Madre Canguro
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Madre Canguro
Bernarda Garcés
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etnografía era una primera fase de su proyecto, que quedó cercenado por su
muerte.
No es fácil este tipo de tarea —por la carga emocional que supone y por
el respeto que Bernarda se merece— en la que se ha de trabajar sobre dos
textos similares, pero con dos niveles distintos de elaboración: uno, el pro-
yecto mucho más armado; y el otro, una etnografía inconclusa y que nunca
podremos saber a dónde la habría llevado. En la medida en que la etnografía
de Bernarda se inscribe en lo que Óscar Guasch, amigo también de ella, eti-
queta como “escuela de etnografía de Tarragona”, podemos asumir con el
máximo respeto la tarea de fundir una parte del proyecto y la etnografía en
un solo texto. La participación de los editores ha consistido en el formateado,
la revisión editorial, el re-titulado de algunos epígrafes que correspondían
a las partes de un proyecto —pero no a las de un artículo— junto a algunas
notas (que se indican) necesarias para aclarar ciertos puntos y que la autora,
al preparar el artículo, hubiese añadido con toda seguridad.
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Todos estos avances han ido apareciendo gradualmente en los países desarrollados, pero no
a la vez: la economía y las políticas en materia de salud han influido en que la investigación en
este campo y la aplicación a la práctica se hayan dado en diferentes momentos de tiempo en la
historia de la medicina.
A partir de ahora se utilizará indistintantemente la terminología Unidad/es de Cuidados
Intensivos Neonatales y UCIN.
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se espera sano, perfecto, sin ninguna tara, para que con el tiempo se trasfor-
me en un individuo adulto, en un individuo capaz de producir y reproducir
socialmente.
En muchas ocasiones los padres, sobre todo de los grandes prematuros,
dicen que nunca se hubieran imaginado que su hijo pudiera necesitar de tan-
ta tecnología, sofisticadas medicaciones e intervenciones, y procedimientos
que se realizan de forma habitual, corriente y cotidianamente en este tipo de
unidad neonatológica. Su idea —fruto de la herencia social— sobre los niños
prematuros es, en muchos de los casos, que se trata simplemente de niños
“más pequeños” y que por ello deben ser introducidos en una incubadora
sustituyendo al útero materno, donde estarán tranquilos y “calientes” espe-
rando a crecer y desarrollarse, para luego poder irse a casa. Parece evidente
que los padres, por falta de conocimientos médicos, ignoran la gran cantidad
de problemas que pueden presentar estos niños y simplifican la situación;
en muchas ocasiones este comportamiento es interpretado por el personal
sanitario con un: “¡No se enteran!”. Para profundizar en este punto, interesa-
ría conocer cómo funcionan las dinámicas de comunicación y relación entre
profesionales y familia; esto es, saber quién se encarga de transmitir este tipo
de información, qué se les dice y qué no se les dice sobre el estado de salud
de sus hijos y cómo interpretan los padres este tipo de información.
Cabe pensar que quizás el personal de las UCIN que atiende a estos
niños haya simplificado la problemática de la situación y se haya volcado
más en el tratamiento de las patologías. De esta manera estarían ignorando
que las UCIN son un espacio social donde los diversos actores desarrollan
un papel determinado, y a su vez le estarían restando importancia a la ne-
cesidad de proporcionar un ambiente adecuado no solo para la curación de
la patología sino también para permitir el desarrollo emocional del neonato,
la organización de su sistema nervioso y, por supuesto, la aparición de un
vínculo con sus padres que le permita también el inicio de su socialización
como individuo social que es y se espera que sea.
Desde que se desarrolló la neonatología se ha invertido mucho esfuer-
zo en atender las necesidades físicas de los recién nacidos que requieren una
atención más específica, por más complicados que sean los problemas de
salud presentados. Se ha dedicado una menor atención a todo el desarrollo
emocional y social que gira alrededor de las situaciones, fundamental para
los individuos y en este caso también para sus familias. Es absurdo pensar
que en lo social las UCIN no generan ningún tipo de problemática, cuando
es aceptado que el binomio niño-familia debe ser tratado como una unidad
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En eeste caso se considera que la relación entre los profesionales de la salud y la familia es
sinómino de relación médico-paciente. Lo que los médicos dicen a los pacientes y a los padres
de los pacientes ha sido objeto de investigación de las ciencias sociales desde que existe una
ciencia social de la medicina. Ver Parsons (1951), Mackintosh (1979), Friedman (1963), Strauss
(1968) y Taichert (1975).
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13 La mayoría de los estudios omiten ese escenario en el que se produce. Pero éste no es el
caso, por ejemplo, de interaccionistas como Goffman ni de la antropología crítica, entre otras
tendencias. E. Menéndez dice, con respecto a los estudios que abordan la relación médico-pa-
ciente como suceso aislado, si no será que es más factible estudiar o analizar “identidades” que
analizar relaciones. Para Menéndez lo importante es analizar las relaciones médico-paciente
desde la perspectiva relacional,,tratando de recuperar el proceso salud/enfermedad/atención
dentro de las relaciones sociales.
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esta manera pueden encontrarse categorías para referirse a ellos como “no
viables”, “gambita”, “ratita”, y para referirse a una muerte que el personal
siente como próxima puede que se diga que “se columpia”. La utilización
de términos o nombres del reino animal es muy frecuente para referirse a
los bebés nacidos antes de tiempo. Por ejemplo, los prematuros que han su-
perado todos los riesgos y que puede ser que estén pendientes de algunas
pruebas y resultados, pero sobre todo de ganar el peso considerado adecua-
do para ser dados de alta, se dice que se pasan a “la granja”: un lugar donde
el cuidado no es tan intensivo. A veces, cuando llevan mucho tiempo en ese
estado, también puede decirse de ellos que están “aparcados”. Esta categoría
también es usada cuando los bebés no manifiestan cambios en su evolución
o cuando están solo pendientes de pruebas para definir el diagnóstico final, o
bien cuando son retenidos para ser dados a instituciones de acogida. Éstos se
considerarían como buenos bebés al no presentar ningún signo que amenace
su vida. En estas unidades donde los cuidados son —podemos decir— “de
carácter intermedio” también se encuentran aquellos neonatos a los que se
considera “en observación”.
Cuando llega a la unidad un neonato, durante sus primeros minutos
se le clasifica como “viable” (en principio) o “no viable”. El enjuiciamien-
to se basa en una combinación de factores como el tiempo de gestación, el
peso, el test de Apgar14 y otros tests y descubrimientos de anomalías tanto
físicas como mentales que son visibles o que se suponen. El término “no via-
ble” tiene un significado de incompatibilidad con la vida, mientras que otras
afecciones primarias o sus consecuencias sitúan a los bebés en otra categoría.
Este es, por ejemplo, el caso de los niños que tendrán un retraso mental o una
parálisis cerebral y a quienes no es extraño que se les califique de “plantita
o de “vegetal”. Hay que decir que el tiempo de gestación y el tamaño de los
pacientes considerados como viables se han ido reduciendo con el paso de
los años debido al desarrollo en general de la tecnología y, más en concreto,
de la neonatología.
En algunas ocasiones, un mismo bebé ha sido enjuiciado por algunos
miembros del equipo como “no viable” y por otros como neonato “con po-
sibilidades de viabilidad”, en cuyo caso el desacuerdo puede generar mu-
cha tensión entre los diversos el personal médico; hasta tal punto, que los
denominados “tratamientos agresivos” empleados por los miembros que
ven alguna posibilidad de viabilidad son percibidos por los que no están
14 Examen realizado a los neonatos después del parto para conseguir una primera valoración
simple sobre su estado general.
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sarlo a los padres. Sin embargo, ocupan también un primer plano y son tema
de análisis por parte del personal de la unidad a medida que va pasando el
tiempo. Se podría decir que la comunicación con los padres de los niños que
no requieren una alta atención es más activa, e incluso surge con más fluidez
por parte de las enfermeras que del resto del personal sanitario responsable
de los recién nacidos enfermos.
Según el itinerario de ingreso que recorren los neonatos, el proceso de
comunicación con los padres suele variar. Tres son los tipos según el itinera-
rio que realizan: los nacidos en el propio hospital que ingresan procedentes
de la sala de partos; los niños nacidos en el hospital pero que al cabo de unas
horas, después de haber sido considerados como recién nacidos normales,
presentan un problema serio; y los niños que nacen en otros hospitales o en
el domicilio, o bien en el camino hacia el hospital. Estos últimos son percibi-
dos como una casualidad y su situación resulta anecdótica, igual que sucede
con los que nacen en el domicilio a no ser que sus padres hayan decidido que
el parto se produzca en el hogar. Estos últimos casos no son considerados
por regla general como muy ortodoxos y “correctos” por parte de la mayoría
de los profesionales sanitarios: cuando esos niños tienen que ingresar por
algún problema tiende a culpabilizarse a los padres, sobre todo a la madre,
por su decisión de tener al bebé en casa. Pero pasemos a analizar la comuni-
cación que se puede establecer según la forma de ingreso.
Los niños nacidos en el propio hospital son transportados a la unidad a
los pocos minutos de nacer, en ocasiones cuando se ha logrado estabilizarlos
para su traslado. El padre suele llegar a la unidad poco después de hacerlo el
bebé, y es informado en breve dependiendo de la necesidad de que el nuevo
ser sea atendido por el personal. Siempre es el médico quien informa sobre
la situación actual del nacido; en las horas o los días siguientes al alumbra-
miento y si la madre puede desplazarse a la unidad, la comunicación se es-
tablece con ambos progenitores. Los neonatos procedentes de otro hospital
son trasladados por un equipo paramédico y no llegan acompañados por
los padres. Salvo raras excepciones el padre suele personarse al poco tiempo
en la unidad para conocer el estado de su hijo, y lo mismo sucede cuando
el parto ha sido in itinere o en el domicilio tanto si es circunstancial como si
no lo es. Cuando el traslado es de hospital a hospital y el centro de origen
está a cierta distancia, en las primeras horas e incluso posteriores días parece
existir un acceso menor a la comunicación e información.
En principio son los progenitores quienes transmiten la información
durante las primeras horas o primeros días (según situaciones) pero, aun
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sus hijos y el grado de comprensión de lo que se les dice. Bien es cierto que
su juicio se basa, sobre todo al principio, en un conocimiento limitado que se
deriva por regla general de observaciones y contactos breves con los padres,
conversaciones cortas o información general, sobre cuestiones puntuales. Lo
que cada miembro del personal de la unidad sabe acerca de las actitudes
paternas puede considerarse episódico, pero una vez puesto en común da
conclusiones con respecto a qué tipo de padres deben “enfrentarse”. Cabría
preguntarse si para lanzar estas conclusiones se tienen en cuenta no solo los
aspectos sociales, sino también los culturales con referencia al proceso salud-
enfermedad-atención.
En definitiva, podría afirmarse que al personal de las UCIN le preocupa
la comunicación con los padres. Esto se advierte en su interés por hablar de
forma regular con ellos, mostrando una actitud de “puertas abiertas” de la
unidad; pero, eso sí, sin que los progenitores “compartan” según qué zonas
del territorio y según qué atribuciones; una actitud de “puertas abiertas”
que permite que el bebé sea tocado y que la familia se implique en algunos
cuidados. A pesar de todo, es posible que todavía se pase relativamente poco
tiempo con los padres; y es que. posiblemente, la prioridad es “salvar” al
niño. En general, el personal sabe poco sobre lo que aquellos piensan y sien-
ten ante la situación de su hijo y, sobre todo, sobre su vida fuera del espacio
social del hospital; en otro espacio y tiempo social en donde cada uno de
ellos tiene incorporada una determinada cultura.
Las preguntas que resultan de esta etnografía que ampliaré en mi te-
sis de doctorado son muchas y complejas: ¿qué factores sociales, culturales,
ideológicos y/o económicos facilitan, obstaculizan y/o impiden las relacio-
nes, interrelaciones y comunicación entre los diversos actores como catego-
rías y de los individuos entre sí pertenecientes a su categoría?, ¿qué estra-
tegias utilizan unos y otros para relacionarse e interrelacionarse?, ¿cuáles
son los rituales cotidianos de las UCIN?, ¿cuál es el ritual que acompaña a
la muerte de un recién nacido ingresado en este tipo de unidad?, ¿cuál es el
itinerario que ha de recorrer la familia (los padres) del neonato desde que
su hijo es ingresado hasta que es dado de alta o fallece?, ¿qué representa-
ciones y prácticas de otros modelos o sistemas médicos se introducen y se
mezclan en la atención al recién nacido de alto riesgo?, ¿qué representación
e interpretación se tiene del factor tiempo en las UCIN con relación al estado
y evolución de los pacientes?, ¿desde qué perspectiva es entendido y com-
prendido el sufrimiento?, ¿se aprecia este como algo social y cultural?...
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