Paseos Por Roma - Stendhal

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Paseos por Roma

Stendhal

Publicado: 1829
Fuente: Biblioteca hispánica de la BNE
Edición: Editorial América, Madrid, 1919
Traductor: Andrés González Blanco
Índice

Cubierta
Portada
Paseos por Roma
ADVERTENCIA
MONTÉROSI
Artículo PRIMERO. ASPECTO EXTERIOR
Artículo II. HISTORIA DE LA ANTIGUA BASÍLICA DE SAN
PEDRO Y DE LA IGLESIA ACTUAL
Artículo III. LA FACHADA
Artículo IV. VISTA GENERAL DEL INTERIOR DE SAN PEDRO
Artículo V. LA CÚPULA
Artículo VI. LADO DEL NORTE
Artículo VII. NAVE DEL MEDIODÍA
NOTAS
ESCALO
Amigo mío, tenéis aspecto de ser algo misántropo y envidioso.
MERCUCIO
He visto demasiado pronto la belleza perfecta.

Shakespeare.
Advertencia

Ciertamente no es un gran mérito haber estado seis veces en


Roma. Me atrevo á recordar esta insignificante circunstancia porque
acaso me valdrá algo de confianza de parte del lector.
El autor de este itinerario tiene una gran desventaja: nada, ó casi
nada, le parece valer la pena de que se hable de ello con gravedad.
El siglo XIX piensa todo lo contrario y tiene sus razones para ello.
La libertad, llamando á dar su opinión á una infinidad de buenas
personas que no han tenido tiempo de formar su opinión, pone á
todo hablador en la necesidad de adoptar un aire grave que se
imponga al vulgo y que los sabios perdonan en vista de las
necesidades de los tiempos.
Este itinerario no tendrá, pues, la pedantería indispensable.
Aparte de eso, ¿por qué no ha de merecer ser leído por el viajero
que va hacia Roma? A falta del talento y de la elocuencia de que
carece, el autor ha puesto toda su atención en visitar los
monumentos de la Ciudad Eterna. Ha comenzado á escribir sus
notas en 1817 y las ha corregido á cada nuevo viaje.
El autor entró en Roma por primera vez en 1802. Tres años antes
era república. Esta idea trastornaba aún todos los cerebros y valió á
nuestra modesta personalidad la escolta de dos agentes de
vigilancia que no nos abandonaron durante toda nuestra estancia.
Cuando salíamos fuera de Roma, por ejemplo á la Villa Madama ó á
San Pablo extramuros, les hacíamos servir un bocal de vino y nos
sonreían. Vinieron á besar la mano el día de nuestra marcha.
¿Se me acusará de egotismo por haber recordado esta
circunstancia? Transcrita al estilo académico ó al estilo grave,
hubiera ocupado toda una página. He aquí la excusa del autor para
el tono cortante y para el egotismo.
Volvió á Roma en 1811; no había ya curas por las calles y el
Código civil reinaba; aquello ya no era Roma. En 1816, 1817 y 1823,
el amable cardenal Consalvi se desvivía por complacer á todo el
mundo, incluso á los extranjeros. Todo había cambiado en 1828. El
romano que se detenía para beber en una taberna, estaba obligado
á beber de pie, so pena de recibir bastonazos sobre un cavalletto.
Los Sres. Tambroni, Izimbardi, Degli Antonj, el Conde de Paradisi
y muchos otros italianos ilustres que yo nombraría si hubiesen
muerto, hubiesen podido hacer con toda suerte de ventajas este
libro que yo, pobre extranjero, emprendo. Habrá, sin duda, errores,
pero nunca la intención de adular, de engañar ó de denigrar. Diré la
verdad. En el tiempo que corre, no es pequeño compromiso, aun á
propósito de columnas y de estatuas.
Lo que me ha determinado á publicar este libro es que muchas
veces, estando en Roma, he deseado que existiese. Cada Artículo
es resultado de un paseo; fué escrito sobre el terreno ó por la noche
al regresar á casa.
Todas las anécdotas contenidas en estos volúmenes son
verídicas o, al menos, el autor las cree tales.
Monterosi

(A VEINTICINCO LEGUAS DE ROMA)


3 de Agosto de 1827.
Las personas con quienes yo voy á Roma dicen que hay que ver
San Petersburgo en el mes de Enero é Italia en verano. El invierno
es en todas partes como la vejez. Puede proporcionar precauciones
y recursos contra un mal, pero siempre es un mal; y quien no haya
visto más que en invierno el país de la voluptuosidad tendrá siempre
de él una idea bien imperfecta.
Desde París, atravesando el más miserable país del mundo, que
los tontos llaman “la bella Francia”, hemos venido á Basilea, de
Basilea al Simplón. Hemos deseado cien veces que los habitantes
de Suiza hablasen árabe. Su amor exclusivo por los escudos
nuevos y por el servicio de Francia, donde se está bien pagado, nos
echaba á perder su país. ¿Qué decir del Lago Mayor, de las Islas
Borromeas, del Lago de Como, sino compadecer á las personas que
no enloquecen ante todo esto?...
Hemos atravesado rápidamente Milán, Parma, Bolonia; en seis
horas se pueden apreciar las bellezas de estas ciudades. Allí han
comenzado mis funciones de cicerone. Dos mañanas han bastado
para Florencia, tres horas para el Lago de Trasimeno, en el cual nos
hemos embarcado, y por fin aquí estamos, á ocho leguas de Roma,
veintidós días después de haber abandonado París; hubiésemos
podido hacer este trayecto en doce ó quince horas. La posta italiana
nos ha servido muy bien; hemos viajado cómodamente en un landó
ligero y en una calesera, con siete mayorales y un mozo de mulas.
Otros dos criados vienen por la diligencia de Milán á Roma.
El proyecto de las damas con las cuales viajo es pasar un año en
Roma; será como nuestro cuartel general. Desde allí, por medio de
excursiones, iremos á ver Nápoles y toda Italia, más allá de
Florencia y de los Apeninos. Somos bastante numerosos para
formar una pequeña sociedad para tas veladas, que en los viajes
son el momento penoso. Además trataremos de ser admitidos en los
salones romanos.
Esperamos encontrar allí las costumbres italianas, que la
imitación de París ha alterado un poco en Milán y aun en Florencia.
Queremos conocer las costumbres sociales, por medio de las cuales
los habitantes de Roma y de Nápoles buscan la Felicidad de todos
los días. Sin duda alguna, nuestra sociedad de París vale más; pero
viajamos para ver cosas nuevas, no poblaciones bárbaras, como el
curioso intrépido que penetra en las montañas del Tibet, ó que va á
desembarcar en las islas del mar del Sur. Buscamos matices más
delicados; queremos ver modos de obrar más aproximados á
nuestra civilización perfeccionada. Por ejemplo, un hombre bien
educado y que tiene cien mil francos de renta, ¿cómo vive en Roma
y en Nápoles? Un matrimonio joven que no puede gastar sino la
cuarta parte de esa suma, ¿cómo pasa sus veladas?
Para cumplir con cierta dignidad mis funciones de cicerone indico
las cosas curiosas; pero me he reservado muy expresamente el
derecho de no expresar mi parecer. Sólo al fin de nuestra estancia
en Roma, propondré á mis amigos ver algo seriamente: ciertos
objetos de arte cuyo mérito es difícil de apreciar cuando se ha
pasado la vida en medio de las lindas casas de la calle de los
Mathurins y de las litografías coloreadas. Yo arriesgo, temblando, la
primera de mis blasfemias; son los cuadros que se ven en París los
que impiden admirar los frescos de Roma. Escribo aquí
obsevaciones muy personales, y no las ideas de las personas
amables con las cuales tengo la fortuna de viajar.
Seguiré, sin embargo, el orden que hemos adoptado; porque con
algo de orden, se reconoce uno muy pronto en medio del número
inmenso de cosas curiosas que encierra la Ciudad Eterna. Cada uno
de nosotros ha colocado los títulos siguientes al frente de las seis
páginas de su cuaderno de viaje:
1.° Las ruinas de la antigüedad: el Coliseo, el Panteón, el Arco de
Triunfo, etc.
2.° Las obras maestras de la pintura: los frescos de Rafael, de
Miguel Angel y de Aníbal Carraccio. (Roma tiene pocas obras de los
otros dos grandes pintores: Correggio y el Tiziano.)
3.° Las obras maestras de la arquitectura moderna: San Pedro, el
Palacio Farnesio, etc.
4.° Las estatuas antiguas: el Apolo, el Laocoonte, que hemos visto
en París.
5° Las obras maestras de los dos escultores modernos: Miguel
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Angel y Canova; el Moisés en San Pietro in Vinculi y la tumba del
Papa Rezzonico en San Pedro del Vaticano.
6.° El gobierno y las costumbres que son su consecuencia.
El soberano de este país ejerce el poder político más absoluto, y
al mismo tiempo dirige á sus súbditos en el negocio más importante
de su vida, en el de la salvación.
Este soberano no ha sido príncipe en su juventud. Durante los
cincuenta primeros años de su vida, ha hecho la corte á personajes
más poderosos que él. En general, no llega á los altos cargos sino
en el momento en que todos los demás los abandonan, hacia los
setenta años.
Un cortesano del Papa tiene siempre la esperanza de reemplazar
á su amo, circunstancia que no se observa en otras cortes. Un
cortesano, en Roma, no trata solamente de agradar al Papa, como
un chambelán alemán quiere agradar á su príncipe. Desea también
obtener su bendición. Por una indulgencia un Artículo mortis el
soberano de Roma puede hacer la felicidad eterna de su
chambelán; eso no es una broma. Los romanos del siglo XIX no son
mal educados como nosotros; pueden tener dudas acerca de la
religión en su juventud, pero se encontrarían en Roma muy pocos
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deístas . Había muchos antes de Lutero, y hasta ateos. Desde ese
grande hombre, los papas, habiendo tenido miedo, han velado
seriamente por la educación de ese pueblo. Los habitantes del
campo están tan imbuidos de catolicismo, que, á su juicio, nada en
la Naturaleza se hace sin la intervención de un milagro.
El granizo cae siempre sobre un vecino que se ha olvidado de
adornar con flores la cruz que hay en el rinconcito de su huerto. Una
inundación es una advertencia de allá arriba, destinada á encauzar
por el buen camino á todo un país. Una joven muere de la fiebre en
el mes de Agosto: es un castigo de sus galanterías el cura tiene
cuidado de decirlo á cada uno de sus parroquianos.
Esta superstición profunda de las gentes del campo se comunica
á las clases elevadas por las nodrizas, las niñeras, las domésticas
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de toda especie. Un joven marchesino romano de diez y seis años,
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es el más tímido de los hombres , y no se atreve á hablar más que á
los domésticos de la casa; es mucho más imbécil que su vecino el
zapatero ó el vendedor de estampas.
El pueblo de Roma, testigo de todas las ridiculeces de los
cardenales y otros grandes señores de la corte del Papa, tiene una
piedad mucho más ilustrada; toda especie de afectación es muy
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pronto zaherida por un soneto satírico .
El Papa ejerce, pues, dos poderes muy diferentes: puede hacer,
como sacerdote, la felicidad eterna del hombre á quien hace oprimir
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como rey . El miedo que Lutero dió a los papas del siglo XVI ha sido
tan enorme, que si los Estados de la Iglesia formasen una isla lejana
de todo continente, veríamos al pueblo reducido á ese estado de
vasallaje moral cuyo recuerdo han dejado el antiguo Egipto y la
Etruria, y que en nuestros días se puede observar en Austria. Las
guerras del siglo XVIII han impedido el embrutecimiento del
campesino italiano.
Por una feliz casualidad, los papas que han reinado desde 1700
han sido hombres de mérito. Ningún Estado de Europa puede
presentar una lista semejante en estos ciento veintinueve años. No
habría bastante motivo para ensalzarlas buenas intenciones, la
moderación, la razón y aun los talentos que han aparecido en el
trono durante esta época.
El Papa no tiene mas que un solo ministro, il Segretario di Stato,
que casi siempre disfruta de la autoridad de un primer ministro.
Durante los ciento veintinueve años que acaban de transcurrir, un
solo Segretario di Stato ha sido decididamente malo, el cardenal
Coscia, bajo Benito XIII, y aun ha pasado nueve años encarcelado
en el castillo de Santo Angelo.
No hay que pedir jamás heroísmo á un gobierno. Roma teme ante
todo el espíritu de examen, que puede llevar al protestantismo; así
que el arte de pensar ha sido siempre desalentado y perseguido en
caso necesario. Desde 1700, Roma ha producido muchos buenos
anticuarios; el último en fecha, Quirino Visconti, es conocido de toda
Europa y merece la celebridad que ha ganado. A mi parecer, es un
hombre único. Dos grandes poetas han aparecido en este país:
Metastasio, al cual no hacemos justicia, en Francia, y en nuestros
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días Vincenzo Monti, el autor de la Basvigliana , muerto en Milán en
Octubre de 1828. Sus obras pintan muy bien su siglo. Eran muy
piadosos ambos.
La carrera de la ambición no está abierta á los laicos, Roma tiene
príncipes, pero sus nombres no se encuentran en el Almanaque real
del país (Le Notizie de Cracas); ó si se deslizan en él, es para
alguna función de beneficencia gratuita y sin gastos, como las que
fueron brindadas al señor Duque de Riancourt por el ministro
Corbière.
Si el gobierno representativo no trajese consigo el espíritu de
examen y la libertad de la prensa, algún papa que fuese á la vez un
hombre honrado, como Ganganelli ó Lambertini, daría á sus pueblos
una Cámara única, encargada de votar el presupuesto.
Habría que tener entonces mucho talento para ser tesoriere, que
es el nombre del ministro de Hacienda. Esta Cámara podría estar
compuesta de diez diputados de las ciudades, de veinte príncipes
romanos y de todos los cardenales. Antaño estos señores eran los
consejeros del Papa.
Se puede temer aquí una guerra civil y muy cruel, inmediatamente
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que los diez y nueve millones de italianos verán á Austria, que es,
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hoy por hoy, su Croquemitaine , enredada en una guerra de larga
duración; entonces los dos partidos volverán los ojos hacia el rey de
Francia.
Roma es un Estado despótico; pero los empleos son vitalicios é
inamovibles: no se destituye á nadie. Bajo León XII, el carbonarismo
y Metternich lo han modificado todo. El terror reina en Rávena y en
Forti. Los hombres más distinguidos están encarcelados ó
expatriados. Florencia es el oasis donde todos los pobres
perseguidos de Italia van á buscar un asilo. Los que carecen por
completo de dinero van á vivir á Córcega.
Hay dos maneras le ver Roma: se puede observar todo lo que hay
de Curioso en un barrio, y luego pasar á otro...; ó bien correr todas
las mañanas tras el género de belleza al cual se encuentra uno
inclinado al levantarse. Esta última decisión es la que tomaremos.
Como verdaderos filósofos, haremos cada día lo que nos parezca
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más agradable ese día: quam minimum credula postero .
Roma, 3 de Agosto de 1827.—Por sexta vez entro en la Ciudad
Eterna, y, sin embargo, mi corazón está profundamente agitado. Es
una costumbre inmemorial entre las gentes afectadas el
conmoverse al llegar á Roma; y casi me avergüenzo de lo que
acabo de escribir.
9 de Agosto.—Siendo nuestro proyecto pasar aquí muchos
meses, hemos perdido algunos días en correr como los niños detrás
de todo lo que nos parecía curioso. Mi primera visita, al llegar, fué
para el Coliseo; mis amigos fueron á San Pedro; al día siguiente
recorrimos el Museo y las stanze (estancias) de Rafael en el
Vaticano. Asustados del número de cosas con nombres célebres
antes las cuales pasábamos, nos marchamos del Vaticano; el placer
que nos ofrecía era demasiado serio. Hoy para ver la ciudad de
Roma y la tumba de Tasso, hemos subido á San Onofre, vista
magnifica; desde allí hemos divisado del otro lado de Roma el
palacio de Monte-Cavallo; hemos ido á él. Los grandes nombres de
Santa María la Mayor y de San Juan de Letrán nos han atraído
después. Ayer, día de lluvia, hemos visto las galerías Borghese y
Doria, y las estatuas del Capitolio. A pesar del calor excesivo,
estamos siempre en movimiento... Estamos como hambrientos de
verlo todo y cada noche volvemos á casa horriblemente fatigados.
10 de Agosto.—Al salir de nuestra casa, esta mañana, para ver un
monumento célebre, hemos sido detenidos en el camino por una
hermosa ruina y después por el aspecto de un magnifico palacio
adonde hemos subido. Hemos acabado por vagar casi al azar.
Hemos saboreado la felicidad de estar en Roma con toda libertad y
sin pensar en el deber de mirar.
El calor es excesivo; montamos en coche muy temprano de
mañana; hacia las diez nos refugiamos en una iglesia donde
encontramos frescura y obscuridad... Sentados en silencio sobre
algún banco de madera con respaldo, con la cabeza derribada y
apoyada en ese respaldo, nuestra alma parece desprenderse de
todos sus lazos terrenales, como para ver lo bello frente á frente.
Hoy nos hemos refugiado en San Andrés delta Valle (del Valle),
enfrente de los frescos del Dominiquino; ayer fué en San Práxedes.
12 de Agosto.—Esta primera locura se ha calmado un poco.
Deseamos ver los monumentos de una manera completa. Así es
como ahora nos agradarán más Mañana por la mañana vamos al
Coliseo y no saldremos de allí sin haber examinado todo lo que hay
que ver.
13 de Agosto—El 3 de Agosto atravesamos estas campiñas
desiertas y esta soledad inmensa que se extiende alrededor de
Roma á muchas leguas de distancia. El aspecto del paisaje es
magnifico; no es una planicie lisa; la vegetación es vigorosa. La
mayor parte de las perspectivas están dominadas por algún
acueducto ó alguna tumba en ruinas que imprimen á esta campiña
de Roma un carácter de grandeza y magnificencia que á nada se
asemeja. Las bellezas del arte duplican el efecto de las bellezas de
la naturaleza é impiden la saciedad, que es el gran defecto del
placer de contemplar paisajes. Muchas veces, en Suiza, un instante
después de la admiración más viva, resulta que se aburre uno. Aquí
el alma está preocupada por ese gran pueblo que ya no existe, Tan
pronto se siente uno asustado de su poderío, al ver que devasta la
tierra; como se compadece uno de sus miserias y de su prolongada
decadencia. Durante este ensueño, los caballos han hecho un
cuarto de legua; se ha dado vuelta á uno de los repliegues del
terreno; el aspecto del paisaje ha cambiado... y el alma vuélvese á
admirar los más sublimes paisajes que ofrece Italia. Salve, magna
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parens rerum .
El 3 de Agosto no temíamos vagar para entregarnos á estos
sentimientos; estábamos anonadados por la cúpula de San Pedro,
que se erguía en el horizonte; temblábamos de no llegar á Roma
hasta la noche. Hablé á los postillones, pobres diablos febriles,
amarillos y medio muertos; la vista de un escudo les hizo salir de su
sopor. Al fin, cuando el sol se ocultaba detrás de la cúpula de San
Pedro, se detuvieron en la vía Condotti y nos propusieron alojarnos
en casa de Franz, en la plaza de España. Mis amigos tomaron
alojamiento en esta plaza; allí se hospedan todos los extranjeros...
La contemplación de tantos necios aburridos me hubiera echado á
perder á Roma. Busqué con las ojos una ventana desde la cual se
dominase ta ciudad. Estaba al pie del Pincio; subí la inmensa
escalera de la Trinitá de'Monti (Trinidad del Monte), que Luis XVIII
acaba de hacer restaurar con magnificencia, y tomé una habitación
en la casa antaño habitada por Salvator Rosa, en la vía Gregoriana.
Desde la mesa en que escribo veo las tres cuartas partes de Roma;
y enfrente de mí, del otro lado de la ciudad, se eleva
majestuosamente la cúpula de San Pedro. Por la noche, cuando el
sol se pone, lo distingo á través de las ventanas de San Pedro; y
media hora después, este domo tan admirable se diseña sobre este
tinte tan puro de un crepúsculo anaranjado dominado en lo alto del
cielo por alguna estrella que comienza á asomar...
Nada en la tierra puede compararse á eso. El alma se enternece y
se eleva; una felicidad tranquila la penetra. Pero me parece que
para estar á la altura de estas sensaciones, hay que amar y conocer
á Roma desde mucho tiempo antes. Un joven que no ha conocido la
desgracia no las comprendería.
La noche del 3 de Agosto yo estaba tan perturbado, que no supe
hacer mis cuentas, y pagué mis dos habitaciones de la vía
Gregoriana en mucho más de su valor. Pero en tal momento ¿cómo
ocuparse de cuidados tan pequeños?...
El sol iba á ponerse y yo no tenía disponibles más que algunos
instantes; me apresuré á concluir y una calesa abierta (que son los
coches del país) me condujo rápidamente al Coliseo. Es la más
magnifica de las ruinas. Se respira toda la majestad de la Roma
antigua. Los recuerdos de Tito Livio llenaban mi alma; veía asomar á
Fabio Máximo, á Publícola, á Menennio Agrippa. Hay otras iglesias
que San Pedro; yo he visto San Pablo de Londres, la Catedral de
Estrasburgo, la cópula de Milán, Santa Justina de Padua; jamás he
encontrado nada comparable al Coliseo.
15 de Agosto—Mi huésped ha puesto flores ante un busto de
Napoleón que está en mi habitación. Mis amigos conservan
definitivamente sus habitaciones en la plaza de España, al lado de
las escaleras que llevan á la Trinidad del Monte.
Suponed dos viajeros bien educados, corriendo juntos el mundo;
cada uno de ellos se toma la molestia y considera un placer el
sacrificar por el otro los proyectos cotidianos; y al fin del viaje,
resulta que se han molestado constantemente.
Cuando hay muchos, si se quiere ver una población, se puede
buscar una hora por la mañana para salir juntos. No se espera á
nadie; se supone que los ausentes tienen razones para pasar solos
aquella mañana.
En el camino, se entiende que el que coloca un alfiler en el cuello
de su traje se ha tornado invisible; no se le habla más. En fin: cada
uno de nosotros podrá, sin faltar á la cortesía, hacer excursiones por
Italia y luego regresar á Francia; esa es nuestra carta escrita y
firmada esta mañana en el Coliseo, en el tercer tramo de los
pórticos, sobre el sillón de madera colocado allí por un inglés. Por
medio de esta carta, esperamos amar tanto al regreso de Italia
como á la ida...
Uno de mis compañeros tiene mucha prudencia, bondad,
indulgencia y alegría franca; es el carácter alemán. Tiene además
una razón firme y profunda que no se deja deslumbrar por nada;
pero algunas veces se olvidará durante un mes de emplear esa
razón superior. En la vida de todos los días, se diría un niño. Le
llamamos Federico; tiene cuarenta y seis años.
Paul no tiene más que treinta. Es un hombre muy guapo y de
mucho ingenio, que ama las salidas de tono, las polémicas, el rápido
entrechoque de la conversación. Creo que á sus ojos el primer libro
del mundo son las Memorias de Beaumarchais. Es imposible ser
más divertido y mejor. Los mayores disgustos resbalarían sobre él
sin hacerle fruncir el ceño. No piensa más en el año que viene que
en lo que pasó hace cien años. Quiere conocer estas bellas artes de
que tanto se ha hablado. Pero supongo que las siente como
Voltaire.
Yo no sé si nombraré de nuevo á Pablo y á Federico en el curso
de estas notas, Las han tenido ellos en su casa durante más de un
mes. No sé si han llegado hasta el final, pero han encontrado sus
retratos semejantes, Hay otros dos viajeros de un tono de espíritu
bastante serio y tres mujeres, una de las cuales entiende é
interpreta la música de Mozart, Estoy bien seguro de que le gustará
la pintura de Correggio y de Rafael. Rafael y Mozart tienen esta
semejanza: cada figura de Rafael, como cada aire de Mozart, es á la
vez dramático y agradable. El personaje de Rafael tiene tanta gracia
y tanta belleza, que se encuentra un vivo placer en mirarle en
particular; y sin embargo, sirve admirablemente al drama. Es la
piedra de una bóveda que no podéis quitar sin dañar á su solidez.
Yo diría á los dos viajeros: al llegar á Roma, no os dejéis
envenenar por ninguna opinión; no compréis libro alguno; la época
de la curiosidad y de la ciencia reemplazará demasiado pronto á la
de las emociones; hospedaos en la Vía Gregoriana, ó al menos, en
el tercer piso de alguna casa de la plaza de Venecia, al extremo del
torso; huid de la vista y aún más del contacto de los curiosos. Si, al
recorrer los monumentos durante las mañanas, tenéis el valor de
llegar hasta el fastidio por falta de sociedad, aunque fueseis hombre
más agotado por la pequeña vanidad de salón, acabaréis por sentir
las artes.
En el momento de la entrada en Roma, montad en calesa y,
según que os halléis dispuesto á sentir lo bello inculto y terrible y lo
bello lindo y arregladlo, haceos llevar al Coliseo ó á San Pedro. No
llegaríais jamás si salís á pie, á causa de las cosas curiosas
encontradas en el camino. No tenéis necesidad de itinerario alguno,
de cicerone alguno. En cinco ó seis mañanas, vuestro cochero os
llevará por los doce trayectos que voy á indicaros.
1.º El Coliseo ó San Pedro.
2.º Las logias y las salas de Rafael, en el Vaticano.
3.º El Panteón, y después las once columnas, restos de la basílica
de Antonino el Piadoso, de las cuales hizo Fontana, en 1695, el
edificio de la Aduana terrestre. Allí os llevan al llegar á Roma si
vuestro cónsul no os ha enviado una dispensa á Florencia, Allí se
aburre uno y se alimenta mal humor durante tres horas.
Una vez yo he abandonado al vetturino (aduanero), dejándole mis
llaves, y he entrado en Roma, como un paseante, por la Puerta Pía.
Hay que seguir el camino de extramuros, á la izquierda de la puerta
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del Popolo, á lo largo del Muro torto .
4.° El estudio de Canova y las principales estatuas de este grande
hombre, dispersas en las iglesias y en los palacios; Hércules
arrojando á Lycas al mar, en el lindo palacio del banquero Torlonia,
duque de Breacciano, en la plaza de Venecia, al extremo del Corso;
la tumba de Ganganelli, en los Santos Apóstoles; las tumbas del
Papa Rezzonico y de los Estuardos, en San Pedro; la estatua de Pío
VI ante el maestro de ceremonias. Hay que acostumbrarse á no
mirar en una iglesia sino lo que se ha venido á buscar...
5.° El Moisés de Miguel Angel, en San Pietro in Vinculi; el Cristo
de la Minerva; la Piedad, en San Pedro, primera capilla á la derecha,
al entrar. Encontraréis todo eso muy feo, y os asombraréis de la
mención honorífica que yo hago aquí.
6.° La Basílica de San Pablo, á dos leguas de Roma, del lado de
Ostia. Notad cerca de la puerta de la ciudad, al salir, la pirámide de
Cestius. Este Cestius fué un financiero, como el presidente Henaut.
Vivía bajo el reinado de Augusto.
7.° Las ruinas de las Termas de Caracalla y, al regresar, la iglesia
de San Stefano Rotondo, la columna Trajano y los restos de la
basílica descubierta á sus pies en 1811.
8.° La Farnesina, cerca del Tíber, á la ribera derecha, del lado
etrusco. Allá se encuentran las aventuras de Psiquis pintadas al
fresco por Rafael. Id á ver la galería de Aníbal Carraccio, en el
palacio Farnesio y La Aurora, de Guido, en el palacio Rospigliosi,
cerca del Monte Cavallo.
9.° Muy cerca de allí, la iglesia de Santa María de los Angeles,
pintada por Miguel Angel; arquitectura sublime. La estatua de Santa
Teresa, en Santa María della Vittoria, y al regreso, la linda iglesita
llamada el Noviciado de los Jesuítas.
10.° La Villa Madama, á media colina sobre el Monte Mario. Es
una de las más lindas cosas que Rafael haya hecho en arquitectura.
Y ver al regreso la Villa del Papa Julio, á media legua fuera de
Roma, cerca de la puerta del Popolo. Id á ver al lado el paisaje del
Acqua Acetosa (agua aceitosa). El rey de Baviera ha hecho colocar
allí un banco.
11.° Las galerías Borghese, Boria, Sciarra y la galería pontifical, en
el tercer piso del Vaticano.
12.° Si os sentís dispuesto á ver estatuas, haceos llevar al Museo
Pío Clementino (en el Vaticano) ó á las salas del Capitolio. Los
pobres cerebros que tienen el poder no hacen abrir esos Museos
más que una vez por semana; sin embargo, si el pueblo de Roma
puede pagar los impuestos y ver en sus manos un escudo, es
porque un extranjero se ha tomado la molestia de traérselo.
Es imposible que una de esas cosas no os agrade infinitamente.
Id á ver de nuevo lo que os haya emocionado; buscad las cosas
semejantes. Esta es la puerta que la Naturaleza os abre para
penetrar en el templo de las Bellas Artes, He aquí el secreto del
talento del cicerone.
Roma, 16 de Agosto.—El Coliseo ofrece tres ó cuatro puntos de
vista completamente distintos, El más hermoso acaso es el que se
presenta al curioso cuando está en ta arena donde combatían los
gladiadores y ve estas ruinas inmensas elevarse en torno suyo. Lo
que me conmueve mas es ese cielo de un azul tan puro que se
distingue á través de las ventanas de lo alto del edificio, hacia el
Norte.
Hay que estar solo en el Coliseo; muchas veces os sentiréis
molesto por los murmullos piadosos de los devotos que, por tropas
de quince ó veinte, hacen las estaciones del Calvario, ó por un
capuchino que, desde Benedicto XIV que restauró este edificio,
viene á predicar aquí el viernes. Todos los días, excepto el domingo
ó en las horas de la siesta, encontráis albañiles servidos por
peones; porque siempre hay que separar algún rincón de ruinas que
se derrumba. Pero esta singular aparición acaba por no perjudicar al
ensueño.
Se asciende á los pasillos de los pisos superiores por escaleras
bastante bien reparadas. Pero si no se tiene guía (y en Roma todo
cicerone echa á perder el goce artístico) está uno expuesto á pasar
sobre bóvedas minadas por las lluvias y que pueden derrumbarse,
Si se llega al más alto piso de las ruinas, siempre del lado del Norte,
se distingue frente á uno, detrás de grandes árboles, y casi á la
misma altura, San Pietro-in-Vinculi, iglesia célebre por la tumba de
Julio II y al Moisés de Miguel Angel.
Al mediodía, la mirada pasa por encima de las ruinas del
anfiteatro, pues de este lado son mucho más bajas, y va á
detenerse lejos, en la llanura, sobre esta sublime Basílica de San
Pablo incendiada en la noche del 15 al 16 de Julio de 1823. Está
medio oculta por largas filas de cipreses. Esta iglesia fue construida
en el mismo lugar en que se enterró, después de su martirio, al
hombre cuya palabra ha creado ese gran río que, bajo el nombre de
religión cristiana, viene hoya mezclarse ¿todos nuestros afectos. La
calidad de santo que algún día fué el colmo del honor, perjudica hoy
á San Pablo. Este hombre ha tenido en el mundo una influencia muy
distinta de la de César ó Napoleón. Como ellos, por sentir el placer
de mandar, se exponía á una muerte probable.
Pero el peligro que corría no era gallardo como el de los militares.
Desde lo alto de las ruinas del Coliseo, se vive á la vez con
Vespasiano, que lo construyó, con San Pablo, con Miguel Angel.
Vespasiano, triunfando de los judíos, ha pasado por la Vía Sacra,
cerca de este arco de triunfo erigido en honor de su hijo Tito, y que,
en nuestros días aún, el el judío esquiva en su camino. Aquí, más
cerca está el arco de Constantino; pero fué construido ya por
arquitectos de países bárbaros; la decadencia comenzaba para
Roma y para el Occidente.
Yo lo advierto muy bien: tales sensaciones pueden indicarse, pero
no se comunican. En otra parte estos recuerdos podrían ser
comunes; aquí, para el viajero colocado sobre estas ruinas son
inmensos y llenos de emoción. Estos panos de muros, ennegrecidos
por el tiempo, hacen en el alma el efecto de la música de Cimarosa,
que se encarga de hacer sublimes y conmovedoras fas palabras
vulgares de un libretto. El hombre más nacido para las artes, J. J.
Rousseau, por ejemplo, leyendo en París la descripción más sincera
del Coliseo, no podrá menos de encontrar al autor ridículo á causa
de su exageración; y sin embargo, éste no se habría ocupado de
empequeñecerse y de tener miedo de su lector.
13
No hablo del vulgo nacido para admirar lo patético de Corina ; las
personas algo delicadas tienen esta desgracia, muy grande en el
siglo XIX; cuando advierten exageración, su alma no está dispuesta
sino á utilizar la ironía.
Para dar una idea de ese edificio inmenso, más bello hoy, quizá
porque se deshace en ruinas, que lo fué jamás en todo su esplendor
(entonces no era más que un teatro; hoy es el más hermoso vestigio
del pueblo romano), seria menester conocer las circunstancias de la
vida del lector. Esta descripción no puede intentarse sino de viva
voz, cuando uno se encuentra, después de media noche, en casa
de una mujer amable, en buena compañía y ella y las mujeres que
la rodean quieren escuchar con marcada benevolencia, Primero el
cuentista se prepara una atención penosa; después se decide
¿conmoverse; las imágenes se presentan en montón, y los
espectadores entrevén por los ojos del alma este último resto aún
viviente del mayor pueblo del mundo, Se puede hacer á los romanos
la misma objeción que á Napoleón, Fueron criminales algunas
veces; pero jamás la raza humana ha sido más grande.
¡Qué engaño es hablar de lo que se ama!... ¿Qué se puede
ganar?... El placer de conmoverse uno mismo un instante por el
reflejo de la emoción de los demás. Pero un necio, molesto de veros
hablar solo, puede inventar una frase chocarrera que venga á
ensuciar vuestros recuerdos. De ahí acaso el pudor de la verdadera
pasión que las almas vulgares se olvidan de imitar cuando simulan
la pasión.
Sería menestar que el lector que no está en Roma echase una
ojeada sobre una litografía del Coliseo (la de Mr.. Lesueur), ó al
menos sobre el grabado que está en la Enciclopedia.
Se verá un teatro oval, de una altura enorme, aún entero en el
exterior por el lado Norte, pero arruinado hacia el Mediodía;
contenía ciento siete mil espectadores.
La fachada exterior describe una elipse inmensa; está decorada
de cuatro órdenes de arquitectura; los dos pisos superiores están
formados por semicolumnas y pilastras corintias; el orden del primer
piso es dórico y el del segundo, jónico. Los tres primeros órdenes se
diseñan por columnas medio empotradas en el muro, como en el
nuevo teatro de París, de la calle Ventadour.
El mundo no ha visto nada tan magnífico como ese monumento;
su altura total es de ciento cincuenta y siete pies; y su circunferencia
exterior, de mil seiscientos cuarenta y uno. La arena en que
combatían los gladiadores tiene doscientos ochenta pies de largo,
por ochenta y dos de ancho. Cuando se celebró la consagración del
Coliseo por Tito, el pueblo romano tuvo el placer de ver morir cinco
mil leones, tigres y otras bestias feroces, y cerca de tres mil
gladiadores. Los juegos duraron cien días.
El emperador Vespasiano comenzó este teatro á su regreso de
Judea; empleó en él doce mil judíos, prisioneros de guerra, pero no
pudo verlo acabado; esta gloria estaba reservada ¿su hijo Tito, que
14
hizo la consagración el año 80 después de Jesucristo .
Cuatrocientos cuarenta y seis años más tarde, es decir, el año
526 de nuestra era, los bárbaros de Totila arruinaron diversas partes
del Coliseo, á fin de apoderarse de los grampones de bronce que
ligaban las piedras.
Todos los bloques del Coliseo están penetrados de grandes
agujeros. Confesaré que encuentro inexplicables muchos de los
trabajos ejecutados por los bárbaros, y que se dice haber tenido por
objeto ir á excavar en las masas enormes que forman el Coliseo.
Después de Totila, este edificio se convirtió en una cantera pública
donde, durante diez siglos, los romanos ricos hacían coger piedras
para construir sus casas, que, en la Edad Medía, eran fortalezas.
Aún en 1823, los Barberini, sobrinos de Urbano VIII, sacaron de él
todos los materiales de ese inmenso palacio. De ahí el proverbio:
15
Quod non fecerunt Barbari, fecerunt Barberini .
17 de Agosto de 1827,—Una vez, á fines de la Edad Media (1577),
Roma ha quedado reducida á una población de treinta mil
habitantes; Monseñor el Cardenal Spina decía ayer doce mil; ahora
tiene ciento cuarenta mil. Si los papas no hubiesen vuelto de
Avignon, si la Roma de los clérigos no hubiese sido construida á
expensas de la Roma antigua, tendríamos muchos más
monumentos de los romanos; pero la Religión cristiana no hubiera
hecho una alianza tan intima con lo bello; no veríamos hoy ni San
Pedro ni tantas iglesias magnificas dispersas por toda la tierra: San
Pablo de Londres, Santa Genoveva de París, etc. Nosotros mismos,
hijos de cristiano, seríamos menos sensibles á lo bello. A los seis
años ya habéis oído hablar can admiración de Sin Pedro de Roma.
16
Los papas se hicieron aficionados á la arquitectura , este arte
eterno que casa tan bien con la religión del terror; pero, gracias á los
monumentos romanos, no se inclinaron á lo gótico. Fué una
infidelidad al infierno. Los papas, en su juventud, antes de subir al
trono admiraban los vestigios de la antigüedad. Bramante inventó la
arquitectura cristiana; Nicolás V, Julio II, León X, fueron hombres
dignos de emocionarse ante las ruinas del Coliseo y la cópula de
San Pedro.
Cuando trabajaba en esta iglesia, Miguel Angel, ya muy anciano,
fue encontrado un día de nieve errando en medio de la ruina del
Coliseo. Venia á poner su alma al tono elevado para poder sentir las
bellezas y los defectos de su propio diseño de la cúpula de San
Pedro. Tal es el imperio de la belleza sublime; un teatro da idea para
una iglesia.
Desde el momento en que otros curiosos llegan al Coliseo, el
placer del viajero se ha eclipsado por completo. En lugar de
perderse en ensoñaciones sublimes y conmovedoras, observa á
pesar suyo las ridiculeces de los recién llegados y le parece siempre
que tienen muchas. La vida se reduce á lo mismo que se oye en un
salón; se escuchan á pesar nuestro las tonterías que dicen.
Si yo tuviese en mis manos el poder, sería tirano y haría cerrar el
Coliseo durante mi estancia en Roma.
18 de Agosto.—La opinión corriente es que Vespasiano hizo
construir el Coliseo en el sitio en que anteriormente estaban tos
jardines y los estanques de Nerón; era casi el centro de la Roma de
César y de Cicerón. La estatua colosal de Nerón, en mármol y de
ciento diez pies, fue colocada cerca de ese teatro; de ahí cíe
nombre de Colosseo. Otros afirman que esta denominación viene de
la extensión sorprendente y de la altura colosal.
Como nosotros, los romanos tenían la costumbre de celebrar con
una fiesta la inauguración de una casa nueva; un drama,
representado con pompa extraordinaria, constituía la consagración
de un teatro; la de una naumaquia era celebrada por un combate de
barcos; carreras de carros, y sobre todo combates de gladiadores,
señalaban la apertura de un circo; cacerías de bestias feroces
marcaban la consagración de un anfiteatro. Tito, como hemos visto,
hizo aparecer el día de la apertura del Coliseo un número enorme
17
de animales salvajes que fueron muertos. ¡Qué gran placer para
los romanos… Si no sentimos ese placer, hay que dar gracias á la
religión de Jesucristo.
El Coliseo está casi todo construido en bloques grandes de
travertino, piedra bastante mala, llena de agujeros como la toba y de
un blanco que tira á amarillo. Se trae de Tívoli. El aspecto de todos
los monumentos de Roma sería mucho más agradable al primer
golpe de vista si los arquitectos hubiesen tenido á su disposición la
hermosa piedra tallada empleada en Lyon ó en Edimburgo, ó bien el
mármol con que se ha hecho el circo de Pola (Dalmacia).
Se ven números antiguos por encima de los arcos de orden dórico
del Coliseo; cada una de esas arcadas servia de puerta. Numerosas
escaleras conducían á los pórticos superiores y á las gradas, Así, en
pocos instantes cíen mil espectadores podían entrar en el Coliseo y
salir de él.
Se dice que Tito hizo construir una galería que arrancaba de su
palacio en el Monte Esquilmo y le permitía venir al Coliseo sin pasar
por las calles de Roma. Sí así era, tenía que concluir en los arcos
marcados con los números 38 y 39. Allí se distingue un arco que no
está numerado. (Véase Fontana, Veralco, Marangonius.)
El arquitecto que ha construido el Coliseo ha querido ser sencillo.
Se ha tomado el cuidado de no sobrecargarlo de adornitos lindos y
mezquinos, tales como los que echan á perder el interior de la
galería del Louvre. El gusto público en Roma no estaba viciado por
la costumbre de las fiestas y de las ceremonias de una corte como
la de Luis XIV. (Véase las Memorias de Dangeau.) Un rey que había
de influir sobre la vanidad, se ve obligado á inventar distinciones, á
cambiarlas luego. Recuerden los fracs de Marly inventados por Luis
XIV, según Saint Simon.
Los emperadores de Roma habían tenido la sencilla idea de reunir
en su persona todas las magistraturas inventadas por la República,
á medida de las necesidades de la época. Eran cónsules, tribunos
etc. Aquí todo es sencillez y solidez; por eso las junturas de los
innumerables bloques de travertino que se distinguen por todos
lados, tomando un carácter sorprendente de grandiosidad. El
espectador debe esta sensación—que se aumenta por el recuerdo
—á la ausencia de todo adorno; la atención se concentra en la masa
del magnífico edificio.
El lugar en que se daban los juegos y los espectáculos llamábase
arena á causa de la arena que estaba esparcida por el suelo los
días en que habían de celebrarse los juegos. Se supone que esta
arena estaba antiguamente á un nivel más bajo de cien píes de lo
que hoy está. Estaba rodeada de un muro bastante elevado para
impedir que los leones y los tigres se lanzasen sobre los
espectadores. Es lo que aun se ve hoy en las plazas de madera
destinadas en España á los combates de toros... Este muro estaba
agujereado de aberturas formadas por verjas de hierro. Por allí
entraban los gladiadores y las bestias feroces y salían los
cadáveres. El puesto de honor entre los romanos estaba por encima
del muro que rodeaba la arena y se llamaba padium; desde allí se
podía contemplar la fisonomía de los gladiadores moribundos y
apreciar los menores detalles del combate. Allí se encontraban los
sitios reservados á las vestales, al Emperador y á su familia, á los
senadores y á los principales magistrados.
Detrás del padium comenzaban las gradas destinadas al pueblo;
estas gradas estaban divididas en tres órdenes llamados mentaría.
La primera división contenía doce gradas, y la segunda, quince;
eran de mármol. Las gradas de la tercera división estaban, á lo que
se cree, construidas de madera. Hubo un incendio y esta parte del
teatro fué restaurada por Heliogábalo y Alejandro, La totalidad de las
gradas podía contener ochenta y siete mil espectadores; y se
calcula que veinte mil se colocaban de pie en los pórticos de la parte
superior, construida de madera.
Se distinguen, por encima de las ventanas del piso más elevado,
agujeros en los cuales se supone que se encajaban las vigas del
velarium. Soportaban poleas y cuerdas, con ayuda de las cuales se
maniobraba en una serie de bandas de tela que cubrían el anfiteatro
y debían resguardar á los espectadores de los ardores del sol. En
cuanto á la lluvia, no concibo cómo esas lonas podían poner al
abrigo de esas lluvias batientes que descargan sobre Roma.
Hay que buscar en el Oriente, entre las ruinas de Palmira, de
Balbea ó de Petra, edificios comparables á éste por la grandeza;
pero eses templos asombran sin agradar. Más vastos que el
Coliseo, no producirán jamás en nosotros la misma impresión. Están
construidos según otras reglas de belleza á ¡as cuales no estamos
acostumbrados. Las civilizaciones que han creado esta belleza han
desaparecido.
Estos grandes templos elevados ó subterráneos en la India y en
Egipto no suscitan más que los innobles recuerdos del despotismo;
no estaban destinados á agradar á las almas generosas. Diez mil
esclavos ó cien mil esclavos han perecido de fatiga mientras se les
ocupaba en esas obras sorprendentes.
A medida que conozcamos mejor la historia antigua, ¡cuántos
reyes encontraremos más poderosos que Agamenón! ¡cuántos
guerreros tan bravos como Aquiles!... Pero estos nombres nuevos
no tendrán emoción para nosotros. Se leen las curiosas Memorias
de Bober, emperador de Oriente hacia 1340, y después de haber
pensado un instante, se piensa en otra cosa.
El Coliseo es sublime para nosotros, porque es un vestigio
viviente de esos romanos cuya historia ha ocupado toda nuestra
infancia. El alma encuentra relaciones entre la grandeza de sus
empresas y la de este edificio, ]Qué lugar de la tierra vio alguna vez
tan gran multitud y tales pompas! El emperador del mundo—¡y este
hombre era Tito!—era recibido allí por los gritos de júbilo de cien mil
espectadores; y ahora, ¡qué silencio!...
Cuando los emperadores intentaron luchar con la nueva religión
predicada por San Pablo, que anunciaba á los esclavos y á los
pobres la igualdad ante Dios, enviaron al Coliseo á muchos
cristianos á sufrir el martirio. Este edificio estuvo, pues, en gran
veneración en la Edad Media; por eso no ha sido del todo destruido.
Benito XIV, queriendo quitar todo pretexto á los grandes señores
que, desde bacía siglos, iban allí á coger piedras como á una
cantera, hizo erigir en torno de la arena catorce oratorios, cada uno
de los cuales contiene una pintura al fresco representando un
episodio de la pasión del Salvador. Hacia la parte oriental, en un
rincón de las ruinas, se ha construído una capillita, donde se dice
misa; al lado, una puerta cerrada con llave indica la entrada de la
escalera de madera por la cual se sube á los pisos superiores.
Saliendo del Coliseo por la puerta oriental, hacia San Juan de
Letrán, se encuentra un cuerpo de guardia de cuatro hombres; y el
inmenso arbotante de ladrillos, elevado por Pío VII para sostener
esta parte de la fachada exterior, pronta á derrumbarse.
Hablaré más tarde, cuando el lector sienta afición por estas cosas,
de las conjeturas propuestas por los sabios á propósito de las
construcciones encontradas por debajo del nivel actual de la arena
del Coliseo durante las excavaciones ejecutadas por orden de
Napoleón (1810 á 1814).
Invito de antemano al lector á no creer, en este orden de cosas,
sino lo que le parezca probado con evidencia; eso le facilita los
placeres; no se puede formar idea de la presunción de los ciceroni
romanos.
Roma, 17 de Agosto.—¡Cuántas mañanas felices he pasado en el
Coliseo, perdido en algún rincón de estas ruinas inmensas!... Desde
los pisos superiores se ve abajo, en la arena, los galeotes del Papa
trabajar cantando. El ruido de sus cadenas se mezcla á los gorjeos
de los pájaros, tranquilos habitantes del Coliseo. Vuelan á
centenares cuando uno se aproxima á las malezas que cubren los
sitios más elevados, donde antaño se colocaba el pueblo-rey. Este
apacible gorjeo de los pájaros, que resuena débilmente en este
vasto edificio, y de cuando en cuando el profundo silencio que le
sucede, ayudan sin duda á la imaginación á remontarse á los
tiempos antiguos. Se llega a los más vivos goces que la memoria
puede proporcionar.
Este ensueño, que yo elogio al lector, y que puede parecerle
ridículo.
18
c’est le sombre plaisir d'un coeur melancolique .
A decir verdad, este es el único placer intenso que se experimenta
en Roma, Es imposible para la primera juventud, tan loca de
esperanzas. Si, más afortunado que los estudiantes de fines del
19
siglo pasado , el lector no ha aprendido el latín penosamente
durante su primera infancia, su alma estará acaso menos
preocupada de los romanos y de lo que han hecho sobre la tierra.
En cuanto á nosotros, que hemos traducido durante varios años
fragmentos de Tito Livio y de Floro, su recuerdo precede á toda
experiencia, Floro y Tito Livio nos han contado batallas célebres; y á
los ocho años, ¡qué idea se forma uno de una batalla!... Entonces es
cuando la imaginación es fantástica y las imágenes que traza son
inmensas, Ninguna fría experiencia viene á limar sus contornos.
Desde las imaginaciones de la primera infancia no he encontrado
sensación análoga, por su inmensidad y su tenacidad, que triunfa de
todos los demás recuerdos, sino en los poemas de Lord Byron,
20
Como yo se lo dijese un día en Venecia, citando el Giaour , él me
respondió: "Por eso veis en ¿1 líneas de puntos suspensivos...
Desde el momento en que la experiencia de las épocas razonables
de la vida puede atacar una de mis imágenes, yo la abandono; no
quiero que el lector encuentre en mi las mismas sensaciones que en
la Bolsa... Pero vosotros, franceses, seres ligeros, debéis á esta
disposición, madre de vuestros defectos y de vuestras virtudes, el
volver á disfrutar la felicidad fácil de la infancia, En Inglaterra, la
odiosa necesidad del trabajo aparece por todas partes. Desde su
entrada en la vida, el joven, en vez de leer á los poetas ó de
escuchar la música de Mozart, oye la voz de la triste experiencia
que le grita: Trabaja diez y ocho horas por día, ó pasado mañana
expirarás de hambre en la calle—Es preciso, pues, que las
imágenes del Giaourpuedan desafiar á la experiencia y al recuerdo
de las realidades de la vida. Mientras lee, el lector habita otro
universo... Esta es la felicidad de los pueblos desgraciados. Pero
vosotros, franceses, alegres como niños, me asombro de que seáis
sensibles á ese género de belleza. ¿Encontráis realmente bello otra
cosa sino lo que está en moda?Mis versos están en moda entre
vosotros, y los encontraréis ridículos dentro de veinte años.
21
Padeceré la suerte del Abate Delille .
No pretendo en modo alguno que estas sean las palabras
textualesdel gran poeta, que me hablaba mientras su góndola le
conducía de la Piazzetta al Lido.
La frase que se acaba de leer es la última precaución que tomaré
contra la crítica menuda y de mala fe.
Me acuerdo que tuve el atrevimiento de darle un consejo de
moral: “Cuando se es tan amable como vos, ¿cómo se puede
comprar el amor?...
Este ensueño de Roma, que nos parece tan dulce y nos hace
olvidar todos los intereses de la vida activa, lo sentimos igualmente
en el Coliseo que en San Pedro, según nuestras almas estén
dispuestas. Por mi parte, cuando estoy sumergido en él, hay días en
que, si se me anunciase que soy rey de la tierra, no me dignaría
levantarme para ir á ocupar el trono; lo dejaría para otro momento.
19 de Agosto.—Pablo, el más amable de nuestros compañeros de
viaje, ha tomado el Coliseo como la grippe. Sostiene que estas
ruinas le aburren ó le ponen enfermo.
He aquí la manera de servirse de este itinerario: se pueden hacer
las mismas peregrinaciones que nosotros y leer el libro después; ó
bien se puede buscar la descripción del monumento que se siente
curiosidad de ver ese día. Todo el talento del cicerone consiste en
guiar á los viajeros de quienes está encargado á los monumentos
que, en un momento dado, pueden causarles mayor placer. Si, por
ejemplo, comenzase por los frescos de Miguel Angel, en la Capilla
Sixtina, no sería menester más, si los viajeros son franceses, para
hacerles aborrecer la pintura para siempre.
No fatigaré al lector, que tiene ya tantas cosas que ver, forzándole
á leer los nombres de una multitud de artistas mediocres. No
nombraré sino á los que se han elevado por encima de la cualidad
de obreros. Los curiosos que quieran conocer los nombres de los
autores de tantas estatuas amaneradas y de tantos cuadros
ridículos como adornan las iglesias de Roma, los encontrarán en el
itinerario de Fea ó en el de Vasi. Estos señores tenían un propósito
diferente del mío; además, temían desagradar.
No nombraré tampoco los objetos de arte demasiado
insignificantes: se verían con placer en Turín, en Nápoles, en
Venecia, en Milán; pero en una ciudad rica de todas las ruinas de la
antigüedad y de tantos monumentos elevados por los papas, su
nombre es una carga inútil para la atención, que es fácil emplear
mejor.
Bandello, á quien Enrique II hizo obispo de Agen (1550), es un
excelente novelista que, yo no sé por qué, no disfruta de la
reputación que merece; ha dejado nueve volúmenes de novelas
encantadoras, acaso demasido alegres, donde se ven, como en un
espejo, las costumbres del siglo XV. Bandello se encontraba en
22
Roma en 1504 . No inventa nada, sus novelas están fundadas en
hechos verdaderos. Se ve lo que era Roma en tiempos de Rafael y
de Miguel Angel, Había mucha más magnificencia, ingenio y alegría
en la corte de los Papas que en la de ningún rey de Europa. La
menos bárbara era la de Francisco 1 y se encontraban aún muchas
huellas de grosería. El sable mata el talento.
Todos los géneros de mérito, aun el que está fundado sobre el
arte de pensar y de descubrir la verdad en las materias diferentes,
habían venido entonces á Roma, Allí se encontraban todos los
placeres; una cortesía que pasaba por perfecta no perjudicaba á la
originalidad de los espíritus. Aconsejo al viajero que lea algunas
novelas de Bandello, escogidas entre aquellas cuya escena
transcurre en Roma; eso le curará de los prejuicios que ha podido
adquirir en Roscoe, Sismondi, Botta y otros historiadores
23
modernos .
Por mi parte, yo he tratado de indicar la mayor parte de hechos
posibles. Quiero más que el lector encuentre una frase poco
elegante, con tal que encuentre una idea más á propósito de un
monumento. Muchas veces, en lugar de una expresión más general
y por ello menos peligrosa para el autor, me he servido de la palabra
propia. Nada choca más con los usos del siglo XIX. Pero yo me
atengo á la palabra propia porque deja un recuerdo concreto.
20 de Agosto—Si el extranjero que entra en San Pedro intenta
verlo todo, coge una jaqueca loca y pronto la saciedad y el dolor le
hacen incapaz de todo placer. No os dejéis llevar más que por
algunos instantes de la admiración que inspira un monumento tan
grande, tan bello, tan bien adornado, en una palabra, la más bella
iglesia y la más bella religión del mundo. Mirad las dos admirables
fuentes de la plaza; la imaginación más risueña ¿puede figurarse
nada más lindo? Buscad en la iglesia la tumba de Clemente XIII
(Rezzonico), hecha por Canova, La piedad del Papa, el dolor de los
leones, la belleza del genio colosal, la sencillez de la figura de la
Religión, merecen todas vuestras miradas, Acaso Canova no tenia
el alma bastante sombría y bastante fuerte para inventar la cabeza
de la Religión católica; acaso también las formas elegantes y sobre
todo la postura del genio colosal recuerden un poco la fatuidad
moderna. Me gustan más los ángeles en bajorrelieve de la tumba de
los tres últimos Estuardos; son esos genios benéficos,
intermediarios entre un poder tan inexorable como inmenso y un ser
tan débil como el hombre.
Cerca de la tumba de los Estuardos encuéntrase la puerta de la
escalera que conduce á la bóveda de San Pedro. Subid; os
encontraréis en la plaza pública de una pequeña ciudad. Se llega á
la cruz por una escalera que trepa entre los dos casquetes de la
cúpula. La vista que se tiene del interior de la iglesia por debajo de
uno es para hacer temblar.
Al volver hacia la fachada, detrás de las estatuas colosales, se
distinguen á lo lejos las montañas de Albano. Después de esta vista
tan magnifica, descended á los subterráneos y encontraréis la
tumba del infame Alejandro VI, el único hombre á quien se ha
podido creer una encarnación del Diablo.
Al salir de San Pedro, veis la arquitectura del muro exterior, de la
iglesia, al Poniente, detrás de la sacristía. Después de lo cual pasad
á un espectáculo totalmente distinto: id á los jardines Borghese ó á
la villa Lante. A falta de este método, os fatigaréis asombrosamente
y llegaréis más pronto al fastidio de la admiración. Es el único
sentimiento que el viajero tenga que temer aquí.
El curioso que no lo teme es como esas gentes que no dicen
jamás que se aburren. El cielo no les ha vendido al precio de
algunos instantes de malestar esta sensibilidad apasionada sin la
cual se es indigno de ver Italia.
La sociedad, y una sociedad agitada de intereses menudos y de
murmuraciones comineras, es muy necesaria para impedir ese
fastidio de admirar. Esta mañana, cansado de lo sublime, después
de haber visto San Pedro, Federico y yo hemos sido sobrecogidos
de un acceso de sueño letárgico mientras nuestra calesa de
Montecitorio (equivalente á los coches de alquiler en Roma) nos
transportaba al palacio Barberini. Ibamos á buscar el retrato de la
joven Beatriz Cenci, obra maestra de Guido. (Está colgado en el
gabinete del príncipe Barberini.)
Hemos vuelto á ver, con verdadero placer, el hermoso león
antiguo, en bajorrelieve, sobre la escalera. ¿Puede compararse este
león á los leones de Canova sobre la tumba de Clemente XIII?...
Esta pregunta difícil nos hubiera dado jaqueca. Nos hemos limitado
á los placeres fáciles que se sienten ante los cuadros. He
distinguido el retrato de un duque de Urbino por el Barrocchio, ese
pintor que recuerda el pastel, que se envenenó muy joven y vivió
siempre sufriendo hasta una edad avanzada. Una cabeza de mujer,
de Leonardo de Vinci, nos ha agradada mucho. Mi razón se ha visto
obligada á admirar el famoso cuadro de la Muerte de Germanicus,
de Poussin, El héroe expirante ruega á sus amigos que venguen su
muerte y protejan á sus niños. Los dos retratos de la Fornarina, por
Rafael y Julio Romano, son un ejemplo estupendo de la manera
24
como el carácter de un pintor cambia el estilo mismo .
El inmenso techo de Pedro de Cortona, en el palacio Barberini,
nos ha trasportado á otro siglo, que fué para las Bellas Artes lo que
el de los Delille y los Marmontel ha sido para la literatura francesa.
De allí hemos ido á ver el estudio del señor Tenerani; tiene talento
25
y hasta originalidad. Utinam fuisset vis! . Hemos comido al lado de
jóvenes artistas, brillantes de vivacidad en casa de Lepri, en donde
cuesta sesenta y dos baiocas, ó sea tres francos cincuenta, por dos
personas, pero con manteles y servilletas poco limpias.
Por la noche, gran reunión en casa del señor embajador de ocho
ó diez cardenales, otras tantas mujeres notables, al menos á mi
parecer. Frases ingeniosas y finas del cardenal Spina. Cuando se
reflexiona, se encuentra en las réplicas de este porporato
(purpurado)la profundidad del genio de Mirabeau. El cardenal
Gregorio tiene más verbosidad que nuestros hombres más amables
y tanto ingenio como ellos; es hijo de Carlos III, este hombre
singular que lo ha hecho todo en España.
Las personas de ingenio, en Roma, tienen brío, lo que yo no he
observado más que una sota vez en un hombre nacido en París. Se
ve que los hombres superiores de este país desprecian la
afectación, y dirían gustosamente: "Soy como yo; tanto mejor para
vos". El buen cardenal Hoefelin, á pesar de sus noventa y dos años,
está siempre en el gran mundo ocupado, como Fontenelle, en decir
cosas gratas á las mujeres jóvenes. Me gusta el carácter firme y
vivo del cardenal Cavalchini, antiguo gobernador de Roma.
La conversación de estos hombres decididos es siempre singular,
con tal de que hayan recibido bastante educación para saber
expresar sus ideas. Los cardenales llevan casi siempre el traje de
Bartolo en El Barbero, de Rossini: una sotana negra con alzacuello
rojo y medias rojas. Hablan mucho de Rossini, y hablan siempre á
las más lindas mujeres, señoras Dodwell, Sorlofra, Martinetti,
Bonacorsi. La señora Dodwell es una joven romana, de familia
francesa, los Giraud (pronuncíese Gira-o); esta encantadora cabeza
ofrece la perfección de lo bonito italiano. Giaccomo della Porta
copiaba la belleza sobre el modelo de cabezas como la de la
princesa Bonacorsi, por la cual se suicidan muchos, La señora
duquesa Lante, que ha sido U mujer más hermosa de su época,
recuerda, por las gracias de su talento, á esas mujeres célebres del
siglo XVIII, en cuyos salones gustaban de encontrarse Montesquieu,
Voltaire y Fontenelle.
El señor de Laval es el hombre amable por excelencia; alegre, de
buen gusto, representa á su nación tal como era antaño. El señor de
Italinski, enviado de Rusia, es un filósofo de la escuela de Federico
el Grande; mucho talento y ciencia y aún mas sencillez; es un sabio
como el milord mariscal de J. J. Rousseau. Le han confiado
secretarios de Legación que ven todo lo que ocurre en Italia, y cuyo
ingenio brillante recuerda la manera de ser de los hombres más
amables del siglo de Luis XV.
No olvidaré en la vida los momentos felices que debo al ingenio
vivo y pintoresco del conde R***; pero ¡ay de mil temo perjudicar á
las personas nombrándolas en un libro poco grave, que va derecho
á su fia, sin inclinarse ante ningún prejuicio, sea á derecha ó á
izquierda.
Nada más amable que encontrar al señor de Funchal, embajador
de Portugal. Es un espíritu singular que disipa el tedio de un salón,
aunque sea diplomático (donde no se puede hablar, por (o demás,
de todo lo que constituye el tema habitual de la conversación). Por
lo demás, nada menos diplomático que las veladas de los
embajadores en Roma; excepto en el grupo en que se encuentra el
embajador, se comentan noticias como en casa de Cracas. ¿Dónde
encontrar en Europa una reunión comparable á esa de la cual acabo
de dar algunos nombres?... Cada noche se encuentra á las mismas
personas en un salón distinto.
Los muros están guarnecidos de echo ó diez cuadros de grandes
maestros. El brío que hay en la conversación dispone á saborear su
mérito. Para ser cortés con el soberano, se dicen en ocasiones
algunas palabras en favor de Dios.
Las vejaciones experimentadas por nuestros pasaportes en
Módena y en otras partes, nos habían dado las prevenciones más
injustas. Los viajeros encuentran en el señor de Appony modales
francos y muy corteses; se creería hablar á un joven coronel
húngaro. Desde que empezó la lucha establecida entre la
aristocracia de la sangre y la del dinero, no conozco en Europa
salones preferibles á los de Roma; es imposible que cien
indiferentes reunidos se agraden más recíprocamente; ¿no es esa la
perfección de la sociedad?
En Francia marchamos hacia la libertad; pero en verdad, por un
26
camino muy fastidioso. Nuestros salones son de más alto copete y
más serios que los de Alemania y los de Italia. Sé bien que se
presenta uno en ellos para obtener un ascenso en su carrera ó
mejorar su situación en el partido. Nada semejante en Roma; cada
cual trata de divertirse, pero con dos condiciones: sin enfadarse con
los que le rodean y sin desagradar al Papa. El amable conde
Demidoff, que se ha disgustado con León XII, ha ido á establecerse
en Florencia.
He tenido la suerte de recibir cinco ó seis invitaciones para ver
cuadros preciosos que no se enseñan. Me figuro que estas obras
maestras han sido antaño adquiridas de una manera poco correcta,
ó más bien, que el propietario no quiere recibir en su alcoba á veinte
extranjeros cada semana. Un italiano que gusta de un cuadro, lo
cuelga enfrente de su cama para verle al despertarse, y su salón
quedó sin adornos. Se quieren aquí placeres reales, y el figurar no
27
es nada .
Me olvidaba de que esta noche me he visto obligado á alejarme
de un grupo de mujeres jóvenes para escuchar á un hombre grave,
28
que me ha contado la historia de Molinos , el cual, antes de ser
encarcelado, estuvo á punto de ser cardenal. La historia de Molinos
está aún de moda en Roma; es como en París el ministerio de Mr.
de Sièyes, Sabéis ya sin duda que Molinos era un español que
proponía á las damas amar á Dios como á un amante que fuese
buen muchacho. Este sistema fue trasladado á Francia por la
amable Mme. Guyon, la amiga de Fenelon. Si Magdalena y Marta,
las amigas de Jesucristo, hubiesen vivido en tiempo de Luis XIV,
hubiesen sido encarceladas en la Bastilla. Pedro Bayle ha escrito un
excelente Artículo sobre Mme. Bourignon. Por las solicitudes de
Molinos, muchas damas romanas amaban á Dios como Mlle.
Bourignon. Este amor está admirablemente pintado en las cartas de
Santa Teresa: se encuentra una sensibilidad apasionada y poca
afectación; lo contrario de un poema moderno.
Grotta-Ferratta, 21 de Agosto. Ayer noche nos han metido miedo
con la fiebre. En el mes de Agosto—se nos ha dicho—hay que
habitar las deliciosas colinas de Albano, que se elevan, como una
isla volcánica, hacia el extremo meridional de la campiña de Roma.
Por el día se puede venir á ver monumentos á Roma; se puede
incluso asistir á reuniones nocturnas; pero hay que evitar el
encontrarse expuesto al aire una hora antes y una hora después de
la puesta de sol.
Todo eso no es acaso más que un prejuicio; muchas personas
tienen fiebre y, sin duda alguna, es terrible; pero ¿se evita
abandonando Roma? El caballero de Italinski, enviado de Rusia,
sostiene que no; tiene ochenta años y habita este país desde hace
doce ó quince. La mayoría de las personas amables que hemos
entrevisto ayer noche, habitan las colinas en las cuales se anidan
Frascati, Castel-Gandolfo, Grotta- Ferratta y Albano; por ejemplo, la
hermosa señora Dodwell Un francés muy obsequioso, establecido
en Roma, nos ha hecho tener una hermosa casa de campo cerca
del lago de Albano. La hemos alquilado por dos meses á un precio
muy moderado. Apenas hecho el trato, esta mañana muy temprano
hemos salido con un sol increíble; es la Zona tórrida; el cochero se
negaba á avanzar; ni una brizna de hierba verde en el campo; todo
es amarillo y calcinado.
Hemos tenido más miedo que molestia; nuestra calesa iba tan
aprisa, que hemos desatado viento. Apenas llegados á lo alto de la
colina, hemos disfrutado de un venticello delicioso que venía del
mar. Lo advertimos al mismo tiempo demasiado lejos de nosotros, á
la derecha; es del azul más fuerte; distinguimos muy bien las velas
blancas de los buques que surcan ese mar de azul...
Todos estamos enamorados de nuestra nueva habitación.
Tenemos grandes habitaciones soberbias de arquitectura y
limpiamente blanqueadas de cal todos los años. Antes de acostarme
be pasado una hora considerando, al fulgor de una lámpara de
cobre con una ancha base, los bustos antiguos que están en la
habitación. Si no fuese su peso enorme, los compraría para llevarlos
á Francia, Hay un César magnífico.
22 de Agostos Desde mi ventana podría arrojar una piedra al lago
de Castel-Gandolfo; y por otra parte, á través de los árboles, vemos
el mar. El bosque que se extiende desde aquí á Frasead, nos ofrece
un paseo pintoresco y en todo el día hemos encontrado una frescura
deliciosa. A cada cien pasos nos vemos sorprendidos por un sitio
que recuerda los paisajes de Guaspre. Para decirlo todo en una
palabra, esto es comparable á las riberas del lago de Como, pero de
un género de belleza mucho más sombrío y majestuoso.
Algunos personajes prudentes han querido meternos miedo de los
bandidos; pero un hombre de talento (el cardenal Benvenuti) los ha
suprimido. El cuartel general de estos señores estaba en Frasinone,
no muy lejos de aquí, y se puede ir por los bosques sin aparecer en
la llanura, Hacerse bandido en este país se llama tomar el bosque
(prendere la macchia); ser bandido, esser alla macchia. El Gobierno
trata con bastante frecuencia con estas personas, y luego su falta de
palabra.. Este país podría ser civilizado en diez y ocho meses por un
general francés ó inglés, y después sería tan estimable como poco
curioso; algo en el género de New York.
Yo decido, como hombre honrado, sobre todo cuando estoy en
lucha con las vejaciones de los policías italianos, que toda la tierra
obtenga el gobierno legal de New York; pero en este país tan moral,
en pocos meses el tedio pondría fin á mi existencia.
En 1823 estuve en Nápoles con un hombre de buen juicio, que
pasaba el tiempo en tener miedo de que se le robasen diez y ocho
camisas que tenía en su maleta. Nos hemos libertado de estas
tristes sensaciones; tenemos muy poco dinero y relojes de treinta y
seis francos; no cerramos nada con llave. Estas precauciones están
siempre en moda en los países salvajes. En Inglaterra se nos
estimaba con arreglo á la belleza del reloj y de las joyas de oro
depositadas en el somno. Los soberanos que aparecían en nuestra
bolsa aumentaban evidentemente nuestra consideración. Es que, en
los países aristocráticos, hay que ostentar la riqueza; hay que
ocultarla aquí. Por el olvido de estas precauciones se dejan robar
muchos ingleses en Italia. Algunas veces, como este gallardo joven
muerto cerca de Nápoles con su mujer, sienten el puntillo de honor
contra los bandidos y hacen luego con pistolas de bolsillo sobre
cuatro ó cinco ladrones bien armados.
El genio inglés consiste en luchar contra los obstáculos. Nosotros,
franceses, que no tenemos mérito, hemos convenido en reirnos de
los robos menudos, en lugar de hacer una escena en las posadas.
No se viene más que una vez á Italia; hay que hacer el sacrificio de
veinticinco luises, esperar veinticinco robos menudos y no
encolerizarse jamás. Ridete si sapis. Esta admirable idea es de
Federico.
23 de Agosto—Hemos atravesado el bosque de Castel-Gandolfo
á Frascati por atajos deliciosos y hemos ido á ver las villas
Bracciano, Conti, Mondragone, que se caen en ruinas; Taverna,
Ruffinella y, por fin, la villa Aldobrandini la más encantadora de
todas. Hemos cometido cien veces el pecado de envidia. Los
grandes señores que hicieron construir estas hermosas casas y
estos jardines, han logrado la unión más magnifica de las bellezas
de la arquitectura y del arbolado.
La campiña de Roma es amarilla; todo el verdor ha desaparecido.
No hay más cosas verdes que los pinos y las encinas. Estos árboles
son muy serios; nuestros ojos evocan los recuerdos de Richmond y
de Hagley-Park ¡Ah, si los ingleses hubiesen tenido un Palladio, qué
no hubiese hecho en el género de las ville (villas) esta nación tan
rica y tan aristocrática!... A mi edad, no puedo aún desprenderme de
un movimiento de respeto hacia un anciano que habita un hermoso
palacio!...
Figuraos ta villa Aldobrandini en lugar de la casa cuadrada de
Hagley (cerca de Birmingham).
24 de Agosto,—Nos hemos encontrado esta mañana en una
cierta disposición á recibir ideas por figuras bien pintadas, más bien
que por palabras alineadas en un renglón. Hemos ido á Roma, al
Palacio Borghèse. Nuestro comienzo, verdaderamente hidalgo, ha
sido dar un escudo (cinco francos y treinta y ocho céntimos) al
guardián; eramos seis personas29. Le hemos pedido que nos
pusiera frente al Descendimiento de la Cruz, cuadro célebre de la
segunda manera de Rafael, antes de que hubiese visto Roma y á
Miguel Angel. Hemos visto La Caza de Diana, del Dominiquino; La
Sibila de Camas, del mismo; los retratos de César Borgia y de un
cardenal, atribuidos á Rafael; El Amor divino y el Amor profano, del
Tiziano; un retrato de Rafael, por Timoteo de Urbino; un retrato de la
Fornarina, por Julio Romano. David ha dejado veinte cuadros; y
Rafael, muerto á los treinta y siete años, trescientos. Es que el
dibujo es una ciencia exacta muy accesible á la paciencia. Los
personajes del Descendimiento de la Cruz eran un poco más
difíciles de crear que los de Leonidas. Tienen el alma noble y tierna.
¿Qué pensáis del alma del padre de los Horacios? El estilo del
Descendimiento de la Cruz, de Rafael, es duro y seco; hay
mezquindad en esta manera y es lo contrario del Correggio; se
encuentra hasta una enorme falta de dibujo. El guardián del Palacio
Borghèse, conmovido por nuestra generosidad, quería á toda costa
mostrarnos el resto de su colección; pero hemos huido. Cinco
minutos después estábamos en el Palacio Doria, en el Corso, donde
hemos visto el más bello Claudio Lorena que hay en el continente
(El Molino); un cuadro de Garofolo (El puente Lucano en el camino
de Tívoli) y muchos otros pasajes de Gaspar Duguet Poussin,
llamado el Guaspre; el retrato de Maquiavelo, por Andrés del Sarto;
seis paisajes semicirculares de Aníbal Carraccio, que ha
representado en ellos las épocas más culminantes de la vida de la
Madona: La Huida á Egipto, La Visitación, El Nacimiento de Jesús,
La Asunción, etc.; el retrato de Inocencio X, por Velázquez, que
parece singular entre tantas bellas cosas, y una gran Madona de
Sasso-Ferrato. Estábamos fatigados de admirar tanto. Hemos ido
por la noche á la simpática reunión de Madame M. y acabamos de
regresar á nuestra casa, en Grotta-Ferrata, cuando sonaba la una.
No hay ya bandidos desde hace dos años; sin embargo, el coche se
movía de miedo á ojos vistas, lo cual no tranquilizaba á nuestros
compañeros de viaje.
Grotta-Ferrata, 25 de Agosto—Excepto en los días de viva
emoción en que la imaginación es creadora y da sensaciones aun á
propósito de una obra mediocre, mis amigos no miran un cuadro
sino cuando se atribuye á uno de los veintinueve pintores cuyos
nombres van aquí:
ESCUELA DE FLORENCIA
Miguel Angel.
Leonardo de Vinci.
El Frate.
Andrés del Sarto.
ESCUELA ROMANA
Rafael.
Julio Romano.
El Poussin.
El Lorena.
Perugino.
Miguel Angel y Polidoro de Caravaggio.
El Garofolo.
ESCUELA LOMBARDA
Luini.
El Correggio.
El Parmigianino.
ESCUELA DE VENECIA
Giorgione.
El Tiziano.
Pablo Veronés.
El Tintoretto.
Los dos Palma.
Sebastián del Piombo.
ESCUELA DE BOLONIA
Los tres Carraccios.
El Guido.
El Dominiquino.
El Guercino.
Cantarini ó el Pesarés.
Francia.
La mayoría de los cuadros de la galería Borghèse han sido
comprados directamente á los pintores ó á las personas que de ellos
los habían recibido. Es uno de los pocos sitios del mundo en que se
puede estudiar con más seguridad el estilo de un maestro.
26 de Agosto.—Hemos vuelto á Roma. Hemos comenzado por la
Academia de San Lucas, donde hemos venerado el cráneo
auténtico del divino Rafael. Indica que Rafael era de muy pequeña
estatura. Yo me pondría en ridículo si confesase el enternecimiento
de que me he sentido penetrado. Yo me repetía á media voz:
Ille hic est Raphael timuit quo sospite vinci rerum magna parens et
30
moriente mori .
Un gusto severo puede censurar la afectación de este
pensamiento; pero amo esos versos hace tanto tiempo, que
repetirlos aumenta mi emoción. Se ven aquí tres retratos de Rafael,
hechos por él mismo y donde no se cuida de darse esos aires de
duquesito modesto,que se le conoce en París, gracias á M.
Quatremère.
Al salir de la Academia de San Lucas hemos ido á San Gregorio,
á causa de los dos Martirios de San Andrés, frescos admirables de
Guido y del Dominiquino. Situación tranquila y apacible la de esta
iglesita. A Federico esto le recuerda La vida tranquila, de Augusto
Lafontaine.
Me agradan más los frescos que los cuadros al óleo; pero los
frescos son invisibles á los dos meses á los ojos que llegan de
París, Nuestros compañeros echaban de menos los cuadros al
óleo.. Unos caballitos excelentes, traviesos y flacos que daban
miedo, han recorrido al galope toda la distancia que nos separaba
del Vaticano, Allí, en el tercer pórtico del patio de San Dámaso, en
una gran habitación cuyos muros desnudos están cubiertos de un
tinte verde tierno, hemos encontrado La Transfiguracióny La
comunión de San Jerónimo, cien veces mejor colocados en verdad
que lo fueron jamás en Francia.
Como no se puede excomulgar al Papa, Pío VII se ha guardado
muy bien de restituir á los conventos sus bienes y sus cuadros. Ha
reunido en este museo unas cincuenta obras excelentes. La
crucifixión de San Pedrodel Guido, muchos cuadros de Rafael y del
Perugino. He notado de este ultimo maestro un San Luis. Rey de
Francia, que tiene el continente de un joven diácono contrito; no era
la fisonomía de este hombre sublime, que hubiese sido el mejor
discípulo de Sócrates. Pero, al fin, en este cuadro es muy sensible
la luz dorada (como sí pasase á través de una nube en la puesta de
sol) por la cual este pintor ilumina sus obras y que constituye su
tono general.
El tono general de Guido es argentino; el de Simón de Pesaro,
ceniciento, etc. Se observa en La Virgen en la ofrenda, de Rafael,
una falta de dibujo espantosa en el brazo de la figura de San Juan,
flaco que da miedo. Si no temiese chocar con las personas morales,
yo confesaría que siempre he pensado, sin decirlo, que una mujer
pertenece realmente al hombre que mas la quiere y mejor. Yo
ampliaría esta blasfemia á los cuadros. En París nosotros
estábamos tan poco enamorados de ellos, que hablábamos de
nuestro amor de una manera casi oficial, como un marido.
Cuando han dado las cinco, mis amigos han ido a comer con un
embajador; he bajado solo á San Pedro. Hay precisamente un gran
banco de madera con respaldo enfrente del sepulcro de los
Estuardos (hecho por Canova) donde están esos ángeles tan lindos.
Desde allí he visto caer la noche sobre ese templo augusto. A la
caída del día, su fisonomía cambia de cuarto en cuarto de hora.
Poco apoco han salido todos los fieles; he oído los últimos ruidos y
luego los pasos resonantes de los llaveros cerrando sucesivamente
todas las puertas con un estrépito que hacía temblar. Por fin, uno de
ellos ha venido á advertirme que estaba yo solo en la iglesia. Estuve
á punto de ceder á la tentación de ocultarme allí y pasar la noche; si
hubiese tenido un pedazo de pan y un abrigo, no hubiera dejado de
hacerlo. He dado dos perras al llavero, lo cual me asegura una
inmensa consideración para el porvenir.
He aquí un día tal como ningún otro país de la tierra puede
proporcionarlo. He hecho en el Armellino, en el Corso, una comida
magnífica que me ha costado tres francos (cincuenta y seis
baïocas). Mercadante estaba sentado frente á mí; todo el mundo
hablaba con admiración de un corredor de comercio que,
atravesando ayer el bosque de Viterbo, ha matado á dos ladrones y
cogido preso á uno. Este corredor era francés, lo cual me
congratula. Después de lo cual, he oído un buen concierto en casa
de la señora L...; la música era mediocre, pero era sentida con
pasión. ¡Qué ojos divinos los de la señora C***, escuchando cierto
aire bufo de Paisiello; el aire del Pedante en La Scuffiara, cantado
con gusto por un aficionado... Regresamos á Grotta Ferrata á las
dos de la madrugada; ya no tenemos miedo.
27 de Agosto.—Lo más bello que hay en música es,
indiscutiblemente, un recital cantado con el método de la señora
Grassini y la inspiración de la señora Sasta. Los calderones y otros
adornos que inventa el alma conmovida del cantor, pintan
admirablemente (ó por mejor decir, reproducen en vuestra alma)
esos momentos de reposo delicioso que se encuentra en las
verdaderas pasiones. Durante esos cortos instantes, el alma del ser
apasionado se detalla los placeres ó los dolores que acaba de
ofrecerle el avance dado por su mente. Eso, explicado en diez
páginas elegantes, seria comprendido de todos y aumentaría la
masa de ciencia que permite á los necios ser pedantes. Aunque yo
tuviera talento para hacerlo, no lo baria. No deseo ser comprendido
más que por personas nacidas para sentir la música; quisiera poder
escribir en una lengua sagrada y hermética.
Las artes son un privilegio, y ¡á cuán alto precio comprado; por
cuántas desdichas, por cuántas tonterías, por cuántos días de
profunda melancolía!... Yo veía en el concierto de ayer noche
algunas de las más lindas mujeres de Roma. La belleza romana,
llena de alma y de fuego, me recuerda á Bolonia. Hay aquí
momentos más largos de indiferencia ó de tristeza.
Se advierte el efecto del gran mundo. Estas damas sienten algo
31
de la indiferencia de una duquesa del antiguo régimen ; pero su
vivacidad las vence; cambian mucho de sitio, se agitan en un salón,
y con todo ello se ponen más hermosas. Tantos movimientos
estropearían en París un magnífico traje de Victorina.
28 de Agosto,—El bosque más hermoso del mundo es el de la
Riccia. Grandes rocas desunidas, color de hollín, se abren paso en
medio del más jugoso verdor y de los accidentes de follaje más
pintorescos. Se advierte muy bien, por el asombroso vigor de la
vegetación, que la montaña de Albano es un antiguo volcán. A pesar
del calor abrasador que en cualquier sitio se siente, y del temor á las
serpientes, hemos errado todo el día á dos leguas alrededor de la
Riccia. Hemos comenzado nuestra excursión por volver á ver por
quinta vez los frescos del Dominiquino, en el convento de San
Basilio, en Grotta-Ferrata, San Nilo, monje griego, representado en
esos frescos, fué en su tiempo un hombre de gran mérito y
absolutamente superior Ha encontrado un pintor digno de él. Lo que
yo he contado de su historia á nuestros compañeros de viaje, ha
duplicado el efecto del fresco del Dominiquino. Me he afligido
profundamente con estas señoras. Están muy lejos de amar y
comprender la pintura. El asunto no entra para nada en el mérito del
pintor; es algo como las palabras de un libretto para la música. Todo
el mundo se ha burlado de esta idea, hasta el prudente Federico.
29 de Agosto—Se ha hablado mucho de pintura, ayer noche, en
casa de la señora duquesa de D***, Había sobre el piano un
32
magnífico retrato de César Borgia por el Giorgione , que ella quería
comprar. Un hombre notable por su talento brillante, ha improvisado
en cierto modo sin rumbo á propósito de este asunto; hablaba de las
artes, y como ha visto su triunfo en los ojos de los oyentes, ha
estado realmente conmovedor... Esta mañana, la parte de nuestra
caravana que posee el poder ejecutivo ha decidido que en lugar de
ir á buscar frescura en la gruta de Neptuno, en Tívoli, como se había
preparado en proyecto, iríamos á ver cuadros. Esta vez se ha
pedido ver frescos.
Hemos comenzado por La Aurora, de Guido, en el palacio
Rospigliosi; es, á lo que me parece, el más inteligible de los frescos.
Esta pintura encantadora tiene aire moderno, y es porque Guido ha
imitado la belleza griega; pero como tenía el alma de un gran pintor
no ha caído en el género frío, el peor de todos. Ha admitido una ó
dos cabezas reales, corrigiendo los defectos, como hace Rafael; por
ejemplo, las dos cabezas al borde del cuadro, ¿la izquierda.
No hay que censurar al Guido por la luz que huye de dos puntos
diferentes, lo cual lo advertís en seguida considerando la sombra
lanzada sobre el costado del Genio que sostiene una antorcha. Al
admirar esta obra maestra, habéis maldecido mil veces al grabador,
Rafael Morghen, que ha publicado una tan indigna caricatura. Este
Rafael no sabe dibujar: nadie lo ignora; pero aquí ni siquiera ha
sabido grabar las cabezas.
En la habitación, á la derecha del salón donde está La Aurora, hay
una cabeza de Genio en un cuadro de Samsón, por Luis Carraccio;
se diría esta cabeza hecha por el Guerchino. La sala, á la izquierda,
es célebre á causa de un mal cuadro del Dominiquino; David triunfa,
con la cabeza de Goliat en la mano; Saúl, envidioso, desgarra sus
vestiduras... Todo ha recargado en negro en ese cuadro, excepto las
carnes y, sobre todo, los pies.
Como estábamos cerca de la iglesia de Santa María degli Angeli
(de los Angeles), hemos entrado en ella.
Roma cuenta con veintiséis iglesias consagradas á ese ser
sublime que es!a más bella invención de la civilización cristiana. En
Loreto, la Virgen es más Dios que Dios mismo. La debilidad humana
necesita amar; y ¡que divinidad fué jamás más digna del amor!...
Santa María de los Angeles fue construida por orden de Pío IV; se
aprovechó de las dos salas de las Termas de Diocleciano; Miguel
Angel fué arquitecto; es una cruz griega de trescientos treinta y seis
pies romanos de longitud, por trescientos ocho de anchura. Vauvitelli
ha estropeado esta iglesia en 1749. Observad ocho columnas
enormes, cada una de un solo trozo de granito egipcio.
Frescura sorprendente del fresco de Dominiquino. El cielo debía
esta indemnización á este gran hombre por todas las intrigas de que
fué victima á causa de ese charlatán de Lanfranc. ¡En qué vulgar
olvido ha caído ese Lanfranc, que fué tan gran pintor para los reyes
y los grandes señores de 1640!... Frescura encantadora del pie
derecho de San Sebastián. El caballo á galope es demasiado largo;
un poco de confusión en las mujeres, que el soldado á caballo aleja
del instrumento de suplicio. Abatido por la miseria y la persecución,
el pobre Dominiquino iba careciendo un poco de invención. Por el
contrario, el espíritu sin talento maneja la composición. Ejemplo, Mr..
Gerard.
El pobre cicerone ciego que me hace ver el San Sebastián, me ha
contado la historia corriente: Zabuglia descascarilló la pared sobre la
cual este fresco había sido pintado en San Pedro y la transportó
aquí. Se tomaron todas estas precauciones porque la opinión
general es que después de Rafael viene el Dominiquino: yo soy de
ese parecer; después de los tres grandes pintores, Rafael, el
Correggio, el Tiziano, no veo quién pueda disputarle el puesto al
Dominiquino, Aníbal Carraccio se ha encontrado que no tenia alma.
El Guido era un hombre ligero; queda el Guerchino, La disputa se
entablaría entre la Santa Petronilay el San Jerónimo; entre los
frescos de San Andrés della Valle yel fresco de La Aurora en la
villaLudovisi; entre la Agardel Museo de Milán y La Sibiladel
Capitolio, en el Palacio de los Conservadores. ¿Qué podría ponerse
al lado de Los juegos de Dianaen el Palacio Borghese?...
Dominiquino fue gran paisajista. El fresco del Guido, en San
Gregorio Magno, le hace buena pareja.
La Carrera Farnesio arranca del Coliseo, Las almas secas, más
sensibles á la arquitectura que admite tres centésimas del temor á la
muerte, tienen poco que ver en la Carrera Farnesio. Su vanidad
herida se venga con chistes cuando se les expone el genero
gracioso de los grandes pintores; el Correggio es odiado por los
franceses.
Hemos ido rápidamente (sin hacer detener el carruaje y sin ceder
á tentación alguna) á San Andrés del Valle; el San Juan del
Dominiquino ha sido comprendido; después los otros tres
evangelistas. El aire tan noble, atemperado por una timidez
encantadora, de las figuras de mujeres que ha pintado por encima
del altar mayor, ha producido todo el efecto posible, y tan gran
efecto, que se ha ido inmediatamente á la galería Borghese, donde
no hemos mirado más que La caza de Diana, del Dominiquino. La
joven ninfa que se baña en el primer término, y que acaso mira un
poco con ojos estrábicos, ha seducido todos los corazones. Hemos
pasado altivamente con los ojos bajos ante los demás cuadros. Por
fin se ha llegado á La Farnesina.
Allí están los frescos más hermosos acaso de Rafael y
ciertamente los más fáciles de comprender; los asuntos están
tomados de la historia de Psiquis y del Amor, antaño puesta en
francés por La Fontaine. Después de media hora pasada en silencio
mirando, nos hemos acordado de que ayer noche se hicieron
muchas alusiones á la vida de Rafael. En Roma, Rafael es como
antaño Hércules en la Grecia heroica; todo lo que se ha hecho de
grande y de noble en la pintura se atribuyó á este héroe. Su vida
misas a, cuyos acontecimientos son tan sencillos, se torna obscura
y fabulosa: tan recargada está de milagros por la admiración de la
posteridad. Recorríamos dulcemente el lindo jardín de La Farnesina,
en la ribera del Tíber; sus naranjos está cargados de frutos. Uno de
nosotros ha contado la vida de Rafael, lo cual pareció aumentar el
efecto de sus obras.
Nacido el viernes santo de 1483, murió en semejante día en 1520,
á la edad de treinta y siete años. El acaso, justo por una vez,
pareció reunir todas las clases de felicidad en esta vida tan corta.
Tuvo la gracia y la reserva amable de un cortesano, sin tener ni la
falsedad ni la prudencia. Realmente sencillo, como Mozart, una vez
fuera del alcance de la vista de un hombre poderoso, no pensaba
más en él. Soñaba en la belleza ó en sus amores. Su tío Bramante,
el famoso arquitecto, se encargó siempre de intrigar por él. Su
muerte á los treinta y siete años es una de las mayores desgracias
que hayan acaecido á la pobre especie humana.
Había nacido en Nubino, pequeña ciudad pintoresca, situada en
las montañas, entre Pésaro y Perusa. Nada más que con ver ese
país, se concibe que los habitantes deben brillar por el talento y por
la vivacidad.
Hacia 1480, las Bellas Artes estaban allí en moda. El primer
maestro de Rafael fue su padre, pintor mediocre sin duda, pero no
afectado. (Véase un cuadro de Juan Sanzio en el Museo de Brera,
en Milán.) El pintor no afectado estudia la naturaleza y la reproduce
como puede. El pintor amanerado enseña á su desdichado discípulo
ciertas recetas para hacer un brazo, una pierna) etc. (Véanse los
cuadres de los grandes pintores alabados por Diderot, los Vanloo,
los Fragonard, etc.) Rafael, aún niño, adquirió nuevas enseñanzas
viendo los cuadros de Carnevale, pintor menos mediocre que su
33
padre . Fue á Perusa á trabajar en el taller de Pedro Vannucci, á
quien llamamos el Perugino. Pronto estuvo en condiciones de hacer
cuadros absolutamente semejantes ¿los de su maestro, si no fuera
porque sus aspectos de cabezas son menos burgueses. Sus figuras
de mujeres son ya más bellas; su fisonomía acusa un carácter
noble, sin ser seco En Milán, en el Museo de Brera, se encuentra
una de las obras maestras de la juventud de Rafael: El matrimonio
de la Virgen, grabado por el célebre Longhi. El alma tierna,
generosa y llena de gracias del joven pintor, comienza á abrirse
paso á través del profundo respeto que aun le inspiran los preceptos
de su maestro. Antes de la Revolución veíase en casa del señor
duque de Orleans un Cristo llevando una cruz y marchando al
suplicio, encantador cuadrito absolutamente del mismo carácter; era
como un bajorrelieve. Rafael tuvo siempre horror á las
composiciones cálidas, tan amadas por Diderot y por otros literatos;
este alma sublime sentía que sólo á pecho descubierto debe
representar la pintura los momentos extremos de las pasiones.
El Pinturicchio, pintor célebre por las obras que había hecho en
Roma antes del nacimiento de Rafael, cogió á este joven por su
cuenta para ayudarle en los frescos de la sacristía de Siena. Lo
increíble es que no se sintiese envidioso ni le jugase ninguna mala
partida. Muchas personas piensan que la pintura no había producido
hasta entonces nada tan agradable como los grandes frescos de
esta sacristía ó biblioteca. Rafael no sólo ayudó al Pinturicchio;
cuando apenas tenia veinte años, se encargó de los esbozos y de
tos cartonesde la casi totalidad de estos frescos encantadores y que
parecen pintados de ayer: de tal modo han conservado su frescura
las tintas.. Esos inmensos cuadros representan las diversas
aventuras de Eneas Silvio Piccolomini, sabio célebre, que llegó á ser
papa con el nombre de Pío II y reinó seis años.
Me parece que se puede atribuir á Rafael muchas de las
admirables cabezas que se ven en esta sacristía. En lugar de este
aire devoto, egoísta y tristeque se encuentra ordinariamente en las
cabezas pintadas hacia 1503 en el Estado romano y en la Toscana,
algunos de los personajes de los frescos de Siena anuncian un
carácter piadoso tierno y melancólico que hace desear el llegar á ser
su amigo. Si estas personas tuviesen más fuerza de alma se
elevarían á la generosidad.
En 1504 Rafael abandonó Siena por Florencia. Encontró allí á uno
de los genios de la pintura, Fra Bartolommeo della Porta; este fraile
enseñó á su joven amigo el claro obscuroy Rafael le enseñó la
perspectiva.
En 1505 encontramos á Rafael en Perusa, donde pinta la capilla
de San Severo. El descendimiento de la Cruzque hemos visto en el
palacio Borghèse, es de esta época. Rafael volvió después á
Florencia, de donde partió para Roma en 1508. Los cuadros que ha
hecho de 1504 á 1508 son de su segunda manera; por ejemplo, la
Virgen con Jesús niño y San Juan, en medio de un paisaje adornado
34
de rocas, que se admira en la tribuna de la galería de Florencia .
En 1508, Rafael, de veinte años de edad, llega á Roma; juzgad de
los transportes que la visión de la Ciudad Eterna debió suscitar en
este alma tierna, generosa y enamorada de lo bello!... La novedad
de sus ideas y su extraordinaria dulzura excitaron la admiración del
terrible Julio 11, con el cual, gracias á Bramante, se puso en relación.
Así como Canova, este grande hombre no tuvo necesidad de
intriga alguna. En esta época, la única pasión que encontramos en
Rafael es la de lo antiguo. Se le encargó de pintar las estancias
(stanze)del Vaticano; en pocos meses fue considerado por Roma
entera como el mayor pintor que hubiera jamás existido. Rafael se
hizo amigo de todas las personas de talento de su época, entre las
cuales se encuentra un grande hombre, el Ariosto, y el escritor que
por si solo forma la oposición en el siglo de León X, el Aretino.
Mientras Rafael pintaba tas estancias, Julio II llamó á Miguel Angel á
su lado.
Los partidarios de este último fueron los únicos enemigos de
Rafael; pero Rafael no lo fue suyo. No se advierte que jamás haya
odiado á nadie; estaba demasiado ocupado de sus amores y de sus
trabajos. En cuanto á Miguel Angel, no comprendía el genio de su
rival; decía que este joven era un ejemplo de lo que puede hacer el
estudio. Se asemeja á Corneille hablando de Racine. Rafael fue
siempre respetuoso con el hombre asombroso á quien las intrigas
de la corte de Roma le daban por rival. Daba gracias al cielo por
haberle hecho nacer en tiempo de Miguel Angel... Buonarotti, cuya
alma no era tan pura, hacia dibujos muy atildados, sobre los cuales
hacía aplicar colores por Fra Sebastián del Piombo, discípulo del
Giorgione. Se encuentran en las galerías algunos cuadros hechos
así; presentan los cuerpos y no las almas: cada personaje tiene el
aspecto de no ocuparse más que de sí mismo. Hay algo de David y
nada de Mozart, Rafael debió á los esfuerzos de sus enemigos una
actividad extraordinaria, que pareció abandonarle al final de su
canora, cuando Miguel Angel, algo disgustado con León X, pasó
muchos años en Florencia sin hacer nada.
Os he hecho ver la casa de Rafael en la calle que lleva á San
Pedro; allí exhaló el último suspiro en 1520, doce ¿ños después de
su llegada á Roma, Hemos visto en el palacio Barberini y en la
última sala de la galería Borghese retratos de la Fornarina, que fué
ocasión de su muerte. Otro retrato, atribuido á Rafael, constituye
uno de los adornos de la tribuna de la galería de Florencia, Se
advierte en esta cabeza un irán carácter, es decir, mucha franqueza,
el desdén de toda astucia y hasta esa ferocidad que se encuentra
en el barrio de Trastevere, Esta cabeza está á mil leguas de la
afectación de elegancia, de melancolía y de debilidad física que el
siglo XIX quema encontrar en la amante de Rafael. Nos vengamos
llamándola fea. Rafael la amó con constancia y pasión.
Hablaremos más tarde de las tres grandes obras de Rafael que se
encuentran en el Vaticano: las Loggie, las Stanze y los Trazzi ó
tapicerías ejecutadas en Arras según sus cartones con dibujos
coloreados. Estos grandes trabajos me desconciertan mucho; no
puedo resolverme á no hablar de ellos con detalle y temo ser prolijo.
De todos modos se da uno cuenta de la inmensa cantidad de
obras que hizo Rafael para León X y Julio II. Hacia 1582, todas las
personas ricas de Roma le adulaban para tener algo de su mano.
Un poco antes de su muerte, Agostino Chighi, rico banquero, logró
de él que pintase las aventuras de Psiquis en ese encantador
palacete, á orillas del Tíber, en que ahora estamos, Rafael vivió en
medio del rumor de las armas. En su juventud, un tirano á lo
Maquiavelo reinaba en Perusa, y la batalla de Marignan es de 1515.
Grotta-Ferrata, 30 de Agosto.—Se encuentra en este momento
los palacios que ocupan los más lindos sitios de las montañas de
Frascati. Nos ocurre muchas veces no ir á Roma y quedarnos en el
campo.
Ayer noche había en la villa Aldobrandini un hombre de talento
que llega de Nápoles, Melchior Gioja.
—En cuanto á la Calabria actual—nos dice—son bosques de
naranjos y de olivares y selvas de limoneros…
Melchior Gioja nos ha hecho pasar una velada encantadora. Nos
hablaba de la Calabria, de Nápoles, de Grecia; porque la Calabria
es tan griega como el Epiro. Los habitantes tienen la frente griega,
los ojos y la nariz griegos.
Mr. Perronti ha sido jefe de batallón en las tropas francesas. Su
bravura está probada en cien combates; ha comenzado su ciñera
por ser condenado á muerte en 1830; no se jacta de nada más que
de ser esprit fort. De sus batallas, ni una palabra; pero además de
que sabe de coro Le Compére Mathieu, La Pucelle, de Voltaire,
etcétera, de los cuales cita fragmentos, tiene siempre alguna nueva
razón que os explica, para probar que cinco minutos después de la
muerte se está exactamente igual que cinco minutos antes de nacer.
La suerte ha querido que este espíritu fuerte se haya encontrado
últimamente en Milán el día de una de las fiestas de San Jenaro.
Por desgracia, él y muchos de sus amigos se dejaron arrastrar á la
catedral de Nápoles, en medio de esta inmensa multitud de
mendigos que dicen improperios á San Jenaro y le llaman faceta
verde si su sangre tarda en licuarse. Apenas Perronti está cerca de
la balaustrada de hierro que separa al público del milagro, llora y se
precipita de rodillas, y por fin se hace aplicar en la frente y en la
boca el relicario que contiene la preciosa sangre de San Jenaro.
Acabada la ceremonia, se oculta en un confesonario al día
siguiente, avergonzado y confuso, responde á todos los dicterios: Es
superior á mis fuerzas... Así son los italianos que se las dan de
espíritus fuertes: todos los recuerdos gratos de la infancia, que
forman el carácter, van ligados á ceremonias pomposas de la
religión católica... No se ven ya, afortunadamente, esos francos
ateos del siglo XV como el Aretino:
Che disse mal d'ognun fuor che di Cristo, scusandosi col dir: non
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lo conosco .
Mr.. Gioja nos decía:—Uno de los negociantes más ricos de Milán
viajaba alegremente en silla de postas con uno de sus amigos; la
galantería ocupaba una gran parte de su conversación, y como el
viaje estrechase los nudos de la amistad, el negociante dijo á su
amigo: "No dejaré de presentarte á mí querida cuando lleguemos á
Milán..." Llegaron á Loreto. ¡Cuál no fue la sorpresa de Melchior
Gioja cuando vió á su amigo ponerse serio repentinamente, gastar
veintidós napoleones de oro para hacer decir misas por ta salud de
su amante y por su buena muerte y comprar muchos rosarios! No
recobró su alegría sino veinte leguas más allá, hacia Pesaro.
Me vería obligado á hacer estilo para dar una idea de lo que
sentíamos á pesar nuestro al volver, á la una de la mañana, á través
del bosque, de la villa Aldobrandini á Grotta-Ferrata. Al intentar
describirla echaría á perder esta deliciosa mezcla de voluptuosidad
y de embriaguez moral; y después de todo, los habitantes de la Isla
de Francia no podrían comprenderme. El clima es aquí el más
grande de los artistas.
Jamás podríamos haber adivinado estas sensaciones si
hubiésemos visto Italia durante el invierno ó si nos hubiésemos
quedado en Roma.
1.° de Septiembre."Hemos ido á ver esta mañana la iglesia del
Anima, la Navicella, Santa Práxedes y Santa Inés.
Puede uno acordarse de las iglesias de Roma clasificándolas
según su forma. Hay cuatro clases:
1.° La basílica cuyo plano general recuerda la forma de un naipe;
por ejemplo, Santa María la Mayor; ordinariamente el lado contrarío
á la puerta de entrada termina en semicírculo.
La parte semicircular frente á la puerta de entrada se llama entre
los italianos tribuna.
2.° La forma redonda, como la Asunción en París y el Panteón en
Roma.
3.° La cruz latina, que es la forma de un crucifijo puesto en tierra.
La parte de la cruz que comienza en la puerta de entrada es
mucho mas larga que las otras..
4.° La cruz griega. En esta forma de iglesia, ¡as cuatro partes de
ta cruz son de igual longitud, como Santa Inés en la Plaza Navona.
Se cuentan en Roma ocho basílicas:
Santa María la Mayor.
San Pablo extramuros.
San Juan de Letrán.
San Lorenzo extramuros.
San Sebastián.
Santa María in Trastevere.
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Santa Croce in Gerusalemme .
San Pedro, aunque tiene la forma de una cruz latina, ha
conservado el nombre de basílica, que indica la forma que había de
tener la iglesia construida por Constantino y demolida bajo el
reinado de Julio II.
12 de Septiembre.—Nuestra pasión por el campo y el bosque de
la Riccia continúa. Sin embargo, hemos ido á Roma esta mañana y
la casualidad nos ha llevado á las estancias del Vaticano. Hoy se
comprendía a Rafael, se miraban sus obras con el grado de pasión
que hace descubrir y saborear los detalles, por ahumada que esté la
pintura.
Se puede tomar medida de un traje á un hombre desdeñoso y frío,
como Childe Harold, que, desde lo alto de su orgullo, juzga sus
sensaciones y aun su talento, que tiene mucho. Pero no está en el
poder de nadie hacerle sentir placer por las bellas artes. Es preciso
que el orgullo se digne tomarse la molestia de estar atento; no se
puede hacer tragar el placer como una píldora: he aquí lo que yo
pensaba en voz baja, sin decirlo á mis amigos.
Como sabéis, á su llegada de Florencia á Roma, en 1505, Rafael
recibió de Julio II la orden de pintar un muro en una de las stanze
del Vaticano. Otros pintores de gran renombre trabajaban allí
entonces; eran Pietro della Francesca, Bramantino de Milán, Luca di
Cortona, Pietro della Gatta y Pietro Perugino. Todos eran de más
edad que Rafael. Puede imaginarse el odio y el desprecio con que
recibieron á este hombre joven y protegido.
Rafael comenzó su cuadro de la Disputa del Santo Sacramento.
Tenia que representar una multitud da personajes ilustres, héroes
del Cristianismo, ocupados en meditar ó en disputar sobre el
misterio de la Eucaristía, Se distingue en los rincones de un altar,
donde la Eucaristía está expuesta, á los cuatro grandes Doctores de
la Iglesia: San Agustín, San Gregorio, San Jerónimo y San
Ambrosio. Vienen luego los teólogos celebres: Santo Tomás, San
Buenaventura, Escoto.
Más lejos, una multitud de jóvenes parece aprender de ellos lo
que ha de creerse de estos misterios, sobre los cuales el engañarse
es tan peligroso. En la parte superior se distingue ¿Jesús entre la
Virgen y San Juan, y á su lado están San Pablo, San Pedro, San
Esteban, que fué el primero en morir por El, El Espíritu Santo
aparece bajo la forma de una paloma; en lo más alto del cielo se ve
37
al Padre Eterno rodeado de ángeles de una belleza sublime .
Se encuentran muchas huellas del Perugino en esa primer gran
obra de su discípulo. En lugar de representar oro con colores,
Rafael, extraviado por las ideas de riqueza, que en el espíritu del
vulgo están tan próximas á las de belleza, empleó aquí el oro para
las aureolas de los santos y los rayos de la gloria de Dios Padre.
Esta gloria es en el género de la del fresco de San Severo. En
algunos sitios el estilo es duro, mezquino, tímido. Todo está tratado
con ese cuidado extremo que los bobos llaman sequedad, pero que
muchas personas prefieren á las vaguedades rápidas de la pintura
moderna. Rafael comienza ese cuadro por el lado derecho; al llegar
á la izquierda, se ve que ha hecho ya progresos.
Se cree que este fresco fue acabado en 1508. Julio II se sintió de
tal modo impresionado, que ordenó inmediatamente á unos obreros
albañiles que destruyesen á martillazos los frescos ejecutados en
esta habitación por los pintores que hemos nombrado. Julio II quiso
que todas las pinturas de estas salas fuesen de Rafael. No se
conservó más que algunos adornos del Sodoma y una bóveda del
Perugino.
15 de Septiembre.—El amable coronel Corner nos contaba esta
noche, en casa de la señora Lampugnani, que un día, mientras sus
muías reposaban, se detuvo en una posada de España y se puso á
la ventana.
Llegó un ciego, sentóse en el banco delante de la posada, afinó
su guitarra y luego se puso á tocar negligentemente. Una criada
venía de lejos, llevando un vaso de agua sobre la cabeza. Primero
se puso á caminar cadenciosamente, luego dió unos saltitos, y por
fin, cuando llegó cerca del ciego, bailaba desenfrenadamente. Posó
su cántaro y se puso á bailar con todas sus ganas. Un mozo de
cuadra, que atravesaba el patio allá á lo lejos, llevando una albarda
de mula, dejó su carga y se puso á bailar. En fin, en menos de
media hora, trece españoles bailaban alrededor del ciego, Se
ocupaban muy poco unos de otros, No había vestigio de galantería;
cada cual tenía aspecto de bailar por su cuenta y á fin de darse
gusto, como quien fuma un cigarro.
Las damas romanas se han indignado con la locura de los
españoles; ¡darse tanta molestia por nada!...—Es cierto—me decía
Mr.. Corner que hay en nuestro carácter italiano algo sombrío y
tierno que no se acomoda á los movimientos precipitados. Este
matiz de delicadeza y de dulce voluptuosidad falta por completo en
España; así que la belleza es rara allí. Las españolas tienen muy
bonitos la pierna y los pies, que les sirven para bailar. Esto es
también lo que se puede alabar más rara vez en las mujeres de
Italia. Aquí todo movimiento cuando el alma es soñadora, parece un
esfuerzo penoso. Hay hermosos ojos en España; pero son duros y
más bien muestran la energía que es menester para las grandes
acciones que el fuego sombrío y velado de las pasiones tiernas y
profundas.
„El español ama la música que sirve para bailar; el intaliano, la
música que, describiendo las pasiones, redobla el fuego de la que le
devora, Una semejanza entre ambos pueblos es que una española,
como una romana, desea la misma cosa seis meses seguidos, ó no
está agitada por ningún deseo y se aburre. Una francesa joven lleva
en sus deseos un fuego y una petulancia que asombran y fatigan el
alma más prudente de una romana.
,,Pero este fuego fatuo dura dos días. El carácter del tigre pinta
muy bien la voluptuosidad romana, si se le quieren agregar
momentos de locura absoluta.
—En efecto—he contestado—,acabamos de encontrar dos
jóvenes romanos con sus amantas y sus familias, que, montados en
un cochecito, regresaban de una jira campestre en el monte
Testaccio Cantaban, gesticulaban y estaban absolutamente locos,
hombres y mujeres; no había embriaguez física, pero nunca fué más
lejos la embriaguez moral (véase Casanova).
16 de Septiembre.—El materialismo desagrada á los italianos. La
abstracción es penosa para su espíritu. Necesitan una filosofía toda
llena de terror y de amor, es decir, con un Dios por primer motor. La
religión se ha hecho neciamente de ultratumba y marcha al suicidio.
¿Qué importa á sus agentes? ¿No tienen buenas carrozas? Todo
eso no es en Italia. El promotor más entusiasta de la revolución de
Nápoles era un sacerdote. En este país, un papa hábil puede
reanimar el catolicismo por muchos siglos.
El italiano adora á su Dios por la misma fibra que le hace idolatrar
á su amante y amar la música. Es que para el entra mucho temor en
el amor. Lo esencial para hacer la conquista de una italiana es tener
un alma exaltable. El espíritu francés, que demuestra sangre fría, es
un obstáculo.
Lo cual no quiere comprenderlo el amable Pablo. El divierte
mucho, pero no seduce en modo alguno; está asombrado de no
agradar á las mujeres á quienes tanto hace reir.
18 de Septiembre.—Después de cinco ó seis meses de residencia
aquí, intentaremos ver en detalle cada fresco de las stanze de
Rafael en el Vaticano.
Ahora atravesamos muchas veces este santuario de la pintura
sublime. Al pasar dirigimos una ojeada al cuadro que ese día nos ha
parecido interesante.
He aquí la lista de las obras pintadas por Rafael en estas salas
obscuras:
I
En la sala de Constantino, las figuras de la Mansedumbre y de la
Justicia, pintadas al óleo sobre la pared, y acaso la cabeza de San
Urbano, papa. Después de la muerte de su maestro Julio Romano
pintó al fresco la gran batalla de Constantino contra Magencio; el
dibujo solamente es de Rafael. Se atribuye á este grande hombre el
dibujo de los otros dos grandes frescos á derecha é izquierda de la
batalla. La figura de la Mansedumbre ha hecho la conquista de uno
de nuestros compañeros de viaje desde el primer día. En el arte de
animar una figura aislada, Rafael no conoce más que un rival en el
mundo: es el Correggio. Fra Bartolomeo sabe dar el sentimiento de
la verdadera piedad á un profeta aislado en su cueva.
II
Los cuatro grandes frescos de la segunda sala son de Rafael.
1.° Heliodoro expulsado del templo.
2.° El Milagro de Bolsena, sobre la ventana.
3.° San León detiene el ejército de Atila, composición muy
inteligible, que se asemeja algo á un bajorrelieve. Las damas que
nos acompañan encuentran que Atila tiene demasiadas gracias.
4.° Un ángel liberta á San Pedro, que está en la cárcel. Este es,
en cambio, un asunto que sólo la pintura podía expresar.
III
1.° La Disputa del Santo Sacramento, primera obra de Rafael en el
Vaticano (1508). Este gran hombre sabe dar gracia aun á teólogos
que disputan. ¡Cuanto genio no era necesario para inventar á esta
gracia!... Es persuasión, U unción, el candor. Muchas cabezas de
jóvenes obispos nos agradan mucho. ¡Qué lástima que Rafael no
haya pintado las tragedias de Shakespeare!, se decía ayer aquí.
2.° La Escuela de Atenas, reunión ideal de todos los filósofos de
la antigüedad. A la derecha, en el rincón, los retratos de Rafael y del
Perugino, su maestro. Hay tres grupos principales.
3.° En el artesonado, alrededor de la ventana y por encima, La
Prudencia, La Fuerza y La Templanza. La pintura no ha ejecutado
jamás nada más difícil. Hay mucho desde esto á las cabezas de
mujeres del Tiziano y de Rubens. Véase la Apoteosis de Enrique IV.
4.° Justiniano y Gregorio IX; á los dos lados de la ventana hemos
notado los retratos de Julio II, de León X, de Paulo III.
5.° El Monte Parnaso. La cabeza de Homero es inspirada. La de
Safo ha chocado á nuestros compañeros de viaje. Hay demasiada
fuerza y no hay bastante delicadeza ni melancolía. Un techo de Mr..
Ingres en el Louvre, recuerda un poco la manera ele dibujar de
Rafael. Es lo contrario del género de vaudeville. ¡Honor al hombre
de mérito que se atreve á luchar con el género francés por
excelencia!... Cuando Rafael ó Beethoven están en moda, el
parisién los adora, pero no los siente.
IV
Esta sata fué pintada en 1517.
1.° El Incendio del Borgo. En los colegios de señoritas en París, se
hace dibujar la figura de mujer que está á la derecha. Lleva una
vasija de acero y pide socorro. Los compañeros de viaje la han
reconocido con el más vivo placer y no pasamos jamás por aquí sin
detenernos ante este fresco. El Museo de París tiene muy buenas
copias al óleo de siete ú ocho frescos de las stanze. ¿Cuándo
tendrá el público permiso para verlos?
2.° La Batalla de Ostia, victoria de San León IV sobre los
sarracenos; todo no es de mano de Rafael; guapos soldados, muy
militares.
3.° La Coronación de Carlomagno por San León II.
4.° La Justificación de San León III La bóveda de esta sala es del
Perugino.
Los frisos de las stanze son de Polidoro de Caravaggio, que tuvo
la buena ocurrencia de imitar los bajorrelieves de la columna
Trajano. Esto es lo que queda de más semejante a los romanos.
20 de Septiembre.—Hay que formarse absolutamente una idea de
la palabra estilo; de otro modo caeríamos en perífrasis infinitas.
El muelle Voltaire está poblado de estampas que representan la
Madonna alla Seggiola (que Waterloo ha devuelto al palacio Pitti).
Los aficionados distinguen dos grabados de este cuadro célebre:
uno de Morghen el otro de Mr.. Desnoyers. Hay una cierta
desemejanza entre esas estampas, y es lo que constituye la
diferencia de los estilos de esos dos artistas. Cada cual ha buscado
de modo particular la imitación del mismo original.
Supongamos el mismo asunto tratado por diversos pintores; La
Adoración de los Reyes, por ejemplo. La fuerza y el terror
caracterizan el cuadro de Miguel Angel. Los Reyes serán hombres
dignos de su rango y parecerán sentir ante quién se prosternan.
Con Rafael se pensará menos en el poder de los Reyes;
presentarán formas más nobles, sus almas tendrán más excelsitud y
más generosidad. Pero estarán todos eclipsados por la pureza
celestial de María y la mirada de su hijo. Este cuadro habrá perdido
su tinte de ferocidad hebraica; el espectador sentirá confusamente
que Dios es un padre tierno.
Dad el mismo asunto á Leonardo de Vinci. La nobleza será más
sensible que en el mismo Rafael; la fuerza y la sensibilidad ardiente
no vendrán á distraernos; las almas pequeñas que no pueden
elevarse hasta la majestad ingenua, quedarán encantadas del aire
noble de los Reyes. El cuadro, cargado de sombras y de medias
tintas, parecerá exhalar melancolía.
Será una fiesta para los ojos extasiados si es del Correggio. Pero
la divinidad, la majestad y la nobleza no se apoderarán del corazón
desde el primer momento; los ojos no podrán desprenderse de él; el
alma quedará satisfecha y por este camino llegará á darse cuenta
de la presencia del Salvador de los hombres.
El estilo en pintura es la manera particular de cada uno de decir
las mismas cosas. Cada uno de los grandes pintores buscó los
procedimientos que podían infiltraren el alma esta impresión
particular que le parecía el grave objeto de la pintura. Una elección
de colores, una manera de aplicarlos con el pincel, la distribución de
las sombras, ciertos accesorios, etc., aumentan el estilo de un
dibujo. Todo el mundo comprende que una mujer que espera á su
amante ó á su confesor no se pone el mismo sombrero. El vulgo de
los artistas da el nombre de estilo por excelencia al estilo que está
en moda. En 1810, cuando se decía en París: Esta figura tiene estilo,
se quería decir: Esta figura se parece á las de David.
En el verdadero artista, un árbol será de un verde diferente si
sombrea el baño en que Leda juega con el cisne (delicioso cuadro
del Correggio, grabado por Porporati) ó si unos asesinos se
aprovechan de la obscuridad del bosque para degollar al viajero
(Martirio de San Pedro el inquisidor, del Tiziano, ahora en Venecia,
donde el sol lo echa á perder).
Sentiréis el estilo de Rafael cuando reconocéis la tonalidad
particular de su alma en su manera de reproducir el clarobscuro, el
dibujo, el color (son las tres grandes partes de la pintura).
25 de Septiembre.—Veo con dolor infinito que yo repelería á mis
amigos si quisiese por fuerza hacerles admirar las stanze. En el
fondo, tal grabado iluminado de Commuccini les agrada más y el
Diluvio de Girodet paréceles superior á Miguel Angel. Me refugio en
las explicaciones históricas.
Para comprender bien los cuadros de los grandes maestros, hay
que representarse la atmósfera moral en medro de la cual vivían
Rafael, Miguel Angel, Leonardo de Vinci, el Tiziano, el Correggio, y
todos los grandes pintores que han brillado antes de la escuela de
38
Bolonia . Ellos mismos estaban imbuidos de una multitud de
prejuicios olvidados hoy día y que reinaban con imperio,
especialmente entre los ancianos ricos y devotos que les
encargaban los cuadros.
Había un viejo llamado Juan Francisco Luis; pedía al Correggio
que le hiciese un cuadro representando á la Virgen con el niño en
brazos y quería ver alrededor del trono de María á San Juan
Bautista, á San Francisco, que ha vivido tanto tiempo después de él,
y A San Luis, rey de Francia.. ¿Qué pueden decirse estos
personajes que en la vida real han estado separados por tantos
siglos? El anciano opulento, que llevaba todos sus nombres, quería
que estuviesen revestidos de todos sus títulos para que fuese fácil
reconocerlos. Así ocurre que San Lorenzo no está jamás sin tener á
su lado unas parrillas, que recuerdan aquellas en que sufrió el
martirio; Santa Catalina tiene siempre una rueda; San Sebastián
está siempre atravesado de Hechas, etc. Muchas veces hay que
suponer que los santos colocados en un cuadro son invisibles unos
para otros. Advertís entonces por qué los grandes pintores se han
preocupado tan poco de la composición, que es el arte de hacer que
todos les personajes de un cuadro concurran á una misma acción,
como ocurre en un drama.
El Bronzino y la mayoría de los pintores florentinos que han
imitado á Miguel Angel á ciegas—como nuestros escultores imitan lo
antiguo—, no pensaban sino en hacer bellas posturas académicas,
á veces muy extrañas ó muy penosas. Se han visto obligados á
buscar este género de mérito por los devotos que les pedían un
cuadro representando á San Pedro, San León y San Francisco
Javier. ¿Qué acción común puede ligar á estos personajes? Pero he
aquí una gran ventaja: el anciano que encargaba el cuadro, y
probablemente el pintor, creían firmemente que en el momento del
juicio terrible que sigue á la muerte, San Pedro, San León y San
Francisco Javier serian los abogados del devoto cerca del
Todopoderoso y abogarían por su causa con tanto más celo cuanto
mejor les hubiera honrado durante su vida. Habéis visto en San
Pedro que los campesinos de hoy creen aún que el jefe de los
apóstoles está muy atento, en lo alto del cielo, á los homenajes que
se tributan á su estatua de bronce que está en su iglesia del
Vaticano.
Siguiendo en todos sus detalles las costumbres y las creencias de
los siglos XIII y XIV, se vería el porqué de muchas cosas ridículas
39
que se encuentran en los cuadros de los grandes pintores . La
religión cristiana permitía entonces todas las pasiones, todas las
venganzas y no exigía más que una cosa: que se creyese en ella.
24 de Septiembre—En tiempos de Rafael y de Miguel Angel el
pueblo estaba, como siempre, retrasado en un siglo; pero la alta
sociedad se refocilaba con los escritos del Aretino y de Maquiavelo.
El Ariosto daba consejos á Rafael para un cuadro del Monte
Parnaso, que está en el Vaticano, y las burlas que ha colocado en
su divino poema resonaban en los palacios de los nobles. La religión
no producía apenas otro efecto entonces sobre la clase elevada que
dar una pasión á los ancianos: los curaba del tedio y del disgusto de
todas las cosas por temor al infierno, Este miedo extraordinario,
uniéndose al recuerdo del amor que había sido la pasión de su
juventud, ha creado todas las obras maestras del arte que vemos en
las iglesias. De 1450 á 1530 han sido hechas las mejores cosas;
setenta años más tarde, el deseo de gloria produjo la escuela de
Bolonia, que ha abandonado las huellas de todas las demás, pero
que hubo de ejercitarse sobre pasiones menos vírgenes. Dudo que
el Guido creyese mucho en los santos que pintaba. La buena fe
perjudica acaso al talento; pero la creo indispensable para sobresalir
en las artes. El Guido es conmovedor por sus cabezas de hermosas
mujeres que miran al cielo y que llamamos Magdalenas. El decía
con entusiasmo: “Tengo doscientas maneras diferentes de hacer
mirar el cielo por unos ojos bonitos…
Un poeta, que quería agradar á la alta sociedad del siglo de
Rafael, decía: “Me preguntáis mi creencia; yo creo en el buen vino y
en el capón asado; creyendo en eso, se salva uno”
Riposse allor Margutle: á dirtel tosto,
io non credo piú al nero che al azzurro,
ma nel capone, o lesso o vuolsi arrosto;
e credo alcuna volta anco nel burro...
...........................................................
...........................................................
Ma sopra tutto nel buon vino ho fede,
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e credo che sia salvo chi gli crede .
(PULCI: Morgante maggiore, canto XVIII, estancia CLI.)
Pero en 1515, la burguesía y el pueblo bajo creían firmemente en
los milagros; cada pueblo tenía los suyos y había el cuidado de
renovarlos cada ocho ó diez: años, porque en Italia un milagro
envejece y los devotos confiesan su pena. Con tanta sinceridad
creen que repetirían, en caso necesario, la frase de San Agustín:
41
Credo quia absurdum(“Creo porque es absurdo") .
25 de Septiembre.—Los jesuítas han vuelto á poner en nuestros
días la religión tal como estaba antes de Lutero; dicen á sus
alumnos del colegio de Módena: Haced lo que os plazca y venid á
contárnoslo luego…
¡Qué distancia hay de esta religión cómoda, que se contenta con
pedir el perdón de los pecados, á la sombría creencia del burgués
de Londres, que el domingo no va á pasearse por miedo de ofender
á Dios!, Véanse los sermones de Mr.. Irwing, en los cuales la mejor
sociedad se congrega los domingos.
Yo iba á la iglesia, un domingo por la mañana, en Glasgow, con el
banquero á quien estaba recomendado y éste me dijo: "No
caminemos tan aprisa: tendríamos aspecto de ir paseándonos Su
crédito hubiese disminuido por este pecado. En América, muchas
veces se hace apear en domingo al viajero que va en silla de
postas. Se le quiere salvar á pesar suyo; viajar es trabajar. Se
permite este pecado al postillón que trabaja por el interés del dinero
de muchas personas; pero se detiene al viajero que se condena por
su interés particular. Se es más inmoral en Roma, pero no tan necio.
Estamos aquí en presencia de los extremos de ambas religiones.
Vemos otro contraste: la libertad más pura y el despotismo más
absoluto.
26 de Septiembre.—Hacia el año 1515, cuando Francisco 1 y la
nobleza francesa se inmortalizaban en las llanuras de Marignan, el
pueblo bajo de Italia creía acerca de la religión cosas tales que un
día parecerá imposible que haya habido en el mundo personas
capaces de imaginarlas y de escribirlas.
En verdad, los hombres superiores de esta época tenían la
desgracia de ser ateos ó al menos no veían en Jesucristo más que
un filósofo amable, cuya vida era explotada por clérigos astutos.
Después de la barbarie completa del siglo IX, Italia había tenido
repúblicas mercantiles que le habían dado un fondo de buen sentido
que, en todo lo que no se refiere á los milagros y á los santos, se
encuentra aún en el carácter italiano. Desde 1530 y desde Carlos y
42
se ha intentado todo lo posible para envilecerlo .
Pero en el intervalo de tres siglos, desde la caída de las
repúblicas hasta la importación del despotismo español (de 1250 á
1530), los príncipes que en cada ciudad habían usurpado el poder
soberano, vivían con las gentes de talento del país. Cosa increíble,
pero que parecerá menos sorprendente si se considera que Lorenzo
de Mediéis, Alfonso de Este, León X, Julio II, los Can della Scala, los
Malatesta, los Sforza y otros veinte más, se hubieran contado entre
los primeros hombres de su siglo aun cuando una revolución les
hubiera privado del poder.
La mayoría de los grandes pintores no sobrevivieron en mucho al
año 1520, marcado por la muerte de Rafael. Hacia esta época, la
incredulidad se infiltraba rápidamente en las clases medias. “Vais á
decir á mi amigo el Cardenal—exclamaba Rabelais moribundo—que
voy á buscar un gran quizás”.
La libertad de pensar duró en Italia hasta Paulo IV, que había sido
gran inquisidor (1555). Este Papa vió el peligro que Lutero hacia
correr al catolicismo. El y sus sucesores se ocuparon seriamente de
la educación de los niños y pronto las creencias más raras volvieron
á reinar en Roma, en Nápoles y en toda Italia situada más allá del
Apenino. No son más que crucifijos que hablan, madonas que se
enfadan, ángeles que cantan las letanías en la procesión: todo eso
se ha renovado en 1814 y durado hasta en 1820.
Hacia 1750, las clases elevadas de la sociedad compartían aún
estas creencias. Y por fin, en 1828, he visto en Nápoles familias muy
nobles y muy ricas creer en la licuefacción de la sangre de San
Jenaro, que se opera en días fijos, tres veces por año.
Las más lindas mujeres se destocan los sombreros para que el
sacerdote pueda aplicar á su frente el relicario que contiene la
sangre venerable. Hemos visto á una de las más amables derramar
lágrimas en el momento en que daba un beso á este relicario, y un
mes antes se había tomado mil molestias para hacer venir de
Marsella un ejemplar de Voltaire. Introducirlo en Nápoles no había
costado poco esfuerzo. Los amigos de esta señora reclutaban los
suyos en el café cerca del correo, para ir á ver el buque francés, y á
la vuelta cada uno metía un volumen de Voltaire en cada uno de sus
bolsillos.
Una noche oímos bajo las ventanas de esta señora petardos que
los niños tiraban en la calle en honor de un santo cuya fiesta se
celebraba; había gran iluminación y gran concurso de pueblo en la
iglesia vecina, que llevaba el nombre de este santo; la dama hizo
mucho daño. Algunos franceses que habían ayudado á hacer entrar
el ejemplar de Voltaire vieron en estas burlas el efecto de las
doctrinas volterianas; comenzaban á bromear con los milagros, pero
se les recibió muy mal. La bella napolitana no se burlaba del santo
vecino sino por envidia. Se llamaba Saveria y adoraba á San Javier,
su patrono, cuya fiesta se había celebrado algunos días antes, de
una manera mucho menos brillante.
Había un fondo de italianismo en el carácter de Napoleón; era el
amor de los cordones y cintajos de todos colores y el temor del
sacerdote. El color brillante de los cordones entra por mucho en el
placer que el italiano siente en mirarlos y en llevarlos.
Al lado de las creencias que reinaban exclusivamente en Italia
hacia 1769, época del nacimiento de Napoleón, el amor arrastraba á
las conductas más extrañas. Una buena confesión en Pascua lo
borraba todo; se tenía mucho miedo durante ocho días, y luego,
¡vuelta á empezar!.. No había hipocresía alguna; había buena fe en
el miedo como en el placer.
28 de Septiembre.—Roma ha sido república un momento en 1798.
De 1800 á 1809 fué gobernada por Pío VII, que, siendo cardenal y
obispo de Ceseno, había hecho una proclamación muy liberal. En
1809, se vio reunida al imperio francés, y el Código civil comenzó á
civilizarla, demostrando á todos que la justicia es U primera
necesidad de los pueblos.
La conscripción era mirada con terror; pero los reclutas que han
vuelto civilizan sus pueblos, como lo hacen en Rusia los soldados
que han visto Francia. De 1814 á 1823, el cardenal Consalvi ha
resistido mejor que ha podido á la influencia de Mr.. de Metternich y
de los cardenales pagados por Austria. El cardenal Consalvi no
quería creer en los carbonarios y sentía la más viva repugnancia en
ordenar suplicios. Este hombre superior tenía un gran miedo al
diablo.
Las cosas han cambiado bajo León XII; la Romana y hasta Roma
misma, han visto suplicios atroces infligidos á inocentes. León XI!
tenia también verdadero miedo al diablo. Por la noche este miedo le
despertaba sobresaltado. (Anécdota de Munich.)
En 1824 he asistido a la canonización de San Julián. El nuevo
santo ha sido elevado á esta dignidad porque, al entrar un día en
casa de un glotón, siendo viernes, vió perdices asadas sobre la
mesa; inmediatamente les devolvió la vida y volaron por la ventana.
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Así hizo imposible el pecado contra el precepto de abstinencia .
Uno de nosotros, que ha estado de guarnición en pueblos
italianos, ha oído hablar muchas veces de vírgenes que giran los
ojos ó que suspiran. El efecto seguro de ese género de milagros es
enriquecer al hostelero vecino. Al cabo de seis meses, cuando el
prodigio comienza á suscitar incrédulos, la autoridad eclesiástica lo
prohíbe. Nuestros compañeros de viaje esperan con impaciencia un
milagro así para ir á verlo. Notamos que la alta sociedad de Roma
cree en esos milagros! ó al menos tiene miedo de ofender á la
Madona, permitiéndose bromear sobre ellos. La burguesía se burla
francamente. El pueblo bajo del Trastevere, ó del barrio de los
Monti, cree en ellos firmemente y haría una mala partida á quien
manifestase una duda.
Uno de estos días un joven pintor alemán, del mayor talento, fue
impresionado por la belleza celestial de una jovencita que estaba á
la puerta de su casa, vía della Longara (calle de la Longara). Sin
pensar nada malo el pintor se detuvo á algunos pasos de ella. Un
hombre de patillas enormes asomó pronto á la puerta, se aproximó
al extranjero y le dijo, con una mirada expresiva: Passa o mai più
non passerai. (“Sigue tu camino ó pronto no podrás seguirlo”).
La administración francesa ha dejado en el alma de los romanos
un recuerdo magnífico, que poco á poco se trueca en admiración. La
clase media, que en Roma comienza en el hombre que disfruta de
cien luises de renta, lee á Voltaire y al Compadre Matthieu, que le
parece mucho más lindo que Voltaire. Las clases altas, por el
contrarío, tienen horror á los malos libros, y he encontrado en los
sofás una traducción italiana de Rollin, anotada por Mr.. Letronne,
que pasa entre los marquesitas jóvenes por un filósofo muy atrevido.
En cambio nada es comparable al sólido buen sentido de los
burgueses de Roma. Diálogo del populacho con el pobre joven que
fué mazolatto en la Porta del Popolo hacia 1825. El joven, que acaso
no tenia diez y seis años, exclamaba marchando al suplicio:—¡Ah,
soy inocente de la muerte del sacerdote!...—El pueblo le respondía
á coro: “Figlio, pensa a salvar l’anima; del resto poco cale." ("Hijo,
piensa en salvar tu alma; lo demás ya no es nada para ti...")
Un carnicero fué condenado á galeras en 1824, por haber vendido
carne un viernes.
En realidad, en la misma ¿poca, en un departamento del
Mediodía de Francia, un procurador del Rey pedía ante su tribunal
una multa de doscientos francos y quince días de prisión contra dos
viajeros que habían comido carne un viernes.
En Francia se han contentado con decir; "He aquí un juez que
quiere obtener la cruz de la Legión de Honor…”
En Roma el pueblo se ha indignado por la condenación del
carnicero; e se l'é legata, al dito (me decía un romano): “el pueblo se
la ha atado al dedo"; lo cual quiere decir: ha puesto esta
condenación en el numero de los agravios de que un día se
vengará. Este pueblo está menos alejado que nosotros de las
grandes acciones: toma algo en serio, En Francia, en cuanto se ha
explicado con ingenio una vileza queda ya olvidada.
12 de Octubre de 1827—Nos complacemos en el campo y
desdeñamos á Roma. Me parece que nuestras compañeras de viaje
no echan de menos el magnifico castillo á diez leguas de París. El
prudente Federico ha dicho que, por lo que á él se refiere, el día de
su tristeza sería la víspera del regreso á Francia.
El año pasado transcurrió el mes de Agosto en un magnífico
castillo; desde allí enganchábamos un derrengado cabriole que
caminaba por la carretera. Se emplazaba en él un excelente
telescopio de Reichenbach: el menor necio que llegaba era un
acontecimiento; porque en el campo se divierte uno con cualquier
cosa. Para que el campo sea agradable hay que llevar á él ó
nuestras pasiones ó la laxitud de las pasiones. Pero ¿quién puede
encontrar un ser amable y bueno que tenga grandes deseos de
divertirse y que muera por miedo de parecer ridículo al divertirse...?
Las riquezas, el linaje, no hacen sino agravar el mal y tornarlo
incurable; se está privado de dos fuentes de deseo, no proscritas
aún por la vanidad.
Sospecho que tales son los motivos que traen á Roma. Pero todo
eso ha sido cuidadosamente disimulado por todas las frases de
conveniencias (las conveniencias son la gran desdicha del siglo XIV)
sobre el placer de la tranquilidad, el amor á las flores y á los árboles,
etc.; y se sacrifica todo eso al deseo de ver Roma. A lo cual yo digo:
un hombre que sembrase trigo y al cabo de tres meses pasase con
su arado sobre sus tierras, viendo que el trigo no se había
reproducido, no tendría idea de la formación de las espigas y de la
manera como se recoge el trigo.
Y mis amigos se burlan de mi...
26 de Octubre.—Excepto para los hechos muy próximos á
nosotros, como la conversión de los protestantes por los Dragones
de Luis XIV, ó para los hechos insignificantes, como la victoria de
Constantino sobre Magencio—la Historia, como suele decirse, no es
más que una fábula convenida; pero no se hace uno idea de la
verdad de esta máxima. SÍ alguna vez os encontráis en Edimburgo
ó en Copenhague, en los salones mejor concurridos, haceos contar
la historia del Terror ó la del 18 Brumario.
Los hechos siguientes, que tengo el deber de contar á mis
amigos, no son menos probados ni más novelescos que todo lo que
es costumbre creer en el colegio sobre la historia de Francia; sin
embargo, yo invito á los lectores á saltar cinco ó seis páginas.
Mr... Courier, cuya muerte, aún impune, no constituye un gran
elogio de los jueces de Francia, me había prestado el excelente libro
de Mr... Clavier, que da la historia probable de la guerra de Troya.
Mr.. Clavier fué un verdadero sabio, tal como los Boissonnade, los
David, los Hase y algunos otros.
Eneas, después de haber escapado con algunos soldados á la
matanza que siguió á la toma de Troya, emprendió con ellos un viaje
marítimo que era entonces de la mayor audacia. Después de haber
errado entre todos los escollos del Mediterráneo, abordó por fin á
Italia en los Campi.
Laurenti Un extranjero que llegaba con doscientos guerreros
muriéndose de hambre, era respetable en esta época de pequeña
población. Eneas, menos llorón de lo que lo ha hecho Virgilio, se
casó con Lavinia, hija del rey Latinus, y fundó una ciudad nombrada
Lavinium. Murió después de haber tenido de Lavinia un hijo llamado
Ascanio, el cual fundó Alba Longa, treinta años después que su
padre hubiese fundado Lavinium.
El hijo de Ascanio nació por casualidad en un bosque lo cual hizo
que le diesen el nombre de Silvius,que vino á ser el de su dinastía.
El hijo de éste, Eneas Silvio, le sucedió, y he aquí los nombres de
los reyes que reinaron de padres á hijos en Alba Longa: Latinus,
Silvius, Alba, Atis, Capis, Capetus, Tiberinus. Este último se ahogó
en el río Albula, que tomó el nombre de Tíber.
Tiberinus tuvo por sucesores á Agrippa, Romulus, Aventinus, el
cual fue muerto por un rayo y dió el nombre de Aventino al monte en
el cual se le enterró. Allí está hoy la bella iglesia de Santa Sabina,
donde hemos contemplado este hermoso cuadro de Sasso-Ferrato.
Después de Aventinus reinó Procus, que tuvo dos hijos, Numitor y
Amulius; este último usurpó la corona á su hermano mayor.
Por fin llegamos á la célebre fábula conocida de toda la tierra. Rea
Silvia, hija de Numitor, y que contra su voluntad había sido
consagrada al culto de Vesta, se encontró encinta y dijo que un dios
había sido su esposo. Parece ser que Amulius, temiendo á los
partidarios de su hermano, no se atrevió á hacer matar á Rea Silvia.
Esta dió á luz dos gemelos, Rómulo y Remo, que, por orden de
Amulius, fueron abandonados en los bosques de la orilla izquierda
del Tíber, en el Velabro, hacia el sitio donde hoy está el Arco di
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Giano Cuadrifronte . Una loba, ó una mujer conocida por ese
sobrenombre injurioso, amamantó á Rómulo y á Remo. Llegados á
la edad de diez y ocho años, mataron al emperador Amulius y
reemplazaron á su abuelo Numitor en el trono de Alba Longa. Pero
Remo y Rómulo habían vivido en los bosques, donde se
sustentaban del robo, así como su cohorte, compuesta de los
peores habitantes de los poblachos de la orilla izquierda del Tíber.
Este género de vida había sido ennoblecido en cierto modo por el
gran proyecto de devolver la corona á su abuelo Numitor. Realizada
esta reposición, los dos jóvenes bandidos se aburrieron muy pronto
en Alba Longa, donde eran considerados como huéspedes
incómodos. Recurrieron al expediente dictado por la necesidad;
porque no se podía entonces ni viajar por el extranjero ni habitar
solo en el campo, resolvieron fundar una ciudad, y confiaron al vuelo
de las aves decidir cuál de los dos escogería el sitio para
emplazarla, y le daría su nombre Remo no fué favorecido por la
suerte; se enfadó y perdió la vida.
El 21 de Abril, en el tercer año de la sexta Olimpiada, Rómulo,
después de haber oído los augurios, fundó su ciudad en el Monte
Palatino, donde había sido educado, y le dio la forma cuadrada.
Este día 21 de Abril fué consagrado para siempre por los romanos,
que lo llamaban Palilia.
Según los ritos prescritos por la religión de aquella época, el
circuito de la villa fué trazado por un arado al que iban uncidos una
vaca y un toro, éste colocado á la derecha.
El rapto de las Sabinas se efectuó hacia el año IV de Roma.
Parece que á raíz de esta hazaña Rómulo fué derrotado; porque
cuatro años más tarde, el año VIII de Roma, fué obligado á repartir
la corona con Tatius, rey de los Curitas.
Tatius ocupó la roca Tarpeya, llamada después Capitalina, que
quedaba dentro del circuito de la ciudad. El valle que separa el
Monte Palatino del Monte Capitolino vino á ser, naturalmente, la
plaza pública ó el Foro, en el cual los habitantes de todas estas
cabañas, situadas en las cimas de los montes, pasaban los días de
fiesta discutiendo los medios de no ser destrozados por los pueblos
vecinos, porque tal era entonces el derecho de la guerra. Hay gran
distancia de esto á ser conquistado, como lo hemos sido en 1814 por
los aliados. Esta terrible presencia de la muerte y del deshonor más
infame, consecuencia inmediata é ineludible de la conquista, explica
la historia de los cuatro primeros siglos de Roma.
Todo romano era labrador ó soldado y no podía ser otra cosa. En
medio de estas terribles necesidades, cuando la muerte por el
hambre ó la muerte por la espada venía á castigar la menor falta de
prudencia, se comprende que ningún romano perdiera el tiempo en
cosa tan inútil como escribir la historia.
El nombre de aquellos reyes de Roma que no han hecho nada,
probablemente ha sido olvidado y el tiempo de su reinado se
acumulaba al reinado del príncipe, su predecesor ó su sucesor, que
se había señalado por algunas medidas útiles ó por una gran
victoria. Así Rómulo reinó treinta y ocho años y el prudente Numa
Pompilio, que dió leyes á Roma, tuvo un reinado de cuarenta y cinco
años. Numa era sabino y reunió á la ciudad una parte del Quirinal
(cerca de la columna de Trajano).
Tullius Hostilius, tercer rey, encerró el monte Coelius en el recinto
de Roma y transportó allí á los habitantes de Alba Longa, que
acababa de ser destruida.
El primero de los Tarquinos quiso construir en piedras talladas las
murallas de Roma, hasta entonces formadas de simples bloques, á
lo que parece. La muerte se lo impidió y el proyecto fué ejecutado
por el sexto rey de Roma, Servius Tullius, que subió al trono por el
año 170.
Cuatrocientos noventa y ocho años más tarde, Sila agrandó el
recinto trazado por Servius Tullius; muchos emperadores hicieron
aumentos parciales; y por fin, el año 271 de Jesucristo y 1022 de
Roma, el emperador Aureliano trazó el recinto que lleva su nombre.
Cuando los reyes fueron expulsados de Roma, los griegos
estaban establecidos con su civilización y sus artes en la Gran
Grecia y en las costas de Italia. Eran vecinos de Roma, puesto que
ocupaban el país de Nápoles. Pero el interior del país estaba
ocupado por los aborígenes. Algunos años antes de Jesucristo,
Roma era dueña de todo el litoral del Mediterráneo, y su imperio se
extendía mucho más allá de las costas, en Europa, en Asia y en
Africa.
Dígase lo que se quiera, no queda ningún vestigio cierto y
reconocido del recinto de Aureliano. Los muros actuales no tienen
más que diez y seis millas y media de circunferencia. Les hemos
dado la vuelta cómodamente en cinco horas, deteniéndonos muchas
veces para buscar vestigios del recinto de Servius Tullius y del de
Aureliano. Saliendo por la puerta del Popolo, hemos ido hasta el
Tíber; volviendo después sobre nuestros pasos, hemos pasado ante
el muro Torto, luego ante las puertas de la villa Borghese y de la
casa de campo de Rafael. Hemos visto las puertas Salara, Pía, San
Lorenzo, Maggiore, S. Giovanni, S. Sebastiano, S. Paolo, y hemos
vuelto á acercarnos al Tíber, cerca del monte Testaccio.
La parte más antigua de las murallas actuales no se remonta más
que al año 402 de la era cristiana; en esta época el emperador
Honorio restauró las murallas, como lo prueban las inscripciones
colocadas encima de muchas de las puertas.
A la derecha del Tíber, es decir, en el territorio etrusco, las
murallas de la ciudad son completamente modernas y no ofrecen
interés alguno. Hacia el año 850, el papa León IV levantó murallas
para defender á San Pedro del saqueo de los sarracenos y esta
parte de la ciudad se llamó Cittá Leonina. Cuatro puertas se abren
sobre el territorio etrusco; dos en el Trastevere, las puertas Pórtese,
á orillas del Tíber, y San Pancracio; dos en la ciudad de León VI, á
saber: Cavalleggieri y Angélica.
No hubo dinero acuñado en Roma antes del 268; el lujo llega
después de Pirro, en 471; pero el orgullo de estos guerreros hace la
ciudad gigantesca, temiendo, al parecer, los sarcasmos de los
etruscos y de los griegos del extremo de Italia, que podían
censurarles por su falta de delicadeza.
28 de Octubre.—Esta mañana nos hemos embarcado fuera de la
puerta del Popolo en un gran barco que habíamos hecho venir de
Ripetta; es el puerto del Tíber, detrás del palacio Borghese.
Habíamos pedido un barco grande porque el curso del Tíber, en
Roma, tiene fama de ser de una navegación peligrosa. Hemos
pasado bajo cuatro puentes: el puente de Santo Angelo,
ornamentado por el Bernino, cuya dirección es Norte y Sur; los
puentes Sixto, Quattro-Capi y San Bartolomeo. Hemos visto los
restos de cuatro puentes ruinosos; á saber: el puente Vaticano, el
puente Palatino y el Sublicio; hemos penetrado en la Cloaca
Máxima.
En tiempo de Augusto, Roma estaba dividida en catorce barrios
(regiones); se conservan los nombres que estos barrios llevaban
hacia el año 380. Roma está aún hoy dividida en catorce rioni ó
barrios cuyos nombres están inscritos en el ángulo de las calles.
Son éstos:—Monti, hacia Santa María la Mayor, cuyos habitantes
tienen fama de feroces;—Frevi, llamado así á causa de la magnífica
fuente;—Colonna, Capo-Marzo, Ponte, Parione, Regola, San
Eustachio, Pigna, Campitelli, Santo Angelo, Ripa;—y en territorio
etrusco, Trastevere, célebre por la energía de sus habitantes, y
Borgo, que lleva el nombre que le dió Sixto y en 1587, Esta era antes
la Cittá Leonina.
Roma, 2 de Noviembre de 1827—Un prefecto del rey Murat nos
contaba esta noche que un calabrés, hombre honrado y bueno,
había venido á proponerle un día, en la sencillez de su corazón,
hacer asesinar á su enemigo por cuenta de ambos; el calabrés
quería descubrir el escondite de su enemigo, y el prefecto por su
parte le buscaba porque tenia orden de detenerle de parte del
ministro de la Poliíac. La señora L*** se ha hecho repetir las
palabras bueno y honrado, que eran dichas de buena fe. Se puede
ser bueno y honrado en Cosenza ó en Pizzo, mandando asesinar á
su enemigo. En tiempo de los Guisa, se pensaba así en París; y no
hace cincuenta años que la buena sociedad de Nápoles tenía aún
estas ideas, tal era el puntillo de honor. No vengarse en ciertos
casos por el asesinato, era como en París recibir una bofetada sin
pedir cuentas de ella.
He aquí el placer de viajar. Me maravillo de esta anécdota que
creo verídica; contada en París, me hubiese hecho encogerme de
hombros.
En las pequeñas ciudades, á partir de la frontera de Toscana,
hacia Perusa, hacia Reggio de Calabria y hacia Otranto, una
discrepancia por una medianería produce injurias que hieren tan
profundamente á estos corazones sensibles y sombríos (á la
manera de J. J. Rousseau en sus últimos años) que hay que
derramar sangre. El prefecto napolitano, nuestro amigo, reprochaba
á un campesino por no pagar las contribuciones. “¿Qué quiere usted
que yo haga, señor?, respondió el campesino; el camino real no
produce nada; no pasa nadie; yo salgo, sin embargo, muchas veces
con mi escopeta; pero le prometo salir ahora cada noche hasta que
reúna los trece ducados que usted me piden. Notad, si queréis
comprender á los contemporáneos de Cimarosa, que este
campesino no tiene la menor idea de que debe legítimamente esos
trece ducados al rey, que por ese precio le da la justicia, la
administración pública, etc.,etc. Considera al rey como un hombre
feliz que ocupa un alto puesto establecido antiguamente; este
hombre feliz es el más fuerte y por medio de sus policías arranca de
él, campesino de Calabria, trece ducados que mejor quisiera
emplear en hacer decir misas por el alma de su padre. El derecho
del rey sobre los trece ducados le parece absolutamente el mismo
que él, campesino, ejerce en el camino real: la fuerza.
“Qué distancia de estas ideas a las que, desde la venta de los
bienes nacionales, reinan en los pueblos de Francia!.
¿Cómo queréis establecer un gobierno constitucional entre tales
seres?... Gracias al clima y á la raza de hombres—que
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verdaderamente son griegos —la educación hará en diez años en
Nápoles lo que no puede operar en Bohemia sino después de medio
siglo. Un Federico II, después de diez años de enseñanza mutua,
colocaría á este país á la altura de un régimen parlamentario. El
carbonarismo no es acaso sino una enseñanza mutua á la cual el
peligro da una sanción asombrosa (se fusila aún en Calabria en
Junio de 1827). Es la canalla educada por los frailes la que resulta
abominable; no olvidéis que muchas pequeñas ciudades encierran
hombres que, en caso de necesidad, seguirían la línea de conducta
de los Mirabeau, de los Babeuf, de los Dupont de Nemours. Citaré al
coronel Tocco porque está en lugar seguro. ¿Cómo queréis arrastrar
á ese pueblo a batirse por el honor?... Se batirá acaso por vengarse
de su enemigo ó por obedecer á San Jenaro. Notad que su
imaginación es tan viva que se vuelve loca; se forja una imagen
terrible del dolor y de las heridas.
En cuanto á batirse por el rey, acabáis de ver qué ideas se forman
de ese ser afortunado y poderoso. ¿Qué le importa que se llame
Fernando ó Joaquín?...
El turco es mucho menos idólatra que el adorador de San Jenaro.
Pero me detengo; los hombres que tienen el poder y que dan bailes
á las personas ricas han dado orden á éstas de castigar con el
nombre de inconvenientes ciertos detalles que se podrían dar
acerca de los gobiernos. Habría cinismo en contar lo que ocurre en
los palacios de Roma y de Nápoles. Hay que limitarse á las
generalidades é invocar para Italia el beneficio de la educación...
España no ha tenido un Voltaire; necesita veinte años como 1826 y
diez mil suplicios... Informaos de la historia de las religiosas de
Baiano.
Roma, 4 de Noviembre.—¿Qué no puede aventurarse en un país
donde no se ha hecho más que entrever la civilización moderna
desde el 17 de Mayo de 1809 hasta Abril de 1814?... ¡Qué inmenso
beneficio para el menestral de Roma el poner en vigencia el Código
civil!... ¡Y le habláis de las dos Cámaras!... Es como hablar de
millones al desdichado que necesita dos pesetas para ir á comer.
Esta noche, en casa del Sr. Tambroni, uno de mis nuevos amigos,
que será cardenal deploraba la existencia de esta época corruptora
(la administración francesa de 1809 á 1814) y me ha dicho muy
cortésmente que todos los franceses eran herejes. (¿No predican
las buenas obras y el libre examen?.)
El romano ilustrado que echa de menos el tribunal de primera
instancia, el tribunal de apelación y toda la admirable justicia del
régimen francés (es su frase), ve, sin embargo; con mucha pena que
seamos heréticos (hoy, en 1828). Durante cinco años propagábase
por Roma una idea singular;: que se podía obtener algo de un
prefecto sin pagar á su querida ó á su confesor.
Mi amigo decía:—Aquí pueden meterse en aventuras los obreros
que cultivan la viña del Señor; si el celo los extravía un instante no
tienen que temer la risa de la impiedad y los relatos satíricos
provocados por la libertad de vuestra prensa.
—Si en una familia de cuatro hermanas—le he respondido—se
hace un traje de cierta tela morada á las dos mayores, las pequeñas
mueren de envidia y de disgusto hasta que tengan un traje
semejante... Nuestra literatura ha dado á Francia el derecho de
primogenitura en Europa; Napoleón y la República han renovado
este derecho. Francia tiene cierta cosa llamada la carta
constitucional; Rusia é Italia llorarán hasta que tengan otra carta.
6 de Noviembre—Hoy nos hemos despertado con la curiosidad de
estudiar más exactamente el sitio de los diversos recintos de Roma.
Hay que tener un plano de la Roma antigua y buscar las murallas
erigidas por Rómulo, Es casi como París, que se concentra en un
principio en un rinconcito de la isla de Notre-Dame. Este escondite
de bandidos nómadas llamado Roma no ocupó primeramente más
que el monte Palatino (hoy villa Farnesio) y después el monte
Capitalino. Numa, á quien yo supongo por el momento el sucesor
inmediato de Rómulo, encerró en la ciudad una parte del monte
Quirinal.
Tullius Hostilius, á quien se considera como el tercer rey de
Roma, después de haber destruido Alba Longa, transportó á sus
ciudadanos á esta ciudad, según los usos de estas épocas
primitivas, y los estableció en el monte Coelius (donde hoy está la
villa Mattei). Desde lo alto del monte Coelius, que fue encerrado en
los muros de Roma, los albanos contemplaban las ruinas de su
patria.
Ancus Martius, sucesor de Tullius, destruyó las ciudades de
Telena, Ficana y Politorium; transportó á ellas á los habitantes en el
monte Aventino (donde hoy está el Priorato de Malta) y encerró este
monte en los muros de Roma. Arrojó al Tíber un puente de madera,
que después se hizo célebre por el heroísmo de Horacio Cocles.
Hubiera sido de una extremada imprudencia erigir un puente sin
defenderle con una fortaleza; Ancus Martius construyó una
ciudadela en el Janículo, punto muy importante de ocupación,
porque las ciudades de Etruria, dominadas por los sacerdotes,
gobernadas por reyes, y disfrutando de un grado de civilización muy
avanzado, comenzaban á sentir envidia de Roma.
Los reyes de Etruria ó lucumones, contrariados por los
sacerdotes, no atacaron á Roma con bastante oportunidad para
destruirla; pero le hicieron correr rudos peligros, y en fin, después de
muchos siglos de guerras continuas, durante las cuales los romanos
adoptaron en parte la religión de Etruria, este país acabó por ser
46
conquistado . Pido perdón por esta digresión que define la situación
militar de Roma durante los primeros siglos de su existencia. El
peligro venia casi siempre de la ribera derecha del Tíber, el lado
etrusco.
Servius Tullius construyó alrededor de la ciudad muros muy
sólidos con bloques cuadrados de piedra volcánica. Estableció un
baluarte llamado Agger, que después vino á ser el extremo oriental
del Quirinal hasta el emplazamiento que hoy está ocupado por la
iglesia de Santo Vito, sobre el Esquilmo. Roma comprendía
entonces siete colinas al Oriente del Tíber; de ahí el nombre de
Septicollis. Se advierte que no prestó atención al darle este nombre
á la pequeña fortaleza establecida sobre el Janículo (orilla izquierda
del Tíber). El recinto amurallado de Servius Tullius tenia unas ocho
millas; agregó dos montes ¿la ciudad, el Viminal y el Esquilino, así
como una parte del Quirinal.
Desde Servius Tullius hasta el emperador Aureliano, Roma, que
se hizo poderosa, se defendió por sus armas y no se vió reducida á
pensar en la fuerza de sus murallas. Pero Aureliano temió que los
bárbaros, en algunas de sus excursiones, se apoderasen por
sorpresa de la capital del Imperio. Comenzó entonces á construir un
recinto nuevo que fue acabado por Probas, sucesor de Tácito.
Nuestro estudio de hoy ha tenido por objeto formarnos una idea
concreta de la Roma que Habitaron los héroes. Hemos ido á ver de
nuevo la tumba de Caius Publicius Bibulus, hoy en la plaza de
Marcel del Corvi, en el comienzo de la subida de Marforio, en el
extremo meridional del Corso. Este monumento venerable fue
erigido fuera de los muros de Servius Tullius para honrar la memoria
de un ciudadano que había merecido bien de la patria. Es de piedra
travertina y adornado de cuatro pilastras que soportan un magnifico
cornisamiento. Eso nos ha causado más satisfacción que la más
hermosa estatua.
En el estudio de estas remotas antigüedades, lo esencial es
admitir como probable lo que es probable y no creer sino lo que está
probado; no hablo de pruebas matemáticas, porque cada ciencia
tiene un grado distinto de certeza.
Se dice que el muro de Aureliano tenia casi cincuenta millas de
extensión: el contemporáneo.
Vopiscus lo asegura. Ya sabéis que los muros actuales no son
más que de diez y seis millas. La parte más antigua se remonta al
47
año 402 y fué erigida por orden de Honorius , Hay que formarse
una idea exacta de las diez ú once colinas sobre las cuales se
extendió Roma y estudiar su historia. El monte Capitalino con sus
dos cumbres; el monte Coelius, llamado primitivamente
Querquetularius á causa de las encinas que lo cubrían, etcétera.
Gracias á trabajos inmensos de restauración, los monumentos
antiguos de Roma han cambiado de aspecto desde 1809 y la ciencia
que de ellos se ocupa se ha hecho más razonable.
He abreviado mucho el Artículo anterior, y sin embargo, temo aún
que sea muy enojoso. Pero ahorrará investigaciones abrumadoras á
los viajeros curiosos de estas clases de detalles. Espero que los
demás salten de cuando en cuando ocho ó diez páginas. Nibby ha
publicado una obra sobre las murallas de Roma. Pueden
consultarse Nardini, Fontana y otros veinte. La lógica ha hecho
grandes progresos desde estos sabios. Se prefiere ignorar que creer
á la ligera. De todos esos libros uno solo debe encontrar gracia á
vuestros ojos: comprad en casa del Sr. Giegler, librero en Milán, la
edición francesa de Quirino Visconti. Los grabados son del amable
Locatelli. La lectura de Visconti aumenta el placer que se siente en
Roma.
Federico adora á los etruscos y pregona su influencia sobre los
romanos. Yo tengo la desgracia de no creer sino lo que está
probado... En lugar de soñar en la historia, prefiero emplear mi
imaginación en la música ó en la pintura. Federico habla mal de
Cimarosa y del Correggio cuando yo me niego á creer en las
grandes hazañas de los etruscos. Fueron discípulos de los egipcios
y maestros de los romanos; pero los romanos, que ante todo
pensaban en la guerra, no les tomaron primeramente más que su
religión y durante mucho tiempo rechazaron las artes. Los patricios
querían la religión á causa del juramento; era la ley de
Reclutamiento en Roma. Los etruscos sabían construir canales,
según lo que dicen sus amigos; tenían una arquitectura muy
adelantada. (Véase á Volterra.) ¿Deduciremos de la forma piramidal
dada á la tumba de Porsenna (de muy dudosa autenticidad) que los
etruscos admiraban las pirámides de Egipto? ¿No está dada la
forma piramidal por el montón de piedras formada en el rincón de
los campos, en países montañosos como Toscana? Los etruscos
habían inventado al parecer la bóveda, ese milagro de la
arquitectura nueva, desconocido para los egipcios.
No se necesita más que un hombre sombrío y tierno como J. J.
Rousseau para inocular una religión á un pueblo. Si este hombre
induce á la ambición de mando ó ¿la querella de amor propio contra
los enemigos, hasta dejarse quemar, su religión hace progresos muy
rápidos. Así, dad el valor de una mujer de Calcuta á un Sao Pablo, y
la nueva religión toma alas.
Probablemente habla en Etruria una casta que hacía trabajar á los
tontos en su ventaja y provecho. Tenía esta casta secretos mágicos.
Se encuentran fórmulas taumatúrgicas que curaban á los animales
en la obra de Catón el Censor, intitulada De Re Rustica. El Príncipe
de Hohenlohe prueba en nuestros días que cuando el enfermo cree
en ciertas palabras le curan muchas veces.
Los patricios, que sacaban tan buen partido de los augurios, los
tomaron de los etruscos.
Figuraos un presidente de colegio electoral encargado por Mr. de
Villèle de escamotear los votos. En el momento en que ve entrar
una docena de electores liberales declara que observa dos
golondrinas que vuelan en un sentido singular y de mal agüero. Al
oir esto se levanta la sesión, y los mismos electores enemigos se
retiran, mohínos y cabizbajos. ¡Tales fueron los augurios traídos de
Etruria por los romanos contemporáneos de Fabius Maximus…!
¿Es que el aire del Vaticano inspira la credulidad.? ¡Qué hermoso
sitio para reunir una asamblea de arqueólogos! El alfabeto de los
etruscos derivaba, como todos los demás, del de los fenicios, ese
pueblo de industriales. Los etruscos no habían recibido sus letras de
los griegos, puesto que escribían de derecha á izquierda y
suprimían las vocales breves, como los hebreos.
La extraña aspiración que se observa en el italiano hablado en
Florencia viene del etrusco...
10 de Noviembre.—Esta mañana nuestras compañeras de viaje
quejábanse de no oir música en Italia. Según lo que se les había
dicho de este país, creían que no se hablaba más que cantando.
Declaran que todos los viajeros son unos mentirosos...
En la calle, frente al Café de' Servi, en Milán, hemos oído linda
música de ópera bufa, sublime, en la cual estas señoras no han
fijado la atención. En la calle, en Francia, se oyen réplicas llenas de
sutileza y oportunidad; pero se oye música que hace crujir los
dientes. Un viajero nota lo que encuentra de singular; si no dice que
hay luz en pleno mediodía en Módena, ¿deduciréis que el sol no se
alza sobre el cuartel general de los jesuítas? Un viajero nota las
diferencias; entended que todo aquello de que no habla ocurre como
en Francia.
Nada mis falso que esta última línea. No, el acto más sencillo no
se realiza en Roma como en París; pero esta diferencia que ha de
explicarse es el colmo de la dificultad. Uno de mis amigos lo ha
intentado hace tiempo; las personas graves han dicho que era
quimérico. Los ojos habituados á fijarse en los grandes intereses de
los pueblos no ven los matices de costumbres y de pasiones.
Italia tiene siete ú ocho centros de civilización. El acto más
sencillo se realiza de manera completamente distinta en Turín y en
Venecia, en Milán y en Génova, en Bolonia y en Florencia, en Roma
y en Nápoles, Venecia, á pesar de las inauditas desgracias que la
abruman, tiene la alegría franca; Turín es de una biliosa aristocracia.
La bonachonería milanesa es tan célebre como la avaricia
genovesa. Para ser considerado en Génova no hay que gastar más
que la cuarta parte de la renta, y si uno es viejo y rico, jugar malas
partidas á sus hijos; por ejemplo, introducir en el contrato de
matrimonio cláusulas insidiosas. Pero todo está lleno de
excepciones en este mundo. La casa de Italia donde se recibe á los
extranjeros con más gentileza es la del señor marqués del Negro, en
Génova. La posición de la Villetta, jardín de este hombre amable, es
única por su belleza pintoresca. Yo he visto allí á un médico célebre
que se enfada cuando los ingleses quieren pagarle á cada visita, A
pesar de este chocante contraste, Génova no deja de ser la ciudad
de la avaricia; se diría un pueblecito del Mediodía de Francia.
Los boloñeses están llenos de fuego, de pasiones, de
generosidad y algunas veces de imprudencia. En Florencia se tiene
mucha lógica, mucha prudencia y hasta talento; pero no he visto
jamás hombres más libres de pasiones; et amor mismo es allí poco
conocido, y el placer ha usurpado su nombre. Las grandes y
profundas pasiones habitan en Roma. En cuanto al napolitano, es
esclavo de la sensación del momento; se acuerda tan poco de lo
que sentía ayer como no prevé el sentimiento que mañana le
agitará. Creo que del uno al otro extremo del universo no se
encontrarán seres tan opuestos y que se comprendan tan poco
como el napolitano y el habitante de Florencia.
Hay más alegría en Siena, que sólo está á seis leguas de
Florencia; se encuentra ya pasión en Arezzo. Todo cambia en Italia
cada diez leguas. Ante todo las razas de hombres son diferentes.
Suponed dos islas del Mar del Sur, que el azar de un naufragio ha
poblado de lebreles y de perros de aguas; una tercera está poblada
de españoles, otra casta de perros, y la cuarta, de perritos ingleses.
Las costumbres son distintas. Gracias á lo absurdo de la
comparación advertiréis toda la diferencia que la experiencia
establece entre el flemático holandés, el bergamasco medio loco, á
causa de sus pasiones vivas, y el napolitano, medio loco, porque
sigue con ímpetu la sensación del momento.
Mucho tiempo antes de los romanos Italia estaba dividida en
veinte ó treinta poblaciones, no sólo extrañas unas á otras, sino
enemigas. Estos estados, conquistados más ó menos tarde por los
romanos, conservaron sus costumbres y probablemente su idioma.
Recobraron su individualidad en el momento de la irrupción de los
bárbaros, y reconquistaron su independencia en el siglo IX, cuando
se instauraron tas célebres repúblicas italianas de la Edad Media,
De aquí que el efecto de la diferencia de razas de hombres ha sido
fortificada por los intereses políticos.
Cinco ó seis detalles menudos de costumbres habrían mostrado
más claramente lo que he tratado de indicar con estas frases llenas
de gravedad.
11 de Noviembre—Los mejores relatos de viajes á Italia son los de
Forsyth, De Brosses, Misson, Duclos, Lalande. Las Memorias de
Casanova (Edición de Leipzig) pintan muy bien las costumbres
anteriores al cañoneo del puente de Lodi (1796). El viaje más
curioso por lo ridículo es el del sacerdote Eustaquio, que supone
que en Roma la administración francesa quería vender los
materiales de la iglesia de San Pedro... Algunos ingleses se ponen
rojos de cólera cuando se recuerda que Napoleón gastaba millones
y millones para desenterrar por medio de excavaciones la basílica
que se supone que había cerca de la columna de Trajano, la
columna de Focas, el templo de la Paz, etc.
Como nuestro siglo es incrédulo y desconfiado, voy á citar á
Eustaquio:
“ What then will be... the horror of my reader when inform him…
the french committee turned its attention to Saint Peter’s and
employed a company of Jewes to estimate and purchase the gold,
silver and bronze, that adorn the inside of the edifice, as well as the
48
copper that covers the vaults and dome on the outside…” .
Ese libro ha tenido ocho ediciones en Inglaterra, y lo vemos en
manos de todos los viajeros de clase elevada. Es menester que
Francia sea muy grande para excitar un odio tan furibundo... Burke,
el Chateaubriand de Inglaterra, ha dicho de nosotros algo peor aun,
Los comisionistas franceses que recorren Italia, saben de memoria
los rasgos de ingenio del presidente Dupaty, tan ridículo como
Eustaquio. Su viaje, protegido por los industriales, se ha publicado
en cuarenta y ocho ediciones, y el del presidente De Brosses sólo
ha podido llegar á la segunda.
12 de Noviembre.—Las diferencias que se observan entre
Florencia, Nápoles, Venecia, etc., se borran en los hombres cuyos
padres tenían cincuenta mil libras de renta. Muchos jóvenes ricos y
nobles de Nápoles tienen el aspecto alegre de un joven inglés en el
baile de Almack’s.
A los jóvenes italianos que no son ni muy nobles ni muy ricos, el
odio, el amor, etc., impiden que les nazca la vanidad. En general van
mal vestidos, llevan demasiada barba y cabellos, sus corbatas y sus
sortijas son demasiado chillonas. Todo esto perjudica mucho á las
damas que vienen del Norte. No encuentran gracias más que en los
jóvenes dandys florentinos; las pasiones no les hacen olvidar la
vanidad. Son muy bellos. Los bailes del príncipe Borghèse, en
Florencia, nos han impresionado. Todos los sábados Su Alteza
ofrece á la sociedad treinta y siete salones de suelo bruñido,
magníficamente amueblados é iluminados. Su arquitecto, hombre de
talento, mandó hacer todas las telas de Lyon. Los dibujos están
adaptados al grandor de cada salón y el color está calculado de
manera que concuerde ó contraste con el color de la pintura del
salón vecino. Los bailes del príncipe Borghèse y del banquero
Torlonia en Roma, son superiores á los dados en otro tiempo por el
emperador Napoleón y á todo lo que hemos visto en el Norte.
15 de Noviembre.—Ayer, en el baile de M. Torlonia, hemos
encontrado á ocho ó diez jóvenes banqueros alemanes, muy ricos,
según dicen. Estos señores tienen talento. Son poetas músicos,
pintores, etc. Ninguno de ellos presenta la idea de una nueva
edición de Turcarel como...
El rey de Baviera hace versos singulares llenos de alma por lo
menos en cuanto á la historia antigua, no se duda de ella más que
en Alemania. Todo lo que se publica en Francia sobre la antigüedad
es para morir de risa.
Toda esta charla incoherente es el proceso verbal de nuestra
conversación de ayer. Nuestras damas se han enzarzado con M. de
Strombeck, uno de los hombres más ingeniosos, más sencillos y
más sabios que he encontrado. Nos explica con candor los raros
vestigios de los primeros siglos de la república. No teme
deshonrarse diciendo á menudo: “No sé". Algunas veces nos hace
reir citando la manera como los escritores franceses, y por ejemplo
La Harpa, traducen á los autores griegos ó latinos que dicen
admirar. No creía que fuésemos tan fatuos. Sin embargo, Courier
me lo había dicho; pero yo creía que su misantropia exageraba.
17 de Noviembre de 1827.—Roma comprende en sus muros diez ú
once colinas que estrechan el Tíber muy de cerca y hacen de él un
río rápido profundamente encajonado. Estas colinas parecen
dibujadas por el genio de Poussin para dar á la vista un placer grave
y en algún modo fúnebre. Según yo, Roma es más bella en un día
de tempestad. El bello sol tranquilo de un día de primavera no le
sienta bien. Este sol parece dispuesto expresamente para la
arquitectura. Sin duda no hay aquí, como en Nápoles un mar
delicioso y falta voluptuosidad; pero Roma es la ciudad de las
tumbas. La felicidad que se puede suponer allí es la felicidad
sombría de las pasiones y no la amable voluptuosidad de la ribera
de Pansilippe.
¡Qué vista mas singular que la del priorato de Malta construido
sobre la cima occidental del monte Aventino, que por el lado del
Tíber termina en precipicio! ¡Qué profunda impresión producen
vistos desde esta altura la tumba de Cecilia Metella, la vía Apia y la
campiña de Roma! Al otro extremo de la ciudad, al Norte, ¿qué
puede preferirse á la vista que se tiene desde el monte Pincio,
ocupado en otro tiempo por tres ó cuatro conventos y que el
gobierno francés ha transformado en un magnifico jardín? ¿Creeréis
que los monjes solicitan la destrucción de este jardín, el único que
existe en Roma para el uso publico? El cardenal Consalvi fué un
impío á los ojos de los párrocos de aldea que se tienen por
compañeros suyos, porque no concedió exclusivamente á una
veintena de monjes agustinos la vista deliciosa de la campiña de
Roma y del mente Mario, colocado enfrente del Pincio, Nadie dice
que los Agustinos ó Camandulenses volverán á recobrar sus
derechos. Las elevadas colinas que en Roma bordean el Tíber
forman valles tortuosos y profundos. Los laberintos producidos en
estos vallecitos y las colinas parecen dispuestos, según la palabra
del famoso arquitecto Fontana, para dar lugar á la arquitectura de
ostentarlo más bello que tiene.
He visto romanos pasar horas enteras en una admiración muda
apoyados sobre una ventana de la villa Lante, sobre el monte
Janículo. A lo lejos se distinguen bellas figuras formadas por el pala4
cío de Monte Cavallo, el Capitolio, la Torre de Nerón, el monte
Pincio y la Academia de Francia, y se tiene ante los ojos, en el bajo
49
de la colina, el palacio Corsini, la Farnesina, el palacio Farnesio ,
Jamás la reunión de lindas casas de Londres y París, aunque
fuesen pintarrajeadas cien veces con más elegancia, dará la menor
idea de esto. En Roma, muchas veces una simple puerta cochera es
50
monumental .
No es sobre las colinas donde se ha construido la calle del Corso
y la Roma actualmente habitada, sino más bien en la llanura, cerca
del Tíber y al pie de los montes. La Roma moderna ocupa el Campo
de Marte de los antiguos. Allí es donde Catón y César venían á
entregarse á los ejercicios gimnásticos necesarios en general, como
al soldado antes de la invención de la pólvora.
Habría que mirar el mapa geológico del suelo de Roma, hecho por
M. Brochi.
La Roma habitada limita al Mediodía por el monte Capitolino y la
roca Tarpiana, al Occidente por el Tíber, más allá del cual no hay
más que calles malas, y á Oriente por los montes Pincio y Quirinal.
Las tres cuartas partes de Roma, á Oriente y al Mediodía, el monte
Viminal, el monte Esquilino, el Coelius y el Aventino están solitarios
y silenciosos. Reina la fiebre allí y se cultivan viñas. En medio de
este gran silencio es donde se encuentran la mayor parte de los
monumentos que la curiosidad del viajero va á investigar.
18 de Noviembre—Cuanto más desacostumbrado se está á una
sensación más pronto se fatiga de ella. Es lo que se lee en los ojos
cansados de la mayor parte de los extranjeros que recorren las
calles de Roma un mes después de su llegada. En la ciudad que
habitan ven un objeto de arte ocho ó diez veces por año. En Roma
necesitan ver cada día ocho ó diez cosas que no son totalmente
útiles para hacer ganar dinero y de ningún modo agradables. No son
más que bellas.
Los extranjeros tienen en seguida encima de sus ojos cuadros,
estatuas y grandes obras de la arquitectura. Si para colmo de
desgracia, por consecuencia de algún capricho del gobierno de los
sacerdotes, no hay espectáculo, los viajeros toman á Roma en
guiño!. La clase de conversación que pueden encontrar por la noche
en casa de los embajadores es de admiración para las obras
maestras de arte. Nada me parece tan insípido. En los primeros
síntomas de la enfermedad que acabo de indicar se debe comprar el
remedio; hay que huir é ir á pasar ocho días á Nápoles ó á la isla de
Ischia. Y si se tiene el valor para ir por mar, se embarca en Ostia.
En París, desde el momento que se deciden á emprender el viaje
á Roma, seria preciso imponerse la ley de ir al Museo, de dos días,
uno; se acostumbraría su alma á la sensación de lo bello. Las dos
estatuas de Miguel Angel que están en el museo de Angulema,
harían comprender la grandiosidad del siglo XV.
Grotta-Ferrata, 20 de Noviembre.—Cuando se quiere saber la
historia, hay que tener el valor de mirarla de frente. Esta noche, en
casa de la linda señora Dod..., que tiene una encantadora
conversazione en Frascati, nos decía: “Las gentes de Módena
tienen el diablo en el cuerpo, pero hay allí un príncipe enérgico y
sensato que comprime el carbonarismo y la impiedad.
Me encontraba en Módena, continuó, cuando se prendió al
sacerdote N.., noble y carbonario". Suprimo tristes detalles.
Pero esta muerte, continúa el padre Rangoni, ha sido provocada
por una muerte en el sentido contrario y aun podría decir dos. Desde
Salicetti, el mejor genio que Italia ha dado á la policía ha sido sin
duda Giulio Besini. Era un hombre de pobre cuna que apoyándose
en el miedo como M. Manger de Cassel, llegó á esta fortuna
inmensa en un pequeño estado despótico á ser el favorito de un
soberano, hombre de sentido y muy fino.
Besini era director de policía en Módena. El soberano había
tenido otro favorito que se volvió loco y en su locura dijo horrores de
la casa de Austria.
El padre de Giulio Besini era juez, y como tal, encargado de
pronunciar la suerte de ciertos acusados á los que se les imputaba
el crimen del carbonarismo. La víspera de la sentencia, Besini padre
dice, con una singular mezcla de deseo de servir á su príncipe y de
respeto para su oficio de jurisconsulto: “No está probado que las
personas que hay que juzgar mañana sean sectarios (carbonarios);
pero los condenaré á muerte como culpables".
Su hijo Giulio quiso, contra la costumbre, asistir á sus exequias,
que hubieran tenido lugar la tarde siguiente. Estaba en la iglesia
llorando á lágrima viva y mirando el paño mortuorio que cubría á su
padre, cuando una mujer vieja se acercó y le dijo: «Ves dónde está
tu padre. Si no cambias pronto, estarás como él". Puede juzgarse si
el jefe supremo de la policía, la más terrible que jamás hubo, mandó
hacer investigaciones y con mucha rapidez; pero la mujer vieja
había desaparecido y probablemente era uno de los jóvenes que
veían los carabinieri correr y moverse en la iglesia (éste es el
nombre de los gendarmes en Módena).
Giulio Besini tuvo, según se dice, un miedo grande, pero no
cambió en nada en su manera de obrar. La estimación de que
gozaba le había hecho muy necesario. Salía muy poco y bien
acompañado. Consiguió tener guardia. Una noche cedió de repente
á un deseo que le vino de pasearse. Sale dando el brazo á un
amigo, dos carabinieri de que siempre iba acompañado, acababan
de volver la esquina de una calle. De repente el amigo que
acompañaba á Besini se sintió derribado de un puñetazo. Besini
también cayó. Estaba atravesado por una espada que, entrando
cerca del hígado, subía hacia el corazón y salia por el hombro.
Sobrevivió cuatro horas.
Nunca fueron mejor dirigidas las investigaciones que siguieron á
este horrible atentado y nunca fueron más infructuosas. Las
circunstancias de la herida, de la muerte, de la persecución han
ocupado al país durante varios meses (y formado el carácter de los
jóvenes modenenses de diez y ocho años). El desgraciado Besini,
hombre lleno de talento y de valor, había tenido un presentimiento.
Por lo demás, el género de vida del Pigmalión de Telémaco, ni de
ningún tirano, puede ser comparado á la que este ambicioso ha
llevado durante los seis meses que han transcurrido entre la muerte
de su padre y la suya“.
Este singular relato había producido el más profundo silencio en el
salón. Tocaba á intereses de que se dependía en los Estados de
León XI. Omito veinte circunstancias pintorescas, pero odiosas. No
hemos podido adivinar de qué partido es nuestro fratone. Se calló y
durante el silencio tomó un helado (á muy pequeñas cucharadas y
saporitamente como un célebre cardenal).
El ratone se daba cuenta de que había pagado su billete de
entrada en el salón y no había abierto la boca en toda la velada.
Miraba á la señora Lampugnani y sonreía á lo que decía. La celeste
belleza de la joven milanesa hacía olvidar al monje los intereses de
su ambición.
Esta gran figura sombría recubierta con el soberbio hábito negro y
blanco de la Orden de Santo Domingo, era realmente imponente. El
ratone agradó á nuestros compañeros de viaje. La señora
Lampugnani nos hará comer con él. Coloco aquí lo que el P.
Rangoni nos dijo ocho días después:
“Cuando la chiquillada llamada con error revolución del Piamonte,
los alumnos de la Universidad de Rodena se sublevaron. Reciben
de sus jefes ocultos la orden de apaciguarse y de repente se dejan
apaciguar. Las tropas estaban ya en marcha el ayudante de S. A.,
oficial piamontés, que había logrado apaciguar la sedición, dijo á...
“Dos alumnos me han servido para reunir á los otros y hay que
recompensarlos. "Hay que castigarlos, dice este hombre de sentido.
Y se les encerró en la prisión de Rubiera.
Durante cinco años el marqués de Sanguinetti, por su adhesión al
duque de Módena, había tenido choques con la policía de Napoleón.
Tuvo dos hijos expulsados de la Universidad por la parte que habían
tomado en la sublevación, y vino á pedir gracia,—"Id al destierro con
ellos."
Con motivo de todas estas anécdotas, de las que suprimo las más
vivas, se recita un soneto de Maggi. Retengo los tres últimos versos,
que pintan el estado de las almas de 1530 á 1796, desde la toma de
Florencia hasta el despertar de Italia por los ejércitos franceses.
Darsi pensier della commun salvezza
la moderna viltà periglio stima,
51
e per ventara il non aver fortezza .
El rey de B. ha transcrito perfectamente en una obra en verso que
S. M. se ha dignado leer en casa de la señora Martinetti.
22 de Noviembre.—Esta noche Federico ha defendido muy bien al
viajero Lalande contra las injurias de un sabio inglés. Los jesuítas,
amigos de M. Lalande, le suministraron un gran número de
memorias sobre cada ciudad de Italia. Estas memorias tenían la
ventaja de estar escritas por jesuítas que habitaban estas ciudades,
y se encuentran muy buenos extractos en el viaje de Lalande. Este
ateo célebre tiene sencillez, talento. No se impacienta más que
cuando copia las tonterías que M. Cochin ó Falconet han impreso
sobre las bellas artes. Hace falta ver con qué tono hablan de los
más grandes maestros estos artistas desconocidos. La parte
histórica del viaje de Lalande está llena de falsificaciones jesuíticas.
Se guarda bien, por ejemplo, de hablar de las cartas que Petrarca
escribió sobre la corte de los papas. Desgraciadamente, Petrarca
quiere hacer bello estilo latino y se hace muchas veces vago y
obscuro. Se escribirían graciosas memorias con estas cartas.
Hemos leído varias al volver en el bello ejemplar in folio de las
Obras de Petrarca que el librero de Romanis acaba de vender á
Federico al precio de ciento ochenta paulos; se hubiera obtenido por
un luis en París.
Olvidaba una gran discusión sobre lo bello ideal en casa de la
duquesa D. el cardenal Spina, monseñor N.. y M. Nystrom, joven
arquitecto sueco, han hablado con todo el ingenio posible. Los
primeros siglos de la pintura no se han librado de lo bello ideal.
Ved las pinturas de Ghirlandazo, hechas hacía el año 1480 en
Toscana. Las cabezas tienen una vivacidad que sorprende, una
verdad que encanta. Se llamaba bello lo que era fielmente copiado;
lo bello ideal hubiese pasado por incorrección. Este siglo si quería
honrar á un pintor lo llamaba el mono de la Naturaleza. Los pintores
no aspiraban más que á ser espejos fieles; raramente elegían ellos.
La idea de elegir no apareció más que hacia 1490.
Grotta-Ferrata, 23 de Noviembre.—El tiempo está decididamente
de lluvia. Vamos á pasar tres días en Roma, con el fin de ver San
Pedro, como si fuéramos á alejarnos para siempre.
Artículo I

Aspecto exterior

Roma, 24 de Noviembre—Esta mañana, cuando nuestra calesa


ha desembocado en el puente del Santo Angel, hemos distinguido
San Pedro al extremo de una calle estrecha. Napoleón había
anunciado el proyecto de señalar su entrada en Roma por la compra
y la demolición de todas las casas que están á la izquierda de esta
calle. Dijo una vez que este decreto seria firmado por su hijo. Pero el
mundo va á pequeños pasos y el régimen constitucional es
demasiado prudente para hacer nunca un gasto tan loco.
Hemos seguido esta calle, recta, abierta por Alejandro VI, y
hemos llegado á la plaza de Rusticucci, sobre la cual diariamente al
medio día la guardia del Papa sube á la parada con gran música y
tambores, pero sin poder seguir nunca el paso. Esta plaza da á la
inmensa columnata, formando dos semicírculos á derecha é
izquierda que anuncian el más bello templo de la religión cristiana.
El espectador distingue a la derecha, encima de esta columnata, un
palacio muy elevado: es el Vaticano. Valdría más, para el efecto de
San Pedro, que este palacio no existiese.
La plaza, comprendida entre las dos partes semicirculares de la
columnata de Bernin (pero os ruego que tengáis la vista puesta en
una litografía de San Pedro) es, á mi parecer, la más bella que
existe. En medio, un gran obelisco egipcio; á derecha é izquierda,
dos fuentes siempre rebosantes, cuyas aguas, después de haberse
elevado en surtidor, caen en vastos estanques. Este ruido tranquilo
y continuo resuena entre las dos columnatas y lleva al ensueño.
Este momento dispone admirablemente á conmoverse con San
Pedro y se escapa á los curiosos que llegan en coche. Hay que
bajarse á ta entrada de la plaza de Rusticucci, Estas dos fuentes
adornan este sitio encantador, sin disminuir en nada la majestad.
Todo esto es, sencillamente, la perfección del arle. Suponed un poco
más de adornos; la majestad se disminuiría un poco menos y habría
desnudez. Este efecto delicioso es debido al caballero Bernin, cuya
columnata es la obra maestra. El papa Alejandro VII tuvo la gloria de
hacerla elevar. El vulgo decía que echaría á perder San Pedro.
La plaza oval, cuyas dos extremidades están terminadas por las
dos partes de la columnata, tiene ciento treinta y ocho pies de largo
por quinientos ochenta y ocho de ancho. Después sigue una plaza
casi cuadrada y que acaba en la fachada de la iglesia. La longitud
total de estas tres plazas que preceden á San Pedro es, á partir de
la calle por la cual se llega, de mil ciento cuarenta y ocho pies.
Los dos pórticos circulares de Bernin se componen de doscientas
ochenta y cuatro gruesas columnas de travertino y de sesenta y
cuatro pilastras; estas columnas forman tres galerías.
En ciertas solemnidades, las carrozas de los cardenales pasan
bajo la de en medie. La base de las columnas es de orden toscano;
el fuste, de orden dórico, y el entablamento, de orden jónico. Tienen
treinta y nueve pies dos tercios de altura. Los dos pórticos
semicirculares tienen cincuenta y seis pies de ancho y cincuenta y
cinco de altura.
La balaustrada superior está adornada de ciento noventa y dos
estatuas de doce pies de alto como la del puente Luis XV. Las
estatuas de Roma son de travertino; fueron hechas bajo la dirección
del caballero Bernin, y presentan movimientos bastante ridículos,
pero no se les mira, y como están bien colocadas, contibuyen al
adorno.
El hombre que nos enseña la mayor parte de las cosas de la
antigüedad, porque en lugar de hacer frases como Cicerón, cuenta
netamente como Pitido, nos dice que Nuncoré, rey de Egipto, hizo
elevar en la ciudad de Heliópolis el obelisco que está en San Pedro,
Calígula lo hizo transportar á Roma; se colocó en el circo de Nerón
en el Vaticano. Constantino construyó su Basílica de San Pedro
sobre una parte del emplazamiento de este circo; pero hasta 1586,
el obelisco, cosa asombrosa, quedó en pie en el sitio en que
Calígula lo había puesto, es decir, en el sitio en que se encuentra
ahora la sacristía de San Pedro construida por Pío VI.
En 1586, casi un siglo antes de la construcción de la columnata,
Sixto y hizo colocar el obelisco donde hoy se ve. Este transporte,
que costó doscientos mil francos, fue ejecutado por el arquitecto
Fontana, por medio de un mecanismo admirable que, en nuestros
días, nadie podría inventar ni puede ser imitado, Al final de la Edad
Media se ha transportado hasta los campanarios á una distancia de
52
sesenta ú ochenta pasos del lugar que primeramente ocuparon . El
obelisco del Vaticano tiene setenta y seis pies de alto y ocho pies en
su mayor amplitud. La cruz que lo corona está á ciento veintiséis
pies del pavimento. Este obelisco no tiene jeroglíficos; no es el
mayor de Roma, pero algunas personas le tienen por el más curioso
porque, no habiendo sido nunca derribado, ha sido conservado en
toda su integridad.
A los lados del obelisco se ven las dos fuentes. Las brillantes
pirámides de espuma blanca que se elevan por los aires vuelven á
caer en dos estanques formados cada uno de un solo bloque de
granito oriental de cincuenta pies de circunferencia. El salto más
elevado sube á nueve pies.
Artículo II

Historia de la antigua basílica de San Pedro y


de la iglesia actual

San Pedro ocupa el emplazamiento del circo donde Nerón se


entregaba á su pasión de las carreras de carros, Muchos mártires
53
encontraron allí la muerte . Los primeros cristianos enterraban sus
restos en una gruta colocada al pie del monte Vaticano. Poco
después, habiendo sido crucificado San Pedro (ver la tumba de
Guide en el Vaticano), su cuerpo fué transportado a este cementerio
por uno de sus discípulos llamado Marcelo “Sic dicitur”.
El año 65 de Jesucristo el papa Anacleto hizo erigir un oratorio en
el lugar en que el apóstol había sido enterrado. El año 306,
Constantino se hizo cristiano por formarse un partido y hacer olvidar
sus crímenes.
Conquistar al emperador era un paso inmenso para la nueva
religión; pronto se estuvo de acuerdo. Por premio de la absolución
general que le confería el bautismo, el nuevo cristiano debe hacer
elevar una suntuosa basílica. Es el antiguo San Pedro, del cual hoy
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no queda nada .
Esta iglesia tuvo la forma de un cuadrado largo y fue dividida en
cinco naves separadas por cuatro filas de veintidós columnas cada
una. Tenia cinco puertas y se parecía mucho á San Pablo fuera de
los muros. Según la costumbre de la primitiva iglesia, esta basílica
estaba precedida de una placita cuadrada rodeada de un pórtico
(como el de la Madona de San Celso en Milán). Este pórtico estaba
sostenido por cuarenta columnas, Se quitaron todas estas columnas
á los templos de la religión que el emperador abandonaba.
La basílica elevada por Constantino duró once siglos. Hacia el
año 1440 amenazaba ruina y Nicolás y trató de construir un nuevo
San Pedro. Este papa fué un hombre de verdadero talento y que
quizá amó las artes con un amor más sincero que el mismo León X.
Por orden suya, se demolió el templo de Probus Anicius, situado
muy cerca de la antigua basílica, y en la plaza que ocupaba el
templo se echaron los fundamentos de una nueva tribuna fuera y al
occidente de la antigua iglesia, á la cual no se tocó. Rosellini y León
Bautista Alberti fueron los arquitectos de Nicolás V; pero este
príncipe murió (1455) y el nuevo edificio, que sólo estaba elevado
cuatro ó cinco pies encima del suelo, fué abandonado. Algunos años
después, Pablo II, veneciano, dió cinco mil escudos para
continuarlo. Todas las naciones de la cristiandad hacían ofrendas á
San Pedro de Roma. Su producto era tan considerable, que el clero
de la iglesia estaba ampliamente pagado por las ofrendas recibidas
en ciertas fiestas del año desde la hora de tercia hasta el día
siguiente.
Por Fin apareció sobre el trono pontifical Julio II. Este papa tenía
el talento de las grandes cosas. Si se considera lo que hizo y la
edad avanzada en la que se le permitió comenzar á obrar, se le
puede comparar á Napoleón. No reinó mis que diez años, de 1503 á
1513. Había nacido en Savoña y se llamaba della Rovere (del
Roble). De aquí el roble que formaba sus armas y que se encuentra
en mil sitios de Roma. Julio II quiso acabar San Pedro. Conocía á
los hombres y eligió el dibujo del célebre Bramante Lazzari. Le dijo
que procurara hacer lo más bello del mundo y no pensare en el
gasto. Bramante admiraba la cúpula de la catedral de Florencia: se
daba cuenta de que este adorno por su inutilidad y su grandor
convenía á la religión cristiana. Bramante se propuso sobrepujar á la
cúpula de Florencia: la suya debía ser iluminada con una viva luz.
Había elevado hasta la cornisa cuatro enormes pilares destinados á
sostenerla, cuando la muerte la paró.
La iglesia debía tener la forma de una cruz griega en que los
cuatro brazos son iguales.
Bramante murió en 1514, un año después de Julio II, El amable
León X subió al trono, del que el veneno le arrojó nueve años más
tarde, en 1522. Dio por arquitectos á San Pedro Julián de San Gallo
y el gran Rafael. Fortificaron las fundaciones de los cuatro pilares
que juzgaron muy débiles para sostener una cúpula inmensa. Rafael
concibió, según dicen, el proyecto de dar á la iglesia la forma de
cruz latina que ahora tiene. En 1520, una imprudencia de amor y el
error de un médico condujeron á este hombre á la tumba, Los
arquitectos nombrados por varios papas, cambiaron muchas veces
el plano del edificio. Por fin, Pablo III, no dejándose desviar por
intrigas poderosas, dió la dirección de San Pedro á Miguel Angel
(1546).
Este gran hombre tuvo la idea de dar á la cúpula de San Pedro la
forma de Panteón, Hizo el modelo, pero murió antes que la cúpula
estuviera acabada. Felizmente, Miguel Angel estaba á la moda
cuando murió, y á pesar de la envidia que le tenían, se impidió á sus
sucesores cambiar el dibujo de la cúpula. No estuvo acabada hasta
1573 por Jacobo della Porta. La bóveda exterior fue construida en
veintidós meses, bajo Sixto V; pero los arquitectos cambiaron el
dibujo de la fachada, que debía componerse de columnas aisladas
como las del Panteón. La obscuridad que reina en el fondo de los
pórticos de este género conviene, desde luego, á la religión
cristiana. El vestíbulo actual de San Pedro podría conducir á un
teatro.
Pablo y (Borghese) tuvo la gloria de terminar el más bello edificio
del mundo. Carlos Maderne, más cortesano que arquitecto, tomó la
idea de cruz latina, á fin de encerrar en la nueva basílica todo el
espacio ocupado por la antigua y que había sido consagrada por la
sangre de los mártires y por un culto de once siglos. Este arquitecto
quería agradar á los sacerdotes y morir rico. Elevó de cada lado de
la nave las tres capillas más cerca de la entrada y terminó en 1612 la
fachada, sobre la cual se lee en caracterese normes:
PAVLVS V BVRGHESIVS ROMANVS, ETC.
Bernin añadió más tarde los dos grandes arcos en los extremos
de la fachada, comenzó la construcción de un campanario que,
felizmente, se vió obligado á demoler. Hizo después la famosa
columnata bajo Alejandro Vil, y el efecto de San Pedro fué
duplicado.
En 1784, Pío VI construyó una sacristía; pero en su tiempo, la
arquitectura llegaba al ultimo término de la decadencia. Por fortuna
casi no se ve esta sacristía, oculta detrás del lado izquierdo de la
iglesia, cuyo contorno exterior echa á perder.
Si no temiese abusar de la paciencia del lector, pondría aquí
algunos extractos del libro curioso que Fontana ha publicado sobre
la basílica del Vaticano (Tempio Vaticano illustrato, etc., in-fol.).
Según Fontana, las sumas gastadas para este edificio se elevaban
en 1694 á cuarenta y siete millones de escudos romanos. El escudo
romano, que vale hoy cinco francos treinta y ocho céntimos, no valía
entonces más que tres francos doce sueldos, moneda de Luis XIV.
San Pedro había costado, pues, ciento sesenta y nueve millones
doscientas mil libras. En 1694, el marco de plata valía cuarenta
francos; ahora vale cincuenta y dos. Así, en la moneda actual, San
Pedro habría costado, en tiempo de Fontana, doscientos veinte
millones de francos.
Artículo III

La fachada

La mala fachada de San Pedro, toda hecha en partes pequeñas,


tiene ciento cincuenta y siete pies romanos de altura y trescientos
sesenta y seis de ancho. Las columnas, que están dispuestas para
que no produzcan ningún efecto, tienen, sin embargo, ochenta y
seis pies de alto y ocho píes de diámetro (altura de las columnas
ochenta y seis pies y medio, la cornisa diez y ocho pies, el ático
treinta y uno, la balaustrada cinco pies y medio, las estatuas diez y
seis; total, ciento cincuenta y siete pies).
Si el plano de Migue! Angel había sido respetado, en medio de la
plaza se distinguió la cúpula (poco más ó menos como se distingue
la cúpula de los Inválidos del lado del Mediodía), mientras que hoy
no se ve más que una fachada cuadrada como la de un palacio.
Observad encima de una puerta, en la biblioteca del Vaticano, la
vista de San Pedro tal como hubiese sido según el plano de Miguel
Angel. ¿Es seguro que sea Rafael el autor del plano que se prefirió?
La cruz colocada en lo alto de San Pedro esta á cuatrocientos
treinta y dos pies del suelo. El 28 y 29 de Junio de cada año, días
consagrados á San Pedro y San Pablo, esta fachada, las tres
cúpulas y la columnata están iluminadas por medio de tres mil
ochocientas linternas y por seiscientas noventa antorchas. Desde el
balcón, por encima de la puerta principal, es cuando el Jueves
Santo, el día de Resurrección y el de la Ascensión, da la bendición
el soberano pontífice urbi et orbi.
Avanzando hacia la iglesia se encuentra uno bajo un gran
vestíbulo sin fisonomía. En los dos extremos están dos malas
estatuas ecuestres que llevan los nombres de Constantino y
Carlomagno, bienhechores de los papas. Si Carlomagno hubiese
tenido el talento que se le atribuye, hubiese dado á los papas una
provincia entera, pero situada en medio de Francia.
San Pedro tiene cinco puertas; una de ellas está amurallada y no
se abre más que cada veinticinco años para la ceremonia del
jubileo. El jubileo, que una vez reunió en Roma cuatrocientos mil
peregrinos de todas clases, no ha reunido más que cuatrocientos
mendicantes en 1825. Hay que apresurarse á ver las ceremonias de
una religión que va á modificarse ó á extinguirse.
Artículo IV

Vista general del interior de San Pedro

Empujando con trabajo una gran cortina de cuero, henos en San


Pedro. No se puede menos de adorar la religión que produce tales
cosas. Nada en el mundo puede ser comparado al interior de San
Pedro. Después de un año de estancia en Roma, iba á pasar allí
horas enteras con placer, Casi todos los viajeros experimentan esta
sensación. Algunas veces se aburre uno en Roma al segundo día
de estancia, pero jamás al sexto, y si se permanece el duodécimo,
se apodera la idea de quedarse.
Si queréis saber las dimensiones de San Pedro, os diré que esta
basílica es de quinientos setenta y cinco pies; tiene quinientos diez y
siete pies de ancho en el crucero. La nave de en medio tiene
ochenta y dos pies de ancho y ciento cuarenta y dos de alto. Está
adornada de grandes estatuas, de santos de trece pies de
proporción. San Pedro es tan bello que se olvida su fealdad. El
rococo puesto en moda por Bernin es execrable, sobre todo en el
género colosal. Dorat es el encargado de hacer la oración fúnebre
de Napoleón. Todavía Bernin es quien ha estropeado el interior de
San Pedro por una multitud de malos medallones de mármol
representando á diversos papas. Se puede decir que dan la idea de
la magnificencia á quien no los examina al detalle. Este efecto es
debido á lo grandioso de la arquitectura, á la extrema limpieza y á
los infinitos cuidados que se toman para que todo en San Pedro
recuerde al viajero que está en el palacio del soberano.
Al llegar cerca del aliar mayor, que, en verdad, es un viaje, se
distingue una especie de agujero revestido de mármoles magníficos
y de bronces dorados. Ciento doce lamparitas están encendidas día
y noche alrededor de la balaustrada de mármol, revestido este sitio
rebajado. Allí reposan los restos de San Pedro; aquí es donde este
primer jefe de la Iglesia sufrió el martirio. Este sitio venerable se
llama la Confesión (el apóstol ha confesado su religión, dando su
sangre por ella); se ha colocado aquí la estatua de Pío VI, que murió
en Francia desterrado. Es de Canova; la cabeza está tratada con
molicie. No es más que parecida.
El altar mayor está dispuesto como en la primitiva iglesia; el
celebrante mira al pueblo. Unicamente el Papa tiene el derecho de
decir allí la misa.
Por fortuna, este altar es bastante sencillo; yo lo quisiera de oro
macizo. Un baldaquino en bronce, de una altura enorme, hace que
se vea de lejos. Este adorno era necesario; pero se conduele uno
cuando se recuerda que ha sido hecho con bronce quitado al
Panteón. El caballero Bernin es el que ejecutó este baldaquino en
1663. ¿Creeréis que es más elevado que el palacio Farnesio? La
cima está á ochenta y seis pies del pavimento; es de veintiún píes
mayor que el frontón de la columnata del Louvre. Se empleó en ello
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mil ochocientos sesenta y tres quintales de bronce .
Nada demuestra esfuerzo en la arquitectura de San Pedro; todo
parece grande naturalmente. La presencia del genio de Bramante y
de Miguel Angel se hace sentir completamente, que las cosas
ridículas no lo son aquí; no son más que insignificantes. No creo que
ningún arquitecto haya jamás merecido mejor elogio.
Sería injusto si no añadiese el nombre de Bernin al de estos dos
grandes hombres Bernin, que en su vida ensayó tantas cosas
aturdidamente, ha triunfado perfectamente por el baldaquino y por la
columnata.
Levantando los ojos cuando se está cerca del altar mayor se
distingue la gran cúpula, y el ser más llano puede hacerse una idea
del genio de Miguel Angel. Por poco que se posea el fuego sagrado,
se aturde uno de admiración. Aconsejo al viajero que se siente
sobre un banco de madera y apoyar su cabeza sobre el respaldo;
allí podrá descansar y contemplar á gusto el vacío inmenso que se
extiende por encima de su cabeza.
El diámetro interior del Panteón es de ciento treinta y tres pies
romanos. La cúpula de Miguel Angel tiene ciento treinta píes de
diámetro; comienza á ciento sesenta y tres pies del pavimento. Se
cuenta, del pavimento hasta la bóveda de la linterna, trescientos
sesenta y nueve pies. Para sostener el peso de este templo elevado
en los aires ha sido preciso dar al muro veinticuatro pies de espesor.
Sobre el friso del entablamento se lee, en caracteres de cuatro
pies y medio de alto, ejecutados en mosaico, el famoso juego de
palabras sobre el cual está fundado el poder del Papa, y en virtud
del cual la totalidad del sudo de Francia ha sido dado tres veces á la
Iglesia.
Tu es Petrus, et super hanc petram cedificato ecclesiam meam , et
tibí dabo claves regni coelorum. Hay que confesar que se le debía
este honor.
Guardaos de buscar los nombres de esta multitud de artistas
mediocres de que han llenado San Pedro de cuadros, de estatuas,
de bajorrelieves, de tumbas, etc. En vida estaban de moda.
Nombraría á los que tienen algún mérito. La mayor parte han sido
más mediocres aquí que en otra parte; tenían miedo.
Después de ver el espectáculo de la cúpula, se llega al fondo de
la iglesia; pero si se tiene alma, se fatiga uno y no se admira más
que por deber.
En el fondo de la tribuna se notan cuatro figuras gigantescas de
bronce, que sostienen con el extremo del dedo, con gracia y como
harían danzarines en un baile de Gardel, un sillón también en
bronce. Sirve de estuche á la silla de madera de que San Pedro y
sus sucesores se sirvieron mucho tiempo para sus funciones
eclesiásticas. Por poco efecto que produzcan estas cuatro estatuas
colosales colocadas en el mejor lugar del mundo, reconocéis el
espirita de Bernin. ¡Qué no hubiese hecho Miguel Angel con esta
masa de bronce con espectadores preparados para la columnata
por la vista de la iglesia y por la cúpula! Pero Miguel Angel no
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intrigaba para que lo emplearan . El genio, en el género terrible, no
habiendo aparecido sobre la tierra desde la muerte de este gran
hombre, no nos queda más que copiarlo. Haría falta construir en
bronce una estatua imitada del Moisés de San Pietro in Vinculi, y
cuya cabeza sería coronada por la Gloria tal como existe por encima
de la silla de San Pedro.
Se llama gloria á un conjunto de rayos dorados. Este adorno que
rojea la hostia consagrada en una custodia es una gloria. Custodia
es el instrumento con que se da la bendición. He aquí detalles
exactos:
Estas cuatro figuras colosales de bronce representan dos
doctores de la iglesia latina: San Ambrosio y San Agustín. Dos de la
iglesia griega: San Atanasio y San Crisóstomo. Estos dos últimos
están más cerca del muro y tienen catorce pies de proporción. Los
doctores latinos tienen diez y seis pies. Estas cuatro estatuas de
bronce pesan ciento diez y seis mil libras. Se puede subir con la
ayuda de una escalera y ver la cátedra de San Pedro, que es de
madera con antiguos adornos en marfil y oro. Se observan dos
ángeles de pie sobre los lados de la silla de bronce, sostenida por
los cuatro doctores y, por encima, dos niños que llevan la tiara y las
llaves pontificales. Se ha sacado partido de una ventana que, por
medio de espejos amarillos, ilumina el fondo de la gloria y produce,
al ponerse el sol, un efecto bastante extraño. El Espíritu Santo, bajo
la forma de una paloma, corona toda la obra.
Esta parte luminosa que se distingue á lo lejos desde el fondo de
la iglesia, está rodeada de una multitud de ángeles y de serafines
que parecen adorar la cátedra de San Pedro. Esto no deja de ser
muy atrevido, en relación á las conveniencias.
Se empleó para esta gloria doscientas diez y nueve mil libras de
bronce, arrancado al pórtico del Panteón; el gasto fué de unos
seiscientos mil francos.
No hay que decir que los vidrios de color amarillo son de la
invención de Bernir. El efecto total me parece lindo, y, por esto, poco
digno de este templo, que es bello. Pero, por lo demás, estas dos
palabras no están muy separadas en muchas cabezas del Norte.
Un papa que fuera hombre de talento, podría hacer un regalo á
cualquier iglesia de América; cuatro estatuas de Bernin, admirables
para burgueses, pero completamente indignas, por su exageración
cómica, del lugar que ocupan en San Pedro.
En recompensa, al lado de estos bailarines con mitra, el
espectador distingue á su izquierda una tumba que es de una
belleza sublime: es la de Paulo III (Farnesio). Giacomo della Porta la
ejecutó bajo la dirección de Miguel Angel. Debajo de ta figura del
papa, que es de bronce, se encuentra esta celebre estatua de
mármol blanco representando á la Justicia, que es tan bella, que ha
sido necesario cubrirla con un paño de cobre, Examinad esta
cabeza; es el carácter de belleza de las romanas, tomado con
extraordinario talento. Es bella desde todos los aspectos, tal como
debe ser la verdadera escultura. Esta estatua me ha valido el honor
de disputar, durante diez años, con el inmortal Canova. Encontraba
en ella demasiada fuerza.
La tumba, á la derecha, es la de Urbano VIII (Barberini), muerto
en 1644, ciento veinticuatro años después de Rafael, y no hay nada
que se le parezca. La figura de Urbano VIII es de bronce; la Caridad
y la Justicia son de mármol, Bernin quiere agradar á la moda, y lo
consigue; se llegaba al siglo de lo lindo, el cual cambia cada
cincuenta años. La tumba de Urbano VIII, apenas es mejor que el
monumento de Malesherbes, que el palacio de Justicia en París ó
que la tumba Belloy en Notre Dame.
Se encuentra algún placer en ver los bajorrelieves de estuco
dorado que adornan la bóveda de la tribuna de San Pedro. El de en
medio, que representa á Jesucristo dando las llaves á San Pedro,
fué ejecutado según un dibujo de Rafael. La Grucifixión de San
Pedro está imitada del famoso cuadro de Guide, y la Degollación de
San Pablo, de un bajorrelieve de la Algarde. Pero todo esto está
ejecutado muellemente y en estilo académico: el desgraciado
estatuario tenia miedo de ser él mismo. Apostaría que murió rico y
colmado de honores.
El eje de San Pedro sigue poco más ó menos exactamente la
linea de oriente á occidente; la longitud de la iglesia, de la puerta á
la tribuna, es de quinientos setenta y cinco pies y medio; la anchura,
tomada hasta el altar mayor, es de quinientos diez y siete pies y
medio.
Yendo desde la puerta de entrada hacia el altar mayor, se puede
notar, después del tercer arco á derecha é izquierda, que la gran
nave se estrecha hasta ocho pies; se entra en la cruz griega,
proyectada por Bramante. Allí hubiera sido la entrada del templo, si
se hubiese seguido su plan.
Julio II puso la primera piedra el 18 de Abril de 1506, en la
fundación, detrás de la estatua de Santa Verónica.
El día de la Ascensión, nuestros compañeros de viaje han visto
con asombro, y aun con una especie de terror, varios cientos de
aldeanos de la Sabina; estaban reunidos en la nave mayor,
alrededor de una estatua de San Pedro en bronce. Han gastado,
con sus besos, el pie de bronce de este ídolo, Estos aldeanos bajan
de las montañas para celebrar la gran fiesta en San Pedro y asistir á
la funzione. Están cubiertos de casacas de lana á jirones; sus
piernas están rodeadas de trozos de telas, sostenidos por cuerdas
en forma de rombos; sus ojos feroces están cubiertos por cabellos
negros en desorden; llevan contra su pecho sombreros de fieltro, á
los cuales la lluvia y el sol han dejado un color de un negro rojizo;
estos aldeanos van acompañados de sus familias, no menos
salvajes que ellos.
Después de haberlos examinado en todas las partes de la iglesia
donde su dispersión nos permitía verlos de cerca, hemos vuelto al
San Pedro en bronce colocado á la derecha de la nave mayor. Esta
estatua roida fue un Júpiter; ahora es un San Pedro. Ha ganado en
moralidad personal; pero sus sectarios no valen lo que los de
Júpiter. La antigüedad no tuvo ni Inquisición, ni San Bartolomé, ni
tristeza puritana. No tuvo el fanatismo, esta pasión que es madre de
las crueldades más inauditas. El fanatismo ha sido creado por este
pasaje: Multi sunt vocati, panci vero electi, fuera de la Iglesia no hay
salud.
El sonido de la voz de estos aldeanos, que me parece bella
produce horror á nuestros compañeros de viaje. Tal es el origen de
todas nuestras divergencias: muchas cosas insignificantes á mis
ojos les parecen lindas, y lo que es la belleza sublime para mí les da
miedo… Los romanos, que oyen hablar de Miguel Angel desde su
infancia, están acostumbrados á venerarlo; es un culto. Su alma
sencilla y grande lo comprende.
Los habitantes de la montaña, entre Roma, el lago Fucino, Aquila
y Ascoli, representan bastante bien, á mi parecer, el estado moral de
Italia hacia el año 1400. A sus ojos, nada se hace más que por
milagro; es la perfección del principio católico. Si la pólvora cae
sobre un viejo castañar, es que Dios quiere castigar al propietario.
He encontrado el mismo estado moral en la isla de Ischia.
Nuestras compañeras de viaje han visto ¿aldeanos de rodillas á
ocho ó diez pasos de un confesonario; se veía bajar sobre su
cabeza una larga vara blanca que venía á limpiar sus pecados
veniales. Algunos confesonarios privilegiados estaban ocupados por
tres monjes que tenia cada uno una pértiga. Nadie se ría de esto en
Italia; es muy grave. Por lo demás, no había en la iglesia un solo
romano de las clases altas.
Para poner un poco de orden en nuestra descripción del interior
de San Pedro vamos á hablar:
1.° De la cúpula.
2.° Plegados al fondo de la iglesia seguiremos el muro del Norte;
volviendo hacia la puerta de entrada examinaremos las tumbas, los
cuadros en mosaico, etc., que se encuentran en la nave del Norte (á
la derecha del viajero que entra).
Llegaremos así á la primera capilla entrando á la derecha, notable
por el famoso grupo de Miguel Angel llamado la Pietà (la Madonna
sostiene sodre sus rodillas el cuerpo de su hijo).
3.° Por fin volveremos de la puerta al fondo de la iglesia,
siguiendo el muro del Mediodía y llegamos así á la tumba de Pablo
III que termina este lado; habremos visto todo San Pedro.
Artículo V

La cúpula

Sabéis que Bramante había elevado hasta la cornisa los cuatro


enormes pilares de la cúpula, que tienen cada uno doscientos seis
pies de circunferencia. La iglesia de San Carlo alle Quattro Fontane
ocupa exactamente si espacio de estos pilares y no parece
pequeña.
Bramante colocó los cuatro grandes arcos que como puentes
uniesen estos pilares uno á otro.
He aquí lo que Miguel Angel encontró; encima de esto elevó su
cúpula. Tiene ciento treinta pies de diámetro, es decir, tres pies
menos que la del Panteón. Comienza á ciento sesenta y tres pies
del pavimento, y su altura, tomada desde su base hasta la abertura
de la linterna, es de ciento cincuenta y cinco pies. No se podría
creer que la linternita está por encima, á cincuenta y cinco pies de
alto, á la elevación de una casa ordinaria, Así la cúpula de Miguel
Angel, quitada de encima de los pilares y colocada en el suelo,
tendría doscientos sesenta pies de alto, elevación que sobrepasa á
la del Panteón. Subimos para ver la parte exterior de la cúpula: el
pedestal de la bola de bronce tiene veintinueve pies y medio de
altura; la bola en sí, siete pies y medio. La cruz que corona la iglesia
es de trece pies de alta.
La altura total de San Pedro, desde el pavimento de la iglesia
hasta el último adorno de la cruz, es de cuatrocientos veinticuatro
pies. Los romanos cuentan once pies de más, creo, porque miden la
elevación á partir del pavimento de la iglesia subterránea, donde
está la tumba de Alejandro VI.
Esta altura hace estremecer cuando se piensa que Italia está
continuamente agitada por temblores de tierra, que el suelo de
Roma es volcánico y que un momento puede privarnos del más
bello monumento que existe. Ciertamente, nunca sería vuelto á
levantar: somos demasiado razonables. Dos monjes españoles, que
se encontraron en la bola de San Pedro cuando la sacudida de 1730,
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tuvieron tal miedo, que uno de los dos murió allí mismo .
Para que la vista quede satisfecha, el contorno exterior de la parte
esférica de una cúpula no debe ser el mismo que el contorno
interior; la cúpula de San Pedro tiene dos cascos y entre los dos
arrastra la escalera por la cual se sube hasta la bola.
El tambor de la cúpula (la parte cilíndrica) está abierto por diez y
seis ventanas; á través de estas ventanas, paseándose hacia el
Pincio, es desde donde se ve algunas veces el sol poniente.
La bóveda de la cúpula está dividida en diez y seis
compartimentos adornados de estucos dorados y de cuadros en
mosaico que representan á Jesucristo, la Virgen, los apóstoles,
santos, ángeles, Como efecto de pintura todo está mal colocado; era
preciso un hombre de talento, un Correggio, un Miguel Angel, un
Rafael, un Aníbal Carrache, que se hubiera atrevido á inventar algo.
No se encontraron más que pobres diablos de imitadores sin
originalidad ni audacia; por ejemplo, un caballero de Arpin, que hizo
El Padre Eterno que está sobre la bóveda de la linterna. Los cuatro
Evangelistas, también en mosaico que ocupan lo alto de las
fachadas principales de los cuatro pilares de la cúpula son de César
Nebbia y de Juan de Vicehi. Cada uno de estos pilares esta
adornado por dos nichos, uno encima del otro, ejecutado según tos
dibujos del caballero Bernin. Producen bastante buen efecto. Los
nichos superiores tienen balcones y columnas retorcidas de mármol
blanco; estas columnas llamadas Vitinee sostenían en otro tiempo el
baldaquino colocado encima de la Confesión de San Pedro, en la
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basílica construida por Constantino . Habían sido quitadas del
templo de Jerusalén.
Para tas cuatro figuras en mármol de quince pies de proporción
que llenan los nichos inferiores de los pilares del lado del altar
mayor, fué preciso el genio de Miguel Angel. Nada tan mediocre
como La Santa Verónica presentando un santo sudario y la Santa
Elena sosteniendo una cruz. El San Longinos es del caballero
Bernin. La cuarta estatua, San Andrés, es del célebre escultor
flamenco Francisco Duquesnoy, que en Italia se llama il Fiammingo.
Me hago violencia para no poner aquí dos páginas de hechos
pequeños que me parecen interesantes, porque amo San Pedro.
Artículo VI

Lado del norte

Después de haber visto á conciencia las cosas anotadas en las


páginas anteriores, estábamos muy fatigados para examinar nada al
detalle. Hemos vuelto al día siguiente y después de ver de nuevo la
cúpula y llegar hasta las tumbas de Pablo III y Urbano VIII, hemos
retrocedido hacia las puertas de la iglesia, siguiendo, á partir de la
tumba de Urbano VIII, el muro del Norte.
Hemos distinguido, primero un mosaico representando á San
Miguel Arcángel; es una copia del célebre cuadro de Guide que
vimos al día siguiente de nuestra llegada en los Capuchinos de la
plaza Barberini, El primero de los pintores, el Guide, tuvo la idea de
imitar la belleza griega por los rasgos del rostro; estudió las cabezas
del grupo de Niobé y sobre todo, la de esta desgraciada madre.
Veremos en una carta dirigida al conde Baldassar Castiglione por
Rafael, que buscaba la belleza copiando las más bellas cabezas de
mujeres que podía encontrar y corrigiendo sus defectos. El trabajo
que debía hacerse en la cabeza de un gran pintor para encontrar la
belleza estaba impedido por los sueños de Platón, muy á la moda
en tiempo de Rafael. La gran serenidad que se nota sobre la frente y
en la parte superior de la cabeza del Arcángel San Miguel, viene
evidentemente de los griegos y esto, me parece, no se encuentra
nunca en Rafael.
Se ve muy cerca del Arcángel el mosaico más bello de San
Pedro; es del caballero Cristofari. Es la copia de Santa Petronila de
Guerchin, cuyo original estuvo en París y se encuentra ahora en el
Capitolio. La santa está representada en el momento de su
exhumación; el mosaico ha sabido conservar casi todo el calor del
cuadro, que es una de las obras maestras de su autor. Uno de
nosotros, el representante del gusto francés, se ha extrañado mucho
que Guerchin haya puesto á uno de sus personajes el traje italiano
del año 1650. Este cuadro es cálido como una novela del abate
Prévost.
Se pasa por delante de la tumba de Clemente X (Altieri) muerto
en 1676, Todo es mediocre, el Martirio de San Erasmo, de Poussin,
es un cuadro estimable, pero muy desagradable de ver.
Como recompensa, casi todo es sublime en la tumba de Clemente
XIII (Rezzonico) muerto en 1676. Su padre, rico banquero de
Venecia, le había comprado el capelo de cardenal al precio de
trescientos mil francos. El dinero no fue extraño acaso á su
promoción al papado. Toda su vida el buen Rezzonico tuvo
remordimientos de esta gran simonía. Fué un hombre regular, muy
honrado y devoto de buena fe.
Esto es lo que el inmortal Canova ha expresado divinamente en la
cabeza de este Papa, que ha representado rezando. La figura
colosal de Clemente XIV está de rodillas sobre su mausoleo; la
cabeza está vuelta hacia el altar mayor de San Pedro. A la izquierda
del viajero está la figura de la Religión en pie; sostiene una cruz. Del
otro lado está el genio de la muerte, sentado y en actitud de dolor.
Este genio es quizá demasiado lindo, tiene el inconveniente de
despertar un poco la idea de la fatuidad.
La puerta de la sacristía, que se encuentra en la parte inferior del
mausoleo, produce un admirable efecto; se diría que lleva al reino
de la muerte. Tanto es así, que el talento sabe sacar partido de las
dificultades. A los dos lados de esta puerta es donde se ven estas
admirables figuras de leones tan célebres entre los artistas;
expresan matices distintos de un extremo dolor; el agobio profundo
y la cólera. Quizá estamos aquí en presencia de la perfección del
Arte. Canova era muy pobre cuando sus protectores le hicieron
obtener de la Casa Rezzonico la comisión de esta tumba. Se vio
obligado á tallar él mismo el manto de la figura que representa la
Religión; horadó con la ayuda de un formón, apoyado sobre el lado
izquierdo del pecho, todo el espacio que se encuentra entre este
manto y el lado de la estatua de la Religión. Tal fué el origen de los
vivos dolores de estómago de que este gran artista se quejó toda su
vida y que le llevó á la tumba en 1823, á la edad de sesenta y tres
años.
He visto á muchas personas admirar sin reserva la figura del Papa
y de los dos leones. La Religión deja algo que desear; se echa de
menos en la (rente y en los ojos, la ausencia de la fuerza terrible de
Miguel Angel. Los dibujantes de la escuela de David aplicaban su
frío compás al genio de la muerte, y creo que encontraban algo que
59
rectificar en las proporciones de una pierna .
Se puede comparar esta tumba á la de María Cristina, en Viena,
de Canova; la del mariscal de Sajonia, en Strasburgo; la de Julio II,
por Miguel Angel (en Roma, en la iglesia de San Pietro in Vinculi); la
de los Médicis, en Florencia, que son de Miguel Angel; la del general
Moore, en San Pablo de Londres, y, en fin, la tumba de Pablo III
(Farnesio), en San Pedro.
La tumba de María Cristina está compuesta de un gran número de
figuras y le falta un poco de unidad; agrada sobre todo á las almas
frías. Las tumbas de los Médicis en Florencia tienen el defecto
contrario: no presentan más que una figura. En la del mariscal de
Sajonia no está bien mas que la cabeza y la posición del cuerpo,
que demuestra la intrepidez con que este general avanza hacia la
muerte.
La tumba del general Moore, en Londres, estaría cerca de la
perfección si hubiese sido ejecutada por un escultor. En fin, no me
extrañaría que la voz de la posteridad no colocase ante los demás la
tumba de Clemente XIII. Si fuese en una iglesia gótica, tal como la
catedral de Colonia ó la de Florencia, la luz terrible y
verdaderamente católica que á través de los vidrios pintados baja
hasta el pavimento, duplicaría el efecto de la cabeza de Rezzonico y
quitaría al genio de la muerte el aspecto un poco mundano y los
últimos vestigios del mal gusto, inventado por Bernin.
Casi enfrente de la obra maestra de Canova se ve un gran
mosaico ridículo que representa la barca de San Pedro, á punto de
ser sumergida, y á Jesús, que viene en socorro del apóstol. El
miedo innoble de San Pedro recuerda el personaje cómico de D.
Abondio, de los Novios, de M. Manzoni. El autor de este cuadro es
Lanfranc, de Bolonia, este intrigante tan querido entre los hombres
poderosos, tan feliz y tan diestro que sembró tantas espinas en la
carrera del pobre Dominiquino. Silbado por todo el mundo el
Dominiquino, acabó por dudar del mérito de sus mejores obras, por
ejemplo, los frescos de San Andrés della Valle, en Roma.
Todas las estatuas de los alrededores son ridículas, se diría un
bailarín representando siempre en algún baile el personaje de santo;
tal es, en la Sala del Instituto, en París, la estatua de Fenelón. Me
contentaré con citar las estatuas de San Bruno, de San José de
Calasanz, de San Cayetano y de San Jerónimo Emiliano, colocados
cerca de la tumba Rezzonico.
Me incomoda que el de Benito XIV (Lambertini), este gran
príncipe y este hombre amable, no sea mejor. Murió en 1758, época
de decadencia completa para la escultura. Su tumba es de Pedro
Bracci.
Hemos llegado al bello mosaico que hace pareja con la
Transfiguración de Rafael colocada del otro lado de la iglesia al
Mediodía: es la célebre “Comunión de San Jerónimo” del
Dominiquino. Inferior por la sublimidad de las cabezas á la
Transfiguración, la Comunión le gana por el clarobscuro; produce
más efecto en San Pedro por la unidad del clarobscuro. Este cuadro
tiene otra ventaja: la unidad del asunto. El mosaico es de Cristofarí.
Se pasa delante de dos tumbas mediocres. La de Gregorio XIII
(Buoncompagni), que el asesinato de la San Bartolomé regocijó tan
fuerte, es de mármol. La tumba de estuco donde primero
Buoncompagni había sido colocado, ha sido concedida, después de
su marcha, á las cenizas de Gregorio XIV.
La capilla del Santísimo Sacramento está cerrada por una verja
de hierro; esta capilla está rica y no bella. El tabernáculo del altar ha
sido hecho según los dibujos del caballero Bernin; es un pequeño
templo de diez y nueve pies de alto, decorado de doce columnas de
lápiz, Pedro de Cortona, mezcla de talento y de mal gusto, ha
pintado al fresco el cuadro principal: es una Trinidad. En la misma
capilla se ve Otro altar con un cuadro de San Mauricio, pintado por
el Pelegrini. Delante de este altar es donde se encuentra colocada
sobre el enlosado la tumba de Sixto IV dispuesta poco más 5 menos
como la del cardenal Richelieu en la Sorbona. Este papa, muerto en
1484, tuvo por escultor á Antonio Pollapiolo. Fue Julio II, aún
cardenal, quien hizo levantar esta tumba á su tío. Se ve al lado del
altar la puerta de comunicación que conduce al Vaticano (en el
departamento donde están colocados los Arazzi ó tapicerías hechas
según los cartones de Rafael). Esta capilla comienza la nave
añadida por Pablo y á la cruz griega; se puede notar en el punto de
unión una ligera irregularidad de construcción.
Se pasa delante de las tumbas de Inocente XI y de la célebre
condesa Matilde. La cabeza de esta mujer, tan útil á ta iglesia, es de
Bernin.
La capilla de San Sebastián posee el mosaico del martirio de este
santo, Cristofari la ejecutó según el fresco del Dominiquino que está
en Santa María de los Angeles.
Se llega por fin á la capilla della Pietà, llamada así porque se ve
sobre el altar e¡famoso grupo de Miguel Angel: la Virgen
sosteniendo sobre sus rodillas el cuerpo muerto de su hijo. Este
grupo es de mármol.
En esta bella lengua italiana se llama una Pietà (una Piedad) por
excelencia, á la representación del espectáculo más conmovedor de
la religión cristiana, Miguel Angel hizo esta obra maestra para el
cardenal Villiers, abate de San Dionisio y embajador de Carlos VIII
cerca del papa Alejandro VI.
Miguel Angel comenzó como Canova, por imitar fielmente la
naturaleza. Después las predicaciones y la muerte de Savonarola le
hicieron comprender la religión católica y adoptó el estilo sublime y
terrible en el cual no es comparable con nadie. Nació en Florencia
en 1474; murió en Roma en 1563.
Se ve en un ángulo de la capilla della Pietà una verja de hierro
que rodea una columna retorcida en mármol; esta es sobre la que
Jesucristo se apoyó al disputar con los doctores en el templo de
Salomón. Algunas personas suponen que esta columna es una de
las doce de la misma forma que Constantino había hecho traer de
Grecia y que por orden suya fueron colocadas alrededor de la tumba
del príncipe de los apóstoles en el antiguo San Pedro.
La urna antigua adornada de bajorrelieves que se ven aquí,
perteneció á Probus Anicius, prefecto de Roma muerto en 395.
Servía para las fuentes bautismales en la antigua basílica.
El gran arco que de la nave del medio conduce á la Pietà es de
cuarenta pies y medio de ancho y de setenta y uno de alto. La
cupulilla que precede á la capilla, tiene ciento veinticinco pies de
altura y cuarenta y cinco pies en su mayor diámetro. Los mosaicos
con copias toscas tomadas de Pedro de Cortona y Ciro Ferri.
Artículo VII

Nave del mediodía

Después de haber examinado el lado del Norte, hemos


atravesado la iglesia pasando delante de las cinco puertas de
entrada. La forma de las ventanas que están encima es demasiado
pagana y toda esta fachada interior tiene que reconstruirse. Pío VI la
echó á perder, heciendo colocar dos relojes, uno francés y el otro
italiano, que al ponerse el sol marca siempre veinticuatro horas.
El techo de la iglesia está resplandeciente de oro como la galería
de Compiegne; son rosetones y arcos de estuco dorado. Hemos
divisado encima de los grandes arcos que comunican la nave
principal con las naves laterales, un gran número de estatuas en las
cuales se ha buscado la belleza griega, ordenada como era preciso
para agradar al siglo XVI, es decir, que el escultor ha reunido la
expresión de la fuerza y de la justicia á la de la voluptuosidad. Este
artesonado dorado con magnificencia hace de San Pedro la capilla
de un gran soberano cuyo poder se funda sobre la religión y no una
iglesia católica. ¿No encontráis que el sólo género gótico está en
armonía con una religión terrible que dice al mayor número de los
que entran en sus iglesias: Serás condenado? San Pedro convenía
perfectamente en la corle elegante de un papa hombre de talento,
tal como León X, los papas más puritanos que después han hecho
trabajar allí, no han podido hacerle perder este carácter de belleza
mundana y cortesanesca. La oración, desde San Pedro, no es el
arranque del corazón hacia un juez terrible que hace doblegarse á
toda costa, es una ceremonia que hay que llenar con un ser bueno é
indiferente para muchas cosas.
Todas estas ideas presentadas á nuestras compañeras de viaje
no han dejado de tener oposición. Ruego al lector que se acuerde
que no hago más que el oficio de abogado general; propongo
motivos de convicción. Invito á desconfiar de todo el mundo y aun
de mí. Lo esencial es no admirar más que lo que produce realmente
placer y creer siempre que el vecino que admira está pagado para
engañaros: por ejemplo, monseñor D. que comía ayer al lado mió en
casa del embajador de Rusia y nos alababa con fervor la
administración de la justicia criminal en Roma, pocos meses
después fué nombrado cardenal. Pido perdón por el hablar breve y
en cierto modo cortante. Muchas veces tres palabras puestas en
lugar de una dulcificarían la forma, pero formarían tres volúmenes
de este itinerario.
La primera capilla entrando á la izquierda en San Pedro á lo largo
del muro meridional, es la de las fuentes bautismales, es una
soberbia concha de pórfido de doce pies de larga por seis de ancha
que contiene el agua consagrada. Fué mucho tiempo la cubierta de
la tumba del emperador Otón II, muerto en Roma en 983. El adorno,
bastante ridículo, en bronce dorado, fué ejecutado en 1698, según
los dibujos de Fontana. Se ven alrededor de esta urna tres mosaicos
mediocres: el de en medio representa á Jesucristo bautizado por
San Juan. Es la copia de un frío cuadro de Carlos Maratte. Durante
los primeros siglos del Cristianismo no se bautizaba en Roma más
que en San Pedro ó en San Juan de Letrán.
Avanzando hacia el fondo de la iglesia, se encuentra á la
izquierda la tumba de María Sobieski Stuardo, reina de Inglaterra,
muerta en Roma en 1755. Aquí se ensayó una cosa que parece muy
razonable á las personas de talento, tales como d’Alembert,
Chamfort, etc., pero que produce siempre un mal efecto. El retrato
de la reina de Inglaterra, ejecutado en mosaico, está colocado en
medio de adornos esculpidos. Debajo de esta tumba se encuentra la
puerta de la escalera que conduce á la gran cúpula y sobre los
techos de San Pedro.
Hemos vuelto á ver la más agradable de las obras maestras de
Canova: es la tumba de Jacobo III, rey de Inglaterra, y de sus dos
hijos el cardenal de York y el Pretendiente, esposo de esa espiritual
condesa de Albany, que fue amada de Alfieri. El rey de Inglaterra
actual, Jorge IV, fiel á su reputación de gentleman, el más cumplido
de los tres reinos, ha querido honrar las cenizas de los príncipes
desgraciados que en vida hubiese enviado al cadalso si hubiesen
caído en su poder. La forma de la tumba es un poco gótica. Sobre
un plinto se ven los bustos de los tres Estuardos en medio relieve,
tratados de una manera algo afeminada y que recuerda la ausencia
total de carácter que se notaba en estos hombres, sin duda los más
desgraciados de su siglo.
Debajo de estos bustos, un gran bajorrelieve representa la puerta
de una tumba y á los dos lados dos ángeles de quienes, en verdad,
me es imposible describir la belleza.
Enfrente está un banco de madera sobre el cual en 1817 y en 1828
he pasado las horas más dulces de mi estancia en Roma. Cuando
se acerca la noche sobre todo, la belleza de los ángeles parece
celeste. Me traían el recuerdo de La noche, de Correggio, en
Dresde. Al llegar á Roma, junto á la tumba de los Estuardos es
donde hay que venir á probar si por suerte se tiene un corazón
hecho para sentir la escultura. La belleza dulce y sencilla de estos
jóvenes habitantes del cielo aparece al viajero mucho tiempo antes
de que pueda comprender la del Apolo de Belvedere y mucho
tiempo antes de que sea sensible a la sublimidad de los mármoles
de Elgina. Comparados con la estatua de Teseo, estos ángeles son
casi un retrato. Contra estos ángeles es contra quienes se
desencadena el odio más furibundo de ciertos hombres que, por
desgracia para las artes, se han hecho escultores. Si se hubieran
hecho fabricantes de paños ó banqueros habrían llegado más
pronto á la opulencia.
El cuadro en mosaico de la segunda capilla es una presentación
de la Madona en el templo. Los mosaicos de la cúpula son copias
tomadas de Carlos Maralte, que es á los grandes pintores lo que las
tragedias de La Harpe son á las de Voltaire.
No diré nada de las cupulillas ovales que sirven de adorno á las
naves laterales de San Pedro; después de todo, vale más que
existan. Hacen el efecto de un regular acompañamiento de bajo en
un bello canto.
Nos hemos detenido mucho tiempo delante de la tumba de
Inocente VIII, Cibo, muerto en 1492; es de bronce y demuestra la
exactitud un poco seca que tenían á gala hacia el Fin del siglo XV.
Este vale más que la ignorancia presuntuosa de nuestro dejar correr
actual. El escultor fue Antonio Pollapiolo. Este papa está
representado sobre su tumba de dos maneras diferentes, es decir,
vivo y muerto.
Enfrente está una puerta que conduce á la tribuna de los músicos
y encima de esta puerta se deposita el cuerpo del papa último que
muere.
Allí, desde el mes de Agosto de 1823, reposaba el venerable Pío
Vil cuando León XII vino á ocupar su puesto el 15 de Febrero de
1829. Cuando el sucesor de un papa viene á reemplazarle, se bajan
los restos del penúltimo soberano á los subterráneos de San Pedro
(la gruta) ó se les entrega á la familia.
El cardenal Con sal vi proveyó en su testamento á su bienhechor,
muerto muy pobre, para que no le faltara una tumba. M.
Thorwaldsen es quien se encargó de ello; lo he visto en su taller,
muy adelantado (1828). Son, como de ordinario, tres figuras
colosales: la del Papa y dos virtudes. Pío VII se le representa
sentado y dando la bendición. Con un poco de audacia se le
hubiese presentado de pie, respondiendo ¿la cólera de Napoleón,
Una de sus virtudes es la Prudencia, que lee en un libro; la otra es la
Fuerza de carácter, que vestida con una piel de león, cruza los
brazos y levanta los ojos al cielo.
Si esta obra es superior á todas las tumbas vulgares que se
encuentran en San Pedro, hay que hacer gracia á la revolución
operada en las artes por el ilustre David, Este gran pintor mató la
cola de Bernin. (Pido perdón de un gran pintor amigo mío).
La última capilla de la parte añadida por Pablo y es la del coro (del
coro). Allí todos los días oficia el capítulo de San Pedro, compuesto
de un cardenal arcipreste, de un monseñor que es su vicario, de tres
canónigos, treinta y seis beneficiados y veintiséis clérigos. Esta
capilla es de grande ella sola como una iglesia y está separada del
resto de San Pedro por espejos añadidos entre las barras de hierro
de la puerta. Preservan del frío a los viejos sacerdotes que vienen á
cantar aquí las alabanzas del Señor y las soprani que les ayudan
con sus agrias voces. La bóveda está adornada magníficamente, se
diría que por un escultor griego: tantas figuras desnudas se ven allí
que se destacan en blanco sobre un fondo de oro. Estos adornos
desvirtúan á la vez el espíritu y la letra del cristianismo, pero los que
mandaron estas Figuras á Giacomo della Porta, muerto hacia 1610,
no sabían más. Las conveniencias no habían hecho aún estos
tristes progresos que hoy confirman con el género desagradable los
artistas que trabajan para la Iglesia.
El domingo por la mañana, hacia el mediodía, se ven reunidas
delante de esta puerta de hierro á muchas lindas inglesas dando el
brazo á sus tristes maridos. Estos señores tienen enormes
mostachos. Los extranjeros acaban por conocerse todos de vista.
Los castrados de 1820 son lamentables. Roma tiene gran necesidad
de un papa entusiasta por las artes; de otro modo no se llegará á
nada. La única bella voz de este género estaba en Dresde hace seis
años; también había siempre gran multitud en la misa del rey.
Enfrente de nosotros, en el fondo de la nave que seguimos, se
distingue de lejos un mosaico bastante bien hecho, tomado de la
Transfiguración de Rafael. Por la ausencia de clarobscuro no se
distingue el asunto desde tan lejos como el de La Comunión de San
Jerónimo; pero el gran nombre de Rafael excita á la admiración y el
efecto producido es magnifico. Hasta 1758 este mosaico no fué
colocado aquí.
Hemos observado al pasar la tumba de León XIf Médicis, que
ocupó la silla de San Pedro durante veintisiete días, en Abril de
1605, Cuando era cardenal, este papa había sido enviado por
Clemente VIII al rey de Francia Enrique IV para recibir de sus manos
la ratificación de las condiciones al precio de las cuales la Santa
Sede le concedía la absolución de las censuras. El bajorrelieve que
representa esta misión del cardenal de Médicis es de la Algarda,
escultor que, puesto en una escuela algo mejor, no hubiese dejado
de tener aptitudes. Hizo las tres estatuas obligadas de esta tumba.
La de Inocente XI, Odescalchi, muerto en 1689, es de un escultor
borgoñés, Esteban Monot. El bajorrelieve se refiere al levantamiento
del sitio de Viena por los turcos.
Llegamos á la capilla Clementina, así Hamaca por Clemente VIII,
que la hizo construir. El mosaico del altar, según Andrés Sacchi,
representa uno de los milagros de San Gregorio el Grande, cuyo
cuerpo está colocado allí cerca.
La ventana meridional, así como la del Norte, está terminada en
culo de horno, como dicen los arquitectos. Allí se ve la famosa
Crucifixión de San Pedro, de Guide; es una copia en mosaico de
este cuadro célebre, que las victorias de Italia habían llevado á
París, y que Waterloo devolvió al tercer piso del Vaticano.
El altar á la izquierda presenta un cuadro de Spadarino. Es Santa
Valeria, que lleva su cabeza a San Marcial, obispo, mientras celebra
la misa. Puede uno detenerse delante del cuadro vecino: Santo
Tomás quiere tocar el costado de Jesucristo (me extraña siempre
mucho que este gran acto de filosofía se represente en las iglesias).
Este mosaico está hecho según un cuadro de M. Cammuccini, que
se tiene en Roma como el mejor pintor viviente. Sus obras, ¿son
comparables á las de Gérard, Gros, Delaroche y otros ilustres
franceses? Se dice que M. Cammuccini ha ayudado mucho á la
reputación de M. Thorwaldsen y que M. Thorwaldsen no ha anulado
la de M. Cammuccini. La diplomacia hace la mitad del talento de los
artistas modernos.
Avanzando hacia el fondo de la iglesia se ve, entre dos columnas
de granito negro, una puerta siempre abierta; conduce á la sacristía
construida por Pío VI.
Hemos llegado en seguida á una espantosa tumba. Un enorme
esqueleto de cobre dorado levanta una tela de mármol amarillo; es
la última obra de Bernin. Allí reposa Alejandro VII, Chigi. El Papa
está de rodillas; se le ve rodeado de figuras de mujeres que
representan la justicia, la Prudencia y la Caridad Bernin se había
atrevido á mostrar la Verdad en toda la sencillez de su traje y se
revistió con unos paños en bronce.
No negaré que hay aquí un cierto fuego de ejecución que atrae
las miradas del pueblo. He visto muchas veces delante de esta
tumba ocho ó diez campesinos de la Sabina parados con la boca
abierta. Pero lo que está hecho para conmover al vulgo, subleva á
mis amigos. He aquí la gran dificultad de las artes y de la literatura
en el siglo XIX. El mundo está lleno de personajes á quienes sus
riquezas inclinan á comprar, pero que la tosquedad de su gusto
prohíbe apreciar, Estas personas son el pasto de los charlatanes.
Los éxitos que tienen ahogan la reputación del pintor hombre de
talento. ¡Dichoso este hombre de talento si no se hace envidioso y
malvado! Seria preciso tomar su partido y trabajar para el público
ignorante ó para the happy few. No se puede agradar á la vez á los
das. Yo diría á los artistas: Las memorias de mi contemporáneo han
encontrado primeramente un buen éxito, mejor que los folletos de
Courier.
Los campesinos de la Sabina, después de haber examinado el
enorme esqueleto dorado de la tumba de Alejandro VII, vuelven
hacia sus montañas mucho más católicos, He aquí un efecto que
nuestro clero de Francia no entiende cuando proscribe la música y
las bellas artes. Las bromas de Voltaire le producen miedo. Es
preciso que el pueblo respire la religión por todos los poros. Antes
de que se prohibiese el Réquiem de Mozart en San Sulpicio veía
personas muy poco devotas.
Bajo la tumba de Alejandro Vil está la puerta que da á la plaza de
Santa Marta. El cardenal Spina nos decía anteayer que hay que
entrar en San Pedro por esta puerta, La primera impresión es
especial. Esta es una idea inglesa.
Cerca de esto hay un mal cuadro de Vanni que representa La
caída de Simón el Mago, El asunto de este cuadro, no habiendo
sido admitido oficialmente por la Iglesia, no se ha traducido en
mosaico.
Sobre el altar de San León el Grande se ve, entre dos columnas
de granito rojo oriental, un bajorrelieve de Algarda que algunas
personas tienen por su obra maestra. San León desvía á Atila, rey
de los hunos, de continuar su marcha hacia Roma mostrándole á
San Pedro y San Pablo irritados contra él. No hay que acordarse del
mismo asunto tratado por Rafael. No concibo, en verdad, cómo M.
Cicognara ha podido hacer grandes hombres de todos los tristes
escultores que han llenado el intervalo entre Miguel Angel y Canova.
Son hábiles obreros en el género del abate Delille y nada más.
Muchos han conocido tanto la copa de mármol como él la copa de
los versos. Recordaría siempre con gusto la descripción de la pesca
con red por el abate Delille. Se encontró también algunas lindas
estatuítas de Algarda.
Muchas personas prefirieron la Pesca con red, al relato de Cinna:
Jamais contre un tyran entreprise conçue etc. ("Jamás contra un
tirano empresa concebida", etc.)
La mediocridad de todos estos escultores alabados por M.
Cicognara ¿no os parece confirmada por la tumba de Alejandro VIII,
Otoboni? Rossi ha hecho el Papa en bronce, la Religión y la
Prudencia en mármol. El bajorrelieve que representa una
canonización hecha por Alejandro VIII en 1690 tiene mucha
reputación. ¿Es éste el mismo arte que el que produjo las tumbas de
los Mediéis en Florencia?
Después de esta tumba se llega á la de Paulo III y al fondo de la
iglesia á que hemos dado ahora la vuelta.
Una reflexión triste domina á las demás. El gobierno de las dos
Cámaras va á recorrer el mundo y llevar el último golpe á las Bellas
Artes, Los soberanos, en lugar de pensar en hacer una bella iglesia,
piensan en colocar fondos en América para tener riquezas
particulares en caso de caída. Una vez implantadas en un país las
dos Cámaras, veo dos cosas:
1.a No darán nunca veinte millones durante cincuenta años
consecutivos para hacer un monumento como San Pedro.
2.a Llevarán á los salones una multitud de personas muy
estimables, muy honorables, muy ricas, pero privadas por su
educación de ese tacto fino necesario para las Bellas Artes. Deseo á
éstos poder librarse de esas tres desgracias.
Si no se quisiese nunca acabar San Pedro habría que reemplazar
los malos cuadros por mosaicos hechos tomados de la Asunción y
el San Pedro de Tizziano, La Resurrección de Cristo de Aníbal
Carrache, la Santa Cecilia de Rafael, el Martirio de San Andrés del
Dominiquino (fresco en San Gregorio, de Rama), La deposición de
la Cruz de Correggio (en el Museo de María Luisa, en Parma), El
Descendimiento de la Cruz de Daniel de Volterre (en la Trinità
d'Monti, en Roma), etc., etc.
Preferiría á muchos de estos cuadros mosaicos hechos según
ciertas partes de los frescos de Miguel Angel en la Sixtina; aquí se
verán. Pero se han burlado de mí esta mañana cuando proponía
esta idea ¿mis compañeros de viaje. Casi todas las estatuas
colocadas en San Pedro son ridículas; M. Ranch, de Berlín, las
haría mejores.
El vestíbulo tiene un aspecto demasiado pagano; serían precisas
en absoluto cuatro grandes tumbas, es decir, el recuerdo de la
muerte mezclado con el de un grande hombre. ¡Qué idea más bella
para la religión!
Falta en San Pedro un órgano digno de tal edificio...
San Pedro, iluminado con gas y por una sola masa de luz
colocada encima del altar mayor, presentará acaso un día un
espectáculo del que no tenemos idea. Pero, ¡qué palabra profana
acabo de emplear! (Presentar un espectáculo) ¡Ay, los bellos días
de San Pedro han pasado! Para sentir allí placer, para encontrar una
emoción profunda hay que primero ser creyente.
Los techos de San Pedro y la iglesia subterránea merecen mucho
ser vistos, pero no me atrevo á detener al lector más tiempo...
Sacrifico veinte páginas de hechos y detalles menudos que me
interesaban mucho según los iba escribiendo.

Fin

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Notas

1 Iglesia de Roma que está bajo la advocación de San Pedro Ad


Vincula; frase latina que significa, literalmente, entre cadenas, en la
cárcel, y que los italianos han traducido en su idioma: in vincoli.- (N.
del T.)
2 Entiéndase deístas en el sentido de esa secta del siglo XVIII,
que vinieron á constituir los principales enciclopedistas, como
Voltaire. D’Alembert, Helvetius y D’Holbach.—
(N. del T.)
3 Diminutivo de márchese, marqués; marchesino es el equivalente
á marquesito—(N. del T.)
4 Vease L’Ajo nel imberazzo, comedia muy alegre del conde de
Guiraud. Los arregladores que nos lo han hecho conocer en Paria,
han tenido miedo á nuestras costumbres, que son de alto copete—
collet monté (a)—; han reemplazado la alegría picaresca por
palabras finas y dulces, ingeniosas, pero demasiado delicadas, sin
jocosidad.—(Nota de Stendhal)
(a) Collet monté es frase clásica francesa que equivale
literalmente á nuestro ”alto copete ó gorguera alta”, aludiendo á las
señoras de gorguera bien cerrada, que no descolan jamás por un
prurito de austeridad y de puritanismo excesivo -.(N. del T.)
5 Véase el soneto sobre los cardenales nombrados en último
lugar; diez personas están nombradas en diez versos.—(Nota de
Stendhal.)
6 Historia de este pobre jovencito que ha sido mazzolato
(apaleado) a la puerta del Popolo en 1825. Era inocente. Detalles de
la ejecución de Beatrix Cenci, en 1599; bondad de Clemente VIII,
que reinaba entonces; ansiedad de este Papa para conferirle una
absolución precisa en el momento más necesario.—(Nota de
Stendhal.)
7 Vincenzo Monti fué un gran poeta que destacó en todos los
géneros, y más en el satírico, escribiendo la epopeya burlesca
contra el ministro de Austria, Basville. Ugo Foscolo, que era
entonces un mozo de veinte años y vivía escondido muy á gusto con
su obscuridad de adolescente apasionado, en Venecia, se dio á
conocer con una defensa ardorosa del gran poeta Monti, atacado
por muchos jóvenes iconoclastas de entonces. Monti fue un creador
sobrio y poco abundoso, pero un grao poeta.—(N. del T.)
8 Téngase en cuenta que por esa época en que escribía Stendhal
estas páginas (Agosto de 1827), Italia tenia sólo esa población,
equivalente á la de España hace veinte años. Hoy Italia tiene unos
treinta y Untos millones.—(N. del T.)
9 Personaje popular de los cuentos de Perrault, que devora a los
niños, especie de nuestro popular Coco español; literalmente, la
Tragaldabas.— (N. del T.)
10 Frase inmortal de la célebre oda de Horacio Elien, fugaces,
posthume!..., y que se traduce literalmente: "Confiando lo menos
posible en el día de mañana,-(N. del T.)
11 Invocación latina que se traduce así: Salve, magna madre de
las cosas. Está recortada de un verso de Virgilio.- (N. del T.)
12 “Pueblo" y “Muro torcido" son las dos palabras subrayadas,—
(N. del T.)
13 Aquí hace Stendhal una alusión sangrienta y envenenada á
Madame de Stäel, autora de la novela Corinne OH l'Italie,novela en
efecto de un cursi patético ó de un italianismo afectado.—(N. del T.)
14 Búsquese en el Museo del Louvre en París (número 1.047) el
cuadro de Julio Romano, cuyo primer plano pinta netamente la
ceremonia del triunfo de Vespasiano y de Tito, y el arco triunfal bajo
el cual los judíos prisioneros se ven obligados á pasar. Esta
ceremonia era para los pueblos antiguos como sería hoy dar una
bofetada á todo un ejército ó firmar La capitulación de Bailen.—
(Nota de Stendhal.)
15 «Lo que no han hecho los bárbaros, lo han hecho los Barberini”
Paulo II hizo derribar todo el lado meridional, (Nota del autor.)
16 No es cuando En virtud más pura ocupa la cátedra de San
Pedro y cuando las personas llamadas á la administración de los
pueblos son notables por la reunión de la piedad y del talento,
cuando es necesario al escritor filósofo protestar de su respeto
hacía las autoridades establecidas, A pesar de sus errores,
mantienen el orden legal, y este orden es ahora la primera sociedad
de las sociedades, y habrá que dejar transcurrir siglos á la mayoría
de los pueblos de Europa para llegar al grado de felicidad de que
disfruta Francia bajo el reinado de Carlos X,—(Nota puesta por
Stendhal en 1829.)
17 Claudiano, el poeta de la Decadencia latina, nos describe en un
poema admirable estas fiestas salvajes y la irrupción de las bestias
montaraces en el amplio anfiteatro, con vivos colores:
Ut fera quae super montes amisit avitos altorumque exul
nemorum, damnatur arenae numeribus, commota ruit; vir murmure
contra hostatur, nixusque genu venabula tendit; illa pavet strepitus
cuneosque erecta Theatre despicit, et tanto miratur sibila vulgi.-
CLAUDIANO, In Ruf., libro 22. (N. del T.)
18 “Es el sombrío placer de un corazón melancólico."— (Estrofa
de La Fontaine.)
19 Stendhal escribía esto á principios del siglo XIX, y espíritu tan
antiacadémico como era, rebelábase contra la tiranía de la retórica
clásica y de las humanidades que había padecido en su infancia, á
fines del XVIII.—(N. del T.)
20 Poema de Lord Byron, The Giaour á quien Stendhal encontró
en Venecia y á quien cultivó bastante, siendo su amistad motivo de
orgullo para Beyle,—(N. del T.)
21 Lord Byron es injusto consigo mismo en este juicio, pues ha
pasado un siglo y ni los franceses ni nadie encuentra ridículos sus
poemas, sino cada ver más admirables. Y más injusto es aun al
compararse con ese mediocre Abbé Delille, tipo de poeta arcádico y
académica de fines del siglo XVIII, traductor y adaptador al francés
de las Geórgicas de Virgilio.—(N. del T.)
22 Véase al conde Mazzuchelli; este sabio de Brescia tenía un
espíritu juicioso y algo pesado, y además no quería tener diferencian
con la justicia. Mazzuchelli ha dejado excelentes noticias sobre la
mayoría de los italianos célebres de la Edad Media. Pignotti,
Muratori, Mazzuchelli y Verri deben ser creídos con preferencia á
todos los historiadores modernos. Si después de haber leído la
Historia de Toscana, de Pignotti, y la Historia de Milán, de Verri, en
conjunto doce volúmenes in-8.0, la curiosidad está editada y no
fatigada, se puede emprender con lo colección de escritores
originales, de los cuales Verri y Pignotti han dado extractos hechos á
conciencia—(Nota de Stendhal)
23 Los aficionados á esas descripciones ingenuas, enérgicas y
verdaderas, puedan pedir el Novelliere, publicado en 1815 por
Silvestre en Milán, en 11 volúmenes,—(Nota de Stendhal)
24 La Fornarina, cuyos retratos poseen los palacios Barberini y
Borghese, no es la mujer que ha servido de modelo para uno de los
mas bellos retratos de La Tribuna en Florencia, He buscado la
verdad acerca de este detalle en la Vida de Rafael. El retrato de
Florencia ha sido durante mucho tiempo atribuido al Giorgione; pero
lleva la fecha de 1512, y en esta época el gran pintor de Venecia
había muerto. Se encuentra en la galería de Módena la misma mujer
pintada por Giorgione.—(Nota de Stendhal.)
25 “Ojalá hubiese fuerza!”—(N. del T.) casa de Lepri, en donde
cuesta sesenta y dos baiocas, ó sea tres francos cincuenta, por dos
personas, pero con manteles y servilletas poco limpias.
26 Nos salons sont plus collet monté, dice Stendhal. Frase gráfica
que literalmente reza: cuello alto ó subido; es decir, señoras que no
se escotan, señoras austeras, puritanas.—(N. del T.)
27 Véase Le Barón de Foeneste, curiosa novela de Agrippa de
Aubigné.—(Nota de Stendhal.)
28 Miguel de Molinos, místico español de extraviadas doctrinas
pietistas, que fué condenado por la Iglesia como heresiarca. Rafael
Urbano ha escrito sobre él un bello ensayo.—(N. del T.)
29 Una persona sola da dos francos, y si lleva un título, diez
francos. He aquí el mecanismo del efecto del titulo sobre el romano.
No se cree en modo alguno honrado por la presencia del hombre
titulado; siendo en eso lo contrario del hortera francés, que os
desprecia al pagáis al contado lo que compráis en su tienda,—(Nota
de Stendhal)
30 Dístico latino en el cual el autor llevó ó extremos de hipérbole
su adoración por el pintor. «Aquí está aquel Rafael en el cual la
naturaleza (rerum magna parens) temió ser vencida y morir con el
moribundo.—Exageración indudable de conceptos al gusto español,
—(N. del T.)
31 Véase la Galería de las damas francesas, volumen en 8., de
207 páginas, que contiene 58 retratos de la época. (Londres-París,
1790.) El pintor es insignificante; pero hay parecido. El doctor
Villermé da una explicación muy singular de la mala salud de las
grandes señoras en 1789.—(Nota de Stendhal.)
32 El conde Borgia, de Milán, después de haber hecho la guerra
en tiempo de Napoleón con una bravura dignado sus abuelos,
protege las artes durante la paz; acaba de hacer ejecutar por
Paleggi una copia muy bella de ese cuadro. El original pertenece al
célebre grabador Longhi, el maestro de Los Anderloni y de los
Garavaglia, cuyos grabados os aconsejo comprar.—(Nota del autor.)
33 Los curiosos pueden buscar la Vida de Rafael,por el Anónimo
(150 páginas en 4.°). El florentino Vasar! es enemigo de Rafael y
partidario de Miguel Angel.—(Nota de Stendhal)
34 He enunciado estas fechas algo secamente porque se han
publicado acaso unos cuarenta volúmenes acerca de esta época de
la vida de Rafael. Se ha querido embrollar todo esto. En general,
todos estos mamotretos están escritos por partidarios de Miguel
Angel, grandes enemigos de Rafael, Aquí es donde muy
especialmente no hay que creer sino lo que se ha comprobado
sobre las obras de este gran pintor. Un religioso conocido nuestro ha
ido a instalarse en Urbino. Después de tres ó cuatro años de trabajo
nos dará una Vida de Rafael en tres volúmenes. He aquí la literatura
concienzuda que se encuentra muchas veces en Italia. Aquí el
placer es trabajar! y no obtener una recompensa,—(Nota de
Stendhal.)
35 El Aretino fue por sí solo Le Courrier Français, Le Figaro, etc,;
en una palabra, toda la oposición del siglo XV. Es singular que no
haya sido asesinado veinte veces. Un siglo más tarde, cuando la
influencia de Carlos y lo hubo envilecido todo en Italia, el Aretino no
hubiese vivido sets meses después de haber escrito lo que escribió.
Murió riéndose, Se le hizo este epitafio que es una obra maestra de
estilo; la lengua italiana, muchas veces obscura, es aquí clara y
límpida:
Qui giace l’Aretin, poeta tosco,
che disse mal d'ognun fuor che di Cristo,
scusandosi col dir: non lo conosco.
(“Aquí yace el Aretino, poeta toscano,
que dijo mal de todo el mundo fuera de Cristo.
excusándose con decir: No le conozco.”)
Pedro Aretin, nacido en Arezzo en 1491, muerto en 1556, fué,
como se ve, contemporáneo de todos los grandes hombres de Italia.
Los necios le calumnian; es la suerte de los que hacen la oposición.
Ha escrito obras muy indecentes, pero menos peligrosas, á mí
juicio, que La Nueva Eloísa y los sonetos de Petrarca,—(Nota de
Stendhal.)
36 Santa Cruz de Jerusalem.—-(N. del T.)
37 Tendréis mucho más pronto placer en Roma si antes de
abandonar París habéis leído las descripciones de esos frescos de
Rafael en presencia de los grabados que Volpato ha dado de ellas.
Están en todas partes y, por ejemplo, en la biblioteca del rey,—(Nota
de Stendhal)
38 He aquí algunas fechas:
Miguel Angel, nacido en 1474 y muerto en 1563.
Leonardo de Vine,, nacido en 1453 y muerto en 1519.
Fra Barlotommeo della Porta, nacido en 1469 y muerto en 1517.
Rafael Sanzio, nacido en 1483 y muerto en 1520.
El Correggio, nacido en 1494 y muerto en 1534.
El Tiziano, nacido en 1477 y muerto en 1576.
Pablo Veronés, muerto en 1588, en el momento en que nacían los
Carraccio, el Dominiquino, el Guido, el Guerchino, todos los grandes
pintores de la escuela de Bolonia.—(Nota del autor)
39 La aureola de los santos es acaso la imitación de un efecto
eléctrico que algún joven novicio haya sentido al irá despertar á la
madrugada, para Maitines, á un venerable anciano que dormía entre
mantas de lana.—(Nota del autor.)
40 Literalmente traducidas las estrofas del gran poeta satírico, de
cuya formidable epopeya burlesca tanto se inspiró Byron para su
Don Juan, he aquí estas estrofas: “Repuso entonces Margutte: A
decirte verdad, yo no creo mas en el negro que en el azul, pero sí en
el capón natural ó bien asado; y creo también algunas veces en el
burro. Pero sobre todo tengo fe en el buen vino, y creo que se salva
quien cree en él.—(N. del T.)
41 La frase célebre no es de San Agustín, sino de Tertuliano. (N.
del T.)
42 Estudiad el reinado modelo del gran duque Cosme I en
Florencia. No contento con desterrar á todos los toscanos que
mostraron alguna generosidad, los hacia asesinar allá lejos. Sólo los
hombres viles tenían derecho á su protección.—(Nota del autor.)
43 Histórico. Véase el Diario di Roma, periódico oficial de los
Estados del Papa. Montesquieu decía: "¿A que viene calumniar la
Inquisición?... Otro santo acaba de ser canonizado por cambiar un
capón en un lenguado—(Nota de Stendhal)
44 Arco consagrado al dios Jano Quatrifronte ó de las cuatro
frentes.—(N. del T.)
45 Véase la sabia disertación del Dr. Edwards sobre las razas de
hombres y las relaciones de la fisiología y de la historia (París,
1329).—(Nota de Stendhal.)
46 Pignotti cuenta todo esto muy bien, sin énfasis y sin tratar de
darse importancia. Véase también Micali y Mebuhr.—(Nota de
Stendhal)
47 A pesar de saber que es un galicismo conservar en latín los
nombres latinos que nosotros hemos castellanizado y que Los
franceses han transcrito en su idioma originario, con su propia
ortografía, aquí Lo hago deliberadamente y conservo estas formas
Latinas de tos nombres propios para dar más carácter 4 estas
páginas de evocación—(N. del T.)
48 He aquí la traducción literal (que Stendhal se olvidó de dar) de
estas palabras estúpidas y pueriles que parecen escritas para un
pueblo de gentes estólidas é incapaces de discurrir: "Lo que
entonces será... el horror de mi lector cuando yo le informe—de que
el comité francés dirigió su atención á San Pedro y empleó una
cohorte de judíos para valuar y vender el oro, la plata y el bronce
que adornan el interior del edificio, así como el cobre que recubre
las bóvedas y el domo en el exterior..."—(N. del T.)
49 Muy cerca de aquí está tomada la gran vista perspectiva de
Roma, grabada por Piranesi. Es un retrato muy semejante al estilo
de los retratos de Holbein. (Gran abundancia de detalles secos. Ver
el admirable retrato de Erasmo en el Louvre.)
50 Esto es lo que hace que los arquitectos que aman su arte no
pueden dejar á Roma. M. París, cuyos extractos están ahora en la
Biblioteca de Besançon, quiso en 1811 explicarme Roma, Las ideas
de este hombre hábil y apasionado, muy interesantes, son largas
para aquí.
51 Extracto del P. Ceva, pág. 113, La noche antes de separarnos
leemos muchas veces con placer un soneto ó dos. Las literaturas de
Francia é Inglaterra no tienen nada comparable á los sonetos y á
Las noticias.
52 PIGNOTTI: Historia de Toscana. Esta historia cuento, es
amena.
53 He aquí el relato de Tácito (Ann. lid. XV, § 44): Pereuntibus
addita ludibria ut ferarum tergis contectie laniatu canum interirent,
ant crucibus affixi ant flamandi, ant que ubi defecisset dies in usum
nocturni luminis urerentur. Hortos suos ei spectaculo Nero obtulerat,
et circense ludibrium edebat, habitu aurigoe permixtus plebi, ve!
curriculo insistens. Cuando la religión de los mártires Fué la más
fuerte, tuvo sus autos de fe, y varios reyes de España gozaron de
ello como Nerón. Los pobres quemados son siempre los mismos,
las almas apasionadas y poéticas. La civilización, desvirtuando
estas dos ultimas cualidades, va á destruir la crueldad.
54 Ver Gibbon. Este escritor era sabio y dice la verdad; pero hay
que tomarla á través de un estilo declamatorio. Gibbon tenía
pequeñez de carácter y se sacrificaba ¿la moda.
55 Se encuentra bajo et pórtico del Panteón una inscripción en la
cual un papa se glorifica de haber hecho hacer con un bronce inútil
dos cañones y el baldaquino de San Pedro. León X no hubiese
pensado así; pero era un gran príncipe. Muchas veces, desde el
miedo á Lutero, el Papa no ha sido más que un sacerdote de
cerebro limitado.—(Nota del autor)
56 Ver la Historia de la pintara en Italia.
57 Cuando el temblor de tierra de 1813, el lecho de M. Nystrom,
que vivía cerca de San Pedro, fue lanzado de la pared de su
habitación tres pulgadas .—(Nota del autor.)
58 Ver el efecto de estas columnas en un cuadro atribuido á Julio
Romano, colocado en el Museo de Louvre, núm. 1.016, cerca del
retrato de Francisco 1. Es una circuncisión del Salvador, ceremonia
que tuvo lugar en el templo de Jerusalén. (Nota del autor.)
59 He visto en 1810 un comunicado al emperador, en el cual M.
Denos aseguraba que Canova sabía dibujar.

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