Ensayo Valentina Tovar Cadena

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De los adolescentes del XXI.

Por cuestiones azarosas del destino terminé haciendo mis prácticas docentes en el Colegio
Técnico Palermo, enfrentándome de esta manera a uno de los públicos más temidos desde
tiempos inmemorables: la adolescencia. Es así como de primera mano pude convivir con esta
especie tan estudiada y algunas tantas veces denominada “incomprendida”
Los estudiantes del grado décimo, si llevan a tiempo sus estudios, oscilan entre los catorce a
diecisiete años de edad; edad epítome de la etapa biológica de la adolescencia. La ciencia se
ha esforzado en estudiarlos para así darles un mejor trato, intentan partir de la premisa de que
todos fuimos adolescentes, todos pasamos por eso, es así como han conseguido delimitar
ciertas características y atributos biológicos y actitudinales que se encuentran en esta difícil
etapa del desarrollo humano.

Es en esta edad, la adolescencia media, cuando comienzan a evidenciarse cambios a nivel psicológico
y en la construcción de su identidad, cómo se ven y cómo quieren que los vean, la independencia de
sus padres es casi obligatoria y es la etapa en la que pueden caer fácilmente en situaciones de riesgo. 1

No ajena a haber experimentado los estragos de la adolescencia, me adentré en su hábitat y


empecé a estudiarlos de lejos. Empezaré realizando una breve descripción física de estos
seres: la especie de la que les hablaré estaba en evidente desarrollo; los más desarrollados son
muy altos y delgados, mientras que aquellos que aún no habiendo alcanzado este punto
simplemente o eran altos y regordetes o delgados y bajos. Como grupo contaban con rasgos
distintivos; protuberancias pequeñas rojas o blancas en la cara, olor bastante fuerte e
impregnante a sudor y mugre aspecto que mostraba su falta de hábitos de aseo, tono de voz
estridente y de altos o bajos deciveles dependiento su sexo o su desarrollo, falta de ánimo,
actitud y energía para casi todas las actividades de su diario vivir, gestos y ceños fruncidos
con evidente fastidio de la realidad, ninguno de ellos parecía estar a gusto con su cuerpo, con
su entorno o con sus compañeros y no se encargaba de disimularlo.
La especie tiene una marcada distinción de sexos biológicos; por su parte, los del sexo
masculino parecían partículas exitadas hormonalmente, siempre con los chistes de doble
sentido, al parecer, están realmente interesados en la reproducción humana, en todo lo tabú y
estigmatizado de las relaciones sexuales, entre ellos compiten por la atención de su

1 Esto según el Ministerio de salud colombiano y la UNICEF.


contraparte femenina. Mientras que, las del sexo femenino si bien estaban quejandose todo el
tiempo de su contraparte masculina mostraban así su superioridad hormonal. Cuando no lo
hacían, se quejaban de sus cuerpos; de su útero que recién empezaba a trabajar causandoles
terribles dolores, o de los cambios físicos de sus pechos, caderas y piernas que para algunas
era mínimo, suficiente o extremo y esto les incomodaba. Esta era la generalidad, si de
porcentajes hablásemos comprenderíamos que el 90% de la especie entra en estas
descripciones, el 10% es una verdadera anomalía genética.

Ahora bien, hay que imaginar esta especie en su hábitat obligado; el colegio. La situación les
obligaba a llevar pintorescos uniformes rojos o azules, dependiendo del día. A pesar del
propósito equitativo de los uniformes, lo que en realidad conseguía era resaltar sus
diferencias, cada quién en su afán de hacerse notar de alguna manera modifica las prendas a
su gusto; más tela, menos tela, accesorios, maquillaje. Ignoraban completamente la
instrucción de prohibición hacia estos elementos extra, y se paseaban por la instalación como
si fuese una pasarela; con su mejor caminata y actitud, conscientes de que estaban siendo
vistos. Debían andar de salón en salón para recibir sus clases (motivo principal por el que
estaban allí) y entonces este pequeño trayecto de pasarela hacía que llegasen agotados a cada
salón.
Pese a lo repulsivo que pudiese llegar a ser este cuadro, no debía olvidar mi razón de estar en
él, yo tenía una única misión: Cumplir noventa y seis horas de enseñanza del español y de la
literatura. Este contrato académico me obligó a verlos dos horas tres días a la semana durante
seis meses. Es así como, con obligado entusiasmo emprendí mi aventura, tomé de mantra uno
de los principios fundamentales de San Juan Bosco

“No hay jóvenes malos, sino jóvenes mal orientados”2

aferrándome así por completo al fervor educativo salesiano y tomando en mis manos la
misión de ser quién se encargaría de orientarlos por el buen camino. Si bien los escritos de
Bosco apoyaban la espiritualidad de los jóvenes y tenían un enfoque que buscaba usar la
razón, la religión y la amabilidad para educar y formar a los jóvenes en la fe; mi enfoque
tomaría más bien la razón como eje central.

2 San Juan Bosco. Si bien Bosco tenía un propósito religioso, su fervor educativo hacia los niños y los jóvenes
sentó un importante precedente pedagógico de humanidad.
Si bien los buenos hábitos formados en la juventud marcan toda la diferencia 3 no es del todo
claro el proceso para formar estos buenos hábitos que tan fundamentales serían en un futuro,
es necesario resaltar mis nulas capacidades educativas y mi falta de conocimiento
pedagógico, es por eso que este acercamiento estaría lleno de empirismo y de buenas
intenciones.
Día a día debía repetirme que la nieve y la adolescencia son los únicos problemas que
desaparecen si los ignoras el tiempo suficiente 4 y yo esperaba hacer caso omiso a los
prejuicios que rodean esta etapa de la vida, y que así desaparecieran las resistencias de mí
hacia ellos, o de ellos hacia mi; pero esta tarea fue imposible, incluso ellos, en aquellas
ocasiones que intentaban luchar contra su naturaleza biológica y mostrarme interés o
prestarme atención eran conscientes de la ardua tarea que esto representaba y no estaban
dispuestos a afrontarla, al parecer, el gran Earl Wilson falló con su razonamiento y la
adolescencia no desapareció como la nieve.
Mi labor pedagógica dentro de este grupo de estudio fue tenaz. Dentro de las planeaciones de
clase enumeré cantidad de estrategias para ganarme su atención, aprecio o entusiasmo y así
poder transmitirles mi conocimiento no muy ancestral. Talleres, lecturas, juegos, canciones,
videos, sin embargo nada de esto conseguía llamar su atención. Empecé a fijarme
especialmente en las cosas que hacían cuando no prestaban atención, las conversaciones entre
ellos, las miradas, los gestos, los papeles, empecé a adentrarme en su dinámica social, a
sentarme a conversar con ellos y saber quién era quién, aquel que dominaba en la jerarquía
social, aquellos que eran marginados, aquello que decían entre ellos, su forma de vivir. Fue
ahí cuando descubrí que les gustaba la pelea y la agresividad, la crítica y la crueldad, fue ahí
cuando decidí introducirlos a los debates académicos.
Para mi fortuna, o más bien mi desgracia, el tiempo de práctica coincidió con el del día de la
mujer y ví en este tema una gran oportunidad para acercarme a ellos intelectualmente y poder
conocer un poco más de lo que pensaban y sentían, para así proceder en adelante. Contaba
con que la polémica alrededor del feminismo suscitara en ellos un ejercicio mental complejo
y que pusieran en juego algunas capacidades que yo no hubiese visto. No contaba yo con que
normalmente estas mentes no eran escuchadas y tenían mucho para decir, mucho guardado,
no contaba con las formas y los medios en los que lo harían, ignoré dentro de mi
investigación completamente su retórica y su dialéctica, también muy propia de su especie,
recordé a Rosseau y a su célebre frase

3 Aristóteles. Un antiguo no tan fanático de la adolescencia.


4 Esta frase es del columnista americano Earl Wilson.
En el ardor de la adolescencia, contenidos y destilados en su sangre los espíritus vivificantes,
producen en su juvenil corazón un calor que brilla en sus miradas, que se siente en sus discursos y se
manifiesta en sus acciones,5

No contaba yo con sus crianzas y el poco tacto y empatía resultado de su pasado y de su


presente biológico, no contaba yo con sus insultos y su apatía. No conté con ese calor y esa
destilación que emana su discurso, y entonces vi en sus palabras y en su pensamiento odio,
rencor, dolor, resentimiento y dureza. En estos momentos, sentí completamente al poeta
Homero cuando decía
“La juventud tiene el genio vivo y el juicio débil”6

Y es que sus discursos y argumentos estaban cargados de falacias y en el momento en el que


su interlocutor advertía sobre ellas tomaban la actitud más infantil y caprichosa posible,
incluso cuando yo, quien debía ser su figura de autoridad intentaba intervenir, era
violentamente atacada con amenazas. Esta especie es recelosa con lo que piensa y siente y no
está dispuesta al diálogo o a la intervención, no está abierta al debate. Este tipo de cosas,
tampoco les permitía verse como seres sociales, por más daño que hiciesen no lograban
comprender su papel social y su labor humana en las relaciones interpersonales, ni con sus
pares, ni con sus superiores, mucho menos con sus inferiores. Estaban completamente
desentendidos de la sociedad.
Cuando veía con qué facilidad ignoraban sus responsabilidades sociales, en esos momentos
realmente los envidié, no recordaba esa época de la vida en la que realmente nada importaba
más que uno mismo en el aspecto más puro, aquel momento en el que no somos capaces de
comprender lo que se nos viene por delante y no vemos los problemas del mundo, y si lo
hacemos, carecen completamente de importancia.

¡Ah!, El egoísmo infinito de la adolescencia, el optimismo estudioso: ¡Qué lleno de flores estaba
aquel verano el mundo!7

Por otra parte, grandes mentes como la de Einstein consideraban que el sentido común es la
colección de prejuicios adquiridos a los dieciocho años de edad 8 concuerdo completamente

5 Jean Jacques Rosseau. Emilio o de la educación. 1762


6 Frase célebre Homero.
7 Arthur Rimbaud, Iluminaciones. 1886
8 Frase célebre de Albert Einstein.
con esto y por eso es sumamente doloroso lo difícil que resulta modificar estos prejuicios,
con que fuerza se arraigan en el pensamiento y en el corazón, tuve presente esto al momento
de enfrentarme a ellos y temí por el futuro, por lo que le deparaba a la sociedad pues serían
justamente estas personas las que serían la sociedad en el porvenir. Qué peso tan grande recae
sobre los hombros de la educación.
Me agrada saber que el gran Sócrates compartía mi odio y desprecio hacia la adolescencia.
Nunca disimuló su apatía por las personas jóvenes y sus acciones, y su miedo por el porvenir
causado por los pensamientos y acciones de estos se hizo notar.

Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al
respeto a sus maestros.9

Creo que para sorpresa de Sócrates, la sociedad no ha cambiado mucho, y justamente esos
jóvenes que se encargan del futuro han seguido educando y haciendo nuevas generaciones de
jóvenes, a lo mejor según Sócrates, cada vez peores. Estas nuevas juventudes, esta especie de
adolescentes que estuvo presente en el Palermo, es la muestra típica de todo aquello que con
tanto fervor criticó y despreció.

La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores. 10

Esta falta de respeto y desprecio que tanto molestaba a Sócrates existe aún hoy en día en esta
especie. Especie que incomprende sus cambios físicos y hormonales, y reacciona ante las
demás personas con desagrado e irritación. Me pregunto si las especies siguientes, las
generaciones siguientes seguirán el mismo camino: seguirán estudiando entre ellos sus
comportamientos, sus acciones, sus pensamientos, si simplemente esto será una trabajo de
estudio y no de análisis, más superficial y menos interno. Espero que esa especie del futuro
sea distinta a la de Sócrates y a la mía.

Valentina Tovar Cadena.

9 Sócrates.
10 Sócrates también.

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