Cuartel Simon Bolivar de Eduardo Medina
Cuartel Simon Bolivar de Eduardo Medina
Cuartel Simon Bolivar de Eduardo Medina
Como el cuartel Simón Bolívar era principalmente un lugar de exterminio hasta ahora sólo se
sabe oficialmente de ese cuartel por las narraciones hechas por el ex agente de la DINA
Jorgelino Vergara Bravo (el mocito) y otros torturadores. Este es, hasta donde sé, el único
relato del cuartel hecho por un detenido. El objetivo de mi narración no es sólo dejar estas
líneas en la memoria colectiva sino además incentivar a otros eventuales detenidos que
pueden haber sobrevivido a escribir también sobre este horrible cuartel.
1. Mi detención:
Pero este día domingo llegó un grupo de carabineros con una actitud totalmente distinta. Un
capitán y dos carabineros de tropa con metralletas entraron a mi dormitorio. Lo primero que
hizo el oficial fue gritarme: “¡Párate conchetumadre!”. De inmediato comprendí que esta vez
la denuncia tenía un carácter político (luego supe que mi padre les había dicho que tenía un
mirista en la casa). “A ver los libritos, huevón”, me dijo, y empezó a tirar mis libros desde el
estante hacia el suelo en el medio de la pieza. Como yo estudiaba ya el tercer año de sociología
tenía un montón de libros y muchos de ellos eran de carácter social y político. “Literatura
marxista”, decía mientras los tiraba. En un momento le dije, “perdón, ese libro que acababa
de tirar no puede ser marxista, pues es del Marqués de Sade, quien existió harto tiempo antes
que Marx”. Como lo había dejado como ignorante frente a sus subalternos, tomó el libro
Escritos filosóficos y políticos del Marqués de Sade y lo tiró de vuelta al estante con mucha
violencia. Entonces empezó a observar con mayor cuidado y fue así como no se atrevió a tirar
un libro titulado Para leer al Pato Donald, el cual sí se podría decir que es marxista, pues es un
análisis crítico de la penetración ideológica del imperialismo a través de las series de Walt
Disney. Fueron los dos únicos libros que se salvaron, pues los demás se los llevaron todos
(llegarían conmigo más tarde hasta el cuartel de la DINA).
Luego entró a la sala un agente de la DINA de unos 35-40 años, de rasgos muy comunes por
lo que es difícil describirlo. El comportamiento entre él y los oficiales fue muy natural, tan
natural que no recuerdo cómo se saludaron (o incluso si es que se saludaron). El agente pidió
una venda para ponerme, pero como en la comisaría no tenían vendas trajeron algo así como
una tira de género delgada, la que apenas llegamos al cuartel de la DINA me la cambiaron por
otra más ancha. Uno de los oficiales, que había quedado molesto con mi respuesta un rato
antes, le dijo al agente de la DINA: “Va a hablar con ustedes, pues dice que él habla una sola
vez”. No era lo que yo había dicho, pero lo dijo así, como vengándose.
De ahí me llevaron a un cuartel en La Reina alta. Lo sé porque el vehículo, desde Ñuñoa, siguió
hacia el oriente (yo podía deducir el rumbo orientado por el lado que el sol calentaba la
frazada con la que me habían tapado). Tirado en el piso del vehículo sentí cuando pasamos
sobre el lomo que hace el puente sobre el canal San Carlos. Y la confirmación de que estaba
en La Reina alta fue que al bajarme escuché avionetas hacia el poniente (también orientado
por el sol).
Cuando leí el libro La danza de los cuervos: el destino final de los detenidos desaparecidos de
Javier Rebolledo (Editorial Planeta 2016, edición original 2012), descubrí que en 1976 yo fui
llevado al cuartel Simón Bolívar. En ese libro, basado en entrevistas hechas al ex agente de la
DINA Jorgelino Vergara Bravo (“el mocito”) que se desempeñó en el cuartel Simón Bolívar, hay
diversas descripciones de ese cuartel. En base a ellas elaboré un bosquejo del cuartel que está
como anexo nº 2 al final de estas narraciones. Ese bosquejo calza perfectamente con el
bosquejo que yo había hecho de mi pasada por el cuartel y que anteriormente había
entregado a la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi (anexo nº 3), en la convicción de
que yo había pasado por ahí, hasta entonces el único cuartel conocido de la DINA en La Reina
alta (por ese motivo aparezco además en la lista de sobrevivientes de la Villa Grimaldi).
Según lo declarado por Vergara ante la Corte de Apelaciones (foja 22 del Cuaderno
separado de “Conferencia 1”, de 20 de enero de 2007) “normalmente los detenidos
de Lawrence permanecían en la oficina de interrogación y tortura no más allá de un
día”. Yo estuve justamente en esas oficinas y no en los camarines, que es donde solían
tener a los otros detenidos. Asimismo, es probable que Ricardo Lawrence haya sido mi
aprehensor, pues también era oficial de Carabineros y bien puede haber sido el
conocido a quien llamó el oficial de la 24ª Comisaría para que me fueran a buscar.
Además, afirma Vergara en diversas declaraciones que Lawrence usaba el “vehículo
del servicio, un Chevrolet Nova rojo”, que es igual al auto que yo alcancé a divisar
cuando la DINA me fue a buscar a la comisaría.
En el libro La danza de los cuervos (p. 202) se narra que entre mayo y agosto de 1976
varios miembros del Partido Comunista pasaron por el Cuartel Simón Bolívar. “Todos
fueron torturados y, finalmente, muchos asesinados”. Pero esto indica que no todos
los detenidos que pasaron por ahí fueron exterminados.
El agente de la DINA Luis Alberto Lagos Yáñez, que en aquella época prestaba servicios
en el cuartel Simón Bolívar, declara en entrevista policial de 2007 refiriéndose a los
detenidos en ese cuartel que algunos morían y “otros salían vivos, ya que se les veía
salir sentados en autos atrás” (Ministerio de Justicia, Informe-10-vazquez-condena-
conf2, p. 8031).
En relación a sobrevivientes es difícil saber cuántas personas pueden haber salido con
vida de ese cuartel. En una entrevista del periodista Tomás Mosciatti al “Mocito”,
televisada por radio Bío-Bío en 2012, luego de la publicación del libro La danza de los
cuervos de Javier Rebolledo, afirma Jorgelino Vergara que nadie, con una sola
excepción, salió vivo de Simón Bolívar 8800. Tomás Mosciatti lo interrumpió en las dos
oportunidades que Vergara iba a decir algo más respecto a esa excepción, y durante el
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resto del programa no se volvió nunca al tema. ¿Podría ser esa excepción un detenido
como yo, que les cayó de repente, del cual ellos no sabían nada y que tuvieron que
soltarlo finalmente? Es probable. Aunque en otra entrevista televisada en 2013 (en el
programa Mentiras verdaderas) Vergara dice que la excepción fue un joven que cayó
en una redada y que era sobrino de un agente del servicio de inteligencia de la FACH y
por eso lo soltaron.
En el documental “El cuartel del horror (Simón Bolivar)”, Informe Especial - 24 horas
de TVN, se cuenta que había poca actividad en esa época, que antes de navidad había
sólo 2 miristas y 11 comunistas detenidos (siendo la mayoría de ellos asesinados antes
de navidad, como se desprende de la Acusación “Conferencia 2”, Corte de Apelaciones
de Santiago, 2014).
En el libro La danza de los cuervos (p. 209) también narra el agente Jorgelino Vergara
que entre navidad y año nuevo de 1976 no hubo mucha actividad en el cuartel. Esto
está acorde con el hecho de que yo no vi a nadie ni escuché a nadie más que a los
agentes. Todo el local se sentía muy tranquilo. La forma de interrogarme fue lenta y
prolongada, con tres o cuatro agentes simultáneamente, lo que puede ser producto
de que en esos días no tenían mucho “trabajo”.
Hay varias cosas que me hacen pensar que los agentes de este cuartel, no tenían
experiencia en un caso como el mío, ya que no fueron ellos los que me buscaron y
encontraron, sino que yo les llegué. Como no sabían que yo les iba a llegar ese día al
entrar al recinto no sabían a dónde me llevarían. Además, no tenían experiencia de
darle comida de esa forma a un detenido, ni tampoco en ponerle cinta adhesiva en los
ojos para sacarlo en auto desde ahí. Eso me indica que un caso como el mío no estaba
en su experiencia o en sus rutinas.
Que había una entrada al recinto por el norte (por calle Echeñique) puede deducirse
de lo explicado por Rebolledo al final del libro La danza de los cuervos. El terreno donde
quedaba el cuartel Simón Bolívar, antes de tener la dirección de Simón Bolívar 8800
“era la parcela 82, sublotes 2 y 3 [los que] corresponden a dos fajas de terreno delgadas
y paralelas que limitaban con Simón Bolívar al sur y al norte con ‘una futura calle en
proyecto’. Aunque el predio no llega a avenida Echeñique, debió haber tenido una
entrada por esa calle, ya que la dirección oficial inscrita a esa fecha no es Simón Bolívar
8800, sino Echeñique 8767” (La danza de los cuervos p. 261). Así se puede apreciar
también en el registro de propiedad del Conservador de Bienes Raíces con fecha de
compra en febrero de 1974 (Tomo XV, Episodio Conferencia 1, Cuaderno separado,
foja 4199 y 4203). El lugar donde quedaba el cuartel Simón Bolívar, de Echeñique 8767
a Simón Bolívar 8800, lo he marcado en un mapa actual que adjunto a continuación
(anexo nº 1).
No deja de ser notable que Jorgelino Vergara, en su primera declaración policial, haya
hecho unos bosquejos del cuartel con su puño y letra dibujándolo justamente desde la
calle Echeñique hacia la calle Simón Bolívar, en el mismo sentido que yo lo viví, de
norte a sur (foja 10 del Cuaderno separado de “Conferencia 1”, de 19 de enero de
2007).
En el informe policial planimétrico (foja 4294 del tomo XV de Conferencia 1) se
aproxima la profundidad el terreno del cuartel en 95 metros. Es decir que desde el
gimnasio hasta calle Echeñique debía haber entonces unos 15 ó 20 metros, que fue
donde el auto se dio la vuelta cuando me llevaron al cuartel.
Desde la entrada norte hasta el local donde me introdujeron había unos 20 metros, el
local mismo también tenía unos 20 metros, desde ese local hasta el estacionamiento
caminé como 20 metros más y el auto anduvo otros 20 metros. Es decir, este recinto
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podría tener unos 80 metros de norte a sur. En La danza de los cuervos (p. 110) afirma
Jorgelino Vergara que “era un terreno muy profundo, por lo menos unos setenta
metros de profundidad”. Cuando visité el lugar donde quedaba este cuartel, en agosto
de 2017, pude apreciar que entre Echeñique y Simón Bolívar debe haber poco más de
cien metros.
Mi vivencia de aquel día calza perfectamente con la maqueta del cuartel hecha por la
PDI a partir de las declaraciones policiales de los agentes interrogados en el año 2007.
A mí me ingresaron por el norte y luego de haberme puesto contra una instalación
para cambiarme la venda cuando me bajaron (instalación que puede haber sido el
gimnasio, pues según algunas narraciones el gimnasio llegaba un poco más al norte
que la casa principal donde estaban las oficinas de los oficiales) me ingresaron a la sala
de torturas a). De ahí fui llevado luego al comedor c) donde me dieron un plato de
comida y finalmente desde ahí me llevaron caminando hacia el sur hasta los
estacionamientos (las letras a) y c) corresponden a la numeración de las instalaciones
en la maqueta Calle Simón Bolívar 8800 – La Reina, anexo nº 4).
La primera declaración sobre estos hechos la hice en la Vicaría de la Solidaridad al día siguiente
de mi pasada por el cuartel Simón Bolívar, el 27 de diciembre de 1976. Luego, en enero de
2019, entregué un testimonio con carácter abierto a la Fundación Museo de la Memoria y los
Derechos Humanos para colaborar con investigaciones sobre este cuartel. Esta actual
narración la entrego a Memoria viva como material de archivo de carácter público y con los
objetivos enunciados más arriba.
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Eduardo Medina Hernández
RUN 6.639.927-3
Residente en Suecia desde 1983
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ANEXOS:
2. Reconstrucción del cuartel Simón Bolívar a partir del libro La danza de los cuervos
4. Maqueta Calle Simón Bolívar 8800 – La Reina, elaborada por la PDI en 2007
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1.
El cuartel Simón Bolívar llegaba desde Echeñique 8767 hasta Simón Bolívar 8800
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2.
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3.
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4. Maqueta Calle Simón Bolívar 8800 – La Reina, elaborada por la PDI en 2007
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