1819 - 1838 Primeros Años
Juana se interesó por mejorar la vida de los niños y las niñas de su época,
cuando la mayoría de las personas no sabían leer ni escribir y las pocas
escuelas que existían eran para los hijos de las familias ricas.
En las provincias del interior las escuelas eran muy pobres y cualquiera que
supiera leer y escribir podía ser maestro. La enseñanza religiosa era muy
importante y, en cuanto a la disciplina, reinaba el castigo: «La letra con sangre
entra» era un dicho común.
Juana creía que las escuelas debían ser lugares alegres, luminosos y limpios.
Que al niño había que despertarle el interés por aprender a través del buen
trato, del ejemplo, del juego y el amor… Y que ser maestro era una de las
profesiones más bellas e importantes para un país.
Su padre era un ingeniero español que defendía las ideas de la Revolución de
Mayo (acontecida nueve años atrás). Como trabajaba para el gobierno
haciendo puentes y canales, conocía a hombres importantes como Bernardino
Rivadavia y por ello desde muy chica Juana participó en reuniones y escuchó
discusiones muchas veces agitadas sobre los destinos de la patria.
Aprendió muy pronto a leer y a escribir. Concurrió a la primera escuela para
niñas de Buenos Aires que formaba maestras, pero ella se aburría, no le
gustaba cómo enseñaban, a veces la aplazaban por no saber de memoria el
alfabeto (¡aunque ya leía libros!).
Juana siguió estudiando por su cuenta, tenía mucha facilidad para aprender
idiomas y leía cuanto libro caía en sus manos. Entre los 13 y 14 años tradujo
del francés dos libros que su padre hizo imprimir en Montevideo. Estudió piano,
con Pedro Esnaola, el músico que compuso la primera versión orquestal del
Himno Nacional. También le gustaba cantar y escribir poemas.
Desde joven supo ser muy independiente y participaba en reuniones con
escritores, donde conversaba con ellos de igual a igual. En su tiempo, las
mujeres debían ser sumisas: debían obedecer primero a sus padres y luego a
sus maridos. Vivían prácticamente encerradas en sus casas, cuidando a sus
hijos, y a lo sumo realizaban labores domésticas o bordaban y tocaban el piano
(si eran de familias adineradas).
Juana pensaba que la inteligencia no tenía sexo y que la mujer debía tener las
mismas oportunidades de educación y libertad que los hombres. Pero esto era
muy mal visto en aquella época.
Eran tiempos difíciles: la lucha por la independencia seguía sin tregua, los
gobernantes no se ponían de acuerdo sobre cómo organizar el país, y Buenos
Aires y las provincias del interior estaban siempre peleando por el poder.
Cuando Juan Manuel de Rosas gobierna en Buenos Aires, la familia Manso
huye a Montevideo, su padre era unitario y todos sus bienes son confiscados
por el gobierno. A partir de allí comienza un largo peregrinaje, siempre
acompañado por la pobreza. Primero vivieron en Montevideo, luego en Río de
Janeiro.
En Montevideo, promueve la confección de una bandera argentina que bordan
en su casa niñas porteñas y que secretamente llega a los expatriados. Para
ayudar a su familia, Juana crea en su propia casa una escuela para niñas.
Tenía 22 años y quería implementar nuevos métodos de enseñanza. También
solía reunirse con otros escritores exiliados y publicaba poemas en los
periódicos.
Cuando Rosas pacta con el gobierno de Montevideo, ella y su familia se tienen
que ir a Brasil. Da clases particulares de español y francés. También abre en
su casa, una escuela para niñas, la llama Santa Clara.
Conoce a un talentoso violinista y compositor portugués, Francisco de Sa
Noronha. Se enamoran y a los tres meses se casan. Realizan giras por Brasil y
luego viajan a Estados Unidos, pero no les va bien, no logran vivir de los
conciertos y pasan muchas penurias. Escribe la letra del oratorio Cristóbal
Colón con música de su esposo y comienza a redactar su novela histórica
sobre el gobierno de Rosas: Misterios del Plata. Allí nace su primera hija,
Eulalia, a la que le escribe un diario contando sus penas e impresiones del
viaje; no tenían recursos ni siquiera para comer, por lo que se ven obligados a
partir.
Se fueron a Cuba, esta vez con mejor suerte. Viajan por toda la isla dando
conciertos, se enamora del paisaje, la música y bailes y especialmente de su
gente (quizá haya sido su época más feliz), advierte las injusticias de la
dominación española. Allí nace Herminia, su otra hija. Juana escribe una obra
de teatro llamada El huérfano.
Finalmente regresan a Brasil, da clases particulares de idiomas para las
familias acomodadas. Participa en la vida cultural de Río, que terminará siendo
su segunda patria. Escribe libretos y obras de teatro que se estrenan con éxito
en importantes teatros. Funda un periódico para mujeres donde presenta sus
ideas sobre la igualdad y educación de la mujer, contiene poemas, comentarios
de modas, partituras de su esposo y en capítulos su novela Misterios del Plata.
Al poco tiempo, su esposo la abandona y se va Portugal. Muere su padre —
apoyo y sostén durante toda su vida— y, como en Buenos Aires ya no gobierna
Rosas, decide retornar al país.
Juana trae nuevas ideas y experiencias que pensaba podían servir para crear
una sociedad más justa. Lamentablemente no fue bien recibida, la veían como
a una extraña. ¿Quién era esa mujer pobre, de una familia desconocida, sin
marido y con dos hijas? ¿Quién creía que era para traer y enseñar ideas de
afuera? Sí: Juana Manso había madurado y era una mujer fuera de lo común.
En Buenos Aires publica artículos y edita un periódico para mujeres: el Álbum
de Señoritas, allí expone sus ideas de educación para todos, igualdad de
sexos, libertad religiosa y defensa de los pueblos originarios. También incluye
por capítulos su novela La familia del comendador donde se manifiesta en
contra de la esclavitud. Es ignorada, sus palabras son un escándalo, sólo
publica 8 números. Tampoco aceptan su ofrecimiento para trabajar como
maestra, las clases particulares no alcanzan para mantener a la familia, por lo
que decide regresar a Brasil.
Juana amaba el teatro, ya conocía el ambiente como autora, pero esta vez,
para poder mantener a sus hijas, comienza a trabajar como actriz. Toma clases
de declamación con un profesor francés. Se une a una compañía de teatro que
realiza giras por numerosos teatros y recibe buenas críticas. ¡Qué mujer
valiente, talentosa y apasionada!
Su esposo regresa de Portugal y se reconcilian. Se dedican por entero al arte:
estrenan obras, realizan conciertos y giras con importantes compañías,
¡también sus dos hijas actúan! ¡Es una familia de artistas!… Pero ganarse el
pan diario en ese ambiente, no es fácil, el matrimonio nuevamente se separa.
En esa época escribe un libro muy sincero para desahogar sus penas y
consolar a los que sufren: «Las Consolaciones».
En 1859, gracias a la ayuda de su amigo José Marmol que le envía el dinero
para los pasajes retorna a Buenos Aires con sus dos hijas. Con honda tristeza
se despide de su amada Rio.
Afortunadamente conoce a Sarmiento, que la respalda nombrándola directora
de una escuela para niños y niñas. ¡Imagínense una escuela mixta en ese
momento! ¡Un escándalo! Se hicieron amigos, coincidían en las ideas y
sueños. Tenían un carácter fuerte que no los detendría frente a las
adversidades.
Desde entonces Juana se dedica totalmente a la educación. Enseña, dirige la
escuela mixta, sus principios son cultivar la observación, el razonamiento,
despertar curiosidad, no aburrir y matar el interés por el estudio con la
memorización mecánica sin comprensión. Incorpora juegos, clases de música,
cantos, bailes, ejercicios físicos, dibujo, enseñanza de idioma inglés, elimina los
castigos físicos, implementa recreos. El fin de la escuela es despertar el amor
por aprender y desarrollar un carácter noble.
Promueve la organización del sistema educativo, la formación de las maestras,
su asociación para obtener mejor calidad educativa y laboral. Crea bibliotecas
populares; da conferencias públicas; traduce obras de educación, escribe el
primer libro de lectura de historia argentina para escuelas: el Compendio de la
historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata y una obra de teatro: La
revolución de Mayo de 1810. Defiende sus ideas en la prensa. Es la primera
mujer en ocupar un cargo público: es miembro del Consejo de Instrucción
Pública. También dirige los Anales de la Educación Común, publicación creada
por Sarmiento para fomentar la educación en todo el país. ¡Es incasable, nada
la detiene! Pocos la comprenden y valoran: la persiguen y calumnian en la
prensa, le ponen obstáculos y, a veces, hasta le impiden con gritos y piedras
en los techos, dar sus conferencias. Manchan sus vestidos, la llaman “Juana la
loca”.
Ella proclama que la desigualdad se remedia con educación para todos. Critica
a los gobiernos por no invertir en educación (para poder dominar mejor a las
masas), y reclama derechos para la mujer y la infancia. También exige libertad
religiosa, matrimonio civil y protección para los pueblos originarios. Y decir
esto, a través del periódico, la tribuna, el libro y la escuela era demasiado para
la época.
Juana Manso estaba segura de su misión: sus ideas tarde o temprano iban a
florecer y no importaba si había que sufrir por ellas. Tuvo razón: con el paso del
tiempo muchas cosas fueron cambiando y su pensamiento continúa vigente.
Murió a los 55 años, sin honores y en la pobreza. Aun enferma seguía
enseñando a leer y a escribir a los niños que vivían en su humilde barrio. Se
había convertido a la fe anglicana y, antes de morir, le advirtieron que renegase
de su fe para poder recibir los sacramentos y ser enterrada en el cementerio
local que pertenecía a la Iglesia. No lo hizo. Fue enterrada en el cementerio
inglés, con la siguiente leyenda: “Aquí yace una argentina que, en medio de la
noche de la indiferencia que envolvía a la patria, prefirió ser enterrada entre
extranjeros antes que profanar el santuario de su conciencia”.
En 1915, sus restos fueron depositados en el Panteón del Magisterio, en el
cementerio de la Chacarita.