Alimonda, H. La Ecología Política de Mariátegui. Buscando Una Herencia en Lima

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Bibliografía

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London, 96-110. que continúa provocándonos la obra de José Carlos Mariátegui,
tanto sus textos profusos, informados e inspirados como la pro-
ducción de su “editorialismo programático” (Beiguel, 2003).

Sin duda, la obra de esos “clásicos” está inscrita en un


tiempo determinado. Sin embargo, lo que constituye su poten-
cialidad es su carácter reverberante, su proyección más allá de
su tiempo. Con seguridad, es éste el carácter de la obra de Ma-
riátegui, como autor y como editor. Decididamente enraizada
en su época, al mismo tiempo nos continua interpelando, con-
tinúa abriendo interrogantes y, sobre todo, intercambia ecos
**Profesor del Curso de Postgrado en Ciencias Sociales, Universidad
Federal Rural de Río de Janeiro; investigador de FLACSO Brasil y coor-
dinador del Grupo de Trabajo en Ecología Política del Consejo Latino-
americano de Ciencias Sociales (CLACSO).

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con los problemas del presente, a ochenta años de distancia. multáneas y convergentes. Desde un punto de vista político,
Sirvan estas consideraciones para matizar, entonces, creemos que nada puede ser más peligroso que el autodeslum-
el riesgo de anacronismo en que pueden caer las exploracio- bramiento que produce el creer que se está inaugurando un
nes que vienen a seguir. Son inquietudes del presente las momento absolutamente novedoso en la historia. Así como la
que nos convocan, pero para responderlas creemos que no humanidad se enfrenta con la globalización mercantilizante
podemos desechar la herencia dejada por José Carlos Mariá- desde hace siglos, el “movimiento de movimientos” es here-
tegui y sus compañeros de generación. En el escenario ac- dero, aunque no por filiación directa, de una enorme plurali-
tual, frente a la agresividad del proyecto de reorganización dad de esfuerzos parciales de resistencia, de diferente mag-
global de las sociedades y de la naturaleza, se manifiesta la nitud, grado de elaboración intelectual, destino, etc. (que cons-
eclosión también global de movimientos plurales que podría- tituyen, en última instancia, la propia historia de la huma-
mos denominar anti-sistémicos, y cuya unidad efectiva está nidad en los últimos 500 años, que no es la historia del capi-
dada precisamente por el ímpetu de los procesos de globaliza- tal). El lugar donde nos asentamos hoy tiene también una
ción. Diferentes foros sociales, mundiales y regionales, por profunda densidad histórica, y esa densidad es el fundamen-
ejemplo, han dado cita a esta pluralidad de actores y han cons- to posible de todas las nuevas utopías que puedan ser imagi-
tituido al mismo tiempo un palco y una caja de resonancia nadas.
para sus reivindicaciones. La otra perspectiva que propongo, la clave de lectura a
Pero con demasiada frecuencia, el entusiasmo provo- partir de la cual abro hoy las páginas escritas por José Carlos
cado por esta aparición de pluralidades críticas produce una Mariátegui o las editadas en Amauta es la de la Ecología Polí-
especie de espejismo de la propia novedad. La diversidad de tica. Desde hace un tiempo, soy coordinador de una comuni-
situaciones y la multiplicidad de experiencias que son convo- dad intelectual, el Grupo de Trabajo en Ecología Política del
cadas simultáneamente, porque están siendo agredidas al Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
mismo tiempo por la misma lógica de la mercantilización de Desde ese lugar oriento mi diálogo con José Carlos Mariáte-
lo inmercantilizable, el propio espectáculo del movimiento, gui y con la generación de Amauta. Voy a comenzar revisando
por decirlo de alguna forma, produce un efecto apariencial de un poco esa experiencia, para establecer las bases de ese
absoluta novedad, en muchos registros, inclusive en el epis- diálogo.
temológico. Sin duda, la experiencia histórico-social de lo que En las ciencias sociales, donde no es posible formular
podríamos denominar “el movimiento de movimientos” es paradigmas organizadores del conocimiento, como en las cien-
nueva; al mismo tiempo, no es nueva la globalización capita- cias de la naturaleza, el pensamiento de los “clásicos” consti-
lista, como no son nuevos los procesos de mercantilización tuye el fundamento de la interdiscursividad posible de todo el
de la naturaleza y de los seres humanos. Es así que nos pare- campo del conocimiento. Habrá tantas listas posibles de clá-
ce de una importancia estratégica, no solo teórica, sino tam- sicos como sectores del conocimiento o como trayectorias
bién política, asumir como nuestra la herencia crítica del intelectuales individuales, inclusive, pero la acumulación del
pensamiento latinoamericano, continuar haciendo pregun- conocimiento sobre la sociedad como tarea colectiva exige la
tas a nuestros clásicos, dejar que ellos mismos desafien a referencia, desde luego que con un sentido crítico, no esco-
nuestras arduas certezas del presente. Esto supone, desde lástico, a una trama discursiva compartida, aunque sea re-
luego, un punto de lectura al mismo tiempo laico y plural, significada según diferentes estrategias de disputa episte-
justamente informado de la historicidad de nuestra tradición, mológica y política.
para no caer en anacronismos simplificadores y en última Para poner un ejemplo: ¿Cómo introducir legítimamen-
instancia dogmáticos. te la problemática referida a las relaciones complejas entre
Esta convicción se fundamenta en dos perspectivas si- sociedad y naturaleza en las ciencias sociales latinoameri-

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canas? Una estrategia posible y pretenciosa sería anunciar para desarrollar una reflexión sobre las relaciones sociedad/
que estamos aquí con algo decididamente nuevo, que hasta naturaleza mediadas por el poder, objeto central de la ecolo-
ahora no fue reflexionado por el pensamiento social de la re- gía política. El tono de la época, en todo caso, era un rotundo
gión. Realizaríamos eventos y publicaciones a partir de una culturalismo, y confieso que mi búsqueda en las páginas de
perspectiva de ruptura, marcando nuestras diferencias con Amauta resultó (tal como yo temía) infructuosa. Lo que me
el resto del campo intelectual. Pero quedaríamos configura- resultó algo más inesperado, y que en todo caso viene a con-
dos como un sector particular de ese campo, y en cuanto ta- firmar el tono culturalista de la época, es que esa misma at-
les sujetos a la “moral del espectáculo” y, por lo tanto, a ser mósfera se encuentra en las páginas de los libros de Hilde-
posiblemente superados como una “moda” intelectual. brando Castro Pozo, miembro del Partido Socialista y referen-
Por temperamento y convicción, hemos preferido orien- te fundamental de Mariátegui para los temas de la agricultu-
tar el trabajo del GT CLACSO en otra dirección. Por un lado, ra comunitaria andina (Castro Pozo, 1979, 1973). Las minu-
abriendo un diálogo crítico con las reflexiones de los clásicos ciosas exposiciones de Castro Pozo adoptan la forma de una
de las ciencias sociales, incluyendo a los latinoamericanos, narrativa etnológica culturalista, e incluyen muy poca infor-
para esclarecer su posible rescate (o su inaplicabilidad) en la mación sobre lo que hoy llamaríamos “ecología humana”2 de
perspectiva de la Ecologia Política contemporánea. Esta op- las comunidades andinas, o inclusive referencias estricta-
ción permitiria un intercambio efectivo con el conjunto de la mente agronómicas sobre la vida material de las mismas.
reflexión de las ciencias sociales latinoamericanas, contri- Pero esto apenas significa que la Ecología Política de José
buyendo así a la implantación de nuestra problemática en Carlos Mariátegui y de la generación de Amauta debe ser bus-
sus perspectivas teóricas. cada en otro lugar. No es explícita en el contenido de los 32
Por otro lado, intentamos estimular la producción de tra- números de Amauta, pero puede ser reconstruída implícita-
bajos originales sobre procesos sociales del presente y del mente en el proyecto ético-político del editorialismo progra-
pasado, que al mismo tiempo que vayan constituyendo y acu- mático de Mariátegui y de su generación, que incluye tam-
mulando un corpus del campo de la Ecología Política, llamen bién al Boletín de Defensa Indígena, a Claridad, a Labor y a
la atención para el hecho de que la problematización de las otras publicaciones, donde una y otra vez se reiteran infor-
relaciones sociedad/naturaleza no trata apenas de una reflexión maciones sobre conflictos vinculados a las condiciones con-
particular y novedosa de algunos intelectuales, sino de una pers- cretas de existencia de los sectores populares.3
pectiva epistemológica que, de alguna forma, debería atrave- La crítica al modelo de desarrollo seguido por el Perú
sar transversalmente (como también la problemática de gé- independiente, la desconfianza en relación a los efectos de
nero) al conjunto de la reflexión de las ciencias sociales. ese modelo para las masas populares, la incorporación de va-
lores éticos como ordenadores de la crítica económico-social
La ecología política de Amauta de lo realmente existente y como predicados esenciales para
Aquí corresponde una observación preliminar. La época la formulación de modelos alternativos de modernidad, el en-
de Mariátegui y de Amauta está marcada por una profunda raizamiento del socialismo en tierras americanas a partir
reacción antipositivista. Recordemos una vez más que es tam- del pasado indígena, la recuperación de formas comunitarias
bién en esos años cuando se origina el denominado “marxis- de vida y organización de la producción como parte sustancial
mo occidental”, con su énfasis en la capacidad de la iniciati- de ese socialismo latinoamericano a ser inventado: creemos
va humana para intervenir en la historia, y con su descon- que hay allí delineada una ecología política abierta al diálogo
fianza en relación al peso fatal de las determinaciones mate- con nuestros desafios de los dias actuales.
riales (Alimonda, 1983). No era, entonces, la época más apro-
piada, por lo menos en nuestro espacio geo-histórico,1 como

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El proyecto de Amauta y el ecologismo popular La ecologia política latinoamericana, recordemos, tiene
Joan Martínez Alier es uno de los autores más caracteri- una relación teórica y epistemológica estrecha con la histo-
zados del campo intelectual de la Ecología Política, especial- ria ambiental de la región. La conquista de América por los
mente en lengua castellana. A él debemos algunas reflexio- europeos, en especial, con la consecuente catástrofe huma-
nes sobre la cuestión del ecologismo popular (o “ecologismo na y ambiental que asoló pueblos, especies y ecosistemas
de los pobres”) que, nos parece, constituyen una de las princi- americanos, es uno de sus temas preferidos de reflexión, y
pales vías de acceso a la ecología política implícita en la obra podría decirse que constituye el punto de partida de la identi-
de José Carlos Mariátegui y en el proyecto de Amauta. dad continental (Alimonda, 2006). La constitución del orden
Martínez Alier (1995, 2005) embiste contra la falacia o colonial, por su parte, implicó en el montaje de dispositivos
lugar común que supone que las reivindicaciones ecologis- de dominación social que, con componentes decisivos de opre-
tas y el movimiento ambiental serían un producto típico de sión cultural y racial, regularon la relación de los diferentes
sociedades desarrolladas, en las cuales, resueltos todos los sectores sociales con los recursos naturales, especialmente
problemas básicos de ciudadania política, social y económica, la tierra. De esa forma, en el análisis de la formación históri-
los sujetos sociales, en situación de cómoda abundancia y ca de los países americanos, la historia ambiental y la ecolo-
con su futuro personal asegurado, se interesarían ahora por gía política se encuentran, se realimentan mutuamente y
otras dimensiones de la vida en el planeta. Una versión radi- constituyen claves estratégicas de interpretación.
cal de este argumento supone que el ambientalismo surgiría Protagonista de la elaboración de este campo intelectual
en función de la difusión de valores post-materialistas. y político, Martínez Alier llama la atención para lo que deno-
Hay parte de verdad en estos argumentos, pero el proble- mina “ecologismo de los pobres”, que nosotros preferimos lla-
ma es que confunden los síntomas con la explicación. De cual- mar “ecologismo popular”. Lo que ha sucedido es que durante
quier forma, no es nuestro tema entrar en esa discusión. Lo el siglo XX lo ambiental apareció identificando conflictos, rei-
que nos interesa es subrayar que al aceptar esta interpreta- vindicaciones y movimientos específicos. Pero esos conflic-
ción, las reivindicaciones ambientales en los países periféri- tos, reivindicaciones y movimientos existieron siempre en
cos quedan automáticamente deslegitimadas, como “ideas la historia. Lo que sucedió es que no siempre esos conteni-
fuera de lugar”. Sería necesario que primero “creciera la tor- dos fueron explícitos en la conciencia y en la discursividad de
ta” del desarrollo para que después fuera legítimo preocupar- los actores que los protagonizaron. Cuando lo ambiental ad-
se por la naturaleza (y por la justicia social, y por la educa- quiere visibilidad autónoma (siempre relativa, por otra parte,
ción, y por las condiciones de vida y trabajo, etc.). ya que la ecología humana es política) se vuelve posible para
El giro radical propuesto por Martínez Alier, nos parece, nosotros, con el auxilio de la historia ambiental y de la ecolo-
reproduce las operaciones de Mariátegui para fundamentar gia política, releer procesos del pasado y del presente a partir
la posibilidad legítima de una propuesta socialista en el Perú de esas claves.
de su época. A partir de los registros históricos y de la super- En este punto, aparecen autores como Rosa Luxembur-
vivencia de tradiciones comunitarias indígenas, Mariátegui go y Karl Polanyi. Si lo decisivo en los orígenes del capitalis-
atribuye un carácter socialista a la antiguedad peruana. Así, mo es la transformación de seres humanos y naturaleza en
el socialismo deja de ser una importación cosmopolita y un mercaderias ficticias, las luchas de resistencia contra estos
ideal postergable indefinidamente, y pasa a echar raíces efec- procesos de mercantilización pasan a adquirir una nueva di-
tivas en la realidad peruana y latinoamericana. De la misma mensión trascendental. Ya no se trata de resistencias en
forma, reconocer la presencia de la dimensión ambiental en nombre de la negación del progreso, como pretendió la hege-
nuestra historia otorga una genealogia densa y profunda a monia del iluminismo liberal y del marxismo normatizado.
las reivindicaciones del presente. Es posible leerlas ahora como formas de resistencia basadas

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en la defensa de formas tradicionales de organización social ecología política implícita. La aceptación de la modernidad co-
para el uso y disposición de los recursos humanos y natura- mo valor y la crítica de sus configuraciones y procesos en el
les, frente a los embates de la mercantilización. Perú, la identificación con las luchas y objetivos de los secto-
Un gran momento para la observación histórica de es- res populares, incluyendo la participación en sus procesos
tos procesos sería la revolución industrial inglesa, y el verda- organizativos y el registro de sus experiencias, la recupera-
dero cataclismo social que provocó. Toda una tradición de la ción del pasado y del presente indígena como un componente
excelente historiografía británica se ha dedicado a recons- central de un proyecto de reconstrucción de la sociedad perua-
truir las resistencias populares de la época, en la forma de la na: es evidente en todo esto una disposición epistemológica y
defensa de una “economía moral”, donde una ética colectiva política que tiene estrecha afinidad, aunque sea diferencia-
presidía y regulaba las relaciones sociales y ambientales, en da en su discursividad, con las preocupaciones de la ecología
nombre de la preservación de valores básicos de convivencia política contemporánea. En un tiempo y una atmósfera mar-
(Thompson, 1979, 1998). cadamente culturalista, Mariátegui y el proyecto de Amauta
Claro está que la misma lógica está siendo aplicada para mantuvieron un referencial materialista e histórico, y estu-
la interpretación de la formación histórica de los países lati- vieron decididamente del lado de las resistencias contra la
noamericanos. Eso permite trazar genealogías y continuida- mercantilización de la naturaleza y de los seres humanos.
des entre las luchas de los pueblos indígenas a lo largo de
quinientos años de su historia y los conflictos y desafios del Marxismo, Mariátegui, Ecología Política
presente. No se trata de reescribir ahora toda la historia como Nos parece que un punto de partida crucial para un diálo-
conflicto ambiental, sino de reconocer la presencia de estas go entre la Ecología Política y la herencia de Mariátegui está
dimensiones, aunque no fueran explícitas, en diferentes dada por la relación con el marxismo
momentos y procesos de nuestro pasado. Si el tema decisivo Mucho ya se ha escrito sobre las peculiaridades del mar-
de la ecología política son los procesos de imposición de la xismo de Mariátegui, que lo hacen nuestro contemporáneo.
mercantilización de la naturaleza y las formas de resistencia Cuando repasamos un artículo de Alain Lipietz (2002/2003),
intentadas por los sectores populares, reencontramos un que intenta problematizar la relación de la Ecología Política
puente mariateguiano entre pasado y presente. El actual con la herencia marxista, llama la atención hasta qué punto
movimiento global, con todas sus dificultades y contradiccio- sus puntualizaciones parecen recuperar la adopción maria-
nes, adquiere raíces concretas y legitimidad profunda en nues- teguiana del marxismo.
tro pasado y en nuestras identidades. Para Lipietz, la Ecología Política recupera los fundamen-
La historia ambiental incluye entre sus objetos de estu- tos materialistas, dialécticos e históricos del análisis mar-
dio también a la historia intelectual y a la historia de las xista. Se parte del análisis de las condiciones reales de exis-
ideas (Worster, 2002/2003). Son pertinentes, por ejemplo, las tencia social, que son concebidas como inherentemente con-
relecturas de tradiciones intelectuales y políticas a partir de tradictorias e construídas históricamente. Y esa historicidad
interrogantes ambientales, y algunos colegas han intentado tiene un carácter agónico: las enunciaciones fundacionales
esas exploraciones con interesantes resultados, como en la marxista, mariateguiana y de la Ecología Política parten de la
obra de José Martí (Castro, 1996) o en el pensamiento político constatación de la crisis contemporánea, en cuyo seno avizo-
brasileño del siglo XIX (Pádua, 2002). ran, al mismo tiempo, los elementos para la constitución de
Creemos que lo mismo se aplica a la obra de José Car- un nuevo orden, identificado con ideales de progresivismo
los Mariátegui y al proyecto de Amauta. Aunque “lo ambien- político y social.
tal” no aparezca casi nunca como una referencia explítica en Entre tantos pionerismos de José Carlos Mariátegui, no
sus preocupaciones, resulta evidente allí la presencia de una fue el menor su descreencia en la viabilidad de que las condi-

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ciones políticas y sociales peruanas fuesen revolucionadas tierra. Pero también participarían sectores medios urbanos,
apenas en función del desarrollo económico. Hubo en él una portadores del nuevo proyecto de modernidad.
percepción crítica de lo que hoy denominamos “modelo de Esto supone, entonces, que la constitución de un sujeto
desarrollo”, incomparable en su época, y que tiene total co- revolucionario plural solo podía resolverse mediante una in-
rrespondencia con la crítica al crecimiento económico insus- tensa actividad hegemónica, la revolución intelectual y mo-
tentable como paradigma de modernidad, desarrollado por di- ral que Mariátegui se propuso desarrollar, y donde Amauta y
ferentes autores que se inscriben en la ecología política. sus publicaciones conexas eran herramienta estratégica. Ese
Esa crítica, como bien señala Lipietz, es uno de los puntos proceso revolucionario implicaba entonces algunas cuestio-
de divergencia entre la ecología política contemporánea y el nes que también forman parte de nuestros desafios contem-
marxismo “sistematizado” a partir de la Segunda Internacio- poráneos, en la perspectiva de la ecología política.
nal. Como ya había advertido Mariátegui, el desarrollo cre- Por un lado, tanto en la visión de Mariátegui como en la
ciente de las fuerzas productivas no implicará necesariamente de la ecología política, el sentido oculto pero decisivo del pro-
en la evolución automática de las condiciones políticas y so- ceso revolucionário está en su carácter molecular, en la cui-
ciales en un sentido más favorable para los sectores trabaja- dadosa acción en corazones y mentes (el momento ético-polí-
dores y masas populares. Será necesaria la crítica a los mo- tico de Gramsci) que permite acumular fuerzas y sostener
delos productivistas de organización de la sociedad, teniendo posiciones críticas, más que en la espera del día definitivo.
como centro una concepción ética de la modernidad, que su- Por otro lado, si la articulación hegemónica se fundamenta
bordine a las consideraciones crematísticas y tecnológicas. (y debe dar cuenta) de las condiciones extremas de heteroge-
La definición de esos modelos de desarrollo y sus correspon- neidad de la formación social (que es histórico-social, pero es
dientes opciones estratégicas son función del poder, y es por también territorial, física, inclusive), debe constituirse como
eso que la ecología humana, que es social, deviene también un espacio posible de discursividad intertextual y, al mismo
política. No nos parece anacronismo sostener que estas ideas tiempo (percibió Mariátegui) como una articulación entre di-
de la ecología política contemporánea se encuentran ya pre- ferentes temporalidades. Ya no se trata, como en el marxis-
sentes en la obra de Mariátegui y en el proyecto de Amauta. mo “normatizado”, de un transcurrir lineal de la historia se-
Otro tema crítico de las relaciones entre marxismo y eco- gún el guión de un progreso inexorable y sobrehumano, don-
logía política, según Lipietz, está referido a los sujetos revolu- de basta con identificar a quienes están del lado dinámico y
cionarios, y también forma parte de la lectura mariateguia- juntarse a ellos para combatir a los que están del lado malo, o
na del marxismo. No hay determinaciones estructurales que tradicionalista. En la propuesta hegemónica de Mariátegui,
establezcan unívocamente las identidades políticas de los que es la que presentan el movimiento global en la política y
sujetos, ni la potencia de sus trayectorias. Un proceso revolu- la ecología política en el campo teórico, el pasado tiene senti-
cionario, en todo caso, se vincula con la posibilidad de articu- do y potencialidad crítica en relación a las utopías del orden
lación de actores diferenciados, especialmente cuando esta- presente. Vinculado sin saberlo a una tradición crítica que
mos en presencia de situaciones geo-sociales altamente he- viene desde Herzen y los populistas rusos y que pasa por Rosa
terogéneas, como en el Perú. La transformación profunda del Luxemburgo y Karl Polanyi (Alimonda, 2006), Mariátegui per-
Perú pasaría, para Mariátegui y para el Partido Socialista, por cibió claramente la posibilidad de una combinación hegemó-
la conformación de una amplia confluencia de sectores popu- nica cuya fortaleza residiera precisamente en la combina-
lares agredidos y enfrentados por el modelo de desarrollo oli- ción articulada de temporalidades diversas, ante el bloqueo
gárquico. Si participaría allí el proletariado limeño (de tama- de alternativas transformadoras implicado por la consolida-
ño muy reducido) tendría un papel preponderante el campesi- ción del orden capitalista periférico. El socialismo, la forma
nado indígena, poniendo en primer plano la cuestión de la social del futuro, tiene raíces en la tradición americana, y es

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viable justamente a partir de la identidad indígena, asentada Notas
1. Paradójicamente, son los años en que en la Unión Soviética se están
en la experiencia vital real de la supervivencia de formas
estableciendo, a contrapelo de las verdades oficiales del régimen y
comunitarias cotidianas de organización social. Pero para no casi en secreto, reflexiones ecológicas que vendrán a resultar crucia-
quedar limitado a una recuperación del pasado por el pasado les en la segunda mitad del siglo XX, constituyendo las bases para-
mismo, supone una articulación hegemónica con las fuerzas digmáticas del ecologismo contemporâneo (Deléage, 1993).
2. Otra paradoja: ese silencio de Castro Pozo coincide con la aparición
que encarnan una bisagra con un proyecto de modernidad al-
de esa tradición intelectual en los campos académicos de la sociología
ternativa, en este caso territorializadas en espacios urbanos. y la antropología anglo-sajonas.
La escena contemporánea del movimiento global y de la 3. Por ejemplo, el monitoreo de los conflictos por “los humos de La
ecología política como formulación teórica coincide con la con- Oroya”, en la Sierra Central, o de la catástro fe minera de Morococha.
cepción mariateguiana de hegemonia. El movimiento global
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