Las células son los componentes básicos del cuerpo, y todos los tejidos y órganos están formados por miles de millones de células diferentes. Las células se originan a partir de dos células iniciales, el óvulo y el espermatozoide, y luego se dividen y diferencian para formar los distintos tejidos y órganos. Los órganos están compuestos de varios tipos de tejidos y células que trabajan juntos para realizar funciones específicas, y los sistemas orgánicos son grupos de ó
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Las células son los componentes básicos del cuerpo, y todos los tejidos y órganos están formados por miles de millones de células diferentes. Las células se originan a partir de dos células iniciales, el óvulo y el espermatozoide, y luego se dividen y diferencian para formar los distintos tejidos y órganos. Los órganos están compuestos de varios tipos de tejidos y células que trabajan juntos para realizar funciones específicas, y los sistemas orgánicos son grupos de ó
Las células son los componentes básicos del cuerpo, y todos los tejidos y órganos están formados por miles de millones de células diferentes. Las células se originan a partir de dos células iniciales, el óvulo y el espermatozoide, y luego se dividen y diferencian para formar los distintos tejidos y órganos. Los órganos están compuestos de varios tipos de tejidos y células que trabajan juntos para realizar funciones específicas, y los sistemas orgánicos son grupos de ó
Las células son los componentes básicos del cuerpo, y todos los tejidos y órganos están formados por miles de millones de células diferentes. Las células se originan a partir de dos células iniciales, el óvulo y el espermatozoide, y luego se dividen y diferencian para formar los distintos tejidos y órganos. Los órganos están compuestos de varios tipos de tejidos y células que trabajan juntos para realizar funciones específicas, y los sistemas orgánicos son grupos de ó
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Las células son los componentes básicos del cuerpo.
Todos los tejidos y órganos
están formados por miles de millones de células diferentes. El tamaño de las células humanas varía de unas a otras, pero todas son muy pequeñas. Incluso la mayor de todas, el óvulo fecundado, es tan pequeña que no es perceptible a simple vista. Todas las células del cuerpo de una persona son descendientes de dos células, el óvulo de la madre y el espermatozoide del padre. Después de la unión del óvulo y el espermatozoide (fecundación), el óvulo fecundado es una única célula. Esta célula, el cigoto, se divide muchas veces y, a medida que se divide, las células descendientes desarrollan diferentes características y funciones. Estas células diferentes forman finalmente los distintos órganos. Son muchos y muy diversos los tipos de células que constituyen el organismo, y cada uno está dotado de una estructura y una función propias. Algunos tipos de células incluyen: • Células sanguíneas • Células musculares • Células cutáneas • Células nerviosas • Células glandulares Algunas células, como las células sanguíneas, se desplazan libremente en la sangre y no están unidas unas a otras. Otras, como las células musculares, están firmemente unidas entre sí. Algunas células, como las células de la piel, se dividen y se reproducen con rapidez. Otras, como ciertas células nerviosas, no se dividen ni se reproducen, salvo en circunstancias excepcionales. Además de las células humanas, el cuerpo humano tiene células extrañas. Las células extrañas son microorganismos, como bacterias y hongos, que viven en la piel y en las vías respiratorias, la boca y los tractos digestivo, reproductor y urinario sin causar ningún daño. Los microorganismos que habitualmente ocupan un sitio corporal particular se denominan flora saprófita o microbioma. Gran parte de la flora saprófita es realmente útil para las personas, por ejemplo, ayudando a digerir los alimentos o al impedir el crecimiento de otras bacterias más peligrosas. Los virus no son células Los virus contienen material genético (ADN o ARN), pero requieren una célula viva para multiplicarse. Estructura de las células Aunque a menudo se consideran la unidad más pequeña de un organismo vivo, están constituidas por elementos aún más pequeños, cada uno de ellos dotado de una función propia. Las células humanas tienen una membrana superficial (denominada membrana celular) que mantiene unidos los contenidos. Sin embargo, esta membrana no es una simple envoltura, es un participante activo en la vida de una célula. La membrana controla qué sustancias químicas y otras sustancias pueden entrar y salir de la célula. La membrana también posee receptores que identifican la célula con otras células. Estos receptores reaccionan también ante sustancias producidas por el organismo y ante fármacos introducidos en el mismo, y permiten que estas sustancias o fármacos entren o salgan de la célula de forma selectiva. Las reacciones que se producen en los receptores a menudo alteran o controlan las funciones celulares. Un ejemplo de ello es la unión de la insulina a los receptores de la membrana celular para permitir que la glucosa entre en las células y ayudar para mantener los niveles apropiados de azúcar en sangre. Dentro de la membrana celular existen dos compartimentos principales: El citoplasma contiene estructuras que consumen y transforman la energía, y que realizan las funciones de la célula. El núcleo contiene el material genético de la célula (genes y cromosomas), que contiene a su vez todas las instrucciones sobre el funcionamiento de la célula y controla la división y la reproducción celulares. Las mitocondrias son estructuras minúsculas situadas en el interior del citoplasma de todas las células que proporcionan energía a la célula. Interior de la célula Si bien existen distintos tipos de células, la mayoría de ellas poseen los mismos componentes. Una célula tiene un núcleo y un citoplasma, y está delimitada por la membrana celular que regula lo que sucede dentro y fuera de ella. El núcleo contiene los cromosomas que constituyen el material genético de la célula, al igual que un nucléolo que produce los ribosomas. Los ribosomas producen proteínas, que el aparato de Golgi compacta de modo que puedan abandonar la célula. El citoplasma está constituido por un material fluido y por los orgánulos celulares, que pueden considerarse los órganos de la célula. El retículo endoplasmático transporta materiales en el interior de la célula. Las mitocondrias generan la energía necesaria para las actividades celulares. Los lisosomas contienen enzimas que pueden descomponer las partículas que entran en la célula. Los centríolos participan en la división de la célula.
Función de las células
Algunas células, sobre todo las glandulares, tienen por función principal la producción de sustancias complejas como las hormonas o las enzimas. Las hormonas son mensajeros químicos que controlan y coordinan las actividades a través del organismo. Por ejemplo, la insulina es una hormona producida por ciertas células del páncreas para ayudar a regular las concentraciones de azúcar en sangre. Las enzimas son proteínas complejas que controlan y llevan a cabo casi todos los procesos y reacciones químicas del organismo. Otras células del páncreas producen enzimas digestivas que descomponen los alimentos para que puedan ser absorbidos. Algunas células producen otras sustancias útiles, como las células de la mama, que producen leche, las células del revestimiento de los pulmones, que producen moco, y las células de la boca, que producen saliva.
Existen otras células cuya función primordial no es la producción de sustancias.
Por ejemplo, las células musculares se contraen, lo que permite el movimiento. Este es el caso, también, de las neuronas, que generan y conducen impulsos eléctricos, permitiendo de este modo la comunicación del sistema nervioso central (cerebro y médula espinal) con el resto del organismo. Los Tejidos y Órganos. Los tejidos están formados por la unión de células relacionadas. Las células de un tejido no son idénticas pero trabajan juntas para desarrollar funciones específicas. Por ejemplo, el tejido muscular tiene células musculares, que se contraen para hacer que el músculo se mueva. El tejido muscular también tiene células nerviosas, que envían señales para indicar al músculo cuándo debe contraerse y relajarse. Cuando se analiza al microscopio una muestra de tejido (biopsia), se observan diversos tipos de células, aunque el interés del médico se centre en un tipo específico. El tejido conjuntivo es el tejido resistente y a menudo fibroso que tiene la función de mantener unidas las estructuras corporales y proporciona resistencia y elasticidad. Se encuentra en casi todos los órganos y es uno de los componentes principales de la piel, los tendones, las articulaciones, los ligamentos, los vasos sanguíneos y los músculos. Las características del tejido conjuntivo y de los tipos de células que este contiene varían según su localización en el organismo. Cada órgano tiene una estructura reconocible (por ejemplo, el corazón, los pulmones, el hígado, los ojos y el estómago) y es capaz de desarrollar funciones específicas. Un órgano está formado por diferentes tipos de tejidos y, por lo tanto, diversos tipos de células. Por ejemplo, el corazón está formado por tejido muscular, que al contraerse produce la circulación de la sangre; por tejido fibroso, que forma las válvulas del corazón, y por células especiales que controlan la frecuencia y el ritmo del latido cardíaco. El ojo contiene células musculares que abren y cierran la pupila, células claras que constituyen el cristalino y la córnea, células que producen el líquido intraocular, células fotosensibles y células nerviosas que transmiten los impulsos al cerebro. Incluso un órgano tan simple en apariencia como la vesícula biliar contiene distintos tipos de células, como las que forman el revestimiento interior resistente a los efectos irritantes de la bilis, células musculares que se contraen para expulsar la bilis y células que forman la capa externa fibrosa que mantiene unida a la vesícula en su conjunto. Aunque cada órgano del cuerpo realiza sus funciones específicas, los órganos también funcionan juntos por grupos, a los que se denomina sistemas orgánicos. Los médicos clasifican las enfermedades y sus propias especialidades médicas de acuerdo a los diferentes sistemas orgánicos. Algunos ejemplos de sistemas orgánicos y sus funciones son el aparato digestivo, el sistema cardiovascular y el sistema musculoesquelético. El aparato digestivo (o gastrointestinal), que se extiende desde la boca hasta el ano, se encarga de recibir los alimentos, digerirlos y eliminar los residuos en las heces. El aparato digestivo no solo está formado por el estómago, el intestino delgado y el intestino grueso, que mueven y absorben los alimentos, sino que incluye también órganos asociados, como el páncreas, el hígado y la vesícula biliar, los cuales producen enzimas digestivas, eliminan las toxinas y almacenan las sustancias necesarias para la digestión. El sistema cardiovascular incluye el corazón (cardio) y los vasos sanguíneos (vascular). Este sistema es el encargado del bombeo y de la circulación de la sangre. El sistema musculoesquelético está formado por los huesos, los músculos, los ligamentos, los tendones y las articulaciones, que sostienen el cuerpo y permiten su movilidad. Sistemas orgánicos que trabajan juntos Los sistemas orgánicos a menudo trabajan juntos para realizar tareas complicadas. Por ejemplo, después de una comida copiosa, varios sistemas orgánicos trabajan de forma conjunta para ayudar al sistema digestivo a obtener más sangre para realizar sus funciones. El sistema digestivo recurre a la ayuda del sistema cardiovascular y del sistema nervioso. En este caso, los vasos sanguíneos del aparato digestivo se dilatan para transportar más sangre. Se envían impulsos nerviosos al cerebro indicándole que la actividad digestiva ha aumentado. Es más, el aparato digestivo estimula de forma directa el corazón mediante impulsos nerviosos y sustancias químicas liberadas en el torrente sanguíneo. El corazón responde con una mayor irrigación sanguínea. El cerebro responde al percibir menos hambre, más plenitud, y menos interés en la actividad física vigorosa (sistema músculo-esquelético), lo que conserva más sangre para que sea utilizada por el sistema digestivo en lugar de por los músculos esqueléticos. La comunicación entre órganos y sistemas es fundamental, ya que permite regular el funcionamiento de cada órgano de acuerdo con las necesidades generales del organismo. En el ejemplo anterior, el corazón tiene que saber cuándo los órganos digestivos necesitan más sangre para que pueda bombear más. Cuando el corazón sabe que el cuerpo está en reposo, puede bombear menos. Los riñones deben recibir la información necesaria para saber cuándo existe un exceso de líquido en el organismo, para producir más orina, o cuándo el organismo está deshidratado, para que puedan retener el agua. Homeostasis es el término utilizado para describir cómo el cuerpo mantiene su composición y funciones normales. Dado que los sistemas de órganos se comunican entre sí, el cuerpo es capaz de mantener estables la composición de los fluidos y las sustancias internas. Además, los órganos no trabajan ni en exceso ni en defecto y cada uno facilita las funciones de los demás. La comunicación necesaria para mantener la homeostasis tiene lugar a través del sistema nervioso autónomo y del sistema endocrino. La transmisión se lleva a cabo mediante productos químicos especiales llamados transmisores. El sistema nervioso autónomo controla en gran parte la compleja red de comunicación que regula las funciones corporales. Esta parte del sistema nervioso funciona sin que la persona tenga conciencia de ello y sin que se perciba una señal evidente de que está trabajando. Los transmisores denominados neurotransmisores conducen mensajes entre diferentes partes del sistema nervioso, y entre el sistema nervioso y otros órganos. El sistema endocrino consta de varias glándulas que producen transmisores químicos llamados hormonas. Las hormonas viajan a otros órganos a través del torrente sanguíneo y regulan la función de esos órganos. Por ejemplo, la glándula tiroidea produce la hormona tiroidea, que controla el ritmo metabólico (la velocidad a la cual se llevan a cabo los procesos químicos del organismo). El páncreas produce la insulina, que controla la utilización del azúcar. Uno de los transmisores más conocidos es la hormona epinefrina (epinefrina [adrenalina]). Cuando alguien se encuentra de repente ante una situación de estrés o de miedo, el cerebro envía de inmediato un mensaje a las glándulas suprarrenales para que liberen rápidamente la epinefrina (adrenalina). En determinados momentos, esta sustancia química pone al organismo en estado de alerta, una respuesta que suele conocerse como respuesta de lucha o huida. El corazón late más rápido e intensamente, las pupilas se dilatan para recibir más luz, la respiración se acelera y la actividad del aparato digestivo disminuye para que llegue más sangre a los músculos. Este efecto tiene lugar de manera rápida e intensa. Otras comunicaciones químicas son menos espectaculares pero igualmente eficaces. A modo de ejemplo, cuando el cuerpo se deshidrata necesita más agua, se reduce el volumen de sangre que circula por el sistema cardiovascular. Esta disminución del volumen sanguíneo la perciben los receptores de las arterias del cuello, que responden enviando impulsos a través de los nervios hacia la hipófisis (glándula pituitaria), una glándula situada en la base del cerebro que, en ese caso, produce la hormona antidiurética. Esta hormona estimula a su vez los riñones, para que estos disminuyan la producción de orina y retengan más agua. Simultáneamente, el cerebro percibe la sensación de sed y estimula a la persona para que ingiera líquidos.