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Conclusiones

Distintas circunstancias han colocado a las relaciones cotidianas


entre policía y sociedad en un lugar de mayor interés y relevan-
cia social, política y académica. En términos generales, la persis-
tencia de altas tasas delictivas posicionó el trabajo policial bajo
una nueva mirada que busca obtener mayores niveles de eficacia.
Las nuevas sensibilidades de la población acerca del delito, en-
tre ellas la posibilidad y el temor de ser víctima, también arrojan
nuevas exigencias: el trabajo policial debe considerar la sensación
de inseguridad de la población. Por su parte, para la creación de
entornos de mayor seguridad objetiva y subjetiva la policía tie-
ne capacidades limitadas, y ni siquiera cuenta con las adecuadas
para resolver ciertos problemas, por lo cual debe establecer co-
operaciones con otros actores públicos y privados, entre ellos la
sociedad civil. A su vez, nuevos estilos de trabajo policial ponen
el acento en la relación con la comunidad, ya sea bajo la forma
de mayor comunicación y confianzas para desarrollar un trabajo de
mayor prevención local, ya sea bajo el reforzamiento de controles
sobre el “desorden”, o sobre grupos de población asociados a de-
litos como la venta y distribución de drogas.
La necesidad de conocer las decisiones cotidianas del trabajo
policial también deriva de la preocupación por la vigencia o vio-
lación de importantes derechos de la población, los cuales están
puestos en juego en la acción u omisión policial. Éste es un tema
importante en la consolidación democrática de los países latinoa-
mericanos. También responde, y México es un claro ejemplo, al
objetivo de buscar romper con pautas tradicionales del trabajo
policial que incluyen el abuso y distintas formas de corrupción

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como formas sistemáticas de operar. A su vez, vinculado con el


anterior punto y como parte de la modernización y democratiza-
ción del funcionamiento de las instituciones públicas, el conoci-
miento de las acciones policiales en su relación con la población
deriva de las exigencias de rendir cuentas del mandato que la
sociedad le otorga, mandato en el que destaca la capacidad para
el uso legítimo de la fuerza pública. De su trabajo y de su ima-
gen, de la satisfacción de la población y de las expectativas que
sedimente sobre la eficacia y los motivos de su accionar, es decir,
del tipo de policía con que cuente la sociedad en su trabajo real y
en su percepción social, dependen aspectos clave de convivencia,
la vigencia de derechos y la resolución de conflictos sociales que
van más allá de su presencia y acción concreta.
En el caso de México, la necesidad de conocer con mayor ri-
gurosidad el trabajo policial cotidiano se enmarca en algunos ras-
gos estructurales de sus policías y de su relación con la sociedad,
así como de procesos político-institucionales que se desarrollan
en los últimos años. Ya hemos señalado cómo hablar de “las po-
licías en México” es una generalización muy forzada dada una
realidad variada y compleja que abarca los niveles federal, estatal
y municipal. En los planos estatal y municipal existen enormes
diferencias sociales, económicas, culturales, demográficas y po-
líticas, mismas que se reflejan en el tipo y el nivel de desarrollo
de las instituciones policiales. Sin embargo, existen rasgos y pro-
blemas que en cierta medida se comparten, sin dejar de tomar
en consideración las diferencias entre lo rural y lo urbano, y las
distintas escalas y desarrollos socio-económicos.
Las policías no escapan a una lógica de funcionamiento de la
administración pública en México que durante décadas incluyó
diversas formas de distribución de prebendas y beneficios priva-
dos y de grupo a partir de los recursos y capacidades públicas,
es decir, la existencia de importantes redes y modalidades de co-
rrupción. Este rasgo se vincula directamente con otra caracterís-
tica central una parte considerable de los cuerpos policiales y que
es en gran medida la condición de posibilidad de la primera, su
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amplio margen de autonomía. Las nuevas condiciones sociales y


políticas con relación al delito se hacen presentes en México, a
la par que se sigue contando con corporaciones policiales donde
las carencias materiales y de formación, de supervisión y evalua-
ción, arrojan como saldo un “modelo” que se define principal-
mente por los incentivos propios de una organización informal,
tanto en los objetivos operativos como en los objetivos ilícitos
que persiguen algunos grupos a su interior.
Por su parte, también los objetivos e incentivos formales en la
mayor parte de las policías de México colocan “la lucha contra
la delincuencia” como la única función altamente valorada, a lo
que se suma una disciplina de corte militar y de gran arbitrarie-
dad donde se promueve el acatamiento ciego a las órdenes, la
ausencia de iniciativa de los elementos y la lealtad personaliza-
da. Persiste en general una forma del trabajo policial reactiva, de
imposición de la autoridad, donde el abuso es una pauta normali-
zada y hasta un componente de identidad necesario que indica el
carácter adecuado para una tarea peligrosa, organizaciones don-
de el machismo está institucionalizado en distintas reglas, sím-
bolos y rituales.
Bajo este contexto es que se torna aún más relevante, por la
oportunidad y por los riesgos, conocer las interacciones entre po-
licía y sociedad en distintos ámbitos de la sociedad mexicana.
Donde gran parte de los grupos sociales con los que interactúa la
policía no son ajenos a una socialización en relaciones persona-
lizadas de intercambios de favores, donde no ha sedimentado la
idea y la legitimidad de una legalidad abstracta como orientador
de la acción y donde la posibilidad de uso de la fuerza puede ser
un recurso disponible, bajo ciertas circunstancias, para la resolu-
ción de conflictos.
Las respuestas a la nueva situación del delito en México han
sido discontinuas y variadas según niveles de gobierno y regio-
nes. Hay estados o municipios que han iniciado caminos de mo-
dernización, lucha contra la corrupción y mayor supervisión del
trabajo operativo que, sin estar ajenos a resistencias y obstáculos,
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han logrado importantes avances. En otros casos los intentos de


reforma han sido más discontinuos o superficiales, manteniendo
en esencia las mismas formas tradicionales de trabajo operativo,
o un cambio que sólo ha significado un mayor número de ele-
mentos y más armas o vehículos. En otros casos, la organización
ni siquiera se ha planteado la pregunta sobre un posible cambio
en su forma de trabajar. En términos globales se destaca el gran
crecimiento de los recursos dedicados a la seguridad (sin mayo-
res resultados), y la búsqueda de una mejor coordinación opera-
tiva y financiera impulsada desde el nivel federal a partir de la
creación del Sistema Nacional de Seguridad Pública en 1995. A
su vez, se ha vivido un proceso de mayor participación directa de
los militares en tareas de seguridad, una de las constantes de los
últimos sexenios, aunque su presencia en operativos de combate
al narcotráfico data de varias décadas atrás.
Otra característica a nivel nacional ha sido focalizar con ma-
yor nitidez las políticas de seguridad en el combate al crimen
organizado, en particular el vinculado al tráfico, distribución y
venta de drogas. Este punto es importante para las perspectivas
del presente gobierno federal acerca del desarrollo policial, bus-
cando homologar características básicas de las organizaciones y
el trabajo policial en estados y municipios. Es decir, impulsar un
modelo policial desde la federación hacia estados y municipios.
En este sentido, las renovadas iniciativas para el desarrollo del
servicio de carrera policial, para lograr condiciones básicas de se-
lección, formación, capacitación y evaluación del personal de las
distintas organizaciones policiales son bienvenidos y necesarios.
Sin embargo, entre los cambios que se impulsan parece primar
una idea de controles sobre los individuos y no sobre las institu-
ciones, un control basado en la detección de “malos elementos”,
definidos principalmente por su posible colusión con el crimen
organizado y que deben ser expulsados de corporaciones que,
acríticamente, parecen autodefinirse como “sanas”. No parece
haber lugar importante para un sistema de rendición de cuentas
de su desempeño, y menos aún para un sistema de rendición de
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cuentas que incluya la necesaria participación de actores exter-


nos, civiles, supervisando o auditando la calidad y transparencia
de los controles internos.114 En realidad no parece haber ningún
lugar para la ciudadanía.
Un modelo policial pensado casi exclusivamente bajo la idea
del enfrentamiento con grupos armados del crimen organizado
puede ser sumamente problemático para el relacionamiento entre
policía y sociedad en distintos niveles locales. Puede invisibili-
zar aún más las tareas de asistencia que realiza cotidianamente
la policía y por las que entra en gran medida en contacto con la
población, puede favorecer un mayor acercamiento con la socie-
dad pero bajo una lógica de identificación de grupos “sospecho-
sos” vs. “buenos ciudadanos”, puede seguir motivando un idea
de “buen policía” exclusivamente basada en actos de gran riesgo
personal, puede fomentar mayores prácticas de control sobre di-
versos grupos de la población, sin justificación legal, que fomen-
ten una mayor sensación de ilegitimidad en las motivaciones del
actuar policial y por ende mayor resistencia y enfrentamiento.
Bajo este marco es que interpretamos y resumimos los princi-
pales resultados para el municipio de Nezahualcóyotl, así como
en menor medida para el Distrito Federal.

—— Contactos cotidianos entre policía y comunidad. Los re-


sultados para el Municipio de Nezahualcóyotl, y también
de otros estudios en el Distrito Federal que ya hemos
mencionado, nos muestran que las policías son una insti-
tución pública que mantiene una alta frecuencia de inte-
racciones cotidianas con la ciudadanía. Estos “burócratas
de la calle”, dispersos en el espacio público, son una de
114 Es en los sistemas de rendición de cuentas internos y externos, de múl-
tiples niveles y abiertos a la sociedad, guiados por un modelo democrático de
policía, y que deben cuidar, por supuesto, la vigencia de los derechos de los po-
licías al interior de las corporaciones, así como dotarlos de las condiciones jurí-
dicas, materiales y técnicas suficientes para que puedan realizar sus funciones y
desarrollar sus carreras, donde se encuentra el centro de la profesionalización
y modernización de las policías.
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las caras más visibles del Estado, y día a día producen y


reproducen con la población formas de relacionamien-
to Estado-sociedad civil. En dichos vínculos se pone en
juego la imagen y legitimidad de las policías, del Estado
y de la justicia. El saldo que se arroja, con variaciones,
es deficitario.
—— Relaciones policía-comunidad más allá del delito. Un
porcentaje importante de los intercambios entre policía
y comunidad no tienen vínculo, o tienen un vínculo in-
directo, con la problemática delictiva. Un número signi-
ficativo de encuentros son iniciados por la ciudadanía y
la mayoría de ellos no refieren a denuncias sobre delitos,
sino a solicitudes de información, solicitudes de ayuda o
asistencia ante distintos problemas familiares o de la co-
munidad. Es una característica conocida en los estudios
sobre el trabajo policial, que también puede ser verifica-
da a partir de las llamadas de emergencia que reciben las
distintas instituciones policiales. También por el número
de presentaciones ante ministerios públicos y ante jue-
ces calificadores, donde la mayor parte corresponde casi
siempre a los segundos. Más allá de la discusión sobre
el control de faltas menores y su incidencia en el deli-
to, detenciones por beber en la vía pública o por tener la
música a todo volumen, son encuentros más propios del
“mantenimiento del orden” que de la llamada “guerra a la
delincuencia”. El privilegio que las instituciones policia-
les otorgan al “combate al delito”, junto a las exigencias
políticas y mediáticas, hacen que un volumen importante
del trabajo policial sea subvalorado, tanto formalmente
por los incentivos de las organizaciones policiales, como
informalmente entre los mandos y los pares que valoran
al trabajo policial como “detener delincuentes”. De esta
forma, existe menos formación, capacitación y reconoci-
miento para resolver tareas que ocupan la mayor parte de
su tiempo de trabajo y por las que la población también
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construye una parte importante de su nivel de valoración


y confianza en las instituciones policiales.
—— Términos de intercambio conflictivos policía-sociedad.
Es una constatación que se nutre de varios resultados del
estudio en Nezahualcóyotl. Entre ellos la captación de
un porcentaje pequeño, pero significativo, de encuentros
donde la población reclama debido a un comportamien-
to policial que considera inadecuado. Un resultado que
igualmente puede obedecer a contactos donde la policía
actuaba de manera que ameritaba la reacción del ciudada-
no como de casos donde una adecuada acción policial no
es legitimada y es negada por la población. Pero son otros
elementos referidos al uso de capacidades policiales y del
uso de la fuerza que dan mayor nitidez a este cuadro de
relaciones de desconfianza y conflictividad.
—— La práctica habitual de los controles por sospecha. Los
encuestados en Nezahualcóyotl mostraron que los en-
cuentros donde la policía los detiene en la vía pública
para preguntar sobre su identidad es una acción policial
muy frecuente. Práctica policial también común con jó-
venes en el Distrito Federal. Otro resultado interesante
es, justamente, la caracterización sociodemográfica de la
población que tiene distintos tipos de encuentros con la
policía, y para este caso la selectividad policial es clara
y esperable, se trata de hombres jóvenes. A ello hay que
sumar otro resultado asociado a la relación entre jóvenes
y policías en el Distrito Federal: más de la mitad de las
experiencias de detenciones policiales son vividas como
motivadas por rasgos personales o de grupo y no por ac-
ciones que hayan cometido.115 Esta práctica, que repre-

115 En la encuesta sobre jóvenes realizada por Inicia A.C. en el marco de

su Evaluación del Cumplimiento de los Derechos Fundamentales de las y los


Jóvenes en México, Distrito Federal, se preguntó a jóvenes que habían sido
detenidos por la policía, qué tanto creían que los habían detenido en función de
una serie de características personales. Es decir, detenciones en función de per-
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senta una violación cotidiana a los derechos ciudadanos,


forma parte tradicional de la operatividad policial y se
vincula a las carencias en el desarrollo de otras capacida-
des para la detención de presuntos delincuentes, así como
a posibilidades de extracción de dinero. Este tipo de con-
troles debe considerarse como un elemento más en la se-
dimentación de un patrón de relaciones conflictivas entre
policía y población.
—— Uso frecuente de revisiones, acusaciones y traslados. Otros
resultados nos hablan de una relación conflictiva entre po-
licía y población: la alta frecuencia de cateos a la persona y
revisiones de pertenencias en los contactos, de acusaciones
a la población de faltas administrativas o delitos, de un
traslado a un lugar diferente al del inicio del encuentro.
El ejercicio de estas capacidades de acción policial tam-
bién pueden obedecer a motivos lícitos y estar justifica-
das en las expectativas legales de la operatividad policial,
pero su alta frecuencia parece indicar cierta naturalidad
y laxitud en su aplicación a la población, como si la mis-
ma sólo dependiera de la voluntad del policía y fuera un
recurso disponible con el fin de controlar una situación
o llevarla a su beneficio más allá de los derechos invo-
lucrados.
—— Satisfacción con el trabajo policial. La satisfacción de la
población en los encuentros con la policía es un factor im-
portante de la satisfacción general con el desempeño poli-
cial por parte de la población. Algunos tipos de contactos
y las capacidades de control que hemos mencionado son

tenecer a alguna categoría, característica o grupo social y no en función de su


comportamiento. Los resultados muestran que los jóvenes del Distrito Federal
perciben que son detenidos (al menos parcialmente) en función de su “edad”, de
su “sexo”, de su “vestimenta” o de “quiénes van acompañados”. Si considera-
mos todas las respuestas que señalaron al menos uno de los rasgos individuales
y de grupo por los cuáles perciben que fueron detenidos, se alcanza a seis de
cada diez detenciones.
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eventos que generan una mayor insatisfacción en la po-


blación con el trabajo policial. Es un resultado esperado,
pero ello resalta aún más la necesidad de un medido y jus-
tificado uso de estas capacidades: detenciones por sospe-
cha, cateos, acusaciones de faltas y delitos. Las mordidas
y el uso de la fuerza aumentan notoriamente la insatisfac-
ción en un encuentro, por tanto su alta frecuencia es tam-
bién problemática más allá de los costos y los derechos
que puedan ser vulnerados en el evento en concreto. Si
bien algunos controles en el municipio de Nezahualcóyotl
fueron valorados positivamente por la población afectada,
como los controles en transporte público, las víctimas o
testigos de un delito, muestran una mayor insatisfacción
en los encuentros iniciados por la población. Las muje-
res tienen una mayor insatisfacción con el trabajo policial
controlando los factores antes mencionados, lo cual puede
indicar actitudes o formas de abordar los encuentros dife-
renciales según el sexo del ciudadano. La población con
universidad también mostró mayor insatisfacción que los
grupos con menor nivel educativo. Posiblemente se debe
a mayores exigencias en el trato y en los resultados, a las
cuales la policía deberá poder responder cada vez en ma-
yor medida si no quiere un mayor deterioro de su imagen
actual. A su vez, si bien se necesitan estudios de mayor
profundidad, para estar satisfechos con el trabajo policial
es importante la forma en que la población percibe que es
tratada por la policía, más allá de los resultados. Una per-
cepción adecuada de los motivos de la actuación policial
puede dotar de mayor legitimidad a su accionar a pesar
de los inevitables resultados negativos para la población,
consustanciales a su función.
—— La extensión de la “mordida”. Las prácticas de la “mor-
dida” muestran una gran extensión en los encuentros
en Nezahualcóyotl, aunque algo por debajo de los re-
sultados para el Distrito Federal. Como es esperable, el
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porcentaje es muy elevado en las faltas de tránsito, pero


también lo es en los encuentros iniciados por faltas admi-
nistrativas y delitos. La policía del municipio tiene una
pauta menor de casos de “mordidas” que la resultante en
la policía de tránsito (a cargo del Estado) y de la policía
estatal, pero en todos los casos las respuestas ciudadanas
nos siguen informando de un problema amplio que invo-
lucra a policías en la calle, mandos y población.
—— Uso de la fuerza. Es difícil establecer casos de abuso poli-
cial a partir de la información parcial que brinda la encues-
ta, sin embargo, una pauta de uno de cada diez encuentros
con uso de la fuerza parece volver a reafirmar que los tér-
minos de intercambio entre policía y población son con-
flictivos. Entre ellos la mitad alcanza fuerza de impacto, es
decir, desde golpes o patadas, y en más de la mitad el pro-
pio ciudadano admitió haber realizado comportamientos
previos de resistencia, aunque es su gran mayoría verbal y
pasiva. La necesidad de regular el uso de la fuerza se hace
presente, pero para ir más allá del fetiche de cambiar las
normas sin modificar las condiciones para su aplicación,
deben destacarse cambios a nivel institucional en los in-
centivos formales e informales que logren afectar el nivel
de las prácticas reales. Los sistemas de supervisión y de
controles son relevantes, la posibilidad de rendición de
cuentas interna y externa también, pero además incentivos
institucionales más suaves, vinculados a la necesidad de
políticas de la subjetividad policial que ambienten por la
vía positiva modelos e identidad de “buen policía” distin-
tos del hombre violento que domina situaciones.
—— Formas del abuso. El abuso aparece sedimentado en la
falta de profesionalismo de la actuación policial y como
instrumento al servicio de prácticas de corrupción. Pero
también la brutalidad aparece asociada a formas de hacer
“justicia” y/o reafirmar de la “autoridad” y rasgos exten-
didos de la identidad policial.
CONCLUSIONES 247

Estos resultados y conclusiones reflejan un conjunto de di-


mensiones y problemas de las relaciones policía-comunidad del
municipio de Nezahualcóyotl, que podemos hipotetizar como si-
milares a los de muchas otras relaciones policía-comunidad en el
país. Se les debe dar seguimiento, buscar realizar aplicaciones en
otros ámbitos y otorgarles mayor profundidad y complementarie-
dad a partir de otras perspectivas de investigación. En particular
para varios de los problemas señalados es necesario conocer en
mayor profundidad, y bajo diversas metodologías, los intercam-
bios, la temporalidad y los sentidos de las interacciones entre
policías y grupos específicos de población. En México existe aún
un número muy reducido de investigaciones sobre la policía y
acerca de su vínculo con la comunidad, que nos permiten com-
prender la forma cabal de sus principales problemas, líneas base
para poder evaluar los resultados de programas y nueva políticas,
así como explicaciones fundadas sobre las que apoyarse para for-
talecer el incipiente diálogo con autoridades y quienes toman las
decisiones en materia de políticas públicas de seguridad. Dichas
políticas representan un enorme esfuerzo monetario, social y hu-
mano, y de su resultado depende el nivel de vigencia de impor-
tantes derechos básicos de toda la población, así como el tipo de
sociedad a la que aspiramos pertenecer.

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