Africanos y Afrodescendientes en La Amer
Africanos y Afrodescendientes en La Amer
Africanos y Afrodescendientes en La Amer
AFRICANOS
Y AFRODESCENDIENTES
EN LA AMÉRICA
HISPÁNICA SEPTENTRIONAL
ESPACIOS DE CONVIVENCIA,
SOCIABILIDAD Y CONFLICTO
TOMO II
Esta obraedición:
Primera fue dictaminada
2018 por evaluadores externos a El Colegio de San Luis
por el método de doble ciego
Diseño de lalaportada:
Diseño de portada:Natalia
Natalia Rojas
Rojas Nieto
Nieto
©©Sergio
Por la coordinación: Rafael Hernández
Tonatiuh Serrano Castañeda García y Juan Carlos Ruiz Guadalajara
Jean-Paul Zuñiga
École des Hautes Études
en Sciences Sociales
* agi, Indiferente General, 1528, no. 46, f. 40r, El Pretendiente, diálogo entre un “Pe-
ruano” y un chapetón (español recién llegado a las Indias). Este capítulo se benefició de los
comentarios y críticas de Simona Cerutti, Antoine Lilti, Renaud Morieux, Natalia Muchnik,
Enric Porqueres i Gené, José Javier Ruiz Ibañez e Isabelle Surun, para quienes va todo mi
agradecimiento. El texto está acompañado de un expediente accesible en el sitio de la revista
Annales. Histoire, Sciences Sociales (annales.ehess.fr), con la rúbrica “Compléments de lecture”.
Este ensayo se publicó por primera vez en lengua francesa en Annales. Histoire, Sciences Sociales,
2013, año lxviii, n. 1, pp. 45-76. Traducción al español de Catalina Bony.
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Figura 1
Fuente: Juan Rodríguez Juárez, De mulato y mestiza, produce mulato es torna atrás, óleo sobre
lienzo, hacia 1715, Breamore House. © The Bridgeman Art Librairy.
Casta y “raza”
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8 Katzew, Casta Painting: Images of Race in Eighteenth-Century Mexico, cap. ii; Martínez,
“The Black Blood of New Spain: Limpieza de Sangre, Racial Violence, and Gendered Power in
Early Colonial Mexico”, pp. 479-520. Magali Carrera se alza con razón contra este atajo concep-
tual, en los capítulos i y vi de su libro, donde discute las nociones de “raza”, linaje y calidad, pero
tiene dificultad para desprenderse de ellas por completo, véase Carrera, Imagining Identity in New
Spain: Race, Lineage, and the Colonial Body in Portraiture and Casta Paintings.
9 Yerushalmi, “Assimilation et antisémitisme racial”, pp. 255-292. Véase también Niren-
berg, “Race and the Middle Ages: The Case of Spain and Its Jews”, pp. 71-87. Para intentar
relacionar las formas europeas y coloniales de exclusión, véase Caro Baroja, “Antecedentes es-
pañoles de algunos problemas relativos al mestizaje”, pp. 197-210; Schwartz, “Brazilian Eth-
nogenesis: Mestiços, Mamelucos and Pardos”, pp. 7-28, así como Sweet, “The Iberian Roots of
American Racist Thought”, pp. 143-166.
10 Cañizares Esguerra, “New World, New Stars: Patriotic Astrology and the Invention of
Indian and Creole Bodies in Colonial Spanish America, 1600-1650”, pp. 33-68; Mazzolini,
“Las castas: Interracial Crossing and Social Structure, 1770-1835”, pp. 349-373.
11 Schorsch, Swimming the Christian Atlantic: Judeoconversos, Afroiberian and Amerin-
dians in the Seventeenth Century.
12 Según Nicholas Hudson, en efecto, hacia la mitad del siglo xix la palabra “raza” se
había vuelto el término más usado por la literatura etnográfica que también abusaba de él. Ahora
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Figura 2
Fuente: Cuadro de castas a cuadrantes, pintor anónimo, siglo xviii, Museo Nacional del Virrei-
nato, Tepotzotlán, México.
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Hacia 1711, o sea cerca de 20 años después del episodio del “morisco de
nación”, el virrey Fernando de Alencastre, duque de Linares, encargaba
a Juan Rodríguez Juárez, uno de los pintores más reconocidos de Nueva
España en su época,13 una serie de 14 cuadros de castas. Su intención
era mostrar al rey de España la diversidad de los tipos físicos que exis-
tían en la Nueva España y explicar al mismo tiempo el pintoresco léxico
al cual habían dado origen.14 Esta serie inaugura lo que será después la
forma canónica de este tipo de pintura.
Así, además de los numerosos pintores conocidos de la Nueva Espa-
ña por haberse destacado en este género (José de Ibarra, Luis Berrueco,
Juan Patricio Morlete Ruiz, Miguel Cabrera, José de Alcíbar, José Joa-
quín Magón, Andrés de Islas, Ignacio de Castro, etcétera), las pinturas
13 Rodríguez Juárez tenía entonces cerca de 40 años y era ya un pintor “hecho”. Cuatro
años más tarde recibe el prestigioso encargo del retablo de los reyes de la Catedral de México.
Véase Clara Bargellini, “Juan Rodríguez Juárez”, p. 880.
14 Castro Morales, “Los cuadros de castas de la Nueva España”. Véase también Pierce,
Ruiz Gomar y Bargellini, Painting a New World: Mexican, Art and Life, 1521-1821, p. 199.
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De la “clasificación colorida”
a la alquimia de los linajes
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30 aps, Of. 4, 1519, leg. 1, s. f.; arv, Baylia 209, f. 81. Agradezco a Fabienne Guillen
haberme permitido citar estos documentos que provienen de sus trabajos sobre la esclavitud
medieval en la corona de Aragón. Sobre los esclavos blancos, véase ags, Registro General del
Sello (rgs), leg. 147801, 208 [1478] y leg. 148410, 64 [1484]; agi, Indiferente General, 418,
L. 1, f. 167v [1505]. Véase igualmente Vincent, “¿Qué aspecto físico tenían los moriscos?”, pp.
335-340.
31 Sandoval, De instauranda Aethiopum Salute, i, p. 12, las itálicas son mías. Véase
Franklin, “Bibliographical Essay: Alonso de Sandoval and the Jesuit Conception of the Negro”,
pp. 349-360.
32 “Relación de la jurisdicción de Pánuco y Tampico”, en Solano (ed.), Relaciones geográfi-
cas del arzobispado de México, 1743, i, p. 216. Se observa que los términos usados corresponden
sólo de muy lejos al léxico de los cuadros de castas.
33 agi, Pasajeros, L. 3, E. 3923 [1558]: “Juan Sánchez, [...] loro, de casta de negros” (aquí
“casta” tiene el sentido de “generación” o “tronco”); agi, Escribanía de Cámara, 938-A [1663],
Lista de los soldados que acompañan al gobernador de Chile Francisco de Meneses: “Antonio
Lopez, [...], buen cuerpo, moreno de rrostro [sic] nariz afilada”.
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39 Sobre estas cuestiones véase en particular Cope, The Limits of Racial Domination: Ple-
beian Society in Colonial Mexico City, 1660-1720, p. 51; Bonniol, “La couleur des hommes,
principe d’organisation sociale. Le cas antillais”, pp. 410-418.
40 ahn, Inquisición nº 1733, año 1712-1715.
41 Véase el intento de síntesis general propuesta por Mörner, Race Mixture in the History
of Latin America, p. 58, y su recuperación en Carrera, Imagining Identity in New Spain: Race,
Lineage, and the Colonial Body in Portraiture and Casta Paintings, pp. 36-37.
42 Aguirre Beltrán, La población negra de México, p. 169, observa así que la palabra cocho
estaba en uso en Michoacán, cambujo en Oaxaca, jarocho en Veracruz, loro en Chiapas, zambo
en Guerrero, todas estas expresiones designando en general un solo y mismo tipo físico, el del
mulato pardo entre negro e indio.
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45 Este léxico concuerda con el que ha sido retenido por buena parte de los documentos
oficiales, como lo atestigua por ejemplo la Recopilación de 1684.
46 La difusión terminológica y los préstamos lexicales mutuos entre regiones americanas
constituyen un trabajo que abordo más en detalle en el libro que estoy redactando.
47 Solano (ed.), Relaciones geográficas del arzobispado de México, 1743, ii, p. 481. Subraye-
mos que en estas Relaciones otra clasificación particularizaba a la “gente de razón”, término que
englobaba el conjunto de las castas, en oposición a los indios relegados así hasta el final de una
clasificación intelectual.
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El sueño de un orden
local. “El maestro Lorenzo Elguea al Gobernador de Chile don Manuel de Amat y Junient”,
Santiago, 16 de enero de 1760, AN de Chile, Fondos Capitanía General, vol. 830, f. 391, en
Anales de Desclasificación, vol. 1, La derrota del área cultural, 2, 2006, pp. 783-784.
52 Sin embargo, Ulloa enumera sólo cinco términos: Juan y Santacilia y Ulloa, Relación
histórica del viage a la América meridional, lib. i, cap. iv, p. 42. Véase también Solano, Antonio
de Ulloa y la Nueva España, pp. 78, 112 y 114.
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55 Es interesante constatar que esta deriva parece alcanzar la lengua española: el Diccionario
de autoridades define así el término gente blanca como “gente de calidad”: “[...] personaje hono-
rable, noble, de calidad conocida […] se tiene como por una prerrogativa de la naturaléza, que
califica de bien nacidos à los que la posseen [...]”, Diccionario de la lengua castellana, i, p. 616.
56 En los términos de don Juan de Valencia, caballero de la Orden de Santiago citado
como testigo para acreditar la nobleza de un supuesto habitante de Lima en la Orden de Santia-
go en 1645: “[...] En la ciudad de Lima no hay distinción de estados entre los caballeros hidalgos
y los plebeyos pero […] se reconoce a los caballeros hidalgos de sangre notoria por la estima
general [de la cual gozan...]”, ahn, Fondo Órdenes Militares, Caballeros de Santiago, exp. 3704,
f. 4v. Las itálicas son mías.
57 Juan y Santacilia y Ulloa, Noticias secretas de América, parte ii, cap. vi, pp. 420 y
siguientes.
58 Sobre la importancia otorgada por los criollos de Nueva España a los españoles de Eu-
ropa, véase Bertrand, Grandeur et misère de l’office. Les officiers de finances de Nouvelle-Espagne,
XVIIº-XVIIIº siècles, cap. 5; para Cartagena, véase Juan y Santacilia y Ulloa, Relación histórica del
viage a la América meridional, i, pp. 40-41.
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dad de dignidad entre los españoles de las dos orillas no era una particu-
laridad de la Nueva España, así encontramos, desde 1682, textos como
el del criollo peruano Juan de Meléndez, ofuscado de que en Madrid
se sorprendan de su dominio del castellano y contestando de manera
mordaz a su interlocutor: “[...] ni que sea Vuestra merced más español
que yo [...]”.63 Los cuadros de castas serían una especie de contraparte
iconográfica de estos alegatos.
Una observación atenta de la serie de Rodríguez Juárez y de las
diferentes nomenclaturas provenientes de los cuadros posteriores, jun-
to a otros testimonios textuales, permite detectar otro elemento muy
importante y que a menudo pasó inadvertido o fue interpretado de
manera unívoca.64 Se trata de la “demostración” por la imagen de que
la “mezcla de las sangres” puede ser “lavada”: el término castizo implica
esta idea de “purga” progresiva y, de hecho, en un cierto número de
series pintadas, las aportaciones continuas de cónyuges españoles termi-
nan por hacer regresar el linaje a la calidad de español. Esta afirmación
parece ser una forma de respuesta al desprecio respecto a los criollos
que muestran ciertos españoles “peninsulares”, tan imbuidos del espí-
ritu de linaje como lo son los españoles de ultramar. Mientras que en
Nueva España los criollos se quejaban de que los europeos los trataban
de champurros (“adulterados”),65 la descripción de los criollos de Perú
hecha por Ulloa iba en el mismo sentido.66 Esta suerte de redención
por las aportaciones sucesivas de cónyuges españoles es fundamental,
ya que sitúa la respuesta de los criollos a las burlas de los “peninsulares”
en el marco de una economía de la sangre de tipo nobiliario, donde el
elemento determinante de la calidad no es únicamente la proporción
de “sangre española”, sino también su nobleza, que es capaz por consi-
guiente de depurar las otras “aportaciones” eventuales.
La necesidad de defender esta idea fue aún más crucial porque era
rechazada por algunos. En efecto, desde 1746 Arce y Miranda expresaba
sus temores respecto a los cuadros que había visto de Rodríguez Juárez
63 Meléndez, Tesoros verdaderos de las Yndias en la historia de la gran provincia de san Juan
Bautista del Peru, Roma, Nicolas Angel Tinassio, 1682, i, p. 349.
64 Katzew, Casta Painting: Images of Race in Eighteenth-Century Mexico, p. 51.
65 Carta de Andrés de Arce y Miranda citada por Castro Morales, “Los cuadros de castas
de la Nueva España”, pp. 679-680.
66 Juan y Santacilia y Ulloa, Noticias secretas de América, parte ii, cap. vi, p. 421.
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y Luis Berrueco, ya que “[...] ‘se debe recelar que la preocupación en que
en la Europa están de que todos somos mezclados (o como decimos cham-
purros), influyó no poco en el olvido en que tienen los trabajos y letras
de los beneméritos’[...]”.67 Sus temores no eran infundados: cerca de 30
años después, Pedro Alonso O’Crouley, marchante hispano-irlandés que
comerciaba con Jalapa, no temía afirmar el carácter indeleble de la sangre
“negra” que no podía ser purgada a lo largo de las generaciones.68 Ahora
bien, esta última cuestión, por local que sea, puesto que remite a pro-
blemáticas propias de los criollos de Nueva España cuyas genealogías se
hundían muy a menudo en el pasado amerindio o africano, se encuentra
al mismo tiempo imbricada en debates mucho más vastos.
67Citado por Castro Morales, “Los cuadros de castas de la Nueva España”. Las itálicas
son mías.
68 El mulato (tanto afroindio como afroeuropeo) no puede “nunca dejar su condición”,
ya que según Pedro Alonso O’Crouley, “el elemento español está absorbido y perdido” en la
condición del negro o del mulato. Véase Estrada de Gerlero, “Las pinturas de castas, imágenes
de una sociedad variopinta”, pp. 79-113, aquí p. 83; Bennett, Colonial Blackness: A History of
Afro-Mexico, p. 185, n. 8.
69 Véase en este sentido las observaciones de Pino Díaz, “Historia natural y razas en los
‘cuadros de castas’ hispano-americanos”, p. 55.
70 El libro de Melchisédech Thévenot —había amasado más de 290 manuscritos que
representaban lo que se podía saber del mundo en la Europa de su tiempo— es el ejemplo mis-
mo de la difusión y del interés suscitado por esta literatura: Thévenot, Relation de divers voyages
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curieux [...]. Sobre Thévenot, su importancia en la creación de la Academia Real de las Ciencias
y la Literatura de Viajes, véase Nicholas Dew, “Reading Travels in the Culture of Curiosity:
Thévenot’s Collection of Voyages”, pp. 39-59.
71 Gage, Nouvelle Relation, contenant les voyages de Thomas Gage dans la Nouvelle-Espagne,
ses diverses aventures, et son retour par la province de Nicaragua jusques à la Havane […] Ensemble
une description exacte des terres et provinces que possedent les Espagnols en toute l’Amérique […] de
leurs mœurs et de celles des criolles, metifs, des mulatres, des indiens, et des negres […].
72 Carta del padre Taillandier al padre Willard de la Compañía de Jesús, en Pondichéry
el 20 de febrero de 1711, en Du Halde et al., Lettres édifiantes et curieuses, écrites des Missions
étrangères, par quelques missionnaires de la Compagnie de Jésus. Recueil XI, p. 119.
73 Pernety, Journal historique d’un voyage fait aux îles Malouines en 1763 & 1764, i, pp.
150-151. El giro mismo de esta frase no deja de recordar la observación del padre Taillandier…
o la de Frézier, Relation du voyage de la mer sud aux côtes du Chily et du Pérou fait pendant les
années 1712, 1713 et 1714, p. 63.
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nudo percibida como evidente. Antes considerados como provenientes sobre todo de uno u
otro de sus progenitores (hipodescendencia, hiperdescendencia o patrilinealidad exclusiva), los
“mixtos” se vuelven tales sólo porque la mirada que se echa sobre estas alianzas “heterogéneas”
cambió de manera radical.
76 Estas apelaciones “coloristas” son, sin embargo, anteriores a Moreau de Saint-Méry:
Moreau de Saint-Méry, Description topographique, physique, civile, politique et historique de la
partie française de l’isle Saint-Domingue, p. 93.
77 Los términos negro, mulato, cuarterón, mestizo, grifo e indio son en efecto comunes a
Moreau de Saint-Méry y al vocabulario de la Nueva España.
78 Para Moreau de Saint-Méry, en efecto, el arbitraje se hace en definitiva con base en un
saber práctico local fundado sobre el consenso social. M. Moreau de Saint-Méry, Description to-
pographique, physique, civile, politique et historique de la partie française de l’isle Saint-Domingue,
p. 100.
79 Y a menudo en términos muy cercanos, como lo subraya Edward Long: “[...] The
Dutch, [...] add drops of pure water to a single drop of dusky liquor, until it becomes tole-
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Cuando hacia 1720 —cerca de cinco años después del pedido recibi-
do por Rodríguez Juárez—, la Academia Real de Ciencias de París dirige
a su corresponsal en la Martinica, Bernard Laurenceau de Hauterive, va-
rias “preguntas de historia natural”, la que trataba de los nombres recibi-
dos por los diferentes fenotipos de los niños nacidos de padres europeos
y africanos figuraba en buen lugar. Ahora bien, de manera sintomática, la
respuesta de Laurenceau de Hauterive, criollo de la Martinica, se centra
más sobre el problema del “regreso” al tronco “blanco” o “negro” de estos
linajes que sobre las sutilezas lingüísticas que los designa. En sus propios
términos, “[...] los hijos de los mulatos y de las mulatas, que nombran
‘cascos’,80 son de un amarillo más claro que los ‘grifos’ y aparentemen-
te una nación que sería originariamente formada por ellos regresaría al
blanco [...]”.81 Sus preocupaciones son en este sentido muy cercanas a las
del padre Jean-Baptiste Labat que explica, también en 1724, que el “[...]
defecto [en el color de los cuarterones] cesará en la cuarta generación, a
condición de que los sigan uniendo siempre con blancos; ya que si los
aliaran con negros, regresarían en el mismo número de generaciones a su
primera negrura [...]”. Este proceso de “blanqueo” o “ennegrecimiento”
de los mulatos se debía, siempre según Labat, al hecho de que “[...] un
color se fortalece a medida que se une a un color de la misma especie, y
disminuye a medida que se aleja de ella [...]”.82 Desde los años 1720, por
lo tanto, la cuestión del “regreso” ocupa las representaciones eruditas de
la Nueva España en las Antillas, y los testimonios posteriores confirman
su vitalidad durante todo el siglo xviii.
Así, es también la cuestión del “regreso” a la cepa original lo que
constituye la columna vertebral de la breve jerarquización propuesta
rably pellucid. But this needs the apposition of such a multitude of drops, that, to apply the
experiment by analogy to the human race, twenty or thirty generations, perhaps, would hardly
be sufficient to discharge the stain [...]”, Long, The History of Jamaica, or General Survey of the
Ancient and Modern State of that Island, p. 261. A pesar de la diferencia de la conclusión, la
analogía entre las metáforas españolas y holandesas da cuenta de una matriz común para pen-
sar la “alquimia de los linajes”, imagen que usa la metáfora del agua, pero sobre todo la de la
experiencia en laboratorio.
80 Aquí, como en Nueva España, la terminología fenotípica parece específica para lo re-
gional, el nombre casco no aparece en el léxico presentado por Moreau de Saint-Méry.
81 Hauterive, Histoire de l’Académie royale des Sciences, pp. 17-19.
82 Labat, Nouveau voyage aux isles de l’Amérique, 2a parte, cap. vi en particular, citación
p. 35.
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por el jesuita Gumilla en los años 1740 (cuadro 1), lo que en otras par-
tes, muchos años más tarde, se lucha por traducir en un lenguaje políti-
co. Edward Long explicaba así, en su History of Jamaica (1774), que si
según los españoles eran necesarias cuatro generaciones de uniones con
blancos para que el hijo de un hombre blanco y de una mujer negra re-
gresara al tronco blanco,83 en Jamaica tres generaciones eran suficientes
para que tales personas pudieran gozar de todas las prerrogativas de los
hombres blancos.84 Explícitas o no, más o menos restrictivas, estas con-
cepciones que vinculan genealogía, fenotipo y jerarquía social85 parecen
circular ampliamente del Golfo de México hasta las Antillas, donde son
objeto de una codificación muy cercana.
Todas las polémicas alrededor de la cuestión de la diversidad hu-
mana —y del sentido que se le debía otorgar— sugieren, por otra parte,
una dimensión suplementaria a estas temáticas. En efecto, la fuerza del
dispositivo creado por Rodríguez Juárez reside en el vínculo duradero
que logra establecer entre un imaginario, una taxonomía y una imagi-
nería capaces no sólo de “hacer escuela”, sino también de constituir una
argumentación susceptible de imbricarse a profundidad en diferentes
dominios del saber. En este sentido, no se puede separar el cuestiona-
miento del “regreso” al tronco “negro” o “blanco” del problema plan-
teado por la aparente contradicción que existe entre el dogma cristiano
del origen común de todo el género humano y la diversidad de los tipos
físicos de los hombres. Este punto es abordado en forma explícita por el
padre Feijoo cuando reporta en 1726 su lectura de los Nouveaux voyages
de l’Amérique septentrionale del barón de La Hontan. La cuestión del
color de los etíopes —que, según un médico portugués citado por La
83 Según los términos de El pretendiente: “[...] En esta especie de generación [la de los
descendientes de los africanos], más el descendiente se aleja de este origen, más la estima por su
color y su calidad crecen, lo que explica que el hijo de un español y de una negra sea inepto al
ejercicio de los empleos públicos [mientras] que el requinterón que proviene del mismo origen,
por razón de su alejamiento de seis grados en relación a éste, es apto a ocupar estos cargos ya
que se vuelve español común y se desvió de este [otro] origen [...]”, agi, Indiferente General,
1528, n. 46, f. 42v.
84 Long, The History of Jamaica, or General Survey of the Ancient and Modern State of that
Island, libro ii, cap. xiii, p. 261.
85 Lo que Ulloa expresa precisando que: “[...] la blancura accidental toma allá [en el Perú]
el lugar que debería corresponder a la más alta jerarquía de la calidad [...]”, Juan y Santacilia y
Ulloa, Noticias secretas de América, parte ii, cap. vi, p. 421.
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Hontan, les era connatural desde sus orígenes— estaba ahí convocada
como prueba del poligenismo, lo que Feijoo rechaza por supuesto.86
Ahora bien, el “paso” (“transfiguración” según los términos del peruano
del manuscrito El pretendiente) de una apariencia física a otra a lo largo
de las generaciones, aspecto que los cuadros de castas ilustran clara-
mente, permitía superar lo que algunos querían presentar como una
diferencia fundamental e infranqueable. Si, al igual de lo que afirmaba
O’Crouley, ciertos contemporáneos de Moreau de Saint-Méry conside-
raban que la “mezcla de las sangres” producía una línea de demarcación
que se prolongaba “hasta el infinito”,87 ¿cómo explicar el paso de un
origen común de todo el género humano a la diversidad de tipos físicos
observada por los contemporáneos? La idea de un “retorno” a uno u
otro color al paso de las generaciones reducía así la cuestión del fenotipo
a un fenómeno accidental —término que encontramos de nuevo en la
pluma de Ulloa— y no esencial.
Por otra parte, el ejemplo tardío pero revelador de Leopoldo Cal-
dani muestra a su vez la manera en que la noción de casta logró im-
ponerse con el tiempo como argumento, logrando ser admisible en
otras discusiones disciplinarias.88 El anatomista y fisiólogo boloñés
Caldani recurrió así a las castas americanas para apoyar y justificar su
declaración sobre el origen del color de los hombres negros. No sólo la
argumentación de Caldani descansa sobre un razonamiento genealó-
gico, sino que el médico utiliza además la imagen —Caldani se apoya
en una ilustración en color que presenta los rostros de un indio, un
mulato, un zambo, un cuarterón, una parda, un chino y una mestiza,
cada uno con su tez “específica”— que adquiere desde este momento
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El enigma de la generación
89 Caldani, “Congetture intorno alle cagioni del vario colore degli Africani, e di altri po-
poli; e sulla prima origine du questi”, en Memorie di Matematica e Fisica della Societa Italiana
VIII, 1a parte, tabla xv.
90 Müller-Wille y Rheinberger (eds.), Heredity Produced: At the Crossroads of Biology,
Politics and Culture.
91 ¿No decía Paul Valéry que la nobleza era “una propiedad mística del licor seminal”?
Véase Descimon, “La haute noblesse parlementaire parisienne: la production d’une aristocratie
d’État aux xviº et xviiº siècles”, pp. 335-357, aquí p. 353.
92 Sobre la influencia de Nicolas Hartsoecker en este debate, véase Hartsoecker, Essay de
dioptrique, p. 230. Desarrolla ahí la idea de que todos los seres por venir estaban contenidos en
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“Muchos negros, mulatos y otros colores”
[...] Que después de esto los médicos nos digan tanto como quieran que
los dos sexos no concurren igualmente a la producción del niño, y que las
mujeres son como las gallinas que naturalmente tienen huevos en el cuer-
po, y que el hombre como el gallo no hace otra cosa que despegarlos y
perfeccionar el germen. Ya que si eso fuera, una negra haría siempre hijos
negros ante cualquier color de que pudiera ser el varón, lo que es total-
mente contrario a la experiencia que tenemos, puesto que vemos que ella
hace negros con un negro y mulatos con un blanco [...]94
la semilla de los hombres, punto de vista creacionista que pretende haber comunicado a Nicolas
Malebranche. Véase también Pinto Correia, The Ovary of Eve: Egg and Sperm Preformation.
93 Regnier de Graaf pensaba que la semilla masculina no hacía más que activar el ser
preformado en el huevo femenino. Graaf, Histoire anatomique des parties génitales de l’homme
et de la femme, qui servent à la génération, avec un traité du suc pancréatique, des clystères et de
l’usage du siphon.
94 Labat, Nouveau voyage aux isles de l’Amérique, 2a parte, cap. vi, p. 35.
95 Foster, “Relationships between Spanish and Spanish-American Folk Medicine”, pp.
201-217; López Beltrán, “Hippocratic Bodies: Temperament and Castas in Spanish America
(1570- 1820)”, pp. 253-289.
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96 Cañizares Esguerra, “New World, New Stars: Patriotic Astrology and the Invention of
Indian and Creole Bodies in Colonial Spanish America, 1600-1650”.
97 El padre Feijoo mismo insiste sobre la influencia del clima en la complexión (y sobre
todo el color) de los hombres, Feijoo, Teatro crítico universal, vii, 3er discurso, § 39.
98 François Bernier en particular se pronuncia en contra de esta idea recibida. Bernier, “Nou-
velle Division de la Terre, par les différentes Espèces ou Races d’hommes qui l’habitent”, p. 135.
99 Véase, por ejemplo, Buffon sobre el color de los españoles: Buffon, Histoire naturelle
générale et particulière, avec la description du cabinet du Roy III, p. 442; y Sève y Gottlieb,
Illustrations de Histoire naturelle générale et particulière, servant de suite à l’histoire naturelle de
l’homme, pp. 267-268.
100 Axtell, Natives and Newcomers: The Cultural Origins of North America, p. 310; para
el siglo xx véase Anderson, The Cultivation of Whiteness: Science, Health and Racial Destiny in
Australia.
101 Mather, The Necessity of Reformation, Boston, John Foster, 1679, p. 7, citado por Ax-
tell, Natives and Newcomers: The Cultural Origins of North America.
102 Véase Bauer, “Creole Identities in Colonial Space: The Narratives of Mary White
Rowlandson and Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán”, pp. 665-695. Bauer afirma aquí
453
“Muchos negros, mulatos y otros colores”
con razón el carácter hemisférico de los problemas “coloniales” planteados por Rowlandson y
Pineda en sus contextos específicos.
103 Mather, Selected Letters of Cotton Mather, pp. 397-399, citado por Axtell, Natives and
Newcomers: The Cultural Origins of North America, p. 314. La carta en cuestión había sido en-
viada por Mather a un equipo de médicos ingleses interesados en la influencia del clima.
104 Si los términos no son forzosamente éstos, los agricultores se ven confrontados desde
la noche de los tiempos a la importación, aclimatación e hibridación de plantas exóticas. El len-
guaje de estas actividades es el del tronco y del parentesco, del mejoramiento o del decaimiento
(por “degeneración”). Véase al respecto Etienne, Agriculture et maison rustique, p. 187 (especie)
y Serres, Le théâtre de l’Agriculture et mesnage des champs, pp. 601-602.
105 Albert Eckhout formaba parte del grupo de pintores, dibujantes y hombres de ciencias
que acompañaron a Johan Maurits de Nassau-Siegen durante su designación como gobernador
de la colonia holandesa del noreste brasileño por la compañía holandesa de las Indias occiden-
tales en 1637. Véase Buvelot (ed.), Albert Eckhout: A Dutch Artist in Brazil; Parker Brienen,
Visions of a Savage Paradise: Albert Eckhout, Court Painter in Colonial Dutch Brazil. Para las
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455
“Muchos negros, mulatos y otros colores”
110 Müller-Wille y Rheinberger (ed.), Heredity Produced: At the Crossroads of Biology, Poli-
tics and Culture, 1500-1870, p. 13.
111 Kant, “Définition du concept de race humaine”, en Idée d’une histoire universelle au
point de vue cosmopolitique.
112 Kant, “Définition du concept de race humaine”, en Idée d’une histoire universelle au
point de vue cosmopolitique, p. 94.
456
Jean-Paul Zuñiga
rada por el imaginario colonial del color —es decir, tributaria tanto de
los conceptos como de las imágenes transmitidas por éste— sin el cual
resultaría incomprensible. Ni europeo ni colonial, propiamente dicho,
sedimentando múltiples referencias y experiencias, el modelo de Kant
es, por lo tanto, una de las expresiones de este espacio de conocimiento
“atlántico”.
Desde este momento, más allá de las disputas sobre la existencia o
no de la raza antes de la raza, o de los debates sobre el origen americano
o europeo del racismo contemporáneo que agita a menudo a los histo-
riadores, la aparición en algunas décadas de un paradigma hegemóni-
co explicando la diversidad humana y derribando una buena parte de
las múltiples explicaciones que lo habían precedido, extendiéndose en
un amplio espacio a todo el hemisferio occidental en la primera mitad
del siglo xix, constituye sin duda un fenómeno mayor y fascinante. Su
rápida aparición indica que esta noción se impone en un suelo muy fa-
vorable tanto en el mundo católico como en el protestante, en Europa
occidental como en el Nuevo Mundo. Éste parece haber sido amplia-
mente preparado a partir de un epicentro mexicano-antillano, donde
las especificidades coloniales fueron expresadas por medio del vocabu-
lario comprobado de la ascendencia, la sangre y el linaje, vivo en las
sociedades de conquista. En éstas, el aspecto de los individuos permitió
expresar de una nueva manera una vieja práctica, aquella consistente
en cimentar en algo natural la diferencia social y cultural.113 El ima-
ginario colonial del color y de la “casta”, tal como aparece en el pincel
de Rodríguez Juárez en Nueva España, es sólo la presentación local y
exacerbada de una preocupación común al conjunto de estas sociedades
coloniales. Al ligar de manera íntima color de la piel y genealogía, esta
visión culta entroniza de manera duradera y en un lenguaje común,
el de la virtus y de la sangre nobiliarias, la esencialización del fenotipo
como principio organizador del mundo social. La inteligibilidad de este
dispositivo —en el sentido de que su significado podía ser captado por
actualización de un patrimonio de prácticas y de conocimientos previos
113 Respecto a la maldición de Cham, por ejemplo, utilizada respectivamente para legi-
timar el estatuto de los siervos en la Edad Media y para justificar la esclavitud moderna de los
africanos, véase Freedman, “Sainteté et sauvagerie. Deux images du paysan au Moyen Âge”,
pp. 539-560; Braude, “The Sons of Noah and the Construction of Ethnic and Geographical
Identities in the Medieval and Early Modern Periods”, pp. 103-142.
457
“Muchos negros, mulatos y otros colores”
458
LAS PINTURAS DE CASTAS. RESIGNIFICACIÓN
PARA LA HISTORIA SOCIAL EN NUEVA ESPAÑA
Introducción
459
Las pinturas de castas
4 Méndez Rodríguez, Esclavos en la pintura sevillana, pp. 158, 208-209; Fracchia, “La
mulata, de Velázquez”, p. 22.
5 Castellano, “El negro esclavo en el Entremés del Siglo de Oro”, pp. 59, 62-63.
6 Weber de Kurlat, “El tipo del negro en el teatro de Lope de Vega”, pp. 338, 342-345 y 359.
7 Fra Molinero, La imagen de los negros en el teatro, pp. 81, 90 y 97.
8 “Cocina valenciana, paramento mural con 1536 azulejos de 20 x 20 cm, datado 1780-
1790”, Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid. Citado en Martín Casares, “Productivas
y silenciadas”, pp. 67-68.
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Rafael Castañeda García
En América, desde la primera mitad del siglo xviii surgen las pin-
turas de castas. El desafío de clasificar el mestizaje llevó a sus realiza-
dores a la exageración, a la invención de categorías que en sus propios
términos —torna atrás— degradaban la posición del individuo dentro
de su contexto local. Estos lienzos no sólo fueron objetos artísticos,
sino instrumentos del poder que buscaron catalogar a la población del
siglo xviii. Pusieron en el centro de la escena a los habitantes de origen
africano, los naturales, españoles y sus diferentes híbridos, lo hicieron
de manera natural sin ridiculizarlos ni caricaturizar sus rostros. Pero
construyeron un estereotipo de lo negro con efectos negativos de la
mezcla.9
La amplitud del mestizaje novohispano fue el resultado de la inte-
racción de estos grupos, junto con los asiáticos, de donde surgieron los
mulatos, lobos, morenos, moriscos, pardos, zambos, chinos y coyotes.
Por tanto, los nombres que buscaban clasificar a los presuntos grupos
sociorraciales que se representaron en la pintura de castas no existieron
en la legislación ni en la cotidianidad, de ahí las diferencias entre los
distintos pintores sobre lo que ellos denominaron: “tente en el aire”,
“no te entiendo”, “salta-atrás”, “torna-atrás”, “cambujo”, “barcino”, “al-
barazado”, “chamizo”, “jíbaro”, “cuarterón”, “calpamulato”, entre otros.
Pero incluso, establecer una verdadera clasificación con las “calidades”
que sí aparecen en la documentación resultaría un fracaso inevitable.
Como lo han señalado Pilar Gonzalbo y Patrick Carroll, una categoría
fácilmente identificable como la de mulato dio motivo a numerosas
interpretaciones de parte de las autoridades.10
Algunos especialistas en el tema han señalado que la mayoría de
los pintores de este tipo de cuadros eran americanos, por lo que re-
presentaron una realidad vista y experimentada por ellos mismos.11
Para Roberto Moreno de los Arcos, este género pictórico fue la opor-
tunidad para los ilustrados novohispanos de cobrar conciencia cla-
ra de lo que los distinguía del Viejo Mundo: “el carácter multirracial
de su patria y se ocuparon de clasificarlo”. Fueron en el fondo, “un
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Las pinturas de castas
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16 “Sobre las prohibiciones de los juegos de azar”, México, 14 de febrero de 1773, agn,
bandos, vol. 8, exp. 22, f. 82.
17 Castillo Palma, “Mujeres negras y afromestizas”, p. 604.
463
Las pinturas de castas
La presencia de la mujer
No fueron pocos los discursos de la Iglesia contra las ropas del siglo
xviii y los problemas morales que causaba la coquetería femenina. En
su “Sermón de la lujuria”, un predicador de dicha centuria condenaba
cierta vestimenta de las mujeres:
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Rafael Castañeda García
[...] ¿Cuál es la razón porque Dios nos aflige con años desgraciados, con
hambres caninas, con carestías y esterilidades sino por las deshonestida-
des continuas de los mortales, el descoco, y desnudez de las mujeres con
estos vestidos de moda; con estos vestidos afeminados de los hombres,
con estos calzones escandalosos, incentivos de la torpeza y causa de tantos
pecados? [...]21
465
Las pinturas de castas
las casas. Por lo general, este lugar estaba relegado a la zona de servi-
cio, junto al cuarto de las sirvientas.25 Asunción Lavrin detalla un caso
de una relación extramarital entre la negra esclava Juana de la Cruz y
el amo mercader Francisco Ortuño en 1700, en San Juan Tzitácuaro
(Michoacán). Una noche estos amantes fueron sorprendidos durante
las relaciones sexuales por la propia mujer de Francisco, quien los en-
contró “detrás de su cocina en acto deshonesto”. Esta amistad ilícita ya
era conocida entre el círculo cercano de los protagonistas, Juana, por
ejemplo, “[...] comunicó a dos mujeres del pueblo que Ortuño no era
su amo, sino su amigo, en una exhibición de orgullo personal y social
para ella [...]”.26
Estas representaciones de riña en la cocina son testimonio de cómo
el cuerpo femenino, en particular el de las negras y mulatas, fue objeto
de discordia y disputa entre los españoles, buscaba ser apropiado y con-
trolado. Algunos colonos compraron esclavas para tener una cocinera y
una amante, en la misma persona.27 En cierto sentido, son representa-
das como mujeres “retadoras, desobedientes y atrevidas”.28
Pero esto no fue una actitud exclusiva de las castas de origen afri-
cano. Según los tribunales menores de la Ciudad de México, fueron
frecuentes los casos de riñas conyugales. En la mayoría de las parejas de
los grupos populares la violencia doméstica era ejercida por el hombre,
pero, así como había mujeres que aceptaban de manera sumisa el mal
trato de sus maridos, también hubo casos en que ellas, al ser golpeadas
por su pareja, se defendieron e hirieron a su vez a los agresores.29 Otros
ejemplos que han sido documentados para finales del periodo colonial,
muestran como las mujeres —indias o españolas—, demandaron a sus
parejas por adulterio.30
Sin embargo, el sector femenino de origen africano, más que nin-
gún otro causó un fuerte impacto entre los hombres. Emplearon la se-
ducción y maternidad para acceder a recursos o privilegios, ascender
en la escala social por medio del blanqueamiento o lograr la libertad
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Conclusiones
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RAMIFICACIONES MORENAS
DE LO POPULAR. MÚSICAS DE NEGROS
Y SUBVERSIÓN EN AMÉRICA VIRREINAL
Carmen Bernand
Profesora Emérita de la Universidad de París-Ouest
Miembro del Institut Universitaire de France
475
Ramificaciones morenas de lo popular
[...] that the expressive culture and the performing arts had little to con-
tribute to our knowledge of ourselves as a people and a nation and need
not to concern the scholarly historian. The result was a widespread ne-
glect of – and too often a deep ignorance about – these essential currents
of our past and the voices they revealed to us [...].2
Para este autor, que ha estudiado el jazz como forma expresiva fun-
damental de la cultura norteamericana, no sólo las músicas populares,
sino también las clásicas tienen poca visibilidad en la historiografía.
De todas las artes expresivas, la música es la más apta para la crea-
ción de formas nuevas a partir de tradiciones diversas y es en este campo
que el mestizaje cultural es más evidente hasta el día de hoy, facilitado
sin duda por el carácter abstracto de la materia sonora. Las posibilidades
de apropiación y de transformación de las melodías por el juego instru-
mental y el ritmo son infinitas. Todos los grupos sociales pueden sub-
vertir los cánones oficiales y crear algo nuevo. La novedad es un rasgo
esencial a la música popular, afectada por la temporalidad limitada de
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Carmen Bernand
477
Ramificaciones morenas de lo popular
de “africano” se reivindica a partir del último tercio del siglo xviii, como contrapartida de
“americano”. No obstante, lo empleo aquí cuando se trata de subrayar el carácter “africano”
de una música o de un culto.
6 Gilroy, The Black Atlantic, p. 72, habla a ese respecto de la cultura de la modernidad de
la diáspora afro-americana en Estados Unidos y el Caribe y de la importancia del blues y del jazz
en la construcción de las identidades transatlánticas. “[...] The contemporary debates over mo-
dernity and its possible eclipse [...] have largely ignored music [...]”. Sus ejemplos pertenecen
al área anglosajona y a los siglos xix y xx. Sobre la modernidad temprana Gruzinski ha escrito
numerosos trabajos centrándose en la Nueva España.
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Carmen Bernand
479
Ramificaciones morenas de lo popular
dientes de los esclavos han forjado los dos géneros musicales del siglo
xx, que han tenido una difusión planetaria y han marcado la moder-
nidad cultural: el jazz y la llamada música latina, expresión vaga que
incluye la rumba, el tango, el bolero, la samba, los corridos, la cumbia,
el danzón, para nombrar algunas variantes de un conjunto más amplio.
Más que las artes plásticas, el mestizaje musical es la expresión ar-
tística, sensible y creativa del mundo globalizado. Una canción del siglo
xviii, que es una refundición de coplas anónimas más antiguas, alude a
este aspecto “globalizado” de la música, aunque la letra sea relativamen-
te conocida, conviene retomarla aquí. Nos falta la melodía, aunque no
podemos excluir que exista en algún archivo musical:
En Portobelo te amé
en la Veracruz te vi,
fui a Buenos Aires muriendo
y en Lima te dije si.
Si me quisieras, charupa mía
Yo te arrullara y te chamaría
Si tú me amaras, sería solo
Quien te tocara y bailara el polo
En La Habana, mi vida, cantan así:
Cacharo faquiel, faro tu puqui,
serano chagua catulenberí.7
7 Cotarelo y Mori, Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas desde fines del
siglo XVI hasta mediados del XVIII, p. cciiic.
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Carmen Bernand
Lo popular
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Ramificaciones morenas de lo popular
tán los villanos, que viven en caseríos campestres, y “como tienen poco
trato con la gente de la ciudad [según la definición de Covarrubias] son
de su condición muy rústicos y desapacibles” (es decir rudos y desagra-
dables). “El pueblo” es una entidad ambigua y difusa, puesto que por
un lado es sinónimo de “nación”, en el sentido clásico y no moderno
del término (gente que comparte un origen, un modo de vida, una
lengua y unas costumbres) y, por otro, designa grupos de estatus social
bajo. Es decir, el “pueblo” es, según los casos, un grupo “horizontal” de
referencias comunes, y un grupo vertical, situado en lo más bajo de la
escala social.
El concepto de “patria” aparece en España y en sus dominios ame-
ricanos ya en el siglo xvi, con el sentido de “la tierra donde se ha naci-
do”. “[...] A cada uno su patria, porque naciendo en ella sale aparejado
a los ayres della, y asi lo cría como madre [...]”, dice un aforismo
de la época citado por Maravall.10 En América, tierra de contrastes
naturales muy fuertes, los cosmógrafos y los geógrafos de la época,
intrigados por la singularidad del cielo estrellado del trópico y del he-
misferio sur, por la inversión de las estaciones, por la flora, la fauna, y
el relieve del Nuevo Mundo, ven en ese vínculo “natural” entre el suelo
natal y el temperamento humano la razón de las diferencias entre los
españoles y los pueblos americanos. Pero estas diferencias no son pro-
pias de los indígenas, sino que se hacen extensivas a los españoles y a los
africanos nacidos en América, es decir, a los “criollos” y a los mestizos.11
El cosmógrafo español López de Velasco no se contenta con afirmar esa
relación, sino que saca las consecuencias de esa argumentación:
[...] Los españoles que pasan á aquellas partes y están en ellas mucho
tiempo, con la mutación del cielo y del temperamento de las regiones aun
no dejan de recibir alguna diferencia en la color y calidad de su personas;
pero los que nacen dellos, que [párrafo tachado en el original] llaman
criollos, y en todo son tenidos y habidos por españoles, conocidamente
salen ya diferenciados en la color y tamaño, porque todos son grandes
y la color algo baja declinando á la disposición de la tierra; de donde se
la de São Thomé, puerto negrero africano. Esta diversidad lingüística explica las construcciones
en jerga “negra” tan populares en los siglos xvi-xviii.
10 Maravall, Estado moderno y mentalidad social, i, p. 476.
11 En el Perú, Guaman Poma de Ayala confunde los dos términos.
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12 López de Velasco, Geografía y descripción universal de las Indias, pp. 19-20. Las cursivas
son mías.
13 Se trata de García de Castro, que refiere a la corona y en 1567, el crecimiento es-
pectacular de los mestizos peruanos. Carmen Bernand, Negros, esclavos y libres en las ciudades
hispanoamericanas, p. 21.
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Ramificaciones morenas de lo popular
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Carmen Bernand
Una misma melodía podía ser cantada en dos estilos opuestos: a “lo
divino”, es decir, en versión religiosa, y “a lo humano”, en versión pro-
fana. Bastaba cambiar algunas palabras para pasar fácilmente del amor
transcendente a la sensualidad profana. Este procedimiento, muy co-
mún en esa primera época, fue desarrollado por los jesuitas de Brasil
como José de Anchieta, autor de un copioso repertorio de canciones.
Lo que no nos dicen con claridad los documentos, pero que intuimos
fácilmente es que, al compartir una misma melodía, las versiones se
superponían mentalmente y el canto divino por necesidad evocaba su
versión profana, erótica o pícara. Esta dualidad he podido comprobarla
en mi niñez, cuando en casa de mis padres, republicanos españoles,
republicanos exilados, se cantaban villancicos anticlericales con la mis-
ma melodía que los tradicionales religiosos. Sin poder entrar aquí en
mayores detalles, me parece importante insistir en este doble aspecto
de la canción, que permite incluir percepciones y conceptos opuestos.
Por otra parte, los textos que han sido conservados de estas tonadas,
coplas y villancicos, muestran una tendencia a significar, por alusión,
un contenido que hoy llamaríamos “obsceno” a partir de un lenguaje en
14 Cotarelo y Mori, Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas desde fines del
siglo XVI hasta mediados del XVIII, pp. cclxxvii-viii.
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18 Bernand, Genèse des musiques d’Amérique latine. Passion, déraison, subversion, pp. 468-
464.
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21“Carta del arzobispo de Mexico don Pedro de Moya y Contreras”, pp. 176-194.
22Bernand, Negros, esclavos y libres en las ciudades hispanoamericanas, p. 50. En las ciuda-
des coloniales los indios tienden a ser contabilizados con los negros y los mulatos.
23 Egaña, Monumenta Mexicana, vii, 1600, p. 152.
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Carmen Bernand
[...] Y quando no se hubiera hecho otra cossa sino evitar los bayles y
zambras que las fiestas y los domingos solían hacer con no pequeño daño
de sus almas y perjuicio de la república, armando alli sus embustes, se
tuviera por digna ocupación de la Compañía el entretenerlos estas tardes
y divertirlos [...].24
491
Ramificaciones morenas de lo popular
esa sensualidad alegre. Sin contar que la música era un aliciente mayor
para atraer al seno de la iglesia a los idólatras. Por otra parte, en muchos
casos los negros adaptaron a su modo el dogma cristiano en sus reu-
niones llamadas “oratorios”, porque se desarrollaban frente a un altar e
incluían músicas y bebida. En el Brasil, donde el sincretismo religioso
africano es evidente desde una época temprana, los oratorios de San Sal-
vador de Bahía, perseguidos por la Inquisición a inicios del siglo xvii,
donde se practicaban sortilegios y calundus, anuncian los cultos de pose-
sión afrobrasileños. Pero en México también hubo oratorios y sabemos
que, en 1629, en la provincia de Pánuco, el negro Lucas Olola estaba a
la cabeza de un culto que mezclaba ritos aztecas al son del teponaztli, con
bambalos africanos. La descripción de su trance místico es típica de los
cultos de posesión de origen africano.27 Los oratorios fueron prohibidos
en Nueva España en 1643. Sin embargo, en Puebla y en Cuernavaca, en
1669 y en 1684 se descubrió que varios negros que pertenecían a un
hacendado muy rico no habían abandonado esas costumbres.28
Los argumentos invocados repetidas veces para prohibir los bailes
callejeros de los negros sostenían que esas reuniones o “juntas” fomen-
taban conflictos y confabulaciones y que el ruido de los tambores era
insoportable para el vecindario. A esos dos motivos se sumaba el espec-
táculo vergonzoso del desenfado sensual de los esclavos. En Lima, en
Bahía, en Nueva York y en Filadelfia, se escuchan las mismas quejas del
vecindario y las protestas de las autoridades municipales en nombre de
la decencia. El miedo a la insurrección de una población más impor-
tante en número que la de origen español fue un sentimiento constante
durante toda la época virreinal, recrudecido en los últimos años del
siglo xviii por la revolución de los esclavos de Santo Domingo. Las reu-
niones festivas de los negros fueron consideradas como potencialmente
peligrosas. Esto no era del todo exagerado, ya que la situación podía de-
generar con facilidad como ocurrió en México en 1609 y en 1666, pero
también en Santiago de Chile y, sobre todo, en Brasil, donde el quilom-
bo de Palmares, el mayor de toda la historia de palenques cimarrones,
resistirá durante casi un siglo a los ataques de las tropas. Estos hechos
27 Stevenson, “Some portuguese sources for early Brazilian music History”, pp. 500-501;
Carmen Bernand, Negros, esclavos y libres en las ciudades hispanoamericanas, pp. 75-76.
28 Robert Stevenson, Music in Aztec and Inca territory, pp. 233-234.
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han sido tratados en forma aislada, pero merecerían ser analizados desde
la óptica de las “historias conectadas”.29
El caso de las coronaciones de reyes es en particular interesante.
Esta costumbre fue alentada y probablemente instaurada en Lisboa y en
Sevilla a finales del siglo xv. Se consideraba que la elección de un “rey”
africano era una garantía de buen orden de la colectividad. La primera
cofradía de negros de Sevilla reúne esclavos y hombres libres de Triana y
de San Bernardo. En Lisboa, la hermandad del Rosario se constituye a
finales del siglo xv para participar en las fiestas de la Iglesia y funcionar
como una sociedad de ayuda mutua. Esta asociación toma el nombre
de Congo, nombre que, por extensión, designa los tambores utilizados
en sus bailes.30 En México tenemos un ejemplo temprano de 1609,
cuando en la casa de una negra horra fue coronado el esclavo Martin,
en vísperas de navidad, ante una asamblea de negros criollos, siendo
el “rey” el único en haber sido traído cuando niño de Guinea. El “rey”
Martin, subido a una tarima y sentado en su trono, con los pies en un
cojín de terciopelo, fue aclamado. Acto seguido, el coronado repartió
entre su gente títulos nobiliarios de duques, marqueses y condes.31 El
poeta satírico Mateos Rosas de Oquendo, criado del virrey de la Nueva
España y que pasó por la capital entre 1611 y 1612 relató un episodio
similar. El hecho, que anunciaba un inminente alzamiento de esclavos,
fue delatado por un hombre de la nación angola. Se procedió a arrestar
a todo el grupo.
La “reina” era una esclava mulata y el “rey” tenía por amo al fiscal de
la Inquisición, un antiguo capitán de Flandes que lo había llevado en
campaña y, por lo tanto, le había aprendido a “formar un campo”.32 La
coronación de un rey y de una reina es un fenómeno típico en Brasil,
Panamá, Nueva Granada, Lima y Buenos Aires en la época virreinal.
En la medida que muchos de estos negros y sus reyes eran miembros de
hermandades y cofradías diversas, los tambores formaban parte de los
instrumentos que se sacaban durante las celebraciones religiosas del pa-
trono de los cofrades y también las músicas africanas. Entre los bozales
y los criollos las diferencias al respecto son importantes. Mientras éstos
29 Bernand, Genèse des musiques d’Amérique latine. Passion, déraison, subversion, p. 213.
30 Ramos Tinhorão, Os negros em Portugal. Uma presença silenciosa, pp. 383, 385.
31 Carmen Bernand y Serge Gruzinski, Histoire du Nouveau Monde, p. 263.
32 María José Rodilla, “Un Quevedo en Nueva España satiriza las castas”, pp. 40-48.
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33 Bernand, Genèse des musiques d’Amérique latine. Passion, déraison, subversion, pp. 300-
301. Las “folías de Reis” existen todavía en varios estados de la República.
34 Stevenson, “La música en la América española colonial”, p. 321.
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35 Maurice Esses, Dance and instrumental “diferencias” in Spain during the 17th and early
18th centuries, t. 1, pp. 662-664.
36 Stevenson, “The Afro-american musical legacy to 1800”, p. 488.
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37 Robles Cahero, “Un paseo por la música y el baile populares de la Nueva España”,
www.hemisphericinstitute.org
38 Stevenson, “The Afro-american musical legacy to 1800”, p. 496. Quizás el nombre sea
la referencia al calzado de los campesinos.
39 Gage, Nueva Relación que contiene los viajes de Thomas Gage en la Nueva España, p. 29.
Este guineo ha sido grabado en un cd de Jordi Savall, El Nuevo Mundo. Folías criollas, produci-
do en 2010. El guineo de Gaspar Fernández está reproducido por Stevenson, “The Afro-Ameri-
can legacy”, pp. 490-495. En Cuba la nación Congo da el nombre de Zarabanda a un espíritu
fálico relacionado con el hierro, Cabrera en Bernand, Genèse des musiques d’Amérique latine.
Passion, déraison, subversion, p. 234.
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ción de Tampico, que puede aludir al lugar de ese nombre —en todo
caso evoca a la Nueva España— pero también a una acepción vulgar
de “pene” (“pico”), interpretación coherente con la dimensión sexual de
las zarabandas y de las chaconas cantadas y bailadas. Cervantes, en La
ilustre fregona, describe con largeza el carácter popular y vulgar de ese
baile, personificado por una mujer llamada Chacona:
48 Cotarelo y Mori, Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas desde fines del
siglo XVI hasta mediados del XVIII, p. ccxli.
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Acitrón de un fandango
sango, sango, sabaré
sabaré de barandela
con su triqui trique tran.50
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tales músicas podían ser tocadas en las iglesias, según la tradición del
siglo xvi: en 1772, en Jalapa se escuchó durante la misa del gallo un
chuchumbé, aclamado por unos y criticado por las gentes más conser-
vadoras. Algunos tenían letras con contenido político sobre la defensa
de La Habana contra la invasión británica.57 Todas estas descripciones
corresponden a las primeras rumbas “bravas” como el “guaguancó”,
cuyo ritmo acelerado acompaña el “vacunao”, remedo de acto sexual
por parte del hombre.
57 Alberro, Les Espagnols dans le Mexique colonial, p. 95; Baudot y Méndez, “El chuchum-
bé, un son jacarandoso del México virreinal”, pp. 163 y 171.
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¿Incorporación o identificación?
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“la otra historia” que reclaman con razón los “colonial studies”, como
la de los montezumas o, en el caso que me ocupa aquí, los de los reyes
congos, y la incorporación de elementos no africanos sirve para cons-
truir una nueva memoria. Lo que está en juego es la identificación, en
el sentido psicológico y filosófico del término. La identificación, ya lo
decía Freud, no es mero mimetismo, sino un proceso mediante el cual
un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo del otro y
transforma parcial o totalmente su personalidad con relación a su mo-
delo. La apropiación se basa en una pretendida etiología común, una
proximidad con el modelo exterior “como si fuera uno mismo”.
La problemática de Paul Gilroy, que he mencionado antes, a pe-
sar de surgir en el contexto moderno de la emergencia de los Estados
Unidos después de la Guerra de Secesión, es más útil para entender
el universo mestizado de la época virreinal. Gilroy hace del pueblo ori-
ginado en la trata de esclavos la figura emblemática de la diáspora mo-
derna, cuya existencia social se forja en el movimiento, la interconexión
y la mezcla de las referencias culturales. La metáfora del rizoma, que
evoca las redes y los intercambios entre varias localizaciones, y no la de
la raíz, según la distinción clásica de Jean Deleuze y de Félix Guattari,
sería más apta para conceptualizar el mundo afroamericano. El princi-
pio de conexión de los mundos africanos y americanos invalida, según
Gilroy, todo intento de etnicización, pero funda la contracultura de la
modernidad, que califica de “polifónica”, y que no se deja encerrar en
las categorías éticas, políticas, estéticas y territoriales de la modernidad.
Pertenecer de manera simultánea a dos mundos distintos no significa
diversidad ni alteridad, sino multiplicidad (multiplicity) de las orienta-
ciones colectivas: “[...] their special power derives from a doubleness,
their unsteady location simultaneously inside and outside the conven-
tions, assumptions and aesthetic rules [...]”.62 El universo cultural de los
negros, de los mulatos y de las castas de la época virreinal, que podemos
también llamar “polifónico”, corresponde más a ese modelo que a la
indagación de raíces africanas perdidas en la maraña del entramado “ri-
zómico” de la cultura virreinal.
62 Gilroy, The Black Atlantic, en el capítulo que dedica a la “Black music and the politics
of authenticity”, pp. 72-87, y para la cita, p. 73.
506
DE LA CONVIVENCIA AL CONFLICTO
APROVECHAR LA MÁS ÍNFIMA
OPORTUNIDAD: LAS ESTRATEGIAS
DE LOS ESCLAVOS ZACATECANOS DURANTE
LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII
Soizic Croguennec
Université de Guyane
Introducción
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Aprovechar la más ínfima oportunidad: las estrategias de los esclavos zacatecanos
común en los reales mineros en su estudio de la huelga en Real del Monte en los años 1760
(Ladd, The making of a strike. Mexican silver workers struggles in Real del Monte, 1766-1775).
Véase también el estudio de Silva Prada sobre el motín de 1692 en México (Silva Prada, La
política de una rebelión. Los indígenas frente al tumulto de 1692 en la Ciudad de México).
3 Garner, “Long-term silver mining trends in Spanish America: a comparative analysis of
Peru and Mexico”, en Bakewell (ed.), An expending world, vol. 19, Mines of silver and gold in the
Americas, pp. 224-262.
4 Bakewell, Mining and society in Colonial Mexico, Zacatecas, 1546-1700; Ladd, The ma-
king of a strike. Mexican silver workers struggles in Real del Monte, 1766-1775.
5 Powell, La guerra chichimeca 1550-1600.
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6 Alberro, “Zacatecas, zona frontera, según los documentos inquisitoriales, siglos xvi y
xvii”, pp. 139-174.
7 Garner, “Long-term silver mining trends in Spanish America: a comparative analysis of
Peru and Mexico”, pp. 224-262; Bakewell, Mining and society in Colonial Mexico, Zacatecas,
1546-1700.
8 Croguennec, Les sociétés minières du Centre-Nord de la Nouvelle-Espagne au XVIII e siècle.
9 Ginzburg, Le fromage et les vers. L’univers d’un meunier frioulan du XVI e siècle.
10 Levi, Le pouvoir au village. Histoire d’un exorciste dans le Piémont du XVIII e siècle.
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Aprovechar la más ínfima oportunidad: las estrategias de los esclavos zacatecanos
11 Revel, “L’histoire au ras du sol”, préface du Le pouvoir au village. Histoire d’un exorciste
dans le Piémont du XVIII e siècle, p. xxxiii.
12 El término de “mosaico social” es inspirado por la obra de Jacques Poloni-Simard sobre
“el mosaico indígena” que analizó en la región de Cuenca (Ecuador). Véase Poloni-Simard,
La mosaïque indienne: mobilité, stratification sociale et métissage dans le corregimiento de Cuenca
(Equateur) du XVI eau XVIII e siècle.
13 Este trabajo se apoya sobre los casos siguientes, encontrados en la sección Poder Judicial
del ahez: ahez, Poder Judicial, Civil, Caja 5, Exp. 19 / ahez, Poder Judicial, Civil, Caja 6, Exp.
4 / ahez, Poder Judicial, Civil, Caja 8, Exp. 3 / ahez, Poder judicial, Civil, Caja 18, Exp. 05
/ ahez, Poder Judicial, Civil, Caja 20, Exp. 18 / ahez, Poder Judicial, Civil, Caja 23, Exp. 3
/ ahez, Poder Judicial, Civil, Caja 24, Exp. 20 / ahez, Poder Judicial, Civil, Caja 24, Exp. 29
/ ahez, Poder Judicial, Civil, Caja 28, Exp. 9 / ahez, Poder Judicial, Civil, Caja 30, Exp. 2 /
ahez, Poder judicial, Civil, Caja 35, Exp. 28.
14 Poloni-Simard, “Redes y mestizaje”, p. 126.
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Aprovechar la más ínfima oportunidad: las estrategias de los esclavos zacatecanos
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en la segunda mitad del siglo xvii (Jouve, Esclavos de la ciudad letrada. Esclavitud, escritura y
colonialismo en Lima [1650-1700]).
20 Tardieu, “De l’évolution de l’esclavage aux Amériques espagnoles (xvie-xviiie siècles)”,
pp. 55-70.
21 Tardieu, “De l’évolution de l’esclavage aux Amériques espagnoles (xvie-xviiie siècles)”,
pp. 57-58.
22 Tardieu, “De l’évolution de l’esclavage aux Amériques espagnoles (xvie-xviiie siècles)”,
p. 58.
23 ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 25, Exp. 10 “Traspaso o sesión de un mulatillo
propiedad de don Agustín Gutiérrez de Ávila a favor de Miguel de Moroña y Mendoza”; ahez,
Notarías, Manuel Gutiérrez de Ávila, Libro 02, f. 13 y fs. 14-15.
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Aprovechar la más ínfima oportunidad: las estrategias de los esclavos zacatecanos
24ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 05, Exp. 06, “Avalúo y tasación de lo que toca a
ganado y esclavos de la hacienda de sacar plata llamada Chirriaga en los autos del capitán Pedro
Díaz de Goyanes contra el capitán Gerónimo de Alvarado, por pago de pesos de escritura de
plazo cumplido”, f. 432v.
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[...] como esclavos, los africanos no tenían competencia legal, de tal modo
que no podían expresar su deseo de abandonar su comunidad de origen
y convertirse en españoles. Cuando obtenían la libertad, no lo hacían.
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Aprovechar la más ínfima oportunidad: las estrategias de los esclavos zacatecanos
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Soizic Croguennec
[...] se sabía muy bien en Madrid que la paciencia de los esclavos no era
ilimitada. Por lo tanto, cuando tuvieron que desarrollar el cultivo de la
caña de azúcar en las costas tropicales después de la crisis azucarera de
finales del siglo xviii, trataron de limitar los excesos de los amos gracias a
una nueva reglamentación, La Real Cédula sobre Educación, Trato y Ocu-
paciones de los Esclavos en Todos sus Dominios de Indias e Islas Filipinas (31
de mayo de 1789) [...]30
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35 ahez, Poder judicial, Criminal, Caja 03, Exp. 18, “Demanda de Antonio Gaudín mer-
cader de esta ciudad contra Cristóbal alias El Tarasco por robo que realizó en complicidad de
un esclavo suyo llamado Hilario”.
36 ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 06, Exp. 04, “Demanda de Francisco Antonio Cum-
plido, negro, esclavo, contra el bachiller Antonio Cumplido, médico de esta ciudad para que le
devuelva un tendejón de su propiedad y le otorgue carta de libertad”.
37 ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 06, Exp. 04, “Demanda de Francisco Antonio Cum-
plido, negro, esclavo, contra el bachiller Antonio Cumplido, médico de esta ciudad para que le
devuelva un tendejón de su propiedad y le otorgue carta de libertad”, f. 39.
38 ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 24, Exp. 20, “Real Provisión para que se notifique
a Joseph Beltrán Barnuevo reciba el pago de la corta de libertad de Mateo de Covarrubias su
esclavo”.
39 ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 04, Exp. 30, “Demanda de Juan Briceño contra el
capitán Antonio Murguía por pago de pesos de conducción y renta de mulas en su hacienda
de minas”, fs. 24-26.
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Aprovechar la más ínfima oportunidad: las estrategias de los esclavos zacatecanos
[...] que habiendo bajado este declarante a una mina suya que está en
esta villa, nombrada el Pabellón y mandándole a Joseph de Marmolejo,
sirviente de dha mina le ayudase a atar a un mulato esclavo de este decla-
rante llamado Ignacio para castigarlo por ladrón dentro de dicha mina y
dicho mulato comenzó a resistirse y forcejar defendiéndose porque no le
amarrasen y prorrumpió con mucha colera diciendo ‘Yo reniego de Dios’
lo cual dijo tan solamente una vez. Y que el declarante cogiendo una pie-
dra le dio un golpe en la boca. Y el dicho Joseph de Marmolejo hizo lo
mismo dándole en la boca con la cual lo dejaron [...]42
40 ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 04, Exp. 30, “Demanda de Juan Briceño contra el
capitán Antonio Murguía por pago de pesos de conducción y renta de mulas en su hacienda
de minas”, f. 31r.
41 Contrariamente a los operarios libres, los esclavos de las minas no se beneficiaban de las
mismas ventajas como el acceso a la pepena y, obviamente, no podían irse cuando la economía
local entraba en crisis.
42 agn, Inquisición, 706, Exp. 01, f. 3r.
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Aprovechar la más ínfima oportunidad: las estrategias de los esclavos zacatecanos
48 ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 35, Exp. 28, “Solicitud de Tomasa Javiera Zapata,
esclava fugitiva de Isabel de Barcena para que su ama le dé papel para su venta al servicio de
otro amo”, f. 4r.
49 Tardieu, “De l’évolution de l’esclavage aux Amériques espagnoles (xvie-xviiie siècles)”,
p. 69: “[...ce] polymorphisme de l’esclavage et, par voie de conséquence, […] l’intégration
sociale du Noir dans les Amériques espagnoles en favorisant le développement de structures
familiales et l’accession à la liberté. De plus, elles ne lui interdirent pas toute miscégénation,
même si elle fut plus souvent la conséquence de l’exploitation sexuelle [...]”.
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600 000
500 000
400 000
300 000
200 000
100 000
0
1700-1704
1705-1709
1710-1714
1740-1744
1745-1749
1765-1769
1770-1774
1775-1779
1780-1784
1790-1794
1795-1799
1800-1804
1810-1814
1715-1719
1720-1724
1750-1754
1755-1759
1805-1809
1725-1729
1730-1734
1735-1739
1700-1764
1785-1789
52 Gráfica realizada con base en Langue, Mines, terres et société à Zacatecas (Mexique) de la
fin du XVII e siècle à l’indépendance, p. 58.
53 Sobre el carácter de la zona de Zacatecas como “zona frontera”, véase Alberro, “Zacate-
cas, zona frontera, según los documentos inquisitoriales, siglos xvi y xvii”, pp. 139-174.
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Aprovechar la más ínfima oportunidad: las estrategias de los esclavos zacatecanos
el siglo xviii, a partir del registro local de las quejas, no es muy diferente
de lo observado en la sociedad zacatecana, hecho muy interesante en
la perspectiva de una historia comparativa de las plebes urbanas en las
sociedades modernas. El historiador francés muestra así “[...] una infra-
rrepresentación de las plebes en relación con la composición social de la
ciudad [...]”,60 y explica que “[...] más abajo uno está en la escala social,
más va a dudar en presentar una denuncia penal o llevar un oponente
ante de la justicia civil, […] por diversas razones, notablemente pecunia-
rias (la justicia puede costar mucho dinero) y mentales (la justicia parece
menos accesible cuando uno tiene poca educación), finalmente sociales
[...]”.61 Sin embargo, en lo individual es posible observar una verdadera
capacidad para utilizar de manera correcta la justicia local como herra-
mienta en la elaboración de una estrategia precisa y como tribuna, lugar
de expresión y afirmación personal. De hecho, los casos identificados, a
pesar de ser escasos, permiten revelar a individuos de las plebes, y más
específicamente esclavos, mostrando su agencia a lo largo de los procesos.
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Aprovechar la más ínfima oportunidad: las estrategias de los esclavos zacatecanos
70 Además del caso de Mateo de Covarrubias, los ejemplos son bastante numerosos. Se
puede citar el caso de María Josefa Sánchez, una esclava que trata de obtener la libertad para su
esposo en 1740 (ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 33, Exp. 10), el de Agustina de los Santos
que obtiene en 1707 su libertad gracias a la intervención de un cura (ahez, Poder judicial,
Civil 1, Caja 05, Exp. 19) o el caso ya abordado de Francisco Antonio Cumplido (ahez, Poder
judicial, Civil 1, Caja 06, Exp. 04).
71 ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 24, Exp. 14, f. 1r.
72 ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 30, Exp. 02, “Solicitud de María Antonia Bertola
Calderón mulata esclava de Ambrosio de Mier Río y Terán para que le dé un papel para buscar
amo a su gusto”.
73 Es el caso de Mateo de Covarrubias. Utiliza su nueva posición como jefe de familia para
justificar su deseo de libertad, sobreentendiendo que un esclavo no puede ser un jefe de familia
digno, que existe una forma de incompatibilidad entre los dos estatutos. Así afirma “[...] no
poder por no ser suelto mantener su familia [...]” (ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 24, Exp.
14, f. 5r).
74 María Antonia, que desea cambiar de amo, trata de casarse también (ahez, Poder judi-
cial, Civil 1, Caja 30, Exp. 02, f. 1r).
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[...] María Antonia mulata esclava de don Ambrosio de Mier y Terán y ve-
cina de esta ciudad en la mejor forma que por derecho lugar haya parezco
ante Vmd y digo: que habiendo pedido al dicho mi amo papel para buscar
otro amo que me comprase por el justo precio de doscientos pesos que es
mi valor, y habérmelo dado por saber éste me casaba me quitó el papel y
me quiere compeler a que me esté en su casa y juntamente a que no me
case y de ir a ello se me previene el pasar grandísimos trabajos por lo que
le suplico se sirva de compelerlo por todo rigor a que me dé el papel para
buscar amo a mi gusto si no me quisiere comprar el que lo intentaba [...]75
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Prendas
unos hierros de sastre 4 reales
1 …acha en 4 reales 4 reales
2 masos de orillos en un real 1 real
1 guaquita en un real 1 real
1 templador de arpa en dos reales 2 reales
1 cuchillito en medio real 0,5 real
31 pesos 0,5 real
1 costal de jerga viejo
Crédito
Miguel el Gachupín 2 pesos 4 reales
Juanillo el de Francisco del Hierro 1 peso 6 reales
34 pesos 4 reales
Total
129 pesos 1 real + 34 pesos 4 reales = 163 pesos 5 reales
163 pesos 5 reales - 15 pesos 6 reales = 147 pesos 7 reales
ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 06, Exp. 04, fs. 5r-7v.
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Aprovechar la más ínfima oportunidad: las estrategias de los esclavos zacatecanos
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82 ahez, Poder judicial, Civil 1, Caja 18, Exp. 01, “Demanda de Diego Moreno vecino y
mercader de esta ciudad contra el capitán Nicolás de Escobedo por pago de escritura de obliga-
ción e hipoteca de un mulato esclavo”, f. 13r.
83 agn, Inquisición, 685, Exp. 15, “Proceso de fe de Antonia de Pasos”.
84 agn, Inquisición, 706, Exp. 01.
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Aprovechar la más ínfima oportunidad: las estrategias de los esclavos zacatecanos
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Conclusión
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Aprovechar la más ínfima oportunidad: las estrategias de los esclavos zacatecanos
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CONVIVENCIA, CONFLICTOS Y SOCIALIZACIÓN.
EL CASO DE LOS ARTESANOS DE ORIGEN
AFRICANO EN LA CIUDAD DE MÉXICO
DURANTE EL SIGLO XVIII
1 Entre los autores que han dedicado una parte importante de sus investigaciones al mun-
do del trabajo, en particular al estudio de los artesanos y de los gremios se encuentran: Carrera
Stampa, Los gremios mexicanos, la organización gremial en la Nueva España 1581-1861; Gon-
zález Angulo, Artesanado y ciudad a finales del siglo XVIII; Castro Gutiérrez, La extinción de la
artesanía gremial; Pérez Toledo, Los Hijos del trabajo. Los artesanos de la Ciudad de México, 1780-
1853; de la misma autora Trabajadores, espacio urbano y sociabilidad en la Ciudad de México,
1790-1802, por citar algunos.
2 Pérez Toledo y Klein, “Perfil demográfico y social de la Ciudad de México en 1790. Eva-
luación de tres zonas contrastantes”, pp. 99, 103. Véase también Pérez Toledo, “Trabajadores
y pequeños comerciantes de la Ciudad de México: aproximación a los sectores populares en la
década de 1790”.
545
Convivencia, conflictos y socialización
La corporación gremial
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Sandra Nancy Luna García
De acuerdo con la legislación, sólo ellos podían abrir una tienda o taller
público, así como tener un número indefinido de oficiales y aprendices
a su servicio. Sin embargo, la documentación producida por los propios
gremios constantemente hace referencia a los contraventores o bien a
artesanos que sin haber obtenido el grado de maestro confeccionaban
productos, los vendían y eran dueños de sus propios talleres —como
más adelante se mostrará.
Por otra parte, los oficiales gozaron de cierta libertad para ofrecer
su trabajo, aunque por lo regular se contrataron con su mismo maestro
hasta alcanzar la maestría. Para obtener tal grado, el oficial debía contar
con dinero suficiente para pagar el derecho a examen y la Media An-
nata, impuesto para abrir un taller.6 Este fue uno de los motivos por
el que un alto porcentaje de artesanos permaneció en este rango gran
parte de su vida. También se dieron casos en los que se les negó el grado
por su incapacidad, cuando esto sucedía el rechazado podía resignarse a
trabajar como oficial o bien dejar pasar algún tiempo y probar fortuna
con un nuevo examen.7
Un dato a destacar es que algunos oficiales lograron abrir sus pro-
pios talleres fuera de la ley, se tiene noticia de que en 1736, Antonio
Francisco Camargo, mulato, fue citado por los veedores del gremio de
sastres para ser examinado, ejercía el oficio sin haber presentado el exa-
men de maestría.8 La petición responde a que este tipo de trabajadores
causaban conflicto tanto a los agremiados por la competencia que re-
presentaron, como a las autoridades que trataron de prevenir contra la
abundancia excesiva de mano de obra y de mercancías.9
6 Los libros de la Media Annata contienen los nombres de las personas que presentaron
el examen de grado, así como el monto que debieron cubrir para obtener la maestría. Por lo
general, el pago osciló entre seis y nueve pesos. agn, Instituciones Coloniales/ Real Hacienda/
Media Anata, vol. 11. Cf. Carrera Stampa, Los gremios mexicanos, pp. 37-50.
7 Por ejemplo, las ordenanzas de los carroceros establecían que: “[...] los oficiales que
deseando adelantarse y no teniendo con que costear el examen ponen tiendas se les permite las
abran y gocen de ellas por seis meses perentorios, en los que busquen el costo de sus exámenes
avisando a los veedores para que les conste y sepan desde el día que las abran y les afiance la al-
cabala que causare [...]”. Barrio Lorenzot, Ordenanzas de gremios de la Nueva España, pp. 89-92.
8 ahdf, Real Audiencia, Fiel ejecutoria, veedores gremios, vol. 3833, expediente 53, 1736.
9 Las cartas o contratos de aprendiz confirman que, para el siglo xviii, el mercado de tra-
bajo en la Ciudad de México se encontraba en franca expansión. agndf, Notarías: 17, 53, 73,
147, 393 y 525, por mencionar algunas. Véase Illades, Hacia la República del trabajo, México,
pp. 71-72.
547
Convivencia, conflictos y socialización
548
Sandra Nancy Luna García
15 Las disposiciones gremiales estuvieron inspiradas en las españolas y éstas a su vez en las
europeas, pero las nuevas exigencias y circunstancias dieron a las novohispanas características
propias. Las ordenanzas que se expedían en otras provincias se disponían siguiendo a las de la
capital virreinal.
16 Las ordenanzas de gremios referentes a los oficios de la Ciudad de México fueron re-
copiladas en el siglo xviii por Francisco del Barrio Lorenzot, abogado de la Real Audiencia y
contador del Cabildo de México. Barrio Lorenzot, Ordenanzas de gremios de la Nueva España.
Véase también ahdf, Ordenanzas y otros mandamientos, vols. 2980-2987.
17 ahdf, Fiel ejecutoría, veedores/gremios, 1783, vol. 3834, exp. 109. Cf. Pérez Toledo,
Los Hijos del trabajo.
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Convivencia, conflictos y socialización
550
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21 Katzew, La pintura de castas, representaciones raciales en el México del siglo XVIII, p. 202.
22 En cuanto a la manipulación del origen que pudo haber existido por parte de los
encuestadores o párrocos, Vinson III señala que “[...] en muy pocas circunstancias, clérigos o
notarios intervinieron para determinar la casta de un individuo en el altar como a menudo se
ha asumido [...]”. Vinson III, “Moriscos y lobos en la Nueva España”, p. 168.
23 La presencia temprana de esclavos en el ámbito gremial se ve reflejada en las menciones
que de ellos hacen las ordenanzas de algunos gremios, por ejemplo en las de guantes y aguje-
teros que datan de 1575 se estableció que: “[...] ningún esclavo negro o mulato sea examinado
en el dicho oficio [...]”. Barrio Lorenzot, Ordenanzas de gremios, p. 124.
24 Castro, Extinción del artesanado, p. 94.
25 Carta de aprendiz, agndf, Notaría 21, Francisco Xavier de Ariza y Valdés, 1727, vol.
165, f. 105.
551
Convivencia, conflictos y socialización
trato, sólo que esta vez entre el amo y el maestro del taller. La carta no
presentó diferencia alguna con las escrituras hechas para la población
libre, también indicó que al concluirse el tiempo del aprendizaje, Tadeo
debía recibir 30 pesos en reales o una muda de ropa. Lo que contrasta
con algunas investigaciones que han señalado que los contratos se fir-
maban únicamente para la población libre.26
La poca presencia de esclavos artesanos se explica, en parte, porque
la mayoría de los afrodescendientes conocieron las formas de obtener
su libertad e hicieron uso de ellas. A esto hay que agregar que para estos
momentos —siglo xviii— los grupos de origen africano esclavizados
eran conducidos rumbo a las plantaciones del Caribe. Aunado a que
la reproducción natural y las mezclas entre los novohispanos constitu-
yeron sectores numerosos que abastecían los diversos ámbitos del mer-
cado laboral. Lo anterior no significa que la esclavitud desapareciera,
ya que siguió estando presente, sobre todo en el trabajo doméstico. La
presencia del grupo de estudio en el trabajo especializado también res-
pondió a la preocupación de padres y tutores, en particular la figura
materna que se interesó porque sus hijos tuvieran mejores condiciones
de vida.27 Fueron ellas las que llevaron a los menores con los maestros
artesanos para que aprendieran un oficio y en el futuro tuvieran “con
que buscar su vida”. Fue el caso de José Bárbaro Ximenez, pardo, de 13
años de edad, hijo de “Juana Jacinta, parda libre, viuda de José Antonio
Ximenez” a quien se le llevó con el maestro Manuel de Amor para que
aprendiera el oficio de zapatero.28
Algunos otros descendientes de africanos se encontraron laborando
en los talleres artesanales por gusto propio y otros más obligados por las
autoridades que vieron en el trabajo una forma de mantener ocupado a
un sector de la población que estaba causando malestar entre la socie-
dad por ser vagabundos o ladrones. Con esta medida se intentó corregir
su comportamiento, mientras aprendían un oficio se encontraban bajo
la tutela y el control del maestro, así como de las propias autoridades.
26 Véase Masferrer, “Niños y niñas esclavos de origen africano”, p. 209 y Luna García,
“Trabajadores de origen africano en los gremios y obrajes de la Ciudad de México, siglo xviii”,
particularmente Capítulo 3.
27 Luna García, “Trabajadores de origen africano en los gremios y obrajes de la Ciudad
de México, siglo xviii”.
28 agndf, Notaría 672, escribano José Gerónimo Troncoso, vol. 4554, 1784, s/f.
552
Sandra Nancy Luna García
Los oficios en los que se destacaron sobre todo mulatos, pardos y mo-
riscos fueron básicamente los de la rama textil como sastres, tejedores y
sayaleros; menor presencia tuvieron en la rama del metal como herre-
ros, herradores, caldereros y hojalateros, así como en las actividades del
cuero como zapateros y zurradores, y en la de madera como silleros y
carpinteros. También se desempeñaron como bordadores, cereros, vele-
ros, pasamaneros, pintores y arquitectos.29 La presencia de los afrodes-
cendientes en algunos de estos oficios fue menor, lo que sugiere que,
por lo menos, para el siglo xviii se mantuvieron al margen de algunos
29 Guzmán Pérez, “Los Duran. Una familia de arquitectos mulatos de Valladolid. Siglos
xvii-xviii”; Velázquez Gutiérrez, “Juntos y revueltos: oficios, espacios y comunidades domés-
ticas de origen africano en la capital novohispana según el censo de 1753”; Luna García, “Los
trabajadores libres de origen africano en gremios y obrajes de la Ciudad de México, siglo xviii”.
553
Convivencia, conflictos y socialización
30 Velázquez Gutiérrez, Juan Correa, “mulato libre, maestro de pintor” y “Juntos y revuel-
tos: oficios, espacios y comunidades domesticas de origen africano en la capital novohispana
según el censo de 1753”. Por otra parte, Vargas Lugo y Curiel, Juan Correa, su vida y su obra.
Cuerpo de documentos, recopilaron una amplia documentación relacionada con Juan Correa,
como su testamento, cartas de libertad, entre otros.
31 ahdf, Artesanos-Gremios, vol. 382, exp. 10, f. 47, 74.
32 ahdf, Artesanos-Gremios, vol. 382, exp. 10, f. 47.
33 Una de las autoras que muestra la relación que existió entre los gremios y las milicias,
así como los beneficios y privilegios que conllevó pertenecer a ambas corporaciones, es Maga-
llanes Delgado, véase “Artesanos en armas. Del gremio de oficios a las milicias en Zacatecas,
1758-1820”.
554
Sandra Nancy Luna García
De la intimidad doméstica
a sitio de trabajo: la casa-taller
34 Las ordenanzas eran muy claras en lo que respecta a la materia prima que debía em-
plearse en la elaboración de los productos. Véase Barrio Lorenzot, Ordenanzas de gremios.
35 Los censos de la época revelan que la mayoría de los artesanos arrendaron diversos
tipos de alojamiento: casas particulares, accesorias, casas de vecindad, apartamentos, cuartos,
covachas y cocheras.
36 González Angulo, Artesanado y ciudad a finales del siglo XVIII, pp. 71, 89; Gonzalbo
Aizpuru, “Familias y viviendas en la capital del virreinato”, pp. 82, 92 y Vivir en Nueva España.
Orden y desorden en la vida cotidiana, pp. 152, 183. Véase también Birrichaga Gardida, “Distri-
bución del espacio urbano en la Ciudad de México en 1790”, pp. 326-335; Censo de población
de la Ciudad de México, 1790.
555
Convivencia, conflictos y socialización
calle, esto con la finalidad de que los veedores pudieran inspeccionar los
procesos productivos y los productos en venta, las obras.37
La diversidad en la elaboración de productos y materiales fue lo que
hizo a un gremio diferente del otro, como se señaló en párrafos anteriores
existieron jerarquías determinadas por el oficio y la materia prima. No
era lo mismo un pintor que un carpintero, el primero, además de brindar
mejores condiciones de vida, ofreció mayor estatus ante la sociedad, ello
sin demeritar el oficio de carpintero que, sin duda, cubrió las necesidades
inmediatas de los capitalinos. Lo que interesa mostrar es cómo los arte-
sanos compartieron con frecuencia tanto el trabajo como su intimidad
doméstica, dado que cada taller representó una pequeña industria de la
cual vivían el maestro, su familia y quienes en él trabajaban.38
Para dar cuenta de ello se recurrió al censo de 1790, que fue levan-
tado por órdenes del virrey Revillagigedo II. En el censo se elaboró un
“cuaderno” titulado Extracción general de todos los oficios, en el cual los
empadronadores recopilaron los oficios de sus habitantes, la calidad, el
estado marital y la edad.39 Con esta información las autoridades preten-
dían tener un conocimiento completo de la población de la capital, era
ésta “[...] el eje del comercio y del giro interior [...]” y sin duda el centro
industrial y artesanal más importante, en ella se ubicaban: “[...] gremios,
almacenes, tiendas, [y] talleres [...]”.40 El censo registró que con el maes-
tro zapatero Pedro José Piña, de calidad español, residía tanto el aprendiz
José María, denominado como lobo, junto con José Romero, mestizo de
17 años de edad. También da cuenta de José Antonio Fuentes, morisco
de 26 años que laboraba como oficial en la accesoria y zapatería del
maestro Antonio Díaz, quien contaba con 60 años de edad y era de cali-
dad castizo.41 Reflejo fiel de la convivencia de los novohispanos.
37 González Angulo, Artesanado y ciudad a finales del siglo XVIII, pp. 69-71; Pérez Toledo,
Trabajadores, espacio urbano y sociabilidad en la Ciudad de México, 1790-1867, p. 45.
38 Para el caso de los obrajes véase Reynoso Medina, Esclavitud y trabajo en los obrajes de
Coyoacán, siglo XVII.
39 El Censo se realizó siguiendo la distribución por cuarteles, manzanas y cuadras. Se
incluyó en un solo padrón a españoles, castas, indígenas e instituciones eclesiásticas y civiles.
Censo de población de la Ciudad de México, 1790, p.4.
40 Los cuarteles 16, 26, 28 y 32 contienen una lista de los oficios que se llevaron a cabo en
estos lugares. Aunque sólo presentan el total por oficio y no el nombre del artesano, a excepción
del cuartel 16. Censo de población de la Ciudad de México.
41 Censo de población de la Ciudad de México.
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Sandra Nancy Luna García
557
Convivencia, conflictos y socialización
las familias más nobles y los grupos religiosos, los consumidores de ta-
les productos: cuadros, pinturas y biombos.43 Por otra parte, Pedro y
Leandro, con el oficio de bordadores, pertenecieron a la rama textil, po-
siblemente se encontraron entre los gremios medios y altos, aunque se
desconoce tanto el material con el que trabajaron (que pudo ser desde
la seda y el algodón hasta la plata y el oro), como el producto elaborado
y el público que compró sus obras. La situación de estos personajes for-
mula nuevas preguntas, ¿a qué se debió que dos de los hermanos fueran
bordadores y el otro pintor?, ¿pertenecieron a una familia de artesanos?,
¿gozaron de beneficios económicos para cubrir las cuotas del examen?,
¿poseyeron su taller? Preguntas para las cuales no poseemos respuesta,
pero quedan pendientes para investigaciones posteriores.
En la misma calle y vecindad donde residieron los hermanos Cega-
rra se encontraron las viviendas de un escribano, un platero, un sastre y
un impresor, todos ellos españoles, claro indicador de que los artesanos
como grupo social se relacionaron entre sí y con los otros habitantes
de la capital virreinal.44 Lo que hace patente la convivencia cotidiana
que tuvo la sociedad novohispana al trabajar y vivir unos al lado de
otros. Como se revela en la Extracción general de todos los oficios, las
viviendas se agruparon por grupos de la misma categoría social, en este
caso como artesanos. Esto se reafirma con el registro que se hizo de José
Antonio Larios, mulato de 21 años de edad quien vivió con el maestro
sillero José Ignacio Puente, español de 50 años. Ambos personajes, de
calidad distinta, residieron en la misma casa-taller, lo que sugiere que
los unieron lazos de amistad dado que desempeñaron oficios distintos
o que fueron parientes, quizá padre e hijo. Resulta difícil confirmar tal
cuestión, pues no se cuenta con mayor información, pero es relevante
en cuanto a que muestra que en el mundo del trabajo, en este caso el
gremial, se formaron comunidades domésticas y redes de parentesco
que pudieron brindar apoyo a sus iguales tanto por la calidad como por
el oficio, aún más por pertenecer al mismo sector artesanal.45
558
Sandra Nancy Luna García
[...] expresó de cómo había el tiempo de tres años tenía puesto por apren-
diz a Francisco Ponce de León, su hijo que será de edad de trece años, del
oficio de herrero, con el maestro Matías Garcés, que lo es de dicho oficio
con fragua en la ciudad. En cuyo tiempo no le había hecho ninguna falla
y que un oficial del suso dicho se lo había apaleado sin darle ocasión nin-
guna más de que por no haberle dado un vaso de agua [...]47
con los demás grupos sociales. Velázquez, “Juntos y revueltos: oficios, espacios y comunidades
domésticas de origen africano en la capital novohispana según el censo de 1753”.
46 Cruz, Las artes y los gremios en la Nueva España, pp. 36-37.
47 agndf, Escritura de aprendiz, Notaría 21, escribano Francisco Javier Ariza y Valdés,
1731, vol. 169, f. 22.
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Convivencia, conflictos y socialización
560
Sandra Nancy Luna García
tenido una actitud retadora frente al oficial que hizo que reaccionara
con golpes. Por último, el caso del aprendiz indica que ante los malos
tratos se podía acudir con las autoridades para que se resarciera el daño
ocasionado contra los menores, destacándose la actuación de las madres
que manifestaron una actitud de defensa y previsión sobre la integridad
física de sus hijos al denunciar el maltrato que sufrieron, además de que
buscaron que los maestros respetaran y cumplieran lo estipulado en el
contrato sobre la enseñanza de un oficio.50
De lo anterior se destaca que en los talleres gremiales la convivencia
entre los artesanos en algunas ocasiones fue difícil, en otras más forzada,
y que no estuvo exenta de violencia, pues se llegaron a presentar riñas
internas, incluso se generaron querellas y juicios por la defensa de sus
derechos. El caso de Tomas de Esquivel, pardo libre, así lo confirma. Es-
quivel poseyó varios telares, lo que indica que fue dueño de su propio
taller, sin embargo, no estaba examinado como maestro del oficio de
pasamaneros.51 Por lo cual los veedores del gremio lo amenazaron con
cerrarle el taller, alegaban que iba en contra de las ordenanzas del gremio
que establecían que únicamente el maestro podía abrir una tienda, poseer
herramientas y elaborar productos. Ante lo cual, Esquivel refirió que:
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Convivencia, conflictos y socialización
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Sandra Nancy Luna García
55 Para mayor referencia al caso de los maestros pardos véase Luna García, “Trabajadores
de origen africano en los gremios de la Ciudad de México, siglo xviii”.
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Convivencia, conflictos y socialización
ciones para el cargo se realizaban cada año, los candidatos eran los maes-
tros más respetados, de mayor edad y con mayor experiencia.56 Hay que
recordar que los veedores representaban una figura importante dentro
del gremio al ser los encargados de vigilar las ordenanzas, reglamentar el
actuar de los miembros del gremio, evitar que surgieran disgustos entre
maestros, oficiales y aprendices, así como de inspeccionar el trabajo que
se realizaba en el taller y de examinar a los interesados en alcanzar la maes-
tría.57 Esto explica la molestia de los maestros de origen africano, no sólo
se les estaba negando un derecho sino que también se les restaba poder, es
claro que el cargo brindaba privilegios dentro y fuera de la corporación.
Al ver reducidos sus derechos, los maestros decidieron acudir con
el juez de gremios para hacerlos respetar y poder así participar en las
elecciones, manifestando que:
[...] Tan dignos somos de elegir como de ser elegidos [...] igualmente ex-
perimentamos como tales maestros los mismos gravámenes que los es-
pañoles, sino el que los mismos títulos que a éstos se les dan así que son
examinados, se nos dan a nosotros sin haber en el contexto de ellos dife-
rencia alguna [...]
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Sandra Nancy Luna García
565
Convivencia, conflictos y socialización
60 Garavaglia y Grosso señalan que a finales del siglo xviii los límites étnicos y los sociales
parecen sobredeterminarse e influirse mutuamente, tan sólo en su zona de estudio, el pueblo de
Tepeaca (Puebla) “[...] toda idea de diferenciar radicalmente las ocupaciones o la residencia
partiendo de la condición étnica, es un ejercicio completamente ilusorio [...]”. Garavaglia y
Grosso, “Criollos, mestizos e indios: etnias y clases sociales en México colonial a fines del siglo
xviii”; Brading, “Grupos étnicos: clase y estructura ocupacional en Guanajuato (1792)”.
566
Sandra Nancy Luna García
61 Lara Mancuso, Cofradías mineras: religiosidad popular en México y Brasil, siglo XVIII, p. 17;
Roselló Soberón, “Iglesia y religiosidad en las colonias de la América española y portuguesa. Las
cofradías de San Benito de Palermo y de Nuestra Señora del Rosario: una propuesta comparativa”,
p. 337. Véase también Pastor Llaneza, “La organización corporativa de la sociedad novohispana”.
62 Pérez Toledo, Los Hijos del trabajo, p. 67.
63 Eran los propios maestros del gremio los encargados de formular sus Constituciones o
Estatutos, al ser aprobadas ante escribano se pasaban para su revalidación al arzobispo de Méxi-
co, quien las ratificaba o rechazaba. Carrera Stampa, Los gremios mexicanos, p. 80.
64 Carrera Stampa, Los gremios mexicanos, pp. 87-122; Bazarte Martínez, Las cofradías de
españoles en la Ciudad de México, (1526-1860), pp. 37, 116; Bazarte Martínez y García Ayluar-
do, Los costos de la salvación: las cofradías y la Ciudad de México (siglos XVI al XIX), pp. 51-66.
65 Cruz, Las artes y los gremios en la Nueva España, p. 61.
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Convivencia, conflictos y socialización
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Sandra Nancy Luna García
cuatro reales para la cera del santo patrono, a excepción de las cofradías
más ricas que pudieron exigir cuotas más altas.69 La contribución se
registró en una boleta o “patente”, la parte delantera contenía la historia
y oración de la cofradía, el nombre del mayordomo, la fecha de ingreso
a la corporación, el nombre del nuevo integrante y los bienes a los que
se tenía derecho siempre y cuando se cumpliera con el pago semanal.
Mientras que en la parte posterior se anotó la fecha del pago del medio
real, el pago de la cera y el monto acumulado por el cofrade, si éste fa-
llecía se registraba la fecha, la causa y lo que se otorgó para su entierro
(dinero, cera, entre otros).70 Por ejemplo, en 1735 ingresó a la cofradía
de “[...] Morenos y Morenas [...] con título del Derramamiento de San-
gre de Cristo [...]”, Joaquín Medina. En la boleta que lo reconocía como
miembro de la cofradía, se menciona que:
[...] dio por su asiento dos reales y con obligación de dar medio real cada
semana, y cuatro reales para la cera de cada año, [...] la cofradía está obli-
gada a darle cuando fallezca veinte y cinco pesos en reales para su entierro
y también ataúd, paño y cera y una misa rezada en el Altar del Santo
[roto] son participantes de las misas cantadas, fiestas y sufragios [...]71
69 Bazarte Martínez y García Ayluardo, Los costos de la salvación: las cofradías y la Ciudad
de México (siglos XVI al XIX), pp. 32-33, 52.
70 agn, Cofradías y Archicofradías, Caja 870, exp. 11; Carrera Stampa, Los gremios mexi-
canos, p. 82; Bazarte Martínez y García Ayluardo, Los costos de la salvación: las cofradías y la
Ciudad de México (siglos XVI al XIX), pp. 294, 321-324.
71 agn, Cofradías y Archicofradías, Caja 870, exp. 11, 1727-1728-1739.
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Convivencia, conflictos y socialización
Consideraciones finales
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Sandra Nancy Luna García
571
LA CÁRCEL PÚBLICA Y LOS OBRAJES
EN LA CIUDAD DE SANTIAGO
DE QUERÉTARO EN EL SIGLO XVIII.
LA JUSTICIA MAYOR FRENTE A LAS CASTAS
573
La cárcel pública y los obrajes en la ciudad de Santiago de Querétaro
574
Juana Patricia Pérez Munguía
fuerza, el poder en ese universo. Los agentes y los grupos de agentes son definidos de este modo
por sus posiciones relativas en ese espacio. Cada uno de ellos está acantonado en una posición o
una clase precisa de posiciones vecinas (por ejemplo, en una región determinada del espacio) y
no se puede realmente —aun si puede hacerse en pensamiento— ocupar dos regiones opuestas
del espacio [...]”. Bourdieu, “El espacio social, génesis de las clases”, p. 1.
5 agn, Padrones, vol. 39-40, 1791.
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La cárcel pública y los obrajes en la ciudad de Santiago de Querétaro
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Juana Patricia Pérez Munguía
577
Población por calidad de cabezas de familia en la ciudad
de Santiago de Querétaro y la Otra Banda del río en 1791*
Porcentaje total de
Peninsulares
En unidades Españoles Mestizos Caciques tributarios libres esclavos Otras Castas
En unidades
En unidades
En unidades
En unidades
En unidades
En unidades
En unidades
% del total
% del total
% del total
% del total
% del total
% del total
% del total
% del total
Zona 1
Barrio de
la Cruz y 10 0.81 395 2.31 341 3.58 54 2.74 366 3.81 109 2.29 0 0 6 1.71 1281 2.86%
zona de
influencia
Zona 2.
La Ciudad
94 7.70 1057 6.19 410 0.43 81 4.11 280 2.91 239 5.03 21 6.36 22 6.28 2204 4.93%
y zona de
influencia
Zona 3. La
Otra Banda
del río y 8 0.71 255 1.49 199 2.09 62 3.14 314 3.27 127 2.67 12 3.63 7 2.00 984 2.20%
zona de
influencia
Total de
cabezas de
112 1707 950 197 960 475 33 35 4469 9.99%
familia por
calidad
Porcentajes
del total en
la ciudad 02.5% .1% 21.2% 04.4% 21.2% 10.6% 00.7% 00.7% 99.6%
y la Otra
Banda
* Datos tomados del padrón militar de 1791 de la ciudad de Santiago de Querétaro para integrar el censo de Revillagigedo. Se empleó el concepto
“cabeza de familia”, porque el documento registra por casa la persona que es potencialmente miembro del ejército, pero también registra las casas
donde no había un hombre entre 13 y 33 años, por lo que una viuda o mujer sola estaba al frente de la casa o era la cabeza de familia. Los naturales
no eran miembros del ejército, pero también se registraron, aunque sin datos de edad y dependientes.
La cárcel pública y los obrajes en la ciudad de Santiago de Querétaro
9 agn, México, Ordenanzas II, fs. 129-129v. Publicado por Zavala, Ordenanzas del tra-
bajo, i, pp. 181-182.
580
Juana Patricia Pérez Munguía
10 La calidad y condición de las personas fueron voces claves para entender la red de de-
rechos y obligaciones que tenían los vecinos en el complejo sistema estamental de la época
colonial. En resumen, la calidad hacía alusión al honor del seno donde se nace, que en la Nueva
España está muy relacionado, pero no es exclusivo, al color de la piel. En el Diccionario de Au-
toridades, ii, 67: “[...] calidad llama la nobleza y luftre de la fangre: y afsi el Caballero o hidalgo
antiguo fe dice que es Hombre de calidad [...]”. La condición está directamente relacionada con
el lugar que desde el momento de nacer el individuo tenía frente a la justicia, y la sociedad, en
la escala social marca la distancia entre la esclavitud y la nobleza, entre el cautiverio y la liber-
tad de las personas. En el Diccionario de Autoridades, ii, 488, dice que “[...] significa también
la naturaleza, calidad y diftintivo del nacimiento de los hombres: como todas las perfonas de
qualquier estado y condición que fean. En efta cláufula y otras femejantes con la voz Condición
fe entiende Noble o plebeyo, libre o esclavo [...]”. Ambas categorías se asentaban en las partidas
parroquiales en el momento de nacer, al contraer matrimonio y al morir. Por su condición y
calidad se podía considerar a un individuo como libre o esclavo y como honorable o lépero, de
eso dependían sus posibilidades individuales de estatus social en la vida cotidiana y la forma en
que debía aplicarse la justicia.
581
La cárcel pública y los obrajes en la ciudad de Santiago de Querétaro
sujetos los indios, los negros y las castas [...]”.11 De esta afirmación se
extrae un aspecto importante, no había exclusión, era una sociedad in-
cluyente tanto en la legislación en términos de ventajas y desventajas,
tal como sería en un orden estamental.
La convivencia o cercanía entre iguales al interior de la cárcel públi-
ca se daba entre la justicia mayor, representada por el corregidor, quien
era juez en estos casos, y en su ausencia también estaban el capitán
reformado o el teniente del corregidor que podían impartir justicia. Asi-
mismo, alternaban con los guardias, que poco figuran en los documen-
tos, ya que sólo se mencionan cuando hubo resistencia a la aprehensión
por parte del reo. Los desiguales eran toda la servidumbre de la casa y
los presos, la calidad de estos últimos me interesa, ya que en la cárcel
prácticamente no hubo una relación de equidad o convivencia entre
reos de distintas calidades.
Hay dos puntos que me llevan a esta proposición, uno es la forma
o diseño de las casas consistoriales, donde estaban la casa (habitacio-
nes del corregidor y su familia) y oficinas del corregimiento, y como
parte del mismo edificio estaban las cárceles de hombres y mujeres
con sólo un patio de por medio. Esto indica, por una parte, que el
corregidor y los alcaldes podían revisar los casos de detenidos que
ingresaban como sospechosos o inculpados en muy poco tiempo. Así,
como reos de la justicia, los individuos tenían la presencia de las máxi-
mas autoridades casi todos los días.
El promedio de tiempo en que un caso llegaba a manos del corregi-
dor era de dos a cinco días después de que el sospechoso era aprehendi-
do, fue muy común encontrar en la cabeza de los procesos la fecha de
los incidentes y la fecha en que la autoridad recibe el caso. En general, se
nota que a los cinco días de que era detenido el sospechoso se procedía
a revisar el hecho y emitir la sentencia. El otro punto es que las penas
de encierro en la cárcel pública se aplicaban a aquellos que realmente se
podían controlar, los reos de mayor peligro no se mantenían en la cárcel
por más de una semana y en buena medida se les daba pena de trabajos
en puertos, en obrajes o bien 40 leguas de destierro. Entre estos casos
destaca la denuncia hecha por el alcalde Miguel Martínez Moreno, en
nombre de la real justicia, en contra de Manuel Ximénez, mestizo y ofi-
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Juana Patricia Pérez Munguía
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La cárcel pública y los obrajes en la ciudad de Santiago de Querétaro
14 agn, México, Ordenanzas II, fs. 129-129v. Publicado por Zavala, Ordenanzas del tra-
bajo, i, pp. 181-182.
15 agn, Ordenanzas II, 131-135, publicado por Zavala, Ordenanzas del trabajo, pp. 184-
189 y Vázquez, Doctrinas y realidades, pp. 233-242.
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16 agn, Ordenanzas II, 131-135, publicado por Zavala, Ordenanzas del trabajo, pp. 184-
189 y Vázquez, Doctrinas y realidades, pp. 233-242.
17 Beleña, II, pp. 298-306.
585
La cárcel pública y los obrajes en la ciudad de Santiago de Querétaro
dad del rey. Pero poco se dice de los excesos cometidos contra las castas
en estos centros, donde además del encierro, se trabajaba en condicio-
nes de galeotes, maltrato, hacinamiento, tanto en el trabajo como en las
horas de descanso, pues dormían en cocheras, patios o cuartos, apren-
dices y los trabajadores que estaban sujetos a cartas de servicio por dos o
tres meses sin poder salir, y los galeotes que purgaban sus condenas, por
no hablar de los vapores y el olor que despiden las fibras en el proceso
de tinte e hilado.
No obstante, en Querétaro esta disposición se acató por lo menos
en cuanto a la pena del obraje para naturales, pues sólo se detectaron los
tres casos que comenté con anterioridad, sin embargo, había naturales
que por su voluntad ingresaban como trabajadores con carta de servicio
(por tiempo y trabajo definido) y los obrajeros los recibían a pesar de la
prohibición, veamos los tres casos.
En el primero Teresa de Jesús, india del barrio de San Antonio,
declaró ante el alcalde de primer voto y del alcalde de los naturales don
Juan Antonio Ximénez, como “interprete vocal”, que estuvo cuatro me-
ses y 18 días ausente de su casa junto con su hija, para protegerse de los
malos tratamientos que le daba su marido Juan Martín, originario del
barrio de San Juanico. Ella pretendía volver a su casa, pero solicitaba
que su marido fuera responsable y les diera buen tratamiento. El alcalde
de primer voto optó por exigir el pago de seis pesos para gastos y se re-
comendó a la mujer que fuera a su casa para hacer vida maridable, pero
antes, Juan Martín debía cumplir dos meses en el obraje para saldar la
deuda de dinero con la justicia.18
En el segundo, en realidad, la pena iba dirigida a Joseph Candela-
rio, un mulato que tenía una “deuda de pesos”, pero como no la había
cubierto ni estaba presente para responsabilizarse, fue su fiador Rafael
Gallegos, un natural, marido de doña Gertrudis de Arze y Rayo, ca-
cique principal del barrio de San Sebastián,19 quien tuvo que asumir
el encierro mientras aparecía el mulato; fue su mujer quien promovió
la denuncia de lo que consideraba encierro injusto, pues “las leyes no
18 ahpjeq, Fondo judicial, sección civil, serie Querétaro, legajo 1739-1750, 4 de agosto
de 1739.
19 El barrio de San Sebastián fue el más importante en la Otra Banda del río, pues ahí
estaba la parroquia.
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La cárcel pública y los obrajes en la ciudad de Santiago de Querétaro
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Juana Patricia Pérez Munguía
los obrajes, como en la cárcel los reos tenían que convivir. Según Joaquín
de Escriche, la edad en los procesos a principios del siglo xix era de:
Es muy probable que este criterio viniera desde el siglo xviii, pues
en los procesos estudiados donde se menciona la edad, se hace referen-
cia a ésta sólo cuando son menores de 14 años. En el caso de Miguel
Lugo,23 se trataba de un mulato sirviente del obraje de don Manuel Hur-
tado con apenas 14 años que sufrió la pena capital en noviembre de
1744, por cometer el delito de violación y estupro de una niña de siete
años, la hija de su amo, todo con el consentimiento y gritos de júbilo de
los operarios que observaban.24 Fue un proceso que sólo duró diez días,
tiempo que coincide con el que se llevó localizar al padre de la niña y
que regresara de la Ciudad de México, donde se encontraba por ventas.
De hecho, es probable que por la gravedad del caso se agregara el dato
de la edad del reo, porque apenas tenía el mínimo para que se le aplicara
pena de la vida al delito cometido, que para el caso fue definido como
lujuria e incontinencia.
En este mismo sentido, es significativo señalar que en los 161 pro-
cesos criminales de castas hay 81 reos que ya tenían oficio, de lo que se
deduce su mayoría de edad, entre los oficios que ejercían están los de
aguadores, maestros de tejer (ancho o angosto), maestros de sombrero,
mayordomos, sirvientes, esclavos, cigarreros, chichihuas, guardamon-
tes, sastres y soldados, también hubo reos que ya eran considerados va-
gos, lo que sugiere que estaban en edad de ejercer algún oficio. De este
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Juana Patricia Pérez Munguía
26 ahpjeq, Fondo judicial, sección criminal, serie Querétaro, caja 25, exp. 5, 11 de no-
viembre de 1778.
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La cárcel pública y los obrajes en la ciudad de Santiago de Querétaro
algodón entre sus piernas por las noches a través de la ventana del obraje
hacia la casilla de Joseph Lazaria.27
En los obrajes el hacinamiento de los espacios no permitía el ais-
lamiento de los galeotes en relación a los demás operarios, pues todos
convivían, aunque a los galeotes se les controlara con castigos corporales
y en algunos casos ya tenían cierta conducta delictiva, pero la mayor
parte de ellos no eran criminales en el sentido estricto, pues recordemos
que una buena parte eran deudores que por esa vía eran obligados a
pagar sus deudas.
Entre las castas hubo otro tipo de reos que dejan ver la tensión que
había entre los distintos componentes. Un caso que ilustra claramente
esta situación es el de doña Juana Mejía, viuda española que acudió
ante el alcalde mayor para denunciar a “Antonio ‘de tal’ un mulato
que le dicen el burrero”, sirviente de la cerería, por desprecio de la real
justicia, a la diferencia de calidades e intento de estupro, quien con
engaños llevó a su hija por la tarde al callejón del Gusano, y casi a
oscuras entre los arbustos le quitó a su hija las naguas, el listón de las
trenzas y el rebozo, y después le robó todo, y la dejó desnuda entre los
arbustos. La madre argumentó que le tenía prohibido a su hija hablarle
a Antonio, quien al día siguiente fue aprehendido en el baratillo de San
Antonio por los alguaciles vendiendo la ropa robada.28 Este hombre
fue considerado como delincuente peligroso y condenado a 40 leguas
de destierro. Para nosotros, este caso muestra la burla, humillación
y manipulación que hacían los mulatos sobre un estamento superior y
cuando se daba la oportunidad, conductas que coinciden con las resis-
tencias que sugiere Scott.
Otro tipo de conductas que coinciden con las resistencias de for-
ma cotidiana fueron las injurias, los empujones en las procesiones, los
dicterios (palabras ofensivas), las acciones momentáneas propias de dis-
gustos, pero que en un sistema de desigualdad se convierten en deli-
tos por la amenaza que representan para los honorables. Estas acciones
no siempre eran menores, también podían ir al extremo, pero en sus
denuncias se puede observar que no se perdonaban, pues tanto una
27 ahpjeq, Fondo judicial, sección criminal, serie Querétaro, folio suelto, 27 de septiem-
bre de 1734.
28 ahpjeq, Fondo judicial, sección criminal, serie Querétaro, 1733.
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Juana Patricia Pérez Munguía
palabra mal intencionada como una herida con arma podían llevar al
agresor como reo de la justicia a la cárcel o al obraje. Una muestra fue
la denuncia de Joseph Ventura Forcada, vecino de la ciudad, contra Sal-
vador “de tal”, lobo, operario de obraje y detenido en la cárcel pública
por injurias y robo en su casa desde el 19 de enero de 1732: “[...] Y
aunque se le obligó de la paga, y pagó un tal Lucas su compadre, al salir
de la cárcel lo encontró [a Joseph Ventura] en la calle y lo injurió con
palabras y ademán de herirlo y lo siguió hasta su casa [...]”.29
Joseph Ventura lo mandó apresar pidiendo al alcalde que lo man-
tuviera en la cárcel, “[...] hasta que se de suficiente caución y fianza
de la seguridad de mi vida y que de por sí ni otro me hará mal alguno
[...]”. La sentencia después de la segunda aprehensión de Salvador
“de tal” también fue 40 leguas de destierro. La coincidencia en ambos
casos donde se aplicó el destierro fue el peligro que podían correr las
víctimas al encontrarse con sus agresores en la calle. El destierro se
impuso a los reincidentes de delitos que iban contra la tranquilidad
de las calles y para quienes hacían ventas prohibidas como el oro de
minas, carne de animales que no habían pasado por el rastro y los
aguardientes o alcoholes.
No obstante, que los reos más peligrosos eran desterrados, y que
en los obrajes los reos —léase mulatos y castas— iban por lo común
para saldar deudas, en los casos de deudores españoles no había delito
que perseguir, sólo eran demandas civiles y normalmente se incautaban
bienes o se fijaban nuevos plazos de los pagos.
29 ahpjeq, Fondo judicial, Entradas y Guerra, folio suelto, no se ve la fecha por humedad.
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La cárcel pública y los obrajes en la ciudad de Santiago de Querétaro
30 ahpjeq, Fondo judicial, sección criminal, serie Querétaro, Caja 19, exp. 5, 19 de di-
ciembre de 1758.
31 ahpjeq, Fondo judicial, sección criminal, serie Querétaro, Caja 19, exp. 5, 19 de di-
ciembre de 1758.
32 ahpjeq, Fondo judicial, sección criminal, serie Querétaro, Caja 17, exp. 17, 26 de
septiembre de 1749.
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Juana Patricia Pérez Munguía
33 ahpjeq, Fondo judicial, sección criminal, serie Querétaro, Caja 22, exp. 8, 8 de junio
de 1775.
595
La cárcel pública y los obrajes en la ciudad de Santiago de Querétaro
pena capital. La mayor parte de los deudores con calidad de castas eran
aprehendidos en los obrajes.
Los procesos judiciales estudiados arrojaron datos sobre la pobla-
ción de la cárcel y se puede observar que normalmente no fue muy
abundante, sólo hubo periodos en que el número de prisioneros creció.
Por ejemplo, en 1749 de 21 procesos, 14 reos fueron condenados a la
cárcel pública, esto ya cambiaba la densidad de población de reos, pues
con toda seguridad además de los 14 había otros purgando su condena,
veamos los años en que se registró mayor reclusión en la cárcel:
Sólo en 1749 la cárcel tuvo reos de todas las calidades, sin embargo,
este cuadro confirma lo que se ha venido expresando sobre el trato a los
transgresores españoles, prácticamente estuvieron exentos de penas que
implicaran encierro.
Con estas aproximaciones también es posible ver a la cárcel como
un lugar limitado en espacio, pero efectivo en control de los reos. De
igual manera, la prisión debió ser un riguroso castigo por el tamaño y
condiciones de los espacios. Algo que sería importante considerar es
que cada vez que los presos salían del calabozo a los “lugares” (baños),
veían de frente el sitio de tormentos y las bartolinas, la cárcel era así un
596
Juana Patricia Pérez Munguía
sitio de encierro que, a diferencia de los obrajes, era más propio para la
sujeción que para la resistencia. En los obrajes el hacinamiento, el com-
portamiento diferente de cada individuo según el tipo de trabajador que
era, el rigor y el hambre propiciaron que los operarios manifestaran de
distintas maneras su inconformidad ante las condiciones en que vivían,
fueran presos o no, que iban desde un robo simulado, hasta el intento
de motín, expresión clara y de incipiente organización de resistencia.
597
“NO SE LES PIDA NI LLEVE TRIBUTO”.
TRABAJADORES MULATOS E INDÍGENAS DEL
REAL DE TLALPUJAHUA Y LA REIMPOSICIÓN
DEL TRIBUTO A FINALES DEL SIGLO XVIII*
Introducción
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
2 Véase en los estudios de Moreno, “El régimen de trabajo en la minería del siglo xviii”,
pp. 242-267; “El régimen de trabajo en la minería del siglo xvi y xvii”, pp. 83-95 o “Salario,
tequio y partido en las ordenanzas para la minería mexicana del siglo xviii”, pp. 465-483; y
Velasco Ávila, “Los trabajadores en la Nueva España, 1750-1810”, pp. 239-301.
3 Sirvan como botón de muestra los siguientes trabajos: Langue, “Trabajadores y formas
de trabajo en las minas zacatecanas del siglo xviii”, pp. 463-506; Navarrete, Propietarios y tra-
bajadores en el distrito minero de Pachuca, 1750-1810; Cruz Domínguez, “Sistemas de trabajo
en las minas de Pachuca, siglos xvi-xviii”, pp. 33-67; Mentz, “Coyuntura minera y protesta
campesina en el centro de la Nueva España, siglo xviii”, pp. 23-45; Castro Gutiérrez, “La resis-
tencia indígena al repartimiento minero en Guanajuato y la introducción de la mita en Nueva
España”, pp. 225-258; Villalba Bustamante, “El trabajo en las minas de Guanajuato durante la
segunda mitad del siglo xviii”, pp. 35-83.
4 Villalba Bustamante, “El trabajo en las minas de Guanajuato durante la segunda mitad
del siglo xviii”, pp. 38-47; Gutiérrez López, Economía y política de la agrominería en México. De
la colonia a la nación independiente, pp. 94-97.
5 Castro, Movimientos populares en Nueva España. Michoacán, 1766-1767, pp. 86-88, y
Marino, “El afán de recaudar y la dificultad en reformar. El tributo indígena en la Nueva Espa-
ña tardocolonial”, pp. 61-83.
6 Herrejón, Tlalpujahua; Islas, El real de Tlalpujahua. Aspectos de la minería novohispana;
Gavira, “Población y producción de plata en el real de minas de Tlalpujahua a mediados del
siglo xviii”.
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
15 Por ejemplo, para el caso de Potosí, la relación existente entre el crecimiento del mer-
cado interno y la minería a gran escala ha sido estudiada por Assadourian, “La producción de
la mercancía dinero en la formación del mercado interno colonial. El caso del espacio peruano,
siglo xvi”, pp. 223-292. En el caso novohispano, el tema ha sido tratado por Alvarado, “Mer-
cados mineros y tráfico mercantil a fines del siglo xviii”.
16 agn, Historia, vol. 73, exp. 16. Idea del Estado en que se halla la jurisdicción respectiva
a la Alcaldía Mayor del Real y Minas de Tlalpujahua en los años de 1788 y 1789, fs. 257v-261v.
17 agn, Historia, vol. 73, exp. 16. Idea del Estado en que se halla la jurisdicción respectiva
a la Alcaldía Mayor del Real y Minas de Tlalpujahua en los años de 1788 y 1789, fs. 257v-261v.
18 Uribe Salas, Historia de la minería en Michoacán, p. 20.
19 Gavira, “Población y producción de plata en el real de minas de Tlalpujahua a media-
dos del siglo xviii”.
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
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la hostilidad de los indios de esas regiones. Romano, “Sentido y límites de la ‘industria’ minera
en la América española, del siglo xvi al siglo xviii”, p. 160.
28 Bakewell, Minería y sociedad en el México colonial, p. 174.
29 Humboldt observaba, a comienzos del siglo xix, la temprana mortalidad de los barre-
teros y lo peligroso del trabajo de los tenateros. Véase Velasco Ávila, “Los trabajadores mineros
de Nueva España, 1750-1810”, pp. 272-273.
30 Cfr. Lara Mancuso, Cofradías Mineras, pp. 50 y 109.
31 Gavira, “Población y producción de plata en el real de minas de Tlalpujahua a media-
dos del siglo xviii”, pp. 26-27.
32 Citado en Serna, “Disolución de la esclavitud en los obrajes de Querétaro a finales del
siglo xviii”, p. 47.
33 Gavira, “Población y producción de plata en el real de minas de Tlalpujahua a mediados
del siglo xviii”. Gavira menciona que los malos tratos hacia los indios por los esclavos no fue
exclusivo ni de Tlalpujahua ni de Nueva España, en el mundo andino también tuvieron lugar.
34 Recopilación de Leyes de Indias, Ley iv, título v, Libro vii.
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
[...] una Real Provisión en que su Alteza la Real Audiencia declara con
fecha de veinte y tres de Abril de mil setecientos ochenta y uno, debe estar
exentos de pagar tributos los barreteros, tenateros y demás operarios, que
inmediatamente trabajan en las minas, y lo mismo los molinos, repasa-
dores, y demás operarios, que inmediatamente trabajan en las haciendas
de platas, conforme a los Autos de veinte y cuatro de marzo de mil se-
tecientos y treinta y dos, y veinte y seis de noviembre de mil setecientos
39 Una real cédula de 27 de abril de 1574 ordenaba que negros y mulatos libres de ambos
sexos pagasen el tributo cada año. Ramos Gómez y Ruigómez Gómez, “Una propuesta a la
Corona para extender la mita y el tributo a negros, mestizos y mulatos (Ecuador, 1735-1748)”,
p. 100.
40 Por ejemplo, en la ley i, título v, libro vii, se volvía a insistir en la obligación de los
negros, mulatos y castas, de ambos sexos, de aportar el tributo.
41 Recopilación de Leyes de Indias, ley ix, título v, libro vi. (Referido sólo a la población in-
dígena empleada en las minas), “[...] los que asisten a las minas, por sacar mucha plata, y porque
los más ganan a cuatro, y a cinco pesos al mes, y con comodidad podrán tributar por lo menos
a dos pesos al año [...] Mandamos, que se de orden como tributen con toda moderación, de
forma, que ningunos desamparen las minas, y sean bien doctrinados, y tratados como conviene
a su salvación, y conservación [...]”.
42 Cruz Domínguez, “Sistemas de trabajo en las minas de Pachuca, siglos xvi-xviii”,
p. 45; Langue, “Trabajadores y formas de trabajo en las minas zacatecanas del siglo xviii”,
pp. 489-490.
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Isabel M. Povea Moreno
43 ahpm, caja 18, doc. 8 (1785-I), “Testimonio [...] [de Mariano Buenaventura de Arro-
yo, escribano] que contiene una Real Provisión en que [...] la Real Audiencia de esta Nueva
España declara con fecha de 23 de abril de 1781 estar exentos de pagar tributos los barreteros,
tenateros y demás operarios que inmediatamente trabajan en las minas y lo mismo los moli-
neros, repasadores y demás operarios que inmediatamente trabajan en las haciendas de platas”,
México, 16 de marzo de 1785, f. 1.
44 Marino, “El afán de recaudar y la dificultad en reformar. El tributo indígena en la Nue-
va España tardocolonial”, p. 68; Castro, Movimientos populares en Nueva España, p. 86, señala
para el caso de Michoacán que “[...] había pueblos que en los siglos xvi y xvii habían obtenido
exenciones por su condición de fronterizos, a pesar de que para el xviii los indios de guerra
estaban a decenas de leguas [...]”.
45 El ahpm contiene la documentación que el Tribunal de Minería generó sobre el asunto.
Véase, por ejemplo, ahpm, caja 13, doc. 6 (1783), “Dictamen del Tribunal de Minería al virrey
[Martín de Mayorga] sobre que los operarios de minas y haciendas de beneficio sigan exentos
del pago de tributo, rechazando la pretensión de Benito de Thaviel y Bárcena, apoderado del
real fisco, de querer cobrarlo”, México, 20 de marzo de 1783.
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
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51 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Copia simple de los autos hechos a representación de
los Diputados de Minería del Real y Minas de Tlalpujahua sobre que se declaren exentos los
operarios, indios, mulatos y demás castas de aquellas minas de la paga del tributo, fs. 26r-27r.
52 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Copia simple de los autos hechos a representación de
los Diputados de Minería del Real y Minas de Tlalpujahua sobre que se declaren exentos los
operarios, indios, mulatos y demás castas de aquellas minas de la paga del tributo, f. 2.
53 Molina del Villar, “Tributos y calamidades en el centro de la Nueva España, 1727-
1762”, pp. 23-25 y 31-49.
54 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Copia simple de los autos hechos a representación de
los Diputados de Minería del Real y Minas de Tlalpujahua sobre que se declaren exentos los
operarios, indios, mulatos y demás castas de aquellas minas de la paga del tributo, f. 4.
55 Lara, en su estudio sobre Guanajuato, define cuadrillas como el “[...] espacio físico
que generalmente estaba alrededor de la hacienda, utilizada para expandir sus instrumentos
de producción, para arrendar pequeños sitios y ubicar en ella negocios diversos, en pocas oca-
siones —en la época de estudio— para ubicar a los operarios de la hacienda [...]”. Lara Meza,
Haciendas de beneficio en Guanajuato, p. 179.
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
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Isabel M. Povea Moreno
etnia, que “[...] cada grupo racial estaba representado en las dos ocupa-
ciones más numerosas, los barreteros —el grupo de trabajadores más
calificado— y los peones [...]”.61 Evidentemente, la condición social de
los individuos estuvo determinada, de igual modo, por otras variables:
calidad étnica, familia, género, etcétera. Los españoles, peninsulares o
americanos, constituyeron la élite y fueron los dueños de las grandes
empresas mineras. Pero ello no impide que dentro del grupo de opera-
rios primen variables como la ocupacional y salarial, más que la étnica.
Pese a los estudios existentes,62 se trata de una cuestión que requiere
más investigaciones para dibujar un panorama general de la composi-
ción y estructura social de los trabajadores mineros.
El caso de Tlalpujahua no habla de una convivencia laboral y resi-
dencial de todos los grupos socioétnicos. La composición de las cuadri-
llas de trabajadores, principalmente la de San Francisco, refleja cierto
contacto interétnico entre indígenas y mulatos. El interés de los mine-
ros en mantener la exención de tributos a los trabajadores como medio
de captación de mano de obra, sugiere que el grueso de ésta debió ser
indígena y mulata. Por tratarse de trabajadores mineros, como se dijo,
los miembros de estas cuadrillas estaban exentos del pago de tributo.
Era un privilegio que gozaban desde antaño, al igual que los trabajado-
res de otros reales mineros novohispanos. Esta arraigada costumbre no
casaba con el espíritu de las reformas borbónicas y soliviantó al visitador
Gálvez, quien solicitó que a indios y castas que trabajasen en la minería
se les exigiese el tributo.63 La corona, en su empeño por aumentar el era-
rio real y poner fin a las irregularidades, mandó incluirlos en las nuevas
matrículas de tributarios.
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
64 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Petición de los diputados de minería. Sin fecha, fs. 6r-7r.
65 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Real Provisión de 9 de diciembre de 1739, inserta en otra
de 8 de octubre de 1761, dirigida al alcalde mayor de Tlalpujahua, fs. 9r-12v.
66 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Respuesta del fiscal, Vedolla. México, 4 de julio de 139,
fs. 12v-14r.
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Isabel M. Povea Moreno
milias a otros reales de minas corrientes, y que los que no lo hacían era por
estarse entretenidos de buscones en las mismas minas de aguas para arriba,
ocasionando grave ruina a sus caminos, pilares, cruceros y labores [...]67
67 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Certificación de Domingo Vélez de Escalante, alcalde
mayor de Tlalpujahua, 1o de julio de 1780, f. 26.
68 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Certificación de Domingo Vélez de Escalante, alcalde
mayor de Tlalpujahua, 1o de julio de 1780, f. 27r.
69 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Petición de los trabajadores de las minas del real de
Tlalpujahua al director general de minería, Joaquín Velasquez, Tlalpujahua, 9 de junio de 1780,
f. 69r.
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
70 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Informe de Domingo Vélez de Escalante, alcalde mayor
de Tlalpujahua, 1o de julio de 1780, f. 54v; Herrejón, Tlalpujahua, p. 51; Gavira, “Población
y producción de plata en el real de minas de Tlalpujahua a mediados del siglo xviii”, p. 43.
71 Gavira, “Población y producción de plata en el real de minas de Tlalpujahua a media-
dos del siglo xviii”, p. 43.
72 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Escrito de los diputados de Tlalpujahua. Sin fecha, fs.
19r-22v.
73 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Petición de los diputados de minería. Sin fecha, fs. 22v-23r.
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Isabel M. Povea Moreno
74 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Informe de Domingo Vélez de Escalante, alcalde mayor
de Tlalpujahua, 1o de julio de 1780, f. 54v.
75 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Informe de Domingo Vélez de Escalante, alcalde mayor
de Tlalpujahua, 1o de julio de 1780, f. 55v.
76 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Informe del contador de tributos, México, 15 de sep-
tiembre de 1780, f. 59r.
77 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Respuesta del fiscal Merino, México, 7 de octubre de
1780, f. 61v.
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
Sobre la matrícula
78 ahpm, caja 13, doc. 1 (1783). Auto definitivo, Ciudad de México, 30 de octubre de
1780, f. 63v.
79 Véase García Pérez, “El régimen tributario en las intendencias novohispanas”.
80 Gavira, “Población y producción de plata en el real de minas de Tlalpujahua a media-
dos del siglo xviii”, pp. 43-44.
81 Gavira, “Población y producción de plata en el real de minas de Tlalpujahua a media-
dos del siglo xviii”, p. 44.
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Isabel M. Povea Moreno
82 Incluyendo los tributarios del molino del Pilar y del molino del Rosario, inmediatos a
dicha cuadrilla.
83 El Real, incluyendo el Barrio de Puxtla.
84 Incluye el barrio de los Zapateros.
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
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“No se les pida ni lleve tributo”. Trabajadores mulatos e indígenas
A modo de conclusión
85 Incluidos los tributarios del molino del Pilar y del molino del Rosario.
86 Carbajal, La población en Bolaños, 1740-1848, pp. 121-124.
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625
LOS PUEBLOS DE PARDOS Y MORENOS
DE LA COSTA VERACRUZANA:
DISCIPLINA, CONGREGACIÓN
Y FORTALECIMIENTO (1764-1810)
El arreglo del gobierno de los pueblos fue una de las asignaturas más
importantes de la monarquía española en el siglo xviii. Las propuestas
emanadas de los círculos intelectuales giraban en torno a su conversión
en vasallos útiles a “Dios y al Rey” y a su igualación con los españoles
por medio del ejercicio de la agricultura, la industria, el comercio, la
fundación de escuelas y la propagación del idioma castellano.1 Para que
este objetivo se cumpliera, el gobierno de la monarquía se dio a la tarea
de uniformar a sus súbditos mediante una serie de medidas como el
repoblamiento o fundación de nuevos pueblos, la ampliación de tierras
de comunidad, y la racionalidad en el manejo de sus bienes colectivos.
Asimismo, en el ámbito provincial se llevaron a cabo esfuerzos para
conocer a los habitantes y al territorio, y saber con precisión cuál era la
forma más adecuada de disciplinarlos en torno al proyecto de gobierno
económico alentado por la corona.2
En el presente capítulo abordo las preocupaciones del gobierno es-
pañol para disciplinar a los habitantes de la tierra caliente veracruzana
(véase mapa 1), quienes se caracterizaban por su insubordinación y por
1 Villarroel, Enfermedades políticas que padece la capital de esta Nueva España en casi todos
los cuerpos de que se compone y remedios que se le deben aplicar para su curación si se requiere que
sea útil al rey y al público, p. 61.
2 Para José del Campillo y Cosío, el gobierno económico se sustentaba en la buena policía,
el arreglo del comercio, el modo de emplear civilmente a los hombres, el cultivo de las tierras,
la mejora de los frutos, y en todo aquello que llevara a sacar el mayor beneficio y utilidad de
un país. Campillo y Cosío, Nuevo sistema de gobierno económico para la América: con los males y
daños que le causa el que hoy tiene, de los que participa copiosamente España; y remedios universales
para que la primera tenga considerables ventajas, y la segunda mayores intereses, pp. 3-4, 36-37,
42, 101-103, 139.
627
Los pueblos de pardos y morenos de la costa veracruzana
3 Es de resaltar que la preocupación sobre las condiciones en que vivía la “plebe” o el “bajo
pueblo”, no sólo fue exclusiva de Veracruz. En este renglón resaltan las providencias dictadas
por José de Gálvez para contener las rebeliones de indios en la ciudad de San Luis Potosí, en
las que ordenó a los indios e indias que vistieran su propio traje para poder distinguirlos de las
demás castas; reiteró la prohibición de portar armas, montar a caballo, de celebrar reuniones sin
la concurrencia de alguna autoridad real; y dispuso el reordenamiento de los barrios mediante el
trazado de calles para que las puertas de las casas apuntaran hacia éstas a fin de evitar la supers-
tición y el desarreglo doméstico que daban lugar al libertinaje, la desnudez, la religión exterior y
la falta de pudor. Informe del visitador de este Reino, José de Gálvez, al Excelentísimo Señor Virrey
Marqués de Croix, 25 de diciembre de 1767.
628
Luis Juventino García Ruiz
629
Los pueblos de pardos y morenos de la costa veracruzana
[...] gente vaga que deserta y transmigra con facilidad, es por su naturaleza
altanera y sin subordinación, no habiendo bastado tan sabias y reiteradas
providencias, como se han expedido por el Superior Gobierno y Real
Audiencia para reducir a esta gente a que tomen domicilio, oficio y ocu-
pación [...]5
5 Citado por Ortiz, “Las compañías milicianas de Veracruz”, p. 11. Este informe se extrajo
del Archivo General de Simancas, Guerra, 6952, exp. 24, Juan de la Riva al virrey Martín de
Mayorga, México, 10 de diciembre de 1780.
6 Ducey, “La territorialidad indígena y las reformas borbónicas en la tierra caliente mexi-
cana: los tumultos totonacos de Papantla de 1764-1787”, pp. 17-41.
7 Villarroel, Enfermedades, p. 253.
8 Ducey, “La territorialidad indígena y las reformas borbónicas en la tierra caliente mexi-
cana: los tumultos totonacos de Papantla de 1764-1787”.
9 Archer, El ejército en el México borbónico, 1760-1810, p. 176; Vinson III, Bearing Arms
For His Majesty. The Free-Colored Militia in Colonial Mexico, p. 176; Ortiz, El teatro de la guerra.
Veracruz, 1750-1825, p. 86.
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Luis Juventino García Ruiz
10 Vinson III, Bearing Arms For His Majesty. The Free-Colored Militia in Colonial Mexico,
p. 175.
11 Serna, “Integración e identidad, pardos y morenos en las milicias y cuerpo de lanceros
de Veracruz en el siglo xviii”, pp. 47-74.
12 El papel mediador de los curas dentro de los pueblos llegó a ser más importante que
el de los jueces temporales debido a que su contacto con los súbditos era más directo y regular
que el de los alcaldes mayores y subdelegados; además, al ser su nombramiento un beneficio, su
permanencia en una parroquia podía extenderse por muchos años. Sobre este tema véase Taylor,
Ministros de lo sagrado, pp. 587-589.
13 agn, Tierras, vol. 2951, exp. 11.
631
Los pueblos de pardos y morenos de la costa veracruzana
[...] Si se les manda a los cavos de lanseros aprehender a alguno, les dan
aviso para que valiéndose el rreo de la fuga no se consiga su apreso los de
la Matricula hacen lo mismo; Si el rreo es Matriculado, dice el Lansero
que a el no le corresponde por ser de otra Jurisdision, si es Lansero, dice el
Matriculado lo mismo, y de este modo no hay [re]medio [...]16
632
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633
Los pueblos de pardos y morenos de la costa veracruzana
19 Tlalixcoyan fue uno de los pueblos donde el mestizaje hizo modificar el componente
étnico de sus habitantes. Mucho antes de que llegara a su fin el orden colonial, la población
indígena ya había sido reemplazada por mulatos. Misma situación se presentó en casi todos los
pueblos costeros de la intendencia de Veracruz como Alvarado, Medellín, Tlacotalpan y Boca
del Río, sin contar los pertenecientes a la subdelegación de Cosamaloapan, estudiados amplia-
mente por Gonzalo Aguirre Beltrán y José Velasco Toro, donde sus habitantes eran producto
de mezclas de español, indio y negro. Aguirre, Pobladores del Papaloapan; y Velasco Toro, Tierra
y conflicto social.
20 agn, Tierras, vol. 1215, exp. 1, fs. 12-17.
21 agn, Tierras, vol. 1215, exp. 1, f. 17.
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Luis Juventino García Ruiz
22 Pastor, Cuerpos, pp. 12-13; Kagan, Imágenes urbanas del mundo hispánico, 1493-1780,
pp. 57-67. En el Antiguo Régimen, el concepto de república se aplicaba a cualquier espacio
político, ciudad, principado o reino que guardaba las características de un cuerpo político.
Esto quiere decir que el término era aplicable tanto a un pueblo de indios, como a una villa de
españoles, e incluso con él se asimilaba a la Monarquía Española, a pesar de su complejidad y
extensión territorial, se le identificó también como una república. Lempérière, Entre Dios y el
rey: la república. La ciudad de México de los siglos XVI al XIX, pp. 30-31.
23 Foucault, Seguridad, población, territorio, pp. 371-375.
635
Los pueblos de pardos y morenos de la costa veracruzana
636
Luis Juventino García Ruiz
La Habana y Campeche. Las almas desplazadas a consecuencia del Tratado de París (1763) que
transfirió las Floridas al dominio inglés, sumaron un aproximado de 4 000 personas. García de
León, “Indios de la Florida en la Antigua, Veracruz, 1757-1770. Un episodio de la decadencia
de España ante Inglaterra”, pp. 101-118.
28 agn, Tierras, vol. 1085, exp. 2.
29 Cruz-Carretero, “De Florida a México”, pp. 118-119.
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Los pueblos de pardos y morenos de la costa veracruzana
que coincide con las expresiones de resistencia pasiva de los grupos po-
pulares frente al dominio de un poder hegemónico.38
Los temores de amotinamiento expresados por el teniente Manuel
Corona se habrían cumplido el 23 de febrero de 1796, de no ser por su
oportuna actuación que le permitió llevar a la cárcel a los líderes de los
pardos: Atanacio de Santiago y el cabo de lanceros Francisco de la Rosa.
Como medida de represión les prohibió celebrar juntas sin su presencia
o hacer colectas de dinero para sostener pleitos en los tribunales. En
cuanto a los que se asumieron como indios y desempeñaron funciones
de gobierno capitular, el castigo fue más severo, pues los mandó a prisión
a la ciudad de Veracruz. En la cárcel murió el gobernador Bernardo Her-
nández, suceso que dio pauta para amedrentar al escribano, José García,
y al cantor José Santiago, quienes en nombre de su república pidieron el
indulto del intendente, Antonio de Cárdenas; a cambio del perdón ofre-
cieron regresar a los lugares de donde eran originarios. Este acto marcó el
final del intento de los pardos y morenos por formar una nueva repúbli-
ca de indios en Tlalixcoyan, y representó un duro golpe a las aspiraciones
de los pardos libres de contar con un gobierno de tipo concejil.39
La malograda historia de Tlalixcoyan no fue motivo suficiente para
desalentar las aspiraciones corporativas de los lanceros de Xamapa. En
1807 solicitaron al teniente letrado de la intendencia de Veracruz, Juan
Mariano Ladrón de Guevara, que se les autorizara su separación de
Medellín, situado a más de tres leguas de distancia, para constituirse
en pueblo formal. Para conseguirlo, hicieron uso de una retórica seme-
jante a la que los indios solían utilizar cuando querían segregarse del
gobierno de sus cabeceras, la cual consistía en exponer los méritos y
servicios en beneficio del rey, así como las ventajas y potencialidades de
sus poblaciones, con el objetivo de recibir en recompensa el privilegio
de contar con un gobierno propio que le permitiría dejar de depender de
una cabecera. Esta forma de negociar beneficios fue aprendida por los
pardos y morenos, quienes la utilizaron cuando las circunstancias así
lo permitieron, tal como ocurrió en Xamapa en los primeros años del
siglo xix.
38 Scott, Los dominados y el arte de la resistencia.
39 agn, Tierras, vol. 1261, fs. 108-109v. Véase también “Apuntes estadísticos de la In-
tendencia de Veracruz, 1803-1804”, en Chávez Orozco y Florescano (comps.), Agricultura e
industria textil de Veracruz. Siglo XIX, pp. 105-147.
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Luis Juventino García Ruiz
[...] Apenas habrá en los contornos lugar que tenga las proporciones de la
mencionada venta: su terreno es demasiado fértil, por estar inmediato al
río de Xamapa, produce con abundancia hortaliza, y todo genero de mi-
niestras y frutas, y el mas apropósito que puede apetecerse para la crianza
de ganado bacuno, y caballar: su cituacion no puede ser mas ventajosa, asi
por su inmediación a Veracruz, como por estar en el camino real que sale
de aquel a Esperilla, y Cotastla, siguiendo a los villas de Cordova, Orizava,
y otros lugares [...]40
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Los pueblos de pardos y morenos de la costa veracruzana
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42 Carroll, Blacks in Colonial Veracruz. Race, ethnicity, and Regional Development; Naveda,
Integración de la población de origen africano: Córdoba, 1750-1840. Del trabajo esclavo en las
haciendas azucareras al trabajo libre en el cultivo del tabaco. Estrategias semejantes utilizaron
grupos de esclavos fugitivos en San Basilio (Colombia), Nirguá (Venezuela), Los Esmeraldas
(Ecuador) y Cuijla (México). Después de negociaciones con el gobierno español lograron que
se les reconocieran gobiernos de tipo municipal. Andrews, Afro-Latinoamérica, 1800-2000, p.
72; véase también Serna, “Los cimarrones en la sociedad novohispana”, pp. 83-110; Proctor III,
“Rebelión esclava y libertad en el México colonial”, pp. 111-160.
43 Solano, Cedulario de tierras. Compilación de legislación agraria colonial, 1497-1820, pp.
365-367, documento 181.
44 García Ávila, Las comunidades indígenas en Michoacán. Un largo camino hacia la priva-
tización de la tierra, 1765-1835, pp. 73-74.
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Los pueblos de pardos y morenos de la costa veracruzana
45 Sobre este tema consúltese Menegus, “Los bienes de comunidad de los pueblos de
indios a fines del periodo colonial”, pp. 89-126.
46 agn, Tierras, vol. 1185, exp. 2.
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47 agn, Tierras, vol. 1185, exp. 2, f. 7v-9; agn, Tierras, vol. 1110, exp. 4. Al despuntar el
siglo xix, el control del área del Papaloapan estaba repartido entre nueve haciendas ganaderas:
Santa María Cuezapala, también llamada La Estanzuela, Santa María O Cuyucuenda, San Juan
Zapotal, Santo Tomás de las Lomas, Santa Catalina de Uluapa, Santa Ana Chiltepec, San Agus-
tín Guerrero, Santa Catarina de los Ortizales y San Nicolás Zacapesco. Velasco Toro, Tierra y
conflicto social, p. 23.
48 agn, Tierras, vol. 1323, exp. 3.
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Conclusión
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DEBATES E HISTORIOGRAFÍA
NUESTRO PATRIMONIO,
LA POBLACIÓN DE ORIGEN AFRICANO:
SUS REPRESENTACIONES SOCIALES
Introducción
653
Nuestro patrimonio, la población de origen africano
Un poco de historia
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Lourdes Mondragón Barrios y Sebastián Gómez Llano
Presencia y representación
655
Nuestro patrimonio, la población de origen africano
españoles con un poco más de 3 000 negros10 y para 1545 las casas
de los españoles contaban en promedio con cerca de 20 esclavos,11 con
base en la solicitud de licencia de Jerónimo López, en la que pedía in-
gresar 50 negros y negras, ya que debido a una epidemia 17 de sus escla-
vos habían muerto, entonces se puede decir que los europeos llegaban
con alrededor de 20 sujetos. No obstante, para 1570 algunos autores
han señalado que había en la Nueva España 6 464 europeos, 2 700 000
naturales y 20 569 negros, y que la población asentada en la capital del
virreinato era de 2 794 europeos y 11 736 negros.12
En cuanto a la entrada de negros de África a España, en 1503 la
corona española instituyó en Sevilla la Casa de Contratación como
institución reguladora del comercio e introducción de la población
negra a la Península, con base en las cédulas del 20 de enero y 5 de
junio de ese mismo año; tiempo después Sevilla continuaría como el
puerto de entrada y salida a América, con las funciones antes citadas,
incluyendo el tráfico de mercancías.13 Más tarde, en 1513, surgen las
licencias y asientos para mantener aún más control y obtener ganancias
para la hacienda pública, de igual forma se generan los juros, que era
un préstamo de la corona al traficante para obtener una licencia,14 por
lo anterior, es evidente que la corona tenía una estructura institucional
y política en relación con el comercio de la población africana.
Sin embargo, para satisfacer la introducción masiva de negros afri-
canos, en el siglo xvi se fundaron los contratos, mismos que realizaba
la corona con los monopolistas o tratantes negreros; a dichos contratos
se le asignó el nombre de asientos, “un término del derecho español
que designa cada contrato hecho, con propósitos de utilidad pública y
para la administración de un servicio público, entre el gobierno español
e individuos particulares”; el primer asiento que se conoce fue con los
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Lourdes Mondragón Barrios y Sebastián Gómez Llano
Las fuentes
[...] Ninguna mestiza, mulata o negra ande vestida como india [...] so
pena de ser presa y que le den cien azotes públicamente por las calles y
pague de cuatro reales al alguacil que le prendiere [...]16
657
Nuestro patrimonio, la población de origen africano
[...] hay muchos negros y que cada dia cometen muchos delitos, gran
soberbia y soltura, por, solicitan a la Real Audiencia intervenga con el
cumplimiento de las ordenanzas [...]17
[...] que se busquen las ordenanzas que dicen que los negros y negras
libres no vivan de por si ni tengan casa si no que sirvan a los españoles y
la traigan a este cabildo para que la ciudad la vea y ordenen en ello lo que
convenga [...]18
[...] que se junten las ordenanzas de los negros y hablan de ellos todas
y se den al señor don Diego de Velasco [...]19
[...] que se cumpla la ordenanza que hizo el virrey don Antonio de
Mendoza, sobre los negros asy en los dias de fiesta como en los de entre
semana se juntan en la plaza, calles y azequias de agua y en otras partes
asy a jugar y bailar y otros exercicios donde se consiertan de hazer hurtos
e rrobos e otros delitos y cada dia se rrecre con muertos y heridos, manda
se ejecute dicha ordenanza y cesen los daños [...]20
[...] En este dia los dichos señores de mexico platicaron sobre la merced
que su magestad tiene hecha a esta cibdad, en la cual todos los regidores
de este ayuntamiento son jueces de la fiel executoria en las carnicerias en
el matadero y rastro, en las visitas a las tabernas y otras tiendas, por lo cual
se suplica se de licencia y facultad a esta cibdad para que cada regidor que
es o fuere de ella pueda traer consigo sus negros con armas andando con
sus amos y no de otra manera [...]21
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Lourdes Mondragón Barrios y Sebastián Gómez Llano
[...] Que los negros de los regidores traigan espada pero que se pida
la cedula para ello [...]22
[...] Pide que los regidores por sus actos, traigan a los negros con
espada [...]23
[...] Se trata acerca de la licencia para que los regidores traigan negros
con espada, esto lo consulta a Diego Salas de Badillo al visorey [...]24
[...] El señor procurador mayor pide al señor visorrey y audiencia que
mandaseen sobre la cedula que los rregidores trigan negros con espada
[...]25
Otro aspecto más que no se les permitió a los negros, fue el que se
reunieran, por ejemplo, en 1557:
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Nuestro patrimonio, la población de origen africano
[...] Que no puedan vivir negros, mulatos, moriscos y otros en los pue-
blos de indios, que ademas no los protegan los indios o caciques ya que
si desobedecen pagaran 10 pesos de oro comun y a los negros, mulatos y
moriscos se les de 100 azotes la primera ves, la segunda ves dos años de
servicio en una mina, la tersera ves que sirban 4 años y los destierren de la
Nueva España perpetuamente [...]31
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[...] solicitan que los frayles no llamen al monasterio a los yndios, negros
y mulatos, pues descuidan las labores [...]33
[...] que aunque se casen los esclavos negros e yndios con la boluntad de
sus amos que no por eso sean libres [...] [1538] 34
[...] ante el provincial Esteban de Portilo, se acusa a dos curas del sa-
grario, ya que con amonestasiones no quisiere casar a dos negros de Juan
Yepes [...]35
[...] que los negros no deberian casarse, pues daban mal servicio ya
casados y son como perros [...]36
Otro tema más que estuvo a cargo de la iglesia, y del que mucho
se ha escrito, es el referente a los actos contra la iglesia y castigos que
recibían los negros por estos hechos, algunos son:
[...] Juan de Valdivieso dice que el 18 de mayo fue a azotar a Luis negro la-
dino por mandato de Juan de Saavedra [...] que le dio cuatro o cinco azotes,
renego de Dios de su madre y santos, repitiendolo como 8 o 10 veses [...]
entonces Saavedra digo que lo azotaran pero bolvio a renegar [...]37
[...] Catalina de San Joan mando a azotar a Francisca, esclava, nacida
en Cabo verde por no obedecer a Diego de Rojas su sobrino [...] la desnu-
daron y asotaron renegando de Dios una ves [...]38
[...] se le asoto a Pascuala esclava negra de 20 años [...] renego de Dios
y todos los santos, ya que robo unos pesos [...]39
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Nuestro patrimonio, la población de origen africano
La evidencia material
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42 Tiesler y Zabala Aguirre, “La presencia africana en Yucatán durante los primeros dos
siglos de la colonia: llegada, asimilación y muerte de una población negroide en la Ciudad de
Campeche”, pp. 69-73.
43 Tiesler, “Un cementerio colonial en el Parque Central de Campeche. Algunas reflexio-
nes sobre las condiciones de vida y la muerte peninsular durante los siglos xvi y xvii”, en http://
www.antropologia.uady.mx/arqueologia/manuscrito.html
44 Tiesler y Zabala Aguirre, “La presencia africana en Yucatán durante los primeros dos
siglos de la colonia: llegada, asimilación y muerte de una población negroide en la Ciudad de
Campeche”, p. 75.
45 Cucina y Rodríguez, “La etnia africana en la Colonia Temprana de Yucatán: salud y enfer-
medad en la población esquelética del cementerio de la Plaza Principal de Campeche”, pp. 98-99.
46 Charlton y Fournier, “Tlatelolco and La Traza: Divergent routes after the conquest”.
663
Nuestro patrimonio, la población de origen africano
47 Charlton y Fournier, “Tlatelolco and La Traza: Divergent routes after the conquest”.
48 South, “From thermodynamics to a status artifact model: Spanish Santa Elena”.
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Indios y negros
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Nuestro patrimonio, la población de origen africano
Las figurillas
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Figura 1
Medidas: altura 9.6, ancho 6.2, grosor 5.7 cm. Foto: Leonardo Hernández.
Figura 2
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Figura 3
Medidas: altura 11, ancho 6.5, grosor 5 cm. Foto: Leonardo Hernández.
Figura 4
Medidas: altura 9.6, ancho 5.5, grosor 4.5 cm. Foto: Leonardo Hernández.
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Nuestro patrimonio, la población de origen africano
Figura 5
Medidas: altura 7, ancho 4.5, grosor 4.3 cm. Foto: Leonardo Hernández.
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75 Hayden, “La supervivencia del uso mágico de las figurillas y miniaturas arqueológicas”,
pp. 341-349.
76 Rivas, Castañeda y Romero, “Una ofrenda de figurillas coloniales en el sitio arqueoló-
gico del cerro Mazatépetl, San Bernabé Ocotepec, D.F. y figurillas coloniales de Huixquilucan,
Estado de México: análisis arqueológico y ritual”; Robles, “Noticias históricas y actuales sobre
lugares de culto en la zona del Ajusco y en el Pedregal de San Ángel”; Morayta, “La tradición
de los Aires en una comunidad del norte del estado de Morelos: Ocotepec”; Morayta, Good,
Paulo y Saldaña, “Presencias nahuas en Morelos”; y Hayden, “La supervivencia del uso mágico
de las figurillas y miniaturas arqueológicas”.
77 Gruzinski, La colonización de lo imaginario, p. 231.
78 Gruzinski, La guerra de las imágenes, p. 178.
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señala su existencia y dice que las figurillas fueron colocadas desde hace
tiempo debajo de lo que fue el puente de Alvarado:79
[...] Mucho tiempo antes de ir abriendo la acequia nueva, que dije antes,
se sacó, debajo del puente de Alvarado, infinidad de cosillas supersticiosas.
Hallándose muchísimos cantarillos y ollitas que olían a pulque, y mayor
número de muñecos o figurillas de barro, y de españoles todas y todas
atravesadas con cuchillos y lanzas que formaron del mismo barro, o con
señales de sangre en los cuellos, como degollados [...]
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Figura 6
Figura 7
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negros se debió, por una parte, a una persistencia cultural con sus res-
pectivas adecuaciones contextuales, esto es, un mestizaje, mismo que
hizo que se intercambiaran y adoptaran nuevos elementos culturales,
dando fusión a “nuevos” rasgos sociales, pero, reitero, permeados de la
subjetividad del recuerdo.
El sujeto existe únicamente al autodefinirse en cada situación a la
que se enfrenta como un conjunto de necesidades y de objetos corres-
pondientes que inventa, que construye. El imaginario, por ejemplo,
las representaciones socioculturales e incluso los arquetipos simbólicos
juegan un papel crucial en la historia, pues le dan forma a la manera
en que la sociedad establece jerarquías, distinciones y significados tanto
internos en relación con sus integrantes como externos en relación con
otros grupos; el imaginario modela lo individual y subyace a las accio-
nes de los agentes sociales, además de que es mediador en todas las
relaciones entre la cultura y la naturaleza. El imaginario social está cons-
tituido por los principios subyacentes, las leyes, valores y cosmovisiones
de una cultura dada.90 Además, refiere a las formas en que los sujetos
conciben la existencia social, cómo se integran con otros individuos en
el desarrollo de toda clase de actividades y prácticas, qué expectativas
se cubren de manera normal, las nociones e imágenes normativas que
subyacen a esas expectativas y el sentido compartido de lo legítimo,
fundamentando así un orden social moral.91
En suma, se puede considerar que el imaginario “[...] es el conjunto
de las imágenes y las relaciones de imágenes que constituyen el capital
pensante [...]”, es decir, que se trata de esquemas, arquetipos y símbolos
articulados en estructuras, donde el espacio y el tiempo tienen un papel
relevante.92 En definitiva, las sociedades viven a través de lo imaginario,
que es una necesidad de simbolizar el mundo, el espacio y el tiempo
para comprenderlos, por lo cual en todos los grupos sociales existen
mitos, historias, inscripciones simbólicas, que constituyen referencias
para organizar las relaciones entre los individuos: son evocaciones com-
partidas para la continuidad.93
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Conclusiones
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AFRODESCENDIENTES EN LA OAXACA
VIRREINAL. ESTADO DE LA CUESTIÓN
Y PROPUESTA INTERPRETATIVA
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abuso de sus tierras por parte de los dominicos porque estaban situados
muy a la vista.
21 Chance y Taylor, “Estate and Class in a Colonial City: Oaxaca in 1792”, p. 457.
22 Cano Vázquez, La población negra en el Istmo de Tehuantepec, 1780-1821, p. 37.
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sistema, pues éste siempre se utilizó para elevar el estatus social. Final-
mente, es importante subrayar que las descripciones peyorativas acerca
de los mulatos (como aquella que versaba “yo no soy mulato que paga
tributo”), así como las referidas a otros sectores, pueden ser de gran
valor para intentar la comprensión de las percepciones en torno a las
categorías sociales desde el punto de vista de los grupos que eran cla-
sificados por éstas.
30 Vinson III, “The Racial Profile of a Rural Mexican Province in The ‘Costa Chica’:
Igualapa in 1791”, pp. 269-282. Véase nota 24.
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31 Motta Sánchez, “Familias esclavas en el ingenio de San Nicolás de Ayotla, Teotitlán del
Camino Real, Oaxaca”, pp. 117-137.
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alta. Sus fuentes son archivos judiciales (sobre todo procesos civiles),
notariales y religiosos. Se trata de un análisis de carácter descriptivo en
el que sobresale la integración económica y social de los esclavos negros
y de sus descendientes en la vida social y económica. La autora subraya
el carácter de la Mixteca alta como un espacio muy importante en lo
económico, lugar de paso entre el norte y el sur del virreinato, punto
de llegada de recuas, y de actividad económica de religiosos, alcaldes
mayores y caciques, sobre todo en aquellas dos décadas a las cuales Cór-
dova dedica su atención.
El estudio muestra que Chance, Taylor, Terraciano y Ronald Spo-
res ya habían identificado el dinamismo económico de la jurisdicción
oaxaqueña, pero es esta autora quien dedica sus esfuerzos al análisis de
la inserción de la población negra en el mismo. Así que narra cómo y
cuándo llegaron los esclavos a Oaxaca, quiénes eran sus amos, quiénes
los compraban, quiénes los vendían, dónde trabajaban, con quién se ca-
saban, y cómo es que las prácticas exogámicas favorecieron el mestizaje
y el surgimiento de población mezclada. Cristina Córdova nos anima a
observar que en la Oaxaca india también hubo población afrodescen-
diente (según sus datos, ésta constituyó hasta un cuarto de la población
total); nos dice cómo es que la misma llegó allí y se incorporó en la vida
social y económica. Pero aún faltan mayores explicaciones.
La tesis de Córdova constituye un esfuerzo valioso por identificar
los espacios (trapiches, ingenios de azúcar, haciendas de ganado), acti-
vidades (minería, comercio) y ocupaciones mediante las cuales los es-
clavos se integraron en la sociedad oaxaqueña durante las dos décadas
que hay entre los años 1680 y 1700. Su periodización está basada en la
disponibilidad de fuentes que contiene el Archivo de Notarías de Oaxa-
ca en torno a la compra y venta de esclavos; las referencias más antiguas
al respecto son de 1680.
Los archivos que utilizó la autora fueron el Archivo de Notarías, el
Archivo del Sagrario, el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de An-
tequera, El Archivo General del Poder Judicial del Estado de Oaxaca,
el Archivo General de la Nación y el Archivo General del Estado de
Oaxaca. Córdova logra una rica descripción sobre los esclavos y sus ám-
bitos de integración. Aunque los estudios de este tipo son importantes,
faltan explicaciones fundamentales que superen lo descriptivo. Todavía
los esfuerzos privilegian lo económico, estamos ante los temas más evi-
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39 La afirmación del reciente mestizaje (siglo xix) en la Costa Chica puede parecer infun-
dada, pero debe tomarse en cuenta que es resultado de una investigación de corte etnográfico,
así que sólo puede verificarse por medio del análisis histórico. Aunque se encuentran algunas
respuestas en los trabajos de Rolf Widmer, tal verificación sólo puede resultar de un análisis
cuidadoso y profundo de los datos demográficos, estudio que por ahora se echa de menos.
40 Ethel Correa Duró, “Problemas y retos para los estudios de identidad en la población
de origen africano de la Costa Chica de Oaxaca en México”, pp. 427-440.
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Tras la heteroidentificación.
El “movimiento negro” costachiquense
y la selección de marbetes étnicos42
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43 Widmer, Los comerciantes y los otros. Costa Chica y Costa de Sotavento. 1650-1820, pp.
1-402. Véase nota 24.
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44 El autor señala que los términos pardo y mulato se usaban de forma indistinta. El tér-
mino chinos se refería a los indios filipinos.
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45 Vázquez Mendoza, Pueblo a orilla del mar. Huatulco en el siglo XVI (1522-1616), p. 305.
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En este trabajo, el autor muestra que las demandas de cobro de real tri-
buto en el siglo xviii, y la negativa de los pardos a satisfacerlas, permiten
distinguir en los argumentos esgrimidos por dicho grupo una autocon-
ciencia mulata o parda singular. Esa autoconciencia refiere el orgullo
de pertenencia a la calidad social parda y mulata, y exhibe la concien-
cia que se posee respecto a los servicios de defensa marítima y militar
prestados a la corona, la cual alimenta al primero. La respuesta de los
pardos es singular porque no se trata del típico cruce de la barrera de
color, más bien, lo que está en juego es la defensa de la identidad negra.
Ambas, según el autor, fueron estrategias de resistencia/acoplamiento
de los afrosucesores en contextos sociorregionales disímbolos.
El orgullo les venía de su pertenencia a las milicias reales que, de al-
guna manera, los había “sacado de la oscuridad de lo negro”, también de
su capacidad para montar caballos; además era retroalimentado por me-
dio de los privilegios que derivaban de su participación en los batallones.
Conquista y despertar
de las costas de la mar del sur (1521-1684)47
46 Motta Sánchez, “Las vigías marítimas de los milicianos pardos de la Costa Chica oaxa-
queña y el ‘engreimiento’ de su calidad; último tercio del siglo xviii”, pp. 58-79.
47 Widmer, Conquista y despertar de las costas de la mar del sur (1521-1684), pp. 59-151.
Véase nota 24.
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48 Widmer, Conquista y despertar de las costas de la mar del sur (1521-1684), p. 131.
49 Widmer, Conquista y despertar de las costas de la mar del sur (1521-1684), p. 132.
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RACISMO, MESTIZAJE Y POBLACIÓN
DE ORIGEN AFRICANO EN MÉXICO:
UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA
Introducción
1 Véase la ponencia de Pat Carroll, “El debate académico entre el significado de raza”.
2 En una encuesta levantada por la revista Nexos en el año 2000, se preguntaba si se
consideraba que los mexicanos eran racistas. La gran mayoría respondía que no. Sin embargo,
723
Racismo, mestizaje y población de origen africano en México
Por ejemplo, ante el sismo de Haití y los difíciles problemas que los
haitianos padecieron en febrero de 2010, los mexicanos se sumaron a la
solidaridad que mostraron muchos países en el mundo. Sin embargo,
un diputado, también locutor en el estado de Chiapas, realizó unos
comentarios en un programa abierto en el que insultaba y se burla-
ba en forma abierta del color de piel de los haitianos. Otros muchos
ejemplos existen sobre ello: los estereotipos utilizados en las cápsulas
de entretenimiento en medios televisivos, como Televisa con motivo
del Mundial de Sudáfrica en 2010, en los que se representaba a los
sudafricanos como “caníbales”, pintados de “negros”, cuyo lenguaje se
componía de “balbuceos”; así como las expresiones racistas cotidianas,
en especial hacia deportistas de origen africano en juegos de futbol en
México; y las encuestas del Consejo Nacional para Prevenir la Discri-
minación y el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la
Ciudad de México, que revelan los importantes problemas de racismo y
discriminación que se viven en México, en particular hacia las personas
afrodescendientes.3 Todo ello ha levantado debates en México sobre la
discriminación, el racismo y la ignorancia que prevalece sobre la con-
tribución de los africanos y sus descendientes en el pasado y presente
de México.
Para comprender el fenómeno de lo que conocemos como racismo
y entender la participación de la población de origen africano en la
construcción de nuestro país, así como su posterior “olvido” o invi-
sibilidad, es decir, su exclusión del pasado y presente de la sociedad
mexicana, por lo menos desde la primera historia nacional, es necesario
reflexionar sobre el pasado. Este ensayo tiene el propósito de explorar,
desde una perspectiva histórica, la problemática del racismo y la invi-
sibilidad hacia los afrodescendientes en México. Para ello se hará un
análisis general sobre las circunstancias de discriminación o segregación
en México, explicando el papel que desempeñó el intercambio entre
distintos grupos en este proceso. Se considerará crucial el periodo virrei-
nal como una época de intensa convivencia social y cultural, así como
cuando se preguntaba si se aceptaría que uno de los hijos de los entrevistados se casara con un
“negro”, 95 por ciento decía que no.
3 Véase Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (ENADIS 2010) y Encuesta sobre
Discriminación en la Ciudad de México.
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el color de los mulatos”. Este reparo, al parecer, no tuvo consecuencias, ya que el médico siguió
trabajando en su cargo. Velázquez, Juan Correa, mulato libre, maestro de pintor, pp. 18-19.
14 Gonzalbo, Familia y orden colonial, pp. 13-14; McCaa, “Calidad, clase y matrimonio
en el México colonial: el caso de Parral, 1788-1790”.
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[...] Dos mundos ha puesto Dios en las manos de nuestro católico monar-
ca, y el nuevo no se parece al viejo, ni en el clima, ni en las costumbres, ni
en los naturales; tienen otro cuerpo de leyes, otro consejo para gobernar,
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[...] Que la raza negra para trabajar convenientemente necesita ser impulsa-
da por la fuerza, es un hecho que paso a demostrar apoyándome en la ob-
servación de antropologistas juiciosos, y en lo que ha ocurrido en diversos
países donde se ha dado la libertad a los negros. El eminente Líneo al trazar
los rasgos característicos de las razas humanas, dijo hablando del negro:
“El africano es astuto, negligente, lento”. En el tratado de antropología,
incluso en la excelente Historia natural publicado por D. Eduardo Chao, se
leen estas palabras. “Los havitos del negro declaran la flojedad innata de su
carácter”. Sagot, en su precioso Estudio sobre el origen y la naturaleza de las
razas humanas sostiene que uno de los rasgos característicos del negro es la
falta de aliento propio para llevar adelante cualquier trabajo o empresa [...]23
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Conclusiones
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30 Posiblemente el racismo que surge de manera más notable a partir del siglo xviii y de
manera importante en el xix repercute en una solidaridad en ciertas regiones, territorios y países
hacia lo “negro”. El reciente Decenio Internacional de las Personas Afrodescendientes 2015-
2024 promulgado por la onu, es una respuesta a las problemáticas de pobreza, discriminación
y racismo que sufren estas poblaciones en todo el mundo como consecuencia de los procesos
de esclavización y de racismo.
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MÁS ALLÁ DE MÉXICO.
LA ESCLAVITUD EN EL MEDITERRÁNEO
OCCIDENTAL (SIGLOS XVI-XVIII)
Bernard Vincent1
École des Hautes Études
en Sciences Sociales
1 Una primera versión del presente ensayo apareció en José Antonio Martínez Torres
(dir.), Circulación de personas e intercambios comerciales en el Mediterráneo y en el Atlántico (siglos
XVI, XVII y XVIII), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2008, pp. 39-64.
2 León, Grandeza y miseria en Andalucía, testimonio de una encrucijada histórica (1578-
1616), pp. 550 y ss.
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Más allá de México. La esclavitud en el Mediterráneo occidental
desarrolló esta idea varias veces, todavía a principios de los años 1970.3
De hecho, hasta fechas bastante recientes la esclavitud en la Europa
occidental más allá del siglo xv era ignorada por los historiadores, salvo
contadas excepciones al frente de las cuales se encontraban Salvatore
Bono, autor de numerosos trabajos desde la década de 1960 sobre la es-
clavitud en los territorios italianos y Antonio Domínguez Ortiz, quien
publicó un largo artículo sintético, ya en 1952, sobre la esclavitud en
Castilla durante la edad moderna.4
Hoy, gracias a numerosas monografías, nadie duda de la existencia de
un fenómeno vigente durante una gran parte del Antiguo Régimen. El
esclavo, por tanto, no habría desaparecido del mundo europeo occidental
antes del siglo xix. Su presencia fue muy importante, sobre todo en las
zonas meridionales de las penínsulas ibérica e italiana hasta la década de
1650, hasta experimentar un retroceso progresivo y desigual según las
zonas. Es cierto que la esclavitud en el sur de Europa no llegó a alcanzar
la magnitud que tuvo en el continente americano durante el mismo pe-
riodo, pero esto no significa que debamos despreciar su volumen. En una
síntesis reciente, Salvatore Bono estima que el número global de personas
esclavizadas en la península italiana del siglo xvi al xviii debe ser cercano
a 500 000.5 Alessandro Stella, por su parte, intenta evaluar durante las
mismas centurias el número global de esclavos (incluida la chusma de
las galeras) que habrían vivido en la península ibérica. Propone un total
de 2 000 000.6 Por supuesto, una parte de los territorios evocados (las islas
Canarias, Madeira, Azores más Portugal peninsular) no pertenecen stricto
sensu al mundo Mediterráneo, pero más adelante se verá que no se puede
establecer una frontera decisiva en el estrecho de Gibraltar.
Asimismo, a las cifras barajadas habría que añadir el número de
esclavos residentes en la plaza estratégica de Malta y en los presidios
españoles y portugueses del norte de África (Ceuta, Mazagan, Melilla,
3 Verlinden, L’esclavage dans l’Europe méridionale. Tomo I: Péninsule Ibérique-France y “Le
retour de l’esclavage aux xve et xvie siècle”, pp. 65-92. Este último texto corresponde a una
ponencia de un congreso celebrado en 1972.
4 Domínguez Ortiz, “La esclavitud en Castilla durante la Edad Moderna”, ii, pp. 367-
428; reeditado en La esclavitud en Castilla en la Edad Moderna y otros estudios de marginados;
Bono, “Due Santi negri: Benedetto da San Fratello e Antonio de Noto”, Africa, xxi, (1966),
pp. 76-79.
5 Bono, Schiavi musulmani nell’Italia moderna, Galeotti, vu cumprá, domestici, Nápoles, p. 35.
6 Stella, Histoires d’esclaves dans la péninsule Ibérique, p. 79.
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la rescataron sus deudos “y que Luisa llegó a Pastrana seis meses antes
del censo”.17 El caso es muy significativo porque Luisa tiene alrededor
de 80 años. No se conoce el precio del rescate, pero no cabe duda que el
dueño de la esclava hizo un buen negocio al prescindir de una anciana
que poco trabajo podía efectuar.
Por su parte, los que no conseguían ser rescatados —berberiscos,
turcos o moriscos— engrosaban las filas de los esclavos. Al respecto,
los documentos emplean el término genérico de esclavo blanco. Tienen
todos en común el hecho de haber perdido la libertad, aunque con-
servan la esperanza de recobrarla algún día. Al estar esclavizados en un
sitio cercano a su lugar de origen, habiendo muy a menudo conservado
el contacto con sus familiares, afrontaban una situación que podía ser
vivida como provisional a diferencia de la del esclavo de color negro,
que estaba del todo desprovisto de estos lazos. El vocabulario que se
manejaba en la época subraya de manera elocuente la diferencia que
existía entre ambos. Por ejemplo, en aquellos censos de población del
siglo xvi que tratan de indicar la composición completa de un hogar y
de precisar la relación de cada uno de sus miembros con el cabeza de
familia, se encuentra la expresión “su negro”. El posesivo subraya bien
la dependencia absoluta del desdichado. Se constata también que para
definir a los esclavos negros se emplean las palabras bozal y ladino. El
bozal es el recién llegado, caracterizado por unas prácticas culturales
distintas a las de la sociedad en la cual está nuevamente insertado. Por
extensión, es un esclavo torpe, poco espabilado y hasta ridículo. El la-
dino, por el contrario, es el que ha aprendido el idioma español, el por-
tugués o el italiano.18 Más allá de todo ello, el ladino es el esclavo bien
integrado o listo. No hace falta decir que esta distinción nunca se aplica
a los esclavos blancos, como si éstos, al contrario que sus compañeros
negros, fueran considerados en un plan de igualdad con los sujetos de
los estados de la Europa mediterránea.
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21 Dias Gregório, “Escravos e libertos de ilha Terceira na primeira metade do seculo xvi”,
comunicación presentada al coloquio Construçao e Dinamica das Sociedades Atlanticas, en curso
de publicación.
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Stefano, en Toscana) y buena parte del clero, sobre todo obispos, canó-
nigos y órdenes religiosas. Muchos mercaderes, artesanos y labradores
detentadores de riqueza aparecen también en las transacciones. No cabe
duda que los precios normalmente altos de la mercancía humana cons-
tituyeron un obstáculo a una mayor difusión de la esclavitud, pero en
tiempos de mucha oferta se aprecia cómo gente de recursos limitados
no vacilaba en gastar el dinero necesario en la compra de un hombre o
de una mujer. Toda la sociedad sin excepción se aprovechaba en mayor
o menor medida de una práctica que nadie condenaba.22
Sexo, edad, estado de salud y de ánimo constituían las grandes va-
riables del establecimiento del precio. Muy a menudo se cotizaba más
a las mujeres que a los hombres. La razón no radicaba en el menor
número de ellas ofrecidas en el mercado. Entre los moriscos cautivos
las mujeres dominaban de manera abrumadora porque sus maridos, sus
hermanos y sus hijos habían tomado las armas y se escondían en tierras
montañosas. Si en los mercados de Sevilla o de Malta en el siglo xvii
las piezas —otro término de la documentación que asemeja los esclavos
a los animales— que se compraban eran en su mayoría masculinas, en
los mercados de Málaga, Huelva, Palos y Moguer eran femeninas. La
preferencia que se da a la mujer se debe, entre otros factores, al servicio
sexual que se exige de ellas, todo lo cual explica en buena parte la alta
tasa de natalidad ilegítima que existió en estos territorios. Entre muchí-
simos ejemplos está el de Cattarina, una esclava comprada en Malta en
1588 por Gio Battista Rizzo, padre de su hijo nacido en 1590. O el de
Isabel, esclava en Monsaraz, Portugal, del labrador Afonso Pires Poma-
res, pronto padre en los mismos años de un hijo suyo.23 Los padres
desconocidos de los hijos de esclavas son fundamentalmente los dueños
o los familiares de éstos. En el precio alto de la esclava va incluido el
precio del placer del propietario, y considerarlas más dóciles que sus
compañeros (las referencias a huidas o intentos de huidas de esclavas
berberiscas son casi inexistentes y desde luego mucho menos frecuentes
que las de los esclavos).
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24 Ladero Quesada, “Los esclavos de la Casa ducal de Medina Sidonia (1492-1511)”, pp.
225-232.
25 Brogini, Malte, frontière de chrétienté (1530-1670), p. 661.
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[...] era hombre de mucha caridad con los pobres y piedad con los enfer-
mos y aun con los criados tenga que jamás se pudo acabar con él tuviese
esclavos porque los había gran piedad. Y estando una vez en casa una —de
su hermano— la regalaba como a sus hijos; decía de que no era libre, no
lo podía sufrir de piedad [...]29
28 Larquié, “L’esclavage dans une capitale: Madrid au xviie siècle”, pp. 177-200.
29 Teresa de Jesús, Libro de la vida, p. 29.
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32Martín Casares, La esclavitud en la Granada del siglo XVI, pp. 361-373; Lobo Cabrera,
López Caneda y Torres Santana, La otra población: expósitos, ilegítimos, esclavos (Las Palmas de
Gran Canaria, siglo XVIII), p. 125.
33 Porquicho Moya, Cadiz, población y sociedad, 1597-1650, p. 129.
34 Marcos Martín. De esclavos a señores, estudios de historia moderna, p. 38; Lobo Cabrera y
Díaz Hernández, “La población esclava de Las Palmas durante el siglo xvii”, Anuario de Estudios
Atlánticos, pp. 68-70.
35 APMoj, libro de bautismos I.
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40 Lobo Cabrera, Los libertos en la sociedad canaria del siglo XVI, p. 110.
41 Stella, Histoires d’esclaves dans la péninsule Ibérique, p. 89.
42 Stella, Histoires d’esclaves dans la péninsule Ibérique, p. 93.
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73 Barrio Gozalo, Esclavos y cautivos, conflicto entre la cristiandad y el islam en el siglo XVIII,
p. 146.
74 Bono, Schiavi musulmani nell’Italia moderna, Galeotti, vu cumprá, domestici, p. 358.
75 Martín Corrales, “La esclavitud en la Cataluña de fines del siglo xviii y primera mitad
del xix: los ‘amados’ sirvientes de indianos y negreros”.
76 Coronas Vida, “El cabildo de la Catedral de Jaén, padrino de bautismo de un esclavo
negro en 1818”, pp. 43-45.
77 ahcan, leg. 277.
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78 ahcan, P.N. 301 y P.N. 404. Agradezco a José Ignacio Fortea y a Juan Eloy Gelabert a
quien debo el conocimiento de estos documentos.
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ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS CONSULTADOS
(SIGLAS Y BIBLIOGRAFÍA GENERAL)
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Africanos y afrodescendientes en la América Hispánica Septentrional:
Espacios de convivencia, sociabilidad y conflicto, Tomo II
Rafael Castañeda García y Juan Carlos Ruiz Guadalajara (coordinadores)
se terminó de imprimir el 20 de noviembre de 2020
en los talleres de Solar Servicios Editoriales, S.A. de C.V.
Calle 2, núm. 21, col. San Pedro de los Pinos,
alcaldía Benito Juárez, C.P. 03800, tel. 55151657.
La composición tipográfica se realizó en
Logos Editores, tel. 5516.3575,
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La edición estuvo al cuidado
de la Unidad de Publicaciones
de El Colegio de San Luis y
Juan Carlos Ruiz Guadalajara.
El tiraje es de 200 ejemplares
en impresión bajo demanda.