Ficha de Cátedra Cuatro Pilares de La Educación

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Ficha de Cátedra: Pedagogía 06 de noviembre de 2023

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Eje III: Problemáticas específicas de la Educación actual en América Latina y en la


Argentina.

Tema: Los cuatro Pilares de la Educación.

Delors, Jacques (1994). "Los cuatro pilares de la educación", en La Educación


encierra un tesoro. México: El Correo de la UNESCO, pp. 91-103.

https://virgulablog.es/programacion-didactica/elementos-de-la-programacion-
didactica/metodologia/los-4-pilares-de-la-educacion-jacques-delors/

https://webdelmaestrocmf.com/portal/los-cuatro-pilares-de-la-educacion-inculcar-
el-gusto-y-el-placer-de-aprender/

LOS CUATRO PILARES DE LA EDUCACIÓN


¿Qué son los 4 pilares de la educación?

En este nuevo mundo, de ritmo frenético y rutina tecnológica, la educación ya no se


basa en la adquisición de grandes cantidades de conocimientos en abstracto o
memorísticos. Eso ya no es útil. La educación y la enseñanza deben centrarse en
hacer al aprendiz capaz de aprovechar las oportunidades de aprendizaje a lo largo
de toda la vida. Así, en lugar de acumular conocimientos, se desarrollan
competencias clave que permiten aprovechar esas oportunidades de actualizar,
aumentar y aplicar los conocimientos que ya se tienen. Para conseguirlo, la
educación ha de estructurarse en torno a cuatro pilares de conocimiento que
sostengan este nuevo sistema.

¿Quién creó los 4 pilares de la educación?

El autor de los 4 pilares o saberes de la educación es Jacques Delors, un político y


economista francés que presidió la Comisión Europea entre 1985 y 1995. En ese
periodo, (1989) recibió el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional.
En 1996 la UNESCO le encargó a Delors un estudio sobre la Educación de cara al
siglo XXI. Este informe se llamó La educación encierra un tesoro y pone el valor a
la educación como instrumento para la paz, la libertad y la justicia social. Para
Delors, ese camino hacia la paz, la libertad y la justicia social empieza por aprender
a conocer. Este pilar, a su vez, se desglosa en los otros 3, como veremos a
continuación.

Aprender a conocer:

Combinando una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de


profundizar los conocimientos en un pequeño número de materias. Lo que supone,
además: aprender a aprender para poder aprovechar las posibilidades que ofrece
la educación a lo largo de la vida.

Este tipo de aprendizaje, que tiende menos a la adquisición de conocimientos


clasificados y codificados que al dominio de los instrumentos mismos del saber,
puede considerarse a la vez medio y finalidad de la vida humana.
En cuanto a medio, consiste para cada persona en aprender a comprender el mundo
que la rodea, al menos suficientemente para vivir con dignidad, desarrollar sus
capacidades profesionales y comunicarse con los demás. Como fin, su justificación
es el placer de comprender, conocer, de descubrir.

El incremento del saber, que permite comprender mejor las múltiples facetas del
propio entorno, favorece el despertar de la curiosidad intelectual, estimula el sentido
crítico y permite descifrar la realidad, adquiriendo al mismo tiempo una autonomía
de juicio. Desde esa perspectiva, insistimos en ello, es fundamental que cada niño,
donde quiera que esté, pueda acceder de manera adecuada al razonamiento
científico y convertirse para toda la vida en un “amigo de la ciencia” así, en todos
los niveles de enseñanza, proporcionar a todos los alumnos los instrumentos,
conceptos y modos de referencia resultantes del progreso científico y de los
paradigmas de la época.

Aprender para conocer supone, en primer término, aprender a aprender, ejercitando


la atención, la memoria y el pensamiento. Desde la infancia, sobre todo en las
sociedades dominadas por la imagen televisiva, el joven debe aprender a concentrar
su atención a las cosas y a las personas. La vertiginosa sucesión de informaciones
en los medios de comunicación y el frecuente cambio del canal de televisión, atenta
contra el proceso de descubrimiento, que requiere una permanencia y una
profundización de la información captada. Este aprendizaje de la atención puede
adoptar formas diversas y sacar provecho de múltiples ocasiones de la vida (juegos,
visitas a empresas, viajes, trabajos prácticos, asignaturas científicas, etc.).

El ejercicio de la memoria, por otra parte, es un antídoto necesario contra la invasión


de las informaciones instantáneas que difunden los medios de comunicación
masiva. Sería peligroso imaginar que la memoria ha perdido su utilidad debido a la
formidable capacidad de almacenamiento y difusión de datos de que disponemos
en la actualidad. Desde luego, hay que ser selectivos, en la elección de los datos
que aprenderemos “de memoria”, pero debe cultivarse con esmero la facultad
intrínsecamente humana de memorización asociativa, irreductible a un
automatismo. Todos los especialistas coinciden en afirmar la necesidad de entrenar
la memoria desde la infancia y estiman inadecuado suprimir de la práctica escolar
algunos ejercicios tradicionales considerados tediosos.

Por último, el ejercicio del pensamiento, en el que el niño es iniciado primero por
sus padres y más tarde por sus maestros, debe entrañar una articulación entre lo
concreto y lo abstracto. Asimismo, convendría combinar tanto en la enseñanza
como en la investigación los dos métodos, el deductivo y el inductivo, a menudo
presentados como opuestos. Según las disciplinas que se enseñen, uno resultará
más pertinente que el otro, pero en la mayoría de los casos la concatenación del
pensamiento requiere combinar ambos. El proceso de adquisición del conocimiento
no concluye nunca y puede nutrirse de todo tipo de experiencias. En ese sentido,
se entrelaza de manera creciente con la experiencia del trabajo, a medida que éste
pierde su aspecto rutinario. Puede considerarse que la enseñanza básica tiene éxito
si aporta el impulso y las bases que permitirán seguir aprendiendo durante toda la
vida, no sólo en el empleo sino también al margen de él.

Aprender a hacer:

A fin de adquirir no sólo una calificación profesional sino, una competencia que
capacite al individuo para hacer frente a gran número de situaciones y a trabajar en
equipo. Pero, también, aprender a hacer en el marco de las distintas experiencias
sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes, bien
espontáneamente a causa del contexto social o nacional, bien formalmente gracias
al desarrollo de la enseñanza por alternancia.

Aprender a conocer y aprender a hacer son, en gran medida, indisociables. Pero lo


segundo está estrechamente vinculado a la cuestión de la forma profesional: ¿cómo
enseñar al alumno a poner en práctica sus conocimientos y, al mismo tiempo, como
adaptar la enseñanza al futuro mercado del trabajo, cuya evolución no es totalmente
previsible?

Como su nombre nos permite deducir, aprender a hacer tiene que ver con
transformar el conocimiento en acciones, destrezas o habilidades prácticas. No solo
se trata de la capacidad de aplicar en el mundo real lo que hemos aprendido de la
teoría, también implica una actitud positiva ante los retos y una búsqueda constante
de formas más eficientes y novedosas de hacer las cosas, encontrar soluciones o
resolver conflictos.

Una vez que los alumnos han adquirido los conocimientos, es importante darles
utilidad: aprender a hacer. Asimismo, resulta indispensable adaptar la enseñanza a
las demandas de la sociedad y del mercado laboral. Durante la revolución industrial,
se necesitaba cualificar a trabajadores que realizaran tareas monótonas y
repetitivas, como apretar tornillos. Ahora, el panorama ha cambiado radicalmente;
esas tareas las realizan máquinas y el mercado laboral necesita trabajadores que
diseñen, construyan y mantengan esas máquinas.

¿Cuál es el significado de aprender a hacer?

Aprender a hacer significa adquirir competencias básicas. Ya no se trata de enseñar


a apretar tornillos, sino de tareas más complejas e intelectuales, en un entorno
también más complejo. Así, no se requiere una cualificación concreta, sino una serie
de competencias para saber comportarse socialmente, comunicarse
adecuadamente, trabajar en equipo, solucionar conflictos, tener iniciativa o asumir
riesgos.

Aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás:

Aprender a vivir juntos desarrollando la comprensión del otro y la percepción de las


formas de interdependencia -realizar proyectos comunes y prepararse para tratar
los conflictos- respetando los valores de pluralismo, comprensión mutua y paz.

Guerras alrededor de todo el mundo. Imágenes de destrucción en la televisión.


Situaciones lamentables ante las que sentimos frustración por no poder hacer nada.
En este apartado, Jacques Delors se pregunta si esto se puede cambiar desde la
educación. Es decir, ¿cómo se aprende a vivir juntos? Fomentando el conocimiento
de los demás, de sus culturas y su espiritualidad.

La guerra económica de las naciones, que fomenta y premia la competitividad y el


éxito individual, a veces se extrapola a la escuela. Alumnos buenos que sacan
buenas notas vs. alumnos malos que suspenden. Pero, ¿qué hay detrás? ¿Tienen
todos las mismas oportunidades, el mismo contexto, el mismo apoyo
socioeconómico?

Podemos aprender a vivir juntos en centros donde conviven personas de diferentes


etnias, procedencias, religiones y culturas. Eso sí, creando un contexto común de
igualdad, con objetivos y proyectos conjuntos, donde todos los niños tengan las
mismas oportunidades, las mismas herramientas y puedan conocerse y respetarse;
entenderse como iguales. Sembrado este espíritu, debe enseñarse a mantenerlo
durante toda la vida.

Ahora bien, ¿cómo enseñar para aprender a vivir juntos?

Aprender a vivir juntos implica tomar conciencia de las semejanzas y de la


interdependencia entre seres humanos diversos. La Geografía, la Historia, el Arte o
los idiomas extranjeros favorecen la adquisición de esta competencia.

El conocimiento del otro comienza por el conocimiento de uno mismo. Solo así se
puede entender y respetar a los demás. El segundo paso es fomentar la empatía.
Ponerse en el lugar del otro, para entender sus costumbres, su cultura, su religión,
etc. Es este el paso necesario para erradicar los prejuicios y el odio contra otras
culturas.

Así también, es importante establecer objetivos comunes para aprender a vivir


juntos. Cuando existe un objetivo compartido, las tensiones y rivalidades
desaparecen por el deseo de alcanzar la meta. Encontramos ejemplos en el deporte
o en actividades culturales. En este sentido, tenemos la necesidad de afiliación o
pertenencia, es decir, de ser parte de un colectivo y sentir afecto de y hacia los
demás. Ser parte de un grupo y tener una meta común da sentido, no solo a la
actividad, sino también a nuestro día a día.

En consecuencia, en sus programas la educación escolar debe reservar tiempo y


ocasiones suficientes para iniciar desde muy temprano a los jóvenes en proyectos
cooperativos, en el marco de actividades deportivas y culturales y mediante su
participación en actividades sociales: renovación de barrios, ayuda a los más
desfavorecidos, acción humanitaria servicio de solidaridad entre las generaciones,
etcétera. Las demás organizaciones educativas y las asociaciones deben tomar el
relevo de la escuela en estas actividades. Además, en la práctica escolar cotidiana,
la participación de los profesores y alumnos en proyectos comunes pueden
engendrar el aprendizaje de un método de solución de conflictos y ser una
referencia para la vida futura de los jóvenes, enriqueciendo al mismo tiempo la
relación entre educadores y educandos.

Aprender a ser:

Es necesario para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en


condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía. Con tal fin, no
menospreciar en la educación ninguna de posibilidades de cada individuo: memoria,
razonamiento, sentido estético, capacidades físicas, aptitud para comunicar. la
educación debe contribuir al desarrollo global de cada persona: cuerpo y mente,
inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad individual, espiritualidad.
Todos los seres humanos deben estar en condiciones, en particular gracias a la
educación recibida en su juventud, de dotarse de un pensamiento autónomo y crítico
y de elaborar un juicio propio, para determinar por sí mismos qué deben hacer en
las diferentes circunstancias de la vida.

Dado que en la educación y la formación integral del individuo no se transmiten


únicamente saberes, sino también valores y perspectivas, la educación debe
también enseñar a ser, o sea, debe fraguar la identidad en base a los valores
deseados, para así garantizar mejores generaciones y más comprometidas con las
virtudes de la cultura.

En un mundo en permanente cambio uno de cuyos motores principales parece ser


la innovación tanto social como económica, hay que conceder un lugar especial a
la imaginación y a la creatividad; manifestaciones por excelencia de la libertad
humana, pueden verse amenazadas por cierta normalización de la conducta
individual. El siglo XXI necesitará muy diversos talentos y personalidades, además
de individuos excepcionales, también esenciales en toda civilización.
Por ello, habrá que ofrecer a niños y jóvenes todas las oportunidades posibles de
descubrimiento y experimentación ¾estética, artística, deportiva, científica, cultural
y social que completarán la presentación atractiva de lo que en esos ámbitos hayan
creado las generaciones anteriores o sus contemporáneos. En la escuela, el arte y
la poesía deberían recuperar un lugar más importante que el que les concede, en
muchos países, una enseñanza interesada en lo utilitario más que en lo cultural. El
afán de fomentar la imaginación y la creatividad debería también llevar a revalorar
la cultura oral y los conocimientos extraídos de la experiencia del niño o del adulto.

Así pues, la Comisión hace plenamente suyo el postulado del informe aprender a
ser “... El desarrollo tiene por objeto el despliegue completo del hombre en toda su
riqueza y en la complejidad de sus expresiones y de sus compromisos; individuo,
miembro de una familia y de su colectividad, ciudadano y productor, inventor de
técnicas y creador de sueños”. Este desarrollo del ser humano, que va del
nacimiento al fin de la vida, es un proceso dialéctico que comienza por el
conocimiento de sí mismo y se abre después a las relaciones con los demás. En
este sentido, la educación es ante todo un viaje interior cuyas etapas corresponden
a las de la maduración, constante de la personalidad. En el caso de una experiencia
profesional positiva, la educación, como medio para alcanzar esa realización, es,
pues, a la vez un proceso extremadamente individualizado y una estructuración
social interactiva.

Pistas y recomendaciones

• La educación a lo largo de la vida se basa en cuatro pilares: aprender a conocer,


aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser.

• Aprender a conocer, combinando una cultura general suficientemente amplia con


la posibilidad de profundizar los conocimientos en un pequeño número de materias.
Lo que supone, además: aprender a aprender para poder aprovechar las
posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida.

• Aprender a hacer a fin de adquirir no sólo una calificación profesional, más


generalmente una competencia que capacite al individuo para hacer frente a gran
número de situaciones y a trabajar en equipo. Pero, también, aprender a hacer en
el marco de las distintas experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los
jóvenes y adolescentes bien espontáneamente a causa del contexto social o
nacional, bien formalmente gracias al desarrollo de la enseñanza por alternancia.

• Aprender a vivir juntos desarrollando la comprensión del otro y la percepción de


las formas de interdependencia realizar proyectos comunes y prepararse para tratar
los conflictos respetando los valores de pluralismo, comprensión mutua y paz.

• Aprender a ser para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en


condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de
responsabilidad personal. Con tal fin, no menos preciar en la educación ninguna de
las posibilidades de cada individuo: memoria, razonamiento, sentido estético,
capacidades físicas, aptitudes para comunicar...

• Mientras los sistemas educativos formales propenden a dar prioridad a la


adquisición de conocimientos, en detrimento de otras formas de aprendizaje,
importa concebir la educación como un todo. En esa concepción deben buscar
inspiración y orientación las reformas educativas, en la elaboración de los
programas y en la definición de nuevas políticas pedagógicas.

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