Mozart y La Flauta Travesera
Mozart y La Flauta Travesera
Mozart y La Flauta Travesera
La flauta que Wendling probablemente usaba, tenía una sola llave para el re # y
constaba de cuatro partes. Era parecida a esta otra, que es un modelo de las flautas en
cuatro secciones que August Grenser construyó en Dresden en la segunda mitad del
XVIII:
El cuerpo o parte central está dividido en dos secciones, siendo la parte superior
de estas dos intercambiable por otras de diferentes longitudes llamadas “cuerpos de
recambio”. Un estuche podía llegar a contener hasta siete cuerpos de recambio de
distintos tamaños. La siguiente flauta, del constructor belga G. A. Rottenburgh, es de
aproximadamente 1760 y cuenta con los seis cuerpos de recambio afinados a La = 398,
404, 410, 415, 422, 430 y 435 Hzs.
Este otro invento barroco del 1720 tenía la función de adaptar la escala del
instrumento a las diferentes alturas a las que se tocaba en la época. La verdad es que los
solistas como Wendling que se marchaban de gira en esos tiempos tenían complicado el
tema de la afinación, no ya sólo por los problemas que planteaba el instrumento, sino
por la falta de regularización de la altura del la, que variaba incluso de una ciudad a
otra.
A diferencia del traverso barroco, la flauta de Wendling tenía una corona más
sencilla y ligera para poder ajustar más fácilmente el corcho al que va enganchada, (otro
medio más en ese intento de mejorar la afinación) y unas juntas entre las secciones del
tubo menos ornamentadas.
Sin embargo, al cabo de un mes en Mannheim, Mozart seguía sin lograr que se
le ofreciera un puesto junto a los músicos que admiraba y tampoco parecía tener el tipo
de personalidad adecuada para poder llevar una vida como músico independiente. Las
cartas que Leopold le envía, siendo ésta la primera vez que no viajaban juntos, muestran
una gran preocupación por la habilidad de su hijo para manejarse en cuestiones
prácticas, especialmente en las económicas. En esta época Mozart subsistía gracias al
apoyo de su padre, las ayudas de amigos y los escasos ingresos que le proporcionaban
sus actuaciones como pianista y como profesor de clases privadas. Por fin, en una carta
que le envía a su padre desde Mannheim el 10 de diciembre de 1777, le habla acerca de
un encargo que puede ayudarles económicamente:
“...El otro día fui como de costumbre a almorzar a casa de Wendling. -“Nuestro
indio”-, dijo, refiriéndose al holandés, un caballero con recursos y amante de todas las
ciencias, que es un gran amigo y admirador mío, -“es un tipo de primera. Está dispuesto
a pagarte doscientos florines si le compones tres conciertos breves y sencillos y algunos
cuartetos para flauta.”-
El indio holandés al que se refieren es Ferdinand De Jean o Dejean (Bonn,
1731-Viena 1797), médico cirujano militar de la Compañía Holandesa de las Indias
Orientales nacido en Alemania y flautista aficionado que vivió en Mannheim de 1777 a
1778.
Mozart ya había compuesto con anterioridad para flauta. En Londres a los ocho
años de edad, había escrito un ciclo de “Seis sonatas para clavecín que se pueden
interpretar con acompañamiento de flauta o violín”, opus 3, KV 10 a 15, que dedicó a la
reina de Inglaterra Sofía Carlota. Se trata de sonatas breves en las que Mozart va
poniendo en práctica lo que Leopold le enseña. El que el acompañamiento pueda
interpretarse tanto con violín como con flauta, tiene que ver con la práctica barroca de
escribir una voz de manera que pueda ser tocada por diversos instrumentos. A pesar del
planteamiento inicial con el clavecín como instrumento principal, la parte de flauta no
queda relegada a un segundo plano, sino que recibe un tratamiento igualitario,
especialmente en las sonatas 3ª, 4ª y 6ª, en las que completa la armonía y participa en
los juegos contrapuntísticos del teclado.
Mozart pensó que esos doscientos florines que le pagaría Dejean cubrirían los
gastos del viaje durante algunos meses y como no tenía en ese momento nada mejor que
hacer, se puso a trabajar inmediatamente. En una carta del 18 de diciembre menciona
que ya está escribiendo:
“Pronto habré acabado un cuarteto para el indio holandés, ese verdadero amigo
de la humanidad”.
Una semana más tarde, el día de Navidad de 1777, lo termina. Se trata del
Cuarteto en Re Mayor, KV 285, cuyo manuscrito original, fechado el 25 de diciembre
de ese año, se perdió en la Segunda Guerra Mundial. Es el más célebre de los cuatro que
compondría y en su Adagio, en si menor, la flauta sostiene una bella línea melódica
muy expresiva que es acompañada por las cuerdas en pizzicato a la manera de una
serenata.
Entre 1760 y 1780, los cuartetos en los que el primer violín era reemplazado por
una flauta gozaban de tal popularidad que la editorial Breitkopf contaba en su catálogo
con ejemplos de veintinueve compositores. Contemporáneos de Mozart como Gossec,
Stamitz o Schwindl también compusieron cuartetos indicando la opción de flauta o
primer violín.
Desafortunadamente, a partir de este momento, Mozart parece perder la
motivación por seguir trabajando en el encargo y a pesar de su acuciante necesidad de
dinero, avanza muy lentamente. En realidad, estaba ocupado con otros planes. Se había
enamorado perdidamente de la joven cantante Aloysia Weber y quería echar todos sus
proyectos profesionales por la borda y llevársela a Italia para promocionarla y
convertirla en una “prima donna”. Por lo pronto prefiere irse con ella a pasar unas
vacaciones a Worms a finales de enero de 1778. Recibe cartas de sus padres
apremiándole a que cumpla con el encargo y él intenta aplacar sus ánimos prometiendo
repetidamente que pronto lo terminará. Sin embargo, cuando a mediados de febrero
Dejean deja Mannheim para marcharse a París, Mozart no presenta todo el encargo. Le
entrega solamente dos conciertos y tres cuartetos. El médico airado por la tardanza y por
el trabajo incompleto le paga solamente noventa y seis florines, menos de la mitad de
los doscientos prometidos.
Junto con el cuarteto en Re M, Mozart le entrega otros dos cuartetos,
posiblemente los KV 285a en Sol Mayor y KV 285b en Do Mayor, que son obras más
ligeras, escritas en dos movimientos, como otras sonatas suyas para violín de esta
misma época y como muchas composiciones de Johann Christian Bach, que fue
maestro suyo.
Con los apuros del último momento, Mozart le da a Dejean los manuscritos
originales de estos cuartetos en lugar de copias y como no se han conservado, han
generado muchas conjeturas respecto a su autoría y encuadre cronológico. Se llegó a
pensar que los dos movimientos del cuarteto en Sol Mayor eran otra posible versión de
los dos últimos movimientos del cuarteto en Re Mayor tal como apareció en una edición
de 1792. Desde 1938 se acepta la teoría del musicólogo A. Einstein según la cual estos
dos movimientos constituyen una obra independiente perteneciente a la serie Dejean.
Por otra parte, del cuarteto en Do Mayor se conserva un fragmento manuscrito de diez
compases del primer movimiento en una hoja en la que también están escritas algunas
ideas musicales de “El rapto en el serrallo”, que se estrenaría en Viena en 1782. Además
el segundo movimiento, el Tema con variaciones, es una versión simplificada de las
variaciones de “La Gran Partita”, su gran serenata para trece instrumentos de viento de
1781. Por todo esto, no se descarta la tesis de 1962 del musicólogo R. Leavis, que opina
que el cuarteto pertenece a una época posterior, 1781 o 1782, con un estilo más afín a la
etapa de Viena que a la de Mannheim, que la versión simplificada de las variaciones se
escribió a partir de “La Gran Partita” y no al revés y que además no fueron escritas por
Mozart ni esta versión ni el final del primer movimiento. La única fuente de
información con que se cuenta es una edición probablemente no autorizada imprimida
en Speyer en 1788.
Respecto a los tres conciertos para flauta y orquesta que le pidió Dejean, Mozart
le entregó dos, en Sol Mayor KV 313 y en Re Mayor KV 314. En ambos utiliza una
orquesta compuesta por dos oboes, (que en el movimiento central del concierto en Sol
Mayor cambia a dos flautas, tocadas por los mismos oboístas), fagot ad libitum, dos
trompas y cuerda. Estas obras compendian la elegancia del clasicismo a la vez que
muestran rasgos prerrománticos como el virtuosismo de las secciones solistas, la fuerza
del acompañamiento orquestal y la relación entre el solista y la orquesta.
El primer movimiento del Concierto en Sol Mayor, el Allegro Maestoso, en
forma sonata, destaca por el extenso uso del modo menor. Le siguen un Adagio non
troppo y un Rondó a tempo de Minueto. Según A. Powell, este concierto, compuesto en
1777, fue interpretado por el violinista Castel con ocasión del santo de la hermana de
Mozart, Nannerl, el 25 de Julio de ese mismo año.
El Andante en Do Mayor KV 315 podría haber sido una alternativa al
movimiento central del concierto en Sol Mayor porque quizá el Adagio original fuera
demasiado complicado para Dejean. Sin embargo, dada la dificultad de los otros dos
movimientos y la tonalidad del concierto, se baraja la hipótesis más probable de que
forme parte del tercer concierto que Mozart tenía planeado componer y que no llegó a
terminar. El manuscrito, encontrado en París, refuerza la hipótesis de que fuera
compuesto a comienzos de 1778 y de que formara parte del encargo de Dejean.
El segundo concierto es una transcripción del concierto para oboe y orquesta KV
271 compuesto en 1777 para Giuseppe Ferlendis, solista de la corte de Salzburgo. En
1778 ya había sido interpretado cinco veces en público por Friedrich Ramm, oboísta de
Manheim. A pesar de que el estilo de composición de Mannheim inspiró a Mozart, esta
influencia no aparece reflejada en la obra, que está más próxima a los conciertos para
violín que escribió en Salzburgo, en los que también utiliza una orquesta pequeña
enfatizando la claridad y la elegancia. Consta de un Allegro Aperto, indicación poco
utilizada por Mozart, un Adagio ma non troppo y un Rondó a tempo Allegro cuyo tema
recuerda al aria “Welche Wonne, welche Lust” de la ópera “El rapto en el serrallo”.
En estas afirmaciones que hace Mozart para excusarse ante su padre se basa la
idea de su desagrado por la flauta. El texto original se ha traducido a veces como
“...escribir para un instrumento que no puedo soportar”y esta ambigüedad en la
interpretación ha dado lugar a dudas acerca de qué era realmente lo que no soportaba, si
la flauta o el encargo tan extenso para un solo instrumento.
Como no podía ocupar un puesto fijo en una corte por ser ciego, se dedicó a dar
conciertos en giras por Alemania desde los catorce años. En las críticas de los
conciertos se menciona la homogeneidad de su timbre, su buen gusto en el uso del
tempo rubato, las dinámicas y la articulación y más importante, se habla de su fuerza
expresiva, “mágica” para conmover al oyente. Su ceguera, su juventud y su atractivo,
junto con la publicación en 1796 de la novela “Hesperus”, del escritor romántico Jean
Paul, en la cual aparecía un flautista parecido, hicieron que creciera la leyenda de que su
instrumento poseía propiedades mágicas que “encantaban” al público emocionándolo
profundamente. Mozart destacaría este mismo tipo de cualidades en su ópera “La Flauta
Mágica”, obra cumbre de la creación masónica, en la que el Tamino debe salvar a
Pamina con la ayuda de este instrumento. De hecho Dülon actuó en Viena en 1791 en el
mismo teatro en el que ese mismo año Mozart estrenaría su ópera y se cree que pudo
haber inspirado el personaje de Tamino. Lo cierto es que Dülon introdujo un nuevo tipo
de sonido a la vez dulce y potente, más homogéneo y mejor afinado, muy distinto a lo
que hasta entonces se había escuchado, que probablemente también cautivó a Mozart.
En sus óperas producidas entre 1781 y 1791 emplea frecuentemente el registro agudo de
la flauta, que resulta más sencillo en una flauta de llaves porque proporciona numerosas
digitaciones alternativas.
No obstante, este tipo de instrumento tardó en utilizarse de manera generalizada
debido a las dificultades que implicaba y a las reticencias de los flautistas de la vieja
escuela, incluido François Devienne, principal flautista francés y profesor en el
Conservatorio de París, partidarios de un sonido más delicado y suave, más acorde a la
que ellos creían era la auténtica naturaleza del instrumento. El propio Tromlitz,
intérprete y constructor de flautas de ocho llaves, afirmaría ese mismo año de 1791 que
este tipo de flautas “son de gran utilidad para aquéllos que hayan logrado dominar las
dificultades que implican, pero siguen siendo más útiles las que sólo cuentan con dos
llaves de re #y mi b...”.
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