Participemos en La Religiosidad Popular y La Evangelización
Participemos en La Religiosidad Popular y La Evangelización
Participemos en La Religiosidad Popular y La Evangelización
En nuestros días se ha hecho problemática la definición de religiosidad popular. No basta con decir
que se trata de la religión del pueblo o de las clases subalternas, ya que el concepto mismo de
"pueblo» ha conocido profundos cambios en el curso de las épocas históricas. El interés actual por la
religiosidad popular es fruto de una sensibilidad completamente moderna y su estudio se hace hoy
dentro de una óptica multidisciplinar, sobre todo bajo el impulso de la antropología cultural y de la
psicología social. Al mismo tiempo surge una conciencia más clara del hecho de que la religiosidad
popular interpela a la teología, tanto en sus aspectos mejores y proféticos como en sus limitaciones
evidentes.
Dios está lejos y a la vez está cerca. Algo de esto se percibe en la religiosidad popular. La Iglesia
debe velar para purificar, fortalecer y elevar todas estas manifestaciones de fe (cf “Lumen
gentium”, 13).
Las formas clásicas de la religiosidad popular son las diferentes formas de devoción vinculadas a los
santuarios (sobre todo las peregrinaciones), las fiestas patronales, las procesiones, las diversas formas
de culto a los santos locales, los votos, las bendiciones, las variadas manifestaciones de culto mariano
y de folclore religioso (que a menudo, como es sabido, constituyen reviviscencias palpables de cultos
paganos, a veces disfrazadas muy superficialmente de ingredientes cristianos). Respecto a las formas
oficiales de culto, la religiosidad popular se caracteriza sobre todo por unos gestos más intensos, de
mayor implicación emotiva, de un sentido más fuerte de la fiesta; se encuentra a menudo un
vínculo profundo entre la religión y los problemas concretos del grupo humano. Existe además una
forma «mixta»: un modo popular de usar la religión tradicional de manera eminentemente
supersticiosa y propiciatoria.
También son evidentes los límites y los riesgos de este tipo de religiosidad, que pueden sintetizarse en
la tendencia a utilizar lo sagrado de manera formal y auto tranquilizante, a menudo con resabios
mágicos.
Superada va la actitud de suficiencia «ilustrada» que veía en la religiosidad popular solamente los
aspectos infantiles, mágicos, supersticiosos y paganos (o todo lo más, formas atávicas de desahogo
del sentimiento o de la angustia colectiva), así como la opinión de que se trataba de una mera
manifestación de la "cultura del pueblo», alternativa a la oficial o hegemónica, portadora por tanto
de contestación ( al contrario, muchas veces la religiosidad popular se presenta sumamente
tradicionalista y conservadora), se empieza a comprender que es también portadora en su género
de una experiencia humana y religiosa profunda y a menudo de una auténtica fantasía creadora y
de «teología narrativa», aunque advertida y expresada de formas distintas de las habituales.
No dudamos que tiempos atrás, y puede que aún queden algunas reminiscencias, existiesen ciertos
comportamientos, ritos o actos muy vinculados a las creencias y tradiciones religiosas de
determinados pueblos, que estuviesen distanciados del verdadero sentido del cristianismo; para ello
estamos asistiendo a una depuración de formas de religiosidad popular, tanto por la acción pastoral
de autoridades eclesiásticas, como por olvido de costumbres de otro tiempo.
Las Cofradías religiosas con sus imágenes se constituyeron en cauce organizativo de la religiosidad
popular. Tanto en la religiosidad popular individualmente concebida, como en las Cofradías y
Hermandades, tienen un papel destacado las imágenes. Por medio de estas se puede elevar el
sentimiento religioso individual, para lo que es muy importante esforzarse y procurar dar un sentido
estético y expresivo a las representaciones religiosas.
La religiosidad popular antes de que llegara la Reforma religiosa en Centroeuropa, buscaba una
forma de expresión penetrante y a la vez pretendía entender mejor sus sentimientos de piedad
utilizando las imágenes.
San Juan de Avila en aquellos tiempos de lucha para evitar la escisión religiosa, consideraba útil con
fines catequistas el uso de la imágenes frente a los protestantes, que veían que con ellas se llegaba a
la idolatría.
Por ello afirmamos, que las representaciones pasionales de Semana Santa, donde con el sufrimiento
y sacrificio se hace penitencia, son una muestra característica de la religiosidad popular,
constituyendo una verdadera catequesis en la calle, por lo que ante los ojos de los que contemplan
los desfiles procesionales, debemos esforzarnos en dar testimonio cristiano y cofrade ante este mundo
cada vez mas materialista y desentendido del sufrimiento humano.