Cuestión Social
OBLIGATORIO - 9 copias
función ligar especialmente al niño con esta forma
de sociedad. En cuanto a la familia, se basta para
mantener en los corazones de sus miembros los senti-
mientos necesarios para su existencia. En cambio, por
SEXTA LECCIÓN
lo que se refiere a la patria (entendida del modo ex-
puesto), la escuela es el único medio moral en el que
el niño puede aprender metódicamente a conocerla y
EL SEGUNDO ELEMENTO DE LA
amarla. Y esto es lo que hoy precisamente otorga un
MORALIDAD
papel fundamental a la escuela en la formación moral
LA ADHESIÓN A LOS GRUPOS SOCIALES
del país.
(Conclusión)
RELACIONES Y UNIDAD DE AMBOS
ELEMENTOS
Hemos determinado recién el segundo elemento de
la moralidad. Consiste en la adhesión del individuo a
los grupos sociales que integra. La moralidad comien-
za por el solo hecho de que formamos parte de un grupo
humano, cualquiera sea. Pero como, en realidad, el
hombre no es completo si no pertenece a sociedades
múltiples, la moralidad misma tampoco es completa
sino en la medida en que nos sentimos solidarios cola
las diversas sociedades de las cuales formamos parte
(familia, corporación, asociación política, patria, hu-
manidad). No obstante, como esas diversas sociedades
no tienen una dignidad moral idéntica, pues no todas
desempeñan un papel igualmente importante en el
conjunto de la vida colectiva, tampoco tendrán un sitio
igual en nuestras preocupaciones. La sociedad politica
o patria, concebida como encarnación parcial de la
idea de humanidad, tiene sobre las demás verdadera
preeminencia y constituye el fin por excelencia de la
conducta moral. La patria, tal como la concibe la con-
ciencia moderna, no es el Estado receloso y egoísta que
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sólo conoce las reglas de su propio interés, que se con0 y permanencia. Pero no es necesario desmentir la opi-
sidera liberado de toda disciplina moral; lo que le <1001 nión moral de los pueblos para concordar los hechos
ga valor moral es ser la mayor aproximación a eiEr con lo que decimos. Pues todo lo que establecimos es
sociedad humana, actualmente irrealizada y probable: - que la caridad, en el sentido ordinario y vulgar de la
mente irrealizable, pero que constituye el límite ideeY palabra, la caridad que un individuo hace a otro, no
al cual tendemos indefinidamente. Hay que cuidarse tiene valor moral por sí misma y no podría constituir
de ver en esta concepción de la patria un sueño utópico. el fin normal de la conducta moral. Sin embargo, aún
Es fácil observar en la historia que se transforma cala es posible que sirva indirectamente a la moral. Si bien
vez más en realidad. Por el solo hecho de que las so- el interes individual de otro individuo carece de moral
ciedades son cada vez más amplías, el ideal social 'se -por sí y no tiene derecho a ninguna primacía, puede
desprende cada vez más de las condiciones locales y suceder que la tendencia a buscarlo con preferencia al
étnicas para poder ser así común a un mayor número nuestro sea uno de aquellos actos que interesa desarro-
de hombres reclutados entre todas las razas y en los llar a la moral porque preparan e inclinan a la bús-
más diversos medios; por esto mismo, se hace cada vez queda de fines verdadera y propiamente morales. Y
más general y abstracto, se aproxima más al ideal efectivamente se llega a esto. Sólo hay fines verdade-
humano. ramente morales en los fines colectivos; no hay- móvil
El principio expuesto nos permite resolver una difi- verdaderamente moral fuera de la adhesión al grupo.
cultad que hemos encontrado en el curso de las leccio- Pero al estar ligado a la sociedad de la cual se es parte,
nes precedentes y cuya solución hemos postergado. resulta psicológicamente imposible no hallarse ligado
Si el interés individual del agente no constituye un a la vez a los individuos que la componen y en quienes
fin moral, tampoco lo constituiría el interés individual la sociedad se realiza. Pues aunque la sociedad es algo
de otro, pues no existe razón alguna para que una distinto' al individuo, pues no está íntegramente en noso-
personalidad semejante a la mía tenga un derecho tros, no existe sin embargo ninguno de nosotros en quien
preferencial, como lo hemos dicho. Sin embargo, en no se encuentre un reflejo de ella. Por consecuencia, es
realidad, no es dudoso que la conciencia moral otorgue natural que los sentimientos que tenemos hacia ella se
cierto carácter moral al acto por el cual un individuo trasladen a aquellos en quienes se encarna parcialmen-
se sacrifica por uno de sus semejantes. En general, te. Creer en la sociedad es creer en un ideal social y
la caridad interindividual, en cualquiera de sus formas, hay un poco de este ideal en cada uno de nosotros. Ca-
es considerada universalmente como una práctica mo- da cual participa del tipo Colectivo que da unidad al
ralmente elogiable. ¿Acaso, entonces, la conciencia pú- grupo, que es lo sagrado por excelencia y, en conse-
blica se equivoca 'apreciando de este modo la conducta cuencia, cada cual participa también del respeto reli-
de los hombres? gioso que inspira este tipo. La adhesión al grupo im-
Tal suposición es evidentemente inaceptable. Dada plica, pues, de modo indirecto y casi necesario, la
la generalidad de esta apreciación, no podría verse ea adhesión a los individuos. Cuando el ideal del grupo
ella el producto de una aberración fortuita. Un error es una forma particular del ideal humano, cuando el
es algo accidental, y no podría tener esa universalidad tipo del ciudadano se confunde en alto grado ,con. el
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tipo génerico del hombre, nos encontramos ligados al
hombre en cuanto hombre, sintiéndonos más estrecha- Es verdad que de este modo la caridad individual
mente solidarios con quienes realizan la concepción. — ocupa un lugar secundario y subordinado en el sistema
particular que nuestra sociedad se hace de la humani- de las prácticas morales. Pero no hay que asombrarse.
dad. Así se explica el carácter moral atribuido a los No tiene derecho a un lugar más elevado. Sería fácil de-
sentimientos de simpatía interindividuales y a los mostrar que esta forma de desinterés resulta generalmen-
actos que inspiran. Y no porque constituyan por sí mis- te pobre en resultados. En efecto, el individuo solo, redu-
mos elementos intrínsicos del temperamento moral, cido a sus fuerzas personales, es incapaz de modificar el
sino porque están demasiado estrechamente ligados a estado social. No se puede actuar eficarnzente sobre la so-
las disposiciones morales más esenciales como para que ciedad sino agrupando las fuerzas individuales, de tal
su ausencia pueda ser considerada, no sin razón, como modo que fuerzas colectivas se opongan a otras fuerzas
índice de una menor moralidad. Cuando se ama a la colectivas. Y los males que trata de curar o atenuar la ca-
patria o a la humanidad en general, no puede verse el ridad individual tienen causas esencialmente sociales. Ha-
sufrimiento de 'sus compañeros o de todo ser humano ciendo abstracción de casos particulares excepcionales, la
sin sufrir uno mismo y sin tratar, por consiguiente, naturaleza de la miseria, en una sociedad determinada,
de 'remediar esa situación. Por el contrario, cuando se depende del estado de la vida económica y de las con-
evita toda piedad es porque se es poco capaz de ligar- diciones en las cuales funciona, es decir su organizakión
se a algo distinto de uno mismo y, en Consecuencia, misma. Si actualmente hay muchos vagabundos so-
fortiori,, ligarse al grupo del cual se forma parte. La ciales, individuos al margen de todo cuadro social re-
caridad tiene pues valor moral como síntoma de los gular, es porque hay algo en nuestras sociedades euro-
estados morales de los cuales es solidaria y porque peas que impulsa a la vagancia. Si el alcoholismo
indica una disposición moral para darse, salir de sí, hace estragos es porque la civilización intensificada
superar el círculo de los intereses personales, abriendo siente necesidad de excitantes y no tiene 'asegurada
el camino de la verdadera moralidad. Tiene, además, el otra satisfacción. Males tan manifiestamente sociales
mismo significado que tienen los diversos sentimientos necesitan ser tratados socialmente. Contra los mismos
que nos ligan a los seres individuales distintos a los nada puede hacer el individuo aislado. El único reme-
hombres con los cuales estamos vinculados, tal como dio eficaa se encuentra en la caridad colectivamente —
los animales o las cosas que pueblan nuestro medio organizada. Es necesario que los esfuerzos particulares
ordinario, nuestro lugar de nacimiento, etc. Evidente- se agrupen, se concentren, se organicen, para poder
' meiate no hay nada moral en interesarse por cosas ina- producir algún efecto. Entonces, al mismo tiempo, el ,
nimadas. Y sin embargo, quien se desliga demasiado acto adquiere un carácter más elevadamente moral,
fácilmente de las cosas que estaban asociadas a su vi- porque sirve para fines más generales e impersonales.
da, testimonia una aptitud inquietante desde el punto Sin duda, en este caso, no se tiene ya el placer de
ver ante uno los efectos del sacrificio consentido; pero
de vista moral, para destruir los lazos que lo ligan
precisamente porque el desinterés es más difícil, por-
con algo distinto a sí mismo, es decir, una menor ap-
que es menos accesible por medio de impresiones sensi-
titud para solidarizarse.
bles, tiene más valor. Proceder de otro modo, tratar
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cada caso de miseria particularmente, sin actuar sobrel
las causas que lo producen, es obrar como un médicol l 'echo es incontrovertible, puede ser planteado antes
-ae que estemos en condiciones de explicarlo. E, incluso,
que atacara los síntomas externos de úna enfermedad',
sin buscar la causa profunda de la cual el síntoma Idebe ser mantenido aunque no podamos hacerlo. Es
no es sino la manifestación externa. Sin duda, a veces,.. eces ario cuidarse de negar la realidad moral por el
se está obligado a practicar la medicina sintomática, - Lok, hecho de que el estado actual de la ciencia no
cuando nada mejor se puede hacer. Del mismo modo . permita dar cuentas de él. Pero, en realidad, lo que
no es cuestión de condenar y desalentar todo acto indi-' beatos establecido en las lecciones precedentes nos per-
vidual de caridad, sino sólo determinar el grado de' l 'olerá disipar ese misterio sin recurrir a ninguna hipó-
1•5,is de orden supraexperimental.
moralidad que tiene. 07
Hemos demostrado, en efecto, que la moral tiene
He aquí pues constituidos los dos primeros elementos bor objeto ligar al individuo con uno o varios grupos
de la moralidad. Hemos debido estudiarlos por sepa- 1-;ociales y que la moralidad presupone esta ligazón
tb.. •
rado para distinguirlos y definirlos. Por eso mismo ljaisma. Y es porque la moral está hecha para la so
nos parecieron basta ahora distintos e independientes. 'Med. Entonces, ¿no es, a priori, evidente que está
La .disciplina parece ser una cosa y el ideal colectivo hecha por la sociedad? ¿Quién sería el autor? ¿El indi-
al cual estamos ligados otra muy diferente de aquélla. viduo? Pero de todo lo que ocurre en este inmenso ám-
Sin embargo, en realidad, existen entre esoi dos ele- bito moral que es una sociedad grande como la nuestra,
mentos relaciones eítrechas. No son sino dos aspectos de las acciones y reacciones infinitas que intercambian
de una misma realidad. Para percibir lo que hace sú a cada instante millones de unidades sociales, sólo
unidad y poseer de este modo una visión más sintética "percibimos los pocos rebotes que resuenan en nuestra
Y concreta de la vida moral, nos bastará investigar Csfera personal. Bien podemos percibir los grandes
en qué consiste y de dónde proviene la autoridad que acontecimientos que se desarrollan a la plena luz de
hemos reconocido en las reglas morales y cuyo respeto - la 'Conciencia pública; pero la economía interior de la
constituye la disciplina. Problema reservado hasta aho- ,rnáquina, el funcionamiento silencioso de los órganos
ra y que podemos abordar. internos, en una palabra, todo lo que constituye la subs-
Hemos visto que las reglas morales poseen un pres- tancia y la continuidad de la vida colectiva, está fuera
tigio particular, en virtud del cual las voluntades hu- de nuestra vista, se nos escapa. Sin duda escuchamos,
manas se ajustan a sus prescripciones, simplemente el sordo zumbido de la vida que nos rodea, sentimos que
porque las reglas mandan, y haciendo abstracción de existe alrededor nuestro una realidad enorme y conwle- '
ja. Pero carecemos de la conciencia directa de ello,
las posibles consecuencias que puedan tener los actos
como carecemos de la conciencia directa de las fuerzas
prescriptos. Cumplir el deber por respeto al deber es
‘1.Ésicas que llenan nuestro ámbito material. Sólo nos
obedecer la regla porque es la regla. Pero, - ¿de qué
¡llegan sus efectos. Parece pues imposible que el indivi-
proviene que una regla, que es una institución humana,
Iduo haya sido el autor de este sistema de ideas y prác-
pueda ejercer tal ascendiente que haga doblegar las
stias que no le conciernen en forma directa y que en-
voluntades humanas de las cuales emana? Como el
,can una realidad distinta a la suya y de la cual sólo
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tiene un oscuro presentimiento. Sólo la sociedad . 4:1; siste el matrimonio o la moral de un pueblo y les daré
su conjunto tiene suficiente conciencia como peral: Los principales rasgos de su constitución. La idea de
ber podido instaurar esta disciplina cuyo objetara aue los romanos hubieran podido practicar una moral
expresarle por lo menos tal como se piensa. En eck. , distinta a la suya es un verdadero absurdo histórico.
secuencia., la conclusión se impone Iógicamente....Z.4 No sólo no podían sino que no debían tener otra. Su-
sociedad es el fin, de la moral, también es su construe.. poniendo que por un milagro se hubieran hecho re-
tora. El individuo no lleva en si las preceptos de ceptibles a ideas análogas a las que están en la base
moral, dibujados por adelantado, por lo menos en forin e de nuestra moral actual, su sociedad no habría po-
esquemátida, de tal modo que solamente tenga hiel% dido sobrevivir. La moral es obra de la vida, no de
que precisarlos y desarrollarlos; no pueden despren.. la muerte. En una palabra: cada tipo social tiene la
derse sino de las relaciones que se establecen entre moral que le es necesaria, así como cada tipo bioló-
los individuos asociados; del mismo modo que ellas gico tiene el sistema nervioso que le permite sobrevivir.
traducen la vida del grupo o grupos a los que con_ Es porque la moral, está _hechl_por misrna_sociedad
ciernen. Cuya—eirru–ciára refleja fielmente. Lo mismo sucede
Esta razón lógica es, además, confirmada por una Con la derieniinádá - inorárTnIvicrual. La sociedad nos
—
razón histórica que puede ser considerada decisiva. 1,0 prescribe incluso los deberes para con nosotras mis-
que demuestra que la moral es obra de la sociedad, es mos. Nos obliga a realizar un tipo ideal en nosotros
,
que varia como las sociedades. La sociedad de las ciu- y nos obliga a ello porque tiene un interés vital. No ,
dades griegas y romanas no era la nuestra, así corno puede sobrevivir sino a condición de que todos repro-
la de las tribus primitivas no era la de la ciudad. duzcan, en distintas grados, los rasgos esenciales de
un mismo ideal: el ideal colectivo. Por esto esta parte
Es verdad que se ha tratado a veces de explicar esta
diversidad de morales como un producto de errores de la moral ha variado, como todas las demás, según
debidos a la imperfección de nuestro entendimiento. los tipos y los países.
Si la moral de los romanos —se ha dicho— era dife- Admitido esto, la cuestión que nos hemos planteado
rente de la nuestra, se debió a que la inteligencia encuentra su solución. Si la sociedad instituyó las re-
humana estaba entonces velada y oscurecida por toda glas de la moral, ella también debe haberles otorgado
clase de prejuicios y supersticiones que luego desa- la autoridad que les pertenece, la cual tratamos de
parecieron. Pero si hay un hecho histórico que no explicar. En efecto, ¿a qué se denomina autoridad?
deja lugar a dudas es el de que la moral de cada Sin querer agotar en pocas palabras un problema tan
pueblo está directamente en relación con la estruc- complejo se puede, sin embargo, proponer la siguiente
tura del pueblo que la practica. El vínculo es tan ea- definición: la autoridad es un carácter del cual un
trecho que dados los caracteres generales de una rae ser, real o ideal, se encuentra investido en relación '
ral observada por una sociedad, con excepción de los con determinados individuos, y por este solo hedió
casos anormales y patológicos, se puede inferir la na- es considerado por ellos como dotado de poderes su-
turaleza de esa sociedad, qué partes la integran y el periores a los que se atribuyen a sí mismos. Poco ira.-
modo en que están organizadas. Decídme en qué con- porta, además, que esos poderes sean reales o imagi-
narios. Basta que estén representados en los espíritus - mueven, se entrecruzan, chocan cerca nuestro; nos
como reales. El brujo es' una autoridad para los que rozan sin que las veamos hasta el día en que una
creen en él. He aquí porque esta autoridad es llamada - grave eclosión nos permite entrever que un trabajo
moral: está en los espíritus y no en las cosas. Dada misterioso y clandestino se produjo cerca nuestro, del
esta definición resulta fácil comprender que el ser qu'e cual no dudamos y del que sólo percibimos, los re-
mejor cumple todas las condiciones necesarias para. sultados. Pero hay sobre todo un hecho que mantiene
formaruna autoridad es el ser colectivo. Pues de todo en nosotros ese sentimiento: la presión que cada ins-
lo que hemos dicho se deduce que la sociedad supera
tante ejerce sobre nosotros la sociedad y de la cual
infinitamente al individuo, no sólo en extensión ma- no podemos dejar de tener conciencia. Cada vez que
terial sino también en poder moral. No sólo dispone deliberamos para saber cómo actuaremos, una voz
de fuerzas incomparablemente más considerables, pues habla dentro nuestro y nos dice: he aquí tu deber. Y
es debida a una coalición de todas las fuerzas indi- cuando faltarnos al mismo la misma voz se hace oír
viduales, sino que es en ella donde se encuentra la y protesta contra nuestro acto. En cuanto se dir *ige
fuente de la vida intelectual' y moral con la cual ali- a nosotros como un mandato, sentimos que debe ema-
mentamos nuestra mentalidad y Moralidad. Formar- nar de algún ser superior a nosotros. Pero no vemos
se es, para una nueva generación, compenetrarse cc% claramente quién es ni qué es este ser. Por esto
la civilización ambiente, y es a medida que se opera la imaginación de los pueblos para explicarse esta
esta compenetración que el hombre se forma a partir voz misteriosa —cuyo acento no es el de la voz hu-
del animal que es el nacer. La sociedad detenta todas mana— la vinculó con personalidades trascendentes,
las riquezas de la civilización, las conserva y acu- superiores al hombre, que se transformaron en objeto
mula, las transmite de una época a otra y gracias a del culto. El culto no era en definitiva sino el tes-
ella llegan hasta nosotros. A ella se las debemos, de timonio exterior de la autoridad que les era recono-
ella las recibimos. Se concibe, entonces, con qué auto- cida. Nosotros debemos despojar esta concepción de
ridad debe estar investido un poder moral del cual las formas místicas en las cuales estaba envuelta en
nuestra conciencia no es en parte sino una encarna- el curso de la historia y, bajo el símbolo, lograr la
ción. Inclusive el elemento de misterio, que es casi- realidad. Esta realidad es la sociedad. La sociedad es
inherente a toda idea de autoridad, no falta en el sen- la que,, formándonos moralmente, puso en nolOtról-1161
timiento que tenernos de la sociedad. Es natural que sentimientos que nos dictan imperativamente la con-
un ser que tenga poderes sobrehumanos desconcierte ducta o que reaccionan con energía cuando nos nega-
la inteligencia del hombre y tenga por esto algo mis- mos a cumplir sus mandatos. Nuestra conciencia. mo-
terios,o. Tal la causa que bajo su forma religiosa
ral es obra suya y la expresa; cuando habla nuestra,
la autoridad está llena de misterio para el individuo. conciencia habla la sociedad en nosotros. El tono con
No se sabe lo que ocurre, decía Poe. Efectivamente.
que nos habla es la mejor prueba de la excepcional
Tenemos la impresión perpetua de que alrededor maes-
autoridad que la inviste.
tro hay una multitud de cosas por producirse cuya
Más aún: no sólo la sociedad es una autoridad
naturaleza se nos escapa. Toda clase de fuerzas se
moral; sino que• cabe creer que la sociedad es el 'tipo
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y la fuente de toda autoridad moral. Sin duda nos o recto aún es hombre; entre él y sus semejantes sólo
gusta creer que hay individuos que sólo deben s -u pres- existen diferencias de grado. Unica,mente la sociedad
tigio a sí mismos y a la superioridad de su naturaleza. está por encima de los individuos. Por lo - taiiio, ta
Pero, ¿a qué lo deben? ¿A su mayor poder material? autoridad emana de" ella. Comunica a tales o cuales
Pero, precisamente porque la sociedad rechaza actual- calidades humanas ese carácter sui generis, el pres-
mente el consagrar la superioridad puramente física, tigio que eleva por encima de sí mismos a los indivi-
ésta no confiere por si misma autoridad moral al- duos que lo poseen. Se transforman en superhombres
guna. No sólo no se respeta a un hombre porque sea porque de este modo participan de la superioridad, de
más fuerte, sino que apenas si se lo teme, pues nues- esa especie de trascendencia de la sociedad en rela-
tra organización sócial tiende precisamente a impe- ción con sus miembros.
dirle abusar de su fuerza y, en consecuencia, lo hace Aplicando lo que hemos dicho a las reglas morales,
„menos temible. Una mayor inteligencia o aptitudes la autoridad que invisten se explica fácilmente. Al ser
científicas excepcionales ¿bastarán para dar a quien las la moral algo social, aparece ante los hombres dotada
-posea una autoridad proporcional a su fuerza men- de una especie de trascendencia ideal; sentimos qué
tal? Es necesario aún que la opinión reconozca valor pertenece a un mundo superior a nosotros. Es lo que
moral a la ciencia. Galileo fue despojado de toda auto- indujo a los pueblos a ver en la moral la palabra y
ridad por el tribunal que lo condenó. Para un pueblo la ley de un poder sobrehumanos. Si existen ideas y
que no cree en la ciencia, el más grande genio cientí- sentimientos sobre los cuales se concentra con mayor
fico no daría lugar a ascendiente alguno. ¿Una ma- peso la autoridad de la colectividad, esas ideas y sen-
yor moralidad sería más eficaz? Pero aún cabe pre- timientos son los morales. Pues no hay otros que tien-
guntarse, ¿esta moralidad es precisamente la que re- dan tan estrechamente a lo más esencial de la con-
clama la sociedad? Un acto que la sociedad no con- ciencia colectiva; son su parte vital. Así se precisa
sidera moral, cualquiera sea, no podría beneficiar al y se aclara lo que antes dijimos sobre el modo con
prestigio de quien lo cumple. Jesucristo y Sócrates que las reglas morales actúan sobre la voluntad. Al
fueron, para la mayoría de sus conciudadanos, seres referirnos a ellas como fuerzas que nos contienen y
inmorales y no gozaron entre ellos de ninguna auto- limitan, podría parecer que fomentamos abstraccio-
ridad. En resumen: la autoridad no reside en un hecho nes. ¿Qué es una regla sino una simple combinación
exterior, objetivo, que la contendría lógicamente y la de ideas abstractas? ¿Cómo una fórmula puramente
produciría necesariamente. Reside íntegramente en la verbal podría ejercer tal acción? Pero sabemos ahora
idea que los hombres se hacen de ese hecho; es asunto que por debajo de la fórmula existen fuerzas reales
de opinión y la opinión es algo colectivo. Es el senti- que son su alma y de las cuales no es sino la envol-
miento de un grupo. Por otra parte es fácil com- tura. "No matarás", "no robarás": estas máximas
prender por qué toda autoridad moral debe tener ori- que los hombres se transmiten desde hace siglos, no
gen social. La autoridad es el carácter de un hombre contienen evidentemente ninguna virtud mágica que
que se ha colocado por encima de los hombres; es imponga respeto. Pero detrás de la máximahay..sen,
un superhombre. El hombre más inteligente, fuerte timientos colectivos
_ (los estados de la opinión de Tos
.
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cuales no es sino expresión) que le otorgan eficacia; Si estuviera en cambio en nuestro nivel, podría suge-
Este sentimiento colectivo es una fuerza tan real y rirnos consejos que no nos obliguen, que no se impon-
activa como las fuerzas que hay en el mundo físico. ' drían a nuestra voluntad. Por„estar encima nuestro
Cuando nos vemos pues refrenados por la disciplina mo- constituye el único fin posible de la conducta moral.
ral, en realidad la sociedad es la que nos contiene y Por estar colocada en esa situac_ión„ (es decir el fin co-
mita. He aquí al ser concreto y vivo que nos fija lími- lectivo por encima de los fines individuales) podemos
tes. Cuando se sabe lo que es y de qué modo supera las realizarlos elevándonos, en la misma medida, Por enci-
energías morales del individuo, ya no nos debemos ma nuestro, sin superar nuestra naturaleza de indivi-
asombrar del poder de su acción. duos, todo lo cual es la ambición suprema que iiueden
Al mismo tiempo nos percatamos de qué modo perseguir los hombres. He aquí porque las más grandes
figuras históricas, las' que nos parecen dominar a las
ambos elementos de la moralidad se entrelazan y lo
demás, no son la de los artistas ni de los grandes ge-
que hace su unidad. Esos elementos son dos aspectos
nios ni de los hombres de Estado, sino las de quienes
de una sola cosa: la sociedad; no es necesario ver en
han cumplido y han sido considerados los autores de
ellos algo distinto e independiente como si fueran co-
los mayores hechos morales: Moisés, Sócrates, Buda,
sas que se encuentran no se sabe cómo en la raíz de
Confucio, Jesucristo, Mahoma, Lutero, por no citar sino
nuestra vida moral. ¿Qué es en efecto la disciplina
algunos. No se trata solamente de grandes hombres,
sino la sociedad que nos manda, nos da órdenes, dicta
es decir, individuos como nosotros, aunque dotados de
sus leyes? En el segundo elemento, la adhesión al gru-
mayor talento, sino de individuos que se confunden en
po, volvemos a encontrar a la sociedad, pero esta vez
nosotros con el ideal impersonal que han encarnado y
como algo bueno y deseado, como un fin que nos atrae,
con los grandes grupos humanos que personifican, por
como un ideal que debe realizarse. En el primer caso'
lo que se nos presentan como superiores a la condición
se nos aparece la sociedad como una autoridad que nos
humana y transfigurados. Por esto la imaginación po-
contiene, que nos fija límites, ca i. e-s-e—o-p-o-ne a nuestros
pular, cuando no los ha divinizado, ha sentido, sin em-
avances; una sociedad ante la cual nos inclinamos con •
bargo, la necesidad de colocarlos aparte y acercarlos lo
sentimiento de respeto religioso. En el segundo caso
más posible a la divinidad.
es el poder amigo y protector, la madre nutricia, de
quien recibimos lo más importante de nuestra sustan- El resultado al que llegamos, lejos de violentar las
cia infélectual y moral y hacia la cual nuestras yo- concepciones usuales, se ve confirmado en ellas a la
imitadas se
se vuelcan en un esfuerzo de gratitud y amor. vez que les aporta nuevas precisiones. Todo el mundo
En un caso es como un Dios celoso y temido, un severo . distingue, con mayor o menor claridad, dos elementos
'legislador que no permite que se trasgredan sus órde- en la moral que corresponden exactamente a los que
nes; en el otro, es la divinidad caricativa a la que el hemos precisado. Esos elementos son los que los mo-
creyente se sacrifica con alegría. La sociedad debe ; ralistas denominan el bien y el deber. El deber es la
ese doble aspecto y papel a la propiedad única de ser moral en cuanto ordena y prohibe; es la moral severa,
algo superior a los individuos. Por estar encima de ruda, de prescripciones coercitivas; es la consigna a
nosotros nos manda, es sólo una autoridad imperativa. la que debe obedecerse. El bien es la moralidad en
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cuanto se nos parece como algo bueno, como un ideal
amado al que aspiramos por medio de un movimiento
espontáneo de la voluntad.
Sólo que la idea del deber como la del bien son, por
si mismas, abstracciones que, mientras no se las re-
fiera á la realidad viva, permanecen en el aire y en
consecuencia carecen de todo lo necesario para dirigirse
a los espíritus y a los corazones, sobre todo a los corazo-
nes y a los espíritus de los niños. Sin duda cualquiera
que tenga un vivo sentimiento de la moralidad puede ha-
blar calurosamente de ella, y el calor es comunicativo.
Pero, ¿acaso una educación racional debe consistir en
una predicación calurosa que se dirige sólo a las pasio-
nes, por más nobles que sean éstas? Una educación de
esta clase no se diferencia de la que queremos reempla-
zar, pues la pasión no sólo es una forma del prejuicio
sino también su forma eminente. Y, sin duda, es necesa-
rio despertar las pasiones, pues son la fuerza motriz de
la conducta.
, Pero hay que despertarlas por procedimien-
fos- aceptables para la razón. Entonces resulta impe-
rioso que no sean pasiones ciegas. Es menester estable-
cer la idea que las esclarece y guía. Si nos limitamos
a repetir y desarrollar, en un lenguaje emocionado, pa-
labras abstractas, tales como bien y deber, sólo desem-
bocaremos en un psitacismo moral. Lo que debe hacer-
se es poner al niño en contacto con las cosas, con las
realidades vivas y concretas. Los términos abstractos
sólo expresan sus caracteres más generales. Ya hemos
mostrado cuál era esa realidad. Así la educación mo-
ral tiene cometido preciso : no se encuentra simplemen-
te en presencia de conceptos mal determinados, sino
que tiene como punto de apoyo lo real; conoce las
fuerzas que debe emplear para actuar sobre el niño y
transformarlo en un ser moral.
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