Marx, Del Ágora Al Mercado

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Trabajo asalariado, trabajo enajenado

E] trabajo enajenado es para Marx sinónimo de trabajo asalariado,


trabajo del capitalismo; es el trabajo como se da en la realidad de las
fábricas, como lo describe y trata la Economía Política. Es decir, Marx
no solo pretende ensanchar el territorio de la alienación al Trabajo
como tercer elemento, junto a Dios y el Estado, en el que el hombre
pierde su alma. No remite al trabajo como lo hacía Hegel, como mo-
mento de la objetivación en las alturas de la dialéctica del espíritu. El
trabajo asalariado es otra cosa, ligada a la tierra, en cuyas zonas más
burdas debe buscarse. Y si el trabajo resulta ser el origen de las ideas,
los valores, los principios o los derechos, hay que asumir que estas be-
llas creaciones del espíritu hunden sus raíces en el fango de la historia.
Marx distingue diversas formas de enajenación en el trabajo capi-
talista asalariado. Algunas de ellas, que aquí no analizaremos, como la
enajenación del «ser genérico» y la «enajenación respecto al otro». giran
en tomo a la pérdida de la vida comunitaria en favor de la figura del indi-
viduo. Esa idea del hombre como «ser comunitario», que ve en el indivi-
dualismo una figura de enajenación, se mantendrá a lo largo de su vida.
En este volumen nos centraremos en otras tres formas de aliena-
ción: dos muy visibles, alienación en el producto y en el proceso, y una
tercera más técnica, alienación en el objeto.

Enajenación en el producto y en el proceso

El trabajo asalariado revela la situación de dependencia y subordina-


ción del trabajador al patrón. Pero Marx, que quiere alejarse de una re-
presentación de las relaciones sociales como efectos de contraposición
de voluntades, busca la fuente de las mismas en relaciones técnicas
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más primarias y fundamentales. Y las encuentra en el proceso de tra-


bajo asalariado. Lo más visible del mismo es que lo que el trabajador
produce gastando su vida pasa a ser riqueza que da vida a otro; pero
bajo esta apropiación por el patrón del producto de su trabajo, que es
lo que más Je duele. hay otra realidad oculta, a saber, que el producto
de su trabajo acaba teniendo una vida propia y enfrentándosele desde
fuera, dictándole cómo debe vivir, exigiéndole sumisión y reverencia. Y
esa es una forma de alienación.
Marx constata que la miseria económica, antropológica y moral del
obrero crece en función del aumento de su capacidad productiva; este
hecho paradójico responde a que «el trabajador queda rebajado a mer-
cancía>>, y las mercancías valen menos cuanto más fácilmente se pro-
ducen. Es una tesis central de su pensamiento, aunque aún no dispone
de la teoría para fundamentarla. De momento dice: «El obrero es más
pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción
en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una mercancía
tanto más barata cuantas más mercancías produce».
Notemos la dimensión trágica del diagnóstico: el trabajo asalariado
capitalista es así y lo es por necesidad, no hay forma de escapar a su de-
terminación. no es una anomalía. ni una contingencia; solo los sueños
utópicos permiten evadir esa terrible realidad. El trabajador, al producir.
se empobrece, deviene cada vez más un mero trabajador, mero «ser pro-
ductivo», mera mercancía que se mueve por sus propias reglas. Marx se
sirve del vocabulario hegeliano, donde el espíritu se objetiva en los obje-
tos que produce; pero en la visión hegeliana la objetivación del «espíritu
subjetivo>> (las ideas), la producción del «espíritu objetivo>> (los produc-
tos), era la primera fase a la que seguía la reapropiación en forma de ideas
renovadas; y así avanzaba la historia. Así se realizaba a sí mismo el arte-
sano. que proyectaba en su obra su sensibilidad, su imaginación, su sa-
ber. y a través de ella mejoraba sus propias ideas y sus propias creaciones.
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Por el contrario. en el trabajo asalariado las cosas no son así: aquí


la producción expresa una situación trágica, una definitiva e irrever-
sible pérdida de sí del trabajador. En el marco de esa forma de trabajo
se rompe el circuito dialéctico y a la objetivación no le sigue la reapro-
piación, pues deviene negación de sí. Y no solo porque lo producido
no es para él. es para otro. sino porque esa riqueza. exterior y ajena.
acaba dictándole leyes. regulando su vida. Hoy solemos decir que «los
mercados dominan la política». dominan nuestras vidas.
No es extraño que así sea. La enajenación en el trabajo asalariado
está atravesada por la paradoja de toda forma de alienación: cuanto
más poderoso es el objeto (al fin obra suya) -ya sea Dios, el Estado o la
Mercancía-. más insignificante y miserable es el ser humano. mayores
su servidumbre y sumisión.
Pero la enajenación respecto al producto no es la única figura de
la alienación en el trabajo asalariado. Otra no menos relevante es la
alienación de la actividad, la alienación del trabajador en el proceso
productivo. Efectivamente, a diferencia del artesano, al asalariado le
resulta ajena su propia actividad; deja de vivirla como creación propia.
como oficio, para vivirla como acción dirigida y controlada por un po-
der exterior. Este poder exterior suele identificarse con el patrón, pero
Marx apunta más lejos: el patrón solo representa a ese poder, es su
máscara, lo personifica; el verdadero poder es la «máquina», no como
instrumento sino como sistema: el trabajador asalariado forma parte
de un sistema-máquina en el que ya no puede crear, improvisar, dejar
salir su alma, sino que únicamente ha de aportar esfuerzo, movimien-
tos de su cuerpo pautados por el trabajo en cadena.
A Marx no solo le interesa describir los diversos efectos antropo-
lógicos de la alienación; pretende sobre todo pensar sus formas y el
orden lógico entre ellas. o sea, su verdadero origen. Cree que éste ra-
dica en el acto de la producción, que si el trabajador se enfrenta a su
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producto como algo extraño es porque siente la actividad productiva


como algo ajeno a sí mismo: «En el extrañamiento del producto del
trabajo se resume el extrañamiento. la enajenación en la actividad del
trabajo mismo».
La preocupación de Marx por poner las relaciones técnicas bajo
las sociales, por establecer el orden de las determinaciones. es la esen-
cia de su filosofía. responde nada menos que a su idea de la compren-
sión dialéctica del mundo, exenta de carga moral. Espontáneamente.
tendemos a pensar que si el capitalista se apropia del producto como
dueño es porque es el dueño de la empresa. de los medios de produc-
ción: y por esa misma razón. tiene el poder de controlar el proceso,
imponer el método y organizar los ritmos de la producción. Pues bien.
Marx dirá que el sentido común no siempre va de la mano de la cien-
cia, y que aquí el orden de determinación es el inverso; según él, he-
mos de pensar que es propietario solo porque se lleva el producto, y si
se lo lleva es porque controla los medios de producción: y, en fin, si los
controla se debe a que el trabajador no los posee. ha sido desposeído
de ellos. De momento es una intuición, carece de la teoría; pero sirve
para cuestionar que la base del mal sea la propiedad privada y otorgar
ese «premio» al trabajo asalariado.
La alienación de la actividad tiene efectos inquietantes, más allá
de la miseria física. Dado que en la concepción humanista y burguesa
la actividad del trabajo no es solo el modo de sobrevivir sino el modo
de sobrevivir humano, la alienación de la actividad. de la praxis. equi-
vale a la deshumanización del hombre, a la negación de su vida con-
forme a su esencia, a su condena a una vida inauténtica. Toda la místi-
ca de la actividad creadora se desvanece; toda la concepción burguesa
del mundo. montada sobre la dignidad del horno faber, se desmorona.
Y esta realidad se percibe:
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Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no


pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma,
sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla
una libre energía ffsica y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y
arruina su espíritu. Por eso el trabajador solo se siente en sí fuera del
trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja
y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario,
sino forzado, trabajo forzado.

El texto de Marx hace de la descripción una fuerza moral inapela-


ble, como al decir que el trabajador «solo se siente libre en sus funcio-
nes animales, en el comer, beber, engendrar», mientras que en el tra-
bajo, verdadera función humana, se siente como animal: «Lo animal
se convierte en lo humano y lo humano en lo animal».

Enajenación en el objeto

Pasemos a otra figura de la alienación en el trabajo, la enajenación en


el objeto. Por <<objeto» ha de entenderse la naturaleza, la realidad so-
bre la que se trabaja, la que se modifica. Esta figura de la enajenación
nos ayudará a resolver una pregunta obligada: dado que el hombre no
puede escapar al trabajo, ¿puede liberarse de la alienación? ¿Existe un
trabajo exento de enajenación?
Hemos de admitir que el trabajo va unido a la condición humana,
a su subsistencia, que siempre pasa por la «apropiación de la naturale-
za>>. El hombre no puede vivir sin la naturaleza en su doble determina-
ción: como «ser biológico», pues de ella obtiene los «víveres», y como
«ser humano», cuya esencia se realiza actuando en ella, objetivándose,

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