoherentes es el artículo 226 del Código
Civil, según el cual, “Cuando hubiere más de un sujeto que integre la misma
parte, la capacidad de ejercicio restringida del artículo 44 de uno de ellos no
puede ser invocada por la otra parte que integre la misma parte, salvo cuando
es indivisible la prestación o su objeto”91. Así, por ejemplo, si A y B se obligan
frente a C a adquirir un bien determinado y B tiene restringida su capacidad de
ejercicio, A no podrá invocar esta circunstancia frente a C para cuestionar la
89
“Artículo 152.- La revocación debe comunicarse también a cuantos intervengan o sean
interesados en el acto jurídico.
La revocación comunicada sólo al representante no puede ser opuesta a terceros que han
contratado ignorando esa revocación, a menos que esta haya sido inscrita.
Quedan a salvo los derechos del representado contra el representante”.
90
“Artículo 176.- Si se impidiese de mala fe el cumplimiento de la condición por la parte en cuyo
detrimento habría de realizarse, se considerará cumplida. Al contrario, se considerará no
cumplida, si se ha llevado a efecto de mala fe por la parte a quien aproveche tal cumplimiento”.
91
Este artículo fue modificado por el Decreto Legislativo Nº 1384. Con una redacción difícil de
comprender, el artículo 226 anterior señalaba que “La incapacidad de una de las partes no puede
ser invocada por la otra, en su propio beneficio, salvo cuando es indivisible, el objeto del derecho
de la obligación”.
189
validez del contrato. De nuevo, es incoherente obligarse conjuntamente con una
persona para luego evadir la responsabilidad alegando restricciones a la
capacidad de ejercicio del co-contratante.
Hay más reglas que obligan a ser coherentes. El artículo 181 indica en qué
circunstancias el deudor pierde el derecho a utilizar el plazo. El numeral 2 señala
que ello ocurre cuando las garantías disminuyen por acto propio del deudor. Esta
regla es muy interesante, pues deja un espacio para la discusión de qué “acto
propio” del deudor que genere una disminución de las garantías puede conducir
a la pérdida de su derecho al plazo.
Así, por ejemplo, si el deudor hubiese dado en garantía acciones emitidas por
una sociedad de la que además de accionista es director o gerente, y si el valor
de las acciones disminuyera por mala gestión, podría intentar alegarse, bajo
determinadas circunstancias, que un “acto propio” del deudor –mala gestión-
ocasionó la disminución de las garantías y por tanto la pérdida del plazo. No es
el propósito de este trabajo profundizar en la aplicación correcta de la norma,
pero lo que sí puede sostenerse es que la regla allí establecida, qué duda cabe,
comparte el espíritu que subyace a la doctrina de los actos propios.
El artículo 231 del Código Civil señala que “El acto queda también confirmado si
la parte a quien correspondía la acción de anulación conociendo la causal, lo
hubiese ejecutado en forma parcial o total, si existen hechos que
inequívocamente pongan de manifiesto la intención de renunciar a la acción de
anulabilidad”. Esta regla complementa a aquella que permite confirmar los
negocios jurídicos anulables, reconociendo la confirmación expresa con la propia
conducta.
Otra regla contenida en la norma citada es que no hay derecho a repetir lo que
se pagó para obtener un fin inmoral o ilícito. Imaginemos que A paga a B una
cantidad de dinero para que B soborne a C con el propósito de que este celebre
un contrato con A. El acuerdo entre A y B es ilícito, y la consecuencia de ello
tendría en principio que ser la restitución de las prestaciones derivada de la
190
nulidad, pero lo que dispone el artículo 1275 es que A no tiene derecho a la
restitución. No hay expectativa ni confianza protegible en A que justifique una
devolución de lo pagado.
No hay razón para sorprenderse por ello, porque el ejercicio de la libertad está
acompañado de la posibilidad de cambiar de opinión. El hilo conductor de las
normas que no toleran la contradicción es que el comportamiento inicial ha
generado confianza razonable en las propias partes o en terceros, que debe ser
protegida. De allí que la norma citada en el párrafo anterior permita el retiro de
la oferta siempre que no hubiese llegado a conocimiento del destinatario. No hay
confianza o expectativa que proteger, de modo que es posible contradecirse.
Otro ejemplo que revela que el sustento de la doctrina de los actos propios
92
“Artículo 1480.- La entrega de las arras de retractación sólo es válida en los contratos
preparatorios y concede a las partes el derecho de retractarse de ellos”.
191
subyace a distintas reglas específicas adoptadas para proteger la confianza
suscitada por la apariencia, también fuera del ámbito contractual, es el primer
párrafo del artículo 944 del Código Civil, según el cual, cuando con una
edificación se ha invadido parcialmente y de buena fe el suelo de la propiedad
vecina sin que el dueño de esta se haya opuesto, el propietario del edificio
adquiere el terreno ocupado, pagando su valor, salvo que destruya lo construido.
La regla es equitativa, pues obligar al invasor a destruir lo construido implicaría
pasar por alto la omisión del propietario afectado, y de otro lado, mantener la
edificación sin pagar por el terreno invadido sería confiscatorio.
Por ejemplo, quien contrata por error no puede alegar la invalidez del contrato si
con su conducta lo ha confirmado93. En tal caso no necesita alegar la doctrina
de los actos propios, sino la regla específica que así lo determina, que por cierto
se sustenta también en el deber de coherencia.
93
“Artículo 230.- Salvo el derecho de tercero, el acto anulable puede ser confirmado por la parte
a quien corresponda la acción de anulación, mediante instrumento que contenga la mención del
acto que se quiere confirmar, la causal de anulabilidad y la manifestación expresa en contrario”.
192
constriñe a las partes a ser fieles a su compromiso, el primero obliga a las partes
a ser fieles con ellas mismas y a tener constancia y uniformidad en su
comportamiento, para no defraudar a quienes hayan confiado en el
mantenimiento de dicha situación (Bernal 2013, pp. 83-84).
Como ya se ha dicho, la doctrina de los actos propios debe aplicarse sin invocar
una infracción contractual directa. Y ello es así porque no deriva de la fuerza
obligatoria de los contratos, sino que comparte con ellos una fuente común: el
deber de coherencia del comportamiento para no frustrar las expectativas
razonables generadas en otras personas.
94
Según Bernal (2013: 84), algunos autores franceses separan la buena fe del deber de
coherencia; sin embargo, ambas figuras son indesligables, pues el deber de coherencia es un
deber colateral de conducta derivado de la buena fe.
193
Ahora bien, es importante fijarle límites para evitar la pérdida de predictibilidad y
de seguridad jurídica. Para ello no solamente es necesario recordar que la
doctrina de los actos propios opera de manera excepcional, sino que debe fijarse
con la mayor precisión posible –a pesar de su ductilidad- cuáles son los
requisitos para que opere, cuáles son sus consecuencias, y sobre todo, de qué
figuras se distingue. Es decir, tan importante como saber qué es la doctrina de
los actos propios, es saber qué no es esta útil herramienta jurídica. “Se trata de
una idea simple: nadie puede variar de comportamiento injustificadamente
cuando ha generado en otros una expectativa de comportamiento futuro” (López
Mesa 2009: 191).
Los presupuestos para que opere la doctrina de los actos propios son tres. En
primer lugar, una conducta desplegada por un sujeto en el marco de una relación
jurídica, que sea relevante, inequívoca y objetiva. En segundo lugar, una
conducta posterior contradictoria con la primera. En tercer lugar, que los sujetos
involucrados en ambos momentos sean los mismos. La clave para determinar la
posible invocación de la doctrina de los actos propios es la generación de
confianza razonable en el sujeto pasivo de la conducta, en que el primer
comportamiento se mantendría en el tiempo.
Estimo como Jaramillo que la conducta “debe ser valorada desde un ángulo
esencialmente objetivo, carente de toda coloración subjetiva, vale decir que la
194
intentio de que quien la ejecuta (actor o emisor), no desempeña un rol especial,
toda vez que lo decisivo, más allá de que exista intencionalidad, es el hecho
concreto que la confianza suscitada en el destinatario a raíz de la citada conducta
inicial, detonante de la protección que brinda el ordenamiento […]” (Jaramillo
2014: 334).
“El fundamento de la doctrina de los actos propios parece así bifurcado. Por una
parte, se invocan en su apoyo los principios de buena fe, lealtad y probidad,
poniendo así de resalto consideraciones valorativas que parecerían enfocar la
intención de las partes. Por la otra, se sostiene que la conducta produce efectos
independientemente de la intención del actor, ya que debe protegerse la
confianza que los terceros puedan haber depositado en la apariencia creada por
tal conducta: de allí la necesidad de hablar, en estos casos, de buena fe objetiva
[…]” (Mairal 1988: 14).
195
Usemos una vez más el ejemplo del arrendatario de la finca, que según las cortes
alemanas permitía invocar la doctrina de los actos propios para amparar el pago
de la renta anual en la época de la cosecha y no en la fecha precisa establecida
en el contrato. En el ejemplo que ya se ha explicado, lo relevante no es analizar
si la reiterada anuencia del arrendador a que se le pague una vez que el
arrendatario percibiera los fondos provenientes del aprovechamiento de la
cosecha, generó confianza en el arrendatario de que su contraparte mantendría
la misma posición en el futuro, sino que lo pertinente es analizar si cualquier
persona razonable, en sus circunstancias, habría pensado lo mismo. Es en este
punto donde se encuentra la importancia de definir si el estándar de buena fe es
objetivo o subjetivo.
196
permita concluir que otra persona razonable, en sus circunstancias, hubiera
esperado lo mismo.
“[…] [L]a única función razonable que la buena fe subjetiva puede tener en la
aplicación de esta doctrina aparece como la de desechar aquellos casos en que
ha existido mala fe de quien pretende invocarlas en su beneficio. Como lo señala
Ducci, la protección de la buena fe trae como consecuencia el castigo de la mala
fe. En ese sentido, no podrán invocar las doctrinas de la protección a la
apariencia o de los actos propios, respecto de quienes se acredite la mala fe”
(Salah 2008: 199).
Nótese que en el fondo, la autora citada aboga por un sistema binario de buena
fe, que es lo mismo que sostengo en el capítulo segundo de este trabajo, puesto
que siempre que no hay buena fe, hay mala fe. Lo mismo sostiene De
Trazegnies, pero a la inversa: la buena fe es la ausencia de mala fe.
También estoy de acuerdo con la autora en que el eje del análisis no es quien
modifica su conducta, sino quien se ve afectado por el cambio. En lo que no
estoy de acuerdo con ella es en que la medida de ese análisis sea la buena fe
subjetiva.
197
De nuevo, para determinar si es sensato o no confiar en que se mantendría la
conducta desplegada durante la ejecución del contrato, no es indispensable
preguntarse si quien la alteró actuó de mala fe o no, porque perfectamente podría
haber obrado de buena fe y aún así soportar las consecuencias de la doctrina de
los actos propios.
198
doctrina de los actos propios, pues la simple manifestación de un propósito no
es una conducta vinculante (Díez-Picazo 2014: 261)95.
Habiendo asumido que es la buena fe objetiva la que define el prisma con el cual
se analiza si la conducta es vinculante, la siguiente pregunta pertinente es ¿cuál
de las funciones de la buena fe deja espacio para la aplicación de la doctrina de
los actos propios?
199
como la francesa concluyeron sistemáticamente que se trataba de
responsabilidad derivada del contrato96. Para ello, la doctrina alemana construyó
la noción de los “deberes de protección”.
La doctrina de los actos propios puede aplicarse por los juzgadores porque es
una herramienta permitida por el ordenamiento jurídico, considerando que
emana de la buena fe y que esta es un principio de derecho. En algunas
ocasiones el conflicto puede resolverse interpretando o integrando las
estipulaciones contractuales, en cuyo caso no sería necesario hacer uso de la
doctrina de los actos propios. En otros casos será la propia ley la que arroje la
solución, al encuadrar los hechos como una situación de abuso de derecho, o al
calificar la contradicción como un incumplimiento puro y simple, por ejemplo.
96
Por ejemplo, en una taberna, una bola de billar lesiona a un jugador de ajedrez ubicado a poca
distancia; se discutió si el dueño del negocio incurrió en responsabilidad contractual; se concluyó
que sí, pues uno de los deberes emanados del contrato es el de proporcionar seguridad y
protección a los clientes (Benatti 1960: 355).
200
3.3.1.3 Frecuencia de la conducta vinculante:
97
Desde luego, esta afirmación de la Universidad se vincula con diversos temas que, para el
punto que pretendo destacar, no son relevantes. Así por ejemplo, la PUCP también alegó que el
voto del representate del Arzobispado en la sesión de 1994 configuró una renuncia de derechos
(lo que haría innecesario invocar la doctrina de los actos propios). La PUCP sostuvo además que
el acuerdo cuestionado por el Arzobispado no adolecía de invalidez, y que en todo caso, la acción
para invocar la nulidad ya había prescrito.
201
que no se alteraría. Analizar si en efecto había buenas razones para confiar no
supone fijar de antemano un número mínimo de comportamientos en un período
de tiempo, sino que se debe tener en cuenta las circunstancias del caso
concreto.
98
El caso es real, y tomé conocimiento de él pero sin haber accedido a la identidad de las partes
ni a los documentos de sustento.
202
En el último directorio de la empresa inmobiliaria, al que el accionista-director no
asistió por estar fuera del país, se aprobó un paquete de hipotecas a favor de la
empresa textil, garantías que comprometían buena parte del patrimonio de la
empresa inmobiliaria.
La doctrina de los actos propios solo puede invocarse cuando la conducta inicial
es:
203
Exigir que la conducta original posteriormente contradicha sea lícita equivale a
sostener que “los actos propios son aplicables cuando el sujeto activo de esta
teoría tiene un legítimo derecho para ejercer una pretensión lícita” (Padilla 2013:
151).
Cabe preguntarse entonces cómo resolver aquellos casos en los cuales está
viciada la conducta sobre la base de la cual se produce la contradicción posterior
que podría dar lugar a la doctrina de los actos propios. Las vicisitudes que
pueden restar validez a dicha conducta inicial son la anulabilidad y la nulidad.
Sobre esta premisa se ha construido buena parte de las reglas, tanto imperativas
como supletorias, del Derecho Contractual. Por ejemplo, el artículo 1430 del
Código Civil99 es un claro incentivo para prever con anticipación las causales de
resolución que hacen innecesaria la intervención judicial. La posibilidad de pactar
el daño ulterior, prevista en el artículo 1341100 debería alentar a los acreedores
99
“Artículo 1430.- Puede convenirse exresamente que el contrato se resuelva cuando una de las
partes no cumple determinada prestación a su cargo, establecida con toda precisión.
La resolución se produce de pleno derecho cuando la parte interesada comunica a la otra que
quiere valerse de la cláusula resolutoria”.
100
“Artículo 1341.- El pacto por el que se acuerda que, en caso de incumplimiento, uno de los
contratantes queda obligado al pago de una penalidad, tiene el efecto de limitar el resarcimiento
204
a que, sin perjuicio de fijar de antemano la indemnización por incumplimiento, se
admita el resarcimiento que exceda la suma prevista por anticipado. El artículo
1321101 incentiva a no incurrir en un factor de atribución de responsabilidad de
alto calibre, como el dolo o la culpa grave, pues si se incumple mediando sólo
culpa leve, el resarcimiento se limita al daño previsible. Y así, puede
mencionarse numerosas reglas que propician que las partes sean diligentes y
que no se premie el aprovechamiento de una parte de las desventajas de la otra.
Ello ocurre precisamente con las reglas del error como causal de anulación de
los negocios jurídicos, cuando el artículo 201 del Código Civil impone como
requisitos para invocarlo, que la equivocación sea esencial y conocible por la otra
parte102. Sobre el requisito de que sea esencial no me voy a detener, porque es
evidente que, siendo la posibilidad de que un contrato sea anulado la sanción
más extrema que prevé el Derecho Civil, la concreción de esta medida debe ser
excepcional. De ello dan cuenta las reglas de nulidad parcial previstas en los
artículos 223103 y 224104 del Código Civil, por ejemplo.
Esta regla, contenida en el artículo 201 del Código Civil, es una de las normas
centrales en la regulación de la invalidez del negocio jurídico. Esta regla tiene
implícitos varios mensajes. El primero es evidente, y es que la posibilidad de
anular un negocio jurídico no es tarea sencilla, y quien así lo pretende debe
soportar la carga de demostrarlo.
205
El segundo mensaje está centrado en aquel que se equivoca, pues se exige que
el error sea esencial105. Es decir, no cualquier equivocación puede dar lugar a la
anulación del contrato, sino solamente aquella que, de no haberse producido,
hubiera arrojado un resultado distinto, al punto que quien se equivocó no hubiera
contratado si no hubiera cometido el error, o lo hubiera hecho en otros términos.
En otras palabras, la invocación del error no puede ser frívola, pues de lo
contrario la seguridad jurídica se vería seriamente comprometida. Por ejemplo,
si A compra un vehículo a B, y el color mencionado en el contrato no es aquel
que se imaginaba al planear la compra, aunque sí se ubique en la gama de
tonalidades de dicho color, difícilmente podrá acreditar que el error cometido era
de tan importancia, que de haberlo advertido antes de la compra, esta no se
hubiera realizado.
La teoría del error no escapa de esta visión del Derecho como mecanismo de
armonización de los intereses de las partes. Así como a quien comete el error se
le permite anular el negocio si su error es esencial, se le exige también que la
otra parte haya tenido la posibilidad de conocer que el error existió 106. De lo
contrario, el equilibrio inicial entre las partes, que es lo que el Derecho Civil
procura resguardar, se vería seriamente comprometido, pues quien se equivoca
podría revertir la situación de manera unilateral –anular el contrato- aun cuando
la otra parte no hubiera tenido la posibilidad de negarse a celebrarlo.
El Derecho Civil plantea la teoría del error con parámetros difíciles de conseguir
para aquel que se equivoca. En otras palabras, la posibilidad de anular un
105
De acuerdo con el artículo 202 del Código Civil, el error es esencial:
“1. Cuando recae sobre la propia esencia o una cualidad del objeto del acto que, de acuerdo
con la apreciación general o en relación a las circunstancias, debe considerarse
determinante de la voluntad.
2. Cuando recae sobre las cualidades personales de la otra parte, siempre que aquéllas
hayan sido determinantes de la voluntad.
3. Cuando el error de derecho haya sido la razón única o determinante del acto”.
106
De acuerdo con el artículo 203 del Código Civil, el error se considera conocible cuando, en
relación al contenido, a las circunstancias del acto o la calidad de las partes, una persona de
normal diligencia hubiese podido advertirlo.
206
contrato por error es excepcional, y de ello se ocupa el requisito de la
cognoscibilidad del error por la contraparte. Ahora bien, si la contraparte estaba
en posibilidad de advertir el error, debe soportar la carga derivada de la
anulación. Ello no es otra cosa que un incentivo lanzado por el Derecho Civil
para propiciar la diligencia y la seguridad jurídica.
Traída la teoría del error al espacio de la doctrina de los actos propios, cabe
preguntarse si quien se comporta de cierta manera sobre la base de una
apreciación equivocada, puede cambiar su conducta con el objetivo de corregir
el error en que incurrió, sin que la contraparte pueda invocar la doctrina de los
actos propios para repeler esa contradicción.
107
Esta coincidencia ocurre a pesar de que el artículo 1266 del Código Civil español no contiene
de manera expresa el requisito de que el error deba ser conoscible para dar lugar a la anulación.
En cambio, al igual que el Código Civil peruano, el Código Civil argentino en cambio, tanto en su
versión anterior (artículo 929) como en la actual (artículo 26), exige para la anulación por error,
que este sea conocible por la parte que no se equivocó.
108
Castillo y Sabroso también sostienen que la doctrina de los actos propios no puede ser
invocada cuando la conducta previa que posteriormente se modifica está viciada por error.
207
Por cierto, la jurisprudencia española ha tomado consistentemente esta posición;
es decir, cuando los actos fueron realizados por error los jueces suelen no aplicar
la doctrina de los actos propios porque no es inadmisible venir contra ellos (Díez-
Picazo 2014: 269).
“En el ámbito del negocio jurídico, es cierto que el error al llevar a cabo una
determinada conducta que manifiesta una declaración de voluntad integrante de
un negocio no puede vincular a quien la realiza, permitiéndose, posteriormente,
ir contra ella. Esto se debe a que el error es un vicio que puede dar lugar a la
ineficacia del negocio jurídico, aunque podrá también ser este subsanado. En
este sentido, puede decirse que ante la conducta errónea no se le permite a la
otra parte de la relación jurídica oponerse a la conducta posterior por ser esta
contradictoria con la primera, pues se admite la posibilidad de rectificación y
convalidación del negocio y, por tanto, de la declaración de voluntad inicial- por
quien sufrió el error” (2011: 39-40).
La razón por la cual la doctrina de los actos propios no puede invocarse cuando
la conducta inicial proviene de un error, es que el régimen que regula los vicios
de la voluntad permite a quien se equivoca (siempre que su error sea esencial y
conocible), corregir la situación109. En otras palabras, el conocimiento del error
excluye la buena fe de quien pretende impedir la contradicción en quien se
equivoca. Si se pudiera invocar la doctrina de los actos propios frente a esa
voluntad de corregir el equívoco, la teoría del error se vaciaría de contenido.
“El acto propio vincula, pero sólo ceteris paribus. Si se mantiene en T2 [un
segundo momento] el estado de cosas que se cristalizó en T1 [un primer
momento], es ilegítimo volver sobre la propia conducta […] una diferencia de
status entre T1 y T2 existe también cuando el acto concluyente inicial resultó ser
una conducta negocial fundada en un error o dolo que permiten la impugnación
del compromiso, pero sólo si la otra parte provocó o contribuyó de alguna manera
al estado de cosas que llevó a emitir el consentimiento (viciado), pues no cabe
anular el propio consentimiento frente a una contraparte contractual a la que no
le es imputable el vicio y que se comprometió con coste en el negocio,
entregando algo o renunciando a otras opciones” (Carrasco 2016: 509).
Estoy de acuerdo con esta posición, con algunos matices que explico a
continuación.
109
No hay precisión sobre cuál es el intervalo de tiempo que debe operar entre una conducta y
otra. Este asunto parte de un análisis de cada caso concreto, puesto que si hay una rectificación
inmediata, no opera la doctrina de los actos propios (por ejemplo, un extorno bancario). Sin
embargo, el hecho de actuar precipitadamente no es necesariamente un atenuante cuando de
lo que se trata es de proteger la confianza razonable que generó la conducta primigenia.
208
En aras de la seguridad jurídica, el regulador civil ha decidido que la alegación
exitosa del error sea excepcional; es decir, sólo si, además de recaer sobre un
asunto muy importante (al punto que de haberse advertido el error el contrato no
se hubiera celebrado o se hubiera celebrado en otros términos), la contraparte
de quien se equivoca estuvo en posibilidad de advertir el error.
Siguiendo la misma lógica, la doctrina de los actos propios puede ser invocada
si se ha cambiado la conducta con el propósito de corregir una equivocación
inicial, solamente si tal error no es esencial y conocible; es decir, puede recurrirse
a la doctrina de los actos propios cuando la conducta a ser corregida no configura
una “equivocación calificada” o un error como causal de anulación del contrato.
209
Aunque la doctrina de los actos propios no opera cuando los actos fueron
realizados por error, admito que este es un problema complejo. Es más, por
haber adherido a la tesis de la buena fe objetiva como base de la doctrina de los
actos propios, se podría intentar acusar que existe una incoherencia en mi
posición.
Sin embargo, este cuestionamiento no puede ser exitoso, pues olvida que para
que una mera equivocación se eleve a error como causal de anulación, es
necesario que la contraparte haya conocido del error o haya estado en
posibilidad de hacerlo. En tal caso no habría confianza protegible y por tanto no
habría sustento en la buena fe.
Solo así puede conciliarse el derecho de una parte a enmendar una conducta
fundada en un error con el derecho de la otra parte de invocar la doctrina de los
actos propios.
Esta posición fue compartida por el Tribunal Supremo Español, que resolvió una
disputa relativa a un contrato de compraventa bastante complejo respecto del
cual una de las partes solicitó su nulidad por error. El Tribunal concluyó que no
había error y, por tanto, declaró el contrato válido y eficaz. Además, estimó
aplicable la doctrina de los actos propios y afirmó que actúa contra sus propios
actos quien pretende la nulidad de cláusulas que aceptó con total conocimiento
y libertad (Tur 2011: 50).
Tur cita esta sentencia como un caso en el que el Tribunal Supremo hizo una
suerte de confirmación de un acto ineficaz, pero en realidad, la razón por la que
admitió la doctrina de los actos propios fue precisamente la contraria, es decir,
que el contrato era válido.
210
segundo es invocar la doctrina de los actos propios. Se trata de caminos
conceptualmente distintos.
Además de alegar la confirmación tácita del contrato anulable por error, B podría
también invocar la doctrina de los actos propios. Este camino, a diferencia de la
confirmación, supone acreditar primero que el contrato no era anulable y que,
por tanto, la primera conducta generó confianza protegible en que se mantendría
en el tiempo, de modo que su posterior contradicción debe ser rechazada.
El hecho que la doctrina de los actos propios haya ocupado espacios que hoy
corresponden a la teoría general del negocio jurídico contribuye a generar
confusiones sobre su función y la de la confirmación tácita de un acto anulable.
110
“Artículo 230.- Salvo el derecho de tercero, el acto anulable puede ser confirmado por la parte
a quien corresponda la acción de anulación, mediante instrumento que contenga la mención del
acto que se quiere confirmar, la causal de anulabilidad y la manifestación expresa de
confirmarlo”.
111
“Artículo 231.- El acto queda también confirmado si la parte a quien correspondía la acción de
anulación, conociendo la causal, lo hubiese ejecutado en forma total o parcial, o si existen hechos
que inequívocamente pongan de manifiesto la intención de renunciar a la acción de anulabilidad”.
211
prohibición de impugnar un negocio anulable que ha sido confirmado no deriva
de la posible aplicación de la doctrina de los actos propios, sino de que ese acto
viciado ha adquirido plena eficacia y es obligatorio gracias a la confirmación.
Ahora bien, en caso que la confusión de A hubiese sido inducida por B; es decir,
en caso de dolo, A tendría varios caminos. El primero sería solicitar la anulación
del contrato. El segundo camino sería, advertido el engaño, confirmar expresa o
tácitamente el contrato. El tercer camino sería cambiar la dirección de la
ejecución del contrato.
212
pretende invocar la doctrina de los actos propios para cuestionar el cambio de
comportamiento, deberá demostrar que se cumple con los requisitos para su
aplicación. Como puede apreciarse, en el balance del peso probatorio, quien
invoca la doctrina de los actos propios parte de una premisa que le alivia la carga:
se presume que la conducta inicial, luego de modificada inesperadamente, es
válida.
Desde esta perspectiva es que debe analizarse si cabe aplicar la doctrina de los
actos propios como respuesta a la alegación de una de las partes de que el
contrato es nulo y que por tanto no puede ejecutarse. Si se sigue la misma lógica,
la doctrina de los actos propios no podría ser invocada con éxito cuando el
contrato es nulo, como tampoco puede serlo cuando el contrato está viciado con
un error esencial y conocible, o con dolo. En estos casos debemos partir de la
premisa de que el contrato es válido y es quien alega su nulidad quien debe
acreditar la existencia de una causal.
“En principio no debe considerarse como aplicable la regla cuando lo que hemos
llamado “ineficacia del negocio” sea una nulidad radical y absoluta por
contravención del Derecho legal de carácter imperativo donde nada puede
impedir al autor de tal negocio impugnarlo, y debe entenderse, además, que el
ordenamiento prefiere erradicar los actos radicalmente nulos antes que dejarlos
surtir alguno de sus efectos. Por eso se ha dicho que la máxima que impide venir
contra los propios actos, solo se aplica a contratos impugnables por defecto de
capacidad de una de las partes” (Díez-Picazo 2014: 149).
Ahora bien, hay una distinción relevante al estudiar cómo opera la doctrina de
los actos propios frente a las causales de nulidad absoluta, que, a diferencia de
la nulidad relativa proveniente de un vicio de la voluntad, no admite confirmación.
El hecho que el punto de partida sea el mismo para los casos de nulidad absoluta
y relativa frente a la invocación de la doctrina de los actos propios, no enerva
que haya diferencias relevantes ante una aproximación más cercana. El eje de
estas diferencias es que la nulidad absoluta contiene una dosis más alta de
interés público, al punto que no admite confirmación alguna, puede ser declarada
de oficio, goza de un plazo de prescripción más largo, y puede ser alegada por
cualquiera con interés e incluso por el Ministerio Público.
Estimo que el análisis para compatibilizar la doctrina de los actos propios con la
teoría del error es más sencillo que la evaluación que corresponde cuando nos
encontramos frente a casos de nulidad absoluta. La razón es que, en el primer
caso, la distribución de la carga de soportar la anulación o de verse impedido de
corregir la conducta equivocada, se consigue a través del requisito de la
cognoscibilidad del error. Es decir, si el error es conocible, la parte que debió
conocerlo debe soportar la consecuencia de que el contrato sea anulable; es
213
decir, se ve impedido de alegar la doctrina de los actos propios frente a la
variación de la conducta inicial viciada con error.
“En materia de las nulidades como límite para la doctrina de los actos propios,
será el juez quien determine si se presenta abuso o no al alegar la nulidad, pues
una cosa es alegar una nulidad por un acto viciado, y otra si después de
celebrado un acto nulo o viciado, con la conducta se ratifica el mismo y después
se pide la nulidad cuando, por ejemplo, se ha sacado provecho de ese acto. En
consecuencia, la doctrina no aplica para los actos que adolezcan de nulidad
absoluta, por tanto insubsanables” (Bernal 2010: 266).
214
quien alega que su confianza fue traicionada debe demostrar que se cumplen
todos los requisitos para aplicar la doctrina de los actos propios.
Asumiendo que ambas partes han hecho un buen trabajo probatorio y han puesto
en evidencia que sus planteamientos son válidos (de un lado, que el contrato es
nulo, y de otro lado, que se afectó la confianza razonable cuando la conducta
inicial se modifica alegando la nulidad), cabe preguntarse qué alegación debe
preferirse.
“Por ello si, por ejemplo, unos contratos no son válidos por estar atacados de
nulidad, no cabe aplicar la doctrina de los actos propios, pues ella no establece
una obligación de mantener actos jurídicos con finalidad ilícita, sino de actuar
coherentemente cuando se presentan manifestaciones de voluntad válidas, pero
contradictorias entre sí. El principio de los actos propios no puede amparar actos
ilícitos” (Espinoza 2011: 184-185).
Hasta allí parece sencillo adherirse a esta posición, pero la realidad es más rica
que la teoría, de modo que la coherencia conceptual puede verse desafiada en
situaciones extremas. Así, en principio la doctrina de los actos propios no tiene
la fuerza suficiente como para impedir que una persona solicite la declaración de
nulidad de un negocio jurídico celebrado por ella; sin embargo, debe admitirse
que el análisis es más complicado cuando quien alega la nulidad del contrato lo
ejecutó como si hubiera sido válido y luego decide cuestionarlo, contradiciendo
lo que su comportamiento había revelado. Entonces, sobre la base de la buena
fe, cuando el peticionario de la nulidad ha tenido un comportamiento
contradictorio con su propia alegación, debe determinarse si se aplica o no la
doctrina de los actos propios.
Decidir si dicha defensa puede prosperar o no, dependerá, como siempre, de los
hechos del caso, pero dependerá también de la causal de nulidad alegada. “Así,
215
por ejemplo, se pregunta si puede el cedente de un crédito, cuando es nula la
cesión hecha por él, pedir la nulidad contraviniendo sus propios actos” (Díez-
Picazo 2014: 236). La respuesta doctrinaria no es clara sobre esto. Se dice, por
ejemplo, que sí es lícito ir contra los propios actos cuando el contrato es
absolutamente nulo por haber sido celebrado contra la prohibición de una ley
imperativa (Díez-Picazo 2014: 236).
Favorece la tesis que permite alegar la existencia de nulidad, aunque ello sea
contradictorio con la propia celebración y ejecución del contrato, el hecho que la
nulidad pueda ser alegada por cualquier persona con interés, lo que incluye por
supuesto a las propias partes112.
Sin embargo, dicha regla no impide sentir rechazo cuando una parte ha
ejecutado o tolerado la ejecución del contrato para luego, a su conveniencia,
alegar la existencia de nulidad. En situaciones como esa es fácilmente
perceptible el propósito de aprovechar la existencia de un camino legal que
permite liberarse del cumplimiento, a pesar de que la voluntad de ejecución se
mantuvo cuando las circunstancias eran convenientes.
Así como la premisa debe ser que una parte está legitimada para pedir la nulidad
del contrato celebrado por ella, no es menos cierto que hay situaciones extremas
en las cuales puede rechazarse esa posibilidad bajo el amparo de la doctrina de
los actos propios. Si en cualquier situación quien alega la aplicación de esta
doctrina debe soportar la carga de acreditar el cumplimiento de sus requisitos, la
tarea probatoria es más compleja todavía cuando la contradicción que se acusa
se justifica en un contrato nulo.
112
“Artículo 220.- La nulidad a que se refiere el artículo 219 puede ser alegada por quienes
tengan interés o por el Ministerio Público.
Puede ser declarada de oficio por el Juez cuando resulte manifiesta.
No puede subsanarse por la confirmación”.
216
tipos de remedios para situaciones cuya gravedad no es la misma. Estemos o
no de acuerdo, el legislador civil ha establecido prioridades o grados de gravedad
de las anomalías contractuales.
Así, para definir que el incumplimiento se sanciona con resolución, que el error
se sanciona con anulabilidad y la lesión con rescisión, el legislador ha tomado
decisiones en función de los intereses afectados. Algo parecido debe hacer el
decisor en una controversia en la cual la alegación de nulidad se confronta con
la invocación de la doctrina de los actos propios. Lo que debe hacer es
preguntarse por qué el legislador decidió que determinada circunstancia
configure una causal de nulidad, precisamente porque el Derecho tiene carácter
funcional y debe responder a las necesidades que resultan de la interacción.
113
“Artículo 219.- El acto jurídico es nulo:
1. Cuando falta la manifestación de voluntad del agente.
2. [Cuando se haya practicado por persona absolutamente incapaz, salvo lo dispuesto en
el artículo 1358]. Este inciso fue derogado por Decreto Legislativo Nº 1384.
3. Cuando su objeto es física o jurídicamente imposible o cuando sea indeterminable.
4. Cuando su fin sea ilícito.
5. Cuando adolezca de simulación absoluta.
6. Cuando no revista la forma prescrita bajo sanción de nulidad.
7. Cuando la ley lo declara nulo.
8. En el caso del artículo V del Título Preliminar, salvo que la ley establezca sanción
diversa”.
114
“Artículo 44.- Son relativamente incapaces:
1. Los mayores de dieciseis y menores de dieciocho años de edad.
2. [Los retardados mentales] (derogado).
3. [Los que adolecen de deterioro mental que les impide expresar su libre voluntad] (derogado).
4. Los pródigos.
5. Los que incurren en mala gestión.
6. Los ebrios habituales.
7. Los toxicómanos.
8. Los que sufren pena que lleva anexa la interdicción civil.
9. Las personas que se encuentren en estado de coma, siempre que no hubiera designado un
apoyo con anterioridad (añadido)”.
217
porque revela que el rol del legislador civil, como ya se ha dicho, es el de conciliar
intereses, de modo que las partes se encuentren en el mismo punto de partida
al inicio de la ejecución contractual.
Así, de un lado, en coherencia con el espíritu de que la nulidad debe ser lo menos
invasiva posible (lo que se traduce en la norma de nulidad parcial, por ejemplo),
la regla permite mantener la validez del negocio haciendo que el riesgo derivado
de la capacidad restringida de un sujeto sea asumido por aquel que se encuentra
en el mismo polo de la relación jurídica. En tal sentido, si son dos los obligados
y uno adolece de capacidad restringida, el otro sujeto obligado no podrá alegar
la anulación del contrato, sino que deberá ejecutar lo que le corresponde de la
prestación.
Como puede apreciarse, el artículo 226 del Código Civil acoge, de manera
limitada, el espíritu que subyace a la doctrina de los actos propios, al impedir
alegar la nulidad del contrato a quien se obliga junto con un sujeto de capacidad
restringida (a menos que la obligación sea indivisible).
No obstante, hay una razón adicional, de fondo, por la cual quien adolece de
capacidad restringida sí puede invocar la nulidad. Para encontrar esa razón el
legislador evaluó la importancia del interés protegido con la causal de nulidad. Y
esa misma razón es la que se debe tener en cuenta para evaluar si el afectado
con la nulidad puede impedir su declaración invocando la doctrina de los actos
propios.
115
De lo contrario, tendría que asumir la carga de ejecutar lo que corresponde a quien adolece
de capacidad restringida.
116
El artículo 229 del Código Civil, hoy derogado por el Decreto Legislativo Nº 1384, ratificaba
dicha conclusión, al indicar que, si la incapacidad había sido ocultada de mala fe, no se podía
invocar la nulidad:
[“Artículo 229.- Si el incapaz ha procedido de mala fe al ocultar su incapacidad para inducir a la
celebración del acto, ni él, ni sus herederos o cesionarios, pueden alegar la nulidad”].
218
La razón por la cual quien adolece de capacidad restringida puede solicitar la
declaración de nulidad y su contraparte no puede alegar que ha vuelto contra
sus propios actos, es que el interés protegido con las reglas referidas a la
capacidad de las personas es doble. De un lado, el hecho que la capacidad de
una persona esté afectada por alguna vicisitud que arroje dudas sobre la claridad
de su voluntad impide que las partes del negocio se encuentren en el mismo
punto de partida al comienzo de la relación jurídica. Además, esa falta de claridad
puede generar un impacto frente a terceros, como los herederos de la persona
cuya capacidad está comprometida.
Así, para el legislador es más importante que un contrato celebrado por persona
con capacidad restringida sea anulado a solicitud de quien celebró el contrato,
pese a que es evidente que ha ido contra sus propios actos, y perjudicar así a
su contraparte, que tolerar la afectación de los intereses de quien no se
encontraba en igualdad de condiciones al celebrar el contrato por no gozar de
plena capacidad.
Veamos qué ocurre con otras causales de nulidad. De acuerdo con el artículo
219 numeral 3 del Código Civil, el negocio jurídico es nulo cuando su objeto es
física o jurídicamente imposible o cuando sea indeterminable.
219
El juzgador a cargo de ese caso tendría que balancear el interés público de
considerar nulo un contrato cuyo objeto no puede determinarse con claridad, con
el derecho de una parte de exigir coherencia a la otra. Dado que el juez debe
poner fin a la controversia a través de la interpretación adecuada del contrato,
deberá declararlo nulo en caso no sea posible desentrañar su significado. La
razón es que el juez es intérprete de la voluntad, no creador de ella. Alterar este
principio supondría una seria amenaza al sistema contractual, estructurado
sobre la base de la autonomía privada.
No cabe duda de que el contrato sería nulo. Tampoco cabe duda de que la razón
de la nulidad, o mejor, dicho, el interés que se quiere proteger con ella, es un
interés público, que trasciende a las partes. En buena cuenta, el fin ilícito como
causal de nulidad es la válvula que permite el ingreso de los valores de la
sociedad en el mundo de los contratos.
220
de las partes al llevar a cabo el contrato simulado. Un acuerdo simulatorio es
pues el antídoto contra cualquier supuesta confianza defraudada, de modo que
invocar la doctrina de los actos propios terminaría siendo inviable.
En el año 2008, a raíz de una deuda con SUNAT, el demandante decidió simular
una transferencia de los Lotes a favor de María Cristina del Pilar Bracesco Uribe,
hija de la señora Elvira Uribe Tueros, la cual se llevó a cabo mediante Escritura
Pública de compraventa del 19 de mayo de 2008. El demandante indica que a
raíz de esta transferencia no recibió monto alguno y pese a ella, continuó
poseyendo.
117
Siendo la protección de los terceros una preocupación del legislador en caso de simulación,
el artículo 194 se ocupa del problema al impedir que la simulación sea opuesta por las partes o
por los terceros perjudicados a quien de buena fe y a título oneroso haya adquirido derechos de
titular aparente.
221
Los demandados señalan que el demandante estaba conforme con al menos
una de las transferencias, dado que suscribió una escritura pública de
rectificación de medidas. También indican que la señora Elvira Uribe Tueros fue
conviviente del demandante y que él tenía una deuda con ella para la cual, como
parte de pago, entregó los Lotes en 1999, hecho que fue formalizado recién en
el 2008.
Como se recordará, el artículo 194 del Código Civil impide que la simulación sea
opuesta por las partes o por los terceros perjudicados a quien de buena fe y a
título oneroso haya adquirido derechos de titular aparente. En la casación
mencionada, la Corte Suprema no necesitó aplicar dicha norma, puesto que la
regla supone que el contrato cuestionado incurra en causal de nulidad, pero que
esta no es oponible a los terceros adquirentes. En el caso citado, la Corte
descartó la existencia de simulación.
222
Independientemente de que el resultado del proceso sea o no justo, debe
destacarse que la decisión de la Corte Suprema contiene un traslape de
argumentos. Al analizar los requisitos para invocar la doctrina de los actos
propios señala, de un lado, que el demandante participó en las transferencias
posteriores a la suya para luego cuestionarlas, y que ello es contradictorio. Sin
embargo, este razonamiento parece descartar la existencia de simulación pues
no se demostró que hubo acuerdo simulatorio. De nuevo, ello revela que bastaba
con descartar la nulidad para resolver el caso, sin necesidad de acudir a la
doctrina de los actos propios.
Para contrastar esta causal de nulidad con una posible alegación de la doctrina
de los actos propios, hay que preguntarse cuál es la razón que subyace a la
imposición de formalidades legales. Una aproximación inmediata a este asunto
nos llevaría a concluir que este ejercicio no es necesario, puesto que, dado que
es la propia ley la que establece la formalidad que se omite, no hay espacio para
discutir si la declaración de nulidad puede evitarse. Bajo esta línea de
razonamiento se diría que, aunque la parte que alega la nulidad es la que
contribuyó a que no se formalice el contrato, puede solicitar la anulación
invocando la doctrina de los actos propios118.
118
Más adelante se volverá a esta discusión a propósito de las cláusulas contractuales que
exigen una modificación por escrito o bajo ciertas formalidades. La discusión es distinta porque
en el caso que ahora analizamos la formalidad la impone la ley, no las partes.
119
“Artículo 1398.- En los contratos celebrados por adhesión y en las cláusulas generales de
contratación no aprobadas administrativamente, no son válidas las estipulaciones que
establezcan, en favor de quien las ha redactado, exoneraciones o limitaciones de
responsabilidad; facultades de suspender la ejecución del contrato, de rescindirlo o de resolverlo;
y de prohibir a la otra parte el derecho de oponer excepciones o de prorrogar o renovar
tácitamente el contrato”.
223
como los de los consumidores, con la confianza que se habría vulnerado con la
conducta contradictoria –celebrar el contrato para luego sostener que tiene
cláusulas nulas- deberá preferirse la protección legal.
Bajo esta perspectiva, por ejemplo, quien ha cometido fraude en perjuicio de sus
acreedores estaría impedido de dejar sin efecto el contrato que celebró, de modo
que la acción pauliana está reservada exclusivamente para el acreedor afectado.
De hecho, el artículo 195 del Código Civil confiere dicha acción al acreedor120.
La teoría de la propia culpa o torpeza está reflejada en el artículo 1305 del Código
Civil español, según el cual, cuando la nulidad proviene de causa u objeto ilícitos,
si el hecho es delito o falta para ambos contratantes, carecen de acción entre sí.
El artículo 1306 añade que si el hecho en que consiste la causa torpe no
constituyere delito ni falta, se observarán las reglas siguientes: (i) si la culpa es
de ambos contratantes, ninguno de ellos podrá repetir lo que hubiera dado en
virtud del contrato, ni reclamar el cumplimiento de lo que el otro hubiese ofrecido;
y, (ii) cuando la culpa sea de un solo contratante, este no podrá repetir lo que
hubiese dado en virtud del contrato, ni pedir el cumplimiento de lo que se le
hubiera ofrecido; la parte extraña a la causa torpe, podrá reclamar lo que hubiera
dado, sin obligación de cumplir lo que hubiera ofrecido.
120
Algo parecido ocurre con el artículo 140 de la Ley General de Sociedades, según la cual, la
impugnación de los acuerdos societarios puede ser interpuesta por los accionistas que en la junta
general hubiesen hecho constar en acta su oposición al acuerdo, por los accionistas ausentes y
por los que hayan sido ilegítimamente privados de emitir su voto. En otras palabras, quienes
votaron a favor del acuerdo no pueden impugnarlo.
224
“…manifiesto al Despacho que para la diligencia de conciliación otorgo poder
especial, amplio y suficiente, al doctor X, abogado que coadyuva el presente
escrito, para que me asista en la audiencia de conciliación de que trata el art.
101 del C. de P.C, modifique la solicitud de pruebas reclamadas con la
contestación de la demanda y solicite las que considere convenientes. Señor
Juez ruego se conceda personería”.
Contra esta sentencia, el Banco interpuso un recurso de acción de tutela 121 que
fue revisado en primera instancia por la Sala de Casación Civil de la Corte
Suprema de Justicia, la cual ordenó al Tribunal que deje sin efecto su
providencia. Argumentó que, si bien cuando un abogado actúa sin poder ello
acarrea la nulidad de la actuación, se trata de una nulidad subsanable, lo cual
sucedió mediante la ratificación del Banco a las actuaciones de su abogado.
Finalmente, argumenta la Corte Suprema que, no procede que, si a lo largo del
trámite del proceso, el Juzgado, luego de autorizar que el abogado que
representaba los intereses del Banco presentara varios escritos, ninguno de los
cuales le fue rechazado, precisamente frente al derecho de impugnar la
sentencia, le reproche la carencia de facultades.
121
Acción de amparo, según la regulación peruana.
225
La Corte Constitucional analizó la procedencia de la acción de tutela contra
resoluciones judiciales122. También analizó la regla nemo auditur propiam
turpitudinem allegans frente a la administración de justicia, la cual sostiene que
está prohibido pretender aprovecharse del propio error, dolo, culpa o desidia.
Por otro lado, refiere la Corte Constitucional que resulta contrario al principio
nemo auditur propiam turpitudinem allegans el que el Banco pretenda
aprovecharse de su propia culpa (el contar con un apoderado sin habilitación
expresa) para alegar la oportunidad y pertinencia de un recurso de apelación que
para la ley procesal es como si nunca se hubiese presentado. Admitir la
apelación, aunque su presentación haya sido irregular vulneraría el principio de
igualdad procesal y seguridad jurídica.
Hubo un voto discrepante que revela la complejidad del asunto, según el cual el
que un juez tolere que un abogado actúe de buena fe en el proceso en diversas
etapas puede generar una situación de confianza legítima (además cuestiona
que se haya hecho una interpretación formalista de la ley poniendo en juego el
derecho a apelar una sentencia desfavorable).
El caso antes descrito revela que la preferencia por la legalidad como escudo
protector frente a la doctrina de los actos propios puede conducir a conclusiones
que, contrastadas con los hechos, podrían parecer injustas, como, por ejemplo,
el hecho que la parte que ejecuta un contrato se niegue después a hacerlo
alegando el incumplimiento de formalidades esenciales que ella misma ha
omitido. Sin embargo, dado que la clave para determinar la aplicación de la
doctrina de los actos propios es la confianza generada, la ilegalidad
122
Según la jurisprudencia colombiana, para que esto ocurra la resolución judicial debe
configurar una vía de hecho, lo cual es equivalente a decir que debe adolecer de un defecto que
vulnere derechos fundamentales por tratarse de una decisión arbitraria.
226
(incumplimiento de los elementos de validez del contrato) no genera confianza
protegible.
También existe en el caso una discusión sobre la doctrina de los actos propios.
La recurrente afirma que la empresa X (la compradora y, a su vez, la sociedad
cuyas acciones se estaban transando) aprobó por unanimidad y con la presencia
del 100% de sus socios, la adquisición de las participaciones sociales de
propiedad de la empresa Z (la vendedora) y que incluso inició la ejecución del
contrato, por lo que argumentar que es nulo, por causa ilícita, supone ir contra
sus propios actos.
La Sala, tras valorar este argumento, señaló que la doctrina de los actos propios
no era aplicable en este caso por tratarse de uno de nulidad. En ese sentido,
indicó que la discusión recaía en “si alguna de las partes está legitimada para
oponer la nulidad de lo pactado al cumplimiento del contrato o, pese a ello,
prescindiendo de las razones por las que el ordenamiento aplica tan grave
sanción a lo estipulado, debe aquietarse en aras al principio que impide actuar
contra los propios actos”.
La Sala sostiene que, si bien el principio de los actos propios no está reconocido
normativamente en el ordenamiento español, constituye una manifestación del
principio de buena fe como límite al ejercicio de los derechos subjetivos. En
227
segundo lugar, indica que para que sea aplicable la doctrina de los actos propios
es precisa la concurrencia de los siguientes requisitos: (i) existencia de una
conducta jurídicamente relevante previa y consciente de sus consecuencias, (ii)
que tal conducta tenga una significación e inequívoca e incompatible con la
posterior; y, (iii) que las expectativas defraudadas por la actuación posterior sean
razonables.
Considero que, así como a la parte afectada con el pedido de nulidad puede
parecerle injusto que su contraparte solicite la anulación del contrato pese a
haber consentido, no es menos cierto que la ley se presume conocida por todos,
y que, por tanto, la parte afectada con el pedido de nulidad debía conocer que la
ley exigía una formalidad que no cumplió. Parece sensato concluir entonces que,
en un caso como este, nuevamente debe estudiarse cuál es el interés
subyacente a la causal de nulidad. El legislador puede haber tomado la decisión
de exigir formalidades de validez por razones distintas, incluso por razones
frívolas, pero estas no pueden desestimarse libremente, dado que ello supondría
avalar abiertamente el incumplimiento de la ley.
“[t]iene que existir una diferencia en Derecho entre imponer las resultas de la
regla nemo a quien simplemente ha concurrido a la celebración del negocio nulo
o a quien, además de lo anterior, ha ejecutado o empezado a ejecutar la
materialidad de las prestaciones que son el contenido de aquél. […] incluso en
este segundo caso, puede existir una justificación para distinguir entre quien
ejecuta las prestaciones nulas del negocio del que no es el disponente (vgr, el
heredero que cumple el testamento nulo) y quien es al mismo tiempo el
disponente y el ejecutor del negocio afectado por la nulidad” (Carrasco 2016:
565).
228
El citado autor considera que, en todo caso, debe distinguirse aquellas
situaciones en las que la intervención de la parte que reclama la nulidad se limita
a la celebración del contrato nulo, de aquellas en las que lo ejecuta sin
observaciones durante un tiempo en el cual la contraparte confió en que la
nulidad no se alegaría.
De hecho, el artículo 220 del Código Civil señala que la nulidad la pueden alegar
todos los que tengan interés y el Ministerio Público, sin restringir esa posibilidad
a las partes del contrato. La Comisión Reformadora del Código Civil, conformada
por Resolución Ministerial Nº 460-2002-JUS y presidida por el Profesor Jorge
Avendaño Valdez, propuso la modificación del artículo 220 del Código Civil, en
los siguientes términos:
“1. La nulidad a que se refiere el artículo 219[123] puede ser alegada sólo por
quienes tengan interés directo o por el Ministerio Público. No obstante, en los
casos de los incisos 1, 2 y 6 del artículo 219 la nulidad no podrá ser
alegada por las partes, que, encontrándose en aptitud de conocer el vicio,
hubiesen ejecutado el acto en forma total o parcial, o si existen hechos
que inequívocamente pongan de manifiesto la intención de renunciar para
sí a la acción de nulidad.
2. Si el juez advierte la existencia de una nulidad que no es materia de las
pretensiones demandadas, la pondrá en conocimiento del Ministerio Público y
de las partes. En ningún caso, el juez puede declarar la nulidad de oficio.
3. La nulidad no puede subsanarse por confirmación” [énfasis agregado].
123
“Artículo 219.- El acto jurídico es nulo:
1.- Cuando falta la manifestación de voluntad del agente.
[2.- Cuando se haya practicado por persona absolutamente incapaz, salvo lo dispuesto en el
Artículo 1358º]. [Derogado]
3.- Cuando su objeto es física o jurídicamente imposible o cuando sea indeterminable.
4.- Cuando su fin sea ilícito.
5.- Cuando adolezca de simulación absoluta.
6.- Cuando no revista la forma prescrita bajo sanción de nulidad.
7.- Cuando la ley lo declara nulo.
8.- En el caso del Artículo V del Título Preliminar, salvo que la ley establezca sanción diversa.
229
La Exposición de Motivos señala que el segundo párrafo del numeral 1 está
justificado en la necesidad de no permitir que alegue la nulidad quien se ha
aprovechado del acto, sin afectar, por supuesto, la posibilidad de que la nulidad
la postule un tercero o la otra parte. Añade que esta propuesta recoge la
tendencia doctrinaria y jurisprudencial europea.
Como puede apreciarse, “la estructuración del régimen jurídico de las acciones
de nulidad y de rescisión, ha reducido el campo de aplicación del principio según
el cual nadie puede venir contra sus propios actos, precisamente porque, al
impugnar como ineficaz el propio negocio jurídico, a través de una acción
concedida por el ordenamiento jurídico, se viene lícitamente contra los propios
actos” [Díez-Picazo 2014: 237-238].
Ahora bien, dado que la parte que invoca la nulidad y que consigue que sea
declarada, contribuyó con su propio comportamiento a que el contrato con
finalidad ilícita se celebre y ejecute, cabe preguntarse si su contraparte podría
formular algún otro tipo de reclamo. Aunque la pregunta excede los alcances de
esta investigación -pues la doctrina de los actos propios no sería en principio un
escudo apropiado para defender sus intereses- es válido cuestionarse si a la
parte vencida con la acción de nulidad le quedaría alguna alternativa de defensa,
como la de enriquecimiento sin causa124.
124
“Artículo 1954.- Aquel que se enriquece indebidamente a expensas de otro está obligado a
indemnizarlo”.
230
Carrasco Perera responde a esta pregunta. Considera que tratándose de
contratos que no cumplen con las formalidades necesarias para su validez, como
la donación o la hipoteca, en caso se pida la declaración de nulidad por defectos
de forma que la parte ha provocado, el camino que puede plantear la contraparte
es el enriquecimiento sin causa (Carrasco, pp. 470-471). Para dicho autor, la
parte afectada con el pedido de nulidad planteado, en principio no puede
defenderse sobre la base de la doctrina de los actos propios, sino alegando el
enriquecimiento sin causa, siempre que con esta acción no se remunere el precio
del contrato. Añade que se puede preferir la doctrina de los actos propios solo si
hay dolo muy cualificado, o una ausencia de intereses institucionales relevantes.
Aún cuando el artículo 220 del Código Civil125 no haga distinciones sobre quiénes
están legitimados para pedir la nulidad, en algunos casos podría discutirse la
aplicación de la doctrina de los actos propios en el marco del principio de la
buena fe, como escudo contra la alegación de nulidad por la parte que brindó su
anuencia a la ejecución o que incluso obstaculizó el cumplimiento de las
formalidades.
125
“Artículo 220.- La nulidad a que se refiere el Artículo 219º puede ser alegada por quienes
tengan interés o por el Ministerio Público. Puede ser declarada de oficio por el juez cuando resulte
manifiesta. No puede subsanarse por la confirmación”.
231
En el primer caso, hay terceros a quienes proteger con la oponibilidad del
registro. En el segundo, más que proteger al tercero, el interés del legislador ha
sido asegurarse que el donante esté convencido de hacer la transferencia de
manera gratuita. Ambos intereses son protegibles, pero por razones diferentes.
No mediando terceros afectados, ante la inexistencia de escritura pública es
posible discutir si un donatario podría oponerse a la pretensión del donante de
devolución del bien inmueble invocando la doctrina de los actos propios, si dicha
pretensión es contraria a hechos contundentes. Teniendo en cuenta la
regulación de este asunto en el Código Civil peruano, las probabilidades de éxito
judicial son acotadas, pero ello no enerva la riqueza de la discusión.
En 2010, un Consorcio presentó una iniciativa privada ante una entidad peruana
(la “Entidad” o la “Demandada”) para el diseño, construcción, operación y
mantenimiento de nuevas vías urbanas, así como el mejoramiento, operación y
mantenimiento de vías urbanas existentes a través de un contrato BOT (Built,
Operate, Transfer) autofinanciado. Esta iniciativa privada fue declarada de
interés mediante un acuerdo adoptado por la Entidad. El Proyecto fue adjudicado
a un consorcio en el 2012. Para la celebración del Contrato de Concesión (el
“Contrato”) con la Entidad a inicios del 2013, las empresas integrantes del
consorcio constituyeron una empresa (la “Concesionaria” o la “Demandante”).
232
En relación con la nulidad virtual alegada por la Demandada, la Demandante
refiere que el principio constitucional de la irretroactividad de la ley impide la
aplicación al presente caso de la ley posterior al Contrato bajo la cual se sanciona
con nulidad el no contar con la opinión favorable de la Entidad y que, en todo
caso, este no era un requisito de orden público. Señala también la Demandante
que desde la fecha en que se firmó el Contrato de Concesión, hasta el inicio del
arbitraje, el Contrato de Concesión se había ejecutado en forma pública, sin que
la Entidad hubiera pedido su nulidad.
233
formalidad que estaba a su cargo para escapar a sus obligaciones contractuales,
en directa contradicción con las representaciones dadas a Concesionaria y en
contra de la tutela que merece el contratante en buena fe.
Como puede apreciarse, para el Tribunal Arbitral, incluso asumiendo que la falta
del requisito de opinión favorable se sancionara con nulidad virtual (por
contravenir el orden público), la Entidad no podría invocar la invalidez del
Contrato sin contrariar el deber de buena fe. Un factor esencial para dicha
conclusión es que la propia Entidad ejecutó el Contrato en los hechos, sin
advertir antes el incumplimiento del requisito.
Sin embargo, cabe preguntarse qué hubiera pasado si la sanción de nulidad por
incumplimiento de la formalidad (opinión favorable) hubiese estado
expresamente indicada en la norma aplicable en el momento de celebración del
Contrato. Estimo que en tal circunstancia se debilitaría la posibilidad del
Concesionario de invocar la doctrina de los actos propios frente al cambio de
conducta de la Entidad. En efecto, esta se sostiene en la confianza generada
con la primera actuación que luego se contradice, de modo que, habiendo
claridad sobre la necesidad de opinión favorable de la Autoridad para la validez
del Contrato, difícilmente el Concesionario podría demostrar que su confianza
era protegible, dado que la vulneración de las normas aplicables habría sido
evidente.
Debe concluirse en este punto entonces que, en principio, la doctrina de los actos
propios no puede penetrar una defensa de la contradicción basada en la nulidad
de un contrato126. A diferencia de otros ordenamientos jurídicos, el Código Civil
peruano no establece restricciones para la invocación de la nulidad por parte de
quienes celebraron el negocio, a pesar de la iniciativa de reforma antes
mencionada. A pesar de ello, el principio general de la buena fe –que en buena
cuenta es el sustrato de la doctrina de los actos propios- puede servir para
combatir una alegación de nulidad cuando las circunstancias del caso pongan
en evidencia que el no hacerlo sería manifiestamente injusto.
126
Castillo y Sabroso sugieren que igual lógica se aplica en el caso de lesión. Ante una demanda
de rescisión por lesión, el lesionante no puede invocar la doctrina de los actos propios para
sostener que al iniciar el proceso judicial el lesionado contradice su decisión de celebrar el
contrato lesivo (Castillo y Sabroso, p. 169). La razón es la misma que la que opera en casos de
nulidad: en el momento inicial (firma del contrato) se estaba produciendo una situación ilícita.
234
Sin embargo, la incongruencia en el actuar deja de ser una prerrogativa cuando
se afectan ilegítimamente los derechos de otras personas. Así, por ejemplo, no
es válido que en ejercicio del derecho a actuar inconsistentemente se justifique
un incumplimiento contractual, pues tal contradicción (comprometerse a cumplir
y no hacerlo) es una infracción legal y contractual.
“La teoría no pretende dar pie a una especie de congelación de las actuaciones
jurídicas, según la cual nadie es libre de enmendar o rectificar una determinada
postura o decisión. Esto equivaldría a sugerir la infalibilidad de la especie
humana y, de paso, significaría un fuerte recorte a la libertad. La verdadera base
de la doctrina de los actos propios se encuentra en las expectativas legítimas y
razonables. Hay un valor digno de protección cuando una persona deriva de la
conducta racional de otra, expectativas plenamente legítimas y razonables.
Expectativas que, por otro lado, se conectan con la necesidad de extraer
consecuencias prácticas al principio de la buena fe que es una guía central en el
desenvolvimiento de las relaciones jurídicas […]” (Tribunal de Arbitramento entre
Genser General Ltda. y Laboratorios Smart S.A., vs. Camilo Bernal Prieto. Laudo
arbitral del 21 de setiembre de 2007, Cámara de Comercio de Bogotá, citado por
Jaramillo 558) [énfasis agregado].
Es algo similar a lo que ocurre con las decisiones que ha debido adoptar el
legislador para construir una teoría del error; ha balanceado el interés de quien
se equivoca, permitiéndole lograr la anulación del contrato, con el interés de su
contraparte, quien goza del beneficio del requisito de cognoscibilidad del error.
Así, a menos que haya tenido posibilidad de conocer el error, en cuyo caso su
confianza no ha sido defraudada, el contrato se mantiene válido y ejecutable.
235
generar confianza protegible en la contraparte de que dicho comportamiento se
sostendría en el tiempo. La segunda conducta es aquella que se despliega para
enmendar la anterior. “Debe haber entonces, como mínimo, dos conductas
objeto de análisis: una primera, manantial de la confianza legítima suscitada, a
la par que constitutiva de un estado de regularidad comportamental, y una
segunda, de suyo posterior en el tiempo, contraria a la anterior, en sí misma
generadora de perplejidad, sorpresa y, muy especialmente, de una lesión a
derechos y prerrogativas ajenas” (Jaramillo 2014: 338).
Es complejo hacer este análisis cuando debe confrontarse la teoría con los
hechos del caso, porque sobre la base de lo que ocurrió en el pasado, hay que
determinar qué acciones eran predecibles de cara al futuro; debe analizarse si
una persona razonable en las mismas circunstancias habría esperado lo mismo
que quien invoca la doctrina, y debe concluirse que la conducta que se habría
esperado no es la que en efecto ocurrió.
236
que nuestro derecho reconoce a los instrumentos públicos, en especial, a las
escrituras públicas” (Romero Seguel 2010: 75).
Lo importante hasta este punto del análisis es tener en cuenta que los dos
primeros requisitos para aplicar con éxito la doctrina de los actos propios son
concluyentes. De un lado, debe haber una conducta vinculante –acto propio- que
genera en otra persona una confianza protegible y razonable en que el sentido
de esa conducta no va a ser alterado. El segundo requisito es que, a pesar de lo
anterior, la conducta en efecto sea variada y genere una contradicción
inesperada.
237
si hay contradicción, es indispensable saber a qué dirección apunta la primera
conducta. Solo así podrá concluirse si ha sido o no contradicha después.
“La persona no puede contradecirse ni con sus actos ni con las consecuencias
inmediatas e ineludibles de sus actos. La persona, puede, en cambio, contradecir
todo aquello que es simplemente deducido o interpretado por otros como
consecuencia de un acto suyo, pero que no deriva necesariamente de él” (Díez-
Picazo 2014: 182). Para calificar a las primeras conductas como “actos propios”
y considerar que las conductas posteriores son contradictorias, debe haber
entonces razones contundentes.
Otro caso en materia societaria respecto del cual sí se concluyó que hubo
contradicción es el de dos socios minoritarios que impugnaron los acuerdos
adoptados por la Junta General de Accionistas de la Empresa Eulen S.A., por
diversas infracciones a la Ley de Sociedades de Capital (de España) (citado en
Gimeno 2017).
238
Una de las observaciones alegadas por los demandantes fue que, dentro del
plazo de cinco días de publicada la convocatoria a junta, uno de los accionistas
minoritarios envió un “complemento” de la convocatoria a las oficinas centrales
en Madrid, pero no fue recibida alegándose que debió dirigirse a la sede social
en Bilbao y no al centro efectivo de negocios. Los asuntos incluidos en el
complemento no fueron por tanto abordados en la junta general de accionistas.
También es interesante el caso seguido por Juan Israel Melo Soto con Raúl
Edgardo Melo Abarzúa, decidido por la Corte Suprema de Chile mediante
sentencia del 13 de diciembre de 2010 (Rol 3.602-2009). Se trataba de un caso
que involucró sucesivos contratos de compraventa entre padre e hijo que
recayeron sobre un bien inmueble. El padre demandó que se declare la rescisión
del contrato por lesión enorme, y obtuvo sentencia favorable en primera
instancia. Sin embargo, la Corte de Apelaciones de Santiago revocó la sentencia
invocando la doctrina de los actos propios. La Corte Suprema siguió la línea de
razonamiento de la Corte de Apelaciones y desestimó la demanda.
“Que, como es fácilmente advertible […] los precios de ambas ventas celebradas
entre las partes de este juicio, referidas al mismo inmueble -3.500.000, aquélla
convenida el 10 de mayo de 1995; $4.000.000, la que se pactó el 24 de agosto
de 2001 - guardan entre sí, considerando la valorización levemente superior del
bien raíz de la segunda, explicable por el transcurso del tiempo- una notable
equivalencia de los montos fijados para cada caso por las partes contratantes.
[…] Que, a este respecto, la sentencia recurrida, señaló que, encontrándose
establecido que el actor Juan Israel Melo Soto compró al demandado, su hijo
Raúl Edgardo Melo Abarzúa […] sin reparos, no puede ahora en este pleito
contradecir su posición jurídica anterior, alegando rescisión enorme del contrato
de compraventa […]”. En este caso, la Corte considera que hay razones para
alegar lesión enorme, pero que la pretensión resulta “inaceptable” (Padilla 2013:
167-168).
239
Al parecer, lo que habría ocurrido en el caso es que, vista de manera
independiente, la compraventa cuestionada por el demandante en el proceso
judicial, podía haber sido rescindida por adolecer de lesión. No obstante, hubo
diversas transferencias sucesivas entre las mismas partes respecto del mismo
inmueble y por valores semejantes, de modo que acoger la pretensión planteada
en el proceso habría sido contradictorio con la propia conducta del demandante
en relación con los contratos anteriores.
Otro caso en el cual una conducta incoherente fue un elemento contundente para
invocar la doctrina de los actos propios fue el caso Montenegro Pedreros, Juan
A. c/ Urrutia Gamboa, María A., decidido por la Corte Suprema de Chile mediante
sentencia del 2 de mayo de 2012 (Rol 3.965-2011). Las partes habían celebrado
un contrato de promesa de compraventa sobre un inmueble, en virtud del cual el
demandante había prometido vender, ceder y transferir a la promitente la
propiedad, fijando un precio y forma de pago, lo que incluía la obtención de un
crédito hipotecario. Se pactó que el retraso de uno o más de los “dividendos”
permitía al vendedor pedir la resolución del contrato y que lo pagado se perdería
a título de indemnización.
El demandado omitió pagar las cuotas de dos meses; pero el demandante aceptó
los pagos retrasados, aplicando los intereses correspondientes. A pesar de ello,
el demandante solicitó la resolución del contrato. La Corte Suprema de Chile
desestimó dicha pretensión invocando para ello la doctrina de los actos propios.
Señaló que el derecho de pedir la resolución se tornó inadmisible sobre la base
de su propio comportamiento, que fue aceptar los pagos retrasados, de modo
que fue su propia aquiescencia la que permitió que el contrato siguiera su normal
desarrollo.
Son numerosos los ejemplos en los que se discute el cumplimiento del segundo
requisito de la doctrina de los actos propios, que es la existencia de una conducta
contradictoria. Así, por ejemplo, se ha señalado que es incongruente haber
tolerado duraderamente la conducta del deudor no conforme al contrato y
súbitamente intentar la resolución por incumplimiento a partir de esa conducta
(Carrasco 494). También se ha considerado que es inconsistente que el
comitente, sabiendo que en la parte de la obra ya realizada hay faltas que le
permitirían resolver el contrato, tolera que el contratista siga ejecutando; y que
es incongruente pedir la nulidad de una junta por defectos de convocatoria, pero
impugnar de ella solo los acuerdos que perjudican al actor (Carrasco 496). En
estos casos, es indispensable constatar que el punto de referencia de la
incoherencia es la confianza generada por la conducta que luego se contradice.
240
conducta posterior, pues la libertad para contradecirse es parte de la autonomía
privada, siempre que la incoherencia sea legítima. Por supuesto, y acá es
pertinente el segundo punto, esta conclusión debe ser soportada por un estándar
de buena fe objetiva, que permita examinar si la conducta inicial generó
confianza protegible y razonable de que se mantendría en el tiempo bajo las
mismas circunstancias. La aplicación de este estándar prima sobre la regla de
hermenéutica normativa según la cual lo posterior prima sobre lo anterior.
Los dos primeros requisitos para la aplicación de la doctrina de los actos propios
son, de un lado, la existencia de una conducta vinculante, y, del otro, una
contradicción posterior.
El tercer requisito es que dicha dinámica se presente entre los mismos sujetos.
Es decir, la conducta de un sujeto A genera en un sujeto B confianza razonable
en que dicha conducta no cambiaría, y luego A altera su comportamiento, ante
lo cual B podría invocar la doctrina de los actos propios. Este requisito supone
que los sujetos involucrados en las situaciones incoherentes sean los mismos.
Es decir, quien alega que una conducta es contradictoria con una anterior debe
ser también el destinatario del primer comportamiento. A la inversa, el sujeto que
protagoniza la primera conducta debe ser quien figure en la segunda.
Ahora bien, hay circunstancias que hacen complejo determinar si los sujetos
involucrados en la primera conducta, aquella que genera confianza protegible,
son los mismos involucrados en la contradicción posterior. El deslinde es
importante, pues si no se determina con prolijidad quiénes participan en esta
dinámica, los resultados pueden ser injustos.
Como señala el autor citado, los fenómenos que típicamente desafían la noción
elemental de la categoría “sujeto” son la sucesión, la representación, el contrato
a favor de tercero y la personalidad jurídica de los sujetos colectivos. En este
último caso, el estudio se complica cuando el sujeto es el Estado.
241
3.3.3.1 Identidad de sujetos en la sucesión
Este principio de continuidad que rige el Derecho Sucesorio, en relación con los
bienes y con la responsabilidad hereditaria, es pertinente de cara a la doctrina
de los actos propios. Esta última puede ser relevante en dos tipos de situaciones
que involucran actos del causante.
Asumiendo que en tal caso se cumplieran los requisitos para invocar la doctrina
de los actos propios, es pertinente en este punto hacer una variación: que la
negativa a cobrar en época de cosecha, a pesar de la tolerancia anterior, sea
realizada por el heredero del arrendador. ¿Puede el arrendatario alegar la
doctrina de los actos propios? Estimo que sí.
127
“Artículo 660.- Desde el momento de la muerte de una persona, los bienes, derechos y
obligaciones que constituyen la herencia se transmiten a sus sucesores”.
“Artículo 661.- El heredero responde de las deudas y cargas de la herencia sólo hasta donde
alcancen los bienes de esta. Incumbe al heredero la prueba del exceso, salvo cuando existe
inventario judicial”.
242
el momento previsto en el contrato, el heredero no estaría legitimado para variar
inesperadamente dicha conducta. Aunque técnicamente se trate de un nuevo
titular de los bienes, derechos y obligaciones materia de la herencia, no es
menos cierto que el vínculo con el arrendatario no fue creado por él sino por el
causante.
128
Castillo y Sabroso sostienen que la doctrina no es unánime y que en su opinión no se aplica
la doctrina de los actos propios en materia sucesoria, debido a la falta de identidad de sujetos
(2017: 111).
243
gratuito u oneroso; lo importante es que se cumplan los requisitos para la
aplicación de la doctrina.
Sin embargo, es pertinente citar en este punto un caso en el cual sí fue relevante
que existiera un vínculo sucesorio. En un caso ocurrido en Argentina, se había
donado una importante colección de cuadros al Museo Nacional de Bellas Artes
con el cargo de que se mantuvieran colgados permanentemente. Los herederos,
cincuenta años después de fallecido el causante, pretendieron la revocación de
la herencia alegando el incumplimiento del encargo por parte del Museo. El
reclamo fue rechazado sobre la base de la doctrina de los actos propios, pues
ellos habían tolerado esa situación por muchos años sin haber planteado
protesta alguna (Borda 2017: 73).
Así como la doctrina de los actos propios puede aplicarse en materia hereditaria,
pese a que las personas involucradas en las conductas contradictorias no son
las mismas, también puede hacerse en materia de representación, aunque
representante y representado sean individuos distintos.
De acuerdo con el artículo 160 del Código Civil, los actos celebrados por los
representantes no surten efectos jurídicos ni patrimoniales respecto de ellos, sino
de sus representados129. Es como si los representantes fueran transparentes,
dado que el ejercicio de la representación no repercute en su propia esfera
patrimonial, siempre que no excedan ni violen los límites de sus facultades, en
cuyo caso el acto celebrado es ineficaz respecto al representado130.
129
“Artículo 160.- El acto jurídico celebrado por el representante, dentro de los límites de las
facultades que se le haya conferido, produce efecto directamente respecto del representado”.
130
“Artículo 161.- El acto jurídico celebrado por el representante excediendo los límites de las
facultades que se le hubiere conferido, o violándolas, es ineficaz con relación al representado,
sin perjuicio de las responsabilidades que resulten frente a este y a terceros”.
244
Cabe preguntarse si es necesario, para llegar a dicha conclusión, que las
conductas contradictorias deban seguir un orden determinado. Es decir, ¿para
que pueda invocarse la doctrina de los actos propios, el comportamiento
vinculante debe ser del representado y la pretensión contradictoria debe ser del
representante? ¿O a la inversa?
Para Díez-Picazo, es claro que la doctrina de los actos propios opera en el primer
caso, cuando el representante ejercita una pretensión contradictoria con la
anterior conducta del representado, pero opina que a la inversa no hay claridad
en la respuesta (Díez-Picazo 2014: 297-298).
Los párrafos anteriores se refieren a casos en los cuales son varias las personas
que expresan la voluntad de uno de los sujetos de la relación jurídica,
específicamente, el sujeto que se contradice. Sin embargo, cabe preguntarse si
También es ineficaz ante el supuesto representado el acto jurídico celebrado por persona que
no tiene la representación que se atribuye”.
245
un problema similar puede presentarse en el otro polo de la relación jurídica. Es
decir, que las conductas vinculantes y las contradictorias se hayan dirigido a
personas distintas que actuaban por cuenta de la parte que invoca la doctrina de
los actos propios.
Lo que se busca al exigir que los sujetos sean los mismos, en el fondo, es
garantizar que la dinámica contractual haya permitido generar una situación de
confianza, que luego es traicionada. Esta dinámica sí puede presentarse en una
relación de aseguramiento, puesto que el contrato de seguro es uno a favor de
246
terceros. El promitente es la compañía de seguros, el estipulante es el
contratante y el tercero es el beneficiario.
Siempre atendiendo a las circunstancias del caso, podría ocurrir entonces que,
ante la negativa de una aseguradora de acceder a un pedido del beneficiario,
este invoque la doctrina de los actos propios, señalando que el rechazo es
contradictorio con la confianza generada por la aseguradora mediante
comunicaciones dirigidas al contratante, sobre la base de las cuales se generó
una confianza protegible. Siempre que el beneficiario demuestre que su propia
confianza ha sido traicionada, y asumiendo que los hechos permiten soportar la
teoría del caso, serían débiles las razones por las cuales rechazar la doctrina de
los actos propios.
131
“Artículo 1457.- Por el contrato a favor de tercero, el promitente se obliga frente al estipulante
a cumplir una prestación en beneficio de tercera persona.
El estipulante debe tener interés propio en la celebración del contrato”.
“Artículo 1458.- El derecho del tercero surge directa e inmediatamente de la celebración del
contrato. Empero, será necesario que el tercero haga conocer al estipulante y al promitente su
voluntad de hacer uso de ese derecho, para que sea exigible, operando esta declaración
retroactivamente.
La declaración del beneficiario puede ser previa al contrato”.
247
actúan como titulares o soportes de sus órganos, ni los actos que estas realizan
al margen de las funciones que desempeñan al servicio del sujeto colectivo se
consideran como actos propios de este” (López Rodó 1952: 15).
Las reglas para la representación conjunta están establecidas por los artículos
147 y 148 del Código Civil132. Cuando se trata de personas jurídicas reguladas
por la Ley General de Sociedades (Ley Nº 26887), es aplicable además la regla
por la cual la sociedad se obliga por los actos de sus representantes celebrados
dentro de los límites de las facultades conferidas133.
Dicho análisis, que de por sí es complejo en los hechos, se vuelve más arduo si
las personas involucradas en las conductas, tanto las vinculantes como las
contradictorias, son distintas, aunque con facultades de representación
debidamente conferidas.
132
“Artículo 147.- Cuando son varios los representantes se presume que lo son indistintamente,
salvo que expresamente se establezca que actuarán conjunta o sucesivamente o que estén
específicamente designados para prácticar actos diferentes”.
“Artículo 148.- Si son dos o más los representantes, estos quedan obligados solidariamente
frente al representado, siempre que el poder se haya otorgado por acto único y para un objeto
de interés común”.
133
“Artículo 12.- Alcances de la representación
La sociedad está obligada hacia aquellos con quienes ha contratado y frente a terceros de buena
fe por los actos de sus representantes celebrados dentro de los límites de las facultades que les
haya conferido aunque tales actos comprometan a la sociedad a negocios u operaciones no
comprendidos dentro de su objeto social.
Los socios o administradores, según sea el caso, responden frente a la sociedad por los daños
y perjuicios que esta haya experimentado como consecuencia de acuerdos adoptados con su
voto y en virtud de los cuales se pudiera haber autorizado la celebración de actos que extralimitan
su objeto social y que la obligan frente a co-contratantes y terceros de buena fe, sin perjuicio de
la responsabilidad penal que pudiese corresponderles.
La buena fe del tercero no se perjudica por la inscripción del pacto social”.
248
obligatoria, sin importar que “m”, “n” y “ñ” hayan sido las personas naturales que
la representaron a lo largo del tiempo.
Es decir, los actos realizados por los representantes o por los órganos que
conforman la sociedad son imputables únicamente a esta. A la inversa, las
decisiones individuales que pudieran adoptar las personas que integran los
órganos sociales en relación con su propia esfera jurídica, no impactan en el
patrimonio de la sociedad.
249
cuidar que, en relación con el requisito de identidad de sujetos, se tengan en
cuenta los distintos tipos de atribuciones patrimoniales que resultan de la
reorganización empresarial.
La fusión supone que dos o más sociedades se reúnen para formar una sola, lo
cual puede producirse de dos maneras. De un lado, puede constituirse una
nueva sociedad que absorbe a dos o más sociedades cuya personalidad jurídica
se extingue, pero que transmiten a la nueva sociedad sus patrimonios, en bloque
y a título universal. La otra posibilidad es que una sociedad existente absorba a
otra sociedad que se extingue, pero asumiendo, a título universal y en bloque, el
patrimonio de la absorbida134.
134
Ley General de Sociedades, Ley Nº 26887. “Artículo 344.- Concepto y formas de fusión.- Por
la fusión dos a más sociedades se reúnen para formar una sola cumpliendo los requisitos
prescritos por esta ley.
Puede adoptar alguna de las siguientes formas:
1. La fusión de dos o más sociedades para constituir una nueva sociedad incorporante origina la
extinción de la personalidad jurídica de las sociedades incorporadas y la transmisión en bloque,
y a título universal de sus patrimonios a la nueva sociedad; o,
2. La absorción de una o más sociedades por otra sociedad existente origina la extinción de la
personalidad jurídica de la sociedad o sociedades absorbidas. La sociedad absorbente asume,
a título universal, y en bloque, los patrimonios de las absorbidas.
En ambos casos los socios o accionistas de las sociedades que se extinguen por la fusión reciben
acciones o participaciones como accionistas o socios de la nueva sociedad o de la sociedad
absorbente, en su caso”.
135
Ley General de Sociedades, Ley Nº 26887. “Artículo 367.- Concepto y formas de escisión
Por la escisión una sociedad fracciona su patrimonio en dos o más bloques para transferirlos
íntegramente a otras sociedades o para conservar uno de ellos, cumpliendo los requisitos y las
formalidades prescritas por esta ley. Puede adoptar alguna de las siguientes formas:
1. La división de la totalidad del patrimonio de una sociedad en dos o más bloques patrimoniales,
que son transferidos a nuevas sociedades o absorbidos por sociedades ya existentes o ambas
cosas a la vez. Esta forma de escisión produce la extinción de la sociedad escindida; o,
2. La segregación de uno o más bloques patrimoniales de una sociedad que no se extingue y
que los transfiere a una o más sociedades nuevas, o son absorbidos por sociedades existentes
o ambas cosas a la vez. La sociedad escindida ajusta su capital en el monto correspondiente.
En ambos casos los socios o accionistas de las sociedades escindidas reciben acciones o
participaciones como accionistas o socios de las nuevas sociedades o sociedades absorbentes,
en su caso”.
250
En efecto, este tipo de reorganizaciones societarias presenta ambos elementos,
pues, de un lado, se produce una transferencia patrimonial a título universal –
como ocurre con la sucesión testamentaria- y de otro lado, y como consecuencia
de lo anterior, las personas que ejercen la representación pueden ser distintas.
Bajo esa línea argumentativa, y siempre que se acrediten los requisitos de fondo
de la doctrina de los actos propios –confianza razonable que luego es
251
contrariada-, una reorganización societaria que involucra movimientos
patrimoniales no es impedimento para aplicarla.
Sin embargo, cuando la persona jurídica forma parte del Estado y son varias las
entidades estatales involucradas en la relación contractual, el análisis debe ser
todavía más cuidadoso.
136
El Señor Golshani, ciudadano iraní, demandó al estado de Irán por la expropiación de sus
intereses en Tehran Redevelopment Corp. (TRC), una compañía de desarrollo iraní, adquiridos
mediante contrato de transferencia celebrado con el Señor Rahman Golzar. De otro lado, TRC
252
El Señor Golshani, demandante en el proceso arbitral, invocó la doctrina del
estoppel, señalando que en el proceso judicial seguido en Francia, TRC, una
entidad perteneciente al Estado iraní, sostuvo una posición distinta a la que el
gobierno iraní sostenía en el arbitraje. En el proceso judicial francés TRC negó
la existencia de unas actas de reuniones y alegó la validez de una escritura de
transferencia. Sin embargo, argumentó lo contrario en el arbitraje en referencia.
Amparar o descartar la doctrina de los actos propios cuando son varias entidades
estatales las involucradas en las conductas vinculantes y las posteriores
contradictorias, es un asunto complejo, pues involucra nociones básicas del
Derecho Público. De un lado, el Estado es uno solo, y del otro, está organizado
sobre la base de competencias y potestades asignadas a diversas entidades
que, gozando de personería jurídica propia, apuntan a conseguir finalidades
comunes.
demandó en Francia a los Señores Golshani y Golzar cuestionando una transferencia realizada
entre ellos.
253
Si bien confluyen las nociones de unidad del Estado y de competencia funcional,
no debe perderse de vista que cuando ambos conceptos se encuentran a
propósito de un caso donde se invoca la doctrina de los actos propios, la idea
clave para resolver el caso sigue siendo la existencia de confianza razonable y
protegible en la contraparte.
Volviendo al caso citado, ¿tenía A buenas razones para confiar en que C podría
vincular a B con la conducta desplegada durante la ejecución del contrato? ¿Era
C competente para hacerlo? En el Derecho Administrativo es clave el principio
de legalidad, según el cual, a diferencia de lo que ocurre con los sujetos privados,
las entidades estatales solo pueden actuar en el marco de las atribuciones que
se les haya conferido.
La solución del caso no pasa, pues, por solamente determinar si los organismos
estatales involucrados tienen personalidad jurídica o incluso identidad tributaria
distintas, pues de hecho las van a tener. El asunto es bastante más complejo
que eso, especialmente cuando hay componentes de Derecho Internacional.
En efecto, el principio de unidad del Estado es uno de los principios del Derecho
Internacional en los que se basa la atribución de responsabilidad. En el Derecho
Internacional, a efectos de determinar la responsabilidad del Estado, no es
posible realizar distinciones entre sus distintos componentes, organismos y
entidades, con independencia de que este deslinde sí tenga relevancia
internamente.
En el caso “CIADI Duke vs. Perú”, el tribunal arbitral analizó la doctrina de los
actos propios a la luz de la conducta de diferentes entidades del Estado peruano.
Aunque se trata de un arbitraje de inversión, es pertinente reseñarlo en este
punto, pues ilustra el análisis del cumplimiento del requisito de identidad de
sujetos cuando hay entidades públicas involucradas.
254
de Generación Eléctrica Nor Perú S.A. (“Egenor”), en calidad de subsidiaria de
propiedad absoluta de Electroperú.
255
a través de sus entidades como COPRI, Corporación Nacional de Desarrollo
(CONADE)137, CEPRI-ELP, situación que ahora SUNAT no puede desconocer.
El tribunal arbitral consideró que, en tanto el instrumento jurídico materia del caso
(el Convenio de Estabilidad Jurídica) no es un instrumento exclusivo del Derecho
peruano, se le deben aplicar los principios del Derecho Internacional. En
concreto, para evaluar la doctrina de los actos propios, el tribunal considera que
debe evaluar la perspectiva de un “inversionista extranjero razonable”.
256
estoppel donde no hay una conducta ilícita per se. Lo relevante, a criterio del
tribunal, es la confianza razonable que se pueda haber generado en un tercero
de que los actos o declaraciones de los diferentes órganos son la manifestación
de la posición del Estado respecto de un tema en particular. Dicho de otro modo,
lo trascendente es la apariencia razonable de que la declaración resulta
vinculante para el Estado.
138
(i) CONADE designó directores de Egenor; (ii) CEPRI-ELP aprobó la fusión; (iii) diversos
derechos, concesiones y permisos que habían sido otorgados anteriormente por el Gobierno
fueron cedidos, sin cuestionamiento alguno, a la nueva empresa, Egenor S.A. como parte del
proceso de fusión; (iv) el Ministerio de Energía y Minas aprobó la cesión del CEJ con Egenor a
favor de Egenor S.A. en 1999, con una referencia explícita a la fusión; y, (v) ninguna entidad
gubernamental cuestionó la fusión a pesar de tener oportunidad para hacerlo a raíz de las
publicaciones en diarios de circulación nacional.
257
privatización de Egenor generaron la convicción de que el Estado no cambiari ́a
su posición después de aprobada y consumada la fusión139.
Debe advertirse que uno de los árbitros discrepó del voto mayoritario, al
considerar que la conducta del resto de entidades del Estado no generó una
situación de estoppel. A su criterio, un inversionista no puede considerar que una
operación fiscal ha sido validada por el Estado cuando en esta no ha participado
la autoridad fiscal competente.
139
Es importante mencionar que la doctrina de los actos propios se analizó como un argumento
adicional y complementario, puesto que el tribunal arbitral previamente ya había concluido que
la Acotación por Revaluación de Activos constituyó un incumplimiento de la garanti ́a de
estabilización tributaria.
258
La sentencia es jocosa y también justa. Los jueces aplicaron la ya mencionada
teoría del estoppel para sostener “que los fantasmas sí existían”:
259
La solución de la Corte fue justa, pero no habría pasado el test para la aplicación
de la doctrina de los actos propios. Se cumplieron los dos primeros requisitos,
pues hubo dos conductas en direcciones contrarias; con la primera, la vendedora
promovió públicamente la idea de que en su casa había fantasmas; con la
segunda conducta, la vendedora lo negó frente a su comprador.
Así, por ejemplo, la presunción de inocencia es una creación legal que permite
garantizar la dignidad de las personas; la acción de amparo debe terminar con
el cese de una amenaza o una medida inconstitucional; la acción pauliana tiene
como propósito impedir que una transferencia fraudulenta se lleve a cabo; la
personalidad jurídica se creó para separar patrimonios y responsabilidad antes
de hacer un emprendimiento económico; que un contrato termine por ser nulo es
distinto a que termine por incumplimiento, de modo que las consecuencias de
cada supuesto sean distintas; el silencio administrativo positivo procura generar
eficiencia en la toma de decisiones estatales.
Pretender estudiar dichas nociones jurídicas sin entender para qué sirven sería
despojarlas de su real significado. Este despojo puede ocurrir de dos maneras:
por falta de claridad o por redundancia.
260
ocasiona pérdida de tiempo y de recursos en la búsqueda de soluciones, y lo
más grave es que puede determinar soluciones fuera de lugar. Así, por ejemplo,
la falta de claridad de la regla que impide a un cónyuge disponer de los bienes
sociales sin el asentimiento del otro genera discusiones poco fructíferas sobre si
se trata de una conducta nula o más bien ineficaz pero susceptible de
convalidación140.
De otro lado, una solución redundante no solamente es poco clara, sino que
también es innecesaria. Una noción jurídica redundante es además incompatible
con una visión del Derecho que destaque su aspecto funcional, pues olvida poner
a las personas como el eje de su atención.
Dicho con otras palabras, la doctrina de los actos propios no genera coincidencia
de voluntades sobre cómo se debe cumplir el contrato o sobre cómo debe ser
modificado. La doctrina de los actos propios supone más bien que una de las
partes induce a la otra a confiar en que la manera en que estaba ejecutando el
contrato le era permitida, incluso contra lo previsto expresamente. La doctrina de
los actos propios no permite pues modificar el contrato, ni definir lo que ambas
partes creen que dice el contrato, sino que protege a quien confió
razonablemente en que su conducta era tolerada por la otra,
independientemente de lo que diga el contrato.
140
La Corte Suprema definió mediante el VIII Pleno Casatorio (Casación 3006-2005-Junín)
publicado el 20 de setiembre de 2020, que la sanción es de nulidad, a menos que mediase un
poder de un cónyuge al otro que hubiera sido excedido, en cuyo caso la sanción es la ineficacia.
261
En otras palabras, sostener la modificación del contrato como consecuencia de
la doctrina de los actos propios excedería desproporcionalmente la finalidad de
esta figura, que es proteger la confianza de una de las partes en un momento
preciso de la relación contractual. Si la confianza termina cuando la contraparte
se contradice, carecería de sentido resguardarla con una modificación
contractual favorable a quien confió, pero que ya no tiene razones para hacerlo.
Quien despliega una conducta por un tiempo tal que su tolerancia por la otra
parte hace pensar razonablemente a aquél que dicha conducta no genera
objeciones, puede reaccionar contra una contradicción inesperada invocando la
doctrina de los actos propios. Nótese que la conducta soportada sin objeciones
es una no prevista en el contrato, pues si lo estuviera, no sería necesario invocar
la doctrina de los actos propios.
262
Asumiendo que las cortes son persuadidas de su aplicación por cumplirse los
requisitos antes estudiados, deberá descartarse como solución el considerar que
el contrato ha sufrido una modificación tácita141. Si esto último hubiera ocurrido,
A debería alegar que en lo que resta del plazo del contrato deberá entregar a B
el producto Y, por haberse alterado las condiciones estipuladas.
263
Como señala Carrasco, la irrenunciabilidad del derecho de B de exigir la entrega
de X una vez agotada la confianza protectora de A, es compatible con la
limitación o inhibición de su derecho.
La razón lógica que subyace a tal restricción es, como ya debe intuir el lector, el
deber de buena fe.
La doctrina de los actos propios puede involucrar actuaciones de una parte que
están reñidas con los términos expresos del contrato, como el caso mencionado
en los párrafos precedentes, sobre la entrega del producto Y en lugar del X, o
como el caso del arrendatario de la finca rústica que por un tiempo pagó en el
momento de cosecha y no en la fecha prevista con precisión. En ambos
ejemplos, tanto A como el arrendatario son protegidos por la doctrina de los actos
propios a pesar de que su conducta no cumple con el principio de identidad del
pago. Sus conductas, en principio, suponen un incumplimiento del contrato, pues
se entrega un producto distinto y se paga en fecha diferente a la pactada. Sin
embargo, la contraparte está impedida de alegar el incumplimiento –mientras los
actos del deudor estén comprendidos bajo el manto protector de la confianza
razonable- porque dicha alegación es ilegítima, sobre la base del principio de la
buena fe.
264
La conexión entre la limitación de derechos derivada de la doctrina de los actos
propios y la inadmisibilidad de la pretensión contradictoria la realiza Morello
cuando señala que la doctrina del acto propio importa una limitación o restricción
al ejercicio de una pretensión; es decir supone un impedimento de “hacer valer
el derecho que en otro caso podría ejercitar. […] La inadmisibilidad será el
resultado de una tarea de interpretación relacionando para ello la conducta
propia que precede al comportamiento ulterior. Y este último será el declarado
inadmisible por incoherente” (Morello 1985: 59).
Por cierto, esta llamada “inadmisibilidad” nada tiene que ver con la declaración
de una demanda como inadmisible, sino que por el contrario, supone analizar el
fondo del asunto. En los ejemplos mencionados, la sentencia se limitaría a
declarar que A puede suministrar a B el producto Y en vez del X mientras hubiera
tenido razones para confiar en que B no pondría objeciones. Producida la
entrega involucrada en la controversia, las entregas sucesivas deberían
realizarse conforme a los términos pactados. En el caso del arrendamiento de la
finca rústica la sentencia tendría que decir que el arrendatario podría pagar la
renta anual luego de la cosecha mientras hubiera confiado razonablemente en
que podría hacerlo. Luego de ello debería “acatar” la conducta contradictoria
contra la cual se le protegió.
En esta misma línea, la sentencia del 26 de febrero de 2001 del Alto Tribunal
español (en la Casación 5453/1995) señala que el principio de la buena fe
protege la confianza que fundadamente se puede haber depositado en el
comportamiento ajeno e impone el deber de coherencia en el comportamiento
propio. “Existe el deber de observar de cara al futuro la conducta que los actos
anteriores hacían prever y aceptar las consecuencias vinculantes que se
desprenden de los propios actos” (Martínez Pastor 2014: 66).
Ahora bien, ¿qué ocurre si la extensión del plazo del contrato o las circunstancias
del caso no dejan margen para retornar a los términos originales pactados?
Usando los mismos ejemplos, ello ocurriría si la entrega del producto Y es la
última o si el pago de la renta rechazado en tiempo de cosecha correspondía al
último año del contrato.
265
En tal caso, “[l]a imposibilidad de venir contra los propios actos puede determinar
una paralización del ejercicio del derecho o facultad de que se trate, pero puede
significar su pérdida definitiva si ya es imposible ejercitarlo según las exigencias
de la buena fe” (Díez-Picazo 2014: 163-164). Efectivamente, no le falta razón a
Díez-Picazo cuando señala, citando a Walsman, “si la conducta voluntaria de
una persona está, en sí misma o en sus consecuencias, en abierta contradicción
con la continuación de la existencia de un derecho sobre el cual esta persona
tiene la libre disposición, entonces la contradicción produce la pérdida
(“Aufhebung”) del derecho” (Díez-Picazo 2014: 151).
“Es cierto que, en muchos casos, los confines entre inejercitabilidad y pérdida
del derecho son sumamente confusos. Así acontece especialmente en los
derechos de crédito: cuando el derecho de crédito no puede ejercitarse es, por
regla general, lo mismo que si se hubiera extinguido. En otros casos, en cambio,
la distinción es nítida” (Díez-Picazo 2014: 300). En principio, pues, el efecto de
la doctrina de los actos propios es limitar el derecho de quien se contradice. Por
ejemplo, quien en principio podría resolver un contrato alegando incumplimiento
se encontraría impedido de hacerlo. Ello no obsta para que posteriormente,
agotado el estado de confianza propiciada por él mismo, objete nuevamente el
comportamiento de su contraparte sin que esta última pueda alegar la existencia
de contradicción.
266
El caso comentado tiene norma expresa en la regulación peruana. En efecto, el
artículo 194 del Código Civil señala que la simulación no puede ser opuesta por
las partes ni por los terceros perjudicados a quien de buena fe y a título oneroso
haya adquirido derechos de titular aparente.
La doctrina de los actos propios tiene entonces efectos acotados; no cambia los
términos contractuales a partir de un acuerdo modificatorio, ni genera
directamente un mecanismo de protección frente a terceros de buena fe. La
doctrina de los actos propios se limita a restringir los derechos de quien se
contradice, que acaso pueden verse incluso extinguidos, si no queda margen
temporal suficiente para la ejecución contractual.
La utilidad práctica para quien invoca la doctrina de los actos propios es que se
puede limitar el derecho de quien se contradice. Manteniendo los ejemplos antes
comentados, B no podrá exigir a A la entrega del producto X, que es el
originalmente previsto, como consecuencia de la confianza razonable que
generó recibiendo el producto Y. El arrendador no podrá exigir el pago de la renta
en la fecha pactada sino después de la cosecha, como consecuencia de la
confianza razonable que generó al recibir la renta repetidas veces en esa
oportunidad. Ciertamente, este impedimento durará lo que dure la confianza
generada.
267
Ejemplo clásico de obligación natural ocurre con el transcurso del plazo de
prescripción. A diferencia de lo que ocurre con la caducidad, una vez transcurrido
el plazo, las cortes no pueden acoger el reclamo de pago, pero si el deudor
cumple voluntariamente, la acreencia estará satisfecha.“Ocurre que en ciertos
casos una obligación llamada a nacer regularmente, o nacida como tal, de modo
de poderse exigir su cumplimiento, se vea afectada por ciertas circunstancias
que hacen que ese efecto regular no pueda tener lugar, aunque, cumplidas, el
acreedor queda autorizado a retener lo dado o pagado por ellas” (Concha
Machuca 2014: 258).
Wáyar señala que se ha llegado a negar que en las obligaciones naturales haya
vínculo jurídico, ante la ausencia de un elemento compulsivo. “Sin embargo, el
hecho de que no haya coacción no significa que no haya vínculo. Es más: hasta
es dudoso que en verdad no haya coacción; más bien parece que sí la hay, pues
de otro modo no se explicaría por qué el deudor puede recurrir al pago por
consignación, que es un típico medio coactivo de cumplimiento” (Wáyar, 120).
Por ejemplo, si A le debe a B una suma de dinero, pero ha prescrito el plazo para
el cobro, A sigue manteniendo una deuda, aunque B no esté legitimado para
cobrarla. Si A paga a pesar de la prescripción, la razón por la que no tiene
derecho a recuperar lo pagado es porque el derecho de B no se ha extinguido.
¿Ocurre algo similar con la doctrina de los actos propios? Estimo que sí. La
aplicación de la doctrina de los actos propios da lugar a una obligación natural.
Si se piensa bien, en el caso de la prescripción no procede el reclamo del
reembolso porque quien paga una deuda prescrita generó confianza razonable
en quien recibe el pago, que renunció a invocar la prescripción a su favor.
Algo similar ocurre con la doctrina de los actos propios. El reclamo de pago por
parte de quien se contradice no procederá contra quien confió en su conducta
anterior, como tampoco prosperará el cobro de una deuda prescrita. Sin
embargo, en ambos casos, existe causa lícita para el pago, de modo que si este
se realiza, no puede exigirse el reembolso.
268
Un asunto interesante que vincula la prescripción extintiva con la doctrina de los
actos propios es la posibilidad de que esta última se imponga como defensa
frente a una excepción de prescripción. Si el actor demanda luego de prescrita
la deuda, lo natural es que el demandado oponga una excepción de prescripción.
¿Puede el demandante replicar invocando la doctrina de los actos propios,
alegando que confió en que el deudor no usaría la prescripción en su defensa?
“[…] por importante que sea una defensa, no siempre puede prosperar, a
lo que se suma que el transcurso o agotamiento pleno del término
prescriptivo, per se, no habilita para que ella se torne procedente, así
formalmente la prescripción se haya consolidado antes, dado que en la
órbita jurídica no sólo importa tener y poseer un derecho, sino saberlo
ejercer sin desconocimiento de lo efectuado con antelación, pues el pasado
ata y encadena […]” (Jaramillo 2014: 419).
269
existencia de un perjuicio, ora real, ora potencial –o contingente-, desde luego
en sentido lato, sin que sea preciso, en tal virtud, que cumpla inexorablemente
con los requisitos del daño indemnizable, propiamente dicho, toda vez que, se
itera, el propósito cardinal y primario no es el de indemnizar, sino evitar o mitigar
el daño, hasta donde ello sea posible […]” (Jaramillo 2014: 347).
Este empobrecimiento, que puede dar lugar a una acción por daños y perjuicios
si se cumplen los requisitos para reclamar la indemnización, es resultado de una
ejecución contractual contradictoria y por tanto contraria al deber de buena fe.
270
Por eso, cuando se ha sostenido que la doctrina de los actos propios puede dar
lugar a una indemnización, se ha señalado que “[s]i bien la solución parece a
primera vista adecuada, al efectuar un análisis más profundo de la situación
descartamos tal posibilidad. Lo sancionado en esta hipótesis no sería
propiamente la conducta contradictoria sino el daño causado” (Pardo 1991: 60).
271
la cláusula es ambigua y confusa, decidiendo de manera unilateral aplicar
supletoriamente una Resolución de la Comisión de Tarifas de Energía, que
establece un procedimiento de facturación para el Mercado Regulado (el
contrato en cuestión se ha dado en el ámbito del Mercado Libre). La
objeción surge inmediatamente; si se cuestiona el proceso de facturación
por confuso, ¿cómo es que se pagó sin discusión alguna los nueve meses
anteriores? Resulta imperativo aplicar el principio de los actos propios […]”
(Espinoza 2011: 185-186).
“No se indemniza el daño causado por un acto propio contradictorio, sino que no
se permite que este llegue siquiera a ser efectivo. […] La cuestión es espinosa y
no suficientemente racionalizada por la jurisprudencia española. […] Como la
regla de los propios actos actúa por medio de una excepción, el sujeto que confió
puede conservar un estado de cosas, pero no puede construir por vía de la
exceptio un nuevo estado de cosas que llegara a ser congruente con el hecho
aparencial” (Carrasco 2016: 474).
272
3.5 Posibilidad de pactar en contra de la doctrina de los actos propios.-
Pueden presentarse con cierta frecuencia los pactos que en apariencia colocan
a una parte en desventaja frente a la otra, limitando el espectro de la buena fe
en la relación contractual. Sin referirse específicamente a la doctrina de los actos
propios, sino al deber de buena fe en general, Carrasco plantea una mirada
interesante de este asunto, con la que coincido. Más que una limitación prevista
por las partes a sus deberes recíprocos de buena fe, habría un pacto específico
que ofrece más ventajas a una respecto de la otra, lo que hace presumir que, en
conjunto, ambos contratantes encuentran razones por las que es conveniente
contratar.
“Si el vecino está dispuesto a que yo le pague 10.000 euros por reservarme
el derecho de poder taparle con mi muro sus vistas y luces, sin más
273
justificación que mis ganas de taparlas, no habrá abuso de mi derecho de
propiedad, porque mi vecino me ha vendido el derecho a que haga valer
contra él mis actos emulativos. Si por pacto han atribuido las partes a una
de ellas (presumiblemente, a cambio de alguna ventaja recíproca) todo
riesgo de la alteración extraordinaria de las condiciones subyacentes al
contrato, las partes no están derogando la cláusula rebus sic stantibus sino
excluyendo su supuesto de hecho, porque la asignación contractual de los
riesgos es válida fuera de la legislación protectora de consumidores.
Cuando el comprador de instrumentos financieros financieros firma una
Big-Boy letter en la que reconoce que el vendedor dispone de información
privilegiada que, por ser confidencial, no ha sido comunicada a la
contraparte, y que esta es un agente sofisticado que actúa por su propia
cuenta, está claro que las partes no están conviniendo la exclusión de
responsabilidad por dolo precontractual, sino aceptando que el comprador
actúa a su propio riesgo y que, siendo un sujeto sofisticado, puede sacar
las consecuencias oportunas de que el vendedor afirme tener información
privilegiada y que no se la quiere comunicar al comprador. Si existe pacto
que permita a una parte la resolución del contrato por incumplimiento no
grave de la otra, no se está renunciando a la prohibición de abuso de
derecho, sino cualificando una facultad resolutoria semejante como no
abusiva” (Carrasco 2016: 81-82).
Los ejemplos anteriores son elocuentes. Una parte le vende a la otra un derecho
a imponer limitaciones de vista con amplitud, pero a cambio de un valor de tal
magnitud que el ejercicio de ese derecho excluye la noción de abuso. Una parte
queda autorizada por la otra a cambiar ciertos términos de manera unilateral.
Una parte permite a la otra contar con información privilegiada de la cual la
primera carece. Una parte habilita a la otra a resolver el contrato aunque el
incumplimiento no sea grave. En las situaciones descritas, los contratantes
atribuyen a uno de ellos el derecho de tomar decisiones de manera discrecional
afectando así los intereses del otro. En estos ejemplos no se limita el derecho a
rechazar la contradicción; sin embargo, no hay impedimento para hacerlo.
Así, mientras no se vulneren las normas imperativas, son admisibles los pactos
que restrinjan las posibilidades de las partes de defender sus intereses con todos
los elementos normativos que el Derecho de contratos pone a su disposición.
274
descartarse también su conducta durante la ejecución del contrato como fuente
generadora de confianza. Como puede apreciarse, esto último impide el
surgimiento del primer requisito para la aplicación de la doctrina de los actos
propios: conducta vinculante que genere confianza, de modo que la eventual
contradicción posterior se vuelve irrelevante.
“Las partes suelen estipular esta cláusula al final del contrato, estableciendo que
el contenido del mismo se limita a lo expresamente establecido. Esta cláusula
nace del Derecho anglosajón a fin de mantener una aplicación estricta de la parol
evidence rule y evitar que el juez recurra a las negociaciones previas para
integrar el contrato. La cláusula se extendió al Derecho Continental, donde se
planteó su conflicto con la buena fe, usándose, asimismo, de forma extendida en
transacciones internacionales. El problema que surge es si acaso la merger
clause constituye una limitación a la buena fe, y si, por lo tanto, debe excluirse
del contrato” (Eyzaguirre y Rodríguez 2013: 190).
La parol evidence rule es una regla que, importada del Derecho anglosajón, ha
sido discutida en el Derecho continental y prácticamente por unanimidad los
autores estiman que no es contraria a la buena fe (Eyzaguirre y Rodríguez 2013:
190). Esta regla permite a las partes demarcar con claridad “las cuatro esquinas”
del contrato, de modo que las situaciones ubicadas fuera de dichas fronteras son
irrelevantes para la ejecución del contrato y las posibles alegaciones entre las
partes.
Un pacto que refleje la parol evidence rule evitaría hacer uso de la doctrina de
los actos propios como medio de defensa en caso de una contradicción en la
conducta desplegada por la otra parte, pero no hay impedimento para que ello
ocurra, si se asume que no se ha vulnerado una norma imperativa que pueda
ser calificada como el núcleo duro de la buena fe.
275
Esta incoherencia, rechazada por la parte que confió, se plantea en el seno de
la ejecución contractual. Dado que quien rechaza la contradicción tenderá
naturalmente a no acceder al pedido contradictorio, se producirá un reclamo no
atendido y se suscitará una controversia.
Para algunos autores, la doctrina de los actos propios, antes que presentarse
como una acción, opera como una excepción; “es decir, con la aptitud para
hacerle frente a la pretensión” (Ortiz 1991: 284). En esa misma línea, se sostiene
que una defensa basada en la doctrina de los actos propios debe plantearse al
contestar la demanda o la reconvención.
276
La posición antes señalada se asemeja a aquella adoptada en relación con el
estoppel, pues en la literatura jurídica inglesa el estoppel “no es nunca causa de
una acción (“cause of action”), sino un arma estrictamente defensiva (“a strictly
defensive weapon”) y algún autor gráficamente enseña que no es una espada
(“sword”), sino un escudo (“shield”) (Diez Picazo 2014: 132).
Como puede apreciarse, el límite infranqueable del principio iura novit curia es el
petitorio planteado por las partes. Solo en ciertos casos, bajo autorización legal
expresa, el juez puede aplicar una norma de oficio afectando incluso el petitorio.
Ello ocurre por ejemplo con el artículo 220 del Código Civil, según el cual la
nulidad puede ser declarada de oficio cuando resulte manifiesta.
277
Esta autorización legal para cambiar el petitorio es excepcional y opera frente a
una situación de orden público, propio de la nulidad, y además cuando esta es
manifiesta. Esta singularidad no existe en el caso de la doctrina de los actos
propios. De allí que la discusión sobre su aplicación por el juez sin haber sido
invocada por las partes debe plantearse asumiendo que aquél no afectará el
petitorio.
Estimo que sí es posible aplicar la doctrina de los actos propios sin que haya
sido invocada por las partes. De la misma opinión es Jaramillo, aunque este autor
reconoce que la doctrina no es uniforme sobre este asunto (Jaramillo 2014: 391).
Bernal también señala que para un grupo de autores, no es susceptible de ser
declarada de oficio (Bernal 2013, 239)142.
142
Un ejemplo de opinión discrepante es la de Gete Alonso, que según Tur Faúndez, sostiene
que a pesar de los términos imperativos en que se ha formulado el artículo 7.1 del Código Civil
de España (“los derechos deberán ejercitarse conforme a las exigencias de la buena fe”), la
actuación contraria a la buena fe debe alegarse por aquél que pretenda la inadmisibilidad de la
conducta realizada, no siendo aplicable de oficio (Tur 2011, p. 53).
278
ejemplo, si este último sostiene que el contrato ha sido modificado en términos
favorables para él, difícilmente el juez podrá sostener que en lugar de
modificación contractual hubo una conducta vinculante y una contradicción
posterior, que a lo sumo, limita pero no transforma los derechos de quien actuó
incoherentemente.
En todo caso, si un juez decide aplicar la doctrina de los actos propios sin que
haya sido invocada en ejercicio de la potestad conferida por el principio iura novit
curia, para ejercer esta facultad deberá cuidar no traspasar sus límites, y deberá
además asegurar que las partes hayan tenido oportunidad de pronunciarse
sobre él en alguna etapa del proceso, para no comprometer su derecho de
defensa, que necesariamente debe conciliarse con el deber judicial de aplicar el
derecho que corresponda.
279
impersonales, como el comercio. Pero a la vez tiene límites dirigidos a impedir
que cualquier conducta pueda ser considerada vinculante, para evitar que, por
falta de predictibilidad, se desincentive la cooperación entre las partes, por el
temor de que un acto cooperativo pueda ser interpretado por la otra parte, y luego
por los tribunales, como vinculante para el futuro.
Para definir las funciones de esta pieza –la doctrina de los actos propios- en el
engranaje que permite a los contratos ser depositarios de la confianza de los
agentes económicos, en este capítulo presenté los requisitos para ser invocada.
Ellos son, la existencia de una conducta vinculante, una pretensión contradictoria
e identidad de sujetos. También presenté las consecuencias teóricas y prácticas
de su correcta aplicación, que consisten en limitar el ejercicio de un derecho de
quien actuó de forma inconsistente. Dependiendo de las circunstancias, puede
extinguirse la posibilidad de ejercerlo.
Ahora bien, conocer los presupuestos para que opere la doctrina de los actos
propios no es suficiente para comprenderla en su real dimensión. Su real utilidad
y su condición de principio pueden ser aprehendidas si la contrastamos con otras
categorías jurídicas que ofrecen remedios ante situaciones similares. Este
deslinde se formula en el capítulo siguiente.
280
CAPÍTULO IV
143
SC Mendoza, Sala I, 5/5/90, “Arrigoni, Raúl c/ Dirección General de Escuelas”, voto de la Dra.
Kemelmajer de Carlucci, que lidera la decisión mayoritaria, en LL, 1991-B-38 y ss. (López Mesa
y Rogel Vide 2013: 173).
281
acto negocial, como una modificación del contrato o una renuncia de derechos,
por ejemplo.
Así pues, “[…] no hay un verdadero Venire contra factum proprium non valet,
cuando la imposibilidad de contradecirse puede explicarse a través de otra
282
institución, debiendo acudirse a este principio en forma subsidiaria” (Padilla
2013: 146).
“El ámbito operativo de la doctrina del acto propio requiere –como método
preliminar- despejarlo de aquellos fenómenos jurídicos, que en atención al
desarrollo que han logrado, disponen de formulaciones que suministran y
abastecen sus fundamentos en propia sede, sin acudir a otros principios que,
cual el venire contra factum proprium, aparece como construcción dogmática
fecunda en sus efectos, pero residual” (Stiglitz 1984: 2).
Los negocios jurídicos son expresión de confianza entre las partes que los
celebran; de confianza en que van a ser cumplidos. Visto desde dos
perspectivas, el contrato tiene una cara positiva, que es que las partes deben
desplegar su conducta de acuerdo a lo pactado; y una cara negativa, que es que
las partes no pueden desligarse unilateralmente de las estipulaciones del
contrato, a menos que se pacte lo contrario. Si una parte se comporta de forma
contraria a lo que se había previsto, la otra parte puede activar cualquiera de los
remedios disponibles en el contrato o de forma supletoria, en la ley: conceder un
plazo adicional para el cumplimiento, resolver el contrato, aplicar penalidades,
etc. El tipo y alcance de dichos remedios dependerá de si el acreedor tiene o no
interés en la ejecución del contrato, entre otros elementos.
283
Si una de las partes considera que la confianza que depositó en la otra ha sido
traicionada, no necesariamente deberá invocar la doctrina de los actos propios
si cuenta con otros remedios, entre los cuales están los derivados del
incumplimiento del contrato, por ejemplo.
284
esta figura, sin necesidad de traer a colación el valor de los actos propios” (Díez-
Picazo 2014: 196).
Otra posible explicación de la distinción hace hincapié en que las partes quedan
obligadas por el acto negocial desde que este se celebra, mientras que la
aplicación de la doctrina de los actos propios requiere el transcurso de un período
de tiempo suficiente como para generar confianza en una de las partes en que
la otra mantendrá su conducta en el tiempo.
Para terminar este punto, debe quedar claro entonces que allí donde el
consentimiento ha sido manifestado, expresa o tácitamente, la conducta que lo
contradiga no debe ser rebatida recurriendo a la doctrina de los actos propios,
sino más bien alegando que se ha incumplido con lo prometido y exigiendo el
remedio que corresponda144.
144
El artículo 1219 del Código Civil peruano señala al respecto: “Es efecto de las obligaciones
autorizar al acreedor para lo siguiente: 1.- Emplear las medidas legales a fin de que el deudor le
procure aquello a que está obligado. 2.- Procurarse la prestación o hacérsela procurar por otro,
a costa del deudor. 3.- Obtener del deudor la indemnización correspondiente. 4.- Ejercer los
derechos del deudor, sea en vía de acción o para asumir su defensa, con excepción de los que
sean inherentes a la persona o cuando lo prohíba la ley. El acreedor para el ejercicio de los
285
La razón práctica por la que suelen confundirse los espacios de actuación y por
la que se producen los traslapes es que el consentimiento no siempre se
manifiesta expresamente, sino también de manera implícita. En efecto, las
declaraciones de voluntad tácitas suponen una conducta valorada por el
ordenamiento, aunque no se haya expresado a través de signos visibles. Por
tanto, el concepto de “actos concluyentes” pertenece a la esfera de la declaración
tácita de voluntad y no a la doctrina de los actos propios.
Dado el carácter residual de la doctrina de los actos propios, queda espacio para
ella cuando no hay claridad sobre la existencia de una declaración de voluntad
tácita, a pesar de lo cual “esta conducta ha tenido entidad objetiva suficiente
como para generar confianza en otra persona, la que luego no puede ser
defraudada con una alegación contradictoria” (Bianchi e Iribarne 1984: p. 860).
286
La diferencia entre una alegación y otra es evidente. Dado que la doctrina de los
actos propios tiene sustento en los hechos del pasado, puede favorecer a quien
la invoca únicamente por el tiempo en que confió. La confianza termina cuando
la parte es advertida por la otra de que hay una discrepancia sobre la apreciación
de los hechos. En cambio, una modificación contractual –incluso tácita- supone
la celebración de un negocio jurídico que altera el contenido del contrato, desde
que se lleva a cabo, en adelante. Así, mientras la doctrina de los actos propios
mira hacia el pasado, la modificación tácita del contrato tiene en cuenta también
lo que ocurrió mediante hechos concluyentes, pero para alterar el curso de la
relación hacia el futuro.
Para explorar con más detalle cómo opera la doctrina de los actos propios en
relación con las modificaciones contractuales, se presenta a continuación un
287
escenario todavía más complicado, y es que las propias partes hayan
establecido formalidades para la modificación.
“Artículo 29
1) El contrato podrá modificarse o extinguirse por mero acuerdo de las partes.
2) Un contrato por escrito que contenga una estipulación que exija que toda
modificación o extinción por mutuo acuerdo se haga por escrito no podrá
modificarse ni extinguirse por mutuo acuerdo de otra forma. No obstante,
cualquiera de las partes quedará vinculada por sus propios actos y no podrá
alegar esa estipulación en la medida en que la otra se haya basado en tales
actos”.
Interesa enfocarse en el numeral 2, según el cual, las partes pueden exigir que
las modificaciones contractuales se hagan por escrito. Las modificaciones que
se hagan de otra forma no surtirán efectos, a menos que quien niegue la
modificación no escrita haya propiciado, con sus propios actos, que la otra parte
confiara en que sí sería efectiva.
288
decir, no se convierte una modificación tácita en una expresa. Véase el siguiente
ejemplo.
289
para incluir tal estipulación si creen que servirá para cumplir sus objetivos”
(Hillman 1988: 450)145.
Este tipo de cláusulas están permitidas con el propósito de que las partes se
protejan a sí mismas de modificaciones orales inadvertidas o inadecuadas.
Ahora bien, dado que la doctrina de los actos propios se sustenta en el principio
de la buena fe, cabe preguntarse si puede haberse generado confianza
protegible cuando quien alega la contradicción de conducta brindó su
conformidad a que las modificaciones contractuales deban ser formales. En otras
palabras, ¿debe ser protegido quien pactó que las modificaciones sean escritas,
pero luego pretende que la formalidad no se cumpla?
145
Traducción libre de: “Even if a NOM clause does not, in fact, promote those reasonable
objectives, the principle of freedom of contract seems to suggest that parties should be free to
include the provision if they believe it will serve these purposes”.
146
Traducción libre de: “In commercial practice, however, the parties to a contract often want to
exclude the possibility of subsequent informal modifications. One of the reasons for such a
preference for formality is the desire to avoid disputes about the existence or content of informal
modifications, which could arise from misunderstandings, poor recollection of witnesses, or from
deliberately false testimony”.
290
circunstancias, la otra parte, más que permanecer neutral ante la confianza o
ingenuidad de la otra, haya en realidad propiciado un entendimiento basado en
la supuesta modificación del contrato.
“Un contrato por escrito que exija que toda modificación o extinción por mutuo
acuerdo sea en una forma particular no podrá modificarse ni extinguirse de otra
forma. No obstante, una parte quedará vinculada por sus propios actos y no
podrá valerse de dicha cláusula en la medida en que la otra parte haya actuado
razonablemente en función de tales actos”.
147
Traducción libre de: “In the context of an informal, flexible relation, reliance on an oral
adjustment may well be reasonable even when the written contract contains a boiler-plate NOM
clause. Ignoring such reliance would be unfair. On the other hand, reliance on an ill-conceived,
hurried, oral modification of a meticulously bargained contract containing a prominent NOM
clause may be unreasonable. Enforcement of a NOM clause in such circumstances would not be
unfair”.
291
La regla general es pues clara. Se debe respetar las formalidades pactadas, pero
una parte está impedida de exigirlas cuando su propia conducta haya hecho que
la contraparte actúe razonablemente basándose en aquélla (Vásquez 2018:
384). Este impedimento se deriva de un segundo ejemplo proporcionado por los
comentaristas oficiales de los Principios UNIDROIT, el cual resulta muy valioso
para los propósitos del presente estudio.
“A primera vista, esto parece ser contradictorio. Una revisión más cercana indica
que la contradicción se resuelve a sí misma: las posiciones opuestas se enfocan
en la libertad del contrato en distintos momentos. Las posiciones favorables a la
exigibilidad de las cláusulas de no modificación oral se enfocan en la libertad del
contrato al momento de la elaboración del contrato original –llamémosle tiempo
t1. Si las NOM clauses no son exigibles, denegamos a las partes en t1 la opción
de pactar una NOM clause efectiva. Por el contrario, quienes se oponen a la
efectividad de las NOM clauses se enfocan en la libertad contractual en el
292
momento de la modificación del acuerdo –llamémosle tiempo t2” (Wagner-von
Papp 2010: 24)148.
“Sería equivocado, sin embargo, concluir que como todos los contratos
constriñen la futura libertad de las partes y como la ley permite la auto-restricción,
las NOM-clauses son una mera aplicación de dicho principio y por tanto deben
ser exigidas. La diferencia está en que en el caso de una típica obligación de
hacer o no hacer algo, la futura libertad de cada parte está reducida en el sentido
que no pueden alejarse unilateralmente de lo previsto en el contrato; pero en
cualquier momento, las partes conjuntamente pueden decidir en cualquier
momento que la obligación no necesita ser ejecutada” (Wagner-von Papp 2010:
24)149.
148
Traducción libre de: “At first glance, this seems to be contradictory. At closer inspection, the
contradiction resolves itself: the opposing views focus on the freedom of contract at different
points in time. Those arguing in favour of the enforceability of NOM-clauses focus on the freedom
of contract at the time of the drafting the original contract – let us call this point in time t1. If we do
not enforce NOM-clauses, we deny the parties in t1 the option of agreeing on an effective NOM-
clause. In contrast, those arguing against the enforceability of NOM-clauses focus on the freedom
of contract at the time of the modifying agreement – let us call this point in time t2”.
149
Traducción libre de: “It would be wrong, however, to conclude that because all contracts
constrain the parties’ future freedom and the law enforces this self-limitation, NOM-clauses are
just another application of this principle and must likewise be enforced. The difference is that in
the case of a typical contractual promise to do or not to do something, each party’s future freedom
is reduced in that they must not unilaterally deviate from the contract; but jointly the contractual
parties can at any time decide that the promise need not be performed”.
293
una presunción, de lo que podría inferirse que a partir de los hechos de las partes
podría concluirse que la modificación se ha producido sin cumplir las
formalidades necesarias.
A y B celebran un contrato que contiene una NOM clause, que A debe entregar
productos a B en 10 entregas. A debe fabricar los productos de acuerdo con el
diseño X. Luego de la primera entrega, B le pide a A que fabrique los productos
con el diseño Y, no el X. A está de acuerdo, pero la modificación no se pone por
escrito. A entrega los productos con el diseño Y en la segunda, tercera, cuarta y
quinta entrega. B rechaza la quinta entrega y reclama por los daños generados,
dado que el contrato prevé el diseño X y que cualquier cambio debe estar por
escrito. Parece obvio que en tales circunstancias sería objetable obligar a A a
cumplir el contrato original; después de todo, A cambió el diseño a pedido
expreso de B. Para evitar tal injusticia, debe aplicarse una excepción a la
cláusula de no modificación oral150.
150
Ejemplo tomado de: Wagner-von Papp, p. 49.
294
Según Wagner-von Papp, tanto en Alemania como en Estados Unidos, las NOM
clauses son consideradas como un punto de partida en el análisis de la
exigibilidad de las formalidades. En Alemania se les da valor bajo ciertas
circunstancias, como el hecho de que las partes sean comerciantes y que la
cláusula haya sido individualmente negociada (Wagner-von Papp 2010: 17).
Para situaciones como esta el sistema de common law usa la doctrina del
equitable estoppel, a través de la cual las cortes determinan si hubo
modificaciones del contrato a través de la conducta de las partes, incluso si el
pacto prohíbe las modificaciones no escritas (Oglinda 2014: 185). “La regla
impide obtener una ventaja derivada de la propia incoherencia, en detrimento de
la otra parte, que en buena fe, actuó sobre la base de la representación emitida”
(Oglinda 2014: 186)151.
Debe reiterarse en este punto que el alcance de la doctrina de los actos propios,
en caso de utilizarse como escudo frente a la alegación de una NOM clause, está
limitado. Es decir, la doctrina de los actos propios no permite entender que se ha
modificado el contrato si no se cumple con la formalidad exigida al momento de
contratar, pero permite a la parte que confió en la conducta de la otra, que esta
la mantenga y que actúe en consonancia con ella, es decir, que se comporte
como si el contrato hubiese sido modificado, al menos por el período respecto
del cual se generó la confianza protegible.
151
Traducción libre de: “The rule prevents obtaining an advantage due to own incoherence, to
the detriment of the other party which, in good faith, based on the representation thus issued”.
152
Traducción libre de: “From this perspective, at the regulatory level one can notice a propensity
towards formalism, but the application of the principle venire contra factum proprium generates a
flexibility at court level”.
153
Traducción libre de: “Even though the reliance-based exceptions limit the effectiveness of
NOM-clauses, it still seems preferable to give effect to NOM-clauses and add a narrow exception
for waiver or estoppel cases (or good faith), rather than to give no effect to NOM-clauses at all.
Courts are sufficiently aware of the problem that the exception should not swallow the rule, and
will be careful to confine the exception within narrow bounds by applying both a strict test to the
295
La rigidez contenida en el Código Civil italiano ha sido acogida en el artículo 1411
del Código Civil peruano, según el cual, se presume que la forma que las partes
convienen adoptar anticipadamente y por escrito es requisito indispensable para
la validez del acto, bajo sanción de nulidad154.
Esta norma contiene tres reglas importantes. La primera, que las partes son
libres para fijar, por escrito, formalidades necesarias para celebrar un contrato,
incluyendo su modificación. La segunda regla es que la ley ha creado una causal
de nulidad que opera por remisión a un pacto contractual. Finalmente, la tercera
regla es que la necesidad de formalidad para la validez del contrato o de su
modificación, es una mera presunción. Me voy a detener en la tercera regla,
enfocándola a la modificación contractual.
Coincido con los autores citados en que se trata de una excepción iuris tantum,
de modo que cabe prueba en contrario. En mi opinión, la prueba en contrario
puede conducir a dos caminos. El primero es que la presunción permite probar
que la formalidad prevista por las partes no es indispensable para dar lugar a
una modificación contractual válida; es decir, podría demostrarse que la
formalidad es un medio de prueba y no de validez de la modificación, de modo
que la modificación es , aunque no cumpla la formalidad pactada. En cambio, el
segundo camino permite aplicar la doctrina de los actos propios, sin necesidad
de validar ninguna modificación. Así, la segunda presunción posible es que,
aunque no haya modificación válida por la falta de cumplimiento de la formalidad,
la parte afectada puede invocar la doctrina de los actos propios sobre la base de
la confianza generada según las circunstancias.
Los contratos de obra sirven como ejemplo para ilustrar los desafíos que
presenta el artículo 1411 del Código Civil, pues suelen traer en la práctica
numerosos problemas derivados de su aplicación. Suele ocurrir que para la
modificación del contrato se prevé el cumplimiento de ciertas formalidades, pero
estas son omitidas por decisiones tomadas en plena ejecución, por necesidad o
por cambios de opinión, respecto de las cuales una parte tiene la iniciativa y la
requirements of reasonable reliance, and by limiting the consequences of the exception to the
extent required”.
154
El artículo 1352 del Código Civil italiano señala: “Se le parti hanno convenuto per iscritto di
adottare una determinata forma per la futura conclusione di un contratto, si presume che la forma
sia stata voluta per la validità di questo”.
296
otra presta su anuencia, pero sin formalidades escritas. Respecto de estas
situaciones se ha señalado:
Si se interpreta que el artículo 1411 del Código Civil genera una presunción
respecto de la cual cabe pacto en contrario, puede encontrarse soluciones justas.
De un lado, puede sostenerse que las circunstancias prácticas son lo
suficientemente fuertes como para demostrar que se ha producido la
modificación del contrato, aunque el consenso para ello no conste por escrito.
De otro lado, podría encontrarse una solución menos radical, según la cual deba
protegerse la confianza generada a favor de una de las partes sobre la base de
la doctrina de los actos propios, sin llegar a sostenerse que el contrato se ha
modificado. En este caso no se pretende sanar un acto inválido, sino limitar la
pretensión de la parte que invoca la formalidad.
297
el avance ejecutado, lo que incluye los gastos previsibles hasta el momento en
que la confianza es protegible155.
Con una solución como esta, amparando la confianza, pero sin modificar el pacto
por la falta de formalidad, se logra dos objetivos: de un lado, que el resultado sea
justo para la parte que confió, y de otro lado, ser coherente con el principio de
conservación.
Por supuesto, para llegar a la solución del ejemplo antes mencionado, debe
partirse de la premisa que existe una presunción. Es decir, si las partes deciden
que un contrato debe modificarse por escrito, la ausencia de esta formalidad
genera en principio la nulidad de la modificación. Quien sostenga algo distinto –
que la modificación fue tácita o la doctrina de los actos propios le ampara- deberá
acreditarlo. Esta carga probatoria no puede evitarse en aras del principio de
conservación.
En este punto debe recordarse que, en principio, la doctrina de los actos propios
no puede penetrar una defensa de la contradicción basada en la nulidad de un
contrato. Como ya se ha indicado, a diferencia de otros ordenamientos jurídicos,
el Código Civil peruano no restringe la posibilidad de invocar la nulidad a quienes
celebraron el negocio. Pese a ello, la doctrina de los actos propios, sustentada
en el principio de buena fe, puede detener una alegación de nulidad si las
circunstancias del caso hacen evidente que no hacerlo sería manifiestamente
injusto.
155
De hecho, en la práctica, en situaciones como esta se suele además acudir al remedio del
enriquecimiento sin causa para hacer frente a las consecuencias económicas que se producen.
298
4.2.1.3 Conducta interpretativa:
299
No solo se trata de dos herramientas distintas, sino que los resultados son
también diferentes. La interpretación a partir de la conducta de ambas partes
permite identificar a qué se comprometieron y por tanto cuál es el alcance de sus
obligaciones, de modo que, si una de ellas actúa en sentido distinto al
interpretado, en realidad está contrariando el texto del contrato, lo está
incumpliendo, y por tanto se expone a los remedios que la otra parte tiene a
disposición, como la aplicación de penalidades o la resolución el contrato, por
ejemplo.
En tal sentido, aunque la distinción en la práctica puede ser muy sutil, debe
diferenciarse entre tres nociones: conducta interpretativa, modificación tácita del
contrato y la doctrina de los actos propios.
Las dos primeras categorías tienen carácter negocial. En efecto, las partes con
su conducta pueden explicar el significado del contrato o pueden modificarlo, en
300
cuyo caso, la contradicción futura del comportamiento supondría un
incumplimiento contractual. Así, la modificación tácita no se refiere a cómo creen
las partes que puede ejecutarse un contrato, sino que altera las condiciones
previstas por ellas porque lo han decidido conjuntamente.
Dicho con otras palabras, la doctrina de los actos propios no genera coincidencia
de voluntades sobre cómo se debe cumplir el contrato o sobre cómo debe ser
modificado. La doctrina de los actos propios supone que una de las partes induce
a la otra a confiar en que la manera en que estaba ejecutando el contrato le era
permitida, incluso contra lo previsto expresamente. La doctrina de los actos
propios no permite pues modificar el contrato, ni definir lo que ambas partes
creen que dice el contrato, sino que protege a la parte que confió en que su
conducta era tolerada por la otra, independientemente de lo que diga el contrato.
Imagínese que el contrato dura diez años, que por dos años se pagó la renta
anual en la fecha prevista y que por los siguientes cuatro se pagó luego de la
cosecha. En el séptimo año el arrendador reclama el pago en la fecha pactada,
anterior en seis meses al momento de la cosecha. El arrendatario tiene tres
opciones para negarse al pago “adelantado”. La primera, sostener que el
contrato se ha modificado. La segunda, afirmar que en realidad el momento de
pago no era claro, y la tercera, aducir la doctrina de los actos propios.
Alegar la modificación del contrato supone demostrar que las partes han
celebrado tácitamente un nuevo contrato, que consiste en alterar la fecha de
pago, de modo que, por el plazo restante del contrato, la renta anual debe
pagarse siempre después de la cosecha, no antes. Sostener esta posición no es
tarea sencilla, pues ello pasaría por demostrar que la anuencia al pago retrasado
en los años anteriores reflejaba la intención de que todos los pagos futuros se
301
hagan de esa manera. A menos que haya comportamientos más elocuentes en
tal sentido, una alegación como esta no prosperaría.
302
de lo anterior, el transportista recibió una comunicación por la que el contrato fue
terminado.
Sin conocer todos los detalles del caso, puede sostenerse que dicha posición
presenta un problema, y es que el caso más parece uno de responsabilidad
precontractual por ruptura intempestiva de tratativas, durante las cuales se
habría generado confianza razonable en que el contrato se renovaría, y que por
tanto cabría una indemnización que cubriera el llamado “interés negativo” para
recuperar la inversión realizada en vano.
En el caso indicado, si se aplica la doctrina de los actos propios para impedir que
la empresa extractora de minerales termine el contrato con el transportista, no
es necesario sostener que en realidad con el intercambio de comunicaciones las
partes modificaron tácitamente el contrato.
Los autores Muñoz y Oyarzún sostienen que en tal caso se aplica la doctrina de
los actos propios debido a que la conducta de la empresa que contrató al
transportista contenía una “manifestación de voluntad”. Cabe preguntarse en
este punto si con esto se referían más bien a la existencia de un acto jurídico
celebrado tácitamente, que prorrogó la vigencia del contrato. Como ya se indicó,
esto último es incompatible con la doctrina de los actos propios.
303
no lo permitía. De ser así, lo que correspondería es que el transportista alegue
que la empresa extractora perdió la oportunidad de resolver el contrato al final
del año; no que se aplica la doctrina de los actos propios.
Las distinciones teóricas antes anotadas entre la doctrina de los actos propios,
la modificación tácita del contrato y la conducta interpretativa, pueden ser
perceptibles únicamente en el cielo de los conceptos jurídicos (Von Ihering
1987), sin ningún reflejo práctico, si nos aproximamos a ellas solo
conceptualmente y sin darles soporte en los hechos.
Es posible que los hechos del caso no permitan definir a ciencia cierta si el
contrato no era claro y la conducta de las partes permitió interpretarlo, o si más
bien el texto era claro, pero una de las partes se apartó de él generando
confianza en la otra parte en que mantendría su comportamiento. Si la distinción
no es posible, los protagonistas del caso deberán articular su defensa optando
por una u otra alternativa; incluso planteándolas de manera subordinada.
304
Más adelante se analizará si es o no conveniente que la doctrina de los actos
propios sea incluida expresamente en la regulación civil, pero lo cierto es que el
legislador argentino tomó la decisión de hacerlo. Y lo hizo a propósito de una
regla de interpretación. Sin embargo, el requerimiento de coherencia en el actuar
a partir de la doctrina de los actos propios es exigible no como una herramienta
de interpretación del compromiso de las partes. Aquel que actúa contradiciendo
la obligación que resulta de una labor hermenéutica, en el fondo estaría
incumpliendo el contrato y no sería necesario acudir a la doctrina de los actos
propios.
305
En efecto, si es claro que una parte desea abandonar un derecho propio, no hay
impedimento para que esto ocurra de manera tácita. Así pues, mediante la
renuncia tácita expresada con sus acciones, un sujeto revela su intención de
perder un derecho. Si luego decide ejercerlo se estaría contradiciendo. Frente a
esta actitud contradictoria, la contraparte puede alegar que el derecho ya no
existe y que por tanto el reclamo derivado de él es un imposible jurídico.
En una situación similar, también con su propia conducta, el mismo sujeto tolera
una actuación de la contraparte en cierto sentido, que incluso se aparta del texto
expreso del contrato, generando confianza en que dicha conducta se mantendría
en el tiempo. Si decide contradecir su actitud anterior, la contraparte podría
alegar la doctrina de los actos propios.
“La diferencia esencial consiste en que la renuncia denota un acto que requiere
una manifestación de voluntad exterior, que tiene como fin el abandono o
abdicación de un derecho propio en favor de otro, en cambio la doctrina del acto
propio se traduce en una decisión jurisdiccional que declara la inatendibilidad de
una pretensión, o sea del ejercicio de un derecho, en tanto exhibe una
contradicción con el sentido que, objetivamente y de buena fe, se atribuye a una
conducta precedente y propia” (Morello 1985: 62-63).
306
jurídico, independientemente de cuál haya sido la voluntad de quien se
contradijo; es decir, el sistema jurídico repudia la contradicción, salvo que esta
esté justificada.
Esto implica que una decisión judicial puede aplicar la doctrina de los actos
propios debido a que se produjo una “tolerancia calificada” que impide que sea
contradicha posteriormente, sin que por ello el derecho involucrado se haya
extinguido, de modo que su vigencia puede discutirse en un proceso posterior.
Hay otros casos en los cuales la distinción práctica es difícil de entender en los
hechos. Esta dificultad fáctica es la que ha llevado a explorar la posibilidad de
que “todos los casos de renuncia tácita sean tratados, no desde el punto de vista
de la teoría de la renuncia, sino desde el punto de vista de los actos propios, esto
es, no incluyendo la doctrina de los actos propios en el seno de la teoría de la
renuncia de derechos sino al revés, excluyendo de la teoría de la renuncia la
renuncia tácita, para incorporarla a la doctrina de los actos propios” (Díez-Picazo
2014: 229).
307
Sin embargo, el propio Díez-Picazo discrepa de esta solución, pues para ser
consecuentes con este planteamiento, habría que llevar a la doctrina de los actos
propios no sólo la renuncia tácita, sino todas las declaraciones tácitas de
voluntad. Para ser coherentes habría que decir que no es posible la modificación
tácita de un contrato, como tampoco la renuncia tácita, de modo que cuando se
presenten todos los indicios de que ambas partes quisieron con su
comportamiento modificar un contrato, en caso una de ellas lo desconozca, la
otra parte debería invocar la doctrina de los actos propios y no que el contrato
se ha modificado, por ejemplo.
La distinción práctica es todavía más difícil si por las particularidades del caso
ya no hay más oportunidades de ejecutar el contrato del modo pretendido por
quien se contradice. En el ejemplo anterior, ello ocurriría si el séptimo año del
contrato fuera el último. En este escenario, no habría una nueva ocasión para
308
quien se contradijo, de ejecutar con éxito el contrato tal cual estaba previsto, pero
ello no permite equiparar ambas situaciones. El hecho que no haya más
oportunidad temporal de llevar nuevamente el contrato a su dimensión “original”,
no impide deslindar la doctrina de los actos propios de la modificación tácita, o
de la conducta interpretativa o de la renuncia.
“Es un camino a ninguna parte distinguir entre renuncia tácita –cuando el uso del
tráfico permite atribuir al acto el sentido de una declaración de voluntad- y venire
contra factum proprium -cuando el acto precedente no equivale a declaración,
pero obliga igualmente, en virtud de las exigencias de la buena fe-. Cualquiera
de los expedientes podría explicar de modo suficiente el universo de casos
conflictivos. Si se eliminara la segunda técnica, siempre se podría imputar una
declaración de voluntad resultante de una conducta significativa creadora de
apariencia. Y si se eliminara del repertorio legal la doctrina de las renuncias
unilaterales vinculantes, toda renuncia tácita podría recalificarse como acto
propio vinculante de la conducta posterior” (Carrasco 2016: 462).
“Pero crear un espacio propio y artificial para acomodar esta variada suerte de
actos de voluntad como negocios jurídicos, sin renunciar a liquidar la doctrina de
los propios actos, y proponer que ambos espacios coexisten en el seno del
sistema jurídico, conduce a resultados redundantes y de imposible contraste.
Porque todos y cualesquiera de los resultados “justos” a los que llegan las
sentencias pueden ser indiferentemente explicados como corolario de la
309
admisión de negocios jurídicos no bilaterales o como aplicaciones de la regla de
los propios actos” (Carrasco 2016: 460).
En efecto, un resultado justo puede ser alcanzado por varios caminos. En casos
que se encuentran en el límite, es posible plantear rutas distintas, incluso de
manera subordinada, que conducen a la renuncia tácita de derechos o a la
doctrina de los actos propios. Ahora bien, este traslape es solo posible si los
hechos del caso no ofrecen detalles suficientes como hacer un adecuado
deslinde. Sin embargo, si puede observarse el tinte negocial en la conducta
primigenia que luego se contradice, debe calificarse la contradicción posterior
como un incumplimiento, sin que en tal caso sea necesario aducir la doctrina de
los actos propios.
Esas premisas, tienen por cierto no solamente sustento legal 156, sino además
filosófico, pues se sostienen en la libertad como elemento fundamental de la
interacción humana, sin perjuicio de lo cual deben ser contrastadas con el
espectro de actuación de la doctrina de los actos propios.
156
“Artículo 142.- El silencio importa manifestación de voluntad cuando la ley o el convenio le
atribuyen ese significado”.
310
La pregunta es si una conducta silenciosa (si cabe el término), si la omisión, si la
tolerancia, si el silencio de una parte, pueden generar en la otra una expectativa.
¿Puede el silencio de una parte generar confianza en la otra en que más
adelante habría una conducta en sentido distinto al esperado? Esta pregunta es
pertinente de cara al artículo 142 del Código Civil peruano, según el cual el
silencio importa manifestación de voluntad cuando la ley o el convenio le
atribuyen ese significado.
157
Sin embargo, el Código Civil español contiene normas específicas al respecto:
“Artículo 1005.-
Cualquier interesado que acredite su interés en que el heredero acepte o repudie la herencia
podrá acudir al Notario para que este comunique al llamado que tiene un plazo de treinta días
naturales para aceptar pura o simplemente, o a beneficio de inventario, o repudiar la herencia.
El Notario le indicará, además, que si no manifestare su voluntad en dicho plazo se entenderá
aceptada la herencia pura y simplemente”.
“Artículo 1566.-
Si al terminar el contrato, permanece el arrendatario disfrutando quince días de la cosa arrendada
con aquiescencia del arrendador, se entiende que hay tácita reconducción por el tiempo que
establecen los artículos 1.577 y 1.581, a menos que haya precedido requerimiento”.
311
aceptarla. Tal confianza surgirá, en particular cuando existan relaciones
negociales previas entre las partes o bien cuando el destinatario de la oferta haya
realizado anteriormente una invitatio ad offerendum” (Pérez 2013: 302-303).
Esta forma de abordar el asunto pone de manifiesto una tensión entre la libertad
de guardar silencio y la buena fe.
158
“Artículo 142.- El silencio importa manifestación de voluntad cuando la ley o el convenio le
atribuyen ese significado.
312
actual y las declaraciones precedentes159. “En los casos en que al silencio se le
da relevancia por la ley, el efecto que esta vincula al mismo no depende de
postular la existencia de una voluntad no-expresa; sino que se pone a cargo del
sujeto una consecuencia, casi como sanción por haber callado (siendo así que
tenía interés en expresar alguna voluntad); esto, en tutela de la confianza del
tercero” (Messineo 1979: 362).
Hasta este punto ya puede advertirse que, si en general la regulación del silencio
es un asunto complejo, lo es más todavía de cara a la aplicación de la doctrina
de los actos propios, que se fundamenta en la confianza generada por el
comportamiento de una de las partes. Este último enunciado en principio debería
descartar de plano que el silencio de una de las partes pueda generar en la otra
confianza protegible. En efecto, el silencio nada comunica y por tanto no puede
dar lugar a confianza alguna. Sin embargo, el asunto es más complicado y puede
suscitar reflexiones adicionales.
159
El artículo 919 del Código Civil anterior tenía una norma parecida: “El silencio opuesto a actos,
o a una interrogación, no es considerado como una manifestación de voluntad, conforme al acto
o a la interrogación, sino en los casos en que haya una obligación de explicarse por la ley o por
las relaciones de familia, o a causa de una relación entre el silencio actual y las declaraciones
precedentes”.
313
Lo que hay que preguntarse es si el que guarda silencio tenía el deber de hacer
alguna declaración que rompiera tal silencio y si el hecho de no haberla
realizado, cuando era exigida por la buena fe, significa aceptación de lo que la
otra parte hubiera declarado o hecho” (Díez-Picazo 2014: 82).
Al respecto, Méndez Sierra señala que, en este punto, a las conductas de las
partes, particularmente a las de quien guardó silencio, se les debe cotejar con el
criterio objetivo que impone a los sujetos conducirse con recíproca lealtad,
conforme cabía esperar de acuerdo a un recto y honrado proceder. “Si la
conducta anterior puede crear en el otro la apariencia de un consentimiento,
debe interpretarse, conforme a la buena fe, que el agente estaba obligado a
hablar para contradecir la significación que aquella conducta otorgaba a su
silencio” (Méndez 1994: 5).
Para abordar la teoría del silencio de cara a la doctrina de los actos propios,
sugiero atender a una distinción importante. De un lado, el silencio puede tener
efectos como manifestación de voluntad, solo si la ley o las partes así lo prevén.
De otro lado, guardar silencio cuando a partir de las circunstancias se esperaba
una expresión manifiesta, puede ser de mala fe.
En el primer caso, de acuerdo con el artículo 142 del Código Civil, solo si la ley
o el pacto le dan al silencio una connotación especial, se entenderá que ha
habido manifestación de voluntad para la formulación de un negocio jurídico,
como la modificación de un contrato, por ejemplo. En este caso, como ya se ha
analizado, no es necesario invocar la doctrina de los actos propios. Debe
recordarse que una conducta contraria a lo pactado en un contrato o en su
modificación, hace innecesario aplicar la doctrina de los actos propios, pues la
contradicción que se cuestiona es un incumplimiento.
314
Dicho con otras palabras, a menos que la ley o las partes le hayan conferido
sentido al silencio, este no puede dar lugar a una manifestación de voluntad que
cree derechos a favor de otra parte o que extinga derechos de quien guarda
silencio. Sin embargo, el silencio puede ser relevante para aplicar la doctrina de
los actos propios, pues esta última no produce efectos negociales.
315
“A esta actitud se denomina tolerancia, terminología que parece aquí más
adecuada que “silencio”, figura vecina con aspectos básicos comunes
(inactividad, pasividad). Lo que importa resolver es si el acreedor manifiesta
alguna voluntad cuando no cuestiona esta ejecución del deudor, y aquí confluyen
varias soluciones, que parten de distintas perspectivas o enfoques: a) negocio
tácito (que puede ser renuncia, negocio modificativo del contrato o
reconocimiento); b) interpretación del contrato […]; c) principio de buena fe”
(Gamarra 2009: 925-926).
“En suma; si los jueces dieran mayor peso a un conjunto de elementos que
vuelven “circunstanciado” al silencio (y son aptos para configurar un
comportamiento concluyente abdicativo de renuncia), la tesis negocial (renuncia,
reconocimiento, modificación tácita del contrato), sería más factible, como lo
demuestra la jurisprudencia italiana, que eligió este camino a diferencia de la
alemana, que desde un comienzo recurre al principio de buena fe” (Gamarra
2009: 927).
316
La cita anterior reitera que se le puede dar valor al silencio por dos caminos. O
se le da fuerza negocial, siempre que la ley o el pacto lo permitan, o se le confiere
algún sentido a partir del principio de la buena fe. Este segundo camino permite
oponer la doctrina de los actos propios a quien tolera en silencio una conducta,
pero luego la rechaza. Por cierto, si los caminos son distintos, los puntos de
llegada también lo son.
De otro lado, sin que valga como manifestación de voluntad se le puede dar al
silencio una connotación a partir de la buena fe amparando la doctrina de los
actos propios, en cuyo caso la conducta contradictoria de quien calló no será
admitida en la circunstancia concreta, pero una vez agotada la confianza que
generó el silencio “circunstanciado”, quien inicialmente toleró una conducta
podría dejar de hacerlo. “Obsérvese que en este último supuesto la regla venire
no impone al titular un deber de congruencia futura, sino que permite al
beneficiario que siga confiando en un determinado modo de proceder en tanto
en cuanto el titular no modifique ostensiblemente su modo de manifestarse”
(Carrasco 2016: 508).
Aunque la frase “el que calla otorga” no rige en nuestro ordenamiento jurídico (a
menos que la ley o el pacto lo permitan), la decisión comentada en el párrafo
anterior se justifica en que la “inacción durante un largo período ante la
vulneración de un derecho propio no constituye propiamente un supuesto de
silencio, máxime cuando da paso a una actitud brusca de signo inverso” (López
Mesa 2009: 200). La actitud aparentemente silenciosa puede tener una carga
valorativa que no funciona para declarar la voluntad, pero sí para generar
confianza en que la anuencia se mantendría y por tanto para generar el deber
317
de alertar a la contraparte de que su conducta no se ajusta a las expectativas
derivadas del contrato.
Por supuesto, el alcance del deber de reserva debe definirse con sumo cuidado.
Un ciudadano argentino mantuvo un depósito a plazo en dólares, pero que fue
“pesificado” por las medidas económicas adoptadas por el gobierno en el 2001.
El depositante logró retirar su dinero, en pesos, sin reclamar que se le debió
entregar dólares. Luego, mediante una acción de amparo pidió el pago de la
diferencia de cambio. Aplicando equivocadamente la doctrina de los actos
propios, se desestimó la pretensión, aduciendo que al no hacer reserva había
tolerado la conducta que luego reclamó. Lo que se perdió de vista al resolver el
caso fue que en realidad la primera conducta fue coaccionada, de modo que el
silencio guardado no podría configurar la primera conducta que luego fue
supuestamente contradicha. Ante la “pesificación coaccionada”, no había
obligación de expresarse. “No es lógico, entonces, que el silencio guardado
cuando no había obligación de expresarse, al no hacer reserva alguna en el
momento de retirar los fondos pesificados, derive en la pérdida de derechos
constitucionalmente tutelados” (Borda 2017: 145).
318
4.2.2 Categorías jurídicas no negociales.-
Los ilícitos atípicos estudiados en el texto citado son el abuso del derecho, el
fraude a la ley y la desviación del poder. Las tres figuras comprenden el hecho
de obedecen a la misma lógica, pues su ilicitud no es típica, se oponen a
principios y no a reglas, y aunque tienen gran importancia práctica son difíciles
de analizar teóricamente.
No es sencillo contrastar los casos prácticos en los que se discute si los ilícitos
cometidos han vulnerado principios, debido a la dificultad para dibujarles
contornos precisos.
El abuso de derecho opera cuando existe una regla que permite hacer algo, pero
hacerlo causa un daño que no está prohibido; a pesar de ello, el daño es
injustificado porque no ha mediado un fin serio o legítimo, y es excesivo o
anormal. “En la doctrina y jurisprudencia encontramos actualmente dos
conceptos del abuso del derecho: el subjetivo, en función del cual, para que
exista abuso es imprescindible el animus nocendi o intención de dañar de quien
ejerce el derecho; y el objetivo, que se centra tan sólo en la existencia del daño
o perjuicio como elemento indispensable del abuso” (Pico i Junoy 2003: 101).
Estimo que para una adecuada formulación de la teoría del abuso del derecho
debe adoptarse una visión objetiva, de modo que la intención de causar daño
319
sea irrelevante para concluir si el derecho ha sido ejercido dentro de contornos
razonables.
Precisamente por ello, el abuso del derecho configura una acción contraria a la
mala fe. Así lo entienden los Comentarios Oficiales al artículo 1.7 de los
Principios UNIDROIT, referido al deber de actuar de buena fe, al señalar que la
prohibición de actuar en contra de dicho principio incluye la prohibición del abuso
del derecho, que se “caracteriza por el malicioso comportamiento de una parte
que acontece, por ejemplo, cuando se ejerce un derecho solamente para dañar
a la otra parte o con un propósito diverso para el cual fue otorgado, o cuando el
ejercicio del derecho es desproporcionado a la intención original del resultado
esperado” (UNIDROIT 2015: 21).
320
El Código Civil peruano no contiene referencia expresa a la doctrina de los actos
propios, mas sí al abuso del derecho, en el artículo II del Título Preliminar del
Código Civil160.
Coincido con Bernal en que es “más preciso, en nuestro concepto, que ante una
contradicción se exija el respeto de un deber concreto de coherencia, que
comprobar una anormalidad en el ejercicio de un derecho, con la imprecisión y
vaguedad que ello puede comprender” (Bernal 2013: 144).
Otra manera de plantear la diferencia es que, si bien en ambos casos hay una
actuación contraria a la buena fe, la “teoría del abuso del derecho tiende a
equilibrar la legítima actuación de los derechos individuales con los intereses de
la colectividad. La teoría de los actos propios sólo apunta a proteger al sujeto
pasivo que confía en un comportamiento coherente del sujeto activo” (Borda
2017: 118).
Aunque la teoría del abuso del derecho y la doctrina de los actos propios pueden
ser útiles en distintos espacios, para algunos autores hay una relación de género
a especie. Por ejemplo, Carrasco señala que la doctrina de los actos propios
supone una conducta incursa en abuso de derecho (Carrasco 2016: 454), y Berro
sostiene que el abuso de derecho puede servir como complemento en los casos
en que es aplicable la doctrina de los actos propios, pero que por su sola
enunciación no alcanza a explicarla (Berro 1989: 90).
160
“Artículo II.- La ley no ampara el ejercicio abusivo del derecho. Al demandar, el interesado
puede solicitar las medidas cautelares apropiadas para evitar o suprimir provisionalmente el
abuso. La solicitud se tramita como prueba anticipada con citación de las personas que por
indicación de la solicitante o a criterio del juez puedan tener derechos que resulten afectados. El
juez puede ordenar de oficio la actuación de los medios probatorios que estime pertinentes. En
este proceso no se admite oposición”.
321
Callao (lo que supone que los costos de transporte son asumidos por el
comprador); se previó un valor determinado para el costo del transporte, y se
indicó que el riesgo de cualquier aumento de este debía ser compartido por
ambas partes. Parte de la carga se perdió en el camino a su destino. La empresa
compradora, Demandada, señalaba que para calcular el precio de los bienes
debía tenerse en cuenta el promedio del peso de la carga y la descarga (dado
que parte de la carga se había perdido en el camino). Sostiene que si bien se
previó que el peso de referencia era el del momento de la carga, posteriormente
debía considerarse también el de la descarga.
322
la ley". El principio es vasto y comprende cualquier clase de derechos: privados
o públicos (Cuentas 1997: 477)161.
El Código Civil suizo no contiene una definición clara del abuso del derecho, pero
es lo suficientemente amplio como señalar que existe cuando se ejercita un
derecho o se cumple una obligación contrariando las reglas de la buena fe. Al
respecto, el Consejo Federal Suizo en su mensaje de 23 de mayo de 1904,
señaló: "Hemos creado una especie de recurso extraordinario que debe
conseguir el respeto a la justicia, en provecho de aquellos que sufrirían con el
abuso evidente que un tercero hiciera de su derecho, cuando los medios
ordinarios fueron insuficientes para protegerlo" (Cuentas 1997: 477).
Aunque la ley peruana regula de forma más escueta el abuso del derecho y no
se refiere expresamente a la doctrina de los actos propios, la consecuencia de
la aplicación de ambas figuras es una limitación a los derechos subjetivos. Hay
abuso cuando un derecho subjetivo se ejerce de manera disfuncional, de forma
contraria a su propósito o función. Existe abuso de derecho si al aplicar una regla
se supera un estándar tutelable. Es decir, mientras que en el abuso de derecho
son centrales las nociones de anormalidad o extralimitación, en la doctrina de los
actos propios se toma en cuenta esencialmente la existencia de contradicción o
incoherencia que contradice la confianza legítima.
161
Esta norma del Código Civil suizo de 1907 inspiró a Juan José Calle para proponer a la
Comisión Reformadora del Código Civil que el principio del abuso del derecho se incluya en el
Título Preliminar del Código Civil peruano (Cuentas 1997: 478).
323
que les asiste en el fondo para respaldar sus reclamaciones162. Sin embargo, la
necesidad de poner coto a la indecisión de exigir o no la satisfacción del derecho
se explica en lo pernicioso que puede resultar para la sociedad en su conjunto la
indefinición prolongada de posibles disputas.
162
El artículo 1989 del Código Civil peruano señala que la prescripción extingue la acción, pero
no el derecho mismo.
163
El artículo 2000 del Código Civil peruano señala que solo la ley puede fijar los plazos de
prescripción.
164
“Artículo 2001.- Prescriben, salvo disposición diversa de la ley:
1.- A los diez años, la acción personal, la acción real, la que nace de una ejecutoria y la de nulidad
del acto jurídico.
2.- A los siete años, la acción de daños y perjuicios derivados para las partes de la violación de
un acto simulado.
3.- A los tres años, la acción para el pago de remuneraciones por servicios prestados como
consecuencia de vínculo no laboral.
4.- A los dos años, la acción de anulabilidad, la acción revocatoria, la acción indemnizatoria por
responsabilidad extracontractual y la que corresponda contra los representantes de incapaces
derivadas del ejercicio del cargo.
5.- A los quince años, la acción que proviene de pensión alimenticia”.
324
deudores alegaban que el acreedor no había pedido la revaluación de su crédito
en un plazo razonable (Jaramillo 2014: 483).
325
La verwirkung es una figura parecida al laches, calificada como una modalidad
de estoppel –concepto al que ya nos hemos referido en el capítulo primero de
este trabajo- que permite oponerse al ejercicio tardío de un derecho debido a
que la demora en un reclamo podría haber sido interpretada como un
asentimiento a la conducta que luego se cuestiona.
“El laches ha sido definido como una modalidad del estoppel que se produce
cuando la manifestación de la verdadera situación jurídica o el ejercicio del
derecho por parte de su titular, se realiza con un negligente retraso que puede
ser razonablemente interpretado como un tácito asentimiento a la situación
creada y, consiguientemente, el inejercicio del derecho. Incluso, cabe considerar
que el retraso puede ocasionar un perjuicio al otro sujeto (por ejemplo, la pérdida
de prueba por el tiempo transcurrido).
Se trata, en definitiva, de proteger a quien ha confiado en la apariencia creada
por la situación generada por la actitud pasiva de otro sujeto, en aras de la
equidad. En otras palabras, el silencio, cuando ha podido ser interpretado de
buena fe como el asentimiento o la prueba de que no existe el derecho que luego
se intenta hacer valer, nos coloca frente a la figura del laches” (Borda 2017: 23-
24).
Es aquí donde cabe sostener que lo más interesante del estudio de la verwirkung
se produce cuando se le debe contrastar con la seguridad jurídica que confiere
la institución de la prescripción. En ambos casos, cuando se invoca la verwirkung
y cuando prescribe un derecho, se impide que este último sea ejercido. Sin
embargo, la diferencia está en que para que opere la verwirkung no basta el
transcurso del tiempo, sino que es necesario que la conducta omisiva haga
inadmisible y abusivo el ejercicio retrasado del derecho, aunque el plazo de
prescripción no haya vencido.
Sin embargo, dado que la prescripción la fija la ley, hacerla convivir con la
verwirkung genera mucha inseguridad jurídica y altera la función esencial de la
165
Como es natural, debido a los plazos más cortos que acompañan a la caducidad, hay menores
posibilidades de generar la apariencia que el derecho no será ejercido, de modo que asociar la
verwirkung con la caducidad es inusual.
326
prescripción, que es poner fin a las controversias prolongadas. De esta misma
opinión es Marcelo López Mesa (2013: 361) y Carlos Ignacio Jaramillo, para
quien, si el legislador ha dicho cuál es el plazo para invocar un derecho, no puede
sostenerse que ejercitarlo dentro de ese plazo es de mala fe (2014: 513).
La doctrina de los actos propios puede invocarse sobre la base del “silencio-
tolerancia” durante la ejecución del contrato cuando una parte genera confianza
protegible en la otra sobre la permanencia de una conducta inicial. Sin embargo,
la doctrina de los actos propios no tiene la fuerza suficiente como para neutralizar
la firmeza de la prescripción.
Ello no resta que sea válida la preocupación por la existencia de plazos tan
dilatados para reclamar. No obstante, este problema pasa por una solución
legislativa, ya que es la ley la que los fija. Así, a menos que haya
cuestionamientos de fondo, el deudor está sujeto al ejercicio incluso “tardío” del
derecho por parte del acreedor, sin que la demora pueda ser calificada como
contraria a la doctrina de los actos propios o como una renuncia por parte del
acreedor del derecho que reclama, sin perjuicio de los posibles cuestionamientos
sobre el fondo del asunto en discusión166.
166
Otro tema interesante para analizar es el ejercicio abusivo de la excepción de prescripción.
Por ejemplo, una compañía de seguros exigió como requisito para pagar una indemnización, que
se aporte una sentencia o laudo arbitral para acreditar que el siniestro ocurrió. Después de un
largo proceso, esta declaración fue obtenida por el asegurado, pero luego de que el plazo de
prescripción para reclamar frente a la aseguradora ya había transcurrido.
327
4.2.2.3 Doctrina de la protección de la apariencia:
Si bien el derecho de prescribir es irrenunciable (artículo 1990 del Código Civil), sí se puede
renunciar a la prescripción ya ganada, incluso de manera tácita (artículo 1991 del Código Civil).
En este caso, la empresa de seguros no renunció al derecho a invocar la prescripción, de modo
que después de acreditada la existencia del siniestro, la compañía se negó a pagar alegando
que el plazo para reclamar ya había transcurrido.
Aunque la situación anterior parece injusta, el asegurado debió haber advertido que la demora
en obtener la acreditación del siniestro generó un impacto inevitable en la procedencia de su
reclamo, puesto que, a menos que se hubiera producido un supuesto de interrupción o de
suspensión de la prescripción, el efecto de esta última es inexorable.
167
“Artículo 2014.- El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona
que en el registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito
su derecho, aunque después se anule, rescinda, cancele o resuelva el del otorgante por virtud
de causas que no consten en los asientos registrales y los títulos archivados que lo sustentan.
La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que conocía la inexactitud del
registro”.
168
“Artículo 948.- Quien de buena fe y como propietario recibe de otro la posesión de una cosa
mueble, adquiere el dominio, aunque el enajenante de la posesión carezca de facultad para
hacerlo. Se exceptúan de esta regla los bienes perdidos y los adquiridos con infracción de la ley
penal”.
328
También queda protegido el tercero de buena fe que adquiere de quien simuló
una adquisición (artículo 194 del Código Civil). Y los actos celebrados con un
representante cuyo poder ha sido revocado, son eficaces si el tercero ignora la
revocación (artículo 152 del Código Civil).
Como puede apreciarse, el legislador puede tomar una serie de decisiones que
permiten –excepcionalmente- tratar lo irreal como cierto, cuando se quiere dar
prioridad a lo aparente sobre lo real, siempre que haya buenas razones para ello.
“La teoría de la apariencia constituye una de las principales ilustraciones de la
relación particular y no siempre unívoca que existe entre el derecho y la realidad”
(Bernal 2013: 145).
Ahora bien, tiene razón Borda al señalar que “todo recurso a la apariencia jurídica
debe ser usado en última instancia y siempre que no exista una mejor
explicación, porque resulta conveniente acudir a la realidad y no a las
apariencias” (2017: 52). Precisamente porque la realidad debe imponerse sobre
la apariencia es que en principio los actos absolutamente simulados no tienen
valor a menos que se afecte a un tercero de buena fe que adquiere de titular
aparente, o se prefiere a la persona que adquiere de quien aparece como dueño
en el registro, aunque no lo sea. Estos ejemplos revelan que la premisa es que
se brinde reconocimiento legal a quien adquiere un derecho de quien puede
otorgarlo, a menos que haya buenas razones para tutelar una situación aparente
que no se condice con la realidad.
169
“Artículo 912.- El poseedor es reputado propietario, mientras no se pruebe lo contrario. Esta
presunción no puede oponerla el poseedor inmediato al poseedor mediato. Tampoco puede
oponerse al propietario con derecho inscrito”.
329
El hilo conductor entre la doctrina de la protección de la apariencia y la doctrina
de los actos propios se encuentra en la necesidad de tutelar la confianza de
quien creyó que el derecho le asiste, sea porque interactúa con alguien que
aparenta ser el titular del derecho que le transfiere, o sea porque su contraparte
le dio buenas razones para confiar en ella.
330
situación aparente. Así, hay reglas definidas de antemano para proteger la
confianza a partir de la apariencia, como por ejemplo los mencionados artículos
948 y 2014 del Código Civil.
En el caso de la doctrina de los actos propios, aún si hubiera una norma que la
consagre expresamente, esta no podría definir de antemano las situaciones en
las que una conducta contradictoria debe ser rechazada, sino que las decisiones
deben tomarse en cada caso concreto según las circunstancias de cada caso.
Dicho de otro modo, sin reglas como las antes mencionadas, no se podría
proteger a terceros adquirentes de enajenantes que carecían de facultad para
transferir. En cambio, independientemente de que la doctrina de los actos
propios sea recogida en una norma expresa, la contradicción puede rechazarse
en aplicación del principio de la buena fe. Sobre este asunto volveré más
adelante.
La tercera diferencia tiene que ver con el eje temporal en que se desarrollan
ambas doctrinas.
“Así, se les permite ser titulares de derechos que con la aplicación estricta de la
ley no adquirirían, por ser consecuencia o derivación de un acto inválido, ineficaz.
[…] Es el caso del derecho de propiedad de quien ha comprado un inmueble al
propietario aparente según los títulos inscritos o cuando se convierte en acreedor
del supuesto mandante a quien ha negociado con un mandatario aparente”
(Bernal 2013: 151-152).
331
Dicho con otras palabras, la doctrina de la protección de la apariencia opera
cuando una situación inexacta parece ser fiel a la realidad, aunque no lo es. En
estos casos el beneficiario es un tercero que desconoce la verdad, pero actúa
confiando en que quien le transfiere un derecho tiene legitimidad para
transferirlo. Así, por ejemplo, el adquirente protegido por el artículo 2014, es un
tercero respecto a las vicisitudes del título del enajenante 170. Es precisamente
por ello que, en el caso de la doctrina de la protección de la apariencia puede
ocurrir que más de una persona se vea afectada por la idea de la apariencia; es
natural que así sea si la apariencia la genera un registro público, que se presume
conocido por cualquier persona171.
170
Al referirse a este tema, Bustos sostiene también que la doctrina de protección de la apariencia
“generalmente” afecta a terceros, salvo los casos de adquisición a non domino. Sin embargo,
quien de buena fe recibe un bien mueble de quien tiene la posesión, adquiere la propiedad
aunque el enajenante no sea el dueño; el adquirente es, por tanto, un tercero en relación con
quien le transfiere el bien y el propietario anterior (1999: 42-43).
171
“Artículo 2012.- Se presume, sin admitirse prueba en contrario, que toda persona tiene
conocimiento del contenido de las inscripciones”.
332
Ello no ocurre en el caso de la doctrina de los actos propios, pues la confianza
no se genera a partir de información disponible para una generalidad de sujetos,
sino que surge desde una conducta emanada en una relación contractual y por
tanto con un destinatario concreto, que es la contraparte. Este destinatario no
puede alegar la reconfiguración del negocio, sino que a lo sumo podrá rechazar
la contradicción mientras que las circunstancias lo permitan; es decir, agotada la
confianza, la conducta posterior y contradictoria puede ser eficaz.
Es esencial entonces, para dar a la doctrina de los actos propios el valor que se
merece, entender que no es un instrumento omnipotente, y que cuanto más
difuso sea su alcance, menos potencial tendrá para incentivar conductas
coherentes, para ser recibida por los tribunales y para encontrar desenlaces
justos.
La confusión parte del hecho que la doctrina de los actos propios comparte con
otras instituciones jurídicas el propósito de resguardar la confianza
legítimamente generada. Estas instituciones pueden ser negociales, como la
modificación de un contrato, por ejemplo, y no negociales, como por ejemplo el
abuso del derecho. Para evitar un traslape de funciones entre los distintos
remedios disponibles, se ha presentado algunas herramientas para atender
situaciones en las que un sujeto es afectado por la incoherencia de otro. Ello
obliga a deslindar cuidadosamente cuándo es posible y necesario acudir a la
doctrina de los actos propios para remediar una situación injusta.
333
En efecto, la doctrina de los actos propios tiene carácter residual, porque en
numerosas situaciones en las que se vulnera la confianza protegible existen
otros mecanismos legales para conseguir el mismo resultado, que es no
contradecirse.
“El ámbito operativo de la doctrina del acto propio requiere –como método
preliminar- despejarlo de aquellos fenómenos jurídicos que en atención al
desarrollo que han logrado, disponen de formulaciones que suministran y
abastecen sus fundamentos en propia sede, sin acudir a otros principios que,
cual el venire contra factum proprium, aparece como construcción dogmática
fecunda en sus efectos, pero residual” (Stiglitz 1984: 2).
Es decir, la doctrina de los actos propios debe aplicarse sin invocar una infracción
contractual directa. Y ello es así porque no deriva de la fuerza obligatoria de los
contratos, sino que comparte con ellos una fuente común: el deber de coherencia
del comportamiento para no frustrar las expectativas razonables generadas en
otras personas. “Donde parecería tener un campo restringido de aplicación, es
en las relaciones jurídicas de índole contractual, ya que el relacionamiento
derivado de este vínculo, enmarcaría –por lo menos prima facie- en la eficacia
vinculante de dicho negocio, la que debería ser suficiente para superar las
diferencias que eventualmente se presentaran en referencia al contenido
negocial” (Barbieri 1999: 771).
En tal sentido, el venire contra factum proprium y el pacta sunt servanda son
remedios complementarios, o si se quiere, dos caras de la misma moneda.
Ambos, tanto la doctrina de los actos propios como el principio de obligatoriedad
de los contratos, son inhibidores de las conductas contradictorias, pero cada uno
genera ese efecto dentro de su propio marco de acción.
En el caso del venire contra factum proprium no hay un efecto negocial que
perdure durante toda la relación jurídica, sino solamente mientras dure la
confianza razonable en que la conducta sería coherente. En cambio, el pacta
sunt servanda es inherentemente negocial, pues el impacto se produce durante
toda la vigencia del contrato. “Aunque conceptualmente la regla venire llegara a
estar dominada por la regla pacta sunt servanda, el uso de la primera sería más
expedito que el de la segunda cuando resultara dificultoso decidir si en el caso
ha existido una auténtica voluntad contractual (¡y su correspondiente causa!) y
el remedio solicitado o conveniente se limitara al simple mantenimiento del
estado de cosas” (Carrasco 2016: 487).
Ahora bien, el rol acotado que tiene cada uno de estos mecanismos, y el hecho
que la doctrina de los actos propios tenga un cometido residual –es decir, que
334
opere a falta de un remedio contractual directo- no enerva, en mi opinión, su
condición de principio del derecho. Nótese en este punto, por lo demás, la
conexión con la concepción de buena fe propuesta por Summers como un
excluder, mencionada en el Capítulo 2 de este trabajo.
335
4.4 Análisis de la doctrina de los actos propios mediante algunos casos
prácticos.-
Un Banco ("el Banco") y una Empresa ("la Empresa") decidieron llevar a cabo
una operación financiera, cuya estructuración requería la celebración de tres
contratos que tenían la categoría de "conexos" pues conformaban un conjunto
de acuerdos que respondían a la misma finalidad económica. Ninguno de los
contratos tenía sentido sin los otros. El caso tiene elementos internacionales,
pues mientras el Banco se constituyó en Perú, la Empresa fue constituida en
España.
172
Esta sección del presente trabajo toma como referencia un artículo publicado por la autora de
esta tesis. La redacción de los hechos del caso es similar a la planteada en dicho trabajo (O’Neill
2005: 45-47).
173
Como los jueces peruanos eran competentes para resolver el caso, había que tener en cuenta
la “lex fori”, de modo que las normas peruanas sobre contratos entre ausentes eran las
pertinentes para saber dónde se celebró el contrato de cuenta corriente.
336
automáticamente, según el propio contrato, si la Empresa prestaba en España
una solicitud para la declaración de suspensión de pagos (equivalente a ingresar
a un procedimiento concursal). La Empresa solicitó la suspensión de pagos a las
autoridades españolas. En consecuencia, el Banco resolvió el contrato de
cesión, de modo que correspondía la restitución de las prestaciones; es decir,
debían devolverse los créditos y los cinco millones.
174
Tratándose de “contratos conexos”, es importante tener en cuenta que la “consecuencia
económica de la vinculación de contratos que son estructuralmente independientes pero
funcionalmente conectados, es que el resultado planeado por las partes solo puede conseguirse
si se mantienen vigentes todas las relaciones jurídicas, o, de un punto de vista comercial, si se
lleva a cabo el negocio en su conjunto. O sea, aunque desde una perspectiva contractual
hablemos en plural (dos o más contratos vinculados), desde una perspectiva comercial el negocio
es uno solo” (O’Neill 2005: 46).
337
porque la junta de acreedores estaba facultada para determinar una reducción
de los créditos concursales por la vía de la condonación.
Finalmente, los sujetos son los mismos. El emisor de la conducta vinculante, que
además ejerció la pretensión supuestamente contradictoria, es el Banco. El
sujeto pasivo es la Empresa. Ambos sujetos participaron en dos situaciones
338
jurídicas. En la primera situación jurídica se ejerció la facultad resolutoria
invocando la suspensión de pagos. En la segunda situación jurídica se realizó la
compensación, para lo cual, contradictoriamente, se omitió la suspensión de
pagos.
Había que determinar entonces si era razonable que la resolución del contrato
de cesión por la suspensión de pagos generase en la Empresa la confianza de
que no se produciría la compensación en la cuenta corriente. A diferencia de lo
que planteaba la Empresa, el Banco sostuvo que no pudo haberse generado
confianza razonable en que, debido a la resolución del contrato de cesión,
sustentada en la suspensión de pagos, el Banco estaría impedido de compensar
obligaciones en la cuenta corriente. Sostener lo contrario implicaba darle efectos
en el Perú a la suspensión de pagos decidida en España, sin que se haya
realizado un proceso de reconocimiento judicial en el Perú (exequátur).
339
La posición del Banco es que no era razonable esperar que la suspensión de
pagos, que sirvió para resolver el contrato de cesión regido por la ley española,
surtiera efectos en el Perú, al punto de impedir que se lleve a cabo la
compensación, considerando además que la naturaleza de los contratos de
cuenta corriente es precisamente realizar compensaciones de créditos.
Si lo que la Empresa buscaba era coherencia en las actitudes del Banco frente
a la suspensión de pagos, este último tenía una segunda alternativa, en sentido
inverso que la primera. La primera alternativa suponía que el Banco fuese
coherente en el Perú con la decisión judicial española. La segunda alternativa
suponía que, para guardar coherencia con el desconocimiento en el Perú de la
suspensión de pagos española, esta suspensión no debió activar la resolución
del contrato de cesión. Se habría solucionado el problema de “raíz”: no hay
resolución de la cesión y por tanto no hay nada compensar. Esta alternativa no
es razonable, pues el contrato de cesión previó que podía ser dejado sin efecto
ante una suspensión de pagos tramitada también bajo la ley española.
La dificultad del caso radica, como suele ocurrir en los casos en que se invoca
la doctrina de los actos propios, en determinar si hay razones para concluir que
la confianza de una de las partes se ha visto traicionada. Cabe preguntarse cómo
esta podría haberse vulnerado, si la compensación de deudas se produjo en el
Perú, país en el cual el patrimonio de la Empresa no gozaba de la protección
conferida por la suspensión de pagos dictada en España.
340
La Empresa hubiera tenido entonces más elementos de juicio para invocar la
doctrina de los actos propios si los contratos conexos hubiesen sido celebrados
en una misma jurisdicción y se hubiesen regido por las mismas normas, sin el
componente internacional que diluyó la confianza alegada por la Empresa.
Durante un año y medio desde la firma del Contrato, las obras se desarrollaron
con casi completa normalidad. Los primeros tres pagos fueron hechos por
Hydrofuerza mediante depósito en dólares en una cuenta de Boulder abierta en
un banco de su país de origen, Marmitania.
175
El caso que se presenta a continuación es una transcripción resumida del caso desarrollado
para la Competencia Internacional de Arbitraje organizada por la Universidad de Buenos Aires,
Argentina, y la Universidad del Rosario, Colombia, y llevada a cabo en Washington D.C. en 2012.
Los países ficticios a los que pertenecían las partes del Contrato son Marmitania y Costa Dorada.
341
A pesar de que el cambio en la forma de pago fue reclamado de inmediato por
Boulder, Hydrofuerza manifestó que los pagos se habían realizado de acuerdo
al Contrato.
342
El 22 de octubre de 2010, Hydrofuerza y dicho Ministerio, sin mediar licitación ni
consulta previa con Boulder, decidieron encargar la finalización de la obra a un
tercero: FastSolutions S.A., amparándose para ellos en la Cláusula Décimo
Tercera del Contrato, según la cual:
“Si las obras no presentan un avance sustancial por más de dos meses, se
considerará que ellas han sido paralizadas, habilitándose en tal caso a
Hydrofuerza a continuar y, de ser el caso, a finalizar las obras por sí misma o por
un tercero. El costo de la continuación y/o finalización de las obras será de cargo
de Boulder en caso de ser ella la responsable de la referida paralización o en
caso de no haber adoptado las medidas razonables señaladas en el punto
anterior”.
En relación con lo primero, la conducta relevante en este caso son los tres
primeros pagos realizados en dólares en la cuenta de Boulder en Marmitania, lo
que generó confianza en Boulder de que los pagos se realizarían de esa forma,
ante el vacío del Contrato en expresar claramente el modo de pago. La conducta
contradictoria fue el cambio repentino del modo de pago por parte de
Hydrofuerza. Por otro lado, la identidad de sujetos es clara, dado que los pagos
que generaron la conducta relevante fueron hechos por Hydrofuerza a Boulder y
luego es precisamente Hydrofuerza quien modificó esta conducta anterior
generadora de confianza a Boulder.
343
actuación pasiva del Estado de Costa Dorada (incluyendo al Gobernador) frente
a las manifestaciones y bloqueos de carretera. Ello generó en Boulder una
confianza en que el Estado no alegaría estas circunstancias a su favor o que se
las imputaría a Boulder, cuando, siendo él el único que podía revertir la situación,
no lo hizo sino hasta dos meses después. Era relevante en este análisis el hecho
que la conducta vinculante o generadora de confianza no fue una actuación de
la empresa estatal, sino la omisión por parte del Estado de solucionar el
problema suscitado por las manifestaciones en la carretera de acceso a la obra.
En suma, la doctrina de los actos propios fue invocada en este caso pues para
Boulder resultaba contradictorio que el Gobernador y el Gobierno Central
tuvieran una actitud pasiva frente a los bloqueos de carreteras y las
manifestaciones, cuando solo ellos estaban en posibilidad de revertir esta
situación, y que luego aleguen este contexto para precisamente resolver el
contrato.
Este caso revela una vez más la complejidad de los hechos que usualmente
explican la invocación de la doctrina de los actos propios, tal como ocurre con el
anterior y con el que se menciona a continuación.
344
El 30 de marzo de 2017, la empresa A y la empresa B suscribieron la Adenda Nº
1 al mencionado Contrato Satélite, en la cual se acordó la prórroga del plazo de
vigencia hasta el 1 de octubre de 2017.
345
La empresa A sostiene que la empresa B no solamente le ha generado perjuicios
por su incumplimiento sino también por las facturas que le transfirió a la empresa
C, quien pretende cobrarlas a pesar de que la empresa B incumplió el Contrato.
Por su parte, la empresa C solicita al Tribunal que declare que las Facturas son
exigibles producto de la tutela a la confianza generada y al principio de los actos
propios. En concreto, la empresa C afirma que la empresa A tenía conocimiento
del factoring y que, además, realizó actos determinantes para que se realice
dicha operación, por lo cual en todo momento ha actuado en el marco de la
confianza que le generó la empresa respecto a que las facturas efectivamente
serían pagadas. Asimismo, sostiene que las relaciones entre la empresa A y la
empresa B son totalmente ajenas a ella.
Así las cosas, la empresa A señala que no debe pagar las facturas porque la
empresa B no ha cumplido con sus obligaciones, por lo cual dichas facturas se
tornarían inexigibles. Por su parte, la empresa C indica que la empresa A debe
pagar las facturas puesto que de no hacerlo incurriría en una actuación contraria
a la doctrina de los actos propios, dado que la empresa A brindó su conformidad
al factoring y además realizó actuaciones, como el proporcionar los estados
financieros, que generaron confianza sobre la exigibilidad de las facturas. La
empresa B no contestó la demanda ni se apersonó al proceso.
Los elementos para definir si es aplicable la doctrina de los actos propios son los
siguientes: una conducta vinculante, una pretensión contradictoria y los mismos
sujetos.
En cuanto a los sujetos, en este caso son los mismos. El emisor de la supuesta
conducta vinculante es la empresa A, que, como sujeto activo, es quien además
ejerció la pretensión supuestamente contradictoria. El sujeto pasivo sería la
empresa C, que ha sido demandada con la pretensión contradictoria. Los
protagonistas de ambas situaciones jurídicas son pues los mismos. La primera
situación jurídica es el conjunto de los siguientes hechos: (i) la empresa A brindó
su conformidad al servicio, (ii) facilitó información y (iii) dirigió un correo a la
empresa C señalando que estaban experimentando algunos problemas de cobro
al Gobierno Regional y solicitan la comprensión del caso. La segunda situación
jurídica es la negativa de pago de las facturas. Los sujetos que protagonizan
ambas situaciones son los mismos.
346
La conducta vinculante sería el conjunto de manifestaciones mencionadas, que
hicieron creer a la empresa C que la empresa A se haría cargo del pago de las
facturas. La pretensión contradictoria, por su parte, radica en desconocer el pago
de las facturas.
Los tres casos antes explicados son una muestra de la complejidad que recubre
los problemas que, con razón o sin ella, se pretende solucionar con la doctrina
de los actos propios. De allí la importancia de conocer sus requisitos y de
distanciarla de otros remedios más apropiados para poner fin a las controversias.
Como se verá a continuación, son numerosas las situaciones en las que los
operadores jurídicos la aplican desprolijamente.
176
La posición de la empresa A era que bajo ningún supuesto las facturas eran exigibles, dado
que las obligaciones que las respaldan no habían sido ejecutadas.
347
En otro caso, ante un incumplimiento de un contrato de seguros en relación con
la garantía por repuestos, la empresa aseguradora omitió ejercer su facultad de
terminación del contrato, el cual se renovó a pesar de haber advertido una
infracción; la aseguradora incluso cobró la prima correspondiente al nuevo
período. La compañía fue demandada como consecuencia de un siniestro. Fue
recién con la contestación de la demanda que la aseguradora ejerció la facultad
de resolver el contrato. En el laudo arbitral que resolvió la disputa se señaló que
“si bien es cierto la ley no le impone a la aseguradora en principio un límite
temporal para poder formular la excepción de incumplimiento de la garantía, no
lo es menos, que por tratarse de un contrato de ubérrima buena fe en el ejercicio
de la facultad de terminación unilateral del contrato debió haberse ejercido por lo
menos treinta (30) días antes de haberse trabado la litis”. Este laudo fue emitido
en marzo de 2013, en el arbitraje promovido por TractoChevrolet Ltda. contra
Seguros Comerciales Bolívar (Jaramillo 2014: 561).
348
regulación dispuesta en una situación de emergencia, que se caracteriza por
abruptos cambios de circunstancias fuera de control, no es razón suficiente para
que un comerciante sofisticado se oponga al ejercicio de un derecho emanado
del contrato.
349
mismo estilo, cuyo contenido era la mofa de terceras personas (Borda 2017: 86).
En tal caso no era necesario acudir a la doctrina de los actos propios para
denegar la petición indemnizatoria, no solamente porque no se cumple el
requisito de identidad de sujetos, sino porque la propia noción de daño moral es
lo suficientemente permeable como para admitir o rechazar la pretensión
planteada.
Estos casos son reveladores de que el uso irreflexivo de la doctrina de los actos
propios por parte de las cortes177, sumado a la confusión en la que incurren
algunos autores, mella la utilidad de esta herramienta, que precisamente por ser
residual, sirve para llenar las rendijas a través de las cuales se pretende eximir
de consecuencia alguna a quien se contradice de forma inaceptable.
177
Incluyendo a las cortes peruanas, como se verá a partir de los casos reseñados del Capítulo
5.
350
para generar confianza protegible. Este uso indiscriminado e impreciso ha dado
lugar a la llamada “Teoría Expansiva del Acto Propio”.
“Lo que pretendo demostrar aquí es que tal como fue formulado el principio
carece de contornos definidos o precisos, en cuanto a lo que son los supuestos
de operatividad de las consecuencias jurídicas. Y ello a causa de que no existe
un razonamiento suficiente, acerca de la fundamentación del principio, lo que
mostrará que la “tesis expansiva” está mal diseñada de base. Es por todo ello
que termina superponiéndose con otras instituciones técnicamente bien
fundamentadas, como la interrupción de la prescripción y la teoría de la validez
de las normas procesales, a las que termina desplazando. Es así que la teoría
expansiva del acto propio termina siendo un grave atentado a un pilar del
Derecho: la certeza jurídica” (Gandulfo 2005: 364-365).
La doctrina de los actos propios no sirve pues para resolver problemas cuya
solución se encuentra en herramientas negociales, como la renuncia de
derechos o la modificación contractual, por ejemplo, pero ello no enerva que
haya espacio suficiente para conseguir con ella un resultado justo; es decir, que
quien se contradice traicionando la confianza que generó, asuma el costo de sus
propias acciones.
351
Un instrumento que permite repudiar la contradicción dañosa debe ser
preservado para ser destinado a obtener resultados justos. La responsabilidad
de lograr este propósito no es solamente de los autores que estudian la doctrina
de los actos propios o de las cortes, que como ya se vio, han incurrido
frecuentemente en confusiones, sino especialmente es responsabilidad de los
operadores jurídicos que pretenden beneficiarse de ella o que están convencidos
de que no les es aplicable. Es su responsabilidad no solo identificar los requisitos
para que opere y contrastarlos con los hechos del caso, sino fundamentalmente
conocer sus consecuencias y las diferencias con otros instrumentos, negociales
y no negociales, para obtener un resultado justo.
La doctrina de los actos propios no será más útil por ser invocada con mayor
frecuencia. Por el contrario, su utilidad se va a desvanecer si se sigue aplicando
sin cuidado. Si lo que se quiere es preservarla, procuremos exigir su aplicación
solo si no queda más remedio. Plantearse las preguntas correctas es
especialmente útil para esta aspiración.
Es interesante mencionar en este punto, que, como ocurre en los casos en que
se analiza la responsabilidad precontractual por la ruptura de tratativas, para
llegar a la solución de un caso “de actos propios” no basta con preguntarse
simplemente si se ha vulnerado el deber de buena fe, sino que es preferible
emplear un estándar de “confianza razonable”.
352
4. Teniendo en cuenta esos elementos y el nivel de inteligencia de B, ¿B podía
inferir que, si actuaba o se expresaba de cierta forma, A podía entender que B
se había comprometido a algo? Si es así, ¿B tenía razón para prever tal
entendimiento?
353
desventaja por el cambio de comportamiento, sino también desde la perspectiva
de quien obtuvo la ventaja contradiciendo su propia conducta.
178
Si la respuesta fuera afirmativa, habría que aplicar la regla prevista y no la doctrina de los
actos propios.
179
Si la respuesta fuera afirmativa, la contradicción supondría un incumplimiento expreso del
contrato y no sería necesario aplicar la doctrina de los actos propios.
180
Si la respuesta fuera afirmativa, la contradicción supondría un incumplimiento tácito del
contrato y no sería necesario aplicar la doctrina de los actos propios.
181
Si la respuesta fuera negativa, el test debería detenerse porque las conductas derivadas de
un contrato inválido sí pueden contradecirse (con las salvedades antes explicadas).
182
Si la respuesta fuera negativa, no habría sustento para alegar que existe confianza protegible.
354
9. De ser negativa la respuesta anterior183, ¿B considera que el comportamiento
de A coincide con la voluntad de B de cambiar los términos del contrato? Si no
hay claridad sobre la respuesta, ¿B considera que el nuevo comportamiento de
A debe necesariamente ser conservado hasta el final de la relación contractual?
Este capítulo empieza con una remisión a Aída Kemelmajer de Carlucci, quien
con acierto sostiene que la doctrina de los actos propios “no es alquimia
milagrosa ni puede ser la “triaca máxima” del médico antiguo, que era la
combinación desesperada de todos los elementos medicinales conocidos en una
sola pócima, cuando se había perdido la esperanza en salvar al paciente” (López
Mesa y Roger Vide 2013: 173). De igual forma, las preguntas del test que planteo
no son lo suficientemente milagrosas como para asegurar respuestas asertivas,
pero pueden servir para orientar la búsqueda en los hechos del caso, de señales
que indiquen si nos dirigimos a la solución correcta.
183
Si la respuesta fuera afirmativa, no podría invocarse la doctrina de los actos propios, sino
alegarse que la conducta posterior es contradictoria con una renuncia, que tiene efecto negocial
y por tanto obligatorio.
184
Si la respuesta fuera afirmativa, no podría invocarse la doctrina de los actos propios, sino
alegarse la modificación del contrato.
185
Si la respuesta fuera negativa, no podría invocarse la doctrina de los actos propios.
355
diversos mecanismos de protección de la confianza generada a través de la
palabra empeñada. Muchos de esos medios de protección tienen carácter
negocial, de modo que es innecesario acudir a remedios más opacos que el
derivado de un claro incumplimiento.
Ahora bien, la doctrina de los actos propios no es tan elástica como se pretende,
de modo que su uso irreflexivo mella su utilidad. Sin embargo, a medida que el
tiempo permita una aplicación minuciosa y prolija, es previsible que se invoque
con menor frecuencia, pero con mayor contundencia.
Para lograr esto último es indispensable plantearse las preguntas correctas, que
por cierto no son lo suficientemente milagrosas como para asegurar respuestas
asertivas, pero pueden servir para orientar la búsqueda en los hechos del caso,
de señales que indiquen si nos dirigimos a la solución correcta.
El hecho que la doctrina de los actos propios tenga capacidad para desplegar
efectos en un espacio reducido no le resta importancia y utilidad para generar
eficiencia en el tráfico jurídico, pues cuanto más se tutele la confianza en las
relaciones comerciales, menores serán los costos de negociación y de ejecución,
y mayor será la eficiencia y productividad.
Tampoco le resta utilidad a la doctrina de los actos propios el hecho que sea
aplicada por las cortes sin que ninguna norma imperativa así lo ordene
explícitamente. Por el contrario, si concebimos el Derecho como el resultado de
la interacción y no la causa de ella, ello es una buena razón para ser amigable
con su aplicación, pues revela su capacidad adaptativa.
Así lo entienden las cortes peruanas y los operadores jurídicos incluso de áreas
ajenas al Derecho Contractual, como se verá en el capítulo siguiente.
356
CAPÍTULO V
La doctrina de los actos propios, como todo principio de derecho, tiene por
vocación alcanzar la justicia. Es una eficaz herramienta contra la incoherencia
que traiciona la confianza razonable en que cierto comportamiento no será
contradicho. Como todo principio de derecho, sirve para cubrir las rendijas a
través de las cuales pretende colarse la arbitrariedad que perturba la interacción
humana.
Ahora bien, como se vio en el Capítulo anterior, la doctrina de los actos propios
necesita ser encuadrada para evitar que se produzca un movimiento pendular
que, paradójicamente, la haga un instrumento inservible por su falta de precisión.
Su delimitación supone hacer, de un lado, un deslinde teórico para evitar
traslapes con otras herramientas jurídicas que repudian la contradicción, y de
otro lado, una minuciosa exploración de los hechos del caso para resolver el
problema de manera contundente.
Las decisiones judiciales que se citan a continuación son una muestra del amplio
espectro en el que son emitidas, desde una verificación minuciosa de sus
requisitos, hasta una aplicación laxa y descuidada, que no solamente genera una
solución injusta o poco técnica, sino que además debilita esta herramienta.
186
(Citado en Facco 2017: 33).
357
Casatorio”), para acoger de manera explícita la doctrina de los actos propios
como herramienta de solución de controversias.
Por su brillo y forma, e ignorando que se trataba de una sustancia tóxica, los
pobladores comenzaron a recoger el mercurio durante varias horas, empleando
para dicha recolección sus manos e incluso su boca como medio de aspiración.
Al guardar el mercurio en sus hogares, los familiares de quienes recogieron el
mercurio también se intoxicaron debido a los gases emanados.
358
extracontractual, en representación propia y de sus tres menores hijos (la
“Demandante”), contra las empresas Minera Yanacocha S.R.L., Ransa
Comercial S.A. y el Señor Arturo Blanco Bar (el conductor del camión) (los
“Demandados”)187. Se plantearon diversas excepciones, pero lo relevante de
cara al presente trabajo es cómo la Corte Suprema analizó la doctrina de los
actos propios para resolver la controversia suscitada188.
En primer lugar, la Corte Suprema indicó que “la teoría de los actos propios
constituye una Regla de Derecho derivada del principio general de la Buena Fe,
que sanciona como inadmisible toda pretensión lícita pero objetivamente
contradictoria con respecto al propio comportamiento anterior efectuado por el
mismo sujeto” (Poder Judicial 2007a: 47). Nótese que no la califica como
principio sino como regla, aunque no ofrece una explicación para asumir esta
postura.
Afirma la Corte que, en las Transacciones, las partes acordaron que Minera
Yanacocha S.R.L. indemnizaba a los afectados por el derrame de mercurio que
ocurrió en su localidad y que la Demandante renunciaba a cualquier reclamo
futuro, por haber sido completamente indemnizada tanto ella como sus hijos por
los daños irrogados por el derrame de mercurio.
La Corte Suprema sostiene que las transacciones son válidas por haber sido
celebradas de común acuerdo e incluso contar con autorizaciones judiciales en
el caso de los menores de edad, por lo cual, concluye que “resulta contradictorio
que la accionante, pretendiendo desconocer actuaciones anteriores, interponga
demanda por indemnización alegando haberse producido un daño mayor al que
fue materia de transacción” (Poder Judicial 2007a: 49).
187
Como pretensión principal se planteó la siguiente: pago de una suma de dinero ascendente a
US $ 1´800,000.00 por daño material (daño bioambiental y daño a la salud personal) y daño
moral; y, como pretensiones acumuladas objetivas accesorias: (i) el pago de un seguro médico
y seguro de vida a favor de la Demandante y sus hijos por una suma no menor a US $ 100,000.00,
por el lapso de quince años, con cobertura a todo riesgo, incluyendo enfermedades oncológicas;
(ii) que la Demandada cumpla con descontaminar completamente y de modo óptimo sus
viviendas, de los materiales químicos cuya presencia ha generado los daños cuya reparación se
demanda; y, (ii) el pago de los intereses legales devengados.
188
La Demandante interpuso recurso de casación contra: (i) los extremos del auto que confirmó
la resolución apelada que declaró fundada la excepción de conclusión del proceso por
transacción respecto de sus menores hijos; (ii) el auto apelado en cuanto declaró fundada la
excepción de falta de legitimidad para obrar respecto de la pretensión impugnatoria por daño
ambiental; y, (iii) la revocación de la decisión de declarar infundada la excepción de
conclusión del proceso por transacción respecto de la Demandante.
Sobre la decisión de la Corte Suprema de declarar fundada la excepción de conclusión del
proceso por transacción, se ha señalado que esta decisión es equivocada porque la eficacia de
la cosa juzgada está reservada a los actos judiciales decisorios en el fondo y porque para oponer
esta excepción es necesario que exista un proceso judicial previo concluido por transacción, de
modo que no basta con una transacción extrajudicial, como ocurrió en el caso (Ledesma 325).
359
dichas transacciones. Sobre esto último, la Corte tiene en cuenta que, al absolver
las excepciones planteadas por los Demandados, formuló defensas distintas; en
una de ellas alegó la nulidad de pleno derecho de las transacciones, mientras
que en otra indicó que las transacciones extrajudiciales no cumplían los
requisitos procesales para ser planteadas (Poder Judicial 2007a: 52).
Para alcanzar el resultado que pretendió lograr la Corte Suprema no hacía falta
acudir a una herramienta residual, incompatible además con los instrumentos
negociales, como la renuncia tácita de derechos o como la modificación de
contratos. La decisión podría haber arribado al mismo puerto con la simple
indicación de que la transacción, mientras no se cuestionara su invalidez, debía
desplegar todos sus efectos.
Ahora bien, sin perjuicio de que en el caso concreto la doctrina de los actos
propios no haya sido necesaria para alcanzar el mismo resultado, lo cierto es
que la decisión comentada fue materia de un Pleno Casatorio. En tal sentido,
puede concluirse que independientemente de que sea o no recogida de manera
expresa en el ordenamiento jurídico, la doctrina de los actos propios puede ser
aplicada para resolver controversias.
189
El voto en minoría también discrepa con el mayoritario al considerar que la doctrina de los
actos propios es un principio (y no una regla), a su vez derivado del principio de la buena fe.
360
Debe recordarse que de acuerdo con el artículo 116 del Texto Único Ordenado
de la Ley Orgánica del Poder Judicial, aprobado por Decreto Supremo Nº 017-
93-JUS, los integrantes de las Salas Especializadas tienen la potestad de
“reunirse en plenos jurisdiccionales nacionales, regionales o distritales a fin de
concordar jurisprudencia de su especialidad, a instancia de los órganos de apoyo
del Poder Judicial”190.
En relación con la fuerza vinculante de los plenos, el artículo 400 del Código
Procesal Civil, modificado por el artículo 1 de la Ley N° 29364, publicada el 28
mayo 2009, establece lo siguiente:
190
Las fuentes generadoras de jurisprudencia vinculante no son uniformes. Existe un mecanismo
general establecido en el artículo 22 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (precedentes
vinculantes) y uno establecido para procesos civiles en el Código Procesal Civil, artículo 400,
referido a los Plenos Casatorios. Sobre los precedentes vinculantes, el artículo 22 del Texto
Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial señala:
“Las Salas Especializadas de la Corte Suprema de Justicia de la República ordenan la
publicación trimestral en el Diario Oficial "El Peruano" de las Ejecutorias que fijan
principios jurisprudenciales que han de ser de obligatorio cumplimiento, en todas las
instancias judiciales. Estos principios deben ser invocados por los Magistrados de todas
las instancias judiciales, cualquiera que sea su especialidad, como precedente de
obligatorio cumplimiento. En caso que por excepción decidan apartarse de dicho criterio,
están obligados a motivar adecuadamente su resolución dejando constancia del
precedente obligatorio que desestiman y de los fundamentos que invocan. Los fallos de
la Corte Suprema de Justicia de la República pueden excepcionalmente apartarse en
sus resoluciones jurisdiccionales, de su propio criterio jurisprudencial, motivando
debidamente su resolución, lo que debe hacer conocer mediante nuevas publicaciones,
también en el Diario Oficial "El Peruano", en cuyo caso debe hacer mención expresa del
precedente que deja de ser obligatorio por el nuevo y de los fundamentos que invocan”.
191
El texto anterior del mismo artículo, vigente al momento de la realización del Primer Pleno
Casatorio Civil relativo a la doctrina de actos propios, es el siguiente:
“Artículo 400.- Cuando una de las Salas lo solicite, en atención a la naturaleza de la decisión a
tomar en un caso concreto, se reunirán los vocales en Sala Plena para discutirlo y resolverlo.
La decisión que se tome en mayoría absoluta de los asistentes al Pleno constituye
doctrina jurisprudencial y vincula a los órganos jurisdiccionales del Estado, hasta que sea
modificada por otro pleno casatorio.
Si los Abogados hubieran informado oralmente a la vista de la causa, serán citados para
el pleno casatorio.
El pleno casatorio será obligatorio cuando se conozca que otra Sala está interpretando
o aplicando una norma en un sentido determinado.
El texto íntegro de todas las sentencias casatorias y las resoluciones que declaran
improcedente el recurso, se publican obligatoriamente en el diario oficial, aunque no
establezcan doctrina jurisprudencial. La publicación se hace dentro de los sesenta días
de expedidas, bajo responsabilidad”.
361
En la Casación N° 1218-2016-Lima Norte, publicada el 30 de enero de 2018 en
el diario oficial El Peruano, la Corte Suprema indicó que la fuerza vinculatoria de
los plenos casatorios civiles aplica desde el día siguiente de su publicación192.
5.3 La doctrina de los actos propios ante las cortes judiciales peruanas.-
192
Si bien no se explica la forma jurídica que adoptan, los plenos casatorios tienen directivas
obligatorias y deben ser respetados por los operadores jurídicos (Gómez 2015: 42). Sin embargo,
para Javier De Belaunde, los plenos jurisdiccionales están en una situación especial, pues no se
les ha atribuido fuerza vinculante, “sino que más bien servirían como espacios de debate y
discusión entre los magistrados, con conclusiones que en todo caso podrían expresar ciertas
tendencias de la magistratura con vocación de uniformizar sus decisiones, pero no más” (citado
por Gómez 2015: 41). Las opiniones sobre los plenos casatorios son diversas. De hecho, se ha
señalado que el artículo 400 del Código Procesal Civil es inconstitucional porque permite que un
órgano que no ejerce función jurisdiccional (la Sala Plena de la Corte Suprema) se avoque
al conocimiento y decisión de un proceso en giro, como efectivamente ocurrió en el caso de la
Casación No. 1465-2007-Cajamarca, lo cual infringe el inciso 2 del artículo 139 de la Constitución
y el principio del juez natural (Ledesma 2009: 324).
362
Luego de presentar una reseña sobre cada uno de los casos, se formularán
algunas ideas para resumir las conclusiones que pueden extraerse. De la
mención de los casos que se presentan a continuación no puede deducirse que
cuento con una opinión suficientemente informada sobre cada uno de ellos. Esto
no sería posible, pues para ello habría sido necesario acceder a los expedientes
completos, lo cual no era indispensable a efectos de este trabajo.
Los casos que han sido asignados a cada categoría son los siguientes:
363
de anulación. Las conclusiones derivadas de estas decisiones judiciales se
comentan en el acápite 5.4.
1)
Datos del caso Corte Superior de Justicia de la República
Primera Sala Civil Superior Subespecialidad en
materia Comercial
Expediente Nº 170-2015
2015
Lima, Perú.
Sumilla de hechos La Demandante, la Procuraduría del Ministerio de
Transportes y Comunicaciones, interpuso una
demanda de anulación de laudo por vulneración al
debido proceso.
Argumentos de Uno de los principales argumentos planteado por el
las partes Ministerio es que los Árbitros realizaron una indebida
apliación de la teoría de los actos propios, pues
omitieron pronunciarse sobre el fondo de la
controversia para resolver en favor del Consorcio
Cosapi, la demandada.
Decisión La Corte Superior de Justicia señaló sobre ese
extremo que lo que pretende la demandante es que
se califiquen los criterios, motivaciones o
interpretaciones expuestas por el Tribunal Arbitral,
hecho que está expresamente prohibido por el artículo
62 del Decreto Legislativo Nº 1071, Ley que norma el
Arbitraje.
Conclusión El Laudo no se anuló. La demanda fue declarada
infundada.
2)
Datos del caso Corte Superior de Justicia de la República
Segunda Sala Civil Superior Subespecialidad
Comercial
Expediente Nº 00093-2015
2015
Lima, Perú.
Sumilla de hechos La Demandante, Hospital Santa Rosa, interpuso una
demanda de anulación de laudo por una incorrecta
acumulación de procesos en el marco del arbitraje, en
contra de lo establecido en el Acta de Instalación. La
demandada, Tecnología Industrial y Nacional S.A., se
opuso.
Argumentos de La demandante señala que no fue notificada con la
las partes solicitud de acumulación planteada por la contraparte
y, por lo tanto, se había vulnerado sus derechos.
Decisión El Poder Judicial deniega el recurso de anulación
debido a que no se objetó en el arbitraje la
acumulación de pretensiones que hoy se alega como
364
supuesto de vulneración al debido proceso. Así, la
Corte Superior señaló que “de la cronologi a ́ glosada
se desprende de modo meridiano la ahora
nulidiscente no solamente no formuló reclamo u
objeción alguna a la acumulación dispuesta por el
árbitro único a solicitud de la demandante, sino que
incluso procedió en forma totalmente complaciente al
no reclamar la denegatoria de nueva remisión del
escrito de acumulación (lo que equivale a aceptar que
su pedido fue bien denegado), y además solicitar que
la demandante adecue y fundamente sus
pretensiones, y hecho esto, absolver el traslado que
le fue conferido; y finalmente, no formular objeción
alguna a la fijación de puntos controvertidos que
incluyó aquellas pretensiones acumuladas. En ese
sentido, la conducta desplegada por la entidad en el
curso del arbitraje refleja su renuncia a objetar por lo
que el recurso de anulación interpuesto con el
fundamento indicado resulta contrario a sus actos
propios; por tanto, es de suyo improcedente”.
Conclusión La objeción realizada luego de que se ha producido
una renuncia del derecho a objetar por convalidación,
constituye una actuación contra los actos propios.
3)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Transitoria
Casación 3175-2015
2015
Lima, Perú.
Sumilla de hechos Essalud presentó un recurso de anulación de laudo
debido a que el convenio arbitral solo estuvo vigente
desde noviembre de 2011 a noviembre de 2012 y que
no existe un contrato complementario adicional.
Además, alegó que el Árbitro violó el orden de
prelación de las normas aplicables y no motivó la
aplicación del artículo 1380 del Código Civil (en un
caso de Contrataciones con el Estado).
La Corte Superior declaró fundado el recurso de
anulación presentado por Essalud respecto al literal c)
del artículo 63 de la Ley de Arbitraje.
Así, el Consorcio Mapfre Perú Compañía de Seguros
y Reaseguros Sociedad Anónima y Mapfre Perú Vida
Compañía de Seguros y Reaseguros Sociedad
Anónima interpuso un recurso de casación contra la
sentencia de la Segunda Sala Civil subespecialidad
Comercial de la Corte Superior de Justicia de Lima.
Argumentos de El Consorcio fundamenta su recurso de casación en
las partes lo siguiente: a) infraccion normativa del artículo 63 y
63.1.c) de la Ley de Arbitraje, pues la Corte Superior
365
se pronuncia sobre la motivación planteada por el
Árbitro sin antes haber determinado si existía una
afectación al debido proceso; b) vulneración del
debido proceso al pretender imponer las
disposiciones normativas que podían aplicarse; c)
apartamiento inmotivado de un precedente.
Decisión La Corte Suprema advierte que la Sala Superior ha
señalado que “el Árbitro Único ha tomado como
fundamento lo prescrito en el arti ́culo 1380 del Código
Civil, basado en el principio de la confianza y buena fe
materializado por una solicitud y aceptación formal de
ambos contratantes con prestaciones reciprocas (...)”.
La Corte Superior agregó que “respecto a la normativa
contenida en la Ley y Reglamento de la Ley de
Contrataciones del Estado, solamente se ha avocado
a mencionarlas, mas no esgrime fundamentos del por
qué no es aplicable dicha normativa, o en todo caso
por qué deben ser suplidas; siendo deber de los
árbitros ajustar sus decisiones conforme a lo pactado
entre las partes”.
Al respecto, la Corte Suprema señala que si bien es
cierto el Árbitro sustentó su decisión en el artículo
1380 del Código Civil, su argumento principal radica
en el principio de la confianza y buena fe, así como la
doctrina de los actos propios. Adicionalmente,
argumenta que la Ley de Contrataciones ha acogido
la doctrina de los actos propios en su artículo 4 que
regula el principio de moralidad.
Finalmente, la Corte Suprema concluye que en el
laudo arbitral sí se observó el orden de prelación de
las normas, al sustentarse en la doctrina de los actos
propios y el principio de buena fe, que informan tanto
el sistema jurídico privado como público de la
normativa contractual. Por lo tanto, casaron la
sentencia impugnada por haber vulnerado el principio
de motivación de las resoluciones judiciales.
Conclusión A criterio de la Corte, la teoría de los actos propios
inspira el sistema de contratación público y privado y
ello ha sido acogido por la Ley de Contrataciones con
el Estado.
4)
Datos del caso Corte Superior de Justicia de la República
Primera Sala Civil Superior Subespecialidad
Comercial
Expediente Nº 398-2015
2016
Lima, Perú.
Sumilla de hechos La Demandante, la Procuraduría del Ministerio de
Educación, interpone una demanda de anulación de
366
laudo contra el Consorcio Leonardo en virtud de los
incisos b), c) y d) del Decreto Legislativo Nº 1071, Ley
que norma el Arbitraje.
Argumentos de El Ministerio de Educación ha alegado, entre otros
las partes aspectos, que se han aplicado normas no
correspondientes al resolver los recursos contra el
Laudo.
Decisión La Corte Superior de Justicia señaló que se ha
determinado de manera errónea por parte del Tribunal
Arbitral la ley de contrataciones aplicable al fondo de
la controversia pues se ha aplicado una norma
posterior al proceso de selección. Al respecto, la Corte
Superior analizó si el Ministerio de Educación cumplió
con realizar el reclamo oportuno.
A criterio de la Corte, la representante del Ministerio
de Educación que firmó el acta de Instalación
convalidó la aplicación de los DS. Nº 083-2004-PCM
y 084-2004-PCM, en los siguientes términos:
“13.1.2. En este contexto, es claro que la ENTIDAD
avaló en la Instalación del Tribunal Arbitral que se
establezca como normas aplicables los Decretos
Supremos N° 083-2004-PCM y N° 084-2004-PCM,
oportunidad en la que pudo objetar y no lo hizo, por lo
que mal puede alegar ahora, que su defensa la basó
en el Decreto Supremo N° 012-2011-PCM y su
Reglamento -aprobado por el Decreto Supremo N°
013-2001-PCM; actuando en contra de sus propios
actos, lo que en derecho se conoce como la Teori ́a de
los Actos Propios, principio que norma la
inadmisibilidad de actuar contra los propios actos; ya
que hacerlo significa quebrantar posiciones asumidas,
el principio de nueva fe y afectar algún tipo de derecho
o expectativa de la contraparte”.
Agrega que, “el proceder de la ENTIDAD importa
indudablemente una suerte de revalidación de las
normas que el Tribunal Arbitral ha aplicado, toda vez
que conforme se ha reseñado, es desde el Acta de
Instalación del Tribunal Arbitral, que se fija el marco
normativo bajo el cual se desarrollari a ́ el proceso
arbitral, oportunidad, en la que se reincide en señalar,
la ENTIDAD tuvo la oportunidad para cuestionar esta
circunstancia; por lo que no es admisible -por no decir
temerario- que la ENTIDAD espere recién las resultas
del proceso (que obviamente deberá serle adverso)
para alegar el perjuicio producido, dado que se ha
configurado la renuncia al derecho a objetar
contemplada en el arti ć ulo 11° del Decreto Legislativo
N° 1071”.
Conclusión Si se convalida o avala un acto procesal dentro del
arbitraje, posteriormente no se puede presentar
367
ninguna objeción por algún vicio pues esa conducta
iría en contra de la teoría de los actos propios.
5)
Datos del caso Corte Superior de Justicia de la República
Segunda Sala Civil Subespecialidad Comercial
Expediente Nº 10-2015-0-1817-SP-CO-02
2016
Lima, Perú.
Sumilla de hechos La Demandante, Gobierno Regional de Lima,
interpone una demanda de anulación de laudo contra
VV Contratista Generales S.R.L., porque no ha podido
hacer valer sus derechos en el arbitraje.
Argumentos de La demandante señala que el Tribunal Arbitral no ha
las partes analizado la doctrina de los actos propios para arribar
a su decisión puesto que la Entidad presentó una
liquidación del contrato que no fue observada por el
contratista; sin embargo, el contratista presentó una
segunda liquidación. No se ha explicado esa conducta
contradictoria.
Decisión El Poder Judicial no acoge el argumento de la
demandate debido a que: “Asi ́, como puede verse, es
claro en el razonamiento arbitral que tratándose dicha
Carta Nº 312- 2009/GRL-GRI-OLT-JCD de un mero
acto de información sin eficacia ni exigibilidad, resulta
sin fuerza juri ́gena que pudiera determinar que el
contratista al no contestar o cuestionar dicha carta,
estuviera efectuando una aprobación a la cual
quedari á vinculado irremediablemente, para que el
Tribunal Arbitral estuviera relevado de ingresar a
analizar la liquidación presentada en primer lugar por
éste y que fuera formalmente observada por la
entidad”.
Adicionalmente, señala que la doctrina de los actos
propios no es una norma imperativa: “en ese sentido,
se advierte la logicidad y coherencia del razonamiento
arbitral, sin que se denote la existencia de vaci o ́ de
argumentación o expresión de razones que califique
como vicio de motivación del laudo, debiendo
acotarse que el hecho que no se hubiera hecho
utilización o referencia expresa de la doctrina de los
actos propios para resolver la causa, no puede
considerarse –como pretende la entidad nulidscente-
vicio de motivación, por cuanto ello supone asumir
que el Tribunal debi a ́ inevitablemente hacerlo y que
resulte juri ́dicamente reprochable que no lo haya
hecho, lo cual, como es obvio, no es del caso, por
cuanto no se trata de una norma imperativa cuya
aplicación haya sido omitida, sino que se trata
solamente de una técnica de razonamiento para
368
valorar los hechos sometidos al juicio arbitral, que no
puede dar lugar a la invalidación del laudo, pues ello
supondri á que el órgano de control judicial asuma una
función de juzgamiento superior”.
Conclusión La aplicación de la doctrina de los actos propios no es
obligatoria para un Tribunal Arbitral pues no se trata
de una norma imperativa.
6)
Datos del caso Corte Superior de Justicia de la República
Primera Sala Civil Subespecialidad Comercial
Expediente Nº 00183-2016-0-1817-SP-CO-01
2016
Lima, Perú.
Sumilla de hechos La Demandante, JS Industrial S.A.C., interpone una
demanda de anulación de laudo contra Felguera IHI
S.A., porque el Tribunal ha omitido pronunciarse
sobre aspectos sometidos a su consideración.
Argumentos de La demandante señala que el Tribunal Arbitral ha
las partes omitido pronunciarse sobre las razones por las que no
resulta aplicable la doctrina de los actos propios en
este caso.
Decisión El Poder Judicial denegó el recurso de anulación
contra el laudo debido a que “La demanda arbitral
obra a fojas 33-96, y de su lectura no se aprecia que
el tema de los actos propios haya sido invocado de
modo expreso para sustentar la primera pretensión
principal de la demanda arbitral (que dio lugar al
primer punto controvertido), que es lo que ahora
sostiene la recurrente”.
La Corte concluye que “no tiene asidero la protesta de
la recurrente, en la medida que acusa una omisión en
base a una alegación que no ha sido propuesta en la
demanda arbitral al momento de explicar su posición
fáctica y juri ́dica. Por tanto, si la alegación que ahora
se hace en el recurso de anulación no es coherente
con lo que se postuló en la demanda arbitral, es claro
que no tiene sustento el recurso de anulación”.
Conclusión Si las partes no han planteado como argumento una
defensa basada en la doctrina de los actos propios de
manera expresa, el Tribunal Arbitral no está obligado
a pronunciarse al respecto.
7)
Datos del caso Corte Superior de Justicia de Lima
Primera Sala Comercial Permanente
Expediente Nº 123-201600273-2016-0-1817-SP-CO-
01
2017
Lima, Perú.
369
Sumilla de hechos La Demandante, ONO ASOCIADO S.A.C., interpone
una demanda de anulación de laudo contra Red
Asistencial Sabogal del Seguro Social.
Argumentos de La demandante señala que no es posible advertir si el
las partes laudo ha sido emitido dentro de plazo, pues el plazo
establecido por el Árbitro Único no se desprende del
convenio ni de lo actuado en el arbitraje.
Decisión El Poder Judicial rechazó la objeción planteada sobre
el plazo para laudar establecido por el Árbitro Único
debido a que dicho plazo fue consentido por la
demandante. Así señaló que “es claro que la
demandante avaló en la Instalación del Arbitro Único
que sea éste quien señale el plazo para laudar, por lo
que se advierte que la demandante actúa en contra
de sus propios actos, lo que en derecho se conoce
como la Teori a ́ de los Actos Propios, principio que
norma la inadmisibilidad de actuar contra los propios
actos. Verificando este Superior Colegiado que el
Árbitro Único ha cumplido con los plazos señalados.
Únicamente cabe precisar que se ha incurrido en error
de tipo material al enumerar las resoluciones, pues
correspondi ́a que el Laudo esté contenido en la
Resolución Nº 27; sin embargo, tal hecho no enerva
los efectos de este”.
Agrega que “la demandante no puede acusar falta de
motivación en dicho extremo; más aún, desconocer
que los plazos fueron fijados por las Resoluciones Nº
25 y 26, conforme a los lineamientos establecidos en
el Acta de Instalación, en la que estuvo presente y
representada por César Luis Sevillano Palacios y
William Alonso De la Cruz Atencio”.
Conclusión Si las partes consienten un procedimiento dentro del
arbitraje, posteriormente no pueden objetarlo pues
constituiría actuar contrar sus propios actos.
8)
Datos del caso Corte Superior de Justicia de Lima
Segunda Sala Civil con Subespecialidad Comercial
Expediente Nº 00256-2017
2017
Lima, Perú.
Sumilla de hechos La Demandante, Empresa Municipal de Mercados
S.A. (EMMSA), interpuso una demanda de anulación
de laudo contra Petramas S.A.C. debido a que se ha
incurrido en las causales estipuladas en los literales
b) y d) del artículo 63 de la Ley de Arbitraje.
Argumentos de EMMSA señala que el Tribunal Arbitral hizo indebida
las partes aplicación de la doctrina de los actos debido a que no
fue discutida por las partes.
370
Decisión El Poder Judicial ha sostenido que “debe tenerse
presente que la doctrina de los actos propios no es
sino un desarrollo teórico especi ́fico del principio de
buena fe que rige de modo transversal en materia
contractual, y que constituye criterio de interpretación
en esta materia conforme al arti ć ulo 1362 del Código
Civil, por lo que perfectamente puede ser incorporado
en el razonamiento arbitral para la calificación juri d
́ ica
de la conducta de las partes, sin estar el Tribunal
supeditado para ello a la invocación expresa de
éstas”.
Conclusión A pesar que las partes no invocaron la doctrina de los
actos propios en sus respectivas defensas, al ser una
norma general que se desprende de la buena fe
contractual, los Árbitros pueden pronunciarse al
respecto.
9)
Datos del caso Corte Superior de Justicia de Lima
Primera Sala Civil con Subespecialidad Comercial
Expediente Nº 128-2018-0-1817-SP-CO-01
2019
Lima, Perú.
Sumilla de hechos La Demandante, Consultora de Estudios y
Supervisión S.A. presentó un recurso de anulación de
laudo contra Proyecto Especial de Irrigación e
Hidroenergético del Alto Piura, debido a que el laudo
no se encontraba debidamente motivado.
Argumentos de La Consultora de Estudios y Supervisión S.A. ha
las partes sustentado su recurso en que existe una afectación al
derecho de motivación y que se habría laudado sobre
materias no sometidas a su decisión pues el Tribunal
Arbitral se ha pronunciado sobre la aplicación doctrina
de los actos propios.
Decisión El Poder Judicial no ha acogido el argumento de la
demandante debido a que no “se ha acreditado la otra
denuncia referida a que se pronunció sobre una
materia no sometida a decisión, habida cuenta que lo
laudado guarda correspondencia con lo que fue
materia de debate en el i ́nterin en el proceso arbitral y
lo fijado como puntos controvertidos; no pudiendo
contrarrestar esta afirmación el solo hecho que el
Arbitro haya utilizado la teori a
́ de los Actos Propios;
en primer lugar, porque la alusión de este principio no
implica en lo absoluto incorporar una nueva
pretensión, sino que el análisis de la conducta de las
partes a la luz de la buena fe, únicamente sirve como
sustento para respaldar su posición de que el
contratista sí tuvo conocimiento del expediente
técnico de lo que se desprende que el análisis juri d
́ ico
371
se ha efectuado en mérito a las invocaciones de las
partes. Asi ́ las cosas concluimos que los argumentos
de anulación utilizados carecen de evidente asidero
fáctico y juri d
́ ico, razón por la cual deberán correr
suerte desestimatoria”.
Conclusión El Poder Judicial ha sostenido que los Árbitros pueden
pronunciarse sobre la doctrina de los actos propios
porque su incorporación no implica añadir puntos
controvertidos.
10)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala de Derecho Constitucional y Social Permenante
Casación 150-2004
2005
Arequipa, Perú.
Voto singular FERREIRA VILDOZOLA.
Sumilla de hechos Los demandantes, la sociedad conyugal conformada
por Oswaldo Yáñez y Adelaida Llerena, pretenden
que se declare la nulidad del acto jurídico de
compraventa con pacto de retroventa pues es un
contrato simulado porque sustentaba un contrato de
mutuo entre César Verano y Adelaida Llerena.
Argumentos de Tras desestimarse la demanda, los demandantes
las partes interponen un recurso de casación porque no se ha
aplicado de manera correcta los artículos 140 y 1361
del Código Civil.
Decisión El magistrado considera que existe una conducta
contradictoria por parte de los demandantes en la
medida que “en relación al tema de la buena fe,
debemos detenernos un momento en la denominada
Teoría de los Actos Propios, la que consiste en el
proceder de un sujeto que objetivamente crea
confianza en otros y que mantendrá ese
comportamiento de forma tal que viene a constituir
una suerte de promesa de una futura actuación
coherente con un acto que ya se ha realizado;
situación que según se observa, resulta ser una
derivación directa del principio de la buena fe, según
la disposición regulada en el articulo 1362 del Código
Civil, dentro del capítulo de lo contratos en general, el
372
cual establece que los contratos deberán negociarse,
celebrarse y ejecutarse según las reglas de la buena
fe y común intención de las partes”.
A ello agrega que “siguiendo a Alejandro Borda sobre
el tema en comentario, citando a Diez-Picazo refiere:
"Cuando una persona ha suscitado en otra, con su
conducta, una confianza fundada -conforme a la
buena fe- en una determinada conducta futura, no
debe defraudar la confianza suscitada y resulta
inadmisible toda actuación incompatible con ella, esto
es, la confianza no se deposita en una apariencia
jurídica sino en la obligatoriedad de comportarse
coherentemente"; por lo que, prosigue el autor
argentino, "Sería ir contra los propios actos atacar de
nulidad un contrato cuando le resulta incómodo o
perjudicial si lo ha considerado válido por años y se
ha beneficiado de él, por lo que no resulta posible
invocar la nulidad de un contrato cuando ha dejado de
beneficiarlo, porque ha de tenerse en cuenta que el
contrato siempre es el mismo (...), por ello debe
declararse inadmisible la pretensión de colocarse en
contradicción con su conducta anterior deliberada y
jurídicamente relevante, mas allá de que dicha
pretensión si fuera tomada individualmente sea
legítima y pueda ejercitarse; lo que ocurre es que
resulta inadmisible cuando se toma como punto de
referencia la primera conducta porque -en definitiva-
la regla venire contra factum proprium limita los
derechos subjetivos, fundándose en el deber de
actuar coherentemente, (...) y ello es así por cuanto
no solo la buena fe sino también la seguridad jurídica
se encontrarían gravemente resentidas si pudiera
lograr tutela judicial la conducta de quien traba una
relación jurídica con otro y luego procura cancelar
parcialmente sus consecuencias para aumentar su
provecho. Nadie puede ponerse de tal modo en
contradicción con sus propios actos ejerciendo una
conducta incompatible con la asumida anteriormente”.
De manera expresa, con respecto a este caso se
sostiene que “la postura doctrinaria anteriormente
descrita, aunque no se encuentra muy enraizada en
nuestra jurisprudencia lo que no sucede en otras
latitudes como en la Argentina, y al margen que ella
no se encuentra regulada en nuestro sistema jurídico,
creemos pertinente su adecuación al Caso sub litis
por cuanto ayudaría a dilucidar muchas controversias
sobre este tipo de casos y en el entendido que la
norma jurídica, como señala Marcelo López Mesa, 'No
es tan solo un mandato de sentido y alcance
inalterable, que siempre exige una misma
373
interpretación, sino que por el contrario admite muy
diversas aplicaciones en función de las circunstancias
siempre cambiantes de la realidad social y en el
entendido que el juzgador puede, dar a una norma o
conjunto de normas, la interpretación que parezca
aras adecuada al momento en qué vive" (...) en el
caso de autos, el recurrente no podría ahora alegar
una mala fe respecto de la otra parte por cuanto
conforme a lo anotado, existía un precedente
contractual entre las mismas partes el cual no fue
impugnado oportunamente por el demandante por lo
que mal podría ahora acogerse el demandante a la
invocación de nulidad de acto jurídico al presumirse
respecto de la otra parte buena fe contractual”.
Conclusión A criterio del Magistrado, si se ha consentido la validez
de un contrato celebrado con anterioridad entre las
partes, sobre la base de la buena fe no podría
alegarse posteriormente la nulidad de un nuevo
contrato celebrado en los mismos términos. En este
caso, la Corte señaló que sí existió simulación por lo
que la aplicación de los artículo 140 y 1361 no altera
la nulidad del acto jurídico.
11)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Transitoria
Casación 726-2012
2013
Cajamarca, Perú.
Sumilla de hechos Los demandantes, Golden Residencial E.I.R.L.,
solicitó la nulidad de un pagaré presuntamente
emitido en favor del Banco BBVA Continental
(demandado) debido a la falta de manifestación de
voluntad.
Argumentos de Tras estimarse parcialmente la demanda, el BBVA
las partes señala que no se ha analizado la doctrina de los actos
propios debido a que el pagaré ha sido renovado
hasta en 12 oportunidades cumpliendo con los
requisitos de conducta vinculante y pretensión
contradictoria.
Decisión El Tribunal luego de analizar los presupuestos de la
doctrina o teoría de los actos propios sobre la base del
Primer Pleno Casatorio Civil Nº 1465-2017, consideró
lo siguiente: “corresponde precisar que la aplicación
de la doctrina de los actos propios constituye un
argumento recién esgrimido por el recurrente con el
presente medio impugnatorio no habiendo sido por
tanto materia del contradictorio ni puesto a debate en
las instancias de mérito habiéndose declarado
improcedente por extemporánea la contestación de la
374
demanda formulada por el Banco recurrente
limitándose a señalar cuando apeló la sentencia de
primera instancia que la hipoteca cumplió con los
elementos esenciales del acto juri ́dico previstos en el
arti ́culo 140 del Código Civil asi ́ como en los arti ć ulos
1098 y 1099 del Código acotado no constituyendo el
pagaré acto juri ́dico alguno para efectos de
determinar la validez o eficacia de la hipoteca por
consiguiente mal puede el recurrente invocar la
aplicación de la precitada teori á en casación más aun
si de conformidad con el principio de congruencia
previsto en el arti ́culo VII del Ti ́tulo Preliminar del
Código Procesal Civil los Jueces no pueden ir más allá
del petitorio ni fundar su decisión en hechos diversos
de los que han sido alegados por las partes
consecuentemente al no haber sido la precitada
alegación objeto de pronunciamiento por las
instancias de mérito se concluye que este Supremo
Tribunal se encuentra imposibilitado de analizar la
aplicación de la Teori ́a de los Actos Propios debiendo
procederse a analizar la infracción material”.
Conclusión A criterio de la Corte, no resulta posible analizar en
casación un argumento nuevo relacionado con la
doctrina de los actos propios si no ha sido invocado
con anterioridad.
12)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Permanente
Casación 1322-2006
2006
Puno, Perú.
Sumilla de hechos La demandante interpuso una demanda de nulidad de
acto jurídico (constitución de hipoteca) y del
documento que la contiene (escritura pública del 5 de
mayo de 1998), asi ́ como la nulidad del asiento
registral, señalando que mediante minuta del 16 de
abril de 1998, otorgó una supuesta garantía
hipotecaria a favor del Banco Continental sucursal
Juliaca, del bien inmueble ubicado en el Jirón Ramón
Castilla número 647; la hipoteca recayó en el bien,
sólo y únicamente el terreno, mas no la fábrica,
porque este derecho superficiario no se hallaba
inscrito.
Argumentos de La demandante alega que el juez ha interpretado
las partes erróneamente la norma aplicable (1099 Código Civil),
en cuanto al requisito de validez de la hipoteca, que
asegure el cumplimiento de una obligación
determinada o determinable.
375
Decisión Entre los argumentos utilizados por la Corte para
denegar el recurso de casación, se señaló lo
siguiente: “no debe dejar de repararse que las partes
han celebrado una garanti a ́ hipotecaria, de común
acuerdo, en donde han establecido,
contractualmente, un mecanismo de respaldo de las
obligaciones del deudor para con el acreedor, al que
usualmente se le denomina hipoteca; de donde, se
puede concluir que, cuando una de las partes,
suscriptora del contrato de garanti a ́ , pretende la
nulidad de la aludida escritura pública, no solo está
afectando la relación contractual establecida por la
partes, sino que estari ́a violando el principio juri d
́ ico
"venire contra factum proprio, non valet" que no es
sino el principio de la buena fe del que se deriva la
doctrina de los actos propios, la misma que encierra
la regla según la cual: nadie puede ponerse en
contradicción con sus propios actos anteriores, a
través del ejercicio de una conducta incompatible con
una anterior”.
Conclusión La Corte señala que alegar la nulidad de la escritura
pública de un acto jurídico es actuar contra sus actos
propios.
13)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Transitoria
Casación 2802-2009
2010
La Libertad, Perú.
Sumilla de hechos El demandante alegó la nulidad de acto jurídico de
una compraventa del 50% de derechos y acciones de
un inmueble o subordinadamente, nulidad por
simulación absoluta.
Argumentos de El recurso de casación se sustenta en la errónea
las partes aplicación del artículo 168 del Código Civil debido a
que el análisis de Sala Superior no se circunscribe a
la pretensión.
Decisión La Corte Suprema estimó el recurso debido a que “se
aprecia que el Ad quem no ha considerado que la
pretensión demandada contiene como petitorio la
nulidad del acto juri ́dico de compraventa por la causal
de simulación absoluta, es decir del acto que por
ausencia de requisitos intri n ́ secos no surte efecto
juri d
́ ico, y que "necesariamente se debe interpretar lo
declarado por las partes y lo que las normas prevén
para ello. Lo mismo que las partes al tiempo de
celebrar sus contratos no pueden huir del contexto
legal imperativo, el intérprete no puede quedarse sólo
con lo querido por las partes, sino que debe
376
compatibilizar tal declaración con lo que el orden
juri d
́ ico regula para ellas. En este sentido los efectos
del acto se logran no solo por lo querido y manifestado
por el otorgante, sino por lo previsto por la norma para
dicho acto juri ́dico (...); en tal sentido justamente el
legislador ha sancionado la falta de coincidencia entre
lo expresado y la real intención de las partes, a través
de la figura de nulidad del acto juri d
́ ico, que es materia
del presente caso, por lo que el órgano jurisdiccional
de segundo grado, debió analizar el negocio juri d ́ ico
de compraventa celebrado entre las partes del
cincuenta por ciento de derechos y acciones del
inmueble sub judice, a fin de determinar si lo
expresado por ellas es lo que verdaderamente
quisieron y no concluir conforme señala Galgano que:
"(...) nadie puede contradecir sus propios actos; y en
consecuencia, que lo expresado por las partes es
inmodificable; tanto más si la causal de nulidad del
acto juri d́ ico por simulación absoluta, es aquella que
por decisión de las partes, aparenta la existencia de
una reglamentación negocial que en realidad no es
querida por tanto corresponde analizar al Ad quem los
medios probatorios aportados a fin de resolver el
conflicto intersubjetivo entre las partes a fin de emitir
una sentencia ajustada a derecho”.
Conclusión A criterio de la Corte, no resulta posible concluir que
una parte está imposibilitada de contradecir sus actos
propios si se está ante un negocio simulado.
14)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Permanente
Casación 3402-2014
2014
Lima, Perú.
Sumilla de hechos Se trata de un recurso de nulidad de acto jurídico
planteado por Carmen Amelia Gómez Pacheco y
Carlos Néstor Fernando Flores Gómez contra la
Cooperativa de Ahorro y Crédito Atlantis Limitada con
respecto al Contrato de Mutuo Hipotecario de marzo
de 2008. La demanda se sustentaba en lo siguiente:
1) la Cooperativa se encuentra prohibida de conceder
créditos al público en general, salvo a sus propios
socios, pero concedió crédito a los demandantes; 2)
los demandantes nunca tuvieron la condición de
socios; 3) La Cooperativa se encuentra prohibida por
ley de otorgar créditos hipotecarios a terceros.
Ante ello, la Cooperativa sostuvo que la señora
Gómez Pacheco sí es socia y que la finalidad de los
377
demandantes es no cumplir con el pago de su
acreencia.
Tanto en primera como la segunda instancia
declararon que el Contrato de mutuo con garantía
hipotecaria era nulo.
Argumentos de La Cooperativa decidió interponer un recurso de
las partes casación sustentando lo siguiente: i) infracción
normativa del artículo 141 del Código Civil; ii)
Infracción normativa del artículo 374 del Código
Procesal Civil pues no se admitió en segunda
instancia un medip probatorio relevante; iii) infracción
normativa del artículo 139.3, pues se ha vulnerado el
debido proceso al no valorar el medio probatorio
aportado; y, iv) infracción normativa al artículo V del
Título Preliminar del Código Civil pues la demandante
era socia de la Cooperativa y el contrato no debió ser
declarado nulo.
Decisión Con respecto a las infracciones normativas alegadas
en los ítems ii) y iii), la Corte Suprema señaló que no
hubo violación al debido proceso en la medida que el
medio probatorio aportado no cumple con la teoría de
los hechos nuevos y no fue presentado en la etapa
postulatoria del proceso. Además, sostiene que la
Corte Superior sí valoró el documento aludido por la
recurrente y concluyó que se ha probado que la
demandante era socia, mas no que lo era al momento
de la celebración del acto jurídico. Por lo tanto, se
desestiman ambas infracciones normativas.
En cuanto a las alegadas infracciones normativas de
los ítems i) y iv), la Corte Superior advierte que los
demandantes suscribieron el contrato de mutuo, en
cuya cláusula primera declararon expresamente tener
la calidad de socios hábiles de la Cooperativa. A
criterio de la Corte, se encuentran vinculados a la
teoría de los actos propios.
Explica claramente que “la denominada Doctrina de
los Actos Propios, constituye una regla que no permite
venire contra factum propium; se encuentra
i ́ntimamente ligado a la vinculación originada por la
manifestación de la voluntad y la imposibilidad de
adoptar comportamiento contradictorio a la misma; su
fundamento yace en la protección a la confianza que
se puede haber depositado en el comportamiento
ajeno y la regla de la buena fe que ocasiona un deber
de coherencia en el comportamiento y limita el
ejercicio de los derechos objetivos, se trata de una
protección de la confianza legi t́ ima”. Además, señala
que deben cumplirse los requisitos señalados en el
Primer Pleno Casatorio para su apliación.
378
“En el caso de autos opera la Doctrina de los Actos
Propios, pues los demandantes luego que en la
cláusula primera del contrato sub litis declararon
expresamente tener la condición de socios hábiles de
la Cooperativa, para beneficiarse con el referido
mutuo hipotecario, pretenden desconocer dicha
condición pese a que se encuentran vinculados por su
manifestación de voluntad que debe ser interpretada
bajo el principio de la buena fe; más aun teniendo en
cuenta que el contrato de mutuo con garantía
hipotecaria sub litis, ha merecido un proceso judicial
sobre ejecución de garantía hipotecaria en el que se
ha confirmado el remate del bien mediante resolución
de vista de fecha catorce de julio de dos mil diez (fojas
cuarenta y ocho) respecto de la cual se declaró
improcedente el recurso de casación (fojas cincuenta
y dos)”.
Conclusión A criterio de la Corte, no se puede pretender un
beneficio desconociendo de manera unilateral una
declaración de voluntad anteriormente efectuada
pues es contrario a la teoría de los actos propios.
15)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Permanente
Casación 3231-2014
2016
Arequipa, Perú.
Sumilla de hechos La demandada, la Municipalidad Provincial de
Arequipa, ha interpuesto recurso de casación contra
la sentencia de vista expedida por la Tercera Sala Civil
de la Corte Superior de Justicia de Arequipa, que
confirmó la sentencia apelada que declaró fundada en
parte la demanda.
El caso consiste en que el señor Luciano Emiliano
Soncco Fernández alquiló ciertos materiales de
construcción (encofrados y accesorios) a la
Municipalidad de Arequipa para la construcción del
Reservorio Nº 37 e indica que celebró contrato con el
residente de obra, el ingeniero Ciro Sánchez Tejada y
que esto ha sido reconocido por la Municipalidad
mediante resoluciones e informes donde se aprueba
el gasto en dichos materiales.
La Municipalidad indica que el contrato ha sido
celebrado a título personal por lo cual la entidad
demandada no está obligada al cumplimiento de la
obligación.
Tanto en primera como en segunda instancia se le da
la razón al demandante y se ordena el pago de la
obligación porque si bien no existe un contrato formal
379
por escrito, la demandada ha reconocido en
oportunidades previas la existencia de una deuda y la
existencia del alquiler de dichos materiales. Se ha
probado que la Municipalidad sí alquiló los materiales
y que se usaron efectivamente para la construcción
del Reservorio 37. Asimismo, señalan las instancias
previas, que debería haber responsabilidad a los
funcionarios de la Municipalidad por haber contratado
sin seguir el procedimiento, pero de ninguna forma se
puede no honrar la obligación contraída.
Argumentos de La demandada interpone recurso de casación por
las partes infracción normativa de (i) el artículo 9 del Decreto
Legislativo Nº 1017, Ley de Contrataciones del
Estado, porque el demandante no tenía derecho a
participar como proveedor porque no se encontraba
inscrito en el Registro Nacional de Proveedores y (ii)
el artículo 139 de la Constitución porque las instancias
previas no se han pronunciado sobre el contrato de
alquiler que indica que en caso de discrepancia se
debe actuar un proceso arbitral y no uno judicial como
lo hizo la demandante (cláusula arbitral).
Decisión Respecto a la primera supuesta infracción normativa,
el Tribunal señala que esta constituye una nueva
alegación que no ha merecido pronunciamiento de la
instancia de mérito.
Respecto a la segunda supuesta infracción normativa,
el Tribunal expresamente señala que “el recurrente
invoca como hecho que constituye afectación al
debido proceso la no valoración del contrato; sin
embargo, ello carece de asidero además de ser un
argumento contradictorio a su posición a lo largo del
proceso (en el que alega la no suscripción del
contrato), la recurrente ha renunciado tácitamente al
arbitraje al no cuestionar la competencia del a quo en
mérito al artículo 18 del Decreto Legislativo 1071 (…)”.
Sobre la doctrina de los actos propios, el Tribunal
señala que “se trata de una protección de la confianza
legítima, de allí que la informalidad de la prestación no
puede ser perjudicial a quien prestó el servicio, pues
dicha parte no tiene la obligación de cumplir con la
formalidad del contrato, quien tenía la obligación de
velar por el cumplimiento de las normas que invoca es
la entidad demandada, la que avaló la prestación de
un servicio a su favor pese al presunto incumplimiento
de las formalidades de la Ley de Contrataciones y
Adquisiciones del Estado. Aceptar la posición de la
entidad demandada sería permitir que se beneficie de
su propia negliencia, pues los actos y documentos
municipales denotan que no se concluyó con los
380
trámites de formalización del servicio y que sí se
prestó el servicio de alquiler”.
Finalmente, se declaró infundado el recurso de
casación.
Conclusión Se señaló que a quien corresponde el deber de velar
por el cumplimiento de las formalidades establecidas
en la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del
Estado era a la entidad y que esta no se podía basar
en la ausencia de formalidad para incumplir, más aun
cuando todos los actos y documentos emitidos por la
Municipalidad permiten concluir que efectivamente sí
se prestó el servicio.
Además señaló que resultaba contradictorio con sus
actos el desconocer a lo largo del proceso la
existencia de un contrato de alquiler y luego alegar en
casación la existencia de una cláusula arbitral.
16)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Permanente
Casación 1247-2010
2010
Lima, Perú.
Sumilla de hechos La demandante interpuso una demanda de obligación
de dar suma de dinero contra la Municipalidad Distrital
de Jesús María para que cumpla con cancelarle el
monto que le adeuda.
Argumentos de Uno de los principales argumentos esgrimidos por la
las partes demandada es que el contrato ha sido declarado nulo
en sede judicial por lo que no corresponde otorgar la
contraprestación solicitada por el demandante.
Decisión La Corte en un extremo se pronuncia sobre la
imposibilidad de negar las prestaciones efectuadas
por el demandante en virtud de la doctrina de los actos
propios. En ese sentido señaló que: “de la revisión de
la recurrida, se aprecia que la misma se pronuncia
sobre dos apelaciones: a) la apelación de la
resolución número quince de fecha veintinueve de
mayo de dos mil nueve, que declara improcedente la
petición de incompetencia formulada por la
demandante; y, b) la apelación de la sentencia de
381
fecha veintinueve de mayo del dos mil nueve, que
declara fundada la demanda de obligación de dar
suma de dinero. Respecto a la apelación de la
resolución número quince señala que la demandante
no pretende cuestionar acto o procedimiento
administrativo alguno, sino el pago de la
contraprestación realizada en virtud de un contrato de
prestación de servicios, cuya naturaleza contractual
se encuentra regulada por el arti ć ulo 1764 y
siguientes del Código Civil (Contrato de Locación de
servicios), por lo que el conocimiento de la pretensión
corresponde a la naturaleza civil y no a la contenciosa
administrativa, más aún si la alegada incompetencia
no ha sido formulada vi ́a excepción, siendo pertinente
lo señalado en el arti ́culo 466 del Código Procesal
Civil, el cual prevé que consentida o ejecutoriada la
resolución que declara la existencia de una relación
juri d
́ ica procesal válida, precluye toda petición referida
directa o indirectamente, a la validez de la relación
citada, siendo que por resolución de fecha veintinueve
de enero de dos mil ocho, se declaró saneado el
proceso y la existencia de una relación juri d ́ ica
procesal válida; por lo que resuelve confirmar la
resolución apelada número quince. En cuanto a la
apelación de la sentencia, fundamenta su decisión
indicando que los argumentos de la apelación deben
ser desestimados, porque no existe controversia, esto
es, la Comuna emplazada no ha negado respecto al
hecho de que la demandante ejecutó las prestaciones
a su cargo del cinco de diciembre del dos mil seis al
dieciséis de enero del dos mil siete, como es el
servicio de limpieza pública, recolección de residuos
sólidos, barrido de calles y otros, conforme se detalla
en la cláusula primera del contrato de fojas doscientos
veintitrés; además el arti ć ulo 1764 del Código Civil,
establece la obligación de pago a cargo del comitente
por el servicio prestado. Negar la retribución por la
prestación efectuada por la demandante, es ir en
contra de los propios actos de la demandada, puesto
que dicha Municipalidad consintió que la empresa
efectúe las prestaciones a su cargo correspondientes
al periodo del cinco de diciembre del dos mil seis al
dieciséis de enero del dos mil siete, conducta
negatoria que contraviene el principio de derecho de
los actos propios, según el cual a nadie le está
permitido ir en contra de sus propios actos. Si bien,
mediante la carta notarial recepcionada por la
demandante el once de enero del dos mil siete, la
Municipalidad demandada le comunica que se
abstenga de realizar las prestaciones propias del
382
aludido contrato, no menos cierto es que la prestación
se efectuó hasta el dieciséis de enero del dos mil
siete, sin que exista oposición de la Municipalidad
demandada. Por último la transacción extrajudicial
celebrada entre las partes, con fecha uno de junio del
dos mil siete, está referida al pago por las
prestaciones ejecutadas correspondiente a los meses
de julio, agosto, octubre, noviembre y diciembre del
dos mil seis, siendo que el monto del mes de
diciembre, refiere al periodo anterior al cinco de dicho
mes, por lo que dicha transacción no resulta ser
prueba pertinente para resolver la controversia, dado
que lo que se reclama en este proceso, es el pago de
las prestaciones efectuadas, del cinco de diciembre
del dos mil seis al dieciséis de enero del dos mil siete”.
Conclusión Negar la retribución por la prestación efectuada por la
demandante, implica actuar contra los propios actos
cuando se ha consentido tal ejecución.
17)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala de Derecho
Casación 2208-2005
2007
Lima, Perú.
Sumilla de hechos La demandante, el Banco de Crédito, interpuso una
demanda de obligación de dar suma de dinero debido
a que celebró un arrendamiento financiero cuyos
pagos no fueron debidamente cumplidos.
Argumentos de El demandado, luego de haber obtenido resoluciones
las partes en su contra en las dos primeras instancias, interpuso
un recurso de casación debido a que se ha
contravenido el artículo 386 del Código Procesal Civil
atentando contra la prohibición de reformatio in pejus.
Adicionalmente, no existe motivación alguna con
respecto al pago de costas y costos.
Finalmente, se alegó que se habían inaplicado las
normas denunciadas puesto que todas las cláusulas
contractuales deben ser interpretadas en armonía con
la ley, así como el Decreto Legislativo Nº 299 que
prescribe la restitución del inmueble como
consecuencia de haber incurrrido en una causal de
rescisión. Por lo tanto, alega que no se puede
pretender la restitución bajo una causal de resolución
distinta a la que la ley prescribe.
Decisión La Corte denegó el recurso debido a que “la aplicación
de la norma, sea cual fuera esta, no se hace, a
rajatabla, sino en función a las circunstancias propias
de cada proceso, y en este caso, conforme han
señalado las instancias, las partes han establecido
383
cláusulas contractuales que son obligatorias para
ellas; por ende, si las partes han acordado resolver el
contrato mediante la configuración de un vicio al que
han denominado resolutivo y no rescisivo, como dice
la ley, debe primar la voluntad establecida por estas,
puesto que si no, implicari a ́ una contravención a lo
acordado por las partes; por lo demás, no existe nexo
vinculatorio sólido para la denuncia formulada por la
recurrente, respecto de la resolución expedida por los
magistrados de mérito, puesto que cualquier
cuestionamiento sustantivo, tiene que ser objeto de un
proceso distinto al de ejecución, esto es, diferente a
éste, siendo evidente que el vicio denunciado por la
recurrente debe desestimarse.
Agrega la Corte que “el comportamiento de la
recurrente atenta contra la regla de derecho derivado
del principio general de la buena fe (venire contra
factum propium non valet), y que se materializa en la
teori a
́ de los actos propios, según la cual "(..) a nadie
le está permitido ir contra sus propios actos (...)"
Carlos Soto Coaguila; Revista hechos de la Justicia;
incluso, este autor, citando a ENNECERUS, indica
que estamos ante una regla de derecho según la cual:
"(...) "A nadie es li ́cito hacer valer un derecho en
contradicción con su anterior conducta, cuando esta
conducta, interpretada objetivamente según la ley, las
buenas costumbres o la buena fe, justifica la
conclusión de que no se hará valer el derecho, o
cuando el ejercicio posterior choque contra la ley, las
buenas costumbres o la buena fe".
Conclusión Constituye actuar en contra de la doctrina de actos
propios solicitar la aplicación de una consecuencia
legal cuando las partes han regulado ese supuesto,
aun cuando sea distinto a lo establecido por la ley.
18)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Transitoria
Casación 1218-2006
2006
Ucayali, Perú.
Voto discordante.
384
Sumilla de hechos Mediante escritura publica del Contrato de Mutuo con
Garantía Hipotecaria del 10 de noviembre de 2001,
NCS American Forestal Sociedad Anónima Cerrada,
DEMANDANTE, otorgó un préstamo de quince mil
nuevos soles a favor de Luis López Marina, quien se
comprometió a devolver el crédito en el plazo de 90
días contados a partir del otorgamiento de la citada
escritura pública y que, para efectos de garantizar el
pago del adeudo en las condiciones pactadas, fue
constituida hipoteca sobre el inmueble de propiedad
de los esposos Lizardo Miranda Ruiz y Yuvis Marlith
Vásquez Corral. Posteriormente, el deudor no cumplió
con efectuar el pago dentro del plazo acordado, y el
27 de septiembre de 2003, el asesor legal de la
demandante remitió al deudor carta notarial
requiriéndole la entrega de madera para efectos de
cancelar la deuda contraída, bajo apercibimiento de
ejecutar la garantía hipotecaria otorgada.
Argumentos de Mientras que la demandante requiere el pago del
las partes préstamo en efectivo, los demandados se oponen
alegando que la carta enviada por el abogado por la
que requiere la entrega de madera ante la falta de
pago en dinero es efectiva el demandado se opone a
la ejecución. La demandante insiste en la ejecución
por falta de pago pues la carta enviada por su
abogado se trataría de un acto unilateral que no
modificó el contrato de mutuo.
Decisión La decisión en mayoría declaró fundado el recurso de
casación, declaró nula la sentencia de vista, revocó la
apelada y dispuso la ejecución del bien.
El voto discordante señala que la entrega de la carta
configura una conducta contradictoria no tolerada por
la doctrina de los actos propios debido a que “si bien
las partes suscribieron originariamente un contrato de
mutuo con garanti ́a hipotecaria, en los términos y
formalidades antes descritos, sin embargo, con
posterioridad a la suscripción del mismo, (...) las
mismas partes acordaron que el pago se terminari a ́
de realizar con la entrega de cierto volumen de
madera, por lo que si bien ello no se condice en
principio con el supuesto normativo del contrato de
mutuo a que se contrae el arti ́culo 1748 del Código
Civil, en cuanto a la obligación del mutuatario de
devolver en la misma especie y cantidad el dinero
otorgado por el mutuante, y en cuanto a que de existir
una modificación en el contrato original debió hacerse
con la formalidad prevista en el arti ć ulo 1413 del
Código Sustantivo, sin embargo, dichos aspectos se
vieron superados por la realidad que subyace de los
actos que con posterioridad se dieron entre las partes,
385
de lo que sirve de base para tomar en consideración
que en el presente caso se advierte una dosis
razonable de buena fe en el coejecutado en cuanto a
cumplir su obligación originaria con la entrega de
madera, lo que en su momento no fue cuestionado por
la empresa demandante pues nada dice al respecto,
y que por el contrario consiente dicha forma de pago
con la carta notarial de fojas ciento ochenta, por lo que
existe un precedente razonable para pensar que, en
este caso, existió buena fe de uno de los contratantes;
tanto más, si con posterioridad a la suscripción del
contrato de mutuo, la accionante celebró otras formas
de contrato con el coejecutado sobre entrega de
madera a cambio de dinero, independientemente al
contrato de mutuo ya señalado, según se verifica de
las instrumentales de fojas ciento tres a ciento
treintinueve”. Asimismo, se señala que “con relación
al tema de la buena fe contractual, existe lo que en
doctrina se denomina la Teori a ́ de los Actos Propios,
que consiste en el proceder de un sujeto que
objetivamente crea confianza en otros y que
mantendrá ese comportamiento, de forma tal que
viene a constituir una suerte de promesa de una futura
actuación coherente con un acto que ya se ha
realizado; situación que según se observa, resulta ser
una derivación directa del principio de la buena fe,
según la disposición regulada en el arti ́culo 1362 del
Código Civil, dentro del capi t́ ulo de lo contratos en
general, el cual establece que los contratos deberán
negociarse, celebrarse y ejecutarse según las reglas
de la buena fe y común intención de las partes”.
Conclusión El magistrado, en su voto discordante, consideró que
una parte no se puede apartar de lo convenido con
otra en base a la buena fe, a pesar de que la
modificación contractual no haya seguido las
formalidades correspondientes.
19)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Permanente
Casación 2849-2001
2002
Jaén, Perú.
Sumilla de hechos El Caso trata de una ejecución de garantía a la que el
demandado se opone debido a que el título es nulo.
Argumentos de En este caso se interpuso el recurso de casación por
las partes haberse interpretado erróneamente los artículos 156,
168 y 231 del Código Civil. En primer lugar, la parte
que interpuso el recurso de casación alega que no
tiene sustento la contradicción amparada en la nulidad
386
formal del título de ejecución y, además, se debe tener
en consideración el principio general del derecho
según el cual nadie puede ampararse o beneficiarse
en su propio dolo.
Decisión El Tribunal señaló que la representación no está
sujeta a título formal y que, inclusive puede ser tácita.
En cuanto a la inaplicación del artículo 168 del Código
Civil, sostuvo que “el coejecutado no puede
beneficiarse de su propio dolo para ampararse con la
nulidad del título de ejecución. La buena fe consiste
en un modelo de conducta ético-jurídico que tiene un
aspecto negativo o de veto, en cuanto rechaza una
conducta deshonesta. Según la teoría de los actos
propios, nadie puede contradecir sus propios actos
(venire contra factum proprium)”.
Conclusión A criterio de la Corte, una parte no puede beneficiarse
de la nulidad causada por su propio dolo pues implica
actuar contra sus propios actos.
20)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Pleno Casatorio Civil
Casación 2229-2008
2008
Lambayeque, Perú.
Sumilla de hechos Se trata de una demanda de prescripción adquisitiva
de dominio debido a que el demandante ostenta la
posesión del inmueble por más de 60 años.
En primera instancia se declaró infundada la demanda
debido a que el demandante reconoció que ocupaba
el inmueble como inquilino. La resolución fue
ratificada por la Corte Superior debido a que no se
demostró una posesión como titular.
Argumentos de El recurso de casación se sustenta en que se han
las partes infringido las normas del debido proceso. Asimismo,
se denuncia una aplicación errónea del artículo 950
del Código Civil.
Decisión La Corte denegó el recurso debido a que “otro hecho
que las instancias de mérito han considerado probado
es el referente al proceso de Rectificación de Área
seguido por el señor Aurelio Cornejo Barturén contra
387
Edith Córdova Calle y otros ante Segundo Juzgado
Civil de Chiclayo, expediente Nº 1457-2000 (el cual
corre como acompañado del presente proceso de
usucapión), en donde el señor Rafael Llúncor declara
como testigo, a fojas doscientos cuatro, y ante la
pregunta de que diga cómo es verdad "Que ocupa el
inmueble urbano en la calle Manuel Mari ́a Yzaga N"
769 de esta ciudad, en calidad de inquilino de los
señores CEPEDA YZAGA" responde que "...es
verdad, desde el año mil novecientos cuarenta y dos,
siendo propietario del inmueble don Guillermo
Cepeda Izaga", hecho que ha tratado de ser negado
por el abogado de los accionantes, como se verifica a
fojas cuatrocientos treinta y tres de autos, afirmación
que luego, de manera contradictoria, trata de ser
atenuada cuando seguidamente (fojas cuatrocientos
treinta y cuatro) señala: "g. Que aun en la negada e
infundada hipótesis que mi citado cliente hubiere sido
alguna vez arrendatario, la magistratura deberá
apercibirse que tal fantasiosa condición no le ha sido
imputada a mi otra cliente y co demandante, Gladis
Llúncor Moloche, quien habita el inmueble desde que
nació, esto es, por más de sesenta años y quien
nunca ha tenido relación juri d ́ ica alguna de ninguna
estirpe con alguno de los demandados".
56.- Creemos que hay un deber de coherencia que
toda persona y todo litigante en especial (ello incluye
a los abogados y demás intervinientes en un proceso)
debe demostrar, lo cual se imbrica con la buena fe;
puesto que aún haya resistencia por cierto sector
nacional a la aplicación de la teori a ́ de los Actos
Propios, no es agible [sic] que las mismas personas
afirmen en un momento conducirse como propietarios
de un bien y luego, cuando la parte contraria
demuestra una condición diferente, pretendan
deslindar situaciones juri ́dicas como la antes anotada,
en el sentido que incluso demandando en calidad de
litisconsortes necesarios (puesto que ambos alegan
tener la misma titularidad juri d ́ ica posesoria
homogénea), pretendan luego que los ti ́tulos
posesorios sean considerados independientemente
del uno respecto del otro, con lo cual están admitiendo
que no tienen la misma posesión que afirmaban
inicialmente en su demanda”.
Conclusión Actuar de manera contradictoria en dos procesos
diferentes con respecto al mismo asunto jurídico
atenta contra la doctrina de los actos propios.
21)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
388
Sala Civil Transitoria
Casación 2245-2014
2014
San Martín, Perú.
Sumilla de hechos El caso consiste en una impugnación de paternidad
de alguien que aceptó la paternidad de manera
voluntaria, pues acudió a firmar la partida de
nacimiento. En primera instancia, se declaró fundada
la demanda debido a que se debe priorizar la verdad
biológica frente a la formal.
Por su parte, la Corte Superior revocó la sentencia y
declaró infundada la demanda al considerar que, si los
apellidos los adquiere el reconocido por la vía de la
filiación, generando la relación de este con una familia
determinada, la persona que realiza el reconocimiento
no puede, después de efectuado el acto de
reconocimiento, disponer todos los derechos que
nacen a favor del reconocido.
Argumentos de El argumento que sustenta el recurso de casación
las partes consiste en que se ha afectado el debido proceso e
inaplicado el artículo 386 del Código Civil, asi como el
artículo 7 de la Convención sobre Derechos del Niño.
Decisión La Corte denegó el recurso debido a que “la Teori ́a de
los Actos Propios, según la cual el declarante de
voluntad no puede inobservarla, a menos que la ley
legitime dicha contradicción; constituye una regla que
requiere conducta vinculante, pretensiones
contradictorias e identidad de sujetos; requisitos que
concurren en el caso de autos, en el que la conducta
vinculante está dada por el acto de reconocimiento del
menor como padre, por parte del demandante a
sabiendas que éste no es su hijo biológico (lo que
finalmente ha quedado acreditado en autos); la
pretensión contradictoria está dada por el alegar la
nulidad de dicho acto de reconocimiento por no ser el
padre biológico del menor pese a que lo realizó a
sabiendas que no era el padre biológico del menor y
la identidad de sujetos, pues el acto de
reconocimiento involucra a las mismas partes, padre
e hijo (...) En el caso de autos nos encontramos ante
un reconocimiento de paternidad, "voluntariamente
inexacto", al haber sido realizado por quien sabe que
no es padre biológico del reconocido; por ello en virtud
a la Teori a ́ de los Actos Propios, quien realiza este
tipo de reconocimientos no puede luego ir contra su
propio acto pretendiendo se declare la nulidad del
acto de reconocimiento alegando un vicio aceptado
por éste”.
389
Conclusión Resulta contrario a los actos propios pretender la
nulidad de un reconocimiento de hijo cuando fue
reconocido sabiendo que no era hijo biológico.
22)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Transitoria
Casación 3780-2007
2008
Cuzco, Perú.
Sumilla de hechos La demandante, Dina del Castillo, interpuso una
demanda de conclusión del comodato y devolución
del bien inmueble contra Renato Valdivia e Irma
Bernandina Gonzalo.
Argumentos de El recurso de casación se interpuso contra la
las partes Sentencia de la Corte Superior que confirma la
sentencia de primera instancia que declaró infundada
la demanda.
Decisión La Corte Suprema desestimó el recurso debido a que
“a tenor de lo dispuesto por el artículo mil setecientos
veintiocho del Código Civil, por el Comodato el
comodante se obliga a entregar gratuitamente al
comodatario un bien no consumible, para que lo use
por cierto tiempo o para cierto fin y luego lo devuelva.
Ahora bien, para que exista contrato con la finalidad
de crear, modificar o extinguir relaciones juri d ́ icas
patrimoniales, es necesario el acuerdo de dos o más
partes, esto es, que deba existir la perfecta
coincidencia entre una oferta y una aceptación, lo que
constituye la base de los contratos consensuales. Sin
embargo, de autos no se ha probado la existencia del
referido contrato en la medida que por un lado, la
propia actora, que viene a ser madre del demandado
Renato Valdivia Del Castillo, ha manifestado una
actuación contradictoria -lo cual no le puede resultar
favorable a la luz de la teori a
́ de los actos propios-
puesto que anteriormente ha desconocido el ti t́ ulo del
demandado al interponer la acción de desalojo por
ocupante precario, que fuera declarada infundada, tal
como aparece a fojas quinientos sesenta, proceso
signado con el número de expediente dos mil uno-
trescientos veinticuatro-cero- mil uno-JR-Cl-cero dos,
en tanto que en el presente proceso solicita la
conclusión de un contrato de comodato, que señala
mantiene con el mismo demandado; asimismo,
conforme lo ha establecido la sentencia de primera
instancia (considerando séptimo) se han realizado
obras por los demandados en la parte del bien
inmueble que vienen ocupando, conforme con los
documentos de fojas cincuenta y nueve al ciento
390
ochenta y tres, conclusión fáctica que no se condice
con la naturaleza de un contrato de comodato, el cual
debe de sustentarse en el uso o disfrute de un bien en
forma gratuita para luego ser devuelto; en
consecuencia, no habiéndose probado en este caso
en concreto que las partes hayan establecido una
relación juri d
́ ica para dar nacimiento al referido
contrato, la demanda deviene en infundada, por lo que
no son aplicables los arti ć ulos mil setecientos treinta
y siete y mil setecientos treinta y ocho inciso quinto del
Código Civil, como contrariamente pretende la actora
en su recurso de casación y, estando a que la
recurrida, no obstante que se ha incurrido en error de
selección de la norma sustantiva, la parte decisoria de
la misma se encuentra arreglada a ley, esta Sala
Suprema resuelve por no casar la sentencia, a tenor
de lo dispuesto en el arti ć ulo trescientos noventa y
siete del Código Procesal Civil, por cuyas razones”.
Conclusión La Corte Suprema señala que constituye una
actuación contradictoria desconocer un derecho en un
proceso anterior y luego pretender alegarlo en un
nuevo proceso, pues es contrario a la doctrina de los
actos propios.
23)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Voto Singular
Sala Civil Transitoria
Casación 2978-2011
2013
Lima, Perú.
Voto en Minoría de los Señores Jueces Supremos
Huamani ́ Llamas, Ponce de Mier y Castañeda
Serrano.
Sumilla de hechos El Jockey Club (demandante) interpuso un recurso de
casación contra la sentencia de segunda instancia
que declaró fundadas las excepciones de falta de
legitimidad para obrar del demandante al considerar
que los artículos 1362 y 229 del Código Civil regulan
la teoría de los actos propios, la que impediría que el
Jockey Club alegue la nulidad de un acto en el que
participó.
Argumentos de El Jockey Club sustentó su recurso en lo siguiente: a)
las partes Se afectó el debido proceso debido a que se desvió el
proceso de nulidad de acto jurídico a uno de
impugnación de acuerdos de la asociación; b)
motivación incongruente al modificar la pretensión de
la demanda; c) infracción al artículo 92 del Código
Civil; d) Se ha afectado la prohibición de aplicar
normas restrictivas por analogía; e) se han violado los
391
plazos de caducidad del artículo 2004 al determinar
qu el plazo del artículo 92 es de caducidad; f)
infracción al artículo 2001 del Código Civil porque el
plazo de prescripción es de 10 años.
Decisión En primer lugar, en el Voto Singular se analizó si
resultaba aplicable al caso el artículo 92 del Código
Civil. Se concluyó que no resultaba aplicable puesto
que el supuesto de hecho de referido artículo es que
el demandante sea un asociado de la asociación y no
la propia asociación.
Posteriormente, el Voto Singular considera que se
debe distinguir entre el acuerdo societario y el acto
jurídico que efectiviza el referido acuerdo. Luego de
analizar las diversas nulidades alegadas por el Jockey
Club, se concluye que no ha impugnado acuerdos
asociativos sino verdaderamente actos jurídicos. Por
lo tanto, no resulta aplicable el artículo 92 del Código
Civil. Finalmente, con respecto a la excepción de
caducidad, ha concluido que existe la infracción
normativa señalada en el literal f) al inaplicar el
artículo 2001 del Código Civil.
En cuanto a las infracciones normativas con respecto
a la excepción de falta de legitimidad, se denuncia que
se ha aplicado incorrectamente la teoría de los actos
propios pues la Corte Superior señaló que el
demandante no puede solicitar la nulidad de un acto
jurídico en el que ella misma ha participado. Así el
voto disidente analiza la definición de actos propios y
concluye que “según la doctrina, la Teori ́a de los Actos
Propios tiene como presupuestos: a) Una conducta
vinculante; b) Una pretensión contradictoria y c)
Identidad de sujetos. a) Una conducta vinculante: Esta
consiste en un acto o serie de actos que revelen una
determinada actitud o decisión de una persona
respecto de intereses vitales que se expresan, o más
concretamente, es un acto volitivo, exteriorizado de
las personas sobre un interés trascendente”.
A ello añade que “este razonamiento recogido en el
Primer Pleno Casatorio deja claro que resulta una
conducta contraria al principio de la buena fe, del cual
emerge la teori ́a de los actos propios, que una
persona desconozca unilateralmente los efectos
juri d
́ icos de un acto juri ́dico celebrado por ella misma,
pero que esto no obsta que recurra a la vía
correspondiente, es decir, a la vi a ́ judicial para
solicitar la nulidad de este acto por ocurrencia de un
vicio de nulidad”.
Por lo tanto, el voto disidente considera que no resulta
aplicable la doctrina de los actos propios.
392
Conclusión En el voto disidente se ha señalado que no constitye
un actuar en contra de la teoría de los actos propios
que se alegue la nulidad de un acto jurídico del que se
ha participado.
24)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente
Casación 16668-2013
2013
Lima, Perú.
Sumilla de hechos En este caso, el recurso de casación se interpuso por
la demandada Regina Angélica Pastor Castro contra
la sentencia de segunda instancia que revocó la
sentencia apelada y reformándola declaró fundada la
demanda de reconocimiento de sentencia extranjera.
Argumentos de En este caso se alegan las siguientes infracciones
las partes normativas: i) infracción normativa del artículo I del
Título Preliminar del Código Procesal Civil y del
artículo 122 pues la resolución no ha sido
debidamente motivada en cuanto a la patria potestad
y el régimen de visitas, pues eso es competencia de
los Tribunales peruanos y no extranjeros; ii) Infracción
normativa de los artículos 2104 y 2062 del Código
Civil pues para que las sentencias sean reconocidas
no deben resolver asuntos de competencia peruana.
Decisión En primer lugar, la Corte Suprema señala que “según
se verifica, la sentencia que se pretende reconocer
tiene la calidad de cosa juzgada, sin ser cuestionada
por las partes. Asimismo, el arti ć ulo 2062 del Código
Civil, no contiene un supuesto de jurisdicción o
competencia exclusiva, sino de extra territorialidad de
la jurisdicción peruana, que alcanza a personas
domiciliadas en el extranjero. Del mismo modo, de
acuerdo al arti ć ulo 2081 del Código Civil, el divorcio y
la separación de cuerpos se rigen por la ley del
domicilio conyugal, mas no dice que se rija sólo por la
jurisdicción peruana, es decir, está referido al fondo
de la controversia. Finalmente, las normas
comentadas obligan a que el divorcio demandado en
el extranjero deba hacerse conforme al derecho
nacional, para la verificación de la existencia del
derecho a demandar, lo que no significa que la
jurisdicción peruana sea exclusiva para el
conocimiento de dichos temas, pues dicha prohibición
no está prevista en la Ley”.
En la misma línea, la Corte Suprema acoge el
Dictamen Fiscal en la medida que “quien ha
demandado el divorcio resulta ser quien se opone a
su reconocimiento por exequátur, lo cual importa un
393
contrasentido de intereses; que contraviene un
principio de lógica juri d
́ ica elemental en el sentido que
no puede venir contra actos propios negándoles su
existencia y validez, y que se resume en el adagio
latino, “venire contra factum propium non valere”, es
decir no es factible admitir que se cuestione la
competencia jurisdiccional por parte de quien ha sido
la persona que ha concurrido ante dicho órgano”.
Por lo tanto, se declaró infundado el recurso de
casación.
Conclusión A criterio de la Corte, a quien se le ha concedido una
demanda, no puede oponerse a su reconocimiento
por exequátur pues es una contradicción que va en
contra de la doctrina de los actos propios.
25)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente
Casación 1191-2009
2009
Piura, Perú.
Sumilla de hechos El demandante interpuso una demanda de
reivindicación de mejor derecho de posesión.
Argumentos de Tras desestimarse la demanda, se alega una
las partes contravención de las normas que garantizan el debido
proceso debido que el juez no es competente.
Decisión El Tribunal señala que la invocación sobre falta de
competencia es extemporánea y va en contra de la
doctrina de los actos propios pues “habiéndose ya
saneado el proceso y agotado dos instancias en las
que el recurrente ha podido hacer valer su pretensión
reclamada, asi ́ como ejercitado sus derechos de
defensa y pluralidad de instancia, sin que en dicho
lapso haya cuestionado la competencia de los
órganos jurisdiccionales que han conocido de este
proceso, lo que recién efectúa en su recurso de
casación. Lo anteriormente expuesto denota una
contradicción en el proceder del recurrente con
respecto a su conducta desarrollada a lo largo tanto
de este proceso, como en el anterior proceso sobre
desalojo que sostuvo también con la parte
demandada, en los que en modo alguno cuestionó la
394
competencia del Poder Judicial para dilucidar la
controversia relativa al inmueble sub litis, lo que se
encuentra sancionado por la denominada teori a ́ de los
actos propios, derivada del principio general de la
buena fe, conforme a la cual a nadie le es permitido
hacer valer un derecho en contradicción con su
conducta anterior, "venire contra Facttum propium non
valet, por lo que de conformidad con lo dispuesto en
los arti ́culos 171, 172 y 175 del Código Procesal Civil,
deviene en infundado este argumento”.
Conclusión La presentación de argumentos extemporáneos luego
de haber consentido una conducta procesal o un vicio
procesal (inclusive la incompetencia del juez) va en
contra de la doctrina de los actos propios.
26)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Permanente
Casación 1455-2008
2008
Arequipa, Perú.
Sumilla de hechos El demandante, Scotiabank Perú S.A.A., interpuso un
recurso de casación contra la sentencia que confirmó
la sentencia apelada, que ha declarado fundada la
contradicción pues el título valor emitido en forma
incompleta ha sido completado en forma contraria a
los acuerdos adoptados, declarándose la
improcedencia de la demanda.
Argumentos de La casación se sustenta en una violación del debido
las partes proceso debido a que no se ha realizado la audiencia
especial del dictamen pericial.
Decisión Entre los argumentos utilizados por la Corte para
denegar el recurso de casación, se señaló que
“conforme lo establece el inciso 1° del arti ć ulo 175 del
Código Procesal Civil, no corresponde declarar la
nulidad si quien la formula ha propiciado, permitido o
dado lugar al vicio; a eso se debe añadir que, según
lo prevé la primera parte del arti ć ulo 176 del Código
adjetivo glosado, el pedido de nulidad debe ser
formulado en la primera oportunidad que el
perjudicado tuviera para hacerlo. Por los argumentos
juri d
́ icos expuestos, de los autos se aprecia que, el
Banco demandante propició y permitió que la
audiencia respectiva no se realizara, por lo que pedirla
después de conocer los resultados de la sentencia de
primera instancia, supone ir contra sus actos propios,
lo cual atenta contra el principio de buena fe procesal
prevista en el segundo párrafo del arti ć ulo IV del Ti ́tulo
Preliminar del Código Procesal glosado, por ello esta
primera denuncia debe ser desestimada”.
395
Conclusión La Corte señala que no se puede alegar la nulidad de
una sentencia por no haberse realizado un acto
procesal por culpa de quien solicita la nulidad pues
constituye un actuar contrario a la teoría de los actos
propios.
27)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Transitoria
Casación 4400-06
2012
Lima, Perú.
Sumilla de hechos El demandante, el Banco de Crédito, presentó una
demanda de dar suma de dinero contra Edgar
Benavente. Este último interpuso un recurso de
apelación contra la sentencia de primera instancia
señalando que con la impugnada se pretende
convalidar un proceso totalmente irregular en el que
se ha vulnerado derechos elementales y
fundamentales como el derecho a la legítima defensa,
el debido proceso, el principio contradictorio, el
principio de igualdad entre las partes; entre otros
derechos conculcados, precisa que en el presente
proceso existió un grave vicio procesal pues todas las
notificaciones fueron cursadas a un lugar en el que no
domiciliaba, por lo que se evidencia una nulidad
trascendente a todo el proceso.
Argumentos de El recurso de casación se sustenta en una violación al
las partes debido proceso en la primera instancia puesto que no
se le notificó al demandado a su domicio procesal.
Decisión La Corte Suprema desestimó el recurso debido a que
cuando el demandando “refiere que se apersonó a las
oficinas del Banco Santander Central Hispano y llenó
unos formularios proporcionados por el mismo Banco,
donde comunicó su cambio de domicilio, consignando
su nuevo domicilio en Nicolás Aranibar 617, Santa
Beatriz – Lima, y que recibió diversas comunicaciones
del Banco a su nuevo domicilio, y si bien es cierto el
ejecutado adjunta una carta notarial cursada por la
entidad ejecutante a dicho domicilio, sin embargo,
dicha instrumental, está referida a una obligación
distinta a la que es materia del proceso, por lo que, se
evidencia que los argumentos esgrimidos por el
ejecutado no resultan contundentes”.
La Corte agrega que “en este contexto y teniendo en
cuenta que: a) Si bien es cierto la nulidad está
destinada a cuestionar la validez o eficacia de un acto
juri d
́ ico procesal o de todo el proceso y que los vicios
de forma están referidos a las condiciones de tiempo,
lugar y modo, en los que se realiza el acto procesal y,
396
que constituyen una garanti ́a para la defensa de los
derechos de ciudadano; b) También es que uno de los
Principios que rigen ésta es el de Protección, el cual
dispone que la parte que dio lugar al vicio, o que
concurrió voluntariamente a su producción, no está
habilitada para solicitar la nulidad del acto procesal,
sustentándose en la teori a
́ de los actos propios; c) En
este orden de ideas y de todo lo expuesto se concluye
que la nulidad no resulta procedente porque: el
demandado no ha acreditado fehacientemente haber
comunicado el cambio de su domicilio y el hecho de
notificarse al domicilio contractual en todo caso se
deberi a
́ a un hecho propio del nulicidente; por estas
razones lo argumentado por la apelante merece
desestimarse; por cuyos fundamentos y estando a lo
dispuesto en el inciso primero del arti ́culo ciento
setenticinco del Código Procesal Civil …”.
Conclusión No procede alegar la nulidad de un acto procesal
cuando lo ha causado quien alega la nulidad.
28)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Transitoria
Casación 3108-2008
2010
Lima, Perú.
Sumilla de hechos El caso trata del recurso de casación interpuesto por
la Empresa Desarrollos Siglo XXI S.A.A. contra el auto
emitido por la Tercera Sala Civil de la Corte Superior
de Justicia de Lima, que confirma la resolución de
primera instancia, que rechaza la demanda
interpuesta por Desarrollos Siglo XXI S.A.A. contra el
Grupo Pantel S.A., sobre nulidad de acuerdo
societario.
Argumentos de El recurso de casación se sustenta en la
las partes contravención de las normas que garantizan el debido
proceso pues se ha interpretado erróneamente el
artículo 235 del Código Procesal Civil en cuanto a que
la copia de un documento público tiene el mismo
sustento que el documento original, si está certificada.
Decisión La Corte Suprema señala que la demandante
presentó una demanda de nulidad de acuerdo
societario por fin ilícito. Mediante auto se declara
inadmisible la demanda y se le concede un plazo de 3
días a la demandante para que cumpla con presentar
documentos originales, copias legalizadas y/o copias
certificadas por el funcionario público
correspondiente, de acuerdo con el artículo 235 del
Código Procesal Civil. Si bien se presentó un escrito
de subsanación, se rechazó la demanda por no haber
397
recaudado las copias requeridas. La Sala confirmó el
auto de primera instancia.
La Corte Suprema señala que, en este caso, no hay
afectación al debido proceso cuando el juez se ciñe a
la norma procesal preestablecida; lo contrario a ello
es actuar con arbitrariedad.
Finalmente, la Corte concluye que el artículo 235 del
Código Procesal Civil prescribe que la copia del
documento público tiene el mismo valor que el
original, si está certificada por auxiliar jurisdiccional
respectivo, notario público o fedatario, según
corresponda. Por ello, si a la demandante se le
requirió, por ejemplo, que presentara las copias
certificadas de los asientos registrales, tenía que
obtenerlos de los Registros Públicos y presentarlos en
el tiempo oportuno. En puridad, no es posible la
nulidad cuando se formula por quien ha propiciado,
permitido o dado lugar al vicio, según lo regula el
artículo ciento setenta y cinco inciso primero del
Código Procesal Civil, que consagra la teoría de los
actos propios en materia procesal.
Conclusión A criterio de la Corte, una parte no puede beneficiarse
de la nulidad causada por su propio accionar pues
implica actuar contra la doctrina de los actos propios.
29)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Civil Permanente
Casación 2213-2002
2004
Arequipa, Perú.
Sumilla de hechos El petitorio de la demanda fue la anulación del
contrato, la devolución de dinero más intereses y el
pago de una indemnización de diez mil dólares o
alternativamente la resolución del contrato por falta de
saneamiento por vicios ocultos, devolución de dinero
y pago de los daños y perjuicios mencionados.
Se dictó la sentencia de primera instancia que declaró
fundada en parte la pretensión de daños y perjuicios.
Sin embargo, la demandante apeló la sentencia
porque el juez se pronunció sobre responsabilidad
extracontractual, cuando el caso era sobre
responsabilidad contractual y que omitió resolver
sobre la devolución del dinero.
La Corte Superior reformó la sentencia y declaró
improcedentes todas las pretensiones.
Argumentos de El recurso de casación se sustenta en la
las partes contravención de la prohibición de reforma en peor en
la apelación.
398
Decisión La Corte denegó el recurso debido a que de “los
argumentos expuestos se puede apreciar que es la
propia demandante quien posibilita que la causa sea
analizada en segunda instancia, posibilidad que
además no se limita a la indemnización, ya que según
los agravios sustentados en su recurso de apelación
de fojas quinientos, autoriza en buena cuenta al
Colegiado para que pueda revisar nuevamente el
aspecto contractual y determinar si de alli ́ deriva la
devolución y demás aspectos demandados, incluso la
demandante enfatiza que el pago de daños y
perjuicios deriva de la relación contractual, por lo que
en virtud al principio "tantum devolutum quantum
appellatum", autoriza a que el Colegiado pueda
revisar nuevamente el contrato a nivel estructural y
funcional. Es asi ́ que el Colegiado advierte que la
pretensión de daños termina siendo accesoria
respecto a la pretensión de anulación del contrato,
más aún el énfasis de la recurrente por establecer que
los daños son contractuales; es por ello, que el
Colegiado se pronuncia sobre el contrato y al advertir
que la pretensión de anulación no procede, siguiendo
el principio de accesoriedad, en virtud al cual lo
accesorio sigue la suerte de lo principal (primer
párrafo -in fine- del arti ́culo 87 del Código Procesal
Civil), termina concluyendo que la pretensión de
daños contractuales tampoco procede.
Además, la Corte señala que “en materia del proceso
civil, las nulidades procesales deben ser analizadas a
la luz de los principios procesales que las inspiran,
tales como el principio de la trascendencia, en virtud
al cual no es dable admitir la declaración de nulidad
por la nulidad misma o para satisfacer pruritos
formales; debiendo tenerse en cuenta principalmente
que en virtud al principio de protección, la parte que
hubiera dado lugar a la nulidad, no podrá pedir la
invalidez del acto realizado (inciso 1° del arti ć ulo 175
del Código Procesal Civil); en ese sentido, se advierte
que la recurrente al permitir a través de sus agravios,
que el Colegiado no solo se pronuncie sobre la
pretensión de daños y perjuicios, sino también sobre
las demás pretensiones, posibilitó que el Colegiado
pudiera pronunciarse con la amplitud necesaria, no
haberlo hecho conforme a lo solicitado por la
recurrente habri ́a dado lugar a un problema de
congruencia por parte del Colegiado”.
Conclusión No procede alegar la prohibición de la reforma en
peor, cuando el apelante ha sometido todos los
puntos a consideración del juez superior, pues va en
contra de la doctrina de los actos propios.
399
30)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente
Casación 2042-2002
2004
La Libertad, Perú.
Sumilla de hechos No se señala en la sentencia.
Argumentos de El argumento que sustenta el recurso de casación
las partes consiste en la contravención de las normas que
garantizan el derecho a un debido proceso, pues la
Sala Superior declara nula la sentencia apelada sin
que existan razones sustanciales para hacerlo, y evita
con ello pronunciarse sobre el fondo de la materia
controvertida, por lo que ha infringido los principios
contenidos en el inciso 3 del art. 119 de la
Constitución, referidos a la tutela jurisdiccional y el
debido proceso.
Decisión La Corte denegó el recurso debido a que “conforme lo
prescribe el inciso primero del art. ciento setenticinco
del Código Procesal Civil no puede declararse nula
una resolución por quien ha provocado el vicio, que se
sustenta en la teori a ́ de los actos propios. En el
presente caso, el propio actor, y ahora recurrente, ha
acumulado indebidamente sus pretensiones”.
Conclusión El principio procesal que prohíbe que aquel que ha
causado la nulidad de un acto procesal, no puede
alegarla en su favor es una manifestación de la teoría
de los actos propios.
31)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente
Casación 724-2006
2007
Lambayeque, Perú.
Sumilla de hechos Se trata de un recurso de casación presentado por el
demandante contra un auto de segunda instancia que
confirma lo resuelto por primera instancia, en la que
se declaró fundada la excepción de cosa juzgada
presentada por el demandado, en la medida que el
pronunciamiento bajo el Expediente Nº 2482-99 tenía
calidad de cosa juzgada.
Argumentos de El recurso de casación se sustentó en que se había
las partes incurrido en un vicio de motivación aparente, puesto
que si bien el Expediente Nº 2482-99 versó sobre
responsabilidad contractual, el petitorio que se
planteó en esa oportunidad precisó cuáles eran los
incumplimientos invocados y, en esta oportunidad, se
400
han invocado incumplimientos distintos; por lo que no
procede una excepción de cosa juzgada.
Decisión En primer lugar, la Corte Suprema señaló que en este
caso, el auto recurrido en casación está debidamente
motivado; por lo que, rechaza el argumento planteado
por el demandante.
La Corte Suprema señaló que la cosa juzgada hace
referencia al contenido de una sentencia firme y su
inmutabilidad. Agregó que los límites de la cosa
juzgada se circunscriben al objeto procesal, es decir,
identidad de petitorio y de causa petendi. A criterio de
la Corte Suprema, en el caso materia de análisis, la
pretensión tiene sustento en el mismo contrato sobre
el que se pronunciaron en el Expediente Nº 2482-99,
es decir, existe identidad de causa. En cuanto a la
identidad de objeto, que el pronunciamiento del
Expediente Nº 2482-99 sobre responsabilidad
contractual por cumplimiento tardío y doloso de
obligaciones es congruente con el petitorio contenido
en la demanda. Por lo tanto, no resulta procedente
que se ventile nuevamente lo resuelto con autoridad
de cosa juzgada.
Finalmente, la Corte Suprema señaló como
argumento adicional que no procede la nulidad
invocada por quien la propició, de acuerdo con lo
prescrito en el artículo 175 inciso 1 del Código
Procesal Civil, que se inspira en la teoría de los actos
propios. Con esto la Corte se habría referido a que la
situación habría sido causada por el propio
demandante al iniciar un proceso sobre asuntos que
son cosa juzgada.
Conclusión A criterio de la Corte, la teoría de los actos propios
impide invocar una nulidad, que ha sido causada por
quien la aduce.
32)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Transitoria
Casación 2984-2009
2010
Junín, Perú.
Sumilla de hechos La sentencia de segunda instancia declaró fundada
en parte la demanda. Así, ordenó que se cumpla con
el otorgamiento de la escritura pública por parte de la
Sucesión de Rita María de la Barra Soldevilla e
infundada respecto de los demandados Néstor
Alejandro Apaza Quispe y Blanca Inga. Declaró
fundada la demanda en el extremo de la nulidad del
acto jurídico y declaró nula la escritura pública del 21
de marzo de 1998, celebrada entre Dante Luis Pellane
401
de la Barra y Mery Blanca Pellane de la Barra, con los
cónyuges Néstor Alejandro Apaza Quispe y Blanca
Inga Limaymanta; por lo que se canceló la anotación
registral preventiva; y fundada en parte la pretensión
de reivindicación contra los cónyuges Néstor
Alejandro Apaza Quispe y Blanca Inga Limaymanta,
e, infundado este extremo respecto a la sucesión
demandada; e improcedente la pretensión de
indemnización por daños y perjuicios respecto a todos
los demandados.
Argumentos de El recurso de casación fue interpuesto por los
las partes demandados Néstor Alejandro Apaza Quispe y
Blanca Inga Limaymanta debido a una errónea
interpretación de los artículos 2014, 2022 y 1315 del
Código Civil y contravención a las normas que regulan
el debido proceso.
Decisión El Tribunal señala que con posterioridad a las
apelaciones presentadas contra la sentencia de
primera instancia, los demandados presentaron una
transacción celebrada entre Juan Eleazar Sánchez
Gonzáles y Néstor Alejandro Apaza Quispe a fin de
que se declare la conclusión del proceso. Los
demandados Dante Luis Pellane de la Barra y Mery
Blanca Pellane de la Barra solicitaron adherirse a la
transacción. Finalmente, el Juzgado decidió tener por
no homologada la transacción pues no se
pronunciaba sobre todas las pretensiones.
La Corte Suprema señala que al analizar la apelación,
la Sala Superior debió atender al principio de
moralidad, que incluye la buena fe y la lealtad
procesal.
A ello agrega la Corte que “llama la atención de este
Supremo Tribunal que, en el documento privado con
firmas legalizadas de fojas trescientos setenta y tres,
el demandante reconoce la titularidad del inmueble
sub litis en la esfera juri d
́ ica de los demandados
Néstor Alejandro Apaza Quispe y Blanca Inga
Limaymanta, y luego, en su escrito de fojas
cuatrocientos once, el demandante manifiesta que la
transacción como contrato, fue únicamente con
Néstor Alejandro Apaza Quispe, no siendo un arreglo
definitivo con los otros demandados, y que no está
presente la voluntad de los demandados Dante Luis
Pellane de la Barra y Mery Blanca Pellane de la Barra;
tales documentos de orden o destino judicial corren en
el expediente, de donde se pueden extraer
importantes elementos que coadyuven al análisis
global de los medios probatorios, siendo que al
momento de analizarse la conducta procesal de las
partes en el proceso, se puede establecer como
402
principio que, resulta "inadmisible toda pretensión
li ć ita pero objetivamente contradictoria con respecto
al propio comportamiento anterior efectuado por el
mismo sujeto"; entonces, puede resultar atentatorio
contra la buena fe procesal reconocer una titularidad
que antes se negaba.
Adicionalmente, la Corte Suprema señaló que la
debida motivación es un principio esencial que deben
respetar las sentencias y ello incluye el principio de
verificabilidad o razón suficiente; sin embargo, la Sala
Superior no tomó en cuenta la conducta procesal del
demandante al momento de valoración de la prueba.
Por lo tanto las razones de la Sala Superior resultan
insuficientes para confirmar la sentencia apelada.
Conclusión A criterio de la Corte, resulta inadmisible reconocer la
titularidad del inmueble al demandado cuando se
pretende la titularidad del referido bien pues es una
conducta contradictoria y que resulta atentatoria
contra la buena fe procesal.
33)
Datos del caso Corte Suprema de Justicia de la República
Sala Civil Transitoria
Casación 3496-2007
2008
Arequipa, Perú.
Sumilla de hechos Recurso de casación interpuesto por Juan Reyes
Corimanya contra la resolución emitida por la
Segunda Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de
Arequipa que revoca la resolución apelada y declara
improcedente la demanda.
Argumentos de El recurso de casación se sustentó en que se violaron
las partes normas del debido proceso pues la Corte Superior ya
se había pronunciado sobre la presunta falta de
conexión entre los hechos y el petitorio en razón de
que existi a
́ n causales de anulabilidad. El juez de
primera instancia emitió una primera sentencia
declarando improcedente la demanda; no obstante,
dicha decisión fue revocada por la Corte Superior, que
dispuso que se emita nuevo fallo pronunciándose
sobre el fondo del asunto, en base al principio del iura
novit curia.
El Juez de primera instancia emitió una nueva
sentencia; sin embargo, la Sala Superior se pronuncia
después señalando que no procede aplicar el principio
iura novit curia para adecuar las causales de nulidad
a las que realmente corresponden los hechos
esgrimidos en la demanda, inobservando de esa
forma lo dispuesto por ella misma en su anterior
sentencia.
403
Decisión La Corte Suprema advierte la contradicción en la
Corte Superior y señala que “el Colegiado no puede
contradecir lo expuesto por el mismo órgano
jurisdiccional en un momento procesal anterior,
puesto que, si bien es cierto, todos los magistrados
tienen independencia y autonomi a ́ judicial, también lo
es que “(...) la verdadera legitimación de los jueces
está esencialmente en cómo cumplen diariamente su
función garantizadora de los derechos de los
ciudadanos (...)"; por ende, no se les puede permitir a
los magistrados que emitan resoluciones donde estos
se contradigan con lo expresado en una oportunidad
procesal anterior y no justifiquen, de manera
adecuada e idónea, su cambio de decisión”.
A ello añade que “siendo esto asi ́, en este particular
caso se aplica la teori ́a de los actos propios, puesto
que el comportamiento del Colegiado Superior atenta
contra la regla de derecho derivada del principio
general de la buena fe (venire contra factum propium
non valet), y que se materializa en la teori ́a de los
actos propios, según la cual "(...) a nadie le está
permitido ir contra sus propios actos. (... )" (Carlos
Soto Coaguila; Revista hechos de la Justicia); por
ende, las partes (o sujetos procesales, entre los que
se incluye a los propios magistrados) no pueden
contradecir en el proceso sus propios actos
anteriores, deliberados, juri d́ icamente relevantes y
plenamente eficaces”.
Por lo tanto, se configura un vicio a la debida
motivación de una decisión, que contempla no emitir
una decisión evidentemente contradictoria con otra
anterior.
Conclusión A criterio de la Corte, las Salas Superiores no pueden
contradecir su conducta procesal válidamente emitida
en un momento anterior, pues de lo contrario
atentarían contra la doctrina de los actos propios.
404
De otro lado, este insumo es fundamental para evaluar la conveniencia o
necesidad de incluir una referencia normativa expresa a la doctrina de los actos
propios en el ordenamiento jurídico peruano, que brinde orientación tanto a los
agentes económicos interesados en aplicarla como a los encargados de resolver
las eventuales controversias.
En este punto se puede dar cuenta de dos grandes conclusiones a partir de las
sentencias reseñadas.
193
De las 33 sentencias reseñadas, 8 señalan expresamente que la doctrina de los actos propios
es un principio: Caso 4 (Corte Superior, 2016), Caso 7 (Corte Superior, 2017), Caso 9 (Corte
Superior, 2019), Caso 12 (Corte Suprema, 2006), Caso 16 (Corte Suprema, 2010) y Caso 19
(Corte Suprema, 2002).
405
También se ha señalado que los árbitros pueden invocar la doctrina de los actos
propios aunque las partes no lo hayan hecho (casos 8 y 9). Sobre este tema se
indicó que la doctrina de los actos propios es un desarrollo teórico específico del
principio de la buena fe y que sí puede incorporarse al razonamiento judicial para
la calificación jurídica. Estoy de acuerdo con esta posición, pero es importante
tener claro que el principio iura novit curia tiene como límite la invocación de
hechos invocados por las partes, y no habilita a los jueces a añadir nuevas
pretensiones, sino que deben limitarse a las que hayan sido planteadas, dando
oportunidad a las partes de presentar sus posiciones sobre las normas a ser
aplicadas de oficio.
La sentencia del caso 8 hace bien entonces en asumir que la doctrina de los
actos propios está vinculada con el principio de la buena fe y que por tanto puede
invocarse aunque las partes no lo hayan hecho. Sin embargo, esta decisión se
equivoca al asociarla a las reglas de interpretación de los contratos.
Estoy de acuerdo por dos razones. En primer lugar, porque se debe ser
congruente con la posición ya asumida sobre la posibilidad de pactar en contra
de la posible invocación de la doctrina de los actos propios. En segundo lugar,
porque la decisión judicial de repudiar la actitud contradictoria de una de las
partes no puede afectar las pretensiones que se discuten, especialmente si el
beneficiario de la doctrina de los actos propios es el demandante. En efecto, el
resultado de aplicarla es limitar el ejercicio de un derecho, lo que no
necesariamente es lo pedido en el proceso. Entonces, solo si los hechos del caso
lo permiten, si no existe pacto limitativo o si las pretensiones planteadas son
compatibles con la aplicación de la doctrina de los actos propios, los jueces
podrán invocarla al resolver una controversia, a pedido de parte o incluso de
oficio.
406
Una tercera categoría de sentencias referidas a la doctrina de los actos propios
en los procesos de impugnación de laudos es aquella en la que los pedidos de
anulación fueron desestimados por haberse producido la renuncia del derecho a
objetar, de modo que el solicitante habría consentido a situaciones procesales
que pretendía cuestionar de forma inoportuna (casos 2, 4 y 7). En el fondo, estas
decisiones se asemejan a las que se mencionarán en el acápite 5.4.7.
Uno de los requisitos para que opere la doctrina de los actos propios es la
existencia de una conducta vinculante, objetiva e inequívoca, que posteriormente
es contradicha. Dicha conducta vinculante debe ser válida para ser portadora de
confianza razonable. En tal sentido, en principio, la doctrina de los actos propios
no puede penetrar una defensa de la contradicción basada en la nulidad de un
contrato. En efecto, a diferencia de otros ordenamientos jurídicos, el Código Civil
peruano no establece restricciones para que quienes celebraron el negocio
jurídico invoquen causales de nulidad.
Bajo la misma lógica, la Corte Suprema cuestionó que una entidad estatal haya
pretendido amparar su incumplimiento en la ausencia de formalidades
establecidas en la Ley de Contrataciones y Adquisiciones del Estado, cuando
todos los actos y documentos emitidos por la propia entidad revelaban que
efectivamente sí se había prestado el servicio (caso 12). De hecho, la Corte
Suprema ha sostenido que la mencionada Ley de Contrataciones con el Estado
ha acogido la doctrina de los actos propios en su artículo 4, que regula el principio
de moralidad.
407
5.4.4 Demandas de obligación de dar suma de dinero.-
Hay dos casos en los cuales se brindó protección, mediante la doctrina de los
actos propios, al acreedor cuyo deudor se negaba a cumplir con la prestación.
La doctrina de los actos propios viene siendo utilizada por las cortes en casos de
lo más diversos. Por ejemplo, durante una discusión relativa a la terminación de
408
un contrato de comodato, se ha señalado que la defensa de fondo esgrimida en
un proceso no puede ser incompatible con la defensa articulada en uno distinto
(caso 22).
Una buena parte de las decisiones reseñadas se refiere a la doctrina de los actos
propios no tanto como herramienta de solución al fondo de los casos sino más
bien para cuestionar contradicciones producidas al interior de una controversia
judicial o al interior de dos procesos distintos.
194
“Artículo 175.- Inadmisibilidad o improcedencia del pedido de nulidad.-
El pedido de nulidad será declarado inadmisible o improcedente, según corresponda, cuando:
1. Se formule por quien ha propiciado, permitido o dado lugar al vicio;
2. Se sustente en causal no prevista en este Código;
3. Se trate de cuestión anteriormente resuelta; o
4. La invalidez haya sido saneada, convalidada o subsanada”.
409
del juez superior (caso 29); y, (v) el demandante cuestiona una excepción de
cosa juzgada, cuando fue el propio demandante quien causó la situación, por
haber iniciado procesos con pretensiones similares (caso 31).
Son tres los aspectos positivos resultantes de los casos reseñados. El primero
es bastante obvio, pero muy importante, y es que, para los jueces peruanos,
incluso antes de la emisión del Pleno Casatorio, la doctrina de los actos propios
existe. Los jueces son conscientes de que no existe una norma que la mencione
de manera explícita, pero la reconocen como una herramienta para resolver
conflictos.
Es en este punto donde aparece una paradoja, pues la bondad del carácter
maleable de la doctrina de los actos propios le puede jugar en contra si no hay
claridad sobre su condición residual.
En efecto, otra conclusión relevante es que las decisiones judiciales que se han
adoptado sobre la doctrina de los actos propios son erráticas, no arrojan luces
sobre sus linderos y, por tanto, no generan predictibilidad sobre su uso. Además,
no son necesariamente compatibles con los requisitos para que opere, con sus
consecuencias y con sus distinciones de otras figuras jurídicas. De hecho, se le
suele aplicar con la fórmula “a mayor abundamiento”.
En relación con esto último, se debe distinguir entre los argumentos que
conforman la ratio decidendi del fallo, de aquellos esgrimidos con carácter obiter
dicta.
410
“Esta distinción permite establecer el peso de los argumentos en el discurso
jurisdiccional. Mientras que ratio decidendi alude a los razonamientos que
fundamentan de manera directa la resolución del conflicto, obiter dicta es el
conjunto de raciocinios, ilustraciones, recursos tópicos o retóricos que no
fundamentan de manera directa la resolución del conflicto” (López Oneto 554).
En tal sentido, se debe discernir los casos en que los jueces acuden a la doctrina
de los actos propios como argumentación fundamental, de aquellos otros en que
solo acuden lateralmente a ella. De las sentencias reseñadas puede concluirse
que en el caso de las cortes judiciales peruanas ocurre fundamentalmente lo
segundo.
411
claridad sobre la respuesta, ¿B considera que el nuevo comportamiento de A
debe necesariamente ser conservado hasta el final de la relación contractual?
412
5.5.1 Aplicación de la doctrina de los actos propios por el Tribunal Constitucional
peruano.-
413
propósito llamado “a mayor abundamiento”. Nótese que, como la Corte Suprema
ha hecho, el Tribunal Constitucional aplicó la doctrina de los actos propios en
relación con situaciones que involucraron a los mismos sujetos, pero respecto
de conductas desplegadas en dos procesos judiciales diferentes.
414
Como se ha sostenido en el Capítulo 3 de este trabajo, la doctrina de los actos
propios es lo suficientemente flexible como para operar en dos sentidos, como
un mecanismo de acción o uno de defensa. Ello dependerá de cuál es el acto
contradictorio que se pretende combatir con su invocación. En efecto, el
momento del proceso en que se puede recurrir a la doctrina de los actos propios
depende del contenido de la contradicción. Si el actuar incoherente supone
formular un reclamo inesperado, la doctrina de los actos propios será planteada
a manera de contestación o como mecanismo de defensa. Sin embargo, la
contradicción puede plantearse sin formular reclamo alguno, pero con una
negativa a ejecutar el contrato de la manera en que se venía haciendo. En tal
caso, el afectado con la incoherencia puede pedir que en el proceso se declare
que en virtud de la doctrina de los actos propios, se disponga el remedio que
corresponda.
“Lo que se veda es que un litigante adopte, en el proceso, una actitud que le
ponga en contradicción con su anterior conducta. Es la contradicción entre la
conducta procesal, y la conducta pre-procesal o extraprocesal lo que resulta
inadmisible y condenable. Lo que la persona no puede hacer es accionar, invocar
o alegar en contra de sus propios actos. Invocar y alegar vale tanto como aportar
hechos y razones de derecho, como fundamento de una petición dirigida a un
juez (Díez-Picazo 2014: 172).
Sin embargo, dicha posición es incompleta y por tanto incorrecta. Es posible que
el proceso haya sido promovido no con el ánimo de contradecir una conducta
previa y vinculante, sino por el contrario, para denunciarla, pedir que se declare
la existencia de contradicción durante la ejecución del contrato y se dispongan
las medidas correctivas que sean necesarias.
415
Como puede apreciarse, la postura que considera que la doctrina de los actos
propios importa siempre un marco procesal, supone que la conducta vinculante
se produce fuera del proceso y que la contradicción posterior se produce dentro
de él. Por el contrario, la posición que planteo es que ambas conductas, la
primigenia y la contradictoria, pueden generarse durante la ejecución del
contrato, de modo que el proceso posterior sirva para dar cuenta de la
incoherencia y pedir que se corrija.
416
además una actitud, pues impide alegar la nulidad a quien consintió o propició el
vicio.
El artículo 172 del Código Procesal Civil es incluso más parecido al artículo 11
de la Ley que norma el Arbitraje, pues tratándose de vicios en la notificación de
la nulidad existe convalidación tácita cuando el facultado para plantear la nulidad
no formula su pedido en la primera oportunidad que tuviera para hacerlo.
Lo que se presenta a continuación más bien, son casos en los cuales tanto la
conducta vinculante como la contradicción posterior se presentan dentro de un
proceso, lo cual genera que, en este espacio, la doctrina de los actos propios no
se trate de una herramienta para defender la coherencia contractual, sino la
conducta congruente y de buena fe al interior de un proceso. En buena cuenta,
esto es lo que por cierto ha decidido la Corte Suprema en algunos de los casos
reseñados en la sección anterior de este capítulo.
417
lo defendido en un proceso civil, y también se ha usado en sede administrativa,
cuando se niega en sede jurisdiccional lo defendido en el expediente
administrativo (Joan Picó i Junoy 2003: 127-129)195.
195
Se ha incluido como ejemplo incluso el caso de un conductor de colectivo que demandó a una
empresa de ómnibus para la que trabajaba, por incapacidad “laborativa” total, por los
microtraumas absorbidos por la columna por la deficiente amortiguación del vehículo. Venció en
el juicio y cobró una indemnización. Años después demandó a otra empresa con el mismo
planteo, pero dado que ambas empresas tuvieron el mismo abogado, la segunda empresa
demandada tomó conocimiento del proceso anterior y cuestionó esta actitud procesal sobre la
base de la doctrina de los actos propios (López Mesa 2013: 177). Según López Mesa, en el caso
debía prosperar la doctrina de los actos propios, pero esta postura presenta dos dificultades. De
un lado, no se presenta el requisito de identidad de los demandados, y de otro lado, la forma de
desestimar la demanda era a través de una defensa de fondo, por no acreditarse la existencia
de daño pendiente de ser indemnizado.
418
Por supuesto, la preocupación anterior se justifica solamente asumiendo que la
inconsistencia de dichas decisiones no puede explicarse por circunstancias
diferentes que ameriten la variación.
419
beneficiaria decidió mudarse a Berlín oeste. De forma que la revocación del acto
le habría producido serios perjuicios. Al resolver el caso, el Tribunal consideró
que, con fundamento en los principios de paz, seguridad jurídica y buena fe, no
se justificaba la revocación del acto” (Díez 2018: 71).
420
ciertas subvenciones que repentinamente fueron modificadas en perjuicio suyo
(Mesa 2013: 31)196.
Lo antes señalado es clave para dotar de algún sentido a la doctrina de los actos
propios o principio de confianza legítima en las actuaciones de las entidades
públicas.
421
casos de decisiones no vinculantes que cabe discutir sobre el deber de la
Administración de mantener su propio criterio expresado con anterioridad (Díez
2018: 52)197.
A propósito del ámbito tributario, que se rige además por los principios del
Derecho Administrativo, se ha sostenido que para que se vulnere la doctrina de
los actos propios por parte de la Administración es necesario que su actuación
rompa la previsibilidad y la buena fe del administrado y que existan signos
externos concluyentes que hayan orientado la conducta de este (Martínez 2014:
67). Por ejemplo, que el administrado se haya guiado por actuaciones de la
Administración en ejercicios anteriores por idénticos conceptos.
197
La autora pone como ejemplos de actuaciones no vinculantes a las promesas, consultas,
disposiciones administrativas internas, etc., que sean capaces de generar confianza protegible
(Díez 2008: 377).
198
Por ejemplo, si la Administración indica erróneamente el régimen de recursos contra un acto,
no opera el principio de confianza legítima, pues de lo contrario se inaplicaría el régimen legal
correspondiente (Díez 2018: 52).
422
administrativa no puede actuar contra sus propios actos, salvo los supuestos de
revisión de oficio contemplados en la presente Ley. Ninguna regulación del
procedimiento administrativo puede interpretarse de modo tal que ampare
alguna conducta contra la buena fe procedimental” [el subrayado es agregado].
Es esencial tener clara la diferencia entre la doctrina de los actos propios y los
precedentes administrativos, pues la doctrina los actos propios se produce en el
seno de la misma relación, mientras que los precedentes se refieren a una
relación jurídica distinta. El criterio contenido en ellos puede cambiarse siempre
que se presente una motivación suficiente (Martínez 2014: 68).
Carrasco mantiene una posición distinta, pues sostiene que la doctrina de los
actos propios en el Derecho Administrativo no exige que la confianza del
administrado haya sido defraudada, pues basta que la conducta significativa
haya favorecido a terceros que estén respecto a la norma en la misma posición
que el afectado (Carrasco 2016: 469). Como puede apreciarse, para este autor
la doctrina de los actos propios en el Derecho Administrativo no solo abarca las
conductas inconsistentes de la Administración respecto de un administrado, sino
la vulneración de su confianza debido a un trato diferenciado respecto de otros
administrados. Esto último, más que referirse a la doctrina de los actos propios,
está prohibido por el principio de igualdad que debe regir los actos
administrativos.
199
Ello, sin perjuicio de la posible indemnización por los perjuicios sufridos como consecuencia
de la confianza de los administrados en los efectos de los actos administrativos que les fueron
favorables (Parada 2004, 213-214).
423
Así, la doctrina de los actos propios a través del principio de confianza legítima
ha ganado un espacio en el Derecho Administrativo y de ello también dan cuenta
autores como Alejandro Borda (2017: 149) y Marcelo López Mesa (2013: 231),
pero no es menos cierto que su uso en el ámbito de los procedimientos ante
entidades públicas genera escepticismo por su falta de claridad y por tanto de
certeza sobre los efectos que produce.
424
La Entidad afirmó que la potestad de declarar unilateralmente la resolución del
Contrato era parte del ejercicio de su ius imperii. El Consorcio alegó en el proceso
que no era posible admitir la posición de la Entidad y que esta contravenía la
doctrina de los actos propios, dado que mediante una conducta actual se
pretendía desconocer conductas pasadas.
425
La duda se suscita respecto de la segunda actuación, la negociación del nuevo
precio, dado que quien la llevó a cabo fue la PCM y no la misma Entidad. Sobre
este tema, el Consorcio señaló que la Administración General del Estado tiene
personalidad jurídica única, lo cual se reafirma con la resolución ministerial que
creó a la comisión negociadora, emitida por la PCM, en la cual se indicó
expresamente que “el artículo 14 del Decreto Legislativo Nº 560 - Ley del Poder
Ejecutivo, establece que el Presidente del Consejo de Ministros colabora con el
Presidente de la República en la dirección de la política general del Gobierno y
coordina la actividad intersectorial de la función política administrativa del
Estado”.
La doctrina de los actos propios ha extendido sus alcances incluso a las disputas
de carácter laboral, lo cual amerita ser discutido si se le contrasta con los
principios inherentes al Derecho del Trabajo, que son el de primacía de la
realidad y de la irrenunciabilidad de derechos, los que en principio serían un
obstáculo para su aplicación.
426
Esta relación de asimetría es la razón que subyace al principio de
irrenunciabilidad de derechos, que impediría, según esta postura, aplicar la
doctrina de los actos propios200.
Por el contrario, para otros autores, la doctrina de los actos propios “puede ser
aplicada, aun en perjuicio de los derechos irrenunciables de los trabajadores, si
acaso ha existido un ejercicio abusivo de tal clase de derechos. La distinción en
la cual se sostiene esta hipótesis es la existente entre ejercicio no abusivo de los
derechos laborales (ejercicio lícito) y ejercicio abusivo de tal clase de derechos
(ejercicio ilícito)” (López Oneto 2016: 548).
200
Además, esta postura señala que no se cumple el requisito de contradicción de conductas.
En efecto, en un caso en el cual se reclamó la existenica de relación laboral a pesar de haberse
prestado servicios con un sistema de pago de honorarios profesionales, se señaló que “no
existiría contradicción de conductas, toda vez que haber mantenido esos servicios excluidos del
orden laboral no era una decisión que correspondía a su prestador –supuesto trabajador- sino a
quien los recibía –supuesto empleador-; de modo que si el primero efectúa la reclamación
indicada no sería opuesta a una conducta que no le era imputable” (Sierra Herrero, 146).
427
efecto, resulta pertinente señalar que en la demanda se reconoce por la actora
haber trabajado para la Universidad Mayor cerca de seis años mediante la
modalidad de prestación de servicios a honorarios, lo que importa la aceptación
por parte de esta de la situación descrita en forma reiterada y mantenida en el
tiempo, lo que se exteriorizó a través de la emisión de las respectivas boletas de
honorarios. Tras este comportamiento, denominado por la doctrina como “de los
actos propios” subyace sin duda la primacía del principio de la buena fe, del cual
se encuentra imbuido no sólo la legislación laboral, sino que todo nuestro
ordenamiento jurídico” (Gómez 2015: 46-47).
A lo largo del presente trabajo se ha podido apreciar que son diversos los
espacios de resolución de disputas, nacionales o extranjeros, públicos o
privados, judiciales o arbitrales, bajo leyes nacionales o bajo la lex mercatoria,
sobre diversas áreas del Derecho, en los cuales se repudia la contradicción que
traicionó la confianza que merecía protección por ser razonable.
428
“Huelga mencionar que la fuerza de esta regla o doctrina, en sí misma, no estriba
en la presencia o existencia de una norma jurídica, o de un determinado precepto
normativo, por cuanto su temple y linaje no emergen del Derecho positivo, sino
de la lógica, en primer término, y de su conexión con principios generales del
Derecho, como la buena fe, en segundo lugar, fuente de indiscutidos deberes de
conducta, entre otros el apellidado deber de coherencia” (Jaramillo 2014: 48).
Dado que la doctrina de los actos propios requiere para su aplicación de una
fuerte dosis de ponderación, y que, de forma contraria a las reglas, no hace falta
un trabajo de subsunción de las circunstancias del caso en los supuestos de
hecho, su obligatoriedad no depende de la existencia de una norma que regule
con detalle los requisitos para que opere y las consecuencias de ello.
429
reconocimiento manifiesto de su existencia puede dotar de comodidad a los
operadores jurídicos para hacer uso de ella. También considero que el espacio
más apropiado para ser introducida en el ordenamiento jurídico es el Título
Preliminar del Código Civil.
En el caso del Título Preliminar del Código Civil peruano, esta finalidad
inspiradora de principios está reconocida en su propio texto, que le atribuye una
función supletoria: “Las disposiciones del Código Civil se aplican supletoriamente
a las relaciones y situaciones jurídicas reguladas por otras leyes, siempre que
no sean incompatibles con su naturaleza”.
Desde luego, el hecho que sea conveniente –mas no necesario- incorporar una
mención a la doctrina de los actos propios en el ordenamiento jurídico, y que el
espacio ideal para ello sea el Título Preliminar del Código Civil, no le confiere
mayor fortaleza teórica, sino que facilita su invocación en la práctica.
Es decir, aunque la protección brindada por la doctrina de los actos propios sea
recogida de manera expresa en el “pórtico del ordenamiento jurídico” siguiendo
las palabras de Díez-Picazo, ello no la haría más poderosa, ni le conferiría la
fuerza para resolver todos los problemas derivados de la contradicción en el
comportamiento. Y es que ni la buena fe ni la doctrina de los actos propios
enervan el hecho que en materia de contratos la libertad es la premisa, siempre
que no se genere confianza en la contraparte y que esta haya actuado en
consecuencia.
Así lo creen los legisladores catalanes, considerando que el artículo 111-8 del
Código Civil de Cataluña señala que:
430
“Nadie puede hacer valer un derecho o una facultad que contradiga la conducta
propia observada con anterioridad si ésta tenía una significación inequívoca de
la cual derivan consecuencias jurídicas incompatibles con la pretensión actual”.
Algo similar habría ocurrido con la figura del abuso del derecho, pues si bien no
se necesita de una norma que la recoja de manera explícita, es probable que su
uso se haya extendido a partir de su inclusión en el Título Preliminar del Código
Civil, sin que por ello se haya apropiado de espacios que les corresponden a los
otros remedios contractuales201.
201
“Artículo II.- Ejercicio abusivo del derecho
La ley no ampara el ejercicio ni la omisión abusivos de un derecho. Al demandar indemnización
u otra pretensión, el interesado puede solicitar las medidas cautelares apropiadas para evitar o
suprimir provisionalmente el abuso”.
431
reforma del Código Civil (la “Comisión Reformadora”). Dicha norma fue
modificada el 21 de octubre de 1996 a través de la Ley Nº 26673, mediante la
cual la Comisión pasó de estar conformada por siete representantes a trece,
cinco del Poder Legislativo y ocho del Poder Ejecutivo.
Inicialmente la Comisión fue presidida por Jorge Muñiz Siches, y funcionó hasta
el 2001 sin lograr su cometido. En el año 2002, mediante Resolución Ministerial
Nº 460-2002-JUS se conformó una nueva comisión presidida por Jorge
Avendaño Valdez.
“Es esta una norma nueva en nuestro Título Preliminar, introduciendo el principio
de los actos propios, constitutivo del Derecho contemporáneo, y que, si bien no
necesitaba formalización escrita para ser aplicado, es bueno que conste en un
Código actualizado.
La Comisión ha decidido introducir la teoría de los actos propios sólo para los
casos en los que alguien hace valer un derecho para sí. No en otros supuestos
de hecho.
202
Un texto similar se encuentra en el Anteproyecto de Enmiendas al Código Civil de 2005:
“Artículo VI.- Actos propios
No es lícito hacer valer un derecho en contradicción con una conducta anterior, cuando en razón
de ella otro sujeto haya tenido motivo justificado para confiar razonablemente en que no se
ejercerá tal derecho”.
432
El derecho de que se trate va a ser enfrentado a otro sujeto. La norma tal como
está establecida señala que cuando el titular del derecho hizo confiar
razonablemente a su contraparte que no ejercitaría tal derecho, luego no puede
pretender cambiar su línea de conducta y ejercitarlo.
Así definida, la regla de los actos propios es una excepción al principio del
ejercicio libre de los derechos y se funda en que la actuación de las personas
debe ser consistente frente a los otros para generar relaciones jurídicas y
humanas, de paz y no de conflicto.
Como la doctrina de los actos propios es una restricción al ejercicio de los
derechos, su aplicación tendrá que conformarse a la norma establecida en el
artículo IV del Título Preliminar”.
El artículo II-B del Título Preliminar, referido a la doctrina de los actos propios,
estaba comprendido en el grupo de 79 artículos objetados.
433
Finalmente, somos del parecer que la inserción propuesta en el Título Preliminar,
no sólo circunscribiría su aplicación al Derecho Civil, sino que supletoriamente
se aplicaría a cualquier ámbito del Derecho una teoría que a la fecha se
encuentra en estado de lenta maduración y no es aceptada, conocida y
manejada por el medio jurídico, y menos aún por el ciudadano de a pie, a quien
finalmente va dirigida la norma”.
Los dos pilares sobre los que se estructura la propuesta de artículo II-B del Título
Preliminar del Código Civil son, de un lado, el carácter ilícito de la conducta
contradictoria, y del otro, la limitación en el ejercicio de un derecho como
consecuencia.
434
“para sí” y no en otro supuesto, cuando esa es la premisa sobre la cual los
derechos pueden ser ejercidos: los puede ejercer únicamente su titular, salvo
supuestos excepcionales, como los contratos a favor de tercero, por ejemplo.
En segundo lugar, la Comisión de Estudio considera que “la doctrina de los actos
propios debe tomarse con pinzas, pues es un recurso para ser usado en
determinadas circunstancias y no así, de manera tan general como podría
suceder si se acepta la implementación en el Título Preliminar”.
435
inclusión expresa en el ordenamiento. Sin embargo, la segunda parte de la idea
anterior apunta a eso, a desmerecer la propuesta de regulación alegando que no
debe ser de uso general, sino solamente bajo ciertas circunstancias.
Curiosamente, esta última observación es aplicable a cualquier propuesta
normativa, pero sobre todo, a los operadores jurídicos encargados de llevar las
normas a la práctica. Una aplicación poco técnica, general y confusa de la
doctrina de los actos propios, lejos de fortalecerla, la debilita. Sin embargo, la
solución no es evitar su mención expresa en el ordenamiento.
Tales comentarios ameritan una réplica. Ignoro cuáles son las razones para
afirmar que la doctrina de los actos propios se encuentra en un estado de lenta
maduración. Más bien, evidencia de lo contrario es, por ejemplo, que: (i) la
antigua jurisprudencia romana se inspiró en ella; (ii) la protección de la confianza
es subyacente a numerosas regulaciones consolidadas en el Derecho Civil; (iii)
las cortes comerciales internacionales vienen haciendo uso constante de ella;
(iv) ha sido incorporada a la lex mercatoria; (v) en el sistema del common law ha
encontrado acogida a través del estoppel; (vi) cada vez más publicaciones
académicas se ocupen de ella, a favor o en contra, pero revelando un mejor
entendimiento de sus requisitos y sus consecuencias; y por último y no menos
importante, (vii) numerosas decisiones judiciales extranjeras y peruanas la
invocan para resolver las disputas sometidas a su conocimiento.
436
motivo justificado para confiar razonablemente que no se ejercerá tal derecho.
En efecto, los dos pilares sobre los que se estructura son, de un lado, el carácter
ilícito de la conducta contradictoria, y del otro, la limitación en el ejercicio de un
derecho como consecuencia.
Son ilícitos típicos los contrarios a reglas, mientras que son atípicos los ilícitos
contrarios a principios, como por ejemplo el abuso del derecho o el fraude a la
ley. Propongo entonces que la doctrina de los actos propios califique como ilícito
“atípico” en los términos sugeridos por Atienza y Ruiz Manero. Como en el abuso
del derecho y en el fraude a la ley, esto permitirá una aplicación más flexible y a
la vez más segura de la doctrina de los actos propios.
En lo que no estoy de acuerdo es en que el texto que propone sea el idóneo para
ser introducido por primera vez de forma expresa en el ordenamiento jurídico
peruano. El texto propuesto por la Comisión Reformadora es:
“No es lícito hacer valer un derecho en contradicción con una conducta anterior,
cuando en razón de ella otro sujeto haya tenido motivo justificado para confiar
razonablemente que no se ejercerá tal derecho”.
437
En efecto, una fórmula austera para incorporar de modo expreso la doctrina de
los actos propios al ordenamiento jurídico presenta diversas ventajas.
La primera ventaja es que permite guardar coherencia con las necesidades que
precisamente se busca atender con esta herramienta jurídica. Es decir, dada la
diversidad de situaciones de hecho en las cuales la doctrina de los actos propios
puede ser invocada, es mejor tener un texto moldeable.
438
propuesta de la Comisión Reformadora, la contradicción se produce en relación
con una conducta, pero es mejor que se contraste con un entendimiento
suscitado por quien se contradice. Esto último, por dos razones. En primer lugar,
porque dado que el centro de protección es la confianza, el eje se debe centrar
en el entendimiento suscitado, más que en la conducta desplegada. En segundo
lugar, porque dicho entendimiento puede generarse no solamente por una
conducta sino además por una omisión.
Sin embargo, dicha necesidad debe ser balanceada con la vocación inherente
de los principios en general y de la doctrina de los actos propios en particular: su
fortaleza adaptativa. Esta última es su principal virtud, dado que es precisamente
lo que se necesita para facilitar la interacción humana. Serán las las cortes
nacionales e internacionales, los agentes económicos y los estudiosos del
Derecho los que a lo largo del tiempo y según las circunstancias, llenarán de
contenido el principio de la doctrina de los actos propios.
439
“[L]a confianza es el factor más relevante en una relación de intercambio. Las
relaciones de confianza se basan en múltiples intercambios positivos. La
colaboración previa y la vinculación personal proporcionan la base para la
confianza mutua en la que las partes están dispuestas a compartir información
relevante. Las transacciones repetidas reducen el oportunismo, fomentan la
cooperación y determinan la confiabilidad (Doz, 1996). La confianza limita el
comportamiento oportunista y permite a las partes adoptar precauciones menos
elaboradas (Kale, Singh y Perlmutle, 2000). Por lo tanto, reducir los costos de
transacción asociados con el monitoreo de los comportamientos de una parte y
los costos asociados con los mecanismos de control (Bromiley y Cummings,
1995; Lyons et al, 1997)” (Chow 2008: 26)203.
203
Traducción libre de: “Trust is the most critical factor in an exchange relationship. Trusting
relationships are built on multiple positive exchanges. Previous collaboration and personal
bonding provide the basis for mutual trust in which partners are willing to share critical information.
Repeated transactions reduce opportunism, foster cooperation, and determine trustworthiness
(Doz, 1996). Trust constrains opportunistic behavior and allows parties to adopt less elaborate
safeguards (Kale, Singh, and Perlmutle, 2000). Thus, reducing transaction costs associated with
monitoring a partner's behaviors and lowering the costs associated with control mechanisms
(Bromiley and Cummings, 1995; Lyons et al, 1997)” (Chow 2008: 26).
440
CONCLUSIONES
441
contradictoria e identidad de sujetos. Para verificar dichos presupuestos debe
aplicarse un estándar de buena fe objetiva.
11. Las herramientas jurídicas son soluciones eficaces a los problemas de las
personas solamente si las cortes son capaces de comprenderlas y llevarlas a la
práctica. Luego de contrastar los alcances teóricos sobre los presupuestos, las
consecuencias y las distinciones de la doctrina de los actos propios, con el
entendimiento que de esta tienen los jueces peruanos, puede concluirse que sus
decisiones son por lo general poco prolijas, lo que a su vez genera escepticismo
sobre su utilidad. Lejos de asignarle un verdadero carácter residual, las cortes
peruanas adoptan el criterio “a mayor abundamiento” o la consideran un “cajón
de sastre”.
442
de las expectativas generadas, la validez de la conducta vinculante y la
posibilidad de existencia de otras figuras negociales y no negociales.
14. Es conveniente incluir en el Título Preliminar del Código Civil peruano una
fórmula similar a la del artículo 1.8 de los Principios UNIDROIT, según el cual,
“[u]na parte no puede actuar en contradicción a un entendimiento que ella ha
suscitado en su contraparte y conforme al cual esta última ha actuado
razonablemente en consecuencia y en su desventaja”.
443
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