La Meditación
La Meditación
La Meditación
realidad más profunda, sea cual sea el nombre que demos a esta realidad, desde un gran
equilibrio y serenidad.
La meditación nos aporta paz, información, claridad interna, plenitud…
La meditación también nos permite investigar con mucha lucidez y precisión las dificultades,
problemas, preocupaciones o emociones densas y negativas, que se nos presentan en el diario
vivir, y que de otro modo serían difíciles de abordar.
Desde el Conocimiento Gnóstico hay dos tipos de meditación:
La meditación que nos permite sentir la armonía y energía positiva de nuestro Real Ser,
de nuestro Espíritu inmortal, y que a la vez nos da la posibilidad de conocer e investigar este
aspecto trascendental de todo ser humano.
La meditación para comprender los diversos egos, yoes, agregados psicológicos, defectos,
que nos complican la existencia en forma de disgustos, preocupaciones o emociones
negativas. Esta es una aplicación muy terapéutica y sanadora, que nos ayuda a madurar y
crecer como personas.
La meditación es tan antigua como el hombre.
Desde que el ser humano comenzó a caminar sobre la faz de la Tierra, siempre tuvo la
inquietud de conocer algo más sobre el misterio de la existencia. Siempre hubo personas que
se hicieron preguntas, que reflexionaron sobre la vida y la muerte, sobre el cielo estrellado y
sobre el tiempo que todo lo consume. Prehistóricas estatuillas de la cultura hindú, muestran a
antiguos yoguis en posición de loto, en esa postura tan estable de cruzar las piernas y erguir la
columna, haciendo patente una actitud de concentración interior.
Todas las culturas desarrollaron ese camino hacia el autoconocimiento, hacia el
descubrimiento de sí mismo, y dejaron estas inquietudes plasmadas en sus bronces, sus
tablillas de barro, sus petroglifos, sus templos… Esa es la Gnosis milenaria de cada pueblo y
civilización. Ya sea el chamán, la danza sagrada, la disciplina del yogui, el zen del budismo, los
ejercicios espirituales del cristianismo monacal, etc., las formas de introversión para lograr el
conocimiento de sí mismo, siempre han estado presentes. La meditación, como técnica pilar,
aparece en distintas modalidades en Oriente y en Occidente, en tal o en cual religión, en toda
búsqueda hacia adentro.
LOS PASOS FUNDAMENTALES DE LA MEDITACIÓN
Primer paso: resolución y propósito firme de aprender y practicar meditación
La inconstancia y la falta de continuidad de propósitos son obstáculos frecuentes, que echan a
perder las mejores iniciativas. Por ello debemos ser serios y elegir lugar, tiempo y frecuencia
para esta nueva disciplina; proponernos firmemente triunfar en nuestro objetivo. Y como un
camino de mil leguas empieza con un paso…
Segundo paso: relajación del cuerpo físico
Es primordial que nuestro cuerpo afloje todo tipo de tensiones. Para ello elegiremos una
posición cómoda, pero no tan cómoda que nos lleve a dormirnos. Aun teniendo sueño, cierta
incomodidad nos ayuda a mantener el estado de alerta. Nos puede servir sentarnos en un
sillón, silla o taburete, o tumbarnos en nuestra cama; lo importante es que en estos momentos
iniciales, el cuerpo nos colabore, sin quejarse por haberlo colocado en una posición demasiado
incómoda.
Más adelante podremos meditar prácticamente en cualquier lugar y postura, pero mientras
vamos mejorando la técnica, recomendamos esa posición en la que se equilibran la tensión y la
relajación.
Elegida la posición, debemos proceder a la relajación en sí. Revisaremos cada grupo muscular,
cada órgano, cada parte del cuerpo, y llevando allí la respiración, aflojaremos, aflojaremos,
aflojaremos. Hay zonas más difíciles y sutiles como el rostro, el cerebro, los ojos, el abdomen o
las capas profundas del cuerpo.
La práctica constante nos permitirá avanzar, y el triunfo en este paso, será un excelente punto
de partida. Así, hasta que el sueño, más que enemigo, se convierta en aliado.
Combinar la meditación con el sueño, es una buena alternativa.
Tercer paso: Relajación de la mente y de las emociones
Es muy probable que nos cueste distinguir si una tensión es mental o es emocional, así que
abordaremos conjuntamente ambas. Con el tiempo podremos y deberemos especializarnos en
las sutilezas de cada centro (mental o emocional) para equilibrarlos y conocerlos a fondo.
Relajado el cuerpo físico, hay que tomar conciencia del observador interior. Este observador es
la misma Conciencia, un aspecto muy cualificado de nuestro Ser. No podemos observar la
mente con la mente, al igual que no podemos mover la silla en la que estamos sentados si
seguimos sentados en ella. Necesitamos levantarnos de la silla para moverla. Necesitamos
separarnos de la mente para observarla.
Emulando a Arquímedes (“dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”). Podemos decir:
nuestro punto de apoyo, nuestro elemento de cambio, nuestra palanca para mover el propio
mundo, va a ser la Conciencia.
La Conciencia es la percepción, la atención, la capacidad de darse cuenta.
Realmente esa Conciencia es una parte del Ser, con su sabiduría innata y sus poderes
superiores… La mente nos sirve para reflexionar. La Conciencia está más allá de la mente, es
el instrumento que nos permite observar y relajar nuestra mente y nuestras emociones. Por
ello, si queremos triunfar en la meditación, debemos aprender a ejercitarla.
La observación serena nos permite separarnos de nuestros pensamientos.
Debemos observar la mente o las emociones con distancia, sin meternos en su dinámica, como
quien observa algo externo.
Este papel de observador imparcial, que no se siente afectado por lo que observa, por lo que la
mente diga o por cualquier emoción densa, es un papel de la Conciencia.
Nuestra Conciencia se da cuenta de que todo eso está ahí, pero siente que ella como
observador, es algo aparte. Así que no se mancha con lo que observa, no lo juzga, lo ve. Eso
precisamente le da poder y libertad. De este modo, cualquier proceso mental o emocional
decae como hoja de otoño, como pájaro cansado, como vehículo sin combustible.
Y nos vamos quedando con la paz y armonía que la propia Conciencia siente en su
observación y contemplación serenas, de lo que pasa afuera, y de lo que pasa en ella misma.