Libro de Literatura
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Libro de Literatura
Letras
universales
y géneros
literarios
© Editorial Parmenia
bajo el sello de Reims ediciones
Carlos B. Zetina 30, Colonia Condesa
06170, Cuauhtémoc, Ciudad de México
55 52 78 95 04
www.editorialparmenia.com.mx
[email protected]
ISBN 978-607-749-160-6
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Contenido
Presentación 5
Unidad 1
La lectura del hombre y su mundo 7
Unidad 2
El universo del héroe 35
Unidad 3
Narrar la condición humana 70
Unidad 4
La representación: espejo de la realidad 137
Unidad 5
Entre el amor y la muerte: la lírica 185
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Presentación
R
econocer lo que de trascendente ha sido la lectura en la vida
de las sociedades desde que el conocimiento y el sentimien-
to econtraron perenne asiento gracias a la palabra escrita es
y será siempre un importante recordatorio de la deuda que se tiene
con quienes se preocuparon y ocuparon por legar a generaciones
sucedáneas la experiencia de enterarse y revivir lo percibido en toda
época por la conciencia universal. Este libro abre con la justa pon-
deración del papel de la literatura en la vida de los humanos.
Si fue la heroicidad de antiguos personajes la que inspiró la sensi-
bilidad e intención expresiva de poetas y juglares de remotas épocas
para develar las virtudes humanas, regalar identidad, pertenencia y
sentido de trascendencia a los pueblos y atesorar y difundir hazañas
como constancia de pactos con los dioses, en estas páginas podrá
apreciarse y valorarse los logros de tal empresa.
La necesidad de hacer saber a los Otros los rasgos generales o los
aspectos detallados de los sucesos que mueven y conmueven preci-
samente por el carácter de humanidad que conlleva toda conducta,
sea esta individual o colectiva, se vivifica a través del acto narrativo,
una pulsión intrínseca de la naturaleza de los hombres y mujeres
por la que se llega a ser más de lo que se es y que evidencia de
mayor y mejor forma el espíritu gregario original y culturalmente
compartido. En ello, en el acto de relatar, contar o narrar, la ficción
literaria y la realidad vital se complementan en las plumas de gran-
des autores que, desde luego, hacen su aparición en cada uno de los
segmentos temáticos aquí dispuestos.
Cuando se enfrenta el rostro a un espejo lo que se encuentra en
él no es sino la imagen verdadera de la forma en que la vista percibe
lo que se le re-presenta: el rostro mismo. Así el teatro, nacido del
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necesariamente son reales. Todo producto artístico es ficción, sin que por ello
se demeriten sus virtudes estéticas; por lo contrario, las engrandece.
El recurso literario, el discurso ficticio, se ha utilizado desde el inicio de
la expresión artística, pues la imaginación es una fiel compañera del ser hu-
mano desde sus orígenes, especialmente cuando se trata de contar historias,
enaltecer héroes o hacer referencia a elementos imaginarios que solamente
son posibles gracias a la palabra, aunque parezcan utópicos e idealizados. A
propósito de ello, dice Octavio Paz:
El poema, el cuento, la novela, la tragedia y la comedia son, en el sentido
propio de la palabra, fábulas: historias maravillosas en las que lo real y lo irreal
se enlazan y confunden. Los gigantes que derriban a don Quijote son moli-
nos de viento y, simultáneamente, tienen la realidad terrible de los gigantes.
Son invenciones literarias que nublan y disipan las fronteras entre ficción y
realidad (Octavio Paz, Nuestra lengua, Discurso pronunciado en el Primer
Congreso de la Lengua, Zacatecas, 1997).
Llegaron entonces los animales pequeños, los animales grandes, y los palos y
las piedras les golpearon las caras. Y se pusieron todos a hablar; sus tinajas, sus
comales, sus platos, sus ollas, sus perros, sus piedras de moler, todos se levantaron
y les golpearon las caras.
—Mucho mal nos hacían, nos comían, y nosotros ahora los morderemos—, les
dijeron sus perros y sus aves de corral.
Y las piedras de moles:
—Éramos atormentadas por ustedes; cada día, cada día, de noche, al amanecer,
todo el tiempo hacían holi, huqui, huqui nuestras caras, a causa de ustedes. Este
era el tributo que les pagábamos. Pero ahora que han dejado de ser hombres
probarán nuestras fuerzas. Moleremos y reduciremos a polvo sus carnes—, les
dijeron sus piedras de moler.
Y he aquí que sus perros hablaron y les dijeron:
—¿Por qué no nos daban nuestra comida? Apenas estábamos mirando y ya
nos arrojaban de su lado y nos echaban fuera. Siempre tenían listo un palo para
pegarnos mientras comían. Así era como nos trataban. Nosotros no podíamos
hablar. Quizás no les demos muerte ahora; pero ¿por qué no reflexionaban, por
qué no pensaban en ustedes mismos? Ahora nosotros los destruiremos, ahora
probarán ustedes los dientes que hay en nuestra boca; los devoraremos—, dije-
ron los perros, y luego les destrozaron las caras.
Y a su vez sus comales, sus ollas les hablaron así:
—Dolor y sufrimiento nos causaban. Nuestras bocas y nuestras caras están tiz-
nadas, siempre estábamos puestos sobre el fuego y nos quemaban como si no
sintiéramos dolor. Ahora probarán ustedes: los quemaremos—, dijeron sus ollas,
y todas les destrozaron las caras. Las piedras del hogar, que estaban amontona-
das, se arrojaron directamente desde el fuego contra sus cabezas y les causaron
dolor.
Desesperados corrían de un lado para otro; querían subirse sobre las casas y
las casas se caían y los arrojaban al suelo; querían subirse sobre los árboles y los
árboles los lanzaban a lo lejos; querían entrar en las cavernas y las cavernas se
cerraban ante ellos.
Así fue la fuina de los hombres que habían sido creados y formados, de los hom-
bres hechos para ser destruidos y aniquilados: a todos les fueron destrozadas las
bocas y las caras. Y dicen que la descendencia de aquellos son los monos que
existen ahora en los bosques; estos son la muestra de aquellos, porque solamente
de palo fue hecha su carne por el Creador y Formador. Y por esta razón, el mono
se parece al hombre, en la muestra de una generación de hombres creados, de
hombres formados que eran solamente muñecos y hechos solamente de madera.
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El caballo alado
(en Raíces históricas del cuento)
Pasemos ahora a otro ayudante, al caballo. Resulta quizá superfluo demostrar que
el corcel, el caballo, entra en la cultura y en la conciencia humana después de los
animales del bosque. Las relaciones de los hombres con los animales del bosque
se pierden en la lejanía prehistórica; la domesticación del caballo puede rastrearse.
La aparición del equino obliga a investigar otro hecho. El
caballo no aparece en sustitución de los animales del bos-
que, sino en funciones económicas totalmente distintas.
Puede decir que ha sustituido al ciervo, o quizá al perro,
pero no puede decirse que haya sustituido al pájaro o al
oso, que haya asumido sus tareas y funciones económicas.
¿Cómo se refleja este paso en el folclor? También en
este caso se ve que una nueva forma de economía no crea
de golpe las formas mentales equivalentes. Hay un período
en el que estas nuevas formas entran en conflicto con la
antigua mentalidad. Una nueva forma de economía intro-
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duce imágenes nuevas. Estas últimas crean una nueva religión, pero no inmedia-
tamente. En el lenguaje al caballo se le da el nombre del ave, es decir, que el nom-
bre antiguo pasa a una imagen nueva. Lo mismo sucede en el folclor: el caballo
se oculta en la imagen del pájaro. Así nace el corcel alado. “Sabemos —dice N. la.
Marr— que en los tiempos prehistóricos losad significaba también ptiza (caballo
y pájaro), pero semánticamente ptiza se halla relacionado con el cielo, y el ave no
podría naturalmente sustituir al caballo en la tierra en las costumbres sociales y en
el ambiente material de la prehistoria”.
La sustitución del pájaro por el caballo es, probablemente, un fenómeno asiá-
tico-europeo. En Egipto, el caballo aparece tarde; en América no era conocido
antes de la migración de los europeos. Pero también en América puede observar-
se el mismo proceso, no respecto del pájaro, sino del oso. En el mito americano,
el oso-señor rapta a un niño y lo lleva bajo tierra, donde le propone que escoja un
oso, es decir, un ayudante. El muchacho elige un oso negro. “El oso-señor empezó
a rechinar los dientes y de repente gruñó y se echó encima del oso negro. Se le
metió por debajo, le tiró al aire, y en lugar del oso apareció un magnífico caballo
negro”. Este caso muestra con toda claridad cómo asume el nuevo animal las fun-
ciones religiosas del antiguo. El caballo sustituye al oso en el papel de ayudante,
conseguido “bajo la tierra” del señor de los osos. Pero este caballo conserva aún
los rasgos de su origen osuno: en el cuello tiene una piel de oso, igual que Sivko
tiene en sus flancos alas de pájaro. En pocas palabras, ha ocurrido la asimilación
de un animal al otro.
Es curioso que la aparición del caballo en América cree exactamente los mis-
mos ritos y motivos folclóricos que en Europa. Este hecho fue observado ya por
Anucin en su estudio sobre las sepulturas escitas, análogas a las americanas. Si,
constata Dorsey, el difunto tenía un caballo preferido, los parientes mataban a
este caballo sobre su tumba, creyendo que lo llevaría a las regiones de los espíritus;
o le cortaban algunos pelos y los depositaban sobre la tumba. Estos pelos otorga-
ban el mismo poder que confieren en el cuento. Estos casos demuestran la con-
formidad de la aparición de mitos y motivos folclóricos iguales dependientes de
fenómenos de la vida económica y social, y explican la aparición del corcel alado.
costumbres y prejuicios que nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepul-
ta al capitán Ahab en el mar, se encoge el corazón de los lectores idénticamen-
te en Tokio, Lima o Tombuctú. Cuando Emma Bovary se traga el arsénico,
Anna Karenina se arroja al tren y Julián Sorel sube al patíbulo, y cuando, en
El Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa
a enfrentarse al cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores
de Comala, el pueblo de Pedro Páramo, están muertos, el estremecimiento es
semejante en el lector que adora a Buda, Confucio, Cristo, Alá o es un agnós-
tico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La literatura crea una
fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen
entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idio-
mas y la estupidez.
Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los faná-
ticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando
se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas,
corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias. Innume-
rables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por
quienes se sienten poseedores de verdades absolutas. Creíamos que, con el
desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los
derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos,
genocidios, invasiones y guerras de exterminio.
Nada de eso ha ocurrido. Nuevas formas de bar-
barie proliferan atizadas por el fanatismo y, con
la multiplicación de armas de destrucción masi-
va, no se puede excluir que cualquier grupúsculo
de enloquecidos redentores provoque un día un
cataclismo nuclear. Hay que salirles al paso, en-
frentarlos y derrotarlos. No son muchos, aunque
el estruendo de sus
Los alebrijes son una artesanía típica, con rasgos mágicos
en el imaginario colectivo. Estos seres ficticios surgieron
crímenes retumbe
en Oaxaca, Michoacán y se han extendido a varios esta- por todo el planeta y
dos de la Nación. Investiga su origen y significado. nos abrumen de ho-
rror las pesadillas que
provocan. No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos
la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización.
https://arteletrasusamartin.blogspot.com/2010/12/
mario-vargas-llosa-premio-nobel-de.html
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Evaluación
1. Realiza las siguientes actrividades y entrega las evidencias corres-
pondientes a tu docente, después de releer los textos que se te presentaron.
2. Analiza la ficción que tiene la narración de la creación del hombre
según el Popol Vuh.
3. Haz un resumen de cómo apareció el caballo alado en la ficción del
mundo occidental.
4. El fragmento del discurso de Vargas Llosa es una introducción a la
ficción. Explica cómo surge la ficción, según el autor.
5. En tu cuaderno escribe la historia de un personaje de ficción que tú
mismo crees. Recuerda que debe tener un principio real y que, después,
en un momento determinado surge lo ficticio de donde surge el perso-
naje irreal. Puedes tomar los alebrijes como base de ello.
Terry Eagleton (1943), crítico literario inglés, dice en su Teoría literaria que:
Las tiras cómicas de Superman y las novelas de Mills y Boom refieren temas
inventados, pero por lo general no se consideran como obras literarias, y cier-
tamente, quedan excluidos de la literatura. Si se considera que los escritos
‘creadores’ o ‘de imaginación’ son literatura, ¿quiere esto decir que la historia, la
filosofía y las ciencias naturales carecen de carácter creador y de imaginación?
Todo texto literario con intención estética puede ser considerado arte, de-
pendiendo de quién lo haya escrito; de quién, cuándo y dónde lo aprecie. Con
respecto de qué es arte y qué no lo es, un ejemplo de la irreverencia por lo
tradicional, es Marcel Duchamp quien despreció el valor artístico de una obra
dado solamente por el paso del tiempo.
Es difícil emitir un juicio acerca de qué es
arte y qué no lo es. Piénsese en una persona
que olvida su paraguas en un museo de arte
moderno; lo deja cerca de una obra conforma-
da por un montículo de teléfonos móviles en
desuso. La gente admira la composición: celu-
lares viejos y un paraguas extendido. Regresa
el olvidadizo espectador y se lleva su paraguas.
La gente pensó que era parte de la “obra de
arte”, pero no. ¿Cuál es la diferencia?
Algo similar sucede con la literatu- Marcel Duchamp (1887-1968), artista
ra. ¿Cuáles textos son verdaderas obras francés de tendencia dadaísta, en 1913
creó su primer ready-made que tituló
de arte? Balzac, Byron, Petrarca, Gabriel Rueda de bicicleta. Integró dos objetos
García Márquez y muchos escritores con- de uso cotidiano: una rueda de bicicle-
sagrados, en sus inicios sufrieron el des- ta y un banco, para obligar al especta-
dor a admirarlos como obra de arte.
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precio a sus obras por editores que no supieron valorarlas. ¿Cuántos literatos
importantes se habrá perdido la humanidad porque no encontraron editoria-
les dispuestas a arriesgarse?
Franz Kafka (1883-1924) pidió a su amigo Max Brod que, una vez muerto,
destruyera todos sus documentos, pero Max desoyó tal deseo y gracias a ello
sus obras fueron publicadas. El proceso (1925), El castillo (1926) y otras han
resultado de gran influencia en el rumbo de la literatura universal.
La escritura es el parteaguas de la historia de la humanidad y de las perso-
nas. La palabra escribir encierra diferentes conceptos y abarca varios niveles: El
niño ya escribe significa que hace sus primeros trazos caligráficos; Ramón escribe
una carta se refiere a otro estrato: que redacta; Jaime Sabines escribió mucha poesía
hace referencia a un peldaño muy superior, el artístico. Una obra literaria se
escribe, no solo se redacta, en el sentido elemental anterior.
Los textos literarios no lo son por bellos, moralmente sanos ni por su or-
tografía pulida y puntuación precisa. Lo son porque expresan vida, transmiten
sentimientos, hacen renacer al lector, comunican su depresión o alimentan la
libertad. Sacuden a quien se atreve a leerlos, estremecen a la sociedad, dilatan
los corazones, recuerdan la necesidad de creer y agigantan el espíritu. El más
indicado para decir si un documento logra un alto nivel en el aspecto artístico
es el lector atento, no el crítico, el intelectual ni el adulador. El lector sincero y
culto; culto y sensible en el sentido de haber leído con amplitud y profundidad.
1.2.2 El carácter social
La literatura tiene un carácter social. Esto significa que es un reflejo de las
situaciones que la sociedad está viviendo cuando el texto es escrito. Tiene un
importante papel en la formación del pensamiento colectivo, en la concien-
tización social y en la exaltación de valores, principios, hartazgos e ideologías
de las personas. No permanece ajena al retraso social, a la discriminación, al
abuso del poder, a las relaciones que se da con el subdesarrollo de los pueblos,
con la pobreza y la falta de inclusión.
En el siglo XIX surgió un gran movimiento poético en América, conoci-
do como Modernismo, que significó una madurez intelectual y literaria, pero
además independencia con respecto de Europa. Los países latinoamericanos
expresaron su pujanza económica y posibilidad de grandeza, con visión cos-
mopolita y tendencia hacia el gran sueño bolivariano. América Latina se re-
creó en la lírica y surgieron autores en todos los países, desde Cuba, con José
Martí y Julián del Casal, hasta Argentina, con Leopoldo Lugones, Alfonsina
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Storni; desde Colombia, con José Asunción Silva, hasta México, con Ramón
López Velarde, Manuel Gutiérrez Nájera, Salvador Díaz Mirón, Amado Ner-
vo, Enrique González Martínez, entre otros; en Perú, con José Santos Choca-
no, y Uruguay, con Delmira Agustini y Julio Herrera y Reissig, y, por supuesto,
Nicaragua, con una de las cabezas de ese movimiento literario, Rubén Darío.
Alcanzó la cúspide de hombres y mujeres que tomaron la sustancia de los temas
románticos, con formas geométricas y complejas del colorido verso modernista.
Más tarde, en un contexto de legítimas revueltas campesinas, llegó la llama-
da Literatura de la tierra. El género apropiado fue la narrativa, puesto que eran
situaciones históricas combinadas con la exaltación revolucionaria. Vieron la luz
novelas como Los de abajo (1915), del mexicano Mariano Azuela; La vorágine
(1924) del colombiano José Eustasio Rivera; Doña Bárbara (1924) y Canaima
(1935) del venezolano Rómulo Gallegos. De manera muy importante, partici-
paron otros mexicanos: Martín Luis Guzmán con El águila y la serpiente (1928)
y La sombra del caudillo (1929); Rafael F. Muñoz con ¡Vámonos con Pancho Villa!
(1931); Gregorio López y Fuentes con El indio (1935); José Rubén Romero con
Mi caballo, mi perro y mi rifle (1936) y muchos más.
En la segunda mitad del siglo XX, nuevamente Latinoamérica lanzó un
boom al mundo. Con antecedentes en Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges y
Juan Rulfo, los jóvenes escritores Gabriel García Márquez, de Colombia, Julio
Cortázar, de Argentina, Mario Vargas Llosa, de Perú, y Carlos Fuentes, de Mé-
xico, atrajeron la mirada de todo el mundo. Retrataron su contexto regional con
proyección universal.
Otros escritores han publicado ensayos, cuentos y novelas, como el ya cita-
do Jorge Volpi, de la llamada Generación del crack, a la que también pertenecen
Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou, Ricardo Chávez Castañeda y Vicente He-
rrasti, que han generado una escritura compleja y con atisbos intelectuales. De
Volpi, extraído del libro de ensayos Leer la mente, de 2011, es el siguiente texto:
CINTA
mezcle en esas cuestiones, lo cual quizá no ocurriría con una teoría literaria
“pura” desligada de ellas. Ahora bien, tal teoría literaria “pura” no pasa de ser
un mito académico: algunas de las teorías estudiadas en el presente libro son
tanto más ideológicas cuanto más se empeñan en hacer completamente a un
lado la historia y la política. No debe censurarse a las teorías literarias por tener
características políticas sino por tenerlas encubierta o inconscientemente, por la
ceguera con que presentan como verdades supuestamente “técnicas”, “axiomá-
ticas”, “científicas” o “universales” doctrinas que, si se reflexiona un poco sobre
ellas, se ve que favorecen y refuerzan intereses particulares de grupos particu-
lares en épocas particulares. Con el título de esta parte del libro —Conclusión:
crítica política— no quise decir: “Por fin, una opción política”; quise decir: “La
conclusión es que la teoría literaria que hemos estudiado es política”.
Guiado por su maestro Virgilio, Dante Alighieri in- cómo podrían ser los pobla-
gresa al infierno en su obra más conocida: La Divinados donde El caballero de la
Comedia. Gustavo Doré (1832-1883), el ilustrador triste figura combatía con sus
francés, representó este pasaje en uno de sus múltiples
enemigos, le han puesto cara
grabados. Gustavo Doré, El Infierno.
a Dulcinea del Toboso y al
mismo Quijote. Se basan en
las características que el escri-
tor ha dado a sus personajes y
hacen las interpretaciones de
acuerdo con lo que ellos ima-
ginan o han podido conocer y
disfrutar referente al tema de
la caballería.
Muchos lienzos han sur-
gido de la literatura, desde
los libros sagrados de la antigüedad, como es la Biblia, la cosmovisión griega y
textos modernos.
A continuación un texto del cubano Fer-
nández Retamar (1930), que aborda la interre-
lación entre literatura y la vida política y social.
d) Con la música
Este arte también ha tenido una fuerte relación con la literatura, especial-
mente porque hay diversos textos literarios cuyas letras se han llevado a la ópe-
ra, o autores que han inspirado a compositores de música. Solo por mencionar
algunas, el tema de El fantasma de la ópera o La leyenda de la Mancha, inspirada
evidentemente en el magno libro de Cervantes.
En general, puede aludirse todas las obras musicales que surgen de una
obra escrita que, posteriormente, son puestas en escena acompañadas de te-
mas musicales y de cantos. Hay también muchas letras de canciones, tanto
en castellano como en inglés y en diversos idiomas, que se inspiran en obras
literarias.
Existen relaciones entre el carácter comunicativo de la literatura y los fac-
tores sociales, ideológicos, históricos, sociológicos. Esto se extiende a muchos
ámbitos más, debido a que la literatura está en estrecha relación con otros
ámbitos de la vida cotidiana, de la vida política, de la vida social y de todas las
áreas que tienen que ver con el ser humano y sus diversas formas de expresión.
Evaluación
A. Después de haber estudiado esta unidad, analiza, junto con tus
compañeros, cuál es la función comunicativa de la literatura en los di-
versos ámbitos de la vida humana. Para ello:
1. Escribe en tu cuaderno las principales ideas y compártelas en
pequeños grupos.
2. Haz una exposición de las ideas en las que hayan coincidido la
mayor parte de integrantes del grupo.
3. Expón las ideas comunes y hagan un breve resumen de los puntos
concordantes en todos los grupos.
B. Vuelve a leer el texto El falso mamut y los auténticos superhéroes y
establece la relación que se da entre la literatura y el ámbito artístico.
Apóyate en las preguntas:
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cosas.[...]. Lo oculto vio, desveló lo velado. Informó antes del Diluvio, llevó a
cabo un largo viaje, cansado y derrengado. Todo su afán grabó en una estela
de piedra. De la terraplenada Uruk el muro construyó, del reverenciado Ean-
nal, el santuario puro. ¡Contempla su muralla exterior, cuya cornisa es como
el cobre! ¡Mira la muralla interior, que nada iguala! ¡Advierte su umbral, que
de antiguo viene! Acércate a Eannal, la morada de Istar, que ni un rey futuro,
ni un hombre, puede igualar. Levántate y anda por los muros de Uruk, ins-
pecciona la terraza de la base, examina sus ladrillos: ¿No es obra de ladrillo
quemado? ¿No echaron sus cimientos los Siete Sabios? (De tal fragmento se
desprende que varios dioses intervienen en la formación de Gilgamesh, al
que dotaron de talla sobrehumana. Finalmente, Gilgamesh llega a Uruk).
II
El cazador abrió su boca para hablar, diciendo a su padre: "Padre mío, hay
un hombre que ha venido de las colinas, es el más poderoso de la tierra; vigor
tiene. ¡Como la esencia de Anu, tan tremendo es su vigor! Siempre recorre
las colinas, siempre con las bestias se nutre de hierba. Siempre planta los pies
en la aguada. ¡Tan espantado estoy, que no oso acercarme a él! Cegó las hoyas
que yo había excavado, destrozó mis trampas que yo había puesto. Las bes-
tias y las criaturas del llano hizo escapar de mis manos. ¡No permite que me
dedique a la caza!". Su padre abrió la boca para hablar. Diciendo al cazador:
"Hijo mío, en Uruk vive Gilgamesh. Na-
die hay más fuerte que él. ¡Como la esencia
de Anu, tan tremendo es su vigor! Llévala
contigo; prevalecerá sobre él a causa de un
mayor poder. Cuando abreve los animales
en la aguada. Se quitará el vestido, mos-
trando desnuda su madurez. En cuanto vea
a ella, a ella se acercará. ¡Le rechazarán las
bestias que crecieron en su estepa!", Oyen-
do el consejo de su padre, el cazador avanzó
hacia Gilgamesh. Emprendió el camino, en
Uruk puso el pie: "[...] Gilgamesh..., hay un
hombre que ha venido de las colinas, el más
poderoso de la tierra; vigor tiene. Como la esencia de Anu, tan tremendo
es su vigor. Siempre recorre las colinas, siempre con las bestias se nutre de
hierba. Siempre planta los pies en la aguada. ¡Tan espantado estoy que no oso
acercarme a él! Cegó las hoyas que yo había excavado. Destrozó mis tram-
pas que yo había puesto. Las bestias y las criaturas del llano, hizo escapar
de mis manos. ¡No permite que me dedique a la caza!". Gilgamesh le dijo
al cazador: "Ve, cazador mío; lleva contigo una ramera. Cuando abreve los
animales en la aguada, se quitará el vestido, mostrando desnuda su madurez.
En cuanto la vea, a ella se acercará. ¡Le rechazarán las bestias que crecieron
en su estepa!". Fuese el cazador, llevando con él una ramera. Emprendieron
el camino, yendo rectos en su dirección. Al tercer día al sitio indicado llega-
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Evaluación
A. Lee completo El poema de Gilgamesh, también conocido como La
epopeya de Gilgamesh, ubica a los principales protagonistas, anótalos en una
lista, escribe las características de cada uno de ellos, compáralas con las
que se mencionaron en este apartado de la unidad, identifica las cua-
lidades de cada personaje y, en su caso, los defectos en caso de que los
encuentres.
B. Enumera las acciones positivas que hace Gilgamesh en favor de
sí mismo, de sus amigos y de su pueblo; de entre todas ellas, selecciona
las tres más relevantes, escríbelas en tu cuaderno y coméntalas con tus
compañeros para llegar a un conseso de cuáles son las acciones más im-
portantes realizadas por este gran héroe de la antigüedad.
C. Comenta con tus compañeros si en la sociedad actual se presentan
situaciones similares y, en caso afirmativo, indica cuáles son las acciones
que ustedes deberían hacer para actuar heroicamente. También imaginen
qué haría Gilgamesh en la sociedad actual, de acuerdo con las caracterís-
ticas que identificaron en él. Un miembro de cada equipo comparta con
todo el grupo los comentarios que realizaron.
D. Por último, repasa los rasgos que tiene un héroe, para que puedas
identificarlos en otros textos, transcríbelos en tu cuaderno utilizando tu
propio vocabulario, esto es, no los copies como se te presentaron aquí; haz
tu propia redacción con las diez características enumeradas.
Estas características son comunes a todo texto épico, aun cuando a veces
se resalta alguna más que las otras, pero siempre se encuentran todas, solo se
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Toda obra épica está así estructurada, por estas tres partes, durante las que
el protagonista-héroe vive con la valentía que se espera de él. Durante todo el
desarrollo de la obra se enaltece al héroe y se perfila acorde con los rasgos de
identidad del pueblo-comunidad que acaba admirándolo y respetándolo. De
igual manera, el lector va descubriendo las cualidades del personaje e identi-
ficando las virtudes y acciones morales presentes en la narración.
A continuación se expone un fragmento de la Ilíada, texto escrito por el
griego Homero, y que ha pasado a la historia por narrar en forma llamativa
una historia considerada real, pero que siempre mezcla un poco de la inventiva
del autor.
Se presenta solamente el inicio de la obra con la intención de despertar el
interés por su lectura completa. Es una obra clásica que todos deberían leer y
conocer en algún momento de la vida, pues forma parte del acervo cultural
básico de toda persona.
Ilíada
Canto I Peste – Cólera
Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó
infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de
héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves -cumplíase la volun-
tad de Zeus- desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres,
y el divino Aquiles. ¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda
para que pelearan? El hijo de Leto y de Zeus. Airado con el rey, suscitó en
el ejército maligna peste, y los hombres perecían por el ultraje que el Atri-
da infiriera al sacerdote Crises. Este, deseando redimir a su hija, se había
presentado en las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas
de Apolo, el que hiere de lejos, que pendían de áureo cetro, en la mano; y a
todos los aqueos, y particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos,
así les suplicaba:
-¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen
olímpicos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar feliz-
mente a la patria! Poned en libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando
al hijo de Zeus, a Apolo, el que hiere de lejos. Todos los aqueos aprobaron a
voces que se respetara al sacerdote y se admitiera el espléndido rescate; mas
el Atrida Agamenón, a quien no plació el acuerdo, le despidió de mal modo y
con altaneras voces: -No dé yo contigo, anciano, cerca de las cóncavas naves,
Este libro es para uso exclusivo de
jura que estás pronto a defenderme de palabra y de obra, pues temo irritar a
un varón que goza de gran poder entre los argivos todos y es obedecido por
los aqueos. Un rey es más poderoso que el inferior contra quien se enoja; y,
si bien en el mismo día refrena su ira, guarda luego rencor hasta que logra
ejecutarlo en el pecho de aquel. Dime, pues, si me salvarás.
Y Aquiles, el de los pies ligeros, le dijo: -Manifiesta, deponiendo todo
temor, el vaticinio que sabes; pues ¡por Apolo, caro a Zeus; a quien tú, Cal-
cante, invocas siempre que revelas oráculos a los dánaos!, ninguno de ellos
pondrá en ti sus pesadas manos, cerca de las cóncavas naves, mientras yo viva
y vea la luz acá en la tierra, aunque hablares de Agamenón, que al presente se
jacta de ser en mucho el más poderoso de todos los aqueos. Entonces cobró
ánimo y dijo el eximio vate: -No está el dios quejoso con motivo de algún
voto o hecatombe, sino a causa del ultraje que Agamenón ha inferido al sa-
cerdote, a quien no devolvió la hija ni admitió el rescate. Por esto el que hiere
de lejos nos causó males y todavía nos causará otros. Y no librará a los dánaos
de la odiosa peste, hasta que sea restituida a su padre, sin premio ni rescate, la
joven de ojos vivos, y llevemos a Crisa una sagrada hecatombe. Cuando así le
hayamos aplacado, renacerá nuestra esperanza. Dichas estas palabras, se sen-
tó. Se levantó al punto el poderoso héroe Agamenón Atrida, afligido, con las
negras entrañas llenas de cólera y los ojos parecidos al relumbrante fuego; y,
encarando a Calcante la torva vista, exclamó: -¡Adivino de males! jamás me
has anunciado nada grato. Siempre te complaces en profetizar desgracias y
nunca dijiste ni ejecutaste nada bueno. Y ahora, vaticinando ante los dánaos,
afirmas que el que hiere de lejos les envía calamidades, porque no quise ad-
mitir el espléndido rescate de la joven Criseide, a quien anhelaba tener en mi
casa. La prefiero, ciertamente, a Clitemnestra, mi legítima esposa, porque no
le es inferior ni en el talle, ni en el natural, ni en inteligencia, ni en destreza.
Pero, aun así y todo, consiento en devolverla, si esto es lo mejor; quiero que
el pueblo se salve, no que perezca. Pero preparadme pronto otra recompensa,
para que no sea yo el único argivo que sin ella se quede; lo cual no parecería
decoroso. Ved todos que se va a otra parte la que me había correspondido.
Le replicó en seguida el celerípede divino Aquiles: -¡Atrida gloriosísimo, el
más codicioso de todos! ¿Cómo pueden darte otra recompensa los magnáni-
mos aqueos? No sabemos que existan en parte alguna, cosas de la comuni-
dad, pues las del saqueo de las ciudades están repartidas, y no es conveniente
obligar a los hombres a que nuevamente las junten. Entrega ahora esa joven
al dios, y los aqueos te pagaremos el triple o el cuádruple, si Zeus nos permite
algún día tomar la bien murada ciudad de Troya. Y, contestándole, el rey
Agamenón le dijo: Aunque seas valiente, deiforme Aquiles, no ocultes así tu
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Como toda narración épica el texto se va volviendo cada vez más intere-
sante y el protagonista debe enfrentar los obstáculos propios de la vida del
pueblo.
Evaluación
1. Has tenido la oportunidad de conocer qué es la épica y como se es-
tructura, ahora en tu cuaderno escribe tus definiciones de los siguientes
conceptos, considerando lo revisado en este apartado:
Épica Nudo Planteamiento Desenlace
Comparte la definición con tres compañeros cercanos a tu lugar y
obtengan una sola definición común para los cuatro, luego léanla en
voz alta para todo el grupo.
2. Lee el texto de la Ilíada y realiza las siguientes actividades:
Subraya las palabras que no entiendas y busca su significado en un
diccionario, comparte con tus compañeros qué entiendes en general
del texto leído, y describe al personaje principal y sus acciones.
3. Se te ha presentado el inicio de la Ilíada; por tu cuenta debes leer
todo el texto, ya que es muy importante su lectura en consideración de
que ha servido de base para muchas otras obras literarias universales.
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El cantar de Roldán
I El rey Carlos, nuestro emperador, el Grande, siete años enteros permaneció
en España: hasta el mar conquistó la altiva tierra. Ni un solo castillo le resiste
ya, ni queda por forzar muralla, ni ciudad, salvo Zaragoza, que está en una
montaña. La tiene el rey Marsil, que a Dios no quiere. Sirve a Mahoma y le
reza a Apolo. No podrá remediarlo: lo alcanzará el infortunio.
II El rey Marsil se encuentra en Zaragoza. Se ha ido hacia un vergel, bajo
la sombra. En una terraza de mármoles azules se reclina; son más de veinte
mil en torno a él. Llama a sus condes y a sus duques: —Oigan, señores, qué
azote nos abruma. El emperador Carlos, de Francia, la dulce, a nuestro país
viene, a confundirnos. No tengo ejército que pueda darle batalla; para ven-
cer a su gente, no es de talla la mía. Aconséjenme, pues, hombres juiciosos,
¡guárdenme de la muerte y la deshonra! No hay infiel que conteste una pala-
bra, salvo Blancandrín, del castillo de Vallehondo.
III Entre los infieles, Blancandrín es juicioso: por su valor, buen caballe-
ro; por su nobleza, buen consejero de su señor. Le dice al rey: —¡Nada temas!
Envía a Carlos, orgulloso y altivo, palabras de servicio fiel y de gran amistad.
Le darás osos, y leones y perros, setecientos camellos y mil azores mudados,
cuatrocientas mulas, cargadas de oro y plata y cincuenta carros, con los que
podrá formar un cortejo: con largueza pagará así a sus mercenarios. Mándale
decir que combatió bastante en esta tierra; que a Aquisgrán, en Francia, de-
bería volverse, que allí lo seguirás, en la fiesta de San Miguel, que recibiréis
la ley de los cristianos; que os convertiréis en su vasallo, para honra y para
bien. ¿Quiere rehenes?, pues bien, mandémosle diez o veinte, para darle con-
fianza. Enviemos a los hijos de nuestras esposas: así perezca, yo le entregaré
el mío. Más vale que caigan sus cabezas y no perdamos nosotros libertad y
señorío, hasta vernos reducidos a mendigar.
IV Prosigue Blancandrín: —Por esta diestra mía, y por la barba que flota
al viento sobre mi pecho, al momento verán deshacerse el ejército del adver-
sario. Los francos regresarán a Francia: es su país.
Cuando cada uno de ellos se encuentre nuevamente en su más caro feu-
do, y Carlos en Aquisgrán, su capilla, tendrá, para San Miguel, una gran
corte. Llegará la fiesta, vencerá el plazo: el rey no tendrá de nosotros palabra
ni noticia. Es orgulloso, y cruel su corazón: mandará cortar las cabezas de
nuestros rehenes. ¡Más vale que así mueran ellos antes de perder nosotros la
bella y clara España, y padecer los quebrantos de la desdicha! Los infieles
dicen: —Quizá tenga razón.
Este libro es para uso exclusivo de
valeroso rey Marsil. Se ha instruido en la ley salvadora; por ello quiere darle
riquezas a profusión, osos y leones, perros que se pueden llevar con correa,
setecientos camellos y mil azores mudados, cuatrocientas mulas, cargadas
de oro y plata, cincuenta carros con los que formará un cortejo, y colmados
de tantos besantes de oro fino que podrá pagar con largueza a sus mercena-
rios. Durante largo tiempo permanecieron en esta tierra. A Aquisgrán, en
Francia, les convendría regresar. Allí los seguirá, se lo promete, mi señor. El
emperador alza las manos hacia Dios, inclina la cabeza y se pone a meditar.
X El emperador mantiene inclinada la cabeza. Jamás fueron apresuradas
sus palabras: tal es su costumbre, solo habla cuando le viene en gana. Cuando
por fin se yergue, resplandece de orgullo su rostro. —Han hablado muy bien
—contesta a los mensajeros—. Mas el rey Marsil es mi gran enemigo. ¿Qué
garantía tendré yo sobre las palabras que acabas de pronunciar? —Tendrá
rehenes —replica el sarraceno—. Diez, quince o veinte. Así deba perecer,
pondré con ellos a un hijo mío, y recibirá, según creo, otros de mayor alcur-
nia. Cuando se encuentre en su soberbio palacio, durante la gran fiesta de
San Miguel del Peligro, estará junto a usted mi señor, se lo asegura. Allí, en
sus fuentes, que Dios hizo para usted, quiere recibir el bautismo. Responde
Carlos: —Quizá pueda alcanzar aún la salvación.
Evaluación
1. Lee nuevamente todas las figuras literarias presentadas.
2. Haz un cuadro sinóptico de las figuras literarias. Deja un espacio
amplio en tu cuaderno para que puedas ir completando este cuadro con
las figuras que se analizarán más adelante. Es conveniente que todas
las figuras literarias que se estudiarán en este curso puedas reunirlas en
un solo cuadro.
3. Relee el texto de El cantar de Roldán presentado.
4. Subraya las palabras que no conozcas y busca su significado en el
diccionario.
5. Trata de explicar a tus compañeros más cercanos lo que dice el
Cantar en tus propias palabras.
6. Localiza en el texto las figuras retóricas estudiadas.
7. Lee el texto completo de esta obra, pues aquí solo se transcribie-
ron los diez primeros cantos.
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2.5 Características
Todas las obras épicas poseen características muy particulares, algunas com-
partidas con obras de otros géneros, como las líricas o las dramáticas, sin em-
bargo, en esta unidad se estudia las que son propias del género épico.
Ya ha sido dicho que la literatura épica se caracteriza por tratar de héroes y
de su personalidad, virtudes y aventuras, por ello se establece sus propias carac-
terísticas, entre las que se encuentra las de tipo religioso, fantástico, simbólico
y las didáctico, cada una de ellas con finalidades específicas.
a) Lo religioso
Las obras épicas hacen referencia a la religiosidad del pueblo al que per-
tenecen, sobre todo por algunas características del héroe, quien puede ser:
- Descendiente de dioses o semidioses, que lo pone en una relación muy
particular con sus ancestros.
- Enviado por alguno de los dioses; tiene poderes especiales y disfruta de
algunos privilegios.
- Vengador de los dioses, por lo que siente que sus acciones la hace en
nombre de uno o varios dioses, que lo protegen y guían.
- Agente de cercanía entre el pueblo con el dios o los dioses; es bien visto
por parte de los seres celestiales.
- Converso, es decir, que sus acciones pudieron empezar atacando a los
dioses, pero en un momento determinado recapacita y modifica sus intereses;
de enemigo se vuelve aliado de los dioses.
- Intermediario entre los dioses y el pueblo, lo que le hace ganar el respe-
to del pueblo y la protección de los dioses.
- Enamorado de su mujer, quien lo hace acercarse a los dioses, ya sea
por que es protegida por ellos o porque ella le impone alguna condición en
relación con la divinidad.
Este libro es para uso exclusivo de
Estas son las acciones más frecuentes que hacen que el héroe esté en re-
lación con la religiosidad de su pueblo y, por ende, con los dioses, siempre
adorados por la población y a la que pretende salvar de una situación difícil.
b) Lo fantástico
Se ha dicho desde el inicio que la literatura épica tiene una mezcla entre
lo real y lo fantástico, entre lo que sucedió y lo que la gente imagina que hizo
el héroe.
Esta es una característica propia de una gran parte de la producción lite-
raria y tiene que ver con la imaginación propia del ser humano, el escritor y el
lector; se agranda cada hecho para que el héroe luzca más y sea más admirado.
La fantasía puede expresarse de diversas maneras:
- Engrandeciendo los hechos que realiza el héroe, haciéndolos parecer
casi imposibles.
- Atribuyendo a un solo hombre lo que realizaron varios; dando al héroe
poderes no propios de todos los hombres.
- Creando hechos ficticios e irrealizables, atribuidos siempre al héroe.
- Situando al personaje o la acción completa en lugares que salen de la
realidad, solo posibles en la fantasía.
- Incluyendo personajes irreales que ayudan al hé-
roe o, totalmente lo contrario, que le ponen los obstácu-
los para que no pueda cumplir con su propósito.
La fantasía es parte esencial de los textos épicos,
ya sea para hacerlos más interesantes, para resaltar la
labor del héroe o para hacer que el pueblo se sienta
privilegiado en comparación con los pueblos vecinos.
La fantasía engrandece los textos y llama la aten-
ción del oyente-lector. Generalmente, por tanto, pone
como ejemplo al héroe y exalta y acrecienta sus vir-
Gilgamesh tudes, sus valores y sus cualidades y, en ocasiones, los de
otros personajes que participan en el texto, siempre con la
finalidad de que los otros miembros de la comunidad tiendan a imitarlos.
c) Lo simbólico
Todo lo que se escribe en una obra tiene un simbolismo, una intención y un
propósito. Los símbolos permiten representar conceptos, creencias o sucesos.
El símbolo es un signo que evoca una realidad e invita a hacer la traslación
de su significado, es decir, lleva a buscar lo que está representando, lo que quie-
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Evaluación
A. Lee detenidamente los fragmentos de el Cantar de los Cantares
anteriormente presentado y realiza las siguientes actividades:
1. Subraya las palabras cuyo significado desconozcas y búscalas en
el diccionario.
2. Lee el texto completo de este libro, pues aquí solo se presenta el
principio para invitarte a leerlo.
3. Junto con tu profesor de historia trata de establecer la época en
que fue escrito, y analiza qué estaba viviendo el pueblo de Dios.
4. En tu cuaderno escribe una relación de lo que consideras que se
relaciona con la religiosidad del pueblo judío.
5. Escribe otra con lo que hace referencia a la fantasía del autor que
entremezcla con la realidad.
6. Una más con los símbolos que hacen alusión a algún aspecto que
el escritor no anotó con claridad y prefirió recurrir a un simbolismo.
7. Escribe en un breve párrafo de cinco a diez renglones cuál es la
enseñanza que este libro tiene para el pueblo judío.
B. Responde las siguientes preguntas:
a. ¿Quién o quiénes son los protagonistas en esta obra?
b. ¿Consideras que esta obra es más romántica que épica?
c. ¿A quiénes representan los protagonistas?
d. ¿Cuál es el símbolo más importante de toda la obra?
El narrador no es el autor, es una voz ficticia creada por aquel, por lo que
esta no muestra evolución durante el transcurso de la narración, es decir, no
envejece y puede o no cambiar de lugar.
En la siguiente unidad son tratadas específicamente las clases de narrador
y cada uno de los rasgos que los caracterizan, pues de estos depende precisa-
mente el punto de vista con que se relata una historia. La elección del tipo de
narrador por parte del autor debe ser comprendida como la selección y uso de
un recurso literario, pero por ahora basta solamente perfilarlo para que pueda
ser distinguido por el lector y comprenda cuan cerca de los sucesos está quien
relata, es decir, la distancia respecto de los hechos y el nivel de conciencia y
de conocimiento que de los personajes posee quien los da a conocer al lector.
Si la Ilíada, de Homero, comentada anteriormente es considerada, junto
con la Odisea, del mismo autor jónico, como uno de los relatos épicos que
inauguran el esplendor literario de Occidente, su continuación entre los ro-
manos, herederos culturales de los griegos no fue menos brillante. Enseguida
y en continuación con la narración de los textos que se analiza en esta unidad,
se presenta un fragmento de una de las obras épicas más importantes de la
antigüedad latina: la Eneida, de Virgilio (70- 19 a. n. e.), con la intención de
descubrir el papel del narrador en la historia, es decir, detectar las característi-
cas que adopta el punto de vista de quien narra:
Eneida
Yo aquel que en otro tiempo modulé cantares al son de la leve avena, y dejan-
do luego las selvas, obligué a los vecinos campos a que obedeciesen al labra-
dor, aunque avariento, obra grata a los agricultores, ahora canto las terribles
armas de Marte y el varón que, huyendo de las riberas de Troya por el rigor
de los hados, pisó el primero la Italia y las costas Lavinias. Largo tiempo
anduvo errante por tierra y por mar, arrastrado a impulso de los dioses, por el
furor de la rencorosa Juno. Mucho padeció en la guerra antes de que lograse
edificar la gran ciudad y llevar a sus dioses al Lacio, de donde vienen el linaje
latino y los senadores Albanos, y las murallas de la soberbia Roma.
Musa, recuérdame por qué causas, dime por cuál numen agraviado, por
cuál ofensa, la reina de los dioses impulsó a un varón insigne por su piedad a
arrostrar tantas aventuras, a pasar tantos afanes. ¡Tan grandes iras caben en
los celestes pechos!
Hubo una ciudad antigua, Cartago, poblada por colonos tirios, en frente
y a gran distancia de Italia y de las bocas del Tíber, opulenta y bravísima en
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el arte de la guerra. Es fama que Juno la habitaba con preferencia a todas las
demás ciudades, y aun a la misma Samos; allí tenía sus armas y su carro, y
ya de antiguo revolvía en su mente el propósito y la esperanza de que llegase
a ser señora de todas las gentes, si lo consintiesen los hados; pero había oído
que del linaje de los troyanos procedería una raza que, andando el tiempo,
había de derribar las fortalezas tirias, y que de ella nacería un pueblo domi-
nador del mundo, soberbio en la guerra y destinado a exterminar la Libia;
así lo tenían hilado las Parcas. Temerosa de esto, y recordando la hija de
Saturno aquella antigua guerra que ella la primera suscitó a Troya por sus
amados griegos, tenía también presentes en su ánimo las causas de su enojo
y sus crudos resentimientos. Vivos perseveraban en su alta mente el juicio de
Paris y el desprecio hecho a su hermosura, y su odio al linaje troyano y las
honras tributadas al arrebatado Ganimides. Exasperada por estos recuer-
dos, apartaba a gran trecho del Lacio, haciéndolos juguete de las olas, a los
Troyanos, reliquias de los griegos y del cruel Aquiles; y así, a impulso de los
hados, andaban, hacía muchos años, errantes por todos los mares. ¡Tan ardua
empresa era fundar el linaje Romano!
Apenas perdidas ya de vista las costas de Sicilia, bogaban alegres los tro-
yanos por la alta mar, cortando las salobres espumas con la acerada proa,
cuando Juno, viva en lo hondo de su pecho la eterna herida, exclamó, ha-
blando consigo misma: “¿Habré de desistir, vencida de lo comenzado, y no
podré apartar de Italia al rey de los teucros?
Ayax, hijo de Oileo? Ella misma, arrojando desde las nubes el rápido fuego de
Júpiter, desbarató las naves y revolvió los mares con los vientos, y arrebatán-
dole expirante en un torbellino, traspasado el pecho y arrojando llamas, le
estrelló en un agudo peñasco. ¡Y yo, reina de los dioses y hermana y esposa
de Júpiter, sostengo guerra por tantos años contra una sola nación! ¿Quién,
después de esto, adorará al numen de Juno, o suplicante llevará ofrendas a sus
altares?” Revolviendo consigo misma la diosa tales pensamientos en su acalo-
rada fantasía, se partió a la Eolia, patria de las tempestades, lugares henchidos
de furiosos vendavales; allí el rey Eolo en su espaciosa cueva rige los revoltosos
vientos y las sonoras tempestades, y los subyuga con cárcel y cadenas; ellos,
indignados, braman, con gran murmullo del monte, alrededor de su prisión.
Sentado está Eolo en su excelso alcázar, empuñado el cetro, amasando sus
bríos y templando sus iras, porque si tal no hiciese, arrebatarían rápidos con-
sigo mares y tierras y el alto firmamento, y los barrerían por los espacios; de
lo cual, temeroso el Padre omnipotente, los encerró en negras cavernas, y les
puso encima la mole de altos montes, y les dio un rey que, obediente a sus
mandatos, supiese con recta mano tirarles y aflojarles las riendas. Se dirigió
a él entonces suplicante Juno con estas razones:
“¡Oh, Eolo, a quien el padre de los dioses y rey de los hombres concedió
sosegar las olas y revolverlas con los vientos! Una raza enemiga mía navega
por el mar Tirreno, llevando a Italia su Ilión y sus vencidos penates. Infunde
vigor a los vientos y sumerge sus destrozadas naves, o dispérsala y esparce
sus cuerpos por el mar. Tengo catorce hermosísimas ninfas, de las cuales te
daré en estable himeneo y te destinaré para esposa a la más gallarda de todas,
Deyopea, a fin de que, en recompensa de tales favores, more perpetuamente
contigo y te haga padre de hermosa prole”. Eolo respondió: “A ti corresponde
¡oh Reina! Ver lo que deseas; a mi tan solo obedecer tus mandatos. Por ti
me es dado este mi reino, tal cual es; por ti el cetro y el favor de Jove; tú me
otorgas sentarme a la mesa de los dioses y me haces árbitro de las lluvias y de
las tempestades”.
Apenas hubo pronunciado estas palabras, empujó a un lado con la punta
de su cetro un hueco monte, y los vientos, como en escuadrón cerrado, se
precipitan por la puerta que les ofrece, y levantan con sus remolinos nubes de
polvo. Cerraron de tropel con el mar, y lo revolvieron hasta sus más hondos
abismos el Euro, el Noto y el Abrego, preñado de tempestades, arrastrando
a las costas enormes oleadas. Siguiese a esto el clamoreo de los hombres y el
rechinar de las jarcias. De pronto las nubes roban el cielo y la luz a la vista
de los Teucros; negra noche cubre el mar. Truenan los polos y resplandece
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el éter con frecuentes relámpagos; todo amenaza a los navegantes con una
muerte segura. Afloja entonces de repente el frío los miembros de Eneas;
gime, y tendiendo a los astros ambas palmas, prorrumpe en estos clamores:
“¡Oh, tres y cuatro veces venturosos, aquellos a quienes cupo en suerte morir
a la vista de sus padres bajo las altas murallas de Troya! ¡Oh, hijo de Tideo, el
más fuerte del linaje de los Dánaos! ¿No me valiera más haber sucumbido en
los campos de Ilión, y entregado esta alma al golpe de tu diestra, allí donde
Héctor yace traspasado por la lanza de Aquiles, donde yace también el cor-
pulento Sarpedonte, donde arrastra el Simois bajo sus ondas tantos escudos
arrebatados y tantos yelmos y tantos fuertes cuerpos de guerreros?”
Evaluación
A. A partir de lo conocido de la Eneida, descubre quién es el narra-
dor. Escribe en tu cuaderno tus apreciaciones al respecto, y compárte-
las con tus compañeros y profesor.
B. Narra con tus propias palabras la obra de Virgilio y escribe un
pequeño resumen en tu cuaderno; compártelo con tus compañeros.
Evaluación
A. Lee íntegramente el poema épico el Cantar de los nibelungos. Una
vez leído el primer canto. Al concluirlo, realiza las siguientes actividades:
1. Descubre más del tiempo y del espacio en que se escribió, para
cuál pueblo particularmente se creó; a cuál territorio actual correspon-
de la historia.
2. Identifica al personaje principal y describe cuáles son sus princi-
pales características y cuáles son las acciones que desarrolla en benefi-
cio de su pueblo. Cuál es el origen del héroe y para quién realiza todas
sus hazañas.
3. En tu cuaderno, describe brevemente qué realizan los otros per-
sonajes, y cuál es la enseñanza que el autor quiere dar a su pueblo.
4. Explica oralmente si existen elementos religiosos, fantásticos, sim-
bólicos o didácticos en la obra. Fundamenta oralmente las respuestas
frente a tu grupo.
B. Junto con tus profesores de literatura y de historia, ubica un hé-
roe de México y descubre en él sus características: ¿qué tiene de común
con las señaladas en esta unidad?; ¿consideras que la vida del héroe
seleccionado tiene algunos aspectos relacionados con la religiosidad,
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no solamente sean identificadas, sino que a la vez sean útiles para que el estu-
diante pueda disfrutar narraciones de otros y contar con mejores recursos para
elaborar relatos propios.
3.1 Características del género y subgéneros narrativos
Detrás de las palabras narrar, narración y narrador se encuentra el adjetivo
latino gnarus, que significa ‘conocedor’, ‘quien conoce’, como en el término
contrario, ignorante, ‘quien desconoce’. Significa, por tanto, ‘hacer conocer’ lo
que uno conoce; hacer conocer a otro u otros lo que otros individuos y socie-
dades hicieron en pasados tiempos y lo que viven o realizan ahora; hacer saber
a los demás lo que uno conoce de algo o de alguien. Es un acto por el que se
trasciende en tiempo y espacio, que ha acompañado al ser humano desde que
adquirió conciencia de sí y del entorno, dentro del que están los demás.
Desde un punto de vista genérico y cotidiano, narrar es el acto que realiza
alguien, un narrador, respecto de determinados acontecimientos vividos por al-
guien, personas o personajes, en un espacio específico y en un tiempo definido.
En su forma cultivada, formal y estética, es uno de los tres grandes géneros,
esquemas o estructuraciones que conforman el arte literario: la literatura.
Una de sus características formales fundamentales es su exposición en prosa,
es decir, escrita en expresiones habituales, dentro de la linealidad del discurso,
no sujeta a las reglas del verso, cuyo producto es una narración o relato, un tex-
to literario basado en hechos o acontecimientos ficticios, no reales, surgidos de
la imaginación del escritor.
Su estructura sigue el orden expuesto por la lógica aristotélica, concebido
hace más de dos milenios: parte de una situación inicial, introducción o plan-
teamiento, pasa al desarrollo mismo de la historia y cierra con una situación
final o conclusión, todo sobre una dinámica determinada por la secuencia de
los acontecimientos ocurridos a los personajes; planteamiento, nudo y desenlace
forman su línea estructurante.
En torno de ese eje
estructural y para que Narrativa
el relato se realice, los
elementos que entran
Géneros literarios Lírica
en juego son: los he-
chos, lo que sucede; el
o los personajes, quien Dramaturgia
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El diluvio
Zeus envía un diluvio para castigar la arrogancia de los primeros humanos. El
titán Prometeo avisa a Deucalión, su hijo, y este construye un arca en la que
se refugia junto a su esposa Pirra. Llueve durante nueve días y noches, hasta
llegar al monte Parnaso.
Allí Deucalión ofrece un sacrificio a Zeus a cambio de un deseo. Deuca-
lión pide que aparezcan más personas. Siguiendo las instrucciones de Zeus,
Deucalión y Pirra lanzan piedras hacia atrás; las que lanza Deucalión se con-
vierten en hombres y las que lanza Pirra se convierten en mujeres.
3.1.2 La leyenda
Por sus características, es necesario apuntar que la frontera entre el mito y la
leyenda muy frecuentemente es poco clara. Lo que puede anticiparse al res-
pecto es que quizá la mayor diferencia entre ambos subgéneros es que mien-
tras la leyenda puede basarse en un hecho y un personaje reales, aun enalteci-
dos de manera extrema en la narración legendaria, el mito, sea por lejano en
tiempo, sea por su visión cosmogónica, los personajes y sus aventuras siempre
son producto de la imaginación colectiva.
La leyenda es un subgénero narrativo tan antiguo como interesante e im-
portante para conocer la esencia cultural de un pueblo.
Fue llamada así a partir del término latino legenda ‘la que debe ser leída’,
inicialmente referido a textos católicos, por la obligatoriedad moral de co-
nocerlos, luego por los protestantes para denostar lo fantasioso de aquellos
y la “veracidad” de los propios, y, finalmente, en el siglo XIX, en épocas del
Romanticismo, por el rescate de las tradiciones populares –una tendencia ca-
racterística de ese período–, en que se consideraba imprescindible la lectura
de historias que narraban hechos locales trascendentes para generar sentido de
identidad y pertenencia; eran relatos que debían ser leídos.
De base histórica o ficticia, o una mezcla de ambos planos, la leyenda cobra
importancia cuando refleja la idiosincrasia del pueblo que la genera, transcribe
y cuenta, y lee o escucha, pues efectivamente crea lazos de identificación y
pertenencia.
Es una narración tradicional, generalmente poco extensa, con un pronto
desenlace; tiene una notable carga simbólica cuya fuerza radica en las creen-
cias populares que, en ocasiones, han rivalizado con dogmas religiosos, pues
la fe en lo relatado juega un papel importante.
Como síntesis de experiencias colectivas, las leyendas denotan determina-
dos valores que cimientan actitudes en una comunidad, ya que lejanas de las
conductas divinas –propias del mito–, son protagonizadas por seres humanos
tan comunes como los lectores; personajes que, según los casos, pueden alcan-
zar niveles superiores por virtud de conductas y situaciones igualmente hu-
manas, aunque paradójicamente a ello hagan presencia milagros, sortilegios,
hechizos y cualquier acontecimiento mágico, y en no pocas ocasiones seres
venidos del más allá, malévolos o bienhechores, por lo que causa en el lector
ora miedo ora enternecimiento o piedad.
A continuación, un relato legendario europeo, de Istria, actual Croacia:
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3.1.3 El cuento
Igualmente que los anteriores, este es un subgénero narrativo antiquísimo,
inicialmente no diferenciado. Los términos latinos cum, ‘conjunto’, y putare
‘calcular’, ‘contar’, dieron computus, derivado en comptu y, finalmente cuento, en
el sentido de ‘contar un conjunto de hechos’; relatar una historia.
No fue sino hasta el siglo XIX cuando dentro del género narrativo se le
asignaron las características teóricas que hasta la fecha prevalecen, aun cuando
Este libro es para uso exclusivo de
La casa de la agonía
Luigi Pirandello
Sin duda el visitante, al entrar, había dicho su nombre, pero la vieja negra ren-
queante que le abrió, como una mona con delantal, o no lo había escuchado
o simplemente lo olvidó. Así que desde hacía tres cuartos de hora, para toda
aquella casa silenciosa él era, ya sin nombre, “un señor que espera ahí”.
“Ahí” quería decir en la sala.
En la casa, aparte de la negra, que debía de haberse encerrado en la cocina,
no había nadie. El silencio era tal, que el pausado tictac de un antiguo reloj de
pared, tal vez desde el comedor, se oía destacado en el resto de las habitaciones
como el latido del corazón de la casa; y parecía que los muebles de cada una de
las habitaciones, incluidas las más alejadas, gastados pero bien cuidados, un
poco ridículos por su estilo ya pasado de moda, estuvieran también escuchán-
dolo, bien seguros de que en aquella casa nunca sucedería nada y ellos, por
tanto, seguirían siempre así, inútiles, admirándose o compadeciéndose mutua-
mente, o mejor inclusive dormitando.
Los muebles tienen también su alma, sobre todo los viejos, un alma que les
llegaba de los recuerdos de la casa donde han pasado tanto tiempo. Para darse
cuenta, es suficiente poner entre ellos un mueble nuevo.
Un mueble nuevo está todavía sin alma, pero ya, por el solo hecho de haber
sido elegido y comprado, posee el deseo imperioso de tenerla.
En cuanto llega, se ve que los muebles viejos lo miran mal: lo consideran un
intruso pretencioso que aún no sabe nada y nada puede decir, pero entretanto se
hace quién sabe qué ilusiones. Ellos, los muebles viejos, ya no se hacen ninguna,
y eso los entristece: saben que con el tiempo los recuerdos empiezan a debili-
tarse y, con ellos, también su alma poco a poco se debilitará. Y se quedan así,
descoloridos si son de tela, oscurecidos si de madera, también ellos silenciosos.
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En esta breve historia, sorpresiva por su inesperado final, el autor teje acon-
tecimientos de una aparente nula acción en la que un personaje es envuelto
por otros que, aun siendo en la realidad inanimados, dan el color sombrío,
angustiante y nostálgico al relato.
La magia del cuento radica precisamente en que en una brevísima exten-
sión, un buen escritor puede generar sentimientos de piedad, dolor, alegría, ter-
nura o pasión; de dar o quitar vida a los elementos presentes en el relato, porque
de principio a fin, el autor es un creador, puesto que en este subgénero narrativo
encuentra el terreno propicio para moldear vida aun bajo el signo de la ficción.
Mediante la lectura de muchos otros, ya sea en el formato tradicional im-
preso, con toda la experiencia multisensorial, sinestésica que ofrece, o digita-
les, en línea, será posible, además de ratificar lo aquí anotado en torno de este
hermoso subgénero narrativo, deleitarse y comprender más lo que los indivi-
duos tienen de humanidad, pues es de esta cualidad de la existencia, a fin de
cuentas, lo que el cuento cuenta.
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Evaluación
A. Relee la leyenda El primer vampiro europeo, Jure Grando y el
cuento La casa de la agonía, presentados anteriormente. Además de ha-
llar en su relectura aspectos quizá no tomados en cuenta en la primera
lectura, realiza lo siguiente y compártelo con tu profesor:
1. Identifica las características particulares de cada una de esas na-
rraciones: situación, personajes, plano de ficción, extensión, etc., y, a
partir de ellas compáralas de acuerdo con lo estudiado.
2. Elabora un cuadro sinóptico con sus similitudes y diferencias.
3. Compara lo asentado en esa sinopsis con la elaborada por alguno
o algunos de tus compañeros.
B. Busca una leyenda cuyo título o tema te sean atractivos. A partir
de su lectura:
1. Redacta en un máximo de veinte líneas cómo se diferencian el
mito y la leyenda del cuento, y explica cuál es el origen y el sentido de la
ficción que los caracteriza.
C. Piensa en una historia; imagina los hechos, los personajes y el
lugar en que puede transcurrir. Llévalo a un relato escrito, corto, quizá
de una cuartilla o cuartilla y media. Al concluir, reléelo y corrige lo
que consideres pertinente. En el final, revisa las características de los
subgéneros hasta ahora estudiados y verifícalos. Entrégalo a tu profesor.
D. Lee el libro de cuentos que te encomiende tu profesor. Disfrútalos.
3.1.4 La novela
Curioso es el origen del nombre de este otro subgénero narrativo, pues desde
la visión renacentista, período de su gran cultivo e impulso, todo aquello que
trataba temas nuevos, diferentes de lo que tradicionalmente era abordado por
otros géneros literarios, fue denominado novedoso, que es lo que significa
novela, del diminutivo, novellus, de ‘nuevo’, en latín.
En la actualidad, y desde hace ya varios siglos, esta clase de texto literario
no responde específicamente al sentido del tema novedoso —aunque muchas
de las escritas en la literatura universal sí lo sean—. En su concepto moder-
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no, gracias a las innovaciones de fondo y forma dados desde la magna obra
de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha (1605), la
novela es un relato escrito en prosa, más extenso que el cuento y de trama ge-
neralmente compleja. Narra acontecimientos ficticios, aun cuando el escritor
parta o se inspire en hechos sucedidos realmente. Como los demás subgéneros
presentados, busca el sentido estético: armonía y plasticidad en la forma, emo-
cionalidad en la secuencia de los sucesos relatados, conmoción en el lector.
Si el cuento puede compararse con una fotografía en tanto refleja un frag-
mento de vida, un día o unas cuantas horas de un suceso concreto, la novela,
en esos mismos términos comparativos, podría equipararse con una cinta ci-
nematográfica cuya enorme cantidad de fotogramas despliega la secuencia de
acontecimientos que pueden durar meses, años o siglos, vividos por una cuan-
tiosa cantidad de personajes de varias clases (lo que será visto en un apartado
subsecuente). Por ello es rica y porque es versátil. Aborda acontecimientos
cotidianos, accidentes e incidentes de la vida; hace transitar a personajes ma-
ravillosamente sencillos tanto como de gran complejidad sicología, es decir,
los presenta, los tipifica, devela su temperamento, exhibe sus virtudes o sus
miserias, evidencia su evolución. Además, sitúa la trama en cualquier tipo de
espacio, por minúsculo que sea o por universal que sea requerido; es ama y
señora del tiempo; y es, al cabo, una gran movedora y conmovedora del ánimo
del lector, su destinatario.
Sus posibilidades formales son igualmente amplias, ya que dentro de ella
es posible incluir, en perfecta armonía, cualquier manifestación literaria: poe-
sía, epístolas o cartas, canciones, cuentos… y su estructura se fundamenta en
el mismo orden de los subgéneros narrativos ya presentados: planteamiento,
desarrollo y desenlace, con una gran la libertad para disponer estos elementos.
En un apartado posterior se ahondará al respecto.
Por otra parte, dependiendo de los temas abordados, en la novela existen
diferentes tipos: la biográfica, cuando del personaje de quien se escribe son
expuestos, cronológicamente o no, los sucesos o actos de su vida, o del propio
autor, en la autobiografía; de aventuras, en que se exalta la acción y peripecias
del protagonista, en paisajes comúnmente riesgosos, donde los viajes, luchas,
misterios y sobresaltos sazonan el relato. Es quizá la temática más cercana
a aquellas tratadas por el género épico del que derivó la narrativa moderna.
Aquellas de ciencia ficción, como las famosas historias del francés Julio Verne
(1828-1905), del inglés Aldous Huxley (1894-1963), entre otros muchos, ca-
racterizadas por mezclar asuntos científicos con visiones futuristas de ficción.
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El perfume (Fragmento)
En el siglo XVII vivió en Francia uno de los hombres más geniales y abomi-
nables de una época en que no escasearon los hombres abominables y genia-
les. Aquí relataremos su historia. Se llamaba Jean-Baptiste Grenouille y si
su nombre, por diferencia del de otros monstruos geniales como De Sade,
Saint-Just, Fouché Napoleón, etcétera, ha caído en el olvido, no se debe en
modo alguno a que Grenouille fuera a la zaga de estos hombres célebres y
tenebrosos en altanería, desprecio por sus semejantes, inmoralidad, en una
palabra, impiedad, sino a que su genio y su única ambición se limitaban a un
terreno que no deja huellas en la historia: al efímero mundo de los olores.
En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas con-
cebible para el hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios
interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera
podrida y excrementos de rata, las cocinas, a col podrida y grasa de carnero;
los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitorios,
a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los
orinales. Las chimeneas apestaban a azufre, las curtidurías, a lejías cáusticas,
los mataderos, a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a
ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a
cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria
y a tumores malignos. Apestaban los ríos, apestaban las plazas, apestaban las
iglesias y el hedor se respiraba por igual bajo los puentes y en los palacios. El
campesino apestaba como el clérigo, el oficial de artesano, como la esposa del
maestro; apestaba la nobleza entera y, si, incluso el rey apestaba como un ani-
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mal carnicero y la reina como una cabra vieja, tanto en verano como en invier-
no, porque en el siglo XVIII aún no se había atajado la actividad corrosiva de
las bacterias y por consiguiente no había ninguna acción humana, ni creadora
ni destructora, ninguna manifestación de vida incipiente o en decadencia que
no fuera acompañada de algún hedor.
Y, como es natural, el hedor alcanzaba sus máximas proporciones en Pa-
rís, porque París era la mayor ciudad de Francia. Y dentro de París había un
lugar donde el hedor se convertía en infernal, entre la Rue aux Fers y la Rue
de la Ferronnerie, o sea, el Cimetiére des Innocents. Durante ochocientos
años se había llevado allí a los muertos del hospital Dieu y de las parroquias
vecinas, durante ochocientos años, carretas con docenas de cadáveres habían
vaciado su carga día tras día en largas fosas y durante ochocientos años se
habían ido acumulando los huesos en osarios y sepulturas. Hasta que llegó un
día, en vísperas de la Revolución Francesa, cuando algunas fosas rebosantes
de cadáveres se hundieron y el olor pútrido del atestado cementerio incitó a
los habitantes no solo a protestar, sino a organizar verdaderos tumultos, en
que fue por fin cerrado y abandonado después de amontonar los millones de
esqueletos y calaveras en las catacumbas de Montmartre. Una vez hecho esto,
en el lugar del antiguo cementerio se erigió un mercado de víveres.
Fue aquí, en el lugar más maloliente de todo el reino, donde nació el 17 de
julio de 1738 Jean-Baptiste Grenouille. Era uno de los días más calurosos del
año. El calor se abatía como plomo derretido sobre el cementerio y se extendía
hacia las calles adyacentes como un vaho putrefacto que olía a una mezcla
de melones podridos y cuerno quemado. Cuando se iniciaron los dolores del
parto, la madre de Grenouille se encontraba en un puesto de pescado de la
Rue aux Fers escamando albures que había destripado previamente. Los pes-
cados, seguramente sacados del Sena aquella misma mañana, apestaban ya
hasta el punto de superar el hedor de los cadáveres. Sin embargo, la madre de
Grenouille no percibía el olor a pescado podrido o a cadáver porque su sen-
tido del olfato estaba totalmente embotado y además le dolía todo el cuerpo
y el dolor disminuía su sensibilidad a cualquier percepción sensorial externa.
Solo quería que los dolores cesaran, acabar lo más rápidamente posible con
el repugnante parto. Era el quinto. Todos los había tenido en el puesto de
pescado y las cinco criaturas habían nacido muertas o medio muertas, porque
su carne sanguinolenta se distinguía apenas de las tripas de pescado que cu-
brían el suelo y no sobrevivían mucho rato entre ellas y por la noche todo era
recogido con una pala y llevado en carreta al cementerio o al río. Lo mismo
ocurriría hoy y la madre de Grenouille, que aún era una mujer joven, de unos
veinticinco años, muy bonita y que todavía conservaba casi todos los dientes y
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Evaluación
A. Es recomendable la lectura íntegra de El
perfume, aquí iniciada, o cualesquiera novelas que
atraigan tu interés personal para conocer aspectos
interesantes de la naturaleza humana que en ellas
es bien reflejada. Después de leída alguna, analiza
y entrega las respuestas a tu profesor.
1. ¿Cómo es planteada la historia?
2. ¿En qué forma son presentados los personajes?
3. ¿Cuál es el peso de cada uno de ellos y cómo
evolucionan individualmente?
El pequeño príncipe o 4. ¿Cuál es la trama y qué tan compleja?
El principito, de Antoi- 5. ¿Cómo son los espacios en que transcurre la
ne de Saint-Exupéry, es historia?
una de las grandes no-
6. ¿Qué tan lógica es su conclusión?
velas de mediados del
pasado siglo XX. B. Redacta un texto de entre una y dos cuar-
tillas, una síntesis de lo anterior y un comentario
personal con respecto de la experiencia vivida
durante la lectura.
3.1.5 La epístola
Un antiguo e interesante subgénero narrativo es aquel en que se hace conocer
acontecimientos mediante un formato similar a las cartas, ya que eso significa
la palabra epístola. Epistolé, del prefijo griego epi, ‘sobre’, ‘encima’, y el verbo
stello, ‘ordenar’, ‘mandar’. El Diccionario de la RAE, lo define como: “Composi-
ción poética en forma de carta, en que el autor se dirige o finge dirigirse a una
persona real o imaginaria, y cuyo fin suele ser moralizante, instructivo satírico”.
En el Nuevo Testamento, las epístolas paulinas (Paulo de Tarso, ca. 10-ca. 62)
fueron relevantes en la fundación y expansión del cristianismo; aun en el viejo
Egipto, hace más de cinco mil años, escritos parecidos a la epístola fueron el
objeto de trabajo de los escribas. En la Roma imperial y en el Renacimiento ad-
quirieron un tono didáctico y moral que perduró llargo tiempo, pero como sub-
género narrativo formal, tuvo importante auge en Europa durante el siglo XIX.
Los escritores de entonces utilizaron ese formato para relatar una historia
ficticia acerca de cualquier tema, narrada por un emisor y dirigida a un recep-
tor también ficticio. Eran presentadas dentro de una novela o configuraban
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una novela por sí mismas, y daban cuenta, en forma íntegra, de toda la trama que
las generaba; por ello mismo, ese estilo y recurso literarios fueron formalizados
como un subgénero de la narrativa, muy diferente, como puede intuirse, del mito
y de la leyenda anteriormente caracterizados, pues expresar a partir de una carta
dirigida personalmente a alguien más habla de experiencias personales, en oca-
siones muy íntimas, siempre relacionadas con la vida terrenal, carnal y emotiva.
Sus particularidades principales podrían ser apuntadas de la siguiente manera:
Pobres gentes
8 de abril
Mi estimada Varvara Aleksiéyevna: ¡Ayer me sentí feliz, extraordinariamente
feliz, como no es posible serlo más! ¡Conque, por lo menos una vez en la vida
usted, tan terca, me ha hecho caso! ¡Al despertarme, ya oscurecido, a eso de
las ocho (ya sabe usted, amiga mía, que, terminado mi trabajo en la oficina, de
vuelta a casa, me gusta echar una siestecita de una a dos horas), encendí la luz,
y ya había colocado bien mis papeles y solo me faltaba aguzar mi pluma, cuan-
do, de pronto, se me ocurre alzar, la vista, y he aquí que..., lo que le digo, que
me empieza a dar saltos el corazón! ¡Ya habrá usted adivinado lo que ocurría!
(…)
Tengo que decirle aún, nena, que la noche última la he pasado en un sueño,
muy bien, contra lo que me esperaba, por lo que también yo estoy ahora muy
contento, sobre todo teniendo en cuenta que, por lo general, en una habitación
nueva, por la falta de costumbre, no se suele coger el sueño; por lo visto, no
siempre pasan las cosas como habrían de pasar. Al levantarme hoy me sentía
enteramente... tan, vamos, tan ligero de cuerpo y de espíritu.... tan alegre y
despreocupado. ¡Es que hoy también ha hecho una mañana...! Abrí la ventana
y entró por ella el sol a raudales, rompieron a cantar los pájaros, se impregnó
el aire de aromas de primavera, y toda la Naturaleza revivió...; bueno, también
todo lo demás estaba como es debido, exactamente como debe estar cuando es
primavera. ¡Con decirle a usted que yo me puse a soñar también un poquitín,
claro que pensando solo en usted, Várinka! La comparaba mentalmente con
un angelito del cielo, creado tan perfecto para alegría de los hombres y orna-
mento de la Naturaleza. Y pensaba también que nosotros, Várinka, nosotros,
los hombres, que pasamos la vida entre angustias y sobresaltos, podíamos en-
vidiar, por su despreocupada e inocente alegría, a
los pajarillos del cielo..., y algo más también, todo
por este estilo, me parece. ¡Quiero decir, que solo
hacía esas comparaciones remotas! Tengo aquí,
Várinka, un librito en el que se habla de esas co-
sas, y todo se describe muy al por menor. Digo esto
para que se vea que, aunque siempre discrepan las
opiniones, ahora que es primavera, se le ocurren
a uno exactamente ideas iguales de placenteras y
espirituales y fantásticas e idénticos ensueños de
ternura. Por eso precisamente he escrito yo todo lo
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que antecede. Aunque en su mayor parte lo he sacado todo del librito que le
digo. En él expresa el autor el mismo deseo que yo, solo que en verso:
¡Oh, quién fuera un ave, un ave de rapiña!
Luego vienen también otros pensamientos distintos, pero... ¡le hago gracia
de ellos! Pero dígame, Varvara Aleksiéyevna: ¿adónde iba usted esta mañana?
Aún no había salido para la oficina, cuando ya atravesaba usted, tan pizpireta,
el portal, y como un pajarillo de primavera había dejado su nidito. ¡Y cómo se
me alegró el corazón al verla! ¡Ah Várinka! ¡No se aflija usted! Las lágrimas
no quitan las penas, créame a mí, que harto lo sé, y por experiencia propia.
Ahora lleva usted una vida muy alegre y distraída, y también está mejor de
salud (…).
¡Todavía no le he dicho que vivo ahora en compañía! Antes vivía yo en
soledad completa, bien lo sabe usted, con una paz y silencio que cuando vola-
ba una mosca se la sentía. ¡Mientras que ahora..., todo es barullo, algazara y
estruendo en torno mío! Pero usted no puede formarse la más remota idea de
lo que es esto. Imagínese usted un corredor interminable, muy oscuro y muy
sucio, con muchas puertas, una al lado de otra. Y detrás de cada puerta hay
su correspondiente habitación, número tantos, y en cada una de esas habita-
ciones viven juntas dos o tres personas, que entre todas pagan el alquiler. En
cuanto a orden, no se le ocurra pedirlo; ¡esto es el arca de Noé! A pesar de que
todos los inquilinos son buena gente, en mi concepto, y educados y hasta cul-
tos, sí, señor tenemos aquí, entre otros, cierto empleado... que es un hombre
muy leído: le habla a usted de Homero y de otros muchos escritores, y le habla,
en una palabra, de todo...; nada, ¡que es un hombre de talento! Tenemos tam-
bién dos exoficiales que se pasan la vida jugando a las cartas.
(…) En esta casa, el cuarto más pequeño cuesta, incluyendo la comida,
treinta y cinco rublos al mes. ¡Y eso no lo podría soportar mi bolsa! Pero mi
rinconcito me viene a salir solo por siete rublos, y por la comida pago cinco,
mientras que antes venía a costarme todo, en números redondos, treinta ru-
blos, para pagar los cuales tenía que renunciar a muchas cosas: no podía, por
ejemplo, tomar té siempre, y ahora, en cambio, me sobra dinero para azúcar.
Así como se lo digo a usted: no puede usted figurarse la vergüenza que uno
pasa cuando no puede tomar té, Várinka. En esta casa solo viven personas que
cuentan con ingresos seguros, y eso hace sentirse importante un poco. Y para
que lo sepa, solo porque el otro toma té, solo por el qué dirán, tiene uno que
tomarlo, Várinka; porque aquí eso forma parte del buen tono. Si así no fuera,
a mí me daría exactamente igual, que no soy hombre que conceda mucha
importancia a los placeres.
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3.1.6 La autobiografía
Literalmente significa ‘escrito de vida por uno mismo’, es decir, como un au-
torretrato pero con texto lingüístico y sin imágenes ni colores sobre un lien-
zo. Es un subgénero narrativo escrito en prosa cuyo protagonista es el autor,
quien da cuenta de su vida, bajo su propia mirada y con la dosis de veracidad
y ficción que él decida. Se da, por tanto, una identificación o univocidad entre
autor, narrador y personaje protagonista, y se impone la primera persona, yo,
en la presentación de los actos vitales, estados de conciencia, planos anímicos,
desarrollo de la personalidad y evolución general de la vida relatada. En ello
se aproxima al subgénero epistolar.
Es una forma narrativa que, si bien ha sido cultivada desde hace muchos
siglos, no encontró sino hasta el Renacimiento el camino hacia su consolida-
ción literaria, y desde el siglo XIX un auténtico prestigio.
Existen autobiografías célebres por provenir de personajes trascendentes en
diversos campos de la ciencia y el arte, y de la literatura misma. Entre los pri-
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Infancia
Capítulo I
El profesor Karl Ivanovich
dera que giraba por medio de una clavija. En aquel disco había una caricatura
que representaba un peluquero y una señora.
Karl Ivanovich era muy habilidoso, había hecho esa pantalla con objeto de
preservar sus débiles ojos de una luz demasiado viva. Me parece ver aún ante
mí su alta figura con la bata de algodón y el gorrito rojo del que asomaban sus
cabellos ralos, grises. Lo veo sentado ante la mesita en que está la pantalla,
con la estampa que proyecta sombra en su rostro; con una mano sujeta el libro;
la otra descansa en el brazo del sillón; junto a él hay un cazador pintado en la
esfera, un pañuelo a cuadros, una petaca negra, redonda, el estuche verde de
sus lentes y unas pinzas en una bandejita de mimbre. Las cosas están coloca-
das en su sitio con tanto orden y esmero, que solo por eso puede deducirse que
Karl Ivanovich tiene el alma y la conciencia tranquilas (…).
En otra pared colgaban los mapas; casi todos estaban rotos, pero aparecían
pegados con arte por la mano de Karl Ivanovich. En el centro de la tercera
pared se hallaba la puerta que daba a la escalera, y a un lado de esta pendían
dos reglas: una llena de cortes, que era nuestra, y la otra, completamente nue-
va, de su “propiedad”, que Karl Ivanovich empleaba más bien como estímulo
que para trazar líneas; al otro lado había un encerado en el que se señalaban
nuestras grandes proezas, por medio de círculos, y las pequeñas por medio de
crucecitas. A la izquierda del encerado estaba el rincón en el que nos ponía de
rodillas. ¡Qué añoranzas tiene para mí este rincón! Recuerdo la rejilla de la
estufa, el tiro y el ruido que producía cuando se le daba vueltas.
A veces solía estar tanto rato en el rincón que empezaban a dolerme las ro-
dillas y la espalda, y pensaba: “Karl Ivanovich se ha olvidado de mí; él debe de
estar tan a gusto sentado en su mullida butaca, leyendo la Hidrostática. ¿Y, en
cambio, yo?” Entonces, para que se acordara de mí, empezaba a abrir y cerrar
la rejilla de la estufa o a rascar en el estuco de la pared; pero si por casualidad
caía ruidosamente un pedazo demasiado grande, el miedo que pasaba era
peor que el castigo. Volvía la cabeza para mirar a Karl Ivanovich, pero este
continuaba con el libro en las manos, como si no viera nada (…).
Desde luego que aparecen otros personajes, algunos más importantes que
otros, e igualmente que en los demás subgéneros narrativos estudiados, hay una
historia que transcurre desde un punto de partida y va desarrollándose para
hacer conocer los acontecimientos que el autor considera importantes para dar
cuerpo al relato. La diferencia sustancial, ya se mencionó, es que la secuencia de
hechos es narrada desde el propio escritor, que es protagonista, y que la veraci-
dad o la ficción de lo contado solamente es conocido por el autor de su biografía.
Este libro es para uso exclusivo de
Evaluación
A. Estudiadas las características de la novela, la epístola y la autobio-
grafía, reflexiona, haz lo siguiente y entrégalo a tu profesor.
1. Identifica las características particulares de cada una de esas na-
rraciones, la epistolar y la autobiográfica, y a partir de ellas compáralas
de acuerdo con lo estudiado.
2. Elabora una lista con esas características de cada subgénero. Ela-
bora un cuadro sinóptico con sus similitudes y diferencias.
3. Compara lo asentado en esa sinopsis con la elaborada por alguno
o algunos de tus compañeros.
4. Escribe tu propia biografía; una autobiografía. Redacta en ella
el lugar donde naciste, donde estudiaste; sazónala con datos ocurridos
durante ese período. Si es necesario, involucra a otros personajes. Piensa
que debe ser interesante y entretenida. Puedes realizarla en una o dos
cuartillas.
5. Lee el libro que te encomiende tu profesor. Disfrútalo.
Evaluación
A. Investiga un poco de la vida y de la obra de tres escritores. Uno
del siglo XIX, otro del XX y otro del siglo XXI. Trata de comprender
cuáles fueron las motivaciones que los llevaron a ser grandes escritores.
B. Escribe una síntesis de lo obtenido por cada escritor y luego una
pequeña reflexión al respecto; quizá una sola cuartilla. Compártela con
lo hecho por un par de compañeros y verifica el nivel de coincidencias
con cada uno de ellos.
El extranjero (1942)
Albert Camus (1930-1960)
Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo:
“Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Pero no quiere
decir nada. Quizá haya sido ayer.
El asilo de ancianos está en Marengo, a ochenta kilómetros de Argel.
Tomaré el autobús a las dos y llegaré por la tarde. De esa manera podré ve-
larla y regresar mañana por la noche. Pedí dos días de licencia a mi patrón y
no pudo negármelos ante una excusa semejante. Pero no parecía satisfecho.
Llegué a decirle: “No es culpa mía”. No me respondió. Pensé entonces que no
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debía haberle dicho esto. Al fin y al cabo, no tenía por qué excusarme. Más
bien le correspondía a él presentarme las condolencias. Pero lo hará sin duda
pasado mañana, cuando me vea de luto. Por ahora, es un poco como si mamá
no estuviera muerta. Después del entierro, por el contrario, será un asunto
archivado y todo habrá adquirido aspecto más oficial.
Tomé el autobús a las dos. Hacía mucho calor. Comí en el restaurante de
Celeste como de costumbre. Todos se condolieron mucho de mí, y Celeste me
dijo: “Madre hay una sola”. Cuando partí, me acompañaron hasta la puerta.
Me sentía un poco aturdido pues fue necesario que subiera hasta la habitación
de Manuel para pedirle prestados una corbata negra y un brazalete negro. El
perdió a su tío hace unos meses.
Corrí para alcanzar el autobús. Me sentí adormecido sin duda por la prisa
y la carrera, añadidas al zangoloteo, al olor a gasolina y a la reverberación del
camino y del cielo. Dormí casi todo el trayecto. Y cuando desperté, estaba
apoyado contra un militar que me sonrió y me preguntó si venía de lejos. Dije
“sí” para no tener que hablar más.
El asilo está a dos kilómetros del pueblo. Hice el camino a pie. Quise ver
a mamá en seguida. Pero el portero me dijo que era necesario ver antes al
director. Como estaba ocupado, esperé un poco. Mientras tanto, el portero
me estuvo hablando, y luego vi al director. Me recibió en su despacho. Era un
viejecito condecorado con la Legión de Honor. Me miró con sus ojos claros.
Después me estrechó la mano y la retuvo tanto tiempo que yo no sabía cómo
retirarla. Consultó un legajo y me dijo: “La señora de Meursault entró aquí
hace tres años. Usted era su único sostén”. Creí que me reprochaba alguna cosa
y empecé a darle explicaciones. Pero me interrumpió: “No tiene usted por qué
justificarse, hijo mío. He leído el legajo de su madre. Usted no podía subvenir
a sus necesidades. Ella necesitaba una enfermera. Su salario es modesto. Y, al
fin de cuentas, era más feliz aquí”. Dije: “Sí, señor director”. El agregó: “¿Sabe
usted?, aquí tenía amigos, personas de su edad. Podía compartir recuerdos de
otros tiempos. Usted es joven y ella debía de aburrirse con usted”.
Era verdad. Cuando mamá estaba en casa pasaba el tiempo en silencio,
siguiéndome con la mirada. Durante los primeros días que estuvo en el asilo
lloraba a menudo. Pero era por la fuerza de la costumbre. Al cabo de unos
meses habría llorado si se la hubiera retirado del asilo. Siempre por la fuer-
za de la costumbre. Un poco por eso en el último año casi no fui a verla. Y
también porque me quitaba el domingo, sin contar el esfuerzo de ir hasta el
autobús, tomar los billetes y hacer dos horas de camino.
El director me habló aún. Pero casi no le escuchaba. Luego me dijo: “Su-
pongo que usted quiere ver a su madre”. Me levanté sin decir nada, y salió de-
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había jugado a comenzar otra vez. Allá, allá también, en torno de ese asilo en
el que las vidas se extinguían, la noche era como una tregua melancólica. Tan
cerca de la muerte, mamá debía de sentirse allí liberada y pronta para revivir
todo. Nadie, nadie tenía derecho de llorar por ella. Y yo también me sentía
pronto a revivir todo. Como si esta tremenda cólera me hubiese purgado del
mal, vaciado de esperanza, delante de esta noche cargada de presagios y de
estrellas, me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo. Al en-
contrarlo tan semejante a mí, tan fraternal, en fin, comprendía que había sido
feliz y que lo era todavía. Para que todo sea consumado, para que me sienta
menos solo, me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos es-
pectadores y que me reciban con gritos de odio.
El túnel (1948)
Ernesto Sábato (1911-2011)
Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne;
supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan
mayores explicaciones sobre mi persona. Aunque ni el diablo sabe qué es lo
que ha de recordar la gente, ni por qué. En realidad, siempre he pensado que
no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de defensa de la especie
humana. La frase “todo tiempo pasado fue mejor” no indica que antes sucedie-
ran menos cosas malas, sino que —felizmente— la gente las echa en el olvido.
Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo, por ejemplo, me
caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así, casi podría
decir que “todo tiempo pasado fue peor”, si no fuera porque el presente me pa-
rece tan horrible como el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros
cínicos y crueles, tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la
temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza. ¡Cuántas veces
he quedado aplastado durante horas, en un rincón oscuro del taller, después de
leer una noticia en la sección policial! Pero la verdad es que no siempre lo más
vergonzoso de la raza humana aparece allí; hasta cierto punto, los criminales
son gente más limpia, más inofensiva; esta afirmación no la hago porque yo
mismo haya matado a un ser humano: es una honesta y profunda convicción.
¿Un individuo es pernicioso? Pues se lo liquida y se acabó. Eso es lo que yo lla-
mo una buena acción. Piensen cuánto peor es para la sociedad que ese indivi-
duo siga destilando su veneno y que en vez de eliminarlo se quiera contrarrestar
su acción recurriendo a anónimos, maledicencia y otras bajezas semejantes. En
lo que a mí se refiere, debo confesar que ahora lamento no haber aprovechado
mejor el tiempo de mi libertad, liquidando a seis o siete tipos que conozco.
Que el mundo es horrible, es una verdad que no necesita demostración. Bas-
taría un hecho para probarlo, en todo caso: en un campo de concentración un
expianista se quejó de hambre y entonces lo obligaron a comerse una rata, pero
viva. No es de eso, sin embargo, de lo que quiero hablar ahora; ya diré más
adelante, si hay ocasión, algo más sobre este asunto de la rata.
Como decía, me llamo Juan Pablo Castel. Podrán preguntarse qué me
mueve a escribir la historia de mi crimen (no sé si ya dije que voy a relatar
mi crimen) y, sobre todo, a buscar un editor. Conozco bastante bien el alma
humana para prever que pensarán en la vanidad. Piensen lo que quieran: me
importa un bledo; hace rato que me importan un bledo la opinión y la justicia
de los hombres. Supongan, pues, que publico esta historia por vanidad. Al
fin de cuentas estoy hecho de carne, huesos, pelo y uñas como cualquier otro
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antes. En uno de esos arrebatos de desesperación, le había dicho que algún día
quería, al atardecer, mirar, desde una colina, las torres de San Gemignano.
Me miró con fervor y me dijo: “¡Qué maravilloso, Juan Pablo!” Pero cuando
le propuse que nos escapásemos esa misma noche, se espantó, su rostro se
endureció y dijo, sombríamente: “No tenemos derecho a pensar en nosotros
solos. El mundo es muy complicado”. Le pregunté qué quería decir con eso.
Me respondió, con acento aún más sombrío: “La felicidad está rodeada de
dolor”. La dejé bruscamente, sin saludarla. Más que nunca, sentí que jamás
llegaría a unirme con ella en forma total y que debía resignarme a tener frági-
les momentos de comunión, tan melancólicamente inasibles como el recuerdo
de ciertos sueños, o como la felicidad de algunos pasajes musicales (…).
Cuando me entregué, en la comisaría, eran casi las seis. A través de la
ventanita de mi calabozo vi cómo nacía un nuevo día, con un cielo ya sin nu-
bes. Pensé que muchos hombres y mujeres comenzarían a despertarse y luego
tomarían el desayuno y leerían el diario e irían a la oficina, o darían de comer
a los chicos o al gato, o comentarían el film de la noche anterior. Sentí que una
caverna negra se iba agrandando dentro de mi cuerpo.
(…)
(El final) En estos meses de encierro, he intentado
muchas veces razonar.... Un cansancio muy grande, o
quizá oscuro instinto, me lo impide reiteradamente.
Algún día tal vez logre hacerlo y entonces analizaré
también los motivos que pudo haber tenido Allende
para suicidarse. Al menos puedo pintar, aunque sos-
pecho que los médicos se ríen a mis espaldas, como sospecho que se rieron
durante el proceso cuando mencioné la escena de la ventana.
Solo existió un ser que entendía mi pintura. Mientras tanto, estos cuadros
deben de confirmarlos cada vez más en su estúpido punto de vista. Y los mu-
ros de este infierno serán, así, cada día más herméticos.
“La felicidad está rodeada de dolor”, responde María Iribarne a Juan Pablo
Castel, su victimario; ni el amor ni la razón son suficientes para redimir un
alma atormentada por la soledad, la angustia y el vacío de la existencia, parece
decir el autor argentino en 1948, tres años después de finalizada la guerra.
Nuevamente la soledad y el espíritu roto y extraviado están en el centro de
esta novela, como en las anteriores. La necesidad de comprensión, de compa-
ñía de ese Otro en quien se cifra la esperanza de encontrar la salida del túnel,
precisa metáfora del caminar sin saber si se llegará, finalmente, a vivir.
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Evaluación
A. Investiga datos de las vidas de Leon Tolstói y a Fiódor Dosto-
yevski, dos escritores rusos coetáneos, es decir, de la misma edad, pues
solo 7 años era mayor uno que el otro. En tu cuaderno escribe, en dos
columnas, dónde nacieron, cuál fue la situación familiar en que crecie-
ron y cuál fue el tipo y nivel de estudios que realizaron, entre otros datos
que juzgues importantes.
B. Realiza otra investigación en torno del contexto social, econó-
mico y político de la Rusia que ambos compartieron. Elabora un breve
texto con los datos e información que hayas obtenido.
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C. Busca los títulos de sus obras y elabora una lista con ellas.
D. Con base en la información recopilada en las tres labores ante-
riores, elabora una línea del tiempo donde puedas ubicar todos esos
referentes: biográficos, bibliográficos e histórico referenciales.
Con ello habrás elaborado el contexto sociocultural necesario para
que cuando leas algunas de las obras de los dos autores puedas estable-
cer similitudes y diferencias y comprendas mejor su obra narrativa.
E. Conserva este trabajo para ello y para que recuerdes cómo cons-
truir otro marco histórico en el momento en que leas a otros autores de
otras épocas y lugares.
La oveja negra
Pero los ricos se volvían más ricos y los pobres más pobres.
Había ricos tan ricos que no tuvieron necesidad de robar ni de hacer robar
para continuar siendo ricos. Pero si dejaban de robar se volvían pobres por-
que los pobres los robaban. Entonces pagaron a aquellos más pobres que los
pobres para defender sus posesiones de los otros pobres, y así instituyeron la
policía, y constituyeron las cárceles.
De esta manera pocos años después de la aparición del hombre honesto no
se hablaba más de robar o de ser robados sino de ricos y pobres. Y sin embargo
eran todos ladrones.
________________________________
Evaluación
A. Relee el cuento La oveja negra y luego la explicación de los 3 ele-
mentos que lo estructuran. Haz un cuadro sinóptico.
B. Ahora, lee el siguiente cuento de la escritora estadounidense Pa-
tricia Highsmith y realiza el mismo ejercicio: lee, comprende, disfruta e
identifica y elabora un cuadro sinóptico con sus elementos estructurantes.
La artista
En la época en que Jane se casó, no parecía haber nada extraño en ella. Era
regordeta, bonita y muy práctica: capaz de hacer la respiración artificial en un
abrir y cerrar de ojos, reanimar a una persona desmayada, o detener una hemo-
rragia nasal. Era ayudante de un dentista y no se inmutaba ante una crisis o un
dolor. Pero sentía entusiasmo por las artes. ¿Qué artes? Todas. Empezó, du-
rante el primer año de casada, con la pintura. Esto ocupaba todos sus sábados,
o suficientes horas del sábado como para impedirle hacer la compra del fin de
semana, pero la hacía Bob, su marido. También era él quien pagaba el enmar-
cado de los retratos al óleo, sucios y con los colores corridos, de sus amistades.
Las sesiones de posa de los amigos también consumían buena parte del tiempo
durante el fin de semana. Al fin, Jane admitió el hecho de que no lograba evitar
que los colores se corriesen, y decidió abandonar la pintura por la danza.
La danza, enfundada en un leotardo negro, no mejoró mucho su maciza
figura, únicamente su apetito. Luego vinieron las zapatillas especiales. Estaba
aprendiendo ballet. Había descubierto una institución llamada La Escuela de
las Artes. En este edificio de cinco plantas se enseñaba piano, violín y otros ins-
trumentos, composición musical, a escribir novela o poesía, y danza y pintura.
—¿Ves, Bob?, se puede y se debe hacer que la vida sea hermosa —decía
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Dio la casualidad de que Bob estaba allí, porque tenía que recoger a Jane a
las cinco. Había oído el rumor de la bomba, pero no sabía si creérselo o no. Por
precaución, sin embargo, o por una premonición, estaba esperando al otro lado
de la calle en lugar de hacerlo en el vestíbulo.
Un piano salió por el tejado, un poco separado del pianista que seguía sen-
tado en el taburete, tecleando en el vacío. Una bailarina logró al fin dar unas
pocas vueltas completas sin que sus pies tocaran el suelo, ya que se hallaba a
una altura de cuatrocientos metros, y además sus pies apuntaban hacia el cielo.
Un alumno de pintura fue lanzado a través de una pared, el pincel en suspenso,
dispuesto a dar la pincelada maestra mientras flotaba horizontalmente camino
del verdadero olvido. Un instructor, que se refugiaba tan a menudo como podía
en los lavabos de La Escuela de las Artes, salió. A continuación apareció Jane,
volando por los aires con un mazo en una mano, un cincel en la otra, y una
expresión de éxtasis en la cara. ¿Estaba pasmada, concentrada aún en su obra,
o ya muerta? Bob no pudo saberlo. Las partículas fueron cayendo con un suave
y decreciente estrépito, levantando una polvareda gris. Hubo unos segundos de
silencio, durante los cuales Bob permaneció inmóvil. Luego, dio media vuelta
y se dirigió a casa. Surgirán otras Escuelas de las Artes, de eso estaba seguro.
Curiosamente, esta idea cruzó su mente antes de que se diera cuenta de que
su esposa se había ido para siempre.
cripción del o los espacios por parte de un autor es tan importante como la
evolución de los personajes o el manejo de los tiempos.
3.5.5 El tiempo
Es el elemento narrativo que en que se apoya la secuencialidad o evolución
de los acontecimientos relatados; es la prueba del movimiento, del trayecto de
las acciones ejecutadas por los personajes. En el discurso literario como en la
realidad, existen tres momentos: pasado, presente y futuro, lo que permite a
aquel relatar sucesos de manera retrospectiva, perspectiva y prospectiva res-
pectivamente; y además, de acuerdo con las características del texto, es posible
plantear otras categorías temporales: el tiempo interno y el tiempo externo.
El tiempo interno de un relato es equivalente a la duración de los hechos
narrados; la historia puede desarrollarse en un lapso mínimo, como sucede
generalmente en los minicuentos o minificciones, o pueden durar unas cuan-
tas horas o pocos días, como los siete en que transcurre la narración de El
nombre de la rosa, de Umberto Eco (1932-2016); o pueden transcurrir veinte
años, como la lucha y el viaje de Ulises en la Odisea.
El tiempo externo o histórico llega a ser conocido ora porque el narrador
hace mención de ello al fijar claramente la época en que transcurren los su-
cesos que refiere, ora porque si no lo hace, la actitud, los diálogos, los rasgos
físicos de los personajes o descripciones geográficas lo delatan o permiten que
sea inferido.
Los recursos narrativos empleados por el autor y el tipo
de subgénero en que genera su obra alertan la percepción
del lector en torno del tiempo, independientemente si el
trazo temporal es lineal, es decir, en orden estrictamente
cronológico, o si este es alterado, cuando se decide iniciar
una historia por su final o por el mismo nudo o
El piamontés Umberto Eco es uno cuando se hace retrospecciones.
de los referentes intelectuales de las
últimas décadas.
3.5.6 La expresión literaria
Uno de los grandes diferenciadores entre la lengua realizada en el habla y
la cultivada en la literatura es el tipo de expresiones utilizadas para referir el
mundo y sus circunstancias. Una es llana, directa y franca; conlleva un sentido
práctico de intención comunicativa inmediata, como lo es la vida cotidiana.
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Evaluación
A. En las novelas y cuentos con que apoyarás el estudio de esta asig-
natura, busca dos ejemplos de las figuras literarias anteriormente pre-
sentadas y en tu cuaderno:
1. Para cada figura, transcribe la encontrada, explica cómo se expre-
saría sin el uso figurado, y explica cómo o por qué se da el cambio; cita
la fuente.
B. Se afirmó que existe una gran cantidad de figuras literarias. Te
corresponde investigar algunas de ellas y saber en qué consisten, cómo
y para qué son empleadas; así busca: anáfora, prosopopeya, paradoja,
elipsis y asíndeton, y en tu cuaderno:
1. Explica en qué consisten, igual como lo has hecho que en el ejer-
cicio 1 anterior.
Ese verbo en origen significó ‘romper o retirar el sello de una carta’, ‘abrir una
carta’ y también ‘descubrir’ o ‘desvelar’, pero pronto se empleó con el valor de
‘devolver un escrito’, y de ahí, ‘devolver cualquier cosa y romper o anular una
garantía’. Pero también tenía la acepción de ‘reescribir pasando una serie de
datos de un escrito a otro’. De esta última acepción procede el significado de
'reseñar'. En cambio, de la acepción de ‘devolver algo y romper una garantía’,
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Evaluación
A. Lee el siguiente artículo periodístico:
Arde Notre Dame
Casi 9 siglos de historia; riqueza de la humanidad
Merry MacMasters
Periódico La Jornada
Martes 16 de abril de 2019, p. 3
La catedral de Notre Dame abarca casi 900 años de historia. De estilo gótico,
su construcción tardó casi dos siglos, de entre 1163 y 1345, con sus modifi-
caciones. Varios arquitectos participaron en el proyecto, de allí las diferentes
estilísticas del edificio.
Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Organización de Na-
ciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en 1991, al
incluirla en el ámbito de riberas del Sena en París.
Está dedicada a María, madre de Jesucristo, y se sitúa en la pequeña isla
de la Cité, cuyos antecedentes religiosos se remontan a los celtas y romanos;
además fue el lugar de la primera iglesia cristiana de París, la basílica de Saint-
Etienne, proyectada alrededor de 528. La sustituyó una iglesia románica.
Papel centralizador
Debido a que el papel centralizador de París crecía, en 1160 el obispo Mau-
rice de Sully consideró la existente iglesia poco digna de la nueva posición. El
gótico inicial, con sus innovaciones técnicas que permitían formas hasta enton-
ces imposibles, fue la respuesta a la demanda de un nuevo concepto de prestigio
en el dominio ciudadano. Siempre hubo dudas sobre la identidad de quién ha-
bría colocado la primera piedra, el obispo Sully o el papa Alejandro III.
Para 1182 el coro ya prestaba servicios religiosos, mientras la conclusión
de la nave fue finisecular. Al inicio del siglo XIII se iniciaron las obras de la
fachada oeste con sus dos torres. Los brazos del transepto (de orientación
norte-sur) fueron edificados de 1250 a 1267 con supervisión de Jean de Che-
lles y Pierre de Montruil.
Múltiples vicisitudes y escenario de hitos
A lo largo de los siglos la catedral de Notre Dame sufrió alteraciones,
destrucciones, robos; por ejemplo, en 1793 durante la Revolución Francesa, y
demás amenazas.
Durante el reinado de Luis XIV sepulcros y vidrieras fueron destruidos
para sustituirlos por elementos más al gusto del estilo de la época: el barroco.
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abdicar en este instante las riendas del gobierno, entregando en sus manos
los derechos de nuestros dominios y los negocios de estado díganme cuál de
ustedes ama más a su padre. Nuestra benevolencia prodigará sus más ricos
dones a aquella cuya gratitud y bondadoso natural más los merezcan. Tú,
Goneril, primogénita nuestra, contesta primeramente.
Goneril.— Yo lo amo, señor, más tiernamente que a la luz, al espacio y a la
libertad, muchísimo más que todas las riquezas y preciosidades del mundo.
Lo amo tanto, cuanto se puede amar, la vida, la salud, la belleza y todos los
honores y los dones todos; tanto, cuanto jamás hija amó a su padre; en fin
con un amor que la voz y las palabras no aciertan a explicar.
Cordelia (aparte).— ¿Qué hará Cordelia? Amar y callar. Cordelia (aparte)
¿Qué dirá Cordelia? Amará en silencio.
Lear.— De todas estas tierras, desde esta raya a esta, ricas en umbrosas flores-
tas y campiñas, ríos caudalosos y muy extensos prados, te proclamo dueña.
Sean de los descendientes tuyos y de Albany a perpetuidad. ¿Qué dice mi se-
gunda hija, mi muy querida Regan, esposa de Cornwall?
Regan.— Yo soy del mismo metal que mi hermana y no me tengo en menos;
en el fondo de mi alma veo que ha expresado la medida de mi amor. Pero
se ha quedado corta, pues yo me declaro enemiga de cualquier otro deleite
que alcancen los sentidos en su extrema perfección y tan solo me siento
venturosa en el amor de vuestra amada majestad.
Cordelia (aparte).— Entonces, ¡pobre Cordelia! Aunque no, pues sin duda mi
cariño pesará más que mi lengua.
Lear.— Quede para ti y los tuyos en herencia perpetua este magno tercio de mi
hermoso reino, tan grande, rico y placentero como el otorgado a Goneril.
Y ahora, mi bien, aunque última y menor, cuyo amor juvenil las viñas de
Francia y los pastos de Borgoña pretenden a porfía, ¿qué dirás por un tercio
aún más opulento que el de tus hermanas? Habla.
Cordelia.— Nada, señor.
Lear.—¿Nada?
Cordelia.— Nada.
Lear.— De nada no sale nada. Habla otra vez.
Cordelia.— Triste de mí, que no sé poner el corazón en los labios. Amo a
Vuestra Majestad según mi obligación, ni más ni menos.
Lear.— Vamos, vamos, Cordelia. Corrige tus palabras, no sea que malogres
tu suerte.
Cordelia.— Mi buen señor, me habéis dado vida, crianza y cariño. Yo te co-
rrespondo como debo: obedezco, te quiero y te honro de verdad. ¿Por qué
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tienen marido mis hermanas, si te aman solo a ti? Cuando me case, el hom-
bre que reciba mi promesa tendrá la mitad de mi cariño, la mitad de mi
obediencia y mis desvelos. Seguro que no me casaré como mis hermanas.
Lear.— Pero, ¿hablas con el corazón?
Cordelia.— Sí, mi señor.
Lear.— ¿Tan joven y tan áspera?
Cordelia.— Tan joven, señor, y tan franca.
Lear.— Muy bien. Tu franqueza sea tu dote, pues, por el sacro resplandor del
sol, por los ritos de Hécate, y la noche, y toda la influencia de los astros que
rigen nuestra vida y nuestra muerte, reniego de cariño paternal, parentesco
y consanguinidad, y desde ahora te juzgo una extraña a mi ser y mi sentir.
El bárbaro escita o aquel que sacia el hambre devorando a su progenie, ha-
llará en mi corazón tanta concordia, lástima y consuelo como tú, hija mía
que fuiste.
(…)
obras como Las nubes, que dentro del esquema cómico satiriza el discurso y
actitudes socráticos; Las aves, que como en gran parte de sus comedias traslu-
ce ácidas críticas políticas; y quizá la más conocida de sus obras: Lisístrata, un
importante referente del empoderamiento y capacidad de la mujer en los gran-
des conflictos de la vida. En esta como en las anteriores, el final feliz, dentro
de la estructura clásica: planteamiento, desarrollo y conclusión, en que alter-
nan el canto y el diálogo, es el sello característico de la comedia, aun cuando
para lograrla se dieran enfrentamientos entre protagonistas y antagonistas, la
sazón de las tensiones dramáticas.
En la Roma heredera, fue Meandro (342-291 a. n. e.) quien abanderó el
subgénero dramático cómico. Con él, esa especialidad de la dramaturgia vio
nacer una nueva forma de trazar la fuerza argumental, y dado que hizo a un
lado al coro, centró en los parlamentos y actuación de los personajes la totali-
dad de la tensión dramática. Creó con ello una forma nueva de presenciar una
puesta escénica y, por consecuencia, un tipo diferente de espectador.
En la época moderna, algunos años antes del Renacimiento, el término
comedia se confundió con la idea de la dramaturgia, pues
igual un drama e, inclusive, una tragedia, eran así deno-
minadas. Piénsese, por ejemplo, de la Divina Comedia, ese
gran conjunto de poemas de Dante Alighieri, escrita en los
primeros años del siglo XIV, o la inicialmente llamada Co-
media de Calisto y Melibea, después reconceptualizada como
tragicomedia, cuando puede ser también asumida como
un drama. Y es que la unidad dramática de la comedia
justificaba la presencia de elementos crudos y angustiantes
que, por virtud de su esencia, tenían un final feliz o por lo
menos gratamente resuelto.
En pleno Siglo de Oro Español, ese gran período refulgente del arte ibéri-
co, fue Lope Félix de Vega Carpio (1562-1635) uno de los
dramaturgos más importantes, prolíficos y polifacéticos
de Europa, pues escribió en prosa y en verso, obra lírica,
dramática y narrativa, toda excelsa. No solo innovó en
las formas de escribir teatro, de la dramaturgia propia-
mente dicha, sino también en las maneras de exigir crea-
tividad a los actores y a los responsables de las puestas en
escena de sus obras. Entre sus grandes comedias, puede
contarse con Las ferias de Madrid, La prueba de los amigos,
Este libro es para uso exclusivo de
La discreta enamorada, La dama boba, La moza de cántaro, Amar sin saber a quién,
Amor, pleito y desafío, entre muchísimas más, escritas entre mediados del siglo
XVI y las primeras décadas del XVII.
En Francia, poco más de ocho décadas después del anterior, durante el
siglo XVII, y ya con el nombre bien ganado de comediógrafo –aunque también
incurrió en otros subgéneros dramáticos– surgió el padre de la actuación y
dramaturgia contemporáneas: Jean-Baptiste Poquelin
(1622-1673), conocido como Molière, quien después de
una niñez y juventud accidentadas, inició su período
de gran fama a los 37 años, con la presentación ante
las cortes francesas de Las preciosas ridículas, a la que
siguió una enorme cantidad de comedias: Tartufo, El
misántropo, El médico a palos, El avaro, El burgués gen-
tilhombre, Las trapacerías de Scapín, Las mujeres sabias,
El enfermo imaginario, entre muchas otras más, llenas
de picardía, jocosidad e ingenio, dirigidas a desvelar las
grandes contradicciones del espíritu humano y a criticar las formas de vida
de los burgueses en plena expansión y que sustituirán a la nobleza y realeza
francesas un siglo después, y de las que no se cansó de mofarse a través del que
hizo un exquisito arte, el de la comedia. De este gran autor, un fragmento de
El burgués gentilhombre, fina muestra de lo anteriormente afirmado:
Profr. de filosofía.— ¡Muy bien! ¿Son versos los que quiere escribir?
Jourdain.— No, no; nada de versos...
Profr. de filosofía.— ¡Prosa entonces!
Jourdain.— No, no quiero ni verso ni prosa...
Profr. de filosofía.— Tiene que ser necesariamente una cosa o la otra.
Jourdain.— ¿Por qué?
Profr. de filosofía.— Porque para expresarse no hay más que dos formas: la
prosa o los versos.
Jourdain.— ¿No hay más que la prosa o los versos?
Profr. de filosofía.— No, señor. Todo lo que no es prosa es verso y todo lo que
no es verso es prosa.
Jourdain.— Y cómo uno habla, ¿qué es eso?
Profr. de filosofía.— Prosa.
Jourdain.— ¡Cómo! Cuando digo: «Nicolasa, mi gorro de dormir», ¿eso es prosa?
Profr. de filosofía.— Sí, señor.
Jourdain.— Entonces hace más de cuarenta años que hablo en prosa sin sa-
berlo; le doy las gracias por habérmelo enseñado. Quisiera entonces ponerle
en la cartita: “Bella marquesa, sus bellos ojos me hacen morir de amor”;
pero querría que esto estuviese escrito de una manera elegante; que parezca
expresado en forma bella.
Profr. de filosofía.— Podemos poner que los fuegos de sus ojos reducen a ce-
nizas su corazón que sufre noche y día las violencias de un...
Jourdain.— No, no, no me gusta nada de eso. Quiero únicamente lo que he
dicho: “Bella marquesa, sus bellos ojos me hacen morir de amor”.
Profr. de filosofía.— Habrá que extender un poco más la cosa.
Jourdain.— No. No quiero otras palabras que esas en la esquela, pero coloca-
das de tal manera que estén de moda y arregladas como se debe. Le pido que
me diga, para que yo lo vea, las diversas maneras en que puede redactarse.
Profr. de filosofía.— Puede redactarse, primero, como lo dijo usted: “Bella
marquesa, sus bellos ojos me hacen morir de amor”. O si no: “De amor,
morir me hacen, bella marquesa, sus bellos ojos”. Y también: “Sus ojos, de
amor me hacen, bella marquesa, morir”. O si no: “Me hacen, sus bellos ojos,
morir, marquesa, de amor”.
Jourdain.— Pero, ¿cuál es la mejor de todas esas formas?
Profr. de filosofía.— La que dijo usted: “Bella marquesa, sus bellos ojos me
hacen morir de amor”.
Jourdain.— Y sin embargo no estudié. Le doy las gracias y le pido que venga
mañana temprano.
Profr. de filosofía.— No voy a faltar.
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Vladimir.— ¿No?
Estragón.— Lo supongo.
Vladimir.— Yo también.
4.1.4 Pieza
En sentido estricto, pieza teatral y obra de teatro significan lo mismo; hacen
referencia a la representación en escena de un texto dramático. Ahora que asu-
miendo en ellas alguna diferencia, puede decirse que el concepto de pieza, pa-
labra de origen celta que significa ‘pedazo’, por diferencia de los subgéneros ya
estudiados, es moderno; data del siglo XIX, aun cuando su esencia dramática
se apega estructuralmente a la dramaturgia clásica.
Surge durante el período cultural europeo denominado Romanticismo, si
bien fue la narrativa el género predominante durante esa etapa literaria. El tér-
mino comenzó a utilizarse de manera muy común a principios del siglo XIX,
cuando tanto los estudiosos del género dramático como el nuevo empresario
teatral que aparecía en la escena de la industria cultural requirieron distinguir
el drama y la tragedia clásicos, protagonizados por personajes épicos, héroes
mitológicos o guerreros legendarios de la dramaturgia basada en hechos co-
tidianos, cuyos personajes dan cuenta de situaciones comunes a sus propias
formas de pasar por la vida.
Si bien personajes representantes de las élites sociales ocupaban mayorita-
riamente la escena, no exentas de complicaciones en sus relaciones habituales
ni resignadas a perder sus comodidades ni alteraciones en su situación econó-
mica, y que recurrían a cualquiera acción, moral o inmoral, para ajustar sus
vidas e intereses a los valores establecidos, también las clases medias en ple-
na consolidación comenzaban a pisar los escenarios, y aunque los segmentos
sociales desposeídos no eran preocupación general de los dramaturgos de la
época como no fuera por el problema que les representaba a los sectores aco-
modados, el nuevo concepto de pieza teatral convocó a autores preocupados
por dar voz a aquellos.
Así, las piezas surgidas en la segunda mitad del siglo XIX fueron impor-
tantes para involucrar a todo tipo de gente como espectador de un arte que,
como se apuntó, iniciaba su carrera como espectáculo comercial.
Amén de estructurarse como todo subgénero dramático, puede decirse que
la pieza se diferencia de aquel, quizá, en que la acción pierde fuerza en favor
de los diálogos; de parlamentos sólidos por los que la tensión dramática se
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hace evidente, y que exige del actor una gran fuerza expresiva. Además, vale
decirlo, y en abono a la idea de pedazo o segmento que implica una pieza, el
tiempo de desarrollo suele ser más importante que el
espacio en que la obra se desenvuelve.
En el segundo tercio del siglo aludido brilló por todo
ello y por haber reconstituido el arte dramático y sobre
todo la puesta escénica para reavivar el interés por las
representaciones actorales. En ello, el dramaturgo no-
ruego Henrik Johan Ibsen (1828-1906), jugó un papel
muy relevante. Fue autor de obras consideradas peligro-
sas y escandalosas para los rancios valores decimonó-
nicos, por tanto, para las “buenas” conciencias; prohibidas en varias ciudades
europeas. Cuestionó con sus piezas teatrales el poderoso patriarcado, el papel
marginal de la mujer, los ambivalentes valores de la familia, la ilegitimidad del
poder y la amenaza de anteponer el interés económico sobre el social.
Pasados más de ciento cincuenta años, sus obras cuentan con gran vigen-
cia; siguen siendo montadas en todo el mundo. Peer Gynt, Casa de muñecas, El
pato silvestre y Un enemigo del pueblo, entre muchas otras piezas, son sus princi-
pales aportaciones al universo dramático de todos los tiempos.
A continuación, se presenta un análisis de esta interesante pieza teatral:
Un enemigo del pueblo es una obra extremadamente incómoda, y por eso mis-
mo profundamente teatral. Porque el teatro es el arte del conflicto, y no hay
conflicto más valioso en un teatro que aquel que enfrenta al escenario con el
espectador.
4.1.5 Farsa
En su sentido original, el término farsa daba la idea de ‘rellenar’ o ‘introducir’,
porque se trataba de la inserción, dentro de cualesquiera subgéneros dramáti-
cos estudiados, de pequeñas escenas o cuadros con temas chuscos con los que
se caricaturizaba cierta realidad que la hacía parecer poco real. Así se hizo
Este libro es para uso exclusivo de
durante el Medievo como parte del desarrollo de las puestas escénicas de corte
litúrgico.
Fue del francés farce, a su vez del latín farcire, que con ese significado pasó
al castellano. Y justamente por esa circunstancia, formar solo pequeña par-
te de una obra dramática, es que no fue considerada plenamente como un
subgénero independiente dentro de los formatos dramáticos, aunque es más
cercana a la comedia que a las demás variedades teatrales, aunque con algunas
notables diferencias.
En la comedia, ya ha sido visto, el espíritu jocoso, alegre y desenfadado
están en la base de la historia representada; la risa, con frecuencia llevada a
la carcajada, es la reacción del espectador frente a lo que ve en escena; se ríe
aun cuando se trate de situaciones que lo ridiculizan abiertamente. El come-
diógrafo le re-presenta actitudes erráticas, lamentables, francamente viciosas
o reprobables personal y socialmente, y el espectador las encaja a sabiendas de
que la obra tendrá un final feliz. Por tanto, la comedia lo reconcilia consigo
mismo, pues una acción graciosa (o ridícula) es catalizada a través de la risa
que hace pasar un buen rato. La farsa, por lo contrario, sutil pero eficazmente
desnuda, a través de las acciones y decires de los personajes, conductas del
propio espectador; entonces no aparece la risa sino un escondido rubor, en
ocasiones incomodidad y secreto nerviosismo. Al respecto, Claudia Cecilia
Altorre, en su libro Análisis del drama, afirma: “Por diferencia de la comedia,
la farsa no siempre moverá a la risa, pero siempre conmoverá la vergüenza del
espectador”.
La farsa, por consecuencia, suele ser una pieza más corta y menos profunda
que la comedia, pero más sutil y aguda; la tensión dramática o el nudo depen-
de más de acciones situacionales que de la propia trama, porque, al decir de
los críticos, es más simbólica que directa o evidente en comparación con las
formas presentadas por la comedia.
Aun cuando desde la Antigüedad clásica puede encontrarse dramas fársi-
cos, y de que Plauto (254-184 a.n.e), en la dramaturgia latina escribió comedias
que rozaban con un concepto posterior de farsa, fue en el Renacimiento, el
período en que el hombre y sus circunstancias ocuparon el lugar de los temas
sacramentales y se revivió el teatro “pagano”, cuando el genial actor y drama-
turgo andaluz Lope de Rueda (1510-1565) se dio a conocer, y muy exitosa-
mente, con sus célebres pasos, después mejor conocidos como entremeses, que
consolidaron su fama e importancia con los escritos por Miguel de Cervantes
Saavedra (1547-1616).
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Los pasos o entremeses (‘metidos entre uno y otro’), igual que la original
farsa, eran introducidos entre una y otra comedia en jornadas de represen-
taciones teatrales; fueron, por tanto, la cimentación de este tipo de puestas
escénicas, desde el siglo XVI hasta hoy.
A pesar de las diferencias antedichas entre comedia
y farsa, no ha sido común diferenciarlas del todo, de
modo que los mencionados autores de comedias, como
el gran Molière, e inclusive de tragicomedias, entre los
que se encuentran los escritores del Teatro del absurdo,
como el citado Beckett, entre otros muchos más de esas
y otras épocas, aparecen indistintamente reseñadas en
las historiografías literarias, o por lo menos muy vincu-
ladas la comedia y la farsa. Lo mismo sucede con la sá-
tira y con la parodia, a las que se les asigna la etiqueta de
géneros dramáticos o subgéneros de la comedia, cuando son versiones estilísti-
cas de la dramaturgia, pero en realidad derivaciones particulares de la comedia.
Evaluación
A. Con tus compañeros haz un ejercicio de teatro en atril con los
fragmentos dramáticos anteriores y con otras obras de teatro. Ensayen.
Recuerden que es una actuación únicamente con la voz; no se requiere
coreografía ni escenografía.
B. En tu libreta de apuntes cita tres rasgos de la tragedia y tres de la
comedia. Anota el título y autor de tres tragedias y tres comedias. Elige
y lee completa una de ellas, previo acuerdo con tu profesor y el grupo.
C. Localiza la cartelera teatral y asiste a la representación de una obra
en un espacio cultural. Evita el teatro comercial y caro; elige una bue-
na obra y de costo accesible. Se sugiere estas direcciones electrónicas de
carteleras teatrales: https://ccb.bellasartes.gob.mx/; http://www.cultu-
ra.unam.mx/index.aspx; https://www.ipn.mx/cultura/mas-cultura.html
Elabora un comentario de 650 palabras.
las acotaciones, con las que el autor indica al personaje cómo debe matizar un
parlamento o cuándo entrar o salir de escena. Además hay divisiones formales,
como los actos. En la lírica, este tipo de indicaciones sería innecesario; y en las
novelas o cuentos, el narrador explica todo lo que es indispensable saber.
A continuación, son estudiados los rasgos de la estructura externa de la
dramaturgia: prosa o en verso, cortes de la pieza, tipos de parlamento y otros
elementos.
4.2.1 Prosa o verso
a) Prosa, del latín prosa, ‘en línea recta’, es la forma natural de la expresión
lingüística, no está sujeta a medida, rima ni ritmo, por diferencia del verso. La
prosa solamente es concebida y defi-
nida por oposición al verso.
En algún momento, de manera
popular, se suponía que el verso re-
quería más atención estética; por eso
llega a emplearse el término prosaico,
‘relativo a la prosa’, como sinónimo de
‘insulso’ o ‘vulgar’. Así lo consigna el
DRAE: “Aspecto o parte de las cosas
Basta abrir un libro para saber si
que se contrapone al ideal y a la perfección
el texto está en prosa o en verso.
de ellas”. Pero la prosa puede ser tan estética
como el verso. Ninguna de las dos formas del discurso —prosa o verso— es
más elevada que la otra; simplemente son distintas.
Existen poemas en prosa de altísimo nivel estético. Un ejemplo es la pala-
bra de Julio Cortázar en Rayuela, capítulo 7:
Rayuela (Fragmento)
Edipo (Fragmento)
Yocasta.— ¡En nombre de los dioses! Dime también a mí, señor, por qué asun-
to has concebido semejante enojo.
Edipo.— Hablaré. Pues a ti, mujer, te venero más que a estos. Es a causa de
Creonte y de la clase de conspiración que ha tramado contra mí.
Yocasta.— Habla, si es que lo vas a hacer para denunciar claramente el motivo
de la querella.
Edipo.— Dice que yo soy el asesino de Layo.
Yocasta.— ¿Lo conoce por sí mismo o por haberlo oído decir a otro?
Edipo.— Ha hecho venir a un desvergonzado adivino, ya que su boca, por lo
que a él en persona concierne, está completamente libre.
Yocasta.— Tú, ahora, liberándote a ti mismo de lo que dices, escúchame y
aprende que nadie que sea mortal tiene parte en el arte adivinatoria. La
prueba de esto te la mostraré en pocas palabras. Una vez le llegó a Layo un
oráculo —no diré que del propio Febo, sino de sus servidores— que decía
que tendría el destino de morir a manos del hijo que naciera de mí y de él.
Sin embargo, a él, al menos según el rumor, unos bandoleros extranjeros
le mataron en una encrucijada de tres caminos. Por otra parte, no habían
pasado tres días desde el nacimiento del niño cuando Layo, después de
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atarle juntas las articulaciones de los pies, le arrojó, por la acción de otros, a
un monte infranqueable. Por tanto, Apolo ni cumplió el que este llegara a
ser asesino de su padre ni que Layo sufriera a manos de su hijo la desgracia
que él temía. Afirmo que los oráculos habían declarado tales cosas. Por ello,
tú para nada te preocupes, pues aquello en lo que el dios descubre alguna
utilidad, él en persona lo da a conocer sin rodeos.
Edipo.— Al acabar de escucharte, mujer, ¡qué delirio se ha apoderado de mi
alma y qué agitación de mis sentidos!
Creonte.— ¿A qué preocupación te refieres que te ha hecho volverte sobre tus
pasos?
Edipo.— Me pareció oírte que Layo había sido muerto en una encrucijada de
tres caminos.
Yocasta.— Se dijo así y aún no se ha dejado de decir.
Edipo.— ¿Y dónde se encuentra el lugar ese en donde ocurrió la desgracia?
Yocasta.— Fócide es llamada la región, y la encrucijada hace confluir los cami-
nos de Delfos y de Daulia.
Edipo.— ¿Qué tiempo ha transcurrido desde estos acontecimientos?
Yocasta.— Poco antes de que tú aparecieras con el gobierno de este país, se
anunció eso a la ciudad.
Edipo.— ¡Oh Zeus! ¿Cuáles son tus planes para conmigo?
Yocasta.— ¿Qué es lo que te desazona, Edipo?
Edipo.— Todavía no me interrogues. Y dime, ¿qué aspecto tenía Layo y de
qué edad era?
Yocasta.— Era fuerte, con los cabellos desde hacía poco encanecidos, y su figu-
ra no era muy diferente de la tuya.
Edipo.— ¡Ay de mí, infortunado! Paréceme que acabo de precipitarme a mí
mismo, sin saberlo, en terribles maldiciones.
Yocasta.— ¿Cómo dices? No me atrevo a dirigirte la mirada, señor.
Edipo.— Me pregunto, con tremenda angustia, si el adivino no estaba en lo
cierto, y me lo demostrarás mejor, si aún me revelas una cosa.
Yocasta.— En verdad que siento temor, pero a lo que me preguntes, si lo sé,
contestaré.
Edipo.— ¿Iba de incógnito, o con una escolta numerosa cual corresponde a
un rey?
Yocasta.— Eran cinco en total. Entre ellos había un heraldo. Solamente un
carro conducía a Layo.
Edipo.— ¡Ay, ay! Esto ya está claro. ¿Quién fue el que entonces os anunció las
nuevas, mujer?
Yocasta.— Un servidor que llegó tras haberse salvado nada más él.
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4.2.5 Monólogo
Helena Beristáin, en su Diccionario de retórica y poética, lo define como “diá-
logo ficticio, es decir, monológico, incrustado en el discurso en forma de afir-
maciones o preguntas y respuestas que aparecen, o no, como autodirigidas, y
que sirve para dar animación al razonamiento”.
El monólogo, del griego monos, ‘uno solo’, y logos, ‘palabra’, es una estrate-
gia del dramaturgo, que imprime gran fuerza dramática a una obra concebida
y realizada así, mediante una sola voz, y que casi siempre invita a la reflexión.
Así, un solo personaje hace afirmaciones y refutaciones para cuestionar y de-
mostrar verdades. Conlleva una notable profundidad tanto filosófica como
sicológica.
La tragedia Fausto, de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), escritor
alemán, romántico y universal, comienza con el monólogo del protagonista
porque lamenta haber pasado su existencia como un sabio, estudiando incan-
sablemente, pero sin haber vivido en plenitud. Más adelante surgirá la figura
de Mefistófeles para ofrecerle los placeres mundanos a cambio de su alma,
pacto que el genio, al fin humano, acepta.
Fausto (Fragmento)
Fausto.— ¡Ah! Filosofía, jurisprudencia, medicina y hasta teología,
todo lo he profundizado con entusiasmo creciente, y ¡heme aquí, pobre
loco, tan sabio como antes! Es verdad que me titulo maestro, doctor, y
que aquí, allá y en todas partes cuento con innumerables discípulos que
puedo dirigir a mi capricho; pero no lo es menos que nada logramos
saber. Esto es lo que me hiere el alma. Sin embargo, sé más que todos
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Hamlet (Fragmento)
Hamlet.— ¡Ser o no ser: he aquí el dilema! ¿Qué es más levantado para el
espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas
contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Mo-
rir..., dormir; no más! ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del co-
razón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne!
¡He aquí un término devotamente apetecible! ¡Morir..., dormir! ¡Dormir!...
¡Tal vez soñar! ¡Sí ahí está el obstáculo! ¡Porque
es forzoso que nos detenga el considerar cuáles
sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la
muerte, cuando nos hayamos librado del tor-
bellino de la vida! ¡He aquí la reflexión que da
existencia tan larga al infortunio! Porque ¿quién
aguantaría los ultrajes y desdenes del mundo, la
injuria del opresor, la afrenta del soberbio, las congojas del amor desairado,
las tardanzas de la justicia, las insolencias del poder y las vejaciones que el
paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría pro-
curar su reposo con un simple estilete? ¿Quién querría llevar tan duras cargas,
gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera por el temor de
un algo, después de la muerte, esa ignorada región cuyos fines no vuelve a
traspasar viajero alguno, temor que confunde nuestra voluntad y nos impulsa
a soportar aquellos males que nos afligen, antes que lanzarnos a otros que
desconocemos? Así la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes; y así
los primitivos matices de la resolución desmayan bajo los pálidos toques del
pensamiento, y las empresas de mayores alientos e importancia, por esa con-
sideración, tuercen su curso y dejan de tener nombre da acción.
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Evaluación
A. Lee El jardín de los cerezos, de Anton Chéjov. Consigue una ver-
sión impresa o electrónica. Puedes acudir a la Biblioteca Virtual Cer-
vantes: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-jardin-de-los-cere-
zos--0/html/ff00a16c-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.htm
B. Individualmente realiza las siguientes actividades y entrégalas por
escrito:
1. Demuestra que está en prosa o en verso. Explica y transcribe un
fragmento (200 palabras).
2. Anota y explica cuántos actos o jornadas tiene. ¿Por qué? Da tu
opinión. Define escena.
3. Transcribe un diálogo que consideres interesante (150-200 pala-
bras). Explica qué es este recurso literario.
4. Ubícate como uno de los personajes, piensa como él y crea un mo-
nólogo verosímil (300 palabras). Léelo ante tu grupo. ¿Qué es monólogo?
5. Transcribe un fragmento en el que haya acotaciones (200 pala-
bras) y destácalas con algún color.
4.3.1 Trama
Trama inicialmente es sinónimo de los hilos que cruzados en un telar forman
un tejido. Por analogía, en literatura, la trama es la forma en que el autor hiló o
tejió su obra; la manera en que utilizó las líneas argumentales para dar forma,
sustancia y consistencia a los hechos literarios, ya sean narrativos o dramáticos.
La trama, por tanto, es el encadenamiento cronológico de los sucesos o
acontecimientos dispuestos por el autor para dar sentido a una historia. Ese
orden implica consecuentemente la evolución de las acciones de los personajes
en un tiempo y en un espacio determinados.
La trama es, en ese sentido, un sistema, puesto que de la conexión y ca-
racterística de cada una de sus partes depende la calidad, lógica y cohesión
del conjunto o unidad, y gana su punto de máxima fluidez cuando el nudo
dramático, esa necesaria tensión que debe darse, y que se verá poco más ade-
lante en la acción y conflicto dramáticos, se afloja, se distiende, lo que supone
la disolución del conflicto surgido para, relajado el ambiente, dispuestos los
personajes, se atestigüe la conclusión de la historia.
4.3.2 Acciones y conflicto dramáticos
La acción, quizá sobre decirlo, es la realización o el efecto de los actos repre-
sentados, de la actuación llevada a cabo por los actores, y que es determinada
por su progresión en la evolución escénica.
Esa progresión está marcada por cada una de las partes estructurantes del
discurso dramático. Una vez presentados el espacio en que sucede la acción,
los personajes que la crean y conducen y el asunto que los conecta, es decir, el
planteamiento, debe surgir forzosamente un problema, una discrepancia, un
conflicto, incidental y/o accidental, que o bien confronta a los personajes entre
sí o bien los enfrenta a una calamidad, un siniestro o una catástrofe que enreda
los hilos de la historia en desarrollo.
Esto es el nudo, también ya estudiado, que en la dramaturgia provoca la
denominada tensión dramática, imprescindibilísima tanto para que el texto,
tejido o trama alcance el denominado momento de clímax, determinante del
destino de los personajes y de la historia misma, como para lograr buenos ni-
veles literarios y la obra obtenga una buena valoración del público espectador.
La acción dramática obliga a acciones resolutorias cuya previa oposición
asegura el desenvolvimiento de la obra, la evolución y destino de los personajes
y el final o conclusión de la representación dramática.
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Evaluación
A. No existe otra forma de acercarse a la dramaturgia más que le-
yendo la obra o asistiendo al espectáculo. Elige uno de estos dos ca-
minos y realiza las siguientes actividades a partir de la obra leída o
presenciada. En tu libreta de notas, escribe lo siguiente:
1. Título:
2. Autor. Nombre y algunos datos:
3. Trama:
4. Estructura: Presentación, desarrollo del conflicto y desenlace
dramático.
5. Personajes: protagonista, antagonista, secundarios y evocados.
6. Tiempo:
7. Con estos datos redacta un breve comentario de la obra leída o
presenciada.
Y qué hiciste del amor que me juraste / y qué has hecho de los besos que
te di / y qué excusa puedes darme si faltaste / y mataste la esperanza que
hubo en mí, Mario de Jesús Báez.
Evaluación
A. Continúa elaborando tu álbum o fichero de preceptiva literaria
que iniciaste en la unidad 2. Incluye las figuras ahora revisadas con
ejemplos que tú rescates al hacer una investigación documental.
libro, cuando alguien lea Seis personajes en busca de autor, a morir en el final de
la representación cuando alguien asista a la obra. De lo que no son conscientes
los actores es que también están atrapados en esa circularidad, que en realidad
ambos planos son uno solo, el de la ficción. Lo único que quizá los diferencia,
lo que acaso acentúa el drama de los personajes, es la conciencia de su entidad,
el conocimiento de que el mundo es ilusorio, el engaño complaciente de que
todo es real cuando se vive como real.
Evaluación
A. En el comentario antes leído, acerca de la obra de Pirandello,
identifica los argumentos que ofrece Alejandro Gamero.
B. Elabora un comentario acerca de una obra dramática que has leí-
do más recientemente.
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Oda a Afrodita
¡Tú que te sientas en trono resplandeciente,
inmortal Afrodita!
¡Hija de Zeus, sabia en las artes de amor, te suplico,
augusta diosa, no consientas que, en el dolor,
perezca mi alma!
Desciende a mis plegarias, como viniste otra vez,
dejando el palacio paterno, en tu carro de áureos atalajes.
Tus lindos gorriones te bajaron desde el cielo,
a través de los aires agitados por el precipitado batir de sus alas.
Una vez junto a mí, ¡oh diosa!, sonrientes tus labios
inmortales,
preguntaste por qué te llamaba, qué pena tenía,
qué nuevo deseo agitaba mi pecho,
y a quién pretendía sujetar con los lazos de mi amor.
Safo, me dijiste, ¿quién se atreve a injuriarte?
Si te rehúye, pronto te ha de buscar;
si rehúsa tus obsequios, pronto te los ofrecerá él mismo.
Si ahora no te ama, te amará hasta cuando no lo desees.
¡Ven a mí ahora también, líbrame de mis crueles
tormentos!
¡Cumple los deseos de mi corazón, no me re-
húses tu Afrodita es la diosa griega del amor
ayuda todopoderosa! erótico y la belleza. Es asociada con
Lamento: la Venus de los romanos. El naci-
Dulce madre mía, no puedo trabajar, miento de Venus (1879), de William-
el huso se me cae de entre los dedos Adolphe Bouguereau.
Afrodita ha llenado mi corazón
de amor a un bello adolescente.
Este libro es para uso exclusivo de
del lector, tanto la traducción del poema de Schiller como una adaptación
popular del siglo XX.
Oda a la alegría
¡Oh amigos, cesen esos ásperos cantos!
Entonemos otros más agradables y
llenos de alegría.
¡Alegría, alegría!
¡Alegría, bella chispa de los dioses
hija del Elíseo!
Federico Schiller (1759-1805)
¡Ebrios de ardor penetramos,
fue obligado a estudiar
diosa celeste, en tu santuario!
Medicina, pero ello no
Tu hechizo vuelve a unir
impidió que dedicara su vida
lo que el mundo había separado,
a la literatura. Leyó y
todos los hombres volverán a ser hermanos
escribió mucho. Fue amigo de
allí donde se posa tu ala bienhechora.
Goethe. Vivió y murió como
¡Quien haya alcanzado la fortuna un auténtico romántico.
de poseer la amistad de un amigo,
quien haya conquistado a una noble mujer,
una su júbilo al nuestro! ¡Abrazaos, criaturas innumerables!
¡Sí!, quien pueda llamar suya aunque ¡Que ese beso alcance al mundo entero!
solo sea a un alma sobre la faz de la Tierra. ¡Hermanos!, sobre la bóveda estrellada
Y quien no pueda hacerlo, tiene que vivir un Padre amoroso.
que se aleje llorando de esta hermandad. ¿No vislumbras, oh mundo, a tu Creador?
Búscalo sobre la bóveda estrellada.
Se derrama la alegría para los seres Allí, sobre las estrellas, debe vivir.
en el seno de la Naturaleza.
Todos, los buenos y los malos, ¡Alegría, bella chispa de los dioses
siguen su camino de rosas. hija del Elíseo!
Ella nos dio besos y la vid ¡Ebrios de ardor penetramos,
y un fiel amigo hasta la muerte. diosa celeste, en tu santuario!
Al gusano se le concedió placer Tu hechizo vuelve a unir
y al querubín estar ante Dios. lo que el mundo había separado,
todos los hombres volverán a ser hermanos
Gozosos, como los astros que recorren allí donde se posa tu ala bienhechora.
la bóveda celeste,
corran, hermanos, ¡Alegría, bella chispa de los dioses,
sigan su camino, alegremente, hija del Elíseo!
como el héroe hacia la victoria. ¡Alegría, bella chispa divina!
Elegía (Fragmento)
Cuando se me representa la imagen de aquella tristísima noche que fue la úl-
tima de mi permanencia en Roma, cuando de nuevo recuerdo la noche en que
hube de abandonar tantas prendas queridas, aún ahora mis ojos se deshacen en
raudales de llanto.
Ya estaba a punto de amanecer el día en que César me ordenaba traspasar
las fronteras de Ausonia; ni la disposición del espíritu ni el tiempo consentían
los preparativos del viaje y un profundo estupor paralizaba
mis energías. No me cuidé de escoger los siervos, los acom-
pañantes, los vestidos y lo que necesita quien parte al des-
tierro; estaba tan atónito como el hombre que, herido por el
rayo de Júpiter, vive y no se da cuenta de su vida.
Así que el exceso de dolor disipó las nubes que ofus-
El escritor romano Ovidio caban mi mente y comencé a recobrar los sentidos.
(43 a. n. e. - 17) escribió Arte Resuelto a partir, dirijo las últimas palabras; me acom-
de amar y Las metamorfosis. pañaba alguno que otro: mi esposa, mezclando su
llanto con el mío, me sujetaba en los tiernos brazos y
anegaba en ríos de lágrimas las inocentes mejillas.
Mi hija, ausente en la tierra lejana de Libia, no podía conocer mi suerte fatal.
Adonde quiera que volvieses los ojos no verías más que llantos y gemidos;
todo presentaba el cuadro de un luctuoso funeral.
Este libro es para uso exclusivo de
5.1.3 Égloga
Subgénero de la lírica en el que los pas-
tores exponen sus cuitas amorosas. Es un
canto de tipo bucólico, es decir, campi-
rano, en un ambiente idealizado donde
el tema es la queja por un amor no co-
rrespondido. El poeta romano Virgilio
(siglo I a. n. e.) divulgó y dio título a estos
poemas bucólicos, que no tienen una es-
critura formal única; el autor selecciona o
crea una estrofa que repite a lo largo de
la obra. Esta clase de composición
lírica fue retomada y agotada en el El término bucólico se refiere a personas con
vida campestre: En estas composiciones los
Renacimiento, tanto en Italia como poetas pusieron quejas amorosas y, desde
en España. Garcilaso de la Vega entonces, tal término significa ‘lamento’. Las
(1503-1536) la impulsó fuertemente églogas también se conocen como bucólicas.
con versos hepta y endecasílabos, le
dio brillo y logró el ritmo musical de la poesía italiana.
Égloga I (Fragmento)
Garcilaso de la Vega
El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso, y un grado sin segundo,
he de contar, sus quejas imitando; agora estés atento solo y dado
cuyas ovejas al cantar sabroso al ínclito gobierno del estado
estaban muy atentas, los amores, Albano; agora vuelto a la otra parte,
de pacer olvidadas, escuchando. resplandeciente, armado,
Tú, que ganaste obrando representando en tierra al fiero Marte;
un nombre en todo el mundo (…)
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5.1.4 Canción
Es un poema surgido del canto o destinado para él. Es una clase de compo-
sición lírica antiquísima que ha acompañado al ser humano en la siembra, el
nacimiento, la noche, el rezo, la migración, el humor, la ilusión amorosa y la
exigencia social. Un rasgo común a todas las canciones es el carácter popular.
Francisco Petrarca (1304-1374), poeta italiano impulsor del Renacimiento,
influyó en las composiciones europeas de siglos posteriores, principalmente
en España e Inglaterra. En 1470 publicó su Cancionero, compuesto por temas
varios y, principalmente, poemas de amor, con voz en 1ª persona, hecho que
constituyó una innovación por la manera directa en que experimentaba el
amor de caballero a una dama, inmortalizada con el nombre de Laura.
Hoy podría parecer obvia la declaración de sufrimiento masculino por la
mujer, pero en aquella época no lo era, porque el arte estaba dedicado a Dios.
El hombre vivía para amar al ser divino, pero los artistas que dieron paso al
Renacimiento de la cultura grecolatina exaltaron a la mujer como centro del
Universo.
El Cancionero de Petrarca reúne expresiones líricas
melódicas que van desde el soneto hasta composicio-
nes con marcada métrica, ritmo y rima generadas por
el poeta. Sus poemas, en romance renovador, ya no
fueron escritas en el tradicional latín, pero asentaron la
lengua hablada en la Toscana.
Siglos más adelante, Federico Hölderlin (1770-
1843), escritor alemán, dentro de la novela epistolar
Hiperión, creó la Canción al destino de Hiperión, un
poema que expresa la angustia por el desconocimiento
del futuro. Hiperión es un titán de la mitología griega a quien se le atribuye
el don de la observación. Por tanto, el escritor romántico canta la desespera-
ción humana al ser “como agua/ de una peña arrojada/
a otra peña, a través de los años/ en un abismo incierto”.
Tiempo después Johannes Brahms (1833-1897), pianis-
ta y compositor, también germano y romántico, captó la
profundidad lírica del poema y lo musicó.
Imagina, una de las canciones más célebres del siglo XX, es de John Len-
non. Al ser lanzada, en 1971, de inmediato se convirtió en un himno de paz
mundial. Existe la versión de que su asesinato en Nueva York, donde radicaba,
fue ordenado por el gobierno de los EU porque exhibía la permanente postura
bélica estatal.
Imagina
Imagina que no hay cielo. Nada por lo que matar o morir
Es fácil si lo intentas. ni tampoco religión.
Sin infierno bajo nosotros, Imagina a todo el mundo,
encima de nosotros, solo el cielo. viviendo la vida en paz...
Imagina a todo el mundo Puedes decir que soy un soñador,
viviendo el día a día... pero no soy el único.
Imagina que no hay países. Espero que algún día te unas a nosotros
No es difícil hacerlo. y el mundo será uno solo.
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5.1.5 Soneto
Composición métrica constituida por catorce versos endecasílabos (de once
sílabas), agrupados en dos cuartetos y dos tercetos con rima consonante muy
variable:
A-B-B-A, A-B-B-A, C-D-E, C-D-E;
A-B-B-A, A-B-B-A, C-C-D, E-E-D;
A-B-A-B, A-B-A-B, C-D-C, D-C-D.
En inglés existen variaciones, que pueden ser observadas en las compo-
siciones de Shakespeare. En 1609, el genio inglés publicó 154 poemas bajo
la misma estructura, con el título Sonetos. Son catorce versos endecasílabos,
agrupados en tres estrofas de cuatro versos con rima A-B-A-B y una más con
un par, rimados entre sí:
XV
Cuando pienso que todo lo que crece la idea de una estada tan fugaz
su perfección conserva un mero instante; a mis ojos te muestra más vibrante,
que las funciones de este gran proscenio mientras que Tiempo y Decadencia traman
se dan bajo la influencia de los astros; mudar tu joven día en noche sórdida.
y que el hombre florece como planta Y, por tu amor guerreando con el Tiempo,
a quien el mismo cielo alienta y rinde, si él te roba, te injerto nueva vida.
primero ufano y abatido luego,
hasta que su esplendor nadie recuerda:
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Para El Terrible
Contáronme, señora, (caso horrible), Mas sabiendo después que, a hocico abierto,
que en vuestra casa vive una gran fiera, abrasó solamente entre sus fraguas
a quien su condición brava y severa las enaguas de Albina: —Ya a cubierto.
mereció que le llamen El Terrible.
estoy —dije, saliendo de mil aguas —;
Pareciome, por tanto, inasequible no será tan terrible, no, por cierto,
el horror de subir vuestra escalera pues acomete sólo a las enaguas.
temiendo que el mastín me acometiera
y me hiciera un servicio no sufrible.
5.1.6 Epigrama
Composición poética breve e ingeniosa cuya finalidad era enaltecer a alguien
o evocar una acción. Se inscribía en la parte superior de un monumento. Se
usaba la métrica y la rima sobre la intención de alabanza, pero poco a poco fue
distorsionándose en alusiones graciosas y malignas, hasta hacer escarnio de los
atributos de una persona.
He aquí algunos ejemplos: el primer grupo, del romano Marco Valerio
Marcial, mejor conocido simplemente como Marcial (siglo I), quien generó
epigramas con sentido ético. El segundo, de Juan Fernández, amigo de Fran-
cisco de Quevedo, palabras hirientes para el taxquense Juan Ruiz de Alarcón,
ya que en Sevilla nunca lo quisieron por indiano, pelirrojo y jorobado. El ter-
cer epigrama es del neoclásico español Juan de Iriarte (1702-1771), destinado a
la enumeración de los rasgos del tipo de composición.
Epigramas
Marcial
- Es sincero el dolor del que llora en secreto.
- El verdadero dolor es el que se sufre sin testigos.
- La máxima virtud de un príncipe es conocer a los suyos.
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5.1.7 Caligrama
Es un tipo de poema visual que asocia la caligrafía de las palabras con la imagen
del concepto tratado. Originalmente fue manuscrito, después también se em-
pleó la máquina mecánica. Guillaume Apollinaire,
poeta francés, nacido en Roma, fundó el Cubismo
literario -una de las corrientes culturales de prin-
cipios del siglo XX, cuyo principal exponente en la
pintura fue Pablo Picasso- que creó los caligramas,
divulgados por todo el mundo. En México, los ge-
neraron desde José Juan Tablada hasta Octavio Paz.
José Juan Tablada (1871-1945), escritor mexicano,
fue un hombre reaccionario en la política, dado que
apoyó a Victoriano Huerta y luego a Carranza, pero
curiosamente destacó como
poeta vanguardista; trabajó el
Apollinaire (1880-1918), escritor decimonónico irreve-
caligrama y el haikú. rente, creador de los caligramas, en 1911 estuvo dete-
nido, acusado de haber robado la pintura de La Mona
5.1.8 Haikú
Lisa. Luego se comprobó su inocencia.
Es un tipo de composición
lírica de origen japonés. Es muy breve; está formada por tres versos: el primero
de cinco, el segundo de siete y el tercero de cinco sílabas, sin rima. En el pri-
mer verso se enuncia el kigo o tema. Es un poema breve, como una pincelada
de acuarela, que muestra un paisaje de la Naturaleza o de la vida cotidiana.
Los trazos japoneses son símiles al haikú.
Al Occidente llegó esta forma lírica como una muestra de delicadeza y
exotismo. Ejemplos de haikús de poetas japoneses:
Este libro es para uso exclusivo de
Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo.
Matsuo Bashō (1644-1694)
Pasó el ayer,
pasó también el hoy,
se va la primavera.
Yosa Buson (1716-1784)
Evaluación
A. Haz las siguientes actividades relacionadas con los subgéneros de
la lírica. Diviértanse; la poesía es placentera.
1. Formen dos equipos, ensayen y canten: el equipo A, el Himno a
la alegría (en castellano) y el equipo B, Imagina (en inglés). Si es nece-
sario, investiguen en internet. Seguramente hay quienes tocan algún
instrumento musical; acompañen al coro de su equipo. Antes de cada
participación, expliquen respectivamente qué es una oda y una canción,
quiénes fueron los autores y otros datos interesantes.
2. Consigue y lee varios sonetos, elegías y epigramas. Imprime va-
rios; los que más te gusten. Intercámbialos con una compañera o com-
pañero. Lean algunos oralmente frente al grupo y expliquen las carac-
terísticas de cada tipo de poema. Ensaya la lectura. Debes decirlos con
convencimiento y naturalidad.
3. Consigue y lee más haikús. Crea dos o tres acerca de frutas; re-
cuerda que son breves: tres versos, y no importa que no te ajustes a la
cantidad de sílabas; lo importante es la metáfora. Léanlos en equipo y,
luego, los mejores en una sesión plenaria.
Este libro es para uso exclusivo de
La unión libre
Mi mujer cabellera de lumbre de leña
De pensamientos de relámpagos de calor
De talle de reloj de arena
Mi mujer talle de nutria bajo los dientes del tigre
Mi mujer boca de escarapela y de ramillete de estrellas de última magnitud
Dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca
Lengua de ámbar y de vidrio frotados
Mi mujer lengua de hostia apuñalada
Lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
Lengua de piedra increíble
Mi mujer pestañas de palotes de escritura de niño
Cejas de borde de nido de golondrina
Mi mujer sienes de pizarra de invernadero
Y de vapor en los cristales
Mi mujer hombros de champaña
Y de fontana con testas de delfines bajo el hielo
Mi mujer muñecas de fósforos
Mi mujer dedos de azar y de as de corazón
Dedos de heno segado
Mi mujer axilas de marta y de fasces
De noche de San Juan
De alheña y de nido de escalares
Brazos de espuma de mar y de esclusa
Y de alianza de trigo y de molino
Mi mujer piernas de fuegos artificiales
¿Por qué? Esta pregunta exige como respuesta la causa, la razón del poema;
lo que está en el pasado. Es difícil que un poeta sepa exactamente el origen de
sus textos. Decía Blas Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no entien-
de”. Pascal fue un filósofo, escritor y matemático francés del siglo XVII; aun
para un sabio el porqué de los sentimientos es desconocido. ¿Por qué escribe un
poema? Porque sufre, ama, llora, sorprende, está vivo o muerto en vida.
Escribe un poema porque la pareja le fue infiel, murió la amada abuela, es
plenamente correspondido en el amor, llegó una nueva mascota, ama la vida
o está a punto del suicidio. Lo importante en este punto es reconocer que, si
se fuerza a descubrir la razón para escribir un poema, las causas prístinas son
sensibilidad, decisión y valor.
El siguiente poema de Théophile Gautier puede ayudar a entender por qué
escribe el poeta. ¿Cuáles elementos contextuales generaron estas líneas?
Último deseo
Hace ya tanto tiempo que te adoro Mi sol pálido que declina
—dieciocho años son muchos días— al fin se perderá en el horizonte,
eres de color rosa, yo soy pálido, y en la colina fúnebre, a lo lejos,
yo soy invierno y tú la primavera. veo la morada final que me espera.
Lilas blancas de camposanto Deja al menos que caiga de tus labios
en torno de mis sienes florecieron, sobre mis labios un tardío beso,
y pronto invadirán todo mi cabello para que así una vez en mi tumba,
enmarcando mi frente ya marchita. mi corazón tranquilo pueda reposar.
¿Para qué? Y esta otra cuestión pide la consecuencia, el efecto del poema;
lo que está en el futuro. También es una pregunta cuya contestación es no
solamente difícil sino incierta, ya que está más en el potencial lector que en
los sentimientos del escritor. ¿Qué pretende el poeta? Conmover, compartir,
impulsar, negar o destruir. Es necesario acercarse al contexto del poeta.
A continuación, se presenta un poema del poeta griego Constantino Ca-
vafis (1863-1933), nacido en Turquía. Su familia se dedicaba al floreciente ne-
gocio de algodón y telas, pero cuando murió su padre, fueron a la quiebra. Así
recuerda su adolescencia:
Este libro es para uso exclusivo de
En la aburrida aldea
En la aldea aburrida donde trabaja
—empleado en una casa de comercio,
jovencísimo— y donde espera
que pasen aún dos o tres meses,
aún dos o tres meses para que disminuya el quehacer,
y así trasladarse a la ciudad y lanzarse
al movimiento y las diversiones de inmediato;
en la aburrida aldea donde espera
cayó a la cama esta noche preso de pasión amorosa;
su juventud toda inflamada por el deseo carnal,
en hermosa tensión toda su hermosa juventud.
Y en medio de su sueño vino el placer: en medio
del sueño ve y posee la figura, el cuerpo que quería…
Evaluación
A. Investiga el contexto en que surgieron los poemas anteriores: el
de Gautier y el de Cavafis. Una vez que tengas datos, discute con tus
compañeros la intención literaria de cada poeta. Básate en tres pregun-
tas: a) ¿quién escribe?, ¿por qué escribe este poema? y ¿para qué escribe
cada poema?
B. Crea una obra pictórica, con base en uno o varios de los versos del
poema “La unión libre”, de André Bretón.
5.3 El yo poético
Ya se dijo que los poemas pertenecen al género literario denominado lírica.
También se recordará que comparten algunos rasgos: a) tienen un tema, b)
transmiten sentimientos a través de metáforas, c) son subjetivos, d) presentan
riqueza imaginativa por las figuras de dicción y de pensamiento, e) se basan en
el significado connotativo, f) tienen las palabras acomodadas en forma rítmica
y g) no tienen narrador, aunque sí una voz llamada hablante lírico o yo poético.
Este libro es para uso exclusivo de
Evaluación
A. En forma oral, explica el yo poético en tres poemas: Eres el horror
de la noche, de Georges Bataille; Encargo, de Ezra Pound; y La balada de
los esqueletos, del poeta estadounidense Allen Ginsberg (1926-1997). Pre-
viamente obtén información acerca de la vida de cada uno y su contexto.
para saber que no es prosa, sino verso. Además de ser una forma de escribir,
verso también es cada una de las líneas de este tipo de expresión.
El siguiente texto del escritor libanés Yibrán Jalil Yibrán (1883-1931) está
dispuesto en verso. Cabe aclarar que su poesía es sincera y original, por dife-
rencia de cientos o miles de “escritores” y editores occidentales de “superación
personal”, que han hecho un negocio a partir de la publicación de anécdotas,
moralejas y frases gastadas, que poco tienen de poesía. Este sí es un poema:
Amor genuino
Amen con devoción,
pero no hagan del amor una atadura.
Hagan del amor un mar móvil
entre las orillas de sus almas.
Llenen uno al otro la copa,
pero no beban de la misma copa.
Compartan su pan,
pero no coman del mismo trozo.
Canten y bailen juntos y estén alegres,
pero que cada uno de ustedes sea independiente.
Las cuerdas de un laúd están separadas
aunque vibren con la misma música.
Dense el corazón,
pero no para que su compañero
se adueñe de él;
porque solo la mano de la vida
puede contener los corazones.
Y permanezcan juntos,
pero no demasiado juntos;
porque los pilares sostienen el templo,
pero están separados
Y ni el roble crece bajo la sombra del ciprés,
ni el ciprés bajo la del roble.
En la prosa ninguna norma existe para que la palabra agrade al oído, pero
en el verso sí; el sonido ha de resultar cercano a la música. Por eso se valora lo
siguiente:
Este libro es para uso exclusivo de
Cada verso tiene una cierta cantidad de sílabas, según determina el poeta.
Este libro es para uso exclusivo de
El lector ha de contar las sílabas con el oído, de manera musical. Ejemplo: Ojos
claros, serenos. Lentamente, en voz alta: o-jos-cla-ros-se-re-nos. Se advierte que
es un verso con siete sílabas, heptasílabo. En este poema otras líneas también
son de 7 y algunos de 11, endecasílabos.
O-jos-cla-ros-se-re-nos, 7
si-deun-dul-ce-mi-rar-sois-a-la-ba-dos, 11
¿por-qué,-si-me-mi-ráis,-mi-ráis-ai-ra-dos, 11
si-cuan-to-más-pia-do-sos, 7
más-be-llos-pa-re-céis-a a-quel-que os-mi-ra? 11
No-me-mi-réis-con-i-ra 7
por-que-no-pa-rez-cáis-me-nos-her-mo-sos. 11
¡Ay,-tor-men-tos-ra-bio-sos! 7
O-jos-cla-ros,-se-re-nos, 7
ya-que a-sí-me-mi-ráis,-mi-rad-me al-me-nos. 11
A veces también hay rima, pero no son iguales todos los fonemas; única-
mente las vocales: -i, -o; y se conoce como rima asonante o imperfecta. Se define
como la similitud de vocales en la terminación del verso, desde la final acen-
tuada: perdido, rocío, conmigo, estricto, capricho, ciclo, replico, atractivo. Ejemplo:
Existen algunas normas para el buen uso de ambas. Por ejemplo, no im-
porta la ortografía: esbozo sí rima con rijoso y desmayen con hallen, pero no rima
miseria con batería, porque en la última palabra la vocal final acentuada es la í
y cambia el sonido. Otra regla es que no debe mezclarse ambos tipos de rima
en un mismo poema.
Evaluación
A. Lee el siguiente poema, disfrútalo y parafraséalo. Cuenta oralmen-
te las sílabas de los versos siguientes. Si encuentras sinalefas, diéresis y si-
néresis, identifícalas y explícalas. Fíjate si tiene rima y explica de cuál tipo.
Canción de la vida profunda
Porfirio Barba Jacob
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.
Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña oscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en fútiles monedas tasando el bien y el mal.
Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.
Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
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usa para castellanizar un anglicismo: clipe, por clip y bloque por block; y a veces,
por error: “dijistes”, “trajistes”, en lugar de dijiste, trajiste.
— Aféresis. Supresión de fonemas en el principio del vocablo: muchos ejem-
plos son tomados del habla popular: “norabuena”, por enhorabuena; “ora”, por
ahora; “mano”, por hermano.
— Síncopa. Supresión de fonemas en medio de la palabra: algunos vocablos
son aceptados al cabo del tiempo: Navidad, en lugar de Natividad; cognitivo, por
cognoscitivo; otros aún son defectos al hablar: “ne’sito”, en vez de necesito; “alante”,
por adelante.
— Apócope. Supresión de fonemas en el final del vocablo: muchas voces
están perfectamente aceptadas, como: buen día, en vez de bueno día; mal augu-
rio, por malo augurio; gran momento, en lugar de grande momento; san Felipe, por
santo Felipe; lo mismo sucede con algunos verbos: ven, en lugar de “vení” como
en Argentina; sal, por “salí”; haz, en lugar de “hacé”; y muchos otros vocablos
como: muy, procedente de mucho; tan, de tanto; cuan, de cuanto; cien, de ciento,
un, de uno, primer, de primero; tercer, de tercero; tele, por televisor; moto, por mo-
tocicleta; bici, por bicicleta; radio, por radiorreceptor; metro, por tren metropolitano;
en ocasiones, son vulgarismos, como “pa’ ”, en vez de para, o “ma’ ”, en vez de
mamá; inclusive, se presenta este fenómeno en algunos nombres propios: Tere,
a quien lleva por nombre Teresa; Elo, por Eloísa; Mari, por María; Dani, por
Daniel o Daniela; estos últimos no deben ser confundidos con los hipocorísticos,
que son nombres familiares como pronunciados por niños: “Concha” a quien
se llama Concepción; “Pepe”, a José; “Poncho” a Alfonso; ni con sus diminutivos:
“Concepcioncita”, “Josecito” o “Teresita”.
— Metátesis. Transposición o intercambio de fonemas en el interior de la
palabra. Este fenómeno, como los demás, ha formado parte de la evolución lin-
güística, como en “animalia”, que llegó a alimaña; “murciégalo”, que se convirtió
en murciélago; “parábola”, que evolucionó a palabra; “miráculum”, que se trans-
formó en milagro; y a veces en errores actuales, como “Grabiela”, por Gabriela;
“metereológico”, en vez de meteorológico; “mallugar”, en lugar de magullar.
meses antes, escuchaban como muertos, sentados a la sombra de sus casas, casi
sin hablar, hartos los unos de los otros, con una indiferencia pesada y triste de
los esclavos”, José Revueltas.
— Eufemismo. Figura de pensamiento que permite atenuar la fuerza ex-
presiva de una locución que dicha directamente sería insultante o molesta:
Durante el virreinato y posteriormente, a la persona que no era reconocida
por el padre, que no era hijo “legítimo”, se le decía “hijo de la iglesia” o “hijo
natural” para evitar el término bastardo.
— Litote. Figura de pensamiento que consiste en atenuar aparentemente
la fuerza de una expresión que en realidad genera un significado más con-
tundente; es un tipo de ironía que se aproxima al eufemismo y se opone a la
hipérbole: Raúl no vive tan lejos, No te menosprecio; “No lejos del camino, una
venta”, Cervantes.
— Metonimia. Tropo que consiste en designar un concepto con un nom-
bre distinto mediante la relación de causa-efecto: las canas, por la vejez: “Raúl
ya pinta canas”; el autor por la obra: “Manuel tiene un Picasso”; la silla por el
poder: “El candidato cree que pronto ocupará la silla”; el laurel por la gloria:
“José Emilio fue laureado”; la bebida por el lugar: “Tomamos un tequila”,
“Saboreamos un jerez”.
— Prosopografía. Descripción de los rasgos físicos de un personaje: “Su
nombre es Dulcinea; (...) sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus ce-
jas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus
dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura
nieve”, Cervantes.
— Prosopopeya. Figura que atribuye cualidades humanas a las cosas, ani-
males o abstracciones: “la sexta, ¡ay!, te condena, / ¡oh, cara patria!, a bárbara
cadena”, fray Luis de León; “¡Oh, llama de amor viva / que tiernamente hieres
/ de mi alma en el más profundo centro!”, San Juan de la Cruz.
— Sinécdoque. Tropo, similar a la metonimia, que consiste en designar un
concepto con un nombre distinto mediante la relación de la parte por el todo
o viceversa, como el pan por el alimento, una sección por el ser completo, el
material por el objeto, etc.: “No solo de pan vive el hombre”, “Felipe tiene 200
cabezas de ganado”, “Hundió totalmente el acero”.
Este libro es para uso exclusivo de
Evaluación
A. Continúa y concluye la elaboración de un álbum o fichero de pre-
ceptiva literaria, según el formato que hayas elegido. Incluye los siguien-
tes conceptos, con su respectiva definición y ejemplos distintos de los in-
cluidos aquí:
- aféresis - concatenación - metonimia
- alegoría - elipsis - onomatopeya
- aliteración - epanadiplosis - oxímoron
- anáfora - epéntesis - paragoge
- anfibología - epíteto - paronomasia
- antonomasia - eufemismo - pleonasmo
- apócope - hipérbaton - polisíndeton
- apóstrofe - hipérbole - prótesis
- asíndeton - litote - reticencia
- calambur - metáfora - retruécano
- comparación - metátesis - síncopa
LOS ESCRITORES
LOS ESCRITORES
Garcilaso de la Vega (1503-1536). Poeta, cortesano y militar
toledano, a quien se le debe haber introducido la musicalidad
del verso italiano a las letras castellanas. Conoció la poesía
de Petrarca, que tanto influyó en sus versos, y logró integrar
los motivos pastoriles con los versos endecasílabos, dado que
admiraba la poesía del valenciano Ausiàs March, nacido un
siglo antes, por influencia de su amigo Juan Boscán.
LOS ESCRITORES
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