La Monarquía Unida (Historia Del AT)

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La monarquía unida (hacia 1020-931 a.C.

)
Los comienzos de la monarquía son difíciles, porque muchas personas,
defensoras a ultranza de la tradición, piensan que esta institución significa un atentado
contra Dios (Yahveh), único Rey de Israel, y se oponen decididamente a ella. A pesar de
las oposiciones, Saúl es elegido Rey y libra al pueblo de la amenaza filistea, al menos
temporalmente. Más tarde, obsesionado por la idea de perseguir a David para que no le
usurpe el trono, descuida los auténticos problemas de gobierno, permite que los filisteos
se fortalezcan, y termina derrotado por ellos en la batalla de Gelboé, suicidándose ante
la derrota inevitable.

A Saúl le sucede David. Su nombramiento como rey revela un hecho interesante.


Primero es elegido rey del sur; solo al cabo de siete años, le piden las tribus del norte
que reine también sobre ellas. Esto demuestra que la unión conseguida en tiempos de
Saúl era bastante superficial y no había eliminado las tensiones entre estos dos grandes
bloques.

De cualquier modo, la amenaza filistea pudo más que los antagonismos, y las
tribus volvieron a unirse. La primera decisión de David refleja gran inteligencia política.
Necesita una capital para gobernar. Si escoge una ciudad del sur, los del norte se
ofenderán; si la elige del norte, molestará a los del sur. Decide conquistar una ciudad
cananea, que no pertenece a ninguna tribu, Jebús, conocida después como Jerusalén. A
partir de este momento, será la capital del reino unido y la ciudad personal de David.

Su obra posterior podemos sintetizarla en dos puntos. Primero termina de


conquistar todas las ciudades cananeas existentes en territorio de Israel y las anexiona a
su reino. Segundo, lleva a cabo una política expansionista, conquistando y sometiendo a
una serie de pueblos vecinos. Así consiguió formar el imperio más poderoso de Siria-
Palestina durante el siglo X a.C.

La sucesión de David está marcada por una serie de intrigas y derramamiento de


sangre entre sus propios hijos. Le sucede Salomón, que reina cuarenta años (971-931).
Este reinado es uno de los momentos más gloriosos de la historia de Israel.
Abandonando las guerras exteriores, se dedica casi por completo a construir grandes
edificios, como el templo de Jerusalén y su palacio; asegura la defensa nacional
mediante la construcción y restauración de fortalezas; organiza el ejército y aumenta
notablemente el número de carros de combate y la caballería. Pero, sobre todo, fomenta
el comercio, controla el paso de las caravanas árabes, construye una flota para traer de
África productos exóticos. La riqueza aumenta de forma inesperada, las ciudades
crecen, y se produce un fuerte fenómeno de inmigración.

Pero, sin darse cuenta, Salomón está poniendo piedra a piedra el fundamento de
la división y la catástrofe. Sus grandes empresas constructoras le obligan a utilizar
abundante mano de obra y exigen mucho dinero. Los primeros en tener que trabajar son
los cananeos; luego obliga también a treinta mil israelitas a trabajos forzados. Y los
impuestos crecen día a día. El pueblo comienza a cansarse de esta prosperidad
conseguida a base de los más pobres; se harta de trabajar para mantener la burocracia
absurda y el montón de parásitos que pululan por la corte.

Las tribus del sur, que ven en Salomón un rey de su propia sangre, no protestan
demasiado. Pero las del norte no están dispuestas a soportar esta situación. Estalla la
revuelta capitaneada por Jeroboán, jefe de las brigadas de trabajadores del norte.
Salomón tiene fuerza suficiente para dominar la rebelión, y Jeroboán debe refugiarse en
Egipto.

Pero, a la muerte de Salomón, la situación no ha cambiado. Cuando su hijo,


Roboán, su sucesor, acude a Siquén para ser aceptado por las tribus del norte como
nuevo rey, éstas le plantean claramente el problema (cf. 1Re 12,1-19)

Fuente: tomada de J. L. Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, Estella 1998.

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