10 Uruguay 1965-1985b (Broquetas)

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Curso de Historia de 6° año Social-Humanístico – Prof.

Federico Lanza – Texto n° 10

Historia del Uruguay en el siglo XX (1890-2005), AA.VV., Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2008.

CAPÍTULO 5

LIBERALIZACIÓN ECONÓMICA, DICTADURA Y RESISTENCIA. 1965-1985

Magdalena Broquetas San Martín

1) ¿Cómo fue la represión y la resistencia durante las tres etapas de la dictadura (1973-1976, 1976-1980 y
1980-1985)? ¿A qué se debió?
2) ¿Cómo justifica Aparicio Méndez, presidente dictatorial (1977-1981), que Uruguay no era una dictadura?
¿Observas alguna contradicción en su discurso? ¿Cuál?
3) ¿Cuál fue la política económica aplicada por la dictadura? ¿Qué resultados tuvo? ¿A quiénes benefició y a
quiénes perjudicó? ¿Por qué?
4) ¿En qué consistió el “terrorismo de Estado” que se aplicó a la sociedad? ¿Cómo se aplicó la represión a los
detenidos? ¿Qué diferencia hay entre la Justicia militar y la Justicia ordinaria?
5) ¿Cómo se organizaron los uruguayos en el exilio para luchar contra la dictadura? ¿Qué lograron? ¿Por
qué?
6) ¿Por qué se terminó la dictadura? ¿De qué forma? ¿Qué papel jugaron los partidos políticos y las
organizaciones sociales?

Represión y resistencia en dictadura (1973-1985)

El inicio de la resistencia antidictatorial y el desmantelamiento de la oposición. La CNT respondió al golpe de


Estado declarando la huelga general con ocupación de los lugares de trabajo. Esta medida fue acompañada por la FEUU que
promovió la paralización de las actividades curriculares y la ocupación de los locales de enseñanza. El 30 de junio el gobierno
decretó la disolución de la CNT declarándola "asociación ilícita" y dispuso la clausura de sus locales y el arresto de sus
dirigentes. Ante la saturación de la capacidad locativa de las comisarias de Montevideo y del interior, así como de otros lugares
de detención improvisados, cientos de opositores fueron detenidos en el Cilindro Municipal, el más grande estadio cerrado de
basketball de la capital. A pesar de las duras medidas represivas, durante el desarrollo de la huelga en oposición al golpe de
Estado, se realizaron múltiples manifestaciones en distintas partes del país, acompañadas por las ocupaciones de los locales de
trabajo que, en su mayoría, se reorganizaban rápidamente luego de los desalojos por parte de las fuerzas represivas. 43

Esta primera etapa de la lucha antidictatorial incluyó una declaración conjunta del Frente Amplio y el Partido
Nacional (5 de julio), en la que se establecían las "bases para la salida de la actual situación "44, y la realización el día 9 de
una multitudinaria manifestación de protesta en la avenida 18 de Julio. Dos días más tarde y tras 15 días de duración, la ya
ilegalizada CNT levantó la huelga general para pasar a una segunda fase de la resistencia en que la actividad opositora se
desarrolló casi exclusivamente en la clandestinidad y en el exilio.

La alianza de civiles y militares que ejerció el gobierno luego del golpe de Estado buscó transformar el sistema
político vigente hasta ese momento. Francois Lerin y Cristina Torres advierten que, desarticulada la guerrilla, en adelante el
desafío consistía en desmantelar los "aparatos ideológicos" del régimen anterior, para lo cual se contó con el apoyo de las
campañas propagandísticas de los grandes medios de prensa. 45 Con este objetivo se suspendieron las actividades de todos los
partidos políticos, ilegalizándose agrupaciones de izquierda (el decreto del 28 de noviembre de 1973 comprendía a todos los
partidos integrantes del FA, excepto el PDC y el Frente del Pueblo). Este decreto permitió imputar "asociación para delinquir"
a militantes de la izquierda sobre quienes recayó la represión en etapas pautadas por el desmantelamiento de las agrupaciones
según sus tendencias.

La actividad sindical fue estrictamente reglamentada, suprimiéndose el derecho a huelga de los trabajadores (decreto
de agosto de 1973). A partir de 1974 las reivindicaciones laborales debieron canalizarse a través de la Comisión de Asuntos
Laborales de las Fuerzas Armadas. Durante los primeros años (1974-1975) hubo algunas manifestaciones públicas de
resistencia, como ser paros parciales, manifestaciones "relámpago" o distribución de panfletos. La fuerte influencia que la CNT
tenía en los trabajadores determinó que el régimen no lograra organizar una nueva estructura de tipo sindical afín a la
dictadura.

En esta primera etapa, el sistema educativo en su totalidad fue especialmente vigilado, pasando luego por varias fases
de depuración de sus cuadros docentes y sus planes de estudio. En octubre de 1973, tras la explosión de una bomba en la
Facultad de Ingeniería (y tras la realización de las elecciones universitarias que confirmaron el apoyo mayoritario a la FEUU),
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el Poder Ejecutivo promulgó un decreto por el cual quedaban bajo su tutela las facultades y se detenía al Rector y a los
decanos.46

La libertad de información, como hemos señalado, había sido sistemáticamente cercenada en el período anterior.
Luego del golpe de Estado el control de la prensa alcanzó niveles inéditos. Numerosas publicaciones de todo el país fueron
clausuradas por decreto, a lo que debe agregarse la amenaza constante de suspensión o requisa. Los órganos de prensa que
siguieron funcionando quedaron sometidos a la "autocensura". El control sobre la información que se hacía pública fue
extremadamente estricto, al punto que sobre determinados acontecimientos la única versión publicable era la de los
comunicados oficiales. Desde marzo de 1974 las agencias internacionales de prensa quedaron sometidas a suministrar a las
autoridades copia de la información enviada desde Uruguay.

Se ha señalado como peculiaridad del caso uruguayo en comparación con otros regímenes autoritarios su eficacia para
desarticular las instituciones de la oposición.

Militares y civiles en la conducción del Estado. Desde setiembre de 1973 los militares pasaron a participar en
reuniones de gobierno donde se analizaban cuestiones económico-sociales ("cónclaves cívico-militares"). A partir de 1974 la
Junta de Comandantes en Jefe participó en el Consejo Económico y Social que tenía por función la asistencia al gobierno en
materia económica y el control de la aplicación de las decisiones tomadas en los cónclaves.
De acuerdo con lo afirmado por Lerin y Torres, puede hablarse de una "militarización" del Estado en tanto se
sustituyó personal político que ocupaba cargos de dirección en los organismos estatales por oficiales de las Fuerzas Armadas y
se crearon nuevas dependencias integradas por civiles y militares. En los hechos el Estado fue conducido por una alianza de
civiles y militares que se apoyaron mutuamente. Los civiles, provenientes en su mayoría del pachequismo y del sector
nucleado en torno a Martín Echegoyen, se veían beneficiados por la nueva situación en tanto podían aplicar su política
económica y social sin la oposición de la izquierda política y de la fracción mayoritaria del Partido Nacional y sin oposición
sindical. Las Fuerzas Armadas por su parte carecían de experiencia en la conducción de la administración pública y
necesitaban aliados que sí la tuvieran.47
El Consejo de Estado, cuya puesta en funcionamiento había sido anunciada por Bordaberry en el momento de
disolución de las cámaras, quedó efectivamente instalado el 19 de noviembre de 1973. Este organismo, compuesto por civiles
incorporados por designación directa, reemplazaría las funciones del Parlamento. 48
En junio de 1976 tuvo lugar una crisis política que terminó con la destitución de Bordaberry por parte de las Fuerzas
Armadas. Éste había planteado una visión del proceso político del país en la que se suprimían los partidos políticos por
corrientes de opinión.49 Esta crisis que dio inicio a la "institucionalización del proceso revolucionario "5, tuvo lugar en un
contexto de fuerte represión en el Río de la Plata. Mientras establecían contactos para denunciar las características del régimen
uruguayo a nivel internacional, los ex-legisladores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, radicados en Buenos Aires
desde 1973, fueron secuestrados, torturados y asesinados por militares y policías uruguayos que operaban en esa ciudad en el
marco del Plan Cóndor.51 Junto a Wilson Ferreira, ambos legisladores desempeñaron un importante papel en la reorganización
de la oposición en Buenos Aires. A su vez, en el transcurso de 1976, aparecieron en las costas uruguayas cadáveres con
visibles signos de tortura.
Alberto Demicheli -miembro del Partido Colorado, con destacada participación como jurista y Ministro del Interior
durante la dictadura terrista- ocupó la Presidencia por un breve lapso. Inmediatamente se suspendió por tiempo indeterminado
la realización de elecciones nacionales que debían tener lugar a fines de ese año y se creó el Consejo de la Nación.52 Este
nuevo órgano, integrado por el Consejo de Estado y la Junta de Oficiales Generales, tenía entre sus funciones principales la de
nombrar al Presidente de la República, los miembros del Consejo de Estado, los miembros de la Suprema Corte de Justicia, del
Tribunal de lo Contencioso Administrativo y de la Corte Electoral. Además de los nombramientos tenía derecho a observar las
acciones del Poder Ejecutivo. Las mayorías necesarias para aprobar las decisiones en este Consejo eran de dos tercios, lo cual
quiere decir que la Junta de Oficiales Generales tenía verdadero derecho a veto.
El 1° de setiembre de 1976 Aparicio Méndez -abogado y político de filiación blanca- fue nombrado Presidente de la
República por el Consejo de la Nación. Ese mismo día Méndez, a través de la firma de nuevos actos institucionales, establecía
la proscripción de toda actividad política, en muchos casos incluyendo el derecho al voto. 53
En 1976 las Fuerzas Armadas anunciaron que la presidencia de Aparicio Méndez se extendería hasta 1981, año en que
se plebiscitaría un candidato para el período 1981-1986 nombrado por los partidos Nacional y Colorado con el aval de los
militares. En 1986 se regresaría a la democracia a través de una elección en la que participarían varios candidatos a la
Presidencia, pero sin la presencia de los partidos de izquierda.
Para esos diez años se preveía la realización de transformaciones fundamentales en el sistema institucional. Los "actos
institucionales", a través de los cuales se modificó progresivamente la Constitución, fueron la expresión jurídica de esa
transformación.
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"NO EXISTE DICTADURA"
DISCURSO PRONUNCIADO POR APARICIO MÉNDEZ EN MAYO DE 1977.

"[...] Somos demócratas. Si no lo fuéramos, nada nos impediría en vez del gobierno que ejercemos, tener una
dictadura. [...] Los hombres de bien, las personas de trabajo, las fuerzas vivas no hablan de dictadura, no piensan en
dictadura, ni reclaman derechos humanos. [...]
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Es necesario comprender que se está viviendo un período de transición entre dos ciclos históricos. [...] El Uruguay en
1972 inició de hecho el proceso que ahora está en marcha. [,..] Nosotros en estos momentos tenemos la legitimidad en el
sentido técnico-jurídico de ser un Gobierno impuesto, aceptado y cumplido pacíficamente. Y el día en que estemos en
condiciones de auscultar la voluntad del pueblo, llegaremos a la legitimidad formal o nos iremos a nuestras casas si el pueblo
lo quiere. [...] Sabemos que hay disidentes. Conocemos que hay oposición. Pero la prueba de la oposición es la prueba de que
no existe la dictadura con que se quiere rotularnos, ni el despotismo con que se quiere agraviarnos. [...] Uruguay optó por
crear un régimen cívico-militar. Los militares pudieron -disponen de fuerza para ello- crear un gobierno puramente militar.
Pero creyeron [...] que son necesarias todas las fuerzas reales del país para salir del trance. Y si hubiéramos más civiles
apoyándonos y hombres más capaces que nosotros sería mejor para nosotros y para el país. [...] A partir de 1976, se perfila,
se insinúa ya con claridad la constitución del nuevo orden institucional uruguayo. [...]
Pienso que [...] e/ Uruguay no puede sobrevivir si no se mantienen sus partidos tradicionales y en el caso de que éstos
no sobrevivieran, ya entonces no es obra del gobierno, es obra de ellos mismos. Partidos que sean nacionales, que sean
propios del país. Porque si el partido es un instrumento para expresar la soberanía no podemos admitir los partidos de origen
internacional, porque entonces la estamos escamoteando y estamos votando nuestra sumisión a los rusos o a los chinos, o a
cualquier otro país dirigente de la conducta de ese partido internacional. [...]
[...]En una reciente encuesta de Gallup, quedó establecido que al 63 por ciento de la población del país, le es
indiferente el problema político. Queda el 37 por ciento, aceptando como válida y exacta, con sus naturales previsiones, la
encuesta. Nosotros nos damos por satisfechos. Sabemos que ese 37 por ciento está constituido por los comunistas, por los
sediciosos, por los políticos que han perdido sus puestos. Comprendemos que quieran elecciones, comprendemos que vivan
con la preocupación política. [...]
[...] Lo importante es hacer. [...] En 1973 cuando se inicia este proceso, corría sangre en las calles del Uruguay. Las
madres ignoraban si sus hijos iban a volver con vida cuando salían. En las escuelas iban a aprender enseñanzas marxistas, en
las universidades se vivía en la promiscuidad, con camas en las salas de estudio; en las calles dominaban las hordas bárbaras
medievales; hoy en el Uruguay se camina libremente, sin temor a un tiro alevoso por la espalda, o a un secuestro o a un
asalto. En las escuelas se ven las túnicas blancas y las corbatas azules de los escolares cada día en mayor número; limpias las
escuelas, limpias las aulas, limpias las aulas de los niños y cada día más limpio el cuerpo docente, aunque reconocemos que
aun hay mucho que hacer en esta materia.
Las universidades han sido reabiertas y son lo que debieron ser siempre: centros de estudio. También sin
proselitismo en los que no hay más selección que la de la capacidad. Eso se llama seguridad pública. Y afirmo enfáticamente
y con orgullo, que no creo fuera de Suiza, que ningún país ofrezca hoy un grado de seguridad como el que ha conseguido el
Gobierno para sus habitantes, y los que nos hacen el honor de visitar.
[...] el Gobierno es auténtica, orgánicamente democrático, y si no practicamos la democracia en estos momentos en
el sentido tradicional en que se le ha entendido, hasta ahora, es porque no están dadas las condicionantes para hacerlo. [...]"
[Tomado de "El País", 22 de mayo de 1977.]
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Aspectos de la evolución económica.54 Desde junio de 1974 se aplicó el Plan Nacional de Desarrollo con algunas
modificaciones con respecto a su formulación original, debido a cambios experimentados por la economía mundial. La llamada
"crisis del petróleo" de 1973 triplicó el precio de este recurso (el barril pasó de 3 a 10 pesos) que figuraba entre los principales
rubros de importación de nuestro país. A pesar de que en el primer semestre de 1973 aumentaron los precios internacionales de
los principales productos de exportación uruguayos, el aumento del precio general de las importaciones arrojó una balanza
comercial con saldo desfavorable. Esta situación se agravó aún más a raíz de la decisión de la Comunidad Económica Europea
de cerrar sus mercados al ingreso de carnes, principal producto de exportación del Uruguay.
Los autores que analizan la evolución de la economía en el período suelen distinguir tres fases. En una primera etapa
comprendida entre 1974 y 1978 se efectivizó el plan de apertura económica, promoviéndose el ingreso de capitales
provenientes del exterior. La falta de controles internos para la radicación de las inversiones extranjeras fue transformando
paulatinamente al país en una "plaza financiera" codiciada por los financistas y empresarios de diferentes partes del mundo.
Complementariamente se buscó un aumento de las exportaciones fomentando a través de subsidios y otros mecanismos un
mayor grado de explotación de determinados recursos naturales del país. En los hechos se mantuvieron las exportaciones
tradicionales con un mayor grado de industrialización. En este período se redujo fuertemente la inflación (del 77 al 41%) pero
el costo fue, una vez más, el descenso del salario real y las pasividades, cuya fijación estuvo a cargo del gobierno.
Hubo entonces sectores favorecidos por la ruptura institucional, entre los que se destacan el integrado por los grandes
financistas y el empresariado en general. El 28 de junio de 1975 el diario El Día publicó una Memoria de la Cámara Nacional
de Comercio en la que se destacaba la consolidación de la paz social y la seguridad pública alcanzada por el país. Se resaltaba
también la importancia de la liberalización de la economía. El 11 de octubre de ese mismo año representantes de la Cámara de
Industria en reunión con Bordaberry reiteraron su apoyo a la política económica y a la gestión del gobierno. No se obtuvo un
apoyo de esta índole de los productores rurales, menos favorecidos por las políticas económicas del régimen. Por el contrario,
entre 1976 y 1977 se produjeron permanentes enfrentamientos entre el gobierno y el sector rural.
En una segunda etapa (1978-1982) fueron reduciéndose los subsidios a las exportaciones de modo de obligar a los
productores a aumentar su eficiencia para mejorar su competitividad externa. A través del preanuncio del tipo de cambio con
retraso respecto al ritmo real de aumento de los precios (en los hechos una devaluación paulatina popularmente conocida como
"la tablita"), el gobierno buscó contener la inflación. Esta política cambiaría tuvo un rol clave en la promoción de las
importaciones que se abarataban a través de este mecanismo. Simultáneamente se otorgaron más ventajas para la inversión de
capitales (eliminación de la obligatoriedad de los encajes bancarios y ampliación del margen de endeudamiento, entre otros),
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afianzando el proceso de consolidación del país como una "plaza financiera". Otra de las características de este período es la
consolidación de la dolarización de la economía, siendo esa la moneda utilizada para los depósitos bancarios y para el pago de
las deudas.
En 1982, ante una "fuga" masiva de capitales el país aumentó el endeudamiento externo. Las altas tasas de interés
generaron grandes dificultades a los pequeños y medianos productores a la hora de pagar las deudas contraídas en dólares.
Ante la presión ejercida por las instituciones financieras, el Banco Central compró créditos incobrables a cambio del
otorgamiento de más créditos que le permitieran afrontar los problemas inmediatos. La consecuencia de esta operación fue la
pérdida de reservas del Banco Central y el aumento del endeudamiento externo del país. Esta situación derivó en el cese de la
intervención del Estado en el mercado de cambios provocando una devaluación abrupta que triplicó el precio del dólar (quiebre
de "la tablita"). Esto provocó la quiebra de muchos empresarios endeudados que de un día para el otro vieron triplicarse sus
deudas en moneda extranjera. Para hacer frente a la abultada deuda externa, en febrero de 1983 el gobierno firmó un acuerdo
con la banca privada extranjera a través del FMI. En él se reeditaban las condiciones ya aplicadas en varias oportunidades:
"equilibrio presupuestal, control del dinero, compresión salarial". Para la población los efectos de este compromiso se
hicieron visibles a través del encarecimiento del costo de vida, constatable en el aumento del impuesto al valor agregado (el
IVA pasó de un 8 a un 12%) y en el aumento de las tarifas públicas, entre otras disposiciones. Se entraba así en una nueva fase
de recesión (caída de la producción). Por su parte, los depósitos en moneda extranjera abandonaron masivamente el país que ya
no ofrecía las mismas ventajas. Entretanto el Banco Central continuó haciéndose cargo de deudas incobrables de la banca
privada (en su totalidad extranjera), siendo que en 1984 el monto de carteras incobrables ascendía a 600 millones de dólares.
Los sectores productivos, asalariados y pasivos fueron los más perjudicados por la política económica de la dictadura.
Se heredó una deuda externa altísima y un endeudamiento interno que impidió por años el crecimiento de la economía.
El terrorismo de Estado. En la etapa dictatorial se anuló definitivamente el Estado de Derecho. Esto significa que el
aparato represivo actuó sobre los sectores opositores sin control social, político ni legal, constituyéndose el propio Estado en
agente de terror sobre la población.
A diferencia de otras dictaduras del Cono Sur en las que se practicaron fusilamientos sistemáticos (Chile) o
desapariciones forzadas masivas (Argentina), la modalidad represiva que caracterizó al régimen uruguayo fue el
encarcelamiento masivo y prolongado. Así lo prueban las estadísticas que indican que en 1976 Uruguay tenía el índice más
alto de prisioneros por cantidad de habitantes de toda América del Sur. Cerca de 5.000 personas fueron procesadas por la
Justicia Militar, debiendo sumarse a esta cifra los aproximadamente 3.700 casos de detenidos que no fueron procesados,
pudiendo tratarse de horas o de meses.55
Las cárceles militares uruguayas, además de aislar a quienes permanecían en ellas, tuvieron como cometido generar
terror en toda la sociedad que era testigo de los violentos operativos de captura y, a su vez, recibía noticia del trato inhumano
impartido a los prisioneros.
Miles de uruguayos fueron capturados por militares y policías en la vía pública o en sus domicilios -muchas veces de
madrugada y por personal vestido de civil- y sometidos a malos tratos y torturas en unidades militares de todo el país y en
centros clandestinos de detención. Las familias de los detenidos solían pasar días e incluso meses sin conocer su paradero y
destino.
La tortura, aplicada a presos políticos desde comienzos de la década de 1960, se transformó en una práctica rutinaria.
Según datos del Servicio Paz y Justicia (SERPAJ) sólo un 1% de los ex prisioneros encuestados declaró no haber sido
torturado durante su detención. Funcionarios del Estado utilizaron la tortura como un instrumento de poder con varias
finalidades. Durante los interrogatorios que sucedían a las detenciones los múltiples tipos de tortura eran aplicados para
obtener información del detenido. Las condiciones infrahumanas en que tenían lugar los interrogatorios provocaron que
muchos detenidos se inculparan de delitos que no habían cometido. A su vez, además de cumplir una función de castigo y de
humillación para el prisionero, la tortura, al igual que el encarcelamiento masivo, producía un efecto de intimidación en todo el
colectivo social que recibía noticias de estas prácticas. Importa destacar que no se trató de castigos arbitrarios sino de una vasta
gama de tipos de torturas protocolizadas y metódicamente aplicadas. Entre los distintos apremios o torturas sufridos por los
presos figuran el encapuchamiento, el plantón, los golpes, las amenazas, el impedimento de ir al baño, el hambre, la sed, la
aplicación de la "picana" eléctrica en distintas partes del cuerpo, la inmersión de la cabeza en agua o su sujeción en bolsas
plásticas provocando situaciones de asfixia, los simulacros de fusilamiento, los colgamientos y las violaciones. Prisioneros y
prisioneras frecuentemente fueron testigos de la tortura infligida a otros, debiendo a veces presenciar tormentos a familiares
directos. Aunque no es exhaustiva, esta enumeración ilustra acerca de los heterogéneos castigos corporales y psíquicos a los
que fueron sometidos los detenidos por razones políticas. Varios de ellos murieron a causa de las torturas de las que fueron
víctimas durante los interrogatorios en unidades militares o policiales, quedando todos estos ciudadanos con secuelas de
distintos tipos.
Aproximadamente 230 uruguayos secuestrados durante la dictadura permanecen desaparecidos. Mayoritariamente
secuestrados en Uruguay y Argentina -aunque también hubo secuestros en Chile, Paraguay, Bolivia y Colombia- algunos de
estos hombres y mujeres fueron detenidos en unidades militares y centros clandestinos de reclusión de esos países, mientras
que otros fueron trasladados ilegalmente a Uruguay. Este desconocimiento de las fronteras nacionales era posible gracias a los
operativos represivos coordinados con los gobiernos de la región con los cuales existía total afinidad política ("Plan Cóndor").
De este modo, militares y policías uruguayos participaron en operativos de secuestro y detención en territorios de otros países.
A su vez se llevaron adelante operaciones represivas dirigidas a extranjeros (fundamentalmente argentinos) residentes en
nuestro país. Es importante señalar que entre los "desaparecidos" hay niños, secuestrados con sus padres o nacidos en
cautiverio. El tenaz accionar de algunas personalidades individuales y de las organizaciones de derechos humanos posibilitó la
ubicación de algunos de ellos.
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En la primera parte de este capítulo vimos cómo el Parlamento accedió a aplicar la jurisdicción militar a civiles.56 La
Justicia Militar depende del Ministerio de Defensa y sus cargos no están ocupados por abogados y jueces sino por militares
sometidos a jerarquía. Su órgano máximo, el Supremo Tribunal Militar, cuyos miembros son designados por el Poder
Ejecutivo, carece de independencia e imparcialidad para dictar justicia. Las leyes y los códigos que componen la Justicia
Militar fueron creados para mantener la disciplina en los ámbitos castrenses y no para ser aplicados a civiles.
La justicia ordinaria no tenía competencia alguna porque todos los detenidos estaban a disposición de la autoridad
militar. Se ha hecho referencia a la aplicación de la Justicia Militar como una "gran ficción" en la que el proceso penal no tenía
como finalidad investigar ni determinar responsabilidades sino todo lo contrario. Las responsabilidades y las penas estaban
fijadas con anterioridad y los "jueces" militares, sometidos al sistema jerárquico que rige la institución, se atenían a lo ya
establecido. Por lo general las versiones de los hechos eran proporcionadas por los servicios de inteligencia militar. Asimismo,
las detenciones no eran ordenadas por el "juez", sino dispuestas en las propias unidades militares de acuerdo a la información
recabada por los servicios de inteligencia o por orden de la autoridad militar.
Se interpusieron muchos obstáculos al trabajo de los abogados civiles que en varios casos sufrieron personalmente la
persecución política y la detención. Las detenciones sin orden judicial, las dificultades para la investigación y los largos plazos
transcurridos antes de que el prisionero pudiese recibir la visita del abogado ejemplifican la dificultad de esta labor.
Este funcionamiento explica lo arbitrario de las condenas y la demora de la liberación de los detenidos que, a pesar de
haber sido dispuesta por el "juez" militar, debía ser ratificada por la autoridad militar correspondiente.
La sociedad en su conjunto fue controlada, limitándosele sus derechos políticos y laborales. Por el acto institucional
N° 4 se proscribió toda la actividad política. Estas proscripciones rigieron en el plebiscito de 1980 y las elecciones internas de
los partidos habilitados en 1982. Las elecciones nacionales de 1984 también se realizaron con partidos y personalidades
políticas proscriptas.
Muchas personas fueron perseguidas en sus lugares de trabajo por motivos políticos, ideológicos o gremiales.
Distintos mecanismos se implementaron para "depurar" la administración pública. Por ejemplo el acto institucional N° 7
permitía "pasar a disponibilidad" a funcionarios públicos y, de este modo, destituirlos de sus cargos. Al funcionariado público
se le solicitaba una "declaración jurada de fe al sistema democrático de gobierno" además de exigirles "constancia de habilita-
ción para cargos públicos", extendida en las seccionales policiales correspondientes. Sobre estas y otras resoluciones la
dictadura clasificó a los ciudadanos según la confiabilidad política con las categorías A, B y C. Eran múltiples los motivos para
recibir la categoría "C", que inhabilitaba a la persona para obtener o mantener su empleo. Mayoritariamente, la asignación de
esta categoría, se debía a conductas privadas o al ejercicio de derechos civiles y políticos que en la fecha de su realización eran
legales.
La persecución política e ideológica fue especialmente dura en el ámbito de la enseñanza, en donde el Consejo
Nacional de Educación que desempeñó funciones durante el gobierno militar avaló la destitución de una gran parte del
personal docente. Las destituciones inhabilitaron a un importante número de uruguayos a ejercer la docencia tanto en ámbito
público como privado.
En el sector de la actividad privada no existía un régimen de amparo a la estabilidad, lo cual facilitó a los empleadores
la ejecución de despidos por motivos políticos o ideológicos. En los hechos, en empresas de distintas ramas de actividad, se
constató el desplazamiento de trabajadores que hubiesen tenido actividad gremial. Asimismo, la existencia de "listas negras"
dificultó la obtención de empleos para aquellos que tuviesen antecedentes de detención o que anteriormente hubiesen sido
despedidos por motivos políticos.
El exilio y las campañas de denuncia de la dictadura en el exterior. Motivos políticos y económicos determinaron
que muchos uruguayos abandonaran el país. Para proteger sus libertades y en algunos casos sus vidas debieron partir hacia
destinos diversos, a los que arribaban sin saber cuándo podrían regresar. Entre 1963 y 1985 se estima emigraron
aproximadamente trescientos ochenta mil personas.57

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LOS URUGUAYOS SE VAN...

La crisis política y económica se reflejó en el movimiento migratorio en dos sentidos. En primer lugar, a partir de
1972 y, con más fuerza y evidencia después del golpe de Estado, se verificó un flujo de emigración política que se dirigió hacia
lugares que garantizaban el asilo y la posibilidad de seguir incidiendo en la política nacional. A comienzos de la década de
1970, los exilados tendieron a refugiarse en Argentina y en Chile, aprovechando, hasta 1976 en el primer caso y hasta 1973 en
el segundo, condiciones políticas favorables. La sucesión de golpes de Estado en los países cercanos y el recrudecimiento de
las medidas coercitivas en Uruguay determinaron, para los que pudieron sobrevivir a las represiones desatadas, un nuevo
desplazamiento hacia países en todos los continentes.
El segundo aspecto está relacionado con el fortalecimiento de las salidas por causas económicas. El número de
emigrantes tendió a crecer de manera exponencial a partir de finales de la década de 1960, transformándose en un aspecto
estructural de la realidad social del país. Por razones ligadas a las formas de medición demográficas, es bastante difícil hacer
un cálculo preciso del número de emigrados. Una estimación oficial de 1976 concluyó que 218.419 personas habían trasladado
su residencia al exterior desde 1963. Más recientemente Adela Pellegrino y Wanda Cabella calculan en 380.000 personas el
volumen de la emigración entre 1963 y 1985, aproximadamente el 11% de la población total residente en el país. Además de
incrementarse, la emigración tendió a modificar sus destinos. A principio de los años setenta, Brasil y Argentina -si bien
siguieron siendo lugares privilegiados por los uruguayos que decidían emigrar- comenzaron a perder terreno frente a otros
países, en concomitancia con la puesta en marcha de políticas de reestructura en algunos de los mercados laborales de los
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países centrales, de medidas tendientes a atraer la mano de obra especializada o de momentos coyunturalmente favorables.
Desde este punto de vista, el boom petrolero venezolano, así como el crecimiento económico y la eliminación de un conjunto
de trabas legales en Estados Unidos, Canadá y Australia representaron un importante atractivo para los emigrantes uruguayos.
En el caso australiano, además, se implementaron un conjunto de medidas tendientes a reclutar trabajadores especializados que
significaron un importante aliciente para los emigrantes. De todas maneras, según una Encuesta de Migración Internacional de
1982, el país privilegiado seguía siendo Argentina, hacia donde se dirigió casi el 50% de los emigrados en el período 1970-
1982, seguido por Estados Unidos (11%), Australia (7.5%) y Brasil (7.2%).
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De distintos modos (legalmente, contando con la protección de organismos internacionales o impulsados por el
gobierno uruguayo tras haber cumplido condenas en prisión) estas personas se insertaron en las sociedades más diversas,
algunas de ellas con enormes distancias culturales con respecto a la uruguaya. Desde 1972 militantes del MLN y de otros
grupos de acción directa se refugiaron en países vecinos como Argentina o Chile, en donde los gobiernos de Héctor Cámpora y
Salvador Allende generaban un clima proclive para su reorganización y la actividad de denuncia. Sin embargo, luego de los
respectivos golpes de Estado (setiembre de 1973 y marzo de 1976) y tras la constatación de que la represión de los regímenes
del Cono Sur no respetaba las fronteras nacionales, estos países se transformaron en lugares sumamente inseguros. Los nuevos
destinos, alcanzados por los uruguayos en esta nueva fase del exilio, abarcaron otros países de Latinoamérica (entre los que se
destacan México, Cuba y Venezuela), Europa y Asia.58
La intensa movilización de las agrupaciones en el exilio, así como la de algunas personalidades emblemáticas (como
Zelmar Michelini y Wilson Ferreira Aldunate), logró condenas internacionales al régimen uruguayo. Vania Markarian afirma
que el éxito de esta ferviente actividad de denuncia, tendiente a aislar a la dictadura uruguaya provocando su descrédito ante la
opinión pública internacional, se debió fundamentalmente al aprovechamiento que las colectividades de exiliados hicieron de
las redes transnacionales de derechos humanos y a la coyuntura experimentada por la política exterior estadounidense entre
1976 y 1980. Sobre esto último, cabe señalar que en 1976 se aprobó la llamada "enmienda Koch" (impulsada por el senador
Edward Koch, integrante de la mayoría demócrata del Congreso estadounidense), a través de la cual se suspendía "la asistencia
y el entrenamiento militar así como la venta de armas al gobierno de Uruguay por sus violaciones a las normas
internacionales de derechos humanos .59
Las principales diferencias que habían caracterizado a los grupos y partidos de izquierda durante la década de 1960
estuvieron presentes en los años del exilio, reproduciendo las divisiones y los desencuentros de las izquierdas en el escenario
internacional. Sin embargo los esfuerzos por contribuir al derrocamiento del régimen en Uruguay fueron muchos y de
importantes consecuencias. Desde 1979 la CNT y el Frente Amplio reorganizaron formalmente sus actividades a través de
organismos coordinadores, asentados en los más de treinta países en que estaba distribuido el exilio uruguayo. Otro hito
fundamental en las políticas de alianzas desarrolladas por los partidos y grupos durante el exilio fue la concreción, en abril de
1980, de la Convergencia Democrática del Uruguay. Este grupo extra-partidario (conformado por representantes de los
partidos Comunista y Socialista, miembros independientes del Frente Amplio y representantes del sector del Partido Nacional
liderado por Wilson Ferreira que, sin embargo, no participaban en representación oficial de sus partidos políticos) desempeñó
un rol de primer orden en la coordinación de las fuerzas opositoras en el exterior.
Cabe destacar que, además de las campañas de denuncia, las distintas organizaciones estructuradas durante el exilio
cumplieron una importante función en el envío de ayuda económica para los familiares de los presos políticos en Uruguay.
Un plan fallido: la derrota del plebiscito constitucional y el nuevo cronograma político. En agosto de 1977 las
Fuerzas Armadas anunciaron su voluntad de realizar una reforma constitucional, que legitimara las modificaciones que se
venían realizando a través de los actos institucionales.60 El plebiscito se realizó dos años y medio más tarde, el 30 de
noviembre de 1980.61 A pesar del contexto represivo y desigual en que se desarrolló la escasa discusión (con partidos y líderes
proscriptos, censura de la prensa opositora y plena vigencia de los encarcelamientos arbitrarios), el debate en torno al
plebiscito constitucional se transformó en una evaluación general de la política del régimen. El 3 de noviembre José Germán
Araújo, periodista y director de CX30 La Radio, abrió públicamente la campaña opositora a la propuesta militar con el
programa Diario 30, que jugaría un papel de primer orden en el movimiento de resistencia a la dictadura. El semanario Opinar,
dirigido por Enrique Tarigo, se alzó desde la prensa escrita en contra del proyecto de reforma constitucional avalado por el
régimen. La oposición encontró un espacio televisivo el 14 de noviembre en el debate que enfrentó a Enrique Tarigo (Partido
Colorado) y E. Pons Echeverry (Partido Nacional) con los Consejeros de Estado Néstor Bolentini y Enrique Viana Reyes, que
defendían el proyecto. La campaña por el "No" también se llevó adelante en ámbitos más privados, como reuniones en casas
de familia o salones parroquiales que reincorporaron a la discusión política a distintos sectores de la población.
El proyecto constitucional dividió a los partidos Nacional y Colorado ya que en ambos existieron expresiones de
desaprobación y de apoyo. Desde Washington, Jorge Pacheco Areco hizo pública su adhesión, acompañada por la Unión
Colorada y Batllista y los sectores nucleados en torno a Alberto Gallinal Heber, junto a algunas personalidades del herrerismo
en el Partido Nacional. El resultado del plebiscito fue favorable para el "No" (las adhesiones a esta opción conformaron un
57.9% del total de los votos, mientras que el "Si" obtuvo un 42%), lo cual impactó al gobierno y marcó un punto de inflexión
en las perspectivas manejadas para el futuro político del país.62
El último tramo del período dictatorial se inició con la derrota del proyecto de reforma constitucional elaborado por el
régimen. Sin embargo las señales de restauración de un gobierno democrático no fueron lineales ni inmediatas. 63 Las
negociaciones entre representantes de partidos políticos con el gobierno militar fueron conflictivas, resultando difícil alcanzar
acuerdos. A su vez, la represión a toda manifestación política o social en contra del régimen se extendió bastante tiempo
después de la realización del plebiscito. Charles Gillespie advierte que, a diferencia de lo sucedido en otros países de la región,
en Uruguay no se experimentó una "distensión" en la represión a las múltiples manifestaciones de resistencia. Se mantuvieron
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las encarcelaciones arbitrarias y continuaron denunciándose malos tratos y torturas a prisioneros detenidos. Asimismo se
clausuraron temporaria o permanentemente publicaciones opositoras. 64
En agosto de 1981 el Consejo de la Nación designó a Gregorio Álvarez para ocupar la Presidencia del país. Durante
este año, varios líderes de los partidos tradicionales fueron "desproscriptos".
Partidos políticos y movimientos sociales en los últimos años de la dictadura. El 3 de junio de 1982, el Consejo de
Estado aprobó la Ley de Estatuto de los Partidos Políticos. La ley, cuyo contenido había sido conversado con representantes de
las comunidades partidarias rehabilitadas, autorizaba el funcionamiento de los partidos Colorado, Nacional y Unión Cívica -
disponiendo para el 28 de noviembre la elección de nuevas autoridades-, anulando simultáneamente la participación electoral
de la izquierda. La respuesta de parte de la izquierda a esta deliberada exclusión consistió en la organización de un movimiento
a favor del voto en blanco.65 En el mes de octubre, la "Comisión Nacional de ciudadanos por el voto en blanco" -integrada por
personas del ámbito académico y de la cultura-, en simultáneo con los pocos medios de prensa opositores en circulación,
impulsó una campaña a favor de esta iniciativa. En este contexto, se realizaron charlas en parroquias y otras instituciones
(como por ejemplo clubes barriales) cuya prohibición no se había dispuesto. Rápidamente, la Comisión fue ilegalizada y sus
miembros detenidos. Las manifestaciones a favor del voto en blanco generaron, a su vez, la clausura definitiva del semanario
Opción.
La iniciativa a favor del voto en blanco -liderada por Liber Seregni desde la prisión y apoyada por algunos medios de
comunicación opositores como CX30 La Radio y el semanario La Plaza- obtuvo 85.373 votos. Esta convocatoria, realizada en
condiciones que hacían muy difícil la organización, marcó la vigencia del Frente Amplio como colectividad política. Por otra
parte, dentro de los partidos habilitados los resultados electorales fueron favorables a las listas opositoras a la dictadura. A
pesar de la proscripción de los partidos de izquierda y la privación de derechos políticos que todavía recaía sobre un importante
número de ciudadanos, las elecciones primarias de 1982 marcaron un hito en la reanudación de la actividad política de los
partidos.
Una primera instancia de negociación formal entre los partidos políticos habilitados y el gobierno tuvo lugar entre
mayo y julio de 1983, cuando los partidos decidieron abandonar las conversaciones. Asombrosamente los militares habían
iniciado la negociación planteando prácticamente las mismas demandas que el electorado había rechazado en el plebiscito de
1980. Por otra parte, para los voceros partidarios resultaba inadmisible continuar las negociaciones en el contexto de fuerte
represión imperante. Prueba de ello lo constituye la detención y el sometimiento a torturas de veinticinco militantes de la
Unión de Juventudes Comunistas pocos días antes de la penúltima reunión del Parque Hotel. A mediados de julio, el Servicio
Paz y Justicia denunció públicamente estos hechos.
Además de las negociaciones partidarias, desde 1981 los grupos opositores de la sociedad civil mantuvieron un
importante nivel de movilización, cuyo punto máximo se alcanzó en 1983. Nuevos movimientos sociales (de derechos
humanos, cooperativo, de mujeres, de ollas populares) y los ya "viejos" movimientos sindical y estudiantil, desempeñaron un
importante rol en la actividad de resistencia a la dictadura, promoviendo prácticas novedosas para manifestar la
disconformidad con la situación vigente tales como las "caceroleadas" o apagones masivos. Asimismo parroquias católicas e
iglesias protestantes brindaron ámbitos destacados para la reunión y reorganización de la resistencia en la clandestinidad.
Durante este año se formalizaron los vínculos entre los partidos tradicionales y la izquierda aun ilegalizada, cuyo accionar
dentro del país fue fundamentalmente canalizado a través de estos movimientos sociales. La "Intersectorial" fue la expresión de
esta alianza opositora que el 27 de noviembre de 1983 organizó un acto multitudinario en los alrededores del Obelisco de
Montevideo.66 La manifestación que se desarrolló bajo la consigna "Por un Uruguay democrático y sin exclusiones." contó con
la participación de todos los partidos políticos (también los ilegalizados), los sindicatos y los movimientos sociales y se estima
que la concurrencia fue de aproximadamente 400.000 personas.67
A pesar de que no todos los sectores que integraban el Frente Amplio estuvieron de acuerdo con esta estrategia en
tanto implicaba concesiones, en julio de 1984 el Partido Colorado, la izquierda (con Líber Seregni liberado pero proscripto) y
la Unión Cívica iniciaron una nueva fase de negociaciones con los militares. La Convención del Partido Nacional había
decidido no negociar con el gobierno mientras Wilson Ferreira -retornado al país el 16 de junio de ese año e inmediatamente
encarcelado- no estuviese en libertad. Paulatinamente se fueron obteniendo varias de las condiciones que los representantes de
los partidos habían establecido como prioritarias (el 27 de julio se decretó la legalización del Partido Demócrata Cristiano,
cuyo lema posibilitaría la participación del Frente Amplio en las elecciones de noviembre de 1984; por el acto institucional N°
18 se levantaron la mayoría de las proscripciones y se rehabilitaron políticos de izquierda; verbalmente se acordó la liberación
de 411 presos que habían cumplido más de la mitad de su "condena"). En agosto finalizaron las conversaciones sin que se
firmara ningún documento. Sin embargo, las bases del "acuerdo" alcanzado ilustran acerca de los términos en que se produjo la
transición. Las preocupaciones básicas de los partidos políticos parecen haber sido la liberación de los presos y el retorno a la
democracia. Las interrogantes principales de los militares giraban en torno a su inmunidad y a la amnistía. El acuerdo o "pacto
del Club Naval" fue declarado ilegal por el Directorio del Partido Nacional.68
En el mes de setiembre los cuatro partidos políticos y múltiples organizaciones sociales se integraron a la
Concertación Nacional Programática (CONAPRO), constituida con la finalidad de alcanzar acuerdos para un gobierno
democrático de unidad nacional.
El 25 de noviembre se realizaron elecciones nacionales con políticos proscriptos, aproximadamente 5.000 ciudadanos
en la misma situación (sin derecho a voto) y unos 300 presos políticos. El Partido Colorado presentó dos fórmulas
presidenciales integradas por Julio María Sanguinetti y Enrique Tarigo (líderes de los sectores "Unidad y Reforma" y "Libertad
y Cambio", respectivamente) y Jorge Pacheco Areco y Carlos Pirán (representantes de la "Unión Colorada y Batllista"). Con su
líder proscripto y en prisión, el sector wilsonista del Partido Nacional estuvo representado por la fórmula integrada por Alberto
Zumarán y Gonzalo Aguirre, que mantenía el acuerdo establecido antes de la dictadura entre las agrupaciones "Por la Patria" y
el “Movimiento Nacional de Rocha". Dardo Ortiz y Conrado Ferber integraban la fórmula representante del sector herrerista
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del Partido Nacional. Por su parte. Juan Carlos Payseé -nombrado Intendente de Montevideo por la dictadura militar- y
Cristina Maesso integraban la otra fórmula presidencial presentada por el herrerismo. El Frente Amplio se presentó a las
elecciones nacionales de 1984 con una única fórmula presidencial, integrada por Juan José Crottogini (compañero de fórmula
de Líber Seregni en las elecciones de 1971) y José D' Elía (ex-Presidente de la CNT). La coalición integrada por cinco
sublemas (Democracia Avanzada, Izquierda Democrática Independiente, Partido Socialista, Partido Demócrata Cristiano y
Lista 99) no estaba habilitada a utilizar el lema Frente Amplio, por lo cual, análogamente a lo sucedido en 1971, se presentó a
los comicios bajo el lema Partido Demócrata Cristiano.
Los resultados de los comicios -en los que el comportamiento electoral de la ciudadanía fue muy similar al de las
elecciones de 1971- dieron la victoria al Partido Colorado, en el cual la fórmula integrada por Julio María Sanguinetti y
Enrique Tarigo obtuvo la amplia mayoría de los sufragios. A diferencia de la propuesta del Frente Amplio, centrada en la
necesidad de hacer justicia y en la que se destacó la exigencia de una amnistía general e irrestricta, la campaña electoral del
sector del Partido Colorado liderado por Julio María Sanguinetti enfatizaba la idea de una transición pacífica a la democracia.
Esta posición fue sintetizada bajo la consigna del "cambio en paz", que pautó la campaña publicitaria del sector. Cinco días
después de las elecciones Wilson Ferreira fue puesto en libertad.
El 12 de febrero de 1985 Rafael Addiego (Presidente de la Corte de Justicia) sustituyó a Gregorio Álvarez en la
Presidencia. Tres días después se instaló el primer Parlamento electo por voto ciudadano en doce años y el 1° de marzo asumió
el nuevo Presidente. Una de las primeras medidas del nuevo gobierno fue la aprobación de la Ley de Pacificación Nacional, a
través de la cual fueron puestos en libertad los últimos presos políticos y se permitió el retorno de los exiliados a Uruguay.

Notas

(40) Véase el texto del proyecto y algunas de sus repercusiones en: "El Estado peligroso", en "La Era Militar", Cuadernos de Marcha, N°
69, abril 1973, pp. 23 a 34.
(41) Clara Aldrighi, "Habrá torturas para todos", Semanario Brecha, 1" de agosto de 2003, p. 12.
(42) Decreto N° 464 del 27 de junio de 1973. Registro Nacional de Leyes y Decretos, op. cit., pp. 5-6.
(43) Para profundizar sobre el accionar de la sociedad movilizada en rechazo al golpe de Estado véase: Alvaro Rico, Carlos Demasi,
Rosario Radakovich, Vanesa Sanguinetti, Isabel Wschebor, 75 días que estremecieron al Uruguay. Golpe de Estado y huelga general. 27 de
junio - 11 de julio de 1973, Montevideo, Editorial Fin de Siglo, 2005. La bibliografía aún no ha abordado otras discusiones y formas de
resistencia, cuya integración resultaría fundamental para aprehender esta etapa de lucha antidictatorial en toda su complejidad.
(44) Entre otras reivindicaciones los partidos que suscribían este documento exigían el "cese de Juan María Bordaberry [y] el
establecimiento de un gobierno provisional, representativo de los sectores que sustentan esta plataforma de unidad, [...] [y] realización de
elecciones para la constitución del gobierno definitivo", en: Virginia Martínez, Tiempos de dictadura. 1973/1985. Hechos, voces,
documentos. La represión y la resistencia día a día, Montevideo, E.B.O., 2005, pp. 21-22.
(45) Francois Lerin, Cristina Torres, Historia política de la dictadura uruguaya. 1973-1980, Montevideo, Editorial Nuevo Mundo, 1987,
pp. 31-49. Para una síntesis del período dictatorial véase: Gerardo Castaño y José Rilla, Breve historia de la dictadura, Montevideo,
CLAEH, 1987.

(46) Alvaro Rico (dir.), La Universidad de la República desde el golpe de Estado a la intervención. Cronología de hechos, documentos y
testimonios: junio a diciembre de 1973, Montevideo, UDELAR, FHCE-CEIU, 2003.

(47) Francois Lerin y Cristina Torres. Historia política de la dictadura uruguaya, op. cit, pp. 49-54.
(48) "La labor del Consejo de Estado ha de desarrollarse libre de toda perturbación y aún agresión de los intereses depuestos el 27 de
junio", explicó Bordaberry al inaugurar las sesiones del nuevo órgano. Y agregó: "De entre ellos, el más peligroso, el más artero y el más
condenable es el que representa al marxismo internacional. Dos etapas de la lucha contra la doctrina apátrida surgían claramente: en la
primera, era nuestra tarea la de atacarle en sus reductos de la falsa organización sindical, de la desnaturalizada Universidad de la
República y, finalmente, de su organización política encuadrada sólo formalmente en las normas establecidas en nuestras generosas leyes".
El País, 20 de diciembre de 1973, p. 2, tomado de: Carlos Demasi (Coord.), El régimen cívico-militar. Cronología comparada de la historia
reciente del Uruguay (1973-1980), Montevideo, F.C.U.-CEIU/ FHCE, 2003, pp. 352-353.
(49) El 9 de diciembre de 1975, Bordaberry presentó a la Junta de Oficiales Generales un memorándum secreto en el que figuraba, entre
otras, la propuesta de supresión permanente de los partidos políticos. Se trata del segundo documento de esta índole, puesto que varias de
estas ideas ya habían sido expuestas en un documento similar presentado ante la mencionada Junta el 10 de julio de ese año. Pocos años más
tarde, en ocasión de una exposición de sus ideas en Chile, estas propuestas circularon públicamente. Véase Juan María Bordaberry, Las
opciones, Montevideo, Imprenta Rosgal, 1980.
(50) Francois Lerin y Cristina Torres. Historia política de la dictadura uruguaya, op. cit., p. 59 y ss.

(51) Los cadáveres de Michelini y Gutiérrez Ruiz fueron hallados junto a los de Rosario Barredo y William Whitelaw (ex militantes del
MLN).
(52) República Oriental del Uruguay. Consejo de Estado, Decretos Constitucionales Nos, I al 20, Montevideo, s.e., s.f., pp. 3-9.
(53) Ibídem, op. cit., pp. 17-20.

(54) Este apartado se realizó sobre la base de los siguientes trabajos: Jorge Notaro, "La batalla que ganó la economía. 1972-1984", en:
Benjamín Nahum (Dir.), El Uruguay del siglo XX, tomo I, La Economía, Montevideo, Montevideo, E.B.O. - Instituto de Economía, 2003,
pp. 95-121; Danilo Astori, "La política económica de la dictadura", en: AA.VV., El Uruguay de la dictadura, op. cit, pp. 147-177; Luis
Bértola, "La dictadura: ¿un modelo económico?", en: Aldo Marchesi, Vania Markarian, Alvaro Rico, Jaime Yaffé, El presente de la
dictadura, op. cit., pp. 201-204 y las obras ya citadas de Walter Cancela, Alicia Melgar y Henry Finch.

55) Este apartado se ha sintetizado sobre la base del ya citado trabajo Uruguay Nunca más. Informe sobre la violación a los derechos
humanos (1972-1985) y A todos ellos- Informe de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos, Montevideo, Madres y
Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos, 2004. Debe decirse que la documentación referida a estos aspectos del período no ha
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estado disponible para los investigadores y que en ambos casos se trata de información recabada y sistematizada por organismos de derechos
humanos a partir de los testimonios de las víctimas y sobrevivientes. Recientemente la Presidencia de la República encomendó a la
Universidad la realización de un informe dedicado exclusivamente al caso de de los detenidos desparecidos, para cuya confección pudo
consultarse parte de la documentación que permite reconstruir las características del terrorismo del Estado en Uruguay. Investigación
histórica sobre detenidos desaparecidos, 5 tomos, Montevideo, Presidencia de la República Oriental del Uruguay, 1M.P.O., 2007.

(56) Sobre este aspecto véase: Carlos Martínez Moreno, La justicia militar en el Uruguay, México, Nuevo Mundo, 1984.

(57) Wanda Cabella, Adela Pellegrino, Una estimación de la emigración internacional uruguaya entre 1963 y 2004, Unidad
Multidisciplinaria, Facultad de Ciencias Sociales, Serie Documentos de Trabajo N° 70, Noviembre de 2005.
58) Un acercamiento a los escenarios, protagonistas e itinerarios del exilio uruguayo en este período puede encontrarse en: Silvia Dutrénit
Bielous (coord.), El Uruguay del exilio. Gente, circunstancias, escenarios, Montevideo, Ediciones Trilce, 2006.
(59) Véase el trabajo ya citado de esta autora (Vania Markarian, Idos y recién llegados. La izquierda uruguaya en el exilio y las redes
transnacionales de derechos humanos, 1967-1984.)

(60) El anuncio fue inmediatamente posterior a la visita de Terence Todman, Delegado para los Derechos Humanos del presidente
estadounidense James Cárter.
(61) Una síntesis de las reformas planteadas en este proyecto constitucional fue publicada en El Día el 17 de mayo de 1980, p. 1. Véase
Carlos Demasi, El régimen cívico-militar, op. cit., p. 456.

(62) Sobre la actividad partidaria de este período y sus vínculos con los movimientos sociales véanse los trabajos de Silvia Dutrénit Bielous,
"Del margen al centro del sistema político: los partidos uruguayos durante la dictadura", en: Silvia Dutrénit Bielous, Diversidad partidaria y
dictaduras: Argentina, Brasil, Uruguay, México, Instituto Mora, 1996 y El maremoto militar y el archipiélago partidario.
Testimonios para la historia reciente de los partidos políticos uruguayos, Montevideo, Instituto Mora-Productora Editorial, 1994.
Una perspectiva más centrada en el accionar de la sociedad civil puede consultarse en Carlos Filgueira (ed.), Movimientos sociales en
el Uruguay de hoy, Montevideo, FLACSO-CIESU-E.B.O., 1985.
(63) Sobre las dificultades para fijar marcos cronológicos para la transición puede verse Carlos Demasi, "La 'apertura democrática'
como tema de análisis", en Revista La Gaceta, N° 35, Montevideo, A.P.H.U., abril 2005, pp. 3-6.
(64) Charles Gillespie, Negociando la democracia. Políticos y generales en Uruguay, Montevideo, F.C.U./Instituto de Ciencia
Política, 1995, parte II,
(65) Carta de Liber Seregni desde la prisión, fechada el 10 de junio de 1982, tomada de: Miguel Aguirre Bayley, El Frente Amplio.
Historia y documentos Montevideo, E.B.O., 1985, pp. 137-140.

(66) Charles Gillespie, Negociando la democracia, op. cit., cap. 7.

(67) El manifiesto leído por Alberto Candeau en el Obelisco el 27 de noviembre de 1983, puede consultarse en Virginia Martínez, Tiempos
de dictadura, op. cit, p. 201.
(68) Charles Gillespie, Negociando la democracia, op. cit., cap. 8.

Para saber más

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- Los años oscuros. Cronología documentada (1973-1979), Montevideo, Monte Sexto, 1991.
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También en AA.VV, El Uruguay de la dictadura, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2004.

Imagen 8. Represión de la manifestación popular Imagen 9. Publicaciones de las organizaciones de uruguayos


realizada en repudio al golpe de Estado el 9 de julio en el exilio. Archivos particulares de Grauert Lezama y Beatriz
de 1973. FPEP/CMDF. Weismann.

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