Ingenieria Interior - Sadhguru

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Créditos

Edición en formato digital: enero de 2020


Título original: Inner Engineering: A Yogui’s Guide to Joy
Traducción: Inmaculada Morales Lorenzo
Diseño de cubierta: Greg Mollica
© 2016, Jaggi Vasudev
Publicado por acuerdo con Equinox One, Inc. c/o InkWell
Management, LLC,
De la presente edición en castellano:
© Gaia Ediciones, 2018
Alquimia, 6 - 28933 Móstoles (Madrid) - España
Tels.: 91 614 53 46 - 91 614 58 49
www.alfaomega.es - E-mail: [email protected]
ISBN: 978-84-8445-743-5
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o
transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de
sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro
Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o
escanear algún fragmento de esta obra.
Lo que es «magia» para un hombre
es ingeniería para otro.

ROBERT A. HEINLEIN
INGENIERÍA INTERIOR
La palabra de cuatro letras

S entraba a la farmacia de
UCEDIÓ UNA VEZ... UN CLIENTE QUE
Shankaran Pillai vio a un hombre fuera abrazando un poste
de luz, con los ojos en blanco.
—¿Quién es ese hombre? ¿Qué le sucede? —preguntó al
entrar en el establecimiento.
—¡Ah, ese! Es uno de mis clientes —respondió Shankaran
Pillai, impávido.
—Pero ¿qué le pasa?
—Quería un remedio para la tosferina y le proporcioné la
medicina apropiada.
—¿Qué le diste?
—Una caja de laxantes. Le obligué a tomársela aquí
mismo.
—¡Laxantes para la tosferina! ¿Por qué le has dado eso?
—¡Ay, por favor, si ya has visto cómo está! ¿Crees que va a
atreverse a toser otra vez?
La caja de laxantes de Shankaran Pillai es representativa
del tipo de solución que se vende en todo el mundo a las
personas que buscan el bienestar y por la que el término
«gurú» se ha convertido en una palabra de cuatro letras no
muy agradable1.
Por desgracia hemos olvidado el sentido real del término.
«Gurú» significa en sentido literal «aquel que disipa la
oscuridad». La función del gurú, contrariamente a la
creencia popular, no es enseñar, adoctrinar o convertir. El
gurú está ahí para arrojar luz sobre dimensiones que se
encuentran más allá de la percepción sensorial y el drama
psicológico, sobre dimensiones que actualmente no somos
capaces de percibir. El gurú está ahí, fundamentalmente,
para arrojar luz sobre la propia naturaleza de tu existencia.
Hay muchas enseñanzas falsas y engañosas en nuestro
mundo hoy. «Estar en el momento presente» es una de ellas
e implica que podrías estar en otra parte si quisieras.
¿Cómo es posible? El presente es el único lugar en el que
puedes encontrarte. Vives o mueres en este momento. Este
instante es la eternidad. ¿Cómo vas a escapar de él, aunque
lo intentes?
Ahora mismo, tu problema consiste en que sufres por algo
que sucedió hace diez años y por lo que podría ocurrir
pasado mañana. Ambos temores no son verdaderos: se
trata de un juego de la memoria y la imaginación.
¿Significa esto que para encontrar la paz has de aniquilar
la mente? De ninguna manera. Únicamente quiere decir
que necesitas hacerte cargo de ella. Tu mente contiene
enormes reservas de recuerdos e increíbles posibilidades
de la imaginación que son resultado de un proceso
evolutivo de millones de años; cuando eres capaz de usarla
y dejarla de lado a voluntad la conviertes en una
herramienta fantástica. Rechazar el pasado y descuidar el
futuro es trivializar esta maravillosa facultad. De modo que
«estar en el momento presente» se convierte en una
limitación psicológica paralizante, pues niega nuestra
realidad existencial.
«Haz solo una cosa cada vez» se ha convertido en otro
popular eslogan de autoayuda. ¿Pero por qué habrías de
hacer solamente una cosa cuando la mente es una máquina
multidimensional extraordinaria capaz de manejar diversos
niveles de actividad al mismo tiempo? En lugar de
domesticar y aprender a dirigir la mente, ¿por qué quieres
destruirla? Pudiendo conocer el emocionante gozo de la
actividad mental, ¿por qué optar por una lobotomía y ser
un vegetal voluntariamente?
Otra expresión que se ha convertido en un cliché a causa
de su uso excesivo es el «pensamiento positivo». Si se
simplifica demasiado y se usa como un mantra que lo
resuelve todo fácilmente, el pensamiento positivo se
convierte en un modo de encubrir o azucarar la realidad.
Cuando eres incapaz de procesar la información en tiempo
real y controlar tu drama psicológico, te aferras al
«pensamiento positivo» como un calmante. Y si bien al
principio podría parecer que así infundes nueva confianza y
optimismo a tu vida, en esencia se trata de una opción
limitada. A largo plazo, si niegas o amputas una parte de la
realidad, tendrás una perspectiva desequilibrada de la vida.
También está el tradicional negocio de trasladar el
bienestar humano a los cielos y afirmar que el núcleo del
universo es el amor. El amor es una posibilidad humana. Si
necesitas un curso de repaso, puedes aprender de tu perro,
¡él rebosa afecto! No tienes que viajar al espacio exterior
para conocer el amor. Estas filosofías pueriles tienen su
origen en la creencia de que la existencia es
humanocéntrica; esta idea nos ha privado de sentido
común y nos ha hecho cometer los crímenes más
inhumanos y atroces a lo largo de la historia, algunos de los
cuales siguen perpetuándose hoy en día.
Como gurú, no tengo ninguna doctrina que enseñar,
ninguna filosofía que impartir, ninguna creencia que
difundir, por la simple razón de que la única solución para
todos los males que asolan a la humanidad es la
autotransformación. Esta no consiste en un mejoramiento
personal; no se alcanza a través de la moral o la ética ni
mediante cambios de actitud o conducta, sino al
experimentar la naturaleza ilimitada que somos. La
autotransformación implica la desaparición de lo caduco:
es un cambio dimensional en la forma de percibir y
experimentar la vida.
Saber esto es yoga y quien lo ha integrado en sí mismo es
un yogui. Alguien que te guía en esta dirección es un gurú.
El propósito del presente libro es ayudarte a que el gozo
sea tu fiel compañero. Para que esto suceda, estas páginas
no te ofrecen un sermón, sino una ciencia; no te ofrecen
enseñanzas, sino una tecnología; no te ofrecen un precepto,
sino un camino. Ha llegado el momento de explorar esta
ciencia, trabajando con sus técnicas, andando el camino.
Durante este viaje el gurú no es el destino, sino el mapa.
La dimensión interior es un terreno desconocido. Si estás
familiarizándote con un lugar que no conoces, ¿no es mejor
contar con indicadores? Aunque podrías explorarlo por ti
mismo, posiblemente te llevaría varias vidas. Cuando te
encuentras en un terreno desconocido es razonable seguir
las indicaciones. En cierta manera un gurú no es sino un
mapa de carretera vivo; de ahí las siglas GPS: Guru
Pathfinding System (sistema que te permite encontrar el
camino con la ayuda de un gurú).
Esta es la razón de la existencia de la infame palabra de
cuatro letras: gurú.
Así que para facilitarte doblemente las cosas, te ofrezco
otra de ocho letras...

... Sadhguru
Una nota para el lector

E de múltiples maneras. Una


L PRESENTE LIBRO PUEDE ABORDARSE
forma sería ponerlo en práctica directamente y sumergirse
de cabeza en el modo «hazlo tú mismo»; pero esta obra no
es exactamente un manual de autoayuda, y si bien tiene un
enfoque bastante práctico, va un poco más allá.
Otra forma consistiría en centrarse en la teoría; pero este
libro tampoco es un ejercicio de erudición. Lo cierto es que
no me he leído entero ninguno de los textos clásicos del
yoga; no he tenido necesidad de hacerlo: mi conocimiento
proviene de mis vivencias internas. Fue más tarde en mi
vida cuando, al echar un vistazo a los Yoga sutras de
Patanjali —unos versos yóguicos sumamente significativos
—, me di cuenta de que tenía un cierto acceso a su esencia
debido a que mi forma de abordarlos era experiencial y no
teórica. Reducir una ciencia sofisticada como el yoga a una
mera doctrina es tan trágico como convertirla en un
ejercicio cardiovascular.
Así pues, esta obra se ha divido en dos partes. La primera
constituye un mapa del terreno y la segunda sugiere una
forma de explorarlo.
Esta primera parte no pretende ser un alarde de
erudición, sino que brinda una serie de profundas
percepciones fundamentales que sientan la base para la
segunda parte, más orientada a la práctica.
Estas percepciones no son principios ni enseñanzas y
sobre todo no son conclusiones. Se trata de indicadores en
un viaje que solo tú puedes realizar, perspectivas
esenciales que han surgido a raíz del estado de conciencia
elevado que permanece en mí desde que viví una
experiencia transformadora hace treinta y tres años.
Esta parte del libro comienza con algunos datos
autobiográficos a fin de que sepas algo del acompañante
que vas a tener a lo largo de estas páginas, ¡si es que
decides continuar con su lectura! Después se examinan
diversas ideas básicas y se exploran algunos términos de
uso (y mal uso) común, tales como el destino, la
responsabilidad, el bienestar y, aún más importante, el
yoga.
Algunos de los capítulos acaban con una sadhana. El
término sánscrito «sadhana» significa mecanismo o
herramienta. Estas herramientas de exploración te ofrecen
la oportunidad de poner en práctica los conceptos
expuestos y comprobar si las propuestas te funcionan. (La
segunda parte contiene muchas más).
La gente suele comentarme que parezco ser un gurú
«moderno». Ante esa observación suelo responder que no
soy ni moderno ni antiguo; ni de nueva era ni de ninguna
otra era. Soy más bien contemporáneo y así es como todo
gurú ha sido siempre. Solamente los eruditos, expertos y
teólogos pueden ser antiguos o modernos; solo los sistemas
de creencias y corrientes filosóficas pueden ser novedosos
u obsoletos; los gurús son siempre contemporáneos.
Un gurú, como he mencionado anteriormente, es alguien
que disipa la oscuridad y te abre la puerta. No importa
nada si prometo abrírtela mañana o si se la abrí ayer a otra
persona. Solo tiene valor que te la abra hoy.
De modo que la verdad es atemporal, pero la tecnología y
el lenguaje son siempre contemporáneos; si no lo fueran,
merecerían ser desechados. Ninguna tradición, por
establecida que esté, merece perdurar como algo más que
una pieza de museo si ha perdido su relevancia. Así pues, a
lo largo de estas páginas exploraré una antigua tecnología
que es a la vez de lo más relevante.
Personalmente, no estoy interesado en ofrecer algo nuevo
porque solo me interesa lo que es verdadero; sin embargo,
espero que las siguientes páginas te ofrezcan algunos
momentos en que ambas características converjan. En esos
instantes en los que se dan las condiciones adecuadas —
cuando una visión profunda se expone desde un lugar
interior de claridad y encuentra al lector en el momento
apropiado de receptividad—, una verdad milenaria se
vuelve explosivamente alquímica. De repente es fresca,
viva, radiantemente novedosa, como si hubiera sido
pronunciada y escuchada por primera vez en la historia.
Cuando perdí el sentido
En ese tiempo era un hombre.
Yo solo ascendí la Colina
porque tenía tiempo para matar,
pero maté todo lo que era
Yo y lo Mío.
Sin Yo ni Mío
perdí toda mi voluntad y habilidad.
Estoy aquí, un recipiente vacío
esclavizado a la Divina Voluntad
e infinita habilidad.

E si tienes algo que hacer,


N MYSORE EXISTE UNA TRADICIÓN:
subes a la colina Chamundi; si no tienes nada que hacer,
subes a la colina Chamundi. Si te enamoras, subes a la
colina Chamundi, y si te desenamoras, claramente has de
subir a la colina Chamundi.
Así pues, como una tarde no tenía nada que hacer y
acababa de vivir una ruptura sentimental, subí a la colina
Chamundi.
Después de recorrer cerca de dos tercios del camino,
aparqué mi moto y me senté en un saliente rocoso: esa fue
mi «roca de reflexión». Ya llevaba allí un buen rato. Un
baniano atrofiado y un árbol de bayas moradas habían
introducido sus tenaces raíces en una grieta profunda de
aquel peñasco. Ante mí se desplegaba una vista
panorámica de la ciudad.
Hasta ese momento, en mi experiencia, mi cuerpo y mi
mente eran «yo» y el mundo estaba «ahí fuera»; pero, de
repente, no sabía qué era yo y qué no lo era. Mis ojos
seguían abiertos, pero el aire que respiraba, la roca en la
que estaba sentado, la atmósfera que me rodeaba... todo se
había convertido en mí mismo. Yo era todo lo que es.
Estaba consciente, pero había perdido los sentidos. La
naturaleza discriminatoria de los sentidos simplemente no
existía. Cuanto más lo digo, más extraño suena, por la
sencilla razón de que lo que estaba sucediendo es
indescriptible. Yo estaba literalmente en todas partes. Todo
estallaba más allá de las limitaciones definidas; todo estaba
estallando dentro de todo lo demás. Fue una unidad sin
dimensiones de perfección absoluta.
Mi vida es solo ese momento, grácilmente perdurable.
Cuando los sentidos volvieron a funcionar con
normalidad, sentí como si solamente hubieran pasado diez
minutos. ¡Pero al mirar el reloj vi que eran las siete y media
de la tarde! Llevaba allí cuatro horas y media. Tenía los
ojos abiertos, se había puesto el sol y ya había oscurecido.
Estaba totalmente consciente, pero lo que había
considerado ser yo mismo hasta ese momento había
desaparecido por completo.
Hasta entonces yo no había sido una persona de lágrima
fácil y, sin embargo, ahí estaba yo, con veinticinco años,
sentado sobre una roca en la colina Chamundi, tan
extáticamente loco que las lágrimas fluían ¡y mi camisa
estaba completamente mojada!
Sentirme feliz y tranquilo nunca había sido un problema
para mí. Había llevado la vida que deseaba. Había crecido
en los años sesenta, la época de los Beatles y los
pantalones vaqueros, y había leído bastante literatura y
filosofía europeas —Dostoyevski, Camus, Kafka y otros
autores similares—. Pero aquí estaba yo, estallando en una
dimensión de existencia totalmente diferente y de la que no
sabía nada, envuelto en una nueva sensación de exaltación
y dicha que nunca había conocido ni imaginado posible.
Cuando traté de usar mi mente escéptica, lo único que se
me ocurrió fue que tal vez me estaba volviendo loco. Aun
así, era un estado tan bello que no deseaba perderlo.
Jamás he conseguido describir qué ocurrió aquella tarde.
Quizá la mejor manera de expresarlo sea que ascendí y no
descendí jamás.

***

Nací en Mysore, un bonito municipio que fue capital del


sur de la India y es conocido por sus palacios y jardines. Mi
padre era médico y mi madre, ama de casa. Yo era el menor
de cuatro hermanos.
Me aburría en la escuela. Me resultaba imposible estar en
clase porque podía ver que los profesores hablaban de
temas que no significaban nada en sus vidas. Cuando tenía
cuatro años, le pedía cada día a mi ama de llaves —quien
me llevaba a la escuela por las mañanas— que me dejara
justo en la puerta y no entrara en el edificio. Y tan pronto
como se marchaba, yo corría como una flecha hacia un
cañón cercano, rebosante de una variedad de vida
asombrosa. Empecé a acumular un inmenso zoológico
personal con insectos, renacuajos y culebras en botellas
que cogía del botiquín de mi padre. Después de unos
meses, cuando mis padres descubrieron que estaba
faltando a clase, no parecieron particularmente
impresionados por mis exploraciones biológicas e hicieron
caso omiso de mis expediciones al cañón, considerándolas
simples travesuras por las alcantarillas. Frustrado, como
muchas veces me sentía, con aquello que consideraba el
mundo adulto, aburrido y falto de imaginación,
simplemente dirigí mi atención hacia otra cosa y encontré
algo nuevo que hacer.
En los años subsiguientes, lo que más me atraía era vagar
por el bosque atrapando serpientes, pescando, caminando y
subiéndome a los árboles. A menudo subía hasta la rama
más alta de un gran árbol con mi bolsa del almuerzo y una
botella de agua. El vaivén de las ramas me transportaba a
un estado parecido al del trance, en el que estaba dormido
pero plenamente despierto al mismo tiempo. Sobre ese
árbol perdía la noción del tiempo. Me quedaba allí desde
las nueve de la mañana hasta las cuatro y media de la
tarde, que era el momento en el que sonaba el timbre que
indicaba que se habían acabado las clases. Mucho más
tarde me di cuenta de que, sin saberlo, en aquella etapa de
mi vida ya estaba volviéndome meditativo. Con el paso del
tiempo, cuando empecé a enseñar a otras personas a
meditar, siempre se trataba de meditaciones oscilantes. Por
supuesto, no había oído de la palabra «meditación»; a mí
simplemente me gustaba la manera en la que el balanceo
del árbol me llevaba a un estado más allá del sueño y la
vigilia.
Aunque me aburría el aula, estaba interesado en todo lo
demás: cómo está hecho el mundo, el relieve del terreno, la
manera en que vive la gente... Solía montar en bicicleta por
los caminos de tierra rurales y recorría un mínimo de
treinta y cinco kilómetros al día. Cuando llegaba a casa,
estaba cubierto por varias capas de barro y polvo. Me
gustaba mucho hacer mapas mentales de los terrenos que
había recorrido. Cuando estaba solo, podía cerrar los ojos y
redibujar mentalmente la totalidad del paisaje que había
visitado esa tarde: cada roca, cada afloramiento rocoso,
cada árbol. Me fascinaban las diferentes estaciones, la
forma en que cambia la tierra después de ser arada,
cuando los cultivos comienzan a germinar. Esto es lo que
me acercó a la obra de Thomas Hardy: sus descripciones de
los paisajes ingleses, que se extienden durante varias
páginas. Yo hacía lo mismo mentalmente con el mundo que
me rodeaba. Aún hoy, sigue siendo como un vídeo en mi
cabeza. Si lo deseo, puedo volver a evocar, con gran
nitidez, todo lo que observé durante años y años.
Yo era un escéptico acérrimo. Cuando tenía cinco años,
cada vez que mi familia iba al templo yo tenía muchas
preguntas. ¿Quién es Dios? ¿Dónde está? ¿Allá arriba?
¿Dónde es arriba? Al cabo de un par de años, surgieron
todavía más preguntas. En la escuela dijeron que el planeta
era redondo. Pero, en ese caso, ¿cómo se puede saber qué
dirección es «arriba»? Jamás me contestaron, así que
nunca entré en el templo. Mis padres entonces se vieron
obligados a dejarme fuera, al cuidado del guarda
encargado del calzado. El hombre me agarraba del brazo
muy fuerte y tironeaba y me llevaba a rastras con él
mientras hacía su trabajo. ¡Sabía que si miraba hacia otro
lado yo me escaparía! Más tarde en mi vida no pude evitar
observar que la gente que salía de los restaurantes siempre
parecía más alegre que la que salía de los templos. Eso me
intrigaba.
Y aunque era un escéptico, nunca me identifiqué con esa
etiqueta tampoco. Tenía muchas preguntas sobre todo,
pero nunca sentí la necesidad de llegar a ninguna
conclusión. Me di cuenta muy pronto de que no sabía nada,
y entonces empecé a prestar una gran atención a todo lo
que me rodeaba. Cuando alguien me daba un vaso de agua,
me quedaba mirándolo incesantemente. Si cogía una hoja,
también la miraba sin cesar. Miraba fijamente la oscuridad
durante toda la noche. Si veía una piedra, la imagen rotaba
interminablemente en mi mente, y así observaba cada
grano, cada ángulo.
Cuando alguien hablaba, yo notaba que esa persona solo
estaba haciendo sonidos y que yo me inventaba los
significados. Entonces dejé de inventar significados y los
sonidos se volvieron muy entretenidos. Podía ver que de
sus bocas salían patrones sonoros. Y si seguía mirando, la
persona se desintegraba y se convertía en una masa de
energía, ¡y solo quedaban los patrones!
En este estado de ignorancia absoluta sin fronteras, casi
todo captaba mi atención. Como era médico, mi querido
padre comenzó a creer que necesitaba una evaluación
psiquiátrica. En sus propias palabras: «Este niño está
mirando algo sin parpadear todo el tiempo. ¡Se le va la
cabeza!». Siempre me ha parecido extraño que el resto del
mundo no se diera cuenta de la inmensidad del estado de
«yo no sé». Aquellos que destruyen ese estado con
creencias y suposiciones pierden por completo una enorme
posibilidad: la posibilidad de saber. Se olvidan de que «yo
no sé» es la puerta —la única puerta— a la búsqueda y el
saber.
Mi madre me ordenó que prestara atención a los
profesores. Y la obedecí. ¡Pero les presté un tipo de
atención que ellos nunca habían recibido antes! Aunque no
tenía la menor idea de lo que decían, en las ocasiones en
que iba a clase me quedaba mirándolos fijamente, con
intensidad. Algo que, por alguna razón, ellos no
encontraban demasiado entrañable. Un profesor en
especial hizo todo lo posible para que yo le respondiera,
pero como seguía silencioso y taciturno, me agarró por el
hombro y me sacudió violentamente: «¡O eres divino o eres
el diablo!», afirmó, añadiendo: «¡Y creo que eres lo
segundo!».
No me sentí especialmente ofendido. Hasta ese momento
me había aproximado a todo lo que me rodeaba —desde un
grano de arena al universo— con sensación de asombro.
Pero en la compleja red de interrogantes siempre había
permanecido una certeza: la noción del «yo». El arrebato
de mi profesor desencadenó otra línea de preguntas:
¿quién era yo? ¿Humano, divino, diablo, qué era? Traté de
mirarme fijamente a mí mismo para descubrirlo, pero no
funcionó. Entonces, cerré los ojos y busqué la respuesta.
Los minutos se volvieron horas y yo seguía sentado, con los
ojos cerrados.
Con los ojos abiertos todo me intrigaba: una hormiga, una
hoja, las nubes, las flores, la oscuridad, prácticamente todo.
Pero, para mi sorpresa, descubrí que con los ojos cerrados
había incluso más cosas que captaban mi atención: el modo
en que pulsa el cuerpo, el funcionamiento de los diferentes
órganos, los varios canales por los que fluye la energía
interna, la manera en que la anatomía está alineada, el
hecho de que los límites se circunscriban al mundo
externo... Este ejercicio me mostró la totalidad de los
mecanismos del ser humano. En lugar de llevarme a una
conclusión simplista de que yo era «esto» o «eso»,
gradualmente hizo que me diera cuenta de que, si estaba
dispuesto, podría serlo todo. No se trataba de sacar
ninguna conclusión. Incluso la certeza del «yo» se
desmoronó a medida que comenzó a emerger una
sensación más profunda de lo que significaba ser humano.
Si bien yo me creía una persona autónoma, este ejercicio
me fundió. Me había convertido en una persona nebulosa.
A pesar de mi conducta salvaje, lo que sí conseguí
mantener, de forma extrañamente disciplinada, fue la
práctica del yoga. Comenzó durante unas vacaciones de
verano cuando tenía doce años. Cada año se juntaba un
nutrido grupo de primos en casa de mi abuelo. En el jardín
trasero había un antiguo pozo de más de 45 metros de
profundidad. Mientras las chicas jugaban al escondite, el
juego común para los chicos era saltar al pozo y luego
subir. Saltar y subir del pozo representaba un reto. Si no lo
hacías adecuadamente, tu cabeza podía acabar estrellada
contra la pared. No había escalones: tenías que agarrarte a
la piedra y subir arañando las paredes. Casi siempre las
uñas solían sangrarnos a causa de la presión. Solo unos
pocos chicos lográbamos realizar esta hazaña. Yo era uno
de ellos y, la verdad, era bastante bueno.
Un día apareció un hombre de más de setenta años que se
quedó viéndonos jugar un rato. Después, sin decir nada,
saltó al pozo. Pensamos que habría muerto, pero logró
ascender más rápidamente que yo. Así pues, aparté mi
orgullo y le formulé una sola pregunta:
—¿Cómo?
—Ven conmigo y te enseñaré yoga —respondió el anciano.
Lo seguí como un perrito y de este modo me convertí en
alumno de Malladihalli Swami (así era como le conocían),
quien me inició en la práctica del yoga. Hasta entonces,
despertarme por la mañana suponía toda una odisea.
Aunque en casa trataban de que me sentara en la cama,
siempre acababa desplomándome medio dormido. Cuando
mi madre me daba el cepillo de dientes, yo me lo ponía en
la boca y me dormía de nuevo. Desesperada, ella me metía
en el baño a empujones, pero de inmediato yo volvía a
dormirme. Tres meses después de haber iniciado la
práctica del yoga, mi cuerpo comenzó a despertarse a las
cuatro y cuarenta cada mañana, sin ningún estímulo
externo, como sigue haciéndolo incluso hoy. Tras
despertarme, las prácticas simplemente suceden, al
margen del lugar y de la situación en la que me encuentre,
sin un solo día de descanso. Este yoga sencillo —llamado
angamardana— (un sistema de yoga físico que fortalece los
tendones y las extremidades) definitivamente me
diferenciaba de cualquier grupo de personas, tanto desde
el punto de vista físico como mental. Pero eso era todo, o
eso creía yo.
Con el paso del tiempo perdí la fe en la educación formal.
No se trataba de cinismo. Tenía suficiente vivacidad y
entusiasmo como para que todo me interesara, pero la
cualidad que predominaba en mí, incluso a esa edad, era la
claridad. No buscaba activamente las inconsistencias o
lagunas de lo que se me enseñaba, simplemente las veía.
Nunca he buscado nada en mi vida; solo veo. Y eso es justo
lo que estoy tratando de enseñar a la gente ahora: si de
verdad deseas conocer la espiritualidad, no busques nada.
La gente cree que la espiritualidad consiste en buscar a
Dios, la verdad o lo absoluto. Y el problema es que ya has
definido aquello que estás buscando. Lo importante no es el
objeto de tu búsqueda, sino la capacidad de mirar. La
habilidad de simplemente mirar sin motivo se ha perdido
en nuestro mundo. Todos somos criaturas psicológicas que
deseamos asignar un significado a todo. La búsqueda no
consiste en buscar algo, sino en mejorar la percepción, la
mera facultad de ver.
Después del bachillerato me apunté a un programa de
autoestudio en la biblioteca de la Universidad de Mysore.
Yo era el primero en llegar a las nueve de la mañana y el
último en salir a las ocho y media de la noche, después de
que me echaran. Entre el desayuno y la cena, mi único
sustento eran los libros. Aunque siempre estaba
hambriento, me salté el almuerzo durante todo un año.
Abarqué una amplia variedad de autores y temas, desde
Homero hasta la revista Mecánica Popular, desde Kafka
hasta Kalidasa, y desde Dante hasta el cómic Daniel el
Travieso. Ese año me sirvió para estar más informado, pero
acabé con más interrogantes que nunca.
Las lágrimas de mi madre me forzaron a matricularme a
regañadientes en la Universidad de Mysore para cursar
estudios de literatura inglesa. Pero continué envuelto en
una nube de millones de preguntas como un halo oscuro
que me cubría todo el tiempo. Ni la biblioteca ni mis
profesores pudieron disiparla. Una vez más, en lugar de
estar en clase, me pasaba la mayor parte del tiempo fuera.
Descubrí que lo único que sucedía en el aula era un mero
dictado de apuntes, y ¡desde luego no estaba en mis planes
convertirme en taquígrafo! En una ocasión le solicité los
apuntes a una profesora para que me permitiera hacer una
fotocopia; quería ahorrarle a ella la tarea de dictarlos y a
mí de asistir a la clase. Al final, hice un pacto con todos los
profesores (que estaban más que contentos de no tenerme
en clase): ellos me marcaban como presente cada día y yo
iba el último día de cada mes, que era cuando se registraba
la asistencia. ¡Así me aseguraba de que estaban
cumpliendo lo pactado!
Algunos compañeros y yo comenzamos a reunirnos bajo
un enorme baniano del campus. Alguien denominó a esas
reuniones el Club del Baniano y ese fue el nombre que
quedó. El club tenía un lema: «Lo hacemos por el gusto de
hacerlo». Llegábamos a las reuniones montados en
nuestras motocicletas y a la sombra del árbol hablábamos
durante horas de diversas temáticas —desde cómo
aumentar la velocidad de las motos Jawa hasta cómo hacer
del mundo un lugar mejor—. Por supuesto, no nos
bajábamos de las motos en ningún momento; ¡eso habría
sido un sacrilegio!
Para cuando acabé mis estudios universitarios, ya había
recorrido todo el país. Al principio viajé por el sur de la
India en bicicleta y más tarde atravesé el país en moto. Por
aquel entonces era natural cruzar la frontera nacional. Pero
cuando alcancé la frontera entre India y Nepal me
informaron de que el registro del vehículo y el permiso de
conducir no eran suficientes. Necesitaba más
documentación. Después de esto, mi sueño pasó a ser
ganar suficiente dinero para poder viajar por el mundo con
mi motocicleta. No era solo que me fascinara viajar: la
verdad es que me sentía inquieto. Quería saber algo. No
sabía qué, ni adónde tenía que ir para conseguirlo. Pero en
lo más profundo de mí sabía que deseaba algo más.
Nunca me consideré particularmente impulsivo;
simplemente estaba orientado a la vida. Y si bien medía las
consecuencias de mis acciones, las que más me atraían
eran las más peligrosas. ¡Alguien me dijo una vez que mi
ángel de la guarda tenía que ser extraordinario y que
seguro hacía horas extra permanentemente! Mi mayor
deseo era ponerme a prueba y traspasar mis límites. Nunca
me preguntaba ni qué ni por qué. El cómo era lo único que
me interesaba. Mirando atrás, me doy cuenta de que nunca
pensé en lo que quería ser en la vida. Solo pensaba en
cómo deseaba vivir. Y sabía que el «cómo» solo podía ser
determinado por mí y dentro de mí.
Las granjas avícolas experimentaron un gran auge en
aquella época, y como necesitaba dinero para financiar mi
sueño de viajar sin límite ni rumbo, me metí en ese
negocio. Mi padre se lamentaba: «¿Qué le voy a decir a la
gente?, ¿que mi hijo se dedica a criar pollos?». Pero logré
construir una granja desde cero y sin ninguna ayuda. El
negocio despegó y comenzó a dar ganancias. Dedicaba al
trabajo cuatro horas cada mañana. El resto del día me lo
pasaba leyendo, escribiendo poesía, nadando en el pozo,
meditando y soñando despierto en un gran baniano.
El éxito me volvió más audaz. Mi padre siempre estaba
lamentando que los hijos de los demás se habían convertido
en ingenieros, industriales, que habían ingresado al
servicio civil o que se habían ido a Estados Unidos. Y todas
las personas con las que me encontraba —amigos,
familiares, profesores del colegio y la universidad— me
decían: «¡Ah!, creíamos que harías algo en la vida, pero la
estás desperdiciando».
Así pues, asumí el reto. Entré en el negocio de la
construcción junto con un amigo ingeniero y al cabo de
cinco años nos habíamos convertido en una gran empresa
de construcción que se encontraba entre los principales
contratistas privados de Mysore. Mi padre estaba incrédulo
y encantado al mismo tiempo.
Y yo estaba eufórico, me sentía seguro de mí mismo,
repleto de adrenalina y deseando un nuevo desafío.
¡Cuando todo lo que haces tiene éxito, empiezas a creer
que los planetas giran alrededor de ti, no del sol!
Y ese era el tipo de joven que era yo aquella tarde fatídica
de septiembre de 1982, cuando decidí montarme en mi
moto Checa y subir a la colina Chamundi.
No tenía ni idea de que mi vida jamás volvería a ser la
misma.

***

Tiempo después, cuando traté de hablar con mis amigos


de lo que me había sucedido ese día en lo alto de la
montaña, lo único que me podían preguntar era: «¿Bebiste
algo?, ¿te tomaste alguna pastilla?». Estaban aún más
despistados que yo sobre esta nueva dimensión que de
repente había estallado en mi vida.
Incluso antes de que yo pudiera procesar su significado,
la experiencia se repitió. Fue una semana después,
mientras estaba cenando con mi familia; y si bien pensé
que había durado dos minutos, en realidad duró siete
horas. Estuve allí sentado, plenamente consciente, solo que
el «yo» que conocía como yo mismo ya no estaba allí, y allí
todo lo demás era. El sentido del tiempo cambió.
Recuerdo que varios familiares comenzaron a darme
golpecitos en el hombro, preguntándome qué me sucedía y
pidiéndome con insistencia que me tomara la cena. Yo
simplemente levanté la mano y les pedí que me dejaran.
Para entonces estaban acostumbrados a mis rarezas y se
marcharon. Eran casi las cuatro y cuarto de la mañana
cuando recuperé mis sentidos normales.
Esta experiencia empezó a repetirse con más frecuencia.
Cuando ocurría, no comía ni dormía durante horas.
Simplemente permanecía enraizado en un solo lugar. En
una ocasión se prolongó durante trece días. Me hallaba en
un pueblo cuando comenzó este estado de quietud y éxtasis
abrumador e indescriptible. Los lugareños se reunieron
alrededor de mí y comenzaron a susurrar entre ellos: «¡Ah!,
él debe de estar en samadhi» (un estado dichoso en el que
se está más allá del cuerpo, bien documentado en la
tradición espiritual de la India). Siendo el país que es, allí
había una comprensión tradicional y profunda de la
espiritualidad con la que yo, en mi estilo tan poco
tradicional, no estaba familiarizado para nada. Cuando salí
de ese estado, alguien quería ponerme una guirnalda
mientras que otro quería tocarme los pies... Era una locura;
no podía creer que alguien quisiera tratarme de aquella
manera.
Otro día, mientras estaba comiendo, me llevé algo de
comida a la boca y de repente... estalló. En ese momento
pude experimentar la maravillosa alquimia de la digestión
del humano —el proceso por el cual una sustancia externa,
un pedacito de planeta, estaba convirtiéndose en parte de
mí—. Todos conocemos esto de forma intelectual: una parte
del planeta nos nutre y, a su vez, nuestro cuerpo un día
regresa para nutrir esa misma tierra que una vez nos
sustentó. Pero cuando ese conocimiento surgió de manera
experiencial, modificó la perspectiva fundamental de quién
era yo. Mi relación con todo lo que me rodeaba, incluido el
planeta, experimentó un cambio dimensional.
Así empecé a ser consciente de esa extraordinaria
inteligencia en cada uno de nosotros que es capaz de tomar
un trozo de pan o una manzana y transformarlo en un
cuerpo humano en una sola tarde. ¡Y eso es una enorme
hazaña! A medida que empecé a acceder a esa inteligencia
—que es la fuente de la creación— de manera consciente, a
mi alrededor comenzaron a ocurrir sucesos aparentemente
inexplicables. Todo lo que tocaba se transformaba de una
manera u otra. La gente me miraba y se ponía a llorar.
Muchos afirmaban sentir alivio de sus problemas físicos y
mentales solo con mirarme. Yo mismo llegué a curarme en
cuestión de horas de enfermedades que habrían necesitado
meses de tratamiento médico normal. Sin embargo, le daba
escasa importancia a esas cosas.
Esta capacidad de transformar drásticamente mi realidad
interna y externa ha continuado dentro de mí y a mi
alrededor hasta hoy. No es algo que haya tratado de
conseguir conscientemente. Es solo que, una vez que tocas
esta dimensión más profunda de la inteligencia, que
constituye la mera base de nuestra existencia aquí, la vida
se vuelve naturalmente milagrosa.
En alrededor de seis a ocho semanas, esta experiencia
increíble se convirtió en una realidad viva. Durante ese
tiempo, todo lo relacionado conmigo cambió drásticamente.
Mi aspecto físico —la forma de mis ojos, mi modo de andar,
mi voz, el simple alineamiento de mi cuerpo— comenzó a
cambiar de forma tan radical que la gente que me rodeaba
empezó a notarlo también.
Lo que estaba sucediendo dentro de mí era todavía más
extraordinario. En el transcurso de seis semanas me llegó
una avalancha de recuerdos; literalmente, vidas enteras de
recuerdos. Ahora era consciente de un millón de cosas
diferentes que sucedían dentro de mí a la vez. Era como
una especie de caleidoscopio. Mi mente lógica me decía
que nada de eso podía ser verdad. Si bien lo que veía en mi
interior era más claro que la luz del día, yo albergaba la
esperanza secreta de que fuera falso. Siempre me había
considerado un joven inteligente, pero de repente parecía
un tonto que no sabía nada y me sentía incapaz de aceptar
ese estado de desconcierto. Para mi desilusión, descubrí
que todo aquello que estaba viniéndome a la memoria era
cierto.
Hasta ese momento me había negado a aceptar nada que
no encajara dentro de un marco lógico y racional. Poco a
poco empecé a darme cuenta de que la vida es la
inteligencia absoluta y de que el intelecto humano es tan
solo una mera astucia que nos asegura la supervivencia. La
verdadera inteligencia es la propia vida y aquello que es la
raíz de la vida, nada más.
Nos han contado que lo divino es amor, y que lo divino es
compasión. Pero si prestas atención a la creación, te das
cuenta de que la divinidad, o lo que sea la fuente de la
creación, es sobre todo una inteligencia superior, la mayor
imaginable. En lugar de acceder a esta inteligencia
todopoderosa que palpita dentro de cada uno de nosotros,
optamos por usar el intelecto lógico, que resulta útil en
ciertas ocasiones pero es esencialmente limitado.
También comencé a experimentar una mayor sensibilidad
hacia los sentimientos de los demás. A veces, solo ver a un
desconocido por la calle y notar su angustia bastaba para
hacerme llorar. No podía creer que los seres humanos
pudieran aguantar tanto sufrimiento mientras yo rebosaba
de éxtasis sin ninguna razón.
Me llevó un tiempo darme cuenta de que lo que estaba
sucediéndome era algo «espiritual». Empecé a comprender
que aquello que las tradiciones y las escrituras sagradas
habían ensalzado como la experiencia suprema estaba
sucediéndome a mí; que estaba experimentando, de hecho,
lo más bello que puede acontecerle a un ser humano.
Momento a momento cada célula de mi cuerpo estallaba
en un éxtasis indescriptible. Aunque la gente enaltece la
infancia por la capacidad que tienen los niños de reírse y
ser felices sin razón, descubrí que también es posible estar
extático en la adultez. Y ese estado es posible para cada ser
humano dado que todo lo que experimentamos sucede en
nuestro interior.
Comencé a darme cuenta de que mi transformación física,
el cambio en mi apariencia, era en realidad una
realineación de la totalidad de mi constitución interna.
Había estado practicando una secuencia básica de posturas
físicas o hatha yoga desde los doce años y ahora aquellos
trece años de práctica estaban dando su fruto. El yoga es
esencialmente un modo de recrear el organismo para que
sirva a un propósito más elevado. El cuerpo humano puede
funcionar como un pedazo de carne y sangre o bien como la
propia fuente de la creación.
Existe toda una tecnología para transformar lo humano en
divino. La columna vertebral humana no es solo un
conjunto de huesos mal dispuestos, sino que es el mismo
eje del universo. Todo depende del modo en que
reorganices tu sistema. En mi caso, de ser una persona
físicamente intensa, aprendí a manejar mi cuerpo como si
no estuviera allí para nada. Mi aspecto físico se volvió
sumamente relajado. En el pasado, toda esa intensidad
estaba en mi cuerpo. Se podía sentir que cuando yo
entraba en una habitación habría acción. Pero ahora
aprendía a manejar mi cuerpo de una forma diferente.
Y así fue que descubrí que la experiencia que había vivido
era realmente yoga. Esta experiencia de unión con la
existencia, de unidad con toda la vida y lo ilimitado era
yoga. La secuencia sencilla de posturas de yoga, o asanas,
que había estado practicando diariamente tenían la
finalidad de mejorar la aptitud física, o eso pensaba yo.
Pero después de mi experiencia en la colina Chamundi me
di cuenta de que lo que estaba haciendo, en verdad, era un
proceso que podría llevarme a una dimensión más allá de lo
físico. Y por eso le digo a la gente: incluso aunque
practiques yoga por las razones equivocadas, ¡funciona!
Existe algo en el interior de todos los seres humanos que
tiene aversión a los límites, que está anhelando ser
ilimitado. La naturaleza humana es tal que siempre
deseamos ser algo más de lo que somos en este momento.
No importa cuánto logremos, siempre queremos ser algo
más. Si examináramos esto en profundidad nos daríamos
cuenta de que este anhelo no es por algo más, sino que es
por todo. Estamos intentando ser infinitos. El único
problema es que buscamos esa infinitud a plazos.
Imagina que estás encerrado en un cubículo de metro y
medio por metro y medio. Por muy cómodo que fuera,
estarías deseando librarte de él. Si al día siguiente te
confinaran en un cubículo más grande de tres por tres
metros, te sentirías estupendo durante un rato, pero pronto
volvería el anhelo de escapar de ese límite.
Independientemente de cuán grande sea un límite, en
cuanto te das cuenta de que existe, sientes instintivamente
un vivo deseo de romperlo. En Oriente, este anhelo se
reconoce como la meta más elevada de todos los esfuerzos
y actividades humanas. La libertad (mukti o moksha) se
considera un deseo natural en el ser humano y también
nuestro destino final. Es solo porque somos inconscientes
de él que buscamos cumplirlo a plazos, ya sea a través de
la adquisición de poder, dinero, amor o conocimiento; o si
no, a través de ese gran pasatiempo de hoy en día: ¡las
compras!
En el momento en que me di cuenta de que el deseo
humano no apunta a nada en particular sino que solo busca
expandirse de forma ilimitada, surgió una cierta claridad
en mí. Cuando vi que todo el mundo es capaz de esto, me
pareció natural querer compartirlo. Mi objetivo desde
entonces ha sido transmitir de algún modo esta experiencia
a otras personas, despertarlas al hecho de que este estado
de gozo, de libertad, de ausencia de límites, no puede
negárseles a menos que se interpongan en el camino de la
efervescencia natural de la vida.
Esta condición de bienestar extático que ha sido mía
desde esa tarde en la colina Chamundi no es una
posibilidad lejana ni un sueño imposible. Es una realidad
viva para aquellos que están dispuestos a vivirla. Es el
derecho de nacimiento de cada ser humano.
El camino hacia fuera está dentro

T hasta ahora se resume en la


ODO LO QUE HAS HECHO EN LA VIDA
búsqueda de una sola cosa. Ya sea que estudiaras una
carrera, iniciaras un negocio, hicieras dinero o formaras
una familia, detrás de todas tus acciones había un único y
simple deseo: el gozo.
Pero la vida se complicó en algún punto del camino.
Si hubieras nacido como cualquier otra criatura en el
planeta, sería más sencillo. Tus necesidades estarían
circunscritas al ámbito físico y un estómago lleno sería el
equivalente a tener un gran día. Observa a tu perro o a tu
gato: una vez que han comido están tranquilos.
Pero si vienes a este mundo como ser humano la cosa
cambia. Tener el estómago vacío supone un problema: el
hambre. ¡Pero un estómago lleno representa cientos de
problemas! Aunque la supervivencia supone un grave
problema en nuestra vida cuando se ve amenazada, en el
momento en que está asegurada se vuelve una cuestión
irrelevante. De algún modo, para un ser humano la vida no
termina con la supervivencia sino que comienza a partir de
ella.
En la actualidad el proceso de la supervivencia está mejor
organizado que nunca. Puedes ir a un supermercado y
comprar todo lo que necesites para un año, ¡e incluso
puedes hacerlo sin salir de casa! Nunca antes en la historia
de la humanidad esto había sido posible; cosas que ni
siquiera la realeza podía permitirse hace un siglo son
accesibles ahora para el ciudadano medio. Somos la
generación que más cómodamente ha vivido en este
planeta. El problema es que definitivamente no somos los
más felices, ni los más amorosos, ni los más serenos.
¿Por qué ocurre esto? Nos hemos esmerado en arreglar lo
externo, ¡y si seguimos así vamos a quedarnos sin planeta!
Pero no somos más felices que nuestros antepasados de
hace miles de años. Si nuestro modelo no funciona, ¿no es
hora de mirar qué está fallando? ¿Durante cuánto tiempo
vamos a vivir con proyectos que claramente no han
cumplido sus promesas?
Es el momento de un cambio de paradigma.

***

Empecemos con una sola pregunta: ¿qué consideramos un


estado de bienestar?
La respuesta es sencilla: el bienestar es una profunda
sensación interior de placidez. Cuando tu cuerpo se siente
bien, a ese estado lo llamamos salud, y cuando esa
sensación se intensifica la denominamos placer; cuando la
mente se siente bien, lo llamamos paz, y cuando esa
sensación se intensifica la denominamos gozo; cuando las
emociones son agradables, lo llamamos amor, y cuando esa
sensación se intensifica la denominamos compasión;
cuando tu energía vital es grata, lo llamamos dicha, y
cuando esa sensación se intensifica la denominamos
éxtasis. Esto es lo que estás buscando: una sensación
agradable interna y externamente. Cuando ese bienestar es
interno lo llamamos paz, gozo, felicidad, y cuando te lo
produce el entorno lo etiquetamos como éxito. Si no estás
interesado en nada de eso y deseas ir al cielo, ¿qué estás
buscando? ¡Simplemente el éxito en otro plano! De modo
que, en esencia, toda la experiencia humana es una
cuestión de bienestar o malestar en diversos grados.
Pero ¿cuántas veces has vivido todo un día feliz, sin un
momento de ansiedad, agitación, irritación o estrés?
¿Cuántas veces has vivido con total agrado durante
veinticuatro horas? ¿Cuándo fue la última vez que te
ocurrió?
Lo sorprendente es que ¡la mayor parte de la gente de
este planeta no ha vivido ni un solo día justo como hubiera
querido! Desde luego no hay nadie que no haya
experimentado alegría, paz e incluso dicha, pero son
sensaciones efímeras que acaban desvaneciéndose al no
poder mantenerlas. Y no es necesario que ocurra nada de
mucha importancia: la gente se altera por las cosas más
simples.
Sucede así: al salir hoy a la calle alguien te dice que eres
la persona más bella del mundo y ese comentario te deja en
el séptimo cielo. Pero cuando al llegar a casa te recuerdan
quién eres realmente, ¡todo se hace añicos!
¿Te suena familiar?
¿Por qué necesitas un bienestar interior? La respuesta es
obvia. Cuando tu estado interior es placentero, eres
agradable naturalmente con todos y todo lo que te rodea.
No se necesita ninguna filosofía ni escrituras sagradas para
enseñarte a ser bondadoso con los demás, sino que se trata
del resultado natural de sentirte bien interiormente. El
bienestar interno es la garantía para construir una
sociedad pacífica y un mundo feliz.
Además, tu éxito en la vida depende en gran medida de lo
bien que aproveches la capacidad del cuerpo y la mente; de
modo que para tener éxito tu principal cualidad ha de ser
esa placidez interna.
En todo caso, en la actualidad diversas investigaciones
han revelado que el cuerpo y la mente funcionan mejor
cuando existe un bienestar interno. Se afirma que si
consigues sentir felicidad durante veinticuatro horas, tu
capacidad intelectual casi se duplica. Simplemente
ordenando el caos interno y permitiendo que la claridad
aflore, lo podemos lograr.
La energía vital a la que denominas «yo» unas veces se
siente sumamente alegre, otras triste, otras sosegada, otras
agitada...; una misma energía es capaz de experimentar
todos esos estados. De modo que si pudieras elegir el tipo
de expresión de esa energía, ¿qué escogerías? ¿Estar
contento o miserable?, ¿el bienestar o el malestar?
La respuesta es obvia. La forma puede variar de persona
a persona, pero ya estés intentando enriquecerte, echando
tragos o tratando de alcanzar el cielo, el bienestar es el
único objetivo. Incluso si afirmas que este mundo no te
interesa y que tu misión en la vida es únicamente ganarte
el cielo, también estás buscando sentirte bien. Si te
hubieran contado desde la infancia que Dios vive en el cielo
y que se trata de un lugar horrendo, ¿desearías ir? ¡Claro
que no! En esencia, el nivel más elevado de bienestar es el
cielo y lo contrario sería el infierno. De modo que aunque
algunos lo busquen en el vino y otros en lo divino, lo que
todo el mundo busca es sentirse bien.
Lo único que se interpone entre tú y tu bienestar es un
simple hecho: has permitido que tus emociones y
pensamientos obedezcan directrices externas en lugar de
internas.
Una noche, una mujer tuvo un sueño mientras dormía: un
hombre escultural la miraba y comenzaba a aproximarse
más y más a ella; al final, el galán se acercó tanto que ella
podía sentir su aliento. La mujer temblaba, aunque no de
miedo. Entonces preguntó:
—¿Qué vas a hacerme?
Él respondió:
—¡Bueno, mujer, este es tu sueño!
Lo que te pasa por la cabeza es tu sueño, y al menos tu
sueño debería ser como tú quieres. Aunque el mundo no
marche como te gustaría, tus pensamientos y emociones sí
deberían ser como quisieras. Ahora mismo no siguen tus
órdenes porque tu manejo del mecanismo humano es
deficiente.
El mecanismo humano es la forma física más sofisticada
del planeta. Eres el mejor producto tecnológico que existe,
el problema es que desconoces dónde se halla el teclado.
¡Es como si estuvieras manejando una supercomputadora
con un pico y una llave inglesa! Por eso, el proceso de la
vida está pasando factura a la humanidad. Tan solo ganarse
el pan, reproducirse, formar una familia y morir un día
supone todo un desafío. Es increíble cómo los seres
humanos luchamos para hacer lo que los insectos, pájaros y
otros animales hacen sin esfuerzo.
En pocas palabras, nuestra ecología interna es un
desastre. De algún modo creemos que al arreglar los
factores externos todo se solucionará en el interior. Pero los
pasados 150 años son la prueba de que la tecnología
solamente nos aporta comodidad, no bienestar.
Necesitamos entender que a menos que llevemos a cabo
las acciones correctas, no cosecharemos los frutos
correctos; lo anterior es aplicable tanto al mundo externo
como al interno.

***

Un cierto día, un buey y un faisán se hallaban en un


prado. Mientras el buey pacía, el faisán le quitaba las
garrapatas: formaban una pareja perfecta. Al mirar un
enorme árbol situado en el linde del terreno, el faisán
exclamó:
—¡Ay! Hubo un tiempo en que podía volar hasta la rama
más alta del árbol; pero ahora no tengo suficiente fuerza en
las alas ni para alcanzar la más baja.
—Prueba a comer un poco de mi mierda todos los días y
observa qué sucede. En dos semanas llegarás hasta arriba
—respondió el buey con naturalidad.
—¡Pero qué tonterías estás diciendo! —replicó el faisán.
—Pruébalo y verás. Toda la humanidad está en ello —
insistió el buey.
El ave comenzó a picotear, vacilante. Y mira por dónde, el
primer día ya podía volar hasta la primera rama, y al cabo
de quince días ya había conseguido ascender hasta la rama
más alta y se posó sobre ella para disfrutar de las vistas.
Un viejo granjero que se mecía en su sillón vio al faisán
bien cebado en lo alto del árbol y, sin dudarlo, sacó su
escopeta y lo abatió de inmediato.
Moraleja: ¡aunque la mierda puede hacerte llegar a la
cima, no deja que permanezcas arriba!
Así pues, puedes engañarte e inducirte toda clase de
estados emocionales, puedes intensificar la sensación de
bienestar, pero el problema es que no dura. El tiempo
atmosférico puede deteriorarla; la bolsa puede destruirla
estrepitosamente, e incluso si no sucumbe, ¡vivir con el
temor de que lo haga ya es negativo de por sí! La
posibilidad inminente de que ese bienestar se desmorone
algún día es una auténtica tortura, a menudo peor que un
verdadero desastre. De modo que mientras la vida interior
sea esclava de las situaciones externas permanecerá en
una situación precaria. No puede ser de otra manera.
¿Cuál es la salida?
La salida es un simple cambio de dirección. Solo necesitas
ver que el origen de tu experiencia está en tu interior.
Aunque la experiencia humana sea estimulada o catalizada
por situaciones externas, la fuente de todo ello es interna.
El dolor o el placer; el gozo o la tristeza; la agonía o el
éxtasis suceden solamente dentro de ti. La locura humana
radica en tratar de alcanzar la felicidad a través de las
situaciones externas. Puedes utilizar lo externo como un
estímulo o detonante, pero lo verdadero siempre viene del
interior.
Ahora mismo estás sosteniendo un libro. ¿Dónde ves el
libro? Señala con el dedo el lugar donde lo percibes; ¿crees
que esa imagen está fuera de ti?
Piénsalo de nuevo.
¿Te acuerdas de cómo funciona la visión? Los rayos de luz
inciden en el libro, pasan a través del cristalino y se
proyectan como una imagen invertida en la retina; ya
conoces la lección. Así pues, en realidad, estás viendo el
libro en tu interior.
¿Dónde contemplas el mundo entero?
También en tu interior.
Todo lo que te ha ocurrido lo has experimentado en tu
interior. La luz y la oscuridad, el dolor y el placer, la agonía
y el éxtasis... Todo ha sucedido dentro de ti. Si alguien te
tocara ahora la mano derecha, podrías pensar que estás
experimentando la mano de esa persona, pero lo cierto es
que solamente estarás percibiendo esas sensaciones en tu
propia mano: esa experiencia sucede dentro de ti. Toda
experiencia humana es creada por uno mismo al cien por
cien.
Si tus pensamientos y tus emociones son de tu cosecha,
puedes moldearlos como quieras. En la actualidad diversas
investigaciones médicas y científicas han revelado que
puedes «embriagarte» sin haber ingerido ni una gota de
alcohol u otra sustancia. El químico orgánico israelí
Raphael Mechoulam y su equipo iniciaron un proyecto que
logró aislar una «molécula de la felicidad» en el cuerpo
humano. En términos simples, descubrieron que el cerebro
humano tiene receptores naturales del cannabis. ¿Por qué
ocurre esto? Porque el cuerpo es capaz de producir su
propio narcótico: puede fabricar su propia felicidad sin
necesidad de ningún estímulo externo ¡y sin resaca! La
razón por la que ciertas sustancias químicas, como el
alcohol y las drogas de uso recreativo, son peligrosas es
porque pueden disminuir tu conciencia, arruinar tu salud,
crear adicciones y destruirte. ¡Pero aquí tenemos un
narcótico de la felicidad creado y consumido por el propio
organismo que tiene un gran efecto en tu salud y bienestar!
Esto significa que el sistema humano es maravillosamente
independiente. Si bien se han descubierto recientemente
otras sustancias químicas similares, esta en particular se
ha denominado «anandamida» basándose en la palabra
sánscrita ananda, que significa felicidad o dicha. Podemos
deducir de lo anterior que la felicidad es una especie de
proceso químico, al igual que la paz. De hecho, toda
sensación agradable que experimentamos —el sosiego, el
gozo, el éxtasis— lo es. El sistema yóguico siempre ha
sabido esto.
Existe una tecnología que tiene como objetivo el bienestar
interior, la creación de una base química que permita una
existencia feliz; se trata de una faceta de lo que denomino
«Ingeniería Interior». Si eres consciente, puedes activar tu
sistema de tal modo que el simple hecho de respirar se
convierta en un placer enorme; solo es necesario estar
dispuesto a prestar un poco de atención al mecanismo
interno.
Este es el cambio fundamental que necesita suceder en tu
entendimiento. No busques la salida a la tristeza; no
busques la salida al sufrimiento: solo hay un camino y es
hacia tu interior.

***

La paz y la felicidad no son las metas de la vida espiritual,


como suele pensarse. Son los requisitos básicos para una
vida con bienestar; si quieres disfrutar de la cena, tienes
que sentirte sereno y contento; si quieres disfrutar de tu
familia, de tu trabajo, del mundo en el que vives, tienes que
sentirte alegre y tranquilo. La serenidad y la satisfacción no
son logros que consigues al final de tu existencia, sino que
son las bases de tu vida. Si crees que la paz es el objetivo
último, ¡solamente «descansarás en paz»!
El término «espiritualidad» es una de las palabras más
corrompidas del planeta. No recorras la senda espiritual
para obtener paz; esta se considera la máxima aspiración
debido a que casi todo el mundo carece de ella. Cuando
estuve en Tel Aviv hace algunos años me dijeron que
shalom era el saludo más elevado posible. Al preguntar la
razón me respondieron: «Porque significa paz». Yo dije
entonces: «¿Por qué la máxima aspiración será la paz a
menos que estés en Oriente Medio?
Si pasaras diez días en una isla desierta sin alimentos y se
te apareciera Dios de repente, ¿desearías que surgiera
como una luz brillante o en forma de pan? En la India
ciertas comunidades veneran a Dios en los alimentos por
haber pasado privaciones durante largo tiempo. ¡Y en
California, el amor es Dios! Aquello de lo que has carecido
se convierte en la máxima aspiración; pero es importante
recordar que nada de eso te bastará para siempre. La vida
humana anhela una expansión sin límites y eso es lo único
que te producirá una satisfacción duradera.
La búsqueda espiritual no es una elección premeditada ni
una búsqueda inducida: es un deseo natural, pero a menos
que lo manejes conscientemente no dará fruto. Cuando
sentirte dichoso y en paz ya no te supone ningún esfuerzo,
comienzas a buscar de forma natural, deseas conocer la
naturaleza de la existencia. El misticismo se ha
desarrollado en los lugares donde la gente aprendió la
forma de sentirse gozosa. Esto se debe a que solo cuando
eres feliz te hallas en el estado más elevado de receptividad
y con verdadera disposición para explorar todos los
aspectos de la vida; de lo contrario, no te atreverías, ya que
cuando sentirte bien te supone un gran reto, no eres capaz
de afrontar otros desafíos.
Sucedió una vez... Un anciano de ochenta y cinco años
salió a pescar en Luisiana y ya estaba a punto de dejarlo
cuando atrapó una rana que le dijo:
—Bésame apasionadamente y me convertiré en una bella
joven.
El viejo pescador inspeccionó el anfibio durante largo
tiempo. La rana frunció los labios para recibir el beso, pero
el anciano la puso en su bolsa de pesca.
—¿Es que no me has oído? —gritó la rana—. ¡Solo tienes
que darme un beso y me convertiré en una bella joven!
—A mi edad una bella joven no me sirve de mucho. Si al
darte un beso yo me convirtiera en un joven y apuesto
príncipe, la cosa cambiaría. Pero, por ahora, ¡tengo una
rana que habla y, créeme, puedo oler el dinero! —replicó el
anciano.
Las elecciones que realizas desde la incapacidad no
resuelven los problemas de tu vida. La incapacidad para
sentir gozo de forma espontánea puede complicar los
asuntos más simples. Ahora mismo sentirse contento y en
paz se ha convertido en el problema más significativo de la
existencia humana. En nuestra búsqueda de felicidad
estamos destruyendo el planeta.
La razón por la que cosas sencillas —como sentir
serenidad, gozo y amor— se han convertido en las máximas
aspiraciones reside en que vivimos sin prestar atención al
proceso de la existencia. Cuando la gente dice «vida», se
refiere a los accesorios de la vida como el trabajo, la
familia, las relaciones, el hogar, el coche, la ropa o los
dioses a los que reza. La cosa más importante que olvidan
es la vida: el proceso de vida misma, la vida esencial que
eres tú. En el momento en que cometes este error
fundamental de identificarte con algo que no eres tú
mismo, la vida se convierte en una lucha innecesaria. Los
fundamentos de la paz y la dicha no estriban en atender a
la realidad externa, sino en acceder a tu naturaleza interna
y organizarla.
Aunque solo eres capaz de experimentar aquello que se
halla dentro de los límites de la percepción, ampliando esos
límites puedes llegar a sentir a todo el mundo como tú
mismo e incluso, ampliándolos aún más, experimentar el
cosmos como si fuera tu propio cuerpo.
Cuando viví tal sensación de inclusión comprendí que ser
amoroso y compasivo no es una mera idea; en efecto, vivir
con empatía no es ningún principio esotérico, sino que es el
modo en que está hecho un ser humano. Si durante un
período de tiempo no te identificas con nada que hayas
acumulado, incluidos tu cuerpo y tu mente, podrás
experimentarlo.
La iluminación no es un logro o una conquista, sino que
consiste en regresar a casa. Aunque los sentidos te
produzcan la impresión de que estás experimentando el
mundo exterior, nunca lo has hecho. Cuando tomas
conciencia de que todo lo que experimentas está en tu
interior, esa vuelta a casa radical es la iluminación.
Dedico mi vida a desarrollar métodos para que la gente
pueda sentir esta inclusión. La humanidad ha de vivir una
experiencia de inclusión absoluta si queremos soluciones
que resulten relevantes para todos. Y esto es posible.
La razón por la cual no todo el mundo está iluminado de
forma natural es simple: la gente ha clasificado el mundo
entre bueno y malo; Dios y el diablo; alto y bajo; sagrado e
indecente; puro e impuro; cielo e infierno. Se trata de
líneas paralelas que nunca se juntan.
Una vez que has fracturado la existencia en tu interior, no
hay forma de alcanzar un estado de bienestar y libertad
duraderos. Se te ha dicho que ames a tu enemigo; pero si
primero etiquetas a alguien como tu enemigo y luego tratas
de amarlo, ¡va a resultarte complicado! Una vez que has
fragmentado la creación de esta manera, no hay modo de
alcanzar un estado de inclusión absoluta.
El problema radica en que los seres humanos han
olvidado la distinción fundamental que existe entre el
interior y el exterior, entre su forma de ser y la forma en
que tratan con el mundo externo. Las transacciones varían
según la naturaleza de las situaciones o las relaciones y,
por muy lejanas o íntimas que sean, siempre se rigen por
leyes o normas.
Pero en lo relativo a la naturaleza interna, solo existe un
principio rector: la unidad ilimitada. Nuestro mundo físico y
social está gobernado por límites, pero nuestro mundo
interior no necesita ninguno. Para alcanzar el estado de
éxtasis de la unidad ilimitada —nuestro estado natural—, lo
único que has de hacer es vivir desde la comprensión de
que toda experiencia humana se genera desde dentro, ya
sea con el apoyo de estímulos externos o sin él. Eso es todo.
Si estableces este conocimiento en tu interior de forma
absoluta, las consecuencias de tus interacciones no
volverán a resultarte una carga.
¿Qué queremos decir con esto? La gente suele
preguntarme: «Tal vez esto sea posible para ti, al ser un
yogui, ¿pero nosotros, que vivimos en el “mundo real”,
cómo podemos hacer que nuestras interacciones estén
libres de fricciones?». Les recuerdo que no vivo en una
cueva; yo también dirijo a otras personas. Trabajo por todo
el mundo con más de tres millones de voluntarios que a
menudo no están entrenados para la función que ejercen y
¡no puedo despedirlos! ¿Sabes lo complicado que es
administrar una situación así? ¡En realidad, mi vida debería
ser un gran lastre! Pero no me verás angustiado, porque mi
forma de ser no es esclava de los acontecimientos externos.
No se trata de un logro extraterrestre: vivir de este modo
es posible para todos.
Si todavía crees que alguien de «allá arriba» va a venir a
rescatarte y solucionar todos tus problemas, recuerda que
vives en un planeta redondo que gira. De modo que cuando
miras arriba, evidentemente estás mirando en la dirección
equivocada. En este vasto universo en expansión continua,
¿qué es arriba y qué abajo? No lo sabemos. En ningún
lugar está indicado: «este es el lado de arriba»; la única
distinción que conoces es «dentro» y «fuera» (aunque para
el yogui incluso esa diferencia ha desaparecido).
Hace miles de años apareció un yogui en lo más alto de
los Himalayas que llegó a ser conocido como Adiyogi, el
primer yogui. Fue él quien nos legó la ciencia del yoga a
través de siete disciplinas que más tarde llevó al mundo.
Estas disciplinas contenían un sistema de autoexploración y
transformación de una profundidad inimaginable, basado
en la premisa radical de que es posible para un ser humano
evolucionar conscientemente. A diferencia de la evolución
biológica, que tiene lugar sin nuestra participación
consciente, la evolución espiritual puede suceder de forma
consciente. Todo lo que se necesita, según nos enseñó
Adiyogi, es voluntad.
Si extrajéramos la esencia de su sabiduría en unas
cuantas líneas, diríamos lo siguiente: arriba y abajo, bueno
y malo, sagrado y profano son conceptos que asumimos,
pero lo interno y lo externo es el único contexto del que
estamos seguros, el único contexto con el que podemos
trabajar. Esta es la contribución más significativa que
realizó Adiyogi a la humanidad, una enseñanza profunda y
duradera: «La única salida se encuentra en tu interior».
Sucedió una vez... Un visitante buscaba el Isha Yoga
Center en el sur de la India. Llegó a un pueblo cercano y
preguntó a un chico:
—¿A cuánto queda el Isha Yoga Center?
—A más de cuarenta mil kilómetros —respondió el
muchacho rascándose la cabeza.
El hombre se quedó pasmado:
—¿Qué? ¿Está tan lejos?
—Por el camino que vas, sí; pero si das la vuelta está a
solo seis kilómetros y medio —aclaró el muchacho.
Si vives hacia fuera, el viaje resulta interminable, pero si
vuelves a tu interior es cuestión de un instante.
En ese momento todo cambia. En ese momento ya no
buscas el gozo, sino que tu vida se convierte en una
expresión de ese gozo.
Diseña tu destino

E internacional que giraba


N UNA OCASIÓN ASISTÍ A UN CONGRESO
en torno a cómo aliviar la pobreza en el planeta. Acudieron
ilustres participantes que ocupaban cargos públicos de
responsabilidad, incluidos varios premios Nobel.
En un momento dado, uno de los asistentes preguntó:
—¿Por qué estamos tratando de solucionar estos
problemas? ¿No es todo fruto de la voluntad divina?
—Sí, cuando el otro está muriéndose o está hambriento se
trata de la voluntad divina; pero si es tu estómago el que
está vacío o es tu hijo el que se muere de hambre, la cosa
cambia, ¿verdad? —respondí yo.
Siempre que tenemos que hacer algo concerniente a
nuestra vida, nos ocupamos de ello; pero en lo que se
refiere a las desgracias ajenas, tenemos una palabra para
explicarlas: el destino.
Qué palabra tan conveniente. El destino se ha convertido
en un popular chivo expiatorio, una forma de lidiar con el
fracaso, una treta fatalista que empleamos para
reconciliarnos con toda clase de situaciones incómodas. Sin
embargo, volver hacia el interior constituye el primer paso
para salir de la pasividad y comenzar a representar un
papel activo; de ser una víctima empiezas a convertirte en
el dueño de tu destino.
Una variedad de enfermedades que la gente pensaba que
eran producto de la «voluntad divina» hace cien años, hoy
en día están bajo nuestro control. La poliomielitis es un
ejemplo de ello; solo el nombrarla despierta un sentimiento
de terror en los corazones de muchas personas. Cuando era
pequeño, tanto en el colegio como en el vecindario había
varios niños de mi edad afectados de polio que estaban
destinados a vivir en silla de ruedas. Se trataba de una
situación habitual y era un hecho reconocido que estos
niños nunca serían capaces de caminar en su vida. Su
enfermedad solía considerarse un acto de Dios o del
destino.
A principios del siglo XX la polio era la enfermedad más
temida en los países industrializados, la cual dejaba
paralíticos a miles de niños de forma irreversible; la
efectividad de las vacunas ayudó a eliminarla entre los años
cincuenta y sesenta, y cuando empezó a considerarse un
grave problema en los países en desarrollo, también se
introdujeron programas de inmunización para erradicarla.
En 1988, esta patología afectó a 350 000 niños de todo el
mundo en un solo año; en cambio, en 2013 la cifra había
descendido a 416. En 2012 la India ya no aparecía en la
lista de países donde la enfermedad es endémica. Una
combinación de sensibilización política, colaboraciones
público-privadas, vacunas efectivas a precios razonables,
participación de las comunidades y equipos de
profesionales sanitarios de todo el mundo demostraron
que, a pesar de todos los obstáculos, su erradicación fue
posible incluso en un país inmenso como la India, donde
representaba un gran desafío.
Ser humano significa que eres capaz de moldear las
situaciones que vives de la forma en que te gustaría que
fueran; pero en la actualidad ocurre lo contrario: la
mayoría de la gente está determinada por sus
circunstancias al pasarse la vida reaccionando ante ellas.
La pregunta inevitable es la siguiente: «¿Por qué me ha
tocado esta situación?, ¿será mi destino?». Todo aquello de
lo que no deseamos responsabilizarnos o todo aquello que
no comprendemos de forma lógica lo denominamos
«destino». Si bien es una palabra consoladora, nos resta
poder.
Para poder transformar las situaciones del modo en que
desearías, primero debes saber quién eres. El punto
fundamental es que todavía no sabes quién eres. Tu
identidad no es la suma total de todo aquello que has
acumulado; todo lo que conoces como «yo» es solamente
una acumulación. Tu cuerpo es una acumulación de
alimentos; tu mente lo es de impresiones captadas por los
cinco sentidos. Aunque aquello que almacenas sea tuyo,
jamás podrá ser tú.
¿Quién eres tú? La respuesta aún permanece inconsciente
y está por llegar a tu experiencia. Estás tratando de vivir tu
vida a través de lo que has acumulado, no a través de quién
eres, y por si fuera poco, ¡ni siquiera eres totalmente
consciente de todo eso que has acumulado!
Aunque con el transcurso de los años has ido adquiriendo
ciertas tendencias según las impresiones recogidas, pueden
transformarse por completo. Si realizas cierta cantidad de
trabajo interno e implementas ciertas tecnologías para el
interior, puedes renovarte totalmente en poco tiempo, sin
importar tus tendencias actuales, tus experiencias pasadas,
tu genética y tu entorno.
Todo en la existencia sucede de forma natural de acuerdo
a ciertas leyes orgánicas. Cuando conoces tu naturaleza
interna, puedes hacerte cargo de su funcionamiento
obedeciendo a los parámetros amplios que establecen las
leyes naturales. ¿Qué quiere decir esto? Veamos un ejemplo
concreto. Aunque no seamos criaturas aladas, en el último
siglo hemos conseguido volar. ¿Cómo? No ha sido posible
rompiendo las leyes de la naturaleza, sino a través de un
entendimiento más profundo de dichas leyes. De modo que
la tecnología que vamos a explorar a través de estas
páginas constituye una pequeña parte de una ciencia
mucho más profunda que finalmente permite al adepto
hacerse cargo del proceso de la vida y la muerte.
Tu destino está escrito por ti mismo de manera
inconsciente. Cuando dominas tu cuerpo físico, controlas
entre el quince y el veinte por ciento de tu vida y tu
destino; cuando dominas la mente, tienes control de entre
el cincuenta y el sesenta por ciento de tu vida y tu destino;
y cuando dominas tu energía vital, eres responsable del
cien por cien de tu vida y tu destino.
Incluso ahora estás creando tu vida, aunque lo hagas con
una total inconsciencia. Pero todo lo que haces de forma
inconsciente también puedes hacerlo conscientemente, y
eso hace toda la diferencia. Es la diferencia entre la
ignorancia y la iluminación.
El malestar que sientes en forma de ira, temor, ansiedad y
estrés es debido a que tus facultades básicas —tu cuerpo,
tu mente y tu energía vital— funcionan a su antojo. Si la
mente y el cuerpo solamente existen para servir a la vida
que eres, ¿por qué está tu vida esclavizada para servir a tu
cuerpo y tu mente?, ¿no se trata de una total distorsión del
funcionamiento de la vida?
Hacerte cargo de tu propio destino no significa que todo
será tal como quieres; el mundo exterior nunca seguirá tus
deseos por completo, porque están en juego demasiadas
variables. Querer que lo externo sea exactamente como tú
quieres es el camino de la conquista, la tiranía y la
dictadura.
Sucedió una vez... Shankaran Pillai (un caballero del sur
de la India a quien ya conociste en la introducción y que
volverás a encontrar de nuevo a lo largo del libro) se fue a
tomar algo con sus amigos. Su intención era beberse un
trago rápido para poder estar en casa a las ocho en punto.
Y así lo hizo. Se tomó un trago rápido y otro trago rápido y
un trago rápido más. Y luego se volvió a tomar otro trago
rápido. Cuando miró la hora, eran las dos y media (la
bebida hace a la gente igual que a los yoguis: sin noción del
tiempo). Se bajó del taburete. El mundo es realmente
injusto: se espera que un hombre camine derecho por un
planeta redondo que gira. Con gran habilidad y destreza,
consiguió encontrar el equilibrio y se encaminó hacia su
casa.
Al tomar un atajo por el parque, se cayó de bruces en un
rosal y su rostro quedó hecho un desastre; pero se levantó
y siguió su camino. En semejantes condiciones llegó a su
casa y trató de encontrar la cerradura, ¡pero estas malditas
cerraduras de hoy en día son tan diminutas! Abrir la puerta
le llevó otros veinte minutos.
Finalmente entró en casa y avanzó trastabillando hasta el
dormitorio. Afortunadamente, su mujer dormía a pierna
suelta. Entró en el baño y se miró en el espejo: tenía la cara
fatal. Abrió el botiquín, sacó algún medicamento y una caja
de tiritas y se curó lo mejor que pudo. Después, se metió en
la cama.
A la mañana siguiente, su mujer le tiró un cubo de agua
fría en la cara.
El hombre se despertó jadeando al sentir que lo estaban
torturando con agua, y exclamó:
—¿Por qué? ¿Por qué? ¡Si hoy es domingo!
—¡Pero mira que eres tonto! ¿Has estado bebiendo otra
vez? —preguntó ella.
—No, cariño, te lo prometí hace seis meses. Desde
entonces no he probado ni una sola gota.
Entonces ella lo cogió por la camisa, lo arrastró hacia el
baño y le mostró: ¡el espejo estaba lleno de tiritas!
Cuando nos embargan el dolor, la tristeza o la ira, hemos
de mirar hacia dentro, no a nuestro alrededor. Para sentir
bienestar, lo único que necesita repararse eres tú. Lo que
se te olvida es que, cuando estás enfermo, eres tú el que
necesita la medicina; cuando estás hambriento, eres tú el
que necesita la comida. Eres tú el que necesita arreglo,
¡pero a la gente le lleva varias vidas entender este simple
hecho!
Crear tu propio destino no significa que tengas que
controlar todas las situaciones en el mundo; se trata de
avanzar sin pausa hacia tu bienestar y tu naturaleza
verdadera, al margen de tus circunstancias vitales.
Significa simplemente reconstituirte de tal manera que
cualesquiera que sean los sucesos y situaciones que te
rodeen, no te aplasten, sino que tú los domines.
El proceso espiritual no consiste en imponer tus ideas a la
existencia, sino en ser de tal manera que la creación y el
Creador, y cada átomo del universo, no puedan evitar
rendirse ante ti. Cuando vives en función de tus
preferencias y rechazos, te sientes solo en esta vasta
existencia, constantemente inseguro, inestable y en un
desafío psicológico. Pero una vez que la existencia se rinde
ante ti, te conduce a un lugar diferente de gracia en el que
cada piedra, cada roca, cada árbol y cada átomo te hablan
en un lenguaje que entiendes. Cada instante suceden
millones de milagros alrededor de ti: una flor floreciendo,
un pájaro piando, una abeja zumbando, una gota de lluvia
cayendo, un copo de nieve flotando en el claro aire de la
tarde. La magia está en todas partes. Si aprendes a vivir, la
vida a diario se convierte en un auténtico milagro.

***

No importa quién seas, la vida no trabajará para ti a


menos que hagas lo correcto. Puede que te consideres una
buena persona, pero ¿puede florecer tu jardín sin regarlo?
Has de hacer lo correcto si deseas resultados. Los juicios
sobre lo que es bueno y lo que es malo tienen su origen en
condicionamientos humanos y sociales, y están bien como
normas sociales. Pero a la existencia no le interesan esas
conclusiones; la existencia no nos juzga: nos trata a todos
por igual.
Una mañana invernal un anciano se fue a pescar en
Michigan. Eran las diez de la mañana. Hizo un agujero en
el hielo y se sentó junto a su caja de cervezas. Pescar no es
solo cuestión de atrapar un pez, se trata de un juego de
paciencia y él lo sabía. Metió el sedal en el agua y comenzó
su espera; pasaba el tiempo y las latas de cerveza iban
vaciándose una tras otra. La cesta de pesca permanecía
igualmente vacía.
Transcurridas varias horas, dieron las cuatro de la tarde y
su cesta seguía tan vacía como la caja de cervezas.
Entonces pasó por allí un chico que llevaba un
radiocasete en el que sonaba heavy metal a todo volumen.
También él hizo un agujero en el hielo y se sentó a pescar
con la música a todo volumen.
El viejo pescador le lanzó una mirada desdeñosa mal
disimulada.
«¡Llevo toda la mañana sin pescar nada y este tonto se
piensa que puede pescar con esa música estruendosa a las
cuatro de la tarde! ¡Es que no podía ser más tonto!», se
dijo.
Para su sorpresa, al cabo de diez minutos, ¡el chico pescó
una trucha enorme! El anciano lo consideró un golpe de
suerte y continuó a lo suyo; pero diez minutos más tarde el
chico volvió a pescar otra trucha gigantesca.
El veterano pescador no podía seguir ignorándolo. Se
quedó mirando al chico mudo de asombro y justo entonces,
para su sorpresa, el chico pescó una tercera trucha.
El pescador dejó de lado su orgullo y se acercó al chico
lentamente.
—¿Cuál es el secreto? —le preguntó al muchacho—. Llevo
aquí todo el día y tengo la cesta vacía. Tú ya tienes tres
truchas gigantes. ¿Qué está pasando aquí?
—Ru ra ra ra ru ra rum —respondió el joven.
El viejo se llevó la mano a la oreja para escuchar mejor.
—¿Qué dijiste?
El joven le bajó el volumen a la música y dijo:
—Ru ra ra ra ru ra rum.
El viejo pescador estaba perplejo.
—No entiendo nada de lo que dices.
El chico escupió una masa deforme en la mano y dijo:
—Tienes que mantener los gusanos calientes.
Así pues, a menos que hagas lo correcto, no conseguirás
los frutos correctos. Los principios y las filosofías solo
tienen consecuencias sociales. Es momento para ti de
despertar como un ser existencial, como un ser vivo en
lugar de ser un caso psicológico. Entonces tu destino será
tuyo, cien por cien tuyo.
No se trata de una promesa infundada: es una garantía.
Sin límite, sin carga

S UCEDIÓ UNA VEZ... UNA TARDE SURGIÓ una discusión en un


matrimonio. El pleito era por la terrible pregunta: ¿quién
iba a cerrar la puerta principal?
No se trataba de una cuestión para tomarse a risa. Estos
asuntos se vuelven problemas realmente serios en la vida
doméstica. Quién cierra la puerta hoy, quién apaga las
luces del jardín esta noche, quién saca al perro... Se trata
de enfrentamientos que pueden llegar a suponer un
divorcio.
Los ánimos se caldeaban y la mujer decidió: «Siempre soy
yo la que acaba aceptando la derrota, ¡pues hoy no pienso
ceder!».
El marido también estaba igualmente determinado:
«Siempre está manejándome. No pienso rendirme, pase lo
que pase».
Era una de esas grandes disputas. No todos los hogares
tienen un sistema para resolver estos problemas. Cuando
en esta familia vivían una situación crítica, marido y mujer
permanecían sentados en silencio: el que hablara primero
tendría que ir a cerrar la puerta.
Así pues, ambos se sentaron guardando un silencio
sepulcral. Los minutos se volvieron horas.
La cena estaba en la mesa. Si el marido hubiera dicho que
quería comer, le habría tocado a él ir a cerrar la puerta, o si
la mujer hubiera propuesto que cenaran, habría sido ella la
encargada de cerrarla.
Llegó la medianoche y seguían sentados sin decir ni
media palabra. A todo esto, pasaron por la calle una
pandilla de granujas que se extrañaron al ver que, aunque
la puerta estaba abierta y las luces encendidas, no estaba
celebrándose ninguna fiesta. Todo estaba en silencio. Dado
que sentían curiosidad por saber qué estaba sucediendo,
echaron un vistazo a la sala de estar. Allí vieron a dos
personas en completo silencio.
Los pícaros visitantes miraron a la silenciosa pareja un
poco sorprendidos y decidieron intentarlo. Así pues, se
apropiaron de un par de objetos de valor mientras la pareja
se mantenía en silencio. Los truhanes estaban
divirtiéndose; envalentonados, se sentaron a la mesa y
cenaron. La pareja permaneció en un silencio heroico.
Los ladronzuelos estaban cada vez más contentos. ¿Qué
demonios estaba pasando? Se volvieron más atrevidos. Uno
de ellos besó a la mujer. Con todo, la pareja no emitió
sonido alguno: el primero que hablara tendría que cerrar la
puerta. Era mucho lo que estaba en juego, ninguno de los
dos podía arriesgarse.
Los rufianes empezaron a asustarse un poco y decidieron
dejar aquella extraña vivienda. Pero querían dejar su marca
antes de partir y decidieron afeitarle el bigote al marido.
Uno de ellos se acercó a él con la navaja en la mano.
El hombre ya no pudo más y habló finalmente:
—¡Vale! ¡Maldita sea! ¡Cierro yo la puerta!
Tal vez los escenarios sean diferentes, ¿pero acaso no se
producen situaciones en tu vida que giran sobre la cuestión
de quién es responsable?
¿Quién es responsable?
Se trata de una pregunta sumamente importante.
Expresado de forma más precisa: ¿quién es responsable de
cómo eres ahora?
¿Tus genes? ¿Tu padre? ¿Tu madre? ¿Tu mujer? ¿Tu
marido? ¿Tu profesora? ¿Tu jefe? ¿Tu suegra? ¿Dios? ¿El
gobierno? ¿Todo lo anterior?
Se trata de una situación generalizada. Pregúntale a
alguien: «¿Por qué te encuentras en esta situación?». Te
responderá de inmediato: «Verás, cuando era pequeño, mis
padres...». Siempre la misma historia con unas cuantas
variantes.
Los seres humanos destacamos en la antigua ciencia de
generar sufrimiento y prácticamente todos somos expertos
en ella. Echamos la culpa a los demás de cien maneras
diferentes al día; la humanidad ha refinado de forma
colectiva la antigua costumbre de evitar la propia
responsabilidad y culparnos los unos a los otros.
La calidad de nuestra vida está determinada por la
habilidad para responder a las diversas situaciones
complejas que encontramos. Si la facultad de responder
con inteligencia, competencia y sensibilidad se ve mermada
por un enfoque compulsivo o reactivo, la situación nos
atrapa; esto significa que hemos permitido que la
naturaleza de nuestra experiencia vital esté determinada
por las circunstancias y no por nosotros mismos.
Ser completamente responsable implica ser plenamente
consciente. Lo que consideras tu cuerpo es el resultado de
una acumulación de alimentos; lo que consideras tu mente
es el resultado de una acumulación de impresiones
sensoriales, y lo que está más allá de ambos —que no es
producto de esa acumulación— es lo que realmente eres.
Estar vivo es ser consciente. Todo el mundo es consciente
hasta cierto nivel, pero cuando tocas la dimensión que
trasciende el cuerpo y la mente, accedes a aquello que es el
propio origen de la conciencia. Te das cuenta de que la
totalidad del universo es consciente y que habitas un
universo vivo.
Las dimensiones física y psicológica pertenecen a la
esfera de las polaridades: dolor-placer, amor-odio,
masculino-femenino, y así sucesivamente. Si tienes uno de
estos elementos, el otro le seguirá necesariamente; pero
cuando accedes a la dimensión fundamental de lo que eres,
estás más allá del mundo de los opuestos y te sientes feliz
de forma espontánea. Eres el dueño de tu destino.
Es hora de recuperar el extraordinario poder
transformador de esta palabra: responsabilidad. Aplícala en
tu vida y observa cómo se despliega la magia.

***

Precisemos con más detalle qué significa la


responsabilidad. Se trata de un término a menudo
malinterpretado que ha venido usándose ampliamente y de
forma indiscriminada hasta perder gran parte de su voltaje.
La responsabilidad no significa hacer tuyas las cargas del
mundo; tampoco significa culparte de acciones tuyas o
ajenas; no significa vivir en un estado de culpabilidad
perpetua.
La responsabilidad simplemente significa habilidad para
responder. Si piensas: «Yo soy responsable», tendrás la
facultad de responder; pero si piensas lo contrario, no
tendrás esa posibilidad. Es así de simple. Solo es necesario
que tomes conciencia de que eres responsable de todo lo
que eres y de todo lo que no eres; de todo lo que podría
sucederte y de todo lo que no podría sucederte.
Esto no es un juego mental ni una estrategia de
autoayuda para simplificar la vida; tampoco se trata de una
teoría filosófica, sino que es una realidad. Tu existencia
física es posible solamente a causa de la perfecta capacidad
de tu cuerpo de responder a todo el universo. Si tu cuerpo
no respondiera, no serías capaz de existir ni por un
instante. ¿Puedes verlo?
Lo que los árboles a tu alrededor exhalan, tú lo inhalas en
este momento; lo que tú exhalas, los árboles lo inhalan a su
vez. Se trata de una transacción continua. ¡Seas o no
consciente de ello, la mitad de tu sistema respiratorio está
colgado de esos árboles! Nunca has experimentado esta
interdependencia; como mucho, habrás pensado en ella de
forma intelectual. ¿Pero si hubieras sentido esa conexión,
tendría que decirte alguien: «Planta árboles, protege los
bosques, salva el planeta»? ¿Sería necesario hacer todo
esto?
Asumir tu responsabilidad no consiste en una filosofía
práctica para reconciliarte con el mundo: se trata de
despertar a la realidad. Esta habilidad para responder a
todo el universo es ya una realidad física, son solamente
tus pensamientos y emociones los que han de hacerse
conscientes de ello.
Supón que surge un problema en tu oficina que, según tu
opinión, se debe a la ineptitud de una empleada. Podrías
llamarle la atención, enfadarte o despedirla; es posible que
se te suba la presión arterial y se vicie el ambiente; tanto tú
como el resto de la oficina sentiréis las secuelas de tu ira
durante días y semanas, y tendrás que esforzarte para
restaurar la paz y restablecer la confianza mutua.
Pero existe otra opción. Podrías ver la situación tal como
es y responsabilizarte de ella. Aceptar tu responsabilidad
no es culpabilizarte a ti mismo en lugar de a otros: se trata
de responder a una situación conscientemente. Una vez
que te responsabilices de ella, empezarás a explorar las
formas de afrontarla y buscarás soluciones.
Cuando funcionas de este modo con regularidad, va
mejorando tu capacidad de trabajar con las circunstancias
de la vida. Con esta mayor habilidad para afrontar la vida y
sus múltiples complejidades, comienzas a ascender a
posiciones de posibilidad y poder. Si asumes una total
responsabilidad de todo lo que te rodea, te conviertes en el
centro de cualquier situación en tu casa, en el trabajo o
incluso en el universo. Dado que te vuelves imprescindible
en estas situaciones, desaparece en ti la sensación de
inseguridad o de que te falta algo.
Solo si cobras conciencia de que eres responsable, tienes
la libertad de crearte a ti mismo del modo que deseas ser y
no como una reacción a tus circunstancias. La reactividad
es esclavitud; la responsabilidad es libertad. Cuando eres
capaz de crearte a ti mismo tal como deseas, también
puedes hacerlo con la vida. Si bien no tendrás el control
total de los acontecimientos externos, sí lo tendrás de tu
vida interior.
Además, la primera reacción —el enojo— suele provocar
una acción poco inteligente. La ira es fundamentalmente
contraproducente; si observas tu vida detenidamente,
descubrirás que has llevado a cabo las cosas más estúpidas
y negativas bajo su influencia. Sobre todo, estabas yendo
en tu contra, y cuando saboteas tu bienestar de esa manera
estás escogiendo la falta de inteligencia como modo de
vida.
No estoy planteando razones morales; no estoy diciendo
que no deberías enfadarte porque no es éticamente
correcto. Si la ira te resulta una experiencia placentera
entonces adelante, explota, ¿cuál es el problema? Pero lo
cierto es que resulta bastante desagradable tanto para ti
como para quienes te rodean. También es
contraproducente y, por lo tanto, poco eficiente.
Tampoco estoy ofreciendo una estrategia para controlar o
manejar la ira. Cuando visité Estados Unidos por primera
vez todo el mundo hablaba de la «gestión del estrés», algo
que me desconcertó: ¿por qué alguien querría gestionar el
estrés? Siempre había pensado que gestionamos las cosas
que consideramos valiosas —nuestro dinero, nuestro
negocio, nuestra familia—. ¡Me llevó un tiempo detectar
que la gente ha aceptado que el estrés forma parte de su
vida! No ven que es totalmente autocreado y autoinfligido.
Una vez que te haces cargo de tu vida interior, el estrés
deja de existir.
Lo que ocurre es que la ira está arraigada en la falsa
percepción de que puedes cambiar una situación perdiendo
los estribos. Tu experiencia vital, sin embargo, te dice una
y otra vez lo contrario: que nunca puedes mejorar una
situación renunciando a tu sentido común e inteligencia. Al
enfadarte solo enredas más las situaciones; cuando ves
esto claramente, has dado el primer paso hacia el cambio.
Además, diversas investigaciones médicas y científicas
han revelado que en un estado iracundo estás literalmente
envenenando tu organismo. Esto puede verificarse con un
simple análisis de sangre. Cuando estás enfadado, la
composición química del cuerpo se altera y se vuelve
tóxica. Si bien la actividad intensa y el sueño pueden
reparar ese caos, si montas en cólera con frecuencia, te
encaminas, sin duda alguna, hacia un desastre físico y
psicológico.
Suele creerse que la ira produce resultados y que nada
sucede en el mundo sin esa carga de adrenalina. La figura
icónica de la revolución cubana, el Che Guevara, afirmó:
«Si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que
se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros».
Quizá eso sea cierto; en todo caso, aun cuando la ira pueda
unir a los miembros de un grupo, en su ausencia puedes
volverte uno con el universo.

***

Sucedió una vez... Un caballero viajaba en tren de


Londres a Bristol acompañado de un niño. En el
compartimento entró otro caballero que colocó sus dos
enormes maletas y se sentó junto al primero.
Como sabes, los caballeros ingleses no inician una
conversación de inmediato; de modo que el primero
aguardó un rato educadamente. Después, se giró hacia su
nuevo acompañante y dijo:
—Viendo sus maletas, supongo que será usted
comerciante. Yo también lo soy.
—Sí, en efecto —respondió este.
Se hizo otro gentil silencio, pasado el cual, el primero
preguntó:
—¿Qué vende usted?
—Engranajes helicoidales.
Se hizo otro decoroso silencio, pasado el cual, el segundo
preguntó:
—¿Y qué vende usted?
—Condones —respondió el primero.
—¿Vende condones y lleva a su hijo consigo?, ¿es eso
apropiado? —observó el segundo caballero, sorprendido.
—Este no es mi hijo —replicó el primero—; sino una queja
que he recibido de Bristol.
Los seres humanos se encuentran en un estado de queja
perenne: cargan con sus quejas como un distintivo de su
identidad. Muchos viven lamentándose de lo injusta que ha
sido la vida con ellos y ponen ejemplos de los terribles
sucesos que les han acontecido, las oportunidades perdidas
y las numerosas injusticias que han sufrido; y tal vez sea
cierto.
Lo que la mayoría de la gente olvida es que el pasado
existe en cada uno de nosotros solamente como un
recuerdo. Los recuerdos no tienen una existencia objetiva;
no son hechos existenciales, sino puramente psicológicos.
Si mantienes tu disposición para responder, los recuerdos
del pasado serán un recurso empoderador; pero si te hallas
en un ciclo compulsivo de reactividad, los recuerdos
distorsionarán tu percepción del presente y tus
pensamientos, tus emociones y tus acciones frente a los
estímulos se volverán desproporcionados.
Siempre tienes ante ti la opción de responder
conscientemente al presente o reaccionar
compulsivamente. Existe una gran diferencia entre estas
dos alternativas y los resultados pueden ser igualmente
distintos.
Si te han sucedido cosas terribles, deberías haber
adquirido sabiduría; si has vivido las peores situaciones
posibles, deberías ser la persona más sabia de todas. Pero
en lugar de volvernos más sabios, nos quedamos heridos.
En un estado de respuesta consciente es posible utilizar
cada situación vital —por muy desagradable que sea—
como una oportunidad para crecer. Pero si habitualmente
piensas: «Soy como soy a causa de otro», estarás utilizando
las situaciones que presenta la vida como una excusa para
la autodestrucción o el estancamiento.
Una vez escuché un emotivo relato de una mujer que
utilizó una de las circunstancias más terribles para
transformarse en un bello ser. Al comienzo de la Segunda
Guerra Mundial un puñado de soldados nazis irrumpió en
un hogar austriaco. Secuestraron a los adultos por
separado, y a los dos hijos del matrimonio —una chica de
trece años y un niño de ocho— se los llevaron a una
estación de tren. Mientras aguardaban la llegada del tren
junto con otros niños, los chicos se pusieron a jugar sin ser
conscientes de lo que les deparaba el destino.
Cuando llegó un tren de mercancías los soldados
metieron en él a todos los críos. Una vez dentro, la chica se
dio cuenta de que su hermano se había olvidado los
zapatos. Era un duro invierno austríaco y sin zapatos te
arriesgabas a perder los pies. La niña se enfadó muchísimo.
Sacudió a su hermano, le lastimó las orejas y lo regañó:
«¡Pero mira que eres idiota! ¿No tenemos ya suficientes
problemas? ¡No sabemos dónde están nuestros padres ni
adónde vamos! ¿Y ahora vas y pierdes tus zapatos? ¿Qué
hago contigo?».
En la siguiente estación separaron a los niños de las niñas
y esa fue la última vez que se vieron ambos hermanos.
Al cabo de tres años y medio, la chica salió de un campo
de concentración y descubrió que era la única
superviviente de su familia. Los demás miembros habían
desaparecido, incluido su hermano. Todo lo que le quedó de
él fueron las duras palabras que le había dicho la última
vez que lo vio con vida.
En ese momento tomó una decisión que le cambió la vida:
«No importa con quién me encuentre, nunca les hablaré de
tal forma que pueda arrepentirme después, porque este
encuentro podría ser el último». Aunque podía haber
pasado el resto de su vida frustrada y con remordimientos,
tomó esta simple decisión que transformó su existencia de
manera radical. Siguió adelante para vivir una vida plena y
satisfactoria.
Las cosas más horribles de la vida pueden ser una fuente
de aprendizaje si aceptas el siguiente hecho: «Soy
responsable de cómo soy ahora». Es posible transformar la
mayor adversidad en un trampolín hacia el desarrollo
personal. Si te responsabilizas completamente de quién
eres ahora, será posible un mañana más luminoso; pero si
no te responsabilizas del presente —si culpas a tus padres,
tu amigo, tu marido, tu novia, tus colegas de cómo eres—
habrás renunciado a tu futuro antes de que llegue.
Vienes a este mundo sin nada y también te marchas de él
con las manos vacías. La riqueza de la vida reside en cómo
has permitido que te enriquezcan sus experiencias. La
suciedad puede dar lugar a la fragancia de una flor; el
estiércol puede transformarse en la dulzura del mango.
Ninguna adversidad es un obstáculo si te hallas en un
estado de respuesta consciente; cualquier situación puede
mejorar tu experiencia de la vida si se lo permites.
El resentimiento, la ira, los celos, el dolor, la ofensa y la
depresión son venenos que tú bebes con la esperanza de
que afecten a otro. La vida no funciona así; lo cierto es que
a la mayoría de la gente le lleva varias vidas comprender
esta simple verdad.

***

Ahora que hemos establecido qué es la responsabilidad,


veamos qué no es. Comencemos clarificando varios
conceptos erróneos fundamentales.
En primer lugar, suele creerse que la responsabilidad
implica una pérdida de libertad. Si bien esto parece ser
verdad de forma lógica y simplista, en el ámbito existencial
es completamente falso.
Consideremos un escenario concreto: se te cae al suelo el
bolígrafo; si crees que eres responsable de este
contratiempo, tienes varias opciones ante ti. Podrías
agacharte y cogerlo, o si eso no es posible, podrías pedirle
ayuda a alguien; también podrías recogerlo luego si no te
apeteciera actuar ahora.
Si, por otro lado, no te responsabilizas de ello, ¿qué
puedes hacer? Nada.
¿Qué es la libertad? ¿Disponer de varias opciones o no
disponer de ninguna?
La mente lógica te dice: «Abandona toda responsabilidad
y serás libre». ¡Pero en tu experiencia vital cuanta más
capacidad tienes de responder a lo que te rodea, más libre
eres! Las dimensiones de la lógica y de la experiencia de la
vida trabajan de forma diametralmente opuesta. Aunque la
lógica tiene su función, solo sirve para manejar los
aspectos materiales de la existencia; si manejas la totalidad
de tu vida únicamente con la lógica, acabarás en un
verdadero lío.
En segundo lugar, la responsabilidad suele confundirse
con la reacción; pero ya hemos demostrado anteriormente
que son conceptos bien diferentes. La primera nace de la
atención y la segunda, de la falta de esta; la primera nace
de la conciencia, la segunda, de la inconsciencia; la
primera significa libertad, la segunda, esclavitud.
Además, habría que establecer otra distinción. Si bien la
responsabilidad no es reacción, tampoco es acción.
La responsabilidad y la acción pertenecen a dimensiones
diferentes. La habilidad para responder te otorga libertad
tanto de actuar como de no actuar. Te coloca en el asiento
del conductor de tu vida; te capacita para decidir la
naturaleza y magnitud de la acción que deseas llevar a
cabo. La responsabilidad no es una acción compulsiva, sino
que te ofrece la elección de actuar.
Aunque no te es posible actuar en todos los sucesos del
mundo, sí puedes responder a todos. La acción ha de
llevarse a cabo juiciosamente, según un cuidadoso análisis
de recursos como la fuerza, la capacidad, la energía, la
edad y la situación. Si bien tu posibilidad de actuar es
siempre limitada, no hay límite en tu habilidad para
responder. Si estás dispuesto, puedes responder
prácticamente a todo.
¿Solo por el hecho de ser responsable de tus hijos has de
hacer todo por ellos? Si así lo hicieras arruinarías sus
vidas. Tu sentido de la responsabilidad te impulsa a hacer
algunas cosas y no otras. De modo que la responsabilidad
no significa una acción desenfrenada, nada más lejos que
eso.
¿Cómo —podrías preguntar— eres responsable de la
violencia y la injustica del mundo? ¿Cómo eres responsable
de la guerra y de la sangre derramada, de las atrocidades
contra los marginados y los desfavorecidos de todo el
mundo? Desde luego, no tienes la culpa de nada de eso.
Pero en el momento en que tomas conciencia de cualquiera
de esos sucesos, respondes. Puede ser en forma de interés,
amor, cuidado, odio, rabia, indignación o incluso acción. Lo
que ocurre es que a menudo se trata de una reacción
inconsciente en lugar de una respuesta consciente. Si
conviertes esta habilidad de responder en un proceso para
el que estás dispuesto, se marcará el nacimiento de una
enorme posibilidad en tu interior. Tu don comienza a
florecer.
¿Puedes entonces responder a la luna? En efecto; tu
cuerpo y tu energía vital lo hacen. Si el nivel del agua de
océanos enteros crece en respuesta a los ciclos de la luna,
¿crees que el contenido en agua de tu organismo no
responderá igualmente? Quizá no seas un astronauta y
nunca camines sobre la luna, pero sí puedes responder a la
luna; de hecho, ya lo haces, aunque puedes elegir hacerlo
voluntariamente, conscientemente.
Y esto nos lleva a la cuarta idea falsa: la creencia de que
la responsabilidad equivale a capacidad.
De nuevo, un error. En lo que concierne a la acción, la
capacidad podría representar un papel importante, pero
responder es solo una cuestión de disposición.
Si ves a alguien muriéndose en la calle, ¿eres
responsable?
Si estás dispuesto a responder ante esa situación,
explorarás varias opciones. Si eres médico, intervendrás de
inmediato; si no lo eres, podrías llamar al teléfono de
emergencias; o si todo lo anterior ya lo ha hecho alguien
más, al menos sentirás preocupación en tu corazón. Por el
contrario, si no fueras responsable de la situación, te
sentarías ahí como una piedra mirando cómo muere
alguien frente a tus ojos.
Tu habilidad para responder es sencillamente cómo eres;
únicamente la capacidad de actuar está conectada al
mundo exterior. La responsabilidad no consiste en hablar,
pensar o hacer, sino en ser. La vida no es una burbuja
independiente y autónoma, sino un diálogo que tiene lugar
momento a momento con el universo. No tienes que
trabajar para que así sea, solo tienes que verlo tal y como
es.

***

Profundicemos aún más en nuestra exploración. Si la


responsabilidad equivale a la «habilidad para responder» o
la facultad de ser receptivo ante las situaciones, permíteme
formularte otra pregunta: ¿tu habilidad para responder es
limitada o ilimitada?
¿Eres capaz de responder a una planta?
Lo eres.
¿A un desconocido en la calle?
Lo eres.
¿A la luna?
Lo eres.
¿Al sol y las estrellas?
Lo eres.
¿A todo el universo?
Lo eres.
De hecho, como hemos visto, cada partícula subatómica
de tu cuerpo está respondiendo de forma ilimitada a la
gran danza de energías que constituye el cosmos. La única
razón por la que no experimentas el proceso de la vida en
toda su majestad y profundidad es tu estado actual de
resistencia mental. Tu estructura psicológica es un muro.
Si lo deseas, cada momento de tu vida puede ser una
experiencia fantástica; solamente el acto de inspirar y
espirar puede constituir un romance extraordinario.
¿Por qué la mente opone resistencia a esto?
Porque está paralizada por su lógica limitada, que le dice:
«Asumir la responsabilidad de solo dos personas ya me da
dolor de cabeza, ¿qué pasaría si me responsabilizara de
todo el mundo? ¡Me haría pedazos!».
A través de millones de años de evolución la naturaleza ha
ido enjaulándote dentro de ciertos límites: este es el
predicamento humano. Pero se trata de una prisión que
existe solamente en el ámbito de lo biológico; desde el
punto de vista de la conciencia eres como un pájaro que
está metido en una jaula sin puerta. ¡Qué trágica ironía! A
través de eones de habituación, te niegas a volar.
La vida lo ha dejado todo abierto para ti. La existencia no
ha bloqueado nada para nadie. Si estás dispuesto, puedes
acceder a todo el universo. Alguien afirmó: «Llamad y se os
abrirá». Ni siquiera tienes que llamar, porque no hay
puerta: está abierta. Solo tienes que atravesarla. Eso es
todo.
Este es el único propósito del proceso espiritual. La
misión de todo guía espiritual a lo largo de la historia y de
las culturas ha consistido únicamente en señalar que la
puerta de la jaula no existe. Ya escojas volar o permanecer
dentro del recinto limitado de la jaula, deja que sea una
elección consciente.
La posibilidad de una libertad absoluta podría parecer
sumamente amenazadora para muchas personas. En efecto,
se trata de una amenaza, pero únicamente a tus
limitaciones. ¿Deseas vivir una vida de
autoencarcelamiento voluntario? Limitar tu responsabilidad
es asfixiarte física, intelectual y emocionalmente. Por
desgracia, esta represión de la vida es entendida por
muchos como seguridad.
Pongamos por ejemplo una semilla: si estuviera tratando
de salvarse constantemente, una nueva vida sería
imposible. La semilla atraviesa el difícil proceso de perder
aquello que considera su identidad —renunciando a su
seguridad e integridad y volviéndose vulnerable— a fin de
convertirse en un frondoso árbol repleto de flores y frutos.
Pero sin esa vulnerabilidad, esa apertura voluntaria a la
transformación, la vida no germinaría.
Uno de los mayores problemas de nuestro mundo es la
soledad, algo bastante increíble. ¡El planeta cuenta con
siete mil millones de habitantes y la gente se siente sola! Si
a alguien le agrada la soledad, no hay ningún problema,
pero a la mayoría de la gente le produce sufrimiento y
serios problemas psicológicos. Si te sientes solo, es porque
has escogido convertirte en una isla, aunque no tiene por
qué ser así. La creencia «yo no soy responsable» te hace no
querer llevarte bien con nadie. Ni contigo mismo te llevas
bien. ¡A menudo se llega a un punto en que ni siquiera
crees que eres responsable de lo que sucede en tu interior!
Lo que la mente olvida es que la habilidad para responder
es la base de la vida. Cuando reconoces tu responsabilidad
te sientes dichoso; pero cuando lo haces a la fuerza te
sientes miserable.
Ser responsable es volverte el dueño de tu vida. Significa
que has dado el primer paso radical para convertirte en un
humano completo: plenamente consciente y plenamente
humano. Al aceptar tu responsabilidad y emprender el viaje
hacia la vida consciente, pones fin a los antiguos patrones
de culpabilizar a las circunstancias o al cielo. Has
comenzado la mayor aventura que la vida te ofrece: el viaje
hacia el interior.

***

Esta noción de responsabilidad parece conducirnos


directamente a un término extraordinariamente similar en
sus implicaciones a una palabra que conocemos muy bien,
tal vez demasiado; una palabra de cuatro letras muy usada
y de la que se abusa.
El amor.
Ya te sabrás la lección, por supuesto. Se nos ha dicho que
el amor es lo más elevado, lo supremo, lo divino, y que
debemos amar a nuestro prójimo, etc. Todas ellas
enseñanzas maravillosas. Pero tratar de volverte amoroso
suele resultar difícil y a veces acaba pareciendo
pretencioso. ¿Te has dado cuenta? ¡Parece más fácil no
amar en absoluto que tratar de mostrarte afectuoso!
En realidad, ser amoroso es simplemente la disposición
para responder libre y abiertamente. Aunque ahora mismo
podría limitarse a una o dos personas en tu vida, es posible
ampliar esta capacidad para abarcar el mundo entero.
¿Significa esto salir a la calle y abrazar a todo el mundo?
No. Eso sería una locura, un acto irresponsable. Como
hemos mencionado antes, la responsabilidad no consiste en
actuar, sino en una forma de ser. El amor no es algo que
haces; es sencillamente cómo eres.
En este momento, solamente has dejado una ventana
abierta en tu vida para muy poca gente. Lo hiciste porque
sabes que si cierras la ventana te volverías loco. Tus únicas
opciones serían la locura o el suicidio. Pero existe otro
modo de abordar este asunto. ¿Consiste en abrir otra
ventana? ¿O quizá abrir una puerta?
He aquí una opción más efectiva: ¿por qué no derribar la
pared?
El amor no tiene nada que ver con alguien más, se trata
únicamente de ti, es una forma de ser. Significa, en esencia,
dulcificar tus emociones. ¿Si un ser querido viajara a otro
país, seguirías siendo capaz de amarlo? Así es. ¿Si un ser
querido muriera, seguirías siendo capaz de amarlo? Claro
que sí. Incluso si ya no estuviera físicamente presente
seguirías amándolo; así pues, ¿qué es el amor? Es, en
realidad, una cualidad que ya posees; estás usando a la
otra persona como llave para abrir aquello que ya está
dentro de ti.
¿Por qué buscas a tientas la llave si no hay cerradura,
puerta ni muro? Creas puertas y paredes ilusorias, te
inventas una llave ¡y luego la buscas torpemente! Una vez
que la encuentras, te aterroriza perderla.
Para la mayoría de la gente el amor es inicialmente un
gozo, pero al cabo de un tiempo se convierte en ansiedad.
¿Por qué? Porque esta «llave» tiene piernas y una voluntad
propia. No puedes mantenerla en el bolsillo o llevarla
colgada alrededor del cuello. En cuanto intentas hacerlo,
¡dos vidas van de cabeza al desastre!
Una vez que tu felicidad sea espontánea en lugar de tener
que generarla, habrás mejorado tu tecnología. Ya no serás
esclavo de una fuente externa, ya sea una persona o una
situación. Ahora serás capaz de ser amoroso y sentirte
dichoso sin hacer nada en particular, tan solo
permaneciendo sentado, al margen de cómo actúen los
demás. Una vez que experimentes esta libertad interior, no
volverás a sentirte inseguro nunca más. Y de todos modos,
¡cuando eres un ser humano verdaderamente dichoso, todo
el mundo quiere estar contigo! Ser dichoso significa que tu
vida está sucediendo de forma exuberante, y eso es lo que
persigue toda existencia.
Así pues, ¿cómo mejorar mi tecnología interior?
Si bien exploraremos este punto en profundidad a lo largo
de los siguientes capítulos, un paso fundamental sería
reconocer conscientemente lo siguiente: «Mi habilidad para
responder es ilimitada pero mi capacidad de acción es
limitada. Soy plenamente responsable de todo lo que soy y
todo lo que no soy; de mis capacidades e incapacidades; de
mis alegrías y mis tristezas. Soy yo quien determina la
naturaleza de mi experiencia en la vida y más allá de ella.
Soy el generador de mi existencia».
No se requiere otra cosa —ninguna reacción, acción o
habilidad— que no sea ser consciente del hecho básico de
que tu responsabilidad es ilimitada. Podrías estar sentado
en algún sitio y ser consciente de ello; o caminar por la
calle y ser consciente de ello; podrías trabajar, cocinar o
incluso yacer en la cama y ser consciente de ello.
Permíteme que te formule otra pregunta: cualquiera que
sea tu religión o bagaje cultural, ¿qué quieres decir cuando
utilizas la palabra «Dios»?
Aun cuando las formas, los nombres y las ideas varíen, en
esencia, con el término «Dios» te refieres a aquello que es
responsable de todo en el universo. Supón que Dios dijera:
«No voy a responsabilizarme de ti». ¡Sin duda quedaría
despedido! La propia palabra significa responsabilidad
ilimitada.
De modo que la responsabilidad no es una enseñanza de
educación cívica, sino que es la forma más simple y fácil de
expresar tu propia divinidad.
El esfuerzo del proceso espiritual consiste en romper los
límites que has construido y experimentar la inmensidad
que eres. El objetivo es desencadenarte de la identidad
limitada que te has forjado, a causa de tu ignorancia, y vivir
del modo en que el Creador te hizo: plenamente dichoso e
infinitamente responsable.

***
Después de mi experiencia en la colina Chamundi una
cosa me quedó clara: en la vida no existe «esto» y
«aquello», sino que todo es «esto» y «esto», lo cual
significa que todo es aquí y ahora; el acceso a todo es aquí
y ahora, y reside únicamente en la habilidad para
responder: en la disposición para experimentar y expresar
lo divino.
No existe el «sí» y el «no», ¡sino que todo es «sí» y «sí»!
La elección es tuya. Puedes reaccionar ante la vida con «sí»
y «no» en una división perpetua de la existencia que es la
base de ciclos repetitivos de conflicto y pesar; o bien,
puedes convertirte en un gran SÍ a la vida.
La responsabilidad limitada es una forma de crear límites.
Aquello de lo que te crees responsable estará dentro de tu
límite y aquello de lo que no te sientes responsable estará
fuera. Pero la responsabilidad ilimitada va más allá de tu
actual nivel de comprensión y percepción. La vida es más
—mucho más— de lo que eres consciente ahora mismo.
Una vez que tomas conciencia de este simple hecho: mi
habilidad para responder es ilimitada, tu vida interior se
reorganiza de un modo completamente diferente; avanzas
hacia niveles más y más elevados de libertad interior. La
vida se convierte en un viaje maravilloso y excitante de
autodescubrimiento.
El mundo exterior ha visto un gran número de
revoluciones sangrientas. Fueron violentas porque unos
estaban dispuestos a cambiar y otros no. Pero en la vida
interior solo existe una clase de revolución y es silenciosa;
consiste en pasar de una falta de disposición a estar abierto
a la transformación.
Has de formularte la siguiente pregunta: ¿deseas ser un
ser humano de tiempo completo o de medio tiempo? Si
limitas tu disposición para responder, el ámbito y
dimensión de tu experiencia será poco sorprendente,
predecible, limitado y estrecho. Pero cuando eres un ser
humano a tiempo completo das una respuesta constante y
vehemente a todo; para ello no necesitas hacer nada en
particular, solo convertirte en una pieza de la vida abierta a
responder en este maravilloso universo vivo.
A diferencia de los límites, la responsabilidad no es
molesta. Si te creas una limitación, ya sea ideológica, de
casta, credo, raza o religión, no puedes ir más allá y acabas
estancado sin motivo. Estas limitaciones acaban
alimentando el temor, el odio y la ira; cuanto más grandes,
más pesadas se vuelven. Pero si tu responsabilidad es
ilimitada ¿dónde está el límite?
Sin límite, sin carga.
Este es el giro radical que ha de llevarse a cabo en la
conciencia humana.
Una vez que sucede, no es que el universo comience a
actuar a tu manera, sino que tu identidad se vuelve
universal.
No se trata de trascender, sino de regresar a casa.

SADHANA

No te creas simplemente lo que estás leyendo. El


único modo de descubrir si algo es verdadero o falso
es experimentarlo. Deja de darle vueltas y
simplemente ponlo a prueba: la senda yóguica no es
un camino de creencias heredadas, sino de
experimentación.
He aquí una forma práctica para comenzar.
Durante tu próxima comida no hables a ningún otro
comensal durante quince minutos. Simplemente
mantente en una actitud de respuesta activa hacia los
alimentos que ingieras, el aire que respires y el agua
que bebas.
Como he mencionado antes, todo tu cuerpo estará
respondiendo de todos modos; simplemente toma
conciencia de ello. No tomes a la ligera esa manzana,
esa zanahoria, ese trozo de pan... Si no comieras
durante un par de días no dirigirías tus pensamientos
a Dios: solo podrías pensar en comida. Los alimentos
te nutren y permiten tu vida; son el material del que
tu cuerpo está hecho. Responde absolutamente a los
alimentos, con atención plena.
Esa fruta, ese huevo, ese pan, esa verdura..., todos
ellos son parte de la vida, y están dispuestos a
convertirse en ti. ¿Estarías tú dispuesto a hacer lo
mismo por alguien? Tú no estás dispuesto a perder tu
identidad y fundirte en nadie; ni siquiera a renunciar a
tu dedo meñique por otro. Por un momento, te rindes
un poco, generalmente cuando necesitas algo. Tus
relaciones amorosas son el producto de una entrega
premeditada; pero los alimentos, que son vida en sí
mismos, se ofrecen por completo para convertirse en
una parte de ti.
Después, sin pronunciar siquiera la frase en voz alta,
ten presente la siguiente idea durante todo el día: «Mi
responsabilidad es ilimitada; si estoy dispuesto, puedo
responder a todo». Sé consciente de ella hasta justo
antes de dormirte y recuérdala cuando te despiertes
al día siguiente.
Si mantienes esta conciencia de tu naturaleza
ilimitada durante solo un minuto, conseguirás una
enorme transformación; puede parecer una tarea
simple, pero verás que requiere un cierto nivel de
aplicación. Tan solo un minuto puede elevarte a una
dimensión diferente de experiencia y funcionamiento.
Ahora mismo tu conciencia es errática: eres
consciente un momento y al instante siguiente no lo
eres. Está bien. Recuérdate cada hora. Experimenta
con esta comprensión, permite que se vuelva más
profunda y comprueba qué sucede.
La respuesta consciente te transporta a un estado
de conexión profundo y duradero con la vida, no como
una idea o una emoción, sino tal como es. Con esta
implicación activa y voluntaria con la existencia eres
abrazado por ella y ese abrazo te lleva a la propia
fuente de la creación.
Eso es todo lo que se necesita para estar en
proximidad con el Creador, solamente estar dispuesto,
nada más.
«... Y ahora, yoga»

L OA TOGA SUTRAS DE uno de los escritos más


PATANJALI,
profundos de la ciencia yóguica, comienzan con una
extraña afirmación: «... Y ahora, yoga».
¡Un gran tratado sobre la existencia que comienza con
media frase! ¿Por qué?
Porque llegas al yoga solamente cuando te das cuenta de
que en realidad anhelas lo ilimitado y que nada más puede
servirte. Todo ser humano vive en un estado perpetuo de
insuficiencia; al margen de quién seas o de tus logros,
sigues deseando un poco más de lo que ya tienes. Pero el
anhelo fundamental presente en el interior de todo ser
humano es el de una expansión sin límite.
Casi nadie es consciente de la naturaleza de su anhelo;
cuando encuentra una expresión inconsciente, lo
denominamos avaricia, conquista, ambición; en cambio,
cuando su expresión es consciente, lo llamamos yoga.
Si todavía piensas que estarás bien cuando encuentres
novio o novia, te suban el sueldo o te compres una casa o
un coche nuevo, no ha llegado el momento del yoga. Una
vez que hayas probado todas esas cosas y más, y sepas con
claridad que ninguna de ellas será suficiente, entonces
estarás preparado.
Así pues, ahora, yoga.

***
¿Qué es exactamente el yoga?
Si cerraras los ojos y te lo imaginaras, probablemente
visualizarías unos cuerpos retorcidos adoptando posturas
imposibles. Huesos doblados, nudos musculares, dientes
apretados, contorsionismo... ¡Para muchos eso es el yoga!
La tendencia está cambiando un poco en la actualidad y
numerosos centros de yoga ya imparten además técnicas
de respiración y meditación. Así pues, para algunas
personas, la imagen del yoga podría ser la de unos rostros
serenos y sonrientes con cuerpos perfectos sentados en
loto sin esfuerzo.
Pero cuando hablamos de la ciencia del yoga no nos
referimos a nada de eso.
El yoga no es una práctica, no es un ejercicio ni tampoco
una técnica. La conciencia popular ha generado una forma
sesgada del yoga que se ha difundido por el mundo. Esto es
una parodia de una ciencia de una grandeza y profundidad
extraordinarias que se originó en el subcontinente indio.
La ciencia del yoga es sencillamente la ciencia de estar en
alineamiento perfecto, en armonía absoluta, en completa
sincronía con la existencia.
Si bien las múltiples fluctuaciones del mundo exterior
ejercen un impacto en nosotros, el yoga es la ciencia de
crear situaciones internas que sean exactamente como
deseas. Cuando te afinas de tal modo que todo trabaja
armoniosamente en tu interior, tus mejores facultades se
manifiestan de forma natural.
Seguramente habrás notado que cuando estás contento
funcionas mejor y parece que dispones de una provisión
ilimitada de energía; puedes seguir sin parar incluso sin
comer ni dormir. Solo un poco de felicidad te libera de tus
limitaciones habituales y te permite disponer de mayor
capacidad y energía.
Cuando tu mente y tu cuerpo se hallan en un estado de
relajación, también te liberas de muchos malestares
incómodos. Imagina que estás sentado en la oficina con
dolor de cabeza; si bien no se trata de una enfermedad
grave, puede disminuir en gran medida el rendimiento, así
como el entusiasmo por el trabajo y quizá hasta por la
propia vida. Un simple dolor de cabeza puede convertir
aquello que más aprecias en una fuente de frustración o
incluso de miseria. (Esto también funciona a la inversa.
¡Cuando tus seres queridos están molestos contigo fingen
un dolor de cabeza!). Pues bien, con la práctica del yoga,
puedes mantener el cuerpo y la mente al máximo nivel de
capacidad y eficiencia.
Y sin embargo, el yoga no es solo una herramienta de
autoayuda que te permite ser más eficaz en los ámbitos
físico y mental, y estar libre de dolores de cabeza: es eso y
mucho más.
La ciencia moderna ha descubierto que toda la existencia
es energía que se manifiesta de diferentes maneras y en
diferentes formas. Esto significa que la misma energía
puede permanecer inmóvil en forma de roca, establecerse
como lodo, erguirse como un árbol, correr bajo la forma de
un perro o estar leyendo este libro como tú mismo lo haces.
En esencia, eres una fracción de esa energía que forma
parte del amplio sistema energético del universo. El cosmos
no es más que un organismo enorme y tu vida no es
independiente de él; no puedes vivir sin el mundo, ya que,
momento a momento, tiene lugar una profunda transacción
entre tú y él.
Aunque todo en el universo está compuesto por la misma
energía, esta funciona de diferentes formas y en distintos
niveles de capacidad; la misma energía crea rosas en una
planta y jazmines en otra. Con el mismo material con el que
se hicieron cazuelas de barro, ahora fabricamos
computadoras, coches e ¡incluso naves espaciales! Con la
misma materia prima exploramos posibilidades cada vez
más sofisticadas. En esencia, la evolución natural es un
fenómeno parecido: ¡con el mismo material de este planeta,
qué increíble transformación ha tenido lugar desde la
ameba hasta el ser humano!
Sucede lo mismo con las energías internas: el yoga es la
tecnología para mejorar, activar y refinar esas energías
para poder alcanzar sus posibilidades más elevadas. De
repente, tus capacidades llegan a un nivel de genialidad
que nunca imaginaste posible. Una vida limitada y fortuita
se convierte en casi milagrosa.
Pero además el yoga ejerce una función aún más profunda
que la de asegurar el bienestar del cuerpo, la mente y los
niveles energéticos. Yoga significa «unión» literalmente.
Cuando estás en yoga, en tu experiencia, todo se ha
convertido en uno. Esta es su esencia y su objetivo último.
¿En qué consiste esta unión? ¿Qué se une con qué?
Ahora mismo eres consciente de alguien denominado
«yo» y de alguien denominado «el otro». Si bien estos «yo»
y «el otro» pueden ampliarse a grupos, comunidades y
naciones, fundamentalmente la distinción entre «yo» y «el
otro» es la base del conflicto en el universo. Pues bien, el
principal objetivo del yoga es guiarte hacia una experiencia
en la que no exista la distinción entre «tú» y «yo» ¡y todo
sea yo o todo sea tú! Cualquier proceso que ayude a
alcanzar esta unión es yoga.
¿Cómo puede conseguirse esta unión?
Existen diversas formas, pero comencemos por el
principio, es decir, con nuestras ideas de qué constituye un
individuo. Si te dijera algo que no sabes tendrías la opción
de creerme o no creerme; en cualquiera de los dos casos
habrías concretado tus conjeturas, ya sea positiva o
negativamente, pero solo te produciría ilusiones o
imaginaciones fantásticas. Sin embargo, la totalidad del
proceso del yoga consiste en llevarte, paso a paso y fase
por fase, de lo conocido a lo desconocido. Se trata de una
ciencia absolutamente empírica; no te pide que tomes nada
como verdadero, sino que te insta a experimentar cada
paso del camino.
De modo que primero examinemos qué entiendes
exactamente por «yo». Según tu entendimiento actual, ese
«tú» está constituido por tu cuerpo, tu mente (que incluye
los pensamientos y las emociones) y tus energías. Puede
que no experimentes tus energías recientemente, pero las
conoces por deducción: si tu cuerpo y tu mente funcionan
como lo hacen, debe haber algún tipo de energía que les
permita hacerlo. Estas tres realidades —cuerpo, mente,
energía— son lo que conoces y aquello con lo que puedes
trabajar.
Pues bien, el yoga sostiene que en realidad estamos
compuestos por cinco «envolturas» o capas, o expresado de
un modo más simple, cuerpos. Además de una fisiología
médica, existe una fisiología yóguica que nos conduce
desde los niveles de realidad más densos a los más sutiles.
¿Tienes que creer en ello? No, aunque es un lugar útil
donde empezar nuestra exploración. Tu área fundamental
de trabajo, sin embargo, son únicamente las realidades de
las que eres consciente.
La primera envoltura o capa a la que el yoga dirige
nuestra atención es el cuerpo físico, el annamayakosha,
que significa cuerpo de alimento. Lo que denominas
«cuerpo» no es sino un montón de comida acumulada, el
producto de los alimentos ingeridos durante tu vida, y de
ahí su nombre.
La segunda envoltura es manomayakosha, el cuerpo
mental. En la actualidad se habla mucho de las
enfermedades psicosomáticas; en efecto, lo que ocurre en
la mente afecta también al cuerpo. Lo que llamas «mente»
ni es solo el cerebro ni está ubicada en una sola parte de la
anatomía humana: cada célula posee inteligencia propia, de
modo que existe todo un cuerpo mental, una anatomía de la
mente.
Lo que acontece en el cuerpo mental también sucede en
el cuerpo físico y viceversa. Asimismo, cada fluctuación
mental produce una reacción química y viceversa.
Los cuerpos físico y mental son como tu hardware (tu
computadora) y tu software (el programa de la
computadora): ninguno de ellos funciona hasta que no los
provees de suministro energético. Así pues, la tercera
envoltura es pranamayakosha, el cuerpo energético. Si
mantienes el cuerpo energético en perfecto equilibrio, no
se producen enfermedades físicas ni mentales. En la
actualidad, diversas investigaciones científicas han
revelado que el impacto de la memoria genética en el ser
humano no es absoluto. Con la excepción de los aspectos
fundamentales del ADN, todo puede cambiarse, incluida la
tendencia genética que te hace más vulnerable a ciertas
enfermedades. Si bien las enfermedades infecciosas se
originan a causa de organismos externos, las afecciones
crónicas son fabricadas cada día por los seres humanos.
Cuando tu cuerpo energético está equilibrado y vibrando
plenamente, las dolencias crónicas no pueden existir en el
organismo. Podría presentarte a miles de personas que se
han liberado de sus padecimientos físicos y psicológicos
mediante unas sencillas prácticas yóguicas. Si bien estas
prácticas no están dirigidas a la enfermedad, restablecen
cierta armonía y vitalidad en el cuerpo energético.
Estas son las tres dimensiones del ser de las que eres
consciente ahora mismo: la física, la mental y la energética.
Esencialmente, son de naturaleza física, aunque cada una
de ellas sea más sutil que la anterior. Podríamos
compararlas con una bombilla, la electricidad y la luz,
todos ellos elementos físicos. Puedes sostener en la mano la
primera, sentir la segunda y necesitarás un receptor
sensible como el ojo para experimentar la tercera; pero son
fundamentalmente realidades físicas, razón por la cual
puedes experimentarlas a través de los órganos
sensoriales.
Sin embargo, existe una cuarta envoltura denominada
vignanamayakosha o cuerpo etéreo. Gnana significa
«conocimiento» y vishesh, «conocimiento extraordinario»,
aquello que está más allá de las percepciones sensoriales.
Se trata de un estado de transición que no es ni físico ni no
físico, sino un enlace entre ambos. No forma parte de tu
nivel de experiencia actual, pues esta depende de los cinco
órganos sensoriales, que no pueden percibir las realidades
no físicas. Las personas que relatan experiencias cercanas
a la muerte son quienes se han deslizado involuntariamente
en este estado. Esta clase de experiencias suceden cuando,
por alguna razón, los cuerpos físico, mental y energético se
han vuelto débiles. Si aprendes a encontrar un acceso
consciente a esta dimensión, se producirá un salto enorme
en tu capacidad de conocer los fenómenos cósmicos.
Existe además una quinta envoltura denominada
anandamayakosha, que está más allá del ámbito físico.
Ananda significa «dicha». Esta capa no tiene nada que ver
con las esferas físicas de la existencia. Una dimensión que
está más allá de lo físico no puede describirse ni definirse,
de modo que el yoga habla de ella solamente en términos
de experiencia. Cuando estamos en contacto con este
aspecto que trasciende lo físico nos sentimos dichosos; no
es que la estructura física albergue una burbuja de
felicidad, sino que cuando accedes a esta dimensión
indefinible se produce una experiencia arrolladora de
dicha.
Pero la dicha no es un objetivo en sí mismo, sino que una
vez que has tocado esta dimensión de no existencia, la
felicidad está garantizada. En este estado dejas de ser un
problema en tu propia vida y, cuando esto ocurre, puedes
explorar sin temor el infinito.
Cuando accedes a esta dimensión que está más allá de
cualquier definición, se suspenden los efectos del tiempo y
el espacio, lo cual explica las numerosas historias de yoguis
que permanecen sentados inmóviles durante períodos de
tiempo increíblemente prolongados. Esto no se debe a la
resistencia física, sino a que en estos estados dejan de
estar sujetos al proceso del tiempo. Han tocado una
dimensión que trasciende todas las contradicciones del
aquí y el allá; el ahora y el después, y que constituye un
océano ilimitado de vacío donde no hay cautiverio ni
libertad, una existencia más allá de la existencia.
El yoga no te pide que trabajes con nada que no conozcas;
simplemente te dice que si los cuerpos físico, mental y
energético están perfectamente alineados, accederás a ese
cuerpo de dicha. El trabajo, no obstante, como he
mencionado antes, se realiza con los tres primeros cuerpos.
En lo que se refiere a las realidades externas, cada ser
humano tiene capacidades diferentes: lo que es posible
para uno, puede no serlo para otro. Pero en lo concerniente
a las realidades internas, todos somos igualmente capaces.
No existen garantías de que puedas cantar, escalar una
montaña o enriquecerte, simplemente porque lo desees;
pero todo el mundo tiene acceso a una vida interior
dichosa; no puede serte negada si estás dispuesto a
experimentarla. Una vez que dominas ciertas técnicas
yóguicas básicas de bienestar interior, tu viaje por la vida
sucede sin esfuerzo; eres capaz de expresarte en todo tu
potencial sin ningún estrés o tensión. Aunque juegues con
la vida de la forma que desees, esta no podrá dejarte ni una
sola marca.

***

Así pues, todo lo que necesitas para experimentar


bienestar es un cierto dominio sobre estas tres dimensiones
del cuerpo, la mente y la energía. Tener éxito en el mundo
depende de tu capacidad de utilizar estos aspectos, de
acuerdo con las necesidades de tu vida y la actividad que
desees llevar a cabo. Pero el yoga es también la ciencia de
alinear estos tres ámbitos con el fin de alcanzar un estado
de unión extática con la propia vida.
¿Cómo alcanzar esta unión absoluta? El yoga nos enseña
que existen unas cuantas vías para lograrlo. Cuando
empleas tu cuerpo físico para conseguir esa unión, se
denomina karma yoga, o yoga de la acción; cuando utilizas
tu inteligencia para acceder a tu naturaleza esencial, se
denomina gnana yoga, el yoga de la inteligencia; cuando
empleas tus emociones para conocer tu naturaleza
verdadera, se denomina bhakti yoga, el yoga de la
devoción; y cuando usas tus energías para llegar a la
experiencia suprema, se denomina kriya yoga, el yoga de la
transformación energética.
Cada ser humano es una combinación única de los
mismos ingredientes. Todos estos aspectos —karma, gnana,
bhakti, kriya— han de funcionar de una manera integrada
si queremos llegar a algún sitio. Si estas cuatro
dimensiones —cuerpo, mente, emoción, energía— no
caminan juntas, se producirá una gran confusión interna.
Sucedió una vez... Cuatro hombres caminaban por el
bosque. El primero era un gnana yogui, el segundo un
bhakti yogui, el tercero un karma yogui y el cuarto un kriya
yogui.
Por lo general, estas cuatro personas no pueden estar
juntas. El gnana yogui menosprecia las otras clases de
yoga; él practica el yoga del intelecto, y como suele pasar,
un intelectual desdeña a todo el mundo, especialmente a
los devocionales, que miran hacia arriba y pronuncian el
nombre de Dios todo el tiempo. En su opinión, parecen un
conjunto de idiotas.
El bhakti yogui, por su parte, piensa que el gnana, el
karma y el kriya yoga son una pérdida de tiempo. Se
compadece de los otros, quienes no ven que todo lo que
necesitas hacer es saber que Dios existe, tomar su mano y
caminar confiado. Toda esa filosofía confusa y ese yoga de
contorsionismo le parecen absurdos.
El karma yogui, el hombre de acción, opina que los otros
tipos de yoguis simplemente son perezosos y su vida es una
pura autocomplacencia.
Pero el kriya yogui es el más despectivo de los cuatro: se
ríe de todos ellos. ¿No saben que la existencia es solo
energía? Si no transformas tu energía, por mucho que
anheles a Dios o cualquier otra cosa, ¡no sucederá nada!
No puede haber transformación.
Aunque estas cuatro personas no suelen llevarse nada
bien, ese día caminaban juntas por el bosque. De repente,
estalló una tormenta que se volvió cada vez más fuerte. No
paraba de llover y, empapados hasta los huesos, los cuatro
yoguis comenzaron a correr, buscando un refugio
desesperadamente.
El bhakti yogui, el hombre devocional, propuso lo
siguiente:
—Hay un antiguo templo en esa dirección. Vayamos allí
(al ser un devoto, estaba especialmente familiarizado con la
ubicación de los templos).
Corrieron hacia allí y llegaron a un antiguo templo; todas
las paredes se habían desmoronado hacía ya mucho tiempo
y solo cuatro columnas y el tejado quedaban en pie. Los
yoguis se apresuraron a entrar, no por amor a Dios, sino
por escapar de la lluvia.
Vieron la estatua de una deidad situada en el centro del
templo y corrieron hacia ella. La lluvia comenzó a azotarles
en todas las direcciones. Dado que no había otro sitio
adonde ir, fueron acercándose más y más y, al final, no les
quedó otra alternativa que sentarse y abrazarse al ídolo.
En el momento en que los cuatro abrazaron el ídolo, Dios
se les apareció repentinamente.
La mente de los cuatro formuló la misma pregunta: «¿Por
qué ahora? A pesar de haber desarrollado tantas filosofías
sutiles y arcanas, venerado tantos lugares sagrados,
grandes o pequeños, servido altruistamente a tantas
personas, hecho tantas penitencias, nunca te mostraste.
¿Por qué te nos apareces ahora que simplemente estamos
refugiándonos de la lluvia?».
Y Dios dijo:
—¡Los cuatro idiotas están juntos por fin!

***

El yoga es sencillamente la ciencia de unir a estos cuatro


idiotas.
Ahora mismo, para la mayoría de la gente estas cuatro
dimensiones están alineadas en diferentes direcciones. Tu
mente piensa de una forma, tus emociones te empujan
hacia otro lado; tu cuerpo físico te lleva en otra dirección y
tu energía te impulsa en otra distinta. Esto te convierte en
una calamidad potencial, en un accidente en espera de
suceder. Estás siendo secuestrado y arrastrado hacia
cuatro direcciones opuestas.
Pues bien, ha llegado el momento de emprender la
aventura del autoalineamiento a través del sistema
extraordinariamente empírico del yoga, el cual te permite
ser el alquimista y el experimento; el sujeto y el objeto al
mismo tiempo.
Así pues, la segunda parte de este libro será pragmática.
Habiendo levantado un mapa del terreno, nos
embarcaremos en un viaje real y consciente de
autodescubrimiento y autorrescate. Exploraremos la
naturaleza y las posibilidades de las tres primeras capas: el
cuerpo, la mente (que incluye los pensamientos y las
emociones) y la energía. Y conocerás estrategias con las
que podrás convertir cada una de estas capas en una
herramienta para la transformación, un instrumento de
saber.
El problema es que los fanáticos religiosos han trasladado
todo lo que es bello en el ser humano al otro mundo. Si
hablas de amor, ha de ser amor divino; si hablas de dicha,
ha de ser dicha divina; si hablas de paz, ha de ser paz
divina. Hemos olvidado que todas ellas son cualidades
humanas. Un ser humano es plenamente capaz de sentir
gozo, amor y paz. ¿Por qué llevar estos sentimientos al
cielo?
Nos centramos tanto en Dios y en el cielo porque no
hemos tomado conciencia de la inmensidad inherente al ser
humano. Es obvio que la propia fuente de la existencia
palpita en tu interior de alguna forma; la fuente de tu vida
es también el origen de las otras formas de vida y de toda
la creación. Esta dimensión de inteligencia o conciencia
está presente en cada uno de nosotros: la liberación de
cada ser humano radica en encontrar el acceso a esta
dimensión inmortal.
Sentir paz y gozo en tu interior cada momento de tu vida,
ser capaz de percibir la vida más allá de sus limitaciones
físicas no son cualidades sobrehumanas, sino humanas.
El yoga no consiste en ser sobrehumano, sino en darte
cuenta de que ser humano es algo extraordinario.
Una nota para el lector

L específica y te invita a
A SIGUIENTE PARTE DEL LIBRO ES MÁS
profundizar en una exploración de las tres capas o
envolturas principales de la identidad, de las que todo ser
humano es consciente. De acuerdo con esto, está dividida
en tres secciones: cuerpo, mente y energía.
Cada uno de estos capítulos busca ampliar tus ideas de lo
que constituyen los ámbitos físico, psicológico y pránico (o
energético). A lo largo de esta sección, encontrarás ciertos
supuestos cuestionados, clichés demolidos, términos
comunes redefinidos y algunas perspectivas inusuales que
serán exploradas.
Pero te pido que no creas nada de lo aquí expuesto. El
yoga, como hemos visto anteriormente, te invita a que
experimentes todo por ti mismo y te anima a hacerlo sin
miedo. Así pues, esta segunda parte oscila entre la
información intelectual y prácticas y ejercicios de
autoobservación sugeridos. En esta sección, los conceptos
se concretizan y se proponen formas para implementar las
ideas expuestas. De esta manera, podrás comprobar por ti
mismo si los conceptos planteados son factibles o se trata
solo de palabras vacías.
¿Cuál es el mejor modo de abordar esta sección? Si no te
interesara poner en práctica cada uno de los ejercicios
propuestos en los apartados de «sadhana», está bien. La
razón para ofrecerte una serie de prácticas y consejos es
que puedas concentrarte en aquellos que más te atraigan;
están diseñados para ayudarte a efectuar la transición de la
lectura a la vida cotidiana y para darte la libertad de
examinar cada hipótesis en el laboratorio de tu propia vida.
Esta parte del libro tiene como objetivo ayudarte a dejar de
ser un lector pasivo, un yogui de sofá, para convertirte en
un participante dinámico de la magia de una vida libre y
consciente.
Es hora de prescindir de tus ideas preconcebidas y
prepararte para una exploración sin reservas de la
asombrosa vida que eres.
Cuerpo
La máquina más sofisticada

Nuestro cuerpo constituye la parte más íntima de la


creación física; es el primer don del que somos conscientes
y es también la máquina más sofisticada: cualquier otro
artefacto del planeta proviene de ella.
La ciencia yóguica, como he explicado previamente, no
habla de la mente ni del alma. Todo es un cuerpo, ya sea un
cuerpo físico, un cuerpo mental, un cuerpo energético, un
cuerpo etéreo o un cuerpo de dicha. Este enfoque alberga
una sabiduría profunda que no nos permite escapar a
estados psicológicos ilusorios o a abstracciones metafísicas.
Nos arraiga firmemente en el ámbito de lo tangible, incluso
mientras nos conduce de forma gradual hacia esferas
físicas más sutiles y, gradualmente, hacia el más allá.
El cuerpo físico está diseñado y estructurado para
funcionar sin demasiada intervención tuya. No tienes que
hacer que el corazón lata ni que el hígado lleve a cabo sus
complejos procesos químicos; ni siquiera tienes que
intentar respirar: todo lo que necesitas para tu existencia
física sucede por sí mismo.
El cuerpo es un instrumento sumamente completo y
autónomo. ¡Si te fascinan las máquinas, no encontrarás una
mejor que esta! Se trata de la maquinaria más compleja del
planeta. Integra los niveles más altos de la mecánica y de la
electrónica, así como el circuito eléctrico más avanzado
que puedas imaginar.
Si te comes un plátano a primera hora de la tarde, al
anochecer esta fruta se habrá convertido en ti mismo.
Aunque, según Charles Darwin, debieron transcurrir
millones de años para que un mono se convirtiera en un ser
humano, ¡en unas pocas horas tú eres capaz de transformar
un plátano o un pedazo de pan en un ser humano! Es obvio
que la propia fuente de la creación funciona dentro de ti.
Existe una inteligencia que trabaja en tu interior —más
allá de tu mente lógica— que puede transformar un poco de
comida en el mejor ejemplar de excelencia tecnológica. Si
pudieras lograr esa transformación de forma consciente (en
lugar de inconsciente); si pudieras llevar una pizca de esa
inteligencia a tu vida diaria, en lugar de vivir
miserablemente, tu vida sería mágica.
El místico indio del siglo xii Basavanna describió el cuerpo
como un templo «móvil» debido a que sintió la fuente de la
creación vibrando en su interior. «Mis piernas son los
pilares», afirma en uno de los versos más conocidos de la
literatura mística del sur de la India, «el cuerpo, un lugar
sagrado, / la cabeza, una cúpula dorada».

«Algo hay que no es amigo de los muros»

Se necesita un cierto grado de conciencia para ver las


limitaciones de esta maquinaria fantástica. Como máquina,
el cuerpo no tiene falla alguna. Su único problema es que
no te lleva a ningún lado: simplemente surge de la tierra y
vuelve a ella.
¿No es esto suficiente?
Si lo miras desde la perspectiva del cuerpo, es más que
suficiente; pero, de alguna manera, una dimensión que
trasciende el ámbito físico impregnó este maravilloso
mecanismo. Esta dimensión es el propio origen de la
existencia; es lo que nos hace ser lo que realmente somos.
La vida es una cosa y la fuente de la vida, otra. En cada
criatura, en cada planta, en cada semilla, esta fuente de la
vida está trabajando. En el ser humano es aún más
magníficamente evidente.
Por esta razón, al cabo de un tiempo todos los
maravillosos dones que nos ofrece el cuerpo nos parecen
triviales e irrelevantes; por esta razón tú y todos los seres
humanos parecen vivir en un conflicto constante entre lo
físico y lo que está más allá de lo físico. Aunque posees la
compulsión de lo físico, también tienes la conciencia de ser
algo más que eso.
Existen dos fuerzas básicas en tu interior que suelen
considerarse en conflicto. Una es el instinto de
supervivencia, que te impulsa a construir muros a tu
alrededor para protegerte; la otra es el deseo constante de
expandirte y ser ilimitado. Ambos anhelos —preservar y
expandir— no son fuerzas opuestas, aunque lo parezcan,
sino que están relacionados con dos aspectos diferentes de
tu vida. Uno te ayuda a arraigarte bien en este planeta; el
otro te lleva más allá. La supervivencia debe limitarse al
cuerpo físico. Si tienes el suficiente discernimiento para
separar ambas fuerzas, no existe el conflicto; pero si estás
identificado con la esfera física, en lugar de colaborar entre
sí, estas dos fuerzas fundamentales se convierten en una
fuente de tensión.
Todas las luchas de tipo «lo material frente a lo
espiritual» de la humanidad tienen su origen en este error.
Cuando dices «espiritualidad», te refieres a una dimensión
que se encuentra más allá del ámbito físico. El deseo
humano de trascender las limitaciones de lo físico es
completamente natural. El viaje que se emprende desde el
cuerpo individual limitado hacia la fuente de la creación
ilimitada constituye la base del proceso espiritual.
Los muros que eriges hoy para resguardarte son los
mismos que te aprisionarán mañana. Las barreras que hoy
estableces en tu vida como protección, mañana se sentirán
como restricciones. El poeta Robert Frost plasmó una
verdad profunda al escribir: «Algo hay que no es amigo de
los muros».
Debido a que el instinto de supervivencia te dice que a
menos que no tengas muros para protegerte no estarás a
salvo, continúas construyéndolos de forma inconsciente y
luego entras en conflicto con ellos. Esto se convierte en un
ciclo interminable. Pero la creación no es reticente a
abrirte las puertas del infinito; no es a la falta de
disposición de la creación a la que te enfrentas, sino a los
muros de resistencias que has levantado a tu alrededor.
Esta es la razón por la que el sistema yóguico no habla de
Dios, el alma o el cielo. Estos conceptos solo hacen que la
gente comience a alucinar. El yoga habla únicamente de las
barreras que has creado, porque ese es el único ámbito que
necesita tu atención. El Creador no busca tu atención. Las
sogas que te atan y las paredes que te bloquean son cien
por cien tu creación, y eso es lo único que debes
desenredar y desmantelar. No tienes que trabajar con la
existencia: solamente con la existencia que tú mismo has
creado.
Si tuviera que utilizar una analogía, compararía la gracia
con la fuerza de gravedad. Esta última está relacionada de
algún modo con el instinto fundamental de supervivencia
del ser humano. Estamos enraizados en el planeta a causa
de la gravedad. Tenemos un cuerpo solo por ella. La
gravedad trata de bajarte a la tierra, mientras que la gracia
trata de elevarte. Cuando estás libre de las fuerzas físicas
de la existencia, la gracia brota de repente en tu vida.
Al igual que la gravedad, la gracia está siempre activa; la
cuestión es que tienes que hacerte receptivo a ella. Con la
gravedad no tienes elección: siempre estás sometido a ella.
Si estás fuertemente identificado con el ámbito físico, la
gravedad es todo lo que conoces. Pero para la gracia tienes
que volverte receptivo. Cualquiera que sea la práctica
espiritual que realices, en última instancia, estás
trabajando para hacerte receptivo a ella.
Cuando estás disponible para la gracia parece que
funcionas de forma mágica. Supón que fueses la única
persona capaz de montar en bicicleta, ¡parecerías mágico a
todos los demás! Sucede lo mismo con la gracia. Si bien los
demás podrían pensar que eres mágico, sabes que
simplemente estás empezando a mostrarte receptivo a una
nueva dimensión de la vida. Esta posibilidad está abierta a
todo el mundo.

SADHANA

Es posible que te hayas dado cuenta de lo siguiente:


cuando te sientes bien, quieres expandirte, y cuando
tienes miedo, tiendes a contraerte. Prueba lo
siguiente: siéntate durante unos minutos frente a una
planta o un árbol. Recuérdate a ti mismo que inhalas
el oxígeno que el árbol libera y este árbol capta el
dióxido de carbono que tú exhalas. Incluso si aún no
eres consciente de ello de forma experiencial,
establece una conexión psicológica con la planta.
Puedes repetir esto varias veces al día. Al cabo de
unos días, comenzarás a conectarte con todo lo que te
rodea de forma diferente. No limitarás esta conexión a
un solo árbol.
Siguiendo este simple proceso, en el Isha Yoga
Center hemos implementado una iniciativa
medioambiental en el estado de Tamil Nadu, en el sur
de la India, con la que se han plantado treinta
millones de árboles desde 2004. ¡Nos pasamos varios
años sembrando árboles en la mente de la gente, que
es el terreno más complicado! Ahora trasplantarlos a
la tierra requiere mucho menos esfuerzo.
Sentido de vida: conocer la vida más allá de los sentidos

¿Cómo es que el cuerpo humano da sentido al mundo?


¿Cuál es el origen del conocimiento? La respuesta es obvia:
a través de los cinco sentidos.
Todo lo que conoces del mundo o de ti mismo es
información que has recopilado únicamente mediante los
cinco órganos de los sentidos: viendo, oyendo, oliendo,
degustando y tocando. Si dejaran de funcionar, no
percibirías ni el mundo ni a ti mismo.
Cuando duermes cada noche, súbitamente la gente que te
rodea desaparece, el mundo desaparece e incluso tú mismo
desapareces. Aunque tanto tú como lo que te rodea estáis
vivos, todo se esfuma en tu experiencia debido a que los
cinco sentidos se han puesto en modo «suspensión
temporal».
Los órganos sensoriales son limitados, pues solamente
perciben el mundo físico. Si tu percepción está limitada a
los cinco sentidos, naturalmente tu vida estará limitada a la
esfera física. Además, los sentidos perciben solamente con
relación a algo más. Si toco un objeto de metal y me parece
frío al tacto, es simplemente porque mi temperatura
corporal es más elevada; si bajara mi temperatura antes de
tocarlo de nuevo, lo notaría caliente.
Las percepciones sensoriales son instrumentos
maravillosos para la supervivencia. Se activan desde el
momento del nacimiento porque resultan esenciales para
sobrevivir en el mundo. Pero si buscas algo más que
subsistir, no son suficientes. Te proporcionan una impresión
distorsionada de la realidad porque su percepción es
enteramente relativa.
Si estás realmente interesado en conocer la vida en toda
su magnitud, es fundamental que mires hacia el interior, no
hacia lo externo. ¿Por qué? Porque la naturaleza esencial
de la vida no reside en la expresión física o psicológica del
cuerpo y la mente, sino en la fuente de estos. Sin embargo,
mirar hacia dentro no resulta sencillo; requiere esfuerzo,
ya que no posees los mecanismos perceptivos para hacerlo.
La problemática del ser humano es simplemente esta: si
bien el lugar donde descansa tu propia experiencia está
dentro de ti, tu percepción está totalmente ligada al
exterior.
Esta es la razón por la que existe tal desconexión entre lo
interno y lo externo. Puedes ver lo que está fuera, pero no
lo que está en tu interior; eres capaz de oír un susurro,
pero no puedes escuchar las múltiples actividades que tu
cuerpo realiza; igualmente puedes sentir de inmediato a
una hormiga moviéndose en tu piel, pero eres incapaz de
sentir la enorme cantidad de sangre que corre por tus
venas. Tus órganos sensoriales solo pueden registrar
sensaciones externas visuales, sonoras, olfativas, gustativas
y táctiles, pero el origen de todas las experiencias está en
tu interior. Un estímulo externo puede provocar una
experiencia, pero su origen es siempre interno, y en
algunas ocasiones esa misma experiencia puede generarse
incluso sin un detonante externo.
El objetivo fundamental del yoga es refinar tu experiencia
más allá de los cinco sentidos. Existe una dimensión que
está más allá de las percepciones sensoriales. Puedes
denominarla como desees: «el ser», «lo divino», «Dios»...
La terminología es decisión totalmente tuya.
Incluso si no buscas lo divino o el ser, refinar tu
percepción puede representar un papel fundamental en tu
nivel de bienestar. Con independencia de tu profesión —
médico, policía, ingeniero, artista, ama de casa o
estudiante—, es la calidad de tu percepción la que
determina tu grado de éxito y eficacia, así como el trabajo
que puedes llevar a cabo en este planeta. La expansión de
tu percepción más allá de tus limitaciones actuales puede
lograr resultados extraordinarios y traer a tu vida una
dimensión completamente nueva y aparentemente mágica.
Las preguntas más comunes son: ¿es muy complicado
mejorar mi percepción? ¿Es necesario retirarse a una
cueva en los Himalayas para interiorizar?
De ningún modo. Esta posibilidad no proviene de sentarse
en lo alto de una montaña, sino que reside en tu interior. Si
ha permanecido oculta hasta ahora es porque estabas
demasiado ocupado con los sucesos externos, o demasiado
implicado en tu propio drama psicológico. Es solamente
una falta de atención lo que impide a la gente la posibilidad
de descubrir aquello que mora en su interior.
Tornarse hacia dentro no tiene que ver con pensamientos,
ideas, opiniones o filosofías. Tampoco tiene nada que ver
con la actividad psicológica de la mente. Refinar tu
percepción significa mejorar tu capacidad para recibir a la
vida, tal como es. Si estás dispuesto a dedicarle a esto unos
minutos de tu vida, verás el cambio. El sencillo proceso de
prestar un poco de atención a tu naturaleza interna
transformará la cualidad de tu vida de forma sorprendente.

SADHANA

Comienza prestando atención a todo lo que


consideras tú mismo antes de dormirte: tus
pensamientos, tus emociones, tu pelo, tu piel, tu ropa,
tu maquillaje... Y, a continuación, toma conciencia de
que no eres nada de eso. No es necesario sacar
ninguna conclusión sobre qué eres «tú» o qué es la
«verdad». La verdad no es ninguna conclusión. Si
mantienes a raya las conclusiones falsas, la verdad
surgirá. Es como tu experiencia del cielo nocturno: el
sol no se ha ido, sino que el planeta está mirando
hacia otro lado. Del mismo modo, piensas, lees,
hablas acerca del ser ¡porque estás demasiado
ocupado mirando hacia otro lado! No has prestado
suficiente atención como para saber qué es el ser. No
necesitas ninguna conclusión, sino un giro radical.
Conciliar el sueño con esta comprensión constituye
una experiencia significativa. Dado que no existe
ninguna interferencia externa durante el sueño, esto
crecerá en una poderosa experiencia. Con el tiempo,
entrarás en una dimensión que trasciende todo lo que
hayas acumulado.

Escuchar la vida

Existen diversas formas de conseguir un estado de unidad


absoluta y gozo permanente. Aunque sean diferentes, es
importante que todas estén aplicadas de forma equilibrada
e integrada. No hay ninguna división o jerarquía entre los
diferentes enfoques. El yoga es completamente imparcial:
hace uso de todos los aspectos de quien eres para
conducirte a tu destino último.
El cuerpo constituye una gran parte de quién eres según
tu compresión actual. La ciencia de utilizar el cuerpo a fin
de acelerar tu proceso evolutivo es el hatha yoga. Ha
significa «sol» y tha, «luna». El hatha yoga es la ciencia de
producir un equilibrio entre estas dos dimensiones del
sistema humano.
El cuerpo tiene sus propias actitudes, sus propias
resistencias, su propio temperamento. Pongamos por
ejemplo que decides lo siguiente: «A partir de mañana me
despertaré a las cinco de la mañana y saldré a caminar».
Pones el despertador, que suena a la hora señalada; pero al
comenzar a levantarte el cuerpo se queja y te dice: «Cállate
y vuelve a dormirte». Suele suceder así, ¿verdad? Pues
bien, el hatha yoga constituye una forma de trabajar con el
cuerpo con objeto de disciplinarlo, purificarlo y prepararlo
para niveles superiores de energía y mayores posibilidades.
El hatha yoga no es ejercicio. Consiste en comprender los
mecanismos del cuerpo, creando una cierta atmósfera, y
luego usar las posturas físicas para canalizar o conducir la
energía en direcciones específicas. Este es el objetivo de
las diversas asanas o posturas. Una postura que te permite
acceder a tu naturaleza superior es una yogasana. Este tipo
de yoga constituye la ciencia de alinear tu geometría
interna con la geometría cósmica.
Para expresarlo de una forma más simple, solo con fijarte
en cómo se sientan algunas personas es posible adivinar su
estado de ánimo si las conoces desde hace tiempo. Si te has
observado a ti mismo, te habrás dado cuenta de que
cuando estás enfadado te sientas de una forma; cuando
estás contento, te sientas de otra, y si estás deprimido, de
otra diferente. Para cada nivel de conciencia o estado
psicológico el cuerpo tiende a adoptar ciertas posturas.
Pues bien, en la ciencia de las asanas sucede a la inversa: si
colocas el cuerpo en diferentes posiciones de manera
consciente, puedes elevar tu conciencia.
El cuerpo puede convertirse en un medio para tu
crecimiento espiritual o en una barrera. Supongamos que
te duele alguna parte del cuerpo: la mano, la pierna o la
espalda, por ejemplo. Cuando ese dolor es agudo, resulta
difícil aspirar a algo más elevado porque el malestar
domina tu vida. Si ahora mismo tienes un dolor de espalda,
la molestia que sientes es el asunto más importante del
universo para ti. Aunque otras personas no lo entendieran,
para ti, ese sería el tema fundamental. Incluso si se te
apareciera Dios, ¡le rogarías que te quitara ese dolor! No le
pedirías otra cosa a causa del poder que ejerce sobre ti el
cuerpo físico. Cuando no funciona como debiera, puede
ensombrecer cualquier otra aspiración y hacer desaparecer
todos tus anhelos. Trascender el dolor físico requiere una
fortaleza enorme que la mayor parte de la gente no posee.
Pues bien, son innumerables las personas que se han
curado de dolores en la espina dorsal mediante la práctica
de sencillas asanas. No tuvieron que pasar por la operación
quirúrgica que los doctores les habían prescrito. La espalda
puede recuperarse de tal modo que no volverás a visitar a
un quiropráctico. Al mismo tiempo que se flexibiliza la
columna, tú también lo haces. Una vez que eres flexible,
estás receptivo a escuchar, no a alguien en particular, sino
a la propia vida. Aprender a escuchar es la esencia de una
vida inteligente.
Es importante dedicar una cierta cantidad de tiempo y
esfuerzo para procurar que el cuerpo no resulte un
impedimento. Un cuerpo adolorido puede resultar un
obstáculo; y un cuerpo compulsivo también. Impulsos tan
sencillos como el hambre o la lujuria pueden dominarte
tanto como para impedir que veas más allá del ámbito
físico. Aunque resulta fácil olvidarse de que el cuerpo físico
es solamente una parte de ti, es fundamental que no te
domine por completo. Las asanas te ayudan a poner el
cuerpo físico en el lugar que le corresponde.
Al penetrar en espacios de meditación más profundos, tus
energías irán elevándose y te permitirán el acceso a nuevas
dimensiones de experiencia. Es por eso que es esencial que
el conducto del cuerpo esté en buen estado, ya que tus
energías no se alzarán si se encuentra bloqueado. Por esta
razón, antes de iniciar formas más intensas de meditación,
resulta indispensable preparar el ámbito físico lo suficiente.
El hatha yoga asegura que el cuerpo maneje la ascensión
de la energía de forma suave y gozosa.
Para mucha gente el desarrollo espiritual se produce de
forma sumamente dolorosa por no haberse preparado
adecuadamente. Por desgracia, la mayor parte de los seres
humanos se han permitido ser moldeados totalmente por
las situaciones externas, y avanzar con sufrimiento en el
camino espiritual se ha convertido en la norma. El mismo
avance podría hacerse de forma gozosa si el cuerpo y la
mente se preparan previamente. Las asanas pueden
prepararte para el desarrollo y la transformación
aportándote una base sólida y estable.
El hatha yoga que suele enseñarse en la actualidad no es
la forma clásica en toda su amplitud y profundidad. El
«yoga de estudio» que ahora se usa es básicamente el
aspecto físico de esta ciencia. Enseñar solamente la parte
física del yoga es como tener un bebé muerto: no solo es
poco productivo, sino una tragedia. Si deseas un proceso
vivo, ha de transmitirse de manera que incluya otras
dimensiones del yoga.
El hatha yoga no significa ponerte sobre la cabeza o
mantener la respiración. Lo más importante es el modo en
que se practica. Hubo un tiempo en que yo mismo impartía
un programa de dos días de hatha yoga en el que los
participantes solían acabar abrumados por su intensidad;
fluían lágrimas de éxtasis simplemente con la práctica de
asanas. ¿Por qué no sucede esto más a menudo? Porque el
hatha yoga se enseña como un fin en sí mismo, en lugar de
como un sistema preparatorio. En consecuencia, aunque
aporte calma o salud a unas cuantas personas,
desgraciadamente constituye un doloroso circo para
muchas otras. Esto puede ser suficiente para alguien cuya
única aspiración sea la tranquilidad y la salud; pero si
consideras el yoga como un medio para transformarte y
ampliar tu receptividad más allá de los cinco sentidos, el
hatha yoga debe ser aplicado en su forma clásica.

SADHANA

Mira a tu alrededor. ¿Puedes ver cómo tus familiares,


colegas y amigos tienen diferentes niveles de
percepción? Observa esto atentamente. Si conoces a
personas que parezcan tener mayor claridad de
percepción que las demás, fíjate en su postura
corporal: suelen tener una cierta elegancia natural. Lo
cierto es que un poco de práctica puede marcar una
gran diferencia. Si te sientas unas horas al día con la
espalda erguida, comprobarás que esta acción ejerce
un efecto inequívoco en tu vida. Comenzarás a
comprender lo que quiero decir con la geometría de tu
existencia: simplemente tu postura corporal
determina casi todo sobre ti.
Otra forma de escuchar la vida consiste en prestarle
atención de forma experiencial, no intelectual o
emocional. Escoge algún aspecto de ti mismo: la
respiración, el latido cardiaco, el pulso, el dedo
meñique..., y préstale atención durante once minutos.
Haz esto al menos tres veces al día. Mantén la
atención en las sensaciones y siéntete libre de
continuar con tus actividades de forma normal. Si te
distraes, no pasa nada, vuelve a dirigir la atención al
objeto elegido. Esta práctica te permitirá avanzar
desde la alerta mental hacia la conciencia.
Descubrirás que la calidad de tus experiencias
comenzará a modificarse.

Descargar el cosmos

Hasta hace poco tiempo en la India, después de cada


tormenta había que subirse al tejado y ajustar la antena de
TV. Solo si estaba posicionada en un cierto ángulo el mundo
podía penetrar en tu sala de estar; de lo contrario, un
torbellino podía aparecer repentinamente mientras estabas
viendo tu partido de fútbol o telenovela favoritos.
Pues bien, el cuerpo es como esa antena: si lo mantienes
en la posición adecuada, se vuelve receptivo a todo en la
existencia; pero si lo posicionas de otro modo, te quedarás
en la total ignorancia de lo que está más allá de los cinco
sentidos.
He aquí otra analogía: tu cuerpo es como un barómetro.
Si sabes leerlo, puede indicarte todo sobre el mundo que te
rodea. El cuerpo nunca miente, de modo que en el yoga
aprendemos a confiar en él. De ser una serie de
compulsiones de carne, sangre y hormonas, transformamos
el cuerpo físico en un proceso consciente, un instrumento
de percepción y saber. Si sabes cómo leer el cuerpo, puede
indicarte tu potencial, tus limitaciones, incluso tu pasado,
presente y futuro. Esta es la razón por la que el yoga
fundamental comienza con el cuerpo físico.
Es tan simple como esto: cuanto más sabes de tu teléfono
o cualquier otro aparato, mejor puedes usarlo. Hace
algunos años, las compañías de telefonía móvil llevaron a
cabo una encuesta y descubrieron que el noventa y siete
por ciento de los usuarios usaban solamente el siete por
ciento de las funciones de sus teléfonos, ¡y no estoy
hablando de los smartphones, sino de los móviles más
básicos! Incluso con un aparato tan sencillo, la gente
aprovechaba solamente un siete por ciento de sus
posibilidades.
Como hemos mencionado antes, tu cuerpo es la máquina
más sofisticada, el dispositivo más avanzado. ¿Qué
porcentaje de este instrumento crees que estamos
utilizando?
¡Menos de un uno por ciento! Para vivir en el mundo
material y sobrevivir no necesitas ni siquiera un uno por
ciento de tus capacidades. Hacemos toda clase de
actividades triviales con él porque ahora mismo nuestra
percepción de la vida está limitada a la naturaleza física de
la existencia. Pero tu cuerpo es capaz de percibir todo el
universo. Si lo preparas adecuadamente puede captar todo
en la existencia, ya que todo lo que acontece en ella le
acontece también al cuerpo de una manera u otra.
Toda la creación física es fundamentalmente una cierta
perfección geométrica. Sin geometría, ninguna forma física
es posible. Cuando comprendemos correctamente la
geometría del cuerpo humano, este se hace capaz de
reflejar la geometría cósmica en su interior y te permite el
acceso a ese ámbito más amplio. En otras palabras, el
cuerpo humano tiene la posibilidad de descargar el
universo entero.

SADHANA

Siéntate en una posición cómoda con la columna


erguida y apoyada si fuera necesario. Permanece
quieto. Deja que tu atención también vaya
aquietándose. Haz esto durante entre cinco y siete
minutos al día. Notarás cómo la respiración se vuelve
más lenta.
¿Qué relevancia tiene aflojar el ritmo de la
respiración? ¿Se trata simplemente de acrobacias
yóguicas respiratorias? No. Un ser humano respira
normalmente entre doce y quince veces por minuto.
Si esta cifra se reduce a doce, conocerás las formas
de la atmósfera terrestre (por ejemplo, te volverás
sensible a la meteorología). Si se reduce a nueve,
conocerás el lenguaje de las otras criaturas del
planeta; si se reduce a seis, conocerás el lenguaje de
la tierra; si se reduce a tres, conocerás el lenguaje de
la fuente de la creación. No se trata de incrementar tu
capacidad aeróbica ni de dejar de respirar a la fuerza.
Una combinación de hatha yoga y una práctica
avanzada denominada kriya irá aumentando poco a
poco tu capacidad pulmonar, pero, sobre todo, te
ayudará a conseguir cierto alineamiento y relajación,
de modo que el organismo evolucione a un estado
donde no exista estática ni interferencias y que le
permita percibirlo todo.

LA INTENSIDAD DE LA INACTIVIDAD

Desde un punto de vista lógico, alguien que nunca


se esfuerza en nada debería dominar la falta de
esfuerzo, pero no es así. Si quieres conocer lo que es
la falta de esfuerzo, has de saber primero qué es el
esfuerzo. Cuando llegas al punto máximo de
esfuerzo, comienzas a actuar sin esfuerzo. Solamente
alguien que conoce lo que es el trabajo comprende el
descanso. Paradójicamente, quienes descansan
siempre no conocen el descanso; solo están sumidos en
el embotamiento y el letargo. Así funciona la vida.
Para el bailarín ruso Nijinski la danza era toda su
vida. Había momentos en que daba saltos que
parecían humanamente imposibles. Aun con los
músculos a máximo rendimiento, solo puedes brincar
hasta cierta altura; pero en algunos momentos él
parecía trascender incluso ese límite.
La gente solía preguntarle: «¿Cómo lo consigues?»,
y él respondía: «No hay manera de que yo pueda
hacerlo. Cuando Nijinski desaparece, entonces
sucede».
Cuando alguien está dando el cien por cien
constantemente, llega un momento en que se
traspasan todos los límites y se consigue actuar sin
esfuerzo. La falta de esfuerzo no significa fundirse
con el mueble, sino trascender la necesidad de la
acción física. Solo cuando eres capaz de ir más allá
de tus límites y mantenerte en tu máximo esfuerzo,
alcanzas ese estado. Algunas personas afirman que
les gustaría practicar zen como camino espiritual
porque piensan que significa no hacer nada. En
realidad, el zen implica una actividad enorme porque
no está divorciado de la vida de ninguna manera. Por
ejemplo, un monje zen puede pasarse semanas
colocando piedras en un jardín zen. Al llevar a cabo
esa actividad alcanzas un estado de no-hacer en el
que trasciendes la experiencia de ser un hacedor. Es
en esos estados en donde tienes un vislumbre de
aquello que está más allá de la percepción ordinaria.
Si alcanzas ese estado a través de la actividad
intensa, como Nijinski y muchos otros, siempre
considerarás mágicos esos momentos; pero si llegas
a ese mismo estado por medio de la intensidad de la
inactividad, entonces se trata de una postura de yoga, un
estado que puede mantenerse durante más tiempo.
La propia esencia de la meditación o dhyana es
conducirte a la mayor intensidad posible, en la que, al cabo
de un tiempo, no haya esfuerzo; de este modo, la
meditación deja de ser un acto para convertirse en una
consecuencia natural de la intensidad lograda: puedes
simplemente ser. En estos estados de existencia no
compulsivos se crea la atmósfera necesaria para el
florecimiento del individuo en una posibilidad cósmica.
Si nosotros, como individuos y sociedades,
continuamos dejando pasar cada momento sin
proporcionar el entorno para que ese florecimiento
tenga lugar, habremos desperdiciado una posibilidad
enorme. Tenemos tantas nociones infantiles sobre el
cielo y sus placeres debido a que no hemos explorado
aún la inmensidad inherente al ser humano. Si
desbordas humanidad, la divinidad acudirá para
servirte. No tiene otra elección.

Un trozo de tierra

Tu cuerpo físico, como nos recuerda el yoga, es


annamayakosha o cuerpo de alimento, formado gracias a
los nutrientes que ingieres. Los alimentos que tomas son, a
su vez, la tierra. Eres un pequeño afloramiento de este
planeta que se pavonea y afirma ser una entidad autónoma.
Pero dado que eres una diminuta prolongación de la tierra,
lo que le ocurre a este planeta también te sucede a ti, de
una forma sutil y, en ocasiones, no tan sutil.
Este planeta es parte de un cuerpo más amplio
denominado sistema solar. Lo que le ocurre a ese sistema
también afecta al planeta. El sistema solar es a su vez parte
de un cuerpo mayor al que llamamos universo. Tal vez este
hecho esté más allá de tu percepción ahora, pero debido a
que tu forma física es solo un fragmento del planeta, todo
lo que acontece en cualquier parte del universo ¡también
está sucediéndote a ti de una manera u otra!
Por increíble que parezca, si mantienes tu cuerpo físico de
cierta manera, te volverás consciente de los cambios sutiles
que tengan lugar en el planeta y el universo. Una vez que
eres sensible a ellos, todo tu cuerpo siente lo que sucede a
tu alrededor. Si dedicas más tiempo a prestar atención al
modo en que funciona la tierra, esta sensibilidad
aumentará considerablemente.
Viví en una granja durante algunos años. En el pueblo
había un hombre con problemas de audición llamado
Chikkegowda. Dado que apenas oía, no podía responder a
la gente y pensaban que era un idiota. Lo ridiculizaban y
rechazaban. Pues bien, yo le di trabajo en la granja. Era
una agradable compañía, ya que yo no estaba
especialmente interesado en conversar y él no podía hablar
al ser sordo. ¡Todo en su lugar! Por aquel entonces no había
tractores y la vida en la granja giraba en torno a los bueyes
y los arados. Un buen día, le vi preparando el arado a las
cuatro de la mañana.
—¿Qué ocurre? —le pregunté.
—Estoy preparándome para arar, señor —respondió.
—¿Pero qué vas a arar? Si no ha llovido... —repliqué.
—Lloverá hoy —anunció.
Miré el cielo. Estaba absolutamente despejado.
—¡Qué tontería! ¿Dónde está la lluvia?
—No, señor, lloverá más tarde —aclaró.
Y así fue.
Después de esto, pasé varios días sin descanso centrado
en este asunto. ¿Por qué no era capaz de percibir lo que
sentía este hombre? Probé a adoptar diferentes posiciones
con la mano para tratar de sentir la humedad y la
temperatura y poder descifrar el cielo. Me leí toda clase de
libros sobre meteorología, pero fue en vano: era como si
hubiera topado con un muro; hasta que, gracias a una
atenta observación de mi propio cuerpo y lo que me
rodeaba, descubrí el error fundamental que cometemos la
mayoría de nosotros: el hecho de considerar los elementos
que constituyen nuestro cuerpo, la tierra, el agua, el aire y
los nutrientes, como artículos de consumo y no como una
parte integral del proceso de la vida.
Después de perseverar durante dieciocho meses, por fin
comprendí. Ahora si digo que va a llover, la probabilidad de
que acierte es del noventa y cinco por ciento. No se trata
de un conocimiento mágico o astrológico, sino de una
conjetura basada en una atenta observación de un nivel
completamente diferente del sistema humano, y de su
constante intercambio con el planeta, el aire y todo lo que
le rodea. Si hoy fuera a llover, tu cuerpo sufriría alguna
modificación. Aunque la mayoría de la población urbana no
es capaz de percibirlo, muchos habitantes del medio rural
de todas partes del mundo sí lo sienten. Así como la mayor
parte de los insectos, los pájaros, otros animales y, desde
luego, los árboles.
Al reconocer estos pequeños cambios en el sistema
planetario, los sabios de la antigüedad trataron de usarlos
no solo para su propio bienestar, sino también en aras de la
trascendencia. El ecuador magnético del planeta pasa por
la India. Hace unos cuantos miles de años, algunos yoguis
identificaron su localización exacta y construyeron una
cadena de templos a lo largo de esta área por motivos
específicos. Uno de los más famosos es el templo de
Chidambaram, en el sur de la India, que fue erigido para
quienes buscan la unión espiritual absoluta. En la época en
que fue construido estaba ubicado exactamente en el
ecuador magnético (que ha cambiado desde entonces).
Numerosos buscadores espirituales se han reunido en
Chidambaram durante siglos cuando el planeta se hallaba
en una cierta posición. En este templo, Patanjali, el padre
del yoga, consagró un altar a shoonya, que se traduce
literalmente como «vacío» o «no-cosa». No se trata de un
mero simbolismo. En el ecuador magnético no hay
atracción hacia el sur o hacia el norte, ahí hay cero grados
de juego magnético, un hecho que favorece un cierto
equilibrio y ecuanimidad en la vida de un buscador
espiritual. Esta imparcialidad puede ser un instrumento
poderoso para liberarse —en sentido literal— de las
limitaciones del mundo físico, lo que hace que esta región
sea la ubicación geográfica perfecta para el buscador. (Es
importante recordar que el ecuador magnético es distinto
del geográfico).
Otro aspecto relevante de Chidambaram es que está
situado a una latitud de once grados. Cuando se construyó
existía una convergencia entre el ecuador magnético y esta
latitud, un hecho raro y fundamental. ¿Cuál es el
significado de esta ubicación? La inclinación del planeta en
esa latitud impulsa las fuerzas centrífugas en dirección casi
vertical, lo que a su vez eleva la energía a través del
sistema fisiológico humano. Esto significa que el ascenso de
la energía —el objetivo del camino espiritual— está siendo
asistida por la naturaleza. Dado que esta particularidad
constituía un gran aliciente para los buscadores, toda la
región se consideraba sagrada. (No es una coincidencia
que el Isha Yoga Center del sur de la India esté situado
justo a una latitud de once grados).
El sistema espiritual descrito arriba hace uso de los
fenómenos naturales para apoyar el desarrollo espiritual en
los seres humanos; pero existe otro sistema de meditación
que omite por completo los cambios que acontecen en la
creación y se centra solamente en el viaje interior. Ambas
opciones constituyen las dos formas fundamentales en las
que puede enfocarse el camino espiritual: puedes
recorrerlo despacio, paso a paso, aceptando todo el apoyo
que la naturaleza pueda ofrecerte, o bien puedes ignorar
todos los pasos y dar un salto interior. El segundo abordaje
implica desapego de las situaciones externas; el primero
demanda implicación en ellas. Cada ser humano es libre de
escoger el camino que considere más adecuado para su
carácter; aunque en los tiempos que vivimos, lo mejor suele
ser un equilibrio entre ambos.

SADHANA

El cuerpo responde en el momento en que está en


contacto con la tierra. Esta es la razón por la que la
gente espiritual de la India andaba descalza y siempre
se sentaba en una posición que permitiera un
contacto máximo con el suelo. De este modo, el
cuerpo recibe un intenso recordatorio experiencial
para que tenga presente que es simplemente una
parte de la tierra; nunca se le permite olvidar sus
orígenes. Cuando lo hace, comienza a tener
exigencias descabelladas: recordarle constantemente
su origen lo sitúa. El contacto con la tierra constituye
una reconexión esencial del cuerpo con su origen
físico. Este contacto restablece la estabilidad del
sistema y mejora enormemente la capacidad de
rejuvenecimiento. Esto explica por qué tantas
personas afirman que sus vidas se han transformado
de forma mágica simplemente por comenzar a hacer
una actividad sencilla al aire libre como la jardinería.
Hoy en día las numerosas formas artificiales por las
que nos distanciamos de la tierra —en forma de
pavimento, estructuras de varios pisos o tacones altos
— implican una alienación de la parte con respecto al
todo y asfixian el proceso fundamental de la vida.
Dicha alienación se manifiesta en trastornos
autoinmunes y alergias crónicas a gran escala.
Si sueles enfermarte con frecuencia, podrías probar
a dormir en el suelo (o con una separación natural
mínima entre tú y la superficie). Notarás una gran
diferencia. Además, trata de sentarte más cerca del
suelo y, si ves un árbol frondoso, pasa algún tiempo a
su alrededor; si es posible, tómate el desayuno o la
comida debajo de él. Al sentarte bajo el árbol
recuérdate a ti mismo: «Esta tierra es mi propio
cuerpo. Yo tomo este cuerpo de la tierra y regreso a
ella. Pido conscientemente a la Madre Tierra que me
sostenga, me contenga y me mantenga bien». Verás
cómo la capacidad de recuperación del cuerpo mejora
enormemente.
O si has convertido todos tus árboles en muebles,
coge un poco de tierra fresca y cúbrete los pies y las
manos con ella. Permanece así entre veinte y treinta
minutos. Esto podría contribuir a tu recuperación de
forma significativa.

En sintonía con el sol

Surya namaskar constituye una secuencia de posturas que


resulta familiar para muchas personas que han practicado
yoga o que saben algo de él. Suele creerse que se trata de
un ejercicio físico y algunos lo ven con cierta desconfianza
al considerarlo una forma de adoración al sol. Pero no es
nada de eso; aunque indudablemente fortalece la columna
y la musculatura, ese no es su objetivo.
¿Cuál es la relevancia de esta secuencia considerada a
menudo como un saludo al sol?
En primer lugar, no se trata de ningún saludo; el nombre
de esta secuencia significa literalmente la organización de
las energías solares en tu interior y se fundamenta en el
hecho de que toda la vida en la tierra está alimentada por
energía solar: el sol es la fuente de vida en este planeta. Su
energía está presente en todo lo que comes, bebes y
respiras; pero solo cuando aprendes a «digerirla» mejor —a
internalizarla e integrarla en tu sistema— te beneficias
verdaderamente de ella.
Quienes practican surya namaskar de forma regular
descubren que sus baterías les duran más y tienen menos
necesidad de recargarlas o reponerlas. Además, esta
secuencia contribuye al equilibrio o reorganización de las
energías internas en términos de derecha e izquierda o las
dimensiones solar y lunar. Esto ocasiona un equilibrio físico
y psicológico que puede ser de gran valor en la vida diaria.
Como he mencionado antes, cuando era pequeño, mi
madre tenía que levantarme a la fuerza todos los días; pero
una vez que empecé a practicar yoga, mi organismo
comenzó a despertarse de forma natural a una cierta hora
todos los días. Mi vida comenzó a ser mucho más fácil y
ecuánime.
La secuencia de surya namaskar tiene como objetivo
construir una dimensión en tu interior en la que los ciclos
corporales estén en sintonía con los ciclos solares, que
duran alrededor de doce años y pico. No es casualidad que
esta secuencia conste de doce posturas. Cuando tu
organismo presenta cierto nivel de vibración y preparación,
así como una gran receptividad, tu ciclo se armoniza con el
ciclo solar de forma natural.
Las mujeres jóvenes tienen la ventaja de estar igualmente
sintonizadas con los ciclos lunares. Aunque es una ventaja,
muchas se lo toman como una maldición. Es fantástico que
tu cuerpo esté conectado con los ciclos solares y lunares al
mismo tiempo. La naturaleza ha otorgado este don a la
mujer al haberle conferido la responsabilidad de la
perpetuación de la especie; pero por desgracia estos
privilegios extra se han percibido socialmente como
desventajas. Un gran número de mujeres no saben cómo
manejar la energía adicional generada en esos momentos y
la consideran algo negativo, e incluso a veces una especie
de locura (el término «lunático» es un derivado de la
palabra «luna»).
Aunque el cuerpo físico sea un enorme peldaño que te
conduce hacia posibilidades mayores, constituye una
barrera para la mayoría de la gente, ya que las
compulsiones corporales les impiden avanzar. La práctica
de surya namaskar mantiene el equilibrio y la receptividad
físicos, y constituye un medio de llevar el cuerpo al límite,
con objeto de que deje de ser un obstáculo.
Entre el ciclo menstrual, que es el ciclo más corto (un
ciclo de 28 días) y el ciclo solar, que dura alrededor de doce
años, existen otras muchas clases de ciclos. El término
«cíclico» denota una repetición; también significa avanzar
en círculo sin llegar a ninguna parte. La repetición
significa, en cierto nivel, compulsión; y compulsión implica
algo que no favorece la conciencia.
Todo lo que es físico —desde el nivel atómico hasta el
cósmico—, es cíclico: o manejas el ciclo, o te aplasta. La
práctica yóguica tiene como objetivo enseñarte a manejar
estos ciclos a fin de sentar una base adecuada para la
conciencia.
Es importante recordar que la naturaleza repetitiva de los
movimientos o sistemas cíclicos, a los que tradicionalmente
llamamos samsara, ofrece la estabilidad necesaria para el
funcionamiento de la vida. Si todo fuera aleatorio, no sería
posible albergar un organismo estable creador de vida.
Estar asentados en una naturaleza cíclica proporciona una
cierta firmeza y estabilidad al sistema solar y al individuo.
La propia naturaleza del mundo físico es cíclica.
Pero una vez que la vida ha alcanzado el nivel de
evolución que han logrado los seres humanos, es natural
aspirar no solo a la estabilidad, sino a la trascendencia.
Ahora, a los seres humanos les toca elegir entre
permanecer atrapados en lo cíclico, usar estos ciclos para
el bienestar físico o, por último, trascenderlos totalmente.
Si eres compulsivo, descubrirás que las situaciones, las
experiencias, los pensamientos y las emociones de tu vida
se repiten de forma cíclica. Regresan una vez cada seis
meses, cada dieciocho meses, o cada tres o seis años,
dependiendo de la intensidad de la compulsión. Si miras
atrás, te darás cuenta de ello. Cuando se repiten cada doce
años, significa que tu organismo está en un estado elevado
de receptividad y equilibrio.
Surya namaskar es un proceso importante para lograr que
esto suceda. En un nivel rudimentario, es una sesión de
ejercicio completa para el cuerpo físico que no requiere de
equipamiento alguno. Pero, sobre todo, constituye una
importante herramienta que permite a los seres humanos
liberarse de los patrones compulsivos de sus vidas.
Existen variaciones de esta secuencia dependiendo de las
aspiraciones individuales. Alguien que busque trabajar la
musculatura puede practicar un proceso básico
denominado surya shakti. Con el tiempo, si consigues un
cierto nivel de estabilidad y dominio sobre el cuerpo,
puedes comenzar a practicar un proceso más poderoso y
significativo denominado surya kriya. Si bien la finalidad de
surya namaskar es equilibrar las dos dimensiones del sol y
la luna (lo masculino y lo femenino) en el organismo
humano, surya kriya conecta estas dos divisiones
fundamentales para un mayor desarrollo espiritual.

UN YOGUI LEGENDARIO

Raghavendra Rao, el profesor de yoga que conocí


de niño, llevaba una vida que sería considerada
sobrehumana según los estándares convencionales.
Era conocido como Malladihalli Swami porque era
originario de Malladihalli, un pueblo ubicado en el
estado de Karnataka, al sudoeste de la India.
Solía practicar 1008 series de surya namaskar al día.
Más tarde, tras cumplir los noventa años las redujo a 108
(no porque ya no fuera capaz, sino porque no tenía tiempo).
Esa era su práctica espiritual.
Además de ser maestro de yoga, era un médico
ayurvédico maravilloso. Él era uno de los pocos nadi
vaidyas, médicos tradicionales que diagnostican las
enfermedades tomando el pulso. No solo te decía qué
enfermedad tenías en el momento, sino que podía predecir
qué enfermedad era posible que te afligiera en los
siguientes diez o quince años; y te enseñaba las prácticas
necesarias para remediarlo. Pasaba consulta un día a la
semana en su ashram como médico ayurvédico. Desde
donde él estuviera, regresaba al ashram el domingo por la
noche para pasar consulta el lunes por la mañana. Si se
sentaba a las cuatro de la mañana, estaba ahí todo el día,
hasta las siete o las ocho de la noche. Voluntarios se
turnaban para ayudarlo, pero él permanecía allí todo el día.
Tenía un chiste para cada paciente. Las personas olvidaban
que habían ido por tratamiento. ¡Parecía más un festival
que una interacción entre médico y paciente!
Esto sucedió cuando tenía alrededor de ochenta y
tres años: un domingo por la noche, él estaba en una
estación de tren a setenta y cuatro kilómetros de su
ashram. Estaba ahí con otras dos personas y se
enteraron de que había una huelga de trenes. Esto
significaba que no había trenes ni ningún otro medio
de transporte disponible. Pero tenía tal dedicación a
su trabajo que dejó a sus compañeros en el andén y
¡corrió esa distancia por las vías durante toda la
noche!
A las cuatro de la mañana del lunes se encontraba
en el ashram listo para atender a sus pacientes. La
gente no sabía que había llegado corriendo. ¡Solo
cuando llegaron sus dos amigos contaron a los demás
lo que Swamiji había hecho! Así de increíble era su
vida. Vivió hasta los ciento seis años y enseñó yoga
hasta el día de su muerte.

La travesura elemental

La vida es un juego de cinco elementos. ¡Incluso una pizza


requiere más ingredientes! Pero, para el yoga, tanto el
cuerpo humano como el cosmos están basados en la magia
de solo estos cinco elementos: la tierra, el agua, el fuego, el
aire y el éter. ¡Un fenómeno tan asombrosamente complejo
y solamente cinco variables! No es de extrañar que quienes
alcanzaron la autorrealización hayan llamado a la vida una
broma cósmica.
En una ocasión en la que estaba conduciendo pasada la
medianoche me aproximé a una montaña. ¡Mientras me
dirigía hacia ella vi que casi la mitad estaba en llamas! No
me caracterizo por huir del peligro, de modo que seguí
conduciendo. Pero era cuidadoso, porque sabía que me
encontraba en un vehículo lleno de gasolina y llevaba a mi
hijita en el asiento trasero. Había niebla y cuanto más subía
la montaña, más lejos me parecía el fuego. Al final me di
cuenta de que, aunque desde abajo daba la impresión de
que gran parte del terreno estaba ardiendo, en realidad no
era así.
Cuando llegué al lugar del fuego vi un camión averiado. El
conductor y otras dos personas habían encendido una
fogata para entrar en calor. Cuando la niebla alcanzó el
punto de rocío, las millones de gotitas contenidas en el aire
actuaron como un prisma y crearon la ilusión fenomenal
que hizo que un pequeño fuego pareciera un gran incendio.
¡Desde abajo parecía que toda la montaña estaba ardiendo!
Ese incidente me dejó estupefacto.
La creación es así, enormemente magnificada. Aquellos
que han mirado en su interior atentamente se han dado
cuenta de que no es necesario fijarse en la macroversión.
Todo el cosmos es una proyección ampliada de un pequeño
suceso que tiene lugar en tu interior: el juego de los cinco
elementos. ¡Esto es todo lo que se necesita para crear un
vibrante ser humano completo!
Tal vez tu deseo sea individual o tal vez universal. Pero ya
sea que quieras alcanzar el pleno potencial de este
mecanismo humano o que quieras fundirte con el
mecanismo cósmico mayor, necesitas un cierto grado de
dominio sobre estos cinco elementos. Sin él, no conoces ni
el placer de ser un individuo ni la dicha de la unión con el
cosmos.
Que tu cuerpo físico represente un peldaño o un obstáculo
en tu camino hacia el bienestar depende esencialmente de
cómo manejes estos cinco elementos. Si no cooperan entre
sí, nunca te ocurrirá nada significativo. Con su
colaboración, tu vida —desde los aspectos más básicos a los
más elevados— se convierte de pronto en una posibilidad
inmensa.
Tu cuerpo es como una puerta. Si estás acostumbrado a
que te cierren las puertas, entonces las verás como un
elemento disuasorio. Si estás acostumbrado a que te las
abran, entonces para ti una puerta significará una
posibilidad. ¡Se dice que la duración de un minuto
esencialmente depende del lado de la puerta del baño en
que te encuentres! Quien está dentro dice: «¡Un minuto!».
Ese minuto, a la persona que está esperando afuera le
parece una eternidad.
Todo trabajo espiritual en el mundo está relacionado de
algún modo con la organización de estos cinco elementos.
La práctica fundamental del sistema yóguico es bhuta
shuddhi, la purificación de los elementos en el sistema
físico para que trabajen en armonía. Todas las prácticas
yóguicas derivan esencialmente de la limpieza de estos
elementos. La base de la existencia humana es, en realidad,
la memoria, que penetra profundamente en estos cinco
elementos. Depurar los elementos de las tendencias
compulsivas que se impregnan en el individuo como
resultado de memorias mentales, genéticas, evolutivas y
kármicas contribuye a aportar una sensación de armonía
absoluta entre el individuo y el cosmos. (Exploraremos el
papel de la memoria más extensamente en un capítulo
posterior).
Cuando adquieres pericia en la práctica yóguica te
aproximas a lo que se llama bhuta siddhi o dominio sobre
los elementos. Con este dominio la vida abre sus tesoros
para ti. Salud, bienestar, claridad e iluminación ya no te
pueden ser negadas.
De modo que experimentar la existencia como una gran
posibilidad o como una gran barrera simplemente depende
del grado de colaboración de estos cinco elementos
contigo. La libertad y la esclavitud, ambas, están
determinadas por estos cinco elementos. La misma
existencia que te atrapa también te sustenta. Esta es la
paradoja del proceso de la vida. El amor y el odio, la
libertad y la prisión, la vida y la muerte son inseparables. Si
fueran separables no habría problema, podrías manejarlos.
El problema es que son inextricables. ¡Si tratas de evitar la
muerte, solo acabas evitando la vida!
En la antigua India había cortesanas que eran maestras
en el arte de la seducción. Llevaban joyas sumamente
recargadas que parecían imposibles de quitar. Todo su
cuerpo estaba cubierto de ornamentos. Sacarlos uno a uno
hubiera llevado un largo tiempo. El hombre, enardecido por
la lujuria, quería desnudarla, pero era en vano. Ella le
animaba a seguir bebiendo un poco más. A medida que al
hombre se le nublaba la visión, la tarea de desvestirla iba
haciéndose cada vez más complicada y, finalmente,
acababa dormido roncando. Pero solo había un alfiler:
únicamente era necesario tirar de él y todo lo demás caía al
suelo. Solo ella conocía ese truco.
La vida se parece a esto. Es una red compleja, pero existe
un simple alfiler: tu identidad. La interacción de los cinco
elementos es sumamente evolucionada y complicada, pero
la llave de la libertad es tu persona limitada. Si te
desenchufas, simplemente se desmorona y eres libre. Si
sabes cómo zafarte, la complejidad de la vida se colapsa y
todo se acomoda. La simplicidad de la alineación perfecta
con la existencia es tuya de repente.

SADHANA

La práctica más simple que puedes llevar a cabo


para cambiar la salud y la estructura fundamental de
tu cuerpo es tratar los cinco elementos con devoción y
respeto. Prueba lo siguiente. Cada vez que estés en
contacto consciente con cada uno de los elementos
(lo estás en todo momento), trata de referirte a él
como aquello que consideras el ideal más elevado de
tu vida, ya sea Shiva, Rama, Krishna, Dios, Alá (¡o
incluso Marx!). Ahora mismo eres un ser psicológico y
tu mente está llena de jerarquías. Este ejercicio
asentará la jerarquía. Al cabo de un tiempo, puedes
prescindir de la palabra. Notarás el cambio de
inmediato al aumentar los instantes conscientes en tu
vida. El aire que respiras, los alimentos que
consumes, el agua que bebes, la tierra sobre la que
caminas y el espacio que te sostiene, cada uno de
ellos te ofrece una posibilidad divina.

CONSAGRAR LOS ELEMENTOS

En el sur de la India se construyeron cinco grandes


templos para cada uno de los cinco elementos. Estos
templos no se crearon para el culto, sino para facilitar un
tipo de práctica espiritual concreto.
Con objeto de purificar el elemento agua, ibas a un
templo en particular y llevabas a cabo una práctica
específica. Si deseabas limpiar el elemento aire
acudías a otro templo. De este modo se crearon cinco
maravillosos templos para cada uno de los cinco
elementos, impregnados de la clase de energía que
potenciaba un tipo particular de práctica espiritual.
Tradicionalmente, los buscadores viajaban de un
templo a otro para iniciarse en las prácticas que les
permitían el dominio sobre los elementos y conseguir
la sanación, el bienestar e incluso la trascendencia.
Estos cinco templos se edificaron de tal modo que
funcionaban como un sistema. Se trataba de una
tecnología admirable. Quienes conocían la práctica
espiritual apropiada podían hacer uso de ella.
Quienes no la conocían también se beneficiaban solo
por vivir en aquella zona. Estos templos aún existen
e incluso quienes no comprenden su significado
energético se maravillan ante estas grandiosas obras
arquitectónicas.

El mayor placer

Sucedió una vez... Un día el emperador Akbar preguntó


en la corte:
—¿En vuestra opinión qué es lo que proporciona mayor
placer a una persona?
Hubo un coro de respuestas. Un cortesano dijo:
—El mayor placer es servir a Dios, su Majestad —afirmó
un cortesano.
Los emperadores suelen estar rodeados de toda clase de
aduladores, así que alguien exclamó:
—¡Oh, mi señor, serviros es el mayor placer que puedo
concebir!
—¡Mirar vuestro rostro constituye el gozo más elevado! —
añadió un tercer cortesano.
Las hipérboles brotaban a raudales. Birbal, el sabio,
permanecía sentado y aburrido.
—¿Por qué estás tan silencioso, Birbal? ¿Qué es lo que te
produce mayor placer? —preguntó Akbar.
—Defecar —aseveró el sabio.
Hasta ese momento, Akbar se sentía estupendamente con
toda esa adoración. Ahora se enfureció.
—Tendrás que probar la obscenidad que acabas de
pronunciar en mi corte, a riesgo de perder la vida —le
amenazó Akbar.
—Deme quince días, su Alteza, y se lo probaré —sentenció
Birbal.
—Muy bien —concedió el emperador.
El fin de semana siguiente, Birbal organizó una cacería en
el bosque para Akbar, asegurándose de que lo
acompañaran todas las mujeres de palacio. Montó el
campamento de tal modo que la tienda de Akbar quedaba
situada en el centro. Alrededor de ella colocó a las familias,
las mujeres y los niños. Ordenó a los cocineros que
elaboraran los mejores platos. Estos prepararon deliciosos
manjares de los que Akbar dio buena cuenta; después de
todo, estaba de vacaciones.
Cuando el emperador se levantó al día siguiente vio que
no había ninguna tienda que hiciera la función de váter.
Regresó a su tienda y comenzó a caminar arriba y abajo,
pero la presión que sentía iba en aumento. Aunque trató de
alejarse hacia el bosque, Birbal se había asegurado de que
hubiera mujeres por todo el lugar.
La presión crecía cada minuto. Eran cerca de las doce
cuando Akbar ya no lo soportaba más: estaba a punto de
estallar. Birbal, que observaba toda la escena, deambulaba
murmurando:
—¿Dónde ubicar el baño, dónde ubicar el baño?
Estaba creando confusión y haciendo tiempo.
El emperador no aguantaba más y justo cuando iba a ser
demasiado tarde, consiguieron instalar el servicio. Akbar
entró y gimió aliviado. Birbal, que le esperaba fuera de la
tienda, le preguntó:
—¿Está de acuerdo conmigo ahora?
—Sin duda, es el mayor placer —asintió Akbar.
Liberarte de algo que no puedes contener produce un
bienestar inmenso, con independencia de lo que se trate.
Así pues, el cuerpo puede convertirse en un grave
problema. Una barrera entre tú y el disfrute de la vida.
Si deseas mantener el cuerpo de un cierto modo es
importante que prestes atención a actividades corporales
relacionadas con la alimentación, el sueño y el sexo.
Exploraremos cada una de ellas a lo largo de las siguientes
páginas.

SADHANA

Es importante no comer a todas horas. Si eres menor


de treinta años, tres comidas al día encajarán bien en
tu vida. Si tienes más de treinta años, es mejor
reducirlas a dos comidas por día. El cuerpo y el
cerebro funcionan mejor con el estómago vacío. Sé
consciente de comer de tal forma que el bolo
alimenticio deje el estómago al cabo de dos horas y
media y los residuos sean evacuados por completo en
un período de doce a dieciocho horas. De este modo,
te sentirás más energético, ágil y despierto. Estos son
los ingredientes para una vida exitosa, al margen de
lo que decidas hacer con ella.

El alimento como combustible


Tu cuerpo físico no es sino una acumulación de alimentos.
El yoga otorga a la comida una especial importancia porque
el tipo de alimentos que introduces en tu organismo ejerce
una influencia enorme en la clase de cuerpo que has
construido. Existe una ciencia yóguica que trata sobre qué,
cómo y cuándo comer. Tu tipo de alimentación determina la
calidad del cuerpo y su bienestar.
¿Estás preparando tu cuerpo para correr tan veloz como
un guepardo, estás preparándolo para cargar mucho peso o
tal vez lo preparas para hacerlo receptivo a posibilidades
meditativas más elevadas? Has de consumir la clase de
alimentos adecuados a tu inclinación y a lo que deseas
conseguir en tu vida.
Tu alimentación no solo influye en tu salud física, sino en
tu forma de pensar, sentir y experimentar la vida. Tratar de
comer de forma inteligente significa comprender la clase
de combustible para la que tu organismo está diseñado y
suministrárselo en aras de un máximo rendimiento.
Digamos que compraste un coche de gasolina y lo llenas
con diésel. Tal vez logre funcionar, pero no lo hará al
máximo de sus posibilidades y te durará bastante menos de
lo normal. Del mismo modo, si no comprendemos la clase
de combustible para la que está diseñado este cuerpo, si
introducimos en él todo lo que nos pongan en el plato,
desde luego no funcionará de una forma óptima y su
longevidad podría verse comprometida seriamente. La
compatibilidad del combustible y la máquina es un asunto
de gran importancia si estás buscando una cierta calidad
en el servicio.
¿Para qué clase de alimentos está concebido el cuerpo
humano?
Si consumes ciertos alimentos, el cuerpo se siente bien.
Pero cuando consumes otros distintos, se vuelve apático y
aletargado, y necesita más horas de sueño. Si duermes
ocho horas al día y vives cien años, ¡te habrás pasado un
tercio de tu vida durmiendo! Entre un treinta y un cuarenta
por ciento del tiempo se te habrá ido comiendo, en el
retrete y llevando a cabo otras actividades de higiene.
¡Realmente queda muy poco tiempo para la vida!
Ingieres alimentos para que te aporten energía, pero
cuando los consumes en grandes cantidades, ¿te sientes
energético o aletargado? Dependiendo de la calidad de los
alimentos que tomas, primero sientes aletargamiento y
después, poco a poco, comienzas a sentir energía.
¿Por qué sucede esto?
Por un lado, el organismo no puede digerir la comida
cocinada tal cual; necesita ciertas enzimas para ello. No
todas las enzimas necesarias para el proceso digestivo
están presentes solamente en el cuerpo, los alimentos
también las contienen. Cuando cocinamos la comida,
generalmente entre el ochenta y el noventa por ciento de
las enzimas son destruidas. El cuerpo se esfuerza por
rehacerlas. Estas enzimas destruidas durante la cocción no
pueden recomponerse por completo, así que generalmente,
en la mayor parte de los seres humanos, alrededor del
cincuenta por ciento de los alimentos que consumen se
convierten en desecho.
Por otro lado, está el estrés del organismo. El cuerpo ha
de procesar todos estos alimentos solo para obtener una
pequeña cantidad de energía para la actividad diaria. Si
consumiéramos alimentos con las enzimas necesarias, el
organismo funcionaría en un nivel completamente diferente
de eficiencia y la cantidad de alimentos empleados para
obtener energía sería muy diferente. Consumir alimentos
naturales y crudos, que poseen células vivas, aportará una
gran sensación de salud y vitalidad al organismo.
Puedes experimentarlo fácilmente. No preguntes a tu
médico, tu nutricionista ni tu profesor de yoga. Cuando se
trata de comida, se trata de tu cuerpo. Pregúntale a tu
cuerpo —no al paladar— con qué clase de alimentos se
siente mejor. La clase de comida con la que tu cuerpo se
siente más cómodo es siempre la comida ideal para
alimentarte. Debes aprender a escuchar tu cuerpo. A
medida que evolucione tu conciencia corporal, irás
sabiendo exactamente qué efecto ejercerá en ti
determinado alimento. Ni siquiera tendrás que ponerlo en
tu boca. Puedes desarrollar una sensibilidad especial con la
que te sea suficiente mirar o tocar el alimento para conocer
su impacto potencial en tu organismo.

SADHANA

Podrías probar lo siguiente: prepara la mejor comida


posible para tu cuerpo y enfádate con algo, maldice al
mundo y luego cómetela. Verás cómo te sienta. En la
siguiente comida, adopta la actitud de reverencia que
merecen los alimentos que hacen posible tu vida y
cómetelos. Verás cómo te sientan. (Por supuesto, si
eres sensato, ¡solo harás la segunda parte del
ejercicio!).
La mayor parte de la gente puede reducir a un
tercio la cantidad de alimentos que consume y
sentirse mucho más energética sin perder peso. Es
solo una cuestión del grado de receptividad que
hayas desarrollado. Si puedes llevar a cabo la misma
cantidad de trabajo y mantener todos los procesos
corporales con el treinta por ciento de los alimentos
que ingieres habitualmente, significa que estás
dirigiendo una máquina mucho más eficiente.

LAS SEMILLAS

Al margen de su elevado valor nutricional, el


contenido pránico de las semillas es tremendo, ya
que representan la vida concentrada. Esto sin contar
su enorme valor nutricional. Lo que conocemos por
fruto seco es en esencia una semilla que constituye
una posibilidad maravillosa. Una semilla es el futuro
de la vida de la planta. Una sola semilla es capaz de
volver verde toda la Tierra. Por lo tanto, consumir
cualquier cosa en la forma de semilla puede mejorar
la salud en muchos niveles.
Siempre que sea posible, deja en remojo aquello
que vayas a consumir durante entre seis y ocho
horas, especialmente si son frutos secos. Todas las
semillas poseen una protección química natural. El
remojo en agua hace que estas sustancias tóxicas
salgan a la superficie, por lo que pueden eliminarse
pelando la piel del fruto. Además, el remojo
contribuye a disminuir su elevado contenido proteico,
que a veces dificulta la digestión.

La trampa del comer

Existe un debate constante entre los defensores y los


detractores del vegetarianismo. A menudo me preguntan
qué es mejor.
Los vegetarianos tienden a comportarse como si fueran
moralmente superiores, mientras que los no vegetarianos
se vanaglorian de ser más robustos y aptos para el mundo,
debido a que están dispuestos a incluir a todas las especies
del planeta en su menú. Por eso se han desarrollado
grandes filosofías basadas en elecciones alimentarias.
En el yoga no hay absolutamente nada religioso,
filosófico, espiritual o moral sobre los alimentos que
comemos. Solo es una cuestión de si los alimentos son
compatibles con nuestro tipo corporal.
Esta compatibilidad depende de varios factores. Si tu
máxima aspiración es ponerte fuerte, has de consumir
ciertos alimentos. Si deseas que tu organismo tenga un tipo
particular de inteligencia o si quieres un cuerpo con cierto
nivel de agilidad y conciencia, has de tomar otros
alimentos. Si no te conformas con tener salud y disfrutar de
los placeres de la vida, sino que deseas tener un cuerpo lo
suficientemente perceptivo como para armonizarse con el
cosmos, deberás comer de forma muy diferente. Has de
gestionar tu dieta dependiendo de tu aspiración, o si
aspiras a todo lo anterior, habrás de encontrar un equilibrio
adecuado.
Dejando de lado nuestros objetivos y aspiraciones
personales, ¿para qué tipo de combustible está diseñado el
cuerpo? Esto es lo primero a lo que deberíamos prestar
atención. Después podemos realizar las adaptaciones y
modificaciones necesarias. Si se trata solamente de una
cuestión de supervivencia básica, come lo que quieras. Una
vez que la supervivencia está asegurada y puedes elegir, es
importante que comas de forma consciente y te guíes por el
diseño esencial de tu cuerpo, en lugar de por los deseos
compulsivos del paladar.
En el reino animal puedes dividir a grandes rasgos a los
animales entre herbívoros y carnívoros, los que se
alimentan de vegetales y los que lo hacen de carne o cazan
otros animales. Entre estas dos categorías de animales
existen diferencias fundamentales en el diseño y
construcción de sus organismos. Puesto que estamos
centrados en los alimentos, exploremos los sistemas
digestivos de estos tipos de animales. El tracto
gastrointestinal es un canal que va desde los labios hasta el
ano. Si viajamos por este tubo encontraremos diferencias
fundamentales entre los herbívoros y los carnívoros.
Veamos unas cuantas.
Los carnívoros solo pueden cortar con sus fauces,
mientras que los herbívoros, al igual que los seres
humanos, tienen capacidad de cortar y triturar.
¿Por qué esta diferencia?
Si te metieras un grano de arroz crudo en la boca durante
un minuto o más, notarías que se vuelve dulce. Esta
dulzura se produce porque ahí mismo en tu boca los
hidratos de carbono se convierten en azúcar —una parte
esencial del proceso digestivo—, por una enzima
denominada ptialina presente en la saliva. Esta enzima se
halla en la saliva de todos los herbívoros, pero no de los
carnívoros. Así que los carnívoros tienen que cortar la
comida en trozos pequeños y tragársela, mientras que los
herbívoros necesitan masticarla. El proceso de masticación
implica triturar y mezclar a fondo los alimentos con la
saliva; de ahí la modificación en el diseño de las
mandíbulas.
Si la masticación se realiza adecuadamente, cerca del
cincuenta por ciento del proceso digestivo se lleva a cabo
en la boca. En otras palabras, el estómago debe recibir
alimentos parcialmente digeridos a fin de completar el
proceso eficientemente. Pero en la vida moderna vivimos
con tanto frenesí que engullimos nuestra comida a la
carrera sin masticar adecuadamente.
No solo sobrecargamos el estómago con alimentos no
digeridos, sino también parcialmente destruidos. Las
cocinas actuales se han convertido en lugares donde se
destruye la comida eficientemente. Ingredientes nutritivos
y llenos de vida se degradan sistemáticamente a través del
proceso de cocción, que agota su contenido nutricional y
destruye en gran medida su valor pránico (su capacidad
para apoyar el desarrollo espiritual).
Además, si nos fijamos en la longitud del tracto digestivo
veremos que en los herbívoros es generalmente entre cinco
y seis veces más largo que sus cuerpos. En los carnívoros
es solamente entre dos y tres veces más largo. Es decir, los
carnívoros tienen tractos digestivos bastante más cortos
que los herbívoros, y esta diferencia indica claramente el
tipo de alimentos que debe consumir cada especie.
La carne cruda tarda en digerirse entre setenta y setenta
y dos horas; la carne cocinada, entre cincuenta y cincuenta
y dos horas; las verduras cocinadas, entre veinticuatro y
treinta horas; las verduras crudas, entre doce y quince
horas, y las frutas, entre hora y media y tres horas.
Si dejas un pedazo de carne cruda al aire libre entre
setenta y setenta y dos horas, se inicia un proceso de
putrefacción; de hecho, ¡un trozo pequeño puede hacer que
te marches de casa! La putrefacción ocurre muy
rápidamente en verano, cuando la temperatura y la
humedad lo favorecen. Tu estómago siempre es un lugar
tropical, y si la carne permanece ahí hasta setenta y dos
horas, el nivel de putrefacción será muy elevado. Esto
significa en esencia que habrá una excesiva actividad
bacteriana y el cuerpo deberá emplear una gran cantidad
de energía para contener el nivel de bacterias, a fin de que
no cruce la línea que separa la salud de la enfermedad.
Cuando vas a visitar a un amigo que está ingresado en el
hospital, no le llevas un filete ni una pizza, probablemente
le comprarás algo de fruta. Si estuvieras en la selva, ¿qué
sería lo primero que comerías? Definitivamente fruta
(recordarás que incluso Adán se comió una manzana,
aunque ya sabemos los problemas que esto le trajo).
Después de la fruta vendría la opción de consumir raíces,
matar un animal, cocinar y cultivar. La fruta es el alimento
más digerible y todos los seres humanos lo sabemos de
forma instintiva.
La mayor parte de los animales carnívoros no se
alimentan todos los días, ¡y desde luego no tres veces al
día! Saben que los alimentos se mueven muy lentamente a
través de su tracto digestivo. Se dice que el tigre come una
vez cada seis u ocho días. Es un animal ágil y merodea
incansable en busca de una presa cuando está hambriento,
se come una abundante ración de 25 kg de carne en una
sola comida y después se duerme o se pasea
perezosamente. Una cobra consume el sesenta por ciento
de su peso en una sola comida y come cada doce o quince
días. Los pigmeos de África central solían cazar elefantes;
se comían la carne y los órganos crudos, y se bebían la
sangre fresca. Se dice que tras esta comida, dormían
alrededor de cuarenta horas de un tirón. Pero a medida que
nuestro estilo de vida cambia y se vuelve más urbano y
sedentario, es claro que los seres humanos no pueden
mantener tal modo de vida. Desde luego, tú no puedes
llevar esa forma de vida. Tienes que comer todos los días y
descansar en momentos específicos porque tu tracto
digestivo es similar al de los herbívoros.

EL DEBATE DE LAS PROTEÍNAS

En la actualidad se da mucha importancia al


consumo de proteínas. Es necesario comprender que
solamente el tres por ciento del cuerpo está
compuesto por ellas y un consumo excesivo puede
provocar cáncer. La carne es rica en proteínas. Una
muy pequeña porción de la carne que uno consume
puede satisfacer la necesidad que tiene el cuerpo de
proteína. La parte restante —que atraviesa
lentamente el tracto digestivo— acarrea diversos
problemas como una excesiva actividad bacteriana,
una mayor somnolencia e inercia y una menor
regeneración celular. Todo esto, a su vez, se
manifiesta como una reducción en la sensibilidad de
percepción. Es en este contexto que se ha
considerado que la carne no apoya el progreso
espiritual, ya que este consiste fundamentalmente
en ampliar la percepción más allá de las limitaciones
del ámbito físico.

El drama de la digestión

Otro aspecto de la digestión consiste en que dependiendo


del tipo de alimentos ingeridos se produce un efecto ácido
o alcalino en el estómago. Si consumes una mezcolanza de
alimentos, esto confunde al estómago y hace que ambos
efectos se neutralicen entre sí y se debiliten los jugos
digestivos. De este modo, el bolo alimenticio permanece en
el estómago más tiempo del necesario y se reduce su
capacidad rejuvenecedora en el ámbito celular.
También se genera lo que se conoce como tamas o inercia
en el sistema energético, lo cual con el tiempo alterará la
calidad misma de quién eres y perjudicará la calidad de
quién podrías ser. Tradicionalmente, en el sur de la India la
gente procuraba no mezclar nunca ciertos alimentos. Hoy
en día la comida ha dejado de ser una cuestión de salud
para convertirse en un fenómeno social. La gente sale a
comer a bufés donde se da más importancia a la variedad y
a la cantidad de platos que a cuidar la salud y vitalidad del
organismo.
La cuestión no es qué alimentos deben evitarse, sino qué
cantidad debemos consumir. No se trata de una cuestión
moral, sino de sentido común. Para afrontar una vida
urbana necesitas una mente ágil y activa, así como un
equilibrio físico y mental. Y hay quienes tienen además
aspiraciones espirituales, ¡aunque sea de vez en cuando!
De modo que cada individuo debe encontrar el equilibrio en
su alimentación, no tomando unos votos, sino por medio de
la observación y la conciencia.
Es importante no obsesionarse con la comida. Este tema
no debería ocupar toda tu atención. Toda criatura del
planeta sabe qué comer y qué no. ¿Cuál es nuestro
problema entonces? El problema del ser humano no es una
atención insuficiente, sino un exceso de información.
La ciencia yóguica trabaja esencialmente con la vida
interior del ser humano. A partir de la comprensión
profunda de los mecanismos humanos se desarrollaron
diversos sistemas. Uno de estos fue el Ayurveda, una
disciplina que está volviendo a gozar de popularidad en la
actualidad. El término ayur significa «duración de la vida»,
y veda, «ciencia» o «conocimiento». Así que el Ayurveda es
la ciencia de prolongar la vida. Se trata de un sistema que
utiliza sustancias vegetales y minerales para promover la
salud y corregir las irregularidades en el organismo. Esta
clase de disciplinas fueron diseñadas para ayudar a quienes
eran incapaces de llevar a cabo las prácticas yóguicas
necesarias para conseguir esos mismos objetivos.

SADHANA

El consumo diario de una cucharada de mantequilla


clarificada (ghee, en la India) unos pocos minutos
antes de comer obra maravillas en el sistema
digestivo. Si tomas mantequilla clarificada con azúcar
añadida —como en los dulces— se convierte en grasa
una vez digerida. La mantequilla clarificada
consumida sin azúcar depura, sana y lubrica el tubo
digestivo. Además, la limpieza del colon
inmediatamente se manifestará como luminosidad y
vitalidad en la piel. Incluso aquellas personas que
prefieren evitar los productos lácteos podrían
experimentar con esto, ya que el ghee atraviesa el
sistema digestivo sin ser digerido en su mayor parte.

EL CÓDIGO EVOLUTIVO

Si tuvieras que consumir alimentos no vegetarianos,


la mejor opción sería el pescado, por ser fácil de
digerir y de alto valor nutricional, y además porque
deja la menor huella posible en ti.
¿Qué quiere decir esto?
Nuestros cuerpos —todo lo que comemos,
excretamos y finalmente es incinerado o enterrado—
son solo tierra. El software corporal determina que
cuando te tomas una pieza de fruta, esta se convierte
en un cuerpo humano y no en un mono o un ratón. La
eficacia del sistema borra el otro software que transformó
la tierra en un fruto y obedece solamente al software que
convertirá la fruta en una forma humana. En los animales
más evolucionados, especialmente los mamíferos, el
software es más diferenciado e individualizado. De este
modo, al sistema de descifrado de códigos le resulta más
complicado borrar el software del animal que consumes
para sobrescribir un nuevo software.
Al ser una de las primeras formas de vida en el
planeta, los peces son los animales que tienen el
código fuente más sencillo de descifrar e integrar en
el cuerpo humano. Los animales más inteligentes,
sobre todo los capaces de experimentar diversas
emociones (como las vacas o los perros), conservan
sus propios sistemas de memoria; por esta razón,
somos incapaces de integrar totalmente en nuestro
sistema a los seres más inteligentes, evolucionados y
con capacidad de sentir emociones.
En el pasado, aunque las comunidades que vivían
en armonía con la tierra cazaban y comían animales,
evitaban las consecuencias por medio de una
actividad física intensa. Pero con la vida actual
mayormente sedentaria, la acidez producida por ese
tipo de alimentación podría estar relacionada con los
inexplicables niveles de estrés que afectan a tantas
personas hoy en día. Además, los animales grandes,
en especial las vacas, son conscientes de su muerte
inminente mucho antes de que se produzca;
experimentan en consecuencia elevados niveles de
estrés que generan una gran acidez en su organismo,
que a su vez tendrá un efecto negativo en quienes
consuman su carne.

El sentido gastronómico
Si observas los ritmos naturales del cuerpo humano,
descubrirás que atraviesa ciclos de entre cuarenta y
cuarenta y ocho días de duración, denominados mandalas.
En cada uno de estos ciclos existen tres días en los que el
cuerpo no necesita alimentarse.
Si eres consciente de cómo funciona tu cuerpo, te darás
cuenta de que algunos días no necesitas alimentos y
puedes ayunar sin esfuerzo. Incluso los perros y los gatos
tienen este conocimiento y deciden ayunar ciertos días.
Los días en que el organismo no requiere alimentos, son
días de depuración. Puesto que la mayoría de la gente no es
consciente de qué día debería ayunar, en el calendario
indio se fijó el Ekadashi, un día considerado
tradicionalmente idóneo para ayunar que tiene lugar el
undécimo día del segmento lunar y que se repite cada
catorce días. Quienes no puedan dejar de comer por su
actividad o por carecer de una práctica espiritual que
apoye el ayuno pueden optar por hacer una dieta de fruta.
Si te fuerzas a ayunar sin haber preparado el cuerpo y la
mente lo suficiente, solo perjudicarás tu salud. Pero si has
preparado tu cuerpo, tu mente y tu energía adecuadamente
con las prácticas necesarias, el ayuno puede resultarte
sumamente beneficioso.
Ayunar puede resultar complicado para la gente que
consume nicotina y cafeína con regularidad, de modo que
ha de adaptarse el cuerpo previamente mediante el
consumo de alimentos adecuados, en especial los que
presentan un alto contenido en agua, como las frutas y las
verduras. Si bien es posible que el ayuno no sea apto para
todo el mundo, aporta múltiples beneficios si se practica
con la comprensión adecuada.
El objetivo del yoga es abrir el capullo del cuerpo físico al
cuerpo sensorial más amplio, en el que todo lo
experimentas como una parte de ti mismo. El ayuno es una
extensión de esta lógica: constituye una forma de nutrirte
sin una ingesta activa, aun cuando hoy en día se considere
sobre todo una desintoxicación; por esta razón, todas las
tradiciones espirituales del mundo han establecido ciertos
períodos de ayuno para sus fieles. En la tradición yóguica
estos períodos se fijaron de acuerdo con el calendario
lunar, ya que la capacidad de asimilar la energía del agua,
el aire y la luz solar es mayor en unos días concretos de
este ciclo. En algunas religiones este período se estableció
en pleno verano, cuando el consumo de agua y sol es
naturalmente más alto.
Mi bisabuela —una mujer extraordinaria, considerada una
excéntrica por quienes no tenían ni idea— solía dar su
comida a las hormigas y los gorriones mientras le corrían
lágrimas de dicha por el rostro. La gente le preguntaba:
«¿Por qué no comes, anciana?», y ella respondía: «Estoy
llena». Todos aquellos consejeros fallecieron mucho antes
que ella. ¡Murió a la increíble edad de ciento trece años!
Mi madre también solía hacer lo mismo: todos los días
antes de desayunar tomaba un poco de comida y buscaba
algunas hormigas a las que alimentar; solo después comía
ella. Esta costumbre se ha practicado tradicionalmente
entre las mujeres en un gran número de familias. Una
hormiga es el ser vivo más diminuto que puedes tener a tu
alrededor, el organismo más insignificante en el que puedas
pensar; justo por eso la alimentas a ella primero. No
realizas una ofrenda a los dioses u otras criaturas
celestiales, sino a la criatura más minúscula que conoces.
Este planeta les pertenece tanto como a ti. Comprendes
que cada criatura de este planeta tiene el mismo derecho a
vivir que tú. Esta comprensión puede contribuir a crear un
ambiente favorable —física y mentalmente— para la
ampliación de la conciencia.
Un simple acto como este afloja tu identificación con el
cuerpo físico. Al ser menos corpóreo, mejora tu conciencia
de otras dimensiones de quien eres de forma natural.
Cuando tienes mucha hambre, lo único que desea el cuerpo
es comer. Espera un par de minutos y verás que se produce
una gran diferencia: cuando estás muy hambriento, eres el
cuerpo, pero si creas un poco de espacio, de pronto, ya no
eres solo un cuerpo.
Gautama Buda llegó a afirmar: «Si a pesar de estar muy
necesitado de alimento ofreces tu comida a otra persona, te
volverás más fuerte». Yo no pretendo llegar tan lejos, pero
sí te aconsejo que esperes unos minutos antes de comer. Te
fortalecerá sin duda.
Si tienes una relación compulsiva con la alimentación es
positivo que te saltes una comida de forma consciente.
Prueba lo siguiente: un día en que tengas mucha hambre o
se sirva tu plato favorito, trata de saltarte esa comida. No
se trata de imponerte una tortura, sino de escapar de la
cámara de torturas en la que el cuerpo puede convertirse
fácilmente.
Qué tipo de comida comes, cuánto comes y cómo comes:
transformar esto de un patrón compulsivo a un proceso
consciente es la esencia del ayuno.

SADHANA

Experimenta: comienza consumiendo hoy un


veinticinco por ciento de alimentos crudos —fruta o
verdura— y ve aumentando la cantidad hasta llegar al
cien por cien en cuatro o cinco días. Mantente así
durante uno o dos días y luego ve disminuyendo esa
cantidad un diez por ciento cada día, hasta llegar en
cinco días a un cincuenta por ciento de alimentos
crudos: la cantidad ideal para la mayor parte de la
gente que desea estar activa entre dieciséis y
dieciocho horas al día.
Recuerda: puede que te lleve unos quince minutos
comerte un plato cocinado y que tardes un poco más
en tomar la misma cantidad de alimentos crudos al
tener que masticar más, pero en ese caso, pasados
quince minutos, el cuerpo te indicará igualmente que
ya tiene suficiente; de este modo, la gente suele
comer menos y adelgazar. Todo lo que se necesita es
ser un poco más consciente de las cantidades.

De la inquietud al sosiego

El hecho de que duermas por las noches y el nivel de


relajación que aporta el descanso nocturno establece una
diferencia entre cómo te sientes por la mañana y durante
las últimas horas del día. Si pudieras permanecer relajado
mientras llevas a cabo las actividades diarias, al anochecer
estarías tan energético y entusiasmado como por la
mañana.
Despertarse descansado es un buen comienzo, pero a
medida que va disminuyendo el nivel de relajación a lo
largo del día comienzas a sentirte estresado. Es importante
tener presente que el estrés no es causado por el trabajo.
Si bien todo el mundo piensa que su trabajo es estresante,
ningún trabajo lo es. Puede que haya ocupaciones que
presenten desafíos o jefes desagradables, colegas
inseguros, plantas de urgencias en los hospitales, plazos
imposibles o incluso que te encuentres en medio de una
zona de guerra; pero estas situaciones no son en sí
estresantes, es nuestra reacción compulsiva ante esas
situaciones la que ocasiona el estrés. El estrés constituye
un cierto nivel de fricción interna y, en este sentido, puedes
lubricar fácilmente el mecanismo interno con algo de
trabajo interior y conciencia; así pues, lo que te estresa
realmente es tu incapacidad de gestionar tu propio sistema.
En cierto modo no sabes cómo manejar tu cuerpo, tu mente
y tus emociones, ese es el problema.
¿Cómo podemos tener a raya el estrés y mantener el
mismo nivel de entusiasmo, relajación y alegría, tanto por
la mañana como por la noche?
En promedio el pulso de una persona con el estómago
vacío puede oscilar entre setenta y ochenta latidos; el de
una persona que lleva a cabo una práctica meditativa
correcta oscila entre treinta y cuarenta, e incluso después
de una buena comida se mantendrá en torno a cincuenta.
Este es solo un parámetro que indica el nivel de relajación
que experimenta tu cuerpo momento a momento. La
relajación define en esencia la capacidad de
reabastecimiento y rejuvenecimiento del cuerpo.
No puedes frenar el sistema a costa de actividad; lo que
es necesario es mantenerlo de tal forma que la actividad no
le cueste trabajo. Quizá te agotes físicamente, pero no debe
estresarte de manera alguna. Merece la pena que seas
capaz de permanecer relajado al tiempo que estás
vibrantemente activo. Si comienzas a ejecutar ciertas
prácticas de yoga, al cabo de tres o cuatro meses es posible
que el ritmo cardiaco disminuya entre ocho y veinte
pulsaciones como mínimo, lo cual significa que el cuerpo
estará funcionando con más eficacia y relajación.
El cuerpo no necesita dormir, sino relajarse. Si lo
mantienes sumamente relajado durante el día, la necesidad
de sueño decrecerá de manera natural. Si trabajar y pasear
o hacer ejercicio también constituyen una fuente de
relajación para ti, dormirás todavía menos.
En la actualidad queremos hacerlo todo de manera difícil;
veo a la gente pasear por los parques en un estado de
tensión. Pero camines o corras, ¿por qué no hacerlo de
forma fácil y gozosa? Practicar ejercicio manteniéndote
tenso puede dañarte más que beneficiarte, ya que tu
actitud es como si estuvieras dirigiéndote hacia el campo
de batalla.
No luches con la vida; no estás en contra de ella, tú eres
vida. Armonízate con ella y verás cómo la vives sin
esfuerzo. Mantenerte sano y en forma no es una lucha.
Realiza actividades con las que disfrutes: juega a algún
juego, nada, pasea, corre... ¡Si lo único que te gusta es
comer tarta de queso durante todo el día, tienes un
problema! Por lo demás, no existe incompatibilidad entre la
actividad y la relajación.
¿Cuánto tiempo de sueño necesita tu cuerpo? Depende
del nivel de actividad física que realices. No hay ninguna
necesidad de establecer la cantidad de comida o sueño
requeridas; programar la cantidad de calorías que debes
consumir y el número de horas que debes dormir es una
forma tonta de vivir. Deja que sea el cuerpo el que decida
cuánto comer y no tú: si hoy estás poco activo, comerás
menos, y si mañana estás muy activo, comerás más. Lo
mismo ocurre con el sueño: cuando el cuerpo se sienta
descansado se despertará, ya sea a las tres, a las cuatro o a
las ocho de la mañana. En lo que se refiere a la comida y el
sueño, el cuerpo es el mejor juez.
Si tu cuerpo tiene cierto nivel de alerta y conciencia,
verás que se despierta una vez que ha descansado lo
suficiente, siempre que tenga deseos de vivir. Si alguien
estuviera tratando de usar la cama como tumba, eso sí
sería un problema. Mantén tu cuerpo de tal forma que no
abrigue anhelo de evitar la vida ni escapar de ella, sino que
esté deseando despertarse.

SADHANA

Dormir sin almohada o con una muy bajita, evitando


comprimir la columna, favorece la regeneración del
cerebro y las células del sistema neurológico. Si
duermes sin almohada, lo mejor es yacer en posición
supina, una postura conocida en yoga como
shavasana, que potencia la purificación y el
rejuvenecimiento del cuerpo, favorece el flujo libre de
la energía y proporciona vitalidad y relajación; pero no
hay razón para ser dogmático en este punto (¡al
menos en lo concerniente al sueño no tomes una
postura!).

De lo carnal a lo cósmico

La existencia es una danza entre lo inmanifestado y lo


manifestado. En el momento en que se produce la
manifestación hay dualidad: la luz y la oscuridad, lo
masculino y lo femenino, el nacimiento y la muerte, etc.
Aunque la unidad es el material básico de la creación, la
dualidad aporta textura, diseño y color a la vida.
Fundamentalmente, la vida en todas sus expresiones tiene
su origen en la dualidad. Donde hay dos, hay muchos otros,
pero si solo hubiera uno, no habría existencia. El juego de
la vida comienza con dos elementos.
Una vez que se instaura lo dual, el sexo aparece. Lo que
denominamos sexo tiene lugar cuando dos partes de esa
dualidad tratan de convertirse en uno. En el encuentro
entre elementos duales también se satisfacen ciertas
necesidades naturales como la procreación y la
conservación de las especies. Toda dualidad persigue la
unidad debido a que lo que fue uno se ha manifestado como
dos y se produce un anhelo perpetuo de regresar a la
unidad.
Este anhelo de unidad se expresa de múltiples maneras.
Cuando eres joven y las hormonas se han apropiado de tu
inteligencia, esa forma es el sexo; cuando eres de mediana
edad y las emociones se han apropiado de tu inteligencia,
esa forma es el amor; cuando eres anciano y estás
desprovisto de travesuras hormonales, esa forma es la
oración. Pero con independencia de la edad, cuando
trasciendes todo eso y buscas esa unión en un nivel de
conciencia mucho más elevado, el yoga es el camino.
Si buscas alcanzar una unidad física con otro cuerpo, has
de recordar que los cuerpos físicos siempre serán dos, al
margen de lo que hagas. Durante unos minutos se produce
una sensación de unidad y luego las personas se separan; si
no es con un divorcio, será con la muerte. Ocurrirá de
forma inevitable.
El sexo consiste en dos opuestos que tratan de
convertirse en uno. Tu individualidad no solo implica unos
falsos límites que has establecido en tu mente en forma de
preferencias y aversiones, gustos y opiniones, sino también
estar atrapado dentro de los bordes de tu cuerpo físico.
Aunque no estés conscientemente al tanto de ello, en tu
interior, la vida está deseando romper esas barreras.
Cuando deseas traspasar tus límites mentales, quizá
entables una conversación seria, te leas un libro, o bien
bebas alcohol, consumas alguna droga o hagas algo
inusual; del mismo modo, para atravesar tus límites físicos,
tal vez te pongas un piercing o un tatuaje, te tiñas el pelo o
te decidas por la tradicional vía del sexo.
Si bien la intención del sexo es maravillosa, el método
tiene poco futuro. Implica placer, así que hace que dos
personas se atraigan mutuamente, pero la unidad solo se
produce momentáneamente, por lo que tratas de congeniar
en otras áreas como las emociones y el intelecto; por esta
razón, la gente siempre está tratando de encontrar puntos
en común: «Nos gusta el mismo helado; ambos somos
rubios y jugamos a videojuegos; compartimos el mismo
signo del zodiaco y nos agradan los mismos programas de
TV...»; sin embargo, a menos que comprendas que nunca
podréis ser uno, no sabrás disfrutar de lo opuesto.
Estas dos energías que denominamos «masculino» y
«femenino» tratan de unirse constantemente; al mismo
tiempo, a pesar de ese anhelo de fusión, son fuerzas
opuestas: enemigos y amantes. Al tratar de encontrar
semejanzas parece que tienen pocos puntos en común, pero
la atracción por el opuesto está siempre presente.
Mucha gente no es capaz de afrontar el acto sexual tal
como es, de modo que le añade toda clase de adornos para
embellecerlo. Le agregas siempre un elemento de emoción,
porque sin ese estímulo te parecería una actividad carente
de belleza; de algún modo, tratas de empañar tu visión de
la realidad con todo tipo de decoraciones.
Si bien el sexo es un instinto natural que está presente en
el cuerpo, la sexualidad es algo inventado y pertenece al
ámbito de lo psicológico. Cuando el sexo está circunscrito
al cuerpo es bello y correcto, pero desde el momento en
que se vuelve mental, se convierte en una perversión. El
sexo no tiene nada que ver con la mente; aunque constituye
un pequeño aspecto de ti, se le ha dado una importancia
desmedida y para muchos se ha convertido en la propia
vida.
Me atrevería a afirmar que en la sociedad moderna
gastamos el noventa por ciento de la energía en perseguir o
evitar el sexo. El sexo es simplemente un truco de la
naturaleza para asegurar la reproducción. Si no existiera
esta atracción de los opuestos, las especies se extinguirían;
pero en la actualidad hemos establecido una distinción
enorme entre hombre y mujer como si se tratara de
especies separadas. Ninguna otra criatura del planeta
afronta el problema que tenemos los seres humanos con el
sexo. Los animales sienten el impulso sexual solo en ciertos
momentos, pero está en la mente de los humanos todo el
tiempo.
Una de las razones de esto es la negación de este simple
proceso físico por parte de diversas religiones a lo largo de
la historia, hasta el punto de volverlo pecaminoso. A causa
de no poder aceptar nuestras funciones biológicas, en lugar
de ver más allá de sus limitaciones, tratamos de negarlas.
Si no hubiéramos tenido un problema con nuestros
procesos biológicos, no habríamos establecido distinciones
entre quién es quién; se nos reconocería por nuestro valor,
y ser hombre o mujer sería una cuestión irrelevante. La
explotación de la mujer comienza una vez que no puedes
aceptar las diferencias fundamentales entre un hombre y
una mujer.
No se trata de sacralizar los aspectos biológicos, pero
tampoco de considerarlos algo sucio. Son un instrumento
de la vida gracias al cual tú existes. Si sabes cómo vivirlo
sin elevarlo ni menospreciarlo, tiene su propia belleza.
La sensualidad que experimentas constituye una
invitación química para que algo que no eres tú se vuelva
parte de ti. Esta es la forma en que la naturaleza te impulsa
hacia la unidad o yoga. Aunque la sensualidad es de
naturaleza festiva, también es discriminatoria. Cuando dos
individuos se unen en un apasionado encuentro excluyen o
incluso borran al resto del mundo; pero si deseas que esa
celebración perdure, tu sensualidad o tu pasión ha de
incluirlo todo. Cuando te encuentras en un estado de
pasión inclusiva, eso es yoga. De modo que la negación no
es la respuesta; la expansión es la única respuesta.
Y si desconoces la sensualidad del aliento que da la vida
que está presente en cada momento de tu vida, ¿cómo
puedes aspirar a conocer cualquier otro tipo de goce?
Experimentar la naturaleza orgásmica del proceso
respiratorio se denomina ana pana sati yoga, el yoga de la
respiración entrante y saliente. Ana pana significa
literalmente «dentro» y «fuera»; mientras que el
significado de sati es «consorte femenina», haciendo una
clara referencia a una unión orgásmica; así pues, ana pana
sati yoga te inicia en una participación consciente y
profunda con tu respiración y te muestra cómo la entrada y
salida del aire puede convertirse en una fuente de éxtasis
indescriptible.

SADHANA

El cuerpo humano alberga las potencialidades más


elevadas, posibilidades que van desde lo más burdo a
lo más sagrado; de este modo, puedes optar por
llevar a cabo actividades simples como comer, dormir
y tener relaciones sexuales de forma mecánica y
desagradable, o bien aportarles una dimensión
sagrada incorporando a estos actos pensamientos,
emociones e intenciones más sutiles. Sobre todo,
recuerda que la vulgaridad y la santidad de algo se
decide en gran medida por tu grado de inconsciencia
y desinterés, o bien de conciencia y buena
disposición. Cada respiración, cada paso, cada acto,
cada pensamiento y cada emoción pueden resultar
sagrados si se llevan a cabo reconociendo la santidad
de la otra parte, ya sea una persona, un alimento o un
objeto.
De todos los gestos amorosos de los que son
capaces dos seres humanos, el simple acto de darse
la mano puede convertirse en uno de los más íntimos.
¿Por qué ocurre esto? Básicamente porque el sistema
energético funciona en las manos y los pies de una
forma particular. El hecho de juntar las palmas puede
resultar mucho más íntimo que el contacto entre otras
partes del cuerpo.
Puedes probar esto contigo mismo, sin necesidad de
otra persona. Cuando juntas las manos, las dos
dimensiones energéticas de tu interior (derecha-
izquierda, solar-lunar, yin-yang, etc.) se unen de cierta
manera y comienzas a experimentar una sensación
interna de unidad. Esta es la lógica implícita en
namaskar, el saludo tradicional indio que constituye
un medio para la armonización interna.
De modo que la forma más simple de experimentar
un estado de unidad es probar este sencillo namaskar
yoga. Junta las manos y presta una atención amorosa
a cualquier objeto que utilices o consumas, o bien a
cualquier forma de vida que encuentres. Cuando
comienzas a poner esta clase de atención en
cualquier acción por simple que sea, tu experiencia de
la vida cambia para siempre. ¡Incluso existe la
posibilidad de que al juntar las manos consigas
también unir el mundo!

El secuestro hormonal

Alguien me preguntó en una ocasión: «¿No es raro que la


gente esté más obsesionada con el sexo que con cualquier
otro impulso físico?». Pues bien, no hay nada extraño en
ello; esto se debe a la apropiación hormonal que hemos
mencionado anteriormente. En todo caso, el impulso más
poderoso no es el sexo, sino el hambre.
Los pensamientos de índole sexual suelen constituir una
conducta compulsiva; cuando eras un niño, no te importaba
qué tipo de órganos reproductivos tenía alguien, pero en el
momento en que se inicia la actividad hormonal, no puedes
pensar en otra cosa; después, cuando llegas a cierta edad y
el juego hormonal disminuye, nuevamente deja de
suscitarte interés y al mirar atrás no puedes creer que te
importara tanto.
No hay nada malo en el cuerpo, solo que es limitado.
Tampoco hay nada malo en esa limitación; si te centras en
lo corporal, es posible que obtengas algunos placeres. No
es un crimen querer vivir de forma limitada, solo que tu
vida no será plena.
Aunque te otorgara una bendición y de pronto todos los
hombres o mujeres del planeta te desearan, seguirías
insatisfecho. Experimentarás algo de placer y dolor, pero
vivirás solamente dentro de la esfera física; el cuerpo solo
conoce la supervivencia y la procreación, y camina derecho
hacia la tumba en todo momento, a ningún otro lugar.
Tu cuerpo no es sino un préstamo de este planeta y lo que
llamas «muerte» es simplemente su devolución a la Madre
Tierra. Todo lo que está vivo en este planeta forma parte
del proceso de reciclaje de la Tierra. Aunque puede que
pienses que ahora mismo estás dirigiéndote a tu oficina, tu
casa o a un partido de fútbol, en lo concerniente al cuerpo,
caminas, momento a momento, directo hacia la sepultura.
Puede que lo hayas olvidado, pero poco a poco, con el paso
del tiempo, te resultará evidente que esa es la naturaleza
del cuerpo. Si todo lo que conoces es el cuerpo —y de todos
modos vas a perderlo—, el miedo y la ansiedad serán tus
fieles compañeros.
Hoy en día empieza a pensarse que el temor es una parte
natural de la existencia, pero no es así: el miedo es el
resultado de una existencia incompleta. Si no has explorado
la vida en toda su magnitud y multidimensionalidad,
limitándote al cuerpo físico, la desconfianza es la
consecuencia natural.
¿Has oído hablar de George Best? Fue uno de los mejores
futbolistas de su tiempo en Inglaterra. Estaba resuelto a
vivir al máximo del modo que mejor sabía. Los medios lo
describían como un hombre que había gozado de la
compañía de las estrellas de cine y las modelos más
famosas; pero a los treinta y cinco años se había convertido
en un hombre deprimido, frustrado y destrozado, y a los
cincuenta y nueve estaba muerto. El problema no es la
muerte, sino tu forma de vida. Aunque se supone que este
futbolista lo tuvo todo, su vida fue terrible.
Esto es porque las formas del ámbito físico están
circunscritas. Tu cuerpo tiene un limitado papel que jugar
en tu vida. Tratar de extender ese papel a todas las esferas
de la vida te causará sufrimiento porque estarás tratando
de crear algo falso. La vida dispone de millones de
ingeniosas fórmulas para doblegarte.
Aunque no hay nada malo en las hormonas, una vez que
vives de forma compulsiva, vives una vida de esclavo.
Puede que todo te vaya bien —tu negocio, tu familia, tus
relaciones—, pero poco a poco, a medida que te dominen
diferentes tipos de impulsos, comenzarás a sentirte cada
vez más desgraciado. Hay algo en tu interior que no desea
ser un esclavo. La búsqueda de riquezas y bienestar físico
lleva a muchas personas a actuar de forma cada vez más
desesperada. Si miras lo que hay debajo de la apariencia
respetable de la civilización descubrirás las formas de
abuso más abominables de las que ni siquiera se libran
nuestros hijos. Estas son las consecuencias de no atender a
todas las dimensiones del ser humano y permanecer
confinados en el estrecho ámbito físico.
Hoy en día el culto al cuerpo está generando un
sufrimiento indescriptible. Hemos avanzado mucho en
cuestiones materiales como la sanidad, los seguros, los
vehículos... Disfrutamos de más comodidades y servicios
que cualquier otra generación, pero el sufrimiento es
inmenso. En las sociedades prósperas casi una de cada
cinco personas toma algún tipo de medicación para
mantener el equilibrio mental. Cuando tienes que tomar
una pastilla todos los días para permanecer cuerdo, no
vives una existencia gozosa; estás a punto de derrumbarte
por haber convertido un pequeño aspecto de tu vida en el
todo de tu vida.

MORTALIDAD Y PROFUNDIDAD

Solamente cuando reconoces tu naturaleza mortal


te abres a conocer otros aspectos de la existencia; es
entonces cuando comienza el proceso espiritual.
Sucedió una vez... Dos hombres de más de ochenta
años se encontraron; uno de ellos reconoció al otro y
le preguntó:
—¿Luchaste en la Segunda Guerra Mundial?
—Sí —respondió su interlocutor.
El primero preguntó por el lugar y el batallón en el
que había servido el segundo, quien le explicó todos
los detalles.
—¡Dios mío! ¿No me reconoces? ¡Estuvimos en la
misma trinchera! —exclamó el primero.
Enseguida congeniaron y hablaron y hablaron. En
realidad, solamente habían vivido un episodio de
unos cuarenta minutos de intenso combate, pero
hablaron de cada bala que atravesó el aire y de las
cuales se habían librado de milagro. Conversaron
durante más de cuatro horas sobre aquellos cuarenta
minutos.
Cuando ya habían agotado el tema, uno le preguntó
al otro:
—¿A qué te has dedicado desde la guerra?
—Pues durante los últimos sesenta años he sido un
simple dependiente.
Aquellos cuarenta minutos habían definido sus
vidas porque la mortalidad les pisaba los talones a
cada momento. En la batalla habían establecido un
profundo vínculo. Aparte de eso, la vida de ese
hombre podía resumirse en una sola frase: había sido
un simple dependiente.
Cuando reconoces tu naturaleza mortal descubres una
profundidad indescriptible en tu interior; si no has tomado
conciencia de tu naturaleza eterna, al menos debes
percatarte de tu condición de mortal. La muerte no es el
final de la vida, sino el final del cuerpo. Si has vivido con
una fuerte identificación con tu parte física, opondrás una
mayor resistencia a la muerte, ya que esta marca el cese
del cuerpo. Solo cuando afrontas tu mortalidad —el término
potencial pero inevitable de la forma física— el anhelo de ir
más allá se vuelve genuino.
Mente
¿Un milagro o un caos?

Sucedió una vez... Un hombre que deseaba adquirir


poderes sobrenaturales fue de gurú en gurú buscando este
conocimiento desesperadamente. Su búsqueda le llevó
hasta una ermita remota en los Himalayas.
El gurú de ese ashram adivinó el propósito de su
búsqueda y trató de disuadirlo:
—¿Qué harás con esos poderes?, ¿qué importancia tiene
aprender a caminar por encima del agua? ¡Lo hará mejor
una barca! No malgastes tu vida en vanos afanes, mejor
sería enseñarte meditación.
Aunque el maestro intentó quitarle la idea de la cabeza, el
hombre se mantuvo firme.
—Bueno, si tienes tanta determinación, date un baño en el
río mañana a las cuatro de la madrugada y ven a verme. Te
iniciaré en los secretos de lo sobrenatural —accedió
finalmente el gurú.
El hombre estaba entusiasmado. Se bañó en un gélido río
del Himalaya, que le heló la sangre, y se fue a ver al
maestro.
—Verás, es muy sencillo. Tengo un mantra secreto. Si lo
pronuncias tres veces al día durante los próximos cuarenta
días, poseerás todos los poderes sobrenaturales —le
propuso el maestro.
Seguidamente le reveló el mantra:

Asatoma sadgamaya.
(Condúceme de la ignorancia a la verdad).

—Tienes que repetir este mantra sagrado tres veces al día


y toda la esfera de lo sobrenatural será tuya. Eso sí, al
pronunciar el mantra no debes pensar en monos —añadió
el maestro.
El hombre estaba sorprendido por la simplicidad de la
práctica.
—¿Nada más? —preguntó contento—. ¿Puedo irme ya?
—Por supuesto. Vete y regresa al cabo de cuarenta días —
respondió el gurú.
El hombre se marchó sumamente emocionado.
—¡Este gurú tonto me ha revelado todos sus secretos sin
siquiera cobrarme! —pensó—, y me ha aconsejado que no
piense en monos. ¿Por qué habría de hacerlo? ¡Qué
advertencia tan ridícula!
Descendió la montaña y llegó a la ribera del río Ganges.
Se bañó en el río sagrado y se sentó para iniciar su
práctica. Pero tan pronto como había pronunciado la
primera palabra, «asatoma», empezó a pensar en monos.
Cada vez que aparecía un mono en su mente se daba otro
baño en el río. Trató de recitar el mantra adoptando
diversas posturas yóguicas, pero cada vez que pronunciaba
la primera sílaba, en su mente surgía una multitud de
monos. Al cabo de una semana de intensa práctica ya no le
era necesario el mantra: su mente era un universo repleto
de monos, una pesadilla de simios. Acosado por
innumerables primates e incapaz de hacer cualquier otra
cosa, el hombre regresó adonde el gurú y le dijo:
—Ya no quiero tus malditos superpoderes, ¡solo libérame
de estos monos!
Si te dices a ti mismo que no quieres pensar en alguna
cosa concreta, eso será lo primero que aparecerá en tu
mente. Así es la naturaleza de la mente humana.
En los últimos tiempos se han llevado a cabo múltiples
investigaciones sobre la actividad cerebral. Si te fijas en el
modo en que las neuronas se activan en el cerebro verás
que en esa actividad existe una gran cohesión que permite
el funcionamiento eficaz de este órgano. En tu cuerpo están
ejecutándose ahora mismo un billón de sofisticados
procesos gracias a la coordinada y compleja danza
neuronal.
Pero, por desgracia, en la mayoría de nosotros la mente
se convirtió en un circo. Un circo es en realidad una
actividad bien coordinada que deliberadamente luce
caótica, en la que incluso el payaso es un gimnasta; aunque
represente el papel de bufón, tiene mucho talento en su
profesión. La imagen del payaso ejemplifica la experiencia
de casi todo el mundo en lo relativo a su actividad mental.
¿Cómo la mente, esa asombrosa gimnasta, se ha
convertido en un payaso? ¿Cómo siendo una fuente de
magia se ha transformado en un desorden? ¿Por qué este
milagroso instrumento se ha vuelto una máquina de
fabricar sufrimiento?
Como he mencionado antes, todo ser humano busca
básicamente el bienestar, por dentro y por fuera. En lo
externo entran en juego multitud de factores de los que
nadie tiene completo dominio; sin embargo, en lo interno
solamente existe un ingrediente: tú mismo. Podrías ser el
arquitecto y creador de tu vida interior, pero no sabes
cómo; ese es el problema. Si tuvieras el control de tu
mundo interior, seguramente no te ocasionarías sufrimiento
a ti mismo. Una libertad fundamental de la que dispones es
pensar en lo que desees. ¿Qué es entonces lo que te impide
tener pensamientos agradables?
El problema radica en que tu mente no sigue tus
instrucciones. Imagina a un hombre paleolítico pulsando el
teclado de una computadora: ¡lo que salga en la pantalla
parecerá una secuencia de obscenidades!
El sistema del yoga constituye una tecnología destinada a
crear una distinción entre tú y tu mente. Existe un espacio
entre tú y lo que has acumulado física y mentalmente.
Tomar conciencia de este espacio es el primer y único paso
hacia la libertad. Es el contenido fisiológico y psicológico
acumulado lo que causa patrones cíclicos en tu vida y más
allá de ella. Si puedes mantener una conciencia constante
de este espacio entre tú y tu cuerpo-mente, habrás abierto
una dimensión de posibilidad ilimitada.
Solamente hay dos formas de sufrimiento en este mundo:
el físico y el mental. Una vez que esta distancia se
convierta en un factor constante en tu experiencia, habrás
alcanzado el cese del sufrimiento. Habiéndose eliminado el
miedo al sufrimiento, puedes caminar por la vida a toda
marcha, sin temor a explorar todo lo que la vida pueda
ofrecerte. Tu capacidad para utilizar este fenómeno tan
sofisticado que es el cuerpo-mente puede llevarte a una
nueva dimensión de experiencia y eficacia cuando no te
identificas con él. Aunque suene paradójico, es cierto. A
medida que la experiencia del espacio crece, la mente va
dejando de ser caótica para convertirse en una gran
sinfonía, una posibilidad inmensa que te permite ascender
grandes alturas.
El yoga es un viaje hacia una realidad en la que
experimentas la naturaleza esencial de la existencia como
una unidad ilimitada. Esta experiencia es posible solamente
si mantienes ese espacio entre tú y tu cuerpo-mente. Es
importante recordar que esta unidad ilimitada es una
experiencia y no una idea, filosofía o concepto. Si
consideras la unidad del universo como una teoría
intelectual, puede que esta idea te haga popular en una
cena o recibas aplausos en un seminario, incluso tal vez
ganes el Premio Nobel, pero nada más. La experiencia de la
unidad ilimitada, sin embargo, puede conducirte a otra
dimensión completamente distinta, una dimensión de amor
y dicha, mucho más allá del ámbito cerebral.
En realidad, ver la unidad de todo de forma intelectual
puede resultar perjudicial. La gente profesa todo tipo de
teorías filosóficas caprichosas sobre convertirse en uno con
el universo y amar al mundo entero, hasta que la vida les
enseña una buena lección. En lo que se refiere a cuestiones
económicas, el límite entre tú y el otro es sumamente claro,
¡en esas ocasiones no queda duda de si tú y yo somos uno o
no!
Sucedió una vez... Shankaran Pillai acudió a una clase de
vedanta, la corriente metafísica de la India cuya doctrina
central es la no dualidad entre el individuo y lo divino. El
profesor, un docto filósofo, se encontraba en el punto álgido
de su exposición: «Tú no eres solamente esto o aquello;
estás en todas partes. No existe lo “tuyo” y lo “mío”: tú eres
todo lo que es, todo es tuyo. En lo esencial, todo es uno. Lo
que ves, oyes, hueles, degustas y tocas no es realidad, es
maya, todo ilusión».
Esta incuestionable retórica vedanta zumbaba en la
mente de Shankaran Pillai. Se fue a su casa y lo consultó
con la almohada. A la mañana siguiente, se despertó
enardecido; aunque le encantaba dormir, saltó de la cama a
causa del vedanta. Sus primeros pensamientos fueron: «No
hay nada que no sea mío; todo es mío; todo es yo mismo.
Todo lo que hay en este mundo es yo mismo y todo es
maya».
Y ya sabes que, sin importar la filosofía que se profese, el
hambre llega a intervalos regulares, de modo que
Shankaran Pillai se dirigió a su restaurante favorito, pidió
un gran desayuno y lo devoró diciendo para sí: «La comida
soy yo, también el que sirve la comida soy yo, también el
que come soy yo». ¡Vedanta!
Al acabar de desayunar estaba en un estado tan elevado
de vedanta que en su mente no había cabida para asuntos
mundanos como pagar la cuenta; así que se levantó y
comenzó a salir. Cuando todo es tuyo, ¿cómo puede haber
facturas?
Justo al pasar por la caja, el dueño se dio la vuelta para
atender otro asunto. Shankaran Pillai vio un fajo de billetes
e inmediatamente recordó lo que afirmaba el vedanta:
«Todo es tuyo; no puedes diferenciar entre esto y aquello».
Así pues, dado que sus bolsillos estaban bastante vacíos,
metió su mano en la caja, tomó algo de dinero, lo puso en
su bolsillo y salió del restaurante. No tenía la intención de
robar a nadie, solo estaba practicando el vedanta.
De repente, algunas personas del restaurante salieron
corriendo y lo atraparon. Shankaran Pillai les dijo:
—¿A quién estáis tratando de atrapar? Vosotros sois quien
atrapa y lo atrapado; sois al mismo tiempo el capturado y el
que captura. Cuando no existe tal cosa como tú y yo, ¿a
quién le voy a pagar?
¡El dueño estaba estupefacto! Solo tenía una cosa clara:
—¡Tienes mi dinero en el bolsillo!
—Quien captura y quien es capturado soy también yo
mismo —prosiguió diciendo Shankaran Pillai.
El dueño no sabía cómo lidiar con este tipo de clientela y,
desesperado, llevó ante los tribunales a Shankaran Pillai.
Allí Shankaran Pillai continuó con su retórica vedanta. El
juez trató infructuosamente de hacerle entender que había
cometido un robo, pero fue en vano. Finalmente, el
magistrado se dio por vencido y dijo:
—Muy bien, que reciba diez latigazos en el trasero.
Primer latigazo... Shankaran Pillai gritó de dolor.
—No te preocupes: todo esto es maya. No existe ni el
placer ni el dolor. Todo es maya —le recordó el juez.
Segundo latigazo... Shankaran Pillai exclamó:
—¡Basta!
—Tú eres el que azota y el que es azotado —le recordó el
juez.
Tercer latigazo... Shankaran Pillai imploró:
—¡Para, para!
—No hay tal cosa como comenzar ni terminar. Es todo
maya —le recordó el juez.
Esto fue así hasta completar diez latigazos. Antes de
haber llegado a diez, el vedanta quedó purgado de la mente
de Shankaran Pillai.
Así pues, una comprensión intelectual que no esté
sustentada por un conocimiento experiencial puede
conducir a juegos mentales y estados engañosos. Pero si la
unidad se convierte en una realidad experiencial, no dará
lugar a acciones inmaduras, sino a una experiencia vital
inmensa que te transformará para siempre.
La universalidad no es una idea, sino una verdad
existencial; es la individualidad la que es una idea. El yoga
es simplemente chitta vritti nirodha, lo cual significa que si
cesa la actividad mental y tú te hallas aún plenamente
consciente, estás en yoga.
Pero no trates de detener la actividad mental a la fuerza
porque te volverás loco. Para la mente los tres pedales del
coche son aceleradores y no existen ni los frenos ni el
embrague, ¿te has dado cuenta? No importa qué pedal
presiones, la mente solo acelera el ritmo. Pero si no le
prestas atención, los pensamientos disminuirán
lentamente, dejándote en un silencio intenso y vibrante.

SADHANA

Recuérdate a ti mismo una vez cada hora como


mínimo que todo lo que cargas —tu bolso, tu dinero,
tus relaciones, la sensación de pesadez de tu corazón
y tu cuerpo— son cosas que has acumulado durante
un período de tiempo. Si tomas mayor conciencia de
este hecho fundamental, incluso mientras se produce
un proceso de desidentificación en tu interior —
equilibrado por una profunda sensación de
participación con todo lo que te rodea—, pasarás del
malestar y locura de la mente humana a ser
meditativo.
Creerte separado de la existencia

Tienes la capacidad de generar pensamientos porque


existes, pero tu proceso mental se ha vuelto tan compulsivo
que tu enfoque ha cambiado de lo existencial a lo
psicológico, ¡hasta el punto de haber llegado a creerte que
existes porque piensas! Los fundamentos de la filosofía
occidental en realidad están basados en el famoso axioma
del filósofo del siglo xvii René Descartes: «Pienso, luego
existo».
Es hora de volver a plantear un hecho fundamental: eres,
luego tal vez puedas pensar. Esto no tiene que ver con
ninguna filosofía oriental ni occidental: es simplemente una
realidad existencial.
Puedes «ser» y aun así escoger entre pensar o no pensar.
Los momentos más bellos de tu vida —los instantes de
dicha, alegría, éxtasis o paz absoluta— han sido momentos
en los que no estabas pensando en nada, únicamente eras;
la existencia es incluso sin la presencia de tus
pensamientos.
¿Qué son en realidad los pensamientos? No son sino
información que has recopilado y reciclado. ¿Eres capaz de
pensar en algo que no haya acumulado tu mente? Todo lo
que hace la mente humana es reciclar datos antiguos.
Así pues, te pregunto lo siguiente: ¿quieres vivir como un
ser viviente o como un ser pensante? Ahora mismo te pasas
el noventa por ciento del tiempo pensando acerca de la
vida, no viviéndola. ¿Has venido a este mundo para
experimentar la vida o para pensar sobre ella? Aunque tu
actividad mental sea insignificante en comparación con el
proceso de la existencia, se ha vuelto mucho más
importante que este. Es hora de que la humanidad cambie
el significado al proceso de la vida una vez más. Es una
necesidad urgente. Nuestras vidas dependen de ello.
Sucedió una vez... (Casi seguro que se trata de un relato
apócrifo, pero no importa demasiado; suena a verdadero).
Aristóteles, el padre de la lógica moderna y el gigante
intelectual de la antigua Grecia, estaba paseando por la
playa. Ante él se desplegaba una puesta de sol majestuosa,
pero no tenía tiempo para contemplar sucesos tan
insignificantes; estaba pensando seriamente sobre algún
importante problema de la existencia. Para la mente
intelectual la existencia es siempre un problema y
Aristóteles tenía la intención de resolverlo. Así pues,
caminaba arriba y abajo sumido en pensamientos solemnes.
En esa misma playa había otro hombre que estaba
haciendo algo con tanta intensidad que, al cabo de un rato,
incluso Aristóteles se percató de su presencia. Quienes
están inmersos en su realidad psicológica suelen hacer
caso omiso de lo que ocurre a su alrededor. Por lo general,
no tienen los ojos para mirar una flor, una puesta de sol, un
niño, una cara sonriente..., y si se topan con un semblante
sombrío, no sienten la inclinación de hacer que sonría; ¡no
tienen esos deberes o cuidados menores del mundo! Están
demasiado ocupados descifrando los grandes
rompecabezas de la existencia.
Pero la intensidad de este hombre era tal que ni a
Aristóteles le pasó desapercibida. Al observarle más
atentamente, se percató de que ese individuo iba y volvía
del mar con gran determinación. Aristóteles dejó de lado
sus reflexiones y le preguntó:
—¿Qué estás haciendo exactamente?
—Por favor, no me interrumpas, estoy haciendo algo muy
importante —respondió el hombre, continuando con su
trabajo con redoblada intensidad.
Movido por la curiosidad, Aristóteles le preguntó de
nuevo:
—¿Pero qué estás haciendo?
—No me molestes; es algo muy importante —respondió el
hombre.
—¿Y qué es eso tan importante? —inquirió Aristóteles.
El hombre le enseñó un pequeño agujero que había
cavado en la arena.
—Estoy vaciando el océano en este agujero —dijo el
hombre mientras sostenía una cucharita en la mano.
Aristóteles miró el hoyo y soltó una carcajada. Hemos de
tener en cuenta que el filósofo era del tipo que podía
pasarse un año sin soltar ni una sola risita. Se necesita un
corazón para reír. El intelecto no puede reír, solo puede
diseccionar.
Pero incluso Aristóteles se rio ante semejante respuesta y
le señaló:
—¡Esto es ridículo! Tienes que estar loco, ¿sabes lo vasto
que es el océano?, ¿cómo vas a meterlo en ese agujerito y
además con una cuchara? ¡Al menos si tuvieras un balde,
podrías haber tenido alguna oportunidad! Por favor, déjalo,
esto es una absoluta locura.
El hombre miró a Aristóteles, tiró la cuchara y anunció:
—Mi trabajo está hecho.
—¿Qué quieres decir? —replicó Aristóteles—. Ni hablar de
vaciar el océano, ¡ni siquiera el agujero está lleno!, ¿cómo
vas a haber terminado?
El otro hombre se levantó y le explicó:
—Estoy tratando de vaciar el océano en este agujero con
una cucharita y me dices que es una auténtica locura; pero
¿qué estás tratando de hacer tú?, ¿sabes lo vasta que es
esta existencia? Puede contener miles de millones de
océanos como este y mucho más, y tú estás intentando
vaciar todo esto en el pequeño agujero de tu mente, y
además ¿con qué? ¡Con cucharas denominadas
pensamientos! Por favor, déjalo, es completamente ridículo.
El que hablaba era Heráclito, el otro gran filósofo griego.
En un instante, mostró a Aristóteles la inutilidad de la
existencia que estaba llevando al intentar extender su
lógica a todos los aspectos de la vida.
Si deseas conocer las dimensiones experienciales de la
vida, nunca lo conseguirás con los insignificantes procesos
de la mente. Aunque tengas la inteligencia de Einstein, tus
pensamientos seguirían siendo insuficientes porque los
pensamientos no pueden ser más grandes que la vida. El
pensamiento solo puede ser lógico y funcionar entre dos
polaridades. Así que, si quieres conocer la vida en toda su
inmensidad, necesitas algo más que el intelecto.
Esta es la elección fundamental que tienes: aprender a
vivir con la creación o fabricar tu propia creación en tu
cabeza.
¿Qué opción prefieres?
El planeta gira con exactitud matemática, algo nada
desdeñable. Las galaxias y la totalidad del universo
funcionan a la perfección, ¡pero tú tienes un pequeño
pensamiento desagradable arrastrándose por tu mente, y
es un mal día! El problema es que estás viviendo en un
espacio psicológico que no tiene ninguna conexión con la
realidad y te sientes inseguro porque puede derrumbarse
en cualquier momento.
Comparado con la vastedad y grandeza del espacio
cósmico, eres menos que una partícula de polvo. Pero tú
crees que tu pensamiento —que es menos que una
partícula dentro de ti— debería determinar la naturaleza de
la existencia. Has perdido la perspectiva de la vida: ese es
el problema fundamental.
Seguramente has oído hablar de Buda. Su nombre era
Siddhartha Gautama y llegó a ser un Buda; pero él no fue el
único Buda. Un ser humano que ha trascendido su
intelecto, la dimensión lógica y discriminativa de la mente,
es un Buda. Los seres humanos se han inventado múltiples
maneras de sufrir y el centro de fabricación no es sino la
propia mente. Cuando dejas de identificarte con tu mente,
eres libre para experimentar la vida más allá de las
limitaciones. Ser un Buda implica que te has convertido en
testigo de tu propio intelecto.
La esencia del yoga, como he mencionado anteriormente,
es simplemente esto: llegar a ese momento donde hay un
espacio claro entre tú y tu mente. Una vez que esto sucede,
comienza una vida de mayor claridad, percepción y
autonomía. Es el nacimiento de la libertad.

LOS LÍMITES DE LA LÓGICA

Sin el pensamiento lógico no podrías sobrevivir en


este planeta y, al mismo tiempo, demasiada lógica es
un auténtico suicidio. Supongamos que mañana te
levantas y comienzas a pensar de un modo lógico al
cien por cien. No pienses acerca de la salida del sol,
los pájaros que surcan el cielo, la cara de tu hijo ni
los capullos florecidos del jardín; solo pensarás de
forma lógica. Tendrás que levantarte, ir al baño,
cepillarte los dientes, desayunar, trabajar, comer,
volver a trabajar, cenar y dormir. Al día siguiente lo
mismo. Durante los próximos treinta, cuarenta o
cincuenta años tendrás que hacer exactamente lo
mismo. ¡Si pensaras de un modo cien por cien lógico
no habría motivos para estar vivo!
En una ocasión sucedió lo siguiente en Nueva York:
un hombre regresaba a casa tarde del trabajo y de
pronto se le ocurrió una idea romántica. Fue a una
floristería y compró un ramo de rosas rojas; una vez
en casa, llamó a la puerta. Abrió su mujer.
Ella lo miró y comenzó a gritar:
—¡Hoy he tenido un día horrible! ¡La llave del agua
tiene una pérdida, el sótano está inundado, los niños
se han peleado tirándose la comida y he tenido que
limpiarlo todo, el perro se ha puesto enfermo, mi
madre no está bien y ahora tú tienes la cara de
volver a casa borracho!
Así que si piensas de un modo cien por cien lógico,
la vida pierde toda posibilidad; los momentos de una
lógica extrema son momentos de suicidio. Solo
sabiendo cuándo has de usar la lógica y cuándo es
necesario trascenderla, tu vida será bella.

SADHANA

Podrías probar a llevar a cabo esta sencilla práctica:


ajusta un grifo para que caigan entre cinco y diez
gotas por minuto. Trata de observar cada gota: cómo
se forma, cómo cae, cómo salpica la superficie.
Practica este ejercicio entre quince y veinte minutos al
día. Poco a poco irás tomando conciencia de muchas
cosas que ocurren a tu alrededor y en tu interior de
las que ahora no eres consciente. Este simple ejercicio
puede iniciar un proceso de sensibilización que te
aportará claridad y tendrá un impacto más grande de
lo que esperas. En realidad, con este simple proceso
estarás explorando una de las ramas del yoga
conocida como dharana, que significa «aquello que
fluye». No nos estamos refiriendo al agua, sino a la
atención y, a su vez, a la conciencia. El objetivo es
hacer que la atención fluya y conecte con su objeto,
en este caso, el agua. Este no es un ejercicio de
observación o apreciación. Se trata de un ejercicio de
atención que vuelve fluido lo que era intermitente y
esporádico. (Desde una perspectiva amplia, el agua y
tú ya son uno. Tu individualidad es solo tu idea).

La mugre de la identidad

El intelecto es como un bisturí. Su función es cortar la


realidad y permitirte distinguir una cosa de otra. Para que
un cuchillo corte sin esfuerzo, es importante que la
sustancia sobre la que actúe no se quede adherida a él. Un
cuchillo pegajoso es obviamente un instrumento poco
eficiente.
Supongamos que utilizas un cuchillo para cortar un pastel
hoy, carne mañana y fruta pasado mañana. Si se le pegaran
restos de los alimentos después de cada uso, con el paso
del tiempo acabaría siendo un instrumento inútil.
Probablemente hayas experimentado algo parecido:
¡cuando cortas mangos o manzanas después de haber
picado cebolla, todo termina sabiendo a cebolla! Un
cuchillo así entorpece en lugar de ayudar; en otras
palabras, una vez que tu intelecto se identifica con algo, se
queda encadenado a esa identidad y te deja con una
experiencia del mundo completamente distorsionada.
Sucedió una vez... Por razones políticas, Akbar, el gran
emperador, fue separado de su madre en su infancia. Una
mujer que tenía un hijo pequeño se encargó de amamantar
a Akbar cuando era un bebé y fue recompensada más tarde
por sus servicios; de este modo, asignaron unos cuantos
pueblos a su hijo —que era un niño un poco mayor que
Akbar— y lo convirtieron en un pequeño gobernante.
Muchos años después, Akbar fue coronado como
emperador; pero el otro chico, quien carecía de la
inteligencia y capacidad necesarias para gobernar,
derrochó todos sus recursos, lo perdió todo y se quedó en
la pobreza.
Un día, cuando tenía alrededor de treinta y dos años se le
ocurrió una genial idea:
—El emperador y yo hemos bebido la leche de la misma
madre, de modo que somos hermanos, ¡y dado que yo nací
primero soy el hermano mayor!
Con esta idea firmemente asentada en su mente, visitó a
Akbar y le contó esa misma historia:
—Verás, somos hermanos y yo soy el mayor, pero mira en
qué estado me encuentro: soy pobre ¡y tú un emperador!
¿Cómo puedes dejar que viva de este modo?
Akbar se conmovió profundamente. Lo acogió en su
palacio y lo trató como un rey. Puesto que el recién llegado
no estaba acostumbrado a la corte, cometió numerosas
meteduras de pata; pero el generoso Akbar seguía
diciendo:
—Es mi hermano mayor. Hemos bebido la leche de la
misma madre.
Y lo presentó a todo el mundo como su hermano mayor.
Este fue el estado de las cosas durante algún tiempo, hasta
que el hermano mayor tuvo que regresar a su pueblo para
encargarse de algunos asuntos. Akbar le dijo:
—Hermano mío, me apena que perdieras los pueblos que
te dieron. Te concederé cinco más para que tengas un
pequeño reino.
—Pero tú has tenido tanto éxito porque dispones de
numerosos consejeros. Yo no tengo a nadie que me
aconseje y por eso estoy perdido. Si tuviera buenos
ministros y consejeros yo también construiría un gran
imperio. ¡Sobre todo, cuentas con Birbal! ¡Es tan
inteligente! ¡Si tuviera a mi servicio a alguien como él, yo
también sería un gran emperador! —replicó su hermano.
—Si quieres puedes llevarte a Birbal contigo —concedió el
bondadoso Akbar.
Mandó llamar a Birbal y le ordenó:
—Debes ir con mi hermano mayor.
—Su Alteza, su hermano mayor se merece alguien mejor
que yo. ¿Por qué no enviar a mi hermano mayor en vez de a
mí? —le sugirió Birbal.
A Akbar le pareció una idea estupenda, ya que no le hacía
demasiada gracia la idea de perder a Birbal.
—Convócalo de inmediato —ordenó encantado.
La partida hacia el nuevo reino estaba prevista para el día
siguiente y se organizó una gran despedida en la corte. La
excitación se respiraba en el aire mientras todo el mundo
esperaba a Birbal con su hermano mayor.
Finalmente, Birbal llegó acompañado de un toro a rastras.
—¿Qué es esto? —preguntó Akbar.
—Este es mi hermano mayor —anunció Birbal.
—¿Estás tratando de insultarnos a mí y a mi hermano? —
inquirió Akbar, enfurecido.
—No, mi señor, este animal es mi hermano mayor: ambos
hemos bebido la leche de la misma madre —aclaró Birbal.
Una vez que tu intelecto o buddhi, según la terminología
yóguica, se identifica con algo, funcionas dentro de la
esfera de esa identidad. Tus pensamientos y emociones
brotan de aquello con lo que te identificas. Supongamos
que en este momento te identificas como un hombre, todos
tus pensamientos y emociones fluirán a partir de esa
identificación; lo mismo sucede si te identificas con tu
nacionalidad o tu religión. Con independencia del
contenido mental y emocional, identificarse con algo
conlleva un cierto grado de prejuicio. De hecho, tu propia
mente es en sí misma tendenciosa. ¿Por qué? Porque
funciona basándose en datos limitados y está dirigida por
un intelecto esencialmente discriminativo. De modo que la
mente —que debería ser una escalera hacia lo divino—
avanza a trompicones en una mediocridad inagotable y, en
ciertas ocasiones, se convierte en una vía directa hacia un
auténtico infierno.
La identidad en torno a la cual funciona el intelecto se
denomina ahankara. Continuando con la analogía del
cuchillo, la mano que lo maneja es la identidad o, en otras
palabras, es tu identidad la que dirige y determina tu
intelecto. Cuando usas un cuchillo, no solo es importante
disponer de una hoja afilada, sino también de una mano
firme que lo sujete; sin una mano firme puedes acabar
cortándote de millones de maneras. La mayor parte del
sufrimiento de los humanos no se debe a causas externas.
Lo que les acontece desde el exterior es mínimo; ¡el resto
es pura autoayuda!
Una vez que te identificas con algo que no eres, la mente
se convierte en un tren expreso imparable. Si pones la
mente a máxima velocidad y quieres frenar, no funcionará;
pero si eres capaz de desenredarte de todo lo que no eres
—si te des-identificas— verás que la mente se vuelve como
una página en blanco: cuando desees usarla, lo harás; si no,
permanecerá vacía, desprovista de cargas psicológicas. Así
debería ser; pero en la actualidad estás identificado con
innumerables etiquetas y, al mismo tiempo, tratas de
detener la mente: esto simplemente no va a funcionar.
Con independencia de lo que creas que eres, en el
momento en que la muerte te confronta, toda identificación
desaparece. Si los seres humanos aprendieran a prescindir
de estas etiquetas de forma voluntaria, la vida sería
dichosa. Si no cargaras tu intelecto con identificaciones —
físicas, familiares, sociales, académicas, de género, de raza,
de casta, de religión, comunitarias, nacionales, incluso de
especie— avanzarías hacia tu naturaleza absoluta de forma
natural. Si no, será la muerte quien lo destruya todo, ¡y de
eso no tengas ninguna duda!
Cuando usas tu inteligencia para tratar de alcanzar tu
naturaleza absoluta, esto se llama gnana yoga o yoga del
saber. Los gnana yoguis no pueden permitirse identificarse
con nada; hacerlo significaría el fin de su exploración. Pero,
por desgracia, lo que ha ocurrido con gnana yoga, al menos
en la India, es que sus defensores abrigan múltiples
creencias: «Yo soy el Alma Universal, el Absoluto, el Ser
Supremo»; se lo saben todo, desde la organización del
universo a la forma y tamaño del alma. Todo esto lo han
aprendido en los libros. Esto no es gnana yoga. Cualquier
información que manejes que no proceda de una
experiencia viva es irrelevante; tal vez sea sagrado pero
igualmente irrelevante. No te liberará, solamente servirá
para enredarte aún más.
Un toro que pastaba en un campo fue adentrándose poco
a poco en el interior del bosque y después de varias
semanas de alimentarse del frondoso pasto se volvió
sumamente gordo. Un león que estaba haciéndose viejo y
tenía dificultades para cazar como antes vio este toro bien
corpulento, se abalanzó sobre él para matarlo y se lo
zampó. Ahora ya tenía el estómago lleno y rugió de
satisfacción. Unos cazadores que pasaban por allí
escucharon el rugido, localizaron a la fiera y la mataron a
tiros. Moraleja de la historia: cuando estás tan lleno de
sandeces es mejor que no abras la boca2.
Son muy pocas las personas que disponen del intelecto
necesario para seguir la vía del gnana yoga plenamente. La
mayoría necesitan una gran preparación. Existe una
práctica yóguica destinada a volver el intelecto tan agudo
como el filo de una navaja con objeto de que no se apegue a
nada; pero se trata de un proceso que lleva demasiado
tiempo, ya que la mente es muy tramposa y puede generar
millones de ilusiones. Así pues, como parte de tu viaje
espiritual el gnana yoga es una propuesta factible; como
camino único es apto solo para unos pocos.

SADHANA

Siéntate a solas durante una hora sin lecturas,


televisión, teléfono ni comunicarte con nadie.
Simplemente observa qué pensamientos dominan tu
mente, ya sean sobre comida, sexo, coches, muebles,
joyas o alguna otra cosa. Si te descubres pensando
repetidamente en ciertas personas o cosas, te
identificas básicamente con el cuerpo; en cambio, si
tus pensamientos versan sobre aquello que te
gustaría hacer en el mundo, te identificas
fundamentalmente con la mente; todo lo demás son
complejas ramificaciones de estos dos aspectos. No se
trata de un juicio de valor, es más bien un modo de
saber en qué fase de la vida te encuentras. La rapidez
con la que desees evolucionar dependerá de tus
elecciones.

Imbuir el intelecto de conciencia


El sistema yóguico distingue dieciséis dimensiones de la
mente que se dividen en cuatro categorías: la dimensión
diferenciadora o discriminativa de la mente, o el intelecto
(buddhi); la dimensión de la mente acumulativa o memoria
(manas), que recopila información; y lo que se conoce como
conciencia (chitta), que está más allá del intelecto y la
memoria. La cuarta dimensión, ahankara, de la que hemos
hablado previamente, es el aspecto de la mente de la que
se deriva tu sentido de identidad.
La primera dimensión —el intelecto, buddhi— resulta
esencial para la supervivencia. Eres capaz de diferenciar a
una persona de un árbol y sabes que tienes que salir por la
puerta y no por la pared solamente porque tu intelecto
funciona. Sin discernimiento no sabrías cómo sobrevivir en
este planeta. En áreas más complejas y sofisticadas, el
intelecto ha contribuido inmensamente a la cultura y la
civilización humanas.
El problema de nuestro tiempo, sin embargo, es que este
aspecto juega un papel de una importancia
desproporcionada. La educación moderna ha fomentado un
desarrollo totalmente desequilibrado de esta parte de la
mente. La esencia del intelecto es dividir, y es por ello que
la humanidad se ha embarcado en una aventura de total
división, discriminación y disección hasta separarlo todo,
incluso el átomo invisible.
Una vez que le has dado rienda suelta, el intelecto divide
todo lo que encuentra y no te permite estar con nada
totalmente. Aunque constituye un instrumento maravilloso
para la supervivencia, es una barrera terrible entre tú y tu
experiencia de la unidad de la vida.
¿Cómo afrontar este problema?
El yoga nos proporciona una vía que, en nuestros tiempos,
no solo es una estrategia útil; es quizá nuestra única
oportunidad de revertir una carrera que está lanzándonos
de cabeza hacia la autodestrucción.
El intelecto se ha convertido en una barrera porque lo
mantienes constantemente sumergido en la parte
acumulativa de la mente, la memoria o manas. Examina
esto por ti mismo y descubrirás que todo pensamiento que
aparece en la mente tiene su origen en datos que has
acumulado previamente consciente o inconscientemente.
En todo caso, esto básicamente significa que tu intelecto
está perpetuamente inmerso en el pasado; en tal estado
nada nuevo es posible y, de este modo, pierde su agudeza y
se convierte en una trampa.
Expresado de forma simple, la parte acumulativa de la
mente es el cubo de basura de la sociedad, es meramente
un cúmulo de impresiones que has recopilado del exterior.
Cada persona con la que te encuentras introduce algo en tu
mente y se marcha: tus padres, tus profesores, tus amigos,
tus enemigos, los predicadores, el presentador de noticias,
prácticamente todo el mundo. No puedes elegir de quién
recibir y de quién no. En el momento que dices: «Esta
persona me desagrada», ¡sueles acabar recibiendo mucho
más de él o de ella que de nadie más! Tienes la capacidad
de procesar la información que te llega, pero eso es todo.
La labor de tu poderoso intelecto se ha limitado a reciclar
la basura que has recogido.
El ataque de información que recibe tu mente a diario te
llega únicamente por medio de los cinco órganos
sensoriales. Estos, como hemos visto anteriormente,
perciben todo solo por comparación; donde hay
comparación siempre habrá dualidad. Si te mostrara la
mano, podrías ver un lado o el otro, pero no ambos. La
percepción sensorial es siempre fragmentada; aunque te
proporcione una ilusión de totalidad, no te permite conocer
nada completamente.
Cuando tu intelecto está sumergido en esta dimensión
limitada, fragmentada y acumulativa de la mente, sacas
conclusiones absolutamente distorsionadas sobre la vida.
Desgraciadamente, cuanto más absorta está la gente en los
pensamientos, más infelices son. Permíteme ser claro: el
pensamiento por sí solo no es un problema. Las personas
que piensan con claridad deberían ser felices.
Desafortunadamente, la realidad de una gran mayoría de
personas es que ¡cuanto más piensan, más incapaces son
de sonreír! El problema es simplemente que su facultad de
discernimiento se ha vuelto esclava de las limitaciones de
su percepción.
Pero el intelecto puede agudizarse si permites que se
empape de otro aspecto de la mente: la conciencia o chitta.
Si deseas alcanzar tu naturaleza absoluta a través de la
mente, has de afinar la capacidad discriminativa del
intelecto de verdad, en el sentido último. Esto no significa
dividirlo todo en bueno y malo, correcto e incorrecto, alto y
bajo, cielo e infierno, sagrado y profano, sino aprender a
discernir lo real de lo ilusorio, la verdad existencial de la
verdad psicológica.
Si impregnas el intelecto de conciencia, la dimensión
discriminativa de la mente puede convertirse en una
milagrosa herramienta de liberación. Puede llegar a ser
aguda como el filo de una navaja, distinguir lo verdadero de
lo falso y conducirte a una nueva dimensión de la
existencia.
Aprende a meter el intelecto en la funda de la conciencia,
en lugar de ponerlo en el mismo saco de la memoria y la
identificación. Una vez que hagas esto, este potente
instrumento puede cortar y abrir el camino, sin esfuerzo
alguno, hacia la verdad última.

Sadhana

Cuando caminas por una cuerda floja no te queda otro


remedio que mantenerte atento. Si tu intelecto está
escogiendo constantemente entre lo que es bueno y lo que
es malo, se ha convertido en un instrumento parcial, y al
estar tan ocupado dividiendo el mundo entre el bien y el
mal, indudablemente te caerás de la cuerda. Inspirándote
en esta metáfora podrías tratar de aumentar la precisión de
tus movimientos corporales (si practicas hatha yoga, esto
debería ocurrir de todos modos). Por ejemplo, si ves una
línea recta en el suelo, prueba a caminar justo sobre ella
con un paso natural; no se trata de que te vuelvas inseguro
sino de que desarrolles precisión o exactitud. Pruébalo con
tu cuerpo y observa qué sucede: realiza cada movimiento y
cada gesto de forma precisa. Esta es una forma de imbuir
el intelecto de conciencia.

La conciencia es vitalidad

¿Qué queremos decir con el término «conciencia»? ¿Cuál


es su significado? ¿Cómo podemos acceder a ella?
Antes que nada, hemos de establecer una importante
distinción: la conciencia no es lo mismo que estar alerta;
esta última solo mejora tu capacidad de sobrevivir en el
mundo, es como la cualidad de los perros, se trata de un
elemento instintivo útil para la supervivencia, pero no para
nuestra expansión. Por otra parte, la conciencia no es algo
que haces: es lo que eres. Conciencia es vitalidad.
La conciencia o chitta es la dimensión de la mente que
han menospreciado las sociedades modernas bajo su propio
riesgo. Se trata de la inteligencia que no ha sido
corrompida por la memoria, la dimensión más profunda de
la mente que te conecta con aquello que constituye la base
de la existencia. Cuando accedes a esta dimensión, te
hallas en un nivel superior de conciencia que te permite
estar plenamente consciente e intoxicado al mismo tiempo
¡sin necesidad de estímulos externos! Cuando aprendes a
conectar con chitta, accedes a un estado de dicha de forma
natural.
El sueño, la vigilia y la muerte no son sino diferentes
niveles de conciencia. Cuando estás durmiendo la siesta y
alguien te zarandea para despertarte, el mundo regresa en
un instante —algo nada desdeñable—, en ese momento
recreas toda la existencia. El mundo, que había
desaparecido de tu experiencia, aparece de nuevo, pero no
en siete días; en un solo instante.
¿Cómo sabes si el mundo existe o no? Solamente por tu
experiencia; no dispones de ninguna otra prueba. De modo
que la conciencia es aquello que puede crear o eliminar
esta existencia. Esa es su magia.
Tienes la posibilidad de ampliar tu conciencia a diferentes
niveles y a medida que la desarrollas vas abriéndote a
nuevas dimensiones de la existencia. Mundos que nadie
hubiera imaginado en sus sueños más fantasiosos, se
vuelven una realidad viva para ti.
Cuando estás dormido el mundo no existe porque en gran
medida te hallas en un estado de inconsciencia; pero
incluso durante el sueño no estás completamente
inconsciente. La diferencia entre una persona dormida y
otra muerta radica en la conciencia. Igualmente, hay una
diferencia entre una persona en estado de vigilia y una
persona iluminada o despierta. Si bien alguien que ha
despertado también duerme por la noche, ha desarrollado
tanto su conciencia que una parte de él ya no duerme. Los
órganos sensoriales se cierran, el cuerpo reposa un poco,
pero todo lo demás permanece activo debido a que ha
conseguido un nivel superior de conciencia.
El desarrollo de la conciencia es un proceso de
inclusividad, una forma de abrazar la existencia entera.
Aunque no puedes forzarlo, sí puedes establecer las
condiciones adecuadas para que suceda. No trates de ser
consciente, no funcionará. Si mantienes los ámbitos físico,
mental, emocional y energético correctamente alineados, la
conciencia florecerá y estarás mucho más vivo de lo que
estás ahora.
Cuando conectas con tu conciencia de forma consciente
accedes a la dimensión más sutil de la esfera física o
akasha. Como hemos visto anteriormente, el universo es un
juego de cinco elementos: agua, fuego, tierra, aire y éter.
La creación no es más que una fiesta de estos cinco
elementos. En la terminología yóguica, akasha designa el
éter, el quinto elemento que rodea a cada ser humano. Si
bien los otros elementos se hallan en el interior del cuerpo,
la dimensión akáshica o etérica envuelve el cuerpo físico
normalmente hasta una distancia de entre 45 y 55 cm.
Dado que se trata de un elemento todavía físico, contiene
cierta información. Cualquier cosa que sucede en tu vida
con cierta intensidad o profundidad está escrito en este
campo de akasha que te rodea.
El acceso a la conciencia te permite contactar con la
dimensión akáshica que rodea tu cuerpo, así como con la
que rodea el planeta, el sistema solar y todo el universo.
Sin ayuda de la tecnología moderna, los antiguos sabios de
la India y otras partes del mundo adquirieron un
extraordinario conocimiento del cosmos gracias a
chidakasha o la dimensión akáshica de nuestra inteligencia.
Una vez que has conectado con tu conciencia ya no tienes
que tratar de lograr nada, ni siquiera tienes que desear o
soñar, porque lo mejor que te pueda pasar, te pasará. En la
tradición yóguica se dice que cuando sabes cómo acceder a
esta dimensión, la divinidad se ha convertido en tu esclava:
Dios trabaja para ti desde entonces. ¿Qué significa esto
exactamente? Quiere decir que una vez que te distancias
de la compulsión de tu información genética y kármica, la
vida se vuelve ligera, flexible e increíblemente fácil. Se
trata de una dimensión que está más allá del intelecto, de
la identificación, de la memoria, de las opiniones, del
karma, de las divisiones de cualquier clase. Es la
inteligencia de la propia existencia, en la que la vida
siempre ocurre exactamente tal como debería, con una
facilidad absoluta e inquebrantable.
SADHANA

Si mantienes la consciencia en el momento de la


muerte, también serás consciente más allá de la
muerte. Comienza a practicar esto durante el sueño,
que no es sino una muerte temporal. Cada noche se
te presenta una tremenda posibilidad: la posibilidad
de tomar conciencia de la dimensión que está más
allá de la muerte.
Puedes probar el siguiente experimento esta noche
en la cama. Trata de mantenerte consciente durante
el tránsito del estado de vigilia al de sueño; si
consigues ser plenamente consciente del último
momento de esta transición, mantendrás la
consciencia durante todo tu sueño.
Descubrirás que esta acción requiere un esfuerzo
considerable, así que puedes hacer lo siguiente: si
estás acostumbrado a despertarte con un
despertador, sustitúyelo por un sonido, una canción o
un canto que te recuerde tu conciencia. Puedes
entrenarte fácilmente para establecer esta asociación
y convertirla en un despertador para tu conciencia.
Naturalmente, no tiene sentido usar un despertador
para dormirte, pero lo cierto es que a menos que te
desidentifiques del cuerpo por completo, no te
resultará fácil pasar del estado de vigilia al de sueño
de forma consciente. En cuanto te despiertes por la
mañana, procura prestar una atención consciente a
algo: la respiración o tu propio cuerpo, por ejemplo.
Esto te ayudará a ejercitar la conciencia para el
ejercicio de la noche.
Cuando logras dormirte y despertarte de forma
consciente, eres inmortal, lo cual significa que cuando
llegue el momento de despojarse del cuerpo, lo harás
plenamente consciente. Incluso acercarte a esa
posibilidad cambiará el funcionamiento de tu cuerpo y
tu mente, y modificará la calidad de tu vida de forma
extraordinaria.

Saber sin pensar

¿Has visto alguna vez una colmena de cerca? Aunque


hayas cursado los estudios de ingeniería más avanzados,
siempre te quedará algo que aprender de una colmena, ¡es
una auténtica obra maestra de ingeniería! Se trata del
complejo de apartamentos más sofisticado que puedas
imaginar, diseñado y estructurado de forma exquisita y
asombrosamente resistente, hasta tal punto que no verás
una colmena caída ni en las peores condiciones
atmosféricas.
Aunque se trata de una obra magnífica, ¿tienen las abejas
planos técnicos en su cabeza? Claro que no; los planos
están en sus cuerpos: saben exactamente qué hacer gracias
al proyecto inserto en su cuerpo.
El conocimiento espiritual o «saber» se ha transmitido
siempre de esta manera, no por medio de pensamientos ni
palabras, sino del mismo modo en que las abejas se
transmiten la forma de construir colmenas a través de las
generaciones. Una vez que este conocimiento es
transmitido o «descargado», todo lo que necesitas saber
está ya en tu interior. Cuando descargas un software en tu
ordenador, no necesitas conocer cómo es que funciona ni
tienes que leerte el código fuente; te basta con presionar
una tecla para producir un resultado y presionar otra para
producir otro resultado distinto.
Yo establezco una distinción entre el conocimiento y el
saber. El primero es esencialmente una acumulación de
información, la cual está relacionada únicamente con la
naturaleza física de la existencia; el segundo, por su parte,
es una inteligencia viva. Con o sin ti, es. Puedes estar en
ella o no, esa es tu única elección.
Existe una inteligencia intrínseca en tu interior que, como
hemos visto anteriormente, es capaz de transformar un
pedazo de pan en un ser humano. La máquina más
sofisticada, incluido el cerebro, ha sido creada por ella. En
estos momentos estás usando una parte limitada del
cerebro y crees que eso es inteligencia, pero no lo es. Hay
algo en tu interior capaz de crear un cerebro humano en
toda su magnífica complejidad y capacidad. Ese «algo»
funciona de una manera completamente distinta; por
ejemplo, yo no pienso con la cabeza sino con cada célula de
mi cuerpo. Esto convierte al pensamiento en un proceso
orgánico, perfecto e integrado que implica todo mi ser. En
mi mente no surgen apenas pensamientos, a menos que
escoja pensar.
Nada ha estado nunca fuera de lugar en esta existencia,
eso solo ocurre en las sociedades humanas. Aunque puedan
establecerse comparaciones entre dos fragmentos de la
vida, para la inteligencia que hace que todo esto suceda no
existe comparación ni contexto porque no hay otro. No
puedes señalar si en este momento esta se encuentra o no
en su lugar: siempre está en su lugar. No puede ser de otro
modo.
Y el propósito del yoga es justamente ese: pasar de ese
pequeño cúmulo de información en tu cabeza a abrazar un
universo de inteligencia. A menudo la gente acaba
realizando una triste elección escogiendo la finitud del
cerebro humano frente a un universo de saber infinito.

SADHANA

Procura quitarte de la mente que el pensamiento


equivale a inteligencia. Todo el proceso de la creación,
desde un átomo a todo el universo, es una maravillosa
expresión de inteligencia. Ahora mismo, en tu propio
cuerpo existe una palpitante inteligencia que es la
propia fuente de la creación. ¿Acaso eres capaz de
comprender el funcionamiento de una sola célula en
su totalidad con ese intelecto sobrevalorado que
posees? El primer paso para pasar de la trampa del
intelecto al regazo de una inteligencia más amplia es
reconocer que cada aspecto de la vida —desde un
grano de arena hasta una montaña, desde una gota
de agua hasta un océano, desde un átomo hasta el
propio universo— es una manifestación de una
inteligencia muy superior a tu insignificante intelecto.
Si das este paso, la vida comenzará a hablarte como
nunca lo había hecho.

Creer frente a buscar

Sucedió una vez... Un cierto día, dos irlandeses estaban


trabajando en una calle situada enfrente de un prostíbulo
londinense, cuando vieron acercarse a un pastor
protestante que se retiró el alzacuello, agachó la cabeza y
entró tranquilamente en el burdel.
Los dos hombres se miraron entre sí encogiéndose de
hombros:
—¿Lo ves? ¿Qué puede esperarse de un protestante?
Continuaron trabajando y al cabo de un rato apareció un
rabino; llevaba puesta una bufanda que le ocultaba casi
toda la cara y también él se escabulló dentro del prostíbulo.
Los dos hombres movieron la cabeza sumamente molestos:
—¿Qué está pasando? ¡Qué tiempos nos toca vivir!, ¡un
hombre religioso en una casa de citas! ¿Por qué ocurre
esto?
Al cabo de un rato apareció el obispo de la diócesis; el
prelado miró a los lados, se ajustó el abrigo y penetró en el
local.
Uno de los hombres se volvió hacia el otro y le dijo:
—Alguna de las chicas debe estar realmente enferma.
En el momento en que te identificas fuertemente con algo
pierdes la perspectiva de la vida. Los conceptos del bien y
el mal, lo correcto y lo incorrecto son tus constructos
mentales y no tienen nada que ver con la vida. Lo que se
consideraba moral hace cien años resulta intolerable en la
actualidad; lo que para ti es sumamente valioso, tus hijos lo
desprecian. Tus ideas sobre el bien y el mal no son sino un
cierto grado de prejuicio frente a la vida.
Cuando te identificas con tus ideas limitadas de
moralidad, tu visión se distorsiona y el intelecto funciona
en torno a esas identificaciones, de tal manera que nunca
ves el mundo tal como es. Si deseas introducir la
espiritualidad en tu vida, lo primero que debes hacer es
deshacerte de las ideas rígidas de vicio y virtud, y aprender
a ver la vida tal como es.
Uno de los mayores problemas de nuestro mundo reside
en que desde la infancia se le impone a la mente un sistema
moral inflexible; como resultado, terminas por identificarte
con aquello que consideras bueno y naturalmente te
apartas de lo que consideras malo. Estas atracciones y
aversiones son la base de una fuerte identificación; y la
naturaleza de la mente es tal que, aquello que rechazas,
acabará dominándola. Durante generaciones los moralistas
y predicadores nos han aconsejado que evitemos «los malos
pensamientos», ¡pero eso constituye una estrategia
infalible para conseguir justo lo contrario! Oponer
resistencia a ese supuesto «mal pensamiento» se convierte
en un trabajo de jornada completa: no habrá nada más en
tu cabeza.
La idea de una superioridad moral ha generado multitud
de actos inhumanos. La convivencia con personas que se
creen virtuosas suele ser insufrible; además, se pasan la
mayor parte del tiempo tratando de evitar lo que
consideran «erróneo» o «pecaminoso», lo cual significa que
están constantemente pensado en ello. Evitar algo no
implica haberse liberado de ello; esta clase de moral está
basada en la exclusión. La espiritualidad, en cambio, nace
de la inclusión.
La naturaleza esencial de nuestra humanidad se ha
suprimido y distorsionado tanto que se ha incorporado el
sustituto de la «moral» para poner algo de orden y cordura
en nuestras vidas. Esto ha sucedido porque no hemos
hecho nada para mantener esa humanidad activa; si lo
estuviera, no habría ninguna necesidad de doctrinas
morales.
La moralidad de cada persona es diferente, de acuerdo
con el tiempo, el lugar, la situación y la conveniencia. Pero
la humanidad, con independencia de cómo se haya
manifestado a través de la historia y de las culturas,
siempre ha sido y será la misma. En un nivel superficial
podemos distinguirnos de los otros en cuanto a los valores,
la moral y la ética, pero si sabes cómo ver a través de una
persona de forma profunda hasta tocar su humanidad,
todos somos iguales.
Para imponer una moral no es necesaria ninguna
implicación profunda con las personas, tan solo has de
repartir consejos: «Sé bueno; exprésate con amabilidad; si
hablas enojado tendrás consecuencias funestas», etc. Pero
si tu intención es encender la humanidad en una persona,
tienes que implicarte mucho más: de hecho, tienes que
darte a ti mismo.
Aunque la moral resulta valiosa, ya que contribuye a
mantener el orden social, es capaz de causar estragos en tu
interior. Dado que nadie puede vivir conforme a la moral
prescrita por la mayor parte de las religiones, un gran
número de seres humanos vive en un estado de culpa,
vergüenza y temor perpetuos. Se trata de una existencia
trágicamente paralizada. Si bien la humanidad también
asegura el orden social, no requiere ninguna aplicación
externa.
Confecciona una lista con las acciones que las religiones
mayoritarias consideran un «pecado» y descubrirás que el
mero acto de vivir es ya pecaminoso. Estar vivo es pecado,
menstruar es pecado, copular es pecado; incluso podrías
estar pecando al comerte una onza de chocolate. Dado que
el mismo proceso de la vida es un pecado, vives
constantemente en la culpa y el terror. Si la gente no
estuviera tan angustiada por el miedo y la culpa, los
templos, las mezquitas y las iglesias del mundo no estarían
tan concurridos como suelen estar. Si te sintieras alegre de
forma natural irías a sentarte en la playa o escucharías el
susurro que emiten las hojas de un árbol. ¡Solamente
debido a que las religiones han introducido tanto miedo y
vergüenza te encoges a causa de tu propia constitución
biológica! Y, claro, ahora tienes que ir directo a algún lugar
considerado «sagrado» para purificarte.
La gente siempre encontrará maneras de subvertir los
valores, la moral y la ética; pero cuando te sientes feliz de
forma natural, te muestras agradable con el mundo que te
rodea. La espiritualidad no significa apartarse de la vida,
sino estar vivo hasta la médula, con la mayor plenitud
posible. Tal vez pierdas agilidad física con la edad, pero el
grado de alegría y vitalidad no tiene por qué reducirse. Si
tus niveles de alegría y vitalidad están disminuyendo, es
como estar suicidándote a plazos.
Por desgracia, en la actualidad abundan los sistemas de
creencias que se hacen pasar por espiritualidad. El proceso
espiritual es siempre una búsqueda. Existe una diferencia
significativa entre creer y buscar. Creer significa aceptar
algo que no conoces; buscar significa darte cuenta de que
no sabes, lo cual te aporta una gran flexibilidad. En el
momento en que crees en algo, introduces cierta rigidez en
el propio proceso de la vida que eres, una rigidez que no
solo se expresa en tu actitud, sino que también impregna
todos los aspectos de tu existencia y es la causa de una
enorme cantidad de sufrimiento en el mundo. La sociedad
humana refleja la experiencia interna de los seres
humanos. Crear seres humanos que sean flexibles y estén
dispuestos a verlo todo con una mirada nueva e imparcial,
en lugar de permanecer atascados por creencias y
opiniones, indiscutiblemente contribuye a construir una
sociedad diferente.
El yoga es un método que ha funcionado
maravillosamente tanto en mí como en millones de
personas. Se trata de una técnica totalmente científica que
no está basada en una fe o en creencias, sino en una
comprensión profunda del mecanismo humano. Tampoco
procede de un optimismo ingenuo. La premisa de la que se
parte es bien simple: si tienes una buena semilla y creas el
entorno adecuado, germinará. El único trabajo consiste en
generar una atmósfera propicia para el cuerpo y la mente,
nada más. No se requieren ni enseñanzas morales ni
discursos metafísicos; cuando se estimula tu humanidad, te
conviertes en un ser humano maravilloso.
Todo lo que se considera negativo en el mundo tiene su
origen en la limitación; la identidad limitada que nos
imponemos a nosotros mismos es lo que se establece como
«yo» contra el «otro». De este espacio de división y
separación nacen el crimen y la negatividad; de modo que
esforzarse por alcanzar lo infinito es una garantía contra
las tendencias negativas. Como especie, la humanidad
necesita liberar la vida en lugar de controlarla. De la
limitación a la liberación: este es el camino.

El árbol de los deseos

La mente puede estar en cinco estados diferentes. Puede


estar inerte: no ha sido activada y se encuentra en un
estado rudimentario. Si la energizas un poco, se activa pero
está sumamente dispersa. Si la energizas un poco más, deja
de estar dispersa pero comienza a oscilar; si la energizas
un poco más, se concentra en un solo punto, y si la
energizas aún más, se vuelve consciente. Cuando esto
ocurre, tu mente se vuelve mágica, un auténtico milagro: se
convierte en un puente hacia lo infinito.
Las mentes inertes no son un problema. Alguien que es
sumamente simple y no posee un intelecto en efervescencia
no suele tener problemas: come y duerme bien; de hecho,
es la gente que piensa demasiado la que no come ni
duerme adecuadamente. La gente simplona lleva a cabo
todas las actividades corporales mucho mejor que los
llamados intelectuales. Disfrutan de una cierta paz porque
se necesita cierta inteligencia para crear alteración y caos.
Una mente inerte está más cerca de la naturaleza animal
que de la humana.
En el momento en que le infundes un poco de energía, la
mente se activa, pero suele estar dispersa. Al iniciar una
práctica espiritual la gente puede experimentar un nuevo
nivel de activación que quizá no sea capaz de manejar si no
se encuentra en un entorno adecuado. Puede que
interpreten esta actividad de la mente —alimentada por un
nuevo nivel de energía en el organismo— como una
alteración mental. Se trata de una paranoia generalizada
por el temor a lo nuevo; pero, en realidad, lo que está
sucediendo es que están avanzando desde un estado de
inercia hacia un nivel de mayor vitalidad.
Cuando las personas que tienen mentes sumamente
dispersas inician una práctica espiritual, alcanzan un
estado en el que, si bien la mente se vuelve menos errante,
comienza a oscilar en una dirección y otra, lo cual es, sin
embargo, un gran paso con respecto al estado anterior, en
el que la mente se dirigía en diez direcciones a cada
momento.
Si esa mente oscilante recibe más energía, poco a poco va
entrando en un estado de concentración, o como se dice en
yoga, «unidireccional», que es bastante mejor que la fase
anterior; pero el estado más elevado tiene lugar cuando la
mente se vuelve consciente. El instrumento más milagroso
no son los ordenadores, los coches o las astronaves, sino la
mente humana cuando se usa de forma consciente. La
razón por la cual el éxito le llega a una persona de forma
fácil y natural, mientras que para otra es una auténtica
lucha, es básicamente porque la primera ha dispuesto su
mente para que piense como él o ella desea, y la segunda
genera pensamientos que van en contra de sus intereses.
Una mente humana bien organizada se conoce como
kalpavriksha, un árbol de los deseos que puede conceder
cualquier bendición. Con una mente así, todo lo que pides
se hace realidad; solo es necesario desarrollar la mente
hasta un punto en el que se convierta en un árbol de los
deseos, en lugar de en una fuente de locura. En el yoga se
llama samyukti al estado de la mente en el cual esta es
capaz de manifestar lo que desee. Esta es una capacidad
que brota de la ecuanimidad.
Una vez que se han organizado los pensamientos, las
emociones también se organizan. Poco a poco el cuerpo y la
energía se encaminarán también en la misma dirección. Sin
embargo, el orden en que esto suceda podría variar
dependiendo de tu disposición individual. En nuestros días,
la mayor parte de la gente no está preparada para ningún
sistema, a menos que primero esté convencida de ello de
forma intelectual. Finalmente, cuando los pensamientos,
las emociones, el cuerpo y la energía se han canalizado en
la misma dirección, tu capacidad para crear y manifestar lo
que deseas resulta increíble.
La ciencia moderna ha revelado que toda la existencia no
es sino una resonancia de energía, una vibración infinita.
Los pensamientos también son resonancias. Cuando
generas un pensamiento poderoso y lo dejas ir,
invariablemente se manifiesta; para que esto suceda, es
importante que no obstaculices ni debilites los
pensamientos con la creación de patrones de pensamientos
negativos y contraproducentes.
Por lo general la gente usa la fe como un medio para
expulsar los pensamientos negativos. Una vez que te hayas
convertido en un ser humano pensante, invariablemente te
surgirán las dudas. La mente funciona de tal modo que,
aunque Dios se te apareciera ahora mismo, no te rendirías
a él o ella, sino que iniciarías una investigación para
averiguar si se trata de un hecho genuino o no.
La alternativa a la fe es el compromiso. Si simplemente te
comprometes a crear aquello que realmente te importa,
una vez más los pensamientos se organizan de tal modo
que no se producen dificultades; los pensamientos fluyen
libremente hacia tu objetivo y la manifestación de tu deseo
es una consecuencia natural de ello.
Para crear la realidad que deseas, primero has de
manifestar ese deseo en tu mente. ¿Es eso lo que realmente
quieres? Reflexiona sobre ello cuidadosamente. ¿Cuántas
veces a lo largo de tu vida has pensado «es esto»? ¡Pero en
el momento en que lo tuviste te diste cuenta de que no era
eso lo que querías! De modo que primero explora bien qué
deseas realmente. Una vez que lo tengas claro y estés
decidido a darle realidad, has de generar un continuo flujo
de pensamiento en esa dirección. Cuando mantienes una
corriente de pensamiento constante, sin cambio de
dirección, esta se manifiesta como una realidad en tu vida.
Existen prácticas yóguicas que te permiten conectar con
una dimensión de la inteligencia que no se halla
corrompida por la memoria llamada chitta, como vimos
anteriormente. Tomar conciencia del poder de chitta se
denomina chit shakti, un proceso simple y poderoso
mediante el cual puedes acceder a la propia fuente de la
creación en tu interior.

El mito de la cabeza frente al corazón

La gente suele quejarse de que su cabeza y su corazón


van en direcciones opuestas. En el yoga la base
fundamental que sostenemos es que tú eres una sola
persona, un ser unificado; no existe separación entre la
mente y el corazón: eres un todo.
Veamos lo que comúnmente se entiende por «cabeza» y
«corazón». Por lo general, asocias los pensamientos a la
cabeza y las emociones al corazón; pero si examinas esto
detenidamente y con total sinceridad te darás cuenta de
que tu forma de pensar se corresponde con tu forma de
sentir y viceversa. Es por esta razón que el yoga incluye los
pensamientos y las emociones como parte del mismo
manomayakosha, o cuerpo mental.
Lo que normalmente consideras la «mente» es el proceso
mental o intelecto; pero en realidad la mente tiene varias
dimensiones: una es el aspecto lógico o intelecto y otra, el
aspecto emocional. Como sabemos, el primero se denomina
buddhi, mientras que el segundo se denomina manas y
constituye esa dimensión más profunda de la mente que
conocemos como corazón. Manas es una compleja
amalgama de recuerdos que moldean las emociones de una
forma particular; así pues, tanto tus emociones como tus
pensamientos son actividades mentales.
Es bastante simple: si creo que eres una persona
maravillosa, me surgirán emociones agradables hacia ti, y
si por el contrario creo que eres un monstruo, generaré
emociones desagradables. Enemistarse con una persona y
luego tratar de amarla es complicado; no hagamos difíciles
los aspectos simples de la vida.
Tu forma de pensar se corresponde con tu forma de
sentir, pero el pensar y el sentir parecen realidades
diferentes en tu experiencia. ¿Por qué sucede esto? Porque
el pensamiento posee cierta claridad y agilidad, y la
emoción es más lenta. Hoy piensas que esa persona es
excepcional y albergas cálidos sentimientos hacia ella; de
pronto hace algo que te desagrada y comienzas a
considerarla detestable. Aunque el pensamiento te incita a
aborrecerla, tus emociones no pueden cambiar de
inmediato, por lo que se produce un conflicto interno. Esa
calidez no puede volverse amargura tan rápidamente, le
lleva su tiempo; la emoción tiene un recorrido más amplio.
Dependiendo de la fuerza de la emoción, puede tardar tres
días, tres meses o tres años, pero cambia de dirección al
cabo de un tiempo.
Crear un conflicto entre la cabeza y el corazón no resulta
operativo. Las emociones no son sino la parte más jugosa
del pensamiento; si bien puedes disfrutar de su dulzura,
están dirigidas en gran medida por el pensamiento, lo
reconozcas o no. Las emociones no son completamente
estables; aunque también parlotean y se mueven en varias
direcciones, no son tan rápidas como los pensamientos.
Dado que les lleva más tiempo cambiar y su intensidad
suele ser mucho mayor que la del pensamiento, nos parece
que emoción y pensamiento son dos cosas diferentes; pero
lo cierto es que no están más separados que la caña de
azúcar y su propio jugo.
El pensamiento no suele ser tan intenso como las
emociones en la mayoría de nosotros (por lo general, no
piensas tan intensamente como te enfadas, por ejemplo);
en todo caso, generar un pensamiento lo suficientemente
potente también podría llegar a abrumarte. Solamente
entre un cinco y un diez por ciento de la población sería
capaz de intensificar el pensamiento de tal modo que no
hubiera necesidad de emociones; un noventa por ciento de
la población solo consigue sentir emociones intensas
porque nunca han llevado a cabo el trabajo necesario para
ir en otra dirección. Pero hay gente cuyo pensamiento es
sumamente profundo; suelen ser poco emotivos pero
grandes pensadores.
Lo mejor es no crear polaridades en tu interior, eso solo
propicia guerras civiles y esquizofrenia. El pensamiento y
la emoción no son diferentes; uno es más árido y la otra es
más jugosa: disfruta de ambos.
El saber y la devoción

En la cultura yóguica, la palabra shi-va abarca dos


aspectos. En sentido literal significa «lo que no es»; todo lo
que es procede de «lo que no es». Si miras al cielo verás
numerosas estrellas y cuerpos celestes, pero sobre todo
habrá un vasto vacío. Es en el regazo de esta nada que la
danza de la creación está teniendo lugar en este preciso
instante. Este vacío —que constituye la propia base de la
creación— se denomina shi-va.
Otro sentido de la palabra shi-va es Adiyogi, el primer
yogui, quien hizo accesible la increíble ciencia del yoga a la
humanidad. En la tradición yóguica se pasa
espontáneamente de invocar a shi-va como la base de la
creación a invocar a Shiva como el primer yogui; de este
modo, Shiva es la personificación de shi-va.
¿Es esto contradictorio? En absoluto. Una vez que ha
tenido lugar un estado de yoga o unión última, ya no hay
distinción entre la realidad absoluta y quien la
experimenta. De acuerdo con esta lógica, la cultura yóguica
propone dos vías para llegar al estado supremo: convertirte
en todo o convertirte en nada; en otras palabras, el camino
de gnana, el saber, o el camino de bhakti, la devoción.
Si deseas experimentar a shi-va, o la dimensión que está
más allá de lo físico, o bien comprendes las leyes que rigen
la esfera de lo no-físico, o te disuelves en esa dimensión,
pues eso implicaría la libertad de las leyes en las que se
basa el ámbito físico. Si deseas experimentar la cima de
una montaña, puedes ascender a ese nivel o simplemente
mirar hacia arriba. Estas son las dos formas fundamentales,
no existe otro modo posible. Con el intelecto aspiras a
encontrar «eso que no es» cara a cara, mientras que con la
devoción te esfuerzas en hacer desaparecer esa persona
limitada y rígida con la que te identificas para avanzar
hacia un estado más flexible, desde el cual te aproximas a
la dimensión que trasciende tus preferencias y aversiones.
Estos «me agrada» y «me desagrada» son la base misma de
tu persona. La naturaleza infinita del deseo humano es una
expresión del anhelo por lo infinito o la vida que trascienda
la existencia física. El infinito y el cero son solamente la
expresión positiva y negativa de la misma realidad.
La devoción significa deshacerse de las dualidades de las
preferencias y las aversiones, de modo que «lo que está
bien» y «lo que no está bien» dejan de existir para ti; todo
está bien. Cuando un devoto afirma: «Dios está en todas
partes» o «todo es Dios», está diciendo básicamente «todo
está bien». De esta forma llega a un estado profundo de
aceptación que transforma y libera. Bhakti es
completamente inclusivo, no deja nada fuera. Esta es
también la naturaleza de la realidad fundamental.
Si bien desde tiempos antiguos la devoción se ha
considerado la senda espiritual más importante por ser la
más rápida, presenta algunas dificultades. La vía del saber
resulta más dura, pero al menos es un camino que transitas
con los «ojos abiertos», en el que conoces adónde te diriges
a cada paso que das, ya sea avanzando o retrocediendo. Sin
embargo, en el camino devocional te mueves con los «ojos
cerrados» y no hay manera de saber si estás progresando
hacia la liberación o si has caído en un hoyo.
Por lo general, la emoción es más intensa que el
pensamiento en la mayoría de la gente, y por ello se ha
ensalzado más la devoción que cualquier otro camino. Pero
sin un entendimiento correcto y la sabiduría necesaria,
transitar esta vía puede conducirnos a toda clase de
engaños. Aunque la devoción es una senda que permite
trascender la naturaleza dual de la lógica, en lugar de esto
puedes acabar negando la razón por completo; de modo
que es importante partir de una base lógica estable antes
de acceder al estado fluido de la devoción.
Y a la inversa, suele creerse que la devoción no tiene
cabida en el ámbito de la lógica, pero no es así. La lógica es
básicamente una herramienta que separa, un instrumento
de discernimiento. Si te funciona como un machete, al
considerar un asunto lo separarás en dos; pero si te
funciona como un bisturí bien afilado, podrás seccionar
algo sin que lo parezca. Se dice que cuando un experto
espadachín corta un árbol con la espada ni siquiera el árbol
debería notarlo y el árbol debería quedar en pie. Pues bien,
si tu intelecto adquiere tal grado de refinamiento,
descubrirás que la devoción encaja perfectamente con la
lógica.
Si bien la devoción puede ser sumamente bella, gozosa y
extática, sin la claridad del saber podría llevar al
estancamiento. Por otro lado, sin emoción las prácticas
espirituales pueden volverse áridas y estériles; sin bhakti,
gnana se convierte en un mero sofisma.
Como he mencionado anteriormente, si deseas
experimentar la cima de una montaña, has de ascender
hasta allí, o bien mirar hacia arriba. El devoto sabe que aun
subiendo hasta la cumbre, solo conseguirás estar cerca de
ella, pero si te conviertes en valle, sostendrás toda la
montaña en tu regazo.

EL YOGA Y LA EMBRIAGUEZ

Cuenta la leyenda que Adiyogi tomó somarasa, el


embriagador jugo de la luna. Él simplemente bebió la
esencia destilada de los rayos lunares y por ello se le
describía en un constante estado de embriaguez.
Los yoguis no están en contra del placer, solo que
no se conforman con pequeños placeres. Saben que
beber un vaso de vino te produce un estado de
euforia, pero mañana tendrás dolor de cabeza o algo
peor. Los yoguis no están dispuestos a conformarse
con eso. Para disfrutar de la embriaguez has de estar
completamente borracho y al mismo tiempo
totalmente alerta. Yo nunca he tocado ninguna
sustancia, pero si me miras a los ojos descubrirás
que siempre estoy «dopado». Estoy totalmente ebrio
y plenamente consciente. Este es uno de los placeres
que ofrece la ciencia del yoga.
La meta no es solo la embriaguez. Este estado de
dicha elimina el temor al sufrimiento. En este estado de
éxtasis indescriptible no existe la preocupación por la
supervivencia. Esto es lo que hace a un ser humano capaz
de ser y actuar de un modo que a veces puede parecer
sobrehumano a otros. Solo cuando la carcomiente ansiedad
por la supervivencia es eliminada de tu mente por completo
te atreves a explorar la vida, de lo contrario, lo que quieres
es protegerte. Una vez que ha desaparecido el miedo a
sufrir puedes zambullirte en cualquier situación sin vacilar.
¡Incluso si eres condenado al infierno eternamente, irás
feliz allí porque no temes sufrir!
Cuando todo el mundo estaba hablando de ir al
cielo, Gautama Buda afirmó: «Dices que todo está
bien en el cielo, así que, ¿qué voy a hacer allí?
Déjenme ir al infierno y ayudar a otros, porque, de
todos modos, no puedo sufrir».
Mientras persista el miedo a sufrir, no te atreverás
a explorar las dimensiones más profundas de la vida.
El cuerpo es el único que necesita ser protegido,
nada más dentro de ti necesita protección. Si estás
dispuesto a deshacerte de las ideas, las filosofías y
los sistemas de creencias a los que estás apegado,
puedes recrear toda tu vida en el próximo instante.

El mantra del amor

¿Y qué podemos decir del amor? ¿Existe el amor


incondicional? ¿Puede realmente existir entre dos seres
humanos? Se trata de preguntas que frecuentemente
hacemos.
Un día Shankaran Pillai fue a un parque. Él vio a una
mujer atractiva sentada en un banco de piedra y decidió
sentarse a su lado. Al cabo de unos minutos, se acercó un
poco más a ella. Ella se alejó de él de inmediato. Shankaran
Pillai esperó unos minutos, volvió a acercarse a ella y esta
se alejó de nuevo. Cuando volvió a hacer esto, ella se movió
hasta el extremo del banco. Él se aproximó a ella y le pasó
el brazo por el hombro. Ella lo apartó de un empujón.
Entonces él se puso de rodillas, arrancó una flor y se la
entregó diciendo:
—Te amo como no he amado a nadie en mi vida.
El sol estaba poniéndose. Él tenía una flor en la mano. Él
la veía con una mirada que derrite. Sobre todo, la
atmósfera era la adecuada. Ella se relajó. La naturaleza
tomó las riendas e hicieron lo que querían el uno con el
otro. El atardecer se convirtió en la noche. De pronto,
Shankaran Pillai se levantó de un salto y anunció:
—Son las ocho. Tengo que irme.
—¿Qué? ¿Ahora? ¡Acabas de decirme que me amas más
que a nadie! —replicó ella.
—Sí, sí, por supuesto, pero mi esposa me espera.
Generalmente nuestras relaciones se enmarcan en
contextos que nos resultan cómodos y provechosos. La
gente tiene necesidades físicas, psicológicas, emocionales,
económicas y sociales. Una de las mejores formas de
satisfacerlas es decirle a alguien: «Te amo». Eso que
llamamos amor se ha convertido en un mantra tipo
«¡ábrete, sésamo!». Puedes conseguir lo que quieras
diciéndolo.
El amor es una cualidad, no algo que haces con otra
persona. Toda acción que realizamos la hacemos para, de
alguna forma, satisfacer ciertas necesidades. Si puedes ver
esto, existe la posibilidad de que desarrolles la capacidad
de amar de forma natural. Pero puedes continuar
engañándote creyendo que las relaciones que has
establecido por conveniencia, comodidad y bienestar son
en realidad relaciones de amor. No estoy diciendo que no
haya una experiencia de amor en estas asociaciones, pero
es con ciertas limitaciones. No importa cuántas veces hayas
declarado tu amor, si unas cuantas expectativas y
condiciones no se cumplen, las cosas se derrumban. Este es
esencialmente un esquema de beneficio mutuo.
En realidad no existen los conceptos de amor condicional
e incondicional. Hay condiciones y hay amor. Cuando
hablas del amor, tiene que ser incondicional. En el
momento en que hay una condición, viene a ser lo mismo
que una transacción. Tal vez constituya una transacción
conveniente, tal vez un buen arreglo, pero no te llenará ni
te transportará a otra dimensión: será una mera
conveniencia. El amor no tiene por qué ser conveniente y
generalmente no lo es. Has de poner tu vida en ello. Tienes
que invertirte a ti mismo.
Si tienes que enamorarte, debes no ser. La expresión
inglesa falling in love (enamorarse), cuyo significado literal
es «caer en amor», es muy significativa. No trepas en amor,
no permaneces de pie en amor ni vuelas en amor, sino que
caes en amor. Algo de ti debe caer o deshacerse para
adaptarse al otro. Existe una diferencia entre una
transacción y un romance. Este último no tiene por qué
dirigirse a ninguna persona en particular: podrías vivir un
gran amor con la vida misma.
Lo que haces o dejas de hacer es de acuerdo con tus
circunstancias. Nuestras acciones están siempre
moldeadas por las exigencias externas. Pero el amor es un
estado interno, y como estás en tu interior puede ser
definitivamente incondicional. Los actos de amor pueden
llegar a ser tediosos y estresantes al cabo de un tiempo. Te
das cuenta de que el amor no es algo que haces: el amor es
tu manera de ser.

SADHANA
El amor no sucede entre dos personas. Es lo que
pasa dentro de ti, y tu interior no necesita
esclavizarse a nadie ni nada. Prueba este ejercicio
durante unos quince minutos: siéntate junto a algo
que no tenga ningún valor para ti ahora mismo, tal
vez un árbol, una piedra, un gusano o algún otro
insecto. Repite esta acción durante varios días
seguidos. Al cabo de un tiempo descubrirás que
puedes mirar al objeto elegido con tanto amor como a
tu esposa o esposo, tu madre o tu hijo. Tal vez el
gusano no lo sepa, pero no importa. Si miras a todo
amorosamente, el mundo se vuelve bello en tu
experiencia.

La devoción: un cambio de dimensión

Casi toda la gente vive con precaución, distribuyendo su


amor y felicidad en dosis moderadas por miedo de que se
nos termine. La forma más generosa de vivir es servir de
ejemplo para el resto del mundo viviendo la vida a toda
potencia y más allá de toda limitación. Si eres tan tacaño
que no eres capaz de amar, reír o vivir plenamente, eres lo
que en la India se conoce como un kanjoos —un avaro— ¡en
todos los niveles! La devoción significa que no eres un
kanjoos: ¡tienes mucho jugo! Un devoto es alguien que
busca explorar y experimentar la vida tan plenamente
como sea posible.
La devoción no es una disección de la vida, sino un total
abrazo de esta. No es una relación amorosa, sino una
auténtica locura. El amor en sí es una locura, pero tiene
alguna chispa de cordura que te permite recuperarte. En la
devoción no hay ningún rastro de cordura ni posibilidad de
recuperarte. Los devotos tienen la experiencia más dulce
de la vida. Aunque todo el mundo piense que son idiotas,
disfrutan al máximo. ¡Tú dime quién es el idiota!
Cuando digo «devoción» no estoy hablando de fe o
creencia. La creencia es como la moral. La gente que cree
en algo suele sentirse superior a otros. Lo único que ocurre
cuando crees en algo es que tu estupidez adquiere
confianza. La combinación de estupidez y confianza es muy
peligrosa, pero generalmente ambas van de la mano. Si
empezaras a mirar el mundo que te rodea, entenderías
claramente que lo que sabes es tan insignificante que no
hay manera de actuar con confianza. Un sistema de
creencias elimina este problema: te proporciona una
enorme confianza, pero no cura tu estupidez.
La devoción no es un acto, no se dirige hacia una cosa u
otra; el objeto de la devoción es inmaterial. Es solo que con
devoción has disuelto toda la resistencia en ti para que lo
divino pueda transpirar tan fácilmente como la respiración.
Lo divino no es una entidad que está sentada ahí arriba,
sino una fuerza viva que está presente en cada momento de
tu existencia. La devoción te hace consciente de esto.
Sucedió una vez... Durante la cena de una familia
tradicional católica, el hombre de la casa se acercó a la
mesa, miró la comida y, como de costumbre, comenzó a
quejarse y a maldecir a su mujer y a todo a su alrededor.
Una vez que cesaron sus maldiciones y todo el mundo
estaba en su sito, se sentó y rezó su oración:
—Señor, gracias por el pan de cada día y todas las
maravillosas cosas en la mesa.
Su hijita de cinco años estaba sentada dócilmente a la
mesa. Ya sabes, a los niños de cinco años les ponen
almohadas extras y pequeños cojines pero aun así nunca
alcanzan del todo al plato. De modo que esta niña que tenía
el plato a la altura del cuello musitó:
—¿Papá, Dios escucha todas tus oraciones?
De inmediato despertó el cristiano que había en él y
respondió:
—Sí, por supuesto. Él escucha cada oración que rezamos.
La niña se hundió un poco más en la silla sumida en sus
pensamientos. Al cabo de un rato añadió:
—Pero, papá, ¿también escucha todas las demás cosas
que decimos?
—Sí, cada momento de nuestras vidas Dios está
escuchando todo lo que decimos y hacemos —contestó el
padre.
La niña se hundió un poco más en el asiento y preguntó:
—¿Papá, entonces qué cosas cree Él?
Dime, ¿qué debería creer Dios, tus oraciones o tus
maldiciones? ¡Se sentirá absolutamente confuso! Debe
haberse dado por vencido... Como sistematizamos o
institucionalizamos las partes más sutiles de la vida, de
pronto todo pierde su vitalidad y se vuelve inerte. Todo el
mundo pronuncia las mismas palabras vacías como un
papagayo. Cuando decimos algo que no significa nada para
nosotros, que no arde en nuestro interior, equivale a una
falsedad. En realidad es mejor permanecer callado.
Siempre estamos tratando de imitar a quienes
consideramos nuestros mentores y modelos. Cuando
alguien dijo algo parecido hace dos mil años, funcionó para
él a causa del fuego de su corazón, por la verdad que ardía
en su interior, no por las palabras que mencionó.
La devoción no es mansa ni tibia. No es para los cobardes.
Es ardiente, la devoción abrasa.

AKKA MAHADEVI

Hace alrededor de novecientos años vivió en el sur


de la India una mística llamada Akka Mahadevi. Akka
era una devota de Shiva. Desde su infancia lo había
considerado como su amado, su esposo. No se
trataba solo de una creencia, para ella era una
realidad viva.
En una ocasión el rey vio a esta hermosa mujer y
decidió que quería tomarla por esposa. Ella lo
rechazó. El rey se mostró inflexible y amenazó a sus
padres, de modo que ella acabó cediendo.
Ella se casó con él, pero mantenía una distancia
física con su marido. Este trataba de seducirla, pero
ella tenía una frase constante:
—Shiva es mi esposo.
Con el paso del tiempo, al rey se le acabó la
paciencia. Enfurecido, trató de ponerle las manos
encima. Ella lo rechazó diciendo:
—Tengo otro esposo. Su nombre es Shiva. Él me
visita y yo estoy con él, no puedo estar contigo.
Por afirmar que tenía otro marido, fue llevada ante
un tribunal para ser juzgada. Se dice que allí, ante todos
los presentes, Akka anunció:
—Ser reina no significa nada para mí. Me iré.
Cuando el rey vio la facilidad con que ella
renunciaba a todo, hizo un último intento fútil de
salvar su dignidad.
—Todo lo que llevas puesto, tus joyas y vestidos, me
pertenece. Déjalo todo y márchate —ordenó a su
mujer.
Y así fue como Akka, frente a toda la asamblea, se
despojó de todo ello y se fue de allí desnuda. Desde
ese día se negó a vestirse, aunque muchos trataron
de hacerle cambiar de idea. En aquella época era
impensable que una mujer anduviera desnuda por las
calles de la India, y ella era una mujer hermosa. Vivió
el resto de su vida como una mendiga errante y
compuso poesía exquisita que se ha conservado
hasta nuestros días.
Uno de sus poemas, traducido al inglés por A. K.
Ramanujan, dice así:
La gente,
hombres y mujeres,
se sonroja cuando se afloja
la tela que cubre su vergüenza.
Cuando el señor de las vidas
vive ahogado sin rostro
en el mundo, ¿cómo puedes ser pudoroso?
Cuando el mundo entero es el ojo del señor,
mirando en todas partes, ¿qué puedes
cubrir y ocultar?
Los devotos de esta clase, aunque vivan en el
mundo, no son de este mundo. El poder y la pasión
con los que vivieron sus vidas los vuelven una
inspiración para las siguientes generaciones. Akka
continúa siendo una presencia viva en la conciencia
colectiva de la India y sus poemas líricos se
encuentran entre las obras más preciadas de la
literatura del sur de la India hasta el día de hoy.

Abrazar el misterio

Solo una inteligencia inmadura es la que analiza las cosas


y llega a una conclusión. Si tu inteligencia es
suficientemente evolucionada y madura, te das cuenta de
que cuanto más analizas, más te alejas de la conclusión.
Al explorar en profundidad cualquier aspecto de la vida te
apartas cada vez más de cualquier conclusión. La
existencia se vuelve más misteriosa que antes. Cuanto más
ahondas en la existencia, más te das cuenta de que es un
proceso infinito e insondable. No puedes comprenderlo
porque es lo que eres. Cuando te percatas de un modo
experiencial de que cada átomo, cada grano de arena, cada
piedra, cada aspecto de la vida, desde lo más pequeño a lo
más grande, es insondable, te postras de forma natural con
absoluta devoción ante todo. Si simplemente te sientas aquí
y respiras, conocerás mejor la vida que a través de
cualquier análisis profundo.
Al diseccionarlo todo tratando de encontrar la verdad a
partir de la naturaleza física, entramos en las diminutas
dimensiones de la física de partículas. Desde los protones,
neutrones y electrones hasta los neutrinos, los bosones y
las partículas supersimétricas, parece que profundizamos
más y más. Pero todo esto se halla en la esfera física. Se
dice que la materia oscura abarca mayor parte del universo
que la materia, y esta materia oscura no se compone de
átomos, sino de partículas de un tipo desconocido.
Sostén un vaso de agua y obsérvalo. ¿Qué sabes en
realidad de él? ¿Por qué, por ejemplo, el hidrógeno y el
oxígeno se combinan para formar agua? O recoge una
piedra y mírala detenidamente. ¿Por qué tiene esa forma
concreta, ese tamaño, esas vetas, esa textura? O
simplemente obsérvate a ti mismo. ¿Por qué eres como
eres? Muchos contestarían: «Mis padres me han hecho
así». ¿Pero por qué eres así? ¿Qué constituye la base de
esta forma, este cuerpo, esta individualidad?
Tradicionalmente, en la India se decía que había que
inclinar la cabeza ante todo lo que te encontraras, no
importaba si se trataba de un árbol, una vaca, una
serpiente o una nube. Cuando te inclinas ante todo, puede
ser porque eres un tonto, o bien has observado la
existencia hasta el fondo. La diferencia entre un idiota y un
ser iluminado es delgada. Ambos se parecen comúnmente,
pero están a años luz. Un idiota es incapaz de sacar
conclusiones. Un místico simplemente no está dispuesto a
hacerlo. El resto glorifica sus propias conclusiones como si
fueran un conocimiento válido. El tonto se conforma con lo
poco que sabe y aquel que ha penetrado totalmente en el
misterio de la existencia disfruta la vida plenamente; el
resto son las personas que luchan y sufren.
Un día un hombre entró en su oficina y le anunció a su
jefe:
—Jefe, has de saber que me buscan tres importantes
compañías. Tienes que subirme el sueldo.
—¿Cómo? ¿Qué empresas te quieren? —preguntó
alarmado el jefe.
—La compañía eléctrica, la telefónica y la del gas —
respondió el empleado.
La gente «lista» que ha llegado a conclusiones sobre la
vida siempre tiene algo pendiente, o bien están ocupados
buscando algo. Un idiota puede sentarse aquí
plácidamente. El místico puede permanecer sentado
tranquilamente. El resto no es capaz de ello.
La devoción constituye un sencillo método que permite
disolver todos los obstáculos del camino. Si las personas
que se esfuerzan en acallar la charla de una mente
descontrolada se volvieran devotos, todo ese parloteo
mental se desvanecería.
Si aprendes a inclinarte, a considerarlo todo más elevado
que tú, no parece ser una buena idea para la autoestima.
Pero ser un devoto no significa volverse un pusilánime.
Quien sabe doblarse no se rompe (esta es la razón por la
que te animan a practicar hatha yoga cada mañana, ¡para
que tu cuerpo no se rompa!). Esto es aplicable a todo en tu
interior.
Por desgracia, en nuestros días incluso los llamados
líderes espirituales están hablando de tu propia estima. Lo
«propio» y la «estima» son un problema. Ambos conceptos
son frágiles e inestable. Si no tienes estima, está muy bien.
¡Pero si no tienes noción de lo propio, mejor!

SADHANA

Cuando experimentas que algo es mucho más


grande que tú, te inclinas ante ello de forma natural.
Si deseas convertirte en un devoto, junta las manos e
inclínate ante algo al menos una vez cada hora
durante todos los días de tu vida. No escojas. Veas lo
que veas, simplemente inclina la cabeza: ya sea un
árbol, una montaña, un perro, un gato, cualquier cosa.
No tiene por qué ser un gesto físico, podría tratarse de
una acción interna. Simplemente hazlo una vez cada
hora a lo largo del día. Ve si puedes hacer que sea una
vez cada minuto. Cuando se realiza tan a menudo, no
es necesario usar las manos y el cuerpo, sino que es
suficiente hacerlo internamente. Una vez que esta se
vuelve tu forma de ser, te conviertes en un devoto.
Ni en toda una vida podrás comprender el misterio
que encierra una hoja, un elefante, una hormiga o un
átomo. Eres incapaz de entender una molécula de
ADN. Todo aquello que escapa a tu comprensión se
halla en un estado de inteligencia existencial superior
al tuyo. Cuando ves esto realmente, eres un devoto.
Un devoto es alguien que está dispuesto a disolverse
en el objeto de su devoción. Si eres un devoto de la
vida, te volverás uno con ella. No seas ajeno al
proceso de la vida, conviértete en un devoto:
disuélvete.
Energía
Siguiendo el rastro del prana

Si bien los seres humanos se identifican con el cuerpo y la


mente de diferentes formas, fundamentalmente lo que
llamas «yo» es solo una cierta cantidad de energía. La
ciencia moderna ha probado más allá de toda duda que
todo en la existencia está hecho de una misma energía que
se manifiesta asombrosamente de millones de maneras
diferentes. Cuando Einstein nos ofrece la fórmula E = mc2,
está afirmando, expresado de una forma más simple, que
todo en el universo puede considerarse una misma energía.
Las religiones de todo el mundo lo han proclamado
igualmente con distinta terminología al afirmar que «Dios
está en todas partes».
La ciencia moderna ha llegado a sus conclusiones por
medio de la deducción matemática y la religión lo ha hecho
mediante la creencia. Pero el yogui es un hueso duro de
roer al que no le bastan ni la deducción ni la creencia. Él o
ella persiguen experimentar la verdad última a través del
refinamiento de la percepción individual. En consecuencia,
la tradición yóguica no menciona a Dios, aunque tampoco
lo niega.
El anhelo humano de expandirse es en realidad una
expresión de la inteligencia sin forma que constituye
nuestro origen. En lugar de tratar de encontrar la fuente de
nuestro anhelo, tratamos de darle expresión en el mundo
exterior. Debido a la naturaleza extrovertida de nuestros
sentidos, creemos de forma engañosa que lo exterior
conseguirá satisfacernos; pero confundir la expresión con
la causa no te aportará libertad sino complicaciones.
El único objetivo de la energía vital de cada individuo es
tocar lo infinito: nuestra esencia. No conoce otra meta.
Aunque tu mente piense en obtener dinero o una nueva
casa y tu cuerpo en comer o dormir, tu energía vital solo
desea romper las limitaciones impuestas por las
estructuras física y mental. Poco a poco, a lo largo de la
vida, un gran número de personas dejan de seguir la
trayectoria de su energía vital y empiezan a creerse que
son seres separados, entidades autónomas.
Sin embargo, la separación es un mito. Los componentes
de tus cuerpos físico y mental han sido tomados de fuera; si
bien te pertenecen, no son tú mismo. Si deseas seguir el
camino que transita el cuerpo ahora mismo, has de saber
que se dirige derecho a la sepultura; igualmente, lo que
conoces de la mente constituye un intrincado revoltijo de
datos que has ido acumulando. Los objetivos de la mente
son enteramente de creación propia; aunque te parezcan
correctos, suelen apartarte por completo del proceso de la
vida. De modo que si sigues a la mente, has de saber que
estás dirigiéndote hacia una nueva creación psicológica. Tal
vez te resulte fascinante, estimulante o incluso
reconfortante durante un tiempo, pero no guarda relación
alguna con la realidad existencial.
La totalidad del proceso yóguico tiene como objetivo
alinearte con el impulso natural de la vida de expandirse
ilimitadamente y proporciona una expresión consciente a
esta necesidad humana básica. Las diversas prácticas
espirituales propuestas por la ciencia yóguica están
diseñadas para apoyar este impulso en tres niveles: el
cuerpo físico, el cuerpo mental y la tercera envoltura o
capa del mecanismo humano, el pranamayakosha o cuerpo
de energía.
El yoga consiste en experimentar los procesos mentales y
físicos claramente, no como la base de ti mismo, sino como
aquello que es causado por ti. Cuando manejas estos dos
instrumentos de forma consciente, tu experiencia de la vida
es cien por cien de creación propia. Todo lo que necesitas
hacer es establecer una distancia entre tú y todo lo que has
acumulado del exterior.
Todo lo que has acumulado en esta vida te acompaña
adondequiera que vayas. Está profundamente adherido a ti,
y tú también estás profundamente apegado a ello en un
nivel inconsciente. Se convierte en un estorbo porque no
sabes cuándo prescindir de ello y cuándo tomarlo. Es como
un saco que cargas sobre los hombros todo el tiempo.
Pero es posible soltarlo, ¡aunque seguirá acompañándote,
al menos no te resultará oneroso! Indudablemente es
posible crear cierta distancia entre tú y lo que has ido
almacenando. Si bien puedes usarlo cuando desees, no
necesitas identificarte con ello. Si no eres capaz de
mantener esta distancia, se enturbiará tu visión de la vida.
Tus recuerdos y tu imaginación —que incluyen todas tus
ideas, creencias y emociones— pertenecen a la esfera de lo
psicológico. La vida puede ser degustada y trascendida solo
cuando existe una distinción entre lo psicológico y lo
existencial.
El proceso espiritual implica un regreso a la vida;
significa seguir la inteligencia profunda de la energía vital.
Existen muchas formas de reconocer hacia dónde desea
dirigirse tu energía vital. Si te desidentificas de los
procesos fisiológicos y psicológicos, lo verás con claridad.
Encuentras la ecuanimidad y la armonía solamente cuando
avanzas conscientemente en la misma dirección que la
energía vital; solo así te atreves a explorar los niveles
máximos de entusiasmo y aventura que te conducen hacia
los misterios más profundos de la existencia.

DOLOR, NO SUFRIMIENTO
En mis tiempos de motocicleta solía viajar por todo
el país. Un día en el que me encontraba en un área
remota, sufrí un accidente grave en el que me hice
un profundo corte en el músculo de la pantorrilla que
llegaba hasta el hueso; así pues, me dirigí a la clínica
local y le pedí al doctor que me arreglara la pierna.
Tras examinar la herida, el médico me informó de que
no le era posible hacerlo ya que el centro no contaba
con un departamento de anestesia, y me sugirió que
acudiera sin demora a un hospital más grande para
recibir atención médica inmediata. Yo rechacé su
propuesta explicándole que no tenía tiempo que
perder y que debía continuar el viaje para cumplir mi
agenda. Insistí en que me arreglara la pierna allí
mismo, pero él se negó. La herida sangraba
abundantemente. Tras una larga discusión,
finalmente el médico accedió a atenderme, ya que
estaba creándose un charco de sangre a mi
alrededor. De este modo, comenzó a coser el músculo
sin anestesia, lo cual exigió cincuenta y dos puntos
en tres diferentes niveles. Estuvimos charlando todo
el tiempo y el médico no dejó de sudar y resoplar
durante todo el proceso. Cuando hubo acabado me
preguntó incrédulo: «¿Pero no sientes ningún dolor
en la pierna?».
Lo cierto es que sentía un dolor terrible e
insoportable, pero el dolor es un fenómeno natural y
es bueno. Sin él, no sabrías si te has cortado la
pierna. El sufrimiento es algo bien distinto. Si el
dolor es suficientemente molesto, ¿por qué empeorar
la situación añadiéndole sufrimiento? El sufrimiento es
de creación propia y todo ser humano puede elegir entre
sufrir y no sufrir. No hay que ser demasiado inteligente
para elegir lo último.
El reto kármico

Sucedió una vez... Un buen día Shankaran Pillai estaba


sentado en un bar con sus amigos cuando, de pronto, el
reloj dio las ocho. Shankaran Pillai dejó el vaso sobre la
barra, se levantó y comenzó a dirigirse hacia la puerta.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué te vas? ¿Por qué no te acabas la
bebida? —inquirieron sus amigos.
Pero Shankaran Pillai siguió caminando hacia la puerta
como un zombi sin emitir una sola palabra.
—¡Ah, vale, ahora está claro! Son las ocho y tienes que
volver a casa. Te da miedo tu mujer, ¿verdad? ¿Pero eres un
hombre o un ratón? —le preguntaron sus amigos riendo.
Shankaran Pillai se detuvo y respondió volviéndose hacia
ellos:
—Yo soy el hombre de la casa; ¡si fuera un ratón, mi mujer
me tendría miedo!
Caminó despacio hasta su casa. Su mujer lo obligaba a
estar allí a las ocho, pero ese día iba retrasado debido a la
discusión y a su paso torpe y lento. Su mujer lo esperaba
sentada en el porche con un rodillo en la mano.
—¿Otra vez bebiendo, desgraciado? ¡Ven aquí y te
enseñaré lo que es bueno! —amenazó a su marido
lanzándole una mirada furibunda.
Shankaran Pillai era un hombre débil pero ágil. Comenzó
a acercarse a ella sumisamente, pero de pronto saltó por
encima de ella y entró en la casa corriendo. Ella se levantó
y le siguió lentamente. Él corrió por toda la casa seguro de
que su mujer no podría alcanzarlo y, después de muchas
vueltas, entró rápidamente en el dormitorio y se metió
debajo de la cama. Ella entró tras él, pero al ser una mujer
grande no pudo deslizarse debajo de la cama. Así pues,
Shankaran Pillai se quedó allí a salvo, mientras ella gritaba:
—¡Cobarde! ¿Qué haces debajo de la cama? ¡Sal ahora
mismo! ¿Eres un hombre o un ratón?
—Soy el hombre de esta casa y soy libre de tumbarme
donde me apetezca —replicó Shankaran Pillai.
Aunque en realidad era el único lugar donde podía estar
en ese momento, necesitaba afirmar que estaba ahí
libremente. Por desgracia, la mayor parte de los seres
humanos hacen lo mismo: etiquetan sus compulsiones y
limitaciones como si se tratara de elecciones libres. La
libertad consiste en hacer gozosamente lo que cada
situación exige; pero limitarte a hacer solo lo que te agrada
es una forma terriblemente compulsiva de vivir. Esta
compulsión es una mala pasada del karma, el antiguo
término que ha sido destrozado por el gran uso que se ha
hecho de él en todo el mundo.
¿Qué es exactamente el karma?
Esta palabra significa «acción» en sentido literal. Una
acción puede ser de tres tipos: corporal, mental y
energética. Aquello que haces con tu cuerpo, tu mente y tu
energía deja un cierto residuo que forma patrones que
permanecen contigo; cuando acumulas una gran cantidad
de impresiones, estas van convirtiéndose poco a poco en
tendencias y te vuelves como un juguete automático, un
esclavo de tus pautas de conducta, una marioneta del
pasado.
El karma es como un software antiguo que has escrito
para ti de forma inconsciente. Escribes tu software según
tus acciones y, una vez que has diseñado un cierto tipo de
programas, todo el sistema funciona en consecuencia. Con
la información del pasado se forman ciertos patrones que
se repiten.
Debido a la naturaleza cíclica de la vida, esos patrones se
presentan una y otra vez; aunque se produzcan unas pocas
variaciones, permanecen prácticamente invariables
repitiéndose a través de las generaciones. Al cabo de un
tiempo, esta repetición puede llegar a ser mortífera. Es
importante ver que estos patrones te controlan desde
dentro, no desde fuera. Nadie tiene que ejercer ningún
control externo sobre ti, sino que son tus reglas autócratas
las que te dirigen todo el tiempo. Aunque pienses que hoy
es un nuevo día o cambien las circunstancias, tu
experiencia interna es la misma una y otra vez. Y de este
modo, cuanto más cambian las cosas, más permanecen
como estaban, no de una forma física, sino experiencial.
Estás atrapado en esa rutina kármica sin poder hacer nada
al respecto.
La libertad es una palabra vacía de significado porque el
modo en que piensas, sientes y entiendes la vida —incluso
la forma en la que te sientas, estás de pie o te mueves—
está condicionado por tus impresiones pasadas. Desde que
naciste, tus padres, tu familia, tu educación, tus amigos, tu
localidad y los lugares que visitaste lo han decidido todo
sobre ti. El karma está codificado en cada aspecto de la
vida; se halla impreso en la memoria, los aspectos básicos
de tu cuerpo, tu constitución química y tu misma energía.
Todos ellos son sistemas de reserva: ¡aunque pierdas el
cuerpo o la mente tu karma no desaparece! Los sistemas de
seguridad son así de eficientes.
Lo que consideras tu personalidad —el conjunto de rasgos
y tendencias que te constituyen— tiene su origen en la
información que has recopilado de forma inconsciente.
Estas tendencias se han denominado tradicionalmente
vasanas. El término vasana significa «olor» en sentido
literal. Según el tipo de desperdicio que contenga hoy el
cubo de la basura, el olor que emane será de un tipo u otro;
igualmente, según el tipo de aroma que desprendas,
atraerás ciertas situaciones vitales.
Supón que hay un pescado podrido en la basura; aunque a
ti te parezca un olor apestoso, ese mismo aroma atraerá a
otras criaturas, y si al día siguiente hubiera flores, el cubo
olerá de forma diferente y llamará la atención de otros
seres.
Cuando hace casi treinta años visité por primera vez
Coimbatore, en el sur de la Inda, me alojé en casa de un
médico. Era un hombre sociable y me contó un episodio
que le había sucedido a su familia. Procedían de una región
costera de la India y a su hija mayor le encantaba el
pescado; dado que la chica estudiaba en el norte, en las
montañas de Dehradun, donde no se servía pescado, cada
vez que regresaba a casa de vacaciones quería tomarlo
todos los días; aunque su madre era vegetariana, no le
importaba preparárselo.
En esa región se consume un pescado seco característico
de la zona que despide un olor increíble. Cuando lo
transportan en camión, tienes que mantener una buena
distancia, o bien retener la respiración al adelantar.
¡Cocinarlo en casa es una buena estrategia para echar a
tus vecinos! Lo cierto es que esta muchacha quería ese
pescado en particular.
Mientras se freía el pescado era como si estuvieran
fumigando toda la casa, ¡el olor podía resucitar a los
muertos! Aunque la madre entró en la cocina para enseñar
a las cocineras cómo prepararlo, en el momento en que el
hedor comenzó a emanar de la sartén, tuvo que salir de allí
al no poder soportarlo. Mientras tanto, la chica, que se
encontraba en su habitación, salió corriendo hacia la cocina
siguiendo el aroma. Total, que madre e hija se chocaron, ¡y
la primera acabó con la nariz rota!
No menciono este incidente como una ilustración de los
conceptos de recompensa y castigo, sino de las posibles
consecuencias de tener una fuerte aversión o apego a algo.
Cuando estas pasiones dominan tu vida, es inevitable
alguna clase de colisión violenta. Las vasanas o tendencias
se generan por una enorme acumulación de impresiones
causadas por acciones físicas, mentales y energéticas. Lo
que denominas tu personalidad no es sino una expresión de
estas tendencias.
Cuando estás haciendo algo en particular y alguien te
pregunta por qué no lo haces de forma diferente, a menudo
respondes: «Yo soy así. ¿Es que no puedo hacer lo que
quiero?». Pero lo cierto es que esa no es tu naturaleza ni
estás haciendo lo que quieres. Tus tendencias se han vuelto
compulsivas y te aprisionan; se trata de una especie de
software que desarrollas de forma inconsciente. Una vez
está fijo, te parece como si solamente tuvieras un camino
en la vida, como si tu destino estuviera predeterminado. El
proceso espiritual, sin embargo, implica configurar nuestra
mente para volver a escribir nuestro software de forma
consciente.
En la India, karma es una palabra común. Cuando alguien
muestra una conducta compulsiva, la gente dice: «Es su
karma», lo cual significa que es de creación propia. Lo
cierto es que una experiencia no resulta amarga o dulce
por ella misma, sino por cómo la percibes y respondes a
ella. Lo que para una persona constituye una vivencia
sumamente desagradable podría ser una bendición para
otra.
En una ocasión, un hombre apesadumbrado se sentó
sobre una lápida llorando amargamente y golpeándose la
cabeza contra la dura piedra.
—¡Mi vida ya no tiene sentido! Mi cuerpo es una carcasa
inútil ahora que te has ido. ¡Si al menos estuvieras vivo! ¡Si
el destino no hubiera sido tan cruel! ¡Si no te hubieras
marchado, qué diferente habría sido mi vida!
Un clérigo que pasaba por allí escuchó sus lamentos y le
dijo:
—Supongo que la persona que está enterrada aquí era
alguien muy importante para ti.
—¿Importante? ¡Desde luego! —se lamentó el hombre,
llorando aún más fuerte—. ¡Era el primer marido de mi
mujer!
De modo que la calidad de tu vida está determinada por
cómo experimentas la vida, no por lo que la vida te ofrece.
Es importante recordar que el karma no es un concepto
negativo, ya que aporta estructura y estabilidad a tu vida.
Las impresiones fluyen a raudales por tu organismo en todo
momento a través de los cinco órganos sensoriales y cada
una de ellas es registrada. Esta información acumulada no
es algo negativo; de hecho, resulta sumamente útil para tu
supervivencia. Si las eliminaras por completo, no sabrías
manejar ni siquiera los aspectos más sencillos de la
existencia. El proceso espiritual no busca demoler este
almacén de impresiones kármicas, sino que te ayuda a ser
más consciente de él y tomar algo de distancia, lo cual te
permite no identificarte con él.
De modo que tu software no es algo problemático en sí
mismo; se convierte en un problema cuando se vuelve el
principio rector de tu vida. Hablar de buen y mal karma es
como hablar de un cautiverio bueno y otro malo: no existe
tal cosa. El karma es tu propia creación; no es ni bueno ni
malo. Se trata de software que puede resultarte de utilidad
si no te esclaviza. Este es el objetivo del proceso espiritual:
aflojar la atadura que el karma impone sobre ti. Cualquiera
que sea la naturaleza de tu karma pasado, existe suficiente
conciencia en un ser humano para hacerse cargo
totalmente del karma del momento presente.
Solo podrá darse una transformación o avance en tu vida
si rompes los patrones cíclicos del karma. Si bien todo lo
que es cíclico sugiere un movimiento constante, en realidad
no va a ninguna parte. Si eres sensible al funcionamiento
de la existencia, te das cuenta de esto muy pronto, y si no
eres tan sensible, te percatas de ello cuando vas haciéndote
mayor. Aunque parezca que todo te va bien —tu vida
profesional florece, tu capital aumenta, tu familia prospera
—, en realidad tú no estás yendo a ninguna parte. Cuanto
más rápido logras el éxito, antes observas esto; en cambio,
cuando te hallas en un cierto estado de insuficiencia, sigues
pensando que todo irá bien cuando se cumplan tus sueños.
Pero si todos tus sueños se hicieran realidad de pronto, te
darías cuenta de que aunque todo esté sucediendo como
querías, tu vida no es plena y tus anhelos persisten.
Hasta que no rompes este ciclo no tienes libertad de
elección real en tu vida. Es posible que en ocasiones hayas
experimentado un gran avance; parece que las cosas han
cambiado y todo te resulta maravilloso durante los tres días
siguientes, pero en el cuarto día vuelves a la misma rutina,
¿no te ha sucedido alguna vez? Esto ocurre porque no
existe libertad de pensamiento, de emoción, de acción y,
sobre todo, de experiencia mientras estés bajo el dominio
de la atadura kármica.
Al mismo tiempo, la solución tampoco es evitar el karma.
Si bien la evitación puede aportarte algo de estabilidad y
equilibrio en el día a día, va quitándote poco a poco la
alegría de vivir, lo cual constituye un karma sumamente
negativo en sí mismo. Negar, reprimir o evitar la vida no te
libera, sino que te esclaviza. El deseo «no quiero mi karma»
es en sí un gran karma.
En realidad, el mismo proceso de la vida constituye una
disolución del karma. Si vives plenamente cada momento
de tu vida, disuelves enormes cantidades de karma. Cuando
experimentas de forma absoluta todo lo que te llega,
cuando experimentas cada aliento de vida con total
intensidad sin la distracción del pensamiento y la emoción
—desprovisto de dramas psicológicos—, te liberas del
proceso de la vida y la muerte. No solo estás más vivo: eres
la propia vida.
El yoga te proporciona una forma de distanciarte tanto
del karma como del origen de este: el intelecto
discriminativo. Te permite elegir en cada momento de tu
existencia entre ser una víctima, un espectador o el dueño
de tu propia vida. Con práctica y esfuerzo todos podemos
escribir un software de gozo y bienestar para nosotros
mismos.

SADHANA
Cuando te das cuenta de que todos tus logros
materiales adquieren valor solamente en comparación
con quienes no los disfrutan, te percatas de que se
trata de una alegría originada en la carencia del otro.
¿Puedes llamar a eso alegría?, ¿no se trata en realidad
de una enfermedad? Es hora de que todos afrontemos
esto. Si estuvieras solo en este planeta, ¿qué
desearías para ti? Formúlate esta pregunta y mira a
ver adónde te conduce.
Prueba lo siguiente: siéntate en soledad durante
cinco minutos e imagina cómo sería tu vida si
estuvieras completamente solo en el mundo. Si no
hubiera nada ni nadie con quien compararte, ¿cuáles
serían tus verdaderos deseos?, ¿qué te importaría de
verdad si no hubiera ningún reconocimiento ni crítica
externa? Si haces esto todos los días te alinearás con
los deseos de la vida que eres, en lugar del lío kármico
que crees que eres.

El mecanismo de la vida

Kriya significa fundamentalmente «acción interna», esto


es, una acción en la que no intervienen el cuerpo, la mente
ni las dimensiones físicas de la energía. Como he
mencionado antes, aunque el cuerpo y la mente son tuyos,
constituyen elementos externos: el cuerpo es una
acumulación de alimentos y la mente lo es de ideas. Incluso
las marcas dejadas en el cuerpo energético constituyen una
acumulación de impresiones de los cinco sentidos. Pues
bien, la capacidad de obrar con el aspecto no físico de tu
energía se denomina kriya. Aunque pueda sonar un tanto
esotérico, esta práctica solo es posible si eres iniciado por
alguien que tenga dominio sobre las esferas de la energía.
Cuando tus acciones encuentran una expresión externa
con la participación del cuerpo, la mente y las dimensiones
físicas de la energía, eso es karma; pero cuando te vuelves
hacia dentro y llevas a cabo una acción más allá de todas
las dimensiones de lo físico, eso es kriya. El karma es un
proceso que te ata, mientras que el kriya te libera. El
aspecto más significativo del yoga consiste en actuar más
allá de las dimensiones físicas de la energía. De entre las
cuatro dimensiones del ámbito físico, eres más consciente
de las acciones físicas, menos de las mentales, mucho
menos de las emocionales y muy poco de las energéticas.
Pero en el momento en que aprendes a actuar con el
aspecto no físico de la energía vital, de pronto avanzas
hacia un nuevo nivel de libertad dentro y fuera de ti.
¿Cómo se accede al aspecto no físico de la energía vital?
Las posturas de yoga que implican asanas, respiración, una
determinada actitud mental y la activación de la energía
están orientadas esencialmente hacia la alineación de las
tres primeras envolturas corporales: los cuerpos físico,
mental y energético. Solamente a través de esta alineación
consigues acceder a las dimensiones que se encuentran
más allá de lo físico: a la propia energía vital.
He visto a gente que comienza a practicar un kriya simple
y se vuelven de repente tan creativos que son capaces de
lograr cosas que les parecían imposibles. Esto se debe a
que han aflojado un poco su base kármica; han sacudido su
energía vital en lugar de permanecer enredados con los
procesos físicos del cuerpo, la mente y la energía y eso
produce cambios. Todo ser humano puede aprender a
hacerlo.
El kriya yoga es al mismo tiempo una forma sumamente
poderosa de transitar la senda espiritual y una práctica
enormemente exigente. Puesto que hoy en día la gente no
suele estar acostumbrada a usar el cuerpo en todas sus
posibilidades, el kriya yoga podría parecer arduo e
inhumano, ya que se trata de ejercicios complicados que
demandan mucha disciplina, enfoque y exactitud. La
mayoría de la gente no dispone del cuerpo, la actitud o la
estabilidad emocional necesarios para esta vía,
principalmente porque están acostumbrados a vivir, desde
su más tierna infancia, en un perpetuo estado de confort.
No es problemático estar habituado a cierta comodidad
física; el gran problema reside en buscar constantemente el
placer. Esta clase de actitud y disposición emocional no es
adecuada para el camino del kriya yoga.
Tampoco puede practicar kriya yoga la gente que habla
de su «libertad» todo el tiempo y lo cuestiona todo: «¿Por
qué no soy libre de tomarme un helado?, ¿por qué no puedo
levantarme cuando me da la gana?, ¿por qué no puedo
comer o beber libremente o tener sexo con quien y cuando
quiera?». Si tomas el camino del kriya, has de imponer una
cierta disciplina a los procesos físicos, psicológicos y
emocionales. Si deseas llegar a la cumbre de tu conciencia,
esta disciplina es esencial. ¡No puedes estar de fiesta hasta
el amanecer y pretender escalar el Everest a la mañana
siguiente! La misma lógica es aplicable aquí.
Cuando se te proporciona una rutina de kriyas has de
seguirla. Aunque puedas ir comprendiendo la necesidad de
una disciplina durante el proceso, es algo que no puede
explicarse por completo, ya que al hacerlo se perdería la
esencia de esta práctica. Esta es la razón por la que esta
senda constituye una herramienta que permite trascender
el marco de la lógica y la experiencia con objeto de acceder
a las dimensiones no físicas que se consideran espirituales
o místicas.
Si quisiera enseñarte kriyas solo como una práctica, sería
sencillo escribirlos en un libro para que pudieras
aprenderlos y memorizarlos; pero para que el kriya sea un
proceso vivo que se imprima en tu sistema de una cierta
forma, se requiere disciplina, dedicación y receptividad.
Cuando caminas por un terreno completamente nuevo, si
no tienes confianza en el guía el viaje se vuelve
innecesariamente largo y difícil.
Generalmente, en la senda del kriya la mayoría de los
gurús hacen esperar a los discípulos. Tradicionalmente,
cuando los estudiantes acudían a un gurú para aprender
kriya yoga este podía tenerlos todo un año barriendo el
suelo y otro año más lavando los platos. Si después de eso
seguían manteniendo su resolución sin vacilar, entonces el
gurú consideraba la posibilidad de iniciarlos en los kriyas.
Existe una razón para esto. Una vez que el sistema accede
a una mayor vibración, las actitudes y emociones
equivocadas podrían resultar sumamente perjudiciales.
Pero en el mundo moderno es complicado que alguien
disponga del tiempo y la confianza suficientes para
iniciarse en la práctica de kriyas. Aunque no es imposible,
es una posibilidad remota.
En lo que a mí respecta, pasé veintiún años de mi vida
transformando un poderoso kriya, el Shambhavi
Mahamudra, a fin de que pudiera enseñarse a un gran
número de personas en el mundo moderno. He omitido
ciertos aspectos que podrían ser utilizados para dañarse a
sí mismo o a otros, o bien para ejercer un influencia en los
elementos externos, y solo mantiene los beneficios físicos,
psicológicos y espirituales. Durante esas dos décadas evité
cualquier forma de difusión pública al estar centrado en la
reforma de este kriya y así poder impartirlo a gran escala
sin efectos negativos.
Como camino completo el kriya yoga es adecuado
solamente para las personas interesadas en explorar las
dimensiones místicas. Si lo que te interesa es el bienestar o
buscas únicamente la realización, puedes usar los kriyas
limitadamente; en estos casos no es necesaria un práctica
exclusiva, ya que la dedicación que requiere es enorme.
Si sigues intensamente la vía del kriya sin orientación,
cosechar los frutos puede llevarte unas cuantas vidas; pero
si cuentas con alguien que esté guiando activamente el
proceso, puede constituir una forma magnífica y poderosa
de explorar la naturaleza interna y los fenómenos místicos;
en todo caso, el kriya supone dar un rodeo. En esta senda
no solo buscas bienestar, dicha o realización, sino que
quieres conocer la ingeniería de la propia vida; esta es la
razón por la que se trata de un proceso mucho más largo.
Los practicantes de kriya yoga tienen una presencia
completamente diferente debido al dominio de sus
energías: pueden desmontar la vida y rehacerla de nuevo.
Si sigues la senda del gnana yoga, por ejemplo, aunque tu
intelecto se vuelva tan agudo como el filo de una navaja,
poco podrás hacer con tus energías; lo mismo sucede en la
vía del bhakti yoga o la devoción, aunque eso te importe
bien poco, ya que lo único relevante es la intensa dulzura
de tus emociones y solo deseas disolverte en el objeto de tu
devoción; igualmente, aunque puedas hacer muchas cosas
en el mundo externo en el camino del karma yoga, nada
podrás hacer contigo mismo. Los kriya yoguis, en cambio,
pueden hacer lo que quieran con su mundo interior, al
tiempo que alcanzan grandes logros en el mundo exterior.

SADHANA

La forma en que la estructura kármica funciona en el


cuerpo humano es esencialmente cíclica. Si observas
con detenimiento, a lo largo de un día se repiten los
mismos ciclos una y otra vez. Si eres muy observador
te percatarás de que atraviesas un ciclo fisiológico
cada cuarenta minutos. Una vez que lo has visto,
puedes manejarlo con la necesaria conciencia y
atención, y avanzar hacia la trascendencia desde las
limitaciones que establece. De modo que cada
cuarenta minutos la vida te presenta una oportunidad:
la posibilidad de ser consciente.
Entre cada cuarenta y cuarenta y ocho minutos se
produce asimismo un cambio en la forma en la que el
aire circula a través de los orificios nasales derecho e
izquierdo: fluye principalmente por el derecho durante
un tiempo, y luego lo hace por el izquierdo. Toma
conciencia de esto y constata que en ti se producen
cambios. Puedes ampliar esta conciencia fijándote en
la influencia que ejercen el sol y la luna en tu cuerpo.
Si sintonizas el sistema físico con los ciclos lunares y
solares, tu salud física y psicológica estará
garantizada.

El laberinto energético

El sistema yóguico nos ofrece una visión completa y


detallada de la anatomía del cuerpo energético humano a
través de un mapa de setenta y dos mil canales o nadis
presentes en el sistema energético. Los nadis —por los que
circula el prana o energía— se originan a su vez en tres
canales básicos: pingala, situado en el lado derecho, ida en
el lado izquierdo y sushumna en el centro.
Estos tres canales son la base del sistema energético.
Pingala simboliza el principio masculino e ida el femenino.
«Masculino» y «femenino» no se refieren a diferencias
biológicas, sino a ciertas propiedades de la naturaleza que
se han identificado como tales. Ambas cualidades están
representadas por estos dos canales.
Cuando una persona tiene un pingala muy pronunciado,
prevalecerán en ella las cualidades extrovertidas y
exploradoras; en cambio, si el ida es más prominente,
cualidades de reflexión y receptividad serán más
dominantes. Ser hombre o mujer no tiene que ver con esto.
Puedes ser un hombre con un ida dominante o una mujer
con un pingala dominante. Pingala e ida también son
simbolizados con el sol y la luna, que representan los
principios masculino y femenino respectivamente. El sol es
agresivo y extrovertido; la luna recibe y refleja. Asimismo,
los ciclos lunares están íntimamente conectados con el
cuerpo femenino. En el ámbito mental, pingala representa
la dimensión lógica e ida la intuición. Esta dualidad
constituye la base de la esfera física de la vida. Un ser
humano está completo solamente cuando ambos aspectos
funcionan en su máxima potencia y se encuentran en un
equilibrio adecuado.
Sushumna, el nadi central, es el elemento más
significativo de la fisiología humana; no obstante, termina
generalmente siendo inexplorado. Aunque sushumna es
independiente de los setenta y dos mil nadis, constituye la
piedra angular de todo el sistema. Una vez que las energías
penetran en tu sushumna, mantienes un equilibrio sin
importar qué ocurra a tu alrededor. Aunque ahora mismo
tengas un equilibrio razonable, te alterarás si las
situaciones externas te suponen un desafío. Una vez que las
energías penetran en sushumna, tu estado interior se
vuelve independiente del exterior; porque el sushumna es
independiente de los setenta y dos mil nadis.
En la actualidad se habla mucho de los chakras. El
término chakra significa «rueda» y tiene un significado
sumamente específico en la ciencia yóguica. Hoy en día
existen «centros de alineación de chakras» que afirman
equilibrar los chakras, desbloquearlos y librarte de las
enfermedades pasadas, presentes y futuras. Mucha gente
está «trabajando» los chakras últimamente; se ha
convertido en una gran moda, pero puede resultar
peligroso. Es hora de abordar este tema tan sutil con
cuidado y precisión.
Los nadis no tienen una manifestación física. No los
encontrarías si diseccionaras el cuerpo y miraras por
dentro. Pero a medida que vayas haciéndote más
consciente, irás notando que la energía no fluye
aleatoriamente, sino por caminos establecidos.
Los chakras son poderosos centros de nuestra fisiología
en donde los nadis se juntan de una forma particular para
crear un vórtice de energía. Al igual que los nadis, los
chakras son de naturaleza sutil y no tienen una existencia
física. Los nadis se agrupan siempre en forma de triángulo
(no un círculo, como sugiere la palabra chakra). La parte
móvil de una máquina siempre tiene forma de círculo,
porque esta figura es capaz de generar movimiento con la
menor resistencia. Pues bien, estos centros de energía son
llamados así porque la rueda sugiere movimiento o
dinamismo.
Existen 114 chakras en el cuerpo: dos situados fuera y
112 dentro de él. Entre estos 112, hay siete chakras
principales. Para la mayoría de las personas, tres de estos
siete están activos; el resto se encuentra en estado latente
o vagamente activo. No es necesario activar los 114
chakras para vivir una vida física: puedes tener una vida
bastante completa con solo unos pocos; de hecho, si los 114
chakras estuvieran activos, no tendrías ninguna sensación
corporal. El propósito del yoga es activar tu sistema
energético de tal modo que la conciencia corporal vaya
reduciéndose constantemente, para que puedas estar aquí
en el cuerpo, pero sin que seas el cuerpo.
En el sur de la India vivió un yogui legendario llamado
Sadashiva Brahmendra. Se trataba de un nirkaya, que
significa literalmente «yogui incorpóreo». Dado que no
tenía ninguna noción de su cuerpo, no se le pasaba por la
cabeza vestirse, simplemente vagaba desnudo. En esa
condición, tampoco se tiene un sentido de vivienda,
propiedad o limitación física.
Un buen día penetró en los jardines reales a la orilla del
río Kaveri. El rey estaba sentado relajándose junto a sus
reinas. Sadashiva Brahmendra caminó por el jardín
inconsciente de su desnudez. El rey se enfureció:
—¿Quién es el necio que se atreve a caminar desnudo
delante de mis mujeres?
De inmediato ordenó a sus soldados que lo persiguieran;
estos lo siguieron llamándolo, pero el intruso continuó
caminando sin darse la vuelta. Furioso, uno de los soldados
desenvainó su espada y le cortó el brazo derecho, pero
Sadashiva Brahmendra siguió su marcha sin inmutarse.
La escena dejó a los soldados pasmados y aterrorizados:
se dieron cuenta de que no se trataba de un hombre
ordinario. El rey y sus soldados corrieron tras él y se le
postraron suplicando que los perdonase. Lo llevaron de
vuelta al jardín, donde vivió el resto de sus días hasta que
dejó su cuerpo.
Existen innumerables ejemplos como este en la tradición
yóguica. Cuando tus energías son muy elevadas, la
sensación física es tan reducida que incluso es posible vivir
sin alimento durante días.
¿Cuál es el papel exacto de los chakras en el sistema?
Existen siete chakras fundamentales: el muladhara, que
está ubicado en el perineo —el espacio entre el ano y los
órganos genitales—; swadhishthana, que se sitúa justo por
encima de los órganos genitales; manipuraka, que se
encuentra un par de centímetros por debajo del ombligo;
anahata, que se localiza por debajo del punto en el que se
unen la caja torácica y el diafragma; vishuddhi, que está
ubicado en la base de la garganta; agna, que se sitúa en el
entrecejo; y sahasrara, también conocido como
brahmarandra, que se localiza en la fontanela, en la parte
superior de la cabeza (la zona blanda de la cabeza del
bebé).
Los chakras constituyen las siete diferentes dimensiones
a través de las que se expresan tus energías. Tus
experiencias internas —ira, tristeza, paz, alegría y éxtasis—
son distintos niveles de expresión de las energías vitales.
Cuando tus energías son dominantes en muladhara, el
sueño y la comida son los factores más importantes en tu
vida. Si tus energías prevalecen en swadhishthana, el
placer es el factor dominante; esto significa que disfrutas
de tu realidad física de múltiples maneras. Cuando tus
energías predominan en manipuraka, eres una persona de
acción; puedes lograr muchas cosas en el mundo. Cuando
tus energías dominan en anahata, eres una persona
sumamente creativa; si tus energías prevalecen en
vishuddhi, tienes una presencia poderosa, y cuando
predominan en agna, eres alguien intelectualmente
realizado, lo cual puede aportarte un cierto estado de paz y
estabilidad internas sin importar las circunstancias.
Se trata de diferentes niveles de intensidad. Alguien que
busca el placer tiene una vida más intensa que alguien que
vive para comer y dormir; una persona que quiere crear
algo en el mundo vive con más intensidad que el buscador
de placer; un artista o una persona creativa vive más
intensamente que los tres casos anteriores; por su parte,
vishuddhi te aporta una intensidad completamente
diferente y agna es aún más potente. Finalmente, si llegas
al sahasrara, estallas en un éxtasis indescriptible y te
sientes extático sin razón alguna ni estímulo externo,
porque tus energías han llegado a una cierta cumbre.
Hablar de chakras inferiores o superiores resulta
engañoso; es como comparar los cimientos de un edificio
con el tejado; este último no es superior ni los primeros,
inferiores. La calidad, duración, estabilidad y seguridad de
una construcción depende, en gran medida, de la base más
que del techo. Por ejemplo, en el cuerpo físico se requiere
que haya una cierta cantidad de energía en muladhara.
Mula significa «raíz» u «origen», y adhara, «base». En la
ingeniería del organismo, constituye la base: si deseas
crecer, necesitas cultivarla.
Al mismo tiempo, los chakras tienen una dimensión
espiritual, no solo física. Si llevas la cantidad adecuada de
conciencia al propio muladhara, este puede transformarse
hasta el punto de que te liberes completamente de la
necesidad compulsiva de sueño y comida.
Los chakras se clasifican en dos grupos: muladhara,
swadhishthana, manipuraka y otros chakras relacionados
tienen la función de mantener el cuerpo estable y
arraigado; se trata de cualidades asociadas con la tierra y
la supervivencia. Cuando tu energía se concentra
principalmente en estos chakras, tienes cualidades
terrenales y estás más dominado por la naturaleza; en
cambio, los chakras superiores —vishuddhi, agna,
sahasrara y otros chakras relacionados— son centros que
te alejan de lo terrenal. Están asociados al anhelo a lo
infinito; te vuelven receptivo a una fuerza que se ha
denominado «gracia» tradicionalmente.
El chakra ubicado en el centro, anahata, constituye el
punto de equilibrio entre ambas tendencias. Es una especie
de elemento de transición entre los chakras inferiores y los
superiores; entre los instintos de supervivencia y la fuerza
que te impulsa hacia la liberación. Está simbolizado por dos
triángulos entrelazados, uno apuntando hacia arriba y otro
hacia abajo, formando una estrella de seis puntas.
Numerosas tradiciones religiosas han utilizado esta estrella
como símbolo sagrado, ya que algunos seres iluminados en
esas culturas tomaron conciencia de su naturaleza original
a través de anahata y descubrieron estos triángulos
entrelazados en su interior.
El chakra vishuddhi —situado en la base de la garganta—
significa «filtro» en sentido literal. Cuando este chakra se
vuelve poderoso, posees la capacidad de filtrar cualquier
elemento externo, es decir, una vez que tu vishuddhi está
muy activo, eres tan poderoso que la naturaleza exterior no
ejerce ninguna influencia sobre ti. La iconografía de la
India representa a Adiyogi o Shiva con una garganta azul,
por ser capaz de filtrar todos los venenos del mundo
exterior y evitar que penetren en su organismo
reteniéndolos en la garganta.
Cuando la energía asciende al chakra agna, situado en el
entrecejo, te iluminas a nivel intelectual pero no aún de
forma experiencial. El gran filósofo místico indio del siglo
viii Adi Shankara recorrió la India derrotando a un
sinnúmero de eruditos en los debates metafísicos que
entablaban. Su lógica era invencible, porque la unión que
se experimenta en agna te confiere un nivel extraordinario
de agudeza intelectual y percepción.
El séptimo chakra, sahasrara, está situado fuera del
cuerpo y permanece latente en la mayoría de la gente.
Puede activarse por medio de práctica espiritual o un estilo
de vida sumamente intenso. Cuando alcanzas sahasrara tu
experiencia deja de ser intelectual para convertirse en
experiencial. Estallas en un éxtasis indescriptible y
comienzas a tener acceso a las esferas místicas más
profundas. A veces puedes experimentar estados de éxtasis
incontrolables si no has llevado a cabo suficiente práctica
espiritual que te haya brindado el equilibrio fisiológico y
psicológico necesario. En la tradición de la India, estos
místicos extáticos se denominaron avadhutas. Se hallaban
en tal estado alterado de conciencia que a menudo había
que alimentarlos y cuidarlos por ser incapaces de manejar
los aspectos terrenales de la existencia por sí solos.
Básicamente, cualquier camino espiritual puede
describirse como un viaje que parte de muladhara hacia
sahasrara, una evolución de una dimensión a otra. Si bien
la ciencia yóguica ofrece una amplia gama de prácticas
espirituales que posibilitan el ascenso de la energía de un
chakra a otro, desde agna a sahasrara no existe ningún
camino: has de dar un salto o caer en él.
Esta es una de las razones del gran énfasis que se pone
en el gurú en la tradición espiritual de la India. Dar el salto
de agna a sahasrara requiere una confianza inmensa.
Supón que te hallaras frente a un abismo sin fondo y
alguien te pidiera que te lanzaras: tendrías que estar
completamente loco, ser sumamente valiente o tener una
total confianza para hacerlo. Casi nadie tiene el valor
necesario, son muy pocos los que están suficientemente
locos como para vivir su vida con un total abandono; la
mayor parte de la gente vive con precaución y la necesidad
imperiosa de proteger sus límites. De modo que el 99,9 por
ciento de la gente necesita esa confianza, pues sin ella
nunca darían el salto.
Sin embargo, ese abismo no debe evocar oscuras
imágenes de un averno terrorífico, sino que es un espacio
libre de toda posibilidad de ser herido y sufrir, una
dimensión completamente nueva y no repetitiva que está
más allá de toda comparación y contexto, y que no te deja
como un individuo sino que te convierte en una naturaleza
infinita omniabarcante y en un estado de quietud que
trasciende la dicha.
De modo que el salto merece la pena y, de hecho, lo es
todo. Con él, el abismo sin fondo se convierte en libertad
ilimitada.

SADHANA

Concentrándote en un punto alejado entre 15 y 23


cm de distancia del área del entrecejo, durante entre
doce y cuarenta y ocho minutos, con los ojos abiertos,
puedes tomar conciencia de la naturaleza y estructura
de tus chakras (dependiendo de la duración del
ejercicio y tu grado de concentración). Esta
percepción puede ayudar a estabilizar el movimiento
aleatorio de los chakras en la fisiología humana
causado por situaciones externas estresantes. Se
trata de un aspecto de una forma sumamente
sofisticada de kriya yoga que te permite acceder a tu
dimensión akáshica o etérea.

UNA SENDA INEXPLORADA

La sexta rama del yoga se conoce como dhyana o


dhyan, y está dirigida a trascender los límites de la
estructura física y mental.
Desde la India, dhyan se difundió hasta China gracias a
los monjes budistas, donde se denominó ch’an; después
esta rama llegó a Japón procedente de los países del
sudeste asiático y se convirtió en el zen, en donde encontró
expresión como un sistema completo que pone énfasis en la
experiencia directa y no en la doctrina. El zen es un camino
espiritual sin escrituras, libros, reglas ni prácticas rígidas;
se trata de una senda inexplorada.
El primer uso conocido de la técnica que hoy
conocemos por zen data de hace casi ocho mil años,
mucho antes del tiempo de Gautama el Buda. El rey
Janaka era un hombre brillante y un ferviente
buscador que hervía con un anhelo de saber. Aunque
había pasado por todos los maestros espirituales del
reino, ninguno podía ayudarlo porque todos ellos
habían emergido de los libros. Necesitaba encontrar
a alguien que conociera la verdad por experiencia
directa.
Un día en que se encontraba de cacería y se había
adentrado en el bosque, se detuvo al ver a un yogui.
Sentado en el exterior de una pequeña ermita estaba
Ashtavakra, uno de los yoguis y maestros
espirituales más excelsos de todos los tiempos.
Janaka se dispuso a bajarse del caballo para
saludarlo; alzó la pierna por encima de la montura y
estaba a punto de desmontar cuando oyó decir a
Ashtavakra:
—¡Detente!
Janaka obedeció y se paró en seco, con una pierna
todavía en el estribo y otra en el aire. Aunque era
una postura dolorosa, Janaka permaneció inmóvil
mirando fijamente a Ashtavakra. No sabemos por
cuánto tiempo se prolongó la situación, pero lo cierto
es que, de pronto, en aquella incómoda posición,
Janaka se iluminó por completo. El método empleado por
Ashtavakra fue similar a lo que se conoce por zen hoy en
día.
Sucedió una vez... Había un maestro zen respetado
por todos que no tenía ninguna enseñanza que
impartir. Siempre acarreaba a sus espaldas un gran
saco con diversos objetos, entre ellos dulces. En cada
ciudad y pueblo que visitaba los niños se
congregaban a su alrededor, les distribuía las
golosinas y se marchaba. Cuando la gente le pedía
enseñanzas, él se reía y seguía su camino.
Un día un maestro zen de gran reputación salió a su
encuentro. Quería confirmar si ese hombre del saco
sabía de zen o no, de modo que le preguntó:
—¿Qué es el zen?
De inmediato, su interlocutor dejó el saco y
permaneció erguido.
—¿Cuál es el objetivo del zen? —preguntó de nuevo.
El hombre recogió el saco, lo cargó sobre la espalda
y se fue.
En esto consiste el yoga y, en realidad, toda
práctica espiritual. Si quieres seguir la senda del
yoga o del zen, has de dejar tu carga, descartar todo
en el camino, mantenerte libre y permanecer
erguido. Esto es importante. Con tu carga a cuestas
posiblemente nunca lo consigas. Y ¿cuál es el
objetivo del yoga? Tomar de nuevo toda esa carga
conscientemente: pero ahora, ¡ya no te parece una
carga!

Una ciencia sagrada

¿Qué significa santificar o consagrar un espacio?


El término «consagración» suele usarse de una forma
bastante libre. Para la mayoría de la gente denota una serie
de rituales que aportan belleza y poesía a sus vidas en el
mejor de los casos, pero sin ejercer ninguna función real.
Son muchos los que creen que se trata de una mera
palabrería dirigida a oscurecer el proceso espiritual y
explotar a las atemorizadas y crédulas masas. Es hora de
dejar atrás este entendimiento superficial y examinar la
cuestión más a fondo.
Si transformas tierra en comida, lo llamamos agricultura.
Si transformas comida en carne y huesos, lo llamamos
digestión. Si haces tierra la carne, lo llamamos
incineraración. Si conviertes esta carne —o incluso una
piedra o un espacio vacío— en una posibilidad más elevada,
lo llamamos consagración.
La consagración constituye un proceso vivo conocido en
sánscrito como pratishtha. Como hemos mencionado antes,
la ciencia moderna afirma que todo es la misma energía
manifiestada de innumerables formas. Si esto es cierto,
aquello que denominas divino, piedra, hombre, mujer o
demonio, está compuesto de la misma energía funcionando
de diversas maneras. Si tienes la tecnología necesaria,
tienes la posibilidad de convertir el simple espacio que te
rodea en una divina exuberancia; puedes tomar un pedazo
de roca y convertirlo en un dios o una diosa. En esto
consiste el fenómeno de la consagración.
El conocimiento sobre la consagración se ha transmitido
de generación en genearación desde tiempos antiguos,
especialmente en la India. Esto ha sido así porque, al
margen de la duración de tu vida o lo próspera que sea, en
algún momento aparecerá invariablemente el anhelo
humano fundamental de entrar en contacto con la fuente
de la creación. Si la posibilidad de acceder a estas
dimensiones más profundas no se crea y se hace accesible
para todo individuo que busca, la sociedad habrá fallado en
proveer bienestar auténtico a sus ciudadanos.
Es por esta conciencia que la cultura India construyó
múltiples templos en cada calle. La idea no era erigir
templos que compitieran entre sí, sino que nadie viviera en
un espacio que no estuviera consagrado.
Es una gran suerte para un ser humano vivir en un lugar
consagrado. Cuando esto ocurre, tu forma de vida cambia
radicalmente. Podrías preguntar: «¿Y no puedo vivir sin
ello?». Sí puedes. Si sabes cómo convertir en un templo tu
propio cuerpo, acudir a un templo físico no es una cuestión
importante. Es cierto, puedes consagrar tu propio cuerpo,
pero la cuestión es: ¿serás capaz de mantener ese estado?
Todas las iniciaciones espirituales tienen como objetivo
convertir este mismo cuerpo en un espacio sagrado; una
vez que has dado ese paso, todo lo que se necesita es
mantenimiento. Seguir una práctica espiritual diaria es una
forma de tratar de mantener el sistema en un estado
elevado de vibración tras la iniciación. Yo he ofrecido
poderosas consagraciones a gente en diversas ocasiones
formal e informalmente. Consagrar un objeto inanimado —
una roca, por ejemplo— cuesta una enorme cantidad de
vida; en cambio, convertir a los seres humanos en templos
vivos resulta mucho más barato y ecológico, ¡además, se
trata de templos móviles! A pesar de sus múltiples ventajas,
el problema reside en que debe dedicársele cierta cantidad
de tiempo, energía y enfoque a su mantenimiento para que
funcione.
Cuando la gente está demasiado distraída y poco
dispuesta a convertirse en un templo vivo, los templos de
piedra son necesarios. El propósito principal de estos
espacios es favorecer a la gran mayoría que no tiene una
práctica espiritual —aunque si realizas tu práctica en ese
lugar sagrado, el beneficio es doble—. Especialmente para
quienes no conocen cómo transformar su propio cuerpo en
un templo vivo, la construcción externa es de un valor
inestimable.
La consagración o pratishtha suele llevarse a cabo de
diversas maneras; generalmente por medio de rituales,
mantras, sonidos, formas externas y otros medios. Se
requiere un mantenimiento constante. Los rituales en el
templo no se celebran por tu bien, sino que sirven para
mantener viva la deidad o la forma energética. ¿Qué es una
deidad? Una deidad es una herramienta destinada a una
función específica: alcanzar la plenitud en diferentes
aspectos de la vida. De hecho, el término tradicional para
deidad es yantra, que en sentido literal significa máquina o
una forma para trabajar la energía. La sabiduría popular
desaconseja tener imágenes de piedra en casa. Si lo haces,
debes llevar a cabo un mantenimiento diario siguiendo un
determinado proceso. Cuando una deidad se consagra por
medio de mantras y no se cuida como es debido cada día,
puede convertirse en una energía de retracción y causar un
daño terrible a los habitantes de la zona. Por desgracia,
esto ha sucedido en multitud de templos debido a un
cuidado inadecuado por gente que no sabe cómo
mantenerlos vivos.
Prana pratishtha es diferente en el sentido de que utiliza
tu propia energía vital para consagrar algo. Cuando
consagras algo de este modo, no necesita mantenimiento:
es literalmente para siempre. Llevé a cabo la misión de mi
vida, la consagración de Dhyanalinga (una forma de
energía sutil en la que todos los chakras funcionan a
máxima potencia, ubicada en el Isha Yoga Center de
Coimbatore, en el sur de la India, desde 1999), a través de
prana pratishtha. Esta es la razón por la que no se realizan
rituales en este lugar sagrado: no son necesarios.
Dhyanalinga no requiere mantenimiento porque su
vibración no experimenta fluctuaciones. Aunque eliminaras
la parte de piedra de la estrucutura, Dhyanalinga seguiría
igual. Con independencia de los cambios físicos que se
produzcan con el paso del tiempo, la forma energética
perdurará siempre pues está hecha de una dimensión no
física. Es indestructible.
Los templos hindúes nunca fueron lugares de oración. La
tradición dictaba que por la mañana el devoto debe
dirigirse directamente al templo tras haberse duchado,
permanecer allí un rato sentado y solo después de eso
podía comenzar su día. El templo era como un espacio
público para recargar baterías; pero casi todo el mundo se
ha olvidado de esto hoy en día. Acuden a los templos,
realizan su petición a la deidad, permanecen sentados unos
segundos y se marchan. Esto es bastante inútil: lo ideal
sería permanecer para imbuirse de las energías del lugar.
En el templo yóguico de Dhyanalinga en Coimbatore, no
necesitas «creer» en nada para cosechar los beneficios; no
tienes que rezar ni realizar ninguna ofrenda ritual: solo has
de cerrar los ojos y permanecer allí durante un tiempo. Si
lo pruebas por ti mismo, descubrirás que constituye una
experiencia tremenda. Dhyanalinga tiene el mayor nivel de
intensidad posible en una forma. Incluso si las personas
que no saben nada de meditación pasan allí un rato
sentadas, se vuelven meditativas por su propia naturaleza.
Se trata de una herramienta extraordinaria.
¡Si tuviera el apoyo necesario y la oportunidad de hacerlo,
me gustaría consagrar todo el planeta! Es en esto en lo que
soy bueno: convertir el aire en un espacio poderosamente
vibrante y un trozo de metal o de piedra en una
reverberación divina. Sueño con que algún día toda la
humanidad viva en un entorno consagrado. Tu hogar
debería estar consagrado; tu calle debería estar
consagrada; tu oficina debería estar consagrada. Todos los
lugares donde pasas tiempo deberían estar consagrados.
Cuando vives en un espacio así, tu evolución no necesita
atenerse a criterios darwinianos: puedes simplemente dar
el salto hacia el bienestar fundamental y la libertad plena.
En la India la mayor parte de los templos antiguos se
construyeron en honor a Shiva o «lo que no es». Existen
miles de templos dedicados a Shiva en todo el país, aunque
la mayoría de ellos no tienen ningún ídolo como tal.
Generalmente tienen una forma representativa, un linga.
El término linga significa «la forma». Cuando se manifestó
lo inmanifestado y tuvo lugar la creación, la primera forma
que adoptó fue la de un elipsoide o elipse tridimensional al
que se denomina linga. Empezó en forma de elipsoide y
después tomó muchas otras formas. Si te adentras en
estados de meditación profundos, descubrirás que antes de
un punto de disolución absoluta, la energía toma la forma
de un linga una vez más. Los cosmólogos modernos han
determinado que el núcleo de cada galaxia es siempre un
elipsoide.
De modo que, por lo general, en el yoga el linga se
considera la forma perfecta y fundamental de la existencia.
Es la primera y la última forma; entre una y otra tiene lugar
la creación. Más allá de ella está «lo que no es» o shi-va.
Así pues, el linga constituye una apertura en la trama de la
creación, ¡es tanto la puerta principal como la trasera! Y
por ello el templo es también una apertura en la estructura
física. Te permite atravesarla y trascenderla: eso es lo que
lo convierte en una posibilidad extraordinaria.
Curiosamente, pueden encontrarse lingas por todo el
mundo. En África existen lingas de terracota usados en
gran medida para propósitos ocultos. En Delfos, Grecia,
hay un linga subterráneo llamado el «ombligo de la tierra».
Se trata de un manipura linga dedicado a potenciar la
prosperidad y el bienestar material. Cuando alguien me
enseñó una imagen de este linga, supe inmediatamente qué
clase de gente lo había consagrado: sin duda fue creado
por yoguis indios hace miles de años.
La consagración del centro Adiyogi: The Abode of Yoga,
en Tennessee en 2015, constituyó un evento de una
importancia espiritual considerable; de hecho, fue un
auténtico hito para el yoga clásico en Occidente. He
visitado diversos lugares antiguos de interés y estoy
bastante seguro de que durante los últimos tres mil años no
ha sucedido nada de esta relevancia energética ni en
Norteamérica ni en todo el hemisferio occidental. El
espacio —consagrado a través del proceso de prana
pratishtha— constituye un tributo a Adiyogi, el primer
yogui del mundo. Está dedicado exclusivamente a la
búsqueda y la práctica del yoga y representa un depósito
viviente del nivel más elevado de vibración y exuberancia;
por esta razón, constituye una posibilidad espiritual única
para los buscadores occidentales.
La mayor parte de los lingas de la India ahora
representan uno o dos chakras a lo sumo y están siempre
dedicados al bienestar material; también existen algunos
anahata lingas consagrados a promover la paz y la
felicidad. El carácter único del Dhyanalinga radica en que
los siete chakras están energizados en grado máximo.
Aunque hubiera sido mucho más sencillo crear siete lingas
separados para cada uno de los siete chakras, el efecto no
habría sido el mismo. De modo que Dhyanalinga es como el
cuerpo energético del ser más evolucionado —conocido en
la cultura yóguica como Shiva—, disponible eternamente
para todos. Es la manifestación más elevada posible.
Cuando llevas la energía a los niveles más elevados de
manifestación, esta puede mantener una forma solo hasta
un cierto punto. Más allá de este, se vuelve informe y se
hace difícil de experimentar para la mayoría de la gente.
Pues bien, Dhyanalinga se ha consagrado de tal modo que
la energía se ha cristalizado en el punto más elevado más
allá del cual no es posible la forma. Ha sido creado con el
objetivo de que la experiencia íntima de sentarse con un
gurú vivo esté disponible para todo buscador que desee
vivirla.
Sobre todo, lo que convierte a Dhyanalinga en una
posibilidad espiritual inmensa y sin precedentes es que
representa la oportunidad de experimentar la vida en su
absoluta completitud y profundidad. Quienes allí entran son
influenciados en el nivel akáshico, también conocido como
cuerpo etéreo o vignanamayakosha. Aunque la
transformación de los cuerpos físico, mental o energético
puede perderse a lo largo de la vida, la que tiene lugar en
el cuerpo etéreo dura para siempre. Al margen del número
de vidas en las que encarnes, esta semilla de liberación
esperará a que se produzca el momento oportuno para
germinar y florecer.
La consagración de Dhyanalinga fue un proceso
sumamente intenso que me llevó tres años y medio. Si bien
numerosos yoguis y maestros han tratado de crear un linga
de estas características, por diversas razones nunca se
reunieron todos los ingredientes necesarios. Esto no se hizo
por mi voluntad, sino por la de mi gurú. Aunque mi
contacto con él fue momentaneo, ha sido de capital
importancia en todas las maneras posibles. Ha dirigido
cada paso de mi vida, incluido mi propio nacimiento.
Finalmente, la creación de Dhyanalinga pudo llevarse a
cabo con su gracia y con el amor, apoyo y comprensión de
numerosas personas que han aportado su tiempo y esfuerzo
—sabiéndolo o no—. Me siento agradecido a todas ellas.

SADHANA

Si aprendes a usar los cinco elementos en una


formación geométrica sencilla, podrás crear un
espacio energético sumamente beneficioso. He aquí
un ejercicio que puedes probar.
Traza un dibujo como el de abajo con harina de arroz
o algún cereal. Coloca una lámpara de ghee
(mantequilla clarificada) en un plato lleno de agua
situado en el centro e introduce una flor en el agua.
Habrás creado una forma geométrica usando el agua,
el fuego y el aire. La flor en el agua representa la
tierra. El akasha o éter está, por supuesto, siempre
presente.
Prueba a llevar a cabo este sencillo procedimiento
cada tarde. Descubrirás que la energía de la
habitación se modifica de una forma sutil pero
poderosa. De este modo, podrás cargar de energía tu
casa u oficina cada día.

Montañas de gracia

El problema al que se han enfrentado la mayor parte de


los yoguis y místicos es no poder compartir los frutos de su
realización; no resulta fácil encontrar a alguien con quien
compartir lo que sabes, y puedes considerarte afortunado
si encuentras siquiera a uno.
De modo que la mayoría de los maestros espirituales
descargaron su conocimiento en lugares remotos, pero no
completamente inaccesibles. Solían escoger las cimas de
montañas por ser lugares solitarios donde no podían ser
molestados. Existen muchos lugares maravillosos como
estos en la India. El monte Kailash (una montaña del Tíbet
occidental considerada un lugar sagrado de
inconmensurable poder y antigüedad) es el lugar donde se
ha acumulado la mayor cantidad de conocimiento en forma
de energía.
El monte Kailash constituye la mayor biblioteca mística
del planeta. Casi todas las religiones orientales lo
consideran extremadamente sagrado. Para los hindúes es la
morada del gran dios Shiva y su consorte, Parvati; los
budistas sostienen que es la residencia de tres de sus
grandes Budas; los jainistas creen que su primer gran
maestro o tirthankara alcanzó la liberación allí, mientras
que la religión Bon —el culto oficial del Tíbet— también lo
considera sumamente sagrado.
He estado llevando peregrinos al Kailash los últimos once
años; cuando fui en 2007 mi salud era particularmente
mala. Llevaba viajando sin parar varias semanas durante
las cuales médicos de todas partes del mundo me
diagnosticaron distintas enfermedades como malaria,
dengue, fiebre tifoidea e incluso cáncer. ¡Aquellos perplejos
doctores calificaron mis análisis de sangre de esotéricos!
Finalmente, decidí mirar hacia dentro y trabajar en mí
mismo. Al cabo de unos días fui al monte Kailash; me sentía
mejor, pero seguía sumamente débil. Cuando miré la
montaña, me di cuenta de que ahí había una gran cantidad
de conocimiento místico esperando a que alguien accediera
a él. Tomé un hilo de energía de la montaña y lo conecté a
mi sistema energético de cierta manera. Tan pronto como
hice esto recuperé la vitalidad y mi agotado sistema
energético (devastado por casi ocho semanas de fiebre)
regresó a la normalidad. Rejuvenecí por fuera y por dentro
e incluso me cambió la voz, ¡todo esto en el lapso de una
hora! Los resultados eran visibles. Me acompañaban casi
doscientas personas que presenciaron mi transformación.
Existen otros lugares de una vibración energética enorme
donde los místicos han dejado los frutos de su práctica
espiritual. Tales espacios abundan en los Himalayas, pues
un gran número de yoguis y místicos eligió estas montañas
como residencia. Cuando vivieron allí dejaron tras de sí,
naturalmente, una cierta dimensión de energía y como
resultado los Himalayas adquirieron una especie de aura a
su alrededor.
Por ejemplo, Kedarnath es solamente un pequeño templo
situado en los Himalayas. No tiene deidad; es simplemente
la protuberancia de una roca. ¡Aun así es uno de los
lugares más poderosos del mundo! Si te esfuerzas por
mejorar tu receptividad y visitas un lugar así, quedarás
totalmente apabullado. Aunque Oriente cuenta con
numerosos lugares de este tipo, los Himalayas atraen el
mayor número de visitantes.
Existe otro lugar llamado Kumara Parvat ubicado en el
estado de Karnataka, en el sur de la India. Parvat significa
«montaña», y Kumara se refiere al hijo de Shiva, cuyo
nombre era Kartikeya. Luchó en varias batallas tratando de
transformar el mundo hasta que se dio cuenta de la
futilidad de tal empresa y se retiró a esta región, donde
limpió la sangre de su espada por última vez. Tomó
conciencia de que, aunque peleara durante mil años, nunca
podría cambiar el mundo y que de una solución violenta
surgirían otros diez nuevos problemas; así que ascendió la
montaña y permaneció en la cima. Normalmente, cuando
un yogui desea abandonar el cuerpo, se sienta o se echa,
pero al ser un guerrero Kartikeya lo hizo de pie.
Cuando alguien es capaz de dejar la forma física de
manera voluntaria sin dañarla es señal de un absoluto
dominio del proceso de la vida. En la tradición de la India
esto se conoce como mahasamadhi o «ecuanimidad
gloriosa».
Cuando visité Kumara Parvat hace muchos años,
levantaron una pequeña tienda para mí. Aunque mi
intención era dormir en ella, al entrar y tratar de
acostarme, mi cuerpo se puso de pie involuntariamente,
desmontando la tienda. No fui capaz de sentarme durante
toda la noche, ya que mi cuerpo solo me permitía estar de
pie. Ahí comencé a comprender el sentido de la vida de
Kartikeya; aunque vivió hace miles de años, lo que dejó
atrás permanece todavía vibrantemente vivo.
Los frutos de esta clase de trabajo duran para siempre.
Siempre que alguien realiza un trabajo con sus energías
vitales crea una cierta posibilidad que no puede eliminarse
por ninguna causa. La obra y la presencia de alguien que
ha experimentado con las dimensiones internas —aunque
sea un poco— son indestructibles.
Por ejemplo, se supone que Gautama Buda vivió hace
2500 años y Jesús hace 2000 años, pero en lo que a mí
respecta, ambos son una realidad viva. Una vez efectúas
una cierta cantidad de trabajo con tus energías vitales, este
permanece para cualquier uso práctico y el tiempo no lo
destruye. Cuando empleas el cuerpo físico de carne y
sangre para conseguir algo, los frutos tienen una duración
limitada; si utilizas la mente, la duración es mayor, pero si
trabajas con tus energías vitales fundamentales, el
resultado es eterno.

LAS CUMBRES PLATEADAS

Desde que era niño solía ver el pico de una montaña


de fondo, al margen de dónde me encontrara yo.
Cuando tenía dieciséis años, al contárselo a mis
amigos (quienes respondieron: «¡Tú estás loco!,
¿dónde está esa montaña?»), me di cuenta de que
nadie más tenía montañas en los ojos. Durante algún
tiempo pensé en indagar dónde se ubicaba esa cima,
pero finalmente rechacé la idea.
Supón que tienes una pequeña mancha en las
gafas: acabarías habituándote al cabo de un tiempo;
sucedió así con el pico de mi montaña. Solo mucho
más tarde, cuando me llegó una avalancha de
recuerdos y había iniciado la búsqueda de un lugar
para establecer Dhyanalinga, comencé a buscar la
montaña que había dominado mi visión.
Viajé por todas partes. Recorrí alrededor de once
veces el trayecto de mil y pico kilómetros que separa
Goa de Kanyakumari en la punta meridional de la
península india. Contando cada carretera y camino de
tierra, probablemente atravesé miles de kilómetros.
Un día por casualidad, muchos años después, llegué
a un pueblo situado en las afueras de Coimbatore.
Mientras doblaba una curva vi la séptima montaña
que forma parte de la cordillera de Velliangiri: ahí
estaba la montaña que había contemplado desde mi
infancia. Desde el momento en que posé la mirada en
aquella cumbre —que había llevado en mi interior
durante toda mi vida—, desapareció de mi visión
interna y se convirtió en una realidad viva. Supe que
ese sería el espacio más propicio para la misión de mi
vida.
Si me preguntaras: «¿Cuál es la montaña más
grandiosa del planeta?», mi respuesta sería siempre:
«Velliangiri». Nací con la huella de esas montañas en
los ojos y me han cautivado desde entonces. Vivían
en mí y han constituido mi propio sistema de
navegación, mi radar interno. Estas montañas no son
solamente una cuestión de geografía para mí: son el
depósito de todo lo que necesitaba saber para crear
Dhyanalinga.
El término «Velliangiri» significa literalmente
«montaña plateada» y alude a las nubes que cubren esta
cordillera durante la mayor parte del año. También se
conoce como el «Kailash del Sur», porque Adiyogi o Shiva
pasó un poco más de tres meses sobre estos picos. Cuando
llegó hasta aquí no estaba en su estado de dicha usual
(cuenta la leyenda que estaba enfadado consigo mismo
porque no había mantenido su palabra con una de sus más
fervientes devotas). Se hallaba intensamente enfurecido y
esa energía es perceptible incluso en la actualidad; a lo
largo del tiempo produjo una serie de yoguis de tipo
irascible que adquirieron esa cualidad al llevar a cabo su
práctica espiritual en estas cimas. No estaban enfadados
por nada en particular, simplemente vivían con un cierto
grado de intensidad.
Sobre todo, esta montaña es importante para mí
porque es donde mi gurú abandonó su cuerpo; en
nuestra tradición yóguica es como un templo, un
lugar sagrado vivo, un torrente de divinidad, una
cascada de gracia.

La senda del místico

Existe una gran curiosidad en ciertos círculos acerca de


las experiencias místicas. Son muchos los que afirman
haber vivido experiencias paranormales que mencionan
como una prueba de su evolución espiritual.
Una palabra que suele estar presente en el léxico
espiritual moderno es samadhi, que se considera como un
certificado de logro místico.
Pero ¿qué es el samadhi?
Se trata de un estado de ecuanimidad en el que el
intelecto trasciende su función discriminativa habitual.
Esto, a su vez, afloja tu conexión con el cuerpo físico, de tal
modo que hay un espacio entre tú y el cuerpo.
Existen diversos tipos de samadhi que, en aras de su
comprensión, se han clasificado en ocho tipos agrupados en
dos categorías principales: savikalpa (samadhis con
atributos o cualidades, que son sumamente agradables,
dichosos y extáticos) y nirvikalpa (samadhis que
trascienden lo agradable y lo desagradable, y no poseen
atributos o cualidades). En el caso de nirvikalpa samadhi
solamente existe un contacto con el cuerpo en un punto
único, el resto de la energía está libre y desconectada del
ámbito físico. Estos estados se mantienen durante ciertos
períodos de tiempo con el objetivo de ayudar a los
practicantes a establecer la distinción entre ellos y sus
cuerpos.
Si bien el samadhi constituye un paso significativo en el
desarrollo espiritual, no es lo último. Experimentar un
cierto tipo de samadhi no implica haberse liberado de los
ciclos de la existencia; se trata solamente de un nuevo nivel
de experiencia. Cuando eras un niño percibías la vida de
una forma particular y cuando pasaste a ser un adulto
accediste a un nivel diferente de experiencia: experimentas
las mismas cosas de formas completamente distintas en
diferentes momentos de tu vida. Con el samadhi sucede lo
mismo.
Hay quienes acceden a ciertos niveles de samadhi y
permanecen ahí durante años porque es disfrutable. En
esta condición, no existen el tiempo ni el espacio ni
tampoco los problemas corporales, porque las barreras
físicas y psicológicas se rompen hasta cierto punto. Pero
esto es algo temporal; cuando salen de ese estado, todas
las necesidades corporales y los hábitos mentales regresan
de nuevo.
Por lo general, comparado con una persona sobria,
alguien que está ligeramente ebrio tiene un nivel diferente
de experiencia y exuberancia. Pero todo el mundo tiene que
volver de nuevo a la normalidad. Todos los samadhis son
una forma de doparte sin necesidad de ninguna sustancia
externa. Cuando accedes a estos estados, una nueva
dimensión se abre ante ti; pero el punto fundamental es
que no te deja con una transformación permanente, no has
pasado a otra realidad; tu nivel de experiencia se ha
profundizado, pero tú no te has liberado en el sentido más
profundo.
La mayor parte de los seres iluminados no han
permanecido en estados de samadhi. Gautama Buda nunca
se sentó en meditación durante largos años después de su
iluminación; aun cuando muchos de sus discípulos sí lo
hicieron, Gautama nunca lo hizo porque debió considerar
que no lo necesitaba. Practicó y experimentó los ocho tipos
de samadhi antes de su iluminación y los fue descartando
diciendo: «Esto no es». Sabía que no le iban a conducir a la
realización. El samadhi es un nivel de experiencia
intensificado, un tipo de LSD interno que genera una
alteración de la percepción. El riesgo es quedarse atrapado
en ese estado, ya que es mucho más placentero que la
realidad cotidiana, pero, como sabemos, incluso la
experiencia más maravillosa puede convertirse en un lastre
con el paso del tiempo.
Si alcanzar la realización es lo más importante en tu vida,
entonces cualquier cosa que no sirva para acercarte a la
libertad última te será irrelevante. Pongamos por ejemplo
que estás ascendiendo el Everest: no darás ni un solo paso
de lado porque necesitarás toda tu energía para alcanzar la
cumbre; del mismo modo, si deseas alcanzar la cima de tu
conciencia, también necesitarás toda la energía de la que
dispongas, ¡y ni siquiera será suficiente! En todo caso, no
llevarás a cabo ninguna acción que te desvíe de tu objetivo.
¿Qué es esta autorrealización? Al fin y al cabo, casi todo
el mundo desea salud, bienestar, riqueza, amor y éxito.
¿Realmente necesitas la autorrealización?
Examinemos esto de la forma más sencilla posible. ¿No es
cierto que un mayor conocimiento de tu ordenador te
permite usarlo mejor?, ¿no es cierto que tu capacidad de
usar un aparato o instrumento es directamente
proporcional al conocimiento que tienes de él?, ¿no es
cierto que alguien con un alto nivel de destreza puede usar
un instrumento simple de una forma aparentemente
mágica? ¿Has visto alguna vez a gente montada sobre un
trozo de plástico llamado tabla de surf haciendo cosas
increíbles? ¡Qué proezas tan asombrosas son capaces de
hacer con agilidad y elegancia en un pedazo de plástico!
Igualmente, cuanto mejor comprendas el mecanismo
humano, más mágica será tu vida. En cada cultura han
existido unos pocos individuos que llevaron a cabo ciertas
acciones que la gente consideró milagrosas. Todas estas
acciones conocidas como milagros tienen su origen en un
acceso a la existencia más profundo que unos cuantos han
disfrutado. Este acceso, no me cansaré de repetirlo, es
posible para todo aquel que tenga interés en mirar más
profundamente.
El tantra: una tecnología para la transformación

Hoy en día existen numerosas prácticas asociadas con las


ciencias ocultas que se hacen pasar por procesos
espirituales.
Supongamos que yo estoy en la India y tú en Estados
Unidos; aunque deseo enviarte una flor, no estoy dispuesto
a emprender el mismo viaje que hizo Colón. Si hiciera que
de pronto esa flor cayera en tu regazo, eso sería una acción
ocultista que no tendría nada de espiritual: tan solo sería
una forma diferente de manejar la dimensión física de la
vida.
En la India tenemos numerosos procesos ocultos
sofisticados. Hay a quienes les basta con mirar una
fotografía de alguien para hacer o deshacer la vida de esa
persona; podrían hacer que padezca una enfermedad que el
cuerpo no contraería normalmente en un período de tiempo
tan breve. Estos practicantes de lo oculto también podrían
generar salud, pero por desgracia suelen utilizar sus
habilidades de otra forma, pues parece que existe más
demanda para talentos negativos; en todo caso, es
irrelevante si se emplean para mejorar o empeorar la salud:
es desaconsejable usar cualquier acción ocultista para un
objetivo personal.
En la tradición yóguica abundan las historias del gran
yogui Gorakhnath. Si bien algunos afirman que vivió en el
siglo xi, existen numerosos relatos que lo sitúan mucho
antes. Era un discípulo de Matsyendranath, un ilustre yogui
por derecho propio. Era tal su nivel espiritual que a
menudo era venerado como la reencarnación de Shiva o
Adiyogi. La tradición cuenta que Matsyendranath vivió
alrededor de seiscientos años, un dato que no es necesario
tomar literalmente ni tampoco descartar como hagiografía;
simplemente indica que fue excepcionalmente longevo y
que este icónico personaje despertaba una gran
admiración.
Gorakhnath se convirtió en su discípulo. Era todo ardor e
intensidad y adoraba y veneraba a su maestro.
Matsyendranath veía en él un exceso de fuego sin
suficiente mesura. Dado que el fuego puede quemar
muchas cosas, Gorakhnath comenzó a incinerar los muros
de la ignorancia y adquirió de pronto un poder enorme.
Matsyendranath se percató de que su discípulo estaba
sobrepasando sus propios pasos, de modo que le ordenó:
—Auséntate durante catorce años. No permanezcas aquí.
Estás absorbiendo demasiado de mí.
Para Gorakhnath esto era lo peor que podía pedirle su
maestro. Si este le hubiera exigido: «Deja esta existencia»,
lo habría hecho sin pestañear. Aunque «vete» era algo que
no podía soportar, como ese era el mandato de su maestro
se marchó.
Durante catorce años, contó los días y las horas,
esperando el momento de volver, y una vez hubo
transcurrido ese tiempo regresó raudo adonde su maestro.
A su llegada se encontró a otro discípulo protegiendo la
cueva donde vivía Matsyendranath.
—¡Quiero ver a mi maestro! —exclamó Gorakhnath.
—No he recibido esas instrucciones, de modo que tendrás
que esperar —replicó el yogui que vigilaba la cueva.
Gorakhnath montó en cólera y replicó:
—¡Llevo esperando durante catorce años, idiota! No sé
desde cuándo estás tú aquí. Tal vez viniste antes de ayer,
¡cómo osas detenerme!
Gorakhnath apartó al guardián y entró en la cueva, pero
allí no estaba Matsyendranath; entonces regresó a la
entrada y preguntó al discípulo zarandeándolo:
—¿Dónde está? ¡Quiero ver a mi maestro ya, ahora
mismo!
—No he recibido instrucciones de que te revele dónde
está —replicó el discípulo.
Gorakhnath no pudo contenerse más y utilizó sus poderes
ocultos para mirar en el interior de la mente del otro
discípulo y descubrir dónde se encontraba Matsyendranath.
Después se encaminó en esa dirección. Su gurú lo esperaba
a medio camino.
—Te pedí que te fueras durante catorce años porque
estabas empezando a orientarte hacia lo oculto. Estabas
perdiendo de vista el proceso espiritual para disfrutar del
poder que te otorga, y lo primero que has hecho a tu
regreso es usar tus poderes para mirar en la mente de tu
hermano discípulo. Otros catorce años para ti —le dijo
Matsyendranath.
Y le ordenó que se marchara de nuevo.
Existen numerosas historias que relatan cómo
Gorakhnath realizaba incursiones en ese lugar prohibido
para él y cómo Matsyendranath le castigaba una y otra vez.
Mientras tanto, Gorakhnath acabó convirtiéndose en el
discípulo más avanzado que produjo nunca
Matsyendranath.
Así es como siempre se ha tratado al ocultismo en la
cultura yóguica; estas prácticas no han despertado nunca
ningún respeto; se veían como un mal uso de la vida, como
una incursión en terrenos desaconsejados. Solamente lo
practicaban ciertas personas obsesionadas con el poder o
el dinero.
Al mismo tiempo, el ocultismo no tiene por qué ser
negativo siempre. Se ha ganado esa fama por el mal uso
que se ha hecho de él. Las ciencias ocultas son en esencia
una tecnología y ninguna ciencia o tecnología son
intrínsecamente negativas. Si empezamos a usar cierta
tecnología para matar o torturar personas, al cabo de un
tiempo pensamos: «¡Ya basta de esta maldita tecnología!».
Esto es lo que le ha sucedido a lo oculto: hubo demasiada
gente que hizo un uso incorrecto para su propio beneficio,
de modo que por lo general se rechaza en el camino
espiritual.
En líneas generales lo que a menudo se denomina
ocultismo es lo que conocemos por tantra. Ahora suele
creerse que el tantra consiste en usar métodos muy poco
ortodoxos o socialmente inaceptables; pero en el sentido
clásico el tantra significa simplemente «tecnología». No
tiene nada que ver con una sexualidad desenfrenada. Es
importante establecer una clara distinción entre el tantra
ocultista y el tantra espiritual, conocidos como «tantra de
la mano izquierda» y «tantra de la mano derecha» y cuya
naturaleza es completamente diferente.
El tantra de la mano izquierda incluye diversos rituales
que pueden parecer absolutamente extraños a muchos; son
procedimientos externos que requieren ciertos materiales y
complejas disposiciones. Las prácticas ocultistas, conocidas
como de mano izquierda, le dieron a la gente poder para
comunicarse a través de distancias largas, aparecer en dos
lugares diferentes al mismo tiempo y el uso de las energías
para beneficiarse a sí mismo y perjudicar a otros. Por su
parte, el tantra de la mano derecha es más interno y su
función es permitirte utilizar tus energías para crear
ciertas situaciones. Utilizas los aspectos simples de la vida
como una ciencia subjetiva para interiorizar y hacer un
trabajo contigo mismo. El tantra de la mano izquierda
constituye una técnica rudimentaria que es más accesible a
los no iniciados, mientras que el de la mano derecha es
sumamente refinado y solo disponible a través de
poderosas iniciaciones.
El tantra constituye una cierta capacidad sin la que no
hay un proceso espiritual. Si no tienes tantra en ti, no
poseerás la tecnología para transformar a la gente: solo
tendrás palabras. Aunque las palabras pueden resultar
inspiradoras y orientadoras, no poseen poder de
transformación. Un erudito no puede ser etiquetado como
un gurú. Sin una tecnología para la transformación no hay
maestro, de modo que no hay gurú sin tantra. En la
actualidad hay demasiadas personas que afirman ser gurús,
pero solo hacen un refrito de las escrituras. La verdadera
tarea de un gurú consiste en revisar todo el mecanismo
humano, eliminando patrones cíclicos de karma y
conduciéndolo hacia sus máximas posibilidades. ¡Es como
un trabajo mecánico en el que se eliminan las verrugas
kármicas! Si esa persona no dispone de tantra o tecnología,
no puede llamarse gurú.

EL PODER DE LA SERPIENTE

El término kundalini significa literalmente «energía». Se


refiere a un cierto tipo de energía presente en el interior
del ser humano que permanece en gran medida latente e
inmanifiesta. La kundalini se ha simbolizado en la tradición
yóguica como una cobra enroscada.
Una serpiente enroscada tiene un grado de quietud
sumamente refinado; cuando este animal permanece
inmóvil, está tan absolutamente quieto que no te
percatarías de su presencia si te cruzaras con él, es
solo cuando se mueve que la percibes; pero las
vueltas de su cuerpo encierran un dinamismo oculto
imprevisible. De modo que la energía kundalini suele
asociarse a una cobra enroscada porque, si bien esta
inmensa energía existe en el interior de cada ser
humano, hasta que no se mueve no te das cuenta de
su presencia.
Para vivir una vida física completa es necesaria una
minúscula cantidad de energía física; solamente
cuando tienes el anhelo de trascender el ámbito
físico necesitas una explosión de energía que te
lance más allá de esta realidad. Es algo comparable a
la cantidad de energía necesaria para un viaje aéreo
y el lanzamiento de un cohete espacial. Volar dentro
de la atmósfera y romper la barrera atmosférica para
un viaje espacial son acciones muy diferentes.
Igualmente, trascender la esfera física requiere una
dimensión de energía completamente distinta.
No existe ningún templo en la India que no
contenga la imagen de una serpiente, no porque se
trate de una cultura de adoradores de serpientes,
sino porque un espacio sagrado alberga la
posibilidad de despertar las energías que aún no se
han manifestado en tu interior.
Es sabido que las serpientes son criaturas
sumamente perceptivas (en parte porque están
sordas como una tapia y perciben solo las
vibraciones). Las serpientes se sienten atraídas por
las personas meditativas. En la tradición de la India
suele decirse que siempre que un yogui medita hay
alguna serpiente cerca. Cuando tus energías se
aquietan la serpiente se siente naturalmente atraída
hacia ti.
Aunque existen evidentes diferencias físicas entre
una serpiente y un ser humano, los sistemas
energéticos de ambos son muy parecidos. Si te
encuentras una cobra en la selva, tal vez se pose en
tus manos sin resistencia debido a esa similitud
energética. A menos que tu química muestre señales
de alarma que ella interprete como peligro, no tendrá
intención de soltar su veneno, que es su riqueza, y
cuyas propiedades medicinales están empezando a
conocerse.
A lo largo de la historia la serpiente ha tenido muy
mala prensa debido a la historia bíblica de Adán y
Eva; pero si examinas el relato atentamente, verás
que fue una serpiente la que inició la vida en este
planeta. Antes de su aparición, tan solo había una
pareja tonta que no sabía qué hacer consigo misma.
¡Tú y yo no estaríamos aquí sin esa maravillosa
serpiente!
En última instancia, la ascensión de la kundalini
sienta la base para una percepción más amplia de la
existencia. Las imágenes tradicionales de Adiyogi o
Shiva incluyen una serpiente para indicar que su
percepción alcanzó su punto máximo. Solamente si la
energía asciende hasta un cierto nivel de intensidad
y volumen, es posible percibir la realidad en su
prístina pureza; de lo contrario, cada huella kármica
que tengamos (desde los tiempos de la criatura
unicelular que fuimos hace milenios) interferirá en
nuestra percepción de la realidad.
Gozo

El comienzo

El gozo es un raro visitante en la vida de la mayoría de la


gente. La intención de este libro ha sido que se convierta
durante toda la vida en tu compañero.
El gozo no es un objetivo espiritual difícil de alcanzar, sino
el entorno necesario para que cualquier aspecto de tu vida
se desarrolle de forma mágica y maravillosa. Sin un
sentimiento de gozo de fondo, incluso las actividades más
agradables se vuelven molestas. Aunque trates de resolver
los problemas que surgen a tu alrededor lo mejor que
puedas, una vez que el gozo sea tu fiel compañero, tú
mismo dejas de ser un problema en tu vida. Luego, la vida
se convierte en una celebración y un descubrimiento sin
fin.
Por primera vez en la historia de la humanidad tenemos
los recursos, la capacidad y la tecnología necesarios para
afrontar cada problema en el mundo: la nutrición, la salud,
la educación, lo que sea. Disponemos de increíbles
herramientas científicas y tecnológicas suficientemente
poderosas como para hacer prosperar o destruir el mundo
varias veces. Sin embargo, si la capacidad de manejar unos
instrumentos tan potentes no está acompañada de un
profundo sentido de compasión, inclusión, equilibrio y
madurez, podríamos estar al borde de un desastre global.
Nuestra búsqueda incesante de bienestar externo está a
punto de aniquilar el planeta.
Ninguna otra generación ha conocido las comodidades y
servicios de los que disfrutamos hoy en día, y, sin embargo,
no podemos decir que seamos la generación más feliz o
amorosa de la historia. Un gran número de individuos vive
en un estado constante de ansiedad y depresión. Aunque
algunos sufren por sus fracasos, otros muchos,
irónicamente, padecen las consecuencias de su éxito;
aunque algunos sufren por sus limitaciones, otros muchos
lo hacen a causa de su libertad.
Lo que falta es conciencia humana. Todo lo demás está en
su sitio, pero no así el ser humano. Si los humanos dejaran
de obstaculizar el camino hacia la felicidad, cualquier
solución estaría a su alcance. No es posible transformar el
mundo sin cambiar al individuo.
He dedicado mi vida a capacitar a los seres humanos para
que se hagan cargo de sus destinos y a conducirlos hacia
un estado de inclusión gozosa a fin de que, como una
generación, no dejemos escapar la posibilidad que somos.
Tu alegría, tu tristeza, tu amor, tu tormento, tu dicha están
en tus manos.
Existe un camino fuera. Y ese camino está dentro.
Solamente volviéndonos hacia dentro podremos crear un
mundo de amor, luz y risa. Este libro podría ser una puerta
de entrada a ese mundo.
Hagamos que esto suceda.
NOTAS

1En inglés, four-letter word es lo que en castellano llamamos «palabrota». En


este caso el autor hace un juego de palabras entre este significado y el término
«gurú», que tiene cuatro letras y para mucha gente resulta poco agradable. (N.
de la T.)
2 Juego de palabras con la expresión idiomática be full of bull, que significa
en sentido literal «lleno de toro» y en sentido figurado «hacer afirmaciones
falsas o engañosas de manera habitual». (N. de la T.)
Glosario

Adiyogi Literalmente, el primer yogui. El ser que dio


origen a la ciencia del yoga, también conocido como
Shiva.
Agna Centro de conocimiento e iluminación. Es uno de los
siete chakras principales del ser humano que está
situado en el entrecejo; también conocido como «tercer
ojo».
Ahankara El sentido de identidad de una persona del que
deriva el ego.
Akasha Éter; un estado intermedio entre la creación y la
fuente de la creación. Forma el espacio físico sutil en el
que se despliega la manifestación.
Anahata Chakra o centro energético relevante en el
sistema humano conocido como «chakra del corazón».
Está simbolizado por dos triángulos que forman una
estrella de seis puntas, en la que el triángulo hacia
arriba denota el ámbito físico y el triángulo hacia abajo
la dimensión que trasciende lo físico.
Anandamayakosha Literalmente, cuerpo de dicha. Una de
las envolturas o capas que componen el ser humano,
según la fisiología yóguica. Una dimensión no física.
Ana pana sati yoga Un sistema de yoga completo en el
que se presta atención a la respiración.
Angamardana Una serie de treinta y un procesos
dinámicos diseñados para fortalecer el cuerpo y estar en
forma. Angamardana significa literalmente obtener un
dominio completo sobre las extremidades, los órganos y
otras partes del cuerpo. Revitaliza todos los sistemas
corporales, incluidos el muscular, el esquelético, el
nervioso, el circulatorio y el respiratorio.
Annamayakosha La envoltura o capa física, según la
fisiología yóguica, también conocida como cuerpo de
alimento, dado que el cuerpo físico está constituido
básicamente por los alimentos que consumimos.
Asana, yogasana El yoga significa unión o fusión,
mientras que el significado de asana es postura física.
Las posturas que te permiten alcanzar la unión con tu
naturaleza más elevada son conocidas como yogasanas.
Se trata de una de las ocho ramas del yoga.
Avadhuta Aquel que ha trascendido la dualidad. Por lo
general, describe a un yogui o santo que se halla en un
estado constante de dicha.
Ayurveda Literalmente, la ciencia de la vida. Sistema indio
de salud que emplea hierbas y otros elementos de la
tierra para corregir irregularidades sistémicas y
potenciar la salud y el bienestar.
Bhakti yoga Literalmente, el yoga de la devoción. Se
refiere al camino espiritual de autorrealización a través
del amor y la devoción. Se caracteriza por un deseo
intenso de unión con el objeto de devoción. Se trata de
una de las cuatro sendas del yoga.
Bhuta shuddhi La práctica principal del yoga que consiste
en la purificación de los cinco elementos en el sistema
humano.
Bhuta siddhi Estado en el que se ha obtenido el dominio
sobre los cinco elementos en el sistema humano; un
nivel de pericia que potencia el bienestar y la capacidad
de acceder a dimensiones que trascienden el ámbito
físico.
Brahmarandra Brahma significa lo supremo y randra,
abrir o cavidad. Es otro nombre del chakra sahasrara,
situado en la fontanela o la zona blanda de la cabeza del
bebé.
Buddhi Facultad de discriminación, análisis, lógica y
pensamiento racional; el intelecto.
Chakra Literalmente, rueda. También se refiere a los
puntos de encuentro de los nadis (canales) en el cuerpo
energético. Aunque se asocian siete chakras principales
al cuerpo humano, existen un total de 114 chakras, dos
de los cuales se hallan fuera del cuerpo.
Chidakash o chidakasha La dimensión etérica de la
inteligencia.
Chitta Inteligencia pura que no está influida por los
recuerdos. La dimensión más profunda y fundamental de
la mente humana; se dice que cuando una persona
conecta con esta dimensión accede a la fuente de la
creación.
Chit shakti Literalmente, el poder de la mente. También
recibe este nombre una meditación creada por
Sadhguru que potencia el poder mental.
Dharana Un proceso yóguico en el que el sujeto se
concentra firmemente en un objeto y establece un
contacto experiencial con este. Se trata de una de las
ocho ramas del yoga.
Dhyana o dhyan Proceso yóguico de concentración en el
que el sujeto o el objeto se disuelven en el otro. Una de
las ocho ramas del yoga.
Dhyanalinga Una poderosa forma de energía presente en
el Isha Yoga Center de la India, consagrada por
Sadhguru exclusivamente para el propósito de la
meditación.
Gnana, gnana yoga Práctica en la que se emplea la
inteligencia para alcanzar la naturaleza última. Se trata
de una de las cuatro sendas del yoga.
Gurú Literalmente, aquel que disipa la oscuridad. Un
maestro espiritual, un ser realizado que guía a los
buscadores espirituales hacia la liberación.
Hatha yoga Una forma de yoga basada en posturas y
prácticas físicas. Se utiliza como práctica de purificación
y como preparación para la meditación y el acceso a
dimensiones más elevadas de la experiencia espiritual.
Ida Uno de los tres principales canales pránicos presentes
en el cuerpo humano que está situado en la parte
izquierda del cuerpo y es de naturaleza femenina e
intuitiva.
Kalpavriksha Literalmente, árbol de los deseos. Una
mente bien organizada se conoce en yoga como
Kalpavriksha.
Karma Literalmente, acción. Término que se refiere al
fruto de las acciones pasadas que te ata al cuerpo y
determina diversos aspectos de una persona.
Karma yoga Yoga de la acción. La ciencia de actuar para
liberar en lugar de esclavizar al ser humano. Una de las
cuatro sendas del yoga.
Kriya, kriya yoga Literalmente, acción interna. La
transformación de las energías internas para alcanzar la
naturaleza última. Una de las cuatro sendas del yoga.
Kundalini Energía vital fundamental que asciende
mediante la práctica del yoga. Está representada por
una serpiente enroscada en la base de la columna.
Linga Literalmente, forma primordial. Un elipsoide
perfecto que constituye la forma fundamental en la
geografía cósmica.
Mahasamadhi La forma más elevada de ecuanimidad que
implica la completa disolución o neutralización de lo
personal en lo universal, por medio de la cual se
trascienden todas las características de la naturaleza
individual; también se conoce como nirvana y
mahaparinibbana en las tradiciones espirituales
orientales.
Manas Dimensión de la mente diferente del intelecto que
constituye una compleja amalgama de recuerdos y
moldea los pensamientos y las emociones.
Mandala Término que alude al ciclo fisionómico, un
período de tiempo que oscila entre cuarenta y cuarenta
y ocho días, y que constituye la duración natural de un
gran número procesos fisiológicos corporales.
Manipuraka Chakra o centro energético situado
ligeramente por debajo del ombligo. Está asociado con
la energía vital necesaria para la supervivencia y la
relación activa con el mundo.
Manomayakosha El cuerpo mental. Una de las cinco
envolturas de la fisiología yóguica.
Muladhara Situado en el perineo, este centro energético
constituye la base del cuerpo energético.
Nadi Los canales a través de los que la fuerza vital o prana
fluye en el cuerpo energético.
Namaskar La práctica india tradicional de juntar las
manos que armoniza las dos dimensiones (derecha-
izquierda, masculino-femenino, etc.) en una persona y
potencia una experiencia de unidad y dominio en uno
mismo, reconociéndola también en el otro.
Nirvikalpa Literalmente, exento de cualidades. Un tipo de
samadhi o ecuanimidad que se encuentra más allá de
todas las cualidades o atributos y en la que el contacto
con el cuerpo es mínimo.
Pingala Uno de los canales principales del cuerpo situado
en la parte derecha y de naturaleza masculina.
Prana Fuerza vital fundamental; la energía vital.
Pranamayakosha El cuerpo de energía; una de las cinco
envolturas de la fisiología yóguica.
Pratishtha Proceso de consagración o energización de un
objeto o lugar. Existen dos tipos principales: mantra
pratishtha, a través del canto y la celebración de ciertos
mantras y rituales específicos; y prana pratishtha, a
través de un proceso directo en el que se utiliza el
prana-shakti o energía vital de quien consagra.
Sadhana Literalmente, herramienta o aparato. Se trata de
prácticas espirituales que se emplean como un medio
para la autorrealización.
Sahasrara Chakra o centro energético del sistema humano
situado en la fontanela o coronilla.
Samadhi Estado de ecuanimidad profundo; una de las
ocho ramas del yoga. Además de constituir una
experiencia sumamente valorada en la tradición
espiritual de la India, resulta terapéutica y
enormemente transformadora.
Samsara La naturaleza cíclica y repetitiva del mundo
físico, y el ámbito del karma que ofrece la estabilidad
necesaria para la creación de la vida.
Samyukti Estado en el que la mente está bien organizada
y no va en contra de sí misma.
Savikalpa Literalmente, con cualidades; término que alude
a los tipos de samadhi o ecuanimidad que poseen
cualidades o atributos.
Shavasana Literalmente, postura del cadáver. Una de las
ochenta y cuatro asanas presentes en la tradición
yóguica clásica practicada por su capacidad para
potenciar el descanso y su efecto rejuvenecedor en el
organismo.
Shi-va, Shiva Literalmente, lo que no es; término que
alude al espacio ilimitado; también se refiere a Adiyogi,
el primer yogui que experimentó un estado de unión con
este espacio ilimitado.
Sushumna El canal central en el cuerpo energético por el
que fluye kundalini o la fuerza vital.
Surya kriya Un poderoso proceso de activación de las
energías solares en el interior. Surya significa sol y kriya,
proceso energético interno. Diseñada con un enfoque
holístico para la salud y el bienestar integral, surya kriya
constituye una práctica espiritual completa.
Surya namaskar Antigua práctica yóguica que equilibra el
organismo haciéndolo receptivo a las energías solares y
que está fundamentada en el hecho de que toda la vida
está alimentada por energía solar.
Surya shakti Práctica de yoga que estimula las energías
solares en el interior del ser humano.
Swadhishthana Literalmente, morada del ser; el chakra o
centro energético situado justo por encima de los
genitales.
Tamas Inercia; término que alude a una de las tres
cualidades de la existencia; las otras dos son rajas o
dinamismo y sattva o ecuanimidad.
Tantra Literalmente, tecnología. La tecnología de la
transformación espiritual.
Vasanas Tendencias o inclinaciones; rasgos subliminales
de un ser humano, los residuos de sus deseos y
acciones.
Vedanta Literalmente, el final del conocimiento
perceptible. La filosofía o las enseñanzas de los
Upanishads, los comentarios especulativos y metafísicos
sobre los Vedas.
Vignanamayakosha Una de las cinco capas del cuerpo
conocida como cuerpo de transición. Facilita la
transición entre el ámbito físico y el no físico.
Vishesh gnana Conocimiento extraordinario o más allá de
la percepción sensorial.
Vishuddhi Uno de los siete chakras principales que
constituye el centro de poder y visión. Está situado en el
plexo cervical, en la base de la garganta.
Yantra Literalmente, forma. Una forma energética que
puede diseñarse y consagrarse de diferentes maneras
para aportar prosperidad y bienestar.
Yoga Literalmente, uncir o unir. Un estado de ser en el que
el individuo experimenta la unión con la existencia.
También alude a la antigua ciencia espiritual que
proporciona métodos y técnicas para alcanzar ese
estado.
Yogui Aquel que ha alcanzado la unidad con la existencia;
alguien que se encuentra en un estado de yoga.
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ENGINEERING»

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que te capacita para crear la vida que deseas. Te ofrece la
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FUNDACIÓN ISHA

Fundada por Sadhguru en 1992, la fundación Isha es una


organización internacional de servicio público, no religiosa
y sin ánimo de lucro; está formada por voluntarios y
dedicada a abordar todos los aspectos del bienestar
humano. Cuenta con dos sedes: el Isha Institute of Inner-
sciences, situado en la espectacular meseta de Cumberland
en Tennessee central, Estados Unidos; y el Isha Yoga
Center, en el lozano bosque tropical al pie de las montañas
Velliangiri, cerca de Coimbatore, en la India. Además de su
belleza natural, los poderosos espacios consagrados de
estos centros contribuyen a sentar las bases para el
desarrollo personal y aportan beneficios duraderos en
diversos aspectos de la vida.
La fundación —formada por más de tres millones de
voluntarios alrededor del mundo— organiza actividades
que abarcan desde proyectos humanitarios a gran escala
en las áreas de la salud, la ecología y la educación hasta
programas de yoga dirigidos a la transformación interior. El
proyecto «Action for Rural Rejuvenation» ofrece asistencia
médica gratuita a más de siete millones de personas
repartidas en 4600 pueblos del sur de la India. El proyecto
«GreenHands» consiste en una reforestación masiva con la
que se han plantado más de 28 millones de árboles hasta la
fecha. Batió el récord Guinness por la plantación de más de
850 000 árboles en un solo día y también ha recibido el
mayor galardón medioambiental de la India. Por su parte,
el proyecto «Isha Vidhya» tiene como objetivo transformar
las vidas de los niños más desfavorecidos de las zonas
rurales de la India mediante una educación de alta calidad
de la que se benefician más de 70 000 niños. El propósito
de todas las actividades de la fundación es empoderar al
individuo para que manifieste su máximo potencial y
fomentar un clima global de inclusión y armonía.
Si deseas obtener más información, visita
isha.sadhguru.org.

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