Cálculo Indirecto de Distancias Corregifo
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COMPENDIO
DE LA DOCTRINA SOCIAL
DE LA IGLESIA
INTRODUCCIÓN
La Iglesia sigue interpelando a todos los pueblos y a todas las Naciones, porque sólo
en el nombre de Cristo se da al hombre la salvación. La salvación que nos ha ganado el
Señor Jesús, y por la que ha pagado un alto precio (cf. 1 Co 6,20; 1 P 1,18-19), se
realiza en la vida nueva que los justos alcanzarán después de la muerte, pero atañe
también a este mundo, en los ámbitos de la economía y del trabajo, de la técnica y de la
comunicación, de la sociedad y de la política, de la comunidad internacional y de las
relaciones entre las culturas y los pueblos: « Jesús vino a traer la salvación integral, que
abarca al hombre entero y a todos los hombres, abriéndoles a los admirables horizontes
de la filiación divina ».2
2 En esta alba del tercer milenio, la Iglesia no se cansa de anunciar el Evangelio que
dona salvación y libertad auténtica también en las cosas temporales, recordando la
solemne recomendación dirigida por San Pablo a su discípulo Timoteo: « Proclama la
Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia
y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana,
sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por
el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas.
Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la
función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio » (2 Tm 4,2-5).
3 A los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sus compañeros de viaje, la Iglesia ofrece
también su doctrina social. En efecto, cuando la Iglesia « cumple su misión de anunciar
el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación
a la comunión de las personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz,
conformes a la sabiduría divina ».3 Esta doctrina tiene una profunda unidad, que brota
5 El amor tiene por delante un vasto trabajo al que la Iglesia quiere contribuir también
con su doctrina social, que concierne a todo el hombre y se dirige a todos los hombres.
Existen muchos hermanos necesitados que esperan ayuda, muchos oprimidos que
esperan justicia, muchos desocupados que esperan trabajo, muchos pueblos que esperan
respeto: « ¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se muere de
hambre; quién está condenado al analfabetismo; quién carece de la asistencia médica
más elemental; quién no tiene techo donde cobijarse? El panorama de la pobreza puede
extenderse indefinidamente, si a las antiguas añadimos las nuevas pobrezas, que afectan
a menudo a ambientes y grupos no carentes de recursos económicos, pero expuestos a la
desesperación del sin sentido, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada
o en la enfermedad, a la marginación o a la discriminación social... ¿Podemos quedar al
margen ante las perspectivas de un desequilibrio ecológico, que hace inhabitables y
enemigas del hombre vastas áreas del planeta? ¿O ante los problemas de la paz,
amenazada a menudo con la pesadilla de guerras catastróficas? ¿O frente al vilipendio
de los derechos humanos fundamentales de tantas personas, especialmente de los
niños?».4
17 Los discípulos de Jesucristo se saben interrogados por estas cuestiones, las llevan
también dentro de su corazón y quieren comprometerse, junto con todos los hombres,
en la búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia personal y social.
Contribuyen a esta búsqueda con su testimonio generoso del don que la humanidad ha
recibido: Dios le ha dirigido su Palabra a lo largo de la historia, más aún, Él mismo ha
entrado en ella para dialogar con la humanidad y para revelarle su plan de salvación, de
justicia y de fraternidad. En su Hijo, Jesucristo, hecho hombre, Dios nos ha liberado del
pecado y nos ha indicado el camino que debemos recorrer y la meta hacia la cual
dirigirse.
18 La Iglesia camina junto a toda la humanidad por los senderos de la historia. Vive
en el mundo y, sin ser del mundo (cf. Jn 17,14-16), está llamada a servirlo siguiendo su
propia e íntima vocación. Esta actitud —que se puede hallar también en el presente
documento— está sostenida por la convicción profunda de que para el mundo es
importante reconocer a la Iglesia como realidad y fermento de la historia, así como para
la Iglesia lo es no ignorar lo mucho que ha recibido de la historia y de la evolución del
género humano.19 El Concilio Vaticano II ha querido dar una elocuente demostración de
la solidaridad, del respeto y del amor por la familia humana, instaurando con ella un
diálogo « acerca de todos estos problemas, aclarárselos a la luz del Evangelio y poner a
disposición del género humano el poder salvador que la Iglesia, conducida por el
Espíritu Santo, ha recibido de su Fundador. Es la persona del hombre la que hay que
salvar. Es la sociedad humana la que hay que renovar ».20
19 La Iglesia, signo en la historia del amor de Dios por los hombres y de la vocación
de todo el género humano a la unidad en la filiación del único Padre,21 con este
documento sobre su doctrina social busca también proponer a todos los hombres un
humanismo a la altura del designio de amor de Dios sobre la historia, un humanismo
integral y solidario, que pueda animar un nuevo orden social, económico y político,
fundado sobre la dignidad y la libertad de toda persona humana, que se actúa en la paz,
la justicia y la solidaridad. Este humanismo podrá ser realizado si cada hombre y mujer
y sus comunidades saben cultivar en sí mismos las virtudes morales y sociales y
difundirlas en la sociedad, «de forma que se conviertan verdaderamente en hombres
nuevos y en creadores de una nueva humanidad con el auxilio necesario de la divina
gracia».22
Elaborar un informe escrito con las ideas más importantes, para realizar un
debate con exposición de ideas para la siguiente semana.