Mujeres de Taco Bajo - Wargon, Cristina

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Table of Contents

MUJERES DE TACO BAJO

PALABRAS DE LA AUTORA

1 CAPITULO UNO: ANIMALITOS DE DIOS

1 - ¡Nadie se atreva a sacarme las calzas!

2 - Mujeres seguidoras

3 - ¿Qué es una mujer corta pitos?

4 - Consejo de oro: nunca seas una mujer comprensiva

5 - A veces te extrañ o... Gordito plomazo

6 - Telo dije

7 - Hola Wargon

8 - Oda al varó n que huye

9 - El peor pecado que un hombre puede cometer: Aburrirlas

10 - Mujer que mucho cuida, mucho mata

CAPITULO DOS: TACONEANDO

1 - Despedida en Cocodrilo

2 - Andá a meditar a Kalananpur

3 - Noches de radio, sushi y champagne

4 - Medianoche no es mi hora: El Birra, el Gordo y el Negro

5 - Tareas imposibles: poniéndome linda


6 - Trá mites miserables: ¡Matate Wargon!

7 - Una polaca y una china - Igual: doce huevos

8 - Volviendo. Señ or! Propá sese por favor!

9 - Soy todo un éxito... ¡para los fracasos!

10- El yoga ¿Será para mí?

CAPITULO TRES: FAMILIA HABEMUS

1 - Todo lo que te espera para ser un padre exitoso.

2 - ¡Feliz cumpleañ os, hija!

3 - Todo un añ o al estilo Job: se hace difícil llegar a Rio

4 - Feliz Añ o Nuevo para la señ orita Silvia

5 - ¡Cuá ndo inventaron los huevos de Pascua!

6 - Serias jodas de la abuelitud

7 – Vacaciones ¡por fin!

8 - ¿Sabré contar un cuento?

9 - Charlas enloquecidas

10 - Un suegro también es un varó n

11 - Con mi nieta : fiestas y peleas

CAPITULO CUATRO: UN POCO DE TODO

1 - El dulce alivio de mandar al carajo

2 - El terror a las má quinas

3 - Oda a mi mano derecha


4 - Boxeo: ¿No les da vergü enza?

5 - A mí, discrimíname

6 - Dime qué guardas, y te diré quién eres

7 - ¿Feliz, joven y bella? Conmigo no cuenten

8 - La salud me enferma

9 - ¿Tenés celular? ¡Temé por tu vida!

10 - ¿Qué se hace con las penas, que dan tanta pena?

11- Ortografía ¿no iba con h?


MUJERES DE TACO BAJO

Cristina Wargon
Índice

MUJERES DE TACO BAJO

PALABRAS DE LA AUTORA

1 CAPITULO UNO: ANIMALITOS DE DIOS

1 - ¡Nadie se atreva a sacarme las calzas!

2 - Mujeres seguidoras

3 - ¿Qué es una mujer corta pitos?

4 - Consejo de oro: nunca seas una mujer comprensiva

5 - A veces te extrañ o... Gordito plomazo

6 - Telo dije

7 - Hola Wargon

8 - Oda al varó n que huye

9 - El peor pecado que un hombre puede cometer: Aburrirlas

10 - Mujer que mucho cuida, mucho mata


CAPITULO DOS: TACONEANDO

1 - Despedida en Cocodrilo

2 - Andá a meditar a Kalananpur

3 - Noches de radio, sushi y champagne

4 - Medianoche no es mi hora: El Birra, el Gordo y el Negro

5 - Tareas imposibles: poniéndome linda

6 - Trá mites miserables: ¡Matate Wargon!

7 - Una polaca y una china - Igual: doce huevos

8 - Volviendo. Señ or! Propá sese por favor!

9 - Soy todo un éxito... ¡para los fracasos!

10- El yoga ¿Será para mí?

CAPITULO TRES: FAMILIA HABEMUS

1 - Todo lo que te espera para ser un padre exitoso.


2 - ¡Feliz cumpleañ os, hija!

3 - Todo un añ o al estilo Job: se hace difícil llegar a Rio

4 - Feliz Añ o Nuevo para la señ orita Silvia

5 - ¡Cuá ndo inventaron los huevos de Pascua!

6 - Serias jodas de la abuelitud

7 – Vacaciones ¡por fin!

8 - ¿Sabré contar un cuento?

9 - Charlas enloquecidas

10 - Un suegro también es un varó n

11 - Con mi nieta : fiestas y peleas

CAPITULO CUATRO: UN POCO DE TODO

1 - El dulce alivio de mandar al carajo

2 - El terror a las má quinas

3 - Oda a mi mano derecha

4 - Boxeo: ¿No les da vergü enza?

5 - A mí, discrimíname

6 - Dime qué guardas, y te diré quién eres


7 - ¿Feliz, joven y bella? Conmigo no cuenten

8 - La salud me enferma

9 - ¿Tenés celular? ¡Temé por tu vida!

10 - ¿Qué se hace con las penas, que dan tanta pena?

11- Ortografía ¿no iba con h?


Palabras previas de la autora

Todo libro que se precie debe explicarse a si mismo, pero me siento obligada a
explicar el por qué del titulo de este libro: “Mujeres de taco bajo”. Bien podría
citar el Eclesiastés: “Hay un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un
tiempo para plantar, y un tiempo para los tacos bajos” O con gran desparpajo
citarme a mi misma: “La mujer que se baja de los tacos se baja de la juventud”.

Pero ninguna de las frases terminan de convencerme, porque salta a la vista,


que este libro es “mas de lo mismo”, solo que desde otro lado. Bajarse de los
tacos, no es renunciar la fascinació n de esos zapatos que significaron el sumun
del glamour pero sí, haber dejado en el camino, las furiosos treinta, los
suculentos cuarenta y los sorpresivos cincuenta y descubrir con asombro , que
todavía nos queda una vida, llena de vida , valga la redundancia. Solo que una
ha aprendido a saborearla má s despacio, desde una posició n mas relajada.
Mas de lo mismo pero desde otro á ngulo, es “otra cosa”, tan revuelta y confusa
como las anteriores, pero otra cosa al fin. Me ayuda Alejandra Pizarnik a
redondear la idea.

“una mirada desde la alcantarilla

puede ser una visió n del mundo

la rebelió n consiste en mirar una

rosa

hasta pulverizarse los ojos”


Capitulo Uno: Animalitos de Dios
1 - ¡Nadie se atreva a sacarme las calzas!

La vida de una mujer con respecto a la moda, es una larga carrera de


obstá culos, contratiempos, contramarchas y torturas. Cuando aprendimos a
desplazarnos en borceguíes, llegaron los tacos agujas, de allí hubo que saltar a
las chatitas, remontarse después a las plataformas y así, hasta que el coraje
diera. Inú til es que los expertos pronostiquen lordosis, esguinces,
quebraduras y piernas ortopédicas. Allá vamos todas en ese carrusel loco
hasta que alguna, en edad de la sensatez se enamora de las zapatillas y se baja
para siempre de esa carrera impía.

Iguales torturas ocurren con el pelo. Mi generació n se lo encrespó con ruleros,


se lo estiró con “ tocas”, y como desgreñ adas precursoras lo planchá bamos
con la Atma y un papel! Hasta que un día también descubrimos el encanto y la
comodidad de los rulos. Y la maravilla de lavarse el pelo y dejar que Dios se
hiciera cargo del peinado.

Con la ropa ocurrió otro tanto, después de padecer las faldas campana plato
con un “cinturete” y los talle princesa, llegó el alivio en forma de jean ( por ese
entonces “ vaqueros”) y todo comenzó a ser maravilloso .Cuando apareció lo
adopté y lo quería usar hasta para casarme. No se había inventado hasta
entonces una prenta tan maravillosa.

Acompañ a bien una remera y hasta me siento de alto glamour cuando me los
pongo con el gato tres cuartos ( ex tapado de leopardo que me llegó en
herencia de la tia Nena pero como la tia era tan chiquitita a mi me queda corto
por donde se lo mire) ¡ Y a no joder los ecologistas que ese bicho estaba
muerto antes de que yo naciera

Sin embargo, cuando pensé que iba a ser enterrada con un jean… me
regalaron ¡calzas!. Y allí señ ores, entré al Paraíso.

Segú n se sabe hay pocas verdades que una quiera oír, y hay algo que siempre
te dice la verdad: el botó n del jean, Puede mentirte tu madre, “deben”
mentirte tus hombres, ni que hablar de los hijos, pero, impertérrito,
incorruptible ,el jean siempre es verdadero. Basta una galletita de má s para
que los rollos de los costados comiencen a leudar y si vamos contra su
advertencia, conseguiremos convertir la panza en papada, pero jamá s hacerla
desaparecer. En cambio las calzas son suaves y mentirosas, parecen decir:
siempre está s igual y si no, yo tiernamente te acomodo el rollo para que no te
sobresalga como un buche. Es una prenda dulce, engañ osa, gauchita, barata y
llena de fantasías. En cuanto una se las pone piensa que echará a correr para
aprovechar ese costado gimná stico que sugiere… Só lo piensa, porque mover el
trasero es otra cosa… Eso lo haremos, seguro, algú n otro día

Si queda elegante o no? Perdonen ustedes pero a mi edad, es elegante todo lo


que me queda có modo. ¿Si no es demasiado juvenil para una señ ora que peina
canas?. Vuelvo a contestar: cualquier prenda que me pueda poner sin esfuerzo
y con alegría, “es” para mi edad! Me encanta también saber que las calzas
provienen de America, que recién después del descubrimiento llegaron a
Europa. Comenzaron siendo de estricto uso varonil, indicaban origen noble si
eran color bermelló n y siempre sugerían el tamañ o… de la nobleza. Me pone
contenta, saber que, de vuelta en America, me las pongo color negro (que
indican Abasto) y me siento feliz cualquier helada mañ ana de Buenos Aires
2 - Mujeres seguidoras

A veces pienso, pura teoría, que las mujeres somos seres extremos, en el amor,
el odio, la perfecció n, la inutilidad, la obsesió n y las devociones peligrosas.
Nada má s suicida que una mujer seguidora. Vaya como ejemplo la patética
historia de esta amiga.

Anabela al África

Este relato lo tengo de primera mano porque Anabel era compañ era mía de
gimnasia y nos veíamos varias veces por semana. Rubia soñ ada, estado civil
“separá ndose”, con tres hijos, secretaria ejecutiva de alguna parte. Su vida
transcurría entre los chicos, el trabajo y esa guerra desgastante que es
siempre un divorcio.

Cuando una tibia mañ ana de otoñ o porteñ o entró a su oficina un negro. La
descripció n del señ or no es fidedigna, pues fue hecha por unos ojos
obnubilados por el amor, a primera vista. Segú n Anabel, tenía la sonrisa má s
blanca aú n que nuestras estrellas de la televisió n, era alto con un físico
noqueante y una ternura que se le notaba en el acto (me parece que esto
ú ltimo corre por cuenta de la obnubilació n antes citada). Cinco minutos
después se iniciaba el romance que sumaba a sus encantos los riesgos de ser
descubierta por su casi ex marido (que aú n entendía que tenía parte del título
de propiedad de mi amiga).

El nombre del amado era tan absolutamente impronunciable que optaron por
un Peter, se comunicaban en inglés y hacían el amor en dialecto africano, lo
que entiendo es competencia desleal para nuestros hombres blanquitos.

Corrió el otoñ o, Peter murió de frío y de amor durante el invierno, y mi amiga


se mantuvo ardiente bajo cualquier clima. Luego llegó el verano y cuando se
acercaba Navidad, justo cuando salía el divorcio de Anabela, Peter anunció
que debía regresar a Á frica por sus padres. Pero que en marzo la esperaba a
ella en Senegal para formalizar todo y volver juntos a la Argentina.

Me gustaría olvidar esos meses de obsesió n. Si una mujer es normalmente


machacante con el tema de la ropa, mi amiga, que tenía que formalizar un
casamiento en Á frica, nos dejó a todas al borde del desquicio con su ajuar

- Liviano, por el calor -apuntaba yo, siempre pragmá tica

- Con algo que incluya frutas -insistía otra, con cierto tropicalismo mal
digerido

- ¿Tal vez un mono en la cabeza? -completaba yo, sistemá ticamente abucheada

Hubo finalmente que ubicar los tres niñ os en casas de amigas solidarias y
Anabela, en medio de los idus de marzo, partió desde Ezeiza hacia Jartú n
(capital de Sudá n, segú n lo que googleamos).
La despedimos cuatro amigas deseá ndole lo mejor, pero presintiendo lo peor.
Ninguna sabía cuá n peor iba a ser la cuestió n. El maravilloso Peter, o como
cuernos se llamara, la aguardaba en el aeropuerto. Imagino que con tres mil
grados a la sombra. De allí en má s, se suponía que la presentara a los padres, y
después el rito propiamente dicho, que a todas nos quedaba confuso. Es que la
emoció n de historia tan romá ntica nos había distorsionado un poco el sentido
comú n.

Pero lo cierto es que Peter la recibió amorosamente, la ubicó en un hotel cinco


estrellas, donde se desquitaron de los meses de ausencia con bramidos de
elefantes, y después de pedir algo frugal para comer Peter dijo: ya vuelvo, y
salió .

Esa noche, cuando no volvió , Anabela cayó en cuenta que los africanos
también fuman y le cabía el clá sico: "salió a comprar cigarrillos". Pasada las
cuarenta y ocho horas, entró en pá nico. Hablaba a Buenos Aires y de aquí le
aconsejá bamos que fuera a la Embajada, pero Anabela no estaba dispuesta a
darse por vencida, ella sabía que “Peter era una persona muy ocupada, que se
amaban, que iba a volver aclarando todo y que apenas si estaba un poquito
ansiosa, má s que todo por el idioma, ¿viste?" y ademá s, él había dejado pagado
el hotel por doce días.

La solidaridad femenina se estiró a lo largo de los continentes. “No te


preocupes por los chicos” la calmaba una; “Tomá sol” le aconsejaba otra; “Pedí
caviar todas las noches (esa era yo, por supuesto). A fin de mes todas pagamos
fortunas de teléfonos, pero Anabela se mantuvo en Á frica, esperando.
En el día exactamente doceavo cayó Peter, con su sonrisa reluciente y su
dulzura sin mengua. Sin dejar de sonreír la hizo sentar y le explicó
tiernamente que tenía otras cinco esposas, que no se lo había contado en
Buenos Aires porque le parecía un detalle menor, pero que a veces esa
situació n y su trabajo lo mantenían terriblemente ocupado.

¡Pero allí estaba! Sus padres estaban contentos y todas sus esposas conformes,
él era una persona de palabra y....

Quisiera resumir. Hay un hotel cinco estrellas en Jartú n, Senegal, que tiene
todos los ceniceros, lá mparas y otros pequeñ os objetos, nuevos. Mi amiga no
ha vuelto a salir con ningú n caballero que exceda en diez metros el barrio
donde nació . Y yo me quedé pensando que en este tema de "devocionar" a un
señ or... a alguna de nosotras nos falta la palanca de frenos y nos sobra locura.
3 - ¿Qué es una mujer corta pitos?

Para saber como es una mujer corta pitos, basta con fijarse en estas nuevas
generaciones: son divinas, libres, independientes, creativas, graciosas pero...
corta pitos.

Para poder acercarme a una definició n de estas chicas , primero es necesario


mirar a los varones ,seres deliciosos, indispensables, a veces tiernos, algo
lisitos, pero bá sicamente frá giles, muyyyyy frá giles. Estos chicos necesitan
siempre una mirada femenina que les diga, como el espejito de Blancanieves,
cuan divinos ,inteligentes, potentes y "largos" son. Só lo la perseverancia de
esa mirada es la que los sostiene erguidos y razonablemente victoriosos en las
lides del amor.

Pues bien , comprendo que tantos milenios de jurarles que son lo má s, cuando
en verdad son de discretos a medianitos, y hasta patéticos, terminaron por
hartar definitivamente a las chicas que no gastan ni cinco centavos de su
piedad en ellos

De este brutal sinceramiento de las mujeres, nace la generació n del corte.


Lejos quedaron los versos de Juana de Ibarbourou “Que es esto? ¡Prodigio! Mis
manos florecen. Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.… a las chicas les han
crecido tijeras. El objeto a cortar es en ú ltima instancia el tierno miembro de
ellos. Esta nueva generació n de chicas que no mienten, salvo en defensa
propia. (Si los ven medios tontuelos, son incapaces de dejarlos ganar a las
cartas, como hacía sabiamente una amiga con un marido totalmente idiota que
supo conseguir.)
Cada vez que una de estas briosas potras, demuestra a un varó n lo
insignificante que es, le rebana un pedacito. Y así van por el mundo los
varones perdiendo rebanaditas a manos de estas implacables tijeras.

Apunto como al pasar algunos tips clá sicos

- Le demostrá s que podés abrirte sola las puertas y las latas difíciles- El pibe
que está al lado pierde unos milímetros del prepucio

- Lo levantá s sin vacilar en una fiesta, - cortá s otro poquito (má s un probable
fracaso de cama)

- Proveés la plata de tu hogar o ganá s mas que él y se lo hacés notar- van otros
milímetros

- Le discutís todo y le ganas en un setenta por ciento , ¡ Ay!

- Declará s a quien quiera oirte que en tu vida, antes que nada está tu profesió n

-Te ufaná s en una fiesta de tener todo tipo de juguetes sexuales que no fallan
nunca ( un levísimo revoleo de mirada hacia tu acompañ ante dejará en claro a
quien se le terminan las pilas antes ) Allí va una gran rebanada de prepucio
finamente seccionado
- Si sumamos ya van cortado casi tres centímetros y ni en su mejor momento
hay tanto para cortar por ahí

-Sos capaz de afirmar que los varones ya no son necesarios porque una
probeta es má s ú til y má s higiénica.... Bue, en ese caso…!te merecés la
probeta.!

Si de todo lo anterior alguien quiere entender que he abjurado de protestar


por los abusos masculinos ¡jamá s!, Solo reivindico aquella vieja astucia,
femenina que era capaz de pensar cosas aun peores guardando silencio!
Ninguna de las niñ as encuestadas me ha podido explicar para qué sirve un
varó n sin su pito
4 - Consejo de oro: nunca seas una mujer comprensiva

Las mujeres podemos ser divididas de distintos modos: tetonas o tablas,


lindas y fuleras, rubias o morochas y demá s obviedades Pero cuando el tiempo
avanza va quedando de cada una su condició n esencial, esa que se mantiene
en alto cuando las lolas se han caído. Esa parte del alma que se hace invisible
por la extrema luz de la juventud.¿ Quien puede ver y a quién le importa que
esa bella jovenzuela albergue un almita mezquina, iracunda, o que sea
bá sicamente comprensiva?

Me detengo en estas ú ltimas y alzo mi voz de alerta: si pueden elegir, ¡nunca


sean una mujer comprensiva!

Esta clase de hermanas comienzan su carrera de niñ itas pensando que el


crá pula de compañ erito que jamá s llevo un ú til de puro vago, les roba sus
lapicitos porque "el pobre se los olvida". Continú an en la adolescencia
creyendo que esos tampax que encontró en el tachito de basura de su novio en
realidad pertenecen a la señ ora que limpia

Comprenden también cuando ese clá sico varó n que se fue sin decir mu
regresa y en el acto entienden que viene en busca del amor, cuando el guanaco
trae tres forros en el bolsillo.

Por ese largo camino de la comprensió n, se explican perfectamente que su


marido (cuando lo tienen) salga todos lo jueves, viernes y sá bado por la noche.
A jugar al truco, las bolitas o la mona peluda (¿debo explicar que a esta altura
sus cuernos invaden todo el barrio?)

A la hora de ser mamá , son capaces de dar la teta hasta los catorce añ os, y
dejarlos dormir en su cama hasta los veinticinco.

Soportan con una sonrisa los portazos de la adolescencia y los desamores de


la adultez Su palabra favorita es "pobrecito" y parecen tan buenas, pero tan
buenas, que cualquier día como Remedios, la bella, pueden a subir al cielo
mientras sacuden una sá bana y perdiéndose para siempre "en los altos aires
donde no podían alcanzarla ni los má s altos pá jaros de la memoria"

Puaj ¡Ni la incierta recompensa del cielo (si existe no puede estar lleno de
semejantes aparatos) justifican esa comprensió n que lleva a la santidad o a la
categoría má s alta de la boluda total.

Má s allá de calificativos tan despectivos, es interesante preguntarse por qué


son tan buenas estas señ oras buenas. Sencillamente porque al contrario de lo
que aparentan, el pró jimo les importa un cuerno. Trabajan en pos de una vida
tranquila y como la palabra "tranquila" es incompatible con la palabra "vida",
sencillamente se inventan una, donde la cruel encarnadura del pró jimo no
tiene cabida.

Avanzan entonces sin estridencias, aceptando todo y lustrando su patente de


comprensivas. Desconociendo que para ser "buenos" a veces es necesario
poder ser un poco malo.
Y como "todo á ngel es atroz", ejercen la maldad de la inocencia. Son
campeonas en preguntas simples que caen como un cross en la mandíbula a
quien las escucha: ¿Tu ex marido se casó con Martita, que raro no? ¿No era
Martita tu mejor amiga? ¿Tu hijo mayor al que mandabas a karate, está
estudiando danzas clá sicas, no?

Ademá s una se siente mal por tener tantas ganas de ahorcarlas, porque hay
que ser muy yegua para querer retorcerle cogote a un alma tan comprensiva
¡!!
5 - A veces te extraño... Gordito plomazo

A las mujeres les ha pasado, les pasa y les seguirá pasando, tener amores
absolutamente equivocados. Cito de memoria: "Se portó como toda mujer
enamorada: como una idiota". Con só lo darse cinco minutos para recordar,
todas podemos reconocer ese furibundo amor por el gordito que resulto un
plomazo.

Có mo no hacerse eco de esa frase: "A veces te extrañ o, después me acuerdo de


có mo sos y se me pasa". Cada vez que la leo me hace reír. Lo de "gordito" es un
agregado mío, porque me parece má s certero, los flacos me dan a neuró tico,
obsesivos y otra serie de cualidades, pero nada es má s fá cil de unir que
gordito con plomazo, suena mejor, digamos. Por lo pronto nos habla de cierta
inclinació n por el hedonismo, un aire de gozador de la vida que entusiasma.
Sobre todo a las flacas que ven en su cordezuela imagen de Sancho Panza, una
carnalidad que ellas mismas no tienen.

Suelen ser también abrasadoramente simpá ticos, pero cuando se los recuerda
con todas las hormonas aplacadas, sabemos bien que nos hacen reír, pero que
no es el tipo de señ or al que le compraríamos un auto y, de ser el plomero,
habría que prepararse para la inundació n.

Y hasta aquí pareciera que cruel e impunemente me estoy metiendo con los
"gorditos plomazos". Nada de eso, porque quien los recuerda es UNA. O sea,
que por este lado, flaquitas o gorditas, todas las que recordamos es porque
alguna vez les abrimos una puerta amorosa al gordito, y ahora nos hace reír
por ¡lo pelotudas que fuimos!
Pobre señ or rebasadito en carnes, hizo, el verso, pero no má s ni mejor que
cualquiera. Dijera Colette: "Pensaba que venía a compartir pero vino a tomar
su parte". Y un día, cual una golondrina excedida en peso, huyo hacia otros
lares que le eran má s propicios... ¿tuvo la culpa el gordito? De ninguna
manera, la culpa absoluta es de las mujeres que cuando nos da la miopía
amorosa tendemos a confundir gordito con buena gente y a un señ or que
apenas lee y escribe, con Jean Paú l Sartre.

Después, cada historia es tan particular que terminan siendo iguales. El


gordito tuvo una performance amatoria aceptable pero... y ahí cada una agrega
lo que su rencor le dicte: dijo adió s y no volvió má s, o no volvió má s sin decir
adió s, se quedó con algunos CD, tiene en custodia algunos libros, tal vez nos
guarde unos pocos dó lares de emergencia, y seguro nos hundió el silló n del
living porque son muy afectos a mirar tele y comer "alguito " durante un
partido. Los hay también que se olvidan de avisar a tiempo que tienen esposa
y algunos hijos, los que piden el auto (y lo chocan, por supuesto), los que
siempre parecen atareadísimos con proyectos que jamá s concretan y llenen
ustedes la infinita líneas de puntos imaginarios que siguen con los méritos del
que les tocó a cada una.

Habría que aclarar en su defensa, que los hay infinitamente peores.

En primer lugar "pelotudo" es una categoría muy menor a la de "calculador".


La palabra no sugiere que viene con un cuchillo bajo el poncho, y aunque a
veces se llevan un corazó n ensartado en él, es mas por torpes que por há biles
En segundo lugar y en ú ltima instancia estamos hablando de un pequeñ o
ratero, de un descuidaste de ocasió n, al que cualquier botín, desde un fó sforo
a una tiara le venía có modo.

Por qué ,sospechando esto, las mujeres aceptamos alguna vez ese tipo de
personajes? Se abre de nuevo una infinita línea de puntos... que deberá n llenar
las damas y después mandarle un ramo de flores, porque finalmente de todo,
algo tenía para entrar y hacer "la primera" como se dice en el truco. Su
momento de reivindicació n ha llegado, porque así tal cual es (era) gordito y
pelotudo, ocupó durante unos instantes un casillero de nuestro corazó n y esa
efímera dicha fue má s divertida que depilarse el bigote, a solas en el
departamento
6 - Telo dije

Aunque parezca mentira, cada vez que se cambia de amor hay que afrontar de
nuevo "la primera vez". La primera vez en todo.

Lleva por ejemplo, por lo menos tres encuentros poder dar una mínima
instrucció n que ayude a nuestro placer, del tipo: "ese no es el clítoris, es la
rodilla". Ellos también tendrá n sus deseos ocultos con má s o menos
refinamientos, pero nadie puede lanzarse a ese festín con los modales de un
caníbal. Primero viene un ardiente pero civilizado "la mesa está servida" y con
el correr de los encuentros se contará n quien prefiere la berenjena asada y
quien gusta má s de la sandía fresca (deplorables metá foras que sabrá n
disculpar).

Esto comienza, por supuesto, con el tema Telo.

Es importante entonces elegir la estrategia correcta para causar una buena


impresió n y con tal didá ctico fin van estas instrucciones para las damas:

-No parecer ni vírgenes a destiempo, ni reventadas totales

- Evite el look Heidi, es peligroso. La ingenuidad masculina tiene un límite. No


es bueno cruzarlo justo en ese momento. Nada de esos increíbles cliché "¿por
qué esta todo tan oscuro? ¿para que sirven esos espejos? Ohh, mirá hay un
televisor"
-Absténgase, a la hora de elegir el primer telo, de sacar una lista de
direcciones, cual si fueran las ofertas del mes de todas las tarjetas de crédito.

-Déle a él, la posibilidad de elegir, y asienta con una sonrisa, aunque sepa que
la ú ltima vez que estuvo allí se llenó de ladillas.

-A la hora del ingreso propiamente dicho, si es uno de esos para entrar


caminando, no salude al conserje con un: "hola Juanchi. Qué tal?".

-Si, por el contrario, el ingreso es con auto directo al dormitorio, no entre con
aires de dueñ a de casa de esas que saben donde está n las toallas, los
jaboncitos y hasta có mo manejar luces y sonido de esos paneles que parecen
la NASA,

- Si la cama es de agua, y ya la ha probado con otro señ or terminando en el


piso porque se patinan para todos lados, espere a que les ocurra sin
anticiparle nada.

-Si el telo es un reducto ultra moderno donde TODO el bañ o es de vidrio, y no


só lo se ven las sugerentes figuras bañ á ndose sino también haciendo pis
(altamente cochino), no putee. Cuelgue una toalla como pueda del vidrio y
haga pis con pudor (salvo que le guste lo contrario pero para eso también hay
que ponerse de acuerdo).
- No diga después de ducharse "ufa" estoy harta de estos gorros de bañ o
diminutos y estos shampoos de cuarta".

Por ú ltimo : ¡Tiene que pagar él! Para las viejas generaciones, a las que
pertenezco, la cuestió n de pagar una era impensable, pero los chicos han
democratizado el tema compartiendo el gasto. En general creo que los jó venes
han resuelto muchas cosas mejor que nosotros pero en este tema mi
advertencia es inflexible: chicas, la primera vez al menos, ¡tiene que pagar él!
No es este el lugar para explicar el poder de lo simbó lico, me atengo entonces
a una frase mucho mas vieja que yo "lo que cuesta vale" y es mejor que él
piense que ustedes son muy muy, muy valiosas. Ya habrá tiempo para que se
de cuenta.
7 - Hola Wargon

Mujeres aturdidas

Es mi amiga Marcela. Me encantan sus llamados. A diferencia de otras amigas


que cocinan mi oreja con pegajosas historias de amores chorreantes de
almíbares, Marcela siempre tiene historias bellas para contar. Se dedica a la
antropología y continuamente está de viaje a países extrañ os que me
deslumbran Tiene mucha gracia y el buen gusto adicional de no hablar de su
vida íntima. Só lo se sabe de ella que está casada con Rolly, quien se dedica la
filosofía en Buenos Aires. Yo pensaba que con tanto viaje su matrimonio
estaría muy bien (nunca se ha visto mejor combinació n que la distancia para
mantener unida una pareja)

-No sabía con quien hablar y se me ocurrió que, en una de esas, vos me podés
dar una mano

Sonamos! Su voz no presagiaba nada bueno, pero como conozco tan poco su
intimidad primero pensé en una enfermedad

-Me enamoré – dijo Marcela. Era una enfermedad, no má s. Nadie habla a nadie
para contar que esta enamorada de su marido

-¿Y có mo es él?- pregunté, adentrá ndome en el bolero

-Es, ingeniero agró nomo, de mi edad , casado y con tres hijos . Vive en Chañ ar
Ladeado.

-Ay!- contesté. (La má s pobre de las reflexiones posibles). Pero me repuse

-¿Cual de todos es el problema mas grande?

-Que sea ingeniero agró nomo no me importa tanto-aclaró mi amiga que en


realidad desconsidera esa profesió n só lo porque no se parece a la de ella- que
sea casado tampoco, yo también lo soy pero lo de Chañ ar Ladeado me mata. Si
viviera en Angola todo sería má s fá cil

Por un momento temí que Mariela se hubiese dado a las drogas pesadas

-Marce, no me imagino nada má s atravesado que un amor en Angola- objeté

-Es que no conocés Chañ ar Ladeado. Allí se hace la fiesta Nacional del
Chancho! Yo nunca fui, pero el dato me basta. Ademá s lo conozco a él. Es el
ingeniero del pueblo, el lugar es chiquito, todo el mundo lo conoce y no tiene
có mo justificar sus viajes a Buenos Aires y es imposible que yo vaya con cierto
anonimato. Ni siquiera sé si hay un hotel.

-Y có mo se conocieron?, ¿có mo te llegaste a enamorar de un señ or que


organiza la Fiesta Nacional del Chancho? ( Oh Dios mío ¡Marcela me había
arrastrado a sus prejuicios! ¿que tendrá n de malo los chanchos de fiesta?)

- Nooooooooo- exclamó Marcela irritada, él no organiza nada, él só lo vive ahí...

Nos está bamos yendo por las ramas. El tema de los chanchos era
improcedente

-¿Y si él no puede salir, ni vos entrar, có mo lo conociste?-

-En un Congreso multidisciplinario en Buenos Aires, hace mas de un añ o .Nos


comenzamos a escribir de a poquito, nada importante, pero después me di
cuenta que era una de las personas má s buenas, má s constantes, má s
sensibles y má s fieles que hubiese conocido.

- Pará Marce!. Hay que estar muy enamorada para pensar que un señ or es fiel,
justo cuando le está metiendo los cuernos a la otra con vos.

- No entendés!

- No entiendo y me faltan datos. Nadie llega a tu estado só lo por algunos meses


de chat
Marce carraspeó , aun por teléfono se la notaba turbada- Es que, coincidimos
después en Buenos Aires: yo me volví de Nicaragua cuando él vino para
hacerse tratar un menisco…- Escuché un suspiro cuasi obsceno - No me puedo
olvidar de esa tarde. Ahí supe que no podía vivir sin él y él sin mi (¡Ay
muchacha! he aquí el camino má s corto para irse al carajo: las mujeres
podemos vivir hasta sin una teta. Pero má s peligroso aun es suponer que

“él” no puede vivir sin vos)

- ¡¿ Y que van hacer? ¿se piensan separar y juntarse?

-¡Jamá s me separaría de Rolly que es un pan de Dios! – pobre Rolly, pensé,


estaba frito, nada peor se puede decir de un hombre - É l tampoco de su mujer.
Pero al menos quiero verlo y él no puede. Me desespera ¿vos que pensá s?.

Jamá s le diría lo que pensaba porque, pienso en broma y soy altamente


insensible a los dilemas de amor. Ademá s la notaba sufriendo. Tomé el atajo
de la seriedad que quizá s fue peor.

-Hay algo que nunca podemos imaginar de un varó n: el orden, la estabilidad y


el magro servicio sexual que presta una esposa, suele ser má s fuerte que el
mayor de los amores. Vos, un poco aturdida como está s (no le quise decir
idiota) quizá s no lo pudiste detectar. Es posible que el señ or busque una
modesta sucursal de su dicha y vos te armaste una de Romeo y Julieta. Un tipo
verdaderamente enamorado se quiebra todos los meniscos del cuerpo con tal
de tener un pretexto para venir a verte. Pero nunca los he visto en la vida real.
Francamente, tenías razó n, mas ló gico sería tener un amante en Angola. Igual
no lo verías, como a este, pero al menos no te hablaría del chancho.- Me cortó .
¡Ufa! No sé para qué me llaman.
8 - Oda al varón que huye

Hay varones que por su "huidiza" manera de ser, merecen el repudio uná nime
de las mujeres Finalmente, alguna los agarra cansados y los cazan. Será n
cornudas para siempre pero ese no es el tema. El tema trata de cuando esa
cobarde naturaleza alcanza un grado que linda el heroísmo, y entonces hay
que sacarse el sombrero y escribir esta suerte de oda al varó n que huye.

Mi héroe es un mozo de pelo rojizo e irresistibles pecas en la nariz. Conozco su


trayectoria desde que éramos adolescentes y ya de muy mozuelo se le
conocían grandes habilidades para estar con tres chicas al mismo tiempo.
Sumaba a sus mú ltiples encantos una guitarra, muy mal tocada, pero esto,
como comprenderá n, es un detalle menor a semejante sex apeal.

Su modus operandi con las mujeres, lo hace un verdadero precursor de lo que


después se volvió rutina: "este no es mi tiempo", "no puedo hacer proyectos",y
pueden continuar agregando sandeces. Continuamente llegaban ecos de los
escá ndalos que se armaban cuando las víctimas se encontraban y se
reconocían.

Al terminar el secundario, comenzó abogacía (destino muy cordobés), sin


dejar la guitarra que agregaba varios puntos a sus encantos. Ya podrá n
adivinar cuá l vocació n triunfó . Digamos que el Colorado se ponía mas lindo y
seductor mientras crecía en él la fobia a cualquier tipo de compromiso.
Comenzaba a definirse como anarquista y por ende contrario al matrimonio
(hasta que las chicas averiguaban qué era anarquista, él ya había pasado a
otra). Allí andaba de peñ a en peñ a destrozando corazones cuando llegó la
dictadura, se acabó la fiesta y todos nos desperdigamos a distintos refugios.

Primero me enteré de que el Colorado se había casado, noticia má s


sorprendente que si hubiera caminado la estatua de Jeró nimo Luis de Cabrera
por la peatonal. Poco después me enteré de que se había separado, y cuando
supe que andaba en amores con otras tres chicas a la vez pensé que
finalmente ni la dictadura había podido con esa libertaria bragueta

Duró poco, un día llegó la noticia que el Colorado estaba preso a disposició n
del Poder Ejecutivo. ¡Una tragedia! Reconstruyendo qué le pudo haber pasado
a este chico, cuya ú nica ideología era una bombacha, llegamos a la conclusió n
que ese chiste de declararse anarquista, bien podía costarle la vida. Los
milicos, amén de salvajes y asesinos, eran brutos y; para ellos entre comunista,
anarquista o alergista no había mayor diferencia.

Ademá s de brutos eran conservadores, con lo cual, ninguna señ orita que
tuviese un buen recuerdo del Colorado podría intervenir por él. Para ese
delicadísimo caso se requería una esposa con la debida libreta de casamiento.

De no hacerse presente nadie para pelear por él, su destino era la muerte. Si
alguien guerreaba fieramente, quizá s conseguiría salir al exilio.

El Colorado tenía la extrañ a virtud de que entre sus mú ltiples víctimas,


algunas lo odiaban y otras lo amaban con locura. La divina providencia hizo
que su ex esposa estuviera entre las segundas y que fuera al parecer una
muchacha aguerrida como para plantarse frente a los militares y reclamar por
la vida de su marido. El trá mite llevó meses, donde es fá cil adivinar el riesgo y
el miedo de la enamorada. Hasta que por fin llegó el primer atisbo de
salvació n con la noticia de que lo dejarían partir hacia el exilio.

Só lo la leyenda reconstruye el diá logo final entre ellos.

Ella, temblorosa por la historia vivida y la por vivir, le preguntó –"Colo, ¿qué
va a ser de nosotros?" En ese mismo instante, en ese lugar que imagino como
una sombría sala de visitas, el Colo se levantó indignado al grito de: "No
chiquita, con esas presiones yo no voy a ningú n lado"

La respuesta fue condigna: "Entonces andate a la puta que te parió "– gritó ella,
y delante de su cara rompió en dos los papeles salvadores, dio media vuelta y
se fue para siempre. No sé por que extrañ os camino el Colo salvó la vida, y
tampoco sé por dó nde anda, pero donde quiera que estuviere seduciendo a
una mujer, cuenta con mi bendició n. Porque pasó a ser de un pequeñ o
carterista del amor a un héroe capaz de jugar su vida en el nombre de sus
villanas convicciones. Tanta coherencia merece, por los menos, mis respetos.
9 - El peor pecado que un hombre puede cometer: Aburrirlas

La locura femenina que mas abunda es la de pensar que pueden cambiar un


varó n: a un sucio lo bañ o, a un vago lo hago trabajar, a un mujeriego lo haré
fiel, y hasta a un gay le mostraré lo que es bueno. Alegremente atenidas a esa
debil esperanza rejuntamos cualquier cosa ¡ Así nos va!. Los caballeros tienen
tal adhesió n a sus defectos que toda correcció n es imposible Pero hay un
defecto que pocas mujeres dejan pasar: un aburrido!

No son ni buenos ni malos, aunque si se los juzga por su inacció n son


decididamente buenos, pero tiene un algo que aburre mortalmente. Su idea de
la política, libre de toda pasió n, se formó cuando tenían unos veinte añ os y
nunca varió , aunque pasaron décadas, revoluciones y evoluciones.

Son levemente neuras, pero apenas, levemente histéricos, pero apenas;


levemente romá nticos, pero apenitas, levemente leves, con una levedad que el
viento puede llevarse así pesen cien kilos (aunque son medidos en la comida).

Los excesos los incomodan pero no los critican porque, dentro de esa
prolijidad ensordecedora, son políticamente correctos,

Doblan los pantalones y los calzoncillos con cuidado aunque se estén por
lanzar a una orgía con Sharon Stone.

Ayudan a los ancianos y nunca se permitirían decir ¡anda viejo de mierda!

Son amables con los animales pero jamá s acariciarían a un animal dormido
como quería Borges.

Son bastante fieles, má s por temor que por convicció n.


La pasió n los intoxica y por ende se abstienen de ella como de las nueces que
también les dan urticaria. Pueden pasar una Navidad sin pan dulce para no
afrontar una ronchita.

Aman los chistes de Internet y los mandan profusamente junto con


apasionantes cadenas sobre có mo educar a los niñ os.

Siempre me he preguntado có mo son las mujeres de los señ ores aburridos.


Puedo imaginar a la esposa del Gordo Valor, a la de Obama, a la de un
cartonero, a la del rey de Españ a, la mujer de un aburrido escapa a mi
imaginació n. ¿Será n una lá nguida sopa sin sal como sus maridos?.
¿Compensará n tanto aburrimiento con varios amantes o sencillamente son
tan amebas como ellos y se irá n al cielo tomados de la mano? ¡Pobre San
Pedro!

Desde afuera parecen cordiales con una sonrisa gentil que tanto podría
indicar extrema amabilidad o “todo me chupa un huevo”. Son levemente má s
conservadores que sus maridos. Suelen mirarlos con cara de embobamiento
dejando así como la mona, a todas las demá s esposas que, vencida la garantía
de los dos añ os, miran a los suyos, en el mejor de los casos, con cierta
simpatía. Yo huyo de los aburridos, me enfrían las ideas, me aplastan las
metá foras, me abortan la risa.

Sé que me miran con desconfianza yo le des devuelvo con un poquito de pena.


Nunca sabrá n lo que es tomarse un avió n sin aviso, o no llegar a una cita
porque se quedaron tomando un café con una chica que les volaba el seso, ni
escaparse de un velorio para ir a festejar el triunfo de Belgrano, ni enamorarse
de una alumna, o llorar como un niñ o porque su cuadro se fue a la B. Quizá s
algú n día descubran, lo que decía Borges con pena “ vida y muerte le han
faltado a mi vida”, Pero Borges dejó atrá s una obra genial y ellos dejará n un
mar de bostezos y una necroló gica todavía mas aburrida que ellos

Segú n Benjamin Walter “el aburrimiento es el punto mas alto de relajació n


espiritual." Y son capaces de relajarte tanto que te haces pis encima! Mirados
en perspectiva son ese candidato ideal que nuestra madre soñ ó para nosotras,
mientras nosotras soñ á bamos con los Rollings. Y una vez me convenzo que
nadie mas desatinado para desear que una madre, que hasta nos deseaba el
bien… cuando el bien, es ¡tan aburrido!!!
10 - Mujer que mucho cuida, mucho mata

Y en este título abarco a las madres "perfectas", a las esposas "solidarias", y


hasta a veces consideradas ejemplares. A toda mujer, en fin, que ampará ndose
en la noble acció n de cuidar, teje una tela de arañ a hasta inmovilizar su presa
y dejarla atrapada en finos hilos de caramelo y amianto. A veces se la comen
de un bocado, aunque es má s probable que só lo la dejen allí, para seguir
disfrutando de ese sutil placer de su poderío.

Tu mamá te mima

Estas arañ as pollitos camufladas por el honorable título de madre, comienzan


su trabajo en cuanto la víctima cae en sus brazos. Son las que juran que saben
por qué llora un bebé, pese a que si él mismo pudiese hablar, no tendría la
menor idea. Cambian pañ ales antes de que el crío se haga pis y los comienzan
a "domesticar" con la pelela, en el mismo instante en que consiguen pararse
sobre sus patitas. Parecen maravillosas, pero ¡temedles!

Es fá cil reconocerlas, son las que afirman que ellas sí saben si el crío tiene frío
o calor, y actuará n en consecuencia hasta que el niñ o tenga veinticinco añ os.
Las que les compran el ajuar junto con el moisés, y siguen vistiéndolos por el
resto de sus vidas en comú n. Si lo que tienen entre manos es una hija (menos
obedientes en el tema ropa que los varones, que son má s aturdidos), en el
caso de no poder concretar la acció n, tienen aun otros recursos fatales: "eso te
hace gorda", "te hace petiza", "se nota que no tenés lolas", y agreguen ustedes
lo má s ofensivo que encuentren porque la maldad de esas madres es finita e
infinita.
Ellas saben sin mirar, por ejemplo, de qué color son las medias que tiene
puestas su hijo de quince añ os y, lo que es mucho má s peligroso, consiguen
mantener cada media con su par (tarea imposible para una mujer
mentalmente sana).

Durante todas las vacaciones los hacen "practicar deberes" porque su


neurosis cuadra bien con el perfeccionismo. Sus niñ os suelen ser buenos
alumnos, muy limpitos y los má s aburridos del mundo a la hora de jugar.

¡Cuidate si te cuida!

En esa abnegació n desenfrenada, cuando los chicos han conseguido huir y con
un poco de suerte, ponerse a buen recaudo, siempre encontrará n una nueva
víctima. Puede ser la propia madre ya tan viejita que no se puede defender, el
marido que claudicó por cualquier lado,y, si este material escasea, hasta se
apropian de alguna vecina indefensa.

Son las que acompañ an al médico y llevan "amorosamente" del brazo al


invá lido de turno. Pero ¡pá rense un instante para observarlas y verá n como
los arrastran a una velocidad tal que los pobres vacilan en seguir!

Sus diá logos resumen una maldad que estremece. Si se trata de la madre, la irá
retando a la pobre vieja por lo que "seguro comiste cuando no te vi". Si del
marido, le reprochará que no lleva los ú ltimos estudios que ellas se
encargaron "de guardar bien prolijitos donde los puedas encontrar... pero no,
¡el señ or de los dejó en casa!"

Todo acto de bien de estas presuntas almas bondadosas só lo adquiere sentido


en la medida que se auto promocionen y martiricen frente a quienes las
quieran escuchar. Si en el relato pueden humillar a sus víctimas ¡¡¡mejor!!!

¡Cuídate de ellas porque se camuflan bajo la palabra bondad, usan el ropaje de


la solidaridad y son arañ as venenosas!

Lo peor de todo es que suelen tener estatuas en diversas plazas y abajo dice
"monumento a la madre" ¡Ay, que miedito!
Capitulo Dos: Taconeando
1 - Despedida en Cocodrilo

Tenía una compañ erita de trabajo, deliciosa y loca , de esos seres


imprescindibles en los trabajos donde hasta el ocio se hace bajo presió n , que
un día dijo adió s y decidió que su despedida fuera en Cocodrilo

Tuve una semana de imparables disgustos matrimoniales, ( el enano veía muy


mal el lugar )el viernes, algo abollada en lo anímico pero indemne en lo
esencial (el deseo), llegué a la gran noche ese antro misterioso del pecado que
es Cocodrilo.

Mi primer dilema fue tan estrictamente femenino que me avergü enza: ¿qué
me pongo? Segú n mi saber y me escaso guardarropa tenia tres looks posibles:
el disfraz del Martín Fierro (que uso cada vez que me nominan y no me lo dan)
pero , la verdad, es too much; el look Cristina K (que me seduce por que se
pinta como una puerta; exactamente como yo) pero ni naciendo dos veces
llego a tener ni una de sus mañ anitas, y el look "Pro", esas cosas que se ponen
las chicas de Macri que se las ingenian para parecer que está n subiendo o
bajando de una pasarela pero con lo que tenían a mano. Opté por el tercero,
que tampoco me salió bien pero al menos no llamaba la atenció n.

El segundo punto fue con quién iba. Una querida amiga y colgea, se
comprometió a venir a buscarme, de paso, con mis añ os reforzaba un poco su
situació n de muchacha seria que só lo almuerza con los CEOS cinco estrellas.
Pero me habló minutos antes de salir para cancelar por un tema familiar. Me
consoló diciendo:

- Por suerte la reunió n es tarde, así tenés tiempo de darle de cenar a tu marido
y dejarlo durmiendo- Se refería a mi bienamado enano que en realidad quedó
bailando una danza de guerra apache, con un tramontina en la mano
esperando mi regreso.

A los cinco minutos me habló Jimmy, otro colega que suma a su aspecto judío
un insoslayable parecido a Woody Allen. Iba a ir con su chica, pero algo le pasó
y me pedía la direcció n.

- Negro, soy de Có rdoba. Ni idea!- Contesté, todavía no respuesta del plantó n


de mi amiga y peleando para ponerme una bota

- Esperame un segundo que lo busco en Internet - contestó y al rato emergió


con vos asombrada

- Wargon, encontré la pagina pero esta lleno de mujeres desnudas.!!!

Con poco tacto, fastidiada por la bota que ofrecía resistencia le grité:

- Nene, vamos a un lugar de putas!!! Qué esperá s ver?

Obediente y algo avergonzado me paso la direcció n (mal) y quedamos en


encontrarnos directamente allá con todos, que éramos a la sazó n una patota
de quince.

Cocodrilo es un rectá ngulo donde caben tres filas de mesas y un escenario con
un cañ o. Mucha media luz con efectos sugerentes y mú sica atronadora. La
composició n de la noche venía así: un grupo de chicas muy borrachas pegadas
al escenario, que estaban en una despedida de soltera y aullaban de una forma
tal que hubiese deseado cortarle las cuerdas vocales con el tenedor de las
pizzas (ú nico menú ). Nuestra mesa,( que rá pidamente pasó a ser llamada la
mesa de Chiche Gelblung) que estaba muy modosita, un poco por sobrios y
otro mucho porque bajo esa bandera nadie quería hacer un papeló n. En la
tercera mesa había un rejunte confuso de señ ores buscando chicas y viceversa
que al parecer se encontraban muy rá pido.
El primer nú mero musical era una travesti de plateado que sostenía con el
dueñ o, sentado en una mesa, un dialogo no exactamente shakesperiano,
tirando a una grosería fuera de lo comú n. El travesti se desplazó por las mesas
preguntando a las chicas si eran multiorgá smicas y a los varones detalles
sobre su masculinidad que me niego a repetir. El segundo nú mero era la
esposa del dueñ o que segú n la afinada oreja de Jaime tiene una voz muy
educada pero entre las degeneradas de la despedida y mi sordera musical no
puede apreciar.

De pronto el dueñ o anunció que había un fotó grafo de Cró nica y al menos en
nuestra mesa hubo un cosquilleo de inquietud. Un colega que jamá s será
nombrado corrió a esconderse entre unos cortinados rojos, mientras los
demá s permanecimos sentados con cara de gente seria que por un desdichado
error habíamos caído en ese lugar.

Las señ oritas ya comenzaban a desnudarse en el escenario y luego se


arrastraban sobre las mesas sacá ndose el resto de las prendas ante el
entusiasmo delirante de los varones. Como ninguna parecía a punto resfriarse
no entendía muy bien qué hacía yo allí, sin tener que alcanzarle un saquito a
nadie. Otras desplegaban en el cañ o habilidades notables y diríamos que todo
estaba bajo control hasta que apareció el streeper. Muchacho guapo de
sobretodo negro que rá pidamente al son de la mú sica quedó como Dios lo
puso en este mundo pero sentado en la falda de una de las borrachas de la
primera fila. Cró nica podía sacar su foto, yo estaba bien atrá s. Pero... en su
segunda entrada, el joven se dirigió directamente hacia nosotros, y ahí la
situació n se me pone borrosa porque directamente me tiré debajo de la mesa
y, si hubo fotos, só lo salió la espalda de una mina del PRO que buscaba algo en
el suelo.

Pero confieso que transpiré helado... mi pesadilla era una gran foto en el diario
con un joven en pelotas sobre la falda y yo teniendo que explicarle la situació n
a mis nietos (descontaba que me marido habría muerto en el acto de un
infarto).
2 - Andá a meditar a Kalananpur

Llegó a Buenos Aires un gran gurú , hombre se decía , de alta espiritualidad,


profundas dotes para la meditació n, que haría el intento de unir a todas las
ciudades de este mundo meditando desde los parques de Palermo. No hay un
programa mas seductor para la tilinguería porteñ a ( a la que me sumo). Todos
de pronto nos sentimos terriblemente espirituales, seriamente meditabundos
y aptos para sentarnos en el Rosedal, con todas las cá maras de televisió n
enfocando el evento

El domingo sabía que no podía llegar a Palermo, donde estaría el gran gurú ,
pero se había anunciado hasta el cansancio que se podía hacer desde la casa.
Así que aprovechando que está bamos los dos solitos, dejé al bienamado en el
dormitorio y me senté en la posició n flor de loto que me sale tan linda en la
mitad del living con la tele prendida.

En cuanto apareció el Gurú me pareció que algo se comenzaba a calmar en mi


convulsa vida. Comencé a seguir sus indicaciones. Aspiré profundo (obviemos
por favor el discurso en castellano).

Me puse derechita, cerré los ojos, comencé a exhalar y de pronto desde el


dormitorio, imperiosa, mundanamente, escuché la voz del bienamado

-No encuentro una zapatilla.

-Ponete otras (contesté aprovechando el aire de la exhalació n)

- Es que ya me puse una

- Buscá la otra
- Es que no la encuentro

Abrí los ojos de pronto y me levanté, porque bien conozco las cosas que se
pueden desatar entre una despelotada y un inú til. En silencio, rastree la
zapatilla, la enlacé debajo de la cama y la entregué sin ningú n comentario que
me alejara de esa precaria paz que estaba descendiendo sobre mí. Todavía no
amaba al resto del mundo pero si no le ponía un poco de garra...

Me volví a sentar, siempre siguiendo la armoniosa voz de la traductora, traté


que todos los malos pensamientos huyeran de mí, comenzando por la ganas
de ahorcar a alguien con el cordó n de una zapatilla. Ya sentía casi la paz
cuando sonó el teléfono. Mi amiga:

- ¿Sabés a que hora juega River?...

-Ni la má s puta

-Dale, preguntale a tu marido que él seguro sabe

(Repito gritando la pregunta hacia la pieza)

- No sé –me contesta también gritando- como Boca juega temprano seguro


que es má s tarde

Retransmito; y mi amiga responde.

-Ah gracias ¡y no les digas nada a él pero espero que Boca pierda!- La
malevolencia del mensaje no fue pasado. Pero la carga nada tenía que ver con
el amor universal. Se entiende que mi amiga es faná tica de River y
pendenciera, nada mas ajeno a la meditació n. Pero yo no me daba por vencida.
Ya está bamos en el punto de hacer ommmmmmmmmm. Me enganché rá pido
porque eso es lo ú nico que no desentono. Sonó el teléfono. Mi hija. Si hay algo
que no puedo contarle a mi hija, provinciana, pragmá tica, que lucha con el
agua (que tiene que comprar), que le falla la luz (sin subsidio) má s la sequía, o
el barro y los líos de Amparo, es que me estaba interrumpiendo una
meditació n que probablemente cambiara mi vida.

-¿Recibiste el link que te mandé? -pregunta ansiosa-

-Todavía no lo puedo abrir -Respondo evasiva

-¡Ah claro, justo cuando yo te pido algo vos no podes!... Imaginé su reacció n si
le decía que ademá s estaba meditando. No hay caso, me consolé; los
cordobeses no han nacido para las altas tareas del espíritu. Pero me callé, para
algo me iba a servir al menos respirar : no explotar de furia.

Armé de nuevo la flor de loto, miré a tantas personas meditando tan


serenamente que cerré los ojos, recuperé la respiració n y escuché una voz
escueta (no era la del Gurú ni provenía de los cielos, mas bien de las cercanías
del bañ o)

-Pierde agua -decía la voz. Todavía en trance y sin saber muy bien qué estaba
pasando contesté:

-Dejala

-Mucha, me parece

Respondí con un silencio, ya por fin conectada hasta con los otros centros de
la meditació n mundial.
De pronto me sacó de mi casi nirvana un frío en el trasero. Un hilito de agua
que provenía del bidet del bañ o había atravesado todo el living hasta llegar a
mí y empaparme el jogging.

Me levanté en medio de una formidable puteada

-Yo te avisé –me dijo EL, con el placer con que Jack el Destripador hablaba con
sus víctimas.

Mi ira silenciosa llegaba hasta el Planetario y enlazaba a todos países que


estaban en el evento. ¡Me di por vencida! ¿Por qué no avisan que no es para
todos? En el Abasto no meditamos, con dormir nos basta.
3 - Noches de radio, sushi y champagne

En general, mi vida es tan previsible como la de Kant que, segú n cuenta la


leyenda, sus vecinos ponían en hora los relojes al verlo pasar. Pero cuando se
altera todo se convierte en una montañ a rusa imposible de saber dó nde va a
parar.

No se por qué acepté ir a ese programa de radio, quizá s porque un sá bado es


el ú nico día en que puedo trasnochar o porque no pude resistir el amable
acoso al que me sometieron.

Lo cierto es que allí estaba, a las diez de la noche rumbo a la radio. Llevar vida
de almeja, tiene su precio: no tengo la má s vaga idea de quiénes son los
nuevos conductores y cuá les de ellos son interesantes y cuá les no. Estas eran
jó venes, mujeres, superrrr modernas. La radio era una mezcla de under con
off, es decir imposiblemente pequeñ a e intolerablemente mugrienta.

Sobre la mesa había seis piezas de sushi y una botella de champagne, como
para dar un toque de distinció n, pero el sushi estaba viejo y el champagne
resultó ser una sidra recalentada. De cualquier modo era alcohol y vuelvo a
confesar que só lo tomo precisamente en ese tipo de situaciones. No me ayuda
a olvidar como en el tango, no me pone contenta como en una fiesta entre
amigos, pero al menos me ayuda a sobrellevar el mal trago que veía venir y
vino.

Los temas que adornaron la mesa fueron el sexo anal y varias otras formas de
chabacanería imaginable. No soy una pacata, pero creo en los sinó nimos,
aprecio una metá fora y, bá sicamente, me interesan las ideas vengan en el
formato que vengan. Todo esto estaba ausente. Me comencé a sentir má s que
incomoda. Pensé en levantarme e irme, pero una vaga solidaridad de género
mal entendida me sujetaba a la silla.
Abro un paréntesis sobre la ropa porque yo, que me había sentido super
paqueta a la mañ ana con un pulover blanco y una capa negra, a la noche
parecía una ballena recién desembarcada del Abasto frente a la extrema
delgadez y algunas desnudeces de las chicas. No era fundamental pero sumaba
al malestar, sobre todo por esa maldita manía de las fotos y el Facebook donde
seguro deben andar dando vueltas.

El arranque fue patético, La conductora tenía preparado un monó logo sobre el


programa que creo era lindo, pero el operador se equivocó y le abrió el
micró fono antes de que se sentara, nadie atinaba a pedir un tema musical y yo
transpiraba de los nervios, esta vez sí rotundamente solidarios. Finalmente
arrancamos y la conductora puteó al operador (ahora recuerdo que le faltaba
un diente) pero parecía que todo marchaba de acuerdo a los planes (de ellas).
Yo aclaré que me sentía como Peter Seller en La fiesta inolvidable: ¿quién se
había equivocado en invitarme? Nadie sonrió , parece que no habían visto la
película.

También cuando cada una describió las tangas que llevaban y hasta la que no
llevaba nada, me apresuré aclarar que yo usaba faja (era mentira pero no
sabía qué decir para diferenciarme) ¡Patética! Y así íbamos cuando de pronto
le avisan a la conductora que no venía una invitada porque algo había pasado
con el taxi. Tengo muchos añ os de radio y creía haber visto todo. No me
refiero a que la conductora se levantará como un rayo y quisiera arrancarle la
cabeza al productor. Suele ocurrir. Pero esta vez, después de una gresca
fenomenal fuera del estudio (las demá s habíamos quedado encerradas
adentro sudando la gota gorda) y montada en su propia ira, entró a
desenchufar su lapto gritando: ¡¡¡¡yo me voy!!!! No sé si les queda claro pero
era lo mismo que si un piloto de avió n al enfrentar una tormenta, se tirara del
avió n al grito de "yo me bajo". Entre todos consiguieron calmarla y terminó el
programa.

Huí en mitad de la noche, levemente borracha, sin despedirme, y sin saber


muy bien si dejaba atrá s una juventud que me es ajena, o a un grupo de
desmedicadas terminales...
4 - Medianoche no es mi hora: El Birra, el Gordo y el Negro

Medianoche. Como me sentía mareada, me dije: "Ahora tenés que estar sú per
atenta porque podés hacer un lío".

Di mi direcció n al taxista con voz clara y sin vacilar, y guardé prudente silencio
durante el trayecto a mi casa, y al bajar, por las dudas, revisé el asiento de
atrá s ¿y qué encontré allí? ¡Si señ ores, mi BlackBerry abandonado sobre el
asiento! Felicitá ndome a mi misma, dado que pierdo los celulares por doquier,
lo tomé y entré triunfante a casa.

Mientras le contaba a mi cumpa los chismes de la noche, lo dejé al lado de la


computadora como acostumbro. De allí en má s hice todas mis tareas
nocturnas, mal. No me saqué el maquillaje, confundí una pastilla con otra, me
olvidé de prender la lucecita chica y poner llave a la puerta. En síntesis,
cualquier alma malevolente hubiese jurado que me tiré a dormir la mona.

A una incierta hora de la noche comenzó a sonar el celular. Semiinconsciente


pensé: ¡Es la maldita alarma, y es domingo! No encontré mis chinelas, tropecé
con la pata de la cama, pero le hice un tacle al bicho y lo acallé. Seguimos
durmiendo. A la mañ ana ya absolutamente despierta me senté a trabajar y lo
escuché sonar. Lo alcé y cuando quise atender le noté algo raro ¡¡¡No era el
mío!!! "¡Los cambié!", pensé mientras una lá grima amenazaba a rodar por mis
mofletes, porque el mío es nuevísimo y el que tenía entre las manos, una
batata.
Por las dudas, me levanté a chequear, y allí, sereno, lustroso, nuevito estaba el
mío cargá ndose. Reconstruí: si este que tenía entre las manos era ajeno,
alguien se lo había dejado olvidado en el taxi. El mismo alguien que hablaba
frenético a la madrugada cuando yo pensaba que era la alarma. Mientras hacía
estos cá lculos se comenzó a encender una alerta roja anunciando "falta de
batería". Al mismo tiempo comenzó a sonar y yo no sabía qué tocar para
atender, me llevó quince días aprender a hablar con el mío, así que con este
só lo pude encontrar la funció n "mensaje de texto".

Hurgando rá pidamente llegué a la agenda donde había nasda má s que tres


nú meros "el Negro", el "Gordo", y el "Birra" ¿No es raro? ¿Có mo alguien va a
tener solo tres amigos con seudó nimos? Con las manos medio temblorosas
escribí un mensaje a alguno de los tres donde quería decir: "Yo tengo el celular
perdido, mi nombre es... pasen a retirarlo por radio antes de las 9".

Eso es lo que "intentaba" decir, pero lo que le apareció al sujeto fue algo como
"rol wego le lul prdido, arlo aradio". Es que de los nervios no le acertaba a las
teclas. En el acto recibí la respuesta "No te entiendo nada, qué pasa"...
Exactamente ahí me empezó a dar miedito... ¿Quiénes eran el "Birra", el
"Negro" y el "Gordo"? Qué clase de secuestro extorsivo estaban preparando
conmigo metida en el medio... No se los devuelvo nada -pensé- pero ¿si eran
pobres adolescentes impopulares, con acné, angustia pú ber y só lo tres
amigos? Si encima yo no les devolvía el celu destrozaría para siempre su fe en
la condició n humana.

Hice un ú ltimo intento y controlando los dedos escribí un mensaje claro,


citá ndolos en la radio . Después escondí el aparato que no paraba de sonar
hasta que terminó de morir sin batería. Me volví a la cama y me dormí con
pesadillas: ¿el "Gordo", no sería Valor?
Nunca fueron a buscarlo, ahora sueñ o que cae una banda de narcotraficantes,
rastrean las llamadas y veo a la Federal tirando abajo la puerta de casa
mientras yo grito: "¡¡¡El celu no es mío!!!"

La verdad, perder mi propio celular nunca me dio tanta angustia como


intentar devolver uno ajeno. Llévenme puchos a Ezeiza
5 - Tareas imposibles: poniéndome linda

Se me avecinaba una gran fiesta y descubrí de pronto que estoy hecha un un


estropajo. Y no me refiero a la pilcha, sino que hace un mes me duele una
pierna. Lo que es peor, estoy renga, y lo que es muchísimo peor lo disimulo, y
nada hay má s terrible que una renga disimuladora. Pienso: “soné con la
cadera” y me deprimo. Mi gran consumo de literatura de la fará ndula me lleva
má s a compararme con Susana que a concurrir a un médico. Ademá s, no tengo
tiempo antes de la fiesta, y después vaya a saber si la silla de ruedas es
có moda. Así fue como, insensata y agnó stica de la medicina, en lugar de
ponerme sana decidí ponerme linda.

Primero atiné a ir a la peluquería dando instrucciones contradictorias del tipo:


"Dejame el pelo corto pero largo, fucsia pero que no se note". El ú nico alivio es
que mi preciosa peluquera de añ os, me escucha como si lloviera y me larga
como siempre: bien... pero eso no me alcanza. Imagino entonces un
"tratamiento" de belleza que debería haber hecho hace tres añ os atrá s cuando
no estaba tan loca: sacarme un lunar de la espalda. Mi razonamiento de las
épocas de la cordura dice: "Si yo no me veo la espalda, preocuparse por ella es
casi un acto de voyeurismo, como meterse en la vida de otro". Pero ahora pido
turno, el profesional me dice con parquedad pero sin alarma: "esto hay que
sacarlo". Me citan de nuevo y cuando terminan, en el lugar del lunar hay un
hueco negro, pero no uno... ocho. Exactamente como si me hubieran dado un
tiro con una escopeta mientras robaba sandías (la calidad de las imá genes va
en descenso como la autora). Ahora me duele la espalda entera, lo que sumado
a la pierna hace un combo pasmoso.

Mi fiesta viene derrapando Entiendo que es el momento de pensar: "Si a Su,


que es tan glamorosa le ocurrió lo mismo: rendite y entrá al quiró fano". Pero
"rendirse" es una palabra ajena a una polaca en cuyas venas se mezcla la
Polonesa de Chopin y el gueto de Varsovia, y ademá s no había el menor indicio
de que necesitara operarme. Tomé entonces una decisió n que me insumió el
resto del coraje. En una esquina del Abasto se ha abierto un spa. Es lindo, pero
hace poco juego con la zona. Es como un OVNI aterrizado en medio de la chaya
riojana. Vencí todos mis prejuicios, entré y me encontré con que me harían un
tratamiento para ponerme joven a un precio tan razonable que me tentó . No
me detuve a pensar si cuando era tan joven como me prometían que iba a
quedar, yo era tanto má s feliz que ahora, pero al menos tenía mi lunar y no me
dolía la pierna. Entré. Me atendió una encantadora señ ora armenia. Me hizo
acostar envuelta en algo azul y comenzó a aplicarme cremas. En el acto, entre
la promesa de mi inminente juventud y los masajes, me relajé y comencé a
preguntarle por su historia. ¡Ya estaba bien! Queriendo saber del otro, de
nuevo periodista, o chusma, elijan, no me ofende. Y ahí tuve el gran tropiezo.
Los armenios, pobrecitos, tienen una historia tristísima. Su propio holocausto
en manos de los turcos era algo que sabía por los libros, no por una
descendiente directa, con padre y abuelos muertos, con tías abuelas que se
tiraban al río para no ser violadas, y hasta niñ os asesinados. La señ ora me lo
contaba sin dramatismos pero sin concesiones, todo parecía haber ocurrido
ayer, casi casi al lado, en el shopping, Y ahí, no sé si fue porque en la evocació n
se le piantó una gota de colá geno adentro del ojo, o fui yo, sencillamente quien
se emocionó , lloré de un solo ojo.

Me comenzó a arder y no hubo forma de calmarlo. Salí, tal vez má s joven pero
tuerta, renga y con la espalda triturada. En la esquina me comí un chocolate. Y
por fin me sentí reconfortada. Notoriamente ni la salud ni la belleza es lo mío.
La gula, me viene bien. ¡La fiesta será un éxito!
6 - Trámites miserables: ¡Matate Wargon!

Hay gente que debería ser fusilada sin juicio previo. Anó tenme como primera
candidata en el rubro "hacer trá mites bancarios".

No sé, no me gusta, no me importa, me confundo y me da taquicardia.


Cualquier minuto de mi vida que se vaya en tareas tan abominables, sé que me
llevaran al infierno. Dios no puede perdonar a ninguna criatura que se resigne
a esto. Pero como un karma cada tanto me llega un cheque de una editorial,
por un monto paupérrimo, que só lo puedo cobrar en ventanilla y cada vez
dejo en el trá mite una parte de mi vida.

En esta ocasió n casi arrastro a un tercero. Vengan conmigo que ya saqué el


nú mero. Era una mañ ana de invierno en Buenos Aires, helada pero con sol, en
el microcentro, bancario. Para llegar tuve que atravesar manifestaciones con
bombos, batucadas, vendedores, cafeteros, oficinistas con ojos grises de
papeles, y hasta un Jardín de infantes comandado por una maestra que llevaba
un grupo de niñ itos de tres añ os, con cara de futuros criminales pú beres.

En realidad la primera en equivocarse fue la editorial. Como si fuera


absolutamente idiota les pregunté la direcció n del banco. La anoté en un
papelito y cuando llegué a la calle y el nú mero, me zampé con el cheque en la
mano, saqué el numerito y me senté a esperar. En mitad del ocio miré mi
cheque que claramente decía "Standard Bank", y yo había entrado a un banco
que decía HSBC... Me sobresalté, algo andaba mal. Me acerqué a una de las
cajas y recibí la siguiente informació n:

1) Que allí no pagaban nada, que me dirigiera a un banco "grande" (usó otra
palabra que no me acuerdo).
2) Que no me hiciera problema por el nombre porque ahora todos eran HSBC.

3) Para llegar tenía que caminar derechito por la calle de la puerta, dos
cuadras hasta llegar a Florida. En esa esquina estaba...

Hasta mi nieta, pequeñ ita y mendiolaceñ a, podría orientarse con esa


informació n. Yo no. Comencé a transpirar. Siempre sospecho que las calles
conspiran contra mí y que mientras me distraigo se cambian de lugar, así que
salí, llegué a la esquina y le pregunté a un señ or que pasaba muy apurado:

- Señ or tengo que llegar a un banco (y allí se me dio vuelta el chip y le largué...)
el Santander Rio, que queda en Florida y esta. El señ or tenía un almita
misericordiosa, me atendió con la paciencia que uno pone en los
discapacitados y contestó :

- El banco Santander no queda allí

- Bueno, dígame dó nde queda porque me han dicho que todos son del HSBC

- Señ ora, yo "trabajo" en el Santander y no es del HSBC

- Se ha vendido. ¡Me lo terminan de decir!

- Pero es raro que yo no lo sepa -el señ or comenzaba a revolear los ojito. Una
nube de preocupació n había descendido sobre él.

- Es que vio có mo es esto -abundé yo- los empleados somos los ú ltimos en
enterarnos - Ademá s nunca pasa nada demasiado grave intenté consolarlo
porque me parecía al borde un ataque-

- ¡Pero es muy grave!, insistía el señ or con los ojos llorosos.

Lo dejé al borde de un paro cardíaco, y con paso decidido me dirigí al


Santander.
Vuelta numerito. Vuelta cola interminable con el agregado de que no
alcanzaba a ver la pantallita que estaba al frente, así que molestaba a todos los
cristianos de alrededor para que me dijeran "por dó nde van". Cuando me tocó
el turno, la cajera me miró desconcertada.

- ¿Qué quiere hacer, depositarlo?

- ¡¡¡No!!! ¡¡¡Cobrarlo!!!

- ¿Pero có mo quiere cobrar un cheque del Standard Bank acá ?

Di media vuelta avergonzada, y partí para el tercer banco. Mientras esperaba


con el numerito en la mano me acordé del pobre señ or. Si saben de un señ or
que se suicidó en el microcentro, vengan a buscarme que fui yo.
7 - Una polaca y una china - Igual: doce huevos

Los que hemos tenido la suerte de viajar por el mundo sin saber mas idioma
que el cordobés bá sico, hemos aprendido a comunicarnos en todos los modos
posible: dedos, dibujos, representaciones teatrales, todo vale para poder
comprar algo que no sabemos có mo se dice... Tanta astucia fracasó hace unos
días, apenas a la vuelta de casa, en un supermercado chino.

Hora: siete y media de la tarde - Personajes: robusto cajero chino de simpatía


descojonante, señ ora china viejita de edad indescifrable sentadita en un banco
al lado de la caja, criollo nativo de trabajo desconocido, sentado en un cajó n de
cerveza, dado al parecer a la meditació n y la abajo firmante.

Como odio caminar por los sú per y sus arbitrarios modos de acomodar los
productos, al entrar le pregunté al cajero

-Buenas tardes señ or ¿Por donde está n los lá cteos?- con grandes cabezazos
me respondió

-Pase, pase!!!

Me pareció que algo no estaba funcionando bien en nuestra comunicació n así


que insistí apoyá ndome en un sinó nimo

-¿La leche, dó nde está ?- con su inalterable sonrisa, só lo que con mayor
reverencia el chino contestó

-Pase, pase!!!

Ahí descubrí que estaba frita, mejor haría en avanzar por las gó ndolas
revisá ndolas una por una. Salí un tiempo después medianamente triunfante
pero me faltaba el queso. Volví a la caja
-Señ or tiene queso?- el chino interrumpió por un segundo su apasionada
charla con la china (siempre suenan como pá jaros) y desplegando su gran
sonrisa me contesto

-Pase, pase- En ese momento el criollo entregado a la meditació n salió de su


nirvana e intervino-¿Usted quiere comprar queso señ ora?- asentí- déjemelo a
mi- se ofreció el criollo decidido a hacer de lenguaraz. Sufrí un instante de
vértigo ¡ un verná culo habitante del Abasto hablando en chino?!!! La señ ora
mayor también notó que algo para normal estaba por ocurrir, así que se
silenció y clavó los ojos en el comedido. Con una soltura de políglota ganador,
mi compatriota se dirigió al cajero y dijo textualmente – "la señ ora busca
queso". El chino contestó mas alegre que nunca _Pase, pase! Y el criollo, estiró
una mano detrá s de la caja y saco un sobre de queso. Ahhhh -dijo el chino, con
cierto alivio que duró poco porque yo buscaba queso fresco ¡... No encontré el
sinó nimo pero observé que la Sra. me miraba con atenció n y dirigiéndome a
ella, mientras hacia la señ a de cortar, repetí.- pala "col-tal" (igual que el criollo
me sentía manejando el chino como nacida en Pekín)

La señ ora se levantó en el acto y me llevó a la gó ndola de los quesos. Las dos
nos hacíamos saludos cada vez má s orientales. Sentía que los ojos se me
rasgaban y el pelo se me ponía lacio. Pero aun me quedaba un desafío: los
huevos. Lo pronuncié cuidadosamente en "chino-abasto" sin resultados, la
señ ora me miraba atenta. Hasta que me paré en el pasillo de la gó ndola, batí
los brazos, grité cococococo... y ambas salimos disparadas hacia los huevos.
Las dos arribamos a la caja triunfantes, casi diría que imbuidas en una suerte
de superioridad de género. No sé có mo pero mostrá ndome el reloj me hizo
saber a qué hora llegaba el que hablaba españ ol.

De esta pequeñ a postal del barrio só lo se pueden sacar dos conclusiones: que
en chino huevo se dice cocococo
8 - Volviendo. Señor! Propásese por favor!

Estaba en la oscuridad deseando con toda el alma que el señ or que tenía
sentado al lado me tocara una teta. No había en mí un ardiente deseo, ni
siquiera una pizca de erotismo, no era tampoco una experiencia post moderna
de esas escritoras que se acuestan con cien hombres para después contar
como se acostaron con cien hombres y se llenan de plata.

El señ or no era lindo. Era un morochó n con una panza indescriptible que
asomaba bajo una remera mugrienta, un pantaló n igualmente andrajoso,
zapatillas blancas sin cordones y los dedos de la mano llenos de anillos de
brillantes. (Enigma que no pude descifrar).

Ambos, por el aciago destino, compartíamos dos asientos a las diez de la


noche, de Có rdoba rumbo a Buenos Aires. Ni nos habíamos saludado.
Sencillamente el gordo entró tosiendo como si se le fuera la vida junto con el
pulmó n y gargajeando sin parar. A poco de andar comencé a sentir arcadas.
Temía sobre el destino de sus expectoraciones, y el olor a mugre me mareaba.
Por supuesto no quedaba un solo asiento libre a donde poder mudarme

Sufría.

Pero ¿có mo pedir que me lo sacaran de al lado só lo por ser asqueroso? Desde
otro punto de vista, el hombre quizá s era un pobre enfermo de tuberculosis,
un indigente de solemnidad que ni siquiera tenía ducha en la casa! ¿Acaso iba
a ser yo, cara pá lida polaca, quien pidiera que lo sacaran? ¿Y si el INADI me
llevaba presa?
Así fue como se me ocurrió la solució n ideal: si la bestia jadeante me tocaba la
teta, me habilitaba a dar un grito de virgen profanada, y seguro que, por lo
menos, lo corrían. Pero el muy maldito no me registraba como persona, y
mucho menos a mis tetas, que tampoco está n para un pellizco ni aun con una
tuberculosis aguda.

Comencé a ofenderme ¿que clase de catá strofe de sex apeel era yo que ni ese
deshecho de la humanidad quería tocarme? ¿Y si gritaba aunque él no hubiera
hecho nada? Y si gritaba porque NO me había hecho nada?

Pese a ser parlanchina deseché el diá logo. La cara de mi compañ ero era de una
hosquedad temible pero bá sicamente si mi tosía en la cara, me desmayaba.

También consideré la posibilidad de hurgar en la cartera a la bú squeda de


algú n remedio perdido, (soy de las que siempre tienen algo por las dudas),
"vieja pastera" dijera Calamaro. Pero en la oscuridad solo tanteaba un lá piz de
labio y pese a sus insó litos anillos de brillantes el hombre no parecía dado a
esos gustos.

Avanzá bamos por la ruta en esa situació n desesperante. Decidí pasar al contra
ataque, empujarlo, codearlo, levantarme seis mil veces para ir al bañ o, tirar y
recoger mi cartera del suelo moviéndole las patas y hasta saqué mi frasco de
Carolina Herrera y me fumigué, en la esperanza que el gordo fuera alérgico y
se muriera de una vez por todas. Mis consideraciones humanísticas habían
desaparecido dejando en su lugar un odio concentrado.

Resumo, me ganó diez a cero a fuerza de toses y gargajeos. De aquí en má s


antes de sentarme en un colectivo de larga distancia, a falta de un certificado
de salud, miraré si tiene anillos en los dedos. "A veces es difícil volver a casa".
9 - Soy todo un éxito... ¡para los fracasos!

En esta época del añ o pareciera que a todos les dan una medallita por algo
maravilloso que han hecho, mientras otros no recibimos ni una tapita de
cerveza usada.

Para no sentirme tan perdedora, me puse a hacer memoria al menos de mis


fracasos y me encontré con uno, tan redondito, contundente y pertinaz que,
aunque mas no sea por la constancia que pongo en fracasar, debería
considerarse como un éxito.

Es mi batalla con el cigarrillo donde voy perdiendo cuatro a cero .Y como toda
derrota sirve para aprender algo, pueden creerme que me estoy
transformando en una experta.

Primer intento

El cigarrillo me encanta, me hace sentir glamorosa, segura de mí misma, y


pró xima a la felicidad. Lamentablemente, con el correr de los añ os, él ya no
gusta de mí. En síntesis, sé que tengo que dejar y una buena mañ ana sin
consulta previa, sin avisar o tomar algú n recaudo, sencillamente lo dejé. Lo
primero que sentí fue ¡hambre!, y en el acto comencé a comer. ¡A comer todo!
Milanesas, chocolates, flanes, budines, picaportes, zapatos, y pasado los cuatro
días… me descompuse. Estuve doce horas de corrido largando todo lo que
había empipado, y les juro que comer es má s grato que "descomer".

Cumplidas las doce horas estaba deshidratada y, segú n yo, me había muerto.
Como entre sueñ os vi llegar a la médica de la ambulancia, y escuchaba que en
el living se había armado un foro de debate al que se sumó mi hijo que estaba
por casualidad en Buenos Aires, Anita, siempre presente en los aconteceres
sanitarios de la familia, y quizá s el Dr. House (no tenía lucidez como para
distinguirlo). Todos querían saber si tenía cá lculos, pero como yo ya no
hablaba, imaginaron que sí, y entre opiniones divididas partí en una
ambulancia al Sanatorio.

Como ni siquiera alcanzaba a ver la Luz, vagamente calculaba que me estaba


yendo al infierno y no alcancé a tener miedo, porque la camilla la llevaba mi
hijo (justicia divina, era la primera vez que me internaban después de haberlo
parido). Mientras me hacían estudios y el suero comenzaba a funcionar, le
perdoné todas las amonestaciones del secundario, las quince mil materias que
se llevó a rendir, y en un acto ecuménico que el Papa me envidiaría, le perdoné
todos sus pecados cometidos y por cometer, porque allí estaba, en la escena
perfecta, ¡mi hijo, el doctor, salvando la vida de su madre!

Por supuesto no tuve la grandeza de morir ahí y pasar a la leyenda familiar,


sino que me diagnosticaron un rampló n empacho y me sacaron caminando,
sin fanfarria alguna.

En mis ensoñ aciones pre muerte yo me había visto envuelta en la bandera…


pero lo ú nico que llevaba sobre los hombros era una colchita para
emergencias, que bien podría haber pertenecido al Bobi, si tuviera un perro.

El amor de mi hijo se iba convirtiendo en fastidio. Preanunciaba el cerrado


odio con que me miró el resto de la familia cuando, ya de vuelta en casa y en
pleno uso de mis facultades, declaré: ¡ahora necesito un pucho! Había perdido
uno a cero… pero mi carrera de "fracasante" recién comenzaba.
10- El yoga ¿Será para mí?

Mi médico de cabecera cuando me vio llegar con la pata al hombro ,con


mirada ominosa me mandó a yoga, dando a entender que mi pró ximo paso era
la silla de ruedas. Tan alegremente motivada me lancé por Buenos Aires
buscando alguien que diera yoga “no religioso” porque la idea era só lo
acomodar los huesos. Una vez mas mi amiga Alicia, corrió en mi auxilio y me
mandó a un espléndido centro donde ella misma se había formado. Hablé,
pedí turno, y me decidí. La noche anterior preparé mis ú tiles con la devoció n
que nunca puse en la escuela donde apenas me amenazaban con la silla
eléctrica. A la mañ ana cuando salí había comenzado a llover y por supuesto,
víctima; como todos; de la desconfianza meteoroló gica estaba sin paraguas…
me empapé, pero marchaba hacia la salud así que con alegría me tomé un
taxi... Mirando mi libretita le di la direcció n. Ay ¡me había tocado un taxista de
“esos”. A los gritos me preguntó - ¡A esa calle ¿entre cuá l y cuá l!?

- No sé señ or -contesté con mansedumbre. Pero él no estaba dispuesto a


moderarse

-¿!Y có mo toma un taxi sin saber entre que calles va? ¿ no ve que la
numeració n cambia!!!! -Me silencié mientras él seguía gritando

-Hay que ser irresponsable para tomar un taxi así!!!. Má s silencio, pero algo
me hervía por dentro y bajé el vidrio de la ventanilla. Ahí pensé que me iba a
pegar!!!- ----!!!¿Có mo baja el vidrio no saben que la pueden saltar y sacarle
todo?!!! Y yo no los voy a correr, y usted a su edad!!- Esa fue una puñ alada
trapera pero una vez mas no contesté nada. Como corresponde me paseó y me
cobró una fortuna Volvió a gritarme por el cambio. Y finalmente me bajé y ni
siquiera le dí un portazo... El centro es un lugar luminoso de sonrisas amables
y paredes claras. De la profesora, y mis dos compañ eras, emanaba una
profunda paz .Puse mi toallita en el suelo y me concentré en la clase. Los
ejercicios maravillosos pero la palabra de la profe no se limitaban al ejercicio
sino que ,en los momentos de descanso , decía continuamente “quietas por
fuera, quietas por dentro”. Era claramente una indicació n hacia la paz. Pero
cuando cerraba los ojos, me aparecía la cara del taxista y yo, por fin olvidada
de todos mis modales y convicciones sobre la convivencia gritando como una
fiera: ¡!!Escuchame hijo de una re mil ¡si no conocés la ciudad para qué
manejas un taxi pelotudo! No me jodas con que me van a asaltar si vos me
estas robando! Má s irresponsable será tu abuela!!!. La escena culminaba con
un feroz portazo reivindicador donde le agarraba los dedos de la mano . Todos
( por lo de vieja)

Cada vez que había un pequeñ a relajació n y mientras la profe llamaba a


aquietarse por dentro, mi película seguía con má s y má s ira .Lo imaginé
tratando de hacer un trá mite en Movistar, enloqueciéndose con esa voz que
dice: si quiere hablar con Dios marque el… (Y hasta capaz que te den con Dios
pero con un gerente ,nunca).Lo imaginé atrapado por un corte de piquetes, en
pleno verano, secá ndose al sol, como la yerba de ayer. Y cuando la meditació n
alcanzaba su parte mas intensa, lo veía como el Padre Grassi entrando al
pabelló n 31. Terminé la clase agotada de tanta venganza imaginada y con un
descubrimiento : no se trata de que soy una gorda apacible. Se trata de que, si
me paro un minuto a pensar, mato!.Sí, quizá s necesito yoga
Ommmmmmmmmm
Capitulo Tres: Familia Habemus
1 - Todo lo que te espera para ser un padre exitoso.

-Si tenés un bebé de tres meses y hace otros tantos que no pegá s un ojo, no
desesperes, pasa. Só lo que no volverá s a dormir bien hasta que se case (o se
junte) y algú n otro se haga cargo.

-Prepá rate entonces para un promedio de veinte añ os de dormir con un solo


ojo hasta sentir la llave en la cerradura.

- Inevitablemente, alguna vez se caerá de la cama, se tragará un objeto


venenoso y se perderá en la calle (opcional). También es de rigor que lo
muerda un perro, al que él previamente le había arrancado la cola. (Solucionar
todos esos líos te llevará su tiempo)

- Aplicadamente le pondrá s las vacunas, lo llevará s al pediatra y lo alimentará s


razonablemente bien.

- Soportará s las anginas y las mú ltiples pequeñ as pestes que acechan a la


niñ ez, piojos incluidos.

-Lo mandaras al cole.

- En el Jardín tendrá s que conseguir de un dia para otro quince rollos de papel
higiénicos vacíos

- Alguna vez tendrá s que sentarte en esos banquitos afrentosos y recibirá s


muchos regalitos verdaderamente repugnantes (que guardará s para toda tu
vida)

-En la primaria, deberá s controlar cuadernos y dar permisos para paseos que
inventan maestras borrachas.

- Tendrá s que llevarlos a ver espectá culos de estruendoso mal gusto pero de
super honda
- Deberá s guerrerar con abuelas que o se entrometen en la educació n, o se
borran

-Al llegar a la adolescencia, estadío imposible de evitar y dificultoso para salir,


debes afrontar:

-Amigos indeseados

-Trastornos en la alimentació n

-Consumo a escondidas de alcohol y otros fá rmacos

-Amigos a cualquier hora

-Vacaciones con amigos en crisis (todos: tus hijos y sus amigos)

-Bestial rendimiento escolar (cortar clavos hasta diciembre o marzo)

-Ataques de mudez o astenia

-Malos humores inexplicables

-Malos olores explicables

-Asaltos feroces a la heladera

-Un absoluto desconocimiento de ese adminículo llamado reloj

-Si en esa larga travesía recalan en un psicó logo idiota, acordará n a dú o (él
con el psicó logo) que todos sus males provienen de vos.

-Aunque tampoco es imprescindible la presencia del psicó logo, llegan a esa


conclusió n solos :algo hiciste muy mal, ( por ejemplo tener hijos)

-De haber hermanos o hermanas, deberá s mediar en peleas turbulentas, en las


que tendrá s que poner orden, cosechando odios en estéreo
-Dirá s mil millones de veces: "saludá , no golpees la puerta, volvé temprano, no
tomés, no manejes en curda", y la lista es infinita, cansadora y estéril. Algo les
quedará pero no está probado cuá nto, ni qué.

-Deberá s afrontar el desfile de noviecitos y noviecitas a los que antes de


sentar a tu mesa te gustaría palpar de armas

-Ya esta altura vos también estará s absolutamente convencido de que algo
hiciste mal, por no decir todo.

-Luego vendrá (con suerte) un vacilante paso por la Universidad donde dudan
entre ser ingenieros o cultivadores de bonsai, técnicos en computació n o
bailarinas de cañ o

-Durante un tiempo (breve) te preocupará s mucho por su sexualidad y


después te resignará s a lo que venga.

-Un día finalmente se irá n de tu casa... para volver con la ropa para lavar y de
paso comer algo.

-Cuando por fin está n a salvo y sean personas felices y hasta exitosas,
comentará n sus éxitos... con su pareja o sus muchos amigos. No con vos

-Si con el correr de los añ os te permiten jugar con los nietos, muéstrate
agradecido

-Si deciden que tenés que criá rselos, muéstrate agradecido

Si después de tanto esfuerzo te hablan una vez por semana, puedes


considerarte un padre exitoso... ¡Felicitaciones! De eso se trata la vida
2 - ¡Feliz cumpleaños, hija!

Hace ya muchos añ os, en un 20 de julio como éste que pasó , una enfermera te
puso entre mis brazos. Eras chiquita y muy peluda. Te alcé con desconcierto y
pensé: “¿Y ahora que voy a hacer con ella?

Después me morí de amor, se te cayó el pelo de la cara y apareció una beba


morena, algo machucada por el parto, que rechazaba la teta. Morí de amor
otra vez pero nunca má s supe qué hacer con vos. Un día hablaste con una
precocidad asombrosa (nunca má s has parado de hablar). Te especializabas
en conceptos abstractos y a los cuatro añ os blandías un dedito sabiondo en la
nariz de tu hermano que só lo tenía tres y le explicabas (era en la vieja cocina
de la tía Nena): “Y ahora, mami nos va a llevar a ver títeres, pero tenés que
distinguir entre la realidad y la ficció n porque sino te vas a asustar mucho”.

Los recuerdos tuyos de cuando eras muy chiquita casi se me han borrado.
Apenas me acuerdo del día que por primera vez viste llover, estabas agarrada
de mi mano en las casillas rodantes de Corrientes y quedaste asombrada, me
miraste, y no supe que hacer.

Y porque sí, mi memoria salta a tu adolescencia. Te paseabas por Có rdoba con


tu gato en el hombro, el legendario Hermeto, que te amaba hasta el delirio y
me odiaba con igual intensidad. O el día que te colgaste el signo de la paz en
plena dictadura y pleno secundario, cuando los milicos habían prohibido todo
adorno en los colegios, y desataste tal batalla que todo el colegio fue obligado
también a sacarse la cruz y las cadenitas. Y no supe qué hacer, porque me dio
miedo y orgullo al mismo tiempo.
É poca de tus primeros amores de palier y aquel primer chico que entró a casa
con el pelo hasta la cintura. Y no supe qué hacer, porque hasta eso era
peligroso, aunque él só lo fuera un pacífico aprendiz de mú sico.

Y cuando al separarme (“nos separamos”, decías vos, y lo habrá s tratado en


terapia) nos fuimos al departamento de la calle Coló n, con só lo tres colchones
y una mesa prestada. Pero el sol entraba por todas la ventanas. No idealizo,
recuerdo que cuando trabajamos juntas peleá bamos como perro y gato, y
hasta un día te encerraste en la pieza y golpeaste la pared hasta que se te
acalambró el brazo y yo ni abrí la puerta porque, una vez má s, no sabía qué
hacer.

Hemos llorado juntas cuando se murió Sarita y te acompañ é cuando murió tu


padre. Amparo anunció su llegada en el living de casa y todavía no te perdono
porque no quisiste hacer el “evatest” ahí mismo… ¡ya!, como exigía yo, porque
“es el padre el que tiene que estar presente”.

Y con esa arbitrariedad de la memoria nos veo otra vez en Mendiolaza, sobre
el monte donde construirías tu casa, desmalezando las dos con machetes y el
ruido del verano silencioso sobre nuestras cabezas. Y la llegada de Francisco y
después, tan diminuta y frá gil, la de Amparo.

¿Cuá ntos días hicimos juntas el trayecto hacia terapia intensiva? Era otoñ o,
tan dorado y bello sobre Có rdoba, y quizá s fue una primavera violenta cuando
por fin supimos que se iba a quedar entre nosotros.
Nunca supe qué hacer con vos, ni pude decir una palabra que no me fuera
refutada, ni pude defenderme ante la acusació n de que te hice con pies planos,
ni de que estoy rematadamente loca.

Tampoco me interesa mucho, porque ya todas las cartas está n echadas y sos
una mujer (casi de mi edad como decís con esa ironía implacable). Y me
admira que, aunque yo nunca supe qué hacer, saliste como te había soñ ado.
Plantada en este mundo, aferrada a él con alegría, con ese humor burló n, ese
amor por los libros, la pintura y la mú sica. Só lida en la amistad, confiable en el
amor. Tan diferente a mí, tan mi semilla. Que, aunque no supe por qué, te parí
en el Día del amigo.

Quizá s porque, si no fuera tu madre, me hubiera gustado que fueras eso, mi


amiga.
3 - Todo un año al estilo Job: se hace difícil llegar a Rio

Decidimos las vacaciones y allí estaba yo a poquitos días de partir preparando


la valija, soñ ando con Copacabana y con los ojos llenos de lentejuelas.

Como las valijas de cualquier mujer son un claro reflejo de la chifladura que
una carga, las mías llevan equipos para sobrevivir a un tsunami, a una
glaciació n y a todas las pestes que el diablo con la complicidad de Jehová nos
mandara.

De pronto mi bien amado dijo sin demasiado énfasis : no me puedo parar.


Valga a aclarar en este punto que mi bien amado desde hace un tiempo ha
tomado la fastidiosa costumbre de morirse. Es aparatosa, impresionante y
altamente ineficaz, pero como él tiene mucha popularidad entre la familia
moviliza a los hijos donde quiera que estén y hace que yo me acueste a su lado
como un perro fiel y con ciá tica durante todos los días que dure la internació n.

Era viernes y una vez má s pensé en Job y las calamidades a las que fue
sometido, pero sin alusió n bíblica y sin renegar de Jehová , má s vale con un
silencio que bien traducido quería decir "mejor que no tengas nada grave
porque si te morís te mato".

Con tanto tiempo de este extrañ o deporte que practica (¡¿por qué no se le
habrá dado por el golf o el ta te ti?!) he adquirido un entrenamiento para las
emergencias que envidiaría cualquier Médico de Catá strofes. Primero llamo a
emergencias, y mientras llegan manoteo un bolso siempre listo con las cosas
que pueden faltar en el sanatorio y al mismo tiempo hablo a todos los médicos
amigos. En poco tiempo se arma un foro interprovincial anque barrial de
diagnó sticos presuntivos con opiniones encontradas. Así que cuando esa tarde
levantó sus ojos del libro y me lanzó tan agorera frase en dos segundo
está bamos en una ambulancia ululante con pronostico má s que reservado.

Lo ú nico que me hizo conservar la calma fue que, en el instante antes de que lo
llevaran, preguntó interesadísimo: “¿no estabas haciendo fideos? ¿no me
podrías convidar un platito?”. Omito mi respuesta que no corresponde para
nada a tan abnegada esposa. Pero igual me alegré: ni el diablo puede cuando la
gente tiene hambre .

Por segunda vez en el añ o mientras Dios y el Diablo probaban mi temple y


metafó ricamente quemaban mis cosechas, suspendí el viaje. El bien amado
zafó con apenas una neumonía y quince días de internació n. Allí, internado,
cumplió sus ochenta y...se lo festejamos con una tortita que entró una amiga
de contrabando, con hijos yernos y hasta ex esposa presentes, mientras yo
murmuraba cual yegua: “si querías reunir a la familia hubiéramos hecho una
fiesta que es má s divertida que una neumonía”.

Un viejo dicho afirma: si quieres ver reír a Dios cuéntale tus planes. Si es
cierto, en abril buscanos en las necroló gicas
4 - feliz año nuevo para la señorita silvia

Fue en mitad de las Fiestas, siempre multitudinarias y bá sicamente alegres,


cuando la señ orita Silvia me hizo llorar. Amparo, mi nieta mas chiquita me
mostró su video de primer grado. Conocía a su señ o solo por fotos. Es
sencillamente una maestra. Joven, rubia y con la mirada má s paciente del
mundo. Con esa mirada recibió a Amparo con sus bastones, chiquita, tímida e
indefensa.. quizas pensando secretamente qué iba a hacer con ella

En esa paciencia, se refugio Amparo todo el añ o. Aprendió a leer y escribir, a


manejar los nú meros hasta cien. Actuó en todos los actos escolares y ¡ bailó !...¿
Có mo baila una nena con bastones?... Tendrían que ver el video. Tendrían que
ser Amparo y tener a la señ o Silvia como maestra, un dú o que linda la
demencia, una dupla que no cree que la palabra imposible forme parte del
diccionario y mucho menos de la vida. La ví a Amparo en el aula, cantando,
jugando con barro, asomando su nariz sobre una vaca cuando fueron a visitar
la granja, lista para dormir en el "acantonamiento". Siempre, siempre, en cada
foto aparece la mano de la señ orita Silvia detrá s, sosteniéndola, ayudando,
previniendo.

Mientras tanto Amparo me contaba de sus compañ eros: Joaquín, que le lleva
el andador; Pablo que la hace reír; Felipe que este añ o se cambia de cole;
Martina que comparte el auto con ella; Franco que tuvo una hermanita y
Sarita, con la que salieron a vender por el barrio sus dibujos recién hechos. Un
mundo, su mundo, que fue posible este añ o por la señ o Silvia

Los regalos de Navidad los entregó Amparo con una tarjeta de su puñ o y letra
que decía "Feliz Nabidad". Corría de uno a otro de los invitados con sus
pequeñ os bastones Ella misma se había puesto un vestido obsequio de
Valentina su prima neoyorquina que, le daba un aire a Carmen Miranda con
una flor de plá stico bien roja en el pelo . Se sentía la niñ a mas hermosa del
mundo entregando los regalos, algunos mas altos que ella misma y que
llegaban al dueñ o algo machucados.

No creo en las maestras, só lo sé que cuando se juntan el deseo de un niñ o y


alguien apuesta a favor de un sueñ o, el resultado se acerca a ese imposible
milagro navideñ o!

Y ahora, que han pasado algunos añ os, que termino de chatear con Amparo
que me apura, “dale, no seas lenta”, donde tantas cosas imposibles han pasado
, donde no me canso de mirar su foto compadrona con la medalla que se sacó
en su Escuela de Verano, cuando sigue bailando ( y todavía no se có mo) en
cada acto escolar, cuando se mira al espejo para verse su vestido antes de
partir para uno de sus mil cumpleañ os, cuando la escucho pelear y ejercer ese
humor disparatado que le corre por las venas. Recién ahora entiendo lo que
no sabía :que las lá grimas sobran, en esos lugares que solo deben estar
repletos de tenacidad, trabajo y esperanza.
5 - ¡Cuándo inventaron los huevos de Pascua!

Termino de salir del festejo del domingo de gloria, asado maravilloso con
sobrinos, nietos y amigos del alma, y en la puerta, mi amiga Elsita me abrazó
con alegría deseá ndome una ¡Feliz Navidad!

La confusió n puede atribuirse al vino, en el que ninguna de las dos es austera


pero, me parece que se debe má s a que las cosas han cambiado tanto que se
nos confunden los festejos

Cuando yo era chica, allá por el Medioevo, proviniendo de una familia mixta, la
fe religiosa no era nuestro punto má s fuerte. Habiendo terminado la Segunda
Guerra Mundial y con toda la familia de mi padre masacrada ,para "salvarme"
ante un posible nuevo Holocausto, me pusieron en un colegio de monjas.

Mi fe era aun má s floja que la de mi madre pero de ese largo trá mite de colegio
cató lico conservo algunos recuerdos de Semana Santa. Era un momento donde
las monjas nos sacaban en procesió n y se hacían ademá s las Siete Estaciones
rezando en otras tantas iglesias sombrías, recuerdo también los santos
cubiertos por pañ os oscuros. La radio pasaba solamente mú sica sacra, y la
televisió n repetía películas que ya eran antiguas cuando se filmaron.

El domingo ya había pasado todo y el lunes volvíamos al colegio. ¿Y los


huevos? No sé, en aquella época o no existían o no me los compraban.
Corrieron los añ os y de pronto me veo entrando a la casa de mis sobrinos, con
dos huevos de Pascua, para cada una de las nenas. Primera gafe. Fue algo así
como llegar el día de Reyes con un regalo en la mano.
En el acto los padres se vieron obligados a explicar que el conejo había pasado
por casa y me los había dejado para que yo los trajese. Lara y Flor escucharon
la explicació n con esa cara imperturbable que ponen los niñ os que "ya saben"
para que los grandes pensemos que "no saben nada". Con cierta ingenuidad
(malicia pura) me preguntaron si conocía el nombre del Conejo... olí una
trampa (¿me preguntaban por la marca del chocolate? ¿Por la casa donde los
había comprado?)

Les respondí con su misma moneda: cara imperturbable y silencio. Lara que
es la má s dicharachera y que habla medio seseosa porque se le han caído
todos los dientes de adelante, me explicó que el conejo se llamaba Lorenzo, y
ante mi cara inescrutable que ya destilaba agnosticismo, Flor corrió a traerme
¡¡¡la Carta que le habían dejado al conejo!!! (¿Pero eso no era para Reyes?) .

La carta decía en rima bastante defectuosa y con letra casi ilegible: "conejito
conejito decime tu nombrecito" y abajo el conejo había escrito: Lorenzo.

Ya en estado de confusió n profunda pregunté si le habían dejado pastito y


agua a la noche y me explicaron escandalizadas que eso era para los camellos,
que el conejo esconde los huevos por el jardín.

- ¡Como la gallina turuleca!- grité.

Me fulminaron con el silencio y se lanzaron a la cacería de los huevos.

- ¿Papá Noel no interviene?- pregunté- porque él deja las cosas má s a mano.

De nuevo me mataron con la indiferencia.


Encontrados los huevos nos tiramos todos sobre el asado, como sucede en
Navidad, nos comimos la roscas, como sucede en Reyes y nos pusimos en un
leve y alegre estado de ebriedad como cada vez que tanto amor se junta.

Concluyamos: soy una persona atravesada por dos siglos que ha conseguido
subirse al ú ltimo vagó n de la modernidad. Manejo la computadora, apoyo el
matrimonio gay, guardo un respetuoso silencio sobre todas las formas de
concepció n que se han inventado pero hay cosas que se me confunden ¿"dulce
o truco", se dice para el Halloween o para el Día de los enamorados? ¿En el
pesebre hay que sacar el niñ o Jesú s y acostar a Papa Noel? ¿Por qué a los
Reyes les ponemos pastitos y al conejo ni una zanahoria? ¿Por qué el conejo
deja los huevos por cualquier parte? ¿Y si el Día de los enamorados estoy sin
amor, vale que uno de los Reyes me mande un regalito?

Y sí, los añ os no vienen solos, traen un puñ ado de preguntas que no sé có mo


responderme

Igual fue un día maravilloso... Tan lejos de tanta oscuridad como recordaba.
6 - Serias jodas de la abuelitud

Ser abuela tiene una sola cosa que es molesta e insoluble: nuestros nietos
tienen padres y ellos mandan, pese a que nosotros sabemos má s que esos
borregos. Experimentamos con ellos, los dejamos machucados por traumas de
todo tipo pero finalmente aprendimos. Ahora, sabemos, tenemos má s tiempo,
menos ansiedad y amamos mejor...

Pero allí está n ellos, tomando decisiones sobre nuestros nietos y una haciendo
el interminable ejercicio de meterse la lengua en el trasero. Valga esta
introducció n para un largo debate cuasi pelea que tuve con mi hija por los
zapatitos de Amparo.

Nuestra familia, por todas las ramas, tienen por costumbre tomarse en serio
los casamientos y viajar en discreto tropel (somos pocos) de una punta a la
otra del país a co-celebrarlos. Se avecinaba entonces un casamiento en
Mendoza y en la familia de mí hija había comenzado la revolució n que les
precede: las mujeres se compran o consiguen pilchas, y en el revuelo de
mujeres cayó Amparo (siete añ itos) y alguien le regaló un reluciente par de
zapatos. Algunos dedos señ alan a Norita, mi consuegra, otros a Agustina, su
hermanastra jovencita. No quedó bien en claro quién fue la culpable, porque
mi hija enfureció de tal manera que nadie quería hacerse cargo de lo que se le
venía (mi hija puede ser re mala cuando se enoja).

En ese estado de ira temulenta me habló por teléfono para contarme la


historia:
-Mami... ¿Sabés que le regalaron a Amparo un par de zapatos nuevos? ( el tono
de vos sugería que eran cien gramos de cocaína).

-¡Maravilloso! ¿Quién fue?

-Lo estoy averiguando -dijo mi hija con la misma voz de asesina que la mina
que persiguió a Bin Laden.

-No entiendo... ¿Hay algú n problema?

-¡Si! Que todos saben que Amparo tiene un par de zapatos casi nuevos ¿para
qué comprarle otros?

A continuació n pasó a darme sus espantosos argumentos contra sociedad de


consumo y lo mal que le haría a su hija, la idea del derroche.

Antes de seguir me gustaría aclarar que nunca tuve una romance con Pepe
Mujica admirado presidente del Uruguay pero otro zarrapastroso
impresentable, que concibe la vida como un largo mate en zapatillas (igualito
a mi hija).Son coincidencias no vinculadas a ningú n ADN.

Suspiré hondo, hice una fugaz revisió n de lo que alguna vez le enseñ é. No
encontré ningú n mensaje expreso contra los zapatos nuevos aunque en el acto
reconocí que no era partidaria de los derroches sencillamente porque no
había qué derrochar. Quizá s allí se le confundió pobreza con austeridad y por
algú n camino personal dedujo que ambas cosas eran una virtud para legar a
las futuras generaciones. Volví a suspirar. Tomé coraje y comencé con
argumentos envolventes.

¿Y Amparo có mo está ?

-Chocha, ya la conoces (velada acusació n que me involucra en la misma


frivolidad).

- Y entonces si tu hija está chocha, ¿qué problema tenés?

- El mensaje mami... ella es muy feliz también jugando con sus amigas. Date
cuenta si ella cree que la felicidad pasa por un par de zapatos nuevos.

Tomé coraje y me lancé- A veces, hija, la felicidad sí pasa por un par de


zapatos nuevos, al menos si sos mujer.

-¡Ja! Pero vos hace tres añ os que andá s con zapatillas, replicó , siempre certera
para la estocada.

Supongo recordará s que tengo prohibido los tacos- usé voz de madre judía,
que implica "tu pobre madre" y también "seguro que te olvidaste". (Yo
también soy una porquería)- Sin embargo te quiero contar algo-Me sentía má s
culpable que confesando un romance con un adolescente- el añ o pasado
enloquecí de amor por unos tacos y me patiné casi un sueldo para tenerlos.
Los usé só lo cinco minutos, pero de vez en cuando saco su caja dorada y los
miro. Me hacen sentir, glamorosa, femenina, hasta flaca. Y pese a esto sigo
teniendo las mismas amigas, creo en las mismas cosas. amo la misma gente...
Pero vos sabrá s, "sos la madre".

Se produjo ese silencio que se hace cuando mi hija está pensando. Supongo su
opinió n sobre mi bajó un escaló n pero Amparo tuvo sus zapatitos nuevos.
Cuando sea grande le prestaré los mios, que seguirá n nuevitos, por supuesto.
Espero que conserve la misma pasió n por lo frívolo que su abuela y mi hija no
la haya arruinado irremediablemente
7 – Vacaciones ¡por fin!

Después de vanos y caó ticos intentos, por fin ¡¡¡¡Nos vamos de vacaciones!!!! Y
no hay laburante de esta patria que se haya ido tan contenta y tan
merecidamente. Esto tiene, dijera Borges "el sabor de lo perdido/de lo
perdido y lo recuperado/.

Durante tres añ os consecutivos, con las valijas listas, los documentos en la


mano y el pasaje entre los dientes, debimos quedarnos, por distintas
calamidades que no me detendré a detallar. Solo puedo decir en rasgos muy
generales, que primero se enfermaba el bien amado, yo pasaba la crisis
internada con él y en cuanto él se recuperaba, caía yo, agotada de esas noches
infinitas de sanatorio. Lo que se llama una maravillosa pareja simbió tica. Un
"matridemonio" ejemplar. Sirva lo anterior para explicar los pequeñ os pactos
que hicimos con mi có nyuge en el momento que decidimos que ¡esta es la
vencida! Así fue como arribamos a un mínimo decá logo de acuerdos mutuos:

A) Enfermarse está prohibido hasta la vuelta. En caso de que alguno de los dos
defeccione a esta palabra de honor el otro está en su legítimo derecho de usar
el rifle sanitario. Previamente hacer la cartita "Señ or Juez: que no se culpe a
nadie por este tiro a dos metros de distancia (de cerca me impresiona) porque
fue un suicidio por propia voluntad"

B) En caso de que alguno de los dos tuviese el mal gusto de morirse en Río, el
otro está moral y legalmente autorizado a sentarlo en la Avenida Atlá ntica con
una caipiriñ a al frente, un gran sombrero de paja y anteojos de sol. De manera
inmediata tomarse el primer vuelo y que los Cancilleres de ambos países se
hagan cargo de la repatriació n o tirarlo a los tiburones. Ninguno de los dos
somos creyentes en la otra vida, así que si los hijos se pusiesen melancó licos,
tendrá n una bella excusa para ir a visitar la momia en Copacabana.

Hemos respetado casi a pie juntillas estos juramentos. Yo apenas comencé con
un dolor de dientes, que terminó en una hecatombes de tratamientos de
conductos y me contracturé al punto de revolear la cabeza tipo exorcista, lo
que habilitó a que mis compañ eritos de trabajo me hicieran masajes, que es
mucho mas lindo que trabajar.

El ú nico momento á lgido que puso en riesgo el viaje y nuestro matrimonio fue
el temita de las bermudas (sé que se presta a muchas interpretaciones pero no
pienso volver a mi analista hasta no regresar de Río). Resulta que mi
bienamado abomina de las bermudas, él dice que por altos criterios artísticos,
yo afirmo que por enano, prenda que jamá s se compró en má s de treinta añ os
de vida compartida. Pero... pasé por una casa y las vi en liquidació n, tan
divinas que no pude resistirme y le compré ¡¡dos!!. Me gustaría olvidar su
expresió n al recibirlas, pero con impecable finura acalló su instinto asesino y
se limitó a decir: "seguro que no me entran". Era verdad, tan verdad como que
desciendo en línea directa del ghetto de Varsovia y allí no andá bamos tirando
bermudas. Así que las bermudas de marras fueron a dar a la ucraniana del
barrio, aumentadas en quince centímetros de ancho y quedaron algo
chingadas pero muy decentes.

Salvo estos detalles, por aquí reina la paz y la alegría Con mi voz de vaca
afó nica, canto sambas todo el día, Tengo la absoluta conciencia de que esto, el
trajinar de valijas y bronceadores, mas los recuerdos que traigamos al volver,
"son las vacaciones". Lo que ocurra allá será un estallido de sol, con la
fugacidad de una estrella y la levedad de una mariposa.
8 - ¿Sabré contar un cuento?

Y llegó el Festival de Tango de Buenos Aires, y con él aterrizaron desde


Có rdoba mi hija y su marido que se dedican al tema, con la pequeñ a Amparo.
En cuanto pusieron un pie en Buenos Aires, Amparo desató una de esas
bronquitis fulminantes y aterrizó con termó metro y jarabes en mis brazos. Lo
que, salvo por la fiebre, fue un buen arreglo para las dos, dado que la madre se
perdió en el dos por cuatro, confiando plenamente en mis dotes de abuela.
( ¡ imprudente!) . Las mú ltiples tareas que desarrollamos estos días,
incluyeron pegatina de figuritas de princesas, baile de cha cha con dos
bastones y un paraguas (el paraguas era para mi), larguísimas charlas sobre
todo y ¡las malditas tareas! Vergü enza me da confesarlo pero no entiendo las
nuevas técnicas matemá ticas, así que rá pidamente puse las cosas en claro: la
abuela cuenta con los dedos y el resultado es igual! Fue aceptado. Pero las
delicias de Amparo y las mías, es “lengua”. Esta vez nos tocaban las fá bulas.
Valga aclarar que desde que la vida me puso al frente el primer niñ o, salvo los
poemas, todo lo demá s lo he contado de memoria o inventado y adornado a mi
manera En este caso había que comentar “la hormiga y la cigarra”. Mi relato,
por la cara de Amparo fue apasionante. Puse gran énfasis en el esfuerzo de la
hormiga y má s aun en la conducta de la cigarra. Mas allá de lo que contara
Esopo, mi cigarra caía de visita con un gran sombrero de paja, lentes de sol,
una guayabera de todos colores, una Coca en la mano y cantando siempre un
rock alusivo a las bellezas del verano.( Rock que improvisé en el momento y
terminamos cantando a dú o). Remarqué, porque la trama lo requería, que era
muy vagoneta mientras la hormiguita se mataba llevando esas hojas inmensas
“sobre el lomo” acotó Amparo que es del campo. Llegamos así al cruel
invierno, donde la hormiga estaba gordita y la cigarra , una hilacha de flaca y
le golpeaba la puerta porque no tenía qué comer. -¿Y la moraleja es?…- dije
con mi voz docente…Amparo sin dudarlo afirmó - que la cigarra la pasó
bá rbaro-. Me sobresalté, mi relato había fallado en alguna parte, quizá s había
hecho a la cigarra demasiado feliz… Pensé que de cualquier modo el verano
para Amparo, comienza cuando con el ú ltimo día de clase cuando se mete en
la pileta, de

donde consiguen sacarla a principios de marzo para retomar la escuela. Son


los meses en que su cuerpo se vuelve á gil y libre como un pescadito moreno.
Cuando nada a la par de los demá s chicos, todos iguales bajo el mismo cielo
imposible de Mendiolaza.

Hice un nuevo intento pedagó gico:

-Pero la cigarra ahora no tiene qué comer

-No importa- discutió Amparo- alguien le va a convidar algo. Me olvidé, que


ademá s, viene de una familia solidaria.

Después de reconocer que como trasmisora de valores soy un desastre me


quedé pensando : ¿es que acaso la fá bula no puede leerse exactamente a
revés?. Siempre me identifiqué con la hormiga: hay que trabajar, mucho y si
una se toma las vacaciones de verano “debe” volver a tiempo, con lo cual la
mitad del tiempo la paso pensando en el alivio porque me fui y la otra en la
angustia de volver. Sí, me reconozco como la hormiga y me parezco un ser
pequeñ o y temeroso. Trabajar, no me ha dado mas que el bíblico sustento, y
quizá s me muera sin saber có mo se siente un verano cantando rock con un
guayabera de colores. La pregunta queda en el aire y como a Amparo le bajó la
fiebre, corro a comprarme un sombrero de paja!
9 - Charlas enloquecidas

Con mi hija que vive en Mendiolaza, nos hablamos casi diariamente,


generalmente son pequeñ as charlas divertidas con mínimas novedades de
nuestras, vidas, que aunque también mínimas, son intensas. Pero el martes las
dos está bamos en problemas, se lo noté en su voz tan propensa a la risa, esta
vez mas seria. Quizá s ella me lo haya notado en la mía, porque nos dimos una
Lorquiana cita para las cinco de la tarde, y puntualmente nos hablamos .

- Empezá vos, me dijo, con lo que creí era pura generosidad.

- Nada, ayer por la noche me ahogué, tuve que llamar a Emergencias, pero ya
estoy bien- dije apresuradamente- para no afligirla.

- Ah- respondió tan oronda. -Tuviste un ataque de pá nico- No le quise


recordar que no le tengo miedo ni a las arañ as venenosas

- ¿Y a vos qué te está pasando?- seguí.

- A mí no, al Chupetín- Valga aclarar que Chupetín es el caballo de Amparo y


tiene una vida muy activa en el corazó n de toda la familia. En realidad só lo es
activo con los niñ os porque con los grandes es mañ oso y artero. Odia que lo
monten y si alguien osa hacerlo, automá ticamente enfila hacia los espinillos y
deja colgado al atrevido. Todo se le perdona en nombre de su santa paciencia
con los chicos. Chupetín tiene un pasado muy traumá tico, fue el ú nico caballo
que sepamos que fue secuestrado y hallado con vida durante la democracia y
ha quedado con la extrañ a idea de que es un perro. A cada rato quiere entrar
en la casa y le apasiona meter su cabezota por la ventana. Reconoce mi voz
cuando lo llamo y contesta en idioma caballo. Nos entendemos bien. Hasta se
podría decir que es má s comunicativo que algunos nietos cuando se internan
en la adolescencia. Lo cierto es que me alarmé, y mucho.

- ¡¡Qué tiene???!!!
- Có licos- respondió mi hija con voz de médica internista

-¿Eso te dijo el veterinario?

- Mami, en Mendiolaza no hay veterinario de caballos

- Y entonces ¿có mo saben que es eso???- me sulfuré

- Porque salta y se tira pedos como si fueran el Huracá n Elisa

(Obviamente nos habíamos enojado las dos porque sabe que odio la
escatología)

- ¿Y no lo podés decir de otra forma?

- Sí: mi noble equino despide flatos ¿así te gusta má s?

(Bendije los 800 Km. que nos separan e impidieron que le retorciera el cogote,
y como lo importante era Chupetín lo pasé por alto. Trague saliva y avancé)

- ¿Quién lo diagnosticó y có mo sigue?

- Un vecino que es del campo, hay que darle vaselina, pero si no reacciona,
só lo queda sacarle el bolo metiendo la mano...

Me corrió frío por la espalda -¿Y si se está n equivocando con el diagnostico?

La Negra se puso extraordinariamente iró nica y guaranga

– ¿Vos sospechá s desde Buenos Aires que pueda ser una neumonía y que
nosotros queremos meterle la mano de puro cochinos?

- Me rehú so a seguir esta charla -contesté indignada. Tenés dos títulos


universitarios y está s estudiando otra cosa... ¿te parece?....

Y de pronto nos largamos a reír ¡¿De qué está bamos hablando, de un ataque
de pá nico, de un caballo con dolor de panza?!
Imaginé que alguien nos estuviera grabando, esos señ ores oscuros y ominosos
a la bú squeda de drogas o de informació n política. ¿Pensaría que hablá bamos
en clave, o pedirían nuestra inmediata internació n? ¿Có mo alguien podría
adivinar los amores compartidos y el sutil lazo que se extiende entre nosotras
cuando hablamos, reímos y hasta peleamos por cualquier cosa, incluso por la
panza de Chupetín?.

Pero para mí, igual, ella es un poco rara.


10 - Un suegro también es un varón

Mi finado suegro, que en paz descanse, era el encargado de anotar a sus hijos
en el registro civil. Su esposa, que segú n dicen era una santa, imaginó nombres
durante nueve meses, y luego de tan devota elecció n lo mandó a anotar a la
primera hija con el primoroso nombre de Aída.

Allí partió mi suegro, pero antes tuvo que pasar por el banco y, ya se sabe, má s
de una idea no se les sostiene adentro de la cabeza, así que cuando llegó al
registro, en épocas en que no existían los teléfonos celulares, el nombre de su
hija se le había borrado totalmente de la cabeza. Sin tomarse el trabajo de
volver, reconocer su error y reiniciar el trá mite (ademá s son haraganes) apeló
al primero que se le pasó por la cabeza, así fue como mi cuñ ada Aída, en todos
sus documentos se llama María y só lo la obcecació n de la madre y el cariñ o
familiar conservaron el nombre de ó pera tan bellamente elegido.

La segunda debía llamarse Nélida y allí partió don Jacobo, que esta vez se
detuvo a tomar un café con los amigos ¿adivinen có mo se llama Nélida?
Acertaron, María! (Ademá s, son faltos de imaginació n)

Fue una suerte que mi suegra no siguiera pariendo hijas mujeres porque todos
hubieran terminado en el libro Guiness de los récords.

Tampoco se piense que estas disfunciones corresponden a la línea parental de


mi marido, tengo un hijo (que es de otro padre) que se olvidó de cargar nafta
antes de llevar a su mujer a parir el primer niñ o.
Explicaciones inexplicables

Cierta malevolencia femenina, suele argü ir que adentro de esas cabezas solo
hay deporte y sexo. Disiento Después de todo a las mujeres también nos gusta
el sexo y, a falta de deporte invertimos gran parte de nuestra cabeza en el
romance palabra bastante ajena o al menos no tan obsesiva para ellos. Me
parece que la cuestió n pasa má s por una corteza cerebral plana. Literalmente
no tienen recovecos para guardar los detalles, las sutilezas, cierta astucia, y
ese maremagno de pequeñ as informaciones que registramos las mujeres para
afrontar el día má s banal.

Sin embargo, aunque creo que el problema es congénito, al calor de esta


minusvalía también han desarrollado mañ as que vuelven aun má s
insoportable este desorden congénito. Ya se anotó la haraganería, la falta de
imaginació n, y a ello hay que agregarle la soberbia. Veamos un ejemplo: los
varones desdeñ an en general las listitas que infatigablemente armamos las
mujeres, no sé si lo consideran como de poco machos o realmente esperan que
les advenga un ataque de inteligencia y memoria y de pronto se acuerden y
sepan có mo resolver algo de esta cotidiana vida.

En la bú squeda de esta huidiza explicació n má s inapresable que "el tiempo


perdido", he llegado a especular que les encanta ser retados... que se
complacen en quedarse para siempre en el lugar de hijos y dejarnos por toda
la eternidad en el lugar de madres. Aunque por hoy, mucho mas no puedo
pensar porque si no hago mi listita para el día, no habrá manera de llegar al
día de mañ ana.
11 - Con mi nieta : fiestas y peleas

En pleno julio nosotros festejamos una pequeñ a Navidad . Al memos así le


digo yo porque ¿có mo se llama el momento donde se reú nen seres que se
aman mucho que viajan de otro país, de otras, provincias , de otros barrios,
só lo para celebrar con alegría, regalos ,comida y bebida ,el milagro de la
amistad?. No mediaba un cumpleañ os, ni un casamiento, un velorio
desorbitado, ni una orgia… Pues para mi, se llama Navidad. Si cae el 24 de
diciembre, mejor, pero si no, se arma en cualquier fecha y se llama igual. Dudo
que nadie se pueda llamar a ofensas. Es La Fiesta, desde el fondo de los
tiempos, al costado de las fogatas o en las bodas de Canaá n y también es la
ofrenda que se puede hacer a un dios o a la vida misma .Una manera de
afirmar la vida contra la muerte, eros frente a tá natos y ya que estamos nos
chupamos todos.

Así fue que arribaron de Perú , con valijas cargadas de regalos, por aca hicieron
otro tanto, Gaby cocinó dos días seguidos y yo preparé, en un acto de audacia
que me enaltece, tragos peruanos: una “algarrobina”, que nunca sabré si salió
fiel a la original, pero los dejó tan o mas contentos que la auténtica (me parece
que se me fue la mano en el pisco pero, por ser tan dulce y espumosa pasó por
las venas directo al ombligo y pocas reuniones hubo tan risueñ as). Amparo se
dedicó a cosechar regalos, Libros, videos, remeras de y otras con las tres
reglas con las que los Incas organizaron su imperio “ ama sua, ama lulla y ama
quella” . Traduzco sin orden, no mientas, no robes, no seas perezoso. (La
cuestió n de no desear a la mujer de tu pró jimo no les importaba para nada a
los incas y a la luz del imperio que llegaron a construir antes de la llegada de
los blancos, no pareciera ser tan importante) Recolectó también mochilas
multicolores, hipopó tamos del má s tierno peluche con naricitas rosas,
golosinas, dulce de sauco, decomisado automá ticamente por su madre, un par
de botas fucsias y cosas que escapan a mi memoria. Dentro de la montañ a de
cosas, hubo un regalo que desató la parte mas vil de mi alma: un caja de
donde, al abrirla, salía mú sica pero adentro traía un diario personal y un
espejo. Hay dos cosas por las que peleo con mis nietos como una hampona :
los juguetes y los dulces, y no tengo ningú n límite ( salvo la fuerza física), en
persuadirlos embaucarlos o chantajearlos para obtener lo que quiero. En ese
caso “ quería ese diario” y comenzamos una negociació n infernal. La llamé a
un aparte y comencé el apriete.

-Ampi vos sabes lo que te regalaron?

-Un diario para escribirle adentro mis cosas – contesto con suficiencia y
mirá ndome con desconfianza porque me conoce.

-Y vos qué vas a escribir ?- respondí. ninguneando su vida- A mí sí me pasan


cosas importantes

- En casa a cada rato se nos pierde el Chupetín (su caballo ) y Chocolate


muerde gente ¿vos que tenés? - afirmó Ampi, sin retroceder un paso.

Estaba por contestar “a tu abuelo”, pero como no se pierde y no muerde a


nadie, me di por vencida. Acepté su cross de derecha. Después de todo es
cierto, no tengo caballo, ni perro, y casi ni gente. Así que cambié el á ngulo de la
negociació n:

-Pero ese es un diario raro porque tiene un espejo. Vos sabés que la abu
escribe y jamá s se mira al espejo

-Claro dijo Amparo, pero yo sí, no ves como tengo el pelo bien lisito y vos sos
toda rulosa

- Ampi -dije con voz suplicante- lo quiero tanto que soy capaz de desmayarme

- Me miró cual una cucaracha - (así me sentía) y con voz helada replicó – Abu,
no me gustan “las desmayaciones”!.

Perdí tres a cero.


La fiesta siguió hasta que ella cayo rendida abrazada a su diario Y los grandes,
ya mareados de tanta algarrobina, de tanta alegría compartida , de tanto
recuerdo repasado . Nos dijimos adió s, hasta la pró xima Navidad, dó nde y
cuá ndo nos toque… y ya que está bamos nos deseamos un pró spero Añ o
Nuevo. Amén
Capitulo Cuatro: Un Poco de Todo
1 - El dulce alivio de mandar al carajo

¡Que mal esta nota! ¡ Cuá n inoportuna en tiempos de bondad! Pero hay ciertos
lujos que só lo se puede dar la buena gente… Vacilo, no sé si soy buena gente,
pero cualquiera puede dar fe de mi paciencia que “ parece” interminable y de
mi buen humor a prueba de calamidades. La ira me es ajena quizá s mas por
vagancia que por bondad, pero cuando llega, nadie conoce su límite!

Todo empezó con dos puertas que dan a sendos patios y no cerraban. Busqué
durante cuatros añ os un herrero y el 10 de diciembre del 2.012 en lo que
parecía un prodigio divino, cayó a casa uno con altas calificaciones, señ or
moreno, de muy buenos modales, que derramaba eficiencia. Declaró que él se
haría cargo del arreglo, pasó el presupuesto, se llevó , obviamente, el adelanto
y comenzó la tarea. Cargó una de las puertas al hombro, desarmó la otra y
debería haber estado todo listo antes de que yo partiera a Có rdoba para las
Fiestas.No estuvo. Hube entonces de dejar una guardia para el señ or. Estando
en Có rdoba me mandó a avisar que el presupuesto había subido, con lo cual,
se le pagó lo que se le debía y se le debió lo que había aumentado hasta que
terminara el trabajo. El señ or se hizo humito con puerta y todo.En el piso
desarmada y dando pena quedó la otra.

Corrió el tiempo. Junto con el tiempo corrió el clima, se fue el verano rabioso y
comenzaron los primeros frescos. Llegó mi hija y su tribu de visita y como la
correntada era importante, no alcanzaban las frazadas. Al lado de la puerta
principal se sienta mi bien amado y toda esa larga espera estalló ayer, cuando
lo escuché estornudar.

Es rara la furia de los mansos. Ni yo termino de entender có mo, de ser una


persona de buenos modales, me enciendo en un fuego rojo y el alma del Petizo
Orejudo, Robledo Puch y todos los grandes asesinos seriales me poseen y só lo
quiero ¡matar!
Obvio es decir que cualquier operario que se ha dado a la fuga lo primero que
hace es no atender el teléfono. Normalmente ante un contestador automá tico
uno se desinfla y se cansa de tanto dejar mensaje inú til. No ocurre así cuando
el demonio ha hecho presa de mi y todo mi ser clama ¡!!sangre!!! Me prendí
entonces al teléfono transfigurada por un vaho de furia roja, disqué y dejé caer
mi ira. No un legítimo y elegante fastidio, no un justo enojo, si no una marea
imposible de dominar que comenzó : “¡¡¡si a mi marido le pasa algo le voy a
meter tres tiros en la mitad de la frente!!!” Y de allí en má s pueden imaginar lo
que quieran y nada será excesivo, porque mis maldiciones y amenazas pasan
por la justicia, la policía, los bomberos y descienden generacionalmente
involucrando al má s pequeñ o de los nietos si los hubiere y sigo sin control,
patria, ni hogar. Hasta que el teléfono me hace pi pi pi, entonces corto y con la
misma furia vuelvo a empezar hasta quedar sin aliento.

La familia que jamá s me comprende, jura que me he vuelto loca, en voz baja,
porque es el ú nico momento en que me temen.

Termina de venir el señ or de la puerta. En veinticuatro horas se me ha pasado


la ira, así que tengo que sujetar la sonrisa y actuar mi enojo.

El hombre se defiende diciendo:- Tiene razó n- (eso me da ganas de consolarlo


pero debo sostenerme en mi ira fingida porque temo que se lleve la mesa del
comedor). Finalmente consigue armar a medias una y al menos cortar la
ventolera. Lo despido con gran cara de culo y salvo la amenaza de volarle la
cabeza a tiros, repito el rosario de ayer.

Quizá s vuelva, quizá s quede con la puerta cerrada para siempre, pero nadie
me quitará el alivio de tan fabulosa puteada .Seguramente el reino de los
cielos pertenezca a los buenos pero el reino de este mundo por el momento es
de los malos .Habrá otras soluciones mejor negociadas, pero no las conozco.
Sirva la presente como ú nico aviso para los pajarracos que en nombre de
diversas cosas, confunden mansedumbre con indefensió n o poder con abuso.
2 - El terror a las máquinas

Ú ltimo día de vacaciones infantiles en Buenos Aires y Amparo quiere ir al cine.


Como buena abuela estoy dispuesta a cualquier sacrificio, dejando en claro
que va a ser muyyyyy complicado sacar entradas (no vaya a ser que el
esfuerzo no se note). Mi hija, con sus teorías educativas mendiolaceñ as, insiste
en que los padres responsables no llevan a las criaturas el ú ltimo día a ningú n
jolgorio porque es el momento de preparar ú tiles y deberes .Por ende los cines
de Buenos Aires estarían vacíos de todo padre. Ajá –digo, sin afá n de meterme
con usos y costumbres de los porteñ os. Tomo mi cartera y salgo a la empresa
de conseguir entradas. Por supuesto la multitud que hay supera lo concebible.
Un rá pido vistazo me da la pauta de que , si me atengo a la cola, Ampi no se
podrá volver a Mendiolaza hasta sus quince añ os. Descubro entonces LA
MÁ QUINA. Es una expendedora de entradas electró nica donde mediante
sucesivas pantallas se puede elegir la película, la hora, los asientos, el combo
con pochoclo, etcétera y si le acertaste a todas las pantalla aú n queda insertar
la tarjeta; algunas maniobras má s y ¡bingo!, la niñ a entrará a ver Monster Inc
que tanto le gusta… a su mamá y a su abuela. Un grupo de adolescente estaba
en las mismas vacilaciones que yo, desentrañ ando la má quina mediante
prueba y error pero, mientras ellos se reían cada vez que se equivocaban yo
transpiraba helado con una angustia inexplicable. Y de pronto mi cabeza salta
a París, a esa primera maquina con la que me enfrenté en la vida. Domingo de
mi llegada, sola, sin amigos y sin hablar una palabra que no fuera cordobés.
Con todo el susto de una provinciana inmersa la Ciudad Luz decidí ir al
Pompidou el inmenso museo que quería visitar y al cual llegué, con las patitas
temblando, no recuerdo có mo. Estaba allí, pero ,¿entrar?. Las puertas estaban
franqueadas por má quinas incomprensibles ¿y có mo pedir ayuda sí só lo sabía
decir pâ té fua?

El museo está todo rodeado por una escalera ascendente que comencé a
trepar esperando que en algú n lugar hubiera alguien que me diera una mano.
Inú til. Subí tres pisos cada vez má s desalentada hasta que de pronto vislumbré
delante mío a un boliviano. Era pequeñ o, morochito y con rasgos
inconfundibles. Parecía a punto de entrar y no se le notaba el terror que sin
duda podía verse en mi. Confiando profundamente en la solidaridad
latinoamericana, me abalancé a él. Le expliqué mi situació n, abrí mi billetera
para que él sacara el dinero de la entrada y terminé mi angustioso relato con
un “por favor, ayudame”.Esperaba que no fuera rencoroso por la Conquista de
los blancos pero, si así fuere, le explicaría que los polacos no tuvimos nada que
ver .Estaba preparada para todo menos … para que me contestara en inglés y
en lugar de boliviano resultara ser iraní. Igual nos entendimos de maravillas,
me franqueó la entrada y a la salida me invito a tomar un café.

Sobre mis posteriores andanzas parisinas con el iraní quizá s vuelva en otra
nota. Ahora quiero regresar al hall de entrada al cine y a ese miedo que nunca
cesa. Aquellos que no nacimos en la generació n de las maquinas y hemos
saltado del picaporte a los aparatos inteligentes, llevamos en la frente una
marca invisible. Detrá s de cada uno hay un héroe, alguien dispuesto a seguir
aunque nos cambien las reglas y los aparatos locamente. Con un agravante :
no se trata de aprender a manejar un aparato, se trata de aprender cada
versió n del mismo aparato que va saliendo al mercado ,a la que algo le han
cambiando con el solo fin de joderte la vida y vendértelo má s caro. Tampoco
se trata de que una quiera tener “el ú ltimo”, só lo que al que tenías, lo hacen
desaparecer en el acto. Quizá s estén todos juntos con las bolitas o los
calcetines impares y las divas que morían aferradas a un teléfono blanco y no
a un smart fhone inteligent .La película, preciosa
3 - Oda a mi mano derecha

Yo tenía una mano derecha normalita, no me daba especiales gratificaciones


ni presentaba grandes dificultades.

Só lo demandaba la tarea de tener las uñ as pulcras y pintadas, y todo en un


razonable estado de higiene. Hasta que un día sentí un dolorcito tonto, en el
má s tonto de todos los dedos: el dedo gordo. Por supuesto no le di
importancia.

¡Hay que ser hipocondríaca para andar molestando por un dedo, teniendo en
cuenta ademá s la cantidad de dedos que adornan todo nuestro cuerpo. Hasta
que una tarde sin má s aviso que ese, el dolor me tomo toda la mano, me dijo
mucho gusto y en el acto me agarró el codo. Llorando me decidí a llamar a un
médico (medallita de oro para esos má rtires que siempre comienzan diciendo
lo mismo: "Tenés que ir al médico, yo no puedo diagnosticarse por teléfono"...
y después, abducidos, persuadidos, vencidos por esta yegua que no saldría de
su casa ni para una amputació n, me ayudan a distancia).

El diagnó stico fue algo terminado en "itis" que bien podría haber sido otitis,
cistitis o neuritis, porque cualquiera de sus variantes, en la mano, se trata
igual: se inmoviliza con venda y se da desinflamantes. ¡Chau mariposa loca!
Diligentemente me hicieron el primer vendaje con una venda elá stica que
nunca supe por qué estaba en el botiquín (siempre pensé que era un souvenir
que se había traído mi viejo de la Segunda Guerra Mundial) El precioso
vendaje terminaba con tres vueltas de cinca scotch. Mirá si iba a gastar por
apenas unas horas... Como se verá , el optimismo no es siempre curativo, má s
bien te puede llevar a la ruina y con esa prepotencia de la salud me dije: "Ja, un
dedo tan estú pido no me va a parar". Pues bien, me paró , me sentó , me acostó
y me revolcó por el piso.

Fue inú til tratar de darme coraje con la imagen del Capitá n Garfio o con el
Manco de Lepanto... No me consta que ninguno de los dos se haya tenido que
lavar la cabeza con la mano izquierda, con la derecha envuelta en nylon
apuntando al techo. La vida se tornó una carrera de obstá culos y yo en una
cosa "miasmosa" (de miasma), entre "pataelante", histérica y aturdida. Hay
que meterse la omnipotencia hecha un rollito en lo profundo del corazó n para
pedir que te corten la comida que te pongan las medias...

¡Dios mío, todas esas cosas hacía mi despreciada mano derecha! Pero lo peor
fue la ropa interior. Me parece que en esta multitud de mujeres que puebla la
tierra, hay algunas que jamá s se ponen una bombacha, como las alegres
mujeres africanas, hay otras sú per sexis que se animan a andar por el mundo
sin nada, y otras como la firmante que nació con un calzó n tatuado en las
neuronas y ha pedido que, a la hora del final, constaten que debajo de la
mortaja lo tenga puesto.

Sin embargo, esa primera mañ ana, a las cinco para ser precisa, en que
descubrí que no tenía forma de ponérmela sola, la disyuntiva era fatal: o
despertaba a mi santo esposo que dormía entre pajaritos para que cortara su
descanso y comenzara la lucha con el calzó n, o me largaba por los mundo del
Señ or só lo con las calzas arriba del pijama, y abajo... ¡nada!

Me quedaba la alternativa de parar a algú n peató n del amanecer y pedirle


ayuda, pero temía ser mal interpretada. En el Abasto esas cosas son difíciles
de explicar. Para colmo mi mamá , má s que un especial énfasis en la moral,
siempre insistió en que la ropa interior, debía estar impecable porque seguro
que de no ser así, me atropellaba un auto, me operaban en la mitad de la calle
y todo el barrio iba a ver có mo estaba. Los mandatos de mi madre siempre se
me han convertido en maldiciones cumplidas pero, por superficiales, nunca
me molestaron demasiado. Claro que ni por equivocació n las contradigo.

¿Y ahora? ¿Por el mundo sin calzones? La mano dolía pero mi amor propio me
hubiera matado si tenía que hablar al trabajo para explicar: "No voy porque no
me puedo poner los calzones. ¡Antes la muerte que el escarnio!", me dije, y
sintiéndome heroica pero desconcertada, algo así como una modelito
atravesada por una idea, salí al mundo pidiendo al chofer del taxi que
manejara despacito, sin má s explicaciones.

Tuve un día de perros, y di mal día a todos. Pido disculpas a los que ofendí
pero hay algo de mi buen humor natural que está directamente ligado a los
calzones, tema que llevaré a aná lisis cuando ya no me importe.

Finalmente, el dolor cedió , todo volvió a la normalidad. Soy la alegre persona


que solía ser, pero entiendo mejor los versos de Walt Whitman cuando decía:
"Lo má s comú n, vulgar, pró ximo y simple, eso soy Yo... Me celebro y me canto
a mí mismo porque... he visto que lo mejor de mi ser está agarrado de mis
huesos".
4 - Boxeo: ¿No les da vergüenza?

El jovencito, el señ or adulto y el abuelo se sentaron frente al televisor el


sá bado a la noche. Quizá s no pertenecían a la misma familia, ni vivieran en la
misma ciudad, ni siquiera en el mismo continente. Só lo estaban unidos en un
fervor comú n: ver có mo un hombre golpeaba a otro.

No compartían la misma religió n y hasta me atrevo a asegurar que no creen en


la violencia por la violencia misma. Pero allá estuvieron, con un chicle, una
cerveza, un vino, un sake o un anís, y nada los hizo má s felices que el momento
que el relator gritaba; "estamos en el séptimo round, los dos boxeadores
sangran". Gente que se dice humanista, gente que se dice cristiana, gente que
se dicen judíos o musulmanes, gente que se dice gente; el sá bado a la noche
"disfrutaron" del mismo espectá culo: ver como dos personas se golpeaban
entre sí, "sin odio ni pasió n de amor", só lo para que ellos, los espectadores,
estuvieran contentos.

Muchos son los mismos que está n en contra de la corrida de toros y


probablemente en su totalidad abjuren de la violencia inú til, algunos de ellos
deben ser personas decentes que cumplen con las leyes, con sus religiones,
con el fisco, con sus esposas o amores, con sus hijos, con sus jefes, con sus
trabajos, con sus amigos... en una sociedad que nadie termina de entender,
pero donde tratamos de deslizarnos con dificultad pero sin estridencias.
Llevando como mejor se pueda "el malestar de la cultura".

No quiero detenerme en las burdas seudo defensas de ese seudo deporte,


porque la polémica es tan antigua como infructuosa. Me interesa mucho má s
esa inmensa masa de varones hipnotizada frente a los gladiadores ¿Que habrá
pasado allí, en esos corazones inescrutables? ¿Qué clase de coraje que a ellos
les falta se exorcizaba en cada puñ etazo? El joven: ¿una pena de amor,
siempre sangrante, las humillaciones constantes de una sociedad que le
promete poco y le da nada? El adulto: ¿sublimaba sus broncas por todas y
cada una de las obligaciones que le propina el "ser machos" en esta sociedad
donde, entre otras cosas, las mujeres vienen arrasando? El anciano: ¿una falaz
evocació n de sus añ os mozos, "ese recuerdo imposible de haber sido", o el
furor soterrado contra la injuria de los añ os?.

Algo flotaba allí, de un coraje extremo e imposible, y un desdén por ese valor
callado, cotidiano y manso que nunca se expresa a trompadas, y sin embargo
nos sostiene razonablemente vivos. Triste
5 - A mí, discrimíname

Hace unos días llegó a la radio, una revista con una nota con muchas fotos que
decía: "Fulana tiene un novio negro". Las fotos mostraban a la fulana
( famosa), entrado en añ os y carnes, con una imbatible sonrisa de satisfacció n
y un negro joven grandote, estilizado y bello a su lado.

En el acto se desató el debate sobre si el título y la nota discriminaban por lo


de "negro". Decir "Fulana tiene novio", siempre da para un comentario, en
particular cuando la dama tiene edad para ser largamente abuela, pero só lo
hasta ahí, En estos tiempos de tanto revolcó n mixturado, lo ú nico que causaría
escá ndalo es el incesto, que todavía no se ha puesto de moda. Pero muy otra
cosa es decir " con un negro". Eso desata en el acto, entre las mujeres las má s
deliciosas fantasías. Muy lejos de degradació n alguna; van má s por el lado de
la ponderació n del mozo, la secreta envidia que en el acto nos provoca la
señ ora y una serie de pensamientos que, segú n las monjas me conducirían
derechito al infierno, pero repito : en ningú n caso tienen que ver con nada que
le falte muchacho, giran mas bien en torno de lo que le abunda. Evoca también
en mi caso, el dulce aroma de la Habana en verano, podredumbre y gardenias,
la luna ,el malecó n el maravilloso batir del mar, junto con el son y las pieles
oscuras de terciopelo mojado.

Pienso también que la palabra discriminació n se ha transformado en una


nueva forma de la má s sutil censura, Quiero recordar que discriminar significa
segregar, pero también diferenciar, discernir, distinguir.
Segú n la nueva moral imperante Shakespeare sería colgado por el Mercader
de Venecia, donde pinta un arquetipo de judío deleznable, pero seguro comú n
a su época.

Me gustaría que quedara en claro que estoy a favor de cuanta ley se haya
dictado o se vaya a dictar en contra de la discriminació n.

Pero cuando esto se infiltra en el lenguaje!!! Cuando un escritor debe poner "
afroamaericano nativo", (¿cual sería el sinó nimo acá ?: ¡negro ¡divino chuik!? .
Me suena incorrecto). Leia con una sonrisa a un colega que escribía "individuo
de origen andino", en lugar de "koya".É l solo delata qué piensa que los koyas
para buscar un sinó nimo tan rebuscado. Es semejante a cuando a un judío
argentino le dicen israelita. Pó ngale la firma, quien lo dice piensa que judío,
significa judío de mierda.

Lo que me lleva a una ultima reflexió n, que no me pertenece pero a la que


adhiero profundamente, robada claramente de un poster. Alla va

SOY PUTA

SOY NEGRO

SOY MARICA

SOY MORO

SOY SUDACA

SOY MUJER

EL DIFERENTE ERES TÚ , IMBÉ CIL


6 - Dime qué guardas, y te diré quién eres

En la infructuosa bú squeda de mi celular perdido, tuve que revolver toda la


casa. Una gran mudanza en situ, algo así como cruzar el océano sin haber
haberse embarcado nunca. Esa pesquisa enloquecida y minuciosa dio como
resultado un resumen de mi vida, tan lamentable como contundente.

Amén de delatar mi despelote congénito (encontré fó sforos en la heladera y


algunos zapatos sin su compañ ero), descubrí que soy una "huchadora"
profesional pero bá sicamente "papelosa".

Vayamos por parte y definamos términos. Ser "huchadora" es guardar cosas


que nunca nos sirvieron y que jamá s nos servirá n, pero que por motivos
estrictamente afectivos "no podemos tirar". Dentro de ese rubro se
encuentran los dos objetos má s insó litos de la casa: un espectacular tapado de
visó n y dos zorros, que está n agarrados entre sí por un broche. Creo eran el
colmo de la paquetería allá por los añ os treinta. Ambos provienen de la tía
Abu, quien vivió hasta los noventa y siete añ os, y me fueron obsequiados (para
no tirarlos) por mis hijos que eran sus ú nicos herederos. Al tapado de visó n
puedo encontrarle una explicació n rayana a la ló gica: como la tía Abu medía,
en puntas de pies, un metro cincuenta, su tapado bien podría convertirse en
un saco para mi altura. Pero un saco de visó n só lo lo podía usar Elizabeth
Taylor. Para llevarlo yo alguien tendría que prestarme una vida que justificara
semejante glamour y combinara con mis zapatillas. Debería regalarlo, pero ¿si
un día tengo un golpe de fortuna y huyo con un magnate petrolero de esos que
abundan en el Abasto, y justo tiré el tapado de visó n? La posibilidad me da tal
vértigo que ahí lo tengo, bello, peludo y para siempre inú til.
Lo de los zorros es otro tema .No aceptan ninguna justificació n, son
horrendos, tienen ojitos crueles, me animaría a decir que son asquerosos...
pero acompañ aron la juventud de la tía Abu y no seré yo quien tire a la basura
tan bellos recuerdos. A lo sumo confío en las polillas y en no verlos má s hasta
la pró xima mudanza.

Y vamos a los papeles. Alguien podría decirme que guardar una boleta de
ENTEL, Segba u Obras Sanitarias de la Nació n es demencial. Pero también lo
era cuando nos cobraban diez añ os juntos ¡que ya habíamos pagado! Y el que
se quema con leche... guarda todas las facturas. Por el contrario, fue
maravilloso encontrar una cartita para el día de la madre donde mi hijito de
siete añ os me declara su amor (doblemente conmovedora, porque después
llegó a ser un prestigioso psicoanalista Lacaniano, resolvió su Edipo y ya no
me quiere má s); poemas de mi hija adolescente; cartas de mis padres; y hasta
cartas de amor mías (espero que a mi marido) que navegaban todavía en el
mar de papeles.

Ya de épocas "modernas", tengo guardadas má s de una década de anotaciones


tomadas en el trabajo. No pude evitar leer algunas y me encontré con la
siguiente perla: durante un breve tiempo fui compañ era de Cacho Fontana y,
como en el secundario, le anotaba preguntas que le pasaba por debajo de la
mesa. Una de ellas dice: "¿cuá l es la mujer que má s amaste y por qué?", y de su
puñ o y letra él responde: "a... fulana; porque sabía respetar mis silencios"
Nunca leí una declaració n tan simple y contundente sobre el amor.

Y ahora, que ya saben las cosas que guardo, les habrá quedado en claro el
grado y tipo de mi chifladura. No conozco lo que ustedes guardan, pero espero
seguir contando con vuestras simpatías.
7 - ¿Feliz, joven y bella? Conmigo no cuenten

Estos tres adjetivos son los que demanda la sociedad actual para "pertenecer".
Esas tres cualidades, segú n las publicidades por ejemplo, nos permiten
alcanzar desde un celular de ú ltima generació n, a una dorada playa de Miami y
encontrar el perfecto amor de ese otro perfecto, feliz joven y bello.

¡Ma fangulo! Analicemos los rubros. Me encantaría saber quién después de los
cuatro añ os es feliz, personalmente declaro que no lo soy, que persigo la
felicidad y me inclino a ella como los girasoles al sol, y que "de vez en cuando
la vida toma conmigo un café" y la paso maravilloso. Tengo hijos, nietos,
trabajo, pareja, amigos, disfruto del cine, de los libros, los á rboles y mis
"alegrías del hogar" y hasta estoy medianamente contenta con lo que soy
"porque veo al final de mi largo camino que yo fui el arquitecto de mi propio
destino". Pero cada una de esas cartas sonrientes tienen en el reverso una
lá grima.

Por cada una de las cosas que río, indefectiblemente en algú n momento lloro.
De eso y no de caritas felices se trata esta cosa que es la vida Veamos ahora el
rubro "joven". Y mejor que mirar, pasemos por alto. No soy joven, no es mi
culpa, apenas soy saludable que es la forma de juventud que me va quedando.
No califico para un desnudo, por ende jamá s entraré a esa dorada playa de la
publicidad. ¡A joderse! (Tampoco cuenten conmigo para una apología de la
vejez, esa larga cinta que te aproxima a la muerte. ¡Justamente a mí, que soy
inmortal!)

Nos queda el rubro belleza. Termino de leer en un comentario de una


adolescente que le escribe a otra "a la gente fea le pasan cosas feas". Me
estremecí. En eso también desacuerdo. He pertenecido siempre al bando de
las fuleras. El tipo de gordi
ta que planchaba lastimosamente en los "asaltos". Me pasé toda la juventud
peleando con mis rulos. Ló gicamente quedé con el cerebro deteriorado pero
nunca conseguí ser linda, ni aun esa época que, al decir Shakespeare, "la
juventud le va a tu cuerpo como un vestido nuevo". Pese a esto, amé y fui
amada y tal vez por polaca insistidora, me casé dos veces y en una me fue
genial. ¡Buen promedio para tan poca lindura!

Claramente no reú no las condiciones necesarias ni para ganarme una pila del
control remoto en esa gran rifa de bienes que la sociedad me ofrece. Habiendo
reconocido la derrota me queda una pregunta: ¿es que existe alguien
indubitablemente joven, abrasadoramente bello e incansablemente feliz?
Mucho me temo que no. Habrá quien sea joven y poco agraciado, lindo pero
desdichado y Pero con seguridad nadie ostenta todo junto ¿entonces? No hay
mayor moraleja.

Pero no es cierto que a la "gente fea le pasen cosas feas", só lo ocurre que a los
idiotas les ocurren cosas ídem. Digo que no a tanta mentira porque una de las
primeras formas de la desdicha es creérselas. Y si bien no confío en la
felicidad, el buen humor es un buen sustituto innegociable y a veces tanta
tilinguería junta termina por quitá rmelo. Vuestra y quizá s obvia

8 Ser “amiga” es mas que una moda

Veo en el supermercado a dos empleadas jovencitas, que mascan un chicle a


desgano, claramente unidas só lo por el odio al patró n y el gusto por la cumbia
que está n tocando. Se gritan de caja a caja -¿“amiga, te quedó cambio”?-. Como
todas se nombran de la misma manera supongo que se ha puesto de moda
entre los jó venes llamarse “amigos”, usado con el mismo énfasis que antes
ponían en “boludo”.
Segú n se mire se ha suavizado una costumbre, virando hacia una forma mas
cariñ osa de hablarse, pero menos verdadera. Creo que se ha suavizado a costa
de bastardear otra palabra

Al menos, en el diccionario de mi corazó n, el “amiga” es una categoría


suprema, muy cerca de una hermana, que alcanzan dos personas después de
haber compartido las mismas trinchera y de haberse amparado mutuamente
en cualquier batalla de la vida Una amiga, de las pocas que una tiene, es
inmune al tiempo: se las pueda hablar “las 24 horas del día y las 24 horas de la
noche” y “por mas que hayamos cambiado, siempre nos reconocen”. He tenido
que amontonar a varios poetas para que, como siempre me ayudaran, a
redondear una idea.

Milton Nascimento solía cantar: “amigo es alguien para guardar en el lado


izquierdo del pecho” y Atahualpa decía que un amigo es uno mismo con
distinto cuero. Yo, de este lado femenino y cotidiano, sé que una amiga te dice
siempre la verdad (no, sobre si tu hombre te engañ a, detalle que hay que
dejarle siempre para los enemigos) sino en cosas menos burdas, como qué
color te queda bien y cual te llora a la cara. Amiga es la que presta la oreja para
oírnos decir una pavada que nos angustia

Con la que juntos lloramos a algú n muerto y celebramos a algú n hijo, casi con
seguridad compartimos un vino y reímos o nos lamentamos por nuestros
insensatos amores

Una amiga está para lo grande y lo pequeñ o, compartiendo sin decirlo esa
curiosa manera de ver el mundo que tenemos las mujeres donde lo
importante y lo intrascendente se entretejen permanentemente. Así podemos
pasar de la receta de un biscochuelo a una mastectomía, de la pilcha para una
fiesta al comentario de un divorcio, de política, al cine, en ese extrañ o
laberinto de hormigas borrachas que es la partitura de la charla de las
mujeres. Bá sicamente compartimos, aun a distancia, un pasado que se
entrelaza, donde sabemos que nada hubiese sido igual sin su presencia. La que
se toma un ó mnibus o un avió n sin avisar, disfrazada de paquete, o nos
arrastra de los pelos a un cine o a un teatro cuando nos ve tristona, luego de
haber fracasado con un vino o un té.

Son las que jamá s hablará n mal de la otra en pú blico y guardará un secreto
hasta los extremos que quería Borges: el olvido. Saben hablar y saben de una
manera inigualable, guardar silencio, sin que implique ni expectativa, ni
censura. Solo ese dejarse estar como un ocioso jazmín al sol. Pero, justo es
reconocerlo, ese son extrañ os momentos entre amigas, que siempre
encontramos algo para hacer, mientras charlamos porque hemos sido
educadas en el rechazo del ocio… depilarnos ya nos parece un trabajo . Y lo es

Asi que cuando escucho a las adolescentes gritarse ¡amiga! , me pregunto qué
significará la palabra para ellas…. Bue, mejor que “boludo” suena.
8 - La salud me enferma

Sé que el cigarrillo hace mal y, como la misma vida, mata. Estoy tratando de
dejarlo, pero voy de fracaso en fracaso y... fumo!.

Es decir tengo una adicció n que segú n la Organizació n Mundial de la Salud es


una enfermedad, ¡Vive Dios! En estas claras épocas donde la onda es integrar a
los diferentes, socorrer a los enfermos e irnos todos al cielo, donde debe
existir hasta alguna organizació n para luchar por las focas con lagañ as ¿por
qué nos maltratan a los fumadores?

Fui empujada al vicio, tentada y aplaudida por la sociedad toda. Educada por
Holywood, ellos me enseñ aron que si, como Marilyn o Rita Hayworth, fumaba,
sería una joven sensual e irresistible que al sacar un cigarrillo los hombres
má s apetecibles de los alrededores, saltarían al unísono para prendérmelo.
Era imposible pensar en el erotismo sin una bocanada de humo porque
"fumando espero al hombre que yo quiero". Todo parecía indicar que las cosas
má s deliciosas de la vida ocurrían con "un whisky antes y un cigarrillo
después".

Tarde descubrí que Holywood miente, que nada va mejor con Coca Cola y que
un cigarrillo después delata dos cosas insoportables: primero que una mujer
está dispuesta a hablar (cosa que los varones odian en general pero en ese
momento en particular) y que, a mi juicio, ha quedado insatisfecha (al menos
todavía tiene alguna pavada para decir en lugar de quedarse sin aliento que es
lo que Dios manda).
Cuando la sociedad cambió pasamos de sexi a ser un bicho repugnante y
perseguido. Los no fumadores me destratan en nombre de la buena salud, que
dudo mucho que ellos tengan.

Cuando el por entonces ministro de salud de rotunda panza al que hubiese


habido que prohibirle las milanesas a caballo, meneó la prohibició n de fumar
en los lugares pú blicos, cuando las legisladores avalaron la ley (mientras sigue
habiendo hipó critas que fuman en los bañ os o en sus despachos), la vida de
los fumadores que ya venía siendo mala se transformó en un infierno.

Los saludables tomaron el control y en nombre de esta consigna se volcaron al


fascismo de lo cotidiano.

Todos tienen algo para decirnos. El señ or que fue maltrado por su mujer, a
falta de perro para patear nos gruñ irá en cualquier esquina. Lla señ ora
brutalmente anorgá smica, descargará sobre nosotros su malhumor ová rico. El
joven que huele a patas, genitales mal lavados y un resto de marihuana,
descubre que la ú nica superioridad que tienen sobre nosotros es que nosotros
fumamos.

Lamento decir que somos un gremio de pusilá nimes dispuesto a agachar la


cabeza sin ninguna objeció n. Y hay objeciones, veamos si no: Si es el Estado
que nos quiere sanos por bondad o por intereses econó micos, deberían
comenzar por evitarnos tantos disgustos como nos dan a todos. Agregar una
mirada sobre la salud pú blica y sus hospitales y las jubilaciones, los salarios de
los docentes...y sigan sumando mas cosas que nos enferman

De esa masa que nos repudia sin cansarse se perfilan algunos prototipos
-Los apó stoles de la salud, que antes de preguntar có mo andá s, se lanzan a
explicarnos có mo nos vamos a morir.

-Los que afirman que detestan el olor a humo, sin pensar que su perfume nos
puede dar nauseas o que el desodorante los abandonó cuando comenzó el
verano.

-Los que creen con fuerza de fe, que ser fumador pasivo es má s letal que un
rayo en la sesera.

A todos estos grupos quiero dejarle algunas preguntas.

¿Saben ustedes que el colesterol mata má s que el tabaco ¿Se oponen con igual
tenacidad a los fritos y sus etcéteras?

¿Saben ustedes cual es el grado de contaminació n de esta ciudad? ¿Qué


piensan que contamina má s el aire que respiramos: los colectivos o el tímido
cigarrillo que los enfermitos fumamos en la esquina?

Y por ú ltimo, bien sabemos que al alcohol hace estragos y es causante de


muchas muertes violentas. Todos hemos leído alguna cró nica que cuenta
"después de beber copiosamente, tomó un arma y mató a su mujer, su suegra,
un vecino y el pajarito"
¿Han sabido alguna vez que alguien después de fumar copiosamente haya
hecho semejante destrozo?

No veo señ ores cruzados, la misma pasió n puesta en el alcohol. Esta bien, los
felicito, no fumen, pero por favor ¡no jodan!
9 - ¿Tenés celular? ¡Temé por tu vida!

Después de la trá gica pérdida del mi I Phone, hecho el duelo correspondiente,


me hice de un bicho parecido (no igual porque como en el tango "no habrá
ninguno igual, no habrá ninguno").

Cayó así en mis manos el ú ltimo modelo de no se qué cosa, en reemplazo del
finado. Obvio que no le tengo simpatía. Obvio también que tuve que empezar
de cero a manejarlo. Inú til es decir que mi ú nica habilidad es tocar el timbre,
así que estuve varios días, só lo mirá ndolo. Después me dije: "Sé racional, leé
las instrucciones".

Desplegué entonces una especie de manual que venía adentro de la cajita, con
letra de prospecto médico y me senté. Por suerte. Porque si no, me caía de
culo. (Perdó n). A poco de leer tenía la piel de gallina ¿Ustedes saben las cosas
horribles que les pueden pasar por tener uno de estos bichos? Paso a
compartir la informació n y a dar una alerta a la sociedad toda.

Bajo el título de "Informació n sobre la seguridad" lo primero que leo es que si


no uso cargadores o batería de esa marca estoy en riesgo de "incendio o
explosió n que podría causar dañ os graves, LA MUERTE, o pérdidas materiales.
Ayyyyyyy. Pero avancemos: si se usa a menos de 15 mm del cuerpo tiene
"riesgo de dañ os graves"... ¡Diosito... y yo que me lo guardo en la teta para
tenerlo má s a mano ¿se me caerá ? (la teta se entiende). Otra: si lo usas a má s
de 95 grados tenés que esperar: lesiones graves o muerte. ¡Ojo con olvidarlo
en el horno! No se te ocurra desarmarlo porque como "contiene piezas
pequeñ as, pueden provocar riesgos de asfixia" (nunca probé tragarme una
pieza pero parece que no hay que intentarlo). Si tenés un marcapasos o un
audífono, vos o algú n conocido, no le acerques el celu: "peligro de lesiones
graves a usted y otras personas" Cosa e mandinga, mire. Cuide que no se le
moje, puede "provocar un cortocicuito, un incendio o una descarga eléctrica”
(al menos no te morís). No lo acerques a la oreja cuando lo tengas en altavoz si
no querés: "sufrir lesiones auditivas, graves e irreversibles".

¿Pero qué mierda me han vendido? ¿el arma preferida de Bin Laden? Pero
sigamos. La lucecita parpadeante que anuncia que hay un mensaje y que una
diría que es de una inocencia angelical... es un engañ o. Prendan todas las
alarmas. ¡¡¡Alerta!!! Atiendan el Apocalipsis que puede desatar: "ataques
epilépticos o desmayos peligrosos. En caso de que su uso provoque
desorientació n, pérdida de la conciencia, sacudidas, convulsiones o
movimientos involuntarios deje utilizarlo de inmediato y consulte a un
médico".

¿Para qué les voy a contar lo que puede ocurrir si usted prende el aparato en
presencia de gases? ¡Me limito a decirles que no lo hagan en sus hogares!

Para ir redondeando: un aparato que te puede dejar sordo, paralizarte el


corazó n, darte ataque de epilepsia, hacerte volar por los aires y matarte en no
menos de cinco situaciones, ¿es ló gico que sea considerado como un aparato
doméstico, que uno lo lleve consigo, que se lo preste a los niñ os que adoran los
jueguito, sin saber que está n maniobrando una granada de mano?

Por armas menos letales, los americanos invadieron Irak. Intenté elevar una
queja pero siempre siguiendo las instrucciones debía comunicarme
directamente con Canadá , lo que me daría un ataque de epilepsia en cuanto
me llegara la cuenta de teléfono.
Finalmente calmé mi paranoia y lo estoy usando. Me siento por primera vez
en la vida heroica, aunque no dejo de pensar que mi vieja licuadora nunca me
dio esos disgustos, y la aprendí a manejar má s rá pido. Aguanten las palomas
mensajera! .
10 - ¿Qué se hace con las penas, que dan tanta pena?

Para saber qué es una pena bien vale distinguirla de otras primas hermanas,
por ejemplo: una preocupació n.

En mi etimología personal, la palabra viene de preocupa-acció n, y siempre me


da la idea de que algo podremos hacer para solucionar la cosa.

Por ejemplo, tengo un maldito cheque de una empresa que dice "no a la
orden" y le han puesto dos rayitas. Ignorante como soy de todo trá mite
bancario, se lo llevé alegremente a mi dentista Jorge Paladino, quien con una
imperturbable sonrisa me lo devolvió . Así anduve por el mundo con el cheque
mientras almas amigas me daban instrucciones en sá nscrito y el tema todavía
me preocupa, pero, en cuanto entienda bien ¡lo soluciono!

¡Nada que ver con una pena! Cualquier preocupació n tiene ademá s una fecha
de vencimiento, o porque uno lo solucionó o porque ya está tan incorporada a
nuestras vidas que la llevamos sin sentirla. La pena, por el contrario, viene
siempre de algo que no tiene ninguna solució n, en ese punto se parece a la
nostalgia. Una nostalgia es una pena pasada por almíbar. Pero una nostalgia se
satisface entregá ndose a ella. Indica siempre que al menos a una le ha pasado
algo tan bueno como para nostalgiarlo.
La pena no responde a esa razó n, te cae del cielo como un bostezo de Dios (ni
siquiera una ira, que siempre son llamativas y aparatosas, arden las zarzas y
hasta quizá s, una aparezca en Cró nica por el escá ndalo causado). Una pena
siempre es grisecita. Los ú nicos que le encuentran un buen destino son los
poetas; para todos los demá s mortales es como tener piojos metafísicos, no se
puede andar contá ndola sin que te miren mal o hasta te hagan a un lado por
piojosa o penosa.

¿Dó nde se pone una pena?

El mejor lugar es, sin duda, la oreja de alguien… pero atenti! Una no quiere
ponerla en las orejas de un hijo (ni lo voy a explicar), también es muy de
renacuaja abrumar a un amigo del alma. Si realmente nos quiere, ¡les vamos a
tirar una tristeza justo a un amigo! Mejor, no. Es altamente peligroso tratar de
deshacerse de una pena en el trabajo. En todos los laburos que he tenido la
consigna va siempre entre la loca alegría de la Coca Cola al sobrio, "acá
estamos todos bien y sanitos. O no estamos".

Siguiendo el cerco que va estableciendo esta ló gica, nos quedarían las "orejas"
de servidores pú blicos desconocidos, pero, salvo que una tenga alguna
delació n importante, no me imagino parando a un policía para contarle una
pena. Si ademá s una lleva en la venas sangre anarquista, y un poco
delincuencial, la idea de "delatar" nos descompone.

Nos queda entonces ir a contá rsela a un analista o a un cura. Con los curas me
pasa lo mismo que con los policías, y mi analista (al que ademá s tengo que
pagarle) me diría que "hay que elaborar el duelo", signifique eso lo que
signifique.
A mí me parece que lo que quiere decir es: "ya va a pasar", frase exigua que
desmerece mi dolor y ademá s me cuesta un disparate. Frase que decía mi
mamá y la vida misma no se cansa de repetirme. Yo estoy convencida. Pero mi
pena no.

Por eso creo que el mejor lugar para poner una pena es en el bolsillo. No la
tenemos siempre a la vista, no molesta tanto como llevarla en el corazó n,
nadie puede verla o adivinarla en nuestros ojos y tal vez, solo tal vez, como
tantas otras cosas que se nos han caído de ese lugar, podamos perderla en una
esquina y se la lleve un mal señ or que sí se la merece, ¡no como una!
11- Ortografía ¿no iba con h?

Pertenezco a la época de "la letra con sangre entra", pedagogía algo brutal
pero que algunas cosas tenía de bueno: por ejemplo que en medio de mis
naufragios de memoria todavía recuerdo la tabla del ocho. Conocimiento que
ni antes, ni ahora me sirvió para un carajo.

Quizá s esa sea la primera crítica para hacerle a ese sistema tan poco
pedagó gico: la cantidad de cosas inú tiles que llegamos a aprender.

Tengo también grabado a fuego las reglas ortográ ficas "m antes de b", "bra,
bre, bri bro bru, todas con b larga..." etcétera. Sin embargo, tengo la peor
ortografía del mundo.

Hay quienes dicen que esa ciencia infusa se aprende leyendo, doy fe que no.

Lo primero que dice un operario que entra a mi casa es "¿pero usted leyó
todos esos libros?" Me gustaría responderle que leí algunas bibliotecas má s,
que de puro desatinada fui devolviendo. En cambio só lo sonrío en silencio,
porque no sé si eso va a subir en algo el presupuesto que me está por pasar.
Desmiento entonces, terminante, que el leer tenga algo que ver con la
ortografía, a lo sumo después de algunos miles de libros sobresalta la palabra
haiga.

Durante mucho tiempo creí que era una cuestió n de dislexia, que me sonaba
má s paquete que decir: soy bestia.

Atravesé la Universidad, con promedio general de nueve, lo que debería


considerar como un logro, si no fuera porque jamá s pude sacar un diez en un
escrito por mi miserable ortografía, al punto que cuando llené el formulario
para retirar el título me asaltó una duda macabra: ¿Licenciada es las dos c o
lleva alguna s en alguna parte?. Ante el desconcierto y el apuro só lo puse "Li.
en Literatura". Así que me recibí con un dejo chino.

El corrector automá tico só lo acentú a mi angustia, y demuestra una vez má s


cuá n lejos está la inteligencia de una má quina de comprender la brutalidad
humana. El grado de mi desesperació n me ha vuelto una experta en
sinó nimos, por cada palabra frente a la que dudo, tengo cinco parecidas sin
esas confusas s o c, b o v, que me atormentan. Claro que por ese camino rara
vez termino escribiendo exactamente lo que quería. Tampoco se pierde gran
cosa.

Frente a este panorama se abren dos vías de consuelo. La primera es recordar


a Roberto Arlt, quien, cuenta la leyenda, tampoco se llevaba bien con la
malévola ortografía. Si, claro, pero primero hay que escribir ¡Los Siete Locos!

La segunda es adherir alegremente a García Má rquez cuando dice: "Jubilemos


la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches
rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos má s
uso de razó n en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer
lagrima donde diga lá grima ni confundirá revolver con revó lver. ¿Y qué de
nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españ oles nos
trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?

Nada me convence má s que un señ or que me hable bellamente en la oreja, y si


es Gabo, me hago un charquito. Sin embargo, aun creo en el rigor de las reglas,
quizá s porque no las puedo alcanzar ni obedecer.

Y este largo preá mbulo culmina en só lo estas escasas líneas: pido perdó n por
cada error que se me pase, y que se dispense a todo corrector, porque nunca
me han podido atajar, reformar o componer. Só lo prometo que tenazmente lo
seguiré intentando. Mientras espero que tenaz termine en z, porque puedo
reemplazarlo por "faná tica, aplicada, terca, devota, insistente, empeñ osa,
obstinada y machaconamente" (Obsesivamente no, porque ya dudo)
Sobre la autora

Cristina Wargon es argentina-uruguaya. Cordobesa por adopció n, se licenció


en Literatura en la Universidad Nacional de Có rdoba.

Reside actualmente en Buenos Aires haciendo tanto un culto de su


pertenencia al barrio de El Abasto como de su impenitente oficio de
reflexionar sobre la vida con una iró nica sonrisa. Y lo hace desde hace muchos
añ os, desde los má s diversos medios grá ficos, radiales y televisivos.

Sus libros han tenido una gran repercusió n y son objeto de sucesivas
reimpresiones. Publicó anteriormente: "El descabellado oficio de ser mujer",
"De varones, mujeres y otros percances", "Oíd mujeres el grito sagrado", "Una
Eva sin Adanes", "Mujeres Por la Mitad de la Vida"

Es coautora, junto con Esther Feldman, de la obra de teatro Acaloradas, de


gran éxito en Argentina -estrenada en Españ a-, y de su versió n novelada.

El descabellado oficio de ser mujer 1992

De mujeres, varones y otros percances 1992

Oíd mujeres el grito sagrado 1994

Una Eva sin Adanes 1996

Acaloradas 2002
Mujeres Por la Mitad de la Vida 2003

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