LA LIEBRE Y LA TORTUGA
Liebre:Andrea
Tortuga:Charis
Narradora:Paula
En el campo vivían una liebre y una tortuga. La liebre era muy veloz y se pasaba el día correteando de
aquí para allá, mientras que la tortuga caminaba siempre con aspecto cansado, pues no en vano tenía
que soportar el peso de su gran caparazón.
A la liebre le hacía mucha gracia ver a la tortuga arrastrando sus gordas patas, mientras que a ella le
bastaba un pequeño impulso para brincar con agilidad. Cuando se cruzaban, la liebre se reía de ella y
solía hacer comentarios burlones que por supuesto, a la tortuga no le parecían nada bien.
– ¡Espero que no tengas mucha prisa, amiga tortuga! ¡Ja, ja, ja! A ese paso no llegarás a tiempo a
ninguna parte ¿Qué harás el día que tengas una emergencia? ¡Acelera, acelera!
Un día, la tortuga se hartó de tal modo, que se enfrentó a la liebre.
– Tú serás veloz como el viento, pero te aseguro que soy capaz de ganarte una carrera.
– ¡Ja, ja, ja! ¡Ay que me parto de risa! ¡Pero si hasta una babosa es más rápida que tú! – contestó la
liebre mofándose y riéndose a mandíbula batiente.
– Si tan segura estás – insistió la tortuga – ¿Por qué no probamos?
– ¡Cuando quieras! – respondió la liebre con chulería.
– ¡Muy bien! Nos veremos mañana a esta misma hora junto al campo de girasoles ¿Te parece?
– ¡Perfecto! – asintió la liebre guiñándole un ojo con cara de insolencia.
La liebre dando saltitos y la tortuga con la misma tranquilidad de siempre, se fueron cada una por su
lado.
Al día siguiente ambas se reunieron en el lugar que habían convenido. Muchos animales asistieron
como público, pues la noticia de tan curiosa prueba de atletismo había llegado hasta los confines del
bosque. Una familia de gusanos, durante la noche, se había encargado de hacer surcos en la tierra para
marcar la pista de competición. La zorra fue elegida para marcar con unos palos las líneas de salida y
de meta, mientras que un nervioso cuervo se preparó a conciencia para ser el árbitro. Cuando todo
estuvo a punto y al grito de “Preparados, listos, ya”, la liebre y la tortuga comenzaron la carrera. La
tortuga salió a paso lento, como era habitual en ella. La liebre, en cambio, salió disparada, pero viendo
que le llevaba mucha ventaja, se paró a esperarla y de paso, se burló un poco de ella.
– ¡Venga, tortuga, más deprisa, que me aburro! – gritó fingiendo un bostezo – ¡Como no corras más
esto no tiene emoción para mí!
La tortuga alcanzó a la liebre y ésta volvió a dar unos cuantos saltos para situarse unos metros más
adelante. De nuevo la esperó y la tortuga tardó varios minutos en llegar hasta donde estaba, pues
andaba muy despacito.
– ¡Te lo dije, tortuga! Es imposible que un ser tan calmado como tú pueda competir con un animal tan
ágil y deportista como yo.
A lo largo del camino, la liebre fue parándose varias veces para esperar a la tortuga, convencida de que
le bastaría correr un poquito en el último momento para llegar la primera. Pero algo sucedió… A
pocos metros de la meta, la liebre se quedó dormida de puro aburrimiento así que la tortuga le
adelantó y dando pasitos cortos pero seguros, se situó en el primer puesto. Cuando la tortuga estaba a
punto de cruzar la línea de meta, la liebre se despertó y echó a correr lo más rápido que pudo, pero ya
no había nada que hacer. Vio con asombro e impotencia cómo la tortuga se alzaba con la victoria y era
ovacionada por todos los animales del bosque.
La liebre, por primera vez en su vida, se sintió avergonzada y jamás volvió a reírse de la tortuga.
Moraleja: en la vida hay que ser humildes y tener en cuenta que los objetivos se consiguen con
paciencia, dedicación, constancia y el trabajo bien hecho. Siempre es mejor ir lento pero a paso firme
y seguro. Y por supuesto, jamás menosprecies a alguien por ser más débil, porque a lo mejor un día te
hace ver tus propias debilidades.