La Economía Social y Solidaria

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 10

I

La Economía Social como vía


para otro desarrollo social

1. La economía social
Vamos a adoptar en este trabajo el término
“Economía Social”, por su estatus teórico ya al-
canzado, para contraponerlo a las vertientes de
la Economía “a secas” (economics) y la Economía
Política (Ver anexo al final de este capítulo).1 Nos
referimos a una concepción que pretende supe-
rar la opción entre el mercado capitalista (al que
asocia con la Economía “a secas”) y un Estado
central planificador y regulador de la economía
(al que asocia con las variantes del socialismo y

1
Para situar mejor lo que vamos a llamar “Economía
Social”, el anexo presenta muy esquemáticamente
–para aquellos lectores no economistas interesados en
el tema– la contraposición entre tres formas de pensar
lo económico: la neoclásica y la keynesiana, referidas
como “economía a secas” y la economía política.

43
la Economía Política). Plantea que el mercado
capitalista debe ser superado porque es alienante
en sí mismo, máxime por estar dominado por el
poder de los grupos monopólicos que manipu-
lan los valores, necesidades y formas de sociali-
zación a través de su control de la comunicación
social y además ahora tiende a excluir a ingentes
mayorías del derecho mismo a ser consumidor
y productor. Plantea que el Estado centralizado
debe ser superado, porque sustrae poder de la
sociedad y asume la representación de un bien
común nacional actuando como delegado que,
en ausencia de una democracia sustantiva, fácil-
mente cae en la tentación de obedecer a los inte-
reses de los grupos económicos más concentra-
dos, haciendo “gobernable” un sistema injusto y
socialmente ineficiente. Esa doble superación se
lograría evitando la separación entre economía
y sociedad que caracteriza al paradigma neoli-
beral, pero a la vez evitando la intrusión de la
política. Tal vez así se entienda su denominación
expresa de “Economía Social”.
Esta vertiente –bajo diversas variantes,
como ya veremos– ve la posibilidad de desarro-
llar una socioeconomía, en que los agentes eco-
nómicos no son escindidos de sus identidades
sociales, mucho menos de su historia y de su in-
crustación en el mundo simbólico e institucional
que denominamos cultura. Al ver la economía
como inseparable de la cultura, la Economía So-
cial la mira como espacio de acción constituido
no por individuos utilitaristas que buscan ven-

44
tajas materiales, sino por individuos, familias,
comunidades y colectivos de diverso tipo que se
mueven dentro de instituciones decantadas por
la práctica o acordadas como arreglos volunta-
rios, que actúan haciendo transacciones entre
la utilidad material y los valores de solidaridad
y cooperación, limitando (no necesariamente
anulando) la competencia.
Se trata de poner límites sociales al merca-
do capitalista y, si es posible, construir mercados
donde los precios y las relaciones resultan de
una matriz social que pretende la integración de
todos con un esfuerzo y unos resultados distri-
buidos de manera más igualitaria.
Para esta visión, el desarrollo de la vida de las
personas y comunidades es favorecido por la ac-
ción colectiva en ámbitos locales, donde los con-
flictos de intereses y la competencia pueden ser
regulados de manera más transparente en el seno
de la sociedad, donde las relaciones interpersona-
les fraternales puedan afianzarse sobre vínculos
productivos y reproductivos de cooperación, ge-
nerando asociaciones libres de trabajadores antes
que empresas en las que el trabajo es subordinado
al capital autoritario por la necesidad de obtener
un salario para sobrevivir. Lo local, lo cotidiano
permitirían superar la alienación que implica la
concentración de poder en el Estado nacional.
Esta economía es social porque produce so-
ciedad y no sólo utilidades económicas, porque
genera valores de uso para satisfacer necesidades
de los mismos productores o de sus comunidades

45
–generalmente de base territorial, étnica, social
o cultural– y no está orientada por la ganancia
y la acumulación de capital sin límites. Es social
porque vuelve a unir producción y reproduc-
ción, al producir para satisfacer de manera más
directa y mejor las necesidades acordadas como
legítimas por la misma sociedad. Pero para ser
socialmente eficiente no le alcanza con sostener
relaciones de producción y reproducción de alta
calidad. Su fundamento es, sin duda, el trabajo y
el conocimiento encarnado en los trabajadores y
sus sistemas de organización, pero la base mate-
rial de la economía exige contar con medios de
producción, crédito, tener sus propios mercados
o competir en los mercados que arma el capital.
Para eso debe competir por las voluntades
que orientan las decisiones económicas indivi-
duales y también competir con las organizacio-
nes capitalistas en sus mercados, sin caer para
ello en la objetivación propia de la empresa capi-
talista, que ve a las personas como sustituibles y
a sus necesidades como un “gancho” para incen-
tivarlas a contribuir a la eficiencia empresarial.
Debe también reservar una parte de sus resul-
tados económicos para reinvertir en sí misma o
en su entorno. Pero esta no es acumulación en
el sentido capitalista, pues está subordinada a la
satisfacción de necesidades y a la calidad de las
relaciones sociales, y no se basa en la explota-
ción del trabajo ajeno.
Las organizaciones de la economía social
pueden ser denominadas “empresas”, pero no

46
son empresas capitalistas “con rostro social o
humano”. Su lógica es otra: contribuir a asegurar
la reproducción con calidad creciente de la vida
de sus miembros y sus comunidades de perte-
nencia o, por extensión, de toda la humanidad.
Su gobierno interno se basa en la deliberación
entre miembros que tienen cada uno un voto,
pero admite la división del trabajo y los siste-
mas de representación y control de las respon-
sabilidades. No están exentas, sin embargo, de
desarrollar prácticas que conspiren contra los
valores trascendentes o los objetivos prácticos
declarados, pero desde el inicio se autodefinen
como “sin fines de lucro”, lo que no las vuelve
anticapitalistas, pero sí las hace no-capitalistas.
Su confrontación o competencia con el sis-
tema de empresas capitalistas –en los mercados,
en el territorio, en el Estado, en la sociedad– re-
quiere como estrategia ensanchar continuamen-
te el campo de la economía social, para que las
relaciones medidas por los mercados puedan te-
ner también una dosis de solidaridad y de precio
justo, al ser crecientemente transacciones entre
empresas de la economía social. Ello implica que
una parte de los excedentes de estas organiza-
ciones se dedique a expandir el sector creando o
subsidiando las etapas iniciales de otras organi-
zaciones que comparten su lógica, y que pueden
ser de muy diverso tipo. Por ejemplo:

• cooperativas productoras de bienes y ser-


vicios para el mercado en general, para

47
mercados solidarios, o para el autoconsu-
mo de sus miembros,
• prestación de servicios personales soli-
darios (cuidado de personas, cuidado del
medio ambiente, recreación, terapéuti-
cos, etc.)
• canalización de ahorros hacia el crédito
social, banca social,
• formación y capacitación continua,
• investigación y asistencia técnica,
• cooperativas de abastecimiento o redes de
consumo colectivo para abaratar el costo
de vida y mejorar la calidad social de los
consumos,
• asociaciones de productores autónomos
(artesanos, trabajadores de las artes, ofi-
cios, etc.) que venden juntos, generan sus
propias marcas y diseños, compiten coo-
perativamente, etc.
• asociaciones culturales de encuentro co-
munitario (barriales, de género o genera-
cionales, étnicas, deportivas, etc.) y afir-
mación de las identidades;
• redes de ayuda mutua, seguro social,
atención de catástrofes locales, familiares
o personales,
• sindicatos de trabajadores asalariados del
Estado o del capital,
• espacios de encuentro de experiencias, de
reflexión, sistematización y aprendizaje
colectivo.

48
1.1 La relación con el Estado
Aunque hay una corriente que se manifiesta
opuesta al Estado (por considerarlo instrumen-
to de minorías, por su papel institucionalizador
de la pobreza o la diferencia, por su lógica de
acumulación de poder para una clase política),
hay otra corriente cuya práctica no es anti-Esta-
do. Por el contrario, aunque ésta admite la nece-
sidad de cobrar autonomía desde la misma base
económica de la sociedad, a la vez se propone
incidir crecientemente en la encarnación de sus
valores en el seno de la administración públi-
ca y del sistema político. Las formas de gestión
participativa a nivel local, la creación de foros
participativos para definir políticas sectoriales,
las instituciones del presupuesto participativo o
de la planificación estratégica participativa, así
como la organización de frentes de acción co-
lectiva para modificar las políticas del Estado
a favor de regular la economía y los mercados
capitalistas, de fomentar –incluso normativa-
mente– la economía social, y de practicar en ge-
neral la democracia participativa, son recursos
que hacen parte fundamental de una economía
social que no se plantea ser antipolítica sino pro
democracia participativa.
Para esta corriente también es posible,
dentro de esta crisis de legitimidad del sistema
capitalista global, inducir la encarnación de va-
lores de la economía social en el mundo de las
empresas, favoreciendo la cogestión y otras for-

49
mas de reparto de las utilidades, de definición
del salario y de las condiciones de trabajo, si es
que no la recuperación de empresas por los tra-
bajadores organizados cooperativamente. Los
sindicatos de base democrática, no cooptados
por el capital, juegan aquí un papel central, pero
también las organizaciones barriales, ecológicas,
pacifistas, antiglobalización, de género, étnicas y
sociales en general, al imponer una mayor res-
ponsabilidad social a las empresas privadas. De
hecho, en la práctica se verifica una posible con-
vergencia de una Economía Política aggiornada
con la Economía Social en esta versión.

1.2 El alcance social


Hay otra diferenciación dentro de las co-
rrientes de economía social que nos parece im-
portante: la amplitud social o la focalización en
los pobres. Ante la exclusión masiva generada
por el sistema socioeconómico dominante, in-
dividuos, familias, grupos y comunidades han
desplegado múltiples iniciativas de sobreviven-
cia innovando o volviendo a viejas prácticas. En
parte han sido apoyados por organizaciones que
han canalizado recursos para la sobrevivencia e
impulsado la asociación, la formación de redes
o determinados modelos de acción. Esas inter-
venciones han estado en gran medida focaliza-
das en los sectores más golpeados, los indigen-
tes, los pobres, los excluidos.

50
Sin embargo, el sistema ha generado también
otro fenómeno que debe encontrar respuesta: la
polarización social y la estigmatización de la po-
breza y la indigencia, condiciones para sostener
social y políticamente el modelo asistencialista
como la cara buena (política) de la globalización
del capital (economía). Se ha asociado pobre-
za con delincuencia, con droga, con ilegalidad,
con irracionalidad, con incapacidad. Cuando ya
logramos dejar de hablar de “discapacitados” y
hablamos y actuamos en relación a personas con
capacidades especiales, el proyecto conservador
requiere etiquetar como discapacitados a los po-
bres, y someterlos a procesos de ghetización, se-
paración, saneamiento social.
Entonces, la Economía Social no puede ser
para los pobres, sino que debe ser una propues-
ta para todos los ciudadanos que además se
asegura de lograr la inclusión de los pobres, de
los excluidos. No se trata de hacer que “aguan-
ten” hasta que se reactiven la economía y el em-
pleo, porque no se van a reactivar al punto de
reintegrar a los hoy excluidos –al menos no en
varias décadas– y, mientras tanto, las pérdidas
de vidas humanas, biológicas sociales e intelec-
tuales, serán irrecuperables. Se trata de activar
ya las capacidades de todos los ciudadanos ex-
cluidos del trabajo, y propiciar el desarrollo de
lazos sociales vinculados a la satisfacción de
una amplia variedad de necesidades materiales,
sociales y de la recuperación de los derechos
de todos.

51
Ni siquiera una variante con una gran fuer-
za moral como la de la Economía Solidaria
puede proponerse resolver eficazmente sólo las
necesidades de los más pobres, pues esto no se
logra efectivamente sin construir estructuras
que asuman la responsabilidad por las necesida-
des de todos; y sin generar un espacio público
donde todas las necesidades particulares pue-
dan exponerse y legitimarse democráticamente.
Esto requiere de proyectos y programas de ac-
ción compartidos por actores heterogéneos.

2. La promoción de la economía social: la


diversidad de proyectos como recurso
Afortunadamente, no tenemos sólo futuro,
sino también una historia que nos obliga a ser
amplios en la mirada. No comenzamos de cero.
La economía social tiene una historia riquísima,
generalmente asociada en Occidente a las luchas
de los trabajadores en su confrontación con el
capital. Tiene, como la misma historia del movi-
miento obrero, diversas corrientes y sus varian-
tes, una pluralidad de fuentes ideológicas y po-
lítico-partidarias, diversas matrices culturales.
Las iniciativas pueden ser más o menos anár-
quicas y antisistémicas o responder a proyectos
explícitos de construcción de otro sistema social
o político. De hecho, aunque se presente como
a-político, todo proyecto que propicie la Eco-
nomía Social como sistema es político, porque

52

También podría gustarte