Sentencia Próvolo 2

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Expte. N° P- 28.674/17: “Fs.

c/
KOSAKA, Kumiko s/...” y acumuladas
N° P- 60.030/17 y N° P- 78.790/18.-

SENTENCIA: N° 3.031
Mendoza, 18 de Octubre de 2.023.-
En la Sala de Juicios Orales del Excmo. Segundo Tribunal
Penal Colegiado, se reúnen las juezas titulares del Tribunal Penal Colegiado N° Uno,
integrando el Tribunal Penal Colegiado N° Dos, Dras. Gabriela Urciuolo, María Belén
Salido y María Belén Renna, y en cumplimiento de lo dispuesto en los arts. 408 y si-
guientes del Código Procesal Penal, se constituyen para dar a conocer la sentencia re-
sultante del acuerdo celebrado en sesión secreta el día dieciocho del mes de octubre
de dos mil veintitrés, para dictar sentencia definitiva en las causas: P-28.674/17 cara-
tulada “F. c/KOSAKA, Kumiko p/Participación Necesaria en términos de Comisión
por Omisión emergente de la Violación al Deber de Garante de los delitos atribuidos
a sus autores en los autos Nº P-118.324/16”, seguida a instancia fiscal contra KO-
SAKA, Kumiko, D.N.I 92.339.389, hija de Kazuo y de Hisae, nacida en la provincia
de OKASAKI-SHI, en Japón, nacionalidad de Japón, para fecha 12 de noviembre de
1974, grado de instrucción terciario, con domicilio real en Gabriela Mistral número
3048, dpto. 2, Capital, Buenos Aires, por los seis hechos atribuidos en el auto de ele-
vación a juicio agregado a fs. 1811/1853, calificados en dicha pieza procesal de la si-
guiente manera: HECHO UNO: partícipe primaria (art. 45 del C.P.) en términos de
comisión por omisión, emergente de la violación al deber de garante, del delito de
“abuso sexual con acceso carnal, agravado por ser el autor encargado de la guarda y
por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situa-
ción de convivencia preexistente con el mismo, previsto y penado por los arts. 119
tercer párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Pe-
nal y art. 122 Ley 6.354,en concurso real (art.55 del C.P.) con el delito de abuso se-
xual con acceso carnal, agravado por ser el autor en-cargado de la guarda, por ser mi-
nistro de culto y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprove -
chando la situación de convivencia preexistente con el mismo, previsto y penado por
el arts. 119 tercer párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del
Código Penal, atribuidos a Horacio Corbacho como autor en los autos principales;
HECHO DOS como partícipe primaria (Art.45 del C.P), del delito de abuso sexual
con acceso carnal, en concurso ideal con abuso sexual gravemente ultrajante, agrava-
do por ser el autor el encargado de la guarda, injusto previsto y penado por los
arts.119, tercer párrafo, art. 54 y Art.119 segundo párrafo, en función del art.119
cuarto párrafo, inciso b), del Código Penal; HECHO TRES como autora del delito de
corrupción de menores, agravado por ser encargada de su guarda, tres hechos encon-
curso real, injusto penal previsto y penado por el Art. 125, tercer párrafo y Art.55 del
Código Penal; HECHO CUATRO como partícipe primaria (Art.45 del C.P.) en térmi-

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nos de comisión por omisión, emergente de la Violación al Deber de Garante, del de-
lito de abuso sexual gravemente ultrajante agravado por ser cometido contra un me-
nor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente
con el mismo, en modalidad de delito continuado atribuido oportunamente como he-
cho N° cinco en carácter de autor a José Luis Ojeda en el marco de los autos P-
118.324/16, injusto previsto y penado por el Art. 45, Art. 119 tercer párrafo, en fun-
ción del Art.119 cuarto párrafo inciso f), y injusto previsto y penado por el Art.119,
segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inciso f), y Art. 55 a contrario
sensu, del Código Penal, y Art.122 Ley 6.354. HECHO CINCO fue calificado en la
pieza acusatoria como autora del delito de abuso sexual simple agravado por ser co-
metido por ministro de culto reconocido y por ser encargada de la guarda, en concur-
so ideal con corrupción de menores agravado por ser encargada de su guarda, injusto
penal previsto y penado por el Art. 119 quinto párrafo, en función del Art.119 cuarto
párrafo inciso b), Art.54 y Art.125, tercer párrafo del Código Penal. Por último, el
HECHO SEIS, autora del delito de abuso sexual simple agravado por ser cometido
por ministro de culto reconocido y por ser encargada de la guarda, en concurso ideal
con corrupción de menores agravado por ser encargada de su guarda, injusto penal
previsto y penado por el Art. 119 quinto párrafo, en función del Art.119 cuarto párra-
fo inciso b), Art.54 y Art.125, tercer párrafo, del Código Penal. También en los autos
caratulados: P-78.790/18 caratulada “F. c/ Kosaka, Kumiko P/ Abuso Sexual Grave-
mente Ultrajante, Agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser cometi-
do contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convi-
vencia preexistente con el mismo”, seguida a instancia fiscal contra Kosaka, Ku-
miko, D.N.I 92.339.389, cuyos demás datos personales se encuentran consignados
precedentemente, por los hechos atribuidos en el auto de elevación a juicio agregado
a fs. 291/300, calificado en dicha pieza procesal como autora del delito de abuso se -
xual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser
cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de
convivencia preexistente con el mismo, injustos previstos y penados por el Arts. 119
segundo párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, inciso b) y f) del Código Pe-
nal. Y finalmente para dar a conocer los fundamentos tenidos en cuenta a los mismos
fines que las dos causas anteriores, en autos: P-60.030/17 caratulada “F. C/Pascual
Ivars, Graciela; Martínez Aquino, Asunción; Pinacca Andrade, Gladys Edith; Leguiza
Funes, Cristina Fabiana; Quintana Valenzuela, Valeska Elizabeth; Gaetan Sicardi,
Laura Alejandra; Raffo Andreotti, Cecilia Alejandra; Paz Torres, Noemí del Carmen
p/Participación Necesaria en términos de Comisión por Omisión emergente de la Vio-
lación al Deber de Garante de los delitos atribuidos a sus autores en los autos Nº P-
118.324/16”, seguida a instancia fiscal contra Graciela Pascual Ivars, DNI N°
13.006.048, hija de Domingo y de Ana, de estado civil divorciada, nacida para fecha
06 de octubre de 1.956 en Mendoza, de nacionalidad argentina, jubilada, estudios ter-

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ciarios, de profesión Asistente Social, tiene tres hijos y tres nietas, con domicilio real
en Patricias Mendocinas N° 2.879, Monoblock 1, Departamento C, Piso 3°, Ciudad,
Mendoza, Asunción Martínez Aquino, DNI N° 18.762.012, hija de Baldomero y Fi-
delina, nacida para fecha 15 de agosto de 1968 en el departamento de Guayrá, Repú-
blica del Paraguay, de nacionalidad naturalizada argentina, con grado de instrucción
universitario, de profesión enfermera profesional, con domicilio real en Av. General
Mosconi 3.054, Villa Pueyrredón, Capital Federal, Buenos Aires, Gladys Edith Pi-
nacca Andrade, DNI N° 11.846.796, hija de Primo Héctor y Rosa, de estado civil
soltera, nacida para fecha 11 de septiembre de 1.955, en Mendoza, de nacionalidad
argentina, grado de instrucción terciario, de profesión Profesora de Sordos y Terapeu-
ta del Lenguaje, no tiene conocimiento en lenguaje de señas, con domicilio real en
Paso de los Patos N° 535, Dorrego, Guaymallén, Mendoza, Cristina Fabiana Legui-
za Funes, DNI N° 22.354.628, hija de Antonio Tomás y de Julia Elisa, divorciada,
nacida para fecha 15 de septiembre de 1.971 en la provincia de Mendoza, de naciona-
lidad argentina, grado de instrucción terciario, de profesión Profesora de Sordos y Te-
rapeuta del Lenguaje, no tiene conocimiento en lenguaje de señas, tiene tres hijas (de
13, 16 y 19 años de edad), con domicilio real en Estrada N° 300, Barrio Alto Portal
Las Heras, Torre B, Planta Baja, Departamento 06, Distrito El Zapallar, Las Heras,
Mendoza, Valeska Elizabeth Quintana Valenzuela, DNI N° 18.817.693, hija de
Dagoberto y Ruth, de estado civil casada, nacida para fecha 27 de junio de 1.973 en
Talca, República de Chile, de nacionalidad chilena, argentina naturalizada, grado de
instrucción terciario, de profesión Profesora de Sordos y Terapeuta del Lenguaje, tie-
ne tres hijos (de 27, 24 y 21 años de edad), tiene conocimiento en lenguaje de señas
(mediante un curso realizado en forma externa, aproximadamente en el año 1.996, en
la “Casa del Discapacitado” sita en calle Perú de Ciudad, entre Colón y San Lorenzo),
con domicilio real en Elpidio González N° 4.471, Barrio Utma, Manzana M, Casa 11,
San Francisco del Monte, Guaymallén, Mendoza, Laura Alejandra Gaetan Sicardi,
DNI N° 14.793.202, hija de Hugo y de Marta, de estado civil casada, nacida para fe-
cha 29 de diciembre de 1.961 en la provincia de Buenos Aires, de nacionalidad argen-
tina, grado de instrucción terciario, Profesora especializada en Discapacitados de Au-
dición, Voz y Lenguaje, título obtenido en la provincia de Buenos Aires y Traductora
en Lengua de Señas, con domicilio real en Estrada N° 1.430, Dorrego, Guaymallén,
Mendoza, Cecilia Alejandra Raffo Andreotti, DNI N° 26.495.887, hija de Julio y
Teresa, de estado civil divorciada, nacida para fecha 03 de agosto de 1978, en Men-
doza, de nacionalidad argentina, grado de instrucción universitario, de profesión Li-
cenciada en Psicología, con domicilio real en Juan José Paso N° 2.001, Maipú, Men-
doza, Noemí del Carmen PAZ TORRES, DNI N° 11.888.770, hija de Pedro y Julia-
na, de estado civil casada, nacida para fecha 25 de abril de 1958, en la provincia de
Salta, de nacionalidad argentina, grado de instrucción secundario incompleto, de ofi-
cio cocinera (actualmente jubilada), tiene dos hijos mayores de edad (uno de ellos es

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sordomudo, concurría al Instituto Próvolo) y tres nietas, con domicilio real en calle 9
de Julio s/n°, Barrio 7 de Julio, Manzana M Casa 03, Luzuriaga, Maipú, Mendoza;
por los hechos atribuidos en el auto de elevación a juicio agregado a fs. 2902/2990,
calificados en dicha pieza procesal respecto Graciela Pascual Ivars como participe ne-
cesaria en términos de comisión por omisión, emergente de la violación al deber de
garante (Art. 46 del C.P., Art. 122 Ley 6354) en los delitos atribuidos a los imputados
Corbacho (Hechos 1, 3, 4, 5 6, 7, 8, 9, 10 y 11), Corradi (Hechos 1, 2, 3 y 4), Ojeda
(Hechos 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10), Bordón ( Hechos 1, 2, 3, 4, 5, 6, 8, 9 y 10) y Gó-
mez (Hechos 1, 2, 3, 4, 5 y 6). Con relación a Asunción Martínez Aquino y Noemí
Del Carmen Paz Torres, participes necesarias en términos de comisión por omisión,
emergente de la violación al deber de garante el delito de abuso sexual con acceso
carnal en concurso ideal con abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser co-
metido contra un menor de dieciocho años de edad, aprovechando la situación de
convivencia preexistente del mismo, en modalidad de delito continuado, atribuido co-
mo Hecho Nº 9 en carácter de autor a José Luis Ojeda, injusto previsto y penado por
el art. 45, 119 tercer párrafo, 54, 119 segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto
párrafo inc. f), 55 a contrario sensu y 45 del C.P. y 122 Ley 6354. Respecto a Gladys
Pinacca, como partícipe secundaria en términos de comisión por omisión, emergente
de la violación al deber de garante (art. 45 del CP y 122 Ley 6354) en los delitos atri-
buidos a los imputados: Corbacho (Hechos 1, 3, 4, 5, 7, 8, 9, 10 y 11), Corradi (He -
chos 1 y 3), Ojeda (Hechos 2, 3, 4, 5, 6, 7, 9 y 10), Bordón (Hechos: 2, 3, 4, 5, 8, 9 y
10) y Gómez (Hechos 1, 2, 3 y 6) en los autos Nº P-118.324/16. Respecto a Cristina
Leguiza, se le atribuyó el delito de partícipe secundaria, en términos de comisión por
omisión, emergente de la violación al deber de garante (Art. 46 del C.P., Art. 122 Ley
6354) en los delitos atribuidos en los autos Nº P-118.324/16 a los autores Corbacho
(Hechos 2, 6, 7 y 11), Corradi (Hechos 2), Ojeda (Hechos 1, 2, 8, 9 y 10), Bordón
(Hechos: 1) y Gómez (Hechos 1, 2, 4, 5 y 6). Con relación a Laura Gaetán, la califi-
cación consignada en autos es la de partícipe secundaria, en términos de comisión por
omisión, emergente de la violación al deber de garante (Art. 46 del C.P., Art. 122 Ley
6354) en los delitos atribuidos a sus autores en los autos Nº P-118.324/16, en relación
a Corradi (Hechos 4 y 5). Respecto a Valeska Quintana, partícipe secundaria, en tér-
minos de comisión por omisión, emergente de la violación al deber de garante (Art.
46 del C.P., Art. 122 Ley 6354) en los delitos atribuidos a sus autores en los autos Nº
P-118.324/16, en relación a Corbacho (Hecho 2), Corradi (Hechos 4), Bordón (He-
chos: 6). A Cecilia Raffo, se le atribuye la partícipe secundaria, en términos de comi-
sión por omisión, emergente de la violación al deber de garante (Art. 46 del C.P., Art.
122 Ley 6354) en los delitos atribuidos a sus autores en los autos Nº P-118.324/16, en
relación a Bordón (Hechos: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 8, 9 y 10).
Después de oídos los alegatos formulados por los Dres. Ale-
jandro Iturbide, Fiscal Jefe de la Unidad Fiscal de Delitos contra la Integridad Sexual;

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Sergio Salinas, Juan C. Dantiacq, Lucas Lecour, Francisco Machuca, en carácter de
querellantes junto al Dr. Oscar Barrera, también en carácter de querellante y en repre-
sentación de las personas denunciantes; los doctores Juan M. Lavado, los Dres. Car-
los Varela Álvarez y Valeria Corbacho, como defensores de las señoras Kumiko Ko-
saka y Asunción Martínez; Dres. Víctor Banco, y Paula Yerfino – representantes de
la 12° Defensoría Oficial- como defensores de las señoras Graciela Pascual Ivars, Cris-
tina Fabiana Leguiza Funes, Laura Alejandra Gaetán Sicardi y Noemí del Carmen Paz
Torres, del Dr. Pablo Eduardo Ortiz por la defensa de la señora Gladys Edith Pinaccca
Andrade; Dra. Lilia Raía de Lascano como defensora de la señora Valeska Elizabeth
Quintana Valenzuela; y Dr. Alfredo Paturzo como defensor de Cecilia Alejandra Raffo
Andreotti. A continuación, el Dr. Ernesto Alejandro Lastra como representante de la
demandada civilmente Asociación Obra San José y al Dres. Víctor Banco y Pablo Or-
tíz como representantes respectivamente de las demandadas Graciela Pascual y Gladys
Edith Pinacca (causa P-60.030/17), se plantearon las siguientes cuestiones por resolver:
PRIMERA CUESTION: ¿Resultan nulas las declaraciones testimoniales realizadas en
cámara Gesell de dos denunciantes–incluida la inspección ocular que realizó la última-,
y la declaración testimonial efectuada por otro denunciante durante nuestro debate, tal
como lo requirieron los señores Defensores de las señoras Kumiko Kosaka y Asunción
Martínez? SEGUNDA CUESTION: ¿Se encuentra probada la materialidad de los he-
chos, la autoría y la responsabilidad penal de las enjuiciadas?; TERCERA CUESTION:
En caso afirmativo, ¿Cuál es la calificación legal que corresponde?; CUARTA CUES-
TION: en su caso, ¿Cuál es la pena legal aplicable?; QUINTA CUESTION: Costas,
compulsas y recomendaciones. SEXTA CUESTIÓN: ¿Atento al desistimiento de la ac-
ción civil, corresponde imposición de costas?.
PRIMERA CUESTIÓN:
I.- La Dra. Gabriela Urciuolo, dijo:
Nulidades vinculadas a la cámara Gesell de dos
denunciantes, y su inspección ocular:
1. Que el Dr. Varela Álvarez, defensor técnico de la
imputada Kosaka Kumika, solicita la nulidad absoluta de la declaración efectuada con
fecha 01 de diciembre de 2016 y la de fecha 10 de abril de 2017, la declaración en
Cámara Gesell realizada por una denunciante en fecha 28 de marzo de 2017 junto con la
inspección ocular a la que esta dio lugar. También plantea la nulidad de la Cámara
Gesell realizada a otra denunciante de fecha 20 de abril de 2017.
Funda su pretensión en que en estos actos no fueron
notificados a su parte y que, por lo tanto, no tuvo oportunidad de participar de ellos.
Plantea que existe una errónea interpretación del art. 7 del CP Penal de Mendoza y que
la vulneración de aquel artículo, produce la nulidad absoluta de los actos en los términos
de art. 198 inc. 2 y 3, como también del art. 207 del CP Penal de Mendoza. Que, por lo

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expuesto, esa prueba debe ser excluida. Agrega que es imposible reeditar las Cámaras
Gesell. Quedan debidamente registrados en audio-video los respectivos argumentos.
El doctor Fallet, dando continuidad al planteo realizado por
el Dr. Varela Álvarez, solicita también la nulidad de la Cámara Gesell de un denunciante
de fecha 14 de septiembre de 2018. Realiza una reedición de los pedidos de nulidad ya
que considera que hubo una omisión de pronunciamiento en su oportunidad, por parte
del doctor Cadile. Afirma que no fue notificada ninguna defensa en favor de Kumiko
Kosaka en la segunda Cámara Gesell del denunciante, cuando ya sabía el señor fiscal
que iba a imputar a su defendida y a partir de la cual, se iba a formar una nueva causa.
Sostiene que la cámara gesell es un acto definitivo e irreproducible.
2. Cedida la palabra al Señor Fiscal Jefe, solicita el rechazo
de la nulidad planteada, por falta de agravio real y porque considera que el vicio de for-
ma planteado es de dudosa existencia en el caso concreto. Aclarando que el planteo rea-
lizado por los Dres. Varela Álvarez y Fallet es una reedición de lo planteado a la Dra.
Alonso como jueza de control, oportunidad donde se rechazó la nulidad planteada. Que
posteriormente, esa pretensión fue resuelta en extenso en la ex Primera Cámara del Cri-
men con el voto propinante del Doctor Comeglio, donde también se rechazó, encontrán-
dose ambos fallos firmes y consentidos por la parte.
Luego, el Representante del Ministerio Público Fiscal afirma
que es falsa la proposición del Dr. Varela consistente en que la única vía que le queda es
plantear la nulidad en esta instancia, cuando podría haber planteado la casación contra el
auto que resolvió tanto el rechazo de las nulidades planteadas, como también el mante-
nimiento de la prisión preventiva de Kumiko Kosaka. A su vez, sostiene que en la causa
donde se encuentra dicho denunciante aparece como tal, la defensa podría, aunque no lo
hizo, haber planteado la oposición a la citación a juicio. Concluye refiriendo que la de-
fensa no solo no recurre los autos, sino que, por el contrario, hace uso de los mismos ac-
tos sobre los que planteó la nulidad para sostener su teoría del caso, ofreciéndola como
prueba en este juicio.
3. Por su parte la querella, en primer lugar, el Dr. Barrera,
solicita el rechazo de las nulidades intentadas. Adhiere a las manifestaciones del Dr.
Iturbide, agregando que los planteos realizados por las defensas son una reiteración de
argumentos que se plantearon desde los inicios de esta causa. Considera que no se trata
de un planteo de nulidad absoluta ya que las Cámaras Gesell no son actos irreproduci-
bles. Finaliza su alocución diciendo que lo que debe resolver el Tribunal es, si la defensa
ha podido confrontar los testigos de cargo, y este derecho puede realizarse en cualquier
etapa del proceso, conforme a los fundamentos que quedaron registrados en audio-vi-
deo. A continuación, el Dr. Salinas adhiere a lo manifestado por el Dr. Iturbide y a lo di-
cho por el Dr. Barrera. Considera que la reedición de los planteos solo da cuenta de un
ejercicio abusivo de la defensa, y solicita se deje constancia que la demora que tiene la
resolución de la causa, se debe a la misma defensa. El Dr. Salinas considera que no se

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puede discutir nuevamente este planteo porque precluyó la etapa anterior. Solicita se re-
chace in limine y continúe el debate según su estado.
El tribunal difirió oportunamente la resolución del mentado
incidente para el momento del dictado de la sentencia, de allí que sea ese pronuncia-
miento la primera cuestión de esta.
4. Entrando a resolver la cuestión, entiende este Tribunal que
corresponde desestimar los pedidos de nulidad realizados por la Defensa de la Sra.
Kumiko Kosaka por haber devenido ellos en abstracto, en virtud de las razones que se
exponen a continuación.
Una vez iniciado el juicio y luego de presentado el incidente,
las partes acusadoras propusieron modificar la dinámica de presentación de los
testimonios de las presuntas víctimas postulada en el ofrecimiento de prueba. Así, en
vez de reproducir la respectiva Cámara Gesell y citar a los o las declarantes sólo en caso
que fuera necesario responder preguntas no realizadas en el momento del testimonio
registrado en la Cámara Gesell, optaron –de modo consistente con la publicidad y
contradicción propia del juicio de un sistema acusatorio- por citarlos directamente al
juicio (previa verificación de que se encontraban en condiciones psicológicas y
emocionales aptas para rendir declaración) para que fueran ampliamente examinados y
contra-examinados.
La modalidad propuesta fue también aprovechada por la
parte proponente del planteo, desde que a pesar de que haber insistido inicialmente en
que las Cámara Gesell -objeto de ataque nulificante- fueran reproducidas, respetando los
ajustes razonables dispuestos por el tribunal para evitar o minimizar toda
revictimización, no sólo interrogaron sin restricción alguna a las presuntas víctimas, sino
que utilizaron las Cámaras Gesell como declaraciones previas para señalar
contradicciones.
Por ese motivo, las cámaras Gesell realizadas en la etapa de
instrucción y sobre las que versa el planteo, solo fueron reproducidas en este debate con
los alcances del art. 400 inc. 2), es decir, solo cuando existieran contradicciones entre lo
declarado en debate y lo expresado en la Investigación Penal Preparatoria, o cuando
fuera necesario para ayudar a la memoria del testigo, y en todos los casos, con la
participación de los intérpretes de control designados para garantizar el debido proceso.
Por lo tanto, esta metodología adoptada – declaración en audiencia de debate de las
presuntas víctimas- deja en salvaguarda todos los derechos de defensa y particularmente
el derecho a interrogar los testigos de cargo, garantía judicial esta, médula del planteo.
En conclusión, no se advierte la existencia de un perjuicio
para quien alega la nulidad, que suponga la restricción a su derecho de defensa,
deviniendo en abstracto la pretendida declaración de nulidad.
Por lo expuesto, el Tribunal resuelve desestimar el pedido de
nulidad efectuado por los Dres. Varela Álvarez y Fallet como abogados defensores de la

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señora Kosaka Kumilo, por haber devenido en abstracto (art. 200 último parte del
C.P.P.).
Nulidad del testimonio de un denunciante:
1. En ocasión de formular alegatos, la Defensa técnica de la
señora Martínez, sostuvo que el testimonio del denunciante era nulo. A su petición adhi-
rió la Defensa de la señora Pascual. Subsidiariamente, ambas partes, valoraron su decla-
ración y la analizaron junto con el resto de los elementos.
2. A su turno, el señor Fiscal Jefe requirió el rechazo del
planteo de nulidad y la parte Querellante adhirió al pedido.
3. En la tarea de resolver el incidente, advertimos que la peti-
ción de las Defensas técnicas no puede prosperar. Justificamos:
Fundaron su pretensión, sosteniendo que el testimonio del
joven, había sido manipulado, que habían intervenido tanto la intérprete de Misiones,
(hablándole en lengua de señas cuando él estaba declarando), como cuando se le había
enviado la declaración que él había prestado en Fiscalía, previo a declarar en el debate.
Que esa manipulación atentaba contra el servicio de justicia, y las garantías del imputa-
do, privándolo de un juicio justo.
Debemos puntualizar que, lo acontecido, que ya reseñamos
en las consideraciones generales como claro ejemplo de altísima probabilidad de suges-
tión/contaminación de relato, no se encuentra conminado bajo expresa sanción de nuli-
dad. Pero a su vez, tampoco se advierte afectación al derecho de defensa que nos encua-
dra en el artículo 198 inciso 3º del Digesto Adjetivo, pues, los señores Defensores no só-
lo que pudieron confrontar al testigo, sino que hasta fue por la intervención de uno de
ellos, que se advirtió la intervención de esa intérprete de Misiones mientras el testigo de-
claraba. Es más, justamente del contra examen del testigo, quedó en evidencia que al-
guien le había remitido lo que él había declarado en Fiscalía, y quedó en evidencia cómo
terminó sosteniendo que mentía.
Por ello no advertimos que el testimonio desea persona haya
sido trasvasado por nulidad alguna, y corresponde rechazar el planteo.
Pero, también queda claro, como a continuación desarrolla-
remos, que las intervenciones de terceros a las que hicieron alusión las Defensas, mermó
toda credibilidad a su relato.
Por todo lo cual, corresponde rechazar el pedido de nulidad
vinculado al testimonio de esa persona en la audiencia de debate.
II.- Las Dras. María Belén Salido y María Belén Renna por
sus fundamentos adhieren al voto precedente.
SEGUNDA CUESTIÓN:
I.- La Dra. Gabriela Urciuolo dijo:
CAUSAS P-28674/17, P-78790/18 y P-60030/17:

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1. Antes de comenzar con el análisis y valoración puntual de
los elementos probatorios vinculados a cada uno de los hechos traídos a juicio y que nos
condujeron a las conclusiones vertidas en la parte dispositiva de la presente sentencia,
debemos efectuar algunas aclaraciones preliminares y consideraciones comunes a todos
los hechos.
1.1. Aclaraciones preliminares:
Sabemos que previo a estos obrados, fueron sometidos a pro-
ceso dos sacerdotes y tres personas que trabajaban en la Institución Provolo (uno de los
laicos fue juzgado bajo la modalidad de juicio abreviado), y ello como consecuencia de
denuncias por abusos sexuales efectuadas por algunos ex alumnos de la institución. Sa-
bemos también que los dos sacerdotes y uno de los trabajadores fueron condenados
(aparte del que ya había realizado el juicio abreviado), y el otro operario fue declarado
inimputable. La causa en la que se condenó a los sacerdotes y el operario se dio en lla-
mar “Provolo I”, y su nomenclatura era P-118324/16.
Nuestra tarea se centra en el objeto procesal de los presentes;
es decir, las causas que se las ha denominado “Provolo II” y se encuentran comprendi-
das en los expedientes P-28674/17, P-78790/18 y P-60030/17.
De ello se infiere que no juzgamos a los acusados y/o conde-
nados del Provolo I; a lo sumo, podremos abordar algún aspecto de los hechos que les
enrostraron, en la medida que: a) algunas pruebas “comunes”, los vinculen con los he-
chos que ahora se someten a nuestra jurisdicción; b) los hechos que involucraron a algu-
nas de aquellas personas, por vía de remisión, formen parte del objeto procesal nuestro,
y ello pues, algunas acusaciones propias de las presentes causas consisten en actos de
participación en aquellos hechos; ergo la conexión que guardan los actos de colabora-
ción con el hecho principal, no permiten marginar esos hechos del análisis general de la
prueba en los presentes. Por lo dicho, es claro que nuestro thema decidendum es la pre-
sunta responsabilidad penal de las señoras acusadas en este proceso; pero, no olvidemos
que los hechos atribuidos a éstas, son en su mayoría, los mismos que se le atribuyeron a
los condenados en los juicios precedentes, sólo que con un grado de intervención dife-
rente, y que la prueba producida ante nuestro Tribunal reeditó a pedido de las partes acu-
sadoras aquellos sucesos (de lo que inferimos que era útil o necesario para la acredita-
ción de sus hipótesis).
Útil es en este apartado, responder a lo mencionado por el
Dr. Salinas –querellante- al replicar el alegato defensivo en las causas P-28674 y P-
78790, consistente en que toda la estrategia defensiva se había basado en un intento de
erigir a este Tribunal en órgano de revisión de la sentencia firme dictada en el Provolo I.
Al respecto cabe decir, sin perjuicio de lo ya mencionado en el párrafo precedente, que
fueron las partes acusadoras quienes decidieron por motivos que escapan a conocimien-
to de este tribunal, juzgar en juicios diferentes los mismos hechos atribuidos a los auto-
res y a las de los partícipes.

9
Evidente es a la razón que resulta imposible a este Tribunal,
entonces, mantener absoluta marginalidad de los hechos atribuidos a los autores, y esto
no porque ingresemos en un reexamen de ellos para analizar corrección o no del razona-
miento probatorio de aquel Tribunal (cuestión propia de la casación), sino porque nues-
tro objeto procesal y fundamentalmente, la prueba traída para su confirmación, los invo-
lucran. El riesgo de sentencias contradictorias, es algo que debió prever quien asumió
por necesidad o por estrategia, presentar a juicio las causas de ese modo.
1.2. Consideraciones comunes a todos los hechos traídos a
juicio:
A) Sobre la prueba de las partes acusadoras:
Hemos estado aproximadamente un año y medio en el deba-
te, produciendo sólo la prueba de las partes acusadoras. Ese lapso de tiempo per se re-
sulta indicativo de la cantidad de elementos que se recepcionaron; en lo que a la calidad
se refiere, iremos luego analizando caso por caso, causa por causa, pero no podemos de-
jar de anticipar en estas consideraciones, que ha sido de muy baja calidad.
Quienes han sembrado el desconcierto a través de los ele-
mentos que trajeron a debate, han sido quienes justamente tienen la obligación de respal-
dar sus teorías del caso con prueba que conduzca a la certeza; esas partes son los que de-
bían acreditar los extremos de la acusación más allá de toda duda razonable. La prueba
imprecisa sólo siembra duda y conduce -por imperativo legal-inexorablemente a la ab-
solución o declaración de no culpabilidad de las personas acusadas.
Conforme lo recién expresado, anticipamos que la prueba in-
troducida legalmente por las acusadoras al debate, debe calificarse como profusa y con-
fusa.
Profusa, no es menester extendernos sobre eso pues baste
con decir que ante nuestra presencia pasaron 79 testigos; la prueba instrumental, para
que se dimensione la cantidad, sólo indicaremos que ocupaba originariamente dos arma-
rios de secretaría; y ya mencionamos el tiempo que insumió la producción en el debate
del material ofrecido por las acusadoras. Pero, debemos remarcar, aunque resulta bas-
tante obvio, que cantidad no equivale a calidad; jornadas tras jornadas hemos pasado es-
cuchando testigos de cargo cuyos dichos, casi nulo aporte hicieron al objeto procesal, o
peor aún, incorporaron una serie de datos que sólo contribuyó a debilitar las hipótesis de
la acusación. Citaremos sólo un ejemplo para demostrar lo que estamos explicando: se
trajo a declarar a una de las denunciantes, por añadidura; pero amén de ser examinada
por las partes acusadoras acerca de los abusos sexuales objeto de la acusación, las mis-
mas acusadoras la indagaron sobre un presunto secuestro/rapto que ella sostenía haber
sufrido en las inmediaciones del Provolo –estando ella ya afuera de la institución-; a ta-
les fines, incorporaron un expediente penal labrado en aquella ocasión, un expediente
del juzgado de familia y hasta convocaron a declarar a una psicóloga del micro hospital
de la DINAAF que la asistió cuando finalmente la misma denunciante fue hallada. De

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ese presunto secuestro, la denunciante brindó muchas versiones –entre el examen, contra
examen y las anteriores declaraciones prestadas en la investigación fiscal preparatoria
que se incorporaron-, y más allá del tiempo perdido (pues obviamente era absolutamente
irrelevante para el objeto procesal), terminó demostrando la escasa credibilidad de los
dichos de una denunciante cuyo relato cambió sistemáticamente cuantas veces se le pre-
guntó sobre el tema; es más, hasta el Licenciado Jorge Néstor Criach –perito de control
de la propia querellante-, sostuvo que ese relato del secuestro no era creíble, la calificó
de poco inverosímil. Dicho de otro modo, las partes acusadoras trajeron una serie de ins-
trumentos e hicieron declarar a la denunciante sobre un tema que bien podemos calificar
de colateral, y aun cuando para la denunciante pudiera considerarse un suceso importan-
te en su vida –si hubiera sido secuestrada-, sólo demostró su imposibilidad de mantener
una única versión sobre el asunto, menguando la credibilidad de sus dichos. En síntesis:
las partes acusadoras introdujeron un tema que no se vinculaba al objeto procesal y que
por añadidura afectó negativamente la credibilidad de su testigo.
Confusa, en la medida que:
a) En primer término, tanto Fiscalía como Querellantes parti-
culares, ofrecieron pruebas que terminaron siendo de descargo, es decir, que refutaban o
debilitaban sus propias hipótesis; e incluso, en varias ocasiones, hemos escuchado a tes-
tigos que fueron ofrecidos tanto por las acusadoras como por las defensas, o sea, que ve-
nían a aportar elementos de “cargo” y de “descargo” sobre el mismo hecho o bloque de
información. Sólo mencionaremos tres ejemplos, bastante claros, por cierto; y otros dos
que bien pueden considerarse el paradigma de lo que estamos sosteniendo:
1) El testimonio de la progenitora de una de las denunciantes, ofrecido sólo por las acu-
sadoras: la denunciante sostuvo durante el debate que la señora Kosaka abusó sexual-
mente de ella (tocándola en zonas pudendas en el baño y obligándola a tocarse), que la
hacía ver películas pornográficas y que “ayudó al sacerdote Corbacho a que la accediera
carnalmente” (colocándole luego del acceso carnal pañales). Ocurre que mientras la de-
nunciante acusó a la señora Kosaka de abusos con claro contenido sexual, la madre no
confirmó sus dichos, pues –aun cuando se le preguntó varias veces- nos explicó durante
el debate que su hija le había contado que quien abusó sexualmente de ella fue el sacer-
dote Corbacho y respecto a la señora Kosaka, dijo que sólo había hecho referencia a ma-
los tratos, que le pegaba chirlos con la mano abierta y le tiraba del cabello cuando la pei-
naba.
2) El testimonio de la señora Marisa Haydée Ojeda, profesora de sordos y terapeuta del
lenguaje del instituto Provolo, ofrecida por las acusadoras y algunas defensas técnicas;
fue docente de la institución por años y estaba en actividad cuando se hizo la primera
denuncia de una ex alumna en la Fiscalía. La declaración de la profesora fue ofrecida
por el señor Fiscal Jefe y las partes querellantes en las causas P-28674 y P-60030 a efec-
tos de probar “circunstancias periféricas” [sic] a los hechos traídos a juicio y el rol que
desempeñaba la señora Graciela Pascual en el instituto (conforme surge de los escritos

11
de ofrecimientos de prueba de las acusadoras). A tal punto la declaración de esta testigo
favorecía la tesis defensiva, que fueron los propios defensores en la persona del Dr. Ban-
co, quienes instaron que la testigo presentara las fotos que mencionó durante su declara-
ción y que daban cuenta de la presencia de varios de los ahora denunciantes en marchas
en las que bregaban por el no cierre de la institución; dichas fotos fueron admitidas por
no mediar oposición, y la testigo terminó declarando y exhibiendo fotos de las marchas
que un grupo de docentes, integrantes de SADOP, familiares, alumnos y padres hicieron
cuando, luego de la denuncia penal, se pretendía cerrar el Provolo. Fue clara la profesora
Ojeda explicando que esas marchas se hicieron para que no se cerrara la escuela, y agre-
gó que en esas marchas participaron varios alumnos; nombró a cinco denunciantes. La
testigo explicó que esas marchas se hicieron en febrero de 2017, y creía también que
ninguno de los alumnos sabía algo [de los abusos]; fue clara sosteniendo que en general,
nadie sabía nada, que sólo tenían conocimiento de que habían detenido a un sacerdote;
que los chicos decían que no sabían por qué habían detenido a los sacerdotes, que ellos
no habían visto nada. En el re examen directo, al señor Fiscal la testigo le respondió que
bien no recordaba si una de las denunciantes le había dicho que supiera o no, qué era lo
que había sucedido en el Provolo, pero sí recordaba que la persona no quería que se ce-
rrara la escuela en la primera de las manifestaciones (en la foto que acompañó se vio
clarísimo); también dijo que no recordaba si otro denunciante le había dicho algo a ella
concretamente, pero sí recordaba que estuvo en la peatonal en la segunda marcha; y que
otra denunciante, le había manifestado que ella no sabía por qué se había cerrado el
instituto. La testigo mostró una foto de la denunciante presente en la marcha también.
Dicho de otro modo, a través de esta testigo de “cargo”, supimos que tres denunciantes,
entre otros, previo a acudir a la Fiscalía a hacer sus denuncias sobre abusos sexuales y
sufrimientos psíquicos/físicos en el Provolo, estuvieron solicitando que no se cerrara la
escuela de la Institución. Es más, recordamos claramente a la denunciante criticando du-
rante el debate a las maestras y la enseñanza del Provolo: manifestó que la profesora de
panadería, Lucía, les decía lo que tenían que hacer y luego pasaba la tarde tomando el té
y usando el celular, que no era responsable; también dijo que la maestra Leticia le tiraba
con algo como de plástico encintado por la cabeza y le decía “estudiá”; y luego mencio-
nó a la maestra Marisa, que en su clase, se ponía a hacer trabajo para otra escuela y eso a
la testigo le molestaba y se había enojado, e incluso, llegó a decir en nuestra presencia
que ella cuando regresaba de la escuela a su casa, estaba enojada y su familia no enten-
día qué le pasaba pues ella no les contaba nada; y que los domingos en su casa, se ponía
mal cuando le decían que el lunes tenía que ir al Provolo. Es decir, la denunciante, que
vino a debate a dar cuenta de una serie de abusos, malos tratos, mal desempeño de las
maestras y de su malestar los días domingos cuando sabía que tenía que regresar a la
institución, estuvo en una marcha junto a los docentes del Provolo (o sea los que le in-
fringían castigos y no trabajaban), pidiendo que no cerraran la escuela; pero de su pre-

12
sencia en esas marchas –al igual que de la de los otros alumnos-, nos enteramos por los
dichos de una testigo traída por la Fiscalía.
Recordamos a las psicólogas del EdeAAS Lara y Fusari, sos-
teniendo que las marchas de esos denunciantes pidiendo que no se cerrara el Provolo,
obedecía a que los jóvenes querían la escuela como ámbito de pertenencia, como institu-
ción adecuada a sus necesidades y que eso no implicaba la defensa de los abusos o de
los otros maltratos sufridos dentro de ella o del albergue. A esto debe responderse que
ninguno de los denunciantes hizo alguna discriminación en sus declaraciones, hablaron
de sufrimientos, hostigamientos, malos tratos en todos los espacios de la institución, des-
de el albergue hasta la escuela, pasando por la cocina y el régimen alimentario brindado
allí. Emerge al menos disonante con la teoría del caso de los acusadores, que quienes
“sufrieron sistemáticamente dentro de la institución”, cuando el Estado intervino para
hacer cesar esos escarnios, cerrando la institución y apartando a los partícipes o autores
de ellos, marcharan insistiendo en el mantenimiento de la escuela, de sus integrantes, y
lo hicieran mencionando que ello era un derecho (y claramente lo era, si la escuela brin-
daba el servicio que estaba llamada a prestar y no había devenido en un claustro de en-
cubrimiento de las aberraciones invocadas por los testigos).
3) El testimonio del progenitor de otra denunciante; ofrecido también por Fiscalía. El se-
ñor, con esfuerzo, recordó un incidente de la denunciante con Bordón, por el cual –se-
gún sus dichos-, la señora Pascual quiso echar a la denunciante; que él asesorado por sus
compañeros de trabajo, le dijo a Pascual que, si la echaba, iba a acudir a los medios; que
luego hablaron y se solucionó todo. Más allá de que fue claro explicando que aún des-
pués del incidente su hija permaneció en la institución, el testigo dijo que hasta el día de
hoy él le hace preguntas y la persona denunciante, le contesta no haber visto nada y no
saber nada; y reiteró que su respuesta es siempre la misma: no vio nada y no sabe nada;
obviamente, se refería a situaciones de abusos dentro de la institución. Pero agregó que
el Provolo, era impresionante, que gracias a la institución la persona en cuestión pudo
tener la vida que tuvo, que allí aprendió todo lo que en su hogar no podrían haberle dado
pues la madre de la persona es analfabeta; que la llevaron de viaje a Mar del Plata, que
era feliz; que el comedor del Provolo era hermoso, que recorría, iba y entraba, que se
podía pasar por los pasillos sin problemas. El señor fue otro testigo de “cargo”; es más,
casi ni recordaba un incidente de la persona denunciante con el jardinero Ojeda.
Como anticipamos, y siempre dentro de este punto, nos dedi-
caremos a dos testimonios que evidenciaron, de manera prístina, que beneficiaron en to-
das sus manifestaciones a las señoras Kosaka y Martínez, pero que paradójicamente,
fueron ofrecidos por las acusadoras. De este modo, entendemos, quedó en evidencia una
grave falencia en la acusación: no tener una teoría del caso clara; o lo que es peor, pre-
tender investigar los hechos ya estando en el debate, a través de declaraciones que igno-
raban qué podían acreditar, o mejor dicho, para ver si podían acreditar algo a través de
los testigos que traían al debate, cuando el debate es la etapa procesal destinada a de-

13
mostrar –en el caso de la acusación-, a través de prueba sólida, los hechos traídos a jui-
cio. Así contamos, por expreso pedido de las vindictas pública y privada con las declara-
ciones de:
1) Daniel Albert Manresa, sacerdote que figuraba en los expedientes canónicos ofreci-
dos por Fiscalía, pues para la fecha de las denuncias (2016 y2017), era Vicario General
y párroco de la parroquia de la Cuarta Sección. Sostuvo que hasta que salieron las noti-
cias, concretamente, hasta que el Procurador de la Corte -por indicación del Goberna-
dor- lo llamó al Arzobispo y le dijo que la información sobre los abusos iba a salir al día
siguiente en la prensa, no se habían recibido noticias negativas ni de malestar sobre el
Provolo; e incluso dijo que jamás, en todos los años que estuvo, recibió a alguien del
instituto Provolo: ni un papá, ni una mamá, ni un docente; que todo el tema fue una sor-
presa.
2) Gerardo Raúl Aguado, también religioso que figuraba en los expedientes canónicos.
Nos dijo que era sacerdote del clero diocesano; que en la década del ‘90 fue convocado
por Monseñor Arancibia y aceptó diversas tareas sin dejar de ser cura párroco. Luego de
mencionar el aislamiento en el que vivía Corradi respecto a la comunidad religiosa men-
docina, y hacer referencia a algún que otro comportamiento de Bordón, el señor Fiscal
Jefe le preguntó si existía algo de las religiosas que le hubiera llamado la atención, y di-
jo: “Agradezco la pregunta. En el ámbito de mi oficio desde la década del ‘90 hasta el
‘18 no recibí nunca denuncias, preguntas, inquietudes; siendo párroco de Luján, desde
el 2000 al 2006, visité colegios, parroquias de la zona. Nunca jamás un docente, un pa-
dre, un religioso, me comentó de alguna manera, ninguna dificultad sobre el Provolo. Sí
recibí manifestaciones de valoración de la presencia religiosa del Huerto en el Provolo.
Fueron capaces de generar, además del servicio que allí prestaban, un espacio para reci-
bir jóvenes de otras comunidades, para tener en esas instalaciones grandes, experiencias
de retiro, de convivencias, que hicieron mucho bien. Y de los que participaron en esos
retiros, sobre todos los fines de semana, siempre los comentarios fueron positivos. Fue
una experiencia muy bonita, hicieron mucho bien”.
No obstante, la respuesta, el señor Fiscal Jefe, siguió pregun-
tando por algún comportamiento “extraño” de las religiosas. Y el testigo le respondió:
“No, siempre una disposición y una alegría para el servicio con todos, de muchas mane-
ras. Si hoy tengo que decir algo es que fueron grandes colaboradoras de la iglesia de
Mendoza”.
A preguntas de los querellantes, respondió que las Hermanas
ayudaron mucho, y ese mucho, trascendía al Provolo: en los primeros años ayudaron en
el Hospital Central; la segunda acción fue la ayuda a los pobres en San Carlos; y lo del
Provolo fue la tercera acción. Agregó que la presencia de las monjas en el Provolo, por
iniciativa propia, en un espacio tan grande, fue ocupado en beneficio de muchos; que
ellas tenían esa visión y fue muy bueno que lo hicieran. Seguidamente, explicó que el
Arzobispo Arancibia, iba mucho al Provolo, con o sin aviso, los visitaba. Y dijo: “Me

14
consta que muchas veces se acercaba a las familias y profesionales docentes y les pre-
guntaba si tenían alguna preocupación que compartir con ese obispo, y lo que se reco-
gían eran flores”. Eso se escuchó del testigo traído por los acusadores: sólo elogios para
con las religiosas acusadas y pretendía ser prueba de cargo. Realmente insólito.
b) En segundo lugar, la prueba traída por los acusadores fue
confusa por una cuestión vinculada a la interpretación que aquellos realizaron de esos
elementos; el sesgo cognitivo limitó o impidió a las acusadoras hacer una valoración
conforme las reglas de la sana crítica racional. Ello se compadece con efectos propios
del rol. Así, cuando a una persona se le pide adoptar un rol o función puede verse afecta-
da no solo la forma en que busca y percibe la información, sino también la manera en
que la interpreta y toma sus decisiones. Ello abre paso a lo que desde la psicología se ex-
plica como “visión de túnel”, y que, desde lo jurídico, constituye una de las principales
causas del error judicial.
La visión de túnel es una tendencia humana natural que tie-
ne efectos particularmente perniciosos en el sistema de justicia penal. Por visión de túnel
nos referimos a ese “compendio de heurísticas comunes y falacias lógicas”, al que todos
somos susceptibles, que lleva a los actores del sistema de justicia penal a centrarse en un
sospechoso, seleccionar y filtrar las pruebas que construirán un caso para la condena,
mientras se ignora o suprime la evidencia que aleja la culpabilidad. Este proceso lleva a
investigadores, fiscales, jueces y abogados defensores a centrarse en una conclusión par-
ticular y luego filtrar todas las pruebas de un caso a través de la lente proporcionada por
esa conclusión. A través de ese filtro, toda la información que respalda la conclusión
adoptada adquiere mayor importancia, se considera consistente con la otra evidencia y
se considera relevante y probatoria. Mientras que la evidencia inconsistente con la teoría
elegida es fácilmente pasada por alto o descartada como irrelevante, increíble o poco
confiable. Bien entendida, la visión de túnel es más a menudo producto de la condición
humana, así como de presiones institucionales y culturales, que de la malicia o la indi-
ferencia. (Cfr: Findley, Keith y Michael Scott (2006). «The multiple dimensions of tun-
nel vision in criminal cases». Wisconsin Law Review: 291-397. Consultado el 18/09/23
en: https://deliverypdf.ssrn.com/devery.php?
ID=825123001111127078094070025028125002121019058093035031103094108005118001000023112
0910190240390571180170260010060821210991060510250710930500080950660261261200060070600
48008106002112087103121005125119119080019022067027095106115099072011088003081086&EX
T=pdf&INDEX=TRUE
En palabras de Víctor Beltrán Román, esta visión de túnel,
“… es una tendencia humana natural, pues los sesgos cognitivos son parte de nuestra
composición y de la manera en que funciona el cerebro humano (Findley, 2012:306;
Godsey, 2017: 172). Así, tiene un alcance transversal, que afecta a todos quienes inter-
vienen en el sistema de justicia criminal. Del mismo modo, es un fenómeno que alcanza
incluso a los agentes más bienintencionados del sistema, pues la mayoría de las veces ni
siquiera son conscientes de estar siendo afectados (Medwed, 2012:22) …”. (Cfr.: “Vi-

15
sión de túnel: Notas sobre el impacto de sesgos cognitivos y otros factores en la toma de
decisiones en la justicia criminal”, publicado en Revista De Estudios de la Justicia, Nº
34 (2021), p. 17-58, DOI 10.5354/0718-4735.2021.60210, Publicado: 30/6/2021; sitio
web:
https://www.researchgate.net/publication/352904078_Vision_de_tunel_notas_sobre_el_
impacto_de_sesgos_cognitivos_y_otros_factores_en_la_toma_de_decisiones_en_la_jus
ticia_criminal ), consultado el 19/9/23.
En estas consideraciones generales, sólo daremos cuatro
ejemplos de esta particular visión que se observó en el debate; de todos modos, a lo lar-
go del análisis de la prueba traída, se verá cómo quedó de manifiesto en la interpretación
sesgada efectuada desde las partes acusadoras.
1) Trajeron a debate un video –supuestamente filmado por el sacerdote Corbacho en su
habitación-, en donde se ve a varios niños bailando un tema musical; los niños están ves-
tidos, y bailan observando el monitor de una computadora pues surge evidente que se
están mirando en él; los niños bailan y se empujan y se divierten; la puerta de la habita-
ción de Corbacho está abierta; una de las niñas aparece por esa puerta con distinta ropa,
dando la sensación de que sale de la habitación, se cambia y vuelve a entrar para seguir
bailando; una nena con un crucifijo, se acerca bailando al monitor y besa el crucifijo.
Queremos reiterar que los niños están vestidos y bailando, jugando entre ellos como
cualquier otro niño o niña en una situación de libre diversión; en ningún momento se
puede advertir un movimiento o tan solo un gesto obsceno de nadie (salvo que confun-
damos una supuesta “irreverencia” de la nena que bailaba y besaba la cruz con algún
desborde sexual), y recalcamos: la puerta de la habitación abierta, es decir: cualquiera
podía ver cómo se entretenían los chicos.
2) A su vez, quienes llevaban adelante la vindicta pública y privada, acompañaron como
prueba “incriminante” la publicación en Facebook de Corbacho del video recién men-
cionado –en enero de 2013-; e incluyeron como elemento “cargoso” un comentario que
había tenido esa publicación por parte de la señora Edith Pinacca: “esto pasó en horas de
clase?”. Dicho de otro modo: el sacerdote Corbacho subió a Facebook (perfil público,
nada más y nada menos) el video de los chicos bailando (que los acusadores considera-
ron prueba incriminante), la profesora Pinacca (no sabemos si de modo jocoso o de re-
proche) le pregunta si eso hacían en horas de clases y eso para quienes acusan es prueba
o indicio de corrupción. Que lo sea para la acusación, no significa que objetivamente
pueda asignársele ese carácter.
3) Incorporaron un video que lo habían titulado “Empujones y algo más”. En ese video
se observa arriba de unas tarimas de gimnasia a un alumno de gran porte, que ase (o sea:
toma, agarra) como puede a los pequeños, los levanta y los arroja a una colchoneta que
está en el suelo; por supuesto que es un juego, y que los más chiquitos le piden que los
siga tirando a la colchoneta pues –indudablemente- los divierte. Dicho de otro modo,
pudimos ver los empujones y la algarabía de los chicos, pero todavía seguimos cuestio-

16
nándonos qué parte del video comporta apoyo a la acusación (vale destacar que el video
fue exhibido no una sola vez, sino múltiples veces, al igual que el de los chicos bailando
en la habitación de Corbacho recién indicado).
4) Se incorporó un comentario de la profesora Leticia Grellet en el Facebook de Corba-
cho: “Y todos los días que doy la vuelta por arriba, me acuerdo de nuestra complicidad,
aún hoy se te extraña por allá Padre, espero volver a verte y caminar por esos pasillos”.
¿Puede alguien inferir de esta prueba algo vinculado a nuestro caso? Ciertamente no; in-
sistimos, que la acusación vea en esa publicación algo con contenido sexual o algo vin-
culado a una suerte de obrar “libertino” por parte de la señora Grellet y Corbacho, no
significa que objetivamente pueda asignársele ese carácter; mucho menos que ello con-
lleve a corrupción de los alumnos del Provolo.
A las cuatro pruebas que acabamos de enumerar, nadie pue-
de calificarlas como conducentes a probar los hechos traídos a juicio. Nada tienen esos
videos o las publicaciones de Facebook de contenidos obscenos o libidinosos; no mues-
tran conductas inapropiadas, juegos eróticos, actos corruptores, o algo, aunque más no
sea una mirada lasciva o con connotación sexual. Sólo a partir de un sesgo de confirma-
ción que haga perder objetividad, pueden percibirse esas evidencias –absolutamente ino-
cuas- como elementos con contenido sexual. Se han demonizado situaciones simples, de
la vida cotidiana de cualquier escuela; o por lo menos, no pudieron las partes acusadoras
explicar desde lo racional el motivo por el cual se podría haber asignado algo sexual o
corruptor a esas pruebas. Preocupante.
Debemos aclarar que lo recién indicado no significa que ne-
guemos la existencia de pornografía en el Instituto Antonio Provolo, por cuanto ello sur-
ge de prueba de carácter objetivo: de la habitación del sacerdote Corbacho y de la habi-
tación del operario Ojeda se secuestraron DVDs y los discos rígidos de las computado-
ras, que contenían numerosos archivos de aquella naturaleza (Cfr.: informe de Delitos
Tecnológicos sobre esos secuestros de fs. 1312/28 de autos P-118324 e incluso en el
mismo informe, Delitos Tecnológicos adjuntó fotografías a manera de “muestra” del
contenido de algunos DVDs que eran películas XXX y se encuentran a fs. 1314 y si-
guientes). Ahora bien, de la existencia de material pornográfico en ciertas habitaciones
de adultos, a asignar a las fotos o videos de los alumnos del Provolo Mendoza donde se
los ve jugando, bailando y divirtiéndose un contenido obsceno, pornográfico o corrup-
tor, hay un salto muy grande que no se da a través de alguna inferencia lógica y que no
tiene otra explicación -para haberla ofrecido como prueba y producido durante el deba-
te-, que no sea la visión de túnel. Y ese salto, entendemos, no puede admitirse en opera-
dores judiciales; reiteramos, resulta preocupante.
c) En síntesis: las dos circunstancias recién indicadas (profu-
sión y confusión de los elementos traídos por los acusadores) hicieron que la prueba in-
corporada a juicio fuera de muy baja calidad y que se perdiera mucho tiempo, por añadi-
dura. Eso fue lo que nos tocó abordar. Y, no resulta ocioso recordar que, como regla la

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prueba de la defensa puede ser ambigua, precaria y hasta inexistente; pero la prueba de
la acusación debe tener suficiente claridad y entidad, de suerte tal que conduzca más allá
de toda duda razonable a acreditar cada una de las premisas fácticas enunciadas en la
acusación (no está de más recordar el ambicioso contenido de la acusación y el evidente
impacto de esto en materia de posibilidades de acreditación suficiente), y a rebatir, así,
el estado jurídico de inocencia que ampara al acusado/a; y todo ello, por elementales
principios constitucionales.
B. Sobre vulnerabilidades:
El Diccionario de la Real Academia Española define al tér-
mino vulnerable como “Que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente”. En
los tiempos que corren, los tribunales de todo el mundo hablan de vulnerabilidad. Este
concepto, se encuentra presente en varias materias importantes: desde el cambio climáti-
co, el medio ambiente o el desarrollo, hasta las catástrofes naturales y humanas. Es de-
cir, el concepto de vulnerabilidad aplica tanto a los sistemas naturales como a los siste-
mas humanos.
En el plano que nos concierne, advertimos que la vulnerabili-
dad como concepto debe ser abordada en un doble aspecto:
a) Vulnerabilidad, como un factor que obliga al Estado a
garantizar el efectivo acceso a la justicia de las personas o grupo de personas en
esas condiciones. Así, si repasamos las “Reglas de Brasilia sobre acceso a la justicia
de las personas en condición de vulnerabilidad”, advertimos que la Regla 3 establece
que: “Se consideran en condición de vulnerabilidad aquellas personas que, por razón
de su edad, género, estado físico o mental, o por circunstancias sociales, económicas,
étnicas y/o culturales, encuentran especiales dificultades para ejercitar con plenitud
ante el sistema de justicia los derechos reconocidos por el ordenamiento jurídico”; y
la Regla 4 dispone que: “Podrán constituir causas de vulnerabilidad, entre otras, las
siguientes: la edad, la discapacidad, la pertenencia a comunidades indígenas o a mi-
norías, la victimización, la migración y el desplazamiento interno, la pobreza, el gé-
nero y la privación de libertad”. Es decir, las citadas reglas suministran una noción de
vulnerabilidad y hacen especial hincapié en algunas causales de la misma.
En el ámbito de la Corte IDH, se ha expresado: “En este
sentido, la Corte Interamericana reitera que toda persona que se encuentre en una si-
tuación de vulnerabilidad es titular de una protección especial, en razón de los debe-
res especiales cuyo cumplimiento por parte del Estado es necesario para satisfacer las
obligaciones generales de respeto y garantía de los derechos humanos. El Tribunal re-
cuerda que no basta con que los Estados se abstengan de violar los derechos, sino que
es imperativa la adopción de medidas positivas, determinables en función de las parti-
culares necesidades de protección del sujeto de derecho, ya sea por su condición per-
sonal o por la situación específica en que se encuentre, como la discapacidad. En este
sentido, es obligación de los Estados propender por la inclusión de las personas con

18
discapacidad por medio de la igualdad de condiciones, oportunidades y participación
en todas las esferas de la sociedad, con el fin de garantizar que las limitaciones ante-
riormente descritas sean desmanteladas. Por tanto, es necesario que los Estados pro-
muevan prácticas de inclusión social y adopten medidas de diferenciación positiva
para remover dichas barreras”. (Cfr.: Caso Furlan y familiares vs. Argentina. Senten-
cia de 31 de agosto de 2012, párr. 136. En el mismo sentido: Sentencia de Ximenes
Lopes vs. Brasil, 4 de julio de 2006, § 103; Caso Artavia Murillo y otros vs. Costa
Rica).
A su vez, y siempre en ese sentido, en el mismo Caso Fur-
lan, la Corte IDH, en el párrafo 268, sostuvo: “En el presente caso la Corte resalta que
los menores de edad y las personas con discapacidad deben disfrutar de un verdadero
acceso a la justicia y ser beneficiarios de un debido proceso legal en condiciones de
igualdad con quienes no afrontan esas desventajas. Para alcanzar sus objetivos, el
proceso debe reconocer y resolver los factores de desigualdad real de quienes son lle-
vados ante la justicia. La presencia de condiciones de desigualdad real obliga a adop-
tar medidas de compensación que contribuyan a reducir o eliminar los obstáculos y
deficiencias que impidan o reduzcan la defensa eficaz de los propios intereses”.
Por todo ello, resulta claro asumir entonces que, según la
Corte IDH, el simple hecho de encontrarse una persona o grupo de personas en una
situación de vulnerabilidad, cualquiera que ella sea, desencadena una serie obligacio-
nes positivas que el Estado debe cumplir.
En nuestro caso, debemos recordar que los denunciantes
son todas personas con dificultades auditivas y que manifestaron haber sido víctimas
de diversos ataques sexuales cuando eran niños o adolescentes.
Por ello, y cumpliendo con las mandas legales y jurispru-
dencia reinantes, y en el marco de lo dispuesto por el artículo 13 la Ley 26378, el Tri-
bunal dispuso una serie de medidas en resguardo de los intereses de los denunciantes
y como un ajuste tendiente a que las personas discapacitadas auditivamente, pudieran
tener un acceso a la justicia en igualdad de condiciones que las demás:
1) Se limitó la publicidad del juicio a tenor de lo dispuesto en el art. 375 del Código
Procesal Penal, en atención a los delitos que se juzgaron (delitos contra la integridad
sexual) y en protección de la intimidad y derecho de reserva de las presuntas víctimas
del caso (artículo 5 inciso c de la Ley 27372); es decir, el Tribunal dispuso que el de-
bate se hiciera “a puertas cerradas”.
2) Se solicitó a la Excma. Suprema Corte de Justicia la designación de intérpretes en
lenguaje de señas para la traducción del contenido del debate entero, para asegurar a
los denunciantes la posibilidad de acceder, luego de rendida la prueba, a la totalidad
de la información. desde el inicio del proceso y durante todo el transcurso del mismo.
Ello en atención al derecho de acceso a la justicia de toda presunta víctima, en el mar-
co de garantizar el deber de debida diligencia reforzada y de protección especial, te-

19
niendo en cuenta especialmente que, en nuestro caso, los denunciantes eran personas
con diversidad funcional (art. 25 de la Convención Americana de Derechos Humanos,
Convención sobre los Derecho de las Personas con Discapacidad, Ley Nacional
26.378). La medida finalmente no se implementó porque no se encontraron profesio-
nales dispuestos a cumplir ese rol, y por pedido de los representantes de las presuntas
víctimas, que dijeron que ellos comunicarían a sus asistidos todo lo ocurrido durante
el juicio.
3) Se seleccionaron y nombraron dos intérpretes oficiales, que justificaron ante el Tri-
bunal versación en su oficio, conocimiento de la problemática de las presuntas vícti-
mas e interés en trabajar en el presente proceso tanto en los actos que se realizaron en
el marco de la audiencia (recepción de testimonios) como aquellos que debieron cum-
plirse fuera de él (por ejemplo, interpretación de los denunciantes para su comunica-
ción con el personal administrativo del Tribunal, con las Licenciadas que practican
exámenes psicológicos, en su comunicación con sus abogados representantes, etc.).
4) Se realizaron exámenes psicológicos a cada presunta víctima o testigo con diversi-
dad funcional, que fueron efectuados por profesionales del Cuerpo Auxiliar Interdis-
ciplinario dependiente de la Suprema Corte de Justicia, a efectos de que dictaminaran
si las personas se encontraban en condiciones de prestar declaración testimonial.
5) Se receptaron los testimonios de los denunciantes, a través del dispositivo de Cá-
mara Gesell, pues a pesar de ser todas las presuntas víctimas personas mayores de
edad, se consideró ese método como un ajuste razonable a favor de las personas con
diversidades funcionales.
6) Se dispuso que las citaciones de los denunciantes, las realizaran –como regla- sus
abogados representantes o el Tribunal a pedido de éstos, con explicación a través de
la lengua de señas de los motivos de la citación. En una sola oportunidad, ante la ma-
nifiesta reticencia de la testigo a comparecer y el expreso pedido del Ministerio Públi-
co Fiscal se trasladó a esa testigo con el auxilio de la fuerza pública (art. 238 del Có-
digo Procesal Penal)
7) Se les informó a los denunciantes/testigos con diversidad funcional que podían
concurrir al Tribunal y estar acompañados en todo momento, incluso mientras decla-
raban, por una persona de su confianza (art. 108 del C.P.P.).
8) El Ministerio Público puso a disposición de los testigos con diversidad funcional
un auto y un chofer oficial para el traslado hasta y desde el Tribunal. También los tes -
tigos que tuvieron que trasladarse junto a hijos menores, contaron con un remis a car -
go del erario del Ministerio Público Fiscal.
9) Todas las declaraciones de los denunciantes, personas con discapacidad auditiva,
se recibieron respetando las pausas necesarias y en todo momento estuvieron bajo la
asistencia de las licenciadas del CAI, e incluso del personal especializado enviado por
la Dra. Milagros Noli, Directora de la Dirección de Derechos Humanos y Acceso a la
Justicia del Poder Judicial. Y no sólo se respetó un horario diario limitado de audien-

20
cia, sino también todos los intervalos que solicitaron o que el Tribunal dispuso en sal -
vaguarda de sus intereses. A su vez, aún actuando los dos intérpretes -en la mayoría
de las audiencias-, se les requirió a ellos que nos hicieran saber cuándo necesitaban
un descanso o pausa como consecuencia de su labor; de igual modo actuamos con las
licenciadas del CAI. El ajuste del horario de debate a los tiempos, horarios y necesi -
dades de los declarantes, en muchos casos se tradujo en una significativa reducción
del horario de audiencia; recordamos en ese sentido, a una denunciante que previo
comparecer a declarar, dejaba a sus hijos en la escuela y nos solicitó finalizar siempre
a las 12 horas pues debía ir a cocinar a su familia.
10) Si bien a los fines de los exámenes de los testigos se dispuso que se aplicaran las
reglas de litigación propias del sistema adversarial como lo indica la Ley de Juicios
por Jurados Nº 9106 y el precedente “Calderón Castro”, a la hora de interrogar a los
denunciantes y testigos con discapacidad auditiva, se exigió a las partes (defensores
de nueve imputadas, querellantes particulares, actores civiles, demandados civiles, ci-
tado en garantía y fiscal) que litigaran -previo a la realización de la Cámara Gesell-
los temas sobre los que pretendían indagar al testigo. Ello a los efectos del control del
tenor de las preguntas como así también para evitar interrupciones de las declaracio-
nes a partir de objeciones de las partes contrarias a quienes estaban interrogando. De
este modo, no sólo se evitó el contacto visual de los declarantes con los profesionales
y las señoras acusadas, sino que, cabe destacar, también resultó de utilidad a los fines
de evitar o amortiguar cualquier impacto negativo de los interrogatorios que se efec-
tuaron a los denunciantes; así, en principio, las partes litigaban los temas, si había al-
guna controversia entre ellas, el tribunal lo resolvía, y luego, las licenciadas del CAI
formulaban las preguntas a los declarantes por intermedio de los intérpretes; es decir,
la forma en que se indagó a las personas que declararon en la cámara Gesell, tuvieron
un triple tamiz: primero el contralor de las contrapartes y eventualmente la resolución
del tribunal, segundo la adaptación de esos temas a la forma de preguntas por parte de
las Licenciadas en Psicología y finalmente la traducción del intérprete, conocedor de
la Lengua de Señas. Es más, no sólo actuaron los intérpretes designados por el Tribu-
nal, sino que también estuvieron presentes los intérpretes de partes, tanto de la quere-
llante como de la defensa –para garantizar la transparencia y fidelidad de la interpre-
tación-. Este mecanismo, obviamente, insumió mayor tiempo, pero fue uno de las tan-
tas medidas adoptadas para reducir cualquier impacto negativo en los denunciantes.
11) Se les asignó una sala especial para los tiempos de espera que la gestión del deba-
te jurídicamente demandara.
12) Se los esperó con un desayuno consistente en alguna bebida (agua, café, té, mate
cocido) y galletitas o tortitas; y en los intervalos, contaron también con bebidas y una
sala de espera a su disposición.
13) El Tribunal convocó a la Dirección de Derechos Humanos y Acceso a la Justicia
de la Suprema Corte del Poder Judicial, para que, justamente a través de su experticia,

21
brindara la asistencia y acompañamiento de los denunciantes antes, durante y después
de las audiencias, y siempre dentro de las directrices que emanan de la Convención de
las Personas con Discapacidad, las reglas de Brasilia y los conocimientos de esos pro-
fesionales especializados.
14) Se entabló un dialogo con el señor Defensor Titular de las Personas con Discapa-
cidad, y la mayoría de los integrantes del tribunal le dio a ese funcionario la posibili-
dad de sugerir cuanta diligencia estimara pertinente, con el único límite de que no ge-
nerara anulación o merma del derecho de defensa que constitucionalmente correspon-
de a las personas acusadas, ni importara una sobre intervención, totalmente desacon-
sejada por los organismos especializados en materia de víctimas o presuntas víctimas.
b) Pero a su vez, la vulnerabilidad debe ser entendida co-
mo perspectiva desde la cual se debe abordar el caso concreto y en todos sus mati-
ces. Se trata de un enfoque que deriva de una aproximación humana y empática a la
relación jurídica. Desde esta visión, la vulnerabilidad permite focalizarnos en la parte
humana y así volver a colocar el derecho en su lugar: el hombre es y debe ser el cen -
tro del derecho. La ventaja de este enfoque es que, lejos de suprimir la perspectiva del
individuo, la enriquece pues es a partir del individuo y su vulnerabilidad que el dere-
cho es capaz de identificar su interdependencia y brindar soluciones más equitativas
(Cfr.: Fineman, Martha, The vulnerable subject and the responsive State. Emory Law
Journal, v. 60, 2010, p. 255, consultado el 3 de mayo de 2022 en:
https://scholarlycommons.law.emory.edu/cgi/viewcontent.cgi?
article=1333&context=elj ; y Basset, Úrsula C. en: “La vulnerabilidad como estándar
internacional de protección de los derechos humanos, con especial referencia al adul-
to mayor”, consultado el 3/5/22 en:
https://www.teseopress.com/3congreso2016/chapter/309/).
Teniendo en cuenta lo recién indicado, hemos constatado a
lo largo del debate, que los denunciantes se encontraban en especiales condiciones de
vulnerabilidad. Explicamos:
1) Los y las denunciantes, la fecha en que ellos explicaron que ocurrieron los hechos,
eran todas personas menores –niños, niñas y adolescentes-. La minoría de edad, ya
per se, constituye una condición de vulnerabilidad. Así, el Comité de los Derechos
del Niño ha señalado que: “[a] nivel universal, se consideran vulnerables todos los
niños hasta los 18 años de edad, porque no ha concluido aún su crecimiento y desa-
rrollo neurológico, psicológico, social y físico. ... Aunque corren peligro los niños de
ambos sexos, la violencia suele tener un componente de género”. (Observación Gene-
ral Nº 13: Derecho del niño a no ser objeto de ninguna forma de violencia).
2) A su vez, los denunciantes padecen discapacidades auditivas. Esa situación tam-
bién debe considerarse de vulnerabilidad y con tutela convencional (Convención So-
bre los Derechos de las Personas con Discapacidad y su protocolo facultativo (apro-
bados mediante resolución de la Asamblea de las Naciones Unidas en fecha

22
13/12/2006; y por nuestro país mediante Ley 26378; que cuenta con jerarquía consti-
tucional mediante Ley 27044). La discapacidad auditiva genera a su vez dificultad pa-
ra expresarse y ambas implican una limitación para la comunicación social. Es más,
en la infancia y adolescencia aquella discapacidad genera un esfuerzo mayor al de
cualquier otro niño/adolescente pues, amén de tener que aprender los contenidos edu-
cativos, los menores sordos o hipoacúsicos, deben aprender a expresarse en lengua
oral y/o a través de señas; es decir, deben realizar un plus en sus aprendizajes. Inclu -
so, tal como lo explicaron algunos expertos durante el debate, varios de los alumnos
del Provolo no sólo contaban con deficiencias auditivas, sino que también algunas
otras comorbilidades, que obviamente, los tornaba más vulnerables.
3) Se acreditó, asimismo –y no fue controvertido-, el contexto familiar de extrema po-
breza en el que estaban inmersos la mayoría de los denunciantes cuando iban al Instituto
Provolo (el artículo 4 de las Reglas de Brasilia enumera expresamente la pobreza como
condición de vulnerabilidad); recordamos por ejemplo, haber escuchado a un denun-
ciante explicarnos que cuando iba al Provolo, en su casa no había baño, que había afuera
una letrina y que carecían de lugar donde ducharse. Esa situación de precariedad econó-
mica impactó en el acceso inicial a una atención en salud; en ese sentido, varios progeni-
tores dijeron que habían hecho sólo lo básico vinculado a los problemas auditivos de sus
hijos, incluso algunos manifestaron que les costó mucho, por ejemplo, conseguir audífo-
nos, pues en muchos casos no tenían obra social y dependían de trámites complejos. Pe-
ro la carencia de recursos también impactó en la dinámica con la que se manejaron los
progenitores con el Provolo: muchos de los denunciantes quedaban albergados en la ins-
titución durante la semana porque los padres trabajaban, vivían alejados o no tenían me-
dios para pagar un transporte. Es decir, muchos niños/adolescentes, tuvieron que vivir
separados –de lunes a viernes- de su núcleo familiar a una edad muy temprana, con lo
traumático que significa para cualquier persona a esa edad, cortar –aunque sea transito-
riamente- el vínculo afectivo de su entorno familiar.
4) También debemos recordar que el Provolo es una institución religiosa, cuyas máxi-
mas autoridades en Mendoza pertenecen –o pertenecían- a la iglesia católica; es decir,
estamos haciendo referencia a una de las instituciones más poderosas del mundo y de la
historia de la humanidad. Ese poder, bien pudo traducirse en mayor dominación por par-
te de las autoridades en la medida que no sólo se erigían como autoridad educativa/di-
rectiva dentro de la institución, sino también religiosa y moral, y de eso devine mayor
vulnerabilidad para los pequeños alumnos. Y no sólo se trató de la autoridad moral que
encarnan quienes pertenecen al clero católico para la sociedad y los niños, niñas y ado-
lescentes que concurrían al instituto, sino también debe evaluarse su posición estratégica
dentro de la institución (eran las autoridades); ello explica el poder y la dominancia que
detentaban todos los miembros de la iglesia -aunque principalmente los sacerdotes, dado
el patriarcalismo propio de esa religión- presentes en el instituto.

23
5) Finalmente, hemos tenido en cuenta que muchos de los denunciantes, eran mujeres, y
ello también reporta mayor vulnerabilidad, como es indiscutible. Luego volveremos so-
bre el tema, pues justamente, dada su importancia, hemos dedicado un capítulo a ello.
Ahora bien, detectados estos factores de vulnerabilidad debe-
mos explicar la manera en la que los hemos tenido en cuenta al abordar los presentes. Y
en este aspecto, son los organismos y agencias internacionales de protección de los dere-
chos humanos, los que nos han suministrado el criterio o las directrices a seguir a través
de sentencias, informes e instrumentos internacionales. Explicamos:
El concepto de interseccionalidad, no es nuevo en el mundo
jurídico. Fue introducido por la profesora de derecho Kimberlé Crenshawen 1989, como
un cuestionamiento a la dogmática jurídica, como una metáfora para representar, por un
lado, la ubicación de las mujeres afroamericanas subordinadas simultáneamente en tér-
minos de raza y género y la multidimensionalidad de sus experiencias; y por otro, su ex-
clusión en la legislación y las políticas estadounidenses antidiscriminatorias, feministas
y antirracistas. Puso de relieve cómo experimentaban discriminaciones cualitativamente
diferentes respecto a las mujeres en general y a los hombres afroamericanos (Cfr.: An-
drea Catalina Zota-Bernal en “Incorporación del análisis interseccional en las senten-
cias de la Corte IDH sobre grupos vulnerables, su articulación con la interdependencia
e indivisibilidad de los derechos humanos”, en Eunomía, Revista en Cultura de la Lega-
lidad - Nº 9, octubre 2015 – marzo 2016, pp. 67-85. ISSN 2253-6655 - https://e-
revistas.uc3m.es/index.php/EUNOM/article/view/2803/1534 )
Los factores de discriminación y vulneración han sido abor-
dados en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos por medio de instrumentos
de protección temáticos (raza, género, edad, discapacidad). Pero gradualmente, la inter-
seccionalidad se ha ido plasmando en esos instrumentos e interpretándose jurispruden-
cialmente. Así, la incorporación gradual de esa perspectiva, permitió superar el análisis
unidimensional, para pasar a una interpretación múltiple y posteriormente llegar a consi-
derar las interacciones y fusiones dinámicas y contextualizadas entre los ejes (Cfr.: An-
drea Catalina Zota – Bernal, ob. cit.). En este último sentido, bien podemos citar la Con-
vención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mu-
jer, como un criterio interpretativo sobre las obligaciones internacionales de los Estados:
claramente en su artículo 9 establece que los Estados Parte tendrán especialmente en
cuenta la situación de vulnerabilidad a la violencia que pueda sufrir la mujer en razón,
entre otras, de su raza o de su condición étnica, de migrante, refugiada o desplazada; y
que en igual sentido se considerará a la mujer que es objeto de violencia cuando está
embarazada, es discapacitada, menor de edad, anciana, o está en situación socioeconó-
mica desfavorable o afectada por situaciones de conflictos armados o de privación de su
libertad. Incluso advertimos que la Convención sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad, en su preámbulo, expresamente nos habla de la interrelación de todos los
derechos humanos (inciso c) y a continuación (inciso d) enumera todos los pactos inter-

24
nacionales en los que se tutelan los derechos de personas en situación de vulnerabilidad
(el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el Pacto Interna-
cional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención Internacional sobre la Elimina-
ción de todas las Formas de Discriminación Racial, la Convención sobre la eliminación
de todas las formas de discriminación contra la mujer, la Convención contra la Tortura y
Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, la Convención sobre los Dere-
chos del Niño y la Convención Internacional sobre la protección de los derechos de to-
dos los trabajadores migratorios y de sus familiares).
Alrededor del año 2000 el lenguaje de la interseccionalidad
comenzó a traducirse en instrumentos legales del Sistema de Naciones Unidas como Re-
comendaciones Generales, Observaciones Generales, Directrices, etc. En el 2001, en la
“Conferencia Mundial contra el racismo, discriminación racial, xenofobia e intolerancia
relacionada”, en lo concerniente a la violencia contra las mujeres, se instó a que se toma-
ran acciones tanto a nivel nacional como internacional para concientizar respecto de las
múltiples formas de discriminación que viven las mujeres en situaciones de marginali-
dad, y se propuso que se opte por un enfoque interseccional u holístico a nivel teórico y
práctico (Cfr. A/CONF.189/PC.3/5, 27 July 2001, párr. 199).
En el ámbito del Sistema Interamericano de Protección de
Derechos Humanos aconteció lo mismo. Se advierte la incorporación de la noción de in-
terseccionalidad en las recomendaciones emanadas tanto de la Comisión como en los fa-
llos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos; por ejemplo, en los casos Inés
Fernández Ortega vs. México, Valentina Rosendo Cantú vs. México, Masacre de las
Dos Erres Vs. Guatemala y Atala Riffo y niñas vs. Chile. De igual manera un informe de
2015 de la Comisión Interamericana sobre Estándares Legales Relativos a la Igualdad
de Género y los Derechos de las Mujeres en el Sistema Interamericano se refiere expre-
samente a “la intersección de diferentes formas de discriminación” (Cfr. OEA/Ser.L/V/
II. 143 Doc. 60, párr. 28).
Debemos puntualizar, para ir aproximándonos al concepto
de interseccionalidad, que la misma Corte Interamericana ha manifestado, en “González
Lluy vs. Ecuador” (2015) respecto a este tema que “En el futuro la Corte IDH podrá ir
precisando los alcances de este enfoque, lo cual contribuirá a redimensionar el princi-
pio de no discriminación en cierto tipo de casos” (párr. 11). Ello es lo mismo que decir,
que es un concepto en construcción. De todas maneras, justamente en ese precedente, el
Juez Eduardo Ferrer Mac-Gregor Poisot aclara la perspectiva de la Corte respecto del
enfoque interseccional cuando afirma en el parágrafo 11: “La discriminación intersec-
cional se refiere entonces a múltiples bases o factores interactuando para crear un ries-
go o una carga de discriminación única o distinta. La interseccionalidad es asociada a
dos características. Primero, las bases o los factores son analíticamente inseparables
como la experiencia de la discriminación no puede ser desagregada en diferentes bases.
La experiencia es transformada por la interacción. Segundo, la interseccionalidad es

25
asociada con una experiencia cualitativa diferente, creando consecuencias para esos
afectados en formas que son diferentes por las consecuencias sufridas por aquellos que
son sujetos de solo una forma de discriminación.” (el subrayado nos pertenece); en este
caso, se agregó que justamente el enfoque interseccional obliga a pensar los múltiples
factores de manera que, si alguno de esos factores no hubiese existido, la discriminación
habría tenido naturaleza diferente (parágrafo 290).
De otros casos, se infiere claramente que el enfoque intersec-
cional no se vincula a una suma de factores de vulnerabilidad o discriminación; es decir,
no constituye una suma aritmética de discriminaciones (Vgr.: “I.V. vs. Bolivia”. Excep-
ciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de noviembre de
2016. Serie C No. 329; Caso Ramírez Escobar y otros vs. Guatemala. Fondo, Repara-
ciones y Costas. Sentencia de 9 de marzo de 2018. Serie C No. 351).
Resulta evidente que una perspectiva aritmética tan solo enu-
mera cuántos factores de exclusión y discriminación se identifican en un caso, pero no
aborda el contexto en el que se sitúan y sus interactuaciones. Mientras la primera refiere
a las múltiples formas de opresión presente en la vida de las personas, la segunda se en-
foca en el resultado particular que deriva de la intersección de ellas, cómo interactúan y
se condicionan entre sí.
También nos interesa remarcar que el Comité sobre los De-
rechos de las Personas con Discapacidad, en la Observación General No. 3 titulada:
“Las mujeres y las niñas con discapacidad” CRPD/C/GC/3, 25 de noviembre de 2016,
sostiene que “Discriminación múltiple”, hace referencia a una situación en la que una
persona experimenta dos o más motivos de discriminación, lo que conduce a una discri-
minación compleja o agravada ; mientras que “Discriminación interseccional”, hace re-
ferencia a una situación en la que varios motivos interactúan al mismo tiempo de forma
que son inseparables . Entre los motivos de discriminación figuran la edad; la discapaci-
dad; el origen étnico, indígena, nacional o social; la identidad de género; la opinión polí-
tica o de otra índole; la raza; la condición de migrante, refugiado o solicitante de asilo; la
religión; el sexo y la orientación sexual (art. 4 c). A su vez, establece que el concepto de
discriminación interseccional reconoce que las personas no sufren discriminación como
miembros de un grupo homogéneo, sino como individuos con identidades, condiciones
y circunstancias vitales multidimensionales. Reconoce las vivencias y experiencias de
agravamiento de la situación de desventaja de las personas a causa de formas de discri-
minación múltiples e interseccionales (párr. 16).
En el orden provincial, debemos destacar el precedente
N°13-05037523-9 caratulado “F. C/Zurita Abrego Jesús Manuel y Alcaraz Pérez María
Fernanda p/Casación” de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza, de fecha 11/09/20.
En el voto del Dr. Valerio, precisamente se hizo hincapié en el análisis de las evidencias
reunidas desde una perspectiva interseccional de las vulnerabilidades de la víctima.

26
Ahora sí, y justamente teniendo en cuenta los argumentos y
conceptos recién vertidos, surge evidente que los factores de vulnerabilidad a los que es-
taban expuestos los denunciantes, confluían de manera interseccional. Damos razones:
En efecto, la especial circunstancia de encontrarse los denun-
ciantes al momento en que ellos sostuvieron que ocurrieron los hechos, en pleno proceso
de desarrollo biopsíquico-madurativo, cognitivo y emocional- producto de la niñez/ado-
lescencia que transitaban-, pudo impactar negativamente en la medida en que no podrían
haber comprendido cabalmente el significado y las consecuencias potenciales de una
eventual actividad/ataque sexual. Pero a su vez, esa niñez/adolescencia fue atravesada
por las discapacidades auditivas, que pudo impactar en sus posibilidades de expresarse,
de contar, narrar, de denunciar; también pudo incidir en la educación formal, informal,
en el proceso de aprendizaje y en el nivel de culturización: como consecuencia de esas
discapacidades, la comunicación con sus familias–según la mayoría de ellos nos expli-
có- era muy reducida pues se limitaban a señalamientos; de igual manera, la comunica-
ción –mecanismo indispensable para aprender-, también se problematizaba en la escue-
la; es más, la misma dificultad comunicacional comprende o trasvasa múltiples aspec-
tos: no sólo el intelectual, sino también el afectivo, emocional y social. Esa dificultad en
la comunicación, también fue atravesado por la situación de extrema pobreza de los de-
nunciantes y de su núcleo familiar; ello impactó en el acceso a la salud y tratamiento
adecuado de la discapacidad y de algunas comorbilidades que ciertos denunciantes tam-
bién padecían; pero asimismo incidió incrementando la vulnerabilidad porque la mayo-
ría de los progenitores, vieron en el Provolo la forma de asegurarles un mejor futuro -así
nos lo dijeron durante el debate-; es decir, confiaron en que la institución les iba a dar a
sus hijos la calidad de vida que ellos no podían; esa confianza depositada en las autori-
dades y en la institución, bien pudo haber operado como motivo para que disminuyeran
los controles parentales relacionados con las actividades que hacían sus hijos en la insti-
tución. Y finalmente, ese contexto, fue trasvasado por la situación de poder derivado del
origen eclesiástico de las autoridades del Provolo, esa circunstancia bien pudo colocar a
esas autoridades en un escalón de superioridad, o, dicho de otro modo, pudo generar en
los denunciantes mayor intimidación, mayor sumisión, mayor temor, e incluso, hasta
bien pudo derivar para los progenitores de los denunciantes en mayor respeto –y acepta-
ción- de las mandas de esas autoridades por ser eclesiásticos.
b.1.) Es desde la visión recién indicada que abordaremos el
caso. Pero también debemos poner de manifiesto:
1) La perspectiva vinculada a la atención de las vulnerabilidades de los denunciantes, es
un enfoque. Es decir, es como una lente que pone nítida a la posible víctima en todas sus
dimensiones. Pero se trata de una lente que bajo ningún punto de vista puede desdibujar,
desenfocar o tornar borrosas las garantías constitucionales de las acusadas (quienes tam-
bién comparten algunas de las vulnerabilidades reconocidas en las presuntas víctimas,
tal como su situación de subordinación al poder patriarcalista de la iglesia católica, la re-

27
lación de dependencia laboral en que se encontraban, su condición de mujer, algunas de
ellas transitaron embarazos y tenían cargas familiares y domésticas durante su trabajo en
el Provolo e incluso algunas padecieron patologías psíquicas y/o psiquiátricas (como es
el caso de la Señora Pascual, la señora Pinacca y la señora Rafflo). La concientización
de esto también completa el enfoque.
2) Surge evidente que detectadas las vulnerabilidades y en qué medida éstas se pudieron
trasvasar y cómo pudieron interactuar entre sí, bien podemos concluir que los denun-
ciantes de nuestro caso, en los años que fueron al Instituto Provolo, se encontraban en si-
tuación de múltiple vulnerabilidad. Pero, esa situación, per se, no acredita los hechos
que se les endilgan a las señoras acusadas; y mucho menos puede ser un pretexto que
exima a las partes acusadoras de su obligación de acreditar los hechos que trajeron a jui-
cio mediante elementos de convicción conducentes.
3) Volvemos a repasar el concepto de vulnerabilidad y recordamos que la RAE sostiene
“que puede ser herido o recibir lesión”. Pero, que exista la posibilidad de que una perso-
na sea herida o dañada, no significa que efectivamente haya sido lastimada. Dicho de
otro modo, verificar la posibilidad de que exista una determinada amenaza (o varias
amenazas interactuando), no significa que el suceso dañoso vaya ineludiblemente a ocu-
rrir y mucho menos que haya ocurrido. En síntesis: Las vulnerabilidades detectadas en
los denunciantes, no acreditan los hechos traídos a juicio, pero claramente obligan al tri-
bunal a contemplar esas vulnerabilidades como circunstancias favorecedoras de ataques
o de aprovechamientos.
C. Sobre abuso infantil, relato infantil y barreras de co-
municación:
“Una persona Sorda puede hacer
cualquier cosa igual que un oyente,
excepto oír”.
Irving King Jordan

El autor de esa frase, tan elocuente como inspiradora, fue el


primer Rector Sordo de la Universidad de Gallaudet (única universidad de Artes Libera-
les del mundo de, por y para personas sordas, ubicada en Washington DC y fundada en
1864): No puede ser por casualidad que justamente esa frase y no otra, figure a manera
de prólogo de la carpeta institucional del CAS - Confederación Argentina de Sordos,
carpeta cuyo título es “Construyendo Juntos” – Período 2018 – 2021; edición 2019
(https://cas.org.ar/wp-content/uploads/2021/04/CARPETA-INSTITUCIONAL-CAS-
2021.pdf ). A esta Confederación, se encuentran afiliadas tanto la Asociación de Sordos
de Mendoza (ASM), como el Movimiento de Sordos de Mendoza (MSM).
El mensaje es claro, estas asociaciones luchan por la igual-
dad; no generemos nosotros la diferencia, no interpongamos barreras de ninguna índole.
a) Volvemos a reiterar: en nuestro caso, hemos escuchado a
los denunciantes dar cuenta de abusos sexuales que, conforme a sus declaraciones, ocu-

28
rrieron en el Instituto Provolo, cuando ellos eran niños/niñas/adolescentes, y agregamos,
en condiciones de múltiples vulnerabilidades.
Esa circunstancia: ¿transforma al relato de los denunciantes
–ya mayores de edad- en un relato infantil? La respuesta debe ser clara: ello es inade-
cuado, es asumir a una persona adulta como si se tratara de una criatura; es infantilizar
su relato. Mientras desde la Comunidad, Colectivo y Cultura de Sordos se clama por la
igualdad, no se puede desde lo institucional realizar una suerte de capitis deminutio de la
persona Sorda, calificando y tratando jurídicamente a su relato bajo los estándares fija-
dos por los tribunales para la declaración infantil.
Hacemos hincapié en esta circunstancia pues, hemos escu-
chado a lo largo del debate, a distintos operadores judiciales hacer alusión en sus decla-
raciones al relato infantil y a la forma en que debe valorarse ese relato.
Hemos escuchado a los abogados de las partes acusadoras ci-
tando precedentes como Sayd Carrizo (SCJ Mza., Expte. 13043257956 “F.c/ Sayd Ca-
rrizo, M. p/Abuso sexual”, de 07/11/2018, LS 570-086), así lo hizo el señor Fiscal Jefe;
o el caso “Sanelli, Juan Marcelo s/ abuso sexual -art. 119, 3° párrafo-" – Corte Suprema
de Justicia de Nación - 04/06/2020, mencionado por el Dr. Sergio Salinas y el Dr. Barre-
ra.
En ambos fallos, las víctimas eran niños que relataron lo que
les había ocurrido siendo aún niños. De allí que, en esos precedentes, se ha sostenido
que “en los casos de abuso sexual cuando las víctimas son niñas y niños, la determina-
ción cronológica de los hechos, así como matices en relación a las circunstancias de
modo y lugar, deben ser menos estrictas. En esta línea, como ya se ha pronunciado en
detalle este tribunal en “Lorente” (CUIJ N° 13-03840672-2/1) debe considerarse el
perfil psicológico del niño o niña, su edad, su capacidad de situarse en el tiempo y de-
más particularidades que puedan influir de algún modo en la precisión de su relato”
(Sayd Carrizo). E incluso que “…el niño no debe tener necesariamente un conocimiento
exhaustivo de todos los aspectos del asunto que lo afecta, sino una comprensión sufi-
ciente para ser capaz de formarse adecuadamente un juicio propio sobre el asunto”
(Sanelli, con cita de Atala Riffo y Niñas vs Chile, de la Corte IDH).
Pero, justamente, lo que queremos puntualizar es que las de-
claraciones que brindaron los denunciantes durante nuestro debate, no pueden ser califi-
cadas como “relatos de niños”, pues todos eran mayores de edad (muchos de ellos ya te-
nían más de 25 años).
Debe advertirse que las personas adultas no narramos los he-
chos del mismo modo que pueden contarlos los niños o niñas; un adulto, e incluso un
adolescente que relata un suceso que le ocurrió cuando era pequeño, no lo va a contar de
la misma manera que lo hubiera contado en su niñez (aunque el hecho sea el mismo). En
ese sentido, emerge como compatible a nuestro caso, el criterio de valoración adoptado
por la Corte IDH en el caso Rosendo Cantú y otra vs. México (sentencia de 31 de agosto

29
de 2010, disponible en:
https://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_216_esp.pdf ), de la Corte IDH.
El en el parágrafo 91 de la aludida sentencia se indicó: “De las diferentes declaraciones
de la señora Rosendo Cantú, salvo algunas imprecisiones, se advierte consistencia en lo
relatado en cuanto al hecho de la violación sexual. La Corte [IDH] considera que no es
inusual que el recuento de hechos de esta naturaleza contenga algunos aspectos que
puedan ser considerados, a priori, inconsistencias en el relato. Al respecto, el Tribunal
[Corte IDH] toma en cuenta que los hechos referidos por la señora Rosendo Cantú se
relacionan a un momento traumático sufrido por ella, cuyo impacto puede derivar en
determinadas imprecisiones al rememorarlos. Dichos relatos, además, fueron rendidos
en diferentes momentos desde 2002 a 2010. Adicionalmente, la Corte tiene en cuenta en
el presente caso, que al momento de ocurridos los hechos la señora Rosendo Cantú era
una niña”. Como en nuestro caso, la denunciante era una persona ya mayor de edad, que
contaba hechos ocurridos en la infancia, y que había declarado múltiples veces; la Corte
IDH consideró a la hora de evaluar las imprecisiones del relato, entre otras causas, que
era un hecho ocurrido en la infancia, pero no calificó al relato como infantil.
Obviamente, las imprecisiones, dificultades para recordar o
ubicarse temporalmente, pueden atribuirse a que han pasado muchísimos años desde
aquella época en que ellos eran niños o adolescentes; el paso del tiempo, como infra ex-
plicaremos, impacta de manera muy fuerte en la posibilidad de recordar, hace gran daño
en la memoria. Tampoco ignoramos que, tratándose de hechos supuestamente ocurridos
en la infancia, a ese paso del tiempo debe adicionarse un plus: puede tratarse de sucesos
de los que se carecía de conocimiento previo para interpretar la información o no se te-
nía una cabal comprensión, e incluso la insuficiente madurez puede también provocar
fallos en la manera de procesar la información. Es decir, todas estas circunstancias,
abren paso a imprecisiones en el relato y ello debemos ponderarlo.
De todas maneras, también debe advertirse que nuestro Su-
perior Tribunal provincial en el fallo “Vega, Héctor Damián”, aun entendiendo que el
relato de niños no debe medirse con un control de logicidad tan estricto como el relato
de personas adultas, aun así, sigue entendiendo que el relato del niño debe tener un re-
quisito mínimo: debe ser inteligible y creíble (conforme su edad y madurez); y esas ca-
racterísticas o estándar mínimo, lo consigna con cita directa de las Directrices sobre la
justicia para los niños víctimas y testigos de delitos, Consejo Económico y Social, Res.
2004/27 del 21/7/04, ap. II. B.18; Directrices sobre la justicia en asuntos concernientes a
los niños víctimas y testigos de delitos, Consejo Económico y Social, Res. 2005/20 del
22/7/05, ap. VI.18; Ley modelo sobre la justicia en asuntos concernientes a menores víc-
timas y testigos de delitos, de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el De-
lito –UNODC–, en colaboración con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia –
UNICEF– y la Oficina Internacional de los Derechos del Niño, año 2009, art. 20). En

30
síntesis: las exigencias de “inteligibilidad” y “credibilidad”, tampoco ceden ante la mi-
noría de edad del relatante.
También escuchamos a psicólogos/psiquiatras del Ministerio
Público Fiscal, en sintonía con lo indicado por los representantes de las acusaciones pú-
blica y privadas, y que se encargaron de hacer los informes de Ley, mencionar las carac-
terísticas de los relatos infantiles. Por ejemplo, la Licenciada Ana Cucchi que explican-
do sobre los criterios de credibilidad que ellas (las profesionales del EDeAAS, del Mi-
nisterio Público Fiscal) utilizaban, respondió que no aplicaban ninguna guía de manera
rígida; que la manera de ir elaborando sus hipótesis, se asemeja más a una guía que se
llama GEA-5; “que han sido más pensadas más para niños y adolescentes” [sic]. Fue el
señor Fiscal Jefe, quien, ponderando positivamente esa metodología, nos recordó que
ese es el criterio de evaluación al que alude Irene Intebi como adecuado para evaluar el
testimonio infantil de abuso sexual, en su libro “Proteger, reparar, penalizar. Evalua-
ción de las sospechas de abuso sexual infantil” (Editorial Garnica, Buenos Aires, 2011,
pág. 260 y ss, agregamos para dar la cita completa).
No se nos escapa que la técnica SVA con los criterios CBCA
–también mencionados durante nuestro debate-, fueron usados originalmente para eva-
luar credibilidad en abusos infantiles, pero debemos remarcar que esa técnica y esos cri-
terios, se encuentran validados para adultos y usados en la mayoría de los ámbitos foren-
ses (Cfr.: Amaya-Nassar, S. “Técnicas de análisis de credibilidad del testimonio en adul-
tos: una revisión breve”. En Londoño-Pérez, C. & Peña-Sarmiento, M. (Eds.), 2021.
Perspectivas de investigación psicológica: aportes a la comprensión e intervención de
problemas sociales. (pp. 25-37). Bogotá: Editorial Universidad Católica de Colombia
(sitio web consultado el 2/8/23;
https://repository.ucatolica.edu.co/server/api/core/bitstreams/2b15cedf-d9be-454d-a774-
dba74eb01e80/content )

No ignoramos que se dijo en el debate que algunos alumnos


de la institución además de dificultades auditivas, presentaban otras enfermedades; por
ejemplo, la Licenciada Isabel González –psicóloga del instituto- habló de “comorbilida-
des” e incluso sostuvo que había alumnos que presentaban afasia. De todas maneras, y
aunque parezca obvio, también debemos puntualizar que cualquier enfermedad conco-
mitante a los déficits auditivos–para el caso de que puntualmente se verificara-, no pue-
de asociarse para su valoración con las características que reviste el “relato infantil”,
sencillamente porque son cosas distintas.
También debe quedar bien claro que una cosa es tener en
cuenta como factor de vulnerabilidad que los hechos relatados por los denunciantes po-
drían haber ocurrido cuando ellos eran niños, niñas o adolescentes, y otra muy distinta

31
es calificar de infantiles sus relatos siendo mayores. Las vulnerabilidades a las que ha-
yan estado expuestos, no transforman el relato en infantil, porque a la hora de declarar
en el debate, brindaron sus relatos siendo adultos.
No queremos finalizar este tema, sin antes recordar que in-
fantilizar a la persona con discapacidad, es crear una barrera (así dice la Agencia Nacio-
nal de Discapacidad a través de los spots que muestran que las barreras que imponemos
desde el entorno, limitan la autonomía y la inclusión de las personas con discapacidad.
Cfr.:
https://www.argentina.gob.ar/andis/avancemos-hacia-una-sociedad-sin-barreras).
Es que la infantilización de la discapacidad tiene que ver con
una lógica centrada en el error de percibir a las personas con discapacidad como incom-
pletas; es asumir una visión proteccionista y de subestimación (modelo rehabilitador o
médico) inaceptable e imposible de sostener desde el marco normativo vigente, pues ya
desde el preámbulo de la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas
con Discapacidad, puede identificarse claramente el modelo social adoptado; así en el
mismo se reconoce que la discapacidad es un concepto que evoluciona y que resulta de
la interacción entre las personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al
entorno que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de con-
diciones con los demás. Ello, incluso, fue mencionado por el Dr. Oscar Barrera, aboga-
do de algunos querellantes.
b) Por otro lado, también hemos escuchado a los acusadores
sostener que se debe tener en cuenta, a la hora de valorar el relato de los denunciantes,
que la Lengua de Señas es un idioma pobre al lado del español que tiene más de 100.000
palabras. Si así fuera, también deberíamos predicar lo mismo del idioma inglés que tiene
muchísimos menos vocablos que el español. En ese sentido, es decir, vinculado a consi-
derar a la LSA una lengua más “precaria” por carecer de tantas palabras como otras len-
guas, extraemos del libro “Lengua de Señas Argentina. Análisis y Vocabulario Bilin-
güe”. Ed. Edicial, Buenos Aires, l994, capítulo II, pág. 9, de Massone, M. I. y Machado.
E. M.. ( https://www.argentina.gob.ar/andis/avancemos-hacia-una-sociedad-sin-
barreras), el párrafo que a continuación transcribimos del subtítulo: Los mitos y las len-
guas de señas : “ … Se ha dado como ejemplo de este hecho en numerosos trabajos lin-
güísticos y antropológicos, la cantidad de nombres que tienen los esquimales para nom-
brar la nieve cuando el español, el inglés y la mayoría de las lenguas solo tienen uno.
(¿Sería, por lo tanto, el español inferior al esquimal?) …”.
Ha resultado paradójico que los denunciantes criticaran la
metodología oralista del Provolo, reivindicaran la Lengua de Señas, y luego vinieran al-
gunos de sus representantes y Fiscalía a sostener que debíamos tener en cuenta que la
Lengua natural y cultural de los Sordos carecía de riqueza de vocabulario.
De una manera similar, también escuchamos a la Dra. Vale-
ria Corbacho, sostener que la LSA, estructuralmente es distinta al lenguaje oral. Pero,

32
ocurre que, la diferencia estructural tampoco implica ningún tipo de limitación; volvien-
do al mismo ejemplo, el idioma inglés también se estructura de manera distinta al espa-
ñol (por ejemplo, los adjetivos siempre se colocan antes del sustantivo; el genitivo sajón
no existe en el español, etc.); pero ello tampoco significa que se limite la comunicación
o que los ingleses no puedan expresarse o que no lo hagan tan bien como la comunidad
hispano parlante.
Se infiere que, tras las expresiones de los litigantes en ese
sentido, existe una premisa ciertamente falsa que consiste en que la aptitud de comuni-
cación de una lengua depende de la cantidad de vocablos que la integran o de su estruc-
tura gramatical.
Cuando en estos días se ha proclamado a nivel nacional a la
Lengua de Seña como una lengua natural y originaria que conforma un legado histórico
inmaterial como parte de la identidad lingüística y la herencia cultural de las personas
sordas en todo el territorio de la Nación Argentina, y que garantiza su participación e in-
clusión plena, como así también de las personas que, por cualquier motivo, elijan comu-
nicarse en dicha lengua (artículo 1º Ley 27710), las observaciones de los acusadores y
de la señora Defensora Corbacho, lucen por lo menos, disonantes.
La Lengua de Señas, es un lenguaje y forma de comunicarse
de una comunidad, es el elemento aglutinante de la Cultura Sorda; si se proclama como
lengua oficial y desde todas las comunidades de Sordos, piden su uso, obviamente debe
ser porque sirve para comunicarse. En ese sentido, lucieron más acordes con la concep-
ción actual y legal de la Lengua de Señas, las palabras traídas por el otro querellante, el
Dr. Barrera, con cita de William Stokoe (también profesor de la Universidad de Gallau-
det): “El código de comunicación gestual y visual que utilizan las personas sordas reúne
todas las características morfológicas y sintácticas de una lengua y es homologable a
cualquier otra lengua hablada” (el subrayado es nuestro). A ello, debemos agregar: “La
validación lingüística ofrecida actualmente por numerosísimas investigaciones se basa
en la observación de que las lenguas de señas presentan una estructuración gramatical
tan compleja como la de cualquier lengua hablada y sus mismas propiedades (Stokoe,
1960; Stokoe y Bergman, 1980; Bellugi y Studdert-Kennedy, 1980; Volterra et al, 1984;
Liddell y Johnson, 1985; Massone, 1985/89; Behares et al, 1986; Harder y Schermer,
1986; Risannen, 1986; Johnson y Massone, 1990, etc.)”. (Cfr.: Massone, M. I. y Macha-
do, E. M. (1994); (Cfr.: Lengua de Señas Argentina. Análisis y vocabulario bilingüe.
Buenos Aires, Argentina: Edicial en sitio web:
https://linguisticaenelispee.files.wordpress.com/2013/06/massone-y-machado_cap-1.pdf
)
Lo que acabamos de indicar, no significa que no hayan exis-
tido dificultades en la comunicación a la hora de que algunos o algunas denunciantes de-
clararan. Pero esos problemas, no fueron por el uso de una lengua distinta al español,
sino porque algunas personas que declararon en LSA, tenían escaso manejo de la mis-

33
ma; algunos denunciantes hablaban de manera muy elemental o rudimentaria la LSA.
Pero eso no se tradujo en imposibilidad de comunicación, sino, reiteramos, en dificultad.
Dificultad que pudo, sortearse gracias a que todos denunciantes declararon en el debate
con más de un intérprete de LSA; es más, en casi todos los casos, fueron asistidos duran-
te sus testimonios por dos intérpretes en la sala de debate (la señora Bossio y el señor
Fráncica, designados por el Tribunal), y on line por los intérpretes Vandone (por la De-
fensa de las señoras Kosaka y Martínez) y Alkar (por los querellantes representados por
el Dr. Barrera); es decir, cuatro intérpretes por declarante.
Debemos destacar, además, el profesionalismo y dedicación
de estos intérpretes, que no sólo desde sus experticias sino también desde la ética, en to-
do momento colaboraron de la manera más eficaz para lograr la mejor traducción y bus-
cando siempre las palabras adecuadas para facilitar no sólo la comprensión de las pre-
guntas y respuestas y el entendimiento del tenor del relato, sino también la fluidez de la
declaración, y fundamentalmente, la fiel transcripción de sus testimonios.
Dicho a manera de síntesis:
1) No podemos calificar al relato de personas adultas como
“infantil” por el simple hecho de narrar algo que sostuvieron que les ocurrió en la infan-
cia; y mucho menos, se deberían haber aplicado test o criterios de evaluación para niños
con personas adultas, como ciertos profesionales de salud sostuvieron haber hecho en
los presentes.
2) En el caso concreto, desde nuestro debate, la discapacidad
auditiva de los denunciantes, no generó ningún tipo de barrera comunicacional, en la
medida que: a) Todos los denunciantes hablaban LSA (más allá de que algunos tuvieran
mejor manejo o versatilidad que otros); es decir se expresaron en un idioma reconocido
como oficial, natural de la Cultura Sorda y homologable a cualquier lengua hablada. b)
Contamos, en el marco de los ajustes razonables, con varios intérpretes de LSA, y, agre-
gamos la presencia de las Licenciadas de CAI, que asistieron y fueron realizando las
preguntas buscando en todo momento claridad y simpleza en el vocabulario, y morige-
rando el eventual impacto emocional que el interrogatorio pudiera suscitar, esforzándose
en todo momento por hacer inteligible las preguntas y valiéndose al efecto, no sólo de la
intermediación de los intérpretes, sino de la utilización de recursos de apoyo tales como:
gráficos, dibujos, imágenes, mapas, etc. De hecho, esta es una de las razones por las que
estos testimonios se extendieron en el tiempo.
3) Por consiguiente, la actitud asumida por algunos acusado-
res a la hora de formular sus alegatos, luce conceptual y fácticamente equivocada. Es
más, hasta se aprecia incompatible con las directrices emanadas de todos los tratados in-
ternacionales y legislación vigente, en la medida que se ha pretendido devaluar al relato
de las personas con discapacidad auditiva infantilizándolo o empobreciéndolo por el ma-
nejo de la LSA.

34
D) Sobre el transcurso del tiempo y la posibilidad de con-
taminación del relato y/o sugestión del testigo:
1. Sobre el transcurso del tiempo:
Entonces, surge evidente que vamos a ponderar relatos de
personas jóvenes ya adultas, pero no niños; la mayoría ciudadanos responsables, que eli-
gen gobernantes, que se ajustan a deberes laborales, que son padres o madres y que cui-
dan y educan a sus hijos, que nos contaron abusos sexuales que dijeron haber padecido
cuando eran niños y/o adolescentes. Si bien no estamos en presencia de un relato infantil
-como recién se explicó-, no puede soslayarse el enorme lapso de tiempo que ha transcu-
rrido desde la fecha que ellos sostuvieron que ocurrieron los hechos relatados, hasta las
fechas de las denuncias; estamos hablando de muchos años.
Ese transcurso de tiempo, no es gratuito a la hora de prestar
declaración. Mucho se ha escrito sobre cómo afecta a la memoria el tiempo transcurrido.
Viene al caso, la comparación que realiza Rubén A. Chaia, con la que pone de relieve y
de una manera clarísima que memoria/tiempo no constituye un buen binomio. Así, el
autor recién indicado sostiene: “En relación al tiempo, así como resulta prácticamente
inútil para la investigación concurrir a una escena del crimen dos años más tarde aten-
to a las enormes transformaciones y/o alteraciones que puede haber sufrido el lugar y
los rastros e indicios depositados, del mismo modo, el indicio cognitivo constituido por
el recuerdo se deteriora con el paso del tiempo reconstruyéndose cada vez que el testigo
evoca y recupera el recuerdo, sumando la posibilidad de que se contamine con informa-
ción del entorno, las preguntas formuladas, los medios de comunicación o los comenta-
rios de otras personas” (Cfr.: Chaia, Rubén A., “Técnicas de litigación penal. Análisis
doctrinario y jurisprudencial, Ed. Hammurabi, 1° Edición, 1° Reimpresión, T. 3, pág.
77, Bs. As., 2020).
En ese sentido, también nos permitimos citar las palabras de
Antonio L. Manzanero: “… Sabemos también que el paso del tiempo provoca un dete-
rioro gradual en las huellas de memoria, que puede llevar a una pérdida de las cone-
xiones que hace accesible a la conciencia un determinado recuerdo, con lo que ésta
queda en el olvido, haciéndose prácticamente imposible su evocación. Por añadidura al
paso del tiempo, se ha barajado la posibilidad de que las huellas de memoria puedan
ser modificadas o, en su caso, sustituidas por una nueva huella diferente. Así pues, un
recuerdo de un suceso real podría “desaparecer” en favor de otro. Estos y otros facto-
res influyen de manera decisiva sobre la exactitud de la memoria. Pueden cometerse
dos diferentes tipos de errores de memoria: errores de omisión y errores de comisión.
Los errores de omisión se dan cuando en lo que cuentan los testigos de un hecho faltan
detalles importantes, bien por olvido bien por ocultación; y los errores de comisión son
aquellos en los que los testigos introducen información falsa, deliberadamente -menti-
ra- o debido a inducción autogenerada o generada por otros -efecto misleading-, fallos
en la distinción entre realidad y fantasía, transferencia inconsciente...” (Cfr.: Manzane-

35
ro, Antonio L., “Realidad y Fantasía: Credibilidad, Metamemoria y Testimonio” - De-
partamento de Psicología Básica. Universidad Autónoma de Madrid, 1991, p. 7; en edi-
ción digital:
https://eprints.ucm.es/id/eprint/26704/1/Realidad%20y%20Fantas
%C3%ADa_Credibilidad%252C%20metamemoria%20y%20testimonio.pdf )
En síntesis y haciendo un parangón con la informática: la
memoria humana no es un archivo encriptado que permanece inalterable durante el
transcurso del tiempo; puede deteriorarse y puede modificarse –sea una inducción que la
misma persona realiza o generada por terceros-.
Dicho de otro modo: el transcurso del tiempo hace mella en
la precisión del relato y puede dar lugar a olvidos/falta de precisión y a falsas memorias.
Sobre la falta de precisión, podemos volver a recordar el ca-
so Rosendo Cantú y otra vs. México que ya mencionamos. La Corte Interamericana, ad-
virtió que existían varias declaraciones de la víctima en el transcurso del tiempo, que los
hechos de los que daba cuenta eran ocurridos en la niñez, que se trataba de hechos trau-
máticos, y concluyó que se justificaba que algunos aspectos de esos relatos podían –a
priori- contener ciertas imprecisiones, pero también dejó bien en claro ese Tribunal, que
advertía consistencia en lo que al hecho del abuso sexual concernía.
En síntesis: ninguna duda puede existir de que la falta de pre-
cisión en algunos aspectos de los relatos de los denunciantes, puede ser totalmente facti-
ble y atendible considerando el tiempo que ha transcurrido. Pero esa falta de precisiones
tiene limitaciones dentro del proceso judicial: cuando el relato, por su vaguedad, afecta
la coherencia del tenor, de suerte tal que pierde fiabilidad y/o impide al acusado defen-
derse.
2. Sobre la contaminación del relato:
Sostuvo el señor Fiscal Jefe y también se lo escuchamos a
los querellantes que la teoría del caso de las Defensas, se basó en una suerte de “confa-
bulación de los sordos”; aclaró que se había intentado atribuir las denuncias a un acuer-
do entre ellos para realizar falsas denuncias; como una suerte de asociación ilícita. Dedi-
có el titular de la vindicta publica bastante tiempo de su alegato a refutar la existencia de
este acuerdo por parte de los denunciantes (para declarar en un sentido).
En realidad, las Defensas, sostuvieron, como teoría del caso,
que los relatos de los denunciantes estaban “contaminados”. No es lo mismo confabula-
ción que contaminación. Por ello, y atento a que los señores Defensores han sido claros
durante todo el proceso tratando de demostrar la sugestión/contaminación de los relatos
de quienes denunciaron, omitiremos referirnos a la “confabulación” pues nunca fue
planteada como hipótesis, ni tampoco encontramos motivos para abordarla.
Entonces, centrándonos en lo que fue la teoría del caso de la
mayoría de los Defensores, debemos puntualizar: Aun soslayando la modificación “deli-
berada” de la memoria (mentira), ya sabemos que puede existir una inducción autogene-

36
rada, pero involuntaria (contaminación interna de la memoria), y otra inducción o in-
fluencia externa (intencional o no).
Citaremos a Günter Köhnken; Antonio L.; Manzanero; y M.
Teresa Scott, en “Análisis de la validez de las declaraciones: mitos y limitaciones”
Anuario de Psicología Jurídica, vol. 25, 2015, pp. 13-19 Colegio Oficial de Psicólogos
de Madrid Madrid, España, p.18; pág web: https://www.redalyc.org/articulo.oa?
id=315040291003 ) “… Tal como lo planteara Loftus (1996), cada vez que recordamos,
la huella de la memoria que lo representa se reconstruye, lo que implica que con cada
recuperación los recuerdos se van transformando mediante la incorporación de nuevos
datos y la reinterpretación de los ya existentes. Cuanto más tiempo ha transcurrido y
cuantas más personas han intervenido con preguntas, más veces se ha tenido que re-
construir el hecho, más información se habrá distorsionado y más se habrá modificado,
también, la manera como expresan los sujetos esa información…”.
En nuestro caso, el transcurso del tiempo es evidente, como
ya dijimos; y si simplemente tenemos en cuenta la cantidad de veces que cada denun-
ciante ha narrado su relato tan sólo yendo a contarlo a las distintas oportunidades que tu-
vo que prestar declaración en sede judicial y ante los psicólogos (forenses y en algunos
casos particulares también), luce obvio que la probabilidad de “incorporación y reinter-
pretación” del relato primigenio, como dice la cita que hemos hecho o cualquier biblio-
grafía básica sobre el tema, surge como altísima. Esta circunstancia, debe tenerse en
cuenta a la hora de ponderar las declaraciones, en la media que, desde esta perspectiva,
ya no estamos hablando de deterioro o falta de algunas precisiones, sino de distorsión
mediante un enriquecimiento en cantidad o calidad del relato. En ese sentido, también
resultan útiles las palabras de Antonio L. Manzanero: “.,. Cuando contamos o recupera-
mos algo de la memoria lo que hacemos es reconstruirlo y al hacerlo añadimos infor-
mación para hacer coherente el relato rellenando las lagunas que pudieran haberse
producido (Baddeley, 1982). A más tiempo transcurrido, más información se habrá dis-
torsionado…” (Cfr: Manzanero, A.L. (1994): “Recuerdo de sucesos complejos: Efectos
de la recuperación múltiple y la tarea de recuerdo en la memoria”. Anuario de Psicolo-
gía Jurídica, 4, 1, 9-23; consultado el 22/11/22 en sitio web:
https://docta.ucm.es/handle/20.500.14352/57990 )
Sabemos entonces, que la memoria llena los olvidos de las
formas más variadas, de modo que los recuerdos están en continua actualización. Y des-
de la Psicología del Testimonio, nos explican que no sólo se modifica con construccio-
nes propias, sino que también se transforma con la influencia externa. La memoria es
sensible al entorno, al tipo de preguntas que se hacen (más si son sugestivas y están es-
paciadas en el tiempo), a quienes realizan esas preguntas, a cuántas veces se realizan, si
son reiteradas, etc. Si se corrompe la memoria, ésta termina siendo parte de la biografía
del testigo; él creerá que lo que recuerda es verdad. Volvemos a Manzanero, en su obra
ya citada (“Realidad y Fantasía: Credibilidad, Metamemoria y Testimonio”, ahora en la

37
pág. 48): “… Cuando un testigo presencia un determinado hecho y tiempo después es
preguntado sobre lo que ocurrió, si entre tanto se le ha suministrado información nueva
referente al mismo, éste puede haberla incorporado a su memoria y contestar a las pre-
guntas formuladas sobre los hechos basándose en esos añadidos. … Numerosos investi-
gadores han intentado explicar por qué cuando a un testigo de un suceso se le suminis-
tra información engañosa tras la ocurrencia del hecho éste informa en la dirección de
lo sugerido ignorando lo que realmente presenció….”.
En síntesis: También es posible encontrar casos en los que el
testimonio de la supuesta víctima no esté viciado por la intención de engañar sino por
fenómenos variados de sugestión. Este tipo de casos son mucho más frecuentes en de-
nuncias de abuso o agresión sexual a menores, y precisamente cuando intervienen -en
mayor medida- los psicólogos realizando periciales sobre las declaraciones de los
niños o sobre su sintomatología (Cfr.: Diges Junco, Margarita en: “La utilidad de la
psicología del testimonio en la valoración de pruebas de testigos” –Artículo publicado
originalmente en la revista Jueces para la Democracia. Información y Debate, 2010,
núm. 68, pp. 51-68; ha sido publicado en Pensamiento Penal:
https://www.pensamientopenal.com.ar/doctrina/42675-utilidad-psicologia-del-
testimonio-valoracion-pruebas-testigos
En ese sentido, Rubén A. Chaia, nos enseña que: “Se llama
“sugestibilidad” a la tendencia para integrar información posterior en el sistema de pen-
sar, recordar y más adelante relatar estas informaciones como hechos vividos”. Continúa
Chaia sosteniendo que Diges Junco realiza un pormenorizado análisis de los efectos
contaminantes de la sugestión en la declaración y postula, desde la Psicología del Testi-
monio, el impacto sobre la información que proporcionan testigos y víctimas, a partir de
preguntas sugestivas (Cfr.: Chaia, Rubén A., obcit, p. 81)
La propia Margarita Diges, en su obra “Testigos, sospecho-
sos y recuerdos falsos”, Ed. Trotta S.A., 2016, p. 104/105, sostiene: “Por otro lado, los
datos experimentales indican que esos falsos recuerdos van creciendo a lo largo de los
intentos de recordar, el sujeto va añadiendo detalles verbales y visuales que no se ha-
bían incluido en la sugestión inicial (Bruck y Ceci, 1997). Así que unas semanas des-
pués de la sugerencia del suceso ficticio, el sujeto no solo ha adornado su recuerdo,
sino que, además, cree firmemente que es genuino (Loftus y Coan, 1994) y no puede di-
ferenciar de los otros recuerdos, los verdaderos, cuando se le dice la verdad sobre el
experimento. En resumen, parece que es factible llegar a sugerir una memoria comple-
tamente falsa, al menos si se trata de sucesos autobiográficos que supuestamente han
tenido lugar en la infancia. … Hay una característica común a los estudios de creación
de falsas memorias, tanto en niños como en adultos, y es que, desde un punto de vista
intuitivo, los episodios utilizados son plausibles. Esto es, adultos y niños somos cons-
cientes de disponer de pocos recuerdos de la infancia, por lo que nos resulta bastante

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aceptable que nos haya ocurrido un episodio y que ahora no podamos recordarlo…”.
(Subrayado y negrita nos pertenecen).
La historia de las declaraciones testimoniales en los procesos
judiciales, está plagada de casos de sugestión de los testigos. Pero existe un antecedente
que resulta imposible de olvidar -para quienes contamos con muchos años, tanto de edad
como de ejercicio profesional-, o de soslayar –para los jueces o juezas a los que “no nos
resulta indiferente el error judicial”, tal como dice Diges Junco en su dedicatoria del li-
bro que recién citamos-. En realidad, no es un caso, sino que es mucho más grave; fue
un grupo de casos. Tan importante fue el fenómeno, que abarcó prácticamente una déca-
da (entre los años 80 y 90, del siglo pasado). Es el antecedente que cita la mayoría los
manuales de Psicología del Testimonio. Estamos haciendo referencia al caso Mc Martin
y una seguidilla de casos similares que se dieron entre los ’80 y ’90. Se trataron todos de
supuestos abusos sexuales en guarderías infantiles que terminaron sin condenas –fuera
porque las mismas fiscalías retiraban los cargos, fuera porque el jurado declaraba no cul-
pables a los acusados-.
Más allá de que la bibliografía sobre el tema es súper abun-
dante, hemos elegido básicamente dos referencias para narrar lo acontecido y sus conse-
cuencias: a Margarita Diges Junco –en su publicación “La utilidad de la Psicología de
Testimonio…” ya citada-, y la página web de Psicología del Testimonio en la que inter-
vienen investigadores de la Facultad de Psicología, Universidad Complutense de Madrid
(España), cuyo investigador principal es Antonio L. Manzanero, es decir, otro referente
en la materia (http://memoriadetestigos.blogspot.com/p/falsas-memorias.html), consul-
tado el 25/11/22.
Se trató de un fenómeno de propagación de denuncias de
abusos sexuales infantiles. Dentro del caso McMartin, en esa propagación mucho tuvo
que ver que la propia policía, que envió cartas a los otros padres de los compañeros del
denunciante, con una suerte de “formulario” de preguntas para que les hicieran a sus hi-
jos a los fines de que presentaran sus denuncias si advertían que también habían sido
abusados –lo que se tradujo en una suerte de “vademécum” hecho por policías con pre-
guntas sugestivas, por supuesto-. Y en la propagación de las denuncias hacia las otras
guarderías diseminadas por USA -es más, incluso se expandió hasta lugares como Nue-
va Zelanda, Brasil, etc.-, tuvo mucho que ver la trascendencia mediática. Al fenómeno
no sólo se lo ha estudiado desde la Psicología del Testimonio, también ha sido materia
de análisis desde la Sociología (como fenómeno de pánico moral).
Pero fundamentalmente se recuerda el caso McMartin pues
fue –conforme cuenta la historia-, el caso más largo y costoso de USA; el proceso co-
menzó en 1983 y se cerró a principios de los noventa; la Fiscalía gastó 15 millones de
dólares, y fueron acusados siete profesores de la escuela, incluyendo varias mujeres de
edad, de haber abusado de centenares de niños a lo largo de 10 años, en un suburbio de
Los Ángeles. Para la mayoría de los acusados se retiraron los cargos, y en los casos en

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que se llegó a juicio no hubo ninguna condena. En realidad, todos ellos fueron víctimas
de una investigación inapropiada, de intereses políticos y de los medios de comunica-
ción. La metodología utilizada por una psicóloga, “especialista” en abuso sexual infantil,
para obtener las declaraciones de los menores llevó a que finalmente describieran un
amplio catálogo de agresiones sexuales entre las que se incluían felaciones, tocamientos
genitales y anales, sodomía, rituales satánicos.
Las declaraciones de los menores estaban llenas de inconsis-
tencias y descripciones de hechos imposibles; algunos contaron que habían grabado des-
nudos películas de indios y vaqueros en las que unos mantenían relaciones sexuales con
los otros; manifestaron que las agresiones habían tenido lugar en granjas, en circos, en
casas de desconocidos, en túneles de lavado de coches, en almacenes y en una habita-
ción secreta de la guardería a la que se accedía por un pasadizo (ello llevó a que se hicie-
ran todo tipo de excavaciones en los predios que los chicos denunciaron, para buscar los
túneles); dijeron haber visto brujas volando; contaron que se sacrificaban animales en un
ritual parecido a una ceremonia religiosa donde debían beber la sangre de los animales
degollados. Cuando todo concluyó, los niños tenían entre 8 y 15 años y habían pasado
gran parte de su vida contando las falsas agresiones sexuales que entonces ya «recorda-
ban» con todo lujo de detalles. Tras el juicio, los propios miembros del jurado criticaron
las entrevistas con los niños por ser «directivas» y, con el tiempo, se pudo disponer de
parte de esas entrevistas y sus transcripciones (ahora archivadas en la Universidad
McGill). Gracias a que en el caso McMartin estaban registradas las entrevistas que los
expertos realizaron a los niños, se han podido hacer trabajos de investigación sobre esas
entrevistas y preguntas dirigidas -o sugestivas- en el proceso. Reiteramos: confróntese
“La utilidad de la Psicología de Testimonio…” de Diges Junco ya mencionado, o cual-
quier otro manual básico de esa materia. También puede consultarse: “The influence of
suggestive parent-child conversations and interviews on children’s memory reports” de
Taylor Evan Thomas en: https://www.argentina.gob.ar/andis/avancemos-hacia-una-
sociedad-sin-barreras
No hemos rescatado de la historia cercana el caso McMartin
para mostrar las similitudes que pueda tener con el nuestro. Simplemente lo hemos rese-
ñado porque es el paradigma –relativamente cercano en el tiempo- de la contaminación
o sugestión de la memoria de supuestas víctimas. Es uno de los antecedentes más impor-
tantes en las investigaciones sobre la influencia de las preguntas sugestivas a los denun-
ciantes, de la influencia de figuras de autoridad –progenitores-, de la presión de los me-
dios de comunicación, de la ceguera de los entrevistadores al estar focalizados en una
única hipótesis: que los abusos ocurrieron (sesgo de confirmación). Y debemos recordar
que la teoría del caso de los defensores técnicos en nuestro caso, fue justamente esa: la
contaminación en los relatos de los denunciantes; es decir, estamos compelidas a abor-
dar el tema de la sugestión y de los falsos recuerdos de denunciantes y testigos.

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Volviendo a nuestro caso, sabemos que no estamos en pre-
sencia de un denunciante o dos, sino de varios, todos ex compañeros del Instituto Provo-
lo, que han interactuado entre ellos, no sólo cuando concurrieron a la institución, sino
que también estuvieron en contacto cuando ya la habían abandonado, y han seguido en
contacto hasta la fecha. Esa circunstancia, bien puede haber dado lugar a la contamina-
ción de sus recuerdos y haber impactado en los relatos que hicieron; e incluso ha queda-
do acreditado también la interactuación de los denunciantes con otras personas: familia-
res, psicólogos, terapeutas, medios de prensa, redes sociales, intérpretes que los acompa-
ñaban en las marchas, reportajes concedidos en los medios, etc, abriendo el camino a la
sugestión (intencional o no), o a la influencia de muchas personas y factores externos
(también intencional o no); en definitiva, se abrieron las puertas a las falsas memorias.
La contaminación de los relatos entre personas que deben
prestar declaración y están en contacto entre sí, no es nada nuevo y no es necesario ex-
tenderse al respecto; no en vano los ordenamientos procesales exigen que los testigos
que van a declarar, no tengan comunicación entre sí o con otras personas, ni vean, oigan
o sean informadas de lo que ocurre en la sala de audiencia (artículo 396 del Digesto Ad-
jetivo local). Eso es lo que no ocurrió en nuestro caso, más allá de que el Tribunal dispu-
so que no se informara el contenido de las declaraciones prestadas en el debate, a fin de
cumplir la manda legal y evitar –en lo que a nuestro alcance incumbía- la contaminación
de las declaraciones; ocurre que las circunstancias antes mencionadas (amistad de los
denunciantes, influencia en su interactuación y actuación de terceras personas), han fa-
vorecido esa contaminación, o al menos, existe una probabilidad bastante alta, por cier-
to.
Muchos de estos ex alumnos/denunciantes, han minimizado
el contacto al que aludimos. Así nos dijeron cuando declararon durante el debate, que
ellos se habían visto muy poco desde que dejaron el Provolo, que nunca hablaban de lo
que les había pasado a cada uno, pues eso entre ellos lo mantenían en secreto o reserva
(así lo indicaron, dos denunciantes); que organizaban marchas –pidiendo justicia- y asis-
tían a las mismas, pero no hablaban de los abusos sino de cualquier otro tema, de fútbol
dijo por ejemplo otro denunciante.
Pero lo cierto es que debemos tener por acreditado ese con-
tacto en la mayoría de los denunciantes, en incluso, contaminación o alta probabilidad
de ella en muchos de los testigos. Pasamos a demostrar, nuevamente con algunos ejem-
plos:
a) En cuanto al contacto estrecho:
1) La señora Verónica Moya en la cámara Gesell que se hizo en noviembre de 2017, fue
clara sosteniendo que la primera que le mandó un mensaje de WhatsApp –luego de que
saliera en los medios la noticia de la denuncia de los abusos en el Provolo-, fue una de-
nunciante; que le envió un mensaje otra denunciante; y armaron un grupo. Explicó que
cuando una denunciante le mandó el mensaje, ella le preguntó quién era; la denunciante

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le mandó una foto, y ahí se acordó. Respondió que hablaron de lo ocurrido en el Provo-
lo, que la denunciante le mandó un mensaje diciéndole que iba a ir a su casa, que se iba
a quedar a dormir en su casa para charlar de lo que había pasado en el Provolo, de los
abogados, de todo lo que había pasado; que eso fue en agosto. Continuó explicando que
la persona denunciante, efectivamente fue a su casa y le contó y hablaron; que la perso-
na denunciante le preguntó si había entendido lo que había pasado, y que ella le contestó
que no había problema, que sí. Agregó que la denunciante dibujó esas cosas que habían
ocurrido en el Provolo, escribió un montón de cosas del Provolo, de las maestras, de los
abogados; e incluso, nos dijo que lo de los abogados, no sabía, no había entendido bien,
que ella no sabía si iba a ir, o sea, si su mamá la podía acompañar. Luego aclaró que la
denunciante le contó sobre los chicos que habían sido abusados y le preguntó si ella ha-
bía sido abusada.
Más allá de que en nuestra presencia intentó minimizar el contenido de aquella charla
con la denunciante –incluso luego, cuando se le preguntó, llegó a sostener que ella no
había leído los papeles ni visto los dibujos que la denunciante había hecho-, surge evi-
dente que la persona denunciante, viajó hasta San Rafael –en colectivo, dijo Moya-, para
contarle todo lo que había pasado en el Provolo, con dibujos y escritos; eso por lo menos
no lo negó en el debate. Difícilmente ese viaje de la persona denunciante se pueda tomar
como una visita habitual entre amigas, pues, recordamos: Verónica Moya dijo que no
sabía quién se estaba comunicando con ella, y que la persona denunciante le tuvo que
enviar una foto para que ella la reconociera, es decir, frecuencia de trato, no tenían.
Entonces, más allá de que puedan resultar atendibles los de-
seos de la persona denunciante de compartir con otros excompañeros sus vivencias o los
recuerdos de su memoria, e incluso, instarlos a que denuncien sus vejámenes –si los hu-
bieran padecido-, surge evidente que ese relato que la denunciante realizó ante Moya,
con papeles y dibujos, sobre los abusos a los niños ocurridos en la institución e incluso
hablando de abogados, es un claro y elocuente caso de contacto entre denunciantes/testi-
gos con intercambio de información. Ese intercambio, es el que desde cualquier manual
de Psicología del Testimonio se menciona como ejemplo de situaciones que abren la
puerta a la contaminación –aún a nivel inconsciente-
2) También un testigo, de Salta, fue contactado por otros denunciantes para informarle
lo acontecido en el Provolo, previo a que se presentara a declarar en la investigación pe-
nal preparatoria: el testigo en nuestra presencia manifestó dos cosas que demuestran cla-
ramente el contacto entre los ex alumnos y la consecuente posibilidad de contaminación
de sus relatos: A) Nos dijo que luego de que él declarara en la cámara Gesell –en la in-
vestigación penal preparatoria, allá por el año 2017-, le habló a otra testigo y le dijo que
el intérprete que había estado en la cámara Gesell con él en aquella oportunidad-, le ha-
bía manifestado que él había mentido en su declaración, aunque en algún momento sos-
tuvo que quien le dijo a la testigo que él había mentido era el abogado (sea uno u otro,
no cambian las consecuencias). Es decir, otra testigo/denunciante/ex alumna lo llamó

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para indicarle que había mentido en su testimonio; ello es lo mismo que decir que la per-
sona tuvo acceso a la información que el testigo brindó en la cámara Gesell. B) Si algu-
na duda quedaba, al día siguiente de lo que había manifestado sobre la misma persona –
y siempre durante el debate-, nos dijo que luego de que lo echaran del Provolo, hizo mu-
chas cosas hasta que se fue a trabajar en una panadería a Buenos Aires; que cierto día
unos amigos de la panadería le prestaron el diario, empezó a ver y salía lo del Padre Ni-
colás y lo del Padre Horacio, que los habían metido presos. Que le empezaron a llegar
muchos mensajes de sus amigos sordos. Dijo que estando él en Buenos Aires, lo llama-
ban para que fuera a Mendoza, lo llamaba una persona denunciante; eran muchos men-
sajes de esa persona, le decían que iba a tener alojamiento, que iba a tener dónde quedar-
se; que otra persona también lo llamaba. Dicha persona quería que se quedara en su ca-
sa; y que al otro día fuera a hablar con la persona denunciante y charlaran sobre los abu-
sos, cosas que él no sabía y que lo sabía la persona denunciante. Que entonces el 6 de
enero, vino para Mendoza, se encontró con sus compañeros y le empezaron a contar un
montón de cosas. Sostuvo que él fue a la casa de la persona denunciante con otra perso-
na que no decía nada, estaba ahí y miraba; pero la persona denunciante sólo le contaba;
que con ella habló como una hora. Aclaró que le contaron lo de otras tres personas de-
nunciantes; que era mucho [lo que le dijeron]: le narraron que mientras una de las perso-
nas denunciantes dormía, iba Bordón y lo quería despertar; que Bordón se bajó su ropa y
lo violó; que culpa de Bordón los chicos querían tener relaciones entre ellos.
De lo reseñado, se desprende: a) En este caso, es el hermano
de una denunciante el que llama y manda mensajes al testigo Rodríguez para que venga
de Buenos Aires a Mendoza, para contarle lo que ocurrió en el Provolo y para que luego
se presente a declarar; es más, le ofrecen hasta alojamiento en la casa de otro compañe-
ro. b) También resulta sugestivo –siempre conectado el tema a la contaminación de los
relatos- el llamado que dijo haber recibido de una testigo, luego de haber declarado en la
cámara Gesell, y la conexión de ésta última con el intérprete y/o el abogado. Nuevamen-
te emerge claro que ciertos denunciantes contactan a otros ex alumnos –hasta les dijeron
que viajaran desde Buenos Aires a Mendoza-, para “explicarles” lo que había sucedido
en el Provolo; es decir, se transformaron en un medio de difusión de los abusos. Reitera-
mos, también resulta atendible desde el temor colectivo que pueden generar estas denun-
cias, que se reúnan excompañeros y charlen del tema; pero el problema de estos encuen-
tros entre ellos para que uno explique a otro los abusos que sostiene conocer de todos los
demás, es que abren las puertas a la sugestión y a la contaminación.
3) Otro caso de alta probabilidad de contaminación/sugestión: La comunicación a través
de llamados entre denunciantes y/o familiares, previo a declarar: La progenitora de uno
de los denunciantes nos explicó que mientras su hijo le negaba a ella los abusos de los
que daban cuenta los medios televisivos, otra denunciante (ex alumna), consiguió el nú-
mero del celular de esa mamá y por video conferencia le dijo que su hijo había sido abu-
sado. Dicho de otro modo: quien fuera la primera ex alumna en denunciar abusos sexua-

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les cometidos sobre otros compañeros –pues ella en su primera presentación a la justicia,
negó haber sido abusada-, luego procuró el celular de la madre de uno de los compañe-
ros para avisarle que su hijo había sido vejado.
4) La progenitora de dos denunciantes fue clara explicándonos que sus hijos, junto a los
otros jóvenes denunciantes, se llamaban entre ellos “hermanos”, en razón del estrecho
vínculo que los unió desde el Provolo y que lo habían mantenido a lo largo de los años.
También nos dijo que previo a que cualquiera de ellos declarara, se reunían en la casa de
alguno de ellos. Ello es clara prueba del contacto estrecho, y encima, justo antes de ir a
declarar.
5) Licenciada Candela Álvaro: terapias grupales. No sólo los denunciantes minimizaron
el contacto que entre ellos tenían y algunos hasta nos dijeron que de los hechos de los
que daban cuenta haber sido víctimas, no lo comentaban entre ellos, también lo sostuvo
el Dr. Salinas en su alegato, cuando nos explicó que sus clientes se negaban a hablar en-
tre ellos de los abusos que habían sufrido, que ese era un acuerdo de ellos en aras a res-
petar sus intimidades. Pero ocurre que expresamente la profesional del Centro de Salud
N° 30 de Godoy Cruz, Lic. Candela Álvaro, respondió al señor Fiscal Jefe que realizaba
entrevistas grupales con los denunciantes (la mayoría clientes del mismo Dr. Salinas), y
que, en esas entrevistas, sus pacientes se contaban los abusos que decían haber sufrido.
Ello fue luego confirmado por uno de los denunciantes y por otro joven. No ignoramos
que el perito de control de una querellante, Licenciado Messina nos dijo que la terapia
grupal en sí, no es ni buena ni mala –en cuanto a contaminación se refiere-, y que depen-
de de cómo se aborde por el terapeuta; pero ocurre que, en este caso, la licenciada Álva-
ro fue clara explicando cómo había abordado esa terapia: con los denunciantes contán-
dose sus abusos. Por ello, volvemos a recordar las palabras de Günter Köhnken; Antonio
L.; Manzanero; y M. Teresa Scott, dándole la razón a Loftus, en el sentido de que “…
cuantas más personas han intervenido con preguntas, más veces se ha tenido que re-
construir el hecho, más información se habrá distorsionado y más se habrá modificado,
también, la manera como expresan los sujetos esa información…”. Dicho de otro mo-
do: bibliografía especializada indica lo contraproducente de reiterar relatos, y si a eso le
agregamos escuchar relatos ajenos (de compañeros), situaciones que se sindican como
ocurridas en lugares compartidos, o con personas conocidas por todos y en momentos
concomitantes, difícilmente todo ello pueda ser gratuito a la hora de contaminaciones,
sugestiones y falsos recuerdos.
7) Los denunciantes tenían un grupo de WhatsApp, se comunicaban también por Face-
book y forman un grupo que se autodenomina Red de Sobrevivientes del Provolo (así lo
dijo la Licenciada Álvaro, e incluso fue reconocido por algunos denunciantes), se auto
convocaban para realizar marchas pidiendo justicia por el Provolo. A esas marchas, con-
currían con familiares, amigos e intérpretes, e incluso concedían entrevistas a los me-
dios. Varios denunciantes trataron de restarle valor a ese contacto grupal; incluso, por
ejemplo, un denunciante llegó a decir que no tenía celular por aquél entonces porque se

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lo habían robado –aunque su compañero claramente dijo que su “tocayo” formaba parte
del grupo de WhatsApp-. Es decir, otra prueba del contacto estrecho y del interés de ne-
garlo.
b) En cuanto a la alta probabilidad de contaminación de los
relatos:
1)Todos sostuvieron que sus vidas en el Provolo fueron de sufrimientos, sea por violen-
cia sexual, física y psíquica; malos tratos de toda índole; que todo ello lo mantuvieron en
secreto. Pero también todos respondieron que cuando salió en los medios que se había
comenzado la investigación por abusos cometidos por sacerdotes en el Provolo, todos,
absolutamente todos, manifestaron que se sorprendieron por la noticia; que sus padres
les preguntaban y ellos negaban haber sido víctimas. Es decir, todos vinieron al debate
con idéntico discurso, lo cual ya per se, resulta llamativo; pero yendo un paso más, en lo
que al tenor refiere: ¿por qué podían ellos sorprenderse de que alguien develara abusos
de los curas en el Provolo, si ellos –siempre según sus dichos- los habían sufrido en car-
ne propia durante años? ¿Todos tuvieron la misma reacción de “sorpresa”? ¿Todos a
renglón seguido se lo negaron a sus padres? El discurso unificado e incluso inexplicable
en el contexto -muchos habían dejado hace tiempo de asistir a la institución, otros esta-
ban frente a la publicidad de una revelación ajena y en la intimidad con sus padres, los
agresores estaban detenidos, todo ello daba un marco propicio para hablar -o al menos
no negar- sus propios abusos-, nos da clara muestra de la contaminación de los relatos.
2) La progenitora de una ex alumna. De sus dichos pudo inferirse que la alta probabili-
dad de que se haya llegado a las denuncias y al debate con los relatos contaminados, no
sólo aplica a los denunciantes, sino que también se verifica con los progenitores de los
ex alumnos. Así, la señora Becerra el 4 de agosto de 2022, pasó toda su declaración ex-
plicándonos que, por sus manifestaciones contra el Provolo, había recibido amenazas a
través de Facebook de un señor (que nunca individualizó) que ella había descubierto que
era amigo o familiar de Cecilia Raffo; cuando estaba finalizando la jornada, el Dr. Vare-
la Álvarez le hizo saber que la señora Cecilia Raffo había cesado en sus funciones dos
años antes de que su hija fuera al instituto. A las 24 horas, cuando volvió la señora Be-
cerra para continuar su testimonio, nos aclaró “espontáneamente” que había hecho me-
moria y había recordado que no era Cecilia Raffo la persona a la que ella involucraba en
la amenaza de la que había hablado el día anterior, sino que era Cecilia Musri, o sea una
maestra que ni tan sólo está imputada en la causa. De lo recién indicado emerge más que
claro el cambio de declaración: cuando el Dr. Varela Álvarez le hizo saber que Raffo,
acusada en la causa, no había coincidido temporalmente en el Provolo con su hija, sólo
dijo que ella no lo sabía; recién al día siguiente, apareció con el apellido de otra “Ceci-
lia”, o sea con un nuevo nombre que por lo menos encajaba temporalmente. ¿Por qué
nombró primero a Cecilia Raffo, a la que ni siquiera conocía? ¿De dónde o por qué pudo
ella mencionar el nombre Cecilia Raffo? Es decir, trajo a debate información que por las
fechas en que su hija fue al Provolo, no podía conocer o no se vinculaba a su hija. Más

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allá de que ello hace perder credibilidad en su relato, luce evidente que ha tenido que es-
tar en contacto con terceros que le suministraran esa información (de manera intencional
o simplemente haciendo comentarios que pudieron sugestionarla).
3) La progenitora de un denunciante durante el debate nos explicó que a su hijo lo dejó
en la escuela Provolo La Plata cuando el niño tenía “2 años y monedas” [sic]. Que allá,
en La Plata, se lo recibió la religiosa Asunción Martínez y que la monja la llamaba [a
Misiones] para informarle cómo marchaba su hijo. Ocurre que la señora Asunción Mar-
tínez, nunca estuvo ni vivió en el Provolo La Plata. Tal como nos lo dijo la misma en-
cartada, el denunciante nació (conforme los mismos dichos de la progenitora) en febrero
de 1996; por consiguiente, a su hijo, debió dejarlo en el Provolo La Plata, allá por el año
1998 (con más de 2 años de edad). Y para esa fecha, conforme surge del certificado ana-
lítico de egreso de la escuela de enfermería de la Universidad Nacional de Cuyo, la se-
ñora Asunción Martínez, estaba cursando esa carrera en Mendoza: el certificado consig-
na que ingresó en 1997 y egresó en el año 2000. La encartada explicó que ella vivió des-
de febrero de 1996 a enero del 2001 en el Hospital Central de Mendoza. De lo recién in-
dicado, surge claro que la encartada, jamás pudo recibir al denunciante en La Plata, y
mucho menos hablarle por teléfono a la madre para contarle cómo estaba su hijo. La in-
formación suministrada por la testigo, es incorrecta; y seguramente, ella está convencida
de que fueron las cosas como ella las contó, pues difícilmente haya pretendido mentir
(de una manera tan burda). Entendemos que estamos ante un caso típico de falsa memo-
ria; ha tenido contacto con gente del Provolo, o ha escuchado en los medios e hizo aso-
ciaciones, o simplemente su memoria le ha jugado una mala pasada y ha rellenado algún
vacío con información inexistente. Puede ser sugestión de terceros, puede ser autosuges-
tión; y sin duda ha influido el paso del tiempo. Pero, como ya explicamos, bucear en la
memoria humana, es como sostiene Rubén A. Chaia (ya citado), ir a la escena del cri-
men dos años después del hecho pretendiendo encontrar rastros. Ello nos indica que la
prudencia debe ir directamente asociada a la valoración de relatos de hechos que datan
de mucho tiempo antes.
4) Pero, así como la mayoría de los ex alumnos minimizó lo de haber hablado con otros
compañeros de los abusos que iban a denunciar o que ya habían denunciado, hubo otros
que lo dijeron clara y espontáneamente: así otro denunciante nos explicó que después
que salió la noticia en los medios, todos empezaron a llamarse por teléfono y a hablar
con abogados; aclaró que él se comunicó en conjunto con todos los sordos y ahí llegaron
los abogados; que cuando estaban todos en grupo, en tribunales, hablaron de lo del Pro-
volo, dijo que estaban también las intérpretes; que todavía no se habían hecho las cáma-
ras Gesell y a ellos les preguntaban “de si sí, o si no” [sic]; que hablaron de lo que se
acordaban algunos, de lo que no se acordaban [otros]; agregó que estaba el Dr. Salinas y
les dijo que si querían llamarlo para que cada uno le contara su caso, podían hacerlo en
forma privada; recordó que con un ex compañero hablaron de los abusos de Ojeda, y
que en esa reunión él le preguntó a otros compañeros si sabían, para después hablar en

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las cámaras Gesell. Dicho de otro modo, el denunciante explicó claramente que previo
a las cámaras Gesell, hablaron los ex alumnos de lo del Provolo y se contaron lo que se
acordaban, y que incluso él preguntó qué sabían pues él tenía que atestiguar; ello evi-
dencia claramente, no sólo la comunicación entre los denunciantes, sino que expresa-
mente hablaron de sus “experiencias” en el Provolo y el riesgo de contaminación surge
prístino. Pero, también es importante consignar que, a renglón seguido, cuando se le si-
guió preguntando sobre el tema, el denunciante se retractó y manifestó que primero ha-
bía ido a la cámara Gesell y después había tenido esa reunión con sus ex compañeros; es
decir, después de haber explicado en un relato detallado cómo había estado en contacto
con sus compañeros, con los abogados –que incluso les explicaban que podían contac-
tarlos por privado-, con los intérpretes y qué tipo de diálogo habían tenido, después de
explicar que todo ello ocurrió antes de declarar como testigo, dio marcha atrás y sostuvo
lo contrario; de todas maneras, la cantidad de datos aportados y la estructura lógica de su
primera versión, nos está indicando que esa fue la versión correcta. Repárese en que el
denunciante manifestó que le preguntó a sus otros compañeros si “sabían” para luego él
ir a declarar en la cámara Gesell, ello nos da un orden lógico: primero pregunta qué se
sabe y luego va a la cámara Gesell; por ello su posterior retractación es un claro ejemplo
de esta suerte de tentativa de negar o minimizar el contacto entre ellos: mal podría haber
ido primero a la cámara Gesell a testimoniar y luego preguntar qué sabían para ir a la
cámara Gesell (pues ya habría ido). Y ello en la medida que estamos evaluando si exis-
tió o no contaminación; pues, por lo demás, este tipo de marchas y contramarchas, per-
judican la credibilidad del testimonio.
5) El caso más claro y preocupante, de altísima posibilidad de contaminación o suges-
tión, producto del contacto e intercambio de información, fue el otro denunciante. Suce-
dieron cinco circunstancias vinculadas a su declaración que demuestran claramente la
intervención de terceros en sus declaraciones:
a) La primera aconteció durante el examen que efectuaron
las licenciadas del CAI, a los fines de que determinaran si estaba en condiciones de de-
clarar en cámara Gesell. Esa audiencia virtual se hizo 31 de octubre de 2022. Cuando
una de las licenciadas, le preguntó si se sentía en condiciones de declarar, explicó que sí,
pero que no quería hablar del Provolo y que tampoco quería hacerlo en Mendoza, que en
Misiones sí [declararía]. A continuación, mirando hacia el costado izquierdo, no enfoca-
do por la cámara, pero claramente se advierte la concentración que pone en ese costado,
deletreó (alfabetizó en señas) “Mendoza no, Posadas sí”. El intérprete Vandone dijo que
estaba leyendo un papel que le había pasado una mujer que se había presentado como
asistente; la intérprete Bossio, nos explicó que estaba leyendo las palabras “Mendoza” y
“Posadas”, pues posiblemente no sabía cómo se decían. En realidad, lució evidente que
leyó y deletreó lo que acaba de decir espontáneamente unos segundos antes (acaba de
decir “Mendoza” y “Misiones”). Pero, también emerge claro que llevó -o alguien le
dio-, un mensaje con lo que tenía/quería deletrear.

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b) Ya en el debate, espontáneamente sostuvo que había visto
la filmación de la cámara Gesell en la que declaró como denunciante en la investigación
fiscal preparatoria, el día domingo –previo a declarar en nuestra presencia-; el martes 15
de noviembre del 2022, le confirmó al Dr. Varela Álvarez que el domingo anterior a
comparecer a debate, había visto el video de la cámara Gesell que se había grabado
cuando él prestó declaración en Fiscalía; explicó que el video lo vio en Jardín de las
Américas –o sea el lugar de su residencia en Misiones-, que se veía entrecortado –nos
dijo que se veía igual que como nos estaba viendo a nosotros, o sea con escasa conecti-
vidad, como nuestra audiencia virtual-, y que al video se lo había mostrado Débora Piza-
rro, que ella, junto a su abogado Dr. Barrera, lo habían llamado, por video llamada. Dos
días después –continuando su declaración en el debate-, en el re examen directo que for-
muló el señor Fiscal Jefe, lo volvió a reiterar: le respondió que sí, que había hablado con
Débora Pizarro mediante cámara, una vez con Débora, y ello lo reiteró 3 veces (ante la
insistencia del Fiscal Jefe); es más, le aclaró que Débora era la intérprete con la que ha-
bía estado en su cámara Gesell (de la investigación penal preparatoria); ante la reitera-
ción de la pregunta, el mismo denunciante nos dijo que él no tenía el número [de telé-
fono] de la intérprete, que se lo pasaran, así la abogada (que estaba sentada junto a él
asistiéndolo mientras declaraba en el debate), la llamaba y hablaba con los jueces [como
para demostrarnos que lo que decía era cierto o podía ser confirmado por la misma intér-
prete Pizarro]. Pero, el día 23 de noviembre de 2022, que continuó su testimonio en el
debate, en el re examen directo de su abogado, el Dr. Oscar Barrera, a la pregunta con-
creta de cuántas veces había visto a Débora, respondió: que la había visto cuando había
venido en avión a Mendoza [hacía referencia a cuando vino a hacer su denuncia a la fis-
calía]; en definitiva, sostuvo que la vio sólo dos veces. Y espontáneamente, sin que se le
hubiera pedido ni tan sólo una aclaración, agregó: “No hice video llamada, con filmacio-
nes, no. Después no la vi más; sólo la vi cuando declaré, ese poquito nomás la cámara
Gesell”. El Dr. Barrera, en lugar de preguntar el motivo de su clara y notoria contradic-
ción con lo que había manifestado anteriormente, se dio por satisfecho con esa respuesta
y no ahondó sobre el tema. Fue el Dr. Varela Álvarez el que le preguntó por qué en au-
diencias anteriores, al Fiscal le había respondido varias veces que el domingo previo a
declarar en el debate había hablado con la intérprete Débora Pizarro, y en el momento en
que hacía la pregunta su abogado respondía que él no había hablado con Pizarro; luego
de ensayar varias respuestas, terminó diciéndonos que en las audiencias anteriores había
mentido.
En síntesis: espontáneamente, nos contó que antes de decla-
rar en nuestro debate, le suministraron una copia del testimonio que había brindado en el
Fiscalía. Así lo respondió cuantas veces se lo preguntaron Defensas y Fiscalía; sólo lo
negó cuando se lo preguntó su abogado.
c) El primer día de declaración en nuestro debate, en forma
virtual y desde Misiones, el denunciante, se descompuso –según nos informaron las per-

48
sonas que estaban asistiéndolo desde la oficina del Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos, Delegación Misiones. Así cuando reanudamos la audiencia luego de la pausa,
la Lic. Claudia Roxana Espínola, sostuvo que el denunciante se había comenzado a sen-
tir mal, que tuvo que hablar de Pilo y Ojeda, y eso lo conmocionó pues “eran sus abusa-
dores”.
Acontece que la persona denunciante, si bien había comen-
zado a hablar de los señores Ojeda y Bordón, no había mencionado que fueran sus abu-
sadores, no había dicho nada vinculado a abusos; sólo había manifestado que trabajaban
en jardinería, en la construcción, que eran brutos, se golpeaban y que él se mantenía ale-
jado de ellos. Dicho de manera clara, si la funcionaria del Ministerio supo de abusos de
ambos operarios en perjuicio del denunciante, no fue por los dichos de este en esa au-
diencia. Es decir, el contacto entre ambos previo a declarar el denunciante, fue notorio.
Y debemos aclarar, tal vez esa comunicación de los hechos entre la asistente y el testigo,
tenga que ver con la asistencia y contención que la profesional le brinde; el problema es
a los fines jurídicos, y a la hora de ponderar el valor del relato del testigo.
d) Como consecuencia de esa descompensación del denun-
ciante, se debió suspender la audiencia, y se le requirió a la psicóloga Espínola de la Di-
rección Nacional de Promoción y Fortalecimiento para el Acceso a la Justica, depen-
diente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, que lo estaba asis-
tiendo, que examinara al denunciante a los fines de determinar si estaba en condiciones
de continuar declarando. En ese informe, se consigna que: “… Desde su llegada, se
mostró sobresaltado y con desconfianza hacia la situación en general. Dicha descon-
fianza, según interpreto de su relato, ha sido exacerbada y trasmitida por pares con
quienes se vincula, y apunta al juicio en curso. …”. Es decir, “sus pares”, también esta-
ban interviniendo o en contacto y generándole desconfianza (¿temor?, ¿presión?) al tes-
tigo.
e) Y finalmente, también debemos puntualizar que, si de
“ayudas” o intervenciones de terceros a la hora de declarar el denunciante, se trata no
puede dejar de consignarse que, mientras declaraba en el debate –reiteramos desde Mi-
siones y en forma virtual-, cuando estaba respondiendo una pregunta, se alcanzaron a
ver las manos de la intérprete que estaba con él en Misiones, hablándole en Lengua de
Señas; es decir, la funcionaria, estaba interfiriendo, ayudando, dictando, interviniendo,
sugiriendo y/o indicando algo. No existe certeza de qué le estaba diciendo o tratando de
decir; pero luego de ver sus manos, el denunciante agregó que Ojeda miraba cosas de
sexo en su computadora (cuando previo a la intervención de la señora, sólo había dicho
que miraba juegos de autos y animales); pero de algo podemos estar seguros: la intérpre-
te no le estaba pasando cigarrillos, ni cebando mate, que fue lo que ella invocó cuando
se le preguntó qué estaba haciendo y se le recordó que no podía intervenir (ya se lo ha-
bíamos aclarado previo al incidente).

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Volveremos sobre estas circunstancias cuando abordemos la
acusación que el denunciante formuló; pero no podíamos dejar de consignarlo en estas
consideraciones generales, pues es un cabal ejemplo de intervención de relatos a través
de injerencias de operadores judiciales y extrajudiciales, que sólo hacen fortalecen la te-
sis de las Defensas: la contaminación de los relatos de los denunciantes y los falsos re-
cuerdos que ello conlleva, y debilitar la fiabilidad de los dichos del testigo.
6) El caso de otro denunciante: luego de las primeras denun-
cias, se constituyeron en la institución ciertas autoridades de la DGE y entre otras inves-
tigaciones que realizaron, tomaron declaración a algunos alumnos; así, labró un acta
dando cuenta de las manifestaciones del denunciante. Ello ocurrió el 1º de diciembre de
2016; esa acta, se encuentra agregada en el LIBRO 7/5 (Nº 20); y está firmada por la su-
pervisora Claudia Fernández, Marian Kein –intérprete- y Jessica Antonella Von Ze-
dwiez –docente del instituto-. En el instrumento se consigna que la señora Supervisora,
le solicitó a la docente y a la intérprete que conversen con el ex alumno que llegó a la
institución, y que el alumno manifiesta, entre otras cosas, que Pilo no debería estar en la
cárcel porque era bueno.
En nuestro debate, hablando sobre la internación psiquiátrica
que tuvo en virtud de una crisis, dijo claramente que él odiaba a la señora Pascual, que
debía estar presa, al igual que Corradi, Bordón, Pilo, Ojeda y Corbacho. Más adelante,
respondiendo a preguntas sobre los albergues de varones, el joven manifestó que lo cui-
daban un hombre de barba y cicatriz en el labio que era bueno, y también Pilo, que era
malo y les pegaba; aunque después dijo que Pilo a él no lo cuidaba, sino que se encarga-
ba de los chicos más grandes, y que Pilo daba patadas y codazos. Cuando se le hizo ver
la contradicción entre Pilo bueno/Pilo malo, entre Pilo que no debía estar preso/Pilo que
debía estar preso, nos explicó: a) que cuando estaban saliendo las noticias en los medios
[de las primeras denuncias relacionadas al Provolo], lo llamó otro denunciante y le dijo
que mirara la TV, y agregó que él trató lo de mentiroso–o sea, en un principio, no creyó
lo que se estaba trasmitiendo o lo que esa persona le decía-. Es decir, para él, los hechos
de los se estaban anoticiando, eran mentiras.
b) Luego fue terminante explicándonos que sus compañeros
de la terapia organizada por la Licenciada Candela Álvaro le habían preguntado por qué
decía que Pilo era bueno, que ellos le decían que se acordara que era malo, que había
abusado de varios chicos y había tenido relaciones sexuales con una mujer. Y ahí hizo
una especie de “rectificación” y nos dijo que Pilo al principio era bueno y continuó ma-
nifestando: “pero los sordos me decían que era malo, me decían “vos lo viste teniendo
sexo con los otros chicos, te acordás?”. Y esto último, lo volvió a recalcar y ampliar:
agregó que, en un grupo de terapia, sus compañeros le dijeron. “¿vos estás loco, no te
acordás lo que pasaba? Las relaciones sexuales con la mujer y que les pegaba”, y acla-
ró que la Licenciada Álvaro justo en ese momento no estaba, que él estaba sólo con los
chicos (aunque, de hecho, nadie se lo había preguntado).

50
Dicho de manera clara: su primera reacción cuando se enteró
de las noticias fue tratar de mentiroso al mensajero (que era uno de los denunciantes, co-
mo ya había ocurrido en otros casos); luego dijo ante la supervisora de la DGE que Pilo
era bueno y no debía estar preso. En la terapia grupal, no sólo se entera de los abusos y
agresiones de Pilo, sino que sus compañeros lo tratan de loco por haber dicho que era
bueno, y le piden que “recuerde” que abusaba de los chicos y que había tenido relacio-
nes sexuales con una empleada. Difícilmente se pueda encontrar otra explicación a este
cambio de relato que no sea desde la contaminación/sugestión/indicación e incluso, has-
ta compulsión/presión de sus pares para que recuerde (al tratarlo de loco por sostener
que Pilo era bueno).
A lo largo del análisis que iremos haciendo de cada hecho,
surgirán más signos de sugestión/contaminación de los relatos. Pero ahora, en estas con-
sideraciones generales, y siempre relacionado a los falsos recuerdos, solo resta por des-
tacar el rol facilitador de esa contaminación que cumplieron los medios de comunica-
ción.
No es menester extendernos sobre el tema, pues, tal como lo
señaló el Defensor de la señora Kosaka, durante el debate, uno de los abogados de mu-
chos de los querellantes nos explicó que él necesitaba de los medios para trasmitirle a
sus clientes cómo iba el proceso, que él les brindaba la información a través de los me-
dios de comunicación. Aun soslayando cualquier juicio de valor sobre la metodología
para comunicarse con sus clientes (ya que desde los organismos públicos contaba con
intérpretes que, en definitiva, eran los intérpretes que siempre asistieron a los denuncian-
tes), surge evidente que también eso favoreció la sugestión de personas que debían de-
clarar en la causa. Así, a través de esa metodología, los medios masivos de comunica-
ción han sido verdaderos propaladores de información, dando cuenta del relato de los
denunciantes, a través de reportajes a los mismos, a sus representantes, a sus familiares,
a los intérpretes, e incluso hasta al mismo Fiscal de Instrucción; han brindado cobertura
mediática a las marchas de reclamos de los denunciantes, entrevistando en todo momen-
to a ellos, a su núcleo familiar y hasta a políticos solidarios; han dedicado horas a estos
menesteres, a publicar las fotos de los acusados y las acusadas (tanto de los del primer
juicio como del nuestro); una de las señoras acusadas ha sido calificada como “demo-
nio” hasta por la prensa internacional.
Todo ello, como siempre se ha visto desde la psicología del
testimonio y desde el fenómeno sociológico, favoreció la contaminación de los relatos,
aumentó la alarma y conmoción de los padres y familiares, incrementó el miedo e indig-
nación de toda una sociedad e incluso, acrecentó la presión sobre los propios denuncian-
tes.
Queremos dejar en claro, que, lo que acabamos de explicar,
ni tan sólo es una crítica a los medios de comunicación. Somos respetuosas del derecho
a la información y a la libertad de prensa; es simplemente la mención de una de las tan-

51
tas causas que favorecen la contaminación de los relatos, que citan todos los expertos en
psicología del testimonio.
A fuer de todo lo expuesto, debemos concluir que luce evi-
dente que, siempre puede haber algo de contaminación en los relatos de cualquier testi-
go, que la generación de falsos recuerdos es inherente a la memoria humana y no nece-
sariamente debe ser intencional, que la mente es permeable a los comentarios de otras
personas. Pero, que, en el caso de los denunciantes de estos obrados, esa contaminación
se ha incrementado en un grado exponencial porque se trata de un grupo en el que la
mayoría ha seguido teniendo contacto, sea a través de marchas, de práctica de deportes,
de grupo de WhatsApp y redes sociales, de visitas entre ellos, de los medios de comuni-
cación, y hasta producto de compartir –algunos- la misma terapeuta que consideraba
adecuada la terapia grupal y contarse entre ellos los abusos sexuales que decían haber
sufrido. Ese entrecruzamiento de información que se aprecia hasta en el mismo eje es-
tructural de los testimonios, no es gratuita: el costo que paga es que afecta la confianza
que el tribunal puede depositar en los relatos.
E) De cómo la prueba derrumbó los mitos creados en
torno del Provolo:
Horas de debate dispensaron las partes acusadoras tratando
de acreditar que la institución era lo más parecido a un centro de torturas, donde las ve-
jaciones, humillaciones, golpizas, sodomizaciones -y demás abusos sexuales-, malos tra-
tos, trabajos forzados –e infantiles, por añadidura-, mala alimentación, penitencias crue-
les y tratos denigrantes, entre otras atrocidades, eran moneda corriente. Horas se em-
plearon preguntando a los denunciantes si les permitían comunicarse entre sí, sobre có-
mo era la comida que les daban, si tenían que trabajar, cómo era la educación que reci-
bían, en qué consistieron los “abusos distintos a los sexuales”. Horas pasaron los denun-
ciantes explayándose sobre estos temas como devolución a las preguntas y al contra exa-
men vinculado a estas cuestiones.
Dijo el señor Fiscal Jefe durante sus alegatos, que esos malos
tratos, golpes, tiradas de las orejas y los pelos, en forma cotidiana, operaba como una
suerte de “entrampamiento” [sic] de los chicos que sufrían, y que, de denunciar, podía
agravar su situación; que por ello permanecieron años en silencio y por ello el devela-
miento lo hizo un tercero. Dijo el Dr. Sergio Salinas que el Provolo fue un régimen de
encierro, con tortura y silenciamiento. Afirmó el Dr. Dantiaq que la realidad que les tocó
vivir a esos alumnos fue peor que una película de terror.
Dijo el Dr. Barrera que, si bien el Provolo no fue concebido
para los abusos, sí fue útil para los mismos, fue un campo propicio. Que formalmente
era un sistema de educación que incluía servicios de rehabilitación, pero se basó en un
manejo despótico por parte de sus representantes legales: Corradi y la señora Pascual;
que ese manejo se materializó a través de un sistema endogámico de resolución de con-
flictos, que excluía a los docentes al punto de prohibirles el ingreso a los albergues.

52
Si podemos calificar a esas circunstancias de “mitos” –tal co-
mo lo hizo el Dr. Varela Álvarez en sus alegatos- es porque no se confirmaron, pero
quedaron impregnadas esas historias en el imaginario colectivo de toda la sociedad; mu-
cho contribuyó en ello, la difusión mediática de declaraciones, notas y reportajes conce-
didos a los medios de comunicación tanto por los denunciantes, como por sus familiares,
abogados, operadores judiciales, y hasta intérpretes de LSA que eran de confianza de los
denunciantes.
Ahora bien, esta suerte de mitos que se han traducido en
creencias muy extendidas en nuestra sociedad, tal como ahora lo justificaremos, han si-
do contradichas abiertamente hasta por las pruebas producidas por el mismo Ministerio
Público Fiscal. Comencemos:
1- Sistema oralista, lengua de señas y señalamientos.
Todos los denunciantes nos explicaron que uno de los moti-
vos por los que no podían contar a sus padres los sufrimientos que padecían en la institu-
ción, era porque estaban imposibilitados de comunicarse con sus progenitores; también
dijeron estos ex alumnos, que la comunicación entre ellos era muy escasa porque no po-
dían hablar en lengua de señas, que cuando algún profesor o autoridad los veía hablar
con señas, les pegaban en las manos; es más, recordamos que la madre de dos denun-
ciantes cuando fue a declarar al debate, nos dijo que hasta a ella una maestra le había pe-
gado en las manos cuando había pretendido hacer unas señas, que la docente le había di-
cho que la lengua de señas estaba prohibida en el Provolo. Sostuvieron, asimismo, la
mayoría de los denunciantes que justamente porque en el Provolo era obligatorio el len-
guaje oral, ellos no podían entender lo que los profesores les enseñaban y no podían
aprender nada. Dicho de otro modo: los denunciantes y sus padres, afirmaron que la fal-
ta de comunicación de los alumnos de la institución, se debía a que en el Provolo se ha-
bía adoptado el sistema oralista de enseñanza.
En las acusaciones formales, claramente se sostuvo esa pre-
misa. Es más, se llegó a consignar que los autores y partícipes se aferraban a ese sistema
oralista de enseñanza, así impedían que las víctimas aprendieran a comunicarse, para po-
der continuar impunemente con los ilícitos investigados (pág. 71 de la acusación en au-
tos P-60030/17). Que Corradi y Pascual prohibían a los niños y maestros comunicarse a
través de lengua de señas, quedando los menores expuestos a una mayor situación de
vulnerabilidad ante los ataques a la integridad y libertad sexual que sufrían en el interior
del instituto Provolo e imponiéndoles castigos cuando no se oralizaban correctamente,
quedando los mismos alejados de la posibilidad de comunicarse con sus familiares cuan-
do eran oyentes, situación común en la mayor parte de las víctimas (pág. 77 de autos P-
60030/17). Que la discapacidad auditiva que presentaban, los mantenía aislados e inco-
municados con los oyentes atento al carácter oralista de la institución (pág. 10 de autos
P-28674/17).

53
En sus alegatos, el señor Fiscal Jefe sólo sostuvo que, si bien
el sistema oralista implementado desde la institución no había sido un medio para come-
ter los abusos, sí había servido de contexto, de facilitador de aquellos abusos, había ser-
vido de “caldo de cultivo” [sic].
Lo más significativo para el tribunal no es tanto el juicio que
de esa metodología de enseñanza expresaron los testigos y denunciantes (desde que son
valoraciones inspiradas en interpretaciones, cuyas bases inferenciales no fueron indaga-
das o suficientemente indagadas), sino que ello haya formado parte de la hipótesis fiscal
como mecanismo facilitador de los abusos. Esto sí es serio porque las valoraciones de
quien acusa deberían pasar por un filtro de razonabilidad.
Previo al análisis de la prueba sobre este aspecto, algunas
consideraciones vinculadas a los lenguajes y las personas con hipoacusia o sordera pro-
funda:
Aunque luzca obvio, recordaremos que una parte fundamen-
tal de la comunicación humana se basa en la trasmisión de sonidos, que se articulan en
la forma de lenguaje oral; y que existe una minoría de personas que tienen algunos in-
convenientes con esta forma de comunicación, concretamente, las personas con dismi-
nución auditiva o sordas (Cfr.: Pérez de la Fuente, Oscar; en: “Las personas sordas como
minoría cultural y lingüística”; Dilemata, año 6 (2014) Nº. 15, págs. 267/287 -Ejemplar
dedicado a: Actualidad de las éticas aplicadas; sitio web: https://www.google.com/url?
sa=t&source=web&rct=j&url=https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/
4834536.pdf&ved=2ahUKEwiI5cXX6o_4AhWorpUCHVmrALMQFnoECAYQBg&u
sg=AOvVaw1Ac7e6mV7jq1V2A_jb-N-s )
Según el autor citado en su obra recién indicada, debemos te-
ner en cuenta que “…. El caso de las personas sordas es particularmente interesante por-
que existen concepciones de la sordera, socialmente construidas, que están en tensión, y
tienen su traslación específica en términos de inclusión, redistribución y reconocimiento
de las personas pertenecientes a esa minoría …” Como explica Jambor, para aquellas
personas sordas que se identifican con la Comunidad Sorda, ser sordo no es visto como
una deficiencia; más bien, es parte de su identidad total. Para aquellos que adhieren a
una visión patológica/médica y no reconocen los aspectos culturales y lingüísticos de su
sordera, ser sordo es una discapacidad y un trastorno. (Jambor, 2005, 67). …”
De ello se deduce que existen dos grandes modelos: a) El
modelo médico o rehabilitador: es el enfoque del oralismo. Se centra en aspectos médi-
cos, intenta normalizar a las personas que tienen dificultades o limitaciones en la audi-
ción. Este es el modelo tradicional, oral y con base médica y tiene como objetivo rehabi-
litar o normalizar a las personas con discapacidad, que se logren asimilar a la mayoría.
Este modelo se basa, entre otros, en los procesos de institucionalización, medicalización
y educación especial (Cfr: Pérez de la Fuente, Oscar; ob. cit. p. 268)

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A través de este modelo se establece una actitud paternalista,
centrada en los déficits de las personas. En lo relativo a los modos de subsistencia, la
apelación a la seguridad social y al empleo protegido son casi los medios obligados para
las personas con discapacidad. En el contexto de las personas sordas, la perspectiva del
modelo rehabilitador ha tenido su traslación en visiones que dan predominancia a la co-
municación oral, en lo que se conoce como oralismo (Pérez de la Fuente, Oscar; ob. cit.
p. 269)
Los adeptos a este modelo sostienen como ventaja que: 1) la
modalidad auditivo-vocal cumple el papel fundamental en el desarrollo cognitivo y lin-
güístico; 2) La lengua de señas no constituye un sistema lingüístico, su uso determina
una limitación en los procesos de abstracción y generalización; 3) La lengua de señas
impide el aprendizaje de la lengua hablada; la metodología gestual solo es considerada
como una técnica necesaria para aquellos niños que no se pueden oralizar o niños con
patologías sobre agregadas; 4) La lengua de señas y la educación bilingüe son conside-
radas metodologías. (Pérez de la Fuente, Oscar; ob. cit. p.269).
b) El modelo social de la discapacidad: Considera que estas
personas forman una minoría cultural y lingüística. Según esta perspectiva, forman un
colectivo, con una identidad específica, que requiere una protección adecuada como
unas reivindicaciones propias de las políticas de la identidad. (Pérez de la Fuente, Oscar;
ob. cit. p. 270 y ss). Este modelo asume a los Sordos como un grupo lingüístico diferen-
te, en el cual la lengua de señas, como primera lengua, los aglutina y se convierte en
vehículo para transmisión de valores y creencias, aspectos que denotan la presencia de
una cultura propia (Cfr.: Morales García, Ana María en “La Ciudadanía desde la Dife-
rencia: Reflexiones en torno a la Comunidad Sorda”; Revista Latinoamericana de Edu-
cación Inclusiva, vol. 3, núm. 2. sitio web: https://www.rinace.net/rlei/numeros /vol3-
num2/art8.html
Es decir, mientras el primer modelo construye a la persona
con déficit auditivo como una categoría de discapacidad; el segundo lo construye consi-
derándolo miembro de una minoría lingüística (Lengua de Señas), sosteniendo que las
causas que originan la discapacidad son preponderantemente sociales. No son las limita-
ciones individuales las raíces del problema, sino las limitaciones de la propia sociedad,
para prestar servicios apropiados y para asegurar adecuadamente que las necesidades de
las personas con discapacidad sean tenidas en cuenta dentro de la organización social
(Pérez de la Fuente, Oscar; ob. cit. p. 271).
Delimitados los dos modelos, debemos resaltar otro aporte
fundamental sobre el tema. Concretamente, Oscar Pérez de la Fuente, sostiene: “…Los
elementos de reflexión que incorpora la educación de las personas sordas son de gran
calado, suponen elementos como la adquisición del lenguaje y conceptos, la dicotomía
lenguaje oral/lenguaje gestual, la dicotomía mayoría oyente/minoría sorda, la autoper-
cepción y consideración social de personas diferentes de la norma. Todos estos comple-

55
jos elementos hacen que sean desaconsejables enfoques unilaterales y unívocos, sino
más bien que cada persona requerirá un enfoque especifico según sus propias caracterís-
ticas. …” (Pérez de la Fuente, Oscar; ob. cit. p. 270),
En idéntico sentido, Ramón Saizarbitoria en su obra: “La
elección del sistema de comunicación en la educación de los niños sordos”, Zerbitzuan,
núm. 23, 1993 p. 58-66; sitio web: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?
codigo=2699459
sostiene: “… el debate entre oralistas y gestualistas ha sido calificado como la guerra de
los cien años. En efecto, los argumentos perfectamente razonables de cada una de las
partes han sido desconsiderados por la otra durante demasiado tiempo. La experiencia
demuestra que no existe una única opción que sea válida para todos los sordos. El nivel
de pérdida auditiva, el periodo en el que se produce dicha pérdida, el nivel de inteligen-
cia, las características del entorno familiar, la(s) lengua(s) presentes en el mismo, defi-
nen una variedad de situaciones a las que corresponden también una variedad de res-
puestas. …”
Advertimos que en la actualidad está cobrando mayor auge
el gestualismo, que la tendencia se dirige al lenguaje de señas y a reforzar dicho lengua-
je como manera de reivindicación de la Cultura Sorda. Nuestra legislación es un claro
ejemplo de lo que estamos afirmando, pero también es un claro ejemplo de la lentitud de
ese cambio de modelo: repárese en que la provincia de Mendoza se convirtió en pionera
dentro del país cuando sancionó en el año 2005 la Ley 7393 de Supresión de Barreras
Comunicacionales, que enmarca a la Lengua de Señas Argentina (LSA) como patrimo-
nio cultural y lingüístico por el cual se constituye como oficial el derecho lingüístico
inalienable de comunicarse en la lengua usada por la comunidad; pero también debe
puntualizarse que demoró 7 años en implementarse dicha ley, en la medida que recién
en el año 2012 se concretó el Decreto Reglamentario. En el orden nacional, hace unos
meses se sancionó la ley que establece la Lengua de Señas como natural y originaria de
las personas sordas (Ley 27710).
Es más, que la corriente gestual no estaba en boga hace unos
años, lo advertimos durante el mismo debate: la Profesora Marisa Haydée Ojeda, profe-
sora de Sordos y Terapeuta del Lenguaje, que se desempeñó en el Provolo desde el 2004
hasta el cierre de la institución, nos explicó que ella era graduada de la Universidad Na-
cional de Cuyo en el año 2000, y que justamente, a pesar de su título, en su carrera no se
enseñaba Lengua de Seña, y que eso era porque se promovía el lenguaje oral, se focali-
zaba en la terapia del lenguaje; en igual sentido, la Profesora de Sordos, señora Andrea
Pedrini, se graduó por el año 1995, en la misma universidad, y tampoco tuvo ninguna
materia vinculada a la Lengua de Señas. Es más, ello coincide con lo que nos dijo la se-
ñora Valeska Quintana (y no fue refutado), que se graduó en el año 2001 con el mismo
título que las profesoras recién mencionadas, en el sentido de que esa carrera de la Uni-
versidad Nacional de Cuyo seguía sin contener Lengua de Seña en su currícula; agregó

56
la acusada que ella tuvo que pagar un curso en la Asociación de calle Perú porque perso-
nalmente le interesó aprender. Es decir, resulta evidente que por lo menos hasta el año
2001, la Universidad Nacional de Cuyo era “oralista”. También sabemos que años des-
pués, comenzó a enseñarse en esa casa de estudios (y siempre haciendo alusión al profe-
sorado de Sordos), la LSA, al menos eso es lo que nos dijo la Profesora Paula Font, que
se graduó en el 2006.
Con todo lo que hemos reseñado, podemos inferir sin menor
esfuerzo, que la elección del método oralista por parte del Provolo, adoptado para ense-
ñar a los y las estudiantes, no puede calificarse como una decisión incorrecta o prohibi-
da; tiene respaldo doctrinario y bases científicas –que podemos compartir o no-, e inclu-
so debe juzgarse conforme a la época en que se implementó; posiblemente adoptar
aquella metodología en la actualidad, podría calificarse de poco acertada; pero no puede
ser la perspectiva actual la que se use para juzgar aquella elección de hace más de dos
décadas, cuando, además, contaba con respaldo científico.
Hasta aquí un breve, pero necesario y dirimente repaso del
lenguaje del colectivo de sordos, de la convivencia de dos sistemas (o de más, si combi-
namos los mencionados o agregamos los otros que fueron mencionados por varios testi-
gos, como el adaptativo y aumentativo) y de las filosofías o ideologías que los inspiran.
A continuación, nos ocuparemos de aquello que adelantamos, que generaba más perple-
jidad al tribunal, y que es la valoración que la parte acusadora hizo de la utilización del
lenguaje oral en el instituto Provolo, en el sentido que ello significó una facilitación de
los abusos.
Acontece que la hipótesis fiscal encierra en sí misma una
contradicción: si a los alumnos se les hubiera enseñado LSA, jamás hubieran podido co-
municarse con su entorno más cercano, pues los padres y familiares NO hablaban LSA;
así lo han declarado casi todos los progenitores de los denunciantes; es más, muchos de
ellos, aunque resulte paradójico, hasta el día de hoy siguen sin haber aprendido la lengua
de las personas Sordas; incluso recordamos que la Licenciada María Isabel González
nos contó que no sólo las familias no hablaban Lengua de Señas, sino que además exis-
tía cierta resistencia a dicho lenguaje entre los progenitores. Es decir: las partes acusado-
ras en su hipótesis omitieron añadir este dato desestabilizador de su hipótesis: que los
progenitores tampoco sabían LSA. Lo que acabamos de explicar, no significa que asu-
mamos una postura “oralista”, sino que simplemente, advertimos que resulta imposible
de sostener la premisa de la acusación pues arrancó sin uno de los presupuestos de cual-
quier comunicación en LS: que los padres –o sea quienes debían entender lo que sus hi-
jos habrían dicho si les hubieran enseñado LSA- supieran ese lenguaje.
Es más, podemos agregar otro quiebre de la acusación en es-
te aspecto. Concretamente, ocurre también que la mayoría de los denunciantes sostuvie-
ron que estos abusos físicos, psíquicos y sexuales, siempre los mantuvieron en secreto;
entonces, poco importaba qué lengua hablaban o cuál les enseñaban, pues ellos supues-

57
tamente no querían contarlo; es más, quienes nos dijeron que lo contaron, nos explicaron
que sus padres no les creían y los trataban de mentirosos; es decir, no dijeron que los pa-
dres no les entendieron o que no podían comunicarse con ellos.
De todos modos, y a todo evento, debemos demostrar que
encima, ha quedado ampliamente refutado que en la institución se les prohibiera a los
alumnos hablar lengua de señas o con señalamientos y gestos. En ese sentido, todos los
profesores de la institución que vinieron a declarar al debate explicaron que, si bien el
Provolo era “oralista”, los alumnos usaban señas y señalamientos, y que incluso lo ha-
cían delante de los adultos; así lo indicaron la Licenciada María Isabel González, María
Cecilia Musri, Marta Ester López, entre otros; queremos hacer hincapié en que hemos
citado todos testigos propuestos por la Fiscalía, o sea, deberían haber sido de “cargo”.
Todos fueron contestes en sostener que no estaba prohibido
usar señas, aunque se les requería que usaran el lenguaje oral. Es más, traemos a cola-
ción los dichos un profesor, que nos explicó que la escuela era oralista, que él advirtió
que los alumnos hablaban lengua de señas “caseras”, que con el tiempo y como él traba-
jaba en la escuela Pavón, aprendió LSA en el instituto EINNOS y les empezó a enseñar
a los alumnos ese lenguaje; es decir, no sólo que no estaba prohibido, sino que hasta uno
de los profesores les enseñaba LSA. En igual sentido, mencionaremos el testimonio de
la madre de una ex alumna, que nos explicó que su hija ingresó con 11 años de edad al
Provolo, en el 2009 (dijo en el 2008 pero debemos tomarlo como una simple falla de la
memoria); que cuando ella llegó a la institución, habló con las personas que se iban a
encargar de la niña y que ella les pidió autorización para que su hija recibiera sus clases
como venía aprendiendo en el EINNOS, que era castellano signado: español que se va
apoyando en LS.
Asimismo, debemos consignar que la, ex alumna albergada
de la institución, en un lenguaje oral que bien podemos calificarlo de perfecto (aprendi-
do antes de ingresar al Provolo), nos dijo que ella hablaba tanto LSA como lengua oral,
que en la escuela, cuando algún profesor no podía hacerse entender en legua oral, la lla-
maba a ella para que explicara al alumno en lengua de seña; a la pregunta bien concreta,
respondió que con sus otros compañeros se comunicaban con señas. De igual manera,
un ex alumno del Provolo justamente, dio cuenta de varios episodios de connotación se-
xual que nos dijo, se los habían referenciado otros alumnos; sostuvo que esos compañe-
ros se lo habían dicho mientras estaban yendo a estudiar a la institución; fue clarísimo
sosteniendo que entre ellos hablaban lengua de señas, y agregó que era la lengua de se-
ñas del Provolo; es más, nos dijo que las charlas con sus compañeros, la tenían mientras
comían, en una mesa redonda del comedor, estando presentes-en otra mesa- las autori-
dades masculinas del Provolo (los curas, Bordón, etc); dicho de otro modo: el ex alumno
dijo que en el Provolo los alumnos hablaban entre ellos en señas y nada dijo que les pe-
garan o censuraran por usar las manos.

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Pero al margen de toda prueba testimonial, y en el entendi-
miento de que, como reza el popular adagio “una imagen vale más que mil palabras”,
debemos recordar que se exhibieron varias veces, durante el debate, tres videos: 1) El
identificado como 100-5121.mov del año 2009. En dicho soporte, está filmada una fiesta
hecha en la escuela, en la que tres alumnas se disfrazaron de monjas, e hicieron una re-
presentación “teatral” delante de todas las autoridades del Provolo, profesores y los pa-
dres de los alumnos, dando cuenta de las actividades que hacían en una jornada dentro
de la institución. En la filmación se advierte que las alumnas que actúan en la obra, ni
una palabra en forma oral pronunciaron; toda la pieza teatral se hace en lengua de señas
y señas caseras (así lo vimos y la intérprete Bossio nos fue explicando lo que decían).
Dicho de otro modo: justamente en la escuela oralista, delante de todas las autoridades
del Provolo y ante todos los padres, las alumnas de la institución usaron lengua de señas
y señalamientos. Nadie les pegó en las manos, y a su vez, lejos estuvieron las pequeñas
actrices de mostrarse atemorizadas por una eventual represalia en virtud de haber usado
el lenguaje que la acusación sostuvo que estaba “prohibido” dentro del Provolo.
2) El video identificado como 101_1280.mov del año
2011en el que se observa a un grupo de niños, niñas y adolescentes. Sostuvo la señora
Kosaka –y no fue refutado-, que en el video estaban cinco ex alumnas (dos denuncian-
tes) y un grupito de niños pequeños. Ese video lo filmó la señora Kosaka para enviárselo
a la señora Asunción Martínez. Los alumnos le mandan afectuosos saludos a Martínez y
repasan las cosas que hacían con ella; más allá de que el cariño que demuestran para con
la religiosa a la que le envían el mensaje es evidente, tampoco en esta situación, usaron
lenguaje oral; y debe recordarse que se estaban manifestando en señas, nada más y nada
menos que en presencia de la señora Kosaka que los estaba filmando; es decir, estaban
frente a la persona que los denunciantes sostenían que les pegaba todo el tiempo. Tam-
poco se ven inhibidos o temerosos por una eventual golpiza en las manos. Y mucho me-
nos parecen estar “fingiendo” la ternura que trasuntan sus gestos, o estar “obligados” a
hacer el video, compelidos a sonreír y a contestar preguntas, tal como sostuvo un denun-
ciante cuando se le exhibió el video en cuestión; la espontaneidad del mensaje que esos
niños le envían a la señora Martínez es evidente, o: ¿ acaso un niño pequeño (más aun
un grupo de niños y niñas de distintas edades, pero todos de corta edad) va a aprender un
libreto y decirlo sonriente bajo amenazas, como como sostuvo (nombre de
denunciante)?. ¿Cómo es posible orquestar eso y que todo salga a la perfección? todos
los amenazados sonríen en distintos momentos, comunican sin error el libreto y mues-
tran una actitud no sólo distendida sino también placentera. Por lo demás, los intérpretes
Bossio y Vandone, nos explicaron que en este video los alumnos también utilizaban
LSA y algunas lenguas caseras u operativas que eran propias de la misma institución.
3) El video 101_1285 del año 2011: Es un video en el que
está filmado un denunciante –tenía 11 años para esa fecha- y según nos contó él mismo,
le manda un mensaje a la hermana Asunción Martínez, diciéndole que la querían mu-

59
cho. El intérprete Javier Fráncica nos lo tradujo porque el denunciante todo el tiempo
habló en LSA. Debemos aclarar que, si bien ese denunciante hablaba Lengua de Señas
aún desde antes de ir al Provolo –pues, según nos dijo toda su familia es sorda-, lo que
resulta llamativo es que justamente es un video filmado en el Provolo, y nadie le prohi-
bió que hablara en LSA.
Por todo lo expuesto, y en apretada síntesis: ni tan solo ha si-
do objeto de controversia el hecho de que el Provolo adoptó el sistema oralista de ense-
ñanza. Pero, existe toda una corriente con aval científico que sostiene que es el mejor
método de enseñanza de lenguaje para las personas hipoacúsicas o sordas –se comparta
o no esa concepción-. Por lo demás, ha quedado demostrado que, aún oralista y requi-
riéndoseles a los alumnos que leyeran labios y hablaran lenguaje oral, no se les prohibía
el LSA y mucho menos se les pegaba en las manos o infringían castigos si usaban la len-
gua de Señas. También quedó demostrado que casi todos los progenitores de los alum-
nos sordos del Provolo NO hablaban Lengua de Señas; por consiguiente, la enseñanza a
los alumnos del lenguaje oral, jamás pudo ser un obstáculo, por aquellos tiempos, en la
comunicación de los denunciantes con sus progenitores.
2- Sobre el servicio de comida:
También ha insumido mucho tiempo el interrogatorio de las
partes acusadoras (y el correlativo contra examen de las defensas), vinculado a la comi-
da en la Institución. Recordamos que conforme la teoría del caso de la acusación, los ni-
ños eran “subyugados” [sic] mediante “trabajos excesivos, golpes, retos, desproporcio-
nadas penitencias y hasta una alimentación deficiente” [sic]; así reza el requerimiento de
elevación a juicio de autos P-28674/17, pág. 11, por ejemplo.
Así, interrogados durante el debate, algunos denunciantes
manifestaron estar disconformes con el menú y la forma de cocinar. Recordamos que
una denunciante nos explicó que si bien algunas comidas eran ricas, otras tenían mucho
aceite; que el primer plato era siempre sopa; después algo amarillo –la intérprete dijo
que podía ser polenta- con tuco-; banana, manzana; agregó que había otra comida fea
que la señora Kosaka la obligaba a comer, y ella después lo vomitaba; a su vez, sostuvo
que la milanesa de pollo era como vieja; agregó que les caía mal pero lo tenían que
aguantar; respecto a la sopa, la calificó de rica, pero con mucho aceite. A su turno, otra
denunciante respondió que la comida era regular: le faltaba la sal y le sobraba aceite. En
igual sentido, otro denunciante, dijo que la comida era mala y escasa: siempre sopa y
milanesas, pollo; y por añadidura, si alguien quería repetir la porción, no podía. A su
turno, otra persona nos dijo que la sopa era fea, le daba escalofríos, y la tomaba con pa-
ciencia.
Más allá de que las opiniones de los denunciantes no fueron
unánimes -recordamos que el denunciante sostuvo que la comida era de su agrado y pa-
ladar-, acontece que sobrados elementos probatorios, demuestran que: 1) Se servían cua-
tro comidas diarias en la institución: desayuno, almuerzo, merienda y cena -incluso han

60
hablado de una especie de refrigerio a media mañana, algunos sostuvieron que tomaban
un té-. Así, lo han dicho hasta los mismos denunciantes.
2) Por otro lado, debe recordarse que al Provolo concurrían
nutricionistas, que no solo se ocupaban de controlar a los alumnos en su etapa de creci-
miento, sino que armaban el menú que debía servirse. Ello, amén de haber sido manifes-
tado por la señora Kosaka, fue lo atestiguado por la docente María Cecilia Musri (dijo
que la comida era la preparaba la señora Noemí Paz, había nutricionista y era rica, varia-
da, normal, creía que tenían como un menú), la profesora de catequesis Martha Ester
López (indicó que la comida era excelente y que había nutricionista) y la Licenciada
María Isabel González (sostuvo que ella había comido más de una vez allí y la calificó
como “casera”). Es más, recordamos al joven que fue alguna vez cuidador de los varo-
nes, Maximiliano Iniesta, que sostuvo que la comida era muy buena, y generalmente
muy rica: entrada sopa, el plato principal siempre era variado, y después había postre, y
que la cocinera era maravillosa,
A mayor abundamiento, contamos con el testimonio de una
de las nutricionistas, la señora Mónica Beatriz Lizarraga, que nos explicó que su tarea
consistía en realizar el menú de la semana y las planillas de alimentación para los chi-
cos; que revisaban a los alumnos albergado una vez al mes, les habían pedido que se to-
mara el peso y la talla, pero ella por una cuestión ética, trataba de hacerlo con todos los
chicos. Agregó que ella iba a la cocina, revisaba la higiene, la conservación, la cocción
de los alimentos; recibían las compras de los alimentos –creía que los miércoles-. Nos
dijo también que trabajaba con una pediatra que no recordaba el nombre, y luego con la
Dra. María José Lina Bar; que si había algún chico con derivación médica por cualquier
problema (celiaquía, gastritis), ella le hacía la dieta y se aseguraba que en la cocina le
proporcionaran lo que necesitaba. La nutricionista, pasó gran parte de la mañana de la
jornada de debate que vino a declarar, leyendo los informes por ella elaborados obrantes
en los legajos de alumnos (tres de las personas denunciantes, por ejemplo), que demos-
traron el seguimiento respecto a cada uno, con planillas mensuales y/o anuales que con-
tenían los datos de peso, talla, masa muscular, etc., y en los que se consignaba si existía
algún problema (por ejemplo, que una denunciante era alérgica al tomate y al chocolate)
y la dieta individualizada en su caso.
No ignoramos que la misma nutricionista respondió al señor
Fiscal Jefe que ella ingresó en el año 2007, y que antes no había profesional que se dedi-
cara a esas tareas. Pero no menos cierto es que ninguno de los denunciantes, cuando se
le preguntó por la comida, discriminó su opinión entre la alimentación antes del 2007
(sin nutricionista) y después del 2007 (con nutricionista), sino que algunos sólo se limi-
taron a descalificarla de manera genérica. Es decir: la fecha de cambio de gestión entre
sólo cocinera con nutricionista y sin nutricionista, no aplica a las críticas de los denun-
ciantes.

61
Queda claro que independientemente de los gustos persona-
les de cada alumno o alumna, difícilmente la comida pudo haber sido escasa o poco nu-
tritiva. A su vez, difícilmente podría sostenerse que la cocinera –señora Noemí Paz-, a
sabiendas y/o en connivencia con las autoridades, hacía sufrir a los alumnos preparando
deliberadamente comida escasa o desagradable, pues: 1) ella y su propio hijo comían la
misma comida que los demás –al menos, nadie ha dicho que la señora Paz y su hijo se
sentaran en una mesa en un lugar privilegiado a comer algo distinto-; 2) se lo hubieran
impedido la otra cocinera, señora Mónica Díaz, que nunca fue imputada, o los nutricio-
nistas encargados del menú; dicho de otro modo, para provocar sufrimiento a los alum-
nos, a través de la comida, debía forzosamente haber existido también una connivencia
entre las autoridades, los nutricionistas y la otra cocinera; circunstancia que ni tan sólo
ha sido insinuada por las partes acusadoras.
Amén de lo afirmado en los párrafos precedentes, el cruce
decisivo que merece este argumento (o serie de argumentos) “de cargo”, que creen repo-
sar en indicios del mismo tenor, es su nulo valor como elemento acreditativo de las con-
ductas u omisiones que se reprochan a las acusadas. Es que aun si hubiera sido deficien-
te o mala la comida proveída en el instituto: ¿es racional inferir de allí que eso era un ac-
to de facilitación de los abusos sexuales que se le atribuyeron a los condenados en el
Provolo I o que se le atribuyen a la señora Kosaka; o que era un acto de domesticación o
de doblegamiento de los estudiantes para silenciarlos o atemorizarlos? Si eso fuera así,
la acusación para ser coherente, debería haber endilgado a la señora Paz participación no
sólo en los hechos que se le atribuyen en la acusación, sino también en “todos” los he-
chos ya juzgados y en los atribuidos a Kosaka.
Nada más que agregar sobre este pueril razonamiento y so-
bre su mención como parte de un plan sistemático de participación y/o facilitación, sal-
vo, el dispendio de tiempo que insumió en el debate mismo.
3- Sobre medicamentos, raras pastillas, abortos induci-
dos, fetos en frascos y sepulturas clandestinas:
Han sostenido muchos de los denunciantes que tanto la seño-
ra Kosaka como la señora Graciela Pascual, les suministraban pastillas a los alumnos
cuando estaban nerviosos para calmarlos. Por ejemplo, una denunciante dijo que cuando
otro denunciante se ponía como “loco” [sic], la señora Kosaka le daba pastillas; Veróni-
ca Moya sostuvo que a Claudia Labeguerie le daban pastillas amarillas, y creía que eran
llevadas por su mamá al Provolo.
Se ha acreditado que algunos alumnos tomaban medicación
psiquiátrica; remedios que eran prescriptos por el médico tratante del alumno –al mar-
gen del Provolo-, y que debían dárselo en la institución por estar ahí albergados de lunes
a viernes. Eso lo manifestó claramente la señora Asunción Martínez en su defensa mate-
rial: explicó que como eran remedios con receta, los progenitores le debían dejar en el
Provolo los medicamentos, la dosis a suministrar a los chicos y la receta. Ello se encuen-

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tra acreditado con varios testimonios, con las anotaciones obrantes en los legajos de los
alumnos y hasta en los libros escolares que Fiscalía secuestró cuando hizo el allana-
miento. Volvemos a indicar algunos ejemplos:
1) Respecto uno de los denunciantes: en su legajo, en la foja que está luego de la 77 -y
sin foliar-, se consigna que para noviembre de 2011, el mismo mostraba avances gra-
duales en sus posibilidades de control y en situaciones cotidianas, que ello había sido la
consecuencia visible de una derivación realizada con una psiquiatra infantil, que reguló
y revisó la medicación del niño, y que sumado a eso se decidió implementar la frecuen-
cia de sesiones de psicoterapia. A su vez, para fecha 24 de junio de 2013, existe una car-
ta –escrita por la hermana del denunciante- dirigida a una maestra Andrea del Provolo,
explicando que el denunciante no tomaba la medicación y estaba agresivo con los proge-
nitores (fs. 54). O sea, más allá de estar consignado en documentación que era medica-
do, de lo reseñado surge claro que la familia estaba en conocimiento que tomaba reme-
dios.
2) La madre del denunciante, nos contó que su hijo tomaba medicación psiquiátrica, que
le habían dado en el Notti. El mismo denunciante lo admitió, y explicó que tomaba esa
medicación tanto en el Provolo como en su casa.
3) La docente María Cecilia Musri recordaba que dos denunciantes, tomaban un “regu-
lador de conducta” [sic].
4) Confróntese, por ejemplo, el legajo de otro denunciante cuenta con muchas prescrip-
ciones y/o indicaciones médicas de distintos facultativos agregadas al mencionado lega-
jo; todas de los médicos tratantes.
5) La licenciada María Isabel González recordó que una alumna estaba medicada y tenía
seguimiento externo.
A su vez, la Licenciada González, luego de que se le leyó un
párrafo del legajo del denunciante, recordó que el mismo estuvo bajo tratamiento psi-
quiátrico y psicológico –por un brote de hiperactividad/agresividad por el cual terminó
internado-. Es más, recordaba haber ido muchas veces al GAR para hacer interconsultas.
También recordó la licenciada, que otro denunciante tomaba medicación psiquiátrica.
La profesional, más allá de que explicó que había chicos que
venían con la medicación suministrada por los médicos particulares, nos dijo que ella es-
taba en contacto con la Dra. Barbosa del Hospital Notti, que era neuróloga, que ello lo
hacía a través de derivaciones e informes, para realizar el apoyo o seguimiento, e incluso
que el Dr. Maia que hacía psiquiatría, había ido al instituto para interiorizarse de cómo
funcionaba; es decir, de sus dichos se infiere claramente que la medicación no se sumi-
nistraba a gusto o antojo de las autoridades del Provolo, sino que estaba regulada por
médicos particulares, los expertos del Hospital Notti y que incluso facultativos del hos-
pital público infantil visitaban la Institución. Es más, dijo la Licenciada que tampoco no-
tó incremento de los remedios por el alojamiento o concurrencia de los alumnos al Pro-

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volo. Queremos puntualizar que también la Licenciada González, fue testigo de la fisca-
lía.
6) La madre de dos denunciantes, reconoció que a su hijo lo habían atendido en el Notti
por los problemas de agresividad y que le daban medicación; pero que ella estaba dis-
conforme porque –según su criterio-, no le habían hecho electroencefalogramas u otros
estudios como para que el psiquiatra Espinoza o el neurólogo, Dr. Adi –del citado noso-
comio-, le dieran remedios. Si bien esto es una manifestación de disconformidad con los
profesionales que atendieron a su hijo (cuestión que no incumbe a nuestro proceso), lo
cierto es que estos profesionales con encefalograma o sin él, habían prescripto la medi-
cación.
7) Fs. 4 vta, del Libro N° 5 (en cuya tapa figura la marca “Laprida”), para fecha 10 de
marzo de 2006: se consigna que se habló con la mamá de una ex alumna, y se le aconse-
ja llevar a la niña al médico para que pueda continuar con su medicación, que es muy in-
quieta.
8) Fs. 10 del Libro N° 5 recién mencionado, en fecha 28 de julio de 2008: consigna que
llegó una ex alumna sola; un poco más tarde uno de los denunciantes con la mamá y ella
les entrega la receta del médico y la nueva dosis.
9) Fs. 27 del Libro N° 5, da cuenta que el día 2 de junio 2009, cerca de las 11.30 horas,
fue al Provolo el papá de un denunciante, con los medicamentos que debía tomar.
10) Un denunciante, en nuestra presencia dijo que él tomaba medicación, que su madre
llevaba los remedios al Provolo con un papel en el que explicaba la dosis y horarios en
que debía dársele la medicina.
10) En el legajo de otro denunciante, a fs. 30/31 existe una anotación, concretamente
una indicación de un médico, Dr. Marcelo Valenti, fechada el 18/10/06 y da cuenta que
debe tomar medio comprimido cada noche, después de cenar de Dozic 1 mg. (Risperi-
dona) hasta la siguiente consulta. No ignoramos que se trata de una indicación y no de
una receta; pero tampoco se puede ignorar que ese tipo de remedios se expiden “bajo re-
ceta”, es decir, que el farmacéutico vende el remedio contra entrega de la receta, y que
esa receta queda en poder de la farmacia; a su vez, si bien es cierto que esa indicación
agregada en el Legajo no consigna el nombre del denunciante–es decir, no expresa a
quién hay que darle el remedio-, no menos cierto es que en la Historia Clínica del Hos-
pital Notti, también figura que está medicado con Risperidona; todo ello aleja cualquier
argumento de cargo que quisiera postularse, pues resulta evidente que la misma persona
denunciante recibía medicación psiquiátrica y que ello figuraba en los libros que la mis-
ma Fiscalía secuestró. Incluso fue el señor Fiscal el que solicitó la incorporación de la
constancia obrante en el Libro 23: Departamento Y Padres, concretamente, del Acta 141
de fecha 12/07/07de fs. 29: En ella se da cuenta que, reunidas la Directora Pascual, la
encargada del albergue de niñas y niños menores -Hna Asunción Martínez-, la Licencia-
da Isabel González, y la directora pedagógica, se abordó el tema del mismo denunciante,
concretamente, se consignó que estaba bajo tratamiento psiquiátrico y que la medicación

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se la daba Graciela durante la semana, y Noemí los fines de semana; y que se iban ha-
ciendo ajustes en lo que se podía, que Graciela Pascual lo chequeaba con el médico; que
la señora Graciela Pascual aseguraba que tomaba la medicación todos los días (a fs. 31
de ese libro).
11) También pidió el señor Fiscal la incorporación del Libro N° 9: Novedades en el Al-
bergue de Menores, concretamente, la foja 22 en la que el señor un denunciante consig-
na que el padre Nicolás le dio los 2 medicamentos para Suarez Gil; seguidamente se lee
que Graciela Pascual le dio unos medicamentos para Jorge porque tiene bronquitis, hay
que darle por 7 días. En la siguiente hoja del libro (fs. 23), el mismo señor Sunceri deja
plasmado que el padre Nicolás le dio un medicamento para el ex alumno. A fs. 161, por
abril de 2011, nuevamente el señor Sunceri da cuenta que el mismo ex alumno estuvo
nervioso, inquieto y ha llorado, estuvo con la psicóloga y Graciela Pascual, y le dijeron
que tenía que dar de nuevo la medicación, son 3 remedios.
12) Del Libro 21: Acta se Reuniones del Personal Directivo, Departamento de Orienta-
ción Familiar, Rehabiitación, Padres: el señor Fiscal pidió la incorporación del Acta 35
de junio de 2002, obrante a fs. 67 que da cuenta de una reunión entre la progenitora de
una denunciante y la Licenciada Cabello (profesional no imputada), para tratar el tema
conductual de la alumna; se consigna que la mamá manifiesta que la niña en su casa se
porta bien, y hace las tareas con gusto; y que no sabe por qué en el Provolo se porta mal.
Se le explica a su mamá el comportamiento y aumento de agresividad de la niña y se so-
licita una nueva consulta con el neurólogo y se le entrega informe psicológico actualiza-
do y la administración dela medicación prescripta.
13) Del legajo de un denunciante, en la página 35, para abril de 2014, se consigna que
toma “metilfenidato”, la médica María José Lina Bar, nos explicó que en dicha página
se consignaba que esa era una indicación del neurólogo o psiquiatra y que se suministra-
ba por problemas de atención.
En síntesis: sobrados elementos confirman no sólo que va-
rios alumnos tomaban medicación psiquiátrica, sino que estaban medicados por faculta-
tivos médicos, y que desde el Provolo, lejos de ocultar eso, se estaba en permanente diá-
logo con los progenitores de los alumnos, que se les requería a esos padres que practica-
ran estudios a sus hijos, se le entregaban informes psicológicos y hasta se consigna en
los legajos la medicación prescripta; es más, surge evidente el contacto desde el Provolo
con diversos médicos e incluso con facultativos del hospital de Niños Notti (nada más y
nada menos).
Hasta aquí lo acreditado fehacientemente.
Pero, algunas denunciantes, nos explicaron que a ellas, la se-
ñora Graciela Pascual y la religiosa Kumiko Kosaka les daban una pastilla, que ninguna
pudo explicar para qué servía, pero que: esas píldoras venían en un blíster que tenía los
días de la semana consignados (decían lunes, martes, miércoles, etc.). Veamos concreta-
mente qué dijeron las denunciantes recién citadas al respecto:

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a) Así, una denunciante sostuvo que las pastillas tenían marcados los días (lunes, martes,
miércoles, etc), que esas fueron las pastillas que vio y que también se las suministraban
a ella. Que las píldoras en cuestión, le hacían doler la cabeza y le provocaban sueño, pe-
ro que dormía, y después desaparecía el dolor. Respondió que no sabía para qué eran las
pastillas, que se las daba Kumiko y aclaró que no eran recetadas por médico, que se las
daba la señora Kosaka. Es decir, las pastillas le daban dolor de cabeza y sueño; efectos
que desaparecían cuando ella se despertaba luego de dormir.
b) Por su parte, otra denunciante sostuvo que la señora Kosaka les daba una pastilla ro-
sada, que venían en un blíster gris que tenía marcados los días de la semana (lunes, mar-
tes, etc); y ella se sentía rara, que fue al baño y la vomitó, tenía asco; que luego cerró la
puerta, se demoró y cuando vio, había en el inodoro como mucha sangre, una mancha
roja; que pensó que estaba menstruando pero se dio cuenta que no era así. Sostuvo que
continuó con mareos, que estaba descompuesta, decaída y que no quiso jugar a la pelota.
Dijo que la religiosa siguió dándole la pastilla (en un momento de su declaración dijo
que se la dio 3 veces, y en otra ocasión sostuvo que siguió suministrándosela todos los
días cuando se sentaba a almorzar); que Kosaka le decía “dale, dale, tomala rápido” y
que otras compañeras también la tomaban. No se puede dejar de consignar que la de-
nunciante sostuvo que también le daban la pastilla a otro denunciante, un compañero
que, según ella, tenía un problema “intelectual” [sic].Es decir, que a la denunciante una
de las pastillas le provocó náuseas y la vomitó, y luego –suponemos que esa misma pas-
tilla pues lo describió sin solución de continuidad, como si hubiera sido en el mismo
momento-, le provocó una hemorragia estilo menstrual; que esa medicación se la daba al
horario del almuerzo, al igual que a otras compañeras y a su compañero.
c) Y en ese sentido, la denunciante, contó que luego de que ella fuera abusada sexual-
mente por el sacerdote Corbacho, la señora Kosaka, e incluso Graciela Pascual, le empe-
zaron a dar una pastilla rosada; que debía tomarla todos los días, se la daban antes de ir a
trabajar a la panadería. Al igual que otras denunciantes, sostuvo que esa píldora tenía los
días de la semana marcados. Explicó que ella después se sentía descompuesta, le dolía, y
se aguantaba, y que a la profesora otra denunciante le pedía permiso para ir al baño; iba
al baño y parada, con un poco de mareo, se agarraba de los surtidores, y tenía como un
dolor abajo, sentía mucho dolor, se bajó la ropa para hacer pis o evacuar y no se podía
sentar pues tenía como duras las piernas, le vino un sangrado y ella se asustó. Aclaró
que con el sangrado ella sintió como que algo le salió, algo chiquito parecido a un bebé,
con ojitos negros, ella vio como una cabeza. Dijo que no sabía lo que era, que estaba
confundida, tenía miedo y estaba shockeada. Continuó declarando que justo llegó la se-
ñora Pascual y le preguntó qué le había pasado, que la encartada se puso unos guantes
blancos, que recogió “eso” y lo metió en un frasco. Siguió explicando que ella tenía
miedo, cada vez se sentía peor, mareada, confundida; la profesora le preguntó qué le pa-
saba, y ella le respondió que se quería ir, mientras estaba pálida, transpiraba y sentía el
cuerpo húmedo. Aclaró que fue su padre a buscarla y la llevaron al hospital Central, que

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la doctora le preguntó si estaba menstruando y ella le respondió que no sabía. Continuó
relatando que luego de una semana sin ir al instituto, cuando regresó, la profesora Lucía
le dijo que la señora Pascual quería hablar con ella; que entonces fue y la señora Pascual
sacó un algodón con algo similar a la cabeza de un bebé, y le preguntó si “eso” era de
ella; que ella le contestó que no, y que se fue pensando de quién sería. A continuación,
manifestó que otra mañana, la señora Pascual iba con “eso” y preguntaba de quién era, y
sus compañeros decían “no, no”; ella se sentía mal y fue al baño toda transpirada. Pero
también dijo que cierta vez, la señora Kosaka fue a darle la pastilla y después ella se
durmió; que apareció en la escalera, se perdió en la escalera, estaba confundida, iba y to-
paba en un lado y topaba en el otro; estaba buscando la salida, sentía como que todo es-
taba apagado, a donde iba estaba cerrado y no sabía por dónde se salía; que empezó a
bajar las escaleras y ahí vio a Corradi, y él le preguntó qué estaba haciendo; que Corradi
le dijo que eran las 8 horas y estaba oscuro. Ella salió corriendo, corriendo, los autos fre-
naron, ella se sentía descompuesta, y empezó a vomitar.
O sea, conforme este relato, las pastillas le provocaron la ex-
pulsión de algo chiquito, que parecía un bebé, con ojitos negros y como con una cabeza
cuando fue al baño; que entonces la señora Pascual -que según se infiere de su relato,
debía estar prácticamente detrás de la puerta del baño, pues le preguntó qué le pasaba-,
se puso guantes blancos, recogió eso parecido a un bebé y lo puso en un frasco.
Es más, la misma denunciante explicó que luego de la expul-
sión en el baño de eso, su padre la llevó al hospital. Adviértase que, según sus dichos,
ella no entendía qué le había pasado, qué era eso que expulsó en el baño parecido a un
bebé, entonces: ¿por qué no le contó –azorada- lo que había visto salir de sus entrañas a
los médicos-ajenos al Provolo- que la revisaron en el hospital? ¿Pudo engañar una ado-
lescente, a los médicos que la atendieron –si hubiera realmente tenido un aborto farma-
cológico-, máxime cuando, según sus dichos, la propia médica del Hospital Central ex-
presamente le preguntó si ella estaba con la menstruación y ella le respondió que no sa-
bía? Ciertamente, su relato, a la luz de la experiencia y el sentido común, no parece ve-
rosímil.
Pero adviértase que tampoco resulta convincente cuando re-
paramos en lo que explicó sobre la señora Pascual: no parece factible que la directora de
una escuela se dedique a ir juntando –con guantes blancos- fetos recién expulsados, de
los baños para ponerlos en frascos, e ir mostrando a los alumnos algodones conteniendo
embriones humanos para averiguar a quién pertenecen. ¿Esa es la forma de “tapar”,
“ocultar”, los productos de las tropelías sexuales de los sacerdotes y/o jardineros y/u
operarios? ¿Esa es la forma de hacer desaparecer los rastros de un eventual aborto far-
macológico, si es eso lo que pretendía insinuar la denunciante en su relato? Tampoco su-
pera ese relato un test elemental de verosimilitud.
Yendo un paso más, ocurre que las tres denunciantes han da-
do cuenta de unas pastillas que les suministraban las señoras Kosaka y Pascual, y descri-

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bieron una serie de efectos o reacciones físicas que les provocaban. Resulta evidente que
para corroborar esos dichos o darles un viso de verosimilitud, con un dictamen médico
y/o farmacéutico hubiera sobrado. Un perito médico y/o farmacéutico hubiera podido
aclarar: qué tipo de píldoras pueden provocar los sugestivos sangrados que ambas de-
nunciantes; si esas pastillas, que la denunciante dijo que le provocaron sangrado, servían
igualmente para calmar los nervios de un varoncito, pues la misma denunciante dijo que
también le daban las píldoras a otro varón. Además hubiera podido aclarar (si es que
puede ser aclarado) algún médico y/o un farmacéutico perito cómo hace una pastilla
anticonceptiva –que normalmente son las que vienen con los días marcados, como sabe-
mos todos- para provocar un aborto si precisamente lo que evitan es la concepción; o en
qué formato y/o en qué dosis se deben suministrar las pastillas abortivas y si es factible
saber a qué hora hacen efecto para esperar detrás de la puerta del baño, tener prestos los
guantes, recoger los abortos y ponerlos en frascos. Otra duda: si las pastillas anticoncep-
tivas se deben suministrar todos los días, qué efecto podía tener interrumpirlas los sába-
dos y domingos o los días que las adolescentes estaban con sus padres y Kosaka o Pas-
cual no les daban las píldoras; y finalmente, podrían haber aclarado si las pastillas anti-
conceptivas o abortivas (aclárese que no es lo mismo pastillas anticonceptivas y pastillas
abortivas, en tanto las primeras evitan un embarazo y las segundas terminan un embara-
zo preexistente), producen desmayos de suerte tal que pueda una adolescente aparecer
tendida en una escalera casi 3 horas después del horario de finalizado de clases.
Surge evidente que los relatos vinculados a estas extrañas
pastillas no pueden ser aceptados como confirmados, no sólo por su escasa fiabilidad,
sino porque en temas que precisan explicaciones y precisiones técnicas, cómo este, hu-
biera sido necesario contar con la explicación de algún especialista médico o farmacéuti-
co que pudiera dar sustento teórico técnico a las mencionadas manifestaciones bajo aná-
lisis formuladas por las denunciantes.
Como contrapartida, debe advertirse que la prueba existente-
todos testigos ofrecidos por las partes acusadoras y documentación secuestrada del Pro-
volo por Fiscalía-, demuestran que el seguimiento y control de los remedios que debían
dársele a los alumnos albergados era constante, que esos medicamentos se suministra-
ban bajo receta de médicos externos a la institución y fundamentalmente, que se estaba
en permanente contacto con efectores externos de la salud, lo cual es un claro indicio
que los alumnos de la institución no estaban librados –en cuanto a su salud- a los parece-
res de los directivos o cuidadores.
Debemos consignar que la denunciante no fue la única en
hablar de fetos en frascos; contamos también con el relato de otra persona, que actual-
mente cuenta con 20 años y sostuvo que cuando él tenía 3 o 4 años, un atardecer, a la
tarde noche, presenció junto a 5 compañeros, cómo se daba entierro -cerca del gallinero
del Provolo-, a un frasco que contenía un feto. Describió el feto como una cosita roja
chiquita, un bebé muerto. Sostuvo que estaba Pilo, que cavaron (un pozo), lo enterraron,

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pusieron una tapa de madera cuadrada arriba, y luego taparon con tierra. Es más, sostu-
vo que él le preguntó a Pilo cómo era eso, de qué mujer era (es decir, él con 3 o 4 años,
¿sabía lo que era un feto?); y Pilo le dijo que era secreto. Surge evidente que tampoco
emerge como verosímil el relato del señor Muñoz: ¿o alguien puede dar una explicación
atendible de por qué o para qué se enterraría un feto adentro de un frasco, cuando sin
frasco se biodegrada y desaparece como evidencia al tiempo de su enterramiento? ¿Esa
es la manera de ocultar o tapar el producto de un aborto? ¿Delante de todos los alum-
nos? ¿Esa es la forma de mantener “secreto”? Es decir, nuevamente la insensatez.
Aun así, con el simple relato fantástico de esos denunciantes,
surgió el mito que se propaló en los medios de comunicación de todo el mundo: en el
Provolo de Mendoza, había frascos con fetos. Debemos remarcar, que hacemos alusión
a todos estos temas, pues fueron las partes las que los introdujeron al debate; hemos per-
dido mucho tiempo en cuestiones que debemos calificarlas como pueriles, pero que sólo
tuvieron una utilidad: sirvieron para devaluar la credibilidad de los testimonios brinda-
dos por las denunciantes.
Pero, no sólo se sostuvo que había frascos con fetos, también
se dijo que había cajones de madera enterrados en el patio del edificio. Concretamente,
la denunciante, nos explicó que cierta noche, estaba en su habitación hablando con una
amiga, abrió la ventana y vio al sacerdote Corradi con el señor José Luis Ojeda, que hi-
cieron un pozo profundo y enterraron una caja de madera grande; sostuvo que con su
amiga pensaron que podía haber un muerto adentro de la caja. Luego que se le hiciera
ver que en otra cámara Gesell (del 20/4/17) había dicho que la amiga con la que estaba
era otra, y que en aquella oportunidad también había mencionado el cura Corbacho, sos-
tuvo que a quienes vio enterrando la caja eran a José Luis y a Nicolás Corradi –el jefe-,
pero también a Corbacho; agregó que podía ser un perro muerto, que no sabía, que nun-
ca vieron qué había en la caja en cuestión, pero sí vieron que estaban cavando en el jar-
dín, con una pala y enterraron la caja. Manifestó recordar que había ido a una inspección
ocular y que había marcado en el jardín el lugar donde vio que enterraban la caja.
Al día siguiente de que la denunciante contara en la cámara
Gesell durante la investigación penal preparatoria lo del enterramiento de la caja y sus
fúnebres conjeturas, es decir, el 21/4/17, se realizaron excavaciones en el área marcada,
con una retroexcavadora suministrada por la Municipalidad de Luján, y ello se hizo en
compañía de personal de Policía Científica. La labor arrojó resultado negativo en “rela-
ción a los elementos buscados”; ello conforme las constancias obrantes a fs. 1893 de au-
tos P-118324 (incorporadas por el señor Defensor, Dr. Víctor Banco).
Luego de unos meses, concretamente en enero de 2018, se
volvió sobre el tema de los enterramientos. A tales fines, personal de Gendarmería Na-
cional, estuvo trabajando en el predio del Provolo durante 8 días y elaboró el informe
contenido a fs. 3974/4021 de autos P-118324. En dicho informe se consigna que prime-
ramente se hizo una inspección ocular con un geo-radar; que se revisaron las instalacio-

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nes edilicias y recorrieron el inmueble. Que luego se procedió a hacer un relevamiento
del terreno y a demarcarlo por cuadriculas y que con posterioridad se realizó un perfila-
do electromagnético. Reza el informe (según nos explicó el Dr. Víctor Banco –y nadie
objetó-), que el último día, ingresó personal de la Municipalidad de Luján para hacer ex-
cavaciones manuales en lugares donde se habían detectado “anomalías” en el terreno.
Casi un mes después, el 28 de febrero de 2018, Gendarmería
concluyó el Informe de Prospección de suelo de N° 89141(fs. 4164/4165). En él se dio
cuenta de la labor realizada: se escanearon 32 zonas con el perfilador; el geo-radar se
utilizó en franjas paralelas, tanto en los distintos ambientes del interior de la edificación
como en aquellos en donde se verificaron las anomalías detectadas con el perfilador en
el exterior. Sostiene el informe que se relevaron con el perfilador 25.775 metros cuadra-
dos, que en metros lineales se perfilaron 51550 (fs. 4171); que se detectaron 13 anoma-
lías: 1 manguera de riego; 22 varillas de hierro de construcción; una laja tipo de granito;
un canal de aire hueco; escombros de diversos tamaños; una porción de raíz; un tramo
de caño de P.V.C.; residuos de construcción; otro trozo de raíz; un conjunto de ladrillos
y rocas; otro trozo de raíz, una bolsa de arpillera y una chapa metálica; una cámara sépti-
ca; además, en la zona de ascensores se estableció que detectó un contra-piso compuesto
por residuos de obra. A fs. 3978, cuando estaban en pleno procedimiento de escaneo,
concretamente en el informe del 25 de enero del 2018, se consignó que en la zona 8 se
había encontrado un cráneo, aparentemente de un gato. Eso es todo.
En síntesis: después de 8 días de un sofisticado rastrillaje de
25.775 metros cuadrados, ni tan sólo se encontró entero el esqueleto de un gato. Repáre-
se la denunciante, sólo había dicho que, junto con su amiga, habían pensado que podía
ser un muerto, hasta conjeturaron que podía ser un perro muerto lo que enterraban en la
caja de madera. ¿Cuántos recursos humanos y tiempo se hubieran podido ahorrar si pre-
vio a convocar al personal de la Municipalidad de Luján, de Policía Científica y de Gen-
darmería Nacional –con todos los especialistas que vinieron- para revolver el predio en-
tero, se hubieran pasado los dichos de la denunciante por el filtro de la verosimilitud?
O acaso alguien puede pensar sensatamente que teniendo el
Provolo un predio de 6 hectáreas, iban a enterrar precisamente en el jardín un cadáver
(humano, canino, felino y/o etc), un feto adentro de un frasco, un arsenal de armas, un
tesoro o cualquier cosa que quisieran que permaneciera oculto, justo frente a la habita-
ción donde dormían las chicas, para exponerse a que los vieran, tal como lo sostuvo la
denunciante? ¿O alguien puede sostener, sin caer en el absurdo, que el señor Pilo iba a
enterrar un feto pero adentro de un frasco, en presencia de alumnos y encima pedirles li-
vianamente que guarden silencio? Nuevamente el relato fantástico, primó sobre el senti-
do común, lo grave es que caló en el intelecto de muchos. Así surgió otro mito: el de los
muertos del Provolo, cuyo único sustento fueron los relatos inconsistentes –por falta de
apoyatura en algún elemento fiable- que se propalaron mediáticamente en una sociedad

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ya de por sí convulsionada, consternada por las denuncias de los abusos sexuales en la
institución.
Finalmente, luce evidente que todo lo reseñado, sólo ha ser-
vido para restarle fiabilidad a los dichos de los denunciantes en definitiva, ni tan sólo la
caja de madera o un mísero frasco –aunque más no fueran vacío-, fueron hallados ente-
rrados tras el meticuloso y costoso rastrillaje del predio.
No omitiremos mencionar que otro denunciante dijo ser tes-
tigo de un hecho luctuoso ocurrido en el Provolo. Sostuvo que estaba en el altillo con un
amigo, un amigo se subió al techo de dos aguas, resbaló y cayó al suelo de planta baja.
Nos explicó que él corrió escaleras abajo y al llegar, alcanzó a ver a su amigo muerto,
con sangre; aclaró que Corradi (quien siempre estaba metido en su habitación y tenía a
todos por súbditos) lo llevó al hospital, que vio la ambulancia, y finalizó sosteniendo
que él se quedó esperándolo, pero que su amigo nunca más volvió, que no sabía si lo ha-
bían enterrado, si el fin de semana lo habían enterrado. Es decir, si bien habló de un ami-
go muerto, y conjeturó sobre una sepultura, nunca dijo que hubiera sido en el predio del
Provolo.
Este acápite, merece estar en las consideraciones generales,
por cuanto va desentrañando de los distintos relatos, aspectos que debilitan la credibili-
dad de ciertos testigos y si bien esto de por sí no conduce a extender la desconfianza a
todo el contenido del relato, sí exige mayor recaudo a la hora de analizarlos y de
contrastarlos con el resto de la prueba.
4- Sobre explotación infantil y trabajos forzados:
También hemos escuchado a varios denunciantes dar cuenta
del cansancio que tenían porque en el Provolo los obligaban a trabajar. Algunas denun-
ciantes sostuvieron que las hacían hacer la limpieza de pisos y baños y lavar los platos.
Recordamos a una denunciante, que sostuvo que ella “traba-
jaba” en la panadería, que hacían pan, facturas, pizzas; y ella trabajaba con el horno,
aprendían a amasar; que la señora Graciela Pascual les decía que hacían cosas para la
venta, que les pagaba a los demás compañeros y a ella no le pagaba; que a otros [compa-
ñeros] los llevaba a hacer prácticas en otros lados, pero a ella no; y que esa circunstancia
la hacía llorar, pues sentía que la discriminaban. Luego aclaró que ella en realidad no sa-
bía cómo hacían para venderlos, pero que otra compañera era la que le había contado
que los llevaban a comercios cercanos al Provolo.
Una denunciante expuso que cuando faltaba la profesora de
panadería, ella era obligada por la señora Kosaka a lavar platos e incluso ventanas, pisos
y baños.
Otra denunciante dijo que otra ex alumna estaba como resig-
nada a estar en el Provolo, que tenía que estar con Kumiko y Asunción, que tenía que
limpiar, ordenar su ropa; que por ejemplo si Kumiko veía desordenada la ropa les pedía
que la ordenaran y la misma ex alumna le gustaba estar con el celular y Kumiko se lo

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quitaba. También manifestó que en el Provolo le enseñaron las tareas que hacía en su
casa; que en la institución tenía que limpiar mucho más, con un palo, recoger la sucie-
dad, lavar los platos; había mucho trabajo, lavar con trapo y agua, repasar los muebles;
mientras que en su casa era lo normal: limpiar el piso, hacerla cama, después de comer
recoger los platos. Explicó que ambas religiosas (Martínez y Kosaka) le enseñaron a ha-
cer esos menesteres; que, por ejemplo, Asunción le enseñó a limpiar el jardín; Kumiko a
limpiar ventanas y pisos. Agregó que todo lo hacía hasta el jueves, el viernes le decían
esto tiene que quedar bonito, bien; se sacaban las sábanas y se ponían nuevas para perso-
nas oyentes que alquilaban las instalaciones. Cuando llegaban el lunes todo estaba sucio,
con colillas de cigarrillos, y que ellas tenían que dejar todo limpio nuevamente.
Una denunciante sostuvo que a ella también la hacían lim-
piar las instalaciones, que ella tenía entre 7 y 8 años hasta los 16, que tenía que lavar ro-
pa, las zapatillas, la ropa interior, aprender a cortarse las uñas; que cuando tenía 8 años,
lavaba su ropa interior y limpiaba las mesas.
Por su parte, otra denunciante sostuvo que además de hacer-
les hacer tareas domésticas (lavar, etc.), Lucía la profesora de panadería les ponía la co-
fia, el delantal y los hacía amasar el pan; y que la profesora no hacía nada, sólo tomaba
mate. El horno estaba muy caliente, y ella se quemó el brazo, pero se le fue la cicatriz.
También dijo que ella y Andrea eran las responsables de colgar la ropa.
Otro denunciante, explicó que luego de almorzar, descansa-
ban, miraban TV, y Nicolás les decía que tenían que ir a limpiar y a regar, hasta las 4 de
la tarde; después iban a tomar el té; a las 5 los mandaba a limpiar de nuevo, y así otra
vez y otra vez y a las 6 a bañarse; agregó que, si a la tarde no iba a trabajar a la noche no
les daban de comer.
Incluso recordamos haber escuchado un denunciante dando
cuenta de un video VHF (que sólo él pudo verlo, pues se lo mostró uno de sus compañe-
ros, pero ese compañero luego se lo llevó a su casa y allí lo quemó porque estaba nervio-
so por lo que había sufrido en la institución y porque tenía miedo). Según sus dichos, era
un video de antigua data, cuando se estaba construyendo el Provolo –luego dijo que era
de cuando se le estaban colocando rejas-, en el cual se veía a niños pequeños trabajando,
haciendo soldaduras; que él vio ese video y sufrió pensando en el sufrimiento de esos ni-
ños. Sostuvo que los chicos en la filmación sufrían, sufrían porque eran todos sordos;
sentían dolor porque ellos estaban construyendo; dijo, sobre los chicos que construían,
que él no recordaba qué edades tenían, pero a él no le gustaba lo que vio, que le causó
dolor.
La progenitora de dos denunciantes sostuvo que uno de sus
hijos era menor, no había entrado en los talleres, pero que a los chicos los hacían limpiar
todo el parque con carretilla, con 7 u 8 años, con altas temperaturas; que un día llegó su
hijo insolado a su casa, muy descompuesto; que ella le preguntó qué le había pasado y
que su hijo le dijo que había estado trabajando mucho, con golpe de calor. Que por eso

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ella volvió a hablar con Graciela Pascual, y la encartada le dijo que lo hacían porque no
había que fomentar la vagancia, que los chicos tenían que hacer limpieza de hojas, ba-
rrer, mantenimiento. También la señora sostuvo que su hijo tuvo que ir a poner un techo
a una capilla de Lavalle; que habían pedido colaboración de los chicos. El propio denun-
ciante, reconoció que se había quedado a dormir en la institución porque fueron a Lava-
lle.
Es más, el señor Fiscal Jefe requirió la incorporación de la
constancia obrante a fs. 38, fechada el 1 de agosto 2011 del Libro N° 9: Novedades en el
Albergue de Menores; en ella se da cuenta que se quedaron dos ex alumnos por estar
realizando un trabajo en el albergue. Es decir, pareciera que “Gastón y Sergio” estaban
trabajando en el albergue. Más allá de que ignoramos si se trata de alumnos que no eran
albergados y pernoctaron en el Provolo, y si era por un trabajo, también queda claro que
ni tan sólo sabemos en qué consistía ese “trabajo”.
En síntesis: los denunciantes han dado cuenta de una serie de
tareas que hacían en la institución y que esas actividades no eran de su agrado, que les
provocaba cansancio y malestar. Incluso, las acusaciones formales, hablan de trabajos
“excesivos” que autoridades y cuidadoras hacían realizar a los alumnos de la institución,
como parte del conjunto de malos tratos a los que eran sometidos.
Ahora bien, cuando abordemos la denuncia un denunciante,
volveremos sobre lo declarado por su progenitora -que recién citamos-; por ahora, surge
claro que aun enterada de que a su hijo lo sometían a trabajos en el jardín de suerte tal
que se insolaba y había tenido un “golpe de calor”, aun así, ella siguió enviándolo a la
institución; es decir, que a sabiendas del supuesto maltrato de su niño, ella continuó
mandándolo al Provolo. Pero lo que nos interesa ahora, es recalcar lo siguiente:
Recordamos a las religiosas Kosaka y Martínez en ocasión
de ejercer sus defensas materiales, dieron cuenta de las actividades diarias que realiza-
ban en el Provolo los y las estudiantes, tanto albergados como no albergados; explicaron
cuál era la rutina y los horarios. Ello no ha sido materia de controversia; es más, conta-
mos con varios testimonios de denunciantes que han corroborado –en términos genera-
les- los dichos de ambas señoras acusadas. Por ejemplo:
a) Otra denunciante sostuvo que se levantaban a las 7 horas
de la mañana, se cambiaban, ordenaban la ropa y la cama, que había que dejar las cosas
ordenadas. Desayunaban y a las 8 entraban en la escuela hasta las 12; a las 12 dejaban
las mochilas en el albergue. Volvían a almorzar hasta las 13 horas y luego al taller hasta
las 16.30 horas que tomaban la merienda. Que luego de la merienda hacían las tareas,
los deberes, y si no había tareas, jugaban, veían la tele, era un descanso. A las 18.30 se
bañaban; a las 19 o 19.30 horas bajaban y cenaban. A las 21.30 se iban a la cama.
b) Otra denunciante dijo que los horarios de las actividades
en el Provolo eran así: llegaba por la mañana a las 6.50 su papá que trabajaba la llevaba
y ella esperaba hasta las 7.30 que llegaban las profesoras. A las 8 horas en punto forma-

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ban fila e izaban la bandera. Luego, iban a la escuela hasta las 12.30, a las 13 comían
hasta las 14 horas en punto que iban a las prácticas de panadería hasta las 17 horas que
se iba a su casa; todos los días era lo mismo. En la escuela lo que hacían –a la mañana-
veían matemática, lengua, sociales y naturales; eso siempre era de mañana. Todas las
tardes iban a la panadería de 14 a 17 horas; no había otra actividad a la tarde, para las
mujeres; los hombres hacían carpintería. Los miércoles entre las 9 y las 10 la llamaban
para ir a la fonoaudióloga, a veces los viernes.
c) Otro denunciante, nos contó que cuando ya tenía 6 o 7
años, limpiaba; que cuando era chico, se despertaba orinado, se bañaba, se cepillaba
dientes e iba a tomar el té con todos los chicos; luego formaban fila e iban a la escuela.
A las 12 terminaban e iban a comer; a las 10 tomaban el té y jugaban, después volvían a
clase hasta las 12. Después de comer, se iban a jugar de 1 a 8 horas; terminaban y se
iban a bañar, luego a cenar. A las 9 en punto hasta las 10.30, 10.40 jugaban en el sector
donde estaba el TV, a las 11 se cepillaban los dientes y se iban a dormir.
d) Otro denunciante sostuvo que cuando se terminaba todo a
las 18, iban a tomar el té; que después Corradi, cuando no había profesores, los manda-
ban a limpiar, tenían que limpiar las hojas de los árboles que se caían, todo, y les dolía el
cuerpo. A las 19 horas se bañaba, luego a cenar: tenían que esperarlo para empezar, re-
zaban y después cenaban.
De los horarios y actividades recién reseñadas por los mis-
mos denunciantes –que se reitera, coincide a grosso modo con lo indicado por las encar-
tadas-, se infiere fácilmente que poco margen horario existía para las tareas denunciadas:
durante la mañana estaban en la escuela, no estaban trabajando; y por la tarde, debemos
considerar que se merendaba y a las 19 horas, más o menos, ya estaban bañándose.
A su vez, si repasamos las faenas denunciadas por los exa-
lumnos, advertimos que mencionan: cortarse las uñas, lavar pisos, limpiar ventanas, la-
var ropa interior, ordenar la ropa, tender la cama, recoger y/o lavar los platos, recoger
hojas del jardín. Resulta evidente que las tareas que los denunciantes sostuvieron estar
obligados a realizar, no parecen extrañas a una institución que tenía como propósito un
aprendizaje global del estudiante. Hubo testigos que dijeron que a los chicos del Provolo
se les enseñaba habilidades sociales, sin dudas, la propia limpieza y la del lugar donde
habitan es una habilidad social de necesario aprendizaje. Ninguno de los testimonios da
cuenta de un trabajo que excede a los mencionados, y si se hubiera acreditado alguno
así, restaría –en esta causa penal- exhibir su relación con los hechos que convocan nues-
tra jurisdicción.
Incluso, volvemos a advertir que existe otra progenitora que
manifestó estar al tanto de las tareas que se les encomendaba a los alumnos: una madre
dijo que su hija le contaba que la mandaban a limpiar los baños, los pisos, esas cosas le
decía; pero que ella estaba en conocimiento de esas tareas, pues en el Provolo le habían
dicho que los alumnos tenían que colaborar con la limpieza. Ello es lo mismo que soste-

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ner que no era un secreto que los alumnos realizaban tareas, ni mucho menos se mante-
nía oculto, y, agregamos, los progenitores tenían conocimiento de que sus hijos hacían
trabajos domésticos en la institución.
Dicho de otro modo, con los elementos colectados, no surge
acreditado que las tareas que los alumnos realizaban en el Provolo, fueran “excesivas”
como indica la acusación formal.
5- Sobre los abusos físicos/psíquicos/sexuales sistemáticos
en que se sustenta la acusación:
Prácticamente todos los denunciantes, además de los abusos
sexuales que en definitiva son el objeto procesal de los presentes, han dado cuenta de
tratos inhumanos, y crueles castigos corporales. En efecto, sostuvieron haber sufrido en
el Provolo por parte de las autoridades o cuidadores diversos maltratos (alimentarios –
como ya se dijo-, en la rutina laboral –tal como también lo explicamos-, de hostigamien-
tos físicos, de exposiciones al frío y a la noche, etc.). Hasta algunos padres han manifes-
tado haber sido testigos de esos abusos físicos y psíquicos que padecieron sus hijos u
otros niños en el Provolo.
Las acusaciones formales, han sostenido que los abusos –
tanto sexuales como los físicos y psíquicos- eran “reiterados y sistemáticos” (así se con-
signa en la causa P-28674); que esos abusos conformaron “un esquema sistematizado y
tolerado de aberrantes y pervertidas prácticas hacia los menores” (reza la causa P-
60030). Es decir, las acusaciones hicieron hincapié en la reiteración y sistematicidad de
esos abusos.
Volvemos a la reseña de los casos más paradigmáticos de lo
que acabamos de indicar y vinculada a los malos tratos físicos y psíquicos:
a) Denunciante: sostuvo durante toda su declaración que la
señora Kosaka era mala y le pegaba. Le pegaba cachetadas reiteradamente. Como no te-
nían comunicación, Kumiko les pegaba, les tiraba la oreja, de los pelos, los peinaba y les
arrancaba los pelos, agregó que le cortó el cabello de modo desparejo. Narró a su vez,
que también le pegó cuando la vio salir de la habitación donde casi la abusa Corbacho.
Explicó que le pegaba con un palo similar a un palo de limpiar, en las costillas; que tuvo
como una fractura de costilla por el golpe y que le quedó la marca en la costilla; agregó
que también le pegó como con un rodillo de madera y que los golpes eran fuertes; que
les pegaba a otros compañeros también, y que se encerraba con uno de los denunciantes
para pegarle y para que ellos no lo vieran, pero también dijo que les pegaba cuando for-
maban fila; que cierta vez, levantó del cuello a un chico y luego lo largó, que ellos se
quedaron en silencio.
b) Otra denunciante sostuvo haber visto cuando le pegaban a
otro niño; dijo que todos le pegaban; que Corradi lo pisaba con el zapato negro o marrón
y le daba patadas, que ella lo había visto. Que la señora Kosaka le pegaba a ella, que era
mala y la incitaba a bañarse; también manifestó que la religiosa le pegaba a otra denun-

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ciante porque era bastante rebelde; que también le pegaba a los otros denunciantes. Sos-
tuvo que Gladys (Pinacca) tiraba de las orejas y pegaba. Que Pilo y Gonzalo, le pegaban
a un denunciante con cadenas e incluso Pilo (Gómez) con algo que se usa para los caba-
llos. Relató también que en cierta oportunidad en que faltó Lucía –profesora de panade-
ría-, ella se quedó con Kumiko y otros compañeros; que la señora Kosaka le tocaba la
cola como jugando, ella se enojó y le tiró la túnica; que entonces Kumiko se dio vuelta,
y le agarró los pelos de la vagina (resulta llamativa la anécdota relatada: ¿la denunciante
jugaba o pasaba esas horas libres junto a sus amigos sin ropa interior?; es decir, la única
manera de entender posible que Kosaka, en un acto casi reflejo pudiera tirarle el vello
púbico), que ella entonces gritó, y la religiosa la tironeó y le dio un golpe de puño en el
estómago y en la boca, y le hizo salir sangre. Añadió que entonces ella se escapó y em-
pezó a escupir sangre, se lavó con agua y se le hinchó, tenía hinchada la boca; y mani-
festó que el golpe que le dio Kumiko en la boca, le dejó como una marquita [en el inte-
rior de la boca], y siempre que se toca con la lengua lo nota.
c) Otra denunciante, sostuvo que cierta vez ella estaba con
un celular y la señora Kosaka se lo sacó y le pegó una cachetada; que también les pega-
ba a otras alumnas, y a muchas personas sordas que se fueron yendo de la institución.
Nos dijo que nunca se iba a olvidar, que cuando ella era chica, había un varoncito, que
estaba en la filmación, con orejitas; que una vez en la noche cuando jugaban, el chico se
ponía muy nervioso, se enojaba y Kumiko le pegaba, y él estaba cansado de que Ku-
miko le pegara; que una vez Kumiko lo levantó hacia arriba y lo bajó y le dijo que se
fuera al patio donde hacía frío; y Kumiko les decía que no contaran nada, y los amena-
zaba. Dijo que ella sufría en el Provolo porque la señora Kosaka le pegaba, la tocaba y
se burlaba. Expuso que después cuando se juntaban para lavar los platos, estaban Asun-
ción y Kumiko, y escucharon que alguien lloraba, fueron a ver y era un denunciante
pues Corradi y Corbacho estaban pegándole. Que Asunción les dijo que se fueran, y ce-
rraron la puerta; y al otro día el denunciante estuvo adentro y no en la escuela; que des-
pués Corradi llamó a los padres, vinieron y se lo llevaron, y no fue más a la escuela.
d) Otra denunciante dijo que ella con otros compañeros su-
bió al ático y vieron que había cadenas, esposas y algo de madera que terminaba como
en tiras, parecido a lo que se usa para pegar a los caballos, y ellos no entendían para qué
era eso; que pasó el tiempo y le pegaron con eso, que la señora Kosaka le pegó con eso.
La intérprete, sostuvo que era como un látigo. Ello motivó que al haber mencionado la
Defensa técnica en sus alegatos lo del látigo, el señor Fiscal Jefe sostuviera que la De-
fensa había exagerado; es más, el titular de la acción pública preguntó al Tribunal si po-
día predicarse como característica de un látigo que tuviera como tiras. Debemos respon-
derle al señor Fiscal que el látigo bien puede tener un palo como mango y tiras –elemen-
to flexible- asido a ese mango; debemos recordarle que existen látigos de varias puntas.
Dicho de otro modo: no parece desatinada la traducción efectuada por la intérprete que

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se hizo en base a la descripción del objeto que realizó la propia señora (nombre de de-
nunciante) (más allá de que sea verosímil o no que se les pegara con ese instrumento).
e) Otro denunciante explicó que la señora Kosaka, le pegaba
demasiado, le torcía el brazo, se lo daba vuelta, le tiraba de la oreja demasiado fuerte;
eso ocurría cuando él tenía 5 años; ahora él piensa en eso y llora y sufre. Que él le había
contado a su madre al principio que la señora Kosaka era buena; pero cuando la encarta-
da se puso mala y comenzó a maltratarlo no se lo contó a su progenitora. Dijo que no sa-
bía por qué le pegaban, él jugaba y estaba bien, pero lo mismo le pegaban, lo mandaban
a penitencia, no podía jugar; que le pegaban demasiado, y él se lo guardaba, no lo podía
decir, y después se asustaba cuando su mamá le pegaba, porque ya estaba asustado.
También sostuvo que cierta vez que él tiró el plato de sopa, Corradi lo retó y lo puso
afuera en penitencia por una hora; otra vez, él se distrajo con el perro y no dijo: “Amén”,
entonces, Corradi le dio una patada y lo tiró por la escalera, y luego también le hizo pa-
sar la noche afuera hasta las 6 de la mañana; explicó que él tenía como 9 o 10 años.
f) Otro denunciante, dijo que él pensaba que Kumiko era
buena, pero después se dio cuenta que era mala porque a los niños sordos les hacía lavar
los calzoncillos y los que lo tenían sucios con materia fecal, los retaba y los chicos llora-
ban, y él vio eso y se asustó. En la tarde, los cuidaba José Espinelli, él limpiaba el patio
y todos hacían lo mismo, y todas las tardes lo mismo.
g) Otro denunciante, manifestó que Kosaka lo retaba y le pe-
gaba porque tenía que lavar sus calzoncillos. Parecía buena y después se ponía mala.
Cuando un niño se portaba mal, lo ponía en penitencia contra la pared 30 minutos; se
reenojaba y los retaba a todos. También mencionó que Corradi le pegaba con un látigo,
como el que se usa con los caballos, que en realidad eran dos látigos: uno negro y otro
gris, de material flexible, y les pegaba en el comedor y en el patio; que a él le dejó la es-
palda marcada. También sostuvo que Corradi les pegaba con una varilla de metal. Sos-
tuvo que le mostró las marcas de la espalda a su padre, pero que él no hizo nada.
Incluso, nos contó que cuando se iba a bañar, se demoraba
en la ducha y entraba Nicolás y le pegaba con un cable como de hierro. Que una vez, se
terminó de bañar y se puso una musculosa de River, se sentó en el aula y entonces, Co-
rradi se enfureció y le dijo que no tenía que andar de musculosa porque hacía frío; que
qué hacía mostrando los pelos de las axilas, y lo agarró de los pelos de la axila y lo sacó
afuera.
h) Otro denunciante, dijo que Corradi le pegaba con un palo
de un rastrillo. Aclaró el denunciante que se lo contó a sus padres: que un día viernes, se
sacó la remera y su madre le vio los moretones en su espalda y se las mostró a su padre.
Que por eso, sus progenitores fueron a hablar con Graciela Pascual; que su papá se que-
dó en el auto y su mamá fue a hablar. Hablaron su mamá y él. Graciela le dijo que él se
estaba portando mal, que hacía mal el trabajo y esas cosas. Después que terminaron de
hablar, su mamá estaba muy enojada y se fueron.

77
i) Otro denunciante dijo que Bordón les exigía que le besaran
los pies, y otra denunciante sostuvo que los chicos tenían que hacer una especie de ala-
banza ante Bordón.
j) Otra denunciante, sostuvo que la señora Kosaka, a los chi-
cos los zamarreaba de los pelos y los arrojaba contra la pared.
k) Otra denunciante sostuvo que cierta vez ella dibujó una
mujer en ropa interior y la señora Kosaka se enojo, le pegó una cacheta y la tiró contra la
ventana.
l) La progenitora de otra denunciante, sostuvo que su hija fue
víctima de maltrato en el instituto; ella lo sabía porque vio los moretones de Isabela, y
porque ella a veces se quedaba en la parte de delante de la institución, donde había
bancos para las madres que esperaban a los niños, y siempre se escuchaban a los niños
llorando y gritando; en una oportunidad, ella entró al comedor a la hora del desayuno
y nadie la vio; que todo lo que era el área del pasillo hasta llegar al comedor, estaba to-
do oscuro, por eso nadie la vio. Que cuando llegó al comedor, se encontró con una ma-
estra o profesora, que estaba zamarreando a su hija; su hija había estado tomando el
té, y cuando la niña se bajó de la silla, la maestra la levantó a su hija de los brazos has-
ta la altura de los hombros de la profesora, la zamarreó fuerte y le dijo que se quedara
quieta y no se moviera; ahí su hija volvió a llorar.
Sostuvo la señora que se dio cuenta que había más niñas, de
la edad de su hija, que andaban por el piso llorando, o tenían el té caliente y que “nadie
se lo enfriaba”. Luego, en el contra examen, agregó que ingresó más veces al comedor,
que ingresó para filmar y filmó cómo los niños estaban desatendidos, y cómo los profe-
sores desayunaban en una mesa aparte; esa misma profesora que ella vio zamarreando
a su hija, también zamarreó a los demás niños, y ella “la filmó”. También filmó cómo
estaban desatendidos los niños, que les dejaban la taza de té y los niños no podían mo-
verse. También le llamó la atención la oscuridad del comedor, no había luz. Estaban los
chicos y a un costado, había una mesa redonda donde desayunaban los maestros. Que
la filmación la guardó en su teléfono y al teléfono se lo robaron en la escuela ese mismo
día; lo había dejado en la mochila y una vez que fue a cambiar el pañal, se lo robaron;
en ese momento estaba ella con una mamá.
m) Otra mamá expuso que vivía en Villa Mercedes, San
Luis; que cierta vez que ella y su marido se quedaron en el Provolo, su marido observó
que uno de los alumnos que cuidaba a los más chicos, lo había agarrado a un nene que
vivía ahí, que ella creía que era de Salta, que lo había agarrado de las orejas y lo tiró
contra la pared. Explicó que su marido lo observó y que al día siguiente se lo comunicó
a Corradi; agregó que ella no sabía qué le había dicho Corradi a su marido, pero que
ellos dejaron sus chicos ahí y se fueron a Mercedes.
n) La mamá de otro denunciante nos dijo en el debate que
ella fue testigo de cómo una maestra agarró a su hijo de la oreja y le cortó la oreja; acla-

78
ró que ella escuchó el grito de su hijo, salió corriendo y vio a la maestra que asía a su hi-
jo de la oreja; ella le dio un cachetazo a la maestra, que su hijo estaba sangrando; que
ella enloqueció. También sostuvo que el padre Nicolás, le enseñaba a hablar a su hijo,
que lo hacía en un salón aparte, y que vio que el padre le dio un cachetazo que tumbó a
su hijo al suelo; que ella se enojó y el padre le dijo que era para que Javier entendiera
que se hacía lo que el cura decía y no lo que él quería. Agregó que el mismo día del ca-
chetazo, ella estaba en la cocina, ayudando a lavar los platos, y escuchó que su hijo gri-
taba en la escalera, que fue, y que vio que Pilo lo tenía del brazo y que lo quería llevar
arriba a la fuerza. Sostuvo que esas eran las cosas que a ella le parecían raras, y empezó
a sospechar.
Debemos puntualizar que conforme siguió contando la testi-
go, quedó evidente que luego de haber presenciado esos actos de violencia hacia su hijo,
no lo sacó de la escuela. Incorporada la declaración que había brindado en la Investiga-
ción Penal Preparatoria, a fs. 2428 de autos P-118324 del 27/6/17, la Defensa represen-
tada por el Dr. Varela Álvarez, le hizo notar que ninguno de los hechos recién mencio-
nados y que acababa de contar en el debate, los había mencionado en la Fiscalía en
aquella oportunidad, y la señora dijo que no lo había hecho porque estaba amenazada;
cuando se le preguntó por qué no había contado que estaba amenazada, dijo que se le
había pasado “por alto” decírselo al Fiscal.
De la reseña que efectuamos, surge claro que los denuncian-
tes –amén de abusos sexuales a los que luego nos referiremos- han contado sobre golpes
y malos tratos; o más bien, han dado cuenta de verdaderos tormentos y vejaciones, aten-
to a la intensidad de las golpizas, castigos y humillaciones narradas.
Ahora bien, ¿podemos tener por acreditado, más allá de toda
duda razonable que realmente ocurrieron esta suerte de suplicios, que han relatado de-
nunciantes y ciertos progenitores, y que la acusación los califica de “sistemáticos”, por
añadidura? La respuesta es negativa; o por lo menos, resulta imposible llegar al estándar
probatorio que se requiere en esta etapa procesal con esas declaraciones testimoniales, y
sin ninguna otra prueba o, aunque más no sea, algún indicio de corroboración periférica.
Pueden haber existido episodios de violencia; o tal vez no.
Lo cierto es que resulta altamente improbable que, si hubiera existido violencia alguna,
se hubieran materializado de la forma e intensidad que la presentaron los denunciantes:
de modo ostensible, y ante los garantes primarios del bienestar psíquico y físico de los
niños y adolescentes, como eran sus padres/madres. También genera duda que habiendo
varios padres observado hechos de la brutalidad que ellos narraron, sin más se hubieran
retirado de la institución, emigrado a sus lugares de residencia (lejanos como San Luis o
Salta en algunos casos) y dejado a los niños a merced de sus agresores. Mucho menos es
viable dar por acreditada la “sistematicidad” de esos tratos inhumanos que hemos escu-
chado durante el debate. Explicamos:

79
En primer lugar, el testimonio de las tres progenitoras: No se
puede dar mayor crédito a lo declarado por esa mamá cuando sostuvo haber visto cómo
en el comedor a oscuras, una maestra levantaba a su hija hasta la altura de los hombros
(de la maestra) y la zamarreaba; o a lo declarado por la otra mamá cuando manifestó que
su marido había visto cómo un cuidador de los chicos, agarró de las orejas a un niño que
era de Salta y lo tiró contra una pared, y que ella ni se enteró de lo que habló su marido
con Corradi al respecto; y tampoco resulta verosímil las manifestaciones de otra madre
cuando expresó que vio a su hijo sangrando porque la maestra lo había tomado de la
oreja, que también presenció cómo Corradi le daba una bofetada y lo tiraba al suelo, y
después vio cuando Pilo lo llevaba a la habitación a la fuerza. Y no resultan convincen-
tes estos testimonios porque las señoras han narrado escenas que bien podemos califi-
carlas de “escalofriantes”, pero, llamativamente, esas mamás continuaron mandando a
sus hijos al Provolo. ¿Qué madre después de ver esos tratos para con niños –propios o
ajenos-, continúa enviando a los suyos a esa escuela? Sencillamente ninguna.
Y este eventual “desinterés paternal/maternal” no es una
cuestión que pueda justificarse desde la vulnerabilidad de los hogares, derivada de una
posible hipoculturización o extrema pobreza, que les hubiera impedido a los padres op-
tar por otro camino -argumento al que acudió la fiscalía-; y es que esta circunstancia, de-
bemos puntualizar, ni tan sólo fue invocada por ellos. Advertimos que ningún progenitor
nos dijo que aun sabiendo cómo le pegaban a su hijo, lo dejaba ahí porque ellos no te-
nían cómo alimentarlo o cubrir sus necesidades básicas; o que lo dejaban porque en el
Provolo tenían buena comida (es más, se quejaron de la comida), agua caliente y cale-
facción, por ejemplo, como sostuvo el señor Fiscal Jefe. Esto es una cuestión de simple
instinto -de supervivencia y protección de la prole-, que traemos los seres humanos des-
de los orígenes de la especie (sobre todos estos padres, que han diagnosticado tales actos
como merecedores de denuncia); es decir, a ninguna mamá o ningún papá puede resul-
tarle indiferente ver a su hijo zamarreado por una maestra, o ver a un compañero de su
hijo cuando lo tiran contra una pared, o a su propio hijo cayendo al suelo por el sopapo
de un hombre adulto: más allá de que esa progenitora denuncie o no denuncie el hecho a
las autoridades, lo cierto que la experiencia común indica que nadie dejaría a su niño, ni-
ña o adolescente en manos de sujetos realizadores de conductas como las descriptas,
máxime cuando el Provolo no era la única institución dedicada a la enseñanza de niños,
niñas o adolescentes sordos (aun cuando fuera la mejor).
Hemos presenciado la conmoción anímica de esas madres,
explicándonos el dolor que sentían ante el daño que sostuvieron que les habían hecho a
sus hijos en el Provolo y que ellas desconocían; ese dolor ante lo que ellas explicaron no
pudieron evitar por ignorancia, no se compadece con la actitud totalmente pasiva que se
infiere de sus propios dichos, que relataron haber asumido cuando vieron a sus mismos
hijos siendo zamarreados, golpeados, arrastrados por escaleras y tirados contra el suelo o
la pared o con una oreja cortada por un tirón.

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No podemos dejar de consignar que ningún progenitor ni tan
sólo esbozó la justificación que dio el Dr. Iturbide: que las familias ante situaciones de
sospechas, tuvieron que optar entre los hogares precarios “ranchos” [sic] y el hotel cinco
estrellas, con cuatro comidas, calefacción y todo el mobiliario que representaba el Pro-
volo; no habiéndolo mencionado los progenitores, nada nos autoriza a pensar que deja-
ban a sus hijos para brindarles lujo y confort
y aceptaban que los abusaran o maltrataran como “contra-
prestación”.
En cuanto a las declaraciones de los denunciantes, volvemos
a advertirlas en cierto modo fantasioso: como cuando se le atribuyeron súper poderes a
la señora Kosaka de suerte tal que podía zamarrear a un chico y arrojarlo contra la pared,
o levantarlo del cuello y tirarlo contra el piso; e incluso hasta poco creíbles, como cuan-
do una denunciante sostuvo que la señora Kosaka le infringió un golpe que le provocó
un hinchazón como una fractura de una costilla, como si ese tipo de lesión fuera fácil de
ocultar a los padres; resulta obvio que ni para la madre más distraída hubiera pasado
desapercibida la fractura en cuestión o la hinchazón como fractura en virtud de la inmo-
vilización que provoca el dolor de una costilla fracturada -o aunque más no sea fisurada
o inflamada la zona-.
Es que, por un instante, tengamos en cuenta que han denun-
ciado haber sufrido o haber visto cómo les pegaban con cadenas, con rebenques o fustas,
con látigos (eso que se usa con los caballos, dijeron), con palos de rastrillos, con rodillos
de madera, o cómo los arrojaban por una escalera. La pregunta se impone: ¿nunca quedó
tan sólo una marca en el cuerpo de esos denunciantes que pudiera ser advertida por los
padres, algún hermano, familiar o vecino durante el fin de semana –si eran albergados-,
o a partir de la media tarde -si esos alumnos regresaban a sus casas todos los días-? Re-
párese que estamos, conforme los términos de la acusación formal, ante tormentos que
se extendieron en el tiempo, es decir, no se trataría de hechos aislados; y aun así, habría
resultado esa violencia imperceptible para el entorno íntimo de esos menores; sólo se
enteraron o pudieron “relacionar” los hechos que vinieron a narrar acá, cuando “salió to-
do a la luz” a través de la denuncia de una joven?.
Y los docentes, y personal de los equipos técnicos que transi-
taban por las instalaciones y que tenían contacto diario, semanal o periódico con las ni-
ñas, niños y adolescentes: ¿nunca vieron hechos de esas características o los signos que
hechos de esa magnitud debieron dejar en la humanidad de un pequeño o pequeña? Han
testificado en la causa personas que trabajaron en la institución por años, incluso médi-
cas que revisaban y controlaban a los niños. Psicólogas/os, fonoaudiólogas, docentes y
nadie refiere haber sido testigos de eventos de ese tenor; o, insistimos, vestigios físicos
de ellos en los estudiantes.
Sólo dudas pueden haber sobre este aspecto.
Pero sigamos un paso más:

81
Recordamos que la teoría del caso, plasmada en las requisi-
torias de elevación a juicio y sostenida a lo largo del proceso, ha sido que en la institu-
ción, tanto a la mañana como a la tarde y a la noche, en distintos sectores del inmenso
instituto, se sucedían aberrantes hechos de connotación sexual, acompañados de maltra-
to y violencia hacia los menores sordos o hipoacúsicos; todo ello prolongado en el tiem-
po y efectuado de manera sistemática. Que las nueve señoras acusadas, omitieron –tam-
bién-de manera sistemática y prolongada en el tiempo-, cumplir con la obligación de de-
nunciar y/o realizar los actos necesarios, activando mecanismos idóneos para impedir la
comisión de los hechos sexuales de los dos sacerdotes –Corradi y Corbacho-, de un ad-
ministrativo –Bordón-, un celador –Gómez- y un jardinero –Ojeda- (ello más allá de que
a la señora Kosaka también le atribuyen ciertos delitos de acción).
Pero, para que esta teoría resulte verosímil, se necesita mu-
cho más que una asimetría de poder con la que someter durante años a los alumnos (de-
rivada de la mayoría de edad de las autoridades y minoría de edad de los alumnos), o de-
rivada de los cargos de jerarquía que ostentaban en la institución los acusados (directo-
ras, sacerdotes/monjas). Ello pues ya no estamos hablando de una relación de un alumno
con su maestro, o de un alumno con un sacerdote/monja cuidador; estamos en presencia
de un grupo entero de alumnos de una institución, que denuncian a un grupo de directo-
res y cuidadores que llevan a cabo sus tropelías de manera sistemática, interactuando en-
tre ellos y cubriéndose unos a otros. Recordemos también para contextualizar bien el ar-
gumento, que muchos de esos supuestos hechos habrían recaído sobre jóvenes que te-
nían liderazgo, capacidad de imponerse e incluso de complotar, como es el caso de dos
denunciantes (conforme al testimonios de las señoras Alos y Pierrini, profesoras no im-
putadas). No es un dato baladí este último.
Si se pretendió llevar los abusos a la categoría de “sistemáti-
cos”, perpetrados por un grupo de depredadores y otro de encubridoras, actuando a lo
largo de los años, y utilizando a su vez las golpizas, penitencias y abusos psicológicos
también como parte del modus operandi, se necesita más que el silencio de los alumnos
logrado a través de las amenazas o derivado de la incomunicación generada por la pro-
pia hipoacusia o sordera de esos alumnos, como ya veremos.
La hipótesis de las partes acusadoras en cuanto a esa siste-
maticidad de los abusos y la prolongación en el tiempo se diluye cuando se repara en
otro aspecto o arista del caso, que también se ventiló durante el debate:
Acontece que nadie puede sostener que el Provolo era un
claustro de clausura al estilo “Carmelitas Descalzas”, en el que ninguna persona ajena a
la orden religiosa pudiera ingresar, o ninguno de los abusados salir o estar expuestos a
otros garantes o profesionales de la salud. A su vez, las nueve señoras acusadas no eran
las únicas integrantes del staff de la institución. No ha sido materia de controversia, y se
encuentra sobradamente acreditado que había maestras, psicólogos, nutricionistas, médi-
cos pediatras, psicopedagogos, profesores, maestras, fonoaudiólogos, trabajadoras en el

82
área social, catequistas; es decir, un gran grupo de personas que también era responsable
de la educación/cuidado/seguimiento de los alumnos, desde el mismo cargo que algunas
acusadas o desde otras perspectivas; estas personas trabajaban allí, en contacto con los
alumnos, y entraban y salían prácticamente a diario pues no estaban albergados en el
Provolo.
En ese sentido, la señora Graciela Pascual dijo que, en el
Provolo, trabajaban 50 o 60 personas. Es más corroborando lo manifestado por la señora
Pascual, la señora Valeska Quintana, nos mostró el Libro 7/5 (Libro de Actas – Reunio-
nes de Personal) -que Fiscalía cuando lo secuestró le asignó el N° 18 en el Lomo-; a fs.
64/65 de ese libro, consta el Acta 102, del 25 de noviembre de 2016, en la que se deja
constancia que a las 22 horas, se hizo presente el Ayudante Fiscal, Dr. Luis Federico In-
nella, y solicitaron en forma urgente la entrega de ciertos documentos (legajos y listados
de alumnos y personal); allí se consigna expresamente que el Sr. Ayudante Fiscal se-
cuestró el legajo del personal de la planta funcional: 59 fichas. De ello se infiere clara-
mente la cantidad de empleados del Provolo (al 2016)
De igual manera, la señora Valeska Quintana explicó en su
defensa material –y tampoco fue refutado-, que el Provolo estaba dividido en escuela
primaria y escuela EFI (escuela de formación integral); tenían un gran plantel de profe-
sionales; que no había en Mendoza otra escuela para discapacidades auditivas con ese
plantel de personal, y que por eso dolía muchísimo que se hubiera cerrado. Expuso que
la escuela primaria tenía Directora, Vicedirectora, Secretaria, 5 fonoaudiólogas, psicólo-
gos, trabajadores sociales y atención temprana; que la escuela primaria tenía de Primero
a Séptimo Grado, Sala de Psicomotricidad, doble escolaridad en turno tarde, psicopeda-
goga, educación física y educación plástica. Y los talleres de EFI tenían: Directora, Se-
cretaria y compartían las fonoaudiólogas, los psicólogos y trabajadoras del área social;
que aparte, el EFI tenía terapia profesional, taller de carpintería en madera, taller de car-
pintería metálica, taller de panadería y taller de artesanía. Aclaró que eso no había sido
desde un principio así, que la institución fue creciendo durante los años, y ello debido al
ingreso de más niños y en busca de ir cubriendo las necesidades de los alumnos.
También explicó la señora Quintana, que las fonoaudiólogas
acompañaban a los papás y al niño al hospital Notti, o a la clínica de Garganta Nariz y
Oído Godoy Cruz cuando podía recibir un implante, o para tener contacto con el oto-
rrino o fonoaudiólogo de los hospitales. En muchas ocasiones, los acompañaban para
explicarles los trámites en su obra social.
Sostuvo la señora Valeska Quintana que el personal del Pro-
volo hacía lo que se denomina trabajo en red: con el Hospital Notti, cuando tenía el hos-
pital el audiómetro roto, derivaban al Provolo a los pacientes para que hicieran la audio-
metría y eso era sin costo porque la mayoría de las veces eran personas con recursos ba-
jos; y si asistía alguna persona con recursos, se le pedía donación de pilas porque en el
Provolo tenían alumnos de bajos recursos que no podían costearse las pilas. Que tam-

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bién trabajan en red con el GAR (Grupo De Alto Riesgo), y con los OALS (Organismo
Administrativo Local), según el departamento provincial del que fuera el niño (Godoy
Cruz, Las Heras, etc). Tenían contacto con el Área Social de los distintos departamentos
(Luján, Maipú, etc); dio un ejemplo: recordaba una niña Páez, que la había derivado el
Hospital de Maipú, como era de muy bajos recursos económicos y socioculturales, el
área social de la Municipalidad de Maipú se contactó con ellos para saber qué día tenía
que asistir a atención temprana y así poder coordinar para que no faltara.
Las circunstancias recién indicadas que señaló la señora Va-
leska Quintana, no sólo que no fueron refutadas, sino que incluso, fueron siendo confir-
madas durante el debate mediante la incorporación de los distintos Libros que se lleva-
ban en el Provolo. Incluso algunas docentes o psicólogas que vinieron a declarar, tam-
bién hicieron referencia al contacto del personal del Provolo con el Notti u otras institu-
ciones (por ejemplo, la licenciada María Isabel González).
En ese sentido, no sólo que lució consignado en los legajos
de los denunciantes, las intervenciones de los organismos oficiales, sino que incluso
contamos que el testimonio de una médica pediatra que trabajó en el Provolo y que tam-
bién trabajaba en el Notti: la Dra. Laura Fabiana Racioppi, que nos explicó que ella iba
al Provolo una vez por semana, que hacía las historias clínicas de los alumnos, que aten-
día y medicaba a algún chico si estaba enfermo; que si la llamaban las monjas por algún
chico enfermo y no podía ir al Provolo, las mandaba con el alumno al Notti donde ella
también atendía. La citada pediatra, fue clara explicando que si bien en su vida profesio-
nal, había hecho varias denuncias cuando había tratado a niños de los que sospechaba
que habían sido vulnerados en sus derechos en distintas dependencias donde había tra-
bajado (es decir tenía experiencia en el asunto), en el caso de los alumnos del Provolo,
no había advertido a ningún estudiante con sintomatología de abuso.
Es más, por ejemplo, nos dijo que ella había elaborado la his-
toria clínica de la denunciante, en el año 2008 –cuando la pediatra empezó a trabajar en
el Provolo-, y ya por aquél entonces, ella tenía 8 años y hacía ya varios años que estaba
albergada en la institución (y conforme los dichos de la denunciante, para la época en
que la atendió la médica ya había sido o estaba siendo abusada sexualmente por Corba-
cho). Entonces, surge claro que una pediatra estuvo atendiendo a alumnos del Provolo y
nunca advirtió signos de abuso sexual infantil; y que incluso, cuando no iba a la institu-
ción, los atendía en el Notti. Y reiteramos, Fiscalía no la imputó a esa pediatra del Pro-
volo por los mismos delitos que acusó a las 9 señoras que llegaron a juicio; ergo, creyó a
la profesional que no encontró en su paciente signos de abuso sexual.
También se contó con el testimonio de la pediatra Dra. José
Lina Bar, que nos explicó que, desde el Provolo, le habían pedido que a los chicos los
revisara una vez por mes. Debemos puntualizar que la profesional, también era médica
pediatra del Hospital Español.

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A su vez, la institución brindaba servicios a personas de otras
escuelas, tanto a la mañana como a la tarde: lo explicó claramente otra testigo traída por
la propia Fiscalía, la Licenciada María Isabel González, es decir una de las psicólogas
que trabajó años en la institución atendiendo a alumnos y que no fue imputada; ella nos
dijo que el Provolo también funcionaba para atención externa a la institución; que si
bien desde el 2000 al 2004 existió un gabinete psicopedagógico con profesionales de
apoyo y especialistas en el lenguaje, a partir del 2004 ese centro se cerró, pero ella si-
guió trabajando con niños de otros lugares que iban al Provolo; que se trató de una aten-
ción externa y que repartía su actividad entre atención de alumnos y los seguimientos o
servicios que el instituto ofrecía hacia al exterior; que algunos de esos servicios luego se
escolarizaron y otros sólo fueron de apoyo; agregó que los servicios externos, pasaban
por una dirección o supervisión de las diferentes escuelas, y por el equipo de derivación.
Dicho de otro modo, no sólo 50 o 60 personas entre empleados y profesionales concu-
rrían “sistemáticamente” al Provolo, también iban alumnos de otras escuelas o institu-
ciones a recibir apoyo.
También debemos recordar lo manifestado por ambas reli-
giosas –Kumiko Kosaka y Asunción Martínez-, tampoco refutado: que los fines de se-
mana prestaban o alquilaban el sector de albergue de las mujeres para realizar distintos
encuentros o retiros a parroquias o movimientos; eso era a partir del viernes por la tarde,
hasta el domingo por la tarde. La señora Kosaka contó que la comunidad también los fi-
nes de semana organizaba eventos para recaudar fondos destinados a las necesidades de
los niños, por ejemplo elementos de higiene personal, alguna vestimenta, calzado y al-
guna que otra golosina para compartir después de la cena; uno de esos eventos que más
recordaba fue un té bingo; dijo que en esas ocasiones recibían colaboración de gente
adulta, que invitaban grupos de folklore, y solicitaban autorización para ocupar el come-
dor grande para el momento del té. La señora Martínez recordaba que en esos retiros re-
cibieron a unos jóvenes de la parroquia de San Vicente Ferrer de Godoy Cruz; también
jóvenes de la espiritualidad de Gestalt y a monaguillos de la parroquia Santiago Apóstol;
es más, recordó que una ocasión un señor ofreció un retiro a sus empleados, fueron de
San Rafael, de Buenos Aires, que le había llamado la atención porque el mismo empre-
sario era el que daba las charlas y muchos dijeron que era la primera experiencia de ha-
cer un retiro
Siempre ejerciendo sus defensas materiales, también nos ex-
plicaron las religiosas que, durante la estadía de ellas en el Provolo, recibieron a gente
que actuaba de “voluntaria”, y que las ayudaba con el cuidado o trato con los alumnos.
Mencionaron a una voluntaria inglesa, que le decían Coco; que vino a hacer un inter-
cambio y a través de la institución llegó al albergue. Que esa voluntaria estaba con ellas
desde las 12 horas que recibían a los niños para almorzar hasta las 17 horas; que termi-
naban la merienda y se retiraba; que después disminuyó su horario: iba para el almuerzo
y se retiraba a las 14 horas; y en la última etapa sólo iba para acompañar la hora del al-

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muerzo; estuvo un período prolongado acompañándolas. Recordaron asimismo entre los
voluntarios a la señora Teresa Céspedes de Hualde y su hija Agustina Pérez Céspedes,
que eran profesionales de la educación y en forma “sistemática” iban a ayudar a los chi-
cos a la tarde; dijeron que esa familia era una familia voluntaria a lo largo del tiempo en
el Instituto; que en algunas ocasiones, el señor Alejandro Pérez Hualde los acompañaba,
y también lo hacía su hijo; que Agustina Pérez Céspedes y su novio muchas veces las
ayudaron para el día del Niño, no sólo en la animación, sino que también llevaba cosas
especiales para compartir con los chicos.
Es más, durante el debate contamos con la presencia del se-
ñor Pérez Hualde, que declaró que sus tres hijos y su esposa fueron asiduos concurrentes
del Provolo durante 4 años, que ayudaban a los chicos, los entretenían y asistían, nos ex-
plicó que su esposa es psicopedagoga y colaboraba evacuando consultas de las maestras
sobre los chicos; vimos fotos de sus hijos animando fiestas en la institución, de su espo-
sa y los chicos disfrazados, vimos fotos de su hija en excursiones o paseos abrazada con
los chicos y los chicos también abrazando a la señora Kosaka, por ejemplo. Menciona-
ron otra voluntaria: la señora Chicha Figueroa, que las ayudaba a organizar el té, que era
muy frecuente su presencia en el albergue; que a veces iba a pasar semanas enteras con
ellas, que colaboraba cosiendo la ropa, que hacía cosas ricas para la merienda, y ayuda-
ba a los chicos a hacer manualidades, que llevaba cosas para hacer y que era muy inge-
niosa, que eso lo hacían a la tarde. Había unos jóvenes a quienes les decían Poroto y
Noelia Palacios, eran voluntarios no tan sistemáticos, pero sí frecuentes; Poroto también
ayudaba con el tema de la computadora. También recibieron otra voluntaria para inter-
pretar en Lengua de Señas la misa, que eso hizo el padre Tomy para el día de la iglesia
del Huerto.
Sostuvieron las religiosas a su vez, que recibían a las perso-
nas que iban a hacer sus donaciones; siempre se las hacían pasar, y estaban con los ni-
ños, que compartían. En muchas ocasiones recibieron donaciones a través de una señora
Hilda de Lana. Incluso a través de esa señora, recibieron a la esposa del cónsul de Fran-
cia, que llevó juguetes y se quedó con los chicos la tarde.
Si de donaciones se trata, contamos a su vez, con el testimo-
nio de la fonoaudióloga Silvina García, que también trabajó en el Provolo y nos explicó
que desde el Rotary Club, les proveían de audífonos a los alumnos de la institución; que
iban al Provolo las señoras del Rotary y hacían la selección de los niños que necesitaban
audífonos porque las familias no los adquirían.
Es más, explicaron las religiosas que pasaron por el Provolo
hermanas de la congregación: recordó Asunción Martínez que la hermana Ana Calderón
llevó a la novicia Andrea Farías, para realizar una experiencia comunitaria y apostólica;
que esa joven estuvo con ellas del 3 de agosto al 1 de setiembre, creía que en el 2004.
Después la hermana Ignacia fue a pasar un tiempo en la comunidad, fue en setiembre y
la idea era que estuviera hasta fin de año, pero el 27 de noviembre, la hermana falleció

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repentinamente. En otra ocasión fue la hermana Cristina Abaca, fue a descansar y com-
partió la comunidad de ellas y también la misión de estar con los niños. Asimismo, la
hermana Claudia Masuchi, que era uruguaya, fue a conocer, pero llegó cuando no esta-
ban los niños, entonces las ayudó a preparar el ambiente para recibir a los chicos. Tam-
bién recibieron hermanas de otra congregación: estuvo con ellas 3 meses una monja de
clausura, de la congregación Carmelitas Descalzas: Verónica Retamal, que por razones
de salud, necesitaba estar fuera de la clausura, y esos 3 meses fueron una experiencia
muy linda; ella es profesora de danza folklórica, y compartió la vida fraterna y el traba-
jo: les enseñaba, sobre todo a las chicas más grandes a bailar, fue muy querida por los
chicos. Pasaron también por la comunidad, hermanas de otras congregaciones, que iban
a hacer su retiro espiritual, recordaba a la hermana superiora general de la Obrera Cate-
quística Liliana Moyano. También a la joven Noelia Palacios, con inquietud vocacional,
que realizó una experiencia en la comunidad y estuvo desde el 3 de agosto hasta el 3 de
diciembre del 2009 en la comunidad, compartiendo la vida de las hermanas y la aten-
ción a los chicos.
Acreditando los dichos de ambas religiosas, se incorporaron
constancias del Libro de Memorias, redactado por ellas, durante los años que estuvieron
desempeñándose en el Provolo. Sólo mencionaremos algunas constancias, y fotografías,
que demuestran acabadamente la cantidad de gente que entraba y salía de la institución e
incluso, que permanecía meses con las religiosas y en contacto con los alumnos. Así in-
dicamos:
Como clara prueba de que recibían visitas de otras religiosas
en el Provolo, se puede confrontar: a fs. 30 de dicho libro, fechado el 3 de agosto de
2005, se consigna que por la mañana llega a la comunidad la Hna Ana Calderón y la
Hna novicia Andrea Farías. A fs. 81 en el 2007 se lee que la Hna Cristina Abaca fue a
descansar y colaborar y se quedó en la institución como una semana. A fs. 94, una cons-
tancia que explica que, desde 12 de febrero al 2 de marzo de 2008, estuvo otra hermana,
Claudia Mazzuchi, de Uruguay.
Sobre las personas que concurrían a ayudar, como volunta-
rios, a la congregación, podemos citar: a fs. 52 el 27 marzo de 2006, se consigna que co-
mienza a ayudar y cuidar a los chicos en el albergue, una joven inglesa de 19 años; que
comenzó ayudando primero en el colegio.
En cuanto a las fotos obrantes en el Libro de Memorias, que
se incorporaron: A fs. 19, una fotografía de voluntarias que iban a realizar los tés. A fs.
84 del 15 agosto de 2007, celebrando el día del niño, la señorita Pérez Céspedes con su
novio. A fs. 116, del 2 julio de 2008, foto del padre Tomy de La Carrodilla, dando misa
con una señora voluntaria para interpretar señas. A fs. 123 del 3 setiembre de 2008: foto
de la voluntaria que fue a hacer donaciones, esposa del Cónsul de Francia. A fs. 125 del
23 al 25 de setiembre de 2008: la señora Chicha fue a la comunidad y se quedó hasta el
25; las ayuda en la costura y en algunos trabajos manuales, y le da muchas ideas a Asun-

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ción para trabajar con vasijas; es decir, se quedó dos días a dormir. A fs. 165, julio de
2009, foto de la Hna. Asunción Martínez con un matrimonio –era la despedida de ella-,
el señor se llama Enrique Desete; era el señor voluntario que se encargaba de llevar y
traer a los hermanos Concha Castellanos; era un matrimonio voluntario.
Sobre retiros y encuentros, siempre en el Libro de Memo-
rias, citaremos, a modo de ejemplo y acreditación de lo afirmado en descargo: A fs. 28
se consigna que del 22 al 24 de julio de 2005: recibieron a los jóvenes de la parroquia de
San Pedro de Godoy Cruz; a fs. 29 obra una fotografía donde se ve a los jóvenes en el
patio realizando alguna actividad. A fs. 97, de marzo de 2008, hay una foto de los do-
centes de la institución que ocuparon el albergue de abajo para un encuentro. A fs. 85,
luce una foto del padre Marcelo De Benedetti (dijo la Hna Asunción Martínez), sacerdo-
te que llevó a distintos grupos de su parroquia los fines de semana; y está con las señoras
Chicha y Pichona, que eran voluntarias. A fs. 13 se consigna que el 12 julio 2004, que
una hermana Carmelita Descalza, Verónica, por pedido de la Madre Priora, y con el per-
miso del obispo y la autorización de la madre Provincial, permaneció en la comunidad
por 3 meses. A fs. 26, se explica que en la semana del 30 de mayo al 5 de junio de 2005,
recibieron en la comunidad a la Hna. Liliana de la Congregación “Obreras Catequistas”,
que quería hacer allí su semana de ejercicios espirituales. A fs. 80 del 20 mayo de 2007:
se nos mostró una foto de un grupo de religiosos jóvenes, que fueron a hacer su jornada,
ocupando los salones de abajo del albergue. A fs. 183 obra agregada una foto de Noelia
Palacios –nos dijo la encartada-, que era voluntaria y después entró a hacer una expe-
riencia en la comunidad, y estuvo del 3 de agosto al 3 de diciembre del año 2009.
Mención aparte merece la circunstancia también probada –
así lo indicó la Licenciada María Isabel González-, de que algunos de los estudiantes del
Provolo estaban integrados en otras escuelas, lo que significa que muchos niños, niñas o
adolescentes que asistían al Provolo iban también a otras escuelas, con otras autoridades,
con otros compañeros o compañeras; en fin, concurrían periódicamente a otras institu-
ciones donde no se extendía el “apoyo o participación sistemático de los abusos invoca-
dos en el Provolo, por parte de un grupo de femeninas que trabajaban allí” -conforme la
tesis fiscal-. Puede decirse, entonces, sin agredir el principio lógico de razón suficiente
que el Provolo era una institución en interacción comunitaria: gente extraña a éste ingre-
saba e incluso permanecía en él, y gente de este salía de la institución e iba a otras.
Recapitulando y cerrando el argumento: de lo reseñado surge
claro que mientras la acusación da cuenta de una serie de abusos sexuales violentos y
malos tratos, e incluso de golpizas salvajes dentro del Provolo, la institución era un lugar
donde no sólo estaban los alumnos que iban regularmente a la escuela/talleres (fueran o
no albergados) y las personas acusadas, sino que era un establecimiento que estaba po-
blado por maestros, profesores, nutricionistas, psicólogos, fonoaudiólogos, trabajadoras
sociales y empleados; que era lugar de encuentros y retiros espirituales (los fines de se-
mana); que era un lugar donde religiosas de otras instituciones no sólo iban de visita,

88
sino que llegaban a pasar tres, cuatro meses (la hermana Verónica de la congregación
Carmelitas Descalzas, o la señorita Noelia Palacios, voluntaria que después entró a hacer
una experiencia en la comunidad); y un lugar donde gente altruista –como la familia Pé-
rez Hualde, las señoras del Rotary Club, la esposa del Cónsul de Francia- iba a ayudar a
los alumnos o a hacer donaciones.
Es decir, ahí está el quiebre: ¿cómo se compadece esa pobla-
ción entrando, saliendo e incluso compartiendo y conviviendo meses en el Provolo, en
contacto directo o circunstancial con los alumnos, con los abusos que dieron cuenta los
denunciantes y que se les reproche haber ocultado y no denunciado a sólo nueve inte-
grantes del staff?. Acaso luce verosímil que el resto de las psicólogas, psicopedagogas,
maestras/profesoras, nutricionistas y pediatras que tuvieron a cargo la enseñanza y se-
guimiento de esos denunciantes durante años, jamás hayan visto a un chico con las mar-
cas que a cualquier persona dejan los cadenazos o los latigazos o palazos o fustazos que
sostuvieron haber recibido dentro de la institución?¿Resulta factible que esa multitud ja-
más haya escuchado tan solo un grito de dolor producto de las brutales golpizas o de los
ataques sexuales-que fueron descriptos como perpetrados bajo violencia y no a través de
seducción-? ¿Cuán hábil puede ser un menor para engañar a todo un plantel de psicólo-
gas durante años –salvo a la Licenciada Raffo, que resultó acusada-? ¿Y los agentes del
GAR o cualquiera de las personas de las OAL, esa gente entrenada en abusos y vulnera-
ciones de derechos, jamás advirtieron un signo, señal o una lastimadura en los chicos del
Provolo o un indicador de abuso sexual infantil? ¿Ninguna de estas personas, que ense-
ñaban bailes, artesanías, que armaban festejos para el día del niño o iban a examinarlos
para donarles audífonos observó en alguno de los niños esos indicadores, o dio confian-
za para un develamiento?
Reiteramos: la teoría de la “sistematicidad” de los abusos y
su prolongación en el tiempo, se desdibuja cuando se ha acreditado el contacto asiduo y
cercano de esos alumnos con otras personas que también concurrían a la institución y/o
los cuidaban y/o educaban al igual que las nueve acusadas o con personas con quienes
tenían contacto fuera de la institución. Dicho de otro modo: demasiada gente tenía con-
tacto con los alumnos del Provolo; la institución distaba mucho de ser una suerte de mo-
nasterio medieval, en donde a los niños se los encerraba en clausura bajo el cuidado de
las 9 acusadas, y en razón de ese ocultismo, resultara imposible que alguien se enterara
de lo que entre las paredes del Provolo ocurría. Lejos estaba de ser una “isla”, como la
calificó el Dr. Oscar Barrera. Más lejos aún estuvo el Provolo de ser un centro de tortu-
ra: hemos tenido una triste historia vinculada a torturas y violaciones sistemáticas de de-
rechos humanos en nuestro país, ocurridas en centros clandestinos de detención; en nin-
guno de esos nefastos, aborrecibles lugares, se entregaban los detenidos a sus padres los
viernes para que pasaran el fin de semana junto a sus familias, ni permitían a terceros in-
gresar a esos centros del horror para que realizaran animaciones infantiles, ni los lleva-
ban al hospital cuando estaban enfermos, ni tenían festejos o funciones de recreación.

89
Y demos otro paso más:
No sólo las religiosas Martínez y Kosaka llevaban un Libro
de Memorias y otro de Novedades, que incluso era controlado por las superioras, tam-
bién advertimos que se llevaban los libros obligatorios conforme la DGE, y tenían ade-
más la supervisión de las autoridades conforme a la ley. Es más, cada alumno tenía su
legajo en el que se consignaba todo lo vinculado al proceso de su educación, su estado
de salud, las interconsultas médicas, las recetas de los remedios que tomaba, los resulta-
dos de los test psicológicos, los informes del gabinete de psicopedagogía, de las trabaja-
doras sociales y sus visitas domiciliarias, los test fonoaudiológicos y los informes de las
nutricionistas. Dicho de otro modo, a través de la documentación acompañada por la de-
fensa técnica de las religiosas Martínez y Kosaka, y de la secuestrada por Fiscalía, se
puede reconstruir la historia de cada alumno desde que ingresó a la institución hasta que
se fue; e incluso, se ha podido conocer, al detalle, cómo fue la vida en el Provolo de esos
alumnos y alumnas, desde los festejos de cumpleaños o fechas festivas, hasta los paseos
o excursiones que hacían, y todo ilustrado con fotografías.
En cuanto a las fotos, hemos visto a los chicos almorzando,
cenando, merendando, en clase, en gimnasia, en misa, jugando, en distintas ceremonias;
dentro de las aulas, afuera en el jardín, en el comedor, en la montaña, en el cerro de la
Gloria; se ha visto en todas las fotografías la limpieza de las instalaciones, la pulcritud
de la vestimenta de los chicos, incluso se han advertido coloridos carteles de feliz cum-
pleaños, o tortas de festejos; se ha visto la expresión que debe calificarse de alegría de
esos niños, se los ha visto riéndose, abrazados con las religiosas; se los ha visto acompa-
ñados de sus padres en algunas fiestas (primera comunión, por ejemplo). E incluso se los
ha observado en videos caseros, jugando en la calesita en el parque San Martín, bailan-
do, haciendo gimnasia. Reiteramos, todo documentado y a lo largo de los años.
Vinculado a lo que acabamos de manifestar sobre las fotos,
no olvidamos lo que manifestó la Licenciada Fusari, que en los abusos sexuales infanti-
les, opera como mecanismo defensivo predominante, la disociación que es la que justa-
mente le permite al niño tener un comportamiento relativamente adaptativo a su medio,
y eso le permite transitar de manera paralela a esas vivencias de agresión sexual o física
o emocional que puede estar pasando; que una cosa no invalida la otra; que son recortes
de la realidad que pueden subsistir perfectamente. Agregó que en la disociación la psi-
quis se separa, se divide: el niño actúa en su vida cotidiana como si eso no le estuviese
pasando nada; es más, dio un ejemplo: hay niños que son excelentes alumnos, y que gra-
cias a este mecanismo pueden sobrevivir a ese acontecimiento. E incluso, recordamos
también a la Licenciada Ana Cucchi que nos habló de una sobre adaptación, en la que la
víctima tiende a amoldarse a la situación abusiva como método de supervivencia.
No ignoramos ninguno de esos los mecanismos defensivos
citados por las psicólogas del Ministerio Público Fiscal, que bien pueden darse en vícti-
mas de abusos sexuales; pero ello NO fue acreditado en ninguno de los casos traídos a

90
juicio, sólo se mencionó como posibilidad y en un marco generalizador y no concreto:
tanto la Licenciada Cucchi, como la Licenciada Fusari, respondieron más bien de una
manera teórica. En el caso de Fusari (que hizo el examen psicológico de una denuncian-
te), cuando el Dr. Machuca le preguntó por las fotografías donde se la veía sonriente, la
Licenciada comenzó respondiendo que en los abusos sexuales infantiles operaba la diso-
ciación como mecanismo defensivo y que podía verse feliz en la foto, pero ello no con-
trariaba el abuso; resulta evidente que habló en potencial y de modo abstracto. En el ca-
so de Cucchi (que hizo el examen psicológico a una denunciante), luego de que el Dr.
Varela Álvarez le exhibiera las fotografías de algunos de los denunciantes jugando en el
Provolo, e incluso las fotos de las marchas que se hicieron para evitar que se cerrara el
instituto, nos dijo que ella ya había explicado lo que era “sobreadaptación”, y que esas
fotografías no podía valorarlas, que ella se limitaba a valorar su entrevista y la cámara
Gesell donde una denunciante había declarado (y que le había pedido al Fiscal que se la
permitiera ver), es decir: tampoco se expidió en el caso concreto.
De todos modos, luce evidente que, si existieron los abusos
sexuales de los sacerdotes y operarios del Provolo hacia los alumnos y alumnas (ya ex-
plicamos que nosotras no juzgamos esos hechos), y se hubiera realmente producido un
síndrome de disociación o acomodación de todos los denunciantes o sea una sobreadap-
tación “masiva” –si es que existe-, de suerte tal que todos se hubieran amoldado a una
especie de “doble vida” colectiva, se advierte entonces, que desde esa explicación psico-
lógica brindadas por las agentes del Ministerio Público Fiscal, más fuerza convictiva co-
menzarían a tener las defensas materiales de las nueve señoras acusadas, en el sentido
que manifestaron que ellas jamás se enteraron de los abusos sexuales que se les atribu-
yeron a los cinco condenados en el Provolo I: desde la “perspectiva psicológica” argu-
mentada por las profesionales del EDeAAS, las nueve señoras podían estar con niños y
adolescentes que se mostraran felices y sonrientes cuando compartían con ellas, pues es-
taban disociados de su dolor producto de los abusos de los pedófilos.
Emerge claro que si tomáramos como cierto y no como
eventual, lo sostenido por los profesionales de la salud del Ministerio Público Fiscal,
respecto a la disociación y adaptación de los niños a los abusos, la acusación ya no pue-
de basarse en un conocimiento por la “evidencia de los hechos o lo ostensible de ellos
para los adultos que estaban en contacto con los chicos en la institución” –en cuyo caso
todos los trabajadores del Provolo deberían estar imputados-, sino en todo caso, en el co-
nocimiento puntual del algún hecho por haber sido comunicado por el niño, niña o ado-
lescente o conocido directamente; entonces ya no habría una participación “sistemática”
como se ha referido, sino en todo caso un encubrimiento, pero, recordamos, la acusación
no es esa.
Respecto de los libros y documentos que se fueron incorpo-
rando a medida que los denunciantes iban declarando, debemos puntualizar que hemos
escuchado desde seguimientos escolares, hasta constancias de comunicación con los

91
progenitores ante reiteradas inasistencias o ante falta de hábitos de higiene (con relación
a una denunciante, por ejemplo), pasando por intervenciones en distintos nosocomios
por problemas de salud e incluso, hasta intervenciones en juzgados de familia (también
por otra denunciante) y diversas gestiones para conseguir recursos económicos a los
progenitores o transportes para los niños.
Así, podemos indicar, como casos paradigmáticos:
1) Legajo de denunciante, fs. sub 27/28, se incorporó un informe fechado el 27/10/98; se
encuentra firmado por la señora Marta Cerván –profesora terapéutica en lenguaje y au-
dición-, Graciela Pascual –asistente social- y Gladys Pinacca –como directora-. Allí
consta la situación familiar: confusa y según entendían, de extremo riesgo para su activi-
dad física y mental; con más de 30 inasistencias al año; apego a los docentes y niños co-
mo manifestación de carencia afectiva familiar; bajo peso para su edad, marcas de caí-
das, cabello opaco y quebradizo, ojeras oscuras. Y se aclara que se puso en conocimien-
to del Primer Juzgado de Menores; luego, el Tercer Juzgado de Familia pidió informe
sobre la situación de la menor a la directora Pinacca (fs. sub 52); y a fs. sub 54 está agre-
gada la respuesta que se le dio al Tercer Juzgado, mediante el informe de la profesora de
Sordos Marta Cerván (profesora no imputada), dando cuenta de las inasistencias de la
menor, que implicaban un atraso significativo en el aprendizaje, que el aprendizaje del
lengua oral exigía intervención de todos, incluso del juzgado; y que la alumna obtenía
logros importantes cuando ella iba a la escuela porque era inteligente.
Debe advertirse que, más allá que se encuentra documentado
el problema que advirtieron vinculado a la situación familiar de la alumna, resulta que
dos de las firmantes (las señoras Pascual y Pinacca) están acusadas en los presentes. De
lo reseñado, luce evidente que más que ocultar, tapar, callar, no denunciar, y así favore-
cer a los sacerdotes y operarios, las hoy acusadas estaban dando intervención nada más
y nada menos que a un juzgado de familia; es decir: ¿podemos sostener que de esa for-
ma sellaban la impunidad de los abusos cometidos por los abusadores infantiles? ¿De
qué manera se puede entender la participación de Pascual y/o Pinacca en aquellos abu-
sos, colocando a la menor y a su familia al escrutinio de los profesionales del fuero de
familia? ¿O alguien con sentido común puede pensar que los expertos de la justicia de
familia no iban a advertir o sospechar o escuchar a la niña –eventualmente- contando los
malos tratos y ataques sexuales que sufría de lunes a viernes en el Provolo? ¿O tenemos
que pensar que ese informe y todo un legajo de control durante años, era hecho por las
acusadas –en complicidad con otras maestras/psicólogas/fonoaudiólogas- para pre cons-
tituir prueba, por si eventualmente más o menos 10 años después algún ex alumno deci-
día romper el silencio y contar todos los abusos sufridos? Ciertamente el encubrimiento
y/o participación y/o pacto de silencio y el incumplimiento de su obligación de denun-
ciar que se les atribuye a las acusadas, se da de bruces con la documentación que se en-
contraba en el mismo instituto, llevada escrupulosamente sobre cada alumno, durante
años. Seguimos:

92
2) Con relación al otro denunciante: citaremos, por ejemplo, las constancias obrantes en
el Libro 4 de Actas –normas de convivencia-. A fs. 87 se consigna que el alumno le ha-
bía bajado los pantalones a otro, y que por eso la docente del aula Liliana Sánchez habló
con los alumnos, les dijo que eso no se decía haber. A fs. 103, mediante acta 31se deja
constancia que el alumno mostró su pene a una compañera y las autoridades hablaron
con él para indicarle su mala conducta, lo suspendieron en el turno tarde del miércoles al
viernes y se citó a la madre.
También podemos citar el propio legajo del denunciante, ya
que a fs. 21/23 vta, obra informe de la trabajadora social del 24 de marzo de 2010, titula-
do “Breve reseña de situaciones familiares” firmado por Adriana Zampieri (tampoco
imputada), dice: que el niño respeta consignas, que requiere actividades pautadas; gene-
ra situaciones de peleas con sus pares por falta de capacidad de espera respondiendo de
manera impulsiva; se manifiesta hiperactivo, con conductas transgresoras, no acepta lí-
mites; dicha conducta ha generado reiteradas situaciones de conflicto en el contexto fa-
miliar, derivando a modo agresivo para poner límites principalmente por su padrastro y
con poca contención afectiva de su madre; dentro del grupo familiar, la violencia es una
de las formas utilizadas para resolver los conflictos. El mismo informe continúa “la si-
tuación socio familiar precedente pone de manifiesto la dificultad para comprender y
atender las necesidades especiales del niño; si bien su madre se encarga de su cuidado,
las dificultades de comprensión y comunicación con su padrastro, obstaculizan su inclu-
sión en las expectativas familiares; el grupo familiar no cuenta con recursos económicos
para acceder al pago de transporte que disminuya el tiempo de traslado hasta el colegio;
frente a la necesidad de brindar la escolaridad esencial y los tratamientos complementa-
rios, es albergarlo de lunes a viernes en la institución, sin embargo, debido a la situación
descripta anteriormente, surge la necesidad de trabajar la integración del niño a su nú-
cleo familiar. “Orientación y Propuestas de Abordajes”: de acuerdo a la situación fami-
liar, resulta necesario realizar un abordaje interdisciplinario orientado al reconocimiento
de necesidades, valoración de virtudes y avances en el desarrollo del denunciante; dicha
intervención tiene por finalidad trabajar conjuntamente con la familia desde la reflexión
y búsqueda de nuevas modalidades de resolución de conflictos, a fin de desarrollar habi-
lidades sociales del niño y lograr su interacción con el contexto.
Cabe aclarar que todos estos instrumentos, le fueron leídos a
la progenitora y ella admitió que desde la escuela la habían citado un montón de veces e
incluso que insistían con el tratamiento psicológico. Es más, nos explicó que cuando su
hijo mostró sus genitales a sus compañeros, la señora Pascual le explicó que, de conti-
nuar con esos comportamientos, iban a echar a su hijo del Provolo.
Entonces, volvemos sobre el tema: si el plan, perpetrado con
“sistematicidad” según la acusación consistía en que los sacerdotes, jardineros y opera-
rios abusaban a los alumnos, y las directoras y cuidadoras, los “ayudaban” encubriendo,
tapando, ocultando, no denunciando y de paso, pegándoles y maltratándolos, ¿en qué lu-

93
gar encaja esto de consignar en un libro que el niño mostró el pene a su compañera y
que lo suspendieron y llamaron a la progenitora? Si la idea era corromperlos: ¿para qué
consignan eso en un libro, pudiendo despertar sospechas? Es más: ¿por qué sancionan al
niño, si debían felicitarlo o estimularlo, en la medida que ayudaba a corromper a los de-
más compañeros?
Seguimos reflexionando: ¿para qué se intenta realizar un
abordaje interdisciplinario con la familia del denunciante, si con eso podía eventualmen-
te salir a la luz lo que debía mantenerse secreto, oculto y sin denunciar? Reiteramos: la
hipótesis acusadora, no advirtió que en el Provolo se iba dejando constancia de todo lo
ocurrido en la institución a través de varios libros y en cada legajo. Las constancias que
acabamos de reseñar son del 2010, no ha surgido ni tan sólo como hipótesis alternativa
que ya para aquella fecha se estuviera pre constituyendo prueba por si 6 años después o
años después cuando cesara la ascendencia de las partícipes sobre el joven, el denun-
ciante un abuso sexual.
3) Con relación a otra mamá: advertimos la misma situación que con el anterior caso:
desde el establecimiento se propicia el diálogo y contacto con los progenitores de la
alumna. Así, podemos citar: Libro 23, acta 138 fs. 24 se consigna que se reúnen con la
directora Gladys Pinacca y la Lic. Ma. Isabel González, la mamá biológica y sustituta y:
1) se le informa el episodio de autolesión la denunciante en el albergue, 2) necesidad de
tratamiento psiquiátrico 3) aumentar las visitas de la mamá que vive en Punta del Agua,
4) se recomienda al albergue la interconsulta psiquiátrica con el Dr. Michia Grupo AEA,
5) se recomienda a los encargados en Mendoza que la visiten la mayor cantidad de ve-
ces. Es decir, se pide más presencia de la progenitora, que desde la misma institución se
haga interconsulta psiquiátrica y se le cuenta a ambas progenitoras –en vez de ocultar-
que se autolesionó. Dicho de otro modo: ninguna de las circunstancias recién menciona-
das es consistentes con el propósito de ocultar abusos sexuales infantiles en la medida
que a mayor diálogo con la progenitora o con un psicólogo se podía generar o incremen-
tar la posibilidad de que el menor contara sus sufrimientos, y así se “destapara” todo, o
que –aún sin contarlo-, los indicadores de abusos -si existían en ese entonces y no se di-
similaban- fueran reconocidos.
4) Otro ejemplo: Fiscalía secuestró un cuaderno, que lo rotuló con el N° 4, que lleva el
título “Normas de Convivencia”, citaremos fojas 88/89 (nuevamente a título ilustrativo,
pues se reitera, durante dos años de debate, se han leído una cantidad de constancias que
corroboran lo que estamos explicando, y de manera fehaciente). Con fecha 19 de junio
[de 2014], se deja constancia de que durante la mañana, un alumno en reiteradas oportu-
nidades agarró del cabello a las docentes Andrea Álvarez, Jesica Von Zedtwitz y Cecilia
Musri; luego cortó la cadena y rompió la cruz que la docente tenía en el cuello; entre va-
rios docentes tenía que ser sostenido. Se aclara que en otras ocasiones presenta las mis-
mas conductas hacia sus compañeros y que se cita a la mamá para reiterar la necesidad
de que sea atendido por un neurólogo y/o psiquiátrica. Esta constancia la suscriben la

94
profesora Musri y la Vicedirectora Pedagógica Nadia Urbani Gómez (al menos eso dice
el sello estampado debajo de la firma).
Volvemos entonces: no se puede compaginar la insistencia
en que los progenitores llevaran a los alumnos de la institución a médicos, con el aisla-
miento en que éstos debían estar para evitar que saliera a la luz los abusos que los acusa-
dores calificaron de “sistemáticos”.
Es más, debemos resaltar que muchas de las constancias o
anotaciones en libros y legajos están hechas por las acusadas; pero también hay muchísi-
mas que fueron confeccionadas por personal que resultó inmune a la persecución fiscal
y de los querellantes; o sea: no podemos pensar que esas personas que también fueron
diariamente volcando en los libros los aconteceres de los alumnos, por ejemplo, los esta-
dos de salud, el resultado de los exámenes fonoaudiológicos o nutricionales, estaban
pre-constituyendo prueba -a favor de las acusadas- muchos años antes de que se denun-
ciaran los abusos.
Vinculado a estas anotaciones en los libros, que se fueron
realizando a lo largo de los años y no solo por las encartadas, debemos detenernos un
instante, en una consideración que hizo el señor Fiscal Jefe, en su alegato. En efecto,
sostuvo el Dr. Iturbide que, en el Provolo, se llevaba documentación paralela, conforme
lo había indicado la supervisora Claudia Fernández, y mencionó –al igual que Fernán-
dez- el libro Nº 7/5 y el Nº 7/5 bis. Continuando en esa línea de argumentación, dijo que
existían muchas anotaciones “entre líneas” (como por ejemplo que tal niño le había
mostrado el pene a tal niña), que no se consignaban en los libros que por ley debían lle-
varse, sino que figuraban como “actas volantes” o cuadernos; que había situaciones
“sospechosas” (tal chico se bajó los pantalones), que se anotaban en esos libros/cuader-
nos, pero que no eran conocidas por los docentes. Es decir, pretendió demostrar que
cierta información que daba cuenta de situaciones “sospechosas”, se anotaban en libros
distintos.
El argumento destacado en el párrafo precedente tiene un
quiebre: ¿para qué habrían de anotar las situaciones sospechosas en libros y dejar esa
documentación en la misma institución? ¿Lo hacían para que luego fuera Fiscalía y los
pudiera secuestrar? Anotaron en la tapa de un libro presuntamente irregular 7/5 “bis”;
consignando bien claro “bis”, y en su interior lo dataron y firmaron, ¿lo hicieron para
que la supervisora se diera cuenta que ahí se anotaban cosas sospechosas de manera pa-
ralela? Ya nomás, la idea de anotar “cosas sospechosas”, no parece compatible con la
acción de ocultar los delitos; y si encima se deja esos libros con anotaciones “sospecho-
sas/incriminantes” -conforme la lectura fiscal- a la vista de supervisoras que manda la
DGE y fiscales que allanan el predio, la situación se convierte en un desatino en miras al
postulado de la hipótesis.
En síntesis:

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1) Ha quedado acreditado a lo largo de este proceso, la canti-
dad de gente que interactuaba con los alumnos del Provolo: psicólogas, psicopedagogas,
terapeutas, fonoaudiólogas, nutricionistas, larga lista de profesoras y maestras, monjas o
novicias que pasaban meses albergadas en la institución, colaboradores/voluntarios que
iban a ayudar o hacer donaciones; se ha demostrado a su vez, que los alumnos tenían
contacto con otras instituciones, con médicos particulares, y médicos y especialistas del
Hospital Notti –entre otros-. También se ha demostrado que las convocatorias a los pa-
dres de los alumnos para que se consustanciaran y acompañaran el proceso de aprendi-
zaje y cuidado/control de los alumnos, era una constante. Dicho de otro modo, no sólo
las nueve personas en estas causas imputadas, interactuaban con los alumnos y podían
eventualmente tener conocimiento de las tropelías sexuales sistemáticas que se le atribu-
yeron a los curas y operarios del Provolo; ese conocimiento, debía forzosamente haberse
extendido a los demás psicólogos, maestros etc. ¿Cómo justifican los acusadores que
personas como la Licenciada María Isabel González, que fue psicóloga de los alumnos
por años, que explicó los estudios y entrevistas que realizaba a los alumnos, que hasta
incluso de manera frecuente almorzaba en el Provolo, y que, con su experiencia y for-
mación profesional, no haya advertido jamás ni tan sólo un indicio de abuso en los
alumnos? (sólo dio cuenta de los dichos del progenitor de una denunciante, y lo que le
dijo otra joven; es decir, no detectó ella síntoma alguno) Y la mencionamos como para-
digma de lo que estamos explicando porque, fue citada como testigo de cargo y ella mis-
ma se encargó de decir nunca advirtió ni malos tratos, ni abusos; ella que es psicóloga,
no encontró indicadores en sus entrevistas o tests, sostuvo claramente. Pero también po-
demos mencionar a la Fonoaudióloga Gloria Carballo, que nos explicó que trabajaba
prácticamente en equipo con otras colegas: citó a las licenciadas Alós, Silvina García,
Gabriela Grimaldi y Claudia Sarradel; que la interactuación con los padres de los alum-
nos era constante para ella, los progenitores eran sus “aliados” [sic] pues colaboraban en
la terapia; aclaró que tenía muy buena ayuda de los padres, le contaban todo lo relacio-
nado con la terapia y lo que los chicos hacían en la casa, e incluso respondió que nunca
tuvo alguna queja de ellos y que luego de que se fue del Provolo ha continuado aten-
diendo a varios ex alumnos de la institución. Es más, recordamos a la señora Adriana
Elizabeth Zampieri, trabajadora social, que nos dijo que no recibió quejas ni de los pa-
dres ni de los alumnos; que en una oportunidad hubo una queja en relación a la puesta
de límites, pero que se habló con las chicas: sostuvo que se llegó a sospechar que la se-
ñora Kosaka les pegaba a las chicas, que les había pegado; pero al hablar con esas jóve-
nes, aclararon que no les había pegado, sino que había tenido como un gesto, como ame-
nazarla de sacarlas afuera, como una penitencia; es más, aclaró que eso lo habló una psi-
cóloga con ella, la psicóloga era Cecilia Raffo, y la chica en cuestión era una denuncian-
te y una compañerita de Ugarteche; al propio señor Acusador privado, Dr. Oscar Barre-
ra, le reiteró que esas chicas se retractaron.

96
Y agregamos, conforme a la tesis acusadora, ¿cómo hicieron
esas nueve acusadas para tapar, encubrir, ocultar los abusos sistemáticos de suerte tal
que ninguna de las 50 o 60 personas que trabajaban en el Provolo se dieran cuenta de al-
go? ¿Lograron también las nueve señoras engañar durante años, a las psicólogas tratan-
tes de los chicos, a las fonoaudiólogas, a los médicos del Notti, a los juzgados de fami-
lia, a la OAL, al GAR, etc, etc?
2) Por otro lado, ya fuera en virtud de que las superioras de
las religiosas Martínez y Kosaka les exigieran llevar un Libro de Memorias, ya fuera
porque las demás directoras debían llevar los libros que supervisa la DGE, lo cierto es
que durante años, se llevó documentación en el Provolo; instrumentos que dan cuenta de
cada uno de los niños/adolescentes que transitaron por la Institución y que permiten re-
construir la vida en el Provolo de esos alumnos mientras estuvieron las señoras acusadas
trabajando en el mismo. Reiteramos, basta con tomar cualquier legajo de algún alumno,
al azar, para verificar que el seguimiento de los educandos era constante.
3) Por todo ello, insistimos, a la hipótesis acusadora, la atra-
viesa una circunstancia que hacen trastabillar su logicidad: el relato que se ha traído a
juicio y la participación que se les enrostra a las nueve acusadas, no resulta compatible
con la impronta o dinámica de la institución, con la cantidad de gente que interactuaba
con esos alumnos en el Provolo de Mendoza, con lo que surge de los libros llevados
puntillosamente durante años. La tesis acusatoria, más bien parece compatible con un
régimen monástico de siglos medievales, o incluso –tal vez- con un Provolo como el de
Verona (Italia) del siglo pasado, en el que según denuncias de ex alumnos –publicadas
en todos los medios-, ocurrieron ese tipo de abusos entre las décadas del 50 al 80; pero,
justamente, en ese sentido, adviértase que para aquellas épocas, las palabras “gabinete
psicopedagógico”, por ejemplo, eran dos vocablos exóticos e impensables en una escue-
la; dicho de otro modo: no había ni psicólogas, ni entrevistas, ni psicopedagogas, eva-
luando en todo momento a los alumnos, ni consultas al GAR o a las OALs.
Y reiteramos, lejos estamos de negar o afirmar la existencia
de abusos sexuales por parte de los sacerdotes y operarios de Provolo; como ya explica-
mos, ello escapa a nuestra jurisdicción. Lo que estamos justificando en los presentes, es
sólo relacionado a la hipótesis de las partes acusadoras vinculadas a las nueve señoras
acusadas, y la prueba inconsistente y hasta incompatible con aquella hipótesis.
F) Sobre informes psicológicos y psiquiátricos:
También muchas jornadas de debate se dispensaron en pedi-
dos de explicaciones a los profesionales de la salud que habían realizado informes y/o
pericias psicológicas y psiquiátricas tanto a las señoras acusadas como a los denuncian-
tes.
a) Acerca de los informes practicados a las señoras acusadas:
El día 4 de octubre de 2022, luego de haber escuchado du-
rante prácticamente toda la jornada de debate el testimonio de una de las Licenciadas en

97
Psicología que realizó el examen de una de las señoras acusadas (artículo 97 de Digesto
Adjetivo), le preguntamos al señor Fiscal Jefe si estaba controvertida la capacidad de
culpabilidad de las imputadas –a fin de evitar dilaciones en el proceso y en su caso, con-
tinuar con otros testimonios que hicieran al objeto procesal-. El Dr. Alejandro Iturbide,
respondió que, si bien no había sido objeto de controversia la capacidad de culpabilidad
de ninguna de las acusadas, al Ministerio Público Fiscal le interesaba acreditar “rasgos
de personalidad [de las señoras acusadas] que pudieran ser más o menos compatibles
con los hechos investigados” [sic], que ese era el objeto del ofrecimiento de esa prueba.
Aunque resulte increíble, debemos volver a recordar nocio-
nes básicas del derecho penal moderno que pensábamos que ya formaban parte del mar-
co intelectual de los operadores jurídicos: en el derecho penal moderno, se le requiere a
los peritos psiquiatras y psicólogos que se expidan sobre el estado mental de un sujeto a
los efectos de evaluar su capacidad de culpabilidad. Sin embargo, advertimos en los últi-
mos años una preocupante tendencia que parece estar instalándose en el ámbito del dere-
cho penal. En efecto, vemos en la jurisprudencia que el discurso jurídico interpela al pe-
rito psicólogo para que, mediante la realización de un estudio “completo y profundo” de
la personalidad del sujeto, dictaminen si existe en el peritado un “perfil de personalidad”
compatible con el hecho que se le enrostra.
Sin dudas, la búsqueda de rasgos criminales ha definido al
positivismo criminológico dando origen al derecho penal autor. No se necesitan mayo-
res esfuerzos, para advertir que en la actualidad estamos asistiendo a una suerte de resur-
gimiento de un nuevo derecho penal de autor, basado en la búsqueda de signos y sínto-
mas psicológicos y/o psiquiátricos que revelen la personalidad del autor y que permitan
contribuir a probar su actuación en el hecho que se les enrostra. Y es en este punto, don-
de las pericias psicológicas y/o psiquiátricas en materia penal se transforman en un dis-
curso del poder con sustento biológico. Bien conocemos los argumentos que se emplean
para convalidar la legitimidad de su uso como elemento de convicción: que vienen a re-
forzar el cúmulo de pruebas que demuestran la autoría, que se trata de un indicio que
agrega solidez a la cadena de indicios; es decir, usualmente en jurisprudencia, no se le
asigna valor de prueba dirimente; pero, no podemos dejarnos engañar por juegos de pa-
labras o máscaras que disimulen la verdadera esencia de ese tipo de información que se
requiere a los operadores de la salud y que luego se emplea en la fundamentación de las
resoluciones: indudablemente el positivismo criminológico no ha muerto, y subrepticia-
mente, pasa a ser insumo del poder punitivo nuevamente –si es que alguna vez dejó de
serlo-
Dicho lo anterior, quedan explícitas las razones por las cua-
les, ningún peso acreditativo daríamos, en caso de que hubieran existido, a “rasgos de
personalidad compatibles con los hechos enrostrados”.
b) Acerca de los informes psicológicos practicados a los de-
nunciantes:

98
Para abordar estos informes, nos permitimos traer un clási-
co ensayo o estudio, que se menciona en todos los manuales de Psicología del Testi-
monio. Ya lo hemos citado en varias sentencias pues resulta útil para recordarnos có-
mo deben valorarse los informes psicológicos de las presuntas víctimas. Nos estamos
refiriendo al estudio de Leichtman y Ceci de 1995 (Cfr.: Leichtman, M. D., & Ceci,
S. J., The effects of stereotypes and suggestions on preschoolers' reports. Develop-
mental sychology, 31; p. 568-578; 1995). Nos interesa sólo subrayar que este experi-
mento, es citado por Irene Intebi en su libro: “Proteger, reparar, penalizar. Evalua-
ción de las sospechas de abuso sexual infantil”. Editorial Garnica, Buenos Aires,
2011, pág. 245 y ss.; libro expresamente recomendado por el documento: “De la in-
vestigación a la acción” del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Res-
ponsable (PNSSyPR) del Ministerio de Salud de la Nación
(http://www.msal.gov.ar/saludsexual/downloads/guias%20y%20cuadernillos/De-la-
investigacion-a-la-accion.pdf). Vamos entonces al estudio de Leichtman y Ceci:
Consistió en preparar a preescolares (de 3 a 6 años) durante
4 semanas, introduciendo el estereotipo de Sam Stone, un hombre torpe que siempre
rompía las cosas de los otros sin querer, pues era poco cuidadoso y aseado. Un día,
un hombre que se hizo pasar por este Sam Stone, fue a la clase, estuvo dos minutos,
saludó a los niños, leyó un libro y se marchó sin ninguna otra incidencia. Después, los
niños fueron entrevistados durante las 4 semanas posteriores con preguntas capciosas
que acusaban a Sam de haber roto el libro y de haber estropeado un oso de peluche.
El 46% de los niños de 3 y 4 años dijeron espontáneamente que Sam había hecho
estos dos estropicios, y lo mismo dijeron el 30% de los niños de 5 y 6
años. Un dato sorpresivo fue que de los 119 investigadores que presenciaron
3 de estas entrevistas grabadas, la mayoría no supo determinar si lo que explicaban
los niños era un hecho real o producto de la sugestión.
Obviamente, no nos incumbe la primera parte del experi-
mento pues nuestro caso, como ya lo explicamos, no trata de relatos infantiles. Pero sí
hacemos hincapié en la segunda parte del ensayo: de los119 investigadores que pre-
senciaron entrevistas a esos niños, el porcentaje de “expertos” que no supo determinar
si esos chicos relataban un hecho real o si era producto de sugestión resulta alarman-
te.
Esta segunda parte del ensayo, nos sirve para recordar:1)
Que la psicología no es una ciencia exacta: 2) Que hasta a los especialistas aún entre-
nados en el tema, les cuesta discernir entre datos reales y datos inducidos por suges-
tión; es más, la mayoría de los expertos en psicología del testimonio, sostienen que no
hay diferencias en cuanto a la seguridad con que se «recuerda» un detalle sugerido y
uno real (Cfr.: Diges Junco, Margarita en: “La utilidad de la psicología del testimonio
en la valoración de pruebas de testigos”, ob. cit. y página web ya citada de Pensa-
miento Penal). Y debe tenerse en cuenta que en el ensayo recién reseñado (el de “Sam

99
Stone”), quienes indujeron a error a la mitad de los profesionales –en cuanto a sus re-
latos- eran tan sólo niños de entre 3 a 6 años de edad; cuánto más difícil para un pro -
fesional discernir con el relato de un adulto, que normalmente tiene mayor coheren-
cia, cohesión interna, etc., etc., y si eso ocurre con entrevistas a niños, luce evidente
que con mayor razón puede un adulto inducir a error o sugestionar a un psicólogo (y
ello sin perjuicio que ese adulto entrevistado, también haya sido sugestionado, auto-
sugestionado o simplemente esté mintiendo). Volvemos a Chaia, en la obra ya men-
cionada –ahora en la pág. 81-; sostiene el autor con cita de Manzanero que: “la toma
de declaración y, en concreto, las preguntas es el procedimiento más peligroso por ser
potencialmente generador de falsas memorias”.
3) Que se trata de una ciencia que debe reflexionar cons-
tantemente sobre la intervención del observador en el fenómeno observado. Es demasia-
do fácil caer en subjetividades en virtud del sesgo cognitivo, y sobre todo si el entrevis-
tador está preparado para ver a alguien que “seguramente” ha sido “víctima” de un abu-
so sexual; es decir, cuando el entrevistador tiene una noción preconcebida de la verdad
del asunto que se está investigando y asume el abordaje en los casos de agresión sexual
desde una única hipótesis: que los hechos sí ocurrieron (visión de túnel). Debemos pun-
tualizar que nos llamó la atención que la mayoría de los psicólogos del EDeAAS, mien-
tras brindaron sus informes en el debate de los presentes obrados, se refirieron a los de-
nunciantes como “víctimas”; es decir, aun cuando sostuvieron que ellos sólo hablaban
de parámetros de credibilidad, usaron una palabra que no sólo en el ámbito forense sino
también en el social y en cualquiera esfera profesional, hace alusión a la persona de la
cual ya se puede predicar que efectivamente, ha sido damnificada por un delito.
Como marcado sesgo profesional, podemos citar, también a
modo de ejemplo, las palabras del Licenciado Francisco Izura, que había hecho el exa-
men psicológico a uno de los denuncienates: ni bien comenzó su declaración relató que
entre sus antecedes profesionales, figuraba haber trabajado para el EPAASI, en el Poder
Judicial, y explicó que era un equipo para abordaje sexual, que se dedicaban a hacer
“abordaje a las víctimas –fundamentalmente niños- de abusos sexual”; es decir, el Li-
cenciado, ya daba por sentado de que su abordaje era a personas que efectivamente, ha-
bían sido abusadas sexualmente. Es más, ese sesgo profesional, no sólo influye en los
psicólogos a la hora de entrevistar y evaluar a los denunciantes, también abarca a los
acusados y sus análisis sobre “las características de personalidad” que ellos encuentran
en sus exámenes: tenemos bien presente cuando a una de las Licenciadas del EdeAAS,
respondió respecto a una de las señoras acusadas que: “Se la evaluaba por haber omiti-
do hacer algo respecto de los hechos que son de público conocimiento”; es decir, volve-
mos a advertir que se aborda el caso de agresión sexual, partiendo de la hipótesis de que
los hechos han ocurrido.
4) Resulta muy difícil de compatibilizar, por un lado, la reco-
mendación de la Suprema Corte de Justicia (precedente Calderón Castro) para que apli-

100
quemos las reglas de litigación del juicio por jurados y los criterios de admisibilidad de
la prueba en esos juicios a los fines de lograr un proceso ágil y limpio, y por otro lado,
que se siga, no sólo admitiendo sino también dándole un valor probatorio tan elevado a
los peritajes psicológicos y psiquiátricos sobre la credibilidad de los testimonios. Cuan-
do en países como Estados Unidos y Canadá, ya es una práctica jurisprudencial asentada
la denegación de este tipo de peritajes, por estas latitudes, se pretende adherir a un siste-
ma adversarial con estándares de prueba confiable, pero se sigue pivoteando las resolu-
ciones/sentencias en los juicios de credibilidad que realizan los psicólogos/psiquiatras.
En ese sentido, resultan aleccionadoras las palabras de Mauricio Duce, en su artículo
“Admisibilidad de la prueba en juicios orales: un modelo para armar en la jurispruden-
cia nacional” -pág. 83-, cuando sostiene: “este tipo de peritajes no sólo debieran ser nor-
malmente excluidos por falta de necesidad de conocimiento experto, sino además -a to-
do evento- por falta de confiabilidad. Esta falta de confiabilidad se basa en el hecho de
que dentro de la comunidad científica respectiva (psicología y psiquiatría) no existe con-
senso acerca de la posibilidad de afirmar científicamente si alguien miente o dice la ver-
dad en un caso concreto” (Cfr.: Pensamiento Penal –digital-:
https://www.pensamientopenal.com.ar/doctrina/33402-admisibilidad-prueba-juicios-
orales-modelo-armar-jurisprudencia-nacional).
Continúa Mauricio Duce en el artículo mencionado, soste-
niendo que la jurisprudencia en los Estados Unidos ha reconocido los problemas de falta
de confiabilidad de este tipo de prueba de manera amplia en varios casos; y a tales fines,
cita, el caso State v. Milbradt, 756 P. 2d 620, 624 n.3 (Or. 1988) en el que se sostuvo:
“Todavía no ha sido demostrado que el arte de la psiquiatría se haya desarrollado en una
ciencia tan exacta que garantice una intrusión tan básica en el proceso de decisión del ju-
rado”; y ya más específicamente, en materia de peritajes de credibilidad se ha dicho que:
“No podemos olvidar que los psicólogos y psiquiatras están entrenados para reconocer,
o diagnosticar condiciones o enfermedades; ellos no están capacitados, sin embargo, pa-
ra determinar quién dice la verdad” (Caso: Pueblo v. Canino Ortiz , 93 J.T.S. 157, pág.
11316, que sostiene el autor citado, que trata de una sentencia dictada por el Tribunal
Supremo de Puerto Rico, que a la vez cita otros casos de la jurisprudencia de los Estados
Unidos (Duce, ob. cit. pág.83).
Por lo recién indicado, y mientras siga admitiéndose este tipo
de peritajes como prueba en nuestros procesos, resulta evidente que su ponderación, de-
be hacerse con consciencia de las limitaciones de una ciencia que no es exacta y por en-
de, de sus debilidades, de que en el mejor de los casos, esa valoración que hacen los psi-
cólogos/psiquiatras, es muy limitada o acotada a un momento muy puntual y reducido
dentro del proceso: lo que duran sus entrevistas y los test. Dicho de otro modo, si por
credibilidad entendemos que es la valoración de la exactitud –estimada- de las declara-
ciones de un testigo, esa valoración no sólo puede basarse en las inferencias que tengan
en cuenta algunos aspectos –circunstancias y características del testigo y del delito-, sino

101
también la congruencia estimada con el resto de los elementos incorporados al proceso:
otras declaraciones y otros elementos de prueba.
Por todo lo recién indicado, advertimos el riesgo que signifi-
ca utilizar el conocimiento experto como forma de sustituir el trabajo que los sistemas
institucionales asignan exclusivamente a los jueces y juezas (técnicos o jurados); y en
ese sentido, debemos recordar que los razonamientos de los juzgadores acerca de la cre-
dibilidad de los testigos, no pueden ser reemplazados por las opiniones de los informes
psicológicos. Encaminado a lo que acabamos de sostener, recordamos a las partes acusa-
doras, que incorporaron por lectura un informe psicológico efectuado a un señor Ariel
Subelza (el tribunal no rechazó su incorporación en la medida que ya había sido acepta-
da en la resolución del juez Cadile en la audiencia preliminar); pero lo llamativo fue que
al señor Subelza no se lo trajo a declarar; dicho de otro modo, las partes acusadoras pre-
tendían asignar credibilidad a los dichos de un testigo que ignoramos qué dijo, mediante
un simple informe psicológico, es decir, se pretendió sustituir la valoración del juez por
la valoración de un psicólogo. Preocupante, por cierto, pero, aunque más no sea, sirve
para demostrar la baja calidad de las evidencias arrimadas al presente.
Por ello, debemos concluir que
esos informes, mientras sigan admitiéndose como prueba, más allá del rigor científico
que deben contener, deben ser cotejados con todos los demás elementos existentes en la
causa, de suerte tal que se logre una ponderación global del plexo probatorio y de ese
modo, se valoren esos dictámenes en su justa dimensión.
Finalmente, un tema que nos preocupa mucho: si en el caso
McMartin pudieron detectarse las consecuencias de las entrevistas sugestivas que se ha-
bían realizado a esos niños de guarderías, gracias a que se encontraban registradas, surge
evidente que, en nuestro caso, no se pudo confrontar, y nunca se podrá hacerlo. No es
práctica en nuestro foro que se video graben esas entrevistas entre psicólogos y denun-
ciantes o testigos o acusados. En nuestra realidad judicial, las entrevistas que se hacen a
denunciantes para evaluar en estos últimos el nivel de credibilidad, etc., los profesiona-
les de la salud toman sus notas de lo que a ellos les parece relevante que dicen los exa-
minados, notas que luego las archivan en registros de la institución- y hacen el informe
en base a su memoria, sus anotaciones y los respectivos test; pero todos desconocemos
qué han preguntado, o mejor dicho, cómo lo han preguntado y cuál fue el relato del exa-
minado.
Luego vienen a los debates, y nos cuentan que tal “víctima”
–como ya explicamos, dan por sentado que el hecho ha ocurrido-, describió tal conducta
que la atribuyó al acusado; pero nunca podemos saber si realmente, fue un relato propio
o sugestionado por la forma de las preguntas del entrevistador. Incluso, cuando el profe-
sional durante el debate responde acerca de lo que dijo el examinado en su entrevista,
está operando como un testigo de oídas. En más de una cámara Gesell que vimos duran-
te este extenso debate, no faltaron las preguntas sugestivas de las licenciadas o de los in-

102
térpretes puestos por Fiscalía; es decir, el riesgo de las preguntas sugestivas existe siem-
pre; y el daño es irreparable. Por ello nos vemos en la obligación de recomendar a la
Procuración General, que se graben las entrevistas que realizan los profesionales del
EdeAAS en aras de garantizar mayor transparencia y seguridad a los exámenes psicoló-
gicos que los expertos realizan. Y fundamentalmente para hacer posible control de par-
tes y posibilidad de evaluación del órgano jurisdiccional.
G) Sobre las cámaras Gesell que se produjeron en el pro-
ceso y la posibilidad de revictimización:
Advertimos que, con el propósito de morigerar la victimiza-
ción secundaria, desde la intención de realizar ajustes razonables en virtud de la discapa-
cidad auditiva de los denunciantes, y teniendo como estandarte la guía de UNICEF y las
reglas de Brasilia, la Fiscalía que llevó la investigación, durante la investigación penal
preparatoria, decidió tomar declaración a la mayoría de los denunciantes a través del dis-
positivo de cámaras Gesell, aun cuando la mayoría de esos denunciantes eran mayores
de edad.
Pero también hemos visto durante el debate, el producto final
de esas cámaras Gesell: algunas sin audio y las demás con pésimo audio; otras sin la ilu-
minación adecuada; la ausencia de nitidez en la filmación fue la constante, imposible ver
gestos o expresiones faciales de los denunciantes; en la mayoría, los intérpretes realiza-
ron alguna que otra pregunta autónoma (no formulada por las licenciadas) y hasta inclu-
so, dieron respuestas o aclaraciones autónomas (no contestadas por los denunciantes).
En algunas, la cámara de filmación no enfocaba correctamente al intérprete y/o al testi-
go, es decir, ignoramos si la labor del primero fue fiel y si las señas que hicieron ambos
protagonistas fueron totalmente interpretadas, pues no existió posibilidad de confrontar a
través de otros intérpretes sus dichos. La cantidad de preguntas sugestivas que realizaron
los entrevistadores, ha sido alarmante. En dos cámaras Gesell, vimos al mismo Fiscal,
dentro de la cámara, preguntando él directamente; en otra cámara Gesell, vimos al señor
Fiscal jugando con el hijo de la denunciante (haciendo un ruido con un juguete -tambor-
que se sobreponía a las voces de los profesionales intervinientes, por añadidura- dentro
de la cámara Gesell). Resultado final: 1) dificultad para comprenderse el relato; 2) difi-
cultad para la defensa para confrontar los dichos; 3) contaminación (o posibilidad de
ella) por las preguntas sugestivas verificadas y las interpretaciones autónomas. Conse-
cuencias gravísimas e irreparables.
El Juez que realizó la audiencia preliminar, resolvió admitir
las Cámaras Gesell rendidas en Fiscalía por los denunciantes y ofrecidas por el Ministe-
rio Público Fiscal y querellas, e incluso, aclaró que, en caso de ser necesario, se citaría a
los testigos ofrecidos a fin de que ampliaran o aclararan puntualmente las observaciones
o cuestionamientos que pudieran formular las partes.
Ya en el debate, a la hora de producir la prueba en cuestión,
y luego de intentar ver la primera cámara Gesell en la que había declarado una denun-

103
ciante, el señor Fiscal Jefe, requirió que, debido a los inconvenientes técnicos que exis-
tían para visualizar dicha cámara Gesell, previo a un cuarto intermedio para acordar con
los querellantes, se fuera adelantando el turno que la misma denunciante tenía en el CAI
para examinarla y que se determinara si estaba en condiciones de declarar en el debate
(siempre bajo la modalidad de cámara Gesell), a los fines de organizar (o reorganizar) la
producción de esa prueba.
Algunas Defensas técnicas se opusieron, y los querellantes
respondieron que querían que primero se reprodujeran las cámaras Gesell y luego se ci-
tara a los denunciantes si eventualmente era necesario (tal como lo había resuelto el Dr.
Cadile). Pero luego del cuarto intermedio, el señor Fiscal reiteró que desistía de la repro-
ducción de la cámara Gesell, y atento a que el examen del CAI concluía que la denun-
ciante estaba en condiciones de declarar, solicitó que se la citara para brindar testimonio
en el debate, bajo la modalidad de cámara Gesell y que, si era necesario, a tenor del ar-
tículo 400 del Digesto Adjetivo, se reprodujeran las partes que hicieran falta de aquellos
dichos de la denunciante brindados en la etapa investigativa. A continuación, ese mismo
día, 11 de agosto de 2021, a la hora 01:06 de la video filmación (tercera parte) de nues-
tro debate, el Dr. Sergio Salinas, representante de la denunciante, dijo: “El Fiscal no lo
dijo, pero lo digo yo: Nos pusimos de acuerdo, y particularmente expreso el deseo de
(la denunciante) de declarar, que me lo ha dicho a mí que soy su abogado”, y aclaró
que la misma estaba afuera (de la sala).
En base a lo sostenido por las partes acusadoras sobre la pro-
ducción de su prueba de cargo, y habiendo dictaminado las expertas que la denunciantye
estaba en condiciones de declarar, el Tribunal hizo lugar.
Ya cuando solicitó el señor Fiscal Jefe que, por los desper-
fectos, desistía de que se reprodujera aquella cámara Gesell la misma denunciante, nos
anticipó que con relación a las demás cámaras Gesell de los demás denunciantes, irían
viendo qué actitud asumían.
Finalizado el testimonio de la denunciante, las partes acusa-
doras continuaron con la misma impronta para la producción de los testimonios de los
denunciantes: que vinieran a declarar si estaban en condiciones de hacerlo, siempre en
cámara Gesell y respecto a las manifestaciones que aquellos habían brindado en la etapa
investigativa que estaban plasmadas en una o varias cámaras Gesell, se reprodujeran ba-
jo los términos del artículo 400 del CPP ya citado.
Salvo el caso de una persona, no hubo tan sólo una oposición
de los querellantes; es más, se les pidió que citaran ellos a sus representados por la con-
fianza que podía inspirarles a aquellos, y así lo hicieron.
Respecto a esa misma persona, debemos aclarar que en un
primer momento el informe de los Psicólogos fue negativo. Los acusadores solicitaron
la incorporación de la cámara Gesell que había brindado en Fiscalía; los defensores se
opusieron. Y el Tribunal, advirtiendo que la etapa de la producción de prueba durante el

104
debate iba más lenta de lo esperado y faltaba tiempo para finalizarla, resolvió que se es-
perara unos meses y que luego se volviera a hacer el examen para ver si mejoraba su
salud. Esta resolución no fue objetada, ni se hizo reserva alguna de recurrir en casación;
es decir, ningún reparo provocó en las partes. Es más, al tiempo, los acusadores nos ma-
nifestaron que iban a realizar un nuevo examen en San Luis a la persona, para ver si es-
taba en condiciones de declarar. Los psicólogos tratantes así lo entendieron y la misma
declaró desde San Luis, asistida por su Psicóloga terapeuta (profesional que, además de
psicóloga, era intérprete de señas).
Por su parte, una de las testigos ofrecidas por la Fiscalía, no
estuvo en condiciones de prestar declaración testimonial durante el juicio; luego de dar
trámite a los incidentes que se produjeron a partir del pedido del señor Fiscal Jefe de que
fuera reproducida la Cámara Gesell que registró la declaración prestada por esta testigo
en la investigación, se hizo lugar al pedido y se reprodujo la video filmación de la Cá-
mara Gesell.
Sorpresivamente, durante los alegatos, hemos escuchado a
uno de los señores Defensores –del grupo de Xumek- sostener que fue el Tribunal el que
dispuso que se trajera a declarar a los denunciantes mientras ellos se habían opuesto.
En ese sentido, debemos reiterar que fueron los acusadores
los que decidieron producir su prueba de ese modo. Es más, el Tribunal, al no haber he-
cho la audiencia preliminar, como acabamos de consignar, no tenía conocimiento de la
cantidad de veces que habían declarado los denunciantes en Fiscalía; incluso, podemos
agregar que hasta el día de hoy, desconocemos por qué fueron tantas veces algunos de-
nunciantes a Fiscalía, pero sí sabemos que cada una de esas veces que declararon en
aquella sede, lo hicieron asistidos por sus abogados.
De todos modos, queremos también puntualizar que a la hora
de alegar el Dr. Lecour (del mismo grupo Xumek), con relación a la persona referida,
admitió que ellos como sus abogados, tuvieron especial interés en que brindara testimo-
nio ante el Tribunal, que su declaración fuera en “vivo” [sic]; que ellos privilegiaron la
inmediatez a la video filmación de la cámara Gesell brindada durante la etapa investiga-
tiva.
También queremos dejar en claro que todos sabemos, a la
hora de hablar de revictimizaciones, que las múltiples declaraciones de un denunciante
no son recomendables y menos en víctimas especialmente vulnerables. Pero, asumimos
que si esa solicitud de declarar durante el debate proviene de los mismos representantes
de las presuntas víctimas y de quien representa sus intereses como miembros de la so-
ciedad -o sea del Fiscal Jefe-; es decir, si esa petición la realizan quienes en definitiva
son los principales garantes del bienestar de aquellas durante el proceso; si se tiene en
cuenta que todos los denunciantes eran personas mayores de edad, y que previo a decla-
rar iban a ser examinados para ver si estaban en condiciones psicológicas de hacerlo, lu-

105
ce evidente que rechazar tal solicitud no hubiera sido otra cosa que cercenar a los de-
nunciantes el derecho a ser oído, consagrado en los Pactos Internacionales.
También debemos referenciar lo acontecido en cuanto al
tiempo que insumieron las declaraciones de los denunciantes en el debate. En ello, en-
tendemos que influyeron varios factores. 1) La pluralidad de personas acusadas: ello
motivó que tanto los exámenes como los contra exámenes fueran muchos, por más que
desde el Tribunal, se requirió que la parte que no estuviera involucrada en una causa
puntual, se abstuviera de realizar preguntas; 2) La pluralidad de hechos denunciados: los
denunciantes sostuvieron haber sido víctimas de varios sucesos; ello motivó que fueran
interrogados por cada uno de ellos; 3) a las señoras acusadas, en la mayoría de los casos,
se les enrostraba participación en hechos de otras personas, concretamente: Corradi,
Corbacho, Gómez, Ojeda y Bordón; por ello, a cada denunciante se le preguntó también
por el obrar de aquellos hombres; 4) cada denunciante fue preguntado por los hechos de-
nunciados por los otros denunciantes. Explicamos, declaraba una señora o un señor so-
bre los abusos que ella o él manifestaba haber sufrido, y luego se le preguntaba qué sa-
bía de todos los demás denunciantes, uno por uno. Es decir, los denunciantes fueron
examinados como presuntas víctimas, pero también como testigos de hechos ajenos.
Ello multiplicó los interrogatorios de manera exponencial; 5) también, como ya se expli-
citó, nunca fueron interrogatorios muy extensos por cada jornada, pues se ajustaron a los
tiempos y posibilidades de los denunciantes. Pero como contrapartida, tuvieron que em-
plearse más jornadas por testigo.
Con todo lo recién expuesto surge evidente que la mayoría
de los denunciantes han declarado múltiples veces durante el proceso y varios días du-
rante el debate. Sabemos de los efectos eventualmente perniciosos para la salud mental/
emocional/física que se pueden generar o se generan en el declarante ante la reiteración
de su testimonio, pero también debe ponderarse que en lo que atañe a nuestro debate,
fueron los mismos denunciantes que decidieron ir a declarar en la audiencia, ello expre-
sado a través de sus representantes; o por lo menos, sus representantes así decidieron
rendir su prueba.
En lo que respecta al Tribunal la prueba fue recibida tal co-
mo se ofreció y se articularon todos los ajustes necesarios para que estas personas pudie-
ran declarar en condiciones de tranquilidad, contención y adaptación a sus necesidades y
tiempos. Las Cámaras Gesell (aún siendo todos mayores de edad), la posibilidad de ser
acompañados por personas de su confianza mientras declaraban, la asistencia en algunos
casos de terapeutas personales, intérpretes que esforzaron por comunicarles las pregun-
tas de modo sencillo y comprensible y por comunicarnos a nosotros con fidelidad sus
respuestas, fueron algunas de las adaptaciones, entre otras más, que se implementaron
para minimizar los eventuales riesgos de re victimización.
H) Sobre la sistematicidad de las conductas que se le en-
dilgan a las acusadas:

106
Ya explicamos que, desde la acusación formal, se ha enros-
trado a las señoras encartadas que las conductas reprochadas han sido perpetradas de
manera “sistemática”. Para terminar de explicar por qué esta idea tan central en la hipó-
tesis fiscal, no puede convalidarse es preciso concatenar el análisis fáctico (en parte ya
explicitado) con algunos criterios desarrollados en la jurisprudencia en donde el plan sis-
temático, fue también eje rector de la hipótesis acusadora. Concretamente, estamos alu-
diendo a los casos de lesa humanidad.
Repasados los contenidos de esas sentencias, observamos
como elementos estructurales los siguientes: a) La existencia de un plan con fin delicti-
vo, en general, plasmado en diversas disposiciones (leyes, decretos, resoluciones, etc);
b) La existencia de centros clandestinos donde se materializaban estos planes; c) Exis-
tencia de método para ejecutar el plan; d) Grupos de tareas para implementar el plan; e)
Totalidad de participantes involucrados (ninguno puede alegar desconocimiento de la
violación de los derechos humanos de las víctimas); f) Participación voluntaria en el
plan; h) Organización y funcionamiento de una estructura legal y orquestada -en esos
casos por el Estado-. Examinemos nuestra prueba a la luz de esos requerimientos; desde
ya anticipamos que, en nuestro caso, la aludida sistematicidad se encuentra muy lejos de
cualquier acreditación. Justificamos:
a) La existencia de un plan con fin delictivo, en general, plasmado en diversas disposi-
ciones: En aquellos casos, existía un plan con fines ilícitos, diseñado a través de diversas
leyes, decretos y otras resoluciones materiales. Si bien en los casos de lesa humanidad,
el autor de ese plan era el Estado, y acá no lo es, sino personas particulares que en todo
caso responden –en la teoría de los acusadores- a los intereses de otro órgano de poder
como es la iglesia, lo cierto es que, para seguir el paralelismo, deberían existir resolucio-
nes verbales o escritas donde el plan se encontrara diseñado. Este presupuesto fáctico
propio de la sistematicidad o del plan sistemático, no sólo no se ha acreditado, sino que
tenemos múltiples elementos que demuestran que existía, dentro de la institución, al me-
nos por parte del plantel directivo, resoluciones tendientes a la protección de los estu-
diantes. En reiteradas veces se han mencionado en el juicio, las medidas de resguardo y
contención dirigidas a los alumnos del Provolo: desde acompañamiento de los chicos al
baño, vigilancia de docentes en los recreos, prohibición de circulación de los estudiantes
por los pasillos del instituto en horarios de clase sin el acompañamiento de algún profe-
sional; legajos dando cuenta del seguimiento escolar y de la salud física/psíquica de los
estudiantes. Incluso sobran las constancias de entrevistas y pedidos de asistencia a los
progenitores o tutores para abordar un tratamiento integral de los estudiantes que facili-
tara la continuidad de aquellos dentro del seno familiar, como ya lo explicitamos ut su-
pra.
b) La existencia de centros clandestinos donde se materializaban estos planes: Sobre es-
to no nos queda mucho por justificar desde que antes se explicó extensamente que el
Provolo era una institución abierta y con flujo constante de personas. Además de las per-

107
sonas que formaban parte del plantel permanente y que no han sido alcanzadas por la
acusación, muchas otras se acercaban constantemente a la institución o permanecían por
períodos más o menos extensos en él, para realizar actividades de asistencia escolar, pa-
santías, entretenimientos, actividades solidarias, auditorías, supervisiones, inspecciones,
etc. Sólo a título ilustrativo, recordemos que un denunciante, quien se arrogó el carácter
de representante de los derechos de la comunidad Sorda, dijo haber ido a la institución
para promover la enseñanza de lengua de señas (más allá de que según sus dichos se en-
teró de ciertos abusos y no los denunció oportunamente). Otro ejemplo, el de la señora
“Chicha”, que si bien no la conocimos personalmente pues falleció, hay sobrados regis-
tros (incluso fotos) de que era visitante habitual de la institución –y particularmente del
albergue de mujeres-, que realizaba junto a las jóvenes y niños albergados diversas acti-
vidades recreativas –y hasta colaborada con tareas de costura de la ropa de los chicos-.
Para cerrar este punto de análisis, surge evidente que no podemos convalidar la afirma-
ción de que el Provolo –ya sea en su área escolar o en su área de albergue-, era un centro
clandestino, o si queremos matizar la expresión, un centro de aislamiento y/o reclusión.
c) Existencia de método para ejecutar el plan: Respecto de esto, observamos que si bien
los acusadores no explicitaron con claridad cuál fue el método para ejecutar los abusos
sexuales y mantenerlos silenciados aún luego de que alguna de las presuntas víctimas
dejaran la institución, lo cierto es que del contenido del debate, podemos inferir que la
metodología para la aplicación del plan y su impunidad la vieron en supuestas malas ali-
mentaciones, trabajos forzados, golpes físicos, tratos bruscos (tirar el cabello al peinar,
por ejemplo), retos, penitencias, prohibición de hablar en lengua de señas, etc.. Sobre es-
to ya hemos explicamos precedentemente que se han refutado todos y cada uno de esas
circunstancias postuladas como aflictivas. Pero vayamos un paso más: aún en el supues-
to no confirmado de que algo de eso –o todo- hubiera existido: ¿cómo se explica enton-
ces, que personas que sólo estuvieron 2 años en la institución (una denunciante) o que se
fueron de ella mucho tiempo antes de las denuncias, ya liberados de esos supuestos me-
canismos de opresión, no develaran ni tan sólo a su entorno más íntimo algunos de los
hechos que afirman haber sufrido? Resulta al menos llamativo, que mientras habrían
operado –siempre conforme el criterio acusador- esos medios coercitivos directos o indi-
rectos, los estudiantes se hayan animado a manifestar a sus padres no querer ir a la es-
cuela, o incluso, a decirles que eran abusados (por ejemplo, una persona denunciante,
que le contó a su madre que Corbacho la abusaba), y que, cesados todos esos mecanis-
mos, el silencio fuera la nota común en todos ellos. En síntesis: no se aprecia método al-
guno, y el que puede inferirse que lo fue para la hipótesis acusadora, claramente, no ha
sido acreditado.
d) Grupos de tareas para implementar el plan; e) Totalidad de participantes involucrados
(ninguno puede alegar desconocimiento de la violación de los derechos humanos de las
víctimas); f) Participación voluntaria en el plan: Estas son quizás, las mayores debilida-
des de la hipótesis acusadora: no se confirmó la connivencia entre las señoras acusa-

108
das y los condenados en el Provolo I para que éstos abusaran sexualmente de los
denunciantes. Hemos pasado más de dos años, escuchando preguntar a las acusadoras a
todos los testigos, si en el Provolo permitían hablar lengua de señas a los chicos, sobre la
calidad de la comida, sobre el trato dispensado a los estudiantes por parte de la señora
Kosaka, de los curas Corradi, Corbacho, del señor Ojeda, etc.; pero sin dudas, fue defici-
taria la actividad probatoria y anodino su resultado, en orden a lo que es el presupuesto
de la responsabilidad atribuida: que la señoras acusadas supieran de los abusos y presta-
ran voluntariamente colaboración a los autores, ya sea a través de actos de omisión (no
impedir) o comisión (colaborar activamente y brindar un aporte esencial). Es más, pasa-
mos dos años, escuchando indagar a las partes acusadoras sobre las circunstancias vin-
culadas a una presunta orden de una de las acusadas dada a una denunciante para que
llevara tortitas a uno de los condenados, pero jamás se indagó sobre los hechos que con-
vertían ese acto –por sí mismo neutral, inocuo- en una acción de colaboración con el
presunto abuso posterior.
Ya analizaremos cada uno de los hechos traídos a juicio; pe-
ro la falencia recién indicada atraviesa a todos. Es de destacar, que conforme no ya sólo
a la doctrina del plan sistemático sino a elementales principios de la teoría de la partici-
pación criminal, es necesario acreditar que las acusadas hayan tomado parte en el plan y
en su ejecución; no alcanzan las afirmaciones apodícticas de que se conocía, que se de-
bía conocer, que no se podía ignorar, que por la generalidad de los hechos eran ostensi-
ble, etc. Si bien desde distintas teorías del dolo, principalmente aquellas de índole nor-
mativa, se hace hincapié no ya en la voluntad de participar, ni siquiera en el conocimien-
to mismo, sino en que desde un plano normativo no se puede reconocer la ceguera de los
hechos o la ignorancia deliberada, no menos cierto es que ni aún desde el paradigma de
estas teorías, tendría amparo la teoría acusatoria.
Recordemos que todos los denunciantes y testigos han dicho
que no narraron sus experiencias, que las disimularon, que las guardaron para sí en se-
creto; que absolutamente todos –incluidos los denunciantes- dijeron que se enteraron por
los medios y se sorprendieron de la noticia vinculada a abusos. Con esto queremos ex-
plicar que entonces, no estaríamos ante hechos con visibilidad para terceros; que en todo
caso, lo que podría llegar haber sido accesible a las acusadas y/o a otros miembros de la
institución –ante la falta de relatos-, son los indicadores de los abusos sexuales, pero re-
paremos aquí en primer lugar que esos indicadores en nuestro caso, resultaron ser ines-
pecíficos (problemas de comportamiento, retraimiento, etc.), por lo que no sería posible
afirmar que los abusos sexuales denunciados eran evidentes. Es más, la prueba más con-
tundente de que si existieron los abusos denunciados, esos actos no eran patentes, es el
testimonio de todos los progenitores de las presuntas víctimas: ellos sostuvieron que no
sabían nada, que nada advirtieron, e incluso, reiteramos, invocaron sorpresa ante la difu-
sión de la noticia en los medios de comunicación. Si quienes eran los garantes primarios
de los niños, quienes los conocían, quienes compartían momentos fuera del espacio de

109
“opresión”, no advirtieron o no creyeron los abusos, ¿cómo es posible predicar racio-
nalmente que fuera ostensible sólo para las señoras acusadas?
Continuando con el razonamiento que nos propone este pun-
to de la sistematicidad: ¿dónde se encuentra acreditada la división de tareas? ¿Qué rol
ocupó la señora Paz? ¿Qué aporte esencial desarrolló, en términos fácticos, por ejemplo,
la señora Pinacca y la señora Martínez? ¿Y cómo cada uno de ellos, ensamblan en el
plan general que resulta ser el presupuesto de la sistematicidad?
Nada más es necesario agregar para justificar que eventual-
mente -desde el prisma acusatorio- podría haber existido conocimiento de algún o algu-
nos hechos (veremos en los puntos respectivos de las distintas causas, que tampoco ello
se acreditó con el estándar probatorio exigido en esta etapa), pero nunca un plan siste-
mático o una sistematicidad en la colaboración de un plan ilícito, como se predica.
I) Sobre las recomendaciones de las partes acusadoras al
Tribunal:
a. Ya finalizando sus alegatos, escuchamos al señor Fiscal
Jefe indicarnos cómo debíamos valorar la prueba. Así nos recordó los precedentes Tiza
y Zurita del Superior Tribunal de la Provincia de Mendoza; nos dijo que en estos obra-
dos se plantea una situación de violencia de género, y nos recordó la obligación que des-
de la Suprema Corte se imparte en Zurita de valorar todos los casos conforme la
perspectiva de género.
También el representante de la vindicta publica, mencionó
las obligaciones Convencionales: actuar con la debida diligencia reforzada al momento
de la valoración. Nos recordó que en el precedente Coz Luna, se explica que debe existir
una amplitud probatoria y que al momento de valorar debemos apartarnos de estereoti-
pos; agregó que, si una víctima ha sido abusada, se trata de una situación de conmoción
para esa persona y no se puede dar (desde el Tribunal) una respuesta estereotipada de
cómo debería haber razonado aquella persona.
Invocó las Ley 27372 artículo 4, en la medida que sostuvo
que debíamos tener en cuenta la vulnerabilidad de las víctimas: edad, género, discapaci-
dad o cualquier otra circunstancia análoga. Y agregó que nuestro caso, tiene una singu-
laridad pues no ocurrieron los hechos en cualquier casa y tampoco sobre cualquier me-
nor; y por ello ese era el pensamiento que teníamos que tener.
Reiteró que debía existir amplitud probatoria en virtud de la
Ley 26485 de violencia contra la mujer. Nombró también la ley provincial 6354 y el in-
terés superior del niño; como asimismo la Ley Micaela que obliga a que nos capacite-
mos.
b. Al principio de sus alegatos, el Dr. Salinas realizó algo si-
milar. En primer lugar, nos recordó el precedente Castro Castro vs Perú; de su personal
análisis de los parágrafos 182 - 184, coligió que, en sede internacional, la prueba no in-
corporada puede ser valorada dentro de los límites que impone el respeto a la seguridad

110
jurídica y al equilibrio procesal de las partes. Del parágrafo 255, rescató e hizo hincapié
en el deber de investigar del Estado, y nos pidió en nuestros votos, un plus: que investi-
guemos. Citó el precedente Bulacio vs Argentina, en el que no hubo una investigación
eficaz, y nos recordó que ello debía asegurarse. Reforzando su idea, nos recordó el dere-
cho a una tutela judicial efectiva, dirigido a los jueces –según su criterio- y que no se sa-
tisface con escuchar, sino con el deber de investigar.
En segundo lugar, citó el Dr. Salinas, el estándar de la Corte
IDH, en materia de abusos sexuales, reiterado en los precedentes "Espinoza Gonzáles
vs. Perú", sentencia de 20 de noviembre de 2014, parágrafo 150; "Fernández Ortega y
otros vs. México", sentencia de 30 de agosto de 2010, parágrafo 100/104; “Rosendo
Cantú y Otra vs México”, sentencia del 31 de agosto de 2010, parágrafo 89; “J. vs. Pe-
rú", sentencia de 27 de noviembre de 2013, parágrafo 323/324. En ese sentido, nos citó
ciertos parágrafos de esas sentencias; concretamente, el que sostiene: “La Corte ha se-
ñalado que las agresiones sexuales se caracterizan, en general, por producirse en au-
sencia de otras personas más allá de la víctima y el agresor o los agresores. Dada la
naturaleza de estas formas de violencia, no se puede esperar la existencia de pruebas
gráficas o documentales y, por ello, la declaración de la víctima constituye una prueba
fundamental sobre el hecho. Asimismo, al analizar dichas declaraciones se debe tomar
en cuenta que dichas agresiones sexuales corresponden a un tipo de delito que la vícti-
ma no suele denunciar, por el estigma que dicha denuncia conlleva usualmente”. Igual-
mente, se ha tenido en cuenta que “Las declaraciones brindadas por las víctimas de vio-
lencia sexual se refieren a un momento traumático de ellas, cuyo impacto puede derivar
en determinadas imprecisiones al recordarlos. Por ello, la Corte ha advertido que las
imprecisiones en declaraciones relacionadas a violencia sexual o la mención de algu-
nos de los hechos alegados solamente en algunas de éstas no significan que sean falsas
o que los hechos relatados carezcan de veracidad.”
En el plano nacional, el Dr. Salinas, amén del precedente Sa-
nelli (al que nos referimos para explicar que nuestro caso, en lo que hace a ponderación
del relato, no estamos ante un relato de niños, niñas y adolescentes sino de personas
adultas), citó el precedente de la Corte Suprema Justicia Nación: “Rivero, Alberto y otro
s/ abuso sexual – art. 119 3° párrafo y violación según párrafo 4to. art. 119 inc. e.” FRE
8033/2015/TO1/6/RH1. En ese sentido sostuvo que, en este caso, la víctima había efec-
tuado tres declaraciones, que en ellas había relatado episodios de acceso carnal y sexo
oral, pero que no habían coincidido en la cantidad de abusos en sus tres declaraciones.
Agregó que, según nuestro máximo tribunal nacional los jueces de sentencia, habían co-
metido el error de haber cuestionado la confiabilidad de los dichos de la víctima con ba-
se a las contradicciones (y también había un problema en cuanto al uso del vocablo
“acoso”).

111
c. Debemos puntualizar que de todas las peticiones que nos
formularon las partes acusadoras, existen dos que, a la luz del ordenamiento jurídico
merecen ciertas aclaraciones vinculadas a nuestras funciones:
1) La amplitud probatoria que nos demandó el señor Fiscal Jefe: La Ley 26485 refiere a
ella en dos oportunidades: en el artículo 16 inciso e) y en el artículo 31. En dicha norma-
tiva, se consigna que debe existir amplitud probatoria para acreditar los hechos denun-
ciados, teniendo en cuenta las circunstancias especiales en las que se desarrollan los ac-
tos de violencia y quiénes son sus naturales testigos; y a su vez, exige que se evalúen las
pruebas ofrecidas de acuerdo con el principio de la sana crítica, teniéndose en cuenta
las presunciones que contribuyan a la demostración de los hechos, siempre que sean in-
dicios graves, precisos y concordantes. Entonces, la amplitud probatoria destinada a
acreditar los hechos es, por lo tanto, la especial perspectiva que ha de tenerse a la hora
de ofrecer y admitir los elementos de convicción, que luego deben valorarse conforme
las reglas procesales vigentes (sana crítica racional). De todas maneras, debemos pun-
tualizar nuestra especial amplitud, tanto a la hora de admitir nueva prueba ofrecida por
las partes durante el debate, como así también al momento de valorar los elementos in-
corporados, de manera integral. Hemos juzgado conforme las reglas de la sana crítica ra-
cional y teniendo especialmente en cuenta que, en nuestro caso, la perspectiva de género
y la amplitud probatoria, debe operar en forma dual: pues si bien es cierto que práctica-
mente la mitad de los denunciantes son mujeres, no menos cierto es que la totalidad de
las personas acusadas en nuestro obrados también lo son. Ello nos ha obligado a aplicar
los estándares de perspectiva de género en ambos sentidos: acusadoras y acusadas. Y es
que este deber también emerge de los estándares fijados por la Suprema Corte de Justi-
cia de Mendoza, desde el precedente Rojas Echevarrieta, pasando por Zurita, hasta la ac-
tualidad. Sobre este tema, volveremos, pues lo hemos considerado de suma importancia
a la hora de abordar el análisis y valoración de las evidencias incorporadas a la causa.
2) Por otro lado, difícilmente pueda un tribunal de sentencia dedicarse a investigar, co-
mo nos requirió el querellante Salinas, sin incurrir en un quiebre de imparcialidad mani-
fiesto El plus que peticionó el profesional, concretamente que a la hora de dictar senten-
cia, nos dedicáramos a investigar, fundado en el precedente Bulacio y el derecho a la tu-
tela judicial efectiva, no aplica a los jueces que dictan sentencia: desde que el código
procesal penal intentó mudar del sistema inquisitivo al acusatorio (e incluso, ahora que
nos acercamos al adversarial); por ende, las funciones de investigación y juzgamiento
están bien separadas, por cierto: el que tiene el deber de investigar, es el Fiscal, el juez
juzga; la figura del juez de instrucción (que cumplía ambas funciones), ya fue derogada.
Mal podemos las sentenciantes salir a hacer una investigación complementaria y suplir
la inactividad de una u otra parte, sin incurrir en una notoria y gravísima falta de impar-
cialidad y apartamiento de la Ley.
Por lo demás, jamás nos animaríamos a valorar prueba no in-
corporada, tal como también nos propuso el querellante porque: a) difícilmente pueda

112
inferirse esa “licencia” de los parágrafos 182 – 184 del precedente Castro Castro vs Pe-
rú; esa parece una interpretación que no podemos convalidar. b) de todos modos, de
esos parágrafos, justamente, surge el límite a esa “libertad” valorativa: el equilibrio pro-
cesal de las partes, y va de suyo que, por ejemplo, si el Tribunal incorporara cualquier
prueba que no hubiera ofrecido la Defensa y que favoreciera a alguna de las señoras
acusadas, seguramente el querellante sentiría que el tribunal se ha comportado de mane-
ra parcial, favoreciendo a la contraria.
3) Aclarado entonces, las dos peticiones precedentes, vamos
por las otras:
Se nos ha pedido que, al momento de dictar sentencia, tenga-
mos en cuenta que la declaración de la víctima constituye una prueba fundamental sobre
el hecho. También que consideremos que las declaraciones brindadas por las víctimas de
violencia sexual se refieren a un momento traumático de ellas, cuyo impacto puede deri-
var en determinadas imprecisiones al recordarlos, sin que ello signifique que sus mani-
festaciones sean falsas o que los hechos relatados carezcan de veracidad. Es decir, que
apliquemos los estándares de la Corte IDH en materia de agresiones sexuales, que la
Corte Suprema de Justicia de la Nación recepta y cita expresamente en el precedente
“Rivero”.
Al respecto, debemos puntualizar que compartimos total-
mente los estándares delineados y ellos han sido tenidos en cuenta al momento de enca-
rar el razonamiento probatorio. De todos modos, en aras a que justamente, queden bien
perfilados, ha menester enunciarlos a esos estándares de manera completa; ello dado que
de la manera sesgada como los presentaron los acusadores, parecería que la Corte IDH y
la CSJN, convierten al juez en un operador cuya función consistiría en refrendar acríti-
camente los dichos de la denunciante, tal como ella los manifiesta. Ello no es así. Queda
claro que una sentencia basada exclusivamente en la declaración de alguien que se afir-
ma víctima, usando las palabras de Sancinetti, implicaría dar “a una de las partes del
proceso la posibilidad de crear su propio derecho por la fuerza de su palabra y, de inver-
tir así la carga de la prueba que a partir de allí pesará sobre el acusado" (Cfr.: Sancinetti,
Marcelo A., “Las imputaciones por abuso sexual libradas a la arbitrariedad del denun-
ciante”, publicado en la Revista Digital Pensamiento Penal
(https://www.pensamientopenal.com.ar/doctrina/34309-imputaciones-abuso-sexual-
libradas-arbitrariedad-del-denunciante ). A su vez, resulta claro que, más que un están-
dar, sería crear un nuevo derecho penal.
Entonces, vayamos un paso más, y advertiremos que, por
ejemplo, en el precedente “Rivero”, citado por las querellantes, cierto es que la víctima
había declarado tres veces y que, en esas declaraciones, fue cambiando la cantidad de
abusos sexuales que había padecido; pero no menos cierto es que en ese caso, existían
otras pruebas que contribuían a reforzar sus dichos. Así, se reprocha que el pronuncia-
miento apelado fue construido sobre una valoración parcial y sesgada de los restantes

113
elementos de prueba: una testigo que había visto al acusado entrar a la celda de la vícti-
ma (nada más y nada menos).
Pero volvamos a los precedentes de la Corte IDH, y volva-
mos sobre la declaración de la víctima de abusos sexuales. Ya sabemos que esa declara-
ción puede tener imprecisiones; pero, ese estándar se completa, con otra característica
del relato; así en el parágrafo 322 del precedente “J. vs Perú”, se sostiene: “La Corte
considera que se desprende de una manera consistente de las declaraciones de la señora
J. dicha descripción de los hechos”; en igual sentido, en el parágrafo 324: “…Lo rele-
vante es evaluar si los hechos descritos, y no la calificación jurídica dada a los mismos,
fueron consistentes”. Y si alguna duda quedaba, en el parágrafo 325, queda bien claro
cuando el órgano supranacional, destaca: “Además, la Corte advierte que estas fueron
las únicas oportunidades en las cuales se tomó declaración a la señora J. durante el pro-
ceso penal y fue consistente en todos sus relatos respecto de los hechos descritos… ”.
De igual manera, en “Espinoza Gonzáles vs Perú” en el pará-
grafo 144, hay una remisión directa al dictamen de la Comisión, en el cual se consigna:
“En la audiencia pública y en sus alegatos finales escritos, la Comisión argumentó que,
en el presente caso, los factores a tomar en cuenta a fin de efectuar la valoración proba-
toria de los hechos de violencia sexual se encuentran cumplidos, ya que: i) el testimonio
de la víctima es consistente en el tiempo en las múltiples declaraciones realizadas; …”.
En idéntico sentido, en Fernández Ortega u Otros vs. México se dijo: “Restaron valor a
los testimonios de Inés Fernández y su hija Noemí, por considerar que existían contra-
dicciones. Ello a pesar de que los testimonios de ambas eran consistentes, creíbles y
convincentes en sus aseveraciones en relación a los aspectos esenciales de la forma en
que ocurrieron los hechos y que si bien, existen algunas contradicciones entre los testi-
monios de ambas, estas no son relevantes.”. Y finalmente en lo que respecta a “Rosendo
Cantú y otros vs México”, el Dr. Salinas rescató el parágrafo 89, pero recordamos una
parte del parágrafo 91 (que ya citamos ut supra): “De las diferentes declaraciones de la
señora Rosendo Cantú, salvo algunas imprecisiones, se advierte consistencia en lo rela-
tado en cuanto al hecho de la violación sexual. …”
Dicho de manera sintética: la Corte IDH da una relevancia
fundamental al relato de la víctima de abusos sexuales, pues son delitos que ocurren nor-
malmente en ausencia de testigos; también es claro ese Tribunal sosteniendo que son
atendibles ciertas imprecisiones del relato considerando el hecho traumático que presu-
pone. Pero también forma parte de ese estándar, que el relato de la víctima sea consis-
tente, por lo menos, en sus aspectos fundamentales. Y siendo esta palabra -consistencia-
susceptible de ser interpretada de distintas maneras, ya desde estas consideraciones ge-
nerales, reproducimos las dos acepciones que ofrece la RAE: “1) Duración, estabilidad,
solidez; 2. f. Trabazón, coherencia entre las partículas de una masa o los elementos de
un conjunto”. Ese es el estándar completo y esa exigencia mínima ha sido nuestra

114
perspectiva de análisis al momento de examinar las pruebas en su conjunto, pero parti-
cularmente la testimonial.
4) Finalmente, debemos puntualizar: las insistentes peticio-
nes de los señores acusadores relativas a no perder la valoración integral de la prueba, y
menos aún, a no soslayar las perspectivas de vulnerabilidad, de niñez, de género y de
discapacidad, también nos obligan a realizar aquí la siguiente aclaración: justificar en
base a argumentos legítimos y racionales por qué determinada prueba carece de la com-
petencia acreditativa que le confiere alguna parte, no implica per se, ni recorte probato-
rio ni carencia de alguna de esas perspectivas.
La primera implica considerar toda la prueba, lo que no es
igual a darle el valor que pretende la parte. Y la segunda, exige no introducir en el razo-
namiento estereotipos distorsivos que reproduzcan en el plano judicial las asimetrías e
inequidades vigentes en el plano social.
Ninguna de estas cuestiones, han ocurrido en nuestra valora-
ción. Y prueba de ello, es el contenido de la motivación que escolta cada una de nuestras
afirmaciones. Al menos desde la perspectiva de este Tribunal, y sin perjuicio del criterio
de nuestro Superior Tribunal al momento de la eventual revisión de esta sentencia.
J) Sobre el Provolo II y el enfoque de género:
Como anticipamos, este tema merece para el Tribunal, su es-
pecial tratamiento. Ello por su trascendencia e implicancias.
Dos cuestiones tuvieron centralidad en este debate, sin riesgo
de error al menos en el plano argumental. Una fue la vulnerabilidad y su interseccionali-
dad, de la que este Tribunal ya se ha ocupado en otros puntos de estas consideraciones
generales, y principalmente también en el momento de analizar cada prueba traída a
nuestro conocimiento. La segunda, es el enfoque de género, mencionado de un lado y
otro del escenario dialéctico, instalado en el proscenio de la sala, pero como veremos au-
sente, ausente en el razonamiento de los acusadores en muchos momentos del juicio y
más aún de la investigación.
Cabe, entonces, a este Tribunal como órgano de garantía,
darle a la perspectiva de género su justo protagonismo y esto reclama necesariamente
conferirle a ella un destino bilateral, como ya lo anticipamos. Así, desde la investiga-
ción se ha proclamado la necesidad de aplicar perspectiva de género con relación a las
personas denunciantes (párrafo aparte merece la consideración de su efectiva práctica:
exámenes forenses invasivos de la intimidad y corporalidad practicados sobre las pre-
suntas víctimas, sin análisis de su efectiva necesidad, multiplicidad de declaraciones, al-
gunas de las cuales sin ajustes razonables, exposiciones públicas de estas en distintos
medios tanto de su imagen, como de sus relatos, entre otros aspectos); más nada se ha
dicho o más bien se ha negado la necesidad de que ese enfoque alcance también a quie-
nes han sido acusadas: mujeres estas, ciudadanas como las denunciantes (femeninas),
que integran la misma sociedad nutrida de sesgos patriarcalitas. ¿Por qué, entonces, el

115
enfoque de género debería tener una dimensión unilateral? ¿No implica esto bajar las
barreras en el proceso para que en este se reproduzca el esquema de jerarquías entre los
sexos que deriva en un orden social desigual (Protocolo para juzgar con perspectiva de
género, México, pág. 74)?
Entiende el Tribunal que definitivamente el enfoque de géne-
ro no discrimina en función de roles (presuntas víctimas-imputadas, presuntas víctimas-
acusadas, víctimas-condenadas, testigos, denunciantes, todas por igual) y además que es
transversal al proceso en orden a sus distintas etapas, pero que la investigación -por su
influencia en la determinación de la hipótesis contradictoria del caso- es la que más
atenta debe estar al enfoque. Una teoría construida desde y con perspectiva de género,
reduce sensiblemente el riesgo de un juicio y más aún de una condena con ausencia de
esa categoría analítica.
La pregunta que impone lo señalado en los párrafos anterio-
res es si la segmentación del enfoque que se aprecia en esta causa ha sido producto del
desorden investigativo o un simple descuido, y la respuesta claramente es que debemos
descartar la segunda hipótesis. Es que resulta ostensible que el Estado y el Poder Judicial
suele adolecer de precaria concientización del verdadero alcance del paradigma de géne-
ro y por ello es que no obstante las proclamas y los denodados esfuerzos provenientes de
distintos sectores (doctrinarios, grupos especializados, académicos, órganos de protec-
ción de Derechos Humanos nacionales e internacionales), por introyectar la extensión de
la perspectiva de género, la actividad procesal se separa con facilidad del enfoque en su
dimensión total, y lo corriente es que se incurra en un uso discriminatorio de este (lo que
se acerca a la arbitrariedad). Vale aquí la pena recordar cuántas sentencias de las antes
Cámaras del Crimen, ahora Tribunales Penales Colegiados resultan anuladas por omi-
sión de perspectiva de género en la investigación o juzgamiento del caso, y lo más fre-
cuente es que la aplicación de esa categoría analítica falte con relación a las mujeres im-
putadas o acusadas.
Pareciera que existiendo presuntas víctimas mujeres, el enfo-
que de género es excluyente, y por ende, se debe detener en el umbral de aquellas. Las
mujeres sospechadas, imputadas o acusadas, en esos casos, quedan privadas de la in-
fluencia del paradigma. Pensado con más profundidad el asunto, parece que el pensa-
miento subyacente es que la aplicación bilateral del paradigma pone en riesgo la teoría
de caso acusatoria, la debilita, en tanto sólo se puede considerar víctima a quien tiene
un/a victimario/a del lado opuesto y el enfoque de género suele derruir las bases a partir
de las cuales se traza la culpabilidad de la “victimaria”. El tema es complejo y su análi-
sis integral excede el espacio que le puede dar esta sentencia al tópico. Sólo sentamos al-
gunas ideas que nos permiten afirmar lo que ya expusimos -faltó enfoque de género en
relación con las señoras acusadas- y luego justificarlo. A continuación, encaramos esa
tarea.

116
Que el caso careció de perspectiva de género desde sus ini-
cios es ostensible. Amén del animoso esfuerzo de la Dra. Yerfino por concientizar al
Tribunal sobre esto, la cuestión era desde antes evidente para este. Varias razones habían
habilitado esa conclusión.
En primer lugar, la selectividad de la responsabilización pe-
nal omisiva. Así, el Señor Fiscal Jefe mencionó como “indicios” o como elementos que
permitían inferir el conocimiento de los abusos sexuales por parte de alguna de las acu-
sadas ciertas anotaciones que hacían los cuidadores -masculinos- en los libros de alber-
gue de hombres. También destacaron con ese carácter que un profesor de gimnasia -
Raúl Sunceri- había participado junto a un grupo de niños en el baño de la comparación
de partes íntimas y que esto habría sido conocido por alguna de las imputadas. Lo para-
digmático de lo que aquí se ventila es que esas anotaciones o esos actos nunca fueron
vistos como motivos para incriminar a sus suscriptores o protagonistas, más sí a alguna
de las acusadas. Sólo para reflexionar, si Pascual, Pinacca, Leguiza, Raffo, Paz, Kosaka,
Martínez, Gaetán o Quintana hubieran realizado un acto semejante (comparación de
senos o de otra parte íntima con las niñas o adolescentes): ¿hubieran quedado eximidas
de una imputación de corrupción o de exhibiciones obscenas agravadas? La pregunta
creo que se responde con la sola lectura de la pieza acusatoria y con los fundamentos
que la asisten.
Sin perjuicio, de que en general las anotaciones mencionadas
desde una mirada libre de sesgos se referían a eventos cuanto menos anfibológicos (ex-
plicables desde aristas muy diferentes a la vulneración sexual de los chicos albergados),
cuando no frecuentes en un adolescente o en una comunidad de adolescentes o púberes
(tenencia de celulares con fotos de personas desnudas); lo cierto es que aun cuando pu-
diera asignárseles el carácter que les confirió la parte acusadora (registro de signos ines-
pecíficos de abuso sexual), no se explica el razonamiento que lleva a liberar de sospe-
chas a los hombres directamente involucrados y el relevamiento del rol de garante de es-
tos (ya por encargado de la guarda, como cualquier docente, o como responsable del al-
bergue) y el depósito exclusivo de aquella en algunas mujeres de la institución que in-
cluso no transitaban el albergue ni tenían en este algún grado de intervención. La única
explicación que emerge plausible es que ese razonamiento está atravesado por ciertos
estereotipos, conforme a los cuales las mujeres están siempre gravadas por la carga de
cuidado de los niños y adolescentes de su entorno, y que ese rol -inexcusable e intransfe-
rible- excluía a todo otro garante.
No visualizar idéntico deber de evitación de cursos causales
lesivos en el hombre que hizo la anotación y estaba al cuidado de los niños o jóvenes (lo
que confirma el conocimiento de la circunstancia que para la Fiscalía y los querellantes
es un signo inespecífico de abuso sexual) y verla en la Representante Legal administrati-
va de la institución administrativa o en la directora de este, o en la religiosa a cargo del
albergue de mujeres, es algo que no se puede explicar sin entender la mecánica de un ra-

117
zonamiento discriminatorio, donde algunas son más responsables que otros y lo son por-
que existe una distribución social de roles, que claramente no se explicita, pero sí gravi-
tan en el inconsciente del sujeto que razona y construye la hipótesis que diseña el cuadro
de responsabilidades penales.
¿Por qué Battistelli, Presidente del Movimiento de Sordos de
Mendoza, que acudía a las distintas instituciones a propagar el uso de la lengua de señas
y supuestamente toma conocimiento de situaciones atroces a través de Horacio, ha sido
eximido de responsabilidades semejantes a las de las acusadas? Explicó el Señor Fiscal
que esta persona no integraba una O.N.G con competencia en materia minoril y que la
Ley 6354 (fundamento normativo junto al artículo 30 de la Ley 26.061) de la imputa-
ción a todas las acusadas, sólo pone el deber de denunciar a personas que integran ese ti-
po de instituciones. La pregunta que incita esta ligera excusa es si el Movimiento de
Sordos, cuyo presidente visitaba las instituciones educativas para forjar la cultura de la
comunidad sorda en niños, niñas y adolescentes, no tenía ninguna competencia en mate-
ria minoril, o, si ningún niño, niña o adolescente sordo integraba esa institución. Si ni-
ños, niñas o jóvenes menores de dieciocho años no integraban el movimiento que presi-
día el Señor Battistelli, si esa organización no tenía competencia alguna en materia mi-
noril: ¿por qué su presidente visitaba colegios dedicados a menores? ¿Por qué Battistelli
estaba en el año 2016 en un Encuentro por los Derechos de los Niños en la Legislatura
Provincial? Cabe aclarar, que la respuesta a esta última pregunta no está en su condición
de legislador, desde que, lo que refirió este hombre en el juicio es que fue candidato a
senador provincial por un partido político en el año 2005.
Pero aún, supongamos que nada de lo anterior justifica la
competencia minoril; Battistelli, hombre conocedor de los abusos sexuales y físicos de
los niños o niñas sordas, según sus propias afirmaciones ¿no habría incurrido en una
omisión de auxilio, como las mujeres Paz o Pinacca? ¿Qué plus desde el plano jurídico
tenían estas dos mujeres -una dedicada a cocinar en la institución y otra directora peda-
gógica de la escuela hasta el año 2007-, respecto de Battistelli -presidente del Movi-
miento de Sordos, visitante asiduo de la institución, promotor de la cultura sorda, ocupa-
do de los derechos de los niños y niñas-, qué obligaba a las primeras a prestar auxilio y
qué exime de idéntica responsabilidad al hombre?
Gonzalo Rodríguez, es otro hombre adulto, de quien en múl-
tiples ocasiones escuchamos decir que golpeaba, que encerraba a los chicos y que “co-
nocía” situaciones de abusos sexuales. Esto no lo habría conocido, conforme a su testi-
monio y al de otros, de modo confidencial ni indirectamente, sino de modo directo y en
el ejercicio del rol de cuidador de los menores. La razón (excusa) de no responsabiliza-
ción ofrecida por el Señor Fiscal Jefe, es que esta persona sorda cumplía de modo infor-
mal ese rol y no estaba registrado como trabajador de la institución. Preguntamos: ¿el
marco formal que cubre el rol efectivamente asumido y ejercido es lo decisivo cuando
se analiza la calidad de garante? Creemos que al menos desde la dogmática no, sobre to-

118
do cuando ni siquiera el ejercicio de ese rol fue coyuntural, sino que guardó cierta esta-
bilidad en el tiempo. ¿Qué razonamiento diferente a una consciente o inconsciente ads-
cripción de roles de cuidado y protección -provenientes del entorno social dominante- al
género femenino y no al masculino, puede haber en la eximición de toda responsabili-
dad para este hombre adulto y su consignación exclusiva a mujeres?
Creemos que la lista no se agota en estos ejemplos, sólo sir-
ven como un buen muestrario de la selectividad penal por género. Ha dicho el señor Fis-
cal Jefe que en verdad no actuó con sesgo de género, desde que él impulsó las condenas
de los autores masculinos de los abusos sexuales en la causa que derivó en la sentencia
N°: 919, que extrajo compulsa para el ex intendente de Luján, Omar De Marchi durante
el juicio y que en una Fiscalía se están investigando, a pedido de la defensa, los abusos
sexuales que habría sufrido Ojeda. Bien, nada de lo dicho como argumento de oposición
a la crítica de falta de perspectiva de género, desestabiliza nuestra conclusión al respec-
to. La investigación y condena a los hombres, era un deber que surgió de sindicaciones
específicas que realizaron las víctimas de hechos cometidos por esos sujetos y la base de
esa responsabilidad no está en omisiones de cuidado, en un no hacer (lo que supone una
expectativa normativizada de hacer), sino en acciones concretas, lesivas de la integridad
sexual.
En orden a la compulsa al ex intendente de Luján De Marchi,
lo curioso es que el dato se conocía desde la investigación y sólo generó alarma cuando
fue ventilado en la audiencia de juicio, y además, lo más significativo es que nada se pi-
dió respecto de la persona que dijo haber conocido los abusos, profesor universitario, ex
candidato a legislador, suscriptor de acuerdos con el Procurador General de Provincia, y
sí contra una persona a quien este dijo (entre otras afirmaciones contrarias a la realidad -
como su denuncia de los abusos ante Cándido Rubiolo, persona fallecida al momento
del supuesto encuentro-) haber puesto en conocimiento los abusos. Mínimamente debe-
mos aceptar que este patrón de comportamiento es discrecional. Resulta alarmante que
se niegue la falta de perspectiva de género invocando una demorada compulsa (habría
que ver si alguna acción está vigente en este momento) al supuesto receptor de la noticia
y no al emisario de esta, portador del hipotético conocimiento directo. Si así se explica
la falta de sesgo, lo coherente debería haber sido sentar en el banquillo de los acusados
al juez que recibió las múltiples presentaciones que Pascual hizo por una de las denun-
ciantes, y haber liberado a ésta de responsabilidad al respecto.
Por último, que a pedido de la defensa se estén investigando
los presuntos abusos sexuales contra José Luis Ojeda, amén de no decir nada respecto de
la perspectiva de género -Ojeda es hombre- (salvo que se entienda equivalente la vulne-
rabilidad de Ojeda como persona con discapacidad no sólo auditiva, sino también cogni-
tiva, con la condición de ser mujer), lo cierto es que pone a la luz la inexcusable pasivi-
dad del mismo Ministerio Público en la investigación de todos los hechos delictivos que
llegaron a su conocimiento. Por razones constitucionales (art. 120 CN) y legales (art. 8

119
C.P.P. y Ley 8008) el Ministerio Público Fiscal debe investigar apenas toma conoci-
miento de un hecho presuntamente delictivo tal suceso y no porque la defensa impulse
ese accionar. El ejemplo, entonces, no resulta consistente a los efectos pretendidos.
Los estereotipos de género, tan visibles cuando la mente se
abre a su detección, y tan ocultos y con tanta fuerza detractora, cuando aquella se cierra
y se torna indolente a ellos, no operan en general en el tejido argumentativo explícito; es
decir en el razonamiento que queda en la superficie (dimensión de justificación), sino en
un área menos sensible al consciente, que es aquella donde se asientan las verdaderas ra-
zones de las decisiones que adoptamos, esa donde gravitan con intensidad motivos in-
cluso no jurídicos, que se vinculan con marcos teóricos propios, razones psicológicas, de
educación o formación individual, y claro, también, aquellos que vienen del entorno so-
cial y del modo en este nos moldea (área de descubrimiento en la teoría de la argumen-
tación jurídica). Por eso es que quienes investigaron y quienes trajeron a juicio a estas
nueve mujeres no se creen responsables de falta de perspectiva de género. Sencillamente
porque ella suele ser invisibilizada desde el área de la justificación del razonamiento
probatorio.
Pero la perspectiva de género faltó y no sólo lo dicho hasta
aquí lo justifica, sino también las razones que siguen. Así, algo sobre lo que alertan las y
los especialistas en la materia es que en general las imputaciones a mujeres por conduc-
tas omisivas tienden a ser indeterminadas, para ensanchar su rol de garante y filtrar sin
condicionamiento omisiones de lo más variopintas. Es que el rol social de buena mujer,
buena madre, adscribe al género femenino propiedades (protectora, diligente, con aguda
capacidad anticipatoria de peligros de la prole, detección inmediata de peligros e intui-
ción extrema) y deberes consecuentes (proteger, separar del peligro, estar atenta, sospe-
char, no confiar, ser responsable a cualquier costo del bienestar de los tutelados, etc.)
que en su identificación y enumeración requieren cierta plasticidad, para que toleren
adaptaciones circunstanciales, y también para ser permeables, acaso de modo incons-
ciente, incluso a ciertos imperativos morales (propios de ética social vigente). El recurso
de la indeterminación de las omisiones debidas (las “imputaciones en blanco”) facilitan
la reconducción de las expectativas sociales que rodean al género femenino al terreno
normativo, porque forzadamente se las convierten en “exigencias sancionadas con el ri-
gor de la ley penal”.
Concretamente, se ha sostenido: “El problema de la vague-
dad de la imputación cobra importancia particular en el caso de las mujeres omisivas,
dada la tendencia a ampliar de manera extraordinaria la posición de garante de las
madres respecto a riesgos que no pueden ser evitados en circunstancias concretas (Ho-
pp, 2017a: 17 y 42). En consecuencia, un control más riguroso respecto al modo en que
se formula la imputación permitiría contener —al menos formalmente— exigencias su-
pererogatorias, indeterminación de la conducta y expansión del rol de garantes” (Patri-
cia Laurenzo Copello, Rita Laura Segato, Raquel Asensio, Julieta Di Corleto, Cecilia

120
González, “Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad. Hacia una
teoría del delito con enfoque de género”, Serie Cohesión Social en la práctica, Colección
Eurosocial, Nº: 14, Edita: Programa Eurosocial C/ Beatriz de Bobadilla, 18, Madrid, Es-
paña, 2020, pág. 63).
Tras el repaso del contenido de la pieza acusatoria, poco es-
fuerzo lleva advertir que la imputación se hizo a través de imputaciones amplias tales
como “omitió denunciar” u “omitió realizar los actos necesarios activando los meca-
nismos institucionales adecuados conducentes a evitar el curso causal lesivo”. Ambas
premisas fácticas, tienen lindes difusos. Cuando el Ministerio Público Fiscal afirma que
la persona no denunció: se refiere ¿a una denuncia jerárquico-administrativa (seguir la
vía jerárquica escolar), a una organización dedicada a la protección de niños, niñas y
adolescentes (por ej. el GAR, el OAL, etc.), a la justicia de familia, al ministerio pupilar
o a la justicia penal?, o ¿a todas ellas? Por otro lado: ¿considera suficiente o no la utili-
zación de una de las vías o es necesaria en todos los casos el uso de la penal?
Estos déficits descriptivos no se salvan ni siquiera reparando
en las normas que cita la acusación, desde que el artículo 122 de la Ley 6354 cita de ma-
nera alternativa la comunicación al ministerio pupilar o fiscal, según los casos, mientras
que el artículo 30 de la Ley 26061, se refiere al deber de comunicación a la autoridad
administrativa de protección de derechos en el ámbito local.
La pregunta, entonces, es: ¿el Fiscal de la causa considera
que la conducta debida era denunciar a la autoridad administrativa, al ministerio pupilar
o al fiscal? Al parecer no a cualquiera de ellas, desde que se leyeron infinitas constancias
de puestas en conocimiento de situaciones de vulnerabilidad de los niños, niñas o ado-
lescentes asistentes o albergados en el instituto al Grupo de Alto Riesgo, a la Justicia de
Familia, al Responsable Legal de la Institución, a las autoridades de la Dirección Gene-
ral de Escuelas (a través del asentamiento en los libros obligatorios de situaciones que el
Señor Fiscal reportó como indiciarias de abuso sexual) y eso no hizo mella en el razona-
miento del magistrado, desde que la acusación se mantuvo indemne.
Y afinando un poco más el análisis de esto: aun cuando hoy
o en el año 2016 el Fiscal pondere o ponderó, desde su conocimiento jurídico, y al am-
paro del principio de que las leyes se presumen conocidas por todos y todas, que estas
señoras (cocinera, religiosas, psicóloga, asistente social, directoras de escuela) conocían
el tenor de esas normas, la pregunta que debió hacerse el Señor Fiscal (y que nosotras
nos hacemos) es si para estas mujeres “la denuncia o comunicación” en la puntual sede
que él juzga adecuada para liberarse del reproche de omisión de denunciar -entendemos
que sólo la penal lo era, de acuerdo a las conclusiones finales vertidas), era visible para
estas y si las normas no daban lugar a otra interpretación. La lectura de la norma, desde
una perspectiva no sólo librada de estereotipos de géneros, sino cerca del sentido co-
mún, alecciona que las normas abren espacio a distintas alternativas y a diferentes inter-
pretaciones de la conducta debida. Máxime, cuando lo que el Fiscal quería que se de-

121
nunciara eran hechos de carácter ambiguo, hechos indicativos de vulneración de dere-
chos o de probable vulneración de derechos, no un concreto abuso sexual, en cuyo caso,
sí es esperable -exigible- para cualquier funcionario con competencia en materia mino-
ril, cualquiera fuera su género, el deber de denunciar en la justicia penal.
Por otro lado: ¿la obligación de denunciar o comunicar es,
para los acusadores, concurrente o subsidiaria a la del adulto responsable del niño, niña
o adolescente (no implicado en la “situación de presunta vulneración” claro está)? La
ley, no dilucida esta cuestión, pero una acusación responsable, con una teoría del caso
diligentemente perfilada, sí debió hacerlo. Hemos también conocido, que fueron citados
desde la escuela padres, madres, o ambos a distintas reuniones, y que estos fueron pues-
tos en conocimiento de las situaciones que el Señor Fiscal observa como “indiciarias o
reveladoras de abusos” o que los padres o madres se presentaron a comunicar a las auto-
ridades de la institución esas circunstancias, y que en muchos de los casos salieron de la
institución con la recomendación de poner la denuncia, o de llevar a los niños a algún
facultativo para clarificar el síntoma o que directamente fueron los padres a denunciar
(como el las madres de dos ex alumnos) poniendo luego en conocimiento de las autori-
dades escolares esa acción. Este cuadro de situación probado, nos lleva a interpretar (es
casi un juego adivinatorio) que para el Ministerio Publico Fiscal era “necesaria también”
la denuncia de las acusadas o de alguna de ellas.
Ahora bien, la pregunta que fuerza la observación sentada en
el párrafo precedente es si alguna norma de derecho positivo (no su interpretación indi-
vidual) avala esa pretensión; o a esta la inspira una exégesis que reposa antes en el desti-
natario de la norma que en la acción típica descripta, porque es aquél el que determina el
alcance del deber y le da su contenido. Así, el deber de denunciar o comunicar, no se in-
terpreta igual -no se lo hizo en el caso- cuando quien habría tomado conocimiento de al-
gún hecho relevante para la Fiscalía es un hombre cuidador de albergue, un hombre do-
cente de los alumnos, un hombre Presidente de un Movimiento de Sordos (donde había
niños y adolescentes también) o una mujer cocinera, religiosa, directora, psicóloga, o
asistente social. De estas se espera (y se exige!) muchas más conductas positivas de pro-
tección y de evitación, incluso diferentes a las múltiples realizadas. Se exige un conoci-
miento exhaustivo, preciso del contenido de la norma y un direccionamiento de la con-
ducta en el estricto sentido que le confiere al deber la acusación. Las partes acusadoras
esperan de las mujeres (no así de los hombres) casi una intuición supra natural (por
ejemplo, asociar inmediatamente la delgadez de una niña –como en el caso de una de las
denunciantes-, o un comportamiento disruptivo crónico –como en el manifestado en otro
denunciante-, o el bajarse los pantalones delante de compañeros y docentes –otro denun-
ciante- con experiencias de abuso sexual no comunicadas). En definitiva, en la inteligen-
cia de quienes acusan tienen las acusadas una especie de rol de supra garante, que no
asignan frente a eventos similares a la criba masculina.

122
Si nos detenemos ahora en la segunda parte del reproche
acusatorio -omisión de realizar comportamientos relevantes para interrumpir el curso le-
sivo- vemos que las conductas que a juicio de los acusadores hubieran sido idóneas al
efecto, se ensancha sensiblemente y su indeterminación alcanza niveles ostensibles. Es
que el arco de hipotéticas acciones crece exponencialmente al ritmo que se aparta a estas
de un razonamiento asociativo (sentado en cálculos concretos y no aspiraciones abstrac-
tas) de la particular aptitud de evitación del curso lesivo.
Observemos para clarificar más este punto, que en general se
reprocharon a las señoras acusadas “omisiones” frente a hechos ya ocurridos, pero con
la carga de evitar otros eventos futuros, algunos por los que ni siquiera el Señor Fiscal
Jefe pudo formular acusación y otros ocurridos muchos años después de la supuesta
inactividad. Aún más, no obstante que el reproche consiste en no haber interrumpido
con “denuncias” o con “cualquier otra acción positiva” hechos lesivos futuros, también
se les atribuye en base a las mismas razones haber participado de manera esencial en el
“hecho pretérito”. No sólo constituye esto un confuso razonamiento, ciertamente muy
confuso, sino también una entelequia difícil de compaginar con un pensamiento sistémi-
co jurídico. Lo único que no es difícil de comprender es que la indeterminación de las
conductas, su proposición disociada de un razonamiento evaluativo de capacidad de evi-
tación en el caso concreto, son recursos propios de lo que hemos llamado en esta causa
“acusaciones en blanco”, potentes para introducir reproches guiados por estereotipos de
género que, al ser introducidos al marco jurídico penal, pierden fácilmente coherencia.
La falta de determinación de las conductas esperadas y su
mención en bloques sin desagregación fáctica fueron la llave de paso, entonces, para que
en las conclusiones finales los acusadores tuvieran cintura suficiente para filtrar en la
acusación un sin número de comportamientos (calificados como deberes) que obedecen
antes a la idea de “mujer diligente”, de “mujer con deber de protección y de anticipación
de peligros”, de “super mujer capaz de interpretar los comportamientos más anfibológi-
cos como signos de abuso sexual”, que a la de razones definidas por el orden jurídico
penal, asumidas como decisiones de la democracia deliberativa y por ende, transforma-
das en ley penal. La apertura acusatoria es necesaria cuando no reposa en comporta-
mientos que se adscriben a un derecho penal entendido como recurso de última ratio y
como continente “sólo” de acciones u omisiones que por estricto ajuste a alguna descrip-
ción normativa y por su comprobada evitabilidad y aptitud lesiva, pueden ser exigidos
tanto a un elenco masculino como femenino.
Cerrando este punto, parece que los tópicos que alertan sobre
la presencia de estereotipos de género en el montaje procesal están claro en el caso: “va-
guedad de la imputación” y “ampliación de manera extraordinaria de la posición de ga-
rante”. Pruebas más que evidentes de esto, no es sólo lo explicado anteriormente, sino
también la circunstancia de que varias de las mujeres a quienes por años y en distintas
etapas del proceso se las acusó por haber sido “garantes”, livianamente se las eximió al

123
final de este de esa calificación, porque en el debate la justificación no fluyó con senci-
llez. También porque cuando se intentó explicar por qué la acusación fue de corto alcan-
ce -no llegó a un montón de hombres que desde la lógica acusatoria debieron estar bajo
el radio del reproche-, como por ejemplo Gonzalo Rodríguez, Battistelli, Sunceri, pron-
tamente se ensayaron justificaciones, tales como, que el primero trabajaba de modo in-
formal, y que el segundo no formaba parte de una O.N.G con competencia en material
minoril. Lo grave de esto, no es tanto la corrección o no del motivo, sino su afirmación
sin siquiera haber abierto investigación al respecto.
Otro ejemplo paradigmático de lo que venimos tratando es
que cuando se invocó que el conocimiento de la señora Paz sobre un abuso sexual co-
metido contra el entonces niño (uno de los denunciantes) estaba probado porque al ser
ella “cocinera” era más propio que ella hubiera lavado el pantalón con sangre (como si
la presencia de sangre en la ropa de un niño sin mayores precisiones fuera exclusiva-
mente atribuible a un abuso sexual), antes que Bordón quien era un “administrativo” de
la institución. Recordemos que Bordón no sólo fue administrativo, sino que también fue
cuidador del albergue, y fue una persona condenada por haber abusado sexualmente de
niños; pero, aun cuando sólo hubiera sido administrativo: ¿por qué esta función es me-
nos compatible que la de la cocinera con el lavado de una prenda de un albergado? Pare-
ce que nada diferente a un estereotipo de género explica la discriminación en el razona-
miento. Y otro tanto, hay que decir de la inferencia que el Fiscal exige en la acusada,
que tras lavar la ropa que sangre, tuvo que saber que el denunciante había sido abusado.
Otro ejemplo, por demás de claro, reposa en la afirmación
del Señor Fiscal Jefe de que la posición de garante de la Sra. Asunción Martínez respec-
to de niños no residentes en el albergue de mujeres, sino en el de hombres (a cargo de
sacerdotes y cuidadores masculinos) se explica porque en una ocasión un niño que se le-
sionó en el albergue acudió para su asistencia a la Hna. Martínez. No reparó el Señor
Fiscal en que conforme a la prueba rendida en la causa la señora Martínez cumplió mu-
chos años acción pastoral en el Hospital Central y que esto la podía hacer portadora de
ciertos conocimientos de primeros auxilios; pero además, tampoco indagó, quien era el
detentador de los insumos médicos básicos (las denominadas cajas de auxilio presente
en todas o en la mayoría de las instituciones donde transitan o residen niños) en los ho-
rarios extraescolares. Sólo una visión claramente direccionada a inferir posiciones de ga-
rante de situaciones tan banales e indeterminadas pueden justificar el mentado razona-
miento. La lista no se agota en estos ejemplos, pero entendemos que no es necesario
añadir otros para dejar descubierto el razonamiento ligado a estereotipos de género.
Avanzando a otro punto que también ilustra sobre la falta de
perspectiva de género en el inicio de la causa, en su evolución y en su definición, es que
nada se indagó -y menos se reparó al cerrar las acusaciones- sobre el contexto libre o
más o menos condicionado (tanto para conocer como para actuar) en el que las mujeres
acusadas y reclamadas de no realizar acciones impeditivas de cursos lesivos, vivieron.

124
Este no es tema menor cuando se investigan a mujeres y se las acusa de acciones omisi-
vas, desde que exigir “un hacer” demanda antes como esencial carga probatoria -por im-
perativo del principio de culpabilidad y de inocencia- el cercioramiento de que estas pu-
dieron actuar acorde a la expectativa normativizada (o ¿socialmente estabilizada?). Si
esto no se hace, entonces, la acusación es algo así como un barrilete que flamea con el
impulso del aire y que lo sostiene una mano, cuya fuerza cederá ante cualquier soplo
contrario, en vez de ser el mástil de una bandera con cimientos de cemento. Observemos
nuestro caso y algunas de las cosas, que la acusación debió investigar o analizar.
Las acusaciones atraviesan un lapso temporal que va desde
comienzos del año 2005 hasta el año 2016, estamos hablando de comienzos del Siglo
XXI, de más de dos lustros de extensión, y de muchos años desde esos momentos hasta
el presente. Pensemos cuánta evolución ha habido en este tiempo en el terreno social,
político y jurídico en materia de perspectiva de género, de concientización de derechos.
Si afirmáramos que una mujer a comienzos de siglo o en el año 2010 o en el año 2015
gozaba del reconocimiento social del presente y que su elemental derecho a la igualdad
estaba garantizado como en la actualidad, estaríamos claramente razonando no sólo sin
perspectiva de género, sino sin consciencia histórica.
Solo para ir a datos crudos, la ley N°: 26.485 -Ley de Protec-
ción Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los
ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales- se sancionó en el año 2009;
indiscutidamente este fue un gran paso en materia de género y de reivindicación de de-
rechos y libertades; pero, ciertamente no suficiente para deconstruir la cultura patriarca-
lista de la sociedad y de sus distintas instituciones. Esto explica que en el año 2019 (diez
años luego de su sanción) hubo que sancionar otra ley, la N°: 27.499 -conocida como
Ley Micaela- que establece nada más ni nada menos que la capacitación obligatoria en
género y violencia de género para todas las personas que se desempeñan en la función
pública en todos sus niveles y jerarquías en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial
de la Nación. Vemos, entonces, que la necesidad de docencia y de difusión de ideas so-
bre género, demandó la sanción de una ley y, no obviemos, que esta no sólo entró en vi-
gor luego de la ocurrencia de los hechos juzgados en la sentencia 919, sino luego de las
imputaciones de esta causa.
De acuerdo con lo anterior, Pascual, Pinacca, Leguiza, Raffo,
Paz, Kosaka, Martínez, Gaetán y Quintana fueron mujeres en las décadas en donde los
estereotipos de género estaban no sólo latiendo fuerte (aún lo están), sino también caren-
tes de cuestionamiento (o poco visibilizados). Por otro lado, eran trabajadoras, dentro de
una institución marcadamente patriarcalita. La Iglesia Católica Apostólica Romana es
una institución con un sensible desequilibrio en materia de género. La cabeza política de
la Institución hoy e históricamente estuvo a cargo de hombres (el Apóstol Pedro fue el
primer Papa de la historia y el actual, el argentino Bergoglio; ninguna mujer ha ocupado
ese cargo, ni ha sido propuesta al efecto; bueno, a menos que se crea en la leyenda de la

125
“Papisa Juana”). Los atuendos de los religiosos y las religiosas consagradas tienen inclu-
so diferencias, las mujeres llevan largas túnicas, y cubren hasta su cabellera, no sólo du-
rante los actos religiosos, sino también durante el desarrollo de su vida cotidiana. No así
los sacerdotes. Los hombres son los autorizados para celebrar misas y para administrar
el sacramento de la confesión de los fieles, siendo vehículos de la palabra de Dios, y de
la disculpa por las ofensas; mientras que las mujeres consagradas -monjas- no pueden
realizar esas actividades transcendentales del culto.
La pregunta que sigue a esto, y que debió hacerse el Ministe-
rio Público Fiscal y los acusadores en general es cuánta libertad de decisión y de acción
y cuanta participación y conocimiento de la vida institucional (la integral, no sólo la que
atañe a la escuela) tenían estas mujeres consagradas a la vida religiosa y las no consagra-
das que trabajaban en una institución bajo el gobierno eclesiástico.
Además, las señoras acusadas han manifestado en general
haber profesado la religión católica, haber participado de retiros espirituales -donde se
recibe formación en los valores de la religión, entre ellas la idea de honrar a Dios sobre
todas las cosas, y a sus representantes en la Tierra-, haber impartido alguna de ellas cla-
ses de catequesis, participar de misas; en definitiva, formarse e imbuirse de la doctrina
del culto católico construido sobre la base de dogmas (sistema de pensamiento que se
tiene por cierto y que no puede ponerse en duda dentro de su sistema).
Lo que se destaca no es baladí a la hora de contextualizar a
las acusadas en su realidad, desde que el pensamiento a partir de dogmas de fe alienta a
no cuestionar, a no dudar, a creer, a confiar y las voces de esos dogmas eran en la insti -
tución Corradi y Corbacho -personas de quienes la acusación pretendía que estas seño-
ras dudaran-. Por otro lado, Bordón, Gómez, Ojeda, eran personas que trabajaban en el
Instituto, algunas “tuteladas" por Corradi como Ojeda, a quien no sólo se lo percibía co-
mo una persona discapacitada, sino como alguien necesitada de protección y albergue.
Bordón y Ojeda, eran hombres que trabajan dentro del Instituto, que colaboraban no só-
lo con las tareas de mantenimiento, sino también con alguna de las pastorales y en el ca-
so de Bordón incluso con el cuidado de niños. Difícil es pensar y luego afirmar en térmi-
nos de certeza que, dentro de un marco de respeto a la autoridad eclesiástica, fuera sen-
cillo dudar de personas puestas o aceptadas en la institución por el hombre que era cabe-
za de ella y consagrado a la fe -Corradi-.
Un punto necesario de análisis de la responsabilidad penal
omisiva, debió ser el principio de confianza, conforme al cuál “cuando el comporta-
miento de los seres humanos queda entrelazado, no forma parte del rol del ciudadano
controlar permanentemente a todos los demás; de otro modo, no podría haber reparto del
trabajo …” (Jakobs, 1997, p. 29). El Provolo era una institución donde convergían dis-
tintas personas, y cada una de ellas tenía roles diferentes y un mismo propósito rector,
que era la educación y rehabilitación de niñas, niños y adolescentes sordos. Para contex-
tualizar más la cuestión, el Instituto dependía de la Iglesia Católica y su representante le-

126
gal era un sacerdote que había ya estado a cargo de instituciones similares en Italia y en
La Plata. Corbacho era un seminarista, que se consagró estando en la institución de
Mendoza, que cuidaba a los albergados varones e impartía clases de catequesis. Ojeda
era un sordo, con escasos cuando no nulos recursos de comunicación, sin familia, que
estaba en calidad de tutelado por Corradi y que cumplía algunas funciones de manteni-
miento en la institución, seguramente a cambio de habitación y comida. Gómez era un
trabajador de la institución (poco se habló de él en el juicio, algunos mencionaron que
era albañil y que realizaba trabajos de jardinería) y Bordón, era cuidador de albergue y
monaguillo, es decir, asistente de los sacerdotes en el oficio de las misas. Esta era la dis-
tribución de roles en una institución, no olvidemos, de marcada impronta verticalista y
patriarcalita.
No ignoramos que el principio de confianza tiene límites (se
señalan como tales, los casos de personas inimputables, casos donde falta la calificación
personal del sujeto, casos de evidentes comportamientos erróneos o imprudentes), pero
acá en el terreno de lo límites -donde deja de ser razonable que la persona confíe en que
el resto se comportará de acuerdo con sus roles de cuidado-, es donde también cobra pe-
so la perspectiva de género. Pensemos, y preguntémonos si cualquiera de las acusadas
tenía razones plausibles; esto es, serias, claras, contundentes siendo personas adoctrina-
das en el razonamiento dogmático e insertas en un yugo asimétrico de poder, que habili-
taran una pérdida de confianza de esos sujetos, guías espirituales algunos o allegados a
ellos, otros, para sospechar que estos saliéndose de su rol de autoridad moral y cuidado-
res abnegados, abusaban de los niños, niñas o adolescentes que estaban en su órbita de
protección e incluso de formación en valores del cristianismo.
Corradi era identificado por muchas de las acusadas (sino
por todas) como un hombre recio, intransigente, autoritario, pero esa marcada autoridad
que, no obstante ser observada y sufrida, ni siquiera fue resistida por ellas. Predominó la
sumisión y el respeto. Eso indica un modo de posicionarse frente a la autoridad, que ha-
bla de la resignación del propio bienestar, por obediencia o estoicismo. No puede cru-
zarse a esto, no al menos sin el aval de prueba, el argumento de que la sumisión era por
conveniencia, antes que por falta de cuestionamiento a la autoridad mal ejercida. Todas
las acusadas eran profesionales, el Provolo era una institución de avanzada en la época,
pero no la única donde estas podían desempeñarse profesionalmente. Las religiosas, te-
nían posibilidades de relocalizaciones dentro del mismo servicio pastoral de la Iglesia,
de hecho, la señora Martínez antes del Provolo trabajó en el Hospital Central y en el año
2009 fue trasladada; y la señora Kimiko lo fue en el año 2012. Raffo, es y era una profe-
sional de la psicología, su profesión podía ser ejercida tanto en instituciones escolares
como en no escolares y también de modo particular, de manera que el campo laboral de
esta mujer era abierto y extenso. Paz es quizás la persona que sí tenía más necesidad de
permanencia en el Provolo que las otras acusadas desde que era foránea a la provincia,
tenía escasos recursos económicos, y su hijo sordo recibía formación en la institución,

127
pero eso no lleva a pensar que conocía de los abusos y que los silenciaba como pago por
la educación de este.
Conforme a lo anterior, con enfoque de género fácil es razo-
nar que, si estas mujeres observaban y sufrían el autoritarismo de Corradi, y aun así per-
manecían trabajando en la institución sólo era por vocación y por naturalización o sim-
ple aceptación de las asimetrías de poder. Para cualquiera de ellas hubiera sido más sen-
cillo un traslado y un alejamiento del lugar, que “pagar” el hostigamiento -Pinacca fue
tratada por un psiquiatra por los tratos sufridos en el ámbito laboral de parte de Corradi-,
la desconsideración -Raffo dijo que Corradi ni la saludaba- o el autoritarismo -Gaetán
dijo que Corradi era hermético- con moneda de colaboración y encubrimiento de los ac-
tos delictivos de Corradi y del resto de los varones de la institución.
Un enfoque de género muestra con meridiana claridad, que
Corradi era reconocido como una persona de perfil autoritario; no obstante, se lo respe-
taba porque la veneración y el acatamiento de la autoridad es la norma en instituciones
como la iglesia y no porque se consintiera su perfil abusador (cómo se infiere de ciertos
párrafos del discurso acusador). El reverso del autoritarismo es la obediencia, la sumi-
sión, la falta de resistencia a la opresión y esto es lo que pasaba en el ámbito laboral del
Provolo. Un repaso con cierta objetividad de la prueba ofrece múltiples ejemplos de au-
toridad de los sacerdotes-acatamiento de las mujeres trabajadoras en la institución (des-
conocemos si esto era así también respecto de los hombres que laboraban allí, desde que
ninguno de los testigos varones fue consultado al respecto).
Citando algunos eventos que grafican esta lógica de desequi-
librio de fuerzas oídos durante el juicio, es paradigmática la anécdota de la señora Pinac-
ca, que contó que una mañana ingresó Horacio Corbacho a la dirección de la escuela y
contra su voluntad dejó asentado en un libro escolar (7/6) una manifestación de des-
acuerdo con Corradi. Explicó la acusada que ella le dijo a este hombre que no podía
consignar algo así en un libro escolar, que estos tenían otra función, pero que no obstan-
te esa advertencia, el hombre igualmente se impuso y dejó la anotación. Relató la señora
Pinacca que cuando la supervisora controló el libro le observó la anotación. Como se ve
Pinacca ni siquiera tenía autoridad en un ámbito que debía estar bajo su gobierno: la di-
rección de la escuela y el uso y destino de los libros escolares.
Muchas otras acusadas narraron el carácter de Corradi y que
todas las cuestiones debían pasar por la aprobación de este y que este hombre detentaba
las llaves de todo el edificio (del Hotel Cinco Estrellas, parafraseando al Señor Fiscal Je-
fe). Sostuvo Iniesta que Corradi podía entrar y salir de cualquier lado, desde que precisa-
mente él detentaba todas las llaves. Esto da cuenta que no estamos en el marco de una
institución organizada de acuerdo con jerarquías por cuestión de orden y/o eficiencia,
sino de una establecida en términos de asimetría de poder. Puede preguntarse qué dife-
rencias hay entre una y otra, y la respuesta es clara, no necesariamente una institución
con orden jerárquico implica asimetría de poder, puede ser un estilo de gobierno que or-

128
dena, que genera una forma adecuada de funcionamiento, que lo eficientiza, donde se
reconocen áreas independientes de gestión y sobre todo cada persona es reconocida co-
mo una pieza esencial dentro del sistema (la institución familiar es un ejemplo de esto;
nos referimos a los padres respecto de los hijos), la jerarquía está al servicio de la orga-
nización y no de poder. Una institución asimétrica, puede o no estar organizada de ma-
nera jerárquica, puede haber asimetría sin jerarquías organizativas (por ejemplo un ma-
trimonial con dominancia patriarcal), y asimetría con jerarquías (por ejemplo un lugar
trabajo clandestino y esclavizador), aquí el juego de poder y de subyugamiento reconoce
dos fuentes, que en los hechos poco suelen diferenciarse: se obedece porque es el impar-
te las órdenes (dispone, organiza) y se obedece porque tiene poder (esto parece haberse
dado dentro de la institución Provolo).
Entendemos que hay fuertes razones para pensar que la Igle-
sia y todas las instituciones satélites a esta, se mueven en base a la idea de poder del
hombre (Dios es una figura masculina, la Santísima Trinidad está compuesta por hom-
bres -Dios Padre, Dios hijo y el Espíritu Santo- y Jesús, fue hombre, la cabeza política
de la institución desde sus inicios sólo la integraron hombres. Aquí trabajaban las muje-
res acusadas, y esta religión es la que profesaban.
En ese contexto, en la realidad que rodeaba la cotidianidad
de las mujeres acusadas, la aceptación del poder del hombre era algo natural, la dedica-
ción doméstica de la mujer dentro de la institución era algo corriente y no cuestionado
(en la cocina estaban Noemí y Mónica, quienes cocinaban, quienes ponían, levantaban
la mesa y lavaban los platos eran las mujeres, quienes se encargaban del lavado de la ro-
pa eran las religiosas del albergue de mujeres, las niñas eran educadas en la limpieza co-
mo un recurso para la vida adulta. Si esto se replicaba en el albergue de los hombres no
fue dicho y si se hizo no es algo que debilite la conclusión (lo que sí se dijo de los niños,
es que colaboraban en las tareas de jardinería): los niños y las mujeres eran los ocupados
de los quehaceres domésticos por una distribución de funciones, que por supuesto no
surgió de una deliberación colectiva, sino de determinada por la tradición o por una de-
cisión jerárquica, y la confianza en los valores morales de los representantes de la iglesia
y de las personas que estos seleccionaban para trabajar en su órbita, era también parte
del legado del culto. Obviar esto, y afirmar que las mujeres acusadas desconfiaron (o de-
bieron hacerlo) o que supieron que Corradi, Corbacho, Gómez, Ojeda o Bordón abusa-
ron de los niños o niñas porque “observaron” los signos “inespecíficos” de abuso (vale
la pena mencionar que el señor Fiscal Jefe encontró diez signos, contra un número me-
nor hallado por los profesionales forenses), o porque estos de modo “claro” les contaron
los abusos (sobre esto observar el análisis de la prueba en los hechos relacionados a dos
denunciantes, entre otros) y que omitieron impedir los sucesivos porque apañaban los
actos abusivos, es descontextualizar la situación, es pensar sin enfoque de género, y esto
es marcadamente deformador de la realidad. Al menos, la duda se vitaliza cuando se

129
considera esa relación de asimetría, de veneración de la autoridad y de ausencia de cues-
tionamiento a la autoridad moral de los representantes eclesiásticos.
En definitiva, asiste razón a la señora Defensora, cuando
afirma que la acusación toda, se puede resumir, más allá de sus plurales y genéricos en-
foques, en una atribución de falta de cuidado de niños, niñas y adolescentes frente a ac-
tos de vulneración provenientes de hombres. El deber de vigilancia sobre todos y en to-
do momento, el deber de saber aún aquello que no pasaba frente a sus ojos, el deber de
comprender los actos de comunicación de esos “hechos” (en los únicos casos que no se
disimulaban o se mantenían en secreto) y que incluso no eran ni siquiera detectados por
un sinnúmero de profesionales internos al instituto y externos a este, el deber de descon-
fiar de personas que institucionalmente estaban embestidos de un halo de santidad y de
autoridad moral, son la base del reproche penal.
Una última cuestión, de no menor importancia. También han
sostenido las más autorizadas voces en materia de género, que la responsabilización pe-
nal de las mujeres por omisiones de cuidados no tipificados, se hacen por vía de recon-
ducción de normas de carácter administrativo, una forma más de penalizar la infracción
de las expectativas sociales asociadas al género. Concretamente, se ha dicho, y con ello
cerramos este capítulo: “Finalmente, también es necesario rechazar en la imputación la
inclusión de circunstancias que no se vinculan con una conducta u omisión reprobada
penalmente y que constituyen juicios de valor moral o sesgos de género y clase. Cuando
se permean los estereotipos de buena/mala madre en la construcción del reproche, las
eventuales fallas en el cuidado materno convierten a esas mujeres en culpables. La in-
clusión en la acusación de aspectos que se vinculan con la forma en que se ejerce el
cuidado de niños y niñas podría ser objeto de intervención estatal cuando se generan
afectaciones a sus derechos, por vía del sistema de protección instaurado por la Ley
26061, pero de ningún modo revelan la necesidad de intervención penal, dados los
principios de legalidad, de subsidiariedad y de mínima intervención penal” (Patricia
Laurenzo Copello, Rita Laura Segato, Raquel Asensio, Julieta Di Corleto, Cecilia Gon-
zález, op.cit., pág. 63)
¿Será que nos estamos ocupando en sede penal de estas ale-
gadas omisiones, porque estas mujeres sí dieron intervención a los órganos administrati-
vos de protección de derechos de las situaciones de vulnerabilidad que sí vieron, y que sí
conocieron? ¿Será que la sociedad queda insatisfecha si no obstante ello, el rigor de la
pena no llega también a estas mujeres que desde una visión descontextualizada y des-
provista de mirada de género se sostiene que no cuidaron lo suficiente? ¿Será que lo que
el Estado no hizo en su momento -evitar cursos lesivos posteriores con diligentes inves-
tigaciones, si hubieran existido- deba cargarse a alguien, y que ningún candidato mejor
para ello son las personas que cargan por valoraciones sociales a cualquier costa con el
deber primario y excluyente de amparar, cuidar, y evitar los daños de niñas, niños y ado-
lescentes -las mujeres-?

130
K) Sobre las teorías del caso de las partes procesales:
A) Las acusaciones públicas y privadas:
Los requerimientos de elevación a juicio, obviamente, en-
marcan las teorías acusatorias (tanto públicas como privadas). En apretada síntesis: se
sostuvo que dentro de la Institución Provolo, cierto personal –dos sacerdotes y tres ope-
rarios- se dedicaron sistemáticamente a abusar sexualmente a algunos niños, niñas y
adolescentes que concurrían a estudiar, mientras que cierto personal –dos monjas, una
representante legal, cuatro directoras, una psicóloga y una cocinera-, participaron en
aquellos abusos, ora no denunciándolos ora omitiendo impedirlos. Es más, se le atribuyó
a una de las religiosas haber cometidos ciertos abusos sexuales sobre algunos alumnos,
de manera autónoma.
Durante los alegatos, mantuvieron sus acusaciones en algu-
nos hechos, ponderaron la prueba que ellos consideraron de cargo e hicieron pivotear
sus análisis en los hechos que sostuvieron probados, acreditados y pasados “bajo autori-
dad de cosa juzgada” del juicio Provolo I.
Ya expresamos desde el primer momento, que nuestra labor
jurisdiccional se circunscribió al análisis y juzgamiento de los hechos traídos a nuestro
juicio; y que, si existía alguna conexión con la causa llamada Provolo I, no significaba
que estuviéramos emitiendo pronunciamiento alguno al valorar los elementos traídos al
presente con relación a aquel otro.
Ocurre que, tal como lo hizo notar la Defensa técnica de las
señoras Kosaka y Martínez, justamente los acusadores, que se respaldaron en la autori-
dad de la cosa juzgada de aquellos hechos tratados en el Provolo I y en la firmeza de
aquella sentencia, trajeron a nuestro juicio, concretamente, en las acusaciones formales,
algunos de aquellos hechos modificados; puntualmente, cambiaron algunas circunstan-
cias. Explicamos:
El hecho Ocho por el cual se condenó al sacerdote Corbacho
en la causa Provolo I, conforme acusación formal y sentencia recaída en esos obrados,
consistió en un abuso sexual que se fechó entre los años 2005 a 2007, contra una de las
denunciantes, de 5 años. A su vez, en el hecho Quince, siempre de aquella sentencia, se
consigna otro abuso sexual de Corbacho, como ocurrido en el año 2007, contra una de-
nunciante que tenía entre 6 a 7 años de edad. Así lo reproducen en el requerimiento de
elevación a juicio en nuestros autos P-28674/16; pero, a la hora de enrostrarle (en el he-
cho Uno), a la señora Kosaka la participación necesaria en los dos hechos recién indica-
dos, se consigna que esa participación de la encartada ocurrió entre los años 2005 a
2007, y cuando la denunciante tenía 6 años. Es decir: en los obrados del Provolo I, en el
cual se respaldó la acusación formal, Corbacho habría abusado de la niña dos veces,
cuando la niña tenía entre 5 a 7 años; más, conforme a la acusación que se nos presentó,
Kosaka participó de esos dos abusos, pero con una niña cuya edad se fijó en los 6 años.

131
Dicho de otro modo, la edad de la presunta víctima, para el autor era entre 5 a 7 años, y
para la partícipe era de 6 años.
De igual modo, a la hora de relatar el hecho Cuatro en el que
se acusó a la señora Kosaka, de ser partícipe necesaria del hecho cinco del señor Ojeda,
se advierte que, mientras conforme el relato del hecho de Kosaka, el abuso sexual de
Ojeda en perjuicio de otra denunciante, habría ocurrido entre los años 2005 y 2006, con
la supuesta víctima de 12 años, a la hora del relatar el hecho de Ojeda, se sostiene que
ocurrió en el año 2006 cuando la supuesta víctima tenía 13 años. Nuevamente, para la
acusación del supuesto autor, la presunta víctima tenía 13 años, pero para la partícipe
necesaria, aquella tenía 12 años.
Como consecuencia de ello, sostuvo el señor Defensor que
ello violó el principio de congruencia.
En su réplica, el señor Fiscal Jefe, sostuvo que esos cambios
se debían a que los denunciantes no tenían mayor ubicación temporal, que por la disca-
pacidad que padecían carecían de pensamiento abstracto e incluso estaba en juego la
ubicación temporal, citó en abono de su postura, las manifestaciones de la Licenciadas
Isabel González y Mabel Remón, que habían declarado en el debate.
Entendemos que, desde lo procesal, no se alcanza a consa-
grar una real afectación al principio de congruencia, en la medida que la diferencia de
edades de las supuestas víctimas e incluso de fechas, consignadas en una y otra acu-
sación, no son significativas. Es más, debe advertirse que la Defensa ni siquiera requirió
la nulidad de la acusación formal por este motivo.
La falta de lesión al principio de congruencia, no torna abso-
lutamente irrelevante las mencionadas críticas, desde que la postulación de hechos dife-
rentes en algunos de sus extremos en sendos juicios por parte no ya sólo de una misma
parte procesal, sino del mismo representante de esa parte, merma la confiabilidad en su
labor procesal. Es un presupuesto de confianza, la estabilidad de la hipótesis acusatoria,
siempre que no existan razones de rectificación, que por supuesto, deben estar no sólo
expresadas sino principalmente fundadas, y en nuestro caso, dentro de la misma pieza
acusatoria que fue, en definitiva, donde se produjo el desfasaje temporal y de edades de
los denunciantes.
B) Las defensas:
Todas las acusadas negaron rotundamente los hechos que se
les enrostraron; explicaron que ellas jamás tuvieron conocimiento de abuso sexual al-
guno dentro del Provolo, y que no hubieran dudado en denunciar si se hubieran enterado
de algo.
A su vez, parte de las defensas materiales y técnicas consis-
tieron en negar uno de los puntos centrales del relato de la denunciante primigenia, (Tes-
tigo de Identidad Reservada N° 1 en aquél entonces). Esto implica un golpe a la génesis
del caso, pues se recordará, que fue a partir de la denuncia de aquella –guiada y asistida

132
por personas de la Legislatura de la Provincia-, que el caso tuvo no sólo andamiaje judi-
cial, sino que atrajo un gran número de otras denuncias similares.
Concretamente, se ha sostenido desde el flanco defensivo,
que los hechos afirmados por la denunciante en los que se involucra al sacerdote Hora-
cio Corbacho como autor de ciertos delitos, no existieron -ni más ni menos-, porque en
las fechas en que la denunciante los sitúa, Corbacho estaba en Buenos Aires. Entende-
mos que, conforme a la prueba rendida en nuestro proceso, esa afirmación no ha sido
debidamente refutada; es más, existen algunos elementos probatorios incorporados al
debate que la avalan. Pasamos a explicar:
Efectivamente, tanto la señora Kosaka, como las señoras
Martínez, Raffo, Pascual y Quintana, afirmaron que el señor Corbacho se fue de la insti-
tución Provolo Mendoza a fines del año 2006 o principios del 2007 y que regresó a prin-
cipios del 2016. Recordemos también que algunas dijeron que el destino de Corbacho en
ese intervalo de tiempo, fue Buenos Aires, y otras de modo más preciso, indicaron que
lo trasladaron al Provolo de La Plata. Sobre esto debemos ocuparnos extendidamente,
porque la confirmación de la teoría defensiva, confiere mucha debilidad a la columna
vertebral de las acusaciones: adviértase que denunciantes sostuvieron haber sido vícti-
mas de los abusos de Corbacho, y que la denunciante los habría asistido o consolado
luego del ataque del sacerdote.
Ha sostenido la misma denunciante que ella fue abusada se-
xualmente por Corbacho y que ayudó a otros compañeros luego de que estos fueran ac-
cedidos carnalmente por ese religioso. Tras mucho tiempo de estudio y análisis de la
prueba, y de intensas jornadas de deliberación, el Tribunal advierte que la tesis defensiva
- que no han coexistido temporalmente en el Provolo de Mendoza, la denununciante y el
señor Horacio Corbacho- no ha sido refutada con prueba suficiente; es más, existen ele-
mentos que dan fuerza a dicha teoría. Justificamos:
A fs. 986 de autos P-118324/16 obra el informe enviado por
el Arzobispo de la Arquidiócesis de Mendoza, Carlos María Franzini, dirigido al señor
Fiscal de Instrucción, Dr. Fabricio Sidoti. Ese informe, es respuesta al oficio que el Fis-
cal Sidoti le remitió el 6 de diciembre de 2016, solicitándole informara con relación a
los sacerdotes Horacio Hugo Corbacho y Nicola Bruno Corradi las siguientes circuns-
tancias: a) la fecha en que los mismos habrían estado residiendo en el Instituto Provolo
de Mendoza (fecha de ingreso/egreso); b) si en alguna oportunidad fueron trasladados a
La Plata y en su caso, fecha de dicho traslado; y c) existencia y remisión de la documen-
tación respaldatoria (fs. 861 recién citados). La respuesta del Arzobispo fue inmediata:
el 7 de diciembre de 2016, como decíamos, informó que: “… Respecto del R.P. Horacio
Hugo Corbacho (DNI 14.078.551) fue trasladado por orden del Superior General Da-
nilo Corradi a nuestra Arquidiócesis de Mendoza el día 27 de noviembre de 2004, en
carácter de estudiante perteneciente a la Orden de la Compañía de María – Instituto
Antonio Provolo. En fecha 12 de enero de 2006, el Superior General Danilo Corradi,

133
solicita al Arzobispo de Mendoza, José María Arancibia, la Ordenación Presbiteral de
Horacio Hugo Corbacho, acompañada de la Admisión al Orden del Presbiterado con
fecha 12 de enero de 2006 firmada por el Superior, ambas con Protocolo 34. Como
consecuencia de ello fue ordenado Presbítero por el Arzobispo de Mendoza, José María
Arancibia, el 18 de marzo de 2006. Según Decreto Prot. 098/06, fecha 23 de febrero de
2006. Por necesidad de la Orden, tuvo que trasladarse a La Plata el 18 de diciembre de
2006. Estando en esa ciudad, le llega el traslado definitivo por carta de su Superior Ge-
neral Danilo Corradi, con fecha del 04 de enero de 2007, con Protocolo 41. Entre el 26
de enero y el 05 de febrero de 2007, retorna a Mendoza para efectivizar su mudanza a
la ciudad de La Plata. Con fecha 22 de febrero de 2016, esta Arquidiócesis recibe carta
(por medio de fax) del Superior General R. P. Robert Fraines notificando un nuevo
traslado R. P. Horacio Hugo Corbacho a Mendoza. Efectivizándose el mismo mediante
Decreto Prot. N° 063/16, de fecha 10 de marzo de 2016, otorgándole Licencias Minis-
teriales. Las mismas las ejerció hasta ser suspendido mediante un nuevo Decreto Prot.
N° 378/16 de fecha 29 de noviembre de 2016…” (el subrayado y formato en letra “ne-
grita” nos pertenecen).
La respuesta del Arzobispo no se agotó en la trasmisión de
esa información, sino que detalló y adjuntó la documentación respaldatoria en relación a
Horacio Hugo Corbacho que fuera exigida por el señor Fiscal Sidoti. Así se lee en el ci-
tado informe, al respecto lo siguiente: “ … Como documentación respaldatoria, ofrece-
mos: Sobre Horacio Hugo Corbacho: 1) Carta presentación del Superior General Da-
nilo Corradi, fecha 27 de noviembre de 2004; 2) Carta presentación del Superior Gene-
ral Danilo Corradi solicitando Ordenación Presbiteral de Horacio Hugo Corbacho, fe-
cha 12 de enero de 2006 – Protocolo 34; 3) Carta de Admisión al Orden del Presbitera-
do de Horacio Corbacho de parte del Superior General Danilo Corradi, fecha 12 de
enero de 2006 – Protocolo 34; 4) Decreto de Ordenación Presbiteral, Prot. 098/06, fe-
cha 23 de febrero de 2006; 5) Carta del R.P. Horacio Hugo Corbacho, explicando su
traslado a La Plata con fecha 31 de enero de 2007; 6) Traslado del R.P. Horacio Hugo
Corbacho por carta de su Superior General Danilo Corradi, con fecha 04 de enero de
2007, con Protocolo 41: 7) Carta (por medio de fax) del Superior general R. P. Robert
Frainer notificando un nuevo traslado R. P. Horacio Hugo Corbacho a Mendoza, fecha
22 de febrero de 2016….” . La nota reseñada y la documentación consignada, fue recibi-
da en la Fiscalía Maipú – Luján el mismo 7 de diciembre de 2016, y en su cargo se con-
signa que se agregó con la documentación en fotocopia certificada.
El informe recién indicado, emitido por el Arzobispo Aranci-
bia, fue ofrecido expresamente como prueba en ocasión del artículo 367 de la Ley Adje-
tiva por las querellantes representadas por el Dr. Barrera; durante el debate lo incorporó
el Dr. Banco. Y debemos puntualizar que copia de ese informe, también figura agregada
en los dos expedientes del Tribunal Interdiocesano de Córdoba (tanto en la investigación
que se hizo contra Corbacho como contra Corradi). Acá debemos remarcar que esos ex-

134
pedientes canónicos, fueron ofrecidos por las tres partes acusadoras como “nueva prue-
ba” durante el debate (tanto por el señor Fiscal Jefe, como por las querellantes represen-
tadas por el Dr. Barrera y las querellantes representadas por los Dres. Salinas, Lecour,
Dantiaq, Machuca y otros).
Como se aprecia, del contenido del informe surge claramente
que el último día de estadía de Corbacho en la Institución, fue a más tardar el 5 de febre-
ro de 2007; también surge claro que regresó al Provolo de Mendoza, recién en el año
2016. No emana del informe –y fue expresamente preguntado por el Fiscal Sidoti en su
pedido-, que Horacio Corbacho hubiera tenido estancias transitorias en Mendoza duran-
te el intervalo de tiempo. Luego volveremos sobre esto.
Por su parte, la denunciante, conforme al Libro “Registros
2007”, ingresó al instituto como estudiante, el día 02 de marzo de 2007 (ver: fs.191 de
dicho libro); cuestión que se corrobora con la letra “E” asentada en el casillero corres-
pondiente al día 2 de marzo del año indicado y con las “Instrucciones para el correcto
llenado del registro” obrante a fs. 15 (ver: dentro del acápite “ocupación”, oración N° 5).
Si bien en el legajo de la denunciante, se advierten constancias de que ésta habría sido
evaluada antes del inicio de clases, lo cierto es que esas evaluaciones fueron realizadas
el 18 de diciembre de 2006 (fs. Sub 6, sub 7, sub 19), el 26 de febrero de 2007 (anamne-
sis fs. Sub 15/17, sub 20) y el 1 de marzo de 2007 (sub 21, es un informe fonoaudiológi-
co), fechas todas ellas que se encuentran fuera del calendario académico de los alumnos
(conforme el Libro de Registros del año 2006, el último día de clases de los estudiantes
de ese año, fue el 7 de diciembre –fs.47-), y el de inicio del ciclo lectivo 2007, según el
mismo registro fue el 2 de marzo de 2007. Por lo demás, no ha sido materia de discusión
y figura en todos los registros, que la misma denunciante sólo fue alumna del instituto,
los años 2007 y 2008 y no estuvo albergada.
Confrontemos fechas: la denunciante entre el 7 de diciembre
de 2006 y el 2 de marzo de 2007, no tuvo contacto en el Provolo con los alumnos que
también son denunciantes pues éstos, estaban de vacaciones (recordemos además, que
conforme a todos los relatos, los hechos denunciados, habrían ocurrido durante el perio-
do escolar); por su parte el señor Horacio Corbacho, fue trasladado a La Plata, el día 18
de diciembre de 2006 –el informe que así lo indica, no especifica si ese día ya se en-
contraba en La Plata o ese día partió hacia La Plata-; de modo que en el mejor de los ca-
sos, la denunciante tuvo un día de potencial contacto con el señor Corbacho, mientras se
le practicaban las evaluaciones de ingreso.
Sin perjuicio de que la posibilidad de contacto entre la de-
nunciante y Corbacho se reduce a una mínima probabilidad y a brevísimo espacio de
tiempo (que tampoco hubiera permitido un conocimiento acabado o suficiente del men-
tado sacerdote), lo dirimente es que el resto de los compañeros (a los que alude la misma
denunciante en sus relatos de abusos de Corbacho, o que han denunciado a Corbacho y
mencionado la presencia de la denunciante en sus abusos), no estaban en la institución

135
pues en esa fecha estaban en receso escolar, e incluso tampoco estaban en funciona-
miento el taller de panadería ni ningún otro.
Queda claro entonces que, si no contradecimos el contenido
de la prueba recién indicada, debemos afirmar que no hay coincidencia temporal dentro
de la institución entre la denunciante y Corbacho durante los dos únicos años académi-
cos que la denunciante fue al Provolo (2007 y 2008), ni tampoco en el día del año prece-
dente que fue evaluada desde que la comunidad de alumnos seguía de vacaciones; dato
que surge de modo fehaciente de los registros y que la acusación no ha rebatido con
prueba en contrario. Pero, si aún se desconfiara de estas conclusiones, basta recordar que
la denunciante sostuvo que el abuso sexual que ella habría sufrido de parte de Corbacho,
ocurrió cuando trabajaba en el taller de panadería y que también dijo que comenzó a
quedarse en los talleres dos o tres meses después de haber ingresado al instituto (eso lo
indicó, concretamente el día 27 de agosto del 2021, en nuestra presencia mientras decla-
raba en el debate). De modo que ese abuso denunciado, en el que involucra a la señora
Kosaka se habría producido a partir de abril o mayo de 2007, fecha en la que sabemos -
conforme el informe de Arancibia- que Corbacho ya estaba radicado en La Plata.
¿Los acusadores aportaron razones serias y fundadas de refu-
tación del contenido del informe y de la documentación que lo sostiene? Ciertamente
no. Y, además, el informe resulta fiable, por varios motivos:
En primer lugar, el informe emitido sin solución de continui-
dad a pedido del Fiscal Sidoti, fue elaborado en una fecha en que no tenían estado públi-
co las fechas de los hechos denunciados y a denunciarse, por lo que sería ilógico afirmar
que se emitió de manera artera, con información falsa, para favorecer a Corbacho aleján-
dolo de la escena de los hechos en las fechas de estos.
En segundo lugar, la información aportada por el Arzobispo,
cuenta con documentación de respaldo, cuyo contenido no ha sido objeto de invalida-
ción ni cuestionamiento; ergo, debemos interpretar que esos documentos escoltan objeti-
vamente el contenido del informe.
Debe repararse que el señor Corbacho, como todo sacerdote,
ejercía su ministerio –trabajaba- en relación de dependencia, no era un trabajador autó-
nomo que pudiera ausentarse del lugar a donde había sido destinado en días hábiles por
períodos de tiempo más o menos prolongados, sin que quedara ello registrado. E inclu-
so, pensemos que la tarea pastoral –oficiar misas, recibir confesiones, realizar bautis-
mos, etc,- se ejerce los fines de semana principalmente por lo que, hablar de días hábiles
e inhábiles en el ámbito ministerial, es por lo menos poco descriptivo; es más, recuérde-
se que incluso los denunciantes no estaban los fines de semana en la institución, por lo
que sería inocuo)
Acerca de la registración, debemos recordar que fue el pro-
pio Fiscal quien mediante oficio de fecha 6 de diciembre de 2016, pidió concretamente
esa información. El oficio que fue respondido por el Arzobispo, requería que se infor-

136
mara: “la fecha en que los mismos habrían estado residiendo en el Instituto Provolo de
Mendoza (fecha de ingreso/egreso)” y precisamente ese requerimiento es lo que se res-
pondió del modo referenciado, y en ninguna parte de este, surge que Corbacho hubiera
estado en Mendoza entre los años 2007 y fines del 2015.
En tercer lugar, no obra en la causa (o por lo menos no fue
incorporada por quienes debían refutar esa prueba), alguna otra información que contra-
diga los datos consignados en el informe, por ejemplo algún registro de empresas aéreas
o de autobús que den cuenta del traslado de Corbacho en los años 2007 y 2008 a la Pro-
vincia de Mendoza, y fundamentalmente, no existe -de los cuantiosos registros del cole-
gio, del albergue secuestrados por Fiscalía, o ni siquiera en el Libro de Memorias que las
religiosas llevaban sistemáticamente- alguna constancia, o mención, o foto de alguna ac-
tividad desarrollada por el sacerdote en ese período de tiempo en nuestra Provincia y/o
en el Instituto. Algo a destacar es la profusa tarea de registración de actos escolares –en
los Libros obligatorios-, y de la vida dentro de la institución en libros extracurriculares –
paseos, festejos, comuniones y otras celebraciones religiosas, fiestas, quehaceres cotidia-
nos, actividades recreativas con visitantes, etc-. Esta particularidad de la vida institucio-
nal –a la que ya aludimos ut supra-, no es algo baladí a la hora de analizar la eventual
permanencia de Corbacho dentro de la institución, en los años en que estuvo en La Pla-
ta. Es más, tenemos muy presente, una foto tomada en el año 2004, en la que se ve a
Corbacho junto con un grupo de chicos en el cerro de La Gloria; dicho de otra forma:
hay registros de su presencia, cuando estuvo en el Provolo de Mendoza y ninguno inclu-
ye el período 2007/2015.
En cuarto lugar: la fiabilidad de la documentación que esta-
mos examinando también resulta de datos aportados por varios de los testigos traídos
por la propia Fiscalía. Recordemos que vino a declarar al debate el señor Daniel Alberto
Manresa, este hombre es un sacerdote que participó como testigo en la investigación ca-
nónica, y tanto ese expediente como su testimonio, fueron una prueba nueva de la parte
acusadora aceptada por el Tribunal. Manresa, en un momento de su declaración, nos
contó el impacto que había tenido la noticia de las denuncias dentro del Arzobispado;
llegó a decir que “El Provolo le costó el cáncer de colon al Arzobispo”, agregó que éste
estaba muy dolido y que siempre estuvo a disposición de la justicia.
La afirmación de colaboración del Arzobispo invocada por el
señor Manresa, tiene un claro reflejo objetivo con la respuesta inmediata brindada al pe-
dido del Ministerio Público Fiscal; destacamos antes y reiteramos ahora, que Franzini
aportó la información el día después de habérsele requerido.
Emerge razonable entonces que no se pueda desestimar el
valor confirmatorio del informe del Arzobispo, y que los argumentos de las partes acu-
sadoras para negarle fuerza convictiva resultan inoficiosos. En efecto, el señor Fiscal y
los Querellantes, afirman que Corbacho estuvo en Mendoza entre el año 2007 y 2015 (al
menos yendo y viniendo desde La Plata), porque ese informe se explica desde la rela-

137
ción laboral, pero no marca o indica el tiempo real: así, sostuvo el señor Fiscal Jefe, que
religiosos que pertenecen a una congregación con sedes en distintas ciudades, es común
que viajen a las distintas sedes; puso de ejemplo la misma señora Kosaka, que figuraba
en el libro de Memorias varios viajes a Buenos Aires.
Otro argumento de los acusadores, fue que algunos testigos
sostuvieron que fueron abusadas por él en ese período, y otros, que lo vieron por distin-
tas razones en la institución. De las denuncias que pesaron sobre Corbacho y en las que
se situó a la denunciante como víctima o asistente de otros denunciantes, dan cuenta las
acusaciones formales; acontece que los acusadores debían probar esos extremos, pues es
justamente lo cuestionado.
Fácil es advertir que la presencia de Corbacho en Mendoza y
en el Provolo de esta provincia –permanente u ocasional- en los años que se informa que
se lo había trasladado a La Plata, es un punto medular que las acusadoras debieron pro-
bar (por elementales principios constitucionales), y como demostraremos, ese cometido
no ha sido satisfecho. Si bien conforme al principio de libertad probatoria todo se puede
probar y por cualquier medio (y la prueba testimonial es uno de ellos), lo cierto es que
cuando lo afirmado por el testigo se convierte en enunciado acusatorio, y a continuación
aparecen evidencias que refutan la afirmación de la denunciante o testigo (y por ende,
debilitan el postulado acusatorio), lo que probatoriamente corresponde es refutar la prue-
ba que contradice el enunciado erigido en hipótesis.
En nuestro caso, la actitud de los acusadores, fue la plena pa-
sividad frente a la tensión de las pruebas; se quedaron en la comodidad de algunos testi-
monios que sólo en un plano muy superficial, parecen escoltar la hipótesis.
Pero incluso, desconocieron categóricamente otro sinnúmero
de testimonios, nos referimos a profesores que trabajaron en el Provolo, todos docentes
que se desempeñaron en la institución, que no merecieron por parte de los acusadores ni
la más mínima valoración, y que afirmaron que el sacerdote Corbacho estuvo un tiempo
y luego se fue a La Plata; algunos recordaban con más precisión la fecha en las que no
estuvo en la institución provincial –y luce claro que hablan del período que dio cuenta el
informe de Arancibia-, otros no tanto pero tenían la idea de que se había marchado y que
luego había vuelto. Así:
1) María José Lina Bar: Nos dijo que le sonaba el apellido Corbacho, creía que era
sacerdote y que lo conoció en el último año, que retornó de no sabía de dónde. Es decir,
lo conoció en el año 2016.
2) Viviana Carina Ávila: Nos dijo que cuando ella ingresó ya estaba Corbacho; después
fue ordenado sacerdote, y después se fue a La Plata. Precisó que volvió a principios de
2016, cuando ellas volvieron a trabajar en el 2016 él estaba allí y comunicó que se iba a
quedar en Mendoza. Y recordó que a Corbacho se lo llevaron en el 2006, y cuando vol-
vieron –después de las vacaciones- en el 2016, ya estaba. Recordaba lo del 2007 en es-
pecial, porque fue un año muy particular, tuvo internada a su hija, y él se comunicó tele-

138
fónicamente con ella, y no estaba en la provincia, le dijo que la iba a poner en oración.
No sabía si Corbacho entre 2006 y 2016 que estuvo en La Plata, vino alguna vez a Men-
doza.
3) Paula Itatí Font: Creía haberlo conocido en el año 2015 o 2014.
4) Silvina Susana García: Manifestó que al sacerdote lo vio, pero que cuando ella ingre-
só, en el 2006 se fue a Buenos Aires, y regresó en el 2016 cuando se cerró el Provolo;
agrego que, por ese motivo, que lo habría visto alguna vez en los pasillos.
5) Pablo Daniel Davila Ruggeri: Calculaba que Corbacho lo había conocido el último
año, que fue el que se cerró el instituto (2016); que antes no lo había conocido ni recor-
daba haberlo visto.
6) Marta Ester López: Explicó que no se acordaba cuándo llegó al Provolo Corbacho,
pero fue mucho después que ella. Primero fue como hermano, y después él se ordenó
como sacerdote, ahí en la escuela. Lo vio hasta el 2006 más o menos; recordaba esa fe-
cha porque hicieron bautismos y comuniones, y fue más o menos por esa fecha. Al irse
él ya no tenían sacerdote, entonces no dieron más catequesis.
7) María Cecilia Musri: Dijo que Corbacho estuvo un tiempo ausente, creía que en el
2006 ya no estaba, creía que no volvió. Tampoco sabía por qué se había ido; creía que
había tenido problemas relacionales con Corradi. No lo volvió a ver más.
8) Marisa Haydee Ojeda: Explicó que a Corbacho lo conoció porque era sacerdote, daba
misas; cuando ella ingresó ya estaba; después se fue uno o dos años y después volvió;
recordaba que cuando ella volvió de una licencia –junio de 2016-, ya estaba nuevamente
en la institución
Y más allá de que los testimonios recién indicados resultaron
coherentes y no merecieron objeciones, se advierte que muchos de ellos, encima, habían
sido ofrecidos por los mismos acusadores.
Pero, fundamentalmente, los titulares de las acciones pública
y privadas, desconocieron la propia documentación agregada por la Fiscalía y ofrecida
para el presente juicio por todas las partes acusadoras (en la medida que ofrecieron el
expediente canónico en el cual figura copia del informe del Arzobispo Arancibia ya cita-
do).
No ignoramos que el informe de la UDAPIF, de fs.
4301/4304 de autos P-118324, incorporado por el señor Fiscal Jefe ya terminando la
producción de su prueba, consigna que, conforme análisis que se hizo del Facebook del
señor Corbacho –perfil público-, se concluyó que el sacerdote había sido localizado en
la ciudad de Mendoza para fecha 25 de enero de 2015. Sobre ello debemos hacer tres re-
flexiones: 1) Resulta evidente que, para esa fecha, tanto el albergue como la escuela y
talleres estaban cerrados pues estaban en plenas vacaciones de verano y a su vez, recor-
damos que para el año 2015 hacían ya 7 años que la denunciante había dejado la institu-
ción. 2) A continuación, en el mismo informe hay agregada otra nueva visita a Mendoza
de Corbacho registrada el 9 de febrero de 2016, pero en esa misma publicación dice:

139
“Corbacho agregó detalles sobre su empleo en Luján, Mendoza, Argentina, Argentina.
Empezó un nuevo empleo en el Instituto Antonio Provolo”; es decir que él mismo con-
signó en su perfil que había regresado a Mendoza a su “nuevo empleo”, y ello coincide
totalmente con el informe de Arancibia sobre su reintegro a Mendoza en el 2016. 3) Po-
co relevante debe haber considerado el titular de la acción pública esta información que
él mismo incorporó, pues ni tan sólo lo mencionó en sus alegatos. Sólo restaría por agre-
gar que el informe al que estamos aludiendo, también encontró dos fotos de Mendoza,
subidas a la página de Facebook de “Turismo Mendoza” en el año 2012 y 2013; ello no
quita ni agrega nada, pues pueden haber sido subidas entando o no el sacerdote en Men-
doza. De todo lo reseñado se infiere que el único registro que se tiene (en este proceso)
de que en el período 2007/2016 el cura Corbacho haya estado en el Provolo de Mendo-
za, es esa localización de su Facebook, para enero de 2015, es decir, en vacaciones por
añadidura. Eso dista mucho de acreditar, entonces, la hipótesis acusadora cuando sostu-
vieron que Corbacho “iba y venía” de Buenos Aires a Mendoza –haciendo alusión a que
ello era usual o habitual- en el período indicado.
También tenemos presente que Fiscalía, ya finalizando su
producción de pruebas, incorporó un informe realizado por el sacerdote condenado, Ni-
colás Corradi. Debemos puntualizar que ese documento, lo incorporó el Dr. Iturbide a
efectos de demostrar que Corbacho permaneció en la Institución por lo menos, hasta el
12 de marzo de 2007; así lo dijo, aunque luego en sus alegatos ni lo mencionó. Debe
destacarse que ese documento, agregado a fs. 4308/4309 de autos, se trata de un formu-
lario remitido por el Arzobispado de Mendoza a Corradi, que lleva por título: “Informa-
ción estadística – Año 2006 - Religiosos/as” (la negrita es nuestra) el cual dice que debe
ser llenado antes del 30 de marzo de 2007. En dicho formulario, a la consigna “Nombres
de los miembros actuales de la comunidad”, en letra manuscrita se responde: Spinelli y
Horacio Corbacho; ese formulario está datado el 12/3/07 y firmado por Corradi. Ahora
bien, sólo valorando recortadamente, sacando de contexto una frase de ese documento, y
obviando la nota explicativa que lo precede, puede inferirse, que ese informe acredita
que Corbacho estuvo en el Provolo hasta aquella fecha. Explicamos: a fs. 4308, obra la
nota dirigida al Superior de la comunidad religiosa o sea a Corradi, datada el 15 de fe-
brero de 2007, firmada por el Diácono Ricardo C. Olmedo –Canciller y Secretario Ge-
neral-, que expresamente indica en su “Asunto” (o Referencia): Estadística Año 2006
(nuevamente la negrita es nuestra); esa nota dice que como todos los años la Arquidió-
cesis debe remitir a la Santa Sede un informe estadístico con los datos esenciales de esa
Iglesia local; y luego, como ya referenciamos, en el formulario, vuelve a reiterarse que
esa información estadística pertenece al año 2006. De ello se colige sin mucho esfuerzo,
que por más que en el formulario diga personal “actual” de la institución, es información
que debe asignarse al año 2006 por la sencilla razón de que son datos para completar las
estadísticas del año 2006 y no del 2007. Dicho de otro modo: si la información que se
requería era del año 2006, ¿para qué le iban a preguntar cuál era el personal al año

140
2007?; es decir, sólo la interpretación literal de la palabra “actual” y aislada del tenor del
documento, pueden llevarnos a concluir del modo que lo hizo el señor Fiscal Jefe cuan-
do solicitó su incorporación. Buen ejemplo del “sesgo de confirmación” por parte de la
acusación.
Pero aun cuando quisiera dársele la validez o alcance que ha
pretendido la acusación, la misma prueba traída por esa parte, la refuta: la denunciante
sostuvo que el abuso de Corbacho –que fue causado con la complicidad de la señora
Kosaka- aconteció saliendo del taller de panadería, y ella misma nos explicó que al taller
comenzó a ir unos meses después que empezara las clases en marzo, o sea que hasta se-
ría irrelevante lo que se ha pretendido acreditar con ese informe cuyos datos, luce claro
que fueron parcializados a la hora de incorporarlos.
Recién mencionamos los testigos –presentados por Fiscalía-,
que afirmaron no haber visto a Corbacho en la institución en el período que conforme
documentación, fue trasladado a La Plata. Veamos las personas que comparecieron a de-
bate y afirmaron haberlo visto o haber tenido algún contacto con él en ese lapso:
Quien afirmó fehacientemente que Corbacho estuvo en el
Provolo de Mendoza en los años 2007/2008, fue la denunciante originaria, también su
madre, que sostuvo haber recibido las visitas en dos oportunidades de Corbacho y Bor-
dón para convencerla de que su hija quedara albergada; aclaró que su hija llevaba poco
tiempo yendo como alumna al Provolo cuando fueron Corbacho y Bordón, es decir, se-
gún sus dichos debió haber sido en el año 2007 entonces.
Asimismo, refiere la presencia de Corbacho en esos mismos
años, la denunciante –de cuyos abusos dijo que había sido testigo otra denunciante y és-
ta dijo haber sido testigo de aquellos-.
Por su parte, otra denunciante, sostuvo que Corbacho a fines
del 2007 o del 2008 se fue porque no lo vio en la fiesta de fin de año; no explicó por qué
recordaba la fecha, pero dijo que tenía entre 10 u 11 años cuando se fue, y 19 o 20 años
cuando el sacerdote regresó en el 2015; este testimonio, aun siendo de la acusación, des-
ampara su tesis, como luego veremos. Verónica Moya, afirmó que Corbacho se fue del
Provolo, pero “iba y venía” [sic]; aclaró que lo vio por primera vez cuando tenía 5 años
y lo dejó de ver cuando tenía 7 años.
También la señora Cintia Jimena Martínez (madre de un ex
alumno) dijo que veía a Bordón y Corbacho juntos mientras su hijo estaba albergado, y
agregó que Corbacho durante un tiempo se fue, sin más precisiones.
Otro denunciante, también ubicó en los años 2006/2007 a
Corbacho dentro de la institución, en la medida que sostuvo que él estaba en la capilla,
que Horacio se paró detrás de él, y le introdujo algo en el ano, le salió sangre y luego
una de las denunciantes lo asistió en el baño.
La señora María Mercau: dijo que Corbacho estuvo al cuida-
do del albergue de varones hasta mediados del 2007.

141
Por su parte, otra denunciante, luego de afirmar que desde
que Corbacho se fue ella nunca más lo vio, dijo que supo por las monjas y los chicos
que éste iba y volvía; añadió que al tomar conocimiento sus padres del abuso sufrido por
ella de parte de Bordón, se lo contaron a Corbacho por teléfono y que éste desde La Pla-
ta no hizo nada.
Finalmente, otra denunciante sostuvo que Horacio viajaba a
Buenos Aires en colectivo y que Jorge (Bordón) lo iba a buscar cuando llegaba; que en
Buenos Aires estaba una semana y se quedaba un mes.
Afirmamos que esta prueba es insuficiente a los fines de re-
futar las defensas materiales de las acusadas y el informe y las demás testimoniales que
las corroboran. Justificamos:
1) Lo dicho por denunciantes, se encuentra desmentido por
la revisión conjunta del informe del Arzobispo y el legajo del señor Bordón del que re-
sulta que éste ingresó a la institución el 3/4/2007; o sea, cuando Corbacho por disposi-
ción del religioso Danilo Corradi fue trasladado a La Plata. Es decir, estos relatos son
contradichos no ya por una sola prueba documental, sino por dos. El argumento de que
Bordón bien podría haber estado desde antes en el Provolo, pero trabajando de manera
informal (o sea, sin recibo de sueldo, en “negro”), prácticamente resultaría estéril (amén
de no probado), porque ello nos podría retrotraer a sólo un mes del año escolar del 2007;
todo tiempo anterior que hubieran podido compartir Corbacho y Bordón, es irrelevante
porque el informe del Arzobispo consigna que sí estaba Corbacho en Mendoza.
2) Anticipamos que una de las denunciantes, asiste la tesis
defensiva antes que a la acusatoria y esto porque ella afirma que Corbacho se fue cuan-
do ella tenía 10 u 11 años y que regresó cuando ella tenía 19 o 20 años. Si partimos de la
base que esta joven nació el 29 de setiembre de 1996, y que sabemos que ingresó con 8
años al Provolo, es decir, en el año 2004, resulta claro que si Corbacho se fue cuando
ella tenía 10 u 11 años, se retiró en el año 2006 o 2007, y si regresó cuando ella tenía 19
o 20 años, significa que retornó en el año 2015 o 2016. Si bien puede decirse que el dato
es impreciso -y ciertamente lo es-, lo relevante es que por un lado ubica temporalmente
la ida y el retorno de Corbacho de modo casi coincidente o similar al del informe, y por
otro, que no dice haberlo visto en el intervalo intermedio.
3) En orden a lo afirmado por una testigo, que manifestó que
Corbacho iba y venía ocurre que al ser requerida por algunas precisiones, indicó que lo
vio por primera vez cuando tenía 5 años y lo dejó de ver cuando tenía 7 años. Dos refle-
xiones suscitan estas aseveraciones: la primera, es que también esta testigo habla de la
permanencia del condenado durante solo dos años en la institución; y, por otro lado, si
debiéramos confiar en los datos por ella aportados, deberíamos aceptar que Corbacho
estuvo en el Provolo durante los años 1999 a 2001, ello por cuanto la testigo nació en
marzo de 1994, circunstancia esta por demás extraña al contenido de la prueba. Si toma-
mos en consideración que conforme se probó la denunciante asistió al Provolo desde el

142
año 2004 y permaneció en él hasta el 2008, luce claro que sí coincidió temporalmente
con Horacio Corbacho, y efectivamente, de acuerdo al informe del Arzobispo, éste estu-
vo aproximadamente dos años dentro de la institución (noviembre de 2004 a diciembre
de 2006); lo único desfasado en el testimonio son las fechas. En cuanto a las afirmacio-
nes de la testigo en el sentido de que Corbacho iba y venía (a Buenos Aires), no sabe-
mos si la misma se refirió a ese período de tiempo que transcurrió entre las fechas en
que lo vio y lo dejó de ver o si fue antes o después, de modo que este testimonio no sirve
de refutación.
4) En lo que concierne a los dichos de otra denunciante, debe
advertirse que tampoco sus dichos favorecen la hipótesis fiscal en este aspecto: efectiva-
mente, sostuvo la testigo que ella estuvo en el Provolo hasta el año 2008; que Corbacho
se fue a Buenos Aires cuando ella fue creciendo y que no lo volvió a ver; añadió que sus
padres se comunicaban con él por video llamada (ratificando con ello que Corbacho es-
taba en Buenos Aires); por consiguiente su afirmación de que por terceros (las religiosas
y los otros chicos) sabía que Corbacho iba y venía, significa que, si eventualmente fuera
cierto, ello debería haber ocurrido después del 2008 en la medida que mientras la denun-
ciante estuvo en el instituto, ella no lo vio e incluso sus padres debieron comunicarse por
video conferencia para hacerle conocer el hecho de Bordón. Por lo demás, que en los
años sucesivos “fuera y volviera”, debe repararse que lo mencionó de modo indetermi-
nado y dijo haberlo sabido por comentarios de terceros. Si bien es cierto que su herma-
na, la denunciante, sostuvo que Corbacho se fue a mitad del año 2007, se advierte: 1)
que es la única persona que sostuvo que el sacerdote se fue a mitad de año. 2) ni en su
hermana encuentran respaldos sus dichos.
5) Finalmente, debemos detenernos, si hablamos de génesis
de las causas, en la primigenia denuncia de abusos en el Provolo de Mendoza. Y cuando
hablamos de primera denuncia, no sólo nos referimos a los testimonios de la primera de-
nunciante, sino a su primera declaración en la oficina fiscal. Y ello resulta fundamental
pues, en definitiva, es lo que termina de hacernos dudar seriamente de que la denuncian-
te haya conocido personalmente al sacerdote Corbacho. Justificamos:
En efecto, reparemos en que las señoras Kosaka y Martínez,
en la denuncia que oralizó su abogado Defensor (Expte. P-32079/17 caratulado “F. c/
NN p/Falso Testimonio”, sostuvieron que el verdadero origen de las denuncias sobre
abusos sexuales en el Provolo, ocurrió luego de que el señor Luis Battistelli –Presidente
del Movimiento de Sordos de Mendoza- en compañía de la intérprete Nancy Cortés, se
acercaran a la Senadora Daniela García para pedirle ayuda para proteger a los niños sor-
dos. Que la Senadora se comunicó con el señor Procurador, y que éste le dijo que, por
tratarse de delitos de instancia privada, debía haber una víctima denunciante. Que la
Senadora junto con Nancy Cortés comenzaron a “trabajar” [sic] y que una semana des-
pués, la denunciante se presentó en la justicia y declaró. Sostienen las denunciantes que,
en esa denuncia, de fecha 25 de noviembre de 2016, la denunciante no dio los nombres

143
de los sacerdotes (que dijo que abusaban niños), que tampoco mencionó a las religiosas,
y que a las personas las describía de otra manera. Agregan que luego, cuando la denun-
cia tomó estado público y la denunciante tomó contacto con otras personas del grupo,
los individualizó con otros datos. También sostienen las encartadas en ese libelo que 3 o
4 horas luego de que prestara declaración la denunciante, Fiscalía se presentó en el Pro-
volo, las señoras Valeska Quintana y Vivian Karina Ávila le suministraron la seña per-
sonal del sacerdote Horacio Corbacho y se lo detuvo; que al no coincidir la seña sumi-
nistrada por las señoras con la que había dado la denunciante, Fiscalía volvió a citar a
ésta para el día siguiente (26 de noviembre de 2016) al sólo fin de rectificar ese punto.
Luce evidente que el tratamiento de esta parte de las defen-
sas materiales exige la revisión de los datos en los que pivoteó la denuncia de las encar-
tadas. Así, si acudimos a la primera declaración de la denunciante, del 25 de noviembre
de 2016 de autos P-118324 que fue incorporándose a medida que declaraba la señora en
nuestra presencia y que fue mencionada por ambas encartadas, efectivamente adverti-
mos que la denunciante sostuvo que: a) uno de los curas que abusaba de los niños, se lla-
maba José Luis o Luis, que no sabía bien pero que ellos los identificaban por las señas
personales; b) Luego dijo que ella vio a un cura cuya seña era como imitando con los
dedos un revolver tocándose el cuello, que estaba tocando a una ex alumna y a otra ne-
na, y que luego ese cura violó a esa niña; c) En otra oportunidad, vio al cura de anteojos,
cuya “seña personal es anteojos, letra L curva en el ojo” (textual de denuncia fs. 6); d)
Que una vez encontró a una niña en el baño, ensangrentada y que esta nena le dijo que
había sido el “cura de la seña de anteojos, el cura viejo”. Debemos aclarar que no ha
sido objeto de controversia, que esa nena a la que la denunciante nombró, era –conforme
seña personal-, una de las denunciantes; e) En otro pasaje de su declaración –fs. 8- sos-
tuvo que ella habló con una tal María y le dijo que el cura de la seña del cuello violó a
las nenas; f) Cuando concretamente fiscalía le pide que diga qué curas vio, la denuncian-
te contesta: “eran tres, los que siempre hacían eso eran dos, el de anteojos, el de la seña
en el cuello, ese se fue a Buenos Aires, no sé si el de lentes todavía está. Y el tercero se
murió…” (fs. 10); g) Más adelante (fs. 11), sostuvo que también vio a otra nena total-
mente desnuda haciéndole sexo oral al cura de la seña en el cuello.
De lo reseñado de la primera declaración de la denunciante,
surge evidente que, por nombre, sólo menciona a un tal José Luis o Luis. Que a conti-
nuación, expresamente sostiene que por nombres bien no los conoce, sino que los identi-
fica por las señas personales. Y que, a la hora de mencionar cuáles eran los sacerdotes,
sindicó a tres: uno con seña de anteojos, otro con la seña del revolver en el cuello y otro
viejo que murió; es más, debe repararse que instantes antes, había explicado que el cura
que violó a Jimena era “el de anteojos, el cura viejo”.
Sabemos por haberlo escuchado los dos años que duró el de-
bate y porque no fue controvertido que la seña personal del cura Corradi era la del revol-
ver tocándose el cuello, y la seña de Corbacho era la de los dedos índice y medio pasán-

144
dolos sobre una ceja. Dicho de otra manera: entonces, LA DENUNCIANTE NO MEN-
CIONÓ A CORBACHO EN SU PRIMERA DENUNCIA, ni como cura que estuviera
en el Provolo, ni como cura “abusador”; no mencionó a nadie cuya seña personal fuera
los dedos índice y medio tocándose la ceja.
También sabemos que horas después de haber declarado la
denunciante, a la noche del 25 de noviembre –o madrugada del 26- el sacerdote Corba-
cho fue detenido, junto a Corradi y a Ojeda; es decir, no habían transcurrido ni tan solo
24 horas de la declaración de su declaración.
Pero, cuando compulsamos la declaración brindada por la
denunciante al día siguiente, 26 de noviembre de 2016, que en parte se incorporó a pedi-
do de la Defensa técnica cuando declaró la misma denunciante durante el debate, y que a
su vez fue expresamente evocada por las señoras Kosaka y Martinez en la denuncia que
referenciamos, advertimos:
En primer lugar, que la denunciante fue citada por la Fiscalía
(no compareció espontáneamente). En segundo lugar, que lo primero que le pregunta
Fiscalía –luego de hacerle saber por segunda vez los derechos que le asistían como testi-
go de identidad reservada, fue: “Preguntado para que diga con respecto al cura de la se-
ña con los dos dedos en la frente cerca de la ceja, abusó de alguna menor o era un cura
bueno”. Y la denunciante respondió; “Estoy segura que violó, yo vi por la rendija de la
puerta…”. Luego que termina de contar un hecho, se consigna: “Se hace constar que la
dicente señala a Horacio con seña en la frente, que la misma en la declaración anterior
había señalado con una seña de anteojos.” A continuación, se le pidió que describiera al
cura con la seña de los dos dedos en la frente cerca de la ceja, y la denunciante dijo que
era flaco, alto, joven, de unos 40 o 50 años de edad. Es más, luego le preguntó Fiscalía
qué hizo en su momento el cura de la seña en el cuello como un revolver, y después de
decir que tocaba a todas las nenas en la vagina, lo describió como viejo, pelo blanco, ca-
noso, bajito, que era el encargado y se llamaba Nicolás. Seguidamente, cuando Fiscalía
le preguntó si había algún cura cuya seña fuera de lentes, dijo que no; que ella se había
confundido en su primera declaración y agregó que no sabía qué cura se había ido a
Buenos Aires. De igual manera, en nuestra presencia, cuando se le hizo ver que primero
había señalado a un cura de anteojos y lentes, dijo que la culpa era de otra denunciante,
que ella le había hecho esa seña.
Pero, de lo hasta aquí indicado, surge claro que, en 24 horas,
la declarante pasó: de sostener que había un cura cuya seña personal era de anteojos y
que era viejo, a sostener que en realidad se trataba del cura que se identificaba con la se-
ña de dos dedos sobre la ceja y que era joven (y rubio, alto, flaco, de 40 a 50 años); es
más, su aclaración a esa modificación en la descripción, fue simplemente que se había
confundido.
Ocurre que, si reparamos un instante en lo que acabamos de
reseñar, emerge clara la altísima probabilidad de sugestión de la denunciante y la consi-

145
guiente contaminación de su relato y de allí un falso recuerdo: el día 25 de noviembre,
no nombró, ni hizo la seña personal, ni describió a Corbacho, como ya dijimos. El día 26
de noviembre, quien introduce a Corbacho en el proceso, o peor aún, quien interviene en
el contenido de la denuncia, fue la propia Fiscalía: fue Fiscalía la que arranca preguntan-
do a la denunciante por un cura que ella no sólo que no había nombrado, sino que ni tan
sólo coincidía con los tres que ella ya había descripto, e inmediatamente se inserta la
constancia que reza: que la dicente señala a Horacio con seña en la frente, que la misma
en la declaración anterior había señalado con una seña de anteojos; y debe repararse que
este último detalle resulta por lo menos llamativo, porque no reproduce en forma textual
qué dice la denunciante, sino que suple sus dichos por una afirmación que realiza el Fis-
cal a manera de constancia. Es decir, la seña personal de los dos dedos tocándose la ceja,
la introdujo el Fiscal Sidoti, que, dicho sea de paso, ya tenía detenido a Corbacho desde
la madrugada, y a luces vista, no encajaba ni su aspecto físico ni su seña personal con
los datos que había suministrado la denunciante de los curas que violaban a los chicos.
Y esto resulta trascendental: no fue esa denunciante la que se
rectifica espontáneamente (lo cual también hubiera sido algo poco convincente por la di-
ferencia abismal entre cura viejo/cura joven y seña de anteojos/seña de dedos sobre fren-
te), sino que Fiscalía le pregunta por un cura que ella nunca mencionó, y de allí, encima,
se deja constancia de un cambio de seña que hace la declarante (como si fuera normal
cambiar los protagonistas de un relato sin más) y aporta otras características físicas de
Corbacho y hasta la edad aproximada del detenido. Esta intervención autónoma y evi-
dentemente sugestiva de la fiscalía, introduciendo a un cura no mencionado ni descripto
por la denunciante, es el origen de la sindicación de Corbacho, o por lo menos, así emer-
ge de las constancias de autos incorporadas.
En síntesis: la denunciante no lo denuncia/menciona espon-
táneamente al cura Corbacho, describe a tres curas que no coinciden ni en señas ni en
características físicas con Corbacho. Quien le pregunta por Corbacho, de manera suges-
tiva es fiscalía y de allí en más, viene la rectificación: de cura viejo pasó a ser cura joven
y con otra seña personal totalmente distinta. ¿Podemos confiar en que sólo se trató de un
error/confusión, como ella dijo? Ciertamente resulta difícil de aceptar; y mucho menos,
si recordamos que justamente, del informe del Arzobispo Arancibia puede inferirse cla-
ramente que Corbacho y la denunciante, no compartieron espacio temporal en el Provo-
lo; es decir: difícilmente pudieran conocerse personalmente Corbacho y la denunciante
conforme ese informe, y así emerge como comprensible el motivo por el cual en su pri-
mera declaración la denunciante no lo mencionó ni lo describió: sencillamente porque
no lo habría conocido personalmente.
Pero este cambio de relato, o más bien de protagonista dentro
de su relato, es un tema mucho más grave. Y ello porque la denunciante sostuvo que ese
cura viejo de anteojos, era el que había abusado de otra de las denunciantes a quien ella
encontró en el baño con sangre. Pero, si al día siguiente sostuvo que era Corbacho, debe

146
advertirse que, con el transcurso del tiempo, llegó a sostener –tal como nos toca ahora a
nosotros juzgar- que la señora Kosaka la envió a darle tortitas a ese cura Corbacho que
la accedió carnalmente; es más, durante su extensa declaración recordamos que nos dijo
que no sabía cuántas veces Corbacho abusó de ella, que fueron muchas, pero no sabía
con exactitud, no se acordaba, no lo podía recordar, no tenía en el registro de la memoria
eso, sólo registraba el temor que sintió; creía que fueron 5 o 6 veces, y agregó que pri-
mero fue lo de Corbacho, después Ramón, y después Corbacho, Corbacho, Corbacho….
Concretamente: la denunciante a la hora de hacer su primera
denuncia, no pudo describir físicamente, ni indicar la seña personal de quien, en definiti-
va, había sido su propio agresor sexual reiteradas veces. Difícilmente pueda sostenerse
que ello se puede justificar desde la confusión que ella misma invocó a la hora de reco-
nocer que la seña del cura abusador, no era la de anteojos, sino la de los dedos tocándose
la ceja y que tampoco era viejo, sino joven. En otras palabras: es muy difícil justificar
desde la “confusión” invocada por la denunciante, un error tan grande, grosero, burdo,
sobre las características físicas y del nombre (seña personal) del propio abusador, cuan-
do se han tratado de abusos “sistemáticos”, o, aunque más no hubieran sido, 5 o 6 abu-
sos, como lo sostuvo ella. Y así, sí emerge como sensata, atendible, la explicación que
dieron siempre las acusadas: la denunciante no conoció a Corbacho, pues éste estaba en
La Plata cuando aquella cursó esos dos años en el Provolo.
Durante los alegatos, el representante legal de la denuncian-
te, Dr. Barrera, dijo que el sacerdote Corbacho era inconfundible, y que ella justamente
lo había identificado porque había sido su abusador; como argumento para sostener su
afirmación, dijo que Corbacho había abusado de ella como siete veces, que ella debía
conocerlo bien. Omitió recordar y ponderar la prueba, que justamente, como lo acaba-
mos de indicar en los párrafos anteriores demuestran que la denunciante espontánea-
mente, jamás lo mencionó o describió cuando denunció, que luego de que el Fiscal Si-
doti, se lo señalara, ella cambió a aquel cura viejo y con seña de anteojos, por la seña
personal de Corbacho y lo describió como joven. Dicho de manera bien clara, son los ar-
gumentos del mismo Dr. Barrera los que, confrontados con la prueba reunida, refuerzan
las conclusiones probatorias aquí expuestas.
Pero debemos agregar que, encima esa “confusión” invoca-
da, se da de bruces con lo que justamente indicó durante el debate, el Licenciado Lom-
bino, su terapeuta personal, el que escuchó durante años a la denunciante “armar” sus re-
latos (la palabra “armar” corrió justamente por cuenta del profesional); es más, hasta el
Dr. Barrera hizo referencia a las explicaciones de Lombino en sus alegatos: El terapeuta
personal, a la hora del hablar de develamiento progresivo y de la credibilidad del relato
vinculado a la ausencia de indicadores de fabulación y mitomanías, manifestó que en el
relato de su paciente se advertía una suerte de “anclaje de protagonistas” y dijo que entre
una sesión y otra, no hablaba de distintas personas o hechos, siempre eran las mismas
personas, lo que sí hacía era agregar recuerdos; no mencionaba una persona y después a

147
otra. Luce evidente que lo que realmente ocurrió (no desde la teoría o desde la ciencia
de manera abstracta), sino desde el caso concreto, contradice las explicaciones brindadas
por Lombino, y ponen en evidencia: 1) lo que desde las reglas de litigación aconsejan
siempre: que no se permita traer a declarar a los terapeutas personales pues han perdido
objetividad; 2) que los dichos de la denunciante no tienen justificación ni tan sólo desde
la ciencia descripta por su propio terapeuta.
Conclusión: hemos sostenido –sobre este punto-, que en los
presentes obrados existe prueba que avala la tesis defensiva y debilita la hipótesis acusa-
dora. Por eso el tratamiento de este punto ha sido medular, en la medida que: a) Los he-
chos que involucran a Corbacho, por vía de remisión, forman parte del objeto procesal
de los presentes y ello pues las acusaciones propias de esta causa consisten en actos de
participación en esos hechos; ergo la conexión que guardan los actos de colaboración
con el hecho principal, no permiten marginar esos hechos del análisis general de la prue-
ba en los presentes; b) El análisis de esos hechos, atañe también a la fiabilidad de los tes-
timonios de algunas personas declarantes, como lo son por ejemplo tres denunciantes;
personas a las que las acusaciones confirieron una fuerza convictiva relevante y cuyos
relatos estuvieron directamente relacionados con la denunciante y Corbacho.
L) Sobre el acuerdo probatorio invocado por las partes
acusadoras:
Durante los alegatos, el señor Fiscal Jefe invocó, que la De-
fensa técnica de la señora Kosaka, en sus conclusiones, había aludido a la firmeza de la
sentencia N° 919 recaída en la causa “Provolo I”. Enfatizó, que incluso, la señora De-
fensora, Dra. Corbacho, calificó los hechos fijados en la mentada sentencia, como he-
chos “notorios”. El señor Fiscal continuó sosteniendo que de esas afirmaciones él infería
que se había arribado a un acuerdo probatorio entre las partes. Explicó las características
que tienen los acuerdos probatorios en base a la resolución N° 10 de juicio por jurados y
entre ellas, mencionó el carácter irretractable de dichas estipulaciones. A continuación,
se dedicó a leer párrafos de aquella sentencia y a reafirmar que esos hechos que estaba
leyendo, las partes los habían dado por ciertos y que exigía al Tribunal, que actuara en
consecuencia; es decir, que no ingresara al análisis de ellos.
A su turno, los querellantes particulares, adhirieron a la répli-
ca del señor Fiscal Jefe; mientras que los señores Defensores de la señora Kosaka, no
respondieron en particular ese punto y se limitaron a afirmar que consideraban que el
denodado esfuerzo argumentativo por ellos realizado en sus alegatos, no había implica-
do más que “arar en el mar”.
El Tribunal ha considerado trascendental dar tratamiento a
esta cuestión dentro de las consideraciones generales, por la repercusión que tendría la
anuencia de tamaña inferencia. Ello así porque: por un lado, el Tribunal vería sensible-
mente recortado–a la hora de decidir- el objeto procesal que fue materia de acusación y
discusión durante el desarrollo de este extendido debate. En segundo lugar, colocaría al

148
Tribunal en un riesgo de contradicción por cuanto, por falta de análisis de una parte del
objeto procesal en las causas P-28674 y P-78790, podría llevar a conclusiones diferentes
en la causa P-60030, donde este recorte no existiría, por cuanto nada han expresado al
respecto los señores Defensores de esta última. En consecuencia, es prioritario su abor-
daje dentro de este acápite de alcance general.
En respuesta a la posición de los acusadores, presididos por
el señor Fiscal Jefe, debe aclararse preliminarmente qué son los acuerdos probatorios,
para luego demostrar por qué el mencionado instituto, bajo ninguna óptica, puede consi-
derarse presente en el contenido de los alegatos de clausura de la Defensa de la señora
Kosaka. En términos sencillos y sin acudir a citas doctrinarias, los acuerdos probatorios
son consensos entre partes contrarias que recaen sobre hechos que no se controvierten.
Va de suyo que jamás podría afirmarse que existe tal acuerdo cuando de toda la activi-
dad procesal precedente surgió patente que esos hechos fueron controvertidos.
Si bien la norma procesal no prohíbe expresamente la reali-
zación tardía de acuerdos probatorios (por ejemplo, una vez ya iniciado el juicio), lo
cierto es que el acuerdo probatorio es una herramienta de eficacia procesal que tiende a
separar del contenido del juicio aquellos acuerdos fácticos que las partes no discuten y
por ende no necesitan acreditar ni refutar. No en vano, los acuerdos probatorios están
procesalmente legislados dentro de la audiencia preliminar.
En tercer lugar, no es posible hablar de acuerdos probatorios
sin que converja en ese consenso el acusado, al menos, para la doctrina mayoritaria
(Cfr.: Chaia, Rubén A. en “Técnicas de litigación penal. Análisis doctrinario y jurispru-
dencial”, Ed. Hammurabi, 1ª Edición, Tomo 2, pág. 137) Es más, un acuerdo de esa na-
turaleza (renuncia a controvertir hechos), no puede ser sino expreso y preciso en su al-
cance.
En cuarto y último lugar, los acuerdos probatorios, recaen
sobre hechos, no sobre prueba como suele predicarse; ese es un error en el que es fre-
cuente caer en virtud de la denominación del instituto. Vale aclarar que no es que el
acuerdo probatorio carezca de impacto en el terreno probatorio, desde que, al no discu-
tirse hechos, se prescinde de la prueba respaldatoria, pero eso es diferente a decir que las
partes se ponen de acuerdo, por ejemplo, en que un informe pericial es válido y fiable.
Precisada la noción y alcance del instituto en cuestión, resta
analizar si es convalidable el contenido de la réplica del señor Fiscal Jefe. Adelantamos
terminantemente que no. Y damos nuestras razones.
Ciertamente, entendemos que la posición del señor Fiscal Je-
fe, parte de un error en la interpretación de lo sostenido por la Defensa en sus alegatos.
En efecto, las afirmaciones realizadas en relación a la sentencia N° 919 por parte de los
señores Defensores, pretendieron poner una evidencia una inconsistencia en la labor del
Fiscal desde que dijeron que para las partes acusadoras, los hechos fijados en la senten-
cia N° 919, eran inconmovibles, pero que no obstante ello, al momento de formular acu-

149
sación y de alegar en nuestro debate, el mismo Fiscal había modificado algunos aspectos
de aquellos hechos.
Pero aún más, es pueril pensar que la Defensa aceptó como
ciertos los hechos de la sentencia N° 919, cuando durante dos años, estuvo discutiendo
probatoria y argumentalmente cada premisa de la acusación, incluida aquellas que remi-
tían a los hechos de los que se ocupó la sentencia N° 919. Fácil es advertir que llamar
acuerdo probatorio a las aseveraciones de la Defensa destacadas por el señor Fiscal, no
es más que una banal descontextualización de esos párrafos.
En segundo lugar, si bien ninguna de las integrantes de este
Tribunal estuvo en la audiencia preliminar, sabemos que en ella no prosperaron acuer-
dos probatorios, desde que de haber acontecido alguno, deberían haberlos comunicado
al Tribunal al inicio del debate. Tampoco durante el juicio el equipo de la Defensa de la
señora Kosaka, consintió acuerdos sobre alguno de los hechos en discusión, por lo que,
mal puede afirmarse que al momento de alegar y reafirmar su teoría del caso (contami-
nación de los relatos, inocencia de su defendida), éste haya realizado un acuerdo proba-
torio, que dejaría sin sentido toda su labor procesal y el contenido mismo del alegato.
Con esto también queda claro que ni la Defensa técnica y mucho menos la señora acusa-
da, participaron de modo expreso y preciso en algún acuerdo probatorio. Basta recordar
la cantidad de prueba que produjo la Defensa tendiente a la refutación de los extremos
acusatorios; también no menos esfuerzo hizo la propia acusada, que pasó horas decla-
rando y negando todos y cada uno de los hechos. En ese sentido, también es útil recordar
las palabras de Rubén A. Chaia en la obra recién citada, página 129: “Como vimos, la
estipulación no puede darse de cualquier modo o a cualquier costo, ni sacrificarse la
función primordial del proceso en aras a obtenerla. De este modo, como todo acto, no
escapa a la exigencia de lealtad y buena fe procesal que tiñe el proceso…”. En síntesis:
no pueden existir acuerdos probatorios tácitos, subrepticios ni sorpresivos (y mucho me-
nos, sorpresivos para la acusada).
Finalmente observamos que el señor Fiscal, entendió alcan-
zado por el supuesto acuerdo probatorio, no solamente a los hechos, sino también a la
valoración de los distintos elementos probatorios que hizo el tribunal en la sentencia N°
919, lo cual, además del desconcierto que provoca a este Tribunal, se da de bruces con
la noción de acuerdo probatorio. Ya explicamos antes, que tales acuerdos no recaen so-
bre prueba, agregamos ahora, que menos aún pueden recaer sobre valoración de una
prueba de otro Tribunal en un proceso en el que la Defensa ni siquiera fue parte.
CONCLUSIÓN: Hemos tratado estas consideraciones ge-
nerales como una suerte de aclaración de temas recurrentes de las partes durante los dos
años que demandó la producción de la prueba. Se relacionan tanto con las teorías del ca-
so de cada parte procesal, como incluso con la aplicación de los estándares, directrices y
perspectivas que guiaron al Tribunal a la hora de valorar los elementos de convicción
traídos a debate.

150
Pasaremos ahora al análisis de los hechos y ponderación de
las evidencias en cada causa.
CAUSA P-28.674/17:
1.: Constituye objeto de conocimiento y decisión de este pro-
ceso penal, las hipótesis fácticas que sustentan el requerimiento acusatorio, el cual obra
a fs. fs. 1811/1853 y textualmente en su parte pertinente dice:
“… HECHO UNO: “Sin poder precisar fecha exacta, pero entre los años 2.004 y
2.012, en el interior del Instituto Antonio Provolo, ubicado en calle Boedo 385, Carro-
dilla, Luján de Cuyo, Mendoza, Las niñas y los varones más pequeños, todos menores
de edad, sordos, que se educaban y se albergaban en dicho instituto, se encontraban ba-
jo la custodia y guarda de la entonces monja KUMIKO KOSAKA, conocida como “la
de la seña con el dedo en el final del ojo hacia atrás” quien residía en el lugar. Sin po-
der precisar fecha exacta pero en el transcurso de los años 2.005 a 2.007, Kumiko Ko-
saka cooperó y prestó la colaboración necesaria para que Horacio Hugo Corbacho pu-
diera cometer dos hechos calificados como abusos sexuales con acceso carnal agrava-
dos contra la menor (NOMBRE DE DENUNCIANTE), alumna albergada, de aproxi-
madamente seis años de edad al momento de los hechos, imputados a Horacio Hugo
Corbacho Blanck, en carácter de autor, como
“HECHO QUINCE” y como “HECHO OCHO” en el marco de la causa principal
N°P-118.324/16. En este sentido, la colaboración prestada por Kumiko Kosaka a Hora-
cio Hugo Corbacho para que pudiera desarrollar los mencionados hechos fue la si-
guiente: 1) Respecto al hecho QUINCE atribuido a Horacio Corbacho en los autos
principales contra una de las denunciantes, posteriormente al mismo, quedando la de-
nunciante con sangre en la vagina, Kumiko Kosaka le colocó pañales a la misma, omi-
tiendo denunciar tal situación como así tampoco recurrió a la asistencia médica de la
niña, quien tenía dolores tales que le impedían sentarse o caminar correctamente los
días siguientes al hecho, avalando la conducta abusiva de Corbacho. 2) Respecto al he-
cho OCHO atribuido a Horacio Corbacho en los autos principales, contra la denun-
ciante, Kumiko Kosaka, quien se encontraba a cargo del cuidado nocturno de los niños
esa noche y estando en la habitación próxima al baño donde aconteció el hecho, omitió
impedir que Horacio Corbacho ingresara al sector del albergue donde pernoctaban los
más pequeños, posibilitando de esta manera que Corbacho perpetrara el abuso sexual
con acceso carnal agravado contra la misma denunciante, de aproximadamente seis
años de edad, al no interrumpir el accionar delictivo del mismo. Asimismo, Kumiko Ko-
saka le puso pañales a la denunciante, quien tenía sangre en su zona vaginal con poste-
rioridad al hecho y no podía sentarse o moverse de manera correcta por el dolor que
tenía en la mencionada zona, avalando la conducta abusiva de Corbacho y eludiendo
recurrir a una debida asistencia médica para la menor quien se encontraba bajo su cus-
todia y responsabilidad. Los hechos número “quince y ocho” referidos ut supra, impu-
tados a Horacio Corbacho en los autos principales son los siguientes: Hecho quince:

151
“Sin poder precisar fecha exacta, pero en el año 2.007 aproximadamente, en el interior
del Instituto Antonio Provolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit
auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Men-
doza, durante la mañana, LA DENUNCIANTE, alumna albergada, sorda, quien tenía
entre seis o siete años de edad aproximadamente, ingresó al baño de niñas cuando en el
interior del mismo apareció HORACIO HUGO CORBACHO quien le dijo “bajate los
pantalones” para luego accederla carnalmente vía vaginal. La menor DENUNCIANTE
quedó sangrando en el lugar, y con dolores que no le permitieron sentarse los días sub-
siguientes al hecho.” En virtud del hecho expuesto se le atribuyó a Horacio Corbacho
en los autos principales el delito de “abuso sexual con acceso carnal, agravado por ser
el autor encargado de la guarda y por ser cometido contra un menor de dieciocho años
de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo, previsto y
penado por el Arts. 119 tercer párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, incisos
b) y f) del Código Penal. Hecho ocho: “Sin poder precisar fecha exacta, pero
entre los años 2.005 y 2.007, en el interior del Instituto Antonio Provolo, destinado a la
educación y albergue de niños con déficit auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boe-
do 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, LA DENUNCIANTE, menor sordo-muda
de cinco años de edad aproximadamente, al salir del baño del lugar donde pernoctaban
los niños más pequeños alojados en dicho Instituto, escuchó ruidos de cerradura, obser-
vando inmediatamente después, ingresar al baño al cura HORACIO HUGO CORBA-
CHO, conocido como “el de la seña de dos dedos en la frente, por arriba de la ceja”,
quien cerró la puerta. Luego, éste agarró de los brazos a la menor denunciante, le bajó
la ropa, la acostó en el piso y la accedió carnalmente, para luego retirarse del lugar. La
menor DENUNCIANTE quedó sangrando en el lugar, y con dolores que no le permitie-
ron sentarse los días subsiguientes al hecho.” En virtud de este hecho se le atribuyó a
Horacio Corbacho en los autos principales, la autoría en el delito de abuso sexual con
acceso carnal, agravado por ser el autor encargado de la guarda, por ser ministro de
culto y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la
situación de convivencia preexistente con el mismo, previsto y penado por el Arts. 119
tercer párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal
… CALIFICACIÓN LEGAL: … PARTÍCIPE PRIMARIA (Art.55 C.P.)en términos de
comisión por omisión, emergente de la Violación al Deber de Garante, del delito de
abuso sexual con acceso carnal, agravado por ser el autor encargado de la guarda y
por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación
de convivencia preexistente con el mismo, previsto y penado por el Arts. 119 tercer pá-
rrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f), 45 del Código Penal, impu-
tado como autor a Horacio Corbacho en los autos P-118.324/16 (Hecho Quince) y Art.
122 Ley 6.354,en concurso real (Art.55 del C.P.) con la PARTICIPACIÓN PRIMARIA
en términos de comisión por omisión, emergente de la Violación al Deber de Garante,
del delito de abuso sexual con acceso carnal, agravado por ser el autor encargado de la

152
guarda, por ser ministro de culto y por ser cometido contra un menor de dieciocho años
de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo, previsto y
penado por el Arts. 119 tercer párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, incisos
b) y f), 45 del Código Penal, imputado como autor a Horacio Corbacho en los autos P-
118.324/16 (Hecho Ocho) contra la entonces menor, ahora denunciante…”
“… HECHO DOS: “Sin poder precisar fecha exacta, pero durante el año 2.007 aproxi-
madamente, en el interior del Instituto Antonio Provolo, ubicado en calle Boedo 385,
Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, las mujeres y niños menores de edad, sordos, que
concurrían a educarse y albergarse a dicho instituto, se encontraban bajo la custodia
de KUMIKO KOSAKA, religiosa que trabajaba en el lugar, conocida como “la de la
seña con el dedo en el final del ojo hacia atrás” quien cooperó y prestó la colaboración
necesaria para que Horacio Hugo Corbacho pudiera cometer el ilícito imputado al mis-
mo como “HECHO UNO” en el marco de la causa N°P-118.324/16. Así, sin poder pre-
cisar fecha exacta, pero aproximadamente en el año 2.007, la TESTIGO DE IDENTI-
DAD RESERVADA N°1, de 16 años de edad aproximadamente, se encontró en horario
de la tarde, luego del taller de panadería, con la monja Kumiko Kosaka, quien le solici-
tó que llevara los productos de panadería al padre Horacio Corbacho, quien se en-
contraba en su dormitorio, en el sector del albergue de varones. Una vez allí, Corbacho
encerró a la menor en la habitación y abusó sexualmente de ella accediéndola carnal-
mente vía anal. Kumiko Kosaka envió a la menor de 16 años de edad, testigo de identi-
dad reservada N°1, a la habitación de Horacio Hugo Corbacho, teniendo conocimiento
de los abusos sexuales que el mismo cometía, colaborando para que el mismo abusara
sexualmente de la misma, quien se encontraba en ese momento bajo su custodia y res-
ponsabilidad en el Instituto citado. El hecho uno imputado a Horacio Corbacho en los
autos principales es: “Aproximadamente en el año 2.007, sin poder precisar fecha
exacta, en el Instituto Antonio Provolo, destinado a la educación y albergue de niños
con déficit auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cu-
yo, Mendoza, HORACIO HUGO CORBACHO, identificado como “el de la seña de dos
dedos en la frente, por arriba de la ceja”, en horario de la tarde, hizo ingresar a la
TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA N°1, menor de 16 años de edad aproximada-
mente, hipoacúsica, a la habitación de éste. Luego cerró la puerta de la misma y co-
menzó a tocarla por debajo de la ropa. Le bajó los pantalones, le dijo que se pusiera en
la cama y que se quedara callada. La puso de rodillas y la accedió carnalmente vía
anal. Luego, la hizo dar vuelta en la cama y le practicó sexo oral en la vagina, manifes-
tándole “quedate callada…, que rica, bella” obligándola a que lo masturbe, agarrán-
dola fuerte”. En virtud de lo expuesto se le atribuyó a Horacio Hugo Corbacho, en ca-
rácter de Autor, el delito de “abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal con
abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor el encargado de la guar-
da”, injusto previsto y penado por los Arts.119, tercer párrafo, Art.54 y Art.119 segun-
do párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inciso b) del Código Penal… CALI-

153
FICACIÓN LEGAL: … se le atribuye a Kumiko Kosaka, PARTICIPACIÓN PRIMARIA
(Art.45 del C.P.) en el delito de “abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal con
abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor el encargado de la guar-
da”, injusto previsto y penado por los Arts.119, tercer párrafo, Art.54 y Art.119 segun-
do párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inciso b), Arts.45 del Código Penal,
imputado como autor a Horacio Corbacho en los autos P-118.324/16 (Hecho Uno)
contra la entonces menor T.I.R. N°1…”.
“… HECHO TRES: “Sin poder precisar fecha exacta, pero entre los años 2.004 y
2.012, en el interior del Instituto Antonio Provolo, ubicado en calle Boedo 385, Carro-
dilla, Luján de Cuyo, Mendoza, las mujeres y niños más pequeños, menores de edad,
alumnos sordos que se educaban y se albergaban en dicho instituto, se encontraban ba-
jo la custodia de KUMIKO KOSAKA, religiosa que trabajaba en el lugar, conocida co-
mo “la de la seña con el dedo en el final del ojo hacia atrás”. Kumiko Kosaka hacía ba-
ñar OTRA DE LAS DENUNCIANTES junto a la TIR N°3, en el baño de arriba del al-
bergue, y las observaba mientras les decía “a ver tóquense entre ustedes”. Asimismo,
Kosaka era la encargada de despertar a las niñas mayores y lo hacía tocándoles la cola
y dándole cachetazos en la misma, haciéndoselo a una de las denunciantes. En una
oportunidad, sin poder precisar fecha exacta pero en el mismo periodo de tiempo y lu-
gar ut supra referido, Kosaka permitía que los niños menores de edad observaran pe-
lículas de índole sexual a través de la ventana de la habitación de José Luis Ojeda ….
CALIFICACIÓN LEGAL: … la calificación atribuida ha sido la de AUTORA del delito
de “corrupción de menores, agravado por ser la encargada de su guarda, tres hechos
en concurso real, injusto penal previsto y penado por el Art.125 tercer párrafo y Art.55
del Código Penal.”
“… HECHO CUATRO: “Sin poder precisar fecha exacta, pero en el periodo compren-
dido durante los años 2.005 y 2.006, en el interior del Instituto Antonio Provolo, ubica-
do en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, donde los menores de
edad sordos concurrían a educarse y/o albergarse en dicho instituto, la monja KU-
MIKO KOSAKA, conocida como “la de la seña con el dedo en el final del ojo hacia
atrás”, quien se encontraba a cargo del cuidado o custodia de las mujeres y los niños
más pequeños albergados en el Instituto, no obstante tener conocimiento, omitió, de ma-
nera sistemática y prolongada en el tiempo, cumplir con la obligación de denunciar y
realizar los actos necesarios a efectos de impedir que José Luis Ojeda, sordo, domici-
liado en el Instituto donde cumplía funciones de jardinero, cometiera tocamientos hacía
la menor de edad, sorda, (nombre de denunciante), de12 años de edad aproximadamen-
te, quien se encontraba albergada en el Instituto A. Provolo, hecho oportunamente atri-
buido al imputado Ojeda como “HECHO NÚMERO CINCO” en los autos N° P-
118.324/16, conforme Decreto de Avoque obrante a fs.2.578/2.589”. El hecho cinco im-
putado a José Luis Ojeda oportunamente en los autos principales fue: “En el año 2.006
aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en horario nocturno, JOSÉ LUIS

154
OJEDA se introdujo a la habitación de (nombre de otra denunciante), en el Instituto
Antonio Provolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, metió la mano
por debajo de las sábanas y la toqueteaba en los senos y la cola, pidiéndole que tuvie-
ran sexo, le mostró su pene erecto diciéndole “mirá lo que tengo” ocurriendo esto en
varias oportunidades, teniendo la víctima 13 años de edad aproximadamente.” Imputa-
do al mismo como abuso sexual gravemente ultrajante agravado por ser cometido
contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo, en modalidad de delito continuado, Art. 45, Art. 119 tercer
párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo inciso f), y injusto previsto y penado por
el Art.119, segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inciso f), y Art. 55 a
contrario sensu, del Código Penal…. CALIFICACIÓN LEGAL: … se le atribuye a la
misma, la calificación de PARTÍCIPE PRIMARIA en términos de comisión por omisión,
emergente de la Violación al Deber de Garante, del delito de abuso sexual gravemente
ultrajante agravado por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad apro-
vechando la situación de convivencia preexistente con el mismo, en modalidad de delito
continuado atribuido oportunamente como Hecho Cinco en carácter de autor a José
Luis Ojeda en el marco de los autos P-118.324/16. Injustos previsto y penado por el Art.
45, Art.119, segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inciso f), y Art. 55
a contrario sensu, del Código Penal, cometidos por José Luis Ojeda contra (nombre de
denunciante) Art. 122 Ley 6.354.”
“… HECHO CINCO: “Sin poder precisar fecha exacta, pero en el periodo comprendi-
do durante los años 2.007 y 2.008 aproximadamente, en el interior del Instituto Antonio
Provolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, donde los
menores de edad sordos concurrían a educarse y/o albergarse en dicho instituto, la
monja KUMIKO KOSAKA conocida como “la de la seña con el dedo en el final del ojo
hacia atrás”, quien se encontraba a cargo del cuidado o custodia de las mujeres y los
niños más pequeños albergados en el Instituto, en una oportunidad, le tocó los pechos y
la cola a la TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA N°1 (TIR N°1), quien tenía 16
años de edad aproximadamente. … CALIFICACIÓN LEGAL: … como autora de los
delitos de abuso sexual simple, agravado por ser cometido por ministro de culto reco-
nocido y por ser encargada de la guarda, en concurso ideal con corrupción de menores
agravado por ser encargada de su guarda, injusto penal previsto y penado por el Art.
119 quinto párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo inciso b), Art.54 y Art.125
tercer párrafo del Código Penal.”
“ … HECHO SEIS: “Sin poder precisar fecha exacta, pero durante el año 2.009 apro-
ximadamente, en el interior del Instituto Antonio Provolo, ubicado en calle Boedo 385,
Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, donde los menores de edad sordos concurrían a
educarse y/o albergarse en dicho instituto, la monja KUMIKO KOSAKA conocida como
“la de la seña con el dedo en el final del ojo hacia atrás”, quien se encontraba a cargo
del cuidado o custodia de las mujeres y los niños más pequeños albergados en el Insti-

155
tuto, en una oportunidad, en una de las habitaciones del sector de albergue de mujeres,
se tiró sobre la cama donde pernoctaba la TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA
N°3 (T.I.R.N°3), quien tenía 16 años de edad aproximadamente, frotó su cuerpo sobre
el de la menor y le tocó los pechos por encima de la ropa.… CALIFICACIÓN LEGAL:
… como autora de los delitos de abuso sexual simple, agravado por ser cometido por
ministro de culto reconocido y por ser encargada de la guarda, en concurso ideal con
corrupción de menores agravado por ser encargada de su guarda, injusto penal previs-
to y penado por el art. 119 quinto párrafo, en función del art.119 cuarto párrafo inciso
b), Art.54 y Art.125 tercer párrafo del Código Penal.”
2. Intimada que fue la señora Kosaka Kumiko de la atribu-
ción delictiva que formulara el Ministerio Público, mediante lectura de la pieza procesal
que la contiene, optó por declarar en varias oportunidades. Su defensa material quedó
debidamente grabada en soporte de audio y video.
3. Dispuesta la recepción de la prueba ofrecida, se procedió
a rendir la prueba testimonial e instrumental. Todo ello quedó debidamente grabado
en soporte de audio y video, tal como indica la Ley.
4. Luego se escuchó las razones esgrimidas por las partes en
abono a sus respectivas pretensiones.
5. Valoradas las evidencias conforme las reglas de la sana
crítica racional, debe anticiparse que las partes acusadoras no lograron acreditar los he-
chos contenidos en la acusación formal conforme al estándar probatorio exigido en esta
etapa, cuando no presentaron hechos que adolecen de falta de tipicidad. Justificamos:
HECHO UNO:
La (nombre de denunciante) declaró en nuestra presencia y
dio cuenta de cuatro agresiones o ataques con connotación sexual; es más habló también
de un quinto abuso en el que las partes no indagaron mayormente. En apretada síntesis
sostuvo:
1) Cuando tenía 5, 6 o 7 años (esas edades fueron las que indicó constantemente), en ho-
ras de la mañana, dijo que a pesar que su amiga (nombre de denunciante) le había adver-
tido que no fuera a los baños de las alumnas adultas de la escuela, que quedaba arriba
(planta alta), ella fue y se puso a orinar; entró el sacerdote Corbacho y la accedió carnal-
mente vía vaginal. Que cuando se retiró el agresor, se quedó llorando en el baño y con
mucho dolor. Que llegó su amiga (nombre de denunciante), y luego de verificar que era
ella (la compañera pasó sus manos debajo de la puerta del baño para que la reconociera),
la pequeña le abrió la puerta y (nombre de denunciante) la vio ensangrentada. Ante ello,
(nombre de denunciante) le dio una bombacha chiquita para que se pusiera como apósi-
to, le dijo que esperara y se fue. Luego regresó con papel, lo envolvió en la bombacha y
se lo dio para que se lo colocara a modo de apósito femenino. Contó que (nombre de de-
nunciante) después de brindarle esos auxilios, la ayudó a ponerse el pantalón y le dijo
que se fuera. Explicó (nombre de denunciante), que cuando ella iba caminando muy

156
despacio por los dolores que sentía, apareció la señora Kumiko Kosaka, la agarró de una
oreja y la llevó a bañarse; la tocó y a ella le dolía; luego la cambió, explicó que ella le
hacia una seña de Corbacho y se tocaba la vagina para explicarle a la señora Kosaka lo
que le había pasado, pero, como ella no sabía bien señas, en vez de pasarse dos dedos to-
cándose una ceja (que era la seña personal del agresor) se pasaba sólo uno. Continuó
sosteniendo que cuando ella le explicaba a su modo que había sido Corbacho, la señora
Kosaka le dijo que no importaba, se reía, y le pegó unas cachetadas; que Kosaka le dijo
que no contara nada, le puso un pañal y la mandó a la escuela. Agregó que ya en la es-
cuela, la señora Kosaka se burlaba delante de todos los compañeros, de las maestras y de
la hermana Asunción, y decía “miren usa pañales” y todos se reían de ella (sostuvo que
se reían fuerte y ella hasta los pudo oír). Agregó que la encartada sabía lo que a ella le
había ocurrido porque la vio ensangrentada y le puso el pañal.
2) Relató también que esa noche o la noche siguiente, estando ella durmiendo –aclaró
que ella antes se había sacado los pañales y los había tirado a la basura-, se levantó a ori-
nar y fue al baño del albergue; que allí volvió a aparecer Corbacho, la volvió a acceder
carnalmente vía vaginal y se marchó; que luego apareció nuevamente la señora Kosaka,
y al día siguiente, le volvió a poner pañales y la mandó nuevamente a la escuela.
3) Sostuvo que, en un tercer abuso, Corbacho la besaba por todos lados, en la cama de la
habitación de él; que algo pasó y el agresor se asustó, se fue y dejó la puerta abierta; que
ella asustada se vistió y se fue, y cuando salió vio a Corbacho y la señora Kosaka con-
versando; que en ese momento la señora Kumiko le dijo “vamos, vamos, a la clase”.
Pero a medida que discurría el debate, manifestó que ese tercer abuso había ocurrido
en el lugar donde dormían las mujeres y los niños: que la señora Kosaka la llamó y le di-
jo “veni, veni”; que Kosaka estaba en contacto con (otra persona); Corbacho le dio un
chupetín, y la llevó a la cama de las mujeres y los niños, y ahí le besó el cuello, la cara, y
justo iba a bajarle la ropa cuando escuchó un ruido y se fue. Luego vio que estaban Ku-
miko y Corbacho hablando, hablando, en el sector de las mujeres, donde había un espa-
cio para tomar algo; que ella se quedó callada, se acomodó la ropa; que Kumiko la vio y
le pegó la cachetada.
Ocurre que después, y siempre durante las audiencias de debate, al ser contra exami-
nada, explicó –y agregó que haciendo memoria había podido recordarlo- que el cura
Corbacho le dio un chupetín y la llevó a su habitación (es decir como la primera versión
que había dado en nuestra presencia), que la tomó del hombro y le dijo “vamos, vamos”
y la condujo por un pasillo a la habitación de él. Entró en ese cuarto, había una cruz, él
la llevó hasta su cama y la besaba en la zona del cuello, la zona del pecho, le bajaba la
ropa; pero que justo él se asustó y salió, y ella se quedó llorando, llorando. Que luego
ella fue a ver, abrió la puerta y vio que estaba la señora Kosaka hablando con Corbacho.
Agregó que cuando la señora Kosaka la vio le preguntó qué hacía ahí. Y Corbacho le di-
jo que él no sabía. Kumiko la retó y le dijo que se fuera y ella se fue; sostuvo que por

157
eso la señora Kosaka le pegó una cachetada. Nos dijo que creía que (nombre de denun-
ciante) la había visto cuando Corbacho la llevaba su habitación.
4) Relató que la señora Kosaka cuando ella y sus compañeras iban a bañarse, hacía que
se tocaran con el jabón como “lesbianas” [sic]. Dijo que no recordaba a qué edad ocu-
rrió esto y tampoco la edad de la chica (nombre de otra niña) con la que ella tenía que
tocarse a instancia de la señora Kosaka. Amplió explicando que Kumiko les decía que se
tocaran la vagina; y respondió la testigo que ella no sabía lo que sentía. Continuó rela-
tando que Kumiko también las tocaba, la vagina, adentro, toda. Que Kumiko les decía
que se tocaran la vagina, la cola y también las tetas [sic]; y ella con su amigan se toca-
ban.
5) Y finalmente, también mencionó que cuando era adolescente, Corbacho la tocó donde
iban a rezar, donde estaba la cruz; que habían hecho una fila de compañeros e ingresa-
ban al lugar de a uno. Que en el interior de la capilla, estaban Corbacho, Corradi, Jorge.
Estaban sentados e iban llamando a los chicos de a uno; que ellos les hablaban y ella no
entendía lo que le decían, y ahí Corbacho le tocaba la pierna,
Debe recordarse que la acusación formal sólo menciona los
dos primeros hechos que la señorita (nombre de denunciante) relató; dicho de otro mo-
do, sobre los últimos tres abusos de los que también habló la denunciante en el debate,
no figuran en la requisitoria de elevación a juicio.
Si acabamos de indicar que hemos referenciado sintética-
mente esos cinco abusos es porque hemos tratado de condensar las notas principales de
su extensa declaración; testimonio con contradicciones, ratificaciones y rectificaciones
sobre un mismo hecho fáctico; en definitiva, ha sido un relato variable (y adelantamos,
lo cambiante no ha sido de datos periféricos menores como han sostenido los acusado-
res).
Y lo recién anticipado, que seguidamente pasaremos a justi-
ficarlo, resulta imposible de obviar desde un análisis racional. Explicamos: no estamos
ante un supuesto en donde el denunciante de un hecho traumático –o de una serie de
ellos-, olvida o confunde detalles –sea por el transcurso del tiempo, o por la cronicidad
de los sucesos, o por censuras mentales, por vergüenza, etc-, sino ante un relato de he-
chos puntuales respecto de los cuales se han verificado como detallaremos, trascenden-
tes variaciones.
Lo que acabamos de afirmar, no es solamente una conclu-
sión o una inferencia nuestra, han sido incluso los propios acusadores quienes, en sus
distintos alegatos de cierre, han reconocido la existencia de esos cambios. Lo único dife-
rente entre el discernimiento de ellos y el nuestro, es que las mentadas modificaciones,
no recaen –según nuestro juicio, y como justificaremos- en hechos periféricos, no son
insustanciales y menos, que ellas no pesen en la valoración de la fiabilidad del relato.
Detallamos:

158
A) El relato no tiene continuidad en el tiempo, fue cambian-
do sus dichos a lo largo del proceso. Aún obvio, aclaramos que por cambio del relato,
entendemos rectificaciones, agregados, omisiones y contradicciones sustanciales tanto
cuando comparamos los diversos testimonios que brindó a lo largo del proceso (en la in-
vestigación penal preparatoria -que se incorporaron a tenor del artículo 400 del Digesto
Adjetivo-y en el debate), cuanto si tomamos simplemente el relato brindado en diferen-
tes días del mismo debate; es decir, lejos estuvo su narración de mantener un eje estruc-
tural y detalles relevantes intactos en las sucesivas veces que atestiguó. Ello, reiteramos,
resta credibilidad a sus dichos, y debe aclararse que lejos estamos de hacer alusión a de-
talles nimios, que bien podrían explicarse por el paso del tiempo, como por ejemplo, si
en el segundo abuso que narró ella, estaba con los pañales puestos, se los había sacado la
señora Kosaka o se los había sacado ella cuando dijo que Corbacho la atacó. Estamos
haciendo alusión a cuestiones que, agregadas, quitadas, rectificadas, a continuación, rati-
ficadas nuevamente (y así sucesivas veces), hacen que su relato se transforme de tal ma-
nera que luzca, no como una narración del mismo hecho con algún que otro matiz dife-
rente, sino directamente como una narración de un hecho distinto. Pasamos a justificar
lo que acabamos de afirmar:
En su primera declaración –realizada en cámara Gesell en di-
ciembre de 2016- manifestó (según lo indicó tanto la Defensa técnica como la propia se-
ñora Kosaka, y lo admitió la señorita denuciante) que ella no había sido abusada; es
más, negó varias veces haber sido víctima de abuso sexual alguno.
En su segunda declaración en cámara Gesell –tres meses
después, en marzo de 2017- indicó que cierta noche, a la 1 hora de la madrugada se le-
vantó para ir a orinar y apareció Corbacho, la accedió carnalmente vía vaginal en el ba-
ño y se fue; y que su amiga Daiana Lizarraga apareció y la asistió.
En su tercera declaración en cámara Gesell –noviembre de
2017, o sea siete meses después de la segunda-, la señorita (nombre de denunciante) sos-
tuvo que en realidad había sido abusada sexualmente en dos oportunidades por el cura
Corbacho: una primera vez, que había sido a la mañana en horario escolar y en el baño
de la escuela, donde la ayudó su amiga (nombre de denunciante); y otra segunda vez –
esa noche o la siguiente - en ocasión de que el sacerdote entró en el baño de las mujeres
albergadas, de noche, justo cuando ella se levantó para orinar.
Y en la cuarta declaración –ya en el debate-, si bien reiteró
los dos abusos que había contado en su última versión –la de noviembre de 2017-, ocu-
rridos en dos baños distintos por el mismo sacerdote, agregó los tres nuevos hechos que
mencionamos antes (tocamientos de Corbacho en la cama de su dormitorio, tocamientos
de la señora Kosaka cuando se duchaban y los tocamientos de Corbacho en la capilla).
Como explicación de los cambios y contradicciones de su re-
lato, la señorita (nombre de denunciante) nos expresó que cuando hizo la denuncia tenía
poco manejo de lengua de señas; que antes estaba nerviosa y con miedo, y con mucha

159
vergüenza de que todas las personas la vieran cuando ella declaraba; que varias cosas las
había recordado luego, estando en su casa; “que en su cabeza de persona sorda” [sic], se
le vinieron a la mente. También expresó que a muchos compañeros les pasó lo mismo,
lo tenían oculto; que las monjas, los curas, Corbacho y los profesores, les tenían prohibi-
do hablar en lenguas de señas; que todo lo tenían tapado, en secreto. Pero que ya en el
debate había podido declarar y contar todo; reiteró que antes estaba nerviosa, tenía mie-
do, vergüenza; que eran declaraciones muy fuertes y lo había podido hablar de a poco.
Insistió en que cuando fue a denunciar había declarado que ella no había sido abusada
porque tenía miedo, era chica, tenía 16 años, tenía mucha vergüenza; los profesores y la
señora Kosaka le habían dicho que no podía hablar; que lo tenía en secreto, y que ahora
(refiriéndose a cuando declaró en el debate), pudo decir con tranquilidad; que en época
de la denuncia había tenido mucha confusión.
Podría inferirse -de las explicaciones que brindó la testigo-
que esos cambios en sus declaraciones, y ese relato de más hechos a medida que fue pa-
sando el tiempo, obedeció a una suerte de “develamiento” paulatino/progresivo de los
ataques sexuales a los que habría sido sometida durante su estancia en el Provolo; es de-
cir, un develamiento entendido como un camino o proceso de revelación de los hechos
que fue denunciando a lo largo de los años que ha durado este proceso penal. De sus di-
chos se puede colegir que luego de dejar la institución, de a poco, ella fue contando lo
que le había ocurrido, a medida que iba ganando fuerzas y perdiendo vergüenza, ganan-
do seguridad y perdiendo miedo.
No ignoramos que el develamiento como proceso, en los ca-
sos de abusos sexuales infantiles, parte de la psicología sostiene que es muy común; la
literatura predominante y casuística sobre el tema, sostienen que es frecuente en niños
que permanecen en contacto con el agresor (por ejemplo, padrastro conviviente), gene-
ralmente se encuentran bajo amenazas y demoran en contar lo que les ocurre. También
se ha referido como causa posible de develamiento progresivo que víctima y opresor se
encuentren en una relación vincular afectiva (hija/padre, sobrina/tío, hermana/hermano,
etc.), y que esos vínculos afectivos terminan sobreponiéndose y direccionando la volun-
tad hacia el ocultamiento. El descubrimiento progresivo puede ser el resultado de una
desnaturalización lenta del sometimiento y de una reconfiguración de la figura agresor
(se lo empieza a percibir como tal). No ignoramos que ese proceso puede ser lento e in-
cluso tener contramarchas –rectificaciones y retractaciones-, se cita siempre el caso en el
que el niño se retracta cuando advierte que con su denuncia se ha destruido la familia
pues se llevan al padrastro preso.
Si bien las develaciones paulatinas pueden ser factibles en
los casos de abusos sexuales, conforme referido, el reto para el juzgador es analizar si en
el caso concreto, existen razones para afirmar –como lo hacen los acusadores-, que las
variaciones observadas en el testimonio de (nombre de denunciante) son un develamien-
to progresivo y no simples variaciones del relato.

160
En nuestro caso concreto, tenemos motivos prevalentes para
ponderar los cambios como meras modificaciones y no como develamiento paulatino,
pues las explicaciones de la testigo deben confrontarse con la defensa material de la en-
cartada Kosaka y con el resto del material probatorio. Así, la religiosa sostuvo su ino-
cencia; y con relación a las acusaciones de la señorita (nombre de denunciante), mani-
festó que la denunciante había ido “acomodando” [sic] en sus relatos los hechos, los
años y las personas, y que también había mentido. En ese sentido, hizo hincapié en los
cambios de versiones de los diferentes relatos que había brindado la testigo; y para de-
mostrar ese acomodamiento de los dichos de (nombre de denunciante), la encartada ex-
plicó que, luego de que (nombre de denunciante) declarara por segunda vez (marzo de
2017), ella había ejercido su defensa material y en su legítimo derecho, había manifesta-
do que la denunciante mentía pues jamás podía haber sido auxiliada por (nombre de otra
denunciante) a la 1:00 hora de la madrugada luego de que hubiera sido atacada sexual-
mente por Corbacho en el baño del albergue; y fundó su afirmación en una cuestión
muy simple –y sobradamente demostrable y demostrada-: y es que (la otra denunciante)
NO era alumna albergada, no dormía en el Provolo, entonces, jamás podría haber estado
a la madrugada en el baño del albergue (ni en ningún otro lugar de la institución).
Continuó explicándonos la señora Kosaka, que después de
que ella hiciera esas manifestaciones, se presentó la señorita (nombre de denunciante)
por tercera vez y desdobló el abuso del baño -que había relatado en la segunda cámara
Gesell-, ubicando uno a la mañana, en el baño de las mujeres de la escuela, del que dijo
haber sido asistida por (nombre de la otra denunciante), y otro -el segundo hecho- en el
baño de mujeres del albergue, a la noche, en el cual ya no figuraba (nombre de la otra
denunciante) como asistente. Dicho de otro modo, la encartada atribuyó ese cambio de
versión de la señorita (nombre de la denunciante), a un intento de acomodar su testimo-
nio luego de haber sido desenmascarado su error.
No ha sido objeto de controversia ni fueron refutadas las ma-
nifestaciones de la señora encartada en el sentido de que ella prestó declaración entre la
segunda y la tercera versión de la denunciante, y tampoco sus dichos en cuanto a que la
alumna (nombre de la otra denunciante) no podría haber ayudado a (nombre de la de-
nunciante) en el baño del albergue, pues no dormía en el Provolo. A su vez, surge claro
el cambio de versión entre la segunda y la tercera declaración: en la tercera, sostuvo que
no había sido un abuso sexual el de Corbacho, sino dos, ubicó a (denunciante) en un pri-
mer abuso en el baño de la escuela, a la mañana y no en la noche, y relató un segundo
abuso de Corbacho a la noche en la soledad del baño del albergue.
Así, entonces, advertimos que la defensa material de la en-
cartada pone en crisis la explicación del cambio de versión dado por la propia testigo.
Adviértase que, así las cosas, entra en crisis la idea de esos relatos como un develamien-
to progresivo de detalles o circunstancias de un mismo hecho, o un develamiento pro-
gresivo en el que se añaden otros hechos (que por vergüenza o temor no se hubieran

161
contado). Detengámonos un instante en el contenido de su declaración, y veremos que:
a) es un cambio de versión sobre un hecho –personas, lugares y horarios-; así comenzó
siendo un hecho a la noche, en el baño del albergue con (denunciante) que apareció a
consolarla, y terminó siendo un hecho ocurrido en un baño de la escuela, a la mañana,
con (denunciante) que apareció a consolarla; y b) a ese abuso que cambió de circunstan-
cias de tiempo y lugar, se le agregó otro hecho que sostuvo ocurrió de noche, sin (nom-
bre de denunciante). En síntesis: surge evidente, entonces, que resulta muy difícil justifi-
car el cambio de versión desde lo que los psicólogos llaman “develamiento paulatino”;
pues estamos en presencia de un cambio de versión.
Ello también nos obliga a seguir repasando los motivos que
invocó la denunciante cuando se le hicieron notar las contradicciones y agregados:
Sostuvo la denunciante que cuando fue a hacer la denuncia,
no tenía buen manejo de la lengua de señas. Debemos recordar que a Fiscalía fue en el
2016; es más, debemos puntualizar que la “denuncia”, en la primera cámara Gesell (en
la que dijo que ella NO había sido abusada sexualmente por nadie), fue del 6 de diciem-
bre de 2016, y la última declaración de ella en la investigación penal preparatoria (o sea
la tercera declaración en cámara Gesell) fue de 1° de noviembre de 2017; es decir, sus
declaraciones en la etapa investigativa, abarcaron el período 2016 a 2017. Ahora bien, si
se repasan los dichos de la psicóloga Paula Noelí Domínguez, profesional del equipo
tratante del Hospital Saporiti que la atendió a la denunciante desde diciembre de 2016 a
2018 –o sea en el mismo período que ella iba declarando en la Fiscalía-, se advierte que
la licenciada nos explicó que una señora Kolosow le ensañaba a la denunciante lenguaje
de señas y aclaró que cuando ella –o sea la Licenciada Domínguez- conoció a la denun-
ciante, ya manejaba bien el lenguaje de señas y quería que su madre aprendiera. En sín-
tesis: la denunciante invocó que no sabía bien la lengua de señas; la psicóloga Domín-
guez que la trató durante el período en que ella realizaba las sucesivas denuncias, sostu-
vo lo contrario. Claramente, la profesional no ratificó los dichos de la denunciante que
tenderían a justificar sus contradicciones o inconsistencias en el relato. Curiosamente,
sobre esto nada dijeron los acusadores.
A su vez, y aun cuando admitiéramos que su lenguaje de se-
ñas era escaso, eso no pudo influir en las agregaciones de hechos y cambios de versio-
nes: si pudo decir que Corbacho abusó de ella a la 1:00 de la madrugada y fue asistida
por (otra denunciante) en su segunda versión, bien podía decir que fue abusada por Cor-
bacho a la 1:00 de la mañana y no mencionar a la denunciante, como lo hizo en su terce-
ra versión; dicho de otro modo: las herramientas, concretamente gestos y señas, ya las
tenía cuando declaró por segunda vez e introdujo a la denunciante en la escena de los
hechos; esa reubicación temporal de (otra denunciante) y su asistencia en su posterior
versión, jamás podría atribuirse a escaso manejo de lenguaje –o gramática del lenguaje-;
tampoco parece justificable desde la vergüenza o incomodidad de declarar este desdo-

162
blamiento de conductas, cambios de horario y rotación de personas involucradas, pues
ya había hablado de abusos.
También expresó la denunciante que la omisión de narrar to-
dos los hechos –que contó durante el debate-, se debía a que tenía miedo; que los curas,
las religiosas y las profesoras le habían dicho que guardara silencio. Podríamos inferir
que ella se sentía amenazada, ya que invocó temor y una suerte de “orden de silencio”
impartida por directivos en el Provolo. Ocurre que ella también nos contó que a su ma-
dre le había dicho que Corbacho había abusado de ella, y que su madre le respondió que
estaba mintiendo: concretamente, lo manifestó en la cámara Gesell de marzo de 2017,
allí había explicado que ella le tomaba de la mano a su mamá, le mostraba a Corbacho y
le decía que la había violado, y que su madre le decía que estaba mintiendo (cuando se
le recordó ese episodio en el debate, lo admitió y aclaró que bien no se acordaba). Es de-
cir, conforme esas expresiones, aun estando en el Provolo, le explicó a su madre sobre el
abuso que dijo haber sufrido de Corbacho; es más, se lo indicó prácticamente en presen-
cia del mismo Corbacho (pues dijo que se le señalaba el cura a su madre), lo cual no re-
sulta compatible con el miedo a contar en el momento de denunciar que sostuvo haber
tenido y con la orden de silencio que invocó que le impartieron; y todo ello, reiteramos,
conforme sus propios dichos.
Las observaciones que acabamos de hacer nos llevan a con-
cluir que no surgen ni claras ni evidentes esas justificaciones; es decir, no podemos sos-
tener que sus explicaciones sean atendibles. Conclusión: al no quedar plenamente justifi-
cados los cambios de versión, agregados y contradicciones en que incurrió la testigo, su
relato pierde credibilidad pues emerge como inconsistente.
B) Continuando con el análisis del testimonio de la señorita
(nombre de denunciante), vamos ahora a analizar si el contenido del relato resulta vero-
símil; o sea, si surge como fácticamente posible.
Previo, una aclaración: mucho tiempo insumió a las partes
tratar de probar la existencia de pañales en la institución -las acusadoras-, o tratar de des-
acreditar la inexistencia de ellos -la defensa de la señora Kosaka-. Pero, esa circunstan-
cia, luce absolutamente superflua si tenemos en cuenta el mismo relato de la denuncian-
te. En realidad, lo que no luce verosímil –o por lo menos, no reúne el estándar mínimo
para destruir el estado jurídico de inocencia que enviste la señora acusada-, es el relato
en sí. Puede haber habido pañales en el Provolo (por si alguna mamá se olvidaba de lle-
var los suyos para cambiar a sus hijos en la etapa de estimulación temprana; para poner-
le a algún chico con incontinencia; o para lo que fuere), pero lo que no resulta verosímil
es sostener que la señora Kosaka ayudó a Corbacho “poniéndole pañales” a la denun-
ciante. Lo justificamos:
a. Debemos recordar que la denunciante manifestó que la se-
ñora Kosaka le había colocado pañales en las dos oportunidades en las que el sacerdote
Corbacho la había accedido carnalmente; agregó que la señora Kosaka no podía ignorar

163
lo ocurrido pues la vio ensangrentada, también dijo que ella le explicó lo ocurrido (sos-
tuvo que a Kosaka le hizo la seña personal de Corbacho -medio casera y mal hecha,
aclaró-, y se tocó la vagina), y que la encartada le dijo que no importaba, le pegó y le pu-
so pañales. Hasta aquí, es lo que figura en la acusación formal, y ello ha llevado a las
partes acusadoras a sostener –como figura en la pieza jurídica imputada- que la señora
acusada cooperó y prestó colaboración necesaria para que Horacio Hugo Corbacho pu-
diera cometer esos dos hechos de abuso sexual con acceso carnal sobre la entonces me-
nor la denunciante.
Acontece que, la misma denunciante, también nos explicó
que luego de colocarle los pañales, en ambos hechos, la señora Kosaka la mandó a la es-
cuela (en el segundo hecho, sostuvo que los pañales se los puso al día siguiente y así la
mandó a la escuela); y agregó que Kosaka se encargó de “contarles a todos”, que ella te-
nía pañales puestos. Aclaró que Kosaka le contó a los chicos y a los profesores e incluso
manifestó que los niños se burlaban de ella tan fuerte que ella hasta podía escuchar sus
risas. Y es aquí, con estos dichos, donde su relato pierde la coherencia y entra en una
grave contradicción sustancial. A continuación, justificaremos, pero no podemos dejar
de destacar que precisamente, esta parte del relato es la que omitió mencionar el señor
Fiscal Jefe y el querellante en sus conclusiones; es decir, que la denunciante nos contó
que la encartada les decía a todos que ella estaba con pañales puestos y que todos se
burlaban. Nada dijeron a la hora de ponderar el tenor de los dichos de la denunciante,
sobre este aspecto. La postura de los acusadores es un claro ejemplo de la visión de tú-
nel, se enfocaron en lo estaba contenido en la acusación, y no pudieron analizar el relato
de manera global.
Decíamos, que en esta parte de la narración es donde preci-
samente los dichos de la señorita entran en contradicción con la hipótesis acusadora y se
tornan inverosímiles: Si la señora Kosaka conocía de los abusos de Corbacho, y confor-
me al relato de la denunciante debía conocerlos, si le prestaba la ayuda necesaria para
que él pudiera abusar de la denunciante omitiendo denunciar (o tan sólo llamar al 911 –
emergencias-, como dijo la querellante), y esa ayuda consistía en ponerle pañales luego
de que él la accediera carnalmente y no denunciarlo o impedir de alguna manera que lo
hiciera, surge como un sinsentido que la misma partícipe de aquellos abusos sexuales, se
encargara de pregonar a todos en la institución que la nena estaba con pañales puestos.
Adviértase que esa actitud, dista mucho de ser la necesaria para tapar los abusos de Cor-
bacho, ocultarlos o procurar la impunidad del malhechor.
Exhibiendo ante todos a la víctima envuelta en los pañales
encubridores de la afrenta sexual y de sus consecuencias (sangrado), resulta obvio que
se exponía a la atención de los profesores y alumnos, e incluso se arriesgaba a que la ne-
na contara a algún compañero o maestra o directivo lo que le había acontecido. La con-
ducta que le atribuyó la denunciante a la señora Kosaka no es propia de una persona que
trata de ayudar a un abusador sexual. Es que claramente, no es una gestión apta para “di-

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simular”, “esconder”, no “denunciar” un abuso sexual de una niña de 5 o 6 o 7 años; eso
no es cooperar en el obrar de otro. Recuérdese que la denunciante nos dijo que ella con
pañales fue a clase y luego a almorzar, y que no podía sentarse de los dolores; o sea que
bien hubiera podido alguna maestra o alumno haber reparado en esa situación –más allá
de que Kosaka advirtiera a todos que tenía los pañales puestos- y empezar a indagar; o
sea, Kosaka –y siempre conforme al relato de la denunciante- al mandarla a continuar su
rutina escolar y de almuerzo, y avisando que tenía pañales, se exponía y exponía a Cor-
bacho a que otras personas de la misma institución y que podían tener obligación de de-
nunciar, advirtieran la situación. Debe recordarse que no todas las maestras y/o profeso-
res del Provolo, están acusados de “encubrir y/o ayudar a los abusos sexuales” y tampo-
co todos los alumnos que concurrieron a la institución se presentaron como víctimas de
abusos; es decir, cualquier persona – hasta nutricionistas, fonoaudiólogas y psicólogas,
por ejemplo-, ajena al círculo “enfermo y endogámico” –como lo calificaron los acusa-
dores- de presuntos “abusadores/cómplices/encubridores del Provolo” sobre los que han
posado la mirada las partes acusadoras, podía notar que la niña de 5, 6, 7 años estaba
con pañales (o sea, muy por arriba de la edad en la que normalmente los niños usan pa-
ñales), y que estaba imposibilitada de sentarse por los dolores, por añadidura.
En síntesis: colocar pañales, podría ser una colaboración en
el ataque sexual de otro; pero exhibir a la víctima ante terceros ajenos al contubernio,
con los pañales puestos y los dolores a la vista, ya pasa a ser una contradicción con la
teoría acusadora. Kumiko tenía recursos más simples y seguros al alcance para colaborar
con Corbacho, como por ejemplo evitar que la niña, bajo cualquier excusa, concurriera a
la escuela mientras estaban visibles los signos del ataque (sangre, dolor). Si pudo colo-
carle pañales delante o no obstante la presencia de otras habitantes del albergue, la lógi-
ca indica que podría también haber invocado cualquier argumento para dejar a la niña en
el interior del albergue fuera de la vista de potenciales denunciantes.
Y si seguimos un paso más, advertimos que la contradicción
recién indicada no es algo aislado o un desliz en la narrativa de la testigo: recuérdese que
también contó otro abuso de Corbacho: un tocamiento en la habitación del sacerdote, y
con la señora Kosaka afuera de la habitación, en las inmediaciones. Debemos aclarar
que, si bien no está ese hecho contenido en la acusación, formó parte del relato que la
denunciante hizo en el debate y sobre el cual también le preguntaron las partes.
Sostuvo la denunciante al respecto que Corbacho la condujo
a su dormitorio, llevándola del hombro previo haberle dado un chupetín; que, en el inte-
rior de la habitación, la desvistió, se le abalanzó y comenzó a besarla y tocarla, pero que
por algún motivo (ella pensó que era por algún ruido), cesó en su actitud y salió de la ha-
bitación. Continuó diciendo que la señora Kosaka, cuando la vio salir del dormitorio, es-
taba con Corbacho y le preguntó qué hacía ella ahí. Y la testigo nos dijo que Corbacho
contestó que él no sabía, y que Kosaka la retó a ella, e incluso le pegó una cachetada.
Nuevamente aparece la falta de sentido: si la señora Kosaka conocía y ayudaba al sacer-

165
dote en los abusos sexuales cometidos por éste en perjuicio de la denunciante; es decir,
si existía el mínimo acuerdo como para hablar de “participación primaria”, jamás podría
Corbacho haberse hecho el desentendido cuando Kosaka le preguntó qué hacía la niña
en su dormitorio ni habría ésta tenido motivo o interés para preguntar, pues nada tenía
Corbacho que ocultarle a su cómplice y nada tenía esta que consultar, ya que la cuestión
estaba sobreentendida.
En segundo lugar, jamás Kosaka podría haber retado a (nom-
bre de denunciante): si la víctima estaba satisfaciendo los deseos de Corbacho; por el
contrario, es esperable de un colaborador el incentivo a la víctima o la no censura cuan-
do ésta cede o se somete a las pretensiones del abusador. En síntesis: si la señora Ko-
saka, conocía de los abusos sexuales de Corbacho respecto a (nombre de denunciante),
si le prestaba la ayuda necesaria para que él cometiera las crueldades sexuales denuncia-
das, mal podía retar a la menor por salir de la habitación de Corbacho, sino que hasta
podía felicitarla, para incentivar la conducta de la niña y colaborar con Corbacho. La
presunta ayuda al abusador sexual y el reto a la víctima porque está con el abusador se-
xual, son hechos mínimamente contradictorios entre sí. Como fácilmente se aprecia una
hipótesis que se nutre de relatos de estas características, pierde capacidad de explicación.
¿Y cuál es la consecuencia de esta falta de coherencia interna
del relato, evidenciada a través de las contradicciones indicadas? Muy sencilla: los di-
chos de la testigo pierden peso probatorio; esto es, capacidad de respaldar la hipótesis
del acusador. Entendemos que el relato de una joven que da cuenta de unos abusos se-
xuales ocurridos en su infancia, para ser fiable, no sólo debe ser consistente en lo que
hace al hecho de abuso en sí –que en definitiva, cualquier joven adulta puede describir
aun siendo inventado o sugerido-, sino que es necesario que las explicaciones del hecho
y de las conductas esenciales de los protagonistas, tengan un grado mínimo de coheren-
cia que disipe cualquier duda; mínimo de coherencia que recordamos que la Suprema
Corte también lo exige hasta en el relato infantil, como ya explicamos-; mínimo de con-
sistencia, que nos marcan los estándares de la Corte IDH.
Obviamente pueden existir malas jugadas de la memoria
cuando una persona relata un suceso traumático y ocurrido tanto tiempo atrás; pero lo
que observamos en el testimonio de esta joven no son olvidos, sino la falta de sentido o
congruencia de los sucesos que se narra, en definitiva, falta de verosimilitud. Pero fun-
damentalmente, lo que debemos rechazar, es el análisis sesgado del relato efectuado por
las acusadoras, que eludieron cualquier mención de lo recién indicado; tal vez desde las
querellantes en cierta medida se encuentre justificado –hemos visto el grado de empatía
e incluso cariño, profesado por los profesionales hacia los denunciantes-; pero, por parte
de la Fiscalía, resulta inadmisible, pues, aun soslayando el deber de objetividad –que úl-
timamente se encuentra cuestionado por los defensores del proceso acusatorio/adversa-
rial a ultranza-, subsiste el deber que tiene el titular de la acción pública ante la sociedad,
de obrar de manera responsable. Si así no lo hace, erosiona su credibilidad social.

166
b. Pero a su vez, debemos reparar en que resulta altamente
improbable que una persona adulta, que tenga conocimiento de que una nena de 5 o 6 o
7 años acaba de ser penetrada carnalmente por un hombre adulto, con su pene, en la ca-
vidad vaginal (como la denunciante lo manifestó) y la vea sangrado, pueda cometer la
torpeza –por más temeraria que sea esa adulta- de ponerle un pañal y mandarla a clases a
la criatura; obvio resulta que de ese modo se expondría inútilmente a que la niña muriera
desangrada por un desgarro o se complicara su salud de suerte tal que terminara interna-
da en un hospital, y así se llegara a conocer entonces la verdad de lo que pretendía ocul-
tar. No resulta verosímil que, en vez de esconder a la niña, hacerle guardar reposo –bajo
la excusa de cualquier resfrío, por ejemplo- y asegurarse de ese modo que no tuviera
desgarros o hemorragias internas, la señora Kosaka la mandara –previo pegarle una ca-
chetada- a la escuela y a almorzar como cualquier día normal, para que todos la vieran
arrastrase del dolor, caminar con dificultad y sin poder sentarse –como nos narró la de-
nunciante-.
Dicho de otro modo, la conducta que describe la denunciante
respecto a Kosaka, resulta incompatible con el rol que asumiría una persona que ayuda o
intenta ayudar al atacante sexual de una nena tan pequeña: lo propio sería que desarro-
llara acciones tendientes a ocultar las heridas del o los accesos carnales, a disimular todo
indicio del hecho criminoso, para garantizar impunidad al autor.
C) Finalmente, debemos confrontar los dichos de la testigo
con los elementos de probatorios periféricos que se han reunido en la causa. Así adverti-
mos:
a. Ni el testimonio de las Licenciadas Paula Noelí Domín-
guez y Andrea Natacha Lisana, ni el de su propia madre, vinieron a corroborar la ayuda
o asistencia al cura Corbacho en los abusos de éste, que le enrostró a la religiosa. Repa-
semos:
a.1. Durante el debate la Licenciada Domínguez –como ya lo
manifestamos- nos explicó que asistió a la denunciante desde diciembre de 2016 al 2018
que cumplió la mayoría de edad y su apoyo terapéutico lo hizo en el marco del equipo
conformado en el Hospital Saporiti. Ya hemos también explicitado que ese período de
tiempo es justamente en el que la denunciante brindó todas sus declaraciones en la in-
vestigación fiscal. La licenciada en nuestra presencia dijo que la joven le había relatado
vivencias de abuso en el Provolo, que identificaba a la persona que había abusado de
ella, lo hacía con señas y la intérprete le traducía a ella; recalcó que la denunciante le se-
ñaló a Corbacho y lo identificaba como al alto.
Ahora bien, la profesional fue clarísima cuando explicó que
respecto de la monja de ojos achinados, la denunciante más o menos en abril de 2017, le
habló de mal trato, que le pegaba y amenazaba, que les pegaba si no se callaba, que esos
eran los episodios de violencia que ella decía. Que la misma denunciante le había conta-
do a la testigo que Corbacho la había abusado sexualmente, y que de la señora Kosaka

167
sólo recibía malos tratos. Dos veces dijo mencionó la licenciada eso que la denunciante
atribuía a cada sujeto.
A su vez, la licenciada, respecto a los factores de credibili-
dad, nos indicó que el relato de la paciente fue sostenido en el tiempo. No es menester
extendernos mayormente sobre este tema, en la medida que sabemos perfectamente, que
la denunciante, ha ido mutando su relato en las sucesivas declaraciones que dio en tribu-
nales; ergo, no hemos verificado lo que ella sostuvo haber advertido en aquellos años.
a.2. En cuanto a la otra psicóloga y terapeuta de la denun-
ciante, la Licenciada Andrea Natacha Lisana:
Debemos puntualizar que sostuvo que su paciente le mani-
festó sobre el abuso sexual de uno de los sacerdotes, se explayó sobre lo que había suce-
dido. También recordó que relató amenazas para con los alumnos si no hacían lo que al-
gunos que estaban en el instituto les pedían: que las iban a echar de la escuela y las ha-
cían limpiar. También contó que había algunas religiosas que las maltrataban físicamen-
te; relataba que la religiosa Kosaka, la retaba y había enojo para que hicieran lo que ellos
querían. También dijo que las monjas sabían del abuso sexual, que la gente sabía, pero
no les decía qué concretamente era lo que sabían, pero sí que hacía referencia al abuso
sexual.
Nos dijo que el relato [develamiento] fue en forma paulatina;
y el hecho de que fuera construyendo de a poco el relato, les daba a las profesionales,
criterios de credibilidad más específicos, en la medida que la paciente iba pudiendo de-
cir lo que iba recordando; iba agregando detalles, y eso las condujo a la precisión diag-
nóstica.
Reiteró que la denunciante hacía referencia a maltrato físico
y amenazas de la religiosa Kosaka y del personal del Provolo. Incluso nos contó algo
realmente llamativo: reiteró que la misma denunciante les decía que la monja Kosaka la
amenazaba; que la amenaza consistía en que las iban a echar de la institución y que tam-
bién la amenazaban las personas que la cuidaban los fines de semana, que hacía referen-
cia a que esas amenazas las recibía los fines de semana. Obviamente, que si lo hemos
calificado de llamativo es porque la progenitora de la denunciante fue clara explicándo-
nos que su hija sólo iba de lunes a viernes al Provolo; es más, recordamos que dijo que
los viernes, almorzaba en la institución y luego se iba para su hogar. Más allá de que se
trata de un claro ejemplo de un testigo de oídas, nos preguntamos: ¿quién se equivocó o
simplemente no recordó y llenó su memoria con cualquier información, la paciente
(nombre de denunciante) cuando se lo dijo a su terapeuta o la terapeuta de la paciente
cuando nos lo dijo a nosotros? Jamás lo sabremos, pero sí queda claro que esa afirma-
ción es imposible de confrontar y no resulta fiable.
En síntesis: tampoco la psicóloga Lisana sostuvo que la de-
nunciante le hubiera contado de actos de asistencia de Kosaka para con su agresor (los
pañales, etc).

168
a.3. La progenitora de la misma denunciante, declaró en el
debate que su hija concretamente le contó que habían abusado de ella, no recordaba a
qué edad, pero le dijo que Corbacho había abusado de ella; y que sólo le contó de Cor-
bacho, no le dijo que otras personas la hubieran atacado sexualmente. No recordaba que
le hubiera contado otra situación que le incomodara, más allá de los abusos de Corba-
cho. Respecto de la “monja japonesa” –por la señora Kosaka-, nos dijo que su hija le ha-
bía comentado -por lo que le había entendido-, que la religiosa era la que le pegaba con
la mano abierta, chirlos; y agregó que su hija le contaba que también le daba tirones de
cabello cuando la peinaba, la mandaban a limpiar los baños, los pisos, esas cosas le de-
cía; es más, aclaró que a ella –a la testigo- ya le habían dicho en la institución que las ni-
ñas tenían que colaborar con la limpieza. Dos veces dijo que la monja japonesa le pega-
ba chirlos y le tironeaba del cabello. Finalmente sostuvo que, al momento de declarar en
el debate, su hija –ya con 21 años, agregamos nosotros-, lo que le comenta es que no la
quiere a la señora Kosaka, que es mala, algo así nada más; sólo eso y que su hija se eno-
ja mucho; se enoja porque ha sido muy mala con ella. Conclusión: la mamá de la denun-
ciante no mencionó que su hija le hubiera contado, ni tan sólo le dio a entender que la
encartada hubiera ayudado a Corbacho en sus abusos sexuales.
Se colige sin mayor esfuerzo que la denunciante luego de
que saliera de la institución, le contó tanto a las psicólogas que la asistieron durante dos
años, como a su progenitora, que el cura Corbacho había abusado sexualmente de ella;
pero, respecto de la religiosa sólo hizo referencia a malos tratos, sin vincularlos -lo que
no es menor- a los abusos de Corbacho. Dicho de manera más simple: no existe corro-
boración de lo que la denunciante adjudica a la señora Kosaka, a través de las testimo-
niales de las tres personas de su entorno bien cercano y a las que les contó de los abusos
del sacerdote.
b. En audiencia de debate, la señora (nombre de otra denun-
ciante), nos dijo que una mañana, fue al baño de arriba (planta alta), y sintió como un
ruido, que lloraban, gritaban, que quiso ver quién era y golpeó la puerta del baño; que
pasó sus manos por debajo de la puerta para que la persona que estaba en el interior se
diera cuenta de que la estaban llamando, y cuando se entreabrió la puerta pudo ver a
(nombre de denunciante). Sostuvo que la nena tenía los pantalones bajados, estaba man-
chada con sangre y lloraba “demasiado” [sic].
Que ella le preguntó qué le había pasado y (nombre de de-
nunciante) le hacía una seña y se señalaba abajo (la vagina), por lo que ella no entendió.
También sostuvo, en otra versión dentro de su misma declaración, y siempre respecto al
mismo momento en que (nombre de denunciante) abrió la puerta que, al verla a (nombre
de denunciante) manchada, ella no entendía de qué era esa sangre, que ella le hizo la se-
ña de menstruación y (nombre de denunciante) no sabía qué era esa seña. Finalmente,
debemos consignar también lo que dijo ante Fiscalía el 25/11/16 (fs. 1 y ss. de autos P-
118.324/16) y que se incorporó para demostrar sus contradicciones: sostuvo que (nom-

169
bre de denunciante) le indicó que dijera que le había venido la menstruación, y agregó
que ella (nombre de denunciante) le explicó a la profesora que a (nombre de denuncian-
te) le había venido la menstruación; es más, agregó en aquella oportunidad –contraria-
mente a lo que dijo en las sucesivas declaraciones que brindó-, que desde el baño, ella
acompañó a (nombre de denunciante) a la pieza y (nombre de denunciante) se cambió.
Continuó explicando la señora (nombre de denunciante), que
le dijo a (nombre de otra denunciante) que la esperara en el baño, y fue a pedirle un pa-
pel a Valeska [Quintana]. Que regresó al baño y le pasó el papel a (nombre de denun-
ciante), incluso sostuvo que lo envolvió en una bombacha, para que ella se lo colocara a
modo de apósito.
Y acá debemos hacer un ex cursus: mucho tiempo del debate
insumió a las partes preguntar, investigar y tratar de desentrañar si realmente podía pa-
sarse el papel que (nombre de denunciante) dijo que le pasó a (nombre de denunciante)
por debajo o por arriba de la puerta del baño; ello pues (nombre de denunciante) ora sos-
tuvo que se lo pasó por debajo, ora por arriba de la puerta en cuestión. A tales fines, se
incorporaron testimoniales que había brindado en la investigación penal preparatoria, e
incluso, vimos la filmación de la inspección ocular en la cual (nombre de denunciante)
indicó el baño en el que ella dijo haberla encontrado a (nombre de denunciante), y se la
vio claramente a la testigo, reproducir cómo hizo para pasarle el papel, indicando de ma-
nera inconfundible que lo había hecho por arriba de la puerta, que -se veía en la filma-
ción- no llegaba hasta el marco superior sino que terminaba unos 10 o 15 centímetros
antes de ese marco. Volveremos sobre el tema, sólo queríamos puntualizar en qué parte
del relato se insertaba el pase del papel de (nombre de las dos denunciantes).
También debemos consignar que amén de haber declarado
que le pasó a (nombre de denunciante) el papel por arriba/debajo de la puerta, sostuvo
que con el papel envolvió una bombacha y le dijo: “tomá, y andá a cambiarte”. Debe re-
cordarse que, sobre este tramo del relato, también había declarado que ella personalmen-
te había acompañado a (nombre de denunciante) a cambiarse a la habitación; es más, lle-
gó a decir que le indicó a la niña que fuera [a la habitación], que Kumiko la iba a cam-
biar, que la niña le decía “bueno, bueno”, y que ella le dijo “andá, andá yo te miro”. In-
dependientemente de cuál versión se tome, luce evidente que la señora (nombre de de-
nunciante), conforme sus dichos, nunca vio a la señora Kosaka colocándole pañales a la
niña (nombre de denunciante) o tan solo recibiendo a la niña con la ropa ensangrentada
[para cambiarla o lo que fuere].
Hasta aquí, hemos reseñado el testimonio de (nombre de de-
nunciante) en lo que concierne al abuso sexual que sostuvo que sufrió la (nombre de de-
nunciante) y que habría ocurrido en el baño de mujeres de la escuela, por la mañana.
Debe recordarse que (nombre de denunciante) atribuyó a
Corbacho otro abuso sexual acontecido en la habitación de él (cuando narró que Corba-
cho comenzó a besarla y tocarla y sacarle la ropa, pero que por algún motivo se detuvo);

170
bien, debemos puntualizar que (nombre de denunciante) sostuvo que justo vio cuando
Corbacho introdujo a (nombre de denunciante) en su dormitorio y lo vio al cura movién-
dose y abusándola por vagina.
Pero debemos consignar dos circunstancias más de los di-
chos de (nombre de denunciante) –y siempre con relación a (nombre de denunciante)-:
1) Vinculado al episodio en el que ella dijo haber asistido a (nombre de denunciante)
brindándole un papel en el baño: reiteradas veces sostuvo que ese fue el primer abuso
sexual que ella presenció en el Provolo, y que posteriormente fue ella abusada por Cor-
bacho. 2) Manifestó haber sido testigo de otro abuso de (nombre de denunciante), y lo
relató pormenorizadamente: nos contó que, en otra oportunidad, en el lugar donde se ha-
cía la misa al que ellos llamaban “Dios”, había algo entreabierto y vio a Corbacho te-
niendo relaciones con (nombre de denunciante), agregó que vio la cola chiquitita y la
piel blanca de (nombre de denunciante) y que no sabía si Corbacho le estaba haciendo
sexo anal o vaginal.
A la hora de determinar si el testimonio de la señora (nombre
de denunciante) viene a confirmar los dichos de la señorita (nombre de denunciante),
vamos a empezar por el final: ese abuso sexual con acceso carnal que sostuvo (nombre
de denunciante) que ocurrió en la capilla -en el que vio la colita de (nombre de denun-
ciante) y a Corbacho accediéndola vaginal o analmente- NO fue relatado por (Nombre
de denunciante). La denunciante sólo dijo en el debate que, en la capilla Corbacho le to-
có la pierna, sin señalar como testigo de ese evento a la señora (nombre de denunciante).
A su vez, respecto a los tocamientos que invocó (nombre de denunciante) que le profirió
Corbacho en su habitación, el relato de la denunciante añadió que también justo pasó
por ahí y vio que Corbacho se movía y la accedía vía vaginal a la señorita (nombre de
denunciante); o sea: o agregó una penetración vaginal al hecho narrado por (nombre de
denunciante), que (nombre de denunciante) no mencionó, o se refirió a otro hecho que
(nombre de denunciante) omitió contar. De todo lo cual se infiere que no refuerza el re-
lato de la denunciante.
Tampoco podemos soslayar el análisis del tramo de los di-
chos de (nombre de denunciante) relacionados a lo ocurrido dentro del baño, ello porque
fueron las partes las que dispensaron tiempo en ese tema e introdujeron la información
(estimamos que lo hicieron para que el tribunal lo evaluara). Debe advertirse que, aun
cuando a ese diálogo -mencionado (ambas denunciantes) tenido cuando abrió tras haber
sido abusada la puerta del baño- se lo calificara como un simple detalle (nos referimos a
que si una dijo “menstruación”, que si lo dijo la otra, que si no dijeron nada, etc.); y aun
cuando también consideráramos a las sucesivas contradicciones vinculadas a si el papel
que le llevó (denunciante) a (otra denunciante) lo pasó por arriba, por debajo de la puer-
ta o no pudo pasarlo, como otro simple detalle, debemos concluir que “el eje estructural”
del relato es inverosímil.

171
En efecto, se recordará que hicimos hincapié en las edades
de las protagonistas, y ello porque (nombre de denunciante) era una adolescente cuando
–conforme relato de ambas- encontró en un baño a una nena de muy pequeña edad (5, 6
o 7 años), ensangrentada y llorando. Aquí viene la parte que le resta verosimilitud al re-
lato: resulta llamativo que en vez de salir corriendo a buscar auxilio, fue a pedirle un pa-
pel a la maestra Quintana para que la niña se lo pusiera como apósito. Recuérdese que
(nombre de denunciante) dijo que del primer abuso que se enteró fue precisamente el
que estamos tratando, por consiguiente, tampoco debía saber nada de eventuales amena-
zas y supuestos “códigos de silencios” relacionados a abusos sexuales en la institución,
que le impidiera contarle a la maestra o a cualquier adulto que había una nena herida en
el baño. No parece verosímil que esa adolescente decidiera buscar un papel en vez de
ayuda de un mayor. Desde el sentido común y la experiencia, sabemos que normalmen-
te, cuando cualquier persona, niño/a o adolescente encuentra a un niño herido en la es-
cuela, acude a los adultos que pueden prestar ayuda adecuada.
De hecho, esa accesibilidad queda demostrada en la circuns-
tancia de que, conforme a su relato, ella corre hasta Quintana y en vez de comunicarle lo
que le ocurría a (nombre de denunciante), le pidió un papel (reiteramos que la denun-
ciante sostuvo que ella nada sabía de la existencia de abusos y menos de que Quintana
fuera una persona que no quisiera prestarle ayuda o que estuviera en complicidad con el
sacerdote o las autoridades del Provolo). En síntesis: existen ciertos aspectos de su de-
claración que no se compadecen con el sentido común, ni con la experiencia.
Así las cosas, estimamos irrelevante la circunstancia de por
dónde pasó el papel la señora (nombre de denunciante) (si por arriba o por debajo de la
puerta), ya que lo llamativo, por inusual y extraño, es el mismo medio de auxilio adopta-
do y su contexto: pedir papel a la docente, hacerse de una bombacha (¿de dónde extrajo
esta? ¿la sacó de su mochila?, ¿la pidió prestada a alguien? ¿la extrajo de una habita-
ción?), alguna de esas acciones más las idas y vueltas al baño, la atención de (nombre de
denunciante) tanto en el primer momento donde la habría visto herida y el segundo dón-
de le proporciona el apósito improvisado, ¿pudo realizar todas esas actividades durante
el recreo, sin llamar la atención de la docente a cargo del turno recreo o la docente a
quien le solicitó el papel, o sin que nadie la observara en tan extraño proceder?).
Las dudas se acrecientan cuando pensamos que un recreo es
exiguo en términos de tiempo, que duran minutos (esto se infiere de la extensión diaria
de las clases que mencionaron acusadas y testigos -alrededor de cuatro horas- y de que
al explicar el tema de los recreos, se refirieron a ellos en plural), por lo que todo lo que
(nombre de testigo) refiere haber hecho, debió hacerlo en ese corto lapso temporal: in-
gresar al baño, sentir llorar a la pequeña, comunicarse con esta, advertir que la niña esta-
ba ensangrentada, percibir los gestos que (la otra denunciante) dice haberle hecho expli-
cando lo que le había ocurrido (indicación de la seña de Corbacho y de su vagina), pedir
a la docente el papel, buscar la bombacha, volver nuevamente al baño, pasarle el apósito

172
fabricado en ese momento y esperar a que esta salga para aconsejarle que se fuera a su
habitación. Es un episodio demasiado complejo como para verificarse en el contexto en
que ambas testigos lo ubican. Y a todo ese periplo, debe agregarse el acto de abuso se-
xual mismo de Corbacho contra la denunciante –que también ocurrió en el lapso de ese
recreo-, y la circunstancia de la que se habló hasta el hartazgo durante el juicio (no sólo
las acusadas, sino los registros escritos y algunos testigos) relativa a que los baños esta-
ban vigilados por docentes durante los recreos y que en el momento de estos había al-
guien cuidando a los niños.
A mayor abundamiento, ya el hecho de pasarle un papel con
una bombacha a una niña, sin acto de comunicación concomitante que explique a la pe-
queña para qué le pasaba esos elementos, y cómo debía usarlos para contener el sangra-
do, y que una niña de 5, 6 o 7 años haya sabido o entendido inmediatamente qué hacer
con ese recurso improvisado (una bombacha envuelta en un papel) que apareció por arri-
ba o por debajo de la puerta del baño donde se encontraba estaba encerrada, resulta una
versión de poca fiabilidad. Esto que aquí se expresa, no pretende poner en duda la exis-
tencia del abuso en sí, sino la intervención de (nombre de testigo) asistiendo a la niña, al
menos del modo en que se ha relatado y en la oportunidad que se ha invocado.
Por todo lo que hemos explicado, las manifestaciones de la
testigo vinculadas a la denuncia de la señorita (nombre de la denunciante), no coadyu-
van a la fiabilidad del relato de la última.
c. Otros compañeros de la denunciante:
c.1. Claudia Labeguerie: Sostuvo en primer lugar que vio
cuando la señora Kosaka le ponía pañales a (nombre de denunciante); después dijo que
no vio eso, sino que la vio caminando con dificultad, y le vio algo blanco con elástico
(vale destacar que los pañales llevan elástico en la zona que rodea las piernas -lógica-
mente para mantener bien cerrada las vías por las que puede escurrirse orina o matera
fecal-, no en la parte de la cintura), le levantó la ropa y advirtió que la niña –de 6 años
aproximadamente, según sus dichos-, tenía puesto un pañal. Como se ve, a la hora de
dar otras precisiones: tanto dijo que la vio de día, como de tarde o de noche, cuando es-
taban bañando a los chicos, incluso llegó a manifestar, en una oportunidad, que la vio a
las 12 del mediodía.
También dijo que (nombre de denunciante) llevaba ropa, lue-
go que llevaba guardapolvo; que le miró el pañal, pero creía que ni le había preguntado
el motivo por el cual los llevaba; que unos compañeros luego le contaron que Jennifer
había sido violada, y después dijo que era (otra denunciante) la que se lo había contado,
agregando que (nombre de denunciante) le había manifestado que le había visto sangre a
(nombre de denunciante). En síntesis: sostuvo que la vio con pañales y caminando con
dificultad, también que la vio con pañal luego de moverle la ropa. Después, al ser reque-
rida de otros datos (para verificar la fiabilidad de la ambivalente información que venía

173
aportando) como circunstancias de modo, tiempo y/o lugar, la testigo no pudo aportar-
los; o más bien, sus dichos también fueron cambiando.
La debilidad de este testimonio como elemento de corrobo-
ración de la participación de Kosaka, radica en que la testigo no mantuvo durante el de-
bate su afirmación primigenia consistente en que vio a la acusada poner los pañales a la
niña, sino que esta aseveración fue sustituida por otras como las referenciadas (que le
vio el “elástico” del pañal, que le levantó la ropa a la compañera y advirtió que tenía pa-
ñal -como si fuera una acción frecuente levantar la ropa de una compañera para observar
qué tenía puesto en la zona que cubre la parte media del cuerpo- o que le contó la denun-
ciante que lo tenía).
c.2. Pero aún más, la señora (nombre de denunciante), lejos
de corroborar que había visto a (denunciante) con sangre o pañales, dijo que no vio na-
da; es decir, (denunciante) no confirmó lo que Labeguerie le tribuyó haber dicho.
c.3. Jessie Álvarez: sostuvo que (nombre de denunciante) le
pidió un apósito para (nombre de denunciante) porque dijo que estaba sangrando, dijo
que vio nerviosa a (nombre de denunciante) y ella le respondió que no tenía. Ocurre que
la testigo nunca mencionó que hubiera pedido apósitos, sino que fue directamente en de-
manda de un papel a la docente, y la búsqueda de una bombacha.
La síntesis, de la valoración de este grupo de pruebas, es que
de ninguna de ellas puede extraerse con seguridad la participación que la acusación atri-
buye a Kosaka en este evento.
d. Otras pruebas:
d.1. Informes psicológicos/psiquiátricos de la señorita (nom-
bre de denunciante):
d.1.1. La Licenciada Marisa Lorena Fusari, fue la psicóloga
del EdeAAS encargada de realizar las entrevistas y la práctica de los tests vinculados al
informe psicológico realizado por setiembre de 2018 (Fs. 1535/1537 de autos P-28674).
En realidad, no podemos extendernos mucho sobre sus con-
clusiones, ni podemos asignarle mayor valor a su labor por los siguientes motivos:
1) Sostuvo que por la cantidad de información que brindó la
señorita (nombre de denunciante) en la entrevista, no se pudieron expedir sobre la cre-
dibilidad del relato; nos explicó que (nombre de denunciante) mencionó situaciones, se
mostró resistente a brindar información, tenía malestar al referirse a esas situaciones de
malos tratos. Asimismo, sostuvo la licenciada que la señorita (nombre de denunciante)
ya había participado en 3 cámaras Gesell y advirtió en ella, hartazgo, cansancio emocio-
nal, agobio, vinculado a tener que experimentar todo eso nuevamente, porque recordar
estas situaciones le provocaban malestar y por eso ella evitaba estas situaciones de re-
cordación externa. Nos indicó que la denunciante decía que ya lo había contado antes,
que no quería repetirlo y lo contó de manera sintética.

174
Recordamos que la denunciante, por lo menos en la segunda
cámara Gesell se presentó espontáneamente a declarar, y que según su propio represen-
tante –Dr. Salinas-, ella era la que quería declarar en el debate; es decir, que, si bien su
cansancio/hartazgo por comparecer puede resultar entendible, es evidente que no fue
provocado por terceros; o por lo menos no fue provocado en su totalidad por terceros.
De todos modos, aquí estamos evaluando su la profesional forense aporta o no informa-
ción que coadyuve con la confirmación de la tesis acusatoria, y luce evidente que nada
aportó la labor de la Licenciada, pues dijo que no pudo expedirse sobre la credibilidad
del relato de la joven.
2) Varias veces respondió que las conclusiones de su infor-
me, sobre las que fue preguntada, se basaron en la entrevista psicológica que mantuvo
con la señorita. Dijo que por propia iniciativa había visto las cámaras Gesell en las que
atestiguó la denunciante, pero reiteró que su informe se basaba exclusivamente en su en-
trevista psicológica. Entonces, si su labor se limitó a evaluar los dichos de la señorita de-
nunciante en la entrevista, y no pudo evaluarlos porque fue escasa la información que
brindó la entrevistada, acá debería terminar cualquier valoración sobre el informe de la
psicóloga: nosotras debemos evaluar la credibilidad del relato de la denunciante confor-
me lo que ella declaró en el debate y en base a toda la prueba reunida (aportada para
destacar o para negar -según sea la parte proponente o controlante-, la consistencia del
testimonio con el resto del material probatorio). Debe tenerse presente que no tenemos
acceso a esa entrevista que hacen los psicólogos con las presuntas víctimas pues no se
filman, entonces ignoramos qué manifestó la denunciante, cómo lo manifestó, cuán es-
cueto fue su relato e ignoramos cómo dirigieron la entrevista los psicólogos. De esa en-
trevista, sólo conocemos lo que manifestó la licenciada Fusari que sostuvo que dijo la
denunciante; no hubo posibilidad de confrontar los dichos que Fusari atribuyó a la de-
nunciante.
No obstante haber sido bien clara la experta en abusos se-
xuales, en el sentido de que no pudieron expedirse sobre su credibilidad, las partes acu-
sadoras siguieron preguntando. Así, escuchamos a la licenciada Fusari decir que la de-
nunciante le contó algunas cosas, como por ejemplo que mencionó una situación de abu-
so por parte de Corbacho, que la denunciante la había asistido, y que Kumiko la apartó
de la fila y le puso pañales luego de ese abuso; que la licenciada observó comportamien-
tos “evitativos” [sic], pues la denunciante cambió de tema cuando le estaban preguntan-
do los profesionales y comenzó a hablar de un accidente que habían tenido en una Tra-
ffic que manejaba Jorge Bordón. Es decir, eso fue lo que les narró en la entrevista (o por
lo menos, eso dijo la licenciada que dijo la denunciante). Pues bien, más allá de que esas
manifestaciones no alcancen para que los expertos se pronuncien sobre la credibilidad
del relato, no podemos soslayar que si debemos sacar alguna conclusión de lo que relató
la licenciada a pedido del Fiscal, esa conclusión no es favorable a la coincidencia con lo
que nos contó a nosotras en el debate: en nuestra presencia había dicho que la señora

175
Kosaka le puso los pañales ni bien fue abusada (sobre el primer abuso que contó, dijo
que ella se fue caminando sola por un pasillo y la señora Kosaka la encontró y se la lle-
vó para ponerle pañales; en el segundo dijo que era de noche y estaban en el albergue), y
en el relato que le hizo a Fusari habló de la formación en una fila; es decir, estaríamos
en presencia de una nueva versión del relato por parte de la denunciante; esta vez, brin-
dada a los psicólogos/psiquiatras.
3) A su vez, respondió que la señorita (nombre de denun-
ciante) poseía un pensamiento concreto, y por consiguiente, no era capaz de inventar
una historia; y que incluso, no observaba indicadores de fabulación o mitomanía. De to-
das maneras, no explicó cómo arribó a esa conclusión en la medida que contó con un re-
lato escaso; tal vez eso se deduzca de los tests que habitualmente hacen en los exámenes
psicológicos, pero, no lo dijo, no dio explicaciones –ni se las requirieron-. Así, su con-
clusión luce sin mayores explicaciones. De todas maneras, debe tenerse presente que la
teoría de las Defensas, no tiene que ver con inventos de historias, sino con contamina-
ción y sugestión, que es algo totalmente distinto.
4) También mencionó Fusari, cuando se le preguntó por
eventuales secuelas, que la señorita (denunciante) refería: conductas autoagresivas entre
los 14 a 17 años; y que esos eran indicadores inespecíficos que generalmente ocurren en
la época de la adolescencia vinculados a malos tratos y abusos sexuales; también había
referido intentos suicidas pues no soporta la carga emocional; insomnio y sueños vincu-
lados a la experiencia del Provolo; malestares gástricos -desde la infancia, la comida le
caía mal, y le daban una pastilla para la panza-, y que esos malestares se intensificaron
en los momentos anteriores a la entrevista. También mencionó que posteriormente a las
vivencias de los abusos de Corbacho, habría sido victimizada sexualmente con otros
compañeros, e incluso se había involucrado en relaciones de noviazgo donde era tam-
bién victimizada; que eso se vincula con el síndrome de mercancía dañada, que tiene
que ver con la vivencia de haber sido dañada irreversiblemente, y que ella lo dijo: “a mí
ya me habían violado cuando era chica, nada me importaba”; aclaró la licenciada que
eso debía interpretarse como que la persona siente que haga lo que haga, no va a poder
salir de esa situación (síndrome de la mercancía dañada, nos aclaró). Nos explicó la li-
cenciada que también había dicho la señorita que no quería estar de novia, que había
empezado a convivir, y dio cuenta que ella le dijo al novio que no quería seguir mante-
niendo relaciones sexuales, que ella le iba a decir, que le iba a avisar cuando estuviera
preparada.
En síntesis: surge de las explicaciones de la licenciada Fusa-
ri, respecto al examen psicológico que practicó a la denunciante: que no se pudo evaluar
la credibilidad del relato pues la denunciante no suministró la suficiente cantidad de in-
formación; y que ella advirtió ciertos indicadores de traumas que podían ser consecuen-
cia de abusos sexuales, pero que eran inespecíficos. Debe recordarse que aquí las partes
acusadoras deben acreditar más allá de toda duda razonable la participación de la señora

176
Kosaka; por lo cual resulta evidente que no pueden calificarse a las conclusiones de la
experta como un aporte significativo o de peso en el contexto probatorio cuando trae in-
dicadores inespecíficos y relato imposible de evaluar en su credibilidad (si es que esto
fuera labor de un forense) porque es escaso.
De todos modos, existe una circunstancia que no podemos
soslayar y que provoca realmente alarma en cuanto a la forma en que se ha realizado es-
te informe y pone en crisis todas las explicaciones que brindó la licenciada Fusari:
La licenciada consideró que las reuniones que los denuncian-
tes tuvieron (marchas reclamando justicia, contacto grupal) influyeron como factor de
contención de la denunciante, no de sugestión o contaminación de relatos. Pero a la hora
de dar sus razones dijo que ella lo veía así, porque las características del relato de la de-
nunciante eran distintas a las de los demás denunciantes; sin solución de continuidad,
respondió que ella no sabía el contenido de las cámaras Gesell de los otros chicos, no sa-
bía lo que hablaban en la asociación de sordos o en las marchas. Dicho de otro modo,
sostuvo que el relato de la denunciante era distinto al de los demás y ni tan sólo sabía
qué habían dicho los demás.
Conforme a lo reseñado, nos encontramos con una experta
en abusos sexuales, con años de trayectoria, que trabaja en un organismo oficial y que
realizó un informe para ese organismo oficial, afirmando algo sobre un tema de su pro-
fesión sin otro fundamento empírico que no fuera su sesgo cognitivo. Esta circunstancia,
per se, debilitan el peso de su informe como factor de corroboración: “el ver así las co-
sas”, bajo ningún parámetro, ni aún desde la más amplia apertura probatoria, puede cali-
ficarse de respuesta atendible para la formación de un juicio racional. Y es ¿cómo po-
dríamos saber si sus respuestas vienen de su saber, de su experiencia o de su subjetivi-
dad y/o de su imaginación? Reiteramos, de allí la importancia de que las entrevistas psi-
cológicas se video filmen, es necesario que exista la posibilidad de controlar adecuada-
mente el tenor de estas, y así contar con más elementos que el relato de lo que dice la
psicóloga que dijo la denunciante, y se necesita controlar la forma en que esos profesio-
nales realizan la entrevista. No ignoramos que esas entrevistas pueden ser presenciadas
por peritos de parte, pero, se está impidiendo al juez (técnico o jurado) que las pueda
analizar.
d.1.2. Licenciado Guillermo Messina:
Suscribió el informe practicado por los expertos del Ministe-
rio Público Fiscal; era perito de la parte Querellante. Sus respuestas fueron más pruden-
tes y fundadas. Sostuvo que esos cambios de versiones que le estaban informando que
había realizado la denunciante podían obedecer a un develamiento progresivo, pero que
él no había visto las cámaras Gesell, y, por consiguiente, sólo hablaba en términos pro-
babilísticos; reiteró que no podía expedirse sobre la credibilidad de esos relatos cam-
biantes porque no había visto las sucesivas declaraciones que la denunciante había pres-
tado.

177
Nos explicó que no concluyeron sobre la credibilidad del re-
lato pues la denunciante porque fue reticente a brindar información. Obviamente, es un
derecho de la denunciante el abstenerse de colaborar con una entrevista psicológica nue-
vamente; pero la contrapartida de esa abstención es que justamente, ello juega a favor
del acusado/a (pues es una prueba de cargo menos con la que se cuenta –si hubiera teni-
do resultado positivo para el interés de la parte proponente-). La circunstancia de que ni
la perito del Ministerio Público ni el de la parte acusadora hubiera dictaminado sobre la
credibilidad del relato, no es un aspecto menor en el contexto de esta causa. Recordemos
que tal como sostuvieron los acusadores, en causas de estas características (ocurridas en
la intimidad) el relato de la presunta víctima, cobra especial trascendencia a la hora de
juzgar la prosperidad de la hipótesis acusatoria, y nuestro caso, amén de las contradic-
ciones que hemos destacado, el testimonio ni tan sólo cuenta con una cobertura pericial
favorable.
De igual manera, reiteró todos los indicadores compatibles
con un abuso sexual que había encontrado en la denunciante, y también dijo que la mis-
ma les contó que luego de ser abusada por Corbacho, la señora Kosaka la apartó de la fi-
la para ponerle pañales. Es decir, corroboró los dichos de Fusari en lo que concierne a
esa nueva versión, de una fila de alumnos. Y justamente sobre eso, debemos advertir
que esto no es un develamiento progresivo: no es ir dando datos o detalles de manera
paulatina sobre un hecho, sino que es declarar cosas distintas. Y todo ello, sabiendo por
las explicaciones del perito de la Defensa, Dr. José Cabrera Forneiro, que los devela-
mientos paulatinos o progresivos están muy cuestionados desde la psicología del testi-
monio; es decir, no son un fenómeno de la psicología al que todos los expertos reconoz-
can o den crédito.
Por lo expuesto, debemos concluir: que las explicaciones
brindadas por los psicólogos Fusari y Messina, no vienen a corroborar o a dar solvencia
o a aumentar credibilidad a los dichos de la denunciante, y ello porque, aportaron una
nueva versión a las varias que ya nos había relatado la denunciante (que Kosaka apartó
de la fila a la misma denunciante para ponerle pañales). De ello se colige, que pueden el
informe y los psicólogos que lo elaboraron hablar de indicadores de abusos sexuales y
de secuelas post traumáticas, pero si a la hora de probar el hecho, concretamente, la con-
ducta que se endilga a la acusada, dan cuenta de signos o síntomas inespecíficos de abu-
so sexual y no pueden expedirse sobre la credibilidad del relato, la supuesta colabora-
ción que debían aportar desde el saber científico (recordemos que era prueba de cargo),
se transforma en un nuevo aporte a la confusión sobre lo manifestado por la propia de-
nunciante.
d.2. Otros testigos:
d.2.1. Otra testigo de “cargo”, Marisa Haydeé Ojeda, trajo a
debate fotos de las marchas que organizaron un grupo de maestras/profesoras del Provo-
lo cuando se enteraron de la denuncia que dio origen a la causa “Provolo I” y cuando so-

178
brevolaba en ese entonces, la amenaza de cerrar la institución. En algunas de esas fotos,
se ve a la denunciante, acompañada por su novio, pidiendo que no se cierre el Provolo.
Repasamos lo que la denunciante narró de su experiencia en
esos años que pasó internada en la institución: durante el debate, la denunciante nos ex-
plicó que los profesores hablaban, hablaban, y no entendían nada; que como no tenían
comunicación Kumiko les pegaba, les tiraba de las orejas, de los pelos, los peinaba y les
arrancaba los pelos; que la señora Kosaka les pegaba fuerte con la mano en la cara, les
hablaba con la voz fuerte, y les pegaba en la boca; que la señora Kosaka como que le
fracturó una costilla de un golpe con un palo y le quedó la marca en el hueso. Dijo que
con sus compañeros tenían mucho miedo, que no hablaban nada. Cuando tenía algún
dolor o necesitaba ayuda, sufría mucho porque no sabía hablar; que cuando tenía algún
dolor, se lo aguantaba, se lo aguantaba; sufrió mucho, que ella estaba como sumisa a to-
do lo que sucedía, y sus compañeros también, tenían miedo y vergüenza. Es decir: dio
cuenta de años de aislamiento y sufrimientos, que devenían de la incomunicación por
ser la institución oralista, y encima –sus cuidadoras y jefes- maltratadores crónicos.
Escuchamos a la Licenciada Fusari, cuando se le preguntó si
era factible que una persona que relataba abusos sexuales y crueldades en la institución
pudiera salir en fotos de esa época sonriendo y feliz. Recordamos que ella nos habló del
síndrome de adaptación; incluso el Licenciado Messina nos habló de develamiento pro-
gresivo. Resulta evidente que ni una ni otra explicación, en principio, aplican o sirven
para justificar la presencia de la denunciante requiriendo que no cerraran el Provolo. Re-
cordamos que la señora Ojeda, junto a las fotos que trajo, nos explicó que los alumnos
que estaban ahí, pidiendo que no cerraran la escuela, decían ignorar el motivo por el que
habían detenido al sacerdote, que no sabían nada de los hechos por lo que los acusaban;
puntualmente sobre la denunciante dijo que recordaba que ella pedía que no se cerrara la
escuela.
Entonces, su actitud no se compadece con quien ha manifes-
tado sólo sufrimiento en esa institución; es decir, judicializar su aislamiento, su queja
porque no entendía nada en esa escuela porque le hablaban en forma oral, porque le pe-
gaban, porque abusaban de ella y porque con sus compañeros sólo compartía penurias,
se da de bruces con pedir que no se cierre ese centro de vejámenes. Estos comporta-
mientos disímiles (invocar sufrimientos cruentos dentro de la escuela y el albergue/mili-
tar en contra de su cierre) lucen contradictorios y mellan la fiabilidad del relato (o de los
múltiples relatos) que presentó en este largo proceso.
d.2.2. La profesora de sordos Nadia Soledad Urbani. Antes
de evaluar este testimonio es necesario realizar una aclaración: recordamos que hemos
explicado que ni tan sólo fue controvertido que la (nombre de testigo) fue al Provolo só-
lo dos años: 2007 y 2008 y que nunca fue albergada. Teniendo en cuenta ello, vamos a
reparar en los dichos de la profesora Urbani: manifestó que trabajó en el Provolo desde
el 2007 al 2016; en realidad, dijo que ya en el año 2006 había tomado contacto con la

179
institución porque hizo sus pasantías allí. La docente, fue clara explicando que existían
ciertas pautas en el manejo con los alumnos, así nos explicó que no les permitían a las
docentes que dejaran que los alumnos fueran en horario de clases a los baños; que si ha-
bía algún imprevisto, debían permanecer las docentes afuera del baño, no podían dejar-
los solos. También fue terminante a la hora de decirnos que en los recreos tenían turnos
con los docentes: debía haber un maestro sí o sí en cada puerta del baño; añadió que los
docentes tenían “turno patio” en los recreos así, por ejemplo, si a ella le tocaba el turno
patio con otra maestra el día lunes, se ponían de tal forma que una pudiera ver el baño de
mujeres y la otra el de varones.
En síntesis: esta profesora que declaró bajo juramento de ley,
y que nunca fue alcanzada por las sospechas de complicidad que el Ministerio Público
Fiscal extendió sobre varias mujeres trabajadoras de la institución, y que además trabajó
durante muchos años en el Provolo, dijo que los baños se cuidaban durante el horarios
de los recreos. Concretamente, Urbani, quien ya estaba en funciones en la época en que
sostuvo la denunciante que había sido abusada sexualmente por Corbacho en el interior
del baño de planta alta durante la jornada escolar -y que (nombre de testigo) la asistió
con el apósito improvisado- nos explicó que los baños escolares estaban custodiados
por los docentes.
Corroborando la orden impartida por las autoridades a la que
hizo alusión la profesora Urbani, el señor Fiscal Jefe, incorporó, del LIBRO N° 22 LI-
BRO 7/6 de comunicados y resoluciones: el comunicado 120 (fs. 20) que dispone: “… a
partir del 4 agosto de 2005, los docentes que no tienen turno de patio, tomarán sus re-
creos en el pasillo, frente a los baños y controlarán periódicamente los sanitarios. Se le
pide al personal docente con horas libres, que colaboren y vigilen los baños”. Fdo: Glad-
ys Pinacca.
También incorporó el señor Fiscal Jefe el siguiente comuni-
cado (Nº 121, de fs. 21) que tiene fecha 22 de agosto de 2005, y luce como una suerte de
aclaración del anterior; en este últimos se explica de manera prístina a qué se apunta con
la orden recién indicada: “Profesores, he leído sus objeciones y entiendo que es un sacri-
ficio extra, no se trata de ser guardia cárceles, sino ver la realidad y evitar un problema
grave; no quiero ser cáustica, pero trabajamos 3 [horas] y media, no creo que no tomar-
nos un recreo sea tan trágico como tener que ir a declarar a un juzgado porque hubo un
delito sexual o hubo una niña embarazada. Fdo: Pinacca”.
De lo recién indicado, surge que ANTES de la fecha en la
que habría ocurrido el abuso de Corbacho a (nombre de denunciante) en el baño
(2007/2008, conforme a la acusación), en horas de clase/recreo y en el baño de mujeres
de la escuela, ya estaban vigilados esos baños por las docentes. Es más, la señora Pinac-
ca, en su defensa material, nos explicó que esa orden, era para todas las escuelas, era di-
rectiva de las autoridades y en virtud de algún caso resonante que habría ocurrido en otra
escuela.

180
Adviértase que no sólo figura en un Libro ya desde el 2005,
sino que la profesora Urbani –docente no imputada por Fiscalía, reiteramos-, vino a co-
rroborar la vigilancia de los baños y el cuidado de los alumnos que debían tener las ma-
estras en horarios de clase. Todo lo cual, torna más improbable los dichos de la denun-
ciante, en lo que aquí interesa, que tras el abuso Kosaka, que era una persona extraña al
colegio, viniera a buscar a la niña (o la sacara de una fila) o que la niña se fuera hasta el
albergue sangrando, con signos manifiestos de dolor y que en la escuela o en el albergue
esta le colocara pañales para contener el sangrado, que también, luego sin más la volvie-
ra a llevar a la pequeña al edificio escolar, previa alerta a profesores y compañeros de
que la denunciante tenía pañal colocado para que se burlaran de ella. No han refutado
más allá de toda duda razonable los acusadores, que los turnos patios no se cumplieran;
ergo, todo el evento descripto es impensable en un ámbito custodiado por personas no
cómplices de los abusos.
CONCLUSIÓN: Conforme los elementos reseñados, debe-
mos concluir que el relato de la denunciante no se mantuvo intacto en el transcurso del
tiempo y del proceso, que carece de estructura lógica o coherencia con referencia a un
mismo curso de sucesos, e incluso por instantes es contradictorio y carente de sentido o
cohesión interna. Que, a la hora de ser examinado ese relato en las entrevistas psicológi-
cas y psiquiátricas, los peritos no pudieron expedirse sobre la credibilidad de este Por
otro lado, el círculo más íntimo –progenitora, terapeuta-, no confirmó los hechos que
ella le enrostra a la señora Kosaka; los excompañeros, solo aportaron información con-
fusa. Urbani suma razones para entender improbable lo afirmado por la testigo. En este
contexto, surge claro que ni tan sólo los indicadores de abuso sexual que siempre con-
signan los psicólogos en sus informes, aportan algo, pues fueron calificados de “inespe-
cíficos”, por añadidura. La hipótesis fiscal no puede sostenerse más allá de toda duda ra-
zonable; por lo que corresponde la absolución de la acusada.
HECHO DOS y HECHO CINCO:
La señora (nombre de testigo) declaró sobre estos hechos en
nuestra presencia. Si los tratamos juntos, es porque más allá de que sean distintas las
conductas endilgadas a la señora Kosaka, tienen prácticamente toda la prueba en común.
En primer lugar, debe recordarse lo ya consignado, cuando
tratamos las consideraciones generales de estos fundamentos, en el sentido de que no ha
sido refutado con el estándar probatorio requerido en esta etapa procesal que el sacerdo-
te Corbacho haya estado viviendo en La Plata cuando la señora (nombre de testigo) fue
al Provolo (años 2007 y 2008). Ya explicitamos en aquella oportunidad la prueba que
incluso, nos conduce a afirmar que existe un alto grado de probabilidad que, por la cir-
cunstancia recién indicada, Corbacho y (nombre de denunciante) ni tan sólo se hayan
conocido.

181
Las circunstancias recién indicadas, no son el único motivo
por el cual se puede concluir que las hipótesis acusadoras no han sido acreditadas. Ana-
lizaremos el resto de los elementos.
a) Sobre el HECHO DOS: Durante el debate, la señora
(nombre de denunciante) sostuvo –en apretada síntesis-, que no era alumna albergada.
Que iba a la mañana a clases y luego de almorzar, asistía al taller de panadería. Nos dijo
que cierta tarde, la profesora del taller, Lucía, le pidió que fuera a llevarle tortitas a la co-
cinera Noemí Paz; que ella así lo hizo y que la señora Paz le dijo que fuera a llevarle tor-
titas a la señora Kosaka [que estaba] “ahí a la vueltita” [sic]; que así lo hizo, y la señora
Kosaka le dijo que le llevara tortitas a Corbacho. Concretamente, sostuvo que la señora
Kosaka le indicó “andate con Corbacho, con Horacio, el flaco alto”.
Continuó explicando la denunciante que fue por el pasillo y
le dijo: “¿vos sos Horacio?”, que él le contestó que sí y entró y vio los muebles, su ca-
ma, sus camisas celestes colgadas, sus pantalones marrones; él cerró la puerta, se le
acercó y la violó. Le hizo muchas cosas, la penetró, le dijo que era linda; ella estaba
asustada con miedo, no tenía fuerzas y tuvo sexo con ella. Después se fue corriendo has-
ta el fondo, volvió a la panadería, pero ya habían terminado el trabajo en la panadería.
Se sentía mal, mal; salió hasta la calle, corría, corría, los autos pasaban, estaba agitada y
seguía corriendo y nada; se tomó el micro y pensaba que la había violado; y pensaba qué
era eso que le había hecho, tenía mucho dolor, tenía miedo, pensaba en eso, en el acto
sexual, que le lamió la vagina. En otro momento de su extensa declaración, explicó que
cuando la señora Kosaka dijo que fuera a llevarle las tortitas a Corbacho, ella le pregun-
tó “¿Horacio?”, y la religiosa le contestó: “Sí, el flaco alto”.
Las preguntas destacadas en el párrafo precedente, permiten
inferir que (nombre de denunciante) no conocía a Corbacho en ese momento, que recién
lo conoció cuando la señora Kosaka la envió con las tortas; de todos modos, como des-
pués sostuvo que ese sacerdote la abusó muchas veces (siete mencionó su representante
legal), no emerge justificado cómo no pudo describir (más bien describió a alguien total-
mente diferente) a su agresor sexual cuando fue a denunciar, varios años más tarde. Ex-
pusimos, como dato extravagante, que (nombre de denunciante) no haya podido descri-
bir a Corbacho cuando se le preguntó por cuáles eran los curas que estaban en la institu-
ción: ya sabía que Horacio era el flaco, alto, ya sabía su seña, ya no había excusas para
señalar a un “cura viejo” y con la seña “como de anteojos”.
Continuando con las razones que nos llevan a desestimar es-
te hecho de la acusación, destacamos -lo que es central- que no se han justificado los
presupuestos para asumir ese acto neutral de Kosaka -mandar a que lleve tortitas al
sacerdote- descripto por la señora (nombre de denunciante), como una participación en
los abusos sexuales que denunció (nombre de denunciante) del sacerdote Corbacho.
Para sostener la hipótesis acusadora, se debió probar:

182
a) El conocimiento previo de los abusos de Corbacho por
parte de la señora Kosaka, o que éste se iba a disponer a hacerlo si la joven le llevaba las
tortitas.
b) La connivencia de mandar a la alumna a la habitación de
Corbacho para que él la accediera. Adviértase que la señora (nombre de denunciante),
nos dijo que ella creía que la señora Kosaka estaba “coimeada” [sic], en alusión a una
complicidad por interés económico. Adviértase que ni tan sólo lo aseveró, sino que lo
sostuvo como mera posibilidad. Es decir, ella lo plantea como conjetura, y las partes
acusadoras lo toman como hecho probado.
En ese sentido, el señor Fiscal Jefe sostuvo, para justificar
aquella connivencia entre la encartada y el sacerdote: 1) Que la señora Kosaka no envió
a (nombre de denunciante) a un lugar neutro, sino que la mandó al “epicentro” donde se
produjeron la mayoría de los abusos sexuales. Debe advertirse que, de ese modo, el titu-
lar de la acción pública está partiendo de la base (que sigue sin probar), de que la señora
Kosaka conocía que ahí se cometían abusos sexuales e incluso la mayoría de ellos.
Agregó el señor Fiscal Jefe que la señora Kosaka la envió a un lugar prohibido: el alber-
gue; ese argumento también aplicaría para la señora Noemí Paz, quien conforme dijo
(nombre de denunciante) la envió hacia esa zona, donde estaba Kosaka y reparemos que
la señora Paz no está imputada por este hecho; 2) Que la señora Kosaka, envió a (nom-
bre de denunciante) en un horario fuera de la afluencia de la mayoría de la cantidad de
adultos responsables; que el lugar estaba desolado. Así, explicó que esa zona –la de los
albergues- estaba alejado del área de los gabinetes de fonoaudiología y psicología –que
eran lugares donde por la tarde, podía haber algunos profesores-. En ese sentido, omitió
recordar el señor Fiscal Jefe que el día anterior, alegando sobre las evidencias reunidas
en el Hecho Uno -denunciado por otra denunciante-, había dado por acreditado el abuso
sexual de Corbacho -con la complicidad de Kosaka-, en un baño de la escuela, en un re-
creo y durante la mañana; o sea cuando mayor concurrencia de adultos responsables ha-
bía circulando por la institución. Dicho de otro modo, la desolación del lugar ahora in-
vocado, tampoco parece ser prueba o tan solo indicio de la complicidad entre Kosaka y
Corbacho; o peor aún, se da de bruces con la concurrencia de personas que debía haber
en ocasión del abuso que había invocado el día anterior.
3) Que la señora Kosaka no la envió a darle tortitas a cual-
quier docente, sino que la mandó a dárselas a Corbacho; con quien, según su opinión,
Kosaka tenía contacto. Aclaramos que lo del “contacto” entre ambos, el señor Fiscal lo
infería de que algunos alumnos habían dicho que los habían visto charlando juntos; es
decir, ninguno de esos alumnos sostuvo haberse impuesto de lo que hablaban el sacerdo-
te con la religiosa, pero ya de ello, conforme al razonamiento del acusador, podía inferir-
se la connivencia. Llamativamente, ¿el charlar en cualquier momento, dos personas que
conviven en una misma institución y comparten oficio, sería señal de complicidad?
Ciertamente desde un razonamiento lógico, no lo es; 4) Que la señora Kosaka, no envió

183
a cualquier alumna, sino que mandó o entregó a Corbacho a la señora Lizarraga a quien
días antes, ella ya la había “tratado” [sic]. Hizo alusión el señor Fiscal a que –según lo
narrado por (nombre de denunciante) y consignado como Hecho Cinco- la señora Ko-
saka, unos días antes había tocado los pechos y la cola a la denunciante. Es decir, Fisca-
lía, hizo la inferencia de que el tocamiento que invocó la señora Lizarraga era una suerte
de preludio de los abusos sexuales de Corbacho. El motivo de dicha inferencia resultó
preocupante: sostuvo que en realidad era la propia (nombre de denunciante) la que había
hecho esa “inferencia lógica” de la razón por el cual la señora Kosaka la manoseó: que
primero Kosaka le había preguntado si era virgen; luego la manoseó y luego la envió pa-
ra que Corbacho la violara. Debemos puntualizar que lo de “inferencia lógica” lo señaló
dos o tres veces el señor Fiscal Jefe, pero jamás explicó en qué consistía; o más bien: có-
mo interactuaban o influían esos tres acontecimientos que la señora (nombre de denun-
ciante) enumeró. Explicamos: jamás podríamos pensar que existió un “plan” entre sacer-
dote y religiosa, de suerte tal que la señora Kosaka la fuera “preparando” –corrompien-
do- para facilitarle el abuso a Corbacho; y ello por una cuestión muy sencilla: el abuso
de Corbacho –según descripción de la denunciante-, no fue por seducción (que justifica-
ría la supuesta “corrupción” previa), sino por la fuerza; entonces, era indiferente si pre-
vio a accederla a través de la violencia, la señora Kosaka le había tocado los pechos y la
cola (o introducido los dedos en la vagina, como develó -añadió- en el debate). Reitera-
mos no alcanzamos a entender la inferencia, tampoco podemos calificarla de lógica, y
mucho menos que calificarla como justificación de un acuerdo entre Corbacho y Ko-
saka.
Finalmente, volvamos un instante a esa cadena en la entrega
de las tortitas descripta por la denunciante para dejar al descubierto la absurdidad de la
hipótesis acusatoria. Así de acuerdo con ésta, Lucía –la maestra de panadería- la manda
con las tortitas a Noemí; Noemí a Kumiko, y ésta a Corbacho, todas personas que perte-
necían a la institución y cumplían en ella diferentes roles. De lo que es dable afirmar lo
siguiente: en primer lugar, que esto de compartir tortitas producto de la labor de los chi-
cos, era algo habitual o común (comportamiento neutro), lo que surge no sólo de esta ca-
dena de receptores de tortitas sino también de varios de los relatos de los jóvenes que en
diversas ocasiones han afirmado que consumían los productos que elaboraban. En se-
gundo lugar, tampoco es claro por qué razón (salvo por una cuestión de inmediatez: fue
la última en la cadena), la acusación de complicidad se detiene en la señora Kosaka y no
comprende, por ejemplo, también a la señora Paz, que conforme la tesis fiscal, también
participaba sistemáticamente de la cobertura de los abusos.
No dudamos que este hecho objeto de acusación no reúne
ningún elemento que permita racionalmente su desplazamiento desde el campo de com-
portamientos neutrales al terreno de las ilicitudes penales. Ni un sólo argumento de los
ofrecidos en el debilitado discurso de cierre es apto para generar un convencimiento de

184
ese tenor. Entendemos, que lo que para fiscalía y querella es delito penal, no es más que
un hecho incontrovertidamente atípico.
b) Sobre el HECHO CINCO:
Primeramente, una aclaración: el “hecho cinco” tal como fi-
gura en el requerimiento de elevación a juicio, es el siguiente: Entre los años 2007 y
2008, en el interior del Provolo, la monja Kumiko Kosaka que se encontraba a cargo del
cuidado o custodia de las mujeres y los niños más pequeños albergados en el Instituto,
en una oportunidad, le tocó los pechos y la cola a la señorita (nombre de denunciante),
que tenía 16 años de edad aproximadamente. Es decir, sólo se consigna en el lugar el
Provolo (predio bastante grande, por cierto), y no tiene otra referencia temporal que no
sea el margen de los años en los que la denunciante concurrió a la escuela y los talleres
de la institución.
De la motivación de la pieza acusatoria, en lo que respecta a
este hecho, se consignó: “… La víctima TIR N°1, de manera recurrente en sus declara-
ciones, aludió a que cuando faltaba la profesora de panadería, Lucía, quedaba al cui-
dado de Kumiko, creyendo que la semana que había faltado esta profesora había sido
entre los años 2.007/2.008. (DVD N°37 y DVD N°41), siendo en estas oportunidades
abusada y maltratada por Kosaka, desvirtuando de esta manera la defensa aportada
por la encartada de que la TIR N°1 no ingresaba a la zona de albergues, en un infruc-
tuoso intento de desacreditar los tocamientos de su parte hacia la víctima que se le im-
putan en este hecho número cinco….” Es decir, aunque la descripción del hecho era
muy abierta, bien podía inferirse que los tocamientos a los que refería esa acusación, ha-
bían sido perpetrados cuando faltaba la profesora de panadería, y quedaba la denuncian-
te al cuidado de Kosaka.
Ocurre que la denunciante sostuvo que cierta vez desde la
institución se planeó una visita al shopping. Que se pidió autorización a los progenitores
a tales fines. Que, al día siguiente, todos los alumnos fueron al shopping menos ella. Ex-
plicó que la señora Pascual le dijo que ella debía quedarse y la mandó con la señora Ko-
saka, aun cuando su madre la había autorizado a la salida. Que la señora Kosaka, luego
de haberla puesto a realizar tareas de limpieza de la institución, la llevó al baño, la hizo
bañar y en la ducha, la tocó, la tocó abajo, le metió el dedo, ella callada; en otro momen-
to de su declaración, aclaró que la señora Kosaka le tocó la cola y la vagina. En otro tra-
mo de su relato sostuvo que la encartada le tocó todo el cuerpo, abajo, todo.
Siempre durante su extensa declaración, cuando se le hizo
ver que ni en la cámara Gesell del 1/12/16, ni en la del 3/11/17, había dicho que se hu-
biera bañado en la institución (es más, había declarado que ella allí no se bañaba porque
no era alumna albergada), sostuvo que ella no lo había mencionado porque cuando de-
claró antes, no se animaba a decirlo, le daba vergüenza; que también le pasó muchas co-
sas que le fue muy difícil decirlo, era un tema de ella que se lo había guardado en secre-
to; que ahora tenía más claras las cosas, y se acordaba que Kumiko cuando la profesora

185
Lucía faltaba, ella estaba “al pedo” [sic] y Kumiko decía te quedás acá, y la mandaba a
bañarse, y ella la vio a Kumiko desnuda, que su piel era blanca y el pelo corto. Finalizó
diciendo que iba a ser breve: que se bañaron y muchas veces vio a otros en esa situación.
Debemos puntualizar que, visto en retrospectiva, durante los
6 años que duró el proceso, múltiples han sido las declaraciones de la denunciante. En
sus primeras denuncias, negó haber sido abusada y dio cuenta de abusos sexuales ajenos
(de otros compañeros), que se los atribuyó primero a un sacerdote cuya seña era de ante-
ojos y viejo, luego sostuvo –gracias a la indicación/direccionamiento del Fiscal de Ins-
trucción-, que ese sacerdote en realidad era joven, tenía otra seña personal y se llamaba
Corbacho. Después sostuvo que Corbacho abusó de ella y la señora Kosaka –creía que
“coimeada”- la había mandado a la habitación del sacerdote deliberadamente para que
aquél la abusara. También sostuvo que la señora Kosaka le había tocado los pechos y la
cola (así figura consignado en la acusación formal relativa a este hecho). Y ya en el de-
bate, dijo que no sólo fueron tocamientos, sino que mientras todos fueron al shopping,
ella fue obligada a bañarse con la señora Kosaka –que estaba desnuda-, y que la encarta-
da, la tocó entera y le introdujo los dedos en su vagina. Ella sostuvo que estos cambios y
agregados de sus relatos, han sido por su vergüenza y temor a que se pensara que ella
era lesbiana; que todo había sido muy difícil.
En lo que atañe al tenor de su relato, en lo que hace a la vero-
similitud del mismo, debemos advertir que ciertos agregados que fueron dándose a lo
largo de las sucesivas declaraciones brindadas, pueden ser compatibles con lo que desde
la psicología se denomina develamiento paulatino, progresivo, escalonado, y que, vincu-
lado a esa clase de develamiento, la justificación que la denunciante dio fue que tuvo
que superar su vergüenza y temores a que la consideraran lesbiana; es decir, desde esa
perspectiva podrían lucir en cierto modo, atendibles- Eso fue lo que nos dijeron todos
los psicólogos que vinieron a declarar sobre las entrevistas que practicaron a todos los
denunciantes. En el caso de la denunciante, así lo manifestó puntualmente el Dr. Agustín
Agasso que intervino en los dos exámenes psicológicos que se le hicieron a esta testigo;
así el profesional sostuvo que como especialista o experto en abuso sexual, entendía que
el proceso de develamiento o revelación de hechos con connotación sexual, tiende a ser
progresivo: una persona puede contar un hecho, y luego avanzando el proceso puede re-
velar otros; tiene que ver con el derecho a contar, con el temor, el pudor; y a medida que
el proceso avanza, y que la justicia le va dando un respaldo, y que esa persona siente que
ya no pueden dañarla, se van animando a contar.
La contrapartida de esta justificación que se brindó desde la
psicología, al cambio/agregado del relato, es el aspecto jurídico: adviértase que provoca
un serio impacto en nuestra materia: estos agregados en el relato no son inocuos al dere-
cho penal ni procesal penal. La señora Kosaka ha sido acusada de abuso sexual simple
por unos tocamientos en los pechos y en la cola de la denunciante, y la misma denun-

186
ciante, en las postrimerías del proceso, en el debate, termina denunciando que le introdu-
jo los dedos en la vagina, es decir un abuso sexual calificado.
Pero, aún justificado desde la imposibilidad de revelar antes
lo que manifestó durante el debate, debe advertirse que el pudor indicado no cubre todos
los cambios/agregados vinculados a lo que ella relató (de distintos modos) sobre los to-
camientos de la señora Kosaka. Explicamos: dijo durante el debate, que los tocamientos
ocurrieron el día que se había programado una salida al shopping: ello, como versión
nueva (pues antes había sostenido que era cuando faltaba la profesora de panadería), di-
fícilmente se pueda justificar esa modificación contextual desde un sentimiento de ver-
güenza.
Entonces, si bien es cierto que el señor Fiscal ha narrado el
“hecho cinco” de una manera muy abierta y poco precisa en su requisitoria de elevación
a juicio, en la medida que sólo indica que la señora Kosaka dentro de la institución, le
tocó a la denunciane los pechos y la cola, no menos cierto es que, en nuestra presencia la
denunciante ha relatado un abuso diferente (que merece incluso otra subsunción norma-
tiva), y en circunstancias que no emergen de sus testimonios anteriores ni de la acu-
sación. Y justamente, a raíz de la imprecisión de los hechos consignados en la acusación
formal, y lo manifestado por la denunciante durante el debate, no podemos saber si el
hecho narrado en el juicio es el contenido en la acusación o es uno diferente que debería
tener una acusación aparte.
De cara a ello ¿qué corresponde hacer? ¿Incluir en el “Hecho
cinco” todo lo relatado por similitud de acusación? O ¿respetar los límites de la acu-
sación, y no agregar circunstancias que no fueron mencionadas ni incorporadas en el jui-
cio a través de los institutos procesales previstos al efecto? Seguir la primera alternativa
colocaría al tribunal en el ensayo de un derecho penal nuevo, y en un relegamiento del
principio de congruencia, que es uno de los pilares centrales del derecho de defensa en
juicio y del debido proceso legal.
Pero, aun cuando soslayáramos por un momento lo que deci-
mos en el párrafo anterior e ingresáramos a evaluar el testimonio de la denunciante, el
examen de este tampoco permite derribar el estado jurídico de inocencia de la acusada,
desde que deberíamos tomar todas sus manifestaciones y no detenernos sólo en lo men-
cionado sobre el hecho puntual de abuso (no es prescindible extendernos sobre la ponde-
ración global, en la medida que fueron las mismas partes acusadoras las que le pregunta-
ron a la denunciante sobre otras circunstancias “colaterales”) y veremos que ese análisis
integral no favorece un juicio de credibilidad.
Así, por ejemplo: se le preguntó sobre la medicación que le
habían suministrado en el Provolo, dando oportunidad a que la denunciante se explayara
sobre unas extrañas pastillas que dio a entender que le provocaron un aborto farmacoló-
gico, y cuyo feto fue recogido por la señora Pascual con guantes blancos. Ya expresa-
mos cuando abordamos este tramo del relato en las consideraciones generales, que no

187
resultó verosímil. Y mucho menos verosímil resulta cuando se confronta con los dichos
de su progenitora, la señora Edith Beatriz Garro: mientras la denunciante –se recordará-
sostuvo que luego de expulsar eso chiquito con ojitos de sus entrañas siguió sintiéndose
mal, y que por ello sus padres la llevaron al Hospital Central, que allí en la guardia la
médica le preguntó si estaba con la menstruación y ella dijo que lo ignoraba; su madre
manifestó que una vez la llevaron a la guardia del Hospital Central, por dolores en el ba-
jo vientre, que terminó siendo una infección urinaria. Y más allá de que los remedios de
la infección urinaria sirvan cuando se produce un aborto farmacológico (lo dijo el señor
Fiscal, nosotras no sabemos de medicina), ocurre que el diagnóstico de infección urina-
ria no parece ser parecido al de un aborto farmacológico; dicho de otro modo, si real-
mente se pretendía equiparar ambas dolencias, se debió recurrir al aporte científico de
un profesional del arte de curar. Y todo ello, sin perjuicio de que resulta altamente im-
probable que una mujer adolescente ingrese en un hospital público con un presunto
aborto farmacológico y los efectores no hayan activado los protocolos de rigor.
Es más, se recordará todo lo expresado respecto de la presen-
cia de supuestos frascos donde se habrían introducido los fetos y la señora Pascual, se
los habría exhibido a los y las estudiantes del Provolo. Debe destacarse que el Dr. Barre-
ra, representante de la denunciante, intentó defender la verosimilitud de ese relato, di-
ciendo que, si bien no hay prueba directa de ello, la posibilidad emerge del testimonio de
la señora Marta López, quien habría dicho que eran anécdotas de las instituciones reli-
giosas, y que, por ello, no lo descartaba categóricamente.
El argumento recién indicado tiene una fácil refutación: en
primer lugar, porque lo que sostuvo la señora Marta López es precisamente lo contrario
a lo que el abogado infiere de su testimonio, en la medida que la testigo de cargo negó
haber visto esos frascos en la institución, agregando que se trataba del típico “cuento” de
todas las escuelas religiosas. Aún más, preguntó con cierto asombro, si habían encontra-
do alguno en el Provolo. En segundo lugar, es consabido principio en materia de confir-
mación probatoria, que la no refutación de una premisa o afirmación que apoya una tesis
de cargo (en nuestro caso, la credibilidad del relato concerniente a los frascos), no es
confirmatoria de ella.
Otro ejemplo: cuando la denunciante contó que, ya terminan-
do las clases, ella viajó a San Luis, a la casa de su amiga, que allí se contaron las situa-
ciones que habían vivido. Que con el tiempo ella le dijo a la amiga que se quería quedar
en su casa de San Luis; aclaró que a los pocos días se recibía. Sostuvo que se quedó allá
dos meses; no tenía ganas de volver a Mendoza. Siguió su relato sosteniendo que ella
pensaba abandonar a sus padres, porque no sabía si eran responsables o no, porque no la
habían ayudado, porque la habían mandado al Provolo. Que les mandó un mensaje a
ellos diciéndoles que no pensaba volver por un tiempo, y la mamá les decía que la extra-
ñaba. Finalizó diciendo que al tiempo cuando volvió a Mendoza, sintió que se había ol-

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vidado de sus padres, veía a su familia que estaban todos bien, y ella sola, pensaba; ¿por
qué a mí? No podía decirles nada, simulaba que estaba todo bien.
Ocurre que luego compareció la progenitora y nos dijo que
su hija, a San Luis siempre había ido por pocos días, recordaba que para un cumpleaños;
que una vez, le pidió permiso y se quedó sólo 3 días más de lo que habían acordado. Es-
ta notoria contradicción entre madre e hija, nos hizo recordar a todo lo que se sostiene
desde la psicología del testimonio (Manzanero, Diges Junco, Loftus, Chaia, por mencio-
nar sólo a los autores que hemos ya citado) sobre la fragilidad de la memoria, sobre el
daño que hace el paso del tiempo en la memoria, sobre los falsos recuerdos (inducidos o
auto inducidos), y nos lleva a hacer hincapié en la prudencia con la que deben valorarse
los testimonios sobre hechos tan lejanos en el tiempo. De todos modos, resulta evidente,
más allá de las causas que pueden haber influido, que la madre no confirma los dichos
de la denunciante.
En conclusión: como delito contra la integridad sexual, el
relato de la denunciante adquiere especial relevancia pues, normalmente son delitos que
acontecen en la intimidad. Pero como contrapartida de ello, ese relato debe tener cohe-
rencia –sin contradicciones sustanciales- y ser verosímil –fácticamente probable-. En
nuestro caso, advertimos que el eje estructural de la narrativa ha ido mutando, con cierta
justificación desde la psicología en algunos aspectos, pero en otros sin justificaciones vi-
sible. En su ponderación global, si se sale de aquel eje, y nos detenemos en circunstan-
cias periféricas relatadas por la propia denunciante, la fiabilidad del relato se debilita
más, como ejemplo: la narrativa del supuesto aborto farmacológico y la existencia de fe-
tos en frascos a los que ya hemos aludido.
c) Sobre otras consideraciones de ambos hechos:
Acerca de la defensa material de la encartada:
La Defensa de la señora Kosaka se concentró en negar los
hechos atribuidos, y manifestar que la denunciante no podía haberse quedado al cuida-
do de ella, porque no era alumna albergada; que por esa razón, ni tan solo conocía el al-
bergue, y a fines de probar sus dichos, nos volvió a mostrar un momento de la inspec-
ción ocular que hizo la señora denunciante, concretamente, cuando iba caminando por
los pasillos del albergue, indicando qué era cada habitación, y señaló la habitación Nº
90; allí manifestó que esa era la habitación de Noemí –la cocinera- y de su hijo Ramón;
que ahí era donde ella mantuvo relaciones sexuales con el joven Ramón, mientras Co-
rradi y Pilo miraban. Se nos hizo ver que, en realidad, la denunciante había señalado una
habitación que había pertenecido a una señora de nombre Argentina María García. Se
nos explicó que esa señora solamente entraba para dormir en la institución, y se incorpo-
ró el acta obrante a fs. 1827 de autos P-118324, en la que se consigna que el 12 de abril
de 2017, se presentó la señora Argentina María García, ante Fiscalía y solicitó autoriza-
ción para ingresar al Provolo, a la habitación 90, para retirar objetos personales –higiene
personal y ropa-; que fundó su pedido en que hacía aproximadamente 10 años, que dor-

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mía en esa habitación; aclaró que tenía un permiso otorgado por la asociación, para in-
gresar al instituto a dormir, se dedicaba a vender artículos religiosos, y su día transcurría
fuera del instituto, que sólo se presentaba por las noches a descansar. Por ello, el Fiscal
autorizó a la señora a tales fines.
En el mismo sentido, es decir, para demostrar que la señora
denunciante no conocía el albergue y por consiguiente, mentía, la señora Kosaka nos hi-
zo notar que en aquella inspección ocular, a la hora de indicar el lugar donde ella sostu-
vo que vio a sus compañeras bañándose, abrió la puerta del baño y sólo había un inodo-
ro y un bidet; que luego abrió otra puerta –siempre dentro del baño- y ahí sí encontró la
ducha; pero, sostuvo la religiosa que esos no eran los baños del albergue de mujeres, en
los que las alumnas se bañaban; que eran los que había señalado la denunciante en su
inspección ocular.
De lo reseñado, podemos concluir que existe una alta proba-
bilidad de que la señora denunciante, por lo menos en dos oportunidades, se hubiera
equivocado en la identificación de ambientes de la institución: tanto cuando mostró cuál
era la habitación donde ella había tenido relaciones sexuales con Ramón, como cuando
quiso señalar los baños en los que ella dijo haber visto a sus compañeras bañándose jun-
tas. Ello pues: 1) Respecto de la habitación 90, si bien ha quedado plenamente acredita-
do a través del acta labrada en la Fiscalía e incluso fotos de la inspección ocular que vi-
mos que en esa habitación había objetos personales de una señora que iba a pernoctar,
ocurre que esa señora manifestó que hacía 10 años aproximadamente que dormía allí; 10
años para atrás del 2017 que se labró el acta con sus manifestaciones y pedido, nos re-
trotraen al 2007, es decir, coincidiría perfectamente con la época en que estuvo la señora
denunciante; ello cerraría la hipótesis a favor de la defensa, y sólo queda un margen
temporal mínimo que deviene precisamente, de que la señora García no dio fecha exac-
ta, sólo dijo “aproximadamente 10 años”; 2) Respecto al baño que sostuvo la señora Ko-
saka que no era en el que se bañaban las alumnas, se contó con la declaración de la se-
ñorita la denunciante que indicó el mismo baño al que aludió la señora Kosaka.
De todos modos, si consideramos que la señora denunciante
fue sólo dos años a la institución, si tenemos en cuenta la dimensión de ese edificio (mu-
cho más que enorme), la disposición de laberínticos pasillos y habitaciones, la existencia
de dos plantas, aulas, gabinetes, baños, etc., si también valoramos el tiempo que transcu-
rrió desde que ella dejó de ir a la escuela hasta que fue a hacer esa inspección ocular, y
finalmente, si tenemos en cuenta los propios dichos de la señora denunciante, en el sen-
tido de que los sordos no se ubican en el espacio; es decir, si ponderamos todos esos fac-
tores, no emerge tan claro que la testigo haya mentido como lo sostuvo la señora Ko-
saka; se puede tener también como factible la explicación de que la memoria le haya ju-
gado una mala pasada y emerge como factible que haya olvidado la ubicación exacta de
ciertos lugares.

190
Pero, y aquí viene realmente el problema: si las personas sor-
das no se ubican en el espacio -como ella lo sostuvo cuando iba a hacer la inspección
ocular-, si no pudo recordar ciertos lugares dentro del edificio: ¿cómo hizo entonces pa-
ra confeccionar el plano que llevó para realizar la inspección ocular? No parece posible.
Explicamos:
Durante el debate, vimos enteras las filmaciones de la ins-
pección ocular que realizó la señora denunciante. Ni bien iba a comenzar aquella medi-
da, exhibió un plano que portaba, que quedó registrado en la filmación y que ahora está
en la secretaría del tribunal. Quiso entrar al instituto con ese plano, y eso fue objetado
por las Defensas. Mientras se tramitaba ese incidente, ella dijo que nadie prestaba aten-
ción a lo que ella quería manifestar, y puntualmente dijo que entrar con el plano, que era
su derecho a ver y recorrer, porque “yo lo hice [se refería al plano], porque los sordos no
nos ubicamos en el espacio” [sic].
Es decir, ella dijo que confeccionó el plano para ayudarse
porque carece de ubicación espacial; eso sí es un contrasentido. Si una persona no tiene
ubicación espacial, no puede realizar un plano; y mucho menos puede confeccionar un
plano en el que la parte inferior del mismo – donde figuran las instalaciones correspon-
dientes a la entrada, oficinas, etc.- guarda una proporción de medidas (escala) casi exac-
ta con el plano de planta baja del instituto que las partes estuvieron usando durante todo
el debate y que fue secuestrado de la institución. Aclaramos que la parte superior de ese
mismo plano que ella portaba parece más una “interpretación” libre y resumida de la
parte edilicia, es decir, ya no es un plano, sino más bien un dibujo o suerte de croquis.
Pero volviendo a la parte inferior, esa memoria “cartográfica”, que dio origen a un plano
que se debió trazar con regla y eventualmente escuadra atento a la perfección de los án-
gulos rectos (imposible a “mano alzada”), y en el que se advierten dibujadas hasta las
ochavas en cada esquina y los símbolos con los que se representan las aberturas en los
planos de arquitectura (tal como en el plano secuestrado), no se compadece con la falta
de ubicación espacial aducida, y difícilmente pueda sostenerse que su confección corre
por cuenta de una persona que no tiene conocimientos para trazados de planos (arquitec-
to, ingeniero civil, técnico constructor, perito cartógrafo, etc).
Pero, y siempre vinculado al plano que ella dijo haber con-
feccionado, también debemos puntualizar que, dentro del plano, que está pintado con
colores, se observan en manuscrito ciertas referencias, por ejemplo: en una habitación
dice “Corradi”, en otras “cocina”, “baño hombre”, “autos”, etc. Pero lo más llamativo,
se encuentra consignado en la parte inferior, del lado derecho: allí se enumeran 9 ítems
que ya no son referencias o simples determinaciones geográficas; sino expresiones sinte-
tizadas de puntos de su declaración. Así, por ejemplo, se lee: “… 2) (nombre de denun-
ciante) … vio a Noemí subiéndole los pantalones a otro denunciante de Misiones”; “3)
denunciante y Noemí Hecho 2 “Noemí se los subió y el denunciante decía me duele y
tenía todos los pantalones manchados con sangre y el denucniante se va enojado a un

191
patio”; “6) La denunciante viendo el Hecho 5 escuchaban gritos”; “9) Baño planta al-
ta. Testigo visual del hecho de otra denunciante”.
Dicho de otro modo, surge evidente que ese plano es una
ayuda memoria y que las circunstancias recién señaladas con alta probabilidad hayan
venido de terceros pues, ninguna persona sin conocimientos específicos, hace un plano
como el que ella dijo que trazó; lo usual es hacer un dibujo al que le llamamos normal-
mente “croquis”, que puede contener mejores o peores proporciones según la ubicación
espacial, capacidad de abstracción y habilidad del dibujante; o por lo menos ese plano
tal como está confeccionado, no resulta compatible con la desubicación espacial argüida
por la misma denunciante.
En síntesis: si bien los posibles errores advertidos en la ins-
pección ocular, podrían ser consecuencia de un olvido atendible; cuando se repara en to-
do lo acontecido durante esa inspección, y sus otras manifestaciones relacionadas a la
confección del plano ayuda memoria y su falta de ubicación espacial –por ella invoca-
da-, ya se dificulta la credibilidad de sus dichos, instalando nuevamente la duda acerca
de si verdaderamente conocía tan bien el edificio.
Lo recién indicado no pretende atacar a la testigo ni a sus ca-
pacidades (tampoco reprochar actos de asistencia que eventualmente puede haber nece-
sitado para prestar testimonio o participar de actos probatorios), sino, quede claro, que
esa asistencia que refuerza la memoria o la capacidad de ubicación de la testigo no es in-
trascendente tanto cuando se piensa en la eventual contaminación de su declaración, co-
mo en la fiabilidad de su recuerdo.
d) Sobre elementos de corroboración periféricos:
1) En realidad, sobre este hecho, la señora (nombre de testi-
go) nos dijo que ella vio cuando (nombre de denunciante) repartía tortitas, que (nombre
de denunciante) fue, y después volvió, que ella la vio rara y le preguntó; y que (nombre
de denunciante) le dijo que Corbacho la había abusado y se abrazaron. A la pregunta
concreta de si ella había visto que (nombre de denunciante) fuera llevando tortitas a la
habitación de Corbacho, respondió que no, que ella fue con (nombre de denunciante) y
dejaron las tortitas, y después Corbacho la llamó a la denunciante, ésta se fue y ella la
vio irse; que después volvió y le dijo que Corbacho la había abusado y lloraba mucho,
mucho, mucho; nos aclaró que la denunciante era su amiga y por eso la tranquilizó. Rei-
teró que la denunciante la ayudó a llevar tortitas a la cocina, dejaron las tortitas y Corba-
cho la llamó a la denunciante Corbacho la llamó y se fue con él, y después volvió lloran-
do; aclaró que cuando dejaron las tortitas en la cocina estaban solas, y llegó Corbacho a
buscar a Daiana, entonces estaban ellos tres.
Sobre lo recién consignado, sostuvo el Dr. Iturbide que la se-
ñora (nombre de testigo) estaba relatando otro hecho, y que, en definitiva, Labeguerie
había explicado que (nombre de denunciante) le contó del abuso otro día distinto al que
el hecho había ocurrido.

192
Más allá de que dos veces dijo la señora (nombre de testigo)
que dejaron las tortitas y apareció Corbacho y le dijo a la denunciante que se fueran, que
aquella los vio irse y luego volvió su amiga “rara” y le contó lo ocurrido llorando; es de-
cir, que pareciera que conforme la narrativa de (nombre de testigo) todo ocurrió el mis-
mo día, acontece que, independientemente de la explicación que se le quiera asignar a
este relato (explicación desde lo teórico, pues nadie le pidió mayores precisiones a la
propia testigo), emerge claro que: 1) no coincide con lo declarado por la denunciante,
que jamás dijo haberle contado algo a (la testigo) en el Provolo, sino que se lo develó
cuando estuvo en San Luis; 2) en el relato de la testigo no figura la señora Kosaka. Di-
cho bien claro: no confirma el hecho que narró la testigo.
Sin perjuicio de que surge prístino del párrafo precedente
que el testimonio de la testigo no es, como han sostenido los señores acusadores, un ele-
mento de corroboración externa de la supuesta indicación de Kosaka a la testigo de lle-
var tortitas a Corbacho, lo relevante aquí no es tanto si de ese testimonio -o de otro- se
puede reforzar la acreditación del pedido de Kosaka, sino que lo que debió estar en el
foco de la acusación y evidentemente no estuvo, es que, a partir de lo dicho por esta tes-
tigo, tampoco se puede inferir algún grado de connivencia de Kosaka con Corbacho para
la perpetración del abuso que denuncia (nombre de denunciante). Destacamos nueva-
mente, porque el Tribunal juzga manifiestamente grave que la acusación –tanto pública
como privada- no hayan hecho un mínimo esfuerzo –ni en el plano probatorio ni en el
de la argumentación racional- para justificar por qué un comportamiento neutral y co-
mún dentro del instituto se convierte en participación primaria de un abuso sexual come-
tido por un tercero.
También la señora (nombre de testigo) sostuvo haber visto
cuando la Kosaka tocaba la vagina a su amiga Daiana Lizarraga. Pero dijo que ello ocu-
rrió al mediodía; se recuerda que (nombre de denunciante) en la versión del debate dijo
que todos se habían ido al shopping y quedó sola con la señora Kosaka. Nuevamente,
contradicción entre ambas.
Es decir, la señora testigo no confirmó sus dichos. Pero, de
su testimonio, relacionado con la denunciante surge claramente que conocería ambos
hechos: tanto el vinculado al de Corbacho y la panadería, como el de la señora Kosaka y
el baño; es decir: tiene conocimiento de la acusación de la denunciante y –quedó claro-,
ella se ubica como testigo presencial. Ciertamente preocupante si se lo relaciona con la
teoría de la contaminación de los relatos y con los falsos recuerdos -hipótesis de la de-
fensa-. 2) Otras compañeras:
Una, sostuvo que la denunciante y Kosaka no se llevaban
bien. También explicó que los jueves las mujeres debían limpiar.
Otra ratificó los dichos de la denunciante en el sentido de
que cuando faltaba la profesora de panadería, ella también iba al albergue; es más sostu-

193
vo que vio un juego feo: a la señora Kosaka, Sabrina y Lucía tocándose el “culo” [sic].
En ese aspecto, resulta compatible con los dichos de la denunciante.
Otra: dijo que un martes faltó Lucía (la profesora de panade-
ría) y la denunciante fue con ellas y le sacó el uniforme a Kosaka [le sacó el velo], en-
tonces la religiosa la zamarreó. Cuando se le preguntó si ocurrió algo más, sostuvo que
la denunciante terminó yéndose a su casa. Es decir, si bien hizo alusión a un evento que
también había contado la denunciante, consistente en que le había sacado el velo a la se-
ñora Kosaka, el final es distinto: mientras la denunciante sostuvo que Kosaka le tiró del
vello púbico y le dio un golpe en la boca que sangró y que hasta el día que fue a declarar
en nuestra presencia, conservaba en el interior de su boca la marquita de aquel golpe, la
(otra testigo) sólo dijo que la zamarreó.
De la reseña, sobre los testimonios de estas compañeras, bien
podemos concluir que pueden haber quedado al cuidado de la señora Kosaka las alum-
nas del taller cuando faltaba la profesora de panadería. El problema no es ese. El proble-
ma que dificulta tener por acreditada la hipótesis acusatoria sobre este hecho que vincu-
laría a Kosaka y la denunciante es que en nuestra presencia la señora denunciante cam-
bió sus dichos (apartándose de los que fueron mencionados en la pieza acusatoria): los
tocamientos denunciados ya no fueron cuando faltó la profesora, sino cuando se progra-
mó una salida al shopping, que todos se fueron y que a ella Pascual la obligó a quedarse
y la mandó con Kosaka, que Kosaka la obligó a bañarse y le introdujo los dedos en la
vagina. Dicho de otro modo, ¿qué importancia puede tener que sus compañeras sosten-
gan que cuando la profesora de panadería faltaba, ellas quedaban al cuidado de la señora
Kosaka, si en el debate la denuciante dijo que en realidad fue en el día asignado para ir
al shopping que Kosaka abusó de ella? Entonces, reiteramos lo que ya indicamos: desde
la psicología puede ser atendible un develamiento paulatino; pero cuando lo que se ad-
vierte es un cambio importante de las circunstancias fácticas, pierde credibilidad el rela-
to, aunque la acusación formal pretenda ser tan generosa que brinde acogida a cuanta
mutación se realice.
3) Su progenitora, no mencionó nada relevante vinculado a
la señora Kosaka; tampoco dijo que su hija le hubiera contado algo de la religiosa. Y co-
mo ya explicamos: a la hora de relatar el episodio del ingreso a la guardia del Hospital
Central, sostuvo que fue por infección urinaria (no probado por los acusadores que sea
la misma sintomatología, o que un aborto pueda enmascararse y confundirse con una in-
fección urinaria, por cierto); y a la hora de narrar el tiempo que su hija había estado en
San Luis, en la casa de su amiga, sostuvo que fueron días, no meses como la denuncian-
te.
4) Contamos con el testimonio brindado por el terapeuta per-
sonal de la denunciante, Licenciado Marcelo Lombino. El profesional sostuvo que a la
señora denunciante empezó a tratarla desde que ella comenzó con las denuncias; que
ella le decía que necesitaba ese espacio (el brindado por el psicólogo) para recordar, que

194
eso lo hacía para mejorar la fluidez de la memoria, decía que ella sola no podía recordar.
Nos explicó también que la información que la denunciante iba suministrando era cada
vez más nítida, lograba armar una escena, un recuerdo; ella decía “este hecho fue así, y
lo armaba” [sic]; eso le generaba alivio y también malestar. También le generaba necesi-
dad de contactar a alguien, porque quizá ella no había sido la víctima, sino que había
presenciado un abuso. Sostuvo el licenciado que, al principio, cuando la denunciante re-
cordaba algún suceso, era confusa, decía: “no sé si lo estoy recordando bien”; que las
contradicciones existían como ejercicio de la memoria; luego que lo ordenaba y con-
cluía que eso había sido así, no había cambios; agregó que la señora nunca dijo “denun-
cié algo que no sucedió, o eso que dije no sucedió” [sic]; también indicó que ella si no
terminaba de armar el recuerdo, no lo “judicializaba”. Recordamos que, sobre lo recién
indicado, luego se explayó un poco más; así nos dijo que él fue, desde la terapia, el que
acompañó ese proceso; recordó que al principio el relato era todo desordenado; luego
solicitó soporte papel e iba escribiendo haciendo gráficos o dibujos. Cuando lograba
acomodarlo, e instrumentarlo en un escrito, sentía un alivio; que ella decía que lo iba a
instrumentar como denuncia, ahí el sentimiento contradictorio de recordar algo feo, pero
que manifestaba que lo quería denunciar.
Sobre las manifestaciones del Licenciado en Psicología, de-
bemos puntualizar que llama la atención la expresión del psicólogo –dada su experticia-,
cuando usó la palabra “armar”, refiriéndola a los recuerdos; todos sabemos que esa pala-
bra tiene una especial significación: adviértase que el psicólogo no dijo que se sentaba
en su terapia dando cuenta de sus recuerdos, sino que los armaba; repárese que lejos de
usar la palabra recuperar o desbloquear o develar, usó la de “armar”. Va de suyo que los
recuerdos no se “arman”; armarlo, sería intervenir desde el presente en el pasado,
abriendo un amplio camino a la autosugestión; es más, lo narrado por Lombino, en el
sentido de que la señora iba escribiendo sus recuerdos y hasta que no los “terminaba de
armar” no los denunciaba, es el ejemplo más claro de la posibilidad de autosugestión:
justamente en el ir armando y escribiendo, como a todos nos pasa cuando escribimos un
relato, vamos pensando y repensando los hechos que estamos narrando, colocándolo en
palabras que nos parezcan más adecuadas.
Se nos perdonará la reiteración, pero debemos volver sobre
citas ya hechas en las consideraciones generales de estos fundamentos: “… cada vez que
recordamos, la huella de la memoria que lo representa se reconstruye, lo que implica
que con cada recuperación los recuerdos se van transformando mediante la incorpora-
ción de nuevos datos y la reinterpretación de los ya existentes…” (Günter Köhnken;
Antonio L.; Manzanero; y M. Teresa Scott, en “Análisis de la validez de las declaracio-
nes: mitos y limitaciones”, ya citado) y en idéntico sentido: “.,. Cuando contamos o re-
cuperamos algo de la memoria lo que hacemos es reconstruirlo y al hacerlo añadimos
información para hacer coherente el relato rellenando las lagunas que pudieran haber-
se producido …” (Manzanero, A.L. en “Recuerdo de sucesos complejos: Efectos de la

195
recuperación múltiple y la tarea de recuerdo en la memoria” ya transliterado). La conta-
minación de los recuerdos, producto de la sugestión (o autosugestión) invocada por las
Defensas, emerge como factible, conforme lo explica la Psicología del Testimonio.
Volviendo a lo que manifestó el terapeuta tratante de la seño-
ra denunciante, el profesional sostuvo que conforme lo que él había escuchado de su pa-
ciente, podía mencionar los indicadores de abuso sexual que había detectado: a) bloqueo
en la memoria como función cognitiva; b) rigidez en la sociabilidad posterior a los he-
chos que iba recordando; c) registro de asco a las figuras masculinas, sin necesidad de
que representara una connotación sexual ese asco; d) desencuentro en los hábitos de au-
tocuidado en la relación a la configuración del esquema corporal; e) alteraciones signifi-
cativas en el registro del apetito, de higiene y deshabilidad social (desconfianza).
También nos explicó que no advirtió finalidad ganancial, y
en cuanto a la credibilidad del relato, se cumplía en la lógica y estructura de su discurso
y en la resonancia afectiva. Vinculado a estas apreciaciones del Licenciado Lombino,
nos recordó el señor Fiscal Jefe que cuando se le había preguntado por la credibilidad
del relato sobre el supuesto aborto farmacológico narrado por la señora denunciante, el
terapeuta nos dijo que desde la psicología, ellos analizan el ordenamiento de los hechos,
la ubicación témporo/espacial y la resonancia afectiva; que en la terapia recordaba que
cuando la denunciante contó lo del aborto, lo narró con llanto y que lo mismo había pa-
sado en la inspección ocular (a la que él concurrió); es más dijo que a él recordar a su
paciente indicando el lugar donde le mostraron el frasco con el feto, le ponía “la piel de
gallina” [sic].
Resultó muy llamativa la respuesta de Lombino pues no sólo
hizo hincapié en la resonancia afectiva de la deponente a la hora de narrar el hecho del
aborto, sino que también remarcó su propia resonancia afectiva ante ese relato.
Su compromiso afectivo con el caso también quedó de mani-
fiesto con la incorporación de sus manifestaciones en Facebook cuando salió la senten-
cia condenatoria en el Provolo I: “se hizo justicia, basta de impunidad” y también en
Instagram cuando reprodujo una publicación del diario Los Andes con las fotos de las 9
señoras acusadas.
Y si lo traemos a colación, es porque justamente el Dr. Itur-
bide ponderó favorablemente, como señal de credibilidad del relato de la denunciante
que su terapeuta se hubiera emocionado con sus dichos, que se le pusiera la piel de galli-
na en la inspección ocular y hasta la “empatía” [sic] generada por el profesional con su
paciente y el hecho de que llegara a hacer esas publicaciones en las redes sociales.
El valor asignado por el señor Fiscal a esta declaración entra
en crisis inmediatamente si se repara en que el licenciado Lombino compareció al deba-
te en calidad de profesional de la psicología, y no como un conocedor ocasional de los
hechos aquí juzgados. La diferencia no es irrelevante por cuanto la fiabilidad del aporte
que realiza un profesional, depende en gran medida, de su capacidad de análisis objetivo

196
de los hechos sobre los que depone. Dicho de otro modo, el señor Fiscal ha pretendido
evaluar la credibilidad del relato de la denunciante a través del grado de empatía y emo-
ción demostrado por su terapeuta.
El compromiso emocional de este profesional, que lo aleja
significativamente de un aporte técnico objetivo y por ende confiable como herramienta
de corroboración científica, no queda demostrado sólo en las circunstancias de que con-
fesó haberse emocionado, sino, lo más relevante para nosotros, es que ese compromiso
emocional lo condujo a tomar una posición frente al proceso. Con las publicaciones
efectuadas en sus redes sociales, no sólo respecto al proceso ya concluido sino al nues-
tro, es evidente que esa parcialidad nos obliga a tomar sus dichos con reserva, y no de-
positar la confianza solicitada por el señor Fiscal.
4) También escuchamos a los expertos Jorge Néstor Criach,
y Agustín Agasso que intervinieron en los informes psicológicos, ambos de las partes
acusadoras (el primero de la querellante; el segundo de la Fiscalía). Los dos nos explica-
ron que la denunciante a la señora Kosaka le atribuyó un rol facilitador en el abuso de
Corbacho; es decir, el informe fue anterior a su última denuncia en la que le atribuyó a
Kosaka un rol activo en un abuso sexual en la ducha. Y, ello confirma las propias pala-
bras del Dr. Agasso: que en los exámenes psicológicos se evalúa el relato en un tiempo
determinado, como una fotografía, de lo que la persona cuenta en ese momento y quiere
contar en ese momento. Agregamos nosotras, que ello nos da una pauta de la relatividad
de los informes, de lo efímero que puede ser el valor de sus resultados si la denunciante
en presencia del tribunal y las partes declara cosas diferentes a las que expuso en el mar-
co del examen forense.
Se le hizo ver al Dr. Criach que en el punto 2 y 5 del dicta-
men se consignaba que, aunque escueto, el relato resultaba claro y coherente; y que dada
la reticencia a relatar nuevamente los hechos que se investigaban, existía la posibilidad
de que la joven hubiera brindado un relato fragmentado. Y el experto, insistió en que
ello no los inhabilitaba para afirmar sobre la credibilidad; y aclaró en qué se fundaba.
Así nos explicó con una pregunta retórica, por cierto: “¿por qué la persona está ahí?
¿Por qué se expondría a hacer una denuncia como esta sin fundamento vital?”. Y así fue
claro cómo emergió el sesgo cognitivo (totalmente atendible en un perito de parte, pero
que le resta valor científico a su intervención): concluyó que el relato era creíble, porque
no advirtió un eventual móvil espurio para denunciar. Aquí debemos aclarar que, en ese
aspecto, más que en minoría, su opinión quedó en solitario, pues ni el perito propuesto
por el Ministerio Público Fiscal lo siguió en sus apreciaciones.
Efectivamente, el Dr. Agasso sostuvo que no pudieron esta-
blecer criterios de credibilidad en su relato, por el estado emocional en que se encontra-
ba la entrevistada: nos dijo que ella manifestó hartazgo y malestar e hizo un relato es-
cueto; que por ello sólo se pronunciaron en términos de coherencia y claridad. A su vez,

197
también nos explicó el profesional, que la señora no reunió todos los criterios para diag-
nosticar la presencia de un estrés post traumático,
En síntesis: si el informe da cuenta sobre la imposibilidad de
evaluar la credibilidad del relato, si el informe se consigna que no reúne todos los indi-
cadores de estrés post traumático, si el informe se asemeja a una fotografía que congela
el momento de la entrevista; va de suyo que, como prueba con valor para la evaluación
del testimonio que se realiza en el presente, carece de mayor entidad o relevancia, por lo
menos en este caso.
Conclusión:
Advertimos entonces, que en lo que hace al relato de la de-
nunciante, existió un cambio sustancial. Ese cambio, desde lo jurídico bien podría afec-
tar el principio de congruencia; desde lo psicológico resulta muy difícil de justificarlo
como un develamiento progresivo; y en el plano del razonamiento probatorio, esos sen-
sibles desfasajes desfavorecen el juicio de credibilidad. A ello, debemos agregar la alta
probabilidad de que ni tan sólo se hubieran conocido Corbacho y ella (lo cual quitaría
toda viabilidad del Hecho Dos de los presentes).
Tampoco podemos perder de vista la ausencia de elementos
de corroboración periférica; y mucho menos soslayar la presencia de dictámenes psico-
lógicos que no pueden expedirse sobre credibilidad del relato y no detectan todos los in-
dicadores de estrés post traumático. Entonces, debemos concluir que las partes acusado-
ras no han logrado probar los extremos de la acusación traída a juicio más allá de toda
duda razonable, y corresponde, en consecuencia, absolver a la acusada de los hechos dos
y cinco de la presente causa.
HECHO TRES:
Conforme acusación formal, se le enrostran a la señora Ko-
saka dos hechos en virtud de la denuncia de la señora (nombre de denunciante); y, un
tercer hecho en que no existe un denunciante específico o un sujeto pasivo determinado,
sino que es una acusación genérica, que involucra a los menores que estaban a cuidado
de la señora acusada. A continuación, el análisis de la prueba vinculada a esos hechos;
pero desde ya anticipamos que los elementos de cargo no resultaron suficientes para
confirmar las hipótesis traídas a juicio. Lo demostramos:
Primer hecho:
Se sostuvo en la acusación que entre el 2004 y 2012, en el
baño de mujeres, la señora Kosaka las hacía bañar a ella y a otra joven juntas y les decía:
“A ver tóquense entre ustedes”, mientras la acusada las miraba. Adelantamos que no se
llegó a acreditar este primer hecho y ello porque: a) el relato careció de mínima consis-
tencia; b) ni tan sólo fue confirmado o corroborado por la que supuestamente era la otra
víctima de esa “corrupción”, es decir, la señora (nombre de la otra joven); es más, tam-
poco fue confirmado por la señora Verónica Moya, que fue nombrada expresamente por
la denunciante durante el debate.

198
Un dato sensible y preocupante, es que como Moya no co-
rroboró ese hecho durante la investigación preparatoria, nos dijo el señor Fiscal Jefe que
“se optó” por no incluirla en la acusación; es decir: el hecho de que la señora Moya ne-
gara haberse bañado y tocado con sus compañeras ambas denunciantes, no condujo al
Ministerio Público Fiscal a dudar de la solidez de su prueba testimonial y buscar más
elementos, sino a adaptar discrecionalmente los hechos, suprimiendo a la señora Moya
de la escena en su pieza acusatoria, para evitar que esta perdiera capacidad de explica-
ción. Preocupante, por cierto, esta forma de manipular los hechos para que cuadre una
acusación, que el mismo Ministerio Público Fiscal admitió haber realizado.
Durante el debate, la señora denunciante declaró que la seño-
ra Kumiko Kosaka les decía que se bañaran (nombre de tres denunciantes); agregó que
estaban presentes Kosaka y Asunción Martínez y se reían, les hacían burlas y les decía
que se tocaran en esos 30 minutos que disponían para bañarse. Sostuvo que después la
señora Kosaka cambiaba de cara y las obligaba a cambiarse y a los chiquitos les decía
qué feo que las chicas se estuvieron besando, y las mandaba a penitencia. Dijo que Ko-
saka se reía y las aplaudía, y les decía a los niños chiquitos que las miraran. Explicó que
la penitencia se las imponía porque se habían estado tocando, pero que ellas lo habían
hecho porque la señora Kosaka las obligaba; la penitencia era que cada una tenía que es-
tar en una esquina.
Surge claro que, si se quiere promover o facilitar la corrup-
ción, se incentiva la realización de los actos corruptores, y si se logra que la víctima obe-
dezca y realice los actos que se alientan, capaz que hasta se premia, posiblemente se feli-
cita o su adopta una conformidad pasiva; pero lo que no resulta lógico es que se aliente a
las niñas/adolescentes a que se toquen [impúdicamente, suponemos pues la acusación
formal no describe al tocamiento], y una vez que obedecen, se las castigue porque se to-
caron. Esta contradicción en el tenor del relato, resta credibilidad a sus dichos: no se
puede “alentar” a tocarse y “desalentar” a tocarse (a través de la penitencia) sin solución
de continuidad (por añadidura), sin caer en un sinsentido. Pero a su vez, las acciones
asignadas a la supuesta corruptora, torna dudosa la configuración misma del acto co-
rruptor.
Dicho de otro modo, el relato adolece del mismo defecto que
advertimos en la declaración de la señorita (nombre de denunciante) cuando nos contó el
episodio consistente en que Corbacho la llevó a su habitación y la empezó a manosear, y
que cuando Kosaka la vio salir de la habitación del sacerdote, la retó y le pegó una ca-
chetada. En ambos relatos el mismo eje estructural, la misma contradicción sustancial; si
se pretende corromper o mantener a un niño/niña/adolescente en la corrupción, no se
desalienta luego que se logró que la víctima realice el acto corruptor; emerge tangible la
alta probabilidad de contaminación de los relatos; pero, si mera hipótesis no estuviesen
contaminados, individualmente ninguno es verosímil, como lo hemos explicado.

199
Como dato colateral, pero que sirve para evaluar la falta de
coherencia interna del relato, debemos consignar que la señora (nombre de denunciante)
en su extensa declaración durante el debate, nos contó que la señora Kosaka obligaba a
los chiquitos a tocarse, que eso lo hizo la acusada desde el 2005 al 2010; es más, dio al-
gunos nombres de esos chiquitos: (tres nombres) y otros más; pero: aclaró que ella no
vio eso, que se dio cuenta de que habían ocurrido esos tocamientos por la carita triste
[sic] de los chiquitos. Dicho de otro modo, a los chiquitos les veía “carita triste” y eso la
llevó a afirmar que era porque la señora Kosaka los obligaba a tocarse. Surge evidente
que ese fragmento del testimonio no es otra cosa que una afirmación especulativa que se
apoya en una premisa fáctica anterior -niños con caritas tristes- que no avala semejante
inferencia.
Ciertamente sus dichos nos eximen de mayores comentarios;
pero emerge claramente que su relato no reúne ni tan sólo el estándar fijado por la Corte
Provincial en el precedente «nombre de supuestas víctimas» en relatos infantiles, o sea:
que el relato sea inteligible y creíble. Y reiteramos: no es que equiparemos el relato de
una persona adulta a la de un niño; sino simplemente, que aun aplicando los estándares
instados por los acusadores, sería convalidable la declaración.
Durante sus alegatos, el titular de la acción pública práctica-
mente ni se detuvo en el análisis del tenor de la declaración de la señora denunciante.
Optó por comenzar con las manifestaciones de otros ex compañeros que, sostuvo, cons-
tituían corroboraciones periféricas; así analizó las manifestaciones de 8 excompañeros
de (nombre de la denunciante):
De esas 8 personas, debemos puntualizar que:
Cinco, fueron los denunciantes que manifestaron que la se-
ñora Kosaka los hacía bañar juntos y que los incitaba a tocarse. Escuchamos a una de-
nunciante decir que se tocaban como lesbianas; a otra que vio a las chicas bañarse y to-
carse, que la señora Kosaka le dijo que no contara nada y la incitaba a bañarse a ella
también; a (nombre de otro varón) que sostuvo que con 6 años (edad inferida por el se-
ñor Fiscal), de ver a las chicas más grandes bañarse desnudas, se le paraba el pene; a
(nombre de denunciante) manifestando que junto con (nombre de tres denunciantes) se
bañaban como novios; e incluso a una denunciante (que llegó a decir que Kosaka los fil-
maba con la cámara de Corbacho cuando se bañaban, aunque no escuchamos a ningún
denunciante que confirmaba haber sido filmado en el acto del baño).
Hasta aquí, aun cuando podamos sostener que la señora Ko-
saka incitaba a que todos se bañaran juntos y se tocaran, queda claro que ninguno afirmó
haber visto el hecho descripto en la acusación formal; es más, ni la señora (nombre de
dos denunciantes) incluyeron en su ducha al señor (nombre de denunciante) que sostuvo
haberse bañado con ellas como “novios”; tampoco ninguna de las dos dijo haber visto a
la señora (nombre de denunciante) mirándolas algún día que faltara la profesora de pa-

200
nadería, y mucho menos incluyeron en sus tocamientos a la señorita (nombre de denun-
ciante)
Pero luego el señor Fiscal Jefe mencionó y ponderó las ma-
nifestaciones de la señora (nombre de testigo). A esta testigo le asignó un crédito espe-
cial porque: ya era mayor de edad para la fecha que el señor Fiscal Jefe ubicó los he-
chos: 2006/2007; pues era una persona que tenía una hipoacusia leve; y porque hablaba
lengua oral muy bien. Resulta inaceptable a la hora de ponderar un testimonio, que se
remarque la condición de menos sorda y de manejar mejor lengua oral (cuando además
esto era señalado como motivo favorecimiento de la incomunicación de los estudiantes
del Provolo), para asignarle más crédito al testimonio; y más inaceptable que esa valora-
ción de la prueba provenga de quien, en sus alegatos, le pidió al Tribunal que se apartara
de los “estereotipos” a la hora de valorar la prueba, conforme se indica desde el prece-
dente Coz Luna de la Suprema Corte de Justicia.
Obviando lo destacado en el párrafo precedente, nos interesa
analizar lo manifestado por el señor Fiscal y lo que dijo la testigo, pues veremos, que le-
jos está de corroborar la hipótesis acusadora. Así el titular de la acción pública, sostuvo
que la señora testigo, no había visto la situación de las duchas, que había incluso dicho
que las chicas mayores se bañaban aparte, y a veces ayudaban a bañar a los más chiqui-
tos; pero, había declarado que ella había visto a los chicos darse besos y también tocar-
se; que “alguien” les había enseñado a besarse en la boca, que los chicos le echaban la
culpa a Claudia, Andrea y Naikén; y que ella no sabía qué adulto les había enseñado eso.
En base a esas manifestaciones de la señora testigo, el señor
Fiscal nos explicó que, si bien la señora testigo, ignoraba cuál era el adulto que les había
enseñado esas cosas, nosotros (ellos) podían inferirlo de las declaraciones de los otros
testigos pues justamente, habían mencionado que la señora Kosaka los instaba a bañarse
juntos. Es decir, según inferencia del Sr. Fiscal Jefe: la señora Kosaka era quien los ins-
taba a tocarse en el baño, ergo la señora Kosaka les enseñó a darse besos, y así se confir-
ma que los instaba a tocarse en el baño. Claro ejemplo de razonamiento circular.
Vuelve a ser evidente el sesgo de confirmación. Justifica-
mos:
En primer lugar, se mencionó sólo una parte del extenso tes-
timonio de la señora testigo. Se omitió aludir que la señora testigo, explicó que, efectiva-
mente, ella vio a los chiquitos besándose y no sabía qué adulto les había enseñado a dar-
se besos; pero agregó que cuando ella iba y los veía besándose, se quedaban quietos, to-
dos calladitos, y ella decía: “Ojo, cuidado con lo que están haciendo”; y luego aclaró;
que los vio 2 veces, que una vez les dijo “Ojo con lo que están haciendo, es muy feo, si
Kumiko los ve, les va a pegar a todos porque se están portando mal”; y finalizó diciendo
que los chicos se asustaron y se echaban la culpa entre ellos, mientras (nombre de tres
jóvenes) no decían nada y también se culpaban entre sí.

201
En síntesis: El señor Fiscal Jefe sostuvo que el ignoto adulto
que, según la testigo, había enseñado a besarse a los chicos, debía ser la señora Kosaka
porque otros testigos habían dicho que los incitaba a bañarse juntos y tocarse. Pero justa-
mente, si hay alguien que debería descartarse de esa inferencia (que corre por cuenta del
señor Fiscal), es a la señora Kosaka, pues, precisamente, la amenaza de la testigo hacia
los chiquitos que estaban besándose, era que Kosaka, en vez de premiarlos o incentivar-
los -porque se estaban corrompiendo o seguían corrompiéndose-, los iba a retar porque
eso era feo. Reiteramos, en el análisis que hizo el señor acusador público, faltó un tramo
de la declaración de la misma señora testigo a la hora de presentar su inferencia.
Pero, volvamos un instante a la declaración de la testigo: del
relato de la testigo, nuevamente vuelve la imagen de una señora Kosaka severa, firme,
que reta y censura las conductas “inapropiadas”; no surge una religiosa que fomente, in-
centive esos comportamientos de los chicos.
En segundo lugar, también se omitió ponderar otro tramo de
la declaración de la señora testigo, mucho más explícito, que no necesita de inferencia
alguna y que se relaciona directamente con el hecho del que se la acusa a la señora Ko-
saka y contradice a los anteriores testigos: no sólo explicó la señora testigo que se baña-
ban apartadas de los menores, y que a veces ayudaban a bañar a los chiquitos, sino que
agregó bastantes detalles a su afirmación.
En efecto, dijo la testigo que ellas a las 17 horas salían del ta-
ller, se quedaban jugando, descansaban, y cuando eran más o menos las 18 o 18.30, se
iban a bañar. Se bañaban los chiquitos primero; algunos se bañaban solos; otros, por
ejemplo, (nombre de niño) -porque era de familia humilde y le tenía miedo al agua de la
ducha- había que ayudarlo; a veces uno lo ayudaba a veces otro le ayudaba a abrir la du-
cha, pero no los tocaban. Entonces como no los podían tocar, se les ocurrió decirle al ni-
ño que miraran cómo se bañaban los varones para aprender; así fue tomando confianza y
se bañó solo. Siguió contando que a (nombre de niño) que tenía 3 años, era chiquito, y a
él sí lo ayudaban a bañarse y a cambiarse; que, así como a él, a otros chiquititos también
los asistían, y que no sólo las monjas ayudaban, sino que ella, por ejemplo, se hacía car-
go de (nombre de niño y otro de niña) de otro chiquito.
Sostuvo esta testigo altamente creíble para la acusación, que
nunca vio nada que le llamara la atención de las duchas; que a veces cuando ella regre-
saba de la panadería los niños ya estaban bañados y las mandaban a bañarse rápido a
ellas. Finalmente, confirmó lo que manifestó la señora Kosaka, que cada una tenía una
ducha y estaban todas divididas; que cuando se desocupaba una ducha, entraba otra. Nos
dijo que eran 4 compañeras y ella que iban arriba a bañarse; que ahí sobraban duchas.
Reiteró que a los chiquitos los bañaba Kosaka, Asunción, y en el 2006 también la monja
Lucía. En síntesis: del relato de la señora testigo, emerge claro que no es ella una testigo
de “cargo”, en este hecho; pero también queda de manifiesto cómo se ha pretendido par-

202
cializar la pruebas a la hora de ponderarlas, de suerte tal que encuadraran con una hipó-
tesis acusadora que ha llegado totalmente debilitada a debate.
Pero ocurre que, más allá de que la conducta que describe la
señora denunciante tiene estos componentes contradictorios, la coprotagonista o supues-
ta co-damnificada no confirmó sus dichos. Nos referimos a otra testigo de la lista de
ocho, que analizó el señor Fiscal como evidencia que corroboraba su teoría del caso: la
señora (nombre de denunciante).
Efectivamente la señora (nombre de denunciante), con quien
(nombre de denunciante) sostuvo que se tocaba a pedido de la señora Kosaka, no confir-
mó sus dichos en la medida que dio otra versión sobre las duchas. Lo que tienen ambas
versiones en común (de ambas denunciantes) es el tema de tocamientos, en las duchas,
y, cualquiera de los relatos que se tome, finaliza con el reto de la señora Kosaka. Expli-
camos: Sostuvo (nombre de denunciante) en nuestro debate que con sus compañeras
Andrea y Verónica jugaban en el baño; que se acercó la señora Kosaka, las vio y dijo.
“Qué pasó?, esas son cosas de lesbianas, lo que hacen entre ustedes, eso está mal”.
Agregó que ellas se quedaron calladas, que Kosaka insistía en que eso estaba mal y las
separó. Agregó la señora (nombre de denunciante) que ellas jugaban porque eran chicas,
que no sabían. Reiteró que la señora Kosaka las retó, les dijo que eso era feo, que eso
que hacían era de lesbianas. Volvió a explicar que ellas mientras se duchaban jugaban,
iban y venían, y que Kosaka las enfrentó, se acercó a ellas y les dijo que las iban a echar,
que salieran de ahí. Siguió dando detalles: que Kosaka estaba furiosa, enojada y las en-
frentó de manera muy fuerte.
Ello motivó que el señor Fiscal Jefe pidiera que se le exhi-
biera la cámara Gesell del 23 de octubre de 2017, la parte donde había declarado que
cuando se bañaban los chicos sordos, hacían juegos lésbicos, todo completo, se tocaban
la vagina, los pechos, todos, mientras se cambiaban y que ello era porque Corradi los to-
caba a ellos y después los tocaba Kumiko. Luego de ver el video, (nombre de denun-
ciante), dijo que era tal como lo había declarado en aquella oportunidad. Pero a renglón
seguido, siguió aclarando y sostuvo que esto de los juegos entre ellas en el baño pasó
más de una vez: que una segunda vez jugaban, haciéndose burlas como si no entendie-
ran; otras veces hacían dibujos de mujeres con ropa interior, y Kosaka lo vio y se enfu-
reció, y que por los dibujos a ella la llevó contra la ventana y le pegó una cachetada, y
los demás sordos se fueron todos. En síntesis: 2 veces durante el debate explicó que ellas
hacían juegos lésbicos por propia iniciativa; explicó que la señora Kosaka se enfurecía,
las retaba, las separaba y hasta les dijo que las iban a echar del instituto; es más agregó
que también las había retado cuando dibujaron personas desnudas.
Si bien el señor Fiscal asumió como testimonio corroborante
de esta parte de su hipótesis la declaración de (nombre de denucniante) a partir de su ra-
tificación de lo que dijo en la cámara Gesell (que ellas se tocaban porque antes las ha-
bían tocado Corradi y Kosaka), el Tribunal no tuvo, luego del extenso interrogatorio de

203
los acusadores, alguna razón que explicara por qué ratificaba algo que evidentemente,
era contradictorio con lo que venía sosteniendo y con lo que siguió describiendo sin so-
lución de continuidad luego de ratificar sus dichos en la Cámara Gesell. Recortar el tes-
timonio de una persona y sólo valorar una parte de éste -la útil a su hipótesis-, aun cuan-
do se contradice con el resto, raya, si es que no lo es, con una valoración irracional de la
prueba.
No obviamos que en testimonios extensos y, además, con di-
ficultades anexas como puede ser el transcurso del tiempo y la mediación de la interpre-
tación, pueden aparecer ciertas contradicciones; pero, en el caso, ésta no fue salvada.
Recordemos que conforme a lo que se enseña desde la doctrina de la litigación oral, el
marcar la contradicción es una herramienta de desacreditación que tiene la parte no ofe-
rente del testigo, y no lo inverso: un mecanismo de sustitución de lo que declara el testi-
go en el juicio. Lo que tiene valor como fuente de conocimiento es lo que el testigo dice
en el juicio y no lo que queda bajo algún registro de la investigación.
En nuestro caso, la lectura de la declaración anterior fue uti-
lizada por la parte proponente de la prueba –Fiscalía- como si fuera para asistir a la me-
moria, y por ello, la parte procesal se conformó con la simple ratificación de lo dicho an-
tes; pero no se percató –y esto no es intrascendente al momento de razonar la prueba-,
que lo que hacía ratificar, se daba de bruces con lo que la testigo estaba declarando y si-
guió declarando. No hubo ningún esfuerzo para salvar la contradicción, interrogando a
la propia testigo al respecto, por lo que en el momento de los alegatos, la cuestión se sal-
vó con la invocación de un estándar que consistiría en hacer hincapié en que ciertas
contradicciones no deberían llevar a descreer del relato. La pregunta, entonces, es: ¿có-
mo el Tribunal puede asumir que (nombre de denunciante) corrobora lo dicho por (nom-
bre de denunciante) cuando el propio acusador hizo destacar la contradicción, y no se
esforzó –si es que se podía- por salvarla?
Es más, adviértase que tal vez la falta de coherencia interna
del relato de (nombre de denunciante) devino de una dificultad de interpretación de un
lenguaje a otro, de una mala jugada de la memoria de la testigo, de los nervios y males-
tar que puede provocar presentarse a declarar como testigo, etc.; acá el problema no ha
sido el relato de la testigo, ha sido la inacción de los acusadores, que ante la contradic-
ción no requirieron aclaraciones.
En síntesis: (nombre denunciante) sostuvo que la señora Ko-
saka las obligaba o instaba a tocarse mientras se duchaban; (nombre de denunciante) du-
rante el debate sostuvo que las tres amigas (Moya incluida) se tocaban jugando; y con-
forme lo acabamos de explicar, aun cuando en la cámara Gesell dijo que ellas se tocaban
porque antes las habían tocado Corradi y Kosaka, acontece que nadie le pidió alguna ex-
plicación sobre la diferencia de declaración; es más, si nos detenemos un instante en
aquella declaración brindada hace prácticamente 6 años, tampoco sería a favor de la te-
sis acusadora, pues la señora (nombre de denucniante) nunca sostuvo que ellas se toca-

204
ran porque antes las había tocado Kosaka, sino que las incitaba a hacerlo; es decir, nue-
vamente sigue sin cuadrar, sin poder compaginarse ambas manifestaciones. Por lo de-
más, claro ha resultado que tanto (nombre de dos denunciantes), dijeron que la señora
Kosaka las retó cuando se estaban tocando, la primera, luego de incentivarlas a hacerlo,
y la segunda cuando lo hacían espontáneamente y a efectos de evitar su continuación; es
decir, una describe un mensaje contradictorio, la otra una conducta atípica. Y si suma-
mos lo que dijo (nombre de denunciante) en la cámara Gesell y ratificó en el debate, Ko-
saka no las habría incentivado a tocarse, sino que ellas lo habrían hecho por haberlas to-
cado aquella primero, en cuyo caso se trataría de un presunto acto corruptor diferente al
de la acusación.
Finalmente, si bien el señor Fiscal nos dijo que no incluyó a
la señora (nombre de denunciante) en su acusación porque la señora no ratificó el hecho,
luego, en los alegatos, la citó como prueba de que la encartada tocaba a los niños cuando
se bañaban; es la octava testigo de la lista que enumeró el Dr. Iturbide. Analizaremos sus
dichos. Así, la señora (nombre de denunciante), es la compañera de (nombre de dos de-
nunciantes) que ambas sostuvieron que participó de esos juegos “lésbicos” (así los llamó
una denunciante) en las duchas. La señora (nombre de denunciante) lo negó. Es decir,
lejos estuvo de confirmarlo. De todos modos, dijo que ella vio cuando Kosaka tocaba a
los niños desnudos, y ella los tapaba con una toalla porque le daba vergüenza; a conti-
nuación, dijo que ella lo ayudaba a bañarse a (nombre de denunciante) y Kumiko le de-
cía que lo hiciera solo.
Los acusadores, desde un sesgo confirmatorio, han dado por
sentado que esos tocamientos descriptos por (nombre de denunciante) eran inverecun-
dos, sin advertir que el relato de la señora (nombre de denunciante) no habilita esa infe-
rencia, sencillamente porque la conducta mencionada (tocamientos) no está contextuali-
zada, es más, todo lleva a pensar que ello ocurría en el contexto del aseo de los pequeños
(por la mención de los toallones y su afirmación de que ella quería bañar a (nombre de
denunciante). Tampoco está descripta esa conducta como para distinguir si se trata de
una acción lasciva o no. Deberían los acusadores haber desarrollado más el examen de
su testigo en ese aspecto, para verificar que efectivamente esos tocamientos configura-
ban un abuso sexual, o si simplemente se estaba describiendo un acto de aseo, asistencia
en el aseo, de vestimenta, o cualquier otra cosa.
Finalmente, si bien las acusaciones lo ignoraron en sus ale-
gatos, también se contó con el testimonio de la señora Lucía Mayorga. Tal como lo indi-
có la Defensa técnica de la señora Kosaka, esta testigo sostuvo que los baños en los que
se duchaban estaban uno al lado del otro, separados con pared; que se duchaban 6 perso-
nas; que los baños estaban cerrados, se bañaban solas. Es decir, al igual que (nombre de
denunciante) y que (nombre de testigo), no corroboró los dichos de la denunciante.
En síntesis: la señora denunciante denunció que la señora
Kosaka la hacía bañar en compañía de (nombre de dos denunciantes) y las incentivaba a

205
tocarse [seguimos suponiendo que es de manera impúdica]; que ellas se tocaban, y luego
la encartada las castigaba poniéndolas en penitencia por haberse tocado. El hecho que le
atribuye la denunciante a la señora Kosaka carece de coherencia pues encierra una
contradicción, resulta inverosímil desde el sentido común y no tiene corroboraciones en
los dichos de las otras denunciantes. En consecuencia, la acusación este aspecto no se
encuentra confirmada más allá de toda duda razonable.
Segundo hecho:
También consigna la acusación formal que la señora Kosaka
“era la encargada de despertar a las niñas mayores y lo hacía tocándoles la cola y dándo-
le cachetazos en la misma, haciéndoselo a (nombre de denunciante)”. Adviértase que
como está redactado el libelo acusatorio, Fiscalía debería haber probado que despertaba
a todas las chicas dando cachetazos en la cola, incluida la señora denunciante; repárese
que se sostiene que despertaba a las niñas mayores tocándoles la cola (o sea, utiliza el
plural). De todos modos, debemos puntualizar que la joven puntualmente mencionada –
nombre de denunciante- durante el debate NO confirmó los términos de la acusación.
Sobre este tema, la señora denunciante, sostuvo que la señora
Kosaka, para despertarlas abría las ventanas; y que se tiraba en su cama, la tocaba y se
reía. Agregó que ella se levantó, se fue a cepillar los dientes y Kumiko le tocó la cola, y
a ella no le gustaba. Siempre se tiraba en su cama y le tocaba los pechos y la cola. A ella
le molestaba. Concluyó sobre este hecho que después la señora Kosaka se fue a trabajar
a otro lado y ahí fue un alivio.
Entonces, despertar a una persona con golpes en la cola, no
es lo mismo que despertarla tirándose en su cama. Ambas son conductas distintas.
La situación no mejoró a la hora de brindar explicaciones de
la contradicción –o mejor dicho, cuando se le mostró que había declarado cosas diferen-
tes en el debate y en la Fiscalía-: sostuvo que en el cámara Gesell había estado nerviosa
porque habían sido muchas las cosas que había vivido y había estado confundida; es de-
cir que conforme a sus dichos, confundió la acción de tirarse en la cama, tocarle los pe-
chos y la cola con la acción de despertar dando una cachetada en la cola. Nadie ignora
las malas pasadas que pueden hacernos jugar los estados de nerviosismo. Pero esta mo-
dificación no es insignificante desde que se pasa de la descripción de una conducta bas-
tante ambigua y hasta si se quiere, de uso frecuente entre personas conocidas y convi-
vientes (como es dar palmadas en el trasero para despertar a un niño o púber –dada la
extensión temporal de la acusación-), a una acción de connotación sexual clara (tirarse
encima de la persona y tocar los pechos y la cola)
También brindó como explicación que en Fiscalía no había
manifestado que la encartada le había tocado los pechos porque le había dado mucha
vergüenza; ello es lo mismo que decir que contar que le había tocado la cola no le pro-
vocaba vergüenza y mencionar el tocamiento en los pechos, era para ella era un motivo
de pudor. Más allá de que la vergüenza es un sentimiento y puede ser una cuestión bas-

206
tante subjetiva, los agregados, las rectificaciones, las omisiones, en definitiva, los cam-
bios de relato, sin una justificación de cierta entidad, merman la credibilidad a sus di-
chos. Máxime si consideramos que, en verdad, la testigo ya había narrado un hecho que
en su percepción individual (o mejor dicho en su “resignificación actual”–como la Li-
cenciada Cucchi sostuvo-) ya tenía connotación sexual, por lo que, poco sentido tiene
decir que lo otro no lo había dicho en su declaración anterior, por vergüenza.
Pero a su vez, debe advertirse que estas transformaciones
del relato colocan a cualquier persona acusada en un estado de indefensión, por añadidu-
ra: hemos escuchado a la señora (nombre de denunciante) explicarnos que ella se había
dado cuenta que había declarado cosas que no eran correctas (habló de “error”), pero
que ni tan sólo se lo había dicho a su abogado, pues ella esperaba a que la citaran nueva-
mente para aclarar esas circunstancias; es decir, se denunció un hecho, y en el debate se
admite un error y se cambia el hecho. Aun cuando pudiera sostenerse que el blanco de la
defensa no cambia mucho si la denunciante dice que la tocó en la cama, a que si denun-
cia que se tiró en la cama, lo que acontece es que ello desestabiliza la fiabilidad del rela-
to. Es inevitable concluir que no es sólido el testimonio, que no se mantuvo intacto en el
trascurso del tiempo.
Ocurre que, aparte de ese cambio, una compañera de la de-
nunciante, (nombre de otra denunciante), también declaró lo que ocurría cuando la seño-
ra Kosaka iba en las mañanas a despertarlas, pero dio otra versión: sostuvo la testigo que
a las 6 horas de la mañana la señora Kosaka las despertaba y a ella la ponía mal que es-
tuviera Kumiko; que estando con (nombre de dos denunciantes), la señora Kosaka las
zamarreaba para despertarlas y eso era muy feo. O sea: la señora (nombre de denuncian-
te) no confirmó que la encartada se metiera en la cama de alguien o que pegara cacheta-
zos en la cola, o que tocara pechos o que se tirara en la cama; sólo dio cuenta de zama-
rreos. Dicho de otro modo, no confirmó las aseveraciones de la denunciante. Se supone
que (nombre de denunciante) era testigo presencial; se le preguntó por el hecho de su
compañera y dio otra versión; es más esto confirma la posibilidad de que (nombre de de-
nunciante) haya cambiado su versión: Moya describe un acto tan inocuo y de ambigua
significación sexual como el primer relato de (nombre de denunciante).
Incluso, recordamos a la señora denucniante diciéndonos que
la señora Kosaka para despertarlas, levantaba la persiana, las llamaba tocándole el hom-
bro, y otras veces golpeaba la cama con el pie, decía “arriba, arriba” y ellas se asustaban.
Es decir, tampoco confirma los dichos de (nombre de denunciante) en cuanto a cómo las
despertaba la señora Kosaka.
Por último, debemos consignar, que la Licenciada Ana Cuc-
chi, fue una de las autoras del examen psicológico practicado a la señora (nombre de de-
nunciante). La licenciada nos dijo que conforme a la entrevista y al test, el relato de la
señora era coherente, claro, desestructurado, no había indicadores de fabulación, había
brindado detalles de contexto. Había detectado correlato emocional: irritabilidad, enojo;

207
la profesional pudo advertir el esfuerzo emocional hecho por la examinada para contar
lo ocurrido; también mencionó que tenía recuerdos recurrentes.
Resulta evidente que, las conclusiones a las que arribaron en
ese examen respecto al relato, no se compadecen con el relato que se brindó en nuestra
presencia. En ese sentido, advertimos que nuevamente, carecemos de más información
sobre lo que contó a los profesionales la testigo, pues, esas entrevistas no son grabadas o
filmadas. No es que se dude de lo manifestado por la especialista, es que no podemos
verificar el relato -el contenido de la entrevista-, mencionado como el principal insumo,
del dictamen forense. Dicho de otro modo: si el relato brindado a los profesionales de la
salud fue coherente y claro, es una cuestión imposible de verificar, y queda claro que esa
opinión sobre aquel relato, no aplica al relato que nosotros escuchamos.
Pero existe una cuestión que no podemos soslayar pues ha si-
do materia de grandes controversias entre las partes y, sobre la misma, fue consultada
expresamente la psicóloga. Ya en las consideraciones generales de los presentes funda-
mentos, que precedieron al análisis de la prueba en cada caso, hicimos referencia a las
fotos que se incorporaron en el debate, de la señora (nombre de denunciante) acompa-
ñando a docentes del Provolo en marchas reclamando que no se cerrara la institución.
También dimos cuenta de otras fotografías -se han incorporado muchas- y algunos vi-
deos de la señora (nombre de denunciante) como alumna del Provolo, junto a sus com-
pañeros y a las encartadas, sonriente, feliz y hasta disfrazada de monja haciendo una re-
presentación teatral –una suerte de parodia de cómo eran sus días en el Provolo- en una
fiesta que se realizó en el mismo Instituto (aunque ella negara enfáticamente que se hu-
biera disfrazado de monja alguna vez).
Ya explicamos que resulta muy difícil de compatibilizar esas
imágenes de agrado/alegría con los sufrimientos que vino a contarnos, con las severas
manifestaciones de malos tratos y pésima atención que dijo padecer dentro de la institu-
ción. Se le exhibieron varias de esas fotos; se le mostró el video grabado por la señora
Kosaka en el que ella y sus compañeros le mandan saludos y besos a la religiosa Martí-
nez. Como explicación, sostuvo la señora (nombre de denunciante) que ella disimulaba,
que disimulaba estar bien, que la señora Kosaka les decía “sonrían y digan algo para
Asunción”, y ella lo hacía. En ese sentido, la licenciada Ana Cucchi (que hizo el examen
psicológico), nos explicó que ella entendía que la señora (denunciante) no estaba en con-
diciones de “simular”, en el sentido que la psiquiatría le asigna a esa palabra; es más, le
explicó al Dr. Varela Álvarez que él estaba usando la categoría psiquiátrica de la disi-
mulación. Incluso, cuando se le quiso mostrar las fotos a las que ya hemos aludido, dijo
la Licenciada Cucchi que ella no podía analizarlas pues excedía el marco de su labor,
que ella podía hablar de la tarea que había realizado, que no correspondía al perito valo-
rar la totalidad de la prueba (de autos). Si bien no quiso expedirse sobre esas fotos, nos
indicó que, tal como ella lo había consignado en su informe, la señora denunciante, tenía
una tendencia a la negación de los sentimientos displacenteros como mecanismo de de-

208
fensa, que intentaba evitar la toma de contacto con éstos y se esforzaba por vincularse
con sentimientos o situaciones de su agrado; sostuvo la licenciada que, si bien no figura-
ba en su informe la palabra disociación, podía inferirse de esa conclusión.
Nos resulta muy difícil llevar a la “disociación” al nivel indi-
cado por la psicóloga; sobre todo, porque no nos explicó en qué se fundaba concreta-
mente para sostener que la señora denunciante tenía tendencia a negar los sentimientos
displacenteros, que fue en lo que hizo pivotear su inferencia. Pero queremos volver so-
bre los dichos de la denunciante sobre este tema; pues, sin obviar el marco teórico brin-
dado desde la ciencia por la licenciada Cucchi y por todos los psicólogos que intervinie-
ron en los distintos exámenes en este largo debate, debemos ver si resulta aplicable a
nuestro caso; fundamentalmente porque la respuesta de la Licenciada Cucchi no figura
consignada en sus conclusiones, sino que esta la infirió de sus conclusiones; o sea, fue
una inferencia de otra inferencia.
Quien introdujo la palabra “disimulación” al debate, no fue
el Dr. Varela Álvarez, sino que fue la propia denunciante. Fue la señora denunciante que
la invocó como explicación, cuando vio sus retratos, sonriente, como cualquiera de los
chicos que estaban también fotografiados. Fue ella la que usó esa palabra como justifica-
ción de aquella sonrisa, pues se le recordó que había dado cuenta de permanentes casti-
gos, golpes, malos tratos en la institución, a punto tal de descomponerse los domingos
por no poder aceptar la idea de ir el lunes a la escuela.
Así las cosas, en primer lugar, debe dársele la razón al señor
Fiscal, en el sentido de que “disimulación” -en rigor de verdad- fue la palabra usada por
el intérprete, traduciendo de Lengua de Señas a lenguaje oral; partiendo de la base de
que resulta altamente improbable que la señora denunciante haya querido aludir con esa
palabra a alguna “categoría psiquiátrica”, debemos pensar que su uso por parte de la tes-
tigo responde a su acepción corriente: disimular = fingir = aparentar = representar.
Si acá insertamos la opinión de la licenciada Cucchi, cuando
sostuvo que la señora denunciante no estaba en condiciones de disimular, deberíamos
concluir que la felicidad que trasuntan esas fotografías es real. Y, así las cosas, ello re-
sulta a favor de la tesis de la Defensa. Ocurre que la misma señora denunciante se encar-
gó de explicar el motivo de su simulación. Ella dio las razones: sostuvo que disimulaba
por obligación y temor. Es decir, lejos estamos de poder convalidar la disociación invo-
cada como razón explicativa por la Licenciada Cucchi.
En efecto, cuando la señora denucniante vio el video en el
que sale con otros compañeros mandándole un afectuoso mensaje a la señora Asunción
Martínez, nos explicó que todos sabían de Kumiko; y todos disimulaban y ponían caras
de sonrientes. Que Kumiko les hacía las preguntas y ellos estaban obligados a saludar.
Nos aclaró que ese video era para Asunción, y que la señora Kosaka les decía que son-
rieran, y la saludaran; es más, llegó a explicarnos que Kumiko les dijo qué era lo que te-
nían que decir y que sonrieran. Aclaró que creía que al video lo había filmado la misma

209
señora Kosaka y se lo mandaba a Asunción, para que viera que eran inteligentes, y reite-
ró que Kosaka le dijo a cada uno qué era lo que tenía decir y hacer (bordar, mandar be-
sos, etc.).
También dijo que ante los psicólogos de la institución disi-
mulaba, hacía los dibujos que le pedían y contestaba poco y breve, y que no quería con-
tarles por temor a que se lo dijeran a la señora Graciela Pascual.
Es decir, según la señora denucniante ella disimuló obligada
por Kosaka y por temor a Pascual. Ahora, debemos preguntarnos si resulta plausible su
explicación. Y allí, debe advertirse: a) Que carece de todo sentido que la señora Kosaka
-justamente la supuesta persona cómplice de los abusos sexuales de los sacerdotes, que
intentaba corromperlos sexualmente y que los maltrataba físicamente todo el tiempo,
conforme teoría de la acusación-, justamente esa persona, quisiera que sus víctimas se
mostraran inteligentes y felices ante Martínez –o sea, ante la otra persona/cómplice –
siempre según dichos de la señora denucnainte- que se reía y aplaudía cuando se baña-
ban juntas instigadas por Kosaka-. Dicho de otro modo, no resulta verosímil que entre
cómplices de abusos sexuales y malos tratos, se esmeraran en mandarse videos hacién-
dolas fingir a sus víctimas que estaban bien. Pero a su vez, tal como lo han remarcado
las defensas materiales desde el sentido común, ¿era tan hábil la niña/adolescente de-
nunciante que logró engañar con sus simulaciones a todos los psicólogos, profesores y
psicopedagogos de la institución, de suerte tal que ninguno se percató de los sufrimien-
tos de esa alumna? No parece esto algo fiable.
Finalmente, recordamos a la señora denunciante, diciéndo-
nos que cuando se fue la señora Kosaka de la institución, sintió un alivio. Recordamos al
señor Fiscal diciendo en sus alegatos que la denunciante, como la mayoría de los denun-
ciantes, había sostenido que la señora Kosaka, era la “monja mala” y respecto a Martí-
nez, sostuvo que no tenían igual opinión, que decían que era buena e incluso algunos
sostenían que era “sumisa”. Queremos traer una anotación consignada en el legajo de la
denunciante, por la Trabajadora Social Adriana Elizabeth Zampieri, es decir, una de las
tantas profesionales que trabajaron años en el Provolo y que no fue imputada. Así, en el
año 2008 anotó que la denunciante era una chica participativa, con buena forma de inte-
ractuar, persona cálida con sus compañeros y en general con todos los docentes. Pero
puntualmente nos interesa el informe de octubre de 2008 obrante a fs. 72: allí se observa
que cuenta con buena adaptación a la institución, buena relación con pares, docentes y
adultos responsables del albergue. Los adultos responsables del albergue eran las reli-
giosas Kosaka y Martínez. Con pruebas de este tenor, resulta muy difícil sostener la hi-
pótesis de los acusadores; esas anotaciones en el legajo, de una profesional, que ni tan
sólo está sospechada de formar parte de esta suerte de red de abusos invocados, suma
motivos para descreer de los dichos de la denunciante.
Conclusión: El relato de la señora denunciante no goza de la
suficiente verosimilitud como para refutar los dichos de la señora Kosaka, que fue termi-

210
nante al negar los cargos. Las compañeras tampoco realizan algún aporte como para en-
contrar alguna explicación al hecho traído a juicio o respaldar los dichos de la denun-
ciante. Y las conclusiones del informe psicológico, en base a las explicaciones brindadas
por la Licenciada Cucchi, lejos están de poder considerarse prueba dirimente -o tan sólo
con algún valor-, que conjure las falencias antes señaladas.
Tercer hecho:
Finalmente, la acusación formal le enrostra a la señora Ku-
miko Kosaka que en una oportunidad permitió que los niños menores de edad observa-
ran películas de índole sexual a través de la ventana de la habitación de José Luis Ojeda.
El señor Fiscal Jefe hizo pivotear la acusación en los elemen-
tos que a continuación explicitaremos:
1) El testimonio de otra denunciante: en la medida que la se-
ñorita había declarado que material pornográfico había en la computadora de Corbacho,
donde estaba el televisor en el albergue de mujeres, y en la habitación de Ojeda.
A su vez, del expediente canónico surgía que, cuando la con-
gregación del Huerto iba a prestar servicios en el Provolo, habían requerido que en la
institución se les habilitara internet, que incluso había una religiosa que estaba estudian-
do.
De lo recién indicado, el Dr. Iturbide, infirió que la señora
Kosaka era la que más usaba la computadora del albergue de mujeres porque era la más
joven y porque estudiaba. Que, si la señora Kosaka era la que más usaba la computado-
ra, debía saber que allí había material pornográfico y debía ser la responsable de ese ma-
terial; por consiguiente, debía permitir que los chicos vieran material pornográfico por la
ventana de la habitación de Ojeda.
Reiteramos, lo reseñado, fue lo que nos dijo del titular de la
acción pública, por muy asombroso que parezca. Más allá de que a esa inferencia le fal-
tan varios pasos lógicos para ser tal, y que así planteada parece más una presunción o
corazonada que otra cosa, resulta evidente que la señorita (nombre de denunciante) no
confirmó, ni tan sólo insinuó que la señora Kosaka les hubiera permitido ver pornografía
desde la ventana de Ojeda.
2) En el legajo del joven (nombre de denunciante), la señora
Pinacca había dejado una nota que decía que los chicos le habían informado que Javier
estaba viendo pornografía de José Luis Ojeda; que eso lo había informado la docente;
que la docente se lo informó a la directora; y la directora a la representante legal. De esa
constancia en el legajo, nada nos permite inferir que fuera la señora Kosaka la que estu-
viera permitiendo que el denunciante viera pornografía de Ojeda; adviértase que ni tan
solo se puede inferir que el denunciante estuviera viendo esa pornografía desde la venta-
na de la habitación de aquél.
A su vez, el señor Fiscal Jefe preguntó –de manera retórica-
¿qué sentido tenía asignarle a Ojeda, una computadora con internet? De lo recién con-

211
signado, no advertimos de qué manera se vincularía a la señora Kosaka con la pornogra-
fía que tuviera Ojeda. Es decir, no se puede inferir que Kosaka les permitiera a los chi-
cos espiar por la ventana de Ojeda y tampoco que fuera ella la que le había dado una
computadora al jardinero.
3) El legajo de otra denunciante: nos recordó el señor Fiscal
Jefe, que en mayo del 2009, el joven terminó internado en el Hospital Notti. Y que la
psicóloga María Isabel González, justamente luego de esa crisis, consignó en el legajo
que había que “indagar la exposición a videos”. Si el señor Fiscal nos trajo esta eviden-
cia a la hora de alegar sobre la conducta que le enrostraba a la señora Kosaka, es decir,
que permitía a los menores que vieran videos de contenido sexual a través de la ventana
de Ojeda, suponemos que fue porque entendió que esto de que se indagara sobre la ex-
posición a videos consignado en el legajo, lo relacionó con ese tipo de videos. Ocurre
que, si leemos el informe del que se extrae esa frase, bien podemos concluir que el señor
Fiscal sacó la frase del contexto. Explicamos:
En ese informe, se consigna que “… desde el seguimiento
psicológico que se realiza en la escuela, se observan fluctuaciones en la respuesta emo-
cional del niño, caracterizándose por ansiedad, disrupción y la aparición de relatos de
escenas de violencia y terrores nocturnos con pesadillas. Es notable la recurrencia de
los contenidos y la angustia que manifiesta ante los mismos. Se indaga la exposición a
videos, dado que el niño lo contextualiza de esa manera, en algunos momentos. Sin em-
bargo últimamente refiere episodios de violencia y robos entre vecinos, ladrones que
irrumpen su hogar y un adulto que vive cercano a su casa que le ofrece unas pastillas
(según su descripción, cápsulas), que él rechaza. En otros momentos, comenta terrores
nocturnos y se angustia. Estos relatos son desestimados por la madre como fabulacio-
nes del niño…”
Entonces, si el informe claramente habla de relatos de esce-
nas de violencia y terrores nocturnos, si es el mismo niño el que refiere a violencia en
los videos y en los robos entre vecinos, ¿Qué otro motivo que no sea el sesgo de confir-
mación puede llevar al señor Fiscal a asociar esos videos sobre los que hay que indagar,
con videos de contenido sexual de la habitación de Ojeda? Ciertamente no se vislumbra.
4) La señora (nombre de denunciante), sostuvo que vio en el
albergue de mujeres cómo se cambiaba el televisor de dibujitos animados a videos por-
nográficos. Y agregó que Ojeda tenía ese material en su computadora; que ella lo vio
por afuera, que ella iba caminando, corrió la persiana y vio que Ojeda estaba viendo co-
sas de sexo.
Nuevamente, de lo recién indicado por el Dr. Iturbide, lejos
estamos de poder relacionar a la señora Kosaka con las cosas de sexo que miraba Ojeda
dentro de su pieza y que (nombre de denunciante) eventualmente se puso a espiar (co-
rriendo la persiana). Debemos puntualizar que la señora Moya declaró en nuestra pre-
sencia; por ello, las acusadoras debieron preguntarle si ese espionaje por la ventana de

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Ojeda lo había hecho bajo la anuencia de la señora Kosaka. La omisión en el examen de
la testigo por quien quiere probar su hipótesis, no autoriza a formular presunciones ni
conjeturas.
4) Finalmente, la señora (nombre de denunciante): Ella nos
dijo que con sus compañeros (nombre de dos denunciantes) y otros chicos lo veían a
Ojeda poniendo películas de sexo; que los chicos lo veían a través de la persiana, que
José Luis miraba películas de sexo y de relaciones; pero explicó que llegó la señora Ko-
saka, los vio y dijo: “vamos, vamos” y se los llevó para otro lado. Recordaba que los
chicos miraban eso a la noche, a las 10 de la noche; que a ella la llamó una compañera y
le dijo: “mirá, mirá”; alcanzaron a ver y a sorprenderse, y justo llegó Kumiko y les dijo
“vamos, vamos que es feo eso”, y se fueron (aclaró que esos chicos eran dos denuncian-
tes). Dicho de otro modo: la señora (nombre de denucniante) es la que menciona la ven-
tana de José Luis Ojeda y se sitúa con otros niños (entre ellos dos denunciantes), espian-
do las películas a través de la ventana, pero fue bien clara sosteniendo que, lejos de per-
mitir, la señora Kosaka esa acción, los censuró y los sacó del lugar.
Ahora bien, ¿qué sostuvo el señor Fiscal Jefe? Que eso de
llevarse a los chicos, la señora Kosaka lo hacía desde lo “formal” [sic]; pues había dicho
“vamos, vamos”, pero no lo denunció.
En primer lugar, debemos puntualizar que los denunciantes,
es decir, a quienes (nombre de denunciante) involucró en el episodio de la ventana y la
señora Kosaka, lo confirmaron.
En segundo lugar, ciertamente, nos preguntamos ¿qué tenía
que denunciar la señora Kosaka, si el hecho narrado por (nombre de denunciante) hubie-
se sido cierto? ¿Que una persona mayor de edad, en su habitación –ámbito privado-, con
la persiana cerrada (pues los chicos tuvieron que correrla), estaba viendo videos para
“adultos”? Ciertamente no parece razonable.
Cualquier cuidador que sorprende a los niños espiando por
una ventana a otra persona, debe hacer lo que (nombre de denunciante) dice que hizo
Kosaka, sacarlos del lugar, pues no se debe espiar; esté viendo lo que esté viendo en la
TV la persona en el interior de su dormitorio, y a las 22 horas por añadidura.
Por ello, la conducta de la señora Kosaka descripta por la se-
ñora Labeguerie, es la que se le puede o debe exigir a cualquier cuidador, si hubiera ocu-
rrido. Y, aun cuando se siguiera sosteniendo que el ánimo de la señora Kosaka era co-
rromper, el haberlos sacado de la escena de los hechos, significa que no permitió. Re-
cordemos los términos de la acusación y el contenido del alegato en ese aspecto: para el
señor Fiscal la conducta reprochable era haber facilitado la corrupción de menores por-
que no impidió que los niños a cargo de la religiosa, espiaran a un adulto que veía por-
nografía dentro de su recinto privado; no obstante, la indeterminación de los comporta-
mientos que para el señor Fiscal hubieran sido relevantes para impedir –salvo el de de-
nunciar ya tratado-, sabemos que el que realizó la señora Kosaka (alejarlos del lugar a

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los chicos diciéndoles que eso era feo, sea que lo feo fuera espiar o mirar pornografía),
no era para el titular de la acción, hábil al efecto, desde que lo calificó de “formal”.
Amén de no entender qué quiso decir el señor Fiscal con comportamiento formal, lo
cierto es que el acto en sí mismo, en su estructura, es el más adecuado para impedir la
observación de pornografía: en primer lugar, por su inmediatez; en segundo lugar, por la
descalificación del acto por parte de Kosaka (dijo “eso es feo”); y, en tercer lugar, por el
apartamiento de los chicos de la fuente de potencial corrupción.
Por todo lo expuesto: entendemos que corresponde absolver
a la señora Kosaka de los hechos endilgados como “Hecho Tres”; entendiendo que las
partes acusadoras, no han logrado probar las hipótesis fácticas traídas a juicio más allá
de toda duda razonable y que lo afirmado por los denunciantes, es un hecho atípico.

HECHO CUATRO:
Se recordará que la acusación formal sostiene que la señora
Kosaka, no obstante tener conocimiento, omitió denunciar y realizar los actos necesarios
a efectos de impedir que, en el año 2006, el señor José Luis Ojeda se introdujera en ho-
rarios nocturnos, en la habitación de (nombre de denunciante) y le tocara los senos y la
cola, le pidiera tener sexo y le mostrara su pene.
Entendemos que en este caso, tampoco se acreditó el hecho
traído y que lo que surgió del debate es una acción atípica. Pasamos a dar motivos:
La señora denunciante, compareció a debate y estuvo días
declarando. Obviamente declaró, se la examinó y contra examinó sobre los hechos que
había denunciado. Pero su vez, mucho tiempo dispensaron las partes indagando a la se-
ñora sobre diversas fugas de su hogar y del Provolo que ella protagonizó cuando era
adolescente. Igualmente, las partes se extendieron a lo largo de la deposición de la testi-
go preguntándole sobre un presunto rapto/secuestro que ella afirmó haber padecido en
aquellas épocas; a tales fines, incluso, fueron confrontando sus dichos con información
contenida en expedientes tanto de Juzgados de Familia como de alguna que otra Fiscalía
Penal; contrastaron sus manifestaciones con actas y libros secuestrados en el Provolo, e
incluso con testimonios brindados desde su núcleo familiar.
Luego de haber escuchado los dichos de la señora denuc-
niante, después de que se incorporara la prueba instrumental y testimonial que las partes
vincularon a sus dichos –que incluyó hasta el testimonio de una Licenciada de la DI-
NAADyF (Marta Ruth Pereyra) que vino a dar cuenta de sus conclusiones (relacionadas
con aquel secuestro y la asistencia a la denunciante que la profesional le brindó en aque-
lla oportunidad)-, la señora Kumiko Kosaka en ejercicio de su defensa material, sostuvo
que la señora (nombre de otra denunciante) había mentido, y que seguía mintiendo. Dio
cuenta de las diferentes versiones que fue brindando la denunciante, e hizo hincapié en
las versiones vinculadas al mentado secuestro; sostuvo que esos cambios de versiones
demostraban de manera notoria la gran mentira de esa persona, la acomodación, la mo-

214
dificación de su relato, pues de un hecho que sucedió en el 2006 [el secuestro] que en
ningún momento había mencionado a la encartada en aquella época, 10 años después,
cuando fue a denunciar en los presentes (en el 2016) modificó todos los hechos y la cul-
pó a ella de su fuga del Provolo pues manifestó que se había escapado por una pelea que
había tenido con la encartada y que allí la habían secuestrado.
De manera coincidente con los dichos de la señora Kosaka,
obra un informe agregado a fs. Sub 17 de autos N° 304/06/2F del Juzgado de Familia,
ofrecido ad effectum videndi, fechado en 26 de diciembre de 2005, en el que el Trabaja-
dor Social N° 49 da cuenta al Juez que se constituyó en el domicilio de la señora denun-
ciante –que por aquellas épocas tenía 12 años- y entrevistó al grupo familiar convivien-
te; y expresamente consignó que los entrevistados “… reconocen que (nombre de de-
nunciante) en forma habitual miente o fabula, fundamentalmente cuando se enoja ante
la imposición de límites por parte de los adultos.”
Después de haber presenciado el testimonio brindado por la
señora (nombre de denunciante), reiteramos, durante tantos días, debemos calificar su
relato como un verdadero galimatías; no por impropiedad de las frases, sino por lo poco
claro del tenor. En ello, no tiene que ver un eventual desconocimiento o poco manejo
del lenguaje o su discapacidad auditiva, nos referimos a que intrínsecamente, su relato
fue confuso.
Pero también debemos consignar que fue un relato peculiar.
Explicamos: a) Por instantes lucía como insólito, como por ejemplo, cuando relató que
el señor Ojeda, aun habiéndose bajado las persianas de la ventana de su dormitorio, se-
guía introduciéndose en la habitación por esa ventana; b) por instantes, lució como un
relato que ponía en otros la responsabilidad de las contradicciones en que incurría y se le
mostraban, como por ejemplo, cuando se le refrescó la memoria, a través de la lectura de
instrumentos en los que tanto su padrastro como su madre dieron cuenta de que el alega-
do secuestro – que ella nos dijo que había ocurrido de noche, cuando se fugó del institu-
to luego de pelear con la señora Kosaka- había acontecido en horario diurno a la salida
del Provolo en el camino hacia su casa (reiteramos, desde su núcleo familiar, la estaban
desmintiendo). En este caso, la señora denunciante, al advertir la contradicción con los
dichos de sus progenitores, explicó que seguramente sus padres no habían entendido lo
que ella les había narrado en señas. De igual modo, cuando se le requirió que explicara
contradicciones existentes con otros relatos de ella, brindados en otra cámara Gesell,
afirmó que ella cuando había declarado en aquél entonces, tenía poco manejo de lengua
de señas, y por ello, seguramente los intérpretes no le habían entendido. En ese sentido,
debe consignarse que tanto los intérpretes designados por el tribunal –Bossio y Fránsi-
ca-, como el intérprete Vandone de la defensa, cuando vieron la cámara Gesell filmada
en el 2007, fueron contestes en sostener que para aquella época la señora denunciante te-
nía un lenguaje de señas entendible. Entonces, y más allá de que la circunstancia invoca-

215
da –escaso manejo de lengua de señas-, fue refutada con las afirmaciones de los intér-
pretes en la misma sala de debate.
c) Y por instantes su narrativa fue fantasiosa: muchas fueron
las versiones que brindó del citado secuestro, y siempre distintas, por cierto, y siempre
con lujos y detalles extremadamente precisos; por ejemplo, entre las versiones brindadas
en fiscalía y las suministradas en el debate, supimos que los bandidos estaban encapu-
chados, aunque después describió a cada uno de los secuestradores –uno pelirrojo, otro
de raza negra, y el otro rubio-. También oímos que a ella le taparon los ojos, pero con
una tela finita, por lo que podía ver a los secuestradores y por eso los pudo describir
(aunque olvidó que había dicho que ellos estaban encapuchados); sostuvo que le querían
abrir la boca para obligarla a que les practicara sexo oral, pero olvidó que instantes antes
había dicho que a ella le habían puesto un trapo en la boca; sostuvo que los secuestrado-
res la desnudaron y le pasaron la lengua por todo el cuerpo, pero también dijo que des-
nuda, uno de los malhechores se puso guantes blancos y le introdujo dedos en la vagina;
relató que la desnudaron, pero en otra ocasión dijo que le cortaron la remera y el corpi-
ño, después le sacaron el short y la bombacha (aunque se le hizo saber que la policía –
cuando la encontraron- constató que estaba vestida con un pantalón de jean celeste y una
remera deportiva; o sea que la remera no estaba rota y en vez de short, tenía un panta-
lón); aseveró que le ataron las manos con un hilo/cable o algo muy finito que le apreta-
ba, que le hizo sangrar y que le dejó marcas, pero del secuestro, apareció caminando con
las manos atadas con una bufanda y sin marcas en las muñecas de otras ataduras; indicó
que cuando la liberaron los captores, se tomó un micro, pero fue encontrada –se reitera-
con una bufanda atada en las manos (o sea que debería haber tomado el micro con la bu-
fanda en las muñecas). Reiteramos, lo que llamó la atención, y aún más que las mismas
contradicciones, fueron las distintas versiones de un mismo hecho, cada una con sus
pormenores y detalles. Todas estas circunstancias le restaron credibilidad a su relato e
impacta en la fiabilidad del testimonio en general.
Previo al análisis de la prueba vinculada al hecho puntual de
acusación, debemos puntualizar, que también un valioso tiempo insumió a las partes,
tratar de acreditar y desacreditar la existencia de rejas en las ventanas de las habitaciones
de la planta alta –concretamente de los albergues-. A la luz de lo narrado por la denun-
ciante, ha resultado una controversia que bien podríamos calificarla como bizantina y to-
talmente estéril. Si se tuviera por probado que había rejas, bien podría ya terminarse el
análisis del hecho, pues la señora denunciante atribuyó al señor Ojeda haber ingresado
por la ventana de su habitación que estaba en el primer piso. Pero ocurre que aun cuando
se sostuviera que no había rejas, poco influye en el tenor de un relato que, desde ya anti-
cipamos, carece de coherencia interna. Justificamos:
Ciertamente, la señora denunciante, en todo momento nos
dijo que padeció malos tratos y golpes por parte de la señora Kosaka; que incluso, cuan-
do se portaba mal, la llevaba en penitencia al ático y le pegaba con una especie de látigo.

216
Pero, vinculado ya estrictamente al objeto procesal –al delito que se le atribuyó a la en-
cartada-, sostuvo que el señor José Luis Ojeda era un concurrente perseverante a su ha-
bitación por las noches, que trepaba asistido por una escalera que colocaba para subir
hasta el primer piso y así entraba por la ventana de su dormitorio; que ya adentro de la
habitación que ella compartía con otra chica, sólo la despertaba a la denunciante y la so-
metía a tocamientos impúdicos, exhibiciones obscenas y le requería –con cierto grado de
violencia- que le practicara sexo oral. Aclaró que esa otra chica, era Alejandra (ex com-
pañera que ya falleció); que a veces le daban una pastilla para dormirla, pero otras veces,
su amiga lograba engañar a las autoridades, no tomaba la pastilla y había sido testigo de
la presencia de Ojeda y de sus actos.
Continuó diciendo que ella no sólo que se negaba a satisfacer
los deseos sexuales de Ojeda, e incluso lo rechazaba empujándolo, sino que alcanzaba a
salir corriendo en búsqueda de la señora Kosaka. Que la despertaba a la religiosa –aclaró
que la acusada dormía con el hábito gris de monja y el velo negro puesto-; que ella le
explicaba que José Luis Ojeda había irrumpido en su dormitorio; que la monja se calza-
ba las pantuflas, iba a su dormitorio y ya no estaba Ojeda; que la señora Kosaka miraba
incluso por la ventana y no veía a nadie; aclaró la misma señora denunciante que cuando
miraba la señora Kosaka, el forajido ya se había marchado y por la ventana sólo se veía
oscuridad; agregó que la señora Kosaka –luego de haber verificado que no estaba José
Luis Ojeda merodeando- la trataba de mentirosa.
También sostuvo que estos escalamientos por parte del señor
Ojeda, estos pedidos de auxilio de la denunciante a la encartada y las pesquisas con re-
sultado negativo efectuadas por la religiosa Kosaka a los fines de localizar al intruso,
ocurrieron muchas noches, que no sabía cuántas, pero que habían sido muchas veces, y
que ella estaba cansadísima.
A su vez, explicó, que una misma noche entró dos veces el
señor Ojeda. Que, en la primera oportunidad, luego de que la señora Kosaka verificara
que no había nadie y la tratara de mentirosa, bajó la persiana con la manijita y la trabó;
no obstante, ella se quedó preocupada; y esa misma noche Ojeda volvió a entrar por la
ventana, cuya persiana había bajado Kosaka previamente.
Continuó con su relato, y luego de reiterar que la señora Ko-
saka iba a su habitación y miraba –o sea verificaba que no estaba Ojeda-, la religiosa ce-
rraba la ventana y se iba. Cierto es que, en algún momento, la señora denunciante –con-
trariamente a lo que acababa de decir-, sostuvo -explicando su rutina diaria-, que luego
de cenar, marchaban a dormir; que ella sabía que José Luis Ojeda se iba a subir y por
eso ella cerraba la ventana, pero la señora Kosaka le decía que la dejara abierta para que
entrara el aire; que Ojeda entraba por la ventana y ella iba a llamar a Kosaka. Pero acon-
tece que cuando finalizó de contar su rutina, sostuvo que, a la mañana, Kosaka les abría
la persiana y les tocaba el hombro para despertarlas. Es decir: más allá de que primero
dijo que era la propia encartada la que cerraba la ventana, que luego sostuvo que la en-

217
cartada le decía que la dejara abierta para que entrara el aire, lo que resulta claro es que,
si a la mañana Kosaka les abría la persiana para despertarlas, significa que dormían con
la persiana baja.
Pero aun soslayando las contradicciones indicadas, no parece
razonable que el señor Ojeda pasara varias noches colocando escalera, trepando, inten-
tando obligar a su víctima a que le practique sexo oral, dejándola escapar para que fuera
a pedir ayuda, escapándose él y escondiendo la escalera; tampoco parece razonable que
la denunciante siempre pudiera eludir a su atacante, buscara ayuda en la señora Kosaka,
y que al volver a la pieza ambas revisaran todo y terminara con un reto de la cuidadora.
Tampoco luce creíble que se cerraran las persianas y aun así entrara el jardinero (salvo
que se pudieran levantar las persianas desde afuera; circunstancia que las acusadoras no
indagaron). Pero fundamentalmente, debemos preguntarnos: ¿con qué sentido la señora
Kosaka, mediando acuerdo con Ojeda, lo haría trepar y descender muros hasta el primer
piso y mover la escalera de un lado a otro, si con sólo dejarle la puerta del albergue
abierta ya era suficiente? ¿Para qué se levantaba la señora Kosaka, iba hasta la habita-
ción de la denunciante, verificaba si estaba Ojeda, y encima le cerraba la ventana y la
persiana, si conocía las intenciones de Ojeda y colaboraba con él para que abusara de la
adolescente? Es más, ya en sus alegatos, el representante de la señora denunciante, nos
recordó que Ojeda tenía llaves del instituto (algo así había dicho algún testigo); que eso
le, daba acceso a todas partes en el Provolo: entonces, si tenía las llaves ¿para qué esca-
laba, pudiendo entrar con llave al albergue de mujeres?
Otras preguntas, impone la tesis acusatoria: ¿cómo hizo la
señora Kosaka para acordar con el señor Ojeda, una persona con déficit cognitivo -al
punto de ser declarado inimputable- y con nula o mínima capacidad de comunicación,
su colaboración para los abusos sexuales que este se proponía perpetrar a Garay?, ¿qué
términos pudo tener ese acuerdo?, ¿cómo le explicó aquél sus intenciones y ella le hizo
saber que lo asistiría? Las respuestas a estas preguntas no son baldíes, por cuanto la con-
nivencia entre ambos no se puede presumir, sino que se debe acreditar y sobre esto nada
hizo ni dijo la acusación.
Retomando la declaración de la denunciante, podemos acep-
tar que atento al tiempo transcurrido –la señora ha narrado hechos que ella sostuvo que
ocurrieron cuando tenía 12 años-, existan fallas de su memoria, recuerdos borrosos, va-
cíos que se llenaron a nivel inconsciente con algún que otro relato ajeno o ideación pro-
pia; pero el problema radica en que sea en virtud del tiempo transcurrido, sea por suges-
tión o autosugestión, el hecho, tal como nos lo relató la señora, presenta muchas incon-
sistencias.
Pero, el argumento central del Tribunal para desestimar la
acusación en este aspecto no es ya la inconsistencia del relato, ni los déficits probatorios,
sino que la denunciante, señora denunciante, en su versión del debate, describe un com-
portamiento que libera a la acusada de la responsabilidad que se le atribuye. En efecto,

218
sostuvo la denunciante que la señora Kosaka, atendía sus llamados nocturnos, que inte-
rrumpía su descanso -como le correspondía en su rol de semanera- cuando le avisaba
que Ojeda ingresaba a su cuarto, que revisaba la habitación y miraba por la ventana (lu-
gar por donde la niña o joven le habría dicho que ingresaba Ojeda). La misma denun-
ciante confirmó que cuando Kosaka miraba por la ventana, Ojeda ya no estaba; es más,
sostuvo que seguramente se había escondido (nosotras agregamos que obviamente, de-
bía esconder también la inmensa escalera que precisaba para acceder a una ventana ubi-
cada en un primer piso bastante alto, por cierto).
Adviértase que la denunciante también explicó que luego de
que se cercioraban de que no hubiera nadie, se cerraba ventana y persiana –y eso hasta
ella misma lo confirmó, pues indicó que al día siguiente la señora Kosaka levantaba la
persiana para despertarlas-. Surge evidente, entonces, que la conducta descripta por la
denunciante en la señora Kosaka, dista mucho de ser la de una cuidadora que tiene co-
nocimiento de los abusos que se le atribuyen a Ojeda y no denuncia u omite realizar los
actos necesarios para impedir los tocamientos. Dicho de otro modo: si la señora Kosaka
–o cualquier persona adulta-, cuando la adolescente la despertaba sosteniendo que había
un hombre en su dormitorio, se constituía en el lugar y no encontraba a ningún indivi-
duo, miraba por la ventana y no veía a nadie, ¿podía creer o sospechar –considerar vero-
símil-, que un trepador estuviera introduciéndose por la ventana para pretender tener
sexo oral con una de las chicas -a la otra muchacha que dormía al lado no le hacía nada-,
y que luego él y la escalera se esfumaban, para luego volver a realizar esa laboriosa ten-
tativa acosadora de nuevo, y así sucesivas noches?
Conforme a lo anterior, amén de no ser inverosímil el relato
de la señora denunciante respecto a los ingresos por la ventana de Ojeda, lo decisivo es
que lo que esta testigo narró en el juicio es que la señora Kosaka se sometió a sus pedi-
dos y verificó que no hubiera ningún intruso perturbando el sueño de la joven y que ce-
rró la persiana. Lo que resulta más inconsistente es que los acusadores, le enrostren un
no accionar, no impedir a la señora Kosaka, y la denunciante relate cómo accionó, cómo
actuó la misma acusada. Sobre esto ni siquiera se esforzaron por descartar la utilidad de
las acciones calificándolas de “formales”.
Y con esto se visibiliza cuáles son las principales falencias
de los acusadores: 1) no haber valorado globalmente el relato de la denunciante. en la
medida que omitieron, aunque más no fuera, mencionar que la señora Kosaka iba y veri-
ficaba que no hubiera algún intruso; de decir, escogieron partes del relato y desecharon
otras-; 2) no pasar los dichos de la denunciante por el filtro de la verosimilitud y 3) no
detenerse un momento para someter las conductas descriptas por las testigo a un juicio
de tipicidad.
Corroboraciones periféricas del relato de la denunciante:
1) Su progenitora, más allá de dar su versión sobre las de-
nuncias y expedientes judiciales –tanto penales como del juzgado de familia-, y sobre

219
todas las anotaciones que se fueron consignando en los libros de la institución sobre su
hija que las partes le mostraron y preguntaron, sostuvo que su hija siempre le contó que
la monja (la señora Kosaka) era mala, la trataba mal, la tironeaba, le echaba la culpa de
todo; también explicó que la acusada le informaba que ella era mala, robaba, le sacaba
los yogures a los chicos y le echaba la culpa de un montón de cosas. De todos modos,
sobre el hecho concreto por el que está acusada la señora Kosaka, sólo manifestó que su
hija le había comentado que José Luis Ojeda se le había metido por la ventana, que su
hija lo había visto [a Ojeda] y se lo había dicho a la cocinera; luego se mostró dubitativa
y no pudo responder si su hija le había informado que se lo había contado a la cocinera o
a la religiosa. Dicho de otro modo: NO vino a corroborar la versión de los dichos de su
hija, o por lo menos, no contó que esa irrupción del jardinero en el dormitorio de su hija
fuera habitual –como lo denunció (nombre de denunciante)-, y ni tan sólo pudo asegurar
a quién se lo habría dicho. Y nada más sobre los hechos contenidos en la acusación for-
mal y los dichos de la progenitora de la denunciante puede indicarse, desde que el resto
del interrogatorio de las partes se focalizó en todas las constancias y/o denuncias que
aquellas habían ofrecido vinculadas a las fugas de su hija –tanto de su casa como del
Provolo-, a malos tratos/violencias dentro de su núcleo familiar y varias cuestiones bien
ajenas al objeto procesal, por cierto.
2) La señora (nombre de denunciante), sostuvo que su her-
mana, Marisa, era la que dormía con (nombre de una niña) ; es decir, no confirma que
ésta durmiera con Alejandra.
3) El testimonio de la Licenciada Gema Lara, vinculado a los
dos exámenes psicológicos que se le realizaron a la denunciante: Sobre el primero dijo
la profesional que fue realizado el 1/12/16, que duró dos horas, y que la denunciante en
la entrevista refirió la existencia violencia intrafamiliar, con intervención del juzgado
de familia. Ella refirió malos tratos, carencia afectiva y económica en su casa de origen;
lo que hizo que terminan enviándola al Provolo; que la joven dijo que estaba de lunes a
lunes y los domingos, solían ir a buscarla. Que la denunciante refirió que después de 2
intervenciones en distintos hospitales, la madre decidió mandarla a la escuela Pavón y
que sostuvo que estaba muy angustiada porque los papás no le creían lo que ella decía.
Nos dijo que la denunciante manifestó que en el Provolo, el jardinero sordo y enfermo
mental –José Luis Ojeda- y Corbacho, le habían metido los dedos, había sangrado; Cor-
bacho la sentaba en una trafic y le tocaba los senos. Decía que José Luis entraba despa-
cito a los dormitorios y les tocaba los pechos; que José Luis les decía que le hicieran
sexo oral y que les iba a dar plata; que José Luis salió con una hermana chinita. También
contó que ella se lo decía a la monja Kosaka y la religiosa la trataba de mentirosa. La
experta forense presentó como conclusión que no advertían síntomas de estrés post trau-
mático, y atribuyó esa ausencia a la resiliencia de la examinada.
En cuanto a la credibilidad del relato, sostuvo la psicóloga
que el mismo era verosímil porque poseía secuencia lógica, correlato emocional, ausen-

220
cia de contradicciones y organización. Nos quiso aclarar que muchas veces el relato de
las víctimas (es decir, recurrió a una generalización, en una primera impresión parece
confuso; eso tiene una explicación: ello ocurre cuando se necesita recordar algo traumá-
tico, eso afecta el funcionamiento neuroquímico del cerebro. Por eso pueden aparecer
repeticiones de detalles, o van y vuelven en la línea del tiempo; y eso no es que no sea
verosímil, sino que tiene que ver con el funcionamiento del hipocampo y qué emociones
se generan al momento del relato, porque cuando se relata, se vivencia.
De lo recién indicado, volvemos a una circunstancia que ha
sido una constante durante nuestro largo debate: los profesionales de la salud, encarga-
dos de hacer las entrevistas y test psicológicos, recurren a la generalización, soslayando
el caso concreto o sin demostrar en el caso cómo aplican esas generalizaciones; es decir,
se vuelve a un ámbito teórico, sorteando la realidad; pero siempre, desde la misma y
única hipótesis: que quien se presenta a realizar la denuncia ha sido víctima de abuso se-
xual.
De todos modos, si nos centramos en lo que le contó la de-
nunciante a la psicóloga, la denunciante siempre según las notas personales que la licen-
ciada consultaba en la audiencia, emerge como una nueva versión, pues en nuestra pre-
sencia, jamás manifestó que Ojeda y/o Corbacho le hubieran introducido los dedos en la
vagina y hubiera sangrado; tampoco dijo en nuestra presencia que José Luis entrara des-
pacito a los dormitorios y les tocaba los pechos (dijo que en forma violenta la agarraba
de la cabeza exigiéndole sexo oral, a su vez, nos mencionó escalamiento y sólo habló de
su dormitorio; es más, no dijo ni tan solo que tocara a su compañera de cuarto). Ello es
lo mismo que decir, que, en la entrevista psicológica dio otra versión.
Finalmente, ya hemos explicado que el relato de la señora re-
sultó confuso, y cambiante; explicamos que dio muchas versiones de un supuesto se-
cuestro y de las fugas que protagonizó desde el colegio y desde su casa, entre otras cir-
cunstancias que también fueron cambiando en la medida que declaraba. Es decir, en
nuestro debate, quedó de manifiesto que jamás se podría calificar ese relato como “sin
contradicciones y organizado”, como lo hizo la Lic. Lara en su primer informe. Las evi-
dencias reunidas en el debate, concretamente, los dichos de la denunciante refutan por sí
mismos aquellas conclusiones y ameritan que nos apartemos de estas.
Por lo demás, debemos valorar el aporte de la Licenciada
desde la neurociencia, la neuroquímica del cerebro y la importante función que cumple
el hipocampo en el relato del testigo. Pero también queda claro que todo lo dicho en ese
sentido, no aplica a nuestro caso: en el relato de la señora denunciante, no se advirtieron
“repeticiones de detalles, o que fuera y volviera en la línea del tiempo” como lo sostuvo
la licenciada. Como ya explicamos, el problema ha sido que ha brindado distintas ver-
siones sobre mismos hechos, e incluso, versiones o detalles que lucieron bastante fanta-
siosos (por ejemplo, cuando sostuvo que en el lugar donde fue llevada en su secuestro,
había parejas de personas atadas y desnudas). Es más, adviértase que también a la hora

221
de explicar cómo la ayudaba Kosaka cuando ella le pedía auxilio por la irrupción de
Ojeda, fue capaz de explicarnos que la religiosa dormía con el hábito y el velo puesto, y
que previo a ir a ver qué pasaba en el dormitorio de la adolescente, se calzaba las pantu-
flas; o sea, aportó detalles, minucias, bien puntuales; es decir, se trata de un relato rico
en detalles periféricos, pero no por ello se convierte en verosímil desde un análisis racio-
nal.
En el segundo examen, practicado con o en presencia de los
peritos de parte, la Licenciada volvió a concluir que el relato era verosímil, que no había
incongruencias ni contradicciones. Cuando se le hizo saber que el perito de parte, Dr.
Cabrera había concluido que las contradicciones, dudas, y los diferentes estados y posi-
cionamientos conductuales y afectivos le daban poca o nula seguridad a su relato, sostu-
vo que ella no coincidía con esas conclusiones, que ella había cotejado el relato con el
legajo y no llegó a esa conclusión. Nos preguntamos entonces, a qué conclusión hubiera
llegado la licenciada, si al legajo y al relato que ella escuchó, hubiera sumado lo que de-
claró la denunciante ante el Tribunal; ¿concordaría con nuestro análisis y ponderación?
Ello demuestra claramente la limitación de estos exámenes psicológicos/psiquiátricos;
es más, en abono de dicha limitación, traemos a colación lo que dijeron dos profesiona-
les de las partes acusadoras, vinculado a esos trabajos forense (aclaramos que no se refe-
rían al examen de la señora denunciante, sino a los exámenes/pericias psicológicas en
general): El Licenciado Carlos Guillermo Messina (perito de control de parte querellan-
te), nos explicó, refiriéndose a las características psicológicas de personalidad que se
consignan en los exámenes, que son como una “fotografía psicológica” [sic] de esa per-
sona en ese momento.
A su turno el Dr. Octavio Agustín Agasso (psiquiatra traído
por Fiscalía), sostuvo que en las entrevistas: “Se busca recabar del relato en un tiempo
determinado, como una fotografía, de lo que la persona cuenta en ese momento y quiere
contar en ese momento”. Es decir, ambos profesionales usaron la misma expresión para
explicar a qué se circunscribían sus labores: “fotografía” o sea, la imagen congelada de
un tiempo/espacio determinado; ambos hicieron hincapié en el acotamiento temporal del
tenor del relato al momento en que ellos lo escuchaban y de esto se infiere también la li-
mitación o poca sustentabilidad temporal de sus conclusiones. Sólo agregamos: al relato
que ellos evaluaron, nosotros no lo conocemos, conocemos lo que los expertos se acuer-
dan de ese relato y lo tienen en sus anotaciones.
En síntesis: las partes acusadoras no han logrado probar el
hecho traído a juicio. Los dichos de la denunciante carecen de la mínima consistencia
como para hacer descansar en ellos un juicio favorable de credibilidad. De todas mane-
ras, aun si quisiera sostenerse que el eje estructural del relato es el mismo -que no hay
variaciones sustanciales- y si se consideraran verosímiles sus dichos en cuanto a los ata-
ques nocturnos de Ojeda, reiteramos que sus afirmaciones relativas a que Kosaka se le-
vantaba cuando la requería, que iba y revisaba la habitación, que miraba por la ventana y

222
que la cerraba, deja bien en claro que la denunciante describe en Kosaka una actitud de
salvataje, de cuidado, de protección y de conjuro de futuros acechos. Surge, entonces,
evidente la atipicidad de la conducta que le enrostra a la señora Kosaka.
Por todo lo expuesto, también corresponde absolver a la se-
ñora acusada del presente hecho traído a juicio.
HECHO SEIS:
1. A manera de anticipo, debemos puntualizar que tampoco
en este hecho, se reunieron los elementos de convicción suficientes para tener por acre-
ditada la hipótesis de las acusadoras. El principal problema, ha sido el relato de la propia
denunciante, pues careció de cohesión, existieron contradicciones significativas y faltó
el relato espontáneo de los hechos que oportunamente había denunciado. Justificamos:
Como se hizo con todas las personas hipoacúsicas o sordas
que comparecieron como denunciantes, luego de que las expertas del CAI examinara a
la (nombre de denunciante) e informaran de que estaba en condiciones de declarar, se
procedió a tomarle declaración testimonial bajo la modalidad de cámara Gesell.
En su primera jornada de testimonio, el 18 de noviembre de
2022, se le preguntó por las personas condenadas en el Provolo I. Luego de ello, espon-
táneamente explicó que en el Provolo se sentía mal, como oprimida; y explicó que con
sus compañeras (nombre de dos ex alumanas) jugaban en el baño, que mientras se baña-
ban, caminaban, iban y venían; que se acercó la señora Kosaka, las vio y dijo “¿qué pa-
só? Esas son cosas de lesbianas, eso está mal”, y entonces ella y sus amigas se fueron
luego a tomar el té; agregó que la señora Kosaka estaba furiosa, las enfrentó de una ma-
nera muy fuerte y les dijo que las iban a echar. De lo que acabamos de reseñar, ya dimos
cuenta cuando analizamos la acusación de la señora denunciante (Hecho Tres).
Ese mismo día (18 de noviembre de 2022), luego de que se
incorporara la parte pertinente de la segunda cámara Gesell realizada en la investigación
fiscal, en la que había sostenido que ellas hacían juegos “lésbicos” [sic], sostuvo que así
había ocurrido, y explicó que Kosaka estaba enojada, estaba furiosa. Agregó que otra
vez, estando con (nombre de denunciante), hicieron dibujos de mujeres con ropa inte-
rior; que Kosaka los vio y se enfureció, la llevó contra la ventana y le pegó una cacheta-
da.
En resumen, y respecto de esa jornada de declaración, surge
claro que, aunque espontáneamente había sostenido que con sus amigas sólo jugaban en
las duchas, luego de observar lo que había declarado en la segunda cámara Gesell, admi-
tió que esos juegos eran lésbicos. De todos modos, también emerge clarísimo que, relató
–tanto en nuestra presencia como en la cámara Gesell- la misma actitud de la señora Ko-
saka al advertir el comportamiento de ellas: censura, reta. Es más, para que no quedara
duda del rigor y la intensidad de los retos de la señora Kosaka ante el comportamiento
de las alumnas, agregó que con motivo de haberla visto dibujando a una mujer en pren-
das íntimas, le había pegado una cachetada.

223
En la segunda jornada de testimonio, ocurrida el 7 de di-
ciembre del 2022, ya nomás ante la primera pregunta del señor Fiscal Jefe, sobre cómo
era su relación con la señora Kosaka, respondió que no la recordaba. A la segunda pre-
gunta (también abierta, por cierto) sobre si había algo que nos quisiera contar sobre Ku-
miko, respondió que había visto varias veces maltratar a los niños, sobre todo cuando los
bañaba, que ella (la declarante) había visto mucha tortura hacia los niños; es decir, es-
pontáneamente nada dijo sobre el tema contenido en la acusación formal ni sobre las ex-
periencias de las que había dado cuenta como acaecidas en el baño mientras se ducha-
ban.
A la tercera pregunta, ya cerrada por cierto: “A vos, ¿te pasó
algo?”, la señora denunciante respondió que sí, que ella veía [a las chicas, o a los chicos,
suponemos] cuando estaban en la duchas que se tocaban las partes íntimas como un jue-
go, y que también veía maltrato; que los sordos estaban como oprimidos, no sabían lo
que estaban haciendo; que ella recibió golpes en la cara, maltrato, que las mandaban a
hacer las cosas: cepillar los dientes a los más chiquitos, peinarlos, cambiarlos y cuidar-
los; que cuando ella se ponía a dibujar con (nombre resguadado), la señora Kosaka veía
que dibujaban desnudos y se enojaba, que a la religiosa no le gustaba que dibujaran eso
y le pegó un cachetazo y la tiró contra la ventana; también explicó que la señora Kosaka
las mandó -a ella y a Verónica- a lavar los pantalones. Es decir, tampoco respondió es-
pontáneamente nada vinculado al hecho contenido en la acusación formal, pero nueva-
mente habló de la censura de su cuidadora a la hora de hacer dibujos de mujeres desnu-
das: en esta ocasión mencionó el cachetazo y agregó que la tiró contra la ventana.
A continuación, el señor Fiscal Jefe requirió la incorporación
del testimonio brindado por la denunciante en la cámara Gesell dando cuenta del hecho
traído a juicio: Durante la investigación, la señora denunciante había manifestado que
hacía mucho tiempo, en la noche cuando dormía, Kumiko se le tiró encima en la cama,
que ella se despertó asustada y se sentó en la cama; que la encartada primero se tiró en-
cima suyo, la frotó, y después se sentó en la cama, la tocó y la declarante estaba quieta;
que le tocó los pechos por arriba de la ropa; y que pasó una vez, en el 2009 más o me-
nos. Luego de observar la filmación, la señora denunciante dijo que se veía borroso, pe-
ro que sí, que recordó; que una noche estaba durmiendo, y Kumiko se tiró, le puso sus
piernas entre las suyas, le tocaba los pechos. También respondió que eso pasó en la ha-
bitación de arriba, que ella ya era grande y dormía sola.
El Fiscal le recordó que había manifestado que ella dormía
en la habitación con (nombre de dos denunciantes), y la señora le respondió que durmió
con sus compañeras cuando tenía 12 años, pero que cuando tuvo 14 años, todas dormían
solas. Fue su representante legal, el Dr. Lecour, quien le pidió más precisiones, concre-
tamente, le requirió detalles. (nombre de denunciante) respondió que ella estaba dur-
miendo, que eran las 10 horas de la noche, que la señora Kosaka la besó y se tiró arriba,
con las piernas entre las de ella; dijo que la abrazaba, le decía que era hermosa, que la

224
quería tocar, y que le tocó los pechos por debajo de la ropa; que ella estaba tapada con
la sábana y al otro día se encontró con la sábana bajada hasta la mitad de su cuerpo. El
Dr. Lecour le pidió que siguiera contando de esa noche, y le preguntó cuánto duró esa
situación, la denunciante respondió que más o menos 15 minutos, que le había dicho que
era hermosa y que la quería tocar. Agregó que cuando terminó de tocarla, se fue en fren-
te, donde estaba su compañera (nombre resguardado) en un lado, y Verónica al otro y
vio que las tocaba también, se les tiraba encima; agregó que ella se hacía la dormida y
tenía 14 años.
Pero respondiendo a la Defensa de la señora Kosaka, la de-
nunciante expuso que cuando tenían 14 años dormían las tres amigas juntas, y que el to-
camiento de la encartada ocurrió ya estando ella durmiendo sola en su habitación, cuan-
do tenía 18 años. El Dr. Varela Álvarez le hizo notar que esa misma jornada de debate,
más temprano, había dicho que cuando la señora Kosaka terminó de tocarla a ella, se lo
hizo a Verónica y Andrea; y que ahora acaba de sostener que estaba sola. Por ello, el se-
ñor Defensor le preguntó concretamente cuándo decía la verdad, y la señora denunciante
manifestó que decía la verdad cuando había declarado que tenía 18 años y dormía sola.
Ello motivó la incorporación de otro tramo de la cámara Gesell que brindó el 23/10/17,
donde había manifestado que Kumiko le tocó los pechos, que pasó una vez, que había
sido en el 2009 más o menos; que ella estaba con (nombres resguardados) pues dormían
con ella; pero que sus amigas no vieron nada porque estaban durmiendo. Se le indicó
que acababa de decir que dormía sola, y la denunciante manifestó que no lo recordaba,
que fueron muchas situaciones, que la señora Kosaka las cambiaba de habitación. De to-
das maneras, concluyó sosteniendo que estaba sola en la habitación y tenía 18 años.
A su vez, respondió al señor Defensor que en su primera de-
claración en cámara Gesell no acusó de ningún abuso sexual a la señora Kosaka porque
no lo recordaba, que había sido mucho tiempo atrás; también contestó que no sabía có-
mo lo había recordado para la segunda cámara Gesell.
De lo recién reseñado de la declaración de la querellante, po-
demos concluir que estamos en presencia de un relato poco claro y con bastantes incon-
sistencias. Como en los demás casos, advertimos que el transcurso del tiempo no juega a
favor de la memoria de la denunciante; que, si bien fue evidente la buena disposición de
la señora a los fines de responder, no pudo brindar precisiones o tan sólo tener cohesión
en sus dichos.
Ha menester también destacar que no existió un relato es-
pontáneo vinculado a los hechos contenidos en la acusación formal. Que luego de ver la
filmación de la segunda cámara Gesell en la que había denunciado lo plasmado en la
acusación formal contra la señora Kosaka (sobre el cual nada había manifestado espon-
táneamente) se limitó a decir que era así, como lo había declarado en aquella oportuni-
dad.

225
Con el agravante, de que, a la hora de dar precisiones sobre
ese hecho a su propio abogado, comenzaron las contradicciones. Así, en primer lugar,
dijo en el debate que la señora Kosaka le tocó los pechos por debajo de la ropa, y había
denunciado (en la segunda cámara Gesell) que ese tocamiento había sido por arriba de
sus prendas. En segundo lugar afirmó que tenía 14 años, luego dijo 18 años; pero había
denunciado que tenía 16 años (adviértase que conforme qué relato tomemos, la conducta
que se le atribuye a la encartada pasa de estar contenida en el delito corrupción de meno-
res a ser atípica en lo que a ese delito atañe). En tercer lugar, la testigo dijo que ella dor-
mía sola en su habitación, luego pareció indicar que dormía con dos amigas, y que la se-
ñora Kosaka también había tocado a estas en su presencia, aunque concluyó sosteniendo
que dormía sola; pero, en fiscalía había denunciado que dormía con (nombres resguada-
dos), que sus compañeras ni se habían dado cuenta [que la acusada la había tocado a
ellas] porque estaban dormidas.
Debe advertirse que todas sus contradicciones, son cuestio-
nes que hacen a la fiabilidad del relato; de lo contrario, no hubiera sido su propio aboga-
do quien le pidiera que diera más detalles (y la denunciante los dio, pero incurriendo en
visibles contradicciones). Y en ese sentido, advertimos que más allá de la contradicción
en cuanto a la edad que tenía la misma denunciante, no es lo mismo sostener que sus
compañeras de cuarto estaban dormidas y no vieron cómo la señora Kosaka la tocaba a
la declarante, que sostener que ella vio cuando Kosaka no sólo las tocaba a sus amigas,
sino que también se les tiraba en sus camas; cambia todo el sentido, se describen otros
hechos; con el agravante que finalizó (en el debate), suprimiendo a sus amigas de su na-
rración, en la medida que terminó diciendo sobre el tema que ella estaba sola y que era
mayor de edad; es decir, culminó como un tercer suceso.
Debe advertirse también que, como ya lo indicamos, la De-
fensa técnica de la encartada, le hizo notar que en su primera declaración en cámara Ge-
sell, no había mencionado los tocamientos de la señora Kosaka en la cama, y que recién
los mencionó en la segunda cámara Gesell. Cuando el señor Defensor le pidió explica-
ciones, sostuvo que en la primera oportunidad que declaró no lo había recordado, y que
no sabía por qué lo recordó en la segunda declaración. Pero acontece que, más allá de
que bien puedo haber olvidado mencionarlo en la primera declaración, y haberlo recor-
dado en su segunda cámara Gesell, y haberlo vuelto a olvidar cuando declaró ante noso-
tros (en la medida que hubo que mostrarle la cámara Gesell), el problema radica en que,
precisamente esas fallas de la memoria olvido/recupero/olvido, hacen poco fiable su re-
lato; y si a ello agregamos que en cada recupero de memoria se introducen datos que no
coinciden con los que se habían aportado antes (e incluso instantes antes), resulta impo-
sible arribar al grado de convicción que se requiere en esta etapa procesal para tener por
acreditado el hecho traído a juicio.
Recordamos al Dr. Lecour en sus alegatos, indicándonos co-
mo factores determinantes de la credibilidad del relato de su pupila, que 1) Tuvo espon-

226
taneidad, pero ocurre que justamente, no fue llanamente que relató el hecho; hubo que
refrescarle la memoria, porque de lo que la testigo dio cuenta espontáneamente fue de
malos tratos, “torturas” de parte de la encartada, y de retos de esta por conductas/juegos
lésbicos entre ellas (no mencionó claramente el episodio que había denunciado hasta
que se le exhibió la Cámara Gesell). 2) Persistencia del relato en el tiempo: tampoco se
verificó, pues en realidad, lo único persistente fue que la señora Kosaka se le tiró en la
cama y frotó su cuerpo, todas las demás circunstancias (de modo, tiempo y lugar) que le
pidió su abogado, fueron cambiantes y cambiadas. 3) Que no se advertía que el relato
fuera guionado o aprendido: en ello sí le asiste razón al Dr. Lecour; de todos modos, la
hipótesis de la Defensa no ha sido que les hubieran “guionado” un relato, sino que los
relatos estaban contaminados, y que eso origina falsos recuerdos. 4) Que el relato evi-
denciaba fallas en la memoria, pues no recordó el hecho la primera vez que se presentó a
declarar, allá por el 2016; pero, como ya explicamos, tampoco lo recordó en el 2022
cuando se presentó ante el Tribunal; es decir, y lo reiteramos: este mecanismo de: olvido
(en el año 2016)/recupero (en el año 2017)/olvido (en el año 2022), no parece atendible
ni tan sólo desde la teoría del “develamiento paulatino o progresivo”; indudablemente
faltó que, si existiera alguna razón desde lo psicológico, se le hubiera pedido a las psicó-
logas que tanto se explayaron sobre ese tema, que lo explicaran también.
De todos modos, luce claro que, aun existiendo alguna razón
desde esa ciencia, emerge un cambio fundamental que ni tan sólo los acusadores logra-
ron dar razones convalidables desde un razonamiento ajustado a la sana crítica racional.
En síntesis: así las cosas, y si tenemos en cuenta todo lo declarado por la denunciante en
nuestra presencia, debemos concluir que en su relato no se verificó la mínima coheren-
cia interna exigida para asignarle fiabilidad. Ello pues no resulta razonable que una per-
sona que quiera corromper a la persona que tiene bajo su guarda, de noche interrumpa
su sueño para proferirle tocamientos inverecundos, y de día cuando la observa compar-
tiendo en las duchas con sus amigas ciertos comportamientos sexuales o dibujando des-
nudos, la rete, le pegue, la tire contra la ventana y le diga que la van a echar de la institu-
ción.
Incluso tampoco se puede afirmar que se trató de un relato
sostenido en el tiempo: ya que por más que mantuvo que la señora Kosaka se tiró en su
cama y la tocó, fueron muchas las versiones sobre ese mismo hecho; y a todo ello, debe-
mos agregar que tampoco pudo recordar espontáneamente el hecho principal o conteni-
do en nuestros obrados –que en una oportunidad, cuando ella tenía 16 años aproximada-
mente, la señora Kosaka se tiró sobre su cama, frotó su cuerpo sobre el de la menor y le
tocó los pechos por encima de la ropa-. Es decir, no cumple o satisface los estándares
mínimos requeridos en la jurisprudencia en la materia, invocados por los propios acusa-
dores.
Siguiendo un paso más, advertimos que ni tan sólo estamos
ante un caso como el precedente “Gallo López” de nuestro Superior Tribunal Nacional,

227
en que aún sin declaración de la víctima pudo tenerse por acreditado el hecho en la me-
dida que había prueba independiente, que permitía arribar a una condena, más allá de to-
da duda razonable. En nuestro caso, las corroboraciones periféricas son inexistentes o
extremadamente débiles. Justificamos:
La señora (nombre de denunciante) a la hora de indicar si
aquella dormía sola o con sus amigas, sostuvo que durmió con (nombres resguadados)
hasta que estas últimas se fueron; es decir, según sus dichos, (nombre de denunciante)
no quedó sola, sino que la que quedó sola fue la propia (nombre de denunciante) y debe
recordarse que la señora (nombre de denunciante) estuvo hasta el final –cierre del Pro-
volo-, mientras que (nombre de denunciante) se fue del instituto antes. Por lo demás,
cuando la señora denunciante se refirió a este tema, nunca mencionó haber visto un to-
camiento de los mencionados por (nombre de denunciante).
En lo que respecta a otra denunciante, dijo en nuestra presen-
cia que a las 6 horas de la mañana la señora Kosaka las despertaba y a ella la ponía mal
que estuviera Kumiko; que a (nombres resguadados) que estaban con ella, Kumiko las
zamarreaba para despertarlas y eso era muy feo. Queda claro que el testimonio de (nom-
bre de denunciante) no constituye un elemento de corroboración de los dichos de (nom-
bre de denunciantes).
Finalmente, se contó con los exámenes psicológicos. En lo
que respecta a los practicados en el Cuerpo Médico Forense, fueron dos: uno del 21 de
diciembre 2016 y el otro del 29 de octubre de 2018; ambos fueron hechos por la Licen-
ciada Gema Lara y el Dr. Clavel.
Respecto al primer examen –del 2016-, la Licenciada nos di-
jo que las consecuencias de su estrés post traumático, la proclividad a auto agredirse, el
abuso sexual que dijo haber sufrido a la salida de un boliche, eran de manual, de quien
ha sufrido abuso sexual en la adolescencia.
En el segundo examen, se consignó que conforme la entre-
vista clínica forense del 2016 (la primera), la causante había expresado haber padecido
episodios de agresiones sexuales violentas que trajeron aparejados cambios disruptivos
en el comportamiento, marcados por una intensa auto destructividad, con ideas de culpa,
vergüenza, tentativa suicida, auto agresiones, promiscuidad sexual entre otros; descrip-
tos en diferentes bibliografías como usuales y típicos de víctimas abuso sexual. Que, por
ello, no podía descartarse, teniendo en cuenta la entrevista de 2016, que la impronta y
actitud evidenciada en este nuevo encuentro (el segundo) con mecanismos de disocia-
ción y negación afectiva, enmascarasen signos y síntomas activos compatible con un
trastorno de estrés postraumático. También se explicó que como la señora (nombre de
denunciante) expresó no querer relatar, no podían expedirse sobre credibilidad del rela-
to; que se remitían al informe de 2016.
Debemos puntualizar que, en el examen de 2016, se consig-
na que el relato es claro y coherente, con resonancia afectiva y se advertía impotencia y

228
enojo. En este sentido, adviértase, que conforme lo que hemos desarrollado previamen-
te, no se verificó durante su declaración en el debate, un relato claro, tampoco coherente,
pues contuvo muchas contradicciones. Y aquí debemos finalizar el análisis del mentado
informe: no se graban las entrevistas, no sabemos qué relato efectuó la señora ante la li-
cenciada como para que ella lo considerara claro y coherente. Es más, si ante la psicólo-
ga refirió agresiones sexuales “violentas”, podemos inferir que no habló de los toca-
mientos sorpresivos y nocturnos (pero no violentos) que le atribuyó a la señora Kosaka;
y sobre eso, precisamente, recordamos que en su primera declaración en cámara Gesell,
es decir, justamente en el año 2016, NO dijo que la señora Kosaka hubiera abusado de
ella. El hecho que aquí estamos juzgando, es producto de su denuncia del 2017; ergo:
cuando la Licenciada Lara ponderó el relato de (nombre de denunciante), se refirió a lo
que dijo sobre los curas y/o los otros condenados en la causa Provolo I.
Eso podemos pensar, pues, reiteramos, no nos consta y justa-
mente lo ignoramos porque carecemos de las grabaciones de esas entrevistas forenses
carentes de registro. Dicho de manera bien clara: si en la entrevista del año 2016 no se
pudo referir a los hechos acá juzgados (pues los develó luego), y en la segunda entrevis-
ta no habló sobre los hechos, los informes psicológicos efectuados por el personal del
Ministerio Público Fiscal con la señora (nombre de denunciante), carecen de aptitud
probatoria en los presentes, pues no se referirían a lo aquí traído a juicio.
A fuer de todo lo expuesto, se debe concluir que las partes
acusadoras, no han probado el hecho traído a juicio, más allá de toda duda razonable,
por lo que corresponde absolver en el presente a la señora Kosaka.
CAUSA P-78790/18:
1. Constituye objeto de conocimiento y decisión de este
proceso penal, la hipótesis fáctica que sustenta el requerimiento acusatorio, el cual
textualmente y en su parte pertinente dice: “… Sin poder precisar fecha exacta, pero
entre los años 2.007 y 2.008, en el interior del Instituto Antonio Próvolo, ubicado en
calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, los menores de edad, más
pequeños, sordos alojados en dicho instituto, se encontraban bajo la custodia y
guarda de KUMIKO KOSAKA, conocida como “la de la seña con el dedo en el final
del ojo hacia atrás”. Una noche, KUMIKO KOSAKA encontrándose acostada en su
cama junto al menor de edad (NOMBRE DE DENUNCIANTE), quien tenía entre seis
y siete años de edad aproximadamente, en la habitación de ella, ubicada en la planta
baja del instituto, hizo que EL DENUNCIANTE le tocara los pechos y le introdujera
un dedo en su vagina, para luego tocarle ella el pene al menor por debajo de la ropa
… En virtud de lo expuesto corresponde atribuirle a la sindicada, en carácter de
autora, el delito de ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO
POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA Y POR SER COMETIDO
CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA
SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injustos

229
previstos y penados por el Arts. 119 segundo párrafo, en función del Art. 119 cuarto
párrafo, inciso b) y f) del Código Penal…”
2. Intimada que fue la señora Kosaka Kumiko de la atribu-
ción delictiva que formulara el Ministerio Público, mediante lectura de la pieza procesal
que la contiene, optó por declarar. Su defensa material quedó debidamente grabada en
soporte de audio y video.
3. Dispuesta la recepción de la prueba ofrecida, se procedió
a escuchar a los testigos traídos por las partes. Los testimonios también se encuentran
debidamente grabados en soporte de audio y video.
4. Luego de la rendición de la prueba se escuchó las razones
esgrimidas por las partes en abono a sus respectivas pretensiones.
5. Previo a cualquier análisis de las evidencias colectadas en
la causa, debemos analizar si la acción penal en este caso se encuentre vigente; o, si hay
dudas al respecto:
Así, durante el debate, el señor denunciante, afirmó y res-
pondió cuantas veces se lo preguntaron (en realidad, fueron muchas veces, por cierto),
que la conducta que le atribuyó a la señora Kosaka había ocurrido cuando él tenía entre
CINCO y seis años; una vez –de las tantas-, dijo que tenía entre 5, 6 o 7 años. Ninguna
prueba permite disipar la duda y ubicar temporalmente el hecho con mayor precisión.
En consecuencia, el hecho por el cuál se acusa a la Señora Kosaka podría haberse come-
tido cuando el denunciante tenía cinco años, o seis años o siete años.
A su vez, el señor Fiscal Jefe incorporó todas las partidas de
nacimiento de todos los denunciantes. En dicha ocasión, nos dijo que el señor denun-
ciante nació el 25 de enero de 2001, De ello se colige que el denunciante, tuvo cinco
años de edad desde el 25 de enero del año 2006 y terminó de tener esa edad el 24 de
enero de 2007.
Por otro lado, el hecho que denuncia el señor denunciante,
fue tipificado como abuso sexual gravemente ultrajante agravado, conforme los térmi-
nos de los artículos 119 segundo párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, inciso
b) y f) del Código Penal, cuya pena máxima es de 20 años de reclusión o prisión.
Finalmente, debe consignarse que el primer avoque en estos
obrados –primer llamado a indagatoria, conforme las mandas del artículo 67 inciso b)
del Digesto Sustantivo-, aconteció el 10 de junio de 2019, tal surge a fs. 26 de los pre-
sentes.
Es más, tenemos que recordar que los 6 años (que menciona
la acusación formal), los cumplió el 25 de enero del 2007, y para el 10 de junio del 2007
–fecha que marca el límite de la prescripción-, tenía 6 años y 4 meses y algunos días.
También debe recordarse que la Leyes Nº 26.705 y Nº
27.206, recién comenzaron a regir en octubre de 2011 y noviembre de 2015 respectiva-
mente. Ninguna de esas leyes es o puede ser de aplicación retroactiva, por elementales

230
principios constitucionales y convencionales: se estaría violentando el principio de lega-
lidad amparado por nuestra Constitución, el que a su vez también se encuentra plasmado
en los arts. 9 de la Convención Americana sobre Derechos Civiles y Políticos, a los que
remite la norma del art. 75 inc. 22 de la CN, que expresan con toda precisión el alcance
de la irretroactividad de la ley penal y de la retroactividad y ultractividad de la ley penal
más benigna, fundándose en la seguridad jurídica y en la protección de los ciudadanos
frente al posible abuso por parte del Estado. En ese sentido, contamos con el precedente
“Lemos Delfino” de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza, por lo que, por elemen-
tales motivos de economía procesal, no es menester extendernos más.
CONCLUSIÓN: de todo lo reseñado, surge claro que, al mo-
mento de ser llamada a indagatoria la señora Kosaka, la acción ya estaba prescripta, tan-
to si el denunciante hubiera tenido 5 años o 6 años y hasta casi cinco meses de edad; ello
por cuanto ya habría transcurrido el plazo de 12 años previsto por el artículo 62 inciso 2º
del Código Penal y sin haber mediado causales de interrupción o suspensión de la
acción penal.
Obviamente, no habría extinción de la acción penal si el
hecho denunciado hubiera acontecido luego del 10 de junio del 2007 cuando el señor
(apellido denunciante) tenía seis años y casi cinco meses de edad y hasta los siete años,
plazo este también consignado como alternativa por el señor Fiscal en su pieza
acusatoria Pero no debemos extendernos en demasía cuando explicamos que esa duda
insuperable, es decir si tenía 5 o 6 años (o 7 años), instalada por los dichos del mismo
denunciante durante el debate (y reconocida hasta por los mismos acusadores), jamás
podría jugar en contra de la encartada.
Por consiguiente, en razón de los artículos 119 segundo
párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, inciso b) y f), 67 inciso b) y 62 inciso 2)
del Código Penal, 2 del Código Procesal Penal, corresponde declarar que en la presente
causa, ha operado la prescripción de la acción penal de los delitos que se le enrostraron a
la señora Kumiko Kosaka.
Debemos puntualizar que las partes acusadoras peticionaron
en la causa P-60030 que se la declarara la inconstitucionalidad e inconvencionalidad de
los artículos 63 y 67 del Código Penal. Finalizando sus alegatos, también hicieron ese
planteo extensivo a los presentes, si se verificaba alguna eventual prescripción.
Por cuestiones de orden, esa petición de los acusadores, fue
tratado en aquella causa, es decir, infra; de todos modos, anticipamos que ese planteo
fue rechazado y el Tribunal declaró prescriptos los delitos que así se verificaron. Nos
remitimos al desarrollo de nuestros fundamentos a aquella causa, y valen para lo que
concierne a la presente.
6. No obstante que en atención a lo consignado en los puntos
precedentes -que si el hecho ocurrió cuando el denunciante tenía 5 años o en el tiempo
intermedio hasta sus 6 años y casi 5 meses, la acción penal está prescripta-, y al

231
principio de la duda a favor de la persona acusada (art. 2 del C.P.P.), los presentes
fundamentos debieran detenerse allí, pues nada más correspondería decir; entendemos,
que existiendo una brecha temporal de posible ocurrencia del hecho -de acuerdo al
testimonio del denunciante- donde la acción penal no está prescripta, resulta adecuado al
derecho a la tutela judicial efectiva (art. 25 de la C.A.D.H. y 75 inc. 22 de la C.N.), que
realicemos también un pronunciamiento de fondo al respecto.
En aras a cumplir con esa meta, adelantamos que, luego de la
valoración de todos los elementos de convencimiento acercados al tribunal, concluimos
que las partes acusadoras no probaron el hecho traído a juicio más allá de toda duda
razonable. Justificamos:
6.1. Tanto el señor Fiscal Jefe como el Querellante en estos
obrados, comenzaron sus alegatos mencionando las vulnerabilidades a las que estaba
expuesto el señor denunciante.
Así el señor Fiscal Jefe sostuvo que el denunciante estuvo 16
años institucionalizado; aclarando que ingresó a los 10 meses y terminó cuando cerraron
el Provolo. En eso, el Dr. Lecour fue más preciso y recordó que en los primeros tiempos
no estaba albergado (hacía estimulación temprana), desde los 4 a los 9 años estuvo en el
albergue de mujeres, luego pasó al de varones y desde los 11 o 12 años hasta el final,
simplemente cursaba en la institución, pero iba y volvía a su casa sin quedarse a
pernoctar.
También sostuvo el señor Fiscal Jefe, mencionando las
situaciones de vulnerabilidad del señor denunciante, que era menor de edad,
discapacitado y conviviente (haciendo alusión a que convivía con la señora acusada).
Explicó que era un joven frágil, temeroso, inmaduro y que tenía codependencia con la
progenitora.
Dijo el titular de la acción pública que el develamiento del
joven fue tardío y escalonado porque quería proteger a su madre, y que por ello tampoco
se lo contó a sus compañeros. Agregó que el haber hecho la denuncia lo perjudicaba
pues dejó sus estudios truncos.
Por su parte, el Dr. Lecour sostuvo que su ahijado procesal
era “aniñado” [sic], inmaduro para la edad que tenía. Hizo hincapié en el abandono de
su progenitor cuando él tenía un año de edad, que esa circunstancia colocaba al
denunciante en una situación de vulnerabilidad, que concurría de manera interseccional
con la discapacidad, con el hecho de que en su núcleo familiar sólo su madre era la que
lo contenía, que pasaban por carencias económicas, que su familia no manejaba LSA,
que vivía en condiciones de hacinamiento; que todo ello era el motivo por el que era
inmaduro. También nos explicó que su manejo de LSA era muy básico, su lecto-
escritura muy acotada y su nivel educativo también muy bajo. Finalmente, manifestó el
profesional que todas estas circunstancias eran importantes a la hora de analizar la
credibilidad del relato; y agregó que el relato de su asistido reunía los estándares

232
elaborados por la Corte IDH en los precedentes que ya había citado su socio (Dr.
Salinas) en sus consideraciones generales, también en ocasión de sus alegatos.
A su turno, el señor Defensor de la señora Kosaka, sostuvo
que, según su criterio, el joven era uno de los denunciantes más vulnerables.
Antes de nada, una aclaración: el joven no dejó sus estudios
truncos en virtud de la denuncia que él efectuó, tal como lo sostuvo el señor Fiscal Jefe.
Cuando cerró el Provolo, él continuó sus estudios en la Escuela Gaviola de calle Chile y
Barcala; o por lo menos eso nos dijo su madre (que es una testigo de la Fiscalía), que
justamente respondió que luego del cierre el Provolo ella lo inscribió en ese centro edu-
cativo y allí tuvo mucha contención y ayuda de los profesores. Por lo tanto, la afirma-
ción del Sr. Fiscal contradice el contenido de su propia prueba testimonial.
Hecha la aclaración, se recordará que sobre las múltiples
vulnerabilidades que se advirtieron en los denunciantes y de la forma en que aquellas
convergían, nos explayamos las suscriptas en las consideraciones generales de los
presentes. Vale aquí lo dicho allá.
Pero no queremos dejar de consignar algo que también nos
ha llamado la atención: que esas vulnerabilidades que advirtieron las partes en la
persona del denunciante, ya eran visibilizadas en su niñez, cuando iba al Provolo y por
las mismas autoridades y personal del Provolo. Explicamos: de la simple confrontación
de todos los documentos que se fueron incorporando, obrantes en el legajo de (nombre
de denunciante), traído por Fiscalía como prueba -y usado por todas las partes-, e
incluso de los testimonios brindados por distintos docentes y psicólogas que trabajaban
en el Provolo, que no fueron acusados y vinieron a declarar como testigos al debate,
surge clarísimo que el señor denunciante, ha sido uno de los alumnos con mayor
seguimiento de las autoridades, docentes y efectores de la salud, tanto dentro del
Provolo, como fuera de él, concretamente, en el Hospital Notti. Ha sido examinado y
revisado por nutricionistas, médicas pediatras, psicopedagogas, psicólogas y
trabajadoras sociales del Provolo, que de manera habitual no sólo se encargaban del
cuidado de su salud, sino que estaban en contacto con la progenitora, pidiéndole, por
ejemplo, ante los trastornos de conducta y agresiones hacia terceros del denunciante en
su niñez/adolescencia, que dialogara con él y le suministrara los remedios que le
prescribían los médicos externos al Provolo, tal como la misma señora (nombre
preservado) lo reconoció cuando se le dio lectura a libros y registros de la escuela. Pero
también es extensa la historia clínica del Hospital Notti agregada a su legajo, que da
cuenta de la cantidad de médicos que lo han asistido en el citado nosocomio:
neurólogos, genetistas, endocrinólogos, y ellos, sin mencionar los vinculados a su
trastorno de audición; se nos han leído diagnósticos y estudios agregados a esa historia
clínica suscriptos por médicos como los doctores Adi, Otoya, Chiaraviglio, Pavón y
Coll. Dicho de otro modo, mientras estuvo “institucionalizado”, recibió asistencia de
profesionales de la salud de todo tipo y especialización, tanto privados como públicos.

233
Nuevamente surge evidente lo que manifestamos en las consideraciones generales: ha
quedado demostrado que el Instituto no era un orfanato u hospicio de la época medieval
o un centro de detención clandestina en el cual los menores perdieran el contacto con los
padres, la familia, con el mundo exterior y su acceso a la salud. Y reiteramos, el
seguimiento desde lo institucional y desde los efectores públicos, sobre este denunciante
especialmente vulnerable, ha quedado bien de manifiesto.
Entonces, cierto es que la infancia del señor denunciante ha
sido trasvasada por múltiples vulnerabilidades. Pero no menos cierto es que han existido
muchas medidas tomadas desde dentro de la institución para atender esas
vulnerabilidades y también puertas afuera. Esos controles o seguimientos, efectuados
durante años por personas ajenas a cualquier complicidad con eventuales abusadores
sexuales infantiles y ajenas a la Institución donde estos operarían como han sido todos
los médicos de un hospital público para niños, resultan difíciles de compatibilizar con la
hipótesis de las acusadoras. Y de igual manera ocurre con los controles o seguimientos,
realizados durante años por personas dentro del Provolo no vinculadas a los condenados
ni imputadas en causa alguna; por ejemplo, la médica pediatra del mismo Provolo, Dra.
María José Lina Bar, que consignó en el legajo que (nombre de denunciante) tenía
enuresis, o la profesora Andrea Pedrini, que en el libro de Actas Normas de Convivencia
dio cuenta de que el denunciante se descontroló, comenzó a golpearse y luego comenzó
a correr por la planta alta en forma circular sin control y que por eso llamó por teléfono a
la progenitora para preguntarle si estaba tomando la medicación.
Finalmente, y relacionado al tema de las vulnerabilidades
detectadas por los acusadores respecto al joven, se omitió mencionar una que es
realmente alarmante por el impacto emocional y psíquico que provoca usualmente en
cualquier niño y por las secuelas que normalmente deja, y que figura justamente
consignada en el legajo del denunciante: nos referimos a la violencia intrafamiliar,
principalmente por cuenta de su padrastro. Así, durante el debate, se incorporó parte del
contenido de un informe social, efectuado en el 2010, cuando él tenía 9 años de edad, y
que lo efectuó la Trabajadora Social Adriana Zampieri (profesional que trabajó en el
Provolo y que no ha sido acusada); en dicho informe, bajo el acápite: “Breve reseña de
situaciones familiares en relación al discapacitado”, se consigna que el niño: “… Genera
situaciones de peleas con sus pares por falta de capacidad de espera respondiendo de
manera impulsiva. Se manifiesta hiperactivo, con conductas transgresoras, no acepta lí-
mites. Dicha conducta ha generado reiteradas situaciones de conflicto en el contexto fa-
miliar, derivando a modos agresivos para poner límites, principalmente por parte de su
padrastro, con poca contención afectiva de su madre. Dentro del grupo familiar la vio-
lencia es una de las formas utilizadas para resolver conflictos. Por tal motivo, es nece-
sario fortalecer el vínculo materno-infantil desarrollando la valoración de las necesida-
des especiales y logros obtenidos en la cotidianeidad del niño…”. A su progenitora se le
leyó el párrafo que transliteramos, y lo negó.

234
Estas pruebas que pulsan en sentido contrario (la asistente le-
gal que refiere y consigna violencia intrafamiliar, y la madre que la niega), no nos per-
miten sentar conclusiones seguras sobre violencia intra familiar a lo largo de todo su de-
sarrollo vital, pero sí claramente en algún momento de su vida (no tenemos razones para
dudar de la veracidad de lo consignado en el informe). No, podemos y creo que tampoco
debieron negar quienes acusaron, que la vulnerabilidad del denunciante, al menos en
parte de su vida, no sólo encuentra razón en la institucionalización; sino, claro está, en
un contexto familiar donde la violencia era un modo de relación.
Consideramos necesario el análisis precedente, atento a que
justamente las partes acusadoras dedicaron tiempo al mismo; pero consideramos tam-
bién necesario, que esas valoraciones debían hacerse de manera global, no parcializadas
y menos omitiendo otros elementos existentes en la causa; de ahí nuestras aclaraciones.
Pasemos ahora a abordar el análisis de los dichos del denunciante.
6.2. ¿Qué dijo el joven denunciante en nuestra presencia y
relacionado con la señora Kosaka?
El joven relató -y se lo indagó- bastante sobre otro abuso
sexual, que no incriminaba a la señora Kosaka. Concretamente, habló de un abuso
sexual que se lo atribuyó a Corbacho, en la capilla. El denunciante manifestó que allí el
sacerdote le había introducido algo en el ano, que no sabía si era el pene o un fierro; que
cuando terminó, el cura lo llevó a jugar con los otros chicos, que él “no sentía nada”
porque era chiquito; y que estando jugando, apareció (nombre de testigo), y al verlo
sangrando, lo llevó al baño y lo asistió. Ya desde el sentido común, genera inquietud
esta parte de su relato: ¿el ser chiquito no sería un motivo más potente para sentir dolor?,
máxime cuando el presunto abuso provenía de un adulto, y que –siguió contándonos-
que quedó sangrando al punto de ser observada la sangre por una tercera persona, la
testigo de la mayoría de los eventos denunciados-.
Si seguimos un paso más, advertimos que al ubicar a la
testigo como asistente de un abuso de Corbacho, volvemos a recordar lo explicitado en
las consideraciones generales de estos fundamentos, es decir, que los acusadores no
lograron probar que la testigo y Corbacho se hubieran conocido; por lo tanto, se
evidencia, respecto al denunciante, la alta posibilidad de contaminación de su relato.
Máxime cuando se observa que, comparado con los dichos de (nombre de denunciante),
emerge como un relato “espejo”: ambos abusados por Corbacho, ambos sangrando,
ambos asistidos en el baño por la testigo, ambos con 5, 6 o 7 años a la fecha de los
ataques de Corbacho. Y más contaminado se aprecia, cuando se repara en que la testigo
nunca mencionó que hubiera auxiliado al denunciante; es decir, el denunciante asumió
un auxilio de la testigo, similar al que esta hizo a (nombre de otra denunciante), pero que
ni tan sólo la propia nos contó.
Lo recién indicado, resulta imposible de soslayar pues las
partes dedicaron mucho tiempo en nuestro debate, indagando sobre aquél otro hecho y

235
el relato del joven al respecto también proporciona parámetros para la evaluación de la
fiabilidad de su declaración. No son inconsistencias menores las que se aprecian en ese
relato, atribuible -como pretenden siempre los acusadores- a la vulnerabilidad del decla-
rante, a sus dificultades comunicativas, etc, desde que uno de los ítems más utilizados
por los profesionales forenses en materia de credibilidad es precisamente cuando el exa-
minado puede hablar de emociones o percepciones sensoriales (aquí el denunciante na-
rra una penetración, que le provocó un sangrado y no sólo dice no haber sentido nada,
sino que se fue a jugar). También coloca en la escena una testigo, y esta testigo no corro-
bora su posición de tal, pese a haber predicado ser testigo de múltiples eventos ocurridos
en el interior del Provolo en su corto paso por la escuela.
Pero, yendo a lo que concierne a nuestro caso, el joven nos
contó que cuando empezó a quedarse albergado en el Provolo, era chico y dormía en el
albergue que estaba al cuidado de las religiosas Kosaka y Martínez, donde dormían los
nenes y nenas pequeños y las chicas más grandes; también dijo que las monjas eran las
responsables del albergue y se intercambiaban para su cuidado; que luego, cuando fue
más grande, pasó al sector de albergue de los varones y lo cuidaba el señor Bordón.
Espontáneamente, respondió que la señora Kosaka, le
pegaba, le torcía el brazo y lo llevaba de la oreja, y que la señora Asunción era buena;
después, cuando se le pidió que explicara por qué le había pedido ayuda por sus miedos
nocturnos a la señora Kosaka -que le pegaba- y no a la señora Asunción -que sostenía
que era buena-, respondió que Kosaka había empezado a pegarle después del abuso
sexual, que antes no; pero también en otro momento contestó que él en aquel entonces,
era niño, no sabía, tenía nada en su cabeza y por eso aun siendo mala Kosaka él acudió a
ella para que lo confortara. Es decir, su explicación en este aspecto, difícilmente pueda
conciliarse con las máximas de la experiencia común, sobre todo si a lo anterior lo
agregamos que Kosaka no era en la emergencia la cuidadora a cargo, sino la Señora
Martínez, que dormía en la habitación contigua.
Pero a su vez, advertimos una situación que hemos visto en
reiterados casos en los presentes: tal como hicieron otros denunciantes, en sus primeras
declaraciones ante Fiscalía, sólo dieron cuenta de posibles hechos que implicaban a las
personas juzgadas en la causa “Provolo I”, y con posterioridad, revelaron nuevos
supuestos que involucraban a la señora Kosaka y/o alguna otra de las encartadas. Es
decir, más allá del develamiento escalonado que han invocado los operadores del
EdeAAS, lo que llama la atención es que se repite el mismo parámetro. Ello repercute
en la credibilidad de la justificación que dieron los profesionales de la salud que
responden al Ministerio Público Fiscal; máxime en este caso puntual, debemos reparar
en que, cuando concurrió a Fiscalía en la primera oportunidad, no había incriminado a la
señora Kosaka y que lo hizo tiempo después, en la entrevista pericial, cuando la noticia
ya había salido hasta en todos los medios de prensa del mundo.

236
En lo que atañe al hecho descripto en la acusación formal,
podemos sostener que lo refirió (soslayando el tema de la edad, como ya lo indicamos).
Recordamos que la requisitoria narra que en el dormitorio de la señora Kosaka, ella hizo
que el denunciante le practicara una serie de tocamientos inverecundos, le introdujera
sus dedos en la vagina y a su vez ella le tocó a él el pene. Y así, lo sostuvo el
denunciante en el debate: dijo que cuando él tenía 5 o 6 años, en la habitación de la
señora Kosaka, acostado en la cama con ella, la religiosa hizo que él le tocara los
pechos, que luego tomó su mano e hizo que le frotara la vagina, que ella le hizo meter su
dedo en la vagina; y que finalmente, ella le tocó su pene por debajo de la ropa.
Pero el reparo que generan sus dichos no radica tanto en la
narración del hecho en sí, sino en las debilidades que presenta su relato ponderado in
totum y de manera global, no parcializada o sólo rescatando de su declaración la parte
del abuso sexual y soslayando las circunstancias de contexto, o el resto de su
declaración. Sabemos que la prueba debe ser valorada de manera global, y en este caso
puntual, tiene un justificativo aún mayor: ocurre que la encartada negó terminantemente
el hecho, y explicó que nunca se llevó a algún niño o adolescente que estuviera
albergado a su habitación, que lo tenían prohibido. Ahora veremos que, en virtud de las
inconsistencias del relato del denunciante, no se alcanza a refutar la Defensa material de
la señora Kosaka. Justificamos:
Fue claro el joven sosteniendo que el hecho ocurrió una
noche en la que él estaba durmiendo en su dormitorio, pero se despertó asustado porque
estaba soñando con fantasmas.
Pero, primeramente, sostuvo que estando en su dormitorio
tuvo miedo de los fantasmas, entonces, fue a buscar a la señora Kosaka y le avisó;
claramente dijo que él fue y le avisó y Kosaka lo abusó en su dormitorio. Pero después
dijo que era la señora Kosaka quien lo fue a buscar a él porque él le dijo que estaba
asustado y se lo llevó de la mano hasta el dormitorio de ella donde lo abusó. A la hora
de hacerle ver la contradicción, reiteró su segunda versión, o sea que primero él le dijo
que tenía miedo, y por eso Kosaka lo fue a buscar a su dormitorio. Cualquiera sea el
relato que se tome, más allá de que son contradictorios, no luce verosímil. Explicamos:
No ha sido objeto de controversia, está por demás de
probado e incluso el mismo denunciante lo dijo, que en la planta alta del sector o ala de
las mujeres, dormían las alumnas mayores y los alumnos chicos, y había una habitación
en la que dormía la “semanera”, es decir, la religiosa a la que le correspondía cuidar a
los albergados esa semana durante las horas de descanso nocturno y atender las
contingencias que ocurrieran durante la noche; fueron las religiosas las que nos dijeron
que se turnaban por semana para cuidarlos, e incluso hasta el denunciante lo reconoció
cuando sostuvo que las señoras Martínez y Kosaka eran las responsables y se
“intercambiaban”. También quedó sobradamente acreditado que, en la planta baja de ese
sector, se ubicaban las instalaciones donde residía la comunidad religiosa Hermanas de

237
Huerto, allí estaban sus dormitorios, su cocina privada, una capilla e incluso una sala de
TV (a esta última llevaban a los alumnos a jugar o a hacer las tareas). También debemos
puntualizar que ambas plantas estaban conectadas por una gran escalera. Tuvimos
experiencia visual de esas instalaciones y de sus dimensiones cuando acudimos a la
inspección ocular del edificio en el año 2021, y observamos que aún con modificaciones
conserva sus líneas arquitectónicas originarias. Ciertamente es muy grande y la distancia
entre el primer piso y el segundo, no es insignificante ni de corto tránsito.
Entonces, con las ubicaciones espaciales que recién
indicamos y el denunciante también explicó, volvamos a la primera versión del
denunciante: no resulta convincente, que un niño de 5 o 6 años, se despierte asustado
porque soñó con fantasmas y con ese temor, salga en solitario de su habitación, en
medio de la noche, atraviese el pasillo, baje las escaleras e ingrese al recinto de la
Congregación para comunicárselo a una de las religiosas que estaba durmiendo allá
abajo, cuando, conforme sus mismos dichos, la semanera –que aclaró que era la señora
Asunción en esa oportunidad-, estaba en el dormitorio contiguo al suyo, también según
nos lo contó. Es decir, si la hermana Asunción era la monja buena, era la cuidadora que
estaba esa noche encargada de los chicos, y dormía al lado de su cuarto –según él mismo
lo refirió-, luce como un sinsentido que ese niño pequeño y atemorizado se levantara de
la cama y fuera hasta el dormitorio de otra monja, a pedir ayuda a otra religiosa, que
encima no era de su agrado, no era buena y le pegaba, según ya nos había contado.
Luego, vendría la aclaración/rectificación del señor denunciante que ya indicamos, es
decir, que la señora Kosaka primero era buena, abusó de él y luego del abuso se volvió
agresiva en sus retos, le torcía el brazo y tiraba de la oreja.
Pero, aun cuando se considerara confiable lo manifestado en
su rectificación, en el sentido de que la señora Kosaka previo a abusarlo era buena, y
luego se volvió mala, se dedicó a pegarle y torcerle el brazo, es decir, aun cuando se
pensara que, hasta esa noche en que el entonces niño (denunciante) se despertó y pidió
su ayuda, todavía Kosaka no había develado su perfidia, tampoco sería verosímil lo que
describió, o sea, que con 5, 6 o incluso 7 años, invadido por el miedo a fantasmas, se
hubiera desplazado por un pasillo, bajado las escaleras y acudido a Kosaka, estando la
religiosa Martínez en la pieza contigua a la suya. Y ello porque desde la experiencia, el
sentido común, las reglas de la lógica y del elemental instinto de
preservación/conservación que tenemos los seres humanos, sabemos que cualquier
persona ante una situación que percibe de riesgo o temor, acude a la fuente más cercana
de protección (en este caso, era Asunción Martínez). Las respuestas del denunciante al
pedido de explicaciones sobre ese comportamiento inexplicable desde la experiencia
común fueron vacilantes, vagas y con poca capacidad de justificación (“porque era
burro”, “chiquito”, “no sabía”).
Si tomamos en cuenta su segunda versión, tampoco luce
fiable: sostuvo que primero él le dijo a Kosaka que estaba asustado –por los fantasmas

238
que vio de noche-, y que entonces la religiosa lo fue a buscar y se lo llevó a su
dormitorio. Lo reiteró por lo menos dos veces: a su abogado, Dr. Lecour le respondió
que él no fue a buscar a Kosaka, sino que fue ella la que lo buscó y se lo llevó de la
mano; y al Dr. Varela Álvarez volvió a decirle que cuando él era chiquito, tenía 7 o 6 o
5 años, él le decía a Kosaka que tenía miedo a los fantasmas, entonces ella que era la
responsable, lo buscaba. La pregunta, o más bien las preguntas que se imponen son:
¿cuándo?, ¿cómo? y ¿dónde?, le dijo a la señora Kosaka que tenía miedo a los
fantasmas, si sostuvo que estaba en su dormitorio asustado pues se había despertado
soñando con fantasmas. Ello desde el relato del denunciante tampoco tiene explicación,
tal como lo sostuvo la señora Kosaka en su defensa material: ¿el chico se lo dijo desde
su pieza y por señas a Kosaka? ¿Gritó, y en vez de Asunción que dormía al lado, se
levantó la señora Kosaka y entró justamente, a la habitación del niño que estaba pegada
a la de Asunción? ¿Adivinó que él (nombre de denunciante) se acababa de despertar
durante la noche y fue a buscarlo? Sus dichos carecen del mínimo de consistencia
requerida para derruir el estado jurídico de inocencia. En ese aspecto, entendemos que
correspondía a los acusadores seguir indagando a los fines de intentar, por parte del
denunciante, una respuesta que luciera convincente, factible.
De lo recién indicado, y vinculado al tenor del relato, se
puede concluir que éste no tiene la suficiente cohesión interna y sus inconsistencias, lo
tornan poco verosímil. Y reiteramos, cierto es que la narración del puntual abuso sexual
estuvo, pero la evaluación de una declaración testimonial, aún proveniente de una
persona vulnerable, aún referida a hechos psicológicamente lesivos, debe ser integral. La
parcialización de un relato no es más que un recurso desaprobado en el plano
epistémico, desde que el análisis de falta de contradicción, de consistencia interna es
transversal, por lo no puede detenerse en un aspecto, aunque sea el más importante.
Precisamente, escuchamos de modo reiterado a los
profesionales forenses referir que los detalles de contexto son relevantes al momento de
evaluar la verosimilitud de una declaración. En esto hemos puesto atención, y como se
puede apreciar sin demasiados esfuerzos, todos los aspectos que rodean al hecho en sí
mismo fueron narrados de modo inconsistente, y en más de una ocasión la contradicción
fue el único recurso al que pudo acudir el declarante. No son detalles periféricos
menores, hechos que la memoria puede sepultar, desde que se trataba de circunstancias
que rodearon al evento y que daban razón (o no) a la posibilidad de su ocurrencia.
Recordamos que el señor Fiscal Jefe, llamó “discordancias”
a las inconsistencias indicadas; y sostuvo que eran la prueba de que el relato no era
guionado. En realidad, ninguna de las defensas, en este extenso debate, ha sostenido que
el relato de alguno de los denunciantes (y el denunciante no fue la excepción), haya sido
“guionado”, ni producto de un acuerdo (confabulación), sino que, en todo momento
hablaron de contaminación y sugestión. Sabemos que la contaminación o la sugestión
puede ser auto-inducida, o inducida por terceros, y en este último supuesto, puede ser

239
intencional o no intencional. Por ello, bien pueden las inconsistencias demostrar que el
relato no ha sido guionado (aunque, obviamente de la conclusión del señor Fiscal Jefe es
incompleta, pues podría haber sido guionado, y mal aprendido el guión –esto último
consignado, va sólo a título de ejercicio lógico). El problema radica en que resulta
inconsistente, y ello merma verosimilitud al relato, sea por la causa que sea. Es más, si
hablamos de causas, recordamos a la Dra. Corbacho, en sus alegatos, refiriendo a un
buen ejemplo de posibilidad de sugestión en el denunciante, narrado por el propio
denunciante: el joven nos dijo que la psicóloga le explicó los maltratos que él sufrió;
estaba haciendo alusión a las psicólogas del Centro de Salud de Godoy Cruz, a donde
fueron gran parte de los denunciantes, y en el que la Licenciada Candela Álvaro
organizaba terapias grupales para prepararlos para declarar (para vencer miedo y
ansiedad, nos dijo la profesional) y en ellas hablaban de los supuestos abusos sexuales
(de ello dimos cuenta en las consideraciones generales del presente); es decir, si la
psicóloga le explicó los sufrimientos que él padeció, es justamente lo que podría dar
lugar a la sugestión y las falsas memorias.
Finalmente, debemos recordar que los estándares señalados
por la Corte IDH en los fallos traídos por las acusadoras, admiten ciertas imprecisiones
en estos casos, pero, jamás sacrifican la consistencia del tenor, pues como es obvio, es lo
que puede darle verosimilitud a un relato.
Debe advertirse, como ya expresamos y no resulta ocioso
repetir, que lejos estamos de indicar inconsistencias de una parte del relato que pueda
considerarse fútil o totalmente ajena al abuso sexual. Estamos haciendo alusión a
detalles de contexto que enmarcan el abuso descripto, se trata de los instantes
inmediatamente anteriores a que supuestamente la señora Kosaka introdujera al niño en
su cama y justamente, hubieran servido, si hubiera tenido coherencia la narrativa de
ellos, para poder aseverar la verosimilitud de los dichos del testigo. Y debemos reiterar,
que en esos términos el testimonio no alcanza para refutar la defensa material de la
señora Kosaka. Es más, debemos adelantar que no existe ningún otro elemento de
corroboración periférica y que, por añadidura, la señora Asunción Martínez confirmó
que no llevaban a los chicos a sus dormitorios. Sobre este tema, Martínez agregó que
ella jamás llevó un colchón a su dormitorio para que el denunciante durmiera a su lado
cuando tuvo alguno de sus terrores nocturnos (como también lo había manifestado el
denunciante en su declaración).
Resulta claro que la señora Kosaka ha manifestado que no
llevaban alumnos albergados a sus dormitorios. La señora Martínez, sostuvo lo mismo.
Debieron las acusadoras refutar tal circunstancia, y ello, entendemos, no exigía mucho
esfuerzo: contamos con la declaración de muchos denunciantes que eran alumnos
albergados, es decir, dormían en el mismo lugar que el denunciante y podrían haber
aportado algún dato al respecto.
6.3. ¿Corroboraciones periféricas?

240
6.3.1. Su progenitora: No confirmó los dichos de su hijo con-
signados en la acusación formal de la presente causa. Fue clara indicando que su hijo le
contó sólo de los abusos de Corbacho y los malos tratos de la señora Kosaka. No le dijo,
entonces, que la señora Kosaka se lo hubiera llevado a su cama y lo hubiera abusado.
Como manifestaciones totalmente colaterales o periféricas,
debemos puntualizar que ratificó que su hijo tuvo enuresis cuando fue al Provolo; dijo
que se orinaba en la institución y en su casa. Pero también dio cuenta que el Dr. Adi, es-
taba en conocimiento del tema, y que el facultativo le dijo que podía ser genético en la
medida que el progenitor del niño también había padecido enuresis; agregó la señora
que el médico neurólogo-, consignaba todo en la historia clínica. Nos contó que cierta
vez, para un acto escolar, ella iba caminando con su hijo, apareció la señora Kosaka y su
hijo se orinó; relató que la señora Kosaka se lo atribuyó al frío, y que ella, ahora, luego
de haberse enterado lo de los abusos, lo relaciona con eso.
A su vez, las partes acusadoras procedieron a darle lectura a
cuanto documento existió emanado desde la institución –libros oficiales, libros de los al-
bergues., de los que surgía evidente la enuresis infantil del denunciante.
Debemos puntualizar que ninguna de las partes discutió ja-
más ese tema; sólo ha estado en controversia, desde el inicio del debate si a los chicos
albergados que se orinaban se les ponía o no pañales, concretamente, si las religiosas
acusadas colocaban pañales o no.
Luego de escuchar a las partes durante dos años y hasta el
mismo día de este pronunciamiento, todavía, seguimos convencidas de que la reñida liti-
gación sobre los pañales ha sido totalmente ociosa: la enuresis del señor denunciante, fi-
gura consignada hasta en los libros, es decir, no era un hecho oculto, y, a juzgar por las
anotaciones, bien puede inferirse que hasta era motivo de preocupación para sus cuida-
dores; es más, hasta para la misma acusada, que llegó a consignar que seguían levantan-
do al denunciante por las noches. Incluso, uno de los neurólogos infantiles más renom-
brados de Mendoza –el Dr. Adi- conocía la enuresis del niño, y nunca, nadie, la relacio-
nó con los abusos sexuales. El denunciante es uno de los exalumnos albergados que ma-
yor seguimiento ha tenido por centros de salud, según surge de su legajo; el neurólogo lo
medicaba y una vez al mes extendía la receta, tuvo un psicólogo llamado Ezequiel –nos
contó la señora-, y nunca, nadie, en ningún centro de salud notó algún indicador de abu-
so sexual, ni vinculó la enuresis con los abusos luego denunciados. Por todo ello, si se le
colocaba o no pañales, resulta totalmente inocuo; no quita ni agrega nada a la enuresis
ya reconocida por todos y nunca relacionada con abusos, a pesar de que fueron muchos
años que el señor denunciante la padeció y muchos médicos, psicólogos, neurólogos,
etc, que lo asistieron. Dicho de otro modo, la enuresis, es un indicador inespecífico de
abuso sexual infantil; pero en nuestro caso, más inespecífico aún, si se tiene en cuenta
que un neurólogo infantil lo vinculó con una cuestión hereditaria.

241
También nos contó la señora que en tres o cuatro oportunida-
des vio llegar a su hijo con moretones en la espalda y en las piernas; que preguntó en la
escuela, a las maestras y a la señora Kosaka, y todos le dijeron que era porque jugaba o
se caía; pero agregó que también le preguntó al propio niño, y él le contestó que era por-
que se había caído. Es decir, el propio denunciante avala o confirma los dichos de las
personas, que según las acusadoras, lo maltrataban y/o encubrían esos maltratos; visto
desde el sentido común, no tiene mayor consistencia que la presunta víctima sea la que
confirme la “coartada” de los maltratadores.
De igual manera, se procedió a darle lectura a libros secues-
trados de la institución que dan cuenta de conductas inapropiadas del niño (bajarse los
pantalones y mostrarle sus genitales a alguna niña) y comportamientos agresivos (cla-
varle un lápiz en la cara a un compañerito, pegar a algunas docentes, entre otros). La
progenitora admitió que esos problemas ocurrían, tal como figuraba en las actas que se
le leyeron; admitió que la citaban a ella, se lo informaban e incluso, recordaba que hasta
lo habían suspendido a su hijo como sanción; incluso llegó a decir que le habían infor-
mado que si su hijo seguía con ese comportamiento, lo iban a expulsar de la escuela;
aclaró que recibió muchos llamados de la escuela por los comportamientos de su hijo.
Dicho de otro modo, y tal como lo referenciamos en nuestras consideraciones generales
–al inicio de estos fundamentos-, de ello emerge que, lejos de propiciar conductas licen-
ciosas o inapropiadas del alumno, y ocultárselo a la progenitora, desde el mismo Provo-
lo la citaban y le informaban de todo. Es más, ella misma nos contó que las autoridades
y maestras le pedían que mejorara el diálogo con su hijo y que consultara con profesio-
nales de la salud; y ello es totalmente incompatible con la idea de tapar, ocultar y asumir
complicidades de actos corruptores ajenos, como ya lo hemos explicado. Difícilmente
un cuidador y/o educador abusador o favorecedor de abusos sexuales ajenos le pida a la
progenitora de su víctima que charle más con su hijo; ello podría ponerlo ante el riesgo
que el niño se sincere y le cuente a su mamá lo que le hace su victimario; y a igual ries-
go se expondría si insta a la madre a que lleve a médicos a su hijo.
Finalmente admitió la señora que el denunciante, estaba me-
dicado psiquiátricamente, estaba controlado por el Dr. Adi; que, por indicación de ese
profesional, se le daba Rubifen, y que ella, aun cuando el neurólogo lo desaconsejaba,
los fines de semana no le daba el remedio. Todo el tema de la medicación, también le
fue leído a la señora, extraído de libros llevados en el Provolo. O sea, nada relacionado a
los remedios era secreto o un artilugio para algo: se los daba el neurólogo al que iba la
misma progenitora.
Por lo reseñado, emerge claro que el testimonio de la madre
del denunciante, lejos está de ser un aporte respaldatorio a la tesis acusatoria.
6.3.2. Otros excompañeros del Provolo:
Si bien todos sostuvieron conocer a (nombre de denuncian-
te), ningún aporte hicieron tendiente a acreditar el hecho traído a juicio.

242
6.3.3. Los exámenes psicológicos/psiquiátricos:
Compareció a debate la Licenciada Ana Cucchi, psicóloga
del Cuerpo Médico Forense que practicó el examen psicológico al denunciante.
Nos explicó que consultado el legajo escolar, advirtió que el
denunciante tomaba medicación por la hiperactividad que tenía. Aclaró que, del legajo
escolar surgía que se había diagnosticado TDAH (Trastorno de déficit de atención con
Hiperactividad). Y agregó que, junto con el Dr. Agasso (psiquiatra también del CMF
con quien ella hizo los exámenes), entendieron que esas conductas descriptas en el lega-
jo como TDAH podían haber sido por los abusos y malos tratos; que cuando se hizo
aquel diagnóstico no se sabía de estos abusos que luego (nombre de denunciante) había
denunciado. De todos modos, la licenciada tuvo la honestidad intelectual de admitir que
no conocía la historia clínica del señor denunciante. Dicho de otro modo, de las manifes-
taciones de la Licenciada Cucchi en el debate, emerge claro que ella se manejó en base a
conjeturas propias, cuyo fundamento pivoteó en el relato de su entrevistado y los test
que ella practicó. Evidentemente, se trata de una hipótesis la que planteó; y bastante
arriesgada, por cierto, en la medida que confesó no tener idea de lo que los facultativos
médicos habían advertido a lo largo de los años que lo trataron; es más, según también
admitió, ni tan sólo sabía, por ejemplo, que el progenitor del denunciante también había
padecido enuresis infantil.
Se recordará que cuando abordamos las vulnerabilidades que
se detectaban en el joven (punto 6.1. de los presentes), mencionamos lo consignado a fs.
21/23 del legajo escolar por la Trabajadora Social Zampieri y vinculado a la violencia
intrafamiliar que detectó la profesional. Esta circunstancia, que reiteramos, se encuentra
en el legajo del exalumno del Provolo, ni tan sólo fue mencionada por la Licenciada
Cucchi, que sostuvo haber leído el legajo del denunciante. Una vez más, emerge eviden-
te el sesgo de confirmación, y fundamentalmente la visión de túnel de quienes realizaron
estos informes: el maltrato recibido en el Provolo, puede ser causa de trastorno de hipe-
ractividad, pero el maltrato familiar ni tan sólo se cita. Con esto, no estamos sosteniendo
que haya sido el maltrato familiar la causa de su TDAH, simplemente, estamos demos-
trando lo incompletas y sesgadas que son las conclusiones de quien hizo un examen para
informar sobre la credibilidad del relato de un denunciante.
Y en lo recién indicado, debemos detenernos sólo un instan-
te: recordamos al señor Fiscal Jefe haber hecho, como la Licenciada Cucchi, el mismo
análisis sesgado de la prueba: atribuyó irresponsablemente la enuresis a las somatizacio-
nes de los abusos sexuales y de los malos tratos; pero agregó ya cerrando sus alegatos,
que sólo así podía entenderse la enuresis, pues en la casa del denunciante no había con-
flictos. Dicho de otro modo: omitió ponderar el mismo legajo del cual surge la violencia
intrafamiliar y, reiteramos, información que la consigna una Trabajadora Social del Pro-
volo no imputada por Fiscalía y legajo que fue ofrecido como prueba por la propia Fis-
calía.

243
Ya respecto al relato que el señor denunciante brindó en la
entrevista, la Licenciada sostuvo en el debate que éste le contó que la señora Kosaka le
dijo “vení, tocame”, y él le tocaba los pechos; que él estaba con mucho miedo y Kosaka
le dijo que se acostara con ella, y que la tocara; que era de noche, que también le tocó la
vagina por debajo de la ropa; que ella se movía como gozando, estaban en la cama los
dos; que en esa habitación no había nadie más; que él se sentía raro, incómodo, que tenía
entre 6 y 7 años. Calificó el relato como relato espontáneo, desestructurado; ubicado en
un margen temporal. Dijo también que su entrevistado pudo dar ciertas precisiones, y
puso de ejemplo que la señora Kosaka le agarraba las manos y se la llevaba a los pechos,
que ella se ella movía mientras la tocaba, y finalmente, nos manifestó que advirtió corre-
lato afectivo: (nombre de denunciante) estaba angustiado, le dijo que quería olvidar el
episodio, que le daba vergüenza, que lo había mantenido en secreto. La experta, ratificó
el contenido de su informe psicológico en cuanto en él se consignaba que el relato tam-
bién poseía estructura lógica y contenía detalles de situación y contexto, realizando des-
cripciones de la secuencia de los hechos, de las interacciones y de las estrategias de
acercamiento de la religiosa hacía él.
Ahora bien, acontece que, tal como lo indicó el Defensor téc-
nico de la señora Kosaka, se advierte que en el informe psicológico, sobre el que ella te-
nía que brindar sus explicaciones, nada figura sobre lo que habría narrado el joven vin-
culado a esa relación sexual con la señora Kosaka. Explicamos: Lo único consignado en
dicho informe, respecto al hecho que se le endilga a la religiosa Kosaka es que (nombre
de denunciante) “narra un único episodio de contenido sexual que habría sido llevado a
cabo por Kumiko, alrededor de sus 6 o 7 años”. Luce claro que no se describió cómo fue
el abuso, dónde fue, qué hizo la señora Kosaka, nada se consigna sobre dónde fueron los
tocamientos, y muchos menos qué habría dicho la señora Kosaka. Pero, en al debate, la
Licenciada llevó los apuntes o notas que ella había tomado mientras entrevistaba al de-
nunciante, y se explayó sobre detalles y circunstancias, que sostuvo que dijo él en su en-
trevista, y de las cuales, recién en el debate pudo enterarse la Defensa. Entonces, así las
cosas, nos encontramos con un informe escueto y una declaración ampliatoria de la au-
tora de ese informe durante el debate. Declaración imposible de confrontar, y sorpresiva
por añadidura.
Demás está decir -o mejor dicho reiterar- como ya lo hemos
indicado en otros exámenes, que ignoramos qué les dijo (el denunciante) a los profesio-
nales del Cuerpo Médico Forense en esa o esas entrevistas; lo desconocemos porque no
queda registrado, lo único con lo que se cuenta es con los dichos de la psicóloga que nos
dice lo que supuestamente su entrevistado le dijo a ella, toda información condensada en
las notas de la Licenciada, recién ventiladas en el momento del juicio, dejando clara-
mente en situación de imprevisión a la parte resistente de la acusación.
Pero, aun admitiendo la información traída a debate por la
Licenciada que no figura en su dictamen, surge evidente que nos encontramos con un

244
dictamen y unas explicaciones que no se compadecen con lo que apreciamos los que es-
tuvimos presentes en el debate. Por ello, si ante la licenciada hizo otro relato, otro tipo
de manifestaciones o se le hicieron otras preguntas distintas a las que se formularon el
debate, sencillamente lo ignoramos y bien podemos sostener que debemos apartarnos de
ese dictamen pues no concuerda con lo que hemos presenciado nosotros (que sí está fil-
mado y grabado, para control de todos). Explicamos:
La experta mencionó la estructura lógica del relato y la des-
cripción de la secuencia de los hechos. Como ya lo indicamos, ignoramos cómo narró el
hecho a los entrevistadores, pero si conocemos cómo lo narró durante el debate. Ya nos
referimos a las contradicciones e inconsistencias del relato del denunciante, y más aún,
una de las principales contradicciones fincó en haberse verificado exactamente lo opues-
to a las conclusiones de la Licenciada Cucchi: si expresamos que el relato del denun-
ciante fue oscilante a la hora de explicar si él la había ido a buscar a la señora Kosaka a
su dormitorio, o si la señora Kosaka fue a buscarlo a él (y las derivaciones que tornaban
inverosímiles cualquiera fuera la versión que se tomara), significa que justamente, no se
verificó una descripción de la secuencia, sino más bien dos, con las claras consecuencias
que de ello se derivan en el razonamiento probatorio: pérdida de credibilidad.
Finalmente, recordamos que se le preguntó si podía ser cohe-
rente que el entrevistado ante un terror nocturno hubiese recurrido a la señora Kosaka
cuando había adultos con más afectividad cerca –según lo que él nos dijo-. Sostuvo la li-
cenciada que el examinado había dado cuenta de “interacciones y estrategias de acerca-
miento de la religiosa Kosaka hacía él” [sic]. E incluso nos dijo que los niños de 6 o 7
años, no han desarrollado la capacidad de anticipación, no pueden deducir que en base a
experiencias anteriores pueda suponer lo que va a pasar después. Ello merece dos consi-
deraciones: En primer lugar, debemos puntualizar que el señor (nombre de denunciante)
en nuestra presencia, jamás mencionó “interacciones y estrategias de acercamiento” de
la señora Kosaka; siempre se refirió a ella indicando que era mala y pegaba; después –en
otra jornada- sostuvo que al principio era buena, y que luego de haber abusado de él se
volvió mala y le pegaba; pero previo a todo, había dicho que la señora Kosaka comenzó
a ser mala cuando su madre lo dejó albergado; es decir, siempre habló de maldad y ma-
los tratos, e incluso, previos al alegado abuso, aunque después cambió su discurso. Pero,
de una suerte de seducción o estrategia para ganar confianza previa al abuso, ni tan sólo
lo insinuó; es decir, tal vez se lo contó a la Licenciada y a nosotros no; o dicho de otro
modo, si lo manifestó en el EdeAAS no se pudo corroborar ni confrontar; pero reitera-
mos, en nuestra presencia nunca habló de seducción/persuasión/estrategias de acerca-
miento, simplemente habló de su terror a los fantasmas como el disparador que lo llevó
a buscar amparo en Kosaka.
En segundo lugar, en cuanto a que los niños de esa edad no
han desarrollado la capacidad de anticipación, lamentamos que no haya dado la licencia-
da ninguna explicación a su vehemente afirmación –ni se la hayan pedido quienes po-

245
dían tener interés en respaldarse en sus dichos-. Así las cosas, la manifestación de la pro-
fesional, sin una explicación en la que funde sus dichos, aparece más como una verdad
apodíctica que como un saber científico.
Por todo lo expuesto, resulta evidente que ni el dictamen ela-
borado por el EdeAAS, ni las explicaciones, ampliaciones y agregados efectuados por
una de las autoras de aquel informe, merecen confiabilidad. Ha sido muy baja la calidad
de las explicaciones formuladas por la experta: sesgada y parcial, como ya lo indicamos.
Y las conclusiones vertidas en el informe, tampoco se compadecen con la declaración
del denunciante que efectuó en nuestra presencia, ni en su tenor, ni en sus característi-
cas.
7. Por todo lo expuesto, entendemos que, si eventualmente se
considerase que la acción penal está vigente pues podría ubicarse el hecho al momento
en que el joven tenía entre 6 o 7 años, y no 5 años –como también lo sostuvo el denun-
ciante- la debilidad de la prueba emerge notoria: el relato, sea por el motivo que sea, se
evidencia con inconsistencias y sin corroboraciones periféricas suficientes. En suma, los
elementos traídos a juicio no prueban la hipótesis acusadora más allá de toda duda razo-
nable, por lo que corresponde absolver a la señora Kosaka del delito enrostrado en los
presentes.
CAUSA P-60030/17:
1. Constituye objeto de conocimiento y decisión de este pro-
ceso penal, la hipótesis fáctica que sustenta el requerimiento acusatorio, el cual obra a fs.
2.902/2.990 y textualmente en su parte pertinente dice: “…Sin poder precisar fecha
exacta, pero en el periodo comprendido durante los años 2.005 al 2.015, en el interior
del Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo,
Mendoza, donde los menores de edad, sordos, concurrían a educarse y/o albergarse en
dicho instituto, quien desempeñaba funciones como Asistente Social y luego como Re-
presentante Legal del Instituto A. Próvolo, Asociación Obra San José, GRACIELA
PASCUAL IVARS, ante el conocimiento de delitos de índole sexual que ocurrían en el
Instituto, omitió, de manera sistemática y prolongada en el tiempo, cumplir con la obli-
gación de denunciar y realizar los actos necesarios, activando los mecanismos institu-
cionales idóneos, a efectos de impedir la comisión de los hechos sexuales que el clérigo
Nicola Bruno Corradi, el cura Horacio Hugo Corbacho y los empleados Jorge Luis
Bordón, Armando Ramón Gómez y José Luis Ojeda cometieron y que se encuentran in-
vestigados en el marco de la causa principal N° P.118.324/16, de los cuales resultaron
víctimas los alumnos del instituto, menores de edad, sordos, sindicados conforme al De-
creto de Avoque obrante a fs.2.578/2.589 de los autos citados. De tal modo, la Sra. Pas-
cual facilitó la realización de los ilícitos sexuales atribuidos a los sujetos ut supra men-
cionados en los autos N° P-118.324/16, permitiendo la continuidad de los mismos en el
tiempo, como así también la impunidad de sus autores.” En virtud de los hechos ex-
puestos corresponde atribuirle a GRACIELA PASCUAL IVARS, la PARTICIPACIÓN

246
NECESARIA en términos de comisión por omisión, emergente de la Violación al Deber
de Garante, (Art.45 del C.P., Art.122 Ley 6.354) en los delitos atribuidos a los imputa-
dos Corbacho, Corradi, Ojeda, Bordón y Gómez en carácter de autores, en los autos N°
P-118.324/16, fs. 2.578/2.589, siendo los hechos atribuidos en carácter de partícipe ne-
cesaria a la Sra. Pascual los siguientes: Respecto al imputado HORACIO HUGO COR-
BACHO corresponde atribuirle a la Sra. Pascual el hecho uno: “Aproximadamente en
el año 2.007, sin poder precisar fecha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, destinado
a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de lenguaje, ubicado en calle
Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, HORACIO HUGO CORBACHO,
identificado como “el de la seña de dos dedos en la frente, por arriba de la ceja”, en
horario de la tarde, hizo ingresar a la TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA N°1,
menor de 16 años de edad aproximadamente, hipoacúsica, a la habitación de éste. Lue-
go cerró la puerta de la misma y comenzó a tocarla por debajo de la ropa. Le bajó los
pantalones, le dijo que se pusiera en la cama y que se quedara callada. La puso de rodi-
llas y la accedió carnalmente vía anal. Luego, la hizo dar vuelta en la cama y le practi-
có sexo oral en la vagina, manifestándole “quedate callada…, que rica, bella” obligán-
dola a que lo masturbe, agarrándola fuerte.” En virtud de lo expuesto se le atribuyó al
imputado Horacio Hugo Corbacho, en carácter de Autor, el delito de “ABUSO SE-
XUAL CON ACCESO CARNAL, EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL
GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR EL ENCAR-
GADO DE LA GUARDA”, injusto previsto y penado por los Arts.119, tercer párrafo,
Art.54 y Art.119 segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inciso b) del
Código Penal. El hecho tres: “En el año 2005 aproximadamente, sin poder precisar fe-
cha exacta, el cura HORACIO HUGO CORBACHO, en el interior de su habitación sita
en el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo,
sujetó del brazo a(nombre de presunta víctima), sordo-mudo de 9 años de edad aproxi-
madamente, se sentó en una silla frente a la computadora y subió al menor Cortés sobre
su falda llevándolo hacia su cuerpo, por lo que el niño quedó sentado sobre la parte pú-
bica del Sr. Corbacho, mientras éste filmaba al resto de los menores que se encontra-
ban en la habitación, manifestando la víctima que Corbacho no lo dejaba bajar de su
falda.” Se le atribuyó al imputado, en carácter de Autor, el delito de ABUSO SEXUAL
SIMPLE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA,
POR SER MINISTRO DE CULTO Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR
DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CON-
VIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado por los Ar-
ts.119, primer párrafo en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código
Penal. El hecho cuatro: “En el año 2006 aproximadamente, sin poder precisar fecha
exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, sito en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de
Cuyo, cuando la menor sordo-muda (NOMBRE DE PRESUNTA VÍCTIMA) tenía entre
11 y 12 años de edad aproximadamente, el cura HORACIO HUGO CORBACHO lleva-

247
ba a la misma en una “Trafic” al supermercado, una vez por mes. En dichas oportuni-
dades sentaba a la menor sobre su falda, diciéndole que le iba a enseñar a manejar, le
metía la mano por adentro de la blusa y le tocaba los senos.” En virtud del hecho ex-
puesto se le atribuyó al imputado Corbacho, en carácter de Autor, el delito de ABUSO
SEXUAL SIMPLE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA
GUARDA, POR SER MINISTRO DE CULTO Y POR SER COMETIDO CONTRA
UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUA-
CIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, EN MODALIDAD
DE DELITO CONTINUADO, injusto previsto y penado por los Arts.119, primer párra-
fo en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) y Art.55 contrario sensu, del Có-
digo Penal. El hecho cinco: “En el transcurso de los años 2.004, 2.005 y 2.006 aproxi-
madamente, sin poder precisar fecha exacta, en el interior del dormitorio del cura HO-
RACIO HUGO CORBACHO, sito en el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle
Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, cuando los chicos que se encontraban allí esta-
ban mirando la pantalla de la computadora, Corbacho sentó a (NOMBRE DE DENUN-
CIANTE), quien tenía entre 11 y 12 años de edad, sobre sus piernas y comenzó a tocar-
le los senos por debajo de la remera, sintiendo la menor que el pene erecto de Corba-
cho le tocaba la cola a través de la ropa.” En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al
imputado, en carácter de Autor, el delito de ABUSO SEXUAL SIMPLE, AGRAVADO
POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA, POR SER MINISTRO DE
CULTO Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS
DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXIS-
TENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado por los Arts.119, primer párrafo en
función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal. El hecho seis: “En
el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo,
siendo el año 2009 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en horario de la
mañana, en temporada de calor, el cura HORACIO HUGO CORBACHO, José Luis
Ojeda, Nicola Bruno Corradi y Jorge Luis Bordón se encontraban en una de las habita-
ciones junto al menor, sordomudo, de 7 años de edad aproximadamente, (NOMBRE DE
PRESUNTA VÍCTIMA). Los mismos tocaron con su pene el cuerpo del menor y le pi-
dieron que les hiciera sexo oral a lo que el menor se negó. Jorge Luis Bordón le realizó
sexo oral”. En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado, en carácter de Au-
tor, el delito de ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO
POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA, POR SER MINISTRO DE
CULTO Y POR SER COMETIDO POR DOS O MÁS PERSONAS Y CONTRA UN
MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN
DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado
por los Arts.119, segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b), d) y
f) del Código Penal. Hecho siete: “Entre los años 2006, 2007 y 2008 aproximadamen-
te, sin poder precisar fecha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle

248
Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, el cura HORACIO HUGO CORBACHO, Nicola
Bruno Corradi y Jorge Luis Bordón, en la sala de juegos donde se veían las películas,
les ponían películas de contenido sexual a los niños y luego obligaban a los mismos a
repetir lo que veían en esa película”. En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al im-
putado, en carácter de Autor, el delito de CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVA-
DO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE SU GUARDA, injusto previsto y pena-
do por el Art.125 tercer párrafo, del Código Penal. Hecho ocho: “Sin poder precisar fe-
cha exacta, pero entre los años 2.006 o 2.007 aproximadamente, en el interior del Insti-
tuto Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo
y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza,
(NOMBRE DE DENUNCIANTE), alumna sorda albergada en el instituto, quien tenía
entre seis o siete años de edad aproximadamente, en horas de la noche, mientras se en-
contraba en el baño del lugar donde pernoctaban los niños más pequeños alojados en
dicho Instituto, observó ingresar al mismo a HORACIO HUGO CORBACHO, conocido
como “el de la seña de dos dedos en la frente, por arriba de la ceja”, quien tomó a la
fuerza a la menor denunciante, y acostada el piso la penetró vaginalmente. La menor
DENUNCIANTE quedó sangrando en el lugar, y con dolores que no le permitieron sen-
tarse los días subsiguientes al hecho.” En virtud de lo expuesto se le atribuyó al imputa-
do Horacio Hugo Corbacho, en carácter de Autor, el delito de “ABUSO SEXUAL CON
ACCESO CARNAL, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA
GUARDA Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO
AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACION DE CONVIVENCIA PREE-
XISTENTE CON EL MISMO, previsto y penado por el Arts. 119 tercer párrafo, en fun-
ción del Art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal. Hecho nueve: “Sin
poder precisar fecha exacta, pero siendo aproximadamente el curso de los años 2.005,
2.006 y 2.007, a las 16 horas aproximadamente, en el interior del Instituto Antonio Pró-
volo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de lenguaje,
ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, el cura HORACIO
HUGO CORBACHO conocido como “el de la seña de dos dedos en la frente, por arri-
ba de la ceja”, llamó a la TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA N° 3, menor sordo-
muda de entonces 13 años de edad aproximadamente, a efectos de que la misma ingre-
sara a su dormitorio. Inmediatamente después, Corbacho cerró la puerta de su habita-
ción con llave, le comenzó a decir a la menor que era bonita y le pidió que se pusiera
apoyada en la cama, haciéndole bajar la ropa que ella llevaba puesta. Luego la accedió
carnalmente vía anal, muy fuerte, durante aproximadamente 15 minutos, quedando la
menor con sangre en la zona”. En virtud de lo expuesto se le atribuyó al imputado Ho-
racio Hugo Corbacho, en carácter de Autor del delito de “ABUSO SEXUAL CON AC-
CESO CARNAL, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA
GUARDA, Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO
AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREE-

249
XISTENTE CON EL MISMO, previsto y penado por el Arts. 119 tercer párrafo, en fun-
ción del Art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f); del Código Penal. Hecho diez: “Sin
poder precisar fecha exacta, pero siendo aproximadamente el curso de los años 2.006 y
2.007, en el interior del Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carro-
dilla, Luján de Cuyo, Mendoza, el cura HORACIO HUGO CORBACHO conocido co-
mo “el de la seña de dos dedos en la frente, por arriba de la ceja”, llamó al menor sor-
do-mudo de 5 años de edad aproximadamente, (NOMBRE DE DENUNCIANTE), y lo
llevó al interior de la Capilla, donde están los asientos. En ese lugar, ubicó al niño
(NOMBRE DE DENUNCIANTE) parándolo sobre un elemento más elevado, para lue-
go pararse Corbacho detrás del menor y accederlo carnalmente vía anal, haciéndole
sangrar la cola y diciéndole “esto te lo callás”. Por el hecho detallado se le atribuyó al
encartado Corbacho, el delito de “ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, EN
CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE,
AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA, POR SER
MINISTRO DE CULTO Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIE-
CIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVEN-
CIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, previsto y penado por el Arts. 119 tercer pá-
rrafo, 54 y Art. 119 segundo párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y
f); del Código Penal. El hecho once: “Sin poder precisar fecha exacta, pero entre los
años 2.004 y 2.009, en el interior del Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo
385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, el cura HORACIO HUGO CORBACHO co-
nocido como “el de la seña de dos dedos en la frente, por arriba de la ceja”, ingresó al
dormitorio en el cual se encontraba pernoctando el menor sordomudo, de entre 8 y 13
años de edad, (NOMBRE DE DENUNCIANTE), agarró a éste por atrás, le bajó los
pantalones y lo accedió carnalmente vía anal tapándole la boca y haciéndole sangrar la
cola”. El hecho detallado le fue atribuido al imputado como delito de “ABUSO SE-
XUAL CON ACCESO CARNAL, EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL
GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGA-
DO DE LA GUARDA, POR SER MINISTRO DE CULTO Y POR SER COMETIDO
CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA
SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, previsto y pe-
nado por el Arts.119 tercer párrafo, 54 y Art. 119 segundo párrafo, en función del Art.
119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal. Respecto al encartado NICOLA
BRUNO CORRADI corresponde atribuirle a la Sra. Pascual el hecho uno: “En del Ins-
tituto Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditi-
vo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, el cura NI-
COLA BRUNO CORRADI, conocido como “el de la seña de dos dedos en el cuello co-
mo un revólver”, siendo el año 2007 aproximadamente, sin poder precisar fecha exac-
ta, llevó a las TESTIGOS DE IDENTIDAD RESERVADA Nº 1 y N° 2, menores de edad
sordo-mudas, al sitio llamado “la Casita de Dios”, siendo éste una de las capillas que

250
hay en el interior del Instituto, y a la testigo de identidad reservada Nº 2 la tomó de la
mano, se bajó el pantalón y le pidió que le tocara el pene y le hiciera sexo oral, situa-
ción que fue interrumpida en virtud que en ese momento ingresaron otros menores, por
lo que el cura Corradi se acomodó la ropa y se fue.” En virtud del hecho expuesto se le
atribuyó al imputado Corradi, en carácter de Autor, el delito de ABUSO SEXUAL
GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGA-
DO DE LA GUARDA, POR SER MINISTRO DE CULTO Y POR SER COMETIDO
CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA
SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, EN GRADO
DE TENTATIVA, injusto previsto y penado por los Arts.119, segundo párrafo, en fun-
ción del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) y Art. 42 del Código Penal. Hecho dos:
“En el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cu-
yo, siendo el año 2009 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en horario
de la mañana, en temporada de calor, Horacio Hugo Corbacho, José Luis Ojeda, NI-
COLA BRUNO CORRADI y Jorge Luis Bordón se encontraban en una de las habitacio-
nes junto al menor sordo-mudo, de 7 años de edad aproximadamente, (NOMBRE DE
DENUNCIANTE). Los mismos tocaron con su pene el cuerpo del menor y le pidieron
que les hiciera sexo oral a lo que el menor se negó. Jorge Luis Bordón le realizó sexo
oral”. En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado CORRADI, en carácter
de Autor, el delito de ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVA-
DO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA POR SER MINISTRO
DE CULTO, POR SER COMETIDO POR DOS O MAS PERSONAS Y CONTRA UN
MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN
DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado
por el Art.119, segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b), d) y f)
del Código Penal. Hecho tres: “Asimismo, siendo el año 2007 aproximadamente, sin
poder precisar fecha exacta, NICOLA BRUNO CORRADI y Jorge Luis Bordón, en el
Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, en-
cerraban a los chicos con llave en las habitaciones, para que José Luis Ojeda los abu-
sara”. En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado Corradi, en carácter de
Autor, el delito de CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR SER EL AU-
TOR CONVIVIENTE Y ENCARGADO DE LA GUARDA, injusto previsto y penado
por el Art. 125 tercer párrafo del Código Penal. Hecho cuatro: “En el año 2013 aproxi-
madamente, sin poder precisar fecha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en
calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, NICOLA BRUNO CORRADI tenía revis-
tas en su habitación de hombres y mujeres desnudos y se las repartía a los chicos”. En
virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado Corradi, en carácter de Autor, el
delito de CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR SER EL AUTOR CON-
VIVIENTE Y ENCARGADO DE LA GUARDA, injusto previsto y penado por el Art.
125 tercer párrafo del Código Penal. Respecto al hoy declarado inimputable JOSÉ LUIS

251
OJEDA corresponde atribuirle a la Sra. Pascual el hecho uno: “En el Instituto Antonio
Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de lengua-
je, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, siendo el año 2009 aproxi-
madamente, sin poder precisar fecha exacta, en horario de la mañana, en temporada de
calor, Horacio Hugo Corbacho, JOSÉ LUIS OJEDA, Nicola Bruno Corradi y Jorge
Luis Bordón se encontraban en una de las habitaciones junto al menor, de 7 años de
edad aproximadamente, (NOMBRE DE DENUNCIANTE). Los mismos tocaron con su
pene el cuerpo del menor y le pidieron que les hiciera sexo oral a lo que el menor se ne-
gó. Jorge Luis Bordón le realizó sexo oral”. En virtud del hecho expuesto se le atribuyó
al imputado Ojeda, en carácter de Autor, el delito de ABUSO SEXUAL GRAVEMEN-
TE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER COMETIDO POR DOS O MAS PER-
SONAS Y CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVE-
CHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MIS-
MO, injusto previsto y penado por los Arts.119, segundo párrafo, en función del Art.119
cuarto párrafo, incisos b), d) y f) del Código Penal. Hecho dos: “Entre los años 2006 y
2.008, sin poder precisar fecha exacta, en la habitación del empleado José Luis Ojeda,
en el Instituto Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit
auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, JOSÉ
LUIS OJEDA, conocido como “el de la seña de la mano abierta frente a los ojos” le to-
caba el pene al menor sordo-mudo (NOMBRE DE DENUNCIANTE), mientras le mos-
traba en la computadora mujeres teniendo sexo, poniéndole el pene en la boca a la víc-
tima y agarrándole la cabeza, ocurriendo este hecho cuatro o cinco veces según lo rela-
tado por la víctima. A raíz de esto, la víctima tenía sexo con los otros chicos, (IDENTI-
DADES RESERVADAS), en el año 2009 aproximadamente. Refiere (denunciante) que
José Luis Ojeda lo alzaba, se lo llevaba a su habitación, y ahí “pito”, manifestando
(NOMBRE DE DENUNCIANTE) que José Luis Ojeda lo abusó con acceso carnal y
sexo oral hasta el año 2.013, diciéndole que “si decía algo le iba a pegar”. En virtud
del hecho expuesto se le atribuyó al imputado Ojeda, en carácter de Autor, el delito de
ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, EN CONCURSO IDEAL CON ABU-
SO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER COMETI-
DO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO
LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, EN MO-
DALIDAD DE DELITO CONTINUADO, injusto previsto y penado por los Arts.119,
tercer párrafo, 54, Art. 119 segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inci-
so f), y Art. 55 a contrario sensu, del Código Penal. Hecho tres: “Sin poder precisar fe-
cha exacta, pero en el periodo de tiempo transcurrido entre los años 2.000 y 2.006, en
el interior del Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján
de Cuyo, el empleado del instituto, JOSÉ LUIS OJEDA, conocido como “el de la seña
de la mano abierta frente a los ojos” le decía al menor sordomudo de 12 años de edad
aproximadamente, (NOMBRE DE DENUNCIANTE), que era bonito, le tocaba la cola,

252
el pene las manos y lo manoseaba. Y cuando la víctima tenía 15 años de edad, Ojeda lo
violó vía anal, abusándolo en reiteradas oportunidades hasta el año 2.006”. En virtud
del hecho expuesto se le atribuyó oportunamente a Ojeda, en carácter de Autor, el delito
de ABUSO SEXUAL SIMPLE AGRAVADO POR SER COMETIDO CONTRA UN
MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN
DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, EN CONCURSO REAL
CON ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, AGRAVADO POR SER COME-
TIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHAN-
DO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, EN
MODALIDAD DE DELITO CONTINUADO, injusto previsto y penado por el Art. 119
quinto párrafo en función del inciso f), Art.55, Art.119, tercer párrafo, en función del
Art.119 cuarto párrafo, inciso f), y Art. 55 a contrario sensu, del Código Penal. Hecho
cuatro: “Sin poder precisar fecha exacta, pero siendo aproximadamente entre los años
2005 y 2.006, en el Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla,
Luján de Cuyo, el empleado JOSÉ LUIS OJEDA conocido como “el de la seña de la
mano abierta frente a los ojos”, llevó a la menor sordo-muda (NOMBRE DE DENUN-
CIANTE), de entre 12 y 13 años de edad, al baño de las niñas donde comenzó a tocarla
toda, le bajó la ropa y sentado él en el inodoro, colocó a la menor encima de él, sentán-
dola, y comenzó a accederla carnalmente vía vaginal, saliéndole sangre. Inmediata-
mente después Ojeda le dijo a la menor que se lavara con agua y que no le contara na-
da a nadie, llevándose la bombacha de la niña. En virtud del hecho expuesto se le atri-
buyó al imputado Ojeda, en carácter de Autor, el delito de ABUSO SEXUAL CON AC-
CESO CARNAL AGRAVADO POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE
DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVI-
VENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado por el
Art.119, tercer párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inciso f), del Código Pe-
nal. Hecho cinco: “En el año 2006 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta,
en horario nocturno, JOSÉ LUIS OJEDA se introdujo a la habitación de (NOMBRE DE
DENUNCIANTE), en el Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carro-
dilla, Luján de Cuyo, metió la mano por debajo de las sábanas y la toqueteaba en los
senos y la cola, pidiéndole que tuvieran sexo, le mostró su pene erecto diciéndole “mirá
lo que tengo” ocurriendo esto en varias oportunidades, teniendo la víctima 13 años de
edad aproximadamente.” En virtud del hecho expuesto se le atribuyó imputado Ojeda,
en carácter de Autor, el delito de ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE
AGRAVADO POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO
AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREE-
XISTENTE CON EL MISMO, EN MODALIDAD DE DELITO CONTINUADO
injusto previsto y penado por el Art.119, segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto
párrafo, inciso f), y Art. 55 a contrario sensu, del Código Penal. Hecho seis: “En el año
2007 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, Nicola Bruno Corradi y Jorge

253
Luis Bordón encerraban a los chicos con llave en las habitaciones del Instituto Antonio
Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, para que JOSÉ LUIS
OJEDA los abusara”. En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado Ojeda, en
carácter de Autor, el delito de CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR
SER EL AUTOR CONVIVIENTE injusto previsto y penado por el Art. 125 tercer pá-
rrafo del Código Penal. Hecho siete: “Sin poder precisar fecha exacta, siendo el año
2007 aproximadamente, Jorge Luis Bordón, Armando Gómez y JOSÉ LUIS OJEDA,
metían a los chicos a ver películas de sexo a la habitación de juegos, del Instituto Anto-
nio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo”. En virtud del he-
cho expuesto se le atribuyó al imputado Ojeda, en carácter de Autor, el delito de CO-
RRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR SER EL AUTOR CONVIVIENTE,
injusto previsto y penado por el Art. 125 tercer párrafo del Código Penal. Hecho ocho:
“En el año 2009 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en el Instituto An-
tonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Armando Gó-
mez y JOSÉ LUIS OJEDA, les mostraban fotos y videos de contenido sexual a los chicos
de entre 15 y 16 años de edad, y les decían que fueran “arriba”, abriéndoles las puertas
de “arriba”, para que los alumnos tuvieran sexo entre ellos, enseñándoles a éstos como
se tenían que tocar las partes púbicas entre ellos”. En virtud del hecho expuesto se le
atribuyó al imputado Ojeda, en carácter de Autor, el delito de CORRUPCIÓN DE ME-
NORES, AGRAVADO POR SER EL AUTOR CONVIVIENTE, injusto previsto y pe-
nado por el Art. 125 tercer párrafo del Código Penal. Hecho nueve: “Sin poder precisar
fecha exacta, pero en el periodo comprendido durante los años 2.004 al 2.009, en el in-
terior del Instituto Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con
déficit auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo,
JOSÉ LUIS OJEDA, conocido como “el de la seña de la mano abierta frente a los
ojos”, accedía carnalmente vía anal al menor, sordo mudo, de 8 años de edad aproxi-
madamente (NOMBRE DE DENUNCIANTE), ocurriendo ello de manera continua du-
rante el transcurso del tiempo durante el cual el menor estuvo albergado en el Instituto.
Lo llevaba al altillo, le ataba las manos, le encintaba la boca, luego le bajaba los pan-
talones y lo penetraba vía anal, haciendo sangrar al menor por el ano. En alguna de las
ocasiones también golpeaba al menor hasta que éste se desmayaba. En otra de las
oportunidades JOSÉ LUIS OJEDA accedió carnalmente al menor denunciante en el lu-
gar donde se situaba el corral de las gallinas, en el predio del Instituto A. Próvolo”. En
virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado Ojeda, en carácter de Autor, por el
delito de ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL EN CONCURSO IDEAL CON
ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER CO-
METIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVE-
CHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MIS-
MO, EN MODALIDAD DE DELITO CONTINUADO, injusto previsto y penado por
el Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119 segundo párrafo, en función del Art.119 cuar-

254
to párrafo inciso f), y Art. 55 a contrario sensu, del Código Penal. Hecho diez: “Sin po-
der precisar fecha exacta, pero en el periodo comprendido durante los años 2.004 al
2.009, en el interior del Instituto Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue
de niños con déficit auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Lu-
ján de Cuyo, el empleado JOSÉ LUIS OJEDA, conocido como “el de la seña de la ma-
no abierta frente a los ojos” llamó al menor DENUNCIANTE, quien estaba limpiando
uno de los vehículos del Instituto, apareciendo en ese momento Armando Ramón Gó-
mez, alias Pilo. En ese momento, José Luis Ojeda y Armando Gómez (Pilo) agarraron
al menor, lo llevaron al ático y lo ataron. Como el menor gritaba, Armando Gómez (Pi-
lo) le tapó la boca, y le pusieron una cinta en la misma. Le bajaron el pantalón, acce-
diéndolo carnalmente vía anal. Primero lo accedió Armando Gómez y luego José Luis
Ojeda, ocurriendo ello en dos oportunidades. En virtud del hecho expuesto se le atribu-
yó al imputado Gómez, en carácter de co-autor, el delito de ABUSO SEXUAL CON
ACCESO CARNAL EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVE-
MENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER COMETIDO POR DOS PERSO-
NAS, EN CONCURSO REAL CON ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL EN
CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE,
AGRAVADO POR SER COMETIDO POR DOS PERSONAS, injusto previsto y pena-
do por el Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119 segundo párrafo, en función del
Art.119 cuarto párrafo inciso d), Art.55, Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119 segundo
párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo inciso d) del Código Penal. Respecto al
encartado JORGE LUIS BORDÓN CASARIN corresponde atribuirle a la Sra. Pascual
el hecho uno: “En el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodi-
lla, Luján de Cuyo, siendo el año 2009 aproximadamente, sin poder precisar fecha
exacta, en horario de la mañana, en temporada de calor, Horacio Hugo Corbacho, José
Luis Ojeda, Nicola Bruno Corradi y JORGE LUIS BORDÓN se encontraban en una de
las habitaciones junto al menor de 7 años de edad aproximadamente, (NOMBRE DE-
NUNCIANTE). Los mismos tocaron con su pene el cuerpo del menor y le pidieron que
les hiciera sexo oral a lo que el menor se negó. Jorge Luis Bordón le realizó sexo oral.”
En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado Bordón, en carácter de Autor, el
delito de ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE EN CONCURSO
REAL CON ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, AGRAVADO POR SER
EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA Y POR SER COMETIDO CONTRA
UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUA-
CIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y pe-
nado por el Art.119, segundo párrafo, Art. 55, Art. 119 tercer párrafo, en función del
Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal. Hecho dos: “Entre los años
2006 y 2007 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en el Instituto Antonio
Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de lengua-
je, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, el empleado JORGE LUIS

255
BORDÓN conocido como “el de la seña marcando una panza abultada” abusó sexual-
mente del menor sordomudo (NOMBRE DENUNCIANTE). Ente las dos y tres de la ma-
ñana, se metía al dormitorio de éste, tocándolo, manoseándolo, besándole el cuello y
realizándole sexo oral. La víctima en ese momento tenía entre 12 y 13 años de edad.”
En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado Bordón, en carácter de Autor, el
delito de ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, AGRAVADO POR SER EL
AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA Y POR SER COMETIDO CONTRA UN
MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN
DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado
por el Art.119, tercer párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del
Código Penal. Hecho tres: “Sin poder precisar fecha exacta, siendo el mes de julio del
año 2006 o 2007 aproximadamente, en una de las habitaciones del Instituto Antonio
Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, donde pernoctaba el
menor sordo-mudo (nombre denunciante), el empleado JORGE LUIS BORDÓN, cono-
cido como “el de la seña marcando una panza abultada” se metió desnudo en la cama
de (NOMBRE DENUNCIANTE), junto a éste, luego se arrodilló en el piso y se mastur-
bó eyaculando al lado del brazo de Gastón. La víctima en ese momento tenía entre 12 y
13 años de edad.” En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado Bordón, en
carácter de Autor, el delito de ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE
AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA Y POR SER
COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVE-
CHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MIS-
MO, injusto previsto y penado por el Art.119, segundo párrafo, en función del Art.119
cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal. Hecho cuatro: “Después de las vaca-
ciones de julio del año 2006 o 2007 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta,
en el Instituto Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit
auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, en ho-
rario nocturno, el empleado JORGE LUIS BORDÓN conocido como “el de la seña
marcando una panza abultada”, ingresó desnudo a la habitación del menor de 12 o 13
años de edad aproximadamente, sordomudo, de nombre (NOMBRE RESGUADADO
POR TRATARSE DE DENUNCIANTE). Allí desnudaba a la víctima, quien se resistía,
la masturbaba y le practicaba sexo oral, mientras JORGE LUIS BORDÓN también se
masturbaba a sí mismo, le daba besos y le acariciaba el cuello besándoselo para luego
amenazar a la víctima para que no contara lo sucedido, ocurriendo los hechos en cua-
tro oportunidades aproximadamente después de las vacaciones de invierno.” En virtud
del hecho expuesto se le imputó a Bordón, en carácter de Autor, el delito de ABUSO
SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO
SEXUAL CON ACCESO CARNAL, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCAR-
GADO DE LA GUARDA Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIE-
CIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVEN-

256
CIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, CUATRO HECHOS EN CONCURSO
REAL, injusto previsto y penado por el Art.119, tercer párrafo, Art.54, Art. 119 tercer
párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) y 55 del Código Penal. He-
cho cinco: “Asimismo, en el año 2007 aproximadamente, sin poder precisar fecha
exacta, pero durante el mes de septiembre, en uno de los sectores del Instituto Antonio
Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, JORGE LUIS BOR-
DÓN conocido como “el de la seña marcando una panza abultada”, manoseaba a la
menor de 16 edad aproximadamente, sordo-muda, TESTIGO DE IDENTIDAD RESER-
VADA N°1 por debajo de la ropa, tocándole los pechos.” En virtud del hecho expuesto
se le imputó a Bordón, en carácter de Autor el delito de ABUSO SEXUAL SIMPLE,
AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA, injusto pre-
visto y penado por los Arts.119, primer párrafo en función del Art.119 cuarto párrafo,
inciso b) del Código Penal. Hecho seis: “En el año 2015 aproximadamente, sin poder
precisar fecha exacta, pero siendo un día viernes a la mañana, el empleado JORGE
LUIS BORDÓN le tocó las piernas, acariciándole las dos piernas, al menor de edad
sordo-mudo (NOMBRE RESERVADO), en uno de los bancos de la capilla de hombres,
del Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo,
detentando la víctima 14 años de edad aproximadamente.” En virtud del hecho expues-
to se le atribuyó al imputado Bordón, en carácter de Autor el delito de ABUSO SE-
XUAL SIMPLE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA
GUARDA Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO
AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREE-
XISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado por los Arts.119, primer párra-
fo en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal. Hecho ocho:
“JORGE LUIS BORDÓN, Armando Gómez y José Luis Ojeda, metían a los chicos a
ver películas de sexo a la habitación de juegos, del Instituto Antonio Próvolo ubicado
en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, siendo el año 2007 aproximadamente,
sin poder precisar fecha exacta.” En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputa-
do Bordón, en carácter de Autor, el delito de CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRA-
VADO POR SER EL AUTOR CONVIVIENTE Y ENCARGADO DE LA GUARDA,
injusto previsto y penado por los Art. 125 tercer párrafo del Código Penal. Hecho nue-
ve: “En una oportunidad, en el año 2007 aproximadamente, sin poder precisar fecha
exacta, cuando la Testigo de Identidad Reservada N°1 se encontraba en el parque del
Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, jun-
to a (NOMBRE DE DENUNCIANTE), JORGE BORDÓN le agarró el pene a (NOM-
BRE DE DENUNCIANTE).” En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado
Bordón, en carácter de Autor el delito de ABUSO SEXUAL SIMPLE, AGRAVADO
POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA Y POR SER COMETIDO
CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA
SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto pre-

257
visto y penado por los Arts.119, primer párrafo en función del Art.119 cuarto párrafo,
incisos b) y f) del Código Penal. Hecho diez: “En fecha no precisada, siendo el año
2007 aproximadamente, Nicola Bruno Corradi y JORGE LUIS BORDÓN, en el Institu-
to Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, encerra-
ban a los chicos con llave en las habitaciones para que José Luis Ojeda los abusara.”
En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado Bordón, en carácter de Autor, el
delito de CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR SER LAS VÍCTIMAS
MENORES DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD Y POR SER EL AUTOR CONVI-
VIENTE Y ENCARGADO DE LA GUARDA DE LAS MISMAS, injusto previsto y
penado por los Art. 125 primer y tercer párrafo del Código Penal. Respecto al encartado
ARMANDO RAMÓN GÓMEZ (alias Pilo): Hecho uno: “Entre los años 2007 y 2008
aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en uno de los sectores del Instituto
Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, sin poder de-
terminar el lugar exacto, el empleado ARMANDO RAMÓN GÓMEZ, alias “Pilo” iden-
tificado “como el de la seña del teléfono en la oreja”, frotaba su cuerpo sobre el de la
TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA N°1, menor de edad sordo-muda y la tocaba
por debajo de su ropa, ocurriendo ello en dos oportunidades.” En virtud del hecho ex-
puesto se le atribuyó al imputado Gómez, en carácter de Autor, el delito de ABUSO SE-
XUAL SIMPLE, DOS HECHOS EN CONCURSO REAL, injusto previsto y penado
por el Art.119, primer párrafo y Art.55 del Código Penal. Hecho dos: “Sin poder preci-
sar fecha exacta, siendo en los años 2.007 y 2.008 aproximadamente, con la víctima,
TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA N°1, en el Instituto Antonio Próvolo ubicado
en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, el empleado ARMANDO RAMÓN GÓ-
MEZ (alias Pilo) identificado “como el de la seña del teléfono en la oreja”, se metió al
baño, le puso su pene por arriba de la ropa, queriendo tener sexo con la misma.” En
virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado Gómez, en carácter de Autor, el de-
lito de ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, injusto previsto y penado
por el Art.119, segundo párrafo del Código Penal. Hecho tres: “Sin poder determinar
fecha exacta, siendo el año 2007 aproximadamente, Jorge Luis Bordón, ARMANDO
RAMÓN GÓMEZ y José Luis Ojeda, metían a los chicos a ver películas de sexo a la ha-
bitación de juegos, del Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodi-
lla, Luján de Cuyo. En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al imputado Gómez, en
carácter de Autor, el delito de CORRUPCIÓN DE MENORES, injusto previsto y pena-
do por el Art. 125 primer párrafo del Código Penal. Hecho cuatro: “En el año 2009
aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, ubi-
cado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, el empleado ARMANDO RAMON
GÓMEZ y José Luis Ojeda, les mostraban fotos y videos de contenido sexual a los chi-
cos de entre 15 y 16 años de edad, y les decían que fueran “arriba”, abriéndoles las
puertas de “arriba”, para que los alumnos tuvieran sexo entre ellos, enseñándoles a és-
tos como se tenían que tocar las partes púbicas entre ellos.” En virtud del hecho ex-

258
puesto se le atribuyó al imputado Gómez, en carácter de Autor, el delito de CORRUP-
CIÓN DE MENORES, injusto previsto y penado por el Art. 125 primer párrafo del Có-
digo Penal. Hecho cinco: “Sin poder precisar fecha exacta, pero durante el curso de
los años 2.009 y 2.010, en el mes de marzo, en el interior del Instituto Antonio Próvolo,
ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, la TESTIGO DE
IDENTIDAD RESERVADA N° 3, menor sordo-muda de entonces 16 años de edad, se
disponía a retirarse del baño sito en el Instituto, cuando se percató que la puerta estaba
cerrada con llave, momento en que apareció detrás de ella, el empleado ARMANDO
RAMÓN GÓMEZ, alias “Pilo” identificado “como el de la seña del teléfono en la ore-
ja”, quien le pidió que se quedara callada, que no tenía que contar nada, y que quería
tener sexo con ella. Ante la negativa de la menor, ARMANDO RAMÓN GÓMEZ insis-
tió, por lo que ante el miedo, la TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA N° 3, se sacó
el pantalón y la bombacha. ARMANDO RAMÓN GÓMEZ, se sentó, se bajó el pantalón
y le pidió a la menor que le mirara el pene, para luego hacerla sentar sobre su miembro
peneal. Le abrió las piernas y la penetró vía vaginal de manera violenta, por lo que la
menor lloraba mientras ello sucedía, ocurriendo el episodio en un lugar donde se guar-
dan los elementos de limpieza, en el baño mencionado. Luego Armando Ramón Gómez
se vistió y se retiró del lugar, quedando la testigo de identidad reservada N° 3 con mu-
cho dolor y mucosidad en la vagina.” En virtud del hecho expuesto se le atribuyó al im-
putado Gómez, en carácter de Autor, el delito de ABUSO SEXUAL CON ACCESO
CARNAL EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE UL-
TRAJANTE previsto y penado por el Arts. 119 tercer párrafo, 54 y Art. 119 segundo
párrafo, del Código Penal. Hecho seis: “Sin poder precisar fecha exacta, pero en el pe-
riodo comprendido durante los años 2.004 al 2.009, en el interior del Instituto Antonio
Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, JOSÉ LUIS OJEDA
junto a ARMANDO RAMÓN GÓMEZ, alias PILO, agarraron al menor (NOMBRE DE
DENUNCIANTE), lo llevaron al ático y lo ataron. Como el menor gritaba, Armando
Gómez (Pilo) le tapó la boca, y le pusieron una cinta en la misma. Le bajaron el panta-
lón, accediéndolo carnalmente vía anal, primero Armando Gómez y luego José Luis
Ojeda, ocurriendo ello en dos oportunidades.” En virtud del hecho expuesto se le atri-
buyó al imputado Gómez, en carácter de co-autor, el delito de ABUSO SEXUAL CON
ACCESO CARNAL EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVE-
MENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER COMETIDO POR DOS PERSO-
NAS, EN CONCURSO REAL CON ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL EN
CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE,
AGRAVADO POR SER COMETIDO POR DOS PERSONAS, injusto previsto y pena-
do por el Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119 segundo párrafo, en función del
Art.119 cuarto párrafo inciso d), Art.55, Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119 segundo
párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo inciso d) del Código Penal.

259
Las hipótesis fácticas que sustentan el requerimiento acusa-
torio respecto de ASUNCIÓN MARTINEZ AQUINO y a NOEMI DEL CARMEN
PAZ TORRES, obrante a fs. 2.902/2.990 y textualmente en su parte pertinente dice:
“Sin poder precisar fecha exacta, pero en el periodo comprendido durante los años
2.004 al 2.009, en el interior del Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385,
Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, donde los menores de edad sordos concurrían a
educarse y/o albergarse en dicho instituto, la monja ASUNCIÓN MARTÍNEZ AQUINO,
quien se encontraba a cargo de la custodia de los niños más pequeños albergados en el
Instituto y la entonces encargada de la cocina del Instituto, NOEMI DEL CARMEN
PAZ, quien residía en el lugar, no obstante tener conocimiento, omitieron, de manera
sistemática y prolongada en el tiempo, cumplir con la obligación de denunciar y reali-
zar los actos necesarios a efectos de impedir que José Luis Ojeda, sordomudo, domici-
liado en el Instituto, donde cumplía funciones de jardinero, cometiera, de manera conti-
nuada, accesos carnales, vía anal, hacia el menor de edad, sordomudo, Javier Jaque
Rolón, de 8 años de edad aproximadamente, quien se encontraba albergado en el Insti-
tuto A. Próvolo, hechos atribuidos al imputado Ojeda como “hecho número nueve” en
los autos N° P-118.324/16, conforme Decreto de Avoque obrante a fs.2.578/2.589”. En
virtud del hecho expuesto corresponde atribuirle a ASUNCION MARTÍNEZ AQUINO y
a NOEMI DEL CARMEN PAZ, la PARTICIPACIÓN NECESARIA, en términos de co-
misión por omisión, emergente de la Violación al Deber de Garante, el delito de “ABU-
SO SEXUAL CON ACCESO CARNAL EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL
GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER COMETIDO CONTRA UN
MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE
CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, EN MODALIDAD DE DELITO
CONTINUADO”, atribuido como hecho N° Nueve en carácter de autor a José Luis
Ojeda, injusto previsto y penado por el Art. 45, Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119
segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo inciso f), Art. 55 a contrario
sensu y Art.45 del Código Penal, y 122 Ley 6.364, siendo el hecho en el cual se sindicó
al Sr. Ojeda como autor el siguiente: Hecho nueve: “Sin poder precisar fecha exacta,
pero en el periodo comprendido durante los años 2.004 al 2.009, en el interior del Insti-
tuto Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo
y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, JOSÉ LUIS
OJEDA, conocido como “el de la seña de la mano abierta frente a los ojos”, accedía
carnalmente vía anal al menor, sordo mudo, de 8 años de edad aproximadamente
(NOMBRE DE DENUNCIANTE) ocurriendo ello de manera continua durante el trans-
curso del tiempo durante el cual el menor estuvo albergado en el Instituto. Lo llevaba al
altillo, le ataba las manos, le encintaba la boca, luego le bajaba los pantalones y lo pe-
netraba vía anal, haciendo sangrar al menor por el ano. En alguna de las ocasiones
también golpeaba al menor hasta que éste se desmayaba. En otra de las oportunidades

260
JOSÉ LUIS OJEDA accedió carnalmente al menor Javier Jaque Rolón en el lugar don-
de se situaba el corral de las gallinas, en el predio del Instituto A. Próvolo.”
Por último, las hipótesis fácticas que sustentan el requeri-
miento acusatorio respecto de GLADYS PINACCA, CRISTINA LEGUIZA, LAU-
RA GAETAN y VALEZCA QUINTANA, como así también la Licenciada en Psico-
logía CECILIA RAFFO, , obrantes a fs. 2.902/2.990 y textualmente en su parte perti-
nente dice: “Sin poder precisar fecha exacta, pero en el periodo comprendido durante
los años 2.006 a 2016, quienes fueran sucesivas Directoras del Instituto Antonio Próvo-
lo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, Sras. GLADYS
PINACCA (periodo 1997/2008), CRISTINA LEGUIZA (periodo 2.008/2.010), LAURA
GAETAN (periodo 2.010/2.013) y VALESKA QUINTANA(periodo 2.013/2.017), como
así también la Licenciada en Psicología CECILIA RAFFO, no obstante haber tomado
conocimiento de sobre la posible existencia de hechos de abuso sexual, los cuales ocu-
rrían de manera sistemática en el Instituto mencionado, por parte de empleados y reli-
giosos del mismo hacia alumnos del lugar, quienes eran sordomudos y menores de
edad, omitieron denunciar los mismos ante la autoridad competente, como así tampoco
adoptaron las medidas institucionales idóneas a efectos de impedir la consumación de
los mismos, delitos sexuales que el clérigo Nicola Bruno Corradi, el cura Horacio Hugo
Corbacho y los empleados Jorge Luis Bordón, Armando Ramón Gómez y José Luis
Ojeda cometieron y que se encuentran investigados en el marco de la causa principal
N° P.118.324/16, de los cuales resultaron víctimas los alumnos del instituto, menores de
edad, sordos, sindicados conforme al Decreto de Avoque obrante a fs.2.578/2.589 de los
autos citados.” En virtud del hecho expuesto corresponde atribuirle a GLADYS PI-
NACCA, el carácter de PARTÍCIPE SECUNDARIA, en términos de comisión por
omisión, emergente de la Violación al Deber de Garante, (Art.45 del C.P., Art.122 Ley
6.354) en los delitos atribuidos a sus autores en los autos N° P-118.324/16, a fs.
2.578/2.589 del mismo, siendo los siguientes: El delito de “ABUSO SEXUAL CON
ACCESO CARNAL, EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVE-
MENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR EL ENCARGADO
DE LA GUARDA”, injusto previsto y penado por los Arts.119, tercer párrafo, Art.54 y
Art.119 segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inciso b) del Código Pe-
nal cuya autoría ha sido atribuida a Horacio Corbacho como hecho uno: “Aproximada-
mente en el año 2.007, sin poder precisar fecha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo,
destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de lenguaje, ubicado
en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, HORACIO HUGO CORBA-
CHO, identificado como “el de la seña de dos dedos en la frente, por arriba de la ceja”,
en horario de la tarde, hizo ingresar a la TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA
N°1, menor de 16 años de edad aproximadamente, hipoacúsica, a la habitación de éste.
Luego cerró la puerta de la misma y comenzó a tocarla por debajo de la ropa. Le bajó
los pantalones, le dijo que se pusiera en la cama y que se quedara callada. La puso de

261
rodillas y la accedió carnalmente vía anal. Luego, la hizo dar vuelta en la cama y le
practicó sexo oral en la vagina, manifestándole “quedate callada…, que rica, bella”
obligándola a que lo masturbe, agarrándola fuerte.” El delito de “ABUSO SEXUAL
SIMPLE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA,
POR SER MINISTRO DE CULTO Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR
DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CON-
VIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado por los Ar-
ts.119, primer párrafo en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código
Penal atribuido como autor a Horacio Corbacho como hecho tres: “En el año 2005
aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, el cura HORACIO HUGO CORBA-
CHO, en el interior de su habitación sita en el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en ca-
lle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, sujetó del brazo a (NOMBRE RESGUADA-
DO), sordo-mudo de 9 años de edad aproximadamente, se sentó en una silla frente a la
computadora y subió al menor sobre su falda llevándolo hacia su cuerpo, por lo que el
niño quedó sentado sobre la parte púbica del Sr. Corbacho, mientras éste filmaba al
resto de los menores que se encontraban en la habitación, manifestando la víctima que
Corbacho no lo dejaba bajar de su falda.” El delito de ABUSO SEXUAL SIMPLE,
AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA, POR SER
MINISTRO DE CULTO Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIE-
CIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVEN-
CIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, EN MODALIDAD DE DELITO CONTI-
NUADO, injusto previsto y penado por los Arts.119, primer párrafo en función del
Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) y Art.55 contrario sensu, del Código Penal atribui-
do a Horacio Corbacho como hecho cuatro: “En el año 2006 aproximadamente, sin
poder precisar fecha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, sito en calle Boedo 385,
Carrodilla, Luján de Cuyo, cuando la menor sordo-muda )NOMBRE RESGUADADO)
tenía entre 11 y 12 años de edad aproximadamente, el cura HORACIO HUGO CORBA-
CHO llevaba a la misma en una “Trafic” al supermercado, una vez por mes. En dichas
oportunidades sentaba a la menor sobre su falda, diciéndole que le iba a enseñar a ma-
nejar, le metía la mano por adentro de la blusa y le tocaba los senos.” El delito de
ABUSO SEXUAL SIMPLE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE
LA GUARDA, POR SER MINISTRO DE CULTO Y POR SER COMETIDO
CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA
SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto pre-
visto y penado por los Arts.119, primer párrafo en función del Art.119 cuarto párrafo,
incisos b) y f) del Código Penal atribuido a Horacio Corbacho como hecho cinco: “En
el transcurso de los años 2.004, 2.005 y 2.006 aproximadamente, sin poder precisar fe-
cha exacta, en el interior del dormitorio del cura HORACIO HUGO CORBACHO, sito
en el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo,
cuando los chicos que se encontraban allí estaban mirando la pantalla de la computa-

262
dora, Corbacho sentó a (NOMBRE RESGUARDADO), quien tenía entre 11 y 12 años
de edad, sobre sus piernas y comenzó a tocarle los senos por debajo de la remera, sin-
tiendo la menor que el pene erecto de Corbacho le tocaba la cola a través de la ropa.”
El delito de “CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR SER EL AUTOR
ENCARGADO DE SU GUARDA, injusto previsto y penado por el Art.125 tercer pá-
rrafo, del Código Penal, atribuido a Horacio Corbacho como hecho siete: “Entre los
años 2006, 2007 y 2008 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en el Insti-
tuto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, el cura
HORACIO HUGO CORBACHO, Nicola Bruno Corradi y Jorge Luis Bordón, en la sala
de juegos donde se veían las películas, les ponían películas de contenido sexual a los ni-
ños y luego obligaban a los mismos a repetir lo que veían en esa película.” El delito de
“ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, AGRAVADO POR SER EL AUTOR
ENCARGADO DE LA GUARDAY POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR
DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CON-
VIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, previsto y penado por el Arts. 119
tercer párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal
atribuido a Horacio Corbacho como hecho ocho: “Sin poder precisar fecha exacta, pe-
ro entre los años 2.006 o 2.007 aproximadamente, en el interior del Instituto Antonio
Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de lengua-
je, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, (NOMBRE RES-
GUADADO), alumna sorda albergada en el instituto, quien tenía entre seis o siete años
de edad aproximadamente, en horas de la noche, mientras se encontraba en el baño del
lugar donde pernoctaban los niños más pequeños alojados en dicho Instituto, observó
ingresar al mismo a HORACIO HUGO CORBACHO, conocido como “el de la seña de
dos dedos en la frente, por arriba de la ceja”, quien tomó a la fuerza a la menor denun-
ciante, y acostada el piso la penetró vaginalmente. La menor DENUNCIANTE quedó
sangrando en el lugar, y con dolores que no le permitieron sentarse los días subsiguien-
tes al hecho.” El delito de ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, AGRAVA-
DO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA, Y POR SER COMETI-
DO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO
LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, previsto y
penado por el Arts. 119 tercer párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, incisos b)
y f) del Código Penal atribuido a Horacio Corbacho como hecho nueve: “Sin poder
precisar fecha exacta, pero siendo aproximadamente el curso de los años 2.005, 2.006 y
2.007, a las 16 horas aproximadamente, en el interior del Instituto Antonio Próvolo,
destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de lenguaje, ubicado
en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, el cura HORACIO HUGO
CORBACHO conocido como “el de la seña de dos dedos en la frente, por arriba de la
ceja”, llamó a la TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA N° 3, menor sordo-muda de
entonces 13 años de edad aproximadamente, a efectos de que la misma ingresara a su

263
dormitorio. Inmediatamente después, Corbacho cerró la puerta de su habitación con
llave, le comenzó a decir a la menor que era bonita y le pidió que se pusiera apoyada en
la cama, haciéndole bajar la ropa que ella llevaba puesta. Luego la accedió carnalmen-
te vía anal, muy fuerte, durante aproximadamente 15 minutos, quedando la menor con
sangre en la zona”. El delito de ““ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, EN
CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE,
AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA, POR SER
MINISTRO DE CULTO Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIE-
CIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVEN-
CIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, previsto y penado por el Arts. 119 tercer pá-
rrafo, 54 y Art. 119 segundo párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y
f); Art.55; Art.55, Art. 119 segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inci-
sos b) y f), del Código Penal, atribuido a Horacio Corbacho como hecho diez: “Sin po-
der precisar fecha exacta, pero siendo aproximadamente el curso de los años 2.006 y
2.007, en el interior del Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carro-
dilla, Luján de Cuyo, Mendoza, el cura HORACIO HUGO CORBACHO conocido co-
mo “el de la seña de dos dedos en la frente, por arriba de la ceja”, llamó al menor sor-
do-mudo de 5 años de edad aproximadamente, (DENUNCIANTE), y lo llevó al interior
de la Capilla, donde están los asientos. En ese lugar, ubicó al niño (nombre de denun-
ciante) parándolo sobre un elemento más elevado, para luego pararse Corbacho detrás
del menor y accederlo carnalmente vía anal, haciéndole sangrar la cola y diciéndole
“esto te lo callás”. ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, EN CONCURSO
IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO
POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA, POR SER MINISTRO DE
CULTO Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS
DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXIS-
TENTE CON EL MISMO, previsto y penado por el Arts. 119 tercer párrafo,54 y Art.
119 segundo párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código
Penal, atribuido a Horacio Corbacho como hecho once: “Sin poder precisar fecha exac-
ta, pero entre los años 2.004 y 2.009, en el interior del Instituto Antonio Próvolo, ubica-
do en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, el cura HORACIO HUGO
CORBACHO conocido como “el de la seña de dos dedos en la frente, por arriba de la
ceja”, ingresó al dormitorio en el cual se encontraba pernoctando el menor sordomudo,
de entre 8 y 13 años de edad, (NOMBRE DE DENUNCIANTE), agarró a éste por atrás,
le bajó los pantalones y lo accedió carnalmente vía anal tapándole la boca y haciéndole
sangrar la cola”. ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO
POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA, POR SER MINISTRO DE
CULTO Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS
DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXIS-
TENTE CON EL MISMO, EN GRADO DE TENTATIVA, injusto previsto y penado

264
por los Arts.119, segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f)
y Art. 42 del Código Penal atribuido a Nicola Corradi como hecho uno: “En del Institu-
to Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y
de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, el cura NICOLA
BRUNO CORRADI, conocido como “el de la seña de dos dedos en el cuello como un
revólver”, siendo el año 2007 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, llevó
a las TESTIGOS DE IDENTIDAD RESERVADA Nº 1 y N° 2, menores de edad sordo-
mudas, al sitio llamado “la Casita de Dios”, siendo éste una de las capillas que hay en
el interior del Instituto, y a la testigo de identidad reservada Nº 2 la tomó de la mano, se
bajó el pantalón y le pidió que le tocara el pene y le hiciera sexo oral, situación que fue
interrumpida en virtud que en ese momento ingresaron otros menores, por lo que el cu-
ra Corradi se acomodó la ropa y se fue.” CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVA-
DO POR SER EL AUTOR CONVIVIENTE Y ENCARGADO DE LA GUARDA”,
injusto previsto y penado por el Art. 125 tercer párrafo del Código Penal atribuido a Ni-
cola Corradi como hecho tres: “Asimismo, siendo el año 2007 aproximadamente, sin
poder precisar fecha exacta, NICOLA BRUNO CORRADI y Jorge Luis Bordón, en el
Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, en-
cerraban a los chicos con llave en las habitaciones, para que José Luis Ojeda los abu-
sara.” ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, EN CONCURSO IDEAL CON
ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER CO-
METIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVE-
CHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MIS-
MO, EN MODALIDAD DE DELITO CONTINUADO”, injusto previsto y penado por
los Arts.119, tercer párrafo, 54, Art. 119 segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto
párrafo, inciso f), y Art. 55 a contrario sensu, del Código Penal atribuido a José Luis
Ojeda como hecho dos: “Entre los años 2006 y 2.008, sin poder precisar fecha exacta,
en la habitación del empleado José Luis Ojeda, en el Instituto Antonio Próvolo, destina-
do a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de lenguaje, ubicado en ca-
lle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, JOSÉ LUIS OJEDA, conocido como “el de
la seña de la mano abierta frente a los ojos” le tocaba el pene al menor sordo-mudo
(NOMBRE DE DENUNCIANTE), mientras le mostraba en la computadora mujeres te-
niendo sexo, poniéndole el pene en la boca a la víctima y agarrándole la cabeza, ocu-
rriendo este hecho cuatro o cinco veces según lo relatado por la víctima. A raíz de esto,
la víctima tenía sexo con los otros chicos, en el año 2009 aproximadamente. Refiere el
denunciante que José Luis Ojeda lo alzaba, se lo llevaba a su habitación, y ahí “pito”,
manifestando (NOMBRE DE DENUNCIANTE) que José Luis Ojeda lo abusó con acce-
so carnal y sexo oral hasta el año 2.013, diciéndole que “si decía algo le iba a pegar”.
ABUSO SEXUAL SIMPLE AGRAVADO POR SER COMETIDO CONTRA UN
MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN
DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, EN CONCURSO REAL

265
CON ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, AGRAVADO POR SER COME-
TIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHAN-
DO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, EN
MODALIDAD DE DELITO CONTINUADO, injusto previsto y penado por el Art. 119
quinto párrafo en función del inciso f), Art.55, Art.119, tercer párrafo, en función del
Art.119 cuarto párrafo, inciso f), y Art. 55 a contrario sensu, del Código Penal, atribuido
a José Luis Ojeda como hecho tres: “Sin poder precisar fecha exacta, pero en el perio-
do de tiempo transcurrido entre los años 2.000 y 2.006, en el interior del Instituto Anto-
nio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, el empleado del
instituto, JOSÉ LUIS OJEDA, conocido como “el de la seña de la mano abierta frente a
los ojos” le decía al menor sordomudo de 12 años de edad aproximadamente, (NOM-
BRE RESGUADADO), que era bonito, le tocaba la cola, el pene las manos y lo mano-
seaba. Y cuando la víctima tenía 15 años de edad, Ojeda lo violó vía anal, abusándolo
en reiteradas oportunidades hasta el año 2006”. ABUSO SEXUAL CON ACCESO
CARNAL AGRAVADO POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIE-
CIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVEN-
CIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado por el Art.119, ter-
cer párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inciso f), del Código Penal atribuido a
José Luis Ojeda como hecho cuatro: “Sin poder precisar fecha exacta, pero siendo
aproximadamente entre los años 2005 y 2.006, en el Instituto Antonio Próvolo ubicado
en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, el empleado JOSÉ LUIS OJEDA cono-
cido como “el de la seña de la mano abierta frente a los ojos”, llevó a la menor sordo-
muda (NOMBRE DE DENUNCIANTE), de entre 12 y 13 años de edad, al baño de las
niñas donde comenzó a tocarla toda, le bajó la ropa y sentado él en el inodoro, colocó a
la menor encima de él, sentándola, y comenzó a accederla carnalmente vía vaginal,
saliéndole sangre. Inmediatamente después Ojeda le dijo a la menor que se lavara con
agua y que no le contara nada a nadie, llevándose la bombacha de la niña.“ ABUSO
SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE AGRAVADO POR SER COMETIDO
CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA
SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, EN MODA-
LIDAD DE DELITO CONTINUADO injusto previsto y penado por el Art.119, segun-
do párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inciso f), y Art. 55 a contrario sensu,
del Código Penal atribuido como José Luis Ojeda como hecho cinco: “En el año 2006
aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en horario nocturno, JOSÉ LUIS
OJEDA se introdujo a la habitación de (NOMBRE DE DENUNCIANTE), en el Instituto
Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, metió la mano
por debajo de las sábanas y la toqueteaba en los senos y la cola, pidiéndole que tuvie-
ran sexo, le mostró su pene erecto diciéndole “mirá lo que tengo” ocurriendo esto en
varias oportunidades, teniendo la víctima 13 años de edad aproximadamente.” CO-
RRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR SER EL AUTOR CONVIVIENTE

266
injusto previsto y penado por el Art. 125 tercer párrafo del Código Penal atribuido a José
Luis Ojeda como hecho seis: “En el año 2007 aproximadamente, sin poder precisar fe-
cha exacta, Nicola Bruno Corradi y Jorge Luis Bordón encerraban a los chicos con lla-
ve en las habitaciones del Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carro-
dilla, Luján de Cuyo, para que JOSÉ LUIS OJEDA los abusara.” CORRUPCIÓN DE
MENORES, AGRAVADO POR SER EL AUTOR CONVIVIENTE, injusto previsto y
penado por el Art. 125 tercer párrafo del Código Penal atribuido a José Luis Ojeda como
hecho siete: “Sin poder precisar fecha exacta, siendo el año 2007 aproximadamente,
Jorge Luis Bordón, Armando Gómez y JOSÉ LUIS OJEDA, metían a los chicos a ver
películas de sexo a la habitación de juegos, del Instituto Antonio Próvolo, ubicado en
calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo.” ABUSO SEXUAL CON ACCESO
CARNAL EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE UL-
TRAJANTE, AGRAVADO POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIE-
CIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVEN-
CIA PREEXISTENTE CON EL MISMO,EN MODALIDAD DE DELITO CONTI-
NUADO, injusto previsto y penado por el Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119 se-
gundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo inciso f), y Art. 55 a contrario sen-
su, del Código Penal atribuido a José Luis Ojeda como hecho nueve: “Sin poder preci-
sar fecha exacta, pero en el periodo comprendido durante los años 2.004 al 2.009, en el
interior del Instituto Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con
déficit auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo,
JOSÉ LUIS OJEDA, conocido como “el de la seña de la mano abierta frente a los
ojos”, accedía carnalmente vía anal al menor, sordo mudo, de 8 años de edad aproxi-
madamente (NOMBRE DE DENUNCIANTE), ocurriendo ello de manera continua du-
rante el transcurso del tiempo durante el cual el menor estuvo albergado en el Instituto.
Lo llevaba al altillo, le ataba las manos, le encintaba la boca, luego le bajaba los pan-
talones y lo penetraba vía anal, haciendo sangrar al menor por el ano. En alguna de las
ocasiones también golpeaba al menor hasta que éste se desmayaba. En otra de las
oportunidades JOSÉ LUIS OJEDA accedió carnalmente al menor (nombre de denun-
ciante) en el lugar donde se situaba el corral de las gallinas, en el predio del Instituto A.
Próvolo.” ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL EN CONCURSO IDEAL
CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER
COMETIDO POR DOS PERSONAS, EN CONCURSO REAL CON ABUSO SE-
XUAL CON ACCESO CARNAL EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL
GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER COMETIDO POR DOS
PERSONAS, injusto previsto y penado por el Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119
segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo inciso d), Art.55, Art. 119 tercer
párrafo, Art.54, Art.119 segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo inciso d)
del Código Penal atribuido a José Luis Ojeda como hecho diez: “Sin poder precisar fe-
cha exacta, pero en el periodo comprendido durante los años 2.004 al 2.009, en el inte-

267
rior del Instituto Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con dé-
ficit auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, el
empleado JOSÉ LUIS OJEDA, conocido como “el de la seña de la mano abierta frente
a los ojos” llamó al menor (NOMBRE DE DENUNCIANTE), quien estaba limpiando
uno de los vehículos del Instituto, apareciendo en ese momento Armando Ramón Gó-
mez, alias Pilo. En ese momento, José Luis Ojeda y Armando Gómez (Pilo) agarraron
al menor (DENUNCIANTE), lo llevaron al ático y lo ataron. Como el menor gritaba,
Armando Gómez (Pilo) le tapó la boca, y le pusieron una cinta en la misma. Le bajaron
el pantalón, accediéndolo carnalmente vía anal. Primero lo accedió Armando Gómez y
luego José Luis Ojeda, ocurriendo ello en dos oportunidades.” ABUSO SEXUAL CON
ACCESO CARNAL, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA
GUARDA Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO
AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREE-
XISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado por el Art.119, tercer párrafo,
en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal, atribuido a Jorge
Luis Bordón como hecho dos: “Entre los años 2006 y 2007 aproximadamente, sin po-
der precisar fecha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, destinado a la educación y
albergue de niños con déficit auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Ca-
rrodilla, Luján de Cuyo, el empleado JORGE LUIS BORDÓN conocido como “el de la
seña marcando una panza abultada” abusó sexualmente del menor sordomudo (NOM-
BRE DE DENUNCIANTE). Ente las dos y tres de la mañana, se metía al dormitorio de
éste, tocándolo, manoseándolo, besándole el cuello y realizándole sexo oral. La víctima
en ese momento tenía entre 12 y 13 años de edad.” ABUSO SEXUAL GRAVEMEN-
TE ULTRAJANTE AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA
GUARDA Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO
AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREE-
XISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado por el Art.119, segundo párra-
fo, en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal atribuido a
Jorge Luis Bordón como hecho tres: “Sin poder precisar fecha exacta, siendo el mes de
julio del año 2006 o 2007 aproximadamente, en una de las habitaciones del Instituto
Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, donde per-
noctaba el menor sordomudo (nombre de denunciante), el empleado JORGE LUIS
BORDÓN, conocido como “el de la seña marcando una panza abultada” se metió des-
nudo en la cama de (NOMBRE DE DENUNCIANTE), junto a éste, luego se arrodilló
en el piso y se masturbó eyaculando al lado del brazo de (nombre de denunciante). La
víctima en ese momento tenía entre 12 y 13 años de edad.” El delito de ABUSO SE-
XUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SE-
XUAL CON ACCESO CARNAL, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGA-
DO DE LA GUARDA Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIE-
CIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVEN-

268
CIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, CUATRO HECHOS EN CONCURSO
REAL, injusto previsto y penado por el Art.119, tercer párrafo, Art.54, Art. 119 tercer
párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) y 55 del Código Penal,
atribuido a Jorge Luis Bordón como hecho cuatro: “Después de las vacaciones de julio
del año 2006 o 2007 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en el Instituto
Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de
lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, en horario nocturno,
el empleado JORGE LUIS BORDÓN conocido como “el de la seña marcando una pan-
za abultada”, ingresó desnudo a la habitación del menor de 12 o 13 años de edad apro-
ximadamente, sordomudo, de nombre (NOMBRE DE DENUNCIANTE). Allí desnudaba
a la víctima, quien se resistía, la masturbaba y le practicaba sexo oral, mientras JOR-
GE LUIS BORDÓN también se masturbaba a sí mismo, le daba besos y le acariciaba el
cuello besándoselo para luego amenazar a la víctima para que no contara lo sucedido,
ocurriendo los hechos en cuatro oportunidades aproximadamente después de las vaca-
ciones de invierno.” El delito de ABUSO SEXUAL SIMPLE, AGRAVADO POR SER
EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA, injusto previsto y penado por los
Arts.119, primer párrafo en función del Art.119 cuarto párrafo, inciso b) del Código Pe-
nal atribuido a Bordón como hecho cinco: “Asimismo, en el año 2007 aproximadamen-
te, sin poder precisar fecha exacta, pero durante el mes de septiembre, en uno de los
sectores del Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de
Cuyo, JORGE LUIS BORDÓN conocido como “el de la seña marcando una panza
abultada”, manoseaba a la menor de 16 edad aproximadamente, sordo-muda, TESTI-
GO DE IDENTIDAD RESERVADA N°1 por debajo de la ropa, tocándole los pechos.”
CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR SER EL AUTOR CONVIVIEN-
TE Y ENCARGADO DE LA GUARDA, injusto previsto y penado por los Art. 125 ter-
cer párrafo del Código Penal, atribuido a Jorge Luis Bordón como hecho ocho: “JOR-
GE LUIS BORDÓN, Armando Gómez y José Luis Ojeda, metían a los chicos a ver pe-
lículas de sexo a la habitación de juegos, del Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle
Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, siendo el año 2007 aproximadamente, sin poder
precisar fecha exacta.” ABUSO SEXUAL SIMPLE, AGRAVADO POR SER EL
AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA Y POR SER COMETIDO CONTRA UN
MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN
DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado
por los Arts.119, primer párrafo en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del
Código Penal atribuido a Jorge Luis Bordón como hecho nueve: “En una oportunidad,
en el año 2007 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, cuando la Testigo de
Identidad Reservada N°1 se encontraba en el parque del Instituto Antonio Próvolo, ubi-
cado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, junto a (nombre de denunciante),
JORGE BORDÓN le agarró el pene a (NOMBRE DE DENUNCIANTE).” CORRUP-
CIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR SER LAS VÍCTIMAS MENORES DE

269
DIECIOCHO AÑOS DE EDAD Y POR SER EL AUTOR CONVIVIENTE Y EN-
CARGADO DE LA GUARDA DE LAS MISMAS, injusto previsto y penado por los
Art. 125 primer y tercer párrafo del Código Penal atribuido a Jorge Luis Bordón como
hecho diez: “En fecha no precisada, siendo el año 2007 aproximadamente, Nicola
Bruno Corradi y JORGE LUIS BORDÓN, en el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en
calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, encerraban a los chicos con llave en las
habitaciones para que José Luis Ojeda los abusara.” ABUSO SEXUAL SIMPLE,
DOS HECHOS EN CONCURSO REAL, injusto previsto y penado por el Art.119, pri-
mer párrafo y Art.55 del Código Penal atribuido a Armando Ramón Gómez (Alias Pilo)
como hecho uno: “Entre los años 2007 y 2008 aproximadamente, sin poder precisar
fecha exacta, en uno de los sectores del Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boe-
do 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, sin poder determinar el lugar exacto, el empleado
ARMANDO RAMÓN GÓMEZ, alias “Pilo” identificado “como el de la seña del telé-
fono en la oreja”, frotaba su cuerpo sobre el de la TESTIGO DE IDENTIDAD RESER-
VADA N°1, menor de edad sordo-muda y la tocaba por debajo de su ropa, ocurriendo
ello en dos oportunidades.” ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE,
injusto previsto y penado por el Art.119, segundo párrafo del Código Penal atribuido a
Armando Ramón Gómez como hecho dos: “Sin poder precisar fecha exacta, siendo en
los años 2.007 y 2.008 aproximadamente, con la víctima, TESTIGO DE IDENTIDAD
RESERVADA N°1, en el Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carro-
dilla, Luján de Cuyo, el empleado ARMANDO RAMÓN GÓMEZ (alias Pilo) identifica-
do “como el de la seña del teléfono en la oreja”, se metió al baño, le puso su pene por
arriba de la ropa, queriendo tener sexo con la misma.” CORRUPCIÓN DE MENO-
RES, injusto previsto y penado por el Art. 125 primer párrafo del Código Penal atribui-
do a Armando Ramón Gómez como hecho tres: “Sin poder determinar fecha exacta,
siendo el año 2007 aproximadamente, Jorge Luis Bordón, ARMANDO RAMÓN GÓ-
MEZ y José Luis Ojeda, metían a los chicos a ver películas de sexo a la habitación de
juegos, del Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de
Cuyo.” ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL EN CONCURSO IDEAL CON
ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER CO-
METIDO POR DOS PERSONAS, EN CONCURSO REAL CON ABUSO SEXUAL
CON ACCESO CARNAL EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRA-
VEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER COMETIDO POR DOS PER-
SONAS, injusto previsto y penado por el Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119 segun-
do párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo inciso d), Art.55, Art. 119 tercer párra-
fo, Art.54, Art.119 segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo inciso d) del
Código Penal atribuido a Armando R. Gómez como hecho seis: “Sin poder precisar fe-
cha exacta, pero en el periodo comprendido durante los años 2.004 al 2.009, en el inte-
rior del Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cu-
yo, JOSÉ LUIS OJEDA junto a ARMANDO RAMÓN GÓMEZ, alias PILO, agarraron

270
al menor (NOMBRE DE DENUNCIANTE), lo llevaron al ático y lo ataron. Como el
menor gritaba, Armando Gómez (Pilo) le tapó la boca, y le pusieron una cinta en la
misma. Le bajaron el pantalón, accediéndolo carnalmente vía anal, primero Armando
Gómez y luego José Luis Ojeda, ocurriendo ello en dos oportunidades. Asimismo, res-
pecto a CRISTINA LEGUIZA, se le atribuyó el delito de PARTÍCIPE SECUNDA-
RIA, en términos de comisión por omisión, emergente de la Violación al Deber de Ga-
rante, (Art.46 del C.P., Art.122 Ley 6.354) en los delitos atribuidos a sus autores en los
autos N° P-118.324/16, a fs. 2.578/2.589 del mismo, siendo los siguientes: “ABUSO
SEXUAL SIMPLE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA
GUARDA, POR SER MINISTRO DE CULTO, Y POR SER COMETIDO CONTRA
UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUA-
CIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y pe-
nado por los Arts.119, primer párrafo en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y
f) del Código Penal, delito atribuido a Horacio Corbacho como hecho dos: “En el mes
de junio del año 2.016 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en el Instituto
Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de
lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, en una de las capillas
a las que las víctimas refieren como “la Casita de Dios”, el cura HORACIO HUGO
CORBACHO, identificado como “el de la seña de dos dedos en la frente, por arriba de
la ceja”, tocó las piernas y las manos de (NOMBRE DE DENUNCIANTE), menor sor-
do-muda, quien en ese momento tenía 16 años de edad aproximadamente, diciéndole
“hay que lindas, las manos”, encontrándose solos en el lugar.” ABUSO SEXUAL
GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGA-
DO DE LA GUARDA, POR SER MINISTRO DE CULTO Y POR SER COMETIDO
POR DOS O MÁS PERSONAS Y CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS
DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXIS-
TENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado por los Arts.119, segundo párrafo,
en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b), d) y f) del Código Penal atribuido a
Horacio Corbacho como hecho seis: “En el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle
Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, siendo el año 2009 aproximadamente, sin poder
precisar fecha exacta, en horario de la mañana, en temporada de calor, el cura HORA-
CIO HUGO CORBACHO, José Luis Ojeda, Nicola Bruno Corradi y Jorge Luis Bordón
se encontraban en una de las habitaciones junto al menor, sordomudo, de 7 años de
edad aproximadamente, (NOMBRE DE DENUNCIANTE). Los mismos tocaron con su
pene el cuerpo del menor y le pidieron que les hiciera sexo oral a lo que el menor se ne-
gó. Jorge Luis Bordón le realizó sexo oral.” CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRA-
VADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE SU GUARDA, injusto previsto y
penado por el Art.125 tercer párrafo, del Código Penal, atribuido a Horacio Corbacho
como hecho siete: “Entre los años 2006, 2007 y 2008 aproximadamente, sin poder pre-
cisar fecha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carro-

271
dilla, Luján de Cuyo, el cura HORACIO HUGO CORBACHO, Nicola Bruno Corradi y
Jorge Luis Bordón, en la sala de juegos donde se veían las películas, les ponían pelícu-
las de contenido sexual a los niños y luego obligaban a los mismos a repetir lo que
veían en esa película.” ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, EN CONCUR-
SO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO
POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA, POR SER MINISTRO DE
CULTO Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS
DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXIS-
TENTE CON EL MISMO, previsto y penado por el Arts. 119 tercer párrafo, 54 y Art.
119 segundo párrafo, en función del Art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código
Penal, atribuido a Horacio Corbacho como hecho once: “Sin poder precisar fecha exac-
ta, pero entre los años 2.004 y 2.009, en el interior del Instituto Antonio Próvolo, ubica-
do en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza, el cura HORACIO HUGO
CORBACHO conocido como “el de la seña de dos dedos en la frente, por arriba de la
ceja”, ingresó al dormitorio en el cual se encontraba pernoctando el menor sordomudo,
de entre 8 y 13 años de edad, (NOMBRE DE DENUNCIANTE), agarró a éste por atrás,
le bajó los pantalones y lo accedió carnalmente vía anal tapándole la boca y haciéndole
sangrar la cola.” ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO
POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA POR SER MINISTRO DE
CULTO, POR SER COMETIDO POR DOS O MAS PERSONAS Y CONTRA UN
MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN
DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado
por el Art.119, segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b), d) y f)
del Código Penal, atribuido a Nicola Corradi como hecho dos: “En el Instituto Antonio
Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, siendo el año 2009
aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en horario de la mañana, en tempo-
rada de calor, Horacio Hugo Corbacho, José Luis Ojeda, NICOLA BRUNO CORRADI
y Jorge Luis Bordón se encontraban en una de las habitaciones junto al menor sordo-
mudo, de 7 años de edad aproximadamente,(NOMBRE DE DENUNCIANTE). Los mis-
mos tocaron con su pene el cuerpo del menor y le pidieron que les hiciera sexo oral a lo
que el menor se negó. Jorge Luis Bordón le realizó sexo oral.” ABUSO SEXUAL
GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER COMETIDO POR DOS O
MAS PERSONAS Y CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD
APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON
EL MISMO, injusto previsto y penado por los Arts.119, segundo párrafo, en función del
Art.119 cuarto párrafo, incisos b), d) y f) del Código Penal, atribuido a José Luis Ojeda
como hecho uno: “En el Instituto Antonio Próvolo, destinado a la educación y alber-
gue de niños con déficit auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla,
Luján de Cuyo, siendo el año 2009 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta,
en horario de la mañana, en temporada de calor, Horacio Hugo Corbacho, JOSÉ LUIS

272
OJEDA, Nicola Bruno Corradi y Jorge Luis Bordón se encontraban en una de las habi-
taciones junto al menor, de 7 años de edad aproximadamente,(NOMBRE DE DENUN-
CIANTE). Los mismos tocaron con su pene el cuerpo del menor y le pidieron que les hi-
ciera sexo oral a lo que el menor se negó. Jorge Luis Bordón le realizó sexo oral.”
ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, EN CONCURSO IDEAL CON ABU-
SO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER COMETI-
DO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO
LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, EN MO-
DALIDAD DE DELITO CONTINUADO, injusto previsto y penado por los Arts.119,
tercer párrafo, 54, Art. 119 segundo párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inci-
so f), y Art. 55 a contrario sensu, del Código Penal atribuido a José Luis Ojeda como
hecho dos: “Entre los años 2006 y 2.008, sin poder precisar fecha exacta, en la habita-
ción del empleado José Luis Ojeda, en el Instituto Antonio Próvolo, destinado a la edu-
cación y albergue de niños con déficit auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo
385, Carrodilla, Luján de Cuyo, JOSÉ LUIS OJEDA, conocido como “el de la seña de
la mano abierta frente a los ojos” le tocaba el pene al menor sordomudo (NOMBRE DE
DENUNCIANTE), mientras le mostraba en la computadora mujeres teniendo sexo, po-
niéndole el pene en la boca a la víctima y agarrándole la cabeza, ocurriendo este hecho
cuatro o cinco veces según lo relatado por la víctima. A raíz de esto, la víctima tenía
sexo con los otros chicos, de nombre Gastón, Javier, Héctor y Ezequiel, en el año 2009
aproximadamente. Refiere el denunciante que José Luis Ojeda lo alzaba, se lo llevaba a
su habitación, y ahí “pito”, manifestando el denunciante que José Luis Ojeda lo abusó
con acceso carnal y sexo oral hasta el año 2.013, diciéndole que “si decía algo le iba a
pegar”. CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR SER EL AUTOR CON-
VIVIENTE, injusto previsto y penado por los el Art. 125 tercer párrafo del Código Pe-
nal atribuido a José Luis Ojeda como hecho ocho: “En el año 2009 aproximadamente,
sin poder precisar fecha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo
385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Armando Gómez y JOSÉ LUIS OJEDA, les mostraban
fotos y videos de contenido sexual a los chicos de entre 15 y 16 años de edad, y les de-
cían que fueran “arriba”, abriéndoles las puertas de “arriba”, para que los alumnos
tuvieran sexo entre ellos, enseñándoles a éstos como se tenían que tocar las partes púbi-
cas entre ellos.” ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL EN CONCURSO
IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO
POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD
APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON
EL MISMO, EN MODALIDAD DE DELITO CONTINUADO, injusto previsto y pe-
nado por el Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119 segundo párrafo, en función del
Art.119 cuarto párrafo inciso f), y Art. 55 a contrario sensu, del Código Penal atribuido a
José Luis Ojeda como hecho nueve: “Sin poder precisar fecha exacta, pero en el perio-
do comprendido durante los años 2.004 al 2.009, en el interior del Instituto Antonio

273
Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de lengua-
je, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, JOSÉ LUIS OJEDA, cono-
cido como “el de la seña de la mano abierta frente a los ojos”, accedía carnalmente vía
anal al menor, sordo mudo, de 8 años de edad aproximadamente (IDENTIDAD RE-
SERVADA DEL DENUNCIANTE), ocurriendo ello de manera continua durante el
transcurso del tiempo durante el cual el menor estuvo albergado en el Instituto. Lo lle-
vaba al altillo, le ataba las manos, le encintaba la boca, luego le bajaba los pantalones
y lo penetraba vía anal, haciendo sangrar al menor por el ano. En alguna de las ocasio-
nes también golpeaba al menor hasta que éste se desmayaba. En otra de las oportuni-
dades JOSÉ LUIS OJEDA accedió carnalmente al en el lugar donde se situaba el co-
rral de las gallinas, en el predio del Instituto A. Próvolo.” ABUSO SEXUAL CON
ACCESO CARNAL EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVE-
MENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER COMETIDO POR DOS PERSO-
NAS, EN CONCURSO REAL CON ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL EN
CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE,
AGRAVADO POR SER COMETIDO POR DOS PERSONAS, injusto previsto y pena-
do por el Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119 segundo párrafo, en función del
Art.119 cuarto párrafo inciso d), Art.55, Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119 segundo
párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo inciso d) del Código Penal atribuido a Jo-
sé Luis Ojeda como hecho diez: “Sin poder precisar fecha exacta, pero en el periodo
comprendido durante los años 2.004 al 2.009, en el interior del Instituto Antonio Próvo-
lo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de lenguaje, ubi-
cado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, el empleado JOSÉ LUIS OJEDA,
conocido como “el de la seña de la mano abierta frente a los ojos” llamó al menor,
quien estaba limpiando uno de los vehículos del Instituto, apareciendo en ese momento
Armando Ramón Gómez, alias Pilo. En ese momento, José Luis Ojeda y Armando Gó-
mez (Pilo) agarraron al menor, lo llevaron al ático y lo ataron. Como el menor gritaba,
Armando Gómez (Pilo) le tapó la boca, y le pusieron una cinta en la misma. Le bajaron
el pantalón, accediéndolo carnalmente vía anal. Primero lo accedió Armando Gómez y
luego José Luis Ojeda, ocurriendo ello en dos oportunidades.” ABUSO SEXUAL
GRAVEMENTE ULTRAJANTE EN CONCURSO REAL CON ABUSO SEXUAL
CON ACCESO CARNAL, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE
LA GUARDA Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO
AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREE-
XISTENTE CON EL MISMO atribuido a Jorge Luis Bordón como hecho uno: “En el
Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, sien-
do el año 2009 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en horario de la ma-
ñana, en temporada de calor, Horacio Hugo Corbacho, José Luis Ojeda, Nicola Bruno
Corradi y JORGE LUIS BORDÓN se encontraban en una de las habitaciones junto al
menor de 7 años de edad aproximadamente, (NOMBRE DE DENUNCIANTE). Los mis-

274
mos tocaron con su pene el cuerpo del menor y le pidieron que les hiciera sexo oral a lo
que el menor se negó. Jorge Luis Bordón le realizó sexo oral.” ABUSO SEXUAL
SIMPLE, DOS HECHOS EN CONCURSO REAL, injusto previsto y penado por el
Art.119, primer párrafo y Art.55 del Código Penal atribuido a Armando R. Gómez co-
mo hecho uno: “Entre los años 2007 y 2008 aproximadamente, sin poder precisar fe-
cha exacta, en uno de los sectores del Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo
385, Carrodilla, Luján de Cuyo, sin poder determinar el lugar exacto, el empleado AR-
MANDO RAMÓN GÓMEZ, alias “Pilo” identificado “como el de la seña del teléfono
en la oreja”, frotaba su cuerpo sobre el de la TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA
N°1, menor de edad sordo-muda y la tocaba por debajo de su ropa, ocurriendo ello en
dos oportunidades.” ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE, injusto pre-
visto y penado por el Art.119, segundo párrafo del Código Penal atribuido a Armando
R. Gómez como hecho dos: “Sin poder precisar fecha exacta, siendo en los años 2.007
y 2.008 aproximadamente, con la víctima, TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA
N°1, en el Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de
Cuyo, el empleado ARMANDO RAMÓN GÓMEZ (alias Pilo) identificado “como el de
la seña del teléfono en la oreja”, se metió al baño, le puso su pene por arriba de la ro-
pa, queriendo tener sexo con la misma.” CORRUPCIÓN DE MENORES, injusto pre-
visto y penado por el Art. 125 primer párrafo del Código Penal atribuido a Armando R.
Gómez como hecho cuatro: “En el año 2009 aproximadamente, sin poder precisar fe-
cha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Lu-
ján de Cuyo, el empleado ARMANDO RAMON GÓMEZ y José Luis Ojeda, les mostra-
ban fotos y videos de contenido sexual a los chicos de entre 15 y 16 años de edad, y les
decían que fueran “arriba”, abriéndoles las puertas de “arriba”, para que los alumnos
tuvieran sexo entre ellos, enseñándoles a éstos como se tenían que tocar las partes púbi-
cas entre ellos.” ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL EN CONCURSO
IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE previsto y penado
por el Arts. 119 tercer párrafo, 54 y Art. 119 segundo párrafo, del Código Penal atribui-
do a Armando R. Gómez como hecho cinco: “Sin poder precisar fecha exacta, pero
durante el curso de los años 2.009 y 2.010, en el mes de marzo, en el interior del Institu-
to Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, Mendoza,
la TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA N° 3, menor sordo-muda de entonces 16
años de edad, se disponía a retirarse del baño sito en el Instituto, cuando se percató que
la puerta estaba cerrada con llave, momento en que apareció detrás de ella, el emplea-
do ARMANDO RAMÓN GÓMEZ, alias “Pilo” identificado “como el de la seña del te-
léfono en la oreja”, quien le pidió que se quedara callada, que no tenía que contar na-
da, y que quería tener sexo con ella. Ante la negativa de la menor, ARMANDO RAMÓN
GÓMEZ insistió, por lo que ante el miedo, la TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA
N° 3, se sacó el pantalón y la bombacha. ARMANDO RAMÓN GÓMEZ, se sentó, se
bajó el pantalón y le pidió a la menor que le mirara el pene, para luego hacerla sentar

275
sobre su miembro peneal. Le abrió las piernas y la penetró vía vaginal de manera vio-
lenta, por lo que la menor lloraba mientras ello sucedía, ocurriendo el episodio en un
lugar donde se guardan los elementos de limpieza, en el baño mencionado. Luego Ar-
mando Ramón Gómez se vistió y se retiró del lugar, quedando la testigo de identidad
reservada N° 3 con mucho dolor y mucosidad en la vagina.” ABUSO SEXUAL CON
ACCESO CARNAL EN CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVE-
MENTE ULTRAJANTE, AGRAVADO POR SER COMETIDO POR DOS PERSO-
NAS, EN CONCURSO REAL CON ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL EN
CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE,
AGRAVADO POR SER COMETIDO POR DOS PERSONAS, injusto previsto y pena-
do por el Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119 segundo párrafo, en función del
Art.119 cuarto párrafo inciso d), Art.55, Art. 119 tercer párrafo, Art.54, Art.119 segundo
párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo inciso d) del Código Penal atribuido a Ar-
mando R. Gómez como hecho seis: “Sin poder precisar fecha exacta, pero en el perio-
do comprendido durante los años 2.004 al 2.009, en el interior del Instituto Antonio
Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, JOSÉ LUIS OJEDA
junto a ARMANDO RAMÓN GÓMEZ, alias PILO, agarraron al menor (DENUNCIAN-
TE), lo llevaron al ático y lo ataron. Como el menor gritaba, Armando Gómez (Pilo) le
tapó la boca, y le pusieron una cinta en la misma. Le bajaron el pantalón, accediéndolo
carnalmente vía anal, primero Armando Gómez y luego José Luis Ojeda, ocurriendo
ello en dos oportunidades.” Respecto a LAURA GAETAN, se la imputó como PAR-
TÍCIPE SECUNDARIA, en términos de comisión por omisión, emergente de la Viola-
ción al Deber de Garante, (Art.46 del C.P., Art.122 Ley 6.354) en los delitos atribuidos a
sus autores en los autos N° P-118.324/16, a fs. 2.578/2.589 del mismo, siendo los si-
guientes:
“CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR SER EL AUTOR CONVI-
VIENTE Y ENCARGADO DE LA GUARDA, injusto previsto y penado por el Art.
125 tercer párrafo del Código Penal delito atribuido a Nicola Bruno Corradi como he-
cho cuatro: “En el año 2013 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en el
Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, NI-
COLA BRUNO CORRADI tenía revistas en su habitación de hombres y mujeres desnu-
dos y se las repartía a los chicos.” ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL EN
CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE pre-
visto y penado por el Arts. 119 tercer párrafo, 54 y Art. 119 segundo párrafo, del Código
Penal, delito atribuido a Nicola Bruno Corradi como hecho cinco: “Sin poder precisar
fecha exacta, pero durante el curso de los años 2.009 y 2.010, en el mes de marzo, en el
interior del Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de
Cuyo, Mendoza, la TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA N° 3, menor sordo-muda
de entonces 16 años de edad, se disponía a retirarse del baño sito en el Instituto, cuan-
do se percató que la puerta estaba cerrada con llave, momento en que apareció detrás

276
de ella, el empleado ARMANDO RAMÓN GÓMEZ, alias “Pilo” identificado “como el
de la seña del teléfono en la oreja”, quien le pidió que se quedara callada, que no tenía
que contar nada, y que quería tener sexo con ella. Ante la negativa de la menor, AR-
MANDO RAMÓN GÓMEZ insistió, por lo que ante el miedo, la TESTIGO DE IDENTI-
DAD RESERVADA N° 3, se sacó el pantalón y la bombacha. ARMANDO RAMÓN GÓ-
MEZ, se sentó, se bajó el pantalón y le pidió a la menor que le mirara el pene, para lue-
go hacerla sentar sobre su miembro peneal. Le abrió las piernas y la penetró vía vagi-
nal de manera violenta, por lo que la menor lloraba mientras ello sucedía, ocurriendo
el episodio en un lugar donde se guardan los elementos de limpieza, en el baño mencio-
nado. Luego Armando Ramón Gómez se vistió y se retiró del lugar, quedando la testigo
de identidad reservada N° 3 con mucho dolor y mucosidad en la vagina.” Respecto a
VALESKA QUINTANA, se le imputó el carácter de PARTÍCIPE SECUNDARIA, en
términos de comisión por omisión, emergente de la Violación al Deber de Garante,
(Art.46 del C.P., Art.122 Ley 6.354) en los delitos atribuidos a sus autores en los autos
N° P-118.324/16, a fs. 2.578/2.589 del mismo, siendo los siguientes: ABUSO SEXUAL
SIMPLE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA,
POR SER MINISTRO DE CULTO, Y POR SER COMETIDO CONTRA UN ME-
NOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE
CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado por
los Arts.119, primer párrafo en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del
Código Penal atribuido a Horacio Corbacho como hecho dos: “En el mes de junio del
año 2.016 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en el Instituto Antonio
Próvolo, destinado a la educación y albergue de niños con déficit auditivo y de lengua-
je, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, en una de las capillas a las
que las víctimas refieren como “la Casita de Dios”, el cura HORACIO HUGO COR-
BACHO, identificado como “el de la seña de dos dedos en la frente, por arriba de la ce-
ja”, tocó las piernas y las manos de(NOMBRE DE DENUNCIANTE), menor sordo-mu-
da, quien en ese momento tenía 16 años de edad aproximadamente, diciéndole “hay que
lindas, las manos”, encontrándose solos en el lugar.” CORRUPCIÓN DE MENORES,
AGRAVADO POR SER EL AUTOR CONVIVIENTE Y ENCARGADO DE LA
GUARDA, injusto previsto y penado por el Art. 125 tercer párrafo del Código Penal
atribuido a Nicola Corradi como hecho cuatro: “En el año 2013 aproximadamente, sin
poder precisar fecha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo
385, Carrodilla, Luján de Cuyo, NICOLA BRUNO CORRADI tenía revistas en su habi-
tación de hombres y mujeres desnudos y se las repartía a los chicos.” ABUSO SE-
XUAL SIMPLE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA
GUARDA Y POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO
AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREE-
XISTENTE CON EL MISMO, injusto previsto y penado por los Arts.119, primer párra-
fo en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal, atribuido a

277
Jorge Luis Bordón como hecho seis: “En el año 2015 aproximadamente, sin poder pre-
cisar fecha exacta, pero siendo un día viernes a la mañana, el empleado JORGE LUIS
BORDÓN le tocó las piernas, acariciándole las dos piernas, al menor de edad sordo-
mudo (NOMBRE DE DENUNCIANTE), en uno de los bancos de la capilla de hombres,
del Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo,
detentando la víctima 14 años de edad aproximadamente.” Respecto a CECILIA RA-
FFO, se le atribuyó el carácter de PARTÍCIPE SECUNDARIA, en términos de comi-
sión por omisión, emergente de la Violación al Deber de Garante, (Art.46 del C.P.,
Art.122 Ley 6.354) en los delitos atribuidos a sus autores en los autos N° P-118.324/16,
a fs. 2.578/2.589 del mismo, siendo los siguientes: ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE
ULTRAJANTE EN CONCURSO REAL CON ABUSO SEXUAL CON ACCESO
CARNAL, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA Y
POR SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD
APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON
EL MISMO, injusto previsto y penado por el Art.119, segundo párrafo, Art. 55, Art. 119
tercer párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal,
atribuido a Jorge Luis Bordón Casarín como hecho uno: “En el Instituto Antonio Pró-
volo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, siendo el año 2009 apro-
ximadamente, sin poder precisar fecha exacta, en horario de la mañana, en temporada
de calor, Horacio Hugo Corbacho, José Luis Ojeda, Nicola Bruno Corradi y JORGE
LUIS BORDÓN se encontraban en una de las habitaciones junto al menor de 7 años de
edad aproximadamente, (NOMBRE DE DENUNCIANTE). Los mismos tocaron con su
pene el cuerpo del menor y le pidieron que les hiciera sexo oral a lo que el menor se ne-
gó. Jorge Luis Bordón le realizó sexo oral.” ABUSO SEXUAL CON ACCESO CAR-
NAL, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA Y POR
SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD
APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON
EL MISMO, injusto previsto y penado por el Art.119, tercer párrafo, en función del
Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal atribuido a Jorge Luis Bordón
como hecho dos: “Entre los años 2006 y 2007 aproximadamente, sin poder precisar fe-
cha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, destinado a la educación y albergue de ni-
ños con déficit auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de
Cuyo, el empleado JORGE LUIS BORDÓN conocido como “el de la seña marcando
una panza abultada” abusó sexualmente del menor sordomudo(NOMBRE DE DENUN-
CIANTE). Ente las dos y tres de la mañana, se metía al dormitorio de éste, tocándolo,
manoseándolo, besándole el cuello y realizándole sexo oral. La víctima en ese momento
tenía entre 12 y 13 años de edad.” ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJAN-
TE AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA Y POR
SER COMETIDO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD
APROVECHANDO LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON

278
EL MISMO, injusto previsto y penado por el Art.119, segundo párrafo, en función del
Art.119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal atribuido a Jorge Luis Bordón
como hecho tres: “Sin poder precisar fecha exacta, siendo el mes de julio del año 2006
o 2007 aproximadamente, en una de las habitaciones del Instituto Antonio Próvolo, ubi-
cado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, donde pernoctaba el menor sordo-
mudo (nombre de denunciante), el empleado JORGE LUIS BORDÓN, conocido como
“el de la seña marcando una panza abultada” se metió desnudo en la cama de (NOM-
BRE DE DENUNCIANTE), junto a éste, luego se arrodilló en el piso y se masturbó eya-
culando al lado del brazo de Gastón. La víctima en ese momento tenía entre 12 y 13
años de edad.” El delito de ABUSO SEXUAL GRAVEMENTE ULTRAJANTE EN
CONCURSO IDEAL CON ABUSO SEXUAL CON ACCESO CARNAL, AGRAVA-
DO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA Y POR SER COMETI-
DO CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO
LA SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, CUA-
TRO HECHOS EN CONCURSO REAL, injusto previsto y penado por el Art.119, ter-
cer párrafo, Art.54, Art. 119 tercer párrafo, en función del Art.119 cuarto párrafo, inci-
sos b) y f) y 55 del Código Penal, atribuido a Jorje Luis Bordón como hecho cuatro:
“Después de las vacaciones de julio del año 2006 o 2007 aproximadamente, sin poder
precisar fecha exacta, en el Instituto Antonio Próvolo, destinado a la educación y alber-
gue de niños con déficit auditivo y de lenguaje, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla,
Luján de Cuyo, en horario nocturno, el empleado JORGE LUIS BORDÓN conocido co-
mo “el de la seña marcando una panza abultada”, ingresó desnudo a la habitación del
menor de 12 o 13 años de edad aproximadamente, sordomudo, de nombre (NOMBRE
DENUNCIANTE). Allí desnudaba a la víctima, quien se resistía, la masturbaba y le
practicaba sexo oral, mientras JORGE LUIS BORDÓN también se masturbaba a sí
mismo, le daba besos y le acariciaba el cuello besándoselo para luego amenazar a la
víctima para que no contara lo sucedido, ocurriendo los hechos en cuatro oportunida-
des aproximadamente después de las vacaciones de invierno.” El delito de ABUSO SE-
XUAL SIMPLE, AGRAVADO POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA
GUARDA, injusto previsto y penado por los Arts.119, primer párrafo en función del
Art.119 cuarto párrafo, inciso b) del Código Penal atribuido a Bordón como hecho cin-
co: “Asimismo, en el año 2007 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, pero
durante el mes de septiembre, en uno de los sectores del Instituto Antonio Próvolo ubi-
cado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, JORGE LUIS BORDÓN conocido
como “el de la seña marcando una panza abultada”, manoseaba a la menor de 16 edad
aproximadamente, sordo-muda, TESTIGO DE IDENTIDAD RESERVADA N°1 por de-
bajo de la ropa, tocándole los pechos.” ABUSO SEXUAL SIMPLE, AGRAVADO
POR SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA Y POR SER COMETIDO
CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA
SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto pre-

279
visto y penado por los Arts.119, primer párrafo en función del Art.119 cuarto párrafo,
incisos b) y f) del Código Penal, atribuido a Jorge Luis Bordón como hecho seis: “En el
año 2015 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta, pero siendo un día viernes
a la mañana, el empleado JORGE LUIS BORDÓN le tocó las piernas, acariciándole
las dos piernas, al menor de edad sordo-mudo (NOMBRE RESERVADO), en uno de los
bancos de la capilla de hombres, del Instituto Antonio Próvolo ubicado en calle Boedo
385, Carrodilla, Luján de Cuyo, detentando la víctima 14 años de edad aproximada-
mente.” CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR SER EL AUTOR CON-
VIVIENTE Y ENCARGADO DE LA GUARDA, injusto previsto y penado por los Art.
125 tercer párrafo del Código Penal, atribuido a Jorge Luis Bordón como hecho ocho:
“JORGE LUIS BORDÓN, Armando Gómez y José Luis Ojeda, metían a los chicos a
ver películas de sexo a la habitación de juegos, del Instituto Antonio Próvolo ubicado
en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, siendo el año 2007 aproximadamente,
sin poder precisar fecha exacta.” ABUSO SEXUAL SIMPLE, AGRAVADO POR
SER EL AUTOR ENCARGADO DE LA GUARDA Y POR SER COMETIDO
CONTRA UN MENOR DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD APROVECHANDO LA
SITUACIÓN DE CONVIVENCIA PREEXISTENTE CON EL MISMO, injusto pre-
visto y penado por los Arts.119, primer párrafo en función del Art.119 cuarto párrafo,
incisos b) y f) del Código Penal, atribuido a Jorge Luis Bordón como hecho nueve: “En
una oportunidad, en el año 2007 aproximadamente, sin poder precisar fecha exacta,
cuando la Testigo de Identidad Reservada N°1 se encontraba en el parque del Instituto
Antonio Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, junto a (nom-
bre denunciante), JORGE BORDÓN le agarró el pene a (NOMBRE
DENUNCIANTE).” CORRUPCIÓN DE MENORES, AGRAVADO POR SER LAS
VÍCTIMAS MENORES DE DIECIOCHO AÑOS DE EDAD Y POR SER EL AUTOR
CONVIVIENTE Y ENCARGADO DE LA GUARDA DE LAS MISMAS, injusto pre-
visto y penado por los Art. 125 primer y tercer párrafo del Código Penal, atribuido a Jor-
ge Luis Bordón como hecho diez: “En fecha no precisada, siendo el año 2007 aproxi-
madamente, Nicola Bruno Corradi y JORGE LUIS BORDÓN, en el Instituto Antonio
Próvolo, ubicado en calle Boedo 385, Carrodilla, Luján de Cuyo, encerraban a los chi-
cos con llave en las habitaciones para que José Luis Ojeda los abusara.”
2. Intimadas que fueron las señoras acusadas de las atribu-
ciones delictivas que formulara el Ministerio Público, mediante lectura de la pieza pro-
cesal que la contiene, optaron por declarar en distintas oportunidades. Sus defensas ma-
teriales quedaron debidamente grabadas en soporte de audio y video.
3. Dispuesta la recepción de la prueba ofrecida, se procedió
a escuchar a los testigos traídos por las partes y a incorporar la prueba instrumental de
interés para las teorías de las partes. Todo lo cual se encuentra debidamente grabado
en soporte de audio y video conforme dispone la Ley.

280
4. Luego de la rendición de la prueba se escuchó las razones
esgrimidas por las partes en abono a sus respectivas pretensiones.
4.1. Durante los alegatos de cierre, y luego de más de dos
años de debate, el señor Fiscal Jefe, no mantuvo la acusación en 94 hechos y sólo conti-
nuó acusando en 6 hechos a 4 acusadas. No se mantuvieron las acusaciones que pesaban
sobre las señoras: Cecilia Raffo, Laura Gaetán, Cristina Leguizza y Valeska Quintana.
Respecto a las demás señoras, no enumeraremos todos los hechos por los cuales se retiró
la acusación, pues ya están consignados en la parte dispositiva de la sentencia. Los Que-
rellantes, siguieron a Fiscalía en ese aspecto.
Por lo recién indicado, corresponde absolver a las señoras
acusadas en todos los hechos en los que el representante del Ministerio Público así lo re-
quirió. Y ello de conformidad con lo resuelto en fecha 5 de octubre de 1999 por nuestra
Excma. Suprema Corte de Justicia, en los autos número 66.231 caratulados “Fiscal c/
Tomé Maurichi, Cristian Eduardo, p/ Homicidio Culposo s/ Casación” (LS: 291:370);
criterio mantenido en fecha 10 de mayo de 2004 en el caso Mostaccio, Julio Gabriel p/
homicidio culposo (LS: 336:123).
Debe recordarse que la Suprema Corte de Justicia Provincial
aplicó en la primera sentencia individualizada, el criterio sustentado por la Corte Supre-
ma de Justicia de la Nación, en los precedentes "Tarifeño" (Fallos: 325:2019), "García"
(Fallos: 317:2043), "Cattonar" (Fallos: 318:1234), "Montero" (Fallos: 318:1788) y "Cá-
seres" (Fallos: 320:1891), según el cual si en la etapa final del proceso, el Ministerio Pú-
blico Fiscal no solicita pena para el inculpado, el Tribunal de Juicio se hallaba privado
de jurisdicción por falta de acusación; de manera que verificada esa circunstancia –falta
de acusación- el Juzgador debía absolver por falta de un presupuesto procesal de raíz
constitucional, como es, la acusación.
Si bien el fallo “Marcilese” del 15 de agosto de 2002 (Fallos:
325:2005), implicó por parte del Máximo Tribunal Nacional un abandono provisorio del
criterio expuesto en el anterior párrafo (desde que en él confirmó la sentencia condena-
toria no obstante el pedido de absolución del agente fiscal); el precedente “Mostaccio”
fallado el 17 febrero de 2004, restableció en la jurisprudencia del Cimero Tribunal y a su
turno en la del Provincial, la doctrina fijada en Tarifeño, la que se ha conservado hasta la
actualidad.
Por otro lado, la situación no cambia, en la medida que los
querellantes –aun teniendo en ese sentido facultades autónomas-, adhirieron a las con-
clusiones del señor Fiscal Jefe.
Por las consideraciones anteriores, habiendo sido impetrada
por parte del Titular Oficial de la acción penal la absolución de las imputadas, corres-
ponde a este Tribunal, sin ingresar al análisis de las circunstancias particulares del caso,
absolver en todos y cada uno de los hechos en los que no se mantuvo la acusación for-
mal.

281
Respecto al pedido realizado por los señores Defensores de
absolver lisa y llanamente a las acusadas, se hace saber que el pronunciamiento absolu-
torio no conlleva calificaciones, por cuanto el tribunal, ante la falta de acción, no ha in-
gresado al análisis de la prueba; no obstante, debe aclararse que la absolución de por sí
implica mantener intacto el estado jurídico de inocencia. Este no necesita ninguna califi-
cación especial, para mantener su plenitud. Es más, resulta claro que no sólo el Tribunal
(quien no ha considerado vicios en las conclusiones de cierre en las que el Fiscal Jefe y
el resto de los acusadores retiraron la acusación), sino el mismo Ministerio Público Fis-
cal ha considerado que ningún elemento de prueba ha conmovido ese estado. Es esto lo
realmente decisivo en orden a la indemnidad del carácter de inocente y no las califica-
ciones anexas al Fallo de absolución.
4.2. Hechas las aclaraciones precedentes, mencionaremos só-
lo los hechos por los que Fiscalía y Querellantes, mantuvieron la acusación y, por consi-
guiente, debemos analizar y ponderar la prueba con ellos relacionada:
1) Respecto a la señora Graciela Pascual mantuvo acusación
como partícipe necesaria de los hechos siete y nueve de Ojeda y hecho seis de Bordón.
2) En lo que concierne a la señora Asunción Martínez, siguió
acusándola de partícipe necesaria del hecho nueve de Ojeda.
3) En lo que atañe a la señora Gladys Pinacca, Fiscalía y
Querellantes mantuvieron la acusación por el hecho siete de Ojeda; pero hicieron un
cambio en la calificación legal, dejó de ser considerada partícipe necesaria de aquel he-
cho, para pasar a considerarla autora de los delitos de omisión de auxilio y encubrimien-
to agravado.
4) Respecto de la señora Noemí Paz, hizo lo mismo que con
la señora Pinacca: se cambió la calificación legal; entonces, de partícipe necesaria del
hecho nueve de Ojeda, pasó a ser autora del delito de omisión de auxilio y encubrimien-
to agravado.
5. Previo a cualquier análisis de las evidencias colectadas en
la causa, ciertas consideraciones que nos ayudarán a evitar reiteraciones:
5.1. Los delitos que se atribuyen en la presente causa a las
señoras acusadas –aún con diferentes maneras de estar redactados, e incluso después de
los alegatos, aún con diferentes calificaciones legales-, consisten en que no obstante te-
ner conocimiento, omitieron, de manera sistemática y prolongada en el tiempo, cumplir
con la obligación de denunciar y realizar los actos necesarios, a efectos de impedir la co-
misión de los hechos sexuales por parte de los empleados Jorge Luis Bordón, y José
Luis Ojeda contra algunos alumnos del instituto Provolo; de modo tal que facilitaron la
realización de los ilícitos sexuales y la impunidad de los autores.
5.2. No ha sido motivo de controversia, e incluso se encuen-
tra suficientemente probado que las CUATRO señoras acusadas trabajaron en relación
de dependencia en el Provolo. La señora Graciela Pascual primero fue Asistente Social,

282
luego Directora de Talleres y después Representante Legal Laica del Instituto A. Provo-
lo, e incluso se desempeñó como Secretaria de la Comisión Directiva de la Asociación
Obra San José. La religiosa Asunción Martínez trabajó como encargada del cuidado de
los niños más pequeños y de las adolescentes, y de los que estaban albergados en el sec-
tor de mujeres de la institución. La señora Noemí Paz, trabajó de cocinera. La señora
Gladys Pinacca, fue directora del instituto. Al no haber sido controvertida las situaciones
laborales recién consignadas, omitiremos su tratamiento.
5.3. En este marco, debemos referirnos a una suerte de intro-
ducción que realizó el señor Fiscal Jefe a la hora de alegar en los presentes obrados. Así
enumeró los factores o condiciones de contexto que, según su apreciación, permitieron
los “numerosos y sistemáticos” [sic] abusos sexuales dentro de la institución. Mencionó:
a. La estructura edilicia monumental, nos recordó que el predio tenía una extensión de
6 hectáreas y la parte construida totalizaban los 10.000 metros cuadrados. Al respecto,
no olvidamos que el señor (NOMBRE DE UN DENUNCIANTE) nos contó de un abu-
so en el gallinero y muchos abusos en el ático; ambos lugares se encontraban relativa-
mente alejados de los sitios donde podían estar profesores, médicos, psicólogos, fonoau-
diólogos, etc., en definitiva, cuidadores en sentido amplio. Pero, cuesta comprender có-
mo influyen esas dimensiones a la hora de facilitar los eventuales abusos, cuando, en
realidad, la mayoría de los denunciantes, según el mismo Fiscal Jefe lo remarcó después,
ubicaron los abusos en los baños de la escuela –en horario de clases –concretamente en
los recreos-, o sea con todos los demás alumnos y maestras merodeando en la zona-; en
los baños de los albergues –en horario de bañarse o de dormir, es decir, sitio también
concurrido por otros alumnos-; o en la zona de los dormitorios de los sacerdotes y ope-
rarios –lugar también concurrido, en la medida que otros alumnos podían espiar por el
ojo de la cerradura, como algunos afirmaban que hacían, o justo entrar e interrumpir a
Ojeda cuando abusaba o pretendía abusar de algún denunciante, como lo dijeron dos de-
nunciantes-; e incluso en la capilla (lugar de tránsito frecuente, en la medida que nos han
contado de hechos que ocurrieron cuando pasaban las maestras por ahí, según versión de
(nombre de dos denunciantes) y espiaba por la puerta que se había dejado entreabierta.
b. La orientación oralista de la escuela que dificultaba la comunicación. Sobre ello nos
hemos explayado en las consideraciones generales de los presentes. Sólo a manera de
síntesis, se recordará que explicamos el quiebre del razonamiento o del argumento, en la
medida que los padres y familiares de los denunciantes no hablaban LSA; es decir, de
nada hubiera servido que aprendieran LSA si los padres no aprendían el lenguaje, tal co-
mo les sigue ocurriendo a muchos denunciantes en la actualidad, ellos hablan LSA, pero
sus progenitores aún no. Sólo resta por consignar la observación del señor Defensor de
la señora Pascual, respecto a este tema: tampoco resulta trascendente qué lenguaje usa-
ran los denunciantes, en la medida que la mayoría de ellos sostuvo que el tema de los
abusos sexuales y los malos tratos lo mantenían en secreto.

283
c. Sostuvo el señor Fiscal que otro factor de facilitación de esos abusos fueron los esca-
sos controles desde lo educativo, la salud y lo religioso. Citó el caso de una madre, que
vino al debate a manifestarnos que otra mamá le contó en una fiesta escolar que su hijo
le había dicho (o sea, ya estamos hablando de una testigo de oídas) que en el baño de va-
rones, los chicos estaban comparando sus genitales, que ingresó al profesor Sunseri y
también participó en el juego; que por ello, la señora habló con la directora y la maestra,
que ellas la tranquilizaron, le explicaron que era algo normal que los chicos a esa edad
hicieran ese tiempo de juegos, pero que ella lo mismo sacó a su hijo del Provolo.
También citó como ejemplo, el hecho declarado por la señora Emilce Becerra, proge-
nitora de una niña (identidad reservada). La señora sostuvo que mandaba a su hija a la
institución y la niña comenzó a llegar con moretones y con un comportamiento extraño:
de rechazo a su progenitor y su hermanito. Que ella fue al instituto y se lo planteó a la
maestra Luciana y a la señora Quintana, que por eso se hizo una reunión y labraron un
acta. Cuando se le dio lectura al acta N° 68 del 27/6/16, Libro N° 18 en la que se consig-
naba que se había realizado una reunión para coordinar acciones respecto a la niña,
con la presencia de su progenitora, que la señora había expresado su preocupación por
marcas y hematomas en los brazos de su hija, manifestando que suponía que se debía al
modo de relacionarse en el juego con su compañero, la señora nos dijo que no podía
creer que le hubieran cambiado la declaración, que cuando ella firmó no le leyeron el
acta. Debemos puntualizar que esa acta fue firmada por la Licenciada Zampieri –apo-
derada legal de la Asociación-, el Licenciado David y la profesora de sordos y terapeu-
ta del lenguaje, Luciana Maravini; la señora sostuvo que en esa reunión había estado
también la señora Quintana, pero que, como siempre hacía, a la hora de firmar se iba.
Ello llevó al señor Fiscal a sostener que las actas se manejaban a “gusto y piacere”
de las autoridades, que no reflejaban lo que realmente ocurría.
Ello nos compele a realizar algunas consideraciones:
1- Respecto al incidente denunciado por la señora, vinculado al profesor Sunseri que
sostuvo bien claro que fue otra mamá la que le contó el episodio. Y fue la propia señora
Valeska Quintana la que aportó la prueba fundamental, concretamente, el LIBRO 17,
7/5, fs. 124 ACTA N° 123, del día 5/10/15, de la cual surge que se presentó la mamá de
un alumno, y estando presentes las profesoras Quintana y Álvarez, la mamá expresó que
había sucedido un hecho en el baño, en el turno tarde, con el profesor Raúl, donde apa-
rentemente hubo una comparación de niños en sus partes íntimas. Se le explicó a la ma-
má que se trabajaría el tema de EFI, en el aula, con la psicóloga Atencio y se le pidió
que lo conversara también en la casa, con la familia; se le planteó que, en la edad púber,
los niños y niñas hacen estos planteos. La señora Quintana agregó que ella habló con el
profesor Raúl Sunseri, y él negó que hubiera pasado esto; entonces ella les dijo a las pro-
fesoras Andrea Álvarez, Viviana Podadera y Paola Plaza, que el profesor Raúl Sunseri
no podía estar solo; que cuando a sus alumnos les tocara recreación deportiva, ellas te-
nían que estar presentes; también pidió a la Licenciada Atencio que reforzara el proyec-

284
to que ella tenía de Educación Sexual, el proyecto lo compartía con el Licenciado David
y la fonoaudióloga. Y la señora Quintana pidió la incorporación del acta 144 LIBRO 17,
LIBRO 7/5, Fs. 145 del 30/11/15, de la cual surge que se reunieron Quintana, Zampieri
y el padre Ramón Amarilla, para dejar constancia de la medida tomada por la responsa-
ble: que el preceptor Raúl Sunseri en la jornada extendida en el turno tarde, no iba a es-
tar solo, iba a estar acompañado por las docentes del turno tarde o directivos; y en el ho-
rario del albergue iba a ser supervisado por el padre Amarilla junto al equipo técnico iba
a evaluar la situación del caso para tomar una decisión definitiva. Dicho de manera cla-
ra, no parece que el caso citado por el señor Fiscal Jefe, aplique a la hipótesis de la acu-
sación; no se advierte que algo se haya ocultado o manejado discrecionalmente con las
actas labradas al efecto; tampoco emerge como inactividad decidir que el profesor no es-
tuviera solo con los chicos.
O sea, la señora Quintana asienta todo en los libros: desde las manifestaciones de la
mamá que narró el episodio, (no los dichos de la señora que vino al debate que era testi-
go de oídas y que fue la que Fiscalía ponderó), hasta las medidas tomadas al efecto, que
se observan claramente preventivas.
2- En lo tocante a la otra señora ya hemos referenciado de ella y su declaración en las
consideraciones generales como un claro ejemplo de contaminación de relato –cuando
dijo que Cecilia Raffo la había amenazado, se le hizo ver que ella no conoció a Raffo;
pero, al día siguiente sostuvo que en realidad no era Cecilia Raffo sino Cecilia Musri-;
también expresamos que no es verosímil que ella hubiera ingresado subrepticiamente al
comedor de la institución cuando estaban desayunando, hubiera presenciado cómo za-
marreaban a su hija las maestras, y no hubiera ni tan sólo formulado una queja. Es sínte-
sis, resulta imposible considerar verosímil su versión. De todos modos, resulta evidente
que el señor Fiscal Jefe tampoco dio mayor crédito a sus dichos, de lo contrario, hubiera
sacado compulsa para los firmantes Zampieri, David y Maravini, que consignaron en el
acta que la señora Becerra manifestaba que ella entendía que los golpes de su hija eran
porque un compañerito le había pegado y la señora nos había dicho que eso era un agre-
gado.
3- Finalmente, advertimos una vez más, el sesgo de confirmación o análisis totalmen-
te parcializado que se realizó desde Fiscalía en la ponderación de la prueba rendida: he-
mos pasado dos años de debate incorporando cuanto libro escolar, libro de albergue, ac-
ta volante, cuaderno, legajo, registro, etc, que secuestró la propia Fiscalía, e incluso cua-
dernos traídos por las mismas encartadas, dando cuenta de la vida, el obrar y la gestión
de las señoras acusadas durante los años que estuvieron en el Provolo, y de la vida y
obrar de los denunciantes mientras estuvieron “institucionalizados”, pero, a la hora de
ponderar toda esa enorme cantidad de material, no lo hizo, y calificó a los controles co-
mo escasos.
Horas pasaron las partes leyendo las prescripciones médicas, los remedios que toma-
ban, la frecuencia con la que debían suministrarla, los controles médicos, las historias

285
clínicas de los centros de salud a los que los llevaban, y desde Fiscalía se dijo que los
controles médicos eran escasos.
Figuran todas las inspecciones que efectuó la DGE, y se dijo que fallaron los contro-
les de la DGE, pues según criterio de Fiscalía eran pocos y muy superficiales; es más,
sostuvo que la DGE falló en la inspección de los albergues, cuando ni tan sólo eran de
su competencia, sino que su fiscalización correspondía al Ministerio de Salud. Muchas
veces hizo alusión a que en la institución se llevaban libros paralelos, repitiendo lo que
había declarado la supervisora Claudia Noemí Fernández, aunque ambos –tanto el Mi-
nisterio Público Fiscal y la supervisora- siempre se refirieron a un solo libro, concreta-
mente, libro 7/5 bis, que la supervisora consideró “anti normativo”; pero omitió recordar
que ese libro estaba visado por otra supervisora, concretamente la señora Beatriz
Bressan de Martínez, como se lo indicó el Dr. Banco, leyéndole a la propia Fernández
esa constancia. Es más, no se ponderó que la señora Fernández, que vino a explicarnos
las “irregularidades” que ella detectó luego de las primeras denuncias penales, fue la
misma supervisora que ejerció esas tareas en el último año que estuvo funcionando la
institución y que, no sólo nunca encontró una irregularidad, sino que incluso, felicitaba a
las profesoras y directoras luego de haber supervisado las tareas que desempeñaban; y
tampoco consideró el señor Fiscal Jefe que ese libro “anti normativo”, la propia señora
Fernández admitió que estaba en un armario de la dirección de la primaria, es decir, no
estaba escondido. Pero para Fiscalía, llevar un Libro 7/5 bis, resultó un indicio de las
irregularidades cometidas en el Provolo no controladas por la DGE, aunque, debemos
aclarar, nunca explicó de qué manera esa “irregularidad” contribuyó o facilitó los abusos
sexuales que calificó de sistemáticos.
Y finalmente, horas pasamos leyendo un sin número de instrumentos secuestrados
por Fiscalía en los que, se consignan conductas “contrarias a las normas de convivencia
escolar” de ciertos alumnos: exhibiciones de sus genitales, tocamientos inverecundos
entre ellos, etc, etc.; es más, se han incorporado las medidas que las autoridades toma-
ban por esos comportamientos y que figuran en los mismos instrumentos que dan cuenta
de aquellas conductas: desde llamar a los padres, pasando por sanciones, hasta poner en
conocimiento de la OAL o del GAR o de algún juzgado de familia. De lo reseñado, que
ha pretendido usarse como prueba de cargo, luce claro que: los libros/actas/cuadernos,
estaban en la misma escuela, tan así que podían confrontarlo las supervisoras, y hasta
pudo secuestrarlos Fiscalía; es decir no estaban ocultos, ni en una caja fuerte o en el do-
micilio de alguna de las acusadas. Es más, justamente consignar: que tal chico le mostró
el pene a tal nena, no es ocultar, no es tapar conductas “hipersexualizadas” (si, mera hi-
pótesis, esas conductas pudieran calificarse tan livianamente de ese modo); es dejar a la
vista de cualquier autoridad dichos comportamientos; citar a los progenitores y advertir-
les de las comportamientos inapropiados, no es ocultar, tapar, sino que es notificar nada
más y nada menos que a quienes más interés y preocupación deben tener en la crianza y
comportamiento de los chicos, y encima, recordamos, se consigna en esos instrumentos

286
que se le pedía a los padres que dialogaran con sus hijos o los llevaran al psicólogo.
¿Acaso podemos pensar, sin incurrir en desatino, que sabiendo que un niño había sido
ferozmente abusado sexualmente, se iba a “tapar” el abuso y se iba a “ayudar” al autor,
consignado que el chico fastidiaba a las nenas tocándolas impúdicamente, y se iba a lla-
mar a la madre para informárselo, pidiéndole que dialogara con el nene e hiciera consul-
ta profesional? Avisar, anoticiar al padre e instarlo a que dialogue con su hijo o lo lleve
al psicólogo, es precisamente, lo que, desde el sentido común, podía generar que ese chi-
co le contara a sus padres, o que en cualquier entrevista con un psicólogo, narrara lo
ocurrido. De ninguno de esos libros/actas/registro incorporados, puede inferirse que
quienes consignaron esas anotaciones, tuvieran conocimiento de los supuestos abusos de
los sacerdotes y operarios; de su simple lectura se colige sin mayor esfuerzo que, como
en toda escuela que acontecen casos de comportamientos contrarios a las normas de
convivencia escolar, se consigna, se cita a los padres, eventualmente se sanciona y si pa-
rece grave o reiterativo, se da intervención a los organismos especializados, tal como se
hacía (GAR, OAL, Juzgado de Familia, Hospital NOTTI, derivaciones a psicólogos,
etc.).
En síntesis: prácticamente dos años de producción de prueba “de cargo” demostra-
ron los controles y seguimientos de todos y cada uno de los alumnos que existieron des-
de la institución; controles que bien podemos calificar de integrales, pues, siempre con-
forme prueba, era desde lo pedagógico, pasando por lo psicológico, médico, familiar,
hasta nutricional. Pero, desde la acusación, a la hora de ponderar esas pruebas, no se hi-
zo. Dicho de otro modo, se soslayó la prueba producida durante dos años en el debate, y
se siguió sosteniendo que los controles eran escasos, y se continuó ponderando los testi-
monios de personas que, tal vez, quizás a los inicios de la investigación, hayan aportado
datos de alguna utilidad para la tesis acusatoria, pero que durante el examen y contra
examen efectuados en el debate, sacaron a la luz un relato poco convincente, sin cohe-
sión o realizaron aportes a los que el señor Fiscal Jefe calificó de “desopilantes” pero,
paradójicamente, le asignó valor acreditativo de su tesis, porque según su apreciación,
fueron confirmados por otros funcionarios públicos.
Aclaramos que como “desopilantes” calificó algunas partes
al testimonio de la Trabajadora Social Ruth Pereyra, que intervino desde la DyNAAF,
cuando la niña (nombre de denunciante) apareció después del supuesto secuestro/rapto.
En nuestra presencia la trabajadora social Pereyra sostuvo que por el dibujo que había
hecho la niña, ella pudo determinar el lugar exacto donde había estado secuestrada: en
una casa que posee el Ministerio de Educación del gobierno de Mendoza en Cacheuta;
también dijo que cuando retiraron a la niña del Provolo e intentaron derivarla a la escue-
la Pavón, el trabajador social de esa institución, le dijo que “niñas contaminadas sexual-
mente” [sic] no debían entrar en esa escuela, y ella tuvo que superar ese obstáculo para
que la niña fuera a la Pavón. Ese fue el grado de seriedad y relevancia de sus dichos. Pe-
ro, como la señora Pereyra dijo que cuando ella fue al Provolo, la señora Pascual la trató

287
de manera hostil y le dijo que la niña provocaba al sacerdote, mereció crédito para el
Fiscal Jefe, pues los funcionarios interventores (Reginato, Fernández y García) habían
dicho que cuando fueron enviados por la DGE a investigar administrativamente al Pro-
volo, también los habían tratado de manera distante/hostil/despectiva. Dicho de manera
clara: nuevamente emerge el análisis parcializado del relato de un testigo: se rescata algo
que se considera útil para su tesis (aunque, de hecho, que el personal del Provolo fuera
“hostil” en sus recibimientos, no pruebe absolutamente nada de nada) y se omiten todos
demás dichos que resultan para el mismo acusador “desopilantes”.
d. La organización jerárquica de la institución y su manejo endogámico: el señor Fiscal
ilustró este punto con dos círculos: uno más pequeño en el que ubicó al señor Corradi y
a las señoras Pascual, Martínez y Kosaka, y uno más grande, que rodeaba al pequeño, en
el que ubicó a las señoras directoras, a la psicóloga y a la cocinera. Sostuvo que esos cír-
culos graficaban el grado de conocimiento, poder y participación de las acusadas y el
condenado en la institución; asignó mayor conocimiento, mayor poder y mayor intensi-
dad de participación a las personas que estaban en el círculo más chico.
En ese sentido, debemos recordar que, en todo establecimiento educativo, existe una
estructura jerárquica: en las escuelas, las decisiones no se toman en una suerte de asam-
blea popular, en la que los maestros tienen igual poder de decisión y mando que los di-
rectores; por ello, la estructura jerárquica per se, no puede considerarse facilitadora de
los abusos denunciados. Ya ahondaremos en el supuesto manejo endogámico, cuando
abordemos los hechos enrostrados a la señora Pascual, pues, en definitiva, a ella, en
unión con Corradi, fue a quien se le atribuyó esa forma de conducir su función. Pero, sí
ya podemos advertir que, ni de la estructura jerárquica, ni de un manejo endogámico/
hermético de la institución puede inferirse mayor conocimiento y/o mayor responsabili-
dad; ese argumento, bien podría haber sido aplicado si se hubiera acreditado el “aparato
organizado y jerárquico de poder que ejecutaba un plan sistemático de abusos”, al que
siempre hicieron alusión los acusadores, mas nunca probaron (ver lo expuesto al respec-
to en las Consideraciones Generales de esta sentencia). Por ello, entendemos que tampo-
co aplica a nuestro caso las consideraciones vertidas en ese sentido por el señor Fiscal
Jefe.
6. Acusaciones contra la señora GRACIELA PASCUAL
IVARS:
6.1. Con relación a la señora, el titular de la acción pública,
sólo mantuvo su acusación como partícipe necesaria de los hechos siete y nueve de Oje-
da, y hecho seis de Bordón. Sostuvo que la señora, ante el conocimiento de delitos de ín-
dole sexual que ocurrían en el Instituto, omitió de manera sistemática y prolongada en el
tiempo, cumplir con la obligación de denunciar y realizar los actos necesarios, activando
los mecanismos institucionales idóneos, a efectos de impedir la comisión de ciertos he-
chos sexuales que les enrostraron los señores Jorge Luis Bordón y José Luis Ojeda (ar-
tículos 45 del Código Penal y 122 de la Ley 6354).

288
El señor Fiscal Jefe, a manera de introducción nos mencionó
ciertas situaciones que él consideraba que eran los presupuestos que se verificaban, o
servían para poder acreditar el conocimiento y responsabilidad de la encartada en los he-
chos endilgados. Pasamos a analizarlos:
A) La posición institucional de la señora Pascual: Sostuvo
que todos la llamaban Jefa; que su vinculación con Corradi fue de tal magnitud que el
sacerdote hasta le permitió que viajara a Italia acompañando a un cura anciano.
Que ella había empezado como Trabajadora Social, y fue
acumulando poder hasta llegar a ser Representante Legal laica de la Institución.
Que todos los testigos coincidieron en que era la autoridad
máxima junto con Corradi.
Citó como un ejemplo del manejo de la autoridad por parte
de Pascual, que la encartada Gaetán dijo que asumió como Directora, pero que la señora
Pascual y Corradi le explicaron que eso era para la DGE (una cuestión administrativa,
desde lo formal), pero que no iba a cumplir esas funciones.
También trajo a modo de ejemplo, para demostrar que Pas-
cual formaba parte de la cúpula del poder junto con Corradi, que el denunciante mani-
festó que a él (al alumno), le llamaba la atención que siempre estuvieran juntos Corradi
y Pascual. Que otro testigo, que era cuidador de los niños, el señor Gonzalo Rodríguez
dijo que él le apretó el brazo a Pascual y por eso lo echaron.
Que había “un acta volante”, es decir, no asentada en un li-
bro, una notificación a los docentes en los que Pascual les decía que no podían permane-
cer fuera del horario.
Que otra Trabajadora Social, Claudia Fernández (funcionaria
de la DGE, enviada luego de las denuncias, para hacer una investigación administrativa
de lo ocurrido), se quejó en el debate del clima hostil que se encontró cuando llegó a in-
vestigar, que no le asignaban lugar, no le daban refrigerio ni le prestaban computadoras.
Hasta llegó el señor Fiscal a inferir que Pascual tenía mayor
poder que Corradi, en base a los dichos de la profesora Musri, pues ésta manifestó que la
señora Pascual se encerraba en la oficina de Corradi y le gritaba. Ignoró el señor Fiscal,
como dato eventualmente explicativo de la elevación de la voz, que el señor Corradi era
hipoacúsico, por lo que “gritarle” podía un acto de supremacía de poder –como él infie-
re-, pero también una acción necesaria de comunicación. De esta circunstancia tan anfi-
bológica, no es posible extraer conclusiones como las que deriva el señor Fiscal.
Ya dijimos que no fue objeto de controversia que la señora
Pascual fue nombrada representante legal de la institución. Ahora bien, sostuvo el acusa-
dor público que el desempeño de ese cargo, la señora Pascual lo hizo desde el autorita-
rismo y desde el oscurantismo; que junto con Corradi tenían la suma del poder y se tra-
taba de un manejo endogámico de la institución.

289
Acontece, que el cargo de representante legal, no prueba el
conocimiento de los abusos sexuales denunciados como cometidos por los operarios de
la institución, cuya participación se le reprocha. Ya hemos explicado que los estableci-
mientos educativos se manejan con una estructura jerárquica, entonces tampoco eso
prueba algo. Y, el manejo eventualmente autoritario y/o endogámico de su cargo, tam-
poco acredita lo que se pretende. Dicho de otra manera: su posición funcional, y desde
esa organización jerárquica, fuera ejercida de la manera que fuera (correctamente o en
forma despótica, o bajo el imperio de la suma del poder), no acredita per se que tuviera
conocimiento de que en el ático el señor Ojeda abusara sexualmente del niño (nombre
de denunciante), o que un viernes a la mañana, en el banco de la capilla de varones, Bor-
dón le tocara las piernas a (nombre de denunciante); o que Ojeda colocara (metía dice la
acusación formal) a los chicos en la sala de TV para ver películas de “sexo”. Es decir: ni
el absolutismo y/o oscurantismo que atribuyó el señor Fiscal Jefe a la forma de desem-
peñar el alto cargo que ocupaba la señora Pascual, ni la proximidad de ella con Corradi
en una suerte de endogamia, acreditan lo que pretende el Ministerio Público Fiscal: co-
nocimiento de los hechos de abuso y concertación dolosa con los autores para su ejecu-
ción permanente.
Pero, también debemos puntualizar, tal como lo indicó la
Dra. Yerfino, que:
a) Se ha pretendido atribuirle una posición de garante genérica: en base a lo normado en
el artículo 122 de la Ley Provincial 6354-, que rige para las ONG, es decir, una persona
jurídica; e incluso tan genérica como fuente, que incluyó en la acusación formal a la co-
cinera Paz y a la psicóloga Raffo.
b) También se hizo desde la acusación, referencia a una cuestión funcional específica: se
le atribuyó ese rol por ser directora de los talleres (circunstancia no contenida en el re-
querimiento de elevación a juicio) y por ser secretaria de la Obra San José (tampoco in-
cluida en la acusación formal).
c) Se llegó a vincular a la señora Pascual como encargada de los albergues; circunstan-
cia totalmente ajena a sus funciones e independiente del colegio y talleres –donde ella
trabajaba-.
Pero, debemos enfocarnos en su rol funcional desde lo con-
signado en la acusación. Es decir, el desempeño de la señora Pascual como asistente so-
cial y como representante legal. Más allá de lo que explicamos, es decir, que ello no
acredita de por sí el conocimiento de eventuales abusos sexuales por parte de Bordón y
Ojeda, ninguno de las dos funciones desempeñadas en la parte de la escuela/talleres, im-
plican un rol de garante respecto de los alumnos: no asumió la señora Pascual compro-
miso de actuar como barrera contra el riesgo de los menores, pues no son cargos desti-
nados a tener contacto directo con los mismos. Explicamos: como claramente lo dijo la
propia encartada en su defensa material y no fue refutado, como asistente social –igual
que cualquier asistente social-, realizaba visitas a los progenitores –encuestas ambienta-

290
les- a pedido de los docentes, cuando advertían problemas en el núcleo familiar o esca-
sez de recursos, (en el que se detalla el seguimiento social y las gestiones de Pascual pa-
ra evitar el desalojo de la familia); acompañaba a las progenitoras a hacer trámites a la
ciudad de Mendoza, cuando no sabían cómo hacerlo (ello reconocido tanto por el padre
como la madre de dos denunciantes); y realizaba entrevistas a los progenitores. A su
vez, como representante legal, conforme Resolución Nº 398/99 de la DGE, tenía el po-
der notarial para ocuparse de representar como mandataria, a la Institución ante la DGE,
firmaba convenios con las empresas de transporte, etc.
Dicho de manera clara: desde lo institucional, resulta imposi-
ble atribuirle rol de garante a la señora Pascual por haberse desempeñado como repre-
sentante legal o asistente social, y mucho menos porque le dijeran “Jefa”, o porque el jo-
ven (nombre de denunciante) sospechara que la encartada era novia de Corradi.
B) A continuación, el titular de la vindicta publica efectuó un
análisis en el tiempo de los distintos incidentes [que escuchamos de distintas personas
que vinieron a declarar] y la conectó con la respuesta que, sostuvo el órgano acusador,
brindaba la señora Pascual a esos incidentes.
Así, dijo que, la señora Pascual, cuando tomaba conocimien-
to de ciertas sospechas de abusos, siempre actuaba de la misma manera: ocultándolo,
deslindando cualquier eventual responsabilidad suya e incluso de los integrantes del cír-
culo de poder (en el que –en algún momento-, llegó a incluir al señor Ojeda, es decir, al
jardinero declarado inimputable), y deslizando/desviando la responsabilidad hacia los
progenitores o los alumnos.
Trazó una línea temporal, que comenzó en el 2003, recor-
dando un acta volante, encontrada en el dormitorio de Corradi cuando se hizo el allana-
miento, en la que el profesor de informática daba cuenta que se había cambiado la
contraseña de la computadora y había encontrado 300 páginas de pornografía; y a partir
de allí, continuó llenando su línea temporal hasta el año 2010, enumerando y analizando
ciertos hechos denunciados como abusos sexuales (por padres y/o alumnos y/o personal
del mismo Provolo) y que el titular de la acción pública calificó como “indicios” a la ho-
ra de demostrar la forma en que actuaba la señora Pascual ante las noticias de abusos se-
xuales. Este análisis temporal, le insumió dos jornadas de sus alegatos pues, no sólo
enumeró esos “indicios”, sino que se dedicó a justificar que estaban acreditados, ponde-
rando las declaraciones y las corroboraciones periféricas que existían en cada “hecho in-
diciario” de una manera exhaustiva.
Someramente abordaremos estos indicios, de los cuales, al-
gunos son hechos por los que se había acusado formalmente a la señora Pascual (por
ejemplo el hecho de un denunciante), estaban contenidos en el requerimiento de citación
a juicio de la causa P-60030, pero que, el señor Fiscal Jefe a la hora de alegar, no mantu-
vo la acusación por falta de pruebas; es decir, dedicó mucho tiempo afirmando la acredi-
tación de esos mismos hechos que antes eran conductas reprochadas a la encartada, pero

291
que cuando en el momento de alegar, devinieron en indicios de corroboración del cono-
cimiento que la señora Pascual tenía de los únicos tres hechos por los que mantuvo la
acusación.
Si sostenemos que “someramente” abordaremos estos “indi-
cios” es porque el argumento del señor Fiscal Jefe, encierra un error conceptual: los in-
dicios son hechos probados; si se trata de hechos probados, debió mantener la acusación
en esos hechos; si no fueron hechos probados y por eso no se mantuvo la acusación, no
pueden valer nunca como indicios de nada, pues son hechos no probados. Un hecho no
se convierte en indicio de otro no probado, porque de acuerdo a la subjetiva percepción
del razonante, respalde objetivamente las inferencias de confirmación de otro hecho;
sino porque se trata de un hecho “probado” del que es dable inferir a propósito de una
razonamiento lógico, un hecho que constituye objeto de confirmación.
Vamos, entonces, al análisis de lo traído para demostrar el
conocimiento de la señora Pascual en los tres hechos en los que se mantuvo la acusación
que pesaba en su contra:
1) Un acta volante (Nº 1) del año 2003: que fue secuestrada por Fiscalía en el dormitorio
de Corradi cuando efectuó el allanamiento: En ella se consigna que la señora Pascual
INFORMA a las autoridades la situación detectada por el profesor del taller de informá-
tica, señor Alejandro Coronel: indica la directora de los talleres que el docente tuvo difi-
cultades para ingresar en una computadora cuya clave sólo era conocida por el sacerdote
Corradi, la directora pedagógica Gladys Pinacca y el profesor; que éste último descubrió
que la clave había sido cambiada, y que cuando pudo ingresar, advirtió en el historial de
internet que se habían visto alrededor de 300 páginas pornográficas.
Sostuvo el señor Fiscal Jefe que, siendo la señora Pascual directora de los talleres, se
encontraba en una situación de poder y manejo de la situación, y, no obstante, no aplicó
ninguna medida. En realidad, lo que hizo la señora Pascual, quedó justamente materiali-
zado en la misma acta: informó, puso en conocimiento y entregó esa acta “volante” (así
se consigna hasta en el mismo documento) al superior del instituto Provolo, Rdo. Padre
Guido Peralta, y al representante legal, Nicolás Corradi. Dicho de manera clara, la direc-
tora del taller de informática, es impuesta de que alguien cambió la clave de una compu-
tadora del taller y ha estado navegando por páginas con contenido sexual, se aclara en el
acta que sólo hay dos llaves del gabinete: una en su poder (pero ella no tiene acceso a la
clave de la computadora) y la otra está colgada de un tablero de la escuela (con acceso a
quienes viven ahí). Así las cosas, no resulta un obrar omisivo anoticiar a las máximas
autoridades de la institución; o por lo menos, no resulta una inacción. Es más, jamás ex-
plicaron los acusadores qué pretendían que hiciera la señora Pascual –y no el profesor de
informática, pues a él nada se le reprochó desde lo jurídico-: se pretendía que llevara el
“caso” ante la justicia y que algún Fiscal comenzara a llamar a los alumnos/profesores/
autoridades para ver quién había estado viendo ese tipo de páginas?, ¿se pretendía que
cerrara el gabinete de informática? Tal como lo indicaron los señores Defensores, la in-

292
determinación de la conducta debida o acción indicada, conlleva incertidumbre y torna a
la acusación en un absurdo cuando se la confronta con la conducta realizada por la pro-
pia encartada.
2) La situación del joven (nombre denunciante); denunciada como ocurrida entre el
2004 y 2005. El denunciante, en el debate manifestó que Corradi lo llevó arrastrándolo
de una pierna hasta su habitación y lo accedió carnalmente, para luego regarle un autito
azul.
La progenitora, sostuvo que una vez su hijo, cuando tenía 8 años se quejaba de dolor
en la zona anal, que ella como mamá pensó que tenía algún estreñimiento por lo que co-
mía de lunes a viernes en el Provolo, le miraron y tenía la colita irritada. Que unos días
después fueron a hablar con Graciela Pascual, y que la encartada les quiso dar a entender
que su hijo era gay. Que la señora Pascual le dijo que, si tenía alguna duda, podía llevar
a su hijo a algún centro médico para ser revisado; pero, que se reparara lo que iba a de-
nunciar, pues una denuncia que no beneficiara al instituto. le podía traer consecuencias a
ella; que la escuela contaba con médicos ahí en el instituto. Reiteró que la señora Pas-
cual le dijo que si tenía alguna duda, que lo llevara al médico. Que se fijara si iba a de-
nunciar: que ella puso en duda que su hijo le hubiera pasado algo, y lo mandaba a un
hospital. Luego volvió a indicar que Pascual le ofreció a sus médicos; y que si tenía al-
guna duda que fuera a otro lugar. Es decir, claramente, tres veces repitió lo mismo.
Pero por su parte, el progenitor, sostuvo que ante el problema de su hijo, fue con su es-
posa a hablar con Pascual, que él no tomó ninguna medida porque al principio Pascual
le habló en un tono fuerte; luego le dijo que se quedara tranquilo, y desde su ignorancia
no hizo nada. Contradiciendo a su esposa, manifestó que desde el colegio nadie le sugi-
rió alguna medida a adoptar.
¿Que dijo el señor Fiscal Jefe? Que eso dejaba en evidencia la conducta asumida por
la señora Pascual: no haber denunciado, desviar la responsabilidad hacia el joven, di-
ciendo que era gay, y hacia sus progenitores diciéndoles que si hacían la denuncia po-
dían tener responsabilidades.
La señora Graciela Pascual, en su defensa material, reconoció haber recibido a los pa-
dres del denunciante y recordó el episodio. Dijo que ella le pidió a la señora que lo lle-
vara al médico y la mantuviera al tanto; que posteriormente la señora le comunicó que
no era nada, que se quedara tranquila.
Queda claro entonces que contamos con tres versiones: la de la acusada, la de madre
del denunciante la del padre. También colegimos que, así las cosas, la prueba cargosa no
es consistente: de sostener que desde el colegio, nadie le sugirió alguna medida (versión
paterna), a sostener (y reiterarlo cuantas veces se lo preguntaron, por cierto) que Pascual
les dijo que llevaran a su hijo al médico y ofrecerle sus médicos (versión materna), hay
una diferencia sustancial. Entonces, esta prueba cargosa, no es suficiente para refutar la
defensa de la señora Graciela Pascual, que incluso hasta coincide en términos generales,
con lo dicho por la mamá (en cuanto a la sugerencia o indicación de que el niño fuera re-

293
visado por un médico -comportamiento del que es posible inferir que para la acusada no
era evidente la existencia de un abuso, o que si lo era, o lo sospechaba, no lo intentaba
ocultar-).
De todos modos, y más allá de que el padre dijo lo contrario, si se toman en cuenta los
dichos de la madre, cuando sostuvo que Pascual le indicó que fuera al médico, y que
coinciden con lo dicho por la señora Pascual, surge claro que, poner a disposición los
médicos propios y dar como alternativa a los progenitores que lleven al hijo a los médi-
cos que quieran, no es manera de colaborar en la comisión de este tipo de delitos con na-
die.
En cuanto a la advertencia que sostuvieron los padres que hizo Pascual, tampoco pare-
ce ser una manera de desalentar a los progenitores a que vayan al médico, sino más bien,
que se cercioren antes de hacer una denuncia. Nadie desde un razonamiento lógico pue-
de sostener que la autoridad receptora de la noticia está cometiendo una acción (u omi-
sión) delictual, si tras el anuncio de los padres de que su hijo tiene la zona anal enrojeci-
da, sin ningún otro síntoma o prueba de abuso, y dudando ellos de que la causa de esto
es estreñimiento, les pide que se cercioren, que vayan al centro de salud que quieran e
incluso pone a disposición los médicos de la institución. La prudencia y el sentido co-
mún nos indican que, ante un caso con una sospecha tan indeterminada como la que los
progenitores narraron, judicializar al menor (con las consecuencias nocivas que este ello
implica) sin hacerlo ver por un médico que indique si es estreñimiento, paspadura o hay
algo compatible con un abuso sexual, no parece lo más sensato. Volvemos, la conducta
pretendida, no se compadece con el sentido común.
Por lo demás, el señor Fiscal Jefe ponderó los testimonio de las terapeutas personales
del denunciante (Licenciadas Bernaldo de Quirós y Álvaro) y las explicaciones de la Li-
cenciada del EdeAAS, Gema Lara, que vinieron a dar cuenta de la credibilidad de los di-
chos de un hecho que NO figura en la acusación formal: en la causa P-60030 no se trajo
a juzgamiento ninguna participación de la señora Pascual vinculada a un supuesto abuso
de Corradi sobre el joven; es más, se trajo a juzgamiento una participación de la encarta-
da en un hecho vinculado a Corbacho (Hecho Tres), por el que en los alegatos no se
mantuvo la acusación. Incluso, yendo un paso más, advertimos que quienes sostuvieron
que Pascual trató a su hijo de gay, les habló en un tono fuerte, y por eso ellos no hicieron
la denuncia, no fue el joven, sino sus progenitores, entonces, el análisis de credibilidad
efectuado por las licenciadas sobre los dichos del joven, no es relevante pues no analiza-
ron los dichos de los progenitores. No fue el denunciante el que anotició a la señora Pas-
cual de un abuso sexual de Corradi. No fueron los progenitores quienes le explicaran a
Pascual algo vinculado a Corradi, sino que su hijo tenía la zona anal enrojecida y ellos
pensaban que era estreñimiento. Por consiguiente, la presencia de las licenciadas en este
hecho –que ni tan sólo figura en la acusación de los presentes autos-, lució impertinente.
Recordamos que el señor Fiscal Jefe sostuvo que la manera de actuar de la señora
Pascual, era desviando responsabilidad a la familia. En el caso de (nombre de denun-

294
ciante) y de su hermana, advertimos que hay constancias, en el Libro 23, por ejemplo,
de situaciones de violencia familiar, concretamente relacionada con la denunciante; de
ello se dio lectura durante al debate a la progenitora, quien, trató de minimizarlo y justi-
ficar la violencia de su marido en la medida que sostuvo que su hija tenía episodios de
agresividad y debían sujetarla. Pero, quien justamente narró sobre esa violencia familiar
fue el propiodenunciante, que dio cuenta de los golpes que a él le daba su padre y que le
pegaba hasta con un cinturón –de manera “suave” aclaró-, e incluso que otra hermana -
terminó denunciando a su padre por violencia. Con ello, queda en evidencia que lo con-
signado en los libros sobre la violencia intrafamiliar, no parece una forma de desviar o
trasladar el problema de abusos en el Provolo hacia la familia, en la medida que hasta el
propio denunciante admitió la existencia de violencia en el seno familiar, aun cuando
quiso minimizarla.
3) La situación de la señora (nombre de denunciante): Desde los acusadores, se sostuvo
que la joven presentaba una evidente sintomatología de abuso sexual infantil: fugas (de
su hogar y del Provolo), conductas híper sexualizadas; y que la señora Pascual intentaba
desviar los abusos sexuales del Provolo atribuyendo su comportamiento a problemas en
el núcleo familiar.
Hizo pivotear su conclusión en las manifestaciones de la trabajadora social Ruth Pere-
yra –ya nos referimos a ella como la testigo, cuya declaración -al menos en algunos as-
pectos- el Fiscal calificó de “desopilante”-. Sostuvo que en el expediente del juzgado de
familia labrado con motivo del supuesto secuestro/rapto de (nombre de denunciante), en
el que intervino la trabajadora social Pereyra, la señora Pascual había atribuido respon-
sabilidad de la conducta híper sexualizada a los padres, es decir, claro ejemplo de cómo
desviaba la investigación y deslindaba su responsabilidad; y que la trabajadora social la
mujer había considerado que lo acontecido no era un problema familiar sino que la niña
le dijo que no quería quedarse en el Provolo.
En realidad, la señora manifestó mucho más: dijo que ella privilegió la entrega a la tía
(en vez que se quedara con su progenitora) porque la vivienda familiar no estaba en con-
diciones; y porque, ante la duda que había de parte del juez Ferrer (juez del juzgado de
familia) con respecto al padrastro y también como ella tenía que cambiarla a otra escue-
la, decidió entregarla a la tía. Y siguió declarando que no privilegió el grupo materno
porque iba a ser temporario, además el dormitorio de ella estaba demarcado por una cor-
tina de nylon, y el techo era de barro. Y dijo más: que tenía el afecto tanto de la madre
como de la tía, y en ese tiempo –de estar con la tía-, la menor iba a reconstruir su situa-
ción emocional. Es decir, por lo que acabamos de reseñar, se advierte que aconsejó se-
pararla de su madre pues tuvo en cuenta cuestiones edilicias de la vivienda familiar y
también el tema del padrastro. Dicho de otra manera: la señora Pereyra dictaminó a fa-
vor de sacar a la niña del Provolo y también del núcleo familiar.
Pero incluso se advierte que, más allá de que la niña le haya manifestado a la señora
Pereyra que no quería ir más al Provolo, también recordamos toda la información que se

295
incorporó, obrante en ese expediente 304/06 del Juzgado de Familia. En primer lugar, ya
nomás a fs. 1 obra una constancia en la que se consigna que se recibió un llamado tele-
fónico indicando que en el club de Luján de Cuyo -donde se realizan picadas de autos-,
apareció una menor de 12 años sordomuda, llamada (nombre de denunciante), que fue
asistida por los caseros del lugar, siendo el casero el señor Omar Adarme; que la menor
dijo que su mamá había muerto y su papá la habría violado en varias oportunidades; que
la niña se quiere quedar con el casero, que tiene mucho miedo que la busque el padre.
En segundo lugar, debemos mencionar el informe del CAI, relacionado a lo que narró el
señor Omar Daniel Adarme vinculado al hallazgo de (nombre de denunciante) y lo que
ella le dijo a él y a su esposa; el citado informe, obrante a fs. 7/8 de ese expediente, con-
feccionado el 22/12/05, consigna que el señor Adarme manifestó que conoció a la joven
el día anterior pues estaba deambulando por la zona donde él trabajaba; que la joven le
manifestó a través de su llanto, señas acotadas y escritura que era mal tratada por el pa-
drastro; que en un primer momento la niña se mostraba reticente a conectarse tanto con
él como con su esposa, pero que luego, tomando confianza, le había manifestado con su
escritura a su esposa que su padrastro abusaba sexualmente de ella. En tercer lugar, en el
mismo informe del CAI, se consigna que la docente Leticia Grellet manifestó que la ni-
ña incurría dentro de la institución en robos reiterados, conflictos con la autoridad (en-
frentamientos con docentes), autoagresiones, mentiras, dificultades en la concentración,
trastornos en el sueño (pesadillas), negativa de la menor a regresar a su hogar, seudoma-
durez y conductas híper sexualizadas (busca acercamientos sexuales con los varones de
la institución, escribe en su cuaderno en forma reiterada sobre sexo, se deja tocar y bus-
ca que sus compañeros le toquen los senos). Continúa el informe dando cuenta que la
menor les dijo a las propias licenciadas del CAI, ser testigo de violencia cruzada entre su
madre y su padrastro, y que utilizaban castigos correctivos –golpes de puño y cacheta-
das-. Finaliza el informe sosteniendo que la menor presenta indicadores psíquicos com-
patibles con ser víctima de violencia intrafamiliar, que es altamente probable que haya
padecido victimización sexual.
De todo lo reseñado, surge evidente que no sólo la señora Pascual habló de conductas
híper sexualizadas de la menor y sospechó que venían de su hogar, también la docente
Grellet –no imputada- y el señor Adarme, al que le alcanzó una noche para que (nombre
que se reserva) le contara a él y a su esposa que era abusada y maltratada por su padras-
tro; es más, hasta lo consignaron en el informe las licenciadas del CAI pues también se
los contó a ellas.
Entonces, ¿podemos sostener que los dichos de la Trabajadora Social Pereyra vienen
a confirmar la conducta “sistemática” de la señora Pascual de deslizar responsabilidad
hacia la familia? Resulta imposible, salvo que también se atribuya lo mismo al señor
Adarme que es un tercero totalmente extraño al núcleo familiar y al Provolo, y también
a la docente Grellet, que trabajó en el Provolo, pero no resultó acusada, e incluso. a las

296
licenciadas del CAI que hicieron oportunamente el examen cuando encontraron a la ni-
ña.
Así las cosas, según se infiere de los argumentos del señor Fiscal, la única con un
diagnóstico atinado es la señora Ruth Pereyra, aunque ella misma dictaminara apartarla
de su madre y padrastro. Y siguiendo un paso más, la única que no intentó desviar la in-
vestigación hacia el núcleo familiar, fue la señora Pereyra, todas las demás personas y
profesionales que trataron con la joven (nombre denunciante) se equivocaron. Nueva-
mente la visión de túnel del órgano acusador impidió ver todas las demás pruebas que le
estaban indicando el quiebre de su tesis.
Finalmente, respecto a los dichos de la señora Ruth Pereyra, vinculados a los supues-
tos “destratos” de la señora Pascual cuando ella se constituyó en el Provolo, el señor Fis-
cal Jefe trajo a colación las manifestaciones de la supervisora Claudia Fernández y la se-
ñora María Eva Argentina Gómez e incluso al señor Reginato. Nos recordó que esos
funcionarios de la DGE, que fueron al Provolo a realizar su investigación cuando ocu-
rrieron las primeras denuncias, manifestaron que no les daban un espacio físico donde
instalarse, que se negaban a prestarles una computadora para que trabajaran, que les ne-
gaban hablar con los chicos (lo dijo Gómez), y que las maestras le retaceaban informa-
ción; todos dijeron que habían sido momentos de mucha tensión. Debemos aclarar, aun-
que pareciera obvio, que las conductas manifestadas por los sumariantes, son desaires,
falta de cortesía, que eventualmente podrían demostrar mala educación o incluso des-
confianza o incomodidad por la sorpresiva intromisión. Pero aún con la mala disposi-
ción y poca colaboración del personal del Provolo que estos funcionarios de la DGE nos
contaron durante el debate, fueron claros sosteniendo que pudieron consultar todos los
libros que quisieron, hicieron reunión con los padres, hicieron muchas entrevistas a los
padres que fueron consignando en actas y hasta dieron conferencias de prensa (admitido
por la misma supervisora Fernández). Es más, debe advertirse que esos comportamien-
tos hostiles se los achacaron a las maestras y directoras; es decir, no particular o especí-
ficamente a la señora Pascual. Finalmente, no podemos soslayar los dichos del señor Re-
ginato: nos explicó que a él lo mandaron para que estuviera a disposición de cualquier
consulta de los docentes de la institución; pero, como nadie se acercó a hablar con él, él
tuvo que informarse por “radio pasillo” [sic], o sea, que salió a los corredores del edifi-
cio, que transitó por ellos y que de modo discreto y solapado se nutría de comentarios
que oía. No sabemos de quién, qué seriedad tenían estos, y claro está imposible contras-
tar esa información producto de la interpretación de un sujeto cuasi espía; es más, el
mismo señor dijo que el informe obrante a fs. 48 del expediente de la DGE, estaba he-
cho por él y el supervisor, que estaba estructurado en forma de viñetas, y aclaró que era
“síntesis de radio pasillo” [sic]; y no podemos soslayarlo pues, reiteramos, ese informe
está en el expediente administrativo, traído AEV a nuestros obrados por las acusadoras;
expediente que el señor Fiscal Jefe exhibió a varios testigos que vinieron al debate, por
añadidura. Ello refrenda lo que consignamos en nuestras consideraciones generales: la

297
mala calidad de la prueba que produjeron las acusadoras, que en definitiva trajeron a un
testigo de oídas de pasillos, con el agravante de que las mismas acusadoras le pregunta-
ron al señor Reginato qué era lo que había escuchado en “radio pasillo”, en vez de des-
cartarlo rápidamente como testigo.
No podemos soslayar otro elemento que pone en crisis la hipótesis de las acusadoras
vinculada al modus operandi de la señora Pascual y el caso de (nombre de denunciante):
Muchas veces nos exhibieron durante el debate un dibujo confeccionado por la propia
menor, que está en su legajo a fs. 75, y luego agregado en el expediente del Juzgado de
Familia Nº 26157/2F, que se inició precisamente porque las autoridades del Provolo pi-
dieron a la Justicia de Familia que se investigara; el dibujo fue confeccionado a modo de
respuesta, cuando se le preguntó en la institución qué le había pasado pues llegó a la es-
cuela con un corte en la frente: ella dibujó a su mamá con una plancha sostenida en la
mano, con el brazo levantado, en postura amenazante y con cara de mala o enojada; di-
bujó en la escena a su hermanito y se dibujó a sí misma llorando. ¿Qué explicación dio?
Que su mamá la había golpeado con la plancha y la había lastimado. Pero, después, en
presencia de su mamá en el Juzgado de Familia cambió la versión y explicó que su ma-
má sólo levantó la plancha de manera amenazante, ella se asustó, salió corriendo, intentó
subirse a la cucheta y se golpeó. Es decir, la menor en aquel entonces, relató un claro
episodio de violencia familiar, lo ilustró con un dibujo más que elocuente y luego en
presencia de su madre se retractó. Más allá de que haya realmente existido violencia in-
trafamiliar o no, de este dibujo y estas explicaciones de la niña, se pueden inferir dos
conclusiones: 1) No luce irrazonable, ni aparece como maniobra de ocultamiento de los
“abusos sexuales del Provolo” que la señora Pascual pudiera sospechar de violencia in-
trafamiliar y atribuir los comportamientos de la niña a lo que ocurría en su hogar; ello es
lo mismo que decir que no emerge debidamente acreditado que la señora Pascual haya
desviado intencionalmente la investigación hacia el núcleo familiar como lo afirmó el
señor Fiscal Jefe, para colaborar con los abusadores del Provolo. 2) Nuevamente apare-
cen los cambios de versión de la señora (nombre denunciante) -de pegarle su progenito-
ra con la plancha a caerse de la cucheta- a los que nos referimos cuando tratamos la acu-
sación que ella formuló respecto a la señora Kosaka.
4) La situación del menor (nombre de denunciante): la progenitora, nos dijo que cierto
domingo cuando estaba bañando a su hijo, él le manifestó dolor en la zona anal, y que
según le comentó, ella interpretó que alguien igual al padre, le había puesto el pene en el
ano. Dijo que fue al Provolo y desde lo institucional, la señora Pascual y el sacerdote le
dijeron que tal vez, el niño los había visto a ellos teniendo relaciones sexuales. De todos
modos, la señora fue al Notti y se constató que el niño tenía ampollas y un pequeño des-
garro en hora 12 en el ano. Dijo la señora que sus dos hijos ya estaban en el GAR en vir-
tud de la violencia de su marido y porque ella no iba a hacer tratamiento psicológico.
Que cuando entendió que su hijo le estaba indicando que el autor de los abusos era un
compañero de él en el Provolo, Javier de 13 o 14 años que venía de otra provincia, ella

298
fue e hizo la denuncia; que nunca supo cómo terminó porque del juzgado le decían que
si seguía preguntando, iba a ir presa. Pero, después aclaró que ella también sospechaba
que el autor de los abusos de su hijo era su otro hijo, que los había encontrado en una si-
tuación bastante sospechosa. Es más, también dijo que luego de que retiró al joven Ga-
briel del Provolo, fue a otra escuela, mencionó El Naranjito, y que también fue abusado
allí.
El señor Fiscal Jefe sostuvo que la señora Pascual, había reconocido que no había he-
cho denuncia alguna.
Ahora bien, acontece que se incorporó, del Libro 7/5 N° 7, el acta 131 (fs. 10 a 12) de
fecha 12/6/07 –la señora reconoció su firma- en la cual se agregó un certificado médico
de la guardia del Hospital Notti que se encuentra dirigido al GAR, y está fechado el 23
de mayo; en el aludido certificado se solicitaba evaluación multidisciplinaria del niño
Gabriel de 9 años, quien refería a la madre dolor en la zona anal; al examen físico de la
zona, se apreciaron lesiones ampollosas y fisura pequeña en hora 12; la madre había es-
tado controlando y tratando a su hijo de 12 años Nicolás por código 5.4., solicitaba valo-
rar factores de riesgo, la madre estaba muy angustiada, refería tener muchas dudas y al-
gunas sospechas por situaciones del niño. La señora nos dijo que no recordaba haber lle-
vado ese certificado al Provolo, pero que por la situación de su otro hijo –Nicolás-, lo
había llevado al GAR.
Resulta evidente entonces, que para el mes de mayo, cuando
se extendió ese certificado médico en el Notti, la señora sospechaba de su otro hijo. Al
mes, cuando se presentó con el certificado en cuestión en el Provolo, sindicó como posi-
ble abusador al niño (nombre denunciante), ello surge del acta 131. Y también está plas-
mada la respuesta a esa sospecha, dada por las señoras Pascual, Martínez, Pinacca y la
docente Paola Plazza: que (nombre denunciante) era seguido por 2 o 3 docentes, que el
profesor de educación física lo controlaba a la entrada y salida del baño, que los niños
(nombre denunciantes) no compartían ni el piso ni el baño; que (nombre denunciante)
no tenía actitudes ni juegos sexuales; pero que, obstante, la Asistente Social [Passcual]
indicó que se llegaría con la investigación hasta sus últimas consecuencias, que hiciera
la denuncia y les comunicaran. Debemos aclarar que hasta el mismo señor Fiscal admi-
tió que, cuando la señora se presentó en el Provolo, es decir el 12 de junio de 2007, ya
había hecho la denuncia, concretamente 3 días antes, el día 9 de junio (autos P-
97820/07).
Es más, también se incorporó el acta 144 de fecha 23 de julio de 2007, en la que se
deja constancia que la señora Marino comunica a Isabel González que en cuanto a la
sospecha de abuso sexual, la señora Marino acudió al juzgado de Familia, y la derivan a
la policía para realizar denuncia, la policía deriva a control médico, quien según dice la
madre, certifica que el niño no ha recibido abuso; certificación que es enviada a otra en-
tidad que la señora no puede precisar y quedan en citarla próximamente; que no recibe
citación alguna, y expresa estar tranquila con la observación del médico por cuanto de-

299
tienen su accionar; expresa sus disculpas a la institución y solicita se acepte nuevamente
el albergue del niño; que se deriva a la señora a dialogar con la asistente social y directo-
ra de la escuela; y se informa en el día de la fecha a la señora directora Gladys Pinacca;
se deja constancia de que la señora Marino no presenta registros escritos de los pasos
que siguieron a la denuncia.
¿Qué sostuvieron los acusadores? Que desde la institución no se habían activado los
protocolos, ni se había hecho denuncia ante la supervisión. Es decir, y de manera clara:
el niño ya estaba en observación en el GAR por posible abuso sexual de su propio her-
mano desde mayo, al mes se presenta la señora sospechando de otro compañero del Pro-
volo, y encima, ya habiendo hecho la denuncia. Entonces, debemos advertir que, sabien-
do en la institución que el joven ya se encontraba bajo el estudio del GAR por todo el
problema familiar del que dio cuenta su madre, sabiendo que en el GAR ya conocían el
posible abuso –que ella había manifestado ante el Notti el 23 de mayo de 2007-, nos pre-
guntamos qué se le puede reprochar a la señora Pascual. La señora Pascual, aún con to-
dos esos antecedentes, le dijo que hiciera la denuncia y le informara. Es más, con el acta
Nº 144 que claramente dice que la progenitora (que tanto sostuvo que el abusador era
(nombre de denunciante), como también su otro hijo), explicó en la escuela, que el mé-
dico había certificado que no había habido abuso, ¿qué se le reprocha a la señora Pas-
cual? No se comprende. Pero tampoco se comprende desde lo que hemos explicado va-
rias veces: se deja constancia de las manifestaciones de la progenitora y del certificado
que acompañó, se le dice que denuncie e informe; todo eso queda anotado y hasta agre-
gada la constancia del Notti, ¿ese obrar es para tapar, ocultar la existencia de abusos se-
xuales? ¿Esa es la forma de brindarse “cobertura”, anotándolo nada más y nada menos
que en un libro “oficial”? Emerge visible el sesgo de confirmación -posiblemente deri-
vado del rol que se desempeña-, y deja al descubierto la visión de túnel que ha guiado la
acusación.
Por último, emerge claro que este “indicio” no resulta aplicable al caso, pues: si la
progenitora del niño concurrió el 12 de junio de 2007 al Provolo, con el certificado del
Notti, y ya había hecho la denuncia tres días antes, ¿qué se le puede reprochar a Pas-
cual? ¿Que no haya hecho la denuncia que ya estaba hecha por la progenitora? Ello pa-
rece algo irrazonable.
5) La situación del joven (nombre denunciante), denunciada en el año 2008: El joven
nos dijo que su compañero (nombre de denunciante), abusó de él; luego nos aclaró que
(nombre de denunciante) abusaba de él y de otros chicos porque, en realidad, el señor
Bordón había abusado primero de él. Pero, en su declaración, también relató que por ini-
ciativa de (nombre de denunciante), ellos en el albergue de varones, mantenían relacio-
nes sexuales, pero dejaban siempre al joven (nombre que se resguarda) en la puerta del
albergue, vigilando que no fuera a llegar Bordón, que si llegaba Bordón, (nombre que se
resguarda) les avisaba y ellos suspendían sus relaciones sexuales. Es decir: de su relato
bien pudo entenderse que, aunque Bordón había corrompido o corrompía a (nombre de

300
denunciante) (usamos la palabra “corrupción” conforme terminología de la acusación,
no estamos juzgando acá la conducta de Bordón), no permitía las relaciones sexuales en-
tre los jóvenes; no parece en principio muy consistente que, a quien le interese corrom-
per, luego prohíba o censure los actos entre los alumnos.
El señor Fiscal Jefe sostuvo que la progenitora de (nombre de denunciante), durante el
debate, nos explicó que cierto día encontró en un cuaderno de su hijo, un dibujo de un
hombre practicándole sexo oral a otro y ojos dibujados alrededor de ambas figuras. Que
la progenitora se lo informó a la encartada, y que en noviembre la mamá radicó la de-
nuncia y allí Pascual se presentó y pidió que investigaran. Es decir, el titular de la acción
pública, hizo hincapié en que la encartada no había sido quien hiciera la denuncia –co-
mo nos lo había dicho en su defensa material-, e incluso el señor Fiscal Jefe puso en du-
da la existencia de una reunión de padres –que dijo la encartada haber convocado-, por-
que la docente Martha López dijo que no hubo tal reunión y porque no había registro de
ella; agregó que la acusada debería haber aportado algún cuaderno de notificación, algu-
na constancia que acreditara esa reunión (fácil es apreciar que esto no es otra cosa que
una inversión de la carga de la prueba por parte del acusador para fundar la culpabilidad
de la acusada; preocupante, por cierto).
En realidad, la “prueba” de esa reunión, emerge del expediente P-95687/08 traído por
la misma Fiscalía. Así, ya en la denuncia, la señora Cintia Martínez, expuso que el lunes
24 de noviembre del 2008, citaron a todos los padres para una reunión informativa; que
en dicha reunión Pascual les informó que el celador Bordón había sido retirado de su
cargo pues uno de los padres de uno de los chicos albergados del grupo en el que estaba
su hijo, había denunciado que Bordón lo había manoseado a su hijo y que puso a dispo-
sición de los alumnos de ese grupo, tratamiento psicológico.
Es decir, de la reunión de padres, dio cuenta la propia testigo de Fiscalía. Por lo de-
más, cierto es que la encartada no hizo la denuncia, pero no menos cierto es que, cuando
fue citada en Fiscalía, requirió expresamente que se investigara el hecho. Volveremos
sobre este tema, al tratar el “indicio” que sigue.
6) La situación de la familia (nombre denunciante): En lo que a la señorita (nombre de-
nunciante) concierne, el señor Fiscal Jefe nos recordó que la progenitora de la denun-
ciante y su hermana, nos contaron que el padre de (nombre de denunciante) –acompaña-
do de su esposa-, fue a la institución ofuscado, queriéndole pegar a Bordón porque su hi-
ja mayor le había dicho que el condenado había abusado de su hermano (en aquel enton-
ces, era varón). Si bien no se pudo contar con el testimonio del señor pues falleció, en el
debate declararon su esposa y su hija, dando cuenta de aquel suceso. Así, dijeron que a
hombre (padre del denunciante) lo atendió la licenciada González, y lo llevó a hablar
con Corradi y Pascual. Que se encerraron los tres y que cuando salió el señor dijo que se
iba a hacer la denuncia, luego el padre de familia regresó y se llevó a su esposa y a
(nombre denunciante) a San Luis, y dejó a su otra hija en la institución porque estaba en
clases. La señora nos dijo que después todo quedó en la nada porque otra hija del matri-

301
monio enfermó de cáncer. Tanto la madre como la hermana nos dijeron que el señor
(padre de denunciante) les contó que Corradi y Pascual le habían dicho que, si quería,
hiciera la denuncia, pero que contra la iglesia no iba a poder; la hermana de (nombre de-
nunciante) manifestó en el debate que le dijeron que si hacían la denuncia, después no
iban a conseguir banco para los chicos.
Sostuvo Fiscalía que se advertía el mismo patrón de siempre: que la señora Pascual no
formuló la denuncia, no informó a los docentes de lo acontecido, no hizo reunión de pa-
dres, que le retacearon información a la psicóloga González, que sacaron a (nombre de-
nunciante) de la atención de esa licenciada y lo derivaron a otra psicóloga más joven, y
que luego echaron a González de la institución; es más, también echaron a los (apellido
del denunciante) del Provolo.
No ha sido materia de controversia que el padre de los hermanos de esa familia, se
presentó en la institución; que estaba sumamente ofuscado pues le habían dicho sus hi-
jos que (nombre que se resguada) había sido abusado sexualmente por Bordón. Esa si-
tuación, la licenciada González, tuvo oportunidad de presenciarlo y la señora Pascual lo
admitió. Tampoco se ha controvertido que la señora Pascual, junto a Corradi, atendió en
una reunión a puertas cerradas al señor padre del denunciante.
Ahora, ¿podemos tener por fehacientemente probado lo hablado en esa reunión a
puertas cerradas entre este señor, Corradi y la señora Pascual? Ocurre que, de esos di-
chos, no contamos con testigos presenciales; los testigos de oídas son (nombres que se
resguadan). Ambas, dijeron espontáneamente que marido y padre respectivamente, no
les había contado de qué había hablado porque era un señor muy reservado, aunque lue-
go narraron esto de que Corradi y/o Pascual –según qué versión tomemos-, le habrían
dicho al señor (padre del denunciante) que hiciera la denuncia pero que contra la iglesia
no iba a poder hacer nada (y que no iba a conseguir banco en otra escuela, se lo habría
contado a la mujer).
Reiteramos, ningún testigo directo de ese supuesto diálogo existe. Pero, y aquí viene
el quiebre en los relatos de las parientes del denunciante: el señor padre del denunciante,
que era penitenciario, una persona de gran carácter al que su familia trataba con respeto
y sus hijos le temían no hizo denuncia alguna; y lo más llamativo: retornó a San Luis
muy ofuscado, con (nombre de denunciante), su esposa y una hijita, pero dejó a su otra
hija, en la escuela donde abusaban de su hijo, pues, según su esposa, la joven estaba en
horario de clases. Y siguen los quiebres: a la semana siguiente, llevó a su hijo a la escue-
la, como si nada hubiera pasado, y se encontró con la novedad de que desde la institu-
ción los habían echado; dicho de otro modo, pretendió dejar nuevamente a su hijo en la
institución donde estaba “el abusador”. A no ser que no haya tomado realmente en serio
los dichos de sus hijos vinculados al abuso que le contaron, no se advierte qué motivo
pudo tener para seguir mandando a dos de sus hijos al Provolo. ¿O resulta plausible que,
ante la amenaza de no conseguir banco en otra escuela, prefiriera que un operario del
Provolo siguiera abusando sexualmente de su hijo, máxime ante la alegada impávida ac-

302
titud de las autoridades de la institución? Estos quiebres atraviesan la acusación; y como
ya lo explicamos en las consideraciones generales de la presente sentencia, no tienen
justificación alguna, o por lo menos, ninguna explicación, dieron los progenitores. Re-
cordamos al señor Fiscal Jefe sosteniendo que desde la hipoculturización y extrema po-
breza, los progenitores optaban por el hotel 5 estrellas que para ellos representaba el
Provolo, pero también reiteramos que ningún padre o madre hizo alusión a ese argumen-
to, ninguno dijo que prefería entregar sexualmente a sus hijos a pedófilos con tal que le
dieran “cuatro comidas”, “calefacción” y “agua caliente”, como lo sostuvo el señor Fis-
cal; y encima, esa justificación que esbozó Fiscalía, no aplicaría a este caso, pues el pro-
genitor del denunciante, era penitenciario, es decir, el hogar contaba con, por lo menos,
un sustento económico.
Volvamos entonces, a la defensa material de la señora Pascual. Sabemos que tomó
conocimiento del supuesto abuso de (nombre de denunciante) para con un alumno de la
institución. Y en ese sentido, la misma señora Pascual, nos explicó, en relación a (nom-
bre de denunciante), que el padre se presentó una mañana temprano, a denunciar, a ha-
blar el caso de su hija pues en su casa había dicho que Bordón la había manoseado, que
ella no se acordaba exactamente el término que usó el progenitor; que se le explicó al
hombre que íban a denunciar; que se lo sacó a Bordón de los albergues hasta que la jus-
ticia interviniera, y que también le pareció oportuno –dado que había tomado estado pú-
blico en la escuela-, organizar una reunión de padres para informarles el hecho; que tam-
bién le pidió a la Licenciada Raffo que hiciera alguna actividad o tarea con los chicos
que eran del grupo de (nombre de denunciante) para ver si podía detectar algo más; ex-
puso que eso no significaba que ella tuviera connivencia con Raffo, sólo que intentó ar-
ticular algunos medios o recursos hasta que la Fiscalía fuera esclareciendo. Agregó que,
si ella hubiera querido tapar eso, no hubiera hecho una reunión con los padres; y dijo
que el señor (padre de denunciante) nunca hizo la denuncia, que fue ella la que le pidió a
la Fiscalía que investigara ese hecho, que se presentó en la Fiscalía de Lujan para que in-
vestigaran ese hecho.
Y efectivamente, en autos P-95687/08 -que versa sobre una denuncia formulada por la
señora madre de (nombre denunciante)- observamos la declaración testimonial de la se-
ñora Pascual (fs. Sub 7/9 de la compulsa de dichos autos). En aquel expediente, declaró
que quería dejar constancia de que el día 17 de noviembre de 2008, se presentaron los
padres de (nombre denunciante), y dijeron que “si algún día Bordón lo violaba, lo iba a
matar”; que también manifestaron que Bordón lo había tocado, se le había metido en su
cama y había hecho exhibiciones obscenas en su presencia. Que inmediatamente, el mis-
mo día 17 de noviembre, Bordón fue retirado de sus funciones como celador y se le
asignaron tareas laborales en horas de la mañana y de tipo administrativas, por lo que
cuando los chicos salían de la escuela e iban al albergue, Bordón debía retirarse, y que el
que se hizo cargo del cuidado del albergue fue el padre Corradi. Aclaró la señora Pas-
cual que el 20 de noviembre de 2008, se presentó -junto con Corradi- en el juzgado de

303
familia con el fin de poner en conocimiento de lo que pasaba en el instituto, por lo que al
ser atendidos por una empleada, les dijeron que debían ir a la Fiscalía de Luján de Cuyo
para que las autoridades competentes investigaran esta situación; frente a esto el padre
Corradi se dirigió a la fiscalía y expuso la situación, donde le dijeron que consultara con
un abogado penalista, y creía que no le habían tomado ninguna declaración. Agregó que
el 24 de noviembre de 2008, se citó a los padres de toda la institución para una reunión
para contar acerca de la situación, reunión que se realizó con la directora de la escuela,
Cristina Leguizza, para explicarles a los padres todo lo acontecido y exponerles también
que la institución estaba haciendo las gestiones para que se investigaran los hechos.
También dijo, respecto a Bordón, que nunca tuvieron problemas con él; y agregó: “pero
igualmente quiero que se investiguen los hechos que se han traído a conocimiento”
[sic]. Y cuando se le preguntó si quería agregar algo más, dijo: Que las autoridades del
instituto quieren que, además de investigar los hechos traídos a conocimiento por la
madre de (nombre denunciante), se investigue el hecho traído a conocimiento por parte
de la familia (apellido del denunciante)”
En síntesis: la señora Pascual, conforme su defensa material y lo que surge del expe-
diente traído AEV por Fiscalía, atendió al progenitor del joven (nombre denunciante),
luego fue con Corradi hasta el juzgado de Familia, sostuvo que de allí los enviaron a la
Fiscalía de Luján de Cuyo y que de allí marchó Corradi a la Fiscalía. Cuando se la citó
en la Fiscalía en virtud de otra denuncia, contó lo ocurrido con (apellido denunciante) y
pidió expresamente que se investigaran los hechos. A su vez, le requirió a la Licenciada
Raffo que examinara a los demás alumnos; y obviamente sin que estuvieran presentes
los dos denunciantes –dos menores-, como lo indica el sentido común, para evitar cual-
quier sugestión, evitar que esos alumnos influenciaran a los otros, o infundieran temor a
todos los alumnos; o para evitar la exposición de ellos o la de las situaciones invocadas
que los involucraban ante los demás compañeros y compañeras en su presencia; a su
vez, ya no podían ser examinados las dos presuntas víctimas por NADIE que no fuera
de un órgano judicial, en virtud de las supuestas denuncias instadas por los progenitores
(esa es una de las recomendaciones de la guía de UNICEF). También hizo una reunión
con todos los padres para informarles lo ocurrido, y, finalmente, apartó de las funciones
de cuidador a Bordón hasta que la justicia investigara.
Todo lo recién reseñado, sobre el examen al resto de los alumnos compañeros de
(apellido denunciante), fue confirmado por la licenciada Raffo, incluso se agregó al ex-
pediente penal, el acta labrada como consecuencia del examen en cuestión. Y hasta la
Licenciada González confirmó que a Bordón se lo apartó de la escuela, de modo que no
tuviera contacto con los alumnos; que ella vio a Bordón trabajando al lado de la señora
Pascual, en la oficina que ella tenía en los talleres. Ahora nos preguntamos: ¿Qué más
debía hacer o se pretendía que hiciera la señora Pascual? ¿la denuncia? Hasta la esposa
del señor (padre denunciante) sostuvo que cuando su marido salió de hablar con Corradi
y Pascual, le dijo que se iba a hacer la denuncia, y que al rato volvió su marido y salie-

304
ron para San Luis, pero que, como el señor era muy reservado no le dijo nada, y que lue-
go como otra hija enfermó de cáncer, ella creía que había quedado todo en la nada; es
decir, se suponía que el señor, progenitor del alumno menor de edad y en un delito de
instancia privada, había decidido instar la acción: reiteramos, fue su esposa la que nos
dijo expresamente, que desde el Provolo el señor se fue directamente a hacer la denun-
cia. No obstante, ese anuncio del señor, la encartada sostiene que fue con Corradi al Juz-
gado de Familia a denunciar, y que de ahí fue Corradi a la Fiscalía, y estos dichos, de la
señora Pascual no han sido refutados. Y fundamentalmente, resulta claro que al ponerlo
al Fiscal en antecedentes del caso (apellido denunciante) cuando fue citada en el marco
de los autos P-95687/08 y manifestar expresamente su voluntad de que se investigara,
acababa de dar la “notitia criminis” y lo acababa de hacer en una Fiscalía, nada más y
nada menos. Por otro lado, ¿Es ocultar, tapar los hechos, convocar a todos los padres a
una reunión y explicarles lo que había ocurrido? ¿Con esa reunión de padres, se favore-
cía o cooperaba con Bordón? La respuesta es negativa. ¿Pedirle a una de las psicólogas
del staff que examine a todos los alumnos, es omitir tomar medidas para evitar los abu-
sos?, y ¿Apartarlo a Bordón del puesto de celador, es evitar tomar medidas desde lo ins-
titucional? Ninguno de los interrogantes planteados puede responderse de manera afir-
mativa, sin caer en un desatino. Resulta imposible de sostenerse la tesis acusadora en es-
te supuesto con los elementos obrantes; y la prueba más acabada de esto, es que ninguno
de los acusadores mantuvo la acusación en este hecho denunciado por (apellido denun-
ciante), en el que venía acusada la señora Pascual de partícipe necesaria (aunque, para-
dójicamente, se lo cita como “indicio” de otros hechos; por ende, como evento acredita-
do).
Por otro lado, sostuvo el señor Fiscal Jefe que, en realidad, no se apartó al señor Bor-
dón del contacto con los alumnos como lo había manifestado la señora Pascual. Recor-
damos que el titular de la acción pública incorporó del Libro del albergue de varones se-
cuestrado en autos (Libro N° 9, tamaño grande, tapa negra con logo “actas”), las anota-
ciones correspondientes al año 2.010, página 13 que dan cuenta que con fecha 17/05/10,
Raúl Sunseri pidió permiso para salir a hacer trámites y los chicos del albergue quedaron
a cargo de Jorge Bordón; y también dio lectura a una constancia del cuaderno de nove-
dades, fechada 11/11/10, (página 24), en la que Jorge Bordón realizó anotaciones del al-
bergue respecto al alumno (nombre alumno), colocando su rúbrica al final del acta; con-
cretamente, se consigna que el niño no puede retirarse de la escuela por no tener autori-
zación paterna; y que pasa la novedad a la señora Pascual. Es decir, de ambos instru-
mentos puede inferirse claramente que el señor Bordón estuvo a cargo del albergue y/o
tenía contacto con los alumnos (aunque fuera en algunos días); pero, debe repararse en
las fechas de esas constancias: son del 2010, o sea dos años después de los episodios na-
rrados por dos denunciantes –que a pesar de haberse anoticiado a Fiscalía –e incluso en
el juzgado de Familia, en el caso de uno de ellos-, no habían tenido ningún tipo de res-
puesta desde lo judicial. ¿Qué se le pretende exigir a la representante legal? ¿Que presu-

305
miera que Fiscalía había actuado con desidia en esos dos años, según criterio del propio
señor Fiscal Jefe en sus alegatos, y ante esa presunción, debía mantener a un trabajador
de la institución sine die en otro trabajo, o se pretendía que lo echaran cuando la justicia
no lo había declarado culpable? ¿Estaba dentro de la órbita de las competencias de la se-
ñora Pascual el despido laboral de Bordón? La señora Pascual fue muy clara explicando
que, ante la sospecha, decidió excluir a Bordón del contacto con los niños, y hasta que la
justicia se expidiera; no parece su obrar contrario a derecho; y tampoco parece irrazona-
ble que se volviera eventualmente a restituir a Bordón en sus funciones, luego de dos
años, sin condena alguna, e incluso hasta con la señora Cintia Fernández pidiéndole que
admitieran nuevamente a su hijo en la institución (según acta Nº 144, confeccionada por
la Psicóloga González –nunca imputada) y en igual sentido, la familia (apellido denun-
ciante) queriendo que sus hijos continuaran en la institución, a pesar de que previamente
habían ido a golpear a Bordón por los supuestos abusos a (nombre de denunciante).
Tampoco podemos soslayar lo manifestado por el señor Fiscal Jefe cuando sostuvo
que conforme el modus operandi de la señora Pascual, luego de este hecho, a la licencia-
da González le quitó el seguimiento del alumno (apellido denunciante), y después la
despidió. La licenciada González explicó que ella había solicitado un recorte de alumnos
a seguir, que por eso no le llamó la atención que pasaran al joven (apellido denunciante)
al control de otra psicóloga, que no le pareció que eso generara algún tipo de interven-
ción y que no recordaba nada en particular. Es decir, la profesional en cuestión no lo
asoció a un obrar doloso de Pascual o algo que estuviera fuera de cánones normales de
la distribución de trabajo en la institución. Y con relación a su despido, dijo que ella en
el momento lo relacionó con que ella se negó a trabajar de una manera que ella conside-
ró irregular con las obras sociales; pero que, visto ahora, en perspectiva, podría haber si-
do que la despidieron porque instó al padre de (nombre de denunciantes) a denunciar; o
sea, buen ejemplo de un afirmaciones especulativas, con escaso, cuando no nulo poder
confirmatorio.
Finalmente, no podemos dejar de consignar que la señora (nombre denunciante), con
relación a (nombre denunciante), nos dijo que muchas veces vio que Bordón se llevaba a
(nombre denunciante); que cierta vez, estuvo presente cuando (nombre denunciante) le
contó a su hermana que Bordón lo abusaba, que como ella escuchaba un poco, pudo oír
la conversación; y que como ella no le creyó a su hermano, el denunciante se lo contó a
ella. Pero ocurre lo mismo que con otros denunciantes, pues, (nombre denunciante) tam-
poco confirmó sus dichos; jamás dijo haberle contado a Lizarraga algo porque su her-
mana no le entendiera. Nuevamente, esto tampoco juega a favor de la credibilidad de la
declaración de (nombre de otra denunciante).
7) La situación de (nombre denunciante): Sostuvo el señor Fiscal Jefe que este hecho
ocurrió en el 2010 y también lo trajo de ejemplo para demostrar el conocimiento de abu-
sos sexuales por parte de la señora Pascual y su patrón de conducta.

306
En ese sentido, nos recordó la declaración de la Licenciada González. La profesional
nos contó que cierto día fue el papá, y le dijo que José Luis Ojeda había querido abusar
de su hija, que la niña le había contado que en el sector baños, Ojeda se había acercado
para besarla, que la niña se pudo defender y se lo contó a su progenitor. Manifestó la li-
cenciada que el señor fue a su oficina con ese relato, y ella le dijo que eso era serio, que
debía ser denunciado y que ella iba a hacer una reunión con las autoridades. Que por
eso, hizo una reunión de gabinete con Pascual, el papá de la niña y con José Luis; le pi-
dió que fuera también el padre Nicolás, pero no fue. La única que concurrió, fue Pas-
cual, el papá explicó ese hecho puntual, el papá manifestaba que quería denunciar, as-
pecto que ella apoyó, lo tranquilizó y le dijo que era importante que se denunciara; la se-
ñora Pascual le explicaba que Ojeda tenía retraso mental y parecía exculparse; salieron
de su oficina y Pascual le pidió que se incorporara a sus actividades que ella se iba a ha-
cer cargo de la situación. Que como no se quedó tranquila, fue a la oficina de Corradi, y
que justo salió del lugar la señora Pascual. pensó que había ido a decirle al cura. Narró
que cuando ella ingresó a la oficina, Corradi le dijo que se fuera, que se retirara; ella se
opuso y le dijo que le iba a comentar lo que el papá le había dicho; que Corradi estaba
muy ofuscado, no sabía si la escuchó, pero le pedía que se retirara de la sala. Finalmente
nos manifestó que ese día había sido el cierre del ciclo escolar; que empezaron las vaca-
ciones de invierno y cuando retomaron, ella le preguntó a Pascual cómo continuó la si-
tuación y ésta le dijo que se había hecho cargo y que José Luis ya no iba a estar en el
mantenimiento del edificio escolar; agregó la licenciada que a partir de ese momento lo
vio con jardinería, lejano al sector de la escuela. En síntesis: según la licenciada, el padre
de (nombre de denunciante) le contó que su hija le narró que Ojeda había querido darle
un beso y ella se había defendido; que en la reunión la señora Pascual intentó minimizar
la situación, pero que no obstante, retiró a Ojeda del contacto escolar; la misma testigo
manifestó que lo vio a Ojeda en jardinería, lejano al sector de la escuela.
Por su parte el señor papá, sostuvo que cierto día lo citaron de la escuela, y la señora
Pascual le comentó lo que había pasado: (nombre de denunciante) le pidió permiso a la
maestra para ir al baño, y que la persona que la atacó estaba limpiando o cerca del baño;
era el jardinero, y para él tenía un problema, un retraso algo. Que (nombre denunciante)
le contó que ingresó al baño, y que él estaba en el baño, o cerca, y la quiso agarrar o la
empujó –no le quedó claro-, y ella lo rasguño. Reiteró que por eso lo llamaron diciéndo-
le que iban a sacar a su hija de la escuela. Agregó que él no quería sacar a su hija de la
escuela, y que después de unas conversaciones con gente del trabajo que le dijeron que
la amenazara con que iba a hacer público el incidente, él fue y le dijo a Graciela que lo
iba a publicar, que eso fue todo; le dijeron que iban a remover al jardinero.
En síntesis: ambos testigos de oídas, le atribuyen a (nombre denunciante) un incidente
con Ojeda en la zona de los baños. Uno dice que la quiso agarrar o la empujó, la otra di-
ce que le quiso dar un beso. NO contamos con el testimonio (nombre de denunciante);
pero sí podemos afirmar que ambos testigos coincidieron con la medida que tomó la se-

307
ñora Pascual, retiró al señor Ojeda del contacto con los chicos. Es más, se advierte algo
que resulta llamativo: repasemos los dichos del señor papá, ya que el señor Fiscal Jefe
sostuvo que, como siempre la señora Pascual amenazó con echar a su hija de la institu-
ción: el papá sostuvo que consultó con sus compañeros de trabajo, y le dijeron que fuera
a los medios y contara de la amenaza, ningún compañero le dijo que hiciera la denuncia
contra Ojeda, ni contra Pascual, ni contra el Provolo por el “intento de beso”; es decir,
¿ni tan sólo los compañeros de trabajo –ajenos totalmente al entorno del Provolo- se fo-
calizaron en el hecho que supuestamente narró (nombre denunciante) a su padre? ¿To-
dos priorizaron que la niña no fuera echada de la escuela en vez de la integridad sexual
de la menor? Nada parece razonable, y menos luego de escuchar al padre diciéndonos
que no hizo denuncia alguna, que siguió mandándolo al Provolo a su hijo, que el Provo-
lo fue lo mejor que le pudo pasar a su hijo, pues gracias al Provolo pudo tener la vida
que tuvo; y muchísimo menos parece razonable luego de que nos contó que hasta el día
de hoy su hijo le dice que él en el Provolo no vio nada ni se enteró de nada –refiriéndose
a los abusos denunciados-.
En síntesis: estos hechos, traídos con el rótulo de “indicios”
por los señores acusadores, no parecen tener entidad suficiente como para dar por acre-
ditado lo que se predicó: que la señora Pascual, desde el poder autoritario que ejercía co-
mo directora de talleres y/o representante legal de la institución, se encargaba de evitar
las denuncias de abusos sexuales contra Ojeda y Bordón (pues adviértase que los ejem-
plos se refieren sólo a ellos); y que trataba de desviar la responsabilidad hacia las fami-
lias y/o los alumnos, y así, omitiendo hacer ella la denuncia, participaba en esos hechos.
6.2. Luego de estas aclaraciones, vamos, entonces, a abordar
los hechos por los que se mantuvo la acusación en los presentes, en los que se vincula a
la señora Graciela Pascual:
6.2.1. Hecho nueve de Ojeda:
Ya nos referimos al tratar la primera cuestión de los presen-
tes fundamentos, que no advertimos motivo para declarar la nulidad del testimonio brin-
dado por el joven 8nombre denunciante) durante el debate. Pero también hemos explici-
tado que las falencias apuntadas por los señores Defensores, concretamente, la interven-
ción de terceros en su testimonio, conlleva inexorablemente como consecuencia la pér-
dida de credibilidad del relato, pues ya no sabemos si su relato obedece a sus recuerdos,
o si responde a sugestión, o directamente a indicaciones de personas de su entorno. He-
cha esta aclaración, comenzaremos con el estudio y ponderación de las evidencias traí-
das por las partes.
Para el análisis de este hecho, el señor Fiscal Jefe y el pre-
sentante del señor denunciante, nos recordaron a los fines de ponderar sus manifestacio-
nes, que el denunciante desde muy temprana edad había estado separado de su madre,
pues ésta lo había llevado al Provolo de La Planta cuando tenía 2 años, ella había regre-

308
sado a Misiones, y por eso el niño tenía contacto con su progenitora sólo en vacaciones;
nos explicaron que ello le confería al joven oriundo de Misiones, mayor vulnerabilidad.
También sostuvieron que había que tener en cuenta, y el se-
ñor Fiscal Jefe lo propuso como pauta de valoración de su testimonio, el “grado de inte-
ligencia” del denunciante, su pobre manejo de LSA, su bajo nivel de instrucción formal
y que poseía escasos recursos de comunicación.
Entendemos que todos esos factores son insoslayables a la
hora de valorar el testimonio; e incluso podríamos agregar el estrés y agotamiento que
produce a cualquier ciudadano tener que volver a presentarse en tribunales para declarar
nuevamente y sobre lo mismo; e incluso tampoco puede dejarse de tener en cuenta la
cantidad de años que han pasado desde que el joven estuvo de pupilo en el Provolo, que,
obviamente, juega en contra de su memoria y desdibuja sus recuerdos.
Es más, también debemos añadir, para poder dimensionar
hasta el estado de ánimo del testigo, el incordio que genera tener que declarar de manera
virtual y con pésima conexión de internet, ello suma estrés y resta paciencia. De todas
maneras, y afortunadamente, contamos con la presencia de varios intérpretes (de la De-
fensa, de la Querella y los dos intérpretes nombrados por el Tribunal; e incluso, de otra
profesional que estaba a su lado, en Misiones), que fueron sorteando la mayoría de los
problemas de comunicación (fueran derivados de su escaso manejo de LSA, fuera de co-
nexión a internet), de una manera digna de destacar; aunque, también debemos remar-
car, que en más de una oportunidad, los intérpretes nos dijeron que no lograron enten-
derle lo que estaba declarando.
Mas, debemos recordar que el testimonio del (nombre de de-
nunciante) fue uno de los referenciados en ocasión de hablar de posibilidad de contami-
nación/sugestión de los relatos en las consideraciones generales de los presentes funda-
mentos.
Fue un caso muy llamativo pues nos contó que previo a de-
clarar en nuestro debate (concretamente, el domingo anterior), él había visto la cámara
Gesell que había hecho en la investigación penal preparatoria; nos explicó que se veía
entrecortado –como nos estaba viendo a nosotros, aclaró-, y que se lo había mostrado la
intérprete Débora Pizarro, con la intérprete Alcar y que estaba con su abogado, el Dr.
Barrera, en Mendoza (Pizarro es de las intérpretes que ha asistido a los denunciantes en
sus testimonios desde el inicio de las denuncias). También explicamos, que luego se re-
tractó de esos dichos –cuando unos días después respondió al reexamen directo de su
abogado-, y aclaró que había mentido, que él no había visto esa cámara Gesell el domin-
go anterior con la asistencia de Pizarro; que no había hablado por teléfono y ni tan sólo
les había mandado un mensaje. Para apreciar la sinceridad de esta retractación, es im-
portante recordar que en una de las oportunidades en que Jaque fue consultado sobre la
visualización de la Cámara Gesell previa a su declaración en el juicio, el testigo se impa-
cientó y hasta solicitó los teléfonos de los miembros del tribunal para que la propia Piza-

309
rro nos explicara la situación. Este comportamiento da cuenta, o como mínimo sugiere
que el evento no sólo existió, sino que el propio testigo procuraba ser creíble al respecto.
También referenciamos que, durante el debate, tuvimos
oportunidad de ver en el borde inferior de la pantalla –mientras él declaraba de manera
virtual, desde Misiones-, una mano de la intérprete que estaba acompañándolo, hacién-
dole señas detrás de cámara, y ello, a pesar de que le habíamos explicado que ella no po-
día intervenir. Sobre esa parte de la mano de la señora que apareció, el intérprete Vando-
ne dijo que podía haber sido que le estaba trasmitiendo la seña de “sexo”, conforme al
léxico mendocino (pues se alcanzaban a ver dos dedos –índice y medio-); la intérprete
Bossio, sostuvo que era evidente que algo le estaba diciendo, pero que no alcanzaba a
interpretar con claridad qué era.
Debemos agregar que, efectivamente, cuando el día 7 de no-
viembre de 2022, se le preguntó al señor (nombre de denunciante), qué veía Ojeda en su
habitación, en la computadora, el joven respondió “juegos de autos, de animales, jue-
gos”. Que a partir de ese momento, se detuvo en sus señas, quedó mirando fijo, hacia
adelante y se vieron los movimientos de una mano, en el borde inferior de la pantalla;
luego de mirarlos, él le hizo una seña con su mano derecha al o la interlocutora que no
se veía en pantalla, es decir, interactuó con la persona que estaba delante suyo -pero
atrás de la cámara-, y recién ahí agregó “cosas de sexo”.
Sabemos pues los intérpretes Vandone como Bossio, nos ex-
plicaron que la intérprete de Misiones, sentada atrás de la cámara, y a pesar de la adver-
tencia de que no podía intervenir, le dijo algo en LSA. Sabemos que Jaque interactuando
con ella, algo le contesta. De ello colegimos que no le estaba dando cigarrillos o ceban-
do mate, como dijo la señora a modo de clara excusa. Sabemos que espontáneamente,
respondió que Ojeda miraba jueguitos en la computadora, y que luego de esa interven-
ción de la intérprete –fuera de cámara- y la consiguiente pausa del testigo (hasta que ter-
minó de recibir el mensaje), el denunciante agregó “cosas de sexo”. Por todo ello, pode-
mos sostener y sin ambages, que la intérprete interfirió en la declaración del denunciante
y que luego de esa intervención hizo un agregado a sus dichos que no tenían ninguna re-
lación con los juegos que acaba de mencionar.
E incluso, hicimos alusión a que, luego de que las personas
que lo estaban asistiendo en la cámara Gesell nos informaran que en el cuarto interme-
dio, el joven se había descompensado, la Psicóloga Espínola envió un informe dando
cuenta de que el denunciante se encontraba en un estado de “desconfianza” por tener
que declarar y que dicho estado se había exacerbado por sus pares. De ello se infiere sin
mayor esfuerzo que, entonces, no sólo había tenido contacto con la intérprete y su abo-
gado el domingo, también lo tenía o había tenido con sus “pares”, que le estaban gene-
rando desconfianza respecto al juicio. Pero, tampoco podemos soslayar que en el infor-
me que acabamos de referenciar, se consigna que la descompensación era producto de
que había tenido que hablar de Ojeda y Gómez, que eran sus abusadores, cuando, hasta

310
ese momento, no había ni tan sólo mencionado un abuso sexual; es decir, las asistentes
de Misiones conocían lo que Javier iba a declarar.
Asimismo, ya hemos explicado que todo ello devalúa la cre-
dibilidad del relato del señor denunciante (o de cualquier testigo). Y debemos resaltar
que, más allá de abrir las puertas a la contaminación, e implantar la duda sobre qué de lo
narrado fue de su recuerdo y qué fue lo implantado, “dictado” o sugerido, recordamos
que cuando se pregunta por las generales de la Ley a cualquier testigo, es para ponderar
si tiene interés en las resultas del caso; estas manifestaciones del denunciante, admitien-
do que había visto el domingo anterior la cámara Gesell, pues Pizarro y Barrera habían
hecho una video llamada, esa respuesta que completó luego de las señas que le hizo la
intérprete ubicada atrás de la cámara –que de casualidad alcanzamos a ver-, nos hacen
preguntar, no tanto por el interés del denunciante (el que va de suyo), sino por el interés
del entorno del denunciante. Cualquiera haya sido la motivación para intervenir en la de-
claración de (nombre denunciante), la consecuencia de ello, emerge con suma claridad:
el valor que pueda dársele a ese testimonio decae sensiblemente: la sospecha ya está ins-
talada, y, paradójicamente, la instalaron quienes debían asistirlo en la audiencia, repre-
sentarlo jurídicamente y hasta por sus propios “pares”.
Sobre estas circunstancias, los acusadores sostuvieron: que
resultaba imposible que por WhatsApp la intérprete o el Dr. Barrera le hubieran enviado
el archivo de la cámara Gesell a (nombre denunciante) porque era un archivo de 875
Megas (es decir, enorme, pesado). A su vez, argumentaron que en la pantalla, mientras
estaba respondiendo el señor denunciante, sólo se habían visto “dos dedos” y que no se
alcanzaba a poder interpretar. Omitieron recordar que se vio más que dos dedos, se vio a
esos dedos “señando”: los intérpretes Vandone y Bossio fueron claros sosteniendo que,
estaban hablando Lengua de Señas; es decir, las manos estaban diciéndole algo al testi-
go mientras declaraba. Entonces: si luego de esa interferencia, Jaque Rolón, agregó a su
relato “cosas de sexo” que NO lo había dicho espontáneamente, esa intervención de la
intérprete misionera no es inocua, tiene entidad suficiente para sembrar la duda.
Por lo demás, sabemos que se puede enviar por WhatsApp
un link de un almacenamiento de cualquier nube (drive); e incluso que también se puede
comprimir un archivo voluminoso para facilitar su envío, o que se pueden enviar seg-
mentos de ese archivo, es decir, sólo partes que se consideran de relieve para ser visuali-
zadas por el testigo antes de su declaración en el debate. Ignoramos si el señor denun-
ciante es amante de la tecnología (como lo son la mayoría las personas jóvenes) o no,
como para poder “bajar” de la nube algún archivo; de todos modos, sabemos que sim-
plemente tocando con el dedo el link enviado por WhatsApp puede comenzar a bajarse
el archivo; y también sabemos que el joven cuenta con varias personas dispuestas a ayu-
darlo y asistirlo (Vgr.: sus pares, las intérpretes de Misiones)
Ocurre que, aun soslayando todas las intervenciones o inje-
rencias de terceros en su relato, se debe destacar que durante el debate, espontáneamen-

311
te, el denunciante no relató los abusos de los que da cuenta la acusación; sólo se limitó a
ratificarlos luego de que se incorporaran y se le exhibiera lo que había declarado en las
cámaras Gesell durante la investigación penal preparatoria. Y esa ratificación, no fue
acompañada de otra justificación que no fuera que para él era todo difícil, que ya lo ha-
bía contado y no quería volverlo a narrar.
No dudamos de la tremenda dificultad que puede significar
prestar declaración sobre ataques sexuales; que a la afrenta física/psíquica sufrida por el
vejamen, se le debe sumar la vergüenza de tener que exponer el hecho ante terceros y re-
vivir el dolor ocasionado. Ello resulta claro, ningún operador judicial puede olvidarlo ja-
más -menos un tribunal consciente de esa vulnerabilidad-, debe tenerse en cuenta a la
hora de ponderar el relato, como ya lo hemos dicho y lo reafirmamos en este caso con-
creto. Por ello, resulta hasta atendible que el señor denunciante, no narrara espontánea-
mente los abusos que ya había relatado y nos explicara que no quería volver a decirlos.
Pero, la circunstancia, si bien atendible, mermó la fiabilidad
que puede asignársele a sus dichos. Justificamos: al no querer declarar más sobre esos
temas, se incorporó lo que había manifestado en las cámaras Gesell, y, si bien ratificó la-
cónicamente aquellos dichos, a la hora de responder las preguntas que se hicieron en ese
sentido, comenzaron a surgir las inconsistencias.
También se recordará que luego de hacerle ver que se había
contradicho, que nos había contado que (nombre se resguarda) y su abogado le habían
mostrado su declaración en Fiscalía, y que luego se había retractado, el joven expresó
que nos había mentido. Sobre ello, sostuvo el señor Fiscal Jefe que el mismo joven ha-
bía expresado (o definido) lo que él entendía que era la mentira; había sostenido que era
lo contrario a la realidad. Pero el titular de la acción sostuvo –en base a lo que muchas
personas oyentes expresaron durante el debate-, que las personas sordas tienen pensa-
miento concreto; agregó que “mentira” es un concepto abstracto, y, por consiguiente, no
podíamos asignársele a esa manifestación del denunciante mayor trascendencia. Sobre
este tema, advertimos:
1) Si fue el propio denunciante quien dio una suerte de definición tan correcta de menti-
ra, significa que entendía cabalmente el significado de la palabra. Es más, el término
“realidad” –al que aludió en contraposición a “mentira”-, es otro concepto abstracto y lo
habría usado el mismo denunciante; es decir, habría demostrado comprender conceptos
abstractos, o por lo menos, esos dos conceptos abstractos. También quedó en evidencia
que no influyeron en eso los escasos “recursos comunicacionales” que le atribuyó el se-
ñor Fiscal Jefe al denunciante.
2) Si alguna duda quedaba, recordamos que el joven, utilizó en otro momento de su de-
claración la palabra “mentira” y le dio el mismo significado que cualquier persona oyen-
te. Fue cuando habló de un abuso sexual de Corbacho, estando él durmiendo; y agregó
que Corradi lo retaba a Corbacho y después se olvidaba, que era todo mentira.

312
3) Podrán o no las personas sordas carecer de pensamiento abstracto; muchos estudiosos
no son tan tajantes en sus conclusiones al respecto, sino que sostienen que existen distin-
tos grados o niveles de abstracción, dependiendo de muchos factores. Se dice que los ni-
ños sordos presentan una evolución similar a la de los niños oyentes aunque con un re-
traso entre dos y cuatro años, en función del nivel de abstracción requerido para alcanzar
el concepto estudiado (Cfr.: http://lenguadesignosnee.blogspot.com/p/1-
introduccion.html , consultado el 29/8/23). Pero lo cierto es que no sólo Jaque Rolón,
sino también muchos de los denunciantes que vinieron a declarar en el debate, usaron la
palabra “mentira” y en una correctísima acepción. Por ejemplo: (nombre de una denun-
ciante), que nos contó que cuando la atacó sexualmente Corbacho, la encontró (nombre
de otra denucniante) en el baño sangrando, que ella le decía a (nombre de testigo) que
estaba con la menstruación, y (nombre de denunciante) le decía que era una mentirosa.
Otro ejemplo: la misma señorita (nombre denunciante), cuando nos contó que ella le se-
ñalaba a su mamá al cura Corbacho y le decía que la había violado, y su mamá le decía
“Mentiras”. Otro más (nombre que se preserva), nos contó que no le gustaba (nombre
denunciante) porque decía mentiras. Y uno más: (nombre de denunciante), relató que la
señora Kosaka se asomaba por la ventana del cuarto de aquella y como no veía a Ojeda,
le decía a la denunciante que era una mentirosa. Y más: (nombre de denunciante), sordo
y de familia sorda; todos hablaban LSA, él justamente por pertenecer a una familia sor-
da, habló por señas desde muy chico, según nos contó; nos dijo que él le contaba a su
padre los sufrimientos del Provolo y su padre lo trataba de mentiroso. En síntesis: la pa-
labra “mentira” y su correcto significado, no es ajena para las personas sordas que ha-
blan LSA; o por lo menos, para (nombre de denunciante) y varios de sus compañeros
denunciantes. Y ello nos lleva a concluir que, desde lo conceptual o semántico, la menti-
ra que invocó (nombre de denunciante), no tiene justificativo en un eventual desconoci-
miento del significado de esa palabra abstracta; no aplica a nuestro caso.
Finalmente, nos recordó el señor Fiscal Jefe, que (nombre de
denunciante), se había descompensado mientras declaraba; que ello era prueba de que
no llegaba “preparado” a declarar (se refería a que alguien le hubiera dicho lo que tenía
que declarar); agregó que justamente, se descompensó pues su declaración tenía un cos-
to emocional para él. Omitió recordar que vimos a la intérprete de Misiones intervinien-
do en Lengua de Señas en su relato, mientras estaba oculta de la cámara; eso es lo más
parecido a direccionar una respuesta del testigo. Y queremos dejar bien claro: esa fue la
seña que alcanzamos a ver por la torpeza de la intérprete que dejó que se vieran parte de
sus manos; pero ignoramos cuánto más pudo haberle dicho/sugerido previo a ser descu-
bierta, o cuánto más pudo indicar en los intervalos que se hicieron en el debate, o el día
anterior en su casa; es decir, evidentemente, perdió credibilidad y abrió las puertas a
cualquier duda sobre la autoría intelectual de las declaraciones del denunciante. Y de
igual manera, mostrarle la declaración que él ya había efectuado en Fiscalía, uno o dos
días antes de declarar –el domingo-, es refrescarle la memoria, “preparar” al testigo an-

313
tes de que comparezca a declarar en el debate. Y repárese que no hablamos de la prepa-
ración del testigo que se promueve desde la moderna doctrina de litigación oral, que
consiste en el acto profesional de anticipar al testigo el escenario dentro del cual prestará
declaración, informarle que va a recibir preguntas no sólo de la parte que lo propone,
sino también de la parte contraria y que esas interrogaciones pueden impresionarle hosti-
les, o simplemente entrevistarlo para conocer qué sabe sobre el hecho en cuestión, sin
influir en su testimonio. Cuando mencionamos aquí “preparación”, hablamos de la que
no está permitida bajo ningún parámetro, que es la de proveer total o parcialmente de
contenido al relato del declarante, la de indicarle o sugerirle a este qué decir o cuando, o
qué no decir.
De todos modos, y como consecuencia de esa descompen-
sación mientras declaraba, invocada como costo emocional por el señor Fiscal Jefe, vol-
vemos a reiterar lo ya consignado en las consideraciones generales de estos fundamen-
tos, y ello conforme lo indican Antonio L. Manzanero, Margarita Diges –remitiéndose a
Loftus y Coam-; concretamente, nos referimos a las consecuencias de la sugestión o au-
tosugestión de los testigos: que esos testigos, están convencidos y van a seguir convenci-
dos que el hecho que narran ha sido real, y ello, obviamente conlleva el correlato emo-
cional cuando declaran esos sobre esos recuerdos (falsos/implantados/sugeridos). De allí
que la afectación o descompensación del testigo narrando estos hechos, en casos como
estos, en los que han pasado años, han tomado tanta publicidad, han sido contado tantas
veces, es decir, en casos donde la contaminación es tan altamente factible, no puede ser
un indicador preciso y mucho menos dirimente, a la hora de evaluar la credibilidad del
relato.
Finalmente, recordamos al Dr. Iturbide, durante sus alegatos,
explicándonos que en realidad, el señor (nombre denunciante), dijo espontáneamente,
que Pilo y Bordón le pegaban y le encintaban la boca; pero que ello no fue traducido por
el intérprete Fránsica. Que él (nos referimos al señor Fiscal Jefe), a través de un libro di-
gital de una eminencia en LSA, había advertido que eso lo había declarado el denun-
ciante, aunque Fránsica no lo hubiera traducido.
Debemos puntualizar que el señor declaró en noviembre del
2022. Y duramente varios meses más, las partes continuaron produciendo su prueba. Es
decir, Fiscalía tuvo oportunidad de advertir ese supuesto déficit en la interpretación de
Fránsica, al igual que el Querellante -a través de la señora Alcar,- durante bastante tiem-
po, por cierto. Tuvieron la oportunidad de preguntar a los intérpretes si había alguna
omisión en la traducción, en la medida que todo está video grabado. Y nada hicieron. O
peor aún, el señor Fiscal Jefe, hizo una propia interpretación en los alegatos de clausura
y sin que ella pudiera ser confrontada por las partes en el periodo de producción y con-
trol de la prueba. Ignoramos qué manejo tiene el titular de la acción pública de LSA, pe-
ro sí sabemos que para todas las interpretaciones que se hacen en audiencia judicial, rige

314
lo normado por el artículo 146 y 237 del Digesto Adjetivo; también tenemos claro que
sus explicaciones, y sin poder ser confrontadas, no se pueden valorar.
Hechas estas aclaraciones, y aun teniéndose bien en cuenta
que es imposible conocer la autoría intelectual de su testimonio, recordemos qué dijo el
señor Jaque Rolón respecto de la señora Pascual:
En realidad, no la mencionó por su nombre, en algún mo-
mento la llamó por su apodo (Jefa); pero siempre se refirió a ella como “la profesora”.
Podemos inferir que se trata de la señora Pascual porque dijo que estaba en un escrito
donde estaban los talleres.
Como ya anticipamos, nada contó espontáneamente. Así
cuando se le preguntó por el señor Ojeda dijo que lo conoció, que era un bruto, muy ma-
lo. Reiteró que era malo y nos dijo que, por ejemplo, cuando estaba trabajando en la ma-
dera, en el jardín, en la huerta, pasaba con el tractor (máquina de cortar el césped); daba
vueltas y se ponía nervioso y se iba a la computadora; que él miraba y advertía que Oje-
da en la computadora se quedaba como hasta las 2 o 3 horas de la mañana, navegando
en internet, que veía juegos de autos y animales, y, luego de que aparecieran subrepticia-
mente esas manos en la pantalla, agregó “cosas de sexo”.
Como fue imposible, a pesar de los esfuerzos que realizó el
señor Fiscal Jefe, que manifestara algo vinculado con el objeto procesal o contenido de
su denuncia, a pedido del titular de la acción pública, se incorporó la cámara Gesell que
había brindado en la investigación fiscal, en la parte donde había declarado que José
Luis le pegó en el ojo y lo llevó, escaleras arriba; que en el altillo, donde estaba oscuro,
lo ató, le encintó la boca, y él no podía ni hablar ni gritar. Le bajó los pantalones y lo pe-
netró analmente; y agregó que eso ocurrió durante años, muchas veces. También en
aquella oportunidad había manifestado, que cuando se despertó del desmayo, quería gri-
tar y no podía pues tenía la boca atada, y Ojeda lo agarró y lo penetró. Dijo que a él le
dolía, todos los días, no podía caminar del dolor; también le pegó y se desmayó. Que
después le sacó las cintas, bajaron, lo dejó escondido y se fue. Agregó que cuando se
despertó le dolía, le dolía y tenía sangre, no podía mirar, tenía el ojo hinchado.
Luego de ver esa secuencia de la cámara Gesell, dijo que se
acordaba, y preguntó ¿para qué lo repiten otra vez? Se le recordó que acaba de relatar
otra cosa y, visiblemente molesto, nos dijo: “han vuelto a poner lo que ustedes ya sa-
bían. Sí, es así lo que yo conté … eso que a ustedes les interesa saber, es así. Ahora al
verlo, tengo que decir que sí, que es así”. Obviamente, luego del halo de sospecha que se
instaló en sus dichos, al haber manifestado que el domingo había visto la cámara Gesell,
la respuesta que él brindó, abrió paso a dos interpretaciones: los acusadores, sosteniendo
que de ese modo, había ratificado los abusos sexuales que él había narrado en Fiscalía;
los defensores sosteniendo que lo que ratificaba era lo que decía la cámara Gesell que –a
esta altura- la había visto dos veces en menos de una semana (una el domingo en su ca-
sa, y la otra en el debate).

315
De todas maneras, a continuación, fue claro diciendo que era
así, como nosotros acabábamos de ver en aquella filmación, que Pilo y Ojeda lo habían
penetrado, que tenía sangre y que lo llevaron al hospital.
Y sobre el hospital aclaró: que Corradi, Asunción, Bordón y
“la profesora”; ellos cuatro lo llevaron al hospital, pero no lo trasladaron los cuatro jun-
tos, sino que fueron llevándolo de a uno.
Y agregó y repitió varias veces que los médicos y enferme-
ros vieron que tenía sangre. Sostuvo que los médicos por lo de la sangre, le pusieron al-
go ahí, cuando lo atendieron le pusieron algo en la nariz como cuando uno está resfria-
do, y le dieron medicación, un líquido para tomar; que a la tarde le pusieron algo ahí, lo
llevaron al baño a hacer caca, y en un frasco con tapa, guardaron la materia fecal y en el
hospital lo analizaron.
Y con esta manifestación, deberíamos ya concluir que no se
ha acreditado el pretendido conocimiento de la señora Pascual en los abusos que dijo
(nombre de denunciante) padecer de Ojeda y también la presunta comisión por omisión
enrostrada: nadie llevaría a un niño a un hospital luego de haber sido abusado sexual-
mente, para que médicos y enfermeras lo vean sangrando, si está en complicidad con el
atacante sexual; todos sabemos que justamente mostrar a médicos y enfermeras un niño
con herida sangrante producto de una agresión sexual, implica la activación de los proto-
colos y la consecuente intervención judicial hasta desde el mismo nosocomio.
Llama poderosamente la atención que luego de que el propio
denunciante hiciera mención expresamente a que por los abusos lo llevaban al hospital y
los médicos veían que estaba ensangrentado, los acusadores en sus alegatos, continuaran
manteniendo la acusación. Escuchamos al mismo señor Fiscal Jefe reconocer que (nom-
bre de denunciante) había manifestado que Pascual lo llevaba al hospital; para luego
ponderar otras circunstancias como que la señora Pascual compartía despacho con Bor-
dón y como Bordón manejaba el vehículo Traffic, entonces ella debía saber que lo lle-
vaban al médico (adviértase que ni siquiera está situado ese evento temporalmente y en
horarios aproximados, como para saber si Pascual estaba en el edificio del Provolo
cuando Bordón movilizaba la traffic); también ponderó como indicio que (nombre de
denunciante) había manifestado que Corradi, Pascual y Bordón estaban siempre juntos,
por lo tanto tampoco podía ignorar que Corradi lo llevaba al hospital a (nombre denun-
ciante). Es decir, desde Fiscalía se siguió insistiendo en que la “cúpula de poder”, que se
manejaba de “manera endogámica”, luego de los reiterados abusos sexuales del joven
(nombre denunciante), llevaban al hospital a la criatura para que los médicos curaran sus
heridas anales sangrantes. Dicho de otro modo: se siguió insistiendo en el quiebre que
tiene el relato del denunciante y la acusación: si se lleva a un niño con evidentes signos
de abuso sexual –sangre en la zona anal-, a un hospital, se activan los protocolos o, el
Fiscal debe sacar compulsa e imputar a todos los médicos y enfermeras del hospital por
cómplices.

316
Al dar por cierto y pivotear los argumentos de los acusadores
en que la cúpula de poder de la institución –incluida la señora Pascual-, llevaba al hospi-
tal al niño para que le curaran las heridas producto de las agresiones sexuales, naufragó
la hipótesis acusadora por fantasiosa. Lo que podría ser atendible o dispensable en el tes-
timonio de una persona hipo culturizada y con dificultades de comunicación -conforme
criterio de los propios acusadores- y sugestionada –por añadidura-, es intolerable o inad-
misible en los acusadores. O sea, el denunciante, pudo haber hecho ese relato desde sus
falsos recuerdos –implantados o autogenerados- o haber vinculado los abusos sexuales
sufridos de parte de Ojeda con sus asistencias en el hospital (aunque esto último, tam-
bién sería un ejemplo de falsa memoria); pero los operadores judiciales, no podían desde
un razonamiento lógico derivar de allí participación criminal de Pascual en los alegados
abusos.
En ese sentido, se advierte la misma falencia que observa-
mos en el relato de (nombre de otra denunciante), cuando culpó a la señora Kosaka por-
que luego de ser abusada por Corbacho, le ponía pañales, la mandaba a clases y a todos
les decía que estaba con pañales. E incluso, el relato de (otra denunciante), cundo sostu-
vo que ella iba y le avisaba a la señora Kosaka que Ojeda había entrado a su dormitorio,
la religiosa se levantaba, iba hasta a su habitación y no encontraba a nadie, cerraba la
ventana y la persiana y luego Ojeda volvía a entrar. En estos dos casos, al igual que en el
que estamos abordando, el relato es inverosímil, contrario a las reglas de la lógica, la ex-
periencia, la psicología y el sentido común, pero lo ponderaron parcialmente, en una
suerte de focalización en el “contenido sexual” y obviando o no reparando en todas las
circunstancias concomitantes y periféricas de ese relato.
De todos modos, y a cualquier evento, continuaremos con el
análisis de los dichos del joven (nombre de denunciante), al único y sólo efecto de de-
mostrar que nada puede revertir las falencias ya señaladas, es decir, altísima posibilidad
de contaminación de su relato e inverosimilitud de su tenor.
Continuó el denunciante sosteniendo que Gonzalo –el mu-
chacho que los cuidaba en el albergue-, le preguntó cómo había sido lo de Ojeda y la
sangre. Aun en la hipótesis que así se lo hubiera contado, (nombre denunciante) nos dijo
que Gonzalo le manifestó que iba a decírselo a Corbacho, a Corradi y a Espinelli; y que
luego Gonzalo lo llevó con las profesoras y le pidió a él que les contara. Manifestó que
la profesora estaba en la computadora, la corrió y él le “dijo lo de la sangre”; que la pro-
fesora le dijo “sos un cabeza dura” y exclamó: “Oh!”; sostuvo que le preguntaba quién
fue, pero él miraba para abajo porque le había dado vergüenza. Es decir, según su relato,
él pudo contarle que sangraba por el abuso sexual, pero cuando la señora Pascual le pre-
guntó quién le provocó eso, a la hora de decir el nombre, la vergüenza se lo impidió. Lo
llamativo de esta versión del denunciante, es que Gonzalo, es decir, el muchacho que lo
llevó a lo de la señora Pascual y le pidió a Jaque que contara la historia; justamente Gon-
zalo, a quien (del denunciante) ya le había contado “un poco” del abuso de Ojeda, tam-

317
poco le dijo a Pascual el nombre del agresor del denunciante. Dicho de otro modo, y se-
gún versión del denunciante, Gonzalo lo condujo a denunciar ante la señora Pascual, el
abuso sexual padecido por parte de Ojeda; a (nombre denunciante) le dio vergüenza pro-
nunciar el nombre del agresor y Gonzalo también calló. Luce un relato poco verosímil.
¿Para qué denunciar el hecho y ocultar a su protagonista? ¿no es la denuncia un medio
de protección? ¿y si lo es, por qué se reserva el nombre de la persona de quien debía ser
protegido? Un detalle no menor: no le dio vergüenza decir que es abusado sexualmente
–que es lo que realmente puede considerarse humillante, ultrajante, denigrante-, pero sí
le provoca ese sentimiento pronunciar el nombre Ojeda; reiteramos, es un relato poco
verosímil.
Pero cuando –siempre dentro del debate-, se volvió sobre el
tema, el denunciante dio otra versión: dijo que Gonzalo le dijo a la profesora de la com-
putadora “Ojeda abusa de (nombre denunciante)”, y la profesora tenía dudas. Que des-
pués fueron con Horacio, con la profesora y con Bordón, y ellos le preguntaban, él les
decía, y así estaban: iba y venía del hospital. Debemos aclarar que, si bien en nuestra
presencia, habló todo el tiempo del hospital, en la cámara Gesell realizada en Fiscalía,
había dicho que por esos abusos lo habían llevado a un médico que estaba cerca del Pro-
volo –o sea, también en eso declaró de manera distinta-. Entendemos que mencionó al-
gunos detalles que nos permiten concluir que se trataba de un hospital: habló de enfer-
meras, médicos (en plural) e incluso de tomas de muestras de materia fecal para análisis;
todas circunstancias incompatibles –en principio- con la idea de un consultorio privado,
y de un médico en complicidad con “la cúpula de poder institucional, enferma y para-
sistémica” (a la que aludieron los acusadores) que lo asistiera por aquellos abusos de
manera clandestina. A su vez, debemos puntualizar, que los acusadores, siguieron sus
alegatos, hablando siempre del “hospital” y no del “médico”.
De todas maneras, el hecho de que (nombre denunciante) ha-
ya mencionado que Pascual por la sangre lo llevaba al hospital, y que desde el hospital
no hayan advertido ninguna sintomatología que activara protocolos, significa que tam-
poco tenía por qué darle credibilidad la señora Pascual –o cualquier persona- a esas su-
puestas manifestaciones del joven Gonzalo y el niño, como ya lo hemos señalado –y
ello, si las hubieran hecho e, incluso si se hubieran entendido-.
Y todo ello, reiteramos, si tomáramos como válida la inter-
pretación de los dichos del denunciante que efectuaron los acusadores. Pero, sobradas
dudas existen vinculadas a esos abusos sexuales relatados en la Fiscalía, en la medida
que en nuestra presencia y espontáneamente, dijo que él se mantenía alejado de Ojeda,
que él lo respetaba y que él como que se corría de las situaciones conflictivas que gene-
raban Pilo y Ojeda, pues se peleaban a las piñas. Adviértase que una cosa es manifestar
que no se quiere hablar de los abusos sufridos, y otra muy distinta, sostener que él [esta-
ba] bien, que el que estaba mal era Ojeda, y él no se relacionaba con Ojeda. De igual
modo, respecto de Pilo, espontáneamente, nos dijo que era muy trabajador, mientras que

318
Ojeda tomaba mate, es decir, no hizo manifestaciones con connotaciones negativas so-
bre Gómez o narró algo que le hubiera hecho a él.
Incluso, yendo un paso más, aun habiendo existido esa reu-
nión en la oficina de la señora Pascual, con (nombres que son reservados), dando cuenta
de los abusos sufridos por aquél –circunstancia no acreditada más allá de toda duda ra-
zonable-, tampoco estamos en condiciones de aseverar que la señora Pascual hubiera en-
tendido lo que el niño y el joven supuestamente fueron a decirle. Fue la misma Fiscalía
la que hizo hincapié en el escaso manejo comunicacional del joven (denunciante) cuan-
do comenzó a enumerar las vulnerabilidades del denunciante, y si así lo admitimos, de-
bemos admitir que ello también juega a favor de la encartada. Es más, debemos agregar
que tampoco el señor (nombre que se resguarda) demostró una LSA muy fluida.
Sobre confirmaciones periféricas:
Contamos con el testimonio de la progenitora, (nombre del
denunciante) que, como ya lo mencionamos en las consideraciones generales del presen-
te, durante su testimonio, dio claras muestras de no recordar bien los hechos. Pero con-
cretamente sobre la encartada dijo:
Que para esa época (aclaramos que tampoco recordaba bien
las fechas), los encargados de cuidar a su hijo, era la hermana Asunción, Corradi y tam-
bién la directora del colegio, una señora Pascual. Que Pascual le decía que lo iba a cui-
dar bien a su hijo, que ella lo amaba, que lo iba a mirar; pero era todo mentira, pues Pas-
cual sabía lo que pasaba y los encubría.
En otro tramo de su testimonio, manifestó exactamente lo
mismo: que la señora Pascual sabía lo que pasaba ahí adentro; por eso trataba de “cha-
muyarla” [sic]. Sabía de su hijo y de otros. Todo se sabía, todos sabían de los abusos y
todo se encubría y se tapaba; que Pascual nunca le dijo nada de esas cosas. Ella le pre-
guntó a la hermana Asunción si todo estaba bien con su hijo; y la religiosa le dijo que el
niño era excelente; lo mismo le decía la monja Kumiko, y Pascual. Pero no, no estaba
bien porque pasaban cosas “aberrantes” [sic].
También dijo en nuestra presencia que primeramente en el
Provolo de Mendoza con su hijo estaba todo bien, pero, por el 2008 comenzó a ver co-
sas que no le agradaron; y dio cuenta de esas “cosas raras”: que su hijo tenía miedo y de-
cía que tenía un “secreto”; incluso llegó a decir que ella presenció el maltrato hacia el ni-
ño. Así nos contó que primero, la maestra lo tomó a su hijo de la oreja y le cortó la oreja;
ella escuchó el grito, y salió corriendo y vio que la maestra tenía asido a su hijo de la
oreja; ella le dio un cachetazo, su hijo estaba sangrando y ella se enloqueció. Luego, el
padre Nicolás, le enseñaba a hablar, lo hacía en un salón aparte, y vio que el padre le dio
un cachetazo que lo tumbó a su hijo al suelo. Ella se enojó y el padre le dijo que era para
que (nombre de denunciante) entendiera que se hacía lo que el cura decía no lo que él
quería. Ese mismo día, ella estaba en la cocina, ayudando a lavar los platos, y escuchó
que su hijo gritaba en la escalera, vio que “Pilu” lo tenía del brazo y que lo quería llevar

319
arriba a la fuerza. Ella le preguntó a (nombre de denunciante) qué tenía que hacer arriba,
y Pilu le dijo que tenía prohibido subir. Ella fue y le preguntó a la monja Asunción y le
dijo que sí, que era una regla de la escuela que no subieran a las habitaciones.
Queda claro de la reseña que acabamos de hacer, que la se-
ñora madre del denunciante, según nos contó, vio a su hijo sangrando de una oreja por el
tirón que le dio una maestra, vio a su hijo tirado en el suelo producto del cachetazo que
le dio el sacerdote, y vio a su hijo gritando mientras era conducido a la fuerza por las es-
caleras. Si esas cosas eran las que ella calificó de “aberrantes” (y, de hecho, bien pueden
calificarse de esa manera), más allá que no haya mencionado que también fueron vistas
por Pascual/Martínez, surge evidente que ella, no hizo ninguna denuncia, o al menos, no
retiró a su hijo de la escuela inmediatamente. Tampoco nadie le preguntó el motivo por
el que continuó dejando a su hijo en el Provolo. Y aquí es donde luce poco convincente
su relato: no surge verosímil que la progenitora ante las “aberraciones” que dijo haber
visto que le hacían a su propio hijo, se limitara a enojarse con Corradi o darle una cache-
tada a la maestra y a aceptar que a su hijo se lo llevaran por la fuerza escaleras arriba
porque las normas de la institución prohibían que los progenitoras fueran a los alber-
gues; así no se hacen cesar aquellas aberraciones relatadas, el riesgo de que continuaran
cuando ella se volvía a Misiones no se conjuraba con un cachetazo a una docente. Que-
remos que quede claro: no estamos reprochando a la señora que no hiciera denuncia; es-
tamos explicando el motivo por el cual su relato no es creíble: no puede asignársele va-
lor confirmatorio de la hipótesis acusatoria a una testigo que sostiene haber presenciado
actos “aberrantes” contra su hijo, y que siguió dejando al cuidado de esos atacantes a su
pequeño. Máxime cuando, al año siguiente sacó a su hijo; es decir, lo que habría hecho
al año siguiente, podía haberlo hecho cuando presenció esas cosas “aberrantes”.
Sí preguntó la Defensa por qué no había hecho la denuncia,
cuando, según sus dichos, sacó a su hijo de la escuela al año siguiente y se enteró al lle-
gar a Misiones de los abusos sexuales, e incluso, le vio el ano enrojecido a su hijo. La
respuesta de la señora fue que omitió denunciar estando en Misiones, porque había reci-
bido un llamado anónimo, una voz femenina, que la había amenazado. La Defensa le
preguntó por qué no había contado al Fiscal de esa amenaza, cuando volvió a Mendoza
–algunos años después- a hacer la denuncia de los abusos sexuales de su hijo. Y respon-
dió que se le había pasado [olvidado]. Es decir, nuevamente la inconsistencia de las afir-
maciones genera poca fiabilidad al relato: vino desde Misiones a Mendoza para denun-
ciar y se olvidó de decirle al Fiscal que había estado amenazada y que hasta tuvo que
cambiar de número de teléfono y de domicilio en virtud de la amenaza telefónica anóni-
ma de una voz femenina.
En síntesis: la señora no dio razones de sus afirmaciones/
acusaciones contra la encartada de una manera verosímil. Y las pocas explicaciones que
brindó a la hora de ser interpelada en su extenso relato, tampoco resultaron convincen-
tes.

320
Sobre los dichos del señor Gonzalo Rodríguez: Recordamos
que señor (nombre denunciante), nos dijo que al joven cuidador del albergue, Gonzalo,
él le narró “un poquito” de los abusos sexuales, y que por eso el guardador lo llevó a
contarle todo a la señora Pascual. Por su parte, el señor Rodríguez durante el debate, de-
claró que cierto día uno de los niños le dijo que Ojeda tenía a un niño en su habitación,
que fueron, él golpeó la puerta de Ojeda, y cuando entraron se encontraron a (nombre de
denuciante) sin ropa (o en calzoncillos, dijo a veces), debajo de la mesa de la computa-
dora (o debajo de la cama), con jueguitos de la computadora, y que lo había abusado (o
estuvo a punto de abusarlo). Que entonces, él le dijo a Ojeda que eso estaba prohibido y
que llevó a (nombre de denunciante) a denunciarlo a Ojeda ante la señora Pascual. Tam-
bién sostuvo que varias veces tuvo que impedir, incluso hasta golpeándolo al niño, para
que éste no fuera a la habitación de Ojeda.
De lo hasta aquí reseñado, surge evidente que, si bien sostu-
vo haberlo llevado hasta lo de Pascual para que denunciara a Ojeda, dio una versión so-
bre cómo se enteró del hecho que no la fue aportada por el propio denunciante. Y vincu-
lado justamente a esa versión, se advierte que se incorporó un tramo de la declaración
que el señor Rodríguez había brindado en la Fiscalía. En aquella oportunidad, había de-
clarado que otros compañeros le avisaron que Ojeda tenía a un chico en su habitación,
que él comenzó a golpear fuerte la puerta de Ojeda y que cuando entró a la habitación,
encontró debajo de la cama al niño; pero, acontece que, en esa versión, el alumno en-
contrado era (nombre de otro denunciante). Cuando se le hizo notar que en su relato ha-
bía cambiado al niño que Ojeda tenía en su habitación, respondió que eso de (nombre de
denunciante) se lo había dicho (nombre de denunciante) cuando él vino a Mendoza para
declarar a la Fiscalía. Es decir, más allá de la confusión de su relato, que bien podemos
atribuírsela en este caso, a una clara sugestión (intencional o no) de (nombre de denun-
ciante), queda evidente que sus dichos no son fiables. En su versión del debate, directa-
mente mencionó a (nombre de denunciante); en Fiscalía el niño víctima rescatado era
(nombre de denunciante); y, entre esa diferencia sustancial, aparece el nombre de (nom-
bre que se resguarda) como el relator originario de los hechos, justamente antes de que
Rodríguez comience a declarar en Fiscalía. O sea: la explicación que brindó el mismo
señor Rodríguez al motivo por el cual cambió de protagonista en sus declaraciones, es lo
que deja en evidencia la alta probabilidad de sugestión en el tenor de sus dichos, y le
restan credibilidad.
De todos modos, seguiremos un paso más: ¿qué dijo de esa
reunión en la oficina de Pascual, promovida por él, en la que sostuvo haber instado a
(nombre denunciante) a que narrara los abusos? En realidad, narró esa reunión varias
veces. Primeramente, recordamos, que dijo que acompañó a Jaque Rolón y otro mucha-
cho le explicó lo del abuso de Ojeda a la señora Pascual, y agregó que él estaba seguro
de que Pascual le había entendido a (nombre denunciante). Pero en otra oportunidad,
sostuvo que fue él y el denunciante (es decir, no incluyó al otro compañero) y que el de-

321
nunciante le contó que Ojeda lo había violado, y que Pascual dijo: “no, tranquilo”; reite-
ró que la profesora dijo “no, no, no”, como que se lavó las manos (interpretación del tes-
tigo, no descripción fáctica); agregó que él no sabía si estaba enganchada con Corradi (o
sea, de acuerdo), pero, sostuvo que Pascual mucho de Lengua de Señas no manejaba y
que la señora manifestó “si, sí, ya está”; y eso lo volvió a reiterar: que la directora no
manejaba Lengua de Señas, todo era oral. Dicho de otro modo, dejó planteada su duda
acerca de que la encartada haya tomado efectivo conocimiento de esa suerte de “denun-
cia”. O por lo menos, la duda surge de su testimonio contradictorio.
Si nos constan las dificultades de comunicación del joven
denunciante, si Rodríguez ha dudado de que Pascual hubiera entendido, lejos estuvieron
las partes acusadoras de haber probado más allá de toda duda razonable, uno de los re-
quisitos típicos exigidos para atribuirle responsabilidad a la señora Pascual: que tuviera
conocimiento de que (nombre denunciante) era abusado sexualmente.
De todos modos, si tuviéramos por probado que la señora
Pascual entendió lo que (nombre denunciante) le denunció, y que, porque estaba san-
grando lo llevó al hospital, advertimos que vuelve a perder consistencia el contenido de
la acusación; es que claramente pierde conexión temporal abuso-comunicación a Pas-
cual-traslado al hospital, desde que si Pascual lleva a Jaque Rolón al hospital tras recibir
esa noticia y en este no se activaron los protocolos de rigor ante el ingreso de un niño
presuntamente abusado sexualmente, es que o no tenía éste signos de haberlo sido, o no
hubo inmediación entre el abuso y el traslado de Pascual al centro público asistencial -
hospital-.
Concluyendo, el relato del denunciante adolece del mínimo
de consistencia que nos exige el estándar indicado por la Corte IDH en todos los prece-
dentes citados hasta por las propias acusadoras; así, se advierte que el declarante no pue-
do asignarle al hecho relatado, un comienzo, un desenlace y un final verosímil.
Los informes psicológicos:
Nos interesa remarcar que ninguno de los psicólogos/psi-
quiatras, aún los de parte, quitaron verosimilitud al relato del joven vinculado a los abu-
sos sexuales a los que el denunciante debió aludir en esas entrevistas. Ello se infiere de
lo consignado por los expertos de parte Andrea Albor y Omar Mejía en el dictamen que
ellos hicieron (peritos de la Defensa), que se incorporó en el debate con el que estuvie-
ron de acuerdo los expertos de la contraparte. Así, los primeros citados dieron cuenta en
su informe de fs. 1819 y ss., que el denunciante fue dejado desde los 2 años hasta los 14
en instituciones escolares, contando con la posibilidad de ver a su familia en los recesos
escolares; esta situación, sumada a su grado de inteligencia, su nivel bajo de Lengua de
Señas, su baja calidad de instrucción y los sucesos de abusos y violencia relatados, ha-
cen que los recursos con los que cuenta, sean escasos, que sus posibilidades de comuni-
carse con otros, esté dificultada, que sus vínculos sean acotados y que su capacidad de
elaborar determinados procesos internos estén obstaculizados.

322
Dicho de otro modo, todos los expertos deben haber conside-
rado el relato creíble para avalar lo que hemos consignado. Ocurre que de ninguno de
los esos profesionales que vinieron a ilustrarnos sobre las conclusiones de sus entrevis-
tas y test, escuchamos decir que el denunciante les haya manifestado algo respecto a las
acusadas en esta causa, que nos dieran, aunque más no sea un indicio de que éstas pu-
dieron haber tenido conocimiento de aquellos abusos. Sólo nos dijeron que el denun-
ciante refirió malos tratos (violencia física) de “Asunción y Kumiko”. Dicho de manera
clara: en nuestra presencia el denunciante dio cuenta de que luego de los abusos sexua-
les de Ojeda, la señora Pascual lo llevaba al hospital y médicos y enfermeras veían la
sangre producto del ataque sexual; ¿cuál hubiera sido la opinión de todos los expertos si
ante ellos hubiera declarado eso el denunciante? ¿Cuál sería la opinión de los mismos, si
se enteraran que a una persona con escasos recursos comunicacionales, con un coefi-
ciente calificado como “normal lento” (como dijo el Licenciado Francisco Izura), la in-
térprete le estaba direccionando las respuestas? Ello justifica per se, apartarnos de cual-
quier credibilidad que le hayan asignado al relato del denunciante, en la entrevista psico-
lógica, pues, cualquiera haya sido su versión ante los profesionales de la salud, en nues-
tra presencia, su relato no fue consistente, por lo menos, en lo que a las acusadas respec-
ta.
Por todo lo expuesto, entendemos que no se ha logrado pro-
bar, respecto de los hechos denunciando por el señor denunciante, los extremos de la
imputación que pesa sobre la señora Pascual en este hecho, más allá de toda duda razo-
nable, por lo que corresponde su absolución.
6.2.2. Hecho seis de Bordón:
Se acusó al señor Jorge Bordón de que en el año 2015 apro-
ximadamente, siendo un día viernes por la mañana, tocó las piernas, acariciándoselas al
menor (denunciante, nombre que se resguarda) que tenía aproximadamente 14 años de
edad, en uno de los bancos de la capilla de hombres del Provolo. La señora Pascual está
acusada de partícipe necesaria.
Recordamos que el caso del denunciante citado, fue uno de
los que tratamos en las consideraciones generales, como claro paradigma de altísima
probabilidad de sugestión/contaminación. Ello porque si bien a los inicios de las denun-
cias y exposición mediática de las mismas, a la supervisora de la DGE le había explica-
do que él consideraba que Pilo Gómez era buena persona y no debía estar preso –y así
consignó la supervisora en un acta-; luego de compartir con sus excompañeros y denun-
ciantes las terapias grupales realizadas por la Psicóloga Candela Álvaro en un centro de
salud público, sostuvo que Pilo era golpeador, había abusado de otros chicos y debía es-
tar preso, agregando que sus compañeros lo habían tratado de “loco” por haber dicho
que Pilo era bueno, le pedían que se acordara de las cosas que habían visto y se las con-
taban. Es decir, se trata de un exalumno del Provolo, que durante el debate narró que sa-
bía cosas manifestadas por otros compañeros, pero que no se distinguían de las que co-

323
noció por propia percepción; ello quedó de manifiesto durante el debate, donde fue evi-
dente una suerte de confusión de sus recuerdos: en nuestra presencia sostuvo que Pilo lo
cuidaba en el albergue, que se turnaba con otro hombre de barba, que éste era bueno y
que aquél les pegaba; pero luego aclaró que Pilo no lo cuidaba a él, sino que se encarga-
ba de los mayores y pegaba patadas y codazos.
Debemos puntualizar que todo su relato fue igual: confuso,
contradictorio, poco consistente. Justificamos:
Comenzó diciendo que el señor Bordón a él no le gustaba,
que casi había abusado de él, que era peligroso.
El joven nos dijo que cierto día, no recordaba si tenía 11 o 12
años, él estaba en la capilla, no había nadie más; él había robado y lo mandaron ahí;
Bordón le tocaba la pierna, y él empezó a gritar y llorar mientras Bordón le decía “que-
date tranquilo, vení, vení”. Nos explicó que justo pasó una maestra y Bordón se detuvo.
Agregó que todos sabían lo que hacía Bordón, hasta las maestras. También aclaró que él
le dijo a la maestra que Bordón lo había tocado, y la docente le dijo que no; entonces él
pensó que ella lo defendía a Bordón. Entre las fotos que le exhibieron luego, reconoció a
la señora Gaetán como la maestra en cuestión.
Pero después explicó que cuando él le contó a la maestra, és-
ta le dijo que iba a hablar con Pascual, y él le dijo que Pascual lo apoyaba a Bordón. Que
apareció la señora Pascual y le dijo que eso eran mentiras, que era que él se portaba mal,
que no mintiera que ella era la jefa y que Bordón era bueno; pero que después Pascual
habló con Bordón. Y manifestó que entonces, a la noche, Bordón le dijo: “¿por qué an-
das contando?, no contés o te voy a agarrar del cuello”; pero a continuación lo abrazó y
le pidió disculpas. Ora sostuvo que él le contó a Pascual, ora que fue la maestra la que le
dijo a Pascual el evento; de todos modos, dedujo que Pascual le contó a Bordón, pues a
la noche Bordón lo amenazó.
Fue claro diciendo que además de la maestra, nadie más su-
po del hecho, que sólo se lo contó a ella. Pero luego agregó que se lo contó a su papá, to-
do lo que había pasado, y su papá pensó que él mentía, que él era bruto y que la culpa
era de él. Añadió que también se lo contó a su media hermana, le dijo que en la escuela
lo tocaron y que él se había asustado, también que había mal trato; su hermana se enojó
y le dijo que iba a ir a hablar con su papá, pero él le explicó que su papá no entendía. Él
le contaba a su familia y nadie le creyó, creían que era desobediente. En ese sentido, sos-
tuvo el señor Fiscal Jefe que debía tenerse en cuenta que el padre era albañil, una perso-
na hipo culturizada y por ello, con poca capacidad para detectar alarmas; pero, como
bien indicó el señor Defensor Víctor Banco, lo sostenido por el denunciante, no fue eso,
no refirió haberle dicho a su padre algo que exigiera en el otro una actividad intelectual
interpretativa: inferir, sospechar, dudar, etc., sino que dijo haberle contado el abuso; y no
podemos en este caso ni tan sólo pensar en “barreras idiomáticas”, pues el progenitor era

324
sordo como su hijo y hablaban los dos lengua de señas, y quedó claro, según el denun-
ciante, que su padre no fue que no le entendió, sino que creyó que mentía.
Pero también debemos consignar que en la cámara Gesell
había dicho que él había pegado con un palo, con algo, entonces se había peleado con
otro compañero, con otros chicos, que le pegó también a una compañera que se pudo a
hablar con su novia, pues él se puso celoso, y lo mandaron en penitencia; entonces, Jor-
ge se enteró y le dijo ¿por qué le tiraste? Y cuando lo retaba, le tocó las piernas, a él le
dio mucho miedo y se puso a llorar; entonces Jorge le dijo “tranquilo”. Se le hizo ver
que había dicho que lo habían mandado a la capilla por haber robado, no pegado, y nos
respondió que no recordaba bien qué era lo que había hecho.
También debe puntualizarse que en la cámara Gesell, había
declarado que cuando Bordón le tocó la pierna estaban en la habitación de Bordón; y en
nuestra presencia, manifestó que había sido en la capilla. Nos respondió que se había
equivocado; que en realidad el abuso había sido enfrente de la capilla.
Y acá nos detendremos un instante: se supone que éste es el
único abuso sexual que sufrió (nombre denunciante) en la institución durante todos esos
años; dijo que él se asustó y empezó a gritar y llorar. Y siendo el único, y referenciado
como atemorizante, ¿no puede recordar tan sólo si fue en el banco de la capilla o en la
habitación de Bordón? ¿Es verosímil que una maestra estuviera en horario escolar cami-
nando por el albergue de varones? Ninguna respuesta afirmativa, gozaría de certeza.
Es más, siempre dentro del examen del señor Fiscal Jefe,
volvió a explicar que una profesora le dijo a Bordón que se lo llevara, que Bordón lo
abrazó y empezó a tocarle la pierna, él empezó a gritar y apareció la profesora y le dijo
que no hiciera ruido, y agregó que él le iba a contar lo ocurrido a la profesora, pero no le
dijo nada. Pretendió aclarar la nueva contradicción (antes había dicho que le había con-
tado a la maestra Gaetán, ahora que no), diciendo que era otra maestra que justó pasó
por ahí, no Gaetán. Es más, esto de que las maestras Gaetán y la otra –que no individua-
lizó-, circularan libremente por el albergue de varones, hasta se contradice con lo que
tanto recalcó el señor Fiscal Jefe, como prueba del manejo endogámico y oscurantista de
la señora Pascual, en el sentido de que les tenía prohibido a las maestras ir a la zona de
los albergues.
También de su relato no quedó claro si se lo contó o no a esa
maestra; y a ello podemos agregar que tampoco se entiende por qué eventualmente Bor-
dón se detuvo al pasar la maestra, si todas las docentes sabían lo que hacía Bordón (se-
gún sus dichos).
Por instantes, sostuvo que él le contó a la señora Pascual, por
instantes que fue la maestra quien le contó a Pascual.
A lo reseñado, podemos agregar algo que nos recordó el Dra.
Yerfinoo y que evidencia otra inconsistencia: se ha sostenido que este hecho ocurrió en
el año 2015. El denunciante –como ya lo consignamos-, dijo que a la noche, Bordón lo

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amenazó con tomarlo del cuello si seguía contando lo que él lo había abusado. Pero ocu-
rre que para el año 2015, el joven denucniante ya no era alumno albergado. Así surge
claramente del LIBRO 23, “Actas de Padres”, N° 2, Acta 37 fs. 178 del 27 de mayo de
2013: en la que luego de dejarse plasmado los malos comportamientos del niño, se les
preguntó a los padres si iban a seguir dejándolo albergado, se agrega que el menor mani-
festó que no quería seguir en el albergue y los padres decidieron llevárselo. Es decir, en
principio, jamás podría haber ocurrido esa suerte de amenaza de Bordón al niño, tal co-
mo lo relató (en horario nocturno), o no podría haber sido hecha para la fecha que da
cuenta la acusación formal –pues ya hacía dos años que no pernoctaba en la institución-,
o simplemente pudo ni haber acontecido.
También nos contó (nombre de denunciante), que él quería
renunciar al Provolo, y que la señora Pascual le dijo “¡te vas!”. Pero después su papá se
quedó preocupado porque Pascual le dijo que, si él se iba, le iban a cortar la pensión.
Los acusadores no ponderaron el tenor de los dichos del jo-
ven (nombre de denunciante); o, mejor dicho, se extrajo del mismo un relato carente de
contradicciones, en el que sólo existía el tocamiento en sí de Bordón y que se lo había
anoticiado a la señora Pascual la profesora Gaetán; ya no importó ninguna otra circuns-
tancia. Se soslayaron todas las inconsistencias. Y se hizo hincapié en que ya desde la de-
nuncia de Bordón efectuada por (nombre de denunciante), la señora Pascual estaba ano-
ticiada de los abusos de Bordón; por consiguiente, la omisión de haberlo sacado a Bor-
dón había sido la causa de que abusara de (nombre de denunciante) (casi 7 años después
del incidente con –apellido de denucniante- al que ya aludimos). Dicho de otro modo,
luego de que el progenitor de (nombre de denunciante) no realizara la denuncia, luego
de que la propia señora Pascual relatara ante Fiscalía (en autos P-95687) qué había ocu-
rrido con (nombre de denunciante) y pidiera que se investigara, luego de que jamás se
investigó en Fiscalía, casi 7 años después de todo ese episodio que gracias a los progeni-
tores y al Ministerio Público Fiscal quedó en la nada –si es que hubiera existido-, y fun-
damentalmente, luego de 7 años sin una sola denuncia o queja de algún alumno o proge-
nitor, la señora Pascual debía seguir sospechando que Bordón podía a tocarle la pierna o
las piernas al niño.
Es más, el hecho de que el denunciante hubiera espontánea-
mente manifestado que Pilo era bueno y no debía estar preso, y luego viniera a declarar
que debía estar preso junto con Corradi, Bordón, Ojeda y Corbacho, y junto con las nue-
ve señoras acusadas, para Fiscalía resultó ser prueba de “sinceridad” [sic] del denun-
ciante. Pues que si lo señalado por Fiscalía como “sinceridad” fuera cierto, lo primero
que le deberíamos preguntar al mismo señor Fiscal es: ¿cuándo fue sincero? ¿Cuando
dijo que Pilo era bueno o cuando dijo que pegaba patadas y codazos? No se puede ser
sincero en ambos casos a la vez. Es decir, se confundió sinceridad, franqueza, con
contradicción, sugestión, que en definitiva es el núcleo de la teoría del caso de la Defen-
sa y por ende debía ser refutarla para que la tesis acusatoria se pudiera tener por confir-

326
mada más allá de toda duda razonable. Ello da una clara idea del sesgo de los acusado-
res.
Hemos escuchado a los acusadores sostener que como el pa-
dre era analfabeto, y que la señora Pascual le dijo que si sacaba a su hijo de la escuela
iba a perder la pensión. Y ello lo dijeron en base a las manifestaciones del propio hijo:
pues el joven (nombre denunciante) fue el que sostuvo que su progenitor era bruto, que
no sabía. De todos modos, debemos recordar que uno de los requisitos para cobrar la
Asignación Universal por Hijo (AUH) que brinda ANSES, es acreditar que el niño/
niña/adolescente está escolarizado; es decir, la supuesta amenaza, si es que existió, pare-
ce más bien una advertencia legal; de todos modos, no contamos con el testimonio del
progenitor del denunciante para poder valorar sus dichos.
Finalmente, no podemos dejar de consignar que también la
credibilidad de sus dichos se ha visto desfavorecida por la animadversión demostrada
por el denunciante durante el debate, contra la señora Graciela Pascual. Ello lo explicó
claramente el señor Defensor, y se corroboró, efectivamente de los dichos del joven
(nombre denunciante). Justificamos:
En primer lugar, sin ambages, dijo que odiaba a la señora
Pascual, y luego se dedicó a hacerla responsable de circunstancias que bien podemos ca-
lificarlas de extravagantes por mencionarlas de algún modo, pero que sirven para de-
mostrar su animosidad en contra de la encartada y merman la credibilidad en lo que al
hecho traído a juicio conciernen:
Así, sostuvo que Corradi, le pegaba continuamente, llegó a
decir que le pegaba con un látigo negro y otro gris, porque él se demoraba bañándose,
que le pegaba con el látigo durante la hora de comer, y que hasta lo sacó a la intemperie
asido del vello de las axilas. Pero, fue claro sosteniendo que todo eso, Corradi lo hacía a
la noche, cuando ya no estaba los docentes. Que, durante el día, Corradi se fijaba quién
se portaba mal, y a la noche, cuando no estaban los profesores, castigaba a los desobe-
dientes. Luego de haber sido tan claro, respecto al horario de las golpizas, sostuvo que la
señora Pascual veía cuando Corradi le pegaba y se quedaba callada. No ha sido contro-
vertido que la señora Pascual finalizaba su trabajo en el instituto a la tarde y luego se
iba, es decir, no era albergada; por ello, conforme a los dichos del denunciante, no podía
enterarse de esas vejaciones que él mismo se encargó de situarlas en horario nocturno.
De igual modo, sostuvo que él no sabía el nombre de su pa-
dre ni de su hermana, porque no se los habían enseñado y eso era culpa de la señora Pas-
cual. Es decir, no era culpa de las maestras, ni de las directoras, ni de las psicopedago-
gas, ni de la metodología oralista; sencillamente, la representante legal y directora de ta-
lleres era la causa de su analfabetismo. ¿Convincente? Ciertamente no.
En síntesis: las manifestaciones de (nombre de denunciante)
no emergen como un relato sólido; no es lo mismo decir que su victimario lo tocó en la
capilla que decir que fue en la habitación del mismo acusado; no es lo mismo manifestar

327
que le contó lo ocurrido a la señora Gaetán a sostener que no se lo contó. No es lo mis -
mo declarar que no se lo contó a la señora Pascual, que sostener que se lo contó.
Nos recordó el órgano acusador que la Licenciada Riveros,
del EdeAAS, nos había explicado que el joven (nombre de denunciante), no tenía capa-
cidad para elaborar ideas complejas; que eso le imposibilitaba armar una respuesta; ha-
bía agregado que podía mentir, pero de manera no elaborada, porque se notaría de ma-
nera inmediata la falta de coherencia, de consistencia, de lógica. Con ello se pretendió
probar que el denunciante no podría haber armado un relato.
Como dijo el Dr. Banco, lo que explicó la Licenciada Rive-
ros, fue justamente lo que vimos durante todo su testimonio: la imposibilidad de mante-
ner una respuesta en el tiempo; fue notoria la falta de coherencia, las inconsistencias de
sus explicaciones; si seguimos la lógica de lo manifestado por la experta, debemos con-
cluir, entonces que el joven (nombre denunciante) mentía, pero no de manera elaborada.
De todos modos, sin soslayar la posibilidad de mentiras –no
complejas- insertadas en su relato, el tenor parece más compatible, con la sugestión y
falsas memorias: Sólo reparemos en que, desde el grupo creado por la Licenciada Álva-
ro para terapias en conjunto de los denunciantes, le recriminaron que hubiera dicho que
Pilo era bueno, y le “explicaron” por qué era malo.
Por todo lo cual, entendemos que no se encuentra acreditado
el hecho traído a juicio más allá de toda duda razonable. El relato del denunciante no re-
úne el mínimo de consistencia exigido por los estándares locales ni de la Corte IDH. E
incluso, advertimos que, como corroboración periférica, para fortalecer el testimonio del
joven denunciante y el hecho por él denunciado, se buscó sustento en otro caso, el de
(nombre de otra denunciante), que es uno de los tantos hechos traídos a juicio por los
que no se mantuvo acusación en los alegatos, pero que se lo resignificó como “indicio”
del supuesto fáctico que ahora nos ocupa; decir, se pretendió fortalecer el caso de (nom-
bre denunciante) con uno que había sido devaluado por la reconversión que había for-
mulado la propia Fiscalía y por el que no mantuvo la acusación, por añadidura.
6.2.3. Hecho siete de Ojeda: Se lo acusó de que, en el año
2007, sin poder precisar fecha exacta, “metía” [sic] a los chicos a ver películas de sexo
en la habitación de juegos del instituto Provolo. Se acusó a la señora Pascual de ser par-
tícipe primaria.
El señor Fiscal Jefe comenzó su alegato en esta causa, pre-
guntándonos para qué le habían puesto internet en la habitación a Ojeda “si era un dis-
capacitado”. Es decir, resultó evidente que, según su criterio, una persona discapacitada
no debería usar de internet, o que era innecesaria la erogación; que la señora Pascual ha-
bía sido una de las personas que integraban la “cúpula” del Provolo que había tomado la
decisión de colocarle una computadora con internet a una persona con discapacidad. Re-
sulta realmente preocupante que un operador judicial tenga esos prejuicios respecto a la
discapacidad; y más si recordamos que justamente el señor Fiscal Jefe, fue el que nos pi-

328
dió “perspectiva de discapacidad” y que nos apartáramos de los “estereotipos” a la hora
de pronunciarnos y valorar la prueba, pero a la hora de alegar, entiende que un discapa-
citado intelectual no tiene por qué tener internet.
Entre la decisión de colocarle internet en la habitación a Oje-
da, a la acusación de partícipe necesaria de la señora Pascual en el supuesto hecho del
jardinero, que “metía” [sic] a mirar películas de sexo en la sala de juegos a los chicos,
obviamente debería existir una derivación razonada de la prueba que condujera a Fisca-
lía y Querellante a la conclusión sentada en la acusación formal. Eso no existió. Y ello
es lo mismo que decir, que sólo a través de una visión de túnel, pueden comprenderse
estas pretendidas inferencias. Va de suyo que, internet no se inventó para ver exclusiva-
mente cosas de sexo, que no se ha probado que Pascual fuera la que decidió colocarle
una computadora en la habitación a Ojeda, que se haya hecho con la deliberada inten-
ción de que Ojeda, por ver ese material en su habitación, luego metiera a los alumnos en
la sala de juegos a ver videos de contenido sexual, etc.
Es más, en los mismos alegatos el señor Fiscal Jefe, con la
adhesión del Querellante Oscar Barrera, sostuvo que había existido un “desfasaje geo-
gráfico”, y que en realidad lo acreditado era que Ojeda “metía” a los alumnos en su pro-
pia habitación para esos menesteres, cuando en la pieza acusatoria se había sentado que
el lugar donde eso ocurría era en la sala de juegos. Ello motivó que el Tribunal impri-
miera el trámite de “hecho diverso” a esas manifestaciones, en la medida que había ope-
rado un cambio en las circunstancias de lugar. Ante la oposición de los señores Defenso-
res, Dr. Banco y Paturzo, y ante el anuncio de parte de ellos que, si así se iba a proceder,
ellos iban a requerir que comparecieran nuevamente ciertos denunciantes a declarar, Fis-
calía y Querellante, DESISTIERON de la reformulación y se mantuvieron en la redac-
ción originaria de ese hecho siete traído a juicio. Pero, obviamente, ya era tarde: ya ha-
bían explicado que ese hecho no se daba por probado como ocurrido en la sala de jue-
gos. Lo coherente, lo esperable cuando un aspecto esencial -mencionado en la pieza acu-
satoria no se confirma- era que no se mantuviera la acusación, pero se la mantuvo.
Así las cosas, entonces, debemos analizar la prueba cargosa
de una acusación de la que ya sabemos que no ha sido acreditado uno de sus extremos.
La consecuencia emerge de manera clara: los argumentos de los acusadores, luego de la
propia confesión/admisión de que no se habían probado las circunstancias de lugar del
hecho traído a juicio, perdieron toda credibilidad.
Sostuvo el Dr. Lecour –en su réplica-, que el cambio aconte-
cido en lo acreditado era irrelevante. Si así fuera, no se justifica que ellos mismos lo ad-
virtieran, lo manifestaran y pretendieran imprimirle el trámite legal; o lo que es más gra-
ve: que luego, cuando la contraparte les pidió nueva prueba, desistieran del “cambio”.
Hecha esa aclaración, advertimos que el mismo señor Fiscal
Jefe, para fundar sus alegatos, reprodujo los dichos de ciertos denunciantes que habían
mencionado las palabras “pornografía”, “sexo” o “XXX”, fuera que se refirieran a pe-

329
lículas/videos o revistas, fuera que hicieran alusión a haberlas visto en la sala de juegos,
en la habitación de Ojeda o incluso, en la habitación de Corradi. Es decir, bien puede en-
cuadrarse en un supuesto de visión de túnel: en sus alegatos, los acusadores se focaliza-
ron en la connotación sexual de cualquier material (aunque expresamente la acusación
formal sólo consignaba películas) que estuviera en cualquier lugar (aunque el requeri-
miento de elevación a juicio en el hecho siete consignara únicamente la “habitación de
juegos”).
De todos modos, repasaremos, entonces, qué testimonios
fueron tenidos en cuenta para mantener la acusación sobre este hecho:
a) La progenitora de (nombre de denunciante): pues había dicho que su hijo le había
contado que ponían películas de contenido sexual y después les decían que hicieran lo
que habían visto.
b) Denunciante: dijo que en la habitación de Ojeda, en una computadora vieja, les mos-
traba películas pornográficas.
c) Otro denunciante: sostuvo que (nombre denunciante) le contó que en la habitación de
Ojeda, vio ese tipo de películas. Incluso explicó que la señora Pascual, junto con Corra-
di, Gómez y Espinelli, tenían conocimiento de eso porque cierto día, durante el almuer-
zo en el comedor, Gonzalo Rodríguez, les mostró películas, DVD que tenía fotos e imá-
genes de sexo, entonces todos quedaron callados, y Corradi le dijo a Pascual que se lle-
vara ese material.
d) Denunciante femenina: dijo que vio una revista de sexo, que se la mostró Ojeda.
Agregó el señor Fiscal que Pascual lo admitió, pues en el expediente del Juzgado de Fa-
milia, del año 2005, la encartada había manifestado que la encontraron a la niña con ese
material y que no sabía de dónde lo había obtenido. Agregó, aún cuando en ese expe-
diente se aclaraba que la señora Pascual no sabía de dónde provenía, que ella sabía por-
que tenía bajo su “ala” a cuatro consumidores y corruptores natos: Ojeda y Corbacho
pues en noviembre de 2016 cuando allanaron los dormitorios de ellos, se secuestró ese
tipo de material.
e) Nombre denunciante: acudió al acta labrada por la señora Pinacca, donde se consig-
naba que alumnos mayores le habían contado que el niño estaba viendo material porno-
gráfico. En dicha acta, como bien lo hizo notar el señor Defensor de Pinacca, se sostiene
que se le avisa al representante legal (es decir, se usa el masculino, no el femenino como
para sospechar que Pascual tomó conocimiento).
f) Nombre de otro denunciante: sostuvo que vio en la sala de juegos que los chicos veían
revistas y videos de contenido sexual.
g) Nombre denunciante: Dijo que Ojeda, Corradi y Bordón, junto con los niños, veían
películas de sexo.
Para empezar el análisis y ponderación de estos testimonios,
traemos otra parte de la declaración de (otro denunciante), que Fiscalía no la ponderó: el
joven en nuestra presencia, si bien sostuvo que Ojeda en su habitación les mostraba pe-

330
lículas pornográficas, fue claro indicando en primer lugar, que ningún adulto lo sabía, y
en segundo lugar, que cierta vez pasó Graciela Pascual, vio por la ventana de la habita-
ción de Ojeda que el mismo estaba viendo videos de sexo, entonces Graciela se enojó, lo
retó y le sacó la internet, le cortó el cable.
No es menester extendernos sobre el tema, y aquí, también
podríamos ya terminar concluyendo que uno de los propios testigos de cargo fue claro
diciendo que ningún adulto tenía conocimiento de lo que hacían en la habitación de Oje-
da, e incluso, finalizando su declaración, describió un hecho atípico. Sirve como otro
ejemplo de la prueba confusa, ambivalente, que se pretende usar como elemento de car-
go y termina favoreciendo a la acusada; confusa también por cómo se presentó por los
acusadores, que ninguna valoración hicieron de esta segunda parte del mismo testimonio
(sesgo cognitivo), en la que se pone a la acusada realizando no sólo una clara acción
reactiva a la exhibición de la pornografía, sino impeditiva de otras posteriores, al cortar
el insumo de internet. Justificamos más, aunque resulta bastante obvio.
Si conforme los dichos del denunciante, ningún adulto tenía
conocimiento de que veían ese tipo de material en la habitación de Ojeda (adviértase que
el mismo denunciante ni tan sólo menciona la sala de juegos), no se tiene por qué inferir
que el denunciante esté endilgándole conocimiento de esa circunstancia a la señora Pas-
cual.
Pero, si se admite o repara en la otra parte de los dichos del
denunciante, es decir cuando sostuvo que la señora Pascual pasó por la ventana de la ha-
bitación de Ojeda y al observar que estaba viendo en su computadora videos de conteni-
do sexual, lo retó y le cortó internet, la pregunta con la que inició el señor Fiscal Jefe su
alegato en esta causa, o sea, para qué Pascual benefició con internet a Ojeda, carece de
sentido desde que emerge claro que si Pascual le puso internet en su habitación NO fue
para que mirara material pornográfico, desde que, cuando se enteró de lo que estaba
viendo, le cortó el cable (conexión). ¿Qué más se podía exigir a la señora Pascual que
hiciera? ¿Qué omisión se le puede reprochar desde el sentido común, que hiciera con
una persona que todos sabían que era discapacitado intelectual? Puede resultar insufi-
ciente, impedir que siguiera viendo esas películas cortándole internet?. Ciertamente, el
obrar de la señora Pascual, si así hubiera ocurrido, es decir, si se tiene en cuenta los di-
chos del propio “testigo de cargo”, resulta irreprochable. Y todo ello, desde una hipóte-
sis poco probable, las habitaciones donde dormía el personal y/o los sacerdotes y/o los
alumnos, no estaba bajo su supervisión o competencia. No se ha ni tan sólo preguntado a
los testigos de las acusadoras, por qué o para qué podía estar la señora Pascual en la zo-
na de los dormitorios, como para poder darle un poco de verosimilitud a la acusación.
Advertimos que no fue solamente el joven (nombre denun-
ciante) el que manifestó que los otros adultos de la institución ignoraban el hecho traído
a juicio. También algo similar sostuvo el señor (nombre de otro denunciante), quien nos
explicó que cierto día, Ojeda lo llamó y fue con dos compañeros a mirar ese material a

331
la habitación del jardinero, que mientras ellos miraban, Ojeda vigilaba por si iba algún
adulto o alguien, y agregó que él ignoraba si alguna otra persona (mayor) sabía que ellos
veían esas imágenes. De todas maneras, su testimonio, fue confuso en ese aspecto, pues
en la cámara Gesell había dicho que Ojeda nunca les había mostrado películas de ese ti-
po; a modo de explicación de esa contradicción sostuvo que en la cámara Gesell, él ha-
bía tenido algunas fallas.
En lo que atañe a las manifestaciones del señor (nombre de
denunciante), quien sostuvo que en un almuerzo, apareció Gonzalo Rodríguez con un
DVD de sexo y se lo dio a Corradi y Corradi se lo entregó a Pascual y ella se lo llevó,
debemos descartar esa versión porque ni el propio Gonzalo Rodríguez la confirmó.
Efectivamente, el joven salteño, nos explicó que en el Instituto no vio revistas o imáge-
nes de sexo, que Ojeda estaba separado y él cuidaba a los niños. De todos modos, aun
situándonos en la posibilidad de que el cuidador Rodríguez hubiera acercado al medio-
día el DVD en cuestión, ello no prueba que los adultos que estaban almorzando supieran
que Ojeda metía a los chicos a ver ese tipo de material en la sala de juegos.
Cierto es que la señora (nombre de denunciante), dijo que
Ojeda le mostró una revista de sexo. Y de igual manera, la joven (nombre de denuncian-
te) dijo que Ojeda, Corradi y Bordón, junto a los chicos veían películas de sexo. Pero, no
menos cierto es que, NO mencionaron a la señora Pascual, y ni tan sólo que ello aconte-
ciera en la sala de juegos, ni dieron, aunque más no fuera, una pista para poder asociar
sus relatos al obrar omisivo que se le reprocha a la encartada; es más, (nombre de de-
nunciante) luego fue clara diciendo que ella no fue testigo de eso, sino que se lo conta-
ron.
Es decir, pudo Ojeda tener material de sexo en aquel enton-
ces, en la medida que se encontró material de ese tipo cuando se allanó su dormitorio en
el año 2016–al igual que en el de Corbacho-, e incluso hasta podemos sospechar que
Ojeda compartiera ese material con algunos alumnos; pero de ahí a sostener que la seño-
ra Pascual lo sabía y lo encubría bajo su “ala”, como lo sostuvo Fiscalía, hay un paso
muy grande, que no resultó ni tan sólo explicado. Sólo se ha basado la acusación en su-
posiciones, tal como lo dijo el señor Defensor, Dr. Banco.
Y finalmente, el joven (nombre de denunciante), admitió ha-
ber visto en la habitación de Ojeda material pornográfico. En el legajo del ex alumno, a
fs. 25, para fecha 12/6/07 se consigna que, por alumnos mayores, se tiene conocimiento
de que el denunciante está viendo pornografía proporcionada por José Luis, y se pasó a
informar al Representante Legal; si bien la constancia no tiene firma, la señora Pinacca
nos dijo que ella la había suscripto. Surge evidente que se está refiriendo a Corradi, no a
la representante legal Pascual. De todas maneras, debe recordarse que Corradi era la
persona a la que la progenitora le había encomendado el cuidado de su hijo y que Ojeda
era una persona traída por el propio Corradi desde el Provolo de La Plata, posiblemente
estaba bajo su tutela; es decir, su comunicación luce correcta e incluso, más allá de que

332
el legajo no era un libro “oculto”, o sea, cualquier autoridad podía chequearlo, no adver-
timos que ello habilite el conocimiento que en este hecho se le endilga a la señora Pas-
cual, es decir, que Ojeda, metiera a los chicos a ver pornografía en la sala de juegos.
También recordamos, vinculado a este tema, el testimonio de
la señorita (nombre de denunciante), diciendo que en el instituto, vieron películas con
animales, otros videos con cosas sexuales; contó que esos videos ella pensaba que eran
películas, algunas eran películas como por ejemplo de un lobo que sufría, se moría y les
causó dolor. Después de eso, otra vez, vio un video de personas desnudas, besándose, te-
niendo relaciones sexuales, los penes, las vaginas, los pechos, que le chupaban los pe-
chos; que todos los niños lo vieron. Ellos no sabían que eso era sexo; y que cuando ter-
minaron de verla se fueron a dormir. Pero luego sostuvo que los videos sexuales, lo vie-
ron con las profesoras, estaban viendo juntas ese video; estaban el profesor de gimnasia,
la “Jefa” (que sabemos que así apodaban a la señora Pascual) y dos profesoras; agregó
que quien proyectaba los videos, primeramente, fue Kumiko y luego un profesor, que
Kumiko ponía el video, era la responsable, no recordaba si era a la mañana, después
otros días, ponía el video el profesor. Pero luego manifestó que José Luis tenía una com-
putadora, donde estaba al fondo Corbacho había otra, donde estaban los varones y que
las cosas sexuales las vio en la computadora de José Luis. Pero después sostuvo que los
videos de sexo, se los pasaba la maestra, que estaba la “Jefa” y que era en horario de cla-
ses. Finalmente, respondió que otro día, ingresaron a un lugar donde había muchos li-
bros, había un televisor y ahí vieron junto con otros varones; ese lugar era en planta alta;
por ello, se le pidió que señalara el lugar y marcó el medio del plano, sector “biblioteca”,
dijo que no había televisor, sino un proyector. Respondió que eso de ver películas de
sexo, pasó varias veces; a veces iba un grupo, otras veces iba otro grupo, dependía de los
cursos; por ejemplo, cada curso tenía un profesor, y por eso iban rotando; aclaró que no
se acordaba el nombre de las profesoras o personas adultas, que ella recordaba el nom-
bre de los compañeros. No recordaba qué persona mayor le mostraba esas películas; pe-
ro aclaró que los profesores con las maestras, eran muchos –siempre se refirió a las pe-
lículas de contenido sexual-, no se acordaba, y aclaró que ella veía hasta cierto punto y
luego la echaban porque se portaba mal. Reiteró que eran muchos los profesores que po-
nían los videos sexuales, recordaba a un profesor de educación física, no recordaba el
nombre, podía ser Pablo, pero sí indicó su seña personal. Se le preguntó si recordaba si
era de día, de noche o de tarde, y dijo que ellos no sabían la hora porque no tenía reloj,
sólo recordaba que iban, les oscurecía el ambiente y veían las películas. Dijo que esta-
ban en clases, cuando les decía, “vamos, vamos” y los llevaban, y ellos, no entendían
nada.
El hecho de que en alguna de las ocasiones sostuviera que
los videos se los pasaban en la biblioteca, con profesoras, en horario de clases y en gru-
po de alumnos, llevó al Dr. Banco a sostener que eran clases de educación sexual.

333
Si releemos los dichos de la señorita (nombre de denuncian-
te) relacionados con este tema, advertimos que su testimonio ha sido demasiado confuso
para sacar cualquier conclusión: sostuvo que a esos videos los veían antes de irse a dor-
mir, pero luego dijo que era en horario de clases, y varias veces que no sabía en qué ho-
rario; sostuvo que el material lo proyectaba la señora Kosaka como “responsable”, pero
después dijo que era un profesor varón y después sindicó a las maestras con la señora
Pascual. Dijo que los videos de sexo los vio en la habitación de José Luis, pero después
dijo en la biblioteca. Pero lo grave de ello, es que no se le pidió aclaración de sus contra-
dicciones; es decir, para las partes acusadoras, bastó que dijera “videos de sexo”, “Ku-
miko”, “Jefa” y “José Luis”, para darse por satisfechos con el examen del testigo, aun-
que con el nombramiento sucesivo de cada uno de ellos a lo largo de su declaración,
fuera contradiciéndose con el que había mencionado previamente. Es decir, su relato no
tiene la suficiente consistencia.
En realidad, la única persona que sostuvo que vio en la sala
de juegos que los chicos veían revistas y películas de contenido sexual, fue (nombre de-
nunciante). Los demás, sindicaron la habitación de Ojeda y, no dijeron haber sido “meti-
dos” o tan sólo insinuaron haber ido obligados. De todas maneras, si repasamos la decla-
ración de (nombre que se reserva), advertimos que nos contó que eso lo vio en la sala de
juegos del albergue de varones, donde había un metegol, un televisor y allí vio a Corradi
y Bordón, junto con los niños viendo películas sexuales, e incluso agregó que también
había revistas con contenido sexual. Ello es lo mismo que decir que una ex alumna que
ni tan solo fue albergada, pudo ver en el albergue de varones esa escena. Más allá que
cueste pensar en una alumna mujer deambulando por el albergue masculino, debe adver-
tirse que no mencionó a Ojeda y mucho menos a la señora Pascual. Por lo que su decla-
ración, no confirma el hecho siete de Ojeda traído a juicio.
A fuer de lo expuesto, debemos concluir que la única prueba
objetiva obrante en autos, es el secuestro de material de contenido sexual de las habita-
ciones de Corbacho y de Ojeda, en el año 2016, cuando Fiscalía allanó el predio. Ello no
ha sido ni tan sólo cuestionado por las Defensas, pero también queda claro que se trataba
de dos personas adultas y que ese material lo tenían en sus aposentos, ámbito bien priva-
do, por cierto; e incluso, esa prueba no acredita los extremos del hecho siete de Ojeda
traído a juicio. Los testimonios de los denunciantes, no tienen entidad, no resultan con-
sistentes, al punto de que los mismos acusadores sostuvieron, según sus argumentos, que
no estaba probado que los alumnos fueran metidos por Ojeda en la sala de juegos, sino
que era en el dormitorio de aquél; circunstancia ésta última, que tampoco ha sido acredi-
tada más allá de toda duda razonable, y ello porque los testimonios tampoco son claros
en ese aspecto, y sigue sin poder comprenderse por qué la señora Pascual tenía conoci-
miento de ese hecho.

334
Todo ello, insistimos, nos exime de cualquier otro análisis,
luciendo evidente que no se han acreditado los extremos de la acusación sometida a exa-
men. Por lo que corresponde la absolución de la señora Pascual en el presente.
7. Sobre el hecho enrostrado a la señora ASUNCIÓN
MARTÍNEZ:
Hecho nueve de Ojeda:
Primeramente, aclarar que se trata del mismo hecho nueve
del señor Ojeda, del que se había acusado a la señora Pascual y que ya analizamos y
ponderamos los elementos probatorios que, si bien en algunos casos se vinculaban ex-
clusivamente con la señora Pascual, otros, nuclean a ambas encartadas. Ello pues obvia-
mente, se trata del mismo denunciante, el señor (nombre de denunciante), quien confor-
me acusación formal, anotició tanto a la señora Pascual como a la señora Martínez de
los ataques sexuales que él padecía por cuenta de Ojeda, y que ésta, igual que aquella,
estando en conocimiento, omitió sistemáticamente denunciar, hacer cesar esos abusos.
Por esta razón, nos remitimos, en lo que hace a la pondera-
ción del relato del denunciante a lo que en el punto 6.2.1. explicitamos. En apretadísima
síntesis: la escasa credibilidad que merecieron sus dichos, por lo poco verosímil de su
narración -por las inconsistencias y contradicciones-, y porque quedaron en evidencia
las intervenciones de terceros en su declaración -la intérprete de Misiones, la intérprete
de Mendoza mostrándole la cámara Gesell en la que había declarado en la investigación
penal preparatoria-, al punto tal de que no podemos determinar de sus dichos qué fue
producto de su memoria, qué fue producto de lo que le sugirieron y/o dictaron y/o indi-
caron.
En lo que atañe, concretamente a la religiosa Martínez, Fis-
calía, comenzó pretendiendo justificar la posición de garante en la que se encontraba la
religiosa. Para ello, enumeró los cargos que desempeñó en la institución: que era la Ma-
dre Superiora de la comunidad de las hermanas del Huerto que estaban en el Provolo,
Vicepresidente de la Asociación y que era la responsable del cuidado de los niños (que
así decía en el contrato que había celebrado la congregación de las Hermanas del Huerto
cuando fueron al Provolo a prestar sus servicios y fue incorporado del expediente canó-
nico traído AEV).
Desde la misma Fiscalía se admitió que la señora, en reali-
dad, cumplía las funciones de cuidado de los niños pequeños y de las adolescentes en el
albergue de mujeres; e incluso que el joven denunciante, conforme época en que él
sostuvo que fue abusado por Ojeda, se encontraba en el albergue de varones. No
obstante, se infirió la posición de garante desde que (otra denunciante) había dicho
que una vez, estando en el albergue de varones, se lastimó y que quien curó su heri-
da había sido Martínez en el albergue de mujeres (vale aquí recordar lo que se expli-
có cuando se trató la falta de perspectiva de género en relación a las acusadas, y el

335
recurso de ensanchamiento de la posición de garante de estas). De todos modos, fue
claro el propio (nombre de denunciante) diciendo que lo cuidaba Gonzalo Rodríguez
(quien, al igual que todos los cuidadores varones, no fueron objeto de persecución
penal, aunque mucho se dijo de algunos de ellos en torno a conocimiento de abusos
sexuales y tratos vejatorio. También las reflexiones realizadas en el punto de falta de
perspectiva de género, deben traerse aquí como refuerzo argumentativo)
Fiscalía incorporó como prueba de que el denunciante es-
taba al cuidado de Martínez, una constancia del Libro 5 del Albergue, de fecha 8 de
marzo de 2006, en la sostuvo que se consignaba que Martínez había llevado al de-
nunciante al Hospital. Ello motivó que la Defensa técnica, exhibiera el párrafo incor-
porado y pudiéramos ver que en realidad no decía que Martínez fuera la autora del
traslado al nosocomio, sino que decía: “Se lleva a Javier al hospital”, es decir NO se
consigna quién lo habría hecho. Advertimos que, no obstante, esa constancia está en
el Libro de albergues de Mujeres, llevado por las religiosas y era uno de los libros
que no era obligatorio llevar; ello bien puede ser un indicio de que, aun pernoctando
Jaque en el albergue de varones, cierta atención o cuidado dispensaban las religiosas
sobre el denunciante.
De todas maneras, y aquí debemos enfocarnos: cualquiera
haya sido el cargo que ostentó la señora Martínez –al igual que la señora Pascual-,
ello no acredita por sí, que conociera que en el altillo, Ojeda ataba, golpeaba y acce-
día carnalmente al denunciante; por consiguiente, mal se podría, por esas circunstan-
cias, reprocharle no denunciar o no hacer cesar lo que se desconoce.
En lo que atañe al relato del señor Jaque Rolón vinculado a
la señora Asunción Martínez, debemos puntualizar que no fue un relato claro. Justifica-
mos:
Ya explicamos que espontáneamente nada dijo de los abusos
que había denunciado en Fiscalía. Y sobre la religiosa insistió en que él le contó “lo de
la sangre”. Recordamos que había manifestado que por los accesos carnales de Ojeda él
tenía sangre en la zona anal, e incluso dijo que había ido al baño y vio sangre en el ino-
doro y le dolía mucho. Es más, sostuvo que él se lo contó a Corradi, a Asunción, a Ku-
miko y a la profesora –señora Pascual- Y por ello, lo llevaban al hospital, siendo tam-
bién médicos y enfermeras testigos de su sangrado. Entre esas afirmaciones, llegó a de-
cir que a la señora Martínez, lo de la sangre se lo contó estando en el hospital, un día lu-
nes. Añadió que él hablaba poquito Lengua de Señas, que le era difícil hablar Lengua de
Señas para que Martínez le entendiera.
Ello motivó que la Defensa técnica de la encartada, en la voz
de la Dra. Corbacho, sostuviera que el denunciante, si bien siempre manifestó haber
contado “lo de la sangre”, no se le había preguntado qué era concretamente lo que le ha-
bía contado a la religiosa de la sangre, cómo se lo había contado; es decir, si realmente

336
había anoticiado a la señora Martínez que la sangre era porque el señor Ojeda estaba ve-
jándolo. Incluso, que esta falta de claridad se agravaba pues, cuando Jaque Rolón conta-
ba su estadía en el hospital, hablaba de la sangre, de que los médicos habían visto la san-
gre, pero también relataba estudios de audiometría, que le habían puesto algo como lí-
quidos en la nariz –como cuando se está resfriado, había aclarado-; es decir, seguía sien-
do confuso su relato en orden a la intervención de Martínez. De ello dedujo que no esta-
ba acreditado el anoticiamiento a la encartada que los acusadores sostuvieron que Jaque
Rolón efectuó, contándole “lo de la sangre”.
Pero, debemos remarcar que en otro tramo de su declaración,
el señor Jaque Rolón expresó que lo habían penetrado (Ojeda y Bordón), que tenía san-
gre y lo llevaron al hospital, que lo habían llevado con Asunción y las enfermeras en el
hospital vieron que tenían sangre. E incluso, se le preguntó qué le había dicho a la seño-
ra Martínez y respondió que le contó a Asunción que lo habían abusado, se lo contó
cuando era chiquito; también se lo contó a Kumiko y a Lucía, que les repetía, les repetía.
Aunque a renglón seguido, volvió a sostener que a la encartada le dijo lo de la sangre.
De lo reseñado, ¿podemos tener por acreditado, más allá de
toda duda razonable que el señor denunciante le avisó a la religiosa Asunción Martínez
que José Luis Ojeda, lo llevaba al altillo, lo ataba y abusaba sexualmente de él? ¿O que
simplemente este le dijo o de algún modo le pudo comunicar que la sangre se vinculaba
a un reciente abuso sexual?. Ciertamente eso no surge con claridad del relato del joven.
Fuimos testigos de lo dificultoso que resultó la comunicación de los intérpretes con el
denunciante durante el debate; más dificultoso debió haber sido en su niñez, o por lo
menos todas las personas que manifestaron conocerlo en aquellas épocas, sostuvieron
que prácticamente no hablaba.
También sabemos que la señora Martínez no hablaba LSA.
En ese sentido, el señor Fiscal Jefe, sostuvo que habíamos visto todos el video filmado
en una fiesta en el que las niñas habían salido disfrazadas de monjas y hablando en LSA,
y en ese video, se veía a la Hna. Asunción riéndose; es decir, para el titular de la acción
pública, el video era un indicio de que la acusada entendía LSA. Debemos puntualizar,
que tampoco las suscriptas hablamos LSA, pero pudimos comprender claramente la “re-
presentación teatral” de las niñas –como todos los que estábamos en la sala de debate
viendo el video-; es más, también pudimos ver la alegría que trasuntaban tanto el públi-
co que estaba viendo la obra, como las pequeñas “actrices”. Es decir, amén de probar
que las alumnas hablaban LSA (lo cual refuta la hipótesis acusadora, que sostenía que a
los alumnos del Provolo les prohibían hablar LSA), no parece un buen ejemplo o indicio
de que la Hna. Martínez hablara LSA o la entendiera.
Pero, debe repararse en que tampoco parece esta circunstan-
cia, ser una cuestión dirimente. Mucho tiempo insumió de los alegatos de la Defensa,
pero, si se pondera el resto del relato del denunciante, este anoticiamiento emerge como
una discusión tan estéril como la que se suscitó con las rejas de las ventanas del albergue

337
de mujeres –vinculadas a la denuncia de (nombre de denunciante)-, o la de los pañales
en la institución –relacionados con el relato de otra denunciante-. Justificamos:
Aun cuando pudiera tenerse por acreditado ese anoticiamien-
to de una de los denunciantes a Martínez, advertimos el quiebre que ya mencionamos en
ocasión de ponderar los dichos del denunciante respecto a la señora Pascual: es contrario
a la lógica la afirmación de que alguien que quiere tapar, no denunciar los abusos sexua-
les de su cómplice, ni hacerlos cesar, lleve a la víctima al hospital, con las secuelas de
ese abuso a la vista de los médicos y enfermeras, concretamente, la sangre en la zona
anal.
Ya expresamos lo dificultoso que fue tomar su declaración,
desde la mala conectividad de internet con Misiones, hasta sus dificultades de comuni-
cación (fueran éstas por problemas intelectuales –como sostuvieron tanto las acusadoras
y las Defensas-, fuera por problemas de escaso manejo de LSA).
Pero debemos dejar bien en claro que, aun con todas esas di-
ficultades, y si sólo nos enfocamos en lo que sostuvieron acreditado los acusadores, es
decir, que el denunciante le contó a la señora Martínez los abusos de Ojeda y que por
eso Martínez lo llevó al hospital para su inmediata asistencia, y que en el hospital vieron
la sangre, ya así, debemos colegir que la tesis acusatoria es inconsistente, esto yo no lo
pondría), y remitirnos a lo que hemos señalado al analizar el mismo hecho, pero vincu-
lado a la señora Pascual.
Nadie puede dar crédito a un relato que afirma que, en un
hospital, ingresaba un niño con sangre y dolor en la zona anal, lo veían médicos y enfer-
meras, y no se activaron los protocolos, sin caer en un sesgo de confirmación insensato.
No se puede sostener que en el hospital lo curaban de los abusos sexuales o de lesiones
físicas compatibles con ellos (Fiscalía nos recordó que el señor denunciante dijo que le
ponían “algo ahí”, como si le hubiera puesto algo en la zona anal), y cuando las curacio-
nes terminaban, lo devolvieran al Provolo para que Ojeda continuara atándolo, pegándo-
le y accediéndolo, y las autoridades llevándolo nuevamente al hospital, como nos contó,
que “iba y venía del hospital”. Se trataba, conforme acusación formal de un niño de 8
años de edad, y conforme a su relato, de unos abusos sexuales perpetrados de una mane-
ra excesivamente violenta; es decir, a ningún médico podía pasarle desapercibido la sin-
tomatología, máxime cuando el propio denunciante sostuvo que hasta las enfermeras
vieron su sangrado.
Pero si se insiste en asignarle verosimilitud, viene el segundo
quiebre: si Martínez lo llevaba al hospital pues él le explicaba que la sangre era por los
abusos sexuales de Ojeda, y desde el hospital no activaron protocolo alguno, significa
que tampoco tenía por qué darle credibilidad la señora Pascual, la señora Martínez, la
señora Paz, la señora Pinacca –o cualquier persona- a esas supuestas manifestaciones del
niño.

338
En síntesis: Si conforme al relato del denunciante, se lo llevó
a cualquier centro de asistencia médica, debe forzosamente descartarse cualquier acto de
omisión de denunciar, de ocultamiento, de colaboración con un agresor sexual. Ni Mar-
tínez ni Pascual tuvieron un diagnóstico médico, aun habiéndolo llevado al hospital, que
les indicara que debían judicializar el caso.
Sobre confirmaciones periféricas:
La progenitora, de un denunciante, estaba convencida de que
la señora Martínez había recibido a su hijo en el Provolo de La Plata, cuando el niño te-
nía dos años, y que desde La Plata le hablaba para contarle cómo estaba su hijo. No ha
sido materia de controversia, que la religiosa Martínez, jamás prestó servicios en el Pro-
volo de La Plata. Ya consignamos este relato, como claro ejemplo de falsa memoria;
ello devalúa cualquier otra manifestación que quiera ponderarse de la mamá respecto a
la religiosa.
Nos remitimos en cuanto a las demás manifestaciones sobre
los malos tratos y golpizas que la progenitora dijo haber visto que en la institución le in-
fringían a su hijo, a lo que consignamos en las consideraciones generales y en el análisis
de esta misma causa párrafos anteriores. Relató conductas que ella calificó de aberrantes
y que, no obstante, habría tolerado; aunque también dijera que por eso se enojó con Co-
rradi y le dio un cachetazo a la maestra. De igual manera, no resultó verosímil que no
hubiera denunciado los abusos que dijo le contó su hijo cuando regresaron a Misiones,
por unas amenazas anónimas que ni tan sólo las recordó a la hora de que “todos estos
abusos salieron a la luz” y ahí sí, vino junto a su hijo a denunciar. Reiteramos, por todos
estos motivos, sus dichos carecen de credibilidad.
En cuanto a los informes psicológicos, nos remitimos a lo
que ya expresamos al tratar el mismo hecho nueve de Ojeda que tiene a la señora Pas-
cual como partícipe necesaria.
Por todo lo expuesto, entendemos que no se ha logrado pro-
bar, respecto de los hechos denunciando por el señor denunciante, los extremos de la
imputación que pesa sobre la señora Martínez en este hecho, más allá de toda duda razo-
nable.
8. Sobre los hechos enrostrados a las señoras NOEMÍ PAZ
y GLADYS PINACCA:
El señor Fiscal mantuvo la acusación que pesaba sobre la se-
ñora Noemí Paz, como partícipe necesaria del hecho nueve de José Luis Ojeda; el cual –
recordamos- consistía en que entre los años 2004 y 2009, el señor Ojeda accedía carnal-
mente vía anal al denunciante, ocurriendo ello de manera continua mientras estuvo al-
bergado, lo hacía en el altillo y otras veces en el corral de gallinas. En el requerimiento
de elevación a juicio, fue calificado como abuso sexual con acceso carnal, en concurso
ideal con abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser cometido contra un me-
nor de 18 años d edad, aprovechando la situación de convivencia preexistente con el

339
mismo, en modalidad delito continuado (arts. 119 tercer párrafo, 54, 119 segundo párra-
fo, en función del 119 cuarto párrafo inciso f y 55 del C.P.
Respecto de la señora Gladys Pinacca, mantuvo la acusación
–como partícipe secundaria- en el hecho siete del señor Ojeda, en el que se acusaba al
jardinero de meter a los chicos a ver películas de sexo a la habitación de juegos del Pro-
volo, en el año 2007 aproximadamente. Ese hecho había sido calificado como como co-
rrupción de menores, agravada por ser el autor conviviente y en los términos del artículo
125 tercer párrafo del C.P.
Al momento de alegar sobre la calificación jurídica corres-
pondiente a las conductas atribuidas a las señoras mencionadas, el señor Fiscal Jefe sos-
tuvo que luego del debate, y conforme a la prueba ahí reunida, debía modificar la sub-
sunción normativa originaria; esto es la referida tanto en la pieza acusatoria suscripta por
el Dr. Stroppiana como la indicada por él en la acusación simplificada para mejor com-
prensión de las señoras acusadas. Así dijo que la calificación jurídica correcta en ambos
casos, era la de omisión de auxilio en concurso ideal con encubrimiento agravado, en los
términos de los artículos 108, 277 inciso 1° letra d) en función del inciso 3 letra a) y 54
del C.P.).
Argumentó al respecto, que de todos los presupuestos de la
imputación objetiva sentada en el precedente Tizza de la S.C.J. de Mendoza, que a su
vez citaba al Dr. Jesús María Silva Sánchez (situación generadora de deber, no realiza-
ción de la conducta debida, capacidad individual de acción y posición de garante), en el
caso de las acusadas, faltaba la condición de garante de éstas. Refirió que el rol de am-
bas era fungible y que no tenían estrecha relación con el bien jurídico protegido. Recor-
dó los dos círculos que él había presentado, en uno de los cuales ubicaba a la “tríada” in-
tegrante de la cúpula de poder endogámico y enfermizo (Corradi, Pascual, Kosaka y
Martínez, destacando que los dos primeros eran una simbiosis, y que por ello no hablaba
cuarteto sino de tríada), y en el segundo círculo, colocó sólo a las imputadas respecto a
quienes mantuvo la acusación, afirmando que la responsabilidad de éstas, dependía de la
fractura de la membrana del primer círculo. En síntesis (luego del debate, y no obstante
de aproximadamente tres años de investigación, uno de audiencia preliminar y dos de
debate), el titular de la acción penal, sostuvo que las señoras Paz y Pinacca, a pesar de su
criterio anterior, no tenían posición de garante y por ende no podía atribuirle los hechos
en términos de comisión por omisión.
Luego de presentar y pretender justificar la alteración de la
subsunción normativa, el señor Fiscal Jefe, en base a diversos fallos y argumentos de de-
recho internacional, refirió que, si bien conforme a los artículos 63 y 67 del Código Pe-
nal argentino vigente a la fecha de los hechos traídos a juicio y a la nueva calificación
jurídica, las respectivas acciones, estaban prescriptas, esas normas, analizadas a la luz de
aquellos argumentos, eran inconstitucionales y/o inconvencionales. Pidió en consecuen-
cia, que así fueran declaradas por este Tribunal, y que las señoras Paz y Pinacca, fueran

340
condenas a las penas de tres años de prisión en suspenso, diez años de inhabilitación y $
5000 de multa.
A su turno, los señores Querellantes particulares, adhirieron
a la postura del señor Fiscal, tanto en sus fundamentos como conclusiones. A su vez, el
Dr. Barrera, para el eventual supuesto de que por “cuestiones de legalidad” [sic], el Tri-
bunal desestimara la inconstitucionalidad, y entendiera prescripta las conductas, realizó
un pedido en subsidio, que consistió en la solicitud de pronunciamiento de fondo, para
respetar el derecho a la verdad objetiva que convencionalmente tienen sus representa-
dos, señor (nombre de denunciante varón) y señora (nombre de denunciante femenino).
Los señores Defensores, Dres. Ortiz (por la señora Pinacca)
Banco y Yerfino (por la señora Paz), en base a distintos argumentos, requirieron la des-
estimación del planteo de inconstitucionalidad y la absolución lisa y llana de sus defen-
didas por inexistencia del hecho y de la calificación jurídica propuesta.
A continuación, el Tribunal se ocupará de fundar por qué
ninguno de estos planteos de las partes acusadoras, puede prosperar y corresponde de-
clarar la prescripción de las acciones penales concernientes a los delitos atribuidos a las
señoras Paz y Pinacca.
A) Desestimación del planteo de inconstitucionalidad y/o in-
convencionalidad:
Tras deliberar extensamente sobre la cuestión, el Tribunal no
halló mejores argumentos para fundar su posición en el tema, que los ya expresados por
los miembros de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional - Sala
1- CCC 12490/2015/2/CNC1, en la causa caratulada “Balsa, Leticia Paola s/ Legajo de
casación”, de fecha 8 de noviembre de 2018.
Así, al iniciar su voto, el juez preopinante, el Dr. Bruzzone, sostu-
vo que no tenía mucho más que agregar a los fundamentos expuestos en el fallo que
confirmaba (en este se había declarado la prescripción de un delito de abuso sexual in-
fantil y se había sobreseído al imputado); no obstante lo cual, también se ocupó de aña-
dir algunas otras razones para reforzar el criterio sentado por la magistrada a quo.
En ese sentido, vale recordar que en el fallo objeto de impugna-
ción, se sostuvo: “(…) existe un impedimento para aplicar al sub examine la regulación
pretendida, toda vez que al momento de los hechos (…) dicha norma [refiriéndose al
art. 67, CP, cfr. ley n° 27.206] no se encontraba vigente y su aplicación colocaría al im-
putado en una situación más gravosa” … ““(…) las conductas aquí ventiladas no
constituyen un delito de lesa humanidad ni una violación a los derechos humanos
con los alcances que señala la parte en su escrito de apelación. Más allá de su grave-
dad, los episodios reprochados a Balsa remiten a situaciones acaecidas en un ámbito
privado (…)” (el destacado me pertenece), y que entonces “(…) la norma a aplicarse es
la que regía al tiempo del juzgamiento, más favorable en sus efectos para el imputado,
en la medida en que el principio de ley penal más benigna se encuentra incluido en con-

341
venciones internacionales que revisten jerarquía constitucional a través del art. 75, inc.
22, de la C.N. (art. 9 de la Convención Americana sobre DD.HH. y art. 15 del Pacto In-
ternacional de Derechos Civiles y Políticos)”.
El argumento concerniente al principio de legalidad, que el ma-
gistrado Bruzzone no sólo convalida, sino que hace suyo, entendemos, toca lo medular
de la cuestión. Ciertamente, aquello que el señor Querellante particular, Dr. Barrera, mi-
nimizó y mencionó como una eventual razón para desestimar el pedido de inconstitucio-
nalidad, es la razón primera por la cual ningún Tribunal, ajustado a los lineamientos de
un Estado Constitucional de Derecho, podría declarar inconstitucional o inaplicar una
ley vigente en el momento de la presunta comisión de los hechos, y que, incluso, siguió
vigente luego de la reforma constitucional de 1994 y nunca atacada por contrariedad con
la constitución sino hasta la sanción de la Ley 26705, cuya aplicación retroactiva, nues-
tra SCJ ha entendido improcedente (fallo Lemos Ferrande).
Por otro lado, si bien tenemos claro que el planteo de la parte
acusadora no consiste abiertamente en el pedido de una aplicación retroactiva de las le-
yes 26.705 y 27.206 (cuestión sobre lo que ya se ha pronunciado nuestro máximo tribu-
nal provincial), en esencia tiene el mismo efecto, desde que lo que se pregona es la de-
claración de inconstitucionalidad de los arts. 63 y 67 del C.P. por no tener éstos, un con-
tenido como el que les suministró el legislador a través de las reformas de aquellas leyes
mencionadas. De modo, que resulta difícil distinguir ambos planteos, aunque el Tribu-
nal realiza, como se observa, un esfuerzo, por diferenciar aquello que ontológicamente
no parece ser tan disímil.
Al respecto, advertimos que ser consecuentes con la pretensión
acusatoria, importaría darles a los arts. 63 y 67 un contenido diferente al que decidió el
legislador de aquellas normas en las fechas de su sanción e incluso, distinto al que dio el
legislador de las leyes 26.705 y 27.206, en tanto aún para éstos, dichos delitos siguen
siendo prescriptibles. Como sostuvo el magistrado García, en el fallo que tomamos co-
mo guía interpretativa “la ampliación de supuestos de suspensión, por vía jurispruden-
cial, no es compatible con los arts. 18, 19 y 75, inc. 12, C.P., y conduciría lisa y llana-
mente a que los jueces sustituyesen las elecciones político-criminales del Congreso por
las suyas propias”. En nuestro caso, sería con la agravante de que dicha modificación
pasar el resultado, no de un proceso democrático deliberativo, sino producto de la sesga-
da mirada de una parte interesada del proceso.
Dicho de otro modo: sostuvo el señor Fiscal Jefe que el Congreso
de la Nación incumplió con su deber desde 1994 hasta el 2011 –fecha de la sanción de la
Ley 26705- , que por eso requería que se declarara la imprescriptibilidad de los hechos,
supuestamente cometidos en ese lapso. Pero no advirtió que, en las dos oportunidades
que el legislador se expidió sobre el tema, es decir en el 2011 y en el 2015 (las dos refor-
mas a la que la misma Fiscalía aludió como en sintonía con el espíritu de la Convención
de los Derechos del Niño), jamás estableció que esos delitos fueran imprescriptibles,

342
sino que simplemente, contempló una causal de suspensión de la prescripción de las ac-
ciones penales en ciertos delitos contra la integridad sexual, cuando la víctima es un me-
nor de edad. Es decir: Fiscalía cita una reforma del Código Penal como acorde a la legis-
lación supranacional, y pretende una nueva (imprescriptibilidad); por ello, no existe mo-
tivo para que el Tribunal se erija en legislador de un tema ya abordado por el poder na-
cional que tiene las facultades de dictar leyes y encima, para abordarlo de manera dife-
rente, a pesar de que el legislador ya se ha pronunciado –a través de las leyes citadas por
el mismo Fiscal, que no le dan la razón-.
En tercer lugar, si como entienden los acusadores, los artículos
del Código Penal que establecen plazos de prescripción para delitos de abuso sexual
contra niños, niñas y adolescentes, fueran inconstitucionales luego de la incorporación
de la Convención de los Derechos del Niño a la Constitución Nacional, debió serlo tam-
bién antes de ese momento, desde que la Convención de los Derechos del Niño fue rati-
ficada por Argentina en el año 1990 y rige en el país con jerarquía superior a las leyes
antes de la reforma constitucional. Ninguno de los argumentos ofrecidos por las partes
para fundar la inconstitucionalidad, es diferente a la propia jerarquía constitucional de la
Convención de los Derechos del Niño y la alegada omisión del Estado argentino de ade-
cuar su normativa interna hasta el año 2011. La pregunta que sigue a este razonamiento,
es por qué sólo recién allí, conforme a la posición de las acusadoras, las normas atacadas
devinieron inconstitucionales, desde que bajo esa lógica, también debieron serlo vía
aplicación del artículo 31 de la CN.
Es clara la inconsistencia del argumento desde que la contrarie-
dad, de existir, como se afirma, no emergería de la incorporación a la Constitución Na-
cional (circunstancia histórica que en todo caso, refuerza la jerarquía de dicha conven-
ción frente al resto de las leyes del país), sino del contenido mismo del plexo normativo
convencional y su alegado desajuste con los artículos 63 (igual en su contenido al ante-
rior artículo 62 del C.P.) y 67 del Digesto Sustantivo. No obviamos que sobre esto, algo
expresó también el señor Fiscal Jefe, es decir, afirmó que dichas normas no cumplían
con los estándares establecidos en aquella Convención; no obstante, este segundo argu-
mento, no sólo quedó en la superficie de la mención y no tuvo desarrollo argumentativo
avalatorio suficiente, sino que, a todo evento, encontramos para él, también en el fallo
Balza, adecuada respuesta.
En efecto, en el voto que suscribe el Dr. García, se dice: “No hay
ninguna regla del derecho internacional de los derechos humanos que obste a que los
Estados partes establezcan reglas de prescripción de la acción penal respecto de delitos
de abuso sexual cometidos por personas particulares que no son agentes del estado, ni
obran con su aquiescencia o bajo su dirección (…) El abuso sexual u otras formas de
abuso infantil no están comprendidos en ninguna disposición de un tratado que esta-
blezca su imprescriptibilidad. Tampoco puede inferirse del derecho internacional gene-
ral la existencia de una regla consuetudinaria a la que se le reconozca carácter obliga-

343
torio, según la cual los Estados tendrían prohibido someter tal clase de delitos a algún
régimen de prescripción. (…).
En nuestro caso, al momento de juzgar, tuvimos que analizar
unos supuestos determinados de abusos sexuales infantiles en los que habrían participa-
do ciudadanas y no agentes del Estado, conforme a la tesis acusatoria. En el caso pun-
tual que nos ocupa en este tópico –inconstitucionalidad de los artículos 63 y 67 del C.P.
vigente al momento de los presuntos hechos-, ni siquiera los acusadores, refirieron parti-
cipación en delitos contra la integridad sexual de niños, niñas o adolescentes, sino que
las acciones atribuidas a las señoras Paz y Pinacca, de haber ocurrido, habrían afectado a
la administración pública –encubrimiento- y a las personas –omisión de auxilio-. Preten-
der una inconstitucionalidad o inconvencionalidad para punir esas conductas, y forzar
para ello, su categorización como delitos de lesa humanidad, tortura, etc., en los térmi-
nos en que éstos están definidos en la normativa internacional, importa un severo acto
de arbitrariedad, de ningún modo convalidable por un órgano jurisdiccional propio de un
Estado Constitucional de Derecho.
Por último, y para cerrar la respuesta a esta propuesta equiparable
a un proyecto legislativo, es importante agregar como fundamento, lo destacado con su-
ma agudeza, por de la Dra. Yerfino, desde que no es baladí lo advertido por ella. En
efecto, sostuvo la señora Defensora, que el señor Fiscal Jefe, había pedido la inconstitu-
cionalidad de los artículos 63 y 67 del C.P. vigentes al momento de los hechos, cuando
en verdad, esas normas respecto a los delitos que nos atañen (encubrimiento y omisión
de auxilio), no han tenido ninguna modificación. Este argumento, además de demostrar
el superficial análisis que precedió el pedido de inconstitucionalidad, y lo venturoso del
mismo, confirma también que, tal como antes destacamos, la pretensión, encubre un in-
terés propiamente legislativo, desde que no se trata ya ni siquiera de inaplicar una norma
pretérita, sino de transformar una norma vigente, esculpiéndola de un modo que abrigue
hasta las últimas pretensiones punitivas de los acusadores.
Por todo ello, se rechaza el pedido de inconstitucionalidad y/o in-
convencionalidad y/o inaplicabilidad por inconvencional de los artículos 63 y 67 del
C.P. vigente a la fecha de los hechos.
B) Prescripción de las acciones penales concernientes a los he-
chos atribuidos a las señoras Gladys Pinacca y Noemí Paz:
Rechazada la petición de las partes acusadoras, debemos puntua-
lizar:
Que teniendo en cuenta las nuevas calificaciones legales atribui-
das por los señores acusadores a los hechos enrostrados a ambas señoras, recordamos
que:
El delito de omisión de auxilio (artículo 108 del Digesto Sustanti-
vo), se encuentra conminado con pena de multa. Mientras que, el delito de encubrimien-

344
to agravado, 277 inciso 1° letra d) en función del inciso 3 letra a) del citado cuerpo nor-
mativo, tiene una pena máxima de seis años de prisión.
Por otro lado, debemos recordar que, siempre de acuerdo a la
acusación formal, el hecho que se le enrostra a la señora Pinacca habría ocurrido en el
2007 (siete de Ojeda), y el hecho del que se acusa a la señora Paz habría acontecido en-
tre los años 2004 a 2009 aproximadamente.
Y a su vez, debemos por aclarar que el primer avoque en es-
tos obrados –primer llamado a indagatoria, conforme las mandas del artículo 67 inciso
b) del Digesto Sustantivo-, aconteció el 1° de setiembre de 2017 en el caso de la señora
Pinacca (fs. 262 y ss.) y el 11 de enero de 2018 (fs. 1037 y ss.) para la señora Paz.
Finalmente, no se han verificado causales de interrupción o
suspensión de la acción penal (artículo 67 del C.P.)
De todo ello se infiere que, al momento de ser llamadas a in-
dagatoria tanto la señora Pinacca como Paz, la acción ya estaba prescripta, por cuanto ya
habían transcurrido los plazos previstos por el artículo 62 inciso 2º y 5° del Código
Penal, sin haber mediado causales de interrupción o suspensión de la acción penal.
C) Petición en subsidio del Dr. Oscar Barrera, representante
de los querellantes (nombre de dos denunciantes):
El representante de ambos querellantes, tras adherir al plan-
teo de inconstitucionalidad, invocó en subsidio, el derecho de sus asistidos, a conocer la
verdad histórica. Como corolario de ello, solicitó al Tribunal, en caso de entender pres-
criptas las acciones, que se pronunciara sobre el fondo de los hechos traídos a juicio para
así garantizar a sus representados, el acceso a la Justicia, y la reparación simbólica del
daño sufrido.
No ignoramos que en el precedente “Funes” de la Corte Su-
prema de Justicia se ha dicho: “… la extinción de la pretensión penal no implica desen-
tenderse de la obligación del Estado de asegurar el derecho de los padres de la víctima
–más aún cuando en su calidad de damnificados intervienen en la causa como acusado-
res particulares- a conocer la verdad de los hechos, con prescindencia de que las con-
ductas del caso puedan ser calificadas como un delito de lesa humanidad…”, y vincula-
do con ello, en el mismo precedente, se sostuvo que: “… es imprescindible que la inves-
tigación no se interrumpa en forma inmediata, sino cuando las circunstancias del hecho
estén lo suficientemente esclarecidas como para que la eximición de pena alcance sólo
a los hechos o a las autores a quienes la norma pretendió beneficiar…”. En dicho fallo,
se recuerda el precedente “Mazzeo”, y se consigna que, más allá de ciertas disidencias,
en ese caso, hubo unanimidad a la hora de pronunciarse por la continuidad de la investi-
gación. Todo ello, fue fundado en base a “… los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y al amparo de los “derechos del niño” y las me-
didas de protección que a su respecto impone ese instrumento en su artículo 19. …”

345
Entonces, resulta evidente que conforme nuestro máximo
Tribunal Nacional, la obligación de investigar por parte del Estado no se agota en forma
inmediata cuando el delito está prescripto (en los supuestos en los que la víctima es un
menor).
Debemos recordar y remarcar que en nuestro caso, todo el
proceso de investigación se había cerrado, hacía años, por cierto, cuando se elevó la cau-
sa a juicio con una acusación formal que contenía descriptos hechos, calificaciones jurí-
dicas e individualizadas las acusadas; que durante un año, las partes habían estado ofre-
cimiendo prueba e impugnando la propuesta por su contraria, y que luego el Estado, re-
presentado por el Ministerio Público Fiscal, estuvo produciendo su prueba durante el de-
bate a lo largo de dos años. Dicho de manera bien clara, se habían investigado las de-
nuncias, se había permitido que tanto Fiscalía como los propios querellantes ofrecieran
la prueba que consideraran afín a sus intereses y se había producido la misma. Ahora
bien, ¿qué ocurrió? Que luego de seis años, el representante de los intereses de la socie-
dad y del Estado, y los representantes de los propios denunciantes, cambiaron la califi-
cación legal durante los alegatos y devino la prescripción de la acción penal en virtud de
esa mutación o re encuadre de los hechos.
Debemos destacar que es un principio incontrovertido, que la
extensión de la juris dictio depende de la existencia de una acción y del alcance de la
acusación. Conforme todo lo desarrollado en los puntos precedentes, es claro que el Tri-
bunal y los propios acusadores carecen de acción para pronunciarse sobre el fondo del
asunto o para instar ello. Entendemos que el noble propósito de conocimiento de la ver-
dad y de reparación, no pueden ser alcanzado por este medio.
De todos modos, creemos que no obstante este conocido im-
pedimento de pronunciamiento, las presuntas víctimas han obtenido los derechos preten-
didos. Justificamos:
En primer lugar, existen dos sentencias penales ejecutadas
que precedieron a ésta (sentencia 170 y 919), en donde se determinaron hechos y res-
ponsables, se aplicaron condenas y se ordenaron reparaciones más allá de la propia im-
posición de pena. En segundo lugar, tuvo conocimiento el Tribunal de que se realizaron
investigaciones paralelas a las penales, tanto desde el gobierno (expediente de la DGE),
como desde la curia (expedientes canónicos), y que incluso en esta última sede, se emi-
tió un pronunciamiento por parte de la autoridad eclesiástica sumariante, por lo que, en
consecuencia, allí también hubo declaraciones “sobre la verdad”. En tercer lugar, en
nuestro juicio, se presentó un acuerdo reparatorio civil en el cual la Iglesia, a través de
su representante Dr. Lastra, indemnizó al señor (nombre de denunciante), asumiendo
también, el pago de costas y honorarios de todos los profesionales actuantes en la acción
civil, y nos informó que también se había hecho un acuerdo similar con los otros denun-
ciantes.

346
En último lugar, en nuestro proceso, si bien no pudimos arri-
bar a una sentencia sobre el fondo, por el giro repentino de la subsunción legal de los he-
chos realizada por los propios acusadores, ocurre que, tanto el señor Fiscal Jefe –repre-
sentante del Estado-, como el señor Querellante particular –representante de los señores
(nombre de denunciantes)-, como ya se dijo, formularon acusación en base a una com-
pleta investigación precedente. Ergo, estos hechos, fueron investigados, se llegó a la for-
mulación de una tesis sobre su modo de ocurrencia y sus presuntos responsables (en los
que se tuvo particularmente en cuenta lo declarado por los propios denunciantes); por
consiguiente, hay marco fáctico de referencia para el eventual conocimiento los hechos.
Que el Tribunal no pueda convalidar o descartar esa hipótesis, por falta de acción, reite-
ramos, no sepulta el valor que tiene para los denunciantes, la investigación y sus resulta-
dos.
II.- Las Dras. María Belén Salido y María Belén Renna, por
sus fundamentos adhieren al voto precedente.
TERCERA CUESTIÓN:
I.- La Dra. Gabriela Urciuolo dijo:
Que atento al resultado a que se ha arribado al tratar la
primera cuestión, a la referida aquí corresponde omissis.
II.- Las Dras. María Belén Salido y María Belén Renna ex-
ponen que adhieren, por sus fundamentos al voto anterior.
CUARTA CUESTION:
I.- La Dra. Gabriela Urciuolo dijo:
Que atento al resultado a que se ha arribado al tratar las
cuestiones precedentes, a la referida aquí corresponde omissis.
II.- Las Dras. María Belén Salido y María Belén Renna ex-
ponen que adhieren, por sus fundamentos al voto anterior.
QUINTA CUESTIÓN:
I.- La Dra. Gabriela Urciuolo dijo:
COSTAS:
Atento al resultado obtenido, corresponde disponer que las
costas del proceso penal sean por el orden causado (arts. 558 y ss. CPP).
Por ello, corresponde que los honorarios regulados en la par-
te dispositiva de la sentencia, a los profesionales intervinientes, sean solventados por la
parte que los propuso para representarla.
COMPULSAS:
I.- En sus alegatos de cierre, el Dr. Varela Álvarez, en
representación del grupo de profesionales que asumió las defensas técnicas de las
señoras Kosaka y Martínez, requirieron una serie de compulsas.
En primer lugar, debemos puntualizar que, siendo las
suscriptas funcionarias públicas, tenemos la obligación de denunciar -conforme los

347
términos del artículo 329 inciso 1° del Código Procesal Penal-, si durante el debate –es
decir, en ejercicio de nuestras funciones-, tomamos conocimiento de la presunta
comisión de un delito perseguible de oficio. Entonces, ello no es una facultad o una
opción para los jueces (ni para el Ministerio Público Fiscal). Sí es una alternativa para
los señores Defensores y Querellantes.
Pueden haber cambiado las perspectivas de enfoque de
muchas funciones de los representantes de las partes y de los jueces, desde el prisma del
sistema acusatorio (e incluso desde la lente del adversarial). Pero ninguno de esos
sistemas, ha cambiado la calidad de funcionario público al juez o la jueza, que es –en su
rol- donde pivotea el fundamento de tal obligación.
En segundo lugar, y como consecuencia de lo recién
indicado, emerge claro que, si luego de haberse rendido la prueba ofrecida por las partes,
luego de haber escuchado las conclusiones finales, precisamente, al momento de
deliberar, el tribunal –valorando la prueba- advierte que existen sospechas de que algún
testigo hubiera incurrido en algún delito de acción pública, debe extraer la compulsa, y
ello, en absolutamente nada afecta el deber de imparcialidad del juez. Esa imparcialidad
se hubiera podido ver vulnerada si el tribunal hubiera decidido la extracción de
compulsa durante el debate, declarando el testigo, por ejemplo; y ello en la medida en
que, en este supuesto, se estaría preopinando sobre la verosimilitud de ese testimonio.
Por ello, comenzaremos el análisis de las peticiones y
justificación de nuestra resolución al respecto, seguiremos el orden establecido por los
peticionantes:
A. Se solicitó compulsa para las Licenciadas Gema Lara en
su calidad de funcionaria pública, pues, se sostiene, obstaculizó e impidió las pericias
ordenadas por el Juzgado de Garantías, sobre las denunciantes (dos de ellas), conforme
los informes y testimonios brindados por las Licenciada Albor y la intérprete Montero.
Acontece que no tratándose los hechos enunciado por el
señor Defensor de presuntos delitos cometidos en audiencia ante este Tribunal (artículo
382 del Digesto Adjetivo), corresponde no hacer lugar; se destaca que los profesionales
pueden acudir por la vía que corresponda.
B. Se requirió compulsa para la Licenciada Andrea Riveros,
en su calidad de funcionaria pública, por haber falseado su pericia sobre el denunciante
Suárez Gil obrante a fs. 1362 de autos P-60030. De igual manera que en el caso anterior,
advertimos que no se trataría de un delito cometido en audiencia realizada ante este
Tribunal (art. 382 CPP). Pueden los señores Defensores, acudir por la vía
correspondiente.
C. Compulsa vinculada a la Lic. Cucchi y al Dr. Profili,
ambos funcionarios públicos, por impedir el derecho de control en la pericia de (nombre
de denunciante), realizada el 3/9/18. Teniendo en cuenta que no se trataría de un delito
cometido en audiencia realizada ante este Tribunal, corresponde desestimar el pedido,

348
debiendo el profesional acudir por la vía que corresponda. En cuanto al pedido de com-
pulsa a la Lic. Ana Cucchi, por falsear su declaración sobre la pericia realizada en la
persona de (nombre denunciante) a través de la metodología “de aportar notas sin con-
trol de la cadena de custodia, al margen de los protocolos y obligaciones como funciona-
ria pública”, no indicando el señor Defensor cuál sería el delito que se debería investi-
gar, corresponde desestimar el pedido, debiendo el profesional acudir por la vía que co-
rresponda.
D. Respecto al pedido de compulsa solicitada para que se in-
vestigue la conducta del Psiquiatra Profili, en su calidad de funcionario público, por obs-
taculizar la pericia de (nombre de denunciante) y realizar amenazas a las Peritos de Con-
trol Albor y Montero, no tratándose de hechos cometidos en audiencia ante este Tribu-
nal (art. 382 C.P.P.), corresponde desestimar el pedido, debiendo el profesional acudir
por la vía que corresponda.
E. Con relación a la compulsa requerida para que se investi-
gue el delito de falso testimonio agravado presuntamente cometido por la señora (nom-
bre testigo), constando, conforme la prueba reunida, que el joven (nombre denunciante)
padecía de enuresis durante su infancia y/o adolescencia, no luce prima facie mendaz la
afirmación sobre el uso de pañales. En lo que respecta a un ocultamiento de una reunión
de su hijo con sus abogados para “consensuar su declaración en contra de la imputada”,
no habiendo esto ocurrido en el marco de la audiencia, corresponde desestimar el pedido
de compulsa por ambos motivos. En caso de que sea evidente para los señores Defenso-
res, la falsedad sobre el uso de los pañales y la reunión para consensuar la falsa declara-
ción, podrán ocurrir por la vía que corresponda.
F. En relación al pedido de compulsa por falso testimonio a
la señora Perla Jaque, relacionado con que habría sostenido falsas situaciones de conoci-
mientos, encuentros y responsabilidades que no surgen de la documentación y testimo-
nios existentes, resultando absolutamente indeterminado los fragmentos del testimonio
rendidos en la audiencia el 2 de noviembre del 2022, considerados falsos por la peticio-
nante, corresponde desestimar la pretensión. Pudiendo ocurrir la parte interesada por la
vía que corresponda.
G. Vinculado al pedido de compulsa al señor Luis Battistelli,
Presidente de la Asociación de Sordos de Mendoza, por haber afirmado falsedades (al-
gunas de ellas mencionadas por los señores Defensores y otras, apreciadas por el propio
Tribunal), corresponde proceder como se solicita a los efectos de que la Unidad Fiscal
que corresponda, investigue la presunta comisión del delito de falso testimonio. A todo
evento, se pone a disposición de la Fiscalía interviniente, el link de las audiencias corres-
pondientes y elementos que estime necesarios (artículo 329 inc. 1 Código Penal).
H. Respecto del pedido de compulsa por “delito de acción
pública” contra el abogado Oscar Barrera, las intérpretes Estela Alcar, Débora Pizarro,
Roxana Giottier y la psicóloga Claudia Espíndola, no precisando el peticionante cuál se-

349
ría el presunto delito cometido por los sindicados, corresponde desestimar la petición,
debiendo ocurrir por la vía que corresponda. No obstante lo anterior, habiendo surgido
de las audiencias en las que declaró el señor (nombre de denunciante), que su abogado
representante, Dr. Oscar Barrera, le habría exhibido antes de declarar, la cámara Gesell
en la que brindó declaración en la investigación penal preparatoria, pudiendo esa con-
ducta constituir una preparación indebida del testimonio, corresponde remitir los links
de las audiencias en las que declaró el señor (nombre de denunciante) durante el debate
y copia de los presentes fundamentos, al Colegio de Abogados de la Provincia de Men-
doza (54 inc. 2° de la Ley 4976) para que analice si corresponde remitir al Honorable
Tribunal de Ética compulsa por la eventual infracción del Dr. Oscar Barrera al art. 25
inc. 2° de la Ley 4976 y al art. 64 del Código de Ética Profesional para Abogados y Pro-
curadores (aprobado por la Federación de Colegios de Abogados y Procuradores de la
Provincia de Mendoza en sesión del 7/6/86, acta N° 3 del Libro respectivo) (54 inc. 2°
Ley 4976). Igualmente, por el comportamiento en audiencia del día 7 de noviembre de
2022 de la intérprete Giottier, remítase copia del link de aquella al responsable del Mi-
nisterio de Justicia y Derechos Humanos – Delegación Misiones, a los efectos que pu-
dieren corresponder.
I. Con relación al pedido de remisión de los fundamentos de
la presente sentencia al Tribunal de Ética del Colegio de Abogados, “para que se investi-
gue la conducta de los abogados Sergio Salinas, Lucas Lecour, Juan Dantiaq y Oscar
Barrera”, no surgiendo del contenido de la presente sentencia algún hecho susceptible de
investigación por parte del Tribunal de Ética, a excepción del indicado en el punto H.
respecto del Dr. Oscar Barrera, al pedido, no ha lugar, debiendo la parte peticionante, en
su caso, gestionarlo por sus propios medios.
J. Vinculado al pedido de remisión de los fundamentos de la
sentencia al Tribunal de Ética del Colegio de Psicólogos de Mendoza a efectos de que
determine la conducta de la Psicóloga Candela Álvaro y de la Trabajadora Social Laura
Bernaldo de Quirós, por no haber llevado a cabo conductas contrarias a la “lex artis”,
corresponde desestimar el pedido por cuanto las terapias grupales forman parte de una
praxis aceptada.
K. En cuanto a las conductas endilgadas a los Dres. Gustavo
Stroppiana y Alejandro Iturbide (obstrucción de justicia, incumplimiento de los deberes
de persecución penal, y abuso de poder), si bien no ha sido precisada exactamente qué
derivación se pretende de parte del Tribunal al respecto, sí entendemos que corresponde
remitir copia de los fundamentos de la presente sentencia y de los links de los alegatos
de los señores Defensores y del mismo señor Fiscal Jefe, al señor Procurador General de
la Provincia de Mendoza, a los efectos de que analice el modo de actuación de los repre-
sentantes de su ministerio en el presente caso, particularmente en orden al déficit de ob-
jetivad y de perspectiva de género (art. 3 inc. c) Ley 8008 y art. 7 inc. a), d) y h) Ley
26485. En cuanto al pedido de Jury de enjuiciamiento de ambos magistrados, una vez

350
firme la presente Sentencia, de entender los señores Defensores que existe causales sus-
ceptibles de ser llevadas a conocimiento del Jury de Enjuiciamiento, deberán ocurrir
oportunamente.
L. En cuanto al pedido de investigación de la conducta del
señor Fiscal Jefe, Dr. Alejandro Iturbide "por el conocimiento previo y posterior” de las
maniobras de manipulación del testimonio de Javier Jaque Rolón, en perjuicio de Asun-
ción Martínez, no resultando esto sino de las afirmaciones de la Defensa técnica, corres-
ponde desestimar el pedido, debiendo la parte ocurrir por la vía que corresponda.
II.- A su vez, teniendo en cuenta las manifestaciones de la
señora Elena Mabel Ruíz (progenitora de uno de los jóvenes denunciantes), durante el
debate, especialmente en lo vinculado a que no reconoció su firma en ciertos documen-
tos que se le exhibieron, entendemos que también corresponde extraer compulsa para
que se investigue la presunta comisión del delito de falso testimonio (artículo 329 inc. 1
Código Penal).
RECOMENDACIONES:
1. Teniendo en cuenta la actuación de los profesionales de la
salud del EdeAAS en los presentes obrados, y a los fines de garantizar la transparencia y
debido control de las entrevistas que los mismos realizan a los denunciantes, para poder
revisar el tenor de los interrogatorios que formulan los expertos, y hasta incluso las res-
puestas, nos permitimos recomendar que se comiencen a registrar (video filmar o cual-
quier otro método de registro).
2. Considerando que quedó de manifiesto, a través de la
confrontación de los argumentos del órgano acusador público con las evidencias traídas
a nuestro debate, que el sesgo cognitivo ha trasvasado todo este proceso penal, y consi-
derando las eventuales medidas paliativas que se sugieren desde la ciencia para evitar o
morigerar este fenómeno que ocasiona graves errores y peores daños, nos permitimos
recomendar, al señor Procurador General, luego de dos años de estar en este debate, y en
base a opiniones como la de Daniel Medwed, en su libro “Prosecution Complex: Ameri-
ca's Race to Convict and Its Impact on the Innocent”, New York University Press, New
York, 2012, pág. 22 y ss. (consultado en: https://books.google.com.ar/books?
id=4fCFqMm1ebMC&printsec=frontcover#v=onepage&q&f=false el 18/9/23), ciertas
medidas que, en casos complejos, con pluralidad de causas y partícipes –como el nues-
tro-, con la repercusión mediática y la presión social que conllevan en los investigadores
y en los encargados de llevar adelante la acusación, pueden coadyuvar a morigerar esta
visión altamente perniciosa. Concretamente:
1) Instar a las fiscalías a revisar los casos en los que se mantuvieron las acusaciones y no
tuvieron como correlato condenas, centrándose en las causas. Ello ayuda a detectar ses-
gos pretéritos y a desestimar casos especialmente débiles en el futuro.
2) Fomentar la interconsulta entre Fiscales, a los fines de revisar el caso, previo a elevar-
lo a juicio. Ello obliga al Fiscal que lleva el caso a verbalizar las razones de su decisión,

351
desencadenando la autorreflexión, al poder contar con la perspectiva de un colega ajeno
al caso. La experiencia demuestra que cuando una persona tiene que justificar su deci-
sión ante otra (o mejor aún, ante un grupo), a menudo adopta un enfoque más equilibra-
do y exhaustivo teniendo en cuenta la evidencia detrás de su decisión.
3) Realizar capacitación continua sobre la visión de túnel y los sesgos cognitivos. Los
talleres sobre sesgos cognitivos resultan apropiados para que los acusadores articulen las
razones específicas para fundar su posición; ofrecer contraargumentos durante los ejerci-
cios de juego de roles puede disminuir el efecto del sesgo de confirmación y la perseve-
rancia de creencias.
4) Tal como se ha hecho en el orden Federal, asignar dos o más fiscales para este tipo de
casos (Vgr.: juicios de lesa humanidad), o provincias como la del Chaco (caso Cecilia
Strzyzowski, que es investigada actualmente por tres fiscales). Adviértase que el artículo
46 del Digesto Adjetivo, admite la jurisdicción colegiada para causas complejas; ello
puede constituir un baremo y una buena práctica para el Ministerio Público Fiscal. A ta-
les fines, remítase al señor Procurador General, copia de los presentes fundamentos y,
para mayor ilustración, los links de los alegatos formulados por las partes.
II.- La Dra. María Belén Salido por sus fundamentos adhiere
al voto precedente.
III.- La Dra. María Belén Renna, en disidencia parcial dijo:
Comparto las consideraciones efectuadas por el voto preopi-
nante en lo relativo a las costas y las recomendaciones. No obstante, debo discrepar res-
petuosamente con mis distinguidas colegas, en cuanto a lo resuelto en relación a la peti-
ción de extraer diversas compulsas, por parte de la defensa técnica de Asunción Martí-
nez y Kumiko Kosaka, al momento de finalizar sus alegatos.
En primer lugar, dichos pedidos, a mi entender, no aparecen
compatibles con el actual sistema procesal provincial, que a partir de las más recientes
reformas, adopta caracteres compatibles con un procedimiento acusatorio adversarial,
respaldado a su vez por Nuestro Cimero Tribunal in re “Calderón Castro” entre otros.
Así, en el fallo citado se sostuvo: “En cuanto al sistema acu-
satorio adversarial se refiere, esta corte se ha expresado en reiteradas oportunidades
(ver al respecto los precedentes «Riquelme Valdez», «Flores González», «Mopardo Du-
pox», «Ferreyra Ordoñez») y ello implica abandonar definitivamente el sistema inquisi-
tivo atenuado (mixto) del viejo código sancionado con la ley 1908 (aunque éste significó
un gran avance frente al modelo inquisitivo anterior); incluso el modelo acusatorio ate-
nuado de la ley 6.730 debe ser abandonado en su concepción primigenia ya que con la
sanción de las leyes de reforma judicial (8.869, 8.896, 8.929, 9.040 y 9.106 de juicio
por jurados, a las que hay que acompañar con las leyes 8.911 y 8.928 que reforman la
vieja ley 8.008 de Ministerio Público que consagran la independencia funcional del Mi-
nisterio Público Fiscal y de la Defensa Pública), se impone la obligación de interpretar
las normas procesales (investigación y juzgamiento) conforme a ellas en tanto se esta-

352
bleció un nuevo paradigma acusatorio adversarial –que resulta ser el único adecuado
constitucionalmente a la manda del juicio por jurados–. En este paradigma la respon-
sabilidad de las partes no puede ser trasladadas al juez, ni este asumirlas, porque no
sólo debe ser independiente e imparcial, sino también impartial.”
Desde estos lineamientos, queda habilitada para todas las
partes, la posibilidad de denunciar penal y/o administrativamente ante los organismos
que correspondan, en caso de considerarlo pertinente, sin la necesidad de hacerlo a
través del Tribunal, llamado a resolver las diferentes acusaciones traídas a este juicio.
A su vez, todos los delitos invocados en el alegato defensivo,
son de acción pública y denunciables por cualquier persona ante la Fiscalía
especializada que corresponda. Asimismo, en caso de ser el representante del Ministerio
Público quien advierte la presunta comisión de un ilícito, deberá hacerlo de oficio, por
tratarse del órgano titular de la acción penal.
Por otra parte, y ya en concreto en el presente caso, no
advierto en los pedidos referidos, que surjan elementos de mérito para sospechar la
presunta comisión de esos hechos delictivos, más allá de lo expuesto en la primera
cuestión al valorar cada una de las pruebas traídas al presente debate. Las discordancias
alegadas para fundar los pedidos de compulsa penal -rebatidas a su vez por el Sr. Fiscal
Jefe en su réplica- han sido tenidas en cuenta por este Tribunal, al ponderar la prueba y
valorar su peso de cargo o descargo, explicando como las inconsistencias advertidas,
influyeron decisivamente, mermando la credibilidad y fiabilidad de los respectivos
testimonios.
Puntualmente, en el caso del testigo Luis Batistelli, los Sres.
Defensores no explicaron en qué sentido sus dichos constituían una falsedad típica a los
términos del art 275 del C.P., con miras a perjudicar a las encartadas, entendiendo
además que existía por su parte una omisión de denunciar. Ahora bien, sin perjuicio de
las consideraciones efectuadas respecto a la selectividad adoptada por el Ministerio
Público para avocarse a la investigación en los presentes autos por la presunta
participación en los hechos juzgados en la causa conocida como “Provolo I”-explicado
acabadamente por la Sra. Vocal preopinante y a cuyos argumentos me remito-, en
cuanto a la existencia o no de un deber de denunciar por parte del declarante, no surge a
mi modo de ver, motivo alguno para hacer lugar a la extracción de compulsa por el
delito de falso testimonio, por cuanto de sus dichos en el debate no surge falseamiento a
la verdad, existiendo la posibilidad de que haya existido una confusión u olvido al
responder las preguntas y repreguntas de las partes. Lo propio ocurre, ya sin pedido de la
defensa, con el testimonio depuesto por Elena Mabel Ruiz.
De igual modo, la actuación ética como abogado del Dr.
Oscar Barrera respecto de su representado, surge de lo depuesto por el propio
denunciante -cuyas particularidades en su testimonio en el debate ya fue analizado en la
parte pertinente- por lo que tampoco entiendo, más allá del efecto negativo que tuvo en

353
la confiabilidad de su relato al efectuar su peso de cargo, no evidencia, según mi modo
de ver, en forma clara, la infracción a los deberes impuestos por la ley que regula su
ejercicio profesional, para acceder a lo solicitado en este punto.
Esta última consideración cabe para las restantes compulsas
administrativas, cuya regulación normativa de actuación excede la competencia de este
Tribunal Colegiado llamado a dictar sentencia.
Sin perjuicio de lo expuesto, reitero, queda a criterio de los
peticionantes, de así considerarlo pertinente, efectuar las denuncias por la vía que
corresponda, quedando para ello a su disposición, copia de la presente sentencia y/o
links de las audiencias necesarias a tal fin.
SEXTA CUESTIÓN:
I.- La Dra. Gabriela Urciuolo dijo:
Sobre el desistimiento del actor civil:
En la audiencia del día 14 de agosto del corriente año, con
motivo de concederle el uso de la palabra al representante legal del actor civil de autos
P-60.030/17, dentro de la etapa de alegatos, manifestó el Dr. Juan Manuel Lavado que
procedían a desistir de la acción civil iniciada contra todos los demandados, esto es,
Asociación Civil Obra San José, la señora Graciela Pascual y la señora Gladys Edith Pi-
nacca, como consecuencia de haber arribado a un acuerdo transaccional celebrado en fe-
cha 10 de mayo de 2023 con el primero de los éstos, de conformidad con el art. 1641
CCCN.
Explicó el letrado, que dicho convenio tenía efecto extensivo
a las restantes demandadas, en tanto la indemnización económica recibida por el joven
(nombre de denunciante) por parte de la Asociación Obra San José, implicaba la recí-
proca obligación de su parte de desistir de la pretensión incoada en el presente proceso,
respecto de todas las demandadas civiles.
A su turno, el Dr. Ernesto Lastra, por la demanda Asociación
Obra San José, ratificó los términos contractuales referidos por su contraparte, aclarando
que ello no implicaba asumir algún tipo de culpabilidad de su representada, sino que el
acuerdo de voluntades tenía por objeto únicamente poner fin a obligaciones litigiosas,
como manda la ley sustantiva. Agregó asimismo que, al no haberse trabado la litis, no
correspondía -a su entender- la regulación de costas, sin perjuicio que para el caso que el
Tribunal lo estimara procedente, su representada se haría cargo eventualmente también
de dicha obligación.
El Dr. Víctor Banco, por la demandada Graciela Pascual, ex-
presó que su asistida no tenía conocimiento ni había formado parte del contrato referido,
solicitando la fijación de costas por la pericia psiquiátrica realizada por su parte, como
así también la regulación de sus honorarios profesionales. A tal petición adhirió el Dr.
Pablo Ortiz, por el patrocinio de la demandada Gladys Edith Pinacca.

354
En la audiencia celebrada el 25 de setiembre de 2023, com-
parecieron las partes civiles, ratificaron lo expuesto en los alegatos, aclarando que con-
forme la cláusula séptima del convenio, la Asociación Obra San José “…se obliga a ha-
cerse cargo y a abonar las eventuales costas que se hubieren producido.”
Ahora bien, atento al acuerdo arribado, corresponde tener
por desistida la acción civil, conforme expresado en audiencia por las partes y de acuer-
do al carácter disponible que caracteriza a la misma (Artículo 1641, concordantes y apli-
cables del Código Civil y Comercial de la Nación) y tal como lo manifestamos en la
misma audiencia de debate.
Sobre la imposición de costas en la acción civil
Corresponde expedirnos sobre la imposición de costas, aten-
to al estado del proceso: adviértase que el acuerdo transaccional que motivó el desisti-
miento de la parte actora, ocurrió ya cerrándose el proceso, concretamente en los alega-
tos, es decir, se ya había finalizado la etapa de producción de pruebas, y ello conforme
las normas procesales que rigen la acción civil insertada en el proceso penal.
De ello se infiere que hubo actividad procesal de los deman-
dados (excepciones, ofrecimiento y producción de prueba, contra exámenes a testigos).
Ello conlleva forzosamente la imposición de costas.
En ese sentido, el art. 36 inc. I) del Código Procesal Civil Comercial y Tributario
es muy claro en la medida que indica que el vencido será condenado en costas y “…el
que desiste también.” Lo mismo señalaba la norma del art. 36 inc. I) del Código Proce-
sal Civil derogado. Dice Podetti que quien abdica o abandona algún derecho o renuncia
a continuar lo que ejecutó implica que reconoce el derecho de la contraria y por ello está
obligado a pagar las costas que el ejercicio de su acción ha ocasionado (Cfr.: Podetti,
Ramiro, Código de Procedimientos, tomo I, Bs.As., La Facultad, 1936, pág. 106 y ss.).
También ha sido ese el criterio sostenido en forma uniforme por la jurisprudencia
(SCJMza, LS257 - Fs.365; C.Civil Primera: LA148 - Fs.008; LS146 - Fs.352; Cuarta
Cámara Civil: LA114 - Fs.159; Cámara Civil Segunda: L.A. 90-57).
Pero acontece que, en nuestro caso, dentro del acuerdo
transaccional suscripto y luego ratificado en audiencia, quien se obligó a cargar con las
costas del proceso que eventualmente se devengaran, fue la propia demandada,
Asociación Obra San José.
Es decir, si bien el principio procesal plasmado
normativamente nos indica que quien desiste carga con las costas, en estos obrados,
quien ha asumido el pago de las mismas es uno de los demandados.
Entendemos que no existe impedimento alguno a que el
demandado Asociación Obra San José cargue con las costas del presente proceso, tal
como se obligó en el convenio. Ello puesto que la normativa procesal no lo prohíbe, es
un objeto lícito y forma parte de un convenio producto de la voluntad de las partes
interesadas. Lejos podría el Tribunal interferir, entonces, en esas condiciones pactadas.

355
Por consiguiente, corresponde cargar con las costas del presente proceso a la demandada
civilmente, Asociación Obra San José.
Sobre los honorarios devengados en la acción civil:
A los fines de la regulación de los honorarios en la presente
cuestión, hemos tenido en cuenta: a) La actividad procesal desplegadas por todas las
partes en el ejercicio de la acción civil oportunamente incoada en este proceso penal; b)
El acuerdo transaccional arribado en los presentes y el monto que se estipuló como pago
en dicho acuerdo (expresamos que no se consigna el importe a fin de respetar la
voluntad de las partes en aras a preservar la seguridad del actor civil, pero que para
control, queda copia certificada de dicho convenio reservada en Secretaria); c) y lo
normado en la Ley de Aranceles.
Por todo ello, entendemos que corresponde regular de
honorarios de los profesionales de la parte actora en la suma de Pesos seiscientos sesenta
mil ($ 660.000) en conjunto y en proporción de Ley; de los profesionales de la parte
demandada que representaron a la Asociación Obra San José, la suma de Pesos
seiscientos sesenta mil ($ 660.000), en conjunto y en proporción de Ley; de los
profesionales de la parte demandada que representaron a la señora Pinacca, en la suma
de Pesos seiscientos sesenta mil ($ 660.000), en conjunto y en proporción de Ley; a los
señores Defensores Oficiales de la Décimo Segunda Defensoría Penal por la
representación de la demandada, señora Graciela Pascual, la suma de Pesos seiscientos
sesenta mil ($ 660.000), en conjunto; y finalmente, a la representante legal de la citada
en garantía, “Integrity Seguros S.A.”, Dra. Constanza Fischetti, la suma de Pesos
Cuatrocientos sesenta mil quinientos treinta ($ 430.530) (Arts. 2, 4 inc. c de la Ley
9131, y artículo 9 inciso 14 de la Ley 9828).
II.- Las Dras. María Belén Salido y María Belén Renna ex-
ponen que adhieren, por sus fundamentos al voto anterior.
Por todo lo expuesto, el Tribunal,
FALLA:
1°) RECHAZANDO los pedidos de nulidad impetrados por
los señores Defensores de las señoras Kosaka y Martínez, contra los testimonios
brindados en cámara Gesell por las señoras M.V.G.S. y J.A., el acta de inspección
ocular realizado por la última, y contra el testimonio del señor J.E.J.R. (art, 198 inc.3
C.P.P.), con costas.
2°) ABSOLVIENDO a Kosaka KUMIKO, ya filiada, en el
HECHO UNO, del delito de participe primaria (Art, 45 C.P) en términos de comisión
por omisión, emergente de la violación al deber de garante del delito atribuido en autos
p-118.324/16 en calidad de autor a corbacho siendo los siguientes: abuso sexual con
acceso carnal, agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser cometido
contra un menor de dieciocho años de edad provechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo – hecho 15 - (art, 119 tercer párrafo, en función del art, 119

356
cuarto párrafo, incisos b) y f), 45 del Código Penal, y art, 122 Ley 6.354) en concurso
real (art, 55 del C. P.) con participación primaria en términos de comisión por omisión,
emergente de la violación al deber de garante, del delito atribuido en autos p-
118.324/16 en calidad de autor a corbacho, abuso sexual con acceso carnal, agravado
por ser el autor encargado de la guarda, por ser ministro de culto y por ser cometido
contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo – hecho 8 - (art, 119 tercer párrafo, en función del art, 119
cuarto párrafo, incisos b) y f), 45 del Código Penal). En el HECHO DOS como
participe primaria (Art, 45 del C.P.) del delito atribuido en autos P-118.324/16 en
calidad de autor a Corbacho, de abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal con
abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor el encargado de la
guarda – hecho 1- (Art, 119 tercer párrafo, art, 54 y art, 119 segundo párrafo, en
función del art, 119 cuarto párrafo, inciso b). En el HECHO TRES como autora del
delito de corrupción de menores, agravado por ser la encargada de su guarda, tres
hechos en concurso real (art, 125 tercer párrafo y art, 55 del Código Penal). En el
HECHO CUATRO como participe primaria en términos de comisión por omisión,
emergente de la violación al deber de garante del delito atribuido en autos N° P-
118.324/16 en calidad de autor a Ojeda, de abuso sexual gravemente ultrajante
agravado por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando
la situación de convivencia preexistente con el mismo, en modalidad de delito
continuado – Hecho 5- (Art, 45, art, 119, segundo párrafo, en función del art, 119
cuarto párrafo, inciso f), y art, 55 contrario sensu del Código Penal, art, 122 Ley 6.354).
En el HECHO CINCO como autora del delito de abuso sexual simple, agravado por
ser cometido por ministro de culto reconocido y por ser encargado de la guarda, en
concurso ideal con corrupción de menores agravado por ser encargado de la guarda
(art, 119 quinto párrafo, en función con el art, 119 cuarto párrafo inciso b), art, 54 y art,
125 tercer párrafo del Código Penal). Y en el HECHO SEIS como autora del delito de
abuso sexual simple, agravado por ser cometido por ministro de culto reconocido y por
ser encargado de la guarda, en concurso ideal con corrupción de menores agravado
por ser encargado de la guarda (Art, 119 quinto párrafo, en función con el art, 119
cuarto párrafo inciso b), art, 54 y art, 125 tercer párrafo del Código Penal) que se le
atribuyera en la causa N° P- 28674/17 (art. 414 C.P.P.).
3°) ABSOLVIENDO a Kumiko KOSAKA del delito de
abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor encargado de la guarda
y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la
situación de convivencia preexistente con el mismo (art, 119 segundo párrafo, en
función del art, 119 cuarto párrafo, inciso b) y f) y del Código Penal) que se le
atribuyera en la causa N° P- 78.790/18 (art. 414 C.P.P.).
4°) ABSOLVIENDO a Graciela PASCUAL IVARS, ya
filiada, del delito de participe necesaria en términos de comisión por omisión,

357
emergente de la violación al deber de garante (art, 45 del Código Penal, art 122 Ley
6.354) en los delitos atribuidos en autos N° P-118.324/16 en calidad de autor a
Corbacho siendo los siguientes: abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal con
abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor el encargado de la
guarda – Hecho 1- (Art, 119 tercer párrafo, art, 54, 119 segundo párrafo, en función del
art, 119 cuarto párrafo, inciso b) del Código Penal); abuso sexual simple, agravado por
ser el autor encargado de la guarda, por ser ministro de culto y por ser cometido contra
un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo – Hecho 3- (Art, 119, primer párrafo, en función del art, 119,
cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal); abuso sexual simple, agravado por ser
el autor encargado de la guarda, por ser ministro de culto y por ser cometido contra un
menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo, en modalidad de delito continuado – Hecho 4- (art, 119
primer párrafo en función del art, 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) y art, 55 contrario
sensu del Código Penal); abuso sexual simple, agravado por ser el autor encargado de
la guarda, por ser ministro de culto y por ser cometido contra un menor de dieciocho
años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo -
Hecho 5- (art, 119, primer párrafo en función del art, 119 cuarto párrafo, incisos b) y f)
del Código Penal); abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor
encargado de la guarda, por ser ministro de culto y por ser cometido por dos o más
personas y contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de
convivencia preexistente con el mismo – Hecho 6 - (art, 119, segundo párrafo, en
función del art, 119 cuarto párrafo, incisos b), d) y f) del Código Penal); corrupción de
menores, agravado por ser el autor encargado de la guarda – Hecho 7- (art, 125 tercer
párrafo del código penal); abuso sexual con acceso carnal, agravado por ser el autor
encargado de la guarda y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad
aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 8- (art,
119 tercer párrafo, en función del art, 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código
Penal); abuso sexual con acceso carnal, agravado por ser el autor encargado de la
guarda, y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando
la situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 9- (art, 119 tercer
párrafo, en función con el art, 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal);
abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal con abuso sexual gravemente
ultrajante, agravado por ser el autor encargado de la guarda, por ser ministro de culto
y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la
situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 10- (art, 119 tercer párrafo,
54 y 119 segundo párrafo, en función del art, 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del
Código Penal); abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal con abuso sexual
gravemente ultrajante, agravado por ser el auto encargado de la guarda, por ser
ministro de culto y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad

358
aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 11- (art,
119 tercer párrafo, 54 y art, 119 segundo párrafo, en función del art, 119 cuarto párrafo,
incisos b) y f) del Código Penal. Con relación a los hechos atribuidos a Corradi en
calidad de autor, los siguientes: abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el
autor encargado de la guarda, por ser ministro de culto y por ser cometido contra un
menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo, en grado de tentativa – Hecho 1- art, 119, segundo párrafo,
en función del art, 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) y art, 42 del Código Penal); abuso
sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor encargado de la guarda por ser
ministro de culto, por ser cometido por dos o más personas y contra un menor de
dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el
mismo – Hecho 2- (art, 119, segundo párrafo, en función del art, 119 cuarto párrafo,
incisos b) y f) del Código Penal); corrupción de menores, agravado por ser el autor
conviviente y encargado de la guarda – Hecho 3- (art, 125 tercer párrafo del Código
Penal); corrupción de menores, agravado por ser el autor conviviente y encargado de
la guarda – Hecho 4- (Art, 125 tercer párrafo del Código Penal). Con relación a los
hechos atribuidos a Ojeda en calidad de autor, los siguientes: abuso sexual gravemente
ultrajante, agravado por ser cometido por dos o mas personas y contra un menor de
dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el
mismo – Hecho 1 – (Art,119, segundo párrafo, en función del Art,119 cuarto párrafo,
incisos b), d) y f) del Código Penal); abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal
con abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser cometido contra un menor de
dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el
mismo, en modalidad de delito continuado – Hecho 2- (art, 119, tercer párrafo, 54, Art,
119 segundo párrafo, en función del Art,119 cuarto párrafo, inciso f), y Art, 55 a
contrario sensu, del Código Penal); abuso sexual simple agravado por ser cometido
contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo, en concurso real con abuso sexual con acceso carnal,
agravado por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando
la situación de convivencia preexistente con el mismo, en modalidad de delito
continuado – Hecho 3- (art, 119 quinto párrafo en función del inciso f), art, 55, Art,119,
tercer párrafo, en función del art,119 cuarto párrafo, inciso f), y Art, 55 a contrario
sensu, del Código Penal); abuso sexual con acceso carnal agravado por ser cometido
contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo – Hecho 4- ( art,119, tercer párrafo, en función del Art,119
cuarto párrafo, inciso f), del Código Penal); abuso sexual gravemente ultrajante
agravado por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando
la situación de convivencia preexistente con el mismo, en modalidad de delito
continuado – Hecho 5- (art,119, segundo párrafo, en función del art,119 cuarto párrafo,
inciso f), y Art, 55 a contrario sensu, del Código Penal); corrupción de menores, agra-

359
vado por ser el autor conviviente – Hecho 6- (Art, 125 tercer párrafo del Código Penal),
corrupción de menores, agravado por ser el autor conviviente – Hecho 7- (art, 125 ter-
cer párrafo del Código Penal); corrupción de menores, agravado por ser el autor convi-
viente – Hecho 8- (art, 125 tercer párrafo del Código Penal); abuso sexual con acceso
carnal en concurso ideal con abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser co-
metido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convi-
vencia preexistente con el mismo, en modalidad de delito continuado – Hecho 9- (art.
119 tercer párrafo, art, 54, art, 119 segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto párra-
fo inciso f), y art, 55 a contrario sensu, del Código Penal); abuso sexual con acceso car-
nal en concurso ideal con abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser come-
tido por dos personas, en concurso real con abuso sexual con acceso carnal en concur-
so ideal con abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser cometido por dos
personas – Hecho 10- (art, 119 tercer párrafo, art. 54, art. 119 segundo párrafo, en fun-
ción del art, 119 cuarto párrafo inciso d), art, 55, art, 119 tercer párrafo, art,54, art, 119
segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo inciso d) del Código Penal). Con
relación a los hechos atribuidos a Bordón en calidad de autor, los siguientes: abuso
sexual gravemente ultrajante en concurso real con abuso sexual con acceso carnal,
agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser cometido contra un menor
de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el
mismo – Hecho 1- (art, 119, segundo párrafo, art, 55, art, 119 tercer párrafo, en función
del art,119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal); abuso sexual con acceso
carnal, agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser cometido contra un
menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo – Hecho 2- (art, 119, tercer párrafo, en función del art,119
cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal); abuso sexual gravemente ultrajante
agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser cometido contra un menor
de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el
mismo – Hecho 3- (art,119, segundo párrafo, en función del art, 119 cuarto párrafo,
incisos b) y f) del Código Penal); abuso sexual gravemente ultrajante en concurso ideal
con abuso sexual con acceso carnal, agravado por ser el autor encargado de la guarda
y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la
situación de convivencia preexistente con el mismo, cuatro hechos en concurso real –
Hecho 4- (art. 119, segundo párrafo, art. 54, art. 119 tercer párrafo, en función del art,
119 cuarto párrafo, incisos b) y f) y 55 del Código Penal); abuso sexual simple,
agravado por ser el autor encargado de la guarda – Hecho 5- (art,119, primer párrafo
en función del Art,119 cuarto párrafo, inciso b) del Código Penal); abuso sexual simple,
agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser cometido contra un menor
de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el
mismo – Hecho 6- (art. 119, primer párrafo en función del Art,119 cuarto párrafo, inci-
sos b) y f) del Código Penal); corrupción de menores, agravado por ser el autor convi-

360
viente y encargado de la guarda – Hecho 8- (art, 125 tercer párrafo del Código Penal);
abuso sexual simple, agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser come-
tido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convi-
vencia preexistente con el mismo – Hecho 9- (art,119, primer párrafo en función del art,
119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal); corrupción de menores, agravado
por ser las víctimas menores de dieciocho años de edad y por ser el autor conviviente y
encargado de la guarda de las mismas – Hecho 10- (art, 125 primer y tercer párrafo del
Código Penal). Con relación a los hechos atribuidos a Gómez (Pilo) en calidad de autor,
los siguientes: abuso sexual simple, dos hechos en concurso real – Hecho 1- (Art, 119,
primer párrafo y Art,55 del Código Penal), abuso sexual gravemente ultrajante – Hecho
2- (art, 119, segundo párrafo del Código Penal); corrupción de menores – Hecho 3- (art,
125 primer párrafo del Código Penal); corrupción de menores – Hecho 4- (art, 125
primer párrafo del Código Penal); abuso sexual con acceso carnal en concurso ideal
con abuso sexual gravemente ultrajante – Hecho 5- (art, 119 tercer párrafo, 54 y art,
119 segundo párrafo, del Código Penal); y abuso sexual con acceso carnal en concurso
ideal con abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser cometido por dos
personas, en concurso real con abuso sexual con acceso carnal en concurso ideal con
abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser cometido por dos personas –
Hecho 6- (art, 119 tercer párrafo, art,54, art,119 segundo párrafo, en función del art, 119
cuarto párrafo inciso d), art, 55, art, 119 tercer párrafo, art, 54, art, 119 segundo párrafo,
en función del art, 119 cuarto párrafo inciso d) del Código Penal), todos en concurso
real (art, 55 del Código Penal), que se le atribuyera en la causa N° P-60.030/17 (art. 414
C.P.P.).
5°) ABSOLVIENDO a Asunción MARTINEZ AQUINO,
ya filiada, como participe necesaria en términos de comisión por omisión, emergente de
la violación al deber de garante en el delito atribuido en autos P-118.324/16 en calidad
de autor a Ojeda tipificado como abuso sexual con acceso carnal en concurso ideal con
abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser cometido contra un menor de
dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el
mismo, en modalidad de delito continuado – Hecho 9- (art, 45, 119 tercer párrafo, 54,
119 segundo párrafo, en función del art, 119 cuarto párrafo inciso f), 55 a contrario
sensu y 45 del Código Penal y art, 122 Ley 6.364), que se le atribuyera en la causa N°
P- 60.030/17 (art. 414 C.P.P.).
6°) ABSOLVIENDO a Gladys Edith PINACCA
ANDRADE, ya filiada, como participe secundaria en términos de comisión por
omisión, emergente de la violación al deber de garante, (art, 45 del C.P., Art,122 Ley
6.354) en los delitos atribuidos en autos P-118.324/16 en calidad de autor a Corbacho
tipificados como abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal con abuso sexual
gravemente ultrajante, agravado por ser el autor el encargado de la guarda – Hecho 1-
(art, 119, tercer párrafo, art, 54 y art, 119 segundo párrafo, en función del art, 119 cuarto

361
párrafo, inciso b) del Código Penal); abuso sexual simple, agravado por ser el autor
encargado de la guarda, por ser ministro de culto y por ser cometido contra un menor
de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el
mismo – Hecho 3- (art,119, primer párrafo en función del art,119 cuarto párrafo, incisos
b) y f) del Código Penal); abuso sexual simple, agravado por ser el autor encargado de
la guarda, por ser ministro de culto y por ser cometido contra un menor de dieciocho
años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo, en
modalidad de delito continuado – Hecho 4- (art, 119, primer párrafo en función del
art,119 cuarto párrafo, incisos b) y f) y art, 55 contrario sensu, del Código Penal); abuso
sexual simple, agravado por ser el autor encargado de la guarda, por ser ministro de
culto y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la
situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 5- (art,119, primer párrafo
en función del art, 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal); corrupción de
menores, agravado por ser el autor encargado de su guarda – Hecho 7- (art, 125 tercer
párrafo del Código Penal); abuso sexual con acceso carnal, agravado por ser el autor
encargado de la guarda y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad
aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 8- (art,
119 tercer párrafo, en función del art, 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código
Penal); abuso sexual con acceso carnal, agravado por ser el autor encargado de la
guarda, y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando
la situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 9- (art, 119 tercer
párrafo, en función del art, 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal); abuso
sexual con acceso carnal, en concurso ideal con abuso sexual gravemente ultrajante,
agravado por ser el autor encargado de la guarda, por ser ministro de culto y por ser
cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de
convivencia preexistente con el mismo – Hecho 10- (art, 119 tercer párrafo, 54 y Art,
119 segundo párrafo, en función del art, 119 cuarto párrafo, incisos b) y f); art, 55, art,
119 segundo párrafo, en función del art,119 cuarto párrafo, incisos b) y f), del Código
Penal); abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal con abuso sexual gravemente
ultrajante, agravado por ser el autor encargado de la guarda, por ser ministro de culto
y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la
situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 11- (art. 119 tercer párrafo,
54 y art. 119 segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del
Código Penal). Con relación a los hechos atribuidos a Corradi en calidad de autor, los
siguientes: abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor encargado de
la guarda, por ser ministro de culto y por ser cometido contra un menor de dieciocho
años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo, en
grado de tentativa –Hecho 1- (art, 119, segundo párrafo, en función del Art,119 cuarto
párrafo, incisos b) y f) y Art, 42 del Código Penal); y corrupción de menores, agravado
por ser el autor conviviente y encargado de la guarda – Hecho 3- (art. 125 tercer

362
párrafo del Código Penal). Con relación a los hechos atribuidos a Ojeda en calidad de
autor, los siguientes: abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal con abuso
sexual gravemente ultrajante, agravado por ser cometido contra un menor de dieciocho
años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo, en
modalidad de delito continuado – Hecho 2- (art. 119, tercer párrafo, 54, art. 119
segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo, inciso f), y art. 55 a contrario
sensu, del Código Penal); abuso sexual simple agravado por ser cometido contra un
menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo, en concurso real con abuso sexual con acceso carnal,
agravado por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando
la situación de convivencia preexistente con el mismo, en modalidad de delito
continuado – Hecho 3- (art, 119 quinto párrafo en función del inciso f), art. 55, art. 119,
tercer párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo, inciso f), y art. 55 a contrario
sensu, del Código Penal); abuso sexual con acceso carnal agravado por ser cometido
contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo – Hecho 4- (art. 119, tercer párrafo, en función del art. 119
cuarto párrafo, inciso f), del Código Penal); abuso sexual gravemente ultrajante
agravado por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando
la situación de convivencia preexistente con el mismo, en modalidad de delito
continuado – Hecho 5- (art. 119, segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto
párrafo, inciso f) y art. 55 a contrario sensu, del Código Penal); corrupción de menores,
agravado por ser el autor conviviente – Hecho 6- (art. 125 tercer párrafo del código
penal); abuso sexual con acceso carnal en concurso ideal con abuso sexual gravemente
ultrajante, agravado por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad
aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo, en modalidad de
delito continuado – Hecho 9- (art. 119 tercer párrafo, art. 54, art. 119 segundo párrafo,
en función del art. 119 cuarto párrafo inciso f), y art. 55 a contrario sensu, del Código
Penal); abuso sexual con acceso carnal en concurso ideal con abuso sexual gravemente
ultrajante, agravado por ser cometido por dos personas, en concurso real con abuso
sexual con acceso carnal en concurso ideal con abuso sexual gravemente ultrajante,
agravado por ser cometido por dos personas – Hecho 10- (art. 119 tercer párrafo, art.
54, art. 119 segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo inciso d), art. 55, art.
119 tercer párrafo, art. 54, art. 119 segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto
párrafo inciso d) del Código Penal). Con relación a los hechos atribuidos a Bordón en
calidad de autor, los siguientes: abuso sexual con acceso carnal, agravado por ser el
autor encargado de la guarda y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de
edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 2-
(art. 119, tercer párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código
Penal); abuso sexual gravemente ultrajante agravado por ser el autor encargado de la
guarda y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la

363
situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 3- (art. 119, segundo
párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal); abuso
sexual gravemente ultrajante en concurso ideal con abuso sexual con acceso carnal,
agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser cometido contra un menor
de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el
mismo, cuatro hechos en concurso real – Hecho 4- (art. 119, segundo párrafo, art. 54,
art. 119 tercer párrafo, en función del Art,119 cuarto párrafo, incisos b) y f) y 55 del
Código Penal); abuso sexual simple, agravado por ser el autor encargado de la guarda
– Hecho 5- (art. 119, primer párrafo en función del art. 119 cuarto párrafo, inciso b) del
Código Penal); corrupción de menores, agravado por ser el autor conviviente y
encargado de la guarda – Hecho 8- (art. 125 tercer párrafo del Código Penal); abuso
sexual simple, agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser cometido
contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo – Hecho 9- (art. 119, primer párrafo en función del art. 119
cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal); corrupción de menores, agravado por
ser las víctimas menores de dieciocho años de edad y por ser el autor conviviente y
encargado de la guarda de las mismas – Hecho 10- (art. 125 primer y tercer párrafo del
Código Penal). Con relación a los hechos atribuidos a Gómez (alías Pilo) en calidad de
autor los siguientes: abuso sexual simple, dos hechos en concurso real – Hecho 1- (art.
119, primer párrafo y art. 55 del Código Penal); abuso sexual gravemente ultrajante –
Hecho 2- (art. 119, segundo párrafo del Código Penal); corrupción de menores – Hecho
3- (art. 125 primer párrafo del Código Penal); abuso sexual con acceso carnal en
concurso ideal con abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser cometido por
dos personas, en concurso real con abuso sexual con acceso carnal en concurso ideal
con abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser cometido por dos personas –
Hecho 6- (art. 119 tercer párrafo, art. 54, art. 119 segundo párrafo, en función del art.
119 cuarto párrafo inciso d), art. 55, art. 119 tercer párrafo, art. 54, art. 119 segundo
párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo inciso d) del Código Penal); y como
Autora del delito de omisión de auxilio y encubrimiento agravado, en concurso ideal
(art. 108, 277 inciso 1° letra d) en función del inciso 3 letra a) y 54 del C.P.), antes
calificado como corrupción de menores, agravado por ser el autor conviviente – Hecho
7 de Ojeda- (art. 125 tercer párrafo del Código Penal). todos en concurso real (art. 55
del Código Penal), que se le atribuyera en la causa N° P- 60.030/17 (art. 414 C.P.P.).
7°) ABSOLVIENDO a Cristina Fabiana LEGUIZA
FUNES, ya filiada, como participe secundaria en términos de comisión por omisión,
emergente de la violación al deber de garante, (art. 46 del C.P., art. 122 Ley 6.354) en
los delitos atribuidos en autos N° P-118.324/16 en calidad de autor a Corbacho
tipificados como abuso sexual simple, agravado por ser el autor encargado de la
guarda, por ser ministro de culto, y por ser cometido contra un menor de dieciocho
años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo –

364
Hecho 2- (art. 119, primer párrafo en función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f)
del Código Penal); abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor
encargado de la guarda, por ser ministro de culto y por ser cometido por dos o más
personas y contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de
convivencia preexistente con el mismo – Hecho 6- (art. 119, segundo párrafo, en
función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b), d) y f) del Código Penal); corrupción de
menores, agravado por ser el autor encargado de su guarda – Hecho 7- (art. 125 tercer
párrafo, del Código Penal); abuso sexual con acceso carnal, en concurso ideal con
abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor encargado de la guarda,
por ser ministro de culto y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad
aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 11- (art.
119 tercer párrafo, 54 y art. 119 segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo,
incisos b) y f) del Código Penal). Con relación al hecho atribuido a Corradi en calidad
de autor es el siguiente, abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser el autor
encargado de la guarda por ser ministro de culto, por ser cometido por dos o más
personas y contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de
convivencia preexistente con el mismo – Hecho 2- (art. 119, segundo párrafo, en
función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b), d) y f) del Código Penal). Con relación a
los hechos atribuidos a Ojeda en calidad de autor, los siguientes abuso sexual
gravemente ultrajante, agravado por ser cometido por dos o mas personas y contra un
menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo – Hecho 1- (art. 119, segundo párrafo, en función del art. 119
cuarto párrafo, incisos b), d) y f) del Código Penal); abuso sexual con acceso carnal, en
concurso ideal con abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por ser cometido
contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia
preexistente con el mismo, en modalidad de delito continuado – Hecho 2- (art. 119,
tercer párrafo, 54, art. 119 segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo, inciso
f), y art. 55 a contrario sensu, del Código Penal); corrupción de menores, agravado por
ser el autor conviviente – Hecho 8- (art. 125 tercer párrafo del Código Penal); abuso
sexual con acceso carnal en concurso ideal con abuso sexual gravemente ultrajante,
agravado por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando
la situación de convivencia preexistente con el mismo, en modalidad de delito
continuado – Hecho 9- (art. 119 tercer párrafo, art. 54, art. 119 segundo párrafo, en
función del art. 119 cuarto párrafo inciso f), y art. 55 a contrario sensu, del Código
Penal); abuso sexual con acceso carnal en concurso ideal con abuso sexual gravemente
ultrajante, agravado por ser cometido por dos personas, en concurso real con abuso
sexual con acceso carnal en concurso ideal con abuso sexual gravemente ultrajante,
agravado por ser cometido por dos personas – Hecho 10- (art. 119 tercer párrafo, art.
54, art. 119 segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo inciso d), art. 55, art.
119 tercer párrafo, art. 54, art. 119 segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto

365
párrafo inciso d) del Código Penal). Con relación a los hechos atribuidos a Bordón en
calidad de autor, los siguientes: abuso sexual gravemente ultrajante en concurso real
con abuso sexual con acceso carnal, agravado por ser el autor encargado de la guarda
y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la
situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 1- (art. 119 segundo
párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo inciso f del Código Penal). Con relación a
los hechos atribuidos a Gómez (alías Pilo) en calidad de autor, los siguientes abuso
sexual simple, dos hechos en concurso real - Hecho 1- (art.119, primer párrafo y art. 55
del Código Penal); abuso sexual gravemente ultrajante – Hecho 2- (art. 119, segundo
párrafo del Código Penal); corrupción de menores – Hecho 4- (art. 125 primer párrafo
del Código Penal); abuso sexual con acceso carnal en concurso ideal con abuso sexual
gravemente ultrajante – Hecho 5- (art. 119 tercer párrafo, 54 y art. 119 segundo párrafo,
del Código Penal); y abuso sexual con acceso carnal en concurso ideal con abuso
sexual gravemente ultrajante, agravado por ser cometido por dos personas, en
concurso real con abuso sexual con acceso carnal en concurso ideal con abuso sexual
gravemente ultrajante, agravado por ser cometido por dos personas –Hecho 6- (art.
119 tercer párrafo, art. 54, art. 119 segundo párrafo, en función del art. 119 cuarto
párrafo inciso d), art. 55, art. 119 tercer párrafo, art. 54, art. 119 segundo párrafo, en
función del art. 119 cuarto párrafo inciso d) del Código Penal), todos en concurso real
(art. 55 del Código Penal), que se le atribuyera en la causa N° P- 60.030/17 (art. 414
C.P.P.).
8°) ABSOLVIENDO a Valeska Elizabeth QUINTANA
VALENZUELA, ya filiada, como participe secundaria en términos de comisión por
omisión, emergente de la violación al deber de garante, (art. 46 del C.P., art. 122 Ley
6.354) en los delitos atribuidos en autos P-118.324/16 en calidad de autor a Corbacho
tipificado como abuso sexual simple, agravado por ser el autor encargado de la
guarda, por ser ministro de culto, y por ser cometido contra un menor de dieciocho
años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo –
Hecho 2- (art. 119, primer párrafo en función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f)
del Código Penal). Con relación a los hechos atribuidos a Corradi en calidad de autor,
el siguiente: corrupción de menores, agravado por ser el autor conviviente y encargado
de la guarda – Hecho 4- (art. 125 tercer párrafo del Código Penal). Con relación a los
hechos atribuidos a Bordón en calidad de autor, el siguiente abuso sexual simple,
agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser cometido contra un menor
de dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el
mismo – Hecho 6- (art. 119, primer párrafo en función del art. 119 cuarto párrafo,
incisos b) y f) del Código Penal), todos en concurso real (art. 55 del Código Penal), que
se le atribuyera en la causa N° P- 60.030/17 (art. 414 C.P.P.).
9°) ABSOLVIENDO a Laura Alejandra GAETAN
SICARDI, ya filiada, como participe secundaria en términos de comisión por omisión,

366
emergente de la violación al deber de garante (art. 46 del C.P., art. 122 Ley 6.354) en los
delitos atribuidos en autos N° P-118.324/16 en calidad de autor a Corradi tipificado
como corrupción de menores, agravado por ser el autor conviviente y encargado de la
guarda – Hecho 4- (art. 125 tercer párrafo del Código Penal). Con relación a Gómez
(mencionado por error material en la acusación a Corradi) abuso sexual con acceso
carnal en concurso ideal con abuso sexual gravemente ultrajante – Hecho 5- (art. 119
tercer párrafo, 54 y art. 119 segundo párrafo, del Código Penal), todos en concurso real
(art. 55 del Código Penal), que se le atribuyera en la causa N° P-60.030/17 (art. 414
C.P.P.).
10°) ABSOLVIENDO a Cecilia Alejandra RAFFO
ANDREOTTI, ya filiada, como participe secundaria en términos de comisión por
omisión, emergente de la violación al deber de garante (art. 46 del C.P., art. 122 Ley
6.354) en los delitos atribuidos en autos N° P- 118.324/16 en calidad de autor a Bordón
tipificado como abuso sexual gravemente ultrajante en concurso real con abuso sexual
con acceso carnal, agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser
cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de
convivencia preexistente con el mismo – Hecho 1- (art. 119, segundo párrafo, art. 55,
art. 119 tercer párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código
Penal); abuso sexual con acceso carnal, agravado por ser el autor encargado de la
guarda y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la
situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 2- (art. 119, tercer párrafo,
en función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal); abuso sexual
gravemente ultrajante agravado por ser el autor encargado de la guarda y por ser
cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la situación de
convivencia preexistente con el mismo – Hecho 3- (art. 119, segundo párrafo, en
función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal); abuso sexual
gravemente ultrajante en concurso ideal con abuso sexual con acceso carnal, agravado
por ser el autor encargado de la guarda y por ser cometido contra un menor de
dieciocho años de edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el
mismo, cuatro hechos en concurso real – Hecho 4- (art. 119, segundo párrafo, art. 54,
art. 119 tercer párrafo, en función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) y 55 del
Código Penal); abuso sexual simple, agravado por ser el autor encargado de la guarda
– Hecho 5- (art. 119, primer párrafo en función del art. 119 cuarto párrafo, inciso b) del
Código Penal); abuso sexual simple, agravado por ser el autor encargado de la guarda
y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando la
situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 6- (art. 119, primer párrafo
en función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código Penal); corrupción de
menores, agravado por ser el autor conviviente y encargado de la guarda – Hecho 8-
(art. 125 tercer párrafo del Código Penal); abuso sexual simple, agravado por ser el
autor encargado de la guarda y por ser cometido contra un menor de dieciocho años de

367
edad aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo – Hecho 9-
(art. 119, primer párrafo en función del art. 119 cuarto párrafo, incisos b) y f) del Código
Penal); y corrupción de menores, agravado por ser las víctimas menores de dieciocho
años de edad y por ser el autor conviviente y encargado de la guarda de las mismas –
Hecho 10- (art. 125 primer y tercer párrafo del Código Penal), todos en concurso real
(art. 55 del Código Penal), que se le atribuyera en la causa N° P- 60.030/17 (art. 414
C.P.P.).
11°) ABSOLVIENDO a Noemí del Carmen PAZ
TORRES, ya filiada, como autora del delito de omisión de auxilio y encubrimiento
agravado, en concurso ideal (arts. 108, 277 inciso 1° letra d) en función del inciso 3
letra a) y 54 del C.P.), antes calificado como partícipe necesaria en términos de
comisión por omisión, emergente de la violación al deber de garante en el delito
atribuido en autos N° P- 118.324/16 en calidad de autor a Ojeda tipificado como abuso
sexual con acceso carnal en concurso ideal con abuso sexual gravemente ultrajante,
agravado por ser cometido contra un menor de dieciocho años de edad aprovechando
la situación de convivencia preexistente con el mismo, en modalidad de delito
continuado – Hecho 9- (art. 45, art. 119 tercer párrafo, art. 54, art. 119 segundo párrafo,
en función del art. 119 cuarto párrafo inciso f), art, 55 a contrario sensu y art, 45 del
Código Penal y 122 Ley 6.364), que se le atribuyera en la causa N° P- 60.030/17 (art.
414 C.P.P.).
12°) DESESTIMANDO el planteo de inconstitucionalidad de
los arts. 63 y 67 del Código Penal solicitado por el Sr. Fiscal Jefe y los Sres. Querellan-
tes Particulares, con costas.
13°) RECHAZANDO los siguientes pedidos de compulsa pe-
nales realizados por las Defensas Técnicas de las Sras. Kosaka y Martínez a: 1) Lic. Ge-
ma Lara; 2) Lic. Andrea Riveros, 3) Lic. Ana Cucchi y Dr. José Profili; 4) Sra. Natalia
Villalonga; 5) Sra. Perla Jaque; 6) Estela Alcar, Débora Pizarro, Roxana Giottier y la
psicóloga Claudia Espindola; 7) Dr. Oscar Barrera: 8) Dres. Alejandro Iturbide y Gusta-
vo Stroppiana.
14°) RECHAZANDO los siguientes pedidos de compulsa
realizados por las Defensas Técnicas de las Sras. Kosaka y Martínez a: 1) Licenciadas
Candela Álvaro y Laura Bernaldo de Quiroz; 2) Dres. Sergio Salinas, Lucas Lecour,
Juan Dantiaq.
15°) RECHAZANDO el pedido de remisión de los funda-
mentos de la presente sentencia al Jury de Enjuiciamiento para investigar las conductas
de los Dres. Gustavo Stroppiana y Alejandro Iturbide.
16°) EXTRAYENDO por mayoría, compulsa: 1) a fin de se
investigue la presunta comisión del delito de falso testimonio por parte de la señora Ele-
na Mabel Ruíz y del señor Luis Battistelli, debiendo oficiarse a la Fiscalía de Instrucción
que por turno y fecha corresponda, poniendo a disposición los elementos que consideren

368
pertinentes (artículo 329 inc. 1 Código Procesal Penal y 275 del C.P.); 2) al Colegio de
Abogados de la Provincia de Mendoza para que analice, si corresponde, la remisión de
compulsa al Honorable Tribunal de Ética, por la eventual infracción del Dr. Oscar Ba-
rrera al art. 25 inc. 2° de la Ley 4976 y art. 64 del Código de Ética Profesional para Abo-
gados y Procuradores (aprobado por la Federación de Colegios de Abogados y Procura-
dores de la Provincia de Mendoza en sesión del 7/6/86, acta N° 3 del Libro respectivo)
(54 inc. 2° Ley 4976).
17°) PONIENDO EN CONOCIMIENTO por mayoría, las
siguientes cuestiones: a) Al responsable del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
– Delegación Misiones-, con copia de la parte respectiva del link de la audiencia del día
7 de noviembre de 2022 y de los presentes fundamentos, respecto del proceder de la in-
térprete Roxana Giottier.
18° REMITIENDO por mayoría, al señor Procurador General
de la Suprema Corte de Justicia los links de los alegatos de los señores Defensores y del
señor Fiscal Jefe y de los fundamentos de la presente sentencia, a los efectos de que ana-
lice el modo de actuación en el presente caso de los señores Representantes de su minis-
terio, Dres. Gustavo Stroppiana y Alejandro Iturbide, en orden al déficit de objetivad y
de perspectiva de género (art, 3 inc. c) Ley 8008 y art, 7 inc. a), d) y h) Ley 26485.
19°) PROCEDIENDO a efectuar las siguientes recomenda-
ciones al señor Procurador General de la Provincia: 1) tenga a bien evaluar la conve-
niencia y utilidad de videograbar las entrevistas psicológicas que efectúan los profesio-
nales del EdeAAS a los denunciantes/testigos en el marco de lo normado por el artículo
240 bis inciso c) del Digesto Adjetivo; b) A los fines de evitar a evitar el sesgo cognitivo
de los operadores del Ministerio a su cargo, evalué la conveniencia de adoptar las si-
guientes medidas: b) 1° Se inste a las fiscalías a revisar los casos judiciales en los que se
mantuvieron las acusaciones y no tuvieron como correlato condenas, centrándose en las
causas de la derrota. Ello ayudará a detectar sesgos pretéritos y a desestimar casos espe-
cialmente débiles en el futuro; b) 2° Se fomente la interconsulta entre Fiscales, a los fi-
nes de revisar el caso, previo a elevarlo a juicio, en la medida que ello obliga al Fiscal
interviniente, a intersubjetivizar las razones de su decisión, desencadenando la autorre-
flexión, al poder contar con la perspectiva de un colega ajeno al caso; b) 3° Se realicen
capacitaciones continuas sobre los sesgos cognitivos; b) 4° Que, tal como se ha hecho en
el orden del Fuero Federal o en otras Provincias, se asignen dos o más Fiscales para ca-
sos complejos.
20°) REGULANDO los honorarios profesionales de los Dres.
Carlos Varela Álvarez, Valeria Corbacho, Enoc Ortiz, Lucas Fallet y Ramiro Villalba,
por sus labores desarrolladas en autos, por la Defensa Técnica de Kumiko Kosaka y
Asunción Martínez Aquino, en la suma de QUINCE (15) JUS, en conjunto y en
proporción de Ley, a cargo de sus defendidas (Art, 557, 560 y cc. del Código Procesal
Penal; Art, 10 bis, Ley N° 9.131).

369
21°) REGULANDO los honorarios profesionales de los Dres.
Pablo Eduardo Ortiz y Pamela Rosa Farías, por sus labores desarrolladas en autos, por la
Defensa Técnica de Gladys Edith Pinacca Andrade, en la suma de DIEZ (10) JUS en
forma conjunta y en proporción de Ley, a cargo de su defendida, (Art, 557, 560 y cc. del
Código Procesal Penal; Art, 10 bis, Ley N° 9.131).
22°) REGULANDO los honorarios profesionales de la Dra.
Lilia Raia de Lescano por su labor desarrollada en autos, por la Defensa Técnica de
Valeska Elizabeth Quintana Valenzuela, en la suma de DIEZ (10) JUS a cargo de su
defendida (Art, 557, 560 y cc. del Código Procesal Penal; Art, 10 bis, Ley N° 9.131).
23°) REGULANDO los honorarios profesionales de los Dres.
Alfredo Paturzo y Alfredo Mellado por su labor desarrollada en autos, por la Defensa
Técnica de Cecilia Alejandra Raffo Andreotti, en la suma de DIEZ (10) JUS a cargo de
su defendida, (Art, 557, 560 y cc. del Código Procesal Penal; Art, 10 bis, Ley N° 9.131).
24°) REGULANDO los honorarios profesionales de los Dres.
Diego J. Lavado, Sergio Salinas, Juan Carlos Dantiacq, Lucas Lecour, Francisco
Machuca, Juan Manuel Lavado y Leandro Rodríguez Pons por la Querella Particular, en
representación de E.L.V., T.I.R. N° 3, J.A., A.C.E., M.E.C.F., F.S.R., H.R.S.G. y
R.N.M., por sus labores realizadas en autos, en la suma de QUINCE (15) JUS, a cargo
de sus representados, en conjunto y en proporción de Ley (Art, 557, 560 y cc. del
Código Procesal Penal; Art, 10 bis, Ley N° 9.131).
25°) REGULANDO los honorarios profesionales de los Dres.
Oscar Barrera y Leandro Lanci por la Querella Particular, en representación de
M.V.G.S.; J.E.R. y T.I.R. N° 1, por sus labores realizadas en autos, en la suma conjunta
de QUINCE (15) JUS, en conjunto y en proporción de Ley, a cargo de sus representados
(Art, 557, 560 y cc. del Código Procesal Penal; Art, 10 bis, Ley N° 9.131).
26°) REGULANDO los honorarios profesionales de los
representantes de la parte actora en la suma de PESOS SEISCIENTOS SESENTA MIL
($ 660.000) en conjunto y en proporción de Ley; de los profesionales de la parte
demandada que representó a la Asociación Obra San José, la suma de PESOS
SEISCIENTOS SESENTA MIL ($ 660.000), en conjunto y en proporción de Ley; de
los profesionales de la parte demandada que representaron a la señora Gladys Edith
Pinacca, en la suma de PESOS SEISCIENTOS SESENTA MIL ($ 660.000), en
conjunto y en proporción de Ley; a la Décimo Segunda Defensoría Penal por la
representación de la demandada, Graciela Pascual, la suma de PESOS SEISCIENTOS
SESENTA MIL ($ 660.000); y finalmente, a la representante legal de la citada en
garantía, “Integrity Seguros S.A.”, la suma de PESOS CUATROCIENTOS SESENTA
MIL QUINIENTOS TREINTA ($ 460.530) (arts. 2, 4 inc. c de la Ley 9131, y artículo
9 inciso 14 de la Ley 9828).
27°) DIFIRIENDO la regulación de honorarios correspon-
dientes a los Intérpretes de parte de Lengua de Señas Argentinas, hasta tanto el Tribu-

370
nal cuente con la información necesaria a fin de practicar las liquidaciones pertinen-
tes.
28º) ORDENANDO el cese de las medidas cautelares que
estuvieren vigentes, de conformidad con el art. 414 C.P.P.
29°) DANDO a los elementos secuestrados el destino
establecido en la ley, una vez firme la presente sentencia (art. 23 C.P. y arts. 549 y 550
del Código Procesal Penal).
CÓPIESE. REGÍSTRESE. COMUNÍQUESE.
EXTRÁIGANSE LAS COMPULSAS. OFÍCIESE Y OPORTUNAMENTE
ARCHÍVENSE ESTOS AUTOS.
Con lo que concluyó el presente acto.-

371

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