CLASES EN LA TOMA, Kiara López. (1) - Compressed
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CLASES EN LA TOMA:
Compramos facturas y mangueamos a la panadera todo lo que pueda para los pibes, tener
el guardapolvo ayuda bastante. Entre otras cosas, la diferencia entre nuestros uniformes y
los de la policía es que el guardapolvo blanco es transparente, sincero y entiende que el
hambre también es delito.
Llegamos a la toma con unas ganas terribles de dar clase. No dormimos en toda la noche,
nos quedamos discutiendo la secuencia didáctica. Y la gorra se piensa que nos puede
frenar, jaja.
Nos hacen esperar y esperamos. Parece que tienen que consultarlo con el comisario, con el
ministro, con el helicóptero, con el satélite y con el abogado que tengo acá colgado. No
saben qué hacer, llegaron los maestros villeros y los pibes empiezan a gritar:
El paredón se cae a pedazos en nuestro universo simbólico. Tenemos la pedagogía que tira
los muros con la mirada.
Las niñeces siguen gritando y se organizan detrás de la pared. La policía sigue consultando
por la radio y a nosotros no nos queda otra que treparnos como en la cancha (había un arco
de fútbol contra el muro que usamos de paravalancha), porque la clase ya empezó y de la
manera menos pensada.
También:
"¡¡¡DEJEN PASAR A LOS PROFES, ORTIVAS!!!".
Nos presentamos trepados a la de la pared, miles de ellos nos reconocían, les tiramos los
cuadernos para que empiecen a trabajar con la siguiente consigna: escriban su nombre y
levántenlo bien alto.
Porque merecemos ser nombrados. No queremos ser “un mero aparato ideológico del
estado”, donde la escuela se encuentre incluida como uno de los dispositivos a partir de los
cuales se hace efectiva la reproducción de este orden social de lo injusto. Por eso hoy la
Toma va a la Escuela, porque la Escuela vino a la Toma recuperando las formas utópicas de
la libertad.
La mayoría de los niños ya nos conocían y muchos jóvenes también. Ellos eran nuestros
pibes y eso brotaba del vínculo. Los que no eran estudiantes nuestros fueron estudiantes de
nuestros dires, ¿cómo los vamos a dejar tirados? Un docente no deja tirado a sus pibes, a
un docente no le importa si se portó mal, si se portó bien, si sus argumentos son justos o
injustos, un docente es con sus pibxs, incondicionalmente.
No había mejor lugar en el mundo en el que estar para nosotros, que ahí donde nos
necesitaban porque así es como confiaban solamente en nosotros y en nadie más. Porque
respetabamos sus eventualidades actuando en consecuencia, consolidando nuestras
prácticas de Educación Popular, en otras palabras: bancando con el culo lo que decimos
con la boca.
Ahí estábamos, bancando la Toma, porque esta cuestión va mucho más allá del
guardapolvo blanco. Es transformación profunda, proyecto en territorio, que perdura por
años, a veces 10 años… Porque todas esas madres y esos padres que estaban hoy ahí
habían sido estudiantes de nuestros directivos del Profesorado y de muchos de nuestros
otros profes. Y hoy estaban tomando un terreno con sus criaturas, que eran nuestros
alumnitos y nuestras alumnitas. Entonces ahora nos tocaba a nosotres los militantes de
base hacernos cargo de la secuencia: Leila, Tani y Karen como trío pedagógico, como
garantes de sus derechos.
La policía aflojó un toque, "mmm, nos están regalando una re foto…" dijo Karen que ya
había empezado a grabar y a boquear jaja, muy nuestra la compañera. La verdad es que
nos encanta boquear con la policía, simplemente nos nace ¿está mal que lo diga? Si somos
así. Si decir es poder, y la palabra es un instrumento de combate para los maestros villeros.
Era una tensión entre el dominio y la resistencia, ¿y las niñeces? Gritaban sin cesar:
A esta altura la enseñanza ya era causa popular, y el aprendizaje fue para los giles
(policías, gorras, botones) que volvieron a ceder un poco más y nos invitaron amablemente
a movernos a otro sector a la vuelta, que no tenía paredón sino basura:
"¿Acá quieren hacer estudiar a mi hijo?".
"¿No ves la basura que hay?".
"¿Vos mandás a tu hijo al colegio? Y porqué no dejás que estudien mis hijos?".
Discutían las familias con la policía, que respondía hablándole sólo a nuestro dire:
"No la hagan más difícil, miren lo que están haciendo" (se hacía la víctima).
"¡¡¡Ustedes qué están haciendo??? Nosotros venimos a darle la clase a los pibes, déjennos
pasar"... negativo.
Si hay un diagnóstico que podemos hacer es que todas las niñeces ese día estaban tristes
pero se fueron contentas. Con cuadernos en las manos, con facturas en la panza, con unas
plasticolas de brillitos que rescatamos de la librería para llevarles; porque por sobre todas
las cosas, si hay algo que nos planteamos cómo objetivo para este día, es que fuera una
jornada Peronista.
Al final entramos… Leila ya había empezado a leer su cuento entre la mugre y la policía en
una entrada valdía del predio con todes les niñes ahí detrás de una mesita hacia el otro lado
de la legalidad, cuando nos interrumpe un policía para invitarnos a pasar. Capaz que no
querían que les hiciéramos pensar, jajaja. No sé. Hay distintas versiones respecto a esto.
Pero en definitiva, el cuento que llevamos hizo algún efecto, ya que estábamos adentro.
Mientras armaban las mesas las familias acompañaban la victoria con risas y palabras
contentas que flotaban en el aire de todes. Lo que leíamos era un lindo cuentito, una
reversión de Caperucita ésta vez contada por el lobo, que se había enojado con Caperucita
porque había tenido muchos comentarios feos sobre su cuerpo y no está bueno opinar de
los demás, sobre todo, si no escuchaste la otra campana.
En la toma eran todes pibes menores de 30 años, decime ¿QUÉ PIBE O PIBA MENOR DE
30 AÑOS PUEDE ACCEDER A UN TERRENO HOY EN DÍA?
Mañana volvemos.