Hobsbawn Edad de Oro

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caracter excepcional de la época

eeuu-prolongación de la expansión de los años de guerra


2/3 de la producción mundial
entre 50 y 73 crecieron más lento que los demás países desarrollados

En estos y Jp{on el éxito representaba la superación del miedo a la revolución


mediados de los 50 se empiea a a sentir la mejoría ( en Italia más tarde)
Pleno empleo en los 60
Resulta ahora evidente que la edad de oro correspondió básicamente a los
países capitalistas desarrollados, que, a lo largo de esas décadas, representaban
alrededor de tres cuartas partes de la producción mundial y más del 80 por 100
de las exportaciones de productos elaborados
un efecto secundario de esta extraordinaria explosión que apenas si
recibió atención, aunque, visto desde la actualidad, ya presentaba un aspecto
amenazante: la contaminación y el deterioro ecológico.
Revolución tecnológica (derivada de la guerra)
combustible barato
universalización del consumo de electrodomésticos
Consecuencias: 1)transformación de la vida cotidiana
Comparada con 1950, la proporción de materiales naturales o tradicionales —madera
Lo nuevo com revolucionario
Miniaturización-portabilidad
2)encarecimineto dela investigación y desarrollo tecnológico y aumento de su
proporción en el costo total
3)explotación intensiva de capital y -mano de obra
grandes inver-
siones constantes y que, en contrapartida, no necesitaba a la gente, salvo como
consumidores.
El primer punto produjo una «economía mixta», que facilitó a los estados
la planificación y la gestión de la modernización económica, además de incrementar
muchísimo la demanda. Los grandes éxitos económicos de la posguerra en los países
capitalistas, con contadísimas excepciones (Hong Kong), son ejemplos de
industrialización efectuada con el apoyo, la supervisión, la dirección y a veces la
planificación y la gestión de los gobiernos, compromiso por ele pleno empleo y
reducción de la desigualdad.
La reestructuración del capitalismo y el avance de la internacionalización de la
economía fueron fundamentales.
En lo esencial, era una especie de matrimonio entre libera-
lismo económico y socialdemocracia (o, en versión norteamericana, política
rooseveltiana del New Deal)
PLnificación estatal, nacionalizaciones
papel de la izquierda
la vuelta al laissez-faire y a una economía de libre mercado

inalterada era impensable. Determinados objetivos políticos —el pleno


empleo, la contención del comunismo, la modernización de unas economías
atrasadas o en decadencia— gozaban de prioridad absoluta y justificaban una
intervención estatal de la máxima firmeza. Incluso regímenes consagrados al
liberalismo económico y político pudieron y tuvieron que gestionar la economía de
un modo que antes hubiera sido rechazado por «socialista». Al fin
y al cabo, es así como Gran Bretaña e incluso los Estados Unidos habían dirigido su
economía de guerra. El futuro estaba en la «economía mixta».

Todo eso también era debido al miedo al comunismo. Y es que, en contra


de las convicciones de los Estados Unidos, el principal obstáculo a la
economía capitalista de libre comercio international no eran los instintos
proteccionistas de los extranjeros, sino la combinación de los elevados aranceles
domésticos de los Estados Unidos y de la tendencia a una fuerte expansión de las
exportaciones norteamericanas, que los planificadores de Washington durante la
guerra consideraban «esencial para la consecución del pleno empleo efectivo en los
Estados Unidos»
guerra fria
plan marshall (ventajade eliminar gastos miilitares para Alemnia y Jap{on)
Sin embargo, durante la edad de oro la economía siguió siendo más internacional que
transnacional.
Después. más transnacional
Tres aspectos de esta transnacionalización resultaban particularmente

visibles: las compañías transnacionales (a menudo conocidas por «multina-


cionales»), la nueva división internacional del trabajo y el surgimiento de

actividades offshore (extraterritoriales) en paraísos fiscales. Estos últimos no


sólo fueron de las primeras formas de transnacionalismo en desarrollarse,

sino también las que demuestran con mayor claridad el modo en que la eco-
nomía capitalista escapó a todo control, nacional o de otro tipo.

Los términos offshore y «paraíso fiscal» se introdujeron en el vocabulario


público durante los años sesenta para describir la práctica de registrar la sede
legal de un negocio en territorios por lo general minúsculos y fiscalmente

generosos que permitían a los empresarios evitar los impuestos y demás limi-
taciones que les imponían sus propios países. Y es que todo país o territorio

serio, por comprometido que estuviera con la libertad de obtener beneficios,


había establecido a mediados de siglo ciertos controles y restricciones a la
práctica de negocios legítimos en interés de sus habitantes. Una combinación
compleja e ingeniosa de agujeros legales en las legislaciones mercantiles y
laborales de benévolos miniterritorios —como por ejemplo Curacao, las islas
Vírgenes y Liechtenstein— podía hacer milagros en la cuenta de resultados de

una compañía. Y es que «la esencia de los paraísos fiscales estriba en la trans-
formación de una enorme cantidad de agujeros legales en una estructura cor-
porativa viable, pero sin controlar»

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