Mujeres de Taco Bajo - Wargon, Cristina
Mujeres de Taco Bajo - Wargon, Cristina
Mujeres de Taco Bajo - Wargon, Cristina
PALABRAS DE LA AUTORA
2 - Mujeres seguidoras
6 - Telo dije
7 - Hola Wargon
1 - Despedida en Cocodrilo
9 - Charlas enloquecidas
5 - A mí, discrimíname
8 - La salud me enferma
Cristina Wargon
Índice
PALABRAS DE LA AUTORA
2 - Mujeres seguidoras
6 - Telo dije
7 - Hola Wargon
1 - Despedida en Cocodrilo
9 - Charlas enloquecidas
5 - A mí, discrimíname
8 - La salud me enferma
Todo libro que se precie debe explicarse a si mismo, pero me siento obligada a
explicar el por qué del titulo de este libro: “Mujeres de taco bajo”. Bien podría
citar el Eclesiastés: “Hay un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un
tiempo para plantar, y un tiempo para los tacos bajos” O con gran desparpajo
citarme a mi misma: “La mujer que se baja de los tacos se baja de la juventud”.
rosa
Con la ropa ocurrió otro tanto, después de padecer las faldas campana plato
con un “cinturete” y los talle princesa, llegó el alivio en forma de jean ( por ese
entonces “ vaqueros”) y todo comenzó a ser maravilloso .Cuando apareció lo
adopté y lo quería usar hasta para casarme. No se había inventado hasta
entonces una prenta tan maravillosa.
Acompañ a bien una remera y hasta me siento de alto glamour cuando me los
pongo con el gato tres cuartos ( ex tapado de leopardo que me llegó en
herencia de la tia Nena pero como la tia era tan chiquitita a mi me queda corto
por donde se lo mire) ¡ Y a no joder los ecologistas que ese bicho estaba
muerto antes de que yo naciera
Sin embargo, cuando pensé que iba a ser enterrada con un jean… me
regalaron ¡calzas!. Y allí señ ores, entré al Paraíso.
Segú n se sabe hay pocas verdades que una quiera oír, y hay algo que siempre
te dice la verdad: el botó n del jean, Puede mentirte tu madre, “deben”
mentirte tus hombres, ni que hablar de los hijos, pero, impertérrito,
incorruptible ,el jean siempre es verdadero. Basta una galletita de má s para
que los rollos de los costados comiencen a leudar y si vamos contra su
advertencia, conseguiremos convertir la panza en papada, pero jamá s hacerla
desaparecer. En cambio las calzas son suaves y mentirosas, parecen decir:
siempre está s igual y si no, yo tiernamente te acomodo el rollo para que no te
sobresalga como un buche. Es una prenda dulce, engañ osa, gauchita, barata y
llena de fantasías. En cuanto una se las pone piensa que echará a correr para
aprovechar ese costado gimná stico que sugiere… Só lo piensa, porque mover el
trasero es otra cosa… Eso lo haremos, seguro, algú n otro día
A veces pienso, pura teoría, que las mujeres somos seres extremos, en el amor,
el odio, la perfecció n, la inutilidad, la obsesió n y las devociones peligrosas.
Nada má s suicida que una mujer seguidora. Vaya como ejemplo la patética
historia de esta amiga.
Anabela al África
Este relato lo tengo de primera mano porque Anabel era compañ era mía de
gimnasia y nos veíamos varias veces por semana. Rubia soñ ada, estado civil
“separá ndose”, con tres hijos, secretaria ejecutiva de alguna parte. Su vida
transcurría entre los chicos, el trabajo y esa guerra desgastante que es
siempre un divorcio.
Cuando una tibia mañ ana de otoñ o porteñ o entró a su oficina un negro. La
descripció n del señ or no es fidedigna, pues fue hecha por unos ojos
obnubilados por el amor, a primera vista. Segú n Anabel, tenía la sonrisa má s
blanca aú n que nuestras estrellas de la televisió n, era alto con un físico
noqueante y una ternura que se le notaba en el acto (me parece que esto
ú ltimo corre por cuenta de la obnubilació n antes citada). Cinco minutos
después se iniciaba el romance que sumaba a sus encantos los riesgos de ser
descubierta por su casi ex marido (que aú n entendía que tenía parte del título
de propiedad de mi amiga).
El nombre del amado era tan absolutamente impronunciable que optaron por
un Peter, se comunicaban en inglés y hacían el amor en dialecto africano, lo
que entiendo es competencia desleal para nuestros hombres blanquitos.
- Con algo que incluya frutas -insistía otra, con cierto tropicalismo mal
digerido
Hubo finalmente que ubicar los tres niñ os en casas de amigas solidarias y
Anabela, en medio de los idus de marzo, partió desde Ezeiza hacia Jartú n
(capital de Sudá n, segú n lo que googleamos).
La despedimos cuatro amigas deseá ndole lo mejor, pero presintiendo lo peor.
Ninguna sabía cuá n peor iba a ser la cuestió n. El maravilloso Peter, o como
cuernos se llamara, la aguardaba en el aeropuerto. Imagino que con tres mil
grados a la sombra. De allí en má s, se suponía que la presentara a los padres, y
después el rito propiamente dicho, que a todas nos quedaba confuso. Es que la
emoció n de historia tan romá ntica nos había distorsionado un poco el sentido
comú n.
Esa noche, cuando no volvió , Anabela cayó en cuenta que los africanos
también fuman y le cabía el clá sico: "salió a comprar cigarrillos". Pasada las
cuarenta y ocho horas, entró en pá nico. Hablaba a Buenos Aires y de aquí le
aconsejá bamos que fuera a la Embajada, pero Anabela no estaba dispuesta a
darse por vencida, ella sabía que “Peter era una persona muy ocupada, que se
amaban, que iba a volver aclarando todo y que apenas si estaba un poquito
ansiosa, má s que todo por el idioma, ¿viste?" y ademá s, él había dejado pagado
el hotel por doce días.
¡Pero allí estaba! Sus padres estaban contentos y todas sus esposas conformes,
él era una persona de palabra y....
Quisiera resumir. Hay un hotel cinco estrellas en Jartú n, Senegal, que tiene
todos los ceniceros, lá mparas y otros pequeñ os objetos, nuevos. Mi amiga no
ha vuelto a salir con ningú n caballero que exceda en diez metros el barrio
donde nació . Y yo me quedé pensando que en este tema de "devocionar" a un
señ or... a alguna de nosotras nos falta la palanca de frenos y nos sobra locura.
3 - ¿Qué es una mujer corta pitos?
Para saber como es una mujer corta pitos, basta con fijarse en estas nuevas
generaciones: son divinas, libres, independientes, creativas, graciosas pero...
corta pitos.
Pues bien , comprendo que tantos milenios de jurarles que son lo má s, cuando
en verdad son de discretos a medianitos, y hasta patéticos, terminaron por
hartar definitivamente a las chicas que no gastan ni cinco centavos de su
piedad en ellos
- Le demostrá s que podés abrirte sola las puertas y las latas difíciles- El pibe
que está al lado pierde unos milímetros del prepucio
- Lo levantá s sin vacilar en una fiesta, - cortá s otro poquito (má s un probable
fracaso de cama)
- Proveés la plata de tu hogar o ganá s mas que él y se lo hacés notar- van otros
milímetros
- Declará s a quien quiera oirte que en tu vida, antes que nada está tu profesió n
-Te ufaná s en una fiesta de tener todo tipo de juguetes sexuales que no fallan
nunca ( un levísimo revoleo de mirada hacia tu acompañ ante dejará en claro a
quien se le terminan las pilas antes ) Allí va una gran rebanada de prepucio
finamente seccionado
- Si sumamos ya van cortado casi tres centímetros y ni en su mejor momento
hay tanto para cortar por ahí
-Sos capaz de afirmar que los varones ya no son necesarios porque una
probeta es má s ú til y má s higiénica.... Bue, en ese caso…!te merecés la
probeta.!
Comprenden también cuando ese clá sico varó n que se fue sin decir mu
regresa y en el acto entienden que viene en busca del amor, cuando el guanaco
trae tres forros en el bolsillo.
A la hora de ser mamá , son capaces de dar la teta hasta los catorce añ os, y
dejarlos dormir en su cama hasta los veinticinco.
Puaj ¡Ni la incierta recompensa del cielo (si existe no puede estar lleno de
semejantes aparatos) justifican esa comprensió n que lleva a la santidad o a la
categoría má s alta de la boluda total.
Ademá s una se siente mal por tener tantas ganas de ahorcarlas, porque hay
que ser muy yegua para querer retorcerle cogote a un alma tan comprensiva
¡!!
5 - A veces te extraño... Gordito plomazo
A las mujeres les ha pasado, les pasa y les seguirá pasando, tener amores
absolutamente equivocados. Cito de memoria: "Se portó como toda mujer
enamorada: como una idiota". Con só lo darse cinco minutos para recordar,
todas podemos reconocer ese furibundo amor por el gordito que resulto un
plomazo.
Suelen ser también abrasadoramente simpá ticos, pero cuando se los recuerda
con todas las hormonas aplacadas, sabemos bien que nos hacen reír, pero que
no es el tipo de señ or al que le compraríamos un auto y, de ser el plomero,
habría que prepararse para la inundació n.
Y hasta aquí pareciera que cruel e impunemente me estoy metiendo con los
"gorditos plomazos". Nada de eso, porque quien los recuerda es UNA. O sea,
que por este lado, flaquitas o gorditas, todas las que recordamos es porque
alguna vez les abrimos una puerta amorosa al gordito, y ahora nos hace reír
por ¡lo pelotudas que fuimos!
Pobre señ or rebasadito en carnes, hizo, el verso, pero no má s ni mejor que
cualquiera. Dijera Colette: "Pensaba que venía a compartir pero vino a tomar
su parte". Y un día, cual una golondrina excedida en peso, huyo hacia otros
lares que le eran má s propicios... ¿tuvo la culpa el gordito? De ninguna
manera, la culpa absoluta es de las mujeres que cuando nos da la miopía
amorosa tendemos a confundir gordito con buena gente y a un señ or que
apenas lee y escribe, con Jean Paú l Sartre.
Por qué ,sospechando esto, las mujeres aceptamos alguna vez ese tipo de
personajes? Se abre de nuevo una infinita línea de puntos... que deberá n llenar
las damas y después mandarle un ramo de flores, porque finalmente de todo,
algo tenía para entrar y hacer "la primera" como se dice en el truco. Su
momento de reivindicació n ha llegado, porque así tal cual es (era) gordito y
pelotudo, ocupó durante unos instantes un casillero de nuestro corazó n y esa
efímera dicha fue má s divertida que depilarse el bigote, a solas en el
departamento
6 - Telo dije
Aunque parezca mentira, cada vez que se cambia de amor hay que afrontar de
nuevo "la primera vez". La primera vez en todo.
Lleva por ejemplo, por lo menos tres encuentros poder dar una mínima
instrucció n que ayude a nuestro placer, del tipo: "ese no es el clítoris, es la
rodilla". Ellos también tendrá n sus deseos ocultos con má s o menos
refinamientos, pero nadie puede lanzarse a ese festín con los modales de un
caníbal. Primero viene un ardiente pero civilizado "la mesa está servida" y con
el correr de los encuentros se contará n quien prefiere la berenjena asada y
quien gusta má s de la sandía fresca (deplorables metá foras que sabrá n
disculpar).
-Déle a él, la posibilidad de elegir, y asienta con una sonrisa, aunque sepa que
la ú ltima vez que estuvo allí se llenó de ladillas.
-Si, por el contrario, el ingreso es con auto directo al dormitorio, no entre con
aires de dueñ a de casa de esas que saben donde está n las toallas, los
jaboncitos y hasta có mo manejar luces y sonido de esos paneles que parecen
la NASA,
Por ú ltimo : ¡Tiene que pagar él! Para las viejas generaciones, a las que
pertenezco, la cuestió n de pagar una era impensable, pero los chicos han
democratizado el tema compartiendo el gasto. En general creo que los jó venes
han resuelto muchas cosas mejor que nosotros pero en este tema mi
advertencia es inflexible: chicas, la primera vez al menos, ¡tiene que pagar él!
No es este el lugar para explicar el poder de lo simbó lico, me atengo entonces
a una frase mucho mas vieja que yo "lo que cuesta vale" y es mejor que él
piense que ustedes son muy muy, muy valiosas. Ya habrá tiempo para que se
de cuenta.
7 - Hola Wargon
Mujeres aturdidas
-No sabía con quien hablar y se me ocurrió que, en una de esas, vos me podés
dar una mano
Sonamos! Su voz no presagiaba nada bueno, pero como conozco tan poco su
intimidad primero pensé en una enfermedad
-Me enamoré – dijo Marcela. Era una enfermedad, no má s. Nadie habla a nadie
para contar que esta enamorada de su marido
-Es, ingeniero agró nomo, de mi edad , casado y con tres hijos . Vive en Chañ ar
Ladeado.
Por un momento temí que Mariela se hubiese dado a las drogas pesadas
-Es que no conocés Chañ ar Ladeado. Allí se hace la fiesta Nacional del
Chancho! Yo nunca fui, pero el dato me basta. Ademá s lo conozco a él. Es el
ingeniero del pueblo, el lugar es chiquito, todo el mundo lo conoce y no tiene
có mo justificar sus viajes a Buenos Aires y es imposible que yo vaya con cierto
anonimato. Ni siquiera sé si hay un hotel.
Nos está bamos yendo por las ramas. El tema de los chanchos era
improcedente
- Pará Marce!. Hay que estar muy enamorada para pensar que un señ or es fiel,
justo cuando le está metiendo los cuernos a la otra con vos.
- No entendés!
Hay varones que por su "huidiza" manera de ser, merecen el repudio uná nime
de las mujeres Finalmente, alguna los agarra cansados y los cazan. Será n
cornudas para siempre pero ese no es el tema. El tema trata de cuando esa
cobarde naturaleza alcanza un grado que linda el heroísmo, y entonces hay
que sacarse el sombrero y escribir esta suerte de oda al varó n que huye.
Duró poco, un día llegó la noticia que el Colorado estaba preso a disposició n
del Poder Ejecutivo. ¡Una tragedia! Reconstruyendo qué le pudo haber pasado
a este chico, cuya ú nica ideología era una bombacha, llegamos a la conclusió n
que ese chiste de declararse anarquista, bien podía costarle la vida. Los
milicos, amén de salvajes y asesinos, eran brutos y; para ellos entre comunista,
anarquista o alergista no había mayor diferencia.
Ademá s de brutos eran conservadores, con lo cual, ninguna señ orita que
tuviese un buen recuerdo del Colorado podría intervenir por él. Para ese
delicadísimo caso se requería una esposa con la debida libreta de casamiento.
De no hacerse presente nadie para pelear por él, su destino era la muerte. Si
alguien guerreaba fieramente, quizá s conseguiría salir al exilio.
Ella, temblorosa por la historia vivida y la por vivir, le preguntó –"Colo, ¿qué
va a ser de nosotros?" En ese mismo instante, en ese lugar que imagino como
una sombría sala de visitas, el Colo se levantó indignado al grito de: "No
chiquita, con esas presiones yo no voy a ningú n lado"
La respuesta fue condigna: "Entonces andate a la puta que te parió "– gritó ella,
y delante de su cara rompió en dos los papeles salvadores, dio media vuelta y
se fue para siempre. No sé por que extrañ os camino el Colo salvó la vida, y
tampoco sé por dó nde anda, pero donde quiera que estuviere seduciendo a
una mujer, cuenta con mi bendició n. Porque pasó a ser de un pequeñ o
carterista del amor a un héroe capaz de jugar su vida en el nombre de sus
villanas convicciones. Tanta coherencia merece, por los menos, mis respetos.
9 - El peor pecado que un hombre puede cometer: Aburrirlas
Los excesos los incomodan pero no los critican porque, dentro de esa
prolijidad ensordecedora, son políticamente correctos,
Doblan los pantalones y los calzoncillos con cuidado aunque se estén por
lanzar a una orgía con Sharon Stone.
Son amables con los animales pero jamá s acariciarían a un animal dormido
como quería Borges.
Desde afuera parecen cordiales con una sonrisa gentil que tanto podría
indicar extrema amabilidad o “todo me chupa un huevo”. Son levemente má s
conservadores que sus maridos. Suelen mirarlos con cara de embobamiento
dejando así como la mona, a todas las demá s esposas que, vencida la garantía
de los dos añ os, miran a los suyos, en el mejor de los casos, con cierta
simpatía. Yo huyo de los aburridos, me enfrían las ideas, me aplastan las
metá foras, me abortan la risa.
Tu mamá te mima
Es fá cil reconocerlas, son las que afirman que ellas sí saben si el crío tiene frío
o calor, y actuará n en consecuencia hasta que el niñ o tenga veinticinco añ os.
Las que les compran el ajuar junto con el moisés, y siguen vistiéndolos por el
resto de sus vidas en comú n. Si lo que tienen entre manos es una hija (menos
obedientes en el tema ropa que los varones, que son má s aturdidos), en el
caso de no poder concretar la acció n, tienen aun otros recursos fatales: "eso te
hace gorda", "te hace petiza", "se nota que no tenés lolas", y agreguen ustedes
lo má s ofensivo que encuentren porque la maldad de esas madres es finita e
infinita.
Ellas saben sin mirar, por ejemplo, de qué color son las medias que tiene
puestas su hijo de quince añ os y, lo que es mucho má s peligroso, consiguen
mantener cada media con su par (tarea imposible para una mujer
mentalmente sana).
¡Cuidate si te cuida!
En esa abnegació n desenfrenada, cuando los chicos han conseguido huir y con
un poco de suerte, ponerse a buen recaudo, siempre encontrará n una nueva
víctima. Puede ser la propia madre ya tan viejita que no se puede defender, el
marido que claudicó por cualquier lado,y, si este material escasea, hasta se
apropian de alguna vecina indefensa.
Sus diá logos resumen una maldad que estremece. Si se trata de la madre, la irá
retando a la pobre vieja por lo que "seguro comiste cuando no te vi". Si del
marido, le reprochará que no lleva los ú ltimos estudios que ellas se
encargaron "de guardar bien prolijitos donde los puedas encontrar... pero no,
¡el señ or de los dejó en casa!"
Lo peor de todo es que suelen tener estatuas en diversas plazas y abajo dice
"monumento a la madre" ¡Ay, que miedito!
Capitulo Dos: Taconeando
1 - Despedida en Cocodrilo
Mi primer dilema fue tan estrictamente femenino que me avergü enza: ¿qué
me pongo? Segú n mi saber y me escaso guardarropa tenia tres looks posibles:
el disfraz del Martín Fierro (que uso cada vez que me nominan y no me lo dan)
pero , la verdad, es too much; el look Cristina K (que me seduce por que se
pinta como una puerta; exactamente como yo) pero ni naciendo dos veces
llego a tener ni una de sus mañ anitas, y el look "Pro", esas cosas que se ponen
las chicas de Macri que se las ingenian para parecer que está n subiendo o
bajando de una pasarela pero con lo que tenían a mano. Opté por el tercero,
que tampoco me salió bien pero al menos no llamaba la atenció n.
El segundo punto fue con quién iba. Una querida amiga y colgea, se
comprometió a venir a buscarme, de paso, con mis añ os reforzaba un poco su
situació n de muchacha seria que só lo almuerza con los CEOS cinco estrellas.
Pero me habló minutos antes de salir para cancelar por un tema familiar. Me
consoló diciendo:
- Por suerte la reunió n es tarde, así tenés tiempo de darle de cenar a tu marido
y dejarlo durmiendo- Se refería a mi bienamado enano que en realidad quedó
bailando una danza de guerra apache, con un tramontina en la mano
esperando mi regreso.
A los cinco minutos me habló Jimmy, otro colega que suma a su aspecto judío
un insoslayable parecido a Woody Allen. Iba a ir con su chica, pero algo le pasó
y me pedía la direcció n.
Con poco tacto, fastidiada por la bota que ofrecía resistencia le grité:
Cocodrilo es un rectá ngulo donde caben tres filas de mesas y un escenario con
un cañ o. Mucha media luz con efectos sugerentes y mú sica atronadora. La
composició n de la noche venía así: un grupo de chicas muy borrachas pegadas
al escenario, que estaban en una despedida de soltera y aullaban de una forma
tal que hubiese deseado cortarle las cuerdas vocales con el tenedor de las
pizzas (ú nico menú ). Nuestra mesa,( que rá pidamente pasó a ser llamada la
mesa de Chiche Gelblung) que estaba muy modosita, un poco por sobrios y
otro mucho porque bajo esa bandera nadie quería hacer un papeló n. En la
tercera mesa había un rejunte confuso de señ ores buscando chicas y viceversa
que al parecer se encontraban muy rá pido.
El primer nú mero musical era una travesti de plateado que sostenía con el
dueñ o, sentado en una mesa, un dialogo no exactamente shakesperiano,
tirando a una grosería fuera de lo comú n. El travesti se desplazó por las mesas
preguntando a las chicas si eran multiorgá smicas y a los varones detalles
sobre su masculinidad que me niego a repetir. El segundo nú mero era la
esposa del dueñ o que segú n la afinada oreja de Jaime tiene una voz muy
educada pero entre las degeneradas de la despedida y mi sordera musical no
puede apreciar.
De pronto el dueñ o anunció que había un fotó grafo de Cró nica y al menos en
nuestra mesa hubo un cosquilleo de inquietud. Un colega que jamá s será
nombrado corrió a esconderse entre unos cortinados rojos, mientras los
demá s permanecimos sentados con cara de gente seria que por un desdichado
error habíamos caído en ese lugar.
Pero confieso que transpiré helado... mi pesadilla era una gran foto en el diario
con un joven en pelotas sobre la falda y yo teniendo que explicarle la situació n
a mis nietos (descontaba que me marido habría muerto en el acto de un
infarto).
2 - Andá a meditar a Kalananpur
El domingo sabía que no podía llegar a Palermo, donde estaría el gran gurú ,
pero se había anunciado hasta el cansancio que se podía hacer desde la casa.
Así que aprovechando que está bamos los dos solitos, dejé al bienamado en el
dormitorio y me senté en la posició n flor de loto que me sale tan linda en la
mitad del living con la tele prendida.
- Buscá la otra
- Es que no la encuentro
Abrí los ojos de pronto y me levanté, porque bien conozco las cosas que se
pueden desatar entre una despelotada y un inú til. En silencio, rastree la
zapatilla, la enlacé debajo de la cama y la entregué sin ningú n comentario que
me alejara de esa precaria paz que estaba descendiendo sobre mí. Todavía no
amaba al resto del mundo pero si no le ponía un poco de garra...
-Ni la má s puta
-Ah gracias ¡y no les digas nada a él pero espero que Boca pierda!- La
malevolencia del mensaje no fue pasado. Pero la carga nada tenía que ver con
el amor universal. Se entiende que mi amiga es faná tica de River y
pendenciera, nada mas ajeno a la meditació n. Pero yo no me daba por vencida.
Ya está bamos en el punto de hacer ommmmmmmmmm. Me enganché rá pido
porque eso es lo ú nico que no desentono. Sonó el teléfono. Mi hija. Si hay algo
que no puedo contarle a mi hija, provinciana, pragmá tica, que lucha con el
agua (que tiene que comprar), que le falla la luz (sin subsidio) má s la sequía, o
el barro y los líos de Amparo, es que me estaba interrumpiendo una
meditació n que probablemente cambiara mi vida.
-¡Ah claro, justo cuando yo te pido algo vos no podes!... Imaginé su reacció n si
le decía que ademá s estaba meditando. No hay caso, me consolé; los
cordobeses no han nacido para las altas tareas del espíritu. Pero me callé, para
algo me iba a servir al menos respirar : no explotar de furia.
-Pierde agua -decía la voz. Todavía en trance y sin saber muy bien qué estaba
pasando contesté:
-Dejala
-Mucha, me parece
Respondí con un silencio, ya por fin conectada hasta con los otros centros de
la meditació n mundial.
De pronto me sacó de mi casi nirvana un frío en el trasero. Un hilito de agua
que provenía del bidet del bañ o había atravesado todo el living hasta llegar a
mí y empaparme el jogging.
-Yo te avisé –me dijo EL, con el placer con que Jack el Destripador hablaba con
sus víctimas.
Lo cierto es que allí estaba, a las diez de la noche rumbo a la radio. Llevar vida
de almeja, tiene su precio: no tengo la má s vaga idea de quiénes son los
nuevos conductores y cuá les de ellos son interesantes y cuá les no. Estas eran
jó venes, mujeres, superrrr modernas. La radio era una mezcla de under con
off, es decir imposiblemente pequeñ a e intolerablemente mugrienta.
Sobre la mesa había seis piezas de sushi y una botella de champagne, como
para dar un toque de distinció n, pero el sushi estaba viejo y el champagne
resultó ser una sidra recalentada. De cualquier modo era alcohol y vuelvo a
confesar que só lo tomo precisamente en ese tipo de situaciones. No me ayuda
a olvidar como en el tango, no me pone contenta como en una fiesta entre
amigos, pero al menos me ayuda a sobrellevar el mal trago que veía venir y
vino.
Los temas que adornaron la mesa fueron el sexo anal y varias otras formas de
chabacanería imaginable. No soy una pacata, pero creo en los sinó nimos,
aprecio una metá fora y, bá sicamente, me interesan las ideas vengan en el
formato que vengan. Todo esto estaba ausente. Me comencé a sentir má s que
incomoda. Pensé en levantarme e irme, pero una vaga solidaridad de género
mal entendida me sujetaba a la silla.
Abro un paréntesis sobre la ropa porque yo, que me había sentido super
paqueta a la mañ ana con un pulover blanco y una capa negra, a la noche
parecía una ballena recién desembarcada del Abasto frente a la extrema
delgadez y algunas desnudeces de las chicas. No era fundamental pero sumaba
al malestar, sobre todo por esa maldita manía de las fotos y el Facebook donde
seguro deben andar dando vueltas.
También cuando cada una describió las tangas que llevaban y hasta la que no
llevaba nada, me apresuré aclarar que yo usaba faja (era mentira pero no
sabía qué decir para diferenciarme) ¡Patética! Y así íbamos cuando de pronto
le avisan a la conductora que no venía una invitada porque algo había pasado
con el taxi. Tengo muchos añ os de radio y creía haber visto todo. No me
refiero a que la conductora se levantará como un rayo y quisiera arrancarle la
cabeza al productor. Suele ocurrir. Pero esta vez, después de una gresca
fenomenal fuera del estudio (las demá s habíamos quedado encerradas
adentro sudando la gota gorda) y montada en su propia ira, entró a
desenchufar su lapto gritando: ¡¡¡¡yo me voy!!!! No sé si les queda claro pero
era lo mismo que si un piloto de avió n al enfrentar una tormenta, se tirara del
avió n al grito de "yo me bajo". Entre todos consiguieron calmarla y terminó el
programa.
Medianoche. Como me sentía mareada, me dije: "Ahora tenés que estar sú per
atenta porque podés hacer un lío".
Di mi direcció n al taxista con voz clara y sin vacilar, y guardé prudente silencio
durante el trayecto a mi casa, y al bajar, por las dudas, revisé el asiento de
atrá s ¿y qué encontré allí? ¡Si señ ores, mi BlackBerry abandonado sobre el
asiento! Felicitá ndome a mi misma, dado que pierdo los celulares por doquier,
lo tomé y entré triunfante a casa.
Eso es lo que "intentaba" decir, pero lo que le apareció al sujeto fue algo como
"rol wego le lul prdido, arlo aradio". Es que de los nervios no le acertaba a las
teclas. En el acto recibí la respuesta "No te entiendo nada, qué pasa"...
Exactamente ahí me empezó a dar miedito... ¿Quiénes eran el "Birra", el
"Negro" y el "Gordo"? Qué clase de secuestro extorsivo estaban preparando
conmigo metida en el medio... No se los devuelvo nada -pensé- pero ¿si eran
pobres adolescentes impopulares, con acné, angustia pú ber y só lo tres
amigos? Si encima yo no les devolvía el celu destrozaría para siempre su fe en
la condició n humana.
Me comenzó a arder y no hubo forma de calmarlo. Salí, tal vez má s joven pero
tuerta, renga y con la espalda triturada. En la esquina me comí un chocolate. Y
por fin me sentí reconfortada. Notoriamente ni la salud ni la belleza es lo mío.
La gula, me viene bien. ¡La fiesta será un éxito!
6 - Trámites miserables: ¡Matate Wargon!
Hay gente que debería ser fusilada sin juicio previo. Anó tenme como primera
candidata en el rubro "hacer trá mites bancarios".
1) Que allí no pagaban nada, que me dirigiera a un banco "grande" (usó otra
palabra que no me acuerdo).
2) Que no me hiciera problema por el nombre porque ahora todos eran HSBC.
3) Para llegar tenía que caminar derechito por la calle de la puerta, dos
cuadras hasta llegar a Florida. En esa esquina estaba...
- Señ or tengo que llegar a un banco (y allí se me dio vuelta el chip y le largué...)
el Santander Rio, que queda en Florida y esta. El señ or tenía un almita
misericordiosa, me atendió con la paciencia que uno pone en los
discapacitados y contestó :
- Bueno, dígame dó nde queda porque me han dicho que todos son del HSBC
- Pero es raro que yo no lo sepa -el señ or comenzaba a revolear los ojito. Una
nube de preocupació n había descendido sobre él.
- Es que vio có mo es esto -abundé yo- los empleados somos los ú ltimos en
enterarnos - Ademá s nunca pasa nada demasiado grave intenté consolarlo
porque me parecía al borde un ataque-
- ¡¡¡No!!! ¡¡¡Cobrarlo!!!
Los que hemos tenido la suerte de viajar por el mundo sin saber mas idioma
que el cordobés bá sico, hemos aprendido a comunicarnos en todos los modos
posible: dedos, dibujos, representaciones teatrales, todo vale para poder
comprar algo que no sabemos có mo se dice... Tanta astucia fracasó hace unos
días, apenas a la vuelta de casa, en un supermercado chino.
Como odio caminar por los sú per y sus arbitrarios modos de acomodar los
productos, al entrar le pregunté al cajero
-Buenas tardes señ or ¿Por donde está n los lá cteos?- con grandes cabezazos
me respondió
-Pase, pase!!!
-¿La leche, dó nde está ?- con su inalterable sonrisa, só lo que con mayor
reverencia el chino contestó
-Pase, pase!!!
Ahí descubrí que estaba frita, mejor haría en avanzar por las gó ndolas
revisá ndolas una por una. Salí un tiempo después medianamente triunfante
pero me faltaba el queso. Volví a la caja
-Señ or tiene queso?- el chino interrumpió por un segundo su apasionada
charla con la china (siempre suenan como pá jaros) y desplegando su gran
sonrisa me contesto
La señ ora se levantó en el acto y me llevó a la gó ndola de los quesos. Las dos
nos hacíamos saludos cada vez má s orientales. Sentía que los ojos se me
rasgaban y el pelo se me ponía lacio. Pero aun me quedaba un desafío: los
huevos. Lo pronuncié cuidadosamente en "chino-abasto" sin resultados, la
señ ora me miraba atenta. Hasta que me paré en el pasillo de la gó ndola, batí
los brazos, grité cococococo... y ambas salimos disparadas hacia los huevos.
Las dos arribamos a la caja triunfantes, casi diría que imbuidas en una suerte
de superioridad de género. No sé có mo pero mostrá ndome el reloj me hizo
saber a qué hora llegaba el que hablaba españ ol.
De esta pequeñ a postal del barrio só lo se pueden sacar dos conclusiones: que
en chino huevo se dice cocococo
8 - Volviendo. Señor! Propásese por favor!
Estaba en la oscuridad deseando con toda el alma que el señ or que tenía
sentado al lado me tocara una teta. No había en mí un ardiente deseo, ni
siquiera una pizca de erotismo, no era tampoco una experiencia post moderna
de esas escritoras que se acuestan con cien hombres para después contar
como se acostaron con cien hombres y se llenan de plata.
El señ or no era lindo. Era un morochó n con una panza indescriptible que
asomaba bajo una remera mugrienta, un pantaló n igualmente andrajoso,
zapatillas blancas sin cordones y los dedos de la mano llenos de anillos de
brillantes. (Enigma que no pude descifrar).
Sufría.
Pero ¿có mo pedir que me lo sacaran de al lado só lo por ser asqueroso? Desde
otro punto de vista, el hombre quizá s era un pobre enfermo de tuberculosis,
un indigente de solemnidad que ni siquiera tenía ducha en la casa! ¿Acaso iba
a ser yo, cara pá lida polaca, quien pidiera que lo sacaran? ¿Y si el INADI me
llevaba presa?
Así fue como se me ocurrió la solució n ideal: si la bestia jadeante me tocaba la
teta, me habilitaba a dar un grito de virgen profanada, y seguro que, por lo
menos, lo corrían. Pero el muy maldito no me registraba como persona, y
mucho menos a mis tetas, que tampoco está n para un pellizco ni aun con una
tuberculosis aguda.
Comencé a ofenderme ¿que clase de catá strofe de sex apeel era yo que ni ese
deshecho de la humanidad quería tocarme? ¿Y si gritaba aunque él no hubiera
hecho nada? Y si gritaba porque NO me había hecho nada?
Pese a ser parlanchina deseché el diá logo. La cara de mi compañ ero era de una
hosquedad temible pero bá sicamente si mi tosía en la cara, me desmayaba.
Avanzá bamos por la ruta en esa situació n desesperante. Decidí pasar al contra
ataque, empujarlo, codearlo, levantarme seis mil veces para ir al bañ o, tirar y
recoger mi cartera del suelo moviéndole las patas y hasta saqué mi frasco de
Carolina Herrera y me fumigué, en la esperanza que el gordo fuera alérgico y
se muriera de una vez por todas. Mis consideraciones humanísticas habían
desaparecido dejando en su lugar un odio concentrado.
En esta época del añ o pareciera que a todos les dan una medallita por algo
maravilloso que han hecho, mientras otros no recibimos ni una tapita de
cerveza usada.
Es mi batalla con el cigarrillo donde voy perdiendo cuatro a cero .Y como toda
derrota sirve para aprender algo, pueden creerme que me estoy
transformando en una experta.
Primer intento
Cumplidas las doce horas estaba deshidratada y, segú n yo, me había muerto.
Como entre sueñ os vi llegar a la médica de la ambulancia, y escuchaba que en
el living se había armado un foro de debate al que se sumó mi hijo que estaba
por casualidad en Buenos Aires, Anita, siempre presente en los aconteceres
sanitarios de la familia, y quizá s el Dr. House (no tenía lucidez como para
distinguirlo). Todos querían saber si tenía cá lculos, pero como yo ya no
hablaba, imaginaron que sí, y entre opiniones divididas partí en una
ambulancia al Sanatorio.
-¿!Y có mo toma un taxi sin saber entre que calles va? ¿ no ve que la
numeració n cambia!!!! -Me silencié mientras él seguía gritando
-Hay que ser irresponsable para tomar un taxi así!!!. Má s silencio, pero algo
me hervía por dentro y bajé el vidrio de la ventanilla. Ahí pensé que me iba a
pegar!!!- ----!!!¿Có mo baja el vidrio no saben que la pueden saltar y sacarle
todo?!!! Y yo no los voy a correr, y usted a su edad!!- Esa fue una puñ alada
trapera pero una vez mas no contesté nada. Como corresponde me paseó y me
cobró una fortuna Volvió a gritarme por el cambio. Y finalmente me bajé y ni
siquiera le dí un portazo... El centro es un lugar luminoso de sonrisas amables
y paredes claras. De la profesora, y mis dos compañ eras, emanaba una
profunda paz .Puse mi toallita en el suelo y me concentré en la clase. Los
ejercicios maravillosos pero la palabra de la profe no se limitaban al ejercicio
sino que ,en los momentos de descanso , decía continuamente “quietas por
fuera, quietas por dentro”. Era claramente una indicació n hacia la paz. Pero
cuando cerraba los ojos, me aparecía la cara del taxista y yo, por fin olvidada
de todos mis modales y convicciones sobre la convivencia gritando como una
fiera: ¡!!Escuchame hijo de una re mil ¡si no conocés la ciudad para qué
manejas un taxi pelotudo! No me jodas con que me van a asaltar si vos me
estas robando! Má s irresponsable será tu abuela!!!. La escena culminaba con
un feroz portazo reivindicador donde le agarraba los dedos de la mano . Todos
( por lo de vieja)
-Si tenés un bebé de tres meses y hace otros tantos que no pegá s un ojo, no
desesperes, pasa. Só lo que no volverá s a dormir bien hasta que se case (o se
junte) y algú n otro se haga cargo.
- En el Jardín tendrá s que conseguir de un dia para otro quince rollos de papel
higiénicos vacíos
-En la primaria, deberá s controlar cuadernos y dar permisos para paseos que
inventan maestras borrachas.
- Tendrá s que llevarlos a ver espectá culos de estruendoso mal gusto pero de
super honda
- Deberá s guerrerar con abuelas que o se entrometen en la educació n, o se
borran
-Amigos indeseados
-Trastornos en la alimentació n
-Si en esa larga travesía recalan en un psicó logo idiota, acordará n a dú o (él
con el psicó logo) que todos sus males provienen de vos.
-Ya esta altura vos también estará s absolutamente convencido de que algo
hiciste mal, por no decir todo.
-Luego vendrá (con suerte) un vacilante paso por la Universidad donde dudan
entre ser ingenieros o cultivadores de bonsai, técnicos en computació n o
bailarinas de cañ o
-Un día finalmente se irá n de tu casa... para volver con la ropa para lavar y de
paso comer algo.
-Cuando por fin está n a salvo y sean personas felices y hasta exitosas,
comentará n sus éxitos... con su pareja o sus muchos amigos. No con vos
-Si con el correr de los añ os te permiten jugar con los nietos, muéstrate
agradecido
Hace ya muchos añ os, en un 20 de julio como éste que pasó , una enfermera te
puso entre mis brazos. Eras chiquita y muy peluda. Te alcé con desconcierto y
pensé: “¿Y ahora que voy a hacer con ella?
Los recuerdos tuyos de cuando eras muy chiquita casi se me han borrado.
Apenas me acuerdo del día que por primera vez viste llover, estabas agarrada
de mi mano en las casillas rodantes de Corrientes y quedaste asombrada, me
miraste, y no supe que hacer.
Y con esa arbitrariedad de la memoria nos veo otra vez en Mendiolaza, sobre
el monte donde construirías tu casa, desmalezando las dos con machetes y el
ruido del verano silencioso sobre nuestras cabezas. Y la llegada de Francisco y
después, tan diminuta y frá gil, la de Amparo.
¿Cuá ntos días hicimos juntas el trayecto hacia terapia intensiva? Era otoñ o,
tan dorado y bello sobre Có rdoba, y quizá s fue una primavera violenta cuando
por fin supimos que se iba a quedar entre nosotros.
Nunca supe qué hacer con vos, ni pude decir una palabra que no me fuera
refutada, ni pude defenderme ante la acusació n de que te hice con pies planos,
ni de que estoy rematadamente loca.
Tampoco me interesa mucho, porque ya todas las cartas está n echadas y sos
una mujer (casi de mi edad como decís con esa ironía implacable). Y me
admira que, aunque yo nunca supe qué hacer, saliste como te había soñ ado.
Plantada en este mundo, aferrada a él con alegría, con ese humor burló n, ese
amor por los libros, la pintura y la mú sica. Só lida en la amistad, confiable en el
amor. Tan diferente a mí, tan mi semilla. Que, aunque no supe por qué, te parí
en el Día del amigo.
Como las valijas de cualquier mujer son un claro reflejo de la chifladura que
una carga, las mías llevan equipos para sobrevivir a un tsunami, a una
glaciació n y a todas las pestes que el diablo con la complicidad de Jehová nos
mandara.
Era viernes y una vez má s pensé en Job y las calamidades a las que fue
sometido, pero sin alusió n bíblica y sin renegar de Jehová , má s vale con un
silencio que bien traducido quería decir "mejor que no tengas nada grave
porque si te morís te mato".
Con tanto tiempo de este extrañ o deporte que practica (¡¿por qué no se le
habrá dado por el golf o el ta te ti?!) he adquirido un entrenamiento para las
emergencias que envidiaría cualquier Médico de Catá strofes. Primero llamo a
emergencias, y mientras llegan manoteo un bolso siempre listo con las cosas
que pueden faltar en el sanatorio y al mismo tiempo hablo a todos los médicos
amigos. En poco tiempo se arma un foro interprovincial anque barrial de
diagnó sticos presuntivos con opiniones encontradas. Así que cuando esa tarde
levantó sus ojos del libro y me lanzó tan agorera frase en dos segundo
está bamos en una ambulancia ululante con pronostico má s que reservado.
Lo ú nico que me hizo conservar la calma fue que, en el instante antes de que lo
llevaran, preguntó interesadísimo: “¿no estabas haciendo fideos? ¿no me
podrías convidar un platito?”. Omito mi respuesta que no corresponde para
nada a tan abnegada esposa. Pero igual me alegré: ni el diablo puede cuando la
gente tiene hambre .
Un viejo dicho afirma: si quieres ver reír a Dios cuéntale tus planes. Si es
cierto, en abril buscanos en las necroló gicas
4 - feliz año nuevo para la señorita silvia
Mientras tanto Amparo me contaba de sus compañ eros: Joaquín, que le lleva
el andador; Pablo que la hace reír; Felipe que este añ o se cambia de cole;
Martina que comparte el auto con ella; Franco que tuvo una hermanita y
Sarita, con la que salieron a vender por el barrio sus dibujos recién hechos. Un
mundo, su mundo, que fue posible este añ o por la señ o Silvia
Los regalos de Navidad los entregó Amparo con una tarjeta de su puñ o y letra
que decía "Feliz Nabidad". Corría de uno a otro de los invitados con sus
pequeñ os bastones Ella misma se había puesto un vestido obsequio de
Valentina su prima neoyorquina que, le daba un aire a Carmen Miranda con
una flor de plá stico bien roja en el pelo . Se sentía la niñ a mas hermosa del
mundo entregando los regalos, algunos mas altos que ella misma y que
llegaban al dueñ o algo machucados.
Y ahora, que han pasado algunos añ os, que termino de chatear con Amparo
que me apura, “dale, no seas lenta”, donde tantas cosas imposibles han pasado
, donde no me canso de mirar su foto compadrona con la medalla que se sacó
en su Escuela de Verano, cuando sigue bailando ( y todavía no se có mo) en
cada acto escolar, cuando se mira al espejo para verse su vestido antes de
partir para uno de sus mil cumpleañ os, cuando la escucho pelear y ejercer ese
humor disparatado que le corre por las venas. Recién ahora entiendo lo que
no sabía :que las lá grimas sobran, en esos lugares que solo deben estar
repletos de tenacidad, trabajo y esperanza.
5 - ¡Cuándo inventaron los huevos de Pascua!
Termino de salir del festejo del domingo de gloria, asado maravilloso con
sobrinos, nietos y amigos del alma, y en la puerta, mi amiga Elsita me abrazó
con alegría deseá ndome una ¡Feliz Navidad!
Cuando yo era chica, allá por el Medioevo, proviniendo de una familia mixta, la
fe religiosa no era nuestro punto má s fuerte. Habiendo terminado la Segunda
Guerra Mundial y con toda la familia de mi padre masacrada ,para "salvarme"
ante un posible nuevo Holocausto, me pusieron en un colegio de monjas.
Mi fe era aun má s floja que la de mi madre pero de ese largo trá mite de colegio
cató lico conservo algunos recuerdos de Semana Santa. Era un momento donde
las monjas nos sacaban en procesió n y se hacían ademá s las Siete Estaciones
rezando en otras tantas iglesias sombrías, recuerdo también los santos
cubiertos por pañ os oscuros. La radio pasaba solamente mú sica sacra, y la
televisió n repetía películas que ya eran antiguas cuando se filmaron.
Les respondí con su misma moneda: cara imperturbable y silencio. Lara que
es la má s dicharachera y que habla medio seseosa porque se le han caído
todos los dientes de adelante, me explicó que el conejo se llamaba Lorenzo, y
ante mi cara inescrutable que ya destilaba agnosticismo, Flor corrió a traerme
¡¡¡la Carta que le habían dejado al conejo!!! (¿Pero eso no era para Reyes?) .
La carta decía en rima bastante defectuosa y con letra casi ilegible: "conejito
conejito decime tu nombrecito" y abajo el conejo había escrito: Lorenzo.
Concluyamos: soy una persona atravesada por dos siglos que ha conseguido
subirse al ú ltimo vagó n de la modernidad. Manejo la computadora, apoyo el
matrimonio gay, guardo un respetuoso silencio sobre todas las formas de
concepció n que se han inventado pero hay cosas que se me confunden ¿"dulce
o truco", se dice para el Halloween o para el Día de los enamorados? ¿En el
pesebre hay que sacar el niñ o Jesú s y acostar a Papa Noel? ¿Por qué a los
Reyes les ponemos pastitos y al conejo ni una zanahoria? ¿Por qué el conejo
deja los huevos por cualquier parte? ¿Y si el Día de los enamorados estoy sin
amor, vale que uno de los Reyes me mande un regalito?
Igual fue un día maravilloso... Tan lejos de tanta oscuridad como recordaba.
6 - Serias jodas de la abuelitud
Ser abuela tiene una sola cosa que es molesta e insoluble: nuestros nietos
tienen padres y ellos mandan, pese a que nosotros sabemos má s que esos
borregos. Experimentamos con ellos, los dejamos machucados por traumas de
todo tipo pero finalmente aprendimos. Ahora, sabemos, tenemos má s tiempo,
menos ansiedad y amamos mejor...
Pero allí está n ellos, tomando decisiones sobre nuestros nietos y una haciendo
el interminable ejercicio de meterse la lengua en el trasero. Valga esta
introducció n para un largo debate cuasi pelea que tuve con mi hija por los
zapatitos de Amparo.
Nuestra familia, por todas las ramas, tienen por costumbre tomarse en serio
los casamientos y viajar en discreto tropel (somos pocos) de una punta a la
otra del país a co-celebrarlos. Se avecinaba entonces un casamiento en
Mendoza y en la familia de mí hija había comenzado la revolució n que les
precede: las mujeres se compran o consiguen pilchas, y en el revuelo de
mujeres cayó Amparo (siete añ itos) y alguien le regaló un reluciente par de
zapatos. Algunos dedos señ alan a Norita, mi consuegra, otros a Agustina, su
hermanastra jovencita. No quedó bien en claro quién fue la culpable, porque
mi hija enfureció de tal manera que nadie quería hacerse cargo de lo que se le
venía (mi hija puede ser re mala cuando se enoja).
-Lo estoy averiguando -dijo mi hija con la misma voz de asesina que la mina
que persiguió a Bin Laden.
-¡Si! Que todos saben que Amparo tiene un par de zapatos casi nuevos ¿para
qué comprarle otros?
Antes de seguir me gustaría aclarar que nunca tuve una romance con Pepe
Mujica admirado presidente del Uruguay pero otro zarrapastroso
impresentable, que concibe la vida como un largo mate en zapatillas (igualito
a mi hija).Son coincidencias no vinculadas a ningú n ADN.
Suspiré hondo, hice una fugaz revisió n de lo que alguna vez le enseñ é. No
encontré ningú n mensaje expreso contra los zapatos nuevos aunque en el acto
reconocí que no era partidaria de los derroches sencillamente porque no
había qué derrochar. Quizá s allí se le confundió pobreza con austeridad y por
algú n camino personal dedujo que ambas cosas eran una virtud para legar a
las futuras generaciones. Volví a suspirar. Tomé coraje y comencé con
argumentos envolventes.
¿Y Amparo có mo está ?
- El mensaje mami... ella es muy feliz también jugando con sus amigas. Date
cuenta si ella cree que la felicidad pasa por un par de zapatos nuevos.
-¡Ja! Pero vos hace tres añ os que andá s con zapatillas, replicó , siempre certera
para la estocada.
Supongo recordará s que tengo prohibido los tacos- usé voz de madre judía,
que implica "tu pobre madre" y también "seguro que te olvidaste". (Yo
también soy una porquería)- Sin embargo te quiero contar algo-Me sentía má s
culpable que confesando un romance con un adolescente- el añ o pasado
enloquecí de amor por unos tacos y me patiné casi un sueldo para tenerlos.
Los usé só lo cinco minutos, pero de vez en cuando saco su caja dorada y los
miro. Me hacen sentir, glamorosa, femenina, hasta flaca. Y pese a esto sigo
teniendo las mismas amigas, creo en las mismas cosas. amo la misma gente...
Pero vos sabrá s, "sos la madre".
Se produjo ese silencio que se hace cuando mi hija está pensando. Supongo su
opinió n sobre mi bajó un escaló n pero Amparo tuvo sus zapatitos nuevos.
Cuando sea grande le prestaré los mios, que seguirá n nuevitos, por supuesto.
Espero que conserve la misma pasió n por lo frívolo que su abuela y mi hija no
la haya arruinado irremediablemente
7 – Vacaciones ¡por fin!
Después de vanos y caó ticos intentos, por fin ¡¡¡¡Nos vamos de vacaciones!!!! Y
no hay laburante de esta patria que se haya ido tan contenta y tan
merecidamente. Esto tiene, dijera Borges "el sabor de lo perdido/de lo
perdido y lo recuperado/.
A) Enfermarse está prohibido hasta la vuelta. En caso de que alguno de los dos
defeccione a esta palabra de honor el otro está en su legítimo derecho de usar
el rifle sanitario. Previamente hacer la cartita "Señ or Juez: que no se culpe a
nadie por este tiro a dos metros de distancia (de cerca me impresiona) porque
fue un suicidio por propia voluntad"
B) En caso de que alguno de los dos tuviese el mal gusto de morirse en Río, el
otro está moral y legalmente autorizado a sentarlo en la Avenida Atlá ntica con
una caipiriñ a al frente, un gran sombrero de paja y anteojos de sol. De manera
inmediata tomarse el primer vuelo y que los Cancilleres de ambos países se
hagan cargo de la repatriació n o tirarlo a los tiburones. Ninguno de los dos
somos creyentes en la otra vida, así que si los hijos se pusiesen melancó licos,
tendrá n una bella excusa para ir a visitar la momia en Copacabana.
Hemos respetado casi a pie juntillas estos juramentos. Yo apenas comencé con
un dolor de dientes, que terminó en una hecatombes de tratamientos de
conductos y me contracturé al punto de revolear la cabeza tipo exorcista, lo
que habilitó a que mis compañ eritos de trabajo me hicieran masajes, que es
mucho mas lindo que trabajar.
El ú nico momento á lgido que puso en riesgo el viaje y nuestro matrimonio fue
el temita de las bermudas (sé que se presta a muchas interpretaciones pero no
pienso volver a mi analista hasta no regresar de Río). Resulta que mi
bienamado abomina de las bermudas, él dice que por altos criterios artísticos,
yo afirmo que por enano, prenda que jamá s se compró en má s de treinta añ os
de vida compartida. Pero... pasé por una casa y las vi en liquidació n, tan
divinas que no pude resistirme y le compré ¡¡dos!!. Me gustaría olvidar su
expresió n al recibirlas, pero con impecable finura acalló su instinto asesino y
se limitó a decir: "seguro que no me entran". Era verdad, tan verdad como que
desciendo en línea directa del ghetto de Varsovia y allí no andá bamos tirando
bermudas. Así que las bermudas de marras fueron a dar a la ucraniana del
barrio, aumentadas en quince centímetros de ancho y quedaron algo
chingadas pero muy decentes.
Salvo estos detalles, por aquí reina la paz y la alegría Con mi voz de vaca
afó nica, canto sambas todo el día, Tengo la absoluta conciencia de que esto, el
trajinar de valijas y bronceadores, mas los recuerdos que traigamos al volver,
"son las vacaciones". Lo que ocurra allá será un estallido de sol, con la
fugacidad de una estrella y la levedad de una mariposa.
8 - ¿Sabré contar un cuento?
- Nada, ayer por la noche me ahogué, tuve que llamar a Emergencias, pero ya
estoy bien- dije apresuradamente- para no afligirla.
- ¡¡Qué tiene???!!!
- Có licos- respondió mi hija con voz de médica internista
(Obviamente nos habíamos enojado las dos porque sabe que odio la
escatología)
(Bendije los 800 Km. que nos separan e impidieron que le retorciera el cogote,
y como lo importante era Chupetín lo pasé por alto. Trague saliva y avancé)
- Un vecino que es del campo, hay que darle vaselina, pero si no reacciona,
só lo queda sacarle el bolo metiendo la mano...
– ¿Vos sospechá s desde Buenos Aires que pueda ser una neumonía y que
nosotros queremos meterle la mano de puro cochinos?
Y de pronto nos largamos a reír ¡¿De qué está bamos hablando, de un ataque
de pá nico, de un caballo con dolor de panza?!
Imaginé que alguien nos estuviera grabando, esos señ ores oscuros y ominosos
a la bú squeda de drogas o de informació n política. ¿Pensaría que hablá bamos
en clave, o pedirían nuestra inmediata internació n? ¿Có mo alguien podría
adivinar los amores compartidos y el sutil lazo que se extiende entre nosotras
cuando hablamos, reímos y hasta peleamos por cualquier cosa, incluso por la
panza de Chupetín?.
Mi finado suegro, que en paz descanse, era el encargado de anotar a sus hijos
en el registro civil. Su esposa, que segú n dicen era una santa, imaginó nombres
durante nueve meses, y luego de tan devota elecció n lo mandó a anotar a la
primera hija con el primoroso nombre de Aída.
Allí partió mi suegro, pero antes tuvo que pasar por el banco y, ya se sabe, má s
de una idea no se les sostiene adentro de la cabeza, así que cuando llegó al
registro, en épocas en que no existían los teléfonos celulares, el nombre de su
hija se le había borrado totalmente de la cabeza. Sin tomarse el trabajo de
volver, reconocer su error y reiniciar el trá mite (ademá s son haraganes) apeló
al primero que se le pasó por la cabeza, así fue como mi cuñ ada Aída, en todos
sus documentos se llama María y só lo la obcecació n de la madre y el cariñ o
familiar conservaron el nombre de ó pera tan bellamente elegido.
La segunda debía llamarse Nélida y allí partió don Jacobo, que esta vez se
detuvo a tomar un café con los amigos ¿adivinen có mo se llama Nélida?
Acertaron, María! (Ademá s, son faltos de imaginació n)
Fue una suerte que mi suegra no siguiera pariendo hijas mujeres porque todos
hubieran terminado en el libro Guiness de los récords.
Cierta malevolencia femenina, suele argü ir que adentro de esas cabezas solo
hay deporte y sexo. Disiento Después de todo a las mujeres también nos gusta
el sexo y, a falta de deporte invertimos gran parte de nuestra cabeza en el
romance palabra bastante ajena o al menos no tan obsesiva para ellos. Me
parece que la cuestió n pasa má s por una corteza cerebral plana. Literalmente
no tienen recovecos para guardar los detalles, las sutilezas, cierta astucia, y
ese maremagno de pequeñ as informaciones que registramos las mujeres para
afrontar el día má s banal.
Así fue que arribaron de Perú , con valijas cargadas de regalos, por aca hicieron
otro tanto, Gaby cocinó dos días seguidos y yo preparé, en un acto de audacia
que me enaltece, tragos peruanos: una “algarrobina”, que nunca sabré si salió
fiel a la original, pero los dejó tan o mas contentos que la auténtica (me parece
que se me fue la mano en el pisco pero, por ser tan dulce y espumosa pasó por
las venas directo al ombligo y pocas reuniones hubo tan risueñ as). Amparo se
dedicó a cosechar regalos, Libros, videos, remeras de y otras con las tres
reglas con las que los Incas organizaron su imperio “ ama sua, ama lulla y ama
quella” . Traduzco sin orden, no mientas, no robes, no seas perezoso. (La
cuestió n de no desear a la mujer de tu pró jimo no les importaba para nada a
los incas y a la luz del imperio que llegaron a construir antes de la llegada de
los blancos, no pareciera ser tan importante) Recolectó también mochilas
multicolores, hipopó tamos del má s tierno peluche con naricitas rosas,
golosinas, dulce de sauco, decomisado automá ticamente por su madre, un par
de botas fucsias y cosas que escapan a mi memoria. Dentro de la montañ a de
cosas, hubo un regalo que desató la parte mas vil de mi alma: un caja de
donde, al abrirla, salía mú sica pero adentro traía un diario personal y un
espejo. Hay dos cosas por las que peleo con mis nietos como una hampona :
los juguetes y los dulces, y no tengo ningú n límite ( salvo la fuerza física), en
persuadirlos embaucarlos o chantajearlos para obtener lo que quiero. En ese
caso “ quería ese diario” y comenzamos una negociació n infernal. La llamé a
un aparte y comencé el apriete.
-Un diario para escribirle adentro mis cosas – contesto con suficiencia y
mirá ndome con desconfianza porque me conoce.
-Pero ese es un diario raro porque tiene un espejo. Vos sabés que la abu
escribe y jamá s se mira al espejo
-Claro dijo Amparo, pero yo sí, no ves como tengo el pelo bien lisito y vos sos
toda rulosa
- Ampi -dije con voz suplicante- lo quiero tanto que soy capaz de desmayarme
- Me miró cual una cucaracha - (así me sentía) y con voz helada replicó – Abu,
no me gustan “las desmayaciones”!.
¡Que mal esta nota! ¡ Cuá n inoportuna en tiempos de bondad! Pero hay ciertos
lujos que só lo se puede dar la buena gente… Vacilo, no sé si soy buena gente,
pero cualquiera puede dar fe de mi paciencia que “ parece” interminable y de
mi buen humor a prueba de calamidades. La ira me es ajena quizá s mas por
vagancia que por bondad, pero cuando llega, nadie conoce su límite!
Todo empezó con dos puertas que dan a sendos patios y no cerraban. Busqué
durante cuatros añ os un herrero y el 10 de diciembre del 2.012 en lo que
parecía un prodigio divino, cayó a casa uno con altas calificaciones, señ or
moreno, de muy buenos modales, que derramaba eficiencia. Declaró que él se
haría cargo del arreglo, pasó el presupuesto, se llevó , obviamente, el adelanto
y comenzó la tarea. Cargó una de las puertas al hombro, desarmó la otra y
debería haber estado todo listo antes de que yo partiera a Có rdoba para las
Fiestas.No estuvo. Hube entonces de dejar una guardia para el señ or. Estando
en Có rdoba me mandó a avisar que el presupuesto había subido, con lo cual,
se le pagó lo que se le debía y se le debió lo que había aumentado hasta que
terminara el trabajo. El señ or se hizo humito con puerta y todo.En el piso
desarmada y dando pena quedó la otra.
Corrió el tiempo. Junto con el tiempo corrió el clima, se fue el verano rabioso y
comenzaron los primeros frescos. Llegó mi hija y su tribu de visita y como la
correntada era importante, no alcanzaban las frazadas. Al lado de la puerta
principal se sienta mi bien amado y toda esa larga espera estalló ayer, cuando
lo escuché estornudar.
La familia que jamá s me comprende, jura que me he vuelto loca, en voz baja,
porque es el ú nico momento en que me temen.
Quizá s vuelva, quizá s quede con la puerta cerrada para siempre, pero nadie
me quitará el alivio de tan fabulosa puteada .Seguramente el reino de los
cielos pertenezca a los buenos pero el reino de este mundo por el momento es
de los malos .Habrá otras soluciones mejor negociadas, pero no las conozco.
Sirva la presente como ú nico aviso para los pajarracos que en nombre de
diversas cosas, confunden mansedumbre con indefensió n o poder con abuso.
2 - El terror a las máquinas
El museo está todo rodeado por una escalera ascendente que comencé a
trepar esperando que en algú n lugar hubiera alguien que me diera una mano.
Inú til. Subí tres pisos cada vez má s desalentada hasta que de pronto vislumbré
delante mío a un boliviano. Era pequeñ o, morochito y con rasgos
inconfundibles. Parecía a punto de entrar y no se le notaba el terror que sin
duda podía verse en mi. Confiando profundamente en la solidaridad
latinoamericana, me abalancé a él. Le expliqué mi situació n, abrí mi billetera
para que él sacara el dinero de la entrada y terminé mi angustioso relato con
un “por favor, ayudame”.Esperaba que no fuera rencoroso por la Conquista de
los blancos pero, si así fuere, le explicaría que los polacos no tuvimos nada que
ver .Estaba preparada para todo menos … para que me contestara en inglés y
en lugar de boliviano resultara ser iraní. Igual nos entendimos de maravillas,
me franqueó la entrada y a la salida me invito a tomar un café.
Sobre mis posteriores andanzas parisinas con el iraní quizá s vuelva en otra
nota. Ahora quiero regresar al hall de entrada al cine y a ese miedo que nunca
cesa. Aquellos que no nacimos en la generació n de las maquinas y hemos
saltado del picaporte a los aparatos inteligentes, llevamos en la frente una
marca invisible. Detrá s de cada uno hay un héroe, alguien dispuesto a seguir
aunque nos cambien las reglas y los aparatos locamente. Con un agravante :
no se trata de aprender a manejar un aparato, se trata de aprender cada
versió n del mismo aparato que va saliendo al mercado ,a la que algo le han
cambiando con el solo fin de joderte la vida y vendértelo má s caro. Tampoco
se trata de que una quiera tener “el ú ltimo”, só lo que al que tenías, lo hacen
desaparecer en el acto. Quizá s estén todos juntos con las bolitas o los
calcetines impares y las divas que morían aferradas a un teléfono blanco y no
a un smart fhone inteligent .La película, preciosa
3 - Oda a mi mano derecha
¡Hay que ser hipocondríaca para andar molestando por un dedo, teniendo en
cuenta ademá s la cantidad de dedos que adornan todo nuestro cuerpo. Hasta
que una tarde sin má s aviso que ese, el dolor me tomo toda la mano, me dijo
mucho gusto y en el acto me agarró el codo. Llorando me decidí a llamar a un
médico (medallita de oro para esos má rtires que siempre comienzan diciendo
lo mismo: "Tenés que ir al médico, yo no puedo diagnosticarse por teléfono"...
y después, abducidos, persuadidos, vencidos por esta yegua que no saldría de
su casa ni para una amputació n, me ayudan a distancia).
El diagnó stico fue algo terminado en "itis" que bien podría haber sido otitis,
cistitis o neuritis, porque cualquiera de sus variantes, en la mano, se trata
igual: se inmoviliza con venda y se da desinflamantes. ¡Chau mariposa loca!
Diligentemente me hicieron el primer vendaje con una venda elá stica que
nunca supe por qué estaba en el botiquín (siempre pensé que era un souvenir
que se había traído mi viejo de la Segunda Guerra Mundial) El precioso
vendaje terminaba con tres vueltas de cinca scotch. Mirá si iba a gastar por
apenas unas horas... Como se verá , el optimismo no es siempre curativo, má s
bien te puede llevar a la ruina y con esa prepotencia de la salud me dije: "Ja, un
dedo tan estú pido no me va a parar". Pues bien, me paró , me sentó , me acostó
y me revolcó por el piso.
Fue inú til tratar de darme coraje con la imagen del Capitá n Garfio o con el
Manco de Lepanto... No me consta que ninguno de los dos se haya tenido que
lavar la cabeza con la mano izquierda, con la derecha envuelta en nylon
apuntando al techo. La vida se tornó una carrera de obstá culos y yo en una
cosa "miasmosa" (de miasma), entre "pataelante", histérica y aturdida. Hay
que meterse la omnipotencia hecha un rollito en lo profundo del corazó n para
pedir que te corten la comida que te pongan las medias...
¡Dios mío, todas esas cosas hacía mi despreciada mano derecha! Pero lo peor
fue la ropa interior. Me parece que en esta multitud de mujeres que puebla la
tierra, hay algunas que jamá s se ponen una bombacha, como las alegres
mujeres africanas, hay otras sú per sexis que se animan a andar por el mundo
sin nada, y otras como la firmante que nació con un calzó n tatuado en las
neuronas y ha pedido que, a la hora del final, constaten que debajo de la
mortaja lo tenga puesto.
Sin embargo, esa primera mañ ana, a las cinco para ser precisa, en que
descubrí que no tenía forma de ponérmela sola, la disyuntiva era fatal: o
despertaba a mi santo esposo que dormía entre pajaritos para que cortara su
descanso y comenzara la lucha con el calzó n, o me largaba por los mundo del
Señ or só lo con las calzas arriba del pijama, y abajo... ¡nada!
¿Y ahora? ¿Por el mundo sin calzones? La mano dolía pero mi amor propio me
hubiera matado si tenía que hablar al trabajo para explicar: "No voy porque no
me puedo poner los calzones. ¡Antes la muerte que el escarnio!", me dije, y
sintiéndome heroica pero desconcertada, algo así como una modelito
atravesada por una idea, salí al mundo pidiendo al chofer del taxi que
manejara despacito, sin má s explicaciones.
Tuve un día de perros, y di mal día a todos. Pido disculpas a los que ofendí
pero hay algo de mi buen humor natural que está directamente ligado a los
calzones, tema que llevaré a aná lisis cuando ya no me importe.
Algo flotaba allí, de un coraje extremo e imposible, y un desdén por ese valor
callado, cotidiano y manso que nunca se expresa a trompadas, y sin embargo
nos sostiene razonablemente vivos. Triste
5 - A mí, discrimíname
Hace unos días llegó a la radio, una revista con una nota con muchas fotos que
decía: "Fulana tiene un novio negro". Las fotos mostraban a la fulana
( famosa), entrado en añ os y carnes, con una imbatible sonrisa de satisfacció n
y un negro joven grandote, estilizado y bello a su lado.
Me gustaría que quedara en claro que estoy a favor de cuanta ley se haya
dictado o se vaya a dictar en contra de la discriminació n.
Pero cuando esto se infiltra en el lenguaje!!! Cuando un escritor debe poner "
afroamaericano nativo", (¿cual sería el sinó nimo acá ?: ¡negro ¡divino chuik!? .
Me suena incorrecto). Leia con una sonrisa a un colega que escribía "individuo
de origen andino", en lugar de "koya".É l solo delata qué piensa que los koyas
para buscar un sinó nimo tan rebuscado. Es semejante a cuando a un judío
argentino le dicen israelita. Pó ngale la firma, quien lo dice piensa que judío,
significa judío de mierda.
SOY PUTA
SOY NEGRO
SOY MARICA
SOY MORO
SOY SUDACA
SOY MUJER
Y vamos a los papeles. Alguien podría decirme que guardar una boleta de
ENTEL, Segba u Obras Sanitarias de la Nació n es demencial. Pero también lo
era cuando nos cobraban diez añ os juntos ¡que ya habíamos pagado! Y el que
se quema con leche... guarda todas las facturas. Por el contrario, fue
maravilloso encontrar una cartita para el día de la madre donde mi hijito de
siete añ os me declara su amor (doblemente conmovedora, porque después
llegó a ser un prestigioso psicoanalista Lacaniano, resolvió su Edipo y ya no
me quiere má s); poemas de mi hija adolescente; cartas de mis padres; y hasta
cartas de amor mías (espero que a mi marido) que navegaban todavía en el
mar de papeles.
Y ahora, que ya saben las cosas que guardo, les habrá quedado en claro el
grado y tipo de mi chifladura. No conozco lo que ustedes guardan, pero espero
seguir contando con vuestras simpatías.
7 - ¿Feliz, joven y bella? Conmigo no cuenten
Estos tres adjetivos son los que demanda la sociedad actual para "pertenecer".
Esas tres cualidades, segú n las publicidades por ejemplo, nos permiten
alcanzar desde un celular de ú ltima generació n, a una dorada playa de Miami y
encontrar el perfecto amor de ese otro perfecto, feliz joven y bello.
¡Ma fangulo! Analicemos los rubros. Me encantaría saber quién después de los
cuatro añ os es feliz, personalmente declaro que no lo soy, que persigo la
felicidad y me inclino a ella como los girasoles al sol, y que "de vez en cuando
la vida toma conmigo un café" y la paso maravilloso. Tengo hijos, nietos,
trabajo, pareja, amigos, disfruto del cine, de los libros, los á rboles y mis
"alegrías del hogar" y hasta estoy medianamente contenta con lo que soy
"porque veo al final de mi largo camino que yo fui el arquitecto de mi propio
destino". Pero cada una de esas cartas sonrientes tienen en el reverso una
lá grima.
Por cada una de las cosas que río, indefectiblemente en algú n momento lloro.
De eso y no de caritas felices se trata esta cosa que es la vida Veamos ahora el
rubro "joven". Y mejor que mirar, pasemos por alto. No soy joven, no es mi
culpa, apenas soy saludable que es la forma de juventud que me va quedando.
No califico para un desnudo, por ende jamá s entraré a esa dorada playa de la
publicidad. ¡A joderse! (Tampoco cuenten conmigo para una apología de la
vejez, esa larga cinta que te aproxima a la muerte. ¡Justamente a mí, que soy
inmortal!)
Claramente no reú no las condiciones necesarias ni para ganarme una pila del
control remoto en esa gran rifa de bienes que la sociedad me ofrece. Habiendo
reconocido la derrota me queda una pregunta: ¿es que existe alguien
indubitablemente joven, abrasadoramente bello e incansablemente feliz?
Mucho me temo que no. Habrá quien sea joven y poco agraciado, lindo pero
desdichado y Pero con seguridad nadie ostenta todo junto ¿entonces? No hay
mayor moraleja.
Pero no es cierto que a la "gente fea le pasen cosas feas", só lo ocurre que a los
idiotas les ocurren cosas ídem. Digo que no a tanta mentira porque una de las
primeras formas de la desdicha es creérselas. Y si bien no confío en la
felicidad, el buen humor es un buen sustituto innegociable y a veces tanta
tilinguería junta termina por quitá rmelo. Vuestra y quizá s obvia
Con la que juntos lloramos a algú n muerto y celebramos a algú n hijo, casi con
seguridad compartimos un vino y reímos o nos lamentamos por nuestros
insensatos amores
Una amiga está para lo grande y lo pequeñ o, compartiendo sin decirlo esa
curiosa manera de ver el mundo que tenemos las mujeres donde lo
importante y lo intrascendente se entretejen permanentemente. Así podemos
pasar de la receta de un biscochuelo a una mastectomía, de la pilcha para una
fiesta al comentario de un divorcio, de política, al cine, en ese extrañ o
laberinto de hormigas borrachas que es la partitura de la charla de las
mujeres. Bá sicamente compartimos, aun a distancia, un pasado que se
entrelaza, donde sabemos que nada hubiese sido igual sin su presencia. La que
se toma un ó mnibus o un avió n sin avisar, disfrazada de paquete, o nos
arrastra de los pelos a un cine o a un teatro cuando nos ve tristona, luego de
haber fracasado con un vino o un té.
Son las que jamá s hablará n mal de la otra en pú blico y guardará un secreto
hasta los extremos que quería Borges: el olvido. Saben hablar y saben de una
manera inigualable, guardar silencio, sin que implique ni expectativa, ni
censura. Solo ese dejarse estar como un ocioso jazmín al sol. Pero, justo es
reconocerlo, ese son extrañ os momentos entre amigas, que siempre
encontramos algo para hacer, mientras charlamos porque hemos sido
educadas en el rechazo del ocio… depilarnos ya nos parece un trabajo . Y lo es
Asi que cuando escucho a las adolescentes gritarse ¡amiga! , me pregunto qué
significará la palabra para ellas…. Bue, mejor que “boludo” suena.
8 - La salud me enferma
Sé que el cigarrillo hace mal y, como la misma vida, mata. Estoy tratando de
dejarlo, pero voy de fracaso en fracaso y... fumo!.
Fui empujada al vicio, tentada y aplaudida por la sociedad toda. Educada por
Holywood, ellos me enseñ aron que si, como Marilyn o Rita Hayworth, fumaba,
sería una joven sensual e irresistible que al sacar un cigarrillo los hombres
má s apetecibles de los alrededores, saltarían al unísono para prendérmelo.
Era imposible pensar en el erotismo sin una bocanada de humo porque
"fumando espero al hombre que yo quiero". Todo parecía indicar que las cosas
má s deliciosas de la vida ocurrían con "un whisky antes y un cigarrillo
después".
Tarde descubrí que Holywood miente, que nada va mejor con Coca Cola y que
un cigarrillo después delata dos cosas insoportables: primero que una mujer
está dispuesta a hablar (cosa que los varones odian en general pero en ese
momento en particular) y que, a mi juicio, ha quedado insatisfecha (al menos
todavía tiene alguna pavada para decir en lugar de quedarse sin aliento que es
lo que Dios manda).
Cuando la sociedad cambió pasamos de sexi a ser un bicho repugnante y
perseguido. Los no fumadores me destratan en nombre de la buena salud, que
dudo mucho que ellos tengan.
Todos tienen algo para decirnos. El señ or que fue maltrado por su mujer, a
falta de perro para patear nos gruñ irá en cualquier esquina. Lla señ ora
brutalmente anorgá smica, descargará sobre nosotros su malhumor ová rico. El
joven que huele a patas, genitales mal lavados y un resto de marihuana,
descubre que la ú nica superioridad que tienen sobre nosotros es que nosotros
fumamos.
De esa masa que nos repudia sin cansarse se perfilan algunos prototipos
-Los apó stoles de la salud, que antes de preguntar có mo andá s, se lanzan a
explicarnos có mo nos vamos a morir.
-Los que afirman que detestan el olor a humo, sin pensar que su perfume nos
puede dar nauseas o que el desodorante los abandonó cuando comenzó el
verano.
-Los que creen con fuerza de fe, que ser fumador pasivo es má s letal que un
rayo en la sesera.
¿Saben ustedes que el colesterol mata má s que el tabaco ¿Se oponen con igual
tenacidad a los fritos y sus etcéteras?
No veo señ ores cruzados, la misma pasió n puesta en el alcohol. Esta bien, los
felicito, no fumen, pero por favor ¡no jodan!
9 - ¿Tenés celular? ¡Temé por tu vida!
Cayó así en mis manos el ú ltimo modelo de no se qué cosa, en reemplazo del
finado. Obvio que no le tengo simpatía. Obvio también que tuve que empezar
de cero a manejarlo. Inú til es decir que mi ú nica habilidad es tocar el timbre,
así que estuve varios días, só lo mirá ndolo. Después me dije: "Sé racional, leé
las instrucciones".
Desplegué entonces una especie de manual que venía adentro de la cajita, con
letra de prospecto médico y me senté. Por suerte. Porque si no, me caía de
culo. (Perdó n). A poco de leer tenía la piel de gallina ¿Ustedes saben las cosas
horribles que les pueden pasar por tener uno de estos bichos? Paso a
compartir la informació n y a dar una alerta a la sociedad toda.
¿Pero qué mierda me han vendido? ¿el arma preferida de Bin Laden? Pero
sigamos. La lucecita parpadeante que anuncia que hay un mensaje y que una
diría que es de una inocencia angelical... es un engañ o. Prendan todas las
alarmas. ¡¡¡Alerta!!! Atiendan el Apocalipsis que puede desatar: "ataques
epilépticos o desmayos peligrosos. En caso de que su uso provoque
desorientació n, pérdida de la conciencia, sacudidas, convulsiones o
movimientos involuntarios deje utilizarlo de inmediato y consulte a un
médico".
¿Para qué les voy a contar lo que puede ocurrir si usted prende el aparato en
presencia de gases? ¡Me limito a decirles que no lo hagan en sus hogares!
Por armas menos letales, los americanos invadieron Irak. Intenté elevar una
queja pero siempre siguiendo las instrucciones debía comunicarme
directamente con Canadá , lo que me daría un ataque de epilepsia en cuanto
me llegara la cuenta de teléfono.
Finalmente calmé mi paranoia y lo estoy usando. Me siento por primera vez
en la vida heroica, aunque no dejo de pensar que mi vieja licuadora nunca me
dio esos disgustos, y la aprendí a manejar má s rá pido. Aguanten las palomas
mensajera! .
10 - ¿Qué se hace con las penas, que dan tanta pena?
Para saber qué es una pena bien vale distinguirla de otras primas hermanas,
por ejemplo: una preocupació n.
Por ejemplo, tengo un maldito cheque de una empresa que dice "no a la
orden" y le han puesto dos rayitas. Ignorante como soy de todo trá mite
bancario, se lo llevé alegremente a mi dentista Jorge Paladino, quien con una
imperturbable sonrisa me lo devolvió . Así anduve por el mundo con el cheque
mientras almas amigas me daban instrucciones en sá nscrito y el tema todavía
me preocupa, pero, en cuanto entienda bien ¡lo soluciono!
¡Nada que ver con una pena! Cualquier preocupació n tiene ademá s una fecha
de vencimiento, o porque uno lo solucionó o porque ya está tan incorporada a
nuestras vidas que la llevamos sin sentirla. La pena, por el contrario, viene
siempre de algo que no tiene ninguna solució n, en ese punto se parece a la
nostalgia. Una nostalgia es una pena pasada por almíbar. Pero una nostalgia se
satisface entregá ndose a ella. Indica siempre que al menos a una le ha pasado
algo tan bueno como para nostalgiarlo.
La pena no responde a esa razó n, te cae del cielo como un bostezo de Dios (ni
siquiera una ira, que siempre son llamativas y aparatosas, arden las zarzas y
hasta quizá s, una aparezca en Cró nica por el escá ndalo causado). Una pena
siempre es grisecita. Los ú nicos que le encuentran un buen destino son los
poetas; para todos los demá s mortales es como tener piojos metafísicos, no se
puede andar contá ndola sin que te miren mal o hasta te hagan a un lado por
piojosa o penosa.
El mejor lugar es, sin duda, la oreja de alguien… pero atenti! Una no quiere
ponerla en las orejas de un hijo (ni lo voy a explicar), también es muy de
renacuaja abrumar a un amigo del alma. Si realmente nos quiere, ¡les vamos a
tirar una tristeza justo a un amigo! Mejor, no. Es altamente peligroso tratar de
deshacerse de una pena en el trabajo. En todos los laburos que he tenido la
consigna va siempre entre la loca alegría de la Coca Cola al sobrio, "acá
estamos todos bien y sanitos. O no estamos".
Siguiendo el cerco que va estableciendo esta ló gica, nos quedarían las "orejas"
de servidores pú blicos desconocidos, pero, salvo que una tenga alguna
delació n importante, no me imagino parando a un policía para contarle una
pena. Si ademá s una lleva en la venas sangre anarquista, y un poco
delincuencial, la idea de "delatar" nos descompone.
Nos queda entonces ir a contá rsela a un analista o a un cura. Con los curas me
pasa lo mismo que con los policías, y mi analista (al que ademá s tengo que
pagarle) me diría que "hay que elaborar el duelo", signifique eso lo que
signifique.
A mí me parece que lo que quiere decir es: "ya va a pasar", frase exigua que
desmerece mi dolor y ademá s me cuesta un disparate. Frase que decía mi
mamá y la vida misma no se cansa de repetirme. Yo estoy convencida. Pero mi
pena no.
Por eso creo que el mejor lugar para poner una pena es en el bolsillo. No la
tenemos siempre a la vista, no molesta tanto como llevarla en el corazó n,
nadie puede verla o adivinarla en nuestros ojos y tal vez, solo tal vez, como
tantas otras cosas que se nos han caído de ese lugar, podamos perderla en una
esquina y se la lleve un mal señ or que sí se la merece, ¡no como una!
11- Ortografía ¿no iba con h?
Pertenezco a la época de "la letra con sangre entra", pedagogía algo brutal
pero que algunas cosas tenía de bueno: por ejemplo que en medio de mis
naufragios de memoria todavía recuerdo la tabla del ocho. Conocimiento que
ni antes, ni ahora me sirvió para un carajo.
Quizá s esa sea la primera crítica para hacerle a ese sistema tan poco
pedagó gico: la cantidad de cosas inú tiles que llegamos a aprender.
Tengo también grabado a fuego las reglas ortográ ficas "m antes de b", "bra,
bre, bri bro bru, todas con b larga..." etcétera. Sin embargo, tengo la peor
ortografía del mundo.
Hay quienes dicen que esa ciencia infusa se aprende leyendo, doy fe que no.
Lo primero que dice un operario que entra a mi casa es "¿pero usted leyó
todos esos libros?" Me gustaría responderle que leí algunas bibliotecas má s,
que de puro desatinada fui devolviendo. En cambio só lo sonrío en silencio,
porque no sé si eso va a subir en algo el presupuesto que me está por pasar.
Desmiento entonces, terminante, que el leer tenga algo que ver con la
ortografía, a lo sumo después de algunos miles de libros sobresalta la palabra
haiga.
Durante mucho tiempo creí que era una cuestió n de dislexia, que me sonaba
má s paquete que decir: soy bestia.
Y este largo preá mbulo culmina en só lo estas escasas líneas: pido perdó n por
cada error que se me pase, y que se dispense a todo corrector, porque nunca
me han podido atajar, reformar o componer. Só lo prometo que tenazmente lo
seguiré intentando. Mientras espero que tenaz termine en z, porque puedo
reemplazarlo por "faná tica, aplicada, terca, devota, insistente, empeñ osa,
obstinada y machaconamente" (Obsesivamente no, porque ya dudo)
Sobre la autora
Sus libros han tenido una gran repercusió n y son objeto de sucesivas
reimpresiones. Publicó anteriormente: "El descabellado oficio de ser mujer",
"De varones, mujeres y otros percances", "Oíd mujeres el grito sagrado", "Una
Eva sin Adanes", "Mujeres Por la Mitad de la Vida"
Acaloradas 2002
Mujeres Por la Mitad de la Vida 2003