Dolo - Error - Fuerza

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LÍNEA JURISPRUDENCIAL.

DOLO
1. Respecto de este vicio del consentimiento se ha resuelto que el dolo consiste en toda
especie de maniobras reprobadas por la buena fe, que una persona emplea para hacer que
otra incurra en un error que la determine a contratar. La serie de maniobras van contra la
buena fe de llevar a una convaleciente de 87 años, a 5 días de su alta, a una notaría para
que se desprenda de su única propiedad raíz, sin ser capaz, por su estado o condición, de
apreciar si el acto que celebra conviene o no a sus intereses. Concurren, en consecuencia,
los dos requisitos que señala el artículo 1458 del Código Civil para que el dolo vicie el
consentimiento, esto es, que sea obra de una de las partes y que haya sido determinante
para que se llevara a efecto el contrato de compraventa (Corte de Apelaciones de
Valparaíso, 9 de agosto de 2004, Rol 3236-2001).
2. Asimismo, se ha fallado que no existe dolo que vicie el consentimiento si vinculación
contractual más favorable al vendedor se obtiene por halagos o lisonjas que son conocidas
por el comprador.
La constatación formal efectuada precedentemente en orden a que los negocios jurídicos
que se refutan por los actores fueron celebrados con absoluta sujeción a la normativa
vigente, determina en definitiva concluir que, contrariamente a lo afirmado por aquéllos, su
consentimiento no puede considerarse obtenido mediante dolo de la demandada, puesto
que si bien pudiese ser efectivo que a través de los mismos se obtuvo una vinculación
contractual más favorable a los intereses patrimoniales del vendedor, no puede
desconocerse razonablemente que los compradores sabían al momento de contratar que
quienes les ofrecían el producto lo hacían utilizando halagos, lisonjas y exageraciones para,
en los términos utilizados por los profesores Alessandri y Somarriva, “atraparlos”, sin que
pueda colegirse de su utilización la “intención positiva de engañar a la otra parte”, aserto en
virtud del cual debe entonces concluirse que no ha resultado acreditado el dolo y que, en
consecuencia, deberá necesariamente desestimarse también la demanda subsidiaria de
nulidad relativa (Corte de Apelaciones de Santiago, 11 de agosto de 2014, Rol 201-2013).
3. También se ha señalado que no siempre es posible equiparar el dolo a la culpa grave.
En efecto, se sostiene la existencia de dolo, por la equivalencia a la culpa grave ya referida,
sin embargo, esta equiparación no constituye una regla absoluta, puesto que admite
excepciones. Así, el dolo como vicio del consentimiento se constituye mediante una
maquinación fraudulenta cuyo objeto es crear un falso concepto de la realidad para que la
contraparte consienta en un determinado acto o contrato.
Para que exista dolo debe idearse una puesta en escena, un ardid, un engaño, un plan
con una finalidad maliciosa, cuyo propósito es obtener el consentimiento de la parte víctima
de estas maniobras.
En el caso que se analiza, no se aprecia, ni acredita, ningún grado de intencionalidad en
el actuar gravemente culposo de la demandada, por lo que necesariamente deberá
excluirse toda forma de dolo en su accionar. Refuerza esta conclusión lo previsto en el
artículo 1458 del Código Civil, que no se refiere a la culpa grave como fuente de las
acciones indemnizatorias que se derivan del dolo como vicio del consentimiento (Corte de
Apelaciones de Santiago, 5 de noviembre de 2013, Rol 1116-2011).
LÍNEA JURISPRUDENCIAL. ERROR
1.- Error sustancial
Es útil dejar constancia que tanto en la escritura pública de compraventa de 23 de agosto
de 2012 y su complemento de 24 de enero de 2013, no existe cláusula alguna que disponga
que la posibilidad de efectuar construcciones en los inmuebles sub litis sea una cualidad
determinante para efectuar la compraventa de dichos bienes. Por otra parte, en el contrato
consta que la compradora acepta conforme los inmuebles en el estado que se encontraban
a la fecha de celebración de la compraventa.
La prueba documental aportada por la ejecutada no es apta para establecer,
fehacientemente, que fue determinante para la celebración del contrato de compraventa la
factibilidad de construir en los aludidos bienes raíces. La testimonial de fojas 166 a 171,
tampoco lo es, toda vez que los testigos (4) no aparecen bien informados de los hechos y
sus dichos son contradictorios.
El error substancial, para que vicie el consentimiento, debe ser determinante de la
celebración del acto o contrato, es decir de tal naturaleza y trascendencia que sin él la
persona que lo sufra no habría celebrado el acto o contrato. Tal circunstancia no se acreditó
en el proceso (Corte de Apelaciones de Concepción, 7 de diciembre de 2016, Rol 1065-
2016).
2.- Error obstáculo. Hipótesis
La Primera Sala de la Corte Suprema, en sentencia del 19 de enero de 2010, Rol 1908-
2008, señaló que cuando la ley conceptualiza el error obstáculo señala que éste es el que
recae sobre la especie de acto o contrato que se ejecuta o celebra, como si una de las
partes entendiese empréstito y la otra donación; o sobre la identidad de la cosa específica
de que se trata, como si en el contrato de venta el vendedor entendiese vender cierta cosa
determinada y el comprador entendiese comprar otra. Por su parte, cuando regula el error
sustancial dispone que éste vicia el consentimiento cuando la sustancia o calidad esencial
del objeto sobre que versa el acto o contrato, es diversa de lo que se cree, como si por
alguna de las partes se supone que el objeto es una barra de plata y realmente es una
masa de algún otro metal semejante.
De la definición de ambos tipos de errores resulta obvio que para la ley es distinta la
“identidad de la cosa específica de que se trata” y su “sustancia o calidad esencial”. En el
primer caso, es evidente que hay error si una parte cree, por ejemplo, vender un caballo y
la otra comprar una vaca, pero la ley también se sirve de la voz específica, a la que es
necesario atribuir sentido. Así, pueden las partes entender que el contrato versa sobre una
misma cosa en sentido genérico, pero una de ellas cree erradamente que se trata de una
específica dentro de ese género y la otra no, como si el vendedor cree vender el caballo A
y el comprador cree comprar el caballo B. En esta hipótesis habrá por cierto error esencial
u obstáculo.
En el segundo caso, es también evidente que el legislador no puede referirse a sustancia
en el sentido de esencia, esto es, de aquello que hace que una cosa sea lo que es y no
otra, pues lógicamente en el evento de incurrirse en error respecto de ella se estará en la
situación descrita en el párrafo que antecede. Sustancia es la materia concreta que
constituye la cosa, esto es, la materia de que se compone el objeto sobre el que recae la
obligación. Así se desprende del ejemplo que propone el Código, antes transcrito: como si
por alguna de las partes se supone que el objeto es una barra de plata, y realmente es una
masa de algún otro metal semejante. Calidad esencial, en cambio, es la que da al objeto
una fisonomía propia que lo distingue de los demás.
Ahora bien, jurídicamente sustancia y calidad esencial si bien no son sinónimos, sí son
equivalentes, y lo revela así la conjunción o de que se sirve el inciso 1° del artículo 1454
del Código Civil. La ley asimila ambas expresiones y con esto se quiere significar que en
los casos de error sustancial las partes están de acuerdo en que la cosa sobre que versa
el contrato es la misma para ambas y que esa cosa es lo que es, pero el yerro recae, como
se dijo, sobre una cualidad que da al objeto una fisonomía propia que lo distingue de los
demás. Si en el caso de una compraventa el objeto del contrato es, siguiendo el ejemplo,
el caballo A, una de las partes incurrirá en el error de que trata el artículo 1453 tanto si cree
que el vendedor le está donando el caballo, como si cree que en realidad el contrato versa
sobre una vaca o bien si sabe que el contrato es una compraventa, que recae sobre un
caballo, pero cree que el caballo es B y no A. En cambio, si esa misma parte sabe que el
contrato es una compraventa, que recae sobre un caballo y que es el caballo A, pero cree,
equivocadamente, que el caballo es de carrera y resulta que el animal es de tiro, incurre en
error sustancial, pues no obstante haber acuerdo de voluntades sobre la especie del
contrato y sobre la identidad de la cosa específica sobre que éste versa, no la hay sobre
otra cualidad de esa cosa que es determinante para celebrar el contrato y que le da a ésta
una fisonomía propia que la distingue de las demás.
Cabe destacar que la doctrina civil moderna no habla de error sustancial, sino de error
sobre las cualidades relevantes de una cosa, entendiéndose por tales aquellas
determinantes, atrayentes, las que inducen a contratar y sin las cuales una de las partes, al
menos, no habría contratado (Víctor Vial del Río, “Teoría General del Acto Jurídico”,
Ediciones Universidad Católica de Chile, segunda edición, 1991, página 75).
Esta Corte ya ha tenido oportunidad de precisar cuándo debe estimarse que se está
frente a un error sustancial, con motivo de la dictación de la sentencia recaída en los autos
ingresados bajo el N° 751-2007. En efecto, se expuso en esa oportunidad que según el
profesor Avelino León Hurtado, el error sustancial constituye, sin discusión, un vicio del
consentimiento, porque si bien éste se forma, existe un falso concepto de la realidad que
autoriza para pedir la rescisión del contrato. De acuerdo a este autor, es difícil precisar qué
debe entenderse por calidad esencial, puesto que podría juzgarse con un criterio subjetivo,
esto es, atendiendo a la intención del contratante que padece el error, o bien con uno
objetivo, tomando en cuenta lo que normalmente debe entenderse como calidad esencial o
atributos esenciales que dan a una cosa su fisonomía propia (Avelino León Hurtado, “La
voluntad y la capacidad en los actos jurídicos”, Editorial Jurídica de Chile, 1952, página
195).
La doctrina francesa de comienzos del siglo XIX -sigue el autor en la cita-, se afirmó
también en ese fallo, echó mano en general a un criterio objetivo para establecer el error
sustancial, circunscribiéndolo únicamente al error que recaía sobre la sustancia misma de
la cosa; posteriormente, Laurent, siguiendo la doctrina de Domat y Poithier, manifestó que
el error sobre la sustancia es, pues, un error sobre las cualidades, pero todo error sobre las
cualidades no es sustancial, sino que es necesario que recaiga sobre una cualidad principal
y es la intención de las partes la que decidirá si una cualidad es principal o no, es decir, es
preciso determinar lo que las partes han tenido en mira al contratar. La cuestión es en
definitiva, por ende, una de intención y es el juez el que deberá decidir según las
circunstancias de la causa. Surge nítidamente en el error sustancial la diferencia entre el
que recae en la conformación material de la cosa y aquel que está referido a la calidad
esencial del objeto.
Debe reflexionarse si la calidad esencial de la cosa se determinará conforme un criterio
objetivo, es decir, ateniéndose sólo a la intención del contratante que padece el error, como
sostienen en Chile, entre otros, Alessandri Rodríguez, Alessandri Besa, Claro Solar y Vial
del Río; o, por el contrario, deberán considerarse las cualidades de la cosa cuya reunión
determinan su índole específica, distinguiéndola de acuerdo a la noción común de todas las
demás cosas. Esas cualidades que forman la sustancia de la cosa serían determinadas, en
este último caso, conforme con la opinión general y las circunstancias del negocio y no por
la sola intención particular del que alega el error.
Como ha tenido oportunidad de exponerlo de manera reiterada esta Corte Suprema, en
la interpretación de los contratos se distingue entre los sistemas que atienden a la intención
de las partes, el que se califica de subjetivo, y el que considera fundamentalmente la
declaración. La doctrina nacional enseña que el Código Civil adscribió al primero de estos
sistemas, sin embargo, teniendo presente lo dispuesto en los artículos 19, 1069 y 1560 del
Código Civil, sólo se recurrirá a la intención o voluntad, en desmedro de la declaración,
cuando aquélla consta claramente.
En este mismo orden de ideas al investigar el error, como vicio del consentimiento,
respecto de la sustancia este tribunal mantiene la doctrina manifestada, en orden a que
adscribe más bien a la postura que propende a una interpretación contractual de carácter
objetivo, puesto que si se atiende a la sola intención del contratante que invoca el error, no
podrá otorgarse un índice seguro para distinguir la sustancia de la cosa de otra cualquiera,
permitiendo con ello la prueba de que cualquier diferencia en la sustancia viciara la intención
del contratante, lo que conllevaría a confusión entre el error sustancial y el accidental.
Respecto del error sustancial derivado de la confusión en la calidad esencial del objeto,
al ser diversa de la que se tiene en mente al contratar, se sostiene por el profesor Avelino
León Hurtado que “en el Proyecto de Código Civil de 1853, en el artículo correspondiente,
hay una nota de Bello que cita como fuente los artículos 1837 y 1838 del Código de la
Luisiana y estos artículos se refieren al error en la substancia y en las calidades esenciales,
entendiendo por estas últimas las que le dan mayor valor a la cosa. O sea, según la fuente
de este artículo la calidad esencial se debe juzgar con criterio objetivo, pues se atiende a la
calidad que da mayor valor a la cosa, y no la sola intención del que invoca el error”. Agrega
que en este caso el juez debe apreciar los hechos y específicamente en los que se hace
descansar el error “según las circunstancias del acto” y no solamente la intención de quien
lo invoca (obra citada, página 173).
De esta forma, se debe recurrir a las circunstancias de la especie, que “comprenden
todos aquellos elementos susceptibles de revelar al intérprete, sea directamente, sea, sobre
todo, mediante inducciones, la intención común de los contratantes. Estos elementos deben
detectarse en la conducta de las partes, ya en el curso de las negociaciones anteriores a la
convención, ya en el momento de la conclusión misma del contrato o aún después de su
conclusión” (Jorge López Santa María, “Sistema de Interpretación de los Contratos”,
Ediciones Universitarias de Valparaíso, páginas 62 y 63).
El autor citado sobre el tema expresa que el juez “examinando todas las circunstancias
de la especie y no pudiendo llegar a una certidumbre, no deberá esforzarse en verificar,
sino en “inducir” lo que fue la voluntad común al fin”; más adelante agrega: “así, el juez debe
tomar en consideración todas las circunstancias de la especie, todos los hechos
susceptibles de esclarecer el sentido de la convención. Tales hechos, una vez probados en
el proceso, servirán de base al tribunal para inducir la voluntad común real o virtual del as
partes contratantes y permitirá que el litigio sea solucionado” (obra citada, página 36).
Si se pretende determinar la naturaleza de las circunstancias de la especie, incluso en
un sistema subjetivo de interpretación de los contratos, es posible diferenciar aquellas que
tienen un carácter de inclinación objetiva o un carácter de inclinación subjetiva. “En efecto,
frecuentemente dichas circunstancias se presentarán a los ojos del intérprete con una cierta
objetividad”, pero “aún si las circunstancias de la especie no tuvieran nada de preciso, nada
de categórico, si sus características fueran puramente subjetivas, el juez debe, aún así,
tomarlas en consideración y eventualmente servirse de ellas para motivar su decisión” (obra
citada, página 37).
Como concluye el profesor Avelino León, “la calidad esencial deberá fijarla en último
término el juez, atendiendo a las circunstancias en que se celebró el acto jurídico y a lo que
conforme con la noción común, con un criterio general, debe entenderse por tal calidad
(obra citada, página 174)”.
3.- Error en la especie de acto o contrato
En cuanto al error de la especie de acto o contrato, la Corte de Apelaciones de
Rancagua, en sentencia del 28 de agosto de 2007, Rol 1775-2006, señaló que el artículo
1453 del Código Civil trata del error de hecho como vicio del consentimiento cuando recae
sobre la especie del acto o contrato de que se trata. En verdad, lo que se produce en este
caso es la falta de consentimiento, atento que una parte cree estar celebrando un contrato
sobre un bien determinado y, la otra, sobre otro distinto, de modo que sus voluntades son
diversas, lo que obsta a la formación del consentimiento. Como se trata de una situación
de hecho determinada, para resolver acerca de su existencia o no, se está a la prueba que
al efecto rindan las partes, teniendo en cuenta que la carga de la misma recae en quien lo
alega, en este caso a la demandada.
4.- Error substancial
Respecto del error sustancial, la Primera Sala de la Corte Suprema, fijó su línea
decisional. Así en fallo del 2 de diciembre de 2014, Rol 1073-2014, indicó que ya ha tenido
oportunidad de precisar cuándo debe estimarse que se está frente a un error sustancial.
Así en las sentencias recaídas en los autos Rol N° 751-2007 y Nº 7797-20009, se sostuvo
que al investigar el error, como vicio del consentimiento respecto de la sustancia, este
tribunal adscribe a la postura que propende a una interpretación contractual de carácter
objetivo, puesto que si se atiende a la sola intención del contratante que invoca el error, no
podrá otorgarse un índice seguro para distinguir la sustancia de la cosa de otra cualquiera,
permitiendo con ello la prueba de que cualquier diferencia en la sustancia viciara la intención
del contratante, lo que conllevaría a confusión entre el error sustancial y el accidental.
Respecto del error sustancial derivado de la confusión en la calidad esencial del objeto,
al ser diversa de la que se tiene en mente al contratar, se sostiene por el profesor Avelino
León Hurtado que “en el Proyecto de Código Civil de 1853, en el artículo correspondiente,
hay una nota de Bello que cita como fuente los artículos 1837 y 1838 del Código de Luisiana
y estos artículos se refieren al error en la substancia y en las calidades esenciales,
entendiendo por estas últimas las que le dan mayor valor a la cosa. O sea, según la fuente
de este artículo la calidad esencial se debe juzgar con criterio objetivo, pues se atiende a la
calidad que da mayor valor a la cosa, y no la sola intención del que invoca el error”. Agrega
que en este caso el juez debe apreciar los hechos y específicamente en los que se hace
descansar el error “según las circunstancias del acto” y no solamente la intención de quien
lo invoca (obra citada, página 173).
De esta forma, se debe recurrir a las circunstancias de la especie, que “comprenden
todos aquellos elementos susceptibles de revelar al intérprete, sea directamente, sea, sobre
todo, mediante inducciones, la intención común de los contratantes. Estos elementos deben
detectarse en la conducta de las partes, ya en el curso de las negociaciones anteriores a la
convención, ya en el momento de la conclusión misma del contrato o aún después de su
conclusión (Jorge López Santa María, “Sistema de Interpretación de los Contratos”,
Ediciones Universitarias de Valparaíso, páginas 62 y 63).
Si se pretende determinar la naturaleza de las circunstancias de la especie, incluso en
un sistema subjetivo de interpretación de los contratos, es posible diferenciar aquellas que
tienen un carácter de inclinación objetiva o un carácter de inclinación subjetiva. “En efecto,
frecuentemente dichas circunstancias se presentarán a los ojos del intérprete con una cierta
objetividad”, pero “aún si las circunstancias de la especie no tuvieran nada de preciso, nada
de categórico, si sus características fueran puramente subjetivas, el juez debe, aun así,
tomarlas en consideración y eventualmente servirse de ellas para motivar su decisión” (obra
citada, página 37).
Como concluye el profesor Avelino León, “la calidad esencial deberá fijarla en último
término el juez, atendiendo a las circunstancias en que se celebró el acto jurídico y a lo que
conforme con la noción común, con un criterio general, debe entenderse por tal calidad”.
(Obra citada, página 174).
Respecto del error substancial, la Corte de Apelaciones de La Serena, en fallo del 5 de
octubre de 2006, Rol 904-2006, señaló que de acuerdo a lo previsto en el inciso 1º del
artículo 1454 del Código Civil, el error substancial que vicia el consentimiento puede abarcar
dos aspectos: a) sobre la materia de que está compuesto el objeto y b) sobre las cualidades
o condiciones esenciales del objeto. Ahora bien, las calidades esenciales de la cosa deben
juzgarse con un criterio objetivo, según las circunstancias de cada caso, porque si se
atiende a la sola intención de los contratantes, no podría darse un índice seguro para
distinguir las calidades esenciales de las calidades accidentales. Debe tenerse en cuenta
que de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 1454 inciso 2º, el error acerca de otra cualquiera
calidad de la cosa no vicia el consentimiento de los que contratan, sino cuando esa calidad
es el principal motivo de una de ellas al contratar y este motivo ha sido conocido de la otra
parte.
Cabe añadir que para que se produzca la nulidad del contrato celebrado por las partes,
si bien el error debe producirse al momento de prestarse el consentimiento para la
celebración del acto o contrato, tal afirmación no impide que el vicio en el consentimiento
se descubra con posterioridad a la perfección del contrato, especialmente cuando éste
descansa en el engaño o la ocultación de la verdadera condición de la cosa vendida. Así,
la conducta engañosa u omisiva de una información leal, veraz y completa sobre el objeto,
mueve y determina la voluntad de la otra parte a celebrar un contrato que de no concurrir
tal ocultación no hubiera manifestado, lo que conlleva la nulidad del acto celebrado (Corte
Suprema, Primera Sala, 9 de diciembre de 2015, Rol 3657-2015).

LÍNEA JURISPRUDENCIAL. FUERZA


1. Para la Primera Sala de la Corte Suprema, en sentencia del 24 de marzo de 2008, Rol
6747-2007, la fuerza, al tenor de lo previsto en el artículo 1.456 del Código Civil, vicia el
consentimiento cuando es capaz de producir una impresión fuerte en una persona de sano
juicio tomando en cuenta su edad, sexo y condición, vale decir, debe ser injusta, grave y
determinante. No se divisa cómo el posible ejercicio de un derecho que la ley reconoce a
los empleadores, como el de finiquitar a un trabajador, puede privar a los trabajadores de
su capacidad de decidir.
La ley exige la existencia de un hecho tal que infunda un justo temor de un mal
irreparable y grave en la persona o bienes, que debe realizarse si no se da el consentimiento
exigido. Al no haberse demostrado la existencia de una presión legítima de entidad
suficiente para perturbar el ánimo de los trabajadores, cabe afirmar que concurrieron
libremente a la suscripción de los anexos de sus contratos de trabajo, los que son
plenamente válidos y no adolecen de nulidad.
La fuerza, al tenor de lo previsto en el artículo 1456 del Código Civil, vicia el
consentimiento cuando es capaz de producir una impresión fuerte en una persona de sano
juicio tomando en cuenta su edad, sexo y condición, vale decir, debe ser injusta, grave y
determinante. No se divisa cómo el posible ejercicio de un derecho que la ley reconoce a
los empleadores, como el de finiquitar a un trabajador, puede privar a los trabajadores de
su capacidad de decidir. La ley exige la existencia de un hecho tal que infunda un justo
temor de un mal irreparable y grave en la persona o bienes, que debe realizarse si no se
da el consentimiento exigido.
Al no haberse demostrado la existencia de una presión legítima de entidad suficiente
para perturbar el ánimo de los trabajadores, cabe afirmar que concurrieron libremente a la
suscripción de los anexos de sus contratos de trabajo, los que son plenamente válidos y no
adolecen de nulidad.
Por otra parte, se ha señalado que dados los caracteres de gravedad, precisión y
concordancia que revisten, resultan suficientes para tener por establecida la efectividad de
los hechos invocados por la ejecutada, en cuanto afirma haber sido forzada por el actor a
hacerle entrega de los cheques cobrados en esta causa. En efecto, está probado que la
orden de no pago de todos los cheques fue impartida por la giradora en septiembre de 2010,
es decir, más de dos años antes de la fecha en que el actor los presentó al cobro, 7 de
diciembre de 2012; todos los documentos pertenecen a un mismo talonario de cheques
denunciado por extravío; las partes mantuvieron una prolongada relación de pareja con
episodios de violencia, al extremo de haber sido anteriormente denunciado y formalizado el
actor por el delito de amenazas con arma de fuego en contra de la ejecutada; el protesto
de los documentos es coetáneo a la época en que según los testigos antes nombrados se
puso término a la relación habida entre las partes, cuando la ejecutada se sintió apremiada
para hacer entrega de los cheques. A lo expuesto se suma que el actor, sin desconocer la
vinculación sentimental con la actora, que se niega a comentar, se limita a decir que los
documentos le fueron entregados en pago de obligaciones que no precisa, sin tampoco
explicar la legítima tenencia de los mismos.
El Código Civil se refiere a la fuerza como vicio del consentimiento en el inciso primero
del artículo 1456, cuyo tenor es el siguiente: “La fuerza no vicia el consentimiento sino
cuando es capaz de producir una impresión fuerte en una persona de sano juicio, tomando
en cuenta su edad, sexo y condición, Se mira como una fuerza de este género todo acto
que infunde a una persona un justo temor de verse expuesta ella, su consorte o alguno de
sus ascendientes o descendientes a u mal irreparable y grave.”
Refiriéndose a la fuerza moral como vicio de la voluntad, el autor Víctor Vial del Río
expresa: “Para nuestra legislación, el acto en que incide la fuerza moral que reúne los
requisitos de grave, injusta y determinante existe, pero con un vicio que lo expone a ser
invalidado. La sanción para la fuerza moral es la nulidad relativa, de conformidad con lo
dispuesto en el artículo 1682, inciso final.” (Teoría General del Acto Jurídico, Edit. Jurídica
de Chile, ed. 2004, pag.113)
A la luz de la prueba rendida, cabe concluir que la orden de pago contenida en los
cheques materia de autos no obedece a la voluntad manifestada libremente por la giradora,
cuyo consentimiento está viciado por la fuerza moral ejercida en su contra que, dadas la
circunstancias que rodearon los hechos y la vinculación existente entre las partes, produjo
naturalmente en ella una impresión fuerte, siendo además de injusta, determinante en la
entrega de los cheques y, por lo tanto, apta para viciar el consentimiento (Corte Suprema,
Primera Sala, 20 de julio de 2015, Rol 27598-2014).
2. Asimismo, se ha fallado que la renuncia de trabajadora inducida por investigación en
su contra no puede ser atribuida a fuerza del empleador. En efecto, si el trabajador alega
haber renunciado a su trabajo por haber sido obligado por el empleador, es el trabajador
quien debe probar tales hechos.
La actora no aportó pruebas suficientes para acreditar el hecho constitutivo de la fuerza,
presión o amenaza que imputa al Director del colegio, pues no se agregó documento que
contenga amenazas de éste y no presentó testigos de la conversación habida entre ambos
cuando la profesora resolvió renunciar. Es un hecho de la causa, reconocido por las partes,
que un apoderado presentó un reclamo en contra de la profesora por maltrato físico y
sicológico a un alumno de siete años y pidió una investigación, con copia a autoridades de
educación, cargos que no fueron negados por la docente.
La investigación solicitada no se hizo al haber presentado ésta su renuncia voluntaria.
El eventual temor que pudo sentir la apelante, a los resultados de la investigación requerida
por el apoderado, no puede ser atribuido al Director del colegio, ni calificarse de indebido o
injusto, pues él derivaría de su propia conducta profesional, la que habría optado por
proteger renunciando al trabajo (Corte de Apelaciones de Coyhaique, 30 de octubre de
2007, Rol 23-2007).

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