Ensayo - Leonardo Cabrera Sangabriel

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EL PAPEL DE LA MUJER EN

LA ACTUALIDAD, LA
FAMILIA Y LA EQUIDAD
DE GÉNERO.
Leonardo Cabrera Sangabriel
2° A Taller de Lectura y Redacción
EL PAPEL DE LA MUJER EN LA ACTUALIDAD, LA FAMILIA Y L EQUIDAD DE GÉNERO

INTRODUCCIÓN

A lo largo de los años se han pasado de generación en generación diversas


costumbres y actitudes en el ámbito familiar, dónde el papel de la mujer siempre
ha sido desvalorizado. Existen muchos estereotipos donde la mujer únicamente
debe servir al hombre como lo es en el caso del hogar, debe estar en la cocina o
limpiando, sirviendo a su marido y a sus hijos y sin muchas oportunidades de
superarse, estudiar y prepararse. Es increíble que en pleno 2021 aún sigan
existiendo estos parámetros en muchas familias mexicanas, y el machismo siga
siendo un tema de violencia familiar.

Hay que tener en cuenta que el ser humano imita por naturaleza, por tanto, los
hijos e hijas reproducen los roles que están reflejados en sus padres y madres.
Por ello, otro punto dentro de la familia a la hora de educar a los hijos e hijas es la
importancia de que vean que los adultos comparten responsabilidades y que no
hay diferenciación entre ellos y ellas.

Leonardo Cabrera Sangabriel


EL PAPEL DE LA MUJER EN LA ACTUALIDAD, LA FAMILIA Y L EQUIDAD DE GÉNERO

Por igualdad de género se entiende una situación en la que mujeres y hombres


tienen las mismas posibilidades y oportunidades en la vida de acceder a recursos
y bienes valiosos desde el punto de vista social. El objetivo es conseguir que unos
y otros tengan las mismas oportunidades en la vida. Una realidad social basada en
la igualdad de género supone un cambio desde los diferentes ámbitos sociales:
laboral, familiar, educativo, institucional, económico. La noción que el adulto tenga
de cada género influirá en el modo que va a ejercer la crianza. Frecuentemente
estas ideas están tan inmersas en la cultura que se aceptan sin pararse a pensar
en las repercusiones que tienen.

Para trabajar la igualdad desde la familia, es necesario tener en cuenta los


valores que se les transmiten a los hijos e hijas. Para ello, es necesario potenciar
el respeto, valorar los sentimientos, promover los juegos y actividades carentes de
contenido sexista… ya que, así, cada niño o niña irá desarrollando una visión de la
realidad basada en sus gustos y preferencias y no en función del género que
tenga.

Los medios de comunicación, siendo el reflejo de la sociedad, deben reflejar


el hecho de que la igualdad de género es un derecho humano fundamental. Los
expertos de la igualdad de género coinciden en manifestar la incidencia del
sexismo entre la población joven. Esto ocurre al mismo tiempo que desde la
televisión se les plantea un modelo de relación donde los celos son una prueba de
amor, la agresividad es una cualidad masculina, o donde la chica ha de complacer
a su pareja y éste ha de protegerla. Bajo este contexto surge la necesidad de
sensibilizar a la familia en la temática de género, ya que es en el hogar donde se
aprenden las pautas básicas de lo que significa ser niño o niña, hombre o mujer,
asumiendo roles que probablemente desempeñarán en su vida adulta.

En este contexto, uno de los hechos más sobresalientes ha sido el ingreso


masivo de las mujeres al mercado de trabajo. La incorporación creciente de las
mujeres a los empleos no sólo ha contribuido a provocar cambios relativos a su
condición social, sino que ha tenido un importante efecto en la noción que

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tenemos de la familia y del matrimonio. El hecho de que cada vez más mujeres
(particularmente mujeres casadas) se encuentren en el ámbito laboral resulta una
variable de suma importancia para entender las nuevas configuraciones de lo
familiar, toda vez que dicha participación rompe con el patrón tradicional que
determinaba a los hombres como responsables exclusivos del sostenimiento
económico del hogar, característica fundamental de la estructura tradicional de la
familia. En unas cuantas décadas, diversos países transitaron de un modelo rígido
de familia en el que predominaba la división del trabajo en función del sexo, a uno
en el que cada vez es más común el matrimonio de doble carrera (Dandurand,
1994).

Otro problema importante en este contexto es el que se refiere a la


discontinuidad profesional de las mujeres. En general, la mayoría de los hombres
en edad activa permanecen en el mercado laboral desde que ingresan en él hasta
que se retiran, salvo situaciones excepcionales. En cambio, para las mujeres la
situación es diferente: primero, porque el número de mujeres que se emplean
fuera del hogar eso poco, y segundo, porque las que trabajan efectúan a lo largo
de su vida diversas entradas y salidas del mercado de trabajo. En otras palabras,
la actividad económica de la mujer se caracteriza por una gran irregularidad, y sus
interrupciones están frecuentemente asociadas con cambios en su ciclo vital
(casamiento, nacimiento de hijos, ingreso del último hijo al sistema escolar, etc.)
(Wainerman y Recchini, 1981: 26-27; Kempeneers y Saint-Pierre, 1992).

La creciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo no ha


llevado aparejada una distribución más equitativa de las tareas domésticas en el
hogar. La evidencia nos muestra que, de alguna manera, los cambios sociales que
han favorecido la participación de las mujeres en la fuerza laboral no han podido
aún modificar sustancialmente la división del trabajo intradoméstico entre hombres
y mujeres, y esto es igualmente cierto en países desarrollados como en aquellos
que están en vías de desarrollo. Así, por ejemplo, en el caso de Estados Unidos, a
pesar de que las mujeres han penetrado el mercado de empleos, la participación
de los esposos en las tareas domésticas ha evolucionado lentamente (Pittman y

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Blanchard, 1996). La mayoría de los estudios realizados en Estados Unidos


muestra que las mujeres hacen la mayor parte de los trabajos de la casa, incluso
cuando ellas tienen un empleo de tiempo completo (Manke et al., 1994; Robinson
y Milkie, 1998

Greenstein (1996) apunta que a pesar de que en Estados Unidos se ha


duplicado el número de madres casadas que trabajan a tiempo completo desde
1970, la división del trabajo doméstico ha cambiado muy poco y que los hombres
casados siguen participando escasamente en las labores del hogar. En Canadá,
Dandurand (1990) asegura que los padres y maridos, aún son reticentes en
asumir su parte de la carga doméstica, aparte de su contribución al sostenimiento
económico; algunos investigadores de ese país han notado que los esposos se
implican poco en la vida doméstica y en la realización de los quehaceres del hogar
(Le Bourdais y otros, 1987; Mercier, 1990, citados por Dandurand, 1992), situación
que impone a las mujeres una doble jornada de trabajo y, con frecuencia, el
acceso a empleos de tiempo parcial.

En México, la creciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo


tampoco ha llevado aparejada una distribución más equitativa de las tareas
domésticas en el hogar (INEGI, 1998). En este país, el INEGI (2001) señala que
93.6 por ciento de las mujeres mayores de 20 años participa en actividades
cotidianas de trabajo doméstico dentro de su hogar, mientras que la cifra para los
varones es de 41.9%.

Sánchez Gómez (1989, en García y de Oliveira, 1994) indica que la


mayoría de las investigaciones sobre este tema en México concluyen que la
participación de los varones en actividades de trabajo doméstico es escasa,
variable y en ocasiones nula. Cuando la mujer desempeña actividades
remuneradas, es posible esperar algunos cambios en cuanto al trabajo doméstico;
sin embargo, lo más común es que las mujeres con actividad remunerada reciban
apoyo de los integrantes de su hogar, pero sobre todo de las hijas mayores de 11
años. Tal afirmación está respaldada por los datos de la investigación de Benería

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y Roldán (1987), quienes reportan que son las hijas mayores y otros parientes
quienes se responsabilizan de tareas específicas dentro del hogar.

Fuera de la tradición marxista, autores como Weber y Parsons orientaron sus


análisis a la familia como factor de estabilidad social, poniendo énfasis en una
división sexual del trabajo que aseguraría esa estabilidad. Dicha división
caracteriza al hombre como proveedor económico, a la mujer en el rol
reproductivo.

Este enfoque marca las investigaciones, según Aguirre, que se desarrollan desde
los años 50, poniendo como su objetivo, la familia nuclear, que es consecuencia
progresiva de la modernización de las sociedades. Así, los procesos de
urbanización e industrialización irían limitando la existencia de la familia extensa,
consolidando las familias nucleares, responsables de la reproducción física de sus
integrantes, la socialización de los/as niños/as, el soporte emocional de los
adultos. La familia nuclear, entonces, se fue convirtiendo en una suerte de modelo
social. Sin embargo, en la vida cotidiana se encuentra una diversidad de arreglos
familiares que también van siendo reconocidos por los investigadores: familias
ampliadas, familias con jefatura femenina, otras integradas por adultos del mismo
o distinto sexo, viviendo con hijos/as propios/as o de parejas anteriores, parejas de
prueba, personas viviendo solas... (Aguirre R.: 114). Estas realidades ponen en
cuestión la imagen y el estereotipo de normalidad impuesto a la familia nuclear,
que cuestiona y a veces estigmatiza a otras formas de familia y abogan por una
visión más plural y amplia en el tema.

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CONCLUSION

En México así como en muchos otros países sigue existiendo la desigualdad de


género en el hogar y la familia, a pesar de que las cifras de mujeres que se
desarrollan en el ámbito laboral y profesional ha ido aumentando con los años y
superado incluso en algunos países la cifra de hombre en el ámbito educativo, a
esto me refiero que muchas mujeres han culminado una carrera profesional y
hablando de cifras mucho mas elevadas que de hombres.

Así mismo los valores que son inculcados dentro de la familia, son muy
importantes, ya que son la base de lo que se convertirán los hijos como
ciudadanos dentro de un entorno social. Y romperán los estereotipos de las
nuevas generaciones.

Tanto las mujeres como los hombres tienen las misma capacidades, y deben ser
respetados en su totalidad, así como existir igualdad de género en todos los
ámbitos existentes.

Leonardo Cabrera Sangabriel


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REFERENCIAS

AGUIRRE Rosario: SOCIOLOGÍA Y GÉNERO. Universidad de la República:


Comisión Sectorial de Investigación Científica y Facultad de Ciencias Sociales.
Doble clic Ediciones. Montevideo 1998.
Centro Universitario de Psicología de la Familia
(Manke et al., 1994; Robinson y Milkie, 1998
Dandurand, 1994
Sánchez Gómez (1989, en García y de Oliveira, 1994)
Wainerman y Recchini, 1981: 26-27; Kempeneers y Saint-Pierre, 1992

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