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RETROACTIVIDAD

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“AÑO DE LA UNIDAD, LA PAZ Y EL DESARROLLO”

UNIVERSIDAD DE HUÁNUCO

E.A.P: DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS.

CURSO: LÓGICA JURÍDICA.

ALUMNO: CRISTOBAL SALVADOR, JOZSEL.

SECCIÓN: A

DOCENTE: SATURNINO GUARDIAN RAMIREZ.

HUÁNUCO-PERÚ

2023
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1.INTRODUCCIÓN.

Siguiendo a los juristas franceses, la doctrina chilena tradicionalmente ha enfocado los

principios de irretroactividad de las normas y de intangibilidad de las situaciones jurídicas

creadas (o teoría de los derechos adquiridos) desde una perspectiva legalista. En efecto, las

normas que hasta ahora han servido de base para las teorías tradicionales sobre irretroactividad e

intangibilidad –principalmente el Código Civil y la Ley sobre Efecto Retroactivo de las Leyes

son de rango legal. Sin embargo, es este rango legal el que constituye el talón de Aquiles de estos

principios: ya que las leyes que los consagran pueden ser derogadas por normas de superior o

incluso igual jerarquía, el principio de irretroactividad y la teoría de los derechos adquiridos

quedan reducidos a simples declaraciones de buenas intenciones que obligan al juez, pero no al

legislador. Sin embargo, hoy en día no es posible limitar el estudio de la irretroactividad de la ley

al Derecho Civil o a los principios generales de derecho. La Constitución de 1980 ha provocado

un cambio radical en la normativa que sirve de base a las teorías sobre irretroactividad y

seguridad jurídica, lo que hace necesario enfocar estas teorías desde una perspectiva

constitucional. Un primer acercamiento a una teoría constitucional de la irretroactividad y de

derechos adquiridos es a través del Art. 19 N° 24 de la Constitución de 1980. La teoría de los

derechos adquiridos postula que los derechos que se adquieren bajo la vigencia de una

determinada ley se convierten en bienes que entran al patrimonio de sus titulares, quienes

ejercerían un derecho de dominio sobre estos derechos (práctica jurídica que ha sido bautizada

por Vergara Blanco con el nombre de “propietarización de los derechos”1). En consecuencia,

leyes posteriores no pueden afectar esos derechos adquiridos ya que estos gozan de la

inviolabilidad de la propiedad. En otras palabras, la irretroactividad de las normas y la


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intangibilidad de los derechos adquiridos surgirían como efecto del manto protector del derecho

de propiedad. Ya que la protección que otorga el derecho de propiedad está determinada por el

Art. 19 N° 24 de la Constitución Política, habría que concluir que el principio de irretroactividad

y la teoría de los derechos adquiridos se encuentran hoy en día regidos por las normas

constitucionales que regulan el derecho de propiedad, y que las normas del Código Civil y la Ley

de Efecto Retroactivo de las Leyes sobre esta materia se encuentran obsoletas. Pero el estudio

constitucional de las reglas sobre irretroactividad no se limita al estudio de la garantía

constitucional del derecho de propiedad. La Constitución de 1980 contempla una norma

específica sobre seguridad jurídica que podría constituir el fundamento de una teoría moderna

sobre irretroactividad e intangibilidad: el artículo 19 N° 26. En efecto, el Art. 19 N° 26 de la

Constitución Política otorga protección a los derechos establecidos por la Constitución,

prohibiendo que leyes posteriores afecten la esencia o libre ejercicio de dichos derechos. Por esta

vía, la Constitución Política consagra una intangibilidad directa a los derechos que ella establece,

intangibilidad inherente que surge por su calidad de derechos y no por su calidad de bienes

susceptibles de apropiación.

2. ALGUNAS CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE IRRETROACTIVIDAD E

INTANGIBILIDAD.

Antes de entrar de lleno a la materia que nos ocupa, corresponde hacer algunas

precisiones respecto de los conceptos de irretroactividad e intangibilidad. Aunque estos

conceptos están íntimamente ligados, tienen existencia independiente. Mientras la

irretroactividad dice relación con la mutabilidad de las normas, la intangibilidad incide en la

estabilidad de las situaciones jurídicas creadas por dichas normas. Sin embargo, históricamente
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ambos conceptos han sido confundidos y desarrollados simultáneamente o en forma superpuesta

por los tratadistas.

2.1 AMBIGÜEDAD DEL TÉRMINO “RETROACTIVIDAD”.

El estudio de la retroactividad de las normas es un campo ambiguo y engañoso. Ninguna

ley es retroactiva stricto sensu, puesto que la ley no puede ni reglamentar, ni modificar el pasado,

sino solo extender sus consecuencias en el presente a situaciones que se produjeron en el pasado.

Como señala López Menudo, “en puridad, ni siquiera es atribuible a la ley aunque a esta le sea

dable crear ficciones jurídicas como es la retroactividad el poder de ‘accionar hacia atrás’,

porque el pasado también es irrecuperable para las leyes; la norma solo puede determinar un

comportamiento futuro, no un pretérito; por tanto, ‘retroactividad’ de una norma solo puede

significar que en su aplicación futura serán tratados con arreglo a la norma también aquellos

hechos que acontecieron con anterioridad a su entrada en vigor. En suma, se quiere decir que no

son las normas las que retroceden en el tiempo, sino son los hechos y situaciones, cumplidos o

no, los que por imperativo legal cobran actualidad en la medida que ello sea posible para ser

regulados por la ley nueva”. Por lo tanto, la retroactividad es una ficción legal en virtud de la

cual una ley nueva pretende extender su aplicación temporal al ámbito regido por una norma

anterior. La regla general es que la ley se aplica a los actos celebrados y a los hechos acaecidos

durante su vigencia, es decir, entre la fecha de su entrada en vigor y la fecha de su derogación.

En consecuencia, una ley será retroactiva cuando se aplique a hechos o actos realizados con

anterioridad a su entrada en vigencia. Sin embargo, el problema se presenta cuando los actos

celebrados o los hechos acaecidos bajo la vigencia de una ley producen todos o algunos de sus

efectos bajo el imperio de otra. Este problema supone que determinados actos y hechos jurídicos

producen efectos que permanecen en el tiempo, pudiendo durante este intervalo cambiar la ley
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bajo la cual se celebró u ocurrió el acto o hecho que hizo nacer dichos efectos. Surge entonces la

pregunta ¿qué ley debe aplicarse, la antigua o la nueva? ¿Si se aplica la ley nueva, es esta

retroactiva? La complejidad de la materia ha dado lugar a que comúnmente se consideren

retroactivas tanto aquellas leyes que afectan hechos o actos realizados en el pasado, como

aquellas que se aplican a los efectos de dichos hechos o actos, sea que estos hayan nacido

durante la vigencia de la norma anterior y la sobrevivan, o que nazcan con posterioridad ella. En

consecuencia, se hace necesario distinguir entre efecto retroactivo y efecto inmediato, y entre

irretroactividad e intangibilidad. El verdadero alcance del efecto retroactivo de las leyes fue

definido por Roubier al establecer la distinción entre el efecto retroactivo y el efecto inmediato

de las leyes. Según Roubier, una ley tiene efecto retroactivo cuando alcanza con sus efectos al

tiempo anterior a su entrada en vigor, es decir, afectando hechos ocurridos en el pasado. Una ley

retroactiva puede decirse que “penetra en el dominio de la norma antigua”, volviendo sobre el

pasado. De esta manera, la retroactividad puede definirse como la prolongación de la aplicación

de la ley a una fecha anterior a la de su entrada en vigor, como una ficción de preexistencia de la

ley. Por el contrario, una ley tiene efecto inmediato cuando rige todas las situaciones existentes

desde su entrada en vigor: la ley nueva no permite la subsistencia de la ley antigua, ni siquiera

para las situaciones jurídicas nacidas en el tiempo en que esta última regía; en virtud del efecto

inmediato los efectos de la ley antigua producidos después de la entrada en vigor de la nueva

norma quedan sujetas a esta. Por lo tanto, solo una ley que intente aplicarse a los hechos

acaecidos o a los actos ejecutados durante la vigencia de una ley anterior será retroactiva; por el

contrario, si una nueva ley pretende aplicarse a los efectos de hechos o actos realizados en el

pasado no tendrá efecto retroactivo, sino solo efecto inmediato. Algunos autores contemporáneos

han recogido esta distinción usando otra terminología, refiriéndose a distintos niveles de
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retroactividad según el grado de penetración de la nueva norma en el ámbito de la norma

anterior. En este sentido, Suárez Collía reconoce la existencia de retroactividad en grado máximo

o absoluta (la nueva norma se aplica en su totalidad a una relación jurídica nacida o incluso

ejecutada al amparo de la legislación anterior, afectando tanto a la relación jurídica básica como

a todos sus efectos); retroactividad en grado medio (la nueva ley se aplica a una relación o

situación jurídica que tuvo su origen durante la vigencia de una ley ya derogada, pero se limita a

regular las consecuencias nacidas o que hayan de ejecutarse a partir del momento de su entrada

en vigor), y retroactividad en grado mínimo o atenuada (la nueva ley es aplicable exclusivamente

a los efectos de la relación jurídica que nazcan con posterioridad a su entrada en vigor). En virtud

de las distinciones anteriores, solo son propiamente retroactivas aquellas leyes que incurren en la

ficción de volver a regular hechos pasados, es decir, las leyes clasificadas como retroactivas por

Roubier, o retroactivas en su grado máximo por los autores contemporáneos. Por el contrario, las

leyes que pretenden afectar situaciones presentes cuyo régimen jurídico fue establecido por una

ley anterior (leyes de efecto inmediato o retroactivas en grado medio o mínimo) no son

propiamente retroactivas, ya que no pretenden cambiar la calificación jurídica de hechos

pasados.

2.3 IRRETROACTIVIDAD E INTANGIBILIDAD.

En la aplicación temporal de la ley también es necesario distinguir entre irretroactividad e

intangibilidad. Mientras el problema de la irretroactividad está orientado al pasado, el problema

de la intangibilidad está orientado exclusivamente hacia el futuro. La irretroactividad dice

relación con la prohibición de “trasladar” una norma hacia el pasado, extendiendo sus efectos a

hechos anteriores a su vigencia. La intangibilidad, por su parte, se refiere a la inmutabilidad de

las situaciones o los actos jurídicos creados bajo el imperio de una norma, los que a pesar de
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eventuales cambios en la normativa quedan regidos por las prescripciones de la norma antigua6.

Siguiendo la distinción entre efecto retroactivo y efecto inmediato, no es necesario que una

norma tenga efecto retroactivo para afectar la intangibilidad de las situaciones jurídicas creadas

bajo el amparo de otra norma. Por el contrario, es perfectamente posible que una norma de efecto

inmediato afecte derechos adquiridos. En este sentido, Madariaga Gutiérrez sostiene que “una

norma que se dicta para regir hacia el futuro de manera diferente las situaciones creadas antes de

su vigencia y que se prolongan como derechos adquiridos con posterioridad a su promulgación o

simple notificación no es una norma de efectos retroactivos. El respeto a los derechos adquiridos

cuyo dominio se extiende bajo la vigencia de la norma nueva será el problema de inmutabilidad

de las situaciones creadas, mas no de retroactividad”. Sin embargo, ha sido usual entre los

autores confundir estos dos estadios conceptuales, ya que muchos han catalogado como

retroactivas normas que rigen solo hacia el futuro cuando estas afectan derechos adquiridos por

las personas en virtud de una ley anterior. En consecuencia, el problema de los derechos

adquiridos es un problema de intangibilidad, no de retroactividad. En cuanto a su proyección

hacia el futuro, tanto las normas propiamente retroactivas como las que no lo son pertenecen al

campo de la intangibilidad. Mientras una ley propiamente retroactiva se introduce en el pasado

para cambiar o anular los actos generadores de determinadas situaciones jurídicas, afectando en

consecuencia los efectos de dichas situaciones, una ley de efecto inmediato las afecta

directamente, dirigiéndose solo en contra de los efectos prolongados en el tiempo de actos

jurídicos o hechos ocurridos con anterioridad a su dictación. Ambas normas la de efecto

retroactivo y la de efecto inmediato pueden afectar situaciones jurídicas creadas bajo el amparo

de la norma anterior. Por lo tanto, el verdadero problema de la aplicación temporal de la ley en el

tiempo no pertenece al campo de la irretroactividad, sino al campo de la intangibilidad. Los


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juristas de antaño, con el objeto de otorgar certeza y continuidad a los actos realizados en

conformidad a las leyes vigentes y a los efectos de dichos actos, erraron en el enfoque del

problema: se centraron en su manifestación dinámica (la capacidad de una norma de accionar

hacia el pasado) en vez de en su manifestación estática (la protección de las situaciones jurídicas

creadas bajo la vigencia de una determinada norma). Sin embargo, el problema no es si acaso

una ley puede o no accionar hacia el pasado; lo que se intenta proteger es la validez de los actos

ejecutados legalmente bajo la vigencia de una norma, así como los efectos de dichos actos, frente

a cambios posteriores en la legislación. En otras palabras, el interés jurídico protegido no es la

irretroactividad per se, sino la intangibilidad de situaciones jurídicas creadas al amparo de

normas vigentes. En consecuencia, consideramos que es necesario replantear el problema de la

irretroactividad bajo el prisma de la intangibilidad, poniendo énfasis en el respeto que merecen

las situaciones jurídicas creadas válidamente bajo una legislación vigente en un momento

determinado. Por lo tanto, el enfoque constitucional que proponemos se refiere más a una teoría

de la intangibilidad que a una teoría de la irretroactividad. Sin embargo, considerando lo

arraigado que se encuentra en nuestro sistema jurídico el concepto de irretroactividad y su

conexión histórica con la teoría de los derechos adquiridos, nos referiremos a la irretroactividad

en sentido amplio, incluyendo dentro de este término el concepto de intangibilidad.

La dimensión temporal de los convenios colectivos, normas con una duración

funcionalmente limitada, es una de las características más relevantes de esta norma colectiva.

Con la aprobación del Estatuto de los Trabajadores de 1980 se instauró la figura legal de la ultra

actividad, permitiendo la prórroga indefinida de las cláusulas normativas de los convenios una

vez finalizado su plazo de vigencia establecido. La crisis económica iniciada en nuestro país en

el año 2008 conllevó la aprobación de distintas reformas legislativas en materia laboral. Dichas
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reformas provocaron importantes cambios en la negociación colectiva, como la actual normativa

sobre la vigencia de los convenios colectivos y, en especial, el articulo 86.3 in fine y la

Disposición Transitoria Cuarta de la Ley 3/2012 que regulan la nueva limitación temporal de la

ultra actividad. Esta recesión económica conllevó el cierre de numerosas empresas y tuvo efectos

demoledores sobre el empleo, llegando a alcanzar una cifra superior a los 5 millones de

desempleados. Además, la caída del consumo, la reestructuración bancaria, una crisis crediticia y

un elevado gasto público agravaron aún más el escenario económico. Ante esta situación, era

necesario llevar a cabo una política de austeridad con el fin de evitar la quiebra de nuestro

sistema financiero. En dicha política de recortes se adoptaron distintas medidas legislativas, entre

las que se enmarca la Reforma Laboral de 2012. La Ley 3/2012, de 6 de julio, de medidas

urgentes para la reforma del mercado laboral supone un gran cambio en el modelo de relaciones

laborales de nuestro país. Con el fin de adaptarse a los nuevos escenarios y exigencias

económicas, la negociación colectiva vive una importante transformación mediante un conjunto

de modificaciones normativas de gran transcendencia. Estas reformas pretenden dotar al

convenio de una mayor flexibilidad y adaptación a los cambios económicos, y es por ello que

una de las principales novedades introducidas es la limitación de la duración de la ultra actividad

de los convenios colectivos. Esta limitación temporal de la ultraactividad de los convenios, a la

que se culpabiliza, en buena medida, de la lentitud de los procesos de negociación y de la

‘‘petrificación’’ de las condiciones laborales pactadas en el convenio, supone un punto de

inflexión en la negociación colectiva. Por todo ello, el presente trabajo tiene como objetivo el

estudio de la nueva redacción del art. 86.3 del Estatuto de los Trabajadores y la Disposición

Transitoria Cuarta de la Ley 3/2012 referente a la limitación del periodo de ultraactividad de un

convenio colectivo, así como un análisis sobre las consecuencias jurídicas, jurisprudenciales y
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laborales que esta nueva regulación ha generado. La metodología empleada para realizar este

estudio contempla una parte teórica y una práctica. La teórica se basa en la revisión tanto de

diferentes fuentes bibliográficas como de la legislación que regula la duración de los convenios

colectivos, así como el análisis de informes sobre cláusulas de denuncia y ultraactividad de los

convenios. En la parte práctica se analizan numerosas sentencias que recogen los distintos, e

incluso contradictorios, pronunciamientos judiciales donde el Tribunal Supremo tiene que hacer

frente a los problemas de interpretación y vacíos legales que la actual regulación plantea. En

cuanto a la estructura del trabajo, el primer capítulo se centra en la negociación colectiva y los

convenios colectivos. En el primer epígrafe se realiza un pequeño recorrido por la evolución del

marco jurídico de las relaciones laborales y la negociación colectiva española. A continuación, el

segundo y tercer epígrafe explican qué son los convenios colectivos estatutarios y su vigencia,

aspectos esenciales para poder entender el concepto de ultraactividad. Posteriormente, el

segundo capítulo desarrolla la ultraactividad de los convenios colectivos. Para ello, el primer

epígrafe recoge una definición de la figura legal de la ultraactividad y un comentario acerca de

los cambios que ha sufrido desde su implantación hasta la regulación de 2012, así como los

distintos escenarios de incertidumbre legal y las posturas doctrinales e interpretativas del nuevo

art. 86.3 del Estatuto de los Trabajadores. En el segundo epígrafe se enumeran diferentes

pronunciamientos judiciales sobre la nueva redacción del art. 86.3, realizando un estudio más

detallado de la Sentencia del Tribunal Supremo, Sala de lo Social, 264/2014, de 22 de diciembre.

En el tercer y último epígrafe se analizan los diferentes escenarios de post ultra actividad que

tanto el nuevo art. 86.3 como la citada Sentencia del Tribunal Supremo han generado, así como

sus efectos sobre las condiciones de trabajo. Para finalizar, el documento contiene un apartado de

conclusiones derivadas de la investigación.


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1 La ultra actividad tras la Reforma Laboral de la Ley 3/2012. 2.1.1 Concepto y

evolución. La ultra actividad de los convenios colectivos es la situación de vigencia prorrogada

forzosa, por voluntad legal o convencional, en la que se encuentra un convenio colectivo una vez

denunciado y finalizada su vigencia inicialmente pactada hasta la aplicación de un nuevo

convenio o laudo arbitral sustitutivo o por un determinado tiempo (de un año) si no hay un nuevo

convenio colectivo o laudo arbitral aplicable (Sala Franco, 2013). La ultra actividad de los

convenios colectivos supone la extensión aplicativa de sus cláusulas normativas con la finalidad

de evitar un vacío normativo desde la fecha de extinción del convenio antiguo hasta un nuevo

pacto colectivo. En palabras de Olarte Encabo (2013), ha supuesto un elemento de estabilidad y

de seguridad jurídica que ha permitido el desarrollo más libre y meditado de los procesos

negociadores al aportar una ‘‘red de seguridad’’, reduciendo el ‘‘stress’’ negociador. La

ultraactividad se implantó por primera vez en nuestra legislación con la entrada en vigor del

Estatuto de los Trabajadores en 1980. En su redacción originaria, el artículo 86 establecía que

‘‘denunciado un convenio, y hasta tanto no se logre acuerdo expreso, perderán vigencia

solamente sus cláusulas obligacionales, manteniéndose en vigor, en cambio, su contenido

normativo’’. Con la reforma de la Ley 11/1994, de 19 de mayo, refundida en el Estatuto de los

Trabajadores de 1995, será la negociación colectiva la encargada de regular la ultraactividad y el

artículo 86.3 pasó a es desarrollado de la siguiente manera: ‘‘Denunciado un convenio y hasta

tanto no se logre acuerdo expreso perderán vigencia sus cláusulas obligacionales. La vigencia del

contenido normativo del convenio, una vez concluida la duración pactada, se producirá en los

términos que se hubieren establecido en el propio convenio. En defecto de pacto se mantendrá en

vigor el contenido normativo del convenio’’. A pesar de las aportaciones positivas de la

ultraactividad en las negociaciones también es cierto que ha generado problemas, como la falta
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de agilidad y dinamismo en la aprobación de un nuevo convenio cuando finaliza la vigencia

pactada de los mismos, ya que las negociaciones se dilatan en el tiempo y provocan situaciones

de bloqueo y paralización. Para poner fin a este problema, la principal novedad de la reforma del

artículo 86.3 por el RDL 7/2011, de 10 de junio, es incorporar los acuerdos interprofesionales de

ámbito estatal o autonómico si existe una falta de acuerdo transcurridos los plazos máximos de

negociación, además de un compromiso de las partes para someter las discrepancias a

mecanismos de mediación o arbitraje. Pese a todas estas variaciones del artículo 86 del ET, es la

Ley 3/2012, de 6 de julio, la que introduce cambios verdaderamente significativos en materia de

ultraactividad. En su Exposición de Motivos expresa que ‘‘se pretende, en primer lugar,

incentivar que la renegociación del convenio se adelante al fin de su vigencia sin necesidad de

denuncia del conjunto del convenio, como situación que resulta a veces conflictiva y que no

facilita un proceso de renegociación sosegado y equilibrado. Pero, además, para cuando ello no

resulte posible, se pretende evitar una «petrificación» de las condiciones de trabajo pactadas en

convenio y que no se demore en exceso el acuerdo renegociador mediante una limitación

temporal de la ultractividad del convenio a un año’’. Y son estas últimas líneas las que suponen

una importante modificación del artículo 86.3 del ET, cuyo párrafo 4º queda redactado de la

siguiente forma: ‘‘Transcurrido un año desde la denuncia del convenio sin que se haya acordado

un nuevo convenio o dictado un laudo arbitral, aquel perderá, salvo pacto en contrario, vigencia

y se aplicará, si los hubiere, el convenio colectivo de ámbito superior que fuera de aplicación’’.

Por último, la Ley 3/2012 determina un régimen transitorio en materia de ultraactividad para

aquellos convenios colectivos que fueran denunciados antes de la entrada en vigor de dicha

norma, estableciendo una fórmula de cálculo consistente en computar el plazo de un año desde la

entrada en vigor de la ley. Este precepto legal ha tenido una gran trascendencia al plantear en su
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nueva redacción varias incógnitas a resolver cuando el convenio pierde su vigencia ultra activa.

Todo ello pone de manifiesto la existencia de escenarios de incertidumbre jurídica, así como

diferentes posturas doctrinales acerca de cómo solucionar este ‘‘vacío legal’’ que serán

desarrolladas a continuación.

Posturas doctrinales. Principalmente existen dos posturas doctrinales aplicables cuando

finaliza el periodo ultraactivo de un convenio y no existe un convenio superior aplicable; las tesis

continuistas partidarias de la continuidad del contenido del convenio o de las condiciones de

trabajo pactadas, y las tesis derogatorias que defienden la finalización total de la vigencia del

convenio haciendo una interpretación literal del nuevo artículo. 2.1.3.1 Tesis derogatorias o

rupturistas. Los defensores de esta tesis afirman que, en defecto de laudo arbitral, pacto en

contrario y convenio superior aplicable, el convenio colectivo denunciado pierde toda su

vigencia una vez extinguido el plazo legal de ultraactividad, de tal manera que las relaciones

laborales se reglamentarán por los mínimos legales y normas que sean de aplicación con carácter

general en la legislación social, en concreto por el Estatuto de los Trabajadores. Esta postura

doctrinal se fundamenta principalmente en una interpretación literal del artículo 86.3 del que no

se derivan excepciones a la pérdida de vigencia del convenio, por ello se rechaza el

mantenimiento en vigor de dicho convenio. Los partidarios de esta tesis defienden que este

procedimiento no viola el derecho constitucional a la negociación colectiva, ya que las partes

legitimadas para ello han tenido un plazo para poder llegar a un acuerdo. No obstante, esta

interpretación presenta cierta problemática, ya que son numerosas las remisiones que el Estatuto

de los Trabajadores hace al convenio colectivo sobre diversas materias, como el sistema de

clasificación profesional o el régimen disciplinario y, por lo tanto, quedarían sin regulación.

Además, la adopción de esta tesis por la jurisprudencia no produciría los efectos perseguidos por
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la reforma de incentivar la negociación colectiva y, conjuntamente, su aplicación en las empresas

podría ocasionar innumerables conflictos laborales, ya que esta postura rupturista supone una

disminución de los derechos de los trabajadores, además de una pérdida de las condiciones

salariales o del ejercicio de los derechos de acción sindical, todo ello regulado en el convenio

decaído. 2.1.3.2 Tesis continuistas o conservacionistas. Los partidarios de las tesis continuistas

son mayoritarios en la doctrina, y defienden que las condiciones laborales pactadas en un

convenio colectivo deben continuar una vez queda denunciado, finaliza el plazo de ultraactividad

y no existe un convenio colectivo de ámbito superior aplicable. Pese a ser el enfoque doctrinal

mayoritario, existen diferencias a la hora de determinar cómo se integran las condiciones de

trabajo reguladas por el convenio que ha perdido su vigencia. Una primera forma sería la tesis de

contractualización de las condiciones de trabajo, sosteniendo que las condiciones de los

convenios colectivos pasan a contractualizarse una vez que se inician las relaciones laborales, es

decir, cuando se firma el contrato de trabajo también se firman las condiciones del convenio

aplicable. De tal manera que una vez vencido, denunciado y decaído el convenio, su contenido se

incorpora de forma automática y completa al contrato de los trabajadores afectados. Como

consecuencia, las condiciones más beneficiosas conseguidas durante la vigencia del convenio

quedan incorporadas en el contrato individual y, por ello, la fuente de dichas condiciones ya no

será una norma jurídica sino los contratos laborales existentes. Sin embargo, esta teoría plantea

dos inconvenientes; por un lado, las condiciones de trabajo contractual izadas pasar a tener un

valor jurídico meramente contractual y no normativo, pudiendo ser objeto de modificación por

parte del empresario en virtud de las causas recogidas en el artículo 416 ET y, por otro lado, los

nuevos trabajadores quedarían excluidos de las condiciones más beneficiosas previstas en el

convenio ya decaído. Una segunda forma sería la tesis de la continuidad residual, señalando que
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para que un convenio decaiga es necesario que las partes, gracias a su autonomía colectiva,

aporten soluciones alternativas que amparen a los trabajadores afectados y, en caso contrario,

que se mantenga la ultraactividad del convenio. De este modo, sin ser posible la aplicación de un

convenio superior, la norma colectiva que ha superado el periodo máximo de ultraactividad

continuará aplicándose de forma subsidiaria. Otras tesis próximas a las contractualitas secundan

una contractualización limitada de las condiciones de trabajo, defendiendo la continuidad de

determinadas condiciones que consideran esenciales del intercambio contractual, como puede ser

el salario, horario o el trabajo concreto a realizar. Por último, cabe reseñar que una parte de la

doctrina considera que, una vez que el convenio pierde su vigencia, también pierde su valor de

eficacia general y, por lo tanto, pasa a considerarse un convenio de eficacia limitada a los sujetos

voluntariamente representados por los firmantes, es decir, un convenio colectivo extra

estatutario. Pero este criterio tiene inconvenientes en cuanto a su duración, ya que si existía una

concreta vigencia temporal pactada dejarían de surtir efectos en la fecha prevista. Además, no

generan condiciones más beneficiosas en los términos del artículo 41 ET, ya que su aplicación no

es un indicio de la voluntad empresarial de conceder un beneficio y, por último, genera

inconvenientes especialmente sobre su contenido y eficacia limitada. A pesar de esta diversidad

hay que destacar que la mayoría de los sectores doctrinales, a través de distintas vías, defienden

preservar un contenido mínimo de las condiciones laborales recogidas en el convenio derogado.

Sin embargo, en general, ninguno de ellos resuelve acerca de cuál sería la situación de los nuevos

trabajadores que fueran contratados una vez decaído el convenio.

Pronunciamientos judiciales. Tras la modificación legislativa del artículo 86.3 ET por la

Ley 3/2012 de 6 de junio, comienzan los primeros conflictos colectivos relativos la

interpretación de dicho precepto. La validez de los pactos en contrario. Los convenios colectivos
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pueden contener cláusulas referentes a la prórroga de su contenido, que se conoce como prórroga

expresa. Estas cláusulas pueden clasificarse en tres tipos; aquellas que establecen un plazo de

prórroga determinado, aquellas que se remiten a la nueva redacción del Estatuto de los

Trabajadores (un año) o aquellas cláusulas que señalan una prórroga indefinida. Con la entrada

en vigor de la Ley 3/2012, surgen los primeros debates cuando el convenio que contiene una

cláusula de prórroga expresa data de una fecha anterior a la entrada en vigor de dicha Ley. Una

parte de la doctrina defiende la validez de estos pactos si el convenio anterior a la reforma

establece la ultraactividad hasta la firma del nuevo convenio, sin embargo, otros sectores

doctrinales entienden que estos pactos no son válidos porque no puede extenderse la aplicación

de la norma a situaciones que, por ser anteriores, no podían prever la aplicación de la misma.

Uno de los primeros pronunciamientos judiciales al respecto es la Sentencia de la Audiencia

Nacional de 23 de julio de 2013, que trata sobre la validez de los pactos en contrario relativos a

la vigencia de las cláusulas normativas de convenios colectivos anteriores a la reforma y que, por

lo tanto, se encuentran en fase de ultraactividad en el momento que entra en vigor la Ley 3/2012.

La parte demandante defiende que el artículo 1.3 del convenio recoge que una vez denunciado el

convenio y finalizada su vigencia, las clausulas normativas permanecerán vigentes hasta la

aprobación de un nuevo convenio que sustituya al decaído, entendiendo que existe un pacto

sobre la vigencia del convenio una vez denunciado, que se extiende hasta la entrada en vigor de

uno que lo sustituya. Sin embargo, la parte demandada argumenta que esta cláusula de

ultraactividad no es el ‘‘pacto en contrario’’ al que hace referencia el nuevo art. 86.3 ET ya que,

a su entender, se limita a reproducir lo dispuesto en la Ley vigente en el momento que le

convenio entró en vigor. La Sala dictó Sentencia favorable a la parte demandante, otorgando

validez a los pactos en contrario contenidos en los convenios colectivos denunciados con
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anterioridad a la reforma laboral de 2012, una vez superado el plazo de un año previsto en su

disposición transitoria cuarta. Dicha resolución fue ratificada por el Tribunal Supremo en su

Sentencia de 17 de marzo de 2015, entendiendo que ‘‘si un convenio colectivo, suscrito con

anterioridad a la entrada en vigor de la Ley 3/2012, contiene cláusula que prevea que una vez

finalizado el periodo de vigencia y denunciado el convenio, permanecerán vigentes las cláusulas

normativas hasta que se produzca la entrada en vigor de un nuevo convenio que haya de

sustituirle, tal cláusula es el ‘‘pacto en contrario’’ al que se refiere el último párrafo del apartado

3 del artículo 86 ET’’. Sin embargo, la doctrina establecida en esta Sentencia no fue aceptada de

forma unánime por la mayoría de la Sala, ya que se emite un voto particular formulado por el

Magistrado Excmo. Sr. D. Antonio V. Sempere Navarro contrario a dichas cláusulas. El

mantenimiento de la vigencia del convenio colectivo. Uno de los principales conflictos

generados por el art. 86.3 del Estatuto de los Trabajadores es el mantenimiento de la vigencia del

convenio hasta que se pacte uno nuevo. El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco en su

Sentencia del 26 de noviembre de 2013 establece que, denunciado un convenio colectivo sin

cláusula de ultraactividad, éste mantiene su vigencia mientras continúan las negociaciones hasta

que se acuerde un nuevo pacto, no siendo aplicable en estos casos el Estatuto de los

Trabajadores. Sin embargo, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía dicta Sentencia con

fecha 23 de enero de 2014 estableciendo todo lo contario al declarar la no vigencia de un

convenio colectivo denunciado al haber transcurrido un año de ultraactividad y no existir pacto

en contrario como requiere el art. 86.3 del Estatuto de los Trabajadores. Como consecuencia de

pronunciamientos tan opuestos era necesaria una manifestación del Tribunal Supremo que

aclarara el debate suscitado por la nueva redacción del art. 86.3 del Estatuto, en especial su

disposición transitoria cuarta. La ultraactividad y la Sentencia del Tribunal Supremo. El 22 de


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diciembre de 2014, la Sala de los Social del Tribunal Supremo hace pública la primera Sentencia

sobre la ultraactividad de los convenios colectivos tras la reforma de 2012. Se trata de un

conflicto colectivo en la empresa Atención y Servicios SL (ATESE), ubicada en las Islas

Baleares, cuyo convenio fue denunciado y ha finalizado el periodo de un año de ultraactividad

desde la entrada en vigor de la Ley 3//2012. La empresa entiende que, al no existir un convenio

colectivo de ámbito superior aplicable, debe proceder a abonar la nómina de julio (mes en que el

convenio expiraba en su vigencia en ultraactividad en aplicación del art. 86.3 ET), en dos partes,

aplicando hasta el 7 de julio de 2013 las condiciones salariales del convenio y a partir del 8 de

julio de 2013 las condiciones establecidas en el Estatuto de los Trabajadores. Por lo tanto, la

cuestión a resolver se centra en determinar si el convenio colectivo de aplicación denunciado el 5

de noviembre de 2010 continúa en ultraactividad superado el 8 de julio de 2013, es decir,

cumplido el año desde la entrada en vigor de la Ley 3/2012 como defiende la parte actora,

alegando que el artículo 86.3 del ET regula un régimen de ultraactividad limitada sólo en defecto

de pacto, entendiendo la parte actora que existe dicho pacto, por lo que no sería de aplicación la

DT 4ª de la Ley 3/2012 de 6 de julio (STS 264/2014, de 22 de diciembre).

En sus fundamentos de derecho, la resolución recoge la modificación que ha sufrido el

artículo 86.3 del Estatuto de los Trabajadores como consecuencia de la reforma laboral de 2012,

y realiza una reflexión de como la aplicabilidad del contenido de la Disposición Transitoria 4ª de

la Ley 3/2012 de 6 de julio plantea principalmente dos dudas interpretativas. La primera es si

existe un convenio colectivo superior aplicable, ‘‘qué debe entenderse por convenio colectivo de

ámbito superior’’, ya que puede referirse al ámbito territorial o bien al ámbito funcional, o si

existiendo varios convenios de ámbito superior cual debe aplicarse, ya que desde el punto de

vista de la jerarquía de las normas todos los convenios tienen el mismo rango. No obstante, esta
19

cuestión no es de aplicación en el caso tratado en la Sentencia ya que queda demostrado que no

existe un convenio colectivo superior aplicable. La segunda duda interpretativa estriba en

estipular ‘‘qué ocurre si no hay convenio de ámbito superior’’. La Sala IV del Tribunal Supremo

se pregunta ‘‘cómo se regularán a partir de la pérdida de vigencia del convenio en cuestión los

respectivos derechos y obligaciones de las partes’’, planteándose el método para ‘‘colmar la

laguna legal consistente en que el legislador no ha dicho absolutamente nada respecto de dicha

situación que, desde luego, a nadie se le escapa que es verdaderamente problemática’’. Ante esta

disyuntiva, la Sentencia hace referencia a las dos soluciones radicalmente opuestas que se han

dado respecto a la interpretación del nuevo art. 86.3 del Estatuto de los Trabajadores. Por un

lado, la denominada tesis ‘‘rupturista’’ que defiende la regulación de los derechos y obligaciones

de los trabajadores mediante las normas estatales y reglamentarias, sin tener en cuenta las

condiciones laborales existentes en el convenio colectivo fenecido y, por otro lado, la tesis

‘‘conservacionista’’ que ampara el mantenimiento de los derechos y obligaciones de las partes

anteriores a la pérdida de vigencia del convenio colectivo en cuestión. Finalmente, el Tribunal

Supremo respalda la aplicación de la tesis conservacionista, argumentando que la aplicación de

la tesis rupturista podría producir en el ámbito del contrato de trabajo una alteración sustancial de

sus condiciones para ambas partes, transformando las bases esenciales del propio contrato y el

equilibrio de las contraprestaciones. Además, produciría indeseables consecuencias como que

cualquier trabajador (con independencia de la labor desempeñada y de su titulación) pasaría a

percibir el salario mínimo interprofesional, la jornada pasaría a ser la máxima legal o el

empresario no podría sancionar disciplinariamente a sus trabajadores salvo que existiera causa

suficiente para el despido. El último motivo se basa en la alteración que la aplicación de la tesis

rupturista supondría en el sistema de fuentes de la relación laboral, regulado en el art. 3.17 ET.
20

Señala la Sentencia que las condiciones laborales de un trabajador están reguladas en su contrato

de trabajo desde que se inicia la relación jurídico-laboral, puesto que el contrato ‘‘tiene una doble

función: constitutiva de la relación jurídico- obligacional y reguladora de la misma, es decir, de

los derechos y obligaciones a que se comprometen las partes’’. Por lo tanto, las condiciones

laborales existentes cuando finaliza la ultraactividad de un convenio colectivo no desaparecen

cuando éste pierde su vigencia, ya que dichas condiciones quedan contractualizadas en el

instante que se crea la relación jurídico-laboral. Por todo ello, la Sala desestima el recurso de

casación interpuesto por la empresa ATESE y confirma la Sentencia del Tribunal Superior de

Justicia Baleares, que declaraba no ajustada a derecho la conducta empresarial de aplicar a partir

del 8 de julio de 2013 el Estatuto de los Trabajadores. Esta resolución no contradice el mandato

del legislador, ya que el convenio colectivo si pierde su vigencia, de tal manera que las

condiciones contractualizadas pueden ser modificadas unilateralmente por el empresario

mediante el art. 41 ET, y no deben ser respetadas para los trabajadores de nuevo ingreso cuando

haya transcurrido un año de la pérdida de vigencia del convenio. Para poder zanjar

definitivamente el debate doctrinal y judicial que esta materia ha suscitado, lo deseable hubiera

sido que el fallo del Tribunal fuera unánime, sin embargo, la Sentencia consta de cuatro votos

particulares. El primer voto particular corresponde al Magistrado Excmo. Sr. D. Luis Fernando

de Castro Fernández, concordante con el fallo de la Sentencia sobre la vigencia y aplicación del

convenio colectivo en materia salarial, pero ‘‘rechaza la argumentación basada en la

contractualización de las condiciones de trabajo pactadas colectivamente que ha llevado a tomar

la decisión final, alegando que dicha conclusión podía haberse llegado por otra vía, como es la

aplicación de los principios constitucionales y a través de la propia dogmática del negocio

jurídico’’, según señala. Fernández de Castro basa su razonamiento en una interpretación de las
21

normas acorde a la Constitución, el respeto a la dignidad de la persona y la defensa de la

negociación colectiva recogidos en el marco constitucional. El segundo voto particular,

formulado por el Magistrado Excmo. Sr. D. Miguel Ángel Luelmo Millán, es concurrente con el

fallo de la Sentencia, pero discrepante con la fundamentación jurídica de la contractualización de

las condiciones de trabajo. Su razonamiento comienza reconociendo el derecho a la negociación

colectiva como ‘‘un factor determinante en el logro de la paz social, la cual, a su vez, se erige

como elemento indispensable en el Estado social y de democrático de Derecho’’, para a

continuación poner en duda que la nueva redacción del art. 86.3 ET sea constitucional.

Posteriormente, Luelmo Millán afirma que cuando el derecho debatido tiene una naturaleza

salarial, como es este caso, la tesis más adecuada es aquella que sitúa en un término medio el

periodo extintivo de la ultraactividad, afirmando que ‘‘el salario es un derecho primordial del

trabajador y debe preservarse, en lo posible, de los avatares normativos’’. Por ello defiende el

mantenimiento de la ultraactividad respecto al salario ya que, al ser el derecho salarial la piedra

angular de la relación laboral, ‘‘no debe verse afectado por la reforma en la más estricta

dimensión de su regulación’’. El tercer voto particular es formulado por el Magistrado Excmo.

Sr. D. Antonio V. Sempere Navarro, al que se adhiere el presidente Excmo. Sr. D. Jesús Gullón

Rodríguez, y los Magistrados Excmos. Sres. D. José Luis Gilolmo López, D. José Manuel López

García de la Serrana y D. Jesús Souto Prieto. Este voto particular es discrepante tanto con el fallo

de la Sentencia como con su fundamentación jurídica, ya que el Excmo. Sr. D. Sempere Navarro

opta por la defensa de la tesis rupturista y rechaza que los derechos y obligaciones de las partes

existentes al finalizar la ultraactividad del convenio estén contractual izados, así como su

continuidad, aunque el convenio pierda su vigencia. Además, censura la ‘‘construcción de toda

una doctrina acerca de la pervivencia del contenido del convenio desaparecido (puesto que
22

estaba ya contractual izado) cuando el pleito suscitado únicamente refiere a la pervivencia o no

de los salarios percibidos’’. A pesar de compartir con la Sentencia tanto el punto de partida (el

convenio ha perdido su vigencia) como el resultado (no rebajar las retribuciones), entiende que

‘‘ni la demanda ni la Sentencia de instancia han dado argumentos válidos para llegar al resultado

en cuestión’’. Para el Magistrado, las bases sobre las que debería haberse afrontado la resolución

del recurso son las siguientes: ‘‘El convenio del que dimanaban los salarios pretéritos ha perdido

su vigencia y es inaplicable’’. Para ello se analiza el art. 86.3 ET y la disposición transitoria 4ª de

la Ley 3/2012 concluyendo de manera indiscutible, y en concordancia con la tesis rupturista, la

pérdida de vigencia del convenio colectivo transcurrido el plazo de ultraactividad de un año y,

por tanto, sus previsiones en materia retributiva. ‘‘La solución al problema no puede estar

predeterminada por el deseo de alcanzar un determinado resultado o de evitar los inconvenientes

de la respuesta jurídica que debamos otorgar’’. Por lo tanto, no puede descartarse una solución a

un problema jurídico porque sus consecuencias desagraden, ni ‘‘cabe construir unos argumentos

ad casum para alcanzar la solución deseada a costa de prescindir del mandato de las propias

leyes’’. ‘‘Los derechos de una norma derogada o caducada ya no están incorporados a los

contratos sobre los que se proyectaba. Procede examinar la pretensión a la vista de diversos

prismas constitucionales o legales para determinar si cabe reducir el salario cuando el convenio

pierde su vigencia’’. El Magistrado no comparte que los derechos y obligaciones de la relación

laboral se regulan por el contrato, sino ‘‘por la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico

(incluyendo convenios colectivos, Leyes, reglamentos, etc.) así como por el propio pacto

individual con los márgenes ya expuestos, amén de los usos o costumbres y de las concesiones

empresariales’’. Por último, en cuanto a la resolución del caso, el Excmo. Sr. D. Sempere

Navarro aboga por el mantenimiento del salario a los trabajadores al considerar la retribución
23

como un elemento esencial del contrato de trabajo. No obstante, considera que esta solución no

es trasladable a otras materias ‘‘en las que la desaparición del convenio ni afecta a un elemento

esencial de la relación laboral, ni compromete los mismos valores constitucionales’’.

PROSCRIPCIÓN DE LA RETROACTIVIDAD TIENE SU EXCEPCIÓN EN LA

APLICACIÓN RETROACTIVA.

El Tribunal Constitucional del Perú, mediante el Ex. N.° 03060-2021-PHC/TC, ha

señalado que, el principio de retroactividad benigna propugna la aplicación de una norma

jurídica penal posterior a la comisión del hecho delictivo a condición de que dicha norma

contenga disposiciones más favorables al reo.

El pronunciamiento del máximo intérprete de la constitución, se dio al resolver un caso

donde el objeto de la demanda es que se declare: la nulidad de la Resolución S/N de fecha 31 de

octubre de 2016, que condenó don Paul Julio Cuba Ramírez a tres años de pena privativa,

suspendida en su ejecución por el período de prueba de dos años, por la comisión del delito

contra la vida, el cuerpo y la salud, lesiones leves por violencia familiar; la nulidad de la

Resolución S/N , de fecha 16 de agosto de 2017, que confirmó la citada condena (Expediente N.°

00076-2012-0); y, (iv) que se ordene su inmediata libertad. Se alega la afectación de sus

derechos al debido proceso, a la libertad personal, y de los principios de legalidad penal y de

retroactividad benigna en materia penal. Al resolver el caso, el Tribunal Constitucional señaló

que se ha vulnerado el principio de retroactividad benigna de la ley penal, pues los magistrados

demandados han vulnerado expresamente el principio de legalidad penal, pues el 31 de octubre

de 016, se condenó al favorecido como presunto autor del delito de lesiones leves por violencia

familiar, regulado en el artículo 122- B del Código Penal, pese a que dicha norma se encontraba

derogada durante el periodo de tiempo en que se emitió la sentencia condenatoria. Por dicha
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razón, y aunque a la fecha de expedición de la sentencia de vista ya se encontraba vigente el

Decreto Legislativo 1323, la Sala superior demandada no podía confirmar una condena que se

expidió cuando el referido tipo penal se encontraba derogado.

Esta sentencia es relevante, puesto que establece alcances respecto de la retroactividad

benigna.

CONCLUSIONES.

La crisis económica vivida en nuestro país desde el año 2008 ha marcado la

agenda reformadora de los diferentes gobiernos, y ha supuesto un antes y un después

tanto en el marco normativo como en el modelo de negociación colectiva instaurados

hasta el momento. A partir del año 2012, desde mi punto de vista, la negociación

colectiva ha perdido significado y contenido, quedando condicionada por la flexibilidad y

adaptación a los cambiantes contextos económicos, sociales y organizacionales con el fin

último de evitar la destrucción de empleo. Las reformas legislativas en materia laboral

han fomentado la individualización de las condiciones de trabajo, así como la

devaluación del derecho constitucional a la negociación colectiva y de las condiciones

laborales de los trabajadores en general. Una de las medidas que más tensión e

incertidumbre ha generado es la limitación de la ultraactividad del convenio colectivo a

un año llevada a cabo en la Reforma Laboral de 2012. Tal y como aparece en el

preámbulo de la Ley 3/2012, el legislador ha pretendido evitar la petrificación de las

condiciones de trabajo derivada de la ultraactividad indefinida, con el objetivo de

incentivar la renegociación del convenio antes de que finalice su vigencia. Sin embargo,

esta medida ha generado más problemas que los que pretendía solventar, ya que con esta

reforma se rompe el equilibrio que debe existir entre las partes durante un procedimiento
25

negociador. La nueva regulación fortalece la posición de la empresa en dicho proceso

trasladando a la parte trabajadora la presión de alcanzar un acuerdo ya que, en caso

contrario, sus condiciones laborales pasan a regularse por un convenio distinto o por el

Estatuto de los Trabajadores. En este contexto y ante la variedad de pronunciamientos

judiciales en materia de ultraactividad, la Sentencia de 22 de diciembre de 2014 del

Tribunal Supremo supone un punto de inflexión en la vigencia y ultraactividad de los

convenios. Este fallo es un duro golpe a la Reforma de 2012, ya que el Alto Tribunal

consigue contrarrestar el cambio que la Ley 3/2012 pretendía al modificar las reglas

relativas a la duración de la ultraactividad de los convenios denunciados y vencidos,

dejando en evidencia la técnica legislativa llevada a cabo por el gobierno, ya que carece

de precisión suficiente y propicia grandes interrogantes que quedan sin resolver. El

Tribunal Supremo defiende mayoritariamente la conservación de las condiciones

laborales contenidas en el convenio colectivo decaído mediante su contractualización. Sin

embargo, la existencia de Votos Particulares demuestra la complejidad de las cuestiones

debatidas, así como una gran inestabilidad en el seno de la doctrina jurisprudencial. De

hecho, la Sala era plenamente consciente de los numerosos e importantes ‘‘efectos

colaterales’’ que se derivarían de la contractualización ab origine del convenio colectivo,

pues los recoge en su sentencia. A pesar de ello, conscientemente se arbitra una solución

que puede acabar generando mayor inestabilidad que la que pretende evitar, provocando

una gran inseguridad jurídica. Y así ha sucedido, ya que el escenario que la tesis

contractualita describe está cargado de importantes incertidumbres legales e

interpretativas que la propia jurisprudencia ha ido resolviendo, como determinar en qué

circunstancias laborales y normativas se encuentran los trabajadores de nuevo ingreso


26

con un convenio decaído y finalizado el periodo de ultraactividad, o qué normativa debe

aplicarse en el caso de que el convenio superior aplicable tenga un contenido incompleto.

Sin embargo, los pronunciamientos de los Tribunales no han conseguido mitigar los

desequilibrios y repercusión que en materia de doble escala salarial o de discriminación

ha generado la tesis de contractualización, es especial cuando se trata de trabajadores de

nuevo ingreso. Además, aún quedan sin resolver diferentes cuestiones relativas a la

modificación sustancial de las condiciones de trabajo, al principio de modernidad de los

convenios, al descuelgue de su contenido o al principio de cuestión más beneficiosa,

jurisprudencialmente admitido, si efectivamente las condiciones de un convenio quedan

contractualizadas ab origine. Todas estas materias, que son la base de la arquitectura

normativa de las relaciones laborales, deberán revisarse y reconstruirse para encajar en el

nuevo marco normativo. Por otro lado, no cabe duda que el sistema de fuentes del

Derecho del Trabajo ha quedado radicalmente redefinido, ya que la contractualización ab

origine hace necesaria una re conceptualización del lugar que ocupan el convenio

colectivo y el contrato de trabajo como fuentes reguladoras de la relación laboral. Por

todo ello nos encontramos, sin ninguna duda, ante un dilema de compleja solución, ya

que la literalidad del apartado 4º del art. 86.3 ET y las tesis rupturistas tampoco abocan a

un escenario más ventajoso. Debido a la magnitud de las consecuencias que se derivan de

esta importante y transcendente sentencia, considero que el Tribunal Supremo está

tratando de atenuar sus efectos optando, como se ha podido comprobar en las diferentes

sentencias analizadas, por aplicar la contractualización ab origine con carácter selectivo y

condicionado, operando sólo si no existe un convenio de ámbito superior aplicable que

regule aquellas condiciones de trabajo ‘‘típicamente normativas y relevantes del vínculo


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laboral individual’’. Para concluir, teniendo en cuenta las numerosas y relevantes

contraindicaciones que presenta la tesis de la contractualización, considero necesario que

esta doctrina jurisprudencial experimente alguna matización o aclaración que precipite

una nueva redacción legislativa que acabe con tanta inestabilidad y que proporcione una

seguridad jurídica al marco de las relaciones laborales españolas. Mientras esto no se

produzca, y alineándome con el Magistrado Excmo. Sr. D. Antonio V. Sempere Navarro,

pienso que se trata de una doctrina que “comporta una ‘petrificación’ de condiciones

laborales selectiva e insegura; sacrifica conceptos y principios axiales; rebaja la

relevancia que al convenio colectivo y a la ley corresponde en nuestro sistema de fuentes;

paga un fuerte peaje conceptual; en fin, abdica del valor normativo de los convenios,

fragmenta su contenido y confiere al pacto individual un inusitado valor”.

BIBLIOGRAFÍA.

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Estudios Financieros, Madrid.

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convenios colectivos’’. Ponencia en el Foro de debate La ultraactividad de los Convenios

Colectivos de la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos y Ministerio de Empleo

y Seguridad Social, Madrid: 2-24.

PALOMEQUE LÓPEZ, M. C. y ÁLVAREZ DE LA ROSA, M. (2013): Derecho del

Trabajo. Editorial Universitaria Ramón Areces, Madrid.

SALA FRANCO, T. (2013): ‘‘La duración y la ultraactividad de los convenios

colectivos’’. Actualidad Laboral, 10.


28

VIROLÉS PIÑOL, R. M. (2015): ‘‘Efectos de la Jurisprudencia del Tribunal Supremo en

materia de Ultraactividad de los convenios colectivos’’. XVI Jornadas 2015 Fundación SIMA,

Madrid: 3-22.

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