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Octubre 8

Grau entr6 en la noche del 7 de octubre a la bahia de An-


tofagasta, dejando a la Unidn fuera del puerto, en obser-
vacidn, rnientras 61 reconocia 10s buques fondeados en la rada, con la esperan-
za de encontrar a!guno de 10s nuestros y aplicarle torpedos. Permanecici cerca
de dos horas y despuCs continu6 a1 Norte con la Unicin.
A poco andar 10s vigias dieron simultineamente la alarma en 10s dos
__--
( 7 ) El tclegrama de ob3ervacioncs de Latorre y la respuesta de Sotomayor e.it8n publicados
en la Coleccidn de Ahumada Moreno, tomo lo, pig. 577.

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P

campos. Los centinelas de Riveros avisaron que se percibian dos humos, y lo


mismo dijeron 10s de las naves peruanas. En el primer momento Grau crey6
que pudieran ser transportes y se acerc6 a reconocerlos, pero a1 ver que fijaban
el derrotero en su direcci6n sospech6 la realidad y se alej6.
Eran entre las 3 y 4 de la mafiana. A cada momento se
A A . '%f. re.
conoce a1 enemigo
afianzaba en ambos campos la convicci6n de que 10s bu-
ques eran enemigos. Los albores del amanecer disiparon to-
da duda. Riveros vi6 que las naves que corrian delante de 61 tenian las carac-
teristicas que le habia coniunicado el dia anterior el Rdinistro Sotomayor: el
Hiscisiscar pintado de plomo, color de mar, sin falcas, con sus cofas blindadas,
apenas perceptible sobre la linea de agua; la Unicin del mismo color, envuelta
en cadenas a manera de blindaje, y con sus cofas tambiCn blindadas. No habia
duda, eran ellos, 10s buques que habian recorrido impunemente nuestras ccstas
mientras la Gscuadra chilena estaba enclavada delante de Iquique, o con sus
calderas obstruidas. Un jhurra! reson6 a bordo de nuestras naves y la persecu-
ci6n se inicib.
Toda duda habia desaparecido tambien para Grau, pero confiaba en el
andar del Hzidscar y en su fortuna, que tantas veces le habia proporcionado el
medio de escapar en lances iguales. Bud0 crcer que &e seria uno mds: u n lau-
rel m5s en la ruidosa celebridad de su carrera.
Garcia y Garcia, Comandantc de la Ui!idn, que tenia plena confinnm de
escapar a cualquiera pessecuci6n, pues su buque andaba trece millas por hora,
maniobraba para colocarse C O I ~ Ocebo delante de Riveros y desviar asi la aten-
ci6n del Hudscar que, momento a momento, se alejaba de nuestro blindado.
Esta s i t u a c i h se mantuvo hasta las 7.30 A. M., hora en que
7.3" A. nr. El I-'u~;s- 10s vigias peruanos gritaron que se veian a1 Norte, uno. clos,
car se ve rodeado
tres humos que se aproximaban en veloz carrera a la playa,
en direcci6n vertical a1 rumbo que ellos Ilevaban. Era Latorre, el audaz y for-
midable Jefe que se presentaba & la hora de la esperanza para Grau como la
sombra del desastre.
Latorre habia permanecido esa noche en crucero frente a R4ejillones
ocupando el ceiiltro de su linea; la O'Higgins y el Lon sus alas. La distancia
inicial de ella era a 20 kil6metros, menos que rn;iq, cle la costa. El que did avi-
so que se divisaban hnmos a1 Sur fuC el Lon. Cuando se vieron ya claramente
10s buques enemigos, Latorre orden6 por seiiales a Montt v a Molinas que sa-
liesen en persecuci6n de la Unirin la "infiel consorte" del Hucircar como la lla-
ma Vicuiia Mackenna, la que manifiestamente se apartaba de 61 con rumbo a1
Norte, con un nndar de 13 y hasta de 14 millas por hora. Mientras tanto 61, La-
torre, enfrente pa del enerniqo que habia tenido tan ccrca en Iquique, corria
valientemente con rumbo fiio a la costa a cortarle el paso. El Hucisfnr navegaba
en esa direcci6n con todo el poder de SLT m5quina.
Grau se habia metido temerariamente en el peligro. Es probable que ea
el primer mornento no se diera cuenta de sii gravedad, creyendo que s610 tenia
delante de si a1 Blanco cuyo andar era de 8 a 9 millas por hora, es decir una y
media a dos menos que el Hudscar. Si hubiese comprendido que en el camino
de su derrotero a1 Norte lo aguardaba el Coclarane, antes de ser visto por Cste
habria podido burlnr la perw-ucihn, poniendo s u proa mar aficra hasta dejm
el Blnnco perdido de vista y llegar por cuarta o quinta ve7 en triunfal carrera a
Arica, y xun ahora mismo cuando ya sus vigias le anunciaron tres humos a la
vista, todavia le era posible inclinarse a1 Oeste, separado corn0 estaba del CO-
chrane por una distancia no menor de 8.000 metros que a &re no era ficil SU-
primir desde que el andar de ambos no tenia una diferencia mayor de 112 a 314
de milla por hora. Lanzado ya en la fatal y vertiginosa carrera pegado a la COS-
ta, el momento de huir habia pasado, pero en cambio le queclaba una opera-
ci6n digna de alto renombrc: embestir a1 Cochrane con el espol6n para dismi-
nuir la desequivalencia del material, pues si ese elemento de combate no igua-
laba 10s buques, en cierto modo 10s equilibraba, y le proporcionaba, en hltimo
caso, el prestigio de una haiaiia que habria dado un dia de gloria a la mari-
na del Per6.
Grau no intent6 ese grande y salvador recurso, sino que
' 1 Hurimr W e n d o fiando en su excelente miquina seguia cIe31izindose como
a1 Norte ramfie 10s
fuegos una sombra por la linea de la costa, cuiindo el Cochrane
le salia de atravicso para crumrle el camino. Acortada la
distancia a 3.000 metros el Hudscnr rompi6 10s fuegos, con sus piezas de a 300,
con excelentes punterias. La primera andaiiada de la torre, p a d por encima de
la chimenea del Cochrane sin tocarlo; u n caiionazo de la segunda di6 en el pes-
cante de proa que sirve para levantar el ancla, el que en terrninos marineros se
llaina "pescante del pescador". El tercero rasmillci el blindaje de la bateria pro-
duciendo una :ran conmocicin en la nave. La miquina despidi6 u n chorro de
vapor, y Latorre que hasta ese momento permanecia en el puente sin hacer cas0
de 10s disparos, ordenando acortar la distancia, y no contestar para no perder
tiempo, crey6 que ese caiionazo le habia destrozado la mjquina, y que necesi-
taba apurarse y disparar antes que el enemigo le p n a s e mayor espacio. Por este
temor canibi6 de trictica y rompi6 10s fuegos. Eran las 9.40 A. M.; la distancia
2.000 a 2.200 metros.
SegGn las versiones peruanas el primer cafionazo de 10s diestros artille-
ros chilenos dib cn la torre de cornbate, destrozando 12 hombres. El segundo
cOrt6 e1 guardin o cadena que da direcci6n a1 timcin, dejando el buque Sin go-
bierno durante u n momento, mientras el personal arreglaba la rueda de re-
puesto que hahia cerca o en la cjmara del Comandante; el tercero o cuarto
disparo di6 en la torre de mando pulverizando a Grau y matando por efecto de
la conmoci6n a 5u ayurlante don Diego Ferr6 que estaba en un compartimento
bajo desde donde a q u d IC transmitia sus cirdenes a travds de una rei. de ma-
dera situada a sus pies. El efecto del proyectil en el cuerpo (de Grau fuC espan-
Muerte de Grau
toso. Literalniente vo16 hecho pedazos no quedando en
aquel sitio del infortunado y glorioso marino sino u n pie,
y 10s dientes incrustados en el forro de madera de ese compartimento. Ese dis-
paro y otro mi, que recibi6 la torre de, mando destrozaron el telbgrafo de la
mdquina, y la rueda de gobierno de la embarcacicin. Si pudiera aceptarse que
un artillero diestro pone el proyectil donde quiere, diriase clue esta vez 10s del
Cochrane estaban destruyendo met6dicamrnte 10s elementos tlirectivos del ene-
migo; el Comandante, 10s tel&grafos, la rueda de combate, 12s guardianes del
timcin, sin herir el buque en su parte vital, dejjndole intactm sus organismos
fundamentales. Esta era la situaci6n del Nudscar media hor,l despuCs de em-
pefiada la lucha.
Sus tiros habian perdido la seguridad de 10s priineros rnomentos. Se
dijo entonces que 10s artilleros ingleses se dcsconcertaron a1 ver la seguridad
con que Latorre soport6 sus disparos sin responder, a1 principio de la acci6n.

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Bien puede haber inEluido esa circunstancia ya que la victoria en realidad no
es otra cosa que doininar la moral del adversario, y tambikn que esos artilleros
hubieran sufrido 10s terribles efectos de las granadas Pelliser y Shrapnel1 que
sembraban la muerte en el monitor. Sea una u otra la causa es lo cierto que 10s
tiros peruanos eran menos certeros ahora que se habia acortado la distancia.
La destrucci6n de 10s aparatos de gobierno priv6 de direcci6n a1 barco
enemigo. El Hudscar tenia una pequeiia torcedura en el espolbn, que inclinaba
su rumbo a la derecha, cuando 10s aparatos directivos no desarrollaban toda su
eficacia. No sabria asegurar si era un defecto org5nico de construcci6n o des-
perfecto causado por sus operaciones navales antes de la campaiia actual
o en ella.
‘Tor experiencia propia dice el Almiranfe Uribe, conocemos la imposibilidad absoluta
que existe de poder mantener a1 Hudscar a rumbo fijo cuando, navegando a toda fuerza de
miquina, se le gobierna con 10s aparejos de repuesto o provisionales. S61o por momentos,
siempre caprichosos y nunca a voluntad, se consigue mantener a veces con semejante gobier-
no la proa derecha a un rumbo”. (8).

La situaci6n del Hzidsrar era esa despues de la destrucci6n de su rue-


da de gobierno, de 10s guardines del tim6n y de 10s telPlgrafos de la miquina. .
Habia perdido la direcci6n y estaba sujeto a ese defecto que lo arrastraba a la
derecha. Vikndolo girar en esa forma Latorre interpret6 el
firocuru movimiento como si fuera para vararse o agredirlo con el
espolonearlo
espol6n, y, acto continuo, con la resuelta entereza propia
de este eminente jefe, le arremeti6 valientemente para herirlo en la misma for-
ma, pero err6 el golpe y el monitor pas6 n menos de doscientos metros de su qui-
Ila presentindole como blanco la aleta sobre la cual dispar6 por banda el Co-
rhrane, hacihdole un terrible efecto con sus granadas. El Hzidscar que ya ha-
bia conseguido restablecer su gobierno, pus0 proa a1 Norte seguido de cerca por
su implacable contrario.
Cuando ocurrfa esto, el combate duraba cerca de una hora. La tripula-
ci6n estaba desmoralizada. Dos marineros subieron a cubierta y arriaron el es-
tandarte que flameaba en el pic0 de mesana. Latorre grit6 a sus artilleros: ;sus-
pender 10s fuegos! l’ero casi instantzineamente, con diferencia de minuto y me-
dio a dos minuto:;, se vi6 salir de la torre de combate u n oficial e izar con sus
manos la insignia que se acababa de bajar. Entre 10s oficiales que cayeron pri-
sioneros uno fuk el teniente don Enrique Palacios, y la tripulacicin del Cochra-
ne crey6 reconocer en 61 a1 que habia levantado la bandera, lo que hizo que la
oficialidad chilena hionrase especialmente a ese valeroso joven que tenia 19
heridas cuando el fludscar se rindi6 delinitivamente. Se le di6 el camarote del
20 Comandante del Cochrane y se le rode6 de consideraciones.
No es extrafio que tal cosa sucediera a bordo del Hudscar
Muerte de loS iefes porque la muerte se habia cebado en las cabezas y propia-
rlcl Hiiiiscar
niente la tripulaci6n carecia de ides. DespuCs de la muer-
te de Grau correspcindi6 el mando a1 Capitin don Elias Aguirre, quien, no pu-
diendo ocupar la tame de mando por estar destrozada, se traslad6 a la de com-
bate desde donde diriyia la maniobra. Alli lo alcanz6 u n proyectil que lo hizo
peda7os. Tom6 el puesto vacante el oficial de m5s g r a d u a c h , el CapitAn don
(8) Obra citada, Los Conzbates navalss en la Guerra del Pacifico. 1 8 8 6

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Melit6n Carvajal y un casco de granada lo hiri6 gravemente y fui: conducido a
la enfermeria. A Carvajal sucedi6 el teniente don Pedro Garez6n. Es imposible
que una tripulaci6n mezclada como era la del Hudscar en que el 15 por ciento
a lo menos se componia de extranjeros tuviese esa unidad graiiitica que se tra-
duce en el heroism0 por el deber y en el sacrificio por la Patria.
El Hudscar que seguia corriendo con rumbo a1 Norte cafioneado por el
Cochrane, volvi6 a repetir ese movimiento semigiratorio, que habia estado a
punto de producir un encuentro a1 espol6n u n momento antes. Latorre atribu-
yendolo a1 mismo propbito se prepar6 para embestirle como la vez anterior,
pero en ese instante llegaba el Blanco a1 sitio del combate, y Riveros, ansioso
de tomar parte en 61, quiso efectuar por el opuesto lado el movimiento de em-
bestida con el ariete que se preparaba a ejecutar el Cochrane, de tal manera
que el impetuoso Comandante en Tefe se interpuso entre este y el enemigo
viindose obligados 10s blindados chilenos a efectuar una evolucilbn giratoria en
sentido contrario para no chocarse la que di6 tiempo a1 Hudscm de alejarse de
200 metros a que se encontraba entonces, a 1.200. Vueltos 10s blindados a su
comtn derrotero, o sea, a la estela del Hudscar lo persiguieron de cerca, b a t h -
dolo 10s dos a la vez. El monitor no pudo resistir m6s. El Colckmne navegaba
tan cerca de su aleta de estribor que se oian 10s gritos de la marineria que de-
cian: lestamos rendidos! Latorre les orden6 parar la m6quina y obedecieron.
El pabell6n se arri6. Inmediatamente se echaron botes a1 agua. El primer0 fu6
del Cochrane tripulado por algunos soldados para tomar
nrrin definitivn- posesibn cle la embarcaci6n rendida, con Ynaquinistas, mC-
niente el cstnndarte
el buque se Tinde dico, capellAn, etc. Lo mandaba el teniente don Juan Simp-
son. Luego salib otro del mismo Cochrane mandado por el
teniente Serrano Montaner, y uno del Rlnnco tripulado por el mayor de brde-
nes del Almirante capitin Castillo y el capitin Pefia designado por Riveros
para mandar el buque apresado.
La defensa del Hzidscar fuC valiente, y si bien la tripulari6n no conser-
v6 la tranquilidad y entereza que permite aplicar a su defensa un calificativo
mris culminante, hay que tomar en cuenta la superioridad del adversario, el
efecto espantoso de las granadas de nueva invencibn, la gloriosa hecatombe de
10s comandantes, y su’ composici6n de hombres de diversas rams y nacionalida-
des. En realidad el combate era desigual por la diferencia de blindaje, que el .
Hudscar no podia compensar sino, con el e s p o l h , o sacrificdndose hasta acer-
carse tanto a1 enemigo que sus proyectiles laniados de muy cerca pudieran per-
forar su coraza. Cuando el Blanco lleg6 a ponerse a tiro y cuando en su postrer
carrera lo caiioneaba Cste y el Cochrane de cerca, toda resistencia era imposible.
He interpretado 10s movimientos giratorios de! Hzidscnr como debidos
a un defect0 de la nave y a la ptrdida de sus elementos de gobierno, siguiendo
en esto la opini6n manifestada por el Almirante Uribe, la que se funda en la
experiencia que la oficialidad chilena adquiri6 despugs, teniendo que gober-
nar eSe buque, sin que esto importe desmedro del mCrito y valor de 10s oficia-
les peruanos, desde que ese inconveniente era superior a sus recursus y a sus me-
dios de acci6n. No estaba en sus manos impedir que el I-ludscar girara si no po-
d i m dirigirlo, y a1 contrario es u n mCrito que redunda en honor de ellos el ha-
ber prolongado la lucha y la resistencia a 6esar de tan grave inconveniente.
Cuando 10s tripulantes del primer bote del Coclirane llegaron a bordo
del Hudscar lo encontraron con cuatro pies de agua porque 10s ingenieros in-

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gleses habian recibido orden de hundirlo, lo que ejecutaban a medias, dejando
subir el agua un poco,<losuficiente para no desobedecer sin cumplirla entera-
mente, y asi f u t que tan lucgo como se les mand6 cerrar las vjlvulas procedie-
ron a hacerlo en el acto. Los oficiales fueron trasladados a 10s buques vencedo-
res. Se apag6 el incendio que aun ardia en algunos compartimentos de la em-
barcaci6n, se achicaron bombas para expeler el agua, se recogieron 10s sadive-
res, se buscaroni con solicit0 respeto 10s restos de su glorioso primer jefe, y en
seguida el buque naveg6 en convoy con 10s vencedores hacia Rkjillones, donde
10s escasos habitantes de esa pequefia poblaci6n que habian presenciado desde
10s cerros el terrible combate, 10s aguardaban con el entusiasmo delirante que
experiment6 el pais enter0 por este hecho de armas que le abria las puertas
del Per&
Los perjuicios sufridos por el Hun’scar fueron muy superio-
Prrjllirios S1Lfridi77 res a 10s que irrog6 a SLIS contrarios. El Blnnco no sufri6 na-
[lor 10s combatientes
da. “No t w o , dice el Comandante en Jefe, ni pQdida ni
deterioro alguno”. El Cochrnne experiment6 dicz bajas en el personal: 9 he-
ridos graves y uin muerto. Los tiros del Hzidscar pasaron por lo general por al-
to. Acert6 a1 Cochranc cinco disparos como va lo he dicho; uno en el blindaje
exterior que afloj6 10s pernos de una plancha; otro que entr6 por la derecha
del casco y saliij por el lado opuesto destrozando el camarote del comandante
y o m s depenclencias; el tercer0 en la proa, que se introdujo en el casco; el cuar-
to rasmill6 la coram cerca de la linea de flotacidn, y el hltimo azoth el costado
iiquierdo del blindado. El Huciscar recibi6 en su casco y torre once tiros de
250 fuera de rnuchos otros que tocaron las partes altrts del buque. Los pescan-
tes fueron destrozados. I r a chimenea qued6 horadada en muchas partes; la cu-
refia de uno de 10s cafiones de la torre fu6 averiada; 10s guardines de el tim6n
cortados; una inmensa destrucci6n de rnuebles y mamparas en 10s camarotes,
-
hospital, etc.; un cafi6n de a 12 de cubierta cortado en su cafia.
Los muei tns dcl Hudscar fueron tres oficiales. La tripdaci6n se compo-
nia de 200 hombres. De &to$ muchos eran extrdnjeros, predominando en ellos
10s ingleses.
La victima m5s ilustre del conibate f u t el Almirante Grau. Entre 10s he-
ridos rl teniente Palacioy.

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